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1 UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO PROGRAMA DE MAESTRÍA Y DOCTORADO EN HISTORIA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS UNA VISIÓN APOCALÍPTICA DE LA HISTORIA: LA INTERPRETACIÓN FRANCISCANA. SIGLOS XIII-XVI TESIS QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE: DOCTOR EN HISTORIA PRESENTA: GABRIELA RODRÍGUEZ SANDOVAL TUTOR PRINCIPAL: DR. ANTONIO BENIGNO RUBIAL GARCÍA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS MIEMBROS DEL COMITÉ TUTOR: DRA. AURORA MARÍA DÍEZ-CANEDO FLORES INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOLÓGICAS DR. MARTÍN FEDERICO RÍOS SALOMA INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS CIUDAD DE MÉXICO, AGOSTO 2018 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. 2 A Cucu Por tu amor incondicional, mil gracias. Te amo. A mis padres y a mi hermano con todo el corazón. 3 AGRADECIMIENTOS Agradezco profundamente a mi comité tutor. Al doctor Antonio Rubial por su respaldo, confianza, conocimientos y dirección para que esta tesis llegara a su fin. A la doctora Aurora Díez-Canedo por su lectura crítica, paciencia y dedicación. A mi querido y admirado profesor y amigo, el doctor Martín Ríos Saloma, por su disposición, interés y atinadas observaciones, asimismo, por el apoyo que me brindó para que realizara una estancia de investigación en Madrid. Doy gracias también a mis dos sinodales, la doctora Patricia Escandón y la doctora Marcela Corvera, porque su atenta lectura contribuyó a mejorar este trabajo. De igual forma agradezco y aprecio el apoyo y disponibilidad que desde la maestría me brindaron Guadalupe Mata y Guillermina Mata. Con gratitud a la Universidad Nacional Autónoma de México por abrirme sus puertas, es un honor pertenecer a esta gran casa de estudios. Gracias al CONACYT por la beca que me otorgó para la realización de mis estudios de doctorado y por el apoyó que recibí para mi estancia de investigación en Madrid. Agradezco también a la doctora Margarita Cantera Montenegro de la Universidad Complutense de Madrid. Gracias a mis seres queridos presentes y ausentes. A mis padres y a mi hermano por ser mi fortaleza y por no dejarme caer en estos últimos meses tan tristes y sombríos, mil gracias por su apoyo moral, comprensión y ayuda. Y por último, quiero agradecer el amor incondicional de Cucu. Tu presencia iluminó mi vida, gracias por las aventuras, el aprendizaje, por toda la alegría y momentos maravillosos que trajiste a mi vida. Te prometo que siempre estarás en mi pensamiento y en mi corazón. Te extraño mucho, y este trabajo te lo dedico a ti. 4 ÍNDICE Agradecimientos 3 Introducción 7 Capítulo I Panorama de la apocalíptica durante la Edad Media 28 1.1 La apocalíptica en el judeocristianismo 28 1.1.1 La concepción histórica en el cristianismo 36 1.2 Hacia la ortodoxia: la censura al milenarismo 40 1.3 Los nuevos caminos de la apocalíptica 45 1.3.1 Antes de la felicidad, el Anticristo 48 1.3.2 El emperador de los últimos días 57 1.3.3 Joaquín de Fiore 62 1.3.4 El papa angelical 68 Capítulo II El pensamiento apocalíptico en el franciscanismo. Siglos XIII-XIV 73 2.1 Una sociedad en movimiento 73 2.1.1 La disputa por la supremacía universal: génesis y desarrollo 78 2.1.1.1 Consolidación y crisis de la supremacía papal e imperial 83 2.1.2 Las cruzadas 93 2.2 La respuesta de los laicos a la reforma de la Iglesia 106 2.3 La apocalíptica en el franciscanismo: siglo XIII 114 2.3.1 Los franciscanos y la Universidad de París 128 5 2.4 Las profecías apocalípticas en el franciscanismo, finales del siglo XIII y siglo XIV: Los espirituales 136 2.4.1 Angelo da Clareno y su “Historia de las siete tribulaciones” 143 2.5 El cisma y su repercusión en la apocalíptica occidental 157 Capítulo III La apocalíptica francisana en la península Ibérica 167 3.1 Algunos aspectos de la apocalíptica en la península Ibérica 167 3.2 Los Trastámara: advenimiento, consolidación y mesianismo 176 3.2.1 El mesianismo en los Reyes Católicos 181 3.3 El franciscanismo y la apocalíptica en la península Ibérica 187 3.3.1 Francesc Eiximenis 191 3.3.2 Alfonso de Mella 198 3.4 La reforma franciscana en la península Ibérica 203 Capítulo IV La apocalíptica franciscana en el Nuevo Mundo: fray Toribio de Benavente “Motolinía” 213 4.1 Nuevas Tierras, Nuevas esperanzas 213 4.2 Del reino milenario a una época de felicidad histórica 223 4.3 Los franciscanos y el Nuevo Mundo: una interpretación escatológica 229 4.3.1 Fray Martín de Valencia 238 6 4.4 Fray Toribio de Benavente “Motolinía”: hacia el cumplimiento de la profecía 243 4.41 El mesianismo en fray Toribio “Motolinía” 254 Conclusiones 266 Bibliografía 272 7 INTRODUCCIÓN El género apocalíptico fue de gran importancia para el cristianismo occidental medieval. Aunque polémico sin duda alguna el Apocalipsis de san Juan ejerció gran influencia por su contenido dramático y porque revelaba, desde una interpretación material, los últimos acontecimientos históricos. Sin embargo, este libro, de herencia judía, no fue el único que el cristianismo explotó para sus justificaciones político-religiosas, los Evangelios sinópticos, el Antiguo Testamento, así como, diversas profecías surgidas a lo largo de su historia sirvieron para sus fines. Como cristianos, los franciscanos sabían hacia dónde se dirigía la historia, no obstante, su interpretación estuvo marcada por un sentido de elección muy intenso puesto que creyeron que ocuparían un lugar de primer orden en el desencadenamiento de los últimos sucesos de la historia. Durante la elaboración del trabajo de maestría encontré que la orden franciscana, principalmente la rama de los espirituales, y al menos hasta el siglo XVI, había sido influida por diversas corrientes apocalípticas. Pero en aquel entonces mi objetivo era determinar sólo la influencia de Joaquín de Fiore en fray Toribio de Benavente Motolinía. Por tal motivo, esta investigación doctoral pretende dar continuidad al trabajo de maestría para profundizar en las distintas profecías que los minoritas adoptaron desde sus inicios en el siglo XIII hasta la irrupción de América en el panorama cultural del siglo XVI, poniendo especial atención nuevamente en Motolinía. En México la literatura sobre la actividad evangelizadora de los franciscanos en el siglo XVI es abundante y diversa; el siglo XIX contribuyó de manera importante a su estudio gracias a la labor titánica que emprendió Joaquín García Icazbalceta al publicar crónicas y documentos franciscanos del siglo XVI, así como 8 otras fuentes de la Conquista;1 asimismo, cabe resaltar la importancia de José Fernando Ramírez con su estudio pionero sobre fray Toribio de Benavente Motolinía.2 El siglo XX de igual forma lo hizo con la edición de crónicas franciscanas y estudios introductorios realizados por eminentes historiadores mexicanos, como por ejemplo, Ángel María Garibay,3 Edmundo O’Gorman,4 Miguel León-Portilla,5Antonio Rubial García,6 entre otros. Desde entonces los estudios franciscanos ocupan un lugar significativo dentro de la historiografía mexicana. Y de los diversos temas tratados por la investigación histórica en torno al franciscanismo del siglo XVI el que me interesa resaltar es el referente a su posible milenarismo y joaquinismo. En el intento por establecer su filiación ideológica la historiografía ha debatido la influencia del joaquinismo y del milenarismo en los doce franciscanos que llegaron a América en 1524 y en Gerónimo de Mendieta. La opinión se encuentra dividida, por un lado, se ha afirmado la presencia de las tesis joaquinitas ligadas a un milenarismo y por otro lado, se han negado tales influencias, proponiendo un apocalipsismo dentro de los 1 Joaquín García Icazbalceta, Colección de documentos para la historia de México, México, Librería de J.M. Andrade, 1858-1866, 2 volúmenes, (esta Colección contiene, entre otros documentos relativos al siglo XVI, la Historia de los Indios, la Epístola proemial y la Carta al Emperador de Motolinía, cartas de franciscanos, etc.); la Nueva Colección de Documentos para la Historia de México, Imprenta Francisco Díaz de León, 1886-1892, 5 tomos, (esta Nueva Colección contiene el Códice Mendieta, Cartas de Religiosos de Nueva España (1533-1569), Códice Franciscano, etc.); asimismo, Joaquín García Icazbalceta realizó la edición de La Historia Eclesiástica Indiana de Gerónimo de Mendieta, México, Antigua Librería de Andrade y Morales, 1870. También ver su estudio: Fray Juan de Zumárraga. Primer Obispo y Arzobispo de México. Estudio biográfico y bibliográfico, México, Antigua Librería de Andrade y Morales, 1881. 2 José Fernando Ramírez, “Noticias de la vida y escritos de fray Toribio de Benavente, ó Motolinía”, en Joaquín García Icazbalceta, Colección de documentos…, op. cit. Fue un estudio introductorio sobre Motolinía que publicó en 1858 y posteriormente se editó por la editorial Porrúa con el nombre de: Fray Toribio de Motolinía y otros Estudios, México, Porrúa, 1986. 3 Fray Bernardino de Sahagún, Historia General de las cosas de Nueva España, Ed. Ángel Ma. Garibay, México, Porrúa, 1956, 4 tomos. 4 Fray Toribio de Benavente Motolinía, Historia de los Indios de la Nueva España, Ed. Edmundo O’Gorman, México, Porrúa, 1969; El Libro Perdido. Ensayo de reconstrucción de la obra histórica extraviada de fray Toribio, Ed. de Edmundo O´Gorman, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1990. 