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Paralisis cerebral infantil-LIBRO SEOP - Carlos Dávalos

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Parálisis 
Cerebral Infantil
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Manejo de las alteraciones músculo-esqueléticas asociadas
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Ignacio Martínez Caballero
José Antonio Abad Lara
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Parálisis 
Cerebral Infantil
Manejo de las alteraciones músculo-esqueléticas asociadas
EDITORES
Ignacio Martínez Caballero
José Antonio Abad Lara
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser 
realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español 
de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.
© 2015 ERGON
 C/ Arboleda, 1. 28221 Majadahonda (Madrid)
ISBN: 978-84-16270-51-4
Depósito Legal: M-25420-2015
Portada: Imágenes relacionadas con los avances conseguidos en el diagnóstico y tratamiento de las alteraciones 
del aparato locomotor en pacientes con parálisis cerebral infantil.
A nuestros pacientes
A sus familias
Autores
José Antonio Abad Lara
Unidad de Cirugía Ortopédica y Traumatología 
Infantil. Hospital Universitario Reina Sofía. 
Córdoba.
Marius Aguirre Canyadell
Jefe Clínico Ortopedia Pediátrica. 
Hospital Universitario Vall d’Hebron. 
Barcelona.
Adela Albero Sarrió 
Servicio de Medicina Física y Rehabilitación. 
Hospital Universitari i Politècnic La Fe. 
Valencia.
Luis Miguel Antón Rodrigálvarez
Unidad de Cirugía Ortopédica y 
Traumatología Infantil. Hospital Ramón y Cajal. 
Madrid.
Jesús Burgos Flores
Jefe de Unidad del Servicio de Cirugía 
Ortopédica y Traumatología Infantil. 
Hospital Ramón y Cajal. Madrid.
Laura Corominas Francés
Servicio de Ortopedia Pediátrica. 
Hospital Universitari Son Espases. 
Palma de Mallorca.
Pedro Doménech Fernández
Servicio de Ortopedia y Traumatología Infantil. 
Hospital Universitari Sant Joan de Déu. 
Barcelona.
Julio Duart Clemente
Unidad de Cirugía Ortopédica y Traumatología 
Infantil. Complejo Hospitalario de Navarra. 
Pamplona.
Olga Espinazo Arce
Unidad de Ortopedia Infantil. 
Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología. 
Hospital Universitario de Basurto. Bilbao.
Patricia Ferrand Ferri
Servicio de Rehabilitación. 
Hospital Universitario Virgen del Rocío. 
Sevilla.
José Antonio del Fresno Molina
Unidad de Cirugía Ortopédica y Traumatología 
Infantil. Hospital Universitario Reina Sofía. 
Córdoba.
Irene de Gálvez Aranda
Unidad de Ortopedia y Traumatología Infantil. 
Hospital Regional de Málaga. 
Hospital Materno-Infantil. Málaga.
Ana María García García
Servicio de Rehabilitación. 
Hospital Regional de Málaga. 
Serafín García Mata
Jefe de la Unidad de Cirugía Ortopédica y 
Traumatología Infantil. Complejo Hospitalario 
de Navarra. Pamplona.
Pedro González Herranz 
Jefe de la Unidad de Cirugía Ortopédica y 
Traumatología Infantil. Hospital Teresa Herrera. 
A Coruña.
Pilar Jiménez Espuch
Servicio de Rehabilitación. 
Hospital Regional de Málaga. 
Jorge Knörr Giménez
Jefe de Servicio de Ortopedia Pediátrica. 
Hospital Universitari Sant Joan de Déu. 
Barcelona. 
Sergio Lerma Lara
Laboratorio de Análisis del Movimiento. 
Fisioterapeuta responsable y 
Coordinador del Laboratorio. 
Servicio de Ortopedia y Traumatología Infantil. 
Unidad de Neuro-Ortopedia.
Hospital Infantil Universitario Niño Jesús. Madrid.
Teresa Martín Lorenzo
Laboratorio de Análisis del Movimiento. 
Titulada en INEF. Hospital Infantil 
Universitario Niño Jesús. Madrid.
Ignacio Martínez Caballero
Servicio de Ortopedia y Traumatología Infantil. 
Unidad de Neuro-Ortopedia. 
Coordinador Médico del Laboratorio de Análisis 
del Movimiento. Hospital Infantil Universitario 
Niño Jesús. Madrid.
Ricardo Martino Alba
Jefe de la Unidad de Cuidados Paliativos. 
Hospital Infantil Universitario Niño Jesús. 
Madrid.
Antonio Mascarell Gregori
Unidad Ortopedia y Traumatología Infantil. 
Hospital Universitari i Politècnic La Fe. 
Valencia.
José Luis Monasterio Vicente
Jefe de la Unidad de Ortopedia Infantil. 
Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología. 
Hospital Universitario de Basurto. Bilbao.
Beatriz Moral Saiz
Laboratorio de Análisis del Movimiento. 
Fisioterapeuta. Hospital Infantil Universitario 
Niño Jesús. Madrid.
Lucía Ortiz San Román
Servicio de Pediatría. Unidad de Cuidados 
Paliativos. Hospital Infantil Universitario 
Niño Jesús. Madrid.
Daniel Pacha Vicente
Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología. 
Hospital Universitario Vall d’Hebron. Barcelona.
Estela Parra Mussín
Laboratorio de Análisis del Movimiento. 
Fisioterapeuta. Hospital Infantil Universitario 
Niño Jesús. Madrid.
Haizea Peña Arantzibia
Unidad de Ortopedia Infantil. 
Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología. 
Hospital Universitario de Basurto. Bilbao.
Lucas Peña Baranda 
Unidad de Ortopedia Infantil. 
Servicio de Cirugía Ortopédica y Traumatología. 
Hospital Universitario de Basurto. Bilbao.
Carlos Pérez Díaz
Servicio de Neurocirugía.
Hospital Infantil Universitario Niño Jesús. Madrid.
Álvaro Pérez-Somarriba Moreno
Laboratorio de Análisis del Movimiento. 
Fisioterapeuta del Servicio de Rehabilitación. 
Hospital Infantil Universitario Niño Jesús. 
Madrid.
Ana Presedo Rodríguez
Servicio de Ortopedia Infantil. 
Coordinadora de la Unidad de Neuro-Ortopedia. 
Hospital Universitario Robert Debré. París.
Enrique Puchol Castillo 
Jefe de Unidad de Ortopedia y Traumatología 
Infantil. Hospital Universitari i Politècnic La Fe. 
Valencia.
Verónica Puertas Martín
Servicio de Pediatría. Unidad de Cuidados 
Paliativos. Hospital Infantil Universitario 
Niño Jesús. Madrid.
Ana Ramírez Barragán
Servicio de Ortopedia y Traumatología Infantil. 
Unidad de Neuro-Ortopedia. Hospital Infantil 
Universitario Niño Jesús. Madrid.
Mª de los Llanos Rodríguez Rodríguez
Unidad de Cirugía Ortopédica y Traumatología 
Infantil. Hospital Teresa Herrera. A Coruña.
Ignacio Sanpera Trigueros
Jefe de Servicio de Ortopedia Pediátrica. 
Unidad de Neuro-Ortopedia. Hospital 
Universitari Son Espases. Palma de Mallorca.
Jorge Ruiz Sanz
Unidad de Cirugía Ortopédica y 
Traumatología Infantil. 
Hospital Universitario Reina Sofía. Córdoba.
Lydia de Sena de Cabo
Servicio de Ortopedia y Traumatología Infantil. 
Unidad de Neuro-Ortopedia. Hospital 
Universitari Sant Joan de Déu. Barcelona.
Francisco Soldado Carrera
Servicio de Ortopedia y Traumatología Infantil. 
Unidad de Plexo, Extremidad superior y 
Microcirugía. Hospital Universitari Sant Joan de 
Déu. Barcelona. 
Ángela Tatay Díaz
Servicio de Ortopedia y Traumatología Infantil. 
Unidad de Neuro-Ortopedia. 
Hospital Universitario Virgen del Rocío. Sevilla. 
José Luis Valdivieso García
Jefe de la Unidad de Cirugía Ortopédica y 
Traumatología Infantil. 
Hospital Universitario Reina Sofía. Córdoba.
María Teresa Vara Arias
Servicio de Rehabilitación. 
Hospital Infantil Universitario Niño Jesús. 
Madrid.
Enrique Viosca Herrero 
Jefe de Servicio de Medicina Física y 
Rehabilitación. Hospital Universitari i Politècnic 
La Fe. Valencia.
Prólogo
Es un placer para mí hacer la introducción 
de este excelente texto, que sobre la parálisis ce-
rebral infantil ha realizado la Sociedad Española 
de Ortopedia Pediátrica, y que ha sido editado 
por los Doctores Ignacio Martínez Caballero y 
José Antonio Abad Lara. 
Mi amistad con el Dr. Martínez comenzó a 
principios de la década de los 90 cuando vino 
a nuestro centro, el Gillette Children´s Specialty 
Healthcare, y trabajó junto a nosotros. He segui-
do su carrera y he tenido el placer de observar 
cómo su conocimiento y buenos criterios profe-
sionales han ido creciendo. 
Este libro es un excelente ejemplode cómo 
la sabiduría y el conocimiento, que con dedica-
ción y el paso del tiempo se adquieren, pueden 
aplicarse para editar un tratado completo sobre 
el manejo terapéutico de la parálisis cerebral 
infantil.
