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Lenguaje. Gabriela Leticia Sánchez Martínez Mtría en Psicología Residencia en Neuropsicología Clínica 1. Introducción. El lenguaje ha sido desde tiempos remotos un tema de gran interés para diferentes profesionales de diversas disciplinas. Se han realizado a lo largo de la historia distintas investigaciones desde varios campos del conocimiento entre los que podemos contar la antropología, la lingüística, la psicología y a últimas fechas, las neurociencias. Sin embargo, los estudios clásicos sobre las relaciones existentes entre el cerebro y el lenguaje comienzan desde la época de Broca y Wernicke, quienes presentan un primer indicio de la localización cerebral de dicho proceso, describiendo dos clásicos síndromes afásicos que llevan sus respectivos nombres. Por otro lado, las subsecuentes investigaciones en pacientes con lesiones permiten notar la dificultad de que un paciente presente un síndrome puro y se comienzan buscar y a generar nuevas clasificaciones. Estos estudios se enfoncan principalmente a pacientes adultos con lesiones cerebrales. No obstante, otros investigadores observan la presencia de alteraciones en niños que presentan problemas para el desarrollo de diferentes componentes del lenguaje, estos no pueden ser explicados desde la presencia de alguna alteración sensorial o emocional y por ende difieren de las descripciones realizadas en adultos. Surge el estudio de los actualmente denominados trastornos específicos del lenguaje, y se comienzan a realizar hipótesis y a desarrollar teorías acerca de la posible etiología y de la relación entre las diferentes estructuras cerebrales a lo largo del desarrollo. En el presente trabajo, se realiza una revisión de la definición del lenguaje, los antecedentes históricos, sus bases anatómicas, además de realizar la descripción de los trastornos adquiridos y del desarrollo del mismo, con la finalidad de brindar al lector una perspectiva general del tema. 2. Definición. De manera general, al hacer referencia al término lenguaje, la primera idea que nos viene a la mente es la que hace referencia al lenguaje oral, el cual supone la utilización de un código de señales sonoras articuladas, que se genera y se transmite culturalmente. Sin embargo, el término es mucho más amplio, abarcando también la parte gestual y la escritura; en sus dos sentidos: expresivo e impresivo. “El lenguaje es un sistema de signos que nos sirve para comunicarnos con sonidos y/o gestos… Es creativo, impredecible y posee propiedades específicas que lo hacen diferente de todos los códigos de comunicación conocidos en animales no humanos” (Peña, 2008). El lenguaje oral, se genera mediante procesos de selección y secuenciación; es decir, unos cuantos fonemas permiten construir numerosas palabras que a su vez, pueden combinarse formando un número infinito de frases al momento del discurso. Esta combinación de palabras no se realiza de manera aleatoria, sino que cumple con ciertas reglas (gramática). “La conducta lingüística está gobernada por una serie de convenciones que deben ser compartidas por los oyentes y los hablantes de una lengua determinada. Estas convenciones regulan la manera como organizamos las unidades sin significado del lenguaje, para construir unidades con significados” (Peña, 2008). Sin embargo, la actividad lingüística no la podemos reducir únicamente a la conducta observable y al conjunto de respuestas mediadoras; sino que también implica una serie de operaciones internas en las que interceden procesos de memoria y razonamiento (López-Higes Sánchez, 2003). Se ha dicho que el lenguaje es el resultado de una actividad nerviosa compleja que permite la comunicación interindividual de estados psíquicos, a través de la materialización de signos multimodales, que simbolizan estos estados de acuerdo con una convención propia de cada comunidad lingüística. La adquisición del lenguaje es un proceso que comienza desde el nacimiento y continúa a lo largo de toda la vida. Se considera que es un sistema de comunicación arbitrario, convencional y complejo que se puede dividir en 2 modalidades: el lenguaje oral y el escrito. El primero hace referencia a la forma hablada del lenguaje, al uso y manipulación de diferentes sonidos para formar palabras y oraciones; la segunda corresponde a aquel lenguaje que se realiza a través de signos gráficos (grafemas), los cuales, en los lenguaje alfabéticos, corresponden con determinados sonidos del lenguaje (fonemas) (Peña, 2008; Cárdenas-Gajardo et al, 2004). El lenguaje oral es una actividad propiamente lingüística primaria, y se adquiere sin necesidad de una educación formal; mientras que el lenguaje escrito requiere de una enseñanza formal y sistemática (Cárdenas-Gajardo et al, 2004). Cada lenguaje tiene un número limitado de elementos sonoros individuales llamados fonemas, los cuales son las unidades más pequeñas de sonido con significado en una lengua (Rains, 2002). La conducta lingüística supone la utilización de señales sonoras articuladas, las cuales se generan y se transmiten a través de la cultura. El lenguaje se estructura en relación a la forma en que se pueden combinar los fonemas (morfología) y a la manera en como se combinan las palabras en frases y oraciones (sintaxis o gramática) (Rains, 2002). Los niños adquieren su primera lengua (lengua materna) de forma implícita, debido a que están dotados de una capacidad innata para descubrir las reglas subyacentes al sistema lingüístico del entorno. De acuerdo con Narbona (en prensa), “para el desarrollo verbal son necesarios unos requisitos instrumentales (audición, motricidad fono-articulatoria) y cognitivos (inteligencia simbólica, capacidades intersubjetivas). Los componentes formales del lenguaje son la fonología, el léxico y la sintaxis, es decir, la estructura de la lengua que se comparte. Los componentes funcionales son la semántica (relaciones de significado) y la pragmática (uso contextualizado y social)”. En la presente revisión, nos enfocaremos únicamente en la parte oral del lenguaje, tanto a nivel expresivo como receptivo. 