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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA 
DE MÉXICO 
 
 
 
 
 
 
 FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES 
 ARAGÓN 
 
 
 
LA REALIDAD INCONSCIENTE DE LA CONCIENCIA DE 
NUESTRO ENTORNO. LA TELEVISIÓN COMO 
DEFORMADORA DE LA REALIDAD 
 
 
 
 
E N S A Y O 
 
 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE: 
LICENCIADO EN COMUNICACIÓN Y 
PERIODISMO 
 
 
P R E S E N T A : 
 
 
ÓSCAR PÉREZ MENDOZA 
 
 
 
 
ASESOR: 
Lic. Víctor Manuel García Santiago 
 
 
 
 
 
 
 
Ciudad Nezahualcóyotl, Estado de México. 2016 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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DERECHOS RESERVADOS © 
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL 
 
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Índice 
 
Introducción 3 
1. Tv, muéstrame el mundo 6 
1.1 Arduas jornadas laborales de los padres repercuten en sus hijos 15 
1.2 Más vale un menso mirando que cien literatos. Capital cultural 25 
1.3 Soy espejo y me reflejo… ¿entonces soy o me parezco? Somos lo que vemos 31 
1.4 Espectador que se duerme se lo llevan las tendencias. Está de moda estar de 
 moda 46 
 
2. Tv, dame un consejo 53 
2.1 De chismosos y habladores, llenos los televisores. La tv no tiene la culpa 56 
2.2 La tv pinta realidades, pero tampoco son como las pinta 61 
2.3 Cómo estará el infierno que el diablo pide limosna. El bien y el mal 73 
2.4 En país de ciegos, el tuerto es rey. Valores a conveniencia 89 
 
3. Tv, por qué me has abandonado 95 
3.1 Vemos lo que queremos ver, tanto en la vida como en la tv 95 
3.2 Pequeños toques hacen grandes rasgos. Soy mi realidad 99 
3.3 La verdad no está de parte del que más grite. En busca de una realidad estándar 114 
 
4. Conclusiones 126 
4.1 ¿Quién tiene la culpa, la sociedad o la tv? (Realidades de jóvenes de segundo 
 grado de la preparatoria anexa a la normal número 3 de Nezahualcóyotl) 129 
4.2 No apuestes con quien no apuesta nada. Ver televisión no es obligatorio 139 
 
Epílogo. ¿Existe una realidad real, realidad universal? 146 
 
Anexos 149 
 
Fuentes de consulta 156
 
 
Introducción 
Generalmente la realidad es concebida como una constante de la vida; por 
desgracia, también se le ve como un elemento inalterable, circunstancia que 
conduce, a menudo, al individuo a tomar como referente del mundo sólo la visión 
personal de lo que le rodea, tanto así que cuando menos una vez toda persona ha 
juzgado la vida de otra sin conocer las particularidades de su historia específica, 
es decir, sin conocer la realidad de dicho individuo. 
 
El entorno de cada persona está formado por infinidad de realidades, 
mismas que en conjunto constituyen la realidad universal en que se cohabita y de 
la que al omitir esa verdad se está inconsciente, mientras se piensa lo contrario. 
Ese fenómeno puede, al ser comprendido, ser la guía a la empatía o, al ser 
ignorado, dejar sumido al individuo en la intransigencia por no aceptar otra versión 
del mundo más que la propia. 
 
Cuando nos referimos a la realidad inconsciente apuntamos en dirección a 
lo que no se escudriña por asumirse obvio, y por ende no se concientiza, no se 
interioriza, por lo tanto al momento de tomar decisiones o emitir juicios se 
desestima al, por lo ya mencionado, no ser significativo. 
 
Lejos de la introspección se suele creer que la realidad es inherente a la 
conciencia pero es opuesto, solo la consciencia puede hacernos partícipes del 
sinnúmero de realidades que han terminado por definir la nuestra, y, es hasta el 
encuentro con la consciencia que uno puede ubicar su realidad particular dentro 
de la universal. 
 
En las pantallas televisivas la realidad se encuentra alterada y es en el 
espejismo de su camuflaje con el entorno del televidente que se le considera 
inofensiva. De esta manera, al ocultarse tras la obviedad, la idea de esas 
realidades artificiales va adhiriéndose a la cosmovisión de cada televidente que, 
sin consciencia del hecho guarda poco a poco referentes de lo que no conoce o de 
4 
 
las aristas inexploradas de situaciones, lugares o hechos de los que parcialmente 
está al tanto. 
 
Es así que el propósito de este ensayo es exponer el fenómeno como 
observador, como el narrador del problema, sin dejar de lado la perspectiva propia 
del asunto que aquí nos ocupa. Al valerme –como apoyo teórico– de fuentes de 
consulta, pero también de la experiencia empírica que tanto el lector como quien 
escribe hemos acumulado a lo largo de la vida. 
 
Dicho fenómeno no se limita al televisor, de la voz griega τῆλε (tēle, «lejos») 
y la latina visiōnem (de visiō «visión»), en éste ensayo, “televisión” se toma no 
como un aparato, sino como un concepto, mismo que describe a toda pantalla que 
funja como sistema emisor de imágenes, sin importar que se sirva de señales 
satelitales, cable, internet o cualquier otro medio para transmitir sus contenidos. 
 
Mediante el ensayo, se busca contrastar y unificar las ideas de quien 
escribe, con las de los autores sobre las que este trabajo está cimentado, sin dejar 
de lado la opinión y experiencias de terceros –sujetos de estudio- alumnos de la 
Preparatoria Anexa a la Normal Número 3 de Nezahualcóyotl que son quienes 
finalmente aportan sus vivencias para enriquecerlo. Todo ello con la finalidad de 
abordar la información desde distintos ángulos; desde fuera, como intérprete de 
los datos y, desde dentro, al recabar los mismos en el trabajo de campo para no 
perder la perspectiva de la comunicación verbal; esto es, inmiscuido sin estar del 
todo incluido. 
 
A lo largo de éste ensayo se tocarán diferentes puntos que tienen como 
objetivo despertar la curiosidad del lector acerca de sí mismo, de qué lo forma, de 
qué está hecho: si reconoce en él o en su círculo inmediato alguno de los vicios o 
valores aquí mencionados, para finalmente llegar a una conclusión y decisión 
propia que lo encamine a tomar consciencia. 
5 
 
Conciencia del porqué ve televisión, conciencia de cómo todo lo que le 
rodea influye en su realidad pero, que es decisión de cada individuo de qué 
manera las pantallas, los libros, e incluso otras realidades pueden afectarle. 
Se sostiene que, si se observa la Tv conscientemente con el único fin de 
satisfacer una necesidad de entretenimiento, diversión, información o simplemente 
de llenar el vacío de compañía, se puede ver exactamente lo que se desea y 
obtener lo que se busca sin después sentirse defraudado, así la Tv dejaría de ser 
satanizada. 
Finalmente este texto no busca que estén de acuerdo con él, sino despertar 
el diálogo interno, la suspicacia; es decir, busca ser cuestionado y que cada lector 
responda esas preguntas según su realidad. De ser posible las empate con las 
particularidades de alguien más con quien pueda crecer sus ideas y por ende, su 
curiosidad. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
6 
 
La realidad inconscientede la conciencia de nuestro entorno. 
La televisión como deformadora de la realidad 
 
1. Tv, muéstrame el mundo 
 
Sin duda, la vida sería otra si la televisión faltara; tal como dicta la sabiduría 
popular, el viaje ilustra; y es verdad, el descubrir nuevas maneras de vivir que se 
sospechaban inconcebibles siempre da pie a analizar la propia; la perspectiva 
existente de cómo la totalidad del cosmos se relaciona con las formas de vida a 
las que rodea se vuelve más fresca, se suma, es nueva; brinda al sujeto el regalo 
de la conciencia sobre lo que posee al tiempo que le hace notar que, cuando 
menos en la generalidad, desestima los recursos de los que sus circunstancias 
particulares le han provisto, principalmente si dicho viaje es a provincia; sin 
embargo, persistentemente las insuficiencias son insospechadas, sino es que 
desechadas al ni siquiera inferirlas. 
 
No obstante, al realizar un viaje se tiene la ventaja de ver “el todo”, de 
sentirlo, de olerlo, de vivirlo, de interpretarlo, no sólo el hecho o la forma de vida, 
sino que es posible descubrir el porqué de esa vida; mas si en aquel viaje el sujeto 
fuese guiado a un destino cualquiera con los ojos vendados y se le consintiera 
únicamente conocer sólo aquello que la “agencia de viajes” pretende sea 
advertido, por supuesto cada agencia con especial atención al giro que maneja, ya 
sea cultural, de entretenimiento, de denuncia social o cualquier otra, ¿qué pasaría 
entonces? 
 
Pensemos en las televisoras como pequeñas agencias de viajes. Si una 
trasladara a sus adeptos únicamente a aquellos lugares de los que se beneficiara 
por su visita y además los llevara sin permitirles ver el camino y con los oídos 
sordos durante todo el traslado hasta su llegada, para permitir a sus clientes 
únicamente ver y escuchar lo que a su rubro compete y conviene, no sería tan 
enriquecedor ¿verdad?, pues no verían un panorama completo. 
7 
 
 
Se obtendría únicamente información sesgada, un viaje editado que 
muestra sólo fragmentos de la vida del lugar; entonces, al no conocer el todo, 
¿existiría la curiosidad de saber qué más hay en ese sitio?, ¿o simplemente se 
emprendería el regreso a casa con los sentidos distantes, como si de apagar el 
monitor se tratara? 
 
