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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA 
DE MÉXICO 
 
 FACULTAD DE MEDICINA 
 
Programa de Maestría y Doctorado en Ciencias Médicas, 
Odontológicas y de la Salud 
 
 
LA EXPERIENCIA PSICOLÓGICA DEL EMBARAZO 
DE ALTO RIESGO EN MUJERES CON 
SINTOMATOLOGÍA DEPRESIVA. 
 
 
T E S I S 
 
Q U E P A R A O B T E N E R E L G R A D O D E 
M A E S T R A E N C I E N C I A S 
 
P R E S E N T A : 
 
 
LAURA ELENA NAVARRETE REYES 
 
 
 
Directora de Tesis 
Dra. Ma. Asunción Lara Cantú. 
Cotutora 
Dra. Shoshana Berenzon Gorn 
 
 
 
 MÉXICO, D.F. 2012 
 
 
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
Restricciones de uso 
 
DERECHOS RESERVADOS © 
PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL 
 
Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal 
del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). 
El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea 
objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para 
fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo 
mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
ii 
 
Agradezco el apoyo brindado por: 
 
CONACYT, a través del Proyecto Número C01-021 
 
Instituto Nacional de Psiquiatría, División de Investigaciones Epidemiológicas y Sociales, a través del 
Proyecto Número 4186. 
 
Universidad Nacional Autónoma de México y al programa de Maestría y Doctorado en Ciencias 
Médicas, odontológicas y de la salud. 
 
A la Dra. María Asunción Lara Cantú, por su apoyo, paciencia y dedicación en la realización de este 
proyecto. 
 
A mi cotutora, la Dra. Shoshana Berenzon Gorn, por sus valiosas observaciones y tiempo dedicado a 
la revisión de este trabajo. 
A mí jurado: Dra. Carmen Lara, Dr. Francisco Morales y Dra. Guadalupe Acle por su tiempo y sus 
comentarios que enriquecieron este trabajo, muchas gracias. 
 
A la Dra. Eugenia Gómez, quien con su entusiasmo y capacidad para compartir sus conocimientos, le 
dio el último empujón a este proyecto. 
A Erika, Gabriela, Yazmín, quienes participaron en la logística y organización de los grupos de donde 
se obtuvo la información para esta tesis. 
A Brenda, quien colaboró en la transcripción de las sesiones. 
A Karla y Valeria que ayudaron en los detalles finales, gracias. 
A todos mis compañeros y profesores del Instituto Nacional de Psiquiatría, que me leyeron, me 
escucharon y me compartieron material para enriquecer este trabajo. Gracias por su talento. 
 
A estas 12 mujeres que compartieron sus miedos y culpas, sueños y alegrías y que amablemente 
regalaron un fragmento de su experiencia en este periodo de su vida. 
Millones de gracias por ser tan generosas. 
iii 
 
INDICE 
 pag. 
Introducción 1 
Capitulo 1. Embarazo Normal 4 
1.1 Cambios físicos. 4 
1.2 Cambios psicológicos. 7 
1.3 Cambios sociales. 12 
1.4 Planeación y deseo de ser madre 14 
1.5 Maternidad 
18 
1.5.1 La maternidad a lo largo del tiempo 
20 
Capitulo 2. Embarazo de alto riesgo 24 
2.1 Definición de embarazo de alto riesgo 
24 
2.2 Prevalencia del embarazo de alto riesgo 28 
2.3 Consecuencias del embarazo de alto riesgo. 29 
 2.4 Efectos psicológicos del embarazo de alto riesgo en la madre. 30 
2.5 Atención prenatal 
32 
Capitulo 3. Depresión en el embarazo 35 
3.1 Depresión 35 
3.2 Depresión en el embarazo 36 
3.3 Factores de riesgo de la depresión en el embarazo 
37 
3.4 Embarazo de alto riesgo y depresión. 
39 
Capitulo 4. Relaciones interpersonales en el embarazo 41 
4.1 Relación de pareja 
42 
 
iv 
 
 4.2 Relación con la madre 44 
Capitulo 5. Metodología. 47 
 5.1 Planteamiento del problema y pregunta de investigación. 47 
 5.2 Objetivos 48 
 5.3 Supuestos teóricos 48 
 5.4 Estudio del que proviene la muestra. 49 
 5.5 Diseño de investigación. 51 
 5.6 Selección de participantes 54 
 5.7 Contenido de las videograbaciones 52 
 5.8 Procedimiento de análisis 55 
 5.12 Consideraciones éticas 59 
Capitulo 6. Resultados. 62 
 6.1 Características de las participantes. 62 
 6.2 Categorías de análisis. 67 
 6.2.1 Salud de la mujer durante el embarazo 67 
 6.2.2 Proceso de embarazo 78 
 6.2.3 Relaciones interpersonales 88 
Capitulo 7. Discusión 110 
Capitulo 8. Conclusiones 127 
Referencias 132 
Anexo 146 
 
 
1 
 
 
Introducción 
 
El embarazo es un periodo lleno de cambios y de preparación para una de las 
grandes transformaciones de la vida: el nacimiento, no sólo de un bebé, sino también de 
la mujer como madre (Stern, 1997). Durante este periodo, es normal que la mujer 
experimente una serie de emociones que van desde la alegría, hasta el miedo y tristeza. 
Como en todo proceso, se dan cambios a nivel biológico, social y psicológico, que afectan 
a la futura madre, ya que el embarazo por sí sólo, representa un importante suceso en el 
ciclo vital femenino, con consecuencias duraderas en términos fisiológicos y físicos, 
actividad intrapsíquica e interpersonal, además de un cambio de rol social. 
 
En algunos casos, el embarazo puede presentar dificultades y volverse un 
problema de salud tanto en la madre como en el bebé, por lo que se le puede clasificar 
como de riesgo. El embarazo de riesgo se define como aquel en el que la madre, el feto o 
el recién nacido tienen o pueden tener un mayor riesgo de morbilidad o mortalidad antes, 
durante o después del parto. Hay muchos factores implicados, incluyendo la salud 
materna, antecedentes obstétricos y enfermedad fetal (Cortes, 2006). Ante este tipo de 
embarazo, la futura madre debe de enfrentarse a una gran carga emocional y a un ajuste 
psicológico en el que debe de afrontar la posibilidad de que su gestación no llegue a término 
(González, 1999). 
 
Ante la dificultad para ser madre, la mujer entra en conflicto ya que en la cultura en 
que vivimos, el rol de la mujer es definido a través de la maternidad, lo que propicia que se 
haga lo que sea necesario para tener un hijo, aunque la salud esté en riesgo (González, 
1999). Según esta autora, a pesar de que durante elsiglo XX hubo una serie de cambios en 
la manera de vivir la maternidad, aun se puede llegar a considerar que la familia solo está 
completa cuando está conformada por el binomio “padres-hijos”. Esta ideología, provoca 
que la mujer busque ser madre, aunque no cuente con las fuentes de apoyo necesarias, ni 
las condiciones personales adecuadas, generando malestar emocional en este periodo. 
2 
 
 
A pesar de las dificultades a las que se enfrentan las mujeres con embarazo de 
riesgo, se han realizado pocos estudios que analicen cómo viven el embarazo estas madres 
y la manera en que su situación repercute en su salud mental. 
 
En México, la investigación en población obstétrica se ha limitado a validar diversos 
instrumentos, conocer la prevalencia de depresión y ansiedad durante esta etapa y al 
estudio del apego entre madre e hijo, pero no se encontró que hubiera trabajos que 
aborden la experiencia psicológica de las mujeres con embarazo de alto riesgo. 
 
Es por ello que el objetivo de este trabajo fue describir la experiencia 
psicológica del embarazo de alto riesgo en mujeres y cómo esta varía de acuerdo a la 
severidad del riesgo en el embarazo. 
 
La importancia de estudiar este tema radica en la necesidad de brindar atención a 
esta población que es vulnerable y que sin el cuidado adecuado, pueden afectar la salud de 
la madre y del bebé. Por lo tanto, se debe explorar la experiencia de estas mujeres y sus 
necesidades de atención para brindarles apoyo y herramientas que les ayuden a hacer 
frente a las adversidades de cada día. 
 
Este trabajo está organizado de la siguiente manera: en el capítulo 1 se hace la 
revisión teórica del tema iniciando por la definición de embarazo, los cambios físicos, 
psicológicos y sociales, el concepto de maternidad y el deseo y planeación del 
embarazo. En el segundo capítulo, se revisa la definición del embarazo de alto riesgo 
desde la norma oficial mexicana, así como los factores de riesgo, prevalencias 
reportadas en México y en el mundo, y las consecuencias en el feto y en la madre. En 
el tercer capítulo se habla sobre la sintomatología depresiva en el embarazo y los 
factores asociados, y su relación con el embarazo de alto riesgo. 
3 
 
En el capítulo 4 se habla de las relaciones interpersonales más importantes de la mujer 
durante el embarazo, con la pareja y la propia madre. En el capítulo 5 se mencionan los 
objetivos del estudio y la manera en que se abordara el problema, así como de dónde 
proviene la información que se va a analizar y a través de que metodología se examinaron 
los datos. En el capítulo 6 se describen las categorías que se establecieron a través del 
análisis de contenido y por nivel de severidad y estos resultados se discutieron en el 
capítulo 7. Finalmente, en el capítulo 8 se resumen los principales hallazgos y se sugieren 
nuevas líneas de investigación. 
 
 
4 
 
C A P I T U L O 1 
EMBARAZO NORMAL. 
 
El embarazo normal es un periodo lleno de cambios, es también el momento de 
preparación para una de las grandes transformaciones de la vida: el nacimiento, no sólo 
de un bebé, sino también de la mujer como madre (Stern, 2007). Es considerado la 
primera etapa de un mismo proceso por el cual atraviesa una mujer, las siguientes etapas 
son parto y nacimiento. Este proceso inicia cuando un espermatozoide penetra en el 
óvulo y lo fecunda, dando así inicio al desarrollo de las distintas estructuras corporales 
que conformarán al nuevo ser (Delval, 1994; Salvatierra, 1989). Este proceso tiene como 
finalidad procrear una nueva vida y convertir a la mujer en madre (Salvatierra, 1989). 
 
