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Reduccion-del-espacio-publico--mantas-tapados-bloqueos-y-otras-representaciones-del-narcotrafico-en-la-agenda-de-la-revista-Proceso-2004-2010

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA 
 DE MÉXICO 
 FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES 
 
“REDUCCIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO: MANTAS, TAPADOS, 
BLOQUEOS Y OTRAS REPRESENTACIONES DEL 
NARCOTRÁFICO EN LA AGENDA DE LA REVISTA PROCESO 
(2004-2010)” 
TESIS 
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE 
LIC. EN CIENCIAS DE LA COMUNICACIÓN 
PRESENTA 
YURIRIA RODRÍGUEZ CASTRO 
 
TUTOR 
DR. FERNANDO ESCALANTE GONZALBO 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Esta tesis está dedicada a Mirsa, como símbolo de todo lo que nos une. 
A mis padres, hermana y recién llegado sobrino, con amor. 
A la tía Irene y a mi madre, por ser mujeres que se salen del canon. 
A Ariel Dorfman, porque sobra escribir todo lo que él ha escrito. 
A Carlos Monsiváis y Miguel Ángel Granados Chapa, por haber mantenido vivo el 
espíritu del semanario Proceso. 
A la memoria de Laura y Dolores Urbina. 
 
 
Agradecimientos 
 
 
 
A Fernando Escalante y Luis Astorga, investigadores excepcionales en México, 
que han puesto el ejemplo de cómo se pueden abordar los temas de seguridad. 
A todos mis maestros; en especial a Felipe Chao, Arturo Guillemaud Rodríguez, 
Leo Rodríguez, Othón Camacho, Evelyn Norma Castro y Viviana Cristal 
Mondragón. 
A Marisol Menéndez, porque aquí estoy, tal como me lo dijo. 
A Aracely Ochoa, por su apoyo. 
A Paula Chávez. 
A todos mis H:. por enseñarme que no se trabaja inútilmente; nuestra obra está 
con el G:. A:. D:. U:. 
A los universitarios y a mi querida Alma Mater (UNAM). 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Índice 
INTRODUCCIÓN………………………………………………………………………………………………………….5 
HIPÓTESIS………………………………………………………………………………...............................................8 
1. PROCESO, EL ESPACIO PÚBLICO DE LA DEMOCRATIZACIÓN……………………………………………...9 
1.1. La “justa población” en el espacio público………………………………………………………………….…....11 
1.2. Geopolítica del espacio público en el tema “narcotráfico”...…………………..............................................12 
1.3. Daniel Pearl y el cuerpo invadido como espacio público……………………………………………………….14 
1.4. Definición de espacio público…………………………………………………..................................................16 
2. LA TRANSFORMACIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO Y LA COMUNICACIÓN POLÍTICA EN LA NUEVA ERA 
DEL SEMANARIO PROCESO………………………………………………………………………………………….18 
2.2. Proceso, del antagonismo a la creciente cobertura del narcotráfico…………………………………….........20 
2.3. Un “nuevo orden público” desde los medios de comunicación………………………………………………..25 
2.4. México sin contexto y sin más geografía que el narcotráfico…………………………………………………...26 
2.5. Análisis cuantitativo de la cobertura del “narcotráfico” en el semanario Proceso (2004-2010)…………….32 
2.5. El “narcotráfico” en Proceso portada por portada (2004-2010)…………………………………………………36 
3. HACIA EL INTERIOR DE PROCESO: SUS CONTENIDOS, ESPACIO 
NARCOTIZADO…………………………………………………………………………………………………………...48 
3.1. “Asesinatos” relacionados con el “narco”, en las portadas de Proceso……………………………………….54 
3.2. Proceso 2008, 2009 y 2010 en sus páginas narcotizadas……………………………………………………..55 
3.3. Registro hemerográfico del semanario Proceso (2008-2010)……………………………………………….....69 
3.4. Proceso y la contagiada fiebre por los mapas…………………………………………………………………..227 
3.5. Metodología del análisis cualitativo de la cobertura del “narcotráfico” 
en el semanario Proceso (2008-2010)………………………………………………………………………………..232 
5. ANÁLISIS CUALITATIVO DEL SEMANARIO PROCESO EN SU COBERTURA DEL NARCOTRÁFICO 
(2008-2010)…...................................................................................................................................................239 
6. CONCLUSIÓN Y REFLEXIONES FINALES……………………………………………………………………...290 
7. BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………………………………………….296 
8. HEMEROGRAFÍA……………………………………………………………………………………………………298 
9. FILMOGRAFÍA……………………………………………………………………………………………………….301 
5 
 
 INTRODUCCIÓN 
El siglo XXI y la transformación del espacio público desde los medios de 
comunicación. 
Si el siglo XX es, según Lenin, el siglo de las guerras y las revoluciones, con esta 
investigación se demuestra que el siglo XXI podría convertirse en el siglo de la 
violencia mediática. 
 La trasmisión en vivo por televisión de la guerra del Golfo Pérsico en 1990 y 
después, el ataque a las torres gemelas del 11 de septiembre de 2001, fueron un 
hito en la historia que transformó el espacio público y el concepto que de éste se 
había tenido. A nivel mundial se priorizaron temas como el terrorismo y la 
inseguridad, pero el cambio más relevante, aunque menos observado y poco 
estudiado, se dio en los medios de comunicación, quienes en pleno siglo XXI han 
ocupado el espacio público y privado. 
 Este ámbito de comunicación política1 es donde una sociedad elabora el 
lenguaje en que se discuten los problemas colectivos. Es en el espacio público en 
donde se crean y se recrean las imágenes con las que una sociedad se explica el 
mundo, es en éste donde se desarrolla la conversación colectiva. 
 Es por eso un fenómeno complejo, porque tiene que representar muchas 
cosas dentro de un sistema de comunicación, en el que los medios son un factor 
decisivo para la configuración del espacio público, para decidir los temas y el 
lenguaje de la conversación pública. 
 La sociedad y la política por años habían determinado el espacio público, por 
lo cual, si éstas cambiaban, también lo hacía el espacio público. Sin embargo, éste 
no está determinado hoy ni por la sociedad ni por la política, sino que se encuentra 
disociado, descontextualizado y fuera de ambas esferas. El tema del narcotráfico 
ha desplazado las necesidades sociales del debate público, ha eliminado el 
contexto que cada región del país tiene. 
 Los medios de comunicación detentan el espacio público, valiéndose del tema 
“narcotráfico” para desplazar a la sociedad y a la política, y ya que lo público es 
social y político, sus actores están siendo eliminados de dicho ámbito, a través de 
un proceso de mediatización narcótica. 
 
1
 Wolton, D. (1998) señala que es el “punto de enfrentamiento de los discursos referentes a la política y 
cuyo reto es el dominio de la interpretación política de la situación (…) la nutren los problemas políticos del 
momento, pero se concluye de manera regular mediante elecciones, que en el sistema político democrático 
cierran un espacio de comunicación política y abren otro.” (p. 31). 
6 
 
 La división entre espacio público y privado se gestó en torno al Estado 
soberano, quien se hace necesario al brindar protección social, para a su vez, 
infundir temor ante la pérdida de espacio privado, es decir, de la “inseguridad”. El 
régimen presidencialista controlaba y administraba los espacios, delimitándolos. 
Sin embargo hoy, este estudio demuestra cómo bajo el modelo democrático 
mexicano, los medios han contribuido a que los procesos electorales ya no sean 
concluyentes en el cierre y apertura del espacio de comunicación política, dándole 
continuidad durante los dos sexenios del PartidoAcción Nacional, a través de una 
sola interpretación: el narcotráfico. 
 
Medios de comunicación: un espacio público más allá del espacio físico 
En esta investigación no se aborda el tema de la espacialidad física en el que la 
sociedad se desarrolla y cohabita como único espacio público que se ha reducido. 
Más bien, se refiere al espacio comunicacional, que es quizá el más valioso en 
términos de democracia y también el menos estudiado. 
 A lo largo de la historia, la teoría de la comunicación ha estudiado el 
fenómeno mediático como algo que responde a un contexto social. Sin embargo, 
ningún estudio ha abordado a los medios de comunicación como principales 
generadores de dicho contexto social. Este es un primer estudio de aproximación 
para abordar el tema de los medios de comunicación, ya no como mediadores del 
contexto social, sino como productores del mismo. 
 En pleno siglo XXI, el espacio público no es solamente un lugar material desde 
su concepto arquitectónico, no sólo facilita el transporte y la convivencia en las 
calles, plazas, centros educativos, comerciales, oficinas, etc. En este siglo 
mediático que apenas comienza, el espacio público es cada vez más lo que se 
comparte en términos de opinión pública, de debate público, de espacios 
comunicativos diversos. 
Es ahora, en el auge de los medios de comunicación, que adquieren un nuevo 
carácter, una fuerza y libertades únicas, una especie de autogobierno, de 
emancipación, de autosuficiencia que los ha hecho cambiar para siempre. Es por 
eso, que este estudio se interesa en abordar el tema del espacio público 
transformado por los medios de comunicación a través de temas como el 
narcotráfico. 
 El tema del narcotráfico permitirá demostrar cómo los medios de comunicación 
hoy poseen nuevas capacidades para reducir o ampliar el espacio público, 
transformándose ellos mismos y a la sociedad entera, dando paso a una nueva 
era que ya no tiene regreso. 
7 
 
 Definiremos al concepto espacio público, como el lugar en el que se debaten 
los temas sociales, en cuya extensión prevalece la comunicación política como 
medio entre los actores participantes. 
Para dar lugar al lenguaje se necesita un espacio ─cuando menos virtual y 
abstracto─ en el que se formen representaciones y palabras. Existe una relación 
donde a menor espacio, menos lenguaje. Si el espacio público en el que se 
suscita la comunicación política se reduce, el lenguaje se contrae, se comprime y 
sintetiza. 
 
