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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES “REDUCCIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO: MANTAS, TAPADOS, BLOQUEOS Y OTRAS REPRESENTACIONES DEL NARCOTRÁFICO EN LA AGENDA DE LA REVISTA PROCESO (2004-2010)” TESIS QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE LIC. EN CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN PRESENTA YURIRIA RODRÍGUEZ CASTRO TUTOR DR. FERNANDO ESCALANTE GONZALBO UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. Esta tesis está dedicada a Mirsa, como símbolo de todo lo que nos une. A mis padres, hermana y recién llegado sobrino, con amor. A la tía Irene y a mi madre, por ser mujeres que se salen del canon. A Ariel Dorfman, porque sobra escribir todo lo que él ha escrito. A Carlos Monsiváis y Miguel Ángel Granados Chapa, por haber mantenido vivo el espíritu del semanario Proceso. A la memoria de Laura y Dolores Urbina. Agradecimientos A Fernando Escalante y Luis Astorga, investigadores excepcionales en México, que han puesto el ejemplo de cómo se pueden abordar los temas de seguridad. A todos mis maestros; en especial a Felipe Chao, Arturo Guillemaud Rodríguez, Leo Rodríguez, Othón Camacho, Evelyn Norma Castro y Viviana Cristal Mondragón. A Marisol Menéndez, porque aquí estoy, tal como me lo dijo. A Aracely Ochoa, por su apoyo. A Paula Chávez. A todos mis H:. por enseñarme que no se trabaja inútilmente; nuestra obra está con el G:. A:. D:. U:. A los universitarios y a mi querida Alma Mater (UNAM). Índice INTRODUCCIÓN………………………………………………………………………………………………………….5 HIPÓTESIS………………………………………………………………………………...............................................8 1. PROCESO, EL ESPACIO PÚBLICO DE LA DEMOCRATIZACIÓN……………………………………………...9 1.1. La “justa población” en el espacio público………………………………………………………………….…....11 1.2. Geopolítica del espacio público en el tema “narcotráfico”...…………………..............................................12 1.3. Daniel Pearl y el cuerpo invadido como espacio público……………………………………………………….14 1.4. Definición de espacio público…………………………………………………..................................................16 2. LA TRANSFORMACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO Y LA COMUNICACIÓN POLÍTICA EN LA NUEVA ERA DEL SEMANARIO PROCESO………………………………………………………………………………………….18 2.2. Proceso, del antagonismo a la creciente cobertura del narcotráfico…………………………………….........20 2.3. Un “nuevo orden público” desde los medios de comunicación………………………………………………..25 2.4. México sin contexto y sin más geografía que el narcotráfico…………………………………………………...26 2.5. Análisis cuantitativo de la cobertura del “narcotráfico” en el semanario Proceso (2004-2010)…………….32 2.5. El “narcotráfico” en Proceso portada por portada (2004-2010)…………………………………………………36 3. HACIA EL INTERIOR DE PROCESO: SUS CONTENIDOS, ESPACIO NARCOTIZADO…………………………………………………………………………………………………………...48 3.1. “Asesinatos” relacionados con el “narco”, en las portadas de Proceso……………………………………….54 3.2. Proceso 2008, 2009 y 2010 en sus páginas narcotizadas……………………………………………………..55 3.3. Registro hemerográfico del semanario Proceso (2008-2010)……………………………………………….....69 3.4. Proceso y la contagiada fiebre por los mapas…………………………………………………………………..227 3.5. Metodología del análisis cualitativo de la cobertura del “narcotráfico” en el semanario Proceso (2008-2010)………………………………………………………………………………..232 5. ANÁLISIS CUALITATIVO DEL SEMANARIO PROCESO EN SU COBERTURA DEL NARCOTRÁFICO (2008-2010)…...................................................................................................................................................239 6. CONCLUSIÓN Y REFLEXIONES FINALES……………………………………………………………………...290 7. BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………………………………………….296 8. HEMEROGRAFÍA……………………………………………………………………………………………………298 9. FILMOGRAFÍA……………………………………………………………………………………………………….301 5 INTRODUCCIÓN El siglo XXI y la transformación del espacio público desde los medios de comunicación. Si el siglo XX es, según Lenin, el siglo de las guerras y las revoluciones, con esta investigación se demuestra que el siglo XXI podría convertirse en el siglo de la violencia mediática. La trasmisión en vivo por televisión de la guerra del Golfo Pérsico en 1990 y después, el ataque a las torres gemelas del 11 de septiembre de 2001, fueron un hito en la historia que transformó el espacio público y el concepto que de éste se había tenido. A nivel mundial se priorizaron temas como el terrorismo y la inseguridad, pero el cambio más relevante, aunque menos observado y poco estudiado, se dio en los medios de comunicación, quienes en pleno siglo XXI han ocupado el espacio público y privado. Este ámbito de comunicación política1 es donde una sociedad elabora el lenguaje en que se discuten los problemas colectivos. Es en el espacio público en donde se crean y se recrean las imágenes con las que una sociedad se explica el mundo, es en éste donde se desarrolla la conversación colectiva. Es por eso un fenómeno complejo, porque tiene que representar muchas cosas dentro de un sistema de comunicación, en el que los medios son un factor decisivo para la configuración del espacio público, para decidir los temas y el lenguaje de la conversación pública. La sociedad y la política por años habían determinado el espacio público, por lo cual, si éstas cambiaban, también lo hacía el espacio público. Sin embargo, éste no está determinado hoy ni por la sociedad ni por la política, sino que se encuentra disociado, descontextualizado y fuera de ambas esferas. El tema del narcotráfico ha desplazado las necesidades sociales del debate público, ha eliminado el contexto que cada región del país tiene. Los medios de comunicación detentan el espacio público, valiéndose del tema “narcotráfico” para desplazar a la sociedad y a la política, y ya que lo público es social y político, sus actores están siendo eliminados de dicho ámbito, a través de un proceso de mediatización narcótica. 1 Wolton, D. (1998) señala que es el “punto de enfrentamiento de los discursos referentes a la política y cuyo reto es el dominio de la interpretación política de la situación (…) la nutren los problemas políticos del momento, pero se concluye de manera regular mediante elecciones, que en el sistema político democrático cierran un espacio de comunicación política y abren otro.” (p. 31). 6 La división entre espacio público y privado se gestó en torno al Estado soberano, quien se hace necesario al brindar protección social, para a su vez, infundir temor ante la pérdida de espacio privado, es decir, de la “inseguridad”. El régimen presidencialista controlaba y administraba los espacios, delimitándolos. Sin embargo hoy, este estudio demuestra cómo bajo el modelo democrático mexicano, los medios han contribuido a que los procesos electorales ya no sean concluyentes en el cierre y apertura del espacio de comunicación política, dándole continuidad durante los dos sexenios del PartidoAcción Nacional, a través de una sola interpretación: el narcotráfico. Medios de comunicación: un espacio público más allá del espacio físico En esta investigación no se aborda el tema de la espacialidad física en el que la sociedad se desarrolla y cohabita como único espacio público que se ha reducido. Más bien, se refiere al espacio comunicacional, que es quizá el más valioso en términos de democracia y también el menos estudiado. A lo largo de la historia, la teoría de la comunicación ha estudiado el fenómeno mediático como algo que responde a un contexto social. Sin embargo, ningún estudio ha abordado a los medios de comunicación como principales generadores de dicho contexto social. Este es un primer estudio de aproximación para abordar el tema de los medios de comunicación, ya no como mediadores del contexto social, sino como productores del mismo. En pleno siglo XXI, el espacio público no es solamente un lugar material desde su concepto arquitectónico, no sólo facilita el transporte y la convivencia en las calles, plazas, centros educativos, comerciales, oficinas, etc. En este siglo mediático que apenas comienza, el espacio público es cada vez más lo que se comparte en términos de opinión pública, de debate público, de espacios comunicativos diversos. Es ahora, en el auge de los medios de comunicación, que adquieren un nuevo carácter, una fuerza y libertades únicas, una especie de autogobierno, de emancipación, de autosuficiencia que los ha hecho cambiar para siempre. Es por eso, que este estudio se interesa en abordar el tema del espacio público transformado por los medios de comunicación a través de temas como el narcotráfico. El tema del narcotráfico permitirá demostrar cómo los medios de comunicación hoy poseen nuevas capacidades para reducir o ampliar el espacio público, transformándose ellos mismos y a la sociedad entera, dando paso a una nueva era que ya no tiene regreso. 