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DEL INDIO 
2013 
 
 
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reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 A la memoria de mis abuelos 
 Rosa María Ek y José Isabel Cuc 
 
 
Agradecimientos 
 
 
Quiero agradecer a la Universidad Nacional Autónoma de México que me ha 
instruido. A la Facultad de Filosofía y Letras y a todos los profesores que me 
formaron durante esta etapa. A mi asesora la Mtra. Valquiria Wey y a los lectores 
de esta tesis: Dr. Ignacio Díaz Ruiz, Dr. Jesús Serna, Dr. Carlos Huamán y a la Dra. 
Edith Negrín. 
Gracias a CONACYT por la beca que recibí para realizar mis estudios de 
maestría, así como por las facilidades para realizar mi investigación en Quito, 
Ecuador. 
A la Universidad Andina Simón Bolívar, a los bibliotecarios y expertos en la 
obra de Jorge Icaza en Ecuador. En especial a los profesores Vicente Robalino y 
Raúl Serrano. 
A mis compañeros de la maestría que ampliaron mi campo de conocimiento 
y mi visión sobre los problemas de América Latina. A mis amigas Rosario Solís, 
Olimpia García, Cecilia Ávila, Julieta Cortés y a la atenta lectura de Claudia 
Fulgencio. 
Gracias a todos los indígenas de Ecuador y Guatemala que compartieron 
conmigo sus vivencias, sus puntos de vista y sus conocimientos sobre los 
movimientos sociales. 
 Y especialmente, a mi esposo Per Bergholdt Jensen por su amor, solidaridad 
y por haberme alentado a concluir este trabajo. 
A mis abuelos que han sido mi inspiración y mi guía en la vida. 
 
 
ÍNDICE 
 
Prefacio 
 
Introducción 1
 
1. La invención del indio 6
 
1.1 El indio en la literatura 15 
 
2. Huasipungo por Jorge Icaza Coronel 23 
2.1 Los estereotipos 27 
2.2 El indio, personaje protagónico 32 
2.3 La singularidad de la voz del indio 43 
2.4 El indio en la pirámide social 46 
2.5 Andrés Chiliquinga, líder de la resistencia 54 
 
3. Hombres de maíz por Miguel Ángel Asturias 64 
3.1 La invención del héroe mítico: Gaspar Ilóm 70 
3.2 El maíz: alimento y espíritu del indio 76 
3.3 La dualidad vida y muerte 83 
3.3.1 Nahualismo, búsqueda del ser americano 91 
3.3.2 Las pasiones del indio 104 
 
Conclusiones 134 
 
Bibliografía 144 
Hemerografía 147 
 
 
 
Prefacio 
 
Todo trabajo de investigación tiene una historia detrás que lo completa y que no 
siempre se puede contar en las páginas de un trabajo académico. Esta tesis nació 
durante mi residencia en Guatemala. Ante la escasez de libros decidí leer dos de 
las novelas latinoamericanas más conocidas y, seguramente, más estudiadas en el 
continente: Huasipungo y Hombres de maíz. Poco a poco, fui descubriendo que la 
realidad de mis personajes no estaba tan alejada de la gente que encontré en las 
áreas rurales. El debate sobre el indio y lo que significaba ser o vivir como tal era 
una inquietud constante, pues el racismo, la jerarquía entre clases sociales y los 
prejuicios formaban parte de la vida cotidiana. Después de viajar en las 
comunidades de Guatemala fui comprobando que la desigualdad y la injusticia a 
la que sobreviven los indígenas guatemaltecos no es asunto del pasado. Por otra 
parte, fui testigo de su gran capacidad para organizarse y defender sus derechos, 
vi su apego a la tierra, a sus costumbres y a sus lenguas. Los ancianos, sobre todo, 
me identificaban como parte de su gente y me recordaban que entre el sur de 
México y Guatemala la frontera fue impuesta. Gracias a sus testimonios sobre la 
violencia y la memoria sobre la guerra pude comprender qué significaba para ellos 
haber sobrevivido a tanto dolor y a tantas pérdidas familiares. 
 Años más tarde, en Ecuador, mientras cursaba mis estudios de maestría, 
tuve la oportunidad de conocer a los indígenas de Otavalo. Ellos me revelaron los 
desafíos que enfrentaban para subsistir en el páramo, pero compartían con los 
guatemaltecos el amor por la tierra y la profunda convicción de que lo importante 
es vivir con dignidad. 
 En honor a la memoria de mis abuelos indígenas y como un modesto 
agradecimiento a todos los que nutren mi conciencia, mi conocimiento y mi 
espíritu ofrezco este esfuerzo que de ningún modo es individual, sino producto de 
un cúmulo de experiencias, encuentros y vivencias. 
1 
 
Introducción 
 
Para realizar el estudio y análisis de la construcción del personaje indio en las 
novelas Huasipungo y Hombres de Maíz, la pregunta obligada es ¿cómo se interpreta 
y representa al indio desde la ficción? Las posibles respuestas a esta interrogante se 
presentan en la primera parte de esta investigación donde se ofrece una semblanza 
sobre la invención del indio como noción y como categoría étnica. En esa 
exposición se advierte la carga arbitraria y colonizadora del término, así como las 
asignaciones negativas cuya función ha sido borrar todo rastro de singularidad. 
Con el fin de profundizar en las dimensiones del problema se toman en cuenta las 
consideraciones de los historiadores Edmundo O’ Gorman y Guillermo Bonfil 
Batalla, así como las argumentos sociológicos de Tzvetan Todorov. Todo ello con la 
finalidad de identificar de dónde provienen algunos estereotipos e imaginarios que 
han determinado la recepción que se tiene del indio, pues esos argumentos sirven 
de punto de partida para analizar cómo los autores indigenistas recrean o amplían 
esos conceptos desde la ficción. 
 Después, como parte de ese primer capítulo, se ofrece un esbozo de la 
novela indigenista para mostrar cómo evolucionan algunas características del 
personaje. El lector encontrará variadas y contrastadas representaciones donde el 
indio oscila entre bueno, malo, víctima, rezagado, débil, rebelde, exótico, etc. La 
intención que se persigue con ese recorrido es destacar el desafío que enfrentaron 
esos escritores para crear un personaje pleno, tanto en su psicología como en sus 
emociones. 
Es importante indicar que esta tesis no es un estudio comparativo entre las 
novelas, ya que uno de los objetivos de este trabajo es comprender cuál fue la 
intención ideológica o las motivaciones que impulsaron a los escritores para que 
decidieran colocaral indio como personaje principal. Se trata, sobre todo, de 
provocar una reflexión sobre cómo el lector asume hoy quién es el indio, por qué lo 
2 
 
identifica automáticamente bajo cierto modelo y cómo los autores utilizan esos 
juicios para diseñarlo y luego reivindicarlo. 
Desde luego, el personaje no puede analizarse de manera aislada, por lo 
tanto, es necesario relacionarlo con otros aspectos estructurales y estéticos que 
repercuten en su comportamiento o incluso determinan el uso de las estrategias 
narrativas. En consecuencia, El relato en perspectiva de Luz Aurora Pimentel es de 
gran ayuda para identificar cómo los autores colocan los elementos alrededor del 
personaje. Así, los autores logran que el lector tenga la sensación de que esa 
realidad novelesca es paralela a la extraliteraria. 
En cuanto a las propiedades de la representación este análisis se apoya en 
los razonamientos de Jean-Philippe Miraux, El personaje en la novela. Génesis, 
continuidad y ruptura, pues desde el punto de vista de este crítico el autor recrea un 
personaje para validar o cuestionar su percepción del mundo a partir de esa 
creación. Así, tomando como referencia las conclusiones de este crítico en los 
capítulos dos y tres se ejemplifica el desafío que enfrentaron los autores para dar 
voz e identidad al personaje, además de autonomía y autenticidad. 
Para analizar los estereotipos depositados en el personaje indio se tomó 
como referencia el libro Representation: Cultural Representations and Signifying 
Practices de Stuart Hall en el que reúne varios ensayos que abordan el tema. Al 
integrar los conceptos de lo social en la representación que diseñó el sudamericano 
Jorge Icaza, el lector puede reconocer qué es un estereotipo, de dónde proviene, 
cómo se preserva y finalmente, cómo el autor reformula esas categorías. 
En el examen que se hace del personaje se descubre cómo funcionan los 
estereotipos y cuál es la relevancia de éstos en la construcción del indio, pero 
también lo que representan en la novela y lo que heredan del uso social. El lector 
ha de concluir la utilidad de los estereotipos, pues éstos facilitan la imagen y 
permiten que se identifique con claridad al personaje, aunque también se trata de 
reflexionar cómo -en la realidad- pueden llegar a convertirse en prejuicios que 
afectan la convivencia interétnica y social. 
3 
 
