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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
 FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES 
 
 
 
REINVENCIÓN DEL TERRORISMO COMO DISCURSO DE 
INTERVENCIÓN EN EL MEDIO ORIENTE: EL CASO DEL 
ESTADO ISLÁMICO 
 
 
 
T E S I S 
 
 
 QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE: 
 LICENCIADA EN RELACIONES 
INTERNACIONALES 
 
 
 P R E S E N T A : 
 
CHELSEA ODETTE ESTRADA 
MARRÓN 
 
DIRECTOR DE TESIS: 
DR. MOISÉS GARDUÑO GARCÍA 
 
Ciudad Universitaria, Cd. Mx., 2018 
 
 
Esta tesis contó con el apoyo del Proyecto PAPIIT IA302316 : 
“Nuevos retos y realineamientos en el Medio Oriente” 
 
 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
A María Elena 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
AGRADECIMIENTOS 
 
 
A María Elena, mi más grande fuente de inspiración. Quién contribuyó a desarrollar en mí la 
pasión por las letras y los más elevados versos, aquella mujer llena de sabiduría que siempre 
sabía responder a todas mis inquietudes. A ella, la luz que iluminó mis días más oscuros. 
A Lucila, mi madre, quien me ofreció su amor incondicional desde que estaba en su vientre, 
demostrando con cada una de sus acciones el más profundo sentido de la palabra amar. Una 
mujer a la que admiro por su fortaleza y entereza, esa que no teme mostrarse vulnerable, a 
ella, que ha acompañado cada uno de mis logros y me ha ayudado a vencer los obstáculos. 
A Fernando, mi padre, un ser humano con una gran sensibilidad, como pocos pueden 
ostentar. Aquel que siempre alimentó mis sueños, demostrando que los límites son sólo los 
que erigimos ante nuestros ojos. A ese padre amoroso que compartió conmigo su pasión por 
la música, quien me enseñó que el amor, la pasión, la responsabilidad y la disciplina deben 
acompañar todas nuestras acciones. 
A Kristofer, mi hermano, a quien admiro por su entereza y resiliencia, porque ninguna 
dificultad, sin importar la magnitud, ha podido vencer su espíritu. Porque su corazón es 
enorme y en él todos caben. A mi hermano mayor, que me ha acompañado en las dichas y 
tristezas, quien me hace entender todos los días lo increíble de compartir la vida. 
A Kin, ese ser de luz que ha hecho mi vida más dichosa, quien se entrega sin pedir nada en 
retribución. A él, cuya presencia basta para disipar toda preocupación y temor. 
A Gabriel, mi compañero de vida, con quien descubrí cómo una pequeña coincidencia fue el 
inicio de una historia fascinante, en la que el amor es el motor para creer, crecer y crear. Un 
ser humano extraordinario y mi principal fuente de apoyo en los días lóbregos que amenazan 
hacerme ceder ante mis dubitativos pasos. 
A Juan y Gaby, que me abrieron las puertas de su hogar y su corazón, quienes me hacen 
sentir cada día como si estuviera en casa. Aquellas personas cuya amabilidad sólo puede 
compararse con su afecto y dedicación por los suyos. 
A Fabi, mi mejor amiga, con quien descubrí que la familia va mucho más allá de un vínculo 
consanguíneo, quien me demostró que el cariñó no conoce fronteras y que la distancia no 
puede más que fortalecer ese sentir. 
A Moisés, un ser con un sentido humanitario sinigual. Un gran maestro y mentor, cuya pasión 
por el Medio Oriente fue esencial para generar cuestionamientos sobre la forma en la que se 
muestra a la región, que, por acción u omisión, suele descontextualizarse. A él, por su 
paciencia y estoicismo, por compartir tan generosamente su conocimiento. 
ÍNDICE 
 
Introducción ................................................................................................................ 7 
1. Terrorismo como construcción social ....................................................... 13 
1.1. Lenguaje como recurso de poder simbólico ........................................................... 14 
1.1.1. Construcción social de los significados .............................................................. 14 
1.1.2. El terrorista como construcción social................................................................ 17 
1.2. EE. UU. como enunciante del terrorismo ............................................................... 18 
1.2.1. El poder de persuadir: soft power ...................................................................... 19 
1.2.2. Industrias culturales ........................................................................................... 22 
1.2.3. Cómo el islam se construye socialmente como terrorismo ............................... 23 
1.3. Regímenes de representación ................................................................................. 26 
1.3.1. Lo siniestro como forma de criminalización de la otredad ............................... 27 
1.3.2. Estados canallas .................................................................................................. 29 
1.3.3. Grupos terroristas como máquinas de guerra .................................................... 32 
 
2. Concebir al Estado Islámico: de la Guerra Fría al 9/11 ................. 36 
2.1.1979 como antesala de cambios regionales .............................................................. 37 
2.1.1. Surgimiento de la República Islámica de Irán .................................................... 38 
2.1.2. La invasión de la URSS en Afganistán y el advenimiento de los muyahidines 
afganos ................................................................................................................ 42 
2.1.3. Alianza EE. UU. – Iraq en el marco de la Primera Guerra del Golfo Pérsico: el 
camino hacia Kuwait .......................................................................................... 48 
2.2.De los muyahidines a la yihad global ....................................................................... 54 
2.2.1. Del campo de batalla a las madrasas: Talibán ................................................... 55 
2.2.2. Osama bin Laden y la red al-Qaeda ................................................................... 60 
2.2.3. La internacionalización de la yihad .................................................................... 64 
2.3.Del 9/11 a la incursión en el Medio Oriente ............................................................. 67 
2.3.1. Las torres han caído: 9/11 ................................................................................... 68 
2.3.2. Inauguración de la guerra contra el terrorismo ................................................... 70 
2.3.3. Invasión a Afganistán e Iraq ............................................................................... 73 
 
3. Desarrollo, auge y caída del Estado Islámico .................................... 78 
3.1.Génesis y desarrollo del Estado Islámico ................................................................. 79 
3.1.1. La des-baazificación en una nación fragmentada............................................... 80 
3.1.2. Prisiones como centros de reclutamiento y entrenamiento de extremistas ........ 85 
3.1.3. ¿Cómo llegamos al Estado Islámico? ................................................................. 90 
3.2.Expansión del Estado Islámico .................................................................................95 
3.2.1. Consolidación territorial ..................................................................................... 96 
3.2.2. Alianzas regionales ........................................................................................... 101 
3.2.3. Proyección internacional del Estado Islámico .................................................. 106 
3.3.Ocaso del Estado Islámico ...................................................................................... 111 
3.3.1. Hacer frente al Estado Islámico ........................................................................ 111 
3.3.2. Pérdida de territorio .......................................................................................... 117 
3.3.3. Postrimería del Estado Islámico ....................................................................... 121 
Conclusión ................................................................................................................ 124 
Fuentes de consulta ............................................................................................... 131 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Bis vincit qui se vincit in victoria 
-Publius
7 
 
Introducción 
Examinar el surgimiento, auge y caída del autodenominado Estado Islámico (EI) resulta 
imperioso para comprender la transición hacia nuevos paradigmas en el estudio de las 
Relaciones Internacionales. Basta pensar en el desafío que representó a la comunidad 
internacional el anuncio de la instauración de un Califato que, de acuerdo con el vocero de 
la organización, Abu Muhammad al-Adnani, pretendía expandir sus fronteras más allá de los 
territorios que controlaban en Iraq y Siria desde su irrupción en octubre de 2004, cuando se 
forjó la alianza entre Tawhid wa’l Yihad y la red al-Qaeda. El reto yace entonces en adoptar 
nuevos modelos destinados a explicar la realidad existente, y con ello, dilucidar los hechos 
sociales que han tenido lugar para que grupos como Daesh (término compuesto por el 
acrónimo del nombre de la organización, que en árabe se traduce como ‘intolerante’ o 
‘siembra discordia’, considerándose una forma peyorativa para nombrarles) puedan 
prosperar y consagrar sus ambiciones. 
El Estado Islámico ha expuesto constantemente dos de sus principales objetivos, 
mismos que han causado estupefacción en el escenario internacional. El primero de ellos fue 
territorial, plasmado en el denominado Mapa Negro, un plano que ratifica su pretensión por 
conquistar las zonas que configuraron el Califato Omeya (661-750) y Abasí (750-1258), 
época de mayor expansión del islam. El segundo es de carácter religioso, y consiste en 
replicar las condiciones presentes en el periodo de los Califas Justos u Ortodoxos, al juzgarse 
como el momento en que la doctrina se encontraba en su estado más puro, sin la influencia 
externa, a la que se le consideró como un agente contaminante del dogma. Por esa razón, los 
fundamentalistas islámicos contemporáneos sostienen que, para lograrlo, es imperiosa la 
imposición de la Sharia, en concordancia con las bases ideológicas del salafismo-
wahabismo, la visión más radical entre las distintas formas de interpretar el islam. 
 Y el proceder que ha adoptado el Estado Islámico para lograr sus propósitos ha sido 
bajo la configuración de la necropolítica expresada mediante el uso excesivo de violencia 
gráfica1 como parte de su repertorio propagandístico, para así consagrar los objetivos de su 
 
