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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS COLEGIO DE FILOSOFÍA T E S I S QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE LICENCIADO EN FILOSOFÍA PRESENTA: ROBERTO EMMANUEL ACEVEDO AMARO ASESOR: MTRO. BERTHOLD JOSEF BERNREUTER CIUDAD UNIVERSITARIA, Cd, Mx., 2017 UTOPÍA EN PROCESO: EL POTENCIAL UTÓPICO DE LA EDUCACIÓN CRÍTICA UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. Introducción p. 1 Capítulo I: Utopía p. 9 A. La utopía como concepto. p. 9 A.a) ¿Cuál es la diferencia entre un pensamiento revolucionario y las utopías? p. 12 A.b) ¿Las utopías son ideologías? p. 14 B. Utopías realizables e irrealizables (Principio de esperanza). p. 16 B.a) Utopías realizables. p. 21 B.b) Pensamiento utópico y acción. p. 23 C. Utopía como proceso (Hipótesis de la operatividad social). p. 26 D. ¿Por qué pensar desde la utopía? p. 30 Capítulo II: Educación p. 35 A. La naturalización de lo humano: lógicas distintas. p. 35 B. Educación hegemónica. p. 44 B.a) Educación clásica- educación hegemónica. p. 46 B.b) Conocimiento para la vida -Falso conocimiento. p. 49 C. Educación humana: educar es liberar. p. 55 C.a) Dos objeciones a Freire. p. 59 C.b) La humanización de la educación. p. 60 Capítulo III: La utopía de la educación p. 66 A. Concientización social: posibilidad utópica. p. 66 A.a) Las otras epistemologías. p. 68 A.b) Represión social. p. 75 B. La educación crítica como práctica de la libertad. p. 77 B.a) El problema del analfabetismo. p. 78 C. La educación perfectible: utopía en proceso. p. 84 C.a) La otredad independiente. p. 86 Conclusiones p. 94 i AGRADECIMIENTOS Esta es la tarea más complicada que he hecho, no por los contenidos sino por los momentos de mi vida que la atravesaron. Debo mencionar, principalmente, a mi madre Virginia Amaro Leija: gracias a sus consejos, regaños y a su cariño, he podido terminar este proceso. Todo lo que se refiere a mi vida profesional se lo debo a ella porque a pesar de todo siempre fue, es y será el pilar más importante para mí. A ella le debo todo cuanto tengo y cuanto tendré. A mi padre, Noé Acevedo Gallo, quien ha estado ahí en los momentos importantes enseñándome que la vida no se limita a la escuela, que se debe saber de todo y hacer de todo. Me enseñó que no se debe tener miedo a usar las manos para trabajar y que la prudencia es la virtud más importante que alguien puede llegar a tener. Noé Acevedo Amaro, mi hermano y mejor amigo, mi profesor y mi alumno. Gracias a las conversaciones nocturnas que terminaban con la salida del sol es que soy lo que soy. A él le debo todo cuanto soy como persona. Berthold Josef Bernreuter te agradezco infinitas veces porque cuando acudí a ti me apoyaste no sólo en lo académico sino que también en lo personal. Este trabajo va dedicado a ti porque eres un ejemplo de profesor. Finalmente, a lo largo de todo mi desarrollo universitario tuve la oportunidad de encontrarme con personas maravillosas que influyeron profundamente en mí como persona, como estudiante y ahora como profesor. A ellas y ellos les dedico este trabajo; gracias a ustedes mi vida es un poco mejor. Roberto Emmanuel Acevedo Amaro Estado de México, Ecatepec. 17 de Mayo, 2017 i ¿Admitiremos que todo seguirá siendo como ha sido desde siempre, de tal modo que no se podría predecir si la discordia, tan natural a nuestra especie, no acabaría por prepararnos, dentro de una condición muy civilizada, un infierno de males, porque volvería a aniquilarla y todos los progresos, hasta entonces realizados en la cultura, se negarían por una destrucción? Immanuel Kant 1 INTRODUCCIÓN Este trabajo trata de evidenciar que la realidad en la que vivimos es una construcción afortunada del devenir histórico. Las relaciones sociales y la construcción del conocimiento se han querido estructurar como manifestaciones naturales del conocimiento, insalvables y no modificables. Se intenta aquí, desde una construcción epistemológica, mostrar que tanto el conocimiento como las relaciones sociales existentes no son naturales, sino naturalizables. Adjudicamos aquí un valor semántico fuerte al concepto de utopía para mostrar a través de él, como categoría revolucionaria, que la educación, al igual que la realidad, ha sido construida con fines específicos que mantiene vigente el sistema naturalizado en el que nos encontramos. La utopía es aquí un método de acercamiento a la realidad que visibiliza, en tanto ideal, los problemas humanos que se han naturalizado, lo que permitiría construir, al menos epistemológicamente hablando, una nueva forma de entender lo real. Se han escrito una gran cantidad de trabajos sobre utopía y educación, se han analizado por separado distintos aspectos teóricos de estas materias para intentar resolver problemas concretos de cada campo. En este ámbito, el filósofo Horacio Cerutti busca diferenciar las formas en las que cotidianamente se habla de las utopías, siendo dos las principales construcciones conceptuales. Por un lado, el concepto corriente de las utopías, que las postula como un acercamiento irreal y totalmente imposible de los problemas sociales; por otro, el concepto que las posiciona como construcciones ideales de los futuros horizontes de posibilidad. En Ensayos de utopía I y II (1989), Cerutti muestra su amplio conocimiento respecto a las categorías utópicas y sus distintas construcciones posibles. Cerutti ha concebido a las utopías como conceptos que deben ser acompañados por otras teorías para activar el cambio de los paradigmas sociales. Utilizando a la historia como materia principal de estudio, ha emprendido un camino hacia la configuración 2 alternativa de la realidad utilizando como objeto de estudio los errores históricos y las proyecciones a futuro de su realización. A su vez, el filósofo de la educación Paulo Freire se posiciona desde otro lado de la construcción utópica de la realidad; a saber, el de la aplicación material de los sistemas racionales que analizan y critican la facticidad humana para evidenciar y cambiar las construcciones sociales que se han naturalizado y solidificado, en la implementación y administración de la vida, por parte del gobierno estatal. La teología de la liberación tiene como antecedente histórico fundamental la teoría pedagógica de Freire. Basándose en las construcciones conceptuales que postulan al oprimido como agente activo y necesario del cambio social, Freire construye una teoría de los opuestos (opresor-oprimido) que debería ayudar a erradicar de la sociabilidad humana la realidad sectaria en boga. Entonces, el contexto histórico que se está tomando en cuenta se sitúa en la identificación de los problemas sociales desde los pensadores de la región que están siendo afectados -de una u otra forma- por la segregación social, la represión, la discriminación y la disminución epistemológica que se hace bajo los paradigmas del conocimiento totalmente occidentalizados. El primer avance que se tiene hacia la resolución delos problemas sociales de América Latina no se encuentra en los levantamientos armados (por lo menos no principalmente) y violentos de la región. El primer gran avance que se ha dado es que nuestros científicos sociales y nuestros filósofos ya emprendieron, desde hace varios años, la construcción de la realidad desde nociones distintas del pensamiento. El libro Alteridad (2012) de Ana María Valle expresa, cabalmente, la posición del pensamiento americano. La criticidad, lo razonable y la dialogicidad son construcciones filosóficas que se cargan semánticamente de valor activo hacia la modificación de los paradigmas sociales del conocimiento. Los trabajos filosóficos que han entrado en la discusión de la interdisciplinariedad, como forma confiable de acercamiento hacia los problemas sociales, construyen su teoría desde las ciencias humanas sin restringir sus trabajos a una sola materia. Ejemplos de ello existen muchos, y entre sus principales 3 exponentes tenemos a: Leopoldo Zea, Luis Villoro, María del Rayo Ramírez Fierro y Enrique Dussel, sólo por mencionar algunos. El nacimiento de las utopías se da como reflejo de la insatisfacción humana respecto del mundo en el que vive, de su entorno. Las utopías expresan, desde sus apariciones previas al propio concepto, una modificación revolucionaria del voluntarismo político y estatal. Las utopías son denuncias sociales que operativizan el actuar humano, su proceder ante los problemas que lo interpelan histórica y fácticamente. Pasando por la naturalización de la realidad social, que implica, necesariamente, el refrendo de los conflictos y la segregación social, se busca evidenciar un pensamiento construido con el intento de desentrañar nuevas formas, formas alternativas, de convivencia humana donde lo más importante sea la heterogeneidad de la extensión de la sociabilización. Así como los métodos científicos contemporáneos tienen la pretensión de mostrar y evidenciar en una sola teoría científica unificada, las ciencias humanas deberíamos intentar un método procedimental del conocimiento. Pasando por el desarrollo conceptual de la naturalización social (que nunca es lo mismo que la naturaleza humana), se pretende mostrar no sólo el valor esperanzador de las utopías, sino el valor procedimental del actuar constante de la humanidad. A lo largo de este proyecto, se hace de vital importancia la distinción entre proyectos hegemónicos y proyectos alternativos pues, basados en esta distinción, es donde la posición crítica cobrará sentido, al final del capítulo III (la utopía como hipótesis). Se pone en cuestión el papel del profesor en el salón de clase y el excesivo poder y responsabilidad de los que es investido. Hablaremos también de la categorización del conocimiento como información valiosa siempre y cuando pueda ser demostrado científicamente, esto es, se cuestionarán los contenidos de verdad que se pretenden implementar en los conocimientos. Todo el Otro conocimiento se sub-valoriza y se posiciona bajo calificativos de no-racional o no-científico y se descartará por ser “irracional”. 