 Ambas novelas son estudiadas como un producto cultural, por lo tanto, a lo 
largo de esta tesis se toman en consideración los criterios y reflexiones de los 
críticos Ángel Rama, Antonio Cornejo Polar, Anthony J. Vetrano, Theodore Alan 
Sackett, entre otros. Del crítico uruguayo Ángel Rama se ha consultado el libro 
Transculturación Narrativa, donde explica el proceso transitivo que ha tenido la 
literatura latinoamericana, particularmente la literatura indigenista que procura la 
valoración del indio. Sin embargo, también expone que ese esfuerzo requiere una 
revisión, pues en cierto sentido, se ha hablado en su nombre, desde una sociedad 
hispánica, criolla o mestiza. Por lo tanto, la literatura indigenista no ofrece una 
versión rigurosa del indio, sino que lo idealiza y lo estiliza. 
 Por otra parte, el crítico peruano Antonio Cornejo Polar, en su libro Escribir 
en el aire afirma que la literatura de nuestro continente es de carácter heterogéneo. 
De acuerdo con sus razonamientos la literatura latinoamericana está compuesta 
por la pluralidad de signos socio-culturales amplios. Por un lado, existe una 
raigambre autóctona, pero la producción literaria está dirigida a un universo 
cultural europeizado en el que se reproduce un conflicto cultural, sobre todo 
cuando se refiere a la literatura indigenista. 
 Para valorar la estética del personaje en Huasipungo de Jorge Icaza, este 
trabajo de investigación se apoya en los estudios de Theodore Alan Sackett, El arte 
en la novelística de Jorge Icaza, donde abunda sobre las herramientas estéticas que se 
vinculan con el narrador y, sobre todo, profundiza en la psicología del personaje, la 
representación de un indio que no es bello o bueno. Así el experto en literatura 
hispanoamericana, funge como guía para establecer los límites de interpretación de 
los estereotipos y tomar en cuenta otras estrategias estéticas que también 
constituyen al personaje. 
 Los autores hasta aquí mencionados son pertinentes porque al revisar sus 
críticas hacia la literatura indigenista, escrita entre los años treinta y cincuenta del 
siglo XX, ofrecen una perspectiva teórica que no sólo está vinculada con el análisis 
formal del personaje, sino de la novela en su amplia dimensión. 
4 
 
En la búsqueda de cómo valorar correctamente los enfoques históricos del 
indigenismo en relación con lo literario, Henri Favre, en su libro El indigenismo 
expone cómo esos discursos forman parte en la construcción de identidad nacional 
de los pueblos amerindios. Asimismo, explica de qué manera se puede reabsorber 
la alteridad india en la trama de la nacionalidad. De tal suerte, se toma en cuenta el 
conflicto entre indios, mestizos y extranjeros. De esa distancia aparece también el 
carácter exótico del indio que si bien no está analizado aquí, sí es enunciado 
cuando se aborda la relación entre indios y extranjeros. 
En el capítulo tres, el estudio se centra en la novela Hombres de maíz del 
guatemalteco Miguel Ángel Asturias. En esta parte de la tesis, el lector identificará 
un renovado personaje indio, aunque también reconocerá ciertas características 
que recuerdan al de Huasipungo. Más allá de la construcción física del personaje, en 
Hombres de maíz, se busca analizar la importancia de la memoria y el peso del 
arquetipo. Desde esa perspectiva, caben las aportaciones del psicólogo suizo 
Gustav Carl Jung, que estudió la importancia del arquetipo, su representación en 
las sociedades humanas, cómo reaparece y determina la percepción del mundo, de 
la historia, las narraciones y la existencia. 
La cosmovisión del personaje de Asturias no podría ser comprendida sin los 
instrumentos que Jung aporta. Además, cabe señalar que para poder entender la 
representación del indio, el lector debe poner atención en la formulación del 
discurso, lo simbólico, el remanente del pasado o ancestralidad y cómo todo se 
concatena para darle unidad a la historia, voz al personaje y representatividad a 
todo un pueblo. 
Los aspectos estéticos y de cosmovisión también son analizados en el 
estudio realizado por María del Carmen Varela Bran, Claves Estéticas del Realismo 
Mágico, donde ubica símbolos precisos de la peculiar cosmovisión del personaje. 
Ahí, desbroza los elementos con valor simbólico con los que se relaciona el indio: el 
maíz, la naturaleza, el agua, el fuego, el aire, el viento, y la percepción sagrada que 
tiene de cada uno de ellos. 
5 
 
 En Hombres de maíz analizar el personaje indio impone otro tipo de desafíos, 
pues el personaje está pensado como el depósito de una riqueza retórica más 
próxima al canto o a la poesía. El indio de Asturias exige ser visto desde la 
espiritualidad, la herencia de las narraciones y la trascendencia de ese discurso. 
Para considerar la vigencia de la novela en nuestra época se recurre a los 
estudios contemporáneos del mexicano Saúl Hurtado Heras, pues como 
especialista en la obra de Miguel Ángel Asturias, ayuda a marcar las pautas entre 
lo real y lo fantástico en Hombres de maíz. Ese puente permite que el análisis sobre 
el personaje tome coherencia en la evolución de la leyenda al mito. 
Cabe señalar que la dificultad de esta parte del análisis recae en identificar 
al personaje principal, porque el autor crea un mundo donde parece que todos los 
hombres son alguna fase distinta de un mismo hombre. Así, Asturias da 
complejidad psicológica, anímica, física y espiritual a esos personajes. Sin embargo, 
para el lector, ellos resultan una sorpresa y un misterio constante. El indiono sólo 
es hombre, pues está en una constante búsqueda de integración con el mundo 
vegetal, animal o cósmico. En consecuencia, el estudio de Iber Verdugo sobre El 
carácter de la literatura Hispanoamericana y la novelística de Miguel Ángel Asturias, 
considera que la búsqueda simbólica que Asturias coloca en sus personajes es, en 
realidad, una inquietud profunda de los latinoamericanos. 
 Finalmente, en esta tesis se interroga qué se entiende por indio. Además, se 
trata de precisar dónde están los estereotipos en el personaje para establecer cuánta 
analogía tienen con los de la realidad. Cabe advertir que los novelistas prefirieron 
conservar el epíteto indio para sus personajes y por esa razón en este trabajo se ha 
respetado este calificativo, aunque, en nuestros días, ya existen otros con carácter 
reivindicativo. En suma, sería deseable que el lector pudiera reconocer cómo la 
realidad se alimenta de la ficción y viceversa, pues esta revisión pudiera provocar 
una valoración en la que exista una toma de conciencia sobre lo que implica ser 
heredero de una raigambre, aunque fragmentada, reaparece y constituye una parte 
sustancial de la identidad latinoamericana. 
6 
 
1. La invención del indio 
 
En América Latina el debate sobre qué significa ser americano, ha motivado varias 
tesis y reflexiones, creación de mitos e invenciones en torno a la identidad, la 
cultura, y las tradiciones. Edmundo O’Gorman, por ejemplo, en La invención de 
América1, imagina y reflexiona sobre el azaroso cruce entre europeos y nativos. El 
historiador como si fuera novelista solicita a su lector que imagine ese azaroso 
momento en el que se confrontaron dos culturas. Una de las propuestas de 
O’Gorman está orientada a revisar con profundidad lo que se sabe sobre el 
“encuentro” del europeo con los nativos. Y, sostiene, que la historia debe ser 
deconstruida para aproximarse a lo que realmente sucedió. En consecuencia, 
desarrolla una tesis para demostrar que gran parte de lo que se considera 
indiscutible en la historia de América nace de un discurso estratégico, que domina 
sobre otras versiones, pero que no es necesariamente verdadero. 
Por otra parte, Tzvetan Todorov en La conquista de América, busca internarse 
en la psicología del almirante Cristóbal Colón para descubrir cómo opera el 
principio de alteridad. A partir de esa diferenciación, el recién llegado impuso su 
visión de mundo desde su credo, su lengua, su vestimenta, su alimentación, pero 
además define al otro desde su ser. Y justo, de esa necesidad de renombrarlo todo 
nace una nueva identidad: el indio.2 Sin embargo, el europeo para definirlo recurre 
a su imaginación, pues aunque pudo describirlo físicamente, no se comunicó con él 
y, por lo tanto, la relación que estableció con el nativo fue a partir de la diferencia y 
desde la desigualdad.3 Desde entonces, el indio se erigió como una figura 
emblemática, aunque ambigua, lo primero porque su presencia ampliaba el 
horizonte antropológico y revelaba un mundo hasta entonces desconocido. Lo 
segundo, porque bajo la percepción del navegante y después de los colonizadores, 
 
1 Cfr.Edmundo O’ Gorman, La invención de América, México, Fondo de Cultura Económica, 1992. 
2
 En nuestros días es de sobra conocido que el navegante Cristóbal Colón al llegar a América creía que 
realmente estaba arribando a la India. De esa confusión se instituye el epíteto indio para nombrar una 
diversidad de pueblos que abarcan desde Alaska hasta la Tierra del Fuego. Esta nota es mía. 
3 Cfr. Tzvetan Todorov, La conquista de América, México, Siglo XXI, 2005. 
7 
 
el indio era un ser binario, confuso, con hábitos cuestionables, creencias absurdas 
y con el que era imposible comunicarse. En consecuencia, la voz dominante 
construyó al indio sin darle oportunidad de distinguirse, lo dejó mudo, lo convirtió 
en subalterno para dominarlo y posteriormente explotarlo. En palabras de José 
Alcina Franch, el término indio fue: “una invención errónea y desafortunada de los 
conquistadores y un epíteto demoníaco impuesto por los misioneros”.4 
 Con el tiempo, el calificativo indio se convirtió en un término homogéneo 
que permitió a los conquistadores manipular la percepción sobre los nativos y 
también contribuyó a que éstos fueran condenados a la discriminación, a la 
marginalidad, a sufrir rupturas en su identidad cultural y a ser despojados de sus 
bienes, territorios y recursos. Algunos misioneros y cronistas en la Nueva España 
negaron todo carácter singular del indio. Se empeñaron en desdeñar sus 
conocimientos para llevar a cabo la cristianización y el proyecto civilizador, 
cargado de intereses económicos que los había traído a América. 
Óscar Matiarena en su ensayo, “El indio como objeto de conocimiento”, expone 
de una manera crítica cuáles fueron las intenciones de los misioneros que se 
aproximaron a los indios durante el período colonial. Llama la atención el análisis 
que hace en torno a Fray Bernardino de Sahagún, pues según el historiador, éste se 
acercó a los indios de la entonces Nueva España para combatir sus idolatrías, no 
trató de conocer al otro por el interés humano o estético de conocerlo, sino de 
aprehenderlo para combatir su otredad. Además, según Matiarena, Sahagún se 
encargó de divulgar quién era el indio, cómo actuaba y en qué creía. Fue una 
estrategia para indagarlo, para después reducirlo, y finalmente, dominarlo.5 
 Durante varios siglos, el término indio, adquirió fuerza en diferentes partes 
del continente. Los encargados de fortalecer esta designación fueron los colonos 
españoles. Desde sus haciendas e instituciones continuaron diferenciándose de los 
 
