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Reynoso, Carlos - Paradigmas y estrategias en antropología simbólica - Obed Vázquez Alvarado

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PARADIGMAS V ESTRATEGIAS
EN
ANTROPOLOGIA SIMBOLICA
Primera edici6n: Mayo de 1987
Portada: Jose Luis Carmona
Pieza arqueol6gica de portada: Cantara antrapomorfo condorhuasi
© AVlLU S.R.L.
Sede: Defensa 788
1065 - Buenos Aires.
Postal: Casilla 227. SUG.1
1401 - Buenos Aires
Argentina
Todos fos derechos reservados
Hecho ef deposito que marca la ley 11.723
lmpreso en la Argentina
I.S.B.N. 950-560-043-7
1. Enfoque psico16gico 0 cognitivo . . . . . 21
2. Enfoque ret6rico 0 expresivo 39
3. Enfoque posicional 0 sintactico 54
4. Enfoque semi6tico 0 comunicacional . . . . . 64
5. Enfoque cripto16gico 0 hermeneutico .... 79
6. Enfoque interaccional 0 socio16gico . . . . .. 103
7. Enfoque holistico 118
IV. Esquema sistematico de la antropologia sim-
b61ica 153
V. Bibliografia basica de antropologia simb6lica 157
VI. Bibliografia complementaria 169
I. LOGICA Y ESTRUCTURA
DE LOS ENFOaUES SIMBOLISTAS
Gorresponde preguntarse primero si es que existe
en realidad algo asi como una antropologia simbolica
instituida y autoconciente, y recien despues, en caso afir,.
mativo, indagar su historia, su aporte y su estructura.
Keith Parry (1979 :956) ha llegado a decir de la antro-
pologia simb6lica que "constituye un campo amodo",
mientras que Martin Silverman (1983 :178) sostiene que
nose trata mas que de un rotulo que designa a un "con-
junto indefinido" de especialidades. Melford Spiro, por
su parte, va todavia mas lejos cuando dictamina que no hay
razones para distinguirla del cuerpo de la antropologia cul-
tural (1969 :211-212). Todas estas aseveraciones, amen de
controvertibles, entrafian en mayor 0 menor medida la
esperanza ingenua de que las caracterizaciones y los Ii-
mites emerjan automaticamente del objeto. Por igual
razon, las mas recientes resefias historicas de la antro-
pologia han encontrado soberanas dificultades para tra-
tar las estrategias simbolistas en terminos mas 0 menos
unitarios, y algunas veces han preferido soslayarlas 0
minimizar su impacto (d. Harris, 1978, 1982; Kuper, 1972;
Voget, 1975; Leaf, 1979).
El caso es que la antropologia simb6lica parece cons-
tituir una modalidad de indagaci6n que, a contrapelo de
10 habitual, se define por su objeto (el simbolo) mas que
por sus metodos 0 por sus teorias. Lo cual no obsta, cier-
tamente, para que en ocasiones se haga referencia a ella
como si constituyera una escuela 0 una corriente teorica
de la misma entidad que, pOl' ejemplo, la antropologia
eognitiva, el evolucionismo 0 el materialismo cultural.
'Quede desde ahora expllcito que la antropologia simbo-
lica no conforma, de ninguna manera, un "paradigma"
.en el sentido kuhniano de "matriz disciplinaria", carac-
terizado POI' un conjunto de principios 0 POl' una serie
de modelos a titulo de denominador comun, sino que es
nitidamente otra cosa, un ente complejo que nos impone
demarcarlo de a pOCO.
Subyacente a todo el espacio teorico de la antropolo-
gia simbolica se encuentra una concordancia en un inte-
res especifico POl' un objeto elusivo, que no es otro que
.el simbolo. Esta concordancia no es inocente, y no im-
plica una particion epistemologica meramente practica
en beneficio de un foco concreto (como seria el caso de la
antropologia politica 0 de la antropologia economica),
sino una definicion sesgada y fragmentaria de 10 que
la cultura es. Si existe un acuerdo mas alla de la pura
,elecci6n del simbolo como polo magnetico del discurso,
ese acuerdo consiste en considerar la cultura como siste-
ma de simbolos y significados compartidos y en concebir
la antropologia como el estudio de ese sistema.
Tenemos entonces una (re) definicion de la cultura
mas 0 menos voluntariamente restrictiva y clausurada,
inscripta a proposito en un territorio ideo16gico proclive
:a las efusiones idealistas y al mentalismo, aunque empi-
ricamente variable en cuanto a 10 que la cultura abarca
o excluye. Aqui se presenta la primera discrepancia in-
terna: porque mientras que para algunos simbolistas la
dimension material, tecnologica, ecologica 0 economica
forma parte de la cultura (si bien generalmente a titulo
precario 0 como variable subordinada), para otros, todo 10
material y aun la conducta humana misma constituyen
,obstaculos, interferencias 0 ruido con respecto a 10 que
'en verdad importa. Marshall Sahlins seria un ejemplo
de aqueIIos; David Murray Schneider es el abanderado
de estos.
Pero aunque resulte insolito, esta discordancia no
marca, en el ambito de las tendencias simbolicas, ninguna
escision fundamental, ni sirve de base a nniguna disyun-
tiva que pudiera plantearse en su interior como catego-
rica 0 excluyente. Se puede seguir siendo simbolista ya
sea que se rechace 0 que se incorpore en el estudio que
se emprenda la realidad concreta que rodea al simbolo.
Es POl' esta especie de atipicidades que las cronicas
reflexivas de la disciplina no han sabido tratar adecua-
damente el problema de la antropologia simh6lica como
una variante discernible dentro de ella misma. Se diria
que ni siquiera han habido intentos serios en el proposito
de delimitarla, 0 de explicitar su diferencia con estrate-
gias limitrofes de contextura conocida, como el estructu-
ralismo, el interaccionismo simbolico 0 la fenomenologia.
Un enfoque secuencial 0 diacronico de estos asuntos,
hubiera sido a todas luces improduetivo: no hay un dog-
ma simbolista que surja en un momento determinado,
fundando la antropologia simb6lica como idea, ni una 01'-
todoxia que se coagule en torno suyo, ni un desarrollo
lineal 0 ramificado, ni una apoteosis, ni una decadencia,
ni un colapso, sino un amontonamiento que se consuma
-a escala hist6rica- en apenas un instante. La misma
deslumbrante variedad en el tratamiento del objeto y en
las posiciones ideo16gicas que ese tratamiento deja tras-
lucir puede alentar, POl' un momenta, la sospecha de que
la antropologia simb6lica no existe, 0 que si existe es en
ultimo analisis indefinible.
De hecho, exista 0 no (y habra que optar pOl' 10 pri-
mero si pretendemos conocerla), 10 concreto es que se
ha resistido no s610 al trazado de su cronica, sino tam_
bien a una caraeterizaci6n de sus variedades que avance
un paso mas alla de la trivialidad. Los intentos de defi-
nirla mas 0 menos globalmente y de dibujar su articu-
lacion intima (Sperber, 1974; Rossi y O'Higgins, 1981 :133-
138; Colby, Fernandez y Kronenfeld, 1981; Munn, 1973;
Turner, 1975; Umiker-Sebeok, 1977; Singer, 1978;
Schwimmer, 1978; Jarvie, 1976) acostumbran dejar de la-
do ,10 ,qUO In buc~a 16gica exige, dejandose ofuscar por la
OXCOHI VLL comple.)Idad de 10 real: las pocas "tendencias in-
(,ornuH" que se han propuesto, se solapan mas de 10 que
1'10 c~)mplementan, se inventan mas que se recuperan. a
pltrtIr de 10 dado, y abusan tanto del recurso del "etce-
(,~mL" como de las categorias miscelaneas. Como corola-
I'!O, gra~ parte del campo queda fatalmente sin cubrir y
Hill exphcar.
Lo que aqui vamos a postular es una caracterizaci6n
t~nto, ~e las variantes historicamente dadas en el estudio
slmb,o!lcO, como de las posibilidades 0 potencialidades
mod~h~as de dicha indagacion, en un cuadro que sea tan-
to faetlCamente real como logicamente fundado: un es-
quema, en otras palabras, que permita trazar las coorde-
nadas de 10y~ cons.umado y de 10 que pudiera plantearse
en el fut~:o. mmedmto, e~tableciendo algo asi como una
tabla p.erlOdlCa del estudlO de la simbolicidad. Lo que
se per,slg~e es" e~ fin, construir el protocolo de una me-
tat~orIa slstem~tlCa que no resulte impugnada por el con-
temdo de los hbros que no conocemos, ni se yea abolida
cuando Tl;lrner ? Leach cambien nuevamente de idea, y
que, aI, mlsmo tIempo, al presentar un orden, signifique
algo mas que una glosografia 0 una critica.
Nuestra caracterizacion no obedece a la logica de las
fases 0 de los periodos, una aventura que ya se intento
y que .ha.pr.~ba?o. s~r esteril; ni tampoco se conforma con
una dlStmclOn mlClal de tacticas emic por un lado y etic
po; el,otr?, :ya que el panorama quedaria desbalanceado;
mas a~m, ~n!Iltrar una pauta semejante aesta en un nivel
par~dIg~atIc.o.! equivaldria a dejar invadir los contextos
de ..JustIflCaclOn por los de descubrimiento, falsificando
la Imagen de todas las relaciones intra e interte6ricas.
. El ~eo!l? de nuestro .cuadro es Ia funcion y Ia acti-
vldad slI??ohca como ob.)eto y como totalidad concebi-
ble, pa~tlClOnada segun una logica de escalas y de focos
dependlente del marco teorico de referencia' un marco
a. su vez, ,que se ha de definir por la indole 'de su para~
dlgma mas que por su identificaci6n declarada 0 atri-
buible con una doctrina circunscripta. Dicho de otra
manera, el espacio total del discurso sobre el simbolo y
<manto Ie concierne, habra de cualificarse y dividirse en
tantas dimensiones discretas como paradigmas te6ricos,
objetos de interes y magnitudes de perspectiva resulten
posibles combinar. No es de temer que el numero de
parcelas discriminadas se acerque a la cifra de los estu-
dios llevados a cabo ni mucho menos; por el contrario,
resulta ser que el limite de aquellas categorias, por Ias
razones que se veran, puede fijarse en principio alrede-
dor.del numero siete.
Si bien en una primera apariencia aIgunas modali-
dades propuestas en nuestra sistematizacion podrian es-
tar, en 10 tematico, comprendidas dentro de otras, y si
bien ocasionalmente ciertas disyunciones resultan mas di-
fuminadas e intuitivas de 10 que seria deseable, los "en-
foques" han sido definidos de tal manera que cualquier
discurso 0 fragmento de discurso simbolista pueda ser
referido univocamente a uno de ellos, por poco que se
.quiera evaluar (a) su marco teorico de referencia, (b) su
escala 0 perspectiva de tratamiento y (c) su objetivo 0 su
foco de interes. En casu de error 0 de arbitrariedad, la
expresion de cada idea en sus propios terminos servira
de correctivo a 10 que nosotros mismos pudieramos
.afirmar.
De laestructura de nuestro cuadro se deduce como
.corolario que cada estudio simbolico puede, en su trans-
curso, caer sucesivamente dentro de distintas categorias.
