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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
 
COLEGIO DE FILOSOFÍA
T E S I S
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE
LICENCIADO EN FILOSOFÍA
PRESENTA:
ROBERTO EMMANUEL ACEVEDO AMARO
ASESOR:
MTRO. BERTHOLD JOSEF BERNREUTER
CIUDAD UNIVERSITARIA, Cd, Mx., 2017
UTOPÍA EN PROCESO:
EL POTENCIAL UTÓPICO DE LA EDUCACIÓN CRÍTICA
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
 
 
 
Introducción p. 1 
Capítulo I: Utopía p. 9 
A. La utopía como concepto. p. 9 
A.a) ¿Cuál es la diferencia entre un pensamiento revolucionario y las utopías? p. 12 
A.b) ¿Las utopías son ideologías? p. 14 
B. Utopías realizables e irrealizables (Principio de esperanza). p. 16 
B.a) Utopías realizables. p. 21 
B.b) Pensamiento utópico y acción. p. 23 
C. Utopía como proceso (Hipótesis de la operatividad social). p. 26 
D. ¿Por qué pensar desde la utopía? p. 30 
Capítulo II: Educación p. 35 
A. La naturalización de lo humano: lógicas distintas. p. 35 
B. Educación hegemónica. p. 44 
B.a) Educación clásica- educación hegemónica. p. 46 
B.b) Conocimiento para la vida -Falso conocimiento. p. 49 
C. Educación humana: educar es liberar. p. 55 
C.a) Dos objeciones a Freire. p. 59 
C.b) La humanización de la educación. p. 60 
Capítulo III: La utopía de la educación p. 66 
A. Concientización social: posibilidad utópica. p. 66 
A.a) Las otras epistemologías. p. 68 
A.b) Represión social. p. 75 
B. La educación crítica como práctica de la libertad. p. 77 
B.a) El problema del analfabetismo. p. 78 
C. La educación perfectible: utopía en proceso. p. 84 
C.a) La otredad independiente. p. 86 
Conclusiones p. 94 
 
i 
 
AGRADECIMIENTOS 
 
Esta es la tarea más complicada que he hecho, no por los contenidos sino por los 
momentos de mi vida que la atravesaron. 
Debo mencionar, principalmente, a mi madre Virginia Amaro Leija: gracias a sus 
consejos, regaños y a su cariño, he podido terminar este proceso. Todo lo que se refiere a 
mi vida profesional se lo debo a ella porque a pesar de todo siempre fue, es y será el pilar 
más importante para mí. A ella le debo todo cuanto tengo y cuanto tendré. 
A mi padre, Noé Acevedo Gallo, quien ha estado ahí en los momentos importantes 
enseñándome que la vida no se limita a la escuela, que se debe saber de todo y hacer de 
todo. Me enseñó que no se debe tener miedo a usar las manos para trabajar y que la 
prudencia es la virtud más importante que alguien puede llegar a tener. 
Noé Acevedo Amaro, mi hermano y mejor amigo, mi profesor y mi alumno. Gracias 
a las conversaciones nocturnas que terminaban con la salida del sol es que soy lo que soy. 
A él le debo todo cuanto soy como persona. 
Berthold Josef Bernreuter te agradezco infinitas veces porque cuando acudí a ti me 
apoyaste no sólo en lo académico sino que también en lo personal. Este trabajo va 
dedicado a ti porque eres un ejemplo de profesor. 
Finalmente, a lo largo de todo mi desarrollo universitario tuve la oportunidad de 
encontrarme con personas maravillosas que influyeron profundamente en mí como 
persona, como estudiante y ahora como profesor. A ellas y ellos les dedico este trabajo; 
gracias a ustedes mi vida es un poco mejor. 
 
 
Roberto Emmanuel Acevedo Amaro 
Estado de México, Ecatepec. 17 de Mayo, 2017 
i 
 
¿Admitiremos que todo seguirá siendo como ha sido desde 
siempre, de tal modo que no se podría predecir si la discordia, tan 
natural a nuestra especie, no acabaría por prepararnos, dentro de 
una condición muy civilizada, un infierno de males, porque volvería 
a aniquilarla y todos los progresos, hasta entonces realizados en la 
cultura, se negarían por una destrucción? 
 
Immanuel Kant 
 
1 
 
INTRODUCCIÓN 
Este trabajo trata de evidenciar que la realidad en la que vivimos es una construcción 
afortunada del devenir histórico. Las relaciones sociales y la construcción del 
conocimiento se han querido estructurar como manifestaciones naturales del 
conocimiento, insalvables y no modificables. Se intenta aquí, desde una construcción 
epistemológica, mostrar que tanto el conocimiento como las relaciones sociales existentes 
no son naturales, sino naturalizables. 
Adjudicamos aquí un valor semántico fuerte al concepto de utopía para mostrar a 
través de él, como categoría revolucionaria, que la educación, al igual que la realidad, ha 
sido construida con fines específicos que mantiene vigente el sistema naturalizado en el 
que nos encontramos. La utopía es aquí un método de acercamiento a la realidad que 
visibiliza, en tanto ideal, los problemas humanos que se han naturalizado, lo que 
permitiría construir, al menos epistemológicamente hablando, una nueva forma de 
entender lo real. 
Se han escrito una gran cantidad de trabajos sobre utopía y educación, se han 
analizado por separado distintos aspectos teóricos de estas materias para intentar 
resolver problemas concretos de cada campo. En este ámbito, el filósofo Horacio Cerutti 
busca diferenciar las formas en las que cotidianamente se habla de las utopías, siendo dos 
las principales construcciones conceptuales. Por un lado, el concepto corriente de las 
utopías, que las postula como un acercamiento irreal y totalmente imposible de los 
problemas sociales; por otro, el concepto que las posiciona como construcciones ideales 
de los futuros horizontes de posibilidad. En Ensayos de utopía I y II (1989), Cerutti muestra 
su amplio conocimiento respecto a las categorías utópicas y sus distintas construcciones 
posibles. 
Cerutti ha concebido a las utopías como conceptos que deben ser acompañados 
por otras teorías para activar el cambio de los paradigmas sociales. Utilizando a la historia 
como materia principal de estudio, ha emprendido un camino hacia la configuración 
2 
 
alternativa de la realidad utilizando como objeto de estudio los errores históricos y las 
proyecciones a futuro de su realización. 
A su vez, el filósofo de la educación Paulo Freire se posiciona desde otro lado de la 
construcción utópica de la realidad; a saber, el de la aplicación material de los sistemas 
racionales que analizan y critican la facticidad humana para evidenciar y cambiar las 
construcciones sociales que se han naturalizado y solidificado, en la implementación y 
administración de la vida, por parte del gobierno estatal. La teología de la liberación tiene 
como antecedente histórico fundamental la teoría pedagógica de Freire. Basándose en las 
construcciones conceptuales que postulan al oprimido como agente activo y necesario del 
cambio social, Freire construye una teoría de los opuestos (opresor-oprimido) que debería 
ayudar a erradicar de la sociabilidad humana la realidad sectaria en boga. 
Entonces, el contexto histórico que se está tomando en cuenta se sitúa en la 
identificación de los problemas sociales desde los pensadores de la región que están 
siendo afectados -de una u otra forma- por la segregación social, la represión, la 
discriminación y la disminución epistemológica que se hace bajo los paradigmas del 
conocimiento totalmente occidentalizados. El primer avance que se tiene hacia la 
resolución delos problemas sociales de América Latina no se encuentra en los 
levantamientos armados (por lo menos no principalmente) y violentos de la región. El 
primer gran avance que se ha dado es que nuestros científicos sociales y nuestros filósofos 
ya emprendieron, desde hace varios años, la construcción de la realidad desde nociones 
distintas del pensamiento. 
El libro Alteridad (2012) de Ana María Valle expresa, cabalmente, la posición del 
pensamiento americano. La criticidad, lo razonable y la dialogicidad son construcciones 
filosóficas que se cargan semánticamente de valor activo hacia la modificación de los 
paradigmas sociales del conocimiento. Los trabajos filosóficos que han entrado en la 
discusión de la interdisciplinariedad, como forma confiable de acercamiento hacia los 
problemas sociales, construyen su teoría desde las ciencias humanas sin restringir sus 
trabajos a una sola materia. Ejemplos de ello existen muchos, y entre sus principales 
3 
 
exponentes tenemos a: Leopoldo Zea, Luis Villoro, María del Rayo Ramírez Fierro y 
Enrique Dussel, sólo por mencionar algunos. 
El nacimiento de las utopías se da como reflejo de la insatisfacción humana 
respecto del mundo en el que vive, de su entorno. Las utopías expresan, desde sus 
apariciones previas al propio concepto, una modificación revolucionaria del voluntarismo 
político y estatal. Las utopías son denuncias sociales que operativizan el actuar humano, 
su proceder ante los problemas que lo interpelan histórica y fácticamente. 
Pasando por la naturalización de la realidad social, que implica, necesariamente, el 
refrendo de los conflictos y la segregación social, se busca evidenciar un pensamiento 
construido con el intento de desentrañar nuevas formas, formas alternativas, de 
convivencia humana donde lo más importante sea la heterogeneidad de la extensión de la 
sociabilización. Así como los métodos científicos contemporáneos tienen la pretensión de 
mostrar y evidenciar en una sola teoría científica unificada, las ciencias humanas 
deberíamos intentar un método procedimental del conocimiento. 
Pasando por el desarrollo conceptual de la naturalización social (que nunca es lo 
mismo que la naturaleza humana), se pretende mostrar no sólo el valor esperanzador de 
las utopías, sino el valor procedimental del actuar constante de la humanidad. A lo largo 
de este proyecto, se hace de vital importancia la distinción entre proyectos hegemónicos y 
proyectos alternativos pues, basados en esta distinción, es donde la posición crítica 
cobrará sentido, al final del capítulo III (la utopía como hipótesis). 
Se pone en cuestión el papel del profesor en el salón de clase y el excesivo poder y 
responsabilidad de los que es investido. Hablaremos también de la categorización del 
conocimiento como información valiosa siempre y cuando pueda ser demostrado 
científicamente, esto es, se cuestionarán los contenidos de verdad que se pretenden 
implementar en los conocimientos. Todo el Otro conocimiento se sub-valoriza y se 
posiciona bajo calificativos de no-racional o no-científico y se descartará por ser 
“irracional”. 
4 
 
