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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNO MA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS DEL DOBLE AL OTRO EN LA TRILOGÍA DE LA SOLEDAD DE JUAN JOSÉ MILLÁS T E S I S QUE PARA OBTENER EL GRADO DE LICENCIADA EN LENGUA Y LITERATURAS HISPÁNICAS PRESENTA: MARIANA HERNÁNDEZ Y ROJAS TUTORA: DRA. MARÍA DE LOURDES FRANCO BAGNOULS MÉXICO, D. F. MAYO 2014 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. A mi hermana, por enseñarme a leer. AGRADECIMIENTOS A mi mamá, por los libros que siempre hubo en casa, su amor y por estar siempre conmigo. A mi papá, por su apoyo incondicional y todo aquello que sólo con él pude aprender. A mi abuelo Francisco: aunque se me adelantó (o me le retrasé), espero que desde donde esté se sienta orgulloso de su flaquita. A Yazmín, a pesar de que nuestros caminos son otros, seguimos juntas en el de la vida. A mi tía Bertha; sin ella me hubiera quedado perdida por algún lugar. A mi abuela Luz María y mi tía Judith, maestras y constantes fuentes de conocimiento y cariño. A Álex, Chepa, Monki, Dafne, Nataly. Amigos, están presentes a pesar de la primera enmienda. A mis profesores, que fueron mi luz por este oscuro y largo túnel de las letras. A la Dra. María de Lourdes Franco, por sus extraordinarias clases y su invaluable asesoría para la redacción de este trabajo. ÍNDICE Introducción ................................................................................................................................. 5 Capítulo 1. La literatura española después de la Guerra Civil ............................................... 10 1.1 La situación de la narrativa española en la posguerra y el franquismo ...................... 10 1.2 1975: ¿Nueva narrativa española? .............................................................................. 16 Capítulo 2. Millás, hombre y escritor ..................................................................................... 21 2.1 Su percepción de la literatura ...................................................................................... 26 Capítulo 3. El doble y la Trilogía de la soledad .................................................................... 34 3.1 Antecedentes ............................................................................................................... 34 3.1.1 Enfoque literario .................................................................................................. 39 3.2. Trilogía de la soledad ................................................................................................. 43 3.2.1 El desorden de tu nombre .................................................................................... 53 3.2.1.1 El pasado .......................................................................................................... 54 3.2.1.2 El escritor que no escribe ................................................................................. 58 3.2.2 La soledad era esto .............................................................................................. 72 3.2.2.1 El doble: la antípoda y la sombra (diarios y reportes) ..................................... 78 3.2.2.2 Fin de la metamorfosis ..................................................................................... 89 3.2.3 Volver a casa ....................................................................................................... 92 3.2.3.1 Los gemelos ..................................................................................................... 95 3.2.3.2 Madrid, Barcelona y el pasado ........................................................................ 99 3.2.3.3 La tiranía del narrador .................................................................................... 105 3.2.3.4 El otro otro-yo ................................................................................................ 110 Conclusiones ............................................................................................................................ 116 Bibliohemerografía .................................................................................................................. 121 5 Del doble al otro en la Trilogía de la soledad de Juan José Millás Introducción La Trilogía de la soledad (1996) es una recopilación de tres novelas cortas del escritor valenciano Juan José Millás: El desorden de tu nombre, publicada en 1986; La soledad era esto (ganadora del premio Nadal) y Volver a casa, ambas publicadas en 1990. Nuestro interés se enfoca en los protagonistas de cada una de ellas, debido a su gran capacidad (y necesidad) de transformación y a su situación de crisis identitaria, pues son el factor primordial para desarrollar los temas propuestos. La elección de la obra, que se va a analizar como trilogía, se basa en que los protagonistas tienen en común el vivir en una condición de aislamiento que los lleva a transformarse en otros por el proceso de duplicación; es decir, una persona comienza a ser dos con el fin de conocer su verdadera identidad, la cual se percibe cuando aparece un otro con el que el yo puede contrastarse. Según Millás, “también podría haber sido una trilogía de la identidad, porque los personajes están en situaciones límites abocados a la soledad como paso previo para conseguir una identidad” (Maurel, 2006: 77). El capítulo primero abarca de forma muy general la situación histórica, política y literaria de España durante las fechas de publicación de las obras y sobre todo durante los periodos de la posguerra al posfranquismo, pues el presente es heredero de un pasado que trajo consigo determinadas situaciones, ideologías y transformaciones. El contexto sociohistórico y cultural de España fue el medio de cultivo en el que surgieron los protagonistas cuyas acciones analizaremos en este trabajo, sobre todo por su búsqueda de identidad. 6 No pretendemos hacer un análisis relacionado con la vida del autor. De hecho, lo que se abarca sobre ella es muy poco, debido a que no hay mucha información al respecto. Lo que veremos más a profundidad en el capítulo segundo es, por un lado, parte de su obra, principalmente la anterior a la Trilogía, pues muchos de sus críticos plantean la idea de que su obra narrativa funciona como un conjunto, donde los temas van repitiéndose y evolucionando. Nos enfocaremos sobre todo en su novelística, aunque su labor cuentística y periodística también han sido sumamente prolíficas y han influido de manera sustancial en su estilo. Después profundizaremos en la concepción que tiene Millás sobre la literatura porque en ese espacio veremos cómo se confronta con la realidad, tema básico para comenzar a acercarnos hacia el doble, además de que así comprenderemos el porqué de algunos elementos, como la metanovela, el uso del lenguaje, la realidad como una extensión, la escritura como necesidad, la presencia repetitiva de sus personajes y la idea que tiene sobre la memoria y el pasado. Al final de este capítulo veremos cómo se han acercado los críticos a laobra de Millás y cuáles son los temas que han percibido con mayor regularidad, como los espacios, los tipos de personajes, los objetos como elementos significativos, las relaciones personales, las realidades múltiples y, el que más nos interesa, la identidad en relación con la escritura. El tema del doble es muy recurrente en la literatura y el cine. Ha existido desde las mitologías antiguas y prevalecido hasta la actualidad. En el capítulo tercero se hablará de algunos antecedentes vistos desde el enfoque literario y el psicológico, los cuales, sin duda, van de la mano. También se plantearán las teorías sobre los mecanismos de desdoblamientos de Herrera y Bargalló para después observar de qué manera encajan y se diferencian los dobles de la Trilogía. El análisis se abarcará a partir del romanticismo debido a que durante este período los autores comenzaron a cuestionarse sobre el yo y el tema del doble se hizo 7 recurrente entre las plumas de la época. Haremos referencia a algunas obras prototípicas que lo trabajan: Los elíxires del diablo de E.T.A Hoffman, El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de R.L. Stevenson y El doble de Fiodor Dostoievski, con la finalidad de ubicar las distintas formas en que se ha trabajado el tema en diferentes momentos y lugares, para después contrastarlas con la manera en que lo hace Millás en las novelas de la Trilogía y así alcanzar el objetivo de la tesis: demostrar que a pesar de que el tema del doble esté muy trabajado por diversos autores, Millás lo actualiza y transforma en algo vigente, novedoso e importante de analizar debido al vínculo particular e irrompible que establece con el tema del otro y la escritura; distinto porque en la Trilogía no es un doble persecutorio y destructivo como en los ejemplos prototípicos, sino, al contrario, es la búsqueda del otro que inquieta pero que define al yo. Ese doble es el yo que realmente se quiere ser y en el que los protagonistas buscan transformarse. Así pues, los personajes de las novelas se desenvuelven dentro de una cotidianidad insatisfactoria, situación que vino como consecuencia del desconocimiento y negación del pasado. Por lo tanto, son infelices y no tienen claro quiénes son, de manera que comienzan a realizar esta metamorfosis hacia alguien distinto para mejorar su condición y conocer su verdadera identidad. A partir de este proceso aparece la duplicidad. Por supuesto es diferente en cada novela, por ello se analizan por separado, aunque al final se obtiene el mismo resultado: cuando termina la metamorfosis, el nuevo