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Alcoholismo-como-factor-de-riesgo-para-el-desarrollo-de-la-conducta-alimentaria-de-riesgo

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México, D.F. 2014 
 
 
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA 
 DE MÉXICO 
 
 FACULTAD DE PSICOLOGÍA 
 
 
“ALCOHOLISMO COMO FACTOR DE RIESGO PARA EL 
DESARROLLO DE CONDUCTA ALIMENTARIA DE 
RIESGO ” 
 
 
TESIS 
 
 
 QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE: 
 
 
LICENCIADA EN PSICOLOGÍA 
 PRESENTA: 
 
ELDA PAULINA AGUILLÓN ANZALDO 
 
 
 
 
 
 
 
DIRECTORA DE TESIS: DRA. GILDA LIVIA 
GÓMEZ PÉREZ-MITRÉ 
 
REVISORA DE TESIS: DRA. CORINA CUEVAS 
RENAUD 
 
 
 
 
http://www.google.com.mx/url?sa=i&rct=j&q=&esrc=s&source=images&cd=&cad=rja&uact=8&docid=3zGeMBhkE99LuM&tbnid=V5vZuiF79S1bdM:&ved=0CAUQjRw&url=http%3A%2F%2Fhabitatpuma.sytes.net%2Fconocenos-4%2F&ei=38SsU77WBM2cqAbK2oKQCw&bvm=bv.69837884,d.b2k&psig=AFQjCNF3agk9MxNFfFkeT_U9fwtk6uczdA&ust=1403917910929079
 
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reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
1 
 
 
 
AGRADECIMIENTOS 
 
A mi familia, la cual me ha motivado e impulsado para luchar por mis metas y 
convicciones, ya que gracias a su apoyo he logrado realizarme profesional y 
personalmente. A mi madre porque sin su apoyo nada de esto hubiera sido 
posible, porque me ha dado las herramientas necesarias para salir adelante y 
siempre ha estado para mi; y a mi padre el cual me ha ofrecido su apoyo y 
experiencia para poder superarme. 
 
A César por tu apoyo, impulso y comprensión los cuales se han vuelto una base 
importante para mí. Me alegra compartir una de las pasiones de mi vida contigo y 
sé que este es uno de los tantos logros que compartiremos juntos. 
 
A mi mejor amigo Martín, a mis colegas y amigos Zeus, Alma y Scarlet gracias por 
su apoyo al empezar este gran viaje de la vida y por la amistad que seguimos 
formando. 
 
A mis grandes amigos y colegas Viridiana, Bernardo, Dianita, Karina y Yeni los 
cuales me han apoyado y motivado durante este transcurso, y sé que juntos 
hemos encontrado una de las tantas pasiones de nuestra vida la cual seguiremos 
impulsando entre nosotros. 
 
A mis amigos Nadia, Anay, Gogo y Andie por su invaluable apoyo en un momento 
de mi vida de la cual surgió una valiosa amistad. 
2 
 
 
 
A la Dra. Gilda Gómez Peresmitré le agradezco su enseñanza que me permite 
desarrollarme profesionalmente. 
 
A Silvia y a Rodrigo gracias por todas las enseñanzas que me dieron, el apoyo y la 
amistad que formamos en este tiempo. 
 
 A todos mis profesores, que me han enseñado y guiado en mi carrera como 
profesionista y me han orientado a crecer como persona. 
 
A la facultad de Psicología, por haberme brindado los elementos necesarios para 
formarme como psicóloga así como haber tenido el honor de ser parte de su 
comunidad. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
3 
 
 
 
ÍNDICE 
 
RESUMEN 4 
 
INTRÓDUCCIÓN 5 
 
CAPÍTULO 1. ADICCIÓN 
1.1 DEFINICIÓN 9 
1.2 CONDUCTA ADICTIVA 15 
 
CAPÍTULO 2. ALCOHOLISMO 
 2.1 DEFINICIÓN 19 
 2.2 TIPOLOGÍA 23 
 2.3 CAUSAS DEL ALCOHOLISMO 24 
 2.4 EPIDEMIOLOGÍA 29 
 2.5 COMO ACTÚA EL ALCOHOL EN EL ORGANISMO 30 
2.6 COMORBILIDAD DEL ALCOHOL Y LAS CONDUCTAS ALIMENTARIAS 
DE RIESGO (CAR) 31 
 
CAPÍTULO 3. IMAGEN CORPORAL 
 3.1 DEFINICIÓN 35 
 3.2 FACTORES SOCIOCUTURALES 39 
 3.3 SATISFACCIÓN/INSAISFACCIÓN DE LA IMAGEN CORPORAL 42 
 3.4 ALTERACIÓN DE LA IMAGEN CORPORAL 46 
 
CAPÍTULO 4. SALUD-EFERMEDAD 
 4.1 DEFINICIÓN 48 
 4.2 FACTORES DE RIESGO Y DE PROTECCIÓN 52 
 
CAPÍTULO 5. METODOLOGÍA 
 5.1 OBJETIVO GENERAL 60 
 5.2 OBJETIVOS ESPECÍFICOS 60 
 5.3 VARIABLES DE CLASIFICACIÓN (DEFINICIÓN CONCEPTUAL Y 
DEFINICIÓN OPERACIONAL) 61 
 5.4 MUESTRA 64 
 5.5 DISEÑO DE INVESTIGACIÓN 64 
 5.6 INSTRUMENTOS 64 
5.7 PROCEDIMIENTO 67 
 
CAPÍTULO 6. RESULTADOS 
 6.1 DESCRIPCIÓN DE LA MUESTRA 69 
 6.2 ESTADISTICAS INFERENCIALES 73 
 
CAPÍTULO 7. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES 89 
 7.1 LIMITACIONES Y SUGERENCIAS 95 
 
REFERENCIAS 98 
ANEXOS 
4 
 
 
 
Resumen 
 
El presente estudio* tiene como finalidad explorar la relación entre el consumo 
de alcohol y variables relacionadas con imagen corporal, conductas 
alimentarias de riesgo, estrés alimentario y expectativas del consumo de 
alcohol en mujeres estudiantes universitarias de escuelas privadas y públicas. 
La muestra no probabilística quedó formada por N= 92 mujeres entre 18 y 25 
años. Ésta, se subdividió en mujeres pertenecientes a escuelas privadas 
(n1=46) y escuelas públicas (n2=46) del Distrito Federal. La investigación fue 
exploratoria con un diseño no experimental y transversal. Se aplicó de manera 
colectiva el Test de Identificación de Trastornos Debido al Consumo de Alcohol 
(AUDIT), el Cuestionario de Alimentación y Salud, Estrés Alimentario y el 
Cuestionario de Expectativas del Consumo de Alcohol (AEQ). Entre los 
resultados más interesantes se detectó, entre las estudiantes de escuelas 
públicas, una relación positiva entre las variables consumo de alcohol y figura 
ideal, a mayor consumo de alcohol más frecuente la elección de siluetas 
delgadas y muy delgadas; también se encontró relación entre el consumo de 
alcohol y las variables preocupación por el peso y la comida, conducta 
alimentaria compulsiva y conducta alimentaria por compensación psicológica 
en la muestra total; por otro lado las expectativas del consumo de alcohol y su 
ingesta fueron mayores en mujeres de escuelas privadas respecto a las 
escuelas públicas. De lo anterior se concluye que dependiendo del nivel 
socioeconómico el alcohol se asocia con el ideal de delgadez y con las 
expectativas hacia su consumo. Así también se concluye que la sintomatología 
asociada con bulimia y consumo de alcohol están estrechamente relacionadas. 
 
 
 
 
 
 
 
*Este estudio forma parte de una investigación mayor denominado “Autocuidado de la salud Autoeficacia 
en niños escolares. Una estrategia en la prevención de la obesidad”, que se llevo a cabo gracias al Programa 
de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica PAPIIT IN302913 
 
5 
 
 
 
INTRODUCCIÓN 
La adicción se define como una necesidad de actuar o como una compulsión por 
realizar una determinada conducta, así como la capacidad deteriorada para 
controlar la conducta en su origen, sostenimiento y su desarrollo; se manifiesta un 
fuerte malestar y alteración emocional cuando la conducta adictiva es impedida o 
se le abandona, y hay una persistencia en la conducta a pesar de que daña la 
salud de las personas. 
Existen diferentes tipos de adicción, entre ellas a las sustancias como el alcohol y 
la adicción a conductas, en ellas se implica el pensamiento, la emoción, la 
personalidad, el ambiente, las habilidades de afrontamiento y el objeto adictivo 
(alcohol, drogas, alimento, tabaco). 
La causa de todos los estados adictivos, con droga y sin droga, sociales y 
antisociales, se distribuyen en factores ambientales (sobre exigencias o estrés, 
disponibilidad del objeto, hábito de recompensas) y en factores individuales (débil 
soporte familiar y personalidad vulnerable). 
En la búsqueda de una figura ideal, las mujeres frecuentemente utilizan 
estrategias extremas para perder peso, como practicar dietas estrictas o vómitoauto inducido, que pueden conducir a la gestación y desarrollo de trastornos 
alimentarios, e incluso en algunas ocasiones ser un incentivo para iniciar el 
consumo de drogas como el alcohol o el tabaco. 
El consumo de sustancias adictivas como el cigarro y el alcohol, así como la 
práctica de dietas restrictivas, se ven determinadas socialmente por medio de la 
familia, los amigos y los medios de comunicación (prensa, televisión, cine, internet, 
revistas, entre otras) ya que difunden entre la población, imágenes y contenidos 
que operan como trasmisores de experiencias y aspiraciones; la delgadez se ha 
establecido como un valor muy positivo, una meta a alcanzar, un modelo corporal 
a imitar y un criterio central de la evaluación del propio cuerpo; ser delgada es 
6 
 