4 Una de las intenciones primarias de este trabajo es evidenciar las relaciones sociales atravesadas por los intereses mercantiles que se crean en la configuración institucional hegemónica. El objetivo es encontrar las características de la constitución de lo que llamamos educación-aprendizaje crítica como una forma de obtener más información en la formulación de proyectos alternativos de construcción de la realidad social. Tal formulación inicia con una estructura imaginativa de los futuros mejores posibles y culminaría con la construcción de una posible conceptualización de la educación deseable, así como de las categorías humanas del conocimiento, las cuales deberían ser desarrollas y trabajadas en un proceso interminable de conformación. Lo anterior posibilitaría que el futuro deseable de la educación pueda llevarse a cabo como proceso inacabado de la construcción consciente de la realidad. A esto le llamamos operativizar socialmente a las utopías en las construcciones de la realidad social alternativa, esto es, desde las alteridades. Partimos del presupuesto de que las concepciones contemporáneas de la sociedad, de la política, de la economía, de la geografía, etc., están atravesadas por la naturalización de las construcciones sociales de la realidad. La constitución del mundo, tal como lo conocemos, se nos muestra como una composición compleja del devenir humano, y se manifiesta como la única forma posible en que la sociedad puede relacionarse de manera más o menos pacífica. La construcción de la realidad, tal como la planteamos aquí, es una configuración afortunada de los aconteceres históricos y de las estructuras institucionales de la vida humana. Las formas comunes de sociabilización expresan los paradigmas epistemológicos, éticos y ontológicos a través de los cuales las construcciones sociales contemporáneas se consolidan como ideologías en sentido postmarxista, es decir, como agentes aleccionadores de las potencialidades humanas. Tomando como objeto de estudio las realidades sociales de América Latina, ubicamos el trabajo desde la construcción de la realidad basada en los procesos de justificación de la dominación y de la implementación de los sistemas hegemónicos de 5 poder como forma inhumana de sociabilización, que ha sido naturalizada en el constructo epistémico y ontológico de la conciencia colectiva. Herramientas estatales como la represión, la escolarización y la pauperización de algunos estratos sociales, evidencian las configuraciones reales que se solidifican en la sociedad contemporánea como la única forma de sociabilidad. Esta naturalización de lo social, que a su vez representa la naturalización de la realidad actual, representa la configuración de un mundo construido, estrictamente, desde el entendimiento conceptual de un tipo específico de epistemología, desde un tipo concreto de moral, y desde una construcción aparentemente unívoca de la ontología. Las alteridades, las otras epistemes, las otras construcciones morales, son relegadas respecto de la hegemónica y son condenadas, históricamente, a la adaptación y encuadre en el sistema organizativo reinante. La Otredad (uno de los conceptos centrales en este trabajo) representa y visibiliza una construcción de la realidad social que escapa a las categorías primordiales del mundo hegemónico y, a su vez, permite comprender el problema expreso en los sistemas compositivos de la humanidad que pretenden ser universales, unívocos y homogeneizantes. En la educación-aprendizaje crítica se ven representadas las valorizaciones cambiantes de la humanidad, en tanto ser diverso y heterogéneo, como una cualidad humana que se configura y se define bajo el entendido de que debe ser adaptable a las situaciones y capacidades de cada sujeto integrante del todo social. Esta cualidad humana que se configura, primariamente, desde la categoría de la utopía como pensamiento activo de injerencia social, muestra un camino desde la diferencia, desde la alteridad, de las posibles construcciones de lo real social existente. El potencial utópico de la educación se construye desde la facticidad, esto es, desde las posibilidades existentes de la sociabilización humana. Tomando como eje los casos paradigmáticos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en México y del Movimiento de los sin Tierra (MST) en Brasil, mostramos cómo las categorías hegemónicas e inhumanas de la configuración de los proyectos educativos contemporáneos, al poner 6 en una posición privilegiada a la escuela, al maestro y al libro, relegan a la educación a una manifestación tendenciosa del potencial inacabado de la educación como aprendizaje crítico. Atravesada por la utopía, la educación se configura como una cualidad humana inalienable,irrenunciable y nunca acabada; esto es, la educación se nos muestra como un proceso infinito de configuración social de la realidad, que busca, como máxima en su proceder, la perfectibilidad de las relaciones sociales. La polarización de la vida, los esclavos-amos, el pensar sobre el actuar, la masculinidad sobre la feminidad, se muestra como un conjunto de construcciones sociales inhumanas e inhumanizantes, en cuanto constriñen el actuar humano a la actividad desde uno, y sólo uno, de los paradigmas posibles del conocimiento, es decir, a una sola manifestación del ser social. El procedimiento será adentrarnos en la definición de los conceptos y la relación de los autores a manejar, además de explicitar la riqueza de pensar desde las utopías las modificaciones a los proyectos fallidos de relacionabilidad social (proyectos políticos, sociales, económicos, en general, referidos a la institucionalización y a la administración de la vida en el Estado). Partiendo desde Nuestra América, el análisis conceptual que se realizará está centrado en los procesos de colonización de América Latina, así como los subsecuentes procesos de justificación y consolidación de los sistemas hegemónicos de administración de la vida en la región. Así, tomando a Horacio Cerutti y a Paulo Freire, se intenta una construcción epistemológica de: primero, el análisis histórico del concepto de utopía, así como de su utilidad en tanto función operativa del actuar humano y, segundo, utilizando a Freire, evidenciar la cotidianidad y la naturalización de las dicotomías humanas que se han configurado en las construcciones sociales como formas naturales de lo social. El problema se aborda, principalmente, desde dos corrientes de pensamiento. La primera, encabezada por Horacio Cerutti, evidencia el carácter histórico-filosófico de la investigación; la segunda, cuyo referente es Paulo Freire, permite una relación antropológica-filosófica en la aplicación concreta de una pedagogía alternativa. Como se 7 ve, este trabajo tiene una intencionalidad hermenéutica y multidisciplinaria, e intenta posicionarse frente a los problemas haciendo un análisis filosófico de ellos. De este modo, se vierten distintas corrientes del pensamiento filosófico que permitan explicar las problemáticas en sus manifestaciones más complejas. Asimismo, se construye el problema de la educación hegemónica desde la teoría crítica de la pedagogía en el contexto histórico de la filosofía de la liberación, pues en estas construcciones conceptuales se dieron los primeros acercamientos críticos a la institucionalización de la educación y su utilización como medio de justificación de los procesos coloniales. Por otro lado, el acercamiento al concepto de “utopía” se hace principalmente desde la filosofía de la historia construida con las herramientas desarrolladas por Horacio Cerutti. Este planteamiento busca explicar las diferenciaciones conceptuales de los acercamientos cotidianos al hablar del concepto de utopía. El proceso hermenéutico en la construcción, ejemplificación y separación del concepto de utopía se hace partiendo de las lecturas de Esteban Krotz sobre Platón y Aristóteles, para luego concretizarse históricamente en las realidades sociales de América Latina con los textos de Cerutti. La estructura teórica de este trabajo parte de la materialidad histórica del problema de la naturalización social y busca, a través del acercamiento teórico del problema de la educación hegemónica, la construcción epistémico-ontológica de una posible alternativa a la concreción de lo que es la educación y de su funcionalidad específica en lo social. Se busca mostrar que las otras epistemologías, que son construcciones de lo real-social diferentes a las occidentales, demuestran fácticamente qué otro tipo de sociabilización es posible. El trayecto teórico de este trabajo inicia en la filosofía de la historia como base histórica que permite la visibilización de la naturalización de lo social, pasando por los antecedentes críticos hacia el mundo occidental, esto es, la filosofía de la liberación y la teología de la liberación, hasta desembocar en una construcción crítica, desde la filosofía, de una realidad deseable, que puede ser construida desde los espectros éticos, políticos, epistemológicos y ontológicos de la alteridad. 