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Guerra-diplomacia-y-medicina--introduccion-desarrollo-y-empleo-de-la-penicilina-en-Mexico-durante-la-Segunda-Guerra-Mundial

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1 
 
 
 
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
PROGRAMA DE MAESTRÍA Y DOCTORADO EN HISTORIA 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS 
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS 
 
 
 
 
Guerra, diplomacia y medicina: introducción, desarrollo y empleo de la penicilina en 
México durante la Segunda Guerra Mundial 
 
 
 
 
TESIS 
QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE 
DOCTOR EN HISTORIA 
 
 
 
PRESENTA: 
EMMANUEL ALEJANDRO GIRALDO GRANADA 
 
 
TUTORA PRICIPAL 
Dra. Claudia Agostoni 
Instituto de Investigaciones Históricas 
 
MIEMBROS DEL COMITÉ TUTOR 
Dra. María Rosa Gudiño 
Dra. Patricia Aceves Pastrana 
 
 
Ciudad Universitaria, Cd. Mx., septiembre de 2019 
 
Margarita
Texto escrito a máquina
PROGRAMA DE MAESTRÍA Y DOCTORADO EN HISTORIA 
Margarita
Texto escrito a máquina
Margarita
Texto escrito a máquina
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
2 
 
Índice 
Agradecimientos 4 
Introducción 8 
 Balance historiográfico, justificación y objetivos 13 
 Metodología, fuentes y estructura 19 
 Capítulo 1. Penicilina, guerra y medicina 23 
 Antecedentes: la era de las “drogas mágicas” 27 
 La penicilina y el “arsenal de la democracia” 34 
 Guerra contra las enfermedades infecciosas 53 
Capítulo 2. Cooperación binacional, frontera e industria farmacéutica 65 
 Frontera, guerra y acuerdos binacionales 69 
 Penicilina: solución al “turismo” estadounidense 77 
 Guerra farmacéutica 87 
Capítulo 3. La “dictadura de la penicilina” 108 
 Noticias de “milagros” terapéuticos 114 
 La Comisión Reguladora de la Penicilina 123 
Capítulo 4. Producción, distribución e instituciones de investigación científica 142 
 Producción local 149 
 Distribución y suministro 158 
Instituciones de investigación y divulgación científica 166 
 Instituto de Higiene 167 
3 
 
 Instituto de Salubridad y Enfermedades Tropicales 170 
Capítulo 5. Epidemia de meningitis en San Luis Potosí, 1945-1946 179 
 De agosto a noviembre: los primeros casos 183 
 Diciembre de 1945 y enero de 1946: San Luis Potosí ante una epidemia 191 
Consideraciones finales 218 
Fuentes consultadas 223 
Archivos 223 
Bibliotecas 223 
Filmografía 222 
Hemerografía 223 
Revistas 224 
Libros y revistas 224 
 
 
 
 
 
 
 
4 
 
Agradecimientos 
Durante seis años fui un orgulloso estudiante de la UNAM, tiempo en el que crecí como 
académico y como individuo, conocí maravillosas personas y tuve la guía y enseñanza de 
maestras y maestros que me aportaron su conocimiento y apoyo. Además, conté con la beca 
Conacyt, la cual me permitió vivir cómodamente y llevar a cabo mi investigación sin más 
preocupaciones que cumplir con la obligación de culminar mi doctorado. Debo agradecer a 
la UNAM como institución, ya que me brindó todos los recursos necesarios para realizar mis 
estudios de posgrado. También extiendo mis agradecimientos a la Coordinación del 
Programa de Maestría y Doctorado en Historia y a las personas que allí a diario se esfuerzan 
por hacer la vida de los estudiantes un poco más fácil: al Dr. Jorge Traslosheros, al maestro 
Felipe Cobos, a Guadalupe Mata y Guillermina Mata. 
Agradezco a mi tutora principal, mi maestra la Dra. Claudia Agostoni, quien durante este 
tiempo me guio y brindó su gran conocimiento. Ella también tuvo la disponibilidad, e incluso 
la paciencia, para recibirme cada vez que me sentía confundido o “estancado”; siempre tuvo 
las palabras acertadas e inspiradoras que me impulsaron a continuar. A la Dra. Claudia todo 
mi respeto, agradecimiento y cariño. Quedo igual de agradecido con las doctoras María Rosa 
Gudiño y Patricia Aceves, quienes conformaron mi Comité Tutor. A la Dra. María por su 
agudeza y precisión, pues siempre encontraba los errores y puntos débiles en mis avances. 
Su lectura crítica y sugerencias, sin duda alguna, fueron indispensables en el proceso de 
elaboración y culminación de esta tesis. A la Dra. Patricia por su disponibilidad y esfuerzo 
por leer y comentar mis avances a pesar de su pesada obligación con la comunidad. 
Al Dr. Andrés Ríos no solo le agradezco haberme dado la idea de realizar una investigación 
sobre la penicilina, también su confianza y apoyo. El Dr. Ríos fue la primera persona 
5 
 
conocida que vi aquí en México, fue mi tutor y maestro durante mi maestría y de él aprendí 
la dedicación, disciplina y rigurosidad con la que se debe abordar una investigación 
académica. Al Dr. Andreu Espasa le debo su cuidadosa lectura y disponibilidad. Su 
conocimiento de la historia de la Estados Unidos, certeros comentarios y sugerencias fueron 
determinantes para culminar esta tesis. 
Estoy en deuda con las personas que laboran en los archivos, bibliotecas y hemerotecas donde 
obtuve la información para elaborar esta tesis, especialmente con los funcionarios del 
Archivo Histórico de la Secretaria de Salud: Rogelio Vargas, Patricia Olguín y Patricia 
Alfaro; también con los del Archivo del Instituto Nacional de Salud Pública en Cuernavaca; 
de la Biblioteca Lerdo de Tejada; del Archivo Histórico del Estado de San Luís Potosí, del 
Centro de Documentación Histórica de la UASLP, de la Hemeroteca de la ciudad; de los US 
National Archives II y con los bibliotecarios de la biblioteca del Instituto de Investigaciones 
Históricas de la UNAM, maravilloso lugar donde redacté gran parte de esta tesis. Mi gratitud 
con Crystal Smith del History of Medicine Division de la National Library of Medicine, 
quien, a pesar de mi precario dominio del inglés, me ayudó enormemente y con inmensa 
alegría para encontrar información pertinente a mi tema de investigación, y con Janice 
Goldblum del Archives de la National Academy of Sciences por su paciencia y valiosa ayuda. 
Extiendo mis agradecimientos a los miembros del Seminario Permanente de Historia Social 
y Cultural de la Salud y la Enfermedad en México, quienes leyeron gran parte de esta tesis 
detectando errores y sugiriéndome valiosas ideas. 
Agradezco al Dr. Antonio Maya, un gran amigo y quien siempre tuvo las palabras que me 
dieron ánimo en momentos difíciles. A la Dra. Zoraida Aristizábal, mi “paisana”, por las 
tardes de tertulia y café. A Alex Larrondo y Lariza, quienes me recibieron muy amablemente 
6 
 
en la ciudad de Washington, D.C., también a Alejandro Barberena, por las buenas 
conversaciones y añoranzas recordando nuestro país durante mi estadía en esta ciudad. Y a 
Andrei Guadarrama por recibirme en su casa en Nueva York. A Paola Prieto por su ayuda 
con la búsqueda de información, por leer los avances y brindarme valiosas sugerencias. A 
Alejandro Salazar, Daniel Llano, Darío Rendón y Paola Vargas, y a las muchas otras personas 
que estuvieron presentes durante estos años y que, de alguna manera, aportaron un grano de 
arena en la elaboración de esta tesis. 
Mi gratitud y afecto con Jonathan Grajales, mi gran amigo antropólogo, quien, desde el 
Amazonas y no sé cómo, todos los días me llamaba para saber de mí. También a Ana Ramírez 
y Gildardo Grajales, por esperarme y recibirme en Medellín con alegría y cariño. A la familia 
Hincapié Peña por su ayuda y preocupación. 
Agradezcoa mi madre por contagiarme de esa fuerza que solo ella tiene, además por 
brindarme su amor, cuidado y comprensión. A mis hermanas Blanca y Catalina por su 
compañía y apoyo. A mis sobrinos Daniel y Santiago por sus sonrisas y alegría. Y a mi 
Joseph, quien creció a mi lado al igual que lo hizo esta tesis. Mi “peludito” me acompañó y 
estuvo en mis piernas mientras pasaba horas y horas trabajando, leyendo y escribiendo. 
Finalmente, a Elisa le agradezco su cariño, paciencia y constancia, pero, sobre todo, por 
aparecer en el momento indicado. 
Es necesario aclarar que todos los errores, imprecisiones y faltas que se puedan encontrar en 
esta tesis son mi única responsabilidad. 
 