Esto sucede en todo momento, en las pantallas se ve una representación 
de la vida que no muestra lo que todos los humanos viven, sino la particularidad 
de unos cuantos, es apenas la caricatura de quienes viven o vivieron. No se 
muestra el panorama completo de los actores del mundo, inventores, 
explotadores, santos o pecadores, y tampoco de los hechos, de las crueldades, de 
los sobornos o actos de bondad de los que nunca sabremos; las pantallas 
muestran la información que quieren mostrar y no más. Los medios, con fines 
lucrativos, deciden qué llega a la audiencia, como sugiere Ana Meléndez: 
 
“En el umbral del siglo XXI, junto al resurgimiento del capitalismo salvaje, 
vivimos paradójicamente la era de la cultura de la imagen interactiva en un híbrido 
ambiente donde conviven los más rudimentarios medios de comunicación junto a 
sofisticadas tecnologías. Mensajes de naturaleza y con fines aparentemente 
diversos penetran nuestro espacio vital y nuestros sentidos, interactuando en 
complejas redes de comunicación. Estamos sujetos a influencias manipuladoras, 
persuasivas, motivacionales y, en menor proporción, informativas, orientadoras y 
formativas. 
 
“El vuelco del mundo contemporáneo hacia la globalización económica nos 
somete a un bombardeo de estímulos, sugerencias, promesas e invitaciones a lo 
emocional, lo sentimental, a la vanidad humana. Por todos los medios se repite la 
misma idea: no hay que aplazar la obtención del deseo y del placer, hay que 
comprar y consumir”.1 
 
1 Meléndez Crespo, Ana, La tv no es como la pintan: ¿la maquillamos juntos?, p. 19. 
8 
 
 
Sin embargo, sería injusto que los medios cargaran con toda la culpa, 
hacen esto con base en las preferencias de las audiencias, que en su mayoría no 
encajan en el modelo que aquellas influencias motivacionales dictan; tal parece 
que después de ver los contenidos todo se olvida y la audiencia se queda con la 
sensación de bienestar o malestar general de alguna idea, pero olvida lo que ahí 
se dijo. 
 
Se olvidan palabras de un manual que, por los contenidos a los que se 
exponen algunos sectores de la población, se perderán en el mensaje si no se es 
consciente de lo que está viendo y para qué se ve. 
 
La conciencia en este tema no podrá ser alcanzada hasta que el 
consumista del contenido televisivo se percate de qué es lo que quiere y deje de 
ver sólo lo que le ofrecen, hasta que sepa en qué mundo desea vivir. 
 
La televisión exhibe fragmentos de lugares, segmentos de hechos, 
regularmente nunca muestra todas las aristas de un sitio o de un hecho, presenta 
una realidad editada pero, ¿acaso se tiene la curiosidad de saber si aquello es 
todo?, y en caso de tenerla, ¿aquella curiosidad llega a satisfacerse? 
 
“El acto de comprar se considera como un ejercicio de la libertad. Las 
sociedades consumidoras son democráticas porque, en apariencia, brindan 
opciones al comprador. Por el contrario, se pregona que en una sociedad en que 
el consumo es menor, la democracia está ausente. Como estas ideas se repiten 
una y otra vez, los perceptores tenemos pocas oportunidades para cuestionar la 
construcción de esa realidad impuesta. 
 
“En la información sobre el acontecer de lo cotidiano suenan débiles y 
aislados los mensajes que se levantan para contrarrestar la influencia de aquel 
9 
 
discurso de conducir al hombre a reflexionar sobre el ambiente que configuran las 
corporaciones trasnacionales más poderosas. 
 
“Muchos mensajes destinados a resolver problemas cotidianos de la 
ciudadanía, como los de orientación para el disfrute y óptimo uso de los recursos y 
los servicios públicos, están impregnados de un interés corporativo más que 
social”.2 
 
La televisión se ha vuelto tan indispensable en la vida diaria que se 
relaciona con la humanidad a todas horas, sin importar la actividad que se realice 
es posible incluir a aquel amigo receptor de señales en cualquier momento de la 
cotidianidad. 
 
Incluso, para algunas personas la televisión llega a ser un excelente 
sustituto de compañía; en ocasiones, al llegar a casa, es sorprendente ver que 
antes de cualquier acción alguien ya tiene el control remoto en la mano o ya 
encendió la televisión manualmente. 
 
Es innegable que el televisor se reafirma día a día como uno de los medios 
de mayor presencia en la sociedad, tanto que ha adquirido ya un lugar privilegiado 
en los hogares, e incluso, aunque corra el riesgo de parecer fatalista o pecar al 
engrandecerlo, puede considerársele un integrante necesario en las familias, tanto 
como medio de comunicación social, como vínculo fundamental en el desarrollo 
general de los integrantes de cada conjunto familiar. 
 
El lugar privilegiado que hace tiempo ocupaban actividades como la charla 
a la hora de la comida o algún paseo dominical al campo, donde padres e hijos 
convivían sin más distracción que el afecto de unos por otros, fue sustancialmente 
invadido por la televisión y, lo que es más absurdo, ahora, en incontables hogares, 
las pantallas comienzan a invadir de nuevos horizontes, se mueven prestas a 
 
2 Ibidem, p. 20. 
10 
 
ocupar el lugar del tío gracioso de la familia, el consejero, aquél que sabe las 
mejores bromas, ése que aparentemente no tiene preocupado a nadie por su 
futuro, pero que recibe toda la atención cuando está cerca; también el de aquel 
amigo con quien se puede hablar de cualquier tema, deportes, noticias, novelas, 
de amor e incluso tópicos escabrosos o prohibidos. 
 
La situación descrita por Meléndez aún hoy tienevigencia, lo que es más, 
se acentúa justo en el crecimiento de las tecnologías y se agrava en el surgimiento 
y desarrollo de las nuevas plataformas que, ofrecen alternativas a la televisión 
convencional solo para volver más dependiente al individuo de los contenidos 
mostrados en ellas. 
 
La revista Zócalo en su edición de julio 2016 habla de la crisis de la 
televisión mexicana, se lee que a pesar de que el televidente común no consume 
tanta “televisión” como antes, hoy dedica en promedio 2.4 horas a la televisión 
abierta y 1.72 horas a la de paga, no por ello ha dejado de lado las pantallas, más 
bien se ha mudado a otras más novedosas, dedicándole al internet un promedio 
de 6 horas al día. 
 
Ya sea en streaming, mediante descargas e incluso en redes sociales, la 
televisión, la visión sin frontera de otra realidad, no obstante la sequía de 
audiencia que sufren las televisoras, sigue estando presente hoy más que nunca 
en la sala de las casas, en las habitaciones e incluso, en los bolsillos de los 
dueños de dispositivos inteligentes. 
 
“Es tan cotidiano el avasallamiento visual y tan inconsciente a nuestra 
percepción el desequilibrio de los contenidos, que prácticamente no estamos 
capacitados para razonar y hacer frente a sus efectos. No advertimos que se nos 
manipula. No sabemos distinguir entre una información falsa y una veraz. No 
somos conscientes de cómo y cuándo los medios de comunicación explotan la 
11 
 
emotividad en vez de motivarnos al aprendizaje y al ejercicio de la libertad 
razonada”.3 
 
El hecho de representar a la televisión como comunicador social repercute 
directamente en la cultura y valores de la sociedad pues, a través de sus 
contenidos y la percepción de cada individuo, se promueve que la cosmovisión de 
la población se altere. De este modo se modifica, influye e incluso se crean 
nuevos referentes del mundo circundante en los sujetos expuestos al nuevo 
concepto de realidad que maneja la pantalla. 
 
Esos referentes de falsa realidad se adhieren al televidente teniendo como 
principal aliado el poder de convencimiento y la certidumbre incuestionable que la 
televisión ha llegado a tener gracias al impacto social radicado en la percepción 
visual de los seres humanos, crédulos de todo lo que perciben con los ojos. 
 
Cuando se desconoce y, no se especula sobre lo desconocido. La 
experiencia del primer acercamiento con lo novedoso será preponderante al 
momento de construir un juicio de ello. Cuando aquel primer contacto es, por 
ejemplo, el de un relato, digamos de una persona en quien se confía, aquel 
individuo que comienza a escuchar cómo el otro habla de la percepción propia 
generalmente asumirá aquella postura o una muy cercana a la que ésta tiene 
sobre dicho tema u objeto al que se haga referencia a menos, claro, que se 
investigue un poco acerca del mismo. 
 
A pesar de no investigar lo expuesto en las pantallas, extrañamente se 
emiten juicios a favor o en contra de aquellos contenidos, pero no se llega a 
pensar en contradecirlos, esto último es aún más extraño. Desgraciadamente en 
muchos casos lo expuesto ahí se asume como verdadero, al considerar que 
cualquier contenido, una vez al aire, ya ha sido revisado y constatado por los 
 
3 Ibidem, p. 20. 
12 
 
especialistas a cargo de los programas; por consiguiente se confía en la veracidad 
de los datos emitidos. 
 
En sí mismo, el aspecto antes descrito acerca del dogma de las pantallas 
es alarmante, pues si bien el adulto puede ser influido a pesar de poseer 
referentes consolidados de la vida, no es él quien más tiempo pasa generalmente 
frente ellas y, si en algunos casos la madurez no es suficiente para evitar 
engancharse en la información modificada, falsa o satirizada que ofrecen algunos 
contenidos, ¿qué se espera de la población más joven que apenas comienza a 
formarse una opinión acerca del espacio geográfico donde radica?, ¿qué se puede 
esperar que la niñez o el adolescente entiendan del mundo? 
 
