Logo Studenta

2 Sánchez-Martínez, G L (s f) Lenguaje (3) Manuscrito inédito- - BYRON DAVID CEVALLOS TRUJILLO

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Lenguaje. 
 
Gabriela Leticia Sánchez Martínez 
Mtría en Psicología 
Residencia en Neuropsicología Clínica 
 
 
1. Introducción. 
 
El lenguaje ha sido desde tiempos remotos un tema de gran interés para 
diferentes profesionales de diversas disciplinas. Se han realizado a lo largo de 
la historia distintas investigaciones desde varios campos del conocimiento entre 
los que podemos contar la antropología, la lingüística, la psicología y a últimas 
fechas, las neurociencias. 
 
Sin embargo, los estudios clásicos sobre las relaciones existentes entre el 
cerebro y el lenguaje comienzan desde la época de Broca y Wernicke, quienes 
presentan un primer indicio de la localización cerebral de dicho proceso, 
describiendo dos clásicos síndromes afásicos que llevan sus respectivos 
nombres. 
 
Por otro lado, las subsecuentes investigaciones en pacientes con lesiones 
permiten notar la dificultad de que un paciente presente un síndrome puro y se 
comienzan buscar y a generar nuevas clasificaciones. Estos estudios se 
enfoncan principalmente a pacientes adultos con lesiones cerebrales. 
 
No obstante, otros investigadores observan la presencia de alteraciones en 
niños que presentan problemas para el desarrollo de diferentes componentes 
del lenguaje, estos no pueden ser explicados desde la presencia de alguna 
alteración sensorial o emocional y por ende difieren de las descripciones 
realizadas en adultos. 
 
Surge el estudio de los actualmente denominados trastornos específicos del 
lenguaje, y se comienzan a realizar hipótesis y a desarrollar teorías acerca de 
la posible etiología y de la relación entre las diferentes estructuras cerebrales a 
lo largo del desarrollo. 
 
En el presente trabajo, se realiza una revisión de la definición del lenguaje, los 
antecedentes históricos, sus bases anatómicas, además de realizar la 
descripción de los trastornos adquiridos y del desarrollo del mismo, con la 
finalidad de brindar al lector una perspectiva general del tema. 
 
 
2. Definición. 
 
De manera general, al hacer referencia al término lenguaje, la primera idea que 
nos viene a la mente es la que hace referencia al lenguaje oral, el cual supone 
la utilización de un código de señales sonoras articuladas, que se genera y se 
transmite culturalmente. Sin embargo, el término es mucho más amplio, 
abarcando también la parte gestual y la escritura; en sus dos sentidos: 
expresivo e impresivo. 
 
“El lenguaje es un sistema de signos que nos sirve para comunicarnos con 
sonidos y/o gestos… Es creativo, impredecible y posee propiedades 
específicas que lo hacen diferente de todos los códigos de comunicación 
conocidos en animales no humanos” (Peña, 2008). 
 
El lenguaje oral, se genera mediante procesos de selección y secuenciación; 
es decir, unos cuantos fonemas permiten construir numerosas palabras que a 
su vez, pueden combinarse formando un número infinito de frases al momento 
del discurso. Esta combinación de palabras no se realiza de manera aleatoria, 
sino que cumple con ciertas reglas (gramática). 
 
“La conducta lingüística está gobernada por una serie de convenciones que 
deben ser compartidas por los oyentes y los hablantes de una lengua 
determinada. Estas convenciones regulan la manera como organizamos las 
unidades sin significado del lenguaje, para construir unidades con significados” 
(Peña, 2008). Sin embargo, la actividad lingüística no la podemos reducir 
únicamente a la conducta observable y al conjunto de respuestas mediadoras; 
sino que también implica una serie de operaciones internas en las que 
interceden procesos de memoria y razonamiento (López-Higes Sánchez, 
2003). 
 
Se ha dicho que el lenguaje es el resultado de una actividad nerviosa compleja 
que permite la comunicación interindividual de estados psíquicos, a través de la 
materialización de signos multimodales, que simbolizan estos estados de 
acuerdo con una convención propia de cada comunidad lingüística. 
 
La adquisición del lenguaje es un proceso que comienza desde el nacimiento y 
continúa a lo largo de toda la vida. Se considera que es un sistema de 
comunicación arbitrario, convencional y complejo que se puede dividir en 2 
modalidades: el lenguaje oral y el escrito. El primero hace referencia a la forma 
hablada del lenguaje, al uso y manipulación de diferentes sonidos para formar 
palabras y oraciones; la segunda corresponde a aquel lenguaje que se realiza 
a través de signos gráficos (grafemas), los cuales, en los lenguaje alfabéticos, 
corresponden con determinados sonidos del lenguaje (fonemas) (Peña, 2008; 
Cárdenas-Gajardo et al, 2004). 
 
El lenguaje oral es una actividad propiamente lingüística primaria, y se adquiere 
sin necesidad de una educación formal; mientras que el lenguaje escrito 
requiere de una enseñanza formal y sistemática (Cárdenas-Gajardo et al, 
2004). 
 
Cada lenguaje tiene un número limitado de elementos sonoros individuales 
llamados fonemas, los cuales son las unidades más pequeñas de sonido con 
significado en una lengua (Rains, 2002). La conducta lingüística supone la 
utilización de señales sonoras articuladas, las cuales se generan y se 
transmiten a través de la cultura. 
 
El lenguaje se estructura en relación a la forma en que se pueden combinar los 
fonemas (morfología) y a la manera en como se combinan las palabras en 
frases y oraciones (sintaxis o gramática) (Rains, 2002). Los niños adquieren su 
primera lengua (lengua materna) de forma implícita, debido a que están 
dotados de una capacidad innata para descubrir las reglas subyacentes al 
sistema lingüístico del entorno. 
 
De acuerdo con Narbona (en prensa), “para el desarrollo verbal son necesarios 
unos requisitos instrumentales (audición, motricidad fono-articulatoria) y 
cognitivos (inteligencia simbólica, capacidades intersubjetivas). Los 
componentes formales del lenguaje son la fonología, el léxico y la sintaxis, es 
decir, la estructura de la lengua que se comparte. Los componentes 
funcionales son la semántica (relaciones de significado) y la pragmática (uso 
contextualizado y social)”. 
 
En la presente revisión, nos enfocaremos únicamente en la parte oral del 
lenguaje, tanto a nivel expresivo como receptivo. 
 
 
3. Desarrollo del Lenguaje. 
 
A pesar de las diferencias individuales y culturales, existen regularidades 
universales en la adquisición del lenguaje; los niños pasan por una progresión 
ordenada de etapas, como el balbuceo, el habla monosilábica, el habla con 
bisílabos hasta llegar al habla compleja. El establecimiento promedio para cada 
etapa es el mismo para un amplio rango de culturas (Rains, 2002). 
 
A partir del segundo semestre de vida, el niño comienza a ser capaz de 
compartir su atención con la de otro ser humano preferentemente a través de la 
mirada; al final del primer año utilizará gestos declarativos, como señalar un 
objeto mediante el dedo índice tratando de compartir su interés con otra 
persona acerca de dicho objeto. 
 