 
 
equiparable a: triunfo, éxito, femineidad, a ser mujer “como hay que serlo” y a una 
demostración del control sobre uno mismo. 
Esta concepción ha hecho que muchas personas quieran seguir los ideales 
propuestos por los medios de comunicación, sin importar cultura, ideología y estilo 
de vida de cada individuo, de esta forma se genera un concepto de belleza basado 
en la delgadez, que determina un éxito o fracaso en la sociedad, con base a qué 
tanto se acerque a la imagen corporal idealizada, sin importar lo que se tenga 
que hacer para obtenerla, incluso dañar la salud. 
Por otra parte, en la actualidad las expectativas hacia el consumo de alcohol han 
ido aumentando y se han hecho cada vez más positivas, lo cual hace que se 
perciba el consumo de alcohol en las actividades sociales como una práctica 
primordial en la interacción. 
Así también, el consumo de alcohol se asocia con conductas poco saludables 
tales como dejar de comer para incrementar la ingesta de alcohol, o consumir más 
alcohol para poder vomitar; con tales prácticas se pretende alcanzar el ideal de 
belleza de delgadez con ayuda de uno de los facilitadores sociales más 
reconocidos: el alcohol. 
El consumo de alcohol y la sintomatología bulímica están estrechamente 
relacionados, debido a que en ambos casos la pérdida de control y la compulsión 
se vuelven conductas que promueven el desarrollo y mantenimiento de conductas 
compensatorias y conductas alimentarias compulsivas; este resultado confirma la 
existencia de una "personalidad adictiva" en patologías alimentarias y alcoholismo, 
ya que la conducta es similar en el atracón y en el beber. 
En el capítulo uno se aborda la adicción: cómo se genera, qué personas son más 
vulnerables y cuáles son las características de una persona con adicción, los 
diversos tipos de adicciones (sustancias o conductas), la manera de entenderlos y 
poder afrontarlos. También se presenta la conducta adictiva, partiendo de una 
7 
 
 
 
visión social que describe que la interacción continua con la sociedad se vuelve 
generadora y perpetuadora de esta conducta, ya que se basa en las 
vulnerabilidades del individuo y las creencias que lo rodean. 
En el capítulo dos se expone una revisión del alcoholismo a través de una reseña 
histórica, dando a conocer como siempre ha existido el consumo de esta 
sustancia, empezando como una sustancia que se ingería con fines medicinales 
y/o religiosos; sin embargo en la actualidad es una sustancia de fácil acceso y se 
usa en cualquier ocasión. Hoy en día tomar alcohol con o sin alimentos se ha 
tomado como un estilo de vida, convirtiendo el consumo de alcohol como una 
práctica social aceptada y como un medio para encajar dentro de un grupo, ya que 
se le depositan expectativas positivas que hacen que sea más difícil dejar de 
consumirlo. Las creencias positivas hacia el alcohol promueven las prácticas poco 
saludables para poder ingerirlo con más facilidad, una de ellas es el reducir la 
ingesta de alimento por tomar alcohol. Lo anterior permite identificar una relación 
con los trastornos alimentarios. 
En el capítulo tres se aborda lo referente a la salud-enfermedad, entendiendo este 
concepto como las ideas y concepciones que las personas tienen sobre la 
enfermedad, la forma en que se determina la salud y la vida propia. Se abordan 
diferentes teorías para poder entender estos dos conceptos, ya que uno se 
antepone al otro. También se hace una revisión sobre los factores de riesgo y de 
protección que existen para desarrollar y perpetuar algún trastorno, su diagnóstico 
y tratamiento adecuado, así como determinar si la práctica de conductas o las 
creencias de las personas antecede a algún trastorno. 
El cuarto capítulo se refiere a la imagen corporal, considerada como uno de los 
factores más importantes para la predisposición de los trastornos alimentarios 
como anorexia o bulimia. Se abarcan diferentes perspectivas que explican la 
imagen corporal y los factores socioculturales que existen para que esta se 
genere. También se revisa el fenómeno de satisfacción o insatisfacción de la 
8 
 
 
 
propia imagen en dirección positiva y negativa, así como la alteración de la misma 
que puede manifestarse como sobreestimación o subestimación. 
El capitulo cinco explica la metodología presentada para esta investigación; el 
objetivo general y los específicos, las variables con sus definiciones operacionales 
y conceptuales, muestra, el diseño de investigación, los instrumentos utilizados y 
el procedimiento de la misma. 
En el capitulo seis se exponen los resultados obtenidos del análisis estadístico al 
explorar la relación entre el consumo de alcohol y variables relacionadas con 
imagen corporal, conductas alimentarias de riesgo, estrés alimentario y 
expectativas del consumo de alcohol en mujeres estudiantes universitarias de 
escuelas privadas y públicas. 
El capitulo siete aborda la discusión y conclusiones así como las limitaciones y 
sugerencias, que muestran que el consumo de alcohol, la insatisfacción con la 
imagen corporal y las expectativas hacia el consumo de alcohol están 
estrechamente relacionadas tanto en escuelas privadas como públicas. Así 
también se encontró evidencia que vincula el consumo de alcohol y los atracones 
al pobre autocontrol general, la lucha con el autocontrol y alto énfasis en la 
preocupación emocional y cognitiva. 
 
 
 
 
 
 
9 
 
 
 
CAPÍTULO I 
ADICCIÓN 
 
 La palabra adicción proviene del término inglés addiction, que significa 
“sumisión de alguien a un dueño o amo”, resulta muy apropiado para denominar 
una agrupación de trastornos psíquicos en gran parte nuevos. La adicción está 
integrada básicamente por un impulso que no se puede autocontrolar, una 
tendencia a la reiteración y una implicación nociva para el sujeto. Es decir, la 
adicción se refiere a una forma de comportamiento mórbido o patológico que el 
sujeto vive como una experiencia propia que no domina. Existen dos clases de 
adicciones: las adicciones puras o simples y las que se acompañan de 
dependencia (Alonso-Fernández, 1996). 
 
DEFINICIÓN 
La adicción se define como el consumo repetido de una o varias 
sustancias psicoactivas, hasta el punto de que el consumidor (denominado adicto) 
se intoxica periódicamente o de forma continua, muestra un deseo compulsivo de 
consumir la sustancia (o las sustancias) preferida, tiene una enorme dificultad para 
interrumpir voluntariamente o modificar el consumo de la sustancia y se muestra 
decidido a obtener sustancias psicoactivas por cualquier medio. Por lo general, 
hay una tolerancia acusada y un síndrome de abstinencia que ocurre 
frecuentemente cuando se interrumpe el consumo. La vida del adicto está 
dominada por el consumo de la sustancia, hasta llegar a excluir prácticamente 
todas las demás actividades y responsabilidades. El término adicción conlleva 
también el sentido de que el consumo de la sustancia tiene un efecto perjudicial 
10 
 
 
 
para la sociedad y para la persona; referido al consumo de alcohol, es equivalente 
a alcoholismo (Organización Mundial de la Salud,1994). 
 
“Adicción” es un término antiguo y de uso variable. Es considerado por muchos 
expertos como una enfermedad con entidad propia, un trastorno debilitante 
arraigado en los efectos farmacológicos de la sustancia, que sigue una progresión 
implacable. Entre las décadas de 1920 y 1960, se hicieron varios intentos para 
diferenciar entre “adicción” y “habituación”, una forma menos severa de 
adaptación psicológica. En la década de los años 60’s la Organización Mundial de 
la Salud recomendó que dejaran de usarse ambos términos a favor del de 
dependencia, que puede tener varios grados de severidad. La adicción no figura 
entre los términos diagnósticos de la CIE-10 (ICD-10), pero sigue siendo un 
término ampliamente utilizado tanto por los profesionales como por el público 
general (OMS, 1994). 
 Daley (1991) menciona que puede haber diferentes tipos de adicción, los 
cuales recaen en la adicción a las sustancias y la adicción a conductas (comer, 
jugar, robar, comprar, entre otras), por lo que establece una fórmula genérica 
común para las adicciones, en la que implica de alguna manera el soma, el 
pensamiento, la emoción, la personalidad, el ambiente, las habilidades de 
afrontamiento y el objeto adictivo (alcohol, drogas, alimento, tabaco). 
Gossop y Grant (1990), definen la adicción como un sentimiento de 
compulsión por realizar una determinada conducta, así como la capacidad 
deteriorada para controlar la conducta en su origen, sostenimiento y su desarrollo; 
manifestándose como un fuerte malestar y alteración emocional cuando la 
conducta es impedida o se le abandona, y una persistencia en la conducta a pesar 
de la evidencia de su uso nocivo para el sujeto. 
11 
 
 
 
La adicción se define como la dependencia física o psicofisiológica a una 
determinada sustancia química cuya supresión causa síntomas de privación al 
individuo, o la dependencia a una sustancia, como el alcohol u otras drogas, o a 
una actividad, hasta el punto en donde detenerla resulta muy difícil y causa 
alteraciones psíquicas y mentales graves (Mora & Sanguinetti, 1994). 
Adicción y dependencia son términos concurrentes que expresan la 
pérdida de libertad interior ante un deseo, como decía Kant, no en la incapacidad 
de eliminar el deseo sino en la de resistirse a él y controlarlo. A partir de ese 
momento, la dinámica de libre elección del sujeto experimenta un quiebre 
importante; un deseo que se agiganta y se vuelve incontrolable e incontenible para 
la voluntad y la libre elección, es la matriz patológica del grupo de enfermedades 
que se llaman adicciones o dependencias (Sirvent, 2006). 
Desde el punto de vista de un enfoque integral la “conducta adictiva” se 
puede conceptualizar como una conducta compleja que implica la interacción de 
una serie de condiciones y estímulos discriminativos de provocación o activación 
de factores así como variables intervinientes que permiten el desarrollo de una 
serie de respuestas que conforman diferentes niveles en los cuales puede ser 
clasificada la conducta humana (Anicama, 2002). 
Para Nizama (2013), las adicciones reciben la denominación de 
“enfermedades de la negación”; y se traduce como la práctica en donde el sujeto 
con un grave problema de adicción al alcohol o al juego no se da cuenta de la 
necesidad de cambiar y reconocer su patología. Esta situación también se conoce 
como “enfermedades invisibles”, por su propensión a pasar totalmente 
inadvertidas durante una larga temporada. 
Alonso-Fernández (1996), señala que en cualquiera de los casos, el 
elemento adictivo y las experiencias en torno a éste absorben la personalidad del 
12 
 