En todas las áreas en las que nos esforzamos 
por mejorar, hay una tendencia en repetir los 
errores del pasado y en el tratamiento de la pará-
lisis cerebral infantil también ocurre. Puede haber 
profesionales que sigan otros métodos previos 
más antiguos y se opongan a los abordajes más 
actualizados que este libro muestra. En palabras 
de Max Planck1: “Cualquier innovación científica 
importante, raramente va avanzando de forma 
gradual consiguiendo convertir a sus detracto-
res: rara vez Saulo se convierte en Pablo. Lo que 
realmente ocurre es que, con el tiempo, los con-
ceptos nuevos son más familiares para las nuevas 
generaciones, mientras las antiguas, que se opo-
nían a ellos, van desapareciendo”. Sin embargo, 
se puede aprender mucho del pasado revisando 
la historia de los tratamientos que se diseñaron 
durante cada época.
En los años 30 y 40, las osteotomías para 
realinear el esqueleto eran eludidas porque los 
antibióticos no existían y la fijación interna estaba 
en sus inicios. Las técnicas anestésicas, primitivas 
comparadas con las que existen en nuestros días, 
y la ausencia de transfusiones sanguíneas impli-
caban que las cirugías de larga duración tenían 
que ser evitadas. Es por ello por lo que los alar-
gamientos tendinosos percutáneos y la cirugía en 
un solo nivel, acompañada de la inmovilización 
con yeso y la rehabilitación posterior, fueron co-
munes. Luego, tras la recuperación de la cirugía 
inicial, se llevaba cabo una nueva a otro nivel de 
la extremidad, con inmovilización y rehabilita-
ción incluidas. La suma de estos procesos, cada 
uno de ellos a un solo nivel, llegaban a ocupar la 
mayor parte de la infancia del paciente.
En los años 70, cuando como joven médico 
residente me enseñaron los tratamientos de las 
alteraciones ortopédicas en la parálisis cerebral 
infantil, la mayoría de ellos procedían de las 
1Planck, M.K.E.L. (1936) The Philosopy of Physics.
ideas que se habían empleado en la poliomie-
litis. Siendo ésta una enfermedad diferente, en 
el que la afectación se encuentra en las astas 
anteriores de la medula espinal y no en la mo-
toneurona superior, el manejo debía ser también 
diferente. Además, la ausencia de los cuidados 
intensivos pediátricos avanzados, propiciaron 
que los pacientes con diplejia espástica, niveles 
GMFCS I, II y III, que se asociaban a partos 
prematuros y bajo peso al nacer, fueran menos 
frecuentes. 
Era más común encontrar a aquellos que pre-
sentaban tetraplejia espástica, niveles GMFCS 
IV y V, con mal control selectivo. Una buena 
sedestación y la capacidad para realizar transfe-
rencias desde la cama a la silla de ruedas, eran las 
principales metas del tratamiento. Por todos estos 
factores el manejo ortésico constituía el principal 
pilar del tratamiento y se intervenía mediante 
cirugías percutáneas en tendones y músculos, 
cuando el crecimiento de la deformidad articular 
dificultaba su adaptación a la ortesis. 
Unos pocos años después de ser nombrado, 
en 1978, jefe del Cerebral Palsy Service en el 
Newington Children’s Hospital, en Connecticut, 
pudimos establecer el Análisis de la Marcha pre- y 
post-operatorios. Se hacía evidente que los an-
tiguos enfoques del tratamiento necesitaban ser 
modificados. Las unidades de cuidados intensi-
vos pediátricos sacaban adelante recién nacidos 
con bajo peso, y la diplejia espástica con control 
motor adecuado para realizar la deambulación 
fue más común en nuestra clínica. Había que 
estudiar la fisiología normal del esqueleto en cre-
cimiento y conocer cómo ésta se veía afectada 
por la parálisis cerebral durante el mismo. En 
base a ello se podían deducir otros métodos de 
tratamiento. 
Por aquella época, vino a parar a mí la 
oración que sobre la serenidad escribió Rein-
hold Niebuhr2: “Señor, concédeme la gracia 
para aceptar con serenidad las cosas que no se 
pueden cambiar, coraje para cambiar las que 
deberían ser cambiadas y sabiduría para distin-
guir las unas de las otras”. Aunque el profesor 
Niebuhr no era un cirujano sino un teólogo, 
su oración resume con precisión cómo debería 
ser nuestro abordaje para el tratamiento de la 
parálisis cerebral. Se trata de una enfermedad 
resultado de una lesión permanente en el sis-
tema nervioso central y que produce cambios 
músculo-esqueléticos progresivos durante los 
años del crecimiento. Muchos de sus aspectos 
son permanentes y no pueden modificarse. La 
enfermedad puede ser manejada y el paciente 
podrá ver mejorada sus situación si el tratamien-
to es apropiado, basándose en la fisiopatología 
del proceso en cada individuo. Sin embargo, el 
paciente no podrá curarse completamente ni 
su tratamiento podrá ser generalizado a otros 
pacientes con diferente fisiopatología. 
Durante los últimos 37 años, que ha durado 
mi carrera profesional en el cuidado de los ni-
ños con parálisis cerebral, se han hecho muchos 
progresos, tales como la clasificación GMFCS, 
la toxina botulínica, la rizotomía dorsal selec-
tiva, el baclofen intratecal, la cirugía multinivel 
en un solo acto quirúrgico y la movilización 
rápida post-cirugía, por mencionar algunos de 
ellos. Además, se han realizado otros avances 
asociados a los tratamientos médicos de la en-
fermedad.
Por último, se ha hecho evidente que nin-
guno de nosotros, solo, tiene el suficiente 
conocimiento para tratar a estos niños. De 
ahí que el concepto de tratamiento global, 
multidisciplinar y en equipo se ha establecido 
finalmente en la mayoría de los centros que 
se dedican al tratamiento de estos pacientes. 
Puede afirmarse que los profesionales que, du-
rante las cuatro últimas décadas, se han dedi-
cado a tratar pacientes con parálisis cerebral, 
han transformado lo que era un “mal arte” en 
una “mejor ciencia”. Sin embargo, aún queda 
mucho por hacer para optimizar el tratamiento 
de la parálisis cerebral. 
2Oración sobre la serenidad escrita en 1934 para un sermón celebrado en Massachusetts.
En este sentido, les remito a la cita de A. 
Bruce Gill3, un cirujano ortopédico norteame-
ricano que ejerció durante los primeros años del 
siglo pasado: “Estudia principios y no métodos. 
Si uno entiende el principio, puede diseñar su 
propio método”. 
Para aquellos que son nuevos en este campo, 
la lectura completa de Parálisis Cerebral Infantil 
resulta obligatoria. Para los que llevamos muchos 
años trabajando estas tierras, este libro aporta 
también numerosas perlas de conocimiento so-
bre el manejo de la enfermedad, que realmente 
merece la pena revisar. 
James R. Gage, MD
Profesor Emérito de Ortopedia, 
Universidad de Minnesota, EEUU
Director Médico Emérito del Gillette Children’s 
Specialty Healthcare. Saint Paul, Minnesota
3Gill, A.B. Injuries of the foot and ankle. Atlantic Medical Journal 1928; 31: 552-559.
Las parálisis en el niño siempre han consti-
tuido un gran capítulo difícil de resolver en la 
Ortopedia y Traumatología Pediátrica, por sus 
variadas etiologías y por las múltiples formas 
de presentación. La distribución de afectación 
motora y sensitiva dependiendo del nivel de la 
lesión da como resultado un amplísimo abanico 
de sintomatología, de forma que difícilmente 
encontramos dos casos iguales en cuanto al tra-
tamiento requerido.
La poliomielitis está prácticamente erradicada 
en los países occidentales, aunque últimamente 
estamos viendo nuevos casos debido a la inmi-
gración procedente de países subdesarrollados. La 
espina bífida se está empezando a controlar como 
consecuencia de las campañas educativas para la 
ingesta de ácido fólico en las futuras madres. En 
cambio, la parálisis cerebral infantil (PCI) sigue 
siendo un reto difícil de resolver. debido a que 
las nuevas tecnologías en las salas de UCI neo-
natal consiguen supervivencias de recién nacidos 
pretérmino, inmaduros, de muy bajo peso ycon 
sufrimiento fetal, impensables hace no muchos 
años.
Esta monografía, excelentemente desarrolla-
da por los Dres. Ignacio Martínez Caballero y 
José Antonio Abad Lara, trata de dar una visión 
actualizada del manejo del niño afecto de PCI. 
Para ello se ha sumado, a una exhaustiva actua-
lización bibliográfica, la experiencia personal de 
estos profesionales que, dentro de su dedicación 
plena a la Ortopedia y Traumatología Pediátrica, 
siempre han sentido un especial interés por el 
tratamiento de esta patología en el niño.
El deseo de la Sociedad Española de Orto-
pedia Pediátrica (SEOP) con la edición de esta 
monografía es mejorar en lo posible el conoci-
miento de esta patología a todo cirujano ortopé-
dico implicado en el tratamiento de estos niños.
 Dr. José Luis Valdivieso García
 Presidente de SEOP
Prólogo
 La parálisis cerebral infantil es, dentro de 
la patología neuromuscular, el motivo más fre-
cuente de consulta en los Servicios de Ortopedia 
Infantil.
El impacto que tiene en las familias de los 
pacientes varía en función de la intensidad de 
la afectación. Nuestra acción profesional debe 
estar orientada hacia la mejora de la autonomía 
y calidad de vida de la persona cuidada y de la 
de sus cuidadores.