1 El Departamento de Medios del Estado Islámico expone constantemente vídeos que muestran sus excesos 
y que ponen en alerta a la comunidad internacional. Casos como el del piloto jordano Muaz Kasabeh, quien 
fuera confinado en una jaula mientras era devorado por las llamas; o el del fotoperiodista estadounidense 
8 
 
programa político, exabruptos que la exponen como una de los grupos más implacables y 
crueles de las que se tenga precedentes en la historia de la humanidad. Las acciones del 
Estado Islámico han extendido la percepción generalizada de miedo e inseguridad en el 
planeta, razón por la cual la mayor parte de naciones la cataloga como una organización 
terrorista. 
 Ahora bien, reconocer las implicaciones del vocablo terrorismo resulta un auténtico 
desafío, ya que no existe una representación que sea universalmente aceptada. De ahí que el 
principal objetivo de la presente investigación sea observar en el terrorismo un término 
contingente que ha sido empleado de forma estratégica por distintos entes para señalar a 
grupos que contravienen sus intereses, mostrándolos como una amenaza a la estabilidad 
económica, política y social, que, por tanto, debe ser suprimida. En consecuencia, el 
terrorismo se advierte como una construcción social que, en términos operacionales, ha 
justificado acciones con tendencia intervencionista en diversas latitudes. El caso particular 
del Estado Islámico ha legitimado la intromisión de múltiples actores en la región so pretexto 
de salvaguardar la integridad de la comunidad internacional, aunque con el claro propósito 
de resguardar los propios intereses geoestratégicos que yacen en el Medio Oriente. 
Y aquella visión de los yihadistas del Estado Islámico como terroristas no se ha 
limitado a designar a infractores, sino que se ha extendido lastimosamente a toda la 
comunidad musulmana. Es así como surge la inquietud vinculada a la forma en que esta 
colectividad es representada, y la razón por la que pocos se esfuerzan en desestimar tal 
vínculo, cuestionamiento que es preciso contextualizar. En una conferencia en TED Talks, la 
escritora nigeriana Chimamanda Adichie advirtió el peligro de una sola historia, aquella que 
muestra a un pueblo como una cosa -como una sola cosa- una y otra vez hasta que se 
convierte en eso. Lo cierto es que aquella ponencia dio cuenta de cuán vulnerables somos 
ante las narrativas que se repiten hasta el cansancio, al punto en que se tornan en realidades 
aparentemente objetivas y evidentes, como aquellas que señalan a la comunidad musulmana 
 
James W. Foley, quien fue secuestrado y decapitado; y muchos cientos cuyos nombres no son expuestos en 
la prensa, pero cuyo destino no es menos lamentable: secuestro y vejación de mujeres de comunidades 
yazidíes para utilizarlas como esclavas, fusilamiento y crucifixión de comunidades cristianas, arrojamiento de 
hombres homosexuales desde lo alto de edificios, lapidación y detonación de bombas en comunidades 
musulmanes, y eso sólo por mencionar unas cuantas. 
9 
 
como cómplices de conciencia de los pérfidos ataques cometidos por organizaciones 
terroristas, aun cuando éstos también son víctimas de tan innobles actos, al ser catalogados 
como kuffar o apóstatas y recibir un castigo en consecuencia. Es decir, no se trata de justificar 
los desdeñables actos de algunas organizaciones que se aprovechan del contenido del Corán 
para actuar con tales excesos, sino de dimensionarla, para evitar caer en reduccionismos y 
banalizar las distinciones entre un terrorista y un musulmán. 
Es así que la afirmación que de forma generalizada presenta el binomio musulmán - 
terrorista bajo una apariencia legítima, como si existiera un vínculo inherente entre la 
doctrina y las vehementes prácticas del EI, debe ser cuestionada. Pensar en la falta de 
información como la responsable de las malinterpretaciones vinculadas al desconocimiento 
generalizado de las interacciones sociales que han tenido lugar en Asia Central y 
Sudoccidental2 resulta poco admisible al considerar la existencia de tantos medios 
disponibles para sustentar la construcción del conocimiento. Sin embargo, tan alevosas 
omisiones se asocian al exceso de información tendenciosa y de carácter poco útil, que, 
acompañada por el conformismo ideológico de las masas, ha permitido la institucionalización 
de convencionalismos semióticos.Por ello, no sería justo señalar a las masas como únicas 
responsables del desconocimiento de las estructuras profundas en comunidades que les han 
hecho pensar como ajenas, ya que a través de distintos medios como el soft power, 
acompañado por las industrias culturales, se tornan en simples espectadores de un juego 
siniestro en el que sus mentes son manipuladas para convencerlas de cualquier idea 
implantada en su psique, para formar parte del razonamiento cotidiano. 
Lo anterior no podría concretarse sin el factor del poder, en el que se rescata un 
vocablo de origen igbo empleado por Adichie: nkali. Este suele traducirse como ser más 
grande que otro, un principio que rige la forma en que se construye la historia, pero más 
importante, cómo aprendemos y asimilamos esas narrativas sin dilación, sin cuestionar quién 
es aquel que posee el poder de representarla, bajo qué contexto está haciendo ese ejercicio 
de relatar sucesos y qué recursos se emplean para lograr aquel objetivo, entre otros factores. 
 
2 Se hace la distinción entre Asia Central (dentro de la que se encuentra Irán, Paquistán y Afganistán) y 
Sudoccidental (Arabia Saudí, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Iraq, Israel, Palestina, Jordania, Kuwait, Líbano, 
Libia, Omán, Qatar, Siria, Sudán, Yemen, Turquía, Chipre y Egipto) para poner de manifiesto los vínculos 
geográficos, históricos y culturales que yacen en la región. 
10 
 
Bajo esa retórica, la noción de normalidad en la región a la que suele denominarse Medio 
Oriente logra desaparecer, para crear en el imaginario colectivo una única imagen de la 
aparente realidad imperante: sociedades proclives a la violencia, sitios donde resulta 
imposible convivir con ideas contemporáneas, en el que la noción de lo bárbaro parece ser la 
constante y no una salvedad. De ahí que otro objetivo resultara reconocer el alcance del 
lenguaje más allá de su función comunicativa, enfocándose en este como aquel que describe 
la realidad al tiempo en que la constituye, mismo que está condicionado ideológicamente y 
genera convencionalismos que derivan y se mantienen a través de las interacciones sociales 
que tienen lugar en el espacio social, un espacio en el que se expresan los procesos cognitivos 
y representaciones o factores que producen símbolos que moldean la forma en la que debe 
pensarse lo cotidiano. 
Es en aquel espacio social que se ejerce el poder simbólico, cuyo éxito reside en que 
aquellos que lo padecen son incapaces de reconocer su dominio. El poder de representación 
se manifiesta en forma de imágenes, signos o símbolos aparentemente inocuos, difundidos 
por diversos medios, fundamentalmente a través de aquellos destinados a la comunicación 
en masa, que empleando distintas estrategias, logran penetrar en la mente de las audiencias 
cautivas. En ese sentido, el objetivo es mostrar cómo el soft power resulta más efectivo que 
cualquier otra forma de sometimiento, por la capacidad de influir en el comportamiento de 
un tercero para obtener los resultados que se desean, siempre de forma sutil y sin emplear 
medios coercitivos. Su fundamento yace en la cultura, los valores políticos y la política 
exterior, que se muestran como un modelo que debe ser replicado, o dicho de otro modo, el 
arquetipo de comportamiento que debería reinar en el escenario internacional frente a las 
acciones que no deben ser toleradas; se trata de una sórdida, aunque ficticia, incompatibilidad 
moral. 
Los preceptos teóricos anunciados con anterioridad contribuyen a la 
contextualización de un hecho cada vez más generalizado: la islamofobia. Este fenómeno 
responde a una categoría expuesta por el psicoanalista Sigmund Freud, quien empleó el 
vocablo unheimlich, que se traduce como siniestro, para hacer referencia a aquello que causa 
temor y que provoca en los individuos angustias infantiles. Su estudio resulta fundamental 
para comprender la forma en que se logra hacer de una fobia, que suelen caracterizarse por 
11 
 
su individualidad, algo colectivo y dirigido de manera particular a la comunidad musulmana. 
Y el método para crear un estado de alarma generalizado es mediante la puesta en marcha de 
la Doctrina del Shock, difundida de forma especial tras los sucesos acontecidos el 11 de 
septiembre de 2001, fecha en que EE. UU. declaró la guerra contra el terrorismo. Es así como 
otro objetivo de la presente también será comprender la forma en que la nación 
norteamericana apeló a la solidaridad internacional para apoyar su lucha contra las fuerzas 
enemigas, logrando así intervenir y cometer cualquier tipo de atrocidades en Asia Central y 
Sudoccidental, con lo que se observa una reinvención del terrorismo para justificar su lucha 
contra aquellos que fueron construidos socialmente como terroristas. 
Para dar respuesta a las interrogantes expuestas con antelación, esta investigación se 
desarrolla en tres capítulos, el primero de carácter conceptual, el segundo histórico y el 
tercero de corte analítico. El primer capítulo reconoce la importancia del lenguaje como 
agente estructurado que coadyuva a explicar sucesos, aunque al tiempo resulta en un 
elemento que construye la realidad. En ese sentido, se reconoce en el gobierno de los EE.UU. 
a un ente con capacidad de representar mediante el uso de su poder simbólico, con el que 
logra sentar los precedentes para enunciar y construir socialmente al terrorismo, y con ello, 
la forma en la que deben ser percibidos por la comunidad internacional. En ese orden de 
ideas, se emplean diversas categorías, reforzadas y legitimadas mediante el uso del soft power 
y sus industrias culturales, para nombrar las amenazas a las que deben de enfrentarse, 
vocablos como Estados canallas, máquinas de guerra, entre otros, presentes en un sinnúmero 
de discursos y empleados para justificar su presencia en la región. 
El segundo capítulo se enfoca en dotar de fundamento histórico la génesis del Estado 
Islámico, y por tanto, reconocer algunas de las estructuras profundas que contribuyen a 
comprender la configuración contemporánea del Medio Oriente. La razón por la cual se parte 
del año 1979 yace en el hecho de ser uno de los puntos más álgidos de la Guerra Fría, en el 
que los dos proyectos expuestos por las dos potencias hegemónicas se enfrentan en la región, 
cada uno buscando salvaguardar sus intereses geoestratégicos. Se muestran como 
especialmente significativos dos sucesos: por una parte, el triunfo de la Revolución Islámica 
en Irán, que representó un desafío abierto al statu quo, con un proyecto que planteaba 
desarrollarse al margen del sistema bipolar imperante, lo que naturalmente alarmó a EE. UU. 
12 
 
