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El-cabaret--espacio-de-sociabilidad-homosexual-y-sus-representaciones-en-la-Ciudad-de-Mexico-1946-1955

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
COLEGIO DE HISTORIA 
El cabaret: espacio de sociabilidad 
homosexual y sus representaciones en la 
Ciudad de México, 1946-1955 
P R E S E N T A 
Ismael Espinosa García 
DIRECTOR DE TESIS 
TESIS 
Licenciado en Historia 
Que para obtener el título de 
 
Dr. Rodrigo Laguarda Ruiz 
Instituto de Investigaciones 
“Dr. José María Luis Mora” 
Ciudad Universitaria, Cd. Mx., 2017 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
2 
 
 
 
 
 
 
Ven, déjate caer conmigo en la cicatriz lunar de nuestra ciudad, 
ciudad puñado de alcantarillas, 
ciudad de cristal de vahos y escarcha mineral, 
ciudad presencia de todos nuestros olvidos, 
ciudad de acantilados carnívoros, 
ciudad dolor inmóvil, ciudad de la brevedad inmensa, 
ciudad del sol detenido, ciudad de calcinaciones largas, 
ciudad a fuego lento, ciudad de los nervios negros, 
ciudad de los tres ombligos, ciudad de la risa gualda, 
ciudad del hedor torcido, 
ciudad rígida entre el aire y los gusanos, 
ciudad vieja en las luces, 
vieja ciudad en su cuna de aves agoreras… 
 
Carlos Fuentes, La Región más Transparente. 
 
 
 
 
 
Debido a las distintas condiciones de los seres humanos, ocurre 
que ciertos actos son virtuosos para determinadas personas, en 
tanto adecuados y convenientes a su condición; mientras que, 
para otros, los mismos actos son inmorales, en tanto 
inadecuados a su condición. 
 
Tomás de Aquino, Suma Teológica 
 
 
 
 
 
 
 
3 
 
Agradecimientos 
 
A la Universidad Nacional Autónoma de México, por haberme dado 
los recursos para formarme como historiador en la Facultad de 
Filosofía y Letras. Mi eterna gratitud. 
 Por sobre todo: a mis padres, familia, amigos, colegas y gente 
cercana que siempre estuvieron atentos en el desarrollo de este 
trabajo. Mis abuelas: Apolonia Montero Panuncio, por enseñarme a 
ser fuerte hasta el final; y Albertina Serna Vázquez, por contarme sus 
historias en los dancings de la Ciudad de México. 
Mención especial a Rosalba Guzmán e Ivette González por 
estos 11 años de amistad; a Mariana Medina y Andrea Castro, por 
haber estado ahí en las buenas y en las malas. A Diana Arenas, 
Alejandra Pozos, Andrea Morales, Anakaren Najera, por los primeros 
momentos en el andar por el camino de la Historia. A Daniela 
Méndez, Itzel Cruz, Abel Juárez y Osiris Vargas, por las ñoñadas y 
días de juerga. 
Mi cariño especial a Jesús Bustamante, hermano a la 
distancia, siempre echándome los ánimos en mis momentos 
cabizbajos. A Ernesto Reséndiz Oikión, por ser mi mentor en la 
literatura lésbica-gay. A Esmeralda Reynoso Camacho, por 
mostrarme otras facetas y funciones de la Historia. 
A mis sinodales. Al doctor Sergio Miranda Pacheco, por su 
seminario de Historia Urbana y por haberme mostrado una nueva 
visión de la Historia. A la doctora Estela Roselló Soberón, por sus 
comentarios. A la doctora Denisse Cejudo Ramos, por sus atinadas 
4 
 
anotaciones, correcciones y detalles puntuales. Al doctor Mario 
Santiago Jiménez, por sus exactas observaciones y sugerencias 
durante la revisión del borrador de este texto. Al doctor Rodrigo 
Laguarda Ruiz, quien creyó desde un principio en este proyecto y 
que estuvo siempre atento a los cambios, sugerencias y darle un 
puntual seguimiento a lo largo del camino burocrático que implicó 
este proceso. 
A mis profesores: Aurora Diez-Canedo Flores, Guadalupe 
Avilez Moreno, Alicia Mayer, Antonio Rubial, Marcela Terrazas y 
Ricardo Pérez Montfort, por darme una visión panorámica sobre la 
Historia del Mundo, de México, y la labor del historiador día con día. 
Finalmente, a los que me aguantaron y convivieron junto a mí 
a lo largo de este trayecto; y a los que no llegaron hasta este 
momento: gracias por sus enseñanzas, guardaré por siempre sus 
recuerdos. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
5 
 
ÍNDICE 
 
 
Introducción p. 7 
 
Capítulo Uno. La vida homosexual y urbana en la Ciudad de 
México en la primera mitad del siglo XX p. 21 
 1.1 Del “baile de los 41” a La Estatua de Sal p. 24 
 1.2 Legislaciones sobre la homosexualidad 
en México p. 40 
 1.3 La Ciudad de México en los años 40 p. 48 
 1.4 La vida nocturna de la ciudad: 
 sociabilidad y cosmopolitización p. 56 
 
 
Capítulo Dos. Cabarets y centros nocturnos: espacios 
homosociales p. 68 
 2.1 Regulaciones de los centros nocturnos en el 
 Distrito Federal p. 71 
 2.2 Puntos de encuentro p. 76 
2.3 Lugares “de ambiente” p. 82 
2.4 La formación de una identidad p. 92 
 
Capítulo Tres. “Deberían estar en la Penitenciaria”: ideales 
sobre los homosexuales en la sociedad capitalina p. 102 
3.1 Espacios del pecado p. 106 
3.2 Redadas y detenciones p. 112 
3.3 La nota policiaca p. 118 
 
 
6 
 
Capítulo Cuatro. El fin de una época p. 124 
4.1 La llegada de Ruiz Cortines y Ernesto Peralta 
Uruchurtu al poder p. 126 
 
4.2 Moralidad vs centros nocturnos p. 131 
 
4.3 Los nuevos espacios e inicios de la vida gay p. 141 
 
 
 
Consideraciones finales p. 149 
 
 
Fuentes Consultadas p. 158 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
7 
 
Introducción 
 
“Hubo siempre locas en México” 
Salvador Novo.1 
 
La homosexualidad ha sido uno de los temas más silenciados y poco 
estudiados en diversos ámbitos académicos, científicos y sociales en 
México y parte de Latinoamérica. No habrán pasado al menos 15 
años cuando comenzó a analizarse desde una perspectiva 
antropológica, política e histórica, inspirados en los múltiples trabajos 
de investigación sociocultural del mundo de habla inglesa que han 
aparecido desde la década de los años 70. En general, la segunda 
mitad del siglo XX en México ha sido poco estudiado por los 
investigadores de nuestro país, por lo que algunos académicos 
foráneos (especialmente de Estados Unidos) han sido pioneros en 
analizar a la sociedad mexicana de este periodo para exponer 
diversas propuestas de investigación en torno a la política, economía 
y cultura de esta época, así como el tema de la homosexualidad en 
nuestro país. 
 Los trabajos realizados sobre la disidencia sexual en México 
se han enfocado principalmente en la historia y globalización del 
surgimiento del movimiento lésbico-gay en las décadas de los años 
60 70 y, en contraparte, el control de la sexualidad durante la época 
virreinal. Fuera de estas temporalidades, es muy difícil encontrar 
análisis de dimensiones históricas, aunque en otro tipo de estudios, 
como los literarios, se han resaltado algunos eventos o expresiones 
 
1 Salvador Novo, “Las locas y la Inquisición”, en Las locas, el sexo, los burdeles, 
Prólogo de Luis Guillermo Piazza, México, Diana, 1979, p. 11. 
8 
 
culturales en los que han participado personajes no heterosexuales, 
esto con la finalidad de entender mejor cómo es que se han llevado a 
cabo este tipo de relaciones socioafectivas quefueron condenadas 
por la mayor parte de la sociedad mexicana. Las preguntas siguen al 
aire: ¿qué hubo previo a esta conformación de grupos de lucha 
política por los derechos civiles de los homosexuales? ¿Qué 
espacios ocuparon dentro de la clandestinidad que las ciudades 
permitían para el encuentro de estos sujetos? 
 Los pocos que han intentado dar un acercamiento sobre estas 
cuestiones sobre la vida de los homosexuales en la Ciudad de 
México han leído e interpretado textos como La Estatua de Sal, de 
Salvador Novo,2 quien escribió una autobiografía de sus años como 
estudiante de Preparatoria y sus primeros andares en el ámbito 
homosexual en la capital durante la década de 1920. Asimismo, los 
artículos de Carlos Monsiváis publicados en la revista Debate 
Feminista han servido para dar un contexto sobre la vida social de 
los homosexuales en el país: dos textos son los que dedica a la 
historia de los homosexuales en México, “Los iguales, los 
semejantes, los (hasta hace un minuto) perfectos desconocidos (A 
cien años de la redada de los 41)”,3 donde realiza un recorrido 
histórico sobre las representaciones de estos sujetos desde finales 
del siglo XIX hasta los años 20 de la siguiente centuria; y “Los gays 
 
2 Salvador Novo, La Estatua de sal, Prólogo de Carlos Monsiváis, México, Fondo de 
Cultura Económica, 2008, 204 pp., Ils. (Vida y Pensamiento de México). Esta obra 
fue quedó inconclusa a finales de los años 50 y fue publicada en 1994. 
3 Carlos Monsiváis, “Los iguales, los semejantes, los (hasta hace un minuto) 
perfectos desconocidos (A cien años de la redada de los 41), en Debate Feminista, 
año 12, vol. 24, octubre de 2001, pp. 301-327. 
9 
 
en México: la fundación, la ampliación, la consolidación del gueto”,4 
en el que continúa su investigación en torno a la vida social de los 
homosexuales hasta principios de los años 60. Hay que señalar que 
Monsiváis utilizó como fuente primordial algunos testimonios 
recolectados a lo largo de diversas entrevistas; sin embargo, él 
subraya que estos informantes pertenecieron a una clase social alta 
y mantenía cierto estatus dentro del ámbito cultural e intelectual de 
esa época, por lo que sus textos podrían enfrentar un obstáculo para 
conocer otros círculos de sociabilidad homosexual que no fueran los 
de la burguesía. 
 Dentro del sector académico hay que señalar que hubo una 
gran influencia por parte de la historiografía de lengua inglesa en 
revisar la vida de los homosexuales en diversas temporalidades. 
Gracias a múltiples líneas de investigación como la Historia Cultural, 
la Historia Urbana e incluso la Historia de las Mentalidades, se han 
estudiado varios ámbitos no sólo relacionados con la sexualidad: 
también las manifestaciones sociales y espacios de convivencia 
donde se han desarrollado muchas relaciones socioafectivas entre 
los homosexuales. Tal y como propusieron Michel Foucault y Marc 
Augé,5 hay espacios delimitados geográficamente que tienen una 
 