Forzar 10 opuesto seria teoricamente mas ilustrativo y
mas seductor como argumento, peru tambien dejaria de
ser realista: la divagacion adventicia es, hasta el mo-
mento, esencial a la raz6n antropol6gica. Sin embargo,
la generalidad de los estudios completos y aun la trayec-
toria integra de la mayor parte de los simbolistas es
facilmente encuadrable en uno u otro enfoque, y a pesar
de .Ia relativa estrechez de cada parcela, ningun autor
oproyecto sefialable 0 concebible es capaz de extenderse
sobre mas de dos 0 tres. Aun la aparente dispersion de
a!gunos autores en el cuadro tiene cierto valor expresivo:
SI Sperber, Drummond 0 Fernandez figuran alternati~
'vam~'f/'te en mas. de un enfoque, es porque en alguna
ocaSIOnhan cambia do de foco 0 de paradigma' si Victor
~urner aparece simultaneamente en mas de u~o es sen-
cIl.la~~nte, porq?-e es. ecle.ctico. Por otra parte, l~ ads-
c:IpcIOn d~ las mvestigacIOneS simbolistas alas catego-
rias \?f~eCldas pa~a realizar su sintesis bien podria
materIahzarse medIante el recabamiento de la estrategia
emica~ente asumida en cada uno de los casos. Con re-
ferencia a los r6tuloR que exornan cada enfoque el tem-
p~ramento segu~do serra similar; de hecho, t~dos son
aJen?s, y a decn' verdad, un poco altisonantes: en su
s~ntido actual, "cognitivo" es ocurrencia de Bux6, "ret6-
~IC~"de, J~~~s Fe,~na~d~z, "semi6tico" de David Murray,
cnptoiogico y poslCIOnal" de Sperber, "sociologico"
de Melford Spiro y "holista" de Conrad Arensberg.
~a p~rtici6n del espacio de los anaJisis simbOlicos
e:n slete tIpos, ~e enf09ues co~pl~mentarios resulta par-
tIcu.larm;ente utIl no solo en termmos de una imposici6n
arbItra:Ia de forma. a un campo antes informe, sino en
1::" medida en. que Sirve para evaluar en forma sistema-
tica el contemdo, el estado y el progreso ocurrido en cada
uno. de eIlos, asi como las conexiones respectivas con es-
peCles concretas de investigaci6n dentro y fuera de la an-
tropologia. La ventaja de realizar una partici6n mas deta-
Ilada. de 10 habitual y de aceitar sus articulaciones, es
la ~msma que va de una referencia extensional enume-
ratIva, 3;1establecimiento de una pauta de diag~osis. Si
se prescmde de organizarlo de alguna manera 10 actua-
do por .I,a antropol~gia simbOlica s610 podra re~efiarse re-
prod~clendolo, y solo podra tenerse una idea de las ten-
denclas y mode~os frecue~tados a partir de 10 que cada
au~0.r se haya dignado decir acerca de su propio esquema
teorIco y de su propia ideologia.
En ter!llinol~g~a cognitivista, la organizaci6n pro-
puesta consiste baslCamente en un paradigma global, al-
gunos de cuyos elementos (que tambien son "paradig-
mas", aunque en un sentido epistemo16gico) son suscep-
tibles de fragmentaci6n taxon6mica independiente. Esta
estructuraci6n es decidida y concientemente no ortogo~
naI, asimetrica, discontinua; los elementos, que son en
realidad estrategias formuladas casi siempre de antema-
no en otra esfera de la antropologia 0 en otra disciplina
(la antropologia simbOlica pudo haber urdid-o unos cuan"
tos conceptos, pero no ha gestado aun ningun paradigma.
nov~doso), no se colocan suplementariamente, sin dej ar
junturas, uno al lado del otro. Unos pocos constituyen
ampliaciones de escala, acercamientos de perspectiva, por.,
menores, de 10 que otros incluyen generalizadamente Q
como epifen6meno; algunos mas tienen a otros como fun.,
damento, presupuesto 0 cosa conocida. La relaci6n catego..,
rial propuesta no es, entonces, horizontal; nuestra divi-
siondel campo de la indagaci6n simb6lica se acomoda
simplemente al hecho de una fragmentaci6n previa, cap.,
tada tanto en el plano de 10 real como en el epistemol6..,
gico. En este sentido puede decirse que no es arbitraria,
sino "objetiva", en tanto refleja las discontinuidades
perceptibles en 10 real apenas se intenta convertir la
realidad en problema. Incluso los aspectos que se dirian
ideologicos se manifiestan, automaticamente, en cuanto
alguien afirma la preeminencia de un nivel paradigmatico
sobre los restantes; como se vera, han de ser los conside .•.
rados (y no otros) los pIanos que articulan todas las po..,.
sibilidades opositivas de la polemica.
Existen, de hecho, discontinuidades entre 10 psico16-
gico, 10 expresivo, 10 sintactico, 10 semantico, 10 sociolo-
gico y 10 ambiental; las discontinuidades subsisten mas
aIla de la integracion nominal de la sintaxis y la seman.l
tica en 10 comunicacional, 0 de la sociedad y el ambiente
en 10 cibernetico. La antropologia simbOlicase extiende
a 10 largo de todo ese "discontinuum", cuya interconexion
es. precisamente el dilema (y la razon de ser) de las
ciencias sociales. Cada fragmento de la conducta sim;.
bOlica, en los distintos pIanos, plantea interrogantesa
diferentes niveles de tipificaci6n logica; teniendo esto en
t~Utllll.n, 1I01110HIH'ocurndo que nuestra referencia meta-
tlll'lI'll'/L IL litH oHtrutegias alternativas en el estudio del
Mllllholo, puedu reconvertirse con facilidad a un discurso
MlmplonJen1;ote6rico sobre los diversos aspectos del ob-
joto.
1,0 (lue sigue no pretende ser un resumen de 10 ac-
tundo dentro de la antropologia simbolica ni una reselia
do HUHcontribuciones mas idiosincraticas, sino mas bien
UUIL coordinaci6n epistemologica de cada uno de los enfo-
(lues, ejemplificados a traves de referencias representa-
Livas de sus principios rectores. Una vez descartados los
numerosos "estudios de casos" carentes de secuelas teori-
,cas y caracterizados los diversos estilos epistemologicos
del simbolismo, resultara evidente que la organizacion
de su territorio arroja consecuencias inmediatas. Una de
,ellas concierne a la fluidez con que pueden establecerse
comparaciones conceptuales 0 cotejarse variantes :rrtini-
mas en la interpretacion de los mismos fenomenos ;en
un campo cualificado y parametrizado, las ideas pueden
ser comparadas productivamente en su relacion con los
respectivos paradigmas y contextos de sentido, y coordi-
nadas en su nivel debido de analiticidad.
EI modelo sistematico que presentamos, por emplearun simil computacional, se encuentra recien en su etapa.
inicial de diagramacion; todavia falta programarlo y es-
tructurarlo adecuadamente, hacerlo funcionar en abstrac~
to y ponerlo a prueba, por ultimo, procesando informa-
cion viva y concreta. Cuando todo esto este cumpUmen-
tado, existira un modo legitimo y transparente de rea.Ii-
~ar el transito desde un simbolo referido en una hipo-
tesis, hasta la categoria bajo cuyo auspicio podra eva-
luarse y comprenderse 10 que sobre el se dice.
Nuestra delimitacion de las extensiones que pudie-
ran caracterizarse como "pertenecientes" a la antropo-
logia simbolica, ademas, es mucho menos formal que
heredera de un consenso que no hemos querido violentar.
Faltara aqui, como tambien falta en el simbolismo an-
tropologico constituido, todo el riquisimo acervo de cono-
cimientos y especulaciones sobre el simbolo que la filosofia
amasa en el decurso de dos milenios: el pragmatismo
norteamericano, que es quien impone el ritmo a casi todo
el teorizar disciplinario, no ha trepidado en arrojarlo
por la borda. Tambien habra que renunciar al derecho
de reclamar como simbolista todo texto antropologico,
parrafo 0 alusion en donde el simbol0 figure alguna vez
como, termino explicito 0 como significacion oculta; nues-
tra antropologia simb6Iica sera, quiza por desdicha, 10
que un asenso tacito ha decidido que eIla sea, aunque
desde dentro y desde fuera de la discipIina el simbolo
haya sido mejor y mas exhaustivamente interrogado.
Tambien es penoso que esta antropologia simbolica
refleje un estado de evoluci6n teoretica que solo tiene que
ver con la elaboracion de la discipIina que se Ileva a
cabo en los paises hegemonicos. Entre nosotros, tal vez
solo Edgardo Cordeu haya realizado aportes de alguna
magnitud a este campo, en una integracion ec1eetica que
descansa, todavia, en concepciones y modelos inevitable-
mente extranj eros, en todos los sentidos de la palabra.
Lo AUyOrepresenta un avance extraordinario, sin em-
bargo, respeeto de la fenomenologia bormid~ana, s.olo
circunstancialmente "nacional", la cual habrla POdldo
plantearse como alternativa frente al simbolismo de no
haberse quedado congelada, en pie de guerra, alrededor
de sus improbables dogmas. La fenomenologia de Bor-
mida, historia antigua de aqui en mas, no alcanzo a fa-
bricarse una imagen sintetica de la antropologia simb6-
lica ni Ilego a aprovecharla para enriquecerse, ni (por
sup~esto) tuvo opcion de superarla en 10 teorico. Habida
cuenta de 10 dicho, uno de los propositos que anima este
ensayo (al que seguiran otros) es el de constituir un
universo de dialogo antropologico actualizado, mediante
un juicio critico que nos parece imperativo discutir, y
que pretende erigirse en respuesta quiza rigurosa (en
todo caso, no complaciente) a 10 que las metropolis tie-
nen para ofertar. Si por razones economicas 0 institu-
cionales America latina es incapaz por ahora de segregar
una teorfa original, que sea al menos capaz de sobrepo-
nerse al estado de ignorancia sistematica y de manse-
dumbre epistemol6gica a que la fenomenologia pretendi6
reducirnos desde sus libros y sus catedras, asi como des-
de una crltica epidermica, fundamentalmente desconoce-
dora de todo 10 que no fuese ella misma.
Puesto que el objetivo es menos justificar la perfec-
ci6n del cuadro que delimitar critica y sistematicamente
el problema, no nos obsesiona demasiaao el que ciertos
conceptos nuestros, como los' de "paradigma", "estrate-
gia" 0 "enfoque", carezcan de univocidad. Aqui hemos
optado por abordar el asunto desde la antropologia, y no
desde la filosofia de la ciencia, con todo el riesgo de
desprolijidad que ello comporta. Despues de todo, Mar-
garet Masterman (1970 :65) ha demostrado que Kuhn
utiliza "paradigma" en unos veinte sentidos distintos, en
tanto que RUdiger Bubner (1984 :162) reconoce que la
riqueza te6ricadel concepto se debe precisamente a su
falta de exactitud. Para quien Ie interese esta suerte de
axiomaticidades, no obstante, podemos anticipar infor-
malmente que la antropologia simb6lica, tal como la con-
cebimos, se rige por un conjunto variado de "paradigmas
ejemplares" (cf. Kuhn, 1970:272), aplicados a un nu-
mero no expandible de focos 0 de pIanos analiticos, y
que las "estrategias" concretas resultan de la plena cua-
lificaci6n (emic/ etic, idiografico/nomotetico, rel~tivis-
tajuniversalista, etc.) de los estudios hist6ricamente
dados. Los paradigmas ejemplares, o' mas rudamente
"modelos", acostumbran repetirse independientemente de
su foco, como cuando se aplica, por ejemplo, el mismo
modelo de procesamiento de la informaci6n a los sucesos
mentales de la vida simh6lica y al control cultural de
Ios recursos ecol6gicos, 0 como cuando el mismo modelo
de los schemata sirve para explicar tanto la formaci6n
de metaforas como laconstituci6n de los mapas cogni-
tivos. .
