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LITERATURA EM LENGUA ESPAÑOLA 1-UNIDAD 2A

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UNIDAD 2
En esta unidad vamos a estudiar dos períodos literarios que tuvieron gran importancia en el siglo XX. El Boom que está relacionado con la explosión que reveló la literatura hispanoamericana para el mundo europeo y la literatura española de posguerra que fue fruto de uno de los procesos históricos más sórdidos del siglo pasado, “La guerra civil española”. Como puedes ver uno de los períodos ocurre principalmente en América Latina y el otro en España.
Como vimos en la primera unidad el concepto de literatura contemporánea está relacionado con lo que se conoce como “Boom”. Vamos a entender ahora qué se conoce como Boom y qué lo hizo tan diferente de la literatura escrita n América hasta ese momento.
2.1 EL BOOM
¿Qué se conoce como Boom?
Subversión novelística, trasgresión a la norma, rompimiento de lo establecido. Así se puede definir el "boom" latinoamericano: no es un movimiento ni una escuela, es una convergencia inesperada y sobre todo inusitada de jóvenes talentos que demostraron al mundo que Latinoamérica era capaz de crear cosas originales.
Durante la década de 1960, y la siguiente, hubo una explosión en la narrativa de los países latinoamericanos que se ha conocido como el “boom” de la literatura latinoamericana. 
Aquella azarosa eclosión de novelas y escritores latinoamericanos que a comienzos de los años sesenta despertó el interés de miles de lectores del mundo entero y que, debido al fervor que produjo y al inesperado estallido editorial que favoreció, recibió el onomatopéyico nombre de Boom latinoamericano, sigue siendo, hasta el día de hoy, el movimiento cultural latinoamericano más importante del último siglo.
http://www.casamerica.es/literatura/el-canon-del-boom
Casi simultáneamente se publicaron en España y en casi toda Europa, traducidas a varios idiomas, obras que los críticos calificaban de “auténticas”, es decir, esas obras no tenían más trazos de la literatura francesa o americana de las cuales se alimentaban hasta ese momento. Sus técnicas y temáticas rompían con los patrones establecidos de la lucha entre hombre y naturaleza como fondo principal. Esa lucha entre civilización y barbarie, entre hombre y naturaleza había sido hasta entonces, junto al regionalismo, la mayor preocupación de la narrativa latinoamericana. Según Naomi Lindstrom (1994), por primera vez, la ficción latinoamericana comenzó a asociarse con la imaginación, con la construcción narrativa innovadora y el tratamiento original del espacio y el tiempo de ficción.
Esas obras fueron también bien acogidas por el público lector lo que produjo un mayor interés del mercado editorial en publicar más y más obras. Se escribía más, se publicaba más, se leía más, se vendía más. 
¿Cuándo tiene inicio este movimiento?
Aunque la mayoría de los críticos coinciden en que el "boom" comenzó en algún momento de 1960, hay cierto desacuerdo en cuanto a la obra que debe ser considerada como la primera novela del "boom". Para algunos sería Rayuela (1963), de Julio Cortázar, mientras que otros prefieren La ciudad y los perros (1962), de Vargas Llosa, que ganó el Premio Biblioteca Breve en noviembre de ese año. Otros colocan a La muerte de Artemio Cruz (1961) de Carlos Fuentes como la primera novela del período. Lo que sí es importante es que los cuatro escritores principales de este período que ganaron gran repercusión internacional al inicio de los años 60 y que se consideran el núcleo del Boom son: el argentino Julio Cortázar, el peruano Mario Vargas Llosa, el colombiano Gabriel García Márquez y el mexicano Carlos Fuentes.
Para saber más
Documental sobre el Boom
https://www.youtube.com/watch?v=SWTStxfm6U4&list=PLEC81DDC5E605F559
Característica distintiva de este período
La característica más importante de la novela del Boom “es la sublevación que representa contra la vieja tradición realista” (SHAW, 2008). No va a ser más la novela lineal en que la realidad es descrita con todo detalle. La novela del boom pasa de la mímesis al simbolismo, es decir, aspira a acceder a un nivel de realidad menos evidente y más sinestésico (produce sensaciones sensoriales), pasa a sugerir, a través de las palabras, los objetos sin nombrar directamente los elementos de la realidad.