Tristemente ellos, los niños y los adolescentes, son la población más 
vulnerable, quienes más tiempo se exponen a los conceptos mediáticos de la vida 
y desgraciadamente, cuando menos en la muestra manejada para este ensayo, 
tomada de los dos grupos, mixtos, del turno vespertino de segundo grado de la 
Preparatoria Anexa a la Normal número 3 de Nezahualcóyotl (en adelante PAN3), 
cuyas edades oscilan entre los 15 y 17 años de edad, es posible decir que pasan 
el mismo tiempo o aún más frente al televisor que en compañía de sus padres. 
Esta afirmación se basa en las respuestas que estos chicos dieron para la 
realización de éste ensayo. 
 
“Los niños de hoy nacen con la tv frente a la cuna. Nada asume un papel 
tan preponderante en la formación cotidiana como ese medio que actúa no sólo en 
las etapas básicas del desarrollo, sino permanentemente: su poder es tan 
imperceptible que los adultos no reparamos en él”.4 
 
Con el propósito estricto de la reflexión debe considerarse la siguiente 
interrogante: ¿llegará la televisión a reemplazar funciones de los padres? Es una 
pregunta perturbadora, sobre todo en relación con la parte formativa. En muchos 
 
4 Ibidem, p. 24. 
13 
 
casos, el tiempo que un niño pasa frente al televisor es mayor al que comparte con 
miembros de su familia, de manera tan satírica como desafortunada la televisión 
se ha ganado el nombre de “la niñera mexicana”, que educa y enseña a nuestros 
ciudadanos. 
 
“La televisión es una importante educadora en un sentido muy definido. Es 
la temprana escuela que crea, legitima e inculca formas determinadas de 
conducta, modos de concebir al hombre y a la sociedad. Por la amplitud de sus 
alcances no tiene comparación con otro medio de comunicación, pues al mismo 
tiempo que llega a los niños mucho antes que la escuela formal, alcanza 
prácticamente a todos los sectores, tanto alfabetizados como analfabetas. Así, la 
familia, la iglesia y la escuela actúan en un campo donde la televisión ya sembró 
las semillas de un mundo generalizable y de identificaciones colectivas”.5 
 
Es materia del sentido común que la niñez es la etapa base de toda 
persona adulta, no obstante, hay un periodo en la vida determinante para la 
cristalización de preferencias, gustos, tendencias y sobre todo de la personalidad; 
es en la adolescencia cuando concluye el proceso de formación acerca de la 
visión completa que poseerá el individuo del mundo, tomando como referente lo 
aprendido de la vida durante la niñez y siendo esos referentes la base para 
interpretar la vida en el transcurso de los años siguientes. 
 
Dichos referentes se forman por los modelos a seguir, lo que se desea ser, 
lo que llama la atención a cada sujeto, e inclusive las figuras de autoridad, pero 
¿qué es una figura de autoridad? ¿Cuándo se reconoce y en qué circunstancias 
son valoradas o sobrevaloradas? 
 
La figura de autoridad, aunque es un término empleado frecuentemente y 
esté de hecho presente a lo largo de la vida en cada momento, puede ser 
entendida desde perspectivas diferentes. 
 
5 Idem. 
14 
 
 
Una es la entendida socialmente, encarnada en la persona o entidad a la 
que de alguna manera se le deben rendir cuentas y hasta acatar sus reglas, y que 
además puede imponerse con el propósito de guiar la vida de cada persona bajo 
su tutela. Por otra parte, existe la figura desde la visión personal de cada individuo, 
representada en aquella persona que cumple con los estándares, características y 
requerimientos que cada ciudadano valora como esenciales, mismos que hacen 
de la persona que los posee un ejemplo a seguir. 
 
“El niño y el adolescente son los telespectadores por excelencia, sea que 
miren el aparato dentro o fuera del círculo familiar.Los niños, no obstante, lo ven 
durante más tiempo que los adolescentes y los adultos desde el principio de su 
vida consciente, porque la consumen de manera constante durante las etapas 
básicas de su formación física, desarrollo mental y creación de hábitos y actitudes. 
 
“La televisión interviene en la formación conductual, afectiva, emocional y 
de formación del niño […] Entre niños mexicanos de cuatro a 12 años, la televisión 
es un medio gratificante ante necesidades de interrelación social y evasión, así 
como emocionales, de diversión y aprendizaje. 
 
“De modo que muchos niños encuentran placer en verla al regresar de la 
escuela y al acabar de comer, aunque la prendan sin el propósito de mirar un 
programa en específico. 
 
“Satisfacer la necesidad de compañía es también función emergente del 
televisor. Niños con problemas psicológicos, los que pasan mucho tiempo solos y 
aquellos a quienes les faltan motivaciones o espacios para jugar, tienden a 
refugiarse con frecuencia en el mundo de las imágenes y sonidos televisivos”.6 
 
 
 
6 Ibidem, págs. 34-35. 
15 
 
1.1 Arduas jornadas laborales de los padres repercuten en sus 
hijos 
 
Los jóvenes de la PAN3, provenientes de familias de clase media baja cuyos 
padres trabajan la mayor parte del día, en su mayoría viven en Nezahualcóyotl y 
sus alrededores. Ellos al igual que los niños referidos por Ana Meléndez, están en 
soledad y además de ello lidian con los problemas propios de esa etapa de la vida. 
La escuela está situada en una zona meramente escolar rodeada de otros 
colegios como el Conalep que tiene a sus espaldas; es un recinto de aprendizaje 
de tamaño muy reducido para una preparatoria, con apenas dos grupos por cada 
grado, poblada en su mayoría por mujeres. 
 
No muestra, al menos no al nivel de otras preparatorias, señales de tener 
problemas graves en cuanto a riñas o malos comportamientos entre los alumnos, 
indistintamente del género de estos. Es una institución que brinda educación 
preparatoria general con un ambiente un poco menos opresor que la secundaria, 
pero sin llegar a ser tan permisivo como el de las preparatorias convencionales. 
 
Los estudiantes de esa escuela aún ven a sus padres como la principal 
figura de autoridad; sustancialmente consideran que, dado que sus progenitores 
están pendientes de ellos, deben guardarles respeto, y es precisamente aquí 
donde surge un punto clave en la idealización que cada individuo tiene del 
concepto, pues los adolescentes se ven reflejados en las personas con quienes se 
comparan, su primer referente, su ejemplo de lo que un ciudadano debe ser. 
 
Además de los cambios corporales, el enamoramiento y tantas otras 
situaciones propias del desarrollo humano, las nuevas generaciones se enfrentan 
a retos desconocidos por sus padres. Debido a los grandes cambios que han 
surgido en aras de “la fraternidad entre naciones”, la sociedad se ha vuelto víctima 
y cómplice de las constantes modificaciones en el comportamiento del ser 
humano, permitiéndole evolucionar y adaptarse a ellos para poder navegar 
16 
 
socialmente, e incluso ha dado lugar a conceptos como la transculturización, que 
básicamente adopta y adapta costumbres de otros países a nuestra cultura. 
 
Tal fenómeno afecta tanto al niño como al adolescente, aunque a este 
último en menor medida; sin embargo, en ambos implanta, mediante contenidos 
televisivos de otras latitudes, vidas que difieren de las que conocen, situaciones 
ajenas a las suyas, mismas que pueden o no ser mejores a las propias, pero 
siempre son distintas; no obstante, olvidan exponer que en esos lugares no todas 
las personas viven en la misma manera que plantean los programas. 
 
En la realidad de nuestro país nos encontramos con diferentes modelos de 
familia, mismos que invitan a cada individuo a contrastar lo visto en las pantallas 
con el contexto familiar en que éste se desarrolla. A pesar de los ejemplos 
televisivos, en la realidad de cada individuo deben cumplirse ciertos parámetros, 
obligaciones y responsabilidades, tanto de los hijos como de los padres. 
 
En el caso específico de los alumnos de la PAN3, los chicos no tienen, 
cuando menos en la generalidad, problemas familiares graves, sin embargo, tal 
vez debido al seguimiento que los profesores, adultos diferentes a sus padres o 
tutores le dan los alumnos, perciben o interpretan el poco contacto con sus 
progenitores como un desapego familiar. 
 
Los chicos refieren que sus padres se han empeñado o descuidado, como 
usted lo quiera ver, en involucrarse sólo en ciertos asuntos, aquellos con los que 
ellos mismos obtienen algún tipo de gratificación personal, principalmente los 
estudios de sus hijos; quizá al pensar que es parte de la privacidad de esta nueva 
generación, han dejado de lado ámbitos y cuestiones personales de los 
muchachos. 
 
Por sorprendente que parezca, encontramos que es precisamente esa 
soledad disfrazada de respeto lo que estos jóvenes reclaman; en muchos casos 
17 
 
se sienten perdidos y desatendidos. Es difícil guiar a alguien al no saber si desea 
ser guiado; sin embargo, tal responsabilidad debe ser asumida con la paternidad, 
en lugar de limitarse únicamente a proveer, para evitar lugares comunes como, 
“¿no sé qué pasó?”, “¿por qué fallaron las cosas si nunca le faltó nada? o “yo le di 
todo y así es como me paga”. 
 
El problema, aunque reconocido por los adolescentes, ha pasado a formar 
parte, inconscientemente, de una cotidianidad en ellos, supliendo ese “vacío” con 
la presencia de alguien, o algo más, en un entorno donde los amigos no siempre 
viven cerca y donde salir a convivir con los vecinos no suele ser la mejor opción, 
por la falta de camaradería en algunas colonias y por la propagación de los vicios 
y el crimen en algunas otras. Las pantallas se convierten automáticamente en la 
opción más segura, sana y a la vez entretenida para distraerse un poco de las 
preocupaciones diarias. 
 