7 Definiremos al concepto espacio público, como el lugar en el que se debaten los temas sociales, en cuya extensión prevalece la comunicación política como medio entre los actores participantes. Para dar lugar al lenguaje se necesita un espacio ─cuando menos virtual y abstracto─ en el que se formen representaciones y palabras. Existe una relación donde a menor espacio, menos lenguaje. Si el espacio público en el que se suscita la comunicación política se reduce, el lenguaje se contrae, se comprime y sintetiza. Sobredosis mediática: el tema “narcotráfico” en el semanario Proceso El semanario Proceso tuvo durante muchos años una línea editorial distinta al resto de los medios. Era una publicación de “izquierda”, pero sobre todo una publicación comprometida con el periodismo de investigación. Por eso fue relevante en la transición política del último cuarto de siglo. En Proceso aparecían temas silenciados en otros medios, había investigación, reportajes, denuncia, es decir, había una complejidad de temas que no se encontraba en otros lugares. Una vez iniciado el siglo XXI, el semanario en cuestión, ha dado un giro rotundo que se ha venido gestando con anterioridad: el tema del narcotráfico ocupa una buena parte de sus contenidos y la frecuencia con que lo hace se mantiene de forma ascendente, con una tendencia que podría convertirlo en una publicación especializada en el tema en los próximos años, si no es que ya lo es. Esta tesis, se propone estudiar y documentar esa evolución de la revista Proceso, como indicador de un cambio que también se ha producido en el resto de los medios. Por su puesto, un análisis cuantitativo no es suficiente, pero se considera que sí es indispensable para documentar ─fuera de toda duda ─ su evolución. Nos llama la atención como Proceso da un tratamiento de equivalentes a fenómenos sociales que tendrían que ser claramente distinguibles en el espacio editorial y en el espacio público, sin embargo, para el semanario es lo mismo hablar de narcotráfico, crimen organizado, violencia e inseguridad. El espectro estudiado en portadas va del año 2004 al 2011, y algunos casos que se abordaron de manera exclusivamente comparativa, correspondientes al primer trimestre de 2011. En cuanto al análisis de interiores, este abarcó de 2008 a 2010 como los más representativos del universo en la investigación del semanario Proceso, en cuyo caso se realizará un análisis cuantitativo y cualitativo. 8 Hipótesis El semanario Proceso ha sido un actor y gestor de la transformación del espacio público, valiéndose de una creciente presencia mediática del tema “narcotráfico” como principal eje en la comunicación política en sus portadas y contenidos. Proceso ha generado una percepción (Imagen país) de un México dominado de punta a punta por el “narco”. Proceso muestra un mapa nacional como imagen de fondo del “narco”, no como contexto del fenómeno narcotráfico. Desde el constructo mediático de Proceso, sólo existen dos clases: los “narcos” y los “militares”. La ciudadanía prácticamente ha desaparecido de las páginas de la revista. Esto se presenta en el semanario a través de la Imagen de apropiación de carácter épico, que más adelante se explicará. Para este semanario, en México solo existe la “guerra contra el narcotráfico”. Proceso presenta a los “narcos” como mejor preparados que el Estado para enfrentar la “guerra”, es por eso que para esta revista “narco” es el equivalente a “crimen organizado”. Proceso predispone a la opinión pública, con la apropiación del fenómeno narcotráfico. Ejemplos: “La guerra de Calderón”, “El imperio del Chapo”, etc. Proceso es un ejemplo de cómo los medios, más allá de su agenda, no sólo pueden determinar el tema central en la opinión pública, sino que además transforman el modo en que se comunican los actores y contribuyen a la reducción de la comunicación política hasta prácticamente desaparecer lo social y sus contextos. Proceso le ha dado continuidad al tema “narcotráfico” durante los dos primeros gobiernos de transición, y más allá de las elecciones como contexto o “sombra” de los comicios. 9 CAPÍTULO I Proceso, el espacio público de la democratización El semanario Proceso es el reflejo social mexicano de un espacio público que se queda sin aire, es decir, sin debate. Antes, cada uno de sus actores (los periodistas de Proceso) eran distinguidos miembros de los círculos intelectuales e izquierdistas del país, incluso militantes en activo. Actualmente, sus actores políticos, son principalmente periodistas de regiones donde se le puede dar seguimiento al narcotráfico, tal es el caso de Ricardo Ravelo, nacido en Veracruz, especializado corresponsal del tema policiaco; otro ejemplo de esto, es la frecuencia con que Proceso cita al semanario Zeta, revista fronteriza, narcotizada en sus contenidos. Por otra parte, Proceso está influyendo en provecho de una recomposición social que llevará a un nuevo orden público, en donde lo colectivo será cada vez menos determinante y las obsesiones de las minorías serán las que prevalezcan; entre estas obsesiones se encuentran temas como la “seguridad” y el “narcotráfico”. ¿A qué públicos se dirigen los periodistas de Proceso?, ¿a los que están interesados en historias de sangre y acción?, ¿a una sociedad fragmentada que necesita identificarse con nuevos referentes? En este caso, Ravelo (2006, portada) ha descifrado el modo de hacerse de un público a través del “mapa del narcotráfico” retratado en sus libros, como concepción de un espacio público que ha reproducido de su “escuela” (Ravelo, 2006, dedicatoria) Proceso. Javier Sicilia, columnista y vocero de Proceso. A la cabezade la campaña “No + sangre”. El grupo de periodistas que fundó el semanario Proceso era extenso y heterogéneo, e incluía nombres como los de Vicente Leñero, Miguel Ángel Granados Chapa y Julio Scherer a la cabeza del proyecto. En los años 70, cuando la gran fundación del semanario Proceso, producto del sisma generado por la caída de Excélsior, el grupo de periodistas que dieron origen a esta publicación conformaba un bloque representativo que tenían en común el sentido de responsabilidad periodística, el conocimiento del oficio y una 10 voluntad de crítica, denuncia y debate público. La evolución de los años recientes ─como demostramos en las páginas que siguen─ ha cambiado totalmente a la revista. La atención de ésta se ha reducido, y la calidad de sus contenidos se ha resentido seriamente por la dependencia de fuentes anónimas y de información inverificable. Hoy, en el semanario Proceso, sus actores no representan a un sector amplio de la sociedad, casos como el de Ricardo Ravelo, Rafael Rodríguez Castañeda y Javier Sicilia se han identificado con sectores cada vez más minoritarios dentro del colectivo social, llevando a los propios Vicente Leñero, Miguel Ángel Granados Chapa y a su fundador, Julio Scherer, a ocupar un lugar secundario en el rumbo de la revista. El semanario Proceso transformó el espacio público en México, priorizó al narcotráfico más allá del contexto del país y se especializó en el tema “narcotráfico”, apuntalándose como un semanario que se refiere en exclusiva a asuntos de seguridad y crimen organizado, que ya no está dispuesto a reflejar más a la sociedad en su conjunto. Cuando el semanario Proceso salió a la calle el 6 de noviembre de 1976, el equipo de periodistas que lo conformaban eran diaristas, acostumbrados a los ritmos del periódico y a su manera de ejercer el espacio público, sin embargo, el salto a un semanario implicó entrar de lleno en otro espacio público, irrumpiendo en la intimidad del lector. Se sabe que el diario caduca, dura lo que la información del día y nada más, mientras que el semanario tiene un formato entrometido que llega a marcar agenda e influye en la opinión pública. Proceso, en su primera etapa, gestionó un espacio público de diversidad democrática, en donde el lector era tratado como un ciudadano maduro, dispuesto a la reflexión. Si bien es cierto que desde sus orígenes Proceso surge de la reacción ante la figura de Estado de Luis Echeverría y el PRI, no hay que olvidar que prácticamente todos los medios de comunicación en México surgen o a la sombra del PRI o en respuesta a este régimen, por lo que de una u otra forma son dependientes a éste y el semanario de Scherer no sería la excepción, éste surge como una respuesta al mensaje del régimen priista. Por otra parte, fue Proceso el primero en buscarse un público propio, cuando se lanza al mercado valiéndose solo de sus lectores y no de la publicidad oficial (gubernamental), incluso los periodistas los periodistas fundadores hablaron de que en un inicio utilizaron papel comprado en el mercado negro, ya que la distribuidora de papel (PIPSA) también estaba bajo control del Estado. 11 Vicente Leñero, otro hombre de Proceso recientemente nombrado miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. La “justa población” en el espacio público Definiremos como justa población a “la máquina perfectamente gobernada, mantenida en el equilibrio cooperante de todas sus partes, no es sino una población capaz de autoproducirse como justa población” (Cavalletti, 2010, p. 86). Ahora bien, si ésta contiene a lo público, genera un espacio de opinión supeditado a cada uno de los actores participantes; cuando la comunicación política es desplazada por alguno de éstos, ya no cumple su función de amalgama y el espacio público se reduce al tema impuesto por el actor dominante. ¿En qué momento dejamos de ser una sociedad cuyo espacio público se ampliaba y diversificaba con ayuda de los medios de comunicación?, basta recordar que desde los años 60 hasta la década de los 90 en México y el mundo, los medios coadyuvaron a la transición democrática, al debate público. Ahora, los medios han reforzado la idea de la “justa población” (Genovesi citado en Cavalletti, 2010, p. 83), que presupone la existencia de una “no población”; una sociedad criminal que debe ser marginada, y en este caso exhibida mediáticamente. A partir de la Guerra Fría, amenazas más ambiguas e imprecisas como el “crimen organizado” y el “terrorismo” empiezan a ganar terreno en el discurso político y en la agenda del gobierno de los Estados Unidos, así como en el imaginario de la opinión internacional. Los medios de comunicación descubrieron a un público ávido de noticias sobre crimen y criminales; un público altamente influenciable, cuya credulidad no tenía límites. La percepción de inseguridad se convirtió entonces en un buen negocio mediático, que favorecía el discurso político de “mano dura”. Este discurso que fortalece de más a los medios hasta mostrarse autoritarios, lo hemos visto acentuarse en México en los años recientes, en los que el semanario Proceso ha tenido un papel relevante. 