4 Carlos Monsiváis, “Los gays en México: la fundación, la ampliación, la 
consolidación del gueto”, en Debate Feminista, año 13, vol. 26, octubre de 2002, pp. 
89-115. 
5 La heterotopía es definida como: “la invención en la geografía de las ciudades, o 
dentro de la conciencia individual o colectiva, de las posibilidades nuevas que eludan 
los sistemas establecidos”, es decir, espacios que pueden o no existir materialmente 
pero que tienen un significado especial para un individuo o colectividad fuera de un 
contexto implantado por alguna autoridad. La idea original es de Michel Foucault, 
pero es tomada de Didier Eribon, “Resistencia y Contradiscurso”, en Reflexiones 
sobre la Cuestión Gay, Trad. de Jaime Zulaika, España, Anagrama, 2000, p. 437, 
(Argumentos, 259), y Marc Augé, Los "no lugares", espacios del anonimato: una 
Antropología de la Sobremodernidad, Trad. de Margarita Mizraji. Barcelona, Gedisa, 
1993, 125 pp. (Hombre y Sociedad, Serie: Cla-de-ma Antropología). 
10 
 
función establecida, pero otros sujetos pueden darle otro significado 
apropiándose virtualmente de ellos. Esto es definido como 
heterotopía y ha servido mucho para estudiar los espacios en los que 
se reunían los homosexuales: al ser señalados como enfermos o 
criminales, la medicina y el discurso criminológico hicieron de estos 
sujetos como cuerpos indeseables a los que se debía corregir o 
encerrar en prisión para su reinserción social. Sin embargo, los 
bares, cantinas y cabarets sirvieron como escudos sociales donde 
podían resguardarse de las normas que la esfera pública obligaba a 
mantener. 
 Una de las primeras académicas en investigar este tipo de 
relaciones dentro de los bares fue Nancy Achilles en 1967. En su 
artículo “The Development of the Homosexual Bar as an Institution”, 
menciona que dentro de los bares “se conglomeran las actividades 
de la comunidad y se adaptan para la sociabilidad” además de 
proveer “una superestructura en la que los impulsos libidinosos 
pueden esconderse”.6 Cabe señalar que durante las décadas de los 
años 20 y hasta los 50, en Europa y Estados Unidos hubo una gran 
proliferación de bares y espacios dedicados específicamente para los 
homosexuales aunque también admitían al público heterosexual. En 
Alemania, previo al triunfo del movimiento nacionalsocialista en los 
años 30, Berlín fue considerada como una ciudad tolerante hacia las 
parejas del mismo sexo y los espectáculos travestis; quizá el bar más 
famoso fue Eldorado [sic], que contaba con tres secciones: una para 
hombres, otra para mujeres y una más para parejas heterosexuales. 
 
6 Nancy Achilles, “The Development of the Homosexual Bar as an Institution”, en 
John H. Gagnon y William Simon (eds.), Sexual Deviance, Nueva York, Harper & 
Row, 1967, p. 232. [La traducción es del autor de esta tesis] 
11 
 
Por otra parte en Estados Unidos, en ciudades como Nueva York y 
California, se supo de la existencia de bares en los que marineros y 
obreros acudían para beber, ligar e incluso prostituirse con 
homosexuales burgueses; también se supo de bailes drag-travestis 
desde mediados del siglo XIX en Harlem, Nueva York, en los que se 
concursaba por ser el mejor personaje ataviado con trajes opuestos a 
su sexo. Sin embargo, hacia finales de la década de los años 40, en 
plena época de posguerra, los homosexuales fueron perseguidos e 
incluso encarcelados por ser un peligro para el país bajo la premisa 
de que podrían contagiar a otras personas, pues eran considerados 
como enfermos mentales y además atentar contra la moral social.7 
Justo después de la Segunda Guerra Mundial la interacción 
entre varones se mantuvo dentro de los bares siendo medios de 
contacto y puntos de encuentro, esto añadido a la experiencia bélica 
que permitió que muchos homosexuales pudieran encontrarse con 
otros similares, algo que quizá nunca hubiera pasado si no hubiesen 
sido llamados por el ejército: fue la guerra la que determinó el amplio 
contacto homosexual en esa época. Tal como menciona John 
D’Emilio, la guerra provocó un gran coming out (salida del clóset) en 
Estados Unidos, dando pie a la proliferación de espacios y bares 
dedicados a estos sujetos.8 
 
7 Sobre los espacios de interacción homosexual en esta época recomendamos 
revisar George Chauncey, Gay New York: Gender, Urban Culture, and the Making of 
the Gay Male World, 1890-1940, Estados Unidos, Basic Books, 1994, 496 pp., y 
Robert Aldrich (Ed.), Gays y lesbianas. Vida y cultura. Un legado Universal, Trad. de 
Beatriz Rendo Andaluz, Donostia, España, Nerea, 2006, 384 pp. Ils. 
8 John D’Emilio y Estelle B. Freedman, “Redrawing the Boundaries”, en Intimate 
Matters. A History of Sexuality in America, 2a. ed., Estados Unidos, The University of 
Chicago Press, 1997, p. 289. [La traducciónes del autor de esta tesis] 
12 
 
 Siendo más específicos en nuestra búsqueda sobre la vida 
social de los homosexuales en la capital mexicana encontramos 
cuatro trabajos en los que se hace un acercamiento al estudio a 
estos puntos de encuentro en el siglo XX. El primer texto que ha 
servido de utilidad para definir nuestra época de estudio, y dar un 
contexto sobre el tema, es la tesis de Carlos Medina Caracheo y 
Carlos David Vargas Ocaña: La vida nocturna en la Ciudad de 
México: centros nocturnos, cabarets y burdeles 1935-1945.9 En este 
trabajo los autores analizan cómo se consideraban los diversos 
espacios de entretenimiento: desde los centros nocturnos, los 
cabarets y los burdeles. 
 El segundo de los trabajos revisados es el coordinado por 
Michael K. Schuessler y Miguel Capistrán: México se escribe con J. 
Una historia de la cultura gay.10 En esta obra se encuentran diversos 
ensayos sobre —como su nombre lo indica— la cultura gay en 
México, además de aportar algunos textos “fundacionales” que 
ayudaron al Movimiento de Liberación Homosexual de los años 70 a 
sustentar su postura política. En este trabajo se encuentra el texto 
de Juan Carlos Bautista. “La noche al margen. Brevísima relación de 
la vida nocturna gay”,11 en el que se hace un resumen de los lugares 
de sociabilidad gay desde principios del siglo XX hasta nuestros 
días. 
 
9 Carlos Medina Caracheo y Carlos David Vargas Ocaña, La vida nocturna en la 
Ciudad de México: centros nocturnos, cabarets y burdeles 1935-1945, Tesis de 
licenciatura en Historia, México, UNAM, Escuela Nacional de Estudios Profesionales 
Acatlán, 1996, 175 pp. 
10 Michael K. Schuessler y Miguel Capistrán (Coords.), México se escribe con J. Una 
historia de la cultura gay, México, Planeta, 2010, 271 pp. (Temas de Hoy). 
11 Juan Carlos Bautista, “La noche al margen. Brevísima relación de la vida nocturna 
gay”, en Ibídem, pp. 209-228. 
13 
 
 En tercer lugar, revisamos el libro de Rodrigo Laguarda, Ser 
gay en la Ciudad de México. Lucha de representaciones y 
apropiación de una identidad, 1968-1982.12 Si bien la construcción 
de la identidad gay en la capital (y a nivel mundial) se dio de manera 
posterior a nuestra época de estudio, este trabajo resume las 
principales características de cómo se conformó una nueva forma de 
identificación de los homosexuales tanto en un sentido histórico 
como cultural después del turbulento año de 1968 y en lo que ha 
sido llamado por muchos investigadores como el inicio de la 
revolución sexual. 
 Por último, el trabajo de Xabier Lizarraga: Semánticas 
homosexuales. Reflexiones desde la antropología del 
comportamiento,13 analiza cómo es que a través del tiempo la 
identidad homosexual (tanto gays como lesbianas) se ha 
transformado desde las múltiples representaciones ofensivas por 
parte de diversos sectores sociales, sus comportamientos y formas 
de identificación, así como el vocabulario que usaban para referirse a 
ellos mismos. 
Como vemos sólo dos trabajos en concreto se han dedicado a 
rastrear la historia de los homosexuales en México en el siglo XX y 
son los realizados por Rodrigo Laguarda y Xabier Lizarraga, aunque 
en su trasfondo sean investigaciones de corte antropológico y no 
estrictamente de índole historiográfico. Es por ello que en este 
 