ser deja de reconocer a su primer yo, es decir, el otro-yo gana terreno sobre el yo y termina excluyéndolo hasta que le resulta completamente ajeno y desaparece. En El desorden de tu nombre el doble aparece dentro de la escritura. Julio Orgaz escribe una novela sobre sí mismo, así que es ahí donde se abre el espacio de la duplicidad. Por ello en este apartado trabajaremos el tema del abismo, de la construcción narrativa en 8 forma de cajas chinas o muñecas rusas. También Laura realiza un cambio hacia un otro-yo que se encuentra en la escritura. En La soledad era esto hay dos formas de duplicidad: primero, a través de la lectura de los diarios de la madre de Elena, es decir, nuevamente dentro de la escritura, pues la protagonista se ve reflejada ahí: es el momento en que comienza a cuestionarse sobre sí. Lo mismo sucede con los reportes que Elena exige del detective privado que contrata para que la siga. Así, el diario de la madre y los reportes (o la escritura) funcionan como un espejo para la protagonista. La segunda forma de duplicidad también está en los diarios de la madre, pues ahí aparece la idea de la antípoda, otro-yo que anda por el mundo y realiza simétricamente las mismas actividades que el yo. La conexión de esta novela con La metamorfosis de Franz Kafka se percibe en tres aspectos: primero, en el epígrafe; segundo, en que el esposo de Elena está leyéndola y cambia su interpretación de juventud, cuando pertenecía a una generación idealista (la del 68) por otra completamente opuesta; tercero, en que Elena realiza una transformación, una metamorfosis similar a la que hace Gregorio Samsa, sólo que con un sentido diferente, no hacia la destrucción, sino hacia la superación por medio de la construcción de sí misma. En la segunda parte, cuando Elena adopta la voz narrativa, se implica que el primer narrador ha muerto y Elena ha logrado tomar el control de su vida a partir de la narración de la misma. Por último, en Volver a casa es mucho más evidente la presencia del doble, pues se trata de hermanos gemelos —dos personas en una— que intercambian sus personalidades, aunque no es en ese momento cuando se define el yo, sino que trasciende hacia una tercera forma, la madre y el escritor. Se trata de una novela más compleja que ahonda en el tema de la escritura como una obligación de la que depende la existencia. El protagonista se encuentra en una constante angustia porque su vida está sometida a lo que le depara el autor (su propio 9 hermano), responsabilidad que después deberá asumir al transformarse en escritor, hecho que lo destruye. Volver varía un poco de las otras dos novelas porque, a pesar de que hay una doble transformación hacia el otro-yo, los personajes terminan aniquilados por la literatura, es decir, su liberación e identidad es en un doble muerto —aunque no indeseado—, porque buscan liberarse de la carga de escribir. En general, la literatura de Millás se trata de una constante búsqueda del yo que se confronta con los otros para definirse. En él hay un autor que utiliza diversos métodos para lograr la definición identitaria. Uno de los más importantes es el de la escritura dentro de la escritura que se convierte en la escritura como base para la existencia misma. Ésta adquiere un papel primordial, pues es por ella que los personajes se encaminan hacia su transformación. En el caso de El desorden de tu nombre y Volver a casa, los personajes se convierten en elementos compositivos de la novela que están escribiendo y viviendo y que nosotros hacemos realidad a través de la lectura. Sin embargo, no sucede lo mismo en La soledad era esto, donde la escritura es el punto de partida para que Elena comience el conocimiento de sí misma, tanto al momento de leer como de escribir. Los personajes se desdoblan en textos y se reconocen en esa extensión de la realidad. Por lo tanto, gracias a la creación de un doble y su adopción es como llevan a cabo la metamorfosis que los libera de su crisis de identidad tras atravesar el puente tambaleante de la soledad. 10 Capítulo 1. La literatura española después de la Guerra Civil En este capítulo abarcaremos la situación de la novela española a partir de la posguerra y el posfranquismo. ¿Por qué partir de este momento? Porque 1940 marca el punto de inflexión gracias al cual se entiende la situación de la novela actual. Este capítulo se incluye porque delimita el campo de escritura de Millás, ya que el mundo en el que se desenvuelve lo condiciona como autor; por tanto, es imposible deslindarlo de este contexto. No puede hacerse una división tajante de los procesos históricos, pues éstos no comienzan y terminan de un momento a otro. Sin embargo, se ha hecho una división cronológica muy sistematizada de la historia de España a partir del fin de la Guerra Civil: por un lado está la posguerra y el franquismo, que abarcarían el período comprendido de 1939 a 1975, inicia con el fin de la guerra y termina con la muerte de Franco. El posfranquismo empezaría en 1975, fecha que sobre todo funciona como un símbolo, pues los cambios en literatura no aparecieron con la muerte del dictador, sino que ha habido una evolución de los escritores, condicionada por los cambios de la realidad. Este eventofue relevante porque a partir de él se abrió la posibilidad de romper con la censura ejercida durante la dictadura. 1.1 La situación de la narrativa española en la posguerra y el franquismo La crítica ha hecho diversas clasificaciones de los autores españoles, siempre aproximativas y por motivos de economía. Se han clasificado por tipo de novela, de narrador, de estructura, geográficamente, por temporalidad, temática, etc. Sin embargo, es importante aclarar que la mayoría de los autores no se quedan en un mismo lugar, sino que van evolucionando hacia otras formas narrativas cada vez más complejas y variadas, lo cual dificulta la pretensión de hacer clasificaciones categóricas. 11 Nosotros tomaremos el orden temporal y de tipo de novela de críticos como Mar Langa Pizarro, Constantino Bértolo, Francisco Rico y Masoliver Ródenas, quienes coinciden en que la narrativa española está conformada por la coexistencia de cuatro tipos de autor de los que no puede hacerse una clasificación generacional —a excepción, quizá, de la del 68—, ya sea por la diversidad de tendencias, por la falta de perspectiva, por el surgimiento cada vez más rápido de nuevos autores, etc. Los escritores de posguerra o de la novela existencial, nacidos alrededor de 1936 (Carmen Laforet, Camilo José Cela y Miguel Delibes); los del realismo social (Rafael Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite, el primer Juan Goytisolo, Juan García Hortelano); los de la ruptura con el realismo (encabezados por Juan Benet) o la novela estructural; y los nuevos narradores entre los que se incluyen tanto autores recientes (Antonio Muñoz Molina, Julio Llamazares) como algunos que aparecieron mucho antes y cuyos títulos se publicaron después de 1970 (Eduardo Mendoza, Millás). Se considera además un quinto grupo donde se incluyen los novelistas más jóvenes, nacidos a partir de los sesenta. Después de la Guerra Civil, la literatura tomó un rumbo distinto: hubo un quiebre respecto a lo inmediatamente anterior. La censura tanto de obras extrajeras como de lo escrito en España ocasionó, por un lado, que los jóvenes escritores no se enteraran de lo que estaban haciendo sus compatriotas exiliados, lo que trajo como consecuencia la interrupción de la continuidad literaria. Además, con el tiempo “las nuevas generaciones surgidas en el exilio […] [dejaron] de ser españolas […], [pues] la falta de contacto directo con España y con su sociedad las hacen ser españolas a su modo” (Torrente Ballester, 1961: 454). Por otro lado, la censura ocasionó que los autores comenzaran de nuevo bajo esa mirada vigilante que los llevó a escribir de formas cada vez más ingeniosas para decir las cosas que no podían expresarse abiertamente. 12 Tras el periodo bélico, comienza a trabajarse en la novela un nuevo realismo, donde se retrata al hombre en situaciones extremas, el estado de la sociedad española llena de soledades y la exploración de la conciencia de la persona por medio de la estructura de la sociedad. Es decir, se busca la descripción de una existencia incierta, de la soledad social y la identidad personal dentro de la colectividad (Sobejano en Literatura española, textos, crítica y relaciones, 1984). Se trata de autores que vivieron la guerra como adultos y no se distinguen por su solidaridad ideológica sino que escriben de manera independiente. Sus personajes viven en situaciones extremas de culpa y sufrimiento que los llevan a la violencia, como sucede en La familia de Pascual Duarte (1942) de Cela, o a la rutina y el ensimismamiento que denuncian la miseria moral y física de la burguesía española, como ocurre en Nada (1944) de Carmen Laforet. El signo individual y negativo de los relatos se observa en la reducción del espacio, el tiempo y el predominio de la primera persona y el monólogo. El siguiente periodo literario, conocido como el de la novela social, se caracterizó sobre todo porque sus autores fueron niños o adolescentes durante la guerra, “una inútil matanza fratricida de funestas consecuencias para la nación” (Fuentes en Literatura española, textos, crítica y relaciones, 1984: 800). El cainismo se consideró el símbolo de la condición humana y fuente de la soledad del hombre, y esa indiferencia ante el dolor del otro creó un conflicto entre generaciones, pues los niños y adolescentes tuvieron que enfrentar muy pronto una realidad hostil en el mundo de los adultos, donde predominaban el odio y la violencia. De