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| UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS COLEGIO DE LETRAS HISPÁNICAS Los narradores en perspectiva: tres obras de Horacio Castellanos Moya T E S I S Que para obtener el título de: Licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas P R E S E N T A : BRENDA ARANTZA ALVARADO VARGAS ASESORA: DRA. MÓNICA QUIJANO 2017 Margarita Texto escrito a máquina CIUDAD UNIVERSITARIA, CD. MX. Margarita Texto escrito a máquina Margarita Texto escrito a máquina Margarita Texto escrito a máquina UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. A Don Omar Vargas de Yta , a Matilde Sánchez Sánchez. . Que los esfuerzos y los sacrificios generacionales se vean completados. 3 AGRADECIMIENTOS Siempre he creído que el hecho de terminar la Universidad no obedece únicamente al final de cuatro años de estudio, sino a una larga vida escolar. Si bien es cierto que las otras etapas tuvieron sus respectivos cierres, con este en específico culmina una serie de memorias sobre las demañanadas, las prisas continuas y todo el esfuerzo amoroso invertido para llegar hasta acá. Por lo tanto, los agradecimientos de este trabajo comienzan con las gracias infinitas hacia la Universidad Nacional Autónoma de México, y a la Facultad de Filosofía y Letras, que permitieron que hoy pueda hablarles a aquellos que no solamente fueron parte de este proceso enorme llamado ―La Tesis‖, sino a más personas que de alguna manera contribuyeron a que hoy pueda titularme. Por eso, no puedo soslayar el profundo agradecimiento que siento hacia mis padres, Angélica y Miguel, cuyo amor y cuidado durante todos estos años fueron más que fructíferos. Gracias siempre por las palabras, por la confianza y el amor perpetuo. Asimismo, quiero agradecer a Diana Casanova por su guía y protección cariñosa que, aunque reciente, parece que está desde hace mucho. Asimismo, abrazo y beso a mis pequeños hermanos Christian y Santiago, que con sus oídos atentos y sus sonrisas eternas iluminan mi existencia. A la par, y entrando en materia de este trabajo, quiero agradecer y reconocer la enorme estima que siento hacia la Dra. Mónica Quijano, mi asesora y docente por más de dos años, ya que siempre estuvo al pendiente de mi avance, y con su cariño, amistad y sabiduría me orientó de la mejor manera no sólo en esta investigación, sino también en la gran pasión literaria y crítica que nos ha encontrado. (Gracias totales, Mo). 4 De igual manera, deseo agradecer profundamente a los cuatro lectores y sinodales que conforman el jurado, ya que con mucha atención y cariño leyeron mi tesis y me otorgaron sabios comentarios, propios de su enorme conocimiento. Gracias a Alexandra Ortiz Wallner por el tiempo dedicado a distancia y por permitirme conocerla y ser parte de la pasión centroamericanista; a la Dra. Yanna Hadatty Mora que, desde aquel curso de Ensayo latinoamericano, forjó en mí una preparación académica excelente y rigurosa compaginada con la pasión lectora; a la Dra. Raquel Mosqueda Rivera, que con su enorme cariño y simpatía supo orientarme desde los lares de la narrativa policial hasta los conceptos empleados en este trabajo; y finalmente, al Dr. Roberto Cruz Arzábal, cuya lectura crítica y enseñanzas múltiples siempre me inspiran una gran admiración y estima en estos lares de la crítica literaria. Gracias de verdad. No obstante, no quisiera dejar a un lado los nombres de algunos profesores que me cambiaron y coadyuvaron enormemente en mi formación universitaria. Con muchísimo cariño, doy gracias al Dr. Rafael Mondragón por ser mi guía y mi formador desde el comienzo; a la Dra. Mariana Ozuna por su inteligencia y sensibilidad en las lecturas; al Dr. Israel Ramírez por convertirse en maestro, colega y amigo entrañable; al Dr. Bulmaro Reyes por su amor inmenso y cuidado literario y cada uno de los profesores que sin duda me enseñaron mucho: Dra. Axel Hernández, Dr. Aurelio González, Dra. Dolores Bravo, Dr. Ariel Arnal, Dra. Dolorez Bravo, Dra. Graciela Cándano, la Dra. Luz Alba Fernández, por mencionar a algunos de todos aquellos que me marcaron para siempre. Por otro lado, no quiero perder la oportunidad de señalar a dos personas que contribuyeron a este trabajo de forma sustancial. Con un reconocimiento especial, agradezco a James Pullés no sólo por obsequiarme dos novelas de Castellanos Moya y por la ayuda en las traducciones del primer capítulo, sino también por su amable escucha y el 5 apoyo paciente y afectivo que tuvo en su debido momento. De igual manera, agradezco con mucho amor a Brenda Pacheco, amiga eterna que además de escuchar sobre este proyecto, ilustró la portada con uno de sus magníficos grabados ―Un hecho más‖. (BrCh). Sin duda alguna, y con el sentimiento a flor de piel, no pueden faltar mis amados colegas y amigos docentes de la Berta von Glümer, que día a día aguantaron y compartieron todo mi proceso con su escucha cotidiana y sus apapachos divertidos. Gracias queridísimas Arlett Ricaño, Dorian Pineda, Diana Cetina, Francisco Pérez, Luz Sastre, Leticia Juárez, David Contreras, Brenda García, Lirio Morales, Yasmín Zárate y Luz Elena Baz por su apoyo incansable y lleno de alegría (léase con fondo de ―Hasta que te conocí‖). De igual manera, agradezco especialmente al profesor Alejandro Olvera, quien durante estos casi cuatro años ha confiado en mi trabajo incondicionalmente. Pero en este tenor tampoco pueden faltar mis queridas amistades hispanistas: Melissa Damián, Valentina Quaresma, Danna Rodríguez, Denisse Gotlib, Lauri García- Dueñas, Elizabeth Pérez Castañeda, Ulises Valderrama, Andie García, Diego Alcázar y mis amigos eternos: Jessica Rito, Dulce Calderón, Alejandro Aguayo, Alejandra Mondragón, Nancy Flores, a Karla y Kristal Cuevas, Miguel Costilla y todos los del mundo coral que quizá no menciono, pero que aprecio su compañía en todo momento. Reconozco también el amor incondicional de mi familia: Fabiola, Nora, Larissa, Dianey y Omar, cuyos primos (cuasi sobrinos) iluminan mi vida: Fer, Faby, Vale, Hannah, Mau, Yare y Abi. A mis ya mencionados abuelos amados: Omar, Carmen y Alba, del lado materno; mientras que por el paterno: a mi abuela Matilde, a Elvia, Emiliano, Leticia, Doris, Marco, Perla, Grecia, Perlita y Víctor, donde quiera que estés. Y por último, mas no menos importante, quiero agradecer y hacer una dedicatoria muy especial a las personas que han resignificado (y aún lo hacen diariamente) mis ideas 6 desde hace tres años: a cada uno de los (ex)alumnitos de los cuales he tenido la fortuna de que se refieran a mí como su profesora de Español, en la Secundaria Berta von Glümer. A los actuales y a los que ya han concluido les doy las gracias porque en realidad ustedes son mis maestros, ya que con sus pensamientos y risas me han mostrado que todavía hay muchas cosas por las cuales luchar. Los amo infinitamente. Gracias por la libertad.7 Í N D I C E INTRODUCCIÓN 8 Capítulo I Horacio Castellanos Moya: hacia un imaginario literario 1.1 La novela y su difícil relación centroamericana 14 1.2 Introducción a la narrativa de Horacio Castellanos Moya 19 1.3 La ―Estética del cinismo‖: el meollo de la crítica literaria 23 1.4 La hipertextualidad: hacia un imaginario 27 Capítulo II. De la friccionalidad a la violencia. Aproximaciones teóricas. 2.1 La friccionalidad: memoria, H/historia y testimonio 32 2.1.1 La friccionalidad en la narrativa de Horacio Castellanos Moya 35 2.2 La violencia: un relieve crítico 38 Capítulo III: La narración en perspectiva. Tres narradores no fidedignos. 3.1 No ser digno de confianza: la narración distanciada. Wayne Booth y Paul Ricoeur 46 3.2 Edgardo Vega, Laura Rivero y el corrector. Tres novelas en cuestión 50 3.3 El odio es la palabra: clasismo y racismo 58 3.4 La condición política 67 3.5 La misoginia 74 3.6 El corolario: la locura 78 CONCLUSIONES 90 BIBLIOGRAFÍA 96 8 INTRODUCCIÓN Se dice que los textos literarios que más nos impactan son aquellos que justamente nos hacen preguntas sobre nosotros mismos. Y en su debido efecto, su lectura perdura en las sensaciones y posturas con las cuales decodificaremos las obras futuras que nos esperan. Sin embargo, una obra literaria que más que ‗belleza‘ o ‗buena escritura‘ ofrece atisbos de violencia ¿puede marcarnos tanto como aquellos que lo hacen por su forma aceptable‘? Un texto fuera de las convenciones de lectura ¿transforma nuestra manera de conciliarnos con lo leído? A partir de estas preguntas, en esta investigación se estudiará la violencia narrativa en los narradores de tres novelas de Horacio Castellanos Moya: El asco, Thomas Bernhard en San Salvador, La diabla en el espejo e Insensatez. A lo largo de mis lecturas universitarias encontré múltiples voces narrativas que, mientras vivían en mis ojos, pudieron acercarme a sus historias, a sus gustos y lograron que como lectora estableciera un vínculo empático en todo sus devenires y artificios literarios. No obstante, el sendero de lo ‗apacible‗, o aquello que se nombra como literatura confiable, hubo de cambiar de rumbos. En 2013, al iniciar el último año de la licenciatura, tuve la fortuna de encontrarme con el Seminario de Crimen y Ficción, dirigido por la Dra. Mónica Quijano Velasco, el cual, durante el semestre del 2014-1, estudió ―El crimen de Estado‖ en la novela guatemalteca. Mi interés por trabajar el tema de la violencia ya era ostensible desde antes, pero con el conocimiento del Seminario se abrió la posibilidad no sólo de profundizar los conceptos relacionados con este tema, sino también de adentrarme a otro tipo de literatura. 