Objetivos de la narrativa de este período
Gálvez Acero (1984), en un breve ensayo sobre la novela hispanoamericana del siglo XX, indica que el “boom” latinoamericano logró alcanzar tres objetivos fundamentales que la diferencian del realismo tradicional:
1. La superación de la visión realista del mundo que caracterizaba la expresión literaria decimonónica (del siglo XIX). La realidad no es necesariamente la sucesión lógica de causas y efectos. El hombre y su entorno son realidades mucho más complejas y variables. No existe, por tanto, necesariamente una linealidad temporal. 
2. La novela se define, de nuevo, como un género antropocéntrico: el hombre y sus problemas, su yo, constituyen el núcleo en torno al cual gira el contenido de la narración. Este objetivo contrasta con el panorama de la novela hispanoamericana de principios de siglo XX, las llamadas novelas de la tierra y novelas indigenistas, o regionalistas, especialmente a las primeras, en las cuales la naturaleza, y más concretamente, el paisaje –especialmente feroz, casi personalizado- constituía el centro de la narración. En ese sentido, se podría hablar de cierto determinismo de los personajes y de las situaciones, marcado por el paisaje y la naturaleza. 
3. La universalización. Surgen, como vamos a ver inmediatamente, los problemas existenciales, que atañen al hombre como ser, independientemente del hecho de que su vida se encuentre geográficamente situada en un lugar o en otro del mundo. Los temas que surgen en la novela hispanoamericana del “boom” entroncan, lejos de todo localismo, con los problemas propios del hombre que pertenece a la llamada civilización occidental.
 Pues bien, estas obras se van a caracterizar por la incorporación de una serie de elementos, o tendencias.
TENDENCIAS DE LA NARRATIVA DEL BOOM
· Abandona la estructura lineal, ordenada y lógica, típica de la novela tradicional, remplazándola por otra estructura basada en la evolución espiritual del protagonista, o bien con estructuras experimentales que reflejan la multiplicidad de lo real;
· Subvierte el concepto de tiempo cronológico lineal;
· Abandona los espacios realistas de la novela tradicional y los remplaza por espacios imaginarios
· Remplaza al narrador omnisciente en tercera persona con narradores múltiples o ambiguos;
· Mayor empleo de elementos simbólicos;
· Desconfía del concepto de amor como soporte existencial y enfatiza, en cambio, la incomunicación y la soledad del individuo;
· Le resta valor al concepto de la muerte en un mundo que es ya de por sí infernal;
· Sobrevalora todo aquello que forma parte de la vida: pasiones, sentimientos, subconsciente, sentidos, existencia;
· Se rebela contra toda forma de tabúes morales, sobre todo los relacionados con la religión y la sexualidad;
· Presenta un humor puramente lúdico exento de toda preocupación social o existencial.
· Presenta un exasperado erotismo, no solo la sexualidad normal sino también en formas de comportamiento sexual consideradas aberrantes, como el incesto, por ejemplo;
· Compromiso social al denunciar la realidad sociopolítica en el Sur del continente americano a través de la angustia del hombre contemporáneo en busca de nuevos valores;
· Mezcla la realidad y la irrealidad, se narran hechos que pueden parecernos sorprendentes cuando los evaluamos desde una perspectiva estética tradicional. Realismo mágico;
· Búsqueda y experimentación de nuevas formas expresivas, de un nuevo lenguaje.
Para saber más
El Boom en perspectiva. Ángel Rama
http://www.google.com.br/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=7&cad=rja&uact=8&ved=0CG4QFjAG&url=http%3A%2F%2Ftesiuami.uam.mx%2Frevistasuam%2Fsignosliterarios%2Finclude%2Fgetdoc.php%3Fid%3D16%26article%3D18%26mode%3Dpdf&ei=tAx1U87OCInfsATUtIHABg&usg=AFQjCNGGzM5YmCEK6TIbG5aPDtV82OXlqA&sig2=w6D4Fl_zymgz3gfD_v22Dw&bvm=bv.66917471,d.cWcEJEMPLOS
Vamos a leer ahora dos cuentos de este período para poder observar mejor las características de la narrativa del boom. Son dos cuentos muy diferentes pero el tratamiento del lenguaje en el primero y el realismo mágico en el segundo hacen de ellos ejemplos muy interesantes.