 
7 
 
 
 
A mis viejos: Teresita, Eduardo y Celestino. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
8 
 
Introducción 
Mother, mother, I am ill! 
Call the doctor from over the hill! 
In came the doctor, in came the nurse, 
In came the lady with the alligator purse. 
Penicillin, said the doctor, 
Penicillin, said the nurse, 
Penicillin, said the lady with the alligator purse.1 
 
“Las epidemias temblaron al surgir las palabras del viajero”.2 Así lo manifestaba un periódico 
mexicano en 1944 al informar que el señor Cornelio Hidalgo, gerente de los Laboratorios 
Abbot, viajaría a la ciudad de Washington con el fin de realizar las gestiones necesarias para 
garantizar el incremento de los envíos de penicilina a México desde los Estados Unidos, pues 
era allí donde se fabricaba el novísimo medicamento, el cual era destinado, exclusivamente, 
a brindar tratamiento a sus militares heridos o enfermos en los frentes de batalla. De hecho, 
la Segunda Guerra Mundial fue utilizada como laboratorio para comprobar la gran capacidad 
de la penicilina para eliminar infecciones bacterianas y dar cura a enfermedades infecciosas 
que, hasta ese momento, no contaban con una medicación eficaz. 
La penicilina había sido descubierta accidentalmente por Alexander Fleming (1881-1955) en 
1928, al observar que de un hongo conocido como Penicillium, -el cual invadió una placa de 
Petri contaminada con estafilococos-, se desprendía una sustancia capaz de eliminarlos. 
Hasta ese momento ningún otro compuesto químico u orgánico había logrado semejante 
acción. Ante ello, y curioso por su hallazgo, Fleming fotografió la placa y realizó algunos 
 
1 James Whorton, “‘Antibiotic Abandon’. The Resurgence of Therapeutic Rationalism”, The History of the 
Antibiotics. A Symposium, Wisconsin, American Institute of the History of Pharmacy, 1980, p. 129. Para este 
autor, debido a la intensa propaganda y lo habitual que se volvieron las prescripciones de penicilina, hasta los 
niños en las escuelas estadounidenses adoptaron esta canción tradicional y así expresar la nueva realidad 
médica. 
2 “Aeropuerto”, Excélsior, México, sábado 21 de octubre de 1944, p. 4. 
9 
 
experimentos con el invasivo hongo, reuniendo suficiente información como para publicar 
un artículo en la prestigiosa British Journal of Experimental Pathology. 
En este artículo Fleming le dio nombre a su descubrimiento, -a partir de ese momento sería 
conocido como “penicilina”-,3 publicó la fotografía, y demostró que esta producía en cultivo 
una sustancia antibacteriana “muy poderosa” que afectaba a diferentes bacterias en diferentes 
grados. Las más susceptibles a su acción eran los cocos piógenos y los menos sensibles eran 
los bacilos gramnegativos. Con respecto a las infecciones con microbios sensibles, este 
científico afirmaba que la penicilina parecía tener ventaja sobre los antisépticos comunes, 
debido a que una muestra inhibía completamente los estafilococos, streptococcus pyogenes 
y pneumococcus en una dilución de 1 en 800. Además de ser un agente inhibidor más potente 
que el ácido fénico y con la posibilidad de aplicarse en una superficie infectada sin diluir, 
pues no era irritante ni toxica.4 
Pero Fleming poco avanzó en posteriores estudios. Ello pudo obedecer a la evidente 
dificultad que representaba hacer de un hongo una sustancia suministrable en un ser vivo. 
Otra razón pudo ser que, antes del fortuito descubrimiento de la penicilina, el interés 
investigativo de Fleming radicaba en la lisozima, sustancia descubierta por él mismo en 
1921.5 No obstante, diez años después, un grupo de científicos de la Dunn School of 
Pathology de la Universidad de Oxford, se interesaron en investigar el modo de acción 
antibiótica de la penicilina después de leer el artículo de Fleming y observar en este la 
 
3 Alexander Fleming, “On the antibacterial action of cultures of a penicillium, with special reference to their 
use in the isolation of B. influenzæ”, British Journal of Experimental Pathology, v. 3, n. 10, 1929, p. 235-236. 
4Ibidem. 
5 Un estudio que describe la acción antibacterial de la lisozima es el de Wilman Carrillo, “Lisozima: actividad 
antibacteriana y alergenicidad”, Actualización en Nutrición, v. 14, n. 4, 2013, p. 314-326. 
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2048009/
10 
 
fotografía que demostraba que las bacterias eran eliminadas por la sustancia desprendida del 
Penicillium.6 
 
Imagen 1. fotografía tomada por Alexander Fleming donde muestra la forma en que la colonia de 
penicilina elimina la colonia de estafilococos de una placa de Petri. Esta fotografía entusiasmó a 
Ernst Boris Chain para realizar su investigación 
 
Fuente: Alexander Fleming, “On the antibacterial action of cultures of a penicillium, with special 
reference to their use in the isolation of B. influenzæ”, British Journal of Experimental Pathology, v. 
3, n. 10, 1929, anexo. 
 
Fueron los líderes de este grupo, Howard Florey (1898-1968) y Ernst Boris Chain (1906-
1979), quienes plantearon como proyecto científico aislar y purificar la penicilina. Al buscar 
los recursos económicos para llevar a cabo esta investigación, y al ser rechazada por el 
Medical Research Council del Reino Unido, se dirigieron a la Fundación Rockefeller con 
 
6 Ernst Boris Chain, “A short History of the Penicillin Discovery from Fleming´s Early Observations in 1929 
to the Present Time”, The History of Antibiotics. A symposium, Wisconsin, American Institute of the History of 
Pharmacy, 1980, p. 20. 
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2048009/
11 
 
sede en la ciudad de Nueva York,7 la cual, en 1939, acordó brindar un apoyo económico que 
consistía en la entrega anual de $5.000 dólares durante cinco años. Para este tiempo, se había 
unido al grupo el bioquímico proveniente de Cambridge, Norman Heatley, (1911-2004), 
quien con Chain, lograron purificar la penicilina, obteniendo una sustancia apta para 
suministrarse en un ser vivo. Para comprobar su rango terapéutico, procedieron con la 
experimentación en ratones, a los que infectaron con bacterias causantes de enfermedades. A 
algunos de ellos les inyectaron la nueva preparación de penicilina a intervalos de cuatro a 
seis horas. Observaron que los animales no tratados murieron en poco tiempo, mientras que 
los tratados sobrevivieron en su totalidad. Para 1940, el grupo de Oxford publicó estos 
resultados en la revista The Lancet, y un año después anunciaron los resultados sobre pruebas 
clínicas en humanos, principalmente en casos considerados por los médicos como 
desahuciados. Todos fueron exitosos.8 
Pero a pesar de conseguir una sustancia suministrable en un ser vivo, el grupo de Oxford no 
contaba con los recursos económicos y técnicos para fabricarla en masa. Por ello, Florey 
decidió viajar con Heatley a los Estados Unidos para buscar apoyo en la industria 
farmacéutica de este país. No obstante, la década de 1940 inició con una guerra que iría 
abarcando y comprometiendo a las principales potencias militares y económicas del mundo.7 Esta fundación era la principal institución filantrópica de los Estados Unidos pertenecía a una de las familias 
más poderosas del mundo, y formaba parte del ala sanitaria informal de la política exterior de este país, la cual 
eligió como punto de entrada las preocupaciones sanitarias de muchas naciones que luchaban contra las 
enfermedades infecciosas. La bacteriología, la higiene y la “americanización” de la medicina, especialmente en 
América Latina, recibieron un impulso por parte de esta organización privada que creía tener la misión de 
difundir la medicina occidental en todo el mundo, la que se llevó a cabo bajo una confianza en los poderes 
civilizadores de la medicina. El principal argumento de la Fundación durante la primera mitad del siglo XX era 
que la pobreza y el atraso (económico) se debían a enfermedades infecciosas que no sólo causaban muerte, sino 
que, a su vez, socavaban la productividad y la esperanza de vida. Ver: Marcos Cueto, Steven Palmer, Medicine 
and Public Health in Latin America: A History, New York, Cambridge University Press, 1994, p. 106-112. 
8 Chain, “A short History of the Penicillin…, p. 21-22. 
12 
 
Este conflicto influyó trascendentalmente en el estudio y posterior producción de la 
penicilina. 
Para las potencias que se involucraron en esta contienda la atención clínica oportuna y eficaz 
de sus militares heridos o enfermos en los campos de batalla era igual de importante que 
diseñar y poseer las armas más avanzadas y los equipos militares más modernos. Ante ello, 
el gobierno de los Estados Unidos se mostró interesado en el proyecto investigativo de Florey 
y su grupo, pues estos demostraron que la penicilina era una sustancia con una gran capacidad 
de eliminar las infecciones bacterianas originadas por heridas y de dar cura a enfermedades 
infecciosas causantes de un gran número de bajas en los ejércitos. De manera que, para 
disponer con suficiente cantidad de penicilina en el menor tiempo posible, el gobierno 
estadounidense, diversas instituciones de investigación científica y la industria farmacéutica 
de este país, unieron esfuerzos para fabricarla y así suplir la gran demanda que la guerra 
requería en los frentes de combate, y para la exportación a algunos países aliados, entre los 
que se encontraba México. 
El gobierno mexicano, al convertirse en un aliado militar de los Estados Unidos durante el 
periodo bélico, obtuvo algunas dosis de penicilina para su uso en centros de atención médica 
y para la experimentación en instituciones de investigación científica. Todo ello, claro está, 
se realizó mediante una rigurosa vigilancia por parte de los estadounidenses. La razón de este 
control era que para ese momento la penicilina era considerada como uno de los proyectos 
científicos más importantes asociados a la guerra y su proceso de fabricación conservado en 
secreto. De manera que el arribo y la implementación de la penicilina en México se efectuó 
en un contexto que sobrepasaba el ámbito médico y científico, irrumpiendo en lo político, 
diplomático, militar, e incluso empresarial, que involucraba directamente a los Estados 
13 
 
Unidos. Por tanto, para elaborar una historia de la penicilina en México es necesario partir 
del estudio del proceso de producción científica e industrial de la penicilina en los Estados 
Unidos. 
De hecho, esta tesis pretende demostrar que de los Estados Unidos no solo arribaron las 
primeras dosis utilizadas en México, sino que, además, las farmacéuticas estadounidenses 
tuvieron una participación directa en la edificación de la planta industrial para la producción 
de esta sustancia en el país, aportando el conocimiento científico, el capital económico y, 
más importante aún, con el aval de estamentos gubernamentales y militares norteamericanos. 
Todo ello durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial. 
 