5 Juan de Torquemada, Los veintiún libros rituales y Monarquía Indiana, Ed. Miguel León Portilla, 1975-1983, 7 volúmenes. 6 Gerónimo de Mendieta, Historia Eclesiástica Indiana, estudio preliminar de Antonio Rubial García, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, (Cien de México), 2002. 9 cauces de la ortodoxia, pero cabe resaltar que ninguna de las dos posturas considera a estos franciscanos como herejes. Entre los historiadores que defienden las tesis del joaquinismo y del milenarismo se encuentran Marcel Bataillon, John Leddy Phelan, Georges Baudot, José Antonio Maravall,7 entre otros. Este sector se destaca principalmente por la confusión de términos como apocalíptico, milenarismo, mesianismo, joaquinismo, etc. No obstante, estos historiadores ejercieron un impacto considerable en otros investigadores que al tratar el tema usaron sus obras como referencia como se verá más adelante. Marcel Bataillon fue uno de los primeros investigadores que hizo mención a la influencia de Joaquín de Fiore en los franciscanos del siglo XVI. En Novo mundo et fim do mundo, publicado en 1954,8 el autor refiere que tanto las primeras misiones franciscanas en América como los primeros doce que llegaron en 1524 tenían su influencia, sobre todo, fray Martín de Valencia. Asimismo, indica la importancia que tuvo para estos franciscanos el Libro de las Conformidades de Bartolomé de Pisa, especialmente, por la exaltación que este autor hacía de Francisco de Asís y del papel preponderante de la orden en la última etapa histórica. Marcel Bataillon pone énfasis en temas como el fin del mundo, los últimos tiempos, así como, en la profecía de las dos órdenes mendicantes y la influencia del evangelio eterno.9 7 Marcel Bataillon, “Nouveu Monde et fin du monde”, en L’education Nationale, París, núm. 32, 11 décembre, 1952, yo consulté la versión portuguesa: “Novo mundo e fim do mundo”, Revista de Historia, no. 18, vol. 8, Universidad de São Paulo, Facultad de Filosofía, Ciencias e Letras, 1954, pp. 343-351; Erasmo y España. Estudio sobre la historia espiritual del siglo xvi, trad. Antonio Alatorre, México, Fondo de Cultura Económica, 1966; (1era edición en francés 1937); ver también: “Évangélisme et millénarisme au Nouveau Monde” en Courants religieux et humanisme á la fin du XV et au debut du XVI siècle (Colloque de Strasbourg 1957), París, 1959, pp. 25-35; John L. Phelan, El reino milenario de los franciscanos en el nuevo mundo, México, Instituto de Investigaciones Históricas/ Universidad Nacional Autónoma de México, 1972, (1era edición en inglés 1956); Georges Baudot, Utopía e historia en México: los primeros cronistas de la civilización mexicana (1520-1569), Madrid, Espasa Calpe, 1983 (primera edición en francés 1977); José Antonio Maravall, “La utopía político-religiosa de los franciscanos en la Nueva España”, en Revista de Estudios Americanos, núm 2, Sevilla, 1949, pp. 199-227. 8 Marcel Bataillon, “Novo mundo e fim…, op. cit., p. 347. 9 Ibid. 10 En la edición en español de 1950 de Erasmo y España Marcel Bataillon insertó un apéndice intitulado “Erasmo y el Nuevo Mundo”10 donde sólo menciona la influencia de Desiderio en los franciscanos, pero nada de Joaquín de Fiore; fue en el mismo apéndice pero de la edición de 1966 donde refiere, de manera somera, el tema: “Es cierto que hay en su evangelismo un aspecto escatológico que no es erasmiano. Franciscanos influidos por Joaquín de Fiore, creían en la inminencia del fin del mundo, y los más impacientes llegaron a bautizar a miles de indios sin previo adoctrinamiento, con la inevitable desilusión siguiente…”11 Pero sin duda el estudio más provocativo ha sido El reino milenario de los franciscanos de John Leddy Phelan, estudio centrado en Gerónimo de Mendieta. El reino milenario es un libro interesante que trató de abordar de manera más integral el tema. En la actualidad varias de las tesis propuestas por Phelan han sido rebasadas. Creo que el principal problema de Phelan es la confusión de conceptos, por ejemplo, milenarismo y mesianismo, asimismo de términos como apocalíptico elitista, lobreguez apocalíptica, melancolía apocalíptica, tristeza apocalíptica, etc. Términos aplicados a la personalidad de Mendieta, una personalidad cambiante en su ánimo apocalíptico, según Phelan.12 Para Phelan las tesis espirituales sobrevivieron en la Observancia franciscana, y en este sentido fue importante el Libro de las Conformidades de Bartolomé de Pisa13. Pero tres puntos son los que me interesa resaltar del trabajo de Phelan: el mesianismo, el joaquinismo y el milenarismo. Pareciera que Phelan le atribuye solamente a Mendieta la esperanza mesiánica, hace mención al “mesías-emperador” medieval, y aunque no lo diga, se refiere a la profecía del emperador de los últimos días, alude a una “esperanza político-histórica de una vuelta a la edad dorada de Augusto”,14 presente en el 10 Marcel Bataillon, Erasmo y España. Estudios sobre la historia espiritual del siglo xvi, trad. Antonio Alatorre, México, Fondo de Cultura Económica, 1950, 2 vol. 11 Marcel Bataillon, Erasmo y España. Estudios sobre la historia espiritual del siglo xvi, trad. Antonio Alatorre, México, Fondo de Cultura Económica, 1966, p. 816.12 John L. Phelan, op. cit., p., p. 146. 13 Ibid., p. 71. 14 Ibid., p.69. 11 emperador germánico Federico II Hohenstaufen. Cabe decir que esta profecía estuvo presente a lo largo de toda la Edad Media, y aunque Federico II fue uno de sus mejores representantes, fue utilizada por diversos monarcas y reyes, pero Phelan no profundiza en el tema, y no rastrea los cambios y la importancia que tuvo la profecía en la península Ibérica. Para Phelan ese reino mesiánico tendría una duración de mil años, pues toma como modelo el reino milenario del Apocalipsis de san Juan, sin embargo, creo que más que el Apocalipsis habría que considerar precisamente la profecía del emperador de los últimos días que espera un tiempo de felicidad y no necesariamente con una duración de mil años. Otra imprecisión resulta evidente cuando Phelan indica: “Lo que Mendieta hizo con el mito del Mesías-emperador fue convertir al pueblo español, no la nación alemana o la francesa, en el instrumento por medio del cual llegaría el reino milenario”,15 pero Mendieta no fue el primero, la traslación de la profecía ya se había realizado durante el siglo XV en la península Ibérica. Al hablar de Joaquín de Fiore el historiador inglés equipara la tercera época con el reino milenario del Apocalipsis de san Juan.16 Sin embargo, para Joaquín de Fiore su tercera época y el mileno eran cosas distintas, por lo que, Joaquín de Fiore no fue milenarista ni mesianista en el sentido estricto, él esperaba una nueva época, no el milenio. Aunque hace bien Phelan en deslindar a Joaquín de Fiore de las interpretaciones futuras. Y la tesis más controversial propuesta por Phelan es la del reino milenario, pues indica: “otros como Mendieta, preferían hacer de las Indias el lugar geográfico del reino milenario…”17, y añade: “Mendieta no trató de encontrar en los indios la tierra de Adán y Eva. No miró hacia el pasado. Miraba hacia el futuro, pensando que los frailes y los indios podían crear el reino milenario del 15 Ibid., p.26. 16 Ibid., p. 27. 17 Ibid., p.107. 12 Apocalipsis”.18 Al basarse en el estudio de Norman Cohn19 refiere la posibilidad de que Mendieta pudiera ser considerado un “revolucionario social”, sin embargo, rechaza esta idea.20 Phelan yerra al considerar a Mendieta como un milenarista, pues creo que ninguno de los franciscanos que llegaron a América en el siglo XVI lo era, ninguno esperaba el reino milenario del Apocalipsis de san Juan. Lo que yo encuentro es esa idea de una época de felicidad joaquinita junto a otras profecías como la del emperador de los últimos días, en referencia al recuerdo del paraíso terrenal, y este deseo de felicidad entraría en los propósitos de fray Toribio de Benavente Motolinía, pero no de Mendieta. En Utopía e Historia, publicado en español en 1983,21 el historiador francés Georges Baudot se adhiere a las tesis de Marcel Bataillon y de John Leddy Phelan. Baudot vuelve a insistir en el milenarismo de los franciscanos que llegaron a América en el siglo XVI. Y en este sentido indica que las tesis de los espirituales no sólo pervivieron en la Observancia franciscana sino que se pueden observar en la reforma emprendida por fray Juan de Guadalupe. Y a diferencia de Phelan, para Baudot un claro ejemplo de la espera milenarista es Motolinía: “Sobre todo en el caso de un Motolinía cuya influencia fue determinante, la esperanza de una próxima llegada del Reino, iba a dar a estos trabajos su verdadero sentido, al procurar los conocimientos indispensables para la fundación de una sociedad mexicana renovada, autónoma y preparada para el Milenio”.22 Al referirse a Joaquín de Fiore lo que hace Baudot es relacionar, como Phelan, la tercera época con el milenio, por lo que, para el historiador francés el calabrés es un milenarista.23 Pero Georges Baudot se arriesga aún más al ver en san Francisco de Asís a un seguidor de Joaquín de Fiore, dice Baudot: “la inspiración de san Francisco proviene en este punto de los análisis y de los 18 Ibid., p.109. 19 Norman Cohn, En pos del milenio, trad. Ramón Alaix Busquet, apéndice y notas Cecilia Bustamante y Julio Ortega, Madrid, Alianza, 1981, (1era edición en inglés 1957). 20 John L. Phelan, op. cit. 21 Georges Baudot, Utopía…, op. cit. 22 Ibid., p. 17. 23 Ibid., p. 90. 