8 El proceder de este trabajo no puede ser otro que el de la utilización de los conceptos presentados por los autores si y sólo si cumplen su objetivo crítico hacia la realidad. El procedimiento empleado fue una investigación amplia de ambos autores, así como de sus principales influencias para complementar el complejo constructo conceptual que plantean. El acercamiento que Freire tiene hacia los proyectos educativos de Brasil nos permite comprender que la educación y el aprendizaje son construcciones humanas que dependen del contexto geopolítico y social, pues en estas categorías es donde se priorizan valores humanos en el proceso de aprender. Por ejemplo, las categorías epistémicas primordiales de los países occidentalizados no son las mismas que las que se priorizan en las comunidades con un núcleo social primariamente comunal. En los libros de Freire, particularmente en Educación para la ciudad y Por una pedagogía de la pregunta, hace expresa la intencionalidad universalista del conocimiento occidental hegemónico. Este acercamiento teórico metodológico de los autores nos ayuda a formar construcciones conceptuales más ricas, más amplias e históricamente más concretas. Decimos que el procedimiento metodológico de este trabajo es filosófico a la vez que hermenéutico, pues pone sobre la mesa varios conceptos relacionándose, preguntándose los unos a los otros, negándose y, al final, reconstruyendo semánticamente conceptos como la educación y el aprendizaje crítico. Es en la parte final (La utopía de la educación) de este trabajo donde la relación de utopía y educación que se estuvo dibujado se hará evidente y se definirá de forma concreta. Se requiere de los dos primeros capítulos (Utopía y Educación) para hacer patente tanto su funcionalidad (que responde al problema concreto de la naturalización social) como su delimitación teórica (que es la composición conceptual y delimitaciones teóricas del concepto). 9 CAPÍTULO I: Utopía A) La utopía como concepto. El concepto de utopía ha sido trabajado ya desde muchos puntos de vista, entre los cuales tenemos a la literatura, la sociología, las ciencias políticas y la filosofía. Estas han sido materias encargadas de proyectar sus ideales partiendo del hecho de que la humanidad y la realidad misma están en conflicto. La utopía, desde los campos académicos, ha tenido la tarea de reflejar los sentimientos de inconformidad de la humanidad1 y ponerlos en una realidad futura que supone el mejoramiento de la vida, entendida ésta como la satisfacción de las necesidades primarias más básicas. Ya desde el nacimiento de Utopía, de Tomás Moro, encontramos esa manifestación de esperanza, de necesidad de cambio, que no sólo se manifiesta en la creación de una isla hipotética, sino que representa un síntoma de las necesidades que gangrenan el tejido social. Ese momento marca el nacimiento histórico de lo que conocemos conceptualmente como utopía. En el diccionario de la Real Academia Española aparecen dos grandes acepciones: 1) plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización, y 2) representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano2. Ambas definiciones suponen la no-realización de una utopía; presuponen una dificultad, en el caso de la primera definición, y una sociedad problemática que subsume, de algún modo, a los humanos, en el caso de la segunda. Es decir, la utopía es una manifestación de los deseos humanos que puede ser meramente imaginativao que puede componer un “plan, proyecto o doctrina” para el mejoramiento de una sociedad o la creación de una sociedad perfecta. 1 A lo largo de este trabajo, se utilizará el concepto “humano\a” para referirnos a los integrantes de cualquier sociedad, sustituyendo al concepto “hombre” por sus cargas machistas y su intencionalidad sexista. 2 DRAE. 22a Edición, 2001. 10 Las utopías nacen de las necesidades y deseos personales, es un anhelo constante de no necesitar nada, nacen de la no-satisfacción de los humanos, de actores que se presentan dentro de la sociedad como seres limitados, reprimidos y subsumidos en los establecimientos institucionales y morales de una época. Una utopía refleja el descontento de una época dada, es decir, un contexto socio-cultural definido. Los deseos de mejorar algo no surgen de la nada, no se dan “porque sí”, ni mucho menos son aislados; los deseos son la representación personal de la carencia. Llevando esto a la categoría de lo social, los deseos, y por lo tanto las utopías, surgen de la subsunción de ciertos sectores, generalmente de los pensadores religiosos y de las clases sociales más bajas -aunque no es restrictivo a éstas-, como una protesta alternativa a la realidad social y a la naturalización de los problemas. Decir que algo es personal no implica que sea individualista. Seamos claros en esto. El individualismo presupone una posición aislada respecto al mundo, un alejamiento de la comunidad y una intención de unicidad y univocidad, pues este concepto nace en el seno de una tradición cuyo objetivo es la desvinculación del sujeto con su entorno, lo que deviene en egocentrismo exacerbado. Mientras que lo personal permite la subjetividad, permite el pensamiento libre y, al mismo tiempo, razonado, inscrito en un conjunto más grande (sociedad, comunidad). Así, un pensamiento personal está sometido, necesariamente, a la articulación del contexto de donde surge, se muestra como molécula, pero con la posibilidad de ser semejante o compartido por otros miembros, pues lo personal implica relación o la posibilidad de ella. Al respecto, en Utopía Esteban Krotz nos dice que: La utopía es una denuncia: acusa la situación social existente de mala y, al mismo tiempo, de mejorable, […], una denuncia que viene del rincón de los más miserables […]. La utopía más bien trata de encontrar las causas de esta situación (la negación de los hombres en la realidad) y dibujar una sociedad ideal opuesta, en donde ya no existan estas causas y, por consiguiente, los efectos de las mismas.3 3 Krotz, Esteban. Utopía. México: D.F, Editorial Edicol, 1980, p. 60. 11 Una utopía consiste en llevar a sus máximas consecuencia la frase “sociedad perfecta”; es el límite totalmente opuesto de lo que una sociedad “común” representa. Común en el sentido de cotidiano-coloquial y normal. Una sociedad común es aquella en la que existen diferencias sociales, políticas y económicas, desacuerdos y disidencias, lo que no quiere decir que sea natural; una sociedad común no es, necesariamente, natural. Hay que tomar en cuenta la naturalización de los problemas sociales y su falsa inmanencia humana para entender el juego dialéctico de la realización (o no realización) entre teoría y práctica que se desarrolla en las utopías. Tenemos que entender que: “La utopía en todas sus formas gira siempre en torno a dos polos, la sociedad actual y la sociedad nueva, la sociedad donde los valores fundamentales del ser humano no tienen el lugar que tienen en sus sueños desde siempre y la sociedad donde se habrán convertido en las condiciones fundamentales de toda existencia.”4 Una característica común a todas las acepciones del concepto es la adaptación de ideas o ideales útiles a la formación de la sociedad deseable, al mundo perfecto. No hay, como tal, un rechazo tajante (no en la mayoría de los casos) de ideas epocales, más bien hay adaptaciones y reformulaciones de los pensamientos que pueden ser rescatables para los fines ya planteados. Las utopías buscan, por todos los medios, hacer patente la inconsistencia del mundo respecto a sus habitantes. Esto significa que se acude a todas las épocas y teorías con el fin de expresar, lo mejor posible, el problema de la sociedad fallida. Aparentemente, el mundo (el mundo real-social), entendido bajo esta idea de utopía, se conforma o se realiza desde lo humano-social; así puede entenderse que los cambios sociales sean, necesariamente, cambios reales en el mundo. La realidad, como un constructo humano que se define a través de las relaciones sociales, culturales, históricas y filosóficas, es la manera en la que los hombres entienden y conceptualizan su entorno. En relación con la tradición, decimos que la realidad se configura partiendo de 4 Ibíd., p.13. 12 presupuestos epistemológicos que se postulan como fenoménicos; la realidad es un constructo humano, esto es, realidad social. Si se toma en cuenta que, a lo largo de la historia, el pensar revolucionario ha sido una posición ante la realidad social que busca la crítica y la reestructuración de los establecimientos político-sociales de una época y, al mismo tiempo, la utopía hace lo mismo, la pregunta necesaria aquí es: A.a) ¿Cuál es la diferencia entre un pensamiento revolucionario y las utopías? La pregunta hace evidente la suposición errónea de una igualdad. Diremos que, en tanto que las utopías son una crítica temprana, una crítica imaginativa del cambio deseado, y el pensamiento revolucionario contiene, en germen, un proyecto político bien delimitado que busca un cambio per-se, la pregunta presenta una conversación entre campos temáticos que actúan en niveles distintos del pensamiento. Y es que las utopías, aunque en un primer momento sólo buscan la expresión de los deseos desde la construcción visionaria de lo totalmente perfecto, son una creación imaginaria de la otredad en términos completos. Esto quiere decir que asume una posición radical opuesta a lo dado, opta por la actitud socrática de “no dar nada por cierto” para ir construyendo la perfección a través de la raigambre de los deseos y necesidades humanas, lo que expresa ya un pensamiento revolucionario que no se muestra aún como proyecto concreto. Desde ahora se entenderá que la supuesta perfección en las utopías es más bien una idea de perfectibilidad de la realidad social, construida y por construir, que se irá transformando lentamente a través de los trabajos humanos que busquen el cambio de los paradigmas histórico-culturales. Las utopías tienden, por su amplitud gnoseológica, a crear brechas de posibilidad, vuelcos que convierten los ideales de cambio en proyectos revolucionarios completos; es decir, las utopías son pensamientos revolucionarios y proyectos en potencia. La utopía contiene las dudas humanas surgidas del planteamiento límite de los dogmas y creencias. 