y a la URSS; y por otra, la invasión soviética en Afganistán, que tuvo como consecuencia el 
surgimiento de los muyahidines afganos -que servirían como cimiento para movimientos 
islamistas del corte del Talibán y la red al-Qaeda-, así como la intervención de EE. UU. en 
la región como aliado de aquellos que ejercían la yihad externa. Paradójicamente, los 
estadounidenses prestaron ayuda financiera y táctica a fuerzas fundamentalistas islámicas 
radicales para contener la influencia soviética, dando con ello vigor a esos movimientos de 
resistencia que posteriormente serían declarados como hostiles. La culminación de esa idea 
tendría lugar tras los eventos del 9/11, en el que, bajo una retórica de choque de 
civilizaciones, se dio inicio a una cruzada entre Occidente y Oriente, secularismo y religión, 
democracia y regímenes autoritarios, bien y mal, binomios que se muestran con asiduidad en 
el presente. 
Aquel evento es el preludio del tercer capítulo, en el que se estudian los efectos de la 
intervención estadounidense en Iraq tras los atentados terroristas del 11 de septiembre de 
2001, considerado como una causa directa para explicar el establecimiento del Estado 
Islámico, y con ello, la reinvencióndel discurso vinculado al terrorismo durante la segunda 
década del siglo XXI. Se expone cómo la coalición liderada por los estadounidenses 
contribuyó a exacerbar problemas existentes en la región, como los de índole sectaria, tal fue 
el caso del apoyo a las fuerzas chií y la imposición de gobernantes que excluían a los suníes 
de su proyecto político. Por otra parte, se observa que las prácticas estadounidenses, en 
relación con sus prisioneros de guerra, coadyuvaron a potenciar el sentimiento de rechazo a 
la nación ocupante, y para ejemplificarlo se muestra la administración de las prisiones de 
Abu Ghraib y Camp Bucca, en donde el terror y el miedo fueron empleados para reducir a 
los prisioneros a simples objetos, situación que sería capitalizada por distintos grupos 
armados para actuar en contra del ultrajador. Así, el capítulo analiza el surgimiento, auge y 
caída del Estado Islámico, para lo cual resulta preciso dilucidar su estructura, lo mismo que 
los medios que emplean para someter a sus contrincantes. De forma paralela, se estudian 
cuáles han sido los esfuerzos internacionales para contener el avance de la organización bajo 
el estandarte de la lucha contra el terrorismo, sin que ello implique el abandono de los 
intereses estratégicos de aquellos enunciantes de las dinámicas que deben adoptarse para 
salvaguardar la seguridad internacional 
13 
 
1. Terrorismo como construcción social 
 
El presente capítulo tiene como propósito el acercamiento conceptual a distintos vocablos 
cuya comprensión resulta fundamental para poder interpretar, desde otra perspectiva, los 
sucesos vinculados a la génesis y evolución del Estado Islámico, así como el desafío que su 
existencia implica al sistema internacional. 
Es frecuente encontrar hipótesis que pretendan explicar la realidad de forma 
tendenciosa, obviando “factores materiales y estructurales que muestren por qué estas 
sociedades son como son, pero sobre todo, que esclarezcan las razones de fondo del por qué 
resultan tan proclives a la violencia”3. De ahí que, en adelante, se encuentre en la teoría crítica 
internacional una herramienta de análisis que puede brindar información sobre las fuerzas 
sociales que interactúan en determinada estructura histórica, al tiempo en el que se muestran 
algunas de las motivaciones que los llevan a actuar en consecuencia. 
Se debe partir del conocimiento de las expresiones con las que coexistimos para poder 
comprender cómo se constituye el régimen de saber, y posteriormente, reparar en la 
construcción del sujeto a partir de lo que se muestra y lo que podemos conocer del mismo. 
Será preciso entonces recurrir a un análisis histórico para poder ubicar las estructuras 
profundas del sistema observado, para luego polemizar sobre si las condiciones imperantes 
pueden ser de distinta forma a las existentes, materializada en el “rompimiento de las 
jerarquías y exclusiones relacionadas con las formas dominantes de pensar y representar el 
mundo”4 por considerarlas incompletas y parciales. 
Así pues, la labor del primer apartado será la de reconocer cómo se constituyen 
significados, quién tiene el poder de representar aquellos sistemas simbólicos y así moldear 
la forma en la que debe pensarse la realidad, legitimando con ello su función de dominación. 
Posteriormente, se analizará cómo el soft power y las industrias culturales han contribuido a 
la constitución de esa narrativa como si se tratara de una realidad evidente, en la que la 
 
3 Jaime Isla Lope, Las Relaciones Internacionales y el Análisis de los Conflictos en el Medio Oriente, FCPyS-
UNAM, 2012, p.8 
4 Rosalba de Icaza en Thomas Ledger (Ed.), Introducción a las Relaciones Internacionales: América Latina y la 
Política Global, México, Oxford University Press, 2013, p. 76 
14 
 
exposición de estereotipos –que conducen a la transmutación siniestra de la imagen de un 
colectivo- se institucionaliza y se emplean de forma cotidiana, al punto en que se consideran 
una realidad objetiva. Finalmente, se reconocerá en qué consiste un Estado canalla y cuáles 
son los elementos que contiene para poder ser considerado como tal, así como aquellos que 
actúan como si lo fueran, pero que por distintos motivos no suelen encontrarse dentro de 
aquella categoría; al tiempo se analiza el concepto de máquina de guerra para hacer referencia 
a los métodos empleados por organizaciones como el autodeterminado EI para la 
consecución de sus propósitos, en los que las necropolítica se torna en una herramienta 
propagandística para reproducir su mensaje. 
 
1.1. Lenguaje como recurso de poder simbólico 
 
El lenguaje, como hecho social, surge entre los individuos para poder comunicarse, 
intercambiando de forma continua significados y significantes que constituyen ideas, 
pensamientos, sentimientos, conceptos, entre otros. A partir de una aproximación 
sociolingüística es que se podrá analizar el factor simbólico que subyace tras los signos, 
textos o discursos que se producen en el espacio social. Lo anterior es especialmente 
significativo cuando lo que se pretende es analizar el lenguaje más allá de su función 
comunicativa, para enfatizar sobre su instrumentalización como una forma de percibir y al 
tiempo de construir la realidad. 
 
1.1.1. Construcción social de los significados 
 
Die Grenzen meiner Sprache bedeuten die Grenzen meiner Welt, que se traduce como los 
límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo, es una máxima que podemos encontrar 
en el Tractus Logico-Philosophicus de Ludwig Wittgenstein, quien insiste en la imperiosa 
necesidad de analizar el lenguaje como un agente estructurado y al tiempo estructurante de 
la realidad social. 
 
15 
 
La palabra designada para denominar a un signo, de acuerdo con el descriptivismo, 
se genera a partir de su significado, el cual a su vez se encuentra en relación con las 
características que le describen, de tal forma que los objetos que cumplen con esa función, o 
posean las propiedades características que le definen, pueden ser clasificados dentro de esa 
categoría. Es así como Žižek reconoce que “la intención tiene, así pues, prioridad lógica sobre 
la extensión: la extensión (un conjunto de objetos a los que una palabra se refiere) está 
determinada por la intención (por las propiedades comprendidas en su significado).”5 Dicho 
de otro modo, los signos pueden significar mucho más de lo que aparenta decir si tenemos 
en consideración la intención y opacidad de quien produce los mensajes6. 
 
La institucionalización de convencionalismos que derivan y se mantienen a través de 
las interacciones sociales tienen una función de legitimación, de tal forma que logran ser 
“objetivamente disponibles y subjetivamente plausibles”7, y se presentan como objetos de 
sentido común, una realidad evidente. Por ello, cuando se realiza un ejercicio de análisis de 
la construcción social de los significados, es necesario recordar la relación que guarda el 
sistema lingüístico con la realidad que desea explicar, así como el contexto social en el que 
tiene lugar, para determinar la estructura social a la que responde. 
 