Primer cuento “Fire and Ice”
El salvadoreño Álvaro Méndez Leal, que también firma sus obras como Menéndez DesLeal basa este cuento “Fire and ice” (Fuego y hielo), en una experiencia personal pues en 1959, en Paraguay, se estrelló un jet comercial en el que él viajaba.
“Fire and Ice” narra en el plano realista el choque y el incendio de un avión de pasajeros en la nieve de la cordillera andina, pero en realidad la hipótesis de Méndez Leal es simbolizar, con el choque del avión, la destrucción de la sociedad tecnológica por considerarse superior a Dios. De esta forma si el avión sube más alto que Los Andes: “subir, subir, subir como un endemoniado la Cordillera queda abajo – pequeña – de juguete”, desafía la creación divina. Este autor critica un nuevo mundo en que el desarrollo tecnológico ha aniquilado los valores tradicionales y ha provocado, según él, “el suicidio actual de la raza humana”.
 
“Fire and Ice”
Álvaro Méndez Leal
Fuego y Hielo... Fuego y Hielo... ¿Es ese el título?... Sí..; ese es: Fire and Ice... No sé por qué, justamente ahora, adquiere importancia algo que nunca la tuvo, como no fuera en el colegio, cuando el profesor se empeñó en que aprendiéramos de memoria el poema de Frost:
Some say the world will end in fire,
Some say in ice...
From what I've tasted of desire
I hold with those who favor fire
Yo no lo aprendí nunca -por lo menos entonces yo no pude repetir más de dos o tres versos?; sin embargo, creo que hoy lo recuerdo perfectamente -¿pero qué importancia tiene eso? -no sé - no tuvo importancia nunca -por más que se molestara el profesor ? no tuvo importancia que lo supiera - que lo supiera de memoria - salvo en el internado - y ahora tampoco es importante que lo recuerde -por qué habría de ser importante - no es más - no es más importante que aquel niño que ahora yace aplastado cerca de la cabina de los pilotos - no es más importante - por qué habría de serlo - veo parte de su cara deshecha - sangre por la nariz ? sangre por los oídos - sangre por la boca - sangre por grietas y hendiduras donde normalmente no se tienen - heridas - esas hendiduras son heridas - por qué habría de ser importante ahora - dentro de un momento no habrá una gota de sangre - todo todo estará quemado - y no puedo sentir lástima por él - aunque fue buenito - durante todo el vuelo permaneció quieto en su asiento - sin molestar a nadie - sin pedir mayor cosa - pese al asedio de la azafata - pese al acoso de las viejas - sin molestar a nadie - sin importancia - se mantuvo quieto - hechizado por el paso entre las nubes - por la leve vibración del aparato - por la maravilla que es para un niño el vuelo en un jet - sin molestar a nadie - ni cuando el avión - después de romperse el ala en aquel pico - dio de panza - y / a / todo / lo / largo / del / piso / se / a-b-r-i-ó / la / ancha / horrible / grieta / entre las dos filas de asientos - desde los de primera hasta los de... - la horrible grieta desde la cabina hasta la cola - y ahora mana sangre - le mana sangre - y temí que el niño desapareciera tragado por la voracidad del piso - del piso abierto - sexo de la tierra – pero no podía ocurrir así porque nada salía del avión - sólo entraba - entraba tierra - entraban piedras - tierra y piedra y trozos de árboles - pinos - sí - pinos - alerces - píceas - abetos - no sé - y tierra - coníferas - y tierra - entraba tierra - y nieve - mucha nieve - y tierra y piedra y nieve.