Una de las intenciones primarias de este trabajo es evidenciar las relaciones 
sociales atravesadas por los intereses mercantiles que se crean en la configuración 
institucional hegemónica. El objetivo es encontrar las características de la constitución de 
lo que llamamos educación-aprendizaje crítica como una forma de obtener más 
información en la formulación de proyectos alternativos de construcción de la realidad 
social. 
Tal formulación inicia con una estructura imaginativa de los futuros mejores 
posibles y culminaría con la construcción de una posible conceptualización de la educación 
deseable, así como de las categorías humanas del conocimiento, las cuales deberían ser 
desarrollas y trabajadas en un proceso interminable de conformación. Lo anterior 
posibilitaría que el futuro deseable de la educación pueda llevarse a cabo como proceso 
inacabado de la construcción consciente de la realidad. A esto le llamamos operativizar 
socialmente a las utopías en las construcciones de la realidad social alternativa, esto es, 
desde las alteridades. 
Partimos del presupuesto de que las concepciones contemporáneas de la 
sociedad, de la política, de la economía, de la geografía, etc., están atravesadas por la 
naturalización de las construcciones sociales de la realidad. La constitución del mundo, tal 
como lo conocemos, se nos muestra como una composición compleja del devenir 
humano, y se manifiesta como la única forma posible en que la sociedad puede 
relacionarse de manera más o menos pacífica. La construcción de la realidad, tal como la 
planteamos aquí, es una configuración afortunada de los aconteceres históricos y de las 
estructuras institucionales de la vida humana. Las formas comunes de sociabilización 
expresan los paradigmas epistemológicos, éticos y ontológicos a través de los cuales las 
construcciones sociales contemporáneas se consolidan como ideologías en sentido 
postmarxista, es decir, como agentes aleccionadores de las potencialidades humanas. 
Tomando como objeto de estudio las realidades sociales de América Latina, 
ubicamos el trabajo desde la construcción de la realidad basada en los procesos de 
justificación de la dominación y de la implementación de los sistemas hegemónicos de 
5 
 
poder como forma inhumana de sociabilización, que ha sido naturalizada en el constructo 
epistémico y ontológico de la conciencia colectiva. Herramientas estatales como la 
represión, la escolarización y la pauperización de algunos estratos sociales, evidencian las 
configuraciones reales que se solidifican en la sociedad contemporánea como la única 
forma de sociabilidad. 
Esta naturalización de lo social, que a su vez representa la naturalización de la 
realidad actual, representa la configuración de un mundo construido, estrictamente, 
desde el entendimiento conceptual de un tipo específico de epistemología, desde un tipo 
concreto de moral, y desde una construcción aparentemente unívoca de la ontología. Las 
alteridades, las otras epistemes, las otras construcciones morales, son relegadas respecto 
de la hegemónica y son condenadas, históricamente, a la adaptación y encuadre en el 
sistema organizativo reinante. La Otredad (uno de los conceptos centrales en este trabajo) 
representa y visibiliza una construcción de la realidad social que escapa a las categorías 
primordiales del mundo hegemónico y, a su vez, permite comprender el problema 
expreso en los sistemas compositivos de la humanidad que pretenden ser universales, 
unívocos y homogeneizantes. 
En la educación-aprendizaje crítica se ven representadas las valorizaciones 
cambiantes de la humanidad, en tanto ser diverso y heterogéneo, como una cualidad 
humana que se configura y se define bajo el entendido de que debe ser adaptable a las 
situaciones y capacidades de cada sujeto integrante del todo social. Esta cualidad humana 
que se configura, primariamente, desde la categoría de la utopía como pensamiento 
activo de injerencia social, muestra un camino desde la diferencia, desde la alteridad, de 
las posibles construcciones de lo real social existente. 
El potencial utópico de la educación se construye desde la facticidad, esto es, 
desde las posibilidades existentes de la sociabilización humana. Tomando como eje los 
casos paradigmáticos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en México y del 
Movimiento de los sin Tierra (MST) en Brasil, mostramos cómo las categorías hegemónicas 
e inhumanas de la configuración de los proyectos educativos contemporáneos, al poner 
6 
 
en una posición privilegiada a la escuela, al maestro y al libro, relegan a la educación a una 
manifestación tendenciosa del potencial inacabado de la educación como aprendizaje 
crítico. 
Atravesada por la utopía, la educación se configura como una cualidad humana 
inalienable,irrenunciable y nunca acabada; esto es, la educación se nos muestra como un 
proceso infinito de configuración social de la realidad, que busca, como máxima en su 
proceder, la perfectibilidad de las relaciones sociales. La polarización de la vida, los 
esclavos-amos, el pensar sobre el actuar, la masculinidad sobre la feminidad, se muestra 
como un conjunto de construcciones sociales inhumanas e inhumanizantes, en cuanto 
constriñen el actuar humano a la actividad desde uno, y sólo uno, de los paradigmas 
posibles del conocimiento, es decir, a una sola manifestación del ser social. 
El procedimiento será adentrarnos en la definición de los conceptos y la relación 
de los autores a manejar, además de explicitar la riqueza de pensar desde las utopías las 
modificaciones a los proyectos fallidos de relacionabilidad social (proyectos políticos, 
sociales, económicos, en general, referidos a la institucionalización y a la administración 
de la vida en el Estado). Partiendo desde Nuestra América, el análisis conceptual que se 
realizará está centrado en los procesos de colonización de América Latina, así como los 
subsecuentes procesos de justificación y consolidación de los sistemas hegemónicos de 
administración de la vida en la región. 
Así, tomando a Horacio Cerutti y a Paulo Freire, se intenta una construcción 
epistemológica de: primero, el análisis histórico del concepto de utopía, así como de su 
utilidad en tanto función operativa del actuar humano y, segundo, utilizando a Freire, 
evidenciar la cotidianidad y la naturalización de las dicotomías humanas que se han 
configurado en las construcciones sociales como formas naturales de lo social. 
El problema se aborda, principalmente, desde dos corrientes de pensamiento. La 
primera, encabezada por Horacio Cerutti, evidencia el carácter histórico-filosófico de la 
investigación; la segunda, cuyo referente es Paulo Freire, permite una relación 
antropológica-filosófica en la aplicación concreta de una pedagogía alternativa. Como se 
7 
 
ve, este trabajo tiene una intencionalidad hermenéutica y multidisciplinaria, e intenta 
posicionarse frente a los problemas haciendo un análisis filosófico de ellos. 
De este modo, se vierten distintas corrientes del pensamiento filosófico que 
permitan explicar las problemáticas en sus manifestaciones más complejas. Asimismo, se 
construye el problema de la educación hegemónica desde la teoría crítica de la pedagogía 
en el contexto histórico de la filosofía de la liberación, pues en estas construcciones 
conceptuales se dieron los primeros acercamientos críticos a la institucionalización de la 
educación y su utilización como medio de justificación de los procesos coloniales. 
Por otro lado, el acercamiento al concepto de “utopía” se hace principalmente 
desde la filosofía de la historia construida con las herramientas desarrolladas por Horacio 
Cerutti. Este planteamiento busca explicar las diferenciaciones conceptuales de los 
acercamientos cotidianos al hablar del concepto de utopía. El proceso hermenéutico en la 
construcción, ejemplificación y separación del concepto de utopía se hace partiendo de las 
lecturas de Esteban Krotz sobre Platón y Aristóteles, para luego concretizarse 
históricamente en las realidades sociales de América Latina con los textos de Cerutti. 
La estructura teórica de este trabajo parte de la materialidad histórica del 
problema de la naturalización social y busca, a través del acercamiento teórico del 
problema de la educación hegemónica, la construcción epistémico-ontológica de una 
posible alternativa a la concreción de lo que es la educación y de su funcionalidad 
específica en lo social. Se busca mostrar que las otras epistemologías, que son 
construcciones de lo real-social diferentes a las occidentales, demuestran fácticamente 
qué otro tipo de sociabilización es posible. 
El trayecto teórico de este trabajo inicia en la filosofía de la historia como base 
histórica que permite la visibilización de la naturalización de lo social, pasando por los 
antecedentes críticos hacia el mundo occidental, esto es, la filosofía de la liberación y la 
teología de la liberación, hasta desembocar en una construcción crítica, desde la filosofía, 
de una realidad deseable, que puede ser construida desde los espectros éticos, políticos, 
epistemológicos y ontológicos de la alteridad. 
8 
 