12 Rodrigo Laguarda, Ser gay en la Ciudad de México. Lucha de representaciones y 
apropiación de una identidad, 1968-1982, México, Instituto Mora, Centro de 
Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2009, 166 pp. 
13 Xabier Lizarraga Cruchaga, Semánticas homosexuales. Reflexiones desde la 
antropología del comportamiento, México, Conaculta, INAH, 2012, 383 pp. 
(Antropología Física, Serie Enlace). 
14 
 
trabajo nos auxiliamos de dichos estudios para hacer las preguntas 
base que guiaron en esta tesis: ¿Qué tipo de lugares existían para 
los homosexuales? ¿Cuál era la visión de los propios homosexuales 
sobre los espacios de sociabilidad a los que acudían? 
El objetivo principal de este trabajo es tratar de localizar 
algunos de los puntos de encuentro y reunión al que asistían los 
homosexuales durante los años de 1946 a 1955, justo en el sexenio 
del presidente Miguel Alemán Valdés y parte del de Adolfo Ruiz 
Cortines. Esta temporalidad se debe a que, con la llegada de Alemán 
Valdés a la presidencia, México tuvo un gran incremento económico 
gracias al modelo de sustitución de importaciones que implementó, 
así como dar una nueva imagen de progreso y modernidad al país 
dejando atrás las reminiscencias del movimiento revolucionario. Fue 
en esta época en la que la Ciudad de México y el país, en general, 
comenzaron a tener una gran afluencia de turistas de talla 
internacional y, por ende, se dio pie a la apertura de diversos 
espacios de entretenimiento para el deleite de los visitantes creando 
diversos espacios de entretenimiento. 
Ante esta gran apertura de centros de diversión, muchos 
homosexuales encontraron en ellos refugios para poder establecer 
diversos contactos personales, afectivos e incluso sexuales; es por 
ello que aquí describimos algunos de los lugares que fungieron como 
espacios de encuentro para estos sujetos. Los trabajos mencionados 
arriba dan un breve esbozo de la vida nocturna y de contacto entre 
los homosexuales de esa época. Definimos a estos lugares como 
espacios de homosociabilidad dado que estos antros, bares y/o 
cabarets fueron lugares en donde podían relacionarse sin ninguna 
15 
 
represalia moral y sin ser sujetos de señalamientos como lo eran en 
casi toda la ciudad. Y a pesar de que el título de este trabajo dice 
“cabaret: espacio de sociabilidad”, nos centraremos en varios centros 
nocturnos, no nada más en los cabarets, dando un vistazo a grandes 
rasgos sobre la vida nocturna de los homosexuales de la capital. 
¿Por qué estudiar la Ciudad de México y no otra zona? Hay 
que señalar que si bien hay homosexuales en cualquier parte del 
mundo, son las urbes los lugares por excelencia para poder 
desarrollar este tipo de relaciones gracias a que en la ciudad hay una 
“tolerancia permitida” donde, a pesar de que los homosexuales 
podían ser señalados como sujetos abyectos, delincuenciales y no 
saludables, muchos encontraron en las clandestinidades urbanas 
espacios en los que podían relacionarse libremente; y no sólo nos 
referimos a locales o bares, ya que hubo otras zonas de contacto, 
como parques y avenidas, donde corrían el riesgo de ser acusados 
por la Policía por cometer faltas a la moral. Asimismo, entendemos a 
la Ciudad de México como aquel territorio del centro de la capital y 
parte de lo que hoy conocemos como las delegaciones Cuauhtémoc, 
Miguel Hidalgo y Benito Juárez ya que así quedó establecida en la 
Ley Orgánica del Departamento del Distrito Federal de 1941 (que era 
la entidad administrativa que regía a esta zona).14 
En este trabajo analizamos desde el primer capítulo los 
antecedentes de la vida homosexual en México a partir de lo que ha 
 
14 Gerardo G. Sánchez Ruiz, “El proceso industrializador y la reconformación de la 
ciudad 1940-1952”, en La ciudad de México en el periodo de las Regencias 1929-
1997. Dinámica Social, Política y Producción Urbano Arquitectónica, México, 
Universidad Autónoma Metropolitana unidad Azcapotzalco, División de Ciencias 
Sociales y Humanidades, Gobierno del Distrito Federal, 1999, p. 107. 
 
16 
 
sido considerado como una “forzosa salida del armario” en la vida 
nacional: el famoso escándalo del “baile de los 41”, un hecho en el 
que varios hombres fueron juzgados y enviados a realizar trabajos 
forzados a Vale Nacional, en Yucatán, sólo por asistir ataviados de 
mujeres a una fiesta. También revisamos qué sucedió durante la 
primera mitad del siglo XX con los homosexuales en materia penaly 
la visión médica que se tenía sobre ellos. Justamente sin estos 
elementos no entenderíamos por qué, lejos del discurso religioso que 
los condenaba, también lo fueron en el ámbito burocrático a pesar de 
que ninguna legislación prohibía este tipo de relaciones. Cabe 
señalar aquí los primeros estudios realizados por el criminólogo 
Carlos Roumagnac y el psiquiatra Alfonso Millán, donde calificaron a 
estos sujetos como seres criminales y con severas afectaciones 
mentales, por lo que proponían enviar a los homosexuales a la cárcel 
o a centros de salud psiquiátrica para su reinserción social. 
En el capítulo dos examinamos los centros nocturnos como 
espacios de sociabilidad homosexual. Entendemos a dichos lugares 
como los centros de reunión donde asistían varones en busca de 
otros similares para establecer desde una relación afectiva, social e 
incluso de ligue ocasional ante el temor de que no fueran 
extorsionados por las autoridades, quienes les pedían dinero a 
cambio de no delatarlos. Los bares, como ya hemos señalado, fueron 
el punto esencial donde muchos pudieron establecer relaciones 
socioafectivas por lo que a través de algunas fuentes (como crónicas 
y la prensa) pudimos conocer más a detalle cómo eran estos lugares 
tal y como mencionara Monsiváis en sus artículos. También nos 
enfocamos en la identidad que muchos homosexuales adoptaron en 
ciertos lugares pues no aceptaban a los “afeminados” por 
17 
 
considerarlos muy inferiores a ellos. Tal y como menciona Didier 
Eribon: 
 
un rasgo característico de la homosexualidad (la masculina, en 
todo caso): la polaridad entre virilidad y afeminamiento. El 
desprecio, el odio en ocasiones, de quienes se complacen en 
pensarse masculinos o viriles hacia los “afeminados”, ha sido una 
de las grandes estructuras de la divergencia no sólo en las 
representaciones que los homosexuales han querido dar de sí 
mismos, sino también en el discurso que ha acompañado a esas 
imágenes […] Más en general, casi siempre se encuentra en los 
discursos formulados por los homosexuales la voluntad de 
disociarse, de distinguirse de los demás homosexuales y de la 
imagen que éstos dan de la homosexualidad.15 
 
 En el tercer capítulo nos enfocamos precisamente en los 
imaginarios y estereotipos que la sociedad mexicana de la época 
comenzó a construirse sobre los homosexuales a través de la 
prensa. Si bien el discurso criminal y patológico colocaba a estos 
sujetos como entes enfermos que debían ser reivindicados, algunos 
periódicos prefirieron ser portavoces de un mal que tenía que ser 
corregido desde lo más bajo, así como el cierre de centros nocturnos 
ya que eran una mala influencia para la juventud mexicana. Aquí 
analizamos una revista llamada Magazine de Policía y su 
Suplemento (uno publicado los lunes y el segundo los jueves) siendo 
una revista de lo que hoy señalaríamos como de corte amarillista y 
única en la Ciudad de México. Sus notas podían escandalizar en esa 
época a muchas personas, pero aun así tendría un éxito inigualable 
antes de la llegada de otros periódicos como Alarma! en las décadas 
de los años 60 y 70. 
 
15 Eribon, “Prefacio: las palabras de la tribu”, en op. cit., p. 13. 
18 
 
 En el último capítulo describimos la llegada de Adolfo Ruiz 
Cortines a la presidencia de México y de Ernesto Peralta Uruchurtu 
como regente del Distrito Federal. Estos dos mandatarios fueron 
reconocidos por su mano dura contra los centros nocturnos que 
recién se habían inaugurado en el sexenio alemanista. En 
contraparte, los homosexuales parroquianos a muchos bares y 
cabarets fueron replegándose poco a poco hacia las zonas 
marginales fuera de los límites capitalinos para resguardarse de las 
redadas y detenciones arbitrarias de la Policía. Sin embargo, no 
significó el fin de la convivencia homosexual ya que con la llegada 
de turistas y residentes extranjeros (principalmente 
estadounidenses) a México trajeron consigo el nuevo estilo de la 
vida gay que poco a poco fue expandiéndose.16 Sin embargo, fue 
hasta la década de los años 70 cuando comenzó una lucha por el 
respeto y dignidad de los homosexuales desde la clandestinidad, y 
tanto los bares, como centros nocturnos, sirvieron para definir una 
postura política. 
 En suma, este trabajo pretende ser una aportación sobre los 
espacios de interacción de los homosexuales de esta época dentro 
de la Historia de México. Las fuentes aquí presentadas son el 
resultado de un arduo trabajo de rastreo, ya que algunos textos 
fueron de difícil acceso o consulta debido a que muy pocos 
investigadores les han puesto la atención adecuada quedando en el 
olvido de diversos repositorios. Creemos que esta investigación 
 
16 Cabe aclarar que el término ya comenzaba a utilizarse durante la década de los 
años 30 en Estados Unidos, pero fue hasta los años 50 y 60 cuando empezó a 
difundirse en círculos homosexuales como una forma de identificación. En los 
capítulos uno y cuatro veremos esto más a fondo. 
19 
 
puede dar pie a muchos otros temas de investigación no sólo desde 
la perspectiva social, cultural o histórica. 
Curiosamente nos encontramos ante una coyuntura política en la 
que la vida homosexual del país juega un papel importante en la 
sociedad mexicana. Casi a mediados del 2016, durante la 
conmemoración del Día Internacional contra la Homofobia, el 17 de 
mayo, el presidente Enrique Peña Nieto envió una propuesta para 
reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo;17 sin 
embargo, el sector conservador de México se manifestó tan 
enérgicamente creando un grupo llamado el Frente Nacional por la 
Familia. Al tratar de investigar antecedentes sobre la historia de la 
homosexualidad en nuestro país, quienes fueron entrevistados nunca 
señalaron alguna referencia o dato sobre los homosexuales en 
México, quizá por desconocimiento. Y esto pudiera deberse a lo poco 
que se ha tratado el estudio de la historia reciente de México, tal y 
como menciona Stephen Niblo: 
La renuencia de los historiadores a examinar las fuentes públicas 
recientes priva al país de un adecuado sentido de perspectiva. 
Dado que las décadas recientes han sido muy agitadas, el 
desconocimiento del pasado reciente dificulta asimismo formular 
políticas para abordar aun los más severos problemas 
contemporáneos. La ausencia de un corpus de análisis histórico 
también obstruye a los investigadores que se desempeñan en las 
ciencias sociales, la historia social y regional y temas culturales.18 
 