Teun Van Dijk insiste en hacer hincapié en la forma que el lenguaje se vincula al 
análisis de las relaciones de poder que prevalecen en el sistema internacional, ya que la lucha 
por el poder resulta también en la lucha por la palabra y, por tanto, en la capacidad de 
representación. Aquel ejercicio de representación se ejecuta en el espacio social, aquel lugar 
de lugares abstracto en el que, tal y como señala Pierre Bourdieu, los distintos campos 
sociales interactúan en relación con los capitales disponibles, a saber, el económico, cultural 
y social; Bourdieu considera que la conjunción de éstos produce un cuarto capital: el 
simbólico, que no es otra cosa que el reconocimiento social de los capitales señalados con 
anterioridad. Altiempo, el capital simbólico exhorta al análisis de las diversas maneras de 
 
5 Slavoj Žižek, Sublime Objeto de la Ideología, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 2003, p. 128 
6 El contenido de los referentes no siempre es claro o evidente, de ahí que su análisis sea fundamental para 
comprender la construcción de significados. 
7 Peter L. Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 
2003, p. 118 
16 
 
ejercer dominio en la sociedad, a las que el sociólogo francés denomina como formas de 
poder simbólico, aquel “poder invisible que no puede ejercerse sino con la complicidad de 
los que no quieren saber que lo sufren o incluso que lo ejercen”8 durante el proceso de 
construcción de la realidad social. 
 
Es preciso señalar que los sistemas simbólicos tales como el arte, ciencia, religión o 
lengua, tienen un papel activo en la construcción del conocimiento, de ahí que se reconozca 
como primera cualidad, su estatus de estructuras estructurantes. Adicionalmente, estos 
sistemas constituyen estructuras estructuradas, de las que se parte para generar conocimiento 
y que suelen ser aceptadas sin dilación - Émile Durkheim lo considera como conformismo 
lógico, esa forma en la que “la sociedad censura y ridiculiza a quienes juzgan sobre la base 
de principios distintos (sean éstos lógicos, morales o estéticos) a los que ella impone”9-, 
reproduciendo así el consenso sobre el cual se genera el sentido del mundo y del orden social 
existente. 
 
Una vez que se reconoce la cualidad de los sistemas simbólicos como estructurantes 
y estructurados, se puede avanzar en el análisis de cómo éstos son a su vez instrumentos de 
dominación, como se ha señalado. Si se parte de la lógica marxista de la función política del 
sistema simbólico, es posible observar cómo éste se presenta como un bien común, que se 
encuentra al servicio de las colectividades, y, por tanto, debe ser apropiado por éstas. 
 
Empero, la farsa yace en la forma en que aquellas “ideologías sirven a los intereses 
particulares que [las clases dominantes] tienden a presentar como intereses universales, 
comunes al conjunto del grupo”10, que apenas pueden materializarse en la vida cotidiana de 
quienes aceptan ese sometimiento simbólico. 
 
En ese sentido, la cultura, aparentemente inocua, es el mecanismo que suele 
emplearse para legitimar la función de dominación sobre el individuo y su forma colectiva, 
 
8 Pierre Bordieu, Intelectuales, política y poder, 1a reimpresión: Eudeba, Buenos Aires, 2000, p. 66 
9 Héctor Vera, “Representaciones y Clasificaciones Colectivas. La Teoría Sociológica del Conocimiento de 
Durkheim” en Revista Sociológica, UAM-A, No. 50, año 17, septiembre-diciembre, 2002, p. 111 
10 Óp.. cit., Intelectuales, política y poder, p. 68 
17 
 
muestra de ello es aquella falsa conciencia de pertenencia y unidad a medida que las masas 
se aproximan a la cultura dominante, y de divergencia y aislamiento para quienes no pueden 
adaptarse al sistema ideológico que ejerce sobre ellos su poder simbólico. Aún hay más, pues 
los que no logran coincidir con los procedimientos de “hacer ver y de hacer creer, de 
confirmar o de transformar la visión del mundo y, por ello, la acción sobre el mundo”11, se 
ejerce violencia simbólica, que reafirma y asegura su dominación mediante la imposición y 
legitimación de su producción simbólica. 
 
1.1.2. El terrorista como construcción social 
 
El significado que se ha generado a partir del signo del terrorista en la actualidad constituye 
una falacia referencial tal y como la percibe Umberto Eco, cuya arbitrariedad “en la 
articulación preserva a esos significantes de estar sometidos de algún modo a ‘sus’ 
significados (y a la inversa)”12, pero que son empleados de forma convencional por ser 
estructurados de forma aparentemente aceptable. Dicho lo anterior, resulta preciso reconocer 
en la denominación terrorista un juicio sintético, una cualidad contingente. Y esa 
construcción de un signo es circunstancial en tanto que no existe un término universalmente 
aceptado. 
 
El historiador polaco Walter Laqueur, reconoce en el signo del terrorista no una 
ideología o una realidad evidente, sino “una estrategia de insurgencia que puede ser usada 
por personas de distintas convicciones políticas”13, que se asemejan en su oposición al statu 
quo y el empleo de medios violentos (políticos, sociales y/o económicos) para concretar sus 
objetivos, pero que apenas pueden asemejarse en la estructura de sus agendas. Basta pensar 
en la existencia de grupos que históricamente se han construido socialmente como terroristas 
para considerar que el elemento en común es su amenaza a los intereses de aquellas élites 
 
11 Ibidem., p. 71 
12 Pilar M. Domínguez, “Funcionamiento semiótico de las representaciones figurativas” en Arte, Individuo y 
sociedad, No. 9, Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 1997, p. 196 
13 Walter Laqueur, A History of Terrorism, 3a impression: Transaction Publishers, Nueva Jersey, 2002, p. 4 
18 
 
que poseen poder de representarlos y construir en torno a ellos esa imagen como elementos 
que deben ser contenidos al suponer un apercibimiento a la paz. 
 
Para ejemplificarlo, se pueden mencionar algunas de las organizaciones que han sido 
constituidas como grupos nacionalistas / separatistas terroristas de acuerdo con la Unión 
Europea (Euskadi Ta Askatasuna (ETA), Front de Liberátion du Québec (FLQ), Frente 
Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), Partiya Karkerên Kurdistan (PKK), por citar 
apenas unos cuantos), encontrando que aun cuando difieren en su contexto y proceder, 
mantienen como elemento en común el desafío político, social y cultural que representan 
frente a las élites en el poder que les excluye de su proyecto político particular. Por ello se 
puede afirmar que un grupo terrorista tendrá esa cualidad en la medida en la que desafíe el 
equilibrio de poder dentro del escenario nacional e internacional. 
 
1.2. EE. UU. como enunciante del terrorismo 
 
El presente apartado tiene como propósito explorar formas no convencionales de ejercer 
poder, que prueban ser más efectivas que el uso de la fuerza. Ejemplo de ello es el soft power, 
una aproximación distinta a la vía económica y militar que con tanta frecuencia los EE. UU. 
manifiestan en conflictos internacionales; su éxito radica en la capacidad de persuadir a un 
tercero a que actúe como el detentor del poder desea, al punto en que aquel crea de forma 
auténtica que es una decisión propia. Su característica fundamental es su apariencia de 
legitimidad, que descansa sobre valores y políticas expuestas, que se muestran como 
prácticas ejemplares que deben ser emuladas por aquellos que aspiran a la prosperidad. Al 
tiempo, las industrias culturales coadyuvan a reforzar los valores que el soft power defiende, 
exhibiéndose de forma masiva a las audiencias que han sido clasificadas para recibir 
determinados estímulos que determinan los patrones –de consumo, culturales, entre otros- 
bajo los cuales deben pensar y actuar. 
 
 
19 
 
1.2.1. El poder de persuadir: soft power 
 
Con frecuencia encontramos en las teorías clásicas de las Relaciones Internacionales, y de 
forma particular en la realista, el énfasis en dos elementos del poder nacional para determinar 
la fortaleza o debilidad de un Estado frente a otro: el componente económico y militar de una 
nación; el sexto presidente de los Estados Unidos, John Quincy Adams confirmó la 
prevalencia de estos componentes al reconocer que hay dos formas de conquistar y esclavizar 
una nación, una es con la espada, la otra es endeudándolo. Sin embargo, cuando el 
paradigma dentro de la disciplina se agotó, resultó preciso teorizar las interaccionesque 
tenían lugar en el escenario internacional y expandir el alcance mismo del concepto poder, 
de tal forma que pudiese coadyuvar a entender y explicar la realidad material contemporánea. 
 
Dicho lo anterior, el geopolitólogo estadounidense Joseph Samuel Nye Jr. dio a 
conocer un novedoso concepto, el de soft power. Su premisa yace en la capacidad de influir 
en el comportamiento de un tercero para obtener los resultados esperados de forma sutil y sin 
hacer uso de amenazas. Siguiendo el análisis realizado en el libro Soft Power: The Means to 
Success in World Politics, Nye señala que el soft power de una nación u organismo, tiene tres 
fuentes: “su cultura (en lugares en donde resulta atractiva para otros), sus valores políticos 
(cuando convive con ellos al interior y el exterior), y su política exterior (cuando es vista 
como legítima y con autoridad moral)” 14. Es así como a través de distintas instituciones –
como son las universidades, think-tanks, empresas, círculos científicos y artísticos, entre 
otros- se anuncia, promueve, refuerza y/o reafirma su cultura, valores y políticas, que son 
expuestos y percibidos como legítimos y dignos de ser compartidos. 
 