9 Fue así que en séptimo semestre, gracias a la discusión en torno al género testimonial y su cauce problemático, el pequeño pero fértil Seminario se aproximó a algunas de las voces emblemáticas que se dibujaban en el horizonte: Elizabeth Burgos, Rigoberta Menchú, John Beverly, Margaret Randall y Hugo Achúgar. Sin embargo, lo más interesante fue que las pláticas y disquisiciones colectivas no se detenían en términos teóricos: el contacto con el testimonio desembocaba naturalmente en tres determinados textos de la narrativa actual, cuyos contenidos se asociaban con la temática de análisis: de Mario Roberto Morales leíamos Señores bajo los árboles; de Rodrigo Rey Rosa, El material humano; y de Horacio Castellanos Moya, Insensatez, novela que atrapó mi interés de inmediato. Las sesiones, que marcaban puntos dialogantes entre teoría y narrativa, lograron delinear una serie de reflexiones sobre el testimonio y la ficción, fundamentando una postura respecto del estado actual de la literatura contemporánea de América Central. De esa manera, entre breves ensayos y rondas fructíferas de debate, surgió en mí una pasión muy particular por la literatura centroamericana. El trabajo del Seminario prosiguió en el siguiente semestre, pero ya no en torno a Centroamérica, sino que se centró en la narrativa colombiana del narcotráfico. Si bien el desarrollo de estos contenidos fue igual de espléndido y riguroso como experiencia lectora, y a su vez, consolidó un estado de la cuestión sobre la narrativa de violencia 1 , percibí que los términos vistos con estas novelas se habían prefigurado gracias a los análisis de las novelas centroamericanas. Particularmente, el concepto de narrador no digno de confianza, cuyo contenido atrajo mi atención profundamente. 1 Pienso en la importancia que tuvo La virgen de los sicarios de Fernando Vallejo para el desarrollo analítico de esta investigación y las cualidades compartidas entre los narradores estudiados de Castellanos Moya. 10 El Seminario concluyó, y por la dinámica de clase (textos y diálogos constantes) no hice ningún ‗trabajo final‘, lo cual, y lo confieso, me permitió sortear los trabajos académicos restantes. No obstante, y con las ironías que la vida forja, a la par de ahondar en textos y autores de otras épocas para concluir la carrera, mi reciente (re)descubrimiento de Centroamérica, y en concreto de Horacio Castellanos Moya, iluminó dicha búsqueda y se alineó con la necesidad de estudiar la violencia en términos narrativos. Fue así que el aparente trabajo ‗exento‘ del semestre en Crimen y Ficción no desapareció del todo: el conjunto de diálogos e intereses producidos en esa primera parte de discusiones colectivas, se convirtió en esta tesis. De esta manera, y como quien transita un camino a tientas, me aventuré a estudiar Insensatez, cuya lectura no sólo me impactó desde las primeras páginas, sino que tuvo un efecto sumamente profundo en mis lecturas simultáneas de ese momento y las que concurrieron después. Es decir, la sensación producida se convirtió en una coyuntura ante mi postura como lectora: ¿por qué al leerla es posible sentir molestia y risa a la vez? ¿Cómo advertir cuando el enojo se articula con el humor insurrecto? ¿Es acaso un efecto fortuito dentro de la obra del autor o es parte de un estilo más apuntalado? El interés de hallar una respuesta me condujo a navegar en el resto de sus novelas, y advertí que, con las diez novelas restantes, se establecía algo menos somero de lo que había pensado inicialmente. Quiero decir que la violencia no sólo era un tema ya visto por algunos críticos, sino que en ella se apoyaban otra serie de elementos, vinculados con la creación del texto en sí. Por ende, dicha inquietud posibilitó que descubriera en textos como El asco, Thomas Bernhard en San Salvador y La diabla en el espejo una sensación similar a la de Insensatez: al leer, la lejanía y distancia por parte del narrador eran fundamentales, pero 11 simultáneamente, podían establecer un diálogo tanto con lo que se narra, tanto con el rol de lectora en el que participo. Ante esto, y en compaginación con las sesiones del Seminario, fue posible pensar que en estos textos hay una relación directa no sólo con la escritura de la violencia en sí, sino que también existe un vínculo trascendente entre los modos de lectura y lo que es narrado. En efecto, las intuiciones preliminares se transformaron en preguntas que permitían articular un posicionamiento crítico ante la literatura de Castellanos Moya: ¿qué implicaciones existen entre el lector y el texto cuando la violencia se representa en voces narrativas? ¿Puede ser la misma violencia el medio para lo violento? ¿Cómo se lidia ante los textos que no se plantean desde los pactos paradigmáticos de lectura? ¿Cuáles son los elementos narrativos que se tejen en este tipo de urdimbre literaria? Con base en estos cuestionamientos, el objetivo de este trabajo es desarrollar un análisis, cuyo eje principal sea la voz narrativa y susimplicaciones. Y es que la acción de aproximar al lector y distanciarlo no se queda en el ámbito de la molestia vana o sin sentido, sino que devela en sí una serie de posturas entre estética y ética, con las cuales se forma un vínculo entre el texto y el lector. Con el estudio de las tres novelas y sus respectivos narradores, se busca una reflexión que interprete la violencia dentro de un contexto en el cual las (pos)guerras centroamericanas son el escenario de diálogo. Por lo tanto, para desglosar estas indagaciones, la tesis se estructura de la siguiente manera: en el capítulo I, se hace una recapitulación sobre la situación literaria de Centroamérica en las últimas tres décadas, en función de abarcar las importantísimas discusiones sobre el testimonio y la ficción, así como el lugar en el que se estatuye la literatura de Castellanos Moya. Asimismo, se esboza una breve revisión del concepto de ‗Estética del cinismo‘, establecido por Beatriz Cortez, cuya terminología ha sido cúspide de 12 los estudios de ficciones actuales. Y a manera de cierre, se acotará sucintamente la relación hipertextual, surgida justamente de la inmersión general en el mundo literario de Castellanos Moya. En el segundo apartado, se analizará con mayor concreción los conceptos teóricos que fundamentan este estudio: la friccionalidad y la fisura, a partir de la propuesta de Alexandra Ortiz Wallner. Dichas concepciones enriquecen la perspectiva no sólo de estas novelas, sino de un esquema general para abordar la violencia, y otros temas colindantes. Por lo tanto, para concluir el apartado, se abordan los acercamientos críticos sobre el tópico de la violencia en la obra castelloniana. Posteriormente, el capítulo III la violencia y la narración se abordan a partir del estado de la cuestión del concepto narrador no fidedigno, desde las ópticas de Wayne Booth y Paul Ricoeur. Dicha contextualización apertura el análisis entretejido en las novelas de Castellanos Moya, observadas a partir de los discursos de los narradores, cuyas voces articulan algunos matices de odio, y ponen en jaque tanto los pactos de lectura y la retórica de la violencia. Así, las conclusiones de esta tesis se centran en la evaluación no sólo de los objetivos y preguntas que se plantean en esta introducción, sino que también tratarán de pensar la motivación central de esta investigación: la ética con la estética y todos los efectos que surgen de la relación entre texto y lector. Por lo tanto, se espera que esta tesis no sólo pueda contribuir, aunque sea mínimamente a los estudios literarios sobre estas literaturas que, sin duda alguna, son bastante prolíficos; sino que también logre despertar el interés que, desde hace mucho y por muchos tantos, se le niega a nombres, ediciones y distribución de los textos de Centroamérica. Deseo que el tránsito en estas letras en vez de disonante, sea por un camino 13 mayormente armónico que concilie nuevas forma de leer y distintas maneras de hacernos preguntas. 14 CAPÍTULO I. HORACIO CASTELLANOS MOYA: HACIA UN IMAGINARIO LITERARIO. El profesor me preguntó si el nombre Santamaría me era conocido. Le dije que toda América del Sur y del Centro estaba salpicada de ciudades o pueblos que llevaban ese nombre. JUAN CARLOS ONETTI 1.1 La novela y su difícil relación centroamericana Para mostrar una radiografía de la ficción, ―particularmente aquella que se enmarca en el período histórico de la posguerra en El Salvador―, es de suma importancia reconocer que la situación de la literatura centroamericana, respecto de Latinoamérica, ha tenido una trayectoria desafortunada, tanto en la historiografía de sus textos 2 como en las relaciones de mercado y distribución. A partir de las crisis del Estado-Nación, el inicio de las guerras civiles 3 y las convulsiones sociales constantes, se han estigmatizado como ―menores‖ a estas literaturas, y más allá de esclarecer su panorama, su estudio crítico se ha oscurecido bajo estas sombras. Alexandra Ortiz Wallner, de quien se harán múltiples referencias en 2 Actualmente el proyecto historiográfico Hacia una Historia de las Literaturas Centroamericanas y del Caribe, (creado en 1995 con su culminación en el 2010 con la publicación del primer tomo), es la reformulación del acercamiento teórico a estas literaturas. Diversos centros de Investigación y Universidades y críticos especializados tanto de Costa Rica, Nicaragua, Italia y Alemania, trabajan en la búsqueda de una ―la articulación de una reflexión crítica transnacional/transregional/transdisciplinaria para una nueva conceptualización de Centroamérica y sus literaturas.