3. Desarrollo del Lenguaje. A pesar de las diferencias individuales y culturales, existen regularidades universales en la adquisición del lenguaje; los niños pasan por una progresión ordenada de etapas, como el balbuceo, el habla monosilábica, el habla con bisílabos hasta llegar al habla compleja. El establecimiento promedio para cada etapa es el mismo para un amplio rango de culturas (Rains, 2002). A partir del segundo semestre de vida, el niño comienza a ser capaz de compartir su atención con la de otro ser humano preferentemente a través de la mirada; al final del primer año utilizará gestos declarativos, como señalar un objeto mediante el dedo índice tratando de compartir su interés con otra persona acerca de dicho objeto. De acuerdo con López-Higes Sánchez (2003), las primeras producciones lingüísticas de los niños consisten en emisiones de una sola palabra (holofrase), que posee una naturaleza predictiva al ser interpretada en función del contexto en que se produce; además, cumple con las funciones semánticas características de las oraciones. El juego del primer año se enriquece mediante esquemas de juego funcional o simbólico con objetos reales. A partir de los 18 meses, el niño incorpora pautas de ficción, lo cual supone dejar en suspenso las propiedades del objeto real para atribuirle otro uso. A esta edad, las holofrases pasan a combinaciones de 2 palabras. Las emisiones de palabras se ajustan a un análisis gramatical semejante al que establecen las gramáticas de casos, puesto que son del tipo: agente-objeto, agente-acción, objeto- localización, etc. Dichas expresiones son de naturaleza sistemática y responden a reglas de uso de elementos léxicos de contenido (nombres, verbos, adjetivos) de forma similar al lenguaje telegráfico (sin preposiciones, conjunciones,etc.). “A partir de las combinaciones de 2 palabras se realiza una expansión de la gramática infantil, que se acompaña de la producción de emisiones que oscilan de 3 a 8 palabras. En este momento el lenguaje del niño sufre un desarrollo explosivo (la longitud media y la complejidad de las emisiones aumentan hasta los 4 años), por lo que es muy difícil formular una gramática adecuada que caracteriza el conocimiento del mismo. Sin embargo, los errores que los niños cometen descubren en todo momento la existencia de reglas” (López-Higes Sánchez, 2003, p.27). Frente a la aparente regularidad del proceso de adquisición del lenguaje, el habla infantil muestra grandes diferencias individuales que se pueden observar desde la etapa del balbuceo. Los niños utilizan diferentes estrategias para aprender el lenguaje, y el estilo de aprendizaje se relaciona con 3 variables: la personalidad, el ambiente social y el estilo lingüístico de los padres. La secuencia de adquisición depende en gran medida, del lenguaje que se adquiere. En el español, el orden es secundario, ya que las relaciones entre los elementos se definen por la concordancia gramatical. Si un niño no es expuesto al lenguaje durante un periodo extenso entre los 2 años y la pubertad, no aprenderá el lenguaje de manera normal. Se ha observado que existe una preparación del cerebro, sobre todo del hemisferio izquierdo para la articulación del lenguaje y el lenguaje a señas. Los recién nacidos son capaces de distinguir fonemas en todas las lenguas, pero dicha capacidad va declinando para aquellos fonemas no presentes en el lenguaje ambiental. Asímismo, se ha observado la presencia de asimetrías hemisféricas cerebrales desde las 31 semanas de gestación, en el planum temporal, el cual es de mayor tamaño en el hemisferio izquierdo; además, de que el ángulo de la cisura de Silvio es menos pronunciado en el hemisferio izquierdo, lo que hace que el lóbulo parietal de ese hemisferio sea de mayor tamaño (Rains, 2002). Las propiedades formales del lenguaje se desarrollan con base en las siguientes etapas de acuerdo con Narbona (en prensa): 1) Gorgeo y balbuceo primario indiferenciado – Primer semestre. 2) Balbuceo1 imitativo o canónico – Segundo semestre. Necesita de la retroalimentación auditiva para ir adaptando las propias emisiones a los diferenciantes fonéticos del entorno fonológico. 3) Primeras palabras y holofrase – Segundo año. Ya ha despuntado la capacidad representiva. 4) Expansión morfosintáctiva elemental – Tercer año. Nombre-adjetivo, verbo-objeto, vocativo-nombre, vocativo-verbo. Empleo de pronombres personales, posesivos y adverbios; el vocabulario se amplía considerablemente hasta incorporar entre 600 y 1000 palabras. 5) Expansión morfosintáctica compleja – Cuarto al sexto año. Se completa la adquisición de todos los componentes gramaticales del lenguaje y continúa enriqueciéndose el léxico de forma rápida; también se van extinguiendo las incorrecciones articulatorias observadas en los años anteriores para alcanzar una forma expresiva madura. 1 Como balbuceo se entiende la repetición de secuencias de consonantes y vocales como p.e. ‘ma-ma-ma’ Por su parte, Papalia, Feldman & Gross (2002), proponen el siguiente esquema de desarrollo, tomando el periodo de tiempo entre el nacimiento y los 3 años, el cual se resume en la siguiente tabla: Tabla 1. Desarrollo del lenguaje del nacimiento a los 3 años Edad en meses Desarrollo Nacimiento 1 ½ a 3 3 5 a 6 6 a 10 9 9 a 10 9 a 12 10 a 12 10 a 14 10 a 18 13 14 16 a 24 20 20 a 22 24 30 36 Puede percibir el habla, llora, da algunas respuestas a los sonidos. Arrullos y risas. Juega con sonidos del habla. Produce sonidos consonantes, tratando de imitar lo que oye. Balbucea en series de consonantes vocales. Utiliza gestos para comunicarse y juega con éstos. Comienza a comprender palabras (generalmente su nombre y “no”) e imita sonidos. Utiliza algunos gestos sociales. Ya no puede discriminar sonidos que no sean del propio idioma. Dice su primera palabra (por lo general una etiqueta para algo). Dice palabras aisladas. Comprende la función simbólica de los nombres y utiliza gestos más elaborados. Utiliza gestos simbólicos. Aumenta su vocabulario de aprox. 