Pese a que existen formalizaciones matematicasca-
paces de cuantificar la magnitud de una categoria inserta
en un discurso (de creer a Wesley Salmon existiria in-
cluso una teoria de la importancia, capaz de arbitrar en
este caso el grado de simbolicidad de una antropologia),
creemos que la cosa no es para tanto: bast,a r~cono~er
que, por ser s610 un concept?, la antropOlogl.a. slmb6~lca
no es una realidad tan tangIble como se qmslera, SIllO.
bachelardianamente. una construcci6n te6rica mas.
T'aradig?na te6rico: Psicologia cognitiva.
Objeto: Actividad y procesos psico16gicos de simbolizaci6n.
Convergencia disciplinaria: AntTopologia cognitiva.
E'studios representativos: Sheldon Klein (1983), Benjamin y Lore
,Colby (1981), Benjamin Colby y Rodger Knaus ('1974), David
Rumelhart (1,975), Jean Mandler y Nancy Johnson (1977),
Walter Kintsch (1977), Emiko Ohnuki-Tierney (1981), Dan
Sperber (1979, 1980), Christina Toren (1983).
De 109 divers os paradigmas que pueden identificarse
en el interior de la antropologia simb6lica, este es el que
se ha formulado mas recientemente y el de menor efecto
publico. Se gesta recien a mediados de la decada del '70,
cuando se manifiesta un creciente interes en relacionar
los simbolos con la 16gica proposicional, con la 16gica de
clases, con las jerarquias cognitivas y con el problema de
la binarizaci6n y la analogia en el pensamiento humano.
El modelo mediato 0 inmediato de esta vertiente es, dentro
de su disciplina de origen, la Hamada psicologia cognitiva,
tal como fuera concebida por P. H. Lindsay, por D. H.
Norman y sobre todo por Ulric Neisser. Cabe sospechar
que, de haber surgido veinte afios antes, el enfoque en
cuesti6n se habria inspirado en las intuiciones freudia-
rutH, ,l'cpresentativas de un estilo de pensamiento que hoy
en (ha se halla en franca bancarrota.
El le~guaje ~~s bien riguroso exigido por estos nue-
vos e~paclOs tematIco~ y la ostensible preocupaci6n de los
e~tudlOsOSP?r l~s metod os de validacion, por las defini-
ClOnes coord matI vas y por demas formalismos, determi-
naron que Colby, Fernandez y Kronenfeld (1981) pos-
tu~~ran que la antropologia simb6lica estaba "convergien-
?O con. la antropologia cognitiva en el ambito de estas
~ndagaCIOneS"l,a~ cuales, por ocurrir comunmente bajo la
lonna de ana~lSls en pequena escala, fueron caracteriza-
~as en su c?n.~unto como m:a "microantropologia" (1981:
AO). Es. fa?l! c0.nstatar, sm embargo, que no son frag-
~entos ,slg:mflC.atIvos de cada una de las corrientes los
(lue estan lmphcados en esa convergencia: quienes lide-
ran .la antropologia simbolica, 0 se han manifestado in-
s~~sl.bles, 0 se han opuesto frontalmente al generO cog-
mtIvlsta de fo::malizacion (Geertz, 1973 :11-12; Schnei-
~er, 1965; Sahl.ms, 1980 :138). Y en nuestra articulaci6n
e las tendenclas actuales de la antropologia cognitiva
(Reynoso, 19~6a), hemos comprobado que solo una de
entre sus vanas facciones internas manifestaba intere-
~es co:mune~ can los de la antropologia simb61ica. Esta
f~se slmbohsta: qu~ en su oportunidad distinguimos den-
~ ~bde la. etnoclencla, y que estaba acaudillada por Basso
.e .y, RIce, Buchler y el propio Colby, vendria a cons~
t~tmr,consecuentemente, la otra cara del enfoque cogni-
t~vo dentro del simbolismo que aqui se pretende caracte-
r~z~x:. De todas m~neras, en situaciones limitrofes, es
~lflCI1 corroborar Sl la convergencia en cuestion se ha
~?dnsumado hasta tal punto que pueda hablarse con cer-
1-1 umbre de u~a f~sion cabal. Mas· bien se diria que
ambas estrateglaS, sm perder del todo su identidad y su
ma~ca, confluye.n en un terreno tradicionalmente recla-
nut 0 P?r la .pSlCologia cognitiva, agregandose a nuevas
aportaclO~es}e la. lingiiistica (como serla "semantica
de prototIpos.; derIvada: de ~illmore) y a investigaciones
en computacIOn y en mtehgencia artificial. Acaso los
cstudios cognitivistas del quehacer simb6lico se inclinen
mas hacia los aspectos organizacionales y form ales del
conocimiento, en tanto que los estudios simbolistas de la
cognicien se ocupan mas de los faetores afectivos, expre-
sivos e inefables. Existiria, empero, una pauta de iden-
tificacion mas eficaz: el modelo definitorio de la antro-
pologia cognitiva se origina en la lingiiistica estructural,
mientras que el del simbolismo cognitivista procede a
todas luces de la psicologia. De todos modos, serfa bi-
zantino pretender trazar una divisoria absoluta; el he-
cho es que, en unas pocas instancias muy localizadas,
no puede discernirse si ciertos trabajos se inscriben en
la tradici6n simb6lica 0 si participan en cambio de la
cognitiva, a menos que se analicen las trayectorias pre-
vias y los compromisos expresos de sus autores.
Esto vale, por ejemplo, para las investigaciones del
antrop6logo y lingiiista Sheldon Klein, algunas de las
cuales han desatado ruidosas polemicas. Klein, especia-
lizadoen simulacion computadorizada y en inteligencia
artificial, ha concebido un modelo etnografico de reglas
de comportamiento que estarfan codificadas como "ope-
radores analogicos" y que se referirfan a "descripciones
de estado cognitivo". Su modelo se denomina Operador
Aposicional de Transformaci6n (ATO), y se inspira tan-
to en los estudios sobre particion cerebral hemisferica
como en el principio de que la division de tareas entre
los modos de razonamiento aposicional-ana16gico y pro-
posicional-binario esta determinada por la cultura. "Si
afirmamos -dice Klein- que las reglas de comporta-
miento estan codificadas primariamente en una notacion
equivalente a la de la logica proposicional, nos encontra-
mos con el hecho desagradable de que e1 tiempo de pro-
cesamiento computacional se incrementarfa en forma ex-
ponencial de acuerdo con la dimension de la base de
datos" (1983 :151). En consecuencia con esta premisa,
que traducida de lenguaje de maquina a idioma humano
viene a decir mas 0 menos que el tiempo de resolucion
mental de las alternativas planteadas por la vida sim-
h(I!i(!U5!l'eeerfa exponen~ialmente segun la complejidad
,v (I( numero de las vanables intervinientes Klein con-
e1u,YCque las situaciones que presenta la re~Iidad cultu-
ral, han de resolverse .de ~c.uerdo con una logica de tipo
ATO.. Lo~ artefactos sImbolIcos de la cultura sirven como
rCpo~ItorlOs de esos ATOs Y posihilitan, en ultima ins-
~~lncla, la. resolucion de las alternativas de la conducta.
[:~s analIzar los hexagramas del I Ching los sistemas
a!rlCanos de .adivinacion, la iconograffa b~ddhista y la
Pllltura navaJo en arena como mecanismos ATO fuerte-
mente, formalizados y estilizados, Klein hace referencia
al. estlmulo q?~ en su prop,ia obra significo el pensa-
~Iento de LevI-Strauss, qUIen, en sus contribuciones,
~Iustra claramente el funcionamiento de la logicaaposi-
clOnal" (1983: 169) .
. Si bien el trabajo de Klein es centralmente arquetf-
PICO del ~?-foque ,que estamos ejemplificando, y en el
que tamblen podrIamos haber incluido las investigacio-
nes de R. A. Rubinstein (1981), de TenHouten y Kaplan
(1973) 0 de. ~aredes y Hepburn (1976), en ciertos ca-
sos, Ias ambIguedades de los autores y las inexactitudes
d.e sus comentaristas hacen que la caracterizacion sinte-
tIca de numerosos estudios simbolicos resulte conside-
r~blemente incierta. Tal seria el caso del manifiesto teo-
rICOque Dan Sperber hizo conocer simultaneamente como
Le Symbolis'"!e en generaly como Rethinking Symbolism
(1974). Es llldudable que una parte de esta indagacion
ll?-uestra .reson.ancias cognitivistas; de hecho, Sperber de-
f~n~ el .sImbolIsI?-0 como "un sistema cognitivo no semio-
10glCO,mdependlente de la verbalizacion pero dependiente
de la cO;1Ceptualizacion". Hay que notal', no obstante
que e.1dlScurso "cognitivo" de Sperber es en esta obr~
asa~, I~formal, y que su sugerencia de una "conceptuali-
~aclOn. no. verbal, aunque alcanza a entenderse ensu
llltenclOnalIdad, no es del to do satisfactoria en terminos
de precision discursiva. Es tambien excesivo identificar
como 10 hace su exegeta Marfa Jesus Buxo Rey (pp. 7~
16), la postura sperberiana con la antropologfa cogniti-
va; historicamente y POl' derecho de J?recedencia, esta
escuela es la misma que se ha caractenzado como etn~-
ciencia 0 etnosemantica, y es absurdo pretender redefI ...
nida para hacer caber a Sperber en ella. Hay qu~.con-
cluir entonces. Que si bien en el importante mamfIesto.
de Sperber existe una dimension cognitiva latente!. el
grueso de su alocucion cae de lleno ~n el enfoque .pOSICIO-
nal, estructuraIista, al que desde Slempre ::"dscrI~e mal
de su grado y bajo cuyo auspicio se 10 analIza mas ade-
lante.
Recien cinco alios despues, en 1979, Sperber se .d.es-
liza hacia una tendencia digna de ser llamada cogmtIva
sin ambages. A este respecto, despIiega un modelo ~e
procesamiento de informacion, derivado de la analogIa.
a la moda entre el cerebro y el computador, en el ,~ue
distingue tres dispositivos: uno "perceptual", otro ra-
cional", y un tercero, "simb6Iico". Sup one que el output
del dispositivo perceptual es habitualmente proce~ad<: ~o-
mo rutina POI' el aparato racional; el oper::"dor sImbolIco
solo actua cuando la racionaIidad es desaflada 0 cuando
sufre una sobrecarga que 10 excede. De su nuevo mode!o,
Sperber deduce que la simbolizaci6n pre~upon~ la racIO-
nalidad, con 10 cual pone de cabeza la hII?otesIs del pen-
samiento "preI6gico", recientemente resucltada por: Hall-
pike y POl' los teoricos i:iJ.glese~ de las deno~mad::"s
"16gicas alternativas". (Cf. Hallplke, 1976, 1979, DavId
Cooper, 1975; Merrilee Salmon, 1978). ..