 
 
adicto, convirtiéndose en el centro de sus preocupaciones, sus ideas, fantasías, y 
en el eje de la organización de su intimidad y sus vivencias. 
En las dos últimas décadas se produce la proliferación de las adicciones 
sin droga a objetos y actividades no prohibidas. La adicción normativa no química 
es uno de los máximos exponentes de la psicopatología moderna y posmoderna, 
el alimento, el sexo, la compra, el juego, el trabajo y la televisión son elementos 
legalizados por la sociedad que en ocasiones, con una frecuencia desigual, dejan 
de cumplir su función propia para esclavizar al ser humano (Alonso-Fernández, 
1996). 
Amaro González y Grullón Espinal (2000), mencionan que en el proceso 
de adicción se presenta el deseo o preferencia independiente del control de la 
voluntad y se transforma en una necesidad incontenible que el sujeto vive como 
un elemento propio y su realización como una autorrealización en un inicio. 
Alonso-Fernández (1996, p.20) señala que “la causa de todos los 
estados adictivos, con droga y sin droga, sociales y antisociales, se distribuyen en 
factores ambientales (sobre exigencias o estrés, disponibilidad del objeto, hábito 
de recompensas) y en factores individuales (débil soporte familiar y personalidad 
vulnerable)”. 
Cada aparición del impulso adictivo puede producirse de un modo natural 
o bajo la activación de algún estímulo externo (lugar, hora del día, acontecimiento 
estresante, frustración, etc.) o interno (nivel de conciencia, estado de ánimo, 
cognición, excitación vegetativa reactiva). El tipo de estímulos que asume un 
mayor poder para disparar el impulso adictivo varía mucho según la sensibilidad 
de cada individuo. Todas las adicciones originan efectos nocivos y desfavorables 
para la calidad de vida; y se extiende a las tres dimensiones propias de la calidad 
de vida: nivel material, sentido espiritual y autorrealización existencial (Valverde, 
1996). 
13 
 
 
 
Anicama (1998), propone que en la adicción se encuentran los siguientes 
niveles de expresión de respuesta del organismo: 
 Nivel autonómico: se expresa en las características fisiológicas que 
componen el síndrome de abstinencia. 
 Nivel emocional: se expresa en los sentimientos de ansiedad, de temores, 
de obsesión y de depresión típicos del adicto. 
 Nivel motor: se expresa en los actos compulsivos de consumo. 
 Nivel social: se expresa en las conductas agresivas y violentas, así como, 
las conductas antisociales, típicas del adicto. 
 Nivel cognitivo: se expresa en las creencias irracionales acerca del 
consumo, sus valores y su nivel de razonamiento moral (Anicama, 1998; 
pp.105-116). 
Alonso- Fernández (1996) menciona que las adicciones más genuinas y 
conocidas son las relacionadas con las drogas, dividiéndose así mismas en 
drogas legales (tabaco, alcohol, café, fármacos) y drogas ilegales (opiáceos, 
cannábicos, cocaína y otras), sin embargo, hay otro grupo de adicciones a objetos 
y actividades que se dividen en actividades legales (alimentación, sexo, televisión, 
compra, juego y trabajo) y en actividades ilegales (robo, incendio, estupro). 
 Daley (1991)manifiesta una lista de rasgos afines y prototípicos 
característicos de los dos tipos de adicciones son: 
a) El nivel de exceso (en cantidad para las sustancias o en frecuencia para 
las conductas) o bien un nivel compulsivo (ambos denuncian la 
irracionalidad que la conducta adictiva entraña). 
14 
 
 
 
b) La inundación o rebase del enganche, tanto por más tiempo del 
pretendido en la adicción de conducta, como por mayor consumo del 
previsto en la adicción a sustancias. 
c) Los intentos o deseos de abandonar el hábito, que resulta fallido. La 
negación que hace el sujeto de la existencia de dependencia, tanto a 
conducta como a sustancia, en un momento en que los demás la 
consideran como ya establecida. 
d) Las obsesiones recurrentes en torno a las sustancias o conductas 
adictivas a los rituales con ellas relacionados (p.528). 
Sirvent (1989) menciona que el engaño forma parte de la constelación 
sociopática general del adicto, condición aprendida y desarrollada a lo largo de 
la vida adictiva; el sujeto adicto aprende a mentir como respuesta adaptativa a 
su difícil estilo de vida en la que debe justificar comportamientos socialmente 
inaceptables. A base de repetir y sofisticar engaños, el sujeto los interioriza, 
donde acaba amalgamando realidad y ficción en un todo confuso guiado por la 
ley de “responder siempre aquello que más convenga” sea o no la verdad. La 
mentira aboca en el autoengaño, que puede diferenciarse más aún en 
mistificación. 
La mistificación se gesta durante la etapa pre-adictiva del sujeto, y para 
justificar su comportamiento, el sujeto se ve obligado a engañar. Es importante 
matizar que estos primeros engaños deben suponer un cierto esfuerzo activo al 
inicio, incluso un conflicto que periódicamente se reproducirá en tanto se 
mantenga el comportamiento adictivo (Sirvent, 2006). 
Para Sirvent (2006) existen otros elementos presentes en el aprendizaje 
mistificador, definidos por el tipo de vida que cada adicto lleva (solitaria para el 
ludópata, atormentada para el alcohólico, de supervivencia marginal para el 
heroinómano, intensa e híper-estimulante para el cocainómano, etc.); debido a 
15 
 
 
 
que no todos los afectados presentan estas características, existen diferentes 
grados de mistificación según la forma de vivir y las experiencias y 
acontecimientos biográficos tenidos, sin embargo pesa más la cantidad (repetición 
de pequeños aprendizajes) que la calidad (un solo evento de vida intenso, no 
mistifica). 
Por lo tanto la mistificación no solo determina el grado de sinceridad o 
veracidad de una persona, sino que se refiere fundamentalmente a una falta de 
capacidad para decir las cosas como son. El drogodependiente mistificado tiende 
a expresar aquello que más le conviene, prefiere decir lo que el otro quiere oír 
antes que una verdad le pueda resultar incómoda (Sirvent, 2006). 
 
CONDUCTA ADICTIVA 
La conducta adictiva no es propiamente hablando, una modalidad 
comportamental, sino que constituye, por el contrario, un ejemplo convincente de 
reducción conductual; es decir, el adicto sufre como un secuestro de la conducta 
posible, una restricción de sus virtualidades competenciales y una progresiva 
rudimentalización de los mecanismos motivacionales (Ridruejo, 1994). 
Para que un individuo se haga dependiente de una sustancia, influye la 
base comportamental que tiene para el sujeto esa ingesta, de la que se 
desprenden toda una serie de fenómenos como la compulsividad, la disminución 
de la capacidad para controlarse, la sintomatología perturbadora al reducir o 
extinguir la tasa, la tolerancia como exigencia de aumento progresivo de la dosis, 
el abandono de otras fuentes de placer o diversión y la persistencia en el 
consumo, a pesar de sus consecuencias perjudiciales (Ridruejo, 1994). 
16 
 
 
 
Así mismo la motivación para el cambio es algo que varía en 
dependencia del nivel de conciencia y de la percepción que el adicto tenga del 
problema y de las consecuencias que le esté provocando en diversos ámbitos de 
su vida; salud, familia, trabajo y en lo social en general (Zaldívar, 2001). 
La gama de tipos de personalidad, como mencionan Alonso-Fernández 
(1996) y Lewkowicz (1998), está predispuesta a sucumbir en el tobogán de las 
adicciones. El bajo índice de autoestima y la impulsividad son factores propios de 
los sujetos adictos, al margen de su personalidad. Aunque la dependencia está 
asociada a menudo con las conductas de pasividad y sumisión, en muchas 
ocasiones también se produce su asociación con altos niveles de actividad, 
afirmación e impulsividad. 
En términos generales, las patologías adictivas están fomentadas por un 
estado depresivo o por un vacío existencial, ya que en ambos casos existe una 
falta de elaboración de imágenes introyectadas y una ausencia o pobreza de 
referencias de identificación, y entonces el sujeto trata de compensar con el objeto 
adictivo la deficiencia con imágenes de identificación (Alonso-Fernández, 1996). 
La conducta adictiva también se puede entender desde lo social, ya que 
es promovida por el tipo de sociedad en la que se está inmerso. La cultura 
occidental promueve la modificación de las percepciones mentales sin peligro para 
el individuo y los demás (Blech, 2005). 
Jáuregui (2007), menciona que las drogas se dividen en dos categorías, 
cada una de ellas portadora de un estigma totalmente diferente. Por un lado los 
progresos de la psicofarmacología y de la neurobiología han conducido a poner en 
el mercado productos que procuran un equilibrio psicológico con efectos 
secundarios “reducidos”; de esta manera la humanidad se mejora artificialmente 
gracias a los medicamentos psicotrópicos, fármacos o drogas, permitiendo así 
apaciguar la angustia, estimular el humor, estabilizar los cambios bruscos de 
17 
 