But if it had to perish twice
no tiene importancia / por qué habría de tenerla / y menos ahora que el fuego llega al cuerpo de aquella señora de traje azul / la señora del sombrero extravagante / le cubre el traje / lo consume / le chamusca la maceta con flores de la testa / el pelo le crepita un poco / le crepita un poco no más / porque todo es tan rápido / y el fuego la quema / y la señora que tenía el traje azul no grita / es una pira como un bonzo / pero no grita / ella no grita / nadie grita / y yo me pregunto por qué nadie grita / y respondo que no grita nadie porque quizás todos han muerto / (porque) (quizás) (todos) (hemos) (muerto) y no lo creo pues unas mujeres buscan sus zapatos / no tiene importancia pero todas las mujeres perdieron sus zapatos / después de darme el golpe en la cabeza / me golpeé la cabeza / el argentino sentado a mi altura en la otra fila de asientos mira desconcertado trata de encontrar una explicación no tiene importancia pero el accidente lo pilló dormido el argentino mira abriendo desmesuradamente un ojo / uno solo / uno () solo / porque el otro se le ha saltado /abre desmesuradamente un ojo ojO ojO / por cuenca del otro le comienza a correr una cascada de sangre / le corre una cascada de sangre y de nervios / él no sabe qué ya le falta un ojo / cree que mira con los dos / yo me persigné / no tiene importancia pero yo me persigné antes de... / antes de arrellanarme en la butaca / y me miraba con los dos ojos / con uno solo no / con los dos / me mira con un ojo desencajado que le cuelga de unos hilos blancuzcos mientras yo me acomodo mejor en mi asiento / me mira con un ojo me miraba con dos / y el argentino también se acomodó en su asiento / y la sangre se le ancha por la mejilla / el otro ojo lo cierra con aire de / no tiene importancia / por qué habría de tenerla / satisfecho de encontrar una explicación para su sueño disturbado / y no puede cerrar el otro porque le cuelga lejos / a varios kilómetros de su voluntad / pero no tiene importancia pues dentro de un rato arderá también / y arderé yo como ardió el niño / como ardió la señora del sombrero ridículo / como han ardido ya las otras gentes / dentro del avión todo es fuego / fuego sonoro y rápido que va que viene devorando gentes cosas / equipajes cabelleras / zapatos / caras / un fuego que se ríe mientras camina sobre las epidermis sobre las ropas empapadas de combustible / todos nos empapamos de combustible / en alguna forma debieron de romperse los conductos / los tanques / los depósitos / y entonces cada uno de nosotros es como la mecha de un encendedor / no tiene importancia / mas en cuanto llega la chispa / ¡chaz! / uno es lumbre u)n)o e)s l)u)m)b)r)e //// candela de los pies a la cabeza / comoo aquella pareja de recién casados que arde allá / u.n.o.s a.s.i.e.n.t.o.s adelante / uno es lumbre / así arderé yo dentro de un rato / una pira / dentro de un segundo / dentro de menos tiempo / uno no sabe cuánto tiempo pues todo parece ir más despacio / la sangre del argentino va despacio / le brota despacio en borbotón del agujero / el globo ocular que cuelga a kilómetros de su voluntad / el ojo / desinflado / pero la sangre parece como detenida en el aire / en el tiempo / no acaba de llegar al pie de la mejilla / y yo veo bien cuando camina la sangre / se arrastra como ofidio / repta como lombriz / una lombriz gruesa y caliente / y rápida / sí / rápida / no / despacio / no tiene importancia / cuando el fuego llegue al argentino la sangre se tostará sobre la piel / se detendrá para siempre en su carrera / porque lo único que marcha rápido es el fuego / la pura llama que llena mas de la mitad del todo / la llama viva que se aproxima a mí con sus dedos cálidos / moviendo sus pseudópodos sobre el piso y el techo / arrastrándose sobre cosas y gentes / es lo único veloz / lo único deseable / lo único que anima el interior del avión / no tiente importancia / la llama se parte lo suficiente para permitir que uno vea lo que ha quedarlo adelante / lo que ha dejado a su paso / el metal retorcido / quemado / los cuerpos / después de su caricia / los cuerpos achicharrados / empequeñecidos / nadie podrá reconocerlos si acaso un día llegan esta soledad / las partidas de salvamento / no hay noticias / encuentran los restos del aparato / el ojo que cuelga / y eso me hace sentir superior /yo sé todavía quiénes eran quiénes son / sé quién era sé quién es aquel pedazo de carne chamuscada / ese montoncito era es un niño que no molestó durante el vuelo / el pedazo mayor / ahumado y maloliente / era es una recién casada / el trozo que está a la par era es su marido / el traje blanco de la boda / una boda sencilla / yo sé que allá estaba está una señora vestida de azul / una-señora-de-sombrero-ridículo / esa-carne-contraída-y-maltrecha-era-suya / y-sé-que-esa-sangre-que-ha-caminado-unos-milímetros- / que-apenas-llega- / -con-lo-catarata-que-es- / -a-medio-carrillo- / -sé-yo-y-sólo-yo-que-es-la-sangre-de-un-argentino- / -nadie-más-podrá-decir-eso-mismo-dentro-de-un-rato- / ni yo podré repetirlo porque el fuego es celoso / afuera - en cambio - todo es nieve y frío - la nieve está sucia y maltrecha en los alrededores del aparato - descompuestas las suaves colinas que se ven unos metros más allá / descompuesto este mundo de silencio y soledad / esta-postal-navideña-que-la-natur... que la naturaleza se regala todos los días - en-estas-latitudes-crepita el fuego - crepita Frost –
But if it had to perish twice,
I think I know enough of hate
To say that for destruction ice
Is also great
And would suffice.