13 sueños del abad cisterciense Joaquín de Fiore…”.24 Pese a lo que diga Baudot en los escritos de Francisco de Asís25 no encontré huellas ni de Joaquín de Fiore ni de posturas milenaristas, encontré en el Poverello un interés por el fin del mundo, la parusía y el reino eterno. Cabe mencionar que aunque Francisco no refiere la teoría trinitaria del Calabrés la pudo haber conocido cuando asistió al IV Concilio de Letrán (1215), mismo que condenó un opúsculo sobre la trinidad atribuido a Joaquín de Fiore. Ahora bien, muchos han sido los investigadores que han seguido las tesis de Bataillon, Phelan y Baudot, entre ellos se puede mencionar a David Brading, Robert Ricard, Patricia Nettel, Jacques Lafaye, Henri de Lubac, Enrique Florescano, Luis Weckmann, Alain Milhou, y recientemente los filólogos Mercedes Serna y Bernat Castany, etc.26 La edición en francés de 1933 de la Conquista Espiritual de México de Robert Ricard, y la posterior en español de 1947 no dicen nada sobre el tema, fue en el prólogo de la edición de 1986 en que Ricard reconoce la influencia de Joaquín de Fiore y del milenio en los franciscanos evangelizadores, sobre todo, en fray Martín de Valencia. 24 Ibid., p. 88. 25 Francisco de Asís, “Cartas a los Custodios” y “Regla no bulada”, en San Francisco de Asís, Escritos, Biografías, Documentos, edición preparada por José Antonio Guerra, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2006. En maestría revisé los escritos del Poverello. 26 David Brading, Orbe indiano. De la monarquía católica a la república criolla, 1492-1867, trad. Juan José Utrilla, México, Fondo de Cultura Económica, 1993; Robert Ricard, La conquista espiritual de México. Ensayo sobre el apostolado y los métodos misioneros de las órdenes mendicantes en la nueva España de 1523-1524 a 1572, México, Fondo de Cultura Económica, 2001 (1era edición 1933); Patricia Nettel Díaz, La Utopía franciscana en la Nueva España, 1544- 1604, el apostolado de fray Gerónimo de Mendieta, México, Universidad Autónoma Metropolitana/Unidad Xochimilco, 1989; Jacques Lafaye, Mesías, cruzadas, utopías. El judeo- cristianismo en las sociedades iberoamericanas, México, Fondo de Cultura Económica, 1997; Henri de Lubac, La posteridad espiritual de Joaquín de Fiore, trad. Julio H. Martín de Ximeno, Madrid, Encuentro, 1989 (dos tomos); Enrique Florescano, Memoria Mexicana, México, Fondo de Cultura Económica, 2000; Luis Weckmann, “Las esperanzas milenaristas de los franciscanos de la Nueva España”, Historia Mexicana, vol. 32 (1), 1982, pp. 80-105; Alain Milhou, Colón y su mentalidad mesiánica en el ambiente franciscanista español, Valladolid, Casa-Museo Colón/ Seminario Americanista de la Universidad de Valladolid, 1983; Toribio de Benavente Motolinía, Historia de los Indios de la Nueva España, edición, estudio y notas de Mercedes Serna Arnaiz y Bernat Castany Prado, Madrid, Real Academia Española: Centro para la Edición de los Clásicos Españoles, 2014. 14 Luis Weckmann y Enrique Florescano también equiparan la época joaquinita con el milenio.27 Weckmann, por su parte, indica que el superior de los doce fray Martín de Valencia, fray Toribio Motolinía, así como también Bernardino de Sahagún y Mendieta, estuvieron “más o menos influidos por la profecía de Joaquín de Flora.28 Por su parte, el jesuita francés Henri de Lubac, influido por Bataillon y Phelan, reconoce la influencia de Joaquín de Fiore en losdoce franciscanos. De Lubac indica que el Libro de las Conformidades permitió que la tercera edad joaquinita perdurara,29 y que “La carta oficial de misión que en 1523 envía a doce franciscanos a México lleva igualmente «la marca del joaquinismo»…”30 Y en este sentido, Fray Martín de Valencia era «joaquinita de formación y comportamiento». Es importante mencionar que el jesuita reivindica a Joaquín de Fiore de las interpretaciones radicales que se hicieron de sus profecías después de su muerte. Sin embargo, critica el cristocentrismo del calabrés, aunque De Lubac reconoce que Joaquín de Fiore no es mesianista ni milenarista.31 Por último mencionaré a los filólogos Mercedes Serna y Bernat Castany quienes realizaron una nueva edición de la Historia de los Indios de Motolinía.32 En su estudio introductorio aluden al debate sobre el joaquinismo y el milenarismo en los doce, reconociendo la complejidad que entraña el término milenarismo.33 Aunque los autores en ciertas partes indican que lo que mencionan es según “los partidarios de la tesis milenarista”,34 se apegan a las tesis de Phelan y Baudot principalmente. En primer lugar, reconocen un “fuerte espíritu milenario”35 en la reforma de fray Juan de Guadalupe: “Ciertamente, la tradición joaquinita tuvo una gran importancia en la reforma interna de la orden franciscana, iniciada en 27 Enrique Florescano, op. cit., p.274. 28 Luis Weckmann, op. cit., p. 94. 29 Henri de Lubac, op. cit., p.196. 30 Ibid., p. 194. 31 Ibid. 32 Op. cit. 33 Ibid., p. 71. 34 Ibid., p. 17. 35 Ibid., p. 11. 15 1496 por Juan de Guadalupe, y fervientemente apoyada por fray Martín de Valencia, y su impronta espiritual en Motolinía es incuestionable… dicha reforma defendía una renovación espiritual ligada con las teorías milenaristas del fraile calabrés, quien cifraba todas sus esperanzas de redención de la humanidad en una «tercera edad»… que identificaba con el Millenium apocalíptico”.36 Y en este sentido, no sólo reconocen milenarismo en la Instrucción y en la Obediencia, sino que refieren la influencia y la importancia del Libro de las Conformidades de Bartolomé de Pisa en fray Martín de Valencia y en Motolinía: “Al menos por esta vía, Motolinía pudo conocer la doctrina joaquinita, de la que hallamos resonancias indudables, aunque su interpretación no sea evidente, en la Historia, los Memoriales y el Libro perdido, así como en su famosa Carta a Carlos V”.37 Los autores indican que probablemente fue por la autocensura que es difícil encontrar referencias directas del milenarismo y del joaquinismo, por lo que resaltan la importancia de la Carta que Motolinía escribió al Emperador porque hace referencia al profeta Daniel, autor relevante en la herencia milenarista.38 El sector que no ve influencia joaquinita ni milenarista en los primeros doce y en Gerónimo de Mendieta está compuesto, entre otros, por: Lino Gómez Canedo, José Ignacio Saranyana, Ana Zaballa, Elsa Cecilia Frost,39 etc. Lo importante para este sector es sostener la ortodoxia de los primeros doce, despejando toda duda de herejía. Estos historiadores no toman en cuenta el arraigo en la cultura occidental de ciertas profecías apocalípticas que no formaban 36 Ibid., p. 64. 37 Ibid. 38 Ibid., p. 76. 39 Lino Gómez Canedo, Evangelización, cultura y promoción social. Ensayos y estudios críticos sobre la contribución franciscana a los orígenes cristianos de México (siglos XVI-XVIII), México, Biblioteca Porrúa, no. 109, 1993; José Ignacio Saranyana, Joaquín de Fiore y Tomás de Aquino. Historia doctrinal de una polémica, Pamplona, EUNSA, (colección Teológica no. 22), 1979; José Ignacio Saranyana y Ana Zaballa, Joaquín de Fiore y América, Pamplona, EUNATE, (Colección Acta Philosophica), 1995; Ana Zaballa, “Joaquín de Fiore y el mesianismo en el mundo andino (siglos XVI y XVII)”, en Pedro Rodríguez (dir.) XIX Simposio Internacional de Teología de la Universidad de Navarra, Servicio de publicaciones de la Universidad de Navarra, 1999; Ana Zaballa, “La discusión conceptual sobre el milenarismo y el mesianismo en Latinoamérica”, Anuario de Historia de la Iglesia, no. 10, Universidad de Navarra; Elsa Cecilia Frost, “¿Milenarismo mitigado o marginado?”, en VV. AA., Memorias del Simposio de Historiografía Mexicanística, México, Instituto de Investigaciones Históricas/Universidad Nacional Autónoma de México, 1990; Historia de Dios en las Indias. Visión franciscana del Nuevo Mundo, México, Tusquets editores, 2002. 16 parte del Apocalipsis de san Juan, como la del emperador de los últimos días, el papa angelical, o las pronunciadas por Joaquín de Fiore. Ahora bien, Gómez Canedo indica: “por mi parte, como asiduo lector y usuario de los escritos de Motolinía y Mendieta –en los que se pretende fundamentar dichas teorías- no encuentro base alguna firme para atribuirles tales esperanzas escatológicas– fuera de las legítimas de todo cristiano- y mucho menos las de un reino milenario…”.40 Pero para Lino Gómez, fray Martín de Valencia podría ser el único de los doce con esperanzas milenaristas.41 En su trabajo Joaquín de Fiore y Tomás de Aquino, publicado en 1979, José Ignacio Saranyana analiza el pensamiento del abad calabrés y su impacto en el franciscanismo del siglo XIII, sobre todo en el contexto de los problemas de la Universidad de París. Saranyana de cierta manera reivindica al abad calabrés,42 pone mayor atención a la teoría trinitaria del abad y concluye que no es triteísta. Sin embargo, Saranyana sí debate la concepción de una época nueva del calabrés, pues para Saranyana, dada su posición doctrinal, en la historia no habrá otra época nueva, sólo la del más allá, siguiendo la periodización aceptada por la Iglesia, o sea, la agustiniana. Además de diversos ensayos, en los años 90’s Saranyana y Ana Zaballa publicaron Joaquín de Fiore y América en donde nuevamente niegan la influencia del abad calabrés en los primeros doce.43 En este trabajo realizan una revisión historiográfica sobre el joaquinismo y milenarismo y debaten las hipótesis de diversos investigadores, por ejemplo, critican las tesis de Bataillon, Maravall, Baudot, Phelan, Milhou, Lubac, entre otros. En primer lugar, critican la tesis de Alain Milhou en torno a que el Llibre dels angels de Francesc de Eiximenis tuvo influencia del joaquinismo, así como, su importancia en Castilla y América. Saranyana y Zaballa niegan esta posibilidad 40 “Milenarismo, escatología y utopía en la Evangelización de América”, en Lino Gómez Canedo, Evangelización…, op. cit., p. 151. 