Sobredosis mediática: el tema “narcotráfico” en el semanario Proceso 
 El semanario Proceso tuvo durante muchos años una línea editorial distinta al 
resto de los medios. Era una publicación de “izquierda”, pero sobre todo una 
publicación comprometida con el periodismo de investigación. Por eso fue 
relevante en la transición política del último cuarto de siglo. En Proceso aparecían 
temas silenciados en otros medios, había investigación, reportajes, denuncia, es 
decir, había una complejidad de temas que no se encontraba en otros lugares. 
 Una vez iniciado el siglo XXI, el semanario en cuestión, ha dado un giro 
rotundo que se ha venido gestando con anterioridad: el tema del narcotráfico 
ocupa una buena parte de sus contenidos y la frecuencia con que lo hace se 
mantiene de forma ascendente, con una tendencia que podría convertirlo en una 
publicación especializada en el tema en los próximos años, si no es que ya lo es. 
 Esta tesis, se propone estudiar y documentar esa evolución de la revista 
Proceso, como indicador de un cambio que también se ha producido en el resto de 
los medios. Por su puesto, un análisis cuantitativo no es suficiente, pero se 
considera que sí es indispensable para documentar ─fuera de toda duda ─ su 
evolución. Nos llama la atención como Proceso da un tratamiento de equivalentes 
a fenómenos sociales que tendrían que ser claramente distinguibles en el espacio 
editorial y en el espacio público, sin embargo, para el semanario es lo mismo 
hablar de narcotráfico, crimen organizado, violencia e inseguridad. 
 El espectro estudiado en portadas va del año 2004 al 2011, y algunos casos 
que se abordaron de manera exclusivamente comparativa, correspondientes al 
primer trimestre de 2011. 
 En cuanto al análisis de interiores, este abarcó de 2008 a 2010 como los más 
representativos del universo en la investigación del semanario Proceso, en cuyo 
caso se realizará un análisis cuantitativo y cualitativo. 
8 
 
Hipótesis 
El semanario Proceso ha sido un actor y gestor de la transformación del espacio 
público, valiéndose de una creciente presencia mediática del tema “narcotráfico” 
como principal eje en la comunicación política en sus portadas y contenidos. 
 Proceso ha generado una percepción (Imagen país) de un México 
dominado de punta a punta por el “narco”. 
 Proceso muestra un mapa nacional como imagen de fondo del “narco”, no 
como contexto del fenómeno narcotráfico. 
 Desde el constructo mediático de Proceso, sólo existen dos clases: los 
“narcos” y los “militares”. La ciudadanía prácticamente ha desaparecido de 
las páginas de la revista. Esto se presenta en el semanario a través de la 
Imagen de apropiación de carácter épico, que más adelante se explicará. 
 Para este semanario, en México solo existe la “guerra contra el 
narcotráfico”. 
 Proceso presenta a los “narcos” como mejor preparados que el Estado para 
enfrentar la “guerra”, es por eso que para esta revista “narco” es el 
equivalente a “crimen organizado”. 
 Proceso predispone a la opinión pública, con la apropiación del fenómeno 
narcotráfico. Ejemplos: “La guerra de Calderón”, “El imperio del Chapo”, etc. 
 Proceso es un ejemplo de cómo los medios, más allá de su agenda, no sólo 
pueden determinar el tema central en la opinión pública, sino que además 
transforman el modo en que se comunican los actores y contribuyen a la 
reducción de la comunicación política hasta prácticamente desaparecer lo 
social y sus contextos. 
 Proceso le ha dado continuidad al tema “narcotráfico” durante los dos 
primeros gobiernos de transición, y más allá de las elecciones como 
contexto o “sombra” de los comicios. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
9 
 
 CAPÍTULO I 
Proceso, el espacio público de la democratización 
El semanario Proceso es el reflejo social mexicano de un espacio público que se 
queda sin aire, es decir, sin debate. Antes, cada uno de sus actores (los 
periodistas de Proceso) eran distinguidos miembros de los círculos intelectuales e 
izquierdistas del país, incluso militantes en activo. Actualmente, sus actores 
políticos, son principalmente periodistas de regiones donde se le puede dar 
seguimiento al narcotráfico, tal es el caso de Ricardo Ravelo, nacido en Veracruz, 
especializado corresponsal del tema policiaco; otro ejemplo de esto, es la 
frecuencia con que Proceso cita al semanario Zeta, revista fronteriza, narcotizada 
en sus contenidos. Por otra parte, Proceso está influyendo en provecho de una 
recomposición social que llevará a un nuevo orden público, en donde lo colectivo 
será cada vez menos determinante y las obsesiones de las minorías serán las que 
prevalezcan; entre estas obsesiones se encuentran temas como la “seguridad” y el 
“narcotráfico”. 
 ¿A qué públicos se dirigen los periodistas de Proceso?, ¿a los que están 
interesados en historias de sangre y acción?, ¿a una sociedad fragmentada que 
necesita identificarse con nuevos referentes? En este caso, Ravelo (2006, 
portada) ha descifrado el modo de hacerse de un público a través del “mapa del 
narcotráfico” retratado en sus libros, como concepción de un espacio público que 
ha reproducido de su “escuela” (Ravelo, 2006, dedicatoria) Proceso. 
 
Javier Sicilia, columnista y vocero de Proceso. A la cabezade la campaña “No + sangre”. 
 El grupo de periodistas que fundó el semanario Proceso era extenso y 
heterogéneo, e incluía nombres como los de Vicente Leñero, Miguel Ángel 
Granados Chapa y Julio Scherer a la cabeza del proyecto. 
 En los años 70, cuando la gran fundación del semanario Proceso, producto del 
sisma generado por la caída de Excélsior, el grupo de periodistas que dieron 
origen a esta publicación conformaba un bloque representativo que tenían en 
común el sentido de responsabilidad periodística, el conocimiento del oficio y una 
10 
 
voluntad de crítica, denuncia y debate público. La evolución de los años recientes 
─como demostramos en las páginas que siguen─ ha cambiado totalmente a la 
revista. La atención de ésta se ha reducido, y la calidad de sus contenidos se ha 
resentido seriamente por la dependencia de fuentes anónimas y de información 
inverificable. 
 Hoy, en el semanario Proceso, sus actores no representan a un sector amplio 
de la sociedad, casos como el de Ricardo Ravelo, Rafael Rodríguez Castañeda y 
Javier Sicilia se han identificado con sectores cada vez más minoritarios dentro del 
colectivo social, llevando a los propios Vicente Leñero, Miguel Ángel Granados 
Chapa y a su fundador, Julio Scherer, a ocupar un lugar secundario en el rumbo 
de la revista. 
 El semanario Proceso transformó el espacio público en México, priorizó al 
narcotráfico más allá del contexto del país y se especializó en el tema 
“narcotráfico”, apuntalándose como un semanario que se refiere en exclusiva a 
asuntos de seguridad y crimen organizado, que ya no está dispuesto a reflejar 
más a la sociedad en su conjunto. 
 Cuando el semanario Proceso salió a la calle el 6 de noviembre de 1976, el 
equipo de periodistas que lo conformaban eran diaristas, acostumbrados a los 
ritmos del periódico y a su manera de ejercer el espacio público, sin embargo, el 
salto a un semanario implicó entrar de lleno en otro espacio público, irrumpiendo 
en la intimidad del lector. Se sabe que el diario caduca, dura lo que la información 
del día y nada más, mientras que el semanario tiene un formato entrometido que 
llega a marcar agenda e influye en la opinión pública. 
 Proceso, en su primera etapa, gestionó un espacio público de diversidad 
democrática, en donde el lector era tratado como un ciudadano maduro, dispuesto 
a la reflexión. Si bien es cierto que desde sus orígenes Proceso surge de la 
reacción ante la figura de Estado de Luis Echeverría y el PRI, no hay que olvidar 
que prácticamente todos los medios de comunicación en México surgen o a la 
sombra del PRI o en respuesta a este régimen, por lo que de una u otra forma son 
dependientes a éste y el semanario de Scherer no sería la excepción, éste surge 
como una respuesta al mensaje del régimen priista. 
 Por otra parte, fue Proceso el primero en buscarse un público propio, cuando 
se lanza al mercado valiéndose solo de sus lectores y no de la publicidad oficial 
(gubernamental), incluso los periodistas los periodistas fundadores hablaron de 
que en un inicio utilizaron papel comprado en el mercado negro, ya que la 
distribuidora de papel (PIPSA) también estaba bajo control del Estado. 
 
11 
 
 
Vicente Leñero, otro hombre de Proceso recientemente nombrado miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. 
 