12 Lo cierto es que desde la Guerra del Golfo Pérsico en los años 90, comienza una transformación en la dinámica de los medios de comunicación dentro de una plataforma global. Dicha transformación se consolida el 11 de septiembre. Posteriormente, la transmisión y repetición mediática del asesinato ─ocurrido el 31 de enero de 2002─ del periodista judío Daniel Pearl, es otro factor detonante. Geopolítica del espacio público en el tema “narcotráfico” La propuesta de esta investigación en materia internacional, es que existe una geopolítica del espacio público ─cuya directriz es el tema “narcotráfico”─ ligada a los grandes acontecimientos globales y a la cobertura mediática de seguridad de las potencias mundiales. Los ataques terroristas del 11 de septiembre a las Torres Gemelas son un primer cambio en la comunicación política; nunca había sido tan evidente que la tecnología cubriese un acontecimiento de tal impacto y ello provocó una ruptura entre la distancia y los tiempos acostumbrados. Estados Unidos lleva años haciendo una larga cruzada mediática en contra y a favor de la marihuana e incide con ello en América Latina. Este debate abarca a la opinión pública y llena el espectro del espacio público. Los medios de comunicación norteamericanos convirtieron a la marihuana en el centro de atención y debate social que en gran parte desplazó otros temas como la guerra de Vietnam, hasta que los mismos medios regresaron a éste por la vía del fracaso bélico. En medio de un entorno marcado por la generación de jóvenes perdida por la falta de oportunidades de empleo y la decadencia social, la sociedad misma se desplomó en una respuesta a penas contra cultural a la obsesión moralista para la cultura americana que hasta la fecha sigue utilizando el discurso de la legalización de la marihuana de manera cíclica. Los medios de comunicación norteamericanos tienen mayor presencia, pero ello no significa un espacio público más diverso, ni que la comunicación política haya encontrado un equilibrio perfecto entre la democracia mediática y la social, por el contrario aparecen disociadas: la primera como algo alcanzado en términos pragmáticos y la segunda como algo utópico aún. La prohibición de la marihuana es una medida de control estatal relativamente nueva, que llega con el siglo XX. Los medios de comunicación norteamericanos encontraron en el tema de la “marihuana” una herramienta de reducción del espacio público, ya que detrás del discurso en contra de la cannabis está el hecho 13 de que se asocia a la llegada de los trabajadores migrantes mexicanos; lo cual también tieneque ver con una idea de regulación poblacional del espacio público. Entre las décadas de 1920 a 1930 en Estados Unidos, el tema de la marihuana se abrió paso en plena recesión económica y logró ocupar el centro de atención. Entre la sociedad americana se sembró mediáticamente una especie de terror- atracción a la cannabis con películas como Marihuana: Weed with Roots in Hell (Esper, 1935), también en esa década surge la que hoy es una película clásica en el tema Reefer Madness (J. Gasnier, 1936). Todo el espacio público se llenó de marihuana, fueron décadas enteras que culminaron en el nacimiento de la llamada “contracultura” que unificó la polarización social de una juventud en rebelión y una sociedad conservadora a través del catalizador de la hierba. Muy pronto el ambiente en Estados Unidos olía a cannabis, desde los grupos de rock hasta los escritores de la Beat Generation y toda la sociedad “decente americana”. No hay que olvidar a aquellos activistas anodinos como John Sinclair, cuya liberación no tendría mayor impacto en la vida pública de la sociedad americana, se trataba de no encarcelarlo por fumar libremente en su vida privada. El gobierno de Nixon fue el primero en inaugurar la era de los presidentes americanos que encabezarían guerras contra el narcotráfico, posteriormente esta guerra estadounidense cruzaría fronteras y llegaría a Colombia y a México, por mencionar algunos casos recientes en América Latina. Incluso los movimientos sociales norteamericanos que alcanzaron su clímax en los años 60: el hipismo, el feminismo y el movimiento homosexual giraron en torno al tema ─siempre controlado por los medios de comunicación─ de la legalización de la marihuana. A la fecha, este debate sigue ocupando el espacio público de manera cíclica en Norteamérica, lo mismo que la guerra antinarcóticos. Estados Unidos ha exportado su dinámica de espacio público gracias a temas morales como el uso y tráfico de drogas, que ha sido emblema de campañas y antídoto para enfriar lo que serían hervideros sociales de transiciones políticas. El propósito del Presidente Ronald Reagan en los años 80 era contener un proceso de transición, apoyándose en su esposa Nancy, con la campaña antidrogas ─más claramente dirigida a erradicar el consumo de la marihuana─ “Just say no”, al tiempo que Reagan le decía sí a un plan neoliberal que culminaría en una de las peores crisis del capitalismo norteamericano. 14 La entonces Primera Dama de los Estados Unidos, Nancy Reagan, en plena campaña contra las drogas. Daniel Pearl y el cuerpo invadido como espacio público El día que el fotógrafo Spencer Tunick vino a la Ciudad de México, mucho se habló de su presencia desde el punto de vista cultural, político, social y artístico, pero nadie pensó en él como un espacio íntimo-público recobrado: el cuerpo. El artista norteamericano más que generar un arte o una provocación estética, logra una ruptura regresiva al espacio primigenio, un espacio que está antes del grupo y de lo social: el cuerpo humano como espacio íntimo-público, lugar personal y único, pero también de tránsito y debate social. Sin duda, la cultura pasa por el cuerpo. Según Paul Yonnet, “la vestimenta autoriza la comunicación en el seno del grupo” (Yonnet, 1992, p. 233), lo que agrega nuestra investigación al respecto, es que el desnudo es una forma de comunicación ilegítima en la modernidad, pues el cuerpo “es visto como sujeto-objeto en varias dimensiones” (Rodríguez, 2008), como ocurrió con el degollamiento del periodista israelí Daniel Pearl, transmitido por los medios de comunicación. Si el desnudo tiene un código que ejerce una comunicación ilegítima, el que alguien sea degollado para y desde los medios de comunicación, inaugura una era global que pone al cuerpo como espacio público invadido, como un mensaje mediático, como objeto-medio “espectacular” para llegar a un fin. El periodista judío asesinado el 31 de enero de 2002 por un grupo relacionado con Al Qaeda, se convirtió por manos de sus segundos captores ─ los medios de comunicación─, en un mensaje televisivo a nivel mundial, que se repetiría cual video snaff a través de Internet sin dejar de llevar el membrete de “información”. Daniel Pearl, ante sus otros captores: los medios de comunicación. 15 Pearl fue el medio para los medios, a partir de hechos como este habría que redimensionar el concepto “terrorismo”, que se inserta como una nueva forma de comunicación política que no utiliza el debate como herramienta, sino su oportunidad mediática. En este asesinato una personalidad de los medios masivos es víctima de éstos; sus captores evidencian que el terror solo tiene sentido cuando los medios de comunicación completan el propósito de difundir las imágenes en las que con toda claridad se observa cómo le cortan la cabeza. Detengámonos a analizar lo ocurrido con el periodista Daniel Pearl. En un primer plano, la noticia era que Pearl había sido asesinado: eso es información. En un segundo plano, era noticia también que sus asesinos habían grabado un video y buscaban que se difundiera, lo cual también es información. Sin embargo, la difusión del video no añadía ningún contenido informativo extra, en estricto sentido no era noticia sino espectáculo, el espectáculo del horror, por eso trasmitía muchos otros mensajes. El video ─tal como lo esperaban sus asesinos─ convirtió al cuerpo masacrado del periodista judío en un medio para transmitir amenazas e inspirar miedo. Aquí ocurre también un salto en la comunicación política, una ocupación del espacio público por otros mensajes interpretativos a través de los cuales se pierde el contexto, cuyo mensaje tendría que ser preciso: se trata de un asunto entre regiones de índole geopolítico y de la relación entre Estados Unidos e Israel en medio del conflicto entre judíos y palestinos. Pero los medios hicieron pesar más los mensajes que se desprendían del contexto social y político que al propio contexto, pues reproducir las imágenes o los videos que difunden los asesinos de Daniel Pearl no cumple con una función informativa ni si quiera de los hechos, sino que cumple una función intimidatoria: sirve a los asesinos como propaganda amenazadora, que usa los cuerpos mutilados como medio para su mensaje. El video en que el periodista judío es degollado, tiene varias etapas que parecieran editadas, como si no correspondieran al mismo instante en que es asesinado. No hay que olvidar que el Consulado de Estados Unidos en Karachi recibió el video, para que luego la cadena televisiva CBS lo diera a conocer, incluso antes de que apareciera en Internet. A esta tesis no le corresponde saber quiénes fueron los asesinos físicos del reportero, eso ya se ha abordado en el libro ¿Quién mató a Daniel Pearl? (Lévy, 2003); nuestro interés radica en cuestionar las fuentes “anónimas” y si el material que recibió la cadena norteamericana fue editado para destacar el momento de su muerte. La selección de las imágenes también determinó el mensaje violento y, si la defensa de los medios es no censurar, ¿por qué no se presentó el material completo? En este ─como en otros casos─ hay un sesgo favorable a una violencia descontextualizada. 