esta forma, en varios aspectos se observan escisiones que conforman la realidad histórica de España: presente y pasado, burguesía y pobreza, adultos y adolescentes. Al contrario de los autores anteriores, los de los cincuentas son solidarios entre sí y ante el problema de su pueblo. El aislamiento y la soledad social siguen siendo temas a desarrollar, por eso algunas novelas —como El Jarama (1955) de Sánchez Ferlosio o Duelo 13 en el Paraíso (1955) de Juan Goytisolo— se desenvuelven en pueblos y lugares pequeños, donde la acción es prácticamente inexistente y se apuesta por la objetividad en la transcripción del habla común. Así, El Jarama, por ejemplo, es el libro de una desolación de la que no se habla pero que está detrás de los interminables diálogos de personajes aparentemente instalados en un presente absoluto. Ya no se trata de una soledad individual sino social (barrios, colonias, sectores, clases), que marca la división de los españoles. Por ello es que la guerra aparece como uno de los temas fundamentales, no siempre en sí misma, sino como memoria ineludible y a través de sus repercusiones. El hecho de convertir la guerra en el tema principal significó sellar un compromiso de la literatura para con la sociedad. Cumplir con ese compromiso era lo que brindaba calidad a la escritura. Así, la novela comienza a verse como un reportaje, lo cual convirtió al artista en un testigo que escribe con la finalidad de despertar una conciencia social: la obra artística del franquismo actuó como sustituta de la prensa, con la función de ser testimonio de la realidad. Las señas de identidad dentro de lo político son una clara reflexión sobre la sociedad, en donde se incluye el idealismo combativo que sobrevaloraba el papel de la literatura en la lucha política. Ana María Matute afirma: “La novela ya no puede ser un pasatiempo ni evasión. A la par que un documento de nuestro tiempo y que un planteamiento de los problemas del hombre actual, debe herir, por decirlo de alguna forma, la conciencia de la sociedad con un deseo de mejorarla” (Fuentes en Literatura española, textos, crítica y relaciones, 1984: 800). El movimiento del realismo narrativo de posguerra fue muy sólido y englobó características comunes y definidas. Entre los autores había la misma sensibilidad literaria, una misma forma de entender las relaciones entre sociedad y novela, por lo tanto, se adoptó una posición que consistió en la comunicación de la realidad del entorno social al lector, una forma de objetividad que iba por la percepción empírica —sobre todo la visual— como medio 14 descriptivo. Se realiza una presentación de lo privado y lo político como parte de lo público con el fin de mostrar una colectividad que vive en estados y conflictos que revelan la presencia de una crisis y la necesidad urgente de su solución. Posteriormente vinieron las generaciones que nacieron durante el franquismo, “nuevos escritores que desde similar edad comparten entre sí experiencias y visiones de la realidad forzosamente diferentes de las de quienes los han precedido. Más que relevo generacional hay que hablar de convivencia, junto a la inexorable desaparición de los mayores” (Rico, 1992: 8). Estas nuevas generaciones son el eje del cambio social, son los sucesores que se alejan de la concepción de realidad de los escritores anteriores, por lo tanto, hay un rechazo de la novela de posguerra y promuevenla superación del pasado, un ajuste de deudas con él, lo cual trajo una renovación y reflexión en el entorno cultural. Nos referimos a autores nacidos después de 1950: Javier Marías, Rosa Montero, Antonio Muñoz Molina, Manuel Rivas. La transición del realismo de los cincuentas a los sesentas es el inicio de una polémica entre los novelistas sociales y los partidarios de la renovación literaria. El agotamiento de la novela realista generó la necesidad de hacer transformaciones en el tratamiento constructivo del relato, donde se da mayor importancia a la estructura narrativa y a la transformación del lenguaje que al argumento, por ello Gonzalo Sobejano (en Literatura española, textos, crítica y relaciones, 1984) le llama novela estructural. En el aspecto del contenido, la política desaparece como narrativa explícita para abrir paso al retorno del reino de lo privado. Esta característica es muy importante porque después será un rasgo común en varias novelas de los nuevos narradores. Estos escritores “no se sintieron herederos de los enfrentamientos ideológicos de sus padres. Aunque rechazaban el franquismo, distinguieron entre la órbita privada y la literaria, haciendo del argumento algo siempre secundario respecto al lenguaje” (Langa Pizarro, 1999: 22). Durante esta transición no se abandonó por completo el social- 15 realismo, pero comenzaron a utilizarse elementos técnicos innovadores tales como el rompimiento de la linealidad del relato, diferentes focalizaciones, un lenguaje nuevo que sustituye al realista, planos temporales distintos, muchas voces o el monólogo interior. Tiempo de silencio (1962) de Luis Martín Santos fue la primera novela que por su técnica abrió nuevos caminos a la narrativa. Combina la complejidad formal con la actitud crítica, lo cual logra a través de una disección de la vida española hecha por medio del lenguaje y el fuerte contraste entre éste y la anécdota, de manera que expresa la esencia deshumanizadora de una sociedad en crisis que ha perdido su propia identidad. Juan Benet fue el autor más importante de este periodo gracias a la influencia que ejerció sobre escritores posteriores, entre ellos Millás, quien lo considera uno de sus maestros. Benet abarca la literatura desde una concepción ontológica y en su obra más trascendente, Volverás a Región (1967) expone la ruina, la decadencia y el deterioro físico inherentes a la condición humana. La estructura narrativa es igualmente compleja, con una línea argumental difícil de construir y con varias perspectivas narrativas de la guerra. Tanto en las dos novelas anteriores como en Señas de identidad (1966) de Juan Goytisolo, el conocimiento de la persona se logra mediante la exploración de la estructura de su conciencia y de la estructura de todo su conocimiento social. Los personajes se sumergen en sí mismos y salen de sí mismos para verificar el contexto que podría explicar su identidad y así tener una mirada exploratoria de todo aquello que pudiera orientarles. Pretenden evitar la amenaza de anulación y lograr una definición identitaria por medio del uso de la segunda persona y el desdoblamiento. Según Masoliver Ródenas (2004), esta literatura decide los rumbos de la literatura actual, donde se encuentra el cambio radical. 16 1.2 1975: ¿Nueva narrativa española? El proceso de transición (reconciliación) se dividió en dos períodos: el de la euforia democrática (1976-1978), cuya consolidación fue durante 1977 tras la legalización del PCE y la celebración de las primeras elecciones generales en 42 años; y el del desencanto (1978- 1982), cuando los españoles se dieron cuenta de los problemas heredados que permanecían y de la crisis de identidad y de autenticidad moral. El fin del franquismo no se trató de una victoria o una lucha, pues en realidad no hubo tal, sino de una paciente espera a la muerte del dictador. Fue un periodo durante el cual se dio un equilibrio entre la aversión profunda y un sentimiento de solidaridad irremediable con algunos rasgos del encierro. A fin de cuentas, el pasado de los escritores está arraigado en un fantasma que hay que interiorizar, como dice Mainer: “Todos compartían, el día siguiente del óbito de Franco, la idea de que casi todo estaba viciado de raíz por su larga convivencia con el franquismo” (1994: 119-120). Surge una necesidad de recapitulación de la guerra para una sociedad ahora bien alimentada y olvidadiza, cuya memoria colectiva ha sido bloqueada. Comienza un interés por la historia, por conocer aquello que no se dijo, que se ocultó. De allí la renovación de la prensa y la publicación de muchos libros sobre la historia del periodo franquista. Es por ello que novelas como Si te dicen que caí de Juan Marsé (publicada en 1973 en México) o Juan sin tierra (1975) de Goyotisolo se convirtieron en best-seller. A su vez, hubo algunos eventos fuera de España que impactaron de manera primordial en el camino cultural del país. Uno fue el boom de la literatura hispanoamericana, el cual, además de ser una gran influencia, puso en evidencia la mediocridad presente en la península y su falta de obras relevantes. Así, comenzó una admiración por novelistas como Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Ernesto Sábato, José Lezama Lima, Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Carlos Fuentes, etc., quienes hicieron 17 evidentes las riquezas del idioma y fueron factores importantísimos en la renovación de la narrativa española. Otro evento fueron los movimientos estudiantiles de varios países. Aunque España no los vivió directamente, representaron una revolución cultural y sexual a partir de la cual se comenzó a hacer un nuevo tipo de novela, en donde se incluye la memoria dialogada, la autocrítica de la escritura y la fantasía. Tras el abandono de las problemáticas sociales y presupuestos comunes como temas, se crean personajes que indagan en su intimidad, seres agónicos, que dudan, con problemas de identidad, angustia interior y la confusión entre vida y sueño. Es decir que comienza a trabajarse sobre el yo y la escritura, y ello se percibe, en parte, gracias a la abundancia de memorias, introspecciones, dietarios, metanovelas o diarios como medio narrativo personal e íntimo, así como las cartas y el monólogo. Algunos