La “justa población” en el espacio público 
Definiremos como justa población a “la máquina perfectamente gobernada, 
mantenida en el equilibrio cooperante de todas sus partes, no es sino una 
población capaz de autoproducirse como justa población” (Cavalletti, 2010, p. 86). 
Ahora bien, si ésta contiene a lo público, genera un espacio de opinión supeditado 
a cada uno de los actores participantes; cuando la comunicación política es 
desplazada por alguno de éstos, ya no cumple su función de amalgama y el 
espacio público se reduce al tema impuesto por el actor dominante. 
 ¿En qué momento dejamos de ser una sociedad cuyo espacio público se 
ampliaba y diversificaba con ayuda de los medios de comunicación?, basta 
recordar que desde los años 60 hasta la década de los 90 en México y el mundo, 
los medios coadyuvaron a la transición democrática, al debate público. 
 Ahora, los medios han reforzado la idea de la “justa población” (Genovesi 
citado en Cavalletti, 2010, p. 83), que presupone la existencia de una “no 
población”; una sociedad criminal que debe ser marginada, y en este caso 
exhibida mediáticamente. 
 A partir de la Guerra Fría, amenazas más ambiguas e imprecisas como el 
“crimen organizado” y el “terrorismo” empiezan a ganar terreno en el discurso 
político y en la agenda del gobierno de los Estados Unidos, así como en el 
imaginario de la opinión internacional. Los medios de comunicación descubrieron 
a un público ávido de noticias sobre crimen y criminales; un público altamente 
influenciable, cuya credulidad no tenía límites. La percepción de inseguridad se 
convirtió entonces en un buen negocio mediático, que favorecía el discurso político 
de “mano dura”. Este discurso que fortalece de más a los medios hasta mostrarse 
autoritarios, lo hemos visto acentuarse en México en los años recientes, en los 
que el semanario Proceso ha tenido un papel relevante. 
12 
 
 Lo cierto es que desde la Guerra del Golfo Pérsico en los años 90, comienza 
una transformación en la dinámica de los medios de comunicación dentro de una 
plataforma global. Dicha transformación se consolida el 11 de septiembre. 
Posteriormente, la transmisión y repetición mediática del asesinato ─ocurrido el 31 
de enero de 2002─ del periodista judío Daniel Pearl, es otro factor detonante. 
 
Geopolítica del espacio público en el tema “narcotráfico” 
La propuesta de esta investigación en materia internacional, es que existe una 
geopolítica del espacio público ─cuya directriz es el tema “narcotráfico”─ ligada a 
los grandes acontecimientos globales y a la cobertura mediática de seguridad de 
las potencias mundiales. Los ataques terroristas del 11 de septiembre a las Torres 
Gemelas son un primer cambio en la comunicación política; nunca había sido tan 
evidente que la tecnología cubriese un acontecimiento de tal impacto y ello 
provocó una ruptura entre la distancia y los tiempos acostumbrados. 
Estados Unidos lleva años haciendo una larga cruzada mediática en contra y a 
favor de la marihuana e incide con ello en América Latina. Este debate abarca a la 
opinión pública y llena el espectro del espacio público. 
 Los medios de comunicación norteamericanos convirtieron a la marihuana en el 
centro de atención y debate social que en gran parte desplazó otros temas como 
la guerra de Vietnam, hasta que los mismos medios regresaron a éste por la vía 
del fracaso bélico. 
 En medio de un entorno marcado por la generación de jóvenes perdida por la 
falta de oportunidades de empleo y la decadencia social, la sociedad misma se 
desplomó en una respuesta a penas contra cultural a la obsesión moralista para la 
cultura americana que hasta la fecha sigue utilizando el discurso de la legalización 
de la marihuana de manera cíclica. 
 Los medios de comunicación norteamericanos tienen mayor presencia, pero 
ello no significa un espacio público más diverso, ni que la comunicación política 
haya encontrado un equilibrio perfecto entre la democracia mediática y la social, 
por el contrario aparecen disociadas: la primera como algo alcanzado en términos 
pragmáticos y la segunda como algo utópico aún. 
 La prohibición de la marihuana es una medida de control estatal relativamente 
nueva, que llega con el siglo XX. Los medios de comunicación norteamericanos 
encontraron en el tema de la “marihuana” una herramienta de reducción del 
espacio público, ya que detrás del discurso en contra de la cannabis está el hecho 
13 
 
de que se asocia a la llegada de los trabajadores migrantes mexicanos; lo cual 
también tieneque ver con una idea de regulación poblacional del espacio público. 
 Entre las décadas de 1920 a 1930 en Estados Unidos, el tema de la marihuana 
se abrió paso en plena recesión económica y logró ocupar el centro de atención. 
Entre la sociedad americana se sembró mediáticamente una especie de terror-
atracción a la cannabis con películas como Marihuana: Weed with Roots in Hell 
(Esper, 1935), también en esa década surge la que hoy es 
una película clásica en el tema Reefer Madness (J. Gasnier, 
1936). 
Todo el espacio público se llenó de marihuana, fueron 
décadas enteras que culminaron en el nacimiento de la 
llamada “contracultura” que unificó la polarización social de 
una juventud en rebelión y una sociedad conservadora a 
través del catalizador de la hierba. Muy pronto el ambiente en 
Estados Unidos olía a cannabis, desde los grupos de rock 
hasta los escritores de la Beat Generation y toda la sociedad 
“decente americana”. No hay que olvidar a aquellos activistas 
anodinos como John Sinclair, cuya liberación no tendría mayor 
impacto en la vida pública de la sociedad americana, se 
trataba de no encarcelarlo por fumar libremente en su vida 
privada. 
 El gobierno de Nixon fue el primero en inaugurar la era de 
los presidentes americanos que encabezarían guerras contra el narcotráfico, 
posteriormente esta guerra estadounidense cruzaría fronteras y llegaría a 
Colombia y a México, por mencionar algunos casos recientes en América Latina. 
 Incluso los movimientos sociales norteamericanos que alcanzaron su clímax en 
los años 60: el hipismo, el feminismo y el movimiento homosexual giraron en torno 
al tema ─siempre controlado por los medios de comunicación─ de la legalización 
de la marihuana. A la fecha, este debate sigue ocupando el espacio público de 
manera cíclica en Norteamérica, lo mismo que la guerra antinarcóticos. 
 Estados Unidos ha exportado su dinámica de espacio público gracias a temas 
morales como el uso y tráfico de drogas, que ha sido emblema de campañas y 
antídoto para enfriar lo que serían hervideros sociales de transiciones políticas. El 
propósito del Presidente Ronald Reagan en los años 80 era contener un proceso 
de transición, apoyándose en su esposa Nancy, con la campaña antidrogas ─más 
claramente dirigida a erradicar el consumo de la marihuana─ “Just say no”, al 
tiempo que Reagan le decía sí a un plan neoliberal que culminaría en una de las 
peores crisis del capitalismo norteamericano. 
14 
 
 
La entonces Primera Dama de los Estados Unidos, 
Nancy Reagan, en plena campaña contra las drogas. 
 
 
 
 
Daniel Pearl y el cuerpo invadido como espacio público 
El día que el fotógrafo Spencer Tunick vino a la Ciudad de México, mucho se 
habló de su presencia desde el punto de vista cultural, político, social y artístico, 
pero nadie pensó en él como un espacio íntimo-público recobrado: el cuerpo. 
 El artista norteamericano más que generar un arte o una provocación estética, 
logra una ruptura regresiva al espacio primigenio, un espacio que está antes del 
grupo y de lo social: el cuerpo humano como 
espacio íntimo-público, lugar personal y único, 
pero también de tránsito y debate social. Sin duda, 
la cultura pasa por el cuerpo. 
 
 Según Paul Yonnet, “la vestimenta autoriza la 
comunicación en el seno del grupo” (Yonnet, 1992, 
p. 233), lo que agrega nuestra investigación al 
respecto, es que el desnudo es una forma de comunicación ilegítima en la 
modernidad, pues el cuerpo “es visto como sujeto-objeto en varias dimensiones” 
(Rodríguez, 2008), como ocurrió con el degollamiento del periodista israelí Daniel 
Pearl, transmitido por los medios de comunicación. 
 Si el desnudo tiene un código que ejerce una comunicación ilegítima, el que 
alguien sea degollado para y desde los medios de comunicación, inaugura una era 
global que pone al cuerpo como espacio público invadido, como un mensaje 
mediático, como objeto-medio “espectacular” para llegar a un fin. 
 
 El periodista judío asesinado el 31 de enero de 2002 por un grupo relacionado 
con Al Qaeda, se convirtió por manos de sus segundos captores ─ los medios de 
comunicación─, en un mensaje televisivo a nivel mundial, que se repetiría cual 
video snaff a través de Internet sin dejar de llevar el membrete de “información”. 
Daniel Pearl, ante sus otros captores: los 
medios de comunicación. 
15 
 
Pearl fue el medio para los medios, a partir de hechos como este habría que 
redimensionar el concepto “terrorismo”, que se inserta como una nueva forma de 
comunicación política que no utiliza el debate como herramienta, sino su 
oportunidad mediática. En este asesinato una personalidad de los medios masivos 
es víctima de éstos; sus captores evidencian que el terror solo tiene sentido 
cuando los medios de comunicación completan el propósito de difundir las 
imágenes en las que con toda claridad se observa cómo le cortan la cabeza. 
 Detengámonos a analizar lo ocurrido con el periodista Daniel Pearl. En un 
primer plano, la noticia era que Pearl había sido asesinado: eso es información. En 
un segundo plano, era noticia también que sus asesinos habían grabado un video 
y buscaban que se difundiera, lo cual también es información. Sin embargo, la 
difusión del video no añadía ningún contenido informativo extra, en estricto sentido 
no era noticia sino espectáculo, el espectáculo del horror, por eso trasmitía 
muchos otros mensajes. El video ─tal como lo esperaban sus asesinos─ convirtió 
al cuerpo masacrado del periodista judío en un medio para transmitir amenazas e 
inspirar miedo. 
 Aquí ocurre también un salto en la comunicación política, una ocupación del 
espacio público por otros mensajes interpretativos a través de los cuales se pierde 
el contexto, cuyo mensaje tendría que ser preciso: se trata de un asunto entre 
regiones de índole geopolítico y de la relación entre Estados Unidos e Israel en 
medio del conflicto entre judíos y palestinos. Pero los medios hicieron pesar más 
los mensajes que se desprendían del contexto social y político que al propio 
contexto, pues reproducir las imágenes o los videos que difunden los asesinos de 
Daniel Pearl no cumple con una función informativa ni si quiera de los hechos, sino 
que cumple una función intimidatoria: sirve a los asesinos como propaganda 
amenazadora, que usa los cuerpos mutilados como medio para su mensaje. 
 El video en que el periodista judío es degollado, tiene varias etapas que 
parecieran editadas, como si no correspondieran al mismo instante en que es 
asesinado. No hay que olvidar que el Consulado de Estados Unidos en Karachi 
recibió el video, para que luego la cadena televisiva CBS lo diera a conocer, 
incluso antes de que apareciera en Internet. 
 A esta tesis no le corresponde saber quiénes fueron los asesinos físicos del 
reportero, eso ya se ha abordado en el libro ¿Quién mató a Daniel Pearl? (Lévy, 
2003); nuestro interés radica en cuestionar las fuentes “anónimas” y si el material 
que recibió la cadena norteamericana fue editado para destacar el momento de 
su muerte. La selección de las imágenes también determinó el mensaje violento y, 
si la defensa de los medios es no censurar, ¿por qué no se presentó el material 
completo? En este ─como en otros casos─ hay un sesgo favorable a una violencia 
descontextualizada. 
16 
 