 
17 “Peña Nieto anuncia cambios a la Constitución para reconocer el matrimonio 
igualitario”, en Animal Político, 17 de mayo de 2016, sección Nacional, en 
http://www.animalpolitico.com/2016/05/pena-nieto-anuncia-cambios-a-la-
constitucion-para-reconocer-el-matrimonio-igualitario/ (Consultado el 15 de enero del 
2017). 
18 Stephen Niblo, “Introducción”, en México en los Cuarenta. Modernidad y 
Corrupción, Trad. de Enrique Mercado, México, Océano, 2008. p. 20. 
20 
 
Por ello, esperamos que este trabajo sea un granito de arena 
para la re-construcción de un pasado olvidado por una gran parte de 
los sectores sociales y académicos de nuestro país al que muy pocos 
se han acercado. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
21 
 
Capítulo Uno 
 
La vida homosexual y urbana en la Ciudad de México 
en la primera mitad del siglo XX 
 
A partir de la década de los años 20, México experimentó diversos 
cambios en los ámbitos políticos, sociales y económicos, dejando a 
un lado las viejas rencillas y problemáticas que habían surgido con el 
movimiento revolucionario iniciado en 1910. Entre los logros que 
hubo en esa época fue el inicio de una expansión urbana en la 
capital que alcanzaría su máximo esplendor durante los sexenios de 
Miguel Alemán Valdés y AdolfoRuiz Cortines. 
 La población de la capital se incrementó rápidamente con la 
llegada de gente de provincia que buscaba un nuevo modo de vida 
en la ciudad, así como de turistas extranjeros que se sentían atraídos 
por la cultura del país. Ante esto también aumentaron las 
problemáticas de salud, drenaje, servicios públicos y los índices de 
criminalidad en la vida urbana del Distrito Federal por lo menos 
durante las primeras tres décadas del siglo XX.19 Mientras esto 
ocurría, la administración de la capital buscaba una nueva estructura 
gubernamental que eliminara a este territorio su estatus municipal; 
así, el primero de enero de 1929 se creó el Departamento del Distrito 
Federal (DDF),20 una forma de organización administrativa que 
duraría hasta mediados de la década de 1990. 
 
19 Sergio Miranda Pacheco, “Problemática urbana, planificación y reforma política del 
Distrito Federal 1920-1928”, en La Creación del Departamento del Distrito Federal. 
Urbanización, política y cambio institucional, 1920-1934, México, UNAM, Instituto de 
Investigaciones Históricas, 2008, p. 13. 
20 Miranda Pacheco, “La reorganización institucional del Distrito Federal”, en op. cit., 
p. 53. 
22 
 
 En el ámbito social, los años siguientes al periodo 
revolucionario fueron de gran importancia. Se buscaba el ideal de un 
nuevo mexicano en el que la patria y la dignidad fueran sus valores 
fundamentales, así como diversas manifestaciones artísticas y 
culturales que exaltaran el espíritu de la mexicanidad, aquello que 
representaba a la nación de forma histórica y culturalmente; incluso 
la charrería se convirtió en un deporte nacional convirtiendo al charro 
en la imagen esencial que representó a todo el país llamando la 
atención de los turistas.21 
En esta época muchos pensadores e intelectuales trataron de 
dar una explicación sobre las raíces de la sociedad mexicana a 
través de la literatura, el cine y las artes, trabajos que surgieron como 
respuesta a los nuevos ideales de ciudadano que emergieron 
durante la posguerra tanto en Europa como en América, así como 
desde los grupos ultraderechistas como los de izquierda radical.22 
La exaltación de festividades como el 15 de septiembre, el 
Día de Muertos, la reivindicación de la población indígena, el 
mestizaje y el folklor resultaron tan valiosos que serían el eje rector 
de esta búsqueda de la esencia mexicana. Carlos Monsiváis definió 
este tipo de expresiones como un “nacionalismo cultural” tratándose 
de “una técnica de resarcimiento que saca a flote, indistintamente, la 
resistencia antiimperialista, el orgullo ante posesiones y yacimientos 
 
21 Cristina Palomar, “El papel de la charrería como fenómeno cultural en la 
construcción del Occidente de México”, en Revista Europea de Estudios 
Latinoamericanos y del Caribe, núm. 76, abril de 2004, p. 87. 
22 Ricardo Pérez Montfort, “Representación e Historiografía en México 1930-1950. 
‘Lo mexicano’ ante la propia mirada y la extranjera”, en Historia Mexicana, Vol. 62, 
núm. 4, abril-junio de 2013, p. 1654. 
23 
 
artísticos y el compromiso de atender las urgencias expresivas de 
una nación nueva o diferente”.23 
El papel de los hombres y las mujeres se redefinió después 
de la lucha armada, dándole un lugar privilegiado a los varones al 
otorgarle funciones especiales para su “hombría”. Como señala 
Joseph Carrier: “En general, [en la sociedad mexicana] está previsto 
que los hombres sean dominantes e independientes. La tajante 
separación entre los papeles masculino y femenino en México parece 
deberse en parte a un ideal hipermasculino, […] conocido como 
‘machismo’. El rol femenino ideal es considerado […] opuesto al 
masculino, y puede llamársele ‘marianismo’”.24 
A finales de esta década, el filósofo Samuel Ramos publicó su 
obra más famosa: El Perfil del Hombre y la Cultura en México (1934), 
donde analiza la personalidad del mexicano e interpreta que vive en 
una cultura criolla, a imitación de su herencia hispana. Su crítica a la 
sociedad mexicana lo llevó a deducir que ésta se encuentra sometida 
ante los diversos accidentes históricos que ha vivido a lo largo de su 
existencia, por lo cual el hombre mexicano se siente menospreciado 
y se deja influir por agentes culturales extranjeros.25 
Sin embargo, los discursos oficiales y tradicionales previos a 
esta época mantuvieron como tema tabú a la homosexualidad, algo 
 
23 Carlos Monsiváis, “Nacionalismo Cultural”, en Historia Mínima de la Cultura 
Mexicana en el siglo XX, Edición de Eugenia Huerta, México, El Colegio de México, 
2010, p. 212. 
24 Joseph Carrier, “Roles sexuales, vida familiar y homosexualidad. Antecedentes 
socioculturales”, en De los Otros. Intimidad y Comportamiento Homosexual del 
Hombre Mexicano, Madrid, Talasa, 2001, p. 25 (Arcoíris, 2). Marianismo por la 
influencia de la devoción católica a la Virgen María o, en su advocación más popular 
en México, la Virgen de Guadalupe. 
25 Samuel Ramos, “El perfil del hombre”, en El Perfil del Hombre y la Cultura en 
México, 3a. edición, México, Espasa Calpe, 1951, p. 100 (Austral). 
24 
 
que querían evitar a toda costa, fuera en el ámbito social o cultural. 
Ante esto, los homosexuales vivieron en una clandestinidad o como 
un secreto a voces, lejos del escarnio moral durante por muchos 
años. Hasta que un hecho los expuso es la esfera pública en la 
capital del país. 
 
1.1 Del “baile de los 41” a La Estatua de Sal 
Durante la segunda mitad del siglo XIX la percepción de la 
homosexualidad en el mundo occidental tuvo diversos matices: lejos 
de ser un pecado y un castigo divino para algunas personas, la 
medicina y diversas disciplinas del campo de la salud mental 
comenzaron a investigar alrededor de esta condición humana 
considerándola como una patología sexual. La sociedad mexicana se 
encontraba inmersa en constantes luchas armadas y en un ferviente 
catolicismo, por lo que no se permitió que se tocaran los temas de 
sexualidad y mucho menos de las perversiones que ésta podía 
ocasionar, tal y como se pensaba sobre la homosexualidad. 
 La percepción que se tenía de esta condición humana era el de 
seres abyectos, enfermos y unos pocos la consideraban como un 
tercer sexo. En algunas fuentes literarias de esta época en México se 
encuentran algunas novelas con personajes afeminados que 
reflejaron muy bien la imagen social que se tenía sobre estos sujetos, 
como Chucho el Ninfo escrita por José Tomás de Cuellar en 1871. En 
esta obra, de corte costumbrista y publicada como novela folletinesca 
en la prensa, nos relata la historia de Chucho: un niño “dócil, bonito, 
dulce, aunque también maleducado por la excesiva atención materna, 
que lo afemina, no sólo a nivel de gestos sino también de vestido, 
25 
 
pues es tan lindo que lo viste de niña.”26 Chucho aparece como el 
estereotipo de afeminado que recurre a una identidad no viril y que 
vive a expensas de su madre lo que ocasiona —según el autor de la 
novela— su trastorno mujeril. 
 Otro personaje destacado que aparece en la literatura previa al 
inicio del siglo XX es el descrito por Heriberto Frías en su obra La 
Cárcel escrito durante su estancia en la Cárcel de Belén de la capital. 
En su texto describe a La Turca, un hombre casi anciano que se 
encontraba en el Patio de Talleres “contoneando con repugnantes 
coqueteos la cabeza de pelo largo ensortijado con artificios chinos, 
pelo largo embadurnado de pomada […] con una camisa de calicó, 
blanquísima, con cuello y puños bordados y con piquitos, cual camisa 
de mujer.”27 Recordemos que los homosexuales de ese entonces sólo 
podían convivir en la clandestinidad de las calles, en las cárceles, en 
determinados lugares privados o como un secreto a voces. 
 Fuera de estas percepciones negativas, a principios del siglo XX 
se impusouna obsesión por imponer diversas medidas higiénicas en 
la sociedad, lo que obligó la apertura baños públicos en la capital. 
Muchos aprovecharían la oportunidad para ducharse o nadar en las 
albercas, mientras que algunos homosexuales sacarían ventaja para 
ver a otros hombres desnudos y establecer relaciones de contacto. No 
todos tenían acceso a estos lugares debido al costo que tenía el 
acceder a estos centros de limpieza corporal, por lo que los más 
 