Las naciones ya no suelen conquistarse a través de las armas, pues se pueden obtener 
los resultados deseados logrando representar el arquetipo a seguir por naciones que “admiran 
sus valores, emulan su ejemplo y aspiran a tener su nivel de prosperidad y apertura (…) [es 
decir] los coopta en lugar de coercerlos”15, ya que si logro que tú quieras lo que yo quiero, 
 
14 Joseph S. Jr. Nye, Soft Power: The Means to Success in World Politics, Public Affairs, Nueva York, 2004 p. 11 
15 Joseph S. Jr. Nye, The Paradox of American Power: Why the World’ Only Superpower Can’t Go It Alone, 
Oxford University Press, Nueva York, 2002, p. 9 
20 
 
entonces no tengo que forzarte a hacer algo que no quieras. El columnista y académico 
polaco Josef Joffe reconoce que la razón por la cual el soft power resulta fundamental para 
los Estados Unidos radica en su capacidad para extender su dominio por todo el mundo, 
evitando caer así en los errores en que incurrieron gigantes como Roma o la Unión de 
Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS), cuya influencia “terminó exactamente en sus 
fronteras militares. [Mientras] el poder blando de Estados Unidos (…) gobierna sobre un 
imperio en el que nunca se pone el sol”16. 
 
Es especialmente notable el esfuerzo de ejercer soft power tras la I Guerra Mundial, 
época en la cual el Comité de Información Pública, popularmente conocido como Comité 
Creel17, genera de forma masiva contenido en el que se mostraba, bajo una óptica wilsoniana, 
a EE.UU. como defensor de la democracia, paz y el bien público global, por lo que entre sus 
encomiendas también se encontraba la prohibición a exportar “cualquier película que 
reflejara valores estadounidenses ‘falsos’ o transmitieran imágenes negativas de los Estados 
Unidos”18. Posteriormente, en 1938, durante la administración de Franklin Delano 
Roosevelt19, “el Departamento de Estado estableció la División de Relaciones Culturales 
(…), que promovió de forma activa la información y cultura estadounidense”20, cuyo 
propósito era la transmisión de noticias, imágenes, entre otros, para hacer frente a la 
propaganda alemana e italiana. 
 
 Durante el periodo al que suele referirse como Guerra Fría, se puede observar el ápice 
del soft power estadounidense, manifestándose en una confrontación diplomática e 
ideológica, que tenía como objetivo mostrar su liderazgo en un sistema bipolar a través de 
 
16 Josef Joffe, “Who’s afraid of Mr. Big?” en The National Interest, No. 64, summer 2001, p. 42 [disponible en 
línea] Dirección electrónica: http://www.jstor.org/stable/42897338 
17 Creada en 1919 como una agencia federal independiente, cuya labor fundamental sería mostrar la 
participación de EE.UU. en la guerra como un hecho glorioso y en defensa de los más altos valores de la 
humanidad, pretendiendo así ganar adeptos. 
18 Matthew Fraser, American Pop Culture as Soft Power: Movies and Broadcasting en YASUSHUI Watanabe y 
David L. McConnell (Ed.), Soft Power Superpowers. Cultural and National Assets of Japan and the United States, 
M.E. Sharpe, Nueva York, 2008, 175 pp. 
19 El 6 de enero de 1941, el presidente de los EE. UU. realiza ante el Congreso el discurso que posteriormente 
sería conocido como Discurso de las Cuatro Libertades, que reconoce como deber la defensa de la libertad de 
palabra, de culto, de trabajo y de seguridad. 
20 Óp. cit., Soft Power: The Means to Success in World Politics, p. 102 
21 
 
distintos mecanismos como el científico, la producción cinematográfica, el financiamiento 
de think-tanks, la difusión de noticias, participación en eventos deportivos y culturales, entre 
otros, que masificaron el concepto del american way of life. Durante la época, la lucha por 
ejercer influencia en el Medio Oriente estuvo presente, sin embargo, la opinión de los países 
árabes solía ser neutral en relación con EE. UU., ya que no formó parte del proceso de 
colonización en la región, como Gran Bretaña y Francia. Empero, ese soft power que había 
penetrado en la región rápidamente se modificó tras la creación del Estado de Israel y el 
apoyo de la nación norteamericana a distintas guerras sectarias que han tenido lugar en Asia 
Sudoccidental y Asia Central. 
 
Finalmente, el soft power ha sido un mecanismo de posicionamiento hegemónico en 
la región del Medio Oriente, fundamentalmente durante la administración de George W. 
Bush, en el que se distinguen los principios de política exterior de defensa a los derechos 
humanos y la democracia, que se materializan en su segundo discurso de investidura como 
presidente de los EE. UU. En él expresa lo siguiente: 
 
“Hemos llegado, luego de eventos y del sentido común, a una conclusión: la 
supervivencia de nuestra tierra depende progresivamente del éxito de la libertad en 
otras tierras (…) La política de los Estados Unidos es la de apoyar y consagrar el 
crecimiento de movimientos e instituciones democráticas en cada nación y cultura, 
con el propósito de terminar con la tiranía en el mundo (…) Los Estados Unidos no 
impondrán su propio estilo de gobierno a los que no lo deseen. En su lugar, nuestro 
objetivo es asistir a otros a encontrar su propia voz, alcanzar su libertad y hacer su 
propio camino (…) Hoy los Estados Unidos habla de nuevo a los pueblos del mundo. 
Todos los que vivan en la tiranía y desesperanza deben saber: los Estados Unidos no 
ignorarán su opresión ni excusarán a sus opresores. Cuando estás del lado de la 
libertad, nosotros estamos de tu lado.” 21 
 
 
 
21 George W. Bush, Ceremonia de Investidura, U.S. Presidential Inauguration, Washington D.C., enero 20, 2005 
[disponible en línea] Dirección electrónica: https://www.youtube.com/watch?v=7tB6ku2DP3I 
22 
 
1.2.2. Industrias culturales 
 
Fueron dos de los fundadores de la Escuela de Frankfurt, Theodor Adorno y Max 
Horkheimer, quienes desarrollaron el concepto de industria cultural para hacer referencia a 
la labor de generar, distribuir y exhibir contenido con el propósito de satisfacer a la sociedad 
de masas. Aquella atribución tiene como propósito la universalización y homogenización de 
modos productivos, cosmovisiones, patrones culturales y de consumo, entre otros, objetivos 
conquistados mediante la dominación simbólica y la saturación de mercados que puedan 
satisfacer a la sociedad de masas. 
 
Gilles Lipovetsky reconoce tres fases en la aparición de mercados de masas: 1) de 
1880 a 1945, con la generación de máquinas para la producción a gran escala, que moldean 
“tanto la mercadotecnia de masas como al consumidor moderno (…) al que había que educar 
y seducir”22;2) a partir de 1950, en una época de crecimiento económico que pone a 
disposición de las masas productos que hasta entonces eran característicos de las clases 
sociales más privilegiadas, como electrodomésticos o automóviles, que suponían una vida 
sencilla, cómoda, y por tanto feliz, del consumidor y; 3) la modernidad, a la que denomina la 
sociedad del deseo, al ser ésta sobreestimulada para generar necesidades artificiales que se 
traducen en hiperconsumo e hiperindividualismo, que puedan “compensar [mediante un 
frenesí consumista] las frustraciones del trabajo fragmentado, las insuficiencias de los 
cambios sociales [y] la desdicha de la soledad”23 . 
 
Dicho lo anterior, la cultura-mundo logra que la distinción entre los bienes culturales 
que se encontraban bien diferenciados en algún momento se disuelva para poder así generar 
la idea de acceso democrático y diversificado a éstos. Empero, no se trata más que de un 
sistema de producción mercantil de bienes culturales como la arquitectura, cine, música, 
literatura, etc., pensado para audiencias que han sido clasificadas y organizadas previamente 
por aquellos que generan, distribuyen y exhiben aquel contenido cultural. Dicho lo anterior, 
Adorno y Horkheimer afirman que se trata de un círculo de manipulación que da fuerza a los 
 
22 Gilles Lipovetsky, La felicidad paradójica, Anagrama, Barcelona, 2007, p. 25 
23 Ibidem., p. 54 
23 
 
más fuertes y en el que no existe la posibilidad de elección, muy a pesar de mantener la 
apariencia de un mundo diverso, que resulta en una simple ficción. 
 
Y es aquel rasgo de carácter liberal el que sirve a su causa, pues las masas creen tener 
poder de elección sobre lo que consumen, tornándose así en simples clientes cautivos de la 
industria cultural que se muestra como guía orientadora en un mundo aparentemente 
desorientado. Los medios coercitivos para obligar a alguien a seguir determinados preceptos 
han demostrado su ineficacia, por lo que resulta mucho más efectivo lograr que piensen que 
“tienen lo que desean y se aferren obstinadamente a la ideología mediante la cual se les 
esclaviza”24. 
 
Paradójicamente, lo distinto se reduce de las industrias culturales, y aquello a lo que 
suele denominarse contracultura es aceptado sin dilación pues refuerza el poder y validez de 
la estructura que tan cuidadosamente ha sido diseñada. Esto sólo confirma que “no hay 
contradicción entre dependencia y liberación, sino que no existe otra manera de alcanzar la 
liberación más que someterse”25 y seguir las dinámicas estipuladas en el espacio social, al 
menos hasta que auténticamente se encuentre la vía para generar una alternativa consciente 
al modelo imperante. 
 