 Tras el degollamiento de Pearl, para los medios de comunicación todo cambió: 
degollamientos en primer plano, el ahorcamiento en vivo de Sadam Hussein, 
cuerpos de colgados en puentes de entidades mexicanas, incluso toda una 
cobertura de Grupo Milenio, medio que tanto en sus impresos como en su canal 
de TV ha seguido el caso de tres sinaloenses condenados a la horca en Malasia 
por el delito de tráfico de estupefacientes. Todos los esfuerzos mediáticos dirigidos 
a una cobertura que busca la transmisión en vivo de una ejecución o ─en menorgrado de impacto─ un reality show de su exoneración. 
 Grupo Milenio, pese a ser una empresa más grande en tamaño que el 
semanario Proceso, tiene una reacción espejo con el proyecto que una vez iniciara 
Julio Scherer, incluso ha adoptado un formato semejante al de Proceso y la 
cobertura mediática sobre el tema del narcotráfico y el crimen organizado dominan 
su agenda. Aún después de haber firmado el supuesto pacto con el gobierno 
federal, contenido en Iniciativa México, para “endulzar” la agenda informativa de la 
violencia, uno de los noticieros estelares de Milenio Noticias conducido por Carlos 
Zúñiga, en horario nocturno, fue bautizado en 2011 con el nombre de “México bajo 
fuego”, título de sección muy al estilo de Proceso. 
 En México, medios como Proceso demuestran a través de las fotografías en 
portadas ─números especiales y en sus páginas en general─ que ya no solo es la 
geografía del país la que ha sido ocupada por el sujeto simbólico “narco”, sino que 
el cuerpo es también un espacio invadido por éste. Así lo demuestran las 
imágenes de sus ediciones (Tejada, 2009, p. 40-41), (Pérez, 2010, p. 13). 
También aparece Mario González, hermano de la ex procuradora de Chihuahua, 
Patricia González, en un video (Extraído de YouTube, 2010, portada) junto a sus 
captores, miembros de un grupo contrario al llamado Cartel de Juárez. 
 
Definición de espacio público 
La definición de espacio público está ligada a la idea de público, “el público es una 
especie de totalidad social” (Warner, 2008, p. 9), en cuanto a que el público es su 
propio espacio, es decir, el público determina el espacio, donde el Estado ha 
fungido como regulador del espacio público, o como diría Habermas, donde el 
Estado es “la administración pública” (Habermas, 2009, p.42). 
 “Podría tratarse de la población organizada en cuanto que nación, ciudad, 
estado u otra comunidad”, señala el investigador Michael Warner (2008, p.9) 
respecto al tema de los públicos. En la totalidad del público se contempla la 
existencia de “tantos públicos como unidades políticas” (Warner, 2008, p. 9). 
17 
 
 Existe un cambio categórico en aquello a lo que J. Habermas llama público, él 
se refiere a organizaciones públicas, como aquellas que son accesibles a todos. 
Para Habermas, lo público tiene que ver con notoriedad pública, por lo cual el 
sujeto de lo público es el público como portador de la opinión pública, mientras 
que para Warner los públicos dependen de formas y mecanismos de circulación 
de signos, ideas, mensajes. Lo que significa que el público tiene siempre una 
existencia virtual y contingente, relativo al medio de circulación; por ejemplo, no es 
lo mismo el público de la televisión, que el de la prensa escrita, o que el público 
lector de un libro. 
 El espacio público es un espectro espacial y físico, pero también intangible, que 
no por eso deja de ser espacial y material. El espacio público es el equivalente a la 
comunicación política. 
 Los medios, entonces, contribuyen a dar forma al público. También pueden fijar 
la agenda de ese público. En nuestro caso, hemos visto a los medios, en los 
últimos años, reducir sistemáticamente el espectro noticioso, dar prioridad 
absoluta a la información sobre la delincuencia, y saturar la conversación colectiva 
de información proveniente de fuentes anónimas e inverificables. Sea deliberado o 
no, es un modo de obturar el espacio público, y expulsar de la conversación 
colectiva a la sociedad y sus preocupaciones concretas: poder adquisitivo de los 
salarios, educación, empleo, etc. 
 El espacio público está ubicado donde la población, y ésta deja de ejercer la 
comunicación política a causa de la transformación de dicho espacio, algo ha 
cambiado para siempre, algo que social y comunicacionalmente obstruyó a la 
democracia, en el que el Estado cede el espacio de comunicación a los medios 
masivos, permitiendo que éstos dinamicen más allá de los ciudadanos, como un 
espacio a parte, que no representa ni el espacio del Estado ni el de la ciudadanía. 
Es aquí donde esta investigación observa un cambio radical en el espacio público, 
en donde los medios de comunicación han sido protagonistas; sin duda uno de 
ellos es el semanario Proceso, y el tema que ha encumbrado en los últimos años, 
el “narcotráfico”. 
 
 
 
 
 
18 
 
CAPÍTULO II 
La transformación del espacio público y la comunicación política en la nueva 
era del semanario Proceso 
Prensa porfirista y nueva prensa: 
 Mientras en Europa la edad moderna generó un espacio público y al mismo 
tiempo uno privado, con base en una aristocracia boyante y en una monarquía 
cada vez más moderna e ilustrada, México vivió una larga etapa de colonización y 
no fue sino hasta el siglo XIX que comenzó a entrecruzar su espacio público con 
su espacio privado; así el establecimiento del espacio público en México es 
relativamente nuevo, esta comunicación política también surge con la aristocracia 
porfirista, un concepto de ciudadano que tiene un espacio privado y un espacio 
público, donde se da el debate político, la prensa y la opinión pública. 
 Casos policiales y sensacionalistas de asesinos como “El Chalequero”, 
alimentaron un imaginario de ciudad temerosa de sus límites espaciales; la 
aristocracia porfirista creó una subpoblación criminal en un ideario limítrofe. Eso 
mismo pasa cuando la visión es histórica y mediática, occidental y postcolonial, tal 
como lo señalan los antropólogos Jean y John L. Comaroff (2006). 
 
Prensa porfirista, el comienzo del “espacio público”. 
 En un paralelismo muy llamativo con esa construcción de las “clases 
peligrosas” durante el Porfiriato, en los años recientes, en México, los medios de 
comunicación ─entre ellos Proceso─ se han encargado de reforzar la idea del país 
“en vías de desarrollo”, “en estado de criminalidad y guerra”, “en caos”. Los 
investigadores de la Universidad de Chicago hacen un comparativo con algunos 
casos en Estados Unidos para demostrar que el fenómeno no es exclusivo del 
Tercer Mundo. 
 Lo cierto es que el miedo psicosocial se cristaliza en obsesiones criminales, en 
imágenes construidas por el miedo. El Estado y la sociedad han evadido su 
responsabilidad recurriendo al lugar común y la salida fácil: generar un culpable 
19 
 
“criminal” ajeno y siempre incontrolable. La criminalidad es algo más que una 
proyección de los miedos sociales a perder el empleo, a no tener acceso a la 
educación, a no tener derecho a servicios de salud, la criminalidad es tener la 
excusa de un culpable al no contar con nada de esto en el espacio público. 
 El miedo más o menos impreciso, incluso el miedo a la violencia en una 
sociedad de enormes desigualdades, se concreta en el miedo a los criminales, 
sirviendo como discurso de legitimación autoritaria, particularmente de la fuerza 
pública. 
 Más aún, la sociedad con sus miedos autoriza que se soslayen los temas por el 
tema en el espacio público, como si se tratara de la causa única ver al 
“narcotráfico” como generador de todos los problemas que han sido desplazados. 
 La opinión pública en México surge con fuertes dosis de sensacionalismo en la 
prensa mexicana, ello reforzó el ideario porfirista de espacio público cuya visión 
cosmopolita era excluyente; además se debe considerar que la aristocracia 
generadora del debate tiene un sesgo clasista en esta etapa. 
 La naciente burguesía del México porfiriano debatía casos como el del 
“Chalequero” (Francisco Guerrero), asesino serial célebre de la época; historias 
como esa y los estereotipos que se construían a partir de ellas, constituyeron los 
temores de una sociedad en transición, que experimentaba el contraste entre lo 
rural y lo urbano. Esto servía para saturar los espacios de comunicación y anular 
la comunicación política. 
 Los medios de comunicación del porfiriato (prensa escrita)eran mucho más 
dependientes del Estado, su particular desarrollo comercial se debe desde 
entonces a la publicación de temas de seguridad y crimen, al que aún no le 
llamaban “organizado” porque en esa época todavía no se alcanzaba la 
organización ni afianzamiento de ninguna de las dos únicas clases sociales: 
burguesía y proletariado. 
 Hoy, es imposible pensar en la prensa mexicana sin remitirse a la nota 
policiaca, antes de ella no había nada, no existía el interés público, menos una 
opinión pública; tanto los públicos como sus opiniones (discursos) se fueron 
elaborando a partir del sensacionalismo, de esa combinación temor-atracción ante 
el fenómeno referido. Cuando surge una gran transformación, en el progreso 
positivista mexicano de aquella época, y en los años recientes la transición hacia 
la democracia, el espacio público de la comunicación política se purga y se agita, 
pero al mismo tiempo, el espacio público geográfico y poblacional se retrae, se 
conserva, se cierra. 
20 
 
 Una de las tesis de esta investigación es que lo anterior va más allá de una 
percepción clasista acerca del otro, lo que pasa es que conforme más se 
mediatiza la violencia y la amenaza del crimen organizado, las comunidades se 
cierran y protegen en sí mismas no aceptando a nadie ajeno, lo mismo en 
ciudades que en zonas rurales; muestra de ello son los linchamientos en 
Iztapalapa y Cuajimalpa. 
 Los medios de comunicación hoy se preguntan qué lleva a la gente a actuar 
como una turbamulta, pero no se preguntan qué tanto contribuyen a dicha 
reacción. Ante el temor y la percepción de inseguridad, la población excluye y 
elimina, algo que va en sentido inverso a la dirección del espacio público de la 
comunicación política en búsqueda de democracia. 
 