críticos consideran que existe la nueva narrativa española, sobre todo a partir de la apertura de la libertad de prensa y el boom de la industria editorial que comenzó a publicar a varios nuevos autores, lo cual trajo como consecuencia obvia una ola de lectores. Por otro lado, hay quienes opinan que no existe tal cosa, pues la sobreproducción ha generado una enorme heterogeneidad en los resultados. Hay una amplia gama de escritores que abarcan de los veinte a los cincuenta años de edad publicando de manera dispersa, individual, lo que impide la unidad; no hay un frente común, una razón a partir de la cual se pueda llamar generación a un grupo de escritores o clasificarlos de alguna manera, debido a la enorme variedad de tendencias narrativas. En resumen: El único elemento definidor en la democracia es la libertad temática y formal que había comenzado con la transición, la inexistencia de proyectos colectivos, la imposibilidad de etiquetar. […] Mientras Conte afirmaba en 1985 que en los diez primeros años de democracia nada había cambiado, Sobejano consideraba que hay varias ‘nuevas novelas’, que supondría un intento de salvar la narrativa del acoso de información que nos aporta la realidad cotidiana. Acín reconoce que en la década de los años ochenta la novela tendió hacia lo imaginativo y lo 18 lúdico, debido al ámbito cultural más amplio, al contacto con la literatura extranjera, y al abandono de partidismos ideológicos. Señala que se produjo una relación más comercial entre autor y lector, y que la profusión de escritores jóvenes fue únicaen nuestra historia literaria. Pero no cree que se pueda hablar de “nueva narrativa” ya que no hubo un corte diferenciador, sino que la misma situación democrática, que actuó como motor del cambio social, repercutió en el ámbito literario (Langa Pizarro, 1999: 58-59). Los autores están conscientes de que pueden hacer lo que quieran, pues la libertad creativa genera nuevas y variadas formas escriturales. Hay una amplia gama de temas que van dejando atrás el pasado, las revoluciones y los credos absolutos. Lo que importa ahora es el individuo y sus problemas personales y quizá por ello es que las nuevas novelas están construidas con textos creativos o poemas textuales. Sin embargo, los autores manejan algunos temas comunes como la soledad, la falta de comunicación, la alienación de la persona por la sociedad y la visión negativa de la vida. Ante la falta de certezas, los autores españoles se refugian en la literatura, a través de relatos en los que el sujeto narrador busca su identidad perdida, o relatos que se buscan y hablan de sí mismos (metanovela). Éste es un tema que nos interesa, pues la llamada literatura “literaturizada” fue una forma a la que recurrieron varios autores de la época, como José María Merino (La novela de Andrés Choz, 1976), Eduardo Mendoza, Antonio Muñoz Molina (Beatus Ille, 1986) o Millás, donde “la imaginación se desdobla o multiplica anunciando la convergencia final de vida y literatura” (Mainer en Historia y crítica de la literatura española, 1992: 71). No obstante, permanece el interés por un pasado que se mantuvo oculto, que se desconocía, pero que influyó de manera preponderante en la sociedad y en cada uno de sus individuos. De ahí el surgimiento de la crisis de identidad que los autores intentan descubrir a través de diferentes métodos. Millás en la Trilogía de la soledad lo hace a través del doble, la 19 creación de un otro-yo que debe ser descubierto con el fin de revelar la identidad verdadera y plena del yo. Algunos críticos incluyen a este autor en la generación del 68, conformada por escritores que eran adolescentes a la muerte de Franco, nacidos entre el año que finaliza la guerra y el medio siglo. 1 Es la generación del inconformismo, el desencanto y el redescubrimiento de la vida privada, la cual “ocupa la posición preeminente tanto en lo político como en lo económico, en lo universitario o en los mass media” (Rico, 1992: 12). La facilidad con que se reproduce el mundo gracias a los medios audiovisuales, ha llevado a la novela al espacio de la invención y exploración de la realidad (o realidades) de cada individuo, que, por un lado, pone en duda su propio yo, rechaza la historia y abandona la razón en pro del sentimiento; por otro, están las consecuencias para la novela en su forma y estructura, pues “tendió a ser breve y cerrada. Predominó el punto de vista único y una sola persona narrativa […]; se hizo inseparable de la televisión, el cine y el video, y la influencia de estos medios (flashback, montaje, secuencias, intertextualidad) dio lugar a novelas con un elemento visual tan importante que a veces se aproximan a los guiones televisivos” (Langa Pizarro, 1999: 27). En la Trilogía de la soledad encontramos muchas de estas características, además de recursos como los diarios (El desorden de tu nombre y La soledad era esto) y las cartas (Volver a casa), todos con una función de reflexión e introspección como necesidad de los personajes para lograr un entendimiento de sí mismos. Aunque pueda o no incluirse a Millás dentro de este intento de clasificación, lo más importante es resaltar que buena parte de la literatura de esta época adopta como temas fundamentales la identidad del individuo y la autorreferencialidad literaria, elementos 1 Manuel Vázquez Montalbán, Eduardo Mendoza, Soledad Puértolas, Vicente Molina Foix, entre otros. 20 fundamentales en la Trilogía de la soledad y producto de una evolución limitada por las condiciones sociopolíticas y culturales del país: Murió de consunción la trascendencia social de la literatura en los años finales de los sesenta y […] sobrevino una literatura obsesionada por sí misma, en permanente trance metaliterario, donde el sujeto enunciador vivía bajo continua amenaza de desposesión. El regreso de ese sujeto ha llegado por la vía de sus sentimientos, por la necesidad de afirmarse como conciencia feliz y como explorador de sus propias posibilidades sentimentales (Mainer en Rico, 1992: 66-67). 21 Capítulo 2. Millás, hombre y escritor A pesar de la insistencia de los críticos de catalogar a los escritores, al final resulta una labor que poco importa a los autores, al menos al que nos compete. Algunos incluyen a Juan José Millás dentro de la generación del 68, aunque por su fecha de nacimiento bien podría estar entre los novísimos. El que se le clasifique dentro de la generación más joven se debe a que comparte con ella muchas características, como la extrañeza, la angustia interior, los personajes derrotados y la vocación introspectiva. Sin embargo, él considera que cada generación debe tener ciertos rasgos en común que se ven muy poco en los escritores de ese momento porque aún no hay perspectiva suficiente. No tenemos información biográfica totalmente certera debido a que nos basaremos en entrevistas y sobre todo en la novela El mundo (2010), aparentemente autobiográfica, pero que, como novela, se mezcla con facilidad con la invención. Juan José Millás nació en Valencia en 1946, sin embrago, su vida se ha desarrollado en Madrid, donde ha vivido desde los seis años, a causa de la pobreza de su familia que creyó que Madrid era un lugar para mejorar. Fue una idea errónea, pues para él Valencia era un paraíso perdido que se cambió por una casa fría y desvencijada de la gran ciudad. Fue el cuarto hijo de una familia de nueve, lo cual lo colocó en una especie de posición de invisibilidad; estaba justo en la frontera de la no pertenencia, tierra similar a la de la escritura. En su casa todo debía hacerse por la mitad: ropa, comida, afecto. Sus integrantes fueron arrancados de sus vidas, su clase social y su lugar, aunque él particularmente tenía la ventaja de ser el preferido de su madre, con la cual tenía una relación muy extraña de amor- odio, pues dice Millás: “No me veía en el espejo porque cuando me asomaba a él descubría el rostro de mi madre sobre un cuerpo infantil. Era un espanto. Entonces tomé la decisión de no parecerme a ella y ése fue el proyecto más importante de mi vida. Me miraba en el espejo y 22 ponía caras […]. Me pasaba las horas poniendo caras que no se parecieran a la de mi madre” (Millás, 2010: 30). Abundo en este tema porque es sumamente importante para comprender la narrativa de este autor, ya que en muchas de sus novelas se observa este conflicto no resuelto con la madre, presente en la Trilogía, sobre todo en La soledad era esto y Volver a casa. Nunca fue un buen estudiante, incluso en algún momento decidió unirse a la vida sacerdotal para escaparse de la academia. Estudió la carrera de Filosofía y Letras, la cual dejó inconclusa. Tuvo varios empleos a lo largo de su vida, pero el de escritor ha sido el más importante, en el que se inició con prolíficas colaboraciones en periódicos. Incluso, después de 1990 no publicó en algunos años otra novela por trabajar en ellos. Hoy en día es profesor de la Escuela de Letras de Madrid. Las experiencias del sueño y de la fiebre —estados alterados de la realidad en los que con frecuencia se encuentran sus personajes— fueron instantes de verdadera dicha para él, pues podía permanecer en una vigilia constantemente onírica, lo cual lo llevó a una concepción de la realidad rota, alterna, llena de posibilidades, donde la construcción de dobles y la coexistencia de opuestos son viables.A su vez, la enfermedad de no poder estar en un lugar cerrado o con mucha gente lo llevó a aprender a huir, actividad realizable gracias a la escritura. Adoptó ésta como su forma de escapar de la realidad para refugiarse en otra. El tema de la soledad del individuo aparece desde su primera novela, Cerbero son las sombras (1975), ganadora del premio Sésamo. Se publicó en una editorial menor y su distribución fue prácticamente nula. A pesar de ello, fue una novela que dio los primeros pasos de lo que se llamó novela española actual. “La crítica no dejó de señalar que la obra revelaba no sólo la promesa, sino la realidad de un gran narrador […] [que hace un] sabio equilibrio de tensiones dobles: entre lo exterior y lo interior, entre lo reflexivo y lo narrativo, entre lo enunciado y lo sugerido, entre lo público y lo privado” (Bértolo, 1989: 43). 