26 José Ricardo Chaves, “Afeminados, hombrecitos y lagartijos. Narrativa mexicana 
del siglo XIX”, en Michael K. Schuessler y Miguel Capistrán (Coords.), México se 
escribe con J. Una historia de la cultura gay, México, Planeta, 2010, p. 76 (Temas de 
Hoy). 
27 Heriberto Frías, “La Turca”, en La cárcel y el boulevard, México, Planeta, Joaquín 
Mortiz, Conaculta, 2003, p. 13. 
26 
 
beneficiados eran los miembros de clases medias o altas. Al saber de 
estos peligros contra el pudor (pues varias familias y niños pequeños 
asistían a estos lugares) muchos baños cerraron sus puertas o 
pondrían medidas de estricta vigilancia para evitar que hubiera algún 
contacto inmoral en sus instalaciones.28 
 Pero la madrugada del 17 de noviembre de 1901 un hecho 
escandalizaría a toda la ciudad: en la Cuarta Calle de la Paz (hoy 
Ezequiel Montes, en la colonia Tabacalera):29 un curioso baile atrajo la 
atención de un policía quien rondaba por las calles aledañas. La nota 
que apareció el 21 de noviembre de 1901 en el periódico El Popular 
detalla perfectamente lo que sucedió en ese instante: 
 
Notó el gendarme de la Cuarta Calle de la Paz que en una 
accesoria se efectuaba un baile a puerta cerrada, y para pedir la 
licencia fue a llamar a la puerta. Salió a abrirle un afeminado 
vestido de mujer, con la falda recogida, la cara y los labios llenos 
de afeite y muy dulce y melindroso de habla. Con esa vista, que 
hasta el cansado guardián lo revolvió el estómago, se introdujo 
éste a la accesoria, sospechando lo que aquello sería y se 
encontró con cuarenta y dos parejas de canallas de éstos, 
vestidos los unos de hombres y los otros de mujer que bailaban y 
se solazaban en aquel antro…30 
 
En aquella casa se encontraban miembros de la élite porfirista y de 
clases sociales acomodadas formando parejas y bailando sin ningún 
 
28 Víctor Manuel Macías González, “Entre lilos limpios y sucias salesas: la 
homosexualidad en los baños de la ciudad de México”, en María del Carmen Collado 
(coord.), Miradas Recurrentes. La ciudad de México en los siglos XIX y XX, México, 
Instituto Mora, Universidad Autónoma Metropolitana, 2004, 2 v., t. II, pp. 293-309 
(Historia Urbana y Regional). 
29 Carlos Monsiváis, “Los 41 y la gran redada”, en Eduardo A. Castrejón (seud.), Los 
cuarenta y uno: novela crítico-social, Coordinado y estudio crítico de Robert McKee 
Irwin, Prólogo de Carlos Monsiváis, México, UNAM, Coordinación de Difusión 
Cultural, Dirección de Literatura, 2010, p. 43 (Rayuela). 
30 Ibídem, p. 35, apud, El Popular. Diario independiente de la mañana, 21 de 
noviembre de 1901. 
27 
 
pudor. En principio se contaron 42 detenidos en esta fiesta, pero 
finalmente se concluyó que eran 41. Paralelo a esta historia se corrió 
un rumor que el desaparecido era nada más y menos que Ignacio de 
la Torre y Mier, yerno del entonces presidente Porfirio Díaz quien, se 
supone, había huido de la redada. El baile significó un brutal quiebre 
en la sociedad mexicana, especialmente la del sector burgués, por 
ello es que estos sujetos debían recibir un castigo ejemplar. 
Algunos de los detenidos utilizaron sus influencias políticas y 
obtuvieron amparos que les permitieron salir libres. La lista de los 41 
detenidos nunca se publicó justamente por la relevancia que tenía el 
dar a conocer los nombres de aquellos que capturaron en una fiesta 
de afeminados. La mañana siguiente de la redada, los pocos 
detenidos que seguían encarcelados fueron obligados a barrer las 
calles principales de la ciudad vestidos de mujer, lo cual sirvió como 
burla y escarmiento ante la vista de todos. Días después de esta 
penalización fueron enviados en tren a Valle Nacional, en Yucatán, 
para realizar trabajos pesados. 
El “baile de los 41” fue un caso sin precedentes y utilizado 
para crear estereotipos y comunes denominadores con los que la 
gente podía reconocer a estos sujetos. Lo que también logró este 
hecho fue sacar de las penumbras el tema de la homosexualidad y 
convertirse en algo de lo que todos hablaran. A su vez circularon 
folletos con grabados hechos por el mismo José Guadalupe Posada 
que mostraban personajes feminoides y refinados: “Muy chulos y 
coquetones” fue el subtítulo que acompañaba a estas imágenes junto 
con un par de versos. Fue en esta publicación que se utilizó por 
28 
 
Hace aún pocos días 
Que en la Calle de la 
Paz, 
Los gendarmes 
atisbaron 
Un gran baile 
singular. 
 
Cuarenta y un 
lagartijos 
Disfrazados de la 
mitad 
De simpáticas 
muchachas 
Bailaban como el que 
más. 
 
La otra mitad con su 
traje, 
Es decir de 
masculinos, 
Gozaban al estrechar 
A los famosos jotitos. 
 
Vestidos de raso y 
seda 
Al último figurín 
Con pelucas bien 
peinadas 
Y moviéndose con chic. 
 
Sus caras muy 
repintadas 
con albayalde o con 
cal, 
con ceniza o velutina… 
¡Pues vaya usté a 
adivinar! 
 
Llevaban buenos 
corsés 
con pechos bien 
abultados 
y caderitas y muslos… 
postizos… pues está 
claro. 
 
Figura 1.1 Folleto distribuido en la Ciudad de 
México con grabados de José Guadalupe Posada. 
primera vez la palabra “maricón” para denominar a los 
homosexuales. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Otra de las expresiones que hubo ante este suceso fue la publicación 
en 1906 de la novela Los cuarenta y uno: novela crítico-social, escrita 
por Eduardo A. Castrejón que, hasta hace poco más de una década, 
fue redescubierta en el Fondo Rafael Heliodoro Valle que forma parte 
del Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional de México y 
publicada en 2010 por la UNAM.31 
 
31 Robert McKee Irwin. “Los cuarenta y uno: la novela perdida de Eduardo 
Castrejón”, en Eduardo A. Castrejón (seud.), op. cit., p. 25. 
29 
 
 En este texto se reflejaron las costumbres morales y sociales 
que la gente tuvo a raíz de la redada del 17 de noviembre de 1901 
en la capital. Sobre el autor de la trama, aún no se sabe con 
exactitud quien la escribió ya que probablemente el nombre de 
Eduardo A. Castrejón fuera un pseudónimo con el cual alguien se 
escudó moralmente para poder publicar una novela con esta 
temática.32 Sea como fuere, esta novela fue crucial para demostrar a 
la gente la perturbación y escándalo que se generó después de este 
hecho. Los editores de la novela justifican en su advertencia por qué 
publican un trabajo como éste: 
El autor de la novela que hoy publicamos ha cumplido con un 
deber social, sea cual fuera el éxito de lo que él llama su novela, 
y que es el relato fiel de un hecho que produjo el escándalo y 
que ha dejado en las llamas de la sátira una memoria que durará 
por muchos años. El autor del libro deja sentir la fuerza de su 
imaginación, detalla sus cuadros y flagela de una manera terrible 
un vicio execrable, sobre el cual escupe la misma sociedad, 
como el corruptor de las generaciones.33 
 
 En la novela aparecen ocho personajes que son los 
organizadores del baile de la Calle de la Paz y sufrirán las 
desventuras de los días posteriores: Mimí, Ninón, Estrella, Pudor, 
Virtud, Carola, Blanca y Margarita, nombres femeninos de familias 
de renombre, ya que en esa época no cualquier mujer era llamada 
así. El único personaje masculino de todos ellos es Ninón quien es 
 
32 McKee Irwin señala que un probable autor de esta novela sea el Gral. Mariano 
Ruiz (1846-1932) pues en el ejemplar que se encuentra enla Biblioteca Nacional de 
México se avisa al lector de otro libro del mismo autor en próxima aparición: 
Reminiscencias históricas: cuadros de la Guerra de Reforma, de la Intervención y el 
Imperio, una “memoria nunca publicada del General Mariano Ruiz”, quien fuera 
diputado federal de 1866 a 1912 y gobernador de Nayarit de 1904 a 1911. Ibídem, p. 
29-31. 
33 “Dos palabras”, en Eduardo A. Castrejón (seud.), op. cit., p. 66-67. [Las cursivas 
son del autor de esta tesis] 
30 
 
señalado como el amante de Mimí descrito como “un Hércules de 
rostro seductor y varonil”.34 
 La trama de esta historia es, en efecto, el desarrollo del baile 
que prepara Mimí y sus amigos quienes se disfrazan de bellas 
señoras con afeites y vestidos de mucho chic. Así como la prensa 
vulgarizó e hizo sátira de los hechos ocurridos, en la narración de 
esta novela se pone mucho énfasis en los atuendos y modos de 
andar desde el momento en que son aprehendidas las parejas en el 
baile hasta su terrible final en los campos yucatecos. Incluso Ninón 
es reivindicado: si este personaje posee los atributos masculinos 
característicos de la época, debía corregir sus errores volviendo al 
camino de la virtud casándose con una mujer que conoce en 
Yucatán, mientras que Mimí (su amante) cumple su condena en los 
campos de Valle Nacional. Los soldados siguieron denigrándolos en 
el viaje y en las labores que realizaban, muchos de ellos quisieron 
suicidarse ante la presión y mancha social que los había marcado de 
por vida, pero no lo lograban: eran persuadidos por sus propios 
compañeros o por quienes los sorprendían en el acto. 
 El “baile de los 41 maricones” permaneció en la memoria 
colectiva de la sociedad mexicana por mucho tiempo. Este número 
se convirtió en estigma y denigración masculina. Por ejemplo: los 
hombres nunca cumplían los 41 años, pasaban del 40 al 42 ipso 
facto.35 Quien se acercaba pronto a esa edad era víctima de burlas, 
señalamientos y albures. A más de 115 años de distancia este juego 
de palabras se ha ido olvidando y los jóvenes del siglo XXI no 
 