De acuerdo con López-Higes Sánchez (2003), las primeras producciones 
lingüísticas de los niños consisten en emisiones de una sola palabra 
(holofrase), que posee una naturaleza predictiva al ser interpretada en función 
del contexto en que se produce; además, cumple con las funciones semánticas 
características de las oraciones. El juego del primer año se enriquece mediante 
esquemas de juego funcional o simbólico con objetos reales. A partir de los 18 
meses, el niño incorpora pautas de ficción, lo cual supone dejar en suspenso 
las propiedades del objeto real para atribuirle otro uso. A esta edad, las 
holofrases pasan a combinaciones de 2 palabras. Las emisiones de palabras 
se ajustan a un análisis gramatical semejante al que establecen las gramáticas 
de casos, puesto que son del tipo: agente-objeto, agente-acción, objeto-
localización, etc. Dichas expresiones son de naturaleza sistemática y 
responden a reglas de uso de elementos léxicos de contenido (nombres, 
verbos, adjetivos) de forma similar al lenguaje telegráfico (sin preposiciones, 
conjunciones,etc.). “A partir de las combinaciones de 2 palabras se realiza una 
expansión de la gramática infantil, que se acompaña de la producción de 
emisiones que oscilan de 3 a 8 palabras. En este momento el lenguaje del niño 
sufre un desarrollo explosivo (la longitud media y la complejidad de las 
emisiones aumentan hasta los 4 años), por lo que es muy difícil formular una 
gramática adecuada que caracteriza el conocimiento del mismo. Sin embargo, 
los errores que los niños cometen descubren en todo momento la existencia de 
reglas” (López-Higes Sánchez, 2003, p.27). 
 
Frente a la aparente regularidad del proceso de adquisición del lenguaje, el 
habla infantil muestra grandes diferencias individuales que se pueden observar 
desde la etapa del balbuceo. Los niños utilizan diferentes estrategias para 
aprender el lenguaje, y el estilo de aprendizaje se relaciona con 3 variables: la 
personalidad, el ambiente social y el estilo lingüístico de los padres. La 
secuencia de adquisición depende en gran medida, del lenguaje que se 
adquiere. En el español, el orden es secundario, ya que las relaciones entre los 
elementos se definen por la concordancia gramatical. 
 
Si un niño no es expuesto al lenguaje durante un periodo extenso entre los 2 
años y la pubertad, no aprenderá el lenguaje de manera normal. Se ha 
observado que existe una preparación del cerebro, sobre todo del hemisferio 
izquierdo para la articulación del lenguaje y el lenguaje a señas. 
 
Los recién nacidos son capaces de distinguir fonemas en todas las lenguas, 
pero dicha capacidad va declinando para aquellos fonemas no presentes en el 
lenguaje ambiental. Asímismo, se ha observado la presencia de asimetrías 
hemisféricas cerebrales desde las 31 semanas de gestación, en el planum 
temporal, el cual es de mayor tamaño en el hemisferio izquierdo; además, de 
que el ángulo de la cisura de Silvio es menos pronunciado en el hemisferio 
izquierdo, lo que hace que el lóbulo parietal de ese hemisferio sea de mayor 
tamaño (Rains, 2002). 
 
Las propiedades formales del lenguaje se desarrollan con base en las 
siguientes etapas de acuerdo con Narbona (en prensa): 
 
1) Gorgeo y balbuceo primario indiferenciado – Primer semestre. 
2) Balbuceo1 imitativo o canónico – Segundo semestre. Necesita de la 
retroalimentación auditiva para ir adaptando las propias emisiones a los 
diferenciantes fonéticos del entorno fonológico. 
3) Primeras palabras y holofrase – Segundo año. Ya ha despuntado la 
capacidad representiva. 
4) Expansión morfosintáctiva elemental – Tercer año. Nombre-adjetivo, 
verbo-objeto, vocativo-nombre, vocativo-verbo. Empleo de pronombres 
personales, posesivos y adverbios; el vocabulario se amplía 
considerablemente hasta incorporar entre 600 y 1000 palabras. 
5) Expansión morfosintáctica compleja – Cuarto al sexto año. Se completa 
la adquisición de todos los componentes gramaticales del lenguaje y 
continúa enriqueciéndose el léxico de forma rápida; también se van 
extinguiendo las incorrecciones articulatorias observadas en los años 
anteriores para alcanzar una forma expresiva madura. 
 
 
1
 Como balbuceo se entiende la repetición de secuencias de consonantes y vocales como p.e. ‘ma-ma-ma’ 
Por su parte, Papalia, Feldman & Gross (2002), proponen el siguiente esquema 
de desarrollo, tomando el periodo de tiempo entre el nacimiento y los 3 años, el 
cual se resume en la siguiente tabla: 
 
Tabla 1. Desarrollo del lenguaje del nacimiento a los 3 años 
Edad en meses Desarrollo 
Nacimiento 
 
1 ½ a 3 
3 
5 a 6 
 
6 a 10 
9 
9 a 10 
 
9 a 12 
10 a 12 
 
10 a 14 
 
10 a 18 
13 
 
14 
16 a 24 
 
20 
20 a 22 
24 
30 
 
36 
Puede percibir el habla, llora, da algunas respuestas a los 
sonidos. 
Arrullos y risas. 
Juega con sonidos del habla. 
Produce sonidos consonantes, tratando de imitar lo que 
oye. 
Balbucea en series de consonantes vocales. 
Utiliza gestos para comunicarse y juega con éstos. 
Comienza a comprender palabras (generalmente su 
nombre y “no”) e imita sonidos. 
Utiliza algunos gestos sociales. 
Ya no puede discriminar sonidos que no sean del propio 
idioma. 
Dice su primera palabra (por lo general una etiqueta para 
algo). 
Dice palabras aisladas. 
Comprende la función simbólica de los nombres y utiliza 
gestos más elaborados. 
Utiliza gestos simbólicos. 
Aumenta su vocabulario de aprox. 50 a 400 palabras; 
emplea verbos y adjetivos. 
Utiliza menos gestos; nombra más cosas. 
Surge la comprensión. 
Emplea muchas frases de dos palabras; ya no balbucea. 
Combina tres o más palabras; comprende muy bien; 
comete errores gramaticales. 
Dice hasta 1000 palabras (80% inteligibles); comete 
algunos errores de sintaxis. 
Extraído de Papalia, Feldman & Gross, 2002. 
 
Se ha propuesto que el lenguaje se va desarrollando en 4 niveles: el 
fonológico, el morfosintáctico, el semántico y el pragmático. A cada uno de 
ellos le corresponde una habilidad metalingüística específica, pudiéndose 
distinguir habilidades metasemánticas, metasintácticas, metapragmáticas y 
metafonológicas. Dichas habilidades son las que permiten al niño tomar 
conciencia de las distintas estructuras que componen el lenguaje otorgándole 
la posibilidad de manipularlo y utilizarlo con distintos fines comunicativos; 
además de ser fundamentales en el aprendizaje de la lectoescritura (Cárdenas-
Gajardo, et al. 2004). 
 
 
 
4. Antecedentes históricos del estudio del lenguaje. 
 
Desde la época del apogeo de la teoría frenológica con Gall, la cual proponía la 
localización de funciones concretas en zonas específicas del cerebro mediante 
el estudio de la estructura y forma del cráneo, el lenguaje surge como un foco 
de interés especial; sin embargo, el establecimiento de las bases neurales del 
lenguaje desde mediados el s. XIX y por cerca de unos 100 años, se realizó a 
partir del estudio de pacientes que sufrían alguna alteración en el mismo 
posterior a una lesión cerebral (Junqué, Bruna y Mataró, 2004). 
 