41 Ibid., p. 154. 42 José Ignacio Saranyana, Joaquín de Fiore y Tomás de Aquino…, op. cit., p. 154. 43 Op. cit. 17 puesto que según ellos “las fuentes doctrinales del Llibre dels angels son, por lo demás, absolutamente clásicas y nada sospechosas, ancladas en la mejor tradición patrística y medieval”.44 Además de que, según los autores, la influencia de los espirituales no permaneció mucho tiempo en Aragón. Yo creo que Eiximenis sí tuvo la influencia de las tesis joaquinitas, lo que pasa es que una vez más Saranyana y Zaballa tratan de rescatar lo explosivo de las mismas, cuando algunas de ellas perduraron en un ambiente que ya no era exaltado. De igual forma critican dos tesis de Henri de Lubac, quien siguiendo a Bataillon, Baudot y Phelan, reconoce la influencia de Bartolomé de Pisa en fray Martín de Valencia, así como, la influencia del joaquinismo en la Instrucción y en la Obediencia que recibieron los doce. En cuanto a Bartolomé de Pisa, Saranyana y Zaballa señalan que una de las fuentes que utilizó De Pisa fue la Leyenda Mayor de Buenaventura, por lo que, no puede haber heterodoxia, pues aunque Buenaventura retomó algunas tesis joaquinitaslas limpió de cualquier heterodoxia.45 Y por último, rechazan el significado que se le ha atribuido al número doce en los franciscanos.46 Sin embargo, yo creo que se trata de una concordancia. Por último, la doctora Elsa Cecilia Frost en un primer momento apoyó las tesis milenaristas que Phelan le atribuye a Mendieta en un artículo intitulado “El milenarismo franciscano y el profeta Daniel” publicado en 1976.47 Este artículo estudia la influencia del profeta Daniel en Motolinía, y al seguir el rastro y la transformación que sufrió la profecía de la estatua en el franciscanismo, la doctora Frost cree identificar la huella de los espirituales influidos por Joaquín de Fiore. Asimismo, asimila el quinto imperio de Daniel con el 44 Ibid., p. 71. 45 Ibid., p. 27-29. 46 Ibid. p. 33. 47 Elsa Cecilia Frost, “El milenarismo franciscano y el profeta Daniel”, en Historia Mexicana, no. 26, 1976. 18 reino milenario.48 Por tanto, acepta la idea del milenarismo, pero remarca la ortodoxia de estos franciscanos, quienes a su ver no son unos exaltados. A pesar de que los espirituales fueron censurados, cree que sus ideas sobrevivieron en la orden lejos de cualquier heterodoxia, indica la doctora Frost: En un lapso de tres siglos pueden suceder muchas cosas y perderse muchas huellas, pero creo probable que los autores de las modificaciones hayan sido los “espirituales” franciscanos que, influidos por los escritos de Joaquín de Fiori, vieron en el santo de Asís al heraldo de la tercera edad, la del espíritu Santo, que debía preceder al milenio. Desde luego… sabemos, por otra parte, que los “espirituales” fueron excomulgados a principios del siglo XIV y, en teoría, esto debió poner fin a cualquier tendencia milenarista entre los franciscanos. Pero, como ya dije antes, legislar en materia teológica es siempre asunto espinoso y algunas ideas “peligrosas” se las arreglan para seguir vivas dentro de la ortodoxia, sobre todo cuando lo “peligroso” radica tan sólo en el matiz que se dé a ciertas palabras o a ciertos giros. Si a todo esto agregamos que las ideas, como los microorganismos, pueden permanecer latentes hasta encontrar el medio adecuado, no nos resultará ya tan extraño ver cómo el sueño de San Francisco reaparece tres siglos después ya completamente asimilado al de Nabucodonosor. Pues ¿qué ambiente más propicio podían pedir todos estos anhelos milenaristas y apocalípticos que el momento en que el surgimiento de un mundo nuevo hizo pensar que, al fin, alcanzarían los “cielos nuevos y la tierra nueva” profetizadas por la Biblia?49 Sin embargo, avanzada su investigación debatió principalmente el milenarismo, el mesianismo y el joaquinismo en los franciscanos del siglo XVI; en un artículo intitulado ¿milenarismo mitigado o imaginado?50 critica en extenso sobre todo las tesis de Phelan, donde, en primer lugar, niega la influencia de Joaquín de Fiore en Mendieta. Elsa Cecilia Frost pone el acento en la censura que recibió el milenarismo en el siglo IV, y critica que Phelan no lo haya tomado en cuenta; asimismo, lamenta que Phelan: “no mencione el alto riesgo político y social del milenarismo y parezca considerarlo más bien como una doctrina corrientemente aceptada durante la Edad Media”,51 pues a pesar de que Phelan leyó a Norman Cohn no 48 Ibid., pp.16-17. 49 Ibid., p. 20. 50 Op. cit. 51 Ibid., p. 77. 19 tomó en cuenta las características que propuso el historiador inglés al definir el milenarismo, según indica la doctora Frost.52 La doctora Frost también critica que Phelan le atribuya a Mendieta la idea de un “mesías-emperador”, pues indicaría milenarismo y heterodoxia,53 puesto que para el cristianismo hay un solo mesías. En efecto, hay un solo mesías en el cristianismo, pero tanto en el judaísmo como en el cristianismo después, existieron diversas figuras mesiánicas, y si bien existieron mesías con tendencia milenarista también hubo personajes que esperaban una época de felicidad sin que ese periodo precisara una duración de mil años. Más tarde, reforzaría sus argumentos en un excelente libro llamado Historia de Dios en las Indias. Visión franciscana del Nuevo Mundo, publicado en 2002.54 Este libro ahonda más sobre la visión franciscana y nuevamente niega el milenarismo y el joaquinismo en el franciscanismo del siglo XVI, e indica su adherencia a la visión agustiniana de la historia que no espera época nueva en la historia sino el fin del mundo, por lo que rechaza cualquier intento de época histórica; en cambio, dice la doctora Frost: “…Pero sí podían pensar en una “república de indios” tan cristiana que podía servir de ejemplo a los españoles, esos cristianos viejos que no sabían serlo.”55 Justificación y Objetivos Estoy de acuerdo con el sector que niega todo milenarismo, pero no lo estoy en cuanto a la influencia de Joaquín de Fiore. Sin embargo, esto último no quiere 52 Ibid., p. 78. 53 Ibid., p. 77. 54 Op. cit. 55 Ibid., 205. 20 decir que apoye totalmente al sector que habla sobre el joaquinismo. Creo que hay que matizar las proposiciones de ambas posturas e interpretarlas de otra manera. Ahora bien, los investigadores que acabo de mencionar, ambos sectores, se basaron en el estudio de Norman Cohn.56 El libro del historiador inglés marcó profundamente los estudios sobre el apocalipsismo y todavía hoy en día es indispensable para el estudio del milenarismo en el Occidente medieval, pues a pesar del tiempo sigue vigente en sus líneas generales. Pero el estudio de Norman Cohn analiza solamente los movimientos milenaristas de tendencia revolucionaria que se dieron principalmente entre los pobres, dice Cohn: “Este libro trata del milenarismo que floreció entre los desposeídos y desarraigados de Europa Occidental entre los siglos XI y XVI, así como de las circunstancias que lo favorecieron...”, y añade que este “milenarismo fue violento, anárquico y, a veces, revolucionario”.57 Norman Cohn está consciente del problema que entraña el término milenarismo puesto que la definición ortodoxa no se ajusta en todos los casos a las diversas formas que adoptó en Occidente a lo largo de la Edad Media, por lo que, a decir de Cohn: “el significado original del concepto “milenarismo” era limitado y preciso… En los últimos años, entre los antropólogos y sociólogos, y en cierta medida entre los historiadores, se ha difundido la costumbre de usar la palabra “milenarismo” en un sentido aún más amplio. El término se ha convertido de hecho en una etiqueta convencional para un tipo particular de salvacionismo. En este sentido se usará en este libro”.58 Baste decir por ahora que la definición estricta del milenio se basa en el Apocalipsis de san Juan, donde Cristo reinará mil años en la tierra.59 Pero oficialmente terminó imponiéndose la postura de san Agustín, la cual indica que los mil años debían interpretarse simbólicamente y correspondían a la historia de la Iglesia hasta que se produjera el fin del mundo. Pese a lo anterior, la tradición que esperaba literalmente los mil años sobrevivió al anatema aunque de manera 56 Norman Cohn, En pos…, op. cit. 57 Ibid., p. 15. 58 Ibid., p. 14. 