4 José Alcina Franch, Indianismo e indigenismo en América, Madrid, Alianza: Sociedad quinto 
centenario, 1990, p.70 
5 Cfr. Óscar Matiarena, “El indio como objeto de conocimiento”, en México, historia y alteridad: 
perspectivas multidisciplinarias sobre la cuestión indígena, Yael Bitrán, (coordinadora), México: 
Universidad Iberoamericana, Departamento de Historia, 2001. 
8 
 
indios y relegándolos a la servidumbre. Aunque durante el período colonial, ellos 
eran la principal fuerza laboral, fueron considerados atrasados, de “poca razón” e 
incluso un impedimento para el progreso. Convencidos de todos esos criterios, los 
colonizadores divulgaron sus juicios y afianzados en la certeza de su superioridad, 
se dieron a la tarea de someterlos espiritual y socialmente. 
 El sociólogo Guy Rozat Dupeyron, en Indios imaginarios e indios reales en los 
relatos de la conquista de México, advierte que incluso cuando la mirada occidental 
hacia los indios haya sido lo más racional posible, siempre hubo una producción 
imaginaria del otro. Además, indica también que es preciso reflexionar sobre la 
manipulación que los textos históricos han tenido a través del tiempo, pues la 
versión que tenemos sobre los indios de aquella época y sobre los primeros 
encuentros entre el hombre occidental y el hombre autóctono es sólo una 
proyección de quienes se apoderaron del discurso dominante.6 
 Hacia el siglo XIX el indio cobró una mayor importancia histórica en 
América Latina, pues fue una época de formación de los Estados Nacionales. En 
consecuencia, apareció en los discursos como uno de los símbolos de la identidad 
continental. Naturalmente, esta postura no fue compartida a lo largo y ancho de 
América, aunque poco a poco, fueron cada vez más los nuevos estados que 
retomaron la figura del indio histórico para promoverlo como uno de los pilares 
simbólicos de la identidad nacional. 
 Por otra parte, el vínculo entre la clase oligarca y el indio descansaba, 
solamente, en una identificación arqueológica. Por ejemplo, si se tenía que 
defender el valor cultural que poseían las tierras americanas, el glorioso pasado 
prehispánico fue un recursoimprescindible que daba autoridad y peso a tal 
reclamo. En cambio, el indio vivo, representaba un impedimento para el progreso 
y la modernización de las nacientes repúblicas. 
 
6 Cfr. Guy Rozat Dupeyron, Indios imaginarios e indios reales en los relatos de la conquista de México, 
Xalapa, Veracruz; Universidad Veracruzana, 2002. 
 
9 
 
Como puede observarse, en las diferentes etapas señaladas, el consenso 
sobre la definición del concepto indio nació de arbitrariedades, de confusiones y 
de una mirada exógena que para enmarcarlo recurrió a impresiones subjetivas o 
prejuicios, que inevitablemente, determinaron que los indios no tuvieran 
movilidad social; es decir, acceso a la alfabetización, ascenso en la escala laboral, 
inclusión en el marco legal, etc; y que la desconfianza entre los pobladores se 
acentuara. Algunos intelectuales inquietos por la evidente desigualdad en la que 
cayeron los pueblos indios no tardaron en concluir que éstos no debían 
permanecer al margen del rumbo nacional. Esa transición ideológica fue producto 
de una transformación histórica que estuvo condicionada por factores económicos, 
pues hacia finales del siglo XIX el modelo capitalista llegó para quedarse en 
Latinoamérica. 
Junto a la urgencia de la modernización y el anhelado progreso 
latinoamericano el indio resurgía en la discusión. El problema sobre qué hacer con 
ellos para integrarlos al proyecto económico, agrario o nacional se intensificó todo 
el siglo XX. Para Víctor Raúl Haya de la Torre, por ejemplo, el elemento común de 
los países latinoamericanos es justamente su indianaje.7 Por eso, la reformulación 
de la identidad latinoamericana estaba en esa constante e incluso propone que 
Latinoamérica debiera mudar su nombre por Indoamérica.8 Según él, así se 
iniciaría un reconocimiento intercontinental que daría pie a cambios estructurales. 
En el marco cultural, el valor simbólico que se atribuía a lo indio se fue 
fijando desde los discursos políticos y nacionales. Sin embargo, esos discursos 
también estaban impregnados de nociones románticas o estereotipadas. Aunque 
 
7 Indianidad es un término antropológico que sitúa al indio con una identidad étnica en la que aun 
hoy se debate si ser indio responde a las características que aglutina Alfonso Caso en su disertación, 
“Definición del indio y lo indio”: hablar una lengua autóctona, tener sentido de pertenencia a una 
comunidad indígena, participar de los usos y costumbres de esa comunidad. Nacen las preguntas 
¿qué pasa con un indígena que sale de la comunidad para vivir en otro contexto? ¿deja de ser 
indígena porque ya no vive en su comunidad o porque ya no habla su lengua? ¿deja de pertenecer a 
la vida de la comunidad? Cfr. Alfonso Caso, “Definición del indio y lo indio” en América Indígena, 
México, Instituto Indigenista Interamericano, 1948. 
8 Apud, Henri Favre, op.cit., p.47 
10 
 
por una parte, se tomaba conciencia de que los indios no habían desaparecido y 
que de hecho sumaban un alto porcentaje de la población, era vergonzoso admitir 
que muchos vivían todavía en la pobreza y que no tenían acceso a los mismos 
recursos, ni gozaban de los mismos derechos que el resto de los pobladores. 
En la búsqueda por conciliar esas culturas, José Vasconcelos en La raza 
cósmica (1925), ve en el mestizaje una solución viable tanto para el indio como para 
la humanidad. Y asegura que de lograrse tal fusión las naciones americanas 
alcanzarían la universalidad.9 
Sin embargo, para el peruano, José Carlos Mariátegui autor de Siete ensayos 
de interpretación de la realidad peruana (1928), el “problema del indio” es de índole 
económico-social y tiene su origen en la propiedad de la tierra. En su defensa 
subraya que la explotación no sólo lo empobrece, sino también a la nación que 
habita. El problema de reparto y propiedad de la tierra conllevaba cuestionar la 
estructura del gamonalismo10. En cuanto al tema de la propiedad de la tierra, 
también era motivo de conflicto porque ésta era un bien colectivo que no fue 
respetado a la hora de la nueva distribución. De hecho, muchos indios fueron 
aglutinados en el campesinado y no necesariamente resultaron favorecidos. 
Si se piensa en el período de construcción nacional como un proyecto que 
nació desde las oligarquías latinoamericanas, se puede argumentar también que el 
indio estuvo sujeto a una serie de exigencias impuestas por el grupo dominante. 
Esto derivó en una contradicción ideológica, pues mientras por una parte, se 
exaltaron los valores culturales que los pueblos indígenas preservaron e incluso 
legaron a los nuevos hombres americanos; por otro, se les impuso una educación 
hispana, se alteró su posición económica, se transformaron arbitrariamente sus 
 
9 Cfr. José Vasconcelos, La raza Cósmica, México, Asociación Nacional de Libreros, 1983. 
10 Mariátegui explica que el "gamonalismo" invalida inevitablemente toda ley y ordenanza de 
protección indígena. El hacendado, el latifundista, es un señor feudal. Contra su autoridad, 
sufragada por el ambiente y el hábito, es impotente la ley escrita. El trabajo gratuito está prohibido 
por la ley, sin embargo, el trabajo gratuito, y aun el trabajo forzado, sobreviven en el latifundio. José 
Carlos Mariátegui, Siete ensayos de la realidad peruana, México, Ediciones Quinto Sol, p. 24, 1979. 
 