‖ Bajo la dirección de Werner Mackenbach, Ottmar Ette y Ligia Bolaños, entre otros notables investigadores, el proyecto de Historia de las Literaturas Centroamericanas marca otra pauta para los senderos críticos contemporáneos. Para una breve revisión de cada uno de sus seis tomos, publicados por F&G Editores, ver el siguiente link: http://istmo.denison.edu/n17/proyectos/tomo1.html (Consultado el 30 de octubre de 2015). 3 Durante las décadas de 1970-1980 en Centroamérica se gestaron varios movimientos sociales que redirigieron los proyectos políticos de la época. Concretamente, en El Salvador, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) se opuso al régimen militar de Carlos Humberto Romero (1924), lo cual desató una serie de enfrentamientos y disputas políticas irrefrenables. Y aunque se considera que el conflicto comenzó muchos años previos con las represiones constantes, los sucesos desencadenantes fueron el golpe de Estado a Romero el 15 de octubre de 1979 y el asesinato del Monseñor Óscar Arnulfo Romero, notable defensor de Derechos humanos el 24 de marzo de 1980. Luego de doce años convulsos, ésta terminó el 16 de enero de 1992, con la firma de Los Acuerdos de Paz, en el Castillo de Chapultepec de México. 15 este estudio, no pierde de vista que ―[…] la marginalidad de Centroamérica como región es una condición histórica, política y cultural que se ha mantenido constante desde el siglo XVI hasta los más recientes acontecimientos globales.‖ (Ortiz Wallner: 2012, 42). Cabe decir que, aunque los destellos de figuras como Miguel Ángel Asturias o Augusto Monterroso (incluso con los inagotables fulgores de los textos de Darío) han atraído la mirada a la cintura del continente, el curso de las letras de América Central se ha visto forzado a transitar por la marginalidad (en contraste otros países centrales en cuanto a producciones literarias se refieren) y por caminos que han estado al servicio de determinadas concepciones. El crítico Ignacio Sánchez Prado reconoce que: A diferencia de países como México y Argentina, donde la autonomía del campo literario y la infraestructura institucional de la cultura presenta una literatura nacional ideológicamente más diversa, los escritores de los países centroamericanos han adquirido legitimidad transnacional en la medida en que representan una "verdad" político cultural. (Sánchez Prado: 2010, 82.) Es decir, la literatura centroamericana ha estado, casi siempre, enunciándose desde lo político. O en todo caso, se relaciona una y otra vez con el margen de la ―Literatura Nacional‖. Durante los primeros cincuenta años de la primera mitad del siglo XX, novelas como Los compañeros de Marco Antonio Flores, (1947) Hombres contra la muerte de Miguel Ángel Espino (1947) y por supuesto la imponente presencia de Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias (1946) marcaron los parámetros de la literatura. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, los senderos culturales y literarios tomaron rumbos distintos: se encaminaron al concepto de la Revolución: A lo largo del siglo veinte,la literatura centroamericana operó al servicio del nacionalismo, por su capacidad para promover identificaciones populares con un territorio e historia particulares y por su habilidad para ubicar símbolos nacionales en las prácticas cotidianas. Las textualidades narrativas de los sesentas y los setentas fueron 16 concebidas como una variedad de discursos refundacionales para esas ―nuevas naciones‖ a ser construidas por las luchas revolucionarias. (Arias: 2009, 149) Gracias al contexto político-social, los autores centroamericanos optaron por un camino asociado con la realidad imperante del momento: la de una condición que conectaba sus proyectos estéticos con los discursos políticos y revolucionarios. No obstante, para las décadas de los setenta y ochenta, la ficción no fue el medio de representación más secundado. Si bien la poesía tuvo un gran auge con la presencia de Roque Dalton y la generación comprometida, antes y durante la guerra, el género del testimonio fue el más trabajado; debido a los cuestionamientos sobre las representaciones homogéneas de la Historia, que involucraron tanto a la literatura, como a la Antropología y la Historiografía. Y es que el testimonio, como afirma John Beverly, ―[…] se sitúa dentro de la problematización postmoderna de la escritura como forma cultural‖. (Beverly: 1996, 145). Con la necesidad de desmontar las formas discursivas de la elaboración de versiones históricas oficiales, el testimonio funcionó como un estandarte para pensar la historia desde abajo. A partir de una forma heterogénea de escritura, éste otorgó voz a los sujetos que, por su condición social o histórica, se encontraban en una situación marginal, fuera de la posibilidad de enunciar su propia visión de los hechos. La narración del subalterno ―recopilada generalmente por medio de grabaciones de audio― es escrita por un letrado, un intelectual solidario que trata de ordenar la voz del otro lo más fielmente posible. Con este efecto de ―oralidad-verdad‖, la escritura del testimonio puso en cuestión las nociones de autoría e interpretación en la literatura, a la par de poseer una función ejemplarizante y de denuncia política en la esfera pública internacional. 17 Si bien libros como La montaña es algo más que una inmensa estepa verde (1982) de Omar Cabezas o Don´t Be Afraid Gringo: A Honduran Woman Speaks from the Heart (1987) de Elvia Alvarado 4 delinearon el relieve de las producciones testimoniales, bastaría con mencionar el texto más relevante: Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia, de Elizabeth Burgos (1983), para comprender el impacto de esta narrativa, la cual no sólo develó los horrores de la guerrilla (en este caso la de Guatemala), sino que también mostró las tensiones que el género tiene per se. Es decir, por un lado aparece la complejidad de los fundamentos antropológicos de otredad y, en efecto, la fuerte tensión de la selección subjetiva y la ordenación de los textos por parte del letrado, mientras que por otro, se evidencia la irremediable asunción de determinados discursos políticos. 5 Pero desarrollar toda la discusión alrededor de sus tensiones (tanto políticas como literarias, suscitadas después del apogeo de su escritura) no es el cometido de este capítulo, aunque sí el de advertir que el testimonio jugó un papel más primordial que la ficción durante la etapa de las guerras civiles. Dicho de otra manera, la centralidad del testimonio dio pauta para que en la década siguiente germinaran nuevos ímpetus respecto de la escritura. Con el inminente fin de la guerra y el advenimiento de los Tratados de Paz, ocurre un proceso de reflexión: se reconoce que en la guerrilla revolucionaria (o en nombre de ella) se cometieron actos terriblemente atroces; que, en vez de propiciar un entono pacífico y democrático, generó el doble de violencia, y por supuesto de víctimas. Como lo 4 Si bien en La estética del cinismo de Cortez se enfoca en la ficción, como precedente realiza un análisis muy puntual sobre la relevancia de estos textos en el transcurso del testimonio al retorno de la novela (Cortez: 2010, 60-97). 5 Numerosa es la discusión alrededor de este tema, ya sea con las posturas de los estudios norteamericanos, en las que Beverly apuntala una crítica incisiva, como las de aquellos que han estado en contra como la controversia que hizo David Stoll. Para una mejor revisión del tema, revisar las discusiones que el número 2 (julio - diciembre 2001) de la Revista Istmo le dedica a la reflexión del género. Ver en http://istmo.denison.edu/n02/articulos/index.html 18 precisan Werner Mackenbach y Alexandra Ortiz Wallner, en (De)formaciones: violencia y narrativa en Centroamérica: A partir de los años noventa se constata cómo la representación y ficcionalización de la violencia se distancian de este sentido político-ideológico, así como del imaginario mítico-revolucionario para dar lugar a nuevas presencias, formas y percepciones de la violencia ―en tanto dimensiones y representaciones de un cambio fundamental de la sociedad―, para la cuales el orden anterior resulta insostenible, a la vez que es profundamente transformado. (Mackenbach. Ortiz: 2008, 85). Con el cese de fuego y la nueva etapa ―democrática‖, los noventa inauguran una reformulación de la literatura: se plantea un proyecto que regresa a la ficción para abandonar los discursos políticos directos, y tratarlos de manera más tangencial; y así cuestionar temas relacionados no sólo con la violencia sufrida durante la etapa bélica (tanto la perpetuada por el Estado así como la que generó la guerrilla), sino también la necesidad de concebir a la literatura desde otras posibilidades textuales. Esto devino en el surgimiento de nuevos trabajos estéticos hacia la última fase del siglo XX, y trajo consigo una euforia y una oleada de publicaciones (Escudos: 2005, 139), cuyas propuestas literarias innovadoras resignificaron la novela centroamericana. Nombres tan destacados como Rodrigo Rey Rosa (1958), Rafael Menjívar Ochoa (1959), Franz Galich (1951), Jacinta Escudos (1961) 6 , y por supuesto Horacio Castellanos Moya, dinamitaron las perspectivas de la escritura, rebasando los parámetros establecidos sobre cómo representar la realidad circundante. Y tanto en personajes, como temas y construcciones textuales, estos autores residieron en ―[…] heterogéneos espacios 6 En su texto ―Los Inclasificables: escritores salvadoreños hoy‖, la escritora Jacinta Escudos hace una reflexión sobre el concepto de ―generación literaria‖ que agrupa a estos autores en las historias de la literatura. Si bien el estudio se centra en los que son de origen salvadoreño, se llega a la conclusión del conflicto que hay en agruparlos de forma tajante, ya que cada uno de estos escritores tiene una autenticidad particular. No obstante, en la actualidad, teóricos como Arturo Arias, Alexandra Ortiz Wallner y Héctor M. Leyva coinciden que dichos autores se enmarcan en la escritura de la posguerra. 