59 Ap 20 6 21 soterrada. Sin embargo, también a raíz de la condena al milenarismo la esperanza escatológica logró sobrevivir gracias a varias transformaciones, por ejemplo, con la idea de un emperador de los últimos días, una tercera época guiada por unos hombres espirituales de Joaquín de Fiore, o con la época de un papado angelical, etc., y aunque hubo interpretaciones violentas de estas esperas escatológicas, también las hubo pacíficas, sin esa carga de explosividad. Hoy en díapodemos sopesar el término milenarismo gracias al estudio de Jean Delumeau, Historia del Paraíso. En su estudio, que consta de tres libros,60 sigue la idea del paraíso perdido y sus transformaciones en el Occidente medieval, y el milenarismo, al que le dedica el volumen dos, es una forma más de recuperar el paraíso perdido. El historiador francés no niega el milenarismo violento, ni tampoco esquiva la acepción tradicional, sólo que él sigue otra línea, la de la felicidad primigenia, por lo que, a decir de Delumeau “mi óptica difiere de la de mis antecesores. Norman Cohn ha enfocado sobre todo los aspectos violentos del milenarismo. Pero éste ha sido fundamentalmente pacífico…”.61 Y en este sentido añade: “”La nostalgia del futuro”, esta feliz fórmula que Raymond Ruyer empleó refiriéndose a las utopías, también puede aplicarse, en mi opinión, a las esperas milenaristas, e invita a relacionarlas con otra nostalgia, la del paraíso perdido… la persistente esperanza de volver a encontrar en el futuro el paraíso terrenal de los orígenes”,62 y el milenarismo es una especie de esa recuperación del paraíso perdido. La idea de recobrar el paraíso cobró diversas formas en el cristianismo, sobre todo, a partir de la censura del milenarismo en el siglo IV de nuestra era. Cabe decir que esta esperanza es una herencia del judaísmo con su tierra prometida, la cual, a su vez, también tuvo diversas manifestaciones como el quinto imperio de Daniel; asimismo, hay que mencionar que esta idea paradisiaca tuvo su 60 La Historia del paraíso se compone de tres libros: el Jardín de las delicias; Mil años de Felicidad; y Qué queda del paraíso?, México, Taurus, 2003. 61 Jean Delumeau, Historia del paraíso. Mil…, op. cit., p. 21. 62 Ver R. Ruyer, L’Utopie et les utopies, París, PUF, 1950, Reed. Brionne, Gérard Monfort, 1988, p. 288, citado en: ibid., p. 19. 22 semejanza en la tradición grecorromana con la edad de oro y las islas afortunadas, mismos que hacia el siglo II de nuestra era se cristianizaron.63 Ahora bien, aunque Jean Delumeau sigue a Bataillon, a Phelan, Milhou, Baudot, Ricard, Maravall, etc., al referirse a los franciscanos que llegaron a América en el siglo XVI, es porque en primer lugar no es un experto en el tema, y en segundo lugar, porque más allá del término milenarismo reconoce allí la idea de una época de felicidad. Por lo anterior, y sin dejar de mencionar a personajes y movimientos milenaristas de tendencia violenta que influyeron en el Occidente medieval cristiano, a mí me interesa seguir en la línea de ese anhelo por el paraíso perdido porque me permite interpretar la acción franciscana en el siglo XVI de otra manera, principalmente, la de Fray Toribio de Benavente. Al tratar esa idea de felicidad, creo que en Motolinía su época de felicidad no es una esperanza futura, sino algo presente, por eso la defensa a ultranza que hace de su orden en la labor evangelizadora. Hubo franciscanos como Motolinía que se hicieron eco de esa idea arraigada en el imaginario occidental de encontrar en algún punto de la historia esa felicidad primigenia, y qué mejor oportunidad que la que les brindó América. En los doce no hay idea de un movimiento milenarista como el de algunos espirituales, sólo esa idea arraigada de ser los elegidos para dirigir esa felicidad. Al centrarse en el joaquinismo y en el milenarismo propuestos por Cohn, la historiografía ha dejado de lado otros temas apocalípticos que también revisten importancia. Creo que hay que atender el problema apocalíptico de manera integral, pues un mosaico de profecías fue el que confluyó en el Occidente cristiano, algunas veces las profecías fueron utilizadas por el sentimiento de esperanza, otras veces por un aspecto propagandístico, sin embargo, penetraron en todas las capas de la sociedad medieval. Por lo que creo que no hay que reducir esa experiencia espiritual tan llena de matices. Y de toda la gama 63 Jean Delumeau, Historia del Paraíso. El jardín…, op. cit., p. 31. 23 apocalíptica esta investigación se centra principalmente en la profecía del Anticristo, como antesala de la felicidad, en la del emperador de los últimos días de los libros sibilinos cristianos, en la profecía de una tercera época del Espíritu Santo guiada por unos hombres espirituales de Joaquín de Fiore, en la de un papa angelical y, por último, la influencia del profeta Daniel. Cabe mencionar que muchas veces las profecías se fusionaron, como sucedió con las pronunciadas por Joaquín de Fiore y la tradición del emperador mesiánico64 o con Daniel. Me interesa mostrar que las profecías mencionadas, así como la apocalíptica tradicional, tuvieron gran influencia no sólo en el franciscansimo sino en todo el Occidente. Y aunque hubo franciscanos radicales que además de otras profecías esperaban el milenio, también hubo hermanos que deseaban una época de felicidad, de paz y de armonía sin romper la visión agustiniana de la historia, puesto que esa tercera edad ya no era esa propuesta de un nuevo periodo histórico, sino que al siglo XVI y al al menos en Motolinía era sólo la esperanza de un periodo de felicidad en América con los indios y con los franciscanos como esos hombres espirituales; de igual forma, si el periodo del emperador mesiánico o del papado angelical pudieron interpretarse de manera violenta o con un propósito político, en Motolinía sólo permaneció la espera escatológica. Ahora bien, me interesa observar el desarrollo de la apocalíptica en la orden seráfica en la “longue durée”65 para poder determinar la permanencia de estos temas apocalípticos en su interpretación hasta la propuesta de Motolinía, pues si bien hubo innovaciones, la idea escatológica permaneció a lo largo de los siglos, y no sólo en la orden franciscana sino en todo el Occidente, ya que esa “historia de 64 Jean Delumeau, Historia del paraíso, México, El Colegio de México/Centro de Estudios Históricos, (Cátedra Marcel Bataillón), 2007, p. 46. 65 Los trabajos más característicos de la larga duración son: Fernand Braudel, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, trad. Mario Monteforte, Wenceslao Roces y Vicente Simón, México, Fondo de Cultura Económica, 2013, 2 tomos, (primera edición en francés 1949); La historia y las ciencias sociales, trad. Josefina Gómez Mendoza, Madrid, Alianza Editorial, 1970 (primera edición en francés 1958). 24 las creencias y de las representaciones colectivas en la civilización occidental”66 presentó cambios lentos en sus estructuras. Por lo anterior, las preguntas que guiaron el presente trabajo son: ¿de qué manera el contexto político-religioso posibilitó su interpretación escatológica de la historia?, ¿cuáles fueron las profecías que los hermanos menores utilizaron para explicar su actuación en los eventos escatológicos?, ¿su interpretación apocalíptica fue espiritual o material?, ¿hubo influencia del joaquinismo y del milenarismo en el siglo XVI o sólo se trató del anhelo de una época de felicidad? y por último, ¿se puede hablar de continuidad o de innovación? Como hipótesis planteo que el contexto político-religioso de los franciscanos influyó de manera considerable en sus apreciaciones escatológicas porque no fueron actores pasivos, sino activos, generadores de nuevas interpretaciones y de nuevos discursos escatológicos. Por ejemplo, cobraron significación especial los problemas entre el papado y el imperio por la supremacía del mundo, el pontificado aviñonés, el cisma, algún evento extraordinario ya fuera natural o político, así como, la aparición de América. Los franciscanos que llegaron al Nuevo Mundo trajeron consigo todo un bagaje religioso que les permitió interpretarde manera escatológica la aparición de este Nuevo Mundo, pero también supuso un desafío incorporarlo al plan establecido por Dios. Evidentemente los minoritas no fueron los únicos que creyeron encontrar en esos eventos los signos de los tiempos, pero lo interesante es que pensaron que su orden jugaría un papel importante en los últimos eventos históricos, incluida una época de felicidad que ellos mismos guiarían como antesala del fin del mundo. Desde el siglo XIII hasta la mitad del siglo XVI está presente su protagonismo, se reactiva, cobra nuevos bríos, pero nunca desaparece. Las profecías mencionadas aparecen de forma recurrente en este periodo tan largo, y se puede decir que hubo sobre todo continuidad, pero igualmente novedades y nuevas interpretaciones. 66 Jean Delumeau. Historia del Paraíso... op. cit., p. 9. 25 Fuentes Para el presente trabajo recurrí al Apocalipsis de san Juan y a textos apocalípticos del Antiguo y Nuevo Testamentos. Asimismo, utilicé diversos escritos franciscanos que se produjeron durante los siglos XIII-XVI. Cabe indicar que al abordar los textos primitivos franciscanos el historiador moderno se enfrenta al problema de la fecha de composición y de la autoría de ciertas obras, pues en el pensamiento medieval el autor de ellas no es lo importante, ya que se escribe con una conciencia colectiva. El problema en la datación de las fuentes primitivas franciscanas ha sido el no saber qué fuente o fuentes son las más antiguas y cuál o cuáles influyeron en otras; a esta dificultad se le ha llamado la “interdependencia de las varias fuentes”,67 porque las obras franciscanas son deudoras de otras escritas por miembros de la comunidad. Dicho lo anterior, utilicé la Vida Primera, la Vida Segunda y el Tratado de los Milagros de Tomás de Celano; la Leyenda Mayor de Buenaventura; el Sacrum Commercium atribuido a Juan de Parma; las Florecillas, relatos transmitidos oralmente por varias generaciones sobre la comunidad primitiva franciscana;68 la Historia de la siete tribulaciones de Angelo da Clareno, la edición con la cual trabajé fue realizada por David Burr y E. Randolph Daniel y es la primera traducción que se hace del latín al inglés.69 Asimismo, el Gobierno de la República de Francesc Eiximenis70, la Carta de Alfonso de Mella71; la Vida de fray Martín de 67 José Antonio Guerra, “Introducción a la Leyenda de los tres compañeros”, en San Francisco de Asís, Escritos, biografías, documentos de la época, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2006, p. 538. 