El proceder de este trabajo no puede ser otro que el de la utilización de los 
conceptos presentados por los autores si y sólo si cumplen su objetivo crítico hacia la 
realidad. El procedimiento empleado fue una investigación amplia de ambos autores, así 
como de sus principales influencias para complementar el complejo constructo conceptual 
que plantean. 
El acercamiento que Freire tiene hacia los proyectos educativos de Brasil nos 
permite comprender que la educación y el aprendizaje son construcciones humanas que 
dependen del contexto geopolítico y social, pues en estas categorías es donde se priorizan 
valores humanos en el proceso de aprender. Por ejemplo, las categorías epistémicas 
primordiales de los países occidentalizados no son las mismas que las que se priorizan en 
las comunidades con un núcleo social primariamente comunal. En los libros de Freire, 
particularmente en Educación para la ciudad y Por una pedagogía de la pregunta, hace 
expresa la intencionalidad universalista del conocimiento occidental hegemónico. 
Este acercamiento teórico metodológico de los autores nos ayuda a formar 
construcciones conceptuales más ricas, más amplias e históricamente más concretas. 
Decimos que el procedimiento metodológico de este trabajo es filosófico a la vez que 
hermenéutico, pues pone sobre la mesa varios conceptos relacionándose, preguntándose 
los unos a los otros, negándose y, al final, reconstruyendo semánticamente conceptos 
como la educación y el aprendizaje crítico. 
Es en la parte final (La utopía de la educación) de este trabajo donde la relación de 
utopía y educación que se estuvo dibujado se hará evidente y se definirá de forma 
concreta. Se requiere de los dos primeros capítulos (Utopía y Educación) para hacer 
patente tanto su funcionalidad (que responde al problema concreto de la naturalización 
social) como su delimitación teórica (que es la composición conceptual y delimitaciones 
teóricas del concepto). 
 
9 
 
CAPÍTULO I: Utopía 
A) La utopía como concepto. 
El concepto de utopía ha sido trabajado ya desde muchos puntos de vista, entre los cuales 
tenemos a la literatura, la sociología, las ciencias políticas y la filosofía. Estas han sido 
materias encargadas de proyectar sus ideales partiendo del hecho de que la humanidad y 
la realidad misma están en conflicto. La utopía, desde los campos académicos, ha tenido la 
tarea de reflejar los sentimientos de inconformidad de la humanidad1 y ponerlos en una 
realidad futura que supone el mejoramiento de la vida, entendida ésta como la 
satisfacción de las necesidades primarias más básicas. 
Ya desde el nacimiento de Utopía, de Tomás Moro, encontramos esa 
manifestación de esperanza, de necesidad de cambio, que no sólo se manifiesta en la 
creación de una isla hipotética, sino que representa un síntoma de las necesidades que 
gangrenan el tejido social. Ese momento marca el nacimiento histórico de lo que 
conocemos conceptualmente como utopía. 
En el diccionario de la Real Academia Española aparecen dos grandes acepciones: 
1) plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización, y 2) 
representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del 
bien humano2. Ambas definiciones suponen la no-realización de una utopía; presuponen 
una dificultad, en el caso de la primera definición, y una sociedad problemática que 
subsume, de algún modo, a los humanos, en el caso de la segunda. Es decir, la utopía es 
una manifestación de los deseos humanos que puede ser meramente imaginativao que 
puede componer un “plan, proyecto o doctrina” para el mejoramiento de una sociedad o 
la creación de una sociedad perfecta. 
 
1 A lo largo de este trabajo, se utilizará el concepto “humano\a” para referirnos a los integrantes de 
cualquier sociedad, sustituyendo al concepto “hombre” por sus cargas machistas y su intencionalidad 
sexista. 
2 DRAE. 22a Edición, 2001. 
10 
 
Las utopías nacen de las necesidades y deseos personales, es un anhelo constante 
de no necesitar nada, nacen de la no-satisfacción de los humanos, de actores que se 
presentan dentro de la sociedad como seres limitados, reprimidos y subsumidos en los 
establecimientos institucionales y morales de una época. Una utopía refleja el 
descontento de una época dada, es decir, un contexto socio-cultural definido. Los deseos 
de mejorar algo no surgen de la nada, no se dan “porque sí”, ni mucho menos son 
aislados; los deseos son la representación personal de la carencia. Llevando esto a la 
categoría de lo social, los deseos, y por lo tanto las utopías, surgen de la subsunción de 
ciertos sectores, generalmente de los pensadores religiosos y de las clases sociales más 
bajas -aunque no es restrictivo a éstas-, como una protesta alternativa a la realidad social 
y a la naturalización de los problemas. 
Decir que algo es personal no implica que sea individualista. Seamos claros en esto. 
El individualismo presupone una posición aislada respecto al mundo, un alejamiento de la 
comunidad y una intención de unicidad y univocidad, pues este concepto nace en el seno 
de una tradición cuyo objetivo es la desvinculación del sujeto con su entorno, lo que 
deviene en egocentrismo exacerbado. Mientras que lo personal permite la subjetividad, 
permite el pensamiento libre y, al mismo tiempo, razonado, inscrito en un conjunto más 
grande (sociedad, comunidad). Así, un pensamiento personal está sometido, 
necesariamente, a la articulación del contexto de donde surge, se muestra como 
molécula, pero con la posibilidad de ser semejante o compartido por otros miembros, 
pues lo personal implica relación o la posibilidad de ella. 
Al respecto, en Utopía Esteban Krotz nos dice que: 
La utopía es una denuncia: acusa la situación social existente de mala y, al mismo 
tiempo, de mejorable, […], una denuncia que viene del rincón de los más miserables 
[…]. La utopía más bien trata de encontrar las causas de esta situación (la negación de 
los hombres en la realidad) y dibujar una sociedad ideal opuesta, en donde ya no 
existan estas causas y, por consiguiente, los efectos de las mismas.3 
 
3 Krotz, Esteban. Utopía. México: D.F, Editorial Edicol, 1980, p. 60. 
11 
 
Una utopía consiste en llevar a sus máximas consecuencia la frase “sociedad 
perfecta”; es el límite totalmente opuesto de lo que una sociedad “común” representa. 
Común en el sentido de cotidiano-coloquial y normal. Una sociedad común es aquella en 
la que existen diferencias sociales, políticas y económicas, desacuerdos y disidencias, lo 
que no quiere decir que sea natural; una sociedad común no es, necesariamente, natural. 
Hay que tomar en cuenta la naturalización de los problemas sociales y su falsa inmanencia 
humana para entender el juego dialéctico de la realización (o no realización) entre teoría y 
práctica que se desarrolla en las utopías. 
Tenemos que entender que: “La utopía en todas sus formas gira siempre en torno a dos 
polos, la sociedad actual y la sociedad nueva, la sociedad donde los valores fundamentales del ser 
humano no tienen el lugar que tienen en sus sueños desde siempre y la sociedad donde se habrán 
convertido en las condiciones fundamentales de toda existencia.”4 
Una característica común a todas las acepciones del concepto es la adaptación de 
ideas o ideales útiles a la formación de la sociedad deseable, al mundo perfecto. No hay, 
como tal, un rechazo tajante (no en la mayoría de los casos) de ideas epocales, más bien 
hay adaptaciones y reformulaciones de los pensamientos que pueden ser rescatables para 
los fines ya planteados. Las utopías buscan, por todos los medios, hacer patente la 
inconsistencia del mundo respecto a sus habitantes. Esto significa que se acude a todas las 
épocas y teorías con el fin de expresar, lo mejor posible, el problema de la sociedad 
fallida. 
Aparentemente, el mundo (el mundo real-social), entendido bajo esta idea de 
utopía, se conforma o se realiza desde lo humano-social; así puede entenderse que los 
cambios sociales sean, necesariamente, cambios reales en el mundo. La realidad, como un 
constructo humano que se define a través de las relaciones sociales, culturales, históricas 
y filosóficas, es la manera en la que los hombres entienden y conceptualizan su entorno. 
En relación con la tradición, decimos que la realidad se configura partiendo de 
 
4 Ibíd., p.13. 
12 
 
presupuestos epistemológicos que se postulan como fenoménicos; la realidad es un 
constructo humano, esto es, realidad social. 
Si se toma en cuenta que, a lo largo de la historia, el pensar revolucionario ha sido 
una posición ante la realidad social que busca la crítica y la reestructuración de los 
establecimientos político-sociales de una época y, al mismo tiempo, la utopía hace lo 
mismo, la pregunta necesaria aquí es: 
A.a) ¿Cuál es la diferencia entre un pensamiento revolucionario y las utopías? 
La pregunta hace evidente la suposición errónea de una igualdad. Diremos que, en tanto 
que las utopías son una crítica temprana, una crítica imaginativa del cambio deseado, y el 
pensamiento revolucionario contiene, en germen, un proyecto político bien delimitado 
que busca un cambio per-se, la pregunta presenta una conversación entre campos 
temáticos que actúan en niveles distintos del pensamiento. 
Y es que las utopías, aunque en un primer momento sólo buscan la expresión de 
los deseos desde la construcción visionaria de lo totalmente perfecto, son una creación 
imaginaria de la otredad en términos completos. Esto quiere decir que asume una 
posición radical opuesta a lo dado, opta por la actitud socrática de “no dar nada por 
cierto” para ir construyendo la perfección a través de la raigambre de los deseos y 
necesidades humanas, lo que expresa ya un pensamiento revolucionario que no se 
muestra aún como proyecto concreto. 
Desde ahora se entenderá que la supuesta perfección en las utopías es más bien 
una idea de perfectibilidad de la realidad social, construida y por construir, que se irá 
transformando lentamente a través de los trabajos humanos que busquen el cambio de 
los paradigmas histórico-culturales. 
Las utopías tienden, por su amplitud gnoseológica, a crear brechas de posibilidad, 
vuelcos que convierten los ideales de cambio en proyectos revolucionarios completos; es 
decir, las utopías son pensamientos revolucionarios y proyectos en potencia. La utopía 
contiene las dudas humanas surgidas del planteamiento límite de los dogmas y creencias. 
13 
 