50 a 400 palabras; emplea verbos y adjetivos. Utiliza menos gestos; nombra más cosas. Surge la comprensión. Emplea muchas frases de dos palabras; ya no balbucea. Combina tres o más palabras; comprende muy bien; comete errores gramaticales. Dice hasta 1000 palabras (80% inteligibles); comete algunos errores de sintaxis. Extraído de Papalia, Feldman & Gross, 2002. Se ha propuesto que el lenguaje se va desarrollando en 4 niveles: el fonológico, el morfosintáctico, el semántico y el pragmático. A cada uno de ellos le corresponde una habilidad metalingüística específica, pudiéndose distinguir habilidades metasemánticas, metasintácticas, metapragmáticas y metafonológicas. Dichas habilidades son las que permiten al niño tomar conciencia de las distintas estructuras que componen el lenguaje otorgándole la posibilidad de manipularlo y utilizarlo con distintos fines comunicativos; además de ser fundamentales en el aprendizaje de la lectoescritura (Cárdenas- Gajardo, et al. 2004). 4. Antecedentes históricos del estudio del lenguaje. Desde la época del apogeo de la teoría frenológica con Gall, la cual proponía la localización de funciones concretas en zonas específicas del cerebro mediante el estudio de la estructura y forma del cráneo, el lenguaje surge como un foco de interés especial; sin embargo, el establecimiento de las bases neurales del lenguaje desde mediados el s. XIX y por cerca de unos 100 años, se realizó a partir del estudio de pacientes que sufrían alguna alteración en el mismo posterior a una lesión cerebral (Junqué, Bruna y Mataró, 2004). En 1861, Broca presenta un estudio autópsico ante la Sociedad de Antropología de un paciente que presentaba una lesión masiva en el hemisferio izquierdo señalando la incapacidad del habla del sujeto. Broca afirmó que la etiología de la pérdida del habla del paciente era debida a una lesión frontal del hemisferio izquierdo (en la región prerrolándica de la tercera circunvolución) (Campillo-Valero & García-Guixé, 2005). En 1865, Broca propone las bases neuroanatómicas de la alteración en la producción del lenguaje que había estudiado y confirmado con varios pacientes y a la que denominó con el término de afemia. “La afemia se relaciona con lesiones de la tercera circunvolución frontal del hemisferio izquierdo del cerebro” (Broca, 1865; cit. en Ardila, 2006). El cuadro clínico se caracterizaba por la pérdida de la posibilidad del habla, sin que existiera parálisis del aparato articulatorio ni se afectara el nivel de inteligencia. Las manifestaciones clínicas eran debidas a una lesión en la tercera circunvolución frontal izquierda (Almargo-Cardenete, 2002; Ardila, 2006). Por su parte Bastian en 1898 propone la existencia de alteraciones en al ámbito de la comprensión. Distingue entre 2 formas de alteraciones del lenguaje adquiridas: la afasia y la amnesia del lenguaje, 2 entidades con distintas sintomatologías y localizaciones a nivel cerebral. Distinguió 2 tipos de trastornos basándose en su modelo teórico de tipo asociacionista: la sordera verbal y la ceguera verbal (Almargo-Cardenete, 2002). En 1874, Wernicke establece la afasia sensorial como entidad clínica situando la lesión en la parte posterior del lóbulo temporal (primera circunvolución temporal izquierda) y cuya principal evidencia era la pérdida de la comprensión verbal o auditiva. Formuló una teoría general sobre la afasia que proponía la relación entre cada uno de los componentes del lenguaje y un área cerebral determinada. (Almargo-Cardenete, 2002; Ardila, 2006). De acuerdo con Wernicke,la afasia era un trastorno que afectaba únicamente al lenguaje, aunque era posible que tuviera determinada sintomatología asociada que no se incluyera dentro de éste. Su modelo era capaz de predecir la posible existencia de ciertos cuadros cuya aparición iba a depender de la zona en que se encontraba la lesión. Si se situaba en algunos de los centros del lenguaje (motor o sensorial) daría lugar a lo que se llamó ‘afasias centrales’, pero si el daño se situaba a lo largo de las vías de conexión entre ambos centros daría lugar a la ‘afasia de conducción’, en la que el síntoma más evidente y relevante sería la incapacidad del paciente para repetir palabras. Posteriormente Lichteim, se basa en el modelo de Wernicke y lo desarrolla dando lugar a un esquema de funcionamiento cerebral con 3 centros diferentes para el lenguaje con sus respectivas vías de conexión. Los centros propuestos eran el centro motor de la palabra, el auditivo de la palabra y el de elaboración de los conceptos (la afasia vendría dada por la desconexión de alguno de dichos centros). Dejerine propone la posibilidad de que la existencia de una lesión subcortical favorecería la preservación del lenguaje subvocal, y que una lesión a nivel cortical lo alteraría. En 1914 introduce el concepto de ‘área del lenguaje’ en el cerebro, la cual incluye la región posterior inferior del lóbulo frontal izquierdo (área de Broca), la parte posterior superior del lóbulo temporal izquierdo y parte del parietal (Ardila, 2006). Jackson, rechazó la existencia de los centros que Broca y Wernicke proponían como responsables de determinads funciones del lenguaje. Defendía la idea de que la terminología utilizada en los modelos de diagramas no era la adecuada puesto que no permitía reflejar las alteraciones de las funciones que se podían observar. Creía que se estaba sobrevalorando la postura localizacionista en el estudio de la afasias, y la caracterizó como una forma de déficit intelectual. Su postura consideraba al funcionamiento cognoscitivo como una unidad global no divisible y, como consecuencia no analizable en diferentes partes a partir de una lesión (Almagro-Cardenete, 2002). Luria (1973) adoptó un punto de vista intermedio entre el localizacionismo y el antilocalizacionismo; señaló que los procesos psicológicos representan sistemas funcionales complejos, que requieren de muchos eslabones diferentes para su normal realización. En condiciones normales suponen la participación simultánea de múltiples áreas corticales. Cada área se encuentra especializada en una forma particular de procesamiento de la información. Propone una clasificación de los trastornos afásicos basada en el nivel específico del lenguaje que se encuentra alterado y una metodología para la evaluación basada en el análisis de los errores (el análisis de las características de los errores cometidos por el paciente y los errores asociado en otras habilidades –análisis sindromático-). Jackson (1874) y Head (1929) proponen un análisis de la afasia