1.2.3. Cómo el islam se construye socialmente como 
terrorismo 
 
Como se ha señalado con anterioridad, el terrorismo no es un fenómeno nuevo26 y su 
conceptualización aún resulta muy ambigua. Sin embargo, tras los sucesos que tuvieron lugar 
el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, las industrias culturales logran que el signo 
 
24 Max Horkheimer y Theodor W. Adorno, Dialéctica de la Ilustración. Fragmentos filosóficos, 3ª edición: 
Editorial Trotta, Madrid, 1998, p. 178 
25 Zygmunt Bauman, Modernidad líquida, FCE, México, 2003, p. 25 
26 En el siglo XVIII se populariza en Francia el término terrorisme para referirse al Reinado del Terror (1793-
1794) de Maximilien Robespierre. El periodo se caracterizó por la supresión del derecho bajo órdenes del 
monarca francés, quien, en detrimento de los ciudadanos, deseaba demostrar su poder político y hacerse 
obedecer; muchos de sus súbditos fueron sometidos a castigos corporales, persecuciones y muertes públicas, 
en las que la guillotina era un instrumento habitual. 
24 
 
del terrorista mutara hasta vincularse en el imaginario colectivo de forma inmediata con una 
comunidad religiosa, concretamente la musulmana. El suceso fue uno de los eventos más 
difundidos a través de los distintos medios de comunicación, transmitido en tiempo real a 
todas las audiencias, quienes confirmaron con estupefacción y desasosiego la “representación 
mediática de la realidad [que] quedaba condicionada por nuestro bagaje cinematográfico”27 
en el que los espectadores apenas podían dilucidar la línea que separa la realidad de la ficción. 
 
A partir de aquel momento, el soft power estadounidense logra implantar en la 
colectividad la imagen de los árabes y musulmanes como cómplices de conciencia de tan 
innoble acto, un evento que conmovió y puso en alerta a la comunidad internacional. No se 
pretende restar importancia al suceso, o desestimar los efectos que este hecho tuvo sobre la 
población estadounidense, ya que como afirma Gilbert Achcar, “nadie tiene el monopolio de 
la indignación moral, y esto no supone banalizar un acto innoble, y todavía menos justificarlo, 
sino resituarlo en el contexto de actos de la misma naturaleza”28, mostrándose contra la 
indignación selectiva, que implica la conmoción y empatía de las personas únicamente por 
quienes considera como semejantes, con quienes se identifica, dejando a un lado crímenes 
igualmente ruines en otras latitudes, que al no ser expuestos en los medios de comunicación, 
se tornan en simples estadísticas. 
 
La indignación selectiva no tendría efecto sino por la contribución de las industrias 
culturales que coadyuvan a impulsar la visión de un auténtico choque de civilizaciones29 al 
más puro estilo de Huntington, un mundo que enfrenta a las fuerzas del bien y el mal, en las 
que el pragmatismo político muestra cómo aliados y enemigos son categorías contingentes 
que los EE. UU. emplean en coyunturas específicas. Los mass-media -de forma muy 
 
27 Diego Iturriaga, “El cine como elemento didáctico para explicar el terrorismo” en Revistas Científicas 
Complutenses, vol. 18, Universidad de La Rioja, noviembre, 2013, p. 760 [disponible en línea] Dirección 
electrónica: https://revistas.ucm.es/index.php/HICS/article/viewFile/44282/41842 
28 Gilbert Achcar, El Choque de las barbaries. Terrorismos y desorden mundial, Le Monde diplomatique-Capital 
Intelectual, Buenos Aires, 2009, p. 37 
29 Samuel P. Huntington establece la existencia de ocho civilizaciones: occidental, latinoamericana, islámica, 
sínica, hindú, ortodoxa, budista, japonesa y una africana (señala la posibilidad, más no lo asegura, de la 
existencia de una identidad africana. De acuerdo con el politólogo estadounidense, el conflicto existe 
sencillamente por las diferencias que prevalecen entre las distintas civilizaciones y que pueden o no ser 
compatibles con el modelo occidental, reconociendo al tiempo que esa suerte de conflictos siempre estará 
presente en el escenario internacional. 
25 
 
particular el cine, la prensa y la televisión- han colaborado a la construcción de una imagen 
distorsionada en torno al islam, que resulta incorrecta, incompleta y tendenciosa. Y aquel 
sistema cultural en el que nos encontramos adscritos nos muestra significados connotativos 
instrumentales, en los que la intención implícita de cada imagen se incorpora como un hecho. 
 
 Con frecuencia observamos cómo en los medios de comunicación se muestra un 
vínculo inherente entre el islam y la violencia, como si se tratase de una realidad evidente y 
objetiva. Las producciones contemporáneas muestran a los musulmanes como seres que 
deben recurrir al empleo de armas para la consecución de sus objetivos, personas con las que 
no se puede dialogar porque no entienden de razones, colectivos que necesitan de la asistencia 
externa al no poder administrarse por sí mismos, aquellos en los que no puedes confiar, gente 
desapacible que desprecia las instituciones democráticas del mundo. 
 
La exposición de estereotipos negativos en torno al islam y a los musulmanesestá 
cada vez más estandarizada y es popularmente aceptada por las audiencias que carecen de 
pensamiento crítico, a quienes se expone el modelo de comportamiento que debería reinar en 
el escenario internacional (modernidad, secularismo, liberalismo, democracia, etc.) frente a 
aquellos que no deben ser tolerados (irracionalidad, terrorismo, violación garantías 
individuales, anti-modernismo, fanatismo religioso, etc.), mostrando con ello una sórdida, 
aunque ficticia, incompatibilidad moral hacia aquellos a quienes señalan como distintos. Es 
importante reconocer lo alarmante de la situación, y es que, si esas mismas aseveraciones se 
realizaran contra otras comunidades étnicas, raciales o religiosas en el presente, de inmediato 
serían rechazadas, porque existe un consenso vinculado a lo que es políticamente incorrecto, 
aunque al centrarse únicamente en aspectos como el conflicto y la violencia, “no se detecta 
noción de [la] vida cotidiana y normalidad”30 en la sociedad islámica. 
Thomas L. Friedman suele obviar la distinción existente entre musulmanes y 
terroristas, al afirmar que “no tienen un programa ideológico o demandas concretas. En lugar 
de ello, son guiados por un odio generalizado a EE. UU., Israel y otros supuestos enemigos 
 
30 Ibrahim Kalin, “Islamophobia and the Limits of Multiculturalism” en John L. Esposito e Ibrahim Kalin (Ed.), 
Islamofobia, Oxford University Press, Nueva York, 2011, p. 14 
26 
 
del islam”31. Aquellas imágenes son reproducidas hasta el cansancio, hasta que logran 
instalarse en la psique de las audiencias cautivas, quienes se han familiarizado con 
representaciones de un musulmán árabe (anulando con ello todas las distinciones étnicas 
existentes) de expresión atemorizante; en tanto, la imagen de un musulmán que tiene las 
mismas preocupaciones que nosotros queda de lado, pues resulta imposible hacer convivir la 
imagen del otro con lo que nos es conocido. 
 
En contraposición, la imagen que suele mostrarse respecto a aquellos que luchan por 
liberar al mundo de los horrores del terrorismo, como es el caso de los soldados 
estadounidenses, es diametralmente distinta. Pensemos en los largometrajes producidos por 
Hollywood: sus personajes principales suelen mostrar su complejidad psicológica –en 
contraposición a sus antagonistas-, se les “humaniza (…) en directa proporción a las 
matanzas reales que las intervenciones bélicas llevan a los diversos rincones del planeta”32, 
y con ello se muestra los conflictos morales a los que se enfrentan; sin embargo, la resolución 
siempre es la misma: poder aceptar daños colaterales a cambio de asegurar el bienestar de 
los ciudadanos del mundo, un deber que va más allá de sí mismos. 
 
1.3. Regímenes de representación 
 
En el presente apartado se desarrollan conceptos que suelen vincularse a determinados 
actores que representan una amenaza a la comunidad internacional. Probablemente lo más 
interesante del análisis sea la subjetividad y laxitud con la que suelen emplearse dichos 
vocablos. Conceptos como Estado canalla o régimen hostil son utilizados con frecuencia 
para referirse a gobiernos que actúan contra normas amparadas por el Derecho Internacional 
Público, aunque valdría la pena reconocer por qué no todas las naciones que violan esas leyes 
son categorizadas como tales, y cómo el poder de representación influye en ello. Asimismo, 
 
31 Thomas L. Friedman, “Foreign Affairs; Angry, Wired and Deadly” en New York Times, Agosto 22, 1998 
[disponible en línea] Dirección electrónica: http://www.nytimes.com/1998/08/22/opinion/foreign-affairs-
angry-wired-and-deadly.html?mcubz=0 
32 Jorge Warley, Semiótica de los medios. Signo, representación, ideología, política, Editorial Biblos, Buenos 
Aires, 2007, p. 44 
27 
 
se reconoce cómo las categorías empleadas logran transformar algo que resulta conocido en 
algo no sólo ajeno, sino en un sujeto monstruoso o siniestro. 
 
1.3.1. Lo siniestro como forma de criminalización de la otredad 
 
El término unheimlich, que se traduce como siniestro, fue acuñado por Sigmund Freud para 
hacer referencia a aquello que nos parece espeluznante, que, de acuerdo con el psicoanálisis, 
tiene la capacidad de provocar en un individuo una angustia infantil y evocar aquello que se 
encontraba oculto en el inconsciente, causando desasosiego. La categoría de lo siniestro 
pertenece al “orden de lo terrorífico, de lo que excita angustia y horror”33, pudiéndose 
localizar dentro del análisis de las fobias y obsesiones en los estudios de Freud, y que 
responde a un estado que producen angustia y ansiedad, respectivamente34. 
 