 
 
humor, reforzar la memoria y la imaginación, calmar las conductas agresivas, 
hacer desaparecer la ansiedad, amortiguar obsesiones y compulsiones. 
Por otro lado, existe todo un abanico de sustancias psicotrópicas, es decir, drogas 
cuya finalidad es modificar las percepciones mentales que engloban, el mito 
llamado droga. Este grupo de drogas están acusadas de destruir tanto al sujeto 
como a la sociedad, su utilización conduce a la adicción y es lo que se ha 
conocido hasta ahora con el término “toxicomanía”. Se trata de una dinámica de 
desestructuración individual que tiene consecuencia sobre lo social. en conclusión 
las drogas tanto legales como ilegales conducen a la adicción o esclavitud, y todas 
ellas participan de un clima existencial propio de las sociedades occidentales 
individualistas (Jáuregui, 2007). 
Las drogas participan de las contradicciones de la libertad moderna entre 
la aspiración a orientarse por sí mismo y el precio de cargar solos con cada 
existencia. La conducta adictiva se forma a través de la interacción continua con la 
sociedad, lo cual promueve la fácil adquisición de una adicción basándose en las 
vulnerabilidades del individuo y de el contexto y las creencia que lo rodean; las 
adicciones pueden ser a actividades, creencias y/o a sustancias (Ehrenberg, 
1995). 
La sociedad actual apodada postmoderna, empuja al individuo cada vez 
más a hacerse responsable de sí mismo, hasta tal punto donde la esfera política y 
social se desintegra o fragmenta y se desplaza hacia el individuo. Todo es 
responsabilidad suya y por lo tanto, este individuo postmoderno debe encontrar su 
proyecto de vida y actuar por y para sí mismo, para así no estar excluido del 
“vínculo social” (De las Heras, 2005). 
La comorbilidad alcanza en las adicciones legales un índice 
extraordinariamente amplio que no solo se refiere a adicciones sin droga sino 
también a las adicciones con droga y a otros trastornos psíquicos que pueden 
18 
 
 
 
desempeñar el papel de trastorno primario o secundario, entre los que destaca el 
síndrome depresivo, conrelación al cual se dan dos combinaciones: estados 
depresivos que se complican con adicciones y adicciones que conducen a un 
estado depresivo (Alonso-Fernández, 1996). 
Los factores de riesgo para el individuo son cada vez más altos y el 
individuo es vulnerable a desarrollar cualquier patología o adicción por el vacío 
propio de un yo dividido, donde la adicción puede recaer en el tabaquismo, 
alcoholismo y/o trastornos de la conducta alimentaria. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
19 
 
 
 
CAPÍTULO II 
ALCOHOLISMO 
 
La palabra alcohol proviene del árabe alkuhi (esencia o espíritu), como 
producto de la fermentación de sustancias vegetales. El uso del alcohol se ha ido 
modificando a lo largo del tiempo, empezó su uso como una sustancia tóxica, 
utilizada por el hombre en forma de brebaje. En tiempos remotos la experiencia de 
beber era el resultado del proceso de fermentación producto de la recolección de 
agua del tronco de un árbol, y una fruta que de manera accidental caía dentro de 
él. La ingestión inicial se dio con finalidades religiosas, sin embargo dio pasó a su 
consumo colectivo con fines festivos, en ocasiones muy especiales, y finalmente 
alcanzó mayor potencialidad dañina cuando su utilización dependió de la decisión 
personal. Desde entonces se establecieron dos grandes categorías de 
consumidores, representadas por quienes beben dentro de las normas sociales de 
responsabilidad y aquellos que no pueden lograr ese objetivo y se convierten en 
bebedores irresponsables (González, 1995). 
 
DEFINICIÓN 
En 1849, surgió el término alcoholismo, por Magnus Hauss; fue el médico 
sueco que vivió en la época en que su país era el primer consumidor de alcohol de 
todo el mundo, pero no fue hasta los trabajos de Jellinek a mediados del siglo XX, 
que el alcoholismo fue considerado una enfermedad luego que este autor lo 
definiera como “cualquier uso de bebidas alcohólicas que cause cualquier daño al 
individuo, a la sociedad o a ambos” (González, 1995, pp.269-270). 
 El alcoholismo es una enfermedad crónica, progresiva y a menudo mortal, 
que se define como un trastorno primario y no un síntoma de otras enfermedades 
20 
 
 
 
o problemas emocionales; existen factores de riesgo como la vulnerabilidad, que 
anteceden al alcoholismo. Se entiende como vulnerabilidad, en este caso 
biológica, a las condiciones con las que el individuo nace, que le hacen más o 
menos predispuesto a factores de riesgo y necesitado en mayor o menor grado de 
factores de protección, determinado por los factores genéticos y de algún modo, 
por el temperamento, constitución y carácter (Rutter, McDonald, Le Couteur, 
Harrington, Bolton & Bailey, 1990). 
La OMS (2011) define el alcoholismo como la ingestión diaria de alcohol 
superior a 50 gramos en la mujer y 70 gramos en el hombre (una copa de licor o 
un combinado tiene aproximadamente 40 gramos de alcohol, un cuarto de litro de 
vino 30 gramos y un cuarto de litro de cerveza 15 gramos. El alcoholismo parece 
ser producido por la combinación de diversos factores fisiológicos, psicológicos y 
genéticos. Se caracteriza por una dependencia emocional y a veces orgánica 
hacia el alcohol, la cual produce daño cerebral progresivo y finalmente la muerte. 
 El alcohol es un verdadero problema social en casi todos los países y en 
todas las edades, y tiene una mayor incidencia en la pubertad. La ingesta de 
alcohol tiene un incremento excesivo ya que es una droga de fácil acceso donde el 
consumo moderado de alcohol es aceptable, y lleva en continuas ocasiones a sus 
consumidores a caer en la adicción sobre todo cuando está ligado en situaciones 
de fiesta y diversión (Casas, Gutiérrez & San, 1994). 
La permisividad hacia el consumo de alcohol no es ajena a las repercusiones 
negativas generadas sobre la salud, donde prevalecen enfermedades digestivas, 
enfermedades del hígado, accidentes de tráfico, problemas familiares, conductas 
auto y heteroagresivas entre otras (Meloni & Laranjeira, 2004; Pérez, 2002). 
En la clasificación diagnóstica, la CIE-10 introdujo los conceptos de 
trastornos por consumo de alcohol, consumo de riesgo y consumo perjudicial, 
junto al ya existente de dependencia al alcohol. Se entiende al consumo de riesgo 
21 
 
 
 
como un patrón de consumo de alcohol que aumenta el riesgo de consecuencias 
adversas para el bebedor o para los demás. El consumo perjudicial se refiere a 
aquel que conlleva consecuencias para la salud física y mental, aunque algunos 
también incluyen las consecuencias sociales entre los daños causados por el 
alcohol (Babor, Higgin-Biddle, Saunders & Monteiro, 2001; Tapia, 2001). 
La ingestión nociva de alcohol es un importante factor determinante de 
algunos trastornos neuropsiquiatricos, como los trastornos por consumo de alcohol 
y la epilepsia, así como otras enfermedades no transmisibles como las 
enfermedades cardiovasculares, la cirrosis hepática y diversos tipos de cáncer. El 
consumo nocivo también está relacionado con varias enfermedades infecciosas 
como VIH sida, tuberculosis y las infecciones de transmisión sexual. Lo que se 
debe por un lado al debilitamiento del sistema inmunitario por efecto del alcohol y 
por otro lado a que el estado de embriaguez de una persona modifica la 
adherencia de los pacientes al tratamiento con antirretrovíricos (OMS, 2011). 
González (1995), afirma que a diferencia del café y el tabaco, el alcohol 
modifica la personalidad de quien lo consume en exceso y afecta de forma 
importante su conciencia. El peligro del alcoholismo está presente por igual en 
todas las personas, aunque el conocimiento de este tóxico puede contribuir a que 
se disminuya el consumo o sea nulo. Por otro lado, la adolescencia es una etapa 
difícil del desarrollo, donde se pueden favorecer las conductas de consumo del 
alcohol, ya sea por la reafirmación de la independencia, virilidad, libertad de toma 
de decisiones, creencia de determinados mitos o la imitación de adultos. 
El DSM-IV (APA, 2004), menciona al Síndrome de Dependencia al Alcohol 
(SDA) como un patrón desadaptativo de consumo de alcohol que conlleva un 
deterioro o malestar clínicamente significativo, expresado por tres (o más) de los 
siete síntomas siguientes en algún momento de un periodo continuado de 12 
meses: 
22 
 
 
 
 Tolerancia notable. 
 Síntomas de abstinencia y consumo para aliviar la abstinencia. 
 Uso en mayor cantidad o más tiempo de lo que pretendía el sujeto. 
 Deseo persistente, o uno o más esfuerzos inútiles para suprimir o controlar 
el uso. 
 Uso de gran parte del tiempo en obtener la sustancia o en recuperarse de 
sus efectos. 
 Reducción del repertorio conductual, abandono de actividades y placeres 
alternativos por el uso de alcohol. 
 Uso continuado a pesar de estar consciente de tener problemas físicos y 
psicológicos relacionados con la bebida (p.201). 
La CIE-10 define el sistema de dependencia alcohólica como un trastorno, 
no una enfermedad, mientras que el DSM-IV plantea que la dependencia a 
sustancias psicoactivas, en concreto al alcohol, es un patrón desadaptativo de 
consumo que conlleva a un deterioro o malestar clínicamente significativo. Los 
principales características empleadas en ambas son: el excesivo consumo de 
alcohol, la repercusión física y psíquica que produce y los conflictos psicosociales, 
legales, laborales y familiares que crea (González, 1995; Lieder, 1995; Menninger, 
2002). 
Cada uno de los componentes del SDA pueden aparecer de forma más o 
menos evidente, y con una marcada variabilidad en sus formas de expresión 
(Portella, Ridao, Carrillo, Ribas, Ribó & Salvat, 1998). 
 