Entender que esta enfermedad no se cura, 
sino que se maneja y que ello se relaciona con 
la imposibilidad de tratar la lesión cerebral, es 
comprender la dificultad existente para tener un 
resultado perfecto. Sin embargo, el mantenimien-
to del rango de movimiento de las articulaciones, 
preservando su fuerza, y alinear segmentos anató-
micos en extremidades o columna, sigue siendo 
necesario para que el sistema locomotor cumpla 
con las misiones que tiene en el paciente.
En esta monografía de la Sociedad Españo-
la de Ortopedia Pediátrica, hemos solicitado la 
colaboración de pediatras, fisioterapeutas, neu-
rocirujanos y rehabilitadores, para abordar los 
problemas que origina esta patología de una 
manera más global. 
La importancia de las sinergias profesionales 
entre los especialistas implicados parte de com-
partir clasificaciones, métodos de evaluación, 
principios de tratamiento y objetivos funcio-
nales. Entender el papel que cada uno de ellos 
desempeña y la importancia de su cooperación 
para desarrollar estrategias ante problemas como 
la falta de fuerza, equilibrio, control motor, o ex-
ceso de tono muscular, es importante para seguir 
progresando.
Los tratamientos se complementan y no se 
excluyen entre sí. Restaurar las relaciones ana-
tómicas normales en deformidades no flexibles 
es competencia de la cirugía. Sin embargo, para 
que ésta se acompañe de una mejoría funcional, 
la experiencia de los profesionales encargados de 
optimizar el nuevo esquema corporal es crítica. 
Hoy en día la formación exigible en el manejo 
de las alteraciones ortopédicas existentes en esta 
enfermedad se puede alcanzar visitando algunos 
centros de nuestro país y aquellos que se sientan 
con la necesidad de adquirirla, pueden hacerlo.
La ausencia de referencias claras es el gran 
problema con el que muchas familias y profesio-
nales se encuentran y trabajos como el que he-
mos coordinado, buscan cambiar esta situación. 
Como editores de esta monografía, deseamos 
haber contribuido a mejorarla.
Dr. Ignacio Martínez Caballero
Servicio de Ortopedia y Traumatología Infantil. 
Unidad de Neuro-Ortopedia. 
Hospital Infantil Universitario Niño Jesús. 
Madrid
Dr. José Antonio Abad Lara
Unidad de Cirugía Ortopédica y 
Traumatología Infantil. 
Hospital Universitario Reina Sofía. 
Córdoba
Presentación
1. Definición, etiología, fisiopatología y epidemiología ........................................................ 1
 L. de Sena de Cabo, P. Doménech Fernández
2. Clasificaciones, escalas funcionales y medición de resultados en 
parálisis cerebral infantil .................................................................................................. 5
 E. Viosca Herrero, A. Albero Sarrió, E. Puchol Castillo, A. Mascarell Gregori
3. Exploración física del paciente con parálisis cerebral infantil .......................................... 15
 I. de Gálvez Aranda, A.M. García García, P. Jiménez Espuch
4. Tratamiento local de la espasticidad ............................................................................... 25
 P. Ferrand Ferri
5. Manejo global de la espasticidad en la parálisis cerebral infantil ..................................... 41
 C. Pérez Díaz
6. Manejo pediátrico del paciente con gran afectación y cuidados paliativos en parálisis 
cerebral infantil.............................................................................................................. 51
 V. Puertas Martín, L. Ortiz San Román, R. Martino Alba
7. La columna vertebral en la parálisis cerebral infantil ...................................................... 69
 L.M. Antón Rodrigálvarez, J. Burgos Flores
8. Cirugía preventiva de la luxación de cadera espástica ..................................................... 79
 S. García Mata, J. Duart Clemente
9. Cirugía reconstructiva de la cadera en la parálisis cerebral infantil .................................. 93
 J.A. Abad Lara, J. Ruiz Sanz, J.A. del Fresno Molina, J.L. Valdivieso García
10. Cadera en parálisis cerebral infantil: cirugía paliativa ................................................... 107 
M.Ll. Rodríguez Rodríguez, P. González Herranz 
11. Ayudas técnicas en la parálisis cerebral infantil ............................................................. 113
 H. Peña Arantzibia, O. Espinazo Arce, J.L. Monasterio Vicente, L. Peña Baranda 
12. Análisis de la marcha en parálisis cerebral infantil ........................................................ 121
 S. Lerma Lara, B. Moral Saiz, A. Ramírez Barragán, I. Martínez Caballero
13. Alteraciones de la cadera durante la marcha y su tratamiento ...................................... 137
 D. Pacha Vicente, M. Aguirre Canyadell
Índice
14. Alteraciones de la rodilla durante la marcha y su tratamiento ...................................... 147
 A. Presedo Rodríguez
15. Alteraciones del pie y tobillo en la parálisis cerebral infantil ........................................ 165
 Á. Tatay Díaz
16. Cirugía músculo-esquelética multinivel en parálisis cerebral infantil ............................ 181
 I. Martínez Caballero, A. Ramírez Barragán, S. Lerma Lara, T. Martín Lorenzo
17. Rehabilitación y fisioterapia tras cirugía multinivel en parálisis cerebral infantil ........... 201
 Á. Pérez-Somarriba Moreno, M.T. Vara Arias, B. Moral Saiz, E. Parra Mussín
18. Cirugía de la extremidad superior en parálisis cerebral infantil ..................................... 215
 F. Soldado Carrera, L. de Sena de Cabo, J. Knörr Giménez
19. Medicina Basada en la Evidencia en parálisis cerebral infantil ...................................... 225
 I. Sanpera Trigueros, L. Corominas Francés
20. Anexos ........................................................................................................................ 233 
(Clasificación GMFCS-Ampliada y revisada. Niveles funcionales de deambulación-F.A.Q. 
Información para padres por niveles GMFCS-Preguntas frecuentes. FMS-Escala de 
movilidad funcional. Clasificación Internacional del Funcionamiento de la discapacidad 
y la salud-C.I.F. Integración de curvas cinéticas, cinemáticas y EMG de ciclo de marcha 
deambulación normal en plano sagital)
21. Índice alfabético de materias ....................................................................................... 251
DEFINICIÓN
La parálisis cerebral (PC) es el término que 
se emplea para describir un cuadro complejo que 
engloba trastornos posturales y del movimiento 
producidos por una noxa en un sistema nervioso 
inmaduro. Las manifestaciones periféricas depen-
den de la magnitud, extensión y localización de 
la lesión, que causa un daño irreversible en el 
cerebro, cerebelo o médula espinal.
La PC es la causa más común de discapa-
cidad físicagrave en la infancia(1), y sus signos 
característicos son la espasticidad, trastornos en el 
movimiento, debilidad muscular, ataxia y rigidez.
La primera descripción de este cuadro se debe 
a William Little, cirujano ortopédico, en 1862(2), 
y aunque han sido muchos los intentos en defi-
nir y clasificar esta entidad, el Comité Ejecutivo 
Internacional para la Definición de la PC, en 
2005, propuso el siguiente enunciado: “Grupo de 
trastornos permanentes del desarrollo del movi-
miento y la postura que causan una limitación 
de la actividad, producidos por una lesión no 
progresiva en el cerebro del feto o lactante. Los 
trastornos motores de la PC están frecuentemente 
acompañados por alteraciones en la sensibilidad, 
percepción, capacidad cognitiva, comunicación y 
comportamiento debido a epilepsia y otros pro-
blemas músculo-esqueléticos secundarios”(13). 
Esta definición satisface las exigencias clínicas 
pero no tanto las de las investigaciones epide-
miológicas(12). 
Así pues, para ser aceptada como tal, la PC 
debe cumplir estos criterios:
1. Debe ser causada por una lesión fija no 
progresiva en el cerebro. Se conocen nume-
rosos cuadros cuyas manifestaciones clínicas 
son similares a de la PC, pero caracterizados 
por una clínica evolutiva, de mayor o menor 
intensidad según el grado de la afectación. En 
ocasiones no es fácil diferenciar la ausencia 
de progresión de la lesión inicial debido a los 
cambios en las manifestaciones motoras, que 
se producen por la motivación del paciente 
o incluso por la intervención terapéutica. En 
estos casos las pruebas de imagen cerebral o 
los estudios genéticos ayudan a descartar 
otras patologías de carácter evolutivo como 
por ejemplo tumores cerebrales, el síndrome 
de Rett o la paraparesia espástica familiar(7).
2. La lesión debe producirse en el útero, duran-
te el nacimiento o en el periodo postnatal. 
No hay un acuerdo sobre los límites precisos 
y, aunque la mayoría de las revisiones esta-
blecen que este periodo debe circunscribirse 
a los dos primeros años de vida(4,10,11), algunos 
trabajos colocan el límite superior en los 5 
Definición, etiología, 
fisiopatología y epidemiología
Lydia de Sena de Cabo, Pedro Doménech Fernández
1
PALABRAS CLAVE: Trastorno postural y de movimiento; 
Lesión fija cerebral; Problemas asociados.
1
2 L. de Sena de Cabo, P. Doménech Fernández
años(3). El signo patológico fundamental es 
que la lesión se produzca de forma temprana, 
afectando al desarrollo del SNC. El momen-
to de la lesión no debe confundirse con el 
inicio de los síntomas, ya que en ocasiones 
los signos neurológicos pueden tardar en de-
sarrollarse, de manera que se acepta que el 
niño debe tener 4-5 años antes de establecer 
definitivamente el diagnostico de PC(6).
3. A pesar de que la lesión inicial no cambia, 
las manifestaciones clínicas sí cambian, en 
relación al crecimiento y desarrollo del niño. 
Las habilidades motoras de la mayoría de los 
niños con PC mejoran a medida que crecen, 
pero la velocidad de dicha mejoría es mucho 
más lenta que en los pacientes no afectados. 