19 diferenciados de su atribuida nacionalidad de origen, y se reinventan ―[...] como individuos de la más variada índole que intentan forjar comunidades transnacionales que desnaturalizan los viejos discursos nacionalistas de autenticidad.‖ (Arias: 2009, 137). Con las nuevas posibilidades literarias, configuradas desde lugares de enunciación distintos, los escritores de la posguerra 7 (como Rey Rosa en Guatemala y Castellanos Moya desde El Salvador) dejan atrás los discursos nacionales que obedecían a políticas de la modernidad, y se apropian de la novela como un espacio dinámico para repensar las consecuencias de todo el legado histórico y literario de Centroamérica. Así, la narrativa contemporánea de América Central propondrá ―[…] laexistencia de una multiplicidad discursiva en movimiento e interrelacionada, que vincula las estrategias textuales y las prácticas discursivas propias del contexto en que surge.‖ (Ortiz Wallner, 2012, 50). En conclusión, al contemplar que la cuña novelística renace bajo diferentes modos discursivos y encarna en sí misma la herencia de toda una tradición testimonial, es posible señalar el devenir de la voz literaria de uno de los autores más controversiales dentro de esta generación renovadora. 1.2 Introducción a la narrativa de Horacio Castellanos Moya En algunas solapas de las publicaciones hechas por Tusquets Editores de la obra de Horacio Castellanos Moya aparecen diferentes leyendas: ―autor nacido en Tegucigalpa‖, ―autor salvadoreño‖, o simplemente ―autor centroamericano‖. En cambio, en las ediciones más recientes, puede leerse: ―nacido en Tegucigalpa; criado en El Salvador‖ 8 . El consenso de 7 El término de ―posguerra‖ lo utilizo bajo un criterio meramente histórico. Más adelante, al tratar la discusión de la Estética del cinismo y la friccionalidad explicaré con más detalle esta precisión. 8 En los primeros títulos como La diáspora, El arma en el hombre, aparecen sin ninguna especificación. En cambios en textos como La sirvienta y el luchador y El sueño del retorno se reconoce esta cualidad ‗fronteriza‘ o múltiple del autor. Para los datos de estas publicaciones, ver la Bibliografía general. 20 esta denominación es importante porque Castellanos Moya desde siempre ha sido un desterrado. ―Moya‖, como suele llamarlo la crítica 9 , no es de ―origen‖ salvadoreño, porque nació el 21 de noviembre de 1957 en Tegucigalpa, Honduras. Pero con un traslado prematuro a San Salvador (a los cuatro años), Castellanos creció en dicha capital, en la que vivió hasta los primeros revuelos de la guerrilla. Como él mismo lo define en su ensayo ―Breves palabras impúdicas‖ (2011), su identidad: [...] nació desgarrada entre dos países, dos familias, dos visiones políticas del mundo. El desgarramiento, pero también la confrontación. Nací en Honduras, viví mi infancia y juventud en El Salvador, y he pasado la mayor parte de mi vida adulta en México [...] Yo podría encarnar esa abstracción llamada ―el centroamericano‖. Pero tampoco me siento completamente de ninguna de las naciones que he mencionado: persiste cierto distanciamiento, la sensación de no pertenencia, cierto sabor a extranjería. (Castellanos: 2011, 20). Poseedor de un origen atravesado por la ambigüedad, vivió durante su juventud el colapso del Estado salvadoreño con la disputa del FMLN y las FAES (Fuerzas Armadas de El Salvador). Pero a diferencia de sus colegas, el autor abdicó de las encomiendas de la guerrilla revolucionaria que muchos intelectuales asumieron, puesto que los ideales de ésta no se compaginaban con los suyos: A finales de 1978, no me cabía la menor duda de que mis compañeros de generación, poetas o no, iban con ritmo precipitado hacia la militancia revolucionaria. Comprendí también que no había más opciones: tomar partido o largarse. Yo decidí largarme. Apelé a mi abuela materna hondureña, una mediana terrateniente, y conseguí los fondos para irme a estudiar a Toronto en febrero de 1979. (Castellanos: 2011,13) Con el choque ideológico de la Revolución y sus concepciones literarias, Castellanos Moya parte de El Salvador, dejando atrás la parafernalia de la represión y las 9 Esta denominación se da justamente por El asco, Thomas Bernhard en el Salvador. Entre los críticos que lo nombran así son William Castro y Mercedes Elena Seoane, particularmente aquellos que se enfocan en el estudio de dicha novela. 21 desapariciones ordenadas por el mandato de los gobiernos militares. Si bien regresó dos años después de su partida inicial, el autor aceptaría para 1981 que el territorio salvadoreño no era su lugar fijo de residencia, como tampoco lo serían por mucho los países en los que transitaría después: México, Canadá, España y Alemania. El exilio voluntario sería el escritorio de sus textos. No obstante, durante esos primeros años de autoexilio, Castellanos Moya ejerció una actividad periodística 10 plenamente ligada a Centroamérica. Aun cuando disentía de los ideales políticos, no hubo separación ideológica; lo cual dio cabida a una configuración problemática respecto de su figura como escritor: se convirtió en un autor desterrado por vocación, pero comprometido con la reflexión local. Así, este peculiar lugar de enunciación le permitió forjar una serie de temáticas recurrentes dentro de sus textos; tópicos sobre los momentos de (pos)guerra de Centroamérica 11 , con múltiples vértices que aluden a la violencia, la locura, el desencanto, aunque siempre enarbolados en el trabajo continuo de la memoria. Con las once novelas que conforman su corpus ficcional, su narrativa: ―[…] se erige sobre una elaboración formal de la narración en la cual las técnicas y el lenguaje narrativos son fundamentales.‖ (Ortiz Wallner: 2012, 137). Su primera novela La diáspora fue publicada en 1989, bajo el sello de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, y aunque ganadora del Premio Nacional UCA Editores de 1998 ―[...] ha permanecido 10 Si bien desde el primer exilio colaboró con diversos periódicos, Castellanos Moya confiesa en su ensayo El cadáver es el mensaje: apuntes sobre literatura y violencia que: ―(...) a principios de 1994, guiado por ese mismo propósito [el de abrir un espacio de debate que ayudar a despolarizar y desideologizar la vida política y cultural de una sociedad acostumbrada a vivir en la confrontación militar de los extremos] participé en la fundación y fui nombrado director del primer periódico de posguerra Primera plana; una publicación semanal en la que se involucró con entusiasmo una nueva generación de periodistas y que buscaban ampliar los espacios para el disenso.‖ (Castellanos: 2011, 28). 11 Castellanos Moya no habla únicamente de los procesos de guerra de los últimos veinte años del siglo XX. Retoma también los enfrentamientos bélicos de los años treinta, al menos en Honduras y El Salvador. 22 prácticamente ignorada en el discurso crítico sobre la producción del autor si se compara con la recepción de sus posteriores novelas [...]‖ (67). Este texto, cuyo tema central es el exilio sujeto a las contradicciones de la causa revolucionaria, abrió el abanico de la incomodidad de sus narradores. Es decir, una escritura considerada ―[…] tabú por algunos de sus colegas, es decir [con] tópicos que todo el mundo comenta, pero que rara vez llegan a la página impresa.‖ (Parra: 2003, en línea). Este aspecto permitiría que los textos posteriores, Baile con serpientes (1996) 12 , El asco, Thomas Bernhard en el Salvador (1997), La diabla en el espejo (2000) y El arma en el hombre (2001) establecieran una postura más radical sobre la guerra y sus secuelas. Con Donde no estés ustedes (2003), Insensatez (2004), Desmoronamiento (2006) y Tirana Memoria (2008), la apuesta narrativa del autor ya se estatuye bajo una reflexión más profunda en el tratamiento del lenguaje, como la oralidad. Y sin dejar de ser incisivo, sus cuestionamientos respecto de los contextos que viven los personajes se recrudecen cada vez más. 13 Por lo tanto, no es gratuito pensar que a partir de esta disidencia, textual y personal, el proceso de escritura de nuestro autor se perfile desde un relieve polémico debido a las posturas asumidas tanto en la literatura como en lo político. Si bien en la actualidad Horacio Castellanos Moya es visto como un autor consolidado, sobre todo con sus dos últimos textos La sirvienta y el luchador (2011) y El sueño del retorno (2013), no dejade ser inquietante el hecho de que en sus novelas, sus ensayos y cuentos establezca continuamente distancias ideológicas con el lector. O que en textos como El asco haya recibido amenazas de muerte por su estilo mordaz e insurrecto. 