El embarazo, como todo proceso, lleva a una serie de cambios en la vida de la 
mujer y en las personas que la rodean (Martínez, 2002). Su cuerpo, su mundo interno y su 
rol dentro de la sociedad sufren una metamorfosis para darle vida a un nuevo ser, esto, 
independiente a si es su primer embarazo o no. De igual manera, produce una 
importante reordenación de las funciones básicas y de las relaciones en el seno de la 
familia. Estos cambios requieren modificar la imagen que la mujer tiene de sí misma, 
alterar las actividades rutinarias, aprender nuevas aptitudes y ordenar de nuevo las 
relaciones con otras personas. La manera como se afronten estos cambios permitirá a la 
mujer, a su pareja y a su familia vivir el embarazo de manera estable (Meleis, Sawyer, 
Hilfinger, Messias, Shumacher, 2000). A continuación se describirán cada uno de estos 
cambios. 
 
1.1 Cambios físicos. 
 
 Cuando existe la posibilidad de estar embarazada, la mujer está al pendiente de la 
aparición de los “típicos” síntomas que anuncian la condición. Entre ellos se encuentra la 
amenorrea, cansancio físico inexplicable, frecuentes deseos de orinar, dolor y cambios en 
5 
 
los pechos, mareos, náuseas, antojos, saliva con sabor metálico, y aumento en la 
percepción olfativa (Martínez, 2002). Estos síntomas se deben a la producción de 
hormonas que se requieren para la implantación y desarrollo adecuado del embrión. 
 
Varios autores describen estos cambios, entre ellos Chasin (1978), quien describe 
brevemente los cambios que va sufriendo el feto mes por mes. En el primer mes de 
embarazo, el corazón del feto comienza a palpitar; hay bombeo de sangre, formación de 
vértebras y del canal del cordón espinal. Se forma el sistema digestivo. Hay unos bulbos 
que son los futuros brazos y piernas. El útero aumenta de tamaño. En el segundo mes se 
forma la cara además de los párpados, brazos, codos, antebrazos manos, muslos, rodillas, 
piernas y pies. Es clara la formación del cordón umbilical. Se desarrollan los huesos largos 
y los órganos internos. Durante el tercer mes la formación de los brazos se completa; 
también lo es para los dedos, manos, piernas, pies y talones. Se forma la mandibula y los 
ojos están casi desarrollados. Se oyen los latidos del corazón. Tiene 10 cm. de largo, pesa 
45 g. y puede rotar de posición. Al cuarto mes tiene 18 cm. de largo y pesa alrededor de 
200 g. El latido del corazón es fuerte, hay buena digestión y los músculos están activos. La 
piel es rosada y transparente cubierta por pelo. Se marcan la mayoría de los huesos. La 
cabeza es muy grande y aparecen las cejas. Concluye la formación de los nervios y a partir 
de este momento, el feto es sensible y se mueve de manera menos desordenada. Al 
quinto mes mide 25 cm de largo y pesa 500 g. La piel es rojiza y los pulmones no están 
completos. Aparece más pelo. En este mes la madre ya logra percibir el movimiento de su 
bebé. Al llegar al sexto mes mide 30 cm. y pesa alrededor de 1.000 g. La piel está 
arrugada y cubierta por una grasa. Los párpados se separan y se forman las pestañas. Las 
uñas llegan al final de los dedos. El feto se coloca en posición de alumbramiento al 
séptimo mes. En el cual mide 40 cm. y pesa aproximadamente 1.700 g. se ve rojo y 
arrugado borrándose esto último con la grasa. En el octavo mes mide 45 cm. y su peso 
será de 2.500 Kg. La piel es blanca o rosada con la cubierta grasosa y las uñas sobrepasan 
los dedos. En el noveno mes las contracciones uterinas irregulares se vuelven más 
6 
 
frecuentes. El útero desciende y el bebé se instala en la parte más estrecha del útero, 
próximo al cuello cabeza abajo y piernas arriba listo para nacer. 
 
Mientras esto ocurre en el útero, el resto del cuerpo de la madre también sufre 
cambios (Chasin, 1978): En el primer trimestre, el corazón de la mujer aumenta su 
frecuencia de latidos, su respiración se tornara más rápida para enviarle oxigeno al 
embrión, sus senos aumentarán de tamaño y de apariencia, tomando una apariencia 
azulada debido al aumento de afluencia de la sangre en esta área. El útero también 
comienza a aumentar de tamaño, pero no es notorio de manera externa hasta el segundo 
trimestre. Este crecimiento produce una presión sobre la vejiga,por lo que la mujer siente 
la necesidad de orinar frecuentemente (Chasin, 1978). 
 
En el segundo trimestre, el embarazo está bien consolidado y las molestias 
(náuseas, mareos, etc.) que aparecen en el primer trimestre suelen desaparecer. El 
vientre comienza a aumentar su tamaño, las encías, debido a las hormonas, suelen ser 
más sensibles y sangrar, el sistema digestivo sufre cambios, por un lado, la musculatura 
intestinal se relaja, causando acidez estomacal; por otro lado, se reduce la producción de 
jugos gástricos, haciendo más lentos los procesos digestivos. Al aumentar el volumen del 
cuerpo, la piel se estira y pueden aparecer estrías. El aparato circulatorio también puede 
producir problemas de varices en las piernas (Chasin, 1978). 
 
En el tercer trimestre, el útero se desplaza y modifica la ubicación del diafragma, 
disminuyendo la capacidad pulmonar, el crecimiento abdominal se hace más evidente, 
modificando su postura corporal, pues debe adaptarse al peso que carga en su vientre. 
Duerme poco, debido a la incomodidad producida por cambios de ubicación de sus 
órganos internos al ceder espacio al bebé. Su cadera comienza a “abrirse” preparándose 
para el momento del parto y su útero se acomoda buscando la mejor posición que 
permita la culminación de esta espera: el nacimiento del bebé (Chasin, 1978). 
 
7 
 
1.2 Cambios psicológicos. 
Los cambios psicológicos durante este periodo son intensos, en especial si es el 
primer embarazo. Existen diferentes teorías que describen estos cambios y a 
continuación veremos cada una de ellas. 
Para Brazelton y Cramer (1993) la futura madre va preparando su cuerpo y se 
tiene que enfrentar, desde su mundo interno, al proceso del embarazo. Tiene nueve 
meses para asumir las nuevas responsabilidades a las que se va a enfrentar, prepararse y 
adaptarse a su nueva condición de madre, elaborando experiencias anteriores. 
 
Este proceso de adaptación descrito por Brazelton y Cramer (1993), tiene tres 
etapas: 
1. Aceptación de la noticia. Una vez que hay ausencia de menstruación, la mujer 
espera confirma el embarazo tras una prueba médica. Una vez que tiene la certeza, tanto 
el padre y la madre lo aceptan con felicidad, sobre todo cuando es planeado. Y es cuando 
comienza un momento de duda, ya que al recordar su propia infancia, los padres asumen 
que es un periodo complicado, y surgen dos fantasías: una es ser mejores padres 
comparados con los suyos, evitando sufrimiento innecesario a su hijo y la otra es que ellos 
si son los padres perfectos que cuentan con todas las capacidades para cuidar 
adecuadamente a su hijo. Estas fantasías se viven con ambivalencia pues es el momento 
en que los padres se preguntan si realmente están listos para ser los padres perfectos, si 
cuentan con las herramientas necesarias para formar una familia. Y en la mujer surge un 
temor mayor, ya que al ser ella la que tiene la relación más estrecha con el bebé, teme 
que cada una de sus conductas (alimentarias, físicas, pensamientos) afecte a su bebé. 
Para luchar contra esos miedos, idealiza a su bebé y lo ve perfecto, como un bebé sano y 
totalmente aceptado (aunque no haya sido deseado). Esta lucha entre los miedos y la 
idealización, requiere mucha energía que aunada a la demanda emocional que implica el 
cambio hormonal y los cambios hormonales, la vuelve vulnerable, por lo que busca 
establecer o fortalecer una relación con mujeres con experiencia, las cuales la puedan 
orientar en esta nueva etapa. En esta etapa la mujer también debe de adaptarse a la idea 
8 
 
de llevar a otro ser dentro de ella. Al principio lo considera un cuerpo extraño, pero con el 
paso de los días lo vive como algo propio. Toda esta etapa se vive con ambivalencia, 
manifestándose corporalmente con las náuseas y malestares matutinos. Pueden incluso 
presentarse deseos de perder al bebé lo que genera un gran sentimiento de culpa 
(Brazelton y Cramer, 1993) 
 
La segunda etapa consiste en ver al bebé como un ser separado. Esta etapa 
empieza alrededor del quinto mes, cuando la mujer comienza a sentir los movimientos 
del bebé. Es en este período cuando la mamá se da cuenta de que aquel cuerpo extraño 
que vive dentro de ella, tiene vida propia. En este momento es cuando empieza a 
generarse el vínculo y comienza a identificarse con su bebé. También es importante que 
vea en el padre el deseo de ser padre y el aceptar su condición, para que en ella no surja la 
fantasía de haber creado sola al bebé. Esto también le ayudará a no asumir 
completamente la responsabilidad en cuanto al cuidado del bebé. Sabrá que no es 
necesario que sea perfecta, ya que contará con el apoyo de su pareja. Podrá dejar 
entonces la culpa atrás. En esta fase sigue fantaseando respecto a su bebé, deseando que 
esté sano, para este momento ya conoce el sexo y sabe si está físicamente bien, sin 
embargo, siempre queda la duda de que algo salga mal, por lo que realiza rituales para 
protegerlo. Por otro lado, el conocer antes de tiempo el sexo del bebé dificulta el proceso 
de individuación, que no es un proceso fácil y requiere tiempo (Brazelton y Cramer, 1993). 
 