11 
 
territorios, y hasta se les fusionó con el campesinado sin tomar en cuenta sus 
organizaciones de producción colectiva. 
Tanto economistas, intelectuales y humanistas coincidían en que el indio 
debía ser integrado al curso nacional, sin embargo, una parte sustantiva del dilema 
consistía en qué debía conservar el indio y de qué debía ser despojado. Todas esas 
buenas intenciones estaban empañadas por la firme creencia de saber qué era 
mejor para ellos, sin embargo, no quedaba claro qué o quiénes tendrían la 
autoridad para decidir sobre los contenidos. Todos estaban preocupados en debatir 
y formular las mejores soluciones, aunque se olvidaron de incluir a los implicados 
en el diseño de su propio destino. 
En la búsqueda de naciones más firmes, las políticas de cohesión nacional se 
intensificaron y la enseñanza del castellano fue prueba contundente de esa 
estrategia. En México, por ejemplo, Klaus Zimmerman, en un ensayo sobre la 
política del lenguaje hace hincapié en cómo el español ha ido desplazando a las 
lenguas indígenas. Afirma que la lengua es un bien comunitario, pero si hablar una 
lengua distinta del entorno significa ser agresor o diferenciarse del contexto, 
entonces los hablantes optan por asimilar la lengua dominante aunque ello 
implique dejar morir la lengua materna. Ese proceso, llamado “asimilación, 
también funge como una dominación lingüística de un grupo sobre otro”.11 
Para los indios americanos no hubo posibilidad de resistirse a la 
propagación del castellano, sin embargo, las variables y fusiones que nacieron de 
los cruces lingüísticos muy pronto fueron considerados como errores o una 
prueba irrefutable de que los indios eran incapaces de aprender la nueva lengua. 
En aquella época de castellanización las lenguas vernáculas fueron 
menospreciadas e incluso hablar español se convirtió en un poderoso filtro que 
distinguía al mestizo del indio y hundía a este último en el rezago. Como puede 
observarse, el calificativo indio ha estado plagado de significados que poco o casi 
 
11 Klaus Zimmerman, “Política del lenguaje y planificación para los pueblos amerindios”, Ensayo 
de ecología lingüística, en Estudios de lingüística aplicada, Francfort/Meno: Vervuert Verlag, 1999, p. 
112. 
12 
 
nada tienen que ver con las personas a las que alude. En palabras del antropólogo 
mexicano, Guillermo Bonfil Batalla 
 
Es una categoría supraétnicaque no denota ningún contenido específico de los grupos que 
abarca, sino una particular relación entre ellos y otros sectores del sistema social global del 
que los indios forman parte. La categoría de indio denota la condición de colonizado y hace 
referencias necesarias a la relación colonial.12 
 
Después de haber sido considerado un apelativo despectivo, hoy en día el 
término ha sido evaluado y muchas comunidades han optado por el término 
indígena con carácter reivindicativo. Es pertinente mencionar, también que cuando 
se refiere a grandes comunidades, algunos, prefieren ser llamados pueblos 
originarios. De alguna manera, los antropólogos y sociólogos incidieron de una 
manera indirecta, si se quiere, para que se dedujera que era necesario 
autonombrarse. En esa ruta, se han publicado estudios recientes en los que se 
otorga la palabra a algunos líderes indígenas para presentar cuál es su visión y 
cómo interpretan el término. En la mayor parte de los casos hay un consenso sobre 
la palabra, pues consideran que si el blanco usó esta designación para 
discriminarlos, el mismo término debe revertirse de un modo positivo, que 
posibilite un encuentro continental entre los pueblos autóctonos. 
Sin duda, el análisis interno en el que han trabajado muchas comunidades 
indígenas los ha llevado a reflexionar quiénes son, qué mantienen de sus prácticas 
ancestrales, qué han ido recuperando y cómo deben organizarse para participar 
activamente en los procesos políticos y económicos de sus naciones. En el plano de 
la identidad indígena la relación con el mestizo o el blanco los interroga y, por lo 
tanto, lo obliga a desentrañar qué es aquello que le da sustancia a su identidad. 
Un ensayo significativo que recoge estos testimonios es La imagen del mestizo 
de Ileana Schmidt Díaz de León. En ese trabajo, el tema que sobresale es la tierra, 
ahí los indígenas declaran que para ellos es un elemento de identidad y raigambre 
 
12 Apud Zolla, Carlos y Zolla Márquez, Emiliano, Los pueblos indígenas de México, 100 preguntas, 
México, UNAM, 2004. 
13 
 
a la que se pertenece pero que no se posee. Se deja claro que hay una conciencia 
más fuerte sobre los diversos cambios, préstamos e intercambios que comprenden 
las culturas indígenas. Se admite que esos fenómenos pueden reconocerse en lo 
religioso, lo lingüístico y lo cultural. Sin embargo, persiste la demanda de inclusión 
en diversos planos: la educación, el plano laboral, el reconocimiento de sus 
derechos y el respeto por sus territorios, la preservación de sus lenguas, así como 
de sus costumbres y prácticas.13 
 En relación al calificativo indio reconocen que ha servido para confirmar 
diferencias raciales, étnicas y de clase social. En la vida diaria, ha sido utilizado de 
manera despectiva, ya que se le ha saturado de contenidos negativos y prejuicios 
que pesan sobre los pobladores cuya apariencia o condición étnica los vincula con 
dicho grupo. 
 El debate sobre quién es el indio, cómo se resolvería su situación económica 
y social, obliga a considerarlo como sujeto cultural. De tal suerte, su figura e 
imagen en la pintura y en la literatura recorre una serie de representaciones que 
van desde una interpretación idealizada, hasta a un retrato primitivo en el que se 
destaca su primitivismo y se emiten juicios sobre su modo de vida. 
 En este trabajo, la intención recae en analizar y estudiar cómo se construye y 
representa al indio en la literatura. En primer lugar, habrá que revisar cómo y 
cuándo el indio se coloca en la novela latinoamericana. Después se observará 
desde dónde se perfila como personaje; qué es aquello que lo distingue como 
indio, cuáles son sus características, las descripciones que se hacen de él, cómo 
habla, cómo actúa y qué de esos contenidos tienen su paralelo con la realidad 
extratextual. 
 
13 Cfr. Ileana Schmidt Díaz de León, “La imagen del mestizo en el discurso de los intelectuales 
indígenas: 1975-1994”, en Relaciones, El Colegio de Michoacán, v. 16 n. 63-64, otoño,1996, pp. 49-70. 
 
 
 
 
 
14 
 
Revisar este proceso es de suma relevancia para interrogar cómo se han ido 
creando diversos estereotipos en la mentalidad de nuestras sociedades; cómo se 
filtran esos entendimientos y cómo los escritores los exponen para cuestionarlos, o 
a veces, para confirmarlos. Si las obras son representativas de las culturas, 
entonces, a través de la novela indigenista, los lectores ingresan a un mundo 
paralelo, a un universo desde el cual pueden llegar a comprender el drama del 
indio o maravillarse con el remanente de una cosmovisión distinta, que ha logrado 
permanecer y que invita a considerar cuánto, realmente, se conoce de esas culturas 
paralelas; qué se conserva de ellas a pesar del tiempo y cómo los lectores logran 
diferenciar la realidad de la ficción. 
15 
 
1.1 El indio en la literatura 
 
El indio como proyección literaria figura desde El Diario de Cristóbal Colón, Las 
cartas de relación de Hernán Cortés o las crónicas de Bernal Díaz del Castillo y Fray 
Bartolomé de las Casas. Sin embargo, en La Araucana de Alonso de Ercilla se 
inaugura una nueva visión, pues el autor denuncia los excesos de los españoles y 
coloca a los indios como símbolo de una cultura que está en peligro de extinción. 
Durante los siglos XIX y XX, el indio se convierte en uno de los temas de 
debate a lo largo y ancho de América Latina. En consecuencia, surgen las 
corrientes indianistas e indigenistas en varias manifestaciones artísticas como el 
cine, la pintura y la literatura. Según Juan Adolfo Vázquez, el indigenismo literario 
comprende razones estéticas, morales, políticas e incluso filosóficas. En los textos 
indigenistas se puede identificar también cierto influjo de tradiciones europeas y 
de la literatura hispanoamericana. Además, las literaturas indígenas abarcan varias 
áreas: la prehispánica, colonial, indígena tardía, indígena moderna, folklore 
indígena, contemporánea y la literatura indígena hispanoamericana.14 
 La corriente de la literatura indigenista comenzó por describir la conducta y 
la atmósfera social de los indios, algunas veces; a través del lenguaje, y en otras, los 
novelistas incorporaron elementos cosmogónicos o el relato de hábitos ancestrales 
de las culturas indígenas. Tanto el indigenismo literario como el indigenismo social 
buscaban la reivindicación del indio. 
El indianismo, en cambio, fomentó una mirada romántica y exótica hacia el 
indio. La novela indianista sólo tomó en consideración al indio del siglo XVII, por 
lo tanto, hizo de él un personaje sublime que pertenecía sólo al pasado, extinto, y 
por lo tanto, no se consideraba que se tuviera alguna responsabilidad histórica 
sobre los sobrevivientes. Sin embargo, en la corriente indigenista se perfilaba una 
 
14 Juan Adolfo Vázquez, Literaturas indígenas de América: introducción a su estudio, Barcelona, 
Almagesto, p.33. 
 
16 
 
postura que buscó enlaces con el pueblo americano, aunque también se nutría de 
los influjos y modas europeas. 
 En la literatura indigenista de los años veinte y treinta los escritores 
latinoamericanos intentaron recrear el sufrimiento de los indios, en este sentido, 
los autores asumieron el propósito de denunciar la injusticia social. De tal suerte, 
los escritores se enfrentaron con una realidad que los rebasaba, por lo tanto, 
optaron por crear un personaje que difícilmente podía reconocerse fuera de la 
ficción, aunque ambicionaran recrear lo que acontecía en la realidad. La limitación 
de ese realismo se acrecentó porque la mayoría de esos escritores no convivían 
directamente con el indio, ni compartieron las mismas condiciones de vida, ni 
padecieron las limitaciones cotidianas que los indios estuvieron obligados a 
sobrellevar. 
El peruanoJosé Carlos Mariátegui al valorar los alcance del indigenismo 
literario notó que las motivaciones respondían a un culto europeo por lo exótico, 
pues muchos de los escritores latinoamericanos que empezaron a incorporar la 
figura del indio en la literatura lo hicieron después de haber vivido en el 
extranjero, particularmente, en París. Para Mariátegui el interés por el indio nació 
de una imitación de los escritores vanguardistas cuya corriente buscó fomentar 
una conciencia social sobre el hombre y su futuro.15 
Pero el hecho de que los mestizos hablaran por los indios conllevó a otros 
problemas. La visión exotista, por ejemplo, renació y así se reactivó un discurso 
emblemático que enaltecía el pasado arqueológico de las grandes culturas 
indígenas. La identificación con el indio se daba a partir de la idealización del 
pasado prehispánico, tomando como referencia los imperios: incaico, azteca y 
maya. Así, se admiraba las monumentales obras arquitectónicas y se imaginaba la 
maravilla de esas grandes culturas, pero también se mantenía la distancia con el 
indio vivo. En síntesis, desde esa óptica el indio cumplió con un papel simbólico 
 