23 Puede notarse fácilmente la estrecha relación de esta novela con la narrativa existencialista francesa y Kafka, sobre todo con Carta al padre. Cerbero son las sombras también es una carta dirigida al padre pero en un sentido distinto del de Kafka: Millás hace un canto de amor en lugar de un reclamo. En todo caso, el reclamo va dirigido a la madre, tema que retomará en La soledad era esto. Dice en una entrevista: “Es curioso cómo las novelas se van lanzando mensajes de unas a otras y cómo parece que había frases sueltas que, vistas desde la perspectiva de los años tenían sentido porque eran impresiones que había desarrollado muchos años después” (Millás en Rosenberg, 1996: 146). Cerbero son las sombras se publica durante el proceso final de la novela experimental, lo cual es muy claro en el lenguaje del narrador, cuasi poético, complicado, extenso, rebuscado, donde se juega con los fenómenos gramaticales y se apuesta por el periodo largo, en ese momento mejor recibido que la frase corta. Se nota un alejamiento de lo testimonial y lo ideológico. Con Visión del ahogado (1977), Millás comienza a acaparar la atención del público. Se trata de una construcción menos compleja que la de su primera novela y tiene una estructura conocida para los lectores, la del género policíaco, donde se incorpora una trama de persecución. Por ello y por su objetivismo casi cinematográfico se considera un hito en la ruptura con el experimentalismo. Está narrada en tercera persona “desde una objetividad que da paso a monólogos y diálogos, el último día de vida de un suicida” (Langa Pizarro, 1999: 206). El jardín vacío (1981) es una reconstrucción, por medio de la memoria, de la relación entre el presente y el pasado. Tal vez por ello se trata de “una novela que sólo respira miedo, y quizá por eso produce, en muchos lectores, un rechazo visceral” (Millás en Marco, 1988: 23). 24 Tanto Papel mojado (1983) como Visión… hablan sobre la difícil convivencia entre la gente de la misma generación. Presenta el proceso de rivalidad entre vida y escritura. Es una parodia del relato policiaco, cuyo narrador es fuertemente crítico de su escritura. En ella hay un personaje que quiere ser escritor y no puede. Con esta novela inaugura un personaje que desarrolla en El desorden de tu nombre: un escritor que no escribe. 2 Uno de los modelos más importantes para Millás es “Kafka, o la vida cotidiana entendida como una absurda condena que es el pago de una culpa que desconocemos” (Maurel, 2006: 74). Éste es uno de los temas que se han repetido en su narrativa, sobre todo perceptible en Letra muerta (1983), donde tanto la culpa como el rencor juegan un papel primordial. Se trata de una culpa justamente al estilo kafkiano, como sucede en El proceso: un culpable que no sabe qué hizo. Así sucede con los españoles: cargan con la culpa de algo que desconocen, el pasado. La transformación del protagonista se va registrando en unos cuadernos sin destinatario, donde se contrapone la escritura con la vida. El personaje es un escritor que no sabe que lo es, pues no alcanza a verlo por estar aferrado a su deseo de ser un terrorista. En la novela, “Millás parece abandonar la memoria como punto de vista desde el que la narración se proyecta y desarrolla […]; significa el reconocimiento de que los hechos externos acaban por imponer su código” (Bértolo, 1989: 46). Después vinieron consecutivamente las novelas de la Trilogía de la soledad (1996), en las cuales ahondaremos en el siguiente capítulo. Es pertinente aclarar que después de El desorden de tu nombre (1986), Millás era un escritor con pocos lectores, a pesar de ser una de sus novelas de más éxito. Tras la publicación de La soledad era esto (1990) y la obtención del premio Nadal, comprendió realmente cómo se explica la historia de la literatura, consecuencia 2 Este personaje nos remite a Bartleby, el escribiente de Herman Melville que renuncia a escribir. La diferencia es que mientras Bartleby toma la decisión de no volver a escribir, para Julio Orgaz de El desorden de tu nombre la escritura es un deseo frustrado, una imposibilidad más que un abandono. 25 en parte del crecimiento de lectores. Después de ella ya no podía imaginar la vida sin escribir. Volver a casa (1990), originalmente aparecida por entregas, tuvo posibilidades más grandes de edición y fue escrita en un momento “en que uno tiene la sensación de que hay la suficiente cantidad de oficio y la suficiente cantidad de experiencia vital como para que si uno consigue que esas dos cosas se crucen en el punto adecuado, producen algo importante” (Millás en Rosenberg, 1996: 159). Para entonces, obras como Cerbero, Visión, El jardín, Letra, El desorden y La soledad daban ya idea de las preocupaciones del autor, encarnadas en un tipo de personajes cuyas características son el ser “cavilosos, desconcertados, derrotados. En conjunto, Millás presenta una disección del hombre y de los inestables límites del espíritu a la que acompaña formas de vida actuales que suelen encerrar un juicio moral sobre las apetencias de nuestra sociedad” (Sanz Villanueva en Historia y crítica de la literatura española, 1992: 267). Después publicó sus dos primeras compilaciones de cuentos, tituladas Primavera de luto (1992) y Ella imagina y otras obsesiones de Vicente Olgado (1994), personaje protagonista de los 33 relatos que la componen y que volverá a aparecer en Tonto, muerto, bastardo e invisible (1995), una crítica de los desaciertos del gobierno socialista. En esa novela se recurre a temas como el absurdo demencial o el sentimiento de orfandad y desarraigo representado por la muerte de los padres y oculto tras la cortina de los viajes que sirven para huir de la realidad. Con El orden alfabético (1998), Millás comenzó una nueva etapa narrativa. Se trata de dos existencias simultáneas que se atraviesan de la una a la otra, lo cual genera la idea de que hay posibilidades de existencia y realidad que se pudieron haber vivido, es decir, dos lugares iguales pero distintos a la vez. Gracias al espejo se crean esas dos realidades, el atravesarlo es una forma de fuga. 26 En 1999 se reeditaron en un solo volumen (Tres novelas cortas) Cerbero son las sombras, Papel mojado y Letra muerta, seguido por No mires debajo de la cama, una novela sobre un matrimonio de zapatos, del mismo año. Es muy difícil tratar de abarcar toda la narrativa de Millás, ya que en total suman más de 30 títulos entre cuentos, novelas y recopilaciones. He decidido dejarlo hasta aquí porque lo que más nos interesaba era lo escrito antes de la publicación de la Trilogía de la soledad. Las novelas posteriores tienen en común muchos elementos que se ven desde los primeros trabajos, entre los cuales está el de la búsqueda de identidad y el desdoblamiento, temas primordiales de esta tesis. 2.1 Su percepción de la literatura Millás considera que la novela del socialismo real estaba al serviciode una lucha política y cayó en excesos realistas, ante lo que hubo una reacción en los sesenta, el experimentalismo, que hizo un tipo de novela que no conecta con el lector y lo expulsa de la novela española. Estas dos tendencias generaron límites para los creadores. Dice Millás en una entrevista: “En los años cincuenta había que escribir realismo o quedabas expulsado de la sociedad literaria y en los años sesenta había que escribir en clave de experimentalismo o eras expulsado igual” (Rosenberg, 1996: 148). A partir de los años ochenta aparece el tipo de novela que conecta nuevamente con el lector. Según él, las relaciones con la literatura son impuras. Se trata de una acumulación de una deuda no contraída que cada vez aumenta más. Esto significa que el no escribir trae como consecuencia sentimientos de culpa que generan angustia y trastornos de sueño. Es decir, que la escritura se convierte en una obligación e incluso en una necesidad, que se realiza ya no por el placer de escribir, sino por la existencia de uno mismo, a través de su experiencia interior. 27 La escritura como elemento vital de la existencia que a la vez tortura: el que esté y no esté lastiman por igual; realizarla, darle vida, es una manera de mantenerse ocupado y de apostar la propia vida frente a las instancias más inaccesibles de uno mismo. Cada letra es una parte de uno, por ello necesita hacerse a fuego lento y jugándose su existencia en cada uno de los añadidos que la van completando o destruyendo. Así, considera la escritura algo que enferma y cura, mata y da vida a la vez, como el bisturí eléctrico de su padre del que habla en El mundo, que abre y cauteriza al mismo tiempo las heridas. La escritura, además, sirve para reordenarse, para atajar la locura que en todos habita; a través de ella podemos duplicarnos y es la simulación de algo ya simulado, el mundo, que puede tratar de dominarse por medio de la escritura. Escribir es una práctica que convierte la calle de afuera en prolongación de la de adentro, logrando la conjunción del mundo exterior y el interior, es decir, el escritor debe ser un constructor de otras realidades, que se abarcan desde diferentes perspectivas, desde puntos de vista personales. No es que Millás niegue o huya de la realidad, sino que la aborda desde su propia perspectiva y desde todas las perspectivas posibles. En sus novelas, el mundo “real” en que se mueven los personajes —el piso y la calle— es más limitado que el mundo “no real” (fiebre, sueños, estados letárgicos, etc.). Los espacios reales terminan siendo espacios morales porque son la metáfora del espacio del que no se habla: “El itinerario de Juan José Millás no es, entonces, un itinerario entre espacios geográficos distintos (campo y ciudad, España y el extranjero) sino entre realidades distintas expresadas como lo interior y lo exterior” (Masoliver Ródenas, 2004: 44). Lo exterior se convierte en lo interior a través de un proceso de metamorfosis, sin embargo, eso interior no existe por sí solo, pues se caería en la evasión o la fantasía. Lo que queda es el proceso que hace que el protagonista se ennoblezca y los espacios anodinos se conviertan en privilegiados. 