La tercera etapa es el Aprendizaje del futuro bebé. A lo largo de los meses de 
desarrollo del bebé, los padres van haciendo los preparativos para su llegada. Compran 
objetos, ropa, juguetes, acondicionan la casa, y todo esto sigue siendo parte de su propia 
preparación para el rol de padres. Los movimientos, que ahora son más frecuentes, 
ayudan a darle al bebé una personalidad. Esta creación de personalidad le ayuda a hacer 
más fuerte el vínculo entre madre e hijo. Los movimientos también ayudan a conocer la 
manera de reaccionar ante varios estímulos externos, como las actividades y emociones 
de la madre. Esto es visto como la forma en que el bebé se relaciona con su entorno y 
9 
 
cómo se comienza a interesar por el mundo que le espera afuera. Los padres, por su 
parte, al verlo activo y consciente de su entorno, lo ven listo para enfrentarse al mundo. 
Es en esta fase cuando toma más fuerza el miedo de no ser adecuada para el bebé 
(Brazelton y Cramer, 1993). 
 
Por su parte, Oquendo, Lartigue, González, y Méndez, (2008) describen al 
embarazo como un periodo de crisis, ya que se considera como un periodo de 
desequilibrio fisiológico y psicológico, que induce el crecimiento y maduración de la mujer 
(ya que cumple con la tarea de desarrollo psicosocial correspondiente). La experiencia del 
embarazo hace aflorar los conflictos de la infancia y la pubertad, especialmente los 
relacionados con la madre. La futura madre debe admitir rechazar o modificar el modelo 
materno, y debe hacerlo en un tiempo relativamente corto. En este periodo, se altera la 
conducta y la dinámica familiar, los problemas que se presentan no pueden solucionarse 
con los mecanismos acostumbrados (Oquendo, Lartigue, González, y Méndez, 2008). Sin 
embargo, 40 semanas es un periodo muy largo para una crisis, por lo que después de un 
periodo de adaptación se logra un sentimiento de equilibrio. Se le encuentra similitud con 
los periodos de adolescencia y climaterio, porque existen diferencias en los patrones 
conductuales antes y después de estos periodos (Caplan 1974; Salvatierra 1989). Para 
Caplan (1974), en una crisis, los viejos problemas regresan, llegan nuevos y surge la 
posibilidad de nuevas soluciones, ya sean más sanas a o más enfermas. Una persona en 
crisis, debido al desequilibrio emocional por el que está pasando, cambia su manera de 
relacionarse con las personas que están a su alrededor. 
 
Para Salvatierra, (1989) el embarazo es considerado como una fuente de estrés 
para la mujer. Se considera un evento estresante cuando se percibe al embarazo como 
ambiguo y anuncia la inminencia de nuevos acontecimientos que suceden durante nueve 
meses hasta el parto. El estrés del embarazo se debe en gran medida al parto,pero las 
náuseas, el mareo, cambio de apetito, etc., también puede ser una gran fuente de estrés 
en este momento de la vida. Para algunas mujeres el acudir a sus revisiones médicas, las 
10 
 
exploraciones y las pruebas pueden aumentar su tensión, sobretodo en mujeres que 
trabajan o tienen más hijos. Pero la causa principal de estrés en el embarazo se debe a 
que es percibido como desafío y amenaza. Es un desafío debido a que implica una tarea 
de crecimiento psicosocial en la que se deben desarrollar tareas más difíciles, 
comprometidas y exigentes. Es una amenaza, por la sobrecarga física y el dolor, así como 
la posibilidad de que genere un daño, o la muerte. La mujer está consciente de ello y 
experimenta preocupación y miedo. Existen tres periodos de aumento en el estrés 
durante el embarazo: el primero, cuando se confirma el diagnóstico de embarazo, el 
segundo, cuando se perciben los movimientos fetales y el tercero, la percepción 
inminente del parto (Salvatierra 1989). 
 
Para Fernández-MacGregor y Arcelus (1988) durante el primer trimestre es normal 
que la mujer se sienta confusa y ambivalente ante sus sentimientos con respecto al 
embarazo y a su papel de madre. Puede sentirse ansiosa por la responsabilidad que esto 
implica, así como dudar de su capacidad para sobrellevar todo el embarazo y manejar 
adecuadamente la demanda de un recién nacido. Además se siente preocupada por el 
tiempo que tendrá que dejar sus intereses y actividades en función del cuidado de su hijo. 
En esta etapa la mujer puede iniciar una reflexión en cuanto a su relación madre-hija 
centrándose en los sentimientos de amor-odio, frustración-satisfacción, dependencia-
relación, cercanía-distancia que son parte de toda relación madre-hija. Es importante 
rescatar lo positivo de esta relación. La capacidad de la embarazada para manejar estas 
tensiones va a depender de su estructura de personalidad, del tipo de presiones reales 
que rodean el embarazo y de la calidad del apoyo que reciba (Fernández-MacGregor y 
Arcelus, 1988). Puede existir temor ante la posibilidad de un aborto, lo que causa culpa 
debido a la ambivalencia en que se encuentra la mujer con respecto a su embarazo. La 
ambivalencia se puede definir como los sentimientos encontrados en relación con el 
mismo fenómeno, que puede surgir durante el embarazo debido a todos los miedos y 
responsabilidades que éste implica, y en algunos casos por los malestares físicos si éstos 
son muy intensos. Si la mujer a veces siente rechazo hacia el embarazo, esto le produce 
11 
 
culpa, porque la sensación de rechazo no es general ni definitiva, se podría decir que es 
momentánea; por otro lado, siempre está la sensación de deseo y aceptación hacia el 
embarazo. Probablemente la tarea más importante para la pareja en este periodo es 
aceptar la realidad de su concepción y tomar conciencia de lo que implica esto 
(Fernández-MacGregor y Arcelus 1988). 
El segundo trimestre se caracteriza por ser el más estable. El temor al aborto pasa 
y también disminuyen o desaparecen los malestares del inicio del embarazo. Los 
sentimientos ambivalentes empiezan a definirse, el abdomen ha crecido y es ya una 
manifestación objetiva y palpable del embarazo, lo que facilita que el compañero 
participe, tomando una posición más activa en los cambios debidos al embarazo y a la 
futura presencia del nuevo bebé. Con la percepción de los movimientos del feto se tiene 
una mayor conciencia del ser que se está gestando, se percibe su vitalidad, lo que 
favorece que la mujer pueda empezar a diferenciar a su producto de ella misma 
(Fernández-MacGregor y Arcelus 1988). 
 
En el tercer trimestre pueden presentarse momentos de ansiedad ante la llegada 
del parto y el malestar físico posterior. La ansiedad puede canalizarse a través de sueños 
o fantasías. Muchas mujeres experimentan temores y fantasías de naturaleza muy 
dramática, las cuales invaden sus sueños y pensamientos. Sueñan con accidentes, o bien 
que su bebé nace muerto o deforme. Algunas se convencen temporalmente de que su 
bebé está muerto dentro de ellas. Para la mayoría estos sueños y sensaciones resultan 
inquietantes e inexplicables. Pero son tan generales en nuestra cultura que se pueden 
considerar normales, sin embargo, muchas no se dan cuenta de esto y piensan que son las 
únicas a las que les pasa. Esta clase de sueños son comunes, ya que la mujer está 
sometida a una tensión y cumple la función de ensayar mentalmente los posibles 
resultados, que por ser tan remotos y horrendos no son aceptados en los pensamientos 
normales. Es importante que la mujer hable de estas pesadillas con alguien que la 
escuche y la entienda (Macy y Falkner, 1980). 
 
12 
 
A finales de este trimestre las preocupaciones se centran en el parto, en cuanto a 
la intensidad del dolor y cómo van a comportarse en ese momento, si van a poder 
soportarlo todo o perderán el control. Se pueden preocupar también en cómo recibir al 
bebé, y en tener listo todo lo necesario para este evento. El volumen corporal se ha 
incrementado demasiado, lo que a veces puede incomodar a la mujer por su aspecto, 
además de causarle ciertas molestias e incomodidades físicas (Fernández-MacGregor y 
Arcelus 1988). 
 
Videla (1991) enumera algunos temores que son muy frecuentes durante el 
embarazo: temor a perder el atractivo físico, a tener un hijo anormal (sobre todo las 
primerizas), a no tener leche, a morir en el parto, a la muerte del hijo, sufrir mucho dolor 
en el parto, a no desempeñar bien el rol de madre y a no poder separarse del bebé 
después del parto. Por otra parte, Cabildo (2002) encontró que uno de los temores más 
frecuentes de las embarazadas era no lograr satisfacer sexualmente a su esposo (por 
temor a una infidelidad); sufrimiento en el parto, la posibilidad de morir en el parto y 
procrear un hijo anormal; así mismo, algunas sienten mucha angustia porque el nuevo 
hijo puede agravar la su situación económica, si es que ya tienen problemas de este tipo. 
El embarazo puede ser un periodo de ajuste o desajuste. Aquellas mujeres que mejor se 
adaptan al hecho de estar embarazadas son aquellas cuya valoración de sí mismas y del 
prójimo está más diferenciada, son más abiertas, no aspiran a ser madres perfectas, -que 
quizá intuyeron tampoco fue su propia madre-, que son capaces de evocar una imagen 
materna con la que ellas se sienten identificadas y no se ven como pasivas, respecto al 
estereotipo cultural de la feminidad (MacFarlane, 1977). 
 