13 En una realidad, en apariencia, totalmente estructurada, la utopía no se encuentra en la postulación de sistemas concretos (no en un primer momento), sino en las construcciones humanas y las posiciones de asimilación entre los hechos y los deseos. Siendo así, y pensando que la razón es la única vía para la buena y pacífica convivencia, la razón razonable5 es condición necesaria para cualquier mejora de la realidad. La utopía puede -y de hecho debe- ser considerada como una apropiación del pasado que pasa por una estructuración (o reestructuración) para la formulación en el presente de un proyecto ideal del futuro. Con esta apropiación encontraremos la inclusión de la historia humana en su totalidad y no como historia lineal y acabada; más bien como una posibilidad de repensar la inacabada estructura de loque fue y será historia. Si hacemos un rastreo histórico de los cambios sociales, encontraremos que, en definitiva, ha habido mejoras en esta historia. Los derechos humanos, el voto femenino, la destrucción de las aristocracias (por lo menos teóricamente), son algunos ejemplos de la modificación social para el mejoramiento de la vida humana. Podríamos decir que vivimos en la utopía de épocas pasadas, vivimos en el pensamiento progresista de las mentes del siglo XIX, sólo que debemos volver a formular la “perfectibilidad” a la que queremos aspirar en el futuro. Permítasenos decir que: vivimos en los pensamientos utópicos del siglo XIX, estamos viviendo el progreso social y una integración de valores sociales fluctuantes, dejamos atrás los establecimientos monolíticos clásicos, y ahora todo puede ser criticado y al mismo tiempo criticable. Se hace evidente, gracias al transcurso de la historia, que esto acude a un discurso progresista, ya bien conocido, y puede interpretarse y adaptarse a muchas teorías distintas, lo importante es que nos recuerda el fanatismo progresista- mecanicista de la revolución industrial, aquél que acudió a la solidificación de las ideologías como creación de identidad hacia cambios socialistas-comunistas. El progreso, que tenía como punto central la inclusión de las ciencias modernas (tecnología) en la vida cotidiana, apelaba a la reducción del trabajo físico (humano) y la 5 Villoro, Luis. El proceso ideológico de la revolución de Independencia. México, CONACULTA, 1999. 14 eficacia laboral de las máquinas. Cuando pensamos el progreso, las relaciones son mucho más complejas por el desarrollo tecnológico que se mueve a velocidades impresionantes, son mucho más delicadas, incluso podríamos hacer la distinción de momentos y tipos de progreso, pero tal como se utiliza en la actualidad, el progreso alude a un tipo de evolucionismo extra-humano. El progreso supone una disolución entre lo que es el humano y lo que hace el humano, apela a la creación de la idea de que las mujeres y los hombres están intrínsecamente relacionados a las máquinas. Esto tiene relación directa con el implemento de las ideologías como solidificación de valores y teorías con fines prácticos- concretos. Este es un ejemplo de cómo la práctica se separa de la teoría y se configura como ente distinto respecto a lo que busca representar. A.b) ¿Las utopías son ideologías? Las utopías distan mucho de ser ideologías (aunque no están exentas de convertirse en una), pues las ideologías son construcciones de la realidad que se hacen desde el contexto y configuración de lo real-social dominante, se hacen desde los paradigmas de dominación establecidos por el acontecer histórico. La ideología sirve al orden dado y se utiliza como argumento falaz haciéndose pasar por la “nueva valorización” racional de lo social en tanto está en armonía con lo pre-establecido. Las ideologías son una falsa oposición, pues parten de los mismos principios básicos a los que supuestamente ataca. Cerutti, en Ensayos de utopía I y II, hace una distinción importante entre ideología pre-marxista e ideología marxista. En este párrafo utilizamos ambas de manera conjunta, pero diferenciada; a saber, que la ideología, bajo la visión pre-marxista, es una orientación hacia la praxis y que, cotidianamente, se confunde con la idea marxista que la postula como un ocultamiento y encuadre de la conciencia bajo las intenciones de la dominación social. Cuando Marx identifica en la ideología un poder de aleccionamiento social, el valor activo de las ideologías se difumina dentro de la idea marxista. Ambas son, actualmente, parte de la misma configuración conceptual, pues las ideologías fungen como promotoras 15 de la praxis humana con un dejo de ocultamiento informativo. Si ellas anteriormente actuaban de manera separada, hoy día no. Las utopías, como venimos diciendo, pueden ser transgresoras de la realidad existente, buscan la oposición al mundo paradigmáticamente dominante exponiendo sus contradicciones y dogmatismos más difundidos en la sociedad. Al igual que las ideologías, buscan la caída de la valorización ciega de lo real-social, pero acudiendo, como ya venimos dibujando, al pensamiento límite de aquello que busca criticar, lo que hace una diferencia entre ambas. Por un lado, la ideología, aunque en su discurso busca “el cambio”, repite la lógica del dominante (discurso hegemónico), tiene un escisión entre su práctica y la teoría a la que acude, es un doble discurso -muy común, diríamos- en el discurso político contemporáneo; las utopías, por su lado, acuden, en la práctica, a la teoría que representan (praxis humana), son congruentes y críticas. Esteban Krotz ayuda en esta diferenciación citando a Karl Mannheim: El criterio es el de su realización. Las ideas que con posterioridad, resultaron haber sido meras representaciones falsas de un orden social pasado o potencial, fueron ideologías; mientras que aquellas que fueron oportunamente realizadas en el orden social subsecuente fueron utopías relativas6. […] La mentalidad utópica es más que un simple conjunto de deseos sino que se trata, precisamente, de ideas que trascienden la situación (y que producen) un efecto transformador en el orden histórico-social existente […].7 Las ideologías son el pensamiento solidificado del deber ser humano, son prácticas que se apartan de la teoría a la que acuden, se convierten en pensamientos viscerales e irreflexivos que asumen, cotidianamente, una posición contradictoria respecto al mundo. 6 Más adelante trataré de explicar por qué Krotz refiere a distinciones como utopía relativa o mentalidad utópica. Como adelanto, diré que la utopía actúa no sólo desde la creación de imágenes futuras de la sociedad perfecta (perfectible), cambia, evoluciona y se convierte en proyectos y posturas concretas ante el mundo. 7 Krotz. Op. cit., pp.116-117. 16 Para abonar un poco más en la diferenciación planteada, Luis Villoro, en El concepto de ideología, nos dice: Las creencias compartidas por un grupo social son ideológicas si y sólo si: 1) No están suficientemente justificadas; es decir, el conjunto de los enunciados que las expresan no se fundan en razones objetivamente suficientes. Y 2) Cumplen la función social de promover el poder político de ese grupo; es decir, la aceptación de los enunciados en que se expresan esas creencias favorece el logro o la conservación del poder de ese grupo. 8 La utopía se presenta como la formulación necesaria y primaria del descontento social, escapa a su prisión en la isla y se reproduce a través del pensamiento auténticamente formulado como crítica explícita con el objetivo de modificación real; es decir, la utopía adquiere una intención de realización. Las utopías son formuladas, fuera de la creación literaria, como proyectos futuristas de la sociedad, proyectos que se adhieren a la realidad y se sirven de ella para soñar desde los humanos y servir a ellos. Se convierten en proyectos utópicos. B) Utopías realizables e irrealizables Se piensa cotidianamente que la utopía, o las utopías, son ensoñaciones de personas que no tienen clara la realidad en la que viven, de locos encargados de fantasear, que escapan a su imaginación y se olvidan del mundo. No obstante, pensamos que no hay nada más alejado de la realidad que eso. Alguien que piensa en las utopías utiliza y parte, totalmente, del mundo real, piensa en la vida perfecta (en el más amplio de los sentidos) y formula un mundo en donde las posibilidades son infinitas, donde todos los humanos nos desarrollamos plenamente y donde las radicalidades son desdibujadas para dar lugar a la equidad y a la libre convivencia. Ya lo decía Adolfo Sánchez Vázquez: “La utopía es una construcciónimaginaria de la sociedad futura, pero hunde sus raíces en el presente”.9 8 Villoro, Luis. El concepto de ideología. México, Fondo de Cultura Económica, 2007, p.27. 