Balance historiográfico, justificación y objetivos 
Los diferentes abordajes históricos con relación a la penicilina se han centrado, en un primer 
momento, en el hallazgo fortuito realizado por Alexander Fleming y por los posteriores 
estudios llevados a cabo por el grupo de Oxford. Este campo enmarca una historia “mítica” 
donde se describe el hallazgo de la penicilina de forma “milagrosa”.9 A esto se sumarían las 
publicaciones realizadas en torno a las figuras de estos científicos, que bien podría llamarse 
una historia “heroica”. Por un lado, destacan las biografías dedicadas a Alexander Fleming,10 
y, por otro lado, las de los científicos de Oxford, especialmente de Florey y Chain, las cuales, 
 
9 Ronald Hare, The birth of penicillin and the disarming of microbes, Allen & Unwin, 1970; Ronald Hare “New 
Light on the History of Penicillin”, Medical History, v. 26, n. 1, 1982, p. 1-24; Boris Sokoloff, La Penicilina, 
México, Fondo de Cultura Económica, 1945. 
10 Gwyn Macfarlane, Fleming, Barcelona, Salvat, 1985; José Camacho Arias, La prodigiosa penicilina. 
Fleming, España, Nivola, 2001; José Antonio Rojas, El sembrador de salud. Alexander Fleming, México, 
Pangea, 1994; Maurice André, Fleming. La vida de sir Alexander Fleming, Madrid, El Cid, 1963; Eunice Odio, 
Alejandro Fleming, México, Secretaría de Educación Pública, 1969; Javier Cruz, Fleming, México, Club 
Internacional del Libro, 1982. 
14 
 
en muchas ocasiones, se han realizado con el objetivo de “reivindicar” la labor de estos y 
señalar que la penicilina no solo fue obra de Fleming, su “gran” descubridor.11 
Vale la pena resaltar que algunos de los mencionados estudios llegan a la conclusión de que 
estos científicos sabían de antemano que la penicilina llegaría a ser el antibiótico que 
cambiaría no solo la industria farmacéutica, sino también a la ciencia médica. Como si les 
hubiera sido encargada la misión de elaborar el medicamento que salvaría millones de vidas. 
Nada más fuera de la realidad. En primer lugar, el hallazgo realizado por Fleming no se debió 
a que él estuviera buscando esta sustancia en particular, ni siquiera fue su prioridad después 
de hallarla, aunque publicara un artículo y brindado algunas conferencias. Su principal interés 
era la lisozima. En segundo lugar, el grupo de Oxford no asumió la investigación de la 
penicilina buscando un medicamento que atacara las enfermedades infecciosas. Este 
argumento, incluso, lo respaldan las memorias de Chain, quien afirmaba que al leer el artículo 
de Fleming nació su interés por estudiar la penicilina, no por descubrir una droga “milagrosa” 
para el tratamiento de infecciones bacterianas, sino porque creía que tenía un gran interés 
científico. Este grupo de científicos buscaba comprobar que la penicilina era una enzima 
parecida a la lisozima, y aunque esta idea estaba equivocada, pronto se dieron cuenta cuando 
encontraron, de manera inesperada, que una preparación de la penicilina purificada ejercía 
una potente actividad inhibidora del crecimiento del estafilococo, además de no ser tóxica y 
recuperarse una gran parte de esta en la orina. Estos resultados, comprobados en ratones de 
 
11 Para una biografía de Howard Florey ver: Gwyn Macfarlane, Howard Florey. The Making of a Great 
Scientist, London, Oxford University Press, 1979; B. Lee Legon, “Sir Howard Walter Florey –The Force Behind 
the Development of Penicillin”, Seminars in Pediatric Infectous Diseases, v. 15, n. 2, 2004, p. 109-114; A. 
Kile, David Steentsma, Marc Shampo, “Howard Walter Florey. Production of Penicillin”, Mayo Clinic 
Proceedings, v. 90, n. 6, 2015, p. e63-e64. Para una biografía de Ernst Boris Chain, véase: Ronald Clark, The 
life of Ernst Chain. Penicillin and beyond, New York, St. Martin´s Press, 1985. Una película que muestra cómo 
se desarrolló la experimentación de la penicilina por parte del Grupo de Oxford es “Breaking the mould. The 
history of penicillin”, dirigida por PeterHoar, escrita por Kate Brooke y producida por Pier Wilkie y la BBC 
en 2009. 
15 
 
laboratorio, les dieron la esperanza justificada de que su preparación de penicilina podría 
poseer propiedades quimioterapéuticas in vivo. De manera que obtuvieron un resultado de 
gran importancia práctica sin haberse fijado esa meta.12 
Ahora bien, con el tiempo se han efectuado investigaciones que evidentemente demuestran 
una evolución temática y metodológica, ya que estos han dejado de lado la historia mítica y 
heroica para enfocarse en procesos de recepción y/o producción de penicilina en concreto. 
Ejemplo de ello son los estudios realizados con el fin de indagar la producción científica e 
industrial realizada en los Estados Unidos para brindar atención médica a los combatientes 
durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial. Este se ha convertido en uno de los 
principales focos de atención en la historiografía internacional, que bien puede ubicarse en 
el campo historiográfico de la ciencia y las instituciones científicas.13 Por su parte, el libro 
de Robert Bud Penicillin. Triumph and Tragedy,14 es, quizá, la investigación más 
representativa sobre la historia de la penicilina, pues aborda temas como los medicamentos 
y terapéuticas utilizados antes de la penicilina, factores que propiciaron su creación, contexto 
internacional, modelos de difusión y propaganda del medicamento. Además, Bud argumenta 
cómo se sentaron las bases para una nueva revolución industrial científica caracterizada por 
energía barata, aplicación de la biología y de la investigación organizada. Innovaciones 
 
12 Chain, “A short History of the Penicillin..., p. 23. 
13 Peter Neushul, Science, technology and the arsenal of democracy: Production, research and development 
during World War II, tesis para optar al grado de Doctor en Filosofía en Historia, Santa Bárbara, Universidad 
de California, 1993; Emily Afflito, Penicillin, Veneral Disease, and the Relationship Between Science and the 
State in America, 1930-1950, tesis para optar al grado de Maestra en Artes, Philadelphia, Temple University, 
2012; Roswell Quinn, Broader Spectrum: A History of Antibiotic R&D, tesis para optar al grado de Doctor en 
Filosofía en Comunicaciones, Illiniois, University of Illininois at Urbana-Champaign, 2009; Gilbert Shama, 
“The role of the media in influencing public attitudes to penicillin during World War II”, Dynamis, v. 35, n. 1, 
2015, p. 131-152. 
14 Robert Bud, Penicillin. Triumph and Tragedy, New York, Oxford University Press, 2007. Otra interesante 
investigación de este autor es: “Innovators, deep fermentation and antibiotics: promoting applied science before 
and after the Second World War”, Dynamis, v. 31, n. 2, 2011, p. 323-341. 
16 
 
electrónicas y farmacéuticas que durante la guerra fueron transferidas en productos 
radicalmente nuevos que se propagaron rápidamente por todo el mundo a través de los 
esfuerzos de las nacientes empresas multinacionales. De esa forma, la industria farmacéutica 
vio cómo aplicar el mismo modelo de tales empresas y sus productos, ejemplo de ello fue la 
producción y difusión de la penicilina a nivel mundial. Por tanto, la cantidad y el patrón de 
uso de los antibióticos, según este autor, reflejan un rol que va más allá de un simple producto 
químico, pues llegaron a ser componentes esenciales de los estilos de vida individual y 
cultural de todo el mundo. Lo que generó una enorme preocupación por parte de la elite 
médico/científica por contener o limitar su uso, impulsado bajo el temor de una resistencia 
bacteriana al antibiótico.15 
Otros campos historiográficos abordan la historia de la penicilina desde una historia 
institucional relacionada con la farmacología, que también se alinean con problemáticas 
políticas, económicas y sociales. A su vez, examinan discursos científicos, medios de 
circulación de conocimiento y su aplicación a la realidad,16 construcción de plantas 
productoras de penicilina en diferentes países como Italia y Chile,17 y en la regulación y 
creación de patentes por parte de los estados para el control, fabricación y comercialización 
 
15 Christoph Gradmann explica que la preocupación sobre la resistencia bacteriana hacía un agente químico no 
fue algo nuevo con la introducción de la penicilina, pues inclusive el mismo Paul Ehrlich la planteó en los 
primeros años del siglo XX. El concepto médico de resistencia bacteriana fue utilizado y trabajado durante toda 
la primera mitad de ese siglo, haciéndose más común con la llegada de la penicilina. Ver: Christoph Gradmann, 
“Magic bullets and moving targets: antibiotic resistance and experimental chemotherapy, 1900-1940, Dynamis, 
v. 31, n. 2, 2011, p. 305-321. 
16 Ana Romero de Pablos, “Regulation and the circulation of knowledge: Penicillin patents in Spain”, 
Dyanamis, v. 32, n. 2, 2011, p. 363-383. María Jesús Santesmases, The Circulation of Penicilin in Spain: 
Health, Wealth and Authority, Palgrave MacMillan, 2018. 
17 Mauro Capocci. “’A Chain is gonna come’. The building a penicillin production plant in post-war Italy”. 
Dynamis, v. 32. n. 2. 2011. p. 343-362. Walter Ledermann. “La historia de la penicilina y de su fabricación en 
Chile”. Revista Chilena de Infectología. v. 23. n. 2, 2006, p. 172-176; Cecilia Ibarra, Mirtha Parada. 
“Producción de penicilina en Chile entre 1944 y 1954”, Revista Chilena de Infectología. v. 32. n. 1, 2015, p. 
88-96. 
17 
 
del antibiótico.18 Hay otras investigaciones dirigidas al estudio de las enfermedades, el 
cambio que supuso en las instituciones de salud como hospitales y dispensarios el uso de la 
penicilina y el impacto que tuvo el uso generalizado de la penicilina en la población civil.19 
En México, el estudio por la historia de la penicilina ha despertado algún tipo de interés hace 
apenas unos años. Estas investigaciones se han enfocado en el momento en que la penicilina 
hizo presencia en el país, teniendo como ejes temáticos la producción local, patentes y 
farmacéuticas. Estos son los realizados por Rosenda Aguilar20 y Rogelio Godínez,21 que 
abordan el proceso de introducción de la penicilina en México al iniciar la década de 1940. 
Aguilar elabora un argumento basado en la recepción y uso de la penicilina dividido por 
periodos y etapas. El primero es el periodo “prepenicilina”, que se ubica entre 1934 y 1941, 
durante gran parte del mandato del presidente Lázaro Cárdenas. El segundo es el periodo 
“pospenicilina” que se divide en la 1era. etapa llamada “concesión-asistencialismo” que va 
de 1942 a 1945. La 2da. etapa, “importación y disponibilidad hospitalaria”, que parte desde 
 