 
23 
 
 
 
TIPOLOGÍA 
Existen diferentes clasificaciones con respecto a la ingesta de alcohol la 
cual se establece de acuerdo a la cantidad de frecuencia y consumo. Diaz, Olmos 
y Martínez (2007) señalan cuatro tipos de bebedores entre losque se encuentran. 
a) Abstemio: Persona que no consume alcohol; puede tomar 
ocasionalmente pequeñas cantidades. 
b) Bebedor moderado: Consumo de alcohol de manera habitual en 
cantidades por debajo del límite de riesgo. En mujeres menos de 24 g 
(menos de 2.4 unidades al día) y en hombres menos de 40 g (menos de 4 
unidades al día). 
c) Bebedor de riesgo: Consume alcohol de manera habitual en cantidades 
por encima del límite de riesgo. En mujeres más de 24 g (más de 2.4 
unidades al día) y en hombres más de 40 g (más de 4 unidades al día). 
d) Bebedor problema: El individuo ha padecido o padece problemas físicos 
o psíquicos relacionados con el consumo (p. 5523). 
 Medina-Mora, Cravioto, Villatoro, Fleiz, Galván y Tapia (2003) establecen 
ocho patrones de consumo de alcohol: 
a) Abstemios: se refiere a las personas que no consumieron alcohol en el 
último año, o a los que han consumido antes del último año, sin importar la 
cantidad por ocasión. 
b) Bebedores poco frecuentes de bajo nivel: son las personas que reportaron 
consumir en el último año, pero nunca cinco copas o más por ocasión. 
c) Bebedores poco frecuentes de alto nivel: son quienes en alguna ocasión 
han consumido cinco o más copas en el último año, pero no en el último 
mes. 
24 
 
 
 
d) Bebedores moderados de bajo nivel: son los que consumieron en el último 
mes y nunca bebieron cinco copas o más. 
e) Bebedores moderados de alto nivel: son quienes consumieron en el último 
año o en el último mes, y bebieron cinco copas o más en alguna de las 
ocasiones. 
f) Bebedores frecuentes de bajo nivel: consumieron en la última semana pero 
nunca bebieron en el último año cinco copas o más. 
g) Bebedores frecuentes de alto nivel: consumieron en la última semana, en el 
último año o en el último mes, y bebieron cinco copas o más en alguna de 
las ocasiones. 
h) Bebedores frecuentes consuetudinarios: consumieron en la última semana 
y tomaron cinco copas o más (pp.16-25). 
 
CAUSAS DEL ALCOHOLISMO 
 Se sugieren como factores de riesgo del alcoholismo, los trastornos de la 
infancia, problemas escolares, familiares (violencia, frustración, rechazo) y 
sociales (la soltería, conflictos matrimoniales, falta de actividades de ocio y 
trabajo) que contribuyen a incrementar la vulnerabilidad psicosocial al problema 
alcohólico (Von Knorring, 1991). 
 Se atribuyen a la habituación alcohólica causas relacionadas con el estrés, 
que provocan alteraciones en la relación social, familiar y económica de los 
sujetos expuestos a este riesgo, asociado con trastornos de la personalidad, 
rechazo al medio, evasión de conflictos e inmadurez emocional (Bolet, 2000; 
Muracén, Martínez, Aguilar & González, 2001). Se considera que la insatisfacción 
25 
 
 
 
corporal es un componente para la relación alcoholismo-Trastornos de la 
Conducta Alimentaria (TCA). 
Natera y Nava (1993), reportan que el alcoholismo es de origen multicausal 
en donde los factores medioambientales, la familia y el individuo contribuyen a su 
presencia. Por lo tanto la existencia de un miembro alcohólico en la historia 
familiar aumenta el riesgo de que exista un hijo con alcoholismo; en alcohólicos 
severos y crónicos los factores genéticos han sido determinantes; aquellas 
familias donde se rompen menos los rituales de convivencia, los hijos presentan 
menos riesgo de ser alcohólicos, aunque haya un miembro alcohólico en ella. Sin 
embargo, se ha detectado más riesgo de alcoholismo en sujetos que tienen una 
personalidad antisocial que aquellos con una historia de alcoholismo. 
Las expectativas se definen como la anticipación de una relación 
sistemática entre eventos u objetos de una situación futura, es decir, si ciertos 
eventos se registran, en consecuencia, ciertos eventos se esperan. Las 
expectativas pueden ser inferidas por tener un estatus causal en las que las 
propias acciones de un individuo producen una cierta consecuencia (Goldman, 
Brown & Cristansen, 1987). Por lo tanto, las expectativas se refieren a las 
creencias individuales sobre los efectos separados del consumo de alcohol, 
tabaco, drogas y conducta alimentaria; es un constructo teórico importante ya que 
permite vincular las experiencias tempranas con el alcohol, tabaco, drogas y 
alimentos, y las decisiones que se tienen a futuro sobre el consumo de estas 
sustancias. Mediante su estudio, es posible identificar los factores sociales y 
cognitivos que se relacionan con un consumo problemático. Las expectativas 
difieren en término de género, raza y cultura de los respondientes (Goldman et al., 
1987; Kline, 1990). 
Se considera que el desarrollo de las expectativas comienza con una serie 
de creencias globales, difusas e indiferenciadas sobre los efectos del alcohol, que 
tienden a incrementarse con la edad, la experiencia y la exposición familiar, social 
26 
 
 
 
y cultural de las creencias acerca del alcohol, las cuales constituyen las fuentes 
primarias de aprendizaje (Miller, Smith & Goldman, 1992; Reese, Chassin & 
Molina, 1994). 
Durante la adolescencia, las expectativas intervienen en el inicio y 
mantenimiento de dicho consumo (Cristiansen, Smith, Roehling & Goldman, 1989) 
y se correlaciona con los patrones diferenciales de consumo no solo en este 
periodo sino en adultos con diferentes características poblacionales (García-
Andrade, Wall & Ehlers, 1996; Gilbert, Mora & Ferguson, 1994). 
Los patrones de consumo, la cantidad y la frecuencia de alcohol que se 
ingieren marcan la diferencia entre el consumo moderado, el abuso, hasta llegar a 
la dependencia. En investigaciones nacionales se menciona que el patrón de 
consumo más característico es episódico (no diario) y en cada ocasión se ingieren 
cantidades más grandes de alcohol (Medina-Mora, 1998). 
Un factor favorecedor del consumo de alcohol en jóvenes, son los lugares 
donde se vende esta sustancia, debido a que brindan la posibilidad de ponerse en 
contacto con otros individuos; se tiene una percepción positiva del sitio donde se 
consume, ya que cumple con las expectativas del usuario como beber, conversar, 
relajarse y distraerse entre otros (Saavedra, 2002). Así mismo las promociones 
que ofrecen la falsa creencia de ahorrar dinero, como dos por uno, hora feliz, 
beneficios a quienes festejan algún evento especial (cumpleaños, graduaciones, 
ascensos laborales) promueven la constante visita a estos lugares además de 
que a medida que disminuye el costo aumenta el consumo. 
Reidl, González-González, Betancourt, López y Alcántara, (2012) señalan 
que los lugares de consumo cumplen con el rol de ser un lugar especial, con 
ambientes donde los limites morales se expanden y se promueve la interacción 
entre las personas; ya que se vuelven facilitadores de la integración social y da 
como resultado la formación de identidades colectivas y personales. En un estudio 
27 
 
 
 
realizado por los autores en el 2012 se confirmó la existencia de un número 
importante de espacios públicos donde se vende y/o consume principalmente el 
alcohol, lo cual indica una alta disponibilidad para los estudiantes 
Kalat (1992, pp. 3-4) establece que el alcoholismo puede deberse a 
diferentes factores: 
Factores sociales: el riesgo de alcoholismo es mayor en aquellos grupos cuya 
cultura tolera el consumo de alcohol o en individuos que, por ejemplo, son 
víctimas o testigos de agresividad entre sus padres. 
Factores genéticos: estudios realizados con niños que tenían parientes cercanos 
alcohólicos describen; al parecer, que éstos tienen una mayor probabilidad 
de sufrir una adicción al alcohol, incluso si posteriormente son adoptados 
por padres no alcohólicos. Se han descrito dos tipos de alcoholismo desde 
el punto de vista neurobiológico: a) un tipo más grave, de influencia 
genética y más temprana y b) uno menos grave, de influencia ambiental y 
de comienzo más tardío. Estudios realizados en animales seccionadosgenéticamente por una preferencia al alcohol sugiere que existen 
diferencias genéticas en el sistema dopaminérgico mesoestriatal y que 
presentan una menor cantidad de dopamina y de sus metabolitos del núcleo 
accumbens. 
A través del tiempo, se han hecho diferentes estudios acerca del papel que 
juega la genética en el alcoholismo, enfocándose en gemelos con padres o no 
alcohólicos, hijos de padres alcohólicos, hijos adoptados por padres alcohólicos, 
entres otros; sin embargo no han podido determinar una razón específica o 
replicar bajo las mismas variables los estudios ya mencionados (Cloninger, 
Christiansen, Reich & Gottesman, 1978). 
Todos los datos de estas investigaciones parecen apuntar a un cierto grado 
de vulnerabilidad para sufrir la enfermedad alcohólica primaria o síndrome de 
28 
 
 
 
dependencia del alcohol, si se dan las condiciones de exposición precisas. Por lo 
tanto las condiciones del medio son imprescindibles para evolucionar hacia el 
alcoholismo clínico (Freixa, 1983). 
Se puede determinar que existe una predisposición al alcohol, latente y 
variante dependiendo del individuo y su química cerebral, por lo que el alcohol va 
a tener propiedades reforzadoras más intensas para determinadas personas, y por 
lo tanto tendrían un mayor riesgo de desarrollar tolerancia y dependencia, ya que 
el aprendizaje de la conducta adictiva se vería facilitado (Casas et al., 1994). 
Son diversos los factores que influyen en la gestación del alcoholismo, y 
van desde lo genético, bioquímico, ambientales, metabólicos entre otros que 
parecen estar relacionados con la vulnerabilidad para desarrollar alcoholismo. 
Cuantos más de estos factores de riesgo confluyan en una persona, mayor será la 
posibilidad de padecer la adicción al alcohol. Y estos factores no tienen por qué 
actuar independientemente, sino que en muchos casos interactúan (Brook, Cohen, 
Whiteman & Gordon, 1992). 
Vélez,Ostrosky-Shejet y Orozco (2012) señalan que los alcohólicos tienen 
una respuesta cerebral más débil a estímulos significativos que los no alcohólicos; 
en general, cuando se presenta un estimulo significativo o nuevo, se puede 
registrar una onda cerebral denominada P300, considerada como un marcador 
fenotípico del riesgo de alcoholismo. 
La gravedad de la asociación bioquímica del consumo de alcohol se debe a 
la interacción de factores socioculturales, antropológicos y económicos que 
refuerzan su ingestión y en muchos casos la continuidad y progresión. La persona 
alcohólica tiende a mostrar la capacidad de abstinencia total o la dosificación 
temporal, que es precisamente un síntoma de adicción alcohólica, debido a que la 
conservación de una capacidad de abstinencia limitada en el tiempo o a la 
dosificación de ingesta alcohólica es una trampa, pues al reiniciarse la ingesta, la 
29 
 
 
 
reaparición de los síntomas que en su momento cesaron, puede ser lenta y 
progresiva. Después de un tiempo de “dosificación” o pseudoabstinencia, 
culminará con la aparición de una nueva crisis (conductual o somática), que sitúe 
al individuo en el conflicto de origen aunque los motivos o los síntomas aparentes 
puedan ser otros (Freixa, 2005). 
 