En 1861, Broca presenta un estudio autópsico ante la Sociedad de 
Antropología de un paciente que presentaba una lesión masiva en el hemisferio 
izquierdo señalando la incapacidad del habla del sujeto. Broca afirmó que la 
etiología de la pérdida del habla del paciente era debida a una lesión frontal del 
hemisferio izquierdo (en la región prerrolándica de la tercera circunvolución) 
(Campillo-Valero & García-Guixé, 2005). En 1865, Broca propone las bases 
neuroanatómicas de la alteración en la producción del lenguaje que había 
estudiado y confirmado con varios pacientes y a la que denominó con el 
término de afemia. “La afemia se relaciona con lesiones de la tercera 
circunvolución frontal del hemisferio izquierdo del cerebro” (Broca, 1865; cit. en 
Ardila, 2006). El cuadro clínico se caracterizaba por la pérdida de la posibilidad 
del habla, sin que existiera parálisis del aparato articulatorio ni se afectara el 
nivel de inteligencia. Las manifestaciones clínicas eran debidas a una lesión en 
la tercera circunvolución frontal izquierda (Almargo-Cardenete, 2002; Ardila, 
2006). 
 
Por su parte Bastian en 1898 propone la existencia de alteraciones en al 
ámbito de la comprensión. Distingue entre 2 formas de alteraciones del 
lenguaje adquiridas: la afasia y la amnesia del lenguaje, 2 entidades con 
distintas sintomatologías y localizaciones a nivel cerebral. Distinguió 2 tipos de 
trastornos basándose en su modelo teórico de tipo asociacionista: la sordera 
verbal y la ceguera verbal (Almargo-Cardenete, 2002). 
 
En 1874, Wernicke establece la afasia sensorial como entidad clínica situando 
la lesión en la parte posterior del lóbulo temporal (primera circunvolución 
temporal izquierda) y cuya principal evidencia era la pérdida de la comprensión 
verbal o auditiva. Formuló una teoría general sobre la afasia que proponía la 
relación entre cada uno de los componentes del lenguaje y un área cerebral 
determinada. (Almargo-Cardenete, 2002; Ardila, 2006). 
 
De acuerdo con Wernicke,la afasia era un trastorno que afectaba únicamente 
al lenguaje, aunque era posible que tuviera determinada sintomatología 
asociada que no se incluyera dentro de éste. Su modelo era capaz de predecir 
la posible existencia de ciertos cuadros cuya aparición iba a depender de la 
zona en que se encontraba la lesión. Si se situaba en algunos de los centros 
del lenguaje (motor o sensorial) daría lugar a lo que se llamó ‘afasias centrales’, 
pero si el daño se situaba a lo largo de las vías de conexión entre ambos 
centros daría lugar a la ‘afasia de conducción’, en la que el síntoma más 
evidente y relevante sería la incapacidad del paciente para repetir palabras. 
 
Posteriormente Lichteim, se basa en el modelo de Wernicke y lo desarrolla 
dando lugar a un esquema de funcionamiento cerebral con 3 centros diferentes 
para el lenguaje con sus respectivas vías de conexión. Los centros propuestos 
eran el centro motor de la palabra, el auditivo de la palabra y el de elaboración 
de los conceptos (la afasia vendría dada por la desconexión de alguno de 
dichos centros). 
 
Dejerine propone la posibilidad de que la existencia de una lesión subcortical 
favorecería la preservación del lenguaje subvocal, y que una lesión a nivel 
cortical lo alteraría. En 1914 introduce el concepto de ‘área del lenguaje’ en el 
cerebro, la cual incluye la región posterior inferior del lóbulo frontal izquierdo 
(área de Broca), la parte posterior superior del lóbulo temporal izquierdo y parte 
del parietal (Ardila, 2006). 
 
Jackson, rechazó la existencia de los centros que Broca y Wernicke proponían 
como responsables de determinads funciones del lenguaje. Defendía la idea de 
que la terminología utilizada en los modelos de diagramas no era la adecuada 
puesto que no permitía reflejar las alteraciones de las funciones que se podían 
observar. Creía que se estaba sobrevalorando la postura localizacionista en el 
estudio de la afasias, y la caracterizó como una forma de déficit intelectual. Su 
postura consideraba al funcionamiento cognoscitivo como una unidad global no 
divisible y, como consecuencia no analizable en diferentes partes a partir de 
una lesión (Almagro-Cardenete, 2002). 
 
Luria (1973) adoptó un punto de vista intermedio entre el localizacionismo y el 
antilocalizacionismo; señaló que los procesos psicológicos representan 
sistemas funcionales complejos, que requieren de muchos eslabones 
diferentes para su normal realización. En condiciones normales suponen la 
participación simultánea de múltiples áreas corticales. Cada área se encuentra 
especializada en una forma particular de procesamiento de la información. 
Propone una clasificación de los trastornos afásicos basada en el nivel 
específico del lenguaje que se encuentra alterado y una metodología para la 
evaluación basada en el análisis de los errores (el análisis de las 
características de los errores cometidos por el paciente y los errores asociado 
en otras habilidades –análisis sindromático-). 
 
Jackson (1874) y Head (1929) proponen un análisis de la afasia no como la 
ejecución de funciones no alteradas por una lesión, sino que consideran a la 
afasia como un estado nuevo en el que se han reestructurado los procesos 
normales. Con ellos nace lo que se conoce como el enfoque psicolingüístico en 
el estudio de la afasia. Para Head, la forma de entender la alteración del 
lenguaje es proponerla como un déficit de acciones progresivas que no puede 
alcanzar un final, definiendo una concepción unitaria de la afasia en términos 
de un trastorno de formulación verbal y que se puede manifestar tanto a nivel 
expresivo como receptivo. Distinguió entre afasia verbal, nominal, sintáctica y 
semántica (Almargo-Cardenete, 2002; Ardila, 2006). 
 
Por su parte Pierre Marie (1906) propone la existencia de distintos niveles de 
alteración de las afasias, tanto en el ámbito de la comprensión como en el de la 
producción; interpreta la afasia como una enfermedad intelectual que provoca 
una reducción de la capacidad de la inteligencia en su artículo denominado “La 
tercera circunvolución frontal no desempeña ningún papel especial en las 
funciones del lenguaje” (Almargo-Cardenete, 2002; Ardila, 2006). 
 
Por otro lado, Arnold Pick consideró la afasia desde un punto de vista 
exclusivamente psicológico. Al igual que Jackson, rechaza la distinción clásica 
entre afasia motora y sensorial, denominándolas frontal y temporal 
respectivamente. Basó su teoría en el lenguaje proposicional, proponiendo la 
distinción entre un nivel psicológico y un nivel lingüístico (primero se 
estructuraba el pensamiento y más tarde se formulaba el lenguaje). La afasia 
era por tanto, el resultado de la interrupción del proceso que va del 
pensamiento a la producción verbal. Su modelo de producción del lenguaje 
incluyó elementos de semántica, morfología y fonología (Almagro-Cardenete, 
2002). 
 