12 Baile con serpientes es un caso que requiere un acercamiento crítico especial. Si bien es una novela que podría considerarse dentro de lo policial, la trama gira en torno a una situación de farsa con las serpientes como los personajes principales alrededor de situaciones de extrema violencia. 13 Estas novelas están construidas a partir de mezclas de estrategias textuales. Algunas operan bajo el código de la epístola y otras como una reconstrucción del testimonio e incluso como la forma del diario. 23 Finalmente, inmerso en esta coyuntura, actualmente es catedrático de la Universidad de Iowa. Con el recibimiento en 2014 del Premio ‗Manuel Rojas‘ (en homenaje al famoso escritor chileno), Castellanos Moya se ha colocado como un autor que ―[…] debe leerse en una clave distinta‖ (Sánchez Prado: 2010, 79). Por tanto, con la revisión de su biografía, de los datos que vinculan vida y obra, no sólo se puede ver el campo literario por el que transita su producción novelística, sino también las reacciones que genera su literatura. Porque, aunque las aproximaciones de su estudio se vuelven cada vez más numerosas, la crítica gira en torno, todavía, a los postulados de posguerra y conceptos más bien desencantados. 1.3 La “Estética del cinismo”: el meollo de la crítica literaria. A veinte años del inicio de la guerra civil salvadoreña, y entre la nebulosa firma de los Tratados de Paz, surgieron distintos estudios sobre la producción literaria contemporánea de América Central. Si bien las nociones sobre el tema se gestaban desde 1990, la solidez de los parámetros críticos se conseguiría hasta el nuevo milenio. El crítico Héctor M. Leyva precisaba en su texto ―Narrativa centroamericana postnoventa, una exploración preliminar‖ (2005), algunas de las posturas de la narrativa emergente y aseveraba que ―[…] críticos y autores parecen coincidir en que se asiste a una especie de revival del arte literario y la experimentación en busca de nuevas propuestas.‖ (Leyva: 2005, en línea). A partir de nociones contrastivas, Leyva desglosaba brevemente dichas aproximaciones. Por un lado, destacaba la visión crítica del escritor Rafael Lara Martínez en la que en términos de Castellanos Moya, especificaba que era más bien una literatura de 24 incertidumbre, 14 es decir ―[…] un repliegue hacia una esfera más íntima y subjetiva de la reflexión‖ (Leyva: 2005, en línea). Por otro lado, exploraba las suposiciones de Erick Aguirre, que miraba a la literatura como un ―esfuerzo desesperado […] de hacer una literatura comprometida con la realidad extra-literaria del Istmo y con la búsqueda de su transformación.‖ (Aguirre: 2004, en línea). Sin embargo, el punto más relevante de esto es que Leyva no dejaba desapercibida la teoría que, posteriormente, se convertiría en la principal y más referida en los estudios literarios: la estética del Cinismo, acuñada por la crítica guatemalteca Beatriz Cortez. Sin imaginarlo, al leer una ponencia con este nombre en el V Congreso Centroamericano de Historia, en julio del año 2000, Cortez inauguraba uno de los planteamientos más prolíficos y secundados para estudiar estas literaturas. Y si bien el libro Estética del cinismo. Pasión y desencanto en la literatura centroamericana de posguerra vio su edición completa hasta el 2010 por F&G Editores, esta concepción se afianzó con anterioridad en núcleo crítico centroamericanista; particularmente con los interesados en las novelas de nuestro autor. Beatriz Cortez plantea el quid sobre cómo la escritura ficcional se construye a partir de una mirada desencantada, como consecuencia directa del padecimiento de la guerra y las desilusiones de la Revolución fallida, tanto en El Salvador como en Guatemala. Asimismo, encuadra estas producciones literarias desde un juicio histórico, en un período de posguerra que devendría en una sensibilidad esencial para la creación de esos textos: Al hablar de sensibilidad de posguerra me refiero a una sensibilidad que ya no expresa esperanza ni fe en los proyectos revolucionarios utópicos e idealistas que circularon en toda Centroamérica durante la mayor parte de la segunda mitad del siglo XX, que en gran 14 En esta parte del ensayo, Leyva retoma a Castellanos como una fuente teórica, ya que éste ―[hablaría] de la incertidumbre y de la expresión esplendorosa de la individualidad‖, palabras que han orientado, de cierta manera, las reacciones lectoras de ésta novelística. No obstante, si bien es una postura secundada, no será desarrollada para fines comparativos y analíticos en la narrativa contemporánea de Centroamérica. 25 medida se alimentaron desde la seguridad y el amparo proporcionado para círculos de liderazgo revolucionario en San José, Costa Rica, y que ya sea el final, inaugurando un momento de desencanto, de pérdida de liderazgo y de pérdida de fe en los proyectos utópicos que formaban parte del momento revolucionario en Nicaragua, El Salvador y Guatemala, así como en el resto de países centroamericanos. (Cortez: 2010, 25). La autora aterriza sus discusiones en una perspectiva dicotómica de ―Utopía/Desencanto‖, que nace de los hechos violentos sufridos a lo largo de la ‗cintura americana‘. Es decir, distingue dos espíritus literarios antes y después de la guerra que marcarían a los escritores emergentes, sobre todo por el impacto de las ideas revolucionarias. Por eso, al poseer un desencanto de estas ideas, surgirá una especie de cinismo que ―[…] provee al sujeto una guía para sobrevivir en un contexto minado por el legado de la violencia de la guerra y por la pérdida de una forma concreta de liderazgo.‖ (27). De esta forma, Cortez considera que la memoria, el olvido, el cuerpo, la ciudad, el exilio y la muerte son factores indispensables en los que la subjetividad cínica de los personajes y la atmósfera del desencanto se estatuyen. De esta manera, el resultado de la desilusión permitió que la literatura posterior a los Tratados de Paz fuera denominada como ―literatura cínica‖ o bien, se inserte recurrentemente dentro de esta apreciación teórica. Sin embargo, aun con la notable aportación a la crítica literaria y el loable trabajo vinculado con un trabajo teórico filosófico de términos de Deleuze, Butler y Spinoza, el planteamiento de Cortez adquiere una cualidad problemática digna de analizarse. En primer lugar, ‗posguerra‘, aunque parte de una premisa histórica, es definida por Cortez como una cuestión que ―[…] contrasta la sensibilidad utópica y esperanzadora que acompañaba la fe en los proyectos revolucionarios‖ (Cortez, 2010, 25). Dicho con otras palabras, aunque el término enmarca a estos autores por su tiempo de escritura, (ya que la mayoría de ellos publicarían a finales o después de la guerra), éste rebasa su primer 26 significado y establece como legítima la contraposición de la ‗Utopía-Desencanto‗, con lo que da paso a una visión crítica yuxtapuesta que, si bien ofrece una radiografía de los textos, se convierte en un elemento poco útil para la naturaleza múltiple de éstos. Entender la ‗posguerra‘ con esta naturaleza de ‗desencanto‘ deriva en una generalización difícil: toda producción ficcional de esta época se enuncia desde ahí, con vueltas a ese pasado, sin posibilidad alguna de la reflexión hacia un buen porvenir. 15 Pero tal vez la palabra ‗cinismo‘ es la que causa mayor conflicto. Cortez lo entiende como la ―[…] muestra [de] los síntomas de lo que está ausente en la cultura de la posguerra centroamericana: la experienciade la alegría, la lucha por defender el derecho que tiene el cuerpo de actuar, el predominio de la vida por sobre la muerte, la inmanencia del poder.‖ (38). Aunque es innegable que pasada una guerra repleta de desilusiones o fallas de ambos bandos (la guerrilla y el Estado-Nación) se vive bajo la incertidumbre y la congoja, nuevamente la configuración de los sujetos literarios del cinismo acotada bajo estas premisas, generaliza y difumina las tensiones irresolubles de las novelas. Si bien, en el caso concreto de nuestro autor, Cortez ajusta pertinentemente el concepto a los análisis de El arma en el hombre, Baile con serpientes, El asco y relatos como Indolencia, Alberto Moreiras notaría en su artículo ―The Question of Cynicism. A Reading of Horacio Castellanos Moya, La Diáspora‖ (2015), que quizá no es tan conveniente amoldarlos de esta manera. Moreiras afirma que la literatura de Castellanos Moya ofrece más bien algo más trágico dentro del contexto centroamericano y que 15 O, si bien no toda la literatura se enuncia desde ahí, esta categoría excluye a otras manifestaciones literarias sin posibilidad de encontrarles un lugar. Este punto lo nota con precisión la autora Jacinta Escudos, que al revisar las nomenclaturas de estudio para los autores salvadoreños admite que no encuentra ―cinismo (en la definición clásica del término)‖ en otros autores. (Escudos: 2005, 142). 27 conlleva, irremediablemente, a que el ―[…] cinismo no se ajuste del todo‖. (Moreiras: 2015, en línea). 16 Como el cinismo no puede describirlo absolutamente todo, dicha visión maniquea no es suficiente para la naturaleza de la narrativa de Castellanos, porque ésta ―[…] deja atrás los parámetros expuestos por Cortez, mismos que ofrecen un eje para una antiquísima discusión sobre la función de la intelectualidad en Latinoamérica.‖ (Moreiras: 2015, en línea). 