16 Tras el degollamiento de Pearl, para los medios de comunicación todo cambió: degollamientos en primer plano, el ahorcamiento en vivo de Sadam Hussein, cuerpos de colgados en puentes de entidades mexicanas, incluso toda una cobertura de Grupo Milenio, medio que tanto en sus impresos como en su canal de TV ha seguido el caso de tres sinaloenses condenados a la horca en Malasia por el delito de tráfico de estupefacientes. Todos los esfuerzos mediáticos dirigidos a una cobertura que busca la transmisión en vivo de una ejecución o ─en menorgrado de impacto─ un reality show de su exoneración. Grupo Milenio, pese a ser una empresa más grande en tamaño que el semanario Proceso, tiene una reacción espejo con el proyecto que una vez iniciara Julio Scherer, incluso ha adoptado un formato semejante al de Proceso y la cobertura mediática sobre el tema del narcotráfico y el crimen organizado dominan su agenda. Aún después de haber firmado el supuesto pacto con el gobierno federal, contenido en Iniciativa México, para “endulzar” la agenda informativa de la violencia, uno de los noticieros estelares de Milenio Noticias conducido por Carlos Zúñiga, en horario nocturno, fue bautizado en 2011 con el nombre de “México bajo fuego”, título de sección muy al estilo de Proceso. En México, medios como Proceso demuestran a través de las fotografías en portadas ─números especiales y en sus páginas en general─ que ya no solo es la geografía del país la que ha sido ocupada por el sujeto simbólico “narco”, sino que el cuerpo es también un espacio invadido por éste. Así lo demuestran las imágenes de sus ediciones (Tejada, 2009, p. 40-41), (Pérez, 2010, p. 13). También aparece Mario González, hermano de la ex procuradora de Chihuahua, Patricia González, en un video (Extraído de YouTube, 2010, portada) junto a sus captores, miembros de un grupo contrario al llamado Cartel de Juárez. Definición de espacio público La definición de espacio público está ligada a la idea de público, “el público es una especie de totalidad social” (Warner, 2008, p. 9), en cuanto a que el público es su propio espacio, es decir, el público determina el espacio, donde el Estado ha fungido como regulador del espacio público, o como diría Habermas, donde el Estado es “la administración pública” (Habermas, 2009, p.42). “Podría tratarse de la población organizada en cuanto que nación, ciudad, estado u otra comunidad”, señala el investigador Michael Warner (2008, p.9) respecto al tema de los públicos. En la totalidad del público se contempla la existencia de “tantos públicos como unidades políticas” (Warner, 2008, p. 9). 17 Existe un cambio categórico en aquello a lo que J. Habermas llama público, él se refiere a organizaciones públicas, como aquellas que son accesibles a todos. Para Habermas, lo público tiene que ver con notoriedad pública, por lo cual el sujeto de lo público es el público como portador de la opinión pública, mientras que para Warner los públicos dependen de formas y mecanismos de circulación de signos, ideas, mensajes. Lo que significa que el público tiene siempre una existencia virtual y contingente, relativo al medio de circulación; por ejemplo, no es lo mismo el público de la televisión, que el de la prensa escrita, o que el público lector de un libro. El espacio público es un espectro espacial y físico, pero también intangible, que no por eso deja de ser espacial y material. El espacio público es el equivalente a la comunicación política. Los medios, entonces, contribuyen a dar forma al público. También pueden fijar la agenda de ese público. En nuestro caso, hemos visto a los medios, en los últimos años, reducir sistemáticamente el espectro noticioso, dar prioridad absoluta a la información sobre la delincuencia, y saturar la conversación colectiva de información proveniente de fuentes anónimas e inverificables. Sea deliberado o no, es un modo de obturar el espacio público, y expulsar de la conversación colectiva a la sociedad y sus preocupaciones concretas: poder adquisitivo de los salarios, educación, empleo, etc. El espacio público está ubicado donde la población, y ésta deja de ejercer la comunicación política a causa de la transformación de dicho espacio, algo ha cambiado para siempre, algo que social y comunicacionalmente obstruyó a la democracia, en el que el Estado cede el espacio de comunicación a los medios masivos, permitiendo que éstos dinamicen más allá de los ciudadanos, como un espacio a parte, que no representa ni el espacio del Estado ni el de la ciudadanía. Es aquí donde esta investigación observa un cambio radical en el espacio público, en donde los medios de comunicación han sido protagonistas; sin duda uno de ellos es el semanario Proceso, y el tema que ha encumbrado en los últimos años, el “narcotráfico”. 18 CAPÍTULO II La transformación del espacio público y la comunicación política en la nueva era del semanario Proceso Prensa porfirista y nueva prensa: Mientras en Europa la edad moderna generó un espacio público y al mismo tiempo uno privado, con base en una aristocracia boyante y en una monarquía cada vez más moderna e ilustrada, México vivió una larga etapa de colonización y no fue sino hasta el siglo XIX que comenzó a entrecruzar su espacio público con su espacio privado; así el establecimiento del espacio público en México es relativamente nuevo, esta comunicación política también surge con la aristocracia porfirista, un concepto de ciudadano que tiene un espacio privado y un espacio público, donde se da el debate político, la prensa y la opinión pública. Casos policiales y sensacionalistas de asesinos como “El Chalequero”, alimentaron un imaginario de ciudad temerosa de sus límites espaciales; la aristocracia porfirista creó una subpoblación criminal en un ideario limítrofe. Eso mismo pasa cuando la visión es histórica y mediática, occidental y postcolonial, tal como lo señalan los antropólogos Jean y John L. Comaroff (2006). Prensa porfirista, el comienzo del “espacio público”. En un paralelismo muy llamativo con esa construcción de las “clases peligrosas” durante el Porfiriato, en los años recientes, en México, los medios de comunicación ─entre ellos Proceso─ se han encargado de reforzar la idea del país “en vías de desarrollo”, “en estado de criminalidad y guerra”, “en caos”. Los investigadores de la Universidad de Chicago hacen un comparativo con algunos casos en Estados Unidos para demostrar que el fenómeno no es exclusivo del Tercer Mundo. Lo cierto es que el miedo psicosocial se cristaliza en obsesiones criminales, en imágenes construidas por el miedo. El Estado y la sociedad han evadido su responsabilidad recurriendo al lugar común y la salida fácil: generar un culpable 19 “criminal” ajeno y siempre incontrolable. La criminalidad es algo más que una proyección de los miedos sociales a perder el empleo, a no tener acceso a la educación, a no tener derecho a servicios de salud, la criminalidad es tener la excusa de un culpable al no contar con nada de esto en el espacio público. El miedo más o menos impreciso, incluso el miedo a la violencia en una sociedad de enormes desigualdades, se concreta en el miedo a los criminales, sirviendo como discurso de legitimación autoritaria, particularmente de la fuerza pública. Más aún, la sociedad con sus miedos autoriza que se soslayen los temas por el tema en el espacio público, como si se tratara de la causa única ver al “narcotráfico” como generador de todos los problemas que han sido desplazados. La opinión pública en México surge con fuertes dosis de sensacionalismo en la prensa mexicana, ello reforzó el ideario porfirista de espacio público cuya visión cosmopolita era excluyente; además se debe considerar que la aristocracia generadora del debate tiene un sesgo clasista en esta etapa. La naciente burguesía del México porfiriano debatía casos como el del “Chalequero” (Francisco Guerrero), asesino serial célebre de la época; historias como esa y los estereotipos que se construían a partir de ellas, constituyeron los temores de una sociedad en transición, que experimentaba el contraste entre lo rural y lo urbano. Esto servía para saturar los espacios de comunicación y anular la comunicación política. Los medios de comunicación del porfiriato (prensa escrita)eran mucho más dependientes del Estado, su particular desarrollo comercial se debe desde entonces a la publicación de temas de seguridad y crimen, al que aún no le llamaban “organizado” porque en esa época todavía no se alcanzaba la organización ni afianzamiento de ninguna de las dos únicas clases sociales: burguesía y proletariado. Hoy, es imposible pensar en la prensa mexicana sin remitirse a la nota policiaca, antes de ella no había nada, no existía el interés público, menos una opinión pública; tanto los públicos como sus opiniones (discursos) se fueron elaborando a partir del sensacionalismo, de esa combinación temor-atracción ante el fenómeno referido. Cuando surge una gran transformación, en el progreso positivista mexicano de aquella época, y en los años recientes la transición hacia la democracia, el espacio público de la comunicación política se purga y se agita, pero al mismo tiempo, el espacio público geográfico y poblacional se retrae, se conserva, se cierra. 