no como la ejecución de funciones no alteradas por una lesión, sino que consideran a la afasia como un estado nuevo en el que se han reestructurado los procesos normales. Con ellos nace lo que se conoce como el enfoque psicolingüístico en el estudio de la afasia. Para Head, la forma de entender la alteración del lenguaje es proponerla como un déficit de acciones progresivas que no puede alcanzar un final, definiendo una concepción unitaria de la afasia en términos de un trastorno de formulación verbal y que se puede manifestar tanto a nivel expresivo como receptivo. Distinguió entre afasia verbal, nominal, sintáctica y semántica (Almargo-Cardenete, 2002; Ardila, 2006). Por su parte Pierre Marie (1906) propone la existencia de distintos niveles de alteración de las afasias, tanto en el ámbito de la comprensión como en el de la producción; interpreta la afasia como una enfermedad intelectual que provoca una reducción de la capacidad de la inteligencia en su artículo denominado “La tercera circunvolución frontal no desempeña ningún papel especial en las funciones del lenguaje” (Almargo-Cardenete, 2002; Ardila, 2006). Por otro lado, Arnold Pick consideró la afasia desde un punto de vista exclusivamente psicológico. Al igual que Jackson, rechaza la distinción clásica entre afasia motora y sensorial, denominándolas frontal y temporal respectivamente. Basó su teoría en el lenguaje proposicional, proponiendo la distinción entre un nivel psicológico y un nivel lingüístico (primero se estructuraba el pensamiento y más tarde se formulaba el lenguaje). La afasia era por tanto, el resultado de la interrupción del proceso que va del pensamiento a la producción verbal. Su modelo de producción del lenguaje incluyó elementos de semántica, morfología y fonología (Almagro-Cardenete, 2002). 5. Neuroanatomía del Lenguaje Las estructuras neurales involucradas en la comprensión y producción del lenguaje pertenecen a una vasta red de conexiones córticocorticales que conectan recíprocamente áreas de asociación de la región temporoparietal con la corteza prefrontal. Esta red se asocia a funciones como la atención, el lenguaje, la imitación y especialmente con la memoria de trabajo (Peña, 2008). Las estructuras fundamentales para la integración del lenguaje se ubican de manera general en el hemisferio izquierdo, a lo largo de la zona perisilviana y se extienden en sentido rostral hasta el opérculo rolándico y el pie de la tercera circunvolución frontal. Dichas estructuras poseen una especial jerarquía en el procesamiento fonológico, morfosintáctico y lexical del lenguaje. Las estructuras homólogas del hemisferio derecho, junto con las áreas prefrontales de ambos hemisferios, se han asociado con la pragmática, la prosodia, la adecuación contextual, la atención, y en general con lo que se ha denominado las cualidades socio-emocionales del lenguaje (Narbona, en prensa). La cara superior de la primera circunvolución temporal izquierda, por detrás del área auditiva primaria, junto con la región posteroinferior del lóbulo parietal (circunvolución supramarginal y el pliegue curvo), constituyen el área de Wernicke, la cual corresponde a una encrucijada de la corteza asociativa, esencial para el reconocimiento de las palabras como significantes sonoros y para el acceso a las reglas sintácticas. Aquí, se confrontan e intercambian los significantes (formas sonoras de la palabra y de las marcas gramaticales) con los significados (acceso al léxico) (Etchepareborda, 2005). En el pie de la tercera circunvolución frontal, adyacente al opérculo rolándico, se sitúa el área de Broca, que es la encargada de la actividad expresiva verbal (formulación cognitiva y programación motora de los enunciados) (Campillo- Valero & García-Guixé, 2005; Etchepareborda, 2005). Desde la corteza motora parten las vías córtico-tronco encefálicas hacia los núcleos de los nervios craneales que gobiernan la motricidad del diafragma, la laringe, la cavidad bucofaríngea y la lengua. Entre el área de Wernicke y la de Broca encontramos “un fascículo2 de asociación directo (excitador) y una vía indirecta (inhibidora); ésta última actúa a través del tálamo, el neoestriado y el área prefrontal; ello permite por una parte, la repetición de mensajes percibidos y, por otra, el autocontrol de la producción verbal” (Narbona & Fernández, 2001). Mediante estudios de imagen, se ha observado que el habla en las primeras etapas evolutivas se encuentra representada en ambos hemisferios. Se ha postulado que hasta los 4 ó 5 años ambos hemisferios se desarrollan juntos en su capacidad lingüística, especializándose después. Se ha señalado la importancia de la memoria de trabajo (MT) en el lenguaje, y se ha observado similitud estructural entre la red neural asociada al lenguaje y la involucrada con la MT fonológica. En estudios en primates se ha observado la presencia de uncircuito de reforzamiento fonológico, en el cual, el sistema esclavo de la MT verbal contenía un componente de depósito o amortiguador fonológico situado en la corteza parietal inferior izquierda3 (que correspondería al giro supramarginal, área 40 de Brodmann), y otro componente de reforzamiento localizado en las áreas frontales izquierdas asociadas al lenguaje. Esto sugiere que las representaciones fonológicas son inicialmente procesadas en las regiones posteriores del lenguaje, depositadas transitoriamente en la región parietal inferior y luego transferidas al área de Broca para la fase de reforzamiento. De forma adicional, se ha planteado que el funcionamiento de la corteza frontal granular (áreas 9 y 46 de Brodmann), podría participar en funciones de MT más complejas asociadas al procesamiento sintáctico y semántico de orden superior; así como en la planeación del discurso (Peña, 2008). Estudios de imagen han podido constatar la presencia de un sistema de MT verbal, el cual está constituido por un componente de depósito transitorio localizado en la corteza parietal posterior izquierda y uno de reforzamiento situado en el área de Broca y aledañas (Peña. 2008). 