En otra tesitura uno de los estudios que meJor sm-
tetizan la verdadera 'estrategia cognitiva dentro del sim-
bolismo es el de Emiko Ohnuki-Tierney (1981), para
quien el proceso de simbolizacion abarca y c~ndensa fac-
tores reivindicados tanto pOI' esta antropologIa como POI'
la de los etnocientificos. Si hemos de ser riguros~s, e.sta
claro que Ohnuki-Tierney otorga a la antropolo?,Ia SIm-
bolica un estatuto disciplinario en alguna medlda "su-
perior", POI' cuanto Ie conffa integ~ar los codigo~ m~~-
tales 0 conceptos construidos a parbr de la orgamzacIOn
clasificatoria de los lexemas en una superestructura re-
gid~ POl' c6digos anal6gicos donde se "idealizan" 0 "sim-
bohzan" aqu.elIas unidades en terminos de imagenes
cUI~urales. Slendo el simbolo una estilizaci6n de una sin-
t~SIS,c?nceptual, lingiHstica en el fondo, la antropologia
,'Slmbohca tal como Ia concibe Ohnuki-Tierney recoge el
prod~cto de la antropologia cognitiva como insumo pri-
mordIal par~ la teorizaci6n: nos preguntamos hasta que
p.unto no esta pr,o:y;ctal}-d.oen la realidad etnografica con-
slderada, l~ dIVISIOntacIta del trabajo imperante en la
antropologla.
Tambien tiene su costado cognitivo el estudio de
Brenda Beck (1978) sobre la metafora como mediador
-entre los modos ,de pensamiento semantico y anal6gico,
que se comenta brevemente en nuestra caracterizaci6n
del enfoqu~ ret6rico. Ahora bien, si se ponen en linea
las concluslOnes de Beck, de Sperber, de Paredes y Hep-
burn, de TenRouten y Kaplan, de Klein y de otros mu-
,cho~ autores ya .se~alad?s como representativos, se puede
'o?s~rvar. una comcldencIa generalizada que trasciende las
dIfere~cIas de vocabulario y los matices ideol6gicos en
el sentIdo.de una relaci6n opositiva, unificada y con;tan-
te, s~stemda p~r todos elIos, entre 10 proposicional y 10
afe~tlVo, 10 dIgItal y 10 anal6gico, 10 cognitivo y 10 sim-
?6.h~0, 10 l!~giiisticoy 10 no verbal. Esta unanimidad
mICIal certlllca la ventaja de haber definido separada-
mente un enfoqu~ en el que esa relaci6n, en tanto pro-
blema antropolo?,lCo, es susceptible de analizarse en sus
elem~ntos constItuyentes, en sus variedades culturales
adu:cIda~ :( en.~us procesos geneticos. En otras palahras,
la Ide~tIflCaclOn. d~. campos paradigmaticos delimitados
garantIz~ la pO,slhl!ldad de convertir cada contribuci6n
a los mlsm.os termmos, para asi arribar a una sintesis
r~presentatIva del estad~ de opinion del respectivo para-
<hgma. En esta oportumdad, un primer resultado atafie
al estado y contenido de la dicotomia, argumentada POI'
todos los antrop?logos aqui considerados, entre dos £01'-
mas d~. pensamlento contradictoriamente definidos: el
proposlClOnal y el simb6lico.
Aunque no haya sido ese nuestro objetivo originario,
10 cierto es que la cuesti6n se presta magnificamente a
una puntualizaci6n critiea que pudiera ser ~scl~;ecedora.
Anotemos incidentalmente, que la caractenzaclOn de es-
tas forma's antag6nicas de pensar nace, en antropol?gia,
,con las digresiones levistraussianas de El pensamwnto
salvaje (1962). Lo mas curioso, y 10 que mejor ilus:r~
la naturaleza artificiosa de esa dicotomia, es que en LeVI-
Strauss cada uno de los tipos de pensamiento aparece
,calificado exactamente al reyeS de 10 que es comun en
el moderno simbolismo: alli, el binarismo seria la forma
mas elemental de distinci6n, caracteristiea de un pensa-
miento no prel6gico pero si "salvaje", 0 POl' 10 menos
etnografico. Can el auge de las computadoras, y con la
popularizaci6n de una nueva dicotomia entre maquinas
"digitales" y "anaI6gicas" (que se ensefia invariablemente
el primer dia de clases en los cursos introductorios), el
binarismo cambia de duefio: de repente, es la 16gica pro-
posicional, e incluso hasta el simple lenguaje "seman-
tiea" cotidiano, 10 que se presenta con una: contextura
binaria, en tanto que el simbolismo se conclbe como de
talante aproximativo, y POI' 10 tanto "ana16gico".
EI equivoco arranca sin duda de ciertas consid~ra-
ciones simplistas de Bateson (capaz de hacer referencIa: a
maquinas "gestalticas" inexistentes), y se debe obvla-
mente a la cualidad distintiva aparente de las respec-
tivas formas de pensar: nitida, tajante y definida (y
POI' ello "binaria") en el caso del lenguaje, 10 16gico y
10 conciente; ambigua, vaporosa e incierta (y pOI' ello
"anaI6gica") en el de la simbolizaci6n, 10 expresivo y 10
subliminal. Rasta Anthony Wilden, un cuestionador nato
y habitual mente un critico extraordinari?, se ~ej6 sedu-
cir POl' esta dialectica: "POI' 'digital' -dlCe WIlden- se
puede entender: lenguaje, 'objetividad', razon, mente,
blanco 'civilizado', var6n, segun los casos. De manera, .
semejante, pOI' 'ana16gico' podemos entender: comum-
caci6n no verbal, 'subjetividad', emoci6n, cuerpo, gente
de color, 'primitivo', mujer" (1979 :61).
Iiltl't'untumos que la oposi ., d
till tt'i/olteproblema de codificlO~, : marras se. reduce a
decide como defini I . caClOn. es. el analIsta quien
1''izar' un fenomeno ~a~~ ~es yt las v~rIables para bina-
teorema. Pues nin un ' ea es e fenomeno un rito oun
tivamente binario, :si c~~~t~xto es na~ural ni constitu-
llil ~~e t~~op~::r:c~:~~b~o~r~~~~F~li~}~~i::~i~~ci~~~
una proposici6n del len . ' ,a ~ aWlCK0 a WIlden,
una cualidad como "tibi~~a~eusemantIco como ."llovizna",
a un color cualquiera del n concepto que ldentifique
binarios inmediatos inter es:.e~~ro, ca::ece de opositores
validos; y hasta la' mas "~~~l~ l:,a"e mt.ercu.l~uralmente
creaciones humanas la ,. oglCa "1. slmbolIca de las
ble, como 10 corrob~ra 1~~~lC.a,tes /ac~lmente binariza-
digital 0 su sintesis medianCIen e . ecmca de grabaci6n
En suma 10 b' . 1 te oscIladores electr6nico' s, marlo y 0 anal' . .
d~das espontaneamente en el Ogl~Ono ~on cara~teristicas
bltrariamente atribuidas en IObJ~~?,.smo cualIdades ar-
buena parte del discurso sim~ ~~a ISlsb 10 cual convierte
en una formidable falacia de t<:l~f~ so.,re ~st.e particular
. . IPl IcaClOn10glCa.
EI enfoque cogmtIvo incl I
gunas manifestaciones colat ure, a margen de ello, al-
res. Una de estas es la ra era es, aunque de cierto inte-
schemata, pattern-schem m! que se ocupa .de los llamados.
cialidad antropol6gica n~ rames 0 scnpts, una espe~
em:pefiosos, el anaIisis de ~~;n .jl;le ~?Ordda, ~o~ metodos
temdos fenomenicos con ~ lC~clOn. e dlstmtos con-
dinamicos, en la tra~smis:6s~e~lf; enfasls en lo~ procesos
nes sociales. La orientaci6n u }-Ira ? ~n la~ mteraccio-
psicologista, se desarro1l6 a as! defmld~, mi~ialmente
de Colby (1966 1981) d l-artIr de las mvestIgaciones
su precursor a' Frederic ~ Ice (1980), y re.conoce como
cuentos aborigenes nortea artl.ett (1932), qUlen utilizaba,
bre memorizaci6n y retentl?erIcanos e~ indagaciones so~
a la antropologia Bartlett lva'f Drolvlendo la iniciativalos trabajos de W H R Rc.onesa a a. su vez basarse en
de siglo, sobre ca;I1bi~ d~ l~ers, publIcados a principios
pa rones y convencionalizaci6n
28
artlstica entre los aborigenes del Estrecho de Torres. En
psicologia, la tendencia liderada por Bartlett constituy6,
bueno es recordarlo, un frente de oposici6n al asociacio-
nismo conductista de Ebbinghaus: 10 que Bartlett bus~
caba elucidar era de que forma se organiza el conoci-
miento en la mente de las personas y no tanto registrar
pasivamente cuanto es 10 que se recuerda de una larga
Usta de silabas sin sentido.
En vezde utilizar estas listas, Bartlett echO mana
de historias, leyendas y mitos de otras culturas, que de-
bian ser contadas de memoria, a 10 largo de una cadena
de sujetos experimentales. Cuando la historia llegaba
H la ultima persona de la cadena, podia comprobarse
que habia cambiado totalmente: casi siempre los nom-
bres, los top6nimos y otros detalles especificos desapa-
redan por completo, asi como tambien se esfumaban las
referencias a espiritus y fantasmas; pera 10 mas nota-
ble' es que se Ie afiadian a la historia nuevos sucesos
que procuraban "darle sentido". De esto dedujo Bart-
lett que las personas no graban pasivamente la infor-
maci6n verbal, ni la olvidan tampoco aleatoriamente, si-
no que realizan siempre un esfuerzo por encontrarle un
sentido, por conferirle significaci6n, por adaptarla (se
diria ahora) a sus "esquemas" 0 a sus "marcos" habi-
tuales.
La sagaz intuici6n de Bartlett, que refut6 la pre-
tensi6n asociacionista de que las representaciones men-
tales reflejaban directamente al mundo, sento las bases
de una densa teorizaci6n -que todavia esta en sus eta-
pas fundacionales- en torno de esos elusivos "esque-
mas", a los que se concibe como abstracciones concep-
tliales que median entre los estimulos y las respuestas,
yque sirven de base a los distintos procesamientos de in-
formaci6n: percepci6n, comprensi6n, categorizaci6n, pla-
neamiento, resoluci6nde problemas, interpretacion de
historias, toma de decisiones.
Los esquemas se han definido como "redes de no-
dos y relaciones", 0 como una "red de interrelaciones que
tit) oHtima (culturalmente) normal entre los constituyen-
LCHdo un concepto en un contexto dado", 0 como "una
oHtr,!ctura de datos que representan una situacion este-
rcotIpada, tipica 0 arquetfpica" (cf. Casson, 1983). Nor-
~almente se asume que los esquemas, que ocurren a
d~verso~.niveles de tipificacion y de inclusion, poseen un
mvel fIJO, que representa aspectos invariantes de los
c?n~eptos, y niveles variables 0 slots, que se asocian con
dIstmtos elementos empfricos en instanciaciones parti-
culares del esquema. EI esquema suhyacente al kula de
las Tr.~hriand, pOl' .ejemplo, poseeria una serie de varia-
hies fiJas, en termmos de categorfas, si se quiere como
las de "dador", "re.ceptor" 0 "intercamhio", entre las que
se estahlecen relaClOnes precisas: un evento es caracteri-
zado como ku.za cuando las personas, ohjetos y sucesos
en.u~ determmadocontexto se pueden asociar 0 enlazar
(b~na) a .Ias varia?~es apropiadas del esquema. Com-
plementarIa a la n.0clOnde esquema es la idea de framing,
que hace referencIa a la relacion dinamica que se suscita
entre la.s estructuras del lenguaje, como ser los lexemas
o las diversas catego:ias. gra~aticales, y los esquemas
sUbyac~ntes; el ~ram~ng Imphca que las categorias del
l~nguaJe reorga.n.Izan d~ cierto modo los esquemas, foca-
hz~ndo la atenclOn en cIertas variables mas que en otras:
aSI, en el kula, "dar" focalizaria el acto del intercambio
desde. el punto de vista del dador circunstancial, y asi
suceSIvamente.