En una realidad, en apariencia, totalmente estructurada, la utopía no se encuentra 
en la postulación de sistemas concretos (no en un primer momento), sino en las 
construcciones humanas y las posiciones de asimilación entre los hechos y los deseos. 
Siendo así, y pensando que la razón es la única vía para la buena y pacífica convivencia, la 
razón razonable5 es condición necesaria para cualquier mejora de la realidad. La utopía 
puede -y de hecho debe- ser considerada como una apropiación del pasado que pasa por 
una estructuración (o reestructuración) para la formulación en el presente de un proyecto 
ideal del futuro. 
Con esta apropiación encontraremos la inclusión de la historia humana en su 
totalidad y no como historia lineal y acabada; más bien como una posibilidad de repensar 
la inacabada estructura de loque fue y será historia. Si hacemos un rastreo histórico de 
los cambios sociales, encontraremos que, en definitiva, ha habido mejoras en esta 
historia. Los derechos humanos, el voto femenino, la destrucción de las aristocracias (por 
lo menos teóricamente), son algunos ejemplos de la modificación social para el 
mejoramiento de la vida humana. Podríamos decir que vivimos en la utopía de épocas 
pasadas, vivimos en el pensamiento progresista de las mentes del siglo XIX, sólo que 
debemos volver a formular la “perfectibilidad” a la que queremos aspirar en el futuro. 
Permítasenos decir que: vivimos en los pensamientos utópicos del siglo XIX, 
estamos viviendo el progreso social y una integración de valores sociales fluctuantes, 
dejamos atrás los establecimientos monolíticos clásicos, y ahora todo puede ser criticado 
y al mismo tiempo criticable. Se hace evidente, gracias al transcurso de la historia, que 
esto acude a un discurso progresista, ya bien conocido, y puede interpretarse y adaptarse 
a muchas teorías distintas, lo importante es que nos recuerda el fanatismo progresista-
mecanicista de la revolución industrial, aquél que acudió a la solidificación de las 
ideologías como creación de identidad hacia cambios socialistas-comunistas. 
El progreso, que tenía como punto central la inclusión de las ciencias modernas 
(tecnología) en la vida cotidiana, apelaba a la reducción del trabajo físico (humano) y la 
 
5 Villoro, Luis. El proceso ideológico de la revolución de Independencia. México, CONACULTA, 1999. 
14 
 
eficacia laboral de las máquinas. Cuando pensamos el progreso, las relaciones son mucho 
más complejas por el desarrollo tecnológico que se mueve a velocidades impresionantes, 
son mucho más delicadas, incluso podríamos hacer la distinción de momentos y tipos de 
progreso, pero tal como se utiliza en la actualidad, el progreso alude a un tipo de 
evolucionismo extra-humano. 
El progreso supone una disolución entre lo que es el humano y lo que hace el 
humano, apela a la creación de la idea de que las mujeres y los hombres están 
intrínsecamente relacionados a las máquinas. Esto tiene relación directa con el 
implemento de las ideologías como solidificación de valores y teorías con fines prácticos-
concretos. Este es un ejemplo de cómo la práctica se separa de la teoría y se configura 
como ente distinto respecto a lo que busca representar. 
A.b) ¿Las utopías son ideologías? 
Las utopías distan mucho de ser ideologías (aunque no están exentas de convertirse en 
una), pues las ideologías son construcciones de la realidad que se hacen desde el contexto 
y configuración de lo real-social dominante, se hacen desde los paradigmas de dominación 
establecidos por el acontecer histórico. La ideología sirve al orden dado y se utiliza como 
argumento falaz haciéndose pasar por la “nueva valorización” racional de lo social en 
tanto está en armonía con lo pre-establecido. Las ideologías son una falsa oposición, pues 
parten de los mismos principios básicos a los que supuestamente ataca. 
Cerutti, en Ensayos de utopía I y II, hace una distinción importante entre ideología 
pre-marxista e ideología marxista. En este párrafo utilizamos ambas de manera conjunta, 
pero diferenciada; a saber, que la ideología, bajo la visión pre-marxista, es una orientación 
hacia la praxis y que, cotidianamente, se confunde con la idea marxista que la postula 
como un ocultamiento y encuadre de la conciencia bajo las intenciones de la dominación 
social. Cuando Marx identifica en la ideología un poder de aleccionamiento social, el valor 
activo de las ideologías se difumina dentro de la idea marxista. Ambas son, actualmente, 
parte de la misma configuración conceptual, pues las ideologías fungen como promotoras 
15 
 
de la praxis humana con un dejo de ocultamiento informativo. Si ellas anteriormente 
actuaban de manera separada, hoy día no. 
Las utopías, como venimos diciendo, pueden ser transgresoras de la realidad 
existente, buscan la oposición al mundo paradigmáticamente dominante exponiendo sus 
contradicciones y dogmatismos más difundidos en la sociedad. Al igual que las ideologías, 
buscan la caída de la valorización ciega de lo real-social, pero acudiendo, como ya venimos 
dibujando, al pensamiento límite de aquello que busca criticar, lo que hace una diferencia 
entre ambas. Por un lado, la ideología, aunque en su discurso busca “el cambio”, repite la 
lógica del dominante (discurso hegemónico), tiene un escisión entre su práctica y la teoría 
a la que acude, es un doble discurso -muy común, diríamos- en el discurso político 
contemporáneo; las utopías, por su lado, acuden, en la práctica, a la teoría que 
representan (praxis humana), son congruentes y críticas. 
Esteban Krotz ayuda en esta diferenciación citando a Karl Mannheim: 
El criterio es el de su realización. Las ideas que con posterioridad, resultaron haber 
sido meras representaciones falsas de un orden social pasado o potencial, fueron 
ideologías; mientras que aquellas que fueron oportunamente realizadas en el orden 
social subsecuente fueron utopías relativas6. […] La mentalidad utópica es más que un 
simple conjunto de deseos sino que se trata, precisamente, de ideas que trascienden 
la situación (y que producen) un efecto transformador en el orden histórico-social 
existente […].7 
Las ideologías son el pensamiento solidificado del deber ser humano, son prácticas 
que se apartan de la teoría a la que acuden, se convierten en pensamientos viscerales e 
irreflexivos que asumen, cotidianamente, una posición contradictoria respecto al mundo. 
 
6 Más adelante trataré de explicar por qué Krotz refiere a distinciones como utopía relativa o mentalidad 
utópica. Como adelanto, diré que la utopía actúa no sólo desde la creación de imágenes futuras de la 
sociedad perfecta (perfectible), cambia, evoluciona y se convierte en proyectos y posturas concretas ante el 
mundo. 
7 Krotz. Op. cit., pp.116-117. 
16 
 
Para abonar un poco más en la diferenciación planteada, Luis Villoro, en El 
concepto de ideología, nos dice: 
Las creencias compartidas por un grupo social son ideológicas si y sólo si: 1) No están 
suficientemente justificadas; es decir, el conjunto de los enunciados que las expresan 
no se fundan en razones objetivamente suficientes. Y 2) Cumplen la función social de 
promover el poder político de ese grupo; es decir, la aceptación de los enunciados en 
que se expresan esas creencias favorece el logro o la conservación del poder de ese 
grupo. 8 
La utopía se presenta como la formulación necesaria y primaria del descontento 
social, escapa a su prisión en la isla y se reproduce a través del pensamiento 
auténticamente formulado como crítica explícita con el objetivo de modificación real; es 
decir, la utopía adquiere una intención de realización. Las utopías son formuladas, fuera 
de la creación literaria, como proyectos futuristas de la sociedad, proyectos que se 
adhieren a la realidad y se sirven de ella para soñar desde los humanos y servir a ellos. Se 
convierten en proyectos utópicos. 
B) Utopías realizables e irrealizables 
Se piensa cotidianamente que la utopía, o las utopías, son ensoñaciones de personas que 
no tienen clara la realidad en la que viven, de locos encargados de fantasear, que escapan 
a su imaginación y se olvidan del mundo. No obstante, pensamos que no hay nada más 
alejado de la realidad que eso. Alguien que piensa en las utopías utiliza y parte, 
totalmente, del mundo real, piensa en la vida perfecta (en el más amplio de los sentidos) y 
formula un mundo en donde las posibilidades son infinitas, donde todos los humanos nos 
desarrollamos plenamente y donde las radicalidades son desdibujadas para dar lugar a la 
equidad y a la libre convivencia. Ya lo decía Adolfo Sánchez Vázquez: “La utopía es una 
construcciónimaginaria de la sociedad futura, pero hunde sus raíces en el presente”.9 
 
8 Villoro, Luis. El concepto de ideología. México, Fondo de Cultura Económica, 2007, p.27. 
9 Sánchez Vázquez, Adolfo. Del socialismo científico al socialismo utópico. México, Era, 1975, p. 16-23. 
17 
 