6. Alteraciones en el desarrollo del lenguaje: Trastorno Específico del Lenguaje (TEL). Hasta hace poco, los trastornos o déficits observados en el desarrollo del lenguaje en el niño recibían el nombre de disfasias, reservando el término de afasia para denominar la pérdida del lenguaje –previamente adquirido- a consecuencia de lesiones cerebrales focales. 2 Fascículo arqueado o arcuato. 3 Denominado loop fonológico o bucle fonológico por Baddeley & Hitch (1974). Consta de 2 partes: 1) Memoria fonológica a corto plazo, la cual posee las huellas mnésicas auditivas que están sujetas a desaparecer rápidamente; 2) Componente articulatorio, el cual puede revivir las huellas mnésicas. La disfasia se definía como ‘una alteración del lenguaje que no puede justificarse por sordera, déficit motor, retraso mental, daño cerebral, trastornos emocionales o exposición insuficiente al lenguaje’ (Kovac, Gopnik & Palmour, 2002; Castaño, 2002; Jurado, 2004). Actualmente es más aceptado el término de trastornos específicos del lenguaje (TEL) que de manera progresiva ha ido desplazando al término de disfasia el cual a su vez sustituyó al de alalia, audiomudez, sordera verbal congénita, afasia evolutiva, etc. El término trastorno específico del lenguaje (TEL) es una traducción al español de specific language impairment (SLI) popularizado por Bishop y Leonard (2001) o el language learning impairment (LLI) de Tallal (1990). De acuerdo con Fresneda & Mendoza (2005), entendemos por TEL “un conjunto de dificultades en la adquisición del lenguaje que están presentes en un grupo de niños que no evidencian problemas neurológicos, cognoscitivos, sensoriales, motores ni sociofamiliares” o afectivos, es una adquisición inadecuada del lenguaje (alteración); en el curso simultáneo de desempeño y desarrollo normal en cuanto a coeficiente intelectual no verbal y la esfera auditiva; y que persiste a lo largo del tiempo (Jurado, 2004; Arboleda-Ramírez et al., 2007). Es decir, los niños con TEL poseen todos los prerrequisitos para la adquisición del lenguaje (habilidad intelectual, agudeza auditiva, mecanismos neuromotores sin defectos, y desarrollo socioemocional adecuado) (Acosta, 2003). La definición más integradora del TEL, procede de la ASHA (American Speech- Language Hearing Association), que lo define como: ‘un trastorno del lenguaje en la normal adquisición, comprensión o expresión tanto hablada como escrita. El problema puede implicar a todos, uno o algunos de los componentes fonológico, morfológico, semántico, sintáctico o pragmático del sistema lingüístico. Los individuos con trastornos del lenguaje tienen frecuentemente problemas de procesamiento del lenguaje o de abstracción de la información significativa para almacenamiento y recuperación por la memoria a corto o a largo plazo’. Actualmente se estima que afecta alrededor de un 5 a 7.4% de la población infantil y es más común en hombres que en mujeres, a razón de 2.8 a 1 (Jurado, 2004; Arboleda-Ramírez et al, 2007). A la fecha la etiología no se ha definido, aunque los estudios muestran la importancia de los factores genéticos; sin embargo existen casos en los que no hay antecedentes familiares. Los déficits significativos en el desarrollo del lenguaje conllevan a un elevado porcentaje de trastornos en la lectoescritura además de una limitación en el desarrollo del pensamiento formal y del coeficiente intelectual verbal. Aunque el trastorno se refiere a alteraciones de tipo lingüístico, éstas pueden acompañarse por alteraciones de otro tipo como son: en la discriminación derecha-izquierda, trastornos oculomotores, en las habilidades motoras (torpeza motora fina y gruesa; y dificultades construccionales), la memoria de trabajo (MT), e inclusive en comorbilidad con el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) (Jurado, 2004; Arboleda-Ramírez et al., 2007). Es a partir de la segunda mitad del s. XX que se han ido proponiendo una serie de tipologías para clasificar a la población heterogénea de niños que presentan un cuadro de TEL. Esta tipologías se ha efectuado con diversos criterios; algunas de ellas se han desarrollado con base en observaciones clínicas, mientras que otras se han apoyado en datos empíricos o en criterios experimentales. Finalmente se han establecido otras taxonomías con el objetivo de validar experimentalmente los datos derivados de observaciones y de agrupaciones clínicas. Los niños con trastorno específico del lenguaje (TEL) tienen dificultades en alguna o todas las dimensiones del lenguaje tales como la fonología, léxico y semántica relacional, sintaxis, morfología y pragmática, por lo que no se trata de un trastorno homogéneo, sino que existen muchos subtipos de TEL. Los criterios que se han seguido para la identificación de los niños con TEL, han sido principalmente los criterios de exclusión, de especificidad, de discrepancia, y de desarrollo. Un niño presentaría un TEL si el trastorno no se puede atribuir a ninguna causa obvia, si sólo afecta a alguna o algunas habilidades lingüísticas, si sus ejecuciones en tareas relativas al lenguaje son significativamente peores que las que se refieren a otra habilidades (principalmente de tipo cognoscitivo) y si los problemas lingüísticos perduran en el tiempo, aunque cambien de alguna forma sus manifestaciones. 6.1 Clasificación de los TEL. La variedad de problemas de lenguaje que los niños pueden desarrollar es muy amplia, tal como han mostrado los trabajos de clasificación y establecimiento de los subtipos de TEL siguiendo distintas orientaciones. En busca de una clasificación se han observado lo siguiente: se han descrito alteraciones tanto en el lenguaje expresivo como receptivo; asincronías en el desarrollo de los distintos componentes, coexistiendo habilidades lingüísticas propias de su edad con la ausencia o formulación errónea de otras mas simples; asimismo, la comparación entre sujetos con el trastorno ofrece perfiles lingüísticos poco uniformes. También, se ha mencionado que el componente morfosintáctico parece ser uno de los más alterados, sobretodo cuando se analiza el uso de reglas en situaciones de interacción espontánea, tales como conversación acerca de un tema, narración de una historia o hechos ocurridos, explicación de sucesos, etc. Por otra parte, presentan patrones de errores que no corresponden con los usuales en los procesos de adquisición (Acosta, 2003). Tradicionalmente