9 Sánchez Vázquez, Adolfo. Del socialismo científico al socialismo utópico. México, Era, 1975, p. 16-23. 17 Las utopías son mundos posibles que se encargan de la idealidad, de lo totalmente deseable. Así, si pensamos obras literarias como La ciudad del sol, de Tomasso Campanella,10 estaremos entendiendo que lo que en esas páginas se muestra es una ventana de posibilidad hacia un mundo distinto -y no por eso necesariamente mejor-, un mundo donde las relaciones sociales están posicionadas desde un punto de vista distinto, pero real. En la literatura, y aquí podemos regresar miles de años, hay muestras de deseo de cambio de los paradigmas que rigen la época en la que surge cualquier obra de corte utópico. Un ejemplo de lo anterior es la obra de Platón, La República:11 en ella se muestra un mundo distinto al que se tiene y al cual se puede aspirar, una organización política y social diferente que bajo la lupa de la época es una total alucinación. Estas obras citadas tienen una diferencia formal: la primera acude a problemas espaciales, esto es, que la imposibilidad de realización radica en la inoperatividad de los territorios existentes (geografía) para la concepción de la ciudad solar, no existe un territorio con las características necesarias para la existencia de un lugar así; mientras que en la segunda obra la problemática no está en los espacios geopolíticos, sino en la distancia temporal de la sociedad actual vigente y la sociedad futura deseable. Tomo estos dos ejemplos para evidenciar la diferencia entre una novela utópica que sólo visibiliza problemas (en el primer caso) y cumple su objetivo en ello, mientras que en el segundo hablamos de una obra literaria utópica, pero que, a diferencia del primer caso, se ubica a posteriori como aplicable-realizable. No podemos negar que ambos casos contienen críticas vivas hacia el sistema socio-político vigente, pero la intencionalidad varía en cada una. Es en la literatura donde se comienzan a hacer denuncias sociales al amparo de la fantasía; es decir, es en ella donde los “soñadores” pueden dejar que su pluma corra y abra las posibilidades a la perfectibilidad social, que aun cuando no tiene la intención de 10 Campanella, Tomasso. La Ciudad del Sol. Madrid, Tecnos, 2007. 11 Platón. La República. Madrid, Mestas Ediciones, 2015. 18 convertirse en sociedad concreta, de realizarse verdaderamente, lleva consigo una denuncia explícita oculta con el manto de la creación meramente imaginativa. No en todas las obras literarias de utopía hay proyectos sociopolíticos concretos y desarrollados, pero en ellas hay protestas y críticas directas. Visto el problema sólo desde la literatura la crítica es clara, pues hay imposibilidad de replicar esas ideas en el mundo real-social. La extravagante noción de cambio que en ellas (las obras literarias del género utópico) se encuentra y, por ende, la descalificación habida en las críticas que se les realizan por ser productos de la imaginación, alude a problemas epistemológicos distintos: a saber, espacio y tiempo. Esto quiere decir que la “imposibilidad” de realización deja de ser un problema geográfico para convertirse en uno sociopolítico, en donde la oposición sistemática de lo pre-establecido deja de decirnos “no se puede” y comienza a trabajar con el “aún no es posible”. Krotz identifica este cambio temático en la revolución industrial, que es el cambio paradigmático de las intenciones literarias, pero no es el primero: “El cambio más importante que experimentaron las novelas políticas en la época de la revolución industrial fue la sustitución de la distancia espacial de la sociedad ideal por la distancia temporal.”12 Por eso, y regresando al caso de La Republica, se crean proyectos socio-políticos que sí tienen la pretensión de ser aplicables a la realidad, que sí buscan un cambio directo y una aplicación deseable en un futuro ideal. Se hacen evidentes las posibilidades reales de aplicación y se fabrican posturas definidas de oposición, se crean proyectos utópicos. Ésta es la principal diferencia con el género literario. Parece que existe una contradicción en lo planteado aquí. Se habla de que la utopía, estudiada solamente desde espectros literarios, es una aspiración imaginaria hacia una sociedad mejor que sólo busca la expresión y visibilización de los problemas que aquejan a una sociedad concreta. En este punto, no busca realizarse per-se, sino que tiene como principal intención la expresión de una crítica. Pero el género literario utópico muta y puede llegar a convertirse en un proyecto utópico, que son diferentes en su 12 Krotz. Op. cit., p. 91. 19 intencionalidad respecto a la extensión de su acción. Como ya dijimos, no existe la dicotomía realizable-irrealizable en este sentido, más bien es una confusión conceptual en donde se mezcla la literatura con otras materias. Estas distinciones nos sirven para evaluar el contenido que se presenta y discriminar correctamente la información, a fin de realizar una evaluación del contenido y saber desde qué campo debemos tratar las utopías; ya sea desde la literatura, o bien, desde materias específicas como la sociología, la filosofía, etc. Es un paso necesario para ser juiciosos con la información y entender la intencionalidad formal de la obra. Cerutti deja más claro el problema que supone pensar la utopía desde la cotidianidad: Un primer momento es la distinción entre la noción vulgar de utopía, en el nivel del lenguaje o uso cotidiano, y su uso en otro nivel, el de la elaboración teórica de la noción. A nivel del lenguaje cotidiano, “utopía” se asocia con ilusión o quimera. Es una propuesta político-social impracticable. […]. La carga valorativa del término es, a este nivel, peyorativa y su función es de descalificar al adversario, dentro de los usos de la retórica política diaria. […]. 13 Este sentido cotidiano de la utopía es el referencial inmediato en el acercamiento social del lenguaje, no se da un peso semántico fuerte y se descalifica por ser una ilusión volátil. Cuando se dice que pensemos el mundo a través de las utopías se cree, de facto, que se piensan o se crean mundos para tener un laboratorio de teorías y así, en un segundo momento, tratar de aplicar dichas teorías (políticas, sociales, científicas, religiosas) a la realidad social. Esto, sabemos, no ocurre así, pues las utopías, en tanto creación humana, acuden, necesariamente, al mundo cotidiano, al mundo de lo real, para responder utilizando la creación literaria como expresión programática de una posible solución. Se trata a las utopías literarias bajos los mismos análisis que los proyectos utópicos. 13 Cerutti Gulberg, Horacio. La utopía en nuestra América (Ensayos de utopía III). Costa Rica, Universidad Nacional de Costa Rica, 2007, pp. 171-172. 20 Al nacer el concepto en una obra literaria se le identifica, siempre, como creación distinta a lo real. Sin embargo, incluso las obras literarias utópicas no son infértiles, pues son una crítica primaria que puede o no gestar ideas operativas en sus lectores. Aunque parece imposible por su contenido más directo, si se hace una investigación del contenido simbólico de ellas podremos darnos cuenta que las posibilidades ahí planteadas van más allá de una sociedad enteramente feliz o de establecimientos estatales y jurídicos perfectos. Las utopías se califican como irrealizables cuando se estudian y abordan desde un sistema establecido y bien definidoen su moral. Por ejemplo, en un mundo de carnívoros los vegetarianos son irreales. Este ejemplo, aunque absurdo, expresa a la imposibilidad como intromisión agresiva en un sistema dado que se defiende descalificando a la Otredad por “ilógica”. Acudiendo al sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman, una utopía es la agresión que se hace a una sociedad sólida. Sabemos que los vegetarianos no son instancias humanas abstractas, existen, y eligen, con razones específicas, no comer carne, pero el hecho es que no son ni ilógicos ni irracionales, ni mucho menos pueden ser calificados de no-humanos, sólo representan una manera distinta de comprender y ser mundo. Utopía no es necesariamente identificable con lo irrealizable, por el contrario, en la mayoría de los casos, utopía designa lo supremamente deseable y un maximum de realismo en cuanto al rechazo de situaciones de opresión e injusticia […]. Trabajar sobre la categoría utópica es trabajar sobre lo posible y cómo realizarlo. Más que esto, sobre la necesidad de la afirmación imperiosa de lo alternativo, como deseable y como factible. 14 El proyecto utópico es el segundo paso en la creación de un proceso hacia la perfección social (perfectibilidad), se establece por la creación de límites que permitan inscribir al proyecto utópico como programa de acción en campos específicos de la vida. El primer paso de la utopía es la visibilización de los problemas, pero es en el segundo paso 14 Ibíd., p. 172. 