68 Estos textos franciscanos se encuentran editados en: San Francisco de Asís, Escritos…, op. cit., edición preparada por José Antonio Guerra. 69 Angelo Clareno, A Chronicle or History of the Seven Tribulations of the Order of Brother Minor, trad. del latín David Burr y E. Randolph Daniel, New York, Franciscan Institute Publications. The Franciscan Institute St. Bonaventure, 2005. 70 Francesc Eiximenis, Gobierno de la República, edición de Miquel Castellano i Arolas, fil d’aram. 71 La carta la tomé de: Juana María Arcelus Ulibarrena, “Alonso de Mella en clave de lenguaje ortodoxo: tribulaciones vs perfecta alegría”, en Clío & Crimen. Revista del Centro de Historia del Crimen de Durango, no. 8, 2011, pp. 456-480. 26 Valencia escrita por Francisco Jiménez72 y por último, la Historia de los indios, los Memoriales, la Carta al Emperador y la Epístola Proemial de Toribio de Benavente “Motolinía”.73 Estructura La presente investigación está estructurada de manera que pueda dar las respuestas en la larga duración de la pervivencia de los temas apocalípticos tanto en Occidente como en la historia franciscana hasta el siglo XVI con Motolinía. El primer capítulo realiza un recorrido por la apocalíptica para explicar términos como, escatología, milenarismo, mesianismo, apocalíptico y joaquinismo. El segundo capítulo analiza el contexto político-religioso donde nació la orden de los hermanos menores, y los problemas que enfrentaron por la aparición de proposiciones escatológicas radicales, así como su contribución a la apocalíptica en los siglos XIII-XIV. El capítulo tres aborda el mesianismo en la península Ibérica y su relación con la orden franciscana; y el último capítulo aborda principalmente a 72 Francisco Jiménez, Vida de Fray Martín de Valencia, edición preparada por Pedro Ángeles Jiménez, en, Antonio Rubial, La hermana pobreza. El franciscanismo de la Edad Media a la evangelización novohispana, México, Facultad de Filosofía yLetras/ Universidad Nacional Autónoma de México, 2006. 73 Utilicé las siguientes versiones: Toribio de Benavente Motolinía, Historia de los indios de la Nueva España. Relación de los ritos antiguos idolatrías y sacrificios de los indios de la Nueva España, y de la maravillosa conversión que Dios en ellos ha obrado, estudio crítico de Edmundo O’Gorman, México, Porrúa, (Colección Sepan Cuantos núm. 129), 2007 (1era. Edición 1969); Memoriales, estudio crítico de Nancy Joe Dyer, México, El Colegio de México, 1996, Carta de fray Toribio de Motolinía al Emperador Carlos V, en Historia, op. cit.; Epístola Proemial, en Historia y en Memoriales, op. cit. Existen otras ediciones de las obras de Motolinía: Memoriales de fray Toribio de Motolinía, Ed. facs. Aviña Levy, Guadalajara, 1967; Memoriales e Historia de los indios de la Nueva España, Ed. Fidel Lejarza, Madrid, Biblioteca de Autores Españoles, 1970, vol. 240; Ritos antiguos, sacrificios e idolatrías de los indios de la Nueva España, Ed. Joaquín García Icazbalceta, en Colección de Documentos para la Historia de México, vol. 1, México, Librería Andrade, 1958; Historia de los indios de la Nueva España, Ed. Edmundo O’Gorman, México, Porrúa, 1969; Historia de los indios de la Nueva España, Ed. Georges Baudot, Madrid, Clásicos Castalia, 1985; Historia de los Indios de la Nueva España, edición, estudio y notas de Mercedes Serna Arnaiz y Bernat Castany Prado, Real Academina Española: Centro para la Edición de los Clasicos Españoles, 2014, por mencionar algunas. 27 fray Toribio de Benavente “Motolinía”, se pone atención en la continuidad de los tópicos apocalípticos medievales y en el cambio en la interpretación escatológica a causa de la aparición de América. 28 CAPÍTULO I PANORAMA DE LA APOCALÍPTICA DURANTE LA EDAD MEDIA 1.1 La apocalíptica en el judeocristianismo Sobre los temas apocalípticos se ha dicho mucho, no sólo desde la ciencia histórica, también desde la literatura y la cinematografía hollywoodense y europea; el avance de la tecnología, el cambio climático, factores políticos, económicos, sociales, etc., son algunos de los temas que se han abordado. Aunque en la actualidad pocas son las personas que se dejan seducir por el discurso de las tribulaciones y del fin del mundo, durante toda la historia cristiana han existido personas y grupos convencidos del proyecto apocalíptico. Sin embargo, además del miedo, la esperanza, de igual forma, ha formado parte de la literatura apocalíptica, y ambos sentimientos hunden sus raíces en el apocalipsismo judeocristiano. Pese al interés por la apocalíptica, existe una gran confusión en torno a los términos que utiliza la teología cristiana, por ejemplo, la historiografía a la hora de estudiar a los franciscanos del siglo XVI emplea los términos escatología, milenarismo, mesianismo, apocalíptico, como sinónimos; un recorrido por la apocalíptica permitirá comprenderlos mejor, así como, subrayar sus semejanzas y particularidades. 29 La palabra Apocalipsis, del griego apocalýptein, significa desvelar, descubrir algo oculto, principalmente, sobre los eventos del findel mundo,74 y la literatura apocalíptica fue muy prolija entre los siglos III a.C. y el siglo IV de la era cristiana.75 Se ha señalado que la apocalíptica es un género literario y que posee ciertas características, por lo que, los apocalipsis judeocristianos tienen elementos en común y el profeta, por tanto, plasmó su visión con todo el simbolismo que ya conocía de otros autores. Los apocalipsis están escritos en lenguaje cifrado y su objetivo principal es revelar algo futuro, principalmente eventos del fin del mundo, infunden miedo al referirse a los sufrimientos que traerán consigo las tribulaciones (sucesos naturales, cósmicos, enfermedades, muerte, hambre, guerras, etc.), pero también ofrecen esperanza; asimismo, utilizan números, fechas, animales, colores y muestran un marcado dualismo, la lucha entre el bien y el mal. La noción judeocristiana del fin es universal, no excluye a los demás pueblos, ya que están convencidos que estos eventos afectarán a todo el mundo. El profeta es quien recibía la revelación sobre el fin del mundo de Dios o de algún ángel por medio de visiones, sueños, arrebatos, voces, etc.; por lo que, el profeta era una especie de mediador entre lo divino y lo humano y al plasmar la revelación recurría a la seudonimia para darle mayor importancia al mensaje.76 Ahora bien, los intérpretes escribían en medio de alguna crisis que amenazaba la existencia de su mundo, pero esas vivencias eran escritas como si se tratará de eventos revelados del futuro, utilizando el simbolismo apocalíptico que ya conocían. Los profetas se referían a los castigos para los pecadores, pero además a la salvación de los elegidos y a la recompensa del reino mesiánico para los justos, así que, la misión del profeta era sostener la fe y ofrecer esperanza. Bernard McGinn indica: 74 Enzo Bianchi, El Apocalipsis. Comentario exegético-espiritual, trad. Luis Rubio Morán, Salamanca, Ediciones Sígueme, 2009, p. 11. 75 Antonio Piñero, Los apocalipsis. 45 textos apocalípticos apócrifos judíos, cristianos y gnósticos, Madrid, EDAF, p. 13. 76 Ibid., p. 15. 30 Se dice a menudo que la literatura apocalíptica es una literatura de consolación, pero también se la podría describir diciendo que es una literatura de decisión. En tiempos de persecución, ser consolado con el mensaje de que la liberación final es inminente es también ser alentado a profundizar la consagración al poder divino que traerá una liberación que trascenderá la muerte.77 La opinión más generalizada indica que la literatura apocalíptica tiene su antecedente en la literatura profética, pero no se puede soslayar la influencia de los Libros de Sabiduría del Antiguo Testamento. La apocalíptica no sólo se centra en el futuro, también se interesa por las conexiones entre el cielo y la tierra, la astrología y la interpretación de los sueños; en este sentido la literatura judía se vio influida por la tradición antigua, pues hay que recordar que gran parte del judaísmo se helenizó cuando estuvo sometido a los macedonios, y fue en este momento cuando se escribieron las Obras Sapiensales78 que muy posiblemente repercutieron en la apocalíptica. Esto permeó en el cristianismo, pues “surgió en un mundo en que era común el contacto con lo divino por medio de sueños, visiones, adivinación y otras formas relacionadas de visión extraordinaria”.79 Como se ha indicado, los apocalipsis florecieron en momentos de crisis, y el judaísmo, como después el cristianismo, los tuvo. Los babilonios, hacia el siglo VI a. C. destruyeron el Templo de Salomón (Jerusalén) y deportaron a buena parte de los judíos a Babilonia,80 y fue en este periodo del destierro cuando escribió el profeta Ezequiel; bajo la dominación griega enfrentaron la censura de su religión por parte de Antíoco IV Epífanes, y Daniel fue el mejor representante; más tarde, hacia el año 70 de nuestra era el templo de Jerusalén volvió a ser destruido a manos de los romanos. 77 Bernard McGinn, “Los significados del milenio”, en Encuentros, no. 13, Centro cultural del BID, Enero 1996, p. 2. 