 
5. Neuroanatomía del Lenguaje 
 
Las estructuras neurales involucradas en la comprensión y producción del 
lenguaje pertenecen a una vasta red de conexiones córticocorticales que 
conectan recíprocamente áreas de asociación de la región temporoparietal con 
la corteza prefrontal. Esta red se asocia a funciones como la atención, el 
lenguaje, la imitación y especialmente con la memoria de trabajo (Peña, 2008). 
 
Las estructuras fundamentales para la integración del lenguaje se ubican de 
manera general en el hemisferio izquierdo, a lo largo de la zona perisilviana y 
se extienden en sentido rostral hasta el opérculo rolándico y el pie de la tercera 
circunvolución frontal. Dichas estructuras poseen una especial jerarquía en el 
procesamiento fonológico, morfosintáctico y lexical del lenguaje. Las 
estructuras homólogas del hemisferio derecho, junto con las áreas prefrontales 
de ambos hemisferios, se han asociado con la pragmática, la prosodia, la 
adecuación contextual, la atención, y en general con lo que se ha denominado 
las cualidades socio-emocionales del lenguaje (Narbona, en prensa). 
 
La cara superior de la primera circunvolución temporal izquierda, por detrás del 
área auditiva primaria, junto con la región posteroinferior del lóbulo parietal 
(circunvolución supramarginal y el pliegue curvo), constituyen el área de 
Wernicke, la cual corresponde a una encrucijada de la corteza asociativa, 
esencial para el reconocimiento de las palabras como significantes sonoros y 
para el acceso a las reglas sintácticas. Aquí, se confrontan e intercambian los 
significantes (formas sonoras de la palabra y de las marcas gramaticales) con 
los significados (acceso al léxico) (Etchepareborda, 2005). 
 
En el pie de la tercera circunvolución frontal, adyacente al opérculo rolándico, 
se sitúa el área de Broca, que es la encargada de la actividad expresiva verbal 
(formulación cognitiva y programación motora de los enunciados) (Campillo-
Valero & García-Guixé, 2005; Etchepareborda, 2005). Desde la corteza motora 
parten las vías córtico-tronco encefálicas hacia los núcleos de los nervios 
craneales que gobiernan la motricidad del diafragma, la laringe, la cavidad 
bucofaríngea y la lengua. 
 
Entre el área de Wernicke y la de Broca encontramos “un fascículo2 de 
asociación directo (excitador) y una vía indirecta (inhibidora); ésta última actúa 
a través del tálamo, el neoestriado y el área prefrontal; ello permite por una 
parte, la repetición de mensajes percibidos y, por otra, el autocontrol de la 
producción verbal” (Narbona & Fernández, 2001). 
 
Mediante estudios de imagen, se ha observado que el habla en las primeras 
etapas evolutivas se encuentra representada en ambos hemisferios. Se ha 
postulado que hasta los 4 ó 5 años ambos hemisferios se desarrollan juntos en 
su capacidad lingüística, especializándose después. 
 
Se ha señalado la importancia de la memoria de trabajo (MT) en el lenguaje, y 
se ha observado similitud estructural entre la red neural asociada al lenguaje y 
la involucrada con la MT fonológica. En estudios en primates se ha observado 
la presencia de uncircuito de reforzamiento fonológico, en el cual, el sistema 
esclavo de la MT verbal contenía un componente de depósito o amortiguador 
fonológico situado en la corteza parietal inferior izquierda3 (que correspondería 
al giro supramarginal, área 40 de Brodmann), y otro componente de 
reforzamiento localizado en las áreas frontales izquierdas asociadas al 
lenguaje. Esto sugiere que las representaciones fonológicas son inicialmente 
procesadas en las regiones posteriores del lenguaje, depositadas 
transitoriamente en la región parietal inferior y luego transferidas al área de 
Broca para la fase de reforzamiento. De forma adicional, se ha planteado que 
el funcionamiento de la corteza frontal granular (áreas 9 y 46 de Brodmann), 
podría participar en funciones de MT más complejas asociadas al 
procesamiento sintáctico y semántico de orden superior; así como en la 
planeación del discurso (Peña, 2008). 
 
Estudios de imagen han podido constatar la presencia de un sistema de MT 
verbal, el cual está constituido por un componente de depósito transitorio 
localizado en la corteza parietal posterior izquierda y uno de reforzamiento 
situado en el área de Broca y aledañas (Peña. 2008). 
 
 
6. Alteraciones en el desarrollo del lenguaje: Trastorno Específico del 
Lenguaje (TEL). 
 
Hasta hace poco, los trastornos o déficits observados en el desarrollo del 
lenguaje en el niño recibían el nombre de disfasias, reservando el término de 
afasia para denominar la pérdida del lenguaje –previamente adquirido- a 
consecuencia de lesiones cerebrales focales. 
 
 
2
 Fascículo arqueado o arcuato. 
3 Denominado loop fonológico o bucle fonológico por Baddeley & Hitch (1974). Consta de 2 
partes: 
1) Memoria fonológica a corto plazo, la cual posee las huellas mnésicas auditivas que están 
sujetas a desaparecer rápidamente; 2) Componente articulatorio, el cual puede revivir las 
huellas mnésicas. 
La disfasia se definía como ‘una alteración del lenguaje que no puede 
justificarse por sordera, déficit motor, retraso mental, daño cerebral, trastornos 
emocionales o exposición insuficiente al lenguaje’ (Kovac, Gopnik & Palmour, 
2002; Castaño, 2002; Jurado, 2004). Actualmente es más aceptado el término 
de trastornos específicos del lenguaje (TEL) que de manera progresiva ha ido 
desplazando al término de disfasia el cual a su vez sustituyó al de alalia, 
audiomudez, sordera verbal congénita, afasia evolutiva, etc. El término 
trastorno específico del lenguaje (TEL) es una traducción al español de specific 
language impairment (SLI) popularizado por Bishop y Leonard (2001) o el 
language learning impairment (LLI) de Tallal (1990). 
 
De acuerdo con Fresneda & Mendoza (2005), entendemos por TEL “un 
conjunto de dificultades en la adquisición del lenguaje que están presentes en 
un grupo de niños que no evidencian problemas neurológicos, cognoscitivos, 
sensoriales, motores ni sociofamiliares” o afectivos, es una adquisición 
inadecuada del lenguaje (alteración); en el curso simultáneo de desempeño y 
desarrollo normal en cuanto a coeficiente intelectual no verbal y la esfera 
auditiva; y que persiste a lo largo del tiempo (Jurado, 2004; Arboleda-Ramírez 
et al., 2007). Es decir, los niños con TEL poseen todos los prerrequisitos para 
la adquisición del lenguaje (habilidad intelectual, agudeza auditiva, mecanismos 
neuromotores sin defectos, y desarrollo socioemocional adecuado) (Acosta, 
2003). 
 
La definición más integradora del TEL, procede de la ASHA (American Speech-
Language Hearing Association), que lo define como: ‘un trastorno del lenguaje 
en la normal adquisición, comprensión o expresión tanto hablada como escrita. 
El problema puede implicar a todos, uno o algunos de los componentes 
fonológico, morfológico, semántico, sintáctico o pragmático del sistema 
lingüístico. Los individuos con trastornos del lenguaje tienen frecuentemente 
problemas de procesamiento del lenguaje o de abstracción de la información 
significativa para almacenamiento y recuperación por la memoria a corto o a 
largo plazo’. 
 