28 La literatura es una metáfora de la realidad o representación del mundo, pues siempre nos llega a través de sus intermediarios simbólicos, es decir, intermediarios emocionales, los cuales son vías de conocimiento: por medio de la literatura puede dársele cuerpo a algo sin sustancia, la realidad, de manera que a través de este ejercicio se logra un conocimiento y autoconocimiento. Millás considera que “estamos en un momento desesperado de la búsqueda de lo real y esto se ve mucho en la literatura y se ve mucho por ejemplo en los cuentos del realismo sucio” (Millás en Rosenberg, 1996: 155). El lenguaje es un factor indispensable en el proceso de transformación de la realidad, la cual cierra su sentido profundo al ser humano y, al cuestionarla gracias a la escritura, se busca comprenderlo, de tal forma que la literatura se convierte en el lugar en donde uno se juega su propia identidad. El lenguaje nos utiliza y somos hablados por él, por lo que al montar y desmontar las oraciones gramaticales, que es la forma de malear ese lenguaje, Millás mantiene la ilusión de ser capaz de descomponer en sus partes la realidad. 3 Dice el autor: “Yo no concibo ningún tipo de literatura digna que no ponga en cuestión la realidad y que no ponga en cuestión la realidad del lector” (Rosenberg, 1996: 151). En la literatura puede reflejarse esa nostalgia de las vidas que tuvimos oportunidad de vivir y no vivimos; cada una de ellas constituye una carencia, una amputación, de la que se nutren esos destinos interiores que nos empujan a la muerte desde el otro lado de las cosas. A partir de una experiencia interior emerge una idea-nebulosa que acaba configurando, gracias a los diferentes materiales narrativos, la trama. El lector tiene la responsabilidad de reescribir la novela, pues su relación con el autor es entre dos conciencias que se ponen en cuestión al margen de las convenciones sociales. Millás 3 Esto obedece claramente a la estética de Millás en su última novela La mujer loca: “A mí, como filólogo, lo que me interesa de las frases es lo que dicen de sí mismas, no lo que dicen de la realidad. A la realidad que le den” (Barcelona: Seix Barral, 2014, p. 67). 29 ha comentado que en sus libros busca “contar en la clave de la vida cotidiana la esencia de la soledad humana, el conflicto del individuo con el entorno que le sirve de espejo, de consuelo y de martirio” (Millás en Maurel, 2006: 73). Para el autor, todo escritor que escribe lleva dentro uno que no escribe, que es el mejor de los dos. Ante esto, se ve en la obligación de llegar a acuerdos con él, pues es un arrogante que ante su conocimiento de superioridad, puede hacer lo que quiera con el escritor que escribe peor: “Escribir bien presupone escribir al dictado de aquella parte de ti que permanece dentro del delirio cuando la otra sale de él para comunicarse con los demás o para ganarse la vida” (Millás, 2007: 225). Muchas de las novelas de Millás se desarrollan en Madrid, ciudad que se ha convertido en un territorio con el que, a pesar de tener un referente real, el autor ha hecho lo que ha querido. Según él, no ha necesitado inventarse esa región mítica que es Madrid, pues ya estaba hecha. Donde más a gusto se mueven los nuevos autores […] es en ese dominio en que el individuo, en entornos familiares, en especial de la ciudad, es sólo él mismo y está solo consigo mismo, por determinantes que sean las circunstancias externas; ese dominio en que los datos y los factores objetivos se hacen incertidumbres, problemas, sentimientos, obsesiones, fantasías estrictamente personales, y el mundo consiste en la huella que las cosas dejan en el espíritu. No se nos muestra simplemente cómo y por qué anda un individuo en tales o cuales vericuetos, sino sobre todo qué quiere decir para él encontrarse ahí (Rico, 1992: 90). Millás hace un énfasis constante en la imparable transición del escritor a través del tiempo. El que escribe una novela y otra siempre es diferente. Además, considera que la novela da la sensación de estar trabajando en un género muy antiguo y en el que no hay nada que aportar más que lo personal, mezcla de lo que ya se conoce. Así es como se ha inclinado 30 por la escritura de metanovelas y se ha movido hacia otros géneros que, como se dijo antes, se regeneran mutuamente (Millás en Rosenberg, 1996: 149). Otro elemento presente en su narrativa es la incesante repetición de los nombres de los personajes, recurso que utiliza para constatar que el autor de esas novelas es el mismo en esencia; es una especie de huella que estampa para asegurarse que él las escribió,pues con cada una se ha ido alejando cada vez más del sujeto que comenzó a escribir. Conforme va construyéndose esa literatura que uno va haciendo existir, el novelista se va dejando invadir por la locura de sus personajes, lo cual lo aleja de sí mismo. Otro de los elementos que hacen que se repitan esos personajes es que tienen en común “la experiencia de la realidad que los lleva a descubrir lo más insólito de la vida cotidiana” (Masoliver Ródenas, 2004: 140). Así, esas coincidencias van conformando un argumento universal dentro de un mundo que siempre resulta familiar hasta conjuntar la vasta obra única hecha de varias novelas, cuentos y textos periodísticos. Por último, es importante hablar sobre su concepción de la memoria y el pasado. Ante la represión política que hubo, se impuso la negación de la propia existencia y la pérdida del espacio social en que se desarrollaba la memoria. La falta de comunicación familiar trajo como consecuencia su pérdida, por lo tanto, también la de la identidad. Así, comienzan a buscarse otras salidas donde la memoria no es necesariamente la experiencia de lo real, pues en su mayor parte se trata de algo heredado: recordamos algo creyendo que es una vivencia propia cuando en realidad es ajena, pero la hemos incorporado como nuestra. Lo importante de esto es que el autor debe hacerlo significativo, por medio de la transformación de la sintaxis. La memoria por sí sola no sirve, sino que hay que buscar mecanismos para romper sus circuitos de la misma forma que se hace con el lenguaje. Es entonces cuando se convierte en un material literario, con sentido y significado. Dice el propio Millás: 31 La memoria tiene una función central en todas mis novelas, y creo que en toda la historia de la literatura. Una de las funciones de la literatura es enfrentarse a la memoria tal y como nos viene dada […]. Enfrentarte a la memoria para tratar de quebrar el ritmo que le ha impuesto el hábito social es una de las funciones de la literatura. Cuando quiebras su ritmo tal como te ha venido impuesto, ahí aparece un significado. Y una literatura sin significado, no es literatura. Todas mis novelas están escritas desde la memoria, más que desde la distancia […]. Uno debe enfrentarse a la memoria de un modo mucho más subversivo, hacerla estallar, […] porque pienso que la función más importante de la memoria es la de encubrir lo verdaderamente importante. Entonces existe la posibilidad de que aparezca algo de lo que llamamos literatura (Marco, 1988: 23). Para finalizar, en esta última parte nos enfocaremos en los elementos y temas que algunos críticos han percibido en la obra de Millás. Nos basaremos solamente en la crítica porque es imposible acceder a otras formas de recepción que no sean las publicadas. La narrativa de Juan José Millás se inscribe en la recuperación de las formas de narrar pero de una manera diferente. Su prosa novelística está llena de registros lingüísticos distintos, por la necesidad que tiene de producir la sensación de nombrar por vez primera lo que se ha dicho y repetido una y otra vez: “Este uso del material tradicional tiene un efecto notablemente renovador pues, aparecido en un contexto antirrealista, puede llegar a reactivar la novela contemporánea al presentar una visión inusitada, y más vívida, de la realidad contemporánea” (López, 1988: 50). Gracias a los signos —la representación y el lenguaje— se nombran las cosas, se convierten en lenguaje, o sea, en novelas. “Millás fusiona en sus obras una moderada renovación formal, herencia del experimentalismo turbulento de la década de los setenta con la narratividad (la vuelta a la historia, al placer de contar)” (Cuadrat, 1995: 209). Lo cotidiano se observa tanto en la realidad como en la mente, en los sueños o en la escritura. La repetición de los temas de una novela a otra tiene base en la indagación de la realidad, su experiencia y sus repercusiones sentimentales y corporales, que construyen obras 32 que se mueven por coincidencias, asociaciones e identificaciones en pro de la individualidad y la libertad. El mundo temático de Millás es el mismo