78 Raoul Vaneigem, Las herejías, México, Jus, 2008, p. 12. 79 Cristopher Rowland, “Los que hemos llegado a los fines de los tiempos: lo apocalíptico y la interpretación del Nuevo Testamento”, en Malcolm Bull (comp.), La teoría del Apocalipsis y los fines del mundo, trad. María Antonia Neira Bigorra, México, Fondo de Cultura Económica, 2000, p. 62. 80 Antonio Piñero, op. cit., p. 20. 31 Daniel es el mejor representante de la apocalíptica veterotestamentaria y el que más influyó en el cristianismo con diversos temas. Daniel escribió en el siglo II a.C., específicamente en los años 167-164, y su apocalíptica fue el resultado de los tiempos sombríos que enfrentaron los judíos durante el reinado de Antíoco IV Epífanes. Este rey al prohibir el ejercicio de su religión provocó la revuelta de los Macabeos quienes querían restaurar su ley, en este contexto se originó lo que Norman Cohn ha definido como “apocalíptica militante”,81 pues fueron las clases bajas, el pueblo, los encargados de terminar con su sufrimiento. Por su parte, Daniel, por medio del sueño de la estatua, profetizó la sucesión de los imperios históricos, y el último, el quinto, sería un imperio escatológico.82 Ahora bien, en el siglo I d.C., las barreras entre el judaísmo y cristianismo no eran nítidas, el cambio se produjo aproximadamente en el año 90 cuando el Apocalipsis de san Juan reinterpretó el mesías y el reino judío por medio del reinado de los mil años. Por lo tanto, la apocalíptica judeocristiana del siglo I siguió desarrollándose en los Evangelios Sinópticos, en Pablo, asimismo, en escritos no canónicos como la Doctrina de los doce Apóstoles, el Apocalipsis de Pedro, el Apocalipsis de Tomás, el Apocalipsis gnóstico de Pedro y el Primer y Segundo Apocalipsis de Santiago, en los manuscritos del mar Muerto de Qumrán. De igual forma, la caída del templo de Jerusalén en el año 70 d.C. repercutió en la apocalíptica judía: el Libro Primero y Segundo de Baruc,83 el Libro de Henoc y el Libro IV de Esdrás, son ejemplos de esta tragedia, pues Jerusalén constituía parte del bagaje apocalíptico judío. Uno de los temas que más impacto tuvo primero en el judaísmo, y luego en el cristianismo, fue el del mesianismo. Los judíos, al considerarse el pueblo elegido de Dios, desarrollaron un profundo sentimiento mesiánico. Las tribulaciones que padecieron fueron interpretadas como una purificación ya que sólo los que observaran la ley, ese resto fiel, serían los herederos del reino 81 Norman Cohn, En pos del milenio, trad. Ramón Alaix Busquets, apéndice y notas Cecilia Bustamante y Julio Ortega, Madrid, Alianza, 1981, p. 21. 82 Dn 2 29-45, en Biblia de Jerusalén, México, Porrúa, (Colección “sepan cuantos…”, no. 500), 1998. 83 Antonio Piñero, op. cit., p. 105. 32 terrenal. Los judíos alimentaron la promesa de Dios para instaurar el reino mesiánico, Israel era el pueblo elegido y en él se cumplía la promesa, por lo que, la apocalíptica también cumplía la función de promover la fe y la esperanza ante los continuos escenarios de crisis. Se creyó que durante el reinado mesiánico se restablecería la justicia, habría paz, abundancia, armonía, etc., los elementos que alguna vez existieron en el paraíso, por tanto, lo que subyace es ese anhelo por recuperar el paraíso perdido. Según Xabier Pikaza el mesianismo: […] evoca la esperanza de futuro y salvación del pueblo judío (o del conjunto de la humanidad). Suele centrarse en la figura del rey futuro, que restablecerá la justicia sobre el pueblo, creando de esa forma un orden político nuevo de concordia… En general, esta esperanza se abre a la búsqueda de transformaciónisraelita (reunión de los dispersos, nueva Jerusalén) y de culminación de la humanidad, con la pacificación de la naturaleza (armonía universal, incluso con los animales). En este último caso, puede hablarse de un mesianismo del pueblo entero (o de la humanidad), sin necesidad de un mesías específico o personal.84 El mesías podía ser presentado como un mesías real, descendiente de David,85 un siervo doliente,86 montado en un asno87 o mostrado de manera escatológica y trascendente como el hijo del hombre.88 El dominio extranjero sobre el pueblo judío fue importante para el desarrollo del mesianismo y durante el periodo romano el mejor ejemplo fue Jesús. Sin embargo, cabe agregar que Jesús no fue el único en presentarse como el mesías, los manuscritos del mar muerto hacen referencia a otro personaje antes de Jesús que creyó ser el mesías humillado, el siervo sufriente.89 Ahora bien, como judío, Jesús conocía las profecías mesiánicas, y se sintió llamado a ser el protagonista del cumplimiento de la promesa del reino de felicidad. “Jesús pensó que la historia del mundo se encaminaba hacia una interrupción estridente, que Dios iba a 84 Xabier Pikaza, “Apocalíptica judía cristiana, prehistoria y símbolos básicos del Apocalipsis”, en Blanca Acinas, (coord.), En torno al Apocalipsis, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2001, p. 13. 85 Por ejemplo: Is 9 6; Is 11 1-9. 86 Is 42 1-9; 49 1-9; 50 4-9; 52 13; 53 12. 87 Za 9 9-10. 88 Dn 7. 89 Israel Knhol, El mesías antes de Jesús. El siervo sufriente de los manuscritos del mar Muerto, trad. Antonio Piñero, Madrid, Trotta, (Biblioteca de Ciencias Bíblicas y Orientales), 2004, p. 23. 33 intervenir en los asuntos de este planeta, iba a derrocar las fuerzas del mal en un acto cósmico y establecer su Reino utópico aquí en la tierra. Y estaba persuadido que esto iba a suceder antes de que pasara la generación a la que él pertenecía”;90 y sus acciones demostraron su urgencia escatológica, Jesús creyó ser el Hijo del hombre de Daniel, un título cargado de significación escatológica. En la época de Jesús existieron diversos grupos judíos, por ejemplo, los saduceos, los fariseos, los esenios, los sicarios y los zelotes;91 pero el poder político-religioso del pueblo judío recaía en manos de los saduceos. Este grupo toleró la dominación romana porque les permitía conservar sus tradiciones en el Templo, pues era el lugar sagrado de los sacrificios y del contacto con Dios, pero los sicarios y los zelotes, que eran grupos radicales, nacionalistas y de la clase baja, no querían un poder extranjero en sus tierras, y en este sentido, Jesús criticó a los saduceos y profetizó la destrucción del Templo. El discurso apocalíptico de Jesús prendió pronto en parte de la sociedad judía y al parecer, algunos de sus discípulos tenían vínculos con los zelotes;92 asimismo, era cercano a Juan el Bautista, conocido por su apocalipsismo y su creencia en el fin de los tiempos. Los romanos consideraron que el mensaje de Jesús era un peligro por la cercanía de la pascua, pues era un recuerdo de la salida del pueblo judío de Egipto, por lo que, el discurso de Jesús podría ser un llamamiento a un levantamiento. Aunque Jesús no fue beligerante sí alarmó a los romanos, y éstos junto a los saduceos, crucificaron a Jesús en la Pascua. Pero la colaboración entre ambos duraría sólo un poco más, pues hacia el año 70 los romanos destruyeron su Templo. Las fuentes más antiguas reflejan la importancia del mesianismo, por ejemplo, la Primera Carta a los Tesalonicenses, los Evangelios sinópticos, el Apocalipsis de san Juan, por mencionar sólo algunos escritos canónicos, reconocieron en Jesús al mesías que cumpliría la promesa de Dios prontamente. Quienes vieron en Jesús al mesías interpretaron su vida con los elementos 90 Bart D. Ehrman, Jesús, el profeta judío apocalíptico, trad. Marían del Carmen Blanco Moreno y Ramón Alfonso Díez Aragón, Barcelona, Paidós Orígenes, 2001, p. 15. 91 Ibid., pp. 143-148. 92 Emilio Mitre, Ortodoxia y herejía entre la antigüedad y el Medievo, Madrid, Cátedra, (Historia /Serie Menor), 2003, p. 22. 34 apocalípticos que existían en el judaísmo, por lo que, esa esperanza del reino y la figura de Jesús tomaron forma desde la teología judía.93 Si las fuentes primitivas, especialmente los Evangelios, refieren que Jesús sí creía en la instauración del reino del Dios durante su generación y en el inminente fin del mundo, ¿por qué la teología cristiana no rescató esta urgencia escatológica? Para el cristianismo la historia se dirige hacia su fin, pero este fin no es inmediato sino indeterminado, por lo que, la urgencia escatológica desapareció probablemente por dos motivos. En primer lugar, el retraso de la parusía, los apóstoles y sus seguidores esperaron en vano el reino, y aunque la caída del Templo en el año 70 avivó la esperanza, el tiempo pasó sin que Jesús regresara; y en segundo lugar, porque el cristianismo logró convertirse en la religión oficial del Imperio Romano hacia el siglo IV. La incipiente Iglesia apostó por aferrarse al poder terrenal y en lugar de resaltar la proximidad del fin, recuperó lo que se refería a lo impreciso del mismo y a la obligación de llevar el evangelio a todo el mundo, puesto que era una de las condiciones para el fin.94 Se produjo, entonces, una reinterpretación de la literatura primitiva cristiana, especialmente de los Evangelios. Pese a lo anterior, y a la prohibición que estableció la Institución con referencia a los temas apocalípticos, éstos nunca desaparecieron sólo se transformaron. Asimismo, habría que tomar en cuenta el tipo de lectura que se ha realizado de los Evangelios, los cuales contienen, en parte, el mensaje apocalíptico y la vida de Jesús. Bart D. Ehrman propone que a lo largo de la historia se han promovido tres tipos de lectura de los Evangelios. En primer lugar, el cristianismo planteó que los mismos contenían historias sobrenaturales pero reales, o sea, relatos milagrosos que sí habían sucedido históricamente,95 y aunque esta lectura se sigue sosteniendo hasta el día de hoy por cuestiones religiosas, esta lectura 93 Bernard McGinn, “El fin de mundo y el comienzo de la cristiandad”, en Malcolm Bull, La teoría…, op. cit., pp. 78 y 79. 