De 97 encuestados, sólo 19 refieren una buena comunicación entre padres 
e hijos en sus hogares, mientras que la mayoría anhela establecer o acrecentar 
los vínculos existentes entre ellos y sus progenitores y desea encontrar a alguien 
con quien comunicarse fuera del entorno educativo, una guía en el aspecto social, 
de comunicación, convivencia, apoyo emocional y comprensión, con quien 
además de éxitos académicos puedan compartir su contexto social; buscan ser 
orientados a tomar decisiones y poner en contexto adecuadamente su estado 
emocional. 
 
Después de todo, una tarea difícil, pues justamente en esa etapa el 
adolescente se encuentra más vulnerable, aún no se consolida. Precisamente ahí 
es donde la paternidad debe hacerse presente, sin olvidar que la educación y 
fraternidad como sociedad dan el sentido de pertenencia. 
 
Nuevamente la televisión se hace presente al momento de sentir soledad, 
pues si se busca pertenecer hay que parecer del grupo, situación que puede 
18 
 
tornarse complicada sin alguien para guiar y orientar acerca de cómo son 
realmente estos grupos. 
 
Más allá de la apariencia, el adolescente podría seguir la tendencia 
dominante en la moda o la más acorde con el grupo al que desee pertenecer; no 
puede pasarse por alto el hecho de que una persona carente de una base sólida 
en autoestima hará todo lo que los integrantes del grupo le propongan, en aras de 
la integración, aunque esto contravenga algo que aparentemente se le enseñó en 
casa. 
 
Es incontable el número de casos en que jóvenes han cedido ante la 
presión social, ya sea para saltarse una clase, “experimentar” estupefacientes, 
temas relacionados con la sexualidad, e incluso actos vandálicos, entre otras 
cuestiones. 
 
Algunos, llanamente resignados, se conforman con la idea de que así es la 
vida y no tienen necesidad de algo más, creen que han aprendido o debenaprender a sobresalir solos, además de llenar ese vacío con las alternativas que el 
mundo ofrece en que la presencia de sus padres ya no es necesaria ni 
indispensable; es más, llegaría a ser una carga en sus actividades diarias. 
 
En todo momento es innegable la exposición a los cánones y 
convencionalismos sociales, esto tan cotidiano que ahora forma parte de la 
normalidad para la mayoría de las personas quienes no se toman el tiempo para 
analizar qué está bien o qué podría afectar distintos aspectos en la vida según su 
comportamiento dentro del propio círculo social o laboral, sujetos que a final de 
cuentas simplemente optan por adoptar un estilo o actitud de “moda” entre la 
sociedad a la que buscan pertenecer. 
 
El adolescente se enfrenta a cambios emocionales, sociales, psicológicos y 
hasta físicos que, si no son tratados debidamente y abordados con tacto, pueden 
19 
 
salirse de control; con el tiempo no solo serán problemas de una sola persona, 
pasarán a formar parte de esta desorientación o desorden social al que se 
enfrentan cada día. 
 
Un ejemplo de cómo algunos roles pueden ser desproporcionalmente 
exaltados mediante el televisor es el vandalismo, una de las temáticas explotadas 
con más frecuencia tanto en dramatizaciones como en ámbitos noticiosos. A pesar 
de que en el noticiario las imágenes son crudas, con el tratamiento adecuado, un 
entorno dramatizado puede hacerlo ver bastante atractivo cuando se ve en 
televisión a algún personaje que destruye, allana, roba o lleva a cabo un sinfín de 
actos atroces que se consideran dañinos para la sociedad y por los que, a final de 
cuentas, no recibe castigo alguno. 
 
En la vida real, sin importar la explicación ofrecida a las autoridades por 
algún acto criminal, las acciones son acompañadas por consecuencias, pero un 
personaje apenas y recibe, por así decirlo, una “nalgada” y es mandado al rincón; 
rara vez el castigo que recibe es proporcional a la medida de sus acciones. Lo 
anterior, dicho sin la pretensión de indicar que al ver televisión sin guía alguna, 
una oleada de adolescentes saldrá a inundar la calle con robos y actos carnales. 
 
Por otro lado cada individuo posee una personalidad distinta, y cada uno 
será atraído por diversas particularidades expuestas en las pantallas; no obstante, 
al ver televisión es cada vez más evidente la sexualización de los contenidos 
como herramienta para hacerse de audiencia, presente en todo tipo de 
programación y publicidad. Es claro que existe una edad en que toda persona 
comienza a sentir inquietud por dicho aspecto, pero también se ha visto que es 
más frecuente que dicha curiosidad despierte a edades cada vez más tempranas. 
 
Toda duda al respecto puede disiparse simplemente al abrir los ojos para 
observar lo que es incómodo de ver, al visitar la primaria o secundaria local y 
verificar en persona las actitudes de los jóvenes y niños de esas instituciones: 
20 
 
palabras antes no escuchadas en esos lugares, actitudes y vestimentas realmente 
inapropiadas para esas edades, la afirmación no pretende atacar a la moral 
directamente, sino ejemplificar como se ha modificado la realidad, los tiempos 
cambian y con ello lo que es o no permitido y tolerado. 
 
En las encuestas antes referidas, a pesar de las deficiencias que los 
alumnos de la PAN3 manifiestan acerca del comportamiento de sus padres, es 
importante resaltar que la mayoría continúa con la idea de que son un buen 
ejemplo a seguir; no obstante los errores que tengan, los muchachos minimizan la 
carencia de atención como factor determinante para considerarlos o no modelos a 
imitar. 
 
No hay mejor guía que alguien confiable, y si además se ha compartido 
gran parte de la vida con esa persona, el pronóstico parece ser mejor, 
especialmente con alguien que ha observado el desarrollo de la personalidad, 
actitudes y comportamiento, por así llamarlo, de un pequeño pupilo que no nace 
con el conocimiento de cómo es la vida, sino que la entiende a lo largo de la 
misma. En casi todos los casos, los padres ya han experimentado esas 
sensaciones y vivencias, de tal suerte que pueden orientar a sus hijos acerca de la 
diferencia entre lo visto en televisión, lo que ellos creen ver y la vida real. 
 
Las personas en general, especialmente los adolescentes, contrastan su 
información del mundo —lo que conocen mediante las pantallas— con su visión 
de la vida —lo que aprenden con la interacción humana—. Algunas veces este 
contraste resulta ser catastrófico, pues la vida en sí dista mucho de lo que alguna 
vez la pantalla les mostró que sería. 
 
En muchos casos desafortunados, la vida misma se encarga de abrir los 
ojos de una persona y en ese momento se percata que la existencia no es aquel 
lugar que se observa a través de las pantallas, en que todo sale bien para el 
protagonista, sin importar si se toman buenas o malas decisiones. 
21 
 
 
Desgraciadamente, cuando menos en general, cuando aquello se percibe, 
ya es tarde, o al menos se vislumbra mucho más difícil lograr lo que se esperaba 
de la vida propia pues, como más adelante se explica, el adolescente cree que lo 
que sucede únicamente le pasa a él, por única ocasión en la historia de la 
humanidad, mismo narcisismo que le imposibilita ver que quizá en algún momento 
se es el villano en la película de alguien más, mientras continúa con la creencia de 
ser el estelar de la propia. En el instante en que esa magia es vulnerada y alcanza 
a percibirse que todo puede pasarle a todos, llega el tiempo del shock. 
 
Evitar o suavizar aquel shock, el deber de enseñar que todas las historias 
de vida son distintas es responsabilidad de los padres, quienes deberían ver 
televisión con sus hijos, tener el control de lo que los chicos ven o, cuando menos, 
conocer a qué se exponen sus hijos al estar frente al televisor, además de resolver 
las dudas que la programación llegue a generar en ellos e inculcarles una visión 
amplia que los haga preguntarse si lo que muestran las pantallas tiene 
concordancia con la vida. 
 
Tal vez de nuevo se exige mucho, pues la velocidad de la vida de hoy es 
bien conocida. Es sabido de sobra que en la mayoría de los casos los padres 
apenas tienen tiempo suficiente para proveer y no siempre para educar, 
responsabilidad que casi siempre se delega a las escuelas, y si algo sale mal se 
tacha a las amistades de malas compañías que descarriaron al muchacho/a, pero 
si aquel individuo llega a ser un ciudadano de provecho, los padres no dudarán en 
vanagloriarse con el mérito. 
 
Esta manera irresponsable de actuar es básicamente dejar a la suerte el 
futuro de la persona a su cargo, es cierto que una amistad puede tanto ser de 
ayuda para motivar lo mejor de cualquiera, como acercar a alguien a un mal 
camino; sin embargo, influyen otros factores que deben ser tomados en cuenta por 
los tutores, por ejemplo, el ambiente tanto escolar como social, sin perder de vista 
22 
 
la programación a la que acceden sus hijos con más frecuencia, ya que nadie ve 
algo que no le guste, y bajo esta lógica es probable que adopten la conducta del 
personaje principal de su serie favorita, el más empático para ellos, sea aquella 
conducta positiva o negativa. 
 
Lo que se deja de lado en ocasiones es que esta formación es continua y 
conjunta; tanto tiene que ver la educación en casa como las amistades, además 
de la formación escolar y las actividades sociales dentro del círculo en el que se 
desenvuelven con padres, maestros, amigos y cualquier otro ámbito que tenga 
relación con el mundo, pues a final de cuentas el ser humano es social por 
naturaleza y, después de todo, lo que se es, es únicamente el conjunto del capital 
social, cultural y humano albergado en cada individuo. 
 
Los referentes del mundo son las bases donde se asienta todo lo que 
posteriormente aprendemos, mismos que a la postre determinarán a qué aspectosse les dará más relevancia en los años venideros. Desgraciadamente, los 
fundamentos ahora son cimentados por la televisión, en su mayoría, y es por 
infortunio también ella quien transmite a los televidentes los primeros “impactos 
educativos.” 
 