- yo no alcancé a rozar del paisaje nevado / el vuelo fue trans breve tan breve / no alcancé a gozar nada del paisaje nevado / los oídos me dolieron mucho / el cerebro lo sentía a punto de estallar / uno así no goza del paisaje / no puede gozar del paisaje / no tuve tiempo de acostumbrarme a la altura / no tiene importancia pero entre Santiago y Buenos Aires todo lo que el avión hace es subir / es subir como un endemoniado (de) (pronto) (choca) (con) ( (algo) uno no sabe lo que ocurre ? un golpe seco ? profundo ? uno no sabe lo que ocurre pero (de) (pronto) (el) (avión) (choca) (con) (algo) un ala ? se ? le ? d/e/s/p/r/e/n/d/e=. (-_/. . . por la gran grieta del piso entra nieve y tierra y tierra y nieve y roca y roca árboles no son trozos de cuerpos brazas troncos piernas brazos manos hombros y Santiago queda allí y Buenos Aires allá de Cerrillos a Ezeiza todo lo que el avión hace es subir es subir. . . unos días en la ciudad me enseñaron que la Cordillera estaba al final de la calle más larga justamente-la-calle-más-larga... se podía esquiar a unos kilómetros del centro... allí aquí la Cordillera con sus nieves eternas. . . la Cordillera entraba por la ventanilla... por la ventana de mi cuarto. . . Quinto Piso del hotel Bonaparte... por la ventana de mi cuarto... la nieve entraba todas las mañanas... en la Avenida O'Higgins... el sol pegaba a toda hora en los picos nevados... la nieve entra por la gran grieta... y yo sabía que esto podía ocurrir / cuando tomé el avión yo temía algo / en realidad siempre temí algo / ahora yo temía más / temía más / temía más certeramente / quizás no tiene importancia / pero yo temía más certeramente / tenía pasaje en otro avión / las cosas están tan mal en Argentina / transferí el pasaje a esta compañía / un nuevo modelo de jet / el más seguro - el avión más seguro - el más probado - pero las cosa están tan mal que una compañía argentina es un peligro - pero era - al fin de cuentas - un modelo reciente de jet - no gocé del paisaje porque un jet que parta de Santiago para Buenos Aires todo lo que hace es subir / subir / subir corno un endemoniado / la Cordillera queda abajo-pequeña-de juguete-y de pronto-la Cordillera entra por la gran grieta me dolieron los oídos tanto subir tanto subir la aeromoza me dice que trague saliva aplasto con desesperación la goma de mascar el avión sube no hay tiempo de ver la nieve (sino hasta ahora) (pero la veo tranquilo pues no me duelen más los oídos) ((no me duele nada)) (ni siquiera ese hueso que perforó la piel de mi brazo izquierdo) (ni la piel perforada) (no me duele la sangre que me inunda la garganta) (ni el hueso ni la piel del brazo izquierdo que ahora (tan descarada (con el hueso (así (allí (no es del todo blanco (quizás no tiene importancia pero el hueso no es del todo blanco (y la alzo (gozo esa nieve tranquila ( tranquilo (esa postal navideña... no me importan los cadáveres mutilados y sanguinolentos que ensucian el paisaje; ni los trozos de metal, ni los restos de equipaje. Aquellos reactores aplastados no me importan; mejor así, pues no subirán más ni, más no rugirán más, no martirizarán a nadie más... Ni esas mamilas de alambres y conexiones eléctricas... No me importa nada; sólo la nieve limpia que cata al fondo... los suaves montoncitos de postal ..............................