20 Una de las tesis de esta investigación es que lo anterior va más allá de una percepción clasista acerca del otro, lo que pasa es que conforme más se mediatiza la violencia y la amenaza del crimen organizado, las comunidades se cierran y protegen en sí mismas no aceptando a nadie ajeno, lo mismo en ciudades que en zonas rurales; muestra de ello son los linchamientos en Iztapalapa y Cuajimalpa. Los medios de comunicación hoy se preguntan qué lleva a la gente a actuar como una turbamulta, pero no se preguntan qué tanto contribuyen a dicha reacción. Ante el temor y la percepción de inseguridad, la población excluye y elimina, algo que va en sentido inverso a la dirección del espacio público de la comunicación política en búsqueda de democracia. Proceso, del antagonismo a la creciente cobertura del narcotráfico Del diario al semanario, del espacio público al privado. Proceso nació de una fuerte ruptura y transición, de un cambio radical en el espacio público, ya que en el marco del llamado “golpe” a Excélsior, el equipo de periodistas mutó el proyecto del diarismo al semanario ─que en términos de comunicación política son distancias muy distintas─. El diario, por su naturaleza de comunicación, mantiene una distancia más estrecha con la realidad, por lo que está más en contacto con ella; mientras que el semanario permite un mayor distanciamiento, pide menos información y más reportajes, crónica e investigación, lo que le da un carácter más interpretativo; el diario sólo puede informar, es decir, en teoría, reportar lo que sucede, tal como sucede y cuanto antes. En cuanto al papel del semanario Proceso en la transición democrática del país, basta recordar la cobertura fundamental que haría del levantamiento zapatista, la cobertura del caso Colosio, la corrupción del sexenio salinista, la crisis económica de mediados de los 90, entre otros temas. Sin embargo, hoy a Proceso sólo le queda una página tras otra de narcotráfico y crimen organizado. Sin duda el papel antagónico de Proceso transformó el espacio público en la etapa del régimen priista hacia la alternancia, compartiendo la confusión, así como de la orfandad de la transición a un nuevo régimen ─el PAN─; es en esta etapa en la que el semanario no encuentra sino en el narcotráfico el público que necesitaba, aunque esto valga la comunicación política que se ha ido perdiendo en los medios de comunicación. 21 Proceso ha decidido dejar aquellos años de análisis combativo, algo que ni en la era de Excélsior lo había caracterizado de manera tan clara, tampoco en la etapa del diarismo la ideología de izquierda era algo que los definiera plenamente, pues durante la represión de 1968, este sector de la población no quedó muy satisfecho con la cobertura del diario en cuestión. Sin embargo, Proceso había decidido manifestarse como una prensa ideológicamente de “izquierda” y frontal en su análisis contra el Estado. Aunque Proceso fue novedoso, como ya lo dijimos se trata de un medio tradicional, que se rige bajo viejos principios; por eso, la transición genera otra dinámica comunicacional en la revista. Los temas de siempre ya no pueden ser los mismos y, en medio de todo esto, surge el narcotráfico como un fenómeno que se puede mediatizar incluso más allá de que también lo mediatice el Estado. Con la transición, Proceso encontró en el tema “narcotráfico” a su “público” o creyó encontrarlo y aseguró la permanencia comercial. Además, sus reporteros se especializaron en dicho tema y los nuevos periodistas que llegaron a sus filas sólo cubrían este asunto, tal es el caso del lugar estelar que ocupó Ricardo Ravelo en el semanario. Seguramente la crisis de los medios impresos ha llegado a afectar a esta revista de gran tradición, quizá esto contribuyó con la creciente cobertura del tema narcotráfico. Cabe destacar, que también es cierto que ningún otro medio ha hecho una cobertura del tema tan completa y que hay quienes en sus páginas han encontrado la “voz” de los narcotraficantes, algo que antes de Proceso difícilmente se presentaba en los medios de comunicación mexicanos. Otro aspecto a resaltar es que desde la era priista y el sexenio de Vicente Fox, el fenómeno del narcotráfico ya existía, sin embargo se le dio una menor relevancia informativa. En torno a Proceso aparecieron varios libros que versan sobre el tema “narcotráfico”; la mayoría escritos por el propio Ricardo Ravelo2 y el actual director del semanario, Rafael Rodríguez Castañeda3. 2 Ricardo Ravelo es un periodista nacido en Veracruz en 1966 y quien estudió periodismo en la Universidad Veracruzana. En 1987 inició su carrera en los periódicos El Dictamen, La Nación, Sur y la revista La Llave. En 1991 comenzó a trabajar para Proceso como corresponsal de su entidad y en 1996 ingresó a la redacción del semanario como reportero de tiempo completo para cubrir la fuente policiaca, especialmente la PGR. 3 Rafael Rodríguez Castañeda nació en la Ciudad de México en 1944 y es licenciado en Periodismo por la UNAM, profesión a la que se dedica desde 1965. En 1970 entró a trabajar al periódico Excélsior, del cual fue redactor, corrector de estilo y reportero. Fue corresponsal de este diario en Washington de 1974 a 1975. Después regresó a la redacción como coordinador de los corresponsales en el extranjero. Tras el golpe de 22 Javier Sicilia4 dista de ser un fundador del semanario, su carrera es la de un poeta, del cual no se tiene un registro preciso de cuando incursiona a Proceso, ya que en sus varias reseñas biográficas no aparece este dato. La presencia de Sicilia tanto en Proceso como en otros medios de comunicación se ha acrecentado a partir del asesinato de su hijo José Francisco, el lunes 28 de marzo de 2011, junto con otras seis personas. Ravelo tiene en su haber libros como Los capos. Las narco-rutas de México, Los narcoabogados; Crónicas de sangre, Cinco Historias de Los Zetas; Herencia maldita, el reto de Calderón y el nuevo mapa del narcotráfico y Osiel, vida y tragedia de un capo. En cuanto a Rodríguez Castañeda ─quien con su llegada también marca la transición de Proceso─, ha publicado algunos libros como El México narco, Los generales y Los rostros del narco; curiosamente algunos de estos títulos son idénticos a algunas notas y números especiales aparecidos con anterioridad en el semanario. La continuidad mediática en los contenidos de Proceso, se da no sólo en la línea de la edición del semanario, pues en el mes de marzo de 2012 han lanzado una colección de libros coeditados con Grijalbo que versan sobre el tema y que en los quioscos han tenido un costo de $79.00. Cabe señalar que el problema de la información sobre el crimen se plantea con frecuencia en los mediosde comunicación globales, y generalmente éstos se enfrentan a la pregunta de cuál es su papel a la hora de abordar notas sobre crímenes y criminales. Se trata de un dilema ético el saber cuál es su responsabilidad ante estos fenómenos, qué precauciones deben tomar no sólo para protegerse como gremio, sino para informar correctamente: sin exagerar ni minimizar, sin provocar escándalo ni buscar el morbo. Por ejemplo, en Brasil, la revista Veja ─publicación que esta tesis encuentra muy parecida a Proceso─, se encuentran dos formas distintas de cubrir un caso semejante, aunque sin dejar de tener impacto noticioso. Luis Echeverría en julio de 1976, abandonó el periódico y en noviembre del mismo año formó parte de la fundación del semanario Proceso. En marzo de 1999 es nombrado director de esta revista. 