17 Por lo tanto, si bien la ‗Estética del cinismo‘ ha sido importante como crítica pionera para estudiar las manifestaciones literarias de Centroamérica ―y por supuesto las de Castellanos Moya―, me adhiero más a pensar que el uso de estas dicotomías no da cabida a la comprensión total de su literatura, la cual una y otra vez se acerca al problema de la violencia, la sociedad y del sujeto desde puntos de vista más complejos. Por lo tanto, para efectos de investigación se optará por la denominación friccionalidad, sugerida por la autora Alexandra Ortiz Wallner, y que se trabajará con mayor profundidad en el capítulo dos. 1.4 La hipertextualidad: hacia un imaginario. Para concluir esta primera sección, son fundamentales las palabras de Gérard Genette cuando define el concepto de hipertextualidad en Palimpsestos: ―no hay obra literaria que, en algún grado y según las lecturas, no evoque otra‖ (Genette: 1989, 19). Y es que el encuentro de textos e historias entre sí ha sido una de las apuestas más interesantes dentro 16 Moreiras desarrolla en todo el texto su propuesta sobre lo difícil del empleo generalizado del cinismo, sobre todo con la exclusión de La diáspora (1989) en el estudio de Cortez. Por medio del análisis de los personajes, el autor español disecciona el cinismo para regresar a los planteamientos de Cortez, pero relacionándolo con la analogía dialéctica del ―Amo y el siervo‖ de Hegel y las ideas de primer/tercer mundo de Frederic Jameson. Así, el autor postula que La diáspora y su obra en general no pueden ser comprendidas siempre por el cinismo. 17 ―[…] leaves behind the parameters presented by Beatriz Cortez in her book, wich actually offer an axis for the age-old discussion regarding the function of intellectuality in Latin America.‖ La traducción es mía. 28 de la producción literaria de Horacio Castellanos Moya. Con las once novelas (e incluso algunos cuentos) es posible considerar la hipertextualidad como un eje constitutivo, cuyo análisis no debe leerse desapercibido. Notado sucintamente por varios críticos (entre ellos María del Pilar Vila, Alberto Moreiras y María Elena Seoane) el filamento hipertextual ha sido perfilado con mayor énfasis por Doris Wieser, quien en su estudio sobre La diabla advertirá algunas de los ecos de la novelística castelloniana. Y es que explorar las aristas de este entramado resulta provechoso, ya que se esbozan los trazos de una poética de múltiple perspectiva respecto del tratamiento la violencia, el exilio y la locura. Por eso, uno de los argumentos hipertextuales más comunes es la alusión de personajes en varias novelas. Si bien en su primera obra La diáspora no hay ningún ser narrativo que aparezca en otra secuencia, con los protagonistas Gabriel, Kike ―mejor conocido como Kioci(cote)― y El Turco ya se percibe un estilo narrativo que ―[...] indica un proceso de separación que podríamos llamar ‗desencanto‘ o incluso de ‗liberación‘, aunque no en un sentido tradicional poscolonial‖. 18 (Moreiras, 2015, en línea). Así, el tono irónico y paródico de esta obra será la semilla para comprender la conformación de otras voces, como la de Insensatez, El arma, e incluso de los textos más recientes. Con su tercera novela, Baile con serpientes, Castellanos Moya apertura un primer abanico de personajes recurrentes: la presencia de Lito Handal, Rita Mena, 19 periodista del Ocho columnas y el detective José Pindonga ―quienes tendrían un amorío en fases― daría 18 ―[…] it indicates a process of breaking away that you may want to call disenchantment or even liberation, albeit not in the traditional postcolonial sense.‖ 19 Rita Mena es un personaje singular. Baile con serpientes es la única novela en la que habla. Sin embargo, su presencia en La diabla en el espejo y Donde no estén ustedes nos da muchas versiones de su personalidad. El amor en fases que tiene con Pindonga sólo se sabe a través del vituperio del detective. Aunque muy ―sabrosa‖ en Baile, y muy estudiosa en la última, Mena es uno de los personajes femeninos más destacados de la obra de Castellanos Moya. 29 paso a que posteriormente, o fueran personajes secundarios, o bien fueran aludidos tangencialmente. Lito Handal, jefe y dirigente de investigaciones policiales, irá tras las serpientes asesinas de Baile con serpientes, resolverá el caso del asesinato de Olga María de Trabanino en La diabla en el espejo, y persiguirá al terrible ex-militar y sicario Robocop, protagonista de El arma en el hombre. 20 Pindonga, por su parte, aparecerá en el cuento ―Con la congoja pasada la tormenta‖, 21 del libro homónimo, en La diabla y en Donde no estén ustedes, novela en la que se desarrollará el segundo conjunto de personajes ‗castellonianos‘: la Familia Aragón. Si bien esta progenie se describe con plenitud en Tirana memoria 22 , conoceremos desde este texto a Alberto, el hijo menor, que debido a una vida violentada y desesperanzada en El Salvador, opta por el exilio en México. Asimismo, Alberto tendrá ecos referenciales en La sirvienta y el luchador cuando María Elena, sirviente fiel de la familia, emprende la búsqueda de Albertico y Ana, hijo y nuera de éste, asesinados y desaparecidos por el régimen militar. Con la historia de tres generaciones, los Aragón representarán distintos roles en los diversos sucesos históricos de El Salvador y Honduras del siglo XX. Pericles y Haydée Aragón, primer matrimonio, serán centrales en Tirana memoria, pero la figura de Clemen, su hijo mayor será más peculiar, puesto que se encontrará, aunque sin voz narrativa, en La 20 Quizá a la par del narrador de Insensatez, Robocop es el personaje más estudiado de la obra de Castellanos Moya, ya que este texto ha sido emblemático en cuanto a la representaciónde la violencia de El Salvador de posguerra, así como la escritura irónica de la voz narrativa. 21 Este libro evoca el cuento homónimo de Castellanos Moya que recopila casi toda su cuentística. Fue publicado por Tusquets Editores en 2009, aunque es importante destacar que sus cuentos se leían desde 1989 gracias a la difusión de UCA Editores y Editorial Arcoíris en los noventa, en El Salvador. 22 Publicada en 2008, cuenta la historia desde dos perspectivas narrativas: el diario y la narración heterodiegética, dentro del contexto del golpe de Estado fallido contra el régimen militar de Maximiliano Hernández Martínez (1931-1945), denominado ‗El Brujo. Como lo plantea Max Gurián en su reseña de 2009: ―[…] Tirana memoria […] continúa este proyecto de indagación ficcional en torno a la historia de una región del globo que aúna centro y periferia en un istmo en permanente convulsión política‖. (Gurián, 2008: 48). 30 sirvienta y el luchador y en Desmoronamiento; novela que vincula a un tercer grupo de personajes: la familia Mira Brossa. Hija del Dirigente del Partido Nacional Hondureño, Esther Mira Brossa se casará con Clemente, para dar vida a Erasmo Aragón, periodista exiliado en México, portavoz de su última novela El sueño del retorno. 23 De esta manera, el linaje de los personajes de Castellanos Moya traza una arista importante en la configuración poética de su escritura. Aunque, cabe decir que éstos no son la única referencia hipertextual, ya que las ficciones ocurren en los países centroamericanos, que si bien pueden representarse con referente claro (Honduras en Desmoronamiento, y El Salvador, en El asco y Tirana memoria), también hay lugares sin nombre que evocan un espacio sin fronteras, y que podrían englobar una concepción más amplia sobre un ‗todo‘ centroamericano. El trabajo del espacio urbano, de la ciudad con sus contrastes, permite que los personajes ―[…] puedan negociar las versiones fragmentadas de sí mismos.‖ (Cortez: 2010, 231). Por lo tanto, al repasar estas cualidades de hipertextualidad nos encontramos con una pluma polifacética, delineadora de una novelística que aspira hacia algo más grande. En su estudio de maestría Itinerarios narrativos centroamericanos de la guerra a la paz (2013), Mercedes Elena Seoane postula que la escritura de Castellanos apunta más bien a la idea de un ―collage social‖ que ofrece un panorama completo de la sociedad salvadoreña (Seoane: 2013, 134). Sin embargo, la destreza hipertextual de Castellanos Moya es tal que es posible encuadrarla en un imaginario literario, ya que este concepto pone en la mesa a la obra castelloniana como un universo que imagina varios caminos hacia la reflexión desde 23 Castellanos Moya aborda el tema de la pérdida, búsqueda y ausencia de la memoria por parte de Erasmo, el nieto de Haydée Aragón. Con la aparición del doctor Chente Alvarado (personaje presente en Tirana memoria) se demuestra un trabajo más refinado de una narración llena de crudeza y distancia hacia el ejercicio de la memoria en sus textos. 