Existe otra acepcion afin del concepto de frame, y
es la que arranca de Bateson (19q5), IIegando hasta Goff-
J?an (1974). ~n esta tesitura, un frame seria un con-
Junto d.~ medlOS por los, cuales la gente organiza su
concepCIOn de 10 que esta ocurriendo en un momento
dado. 90ngruente c?n este tipo de giros y de novedades
categonales, ha vemdo a acoplarse al discurso sobre lOB
esquemas y los marcos, una semtmtica "de prototipos"
(cf: C~leman y Kay, 1981) que pretende trascender las
hmitaclOnes de la antigua semantica estructural. En-
tiendase aqui como "semantica" la relaci6n de significa-
ci6n que media entre las variables de un esq~ema Y 108
distintos elementos de un entorno, que vendnan a fun·
donar como sus referentes empiricos. Pues bien, para
esta semantica prototfpica, esta relacion se interpreta
como aproximativa, focal, oscilante, nehulosa (ftizzy), )<
no determinista. En consecuencia, a veces alcanza y
Hobra con un vago parecido funcional 0 con un cierto
aire de familia para que, en una instanciacion de un
esquema dado, un elemento del entorno califique como
variable pertinente: en el esquema subyacente a una
"transaccion comercial", verbigracia, los elementos em-
piricos que satisfacen la variahle "dinero" pueden s.er
tanto hilletes de banco como monedas, metales preclO-
sos, cheques, pagares, tarjetas de credito, y asi POl' el
cstHo.
Charles Fillmore, el lingtiista que ha dado ma~or
impulso a la semimtica de prototipos, la ha concebido
como una teoria del significado que se opone alas teo.,.
rias componenciales de "listas de ra~gos", que po~tulan
una representacion "digital" del sentIdo, Y que aflrm~n
que este resulta de una conjuncion auditiva de prop Ie-
dades discretas, llamadas "componentes semanticos" 0
"atributos criteriales" (cf. Lyons, 1980: 299-315). Este
criterio atomista es el que impero, por de pronto, en
casi todo el analisis de componentes propiciado por la
antropologia cognitiva chlsica, desde Goodenoughhasta
Werner.
Los usos dela nocion de esquema en antropologia
son extremadamente variados, y poco a poco puede que
vayan configurando una especie de "antropologfa: del ~o-
nocimiento" una cognitive science de marcada mterdIs'-
ciplinariedad, excentrica por su amplitu?- tematica res-
peto de la antropologfa simb6Iica convencl?nal, Y opuesta
por. sus principios teoricos a 10 que ha. sI,do la antropo.,.
Jogia cognitiva. Hoy se hahla cada vez mas de schemata
para dar cuenta de las estructuras formales que suh~acen
alas clasificaciones etnograficas, alas partonomIaI:!Q
'"analisis de constituyentes", a los "mapas cognitivos"
que rig-en la organizaci6n del espacio y la orientaci6n
geografica, alas "metaforas estructurales" que se utili-
zan para la comprensi6n de objetos y sucesos complejos
'0, extrafios, y a la construcci6n de distintas modalidades
del discurso narrativo (ef. Brown, 1976; McClure, 1976;
'Gladwin, 1970; Basso, 1967; Casson, 1981; Sherzer,
1977; Harwood, 1976).
Es recien sobre la base de un esclarecimiento mini-
mo de la noci6n de esquema que puede comprenderse
la critica que Christina Toren realiza al modelo de Sper-
ber (1979), inspirado este en el paradigma del procesa-
miento de la informacion que es corriente desde hace
veinte afios en psicologia cognitiva. Afirma Sperber, y
con razon, que los antropologos interesados en el sim-
bolismo han mostrado una vigorosa tendencia a adoptar,
mas 0 menos explicitamente, marcos te6riCos influencia-
dos por el asociacionismo clasico (cf. Uvi-Strauss, 1964:
'98-99; Leach, 1985 :23-38). Dichos antrop610gos sostienen
que las ideas se asocian entre si de acuerdo con princi-
pios de "similitud" 0 de "contigiiidad", que las ideas aso-
dadas tienden luego a evocarse mutua mente y que una
idea rica en asociaciones es susceptible a la vez de evo-
car y ser evocada. Ahora bien, el asociacionismo clasico
ha sido ampIiamente desacreditado en psicologia por las
'estrategias experimentales que se relacionan con el nue-
vo cognitivismo. Lo lamentable es que la psicologia cog-
nitivista ha refutado formalmente al asociacionismo sin
proporcionar una teoria alternativa, por 10 que en otras
dencias sociales se sigue recurriendo a criterios asocia-
donistas con mayor 0 menor desembozo (1979 :26).
Acicateado por esta impasse, Sperber busca en la psi-
cologia contemporanea el modelo apropiado que de cuen-
ta de la especificidad del pensamiento simb6lico, consi-
derando alternativamente tres esquemas mas 0 menos
plausibles, pero que se excluyen entre S1. (Ver cuadro
pag. 33).
S ber llama "dispositivo" al conjunto de operacio-
es g:~ntervienen en un mismo tipo de proceso 0 tra-
rami~nto. El "dispositivo perceptual" sera el que acepte
Dispositivo
Perceptual
Djspositivo
Perceptual
Dispos(tivo
Racional
como insumo (tnrput) la informaci6n ,proporcionada ~or
108 estimulos externos y el que produzca como salIda
33
(III/.III/ll) U/llL ide/lLiJi~aci6n de esos estimulos en forma
do pl'()p0l1i(~iorWHelementales. El "dispositivo simbolico"
.'I(!I'IL(d qlW acepte como insumo esas proposiciones, . sea
quo J)I'ovengan del dispositivo perceptual 0 que se origi-
nen en otras fuentes, produciendo como salida proposi-
cionoH evocadas por el in sumo y recuperadas 0 construi-
daH a partir de la memoria a largo plazo. Y el "dispositivo
racional" sera el que acepte como insumo esas proposi-
dones, produciendo como salida conclusiones logicas de-
rivadas de e11as.
Es posible, reconoce Sperber, que ninguno de los tres
esquemas presentados sea operativo, y que en la realidad
se presenten circuitos enrevesados de retroalimentaci6n
y multiples vias subsidiarias de procesamiento ciclico.
Pero aunque estos factores de complejidad adicional se
introduzcan en el modelo, los problemas siguen siendo
los mismos: En esta interaccion, l que tipo de tratamien-
to es el que abre el ciclo? l CuM es el dispositivo que
recibe directamente el output del dispositivo perceptual?
l Es el simb61ico? l Es el racional? l Acaso son los dos
al mismo tiempo?
Escogiendo sus ejemplos con sefialable perspicacia,
Sperber logrademostrar que "en ciertos casos, el trata-
miento racional no presupone ningun tratamiento sim-
bolico previo, y que en todos los casos el procesamiento
simb6lico presupone ya un minimo de tratamiento racio-
nal; siendo asi, cabe optar por una version ciclica del
tercer modelo", no obstante ser este, en apariencia, eI
mas paradojal (1979 :22).
El porque de esta opcion se expresa como sigue:
"Cuando el dispositivo racional se ve sobrecargado, se
desencadena un procesamiento simb6lico que consiste en
buscar, a partir de la informacion disponible en la me-
moria a largo plazo, las premisas suplementarias que,
de estar disponibles, permitiran un tratamiento racionaI
completo del insumo inicial" (1979 :38). La sobrecarga
(overloading) del dispositivo racional 0, en otras pala-
bras, el desafio de la racionalidad por parte de un evento
dIldo, (!I-I 10 que activa 0 "dispara" al dispositivo ~i:nb6-
Ill'O, .y 10 que permite, en otro lugar (1974), defmlr 10
,dlllh6lico mismo. .
('hristina Toren comienza su crftica puntuahz~ndo
'1110 (:n p~imer termino, hay un vaclo todavia x:o cublerto
1'/1(,;'0 cl sistema de representaciones constru~do por, el
1111 LI'op6Iogo para elucidar el "significado" de cler10s Sl:n-
""lm~,y 10 que se supone que sucede en Ia me~te e qme-
1I('f\ hacen uso cotidiano de e11os; y que, en ~~gundo Iura:,
1'/1 fundamental no imputar larepresentaclOn forma e
1111 hee ho simb6lico a la coneiencia individual de.la gen~e
qllo He encuentra bajo estudio (1983:~60); .La dlferen~la
(-11(,1'0 ambos niveles de analisis, el pSlCologlCo y el SOClO-
16~ieo si bien debe reconocerse y tenerse en cuent~ como
PI'ohl~matica, no necesariamente tiene que par~hzar la
IIIvl'Htigacion una vez que se 11ega a este pun to. es pre-
('iHo,' ctice Toren, encontrar una "interface" entre amb?s.
Toren disiente con Sperber re~peeto ?e que la racl~-
Imlidad sea "previa" alas demas mstancIas, en el s.en\_-
do que configure una etapa ini~ial. ~n un .vro~esamlen, 0
do informacion que produzca ~lgmflcados: aflrma, mas
hlen que la racionalidad es Slempre p~evla, pero en. ~l
rwntido en que la aprehensi6n de sigmflCad,o e~, cogmtI-
vnmente hablando, un proceso racional en Sl mlsmo, cua-
1C1I-Hluierasean sus productos. .,
El asociacionismo cultural es, desde ya, msos~~m~le.
J'~Hesencial reconocer el pa~el de la representaclOn m-
teJectual del contexto (es declr, el modo en que el e~tor
no es intelectualmente elaborado) en el procesamlen 0
(·.og-nitivo de los insumos simbolicos, to.d~ yez que el con-
texto no es simplemente un facto:: perIfenco en la selec-
('16n final de una respuesta cogmtIva adecuada. El mo-
dolo escogido por Sperber, desdichada~e~te, no es el
6ptimo: Sperber en realidad 10 ha. modlflcado, conf1!~-
(Hendo el "proceso primario" de N elsser con la eSP~clf:-
cldad de la comprension simb6lica. ~l ~odelo de NelsseI,
(10 todos modos, se limita ~ la desc:r:lpclOn de los proce~~~
necesarios para el pensamIento raclOnal, y no es de n
~lJIlH Illltnoru l1decuado para dar cuenta de 10 que los an-
tr'()ll(jlogo~ Haman "pensamiento simb6lico" (1983 :264).