1.3 Cambios sociales. 
Ya hemos visto los cambios físicos y psicológicos a los que se enfrenta la mujer que 
modifican su entorno y su manera de vivir el embarazo. Y bajo esa misma línea, en el 
aspecto social también hay una serie de cambios que afectan especialmente el rol 
femenino y la autonomía de la mujer, en especial cuando hay riesgo. 
13 
 
La mujer se va definiendo de acuerdo a su relación con los otros; cuando es niña, 
es “la hija de”, después en su adolescencia, es definida desde sus parejas, siendo “la novia 
de”. Cuando su relación de pareja adquiere seriedad, ya sea a través del matrimonio o de 
la unión libre, se vuelve “la esposa de”. Y por esa razón, cuando no hay pareja, la mujer es 
vista como alguien incompleta, pues no hay “otro” que la defina. Durante el embarazo, 
donde su cuerpo el principal escenario de este evento, pierde protagonismo ante la 
llegada del bebé para volverse “la madre del infante”. Pero a la vez cumple con su 
“propósito” como mujer, que es dar vida y cuidar a los demás (Lagarde, 1993). Esta nueva 
condición, que de acuerdo con la ideología debe de ser la mayor satisfacción de una 
mujer, implica que en ocasiones, renuncie a su individualidad, por ejemplo a sus estudios 
o a su desarrollo profesional, ya que la crianza y el trabajo parecen ser incompatibles 
(Hays, 1998). A pesar de que la ley estipula que una madre debe de recibir el apoyode la 
empresa donde trabaja para dedicarle tiempo al cuidado del bebé, en pocas se lleva a 
cabo y las madres suelen ser marginadas ya que su rendimiento laboral no es el mismo 
que el de los hombres o mujeres solteras (Hays, 1998). Así mismo, el tiempo que 
dedicaba para sus actividades recreativas y de autocuidado tiene que dejarlo atrás para 
poder enfocarse en su totalidad a la maternidad (Everingham, 1997). Esta serie de 
cambios en su rol implica pérdidas, asociando el embarazo a algo negativo más que a una 
experiencia placentera. 
 
Para Nicolson (1999) existen cuatro sentimientos de pérdida en la etapa perinatal 
y posnatal: 1) La pérdida del propio tiempo y de la autonomía; 2) La pérdida de la 
apariencia anterior al embarazo; 3) La pérdida de la feminidad y/o de la sexualidad; y 4) La 
pérdida de la identidad ocupacional. 
 
En la pérdida de la autonomía y del tiempo, la madre se ve sobrepasada por el 
agotamiento y ve como su estado de ánimo se relaciona con esta condición. El cuidado 
del bebé le requiere toda su energía y tiempo, por lo que no puede realizar sus otras 
actividades, lo que la hace sentirse resentida y deprimida. La pérdida de la apariencia 
14 
 
puede generar diversos ansiedad y depresión, ya que, al tener poco tiempo para sí misma 
y para su cuidado personal, considera que no se ve atractiva, además de que el sobrepeso 
que adquirió durante el embarazo la predispone a sentimientos depresivos. La pérdida de 
la feminidad y de la sexualidad es parte de un proceso complejo donde el cuerpo de la 
mujer cambia y también las sensaciones. El dar a luz y el amamantar causa en la mujer 
nuevas emociones, además de que su cuerpo no funciona de la misma manera. Ya sea 
que el nacimiento del bebé haya sido por parto natural o cesárea, el útero debe de 
retomar su posición y a algunas mujeres les es incomodo tener relaciones sexuales en ese 
momento. Por esa razón en ese momento no se sienten sexualmente atractivas y se 
sienten tristes y culpables por no estar cerca de sus parejas. Finalmente, la pérdida de la 
identidad laboral no sólo implica el hecho de dejar de trabajar o pedir una licencia para 
cubrir la cuarentena, cuando las mujeres dejan de trabajar (ya sea temporal o 
permanentemente) sino también cuando el significado del trabajo cambia en la vida de la 
mujer después de dar a luz. Es así que dejar de trabajar se vive como la pérdida de una 
parte importante de su personalidad y de su desarrollo profesional. 
 
A través de la revisión podemos darnos cuenta que el embarazo no es un proceso 
sencillo, por el contrario, durante nueve meses, la futura madre debe de enfrentarse a 
diferentes situaciones que afectan su sentir y la manera en que vive el embarazo, 
luchando contra los miedos y temores y renunciando a su individualidad para asumir su 
rol de madre, sobre todo cuando no es en el momento en que ella deseaba tener un hijo, 
como veremos a continuación. 
 
1.4 Planeación del embarazo y deseo de ser madre. 
 
La mujer que tiene una vida sexual activa, está consciente de que existe la 
posibilidad de resultar embarazada, sea planeado o no (Feinholz y Ávila, 1996). El deseo 
de tener un hijo debe de comenzar siendo propio, debe de ser un proyecto individual, 
que, si coincide en tiempo y deseo, se convierte en un proyecto de pareja. Cuando se llega 
15 
 
al acuerdo, comienza la búsqueda del bebé, volviéndose una fantasía por la que se hará 
todo lo posible por volverla realidad. Cuando finalmente se confirma el embarazo, hay 
una gran alegría en ambos padres y la notifican a todos sus allegados (Martínez 2002). 
 
El desear un embarazo no es constante, puede modificarse a lo largo de la espera 
de la noticia, debido al miedo que produce el enfrentarse a una situación nueva. El deseo 
de un hijo, no significa que la pareja se considere lista para el embarazo. Antes tendrá que 
evaluar si las condiciones económicas, laborales, afectivas de la pareja y hasta 
ambientales son las adecuadas (Martínez, 2002). Una vez que todo lo externo se 
encuentra en orden, la pareja se prepara físicamente para estar en las mejores 
condiciones para procrear un hijo sano. Cuando ya no queda duda y la pareja considera 
que es el momento “perfecto” para el embarazo. Y entonces comienza la búsqueda del 
bebé. Esta planeación de embarazo, tiene dos caras, por un lado, prepara a los padres y 
al sentirse dueños de la situación, disminuye sus miedos, la ansiedad y dudas que pueden 
tener alrededor de su papel como padre. El otro lado, es que, en lugar de disminuir la 
ansiedad, esta aumenta, dificultando la gestación, lo que causa malestar y resentimiento 
entre la pareja afectando las condiciones “perfectas” que tanto cuidaron (Martínez, 2002) 
 
A pesar de que el tener hijos sea parte de los planes de la pareja, el embarazo 
puede llegar en el momento menos esperado. Esto puede deberse a que la relación de 
pareja aun no es lo suficientemente estable como para formar una familia; el cuerpo de la 
mujer no ha llegado a su momento más optimo para la reproducción o por el contrario, 
está más cerca de la menopausia; la situación económica no es la propicia o el embarazo 
pone en riesgo la salud física de la mujer gestante. En este caso, surgen más dudas, los 
padres se cuestionan si contaran con las herramientas necesarias para cuidar 
adecuadamente a su bebé y aparece una ambivalencia en la los sentimientos de odio y 
amor conviven a lo largo del primer trimestre (Martínez 2002). 
Hay muchas ideas y fantasías que giran alrededor del hecho de tener un hijo. 
Muchas veces puede ser para demostrar la validez biológica, ya que generalmente la 
16 
 
sociedad presiona y cuando una pareja se tarda en tener hijos sea por propia decisión o 
por otras causas, no tardarán los comentarios de familiares y amigos: "¿Qué pasa?, ¿no 
puedes?, ¿no van a tener hijos o qué?, no se esperen tanto porque después ya no van a 
poder, etc.”. Aunque la pareja haya tomado sus decisiones al respecto, muchas veces 
estos comentarios, junto con la ideología, no dejan de tener cierto peso o influencia 
en ellos. A veces la pareja o la futura madre ni siquiera saben realmente si desea o no 
tener un hijo, o al menos si lo desean en ese momento, tal vez eso es algo que se da 
por un hecho, dejando fuera la posibilidad de reflexión y planeación al respecto. Hay 
muchas madres que mencionan que nunca planearon a sus hijos (Martínez, 2002) 
 
El deseo de una mujer de tener un hijo es producto de muchos motivos e 
impulsos diferentes. Es muy complicado poder determinar cada uno de los factores que 
intervienen en este deseo. Brazelton y Cramer (1993) proponen los siguientes factores. 
 
1. Identificación. Desde muy pequeña, toda mujer ha vivido el cuidado materno. En ese 
momento, en sus juegos y fantasías, se convierte en cuidadora, en lugar del rol de cuidada. 
Aprenderá de las mujeres mayores que existen alrededor de ella, la manera de cuidar a 
los demás, de comportarse, las imitará en sus juegos y poco a poco introyectará esta 
imagen materna. 
 
2. El deseo de ser completa y omnipotente. Otro de los motivos que puede tener la 
mujer para estar embarazada es el deseo de ser una persona completa y omnipotente, 
la cual pueda duplicarse o reflejarse en alguien más y a través de esa persona poder 
cumplir sus metas e ideales. Al sentirse completa, la mujer puede percibir a su cuerpo 
como potente y productivo; y de esta manera contrarrestar la sensación de vacío. El 
hijo se vuelve una extensión de ella misma, sobre el cual podrá tener control. 
 
3. El deseo de fusión y unidad con otro. A la par del deseo de estar completa, está el deseo 
de simbiosis o considerar que ella y su hijo son uno mismo. Este deseo es un proceso 
17 
 
normal que ayuda al mantenimiento de la autoestima y ayuda en el establecimiento de 
relaciones de pareja. La mujer tiene la oportunidad de cumpliro satisfacer estas fantasías 
a través de los sueños tanto dormida como despierta. Una vez que nace el bebé, esta 
actitud dependerá de la manera que ella se relacione con sus fantasías de unidad con su 
propia madre. 
 