Proceso, del antagonismo a la creciente cobertura del narcotráfico 
Del diario al semanario, del espacio público al privado. 
Proceso nació de una fuerte ruptura y transición, de un cambio radical en el 
espacio público, ya que en el marco del llamado “golpe” a Excélsior, el equipo de 
periodistas mutó el proyecto del diarismo al semanario ─que en términos de 
comunicación política son distancias muy distintas─. 
 El diario, por su naturaleza de comunicación, mantiene una distancia más 
estrecha con la realidad, por lo que está más en contacto con ella; mientras que el 
semanario permite un mayor distanciamiento, pide menos información y más 
reportajes, crónica e investigación, lo que le da un carácter más interpretativo; el 
diario sólo puede informar, es decir, en teoría, reportar lo que sucede, tal como 
sucede y cuanto antes. 
 En cuanto al papel del semanario Proceso en la transición democrática del 
país, basta recordar la cobertura fundamental que haría del levantamiento 
zapatista, la cobertura del caso Colosio, la corrupción del sexenio salinista, la 
crisis económica de mediados de los 90, entre otros temas. Sin embargo, hoy a 
Proceso sólo le queda una página tras otra de narcotráfico y crimen organizado. 
 Sin duda el papel antagónico de Proceso transformó el espacio público en la 
etapa del régimen priista hacia la alternancia, compartiendo la confusión, así como 
de la orfandad de la transición a un nuevo régimen ─el PAN─; es en esta etapa en 
la que el semanario no encuentra sino en el narcotráfico el público que necesitaba, 
aunque esto valga la comunicación política que se ha ido perdiendo en los medios 
de comunicación. 
21 
 
 Proceso ha decidido dejar aquellos años de análisis combativo, algo que ni en 
la era de Excélsior lo había caracterizado de manera tan clara, tampoco en la 
etapa del diarismo la ideología de izquierda era algo que los definiera plenamente, 
pues durante la represión de 1968, este sector de la población no quedó muy 
satisfecho con la cobertura del diario en cuestión. Sin embargo, Proceso había 
decidido manifestarse como una prensa ideológicamente de “izquierda” y frontal 
en su análisis contra el Estado. 
 Aunque Proceso fue novedoso, como ya lo dijimos se trata de un medio 
tradicional, que se rige bajo viejos principios; por eso, la transición genera otra 
dinámica comunicacional en la revista. Los temas de siempre ya no pueden ser los 
mismos y, en medio de todo esto, surge el narcotráfico como un fenómeno que se 
puede mediatizar incluso más allá de que también lo mediatice el Estado. 
 Con la transición, Proceso encontró en el tema “narcotráfico” a su “público” o 
creyó encontrarlo y aseguró la permanencia comercial. Además, sus reporteros se 
especializaron en dicho tema y los nuevos periodistas que llegaron a sus filas sólo 
cubrían este asunto, tal es el caso del lugar estelar que ocupó Ricardo Ravelo en 
el semanario. 
 Seguramente la crisis de los medios impresos ha llegado a afectar a esta 
revista de gran tradición, quizá esto contribuyó con la creciente cobertura del tema 
narcotráfico. Cabe destacar, que también es cierto que ningún otro medio ha 
hecho una cobertura del tema tan completa y que hay quienes en sus páginas han 
encontrado la “voz” de los narcotraficantes, algo que antes de Proceso difícilmente 
se presentaba en los medios de comunicación mexicanos. Otro aspecto a resaltar 
es que desde la era priista y el sexenio de Vicente Fox, el fenómeno del 
narcotráfico ya existía, sin embargo se le dio una menor relevancia informativa. 
 
 En torno a Proceso aparecieron varios libros que versan sobre el tema 
“narcotráfico”; la mayoría escritos por el propio Ricardo Ravelo2 y el actual director 
del semanario, Rafael Rodríguez Castañeda3. 
 
2
Ricardo Ravelo es un periodista nacido en Veracruz en 1966 y quien estudió periodismo en la Universidad 
Veracruzana. En 1987 inició su carrera en los periódicos El Dictamen, La Nación, Sur y la revista La Llave. En 
1991 comenzó a trabajar para Proceso como corresponsal de su entidad y en 1996 ingresó a la redacción del 
semanario como reportero de tiempo completo para cubrir la fuente policiaca, especialmente la PGR. 
3
 Rafael Rodríguez Castañeda nació en la Ciudad de México en 1944 y es licenciado en Periodismo por la 
UNAM, profesión a la que se dedica desde 1965. En 1970 entró a trabajar al periódico Excélsior, del cual fue 
redactor, corrector de estilo y reportero. Fue corresponsal de este diario en Washington de 1974 a 1975. 
Después regresó a la redacción como coordinador de los corresponsales en el extranjero. Tras el golpe de 
22 
 
 Javier Sicilia4 dista de ser un fundador del semanario, su carrera es la de un 
poeta, del cual no se tiene un registro preciso de cuando incursiona a Proceso, ya 
que en sus varias reseñas biográficas no aparece este dato. La presencia de 
Sicilia tanto en Proceso como en otros medios de comunicación se ha 
acrecentado a partir del asesinato de su hijo José Francisco, el lunes 28 de marzo 
de 2011, junto con otras seis personas. 
 Ravelo tiene en su haber libros como Los capos. Las narco-rutas de México, 
Los narcoabogados; Crónicas de sangre, Cinco Historias de Los Zetas; Herencia 
maldita, el reto de Calderón y el nuevo mapa del narcotráfico y Osiel, vida y 
tragedia de un capo. En cuanto a Rodríguez Castañeda ─quien con su llegada 
también marca la transición de Proceso─, ha publicado algunos libros como El 
México narco, Los generales y Los rostros del narco; curiosamente algunos de 
estos títulos son idénticos a algunas notas y números especiales aparecidos con 
anterioridad en el semanario. 
 La continuidad mediática en los contenidos de Proceso, se da no sólo en la 
línea de la edición del semanario, pues en el mes de marzo de 2012 han lanzado 
una colección de libros coeditados con Grijalbo que versan sobre el tema y que en 
los quioscos han tenido un costo de $79.00. 
 Cabe señalar que el problema de la información sobre el crimen se plantea con 
frecuencia en los mediosde comunicación globales, y generalmente éstos se 
enfrentan a la pregunta de cuál es su papel a la hora de abordar notas sobre 
crímenes y criminales. Se trata de un dilema ético el saber cuál es su 
responsabilidad ante estos fenómenos, qué precauciones deben tomar no sólo 
para protegerse como gremio, sino para informar correctamente: sin exagerar ni 
minimizar, sin provocar escándalo ni buscar el morbo. 
 Por ejemplo, en Brasil, la revista Veja ─publicación que esta tesis encuentra 
muy parecida a Proceso─, se encuentran dos formas distintas de cubrir un caso 
semejante, aunque sin dejar de tener impacto noticioso. 
 
Luis Echeverría en julio de 1976, abandonó el periódico y en noviembre del mismo año formó parte de la 
fundación del semanario Proceso. En marzo de 1999 es nombrado director de esta revista. 
4
 Javier Sicilia es un escritor nacido en la Ciudad de México en 1956. Estudió en las facultades de Filosofía y 
Letras y en la de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, primero fundó la revista Poesía, y actualmente 
dirige Ixtus. En 1990 ganó el premio Ariel por el mejor argumento original escrito para cine y en febrero de 
2009 el Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes. 
23 
 