4 Javier Sicilia es un escritor nacido en la Ciudad de México en 1956. Estudió en las facultades de Filosofía y Letras y en la de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, primero fundó la revista Poesía, y actualmente dirige Ixtus. En 1990 ganó el premio Ariel por el mejor argumento original escrito para cine y en febrero de 2009 el Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes. 23 El secuestro del autobús 174 de Rio de Janeiro ocurrido el 12 de junio de 2000, a un año del atentado a las Torres Gemelas en Nueva York, ya hervían los ingredientes globales de los medios, quienes comenzaban a unificar sus agendas en torno al tema de seguridad. La trama de este secuestro incluía a una víctima tomada como rehén en medio de una confusión entre un secuestrador y un policía “imprudente”; sin embargo, el semanario brasileño decide no lanzar una portada más dedicada al tema de la violencia, “entre junho de 2000 e meados de maio de 2001 é preciso dizer que Veja apresenta quatro capas abordando o tema violencia” (Aidar, 2002, p. 263), en el artículo citado el autor señala que la revista brasileña había dedicado cuatro portadas al tema de la violencia; lo que le llama la atención es que en el caso de esta nota, cuyo clímax de violencia llevó a otras publicaciones brasileñas a colocarlo en su portada, Veja decide mandarlo a un llamado secundario y opta por una primera plana de “espectáculos” con el rostro de Tom Cruise, “Bello y Poderoso”. El escritor del ensayo sobre el semanario Veja cuestiona y pone en duda si existe una real contradicción en la portada de la revista carioca; sin embargo, un análisis permite hacer un comparativo entre casos: Proceso y Veja. Lo que se observa es que el semanario brasileño encontró otras formas de llevar un mismo mensaje de violencia sin que se pierda su tan codiciado impacto mediático; para nosotros no hay duda ni contradicción, más bien, la debilidad del mensaje aparentemente central de portada (Tom Cruise) refuerza aún más la presencia del llamado diagonal en amarillo ─que en realidad es la nota central─ sobre el secuestro del autobús de Río de Janeiro. El perfil de Veja es similar al de Proceso en el tratamiento que le dan a temas de seguridad, violencia y derivados. Son una confusión terminológica que no tendría porqué ser comparable, aunque los fenómenos estén vinculados, no se trata de la misma nota, pero ambas revistas abordan la inseguridad y el crimen como sinónimos. Así, el símbolo pesa más que la definición de los fenómenos sociales. La diferencia entre Veja y Proceso es que la revista brasileña ha optado por un abanico más amplio de temas, sin especializarse en el narcotráfico, o algún tema semejante, como podría ser el fenómeno del crimen y la marginación en las favelas. Portada del semanario brasileño Veja, la cual cubre el secuestro del autobús 174 de Río de Janeiro, ocurrido en el año 2000. 24 Es interesante que el autor del ensayo sobre Veja diga que en algunas partes del discurso de la revista, éste parece estar dictando cómo se debe enfrentar el vandalismo, algo que el semanario Proceso en México ya hace, no solamente a través de su discurso impreso, sino incidiendo de manera directa en el discurso de Estado con actores como el columnista ─hoy activista político en contra del crimen organizado─ Javier Sicilia. En el caso de la revista mexicana se ha mantenido una visión lineal de los hechos violentos bajo el contexto del narcotráfico, no existe un matiz de diferencia, las portadas sólo cambian de personaje y lugar pero el tema es el mismo, la escena es la misma. El semanario mexicano ni si quiera ha buscado hacer un esfuerzo de distanciamiento con la escena violenta, al contrario, cada vez se halla más inmersa en el discurso del narcotráfico como es el caso de la portada Scherer-Zambada. El semanario Proceso ha transformado el espacio público de la comunicación política a través de los espacios públicos físicos de la escena nacional. Hace de las ciudades montajes de terror donde destaca el mensaje central del terror, tal como lo muestra la edición 1681 correspondiente al 18 de enero de 2009. Sin embargo, aún antes hay claras muestras de espacios públicos trastocados, pues en la edición 1592 del 6 de mayo de 2007, Proceso muestra una imagen de un helicóptero militar mexicano con el encabezado “Narco, el Irak de Calderón”. En el caso de la edición 1623 del 9 de diciembre de 2007, la portada lleva el sello “Tamaulipas” rotulado de forma diagonal en color rojo y al fondo unos cuerpos masacrados; otras portadas semejantes se repiten en el caso de diferentes estados en algunas ediciones como la 1645 del 11 de mayo de 2008, la edición 1663 del 14 de septiembre de 2008 y la edición 1765 del 29 de agosto de 2010. Julio Scherer, periodista fundador de Proceso y El Mayo Zambada, presunto líder del narcotráfico. http://hemeroteca.proceso.com.mx/?page_id=85707 http://www.proceso.com.mx/?page_id=92764 http://hemeroteca.proceso.com.mx/?page_id=85707 http://www.proceso.com.mx/?page_id=92764 http://hemeroteca.proceso.com.mx/?page_id=85707 http://www.proceso.com.mx/?page_id=92764 http://hemeroteca.proceso.com.mx/?page_id=85707 http://www.proceso.com.mx/?page_id=92764 http://hemeroteca.proceso.com.mx/?page_id=85707 http://www.proceso.com.mx/?page_id=92764 25 La referencia geográfica, en todos esos casos, no sólo tiene la función de localizar un acontecimiento, sino de significar el lugar. En Tamaulipas, por ejemplo, sucedieron sin duda muchas cosas en la primera semana de diciembre de 2007, y entre ellas actos de violencia que eran noticia. Sin embargo, la portada omite cualquier información que no sea la violencia: sugiere que Tamaulipas es un montón de cadáveres, nuevamente reduciendo el espacio público al significado violento. ¿En qué consiste el problema?, seguramente la fotografía fue tomada en una calle de alguna ciudad de Tamaulipas, pero al identificar esa realidad, absolutamente localizada, parcial, concreta, con la realidad abstracta “Tamaulipas”, se está recurriendo a la metonimia, es decir, la parte por el todo, donde los muertos son Tamaulipas o Tamaulipas son los muertos. La diferencia es simple y obvia: no es igual decir “esto sucede en México” a “Esto es México”. O bien, como lo publica otra portada de Proceso: “México, hoy”. Un “nuevo orden público” desde los medios de comunicación Los medios de comunicación han establecido una especie de “nuevoorden público”, donde en vez de servir como instrumento democrático de transparencia, han fungido como un poder fáctico. Al incidir de manera autónoma: ya no son medios para facilitar la comunicación en el espacio público, sino que definen, delimitan y configuran la conversación pública. Existe un problema que tiene su origen en los medios de comunicación, pues en esta forma de comunicarse, el canal se convierte en emisor privilegiado. Hoy, los medios de comunicación en México cuentan con que una buena parte de su audiencia es vulnerable, influenciable y dominada, pues se trata de una sociedad desocupada, sin empleo ni oportunidades de estudio. Se trata, en fin, de una audiencia desvalida. Si se define al público como una totalidad social, el semanario Proceso se dirige cada vez más a ésta intentando representarla como un relato que de 2004 a 2010 lleva como eje central el tema narcotráfico. Según el autor Michael Warner (2008), existe una confusión entre el público y un público; en el caso del semanario mexicano, tal parece que se dirige a un público como si se tratara de “el público”. Sin embargo, en México se vive un fenómeno mediático que demuestra un desinterés en la generación de los 26 públicos; es decir, de audiencias tan diversas como existen unidades políticas, y ahora más bien pareciera buscar reproducir públicos que integren un solo público. Si regresamos a lo planteado por Warner (2008, p. 13) “un público es un espacio de discurso organizado nada más que por el discurso mismo”, lo que significa que no necesariamente está vinculado a la demanda de una audiencia determinada. Es muy común que hoy se hable del público como algo detectable y perfectamente ubicado dentro del total de la sociedad, pero cualquier intento por dirigirse a éste no será más que eso, un esfuerzo de aproximación, ya que en la totalidad social pueden caber una infinidad de públicos. A través de la cobertura del semanario Proceso (2004-2010) del fenómeno “narcotráfico”, se observa que este medio desplaza el espacio público y al mismo tiempo pretende dirigirse al público como una totalidad social uniforme. El espacio público al que hacemos referencia es el país, es decir, la zona geográfica que representa a México. La nación deja de ser contexto y escenario de los fenómenos sociales, para ser desplazada por el narcotráfico que ocupa el lugar de contexto o escenario social integrador. Para Proceso el narcotráfico es la geografía nacional, la ciudadanía ha dejado de ser protagonista de lo social y México se ha convertido en un personaje secundario del relato informativo. Es fundamental analizar el reacomodo de los públicos en este caso, pues ellos también han dejado su lugar a un público cada vez más creciente y uniforme, sin contrastes ni diversidad. México sin contexto y sin más geografía que el narcotráfico Un ejemplo de la manera como Proceso representa al país en la cobertura del narcotráfico (2004-2010) se observa en la edición especial número 24; en su portada se ilustran dos pistolas cruzadas tipo “narco” y de fondo ─como sombra secundaria─ el país. El color de la portada es rojo ─color que simboliza violencia─ y no existe ningún otro titular que distraiga al lector del peso de la imagen anteriormente descrita. En muchas de sus portadas, Proceso había venido explorando una imagen donde el contexto desaparecía, se diluía o pasaba a segundo término; es decir, el país como primer contexto de 27 referencia dejaba de serlo, para dar su lugar al narcotráfico y a al crimen organizado. Pero este caso no es una excepción, el semanario Proceso ha presentado al país como un escenario dominado y pasivo ante el narcotráfico en varias ocasiones. En el 2004, la edición número 1448, muestra un lugar indefinido y atemporal de la geografía mexicana con un cielo rojo y la leyenda “Las huellas del narco” (2004); en la edición número 1469, el país es una mancha de sangre producto del narcotráfico y su antetítulo “Violencia