Muchos de los pacientes presentan además 
problemas en mayor o menor intensidad 
tales como retraso cognitivo, convulsiones, 
alteraciones neuro-sensoriales o del área del 
lenguaje.
ETIOLOGÍA
La etiología de la PC permanece poco clara en 
muchos de los casos. Tal como se ha comentado, 
la noxa actúa sobre el sistema nervioso inmaduro, 
pudiendo actuar en el periodo prenatal, durante 
el nacimiento o durante el periodo postnatal.
En el periodo intrauterino las malformaciones 
del desarrollo pueden ser provocadas por diversos 
agentes, por lo común en los tres primeros meses 
del embarazo; puede sospecharse esta causa de PC 
si hay antecedentes familiares de PC, malforma-
ciones congénitas o enfermedades neurológicas, 
si se presenta un cuadro de PC después de un 
embarazo y parto sin complicaciones aparentes, 
en pacientes con malformaciones concomitantes 
o en pacientes con microcefalia extrema. Se inclu-
yen en este apartado las alteraciones de origen ge-
nético y otras causadas por efectos teratogénicos.
Las anormalidades durante el embarazo y el 
trabajo del parto y la expulsión pueden causar 
lesiones hipóxicas, traumáticas o tóxicas (sustan-
cias naturales como la incompatibilidad Rhesus, 
o externas como las drogas o el alcohol) en el 
cerebro del RN.
Las causas reconocidas en la vida posnatal 
incluyen traumatismos intracraneales, embolia 
cerebral, trombosis, abscesos intracraneales, me-
ningitis y encefalitis virales.
De los pacientes con PC, más del 65% co-
rresponden a partos a término. Sarah Mcintyre y 
cols.(12) realizaron una revisión sistemática de los 
factores de riesgo en los pacientes con PC nacidos 
a término, identificando diez factores estadísti-
camente significativos: anomalías placentarias, 
malformaciones mayores o menores asociadas, 
recién nacido de bajo peso RNBP, aspiración 
de meconio, partos instrumentados o cesáreas 
realizadas de forma urgente, asfixia neonatal, 
convulsiones neonatales, hipoglucemias e infec-
ciones neonatales (especialmente meningitis o 
ventriculitis). 
La importancia de este estudio radica en que 
la identificación de dichos factores facilita la po-
sibilidad de estrategias preventivas para algunos 
de ellos. 
Otros factores de riesgo identificados son 
los partos múltiples, las infecciones maternas 
(corioamnionitis) y la prematuridad extrema, 
debido a la mejoría sustancial en el manejo y 
supervivencia de los RN de muy bajo peso. En 
los países desarrollados, la aparición de PC se-
cundaria a incompatibilidad Rh materno-fetal 
es muy baja(5).
Desde el punto de vista genético, muchos de 
los estudios no tienen unos resultados consisten-
tes debido a la dificultad para encontrar muestras 
de suficiente tamaño y con criterios de homoge-
neidad. Sin embargo, se ha implicado como un 
factor de riesgo para la PC, las alteraciones en los 
genes involucrados en la regulación de la cascada 
de inflamación y coagulación(15). Yvonne W. Wu 
y cols.(2) demostraron que ciertos polimorfismos 
se encuentran con mayor frecuencia en pacientes 
con PC respecto a un grupo control, si bien no 
fueron estadísticamente significativos.
Numerosos estudios han intentado relacionar 
el tipo de lesión histopatológica con las secue-
las neurológicas en la PC y, aunque el acúmulo 
de datos fiables no permite establecer una re-
lación neta, en términos generales, las lesiones 
3Definición, etiología, fisiopatología y epidemiología
destructivas, infecciosas o vasculares producirían 
una PC bilateral o asimétrica, mientras que las 
malformaciones del desarrollo ocasionarían una 
afectación simétrica.
La leucomalacia periventricular se ha asociado 
a la diplejía, y es frecuente en pacientes con bajo 
peso al nacer en el contexto muchos de ellos de 
embarazo múltiple, y la lesión vascular, tumoral, 
traumática o infecciosa en el hemisferio contra-
lateral de los pacientes hemipléjicos.
FISIOPATOLOGÍA
La lesión cerebral es definitiva y estable, pero 
las manifestaciones en el aparato locomotor va-
rían con el crecimiento del niño. Las retracciones 
musculares, tendinosas y capsulares, así como las 
deformidades articulares y esqueléticas aparecen 
durante el crecimiento, lo que implica una vigi-
lancia periódica para su prevención.
El predominio de unos grupos musculares 
sobre otros crea deformidades articulares flexi-
bles que con el crecimiento tienden a ser rígi-
das. Sobre el tejido óseo, las fuerzas musculares 
predominantes, junto con la carga, modelan su 
forma. La posibilidad de afectar a la forma nor-
mal de la articulación se traduce en pérdida de 
congruencia articular y posible degeneración del 
cartílago hialino que la forma.
La debilidad, los problemas de equilibrio y 
las alteraciones sensoriales también forman par-
te de la enfermedad y favorecen la afectación 
articular.
La lesión de la corteza cerebral dará sinto-
matología de espasticidad y, si la lesión es más 
profunda, alteracionesde movimiento tipo ex-
trapiramidal.
EPIDEMIOLOGÍA
La prevalencia general de la PC en la pobla-
ción se estima, según los diversos estudios(3,6,9, 
10,12,13), entre 2 y 3,5 casos por cada 1.000 RN 
vivos. Esta tasa aumenta de 40 a 100 por cada 
1.000 nacidos vivos entre los bebés que nacen 
muy temprano o con muy bajo peso al nacer(6). 
Estas cifras parecen ser similares, tanto en países 
desarrollados como no desarrollados(1), cuando 
se consideran de forma global. Sin embargo, no 
pueden ser comparadas cuando se consideran las 
etiologías(7).
Es difícil establecer un consenso uniforme so-
bre la incidencia de PC en pacientes pretérmino 
o con bajo peso, por las diferencias de criterio en 
los distintos estudios encontrados en la bibliogra-
fía a la hora de incluir RN con bajo peso, RN con 
muy bajo peso o RN con peso extremadamente 
bajo al nacer(4), aunque por lo general se conside-
ra que en este grupos de pacientes la incidencia 
se ha mantenido o ha aumentado. 
Si acotamos este parámetro a los RN a térmi-
no, vemos que la incidencia de CP oscila entre 1 
y 1,7 por 1.000 nacidos vivos, datos que podrían 
sugerir una patología poco frecuente. Sin em-
bargo, con 130 millones de niños que nacen en 
el mundo cada año, el 93% de los cuales nacen 
a término, tales tasas de incidencia indican que 
entre 120.000 y 217.600 nuevos casos de CP 
se producen cada año entre los niños nacidos a 
término(14).
En relación a la tasa de incidencia de la PC 
en los partos múltiples, un estudio australiano 
ha podido demostrar de forma estadísticamente 
significativa que el riesgo de padecer este tras-
torno en el caso de hijo único es de 1,7/1.000 
RN vivos, pero este índice aumenta a 6,1 en el 
caso de gemelos, y hasta 18/1.000 en el caso de 
trillizos. La contribución del parto múltiple al au-
mento de frecuencia de la PC se relaciona con el 
aumento de la edad materna y al uso de terapias 
de reproducción asistida, que ha incrementado 
la tasa de nacimientos múltiples.
La historia natural de la PC ha cambiado mu-
cho en los últimos 50 años. Si bien los pacientes 
afectos de una tetraparesia severa, hidrocefalia, 
epilepsia refractaria al tratamiento o retrasos 
mentales severos tienes una mortalidad más 
elevada y una vida útil más corta, los niños sin 
comorbilidades significativas tienen una super-
vivencia próxima a la de la población general(5).
Desde 1998, un grupo de epidemiólogos y 
médicos europeos crearon una red, SCPE (Sur-
veillance of Cerebral Palsy in Europe), con el fin 
de crear una base de datos centralizada para vi-
4 L. de Sena de Cabo, P. Doménech Fernández
gilar las tendencias y proporcionar información 
y poder desarrollar un marco de trabajo para la 
investigación (http://www-rheop.ujf-grenoble.
fr/scpe2/site_scpe/index.php)(16).
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CLASIFICACIONES DE LA PARÁLISIS 
CEREBRAL INFANTIL
Cualquier clasificación constituye una ver-
dadera herramienta conceptual que nos permite 
comprender mejor la realidad que contempla-
mos, y ello es especialmente importante cuando 
nos enfrentamos a un problema complejo como 
es la parálisis cerebral infantil (PCI).
Una buena clasificación nos permite estable-
cer un lenguaje común, compartir información 
con otros profesionales y, por tanto, profundizar 
en el conocimiento del fenómeno estudiado. Su 
utilidad práctica es poder evaluar mejor las inter-
venciones terapéuticas, comparar los resultados 
obtenidos con los de otros grupos y facilitar la 
toma de decisiones clínicas.
El problema principal de las clasificaciones 
tradicionales de la PCI es su escasa fiabilidad in-
ter-observador, lo que significa que no clasifican 
bien a los pacientes, ya que dos observadores dife-
rentes clasificarán al mismo sujeto con diferentes 
etiquetas(1,2). Se trata, pues, de un problema grave 
y de enorme trascendencia práctica para el cual 
debemos encontrar una solución.
En 1956, el comité para la Clasificación y No-
menclatura de la Academia Americana de PCI pu-
blicó un artículo en el que recogía un conjunto de 
esquemas de posible clasificación de PCI(3). Tuvo 
en cuenta diferentes aspectos: fisiológico, en el que 
se incluyen los problemas de tono y movimientos 
involuntarios, la topografía lesional, la etiología, 
características neuro-anatómicas, problemas aso-
ciados, severidad y los requisitos terapéuticos.