Hecien el modele transformado que Nelsser presenta
<m 1976 (y que Sperber conoce pero no aprovecha) sera
capaz de resolver la contradicci6n principal de la hip6-
tesis de Sperber: el hecho de que el dispositivo racional,
que POl' definicion actua secuencialmente, se yea bom-
bardeado sin tregua POl' perceptos no procesados, virge-
nes. En el ultimo modelo de Neisser el ser humane se
concibe desde el principio como el "director" activo de
sus propias percepciones. De este modo, las intenciones,
los deseos, los motivos, gobiernan todo aquello que ha de
ser percibido, dado que los schemata (definidos aqui co-
mo "anticipaciones" de los sentidos) guian la exploraci6n
del entorno y determinan la informacion a ser conside-
rada pertinente. Estos schemata se modifican continua-
mente par interacci6n con las informaciones selecciona-
das del ambiente cultural. Neisser utiliza la categoria de
esquema para construir un modelo del conocimiento que
permite un procesamiento rapido y una aprehension in-
mediata de la informacion, sin tener que postular etapas
sucesivas de actividad. En esta teoria, los schemata han
llegado a constituirse en base a conocimientos y expe-
riencias; los que guiarian los procesos que Sperber llama
"evocacion simbolica" estan a su vez enclavados en com-
plejas jerarquias de schemata, culturalmente validadas
que tienen que vel' con los mas diversos aspectos de l~
vida.
. . En el limite en el que el interes POl' los procesos cog-
mtIvos se transforma en interrogacion de los contenidos
referidos en los textos, 0 cuando la cultura se comienza
a interp;retar como texto 0 como drama, el enfoque de
referencla es reemplazado prestamente pOl' otro paradig-
ma. Con la salvedad de la bibliografia indicada en el
cuadr.o que encabeza c;s~acaracterizaci6n, la mayor parte
del dlscurso antropologlcO que conceptua a los simbolos
com? emergentes de procesos mentales especificos y que
se Slrve de un modelo cognitivo, utiliza a este s610 como
referente superestructural de un orden que incluye a
toda la sociedad 0 al entorno ecologico en terminos de
!nfraestructura. Cuando este es el caso, el enfoque cog-
nitivo deja de ser autosuficiente y se transforma en
puuta complementaria de un analisis contextual que 10
eontempla como uno de sus momentos.
EI hecho de que hayamos definido un simbolismo
"psicoI6gico" independientemente de un simbolismo "in-
t.orpretativo" debe hacer concluir que, en la actualidad,
111 la interpretaci6n prevalente en antropologia es psico-
16gica ni la psicologia auspiciada porIa disciplina es
Interpretativa. Luego del colapso del psicoanalisis como
horramienta antropol6gica (en buena medida como con-
I'wcuencia de los excesos de R6heim), y tras el fracaso del
1Jastiche complementarista y de otras soluciones de emer-
Ja'oncia, las tecnicas interpretativas ahora aceptadas pro-
vlcnen en su inspiraci6n mas bien de la fenomenologia,
y en 10 metodol6gico mas bien de la semantica. Como
resultado, la antropologia ya no vislumbra cada institu-
eMn como valla interpuesta al incesto, ni considera· la
cultura espiritual como sublimaci6n de pulsiones, ni in-
tuye detras de cada simbolo una floraci6n de genitales.
Independientemente de que se ponga 0 no en tela de
juicio la acuidad de la teoria psicoanalitica como pro-
puesta cientifica, 10 que ha importado mas en este ale-
jamiento ha sido la imposibilidad 16gica de una aplicaci6n
intercultural del analisis, perfectamente demostrada pOl'
Levine (1977 :281-295). EI agotamiento del freudismo
como paradigma antropologizable ya habia sido percibi-
do pOl' Pertti Pelto mas 0 menos en la epoca en que Ia
antropologia simb6lica comenzaba a constituirse (Pelto,
1967 :140) ; POl' otra parte, la impenetrabilidad de Jac-
quos Lacan garantiz6 que este nunca pudiera convertirse
mA.e que en un referente circunstancial, intercambiable,
,uBceptible s610 de extrapolaci6n fragmentaria y de adop-
ol6n en terminos de moda contingente, como sin dudalo
II todo el post-modernismo en que se inscribe.
Resta vel', entonces, cuales son los modelos psico16-
Idl'OH <Juo, on la aetualidad, inciden con mas fuerza en
1I110HLI'U di:-;eiplina. Sin animo de exhaustividad y a ti-
tulo pUl'amente ilustrativo, podriamos establecer, en prin-
dpio:
a) Una psicologia generica y eclectica, presente en
los desarrollos recientes de la escuela de Cultura y Per-
sonalidad (desde 1961, "Antropologia Psicol6gica" a se-
cas), adaptados al comparativismo POI' Whiting y Child
y reelaborados POI' Harry Triandis, Francis Hsu, Dou-
glass Price-Williams, Yehudi Cohen, Ihsan AI-Issa, Ho-
racio Fabrega y toda una pleyade de estudiosos.
b) Como especializaci6n de esta, una psicologia en-
tre "pragmatica" y "proxemica" de la socializacion y el
aprendizaje, en las mil variantes de Elizabeth Bates,
Thomas Williams, Robert Forston, John Hostetler, Glen
McBride, Shawn Scherer, Walburga yon Raffler-Engle,
Victor Yngve, etc.
c) Una corriente de oposicion frente a estas postu-
ras, inspirada directamente 0 indirectamente en la feno-
menologia y sustentada POI' psicologos sociales que apo-
yan las premisas del interaccionismo simb6lico: Howard
Becker, Orville Brim (el exegeta de G. H. Mead), Stan-
ton Wheeler, Leonard Cottrell, Tamotsu Shibutani, Ralph
Turner, Frank Youngy, si se quiere, Ervin Goffman.
d) Las secuelas del complementarismo de Devereux,
cOllvertido en etnopsiquiatria (patologica) POI' Laplan-
tine, al lado de un endeble psicoanalisis antropol6gico,
experimentado hasta hace poco POI' Parin, Mongenthaler,
Boyer, Beidelman, Ortigues ("EI Edipo africano"), An-
ne Parsons, Melford Spiro y Weston LaBarre.
e) EI conductismo de Skinner, publicitado como psi-
cologia operante POI' J. A. Jones y praeticado de manera
ortodoxa POI' Albert Bandura.
f) La psicologia evolutiva de Piaget, aplicada al tema
dela cognici6n POI' Heinz Werner y Bernard Kaplan y
al problema de la "mentalidad primitiva" POI' DelVal,
Dennis y Hallpike (una especie de Levy-Bruhl mas for-
malista y puesto al dia).
g) La psicologia interaccional 0 situacion~~, con.c~-
bldn tambien como una "ecologia de la conducta , COdIfI~
('Iullt POI'Richard Shweder, Walter Mischel, Alan Howard,
y reformulada independientemente POl' Jerome Barkow
;'on un cariz evolucionista.
h) La psiquiatrfa de base cibernetica, formulada POl'
l:regory Batesony Jiirgen Ruesch, y ret?mada POI'Watz-
Inwick, Beavin y Jackson sin que med~ara ~~a ~:nov~-
don concomitante de su aparato de eJemphflCaclOn N"
II(lg-rMica.
i) La psicologia cognitiva de b~se inform~cional, en
IIIH variantes de Miller-Galanter-Pl'lbram, NeIsser, Bo-
brow, Kintsch, Rumelhart 0 Minsky, abrazadas porIa
untropologia simb6lica de Klein, Sp~r?er (1979), Toren,
Ohnuki-Tierney, asi como POl' los teorlcos del schema.
Aqui y alla palpita todavia el poder~so fantasma .de
In libido freudiana, reivindicado en OCaSI?neSPOl' SpIro
o agazapado tras las categorfas estructurahstas de Kuper;
pcro ya estamos, reconocidamente, fuera del enfoque que
nos ocupa.
Jlrwacligma te6rico: Ret6rica arnalitica, Teoria del arte. . .
o lJje t.o : EI simbolo como tropo ex:presivo. ~.eta~~ra. ':! metonl!d:~~
EI contexto simb6lico como texto. La aCClOnsImbohca como
mL d
lJJst'IIClios representativos: James Fernandez (1972
B
,19,74): B~e~bya
Beck (1977, 1978), Robert Beaugrande y enJamm 0
(1979) Keith Basso (1976), Alndrew OrtonlY (1979), Amos
Tversky (1977), Dorothy Lee (1950), Renat~ Rosaldo (196~),
Michelle iZimbalist Rosaldo (1.972>" ,~eter Selt~l (1(i~~i)191j~
Flo d Lounsbury (1959), Elh Kongas Mar~!ll a . . , .
Me:lten y Gary Schwartz (1968, 1982), DavId Sa.pIr y ChrIS-
to her Crocker (1977), Victor Turner (1957, 1974), Kenn~th
B~rke (1945, 1950, 1966, 1970), Dam Sperber (1975), Ahce
Kehoe (1973), Lee Drummond (1977).
· . lflste enfoq~e se ocupa no solo de los aspectos meta-
l?rICO~y met0J:.l~micosdel simbolo como desglose catego-
rI,C?,Sl:nOtamblen de to~as aquellas manifestaciones sim-
boh~as en ,que te~ga prImacia el factor expresivo en su
sentI do mas ampho, como ser las escenas literarias las
dram~tizaciones,. el complejo ritual. Dado que una ~eta-
fora mvolucra slempre un denotatum, no es inusual que
el enfoque retorico constituya solo una parte de una em-
~resa cont~xtual mas amplia, en la que el simbolo se
mterpretarIa como una proyeccion metaforica de una cir-
cunstancia social 0 de un predicado empirico, observacio-
nal, ~cerca del entorno 0 sobre el universo. Todos los
estudlOs aqui resefiados como representativos, sin embar-
go, se caracterizan por situar la dimension de 10 retorico
en .el centro del discurso; el referente autentico se desdi-
bUJ~, 0 pasa a un segundo plano, desplazado por un in-
teres que se concentra en la naturaleza retorica de su
relacio~ (":m el simbolo. Importa entonces mas la indole
expresIVa de la relacion que la geometria de la relacion
~lSma y que aquello que resulta relacionado. Cuando el
v.mculo entre los fenomenos, cualesquiera sean, es reduc-
tIble a. ~n trop? 0 es susceptible de interpretarse como la
expreSlOn estetIca de un termino por el otro se tiene vir-
tualmente definido el objeto de este enfoqu~.
l?ic~o de otra manera, la estrategia retorica puede
constItU1r~e.como un fin en si misma, 0 puede integrarse
como anahtIca parcial de bajo nivel a una analitica tota-
lizado~a de alto nivel cuyo objeto puede llegar a ser tanto
!a socledad como el cosmos. EI estimulo esencial de su
Idea rectora pareciera haber sido la compleja y variada
obra de Kenneth Burke, quien contemplaba la accion hu-
mana c,?~o una accion reciproca de escenas, actos, agentes
y proposItos, destacando el poder del lenguaje figurativo.