EPIDEMIOLOGÍA 
 En la actualidad, uno de cada trece adultos abusa del alcohol o son 
alcohólicos, sin embargo, hay más hombres que mujeres dependientes del alcohol 
o que tienen problemas relacionados con este. Asimismo, se encuentran más 
difundidos entre adultos jóvenes (18 y los 29 años) y se observan menos entre 
personas de 65 años o mayores. Las personas que comienzan a beber a más 
temprana edad -por ejemplo a los 14 años o antes- aumentan en gran medida la 
posibilidad de desarrollar problemas con el alcohol en algún momento de su vida 
(CONADIC, 2011). 
La Encuesta Nacional de Adicciones del 2011 señala que el patrón de 
consumo de alcohol cuya respuesta fue alguna vez en la vida, para hombres fue 
de 80.6% mientras que para mujeres fue de 62.6%. Con relación al consumo de 
alcohol en el último año, en mujeres se presentó en un 40.8% y en un 62.7% en 
hombres. Para el consumo de alcohol durante el último mes un 44.3% fue 
reportado por los hombres y un 19.7% por las mujeres. Es importante señalar que 
para población adulta en general el uso de alcohol fue mayor que en la 
adolescente. La prevalencia de consumo de alcohol alguna vez en la vida fue de 
77.1%, en tanto que la prevalencia de los últimos doce meses fue de 55.7% 
mientras que el consumo de alcohol durante el último mes fue de 35%. La 
cantidad modal para las mujeres es de una a dos copas por ocasión, en tanto que 
para los hombres es de 3 a 4 copas. (ENA, 2011) 
30 
 
 
 
COMO ACTÚA EL ALCOHOL EN EL ORGANISMO 
El alcohol es un tóxico totalmente soluble en agua. En su forma más 
frecuente el alcohol etílico se encuentra en las bebidas alcohólicas en 
proporciones que varían entre el 5 y el 55% en relación con la cantidad de agua 
(Paula, 1987); las bebidas de consumo más común como: la cerveza contiene el 
5%; el vino el 10% y las bebidas fuertes entre el 40% y el 55%. 
El alcohol etílico (también llamado etanol) cuando se ingiere pasa a la 
sangre a través de las paredes del estómago y el intestino delgado y circula 
libremente por todo el organismo, y por su condición de tóxico dañará a diferentes 
órganos hasta que resulte neutralizado por oxidación en los tejidos (sobre todo el 
hígado). Este mecanismo de desintoxicación para poder neutralizar un trago fuerte 
de alcohol le toma una hora y solo se encarga del 90% de alcohol contenido en 
dicho trago; el 10% restante se elimina a través de los pulmones (aliento etílico), la 
orina, el sudor y la saliva (González, 1995). 
Es importante tener en cuenta que la ingestión de más de un trago por hora 
determina que progresivamente se acumule en la sangre una cantidad mayor de 
alcohol que producirá la inhibición o depresión del sistema nervioso, que comienza 
por el estado de embriaguez ligero y después pasa por grados mayores de 
profundidad hasta llevar al estado de coma y la muerte si la ingestión fuera 
excesiva; es decir por una intoxicación aguda. Sin embargo cuando se produce 
con frecuencia una ingestión más rápida de lo que se puede eliminar, el alcohol va 
determinando efectos dispersos por todo el organismo y modifica al 
comportamiento, el cual da lugar al cuadro conocido como alcoholismo crónico y lo 
único que llega a ser importante para la persona es la botella (González, 1995). 
 
 
31 
 
 
 
COMORBILIDAD DEL ALCOHOL Y LAS CONDUCTAS ALIMENTARIAS 
DE RIESGO (CAR) 
El alcohol constituye una sustancia de fácil adquisición, socialmente 
aceptada, con una gran tradición cultural –no ajena a los intereses económicos 
que se mueven en torno a ella- y utilizada en buena parte como motor de las 
relaciones sociales (Fernández-Montalvo & Echeburúa, 2001). Sin embargo 
estudios relacionados entre el consumo de alcohol y la disponibilidad de recursos 
económicos, demostraron que a mayor estrato, mayor consumo de bebidas 
alcohólicas (Cicua, Méndez & Muñoz, 2007). 
Cuando una persona es adicta a una sustancia, lo más habitual –hasta en 
un 50%-75% de los casos- es que presente otro trastorno adicional (Casas et al., 
1994). Los trastornos duales más frecuentes en el alcoholismo son, por una parte, 
los trastornos de la personalidad; y por otra, la depresión –más en las mujeres-, 
los trastornos de ansiedad –en uno y otro sexo- y el abuso de otras drogas –más 
en los hombres- (Echeburúa & Marañon, 2001). 
Algunos estudios señalan que en la búsqueda de un ideal de delgadez las 
adolescentes frecuentemente utilizan estrategias extremas para perder peso tales 
como la práctica de dietas estrictas o el vómito auto inducido desencadenando 
anomalías en la conducta alimentaria, e incluso pueden ser un incentivo para 
iniciar o incrementar el consumo de drogas como el alcohol y el tabaco (Moreno & 
Thelen, 1995; Wiseman, Turco,Sunday & Halmi, 1998). 
 En México, actualmente el consumo afecta en mayor grado a los hombres, 
aunque existe una clara tendencia al incremento entre las mujeres jóvenes. La 
adopción de los roles masculinos, la preocupación por ser delgada, la búsqueda 
de patrones de belleza ajenas a nuestra cultura y la modificación de las normas 
que limitaban el consumo de alcohol y tabaco en las mujeres, han sido 
consideradas como algunas de las razones que pueden explicar la tendencia al 
32 
 
 
 
incremento (Medina-Mora & Mariño, 1992). Son múltiples y variados los factores 
que explican el uso del alcohol y otras sustancias en los jóvenes, no obstante se 
ha demostrado que la exposición a un mayor número de factores de riesgo para el 
consumo, incrementa la probabilidad que tanto los hombres como las mujeres 
usen y abusen de las mismas (Medina-Mora, Mariño, Berenzon, Juárez & Carreño, 
1992). 
La adolescencia es considerada como un tiempo de transición con cambios 
físicos, sociales y cognitivos que demandan una considerable adaptación. Este es 
también un período durante el cual los adolescentes son particularmente 
vulnerables a las exigencias que la sociedad impone, básicamente representadas 
por los Medios de Comunicación (González Silva, 2007). 
El desarrollo de la auto-imagen en el adolescente puede verse afectado por 
diversos factores, uno de ellos, el peso corporal, lo que puede provocar que 
algunos adolescentes recurran a la práctica de Conductas Alimentarias de Riesgo 
(CAR), que son aquellas manifestaciones similares en forma, pero menores en 
frecuencia e intensidad a las de los TCA (Unikel-Santocini, Bojorquez-Chapela & 
Carreño–García, 2004). 
Portella et al. (1998), mencionan “que al arraigo social se le une la 
percepción generalizada de la integración de algunas bebidas alcohólicas en 
nuestros patrones dietéticos. El alcohol forma parte integral de la cultura 
alimentaria y de sus usos dietéticos, ya que en los menús de los establecimientos 
de alimentación muestran la difusión del pan, vino y postre como comentario final”. 
(pp.32-33) 
Por lo tanto, la influencia del alcohol está ligada implícitamente con la 
alimentación como lo mencionan Portella et al. (1998), repercutiendo de manera 
poco favorable la comorbilidad del alcoholismo con los TCA, promoviendo distintos 
tipos de trastornos afines con la aceptación social, expectativas y autoestima. 
33 
 
 
 
Socialmente, la conducta dietante, asociada al uso de sustancias como el 
alcohol y las drogas, está bien vista dentro de las jóvenes, lo que hace más difícil 
la motivación al cambio y a la solicitud de ayuda (Poulisis, 2011). 
El consumo habitual de alcohol forma parte de los usos sociales 
prevalentes, sin que exista conciencia de su implícita indisociabilidad con 
determinados acontecimientos de la vida diaria. Esto no debería extrañar si se 
considera que la gran mayoría de espacios de ocio son establecimientos 
expendedores de alcohol, lo que facilita algunas asociaciones en el lenguaje 
común. Por lo tanto, el frecuentar lugares nocturnos se le denomina ir de copas o 
bien salir a cenar, caracterizando a este último el ingerir raciones escuetas de 
alimentos por haber desempeñado esta función de protección de los alcoholes 
consumidos (Portella et al. 1998). 
La juventud como regla general no asocia el consumo de alcohol con 
problemas que de él puedan derivarse; por el contrario asocia el consumo del 
alcohol con cambios positivos. Poulisis (2011) menciona que “suelen comentar 
que el alcohol les otorga una sensación de comodidad frente a los demás que les 
permite expresarse y desinhibirse, y a su vez no creen que tenga consecuencias 
negativas, lo cual influye considerablemente con un mayor consumo durante los 
fines de semana, y cuando se programan las llamadas salidas nocturnas” (p.15). 
Estudios realizados por Poulisis (2011) determinan que existe una 
combinación de trastornos alimentarios (anorexia, bulimia) con el abuso de 
alcohol, al que se le denomino Alcohorexia (o drunkorexia en inglés). Este término 
fue utilizado por primera vez en el 2008 por Kershaw para nombrar a la conducta 
de jóvenes que restringen el consumo de alimentos con alto aporte calórico para 
ingerir bebidas alcohólicas de forma excesiva. 
Villarino (2012) señala que las personas que presentan estas conductas 
generalmente tienen conocimientos acerca del contenido energético de las 
34 
 