se ha distinguido entre niños con trastornos del lenguaje expresivo y niños con trastorno del lenguaje receptivo; pero se ha comprobado que algunos niños con TEL a pesar de tener de manera predominante alteraciones del lenguaje expresivotambién presentan problemas de comprensión aunque de manera leve (Muñoz-López & Carballo-García, 2005). La clasificación más clásica de los TEL procede de los trabajos de Rapin & Allen (1983) (Castaño, 2002; Fresneda & Mendoza, 2005; Hernández-Carrión & Maldonado-Castro, 2005; Mulas et al, 2006), la cual se basa en la clasificación en 3 categorías principales de trastornos del lenguaje: • Trastornos mixtos receptivo-expresivos. Aquí se incluyen la agnosia auditiva verbal (problemas de procesamiento auditivo central) y los déficits fonológico-sintácticos. En ambos casos el trastorno afecta tanto a la comprensión como a la expresión del lenguaje. o Agnosia Verbal Auditiva. Afectación masiva del lenguaje desde el nivel más básico de reconocimiento de los diferenciadores fonéticos. Baja comprensión verbal, comprenden palabras sueltas con apoyo de lectura labial – sordera para el lenguaje-. Escaso lenguaje oral, pero adecuado. Los niños con este problema no comprenden el lenguaje, aunque si gestos simbólicos, y si su edad y madurez lo permiten, pueden aprender rudimentos de lectura. Este tipo de trastorno es poco frecuente. o Trastorno o Déficit fonológico-sintáctico. Dificultades de comprensión cuando el enunciado incluye estructuras sintácticas complejas, es largo o se presenta descontextualizado. Fonología expresiva alterada con errores fonológicos. Discurso hipofluente e hipogramatical. Vocabulario expresivo reducido. • Trastornos expresivos. Incluyen la dispraxia verbal, que conlleva problemas de fluidez y dificultades motoras del habla, lo que hace que los aspectos organizativos del habla estén particularmente afectados; y los trastornos de programación fonológica, que afectan principalmente la inteligibilidad del habla. o Trastorno fonológico. Presentan un habla sin problemas importantes de fluidez, pero caracterizada por la imprecisión articulatoria y por los cambiantes defectos de pronunciación. Pueden producir fonemas y sílabas aisladamente, pero se omiten o desestructuran al utilizarlos en el contexto de la palabra o frase. El nivel de vocabulario expresivo es aceptable con errores en la pronunciación. Mejoría articulatoria en tareas de repetición. o Trastorno Pragmático. No se aprecian problemas en los aspectos formales del lenguaje (fonología y morfosintaxis), ni en las referencias semánticas de las emisiones verbales. Déficit específico en la adaptación del lenguaje al contexto y al interlocutor. • Trastornos de procesamiento de orden superior. Incluye los déficits léxico-sintácticos, caracterizados principalmente por problemas para encontrar palabras; y los déficits semántico-pragmáticos, que limitan principalmente las destrezas conversacionales. o Trastorno léxico-sintáctico. Nivel pobre de comprensión de vocabulario. Limitada comprensión de enunciados -no deducen el significado de palabras nuevas a partir de las características sintácticas de la frase-. El déficit principal es la evocación lexical - problemas para encontrar la palabra correcta: anomias, pobreza terminológica, circunloquios y autocorrecciones frecuentes-. La sintaxis ha sido descrita como inmadura para la edad, aunque las habilidades fonológicas y articulatorias se encuentran dentro de la normalidad. o Trastorno semántico-pragmático. Además del trastorno pragmático existe un déficit en el uso cognoscitivo del lenguaje. La comprensión tiende a ser literal o puede limitarse a frases sencillas y concretas. La expresión verbal es fluida con frases sintácticamente correctas. Suelen utilizar frases sin conocer bien el significado. No responden adecuadamente a las preguntas o lo hacen basándose en alguna palabra que hayan comprendido, sin tener en cuenta el mensaje en su conjunto. Pueden presentar lenguaje ecolálico y perseveraciones. Mulas et al (2006), proponen otra clasificación que se basa en el área deficitaria: a) Trastornos del Input (o de entrada). Agrupa todos los trastornos relacionados con el déficit en la percepción del estímulo y la decodificación posterior. Se caracterizan por una pobre comprensión y una expresión no siempre con alteraciones. b) Trastornos del Performance (o desarrollo). Agrupa los trastornos con alteraciones en el procesamiento asociativo del estímulo decodificado, otros estímulos acompañantes y la relación con los bancos de memoria inmediata, mediata y remota, a fin de ejecutar posteriormente una respuesta adecuada. Tanto la expresión como la comprensión suelen estar alterados. c) Trastornos del Output (o salida). La alteración en este grupo radica en las estructuras encargadas de la ejecución del lenguaje, tanto en las áreas corticales responsables como en los órganos periféricos involucrados. La comprensión suele estar conservada, pero existen déficits expresivos. 6.2 Alteraciones cognoscitivas asociadas en los TEL. Se ha planteado que los niños con este trastorno pueden presentar limitaciones en la capacidad cognoscitiva general o en habilidades cognoscitivas específicas (p.e. el procesamiento temporal, la planeación y la formulación de estrategias), pese a contar con un CI no verbal normal. Ésto, ha llevado a la formulación de varias hipótesis, una de las cuales considera que la causa principal es una alteración o deficiencia cognoscitiva en el procesamiento no lingüístico general, que afectaría al lenguaje y a las demás funciones cognoscitivas. Esta hipótesis se basa en que los problemas presentados por los niños son bastante generales en su naturaleza, como la lentitud en la velocidad de procesamiento o las limitaciones en ciertas capacidades para procesar la información (Arboleda-Ramírez et al, 2007). De manera específica, se han observado problemas en tareas cognoscitivas como la recuperación de palabras en tareas simultáneas y la discriminación fonológica. Asimismo, se reportan deficiencias en el desempeño en tareas de memoria de corto plazo (MCP) visoespacial (precisión relacionada con el recuerdo de patrones; así como un volumen inicial de almacenamiento –span- más