Aunque han pasado más de 50 años desde 
que se publicó, las clasificaciones más recientes 
continúan apoyándose en estos aspectos, que se 
han ampliado con los conocimientos acumulados 
durante este tiempo.
Según el Comité Ejecutivo para la Definición 
y Clasificación de la PCI se deben incluir los 
siguientes componentes: (Tabla I)(4).
En la práctica clínica, siguiendo los criterios 
de la Surveillance of Cerebral Palsy in Europe 
(SCPE), sea cual sea la clasificación utilizada, 
debe referir el trastorno motor dominante y la 
distribución topográfica:
Clasificación según el trastorno motor 
predominante 
La SCPE clasifica la PCI en tres grupos prin-
cipales: espástica, discinética y atáxica(5).
La PCI espástica se caracteriza por un pa-
trón de movimiento o postura anormal, con un 
Clasificaciones, escalas funcionales 
y medición de resultados 
en parálisis cerebral infantil 
Enrique Viosca Herrero, Adela Albero Sarrió, 
Enrique Puchol Castillo, Antonio Mascarell Gregori
2
PALABRAS CLAVE: Clasificación; 
Parálisis cerebral infantil; Escalas funcionales.
5
6 E. VioscaHerrero, A. Albero Sarrió, E. Puchol Castillo, A. Mascarell Gregori
aumento de tono muscular que puede no ser 
constante, con hiperreflexia y/o signos de pira-
midalismo, como clonus o Babinski.
Es la forma más frecuente, presente en un 70-
80% de los casos. Se lesiona el sistema piramidal, 
por la afectación de la motoneurona superior. La 
espasticidad tiende a afectar a los mismos grupos 
musculares a lo largo del tiempo, lo que favorece 
el desarrollo de deformidades ortopédicas.
La PCI discinética se caracteriza por un pa-
trón de movimiento o postura anormal y movi-
mientos involuntarios, incontrolados, recurren-
tes, ocasionalmente estereotipados.
Afecta al 10-20% de los pacientes. Está re-
lacionada fundamentalmente con la afectación 
del sistema extrapiramidal, especialmente de 
los ganglios basales. Puede ser distónica o coreo-
atetósica.
La forma distónica se caracteriza por hipo-
cinesia y por la hipertonía. La primera consiste 
en una actividad reducida, en la que hay un mo-
vimiento rígido; la segunda, por un tono habi-
tualmente incrementado, presentando el pacien-
te cambios rápidos y anormales del tono, sobre 
todo de la musculatura extensora del tronco. 
Estas manifestaciones clínicas se presentan más 
a menudo ante estímulos emocionales y cambios 
de postura.
La forma coreo-atetósica, que es más frecuen-
te, se caracteriza por hipercinesia e hipotonía. La 
primera consiste en la presencia de una actividad 
aumentada con tempestad de movimiento y la 
segunda en una reducción del tono. Los movi-
mientos pueden ser atetósicos, los cuales se ca-
racterizan por ser lentos, en abanico y como rep-
tantes de los dedos, con un componente de giro 
alrededor del eje de la extremidad, o coreicos, 
que se muestran rápidos, bruscos e irregulares. 
También existe la forma mixta, que posee ambos. 
La PCI atáxica se caracteriza por un patrón 
de movimiento o postura anormal y pérdida de 
la coordinación muscular, de modo que los mo-
vimientos se desempeñen con fuerza, ritmo y 
precisión anormal.
Son formas raras, presentes en un 5-10% de 
los casos. Está relacionada con alteraciones del 
TABLA I. Componentes de la clasificación del Comité Ejecutivo para la Definición y Clasificación de la 
Parálisis Cerebral Infantil(4).
1. Alteraciones motoras:
A. Naturaleza y tipo del trastorno motor: la anomalía del tono observada en la exploración (hipertonía o 
hipotonía), así como las alteraciones del movimiento presentes tales como espasticidad, ataxia, distonía o 
atetosis.
B. Habilidades motoras funcionales: la magnitud en la que el individuo está limitado en sus funciones 
motoras en todas las áreas corporales, incluyendo la función oromotora y el habla.
2. Alteraciones asociadas:
La presencia o ausencia de problemas asociados no motores del neurodesarrollo o sensoriales, tales como 
crisis epilépticas, deficiencias visuales o auditivas, deficiencias de atención, conducta, comunicación y/o 
cognitivas, así como la magnitud en que estas deficiencias interaccionan con los individuos afectos de PCI.
3. Hallazgos anatómicos y radiológicos:
A. Distribución anatómica: las regiones corporales afectadas por la deficiencia motora (tales como el tronco, 
las extremidades o la región bulbar).
B. Hallazgos radiológicos de neuroimagen TAC o RM, tales como ventrículos aumentados, pérdida de 
sustancia blanca o anomalía cerebral.
4. Etiología y momento de la lesión:
Si hay una causa claramente identificada, como en el caso de una PCI posnatal (por ejemplo, meningitis o 
trauma craneal) o cuando hay malformaciones cerebrales presentes, y el momento estimado en que ocurrió 
la lesión, si es conocido.
7Clasificaciones, escalas funcionales y medición de resultados en parálisis cerebral infantil
cerebelo o de sus conexiones córtico-cerebelosas. 
Se suele presentar con hipotonía, hiperextensibi-
lidad articular y deficiente estabilidad al inten-
tar mantener una postura, que no es de carácter 
brusco sino como un vaivén de cabeza y tronco.
Las formas discinéticas o atáxicas suelen 
afectar a la totalidad del cuerpo, mientras que 
la limitación de la capacidad de una parte del 
cuerpo suele ser de origen espástico.
No obstante, la realidad es más compleja que 
los esquemas y las formas clínicas de presentación 
de la PCI no son tan puras como las que aquí 
presentamos, sino que los trastornos motores se 
entremezclan, dando cuadros mixtos. En estos 
casos la SCPE recomienda que el caso se clasifi-
que en el grupo en el que el trastorno motor sea 
predominante. Así, cuando en el niño predomina 
el aumento del tono muscular, lo clasificaremos 
en el subtipo espástico, aunque también se de-
tecten signos de discinesia(5-7).
Clasificación en función de la topografía
La afectación topográfica de la PCI se dividía 
tradicionalmente en: hemiparesia, diparesia o 
tetraparesia; incluso se consideraban las formas 
de monoparesia o triparesia. Pero se cuestionó 
la validez de dichas subdivisiones, sobre todo las 
formas diparesia o tetraparesia, dado que resul-
taba muy subjetivo determinar el grado de afec-
tación de los miembros superiores respecto a los 
inferiores para clasificarlo en uno de los dos tipos.
Por ello la Surveillance of Cerebral Palsy in 
Europe (SCPE), aunque acepta que el subtipo 
espástico pueda denominarse por el número de 
extremidades afectas, pone el acento en clasificar 
solo dos tipos de PCI en función de la topografía: 
unilateral o bilateral. También recomienda tener 
en consideración la afectación del tronco y los 
pares craneales, contemplando la afectación de 
la función oromotora, el habla y el lenguaje(5).
Clasificación Internacional del 
Funcionamiento, la discapacidad y la salud 
(CIF)
Aunque no se utiliza en la práctica clínica, 
debemos mencionar esta clasificación por ser la 
que más repercusión ha tenido en dicha práctica. 
Se trata de la clasificación propuesta en 2001 por 
la Organización Mundial de la Salud, la cual ha 
provocado un cambio de pensamiento y enfoque 
sobre el conocimiento y la investigación de la 
discapacidad infantil(8,9).
Está basada en un modelo bio-psico-social, 
con dos conceptos centrales que han sido re-
formulados: el funcionamiento y la discapa-
cidad, pero además subraya la importancia de 
los factores ambientales y personales, los cuales 
interaccionan positiva o negativamente con los 
componentes anteriores(10).
La contribución clave de la CIF consiste en 
haber desplazado el foco de atención habitual. 
Este foco ha pasado de las “consecuencias de 
la enfermedad” al “funcionamiento”, concepto 
que engloba todos los aspectos positivos de la 
función, como la integridad funcional y corpo-
ral, la actividad y la participación. Además, de 
un enfoque centrado en las limitaciones de las 
personas ha pasado a prestar mayor atención a 
las condiciones ambientales. Y, por último, en 
lugar de centrarse en la descripción del trastorno 
motor y la afectación neurológica, pasa a centrar 
su atención en las consecuencias de la PCI en 
las funciones diarias. 
Este enfoque nuevo ha posibilitado el descu-
brimiento de las acciones necesarias para mejorar 
el funcionamiento y lograr una vida más pro-
ductiva y satisfactoria. Por ello, actualmente los 
servicios que atienden a las personas con PCI no 
se centran tanto en los trastornos motores, sino 
en efectuar intervenciones multidisciplinares 
dirigidas a promover la capacidad funcional de 
la persona en su ambiente habitual. Aumentarla 
en el hogar, la escuela, el trabajo y la comunidad, 
constituyen un objetivo importante(11-13).
Buen reflejo de este cambio de paradigma ha 
sido el desarrollo de escalas funcionales y herra-
mientas de medición de resultados que evalúan 
las actividades de la vida diaria (AVD)(9). Dichas 
consecuencias funcionales deberían clasificarse 
separadamente utilizando escalas funcionales ob-
jetivas (por ejemplo, la GMFCS para la marcha 
o la MACS para el miembro superior, etc.)(6). 