Presente a 10 largo de todos sus escritos se encuentra la
nocion de que toda perspectiva, todo suceso necesita de
una metafora que la organice. '
En consecuencia con estos principios James Fernan-
dez ha intentado formular una densa an-t~opo-Iogia, en la
que los procesos asociativos ~el co~portamient~ simh6lico
pueden comprenderse con mas clarIdad a traves del exa-
men de las metaforas subyacentes, asi como de los tema;s
con respecto a los cuales ellas son primordialmente predl-
cados, bajo el aspecto de signos-imagenes (cf. Fernan-
dez,1974:120). ,
En la peculiar interpretacion de Fernandez, I~ meta-
fora es estudiada primero como "movimiento afectIvo" de,
la persona a traves de un espacio cualificado .. A su turno,
el espacio cualificado de cada cultura s~ defme como u!1
continuum de "n" dimensione~, sus~eptIble de .ser ,~D;ah,:
zado mediante diversos abordaJes teOrICos: lo~ slete eJes
de Jones (1951), las tres dimensiones semantlcas propu~s-
tas por Osgood, Tanenbaum y Suci (1957), 0 c~ah!U1er
otro igualmente adecuado. Por obra de ese rr;oylmiento
afectivo, la persona 0 iniciado es puesta metafoncame~te
en relacion con distintos domini os relevantes, que varIan
segun la cultura que se trate. En una segunda e~apa, la
metafora actua como una guia para la conducta rItual; a
estos fines Fernandez propone una redefinici6n del. ritual
como una' serie de metaforas 0 imagenes orgamzantes~
puestas en operacion como conjunto organico de escenas
ceremoniales. Ulteriormente, la mebifora se comporta
como un mecanismo que insufla a la persona valore~ y
experiencias compartidas por la cultura, transf?r~:m-
dose en un instrumento mediador que conecta I~ mlcla!-
mente inconexo y extiende 10 corporeo a 10 SOCIalY Vl-
ceversa.
En este esquema, la metafora, operad.or proteico, en
continua metamorfosis pero siempre. ~ctIvo, ?~mu~stra
su poder y su capacidad para t;U0dlflca:r:pnY,I1eglada-
mente los sentimientos y el sentIdo de s~tuac,~on de I:"
persona en la cultura. Fernandez denomma . pronoml-
nalismo" a su perspectiva, por cuanto su obJeto es la
accion de la figura sobre la persona 0 "pronombre", y
la propone como contagiada de un enfasis propio de las
ciencias sociales en las ultimas decadas sobre el r.ol de
la cognicion y de la comunicacion en las interacclOnes,.
.v I'loure el papel de los esquemas mentales 0 imagenes
eOlllO mediadoras de la interacci6n social. El estudio de
IIts metUforas -dice- debe lIevar al analisis de la "cul-
tura expresiva", donde se encuentra, representado en
tropos, un numero limitado de inteneiones latentes con-
cernientes a la condici6n corporal y social de las personas.
La proposici6n basica de Fernandez es que, en el
crecimiento de la identidad humana, el pronombre inci-
piente, el nicho pronominal inicialmente vacio de la vida
social ("yo", "tu", "el", "elIo") gana identidad prediean-
do un signa-imagen 0 metafora sobre si mismo. En ter-
minos de G. H. Mead, dichos pronombres devienen obje-
tos para si mismos, tomando el punto de vista de "el
<otro", antes que puedan eonsiderarse propia y plena-
mente sujetos. Este devenir objeto, este asumir la pers-
peetiva del otro, esta predicaci6n acerca del pronombre
es un proeeso que casi siempre, segun Fernandez mira
hacia el mundo animal. En las sociedades arcaic~s (!),
anrma, la predicaci6n primordial habitualmente incurre
<entotemismo. Por alIi asoma tambien alguna referencia
de Fernandez al "esoterico, hermetiea y a menu do con-
iradictorio Lacan", quien piensa que el sujeto debe "cap-
turar" al otro para recien entonces constituirse.
La estrategia en cuestion, aunque centrada en la
metafora, es atipicamente integrativa; sin embargo, la
conjunci6n fundamental entre categorias semi6ticas (sig-
nos, senales, simbolos, iconos) y figuras ret6ricas (tropos
en general, metaforas, metonimias) no ha sido merece-
dora de una exposiciol1 formal ni ha podido ser diagra-
mada con transparencia. En otro orden de cosas, Fer-
nandez reconoce los meritos de la empresa levistraussia-
na, pero asienta su disconformidad con su punto de arran-
que: el posicionaIismo de Levi-Strauss, que focaIiza mas
la forma que el eontenido, el sistema que la substancia,
las transformaciones e inversiones que las propiedades
intrinsecas, deja de lado un conjunto de "imagenes sen-
sibles" que no se resignan a ser elementos de calculo en
un juego intelectual de transformaciones.
La postura de Fernandez, abiertamente en procura
de un liderazgo a fuerza de proc~~mas funda~t~,s como
, ta del "pronominaIismo" y la an-tropo-logIa, 0 de
e~esuntos logros trascendentales, .c0:n::.0.la alardeada, ~on-
~ergencia entre la antropologia 51mbohea y la cogmtlva.
mereee un examen detenido, En 10 que haee a la conLex-
tura epistemo16gieade su paradigma, y aparte de, <tue
su estilo discursivo sea de por si harto .espeso, eXISen
ciertos puntos en los que imp era la ambiguedad" y que
son crfticos a la hora de determinar que ~s 1.0que el real-
mente piensa. Esta equivocidad, por anadidura, pareee
ser inoportunamente selectiva, puesto qu~ desapare~e
mientras Fernandez divaga, pera se ensenorea cua~, 0
Fernandez razona' el ha preferido situarse (la expreSlOn
es suya) mas osc~ramente en 10 cierto que. ~lar~ente
en el error. La sensaci6n que queda como reSlQUO e. una
lectura de sus textos es la de una desconcertan.te dISP~-
ridad entre asertos indiferentes a gru~sa~ f~laclas de h-
'f' "n por un lado y finisimas dlstmclOnes catego-pI lCaclO . 't' s excenriales por el otro. Su manejo de la semlO,lca e .-
trico: Fernandez entiende que la antropologIa, es una CIen-
ia "semio16gica" porque se ocupa de los simbolos, ha-
~iendo como que ignora que estos son s?lo una clase ,de
los signos' a los que "semiologico" se reflere, y no advI,r-
tiendo que 10 que redefine ;10 es e~ta vez la cUltura: seg1!~
es habito entre los simbohstas, smo la antropologIa mlS
ma su tarea y sus incumbencias.
, La menci6n de Lacan y de Mead como puntales, de
algunas ideas suyas nos choca tambien por su crasa m?~
portunidad, Recuerdese, por ejem.r:lo, que Me~d care3lO
de la noci6n de cultura, una nOClOnque en ern an ez
asoma cada dos palabras, y que ~a captura del otro en
Lacan para la constituci6n del sUJe~o es uI?-procdesf a~.?-
tado ue ocurre en una fase evoluhva defIm.da e nmo
muy' a~terior a su posible participaci6n conClente en ac-
tividades rituales, y que guarda equilib~io, entre, otras
cosas con una idea especifica de la alteridad, del mcon-
cient~, del sujeto, del Yo y del lenguaje que Fernandez
43
tll4l;tI. rtluy lejos de suscribir. Toda la digresion de Fer-
nltnde~ ~ prop6sito de la distincion entre metafora y
rtlotommla, de la que depende la porcion mas delicada de
tolUA argumentos, yen donde vuelve a recurrir a un Lacan
ompaquetado siempre en pies de pagina, no encuentra
tampoco una resoluci6n satisfactoria: como determinare-
mos luego con referencia alas especulaciones de Leach
(1985), y como Fernandez sabe muy bien POl' haber leido
el trabajo capital de Lounsbury (1959 :127), las relacio-
nes metaf6ricas de similitud y las relaciones metonimi-
cas de contigtiidad no son independientes ni oponibles.
Se no~ ocurre que Fernandez quiere plantear y resol-
ver ~emasxa~~s problem~~ en un solo acto epistemo16gi-
co, sm permltIrse la suflclente maduraci6n y sin hacerse
cargo de los enormes interrogantes que el mismo engen-
dra: de alIi la apariencia de patchwork en mosaico que
exhlben sus monografias y la necesidad de desparramar
a lo.largo de ellas una copiosa constelaci6n de nombres
de smgular incompatibilidad te6rica. Como a su critico
John Blackin?,: tambien a nosotros nos parece inapropia-
da la fundacIOn de una an-tropo-logia 0 como se llame
cuya misi6n habra de ser el examen de la "cultura ex:
presiva". La pormenorizada inspecci6n del material et-
nografico existente, en el contexto de la etnomusicologia,
nos ha persuadido que es imposible proclamar a priori
algo aSI como un objeto estetico universal: en ciertos
cont~xtos, la cocina 0 la defecaci6n pueden ser actos ex-
~reslvos, en tanto que las misas pueden llegar a cons-
tItuir rutina cotidiana.
. A todo esto, la relaci6n de Fernandez con el pensa-
mlento formal mente semio16gico es bastante sumaria'
"El mismo rasgo 0 elemento de comunicaci6n puede ser'
de a.cue.r~o ~on la situaci6n, un signo-imagen, prefiad;
d; slgmflcacIOnes sentidas pero no conceptualizadas' un
slm!?olo, poseedor de significaciones totalmente con'cep-
t?ah.z~das, y a menu do articuladas; 0 una sefial, cuyo
~lgmflc~do descansa en la orientaci6n que imprime alas
mteracclones" (1974 :120). Los tres tipos signicos se su-
ceden segun Fernandez, evolutivamente; 10 que no dice es
como'y en base a que principio se. relaci~na puntualmente
el simbolo (signo-imagen de sentIdo olvlda~o, y pOl' ell0
multivoco) con la metafora en la que el slmbolo parece
originarse, y cuyo refere~t~, empiri~o, no. obstan.te ha-
berse esfumado por defimcIOn, Ie sigue slendo sxempre
subyacente . .
Como ya se ha dicho, Brenda Beck (qU1e~ en su
oportunidad supo oponerse a la extravagante Ide~ de
Fernandez de que la razon configura un p~nsamlento
16gicamente empobrecido) sostiene que la metaf~ra cons-
tituye un mediador entr~ los m~d?s de pensamlento s~-
mantico-binario Y expreslvo-analogl~.O, 0 e:r;tt;; el lenguaJe
y la experiencia sensorial. Su proI1Ja reVISIOnno aporta
demasiadas novedades a 10 ya deslindad,o por Fe~nandez
o Levi-Strauss, y ahonda con monotoma en la Idea de
que el lenguaje comun (en ,el qu~ se ~ntrever~n. len~a
y habla, semantica, fonologxa y smtaxls, gramatlc:;t, Sl!l-
tagma y paradigma) seria de alguna ma.nera b'/,nar~o.
Mas alla de este lugar comun (ya sumarlamente obJe-
tado), el tipo de funci6n y la pote?cia asigna~a por Beck
a la metafora apunta a un espacIO del co~oclmIe~lto an-
tropo16gico que por el momento, como bIen senala su
comentarista Robert Randall (1978 :93), se encuentra
conceptual y experimentalmente vacio, pese a. 9-ue ~us
frecuentadores han sido numerosos. Beck ta~blen rem-
cide en una modalidad arcaica de especulacIOn, que al-
canza por 10 menos dos climax: su hip6tesis sobre la
existencia de analogi as y pensamientos "preverbales", y
el vinculo que sugiere entre metafora y sinestesi:;t, en ~l
que esta llitima llega a ser algo as! como el "senbdo .prl-
mordial indiferenciado", perdido en la no~he de lo~ bem-
pos. Por mucho que Fernandez asi 10 aflrme, esta claro
que el territorio pertenecient,e .a este enfoque, s.urca~o
todavia de busquedas de 10 prlstmo Y d~ s?mbras Jungla-
nas, no sera aquel en el que se mate;xahce ~l. rom:;tnce
entre el simbolismo Y una antropologxa cogmtIva Slem-
pre celosa de los procedimientos de validacion.