desde su primera hasta su última novela: el papel de los otros (y dentro de esos “otros”, el padre y la madre por su condición de espejo, reflejo y rechazo), los problemas de encontrar un punto medio entre la soledad y los demás, el juego trágico entre lo exterior y lo interior, la extrañeza que se oculta en lo cotidiano, la búsqueda de lo siniestro. En realidad esta enumeración temática puede concretarse en dos obsesiones: la identidad y la pesadilla (Cuadrat, 1995: 211). Su escritura “está hecha de tensiones: el peso de la realidad, las pesadillas, la fiebre, las relaciones familiares o amorosas y, de una forma más indirecta, las laborales” (Masoliver Ródenas, 2005: 117). Hace con frecuencia una interpretación positiva de sentimientos en general considerados negativos: repugnancia, infecundidad, envidia, odio, fastidio de vivir, crueldad. Además está la presencia constante y dominante del espacio del cuerpo, expresión del deseo en una escritura donde las relaciones sexuales son las únicas con importancia, pues las amorosas no resultan. El personaje femenino se encuentra sometido al ojo masculino, relación irrealizada debido a la falta de comunicación entre los sujetos que son desconocedores y desconocidos de aquello que los rodea. Otro de los temas más importantes es el de los objetos cargados de signos que revelan el interior de la realidad, el espacio que Millás pretende abarcar, el espacio de la fiebre, donde la realidad es insoportable y las sensaciones más agudas. Es muy claro en La soledad era esto, cuando Elena hereda el reloj y el sillón de su madre; o en Volver a casa con la cadena que identifica a Juan entre los gemelos; o en El desorden con la pajarera de Julio Orgaz. También se observa en varios cuentos, como “La vida en el armario”, uno de los cuentos de Orlando Azcárate, en el que a través del mueble se realizan viajes a realidades alternas (tema que 33 aparece también en Ella imagina). Masoliver Ródenas expone bastante claro este y otros elementos constantes en la narrativa de Millás: La vida de los objetos, su calidad de amuletos: las prótesis y las prendas de vestir, sobre todo la ropa interior y los zapatos, los cepillos de dientes, el televisor. Los espacios de la casa: el pasillo, el salón, el dormitorio, el cuarto de baño. El teléfono. Los bares y las tiendas. El calor o la lluvia. Y, por supuesto, las relaciones familiares y las amorosas, con un amor expresado siempre a través de los cuerpos en una escritura dominada por la cosificación y por la somatización: la vida biológica de los objetos, la vida cosificada de las personas y de las distintas partes del cuerpo (2004: 141). En muchas novelas se retratan personajes cuarentones, en los ochentas de España, que dan testimonio del país. “Van apareciendo el culto a la tecnología, la voluntad de diseñar el futuro, la atención al mundo de la imagen de la televisión que uniforma el ocio de las familias, el dialecto de los ejecutivos, la habituación mecánica al confesonario del psicoanalista, los divorcios rápidos” (Sobejano, 1988: 21). Se trata de personajes que cargan con crisis de madurez, herederos de la desolación moral y el vacío que les dejaron los años sesenta, tiempos de crueldad y angustia para los adolescentes, sobre todo en Visión del ahogado, Papel mojado y Letra muerta. Así pues, todas estas constantes, los objetos, las realidades alternas, las relaciones personales inexistentes (soledad), la necesidad de la escritura, la búsqueda de una identidad son los factores que en conjunto llevan a los personajes hacia la metamorfosis, la duplicidad y finalmente el abandono del yo en pro del otro-yo que se tratarán en los capítulos siguientes. 34 Capítulo3. El doble y la Trilogía de la soledad 3.1 Antecedentes El tema del doble puede rastrearse desde la tradición clásica, en leyendas e incluso en mitologías ancestrales; es propio de todas las épocas, supersticiones y mitos. En todo el tiempo que el doble ha existido como tema, el sujeto ha ido y venido. El doble ficticio se ha ridiculizado como fraude —como sucede en las comedias de enredos— y ha regresado como algo persecutorio. El yo del Renacimiento tiende a sugerir similaridad, duplicación. Es un tema recurrente en autores como Shakespeare, Tirso, Lope y Cervantes, sin embargo, en esas obras nunca hay un conflicto de identidad. La historia del doble moderno comienza con la magical science del siglo XVIII en Europa, con las investigaciones de Mesmer, la divulgación de las teorías del magnetismo animal de G.H. Schubert y cuando los escritores del romanticismo se dedicaron a su explotación cultural. Se observó que en los fenómenos de hipnotismo aparecían en el paciente impulsos sobre los cuales el hipnotizador no tenía influencia alguna, que revelaban una segunda personalidad, distinta y a menudo opuesta a la ordinaria del paciente, y los investigadores concluyeron que estas características incongruentes habían permanecido latentes en alguna parte de la mente inaccesible a la conciencia racional. Así se levantó un velo sobre todo un lado nocturno de la psique, y por esta brecha se lanzaron los narradores románticos, atraídos por la analogía entre los encantamientos de las fábulas y las maravillas de la nueva psicología del inconsciente (Praz, 1988: 430). A nosotros nos interesa abarcar el tema del doble en literatura a partir de la concepción del yo del hombre moderno, es decir, del romanticismo alemán, pues durante esta época comenzaron las reflexiones del sujeto sobre sí mismo: el yo se analiza como una entidad filosófica y psicológica con conflictos de identidad: “El romanticismo —marcado en su 35 esencia por la duda sobre la identidad— vino a fijar las pautas para el posterior tratamiento argumental de la fragmentación de la persona” (Herrera, 1997: 66). Los autores de este período tenían una predilección por lo irreal y lo siniestro con el fin de que los protagonistas se separaran de sí mismos o con el deseo de otra existencia: “la búsqueda dentro de la mente es simultáneamente la búsqueda dentro de la individualidad e integridad del yo, lo cual puede exhibir contradicciones e impulsos extraños” (Rank, 1979: xx) (traducción mía). Lo siniestro es lo angustiante en general, la incertidumbre, algo en lo que uno se encuentra desconcertado y perdido. El tema del desdoblamiento en el romanticismo alemán lo introdujo Jean Paul Richter, inventor del término doppelgänger, que representa un miedo al yo, al encuentro consigo mismo y a la revelación que trae esa confrontación. Otros autores que trataron el tema fueron Johann Wolfgang von Goethe, Henrich von Kleist, Ludwig Tieck y E.T.A. Hoffmann. A partir de ellos, “el motivo asumirá una entidad eminentemente subjetiva. Es decir, se concentrará en la contemplación del doble desde y por parte de un Yo 4 protagonista para el que tal contemplación constituirá un conflicto” (Herrera, 1997: 33). Lo que el desdoblamiento debe ocasionar, y es lo que importa sobre todo en la época romántica, es que el personaje caiga en un problema de identidad, independientemente de la forma en que se dé. E.T.A. Hoffmann merece un lugar especial de entre los autores mencionados porque identificó al doble con una parte de la personalidad, con un elemento de amenaza interna y se retrató a sí mismo como un personaje en quien confirió un doppelgänger fantasmal. Su primera novela, Los elíxires del diablo, es de 1816. A partir de entonces el doble visto como amenaza trascendió en la literatura: 4 El yo y otro los he escrito con cursivas. En este caso lo pongo con mayúsculas porque es una cita textual. Los autores utilizan diferentes criterios que respetaré en las citas. 36 Un rasgo común a todas las imágenes que se sucedieron hasta 1835 aproximadamente es que todas ellas representan una amenaza que se cierne sobre el individuo desde el exterior […]. Tanto el espejo de doblaje como el retrato en cuanto anima representan una amenaza que se cierne sobre el individuo desde el interior: el doble del retrato o del espejo no es algo externo y ajeno, sino un aspecto reprimido de la propia personalidad del individuo (Kiolkowski, cit. en Ballesteros, 1998: 31). Como estudio, dualidad se referirá a hechos y ficciones, principios y prácticas, estados mentales y aventuras, una forma de hablar y de vivir. Se refiere a la doble vida, que puede tratarse como una cuestión de observación y registro, y al doble ficticio o doppelgänger; se refiere al fenómeno clínico de las personalidades múltiples, el cual aparece sobre todo para representar los esfuerzos del organismo para vivir, en diferentes tiempos, en términos de distintos sistemas de valores. También puede referirse al fenómeno cultural de identidad- personalidad que se abre al mundo y a la experiencia de los otros, lo cual realiza o aniquila al yo. La dualidad se compone de dos partes que se complementan o se repelen; está relacionada con la identidad y la alteridad, es decir, el yo y el otro que se vinculan por medio de la antítesis o de la complementariedad. Esas partes pueden ser enemigas o compañeras, pero en casi todos los casos —ya sea que estén en conflicto o de acuerdo—, tanto la parte como la contraparte se perciben como verdaderas. Es decir que la dualidad contenida cree en una inconsistencia dinámica, una naturaleza humana llena de contrarios. Un hombre podría engañarse a sí mismo, verse a sí mismo y comportarse como dos personas diferentes, lo cual da lugar a conflictos sobre la identidad que generan la fragmentación de la persona o su desdoblamiento. La dualidad de los tiempos modernos dio alas a la idea del personaje con una identidad humana volátil, versátil, variada: el personaje puede