4. El deseo de reflejarse en el hijo. La madre tiene la esperanza de que, al tener un hijo, ella 
podrá duplicarse. La frase, “sangre de tu sangre” y “el ser que mantendrá tu legado” nos 
habla del deseo de inmortalidad. Se ve al hijo como parte de una larga cadena que lo une a 
sus propios antepasados. Esto crea demasiadas expectativas, como que el hijo mantendrá 
los valores de la familia, el apellido, continuará con el negocio o con la profesión familiar y 
conservará el mismo nombre. Pero no sólo es mantener la tradición de la familia, la madre 
sueña con que sea perfecto, y que la haga sentir orgullosa de su rol, por darle vida a un ser 
libre de defectos. Es por eso que en aquellas mujeres en las que cabe la posibilidad de que 
exista un bebé con problemas, surja el sentimiento de rechazo y miedo, ya que asume la 
responsabilidad de la incompetencia de su cuerpo para procrear a un bebé sano. 
5. Cumplimiento de ideales y oportunidades perdidos. Tanto la madre como el padre ven a su 
bebé como la oportunidad de superar y triunfar en aquellas situaciones en las que fracasaron. 
Es su oportunidad de superar limitaciones, y volver a escribir su historia. Los hijos entonces, 
tienen, antes de nacer, la obligación de cumplir todas las expectativas de sus padres, ya que 
mientras más fracasos tengan los padres, mayor serán las expectativas que se pongan 
sobre el hijo. Sin embargo, este deseo no necesariamente es negativo, ya que ayuda a 
que la madre vea a su hijo como algo único que le permitirá desarrollar adecuadamente el 
vínculo afectivo. Es también en este momento, donde la madre renuncia a sus propios 
deseos y sueños para dedicarse de lleno a su hijo, el cual, necesita sus cuidados y 
atención. Y esta renuncia se verá recompensada cuando el bebé nazca sano y confirme a 
la mamá que su cuerpo puede crear vida. En los embarazos de alto riesgo, sobre todo en 
aquellos que se debe a antecedentes de infertilidad, cuando finalmente terminan el 
18 
 
periodo de gestación de manera adecuada, sin pérdidas, sin problemas, finalmente se 
sienten útiles. 
 
6. El deseo de renovar viejas relaciones. El deseo de tener un hijo también incluye el deseo de 
un nuevo compañero con el cual revivir y sanar viejas relaciones. Pueden ser relaciones de 
pareja o de amistad o relaciones con los padres que se vivieron de manera inadecuada. De 
igual forma se ve como la manera de sustituir relaciones con personas que ya no están 
físicamente al lado de la persona, como familiares cercanos que fallecieron recientemente, o 
embarazos que no se completaron, esto puede verse en mujeres que tienen embarazos de 
alto riesgo (Coddington, 1979). 
 
7. La oportunidad tanto de reemplazar como de separarse de la propia madre. Durante el 
embarazo, la mujer vive una doble identificación, ya que se identifica tanto con la madre 
como con su hijo. Por un lado, podrá ser esa persona que cuidará, pero por otro lado podrá 
resolver los conflictos que haya vivido en su relación con su madre desde su rol de hija. De 
este modo, podrá relacionarse de una manera distinta y conocer la diferencia que existe 
entre la persona que es y quien es su madre. 
 
1.5 Maternidad. 
 
A lo largo de la historia, la maternidad ha sido asociada a la fecundación, fertilidad, con la 
protección, afecto, cuidado incondicional, sacrificio. De igual forma, ha sido idealizada y 
por muchos siglos estuvo asociada a lo divino y a lo sagrado. Sin embargo la cultura 
patriarcal relegó a la mujer y a la maternidad a un plano inferior limitando su papel a la 
procreación. 
 
Es difícil establecer una sola definición de la maternidad, ya que se puede definir desde el 
aspecto biológico hasta lo cultural. De esta manera se llega entonces a la clasificación de 
Marta Lamas (1994), quien considera que una área corresponde a la “maternidad” que 
19 
 
refiere a la gestación, parto y lactancia y la otra área corresponde al “maternazgo” que 
refiere a la responsabilidad emocional, la crianza y el cuidado de los hijos. 
 
Desde los años setenta, las corrientes feministas han realizado un análisis de la 
maternidad señalando como la cultura ha sido fundamental en la manera en que es 
definida. Esto ha creado una discusión sobre cómo se debe de entender la maternidad. 
Para Sánchez-Bringas (1996) existen tres líneas de análisis: la primera, la cultura patriarcal 
en donde se habla de que por su maternidad la mujer ha sido construida desde la 
naturaleza en oposición al hombre, construido desde la cultura. La mujer es cuerpo, pero 
paradójicamente no tiene control sobre su propia naturaleza, ésta es regulada y 
normativizada por la cultura del hombre. El cuerpo femenino confina a la mujer al mundo 
de la naturaleza, en la medida en que la mujer no decide sobre sus procesos 
biofisiológicos. Este planteamiento propone que la maternidad parte de una capacidad 
biológica de las mujeres específica de su sexo, para constituirse en un género, con 
actividades, lugares, normas y conductas asignadas a las mujeres como propias e inscritas 
en la familia. La maternidad es también el núcleo básico de la identidad genérica: las 
mujeres viven una subjetividad dedicada a nutrir, comprender, proteger y sostener a 
otros. 
La segunda línea es la cultura de las mujeres donde se explica el lugar de la mujer, 
como un lugar ambivalente, contradictorio y diverso. En esta línea se considera que no 
hay una identificación directa de la mujer con la naturaleza, mientras que sí la hay del 
hombre con la cultura. Culturalmente, las mujeres son consideradas más próximas a la 
naturaleza y de ahí se desprende una posición intermedia: un lugar de subordinación, de 
mediación y de ambigüedad simbólica. 
Esta línea de pensamiento abre la posibilidad a la existencia de contenidos culturales 
heterogéneos: unos que se desprenden de la cultura patriarcal y otros que pertenecen a la 
cultura de las mujeres. 
 
20 
 
La tercera propuesta establece lo heterogéneo los contenidos culturales 
relacionados con la maternidad, y rompe con la explicación hembra-mujer-madre-
femenino, como un todo. En esta línea, se han identificado dos marcos conceptuales de 
significados: uno que corresponde a la concepción tradicional de la mujer en su relación 
con la procreación, el maternaje, la familia y la pareja; y el otro que implica la 
modificación de las antiguas concepciones a favor una idea moderna de familia (pocos 
hijos), maternidad (cuyo objetivo es el desarrollo óptimo afectivo e intelectual de los 
hijos) y/o pareja, vinculada a cambios socioeconómicos vividos en años recientes. 
De esta manera, es importante ver el cómo ha cambiado la forma de ser madre a lo largo 
del tiempo para después poder explicar cómo se vive en la actualidad la maternidad. 
 
1.5.1 La maternidad a lo largo del tiempo. 
 
La importancia que se le ha dado a la maternidad ha sido determinante en la organización 
social y la forma en que se concibe la mujer. Olivar (2002) menciona que en épocas 
antiguas, en Oriente y Europa, se dio una etapa matriarcal, en la que la mujer era 
enaltecida como madre. La arqueología presenta estatuillas, desde el período paleolítico, 
realizadas en hueso o marfil, que muestran las formas femeninas exageradas, haciendo 
gala de la exuberancia maternal. En el período neolítico hacían alusión a divinidades 
agrícolas y a la fertilidad. "El convertir lo crudo y salvaje en cocido y ahumado, lo que 
también hace con el semen que cuece en su vientre transformándolo en hombre – fruta". 
Fue exaltada a la calidad de deidad de la agricultura, la prosperidad, la fecundidad y la 
abundancia de la cosecha. 
 
Hacia el siglo IV antes de Cristo, cuando las culturasnómadas arrasaron con las 
sedentarias, se impone el patriarcado, en el que la mujer era rebajada a la condición de 
objeto; un objeto que sirve para el placer y la maternidad; ya que el principal elemento 
para que se desarrolle la vida es la semilla que porta el hombre y la mujer es el recipiente 
en el cual se desarrolla ésta. Algunos antropólogos suponen que la división sexual del 
21 
 
trabajo tiene su origen a causa del embarazo y la lactancia, debido a que en este periodo, 
las mujeres no eran tan rápidas y sí participaban en tareas de recolección o de caza, 
ponían en peligro al niño y al grupo entero. Y lo más importante en esa época era 
garantizar la descendencia (Chodorow 1984; Olivar 2002) 
 
En los siglos XV y XVI la campesina era principalmente reproductora y 
alimentadora, su rol biológico era vital para el mantenimiento del trabajo. Debido a la 
mala alimentación, al exceso de trabajo, a los pobres cuidados en el embarazo y en el 
parto; este último, era una carga muy pesada. Había una alta mortalidad de bebés y de 
madres. Las que llegaban a sobrevivir a los partos, envejecían rápido y morían jóvenes. En 
el siglo XVIII la revolución francesa cuestionó todas las tradiciones y se esforzó en pensar 
en un nuevo tipo de sociedad. De esta manera le otorgó un lugar especial a la maternidad, 
colocándola al servicio del hijo, futuro del mundo. La mujer que seguía subordinada al 
hombre, fue valorizada como madre. En el plano médico, los avances en la disección y el 
microscopio volvió digno de atenciones y cuidados el cuerpo de la mujer. La compasión 
materna fue convocada para socorrer a los desposeídos. La glorificación de la maternidad 
se impuso durante todo el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. En la segunda mitad 
del siglo XX se dieron importantes pasos para la emancipación del patriarcalismo, 
iniciando así, el proceso de formación de sociedades más justas, equilibradas, 
heterogéneas y equitativas (Molina, 2006). 
 
La revisión histórica de la maternidad nos lleva a ver cómo de ser un asunto 
“privado” se convierte en algo “público”, debido a las bajas tasas de natalidad, y esto se 
debió a acontecimientos sociales, políticos y científicos (Knibiehler 2001). 
 
Dentro de los acontecimientos sociales se encuentran, la primera y segunda 
guerras mundiales que trajeron cambios significativos, por un lado, para las madres era 
importante dejar de tener hijos por la mala situación económica y social que vivían, 
mientras que para los gobiernos era vital que se continuaran manteniendo altas tasas de 
22 
 
natalidad pues reflejaban mano de obra que mantuviera la economía de los países 
(Knibiehler 2001). Por otro lado, al cambiar las mujeres su rol de amas de casa a “mujeres 
trabajadoras”, llevó a las naciones a implementar nuevas políticas que contribuyeran a 
apoyar a las mujeres a llevar ambos roles. Entre las políticas se encontraban: la licencia 
por maternidad, el seguro de maternidad y subsidios a la madre en el hogar (Hays, 1996). 
 