La concepción del “impacto educativo” de la televisión no educativa surge 
de la importancia y presencia que tiene en el nicho familiar, independientemente 
del tipo de programación y de cómo sea vista. 
 
En el libro La televisión y el niño, de Carlos Bautista y Fernando Collado, 
se habla de cómo los niños recurren a ella para solventar ciertas necesidades, por 
ejemplo, aprender a salir de algún problema, ya sea familiar o social. En este caso 
nos encontramos de nuevo con un aspecto formativo, es más sencillo ver cómo 
algún personaje ficticio se enfrenta a un problema similar que preguntar a algún 
tutor cómo hacer frente al mismo. 
 
23 
 
El problema es la existencia de un guion establecido, en el que puede 
presumirse de antemano que el personaje principal resolverá sus inconvenientes 
de un modo favorable, pero en la vida real son tan infinitas las personalidades y 
situaciones de vida de cada persona como las posibilidades de reaccionar ante 
alguna situación definida, realidad que es rara vez expuesta en televisión; sin 
embargo, dicha situación podría ser explicada por un guía, un padre, simplemente 
porque ya ha pasado por algo similar. 
 
“La relación del niño y la televisión no se da en el vacío, el niño desarrolla 
esta relación con base a las necesidades personales y circunstancias externas. 
Así, el niño usa la televisión, y este uso se ve determinado parcialmente por el 
medio social donde se desenvuelve, mismo que genera necesidades e influye en 
la conducta dirigida hacia su satisfacción…”.7 
 
La televisión nos muestra un entorno distinto al nuestro, basado en una 
representación irreal del contexto de la cultura estadounidense en la gran mayoría 
de los programas vistos actualmente por nuestros niños y adolescentes. 
 
“Su contenido de realidad es todavía menor que el de las leyendas de los 
inicios de la época moderna; pero su efecto es incomparablemente más fuerte; en 
particular la publicidad, en los países ricos donde se produce es entendida sin 
problemas, como un simple sistema de signos sin referentes reales; en cambio, en 
el segundo y tercer mundo pasa por ser una descripción digna de consideración 
de un posible modo de vida. Ella condiciona en buena parte, el horizonte de las 
expectativas ligadas a la migración”.8 
 
El filósofo austriaco Karl Popper, nacido en 1902, veía la televisión como 
una tecnología ajena e invasora y decía que ésta jamás entraría a su casa. Al 
percibir el problema desde fuera notaba que se modificaban las bases de la 
 
7 Collado, Fernando y Bautista, Carlos, La televisión y el niño, p. 71. 
8 Popper, Karl R., y Condry, John, La televisión es mala maestra, p. 36. 
24 
 
educación: “la televisión cambia radicalmente el ambiente y de ese ambiente tan 
brutalmente modificado extraen los niños los modelos que van a imitar”.9 
 
 
 
9 Ibidem, p.10. 
25 
 
1.2 Más vale un menso mirando que cien literatos. Capital cultural 
 
Para el infortunio de nuestra sociedad, las televisoras son un negocio en el que los 
“mercenarios” del entretenimiento no luchan por proveer cultura o información a 
los televidentes para crecer como sociedad, sino por poseer los espacios 
publicitarios más rentables y atractivos para sus patrocinadores; ese nicho se 
consigue sólo de una forma: tener una gran cantidad de público cautivo 
enganchado a los contenidos que ofrece cada pantalla. 
 
“…la televisión es uno de los medios con mayor presencia en la sociedad. 
Lo que ha llegado a considerarla como uno de los medios básicos, de la 
comunicación social, lo cual repercute para que se contemple como el medio que 
dirige nuestra cultura y los valores que en ella se movilizan, el poder del medio 
radica en la capacidad de impacto, penetración social y medio hipnótico debido a 
su percepción audiovisual”.10 
 
Al tener por entendido que la cultura es el conjunto de conocimientos, 
costumbres, desarrollo artístico, científico, industrial y tecnológico que definen a un 
grupo social en determinada época, es de llamar la atención que un medio de 
comunicación con tanta responsabilidad como la televisión no sepa, o más bien 
pretenda ignorar su función formadora, y opte por brindar a los televidentes 
espectáculo, sensacionalismo, sangre y sensualidad, fórmula que, a través de los 
años, ha transformado la cultura y moral de nuestra sociedad mexicana, la cual al 
mismo tiempo sufre como consecuencia la deformación de sus tradiciones, al 
introducir en nuestra sociedad valores y costumbres ajenas, mismas que los niños 
adoptan por imitación y, aún más grave, las interiorizan, “se vuelven ajenos.” 
Dicho aspecto invita a pensar irremediablemente en una conquista, cuando un 
pueblo pierde su cultura, pierde todo, es colonizado ideológicamente. 
 
 
10 Cerezo, Mario, Teorías sobre el medio televisivo y educación: discurso de la televisión, p. 16. 
26 
 
Desde la niñez se produce la inclusión de la televisión en la vida cotidiana y 
paulatinamente adquiere más y más relevancia en el diario acontecer, hasta llegar 
al punto en que termina por marcar la infancia, e incluso puede tener importancia 
como para condicionar el desarrollo del proceso de socialización de los futuros 
ciudadanos. 
 
El proceso de socialización es cultural y tiene su origen en el nacimiento. 
Desde el momento en que se llega al mundo se observa todo lo que sucede en el 
entorno, se sigue la tendencia evolutiva de imitar a los adultos para adquirir las 
habilidades necesarias para el desenvolvimiento en la sociedad, además de 
reducir inseguridades frente al mundo exterior al adquirir los valores y reproducir 
también el comportamiento del entorno, hasta conformar un “ser social” dentro de 
un determinado grupo con normas y pensamiento determinados. 
 
A lo largo de este proceso formativo la televisión tiene una gran 
responsabilidad, debido a la penetración del medio en la vida cotidiana. La 
mayoría de la población pasa gran parte de su tiempo libre sentada frente al 
televisor, generalmente visto como entretenimiento, pero al mismo tiempo 
adquiere valores, comportamientos, actitudes, pensamientos y se apropia de 
imágenes e ideas del mundo que muestran las pantallas, e inconscientemente las 
vuelve parte de los referentes del entorno que ya posee, por lo que finalmente se 
altera la forma en que el ambiente es percibido, situación que se traduce en la 
perturbación de los referentes del ambiente circundante, tanto en lo individual 
como en la generalidad. 
 
Con frecuencia los adolescentes dicen que es indistinto para ellos cómo 
son tratados por los otros, esto es cierto en gran medida. En la particularidad son 
más tolerantes, pues al estar fuera de su grupo buscan la simpatía por la misma 
naturaleza social del ser humano; si los pusiéramos a platicar con cualquier 
persona, una vez saltada la barrera de la vergüenza y el primer acercamiento, se 
27 
 
lograría la convivencia y posteriormente el entendimiento; sin embargo, en lo 
colectivo las cosas son distintas. 
 
El afán de pertenecer al grupo hace que las personas hagan cosas que 
normalmente no harían como individuos, ese comportamiento se denomina 
conciencia colectiva, y si ésta es el primer referente de algo nuevo que conocemos 
en el mundo, por ejemplo una situación o grupo de personas determinadas, se da 
la intolerancia que, una vez permeada en el individuo a través de la colectividad, 
puede permanecer incluso en la singularidad. 
 
“La conducta irracional también puede derivar de conductasirracionales […] 
las creencias pueden ser subvertidas a las pasiones que supuestamente sirven”.11 
 
En la conciencia colectiva, según Jon Elster “puede o no ser mejor para 
todos si todos lo hacen que si nadie lo hace. Y puede o no ser mejor si todos lo 
hacen, cooperar es actuar en contra del propio interés de una manera que 
beneficie a todos si algunos o posiblemente todos actúan de ese modo”. 12 
 
De tal suerte se entiende que es justo en el punto entre la cooperación, la 
conveniencia y el deseo de pertenencia donde surge el problema, cuando por 
pertenecer no se toma una elección racional. En palabras de Jon Elster, “la teoría 
de la elección racional trata de explicar la conducta humana, […] determinar qué 
hará un apersona racional, […] Para que sea racional una acción debe ser 
resultado final de tres decisiones óptimas. Primero debe ser el mejor medio para 
realizar el deseo de una persona dadas sus creencias. Luego, esas creencias en 
sí mismas deben ser óptimas dada la prueba de que dispone la persona. 
Finalmente, la persona debe reunir una cantidad óptima de pruebas, ni 
demasiadas ni muy pocas. Esa cantidad depende tanto de sus deseos —de la 
 
11 Elster Jon, Tuercas y tornillos. Una introducción a los conceptos básicos de las ciencias sociales, 
p. 45. 
12 Ibidem, p.127. 
28 
 
importancia que le asigna a la decisión— como de sus creencias de los costos y 
beneficios de reunir más información”. 13 
 
Cuando el deseo de pertenecer es mayor que la conciencia, se siguen 
tendencias sin reparar en los sucesos consecuentes derivados de aquellas 
decisiones impulsivas, se busca cooperar con el ideal del grupo con el objetivo de 
pertenecer. Tal deseo nubla la percepción que a última instancia desemboca casi 
siempre en decisiones que individualmente no se llevarían a cabo de la misma 
manera, ya sea por presión social o por desinformación, tanto de lo que se hace 
como de las consecuencias de esas acciones. 
 
Claro ejemplo son los estereotipos. Comúnmente es posible escuchar a los 
adolescentes decir frases tales como “yo no le hablo a los fresas, chacas, nacos, 
punketos”, etcétera; la sociedad se ha visto dividida y aislada de sí misma, ahora 
está sumida en un bloqueo por estereotipos, en que ya no importa tanto el tipo de 
persona que se es, sino lo que se parece. En este punto entra en juego la presión 
y aceptación social para pertenecer a uno u otro grupo. 
 