 El secuestro del autobús 174 de Rio de Janeiro ocurrido el 12 de junio de 2000, 
a un año del atentado a las Torres Gemelas en Nueva York, ya hervían los 
ingredientes globales de los medios, quienes comenzaban a unificar sus agendas 
en torno al tema de seguridad. La trama de este secuestro incluía a una víctima 
tomada como rehén en medio de una confusión entre un secuestrador y un policía 
“imprudente”; sin embargo, el semanario brasileño decide no lanzar una portada 
más dedicada al tema de la violencia, “entre junho de 2000 e meados de maio de 
2001 é preciso dizer que Veja apresenta quatro capas abordando o tema 
violencia” (Aidar, 2002, p. 263), en el artículo citado el autor señala que la revista 
brasileña había dedicado cuatro portadas al tema de la violencia; lo que le llama la 
atención es que en el caso de esta nota, cuyo clímax de violencia llevó a otras 
publicaciones brasileñas a colocarlo en su portada, Veja decide mandarlo a un 
llamado secundario y opta por una primera plana de “espectáculos” con el rostro 
de Tom Cruise, “Bello y Poderoso”. 
 El escritor del ensayo sobre el semanario Veja 
cuestiona y pone en duda si existe una real 
contradicción en la portada de la revista carioca; 
sin embargo, un análisis permite hacer un comparativo entre 
casos: Proceso y Veja. Lo que se observa es que el 
semanario brasileño encontró otras formas de llevar un 
mismo mensaje de violencia sin que se pierda su tan 
codiciado impacto mediático; para nosotros no hay duda ni 
contradicción, más bien, la debilidad del mensaje 
aparentemente central de portada (Tom Cruise) refuerza aún 
más la presencia del llamado diagonal en amarillo ─que en 
realidad es la nota central─ sobre el secuestro del autobús 
de Río de Janeiro. 
 El perfil de Veja es similar al de Proceso en el tratamiento que le dan a temas 
de seguridad, violencia y derivados. Son una confusión terminológica que no 
tendría porqué ser comparable, aunque los fenómenos estén vinculados, no se 
trata de la misma nota, pero ambas revistas abordan la inseguridad y el crimen 
como sinónimos. Así, el símbolo pesa más que la definición de los fenómenos 
sociales. 
 La diferencia entre Veja y Proceso es que la revista brasileña ha optado por un 
abanico más amplio de temas, sin especializarse en el narcotráfico, o algún tema 
semejante, como podría ser el fenómeno del crimen y la marginación en las 
favelas. 
Portada del semanario brasileño Veja, 
la cual cubre el secuestro del autobús 174 
de Río de Janeiro, ocurrido en el año 2000. 
24 
 
 Es interesante que el autor del ensayo sobre Veja diga que en 
algunas partes del discurso de la revista, éste parece estar 
dictando cómo se debe enfrentar el vandalismo, algo que el 
semanario Proceso en México ya hace, no solamente a través de 
su discurso impreso, sino incidiendo de manera directa en el 
discurso de Estado con actores como el columnista ─hoy activista 
político en contra del crimen organizado─ Javier Sicilia. 
 En el caso de la revista mexicana se ha mantenido una visión 
lineal de los hechos violentos bajo el contexto del narcotráfico, no existe un matiz 
de diferencia, las portadas sólo cambian de personaje y lugar pero el tema es el 
mismo, la escena es la misma. El semanario mexicano ni si quiera 
ha buscado hacer un esfuerzo de 
distanciamiento con la escena violenta, al 
contrario, cada vez se halla más inmersa en 
el discurso del narcotráfico como es el caso 
de la portada Scherer-Zambada. 
 El semanario Proceso ha transformado el 
espacio público de la comunicación política 
a través de los espacios públicos físicos de la escena 
nacional. Hace de las ciudades montajes de terror donde 
destaca el mensaje central del terror, tal como lo muestra 
la edición 1681 correspondiente al 18 de enero de 2009. 
 
 
 Sin embargo, aún antes hay claras muestras de espacios públicos trastocados, 
pues en la edición 1592 del 6 de mayo de 2007, Proceso 
muestra una imagen de un helicóptero militar mexicano con el 
encabezado “Narco, el Irak de Calderón”. En el caso de la 
edición 1623 del 9 de diciembre de 2007, la portada lleva el sello 
“Tamaulipas” rotulado de forma diagonal en color rojo y al fondo 
unos cuerpos masacrados; otras portadas semejantes se repiten 
en el caso de diferentes estados en algunas ediciones como la 
1645 del 11 de mayo de 2008, la edición 1663 del 14 de 
septiembre de 2008 y la edición 1765 del 29 de agosto de 2010. 
Julio Scherer, periodista 
fundador de Proceso y 
El Mayo Zambada, 
presunto líder del 
narcotráfico. 
http://hemeroteca.proceso.com.mx/?page_id=85707
http://www.proceso.com.mx/?page_id=92764
http://hemeroteca.proceso.com.mx/?page_id=85707
http://www.proceso.com.mx/?page_id=92764
http://hemeroteca.proceso.com.mx/?page_id=85707
http://www.proceso.com.mx/?page_id=92764
http://hemeroteca.proceso.com.mx/?page_id=85707
http://www.proceso.com.mx/?page_id=92764
http://hemeroteca.proceso.com.mx/?page_id=85707
http://www.proceso.com.mx/?page_id=92764
25 
 
 La referencia geográfica, en todos esos casos, no sólo tiene la función de 
localizar un acontecimiento, sino de significar el lugar. En Tamaulipas, por 
ejemplo, sucedieron sin duda muchas cosas en la primera semana de diciembre 
de 2007, y entre ellas actos de violencia que eran noticia. Sin embargo, la portada 
omite cualquier información que no sea la violencia: sugiere que Tamaulipas es un 
montón de cadáveres, nuevamente reduciendo el espacio público al significado 
violento. 
 ¿En qué consiste el problema?, seguramente la fotografía fue 
tomada en una calle de alguna ciudad de Tamaulipas, pero al 
identificar esa realidad, absolutamente localizada, parcial, 
concreta, con la realidad abstracta “Tamaulipas”, se está 
recurriendo a la metonimia, es decir, la parte por el todo, donde 
los muertos son Tamaulipas o Tamaulipas son los muertos. La 
diferencia es simple y obvia: no es igual decir “esto sucede en 
México” a “Esto es México”. O bien, como lo publica otra portada 
de Proceso: “México, hoy”. 
 
Un “nuevo orden público” desde los medios de comunicación 
Los medios de comunicación han establecido una especie de “nuevoorden 
público”, donde en vez de servir como instrumento democrático de transparencia, 
han fungido como un poder fáctico. Al incidir de manera autónoma: ya no son 
medios para facilitar la comunicación en el espacio público, sino que definen, 
delimitan y configuran la conversación pública. 
 Existe un problema que tiene su origen en los medios de comunicación, pues 
en esta forma de comunicarse, el canal se convierte en emisor privilegiado. 
 Hoy, los medios de comunicación en México cuentan con que una buena parte 
de su audiencia es vulnerable, influenciable y dominada, pues se trata de una 
sociedad desocupada, sin empleo ni oportunidades de estudio. Se trata, en fin, de 
una audiencia desvalida. 
 Si se define al público como una totalidad social, el semanario Proceso se 
dirige cada vez más a ésta intentando representarla como un relato que de 2004 a 
2010 lleva como eje central el tema narcotráfico. 
 Según el autor Michael Warner (2008), existe una confusión entre el público y 
un público; en el caso del semanario mexicano, tal parece que se dirige a un 
público como si se tratara de “el público”. Sin embargo, en México se vive un 
fenómeno mediático que demuestra un desinterés en la generación de los 
26 
 
públicos; es decir, de audiencias tan diversas como existen unidades políticas, y 
ahora más bien pareciera buscar reproducir públicos que integren un solo público. 
 Si regresamos a lo planteado por Warner (2008, p. 13) “un público es un 
espacio de discurso organizado nada más que por el discurso mismo”, lo que 
significa que no necesariamente está vinculado a la demanda de una audiencia 
determinada. 
 Es muy común que hoy se hable del público como algo detectable y 
perfectamente ubicado dentro del total de la sociedad, pero cualquier intento por 
dirigirse a éste no será más que eso, un esfuerzo de aproximación, ya que en la 
totalidad social pueden caber una infinidad de públicos. 
 A través de la cobertura del semanario Proceso (2004-2010) del fenómeno 
“narcotráfico”, se observa que este medio desplaza el espacio público y al mismo 
tiempo pretende dirigirse al público como una totalidad social uniforme. 
 El espacio público al que hacemos referencia es el país, es decir, la zona 
geográfica que representa a México. La nación deja de ser contexto y escenario 
de los fenómenos sociales, para ser desplazada por el narcotráfico que ocupa el 
lugar de contexto o escenario social integrador. 
 Para Proceso el narcotráfico es la geografía nacional, la ciudadanía ha dejado 
de ser protagonista de lo social y México se ha convertido en un personaje 
secundario del relato informativo. 
 Es fundamental analizar el reacomodo de los públicos en este caso, pues ellos 
también han dejado su lugar a un público cada vez más creciente y uniforme, sin 
contrastes ni diversidad. 
México sin contexto y sin más geografía que el narcotráfico 
Un ejemplo de la manera como Proceso representa al país en 
la cobertura del narcotráfico (2004-2010) se observa en la 
edición especial número 24; en su portada se ilustran dos 
pistolas cruzadas tipo “narco” y de fondo ─como sombra 
secundaria─ el país. 
 El color de la portada es rojo ─color que simboliza 
violencia─ y no existe ningún otro titular que distraiga al lector 
del peso de la imagen anteriormente descrita. En muchas de sus portadas, 
Proceso había venido explorando una imagen donde el contexto desaparecía, se 
diluía o pasaba a segundo término; es decir, el país como primer contexto de 
27 
 
referencia dejaba de serlo, para dar su lugar al narcotráfico y a al crimen 
organizado. 
 Pero este caso no es una excepción, el semanario Proceso ha presentado al 
país como un escenario dominado y pasivo ante el narcotráfico en varias 
ocasiones. En el 2004, la edición número 1448, muestra un lugar indefinido y 
atemporal de la geografía mexicana con un cielo rojo y la leyenda “Las huellas del 
narco” (2004); en la edición número 1469, el país es una mancha de sangre 
producto del narcotráfico y su antetítulo “Violencia desborda” da paso al 
encabezado principal “El país del miedo” (2004). En esta portada, nuevamente 
Proceso presenta a México como producto del narcotráfico y no al revés. 
 Hay portadas muy parecidas entre sí; semejante a “Las huellas del narco” está la 
edición número 1733, también en fondo rojo y con la ruta geográfica del 
narcotraficante Arturo Beltrán Leyva, bajo el encabezado de portada “Las huellas 
de la cacería” (2010). 
 