Actualmente se estima que afecta alrededor de un 5 a 7.4% de la población 
infantil y es más común en hombres que en mujeres, a razón de 2.8 a 1 
(Jurado, 2004; Arboleda-Ramírez et al, 2007). A la fecha la etiología no se ha 
definido, aunque los estudios muestran la importancia de los factores 
genéticos; sin embargo existen casos en los que no hay antecedentes 
familiares. 
 
Los déficits significativos en el desarrollo del lenguaje conllevan a un elevado 
porcentaje de trastornos en la lectoescritura además de una limitación en el 
desarrollo del pensamiento formal y del coeficiente intelectual verbal. Aunque el 
trastorno se refiere a alteraciones de tipo lingüístico, éstas pueden 
acompañarse por alteraciones de otro tipo como son: en la discriminación 
derecha-izquierda, trastornos oculomotores, en las habilidades motoras 
(torpeza motora fina y gruesa; y dificultades construccionales), la memoria de 
trabajo (MT), e inclusive en comorbilidad con el trastorno por déficit de atención 
con hiperactividad (TDAH) (Jurado, 2004; Arboleda-Ramírez et al., 2007). 
 
Es a partir de la segunda mitad del s. XX que se han ido proponiendo una serie 
de tipologías para clasificar a la población heterogénea de niños que presentan 
un cuadro de TEL. Esta tipologías se ha efectuado con diversos criterios; 
algunas de ellas se han desarrollado con base en observaciones clínicas, 
mientras que otras se han apoyado en datos empíricos o en criterios 
experimentales. Finalmente se han establecido otras taxonomías con el 
objetivo de validar experimentalmente los datos derivados de observaciones y 
de agrupaciones clínicas. 
 
Los niños con trastorno específico del lenguaje (TEL) tienen dificultades en 
alguna o todas las dimensiones del lenguaje tales como la fonología, léxico y 
semántica relacional, sintaxis, morfología y pragmática, por lo que no se trata 
de un trastorno homogéneo, sino que existen muchos subtipos de TEL. 
 
Los criterios que se han seguido para la identificación de los niños con TEL, 
han sido principalmente los criterios de exclusión, de especificidad, de 
discrepancia, y de desarrollo. Un niño presentaría un TEL si el trastorno no se 
puede atribuir a ninguna causa obvia, si sólo afecta a alguna o algunas 
habilidades lingüísticas, si sus ejecuciones en tareas relativas al lenguaje son 
significativamente peores que las que se refieren a otra habilidades 
(principalmente de tipo cognoscitivo) y si los problemas lingüísticos perduran en 
el tiempo, aunque cambien de alguna forma sus manifestaciones. 
 
 
6.1 Clasificación de los TEL. 
 
La variedad de problemas de lenguaje que los niños pueden desarrollar es 
muy amplia, tal como han mostrado los trabajos de clasificación y 
establecimiento de los subtipos de TEL siguiendo distintas orientaciones. 
 
En busca de una clasificación se han observado lo siguiente: se han descrito 
alteraciones tanto en el lenguaje expresivo como receptivo; asincronías en el 
desarrollo de los distintos componentes, coexistiendo habilidades lingüísticas 
propias de su edad con la ausencia o formulación errónea de otras mas 
simples; asimismo, la comparación entre sujetos con el trastorno ofrece perfiles 
lingüísticos poco uniformes. También, se ha mencionado que el componente 
morfosintáctico parece ser uno de los más alterados, sobretodo cuando se 
analiza el uso de reglas en situaciones de interacción espontánea, tales como 
conversación acerca de un tema, narración de una historia o hechos ocurridos, 
explicación de sucesos, etc. Por otra parte, presentan patrones de errores que 
no corresponden con los usuales en los procesos de adquisición (Acosta, 
2003). 
 
Tradicionalmente se ha distinguido entre niños con trastornos del lenguaje 
expresivo y niños con trastorno del lenguaje receptivo; pero se ha comprobado 
que algunos niños con TEL a pesar de tener de manera predominante 
alteraciones del lenguaje expresivotambién presentan problemas de 
comprensión aunque de manera leve (Muñoz-López & Carballo-García, 2005). 
 
La clasificación más clásica de los TEL procede de los trabajos de Rapin & 
Allen (1983) (Castaño, 2002; Fresneda & Mendoza, 2005; Hernández-Carrión & 
Maldonado-Castro, 2005; Mulas et al, 2006), la cual se basa en la clasificación 
en 3 categorías principales de trastornos del lenguaje: 
 
• Trastornos mixtos receptivo-expresivos. Aquí se incluyen la agnosia 
auditiva verbal (problemas de procesamiento auditivo central) y los 
déficits fonológico-sintácticos. En ambos casos el trastorno afecta tanto 
a la comprensión como a la expresión del lenguaje. 
o Agnosia Verbal Auditiva. Afectación masiva del lenguaje desde el 
nivel más básico de reconocimiento de los diferenciadores 
fonéticos. Baja comprensión verbal, comprenden palabras sueltas 
con apoyo de lectura labial – sordera para el lenguaje-. Escaso 
lenguaje oral, pero adecuado. Los niños con este problema no 
comprenden el lenguaje, aunque si gestos simbólicos, y si su 
edad y madurez lo permiten, pueden aprender rudimentos de 
lectura. Este tipo de trastorno es poco frecuente. 
o Trastorno o Déficit fonológico-sintáctico. Dificultades de 
comprensión cuando el enunciado incluye estructuras sintácticas 
complejas, es largo o se presenta descontextualizado. Fonología 
expresiva alterada con errores fonológicos. Discurso hipofluente e 
hipogramatical. Vocabulario expresivo reducido. 
 
• Trastornos expresivos. Incluyen la dispraxia verbal, que conlleva 
problemas de fluidez y dificultades motoras del habla, lo que hace que 
los aspectos organizativos del habla estén particularmente afectados; y 
los trastornos de programación fonológica, que afectan principalmente la 
inteligibilidad del habla. 
o Trastorno fonológico. Presentan un habla sin problemas 
importantes de fluidez, pero caracterizada por la imprecisión 
articulatoria y por los cambiantes defectos de pronunciación. 
Pueden producir fonemas y sílabas aisladamente, pero se omiten 
o desestructuran al utilizarlos en el contexto de la palabra o frase. 
El nivel de vocabulario expresivo es aceptable con errores en la 
pronunciación. Mejoría articulatoria en tareas de repetición. 
o Trastorno Pragmático. No se aprecian problemas en los aspectos 
formales del lenguaje (fonología y morfosintaxis), ni en las 
referencias semánticas de las emisiones verbales. Déficit 
específico en la adaptación del lenguaje al contexto y al 
interlocutor. 
 