21 en el que se crea un proyecto utópico, en donde los deseos de cambio se manifiestan más claramente, pues en ellos hay denuncias y pronunciamientos que no son indirectas literarias, sino que son programas con intención de concreción. La dicotomía que se crea entre la acepción común de la utopía y la definición de los estudiosos es una equivocación, pues más que una dicotomía, es un juego dialéctico entre lo real y lo irreal. Tanto las utopías como los proyectos utópicos sólo se diferencian en la pretensión de la utilización de las mismas, pues una obra literaria, en tanto contenedor de crítica social, puede, en cualquier momento, devenir en un proyecto utópico si las necesidades de la sociedad lo requieren. La posibilidad e imposibilidad de una utopía solo se encuentra en el tratamiento que se le dé al concepto. B.a) Utopías realizables Las utopías realizables son aquellas en las que se actúa, se trabaja por el mejoramiento de la vida con la intención de mejorar a la realidad misma. Descartar a las utopías por irrealizables supone un mal entendimiento del término y hace evidente la literalidad con la que se trabaja. Recordemos que la utopía trabaja con simbolismos, con analogías y con metáforas, deja que la interpretación hecha cree el mundo que desea. Ahora, hay muchas maneras en las que, históricamente, han aparecido y funcionado los proyectos utópicos más allá de la referencia cotidiana y de las aproximaciones literarias, a saber: a) como horizonte utópico, b) como género utópico, c) como ejercicio utópico y d) como razonamiento hipotético. Estas distinciones expresan la manera en la que las utopías como proyecto han acaecido.15 Haremos, para complementar y tratar de dar una explicación más amplia al tema, una paráfrasis de estas distinciones y sus desarrollos históricos, en el entendido de que no citaremos textualmente para no extendernos demasiado en esta ramificación pedagógica. Será un anexo a la información: 15 Esta categorización se encuentra desglosada y explicada en: Cerutti Gulberg, Horacio. La utopía en nuestra América (Ensayos de utopía III). Costa Rica, Universidad Nacional de Costa Rica, 2007. 22 a) Horizonte utópico: Son los deseos humanos manifestados como programas y lineamientos de acción para la implementación de sistemas sociopolíticos en la realidad. Tiene ciertos “valores articulados” que no posee la realidad vigente y que son promotores de la acción. b) Género utópico: Son de autoría personal, son obras que “proporcionan una descripción de los males de la sociedad actual”. En el género utópico es donde se hacen las fabricaciones fantásticas de lugares ideales para el establecimiento de la perfección política, social, económica y gubernamental. c) Ejercicio utópico: Se da en la creación de comunidades alternativas que pretenden partir desde cero en la creación de las relaciones sociales. Generalmente son inspirados por las obras del género utópico y tienen una duración corta. d) Razonamiento hipotético: Aquí la utopía se da como hipótesis científica del actuar humano, se abre la posibilidad de modificar los conceptos sólidos y naturalizados en los procesos históricos. El tratamiento cotidiano del concepto de utopía entrelaza estas distinciones, las conjuga y las plastifica para crear una teoría amorfa que escinde lo real (realizable) de lo irreal (irrealizable). El problema conceptual que supone este error es la depreciación del avance teórico del concepto y la reticencia hacia lo que se presenta radical y totalmente mejor. Aunque es difícil pensar la genealogía de esta confusión teórica, podemos suponer que se origina, principalmente, por los puntos b (Género utópico) y c (Ejercicio utópico), que se confunden con los a (Horizonte utópico) y d (Razonamiento hipotético), que, como vemos, son diferentes en su campo de acción. La utopía, actualmente, no sólo busca expresar problemas concretos de maneras fantásticas, sino que busca “operativizar socialmente” el actuar humano, se convirtió en el percutor necesario para encender la chispa de la acción contra la apatía. Las utopías relativas a las que se refiere Krotz, y que antes se mencionaron, consisten en los logros parciales que se realizan de los proyectos utópicos. Las estructuras de programas sociopolíticos que buscan la realización de ideales en la realidad, por su cualidad utópica, esto es, por su posición radical respecto al sistema pre-establecido, no 23 podrán lograse en su totalidad; se encontrarán, eso sí, con pequeñas victorias, pequeños logros que permiten a los utopistas predicar de ellas la “relativa realización” del pensamiento utópico principal. Es en los horizontes utópicos en donde las utopías relativas se dan. En las utopías se busca conciliar, a través de la crítica, las dualidades, las que se niegan y se nulifican la una a la otra: hombre-mujer, espíritu-razón, negro-blanco, sentimientos-pensamientos, adquieren valores distintos. Así, esta clase de dualismos y dicotomías son sometidas a una desfragmentación, se ponen bajo el ojo crítico y se desmitifican algunas de ellas, otras sólo se logran poner en discusión, situación que por sí misma supone una gran victoria ante el dogmatismo y la naturalización de las aristas. Las utopías y su contenido (el discurso utópico) tienen la característica de poder ser puestas en oposición pedagógica16 a cualquier otra (o casi cualquiera otra) corriente discursiva, ideológica… digamos, temática (mítica, ideología, realismo, etcétera). B.b) Pensamiento utópico y acción Existe un desfase entre el pensamiento utópico y el actuar utópico. El primero, como ya dijimos, procede desde la imaginación, desde la postura volátil del deseo de mejorar las situaciones y se manifiesta, en la mayoría de los casos, como imposible en tanto no se mantiene en la realidad; esta es la interpretación superficial. El actuar utópico, en el cual se encuentran los proyectos de acción, es una de las maneras de aproximación al caso concreto. Es la creación del proyecto utópico la que pone como objetivo una “x” delimitada (o limitada) a un contexto sociocultural que permite cargar de contenido la propuesta de cambio. Pero es en este juego en donde la utopía tiene su verdadero valor. La utopía es un medio necesario del actuar humano y serequiere para iniciar con el intento de cambio; es, en palabras de Bloch, “un principio de esperanza”. La pregunta sobre la bifurcación 16 Entiéndase como la manera de desglosar un tema y hacer un desarrollo dialéctico, aunque en ello se suponga una unidad con el objetivo de hacerlo más claro e inteligible. Esta aclaración es muy importante por el contenido presentado en el segundo capítulo de este trabajo. 24 (realización-irrealización) de la utopía es una pregunta vacía, pues supone una escisión entre la teoría y el actuar respectivo. Siendo la utopía el principio necesario para la ignición del cambio, es necesario pensarla desde una posición privilegiada donde puedan converger todas sus acepciones, con el fin de dar lugar al entendimiento abarcador de lo real. La utopía es, filosóficamente, una disposición primaria para acercarse de forma crítica a los problemas de la cotidianidad. Si partimos de los hechos dados, esto es, históricos, las visiones sobre el futuro, partiendo solamente de lo objetivo, son totalmente desalentadoras, no existe posibilidad de un cambio real, pues no hay en la historia algo similar. La historia es un proceso lleno de contradicciones, en donde surgen luchas armadas por motivos específicos que van degenerando en situaciones diversas y que, en ocasiones, dan como resultado posiciones contrarias a las planificadas al principio; ejemplo de ello, en México, tenemos el caso de la Revolución, donde las motivaciones principales (la lucha por los derechos agrarios entre las principales causas) no se cumplieron al término del conflicto. La visión a futuro es desalentadora, y es ahí donde la utopía se presenta como esperanza vigente del cambio de lo real-social. […] La esperanza que es la filosofía consciente se dirige al esclarecimiento de este objetivo último a que se orienta el desarrollo de una filosofía que permanece y es, porque está haciéndose […]. La esperanza es entendida como principio que se hallaba desde siempre en el proceso del mundo aunque durante tanto tiempo haya sido ignorado filosóficamente.17 Esto es la utopía en sentido filosófico, un proceso consciente de construcción de la realidad partiendo de la esperanza del futuro y contextualizada en la desesperanza de lo histórico. Tomo a la utopía como principio de acción social, bajo la premisa de que los humanos necesitamos un impulso para actuar, un percutor, una motivación para el cambio. La visualización de un mundo que se puede mejorar, una realidad que, aunque inacabada, puede contener mejoras en las aptitudes y actitudes de todos dentro de la 17 Serra, Francisco. Historia, política y derecho en Ernst Bloch. Madrid, Trotta, 1998, p. 95. 25 sociedad, es una buena motivación para el intento. Principio de esperanza como principio de acción. Si la planteamos como principio de esperanza, la utopía se está inscribiendo en una tradición, pues las cargas semánticas que contiene la palabra “esperanza” ponen a la utopía bajo las creencias de doctrinas teológicas, doctrinas que tienen una noción de esperanza como pasividad y espera de sucesos. Un ejemplo de esto es la definición del diccionario de la RAE: “virtud teologal por la que se espera que Dios dé los bienes que ha prometido”,18 pero: “En la utopía no sólo no hay garantías extra-humanas de salvación; no hay nada que salvar, sino más bien tareas por realizar.”19 En este punto, la utopía se aleja de esa definición y busca la re-significación de lo que la esperanza representa para la humanidad: “En tanto que no hay en absoluto ninguna construcción consciente de la historia, en cuya ruta y tendencia el objetivo no sea también todo, el concepto utópico de principio -en el buen sentido de la palabra- de la esperanza y de sus contenidos humanos es, sin más, un concepto central”.20 La re-dignificación de las expresiones de lo humano requiere de una nueva valorización de la moral con la que se califican las acciones. Los actos humanos no son buenos ni malos a priori, se evalúan y se califican según una moral establecida. Esta evaluación casi inmediata es necesaria para que exista la relación social. Entender lo humano -las acciones humanas- desde nuevos paradigmas permite que la evaluación se haga desde campos epistemológicos distintos. Aunque de ello no se sigue que la moral deja de ser parte del entramado social, pues sólo significa que la evaluación que se hace de las acciones deja de acudir a un sistema de valores rígidos para utilizar uno nuevo y -tal vez- menos dogmático que el anterior. La locución “tal vez” representa la apertura lingüística de la posibilidad de un futuro diferente. La utopía como principio de esperanza es la expresión de una duda 18 DRAE. 22a Edición. El subrayado es nuestro. 