Las fobias suelen clasificarse entre fobias comunes y ocasionales, quedando las 
primeras como aquellos miedos primigenios del ser humano, como la muerte, la oscuridad, 
la enfermedad, entre otras; en tanto, las segundas resultan en miedos que no suelen ser 
convencionales, incluso infundados, como la angustia que ocasiona un evento con pocas o 
nulas posibilidades de suceder. Lo que resulta interesante en la aportación de Freud es la 
forma en la que una fobia que bien podría clasificarse dentro de las de carácter ocasional, 
puede tornarse en una fobia común, pues después de todo, incluso el miedo es una 
construcción social que aprendemos a través del sistema en el que nos desarrollamos. 
 
Rossana Reguillo, en su conferencia Regímenes de representación: monstruos, 
herejes y desechables, señala la forma en que los significados transmutan por la forma en la 
que son presentados y, en consecuencia, algo que nos resultaba familiar puede tornarse en 
algo no sólo ajeno, sino siniestro35. Esa construcción social en torno al otro se ha manifestado 
 
33 Sigmund Freud, Obras completas Sigmund Freud. Volumen XVII, Amorrortu editores, Buenos Aires, p. 219 
34 Sigmund Freud, Obras completas Sigmund Freud. Volumen III, Amorrortu editores, Buenos Aires, p. 75 
35 El ejemplo que emplea es el de las muñecas de porcelana, que durante el día pueden resultar en objetos de 
gran belleza y aprecio, sin embargo, al caer la noche exponen la otra forma en la que se les representa: como 
seres malignos que pueden atentar contra nuestra existencia. Sobra decir que no existe un fundamento para 
28 
 
de forma evidente hacia los musulmanes, a quienes se les vincula con terroristas, prueba de 
ello es que basta con escuchar a alguien a hablar árabe o usar vestimenta típica de las distintas 
comunidades étnicas de alguna nación de mayoría religiosa musulmana para generar en el 
entorno una señal de alerta y temor. 
 
Resulta interesante la forma en la que una fobia, en apariencia individual, pueda 
reproducirse al punto de ser aceptada de forma colectiva. La periodista canadiense Naomi 
Klein hizo público un libro llamado Doctrina del Shock, en el que muestra cómo los métodos 
de coerción empleados en los manuales de interrogación de la CIA (1963 y1983) para la 
obtención de confesiones por parte de detenidos no sólo podía ser empleado contra 
individuos, sino de forma masiva mediante la imputación de traumas colectivos, como han 
sido distintos ataques terroristas, causando en las personas estrés e inseguridad, además de 
un sentimiento similar al que describe Freud, en que éstos se reducen a un estado infantil en 
el que necesitan ser protegidos. Frente a la situación, “la administración Bush aprovechó la 
oportunidad generada por el miedo a los ataques para lanzar la guerra contra el terror”36. 
 
El desconocimiento, acompañado por la proliferación de conceptos destinados a 
generar una imagen distorsionada del islam como los señalados en las páginas precedentes, 
trae consigo el rechazo, temor y aversión hacia esta comunidad religiosa, repudio que se 
manifiestan en exclusión social, violencia, prejuicio y discriminación.El estudio de estos 
eventos conduce al análisis de otro fenómeno: la islamofobia37. 
 
Por acción, u omisión, se comienza a configurar un sistema que hace una clara 
distinción entre ellos o los otros, y nosotros, que no permite encontrar similitud y 
conciliación entre los individuos, sino exacerbar las diferencias entre los seres humanos; se 
 
afirmar que las muñecas de porcelana adquieran vida por la noche, y, sin embargo, es un miedo que muchos 
comparten e incluso lo consideran como una posibilidad lógica. 
36 Naomi Klein, La Doctrina del Shock. El auge del capitalismo del desastre, Planeta, Madrid, 2012, p. 12 
37 Si bien el término islamofobia puede encontrarse en diversos artículos desde la década de 1980, no es sino 
hasta 1997, tras la publicación del artículo Islamofobia: un desafío para todos nosotros, por el célebre think-
tank británico Runnymede, que su uso comienza a adquirir nuevos bríos. El propósito del documento era dar 
a conocer los alcances de la ejecución de estos actos, de tal forma que se puedan reconocer algunas de las 
causas más relevantes que expliquen aquel miedo o desagrado infundado a esa colectividad, así como el 
diseño de líneas de acción destinadas a subsanar los errores de percepción. 
29 
 
ignora cualquier particularidad de los individuos, para volverlos en un colectivo, una masa 
homogénea. La prevalencia de conceptos como incivilizado, salvaje, fanático religioso, 
intolerante, hermético, entre otros, contribuyen a legitimar “modos de dominación y 
subordinación en la vida social, económica y política”38 de quienes nos parecen ajenos. 
 
Ese distanciamiento conduce a la violencia, que se manifiesta de forma explícita y 
evidente en algunas ocasiones, o de forma sutil e implícita en otras. Se suelen rechazar los 
ataques manifiestos contra los musulmanes, aunque las formas de exclusión más peligrosas 
son las que no resultan tan patentes: representación política desproporcional, condiciones de 
vida inferiores al promedio, tasas de desempleo elevadas, acceso limitado a educación, 
segregación, entre otras. Resulta preciso despojarse de los constructos sociales generados por 
los medios de comunicación y think-tanks, que, prescindiendo de contextualización, declaran 
un conflicto absoluto e irreconciliable entre Occidente y Oriente, entre los que protegen y 
aquellos agentes de desorden. Y quizá no sea esa falta de análisis crítico lo que más preocupe, 
sino la forma en la que ésta prevalece en la construcción de la realidad, hasta convertirse en 
un hecho incuestionable. 
 
1.3.2. Estados canallas 
 
El término de rogue state o Estado canalla se acuña en las postrimerías de la Guerra Fría para 
designar a las naciones que, por razones revolucionarias o revanchistas, representaban un 
desafío al sistema internacional en general, y a los intereses geoestratégicos estadounidenses 
en particular. Los aliados de los EE. UU. han cuestionado en más de una ocasión cuáles son 
los criterios empleados para colocar a una nación dentro de ésta clasificación, quedando 
como argumento el análisis de “su comportamiento interno (v.gr. cómo trata a su propia 
gente) o por acciones externas que violen normas importantes (como la agresión territorial o 
el terrorismo)”39, como poseer armas de destrucción masiva (ADM), sostener vínculos con 
 
38 Op. cit., Islamophobia, p.65 
39 Robert S. Litwak, Rogue States and U.S Foreign Policy. Containment after the Cold War, Woodrow Wilson 
Center Press, Maryland, 2000, p. 49 
30 
 
el terrorismo y fundamentalmente, representar una amenaza a los intereses propios o de sus 
aliados. 
 
De acuerdo con Noam Chomsky, el término tiene dos usos: “uno propagandístico, 
aplicado a determinados enemigos, y un uso literal que se aplica a los Estados que no se 
consideran obligados a actuar de acuerdo con las normas internacionales”40. La segunda 
acepción hace referencia a la capacidad de un Estado u organismo a actuar sin restricción si 
con ello justifican sus movimientos en nombre del bienestar de la comunidad internacional, 
pudiendo manifestarse en las distintas intervenciones en las que los Estados Unidos se han 
involucrado desde el término de la II Guerra Mundial41. 
 
 El término Estado canalla ha sido empleado de forma generalizada para designar a 
aquellas naciones que transgreden normas amparadas por el Derecho Internacional Público, 
generalmente en detrimento de sus ciudadanos –aunque puede manifestarse hacia otros 
pueblos y naciones- y cuyo comportamiento no puede ser justificado de forma alguna. Sin 
embargo, el término que es empleado de forma recurrente en distintos discursos diplomáticos 
bien podría contrastarse con la actuación de las naciones que lo aplican para actuar en 
diversas latitudes, que coincidentemente responden a la defensa de sus intereses 
geoestratégicos. Aún más interesante resulta la forma en que un Estado u organismo puede 
entrar y salir de esta categoría tan pronto así sea requerido. Quizá el caso de Iraq e Irán sea 
el más apropiado para comprender lo que se desea transmitir. 
 
40 Noam Chomsky, Estados Canallas. El imperio de la fuerza en los asuntos mundiales, Paidós, Barcelona, 2001, 
p. 9 
41 China (1945-1951), Francia (1947), Islas Marshall (1946-1958), Italia (1947-1970’s), Grecia (1947-1949), 
Filipinas (1945-1953), Corea (1945-1953), Albania (1949-1953), Alemania (década de 1950), Irán (1953), 
Guatemala (1953-1990’s), Costa Rica (1955-1971), Indonesia (1957-1958), Haití (1959), Guyana Británica/ 
Guyana (1953-1964), Iraq (1958-1963), URSS (1940’s-1960’s), Vietnam (1945-1973), Camboya (1955-1973), 
Laos (1957-1973), Tailandia (1965.1973), Ecuador (1960-|963), El Congo/Zaire (1960-1965 y 1977-1978), 
Francia/Algeria (década de 1960), Brasil (1961-1964), Perú (1965), República Dominicana (1963-1965), Cuba 
(1959 a la actualidad), Indonesia (1965), Ghana (1966), Uruguay (1969-1972), Chile (1964-1973), Grecia (1967-
1974), Sudáfrica (décadas de 1960 -1980), Bolivia (1964-1975), Australia (1972-1975), Iraq (1972-1975), 
Portugal (1974-1976), Timor Oriental (1975-1999), Angola (1975- 1980’s), Jamaica (1976), Honduras (década 
de 1980), Nicaragua (1978-1990), Filipinas (década de 1970 a 1990), Seychelles (1979-1981), Yemen del Sur 
(1979-1984), Corea del Sur (1980), Chad (1981-1982), Granada (1979-1983), Surinam (1982-1984), Libia 
(1981-1989), Fiyi (1987), Panamá (1989), Afganistán (1979-1992), El Salvador (1980-1992), Haití (1987-1994), 
Bulgaria (1990-1991), Albania (1991-1992), Somalia (1993), Iraq (década de 1990), Yugoslavia (1995-1999), 
además una clara influencia en Perú, México y Colombia desde la década de 1990 al presente. 
31 
 
 
 La Doctrina Eisenhower tenía como objetivo emplear medios disuasorios para 
contener la influencia soviética en Asia Central y Sudoccidental, preocupación a la que habría 
que agregar el factor del panarabismo como elemento de desequilibrio regional. Las 
inquietudes estadounidenses se confirman tras el retiro británico del Golfo Pérsico en 1971, 
período en el que se temía que aquel vacío de poder pudiese ser aprovechado por la URSS. 
Un par de años antes se había diseñado la Doctrina Nixon, entre cuyo contenido yace la Twin 
Pillar Policy, en la que Irán y Arabia Saudí recibieron apoyo militar para defender los 
intereses estadounidenses en la región42. Iraq –cuyo gobierno se encontró, a partir de 1968, 
bajo un esquema nacionalista secular- era considerado hostil a los EE. UU. al haber firmado 
un Tratado de Amistad con la URSS en el año 1972. 
 