desborda” da paso al encabezado principal “El país del miedo” (2004). En esta portada, nuevamente Proceso presenta a México como producto del narcotráfico y no al revés. Hay portadas muy parecidas entre sí; semejante a “Las huellas del narco” está la edición número 1733, también en fondo rojo y con la ruta geográfica del narcotraficante Arturo Beltrán Leyva, bajo el encabezado de portada “Las huellas de la cacería” (2010). En el año 2009, en la edición 1711 correspondiente al 16 de agosto, el encabezado principal de portada es prácticamente idéntico al antetítulo de la edición 1469 también en portada, pues muestra la leyenda “México, violencia desbordada”. En este caso la imagen es de un hombre cuya figura de fondo se muestra borrosa apuntando de frente al público lector. La identificación del país con la violencia tiene varios elementos. En primer lugar, Proceso emplea la expresión “narco”, una expresión genérica, que se refiere a fenómenos muy distintos en la escala social, pues forman parte del “narco” los campesinos que siembran marihuana o amapola, los transportistas que llevan droga al norte, los contrabandistas que pasan la frontera (pasadores, burreros, mulas), los menudistas que la venden en las llamadas “tienditas”, así, hasta el consumidor es parte del “narco”. Toda esta variedad de actores tendría que ser vista y analizada 28 por separado, tendría que llevarnos a hacer preguntas de orden sociológico. En segundo lugar, los procesos del “narco”, incluso dando por hecho que todos los niveles del proceso fueran idénticos al significado del concepto, tienen una geografía concreta, y desde luego no son uniformes en el país. Por lo tanto, la abstracción “México”, incluyendo el mapa entero del país empapado o convertido en un chorrear de sangre es una grave distorsión. Otro aspecto que cabe señalar es que para el semanario Proceso, México es equivalente a narcotráfico; es decir, que éste último substituye al primero ─tal como se ve en el caso de la edición número 1649, correspondiente al 8 de junio de 2008─ pues muestra “La narcoinvasión mexicana” en territorio norteamericano. Aquí, el narcotráfico se corresponde a la nación de manera directa, no son los actores políticos ni sociales los que representan el fenómeno del narcotráfico, sino todo el país. Además contribuye a la idea de que México “invade” a EU con el narcotráfico. En una imagen semejante, la portada del número 1645 del mismo año, pero correspondiente al día 11 del mes de mayo, muestra un grupo de personas asesinadas con un sello que lleva la leyenda “Hecho en México”. Nuevamente, Proceso coloca al narcotráfico como contexto y desplaza al país (al público) a un papel secundario de portador de dicho contexto. Incluso, la nota principal a la que alude la portada, se titula “República de la violencia”. En la continuación del relato que desplaza a los públicos que integran el espacio denominado “país” para dar lugar al narcotráfico, el semanario Proceso continuamente ha publicado portadas con el mapa de la república mexicana invadido por este fenómeno criminal, incluso ha llevado el tema a otros ámbitos de acción, como son la política, los deportes y los espectáculos. En el caso de la política, Proceso muestra a un país que ha entregado el poder al narcotráfico, tal como se observa en las portadas publicadas en el año 2010 correspondientes a las ediciones 1745, 1754, 1756, 1765 y 1773, por mencionar algunas, las más evidentes. 29 Número 1756. Número. 1773. Número 1754. Fernando Escalante Gonzalbo (2011) es un sociólogo que ha observado en la prensa una serie de efectos en el relato de laviolencia y destaca cuatro puntos principales. Primero ─apunta─ “hay un efecto de distorsión por la jerarquía de las noticias cuando información que correspondería a la sección policial aparece siempre en primera plana” (Escalante, 2011). Como segundo punto señala que otro efecto de distorsión “se da por el tratamiento periodístico del fenómeno cuando la violencia se convierte en el contenido fundamental de la noticia, en detrimento de todos los demás temas que la componen” (Escalante, 2011), en este caso las notas se detienen en pormenores violentos innecesarios. El tercer aspecto se refiere a la persistente subordinación de la prensa mexicana a los comunicados y el cuarto “a la distorsión por el lenguaje cuando se recurre a términos de presunta exactitud técnica, que nos permiten fingir una seguridad que no tenemos para explicarlos” (Escalante, 2011) (cártel, sicario, plaza, lugarteniente, etc.). Los puntos señalados por Escalante son esenciales pues definen a una prensa “efectista”, con deficiencias técnicas que aún no se discuten. En Proceso, sucede algo más que no ha visto Escalante y que ésta investigación advierte: a través de la serie de operaciones metonímicas que hemos señalado, todas las instituciones, los estados del país, los procesos políticos y sociales aparecen subsumidos en el único proceso con vigencia, que es el “narco”. Así es como hay “México narco”, “narcoelecciones” y “Narco en el Congreso”, no se trata solamente de la denuncia de una “contaminación” institucional, sino de la insistencia, la redacción de titulares, el diseño de portadas que colocan al “narco” como un sujeto activo que ocupa todo el país. 30 Desde que Proceso descubrió la veta mediática del tema narcotráfico las cosas no volvieron a ser iguales en el espacio público mexicano. Las principales víctimas: la sociedad, su historia y su política. Es increíble que un semanario nacido del espacio público y de su comunicación se haya “procesado” a sí mismo rumbo al cada vez más regresivo y apolítico tema del narco. Proceso utiliza el mismo tema con distintos nombres como cabeza de sección: La Guerra de Calderón/Michoacán, Narcotráfico/Nuevo León, Narcotráfico/Ciudad Juárez, Narcotráfico/México-EU, entre otras parecidas. En el 2010, temas como la jornada electoral en diferentes estados de la República Mexicana, el secuestro del político Diego Fernández de Cevallos y el Mundial de Futbol de Sudáfrica, desde la óptica del semanario Proceso estaban relacionados con el narcotráfico. Prácticamente todas las secciones del semanario dieron lugar al tema: Presidencia, Derechos Humanos, Elecciones 2010, Justicia, Espectáculos, Violencia Social, Cultura, Internacional, La Capital, Seguridad y Seguridad Pública, Análisis y cartones; por mencionar algunas que se han contabilizado como parte de la información que la revista dedica al tema. Aunque en México el narcotráfico y el Estado son algo endémicos, los medios a través de los cuales se comunica este fenómeno no habían sido los mismos, el tema irrumpe en un espacio público a través de la prensa, pero nada puede asegurarnos de que se trate de su propio mensaje, pues ese modo de comunicación solo lo viven ellos de manera interna, a nivel grupo social. Lo único que conocemos de este emisor, es el mensaje de los medios de comunicación, un mensaje “efectista” ─para sintetizar lo dicho por el investigador Fernando Escalante─, sin embargo, hay algo que no señala: En el espacio público del narcotráfico sólo tenemos el mensaje, ya que el emisor y receptor directo de éste puede ser cambiante, lo que no cambia es el mensaje. Aquí es algo distinto a lo que se piensa de la “democracia”, donde se da una mayor diversidad de mensajes como un intercambio directo entre emisor y receptor. El mensaje del poder aún está ligado a lo político, a un concepto social de “públicos” o de opinión pública. ¿Pero qué hizo Proceso?, sacar a la política y al análisis histórico de sus páginas comunes, estos temas tal parece que son para la revista no dignos de sus ediciones semanales como antes sí lo eran, y ahora en el semanario en cuestión publican fascículos marginales un año antes de las elecciones presidenciales (2012) acerca del tema que tendría que ser el central para una revista cuyo 31 acontecer es el político, el tema de los aspirantes presidenciales sale de las páginas comunes de Proceso para ocupar un sitio marginal de fascículo incluso menor en páginas y costo ($25.°°); estos fascículos llevan el nombre de “Los aspirantes”. Lo mismo ocurrió con el análisis y la cobertura de la ceremonia del Bicentenario, la cual ameritaba una revisión histórica y contextual dentro del semanario, sin embargo Proceso lo abordó de manera separada en fascículos coleccionables igualmente reducidos y monográficos fuera de los números semanales. Por un lado existe un objetivo comercial de vender más por menos, y otro marginal que incide en el espacio público el cual ha sido privilegiadamente ocupado por el tema narcotráfico; lugar que este fenómeno no ocuparía sin los medios de comunicación. 32 33 Cómo se realizó el análisis cuantitativo Para el análisis cuantitativo (2004-2010) en portadas se registró: A) Portadas con el tema B) Encabezados en portada con el tema C) Fotografías o imágenes en las que aparece un Personaje narco en portada5 D) Mantas sobre el tema que aparecen en portada Para el análisis cuantitativo (2008-2010) en interiores se registraron: A) Notas sobre el tema (no se contaron las cartas de los lectores de la sección “Palabra de Lector”, aunque trataran el tema y en algunos casos estuvieran incluidas en otras secciones) 6 B) Total de páginas sobre el tema, exceptuando las solapas. Tanto la primera como la última, ya que ambas son espacios publicitarios externos C) Fotos de Personaje narco7 D) Fotos de asesinatos relacionados con el tema E) Imágenes país F) Fotos de “drogadictos” G) Fotos con mantas y/o mensajes H) Fotos de ataúd(es) y/o tumba(s) I) Fotos de propiedades (inmuebles) del narcotráfico J) Fotos de decomisos y/o aseguramientos K) Fotos del Ejército L) Fotos con movilizaciones o marchas relacionadas con el tema 5 Casi todas son fotos; sin embargo, en el número 1689 del 15 de marzo de 2009, aparece el Chapo en caricatura y también se cuenta en el caso de portadas. 