Aunque casi siempre el estereotipo visual de las personas ha jugado un 
papel importante en su aceptación social, fue con la llegada de los emos que 
surgió un fenómeno tanto aterrador como interesante, pues se dispararon los 
crímenes de odio contra un sector específico, pero esta vez no se trataba de un 
ataque por ideologías religiosas, color de piel, ni lugar de nacimiento, sino por 
cómo se veían los integrantes de esta “tribu urbana”. 
 
Gran parte de la sociedad comenzó a tener un odio sin sentido, motivos tan 
ridículos como detestar a estas personas únicamente por utilizar el color rosa en 
su vestimenta, usar flecos extravagantes sobre uno o ambos ojos, vestir de 
manera afeminada y afirmar que eran una mezcla de todos los estilos, según 
algunos de los detractores de aquel movimiento. Por éstas y muchas más razones 
 
13 Ibidem, p. 39. 
29 
 
carentes de lógica este grupo fue odiado e incluso llegó a ser públicamente 
amenazado en las redes sociales. 
 
Esta situación explotó, podría decirse de manera casi inconsciente. La 
mayoría de los jóvenes no pertenecientes a la corriente emo comenzaron a sentir 
hastío y hasta desprecio por aquellos a quienes consideraron distintos, aun sin 
saber nada de ellos; “los normales” no soportaban la idea de convivir con el nuevo 
grupo social, sin siquiera saber dónde nació ese odio o por qué otros los 
aborrecían. 
 
El ejemplo anterior ilustra a la perfección la conciencia colectiva combinada 
con el error de toma de decisiones, en un caso en que tristemente las decisiones 
racionales no tuvieron cabida, al menos por parte de los detractores de los emos. 
 
Tal parece que la adolescencia es la edad en que no se es y se quiere 
pertenecer a como dé lugar, aunque para lograrlo deba aplastarse a otros. Ese 
odio colectivo comprueba que bajo el manto del tumulto puede hacerse lo que sea 
para ser parte de, pues se desea ser percibido como un ser sin errores o con 
deficiencias mínimas, y si para la masa es un error ser de tal o cual manera, si 
aquello no es tolerado por el vulgo, en ese caso yo tampoco lo tolero, luego 
entonces, pertenezco. 
 
El interés por pertenecer se extiende a toda la sociedad; pero, como ha 
podido observarse en el ejemplo anterior, el pertenecer no quiere decir que 
necesariamente se piense igual que los otros, pero sí puede decirse que se sigue 
una misma tendencia, claro, siempre y cuando ésta ayude a la integración del 
grupo al que se ambiciona pertenecer o mejore el estatus dentro del mismo. 
 
En cuanto a la sociedad, si se observa con atención, es evidente que los 
chicos, los adolescentes y también algunos adultos retoman la postura que se 
comenta día a día en el medio de comunicación que acostumbran ver, escuchar o 
30 
 
leer con más frecuencia, sea radio, internet, alguno de televisión, periódico, e 
incluso radio-patio (chismes). 
 
Esta actitud de la opinión desinformada sólo es el eco de los medios de 
comunicación, pues en ocasiones no va ni siquiera aderezada con lo que los 
mexicanos llamamos “ponerle de su cosecha”; la información es repetida tal cual y 
al final del día la postura de los medios termina por ser también la postura 
nacional. 
 
De la misma manera, tal como el medio de comunicación lo hace, todo 
mundo exige, todo mundo reclama, todo mundo dice que está mal, pero al día 
siguiente hay noticias nuevas y se deja detrás a la vieja información, no se les da 
un seguimiento e igual que entonces en aquel noticiario de las 10:00 pm, nadie 
hace nada pues, fieles a la costumbre, al día siguiente hablan de las nuevas 
noticias y nuevamente se repite el punto de vista de aquel informador de 
cabecera. 
 
31 
 
1.3 Soy espejo y me reflejo… ¿entonces soy o me parezco? 
Somos lo que vemos 
 
¿Dónde queda entonces la identidad propia?, pues bien, ésta termina de formarse 
en la adolescencia, toma como base el capital cultural y como complemento todo 
lo aprendido del mundo hasta ese momento, argumento que resalta la importancia 
de los referentes que de la vida se adquieren a lo largo de la existencia. 
 
En la adolescencia se registran cambios importantes para el desarrollo de 
la vida adulta. Aunados a las transformaciones físicas que incomodan a los 
adolescentes, llegan también cambios psicológicos, factores que los dejan en un 
limbo de incertidumbre acerca de si han o no alcanzado la madurez. Los 
problemas que tienen para tomar decisiones y la manera de actuar que 
demuestran algunos de ellos, en la que se comportan como si todo el mundo 
girara a su alrededor, tienen un porqué. 
 
“Según el psicólogo David Elkind (1984, 1998), tal comportamiento se 
deriva de los intentos inexpertos de los adolescentes para utilizar el pensamiento 
de las operaciones formales. Esta nueva manera de pensar, que 
fundamentalmente transforma el mundo en que se ven a sí mismos y a su mundo, 
es tan poco familiar como la nueva forma de sus cuerpos y a veces se sienten 
igualmente incómodos utilizándolo”.14 
 
Este comportamiento obedece, según el psicólogo David Elkind, a que es 
justo en esta etapa cuando comienza a adquirirse el pensamiento de las 
operaciones formales, el nuevo proceso cognitivo se encarga tanto de la 
percepción personal como de la visión que cada individuo posee de lo que le 
rodea, misma que al final se transforma en una suerte de incomodidad en la que14 Elkind D. (1984) “All grown up and no place to go. Reading, MA: Addison-Wesley” “Elkind D. 
(1998) Teenagers in crisis: All grown up and no place to go. Reading, MA: Perseus Books” en 
Papalis, Diana E., Wendkos, Sally y Duskin, Ruth, Psicología del desarrollo, de la infancia a la 
adolescencia, p. 492. 
32 
 
se perciben cosas que no eran percibidas antes y donde comienzan a tener lugar 
las contradicciones e incongruencias. 
 
En los datos recabados de los alumnos de la PAN 3 se estableció que la 
mayoría se expone a la televisión por no más de cuatro horas, además, los 
canales más vistos en sus casas son el 2 y el 5; a pesar de ello, la tendencia en 
cuanto a los canales que más prefieren estos adolescentes es muy heterogénea, 
pero también muy marcada, pues se encuentran dentro de lo que posteriormente 
ellos mismos calificaron como contenido deficiente; esta ambigüedad se explica en 
las etapas de la adolescencia clasificadas por Elkind. 
 
En libro Psicología del desarrollo, de la infancia a la adolescencia15 se 
puede ver la clasificación que hizo Elkind de aquellas seis etapas que atraviesa 
todo adolescente: el idealismo, la tendencia a discutir, la indecisión, la hipocresía, 
la autoconciencia y, por último, la sensación de invulnerabilidad. Ahondemos un 
poco más en ello. 
 
1. Idealismo y tendencia a la crítica: recurrentemente en la adolescencia 
se piensa en un mundo ideal que se vislumbra cada vez más lejano. 
Invariablemente se culpa de esto a los adultos, los adolescentes se vuelven más 
críticos, más perceptivos, conscientes de la hipocresía, buscan y descubren 
errores en las figuras de autoridad e irremediablemente las critican. 
 
Es en esta etapa en que los adolescentes buscan su identidad, y el 
problema no es la búsqueda en sí, el inconveniente llega de mano de las figuras 
de autoridad de las nuevas generaciones. Si se observan detenidamente las 
situaciones particulares, puede advertirse que la mayoría de adolescentes, e 
incluso los adultos jóvenes, crecieron sin la retroalimentación de sus figuras de 
autoridad, ya que en la actualidad los hogares están compuestos por padres que 
trabajan casi todo el día y no están en casa. 
 
15 Ibidem, págs. 492-493. 
33 
 
 
El hecho de no tener a los tutores en casa es más significativo de lo que 
parece, pues los chicos sólo cuestionan los errores de los adultos, de sus padres, 
pero no reciben una réplica, no hay algo que los orille a cuestionarse si lo que 
hacen los adultos es lo correcto por alguna razón. En el mejor de los casos 
simplemente se cree que así es, se acepta dicha idea, tal vez con inconformidad, 
pero desgraciadamente en la gran mayoría de las veces sin exteriorizar aquel 
sentir que alberga la juventud. 
 
Por el contrario con la televisión están frente a contenidos que muestran en 
su mayoría a jóvenes y/o niños que salen de cualquier problema a pesar de 
cometer infinidad de errores. No obstante, la mayoría de los televidentes no se 
cuestiona la forma en que los personajes consiguieron tales resultados, de esa 
manera comienzan a adquirir una falsa idea de que la vida se resolverá por sí 
misma, sin un esfuerzo mayor, por un chispazo de genialidad que surja de la 
desesperación o simplemente por un golpe de suerte. 
 
La situación era ya prevista por Popper, quien temía que llegara a nosotros 
la video dependencia. Él creía que sugestionaría a los jóvenes acerca de la 
modernidad y no les permitiría ver más allá de lo que les muestran las pantallas, 
sobre todo a todos aquellos que no han despertado una conciencia crítica. 
 
Principalmente, su preocupación era por la posibilidad de que la televisión 
implantara en las personas una conciencia crítica artificial que las privara de una 
actitud crítica racional, lo que provocaría que se transformaran en entes que sólo 
repiten lo que les aconsejó alguna pantalla. Este aspecto es mucho más evidente 
en las redes sociales, donde también es más fácil de verificar. 
 