Las utopías son mundos posibles que se encargan de la idealidad, de lo totalmente 
deseable. Así, si pensamos obras literarias como La ciudad del sol, de Tomasso 
Campanella,10 estaremos entendiendo que lo que en esas páginas se muestra es una 
ventana de posibilidad hacia un mundo distinto -y no por eso necesariamente mejor-, un 
mundo donde las relaciones sociales están posicionadas desde un punto de vista distinto, 
pero real. 
En la literatura, y aquí podemos regresar miles de años, hay muestras de deseo de 
cambio de los paradigmas que rigen la época en la que surge cualquier obra de corte 
utópico. Un ejemplo de lo anterior es la obra de Platón, La República:11 en ella se muestra 
un mundo distinto al que se tiene y al cual se puede aspirar, una organización política y 
social diferente que bajo la lupa de la época es una total alucinación. 
Estas obras citadas tienen una diferencia formal: la primera acude a problemas 
espaciales, esto es, que la imposibilidad de realización radica en la inoperatividad de los 
territorios existentes (geografía) para la concepción de la ciudad solar, no existe un 
territorio con las características necesarias para la existencia de un lugar así; mientras que 
en la segunda obra la problemática no está en los espacios geopolíticos, sino en la 
distancia temporal de la sociedad actual vigente y la sociedad futura deseable. 
Tomo estos dos ejemplos para evidenciar la diferencia entre una novela utópica 
que sólo visibiliza problemas (en el primer caso) y cumple su objetivo en ello, mientras 
que en el segundo hablamos de una obra literaria utópica, pero que, a diferencia del 
primer caso, se ubica a posteriori como aplicable-realizable. No podemos negar que 
ambos casos contienen críticas vivas hacia el sistema socio-político vigente, pero la 
intencionalidad varía en cada una. 
Es en la literatura donde se comienzan a hacer denuncias sociales al amparo de la 
fantasía; es decir, es en ella donde los “soñadores” pueden dejar que su pluma corra y 
abra las posibilidades a la perfectibilidad social, que aun cuando no tiene la intención de 
 
10 Campanella, Tomasso. La Ciudad del Sol. Madrid, Tecnos, 2007. 
11 Platón. La República. Madrid, Mestas Ediciones, 2015. 
18 
 
convertirse en sociedad concreta, de realizarse verdaderamente, lleva consigo una 
denuncia explícita oculta con el manto de la creación meramente imaginativa. No en todas 
las obras literarias de utopía hay proyectos sociopolíticos concretos y desarrollados, pero 
en ellas hay protestas y críticas directas. 
Visto el problema sólo desde la literatura la crítica es clara, pues hay imposibilidad 
de replicar esas ideas en el mundo real-social. La extravagante noción de cambio que en 
ellas (las obras literarias del género utópico) se encuentra y, por ende, la descalificación 
habida en las críticas que se les realizan por ser productos de la imaginación, alude a 
problemas epistemológicos distintos: a saber, espacio y tiempo. Esto quiere decir que la 
“imposibilidad” de realización deja de ser un problema geográfico para convertirse en uno 
sociopolítico, en donde la oposición sistemática de lo pre-establecido deja de decirnos “no 
se puede” y comienza a trabajar con el “aún no es posible”. 
Krotz identifica este cambio temático en la revolución industrial, que es el cambio 
paradigmático de las intenciones literarias, pero no es el primero: “El cambio más 
importante que experimentaron las novelas políticas en la época de la revolución industrial fue la 
sustitución de la distancia espacial de la sociedad ideal por la distancia temporal.”12 
Por eso, y regresando al caso de La Republica, se crean proyectos socio-políticos 
que sí tienen la pretensión de ser aplicables a la realidad, que sí buscan un cambio directo 
y una aplicación deseable en un futuro ideal. Se hacen evidentes las posibilidades reales 
de aplicación y se fabrican posturas definidas de oposición, se crean proyectos utópicos. 
Ésta es la principal diferencia con el género literario. 
Parece que existe una contradicción en lo planteado aquí. Se habla de que la 
utopía, estudiada solamente desde espectros literarios, es una aspiración imaginaria hacia 
una sociedad mejor que sólo busca la expresión y visibilización de los problemas que 
aquejan a una sociedad concreta. En este punto, no busca realizarse per-se, sino que tiene 
como principal intención la expresión de una crítica. Pero el género literario utópico muta 
y puede llegar a convertirse en un proyecto utópico, que son diferentes en su 
 
12 Krotz. Op. cit., p. 91. 
19 
 
intencionalidad respecto a la extensión de su acción. Como ya dijimos, no existe la 
dicotomía realizable-irrealizable en este sentido, más bien es una confusión conceptual en 
donde se mezcla la literatura con otras materias. 
Estas distinciones nos sirven para evaluar el contenido que se presenta y 
discriminar correctamente la información, a fin de realizar una evaluación del contenido y 
saber desde qué campo debemos tratar las utopías; ya sea desde la literatura, o bien, 
desde materias específicas como la sociología, la filosofía, etc. Es un paso necesario para 
ser juiciosos con la información y entender la intencionalidad formal de la obra. 
Cerutti deja más claro el problema que supone pensar la utopía desde la 
cotidianidad: 
Un primer momento es la distinción entre la noción vulgar de utopía, en el nivel del 
lenguaje o uso cotidiano, y su uso en otro nivel, el de la elaboración teórica de la 
noción. A nivel del lenguaje cotidiano, “utopía” se asocia con ilusión o quimera. Es 
una propuesta político-social impracticable. […]. La carga valorativa del término es, a 
este nivel, peyorativa y su función es de descalificar al adversario, dentro de los usos 
de la retórica política diaria. […]. 13 
Este sentido cotidiano de la utopía es el referencial inmediato en el acercamiento 
social del lenguaje, no se da un peso semántico fuerte y se descalifica por ser una ilusión 
volátil. Cuando se dice que pensemos el mundo a través de las utopías se cree, de facto, 
que se piensan o se crean mundos para tener un laboratorio de teorías y así, en un 
segundo momento, tratar de aplicar dichas teorías (políticas, sociales, científicas, 
religiosas) a la realidad social. Esto, sabemos, no ocurre así, pues las utopías, en tanto 
creación humana, acuden, necesariamente, al mundo cotidiano, al mundo de lo real, para 
responder utilizando la creación literaria como expresión programática de una posible 
solución. Se trata a las utopías literarias bajos los mismos análisis que los proyectos 
utópicos. 
 
13 Cerutti Gulberg, Horacio. La utopía en nuestra América (Ensayos de utopía III). Costa Rica, Universidad 
Nacional de Costa Rica, 2007, pp. 171-172. 
20 
 
Al nacer el concepto en una obra literaria se le identifica, siempre, como creación 
distinta a lo real. Sin embargo, incluso las obras literarias utópicas no son infértiles, pues 
son una crítica primaria que puede o no gestar ideas operativas en sus lectores. Aunque 
parece imposible por su contenido más directo, si se hace una investigación del contenido 
simbólico de ellas podremos darnos cuenta que las posibilidades ahí planteadas van más 
allá de una sociedad enteramente feliz o de establecimientos estatales y jurídicos 
perfectos. 
Las utopías se califican como irrealizables cuando se estudian y abordan desde un 
sistema establecido y bien definidoen su moral. Por ejemplo, en un mundo de carnívoros 
los vegetarianos son irreales. Este ejemplo, aunque absurdo, expresa a la imposibilidad 
como intromisión agresiva en un sistema dado que se defiende descalificando a la 
Otredad por “ilógica”. Acudiendo al sociólogo y filósofo Zygmunt Bauman, una utopía es la 
agresión que se hace a una sociedad sólida. Sabemos que los vegetarianos no son 
instancias humanas abstractas, existen, y eligen, con razones específicas, no comer carne, 
pero el hecho es que no son ni ilógicos ni irracionales, ni mucho menos pueden ser 
calificados de no-humanos, sólo representan una manera distinta de comprender y ser 
mundo. 
Utopía no es necesariamente identificable con lo irrealizable, por el contrario, en la 
mayoría de los casos, utopía designa lo supremamente deseable y un maximum de 
realismo en cuanto al rechazo de situaciones de opresión e injusticia […]. Trabajar 
sobre la categoría utópica es trabajar sobre lo posible y cómo realizarlo. Más que 
esto, sobre la necesidad de la afirmación imperiosa de lo alternativo, como deseable y 
como factible. 14 
El proyecto utópico es el segundo paso en la creación de un proceso hacia la 
perfección social (perfectibilidad), se establece por la creación de límites que permitan 
inscribir al proyecto utópico como programa de acción en campos específicos de la vida. El 
primer paso de la utopía es la visibilización de los problemas, pero es en el segundo paso 
 