34 Eduardo A. Castrejón (seud.), op. cit., p. 68. 
35 Michael K. Schuessler, “Vestidas, locas, mayates y machos. Historia y 
homosexualidad en el cine”, en México se escribe con J, op. cit. p. 157. 
31 
 
conocen este suceso histórico del que pocos han escrito en algunos 
libros y artículos académicos. 
 Otro caso similar (y acaecido poco tiempo después) al baile de 
los 41 se suscitó a principios de 1902 en el Barrio de Coyuya, en las 
afueras de la ciudad. En este baile “fueron aprehendidos los 
llamados el Bigotona y el de los Claveles dobles que tuvieron la 
osadía de interponer ante el Juez Primero de Distrito don Juan Pérez 
de León, el recurso de amparo contra la determinación del señor 
Gobernador del Distrito Federal para que fueran remitidos a Yucatán 
a trabajar en alguna hacienda”.36 Para evitar el escarmiento, estos 
sujetos pidieron un amparo para no sufrir la vergüenza y sufrimiento 
que los 41 pasaron pocos meses antes. 
 Después del escándalo y el escarnio vivido por los detenidos 
en aquel baile de la Cuarta Calle de la Paz, la Policía y el sistema 
judicial comenzaron a fijarse en los homosexuales como sujetos 
criminales y de gran peligro para la sociedad en general. Robert 
Buffington encuentra en los estudios criminalísticos de los primeros 
años del siglo XX que: 
la desviación sexual, cualquiera que fuese su tipo, era 
antinatural y antisocial, y se relacionaba con la criminalidad 
innata; entre los rasgos peculiares de la identificable clase 
formada por los delincuentes estaban las tendencias 
homosexuales atávicas. Así, en la imaginación criminológica 
la desviación sexual indicaba criminalidad, la que a su vez 
constituía una amenaza para el desarrollo político, 
económico y social de la nación. La homosexualidad en 
particular atentaba contra la existencia misma del país, pues 
 
36 Alberto Dallal, “Trayecto histórico de la Danza Popular en México”, en El dancing 
mexicano: la danza en México. Cuarta parte, 4a. ed., México, UNAM, Instituto de 
Investigaciones Estéticas, 2000, p. 131 (Estudios y Fuentes del Arte en México; 70), 
apud Enrique de Olavarría y Ferrari, Reseña histórica del teatro de México, 1538-
1911, México, Porrúa, 1961, 5 v., t. IV, p. 2231. 
32 
 
inducía la consumación de uniones sexuales infértiles en una 
época obsesionada por la fecundidad nacional y la “lucha por 
la vida mundial”.37 
 
Uno de los criminólogos que se dedicó plenamente al estudio de la 
homosexualidad en las cárceles de la Ciudad de México fue el 
periodista y literato Carlos Roumagnac quien publicó en 1904 Los 
criminales en México: ensayo de psicología criminal,38 donde analiza 
la relación que hay entre el delito y las desviaciones sexuales tal y 
como venían haciéndolo diversos estudios criminalísticos 
europeos.39 Entre estos análisis encuentra que la homosexualidad 
era en cierta medida “permitida” y con escasa vigilancia en las 
cárceles. Por ello, cuando uno de los directores de la Cárcel de 
Belén decidió concentrar en una sección a todos los “pederastas 
declarados”, éstos decidieron celebrarlo pues así se evitaban 
“sangrientas querellas motivadas por los celos” de sus demás 
compañeros.40 
 La pederastia fue una constante acusación por la cual los 
homosexuales eran encarcelados en la capital del país ya que hubo 
casos en que las relaciones entre hombres mayores con menores 
escandalizaron a la sociedad, además del no tan reciente juicio 
contra Oscar Wilde por parte del marqués de Queensberry en 
Inglaterra, que impactó a las altas esferas sociales e intelectuales 
 
37 Robert M. Buffington, “Los Jotos: visiones opuestas de la homosexualidad”, en 
Criminales y Ciudadanos en el México Moderno, Trad. de Enrique Mercado, México, 
Siglo XXI, 2001, p. 192. 
38 Carlos Roumagnac, Los criminales en México: ensayo de psicología criminal, 
México, Tipografía El Fénix, 1904, 389 pp. 
39 Buffington, op. cit., p. 193. 
40 Ibídem, p. 196. 
33 
 
del mundo.41 Cuando Roumagnac analizó a los presos de la Cárcel 
de Belén encontró varios casos de adolescentes detenidos que 
tenían relaciones sexuales entre ellos, donde el mayor de ellos 
jugaba un papel activo (penetrador) y el menor el pasivo (penetrado) 
siguiendo la imagen de masculino/femenino o de protector y 
protegido.42 
 Otra de las causas por la que los homosexuales eran 
detenidos fue cuando se les asociaba con crímenes pasionales y/o 
afectaciones psiquiátricas, ya que la conjunción de estos problemas, 
según las visiones de los criminólogos de esta época, daban como 
resultado la desviación sexual. Un ejemplo fue el caso de un hombre 
que violó y mató a un niño de cinco años: Roumagnac presenta al 
atacante con una conducta “alienada” teniendo como antecedentes 
el espiar a sus hermanas mientras se desvestían, ser observador de 
cópulas entre perros, consumir pornografía, ser aficionado al sexo 
grupal, y tener familiares con antecedentes psiquiátricos y 
tendencias alcohólicas, lo que derivó (en la lógica del autor) en dicho 
crimen.43 
 Por otro lado, durante el propio movimiento revolucionario 
iniciado en 1910 también hubo personas que callaron su condición 
homosexual ante el machismo y la intolerancia popular. Hasta hoy 
no se conoce un dato o hecho público que haya tenido una gran 
 
41 Acusado de sodomía, Oscar Wilde fue encontrado culpable de haber pervertido a 
Lord Alfred Douglas, hijo del marqués de Queensberry y condenado a dos años de 
prisión. Para más detalle con respecto a la obra de Wilde y el enorme significado 
que tuvo para los homosexuales véase el apartado “Espectros de Wilde”, en Didier 
Eribon, Reflexiones sobre la cuestión gay, Trad. de Jaime Zulaika, Barcelona, 
Anagrama, 2000,pp. 195-335 (Argumentos, 259). 
42 Buffington, op. cit., p. 195. 
43 Ibídem, p. 197. 
34 
 
relevancia durante la lucha armada similar al baile de los 41. Lo que 
sí se puede asegurar es que los homosexuales siguieron 
movilizándose entre la clandestinidad, principalmente en las grandes 
urbes del país. Aquellos que eran detenidos tenían dos opciones: ser 
encarcelados o pagar una fuerte suma monetaria para evitar el 
escarnio público (y esto sólo aplicaba para quienes pudieran pagar 
una extorsión tan grande para resanar su “dispensa moral”).44 
 En las propias filas de los zapatistas dos personajes 
destacaron por escándalos en torno a su condición sexual: Zapata 
(quien fuera caballerango de Ignacio de la Torre y Mier) se entera 
que Manuel Palafox, uno de sus consejeros más cercanos, es 
homosexual debido a que “se había portado indiscretamente y 
convertido en objeto de desprecio en el cuartel general”;45 el Caudillo 
del Sur casi lo manda a matar, pero al ser uno de sus principales 
ideólogos y redactor de múltiples documentos políticos, sólo lo 
destituye de su cargo y lo envía con Gildardo Magaña, uno de los 
líderes zapatistas quien se ubicaba en el cuartel general de 
Tochimilco, en Puebla. Maurilio Mejía, otro líder del movimiento 
armado, rechaza a Palafox mencionándole: “Un pobre diablo de 
sexo equivocado como lo es usted no puede llamarse amigo de los 
hombres que lo somos de verdad”.46 
 De igual manera está el caso de Amelio Robles Ávila, un 
distinguido coronel de las filas zapatistas quien destacaría por su 
 
44 Carlos Monsiváis, “Los iguales, los semejantes, los (hasta hace un minuto) 
perfectos desconocidos (A cien años de la redada de los 41)”, en Que se abra esa 
puerta. Crónicas y ensayos sobre la diversidad sexual, México, Paidós Mexicana, 
Debate Feminista, 2010, p. 91. 
45 John Womack, “Reformas a la resistencia”, en Zapata y la Revolución Mexicana, 
6a. ed., México, Siglo XXI Editores, 1969, p. 302. 
46 Ibídem, p. 309. 
35 
 
condición personal, pues su nombre verdadero era Amalia Robles 
Ávila; es decir, una mujer travestida de hombre que manejó a su 
cargo diversos grupos militares del Ejército Libertador del Sur. 
Proveniente de Xochilapa, Guerrero, se unió al movimiento 
revolucionario en 1911. De 1912 a 1918 se mantuvo en armas 
siendo condecorada (o en ese momento, condecorado) como 
coronel. En 1924 se le negó dicho título cuando apoyó al gobierno 
de Álvaro Obregón contra la rebelión delahuertista debido a su 
condición biológica, pero siguió en pie de lucha con el grado de 
sargento. Su vida como Amelio y su indumentaria no sólo 
manifestaron su valentía al momento de enfrentarse en batalla, 
también se reflejó en su vida personal: en los años 30 conoció a 
Ángela Torres, pareja amorosa en esa época y seguramente de 
años posteriores.47 
 Al triunfar el movimiento carrancista, poniendo fin a la lucha 
armada, la Ciudad de México volvió a una “paz social” que le 
permitió reanudar sus actividades como capital del país. Es en esta 
época en la que surgen los espectáculos nocturnos y los centros de 
baile, así como un nuevo estilo y configuración de la convivencia 
homosexual. Ante los embates de la modernidad y la apertura de 
México frente al mundo, durante la década de los años 20 los 
homosexuales comenzaron a buscar espacios de convivencia y 
reconstruir nuevas redes de contacto. Esta nueva generación buscó 
determinadas zonas donde pudieran reunirse sin ningún 
impedimento escudándose en un ambiente de intelectualidad y 
 