Al mismo tiempo, surgió la píldora anticonceptiva y el DIU, lo cual llevó a las 
mujeres a reflexionar y decidir acerca de su maternidad, elegir el momento de procrear 
así como del número de hijos que tendría (Knibiehler 2001). Todos estos cambios llevaron 
a que la aspiración de las madres dejara de ser quedarse en la casa, para salir de ella. Si 
bien las madres y los hijos sufrían, esto no sucedía porque las madres trabajaran, sino 
porque soportaban malas condiciones de trabajo, faltas de apoyo y de lugares en donde 
se ocuparan de sus hijos. El avance en los conocimientos en el campo de la psicología, 
respecto al vínculo, contribuyó engañosamente a que las madres se sintieran culpables. 
Si un chico dormía o comía mal, si se movía mucho o poco, si tardaba en caminar o en 
hablar, la madre era la responsable por estar muy o poco presente, por preocuparse 
demasiado o demasiado poco, por ser demasiado posesiva o demasiada desaprensiva, 
etcétera (Evenrgingham, 1997). 
 
Por los múltiples cambios sociales y de roles, las mujeres reflexionaban más acerca 
de su maternidad, tomando en cuenta de que entre los veinticinco y los treinta y cinco 
años es el periodo más adecuado para estar embarazada, ya que los embarazos tienen 
límites de edad (después de los cuarenta y antes de los dieciocho años) (Molina, 2006). 
Estrellas mediáticas, modelos de identificación, le dieron una especial notoriedad a la 
maternidad tardía. Las madres adolescentes también plantean ahora un problema. No 
siempre quedan embarazadas por falta de información y, por otro lado, muchas se niegan 
a abortar. Es una época en la que la adolescencia pierde la esperanza, en la que los 
jóvenes, sobre todo los de los sectores desfavorecidos, no tienen ni estatus, ni función, ni 
posibilidad de recibir la atención. Pero luego, cuando el bebé llega, se sienten pérdidas 
23 
 
por las exigencias de la sociedad, agotadas por la carga que significa. Ahora bien, desde el 
punto de vista moral, la decisión de abandonarlo es mucho más difícil que la de abortar 
(Knibiehler, 2001). 
 
La maternidad elegida, también trajo cambios en la relación de pareja, las madres 
trabajadoras agotadas por llevar ambos roles buscaron en los padres la ayuda con las 
tareas de crianza y educación con los hijos (Knibiehler 2001). Las mujeres dan a luz 
cuando su entorno las ayuda a recibir y a criar a sus hijos. Éstos tienen que ser deseados 
no sólo por la que los trae al mundo, sino por el grupo social. La maternidad no pertenece 
únicamente a la vida privada, no es solamente la expresión de un deseo femenino, ni del 
amor de una pareja, responde a una necesidad social primordial: la renovación de las 
generaciones, la supervivencia del grupo (Evenrgingham, 1997). 
 
Los investigadores de la maternidad psíquica comprueban el aumento de las 
patologías en la relación madre-hijo. La maternidad, como todos los vínculos familiares, 
es una dialéctica de la autonomía y la dependencia, por ello es importante analizar las 
responsabilidades, roles sociales y los vínculos afectivos de las madres (Knibiehler 2001). 
 
El embarazo por sí mismo, conlleva una serie de cambios que, sumados a las 
cuestiones ideológicas y culturales que rodean a la maternidad, afectan la vivencia. De 
esta manera, podemos decir que el proceso de embarazo va a depender de las 
experiencias y del contexto en el que vive la mujer, aunado a su estado de salud. A 
continuación se verá brevemente como es el embarazo de alto riesgo y que implicaciones 
tiene. 
 
24 
 
C A P I T U L O 2 
EMBARAZO DE ALTO RIESGO. 
 
Antes de entrar de lleno en el tema del embarazo de alto riesgo, es importante entender 
qué implica el riesgo para la salud de la madre y los factores que lo producen. El riesgo es 
la probabilidad de sufrir un daño, enfermedad o muerte en presencia de determinadas 
circunstancias que inciden en una persona, grupo de personas, comunidad o ambiente 
(Toledo, 2005). Un factor de riesgo es un atributo o característica que confiere al 
individuo un grado variable de susceptibilidad para contraer una enfermedad o alteración 
de la salud. Es la susceptibilidad individual en términos probabilísticos Es un factor de 
riesgo cualquier fenómeno físico, químico, biológico o psicosocial, o alguna enfermedad 
anterior al efecto que se esté estudiando, que por su presencia o ausencia esté 
relacionado con la enfermedad investigada. (Toledo, 2005). En el alto riesgo se 
encuentran el conjunto de personas en los que coinciden varios factores de riesgo o que 
muestran niveles de éstos, que están muy por encima de la media poblacional. Se puede 
clasificar a los factores de riesgo de dos maneras: los individuales que se relacionan con 
las condiciones y el estilo de vida del individuo y los colectivos o ambientales que afectan 
a grupos y su entorno. 
 
 
2.1 Definición de embarazo de altoriesgo 
El embarazo de alto riesgo es definido por la Secretaria de Salud, a través de la 
Norma Oficial Mexicana como “aquel en el que se tiene la certeza o la probabilidad de 
estados patológicos o condiciones anormales concomitantes con la gestación y el parto, 
que aumentan los peligros para la salud de la madre o del producto, o bien, cuando la 
madre procede de un medio socioeconómico precario (NOM-007-SSA2-1993, Secretaria 
de salud). 
 
25 
 
Para considerar si un embarazo es de alto riesgo, se debe examinar el estado de 
salud y las condiciones de vida de la mujer embarazada para determinar si presenta 
condiciones o características que la expongan a ella o al feto a la posibilidad de enfermar 
o morir durante el embarazo. Existe una clasificación del riesgo perinatal en el embarazo 
basada en los factores de riesgo detectados. De esta manera, el embarazo se puede 
clasificar en riesgo bajo, riesgo medio y riesgo alto. En el riesgo bajo o sin riesgo se 
ubican las pacientes en las cuales no se detectaron factores que pongan en riesgo la salud 
de la mujer o del feto; por lo que estas pacientes pueden ser controladas con los recursos 
del primer nivel de atención. En el riesgo medio o alto se encuentran las mujeres en las 
cuales se han identificado factores de riesgo, ya sean previos y/o actuales que aumenten 
la probabilidad de daño para la mujer en el momento de la concepción el cual incluirá al 
producto. Lo cual implica brindar atención al binomio en una institución de tercer nivel 
para su control. 
 
Son varios los factores que ponen en riesgo la salud tanto de la madre como del 
bebé. La identificación de estos factores comenzó con la observación de ciertas 
características con resultados desfavorables. Los primeros estudios fueron 
retrospectivos, pues al encontrar efectos no deseados en el feto o en el recién nacido, se 
buscaba identificar los factores biológicos, psicológicos, socioeconómicos y ambientales 
presentes en la etapa prenatal que pudieran tener influencia en los efectos presentados 
(Cortes, 2006). Hoy en día, se conoce cuales son los aspectos que pueden afectar el curso 
del embarazo, estos se mencionan en la Tabla 1 (Secretaría de Salud, 2008; Ortigosa-
Corona y Karchmer, 1996; Aguilar, Muñoz, Velasco, Cabezas, Ibargüengoitia, Núñez y 
Cerón, 2001) 
 
 
 
 
 
26 
 
 
 
 
Tabla 1. Factores de riesgo en el embarazo 
Riesgo preconcepcional 
 
 Edad menor a 16 años o mayor de 35 
 Baja estatura (menor a 140 cm). 
 Desnutrición aguda o crónica 
 Enfermedades de transmisión sexual 
 Tabaquismo, etilismo y otras adicciones 
 Vivir en condiciones económicas desfavorables. 
 Sufrir violencia intrafamiliar 
 Presentar algún trastorno mental 
 
Antecedentes ginecobstétricos 
 
 Dos ó más abortos consecutivos 
 Dos ó más nacimientos prematuros 
 Dos ó más hijos que nacieran con malformaciones congénitas 
 Tres ó más cesáreas 
 Cinco o más embarazos 
 Embarazo múltiple 
 
Problemas de salud que complican el embarazo 
 
 Diabetes 
 Patología cardiaca 
 Patología renal 
 Trombofilias y conectivopatías 
 Patología pulmonar e insuficiencia respiratoria 
 VIH positivo ó SIDA 
 
Complicaciones en el embarazo 
 
 Amenazas de aborto 
 Embarazo ectópico 
 Enfermedad trofoblástica gestacional 
 Anomalías placentarias 
 Coagulopatía intravascular diseminada 
 Incompatibilidad hemolítica 
 Enfermedades por hipertensión arterial 
 Amenaza de parto pretérmino. 
 Rotura prematura de membranas 
 Traumatismo 
27 
 
A continuación se describirán brevemente los factores que se presentan con mayor 
frecuencia en esta las mujeres embarazadas: 
 Embarazo Ectópico. Implantación del blastocito en sitio diferente a la cavidad 
uterina. (Clayton, Schieve, Peterson, Jamieson, Reynolds, Wright, 2006; Luo, Lim, 
Huang, Wu, Wong, Cheng, 2009) 
 Aborto en evolución. Hemorragia de la primera mitad del embarazo que se 
acompaña de modificaciones cervicales y puede mostrar sintomatología dolorosa 
(Hasan,Baird, Herring, Olshan, Jonsson, Hartmann 2009). 
 Embarazo molar. Desarrollo anormal del óvulo fecundado. (Niemann, Petersen, 
Hansen, Sunde, 2006; Miyoshi, Ohba, Fukunaga, Katabuchi 2011) 
 Hiperemésis gravídica. Vómitos incontenibles durante el primer trimestre de la 
gestación que comprometen el equilibrio hidroelectrolítico y estado nutricional de 
la embarazada (Vikanes, Skjaerven , Grjibovski, Gunnes, Vangen, Magnus, 2010) 
 Preeclampsia-eclampsia. Entidad patológica exclusiva del embarazo caracterizado 
por hipertensión arterial (TA sistólica mayor de 140 mm/Hg y diastólica mayor de 
90 mm/Hg que se presenta durante la segunda mitad del embarazo; si se 
acompaña de convulsiones se denomina eclampsia). (Kuklina, Ayala, Callaghan, 
2009; Martin, Sidman, 2003). 
 Inserción baja de placenta. Inserción anormal de la placenta en la zona de la 
cavidad uterina situada entre el segmento inferior del útero y el orificio cervical 
interno. (Faiz, Ananth, 2003) 
 Desprendimiento prematuro de placenta. Separación prematura de la placenta de 
su sitio de inserción en la cavidad uterina; se manifiesta por sangrado transvaginal 
en el tercer trimestre de la gestación (Salihu, Bekan, Aliyu, Rouse, Kirby, 
Alexander, 2005). 
 Amenaza de parto prematuro. Cuando se presentan contracciones uterinas 
regulares después de las 20 semanas de gestación y antes de las 37, con intervalos 
de entre 5 y 8 minutos o menores entre cada contracción (Dodd, Flenady, 
Cincotta, Crowther, 2008). 
28 
 