El joven de hoy en día difícilmente investiga si lo que se dijo es cierto o si 
de verdad sucedió como se le relató en las pantallas, se limita a dar su apoyo a 
una tendencia. 
34 
 
 
2. Tendencia a discutir: Constantemente, los adolescentes quieren 
reafirmar su capacidad de razonamiento, así que discuten para validar cualquier 
punto; esta actitud es perfectamente normal, comprensible y debería ser aplaudida 
en toda persona que, como se dijo en el punto anterior, haya podido despertar una 
conciencia crítica; sin embargo, en el caso de no poseerla, solamente se discutiría 
con los estereotipos que la televisión ha formado. 
 
En otras palabras, si las personas no aprenden a temprana edad a discernir 
entre contenidos fantásticos y/o dramatizados que muestra la televisión y a 
separarlos del entorno que les rodea, al tiempo que contrastan dicho entorno con 
la información dada por los medios, hablar con ellos sería como discutir con sus 
programas favoritos, pues al no ir más allá no poseen más información, teniendo 
por ende la perspectiva que los medios les brindan. 
 
Popper sostenía que los medios de comunicación alimentan la corrupción 
moral y la decadencia cultural. Es fácil comprobar lo antes mencionado si se 
presta atención, en primera instancia, a lo que hablan los adolescentes y, en 
segundo lugar, a lo que ven en la televisión, pero más allá de ello, a las actitudes y 
acciones que llevan a cabo; con esa base es posible inferir si algún sujeto ha 
despertado o no una conciencia crítica, si ésta le ha hecho ir más allá para 
investigar algo por su cuenta, o cuando menos comparar la información obtenida 
por diversos medios para hacerse una opinión propia, o si por el contrario sólo ha 
decidido conformarse con lo que se mencionó en algunos programas y ha decidido 
validar y tomar aquella información como hecho, sin pensar más en ello ni 
cuestionar lo que se mostró en pantalla. 
 
Todo lo que rodea al adolescente tiene una función educativa, incluso la 
televisión misma, que por desgracia rellena los huecos formativos que en ciertas 
familias se originan por diversas causas; se puede decir que es sin lugar a dudas, 
35 
 
una “tutora complementaria” que adquiere relevancia simplemente porque las 
figuras de autoridad pierden fuerza al no hacer sentir su presencia. 
 
Simplemente con voltear a ver un lugar cualquiera en la calle o al salir a 
caminar, e incluso dentro de las escuelas, es difícil ver el respeto que antes existía 
de los niños hacia sus padres o sus maestros. 
 
Años atrás, tanto padres como profesores eran la máxima autoridad en sus 
terrenos, la escuela y los hogares, respectivamente, por desgracia hoy en día esto 
ha cambiado. Se aprende con base en lo que se observa, la educación que se da 
en casa es la que se arrastra toda la vida, pero al carecer de una figura de 
autoridad fuerte en el hogar, se encuentra un sustituto en las pantallas. 
 
Esto suele deberse al estilo de vida adquirido porque los padres no están 
en casa para corregir el mal comportamiento y dicha situación hace aún más 
difíciles las cosas en el entorno educativo. En la escuela es difícil que un profesor 
pretenda dar indicaciones a un niño o adolescente que no ha recibido órdenes ni 
de sus padres, sobre todo si al mismo tiempo tiene como referente de formación 
programas en que los protagonistas son personajes que burlan a la “autoridad” en 
cada oportunidad que se les presenta, sin asumir las consecuencias de sus actos, 
personajes con los que se identifica y de los que posteriormente, consciente o 
inconscientemente, adopta actitudes e incluso la personalidad y el 
comportamiento. 
 
En la actualidad, cotidianamente se encuentra en televisión contenido que 
tiende a lo sexual y sensacionalista, esto es perturbador pues el mundo que nos 
rodea está relacionado con la “realidad” presentada por la televisión,esto puede 
apreciarse principalmente en programas de corte cómico. 
 
Puede deducirse que nuestros jóvenes asumen este mundo como un 
ejemplo, sin importar si es bueno o malo, y dependen únicamente de su 
36 
 
conciencia crítica y de su capital cultural para decidir qué es mejor para ellos. Es 
decir, si se toma en cuenta que lo observado en televisión forma parte de los 
referentes adquiridos del mundo que nos rodea, lo único que previene a los 
individuos de actuar según lo que ven en ella es la educación que se adquiere 
fuera de las pantallas; lo conscientes que estén de su situación personal, de su 
entorno y del mundo que se muestra ahí, depende únicamente de su nivel de 
conciencia. 
 
3. Indecisión: los adolescentes tienen muchas alternativas en mente, pero 
carecen de las estrategias para discriminar y resolver cuál es la mejor. Mientras la 
escuela pierde efectividad y relevancia en la educación, los medios masivos, 
principalmente los audiovisuales, adquieren un crecimiento protagónico y 
educativo, aunque no se lo propongan. Actualmente los medios de comunicación 
han penetrado en los hogares mexicanos y se han transformado en los principales 
pilares de cada acontecimiento familiar. 
 
Desde la niñez se produce esta inclusión de la televisión en la vida diaria. 
La situación de poder que adquieren los medios con respecto a la población marca 
la infancia, e incluso han llegado a ser tan importantes que condicionan en gran 
medida el desarrollo del proceso de socialización de nuestros niños y 
adolescentes, en sí de nuestros ciudadanos. 
 
El proceso de socialización es cultural y se inicia con el nacimiento, el bebé 
empieza a observar todo lo que sucede a su alrededor, tiende a imitar a los 
adultos para reducir su inseguridad frente al mundo exterior, adquiere los valores y 
formas de comportamiento del entorno en el que se desenvuelve, hasta llegar a 
conformarse como “ser social” dentro de un determinado grupo con normas y 
pensamiento establecidos. 
 
Para bien o para mal, dentro de este proceso la televisión tiene un papel 
fundamental debido a que cada vez es más frecuente que los bebés, niños, 
37 
 
adolescentes e incluso adultos pasen gran parte de su tiempo sentados frente al 
televisor, donde a la vez adquieren valores, comportamientos, actitudes, 
pensamientos, ideas del mundo que les rodea, sonidos e imágenes que inundan y 
alteran su forma de percibir el entorno. 
 
Fernando Collado, en colaboración con otros autores, escribió el libro La 
televisión y el niño, en el que da cuenta de un estudio realizado a infantes que 
revela datos muy interesantes respecto a su comportamiento y los hábitos de los 
menores, creados frente al televisor. 
 
“… Los niños se exponen a la televisión por una serie de necesidades tales 
como aprender, evadir problemas familiares o sociales, etc., que buscan 
satisfacer, y la televisión cumple una serie de funciones en sus vidas 
dependiendo, al menos en parte, de las expectativas de cada niño. La relación del 
niño y la televisión no se dan en el vacío, el niño desarrolla esta relación con base 
en sus necesidades personales y circunstancias externas. Así, el niño usa la 
televisión, y este uso se ve determinado parcialmente por el medio social donde se 
desenvuelve, mismo que genera necesidades e influyen en la conducta dirigida 
hacia su satisfacción…”.16 
 
El análisis muestra que la televisión desempeña múltiples funciones en la 
sociedad, como entretener, informar, e inclusive influir, ya sea positiva o 
negativamente, aunque en la generalidad los niños aprenden cosas inapropiadas 
o incorrectas al exponerse a un contenido que no ha sido creado pensando 
específicamente en su edad o desarrollo. 
 
Con el paso de los años es evidente que cada generación que sucede a la 
anterior tiene un mejor entendimiento de las nuevas tecnologías, pues a medida 
que crecen se adaptan con mayor facilidad a este tipo de avances, pero poco a 
poco van dejando a un lado costumbres que existían anteriormente. 
 
16 Collado, op. cit., p. 71. 
38 
 
 
“La familia, la escuela y los medios de comunicación son los agentes 
socializadores fundamentales junto con los partidos políticos y las organizaciones 
formales. Estos agentes son quienes transmiten las normas que el niño debe 
interiorizar, y no sólo las transmite sino que obligan al niño a aceptarlas, asumirlas 
y convertirlas en una parte institucional de su naturaleza...”. 17 
 
Se puede concluir entonces que la sociedad está sometida a ciertos 
intereses de los poderosos, como Rafael Segovia menciona “… rico e influyente 
suelen identificarse: un influyente siempre es rico, pero no todos los ricos son 
influyentes...”18. En este caso el rico e influyente está presente en la figura de una 
empresa televisiva que trasmite el contenido que le conviene. 
 
La vida no sería la misma si la televisión no formara parte de ella. El 
aparato está presente a todas horas y en todo lugar, se ha adueñado de un sitio 
preponderante en el día a día, se ha convertido en uno de los medios de mayor 
presencia en la sociedad, es un emisario de la comunicación que repercute 
directamente en la cultura y valores sociales y tiene como principal aliado el poder 
e impacto social radicado en la percepción visual del público cautivo en su 
programación. 
 
La concepción del “impacto educativo” de la televisión no educativa parte 
de la influencia dada a la actividad diaria de ver televisión, independientemente del 
tipo de programación y de cómo sea vista. 
 
Al estar algún joven o niño expuesto a diferentes conductas de personajes 
televisivos, tenderá a analizarlas y evaluarlas, pasarán por un proceso de 
selección cuyos filtros son los valores éticos y morales de cada individuo y en el 
proceso se diferenciarán las características positivas de las negativas, situación 
 
17 Segovia, Rafael, La politización del niño mexicano, p. 141. 
18 Ibidem, p. 150. 
39 
 
alarmante si consideramos que los televidentes más jóvenes todavía no se han 
formado una concepción sólida del entorno que los rodea y pueden calificar como 
positivo algo negativo, sólo por parecer conveniente. 
 