 La Revolución Islámica supuso uno de los mayores retos en la región, al ser un 
régimen abiertamente antiestadounidense, de ahí que durante la Guerra Irán-Iraq (1980-
1988) los Estados Unidos decidieran dejar a un lado sus diferencias con el gobierno iraquíy 
fortalecer sus relaciones para contener a Irán. Saddam Hussein se convertía así en un aliado 
estratégico de los EE. UU. en su lucha por contener la revolución iniciada por el Ayatollah 
Khomeini. En 1990 el estatus iraquí vuelve a modificarse cuando Hussein decide invadir el 
Emirato de Kuwait al interpretar de forma errónea el derecho a reivindicar sus fronteras y 
con ello desafiar a su entonces socio. 
 
 Iraq era colocado nuevamente en la categoría de Estado Canalla, al tiempo en que se 
lanzaba la Operación Tormenta del Desierto que dio inicio a la Guerra del Golfo Pérsico y 
que permitiría, por una parte, librarse del Síndrome de Vietnam, y por otra, reafirmar su 
presencia militar en la región. En 1993, Martin Indyk, asesor de Bill Clinton para asuntos del 
Medio Oriente pronunció el discurso que fundamentaría a la Doctrina Clinton o de 
Contención Dual, en la que se señalaba que Iraq e Irán eran hostiles a los EE. UU. La razón 
por la que resultaba preciso ocuparse de ambas naciones era evitar la hegemonía regional de 
un régimen contrario a los intereses de la nación norteamericana. En el siguiente capítulo se 
 
42Cfr., María de Lourdes Sierra Kobeh y Alfredo Romero Castilla (Coord.), Continuidad y Cambio en los 
Escenarios Regionales: Una Visión Prospectiva, FCPyS-UNAM, México, 2006, p. 123 
32 
 
dará detalle del desarrollo de los sucesos antes mencionados, siendo el propósito del presente 
poder reconocer que el significado de Estado canalla es subjetivo, y parte de aquel que tiene 
el poder de representar, de decidir qué acciones deben de condenarse y cuales deben de ser 
calificadas como necesarias para salvaguardar el bienestar de la sociedad internacional en su 
conjunto. 
 
1.3.3. Grupos terroristas como máquinas de guerra 
 
Una vez que se ha desarrollado la categoría de Estado canalla, resulta preciso identificar 
cómo los EE. UU. también han generado una clasificación para aquellos que exhiben 
comportamientos canallas dentro del sistema internacional, pero que al no ser entidades 
estatales se les refiere como aberraciones, grupos terroristas, máquinas de guerra, entre otras, 
en los que la violencia43 adquiere nuevos horizontes al mutar en los métodos empleados, así 
como en los actores que se involucran en la consumación de los hechos. 
Trascender en el argumento que afirma que las acciones violentas son intrínsecas a 
determinada civilización es necesario para desechar la visión de que aquellas posturas 
fanáticas y despiadadas están destinadas a reproducirse al infinito, haciendo del ciclo de la 
violencia un estado permanente. De ahí que explorar conceptos como máquina de guerra, 
propuesto por Deleuze y Guattari resulten más apropiados para la aproximación y 
contextualización del comportamiento de grupos como el autodeterminado Estado Islámico, 
entendiendo que deben de ser contenidos en un espacio geográfico e histórico, para evitar 
 
43 De acuerdo a Jaime Hugo Talancón, la violencia se articula fundamentalmente en torno a cuatro relaciones: 
entre el gobernante y los gobernados, que tendrá lugar en forma de acciones en contra de la población, 
exhibiéndose acciones de persecución, tortura o represión; entre gobernados y gobernados, en la que se 
gesta una lucha entre ciudadanos para exponer su proyecto y que puede convertirse en una guerra civil; 
gobernantes y gobernantes, en las que distintas cúpulas del poder luchan por imponerse al otro, pudiendo 
ser materializado en golpes de Estado, guerras, deposición de líderes, abdicaciones, entre otras; por último, y 
probablemente la que sea más relevante para efectos de la presente investigación es aquella que tiene lugar 
entre los gobernados y los gobernantes, los primeros se oponen al régimen establecido, dando lugar a 
rebeliones, insurrecciones, revoluciones y cualquier otro tipo de denuncia para quien gobierna. Jaime. Cfr. 
Hugo Talancón Escobedo, “La violencia política”, en Revista de la Facultad de Derecho, CIJ-UNAM, 2008, p.378 
33 
 
caer en los reduccionismos que tan frecuentemente encontramos en las propuestas de análisis 
de la actualidad44. 
Para que pueda gestarse una máquina de guerra tal y como la pensaron Deleuze y 
Guattari es necesaria la interacción entre dos actores: por una parte se encuentran los a) 
nómadas, o grupos que hacen uso de un tipo de violencia difusa en espacios abiertos –
móviles, no estáticos- para satisfacer sus pretensiones frente a los b) sedentarios, o aquel 
poder perenne que se materializa en el monopolio de la violencia ejercido por el Estado y 
cuyo propósito es el mantenimiento de ese poder, pudiéndose manifestar en los denominados 
Estados Canallas, en las dos acepciones señaladas por Noam Chomsky. Así, la máquina 
buscará a través de los medios de los que dispone, fragmentar o inhibir la dominación del 
aparato estatal, encontrando respuestas igualmente violentas –aunque no idénticas en 
magnitud- por parte del ente cuyo poderío se encuentra amenazado, de tal forma que pueda 
mantener su preponderancia frente a los nómadas. 
 
El planteamiento es que, en su afán por conservar sus atribuciones tradicionales, el 
Estado va a buscar la destrucción de toda máquina de guerra que amenace su existencia, 
aunque también existe una posibilidad de cooptar formaciones de esta clase e incorporarlas 
al aparato estatal o simplemente mantenerlas como una estructura armada extraoficial. A 
través del arma que se ha capturado, es decir, la máquina de guerra, el Estado puede crear 
nuevas estructuras políticas y militares –o reestructurar las existentes- para posteriormente 
emplearlas para estrangular a otros nómadas. De esa forma, la violencia se enfrenta a eventos 
contingentes que la hacen mutar, lo que logra reproducir la intensidad de sus excesos, más 
no terminar con el problema de fondo45. 
 
Es preciso señalar, que en las máquinas de guerra se pueden distinguir los cuatro 
tipos de violencia expuestos por Rossana Reguillo: sobre ellos se ejerce violencia a) 
estructural e b) histórica, a la que responden mediante la ejecución de acciones violentas que, 
 
44 Cfr., Gilles Deleuze y Felix Guattari, A Thousand Plateaus, Capitalism and schizophrenia, University of 
Minnesota Press, Minneapolis, 1987, p.380 
45 Cfr., Joshua David Noiseux, Becoming hybrid: towards a critical theory of agency in war, Trent University, 
Ontario, 2015, p. 120 
34 
 
que en nuestro caso de estudio son amparadas por una narrativa literal del islam, que 
justifican su actuar frente al sistema que los margina. En consecuencia, ejecutan acciones 
bajo la lógica de la violencia c) disciplinante y d) difusa, siendo la primera la exhibición 
gráfica de actos exabruptos para enviar al observador un mensaje que provoque en él terror 
e inseguridad, mientras la segunda explica la carencia de patrones de comportamiento 
estático y que, por el contrario, mutan continuamente en cuanto a su composición y medios 
empleados para concretar sus propósitos. 
 
En ese orden de ideas, el Estado Islámico, se ha constituido como un grupo terrorista 
y al tiempo como una máquina de guerra. La organización se ha valido de la disolución de la 
persona46 como estrategia propagandística para la consecución de sus propósitos. Empero, y 
tal como se señalará en las páginas subsecuentes, su actuar debe ser analizado dentro de la 
estructura que sentó las condiciones que coadyuvarían de forma directa a su establecimiento 
como grupo armado, las cuales se vinculan con las maniobras injerencistas de carácter militar 
de distintos Estados, particularmente de los EE. UU., en el Medio Oriente, en las que se 
emulan estrategias similares a las que ejecuta el EI. 
Lo anterior nos conduce a otro concepto que las contiene: la necropolítica. El término 
empleado por Achille Mbembe

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