 Muerte fetal. Ausencia de latido cardiaco y de movimientos fetales después de 
semana 20 de gestación y antes del inicio de trabajo de parto espontaneo 
(Cousens, Blencowe, Stanton, Chou, Ahmed, Steinhardt, Creanga, Tunçalp, 
Balsara, Gupta, Say L, Lawn, 2011) 
 Diabetes gestacional (DG). Estado de intolerancia a los carbohidratos que se 
diagnostica por primera vez durante el embarazo. Su detección debe realizarse 
desde la primera visita prenatal y repetirse entre las 24 y 28 semanas de la 
gestación (Taylor, Davison, 2007; Lawrence, Contreras, Chen, Sacks 2008). 
 
2.2 Prevalencia del embarazo de alto riesgo. 
 
La prevalencia del embarazo de alto riesgo varía de acuerdo con los criterios que se 
utilicen para definirlo. Muchos factores participan y los efectos de cualquier factor 
específico difieren de una paciente a otra (Cortes, 2006). De igual forma, la proporción de 
mujeres en riesgo no se reporta en conjunto, sino que se separan por el tipo de patologías 
que presentan. Bruce y colaboradores (2008) encontraron que las enfermedades más 
frecuentes en el embarazo son los problemas de salud mental, de hipertensión 
(preeclampsia y eclampsia) y desnutrición. Getahun, Nath, Ananth, Chávez y Smulian 
(2008) reportan que del 2 al 3% de las mujeres embarazadas desarrollan diabetes 
gestacional. 
 
De igual forma, en México se han estudiado las diferentes enfermedades que son 
factores de riesgo durante el embarazo. Velasco, Navarrete, Pozos y Cardona. (1999), 
reportan una prevalencia de 4.75% de preeclampsia en hospitales de primer nivel de 
atención. Por su parte, Contreras, Arango, Zuluaga y Ocampo (2008) encontró que el 14% 
de las mujeres desarrollan diabetes gestacional en alguno de sus embarazos. Según datos 
del Sistema Nacional de Información en Salud (SINAIS) en el 2004 la SEDENA atendió a 
15,339 mujeres embarazadas de las cuales el 11.67% eran de riesgo; en el INPER el 73% 
de las mujeres atendidas presentaban embarazos con hemorragias, desprendimiento de 
29 
 
placenta, preeclampsia, diabetes mellitus durante su embarazo, entre otros. En la 
Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID; INEGI,2006), se encontró que 
entre 2001 y 2005, el 60.9% de las mujeres embarazadas presentaron complicaciones 
entre las cuales estaban presión arterial alta, amenazas de abortos, sangrado vaginal, 
diabetes.Según datos del observatorio del desempeño hospitalario (Secretaría de Salud, 
2007), durante 2006, se brindaron alrededor de 5173917 consultas prenatales y en el 
puerperio, de las cuales 17.7% (917426) fueron por embarazo de alto riesgo. Es 
importante mencionar, que a pesar de que en el sistema de salud se busca brindar 
atención a todas las mujeres embarazadas a través del programa “Arranque parejo” 
(Secretaría de Salud, 2008), la falta de personal de salud y de recursos para hacer 
seguimientos, así como las barreras para solicitar atención médica, por parte de las 
pacientes, dificulta el diagnóstico oportuno de estos factores que puede causar hasta la 
muerte. 
 
2.3 Consecuencias del embarazo de alto riesgo. 
 
A nivel físico, el embarazo de alto riesgo genera malformaciones congénitas en el feto, 
bajo peso, pobre desarrollo psicomotor y cognitivo. En la madre, pueden mantenerse las 
enfermedades que aparecen en el embarazo, como diabetes o hipertensión, además que 
de que puede presentarse la muerte antes, durante o después del parto. 
 
En la salud mental las consecuencias no son menos, la ansiedad es producto de las 
dificultades y problemas de salud que se presentan en la etapa perinatal. De igual forma, 
como vemos con más detalle más adelante, los factores de riesgo presentes durante el 
embarazo pueden causar depresión, falta de confianza en el rol materno y la sensación 
de fracaso como madre, causando así, baja autoestima. Otro consecuencia es la falta de 
apego entre madre-hijo. 
 
 
30 
 
2.4 Efectos psicológicos del embarazo de alto riesgo en la madre. 
La mujer, además de estar sometida al proceso madurativo normal propio de la 
maternidad, cuando es diagnosticada con alto riesgo, debe enfrentarse a una gran carga 
emocional y a un ajuste psicológico para una experiencia de maternidad que puede no 
culminar en lo que se espera. 
 
Si la mujer embarazada vive el diagnóstico como golpe a su confianza, puede 
experimentar un sentimiento de baja autoestima (Kemp y Page, 1987). Esto puede 
provocar que sienta que ha fracasado como mujer y como madre, disminuyendo su 
confianza en su capacidad para ser madre. Por otro lado, puede expresar tristeza, duelo o 
desesperación si ha realizado una gran inversión emocional en este embarazo debido a la 
pérdida previa de otros embarazos y ha anunciado su gestación a su familia y amigos. La 
futura madre, puede percibirse como un fracaso, presentar dificultad en la planeación de 
este embarazo y sentir incongruencia de los sentimientos entre ella misma y su pareja u 
otras personas importantes para ella (Gilbert y Harmon, 2003). 
 
Cuando el embarazo es de alto riesgo, la pareja vive la situación con más estrés 
de lo que implica un embarazo normal. La aparición de una situación de alto riesgo puede 
interrumpir la consecución de las tareas maternas o paternas, y esto puede originar 
nuevos factores de estrés. El temor por el bienestar de la madre puede causar una 
elevada ambivalencia respecto al embarazo. Pueden recordarse anteriores embarazos 
interrumpidos. Esto puede complicar la aceptación de la realidad de un embarazo actual y 
aumentar el riesgo de depresión prenatal y posnatal (Hughes, Turton y Evans, 1999) 
Si se producen signos de hemorragia u otros signos físicos de gravedad, puede resultar 
difícil creer en el embarazo. Los preparativos para el neonato pueden verse alterados. 
Cursos prenatales y de maternidad, tanto para la madre, como para su compañero, debe 
ser una opción que se ofrezca a una mujer enferma u hospitalizada. Las expectativas no 
cumplidas acerca del embarazo pueden ser una fuente de frustración en un momento en 
31 
 
que las actividades deben dirigirse hacia los preparativos para la paternidad (Gilbert y 
Harmon, 2003) 
Los preparativos para el proceso de parto pueden estar totalmente fuera del 
control de los padres si está en duda el bienestar de la madre. Los temores sobre 
procedimientos y cuidados específicos pueden estar priorizados sobre los planes 
habituales. El ritmo de crecimiento del cuerpo de la madre puede ser motivo de 
precaución. Las elecciones sobre la alimentación del niño, el proceso del parto o el 
soporte del equipo pueden resultar diferentes de lo que se esperaba (Gilbert y Harmon, 
2003). 
Por su parte, la familia puede reaccionar de diversas formas ante el diagnóstico de un 
embarazo de alto riesgo. Depende del significado que den a esta situación, su experiencia 
para enfrentarse a las cosas, su capacidad para resolver problemas de forma efectiva y los 
apoyos situacionales disponibles (Gilbert y Harmon, 2003) 
 
 
La hospitalización previa al parto puede causar estrés a una familia con un 
embarazo de alto riesgo. Este estrés se debe a la separación del hogar, la familia y otras 
personas de apoyo, que puede hacer sentir a la mujer en soledad. Además de estrés, hay 
sentimientos de pérdida de control o impotencia, aburrimiento, cambios en las 
circunstancias familiares que causan diferencias en el funcionamiento familiar y la 
preocupación por los miembros de la familia que se quedan en el hogar. Las necesidades 
de dependencia pueden no quedar cubiertas. La relación con otras mujeres embarazadas 
puede resultar limitada (Gilbert y Harmon, 2003). 
 
Puede aparecer ansiedad cuando no se cubre las expectativas. En un embarazo de alto 
riesgo, la expectativa de un embarazo normal que culmina en el parto de un recién nacido 
normal se ve amenazada. La fuerza de las necesidades no satisfechas y el grado de 
consciencia de ello determinan el grado de ansiedad (Gilbert y Harmon, 2003) 
 
32 
 
 
Una vez que nace el bebé, si la madre o el recién nacido se encuentran enfermos, 
es posible que el establecimiento del vinculo sea más difícil de concretar, debido a que, 
con frecuencia tienen que estar separados por periodos largos (Cortes, 2006). Cuando el 
bebé es prematuro o está conectado a diversos aparatos, los padres pueden tener miedo 
de tocarle. El aspecto y la conducta del bebé pueden resultar tan nuevos para los padres 
que su inspección visual no encuentre nada para identificarlo. Finalmente, si se pensaba 
que el embarazo era de riesgo, los esfuerzos podrían haberse dirigido a seguir adelante en 
vez de a establecer el vínculo. Si esto es así, los padres deben resolver estos sentimientos 
antes de que puedan empezar a trabajar el vínculo. La intensidad de las emociones que 
rodean la posible muerte del niño puede ser tan fuerte que interfieran de forma 
permanente con el vínculo si no se exploran estos sentimientos (Gilbert y Harmon, 2003). 
 