31 la representación literaria. En Los imaginarios urbanos: de la teoría y los aterrizajes en los estudios urbanos (2007) Daniel Hiernaux plantea que: El imaginario funciona sobre la base de representaciones que son una forma de traducir en una imagen mental, una realidad material o bien una concepción. En otros términos, en la formación del imaginario se ubica nuestra percepción transformada en representaciones a través de la imaginación, proceso por el cual la representación sufre una transformación simbólica. El imaginario es justamente la capacidad que tenemos, de llevar esta transformación a buen término. (Hiernaux: 2007, 20). Pensar en la idea de un imaginario configura una serie de posicionamientos sobre el espacio, la identidad y el porvenir. En cada uno de sus textos, el autor salvadoreño le apuesta a dicha reflexión, no sin antes depositar una perspectiva heterogénea de la ciudad, de los personajes y sus subjetividades. Por ello, si se atiende al hecho de que en estas narrativas y sus realidades se edifican en un código de representación continua, será factible pensar que Castellanos Moya tiene un proyecto estético que se dirige, o al menos aspira a la reflexión crítica de Centroamérica en todas sus dimensiones, sin que éstas definan unívocamente las miradas críticas. Al descubrir que existe una gestación de un imaginario, de un todo literario en Castellanos Moya (con las resonancias biográficas y las lupas críticas que la enmarcan per se) se esboza una actitud interrogativa, que da cabida a la apertura de los estudios literarios de sus textos, abriendo nuevas (re)lecturas. De esta forma, el cometido de ahondar someramente en el contexto literario y ciertos aspectos biográficos resulta fundamental no sólo para concebir el imaginario como un posible sendero fértil ante su novelística, sino también para contemplar que todos estos elementos coadyuvan a que su lectura y análisis se vuelvan más digeribles. Sobre cómo interpretarlas, bajo qué temáticas y qué autores teóricos será el centro del siguiente capítulo. 32 Capítulo II. De la friccionalidad a la violencia. Aproximaciones teóricas. 2.1 La friccionalidad: memoria, H/historia y testimonio. Como se mencionó en el capítulo I, el enfoque predominante en los estudios castellonianos parte, generalmente, desde la estética del cinismo, que Beatriz Cortez planteara en el libro homónimo de 2010. Ante la urgencia de una mirada crítica de los textos y autores contemporáneos que, además de reconfigurar el mapa literario de Centroamérica, reaparecían en el mercado editorial internacional, 24 la postura de Cortez fue el portal que legitimó dichas aproximaciones. Y aunque este término delinea un lugar de enunciación determinado para ciertos textos, no debe perderse de vista el hecho de que la utilización de dicotomías cerradas (Utopía/desencanto) estatuye polos críticos que encapsulan la obra literaria. Por lo tanto, no es extraño pensar que a partir de esta nomenclatura otras voces teóricas surgieran para redefinir otros alcances. Y son justamente los estudios de Alexandra Ortiz Wallner los que reformulan dichos acercamientos. En su libro El arte de ficcionar: la novela contemporánea de Centroamérica (2012), la autora reanuda discusiones perennes sobre la marginalidad de la novela centroamericana y aborda el juego que ésta desempeña en las concepciones de la ‗Literatura Nacional‘. Con el cuestionamiento de los procesos de canonización, así como ―el viraje, entre las décadas de 1970 y 1990, del lugar privilegiado que le ha sido concedido a la literatura en los conflictos armados y bajo el horizonte utópico 24 Es importante remarcar que grandes editoriales como Océano, Anagrama, Tusquets Editores o Alfaguara, han publicado nombres como los de Sergio Ramírez, Gioconda Belli, Rodrigo Rey Rosa y el mismo Horacio Castellanos Moya, lo cual ha permitido que estos autores se internacionalicen y sean considerados como los escritores que ―[…] renacen pese al desamparo oficial‖ de las editoriales centroamericanas. Para una breve revisión de esta situación, el artículo Arturo Jiménez: ―La literatura de Centroamérica renace pese al desamparo oficial‖ en el periódico La Jornada es útil. Disponible en línea: http://www.jornada.unam.mx/2005/09/10/index.php?section=cultura&article=a08n2culConsultado el 01 de abril de 2016. 33 revolucionario‖ (Ortiz Wallner: 2012, 16), se reabre el debate sobre cómo estudiar esta narrativa. Bajo los preceptos del crítico Ottmar Ette, Ortiz Wallner habla sobre friccionalidad así como de la fisura para analizar la ficción centroamericana actual y las implicaciones de su recepción.25 El primer concepto, quepor su composición se asocia con el juego morfológico entre ficción y fricción, será definido ―[…] como [una] práctica escritural híbrida que se encuentra en constante movimiento, que oscila entre los polos de la ficción y la dicción.‖ (89). Dicho con otras palabras, al ser friccional, la producción literaria de Centroamérica fluctúa en diferentes espacios y perspectivas. Como lo detalla en la Introducción: La apuesta de la novelística por la recuperación de un arte de ficcionar distanciado, muchas veces en clave paródica o irónica, del modelo testimonial y de las narrativas de los procesos revolucionarios desembocará en una producción novelística f(r)iccional que se va a configurar como un movimiento oscilatorio constante entre el testimonio, la H/historia, la memoria y la ficción. (17-18). A lo largo de cuatro extensos capítulos, 26 y con preguntas sobre los límites del lenguaje y la configuración tradicional de la novela, Ortiz Wallner se concentra en una reflexión que contempla la multiplicidad teórica. Es decir, la producción literaria de las últimas dos décadas del siglo XX estará en contacto con la H(h)istoria 27 no sólo por el 25 En su texto La inseguridad en el archivo: Insensatez de Horacio Castellanos Moya y El material humano de Rodrigo Rey Rosa, Julian Drews considera de igual forma la friccionalidad en la obra de nuestro autor. Al ser discípula también de Ette, Drews vincula sus análisis con este concepto. Sin embargo, no lo profundiza teóricamente como sí lo hace Ortiz. 26 La propuesta analítica de Ortiz tiene un desarrollo muy interesante, particularmente en los nombres de las secciones del libro: Deslindes, Fisuras y Encrucijadas. Esto quiere decir, en una concreción de la obra, que la literatura estará deslindándose del pasado, pero que estará fracturada por una configuración híbrida; la cual, se encuentra en una encrucijada final que converge con muchos factores a la hora de leer las literaturas centroamericanas y caribeñas, a las cuales también les dedica un apartado. 27 La distinción entre mayúsculas de Ortiz es clara: la Historia se referirá a aquella que se construye como versión oficial de un hecho y que se presenta como unívoca e inapelable, mientras que la historia será, más bien, la que se esconde y nos es visible para aquellos que legitiman los discursos históricos autorizados. No obstante, me parece que la distinción gráfica puede leerse en otra dimensión. Precisamente el capítulo 5 del volumen III de Tiempo y narración, Paul Ricoeur aborda, como el título lo precisa, ―[…] el entrecruzamiento de la historia y la ficción‖, en la que tanto la historia como modelo de la representación del pasado se auxilia 34 hecho de que las novelas aluden irremediablemente a los sucesos bélicos y políticos verificables, sino también porque da cabida a procesos que, en lugar de referirse a los proyectos de literaturas nacionales se concentran más bien en desarticularlos (38). Al romper con la parafernalia escritural en Centroamérica, la Historia junto con la literatura, se verá más bien como ―[…] una grieta permanente que posibilita y potencia las asociaciones, rearticulaciones y fragmentaciones de los relatos históricos mismos.‖ (65). Asimismo, la literatura no sólo tomará en cuenta las verdades históricas, sino que también establece un diálogo permanente con la memoria. Para Ortiz Wallner ésta es una apuesta que ―[…] emerge desde la tensión entre recuerdo y olvido, entre palabra y silencio, entre memoria y desmemoria.‖ (158). Ortiz reconoce las tensiones del concepto, ya que el lector se enfrenta con un pasado de fibras dolorosas que, a su vez, fragmenta y contrapone el papel de cualquier reconstrucción entre la superación y el olvido. Por ende, la autora propone una tridimensionalidad de este concepto: en primer término, en el que la literatura representa las memorias extraliterarias, debido a que éstas recurren a los sucesos verídicos directa o tangencialmente; en segundo lugar, la literatura como (re)construcción de la memoria misma y finalmente, en la que la memoria trabaja directamente en la literatura, estableciendo vínculos a partir de la configuración textual (91). Sin embargo, sus formulaciones sobre el testimonio son quizá la más interesante. Y es que Ortiz Wallner no pierde de vista la herencia de representación que éste legó a la en la ficción para existir y viceversa. En este sentido, ―esta interconexión de la ficción con la historia no debilita el proyecto de representancia [sic] de esta última, sino que contribuye a realizarlo‖. (Ricoeur: 1995, 908). Al pensar entonces la distinción H/historia más allá de su primera connotación de pugna, puede estudiarse también como material idóneo para la ficción centroamericana. La H/historia estará, entonces, inmersa en ella, a un nivel a priori en su reconfiguración. Por ende, no resulta vana la insistencia de los autores contemporáneos en la ficcionalización de la guerra, u otros hechos del devenir centroamericano, puesto que, como apunta Ricoeur: ―El relato de ficción es cuasi histórico en la medida en que los acontecimientos irreales que relata son hechos del pasado para la narrativa que se dirige al lector; por eso, se asemejan a acontecimientos pasados, y por eso la ficción se asemeja a la historia.‖ (914). 