14 Ibíd., p. 172. 
21 
 
en el que se crea un proyecto utópico, en donde los deseos de cambio se manifiestan más 
claramente, pues en ellos hay denuncias y pronunciamientos que no son indirectas 
literarias, sino que son programas con intención de concreción. 
La dicotomía que se crea entre la acepción común de la utopía y la definición de los 
estudiosos es una equivocación, pues más que una dicotomía, es un juego dialéctico entre 
lo real y lo irreal. Tanto las utopías como los proyectos utópicos sólo se diferencian en la 
pretensión de la utilización de las mismas, pues una obra literaria, en tanto contenedor de 
crítica social, puede, en cualquier momento, devenir en un proyecto utópico si las 
necesidades de la sociedad lo requieren. La posibilidad e imposibilidad de una utopía solo 
se encuentra en el tratamiento que se le dé al concepto. 
B.a) Utopías realizables 
Las utopías realizables son aquellas en las que se actúa, se trabaja por el mejoramiento de 
la vida con la intención de mejorar a la realidad misma. Descartar a las utopías por 
irrealizables supone un mal entendimiento del término y hace evidente la literalidad con 
la que se trabaja. Recordemos que la utopía trabaja con simbolismos, con analogías y con 
metáforas, deja que la interpretación hecha cree el mundo que desea. 
Ahora, hay muchas maneras en las que, históricamente, han aparecido y 
funcionado los proyectos utópicos más allá de la referencia cotidiana y de las 
aproximaciones literarias, a saber: a) como horizonte utópico, b) como género utópico, c) 
como ejercicio utópico y d) como razonamiento hipotético. Estas distinciones expresan la 
manera en la que las utopías como proyecto han acaecido.15 
Haremos, para complementar y tratar de dar una explicación más amplia al tema, 
una paráfrasis de estas distinciones y sus desarrollos históricos, en el entendido de que no 
citaremos textualmente para no extendernos demasiado en esta ramificación pedagógica. 
Será un anexo a la información: 
 
15 Esta categorización se encuentra desglosada y explicada en: Cerutti Gulberg, Horacio. La utopía en nuestra 
América (Ensayos de utopía III). Costa Rica, Universidad Nacional de Costa Rica, 2007. 
22 
 
a) Horizonte utópico: Son los deseos humanos manifestados como programas y 
lineamientos de acción para la implementación de sistemas sociopolíticos en la 
realidad. Tiene ciertos “valores articulados” que no posee la realidad vigente y que 
son promotores de la acción. 
b) Género utópico: Son de autoría personal, son obras que “proporcionan una 
descripción de los males de la sociedad actual”. En el género utópico es donde se 
hacen las fabricaciones fantásticas de lugares ideales para el establecimiento de la 
perfección política, social, económica y gubernamental. 
c) Ejercicio utópico: Se da en la creación de comunidades alternativas que pretenden 
partir desde cero en la creación de las relaciones sociales. Generalmente son 
inspirados por las obras del género utópico y tienen una duración corta. 
d) Razonamiento hipotético: Aquí la utopía se da como hipótesis científica del actuar 
humano, se abre la posibilidad de modificar los conceptos sólidos y naturalizados 
en los procesos históricos. 
El tratamiento cotidiano del concepto de utopía entrelaza estas distinciones, las 
conjuga y las plastifica para crear una teoría amorfa que escinde lo real (realizable) de lo 
irreal (irrealizable). El problema conceptual que supone este error es la depreciación del 
avance teórico del concepto y la reticencia hacia lo que se presenta radical y totalmente 
mejor. Aunque es difícil pensar la genealogía de esta confusión teórica, podemos suponer 
que se origina, principalmente, por los puntos b (Género utópico) y c (Ejercicio utópico), 
que se confunden con los a (Horizonte utópico) y d (Razonamiento hipotético), que, como 
vemos, son diferentes en su campo de acción. La utopía, actualmente, no sólo busca 
expresar problemas concretos de maneras fantásticas, sino que busca “operativizar 
socialmente” el actuar humano, se convirtió en el percutor necesario para encender la 
chispa de la acción contra la apatía. 
Las utopías relativas a las que se refiere Krotz, y que antes se mencionaron, 
consisten en los logros parciales que se realizan de los proyectos utópicos. Las estructuras 
de programas sociopolíticos que buscan la realización de ideales en la realidad, por su 
cualidad utópica, esto es, por su posición radical respecto al sistema pre-establecido, no 
23 
 
podrán lograse en su totalidad; se encontrarán, eso sí, con pequeñas victorias, pequeños 
logros que permiten a los utopistas predicar de ellas la “relativa realización” del 
pensamiento utópico principal. Es en los horizontes utópicos en donde las utopías 
relativas se dan. 
En las utopías se busca conciliar, a través de la crítica, las dualidades, las que se 
niegan y se nulifican la una a la otra: hombre-mujer, espíritu-razón, negro-blanco, 
sentimientos-pensamientos, adquieren valores distintos. Así, esta clase de dualismos y 
dicotomías son sometidas a una desfragmentación, se ponen bajo el ojo crítico y se 
desmitifican algunas de ellas, otras sólo se logran poner en discusión, situación que por sí 
misma supone una gran victoria ante el dogmatismo y la naturalización de las aristas. Las 
utopías y su contenido (el discurso utópico) tienen la característica de poder ser puestas 
en oposición pedagógica16 a cualquier otra (o casi cualquiera otra) corriente discursiva, 
ideológica… digamos, temática (mítica, ideología, realismo, etcétera). 
B.b) Pensamiento utópico y acción 
Existe un desfase entre el pensamiento utópico y el actuar utópico. El primero, como ya 
dijimos, procede desde la imaginación, desde la postura volátil del deseo de mejorar las 
situaciones y se manifiesta, en la mayoría de los casos, como imposible en tanto no se 
mantiene en la realidad; esta es la interpretación superficial. El actuar utópico, en el cual 
se encuentran los proyectos de acción, es una de las maneras de aproximación al caso 
concreto. 
Es la creación del proyecto utópico la que pone como objetivo una “x” delimitada 
(o limitada) a un contexto sociocultural que permite cargar de contenido la propuesta de 
cambio. Pero es en este juego en donde la utopía tiene su verdadero valor. La utopía es un 
medio necesario del actuar humano y serequiere para iniciar con el intento de cambio; es, 
en palabras de Bloch, “un principio de esperanza”. La pregunta sobre la bifurcación 
 
16 Entiéndase como la manera de desglosar un tema y hacer un desarrollo dialéctico, aunque en ello se 
suponga una unidad con el objetivo de hacerlo más claro e inteligible. Esta aclaración es muy importante por 
el contenido presentado en el segundo capítulo de este trabajo. 
24 
 
(realización-irrealización) de la utopía es una pregunta vacía, pues supone una escisión 
entre la teoría y el actuar respectivo. 
Siendo la utopía el principio necesario para la ignición del cambio, es necesario 
pensarla desde una posición privilegiada donde puedan converger todas sus acepciones, 
con el fin de dar lugar al entendimiento abarcador de lo real. La utopía es, filosóficamente, 
una disposición primaria para acercarse de forma crítica a los problemas de la 
cotidianidad. Si partimos de los hechos dados, esto es, históricos, las visiones sobre el 
futuro, partiendo solamente de lo objetivo, son totalmente desalentadoras, no existe 
posibilidad de un cambio real, pues no hay en la historia algo similar. 
La historia es un proceso lleno de contradicciones, en donde surgen luchas 
armadas por motivos específicos que van degenerando en situaciones diversas y que, en 
ocasiones, dan como resultado posiciones contrarias a las planificadas al principio; 
ejemplo de ello, en México, tenemos el caso de la Revolución, donde las motivaciones 
principales (la lucha por los derechos agrarios entre las principales causas) no se 
cumplieron al término del conflicto. La visión a futuro es desalentadora, y es ahí donde la 
utopía se presenta como esperanza vigente del cambio de lo real-social. 
[…] La esperanza que es la filosofía consciente se dirige al esclarecimiento de este 
objetivo último a que se orienta el desarrollo de una filosofía que permanece y es, 
porque está haciéndose […]. La esperanza es entendida como principio que se hallaba 
desde siempre en el proceso del mundo aunque durante tanto tiempo haya sido 
ignorado filosóficamente.17 
Esto es la utopía en sentido filosófico, un proceso consciente de construcción de la 
realidad partiendo de la esperanza del futuro y contextualizada en la desesperanza de lo 
histórico. Tomo a la utopía como principio de acción social, bajo la premisa de que los 
humanos necesitamos un impulso para actuar, un percutor, una motivación para el 
cambio. La visualización de un mundo que se puede mejorar, una realidad que, aunque 
inacabada, puede contener mejoras en las aptitudes y actitudes de todos dentro de la 
 
17 Serra, Francisco. Historia, política y derecho en Ernst Bloch. Madrid, Trotta, 1998, p. 95. 
25 
 
sociedad, es una buena motivación para el intento. Principio de esperanza como principio 
de acción. 
Si la planteamos como principio de esperanza, la utopía se está inscribiendo en una 
tradición, pues las cargas semánticas que contiene la palabra “esperanza” ponen a la 
utopía bajo las creencias de doctrinas teológicas, doctrinas que tienen una noción de 
esperanza como pasividad y espera de sucesos. Un ejemplo de esto es la definición del 
diccionario de la RAE: “virtud teologal por la que se espera que Dios dé los bienes que ha 
prometido”,18 pero: “En la utopía no sólo no hay garantías extra-humanas de salvación; no hay 
nada que salvar, sino más bien tareas por realizar.”19 
En este punto, la utopía se aleja de esa definición y busca la re-significación de lo 
que la esperanza representa para la humanidad: “En tanto que no hay en absoluto ninguna 
construcción consciente de la historia, en cuya ruta y tendencia el objetivo no sea también todo, el 
concepto utópico de principio -en el buen sentido de la palabra- de la esperanza y de sus 
contenidos humanos es, sin más, un concepto central”.20 
La re-dignificación de las expresiones de lo humano requiere de una nueva 
valorización de la moral con la que se califican las acciones. Los actos humanos no son 
buenos ni malos a priori, se evalúan y se califican según una moral establecida. Esta 
evaluación casi inmediata es necesaria para que exista la relación social. Entender lo 
humano -las acciones humanas- desde nuevos paradigmas permite que la evaluación se 
haga desde campos epistemológicos distintos. Aunque de ello no se sigue que la moral 
deja de ser parte del entramado social, pues sólo significa que la evaluación que se hace 
de las acciones deja de acudir a un sistema de valores rígidos para utilizar uno nuevo y -tal 
vez- menos dogmático que el anterior. 
La locución “tal vez” representa la apertura lingüística de la posibilidad de un 
futuro diferente. La utopía como principio de esperanza es la expresión de una duda 
 