18 Las investigaciones realizadas por Victoria Bell abordan el proceso de importación, recepción y empleo de 
la penicilina en Portugal. Ver: Victoria Bell, Penicilina em Portugal (anos 40-50 do século XX): receção, 
importação e primeiros tratamentos, Imprensa Da Universidade de Coimbra, 2016. “Regulação, circulação e 
distribuição da penicilina em Portugal (1944-1954)”, Dynamis, v. 1, n. 37, 2017, p. 159-186. Un artículo de 
esta misma autora que analiza el proceso de importación y recepción de penicilina en Portugal por medio de la 
cooperación política y militar con Brasil y Estados Unidos durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial 
es: “The reception of penicillin in Portugal during World War II: cooperation with Brazil and the United States 
of America”, Debater a Europa, n. 13, 2015, p. 143-157. Ver también María Jesús Santesmases, “Screening 
antibiotics: industrial research by CEPA and Merck in the 1950s” Dynamis, v. 32. n. 2, 2011, p. 407-427. 
19 Flurin Conraud y Robert G. W. Kirk, “Negotiating hospital infections: The debate between ecological balance 
and eradication strategies in British hospitals, 1947-1969”,Dynamis, v. 32. n. 2, 2011. p. 385- 405. Victoria 
Bell, “A Introdução da Penicilina nos Hospitais da Universidade de Coimbra, Portugal (1944-1946)”, Asclepio, 
v. 1, n. 68, 2016, p. 137-152. Christoph Gradmann, “Magic bullets and moving targets: antibiotic resistance and 
experimental chemotherapy, 1900-1940, Dynamis, v. 31, n. 2, 2011, p. 305-321. Ver también los capítulos 5, 6 
y 7 del libro de Bud, Penicillin. Triumph and Tragedy…, p. 97-162. 
20 Rosenda Aguilar Aguilar, “Los albores de la penicilina en México”, Tzintzun. Revista de Estudios Históricos, 
n. 62, 2015, p. 242-270. 
21 Rogelio Godínez Reséndiz, Patricia Aceves, Juan Manuel Corona, Nicolás Cárdenas, “Introducción de los 
antibióticos en México: Investigación científica y producción industrial”, Llul, v. 39, n. 83, 2016, p. 103-133. 
Una investigación que aborda la introducción de la penicilina en una institución en particular es la de María 
Blanca Ramos de Viesca, “La neurosífilis y la introducción de la penicilina en el Manicomio General La 
Castañeda”, Salud Mental, v. 22, n. 6, 1999, p. 37-41. 
18 
 
1945 hasta 1950, y una tercera, dedicada a los “cambios sociodemográficos” que abarca de 
1950 a 1960. Por su parte, Godínez realiza un análisis sobre las primeras investigaciones 
científicas llevadas a cabo en México con relación a la penicilina y las farmacéuticas que la 
produjeron. Además, estudia cómo se inició la industria de antibióticos en el país, asegurando 
que en un principio fue monopolizada por las empresas estadounidenses. 
Sin embargo, las citadas investigaciones no han agotado el vasto campo temático con relación 
a la historia de la penicilina en México, algo que demuestra la poca o nula atención de la 
historiografía local, ya sea de la ciencia, la medicina o de la salud pública por el estudio de 
la penicilina. De manera que se hace indispensable retomar los temas planteados por Aguilar 
y Godínez y articularlos con otros como la producción de la penicilina en el contexto de la 
guerra; la difusión de las noticias sobre la penicilina en la prensa y su posterior uso; los 
organismos y actores que participaron en el control y la distribución del medicamento, los 
medios de producción y la expectativa que generó la llegada de un medicamento tildado de 
“milagroso” en el tratamiento de numerosas enfermedades infecciosas y que causaban 
enormes cifras de defunciones y, finalmente, en el suministro en la población y cómo cambió 
la percepción de enfermedad con el uso de la penicilina. 
Por tanto, esta tesis tiene como objetivo general analizar el proceso de recepción, producción, 
distribución y suministro de la penicilina en México durante el contexto de la Segunda Guerra 
Mundial. Para desarrollar lo anterior, se estudiaron, en primer lugar, los procedimientos 
científicos y posterior fabricación de esta sustancia en los Estados Unidos, pues fue esta 
penicilina, producida esencialmente para brindar atención clínica a los combatientes heridos 
o enfermos en los frentes de batalla, que fue entregada al gobierno mexicano en el marco de 
las relaciones militares, comerciales y políticas efectuadas entre estos dos países a causa del 
19 
 
conflicto mundial. En segundo lugar, se examinaron las relaciones bilaterales entre Estados 
Unidos y México y el contexto en el que fueron entregadas las primeras dosis y su uso en 
México. En tercer lugar, se indagó el desarrollo científico e industrial de la penicilina en 
México, su distribución, y cómo se fue posicionando como el mejor medio terapéutico para 
dar cura a enfermedades infecciosas que padecían numerosos mexicanos. Se investigó, 
además, cómo se llevó a cabo la distribución, uso e importancia terapéutica de la penicilina 
en la epidemia de meningitis registrada en la ciudad de San Luis Potosí a finales de 1945 y 
comienzos de 1946, debido a que es durante esta emergencia de salud pública, que la 
penicilina fue utilizada por primera vez de forma masiva en el país. 
 
Metodología, fuentes y estructura 
Como puede observarse, esta tesis transita por diferentes campos historiográficos como lo 
son la historia política de la salud pública, la historia militar, la historia diplomática e 
internacional, y la historia social de las enfermedades para que, mediante una propuesta 
multitemática, permitiera abordarse en un amplio espacio analítico la recepción, divulgación, 
producción científica e industrial y usos de la penicilina y lo que ello significó para la ciencia, 
la medicina y para la población mexicana en el periodo de la Segunda Guerra Mundial y años 
finales de la década de 1940. 
De hecho, esta tesis parte de una propuesta metodológica ligada con la historia global que ha 
permitido, por un lado, adentrarse en el proceso de producción científica e industrial de la 
penicilina en los Estados Unidos en el marco de la Segunda Guerra Mundial y, por el otro, 
en su importancia terapéutica en la medicina de guerra y en la creación de plantas productoras 
20 
 
en diversos países durante el periodo de la posguerra. A su vez, esta historia global se cruza 
o entreteje con la historia local creando un punto de tensión, donde se profundiza en los 
tratados políticos y militares que conllevaron a la entrega de penicilina por parte del gobierno 
estadounidense al mexicano, y en la participación del primero para consolidar la producción 
y suministro de penicilina y otros antibióticos en México. Por su parte, la historia local se 
observa en dos niveles. El primero que analiza la irrupción de la penicilina en la ciencia 
médica, el cambio en la medicación, y su uso en enfermedades infecciosas como la sífilis, la 
blenorragia y el mal de pinto, y el segundo, -que se asocia con la historia regional-, donde se 
estudia la implementación de la penicilina durante la epidemia de meningitis en la ciudad de 
San Luis Potosí.22 
Para desarrollar lo anterior, se consultaron fuentes que reposan en archivos, bibliotecas y 
hemerotecas de los Estados Unidos y México. En los Estados Unidos se visitó la National 
Library of Medicine donde se examinaron libros, cartillas, memorias de congresos, revistas 
e informes médicos. En los Archives of the National Academy of Sciences se estudiaron 
documentos de las instituciones de investigación científica estadounidense asociadas a la 
guerra. En los US National Archives II se revisó documentación oficial de funcionarios de la 
Embajada de los Estados Unidos y las negociaciones realizadas por estos con funcionarios 
mexicanos para participar en la industria farmacéutica mexicana. También se encontró 
información sobre los programas de salud implementados en la frontera por ambos gobiernos 
y la solicitud realizada por una farmacéutica estadounidense para la edificación de una planta 
productora de penicilina en México. 
 