35 ficción contemporánea, con el peso ideológico y político que permeó tanto la escritura como el ámbito intelectual. Y aunque no le resta importancia, procura legitimar la ficción con otra óptica: [Como] el testimonio se convirtió en el género literario por medio del que se intentó llenar un vacío histórico y cultural desde la experiencia revolucionaria y con la finalidad de producir consenso y conciencia en la clase en y desde los sectores populares, en la actualidad, es válido hablar de la novela como una escritura que constata un movimiento hacia espacios donde se articulan discursos que reocupan el espacio de la subjetividad. (58). El discurso novelesco será entonces la propuesta estética de los escritores de los noventa y principios del siglo XXI, y también el medio de apropiarse y configurar el sujeto y literaturas centroamericanas. Por ello, el estudio múltiple de la ficción surcará el camino hacia una dialéctica interpretativa respecto de los problemas heredados de la represión y la violencia, dentro de una perspectiva híbrida y de rupturas. Con base en lo anterior, la idea de la fisura se complementa con este primer concepto, puesto que ésta es "una presencia de las oscilaciones en estas redes de relaciones‖ (66) que involucran a las tres aristas mencionadas. Dicho con otras palabras, tanto la H(h)istoria, como la memoria y el legado del testimonio proveen los nuevos espacios de la ficción contemporánea, y estarán inmersos en intersticios continuos debido a que esta literatura no es unívoca. Es por eso que una u otra perspectiva puede aportar algo a su estudio, dando paso así a la multiplicidad crítica que, en vez de ser dicotómica, es más bien pendular. 2.1.1 La friccionalidad en la narrativa de Horacio Castellanos Moya. De esta manera, los conceptos de El arte de ficcionar se amoldan al análisis de la obra en cuestión. Si bien no pierde de vista la obra completa de la literatura castelloniana, Ortiz 36 aterriza su estudio en La diáspora, El arma en el hombre, La diabla en el espejo e Insensatez y los vincula con otros temas. 28 Y es que la presencia de este autor en el panorama literario es significativo, puesto que su obra: […] se erige sobre una elaboración formal de la narración en la cual las técnicas y el lenguaje narrativos son fundamentales. En la variedad deregistros lingüísticos recuperados en su obra ficcional suelen destacar puntos de vista como los del testigo en primera persona, el monólogo, el observador o el cronista, todas voces que confluyen en una polifonía que incorpora las más diversas versiones sobre las dinámicas sociales del mundo contemporáneo. (135) Indudablemente, la presencia de una voz polifónica resulta necesaria para concebir una mirada friccional en el análisis, por el hecho de que Castellanos Moya no aborda de forma idéntica los conflictos del contexto centroamericano. En su escritura, tanto los tres vértices de la friccionalidad, así como la presencia del Estado y la solidaridad con las víctimas de la posguerra son continuamente problematizados, y ponen en el centro una escritura que apuesta por la heterogeneidad. Al referirse, por ejemplo a La diabla, Ortiz Wallner advierte el desplazamiento fluctuante de la figura del letrado como aquel que testimonia los hechos violentos. En Insensatez esa voz narrativa que se dedica a corregir las declaraciones indígenas se acerca a la función del letrado testimonial; sin embargo no existe tal solidaridad que caracteriza al género, 29 porque este personaje estará ―[…] entre realidad, H/historia, testimonios, ficción (entre historia y literatura finalmente)‖. (155). Por otro lado, en La diabla, las narraciones de los sucesos violentos están escritas como si la voz narrativa fuese ‗testimoniante‘, ya que 28 Por ejemplo, en El arma en el hombre y La diáspora, analiza la figura de la ‗orfandad‘, que de manera similar al ‗desencanto‘ de Cortez, la advierte como una falta de ideales y una sujeción en la que ambos personajes se encuentran vinculados al fenómeno de vivir una transición que oscila entre el ser y el no ser. (132). La diferencia radica en que a partir de este postulado nace la idea de multiplicidad narrativa que complementa la fisura al admitir que la ―novelística pone en escena es una pluralidad de voces que coexisten tanto en el espacio público como en el privado.‖ (132-133). 29 La cuestión del testimonio es quizá la perspectiva más estudiada de esta novela. En el tercer capítulo se hablará de esta cuestión con mayor profundidad. 37 cuenta la experiencia del asesinato como si fuera la única voz posible de asimilar aquella ‗verdad fidedigna‘. 30 En efecto, su narración será un trazo oscilante que dará ―[…] los más diversos matices desde el tono confidencial hasta llegar al chisme y el insulto.‖ (139). Y pese a que aunque Ortiz Wallner no lo estudia, es posible inferir que la friccionalidad también se halla en El asco, sobre todo, con la concomitancia entre la representación retorcida del letrado y la voluntad de la autoficción de ‗Moya‘. 31 La multiplicidad narrativa también se percibirá a partir de la noción de memoria. Si bien Ortiz deposita sus percepciones en El arma y La diabla —incluso afirma que en ambas ―[…] no se configura un depósito de memorias fijas‖, sino que están dentro de un ―proceso dinámico de construcción‖ (141) —, la memoria puede apreciarse en una dimensión general de la obra, por el hecho de que la reconstrucción de ésta se erige y se piensa de manera cambiante. Por un lado, la memoria reivindica la fe en el pasado y busca cierto sosiego ante la realidad del presente; por otro, no redime nada, sino que desencadena situaciones absurdas en los personajes y en el devenir de su historia. 32 Finalmente, la literatura castelloniana también se vincula con la Historia, o al menos con los efectos de los sucesos verídicos. Por ser una escritura que refiere a los años de la guerra/posguerra y a personajes o hechos verdaderos —como el Proyecto Interdiocesano de Recuperación de la Memoria Histórica, REMHI en Insensatez, o la mención a figuras como Mélida Anaya Montes en La diáspora—, el papel de la H/historia 30 La cuestión del narratario será explicada en el Capítulo III. 31 En su artículo «A Postwar Perversion of ―Testimonio‖ in Horacio Castellanos Moya‗s ‗El asco‘», Megan Thornton hace un análisis profundo respecto de la lectura que el testimonio en la novela. Sin embargo, y como se verá en el capítulo III, la lectura es un tanto problemática porque los lugares enunciativos propios de este género aparecen constantemente ironizados justo por el tipo de narración no fidedigna. 32 La memoria es un tema que ha desencadenado muchas controversias en las posturas críticas que estudian sus textos. Basta reconocer los relieves críticos de Ignacio Sánchez Prado como los de Nathalie Besse para notar que no hay un punto determinado. A lo largo de esta investigación, se puntualizará en los textos en concreto para reflexionar sobre la función de la memoria y su ejercicio múltiple. 38 se pone en jaque continuamente por medio de la narrativa. El autor trata de reformular las versiones oficiales, y problematiza del lugar que el Estado y la guerrilla ocuparon en la configuración de una sociedad mermada por la violencia y el desinterés. Será así que la H(h)istoria, y la literatura participarán ―[…] en la reconfiguración de este espacio centroamericano, un espacio que va a ser concebido simultáneamente desde su pluralidad, pero también desde su fragmentariedad y descentramiento.‖ (175). Por ende, al estar en el centro de esta encrucijada multirreferencial, la producción literaria de Castellanos Moya podrá asociarse con reflexiones que alcanzan las convulsiones de las sociedades centroamericanas, entre las que destacan el exilio, la idiosincrasia, las nuevas subjetividades y, por supuesto, la violencia. 2.2 La violencia: un relieve crítico. En el ensayo ―El cadáver es el mensaje: apuntes sobre literatura y violencia‖ (2011), Castellanos se aproxima a la violencia desde un punto vista ambivalente, ya que ésta no representa solamente un problema que ―responde a una fórmula explosiva‖ entre un Estado que propicia la privatización de la seguridad, una pobreza infrenable y el incremento del narcotráfico (Castellanos: 2011 A, 32), sino también, un tema sobre el cual los escritores contemporáneos interpelarán a una realidad que ―se volvió más grosera, sanguinaria [...]‖ (33). No obstante, conforme el texto avanza, se advierte en él cierta resistencia en aceptar que escribe una ‗literatura de la violencia‘. Sin juzgar tajantemente la crítica que adopta este término, el autor disiente al considerarla dudosa, puesto que ―la literatura occidental desde sus orígenes es una ‗literatura de la violencia‘, como lo evidencian los poemas épicos de Homero o las tragedias de Sófocles, y también en sus momentos culminantes ha reflejado los estados más violentos del hombre (basta recordar a Shakespeare).‖ (31). 39 Sin embargo, aunque el autor es tomado en cuenta como crítico literario por sus reflexiones, 33 considerarlo en el análisis de su propia obra devendría en una crítica muy limitada. No sólo porque es el autor de los textos en cuestión, sino también por la ineludible presencia de este tópico en su narrativa, puesto que es ―un eje medular en su escritura‖ (Ortiz Wallner: 2007, 89). Lo que resulta indispensable es preguntarse de qué violencia se está hablando y bajo qué criterios se ha analizado, porque no se considera únicamente como un ―[…] referente, sino que [se] convierte en pre-texto para plantear la complejidad de la violencia, de las relaciones entre violencia y literatura y de la condición de la literatura como violencia.‖ (Mackenbach, Ortiz: 2008, 94). Con distintas nomenclaturas, la violencia de Castellanos ha sido teorizada a partir de las aproximaciones de Dante Liano, Anabella Acevedo Leal y, por supuesto, de Beatriz Cortez, 34 con los términos ‗violencia oblicua‘, 35 ‗estética de la violencia‘ 36 y, por supuesto, la ya mencionada
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