18 DRAE. 22a Edición. El subrayado es nuestro. 
19 Cerutti Gulberg, Horacio. Utopía es compromiso y tarea responsable. (Ensayos de utopía V). Monterrey, 
N.L.: CECyTE, 2010, p. 56. 
20 Serra. Op. cit., p.95. 
26 
 
razonable de un futuro por venir. Es un principio que nos permite esperar-actuando que el 
mundo que nos increpará; aunque fácticamente está condenado a la repetición de las 
desigualdades históricas y de las radicalidades sociales, tiene la oportunidad de 
modificarse y ser más dócil con todos. 
En la siguiente cita se resume la explicación conceptual de utopía, además de 
expresar la posición metodológica que desarrollaré en el siguiente capítulo. La dualidad 
entre la realización y la inviabilidad que ello supone se difumina para dar sentido a una 
nueva aproximación al concepto y hacer visible el sentido más novedoso y 
contemporáneo de lo que las utopías significan; esto es, el “Sentido tripartito de utopía”: 
En el primer nivel, utópico se asimila a irrealizable en sentido lato. En el segundo 
nivel, la utopía hace realizable en la ficción lo que se sigue afirmando como 
irrealizable en la realidad. En el tercer nivel, lo utópico ya aparece asociado 
extrañamente a lo realizable en un sentido más propio, porque además es lo 
supremamente deseable que se vislumbra como posible en las virtualidades de lo real 
dado, pero sobre todo, dándose; in fieri.21 
 
C) Utopía como proceso 
El desarrollo anterior supone una pregunta constante: ¿cuál es la tercera forma en la que 
podemos entender la utopía y cómo funciona? Esta tercera forma es una re-significación 
de la utilización del concepto de utopía, donde no se busca la realización ni la 
descalificación de ella, se aleja el concepto de la pretensión de concreción y de la 
idealización plasmada en los proyectos concretos; se convierte en un concepto operativo 
necesario para el actuar humano, en un principio que provoca el actuar, que siempre 
busca cambiar las estructuras y sistemas para el mejoramiento de la vida humana. 
Digamos que este enfoque simbólico de las utopías permite dos logros: 
 
21 Cerutti. Utopía es compromiso y tarea responsable…, p. 53. 
27 
 
a) “Superar el riesgo inmanente a la tarea de instrumentar operativamente el 
concepto de utopía y que no es otro que el del platonismo. Esto es, permite 
tomar partido con relación a las utopías. No se trata ya de “realizar la utopía”; no 
queremos utopías para realizar, no queremos cauces pre-concebidos, 
apriorísticos de acción. La teoría y construcción del proceso de liberación debe 
surgir del proceso mismo y no “de la cabeza” de algunos “iluminados” 
b) Nos permite redefinir la especialidad de la tarea filosófica, que a través de esta 
toma de partido no trata de “fundamentos” epistemológicos sino que es 
intervención política en la teoría.”22 
 
Esto quiere decir que las utopías, más allá de las dicotomías insalvables que tienen 
como centro de la discusión su realización, tienen un valor filosóficoque desborda la 
significación clásica y las configura como una metodología desde dónde pensar los 
problemas, que desborda los fundamentos y que se presenta como un proceso que ya no 
tiene su valor, su utilidad, en su realización, sino en el proceso mismo de construcción y, 
quizás también, de deconstrucción. 
La mayor aportación que puede tener un pensamiento utópico es la aspiración a la 
modificación de lo dado en sociedad, tiene su valor en la sola aspiración de lo deseable. El 
proyecto que se construirá basado en los ideales sociales acude, necesariamente, al 
primer principio de la valorización filosófica que hace de las utopías una suerte de 
concepto que torna operativo el pensamiento; a esto le llamamos pensar las utopías como 
procedimentales. 
La utopía es un proyecto infinitamente inacabado y por lo tanto perfectible, es un 
proyecto que se transforma, que utiliza todo aquello que está a su alcance (teórica y 
prácticamente) para re-formular la realidad social. La utopía, en efecto, es un proceso 
constante de transfiguración y re-configuración y, al mismo tiempo, es una metodología 
(más que un método) de iniciación del acto, del movimiento humano, muestra las 
posibilidades que distan y contradicen -en algún momento- las realidades y 
 
22 Cerutti. Ensayos de utopía I y II…, p. 104. 
28 
 
configuraciones de las que surge. La utopía es siempre transgresora y por esto puede ser 
considerada como un acto revolucionario o un “espacio” en donde se dan actos 
revolucionarios. 
Por metodología de la utopía estamos entendiendo la cualidad transfiguradora, 
siempre inacabada (pero no incompleta), de la expresión de descontento de los humanos 
como forma de expresión y visualización de las realidades (posibles) a futuro. Como 
proceso tiene también un proceder que cuenta con un marco conceptual instaurado en la 
historia y los acontecimientos que la rodean. 
Sobre la utopía como metodología, Cerutti, hablando sobre Rubert de Ventós, nos 
dice: 
“[…] más que por su “verdad”, las utopías deben ser valoradas por la medida en que 
reflejan una época, nos ayudan a comprenderla, y proponen imaginativamente 
alternativas al estado de cosas existente. Resumiendo, la metodología para el 
tratamiento de las utopías incluye dos análisis: 
A) El análisis de la estructura interna del discurso utópico: 
B) y el análisis relacional de su situación. 
El punto A incluye: 
1) Momento crítico o de diagnóstico. Es el momento propiamente dialéctico. 
2) Problema específico por resolver. 
3) Momento de la propuesta, que incluye la descripción imaginaria del fin ideal y cómo 
alcanzarlo. 
4) Concepción del tiempo. 
5) Concepción del espacio. Implica la localización del espacio en la imagen ideal.”23 
 
Es el punto A el que demuestra la función metodológica de las utopías. Es aquí 
donde se muestra como una estructura vacía de contenido en tanto estructura formal. Su 
 
23 El cuadro relacional es el contexto histórico con el que es llenado el cuadro metodológico. Ibid., p. 130. 
29 
 
función es expresar problemas concretos a través de la evaluación de casos particulares 
por medio de los polos radicales de la situación. Cada problema es filtrado por estos cinco 
puntos con el objetivo de entender el “proceder” necesario y programático del discurso 
configurado en B, donde la idea discursiva que entiende a las utopías como procesos 
continuos del actuar humano se encuentra relacionada con el contexto. 
Debemos24 utilizar al concepto de utopía planteado: como aspiración de 
realización que sobrepasa los paradigmas de espacio y tiempo pre-concebidos que la 
encuadran (a la utopía) como irrealizable; como proceso deseable pero no concreto que 
aspira a las modificaciones ideales de la realidad social y se basta con ser un deseo 
humano, por paradójico que esto nos pueda parecer. 
Ya en este punto debemos tener claro que: 
1) La utopía está inscrita, necesariamente, en el contexto sociopolítico y cultural del 
sujeto que escribe sobre ella. 
2) Aunque ha sido enmarcada bajo los calificativos de quimérica e irrealizable, tiene una 
función activa en el pensar y en el actuar de los que escriben sobre ella -llamémoslos 
utópicos/utopistas-. 
3) El pensar utópico es necesario para expresar las problemáticas y los deseos de la 
sociedad en la que el utopista está inscrito 
4) La utopía, o las utopías, deben ser planteadas como metodología, esto es, como 
percutor, como eje para provocar la transgresión del sistema que busca poner en 
evidencia. Las utopías son el marco teórico de los pensamientos que están fuera de 
los límites de los sistemas en los que están inscritos (ya sea desde el lenguaje, la 
cultura, la historia, etcétera). 
5) Una utopía busca proyectar la perfectibilidad de una realidad posible distinta a la que 
critica, es pensamiento crítico por sí misma. 
 