8 E. Viosca Herrero, A. Albero Sarrió, E. Puchol Castillo, A. Mascarell GregoriPero, a pesar de todas las ventajas que ha 
supuesto la aparición de la CIF, el principal 
problema es su difícil aplicación en la práctica 
clínica diaria, pues una aplicación específica de 
esta clasificación en los niños conllevaría más de 
1.600 categorías. 
Hemos presentado clasificaciones que vienen 
avaladas por instituciones y grupos de prestigio, 
pero no todos los autores están de acuerdo en 
seguir sus recomendaciones. Algunos alegan ar-
gumentos bien fundamentados y razones de peso 
para objetar tal simplificación en la clasificación, 
ya que este proceder introduce cierta imprecisión 
en el diagnóstico de PCI y en la clasificación del 
tipo de trastorno motor o la forma topográfica(14). 
En resumen, tras más de 150 años de debate to-
davía no tenemos una definición o una clasifica-
ción de la PCI que sea universalmente aceptada y 
lo suficientemente robusta en términos de validez 
y fiabilidad(15).
Una clasificación ideal sería aquella que, 
además de los epígrafes señalados en las clasi-
ficaciones presentadas, señalara también las 
consecuencias funcionales del niño, así como la 
participación y la calidad de vida. 
ESCALAS FUNCIONALES Y 
VALORACIÓN DE RESULTADOS
La exploración física es la primera aproxima-
ción que tenemos de la realidad clínica y está ba-
sada en la información recogida por los órganos 
de los sentidos del médico (vista, oído, olfato, 
tacto). Se trata de una información muy valiosa, 
directa e inmediata, pero carece de la precisión, 
objetividad y fiabilidad que tienen algunos re-
gistros cuantitativos. Además, dicha información 
solo se puede transferir de modo descriptivo a 
otros observadores.
Por ello, siempre que sea posible debemos 
medir, cuantificar y registrar de alguna mane-
ra las observaciones efectuadas. De este modo 
conseguiremos una información nueva del fe-
nómeno estudiado, podremos clasificarlo según 
la dimensión medida en cuanto tamaño, peso, 
superficie y otras características, que nos permi-
tirán estudiarlo para así conocerlo mejor. 
Algunos signos clínicos son medibles direc-
tamente, como el rango articular, la temperatura 
corporal, la talla o la velocidad de la marcha, pero 
con otros resulta muy difícil, especialmente cuan-
do queremos analizar determinadas actividades 
funcionales. La valoración funcional es la disci-
plina encargada de esta tarea y para ello, aparte 
de la exploración física clásica, podemos recurrir 
al uso de cuestionarios, escalas funcionales o al 
registro objetivo mediante técnicas instrumen-
tales de valoración.
Las escalas de valoración funcional nos permi-
ten determinar la capacidad de una persona para 
realizar las AVD de forma independiente, eva-
luar determinadas funciones o estimar el aspecto 
opuesto o, lo que es lo mismo, la restricción, falta 
de habilidad que el paciente presenta para realizar 
una actividad de la vida diaria del modo que se 
considera normal para una persona con la misma 
edad, cultura y educación.
Aunque existen numerosos métodos de va-
loración funcional, no hay consenso respecto a 
cuál utilizar en cada caso. Podemos clasificarlos 
en tres grupos: 1) las escalas que valoran la de-
ficiencia (como la función de una articulación 
o extremidad), 2) las que valoran funciones es-
pecíficas y concretas (como la marcha, la ma-
nipulación, el equilibrio corporal, etc.), o 3) las 
escalas globales de AVD (como el Barthel, el 
FIM, etc.)(17). En la tabla II podemos ver algunas 
de las escalas que valoran la funcionalidad global 
del niño(18). En las tablas III y IV tenemos ejem-
plos de escalas que valoran aspectos concretos, 
como la función motora gruesa, la marcha o la 
manipulación(19).
A continuación se describen las escalas más 
utilizadas y desarrolladas en los últimos años para 
la PCI.
1. Escalas de función motora gruesa
Gross Motor Function Classification 
System (GMFCS)
Valora el nivel funcional que tiene la deam-
bulación del paciente. El desarrollo de un siste-
ma de clasificación de la función motora gruesa 
(GMFCS) por Palisano y cols.(20) ha demostrado 
9Clasificaciones, escalas funcionales y medición de resultados en parálisis cerebral infantil
ser válido, fiable y con significación pronóstica; 
representa un salto cualitativo en la evaluación 
de pacientes afectos de PCI. Separa las categorías 
funcionales en 5 niveles, que van del I al V, con 
agrupaciones de edades diferentes. El nivel I es 
el más leve, y los niños del nivel V no logran 
moverse independientes (Tabla V)(9,19,21-23). 
Ventajas:
– Tiene un nivel de validez y fiabilidad que 
no tienen las clasificaciones topográfica ni 
del trastorno motor.
– Define la limitación en las actividades fun-
cionales, siendo una medida indirecta del 
impacto social y de las necesidades sanitarias.
– Permite establecer y definir objetivos tera-
péuticos.
– Tiene valor predictivo de la función motora 
y la capacidad de autocuidados.
– Es estable a lo largo del tiempo.
Inconvenientes: 
– No valora cambios finos en la función mo-
tora.
– No es sensible a los cambios tras la cirugía 
ortopédica.
– No se relaciona con las escalas de calidad 
de vida.
TABLA II. Escalas de funcionalidad global del niño con PCI (Modificada de Bascones y cols.(18)). 
Escala Patología Edad Dimensiones Propiedades psicométricas
GMFM PCI 5 meses-16 años Motora – Validez
– Consistencia interna
AIMS Problemas motores 0-18 meses Motora – Validez
– Fiabilidad
WeeFIM PCI, TCE 6 meses-7 años – Motora 
– Cognitiva
– Validez 
– Fiabilidad
PEDI Discapacidad 5 meses-7,5 años – Motora
– Función social
– Validez
– Fiabilidad
GMFM: Gross Motor Funtion Measure; AIMS: Alberta Motor Infant Scale; WeeFIM: Functional Independence Measure for 
Children; PEDI: Paediatric Evaluation of Disability Inventory.
TABLA III. Escalas de función motora gruesa para niños con PCI (Modificada de Cidre y cols.(19)). 
Escala Edad Utilidad Limitaciones Ventajas
GMFM 5 meses-16 años Evalúa cambios en la 
función motora de PCI
– No valora cambios 
cualitativos
– No es útil en 
discapacidad grave
Muy utilizada en 
investigación
GMFCS 0-18 años Es un sistema de 
clasificación motora
– No es útil para valorar 
cambios en la función 
motora
– No sensible a cambios
– Muy difundida
– Valor predictivo 
de función motora
FMS > 4 años Describe función motora 
en PCI
No es útil en niño 
pequeño
Incluye uso de 
ayudas técnicas
FAQ No especificada Describe función motora 
en el entorno, en PCI y 
otros trastornos
No incluye uso de ayudas 
técnicas 
Puede 
complementar a la 
FMS
GMFM: Gross Motor Funtion Measure; GMFCS: Gross Motor Funtion Classification System; FMS: Funtional Mobility 
Scale; FAQ: Gillette Functional Assessment Questionnaire.
10 E. Viosca Herrero, A. Albero Sarrió, E. Puchol Castillo, A. Mascarell Gregori
Functional Mobility Scale (FMS)
La Functional Mobility Scale (FMS) valora los 
cambios en la capacidad del niño para caminar en 
3 distancias: el hogar (5 m), la escuela (50 m) y 
la comunidad (500 m), categorizando la necesi-
dad de usar dispositivos de ayuda para caminar 
(ninguna, bastón, muletas, andador o silla de 
ruedas). Otorga puntuaciones entre 1 al 6, según 
sea de menor a mayor capacidad de marcha. No 
es una escala descriptiva de esta función(8,19,22,26). 
Para más detalles ver: https://www.mcri.edu.au/
media/64565/fms_brochure_spanish.pdf
Ventajas:
– Incluye el uso de ayudas técnicas.
– Tiene mayor sensibilidad a los cambios 
que el GMFCS, manteniendo la validez y 
fiabilidad inter-observador.
– Buena sensibilidad a los cambios tras ciru-
gía ortopédica.
– Útil para valorar cambios en el tiempo.
Inconvenientes:
– No es útil en el niño pequeño (< de 4 años).
– Se administra a través de los padres o me-
diante entrevista con el paciente.
2. Escalas de función motora fina
Manual Ability Classication System 
(MACS)
La Manual Ability Classification System 
(MACS) clasifica el uso de las manos en niños 
con PCI cuando manejan objetos en las acti-
vidades de la vida diaria (comer, vestirse, jugar, 
etc.). Valorala ejecución de ambas manos con-
juntamente, evaluando si el niño tiene necesidad 
de adaptaciones. Se aplica mediante encuesta a 
los padres de niños de 4-18 años. Se elaboró de 
forma que se correspondiera con la GMFCS, por 
ello define 5 niveles(8,19,27):
I. Manipula objetos fácilmente y con éxito. Li-
mitaciones en tareas manuales que requieran 
velocidad y precisión. 
II. Manipula la mayoría de los objetos pero con 
menos calidad y/o velocidad del logro; pueden 
emplearse formas alternativas de ejecución de 
las actividades manuales, no hay restricciones 
en la independencia de la vida diaria.
III. Manipula los objetos con dificultad; necesita 
ayuda para preparar y/o modificar activida-
des.
TABLA IV. Escalas de función manual para niños con PCI (Modificada de Cidre y cols.(19)). 