 
 
bebidas alcohólicas y tratan de equilibrar la ingesta de alimentos para evitar 
incrementar el peso corporal. 
La población más afectada y con mayor incidencia es la femenina, mujeres 
universitarias jóvenes que toman alcohol en exceso y creen compensar la alta 
ingesta calórica con la restricción o supresión de comida. Con frecuencia este 
trastorno se combina con conductas purgativas tales como vómitos, uso de 
diuréticos y laxantes ; siempre con el mismo fin: mantenerse delgadas (Poulisis, 
2011; Villarino, 2012). 
El perfil que puede definir a una paciente que sufre de alcohorexia es el de 
una joven que padece de atracones de alcohol y que se impone durante el día un 
ayuno o una dieta pobre en calorías para compensar la posible ganancia de peso 
por el consumo excesivo del mismo. Se considera atracón de alcohol, a la ingesta 
de grandes cantidades de esta sustancia en un corto periodo de tiempo, de 
aproximadamente dos horas o menos, generalmente tiene lugar en salidas 
nocturnas y se caracteriza por beber en forma rápida y compulsiva (Poulisis, 
2011). 
Poulisis (2011) y Villarino (2012) aclaran que alcohorexia no es sinónimo de 
alcoholismo (dependencia al alcohol), ya que conlleva otras conductas 
desadaptativas como la insatisfacción con la propia imagen, lo que lleva a las 
chicas a considerar la ingesta excesiva de alcohol como un medio para la 
obtención de un fin (ser delgadas). 
 
 
 
 
35 
 
 
 
CAPÍTULO III 
IMAGEN CORPORAL 
 
La Imagen Corporal (IC) se ha definido de muy diversas maneras y se 
considera como una actitud hacia el propio cuerpo y de manera particular hacia la 
propia apariencia (Gómez-Peresmitré 2005). Esta misma autora señala que la 
imagen del cuerpo puede concebirse como una configuración global, un conjunto 
de representaciones, percepciones, sentimientos y actitudes que el individuo 
elabora respecto a su propio cuerpo a través de diversas experiencias. La 
percepción del cuerpo tiene como referente normas de belleza y de rol, por lo que 
la imagen corporal es casi siempre una representación evaluativa. En la 
construcción de la imagen corporal ejerce el contexto socioeconómico y el entorno 
cultural, ya que esta imagen puede diferir según la edad, el género y la clase 
social. 
 
DEFINICIÓN 
La Imagen Corporal (IC) se refiere a la sensación del cuerpo que comienza 
en la niñez temprana y que se modifica continuamente a lo largo de la vida como 
consecuencia de la enfermedad, el dolor, el placer y la atención. De la misma 
forma, el cambio físico que sufren las adolescentes durante la pubertad modifica la 
imagen corporal previa (Gómez-Peresmitré, 1997). 
Ayensa e Ignacio (2003) enuncian varias descripciones acerca de la IC de 
las cuales destacan:Las imágenes corporales nunca están aisladas. Siempre se 
hallan rodeadas por imágenes corporales de los demás, esto se debe a que la 
imagen corporal es un concepto que se construye socialmente. 
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1) La relación con las imágenes corporales de los demás se halla determinada 
por el factor de proximidad o lejanía espacial y por el factor de la proximidad 
o lejanía emocional, este punto se refiere a la parte emocional del concepto. 
2) Las imágenes corporales son sociales, nuestra propia imagen nunca está 
aislada sino que siempre va acompañada de imágenes corporales de los 
demás. 
3) Nuestra propia imagen corporal y la de los demás no guardan una 
dependencia recíproca primaria, no son iguales, y no es posibleexplicar 
una en función de la otra. 
4) Una de las formulaciones más importantes es que siempre se ha insistido 
en que el modelo postural del cuerpo no es estático sino que cambia 
constantemente dependiendo las circunstancia de la vida en las que nos 
encontremos. La imagen corporal se construye y se disuelve, volvemos a 
construirla otra vez, hay en la imagen corporal un proceso de identificación, 
construcción y reconstrucción (pp. 50-53). 
A través de las investigaciones realizadas sobre IC, se han planteado varios 
modelos, en los cuales se pueden ver todos los factores que intervienen en la 
construcción de la IC. Pruzinsky y Cash (1990) proponen que realmente existen 
varias imágenes corporales interrelacionadas: 
 Una imagen perceptual: se refiere a los aspectos perceptivos con respecto 
al cuerpo, y podría parecerse al concepto de esquema corporal mental, 
incluiría información sobre tamaño y forma del cuerpo y sus partes. 
 Una imagen cognitiva: incluye pensamientos, auto-mensajes y creencias 
sobre el cuerpo. 
 Una imagen emocional: incluye sentimientos sobre el grado de satisfacción 
con la figura y con las experiencias que proporciona cuerpo (pp.337-349). 
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La IC que cada individuo tiene es una experiencia fundamentalmente 
subjetiva, y no tiene por qué haber un buen correlato con la realidad (Pruzinsky & 
Cash, 1990). 
Para Aguado (2004) la mayoría de las definiciones asignadas a la IC tienen 
que ver con tres consideraciones importantes: 
1. La IC, siempre debe verse como un proceso, es decir un conjunto de acciones y 
movimientos de intercambio entre una persona y su contexto social que designará 
la estructura simbólica de sí mismo. 
2. La IC está integrada por una red de funciones orgánicas, sentimientos, 
actitudes, sensaciones, percepciones, emociones, interpretaciones y pautas de 
movimiento que se relacionan a través de la experiencia. 
3. A esta experiencia la van a comprender sucesos experimentados y vividos y a 
su vez los significados (conscientes e inconscientes) que se vinculan al sujeto (p. 
50). 
La IC es un constructo complejo que incluye tanto la percepción que 
tenemos de todo el cuerpo (y cada una de sus partes), el movimiento y los límites 
de éste, así como la experiencia subjetiva de actitudes, pensamientos, 
valoraciones y el modo de comportarnos derivado de nuestras cogniciones y 
sentimientos (Raich, 2000). 
Tanleff y Gokee (2002) proponen tres procesos que juegan un papel 
importante en el desarrollo de la IC: 
 Valoración reflejada: es la noción de las opiniones que tienen los 
otros de uno mismo (la percepción personal de como otros nos ven) 
tienen una influencia en cómo nos percibimos a nosotros mismos. 
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 Retroalimentación en la apariencia física: es el significado que cada 
persona desarrolla acerca de la percepción en como otros nos ven. 
 Comparación social: a través de este proceso la auto evaluación del 
atractivo físico se forma, esta sugiere que con la imagen corporal 
real, la probabilidad de comparar la propia apariencia física con la de 
otros, modera el alcance por el cual la representación de la delgadez 
e ideales corporales atractivos resultan en trastornos de imagen 
corporal (pp. 75-77). 
Fisher (1986) menciona una concepción más dinámica definiéndola en 
términos de sentimientos y actitudes hacia el propio cuerpo. Bermis y Hollon 
(1990) advierten de la necesidad de distinguir entre representación interna del 
cuerpo y sentimientos y actitudes hacia él. Una representación corporal puede ser 
más o menos verídica pero puede estar saturada de sentimientos positivos o 
negativos de innegable influencia en el auto concepto. 
La IC es un concepto que se refiere a la manera en que uno percibe, 
imagina, siente y actúa respecto a su propio cuerpo (Rosen, 1995), es decir se 
contemplan: aspectos conductuales, aspectos perceptivos, y aspectos subjetivos 
como: satisfacción o insatisfacción, preocupación, evaluación cognitiva, ansiedad. 
En la IC la autoatribución, es un proceso a través del cual se construye la 
propia imagen a partir de atributos y características que se incorporan en la 
interacción social (González, Lizano & Gómez-Peresmitré, 1999) o sea las 
experiencias vividas y la relación con los demás va moldeando la autoimagen: la 
cual puede ser positiva o negativa. La IC positiva indica que existe una imagen 
verdadera del cuerpo, que no se limita al aspecto físico de una persona; y una IC 
negativa se vincula con trastornos de la alimentación y otros factores psicosociales 
(Gómez-Peresmitré & Acosta, 2000). 
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Desde el punto de vista neurológico, la imagen corporal, constituye una 
representación mental diagramática de la conciencia corporal de cada persona, 
por lo tanto las alteraciones de la IC serían el resultado de una perturbación en el 
funcionamiento cortical: Miembro fantasma, anosognosia, etc. (Raich, 2004). 
La IC está conformada por información acumulada a lo largo del tiempo, 
procedente de receptores sensoriales tanto táctiles como cinestésicos asociados a 
dos respuestas emocionales que son resultado de una evaluación estética; es 
decir la IC es el cuerpo, la apariencia física que cada persona experimenta en su 
propio desarrollo. Sin embargo, cuando se presenta un malestar producido por la 
percepción de la IC y la evaluación estética subjetiva se llama insatisfacción 
corporal, siendo esta el resultado de la discrepancia que existe entre el cuerpo 
percibido y el cuerpo ideal. La distorsión o sobrevaloración de las dimensiones de 
la imagen corporal son un fenómeno central en los factores implicados en la 
génesis y el mantenimiento de los TCA (Toro, 2004). 
 