24 Hablamos de deber y no de poder, en tanto que todos somos responsables de las cualidades sociales en 
las que vivimos. 
30 
 
6) Todo intento de pensamiento utópico debe ser transgresor -de un modo o de otro- de 
la realidad social existente, así como proyectar y configurar una realidad distinta que 
corra bajo nociones prácticas e ideas teóricas más humanas que aquellas que busca 
eliminar. 
En la utopía como un proceso hipotético del actuar humano se representan todas 
las manifestaciones del concepto. En esta manera de operativizar la función de las utopías 
es donde convergen las nociones literarias, los horizontes sociopolíticos, el valor de las 
experiencias obtenidas en los ejercicios de proyectos utópicos, y se logra la 
re-interpretación del concepto para el funcionamiento del actuar revolucionario. 
D) ¿Por qué pensar desde la utopía? 
El concepto de utopía nos permite una aproximación a lo real desde un estrato de lo 
humano diferente. Nos permite acercarnos a nuestra realidad en un sentido ontológico 
fuerte que más adelante irá quedando claro, es decir, desde la configuración total de lo 
que se nos presenta como real. 
La historia, la naturaleza, las relaciones sociales, la configuración institucional y las 
proyecciones a futuro, que son una predicción de los sucesos hasta ese momento dados, 
pueden hacer una evaluación diferente del futuro y una predicción del desenvolvimiento 
de las relaciones sociales existentes. La utopía permite, tal vez por primera vez desde la 
Edad Media europea, la conciliación entre racionalidad y emocionalidad, pues al ser ésta 
una construcción separatista de lo humano no resistirá una crítica. El pensamiento que se 
configura desde las utopías se convierte en una manera de aproximarse a lo real-social 
que pretende incluir cualquier forma de interpretación de lo real. 
En la utopía convergen los pensamientos humanos de racionalidad, los que 
expresaban el futuro como desesperanza y determinismo, con pruebas y evidencias de 
que históricamente el humano subsume a ciertos sectores y ciertas cualidades propias de 
otros humanos. Por ejemplo, que si se siguiera la consecución del dato histórico oficial, 
sería de humanos “racionales” suponer el futuro como obscuro y desalentador. No 
31 
 
tendríamos ninguna motivación para intentar realizar un cambio en los paradigmas de las 
relaciones existentes. 
Pero hay que entender que los sucesos históricos oficiales no son lineales ni 
naturales, se dan por ciertas relaciones historiográficamente rastreables y no son, para 
nada, la única y necesaria forma del acontecer humano. Es decir, la historia es una 
configuración de hechos dados que pudieron ser de otra forma, pues la historia es una 
configuración compleja de acontecimientos. 
Por otro lado, tenemos los pensamientos sobre emocionalidad que son, desde el 
estrato de la racionalidad, pensamientos estridentes que no se justificandesde lo real 
dado, son fabricaciones totalmente sentimentaloides de los deseos y aspiraciones que no 
tienen justificación alguna (bajo el racionalismo más recalcitrante). Esta parte de los 
humanos se califica o se enfrasca, casi siempre, en el campo de lo irracional-ilógico, y se 
descalifica a través de un determinismo del deber ser humano como aspiración racional. 
Es la utopía una de las visiones que permite la relación de estos campos, la 
manifestación del actuar humano que, en tanto que humano, no puede ser negado y 
subordinado a una u otra manera. Así, permite entender lo humano a través de las 
acciones sin reducirlo a una sola forma de realización de lo que la humanidad es. Las 
radicalidades y las negaciones sobre la manifestación y representación de lo humano 
acuden, siempre, al establecimiento y solidificación de valores morales y sociales 
preestablecidos para el funcionamiento de sistemas sociopolíticos creados para la 
sustentación, justificación e implementación de las desigualdades actuantes. 
Permitir que los humanos “realistas” sean sólo realistas, y que los “soñadores” 
acudan sólo a sus sueños, sería como creer que sólo las mujeres pueden ser delicadas, 
mientras que los hombres, fuertes. Es absurdo suponer que existen papeles sociales 
totalmente delimitados a una u otra categoría, pues siempre existe en los humanos una 
fluctuación de ánimos, de intereses, de maneras de entender el mundo y a sí mismos, que 
hace imposible predeterminarlos y limitarlos a una sola categoría. Así, un realista puede 
soñar y un soñador puede poner los pies en la tierra. La utopía estimula la pregunta básica 
32 
 
¿por qué lo que sucede, sucede de ese modo y no de cualquier otro? El mundo es un 
tornasol de realidades humanas convergiendo en la relación social intrínseca a los 
hombres. 
En el principio de esperanza, Bloch, considera que la esperanza no es una simple 
disposición anímica que define a las personas de ‘naturaleza optimista’ y está ausente 
en las personas con tendencias al pesimismo. La esperanza es una determinación 
fundamental de la estructura del mundo, un principio siempre presente y actuante en 
la realidad objetiva, y un rasgo constitutivo del ser humano.25 
El cambio necesario a la realidad humana (a lo real-social) es -y debe ser- desde lo 
antropológico pues “En la función utópica por necesidad existe un sujeto, ya que sin él la 
existencia de la misma esperanza se desdibuja […].”26 Para modificar las relaciones con 
nuestro entorno es necesario cambiar las formas en las que nos percibimos. Las luchas de 
liberación, por ejemplo, deben estar mediadas por la utilidad que los humanos podemos 
adquirir de ellas (sin pensar en un utilitarismo laxo y socarrón) donde se entiendan las 
relaciones sociales, naturales, políticas, ecológicas, zoológicas, etc., como formas de 
convivencia que no se desprenden de la relación yo-Otro insalvable. 
Las relaciones de alteridad (todo Otro) deben ser comprendidas en un sentido 
levinasiano (la realización del yo en todo Otro (todo lo Otro))27. Hablamos aquí de una 
relación antropológica centrada en la idea de que el único matiz que le podemos dar a las 
relaciones con la alteridad desde nuestra privilegiada punta de la pirámide es la 
visibilización. Tenemos que pensar, nuevamente, nuestra posición en el mundo y la 
manera en la que entendemos nuestra realización como humanos a través de lo Otro. 
 
25 Flores Olea, Víctor. La crisis de las utopías. Barcelona, Anthropos, 2010, p. 429. 
26 Ibíd., p. 406. 
27 “Es importante aclarar que, según Levinas, el otro no se constituye a partir de su referencia con el yo, sino 
que se hace presente a través de su diferencia con relación a él. La alteridad es el otro como tal, no aquel de 
quien se elabora una representación, en la cual el yo le concede determinados atributos. […]. El otro no es 
un alter ego ni se define como negación del yo; más bien, al hacer contacto con éste, el yo se enfrenta a lo 
desconocido […].” Corres Ayala, Patricia. Emmanuel Levinas. La alteridad y la política. México: D.F., 
Fontamara, 2015, p. 27. 
33 
 
En América Latina tenemos un buen antecedente de lo anterior. Los americanos 
hemos funcionado como laboratorio de proyectos sociopolíticos, desde la llegada de los 
ingleses a costas estadounidenses hasta la llegada de los españoles en costas yucatecas, 
hemos estado en el microscopio de los investigadores sociales a manera de conejillos de 
indias para la implantación de proyectos demasiado peligrosos para el viejo mundo y 
demasiado interesantes para dejarlos en el tintero. Desde entonces nos hemos empeñado 
en desarrollar proyectos que nacen y se gestan en otras tierras. Parece que los americanos 
hemos discutido nuestro pasado y nuestro futuro en campos de juego que no nos 
pertenecen. 
Parece que los americanos hemos desistido de pensar nuestro futuro y hemos 
concentrado nuestros esfuerzos y deseos en las realidades de alguien más. No parece 
casual que los proyectos progresistas latinoamericanos se enfoquen con tanta 
vehemencia en la vida y la realidad social de cualquiera otro en cualquier otra parte. Los 
países desarrollados (de primer mundo) están viviendo los resultados de la investigación 
de campo hecha en el Nuevo Mundo. Esto no quiere decir que vivan en un mundo 
perfecto y totalmente acabado, sólo significa que ya corrigieron algunos de los errores 
surgidos en la implementación de los “sistemas fantásticos” del Viejo Mundo. ¿Por qué 
nosotros, los utópicos, miembros de la isla perfecta, dejamos tanto tiempo de intentar 
construir la encantadora e incorruptible sociedad de la que somos partícipes en los 
cuentos de Moro? 
Pensar desde las utopías nos permite ampliar nuestro panorama de acción y 
cambio. Las personas que estamos interesadas en realizar un cambio en la manera en la 
que los acontecimientos se dan en nuestra realidad debemos utilizar medios distintos a 
los convencionales, buscar brechas en los pensamientos estructurados para poder aspirar 
a un cambio. Por eso no podemos ser realistas del todo: debemos poder fantasear con las 
posibilidades y trabajar desde ello, necesitamos saber que el mundo puede ser distinto, 
necesitamos, como cualquier ser humano, la esperanza del cambio. 
34 
 
Tomando el lema del 68 francés, “sea realista, pida lo imposible”, que acuña de 
buena manera las intenciones que se tienen al pensar desde las utopías, nos posicionamos 
en un tipo de realismo que propone una construcción humana de la realidad como 
posibilidad fáctica. Poner los deseos y aspiraciones en las radicalidades es la mejor manera 
de trabajar. Necesitamos saber que el cambio es posible, que la realidad no es única, que 
no estamos solos los que queremos cambiar, que no estamos exentos del fracaso y que, 
aun así, el simple hecho de tener la opción de intentar trabajar por el cambio hace que 
merezca la pena el intento. 
Resulta deseable buscar la conciliación de la historia con los futuros posibles y, al 
mismo tiempo, la conciliación de las negaciones y la subsunción de sectores sociales con la 
inclusión de la flexibilidad que supone ser humano. 
Me gustaría concluir este apartado con una cita que expresa el espíritu de los 
trabajos sobre las utopías y que, al mismo tiempo, hace luz a los intentos de los utopistas: 
“Ahora, no nos hagamos ilusiones: no es ilusión la utopía, sino el creer que los ideales se realizan 
sin esfuerzo y sin sacrificio. […]. […] la realización de la utopía es la creación de lo pendiente.”28 
Con este acercamiento metodológico del concepto de utopía se buscará, en el 
siguiente capítulo, llenar de contenido nuestra posición y hacer evidente que los trabajos 
de utopía son necesarios para el acercamiento consciente y crítico de los problemas que 
gangrenan los establecimientos sociales y que configuran, a su vez, una realidad in-
humanizante. En la educación

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