47 Olga Cárdenas Trueba, “Amelia Robles Ávila 1889-1984”, Bibliotecas Virtuales de 
México, Emiliano Zapata, en, 
http://www.bibliotecas.tv/zapata/zapatistas/amelia_robles.html (Consultada el 8 de 
octubre del 2015). 
http://www.bibliotecas.tv/zapata/zapatistas/amelia_robles.html
36 
 
dandismo, “se visten enfadosamente, hablan varios idiomas con 
fluidez, son habitués de conciertos y obras de teatro (en especial son 
opera queens), y son devotos de los y, sobre todo, las cantantes 
populares con estilo”.48 Carlos Monsiváis ha llamado a estos grupos 
de homosexuales como la “primera generación de gays” ya que 
logran acaparar ciertos lugares como puntos de reunión y 
convivencia en la ciudad. 
 En su polémica obra póstuma (y en parte autobiográfica) 
Salvador Novo describe en La Estatua de Sal parte de su vida en su 
estancia como estudiante en la Escuela Nacional Preparatoria, en lo 
que hoy es el Antiguo Colegio de Sal Ildefonso, y describe sus 
primeros encuentros sexuales con choferes de tranvías, en lugares 
clandestinos de la periferia, en vecindades que funcionaban como 
casas de citas y algunas calles donde se descubría “el mundo 
soslayado de quienes se entendían con una mirada”.49 
Uno de estos lugares fue la calle de Madero en el Centro 
Histórico de la capital donde se podían encontrar a los fifíes, 
personajes que vestían a la última moda “parados en firme sobre su 
pierna izquierda y apoyados acaso en el bastón, el pie derecho a la 
languidez que le daba el aire de hallarse en el instante de echar atrás 
con él la cola imaginaria de un vestido de noche de prima donna, 
mientras lucían un rostro empolvado y de cejas depiladas, que el 
sombrero echado atrás”.50 En esta calle, bastante concurrida por ser 
 
48 Monsiváis, “Los gays en México: la fundación, la ampliación, la consolidación del 
gueto”, en Que se abra esa puerta, op. cit., p. 110. 
49 Salvador Novo, La Estatua de Sal, prólogo de Carlos Monsiváis, México, Fondo de 
Cultura Económica, 2008, p. 161 (Vida y Pensamiento de México). 
50 Ibídem, p. 118. [Las cursivas son del autor] 
37 
 
uno de los lugares con más establecimientos comerciales, se 
encontraban diversos personajes: 
 
Allí, en guardia a la puerta de El Globo, estaba siempre, con su 
bastón, sus polainas, su chaleco de seda, la mirada vaga y alerta 
de su pince-nez, sus bigotes grises aderezados, el señor Aristi, a 
quien llamaban la Nalga que Aprieta; por la puerta de junto al 
Globo se subía al despacho del licenciado Solórzano […] y al 
que apodaban la Tamales porque hacía sus conquistas invitando 
a los jovencitos a merendar “unos tamalitos y una cerveza”. Por 
ahí andaba, a caza de clientela o de surtido, la Madre Meza—
que nunca se acostaba con la mercancía que procuraba para 
sus compradores, supervivientes refinados del porfirismo. 
Abordaba a los muchachos, los inducía a aprender a tocar la 
guitarra […] y una vez en su cuarto, tomaba con una cinta 
métrica la medida de su verga, y les abría las puertas de una 
circulación perentoria, pero inmediatamente lucrativa, entre sus 
contados y ricos clientes.51 
 
La narración de Novo describe la vida de homosexuales que tenían 
una cierta clase social elevada, que vivían dentro de los límites del 
centro de la Ciudad de México y que su nivel educativo era bastante 
alto para la gran mayoría de los habitantes de este lugar. Sin 
embargo, sus primeras experiencias sexuales fueron con gente que 
no tenía ninguna relación con su círculo intelectual ya fuera por 
miedo o porque la urbe permitía un anonimato social; es decir, que la 
gran movilidad de personas en la capital del país daba ciertas 
libertades mientras se mantuvieran en la clandestinidad. La vida de 
estos hombres que buscaban aquel “amor que no se atrevía a decir 
su nombre” estuvo marcado también por la sociabilidad nocturna, 
especialmente en una época en que los centros de entretenimiento, 
bares y cantinas tuvieron un despunte inigualable por lo menos hasta 
la década de los años 50. 
 
51 Ibídem, pp. 161-162. 
38 
 
 Un nuevo término se hizo bastante popular entre los 
homosexuales para poder identificarse: el ambiente. Este término 
denotaba el humor y el festejo característicos de las reuniones de 
homosexuales.Monsiváis cree que esta palabra fue una traducción 
de gay que en inglés significa alegre o divertido, pero al traducir esta 
palabra al español queda la connotación de festivo o animado que, 
en parte, describía la vida homosexual de quienes habitaban en la 
ciudad. Es por ello que la palabra ambiente se adecuaba 
perfectamente a estos personajes en lugares públicos pues era un 
modo de identificarse al señalar a alguien: “es de ambiente/entré al 
ambiente”.52 
 El ambiente estuvo más familiarizado con esta imagen del 
hombre afeminado y perteneciente a la nueva generación de dandis, 
pues quienes más la utilizaban eran aquellos que se referían a sí 
mismos en términos femeninos, los que se travestían en 
determinados lugares y aquellos que estaban siempre al pendiente 
de su comportamiento y apariencia a la moda, “con voz dulzona, y 
usando el darling como muletilla verbal”.53 Los bares tuvieron un 
papel esencial en esta época porque era el espacio masculino por 
excelencia y donde el ligue y el ambiente se conjugaron en una zona 
delimitada geográfica, moral y socialmente. 
 Los lugares en los que se reunían eran sus casas o cuartos 
de descanso, estudios, cafeterías, restaurantes o fondas, centros de 
baile y cabarets que regularmente se encontraban en la periferia del 
centro de la ciudad, en su mayoría en zonas de fábricas e industrias. 
Elías Nandino –amigo y compañero intelectual de Novo— cuenta 
 
52 Monsiváis, op. cit., pp. 110-111. 
53 Ibídem, p. 114. 
39 
 
entre sus anécdotas juveniles cuando asistía junto con Xavier 
Villaurrutia y Roberto Rivera (con quien estudiaba la carrera de 
Medicina) a los salones de baile y cabarets de la época: 
Empecé a ir con Roberto, Xavier y Salvador a algunos cabarets, 
a bailar, tomar la copa y ver gente. A las pirujitas les invitábamos 
copas y las sentábamos en nuestras mesas para que nos 
contaran sus cosas. Nos divertíamos mucho porque después de 
esas “tertulias” se arrimaban los cinturitas y así la cosa se ponía 
interesante [...] Paulatinamente nos fuimos aficionando a ir a 
lugares de farándula honda –como el Playa Azul o el Salón 
México— después de que salíamos de ver alguna obra de teatro 
o exposición. Esos sitios nos atraían porque en ellos veíamos 
la vida crudamente pero, también, porque como se suele decir, 
quien busca la maldad es porque la quiere hacer. 
[…] Íbamos a cantinas espantosas —allá por Tepito— a 
impresionarnos por la forma de tocar la música que tenían 
aquellas orquestas, y con la forma de bailarla que tenían las 
personas que acudían a estos sitios. Por ahí andaban unos 
pelados descalzos que bailaban con un ritmo que nos dejaban 
encantados nada más de verlos, y luego los músicos tocaban 
piezas que nos ponían los pelos de punta. 
[...] Entrábamos en las barriadas y en lugares en los que 
había peligro. Era una cosa bonita vernos amanecer tomando 
hojas de naranjo con alcohol entre una bola de pelados 
¡rarísimos! Que nos veían con unos ojos preciosos como la 
noche. 
En algunas de esas parrandas llegamos a quedarnos dormidos 
en los puestos de comida que estaban enfrente de las cantinas o 
de los salones de baile, a esperar que se nos bajaran las copas. 
 Así, de traje y todo, con nuestros relojes y carteras, 
despertábamos a las tres o cuatro de la mañana sin que nos 
hubieran quitado nada, y hubo veces en que fueron las mismas 
señoras de los puestos las que llegaron a despertarnos. Creo 
que en esas aventuras nunca nos robaron ni asaltaron 
porque logramos identificarnos con la gente de esos 
rumbos.54 
 
 
54 Enrique Aguilar, Elías Nandino: una vida no/velada, 2a. ed., México, Océano, 
2000, pp. 86-90 (Tiempo de México). Los cinturitas eran aquellos bailadores de 
danzón que se caracterizaban precisamente “por mover la cintura” de forma rítmica. 
[Las negritas son del autor de esta tesis] 
40 
 
El ambiente se convertía también en andar en los centros de 
esparcimiento que eran destinados para la gente de clases 
humildes. A pesar de que estos sujetos se consideraban de una élite 
educada no les importaba adentrarse en zonas donde lo marginal no 
existía, ya que ellos se identificaron plenamente con estas personas 
por su condición sexual excluyente. De esta manera, la convivencia 
homosexual comenzó por descubrir que los centros nocturnos 
podían convertirse en lugares de encuentro y de ligue, previo a que 
se abrieran otros lugares como los vapores, cines o cabarets donde 
podían reunirse con personas similares a ellos. 
Las cantinas ocuparon un lugar especial ya que era el centro 
masculino por excelencia y no se permitía la entrada a mujeres. 
Entre los asistentes podían encontrarse aquellos que se 
encontraban a través de las miradas o en casas de citas y burdeles. 
A pesar de que ya contaban con una libertad condicionada, las 
décadas de los años 30 y 40 fueron decisivos para que los 
homosexuales tuvieran sus propios espacios sociales en las calles 
de la capital. 
 