 
 
 En el año 2009, en la edición 1711 correspondiente al 16 
de agosto, el encabezado principal de portada es 
prácticamente idéntico al antetítulo de la edición 1469 
también en portada, pues muestra la leyenda “México, 
violencia desbordada”. En este caso la imagen es de un 
hombre cuya figura de fondo se muestra borrosa apuntando 
de frente al público lector. 
 La identificación del país con la violencia tiene varios 
elementos. En primer lugar, Proceso emplea la expresión 
“narco”, una expresión genérica, que se refiere a fenómenos muy distintos en la 
escala social, pues forman parte del “narco” los campesinos que siembran 
marihuana o amapola, los transportistas que llevan droga al norte, los 
contrabandistas que pasan la frontera (pasadores, burreros, mulas), los 
menudistas que la venden en las llamadas “tienditas”, así, hasta el consumidor es 
parte del “narco”. Toda esta variedad de actores tendría que ser vista y analizada 
28 
 
por separado, tendría que llevarnos a hacer preguntas de orden sociológico. En 
segundo lugar, los procesos del “narco”, incluso dando por hecho que todos los 
niveles del proceso fueran idénticos al significado del concepto, tienen una 
geografía concreta, y desde luego no son uniformes en el país. Por lo tanto, la 
abstracción “México”, incluyendo el mapa entero del país empapado o convertido 
en un chorrear de sangre es una grave distorsión. 
 Otro aspecto que cabe señalar es que para el semanario 
Proceso, México es equivalente a narcotráfico; es decir, que 
éste último substituye al primero ─tal como se ve en el caso 
de la edición número 1649, correspondiente al 8 de junio de 
2008─ pues muestra “La narcoinvasión mexicana” en 
territorio norteamericano. Aquí, el narcotráfico se 
corresponde a la nación de manera directa, no son los 
actores políticos ni sociales los que representan el fenómeno 
del narcotráfico, sino todo el país. Además contribuye a la 
idea de que México “invade” a EU con el narcotráfico. 
 En una imagen semejante, la portada del número 1645 del mismo año, pero 
correspondiente al día 11 del mes de mayo, muestra un grupo de personas 
asesinadas con un sello que lleva la leyenda “Hecho en México”. Nuevamente, 
Proceso coloca al narcotráfico como contexto y desplaza al país (al público) a un 
papel secundario de portador de dicho contexto. Incluso, la nota principal a la que 
alude la portada, se titula “República de la violencia”. 
 En la continuación del relato que desplaza a los públicos que integran el 
espacio denominado “país” para dar lugar al narcotráfico, el semanario Proceso 
continuamente ha publicado portadas con el mapa de la república mexicana 
invadido por este fenómeno criminal, incluso ha llevado el tema a otros ámbitos de 
acción, como son la política, los deportes y los espectáculos. 
 En el caso de la política, Proceso muestra a un país que ha entregado el poder 
al narcotráfico, tal como se observa en las portadas publicadas en el año 2010 
correspondientes a las ediciones 1745, 1754, 1756, 1765 y 1773, por mencionar 
algunas, las más evidentes. 
29 
 
 
 
 Número 1756. Número. 1773. Número 1754. 
 
 Fernando Escalante Gonzalbo (2011) es un sociólogo que ha observado en la 
prensa una serie de efectos en el relato de laviolencia y destaca cuatro puntos 
principales. Primero ─apunta─ “hay un efecto de distorsión por la jerarquía de las 
noticias cuando información que correspondería a la sección policial aparece 
siempre en primera plana” (Escalante, 2011). Como segundo punto señala que 
otro efecto de distorsión “se da por el tratamiento periodístico del fenómeno 
cuando la violencia se convierte en el contenido fundamental de la noticia, en 
detrimento de todos los demás temas que la componen” (Escalante, 2011), en 
este caso las notas se detienen en pormenores violentos innecesarios. El tercer 
aspecto se refiere a la persistente subordinación de la prensa mexicana a los 
comunicados y el cuarto “a la distorsión por el lenguaje cuando se recurre a 
términos de presunta exactitud técnica, que nos permiten fingir una seguridad que 
no tenemos para explicarlos” (Escalante, 2011) (cártel, sicario, plaza, 
lugarteniente, etc.). 
 Los puntos señalados por Escalante son esenciales pues definen a una prensa 
“efectista”, con deficiencias técnicas que aún no se discuten. 
 En Proceso, sucede algo más que no ha visto Escalante y que ésta 
investigación advierte: a través de la serie de operaciones metonímicas que 
hemos señalado, todas las instituciones, los estados del país, los procesos 
políticos y sociales aparecen subsumidos en el único proceso con vigencia, que es 
el “narco”. 
 Así es como hay “México narco”, “narcoelecciones” y “Narco en el Congreso”, 
no se trata solamente de la denuncia de una “contaminación” institucional, sino de 
la insistencia, la redacción de titulares, el diseño de portadas que colocan al 
“narco” como un sujeto activo que ocupa todo el país. 
 
30 
 
Desde que Proceso descubrió la veta mediática del tema narcotráfico las cosas no 
volvieron a ser iguales en el espacio público mexicano. Las principales víctimas: la 
sociedad, su historia y su política. 
 Es increíble que un semanario nacido del espacio público y de su comunicación 
se haya “procesado” a sí mismo rumbo al cada vez más regresivo y apolítico tema 
del narco. 
 Proceso utiliza el mismo tema con distintos nombres como cabeza de sección: 
La Guerra de Calderón/Michoacán, Narcotráfico/Nuevo León, Narcotráfico/Ciudad 
Juárez, Narcotráfico/México-EU, entre otras parecidas. 
 En el 2010, temas como la jornada electoral en diferentes estados de la 
República Mexicana, el secuestro del político Diego Fernández de Cevallos y el 
Mundial de Futbol de Sudáfrica, desde la óptica del semanario Proceso estaban 
relacionados con el narcotráfico. 
 Prácticamente todas las secciones del semanario dieron lugar al tema: 
Presidencia, Derechos Humanos, Elecciones 2010, Justicia, Espectáculos, 
Violencia Social, Cultura, Internacional, La Capital, Seguridad y Seguridad Pública, 
Análisis y cartones; por mencionar algunas que se han contabilizado como parte 
de la información que la revista dedica al tema. 
 Aunque en México el narcotráfico y el Estado son algo endémicos, los medios a 
través de los cuales se comunica este fenómeno no habían sido los mismos, el 
tema irrumpe en un espacio público a través de la prensa, pero nada puede 
asegurarnos de que se trate de su propio mensaje, pues ese modo de 
comunicación solo lo viven ellos de manera interna, a nivel grupo social. Lo único 
que conocemos de este emisor, es el mensaje de los medios de comunicación, un 
mensaje “efectista” ─para sintetizar lo dicho por el investigador Fernando 
Escalante─, sin embargo, hay algo que no señala: 
 En el espacio público del narcotráfico sólo tenemos el mensaje, ya que el 
emisor y receptor directo de éste puede ser cambiante, lo que no cambia es el 
mensaje. Aquí es algo distinto a lo que se piensa de la “democracia”, donde se da 
una mayor diversidad de mensajes como un intercambio directo entre emisor y 
receptor. El mensaje del poder aún está ligado a lo político, a un concepto social 
de “públicos” o de opinión pública. 
 ¿Pero qué hizo Proceso?, sacar a la política y al análisis histórico de sus 
páginas comunes, estos temas tal parece que son para la revista no dignos de sus 
ediciones semanales como antes sí lo eran, y ahora en el semanario en cuestión 
publican fascículos marginales un año antes de las elecciones presidenciales 
(2012) acerca del tema que tendría que ser el central para una revista cuyo 
31 
 
acontecer es el político, el tema de los aspirantes presidenciales sale de las 
páginas comunes de Proceso para ocupar un sitio marginal de fascículo incluso 
menor en páginas y costo ($25.°°); estos fascículos llevan el nombre de “Los 
aspirantes”. 
Lo mismo ocurrió con el análisis y la cobertura de la ceremonia del Bicentenario, la 
cual ameritaba una revisión histórica y contextual dentro del semanario, sin 
embargo Proceso lo abordó de manera separada en fascículos coleccionables 
igualmente reducidos y monográficos fuera de los números semanales. Por un 
lado existe un objetivo comercial de vender más por menos, y otro marginal que 
incide en el espacio público el cual ha sido privilegiadamente ocupado por el tema 
narcotráfico; lugar que este fenómeno no ocuparía sin los medios de 
comunicación. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
32 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
33 
 
 
Cómo se realizó el análisis cuantitativo 
Para el análisis cuantitativo (2004-2010) en portadas se registró: 
A) Portadas con el tema 
B) Encabezados en portada con el tema 
C) Fotografías o imágenes en las que aparece un Personaje narco en 
portada5 
D) Mantas sobre el tema que aparecen en portada 
 
Para el análisis cuantitativo (2008-2010) en interiores se registraron: 
A) Notas sobre el tema (no se contaron las cartas de los lectores de la 
sección “Palabra de Lector”, aunque trataran el tema y en algunos casos 
estuvieran incluidas en otras secciones) 6 
B) Total de páginas sobre el tema, exceptuando las solapas. Tanto la primera 
como la última, ya que ambas son espacios publicitarios externos 
C) Fotos de Personaje narco7 
D) Fotos de asesinatos relacionados con el tema 
E) Imágenes país 
F) Fotos de “drogadictos” 
G) Fotos con mantas y/o mensajes 
H) Fotos de ataúd(es) y/o tumba(s) 
I) Fotos de propiedades (inmuebles) del narcotráfico 
J) Fotos de decomisos y/o aseguramientos 
K) Fotos del Ejército 
L) Fotos con movilizaciones o marchas relacionadas con el tema 
 