15 Cfr. José Carlos Mariátegui, “El proceso de la literatura”, Siete ensayos de interpretación de la realidad 
peruana, México, Era, 1979. 
17 
 
como legitimador histórico, pero en la imaginación de los lectores el indio no era 
una figura real, no formaba parte del presente y por lo tanto no tenía por qué 
demandar nada en el plano extratextual. No obstante, la realidad del continente 
demandó que los escritores se empeñaran por representar al indio como ser 
humano, como parte de la sociedad que compartían, aunque al hacerlo tuvieran 
que hablar por ellos. 
El crítico guatemalteco, Arturo Arias, consideró que este fenómeno 
correspondía a una ideología dominante, es decir, que en ese discurso operaban 
una serie de valores, representaciones y creencias de cómo se comportaban esos 
sujetos en relación con sus condiciones sociales. Sin embargo, en la literatura 
indigenista se hizo presente la ideología estética del autor y su formación social 
particular, ésta se conformó de sus prácticas críticas, tradiciones literarias, géneros 
que se centraron en el sentido y valor a lo estético. 16 
 En la literatura latinoamericana el indio, como personaje, surgió a partir de 
un proyecto literario en el que su presencia dotaba de autenticidad a las 
emergentes naciones americanas. En la literatura indigenista existen dos 
momentos, el primero, corresponde a un periodo donde el personaje indio está 
determinado por el contexto natural: las pampas, los llanos, las selvas, los 
desiertos, las aldeas o las ciudades, al estilo de la novela romántica. En el segundo, 
la literatura indigenista, tiene una necesidad ideológica de denuncia social. Esto se 
explica, en parte, por los efectos que ocasionó la crisis mundial de 1929, ya que las 
sociedades latinoamericanas dejaron de mirar por un momento hacia Europa para 
darse cuenta de que la adopción de los modelos económicos ajenos no había traído 
estabilidad, ni justicia social. Sin embargo, algunos países latinoamericanos en la 
búsqueda de soluciones viables se dejaron influir por las ideas de la Revolución 
Rusa, lo que impulsó la creación de los partidos comunistas. 
 
16 Arturo Arias, Ideologías, Literatura y sociedad durante la Revolución Guatemalteca (1994-1954), 
Habana, Casa de las Américas, 1979, p. 162. 
18 
 
 Los intelectuales latinoamericanos tenían entonces la tarea de desarrollar 
una reflexión coherente sobre cómo integrar al indio en el mundo moderno. El 
indio no podía continuar viviendo en la marginación, su identidad era pieza 
representativa del ser americano, porque como fuerza laboral ya pertenecía a los 
gremios sindicales de los trabajadores. 
 De acuerdo con el crítico uruguayo Ángel Rama, el movimiento indigenista 
estuvo integrado por una cultura mestiza recién surgida que trató de explicar al 
indio desde su óptica 
 
Se trató de una literatura escrita por y para las bajas clases medias o mestizas en situación 
de ascenso y por lo tanto ansiosas de una culturización indispensable para el cumplimiento 
de su proyecto. Ese circuito cerrado transitaba sin embargo a través del tema indígena, 
usado como elemento referencial y nunca como elemento que pudiera ser puesto a la 
prueba de la realidad dado que en ningún momento el público al que se dirigió el 
indigenismo estuvo compuesto de indios.17 
 
Más adelante, nace la primera novela de corte indigenista: Aves sin nido de la 
peruana Clorinda Matto de Turner, publicada en 1889. La intención fundamental 
era mostrar la confabulación entre el cura, el gobernador y los poderosos para 
explotar al indio y mantenerlo sometido. Aunque la autora eligió hacer del relato 
una denuncia social, algunos críticos consideraron que caía en sentimentalismos y 
excesos. Además, la representación del indio peruano queda relegada a un papel 
secundario y lo coloca, sobre todo, como víctima de los poderosos. De tal modo, 
Clorinda Matto logra conmover al lector, pero sugiere, tal vez sin quererlo, que el 
indio debe ser defendido, asistido, porque no que puede hacerlo por sí mismo. Por 
otra parte, enunciaba el inevitable mestizaje en una nación que buscaba borrar su 
pasado incaico. 
En el Ecuador, en cambio, la antesala de la novela indigenista es Cumandá de 
Juan León Mera. En el relato se presentan dos mundos en oposición, el de los 
indios y el de los blancos; pero según Agustín Cueva es un documento 
 
17 Ángel Rama, Transculturación Narrativa en América Latina, México, Siglo XXI, pp.143-144 
19 
 
privilegiado para la comprensión del itinerario de la conciencia feudal 
ecuatoriana.18 En adelante, la narrativa ecuatoriana trata de insertar al indio como 
personaje central, pero los escritores se ven en la necesidad de ampliar sus 
horizontes e incluir al montuvio19 como elemento significativo de la región 
tropical. De ahí que cuando se habla de la nueva novela ecuatoriana se piense en 
dos grupos según los temas y la región nativa del novelista.20 Sin embargo, el 
precursor de la novela indigenista en ese país es Fernando Chavez Reyes con Plata 
y Bronce (1927), relato con remanentes del romanticismo, pero donde el indio ya no 
es un elemento folklórico, sino un elemento clave para la construcción de un 
nacionalismo cultural. Según Jean Franco ese fenómeno queda expuesto por la 
necesidad de “volver a las raíces, revalorar las tradiciones autóctonas y las 
peculiares”.21 
Pero no es hasta 1934, que la denuncia social de lo que ocurría con los indios 
serranos cobró fuerza y el debido tratamiento. Huasipungo de Jorge Icaza Coronel 
transformaría la representación del indio sudamericano. En esta novela 
desapareció el aspecto pintoresco del indio, se denunciaba la opresión a la que 
había estado sometido durante siglos. La novela está construida en episodios que 
se enlazan como si se tratara de un largo poema. El autor condensa de manera 
eficaz todo el camino que han recorrido sus antecesores: el gamonalismo, la 
diferenciación entre blancos e indios, el problema de la tierra, pero además 
representa al indio con una voz propia, la voz popular del indio serrano. Esa es, tal 
vez, la mayor contribución del autor y el elemento que da singularidad a ese relato. 
Es indiscutible que los autores indigenistas buscaban abordar el problema 
del indio desde el plano cultural y el social. Pero los escritores de aquella corriente 
 
18 Agustín Cueva, Entre la ira y la esperanza, Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1950, p. 105. 
19 En el Ecuador se llamó montuvio al indio de la costa. Cfr. José de la Cuadra, El montuvio 
ecuatoriano, Quito, UASB, 1960. 
20 AnthonyJ. Vetrano, La problemática psico-social y su correlación lingüística en las novelas de Jorge 
Icaza, Miami, Florida, p. 20. 
21 Apud, Antonio Cornejo Polar, Escribir en el aire, Ensayo sobre la heterogeneidad socio-cultural en las 
literaturas andinas, Lima, Editorial Horizonte, 1994, p. 13. 
20 
 
no sólo se quedaron en una manifestación anti-oligarca, pues en un examen 
profundo sobre esos entornos sociales descubrieron también los atributos del 
mundo indígena. 
 Hacia 1949, el guatemalteco Miguel Ángel Asturias publica la novela, 
Hombres de Maíz; en esta ocasión la representación del indio aparece como una 
formulación artística cuyo sustrato descansa en la cosmovisión de los pueblos 
mayas. El novelista se nutre del Popol-Vuh para dotar a sus personajes de una 
capacidad narrativa más próxima a la poesía que a la prosa. Por otra parte, 
Asturias deja que el lector se interne en un vasto mundo de narraciones y de 
atmósferas en las que el indio ha preservado sus creencias, sus mitos, sus 
fundamentos culturales que aún sobreviven. En la propuesta de Asturias hay una 
reivindicación desde la ficción, aunque subsisten algunos estereotipos como el 
lenguaje, la conducta, la relación del indio con su entorno natural, entre otras. El 
autor ha hecho un esfuerzo por comprender los remanentes de esas culturas y eso 
determina y explica la dimensión poética de la novela. 
Finalmente, cabe recordar que los críticos de la novela indigenista insistían 
en observar que esa corriente tuvo defectos que no se superarían hasta que el indio 
escribiera sobre sí mismo, con su voz y desde su perspectiva. De acuerdo con 
Antonio Cornejo Polar, la limitación estribaba, en primer lugar, en que el 
destinatario no era el indio y al hablar por él se ejercía un “mañoso paternalismo”, 
esta producción literaria era producto de un sujeto mestizo que “imponía sus 
formas culturales sobre el referente indígena, desfigurándolo y desdibujando sus 
peculiaridades culturales”.22 Para Ángel Rama, la crítica estuvo orientada hacia las 
motivaciones que originó este movimiento, pues la necesidad de la justicia social 
derivó algunas veces en la utilización de los oprimidos. Coincide con Cornejo Polar 
cuando sostuvo que esta literatura fue escrita para las clases medias o mestizas, 
pero observaba que el proyecto que había de fondo estaba estrechamente 
 