....Y el fuego / el argentino de mi lado coge fuego ahora / la sangre le brota siempre en borbotón / una vena gruesa como un conducto de agua / el argentino enciende como vasca / y no dice nada / nadie dice nada / cuando caemos no grita nadie / cuando se quiebra y se incendia el aparato nadie dice nada / el argentino se quiebra y se incendia ahora / el fuego seca y pega la sangre / el fuego le dio un límite a su carrera / no llegó ni al mentón / no y sin embargo / yo pensaba que alcanzaría a llegar más abajo / arrastrarse desde el ojo reventado y caer en un hilillo / caer corno una brava catarata sobre el pecho del vecino / que ahora arde / y el otro ojo le arde abierto / se queman las pestañas / los pelitos se hacen leves rizos antes de coger fuego / y huele el cuerpo quemado / huele como cuando abandonan una res al fuego / horno de cremación / sus cenizas serán esparcidas al viento / sobre el Ganges / polvo eres / polvo eres / horno de cremación / seis millones de judíos / y ahora / el-fuego-viene-a-mi / me-toca-el-brazo / ese que tiene el hueso de fuera / inicia-su-desfile / hacia abajo hacia arriba / quema-mi-piel / la-chamusca / siento-cómo-la-achicharra / ha de oler mal / y no duele (más todavía) (el fuego tranquiliza) (cuando todos nos hayamos quemado) (cuando todos seamos sólo irreconocibles trozos) (troncos ennegrecidos) (cuando vuelva el silencio y penetre la nieve por las grietas ) (carbonizados todos) (ya no habrá luego) (es cierto que ya no habrá fuego) (el frío endurecerá el miembro que no haya sido quemado) (la nieve cristalizará la gota de sangre que no sea polvo) (ceniza) (pero nada importará eso seremos carbones apagados no sentiremos frío) (aunque) (el) (fuego) (no) (quema) (es mentira que el fuego quema) (ahora-lo-tengo-en-la-ingle) (lo-siento-llegar-a-las-caderas) caminar-por-los-muslos /subir / siempre subir / detenerse por un rato más largo en los zapatos/ lo-siento-por-el-pecho /sube/ya/por/el/cuello/me-cubre/ me está cubriendo/ la-cara/ arden las pestañas (no veo la nieve) (no veo nada) y sí / es-suficiente / el fuego es suficiente / y es amigo... es amigo...
Análisis
En este cuento Menéndez Leal emplea un lenguaje muy sencillo y un tono antidramático para describir los detalles más monstruosos del accidente: el niño aplastado que sangra, la señora del sombrero extravagante que se quema, el argentino a quien se le ha saltado un ojo. La repetición a lo largo del cuento de la frase “no tiene importancia” con todas sus variantes es la manera absurdista de realzar la importancia del relato.
Las contradicciones se encuentran a todo momento en el transcurso de la obra: nada tiene importancia cuando es lo contrario, el fuego quemando en la nieve fría, el narrador que no siente lástima, nadie grita en el avión. Estas contradicciones, entre otras; logra producir un cierto efecto fantástico. Aunque la muerte del narrador es casi instantánea hay tiempo para los recuerdos de su niñez y sus días en Santiago de Chile y el ritmo de la narrativa llega a veces a ser lento. Otros elementos que contribuye con lo fantástico son: la crueldad grotesca del ojo que “le cuelga lejos a varios quilómetros de su voluntad” o la casualidad humorística de que todas las mujeres perdieron sus zapatos.
Pero lo que más llama la atención en este cuento es la búsqueda y experimentación de nuevas formas expresivas, de un nuevo lenguaje. El empleo de los paréntesis sugiere visualmente la muerte de los pasajeros (el cadáver encerrado en el ataúd);los juegos tipográficos con la palabra “ojo” (Ojo, ojO), intensifican la condición del argentino; los paréntesis y las líneas diagonales hacen pensar en el movimiento de las llamas, los puntos entre las letras de “u.n.o.s.a.s.i.e.n.t.o.s” representan la separación bien ordenada pero fría, de los seres humanos dentro del avión; la prolongación del subrayado delante de “lombriz” da la idea de cómo repta; el desprendimiento del ala se capta con la combinación de subrayados, un abre paréntesis y una línea diagonal.