22 Esta propuesta metodológica ha sido ampliamente analizada y documentada por Bartolomé Yun Casalilla en 
“`Localism´, global history and transnational history. A reflection from the historian of early modern Europe”, 
Historisk Tidskrift, v. 127, n. 4, 2007, p. 659-678. 
21 
 
En México, se acudió a la Biblioteca Lerdo de Tejada y a la Hemeroteca Nacional donde se 
exploró prensa y revistas del periodo. En el Archivo Histórico de la Secretaria de Salud se 
investigaron documentos oficiales de la Secretaria de Salubridad y Asistencia concernientes 
a la distribución de la penicilina, además de su suministro en enfermedades como la sífilis y 
el mal de pinto, y documentación referente a las medidas tomadas por esta entidad para 
contener la epidemia de meningitis en San Luis Potosí. En el Instituto Nacional de Salud 
Pública, en la ciudad de Cuernavaca, se examinaron las memorias de la Secretaria de 
Salubridad y Asistencia, el Boletín Epidemiológico, la Revista del Instituto de Salubridad y 
Enfermedades Tropicales, el Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana,y las memorias 
del Gobierno del presidente Manuel Ávila Camacho. En el Archivo Histórico del Estado de 
San Luís Potosí se revisaron fuentes relativas a las medidas tomadas por el Ayuntamiento de 
esta ciudad para contener la epidemia de meningitis. En el Centro de Documentación 
Histórico de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí y en la Hemeroteca se consultó El 
Heraldo, principal diario de esta ciudad durante el periodo en cuestión. Finalmente, fueron 
visitadas diversas páginas web de instituciones de salud pública internacional, de bibliotecas 
y archivos extranjeros. 
Esta tesis consta de cinco capítulos definidos por unos ejes temáticos concretos. En el primero 
se hace un estudio de los medicamentos utilizados antes de la irrupción de la penicilina y los 
creados durante el periodo de entreguerras. Se aborda, asimismo, la producción científica e 
industrial de la penicilina en los Estados Unidos en el periodo de la guerra mundial, su 
posología y su distribución en los frentes de batalla y en los centros de atención médica en el 
interior del país. En el segundo se atiende los tratados políticos/militares entre Estados 
Unidos y México a causa del conflicto, los programas de salud pública en la frontera, y las 
22 
 
negociaciones entre funcionarios de ambos países para que los estadounidenses ocuparan la 
industria farmacéutica mexicana, antes dominada por los alemanes. En el tercero se analiza 
las noticias publicadas por los principales diarios capitalinos, Excélsior y El Universal, con 
relación a la penicilina; el suministro de las primeras dosis de penicilina en el país, y la 
creación de la Comisión Reguladora de la Penicilina en 1944. En el cuarto, se examina la 
edificación de una planta de producción de penicilina impulsada por una farmacéutica 
estadounidense, los estudios científicos realizados por instituciones de investigación 
científica mexicanas, la distribución de este medicamento en centros de atención médica de 
la Secretaria de Salubridad y Asistencia, y en su uso para el tratamiento de la sífilis y el mal 
de pinto. Y un quinto, donde se expone el uso de la penicilina y su importancia terapéutica 
en la epidemia de meningitis ocurrida en la ciudad de San Luis Potosí a finales de 1945. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
23 
 
Capítulo 1 
Penicilina, guerra y medicina 
La primera mitad del siglo XX fue un periodo particularmente turbulento. Dos guerras 
mundiales, revoluciones y guerras civiles impulsaron un drástico cambio en la geografía 
global, como en la civilización misma. Gran parte de los avances tecnológicos y científicos 
creados durante este periodo se deben a la confrontación bélica. Ejemplo de ello son la 
energía nuclear, la radio portátil, el radar, los ordenadores, entre otros, que se han convertido 
en la base primordial de la tecnología actualmente usada, permitiendo que la humanidad 
conquistara fronteras consideradas inalcanzables.23 
La ciencia médica también tuvo notables avances durante este periodo, el cual ha sido 
considerado como “la edad de oro de la medicina”. Este reverdecer en el campo 
médico/terapéutico pudo concretarse gracias a la identificación de los microbios como la 
causa especifica de numerosas enfermedades. Ello permitió el desarrollo de nuevos medios 
terapéuticos y, por tanto, de una mejor respuesta por parte de los médicos, que emergieron 
en las primeras décadas del siglo XX como respetados representantes de una nueva ciencia 
biomédica. La “edad de oro de la medicina” se asocia, entonces, a la creciente valoración y 
estima por la profesión médica y a las altas expectativas por su capacidad de tratar la 
enfermedad con relativa eficiencia mediante el uso de las nuevas técnicas y avances 
tecnológicos.24 
 
23 Con respecto a este tema se encuentran los estudios realizados por Eric Hobsbawm, Historia del Siglo XX, 
Buenos Aires, Crítica, 1999. Francesc Xavier Hernández y Xavier Rubio Campillo, Breve Historia de la Guerra 
Moderna, Madrid, Nowtilus, 2010. Y el libro compilatorio The Oxford Illustrated History of Modern War, 
Charles Townshend, (edit), New York, Oxford University Press, 1997. 
24 Allan M. Brandt, Martha Gardner, “The Golden Age of Medicine?”, Companion to Medicine in the Twentieth 
Century, Roger Cooter, John Pickstone (edit.), London-New York, Routledge, 2003, p. 21-22. 
24 
 
A su vez, durante estos años surgió el interés de los gobiernos, especialmente de las potencias 
industrializadas, por implementar complejos programas sanitarios bajo la convicción de que 
la salud y la eficiencia militar y laboral estaban estrechamente relacionadas. La reducción de 
la enfermedad y la promoción de una mejor salud fueron elementos de una ideología 
modernizadora entre dichas potencias, las cuales, independientemente de su identidad 
política, reconocieron que la medicina y la salud pública tenían un papel vital en la gestión 
racional de los recursos humanos del Estado. Lo que se hizo más evidente con el estallido de 
las guerras mundiales, pues ello implicó que las políticas de salud fueron determinadas en 
gran medida por las demandas del conflicto. Las experiencias de la guerra ayudaron a 
determinar las formas en que la enfermedad sería controlada durante las próximas décadas.25 
Asimismo, uno de los principales problemas a los que se enfrentaron las fuerzas armadas 
durante las guerras mundiales de la primera mitad del siglo XX fueron las enfermedades. No 
obstante, a diferencia de las guerras de los siglos XVIII y XIX, la Primera Guerra Mundial 
registró más decesos por las heridas causadas por el combate que por las enfermedades 
mismas. Esto se debió, en primera instancia, al mayor poder destructivo de las armas 
modernas, pero también a las medidas tomadas para controlar la propagación de 
enfermedades infecciosas. Si bien en todos los frentes de batalla no se llevaron a cabo los 
procedimientos clínicos y médicos adecuados, en esta guerra hubo una gran diferencia en la 
atención médica al militar con el uso de laboratorios móviles y la aplicación de vacunas y 
medicamentos para controlar enfermedades.26 
 
25 Mark Harrison, Disease and the Modern World. 1500 to the present day, UK, Polity Press, 2006, p. 146-147 
26 Ibidem. 
25 
 
Durante la Segunda Guerra Mundial, estos cambios y mejoras en la atención médica y 
hospitalaria se hicieron evidentes, entre otras cosas, con el uso de aviones y buques para la 
evacuación de heridos; de laboratorios bacteriológicos móviles capaces de realizar 
diagnósticos cerca de las líneas de combate, donde también se utilizaron nuevos equipos 
quirúrgicos móviles;27 de trasfusión de sangre e implementación de insecticidas capaces de 
eliminar piojos y pulgas propagadoras de enfermedades, y, por supuesto, de medicamentos 
como las sulfamidas y la penicilina.28 
Precisamente fue la penicilina el fármaco que más sobresalió durante la Segunda Guerra 
Mundial, debido a que mediante su empleo se rebajaron sobremanera la mortalidad e 
incapacidad producidas por infecciones bacterianas. Igualmente, porque en el transcurso del 
conflicto se demostró que era un “arma” muy eficaz para combatir la infección y acelerar, de 
ese modo, la curación de las heridas y quemaduras comúnmente padecidas por los 
combatientes en los frentes de batalla, siendo muy efectiva, además, en el tratamiento de las 
enfermedades venéreas, reduciendo notablemente el periodo de incapacidad de los militares 
afectados por alguna de estas.29 
El país donde se llevó a cabo la producción de la penicilina a gran escala fue los Estados 
Unidos de Norteamérica. Su gobierno no escatimó esfuerzos ni recursos científicos y 
económicos con el objetivo de suplir las necesidades médicas de sus fuerzas militares. Dar 
 
27 Joanna Bourke, “Wartime”,Companion to Medicine in the Twentieth Century, Roger Cooter, John Pickstone 
(edit.), London-New York, Routledge, 2003, p. 589-590. 
28 Para ampliar estos temas sugiero el libro de Mark Harrison, Medicine and Victory. British military medicine 
in the Second World War, New York, Oxford University Press, 2004. 
29 Tomado del Informe presentado por la Sub-Comisión de Movilización de Guerra al Comité de Asuntos 
Militares del Senado de los Estados Unidos Norteamérica un año después de haber concluido la Segunda Guerra 
Mundial. En este lugar, el Dr. Vannevar Bush, Director de la Oficina de Investigación y Fomento Científico 
(OSRD, por sus siglas en inglés) brindó un discurso resaltando la importancia que tuvo la ciencia en la victoria 
sobre las potencias del Eje. Véase: “La Organización Federal para Investigación en Estados Unidos”, Boletín 
de la Oficina Sanitaria Panamericana, n. 1, 1946, p. 43. 
26 
 
alivio de manera rápida y eficaz a un militar herido o enfermo, era tenerlo en acción 
prontamente. Ahí radicaba, precisamente, la ventaja táctica de la penicilina en una guerra 
donde cada combatiente y recurso militar eran vitales para conseguir la victoria. 
En este capítulo se expondrá cómo se llevó a cabo el proceso de producción científica e 
industrial de la penicilina en los Estados Unidos en el contexto de la Segunda Guerra 
Mundial. Abordar estos temas permitirá esclarecer la irrupción de este fármaco en la ciencia 
médica del periodo, convirtiéndose en la base terapéutica para la atención de numerosas 
enfermedades infecciosas que afectaban tanto a militares, como a la población en general. 
Además de lo anterior, dicho estudio se hace necesario ya que la penicilina producida en este 
país durante estos años también fue enviada a México, siendo proporcionada por el gobierno 
estadounidense a su similar mexicano en el marco de la cooperación militar y comercial 
efectuada entre estos dos países al versen inmiscuidos en el conflicto mundial. De manera 
que antes de estudiar el proceso de recepción y empleo de la penicilina en México, es 
indispensable indagar sobre cuál fue, precisamente, el origen de esta penicilina y en qué 
condiciones fue producida y exportada. Por tanto, en la primera parte del capítulo se indicará 
cuáles fueron los medicamentos utilizados antes del desarrollo y uso de la penicilina. 
Después, se explicará cómo se ejecutó el proceso de fabricación masiva, para qué 
enfermedades era efectiva, posología y distribución entre las fuerzas armadas y la población 
civil. 
 