19 Cerutti Gulberg, Horacio. Utopía es compromiso y tarea responsable. (Ensayos de utopía V). Monterrey, N.L.: CECyTE, 2010, p. 56. 20 Serra. Op. cit., p.95. 26 razonable de un futuro por venir. Es un principio que nos permite esperar-actuando que el mundo que nos increpará; aunque fácticamente está condenado a la repetición de las desigualdades históricas y de las radicalidades sociales, tiene la oportunidad de modificarse y ser más dócil con todos. En la siguiente cita se resume la explicación conceptual de utopía, además de expresar la posición metodológica que desarrollaré en el siguiente capítulo. La dualidad entre la realización y la inviabilidad que ello supone se difumina para dar sentido a una nueva aproximación al concepto y hacer visible el sentido más novedoso y contemporáneo de lo que las utopías significan; esto es, el “Sentido tripartito de utopía”: En el primer nivel, utópico se asimila a irrealizable en sentido lato. En el segundo nivel, la utopía hace realizable en la ficción lo que se sigue afirmando como irrealizable en la realidad. En el tercer nivel, lo utópico ya aparece asociado extrañamente a lo realizable en un sentido más propio, porque además es lo supremamente deseable que se vislumbra como posible en las virtualidades de lo real dado, pero sobre todo, dándose; in fieri.21 C) Utopía como proceso El desarrollo anterior supone una pregunta constante: ¿cuál es la tercera forma en la que podemos entender la utopía y cómo funciona? Esta tercera forma es una re-significación de la utilización del concepto de utopía, donde no se busca la realización ni la descalificación de ella, se aleja el concepto de la pretensión de concreción y de la idealización plasmada en los proyectos concretos; se convierte en un concepto operativo necesario para el actuar humano, en un principio que provoca el actuar, que siempre busca cambiar las estructuras y sistemas para el mejoramiento de la vida humana. Digamos que este enfoque simbólico de las utopías permite dos logros: 21 Cerutti. Utopía es compromiso y tarea responsable…, p. 53. 27 a) “Superar el riesgo inmanente a la tarea de instrumentar operativamente el concepto de utopía y que no es otro que el del platonismo. Esto es, permite tomar partido con relación a las utopías. No se trata ya de “realizar la utopía”; no queremos utopías para realizar, no queremos cauces pre-concebidos, apriorísticos de acción. La teoría y construcción del proceso de liberación debe surgir del proceso mismo y no “de la cabeza” de algunos “iluminados” b) Nos permite redefinir la especialidad de la tarea filosófica, que a través de esta toma de partido no trata de “fundamentos” epistemológicos sino que es intervención política en la teoría.”22 Esto quiere decir que las utopías, más allá de las dicotomías insalvables que tienen como centro de la discusión su realización, tienen un valor filosóficoque desborda la significación clásica y las configura como una metodología desde dónde pensar los problemas, que desborda los fundamentos y que se presenta como un proceso que ya no tiene su valor, su utilidad, en su realización, sino en el proceso mismo de construcción y, quizás también, de deconstrucción. La mayor aportación que puede tener un pensamiento utópico es la aspiración a la modificación de lo dado en sociedad, tiene su valor en la sola aspiración de lo deseable. El proyecto que se construirá basado en los ideales sociales acude, necesariamente, al primer principio de la valorización filosófica que hace de las utopías una suerte de concepto que torna operativo el pensamiento; a esto le llamamos pensar las utopías como procedimentales. La utopía es un proyecto infinitamente inacabado y por lo tanto perfectible, es un proyecto que se transforma, que utiliza todo aquello que está a su alcance (teórica y prácticamente) para re-formular la realidad social. La utopía, en efecto, es un proceso constante de transfiguración y re-configuración y, al mismo tiempo, es una metodología (más que un método) de iniciación del acto, del movimiento humano, muestra las posibilidades que distan y contradicen -en algún momento- las realidades y 22 Cerutti. Ensayos de utopía I y II…, p. 104. 28 configuraciones de las que surge. La utopía es siempre transgresora y por esto puede ser considerada como un acto revolucionario o un “espacio” en donde se dan actos revolucionarios. Por metodología de la utopía estamos entendiendo la cualidad transfiguradora, siempre inacabada (pero no incompleta), de la expresión de descontento de los humanos como forma de expresión y visualización de las realidades (posibles) a futuro. Como proceso tiene también un proceder que cuenta con un marco conceptual instaurado en la historia y los acontecimientos que la rodean. Sobre la utopía como metodología, Cerutti, hablando sobre Rubert de Ventós, nos dice: “[…] más que por su “verdad”, las utopías deben ser valoradas por la medida en que reflejan una época, nos ayudan a comprenderla, y proponen imaginativamente alternativas al estado de cosas existente. Resumiendo, la metodología para el tratamiento de las utopías incluye dos análisis: A) El análisis de la estructura interna del discurso utópico: B) y el análisis relacional de su situación. El punto A incluye: 1) Momento crítico o de diagnóstico. Es el momento propiamente dialéctico. 2) Problema específico por resolver. 3) Momento de la propuesta, que incluye la descripción imaginaria del fin ideal y cómo alcanzarlo. 4) Concepción del tiempo. 5) Concepción del espacio. Implica la localización del espacio en la imagen ideal.”23 Es el punto A el que demuestra la función metodológica de las utopías. Es aquí donde se muestra como una estructura vacía de contenido en tanto estructura formal. Su 23 El cuadro relacional es el contexto histórico con el que es llenado el cuadro metodológico. Ibid., p. 130. 29 función es expresar problemas concretos a través de la evaluación de casos particulares por medio de los polos radicales de la situación. Cada problema es filtrado por estos cinco puntos con el objetivo de entender el “proceder” necesario y programático del discurso configurado en B, donde la idea discursiva que entiende a las utopías como procesos continuos del actuar humano se encuentra relacionada con el contexto. Debemos24 utilizar al concepto de utopía planteado: como aspiración de realización que sobrepasa los paradigmas de espacio y tiempo pre-concebidos que la encuadran (a la utopía) como irrealizable; como proceso deseable pero no concreto que aspira a las modificaciones ideales de la realidad social y se basta con ser un deseo humano, por paradójico que esto nos pueda parecer. Ya en este punto debemos tener claro que: 1) La utopía está inscrita, necesariamente, en el contexto sociopolítico y cultural del sujeto que escribe sobre ella. 2) Aunque ha sido enmarcada bajo los calificativos de quimérica e irrealizable, tiene una función activa en el pensar y en el actuar de los que escriben sobre ella -llamémoslos utópicos/utopistas-. 3) El pensar utópico es necesario para expresar las problemáticas y los deseos de la sociedad en la que el utopista está inscrito 4) La utopía, o las utopías, deben ser planteadas como metodología, esto es, como percutor, como eje para provocar la transgresión del sistema que busca poner en evidencia. Las utopías son el marco teórico de los pensamientos que están fuera de los límites de los sistemas en los que están inscritos (ya sea desde el lenguaje, la cultura, la historia, etcétera). 5) Una utopía busca proyectar la perfectibilidad de una realidad posible distinta a la que critica, es pensamiento crítico por sí misma. 24 Hablamos de deber y no de poder, en tanto que todos somos responsables de las cualidades sociales en las que vivimos. 