El diagnóstico de alto riesgo durante el embarazo confronta a la mujer con sus 
mayores miedos y temores, pues de ser sólo una posibilidad, se vuelve una realidad el que 
su bebé este en peligro. Por esta razón, duda, sufre y busca, tanto en su pareja como en 
su familia, la contención que le servirá para hacer frente a esta situación, además de tener 
que acudir a consultas, cuidados, medicamentos y pruebas. En México, la Secretaria de 
Salud busca cubrir adecuadamente las necesidades de estas mujeres, como veremos en el 
siguiente apartado. 
 
2.5 Atención prenatal. 
Hoy en día, la atención prenatal se ha convertido en una prioridad en los servicios 
de salud. En México seis de cada diez partos son atendidos en instituciones públicas. Con 
esto se busca reducir la mortalidad materna y perinatal, establecer acciones preventivas y 
atender los factores de riesgo que se presenten durante el embarazo. Una buena atención 
prenatal reduce el riesgo de que el infante presente trastornos como síndrome de 
insuficiencia respiratoria, bajo peso al nacimiento, nacimientos prematuros, lo que 
33 
 
permite reducir costos de atención posnatal (Villarreal, Garza, Núñez, Rodríguez, 
Rodríguez, 2007). 
La Norma Oficial Mexicana NOM-007-SSA2-1993, Atención de la mujer durante el 
embarazo, parto y puerperioy del recién nacido. Criterios y procedimientos para la 
prestación del servicio, en el apartado 5 de Especificaciones marca que la atención de una 
mujer con emergencia obstétrica debe ser prioritaria, y proporcionarse en cualquier 
unidad de salud de los sectores público, social y privado. 
Durante el embarazo y el parto debe vigilarse estrechamente la prescripción y uso 
de medicamentos, valorando el riesgo y beneficio de su administración. 
También se describen, las actividades que se deben realizar durante el control 
prenatal, y de las más importantes son las siguientes: 
 elaboración de historia clínica; 
 identificación de signos y síntomas de alarma (cefalea, edemas, sangrados, signos 
de infección de vías urinarias y vaginales); 
 medición y registro de peso y talla, así como interpretación y valoración; 
 medición y registro de presión arterial, así como interpretación y valoración; 
 valoración del riesgo obstétrico; 
 prescripción de medicamentos (sólo con indicación médica: se recomienda no 
prescribir en las primeras 14 semanas del embarazo); 
 medidas de autocuidado de la salud; 
 establecimiento del diagnóstico integral. 
Así mismo, enfatizan de que el control prenatal debe estar dirigido a la detección y 
control de factores de riesgo obstétrico, a la prevención, detección y tratamiento de la 
anemia, preeclampsia, infecciones cérvicovaginales e infecciones urinarias, las 
complicaciones hemorrágicas del embarazo, retraso del crecimiento intrauterino y otras 
patologías intercurrentes con el embarazo. 
Las unidades de salud deben promover que la embarazada de bajo riesgo reciba como 
mínimo cinco consultas prenatales, iniciando preferentemente en las primeras 12 
semanas de gestación y atendiendo al siguiente calendario: 
34 
 
 1ra. consulta: en el transcurso de las primeras 12 semanas 
 2a. consulta: entre la 22 - 24 semanas 
 3a. consulta: entre la 27 - 29 semanas 
 4a. consulta: entre la 33 - 35 semanas 
 5a. consulta: entre la 38 - 40 semanas 
En el caso de que el embarazo se prolongue después de las 40 semanas requiere 
efectuar consultas semanales adicionales con objeto de vigilar que el embarazo no se 
prolongue más allá de la semana 42. 
 En este capítulo se puede observar el embarazo de alto riesgo es una condición 
delicada que está determinada por la presencia de varios factores de riesgo y que puede 
afectar tanto en la salud física como en la mental del bebé y que, en caso de no atenderse 
a tiempo, puede tener como desenlace la muerte. A pesar de los pocos estudios en 
México, se ha reportado una alta prevalencia de complicaciones durante el embarazo, por 
lo que es necesario atender las necesidades de esta población. 
 
 
35 
 
C A P I T U L O 3 
DEPRESIÓN EN EL EMBARAZO 
 
En los capítulos anteriores, se revisaron los diferentes cambios que se experimentan en el 
embarazo. Se vio que el temor y la ansiedad van de la mano de este proceso y que suelen 
intensificarse cuando peligra la vida tanto de la madre como del bebé. Otro aspecto que 
puede aparecer durante este periodo es la depresión, qué, como veremos más adelante 
ocurre con frecuencia durante el embarazo. Es importante mencionar que para este 
estudio, la depresión fue una variable relevante, ya que la muestra de este estudio fue 
seleccionada con base en que tuvieran síntomas de depresión. 
 
3.1 Depresión. 
 
La depresión es uno de los problemas psiquiátricos y psicológicos más comunes y se 
estima que en 2020 será la segunda causa de años perdidos de vida saludable a nivel 
mundial. Sin embargo, mucha gente no sabe que la padece pues no cuenta con la 
información necesaria para reconocerla. Esto se debe a que antes no se conocían las 
consecuencias negativas de la depresión y no se le daba la importancia necesaria. Hoy en 
día sabemos que afecta la vida diaria de la persona que la padece, tanto en el aspecto 
laboral como en el personal. En la mayoría de los casos, los síntomas regresan 
periódicamente y pueden presentarse de cinco a siete episodios a lo largo de la vida 
(O’Connor, Whitlock, Beil y Gaynes, 2009). La prevalencia reportada en Estados Unidos, 
va del 13.23% al 20.8% (Hasin, Goodwin Stinson y Grant 2005; Kessler, Sharp, y Lewis 
2005). En México, la prevalencia reportada es de 9.1% (Medina-Mora y colaboradores. 
2003). 
 
Hay dos maneras de clasificar a la depresión, una es por medio de categorías y otra 
es por medio de dimensiones continuas. En la clasificación categórica, los pacientes son 
diagnosticados con depresión sólo si se presentan los síntomas y la duración de éstos que 
36 
 
establece, por ejemplo, Manual diagnostico y Estadístico de los Trastornos Mentales 
(DSM-IV TR; López-Ibor y Valdéz, 2008). Para diagnosticar depresión se necesita la 
presencia de cinco o más síntomas durante un período de 2 semanas, y uno de los 
síntomas debe ser estado de ánimo depresivo o pérdida de interés o de la capacidad para 
el placer. La otra forma en que se clasifica a la depresión es por medio de dimensiones y 
se evalúan continuos como son la intensidad, la duración y el impacto de las funciones 
diarias. Se utilizan escalas de autoreportes para saber que tan deprimida esta la persona. 
 
3.2 Depresión en el embarazo 
 
Como ya se ha mencionado, durante el embarazo ocurren cambios que afectan diversas 
áreas en la vida de la mujer. El tener dificultad para dormir, presentar cambios en el 
apetito y falta de energía pueden ser considerados como parte del embarazo. Sin 
embargo, si estos síntomas se vuelven incapacitantes, sumados a la tristeza extrema y a 
la pérdida de placer, estamos hablando de depresión en el embarazo. 
Diversos estudios han demostrado que el embarazo es un periodo que puede 
llegar a vulnerar a la mujer para sufrir algún trastorno psiquiátrico, ya que es un evento 
estresante. Los trastornos más frecuentes en el embarazo son los del estado de ánimo y 
los de ansiedad (Field, Diego, Hernandez-Reif, Figueiredo, Deeds, Ascencio,Schanberge, 
Kuhn 2008; Field, Diego, Hernandez-Reif, 2006). 
 
Se ha reportado prevalencia de depresión clínica que va del 5.1% al 15.5% (Felice, 
Saliba, Grech y Cox, 2004; Melville, Gavin, Guo, Fan, Katon, 2010). En población latina, 
Smith, Rosenheck, Cavaleri, Howell, Poschman y Yonkers (2004) reportaron una 
prevalencia del 6% en depresión mayor y 14% en depresión menor. Respecto a la 
sintomatología depresiva a nivel internacional, se ha reportado entre el 20.4% y el 30.6 
(Leathers y Kelley, 2000; Marcus, Flynn, Blow, Barry, 2003). En algunos estudios que se 
han realizado con mujeres de origen hispano que viven en Estados Unidos han 
encontrado prevalencias de 51% y 18% respectivamente (Zayas, Cunningham, Mckee y 
37 
 
Jankowski 2002; Perry, Ettiner, Mendelson, Le 2011). En América latina, la prevalencia de 
sintomatología depresiva se encuentra entre 37.9 y 42% (Da-Silva, Moraes-Santos, 
Carvalho, Martins, Teixeira; 1998; Canaval, González, Martínez-Schallmoser, Tovat y 
Valencia 2000). En México, Ortega, Lartigue y Figueroa (2001) reportaron un 21.7% de 
mujeres embarazadas con sintomatología depresiva significativa y Lara, Navarro, 
Navarrete, Cabrera, Almanza, Morales y Juárez (2006) encontraron en una muestra de la 
Ciudad de México un porcentaje de 36.8% de mujeres con sintomatología depresiva 
significativa utilizando el CES-D. En un estudio mas reciente se encontró que 6.4% de la 
población presentó sintomatología depresiva en el embarazo (Ceballos, González, 
Martínez-Schallmoser, Tovat y Valencia, 2010). 
 
La detección temprana de la depresión en el embarazo se complica porque varios 
síntomas de la depresión como cambio en el apetito, cambio en el nivel de energía y en el 
patrón de sueño también ocurren en mujeres embarazadas no deprimidas. Sin embargo, 
en la depresión, todos estos síntomas somáticos van acompañados de los síntomas 
afectivos y

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