• Trastornos de procesamiento de orden superior. Incluye los déficits 
léxico-sintácticos, caracterizados principalmente por problemas para 
encontrar palabras; y los déficits semántico-pragmáticos, que limitan 
principalmente las destrezas conversacionales. 
o Trastorno léxico-sintáctico. Nivel pobre de comprensión de 
vocabulario. Limitada comprensión de enunciados -no deducen el 
significado de palabras nuevas a partir de las características 
sintácticas de la frase-. El déficit principal es la evocación lexical -
problemas para encontrar la palabra correcta: anomias, pobreza 
terminológica, circunloquios y autocorrecciones frecuentes-. La 
sintaxis ha sido descrita como inmadura para la edad, aunque las 
habilidades fonológicas y articulatorias se encuentran dentro de la 
normalidad. 
o Trastorno semántico-pragmático. Además del trastorno 
pragmático existe un déficit en el uso cognoscitivo del lenguaje. 
La comprensión tiende a ser literal o puede limitarse a frases 
sencillas y concretas. La expresión verbal es fluida con frases 
sintácticamente correctas. Suelen utilizar frases sin conocer bien 
el significado. No responden adecuadamente a las preguntas o lo 
hacen basándose en alguna palabra que hayan comprendido, sin 
tener en cuenta el mensaje en su conjunto. Pueden presentar 
lenguaje ecolálico y perseveraciones. 
 
Mulas et al (2006), proponen otra clasificación que se basa en el área 
deficitaria: 
 
a) Trastornos del Input (o de entrada). Agrupa todos los trastornos 
relacionados con el déficit en la percepción del estímulo y la 
decodificación posterior. Se caracterizan por una pobre comprensión y 
una expresión no siempre con alteraciones. 
 
b) Trastornos del Performance (o desarrollo). Agrupa los trastornos con 
alteraciones en el procesamiento asociativo del estímulo decodificado, 
otros estímulos acompañantes y la relación con los bancos de memoria 
inmediata, mediata y remota, a fin de ejecutar posteriormente una 
respuesta adecuada. Tanto la expresión como la comprensión suelen 
estar alterados. 
 
c) Trastornos del Output (o salida). La alteración en este grupo radica en 
las estructuras encargadas de la ejecución del lenguaje, tanto en las 
áreas corticales responsables como en los órganos periféricos 
involucrados. La comprensión suele estar conservada, pero existen 
déficits expresivos. 
 
 
6.2 Alteraciones cognoscitivas asociadas en los TEL. 
 
Se ha planteado que los niños con este trastorno pueden presentar limitaciones 
en la capacidad cognoscitiva general o en habilidades cognoscitivas 
específicas (p.e. el procesamiento temporal, la planeación y la formulación de 
estrategias), pese a contar con un CI no verbal normal. 
 
Ésto, ha llevado a la formulación de varias hipótesis, una de las cuales 
considera que la causa principal es una alteración o deficiencia cognoscitiva en 
el procesamiento no lingüístico general, que afectaría al lenguaje y a las demás 
funciones cognoscitivas. Esta hipótesis se basa en que los problemas 
presentados por los niños son bastante generales en su naturaleza, como la 
lentitud en la velocidad de procesamiento o las limitaciones en ciertas 
capacidades para procesar la información (Arboleda-Ramírez et al, 2007). 
 
De manera específica, se han observado problemas en tareas cognoscitivas 
como la recuperación de palabras en tareas simultáneas y la discriminación 
fonológica. Asimismo, se reportan deficiencias en el desempeño en tareas de 
memoria de corto plazo (MCP) visoespacial (precisión relacionada con el 
recuerdo de patrones; así como un volumen inicial de almacenamiento –span- 
más pequeño). También se han descrito problemas en tareas de repetición de 
pseudopalabras, particularmente cuando están formadas por varias sílabas, 
que aparentemente se relacionan con problemas de almacenamiento en la 
MCP. 
 
Algunos autores consideran que el lenguaje de estos niños está selectivamente 
afectado debido a deterioro en un módulo especializado en el aprendizaje del 
lenguaje. Las investigaciones en este sentido se centran en el contenido 
lingüístico del output del lenguaje de dichos niños. Se basan en que las 
deficiencias en la estructura gramatical se deben a defectos o fallos en los 
programas innatos implicados en el inicio y desarrollo del lenguaje. Otras 
investigaciones se basan en teorías que atribuyen los problemas del lenguaje a 
un déficit en uno o más procesos relacionados con el desarrollo normal del 
lenguaje, como sería el procesamiento auditivo o la memoria fonológica; 
propiciando así formas gramaticales menos salientes y fonéticamente débiles. 
 
Diversas investigaciones han mostrado que además de las alteraciones en el 
lenguaje, los niños con TEL presentan alteraciones en otras tareas 
relacionadas con el procesamiento cognoscitivo tales como el juego simbólico, 
el reconocimiento táctil y el procesamiento temporal de señales auditivas y 
visuales (son más lentos y tienen problemas en tareas de discriminación visual) 
(Muñoz-López y Carballo-García, 2005). 
 
Por otro lado se han observado alteraciones en la memoria verbal a corto plazo 
además de alteraciones en la gramática y el vocabulario (la primera está más 
afectada que la segunda). Dichas dificultades se manifiestan durante los años 
preescolares y en los diferentes contextos conversacionales; al crecer, se 
manifiestan dificultades en la comprensión y en la producción de estructuras 
literales en el lenguaje oral y escrito, provocando problemas en el aprendizaje 
de la lectoescrituray aumentando el riesgo del fracaso escolar. 
 
De manera más específica dentro de la lingüística, se han descrito alteraciones 
en la fonología, la gramática y el léxico. Su rendimiento en pruebas 
psicométricas suele mostrar discrepancia significativa entre el CI verbal y el CI 
ejecutivo, en detrimento del primero. Así mismo se han observado problemas 
de coordinación motora (Narbona, en prensa). 
 
 
7. Alteraciones en el lenguaje a consecuencia de lesiones: Las Afasias. 
 
La afasia es consecuencia de una ruptura en el procesamiento cerebral del 
lenguaje cuyo el origen es una lesión orgánica, que puede ser de distintas 
etiologías (vascular, neoplásica, traumática, degenerativa, epileptogénica, etc.). 
El factor determinante de los síntomas en la afasia no es la etiología de la 
lesión cerebral, sino su topografía; es decir, no existen diferencias entre una 
afasia tumoral y una vascular por su semiología sino por sus aspectos clínicos. 
La localización neuroanatómica de la lesión, y su impacto sobre las redes 
neuronales que procesan el lenguaje en sus diferentes niveles constituirá el 
factor crucial en la determinación de las características de la sintomatología 
afásica (Ardila, 2006). 
 
Los síntomas de la afasia, es decir, la capacidad para elaborar, emitir y/o 
comprender el lenguaje por el cerebro lesionado, se manifiestan en todas las 
modalidades del lenguaje (oral, escrito y gestual). 
 
Los principales síntomas afásicos en la expresión y en la comprensión del 
lenguaje se pueden clasificar en 3 grandes grupos (Pascual-Millán y 
Fernández): 
 
- Por reducción del lenguaje. Se pueden presentar a nivel articulatorio, 
nivel fonológico, lexical, sintáctico, semántico o pragmático. Entre los 
síntomas por reducción del lenguaje en la expresión encontramos: 
supresión, hipofluencia, estereotipias, anomias, agramatismo; entre 
los síntomas en la comprensión del lenguaje encontramos p.e. en la 
afasia de Broca, que se afecta de forma selectiva la comprensión de 
órdenes sintácticas complejas pero se mantiene la designación 
(reconocimiento de palabras) y las órdenes simples. 
 