Otro cuento del mismo período
Actividad:
Ahora lee el cuento que está a continuación para que respondas la siguiente pregunta. 
¿Cuáles elementos o tendencias de la literatura del boom que aprendiste anteriormente estarán presentes en él?
Un señor muy viejo con unas alas enormes (1972)
Gabriel García Márquez
 Al tercer día de lluvia habían matado tantos cangrejos dentro de la casa, que Pelayo tuvo que atravesar su patio anegado para tirarlos al mar, pues el niño recién nacido había pasado la noche con calenturas y se pensaba que era causa de la pestilencia. El mundo estaba triste desde el martes. El cielo y el mar eran una misma cosa de ceniza, y las arenas de la playa, que en marzo fulguraban como polvo de lumbre, se habían convertido en un caldo de lodo y mariscos podridos. La luz era tan mansa al mediodía, que cuando Pelayo regresaba a la casa después de haber tirado los cangrejos, le costó trabajo ver qué era lo que se movía y se quejaba en el fondo del patio. Tuvo que acercarse mucho para descubrir que era un hombre viejo, que estaba tumbado boca abajo en el lodazal, y a pesar de sus grandes esfuerzos no podía levantarse, porque se lo impedían sus enormes alas.
 Asustado por aquella pesadilla, Pelayo corrió en busca de Elisenda, su mujer, que estaba poniéndole compresas al niño enfermo, y la llevó hasta el fondo del patio. Ambos observaron el cuerpo caído con un callado estupor. Estaba vestido como un trapero. Le quedaban apenas unas hilachas descoloridas en el cráneo pelado y muy pocos dientes en la boca, y su lastimosa condición de bisabuelo ensopado lo había desprovisto de toda grandeza. Sus alas de gallinazo grande, sucias y medio desplumadas, estaban encalladas para siempre en el lodazal. Tanto lo observaron, y con tanta atención, que Pelayo y Elisenda se sobrepusieron muy pronto del asombro y acabaron por encontrarlo familiar. Entonces se atrevieron a hablarle, y él les contestó en un dialecto incomprensible pero con una buena voz de navegante. Fue así como pasaron por alto el inconveniente de las alas, y concluyeron con muy buen juicio que era un náufrago solitario de alguna nave extranjera abatida por el temporal. Sin embargo, llamaron para que lo viera a una vecina que sabía todas las cosas de la vida y la muerte, y a ella le bastó con una mirada para sacarlos del error.
 — Es un ángel –les dijo—. Seguro que venía por el niño, pero el pobre está tan viejo que lo ha tumbado la lluvia.
 Al día siguiente todo el mundo sabía que en casa de Pelayo tenían cautivo un ángel de carne y hueso. Contra el criterio de la vecina sabia, para quien los ángeles de estos tiempos eran sobrevivientes fugitivos de una conspiración celestial, no habían tenido corazón para matarlo a palos. Pelayo estuvo vigilándolo toda la tarde desde la cocina, armado con un garrote de alguacil, y antes de acostarse lo sacó a rastras del lodazal y lo encerró con las gallinas en el gallinero alumbrado. A media noche, cuando terminó la lluvia, Pelayo y Elisenda seguían matando cangrejos. Poco después el niño despertó sin fiebre y con deseos de comer. Entonces se sintieron magnánimos y decidieron poner al ángel en una balsa con agua dulce y provisiones para tres días, y abandonarlo a su suerte en altamar. Pero cuando salieron al patio con las primeras luces, encontraron a todo el vecindario frente al gallinero, retozando con el ángel sin la menor devoción y echándole cosas de comer por los huecos de las alambradas, como si no fuera una criatura sobrenatural sino un animal de circo.