6 Al contar el total de notas se incluyen los Cartones (viñetas) que contenían una clara opinión ─la última página de Helguera y Hernández─, en cuyo caso se contó cada viñeta como nota aunque tuviese formato de historieta, no así las ilustraciones sin tema de opinión que generalmente se encontraron en Análisis, Cultura (columna de Florence Toussaint). 7 En todos los casos de conteo de fotos se contarán incluso las fotos de las fotos; es decir, cuando aparece una foto tomada de otra fuente. 34 Metodología del análisis cuantitativo Para portadas Todas las portadas referidas al “narcotráfico”, ya sea por una acción criminal referida, por algún personaje señalado u otro elemento en clara alusión al tema. Se contaron todas las portadas con el tema central “narcotráfico”. Al cuantificarlas se sacaron porcentajes de portadas con respecto al número total por mes, por trimestre y año. Para interiores Se consideró cada nota que tratara sobre el tema “narcotráfico”, aunque ésta apareciera entremezclada o bajo el disfraz editorial de otro título o temática, sin importar la sección: “Espectáculos”, “Derechos Humanos”, “Cultura”, “Deportes” y otras. Si se refiere a violencia, crimen organizado, inseguridad, como equivalentes al narcotráfico, o a este temaen específico en el mundo deportivo, cultural u otros, también se contó. Las notas de la sección “Palabra del lector” no se contaron aunque hicieran referencia al tema en cuestión. Sólo fueron contadas aquellas con la intencionalidad de formar una nota en otra sección. En cuanto a las “Cartas” de los lectores comunes, publicadas en “Palabra del Lector”, no se contaron como notas ni aunque aparecieran en otra sección del semanario bajo el mismo nombre. Sólo si la epístola adquirió otra connotación y formato, como el de nota o reportaje en una sección distinta, o si era de algún personaje político que le dio un carácter informativo y editorial, entonces sí se contaron como notas. Por ejemplo: “Escuela de Escritores de la Sogem” (Número 1701, 7 de junio de 2009) o Carta de López Obrador en la sección “Política” (Númeron 1698, 17 de mayo de 2009). A) Toda clase de notas, trátese de notas informativas, de análisis, cartones y/o comunicados que tuvieran formato de nota (no así si aparecieron como inserciones pagadas o publicidad); es decir, se contaron tanto notas informativas, como de opinión, o textos que informaban sobre el tema, notas o reportajes gráficos, excepto si se trató de publicidad, aunque fuera sobre el tema y se tratara de la publicidad de la propia revista que anuncia algún número o publicación especial sobre narcotráfico. B) La columna de Carlos Monsiváis, “Por mi madre bohemios”, no se contó en la clasificación “narcotráfico”, puesto que se trata de una “ensaladera” de temas de actualidad. Únicamente fue contada en el total de notas. 35 C) Los cartones se contaron por unidad. En caso de que se trate de una plana completa con diversas viñetas sobre diferentes temas políticos pero unidas por un tema humorístico, se contarán sólo las viñetas referentes al tema narcotráfico. En el caso de la viñeta que ilustra siempre la columna de Carlos Monsiváis, “Por mi madre Bohemios”, ésta cumple la función de rúbrica, por lo que no cambia y no se cuenta como “cartón-nota”. Las notas “aclaratorias” que aparecen en pequeños recuadros, se contarán como notas totales, no así como notas sobre el tema narcotráfico y sus derivados, aunque contengan una aclaración de dicho contenido. Se hizo el conteo total de páginas, incluyendo todas las secciones y notas. En caso de que una de las notas de texto abarcara casi la mitad o más de la mitad de la página, se registró como página completa. Al cuantificarlas se sacaron porcentajes de páginas con respecto al número total por ejemplar, mes, trimestre y año. Al contar el número de páginas sobre el tema “narcotráfico”, la página se cuantificó como completa si era continua; es decir, de provenir de una nota con plana completa y abarcar una parte considerable de la siguiente ─por lo general se trató de una columna más, o de media plana más en la siguiente página─; por el contrario, no se contó como página la información aislada y breve, situada entre notas diversas. Ejemplo: las breves de “Cultura”. En el caso de la última página con información ─la de Helguera y Hernández─, se registró como página completa si todos los cartones (viñetas) coincidían en el mismo tema del narcotráfico, en caso de no ser así, se cuantificaron como notas (viñetas). Se registraron todas las fotografías, incluidas las de portadas de libros. Las únicas fotos no incluidas fueron las publicitarias, aunque correspondieran al tema. Al contabilizar fotografías de documentos, si éstas aparecían por separado, se contó una por una, pero cuando se presentaba un collage, si el mismo documento se repetía haciendo poco legible la información visual, entonces se contó como una sola foto. Sólo se registraron las fotografías variables de un conjunto o collage. Es importante señalar que la serie de fotos ─como en el caso de los documentos─ se registraron una a una, excepto de encontrarse dentro de una misma foto sin separación del resto, o si se repetían demasiadas veces con alguna intención efectista de diseño. Se registraron una por una las fotos o 36 imágenes diferentes claramente distanciadas entre sí, aunque tuvieran un mismo marco de diseño (Ejemplo: Núm.1652, p.8). Otro aspecto que define el conteo de fotografías es la firma del fotógrafo, lo que distingue a la sola fotografía del collage. Las imágenes con las búsquedas temáticas relacionadas con el tema “narcotráfico” (Personaje narco, Asesinatos, Ejército, Decomisos y/o Aseguramientos, Mantas y/o Mensajes, Imagen país, Tapados, Propiedades y Adictos), se contaron si podían distinguirse con claridad. Las fotos de asesinatos se contaron si estaban integradas a notas, columnas, artículos, reportajes escritos y reportajes gráficos. No así las fotos que sobre el tema aparecieron en la publicidad; tampoco se contaron las fotos que aludían asesinatos con emboscadas o autos dañados por los ataques, paredes llenas de sangre y otras; se registraron las que explícitamente mostraban “asesinatos”. Este trabajo ha permitido elaborar una base de datos muy completa (ver “Registro hemerográfico del semanario Proceso 2008-2010”), que permite observar en esquema, con toda claridad, la evolución de la revista en los años de referencia. El “narcotráfico” en Proceso portada por portada (2004-2010) Los datos no ofrecen lugar a dudas: el tema del “narcotráfico” ha ido ganando importancia y espacio en la revista Proceso de manera continuada, sistemática y creciente. La presencia del “narcotráfico” es cada vez mayor, tanto en portadas como en titulares e interiores. En este apartado nos ocuparemos en demostrar el ascenso que en el año 2010 alcanza un 71.15% de presencias de portadas sobre el tema “narcotráfico”, lo que la hace ya una revista especializada en el tema. En tan solo siete años, el tema “narcotráfico” es el centro del espacio público según Proceso y las gráficas lo demuestran así; es curioso que solamente en el año electoral se presente 0% de portadas sobre el tema. Sin embargo, como ya se observará en el siguiente apartado “Titulares secundarios en portada”, veremos que por el contrario en ese mismo año (2006) sí hubo titulares en portada; es decir, llamados secundarios en portada, que en términos estrictamente editoriales sólo están por debajo de la nota principal de portada. Cabe señalar que en porcentajes se realizó la siguiente operación: el valor de interés por 100, entre el valor total. Cuando nos referimos a números netos, se presentan los valores por unidad. 37 A continuación se abordará cada variable del 2004 al 2010 y la tendencia de portadas con el tema, correspondiente a 2011. En esta gráfica se muestra el ascenso de portadas sobre el tema “narcotráfico” durante los siete años contemplados en el análisis cuantitativo de cubiertas: En el año 2004, el comportamiento noticioso con el tema “narcotráfico” no era considerable; en esta gráfica se puede observar que hasta la mitad del segundo trimestre del año se mantiene en 0%, y luego crece hasta un 15%, para caer en el último trimestre hasta un 8%. El porcentaje anual fue de 6% del total de 52 ejemplares por año que editó el semanario Proceso en ese 2004. 38 39 El año 2006 fue el único en que no hubo portadas sobre el tema “narcotráfico” (0%), ya que fue año de elecciones presidenciales y bajo un contexto muy particular: largas y costosas campañas, guerra sucia y un largo proceso pos electoral. Sólo eso hizo una pausa en Proceso en el tema “narcotráfico”. Los números de 2007 son radicalmente distintos a los de 2006, comienzan con un 25% los dos primeros trimestres, en el tercero suben al 60% y cierran con una ligera baja en un 15%. Esto quiere decir que para el conjunto del año 2007, alrededor de una tercera parte
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