- Por deformación del lenguaje. Se observan en la expresión, p.e. a 
nivel oral, parafasias, paragramatismos, jergafasias; y a nivel escrito, 
encontramos paragrafias y paralexias. 
 
- Por alteración de la comprensión del lenguaje. Hay que diferenciar 
entre los síntomas a nivel de la entrada auditiva, del procesamiento 
fonológico, de la comprensión de las palabras (nivel lexical), de la 
comprensión de las estructuras sintácticas y gramaticales, y de la 
comprensión a nivel semántico. 
 
 
7.1 Tipos de Afasia (Clasificación). 
 
Desde los tiempos de Wernicke, se ha buscado clasificar los diferentes tipos de 
afasia, pero es muy poco común encontrar un tipo puro, lo común es encontrar 
trastornos afásicos mixtos. 
 
Dado que se necesita un análisis cuidadoso de las clasificaciones de los 
síndromes afásicos, en la actualidad se ha tendido a utilizar dicotomías (ver 
tabla 2). La más frecuente es la dicotomía “expresivo-receptivo” utilizada por 
Weisenbur y McBride (1935). Otra dicotomía es la que hace referencia a 
trastornos de tipo motor y tipo sensorial, propuesta inicialmente por Wernicke. 
“Las regiones posteriores de la corteza se relacionan con el procesamiento 
sensorial y las regiones anteriores desempeñan un papel motor; esto hace que 
la dicotomía asocie el lenguaje con una localización anatómica básica”, aunque 
dicha dicotomía desconoce muchas de las características propias de los 
diferentes tipos de afasias (Ardila, 2006). 
 
Benson (1967) utiliza la dicotomía fluida-no fluida acuñado por Wernicke en 
1874 (constituye el primer criterio de clasificación sindrómica), mientras que 
Goodglass & Kaplan (1972) proponen anterior-posterior. Por su parte Jakobson 
(1964) propone una dicotomía puramente lingüística que distingue entre 
trastornos paradigmáticos y sintagmáticos del lenguaje, la cual será tomada por 
Luria para su clasificación de las afasias (Pascual-Millán & Fernández s/f; 
Ardila, 2006). 
 
Tabla 2. 
Principales dicotomías señaladas en la literatura. 
Expresiva Receptiva 
Motora Sensorial 
Anterior Posterior 
No Fluida Fluida 
Trastorno Sintagmático Trastorno Paradigmático 
Trastorno en la Codificación Trastorno en la Decodificación 
Tipo Broca Tipo Wernicke 
 Tomado de Ardila (2006). . 
 
Existen más de 20 clasificaciones de las afasias; los avances de las técnicas 
de imagen han permitido el establecimiento de correlaciones clínico-
anatómicas en los diferentes tipos de afasias y han dado lugar a la aparición de 
un creciente número de subtipos dentro de cada síndrome afásico. Las 
clasificaciones más aceptadas en la actualidad son la propuesta por Luria, que 
parte de un análisis del nivel del lenguaje alterado en una forma particular de 
afasia; y la propuesta por el Grupo de Boston, que utiliza y desarrolla las ideas 
de Wernicke (sus distinciones entre afasias fluidas y no fluidas, así como entre 
afasias corticales, subcorticales y transcorticales) (ver tabla 3) 
 
Tabla 3. Principales clasificaciones de los síndromes afásicos. 
Luria 
 
1966 
Benson & 
Geschwind 
1971 
Hécaen & 
Albert 
1978 
Kertesz 
 
1979 
Benson 
 
1979 
Lecours et al. 
1983 
Motora 
eferente 
Broca Agramatismo Broca Broca Broca 
Sensorial Wernicke Sensorial Wernicke Wernicke Wernicke tipo I 
Motora 
aferente 
Conducción Conducción Conducción Conducción Conducción 
Dinámica Transcortical 
motora 
Transcortical 
motora 
Transcortical 
motora 
Transcortical 
motora 
Espontaneidad 
--------- Transcortical 
sensorial 
Transcortical 
sensorial 
Transcortical 
sensorial 
Transcortical 
sensorial 
Wernicke tipo 
II 
--------- Aislamiento 
área del 
lenguaje 
Aislamiento Transcortical 
mixta 
------------- --------------- 
Semántica 
Amnésica 
Anómica Amnésica Anómica Anómica Amnésica 
----------- Global ------------- Global Global ---------------- 
----------- Afemia Motora pura --------------- Afemia Anartria pura 
 Tomado de Ardila (2006). 
 
El grupo de Boston (Albert et al., Benson, Geschwind, Goodglass & Kaplan) 
distingue 3 tipos básicos de afasias corticales: a) afasia de Broca, b) afasia de 
Wernicke, c) afasia de Conducción (para explicar las dificultades en el lenguaje 
repetitivo, basándose en una supuesta desconexión entre las áreas motoras y 
sensoriales del lenguaje), e incluyen las afasias transcorticales (o afasias de las 
áreas limítrofes del lenguaje). 
 
Por su parte, Luria (1976, 1977, 1980) propuso distinguir 6 ó 7 tipos de 
trastornos afásicos. Hasta los años 60’s distinguió claramente 6 tipos: motora 
eferente o cinética, motora aferente o cinestésica, acústico-agnósica, acústico-
amnésica, semántica y dinámica, y señaló la posible existencia de un séptimo 
tipo, la amnésica, aunque Luria no estaba seguro de si trataba en realidad de 
un síndrome afásico o era parte de la afasia semántica y/o acústico-amnésica. 
A partir de 1980, la describe como un cuadro afásico independiente. 
 
De acuerdo con Luria, cada uno de los nombres de los tipos de afasia se basan 
en el nivel del lenguaje que se encuentra alterado (Ardila, 2006): 
 
• Afasia acústico-agnósica Discriminación fonémica 
• Afasia acústico-amnésica Memoria léxica 
• Afasia amnésica Selección léxica 
• Afasia semántica Comprensión de las relaciones 
entre palabras 
• Afasia motora aferente Actividad cinestésica 
• Afasia motora eferente Realización de movimientos 
requeridos para el habla y la 
secuencia de los elementos 
• Afasia dinámica Iniciativa verbal 
 
Luria interpretó el lenguaje como un ‘sistema funcional’ desarrollando amplias 
correlaciones clínico-anatómicas. Es el precursor del procedimiento de 
superposición de lesiones para hallar áreas críticas del cerebro responsables 
de un tipo particular de trastorno afásico (Ardila, 2006). 
 
 
8. Conclusiones. 
 
El lenguaje ha recibido mucha atención por parte de diferentes tipos deinvestigadores y por diversas disciplinas. Se han realizado estudios desde la 
antropología, la paleoantropología, la lingüística, la psicología, y en época más 
reciente la neuropsicología. 
 
A lo largo de los años, desde cada perspectiva se han originado diferentes 
modelos explicativos tanto de su desarrollo como de su origen. 
 
El estudio de lenguaje adquiere su importancia debido a las implicaciones que 
éste tiene para la comunicación y convivencia entre seres humanos. Permite la 
transmisión de ideas, pensamientos, y conocimientos, no solo en el momento 
presente, sino también a lo largo de la historia, de generación en generación. 
 