El tema de la influencia de la televisión es parte importante del estudio del 
comportamiento del individuo. Puede tomarse como punto de partida que la familia 
y los medios de comunicación son los principales agentes socializadores, que 
además transmiten una serie de normas que regulan el comportamiento 
socialmente aceptado, código evidente en las pantallas según la época. 
 
Cuando se reciben datos de cualquier tipo, los individuos crean un proceso 
de “calificación de la información”. Los datos generan en cada individuo 
reacciones diversas, ya sean de aprobación, tolerancia, simpatía o rechazo, según 
los cimientos formativos de cada persona. 
 
La mayoría de los programas diseñados para el sector más joven de la 
población muestran ejemplos de desobediencia, tanto como de situaciones 
satíricas en las que se exageran cualidades propias de un adolescente 
inconsciente de las necesidades ajenas; se fortalece una imagen en la que se 
observa al protagonista de actos irreverentes salir de una situación difícil 
básicamente sin esfuerzo alguno, favoreciendo la idea de que las cosas 
simplemente saldrán bien porque así es la vida. 
 
Lo peor de este escenario se presenta cuando no hay un criterio formado, 
ya que el espectador acepta el hecho sin cuestionamientos, situación que 
posteriormente le hace pensar en aquello que vio por televisión como una opción 
considerable para salir de alguna situación difícil, y en casos extremos este 
razonamiento invita a algunos jóvenes a realizar acciones sumamente 
inadecuadas. 
 
40 
 
Ejemplo de ello es lo que nos relata la siguiente nota encontrada en laedición electrónica del 25 de mayo de 2013 de la revista Proceso. 
 
“Adolescentes fingen secuestro inspiradas en La rosa de Guadalupe, 
en Chihuahua 
LA REDACCIÓN 
25 DE MAYO DE 2013 
ESTADOS 
 
“MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- Inspiradas en un capítulo de la serie 
de Televisa “La rosa de Guadalupe”, tres estudiantes de una secundaria en 
Ciudad Juárez, Chihuahua, fingieron el secuestro de una de ellas para pedir el 
rescate a sus familiares. 
 
“Sin embargo, las jovencitas fueron descubiertas y detenidas por 
elementos de la Fiscalía General del Estado el pasado martes 21. 
 
“Deysi Nayeli, de 13 años; Lizbeth Noelia y Alondra Judith, ambas de 14, 
pretendían obtener dinero para adquirir ropa y celulares, para lo cual planearon el 
plagio de una de ellas durante la hora del receso, según El Diario de Juárez. 
 
“El portavoz de la Fiscalía, Arturo Sandoval Figón, explicó que Deysi 
Nayeli tuvo una discusión con su madre y les pidió ayuda a sus amigas para darle 
un susto. 
 
“La jovencita explicó a sus compañeras que pretendía irse de la casa pero 
que también quería darle un “castigo” a su mamá, motivo por el cual fingiría su 
secuestro. 
 
“Les aseguró que no volvería a su hogar y que le exigiría el dinero del 
“rescate” a su padre. 
 
“Tras salir de la escuela, las menores hicieron una primera llamada al 
padre de Deysi Nayeli para comunicarle que la tenían privada de su libertad. 
http://www.proceso.com.mx/?author=211282
http://www.proceso.com.mx/?cat=10
41 
 
 
“En una segunda y tercera llamadas le pidieron al hombre que depositara 
25 mil pesos en una cuenta bancaria, aunque no especificaron el nombre de la 
institución financiera donde debía hacer el depósito. 
 
“En la cuarta y última llamada, las jovencitas le aseguraron al padre de 
Deysi que la supuesta secuestrada ya no estaba en su poder debido a que él no 
hizo el depósito. 
 
“El padre de familia reportó el hecho ante la Fiscalía del Estado y comenzó 
una investigación para dar con el paradero de la adolescente. 
 
“El día que hicieron la última llamada, una de las menores, Alondra Judith, 
habló con su novio para pedirle que ella y sus amigas se quedaran en su casa 
esa noche, para lo cual se citaron en un centro comercial. 
 
“Sin embargo, tras enterarse de la situación, el novio de Alondra reportó el 
hecho a las autoridades y las adolescentes fueron detenidas. 
 
“Las tres jovencitas fueron presentadas a los medios de comunicación y 
luego puestas a disposición de un juez especializado en adolescentes infractores, 
indica El Diario.”.19 
 
4. Aparente hipocresía: con frecuencia los adolescentes no reconocen la 
diferencia entre expresar un ideal y esforzarse para alcanzarlo. Ese deseo sin 
perspectiva, sumado a la falta de veracidad de los contenidos dramatizados y la 
vaga concordancia que el resto de la programación mantiene con la vida, son 
ejemplos para la sociedad, buenos o malos, e indistintamente del juicio valorativo 
que se les confiera causan diversos comportamientos, según el receptor de 
aquellos estímulos. 
 
 
19 La redacción, 2013, recuperado de http://www.proceso.com.mx/?p=342978 
42 
 
En aquellos individuos que no son conscientes de que los programas que 
llegan a México provenientes del extranjero son sólo una sátira de aquellas 
sociedades, mas no el retrato de su modo de vida, esos contenidos tiene un efecto 
más contaminante, sobre todo en lo que a publicidad se refiere. 
 
Los contenidos de poca o nula correspondencia con la situación real del 
país del que proceden se convierten en breve en un modelo aspiracional de sus 
adeptos, así, tal como lo quiere la publicidad, crean en los espectadores una 
necesidad de adquirir el producto al construir la ilusión de pertenecer, en este 
caso, al estatus que la marca representa, y es junto con el desconocimiento que el 
inconveniente se vuelve más grande, entre menos se conoce el ímpetu del 
mercadeo por crear una necesidad, la misma se vuelve mayor. 
 
Existe una indecisión natural en los adolescentes, que se incrementa al 
exponerse al tipo de ejemplos sociales que la publicidad muestra, misma que 
únicamente consigue acrecentar las dudas y la distorsión del mundo. Regresando 
a la programación habitual, no sería extraño pensar que aquellos faltos de criterio 
considerarán cuando menos como una posible salida viable a sus problemas 
alguna acción mostrada en cualquiera de los contenidos que acostumbran ver, así 
como algunos ya han decidido creer que algún desodorante los volverá más 
populares. 
 
Los puntos 3 y 4 van de la mano, al no saber qué hacer ante una situación 
y buscar la salida más fácil se realizan acciones por demás ilógicas. En los casos 
más extremos, por esas decisiones que muchos ciudadanos podrían considerar 
absurdas suelen desencadenarse consecuencias que cualquiera que no estuviera 
tan inmiscuido en aquel mundo ficticio de la televisión, o bien que contara con un 
criterio sólido, hubiese previsto. 
 
Sin la guía correcta que en situaciones convencionales es proporcionada 
por padres y maestros, la percepción del entorno va saliendo cada vez más de 
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perspectiva, pues se combina la apreciación que de ella se tiene con el relato 
televisivo. 
 
5. Autoconciencia: en esta etapa se puede pensar en el pensamiento 
propio y en el ajeno; sin embargo, el adolescente suele creer que los otros piensan 
en lo que a él le preocupa y con frecuencia lo relaciona con algo que le causa 
incomodidad, por ejemplo, lo mal que le queda ese nuevo corte de cabello. Elkind 
llama a esto audiencia imaginaria, que no es más que la conciencia de uno 
mismo. 
 
Cada individuo tiene en la cabeza distintas cosas, “por así llamarlas”, los 
pensamientos son diversos según la hora del día, con quien se socialice o los 
eventos recientemente acontecidos, además, en esas ideas también intervienen 
aspectos como el carácter, el capital cultural y el social, puntos que en suma, y 
dejando claro que son distintos en cada una de las personas, dan como resultado 
ideologías con diferentes enfoques para cada individuo. La frase “cada cabeza es 
un mundo” es perfecta para simplificar lo antes dicho. 
 
En esta etapa en que se descubre a la otredad como seres independientes 
y se toma conciencia, parcialmente, de que uno es un ser más en el planeta, es 
cuando se cree que el tema central de los pensamientos propios es también lo que 
más preocupa a quienes están alrededor. 
 
Mientras no se trate de un asunto trascendental de la vida, esto nunca será 
cierto, pero al adquirir conciencia de los otros se desea ser percibido 
prácticamente indefectible o, de no ser esto viable, en medida de lo posible, ser 
observado sin errores, por esta razón se busca encajar en los estereotipos del 
momento, de cualquier índole, mientras se recurre a lo socialmente aprobado, a 
todo lo que sea parte fundamental del propio círculo social. 
 
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Sin embargo, es justamente en el deseo de aceptación por parte de la 
otredad donde vive el conflicto, cuando convergen el deseo de ser subversivo, de 
querer discutir, de ser diferente, cuando se descubre la autoconciencia, la 
indecisión, cuando comienzan los problemas para esforzarse en alcanzar un 
objetivo y la facilidad de optar por el camino fácil, es ahí donde se gesta la 
indecisión más incómoda y se dificulta inferir qué es lo socialmente aceptado hoy, 
hecho que se complica aún más si no se tiene certeza de las opiniones propias. 
 
6. Suposición de singularidad e invulnerabilidad: Elkind describe la 
percepción que los adolescentes tienen de sí mismos de ser especiales como una 
fábula personal, creen que su experiencia es única, que nadie ha pasado lo que 
ellos, que no están sujetos a las reglas del resto del mundo, y esto los impulsa a 
tomar diversos riesgos. 
 
Si a esta fórmula se añade una pizca de complicidad con la televisión,

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