pequeño). También se han descrito problemas en tareas de repetición de pseudopalabras, particularmente cuando están formadas por varias sílabas, que aparentemente se relacionan con problemas de almacenamiento en la MCP. Algunos autores consideran que el lenguaje de estos niños está selectivamente afectado debido a deterioro en un módulo especializado en el aprendizaje del lenguaje. Las investigaciones en este sentido se centran en el contenido lingüístico del output del lenguaje de dichos niños. Se basan en que las deficiencias en la estructura gramatical se deben a defectos o fallos en los programas innatos implicados en el inicio y desarrollo del lenguaje. Otras investigaciones se basan en teorías que atribuyen los problemas del lenguaje a un déficit en uno o más procesos relacionados con el desarrollo normal del lenguaje, como sería el procesamiento auditivo o la memoria fonológica; propiciando así formas gramaticales menos salientes y fonéticamente débiles. Diversas investigaciones han mostrado que además de las alteraciones en el lenguaje, los niños con TEL presentan alteraciones en otras tareas relacionadas con el procesamiento cognoscitivo tales como el juego simbólico, el reconocimiento táctil y el procesamiento temporal de señales auditivas y visuales (son más lentos y tienen problemas en tareas de discriminación visual) (Muñoz-López y Carballo-García, 2005). Por otro lado se han observado alteraciones en la memoria verbal a corto plazo además de alteraciones en la gramática y el vocabulario (la primera está más afectada que la segunda). Dichas dificultades se manifiestan durante los años preescolares y en los diferentes contextos conversacionales; al crecer, se manifiestan dificultades en la comprensión y en la producción de estructuras literales en el lenguaje oral y escrito, provocando problemas en el aprendizaje de la lectoescrituray aumentando el riesgo del fracaso escolar. De manera más específica dentro de la lingüística, se han descrito alteraciones en la fonología, la gramática y el léxico. Su rendimiento en pruebas psicométricas suele mostrar discrepancia significativa entre el CI verbal y el CI ejecutivo, en detrimento del primero. Así mismo se han observado problemas de coordinación motora (Narbona, en prensa). 7. Alteraciones en el lenguaje a consecuencia de lesiones: Las Afasias. La afasia es consecuencia de una ruptura en el procesamiento cerebral del lenguaje cuyo el origen es una lesión orgánica, que puede ser de distintas etiologías (vascular, neoplásica, traumática, degenerativa, epileptogénica, etc.). El factor determinante de los síntomas en la afasia no es la etiología de la lesión cerebral, sino su topografía; es decir, no existen diferencias entre una afasia tumoral y una vascular por su semiología sino por sus aspectos clínicos. La localización neuroanatómica de la lesión, y su impacto sobre las redes neuronales que procesan el lenguaje en sus diferentes niveles constituirá el factor crucial en la determinación de las características de la sintomatología afásica (Ardila, 2006). Los síntomas de la afasia, es decir, la capacidad para elaborar, emitir y/o comprender el lenguaje por el cerebro lesionado, se manifiestan en todas las modalidades del lenguaje (oral, escrito y gestual). Los principales síntomas afásicos en la expresión y en la comprensión del lenguaje se pueden clasificar en 3 grandes grupos (Pascual-Millán y Fernández): - Por reducción del lenguaje. Se pueden presentar a nivel articulatorio, nivel fonológico, lexical, sintáctico, semántico o pragmático. Entre los síntomas por reducción del lenguaje en la expresión encontramos: supresión, hipofluencia, estereotipias, anomias, agramatismo; entre los síntomas en la comprensión del lenguaje encontramos p.e. en la afasia de Broca, que se afecta de forma selectiva la comprensión de órdenes sintácticas complejas pero se mantiene la designación (reconocimiento de palabras) y las órdenes simples. - Por deformación del lenguaje. Se observan en la expresión, p.e. a nivel oral, parafasias, paragramatismos, jergafasias; y a nivel escrito, encontramos paragrafias y paralexias. - Por alteración de la comprensión del lenguaje. Hay que diferenciar entre los síntomas a nivel de la entrada auditiva, del procesamiento fonológico, de la comprensión de las palabras (nivel lexical), de la comprensión de las estructuras sintácticas y gramaticales, y de la comprensión a nivel semántico. 7.1 Tipos de Afasia (Clasificación). Desde los tiempos de Wernicke, se ha buscado clasificar los diferentes tipos de afasia, pero es muy poco común encontrar un tipo puro, lo común es encontrar trastornos afásicos mixtos. Dado que se necesita un análisis cuidadoso de las clasificaciones de los síndromes afásicos, en la actualidad se ha tendido a utilizar dicotomías (ver tabla 2). La más frecuente es la dicotomía “expresivo-receptivo” utilizada por Weisenbur y McBride (1935). Otra dicotomía es la que hace referencia a trastornos de tipo motor y tipo sensorial, propuesta inicialmente por Wernicke. “Las regiones posteriores de la corteza se relacionan con el procesamiento sensorial y las regiones anteriores desempeñan un papel motor; esto hace que la dicotomía asocie el lenguaje con una localización anatómica básica”, aunque dicha dicotomía desconoce muchas de las características propias de los diferentes tipos de afasias (Ardila, 2006). Benson (1967) utiliza la dicotomía fluida-no fluida acuñado por Wernicke en 1874 (constituye el primer criterio de clasificación sindrómica), mientras que Goodglass & Kaplan (1972) proponen anterior-posterior. Por su parte Jakobson (1964) propone una dicotomía puramente lingüística que distingue entre trastornos paradigmáticos y sintagmáticos del lenguaje, la cual será tomada por Luria para su clasificación de las afasias (Pascual-Millán & Fernández s/f; Ardila, 2006). Tabla 2. Principales dicotomías señaladas en la literatura. Expresiva Receptiva Motora Sensorial Anterior Posterior No Fluida Fluida Trastorno Sintagmático Trastorno Paradigmático Trastorno en la Codificación Trastorno en la Decodificación Tipo Broca Tipo Wernicke Tomado de Ardila (2006). . Existen más de 20 clasificaciones de las afasias; los avances de las técnicas