22 Ibid., p. 219. 
21 
 
vinculado con la aspiración de crear una unidad nacional.23 Sin embargo, para los 
autores de la novela indigenista conciliar sus preocupaciones sociales con su oficio 
artístico daba paso a un nuevo dilema. Cómo crear una literatura esencialmente 
americana y cómo independizarse de los modelos europeos aprendidos, pues no 
sólo el indio tenía que ser liberado, sino también era un desafío para el creador 
americano. 
El indigenismo descubre así otro debate cultural, el de los autores mestizos. 
Esos que fuera del continente eran vistos como hijos bastardos de su padre, el 
conquistador blanco, pero que buscaban reconocimiento y legitimación de su obra 
y su contexto. Esa revisión nace a partir de la sensación que tenían esos autores de 
estar entre dos matrices culturales; pues por una parte, reconocían que al mismo 
tiempo que recuperaban parte de la cultura ancestral; por otra, tenían el anhelo de 
establecer un diálogo más equitativo con ese mundo europeo desde el que se les 
miraba como hombres a la deriva.24 
 La conciencia sobre la importancia de establecer una relación menos 
asimétrica entre mestizos e indios, desde luego, ha tenido sus peculiaridades en 
cada región de América Latina. Sin embargo, en Ecuador y Guatemala puede 
decirse que la constante es que en ambos países la cultura indígena y la mestiza 
han vivido en dos mundos bastante diferenciados y hasta separados. El anhelo de 
Jorge Icaza y de Miguel Ángel Asturias fue establecer un puente entre esos 
mundos, cuestionando la cultura dominante aun cuando ellos mismos fueran 
considerados representantes de la clase ilustrada. Si bien es cierto que hablaron 
por el indio, también lo es que con sus propuestas forjaron camino para incorporar 
otros temas, otros modos de hablar y otras imágenes del ser americano. 
En el presente, es importante, releer las novelas de estos dos autores para 
notar los posibles cambios o constantes vigentes desde los años treinta y cincuenta, 
aunque definitivamente ha habido muchos cambios en Latinoamérica. Una gran 
 
23 Ángel Rama, op.cit,, p.133. 
24 Agustín Cueva, op.cit., pp.178-179. 
22 
 
cantidad de indígenas, por ejemplo, ya han sido alfabetizados en ambos países, y 
además, los dos relatos que se analizan en este trabajo forman parte de las lecturas 
obligadas en la enseñanza básica o secundaria. De tal suerte, pudiera ser que 
finalmente estos textos estén llegando a su destinatario principal, o por lo menos a 
algunos de ascendencia indígena, por lo que cabe reflexionar sobre cuáles son los 
recursos con los que se creó la imagen del indio. En este trabajo, se trata de revisar 
los estereotipos que se tomaron de la convención social para reconstruirlos en la 
ficción. Se desea mostrar también cómo el discurso antropológico ha sido tan 
importante a la hora de aproximarse al indio. Ambos autores no pueden dejar de 
mirar al indio como otro, ese peso se transparenta también en la configuración del 
personaje. La presencia de lo indio y del personaje indio en la literatura es un tema 
de gran vigencia, pues hoy por hoy, los indígenas no se consideran masas 
anónimas, sino colectivos capaces de exponer sus propias demandas, son también 
actores sociales organizados, preocupados por despojarse de todos los mitos que se 
han difundido de sus culturas a partir de ideas preconcebidas o percepciones 
equivocadas. 
 
 
 
 
 
 
 
 
23 
 
2. Huasipungo por Jorge Icaza Coronel 
 
El ecuatoriano Jorge Icaza Coronel, (1906-1978), inició su carrera literaria en 
estrecho contacto con los integrantes de la generación del 30. Su primer libro de 
cuentos fue Barro de la sierra publicado en 1933. La novela más estudiada por la 
crítica es Huasipungo de 1934. Otros títulos de este autor son: En las calles (1935), 
Cholos (1938), Media vida deslumbrados (1942), Huairapamushcas (1948), Seis relatos 
(1952), El Chulla Romero y Flores (1958), Viejos Cuentos (1960), Atrapados (1972) y 
siete obras de teatro: El intruso (1928), La comedia sin nombre (1929), Por el viejo 
(1929), ¿Cuál es? (1931), Sin sentido (1932), y Flagelo (1936). Entre sus 
contemporáneos figuran Demetrio Aguilera Malta, Enrique Gil Gilbert y Joaquín 
Gallegos Lara. Surgirán, además, Alfredo Pareja Diezcanseco, Ángel F. Rojas, Pablo 
Palacio, Adalberto Ortiz, Pedro Jorge Vera, José de la Cuadra, Gonzalo Escudero, 
Jorge Carrera Andrade, entre otros. 
Huasipungo está considerada como la mejor expresión del realismo social 
andino. Debe su nombre al vocablo quechua: (wási+púnku) de wássi (casa, 
aposento, hogar); púnku (portero, indígena semanero de servicio gratuito 
instituido por los españoles). El pongo, en algunos pueblos del Perú sigue en 
calidad de esclavo de muchos señores afincados, y viene a ser un siervo irredento 
sobre todas las legislaciones nominales a favor del indio.25 Se distingue de las que 
le anteceden en que no tiene un fin didáctico, sino una denuncia social clara y 
directa. La estética de esta novela reposa en un realismo crudo y sórdido. El indio 
adquiere importancia a lo largo del relato, pero no es representado como un ser 
simpático, pues la explotación y la dominación que ha soportado lo ha hundido en 
una tragedia que es necesario reconocerla para modificarla. 
En esta tesis el elemento que más interesa revisar es la construcción y 
representación del personaje indio. Desde luego, no es posible analizarlo de 
manera aislada, pues su personalidady características están relacionadas con el 
 
25 Cfr. Anthony J. Vetrano, op.cit.,p. 137. 
24 
 
contexto y con la interpretación de los otros. De tal suerte, es necesario observar 
cómo están organizados los elementos estructurales de la novela para descubrir 
cuándo y cómo se promueve al indio como elemento principal del relato. 
El autor reconstruye un ambiente serrano, frío y hostil para colocar al indio 
dentro de ese contexto rural. En la novela es fácil reconocer el espacio geográfico, 
las estructuras sociales: de clase y de raza. Esos contenidos narrativos están 
diseñados así para crear una sensación de realidad que apenas se distingue de la 
que está fuera del texto.26 Los personajes, por otra parte, son fácilmente 
identificables para el lector: el latifundista, el cura, el teniente político, los 
extranjeros y al final el indio. El indio como personaje está en la base de la 
pirámide social, explotado, sometido y marginado. Sin embargo, Icaza poco a 
poco, lo instala como personaje principal, otorgándole voz propia y una psicología 
más rica. Compartió con otros escritores de su generación las ideologías 
reformistas de su tiempo, pues para cuando publica Huasipungo, las fuerzas 
obreras ya estaban organizadas y políticamente la estructura oligárquica sufría 
considerables rupturas.27 Por lo tanto, la denuncia sobre el anacrónico feudalismo 
es evidente. Icaza, además, creó un relato que reproducía situaciones muy 
apegadas a las estructuras existentes en la vida social ecuatoriana: el racismo de los 
mestizos hacia los indios, el clasismo y el despojo de territorios. Este contexto 
influyó para que el autor otorgara a su personaje indio la tarea de liberarse 
apelando a la fuerza de su colectividad. Otro de los problemas que presenta Icaza 
es el acholamiento, que no es otra cosa, que el inevitable mestizaje de razas y 
culturas disímiles. En una entrevista en París Icaza menciona que “cada uno de 
nosotros siente que dos sombras nos rodean, nos impulsan: la del abuelo, el 
conquistador español y la de la abuela, la mujer india.”28 
 
26 Luz Aurora Pimentel, El relato en perspectiva, México, Siglo XXI, 2008, p. 11. 
27 Manuel, Corrales Pascual, “Apunte Biográfico de Jorge Icaza” en Vanguardias Palacio e Icaza, Cien años 
1906-2006, Quito, SINAB, p.161. 
28 Bernard Dulsey, apud Jorge Neptalí et. al., en Literatura Icaciana, Quito, Su Librería, 1976, p. 60. 
25 
 
Huasipungo, pone de manifiesto esas dos raigambres con todos los conflictos 
que se dan en la convivencia social, colectiva e individual. El autor desarrolla en la 
escena el drama del indio y lo dota de un conjunto de características que algunas 
veces provocan compasión, pero otras, una desgarrada ira. Además, en el relato, el 
lector se topará con un sistema social que puede reconocer gracias a los códigos 
simbólicos que explican la postración del indio: el sometimiento sistemático, la 
humillación, y la anulación de sus derechos individuales o colectivos. 
La vida íntima y social del indio está condicionada por la voluntad e 
intereses de los demás. Por ejemplo, el patrón se erige frente al indio como ser 
omnipotente, el cura perpetúa, en los indios, el temor al castigo divino, el 
mayordomo los dirige a puntapiés, los tortura o golpea bajo cualquier pretexto. 
Para ellos, el indio es tan sólo un instrumento que sirve para cargar, para abrir 
caminos, para cuidar de la hacienda, para desempeñar diversos oficios. Es 
considerado como otro animal de carga, cuya mano de obra es barata y del que se 
puede hacer uso y desuso sin ningún remordimiento, pues no está considerado 
como otro ser humano. Manuel Corrales Pascual afirma que el leitmotiv de, 
Huasipungo, es el rechazo que tienen los mestizos a todo lo que es indio. Ese odio 
origina el maltrato hacia éste y revela que el mestizo rechaza esa raíz que también 
lo constituye.29 
 Huasipungo, a la luz del tiempo es una novela de gran vigencia, porque a 
pesar de que ha habido cambios en las leyes y se ha avanzado en la convivencia 
interétnica, la mayoría de los indios americanos continúan viviendo en la pobreza, 
analfabetismo, marginación y continúan siendo desalojados de sus territorios. El 
problema del indio es aún de orden económico y cultural. Los prejuicios alrededor 
de los indios siguen obstaculizando que tenga movilidad social, que pueda incluso 
decidir hasta dónde y qué quiere conservar de sus costumbres, tradiciones y 
prácticas culturales. 
 