 
 
27 
 
Antecedentes: la era de las “drogas mágicas” 
Antes del descubrimiento fortuito de la penicilina por el escocés Alexander Fleming en 1928, 
no había un medicamento eficaz y seguro capaz de combatir las bacterias causantes de 
enfermedades. El mismo Fleming en el momento del hallazgo de la penicilina llevaba a cabo 
experimentos con una sustancia denominada lisozima con el objetivo de producir un agente 
antimicrobiano. En realidad, los estudios sobre la acción terapéutica de la lisozima no 
brindaron los resultados esperados y Fleming no sería recordado precisamente por esta 
sustancia. Sin embargo, la ciencia médica en su afán por hallar un tratamiento efectivo contra 
las enfermedades infecciosas causadas por las bacterias daría importantes pasos antes del uso 
de la penicilina. 
Estos principales avances científicos con relación a los tratamientos de las enfermedades 
infecciosas se hicieron evidentes a partir de la segunda mitad del siglo XIX, cuando un 
químico francés de nombre Louis Pasteur (1822-1895) demostró la ubicuidad de las bacterias 
y encontró que muchas de estas eran patógenas, que al invadir el organismo humano y vivir 
en él a manera de parásitos, causaban enfermedades. Esta “teoría de los gérmenes” con el 
tiempo fue cobrando más interés por parte de la ciencia, desplazando a la antigua teoría 
miasmática que defendía la idea de que la enfermedad se originaba en los efluvios y otras 
emanaciones de la tierra y la atmosfera. A partir de las investigaciones de Pasteur, se pudieron 
desarrollar vacunas contra enfermedades causantes de grandes cantidades de muertes como 
el carbunco (ántrax) y la rabia. “Las relaciones que Pasteur estableció entre distintos 
28 
 
estreptococos y estafilococos con enfermedades concretas situaron a la bacteriología en el 
mapa de la ciencia”.30 
A las investigaciones del químico francés se sumarían las del alemán Robert Koch (1843-
1910), las cuales tomarían relevancia al publicar un artículo titulado “Etiología de las 
enfermedades infecciosas traumáticas” en 1879, donde realizó una diferenciación de las 
bacterias y relacionó microorganismos específicos con enfermedades específicas, 
demostrando que las bacterias eran la causa de las infecciones. En 1882 divulgó uno de sus 
mayores hallazgos científicos, la identificación de los bacilos responsables de la tuberculosis 
y un año después los del cólera.31 
Gracias a los resultados obtenidos con las investigaciones realizadas por Pasteur y Koch, la 
microbiología se ubicaría como una de las principales ciencias al servicio de la medicina en 
su ayuda para combatir las enfermedades infecciosas. A la labor de estos dos científicos se 
sumaría la realizada por Paul Ehrlich (1854-1915), quien, al probar más de seiscientos 
compuestos con arsénico, desarrolló una sustancia capaz de combatir una de las 
enfermedades que más aquejaba a la humanidad: la sífilis.32 Esta enfermedad fue causa de 
un gran estigma social ligado a la inmoralidad debido a que se contagiaba por medios 
sexuales. Además, al ser congénita, es decir, que se “heredaba” de madre a hijo por medio 
de la gestación, se asoció directamente con la “degeneración de la raza” que tanto preocupaba 
a las autoridades médicas y gubernamentales de la primera mitad del siglo XX, pues los niños 
podrían nacer con malformaciones óseas, deformes, ciegos, etc. El salvarsán 606 o las “balas 
 
30 Roy Porter, Breve historia de la medicina. De la antigüedad hasta nuestros días, Madrid, Taurus, 2002, p. 
142-144. 
31Ibidem, p. 144-146. 
32 Muchos estudios se han realizado con relación a la historia de la sífilis. El más completo de ellos es el de 
Claude Quétel, History of Syphilis, Cambridge, Polity Press, 1990. 
29 
 
mágicas”, significaron todo un hito para la ciencia médica y dio inicio a la era de las “drogas 
mágicas” que se elaborarían durante los años que componen este periodo, el cual estuvo 
marcado por diferentes conflictos bélicos, dos de ellos a escala mundial. 
Después de las “balas mágicas” descubiertas por Ehrlich para el tratamiento de la sífilis, los 
laboratorios de las farmacéuticas más influyentes a nivel mundial continuaron con las 
investigaciones para hallar sustancias capaces de combatir las enfermedades infecciosas. En 
uno de estos laboratorios, más específicamente en uno de la Bayer Company ubicado en 
Elberfeld, Alemania, el bioquímico Gerhard Domagk (1895-1964), nombrado para dirigir las 
investigaciones que allí se realizaban en 1927, continuó con el enfoque de Ehrlich de 
investigar compuestos químicos, demostrando que un “tinte rojo”, más tarde conocido con el 
nombre comercial de prontosil, era extraordinariamente eficaz en curar las infecciones 
estreptocócicas en ratones. Los ensayos clínicos continuaron y en 1935 el fármaco fue 
utilizado en pacientes humanos con gran éxito.33 
Con la esperanza de haber encontrado un medicamento eficaz contra las infecciones 
bacterianas, se llevaron a cabo investigaciones en otros laboratorios europeos con el fin de 
indagar los alcances terapéuticos del prontosil. En el Instituto Pasteur de París, se demostró 
que sólo una parte de la molécula del prontosil era necesaria para vencer a los estreptococos. 
Este componente activo, llamado sulfanilamida, pronto remplazó al prontosil muy a pesar de 
las patentesde la Bayer, pues esta sustancia ya era conocida por los franceses desde décadas 
antes, aunque no tenían el conocimiento de su accionar antibacteriano.34 
 
33 Miles Weatherall, “Drug Treatment and the rise of Pharmacology”, The Cambridge History of Medicine, Ed. 
Roy Porter, New York, Cambridge University Press, 2006, p. 229. 
34 Ibidem. 
30 
 
Por su parte, en 1936, la revista médica The Lancet publicó los resultados de la investigación 
del director del Laboratorio de Investigación del Queen Charlotte's Hospital de Londres, el 
doctor Leonard Colebrook (1883-1967). Allí, este científico británico explicaba que el 
prontosil era especialmente eficaz en el tratamiento a mujeres que sufrían fiebre durante el 
parto o sepsis puerperal de origen estreptocócico, enfermedad causante de un gran número 
de defunciones de mujeres jóvenes y de sus hijos antes de nacer. Después de sus notables 
resultados, la sulfonamida recibió el adjetivo de “droga milagrosa”, además porque pronto 
se hizo público su efectividad contra algunas de las enfermedades que más aquejaban a la 
población en general, como lo eran las de transmisión sexual, la meningitis, la neumonía, 
entre otras, mejorando sustancialmente el tratamiento efectuado hasta ese momento. 
Debido a lo anterior, y mediante otras investigaciones realizadas por diversos laboratorios y 
universidades de los Estados Unidos, el Ejército de aquel país incorporó la sulfonamida para 
el tratamiento de sus soldados heridos o enfermos en combate durante los primeros años de 
la Segunda Guerra Mundial. Hasta 1943, en los laboratorios norteamericanos se estudiaron 
más de 2.000 derivados sulfa. Procedentes de esos estudios, se elaboraron compuestos como 
la sulfadiazina para el tratamiento de la neumonía; la sulfaguanidina y la sulfasuxidina como 
los derivados más efectivos para el tracto digestivo inferior, “conquistando gérmenes” que 
causaban disentería bacilar, cólera, tifus y tifoidea. Los fármacos sulfas también eran fáciles 
de administrar, debido a que podían suministrasen por vía oral o intravenosa, y ser rociados 
directamente en las heridas. También se podían aplicar en los ojos en forma de ungüento.35 
Estos medicamentos eran entregados a cada soldado para que los llevara consigo en su 
 
35 A Handbook of the United States of America. Pertinent information about the United States and the war for 
uses overseas, United States, Office of War Information, 1944, p. 133-134. 
31 
 
botiquín de primeros auxilios personal. Siendo diseñados para ser usados tanto por médicos 
de combate como por soldados regulares en las líneas de frente para prevención de 
infecciones de heridas severas.36 
Además, desde las Fundación Rockefeller ubicada en la ciudad de Nueva York, el científico 
René Dubos anunciaba en 1939 el descubrimiento de un nuevo antibiótico capaz de hacerle 
frente a los temidos estafilococos y salmonelas, al cual dio el nombre de tirotricina. Después 
de dos años más de investigación conjunta entre la Rockefeller y diversas compañías 
farmacéuticas, el mismo Dubos identificó y aisló químicamente dos productos conocidos 
como gramicidina y tirocidina.37 No obstante, estas sustancias químicas demostraron ser 
demasiado toxicas para ser utilizadas internamente, aunque podrían aplicarse en forma tópica 
en enfermedades de la piel, casos obstinados de pleuresía y heridas infectadas con pus. 
También fue muy eficiente en el tratamiento de la sinusitis y los médicos del Ejército 
norteamericano la utilizaron en forma de aerosol para aplicarlo en la garganta para prevenir 
dolores, infecciones leves y resfríos. Sin embargo, una advertencia sobre su uso era que solo 
se debía suministrar localmente en las cavidades corporales y en las heridas sin sangrado.38 
Otros medicamentos creados y utilizados en este periodo fueron la atabrina, producida por 
los Estados Unidos como sustituto de la quinina procedente de la zona andina y que no podía 
ser importada debido a las acciones de la guerra. Las autoridades médicas de aquel país 
indicaban que la atabrina era un 95% tan eficaz como la quinina en el tratamiento de la 
malaria, enfermedad que hasta entonces mataba más de 800 millones de personas en el 
 