Escala Edad Utilidad Limitaciones Ventajas
MACS 4-7 años Clasificación de 
habilidad manipulativa 
PCI
No investigada su 
estabilidad en el 
tiempo
Utilidad para establecer 
objetivos terapéuticos
MUUL 5-15 años Valora la función 
manual unilateral en 
PCI y otros
– Precio elevado
– Tiempo de 
aplicación largo
– Valora aspectos 
cualitativos y 
cuantitativos.
– Excelentes propiedades 
psicométricas
QUEST 18 meses-8 años Valora movilidad 
y función manual 
unilateral en PCI 
– Valora patrones 
de movimiento 
y calidad de 
prensión, 
– No valora 
capacidad
Gratuita en la red
ABILHAND 6-15 años Valora habilidad manual 
global en actividades 
básicas en PCI
Solo tiene valor 
discriminativo
Gratuita en la red
MACS: Manual Ability Classification System; MUUL: Melbourne Assessment of Unilateral Upper Limb Function; QUEST: 
Quality of Upper Extremity Skills Test; ABILHAND: Abilhand-Kids Questionnaire.
11Clasificaciones, escalas funcionales y medición de resultados en parálisis cerebral infantil
IV. Manipula una limitada selección de obje-
tos fácilmente manipulables en situaciones 
adaptadas. Requiere soporte continuo y 
asistencia y/o equipo adaptado para logros 
parciales.
V. No manipula objetos y tiene habilidad grave-
mente limitada incluso para ejecutar acciones 
sencillas.
Ventajas:
– Validez demostrada entre los 4-18 años.
– Excelente fiabilidad.
– Permite establecer objetivos terapéuticos.
Inconvenientes:
– Solo se correlaciona parcialmente con la 
función motora gruesa.
– No estudia estabilidad en el tiempo. 
3. Escalas de valoración de la 
espasticidad
La valoración clínica de la espasticidad se 
puede hacer de forma rápida y sencilla, sin ne-
cesidad de instrumentación específica, pero tiene 
un carácter subjetivo y es necesaria la aplicación 
de diversas escalas que nos ayuden a cuantificarla 
y a minimizar la variabilidad en los resultados 
obtenidos(28).
Escala modificada Asworth
Es una escala clínica de valoración del tono 
muscular durante la movilización pasiva. Gradúa 
el tono desde 0 hasta 4(29):
0: No hay cambios en el tono muscular en los 
movimientos de flexión o extensión.
TABLA V. Clasificación GMFCS(20,22).
NIVEL I. Camina sin restricciones: tiene limitaciones en habilidades motrices 
más complejas.
NIVEL II. Camina sin dispositivos de ayuda: tiene limitaciones para andar en 
exteriores y en la comunidad.
NIVEL III. Camina utilizando un dispositivo manual auxiliar de la marcha. 
Limitado para andar fuera de casa y en la comunidad.
NIVEL IV. Auto-movilidad limitada, es posible que utilice movilidad 
motorizada: se le transporta o usa silla de ruedas de autopropulsión en 
exteriores o en la comunidad.
NIVEL V. Auto-desplazamiento muy limitado incluso utilizando tecnología 
autopropulsada.
Tomado de: Palisano R et al. (Dev Med Child Neurol. 1997; 39: 214-23) y Graham HK. (Dev Med Child Neurol. 2007; 49: 21-3). 
12 E. Viosca Herrero, A. Albero Sarrió, E. Puchol Castillo, A. Mascarell Gregori
1: Ligero aumento de tono del músculo al mo-
vimiento de flexión o extensión, visible con 
la palpación o relajación, o con sólo mínima 
resistencia al final del arco de movimiento.
1+: Ligero aumento en la resistencia del músculo 
al movimiento de flexión o extensión seguido 
de una mínima resistencia en todo el resto del 
arco de movimiento (menos de la mitad).
2: Notable incremento en la resistencia del 
músculo durante la mayor parte del arco de 
movimiento articular, pero la articulación se 
mueve fácilmente.
3: Marcado incremento en la resistencia del 
músculo; el movimiento pasivo es difícil en 
flexión o extensión.
4: Las partes afectadas están rígidas en flexión 
o extensión cuando se mueven pasivamente.
Ventajas: 
– Muy conocida y extendida.
– Es rápida en su aplicación.
Inconvenientes: 
– Valora la resistencia al movimiento inde-
pendientemente de la velocidad. 
– Carece de fiabilidad inter-observador. 
Escala de Tardieu
Se propuso como alternativa a la escala de 
Ashworth. Integra la velocidad en la valoración, 
de manera que se adapta a la definición de espas-
ticidad y refleja el aumento de tono velocidad-
dependiente.
Hay tres componentes en la valoración:
1. Velocidad de estiramiento: V1 (lenta), V2 (a 
favor de gravedad) y V3 (rápida).
2. Calidad de la reacción muscular: escala ordi-
nal que describe el tipo de reacción muscular: 
0 (No existe resistencia al movimiento); 1 
(Resistencia escasa en un ángulo específi-
co del estiramiento, pero no hay agarrota-
miento muscular), 2 (Claro agarrotamiento 
en un ángulo específico, interrumpiendo el 
estiramiento, seguido por una relajación), 3 
(Clonus que aparece en un ángulo específico 
que dura menos de 10 segundos, mientras 
el evaluador está manteniendo la presión), 4 
(Clonus que aparece en un ángulo específico 
que dura más de 10 segundos, mientras el 
evaluador está manteniendo la presión).
3. Rango dinámico articular: corresponde a la 
diferencia entre el rango articular obtenido 
a velocidad rápida (R1) y el rango obtenido 
a velocidad lenta (R2). La relación entre R1 
y R2 es más importante que las mediciones 
individuales. Una amplia diferencia entre 
R1 y R2 indica la presencia de un compo-
nente dinámico muscular, mientras que una 
pequeña diferencia significa la presencia de 
una retracción muscular predominantemente 
fija, que puede ser, o no, secundaria a la es-
pasticidad.
Ventajas:
– Más sensible y específica de la espasticidad 
que la escala de Ashworth.
– Buena fiabilidad intra e inter-observador.
Inconvenientes: 
– Se precisa cierto tiempo para el examen.
– Hace falta cierto entrenamiento. 
4. Valoración de la marcha
Análisis observacional
Su gran ventaja es que se trata de un análisis 
directo y rápido. El inconveniente es que el ojo 
humano no es capaz de captar todos los matices 
de los movimientos que suceden en un ciclo de 
la marcha. Por ello, el análisis observacional suele 
efectuarse con apoyo de videograbación.
Para hacerlo de forma sistemática y reglada 
tenemos distintas escalas, la de Koman modifi-
cada y la Phisician Rating Scale, siendo la más 
completa la escala de Edimburgo. 
Ventajas: 
– No precisa utilizar dispositivos especiales 
ni equipamiento tecnológico especial.
– Son rápidas de administrar.
Inconvenientes:
– Escasa sensibilidad a los cambios clínicos.
– Subjetividad en la evaluación.
Análisis instrumental de la marcha
El análisis instrumental de la marcha es de 
gran valor como herramienta para describir la 
afectación de un determinado niño con PCI, 
13Clasificaciones, escalas funcionales y medición de resultados en parálisis cerebral infantil
planificar la intervención terapéutica y evaluar 
los resultados de la misma(22).
El uso de laboratorios de marcha ha sido de 
gran importancia para comprender la cinética, la 
cinemática y las fases del ciclo de marcha.
Ventajas: 
– Información objetiva, precisa, cuantificable 
y reproducible.
– Más sensibles en la detección de cambios de 
la marcha humana que las escalas clínicas 
observacionales.
– Ayuda a la toma de decisiones terapéuticas.
– En algunos casos se ha logrado una dismi-
nución del número de cirugías innecesa-
rias.
Inconvenientes:
– Precisa un entrenamiento y formación es-pecífica.
– Mayor consumo de tiempo.
– No hay consenso entre los distintos autores 
respecto a qué parámetros analizar, por lo 
que no está estandarizada la comparación 
de resultados.
5. Escalas de valoración de resultados
Todas las escalas anteriores pueden utilizar-
se para valorar los resultados obtenidos, pero 
si queremos hacerlo de una forma sistemática 
y ordenada podemos utilizar alguna de las si-
guientes:
Escala de O’Brien
Es una escala de valoración subjetiva de la 
mejoría, valorada por padres, terapeuta y médico:
-1: Empeoramiento leve.
0: Sin cambios.
1: Mejoría leve.
2: Mejoría moderada, sin cambios en la función.
3: Mejoría moderada de la función.
4: Mejoría marcada del tono y de la función.
Escala GAS (Goal Attainment Scaling)
Valora si se han alcanzado los objetivos defini-
dos y consensuados previamente entre el médico 
y los familiares o el paciente. Proporciona una 
medida de las mejoras concretas del paciente. Es 
sensible a los cambios concretos en actividades 
motoras.
CONCLUSIONES
clasificación de la PCI que sea válido, sen-
cillo, fiable y aceptado internacionalmente. 
No obstante, todavía no tenemos un método 
de clasificación que esté consensuado y sea 
aceptado universalmente.
la PCI en tres grupos principales: espástica, 
discinética y atáxica. Según la topografía, el 
subtipo espástico se clasifica en: unilateral o 
bilateral. Además, recomienda no utilizar los 
términos diplejia o tetraplejia. Sin embargo, 
algunos autores discrepan de esta simplificación 
señalando que esto ocasiona cierta imprecisión 
en el diagnóstico de la PCI y en su clasificación.
en la investigación y el conocimiento de la 
discapacidad, provocando un gran impulso 
al desarrollo de la valoración funcional y de 
las escalas funcionales de AVD. Una de las 
consecuencias prácticas más destacables ha 
sido la incentivación del estudio del nivel 
funcional del niño con PCI.