atravesar diferentes momentos 37 y cambios que dan lugar a la sucesión de estados de ánimo o la contención interna de personalidades. En principio, el desdoblamiento se realizó por la oposición de contrarios, pues de esta forma cada uno encuentra en el otro su propio complemento, es decir que “el desdoblamiento (la aparición del Otro) no sería más que el reconocimiento de la propia indigencia, del vacío que experimente el ser en el fondo de sí mismo y de la búsqueda del Otro para intentar llenarlo; en otras palabras, la aparición del Doble sería, en último término, la materialización del ansia de sobrevivir frente a la amenaza de la Muerte” (Bargalló, 1994: 11). Así surge la pregunta ¿los encuentros intersubjetivos dependen de la necesidad de un otro que falta al yo? El otro ejerce un efecto de complementariedad y surge gracias al yo que fantasea sobre sí mismo de otro modo. Éste es el significado de Proteo: 5 la capacidad de ser otro, de transformación, ya sea por hartazgo del yo o por un deseo positivo de su alteridad, “el Otro es mi posible (y no realizado) ser-otro-modo” (Moreno Márquez, cit. en Bargalló, 1994: 45). Como se dijo antes, el romanticismo alemán abrió las brechas del desdoblamiento como problema de identidad. Luego, durante el periodo pos-romántico, surgieron tres formas principales de desdoblamiento: de índole puramente fantástica, desdoblamientos en el marco de la novela realista y desdoblamientos de índole moralista (Ballesteros, 1998). De esto han aparecido otros subtemas como la invisibilidad, la transformación, el dualismo, el bien contra el mal, etc., que generan motivos como los fantasmas, sombras, vampiros, reflejos, monstruos, etc., lo cual lleva a impulsos como el incesto, estados psicológicos inconvenientes como paranoia, estados febrileso sueños. El romanticismo inglés continuó con el camino iniciado por los germanos y contribuyó con obras importantísimas tanto para el tema como para la historia de la literatura en general. Se trata de novelas como Frankenstein (1818) de Mary 5 Dios multiforme. Tiene el don de mudar de forma a su albedrío. 38 Shelley, El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde (1886) de R.L. Stevenson o El retrato de Dorian Gray (1890) de Oscar Wilde. Más adelante, durante el siglo XX, la literatura se ha apegado a los rasgos tradicionales, es decir, se utilizan los mismos mecanismos pero con distintas formas y fines; se hace una reactualización de los mitos y de los arquetipos culturales como fuentes de identidad. En la literatura de este periodo, sobre todo en el lado europeo, comienza a percibirse una conciencia de orfandad y de fracaso del individuo. En el caso de España, hubo un periodo en el que para muchos autores el texto literario se convirtió en el espejo del contexto, lo cual sumió al individuo en condiciones de desconocimiento de sí mismo como sujeto fuera de su contexto social. Esto generó el fantasma y la invisibilidad, es decir, su anulación total en la sociedad para dar pie al desdoblamiento como posibilidad alterna de aquello desconocido. Esto se contrasta con el yo romántico, que puso en entredicho la identidad de personajes que se caracterizan por tener como base la certeza de la existencia del yo que el sujeto español fue poco a poco desconociendo y perdiendo. De tal forma que “el Otro ya no será reflejo del Yo en las aguas serenas que le devuelven la imagen de lo que ‘es’ (el Yo), sino reflejo de sus ‘posibles’ (imposibles tal vez) que nace del hartazgo de sí y compromete con el destino de un Otro que no ‘es’ el Yo pero que el ‘Yo’ tal vez ‘podría ser’” (Moreno Márquez en Bargalló, 1994: 48). Los problemas del tú —el otro— no tienen que ver con problemas de conciencia, visión y percepción, sino con problemas generados por el deseo, el inconsciente-otro (perspectiva de la alteridad), lo que es diferente y se siente como tal y que permanece silenciado posiblemente por el contexto. 39 3.1.1 Enfoque literario Las novelas de dualidad son experiencias de duplicación, división, dispersión. Son obras que pueden verse como inocentes y culpables: los actos hostiles pueden adjudicarse a un yo desconocido, de tal forma que las acciones cometidas por los personajes pueden admitirse y negarse. Imaginar al doble se ha explicado como un esfuerzo para poder convivir con la existencia del mal, un esfuerzo que lleva a la tarea destructora del otro-yo, que puede perseguir al sujeto como espectro de su propia desobediencia. Ello quiere decir que el doble puede comportarse como un enemigo, atacando desde fuera, ante lo que es imposible escapar, pues sería como tratar de escapar de sí mismo, o separarse de alguien que no puede evitar repetirse. A continuación analizaremos brevemente cuatro de las novelas más importantes que utilizan el tema del doble y que representan elementos prototípicos del tema con dos propósitos: por un lado, identificarlos para después explicar los mecanismos de desdoblamiento que algunos críticos han registrado; por otro, sentar las bases para tener un punto de comparación entre esas obras —elegidas por sus similitudes y diferencias con Millás— y los tipos de doble de la Trilogía de la soledad. En Los elíxires del diablo de E.T.A. Hoffmann, el desdoblamiento de personalidad aparece como un fenómeno más allá del bien y del mal, ya que el doble o el inconsciente se identifica con las potencias del mal que actúan sobre el hombre, lo que significa que las acciones negativas del personaje son ajenas a él. La disociación de personalidad en la obra es provocada por el elíxir que proyecta otro-yo, de tal forma que un personaje malvado irrumpe en la muerte del protagonista al cual ocasiona un conflicto interno. Otros mecanismos de desdoblamiento que se observan en esta obra son: la transferencia de personalidad de gente del 40 pasado (el padre); el intercambio de atuendos, y las historias dentro del relato con las que se identifica el que las escucha. Una vez más es importante resaltar la contribución de Hoffmann mencionada antes a la figura del doble, esto es, “identificar el componente secundario y hostil de la personalidad en un ‘doble’ que tiene una presencia física —figura real o imaginaria— en la que el hombre cree ver la sombra de sí mismo proyectada visiblemente por el subconsciente en el mundo externo de la percepción de los sentidos (las negritas son mías)” (Praz, 1988: 431). Sobre Hoffmann, Herrera considera que “el encuentro de un personaje con su doble representa un conflicto existencial más allá del simple conflicto de identidad, un encuentro culminante que define el destino del protagonista y produce por vez primera un impacto verosímilmente terrorífico” (1997: 49-50). Hago tanto énfasis en esta característica porque la tendencia marcada por Hoffmann dio un giro al tratamiento del tema del doble, que prevaleció en la historia de la literatura. Ello puede observarse en otras obras que analizaremos a continuación. Subrayar esto interesa porque a la hora de contrastarlo con el manejo millasiano se aclara la contribución del español que busco probar, esto es, que mientras los viejos autores comenzaron a utilizar al doble como un ser persecutorio, Millás hace lo contrario, es decir, lo usa como la posibilidad de ser otro. Más que destrucción y hostilidad es transformación benéfica, pues el yo no está satisfecho con quien es. O sea que, en este sentido, se va por el camino del mito de Proteo en el que existe la posibilidad de ser de otro modo, sólo que cambia la forma y los motivos para hacerlo. El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde de Robert L. Stevenson forma parte del romanticismo inglés, durante el cual se desarrollaron los tres tópicos de desdoblamiento antes mencionados (fantástico, realista y moralista). Pueden realizarse diferentes lecturas de la obra. Para Praz (1988), representa el paso de la alegoría del realismo psicológico a una idea del 41 desdoblamiento más cerca de la de los psicólogos experimentales de la época. La novela se trata de un experimento que se sale de las manos y que desde un punto de vista moral puede verse como la pérdida del control de sí mismo de la cual a Jekyll le es imposible liberarse. La división del yo está vista desde el maniqueísmo del lado “bueno” y el lado “malo” que todo ser humano guarda en sí mismo. Se trata de una personalidad escindida, producto de la represión interna y el autocontrol que surgen por las obligaciones impuestas de un comportamiento social. La separación representa la ruptura con el control y la legalidad opresiva. La adquisición de la autonomía del lado “malo” se produce por medios científicos y, aunque el protagonista lo intenta, no puede desaparecer esa parte maligna de sí mismo porque ése también es él. Jekyll y Hyde no pueden aparecer en dos lugares diferentes al mismo tiempo porque son la misma persona o partes contrapuestas de una misma personalidad. Hyde acaba por convertirse en el amo de Jekyll y la única forma de vencer al primero es matándolo, lo que implicaría un suicidio. El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde está inscrita también al romanticismo inglés. Es una obra donde es muy clara la tendencia moralista. El tipo de doble es una encarnación en una entidad no humana. La degradación física que debía manifestarse en Dorian se desenvuelve en el cuadro como reflejo de la falta de moralidad del modelo. El Dorian verdadero es el del retrato, es decir, el objeto es la representación del espejo que dinámicamente refleja las transformaciones de su poseedor, de manera que es a través de la visión del retrato que Dorian adquiere conciencia
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