29 Luis A. Quispe, “Huasipungo”, en Vanguardias, Palacio e Icaza, Cien años, 1906-2006, p. 240 
26 
 
En el siguiente capítulo, se abordará cómo operan los estereotipos y los 
mecanismos de poder para que el indio sea juzgado bajo esos conceptos. Revisar 
esos prejuicios desde la novela, tal vez, provoque que el lector reflexione sobre 
cómo operan en la vida real. 
27 
 
2.1 Los estereotipos 
 
Hasta ahora se ha expuesto cuál ha sido la significación histórica que tuvo el 
epíteto indio en América Latina. Se sabe que con esa denominación se agruparon 
pueblos muy diversos y se negó la singularidad de sus habitantes. La noción de 
indio nace de la imaginación europea que con el tiempo va acumulando más 
adjetivos, casi siempre negativos y que de alguna manera hacen referencia a un 
estado estático. En el período colonial el indio era sobre todo un siervo, y como tal, 
estuvo supervisado por el capataz de las haciendas. Desde el juicio de los amos o 
del capataz, el indio era perezoso, torpe, terco, sucio, y hasta ladrón. Por lo tanto, 
asumieron que forzarlo a trabajar y vigilarlo, constantemente, era la única manera 
de civilizarlo. 
En la convención social, durante siglos, el indio ha sido asociado a la 
pobreza, al atraso, al analfabetismo, a la brutalidad, a costumbres y prácticas 
supersticiosas. De tal suerte, ha sido enjuiciado y condenado bajo esas 
concepciones. Casi siempre la idea que se tiene del indio está llena de prejuicios 
que lo encasillan y lo colocan en un grupo separado del resto del conjunto social. 
En el análisis que se propone a continuación se analizará, sobre todo, cómo operan 
los estereotipos más comunes y difundidos en la construcción y representación del 
indio serrano en la novela Huasipungo. 
Al preguntar qué es lo que se dice del indio en la literatura latinoamericana 
y por qué fue incorporado en la ficción con ciertos elementos conductuales, físicos, 
verbales, además de indagar qué motivó a los escritores a tomar la decisión de 
situar al indio como personaje protagónico en la novela indigenista, son tan sólo 
algunas de las preguntas que se intentarán responder a lo largo de este trabajo. No 
obstante, debe tomarse en cuenta que los estereotipos también mudan y por ello 
surge la inquietud de revisar qué se conserva del pasado. 
De acuerdo con el sociólogo Richard Dyer estereotipar implica una 
reducción y una simplificación de características que se respaldan en la 
28 
 
“Naturaleza” de aquel al que se le imputan esos juicios. Además, sostiene que a 
través del estereotipo se forja la construcción de la “otredad” y la exclusión. Desde 
su punto de vista, debe observarse los efectos que el estereotipo tiene en la 
mentalidad, pues está cargado de fantasía y fetichismo. 30 En consecuencia, el 
estereotipo además de reducir, acentúa y fija las diferencias. Mientras que la 
tipificación da autoridad para decidir quiénes viven de acuerdo con las reglas de la 
sociedad y quiénes fuera de ellas 
 
Stereotyping, in other words, is part of the maintenance of social and symbolical order. It 
sets up a symbolic frontier between the ‘normal’ and the ‘deviant’, the ‘normal’ and the 
‘pathological’, ‘the acceptable’ and the ‘unacceptable’ what ‘belongs’ and what does not or 
is ‘Other’, between ‘insiders’ and ‘outsiders’, Us andThem. It facilitates the ‘binding’ or 
bonding together of all of Us who are ‘normal’ into one ‘imagined community’; and it sends 
into symbolic exile all of Them –‘the others’- who are in some way different- ‘beyond the 
pale’.31 
 
De tal suerte, la importancia de revisar cómo se filtran estos mecanismos 
sociales en la recreación que propone Jorge Icaza, desde el universo literario, 
puede resultar útil e interesante, porque aun cuando la novela es un universo en sí 
mismo, es innegable que el realismo que contiene está inspirado en la cultura y 
sociedad en que nace. 
 Para empezar con el análisis, vale recordar que Huasipungo fue publicada en 
1934, pero la realidad a la que alude, según el crítico Antonio Sacoto, corresponde 
a 1912. El título de la novela remite al espacio donde se desarrolla la historia, su 
relevancia estriba en la relación que mantiene el indio con el huasipungo. A 
primera vista, pareciera que el personaje indio aparece y desaparece en la historia, 
 
30 Apud Stuart Hall, Representation: Cultural Representations and Signifying Practices, Great Britain, The 
Open University, 1997, p. 249. 
31 Los estereotipos, en otras palabras, forman parte del mantenimiento del orden social y simbólico. 
El estereotipo establece una frontera simbólica entre lo “normal” y lo “desviado”, lo “normal” y lo 
“patológico”, lo “aceptable” y lo “inaceptable”, lo que “pertenece” o lo que no; es “Otro”, entre 
internos y externos, Nosotros y Ellos. Esto facilita la unión del Nosotros que somos los normales 
dentro de una comunidad imaginada; y a ellos, los “otros” los coloca en el exilio simbólico, porque 
de alguna manera son diferentes y están más allá de los límites del color pálido. Ibid., p. 258. 
29 
 
sin embargo, una lectura más atenta confirma que todos los elementos se entretejen 
para colocar al indio como protagonista de la novela. 
 El espacio en el que se desarrolla la trama de la novela es la sierra 
ecuatoriana. El paisaje que se describe es árido, hostil, difícil de recorrer y casi 
indómito. El indio sobrevive en aquel páramo andino y el huasipungo es la choza 
donde puede refugiarse después de las extenuantes jornadas de trabajo. 
 Antes de que Icaza sitúe al indio como personaje principal, la imagen que el 
lector se puede formar de él es dada por el punto vista de otros personajes, es 
decir, bajo sus prejuicios y sus valoraciones. La primera vez que vemos al indio en 
la novela es cuando Don Alfonso Pereira y su familia llegan a la hacienda. Los 
indios aparecen reunidos esperando por los amos. Debido a las malas condiciones 
climáticas el camino está lodoso, en consecuencia, los patrones no quieren caminar 
hasta la casa grande así que los indios tendrán que transportarlos sobre sus 
espaldas. A partir de este episodio el autor presenta un calco del tratamiento que 
recibe el personaje indio. Desde la perspectiva de los patrones, el indio es un 
simple siervo. De esta manera, Icaza decide recrear un espacio rural y colocar a los 
personajes de tal forma, que se nota la diferenciación entre clases y razas. Es 
inevitable percibir que todos estos elementos poseen una visión ideológica en la 
que el autor recrea un sistema social con todo y sus estructuras.32 
 En los primeros episodios de la novela, los indios son presentados como una 
masa ambigua, cuya voz sólo se escucha para asentir a las órdenes de los patrones. 
Los indios mantienen una actitud pasiva y receptora, aparentemente, conformes o 
dispuestos para complacer las necesidades del amo. De tal suerte, el lector no 
puede pasar por alto que las relaciones que los demás personajes establecen con el 
indio están planteadas desde el poder y la dominación. 
 Una de las extensiones del poder del patrón es el personaje del capataz 
Policarpio Rodríguez, éste tiene la labor de vigilar a los indios. Su presencia 
asegura que los indios continúen trabajando bajo cualquier circunstancia. 
 
32 Luz Aurora Pimentel, op.cit., p. 31. 
30 
 
Policarpio es vocero de los deseos del patrón y propaga entre los indios el miedo al 
amo. En este sentido, cumple con la función de imposibilitar que los indios tengan 
tiempo libre para pensar o para descansar. Aunque en esta novela el escritor no 
abunda sobre el dilema de la identidad del cholo, sí marca en el personaje de 
Policarpio, algunos de los rasgos principales de su posición enfrentada con la del 
indio. El cholo se distingue del indio por su posición dentro de la hacienda, su 
color de piel, su cercanía con los patrones, su lengua y su vestimenta e incluso 
aspira a posicionarse en el lugar del patrón. En pocas palabras, este personaje es un 
claro ejemplo de cómo opera el etnocentrismo y el uso del poder para subordinar a 
un grupo excluido.33 
 Por otra parte, en la pirámide social el autor coloca a las mujeres Doña 
Blanca y la hija menor Lolita, como representantes de la alta sociedad; ellas 
reproducen ciertos patrones de su clase, pues están condicionadas a establecer 
relaciones de conveniencia con otros personajes poderosos; por ejemplo, con el 
cura o con otras damas prestigiosas. En relación con las indias que desempeñan los 
oficios domésticos, las señoras actúan como si aquéllas formaran parte del 
mobiliario de la casa, ya que a lo largo de la historia no existe ninguna dinámica de 
convivencia que denote alguna empatía hacia ellas. 
 Respecto a otras figuras que circundan el orden social de la novela, está el 
poder militar representado por el Teniente Político Jacinto Quintana, mientras que 
el dominio religioso está a cargo del cura. El sacerdote frente a los indios asume 
una posición casi divina, pues de su voluntad depende el perdón o el castigo. En 
nombre de los mandatos de dios manipula a los indios para que éstos paguen las 
fiestas, abonen dinero para la iglesia o soliciten sus servicios para los sepelios. 
Toda relación entre el párroco y los indios está condicionada por el beneficio 
 