-
cional, además de los métodos clínicos habi-
tuales y de la opinión subjetiva del paciente 
y cuidadores, debemos utilizar Escalas de 
Valoración Funcional específicas de la fun-
ción considerada (marcha, manipulación, 
etc.). Pero, además, siempre que sea posible 
efectuaremos registros o mediciones objetivas. 
Destacamos por su importancia el análisis 
instrumental de la marcha.
estos instrumentos, junto con la entrevista es-
tructurada, la historia clínica, la observación 
y la exploración, nos permitirá clasificar y eva-
luar funcionalmente a los niños afectos de PCI.
-
camos las siguientes: GMFCS, FMS, MACS. 
Y para la valoración de la espasticidad desta-
camos el método de Tardieu. 
14 E. Viosca Herrero, A. Albero Sarrió, E. Puchol Castillo, A. Mascarell Gregori
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INTRODUCCIÓN
La parálisis cerebral infantil engloba un am-
plísimo conjunto de manifestaciones en la capa-
cidad intelectual y motora del paciente afectado. 
Los niños puedenpresentar lesiones de muy 
diferente rango, desde afectaciones muy graves 
con grandes limitaciones de su autonomía a pe-
queñas deficiencias que en ocasiones puede pasar 
desapercibidas hasta pasados varios años de vida, 
como ocurre en algunas hemiparesias infantiles.
El tratamiento de estos pacientes es comple-
jo, por la diversidad de síntomas que presentan 
según su grado de afectación funcional. Además, 
suelen ser pacientes que necesiten una valoración 
y tratamiento por diferentes especialistas médicos 
como rehabilitadores, cirujanos ortopédicos, neu-
rocirujanos, pediatras y neurofisiólogos.
En muchas ocasiones, cuando el paciente lle-
ga a la consulta del cirujano ortopédico es para 
valorar sus posibilidades quirúrgicas de trata-
miento y suele estar diagnosticado previamen-
te. Aunque, a veces, el cuidadoso examen por 
parte de este especialista, en casos de consulta 
por alteración de la marcha, hace que se llegue a 
un diagnóstico de parálisis cerebral infantil que 
había pasado desapercibido. El abordaje multi-
disciplinar de este tipo de paciente enriquece el 
enfoque terapéutico. 
En ocasiones, algunas enfermedades progresi-
vas de la médula espinal o los tumores cerebrales, 
a veces con crecimiento lento, pueden confun-
dirse con PC.
En parálisis cerebral infantil hay que consi-
derar la variante espástica como la forma clínica 
más frecuente, caracterizándose por hipertonía, 
espasticidad, e hiperreflexia.
En el control evolutivo de un niño con pará-
lisis cerebral tipo espástica resulta fundamental 
tener en consideración la gran variedad de tras-
tornos ortopédicos que pueden aparecer, con la 
finalidad de prevenir, detectar y/o tratar precoz-
mente los mismos, de manera que no interfieran 
en el desarrollo de las actividades básicas de la 
vida diaria.
Es por este motivo por lo que merece la pena 
hacer un esfuerzo y tratar de establecer princi-
pios básicos exploratorios, de cara a presentar 
unidad de criterios y facilitar la comunicación 
entre profesionales y la posibilidad de “hablar 
en un mismo idioma”.
EXPLORACIÓN GENERAL
La evaluación clínica se basa en la exploración 
física, que comienza con una buena anamnesis, la 
cual debe englobar factores pre, peri y postnatales 
relevantes en el desarrollo de la patología.
Exploración física del paciente 
con parálisis cerebral infantil
Irene de Gálvez Aranda, Ana María García García, 
Pilar Jiménez Espuch
3
PALABRAS CLAVE: Rango articular; Espasticidad; 
Fuerza; Control motor selectivo; Maniobras específicas. 
15
16 I. de Gálvez Aranda, A.M. García García, P. Jiménez Espuch
En la mayoría de los casos solo se llegan a 
conocer factores de riesgo asociados a esta en-
fermedad y no una causa determinante que la 
produzca. Aunque la prematuridad está asociada, 
está demostrado que en más de la mitad de las 
ocasiones afecta a niños con embarazos a tér-
mino. Los factores de riesgo materno incluyen 
abuso de sustancias tóxicas pero también enfer-
medades del tiroides o uterinas. En algunos casos 
pueden existir alteraciones genéticas y compli-
caciones perinatales relacionadas con la falta de 
oxígeno al cerebro.
Tras el nacimiento pueden ocurrir desde 
traumatismos o infecciones hasta alteraciones 
cardíacas en el origen de la lesión cerebral.
Aumenta la prevalencia en niños de bajo peso 
al nacer y en partos gemelares.
Como ejemplo, adjuntamos la tabla I, con 
datos básicos de antecedentes personales y fami-
liares, así como el desarrollo del embarazo, parto 
y complicaciones asociadas.
Tras una buena historia clínica, debemos ob-
servar la actitud y la actividad espontánea del niño, 
así como repasar ítems del desarrollo neuromotor 
que nos oriente a la severidad del cuadro. Se debe 
explorar al niño de forma global, sin vestimenta 
(a excepción de ropa interior), con los padres o 
responsables presentes si es posible, en decúbito 
supino de forma inicial, prono a posteriori y en 
sedestación y bipedestación si consigue ambas. Si 
el niño es deambulante debemos valorar el patrón 
de marcha. De igual forma, si el niño presenta 
ortesis asociadas, debemos valorar la adecuación 
de las mismas, tolerancia y repercusión funcional.
EXPLORACIÓN DETALLADA
El tipo neurológico de afectación más común 
es la parálisis cerebral espástica, en la que existe 
un aumento del tono muscular que suele asociar-
se a una debilidad del mismo.
Cuando la espasticidad es mantenida en el 
tiempo pueden asociarse rigideces articulares, 
que no hay que confundir con una espasticidad 
muy severa. 
En otras ocasiones predominan los movi-
mientos anormales o discinesias como en el caso 
de la atetosis.
Menos frecuente es la parálisis cerebral atáxi-
ca, donde hay una alteración del cerebelo más 
que del cerebro.
En algunos pacientes puede observarse una 
parálisis cerebral hipotónica en los primeros años, 
que luego puede manifestarse como espástica o 
atetósica.
A la hora de valorar estos pacientes hay que 
tener en cuenta su alteración cognitiva y su altera-
ción de la marcha como aspectos fundamentales 
pero no debemos olvidarnos de la posible afecta-
ción de su sistema digestivo y urinario.
A. Patrones funcionales
En parálisis cerebral espástica la afectación 
puede ser primaria o secundaria en relación con 
articulaciones próximas a la región de explora-
ción, por lo que conocer los patrones funcionales 
TABLA I. Esquema para una adecuada historia 
clínica en una primera visita del niño con 
parálisis cerebral.
1. Antecedentes personales
– Nombre y apellido
– Sexo
– Fecha de nacimiento
– Edad
– Diagnóstico
2. Antecedentes familiares
– Madre
- Edad
- Profesión
– Padre
- Edad
- Profesión
– Hermanos
– Embarazo
- Complicaciones durante embarazo
- Tiempo gestacional
- Parto (vaginal-cesárea)
- Actuación tocológica
- Complicaciones parto
- Peso RN
- Apgar
- Ingreso hospitalrio
 Medidas durante el ingreso
- Fecha al alta
- Centro de Atención Temprana
17Exploración física del paciente con parálisis cerebral infantil
de miembro superior e inferior nos puede aclarar 
posibles dudas en cuanto a tendencia espástica o 
bloqueos articulares.
– Hombro en aducción y/o rotación interna, 
debido a la retracción de los músculos sub-
escapular y pectoral mayor.
– Codo en flexión, por espasticidad de bíceps 
braquial y braquiorradial.
– Antebrazo en pronación, por hiperexci-
tación del pronador redondo y también, 
posiblemente, del pronador cuadrado.
– Muñeca en flexión y desviación cubital.
– Mano en garra.
– Pulgar en flexión y aducción, lo que pro-
voca un pulgar alojado en palma.
 Aunque, en general, los actos quirúrgicos se 
indican con menor frecuencia, es necesaria 
una exploración cuidadosa del miembro su-
perior ya puede llegar a provocar problemas 
de higiene de la mano, a veces con lesiones de 
maceración cutánea en la palma y dificultad 
para vestirse. 
– Cadera en flexión y/o aducción.
– Rodilla en flexión, aunque con posibilidad 
a la extensión (menos frecuente).
– Pie equinovaro con primer dedo en garra.
– Pie estriatal con primer dedo hiperexten-
dido.
B. Rango articular 
Resulta importante valorar la posible res-
tricción del movimiento de las distintas articu-
laciones, aunque bien es cierto que a veces es 
difícil distinguir si dicha limitación surge como 
consecuencia de la espasticidad o bien como con-
secuencia de la retracción de tejidos blandos que 
provoca contracturas articulares.
Para establecer la existencia de restricción es 
fundamental conocer los parámetros normales de 
goniometría, tanto de miembro superior como 
inferior, si bien es cierto que los de miembro in-
ferior resultan más importantes en relación con la 
bipedestación y la marcha, que a la larga son ítems 
básicos para establecer el grado de función motora.
Se realiza la valoración de estos ángulos de 
manera conjunta con el tono muscular y la espas-
ticidad, haciéndonos una idea global del posible 
grado de afectación.
Resulta básico establecer la amplitud articular 
en una primera visita, repitiendo la valoración en

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