Sin embargo, el estudio del lenguaje ha sufrido diferentes cambios a lo largo de 
la historia. En sus comienzos (con Broca y Wernicke), las investigaciones 
realizadas en torno a los problemas que presentaban los pacientes, posteriores 
a haber presentado algún tipo de lesión a nivel cerebral, dieron lugar a la 
aparición del término afasia y a su primera clasificación. Sin embargo, estas 
investigaciones dieron pauta a nuevas, en las cuales la clasificación 
preexistente era insuficiente, por lo cual, se comenzó la búsqueda de formas 
novedosas de categorización, que fueron incluyendo nuevos subtipos. 
 
Aún así, las explicaciones que surgieron a partir de estos estudios no eran 
suficientes para poder dar comprender lo que sucedía en el caso de los niños 
con problemas para desarrollar el lenguaje. Es en este momento cuando se 
comienza a perfilar un nuevo término comenzando con el de afasia evolutiva, 
pasando por el de disfasia y llegando finalmente al utilizado en la actualidad: 
trastorno específico del lenguaje. 
 
Los estudios de los diferentes trastornos del lenguaje, tanto del desarrollo como 
adquiridos, y sus correlaciones con otros más, han dado pauta a plantear 
nuevas teorías e hipótesis. 
 
En la época actual, en las investigaciones sobre el lenguaje, se emplean 
diferentes técnicas de imagen, lo cual ha permitido una mejor comprensión de 
los diferentes procesos cerebrales que involucran la generación de una palabra 
hablada y el lenguaje expresivo; asimismo, se han realizado estudios que 
buscan el análisis del procesamiento cerebral involucrado en la comprensión 
(lenguaje impresivo) tanto oral como escrita. Dichas investigaciones abordan el 
tema tomando como base diferentes enfoques teóricos, sin embargo aún 
quedan muchas preguntas por resolver. 
 
 
 
Referencias 
 
- Ardila, A. (2006): “Las Afasias”, Department of Communication Science 
and Disorders, Florida International University, EEUU. 
 
- Almagro-Cardenete, Y. (2002): “Estudio del componente léxico y 
morfosintáctico en pacientes afásicos bilingües del catalán y del 
castellano”, Tesis Doctoral en Zarza, España. 
 
- Acosta, V.M. (2003). Trastorno específico del lenguaje. En M. Puyuelo, 
J.A. Rondal (Eds.), Manual de Desarrollo y Alteraciones del Lenguaje 
(253-271). Ed. Masson. 
 
- Arboleda-Ramírez, A., Lopera-Vásquez, J.P., Hincapíe-Henao, L., 
Giraldo-Prieto, M., Pineda, D.A., Lopera, F., et al. (2007). Trastorno 
específico del desarrollo del lenguaje: problema selectivo o generalizado 
de la cognición. Revista de Neurología, 44 (10): 596-600. 
 
- Bishop, D. & Leonard, L. (2001). Speech and language impairments in 
children: causes, characteristics, intervention and outcome. (4a ed.) 
Oxford: Psychology Press. 
 
- Campillo-Valero, D. & García-Guixé, E. (2005). Origen y evolución del 
lenguaje. Revista de Neurología, 41 (Supl 1): S5-S10. 
 
- Cárdenas-Gajardo, L., Espinoza-Peña, A., González-Varas, A., 
Hermosilla-Ríos, S., Tapia-Saavedra, S. (2004). Conciencia Fonológica y 
desarrollo del conocimiento del lenguaje escrito en niños con trastorno 
específico del lenguaje expresivo. Universidad de Chile, Santiago de 
Chile. 
 
- Castaño, J. (2002). Formas clínicas de las disfasias infantiles. Revista de 
Neurología, 34 (Supl 1): S107-S109. 
 
- Etchepareborda, M.C. (2005). Bases neurobiológicas del desarrollo del 
lenguaje. Revista de Neurología, 41 (Supl 1): S99-S104. 
 
- Fresneda, M.D. & Mendoza, E. (2005). Trastorno específico del 
lenguaje: concepto, clasificaciones y criterios de identificación. Revista 
de Neurología, 41 (Supl 1): S51-S56. 
 
- Hernández-Carrión, E. & Maldonado-Castro, M. P. (2005). Análisis 
Fonológico: Instrumento al servicio del Diagnóstico. Revista de 
Investigación y Educación. 
 
- Kovac, I., Gopnik, M., Palmour, R.M. (2002): Sibling resembalnce for 
especific components of linguistic competente in familias of 
speech/language impaired children. Journal of Neurolinguisitics; (15): 
497-513. 
 
- Jurado, M.A. (2004). Disfasias, dislexias, disgrafías y discalculias. En C. 
Junqué, O. Bruna & M. Mataró (Eds.) Neuropsicología del Lenguaje (p.p. 
79-94). Barcelona, España: Ed. Masson. 
 
- Junqué, C, Bruna, O., Mataró, M. (2004) Neuropsicología del Lenguaje. 
Funcionamiento Normal y Patológico. Rehabilitación. Barcelona, 
España: Elsevier Masson. 
 
- López-Higes Sánchez, R. (2003): Psicología del Lenguaje. Editorial 
Pirámide, Madrid, España. 
 
- Mulas, F., Etcheparborda, M.C., Díaz-Lucero, A. & Ruiz-Andrés, R. 
(2006): El lenguaje y los trastornos del desarrollo. Revisión de las 
características clínicas. Revista de Neurología, 42 (Supl 2): S103-S109. 
 
- Muñoz-López, J. & Carballo-García, G. (2005): Alteraciones lingüísticas 
en el trastorno específico del lenguaje. Revista de Neurología, 41 (Supl 
1): S57-S63. 
 
- Narbona (en prensa): El lenguaje del niño y sus trastornos. Texto en 
prensa para la 3ª edición de Neurología Pediátrica. N. Fejerman & E. 
Fernández-Álvarez (Eds.) Madrid-Buenos Aires: Panamericana, 2006. 
 
- Narbona, J., Fernández, S. (2001) Bases neurobiológicas del desarrollo 
del lenguaje. En El Lenguaje del niño. Barcelona: Editorial Masson. 
 
- Papalia, D.E., Feldman, R. D. & Gross, D. (2002): Child Development. A 
topical approach. Ed. Mc Graw Hill. 
 
- Pascual-Millán, L.F., & Fernández T. (s/f) Afasias: Tipología clínico-
topográfica. Hospital Clínico Universitario, Zaragoza, Departamento de 
Psicología y Sociología. Universidad de Zaragoza, España. 
 
- Peña, M. (2008). Modelos Corgnitivos del Lenguaje. En E. Labos, A. 
Slachevsky, P. Fuentes, F. Manes (Eds.) Tratado de Neuropsicología 
Clínica (p.p. 117-126). Buenos Aires, Argentina: Librería Akadia Editorial. 
 
- Puente-Ferreras, A. & Ferrando-Lucas, M.T. (2000): Cerebro y Lectura. 
Congreso Mundial de Lecto-escritura, Valencia España, Diciembre. 
 
- Rains, G.D. (2002): Principios de Neuropsiclogía Humana. Ed. Mc Graw 
Hill México. 
 
- Tallal, P. (1990). Fine-grained discrimination deficits in language-learning 
impaired children are neither specific to the auditory modality or to 
speech perception. Journal of Speech and Hearing Research, p.p.616-
621.

Continuar navegando