33 Apud Stuart Hall, en el plano social indica que el proceso de estereotipar ocurre cuando existe un 
poder desigual. El poder es usualmente dirigido en contra de un grupo excluido. Para Dyer, es la 
aplicación de las normas de la cultura propia a la cultura de los otros. “One aspect of this power, 
according to Dyer, is ethnocentrism –‘the application of the norms of one’s own culture to that of 
others’. Stuart Hall, op. cit.,p. 258. 
31 
 
económico que obtiene de ellos. A través de este personaje Icaza sugiere que la 
religiosidad de los indios ha sido forzada e incluso descaradamente condicionada. 
 Además, los extranjeros que llegan a Cuchitambo, están interesados en el 
área porque desean explotar los recursos. Desde el punto de vista del latifundista 
Don Alfonso, los gringos, son los portadores del progreso e incluso cree que con la 
intervención de los recién llegados se logrará domesticar a los indios. Los 
extranjeros, por su parte, sólo los consideran como los peones que abrirán camino 
para la carretera. En ningún momento manifiestan preocupación por las peligrosas 
e injustas condiciones de trabajo que éstos tendrán que sortear. En consecuencia, 
entre esos peones y los extranjeros no existe una comunicación directa, pues los 
intermediarios son Don Alfonso o los capataces. En cuanto al diseño y 
representación de los personajes Theodore Alan Sackett en El arte en la novelística de 
Jorge Icaza señala dos aspectos que valdría la pena considerar 
 
Los personajes carecen de acción o no se afirman en el diálogo. Para darles forma domina la 
explicación omnisciente, el autor sabe todo lo que sucede en los personajes e incluso 
comenta sus intenciones y naturaleza moral. A veces, mientras está narrando, reproduce los 
pensamientos de un personaje; este es un proceso de interiorización que contribuye a una 
sensaciónestética de verdad humana.34 
 
 El crítico no se equivoca en su análisis, pues tanto el autor como el narrador 
presentan, sobre todo al indio, desde esa perspectiva narrativa. Sin embargo, este 
recurso se modifica, hasta cierto punto, en el desenlace del relato. En los primeros 
episodios los personajes que circundan al indio sirven para dar relieve a la tragedia 
posterior. El indio como personaje en la mayor parte de los casos susurra, pero no 
levanta la voz. De tal suerte, el autor coloca a la familia de Andrés Chiliquinga 
como símbolo de lo colectivo y centra en Andrés el drama de todos los indios de 
América. 
 
 
34 Theodore Alan Sackett, El arte en la novelística de Jorge Icaza, Quito, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 
1974, pp. 42-43. 
32 
 
2.2 El indio, personaje protagónico 
 
Para confeccionar la conducta y espíritu del personaje indio, su creador, decide 
colocar en esos personajes rasgos o conductas estereotipadas: inseguridad, 
sumisión, mutismo, nula autoestima, etc. Sin embargo, este recurso permite que el 
lector logre identificar determinadas características que lo remitan fácilmente a 
ciertos grupos. Esos rasgos recurrentes están contenidos en el cómo hablan los 
personajes, visten e interactúan. Algunas veces, el estereotipo también se trasluce 
en la mentalidad o los juicios de valoración que emiten unos personajes sobre 
otros. 
Al principio de la novela el indio aparece y desaparece. La imagen que se 
retiene de él está trazada en gran medida desde el punto de vista de los demás 
personajes. La primera vez que se evoca es gracias a un diálogo que sostiene Don 
Alfonso con su tío Julio. Estos dos personajes hablan de los huasicamas de la 
hacienda y del resto de servicios que los indios deben prestar a los patrones. Don 
Alfonso no desaprovecha la oportunidad para emitir un juicio despectivo en 
relación con los indios 
 
-¡Oh! Y con los indios, que no sirven para nada. 
-Hay muchos recursos en el campo, en los pueblos. Tú los conoces muy bien. 
-Sí. No hay que olvidar que las gentes son fregadas, ociosas, llenas de supersticiones y 
desconfianza.35 
 
El siguiente problema que surge de esa conversación es el huasipungo, pues 
para el indio no sólo es su vivienda, sino un lugar de arraigo que relaciona con sus 
antepasados y que considera suyo 
 
-Los indios se aferran con amor ciego y morboso a ese pedazo de tierra que se les presta por 
el trabajo que dan a la hacienda. Es más: en medio de su ignorancia lo creen de su 
propiedad. Usted sabe. Allí levantan la choza, hacen sus pequeños cultivos, crían a sus 
animales. 
 
35 Jorge Icaza, Huasipungo, Madrid, Cátedra, p. 66. 
33 
 
 
-Sentimentalismos. Debemos vencer todas las dificultades por duras que sean. Los 
indios...¿Qué? ¿Qué nos importan los indios? Mejor dicho... Deben...Deben 
importarnos...Claro...Ellos pueden ser un factor importantísimo en la empresa. Los brazos, 
El trabajo...36 
 
 En Huasipungo, Icaza plasma los desafíos que enfrentaban los indios de la 
sierra ecuatoriana: la opresión, la discriminación, el abandono, la imposibilidad de 
expresar sus emociones o de comunicarse en español. La primera vez que el 
narrador describe al indio Chiliquinga ofrece un retrato físico que de alguna 
manera se funde con el inclemente entorno 
 
El páramo, con su flagelo persistente de viento y agua, con su soledad que acobarda y 
oprime, impuso silencio. Un silencio de aliento de neblina en los labios, en la nariz. Un 
silencio que se trizaba levemente bajo los cascos de las bestias, bajo los pies deformes de los 
indios –talones partidos, plantas callosas, dedos hinchados.37 
 
El novelista expone a un indio descalzo para denunciar las huellas de la 
explotación, del trabajo forzado y del tratamiento inhumano al que es sometido. Al 
lado de los caballos están los indios desprotegidos, apenas visibles para el amo. La 
intencionalidad es, sin duda, reprobar y cuestionar el tratamiento que han recibido 
los indios desde los tiempos coloniales. En el caso de Don Alfonso, éste es un 
personaje que representa al “yo” poderoso, poseedor de todo lo que su visión 
alcanza, mientras que el indio es “el otro”, un subordinado puesto a su servicio, 
depósito de todos los agravios y de todos los males. Su papel es encarnar una 
hegemonía basada en su liderazgo, pero desde su posición él ejercerá con toda 
violencia su poder, pues él arroja juicios negativos sobre los indios, los evalúa, los 
califica y los descalifica. Desde el punto de vista del latifundista, él es un hombre 
justo, inteligente y bueno 
 
En vez de ser cruel con los runas, en vez de marcarles en la frente o en el pecho con el 
hierro al rojo como a las reses de la hacienda para que no se pierdan, debía haber 
 
36 Ibid., p. 66. 
37 Ibid., p. 69. 
34 
 
organizado con ellos grandes mingas... Me hubiera evitado este viajecito jodido... 
Jodidooo...38 
 
En el primer capítulo de la historia raras veces el indio eleva el tono de voz, 
sus acciones se notan por los oficios que desempeña. Esta es una característica muy 
propia de la novela indigenista como bien señalara Henri Favre, en su estudio 
sobre el indigenismo.39 Sin embargo, el lector atestigua la evolución del personaje 
gracias a la infiltración del narrador en la psicología del personaje indio 
 
En la mente de los indios -los que cuidaban los caballos, los que cargaban el equipaje, los 
que iban agobiados por el peso de los patrones-, en cambio, sólo se hilvanaban y 
deshilvanaban ansias de necesidades inmediatas: que no se acabe el maíz tostado o la 
mashca del cucayo, que pase pronto la neblina para ver el fin de la tembladera, que sean 
breves las horas para volver a la choza, que todo en el huasipungo permanezca sin 
lamentar calamidades –los guaguas, la mujer, los taitas, los cuyes, las gallinas, los cerdos, 
los sembrados-, que los amos que llegan no impongan órdenes dolorosas e imposibles de 
cumplir, que el agua, que la tierra, que el poncho, que la cotona...40 
 
De esta penetración en los pensamientos del indio se nota que el personaje 
asume que su futuro depende de los poderosos. El indio admite que su vida está 
sujeta a la voluntad y criterio de los patrones. Sus pensamientos son más una 
plegaria llena de temor y una hilera de peticiones que no se atrevería a pronunciar. 
El indio de las primeras anécdotas tartamudea cuando interactúa con el resto de 
los personajes, balbucea sus pedidos; sin embargo, cuando se muestran sus íntimos 
pensamientos ahí el lector reconoce a un hombre que tiene alma, conocimiento del 
entorno serrano, pero sobre todo, comprueba que esos indios anhelan sobrevivir a 
pesar de las dificultades 
 
Sólo Andrés, sobre el fondo de todas aquellas inquietudes, como guía responsable, 
rememoraba las enseñanzas del taita Chiliquinga: <<No hay que pisar donde la chamba 
está suelta, donde el agua es clara...No hay que levantar el pie sino cuando el otro está bien 
firme... La punta primero para que los dedos avisen... Despacito no más... Despacito...>> 41 
 
38 Ibid., p.73. 
39 Henri Favre, El indigenismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1999, p. 68. 
40 Jorge Icaza, op.cit., p. 74. 
41 Ibid., p. 74. 
35 
 
 
Después de prestar servicio a los amos los indios desaparecen, se funden en 
el paisaje o se pierden en los senderos que los conducen a sus respectivos 
huasipungos. Andrés Chiliquinga habita en un sitio más alejado que el resto de los 
peones, pues a pesar del vigilante mayordomo, Policarpio, aquél ha conseguido 
mantener su relación con Cunshi. Sin embargo, con la llegada del amo ahora está 
atormentado por lo que el patrón opine de esa unión 
 
Pero el amo... El amo, que había llegado intempestivamente. ¿Qué dirá? ¿Quéee? El miedo 
y la sospecha de los

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