de imagen han permitido el establecimiento de correlaciones clínico- anatómicas en los diferentes tipos de afasias y han dado lugar a la aparición de un creciente número de subtipos dentro de cada síndrome afásico. Las clasificaciones más aceptadas en la actualidad son la propuesta por Luria, que parte de un análisis del nivel del lenguaje alterado en una forma particular de afasia; y la propuesta por el Grupo de Boston, que utiliza y desarrolla las ideas de Wernicke (sus distinciones entre afasias fluidas y no fluidas, así como entre afasias corticales, subcorticales y transcorticales) (ver tabla 3) Tabla 3. Principales clasificaciones de los síndromes afásicos. Luria 1966 Benson & Geschwind 1971 Hécaen & Albert 1978 Kertesz 1979 Benson 1979 Lecours et al. 1983 Motora eferente Broca Agramatismo Broca Broca Broca Sensorial Wernicke Sensorial Wernicke Wernicke Wernicke tipo I Motora aferente Conducción Conducción Conducción Conducción Conducción Dinámica Transcortical motora Transcortical motora Transcortical motora Transcortical motora Espontaneidad --------- Transcortical sensorial Transcortical sensorial Transcortical sensorial Transcortical sensorial Wernicke tipo II --------- Aislamiento área del lenguaje Aislamiento Transcortical mixta ------------- --------------- Semántica Amnésica Anómica Amnésica Anómica Anómica Amnésica ----------- Global ------------- Global Global ---------------- ----------- Afemia Motora pura --------------- Afemia Anartria pura Tomado de Ardila (2006). El grupo de Boston (Albert et al., Benson, Geschwind, Goodglass & Kaplan) distingue 3 tipos básicos de afasias corticales: a) afasia de Broca, b) afasia de Wernicke, c) afasia de Conducción (para explicar las dificultades en el lenguaje repetitivo, basándose en una supuesta desconexión entre las áreas motoras y sensoriales del lenguaje), e incluyen las afasias transcorticales (o afasias de las áreas limítrofes del lenguaje). Por su parte, Luria (1976, 1977, 1980) propuso distinguir 6 ó 7 tipos de trastornos afásicos. Hasta los años 60’s distinguió claramente 6 tipos: motora eferente o cinética, motora aferente o cinestésica, acústico-agnósica, acústico- amnésica, semántica y dinámica, y señaló la posible existencia de un séptimo tipo, la amnésica, aunque Luria no estaba seguro de si trataba en realidad de un síndrome afásico o era parte de la afasia semántica y/o acústico-amnésica. A partir de 1980, la describe como un cuadro afásico independiente. De acuerdo con Luria, cada uno de los nombres de los tipos de afasia se basan en el nivel del lenguaje que se encuentra alterado (Ardila, 2006): • Afasia acústico-agnósica Discriminación fonémica • Afasia acústico-amnésica Memoria léxica • Afasia amnésica Selección léxica • Afasia semántica Comprensión de las relaciones entre palabras • Afasia motora aferente Actividad cinestésica • Afasia motora eferente Realización de movimientos requeridos para el habla y la secuencia de los elementos • Afasia dinámica Iniciativa verbal Luria interpretó el lenguaje como un ‘sistema funcional’ desarrollando amplias correlaciones clínico-anatómicas. Es el precursor del procedimiento de superposición de lesiones para hallar áreas críticas del cerebro responsables de un tipo particular de trastorno afásico (Ardila, 2006). 8. Conclusiones. El lenguaje ha recibido mucha atención por parte de diferentes tipos deinvestigadores y por diversas disciplinas. Se han realizado estudios desde la antropología, la paleoantropología, la lingüística, la psicología, y en época más reciente la neuropsicología. A lo largo de los años, desde cada perspectiva se han originado diferentes modelos explicativos tanto de su desarrollo como de su origen. El estudio de lenguaje adquiere su importancia debido a las implicaciones que éste tiene para la comunicación y convivencia entre seres humanos. Permite la transmisión de ideas, pensamientos, y conocimientos, no solo en el momento presente, sino también a lo largo de la historia, de generación en generación. Sin embargo, el estudio del lenguaje ha sufrido diferentes cambios a lo largo de la historia. En sus comienzos (con Broca y Wernicke), las investigaciones realizadas en torno a los problemas que presentaban los pacientes, posteriores a haber presentado algún tipo de lesión a nivel cerebral, dieron lugar a la aparición del término afasia y a su primera clasificación. Sin embargo, estas investigaciones dieron pauta a nuevas, en las cuales la clasificación preexistente era insuficiente, por lo cual, se comenzó la búsqueda de formas novedosas de categorización, que fueron incluyendo nuevos subtipos. Aún así, las explicaciones que surgieron a partir de estos estudios no eran suficientes para poder dar comprender lo que sucedía en el caso de los niños con problemas para desarrollar el lenguaje. Es en este momento cuando se comienza a perfilar un nuevo término comenzando con el de afasia evolutiva, pasando por el de disfasia y llegando finalmente al utilizado en la actualidad: trastorno específico del lenguaje. Los estudios de los diferentes trastornos del lenguaje, tanto del desarrollo como adquiridos, y sus correlaciones con otros más, han dado pauta a plantear nuevas teorías e hipótesis. En la época actual, en las investigaciones sobre el lenguaje, se emplean diferentes técnicas de imagen, lo cual ha permitido una mejor comprensión de los diferentes procesos cerebrales que involucran la generación de una palabra hablada y el lenguaje expresivo; asimismo, se han realizado estudios que buscan el análisis del procesamiento cerebral involucrado en la comprensión (lenguaje impresivo) tanto oral como escrita. Dichas investigaciones abordan el tema tomando como base diferentes enfoques teóricos, sin embargo aún quedan muchas preguntas por resolver. Referencias - Ardila, A. (2006): “Las Afasias”, Department of Communication Science and Disorders, Florida International University, EEUU. - Almagro-Cardenete, Y. (2002): “Estudio del componente léxico y morfosintáctico en pacientes afásicos bilingües del catalán y del castellano”, Tesis Doctoral en Zarza, España. - Acosta, V.M. (2003). Trastorno específico del lenguaje. En M. Puyuelo, J.A. 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