94 Elsa Cecilia Frost, La historia…, op. cit., p. 61. 95 Bart D. Ehrman, op. cit., pp. 39-41. 35 imperó hasta el siglo XVIII. Pero la Ilustración con su decidido énfasis en la ciencia y la razón cuestionó todo tipo de supersticiones y milagros, lo cual influyó en la exégesis bíblica, ahora con la razón podían quitarse el velo de la oscuridad y explicar los Evangelios racionalmente. El teólogo alemán Heinrich Paulus publicó en 1827 La vida de Jesús siguiendo la verdad científica y no milagrosa.96 Es decir, los Evangelios contenían historias naturales, historias que sí habían ocurrido, pero la diferencia se encuentra en la explicación, pues ahora era científica y no milagrosa. Por último, según Bart, en el siglo XIX el también teólogo alemán David Friedrich Strauss proporcionó una nueva interpretación de los Evangelios. Este teólogo se alejó tanto de la interpretación sobrenatural como de la natural para proponer que los Evangelios contienen mitos, dice Bart: “para Strauss un mito es un relato con forma de historia cuyo objetivo es comunicar una verdad religiosa. Es decir, el relato es ficticio aunque se cuente como una narración histórica; su intención no es comunicar una lección histórica, sino ensañar sobre algo que es verdadero”.97 El estudio de Strauss influyó en la investigación histórica moderna, y pese a que no se usa el término mito como él lo empleaba, sí se acepta, en general, que en los Evangelioshay relatos que pretenden dar una lección más que exactitud histórica. El objetivo de los autores de los Evangelios no era la verdad histórica, sino la verdad teológica, así que, adaptaron las profecías de su religión a la vida de Jesús, y según Bart, “… su finalidad era enseñar cosas sobre Jesús. Para Juan, él es el Cordero de Dios (por ello cambia el día y el momento de su muerte); para Mateo y Lucas, es el Hijo de Dios (por eso narran el nacimiento virginal) y el Salvador/Mesías (por eso narran el nacimiento en Belén…)”.98 Por lo anterior, en los Evangelios y en otras fuentes judeocristianas sí existía una urgencia escatológica compartida por Jesús y que la Iglesia no retomó. El cristianismo nació como una rama más del judaísmo, pero cobró su autonomía al reinterpretar el reino mesiánico y al reconocer al mesías esperado en Jesús. 96 Ibid., p. 42. 97 Ibid., p. 45. 98 Ibid., p. 59. 36 1.1.1 La concepción histórica en el cristianismo La historia para el judeocristianismo tiene un principio y un final, es lineal, y posee un sentido, “… en la doble acepción de la palabra sentido, porque sentido puede ser al mismo tiempo una dirección y también puede ser una significación…”.99 El tiempo histórico sólo existe para estas dos religiones porque se necesita expiar el pecado original, y durante ese trayecto el hombre busca su salvación trascendente. Esta concepción del tiempo histórico dista de la que tuvieron los griegos, e incluso los romanos, pues la historia no poseía significación y no se dirigía hacia una meta, para ellos, el tiempo era cíclico, “se impresionaron con el orden y belleza evidentes del mundo, y la ley cósmica de crecimiento y decadencia fue también norma para su comprensión de la Historia”.100 La historia era un símil de la naturaleza y del ciclo natural del hombre, era el eterno retorno. Pero cabe hacer un par de señalamientos, para el judeocristianismo la historia es lineal, sin embargo, hay en esta concepción algo de circular, pero no a la manera griega, sino que al final la historia habrá de regresar a donde empezó.101 Asimismo, el mundo antiguo no concibió la historia de manera universal como sí lo hizo el judeocristianismo.102 Existe también una diferencia importante entre la concepción histórica judía y la cristiana: no todos los judíos reconocieron en Jesús al Mesías, así que, la 99 André Vauchez, “El tiempo y la historia en el cristianismo medieval”, en Medievalidades I, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia/Escuela Nacional de Antropología e Historia, 2006, p. 214. 100 Karl Löwith, El sentido de la Historia. implicaciones teológicas de la filosofía de la historia, trad. Justo Fernández Bujan, Madrid, Aguilar, 1956. 101 Elsa Cecilia Frost, La historia…, op. cit., pp. 26 y 27. 102 Ibid., p. 22. 37 historia para el judaísmo se cerrará cuando vengan el Mesías y su reino; en cambio, para los cristianos, el Mesías ha venido ya, no apareció al final de la historia, sino en el centro de la misma, por tal motivo, ambas religiones tienen distinta cronología y distinta visión del tiempo histórico.103 Para el cristianismo, Jesús no cerró la historia, sino que trajo la plenitud, por lo que, “la irrupción de lo definitivo no tiene lugar al final de los tiempos, sino en mitad de los tiempos…”,104 y además regresará para culminar la historia. Pero no sólo fue un desplazamiento histórico, también se realizó una nueva elección del pueblo en el que Dios cumpliría su promesa. Los judíos fueron los primeros en sentirse ese pueblo elegido; para los cristianos del resto fiel judío sólo quedó Jesús, y a partir de él se desplazó la elección del pueblo elegido, por lo que Dios eligió y sustituyó. Para Cullmann esto se resume de la pluralidad al Único (Antigua Alianza), y del Único a la pluralidad (Nueva Alianza).105 Para los cristianos Dios interviene en la historia, el kairós, para develar sus designios, sin embargo, los kairoi carecen de sentido, sólo juntos adquieren unidad y significado, y el kairós más importante ha sido Jesús.106 La historia para el cristianismo es una historia de salvación y se dirige hacia su meta, a su final trascendente, y, aunque lo espera en un futuro indeterminado, es el fin el que le da sentido, es cuando se revelará el sentido de la historia, “… osar pronunciarse acerca del significado de los acontecimientos históricos es posible solamente cuando su telos se nos hace presente…”,107 por eso es fundamental la apocalíptica. El Apocalipsis de san Juan ha sido uno de los textos más importantes en lo que a temas del fin del mundo se refiere, y fue el único apocalipsis aceptado en el canon cristiano. El Apocalipsis de san Juan narra, por medio de una simbología heredada del judaísmo, las tribulaciones por las que tendrá que pasar no sólo la 103 Oscar Cullmann, Cristo y el tiempo, trad. Dionisio Mínguez, Madrid, Ediciones Cristiandad, 2008, pp. 110-111. 104 José Luis Illanes, “Estudio introductorio”, en Oscar Cullmann, op. cit., p. 20. 105 Óscar Cullmann, op. cit., pp. 147-149. 106 José Luis Illanes, op. cit., p. 22. 107 Karl Löwith, op. cit., p. 12. 38 cristiandad, sino la humanidad entera. Los signos de los tiempos anunciarán que el fin está próximo, guerras, hambre, muerte, epidemias, así como, señales cósmicas; no obstante, el Apocalipsis de san Juan también indica que habrá una recompensa, la cual no sólo consiste en ganar el cielo nuevo y la tierra nueva,108 sino que antes de ese futuro trascendente los fieles vivirán mil años de felicidad en la historia: “… Dichoso y santo el que participa en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene poder sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con él mil años”.109 El judaísmo no mencionó la duración del reino mesiánico en la tierra, por lo que, una de las contribuciones del Apocalipsis de san Juan fue la de proponer la duración de ese reino en mil años de felicidad. Como se verá más adelante, el reino milenario generó gran controversia, para san Agustín, y por tanto, para la Iglesia, debía entenderse espiritualmente, pero para otros ese reino se establecería en la tierra antes del fin del mundo. El milenarismo ha sido definido como colectivo, terrenal, inminente, total y milagroso110 y según Jean Delumeau: Desde la perspectiva cristiana, el milenarismo debe entenderse como la creencia en un venidero reino terrenal de Cristo y sus elegidos, un reinado que ha de durar mil años, interpretados literal o simbólicamente. El advenimiento del Mileno se ha concebido como un acontecimiento que ocurre entre una primera resurrección –la de los elegidos ya muertos-, y una segunda –la de todos los demás hombres-, para que sean juzgados. De modo que el Milenio ha de intercalarse entre el tiempo de la historia y la llegada de la “Jerusalén Celestial”. Dos periodos de duras pruebas enmarcarán esta etapa. El primero verá llegar el reinado del Anticristo y las tribulaciones de los fieles de Jesús que, con él, triunfarán sobre las fuerzas del mal y establecerán el reino de paz y de felicidad. El segundo más breve, verá una nueva liberación de las potencias demoniacas, que finalmente serán vencidas en un combate final.111 La Iglesia censuró el milenarismo, pero también lanzó el anatema a quienes pretendieran calcular el tiempo del fin, sin embargo, hubo quienes sí se atrevieron 108 Ap 21. 109 Ap 20 6. 110 Norman Con, En pos…, op. cit., p. 15. 111 Jean Delumeau, Historia del Paraíso. Mil…, op. cit., pp. 31 y 32. 39 a pronunciarse al respecto. Quienes calcularon el tiempo del fin se basaron en el relato de la creación del mundo del Génesis,
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