36 WW2 US Medical Research Centre Drugs, Chemicals and Biological Stains Sulfa, (sitio web), 
https://www.med-dept.com/medical-kits-contents/class-9-items-drugs-chemicals-and-biological-stains-sulfa-
drugs/. (consulta el 20 de marzo de 2017 a las 12.20 p.m.) 
37 Bud, Penicillin. Triumph and Tragedy…, p. 21. 
38 A Handbook of the United States of America…, p. 134. 
https://www.med-dept.com/medical-kits-contents/class-9-items-drugs-chemicals-and-biological-stains-sulfa-drugs/
https://www.med-dept.com/medical-kits-contents/class-9-items-drugs-chemicals-and-biological-stains-sulfa-drugs/
32 
 
mundo y representaba un gasto de más de 3.2 millones de dólares. Las “pequeñas pastillas 
amarillas” fueron de mucha importancia para los soldados de los Estados Unidos pues gran 
parte de ellos se concentraban en áreas tropicales por la guerra, siendo vulnerables a contraer 
esta enfermedad,39 la cual era considerada más mortal que las balas enemigas. Para 
complementar la lucha contra la malaria, fue puesto en escena el Dicloro Difenil Triclorotano 
(DDT), un insecticida descubierto por el suizo Paul Müller (1899-1965) en 1939. Utilizado 
para eliminar a los Anopheles, el mosquito trasmisor de la malaria, también fue usado durante 
y después de la guerra para controlar el tifus exantemático, que era transmitido por la picadura 
de la pulga, la cual causó enormes cantidades de pérdidas humanas durante la Primera Guerra 
Mundial. 
El DDT se dio a conocer internacionalmente al ser empleado en polvo contra los piojos en el 
control de la epidemia de tifo en Nápoles, Italia, cuando las fuerzas aliadas ocuparon aquella 
ciudad durante la guerra en 1943. En los Estados Unidos el Servicio de Sanidad Pública inició 
el empleo del DDT por primera vez en la primavera de 1945, en el llamado Programa Extenso 
de Control de la Malaria, siendo usado especialmente en los condados de los estados del 
sudeste en los que esta enfermedad era endémica.40 Inmediatamente después de terminada la 
Segunda Guerra Mundial, los sobrevivientes a los campos de concentración nazi, militares y 
parte de la población europea fueron rociados con este insecticida con el fin de exterminar la 
pulga y evitar la transmisión del tifo.41 
 
39 Ibidem. 
40 “Nuevos Insecticidas y su Empleo en los Programas de Salubridad Pública”, Boletín de la Oficina Sanitaria 
Panamericana, n. 9, 1947, p. 768. 
41 Marcos Cueto, La Salud Internacional y la Guerra Fría. Erradicación de la malaria en México, 1956, 1971, 
México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2013, p. 16. 
33 
 
A su vez, en 1941 ingresaron al mercado dos nuevos tipos de insulina para el tratamiento de 
la diabetes, la insulina histona de zinc y la globina-zinc, siendo estas más efectivas que los 
tratamientos hasta entonces utilizados. También, debido a la larga búsqueda científica de un 
anticoagulante eficaz, se desarrolló la heparina, una sustancia desarrollada a partir del tejido 
pulmonar de las vacas; y la dicumarina, extraída del trébol dulce. De ese modo, algunas 
operaciones quirúrgicas, que antes eran imposibles de realizar debido al peligro de coágulos 
de sangre, se llevaron a cabo con mayor seguridad gracias a estos medicamentos, 
especialmente en las cirugías de emergencia tan comúnmente llevadas a cabo durante la 
guerra. Finalmente, para el impedimento de la hemorragia causada, por ejemplo, por una 
herida durante un combate, se utilizó la vitamina K, la cual era necesaria en la producción de 
protrombina, unasustancia en el cuerpo que regulaba la coagulación normal de la sangre.42 
Así pues, el desarrollo farmacéutico fue rápido y las mejoras fueron tangibles en el periodo 
anterior y durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, ningún fármaco existente podría 
satisfacer las expectativas médicas que se habían despertado. Las limitaciones de la primera 
ola de las “drogas maravillosas” se hicieron rápidamente evidentes, especialmente en el 
campo de los antibióticos. Las “balas mágicas” de Ehrlich eran tóxicas si se administraban 
en grandes dosis debido a que su componente activo era el arsénico, elemento químico 
extremadamente tóxico; los sulfonamídicos resultaron problemáticos por las reacciones 
secundarias generando daños en los tejidos formadores de sangre causando la desaparición 
de los glóbulos blancos,43 por lo que su uso generalizado fue ampliamente cuestionado. 
Sumado a ello, la tirotricina creada por Dubos, resultó ser, igualmente, bastante tóxica. El 
 
42 A Handbook of the United States of America…, p. 134. 
43 Ibidem, p. 22. Miles Weatherall, “Drug Treatment and…, p. 230. 
34 
 
camino para un nuevo medicamento se labraba y el inicio de la Segunda Guerra Mundial 
sería la oportunidad perfecta para que una nueva “droga maravillosa” demostrara sus 
capacidades terapéuticas y convenciera a la comunidad científica y medica internacional, de 
la victoria contra las enfermedades infecciosas. 
 
La penicilina y el “arsenal de la democracia” 
El 29 de diciembre de 1940, el presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt 
declaraba en un discurso radial que “Debemos ser el gran arsenal de la democracia. (...) 
Debemos aplicarnos a nuestra tarea con la misma resolución, el mismo sentido de urgencia, 
el mismo espíritu de patriotismo y sacrificio que demostraríamos si estuviéramos en 
guerra.”44 Como un presagio a lo que ocurriría casi un año después en la bahía de Pearl 
Harbor, Hawái, el presidente Roosevelt no solo alertaba a la ciudadanía norteamericana y a 
los demás miembros de su gobierno que se resistían a que los Estados Unidos ingresaran a la 
guerra,45 sino también a la industria privada y a los hombres de ciencia de su país sobre la 
necesidad de crear los medios necesarios para contener a las potencias totalitarias del Eje. 
 
44 La transcripción original del discurso radial es “We must be the great arsenal of democracy. ... We must apply 
ourselves to our task with the same resolution, the same sense of urgency, the same spirit of patriotism and 
sacrifice as we would show were we at war.” A Handbook of the United States of America…, p. 40. 
45 Con respecto a este tema, Jeremy Black indica que algunos de los conflictos que juntos constituirían la 
Segunda Guerra Mundial fueron planeados durante años. Fue el caso de la guerra entre Japón y los Estados 
Unidos y entre Francia y Alemania. Otros habían recibido mucha menos atención previa. No obstante, la idea 
de que Estados Unidos tuviera que luchar contra Alemania invadiendo primero el norte de África, luego Italia, 
y luego Francia, estaba totalmente fuera de su experiencia en la Primera Guerra Mundial y no se habían 
preparado para ello. La idea de que Gran Bretaña y la Unión Soviética fueran aliadas contra Alemania parecía 
totalmente improbable cuando se discutió en 1939. Jeremy Black, World War Two. A Military History, New 
York, Routledge, 2003, p. 9-10. Mucho se ha escrito con relación a las causas que dieron origen a la Segunda 
Guerra Mundial. Algunos textos para abordar este tema son: Hobsbawm, Historia del Siglo XX, Buenos Aires, 
Crítica, 1999. Especialmente la primera parte titulada “La era de las catástrofes”. También se encuentra el libro 
de Antony Beevor, La segunda Guerra Mundial, Barcelona, Pasado y Presente, 2012. Otro valioso texto de 
referencia es el de Peter Calvocoressi y Guy Wint, Guerra Total. La Segunda Guerra Mundial, Madrid, Alianza 
Editorial, 1979. 
35 
 
La industria bélica norteamericana no se encontraba a la altura del conflicto que se avecinaba 
debido a la escasez de materias primas y equipos. Antes del ataque a Pearl Harbor, los Estados 
Unidos tenían una importante planta industrial, pero estaban produciendo “autos familiares 
en lugar de aviones de guerra y tanques, artefactos de cocina de metal en lugar de artículos 
de artillería. Todos los bienes necesarios en tiempos de paz y muy pocos de los necesarios 
para la guerra.”46 En respuesta a esta crisis, el gobierno, la industria y la academia unieron 
esfuerzos para ayudar a producir el mayor volumen de materiales crudos y manufacturados 
jamás realizados. Científicos e ingenieros modificaron los métodos de producción existentes 
o crearon otros nuevos para satisfacer las demandas de la producción de guerra. Este vasto 
gasto de investigación industrial, desarrollo y producción dio lugar, precisamente, a lo que el 
presidente Roosevelt describió como el “arsenal de la democracia”.47 
Para llevar a cabo su “arsenal de la democracia”, y pocos días después del ataque de los 
japoneses a Hawái, el propio presidente Roosevelt estableció la War Production Board 
(WPB) el 16 de enero de 1942, con el objetivo de ejercer la dirección general sobre el 
programa de adquisición y de la producción de la guerra. Fue deber de la WPB determinar 
las políticas, planes, procedimientos y métodos de los diversos departamentos, 
establecimientos y organismos federales con respecto a la adquisición y la producción de la 
guerra, incluyendo la compra, contratación, especificaciones y construcción, conversión, 
requisición y expansión de plantas industriales y su financiamiento. Es decir, su trabajo 
principal radicaba en dirigir el funcionamiento de la planta industrial de los Estados Unidos 
para producir hasta el límite de los recursos las materias primas, mano de obra e instalaciones 
 