 
 
5
 Casi todas son fotos; sin embargo, en el número 1689 del 15 de marzo de 2009, aparece el Chapo en 
caricatura y también se cuenta en el caso de portadas. 
6
 Al contar el total de notas se incluyen los Cartones (viñetas) que contenían una clara opinión ─la última 
página de Helguera y Hernández─, en cuyo caso se contó cada viñeta como nota aunque tuviese formato de 
historieta, no así las ilustraciones sin tema de opinión que generalmente se encontraron en Análisis, Cultura 
(columna de Florence Toussaint). 
7
 En todos los casos de conteo de fotos se contarán incluso las fotos de las fotos; es decir, cuando aparece 
una foto tomada de otra fuente. 
34 
 
Metodología del análisis cuantitativo 
Para portadas 
Todas las portadas referidas al “narcotráfico”, ya sea por una acción criminal 
referida, por algún personaje señalado u otro elemento en clara alusión al tema. 
Se contaron todas las portadas con el tema central “narcotráfico”. Al cuantificarlas 
se sacaron porcentajes de portadas con respecto al número total por mes, por 
trimestre y año. 
Para interiores 
Se consideró cada nota que tratara sobre el tema “narcotráfico”, aunque ésta 
apareciera entremezclada o bajo el disfraz editorial de otro título o temática, sin 
importar la sección: “Espectáculos”, “Derechos Humanos”, “Cultura”, “Deportes” y 
otras. Si se refiere a violencia, crimen organizado, inseguridad, como equivalentes 
al narcotráfico, o a este temaen específico en el mundo deportivo, cultural u otros, 
también se contó. 
 Las notas de la sección “Palabra del lector” no se contaron aunque hicieran 
referencia al tema en cuestión. Sólo fueron contadas aquellas con la 
intencionalidad de formar una nota en otra sección. 
 En cuanto a las “Cartas” de los lectores comunes, publicadas en “Palabra del 
Lector”, no se contaron como notas ni aunque aparecieran en otra sección del 
semanario bajo el mismo nombre. Sólo si la epístola adquirió otra connotación y 
formato, como el de nota o reportaje en una sección distinta, o si era de algún 
personaje político que le dio un carácter informativo y editorial, entonces sí se 
contaron como notas. Por ejemplo: “Escuela de Escritores de la Sogem” (Número 
1701, 7 de junio de 2009) o Carta de López Obrador en la sección “Política” 
(Númeron 1698, 17 de mayo de 2009). 
A) Toda clase de notas, trátese de notas informativas, de análisis, cartones y/o 
comunicados que tuvieran formato de nota (no así si aparecieron como 
inserciones pagadas o publicidad); es decir, se contaron tanto notas 
informativas, como de opinión, o textos que informaban sobre el tema, 
notas o reportajes gráficos, excepto si se trató de publicidad, aunque fuera 
sobre el tema y se tratara de la publicidad de la propia revista que anuncia 
algún número o publicación especial sobre narcotráfico. 
B) La columna de Carlos Monsiváis, “Por mi madre bohemios”, no se contó en 
la clasificación “narcotráfico”, puesto que se trata de una “ensaladera” de 
temas de actualidad. Únicamente fue contada en el total de notas. 
35 
 
C) Los cartones se contaron por unidad. En caso de que se trate de una plana 
completa con diversas viñetas sobre diferentes temas políticos pero unidas 
por un tema humorístico, se contarán sólo las viñetas referentes al tema 
narcotráfico. 
 En el caso de la viñeta que ilustra siempre la columna de Carlos Monsiváis, 
“Por mi madre Bohemios”, ésta cumple la función de rúbrica, por lo que no cambia 
y no se cuenta como “cartón-nota”. 
 Las notas “aclaratorias” que aparecen en pequeños recuadros, se contarán 
como notas totales, no así como notas sobre el tema narcotráfico y sus derivados, 
aunque contengan una aclaración de dicho contenido. 
 Se hizo el conteo total de páginas, incluyendo todas las secciones y notas. En 
caso de que una de las notas de texto abarcara casi la mitad o más de la mitad de 
la página, se registró como página completa. Al cuantificarlas se sacaron 
porcentajes de páginas con respecto al número total por ejemplar, mes, trimestre y 
año. 
 Al contar el número de páginas sobre el tema “narcotráfico”, la página se 
cuantificó como completa si era continua; es decir, de provenir de una nota con 
plana completa y abarcar una parte considerable de la siguiente ─por lo general 
se trató de una columna más, o de media plana más en la siguiente página─; por 
el contrario, no se contó como página la información aislada y breve, situada entre 
notas diversas. Ejemplo: las breves de “Cultura”. 
 En el caso de la última página con información ─la de Helguera y Hernández─, 
se registró como página completa si todos los cartones (viñetas) coincidían en el 
mismo tema del narcotráfico, en caso de no ser así, se cuantificaron como notas 
(viñetas). 
 Se registraron todas las fotografías, incluidas las de portadas de libros. Las 
únicas fotos no incluidas fueron las publicitarias, aunque correspondieran al tema. 
 Al contabilizar fotografías de documentos, si éstas aparecían por separado, se 
contó una por una, pero cuando se presentaba un collage, si el mismo documento 
se repetía haciendo poco legible la información visual, entonces se contó como 
una sola foto. Sólo se registraron las fotografías variables de un conjunto o 
collage. 
 Es importante señalar que la serie de fotos ─como en el caso de los 
documentos─ se registraron una a una, excepto de encontrarse dentro de una 
misma foto sin separación del resto, o si se repetían demasiadas veces con 
alguna intención efectista de diseño. Se registraron una por una las fotos o 
36 
 
imágenes diferentes claramente distanciadas entre sí, aunque tuvieran un mismo 
marco de diseño (Ejemplo: Núm.1652, p.8). 
 Otro aspecto que define el conteo de fotografías es la firma del fotógrafo, lo que 
distingue a la sola fotografía del collage. 
 Las imágenes con las búsquedas temáticas relacionadas con el tema 
“narcotráfico” (Personaje narco, Asesinatos, Ejército, Decomisos y/o 
Aseguramientos, Mantas y/o Mensajes, Imagen país, Tapados, Propiedades y 
Adictos), se contaron si podían distinguirse con claridad. 
 Las fotos de asesinatos se contaron si estaban integradas a notas, columnas, 
artículos, reportajes escritos y reportajes gráficos. No así las fotos que sobre el 
tema aparecieron en la publicidad; tampoco se contaron las fotos que aludían 
asesinatos con emboscadas o autos dañados por los ataques, paredes llenas de 
sangre y otras; se registraron las que explícitamente mostraban “asesinatos”. 
 Este trabajo ha permitido elaborar una base de datos muy completa (ver 
“Registro hemerográfico del semanario Proceso 2008-2010”), que permite 
observar en esquema, con toda claridad, la evolución de la revista en los años de 
referencia. 
 
El “narcotráfico” en Proceso portada por portada (2004-2010) 
Los datos no ofrecen lugar a dudas: el tema del “narcotráfico” ha ido ganando 
importancia y espacio en la revista Proceso de manera continuada, sistemática y 
creciente. La presencia del “narcotráfico” es cada vez mayor, tanto en portadas 
como en titulares e interiores. En este apartado nos ocuparemos en demostrar el 
ascenso que en el año 2010 alcanza un 71.15% de presencias de portadas sobre 
el tema “narcotráfico”, lo que la hace ya una revista especializada en el tema. 
 En tan solo siete años, el tema “narcotráfico” es el centro del espacio público 
según Proceso y las gráficas lo demuestran así; es curioso que solamente en el 
año electoral se presente 0% de portadas sobre el tema. Sin embargo, como ya se 
observará en el siguiente apartado “Titulares secundarios en portada”, veremos 
que por el contrario en ese mismo año (2006) sí hubo titulares en portada; es 
decir, llamados secundarios en portada, que en términos estrictamente editoriales 
sólo están por debajo de la nota principal de portada. 
 Cabe señalar que en porcentajes se realizó la siguiente operación: el valor de 
interés por 100, entre el valor total. Cuando nos referimos a números netos, se 
presentan los valores por unidad. 
37 
 
 A continuación se abordará cada variable del 2004 al 2010 y la tendencia de 
portadas con el tema, correspondiente a 2011. 
 En esta gráfica se muestra el ascenso de portadas sobre el tema 
“narcotráfico” durante los siete años contemplados en el análisis cuantitativo de 
cubiertas: 
 
 
En el año 2004, el comportamiento noticioso con el tema “narcotráfico” no era 
considerable; en esta gráfica se puede observar que hasta la mitad del segundo 
trimestre del año se mantiene en 0%, y luego crece hasta un 15%, para caer en el 
último trimestre hasta un 8%. El porcentaje anual fue de 6% del total de 52 
ejemplares por año que editó el semanario Proceso en ese 2004. 
38 
 
 
 
 
 
39 
 
El año 2006 fue el único en que no hubo portadas sobre el tema “narcotráfico” 
(0%), ya que fue año de elecciones presidenciales 
y bajo un contexto muy particular: largas y 
costosas campañas, guerra sucia y un largo 
proceso pos electoral. Sólo eso hizo una pausa en 
Proceso en el tema “narcotráfico”. 
 
 
 
 
 
 
Los números de 2007 son radicalmente distintos a los de 2006, comienzan con un 
25% los dos primeros trimestres, en el tercero suben al 60% y cierran con una 
ligera baja en un 15%. Esto quiere decir que para el conjunto del año 2007, 
alrededor de una tercera parte

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