30 6) Todo intento de pensamiento utópico debe ser transgresor -de un modo o de otro- de la realidad social existente, así como proyectar y configurar una realidad distinta que corra bajo nociones prácticas e ideas teóricas más humanas que aquellas que busca eliminar. En la utopía como un proceso hipotético del actuar humano se representan todas las manifestaciones del concepto. En esta manera de operativizar la función de las utopías es donde convergen las nociones literarias, los horizontes sociopolíticos, el valor de las experiencias obtenidas en los ejercicios de proyectos utópicos, y se logra la re-interpretación del concepto para el funcionamiento del actuar revolucionario. D) ¿Por qué pensar desde la utopía? El concepto de utopía nos permite una aproximación a lo real desde un estrato de lo humano diferente. Nos permite acercarnos a nuestra realidad en un sentido ontológico fuerte que más adelante irá quedando claro, es decir, desde la configuración total de lo que se nos presenta como real. La historia, la naturaleza, las relaciones sociales, la configuración institucional y las proyecciones a futuro, que son una predicción de los sucesos hasta ese momento dados, pueden hacer una evaluación diferente del futuro y una predicción del desenvolvimiento de las relaciones sociales existentes. La utopía permite, tal vez por primera vez desde la Edad Media europea, la conciliación entre racionalidad y emocionalidad, pues al ser ésta una construcción separatista de lo humano no resistirá una crítica. El pensamiento que se configura desde las utopías se convierte en una manera de aproximarse a lo real-social que pretende incluir cualquier forma de interpretación de lo real. En la utopía convergen los pensamientos humanos de racionalidad, los que expresaban el futuro como desesperanza y determinismo, con pruebas y evidencias de que históricamente el humano subsume a ciertos sectores y ciertas cualidades propias de otros humanos. Por ejemplo, que si se siguiera la consecución del dato histórico oficial, sería de humanos “racionales” suponer el futuro como obscuro y desalentador. No 31 tendríamos ninguna motivación para intentar realizar un cambio en los paradigmas de las relaciones existentes. Pero hay que entender que los sucesos históricos oficiales no son lineales ni naturales, se dan por ciertas relaciones historiográficamente rastreables y no son, para nada, la única y necesaria forma del acontecer humano. Es decir, la historia es una configuración de hechos dados que pudieron ser de otra forma, pues la historia es una configuración compleja de acontecimientos. Por otro lado, tenemos los pensamientos sobre emocionalidad que son, desde el estrato de la racionalidad, pensamientos estridentes que no se justificandesde lo real dado, son fabricaciones totalmente sentimentaloides de los deseos y aspiraciones que no tienen justificación alguna (bajo el racionalismo más recalcitrante). Esta parte de los humanos se califica o se enfrasca, casi siempre, en el campo de lo irracional-ilógico, y se descalifica a través de un determinismo del deber ser humano como aspiración racional. Es la utopía una de las visiones que permite la relación de estos campos, la manifestación del actuar humano que, en tanto que humano, no puede ser negado y subordinado a una u otra manera. Así, permite entender lo humano a través de las acciones sin reducirlo a una sola forma de realización de lo que la humanidad es. Las radicalidades y las negaciones sobre la manifestación y representación de lo humano acuden, siempre, al establecimiento y solidificación de valores morales y sociales preestablecidos para el funcionamiento de sistemas sociopolíticos creados para la sustentación, justificación e implementación de las desigualdades actuantes. Permitir que los humanos “realistas” sean sólo realistas, y que los “soñadores” acudan sólo a sus sueños, sería como creer que sólo las mujeres pueden ser delicadas, mientras que los hombres, fuertes. Es absurdo suponer que existen papeles sociales totalmente delimitados a una u otra categoría, pues siempre existe en los humanos una fluctuación de ánimos, de intereses, de maneras de entender el mundo y a sí mismos, que hace imposible predeterminarlos y limitarlos a una sola categoría. Así, un realista puede soñar y un soñador puede poner los pies en la tierra. La utopía estimula la pregunta básica 32 ¿por qué lo que sucede, sucede de ese modo y no de cualquier otro? El mundo es un tornasol de realidades humanas convergiendo en la relación social intrínseca a los hombres. En el principio de esperanza, Bloch, considera que la esperanza no es una simple disposición anímica que define a las personas de ‘naturaleza optimista’ y está ausente en las personas con tendencias al pesimismo. La esperanza es una determinación fundamental de la estructura del mundo, un principio siempre presente y actuante en la realidad objetiva, y un rasgo constitutivo del ser humano.25 El cambio necesario a la realidad humana (a lo real-social) es -y debe ser- desde lo antropológico pues “En la función utópica por necesidad existe un sujeto, ya que sin él la existencia de la misma esperanza se desdibuja […].”26 Para modificar las relaciones con nuestro entorno es necesario cambiar las formas en las que nos percibimos. Las luchas de liberación, por ejemplo, deben estar mediadas por la utilidad que los humanos podemos adquirir de ellas (sin pensar en un utilitarismo laxo y socarrón) donde se entiendan las relaciones sociales, naturales, políticas, ecológicas, zoológicas, etc., como formas de convivencia que no se desprenden de la relación yo-Otro insalvable. Las relaciones de alteridad (todo Otro) deben ser comprendidas en un sentido levinasiano (la realización del yo en todo Otro (todo lo Otro))27. Hablamos aquí de una relación antropológica centrada en la idea de que el único matiz que le podemos dar a las relaciones con la alteridad desde nuestra privilegiada punta de la pirámide es la visibilización. Tenemos que pensar, nuevamente, nuestra posición en el mundo y la manera en la que entendemos nuestra realización como humanos a través de lo Otro. 25 Flores Olea, Víctor. La crisis de las utopías. Barcelona, Anthropos, 2010, p. 429. 26 Ibíd., p. 406. 27 “Es importante aclarar que, según Levinas, el otro no se constituye a partir de su referencia con el yo, sino que se hace presente a través de su diferencia con relación a él. La alteridad es el otro como tal, no aquel de quien se elabora una representación, en la cual el yo le concede determinados atributos. […]. El otro no es un alter ego ni se define como negación del yo; más bien, al hacer contacto con éste, el yo se enfrenta a lo desconocido […].” Corres Ayala, Patricia. Emmanuel Levinas. La alteridad y la política. México: D.F., Fontamara, 2015, p. 27. 33 En América Latina tenemos un buen antecedente de lo anterior. Los americanos hemos funcionado como laboratorio de proyectos sociopolíticos, desde la llegada de los ingleses a costas estadounidenses hasta la llegada de los españoles en costas yucatecas, hemos estado en el microscopio de los investigadores sociales a manera de conejillos de indias para la implantación de proyectos demasiado peligrosos para el viejo mundo y demasiado interesantes para dejarlos en el tintero. Desde entonces nos hemos empeñado en desarrollar proyectos que nacen y se gestan en otras tierras. Parece que los americanos hemos discutido nuestro pasado y nuestro futuro en campos de juego que no nos pertenecen. Parece que los americanos hemos desistido de pensar nuestro futuro y hemos concentrado nuestros esfuerzos y deseos en las realidades de alguien más. No parece casual que los proyectos progresistas latinoamericanos se enfoquen con tanta vehemencia en la vida y la realidad social de cualquiera otro en cualquier otra parte. Los países desarrollados (de primer mundo) están viviendo los resultados de la investigación de campo hecha en el Nuevo Mundo. Esto no quiere decir que vivan en un mundo perfecto y totalmente acabado, sólo significa que ya corrigieron algunos de los errores surgidos en la implementación de los “sistemas fantásticos” del Viejo Mundo. ¿Por qué nosotros, los utópicos, miembros de la isla perfecta, dejamos tanto tiempo de intentar construir la encantadora e incorruptible sociedad de la que somos partícipes en los cuentos de Moro? Pensar desde las utopías nos permite ampliar nuestro panorama de acción y cambio. Las personas que estamos interesadas en realizar un cambio en la manera en la que los acontecimientos se dan en nuestra realidad debemos utilizar medios distintos a los convencionales, buscar brechas en los pensamientos estructurados para poder aspirar a un cambio. Por eso no podemos ser realistas del todo: debemos poder fantasear con las posibilidades y trabajar desde ello, necesitamos saber que el mundo puede ser distinto, necesitamos, como cualquier ser humano, la esperanza del cambio. 34 Tomando el lema del 68 francés, “sea realista, pida lo imposible”, que acuña de buena manera las intenciones que se tienen al pensar desde las utopías, nos posicionamos en un tipo de realismo que propone una construcción humana de la realidad como posibilidad fáctica. Poner los deseos y aspiraciones en las radicalidades es la mejor manera de trabajar. Necesitamos saber que el cambio es posible, que la realidad no es única, que no estamos solos los que queremos cambiar, que no estamos exentos del fracaso y que, aun así, el simple hecho de tener la opción de intentar trabajar por el cambio hace que merezca la pena el intento. Resulta deseable buscar la conciliación de la historia con los futuros posibles y, al mismo tiempo, la conciliación de las negaciones y la subsunción de sectores sociales con la inclusión de la flexibilidad que supone ser humano. Me gustaría concluir este apartado con una cita que expresa el espíritu de los trabajos sobre las utopías y que, al mismo tiempo, hace luz a los intentos de los utopistas: “Ahora, no nos hagamos ilusiones: no es ilusión la utopía, sino el creer que los ideales se realizan sin esfuerzo y sin sacrificio. […]. […] la realización de la utopía es la creación de lo pendiente.”28 Con este acercamiento metodológico del concepto de utopía se buscará, en el siguiente capítulo, llenar de contenido nuestra posición y hacer evidente que los trabajos de utopía son necesarios para el acercamiento consciente y crítico de los problemas que gangrenan los establecimientos sociales y que configuran, a su vez, una realidad in- humanizante. En la educación
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