46 A Handbook of the United States of America…, p. 70. 
47 Neushul, Science, technology and the arsenal of democracy…, p. 260. 
36 
 
del país. Como prioridad, la WPB debía suministrar barcos, aviones, cañones, tanques y todo 
el equipo necesario para la guerra intensiva o moderna48 a los millones de militares de los 
Estados Unidos que combatirían en los frentes del Pacifico y de Europa. 
Asimismo, debía seguir suministrando a los países aliados –como Gran Bretaña, Rusia o a la 
vencida Francia-, de municiones, alimentos y otros suministros. Aunque estos materiales 
constituyeron una pequeña parte de los costos totales de guerra de los Estados Unidos, fueron 
esenciales para alcanzar la victoria sobre las potencias del Eje. Además, debía proporcionar 
todos los elementos necesarios para la salud y eficacia de su propia población civil. Los 
agricultores debían tener la maquinaria, herramientas y fertilizantes adecuados para la 
producción de alimentos a gran escala. A los “trabajadores de guerra”, empleados que 
trabajaban en las empresas del país, se les debía proporcionar una vivienda adecuada, 
transporte e instalaciones médicas para que pudieran realizar su trabajo de manera eficiente 
y de ese modo satisfacer la gran demanda de materiales y alimentos que el Ejército 
norteamericano requería.49 
El primer paso de la WPB fue convertir la industria creada en tiempos de paz a bienes de 
guerra. Esto, en muchos casos, representó sólo un cambio de clientes civiles a militares. Fue 
en las plantas altamente especializadas, diseñadas para la eficacia máxima en la producción 
 
48 A Handbook of the United States of America…, p. 70. También conocida como “guerra total”. Para 
académicos como Eric Hobsbawm, esta “industria de la muerte” a gran escala requería organización y gestión, 
aun cuando su objeto fuera la destrucción racionalizada de vidashumanas de la manera más eficiente. Para este 
autor, la “guerra total”, fue la empresa de mayor envergadura que había conocido el hombre hasta el momento, 
y debía ser organizada y gestionada con todo cuidado. La “guerra total” hizo que progresara el desarrollo 
científico, pues el conflicto entre beligerantes avanzados no enfrentaba sólo a los ejércitos, sino que era también 
un enfrentamiento de tecnologías para conseguir las armas más efectivas y otros servicios esenciales. El 
argumento de Hobsbawm es que de no haber existido la Segunda Guerra Mundial y el temor de que la Alemania 
nazi pudiera explotar también los descubrimientos de la física nuclear, la bomba atómica nunca se habría 
fabricado ni se habrían realizado en el siglo XX los enormes desembolsos necesarios para producir la energía 
nuclear de cualquier tipo. Ver: Hobsbawm, Historia…, p. 53-55. 
49 A Handbook of the United States of America…, p. 70. 
37 
 
en serie de un solo producto, como un automóvil, un refrigerador o una lavadora, que la 
instalación tenía que ser alterada, pues las maquinas tuvieron que ser adaptadas para las 
nuevas operaciones. Es decir, el objetivo principal fue convertir todos los métodos de 
producción en masa del país para la fabricación de armas y tanques, barcos o en provisiones 
de utilidad para los combatientes. La adaptación de la industria se tradujo, por ejemplo, a que 
el mayor productor de lápices mecánicos en los Estados Unidos realizara piezas de bombas 
y artículos de precisión para aviones; un fabricante de lencería llevara a cabo la producción 
de mosquiteros, esenciales para proteger a los combatientes de los insectos en las zonas 
tropicales; una empresa de rayón utilizara su equipo de secado para deshidratar los 
alimentos.50 
Ahora bien, entre todos estos proyectos, hubo uno que interesaba de manera conjunta a los 
militares, al gobierno y a los científicos. Este versaba sobre la necesidad de tratar de manera 
pronta y eficaz a los heridos en combate. La experiencia sufrida con la cantidad de pérdidas 
humanas durante la Primera Guerra Mundial causadas por infecciones bacterianas como la 
gangrena gaseosa y enfermedades infecciosas como la meningitis, neumonía y las de 
transmisión sexual, giraron la atención de los científicos y médicos militares norteamericanos 
hacía el fármaco antimicrobiano más eficaz hasta ese momento, la sulfonamida. No obstante, 
en los laboratorios de aquel país se experimentaba con un medicamento mucho más 
prometedor, el cual no causaba reacciones secundarias de gravedad y que, al parecer, era más 
efectivo en cuanto al tiempo de cura y en resultados clínicos: la penicilina. 
Las investigaciones sobre la penicilina ya habían sido iniciadas por un grupo de científicos 
de la Dunn School of Pathology de la Universidad de Oxford en Londres desde algunos años 
 
50 A Handbook of the United States of America…, p. 71. 
38 
 
antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Al no contar con recursos económicos 
suficientes, buscaron financiación en la Fundación Rockefeller con sede en la ciudad de 
Nueva York. La Fundación acordó brindar un apoyo económico que permitió que el Grupo 
de Oxford, como fue conocido posteriormente, lograra purificar la penicilina convirtiéndola 
en una sustancia adecuada para suministrarse en el cuerpo humano. Después de esto, 
realizaron algunos experimentos que los llevaron a comprender las facultades antibacterianas 
de la penicilina. A partir de este momento, se propusieron en mostrar sus hallazgos a la 
industria farmacéutica para desarrollar una manufactura a gran escala. Acordaron que la 
mejor opción eran las firmas estadounidenses, decisión que pudo ser tomada debido a que 
este país tenía una planta farmacéutica consolidada con un importante capital para invertir en 
investigación. 
Por tanto, Howard Florey, líder del Grupo de Oxford, y uno de sus científicos, Norman 
Heatley, llegaron a Nueva York el 2 de julio de 1941. Después de algunas reuniones con 
personal de la Rockefeller, viajaron a Washington D.C., donde se reunieron con el doctor 
Ros Harrison del National Research Council (NRC), y con los doctores Charles Tom y Percy 
Wells del Departament of Agriculture (USDA), quienes les sugirieron a Florey y Heatley 
visitar Peoria, Illinois, donde se ubicaba el Northern Regional Research Laboratory (NRRL) 
y ponerse en contacto con sus investigadores para buscar una forma de producir la penicilina 
en cantidades industriales.51 Estos dos científicos estuvieron de acuerdo y para el 14 de ese 
mismo mes se estaban reuniendo con los doctores O. E. May y Robert Coghill en las 
instalaciones de la NRRL, donde acordaron brindar apoyo al Grupo de Oxford. Para ello fue 
 
51 Robert D, Coghill, “The Development of Penicillin Strains”, The History of Penicillin Production, New York, 
American Institute of Chemical Engineers, 1970, p. 16. 
39 
 
asignado el Dr. Andrews Moyer quien, junto con Heatley, debían instruir a los científicos 
estadounidenses sobre todo lo concerniente a la penicilina.52 
Al dejar a Heatley en Peoria, Florey se dirigió hacia la Universidad de Pensilvania para visitar 
al Dr. Alfred Newton Richards (1876-1966), un farmacólogo que había trabajado en la 
Fundación Rockefeller y que acababa de ser nombrado como presidente del Committee on 
Medical Research (CMR) entidad vinculada a la Office of Scientific Research and 
Development (OSRD). Durante esta visita Florey pudo exponerle al Dr. Richards sus avances 
en la investigación de la penicilina, sus efectos en las bacterias patógenas y sus posibles usos 
en humanos. Esta reunión sería de vital importancia para las aspiraciones de Florey, pues era 
un claro acercamiento con un funcionario que lideraba una institución con la capacidad 
científica, política y económica para la producción de la penicilina a una escala industrial. 
Pero Florey no se quedó allí, también tocó las puertas de algunas compañías farmacéuticas 
con el mismo objetivo, y aunque en algunas ocasiones esta labor no tuvo buenos resultados,53 
su trabajo pronto se vería recompensado. 
La OSRD y la CMR habían sido creadas en julio de 1941 por orden ejecutiva del presidente 
Franklin D. Roosevelt. La OSRD era la “organización matriz” de quien dependían tanto el 
National Defense Research Council (NDRC) y la CMR. Para su dirección, fue nombrado el 
Dr. Vannevar Bush (1890-1974), quien asumió la responsabilidad del programa de 
investigación y desarrollo científico civil, no solo en el ámbito armamentístico, sino también 
en los campos de la medicina militar de los Estados Unidos. Era deber de la CMR asesorar y 
 
52 Ibidem. 
53 W.H. Helfand, H.B. Woodruff, K.M.H. Coleman, and D.L. Cowen, “Wartime Industrial Development of 
Penicillin in the United States, The History of Antibiotics. A symposium, Wisconsin, American Institute of the 
History of Pharmacy, 1980, p. 35. 
40 
 
asistir al director (de la OSRD) en el desempeño de sus actividades de investigación médica 
con especial referencia a la movilización del personal médico y científico de la nación. 
Además, debía recomendar la necesidad y el carácter de los contratos que se realizaran con 
universidades, hospitales y otras agencias que realizaran actividades de investigación y 
desarrollo en el campo de las ciencias médicas, y finalmente, presentar indicaciones con 
respecto a la adecuación, progresos y resultados de investigación sobre problemas médicos 
relacionados con la “defensa nacional”.54 
El 2 de octubre de 1941, Florey obtuvo la respuesta que tanto anhelaba, ya que la CMR 
encabezada por Alfred Richards, aprobó un programa para la investigación y producción a 
gran escala de la penicilina. A partir de este momento, esta institución científica entraría en 
escena

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