 
1.2 Legislaciones sobre la homosexualidad en México 
A pesar de los distintos puntos de vista de los criminólogos 
porfiristas y de principios del siglo XX, los códigos penales de 1871 y 
de 1931 no contemplaron como delito las relaciones entre personas 
del mismo sexo. Lo que sí estaba definido como crimen eran 
aquellas acciones que se consideraran como ultrajes a la moral, 
atentados contra el pudor y las buenas costumbres, así como la 
corrupción de menores. 
41 
 
 El artículo 789 del Código Penal Federal de 1871, también 
conocido como Código Martínez de Castro, definía el atentado 
contra el pudor como “todo acto impúdico que puede ofenderlo, sin 
llegar a la cópula carnal, y que se ejecuta en la persona de otro sin 
voluntad, sea cual fuere su sexo”.55 Este tipo de acciones se 
castigaban desde una multa que iba de los diez a los 200 pesos, o 
un arresto breve que podía llegar hasta los cinco años.56 Asimismo, 
los ultrajes a la moral se definían como las acciones que “en el 
concepto público estén calificada[s] de contraria[s] al pudor”.57 Este 
tipo de violaciones morales eran penados con un arresto mayor y 
multa de 25 a 500 pesos, aunque el acto fuera en un lugar público o 
privado y hubiera o no testigos. Es probable que estas 
reglamentaciones hayan sido utilizadas contra los detenidos en el 
“baile de los 41”, aunque algunos se hayan amparado o pagado 
multas que sobrepasaban las cantidades especificadas en 
legislación citada. 
 Como ya mencionamos líneas arriba, el criminalista Carlos 
Rougmanac encontró en la Cárcel de Belén una zona restringida 
para los “pederastas declarados”.58 El crimen de pederastia y 
corrupción de menores se estipulaba en este mismo código como “el 
que habitualmente procure ó facilite la corrupción de menores de 
diez y ocho años, ó los excite á ella para satisfacer las pasiones 
 
55 Artículo 789, en Código Penal para el Distrito Federal y territorio de la Baja 
California sobre delitos del fuero común y para toda la República Mexicana, 
Chihuahua, Librería de Donato Miramontes, 1883, p. 197, Revisado en Colección 
Digital de la Universidad Autónoma de Nuevo León, 
http://cdigital.dgb.uanl.mx/la/1020013105/1020013105.html (Consultado el 16 de 
noviembre de 2015). 
56 Ibídem, Artículos 790 y 791. 
57 Ibídem, Artículo 787. 
58 Vid supra, p. 32. 
42 
 
torpes de otro”.59 Este delito aplicaba casi en la mayoría de los casos 
en que se vieron involucrados homosexuales y personas travestidas 
ya que podrían atentar en contra de los más jóvenes. Los casos de 
corrupción de menores eran considerados como “actos 
consumados” por lo que la pena era de dos años (si es que el 
afectado era mayor de 11 años) a cuatro años (si el corrompido era 
menor de 11 años). Si el reo tenía un parentesco familiar, le eran 
despojados sus bienes, así como la potestad de sus descendientes;si era una persona que tuviera una autoridad moral (como un tutor o 
maestro) o alguno de sus criados, la pena aumentaba “una cuarta 
parte” a lo señalado, es decir, su condena era de 2.5 a cinco años de 
prisión.60 
 Como tal, el Código Penal de 1871 no condenaba las 
relaciones homosexuales ni las uniones carnales de este tipo, sólo 
aquellas acciones que pudieran ofender moralmente (como la 
trasgresión social que significaban los travestidos y los detenidos en 
el baile de los 41) y que escandalizaran a la población. En 
comparación con otros países, México se apegó más al Código 
Penal Francés —o Código Napoleónico— con respecto a los temas 
íntimos o de alcoba y los de la esfera pública, contrario a otros 
códigos penales como el alemán y el inglés.61 Sin embargo, cabe 
señalarse que en algunos países era permitido el que algunos 
hombres pudieran utilizar vestidos femeninos siempre y cuando 
 
59 Artículo 804, en Código Penal para el Distrito Federal, op. cit., p. 199. 
60 Ibídem, Artículo 806. 
61 En 1872 las autoridades alemanas establecieron en el Párrafo 175 de su Código 
Penal el encarcelamiento para los homosexuales. Siguiendo el ejemplo de los 
germanos, Inglaterra estableció la misma pena en 1879. Véase John Lauritsen y 
David Thorstad, Los primeros movimientos a favor de los derechos homosexuales 
(1864-1935), Trad. de Francesc Parcerisas y Pról. de Juan Gil-Albert, Barcelona, 
Tusquets Editores, 1977, 169 pp. 
43 
 
hubiera una razón médica o patológica que les permitiera ceñirse 
con largos faldones. Por ejemplo, a finales del siglo XIX en París, 
Francia, un vendedor de patatas obtuvo una autorización médica y 
legal que le permitió vestirse de mujer “a causa de una dolencia que 
le hace imposible llevar prendas de hombre”, esto significa que 
algunos médicos de la época ya comenzaban a estudiar a la 
homosexualidad como un severo problema médico el cual ya era 
también regulado por el sistema judicial.62 
 En la década de 1920, la medicina mexicana tendría a sus 
primeros especialistas en neurología: Manuel Guevara Oropeza, 
Samuel Ramírez Moreno, Leopoldo Salazar Viniegra, Guillermo 
Dávila, Mario Fuentes, Adolfo M. Nieto, Marín Ramos Contreras, 
Raúl González Enríquez, Edmundo Buentello y Alfonso Millán63 y 
que analizarían especialmente en el tema de la criminalidad y las 
degeneraciones mentales. Para la década de 1930 la criminalización 
de los homosexuales es inminente: médicos como Alfonso Millán 
(quien fuera director del Hospital Psiquiátrico de La Castañeda) y la 
peruana Susana Solano daban cuenta —con base en estudios 
endocrinológicos— que los homosexuales adoptaban diversos 
aspectos tanto femeninos como masculinos: “Del macho deriva un 
espíritu un tanto agresivo, hostil y envanecido, y de la hembra la 
 
62 Christine Bernard, “La prohibición de vestirse de hombre (1800)”, en Historia 
política del pantalón, Trad. de Nuria Viver Barri, México, Tusquets Editores, 2012, p. 
67 (Ensayo, 87). La autora señala que pudiera tratarse de diversas enfermedades, 
como la hipertrofia testicular o hemorroides de un tamaño fuera de lo común, en 
caso de que el paciente fuera obeso y los pantalones no le permitieran llevar una 
vida común y corriente a causa de las dolencias. A pesar de que no se detalla si este 
sujeto era homosexual o no, es resaltable que todo indicio que conllevara hacia el 
tema de la homosexualidad estaba regulado, a pesar de que el propio Código 
Napoleónico no daba una postura condenatoria sobre dicha condición humana. 
63 Lourdes Beatriz Urías Horcasitas, “Degeneracionismo e Higiene Mental en el 
México Posrevolucionario (1920-1940)”, en FRENIA, Vol. IV, 2004, p. 50. 
44 
 
maquinación del chisme, la intriga sutil de los salones del siglo XVIII 
y la pérfida coquetería” así como poseer rasgos de “holgazán, 
indolente y egoísta” que “aumentan [su] peligrosidad”.64 
 En los campos de la ciencia y la medicina, la homosexualidad 
era considerada como una patología degenerativa e incluso una 
desviación mental que podía manifestarse en cualquier etapa de la 
vida de una persona. Gregorio Marañón, médico español dedicado a 
la sexualidad, describe en su estudio Los Estados Intersexuales del 
Hombre y la Mujer que la homosexualidad era un estado adquirido y 
congénito;65 de hecho, fue el primer investigador en desarrollar una 
teoría en la que plantea el estado innato de esta condición humana 
que se desarrolla en las secreciones internas de las glándulas 
sexuales de cada persona (es decir, en los testículos en los hombres 
y en los ovarios en las mujeres). Ante los métodos que varios 
investigadores realizaron en la búsqueda de una cura contra la 
homosexualidad, Marañón criticó los experimentos de médicos como 
Steinach-Lichtenstein, Lipschütz, Bauer y Kreuter, que realizaron 
cirugías opoterápicas que consistían en la castración de sujetos 
afeminados suplantándole testículos de un varón viril heterosexual. 
Los resultados fueron “favorables” en cuanto a un incremento voraz 
en el apetito sexual, pero recaían al tener relaciones sexuales con 
otros hombres. Por ello, Marañón señaló que estos procedimientos 
no quedaban exentos de la crítica ética y medicinal.66 
 
64 Buffington, op. cit., pp. 199-200. 
65 Gregorio Marañón, “La homosexualidad como estado intersexual”, en Los Estados 
Intersexuales del Hombre y la Mujer, México, Ediciones Arcos, 1951, p. 154. Este 
libro es la segunda edición de su obra La Evolución de la Sexualidad y los Estados 
Intersexuales publicado en 1930. 
66 Ibídem, p. 132-133. 
45 
 
 Tras 60 años de estar rigiendo la conducta de los mexicanos, 
en 1931 se promulgó un nuevo Código Penal que tendría diversas 
reformas y cambios en el ámbito político y social. En el tema de los 
delitos de moral pública y corrupción de menores se impusieron 
medidas más severas, además de que en esta nueva 
reglamentación aparecen por primera vez los delitos sexuales, de los 
cuales se catalogan los atentados al pudor, el estupro y la violación. 
 El Artículo 24 establecía que una de las medidas de 
seguridad era la “reclusión de locos, sordomudos, degenerados o 
toxicómanos”,67 así como el artículo 68 señalaba que “los locos, 
idiotas, imbéciles o los que sufran cualquier otra debilidad, 
enfermedad o debilidad mental, y que hayan ejecutado hechos o 
incurrido en […] delitos” debían ser internados en centros de 
rehabilitación o especializados en determinados tratamientos.68 Por 
tanto, si los criminólogos de la época definían que si un homosexual 
detenido presentaba dichas características, podía ser recluido en la 
cárcel o algún centro psiquiátrico para su tratamiento y reinserción 
social. 
 Sobre los delitos contra la moral pública y las buenas 
costumbres se aplicaban multas de cinco a 50 pesos al que 
ejecutara o hiciera ejecutar por medio de otra persona exhibiciones 
obscenas en sitios públicos o por cualquier otro medio.69 Asimismo, 
 
67 Artículo 24, en “Código Penal para el Distrito y Territorios Federales en Materia de 
Fuero Común, y para toda la República Mexicana en Materia de Fuero Federal”, 
publicado en Diario Oficial de la Federación, 14 de agosto de 1931, p. 9, 
http://dof.gob.mx/nota_to_imagen_fs.php?cod_diario=193275&pagina=11&seccion=
3 (Consultado el 15 de marzo del 2016). [Las negritas son del autor de esta tesis] 
68 Artículo 68, en Ibídem, p.17. 
69 Artículo 200, Ibídem, p 42. 
46 
 
la corrupción de menores era penada con multas de cinco a mil 
pesos y de seis a dos años de prisión.70 
 Hacia 1935 el profesor de la Universidad de México 
Francisco González de la Vega publicó su estudio de Derecho Penal 
Mexicano, donde dedica un apartado sobre “delitos contra la libertad 
y el normal desarrollo psicosexual”. En esta sección indaga sobre el 
problema

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