A 1I(~(l [(olIoo, euyos analisis se extienden hasta aba _
('Ill' olm~ontoR de la interacci6n social, incurre s610 mury
1,'t/l~OIleI111menteen esta suerte de enfoque retorico pa
lJJ<!ICLtI' q?e los roles se constituyen, en 10 conc~ptu:f
Im,Jo ~a .forma de consideraciones metonimicas. "Un~
Itw~omr~lla -::asegura Kehoe- puede ser identificada enl;t construcclOn. de los esquemas cognitivos que gobiernan
l~tconducta. SOCIal. ~na persona actuara de modo que su
(:omp0rt:ar~llento exhlba esos atributos criticos parael
leC?nOCImIento del rol que eIla cree satisfacer S' I
~~r~but~s que definen un rol se extra en de un ~onIun~~
J~rarqUlCo. congruente con dicho rol, se dice que este ha
sIdo descnpto metonimicamente" (Kehoe 1973 :266-267)
Con ello, la autora implica que en det~rminadas socie:
dades, los roles se concIben en funci6n de solamenteuna
parte .de las potencia!i<;l~des de la persona: asociando,
por eJel?plo;, la condIclOn de "mujer" con la idea de
m~termdad . La antrop610ga y feminista Michelle Zim-
balIst Rosal.do (1975) opina casi exactamente 10 mismo
aunque restItuyendo la metafora como figura privilegia~
da y como fuente de la constituci6n ideal de los roles.
. Para Merten y Schwartz, las propiedades metafo-
rlCas del. dis?urso .cotidiano otorgan forma al sentido de
la expenenCIa socIal. Los autores parten del hecho de
mostrado I?or. ~ernandez. (1974) y por Crocker (1977) ~
de qu~ .el mdIvIduo, f:'tbnca su concepcion de si mismo
transfIr:e~do metafoncamente cualidades 0 atributos de
un do~~mo a otro, e !ntentan explorar como la riqueza
me~aforlCa del lengu~Je, del que se piensa que es utili-
tarlO y concreto, devIer:~ee~ cambio expresivo y cargado
de valores. Con esa fmalIdad, estudian interpretativa-
mente, ora. descreyendo de la conceptualizaci6n emic;
ora deter1?mando su vacio, t,litnto los ritos iniciaticos
~o~teamerlCa~os (1968) como los procesos simb61icos co'-
tIdIanos .no ntuales (1982).
~bservese, en este punto, que el enfoque que se estii.
exammando, , y que bien podria armarse,consensual"
mente con solo recabar las citas reciprocas, congrega,
46
acumulay sintetiza a expensasde la dupla metafora-
metonimia, por 10 menos cuatro 6rdenes de fen6menos
que en Occidente se encuentran positivamente diferen-
ciados y hasta confiados a disciplinas no conexas: el
afectivo, el estetico, el persuasivo y el axiol6gico. El
panorama que aqui se abre a la antropologia simb6Iica,
y que debiera ser inagotable, revel a empero un rend i-
miento decreciente vertiginoso en cuanto se avanza por
sus contenidos: no se hace mas que repetir hasta la sa-
ciedad y bajo distintas formas que las figuras a las que
se han reducido 10s simbO:los concilian, orlnamenta:n,
inducen 0 valorizan, respectivamente, la relaci6n del hom-
bre con su cultura 0 su medio social. Pensandolo bien,
el discurso ret6rico-expresivo del simbolismo carece de
alternativas mas aHa de esas conclusiones, que son en el
fondo triviales, y que se intuyen antes de fingir que se
las descubre al cabo de un razonamiento fatalmente cir-
cular. No importa en absoluto la riqueza mecimica de
articulaciones que se despliegue en el metodo, ni el oropel
de vocabulario que se imponga a la conceptualizaci6n: el
analista siempre encuentra 10 mismo, aunque sea capaz
de disimularlo con cierto ingenio, y aunque se aboque a
marcar infimas discrepancias de detaHe entre el y sus
colegas. La diversidad interna es, en este caso, s610 el
reflejo de la posibilidad que se tiene de narrar una unica
historia en estilos distintos.
Por afiadidura, cuando 10 expresivo, 10 estetico, 10'
afeetivo y 10 atinente a los "valores" asoman en el hori-
zonte del discurso antropo16gico, se estara, nueve de cada.
diez veces, al borde de una triquifiuela academica para
relajar el rigor de las proposiciones, como si aquellos
aspectos del objeto no estuvieran rigidamente codificados
y como si la naturaIeza inefable del fen6meno contagiara
de indeterminacion al pensamiento que 10 analiza.
Tenemos que concluir, entonces, en que este es el
espacio en el que mejor se desenvuelve la fantasia me-
todo16gica del descubrimiento, que quiza sea, despues de
todo, una fantasmagoria funcionalista necesaria para aca-
bar de describir el perfil de los simbolos. El narrador
mas elocuente ha side siempre, en esta tesitura, Victor
Turner. En su vertiente expresiva, Turner (1974) pres-
ta particular atenci6n alas "figuras liminares" que son
los activadores de transici6n, los catalizadores de la his-
toria. Sus conceptos clave son, en esta oportunidad, los
·de "drama", "campo" y "metaJora". Tanto los "dramas"
·en tanto conjuntos de acciones 0 escenarios (action sets,
una categoria de voluntaria ambivalencia) como los "cam-
pos sociales" en los que se trasuntan, por detras de Kurt
Le'Y"in, las antiguas "instituciones" de la antropologia
SOCial, son para Turner relevantes en la comprensi6n de
sucesos que, amen de hist6ricos, son tambien simb6licos
cuando se organizan 0 expresan mediante metMoras. Es
en este argumento clonde se capta con mayor nitidez en
todo el ambito del enfoque, la fuerza pervasiva del dra-
matismo de Kenneth Burke, una teoria inesperadamente
~ecanicista cuya "pentada dramatica" provee de conte-
TIldos a cada una de las categorias centrales de Turner.
Carente de verdaderos haIlazgos en raz6n de la natura-
l~za de su paradigma .ocasional, atrapado en la disyun-
tlVa entre relatos contmgentes y estructuras necesarias
y plagado de digresiones sin numero a partir de las cua~
les Hanchett (1978 :616) esper6 en vano ver desarrollar-
se hip6tesis, el ensayo de Turner exhibe, por 10 menos,
la valiosa virtud de su elegancia. '
Menos prolijo, aunque harto mas apasionado, es el
poco conocido manifiesto de James Peacock (1969) en
favor de la estrategia dramaturgica y en contra si se
q~iere, de la interpretaci6n del simbolo (en su ~aso el
mlto y otras especies narrativas) como carta constitu-
yente del orden social. "EI concepto malinowskiano del
mito como carta ha llegado a ser el mismo una carta
mitica que ha dominado a la antropologia social inglesa
y a sus ramificaciones coloniales hasta el dia de hoy.e... ) Leach argumenta que entre los Kachin de Alta
Birmanfa, el mito sirve no como carta de legitimaci6nde
las instituciones establecidas, sino como carta para el
cambio social; pero es la misma idea de la 'carta' la que
sigue dominando el punto de vista de Leach sobre el
mito" (1969 :168).
En base a su experiencia de campo con el drama
lu,druk en Indonesia, Peacock busca expresamen~e con-
trastar la estrategia dramaturgica con las teor~3;s que
remiten todo al sistema social 0 al cultural, utIhzando
una caracterizaci6n que reposa pesadamente en Geertz
(1957) : La perspect~va "cultur.o16gic~", iI?agi~a ~ .1a ~on-
ducta como si estuvlera orgamzada 10glco-Slgmflca~lva-
mente", al modo de los sistemas filos6ficos que ?erIva~
conc1usiones a partir de premisas; la tarea del mvestI-
gador consiste en definir las premisas, creencias, valores
e ideas que "supuestamente" -dice Pe~coc~,- ~U?y~c~~
a la conducta primitiva. La perspectn~a soclOl~glca,
en cambio, imagina que los comportamlentos e~tan ?~-
O"anizados "causal-funcionalmente", como en los dISPOSltI-
~os mecanicos cuyos engranajes mantienen un sistema
funcionando; la misi6n del estudioso es entonces r~velar
como las redes los intercambios, las alianzas y las mter-
acciones realiz~n la cohesion social. La estrategia por la
que Peacock aboga, por ultimo, imagina. los rasgos del
comportamiento como si estuvieran orgamzado.s con arre-
glo a una pauta estetica, al igual que en una pleza teatral
que estructura poetica y climaticamente sus es.ce1!'as,para
evocar en la audiencia respuestas ora aprecIatIvas, ora
catarticas; y, en correspondencia, la tarea del antrop6-
logo es la de mostrar de que manera las formas, los
climax y los decorados se conjugan par!': producir ..esa
evocaci6n.Recurriendo a una observaclOn de Gyorgy
Lukics Peacock destaca que tanto el drama como la vida
se hall~n estructurados en torno a un dia de rendici6n
de cuentas cuando todas las consecuencias de los actos
anteriores'se concentran de repente, y todos los indivi-
duos deben dejar sentados sus testimonios: aunque es-
tos principios son un tanto genericos (no mucho mas,
aclara que los de "reciprocidad" 0 "dualismo"), los mis-
mos ~ueden ayudar a que se apunte a generalizaciones
IIliw illl'iHlvltH a pl'op6sito de la dinamica de la sociedad
(lll ta/lto drama. Un rocio de dramatismo bien podria re-
1"'PH('lLt· uI nucleo de las etnograffas ortodoxas, proporcio-
IlIlndo una nueva "carta" que acuerde alas formas dra-
It~,'t~,i~al'ly a las d~meD;siones de tiempo, espacio y tan-
g! lHhdad su mereclda Importancia sociol6gica.
Caben aquf, finalmente, tres acotaciones, capaces de
aportar mayor claridad a la definici6n de este enfoque
cHpecifico :
La primera de ellas concierne al estatuto epistemolo-
gico de ese metodo analftico y de ese movimiento de crf-
tica reflexiva de la terminologia que se dio en Hamar
"dramatismo" y que, como dijeramos antes fuera codi-
ficado hace ya un tiempo POl' Kenneth Burk~. El drama-
tismo se inserta en la practica de la antropologia simb6-
lica como ~nstaurando un nexo fluido, aunque todavia
no exhaustIvamente explotado, con otras corrientes de
las ciencias sociales; nos referimos en primer lugar al in-
te:accioni~mo simb6lico de Herbert Blumer, que se ins-
cnbe, segun consenso, entre una suerte de microsociologia
y el corpus de la psicologia social derivada a su vez de
George Herbert Mead. Tambien la etnometodologia de
Harold Garfinkel, desde un plano analitico equivalente
concibe el orden social como un alineamiento de escenas'
encuentros y situaciones. Es en interlocucion con tod;
este contexto te6rico que Ervin Goffman desarrollaria sus
estudios mas ejemplares, prolfficos en metaforas teatrales.
~l post~lado b~sico del dramatismo sostiene que el
meJor cammo hacIa el estudio de las relaciones humanas
es la investigaci6n met6dica de los ciclos 0 agrupaciones
de terminos y de sus funciones referenciales. El termino
clave, la matriz de la que se derivan los demas es aqu!
el de "acto": de el irradian numerosas relacio~es, con-
form~ndo

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