FACTORES SOCIOCULTURALES 
McCarthy (1990), menciona que la influencia más potente sobre la IC es la 
cultura. Los medios de comunicación (revistas de moda, anuncios y programas de 
televisión, películas) ofrecen un continuo bombardeo de imágenes idealizadas de 
mujeres extremadamente delgadas y se favorece la glorificación de la delgadez; 
al relacionarla con el atractivo, la felicidad, la categoría social y el éxito, mientras 
que al mismo tiempo relaciona la gordura con connotaciones negativas como la 
pereza, la fealdad y el fracaso (Gilbert & Thompson, 1996; Nemeroff, Stein, Diehl, 
& Smilack, 1994; Rothblum, 1994). 
En particular el peso y la figura pasan a ser fundamentales para la 
autoevaluación de las mujeres y la valoración de si mismas. Es probable que esto 
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tenga influencia especial en la adolescencia, debido a que la principal tarea del 
desarrollo es el establecimiento de la identidad (Bell & Rushforth, 2008 p.20). 
Algunos estudios demuestran que los diversos factores socioculturales que 
influyen sobre la percepción de la imagen corporal se refieren al estatus social 
donde se encuentran las personas, es decir, a mayor nivel socioeconómico y de 
conocimientos, se presenta una mayor incidencia de la imagen corporal personal 
distorsionada (ICPD) (Guinn, Semper, Jorgensen & Skaggs, 1997; Puhl & 
Brownell, 2003). 
La preferencia por el atractivo es universal. El arreglo del cuerpo para 
realzar nuestro aspecto (con ropa, cosméticos, peinados, joyas, arte corporal, etc.) 
les da a las personas el placer y el orgullo de su imagen física y es común a todas 
las culturas. El querer estar atractivos tiene mucho sentido, pues el serlo confiere 
numerosas ventajas evolutivas y sociales, ya que hay una evidencia considerable 
de que a los niños y a los adultos atractivos se les trata de manera más favorable 
y experimentan una gran variedad de beneficios (Bell & Rushforth, 2008). 
En la medida en que los mensajes culturales sobre el atractivo físico se 
interiorizan y actúan como ideales personales, pueden afectar de forma adversa a 
la evaluación de nuestro aspecto físico y la satisfacción que nos produce. Las 
personas con un físico atractivo no necesariamenteestán satisfechas con su 
aspecto, ni las personas menos atractivas son inevitablemente infelices con el 
suyo. Las percepciones, las creencias y los sentimientos de una persona respecto 
a su aspecto tienen más probabilidad de determinar su IC que sus características 
físicas reales (Bell & Rushforth, 2008). Gómez Peresmitré (1998) señala como la 
autopercepción positiva o negativa ha mostrado ser el mejor predictor de la 
satisfacción corporal, así que considerarse atractiva(o) correlacionará más alto con 
la satisfacción corporal. 
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Así mismo, las tendencias culturales actuales señalan que los ideales de 
belleza femenina han variado y cambiado en relación con los estándares estéticos 
de un periodo particular de tiempo, dando como resultado que un gran porcentaje 
de mujeres esté intentando alterarse para conseguir estos ideales (Mazur, 1980). 
Como resultado de la presión social actual, Vandereycken (1993) asevera 
que las culturas occidentales se han convertido en “lipofóbicas”. A pesar que los 
modelos sociales actuales promocionan la delgadez, la evidencia adicional sugiere 
que las mujeres están presionadas para lograr metas de apariencia que a veces 
son contradictorias con la delgadez, ejemplo claro es el busto grande o un físico 
musculoso. 
El ideal de la mayoría de las mujeres en nuestra sociedad respecto al bajo 
peso corporal reunían uno de los criterios del DSM IV para anorexia nerviosa. La 
mayoría de las mujeres muestran una diferencia entre su peso real y su peso 
ideal, siguiendo algún régimen alimentario durante los últimos seis meses, 
llevando a la práctica estrategias tanto seguras como peligrosas. Al parecer la 
mayoría de las mujeres presenta insatisfacción corporal, sobre todo respecto al 
estómago, cadera, muslos y nalgas (Ogden, 2005). 
Las consecuencias de las percepciones negativas hacia individuos de una 
sociedad que se puedan considerar con exceso de grasa corporal, respecto a los 
ideales de delgadez y belleza, da como resultado el aislamiento, consumo de 
alimentos de alto contenido energético para compensar la ansiedad, o la 
disminución de la actividad física para evitar la exposición social a burlas o 
señalamientos (Puhl & Brownell, 2003; Wardle, Waller & Fox, 2002). Incluso 
algunos estudios reportan que estos individuos presentan mayor incidencia de 
alcoholismo, depresión, nerviosismo y tabaquismo desde edades tempranas 
(Strauss, 2000). 
 
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SATISFACCIÓN/INSATISFACCIÓN DE LA IMAGEN CORPORAL 
La variable satisfacción/insatisfacción es la que constituye la dimensión 
evaluativa predominante y es una de las variables moderadoras más importante 
en tanto que modula las relaciones entre realidades externas objetivas y 
realidades internas principalmente subjetivas como lo son la percepción del si 
mismo, autoevaluación y autoatribución (Gómez-Peresmitré, 1998). 
La satisfacción/insatisfacción con la IC es el grado de discrepancia entre la 
figura actual y la ideal, cuyo predictor es la dirección o el nivel de la 
autopercepción negativa o positiva, se considera como factor de riesgo, debido a 
que su origen es de carácter psicosocial y su naturaleza cognoscitiva involucra un 
proceso de conocimiento donde interactúan procesos como aprendizaje y 
pensamiento, y actitudes que expresan aceptación o rechazo hacia la propia IC 
(Gómez-Peresmitré, 1993; Gómez Pérez-Mitré y Ávila (1998). 
Una de las formas de entender y estimar la satisfacción o insatisfacción con 
el propio cuerpo es la que depende de la distancia entre realidad y la idealidad 
(Tucker, 1984). Entre los factores que contribuyen a la gestación y desarrollo de la 
insatisfacción con el propio cuerpo, ocupa un lugar principal la imposición 
ideológica de un modelo femenino que ha adquirido la capacidad de ejercer 
presión social y que se difunde a través de los medios masivos de comunicación. 
Mediante estos se expone como ideal la figura de una mujer que a partir de 1950 
fue siendo cada vez más delgada hasta llegar a serlo en niveles extremos 
(Gómez-Peresmitré, 1993). 
Investigaciones realizadas demuestran la existencia de vínculos entre las 
presiones socioculturales que fomentan la interiorización del ideal de delgadez y la 
insatisfacción corporal o la distorsión de la imagen corporal (Groesz, Levine & 
Murnen, 2002; Polivy & Herman, 2002). Los estudios experimentales muestran 
como la exposición a las imágenes de delgadez de los medios y la presión 
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interpersonal para ser delgada incrementan la insatisfacción con el propio cuerpo 
(Hawkins, Richards, Granley & Stein, 2004; Turner, Williams, Sankaran, Lazarus, 
Sinnott & Hutchinson, 1997). Así mismo, varios estudios han hallado una relación 
directa entre la exposición a los medios de comunicación y las actitudes y las 
conductas de los trastornos alimentarios (Hawkins et al., 2004; Stice, Schupak-
Neuberg, Shaw & Stein, 1994; Thomsen, McCoy & Williams, 2001). 
Gómez-Peresmitré (1993) menciona que la insatisfacción con la IC es el 
resultado de una autopercepción subjetiva del propio cuerpo, que puede estar 
distorsionada, es decir alejada de la realidad; encontrándose como una de las 
variables más importantes en el estudio de los desórdenes de la conducta 
alimentaria, debido a que se encuentra presente tanto en la anorexia nervosa 
como en la bulimia y la obesidad. 
La insatisfacción con la IC es una de las variables más importantes en el 
estudio de los trastornos de la conducta alimentaria y constituye el común 
denominador de estas, formando parte de la etiología multifactorial de su complejo 
cuadro. Por lo tanto la insatisfacción corporal implica conocimientos, creencias, 
expectativas, valores y actitudes que un sujeto socializado internaliza, adopta y 
construye, como miembro de grupos y como parte de una cultura; la IC es 
consecuencia de la discrepancia existente entre cuerpo percibido y el cuerpo ideal 
(Gómez Pérez-Mitre, 1993a; Toro, 2004). 
Kirszman y Salgueiro (2002), señalan que la insatisfacción de la IC se 
relaciona con el modo en que uno experimenta su cuerpo. Esta disfuncionalidad 
se expresa en la vivencia de que el cuerpo no responde a las exigencias a las que 
estamos expuestos, donde generalmente existen sentimientos de rechazo y 
desagrado. 
Además de la incorporación de un modelo estético imperante, otras 
variables relacionadas con la insatisfacción corporal son la edad, sexo, índice de 
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masa corporal, clase social media-alta, población urbana y la obsesión por la 
delgadez o preocupación por el incremento del peso (Mártinez, Toro, Salamero, 
Blecua & Zaragoza, 1993). 
Estar insatisfecho con la propia IC actúa como un factor de inadaptación 
social ya que influye en la autoestima y puede llevar al aislamiento social y desde 
luego conducir a conductas que de otra manera no se llevarían a cabo, por 
ejemplo, hacer dietas restrictivas, ejercicio excesivo, o recurrir a cualquiera de las 
conductas compensatorias (Gómez-Peresmitré, 2001), dando como resultado la 
alteración de la IC aunada a la satisfacción/insatisfacción del cuerpo. 
El nivel de satisfacción/insatisfacción con la IC se refiere al grado en el que 
el individuo le gusta o disgusta el tamaño y forma de su cuerpo; es un factor que 
se refiere a un efecto de distorsión en el que las personas se autoperciben más 
delgadas (subestimación) o más gruesas (sobreestimación) de lo que realmente 
son. Existe la distorsión y alteración de la IC, la diferencia de estas dos radica en 
que la alteración de la IC tiene el efecto de sobreestimar o subestimar el tamaño 
del cuerpo, en tanto, la distorsión de la IC implica una ruptura con la realidad en la 
que el paciente encontrándose ya en delgadez extrema se percibe en sobre peso 
(Gómez-Peresmitré, Saucedo-Molina & Unikel-Santocini, 2001). 
Existen tres factores básicos para que se desarrolle insatisfacción corporal: 
 Familia: hay similitudes entre

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