 El padre Gonzaga llegó antes de las siete alarmado por la desproporción de la noticia. A esa hora ya habían acudido curiosos menos frívolos que los del amanecer, y habían hecho toda clase de conjeturas sobre el porvenir del cautivo. Los más simples pensaban que sería nombrado alcalde del mundo. Otros, de espíritu más áspero, suponían que sería ascendido a general de cinco estrellas para que ganara todas las guerras. Algunos visionarios esperaban que fuera conservado como semental para implantar en la tierra una estirpe de hombres alados y sabios que se hicieran cargo del Universo. Pero el padre Gonzaga, antes de ser cura, había sido leñador macizo. Asomado a las alambradas repasó un instante su catecismo, y todavía pidió que le abrieran la puerta para examinar de cerca de aquel varón de lástima que más parecía una enorme gallina decrépita entre las gallinas absortas. Estaba echado en un rincón, secándose al sol las alas extendidas, entre las cáscaras de fruta y las sobras de desayunos que le habían tirado los madrugadores. Ajeno a las impertinencias del mundo, apenas si levantó sus ojos de anticuario y murmuró algo en su dialecto cuando el padre Gonzaga entró en el gallinero y le dio los buenos días en latín. El párroco tuvo la primera sospecha de impostura al comprobar que no entendía la lengua de Dios ni sabía saludar a sus ministros. Luego observó que visto de cerca resultaba demasiado humano: tenía un insoportable olor de intemperie, el revés de las alas sembrado de algas parasitarias y las plumas mayores maltratadas por vientos terrestres, y nada de su naturaleza miserable estaba de acuerdo con la egregia dignidad de los ángeles. Entonces abandonó el gallinero, y con un breve sermón previno a los curiosos contra los riesgos de la ingenuidad. Les recordó que el demonio tenía la mala costumbre de recurrir a artificios de carnaval para confundir a los incautos. Argumentó que si las alas no eran el elemento esencial para determinar las diferencias entre un gavilán y un aeroplano, mucho menos podían serlo para reconocer a los ángeles. Sin embargo, prometió escribir una carta a su obispo, para que éste escribiera otra al Sumo Pontífice, de modo que el veredicto final viniera de los tribunales más altos.
 Su prudencia cayó en corazones estériles. La noticia del ángel cautivo se divulgó con tanta rapidez, que al cabo de pocas horas había en el patio un alboroto de mercado, y tuvieron que llevar la tropa con bayonetas para espantar el tumulto que ya estaba a punto de tumbar la casa. Elisenda, con el espinazo torcido de tanto barrer basura de feria, tuvo entonces la buena idea de tapiar el patio y cobrar cinco centavos por la entrada para ver al ángel.
 Vinieron curiosos hasta de la Martinica. Vino una feria ambulante con un acróbata volador, que pasó zumbando varias veces por encima de la muchedumbre, pero nadie le hizo caso porque sus alas no eran de ángel sino de murciélago sideral. Vinieron en busca de salud los enfermos más desdichados del Caribe: una pobre mujer que desde niña estaba contando los latidos de su corazón y ya no le alcanzaban los números, un jamaicano que no podía dormir porque lo atormentaba el ruido de las estrellas, un sonámbulo que se levantaba de noche a deshacer dormido las cosas que había hecho despierto, y muchos otros de menor gravedad. En medio de aquel desorden de naufragio que hacía temblar la tierra, Pelayo y Elisenda estaban felices de cansancio, porque en menos de una semana atiborraron de plata los dormitorios, y todavía la fila de peregrinos que esperaban su turno para entrar llegaba hasta el otro lado del horizonte.
 El ángel era el único que no participaba de su propio acontecimiento. El tiempo se le iba buscando acomodo en su nido prestado, aturdido por el calor de infierno de las lámparas de aceite y las velas de sacrificio que le arrimaban a las alambradas. Al principio trataron de que comiera cristales de alcanfor, que, de acuerdo conla sabiduría de la vecina sabia, era el alimento específico de los ángeles. Pero él los despreciaba, como despreció sin probarlos los almuerzos papales que le llevaban los penitentes, y nunca se supo si fue por ángel o por viejo que terminó comiendo nada más que papillas de berenjena. Su única virtud sobrenatural parecía ser la paciencia. Sobre todo en los primeros tiempos, cuando le picoteaban las gallinas en busca de los parásitos estelares que proliferaban en sus alas, y los baldados le arrancaban plumas para tocarse con ellas sus defectos, y hasta los más piadosos le tiraban piedras tratando de que se levantara para verlo de cuerpo entero. La única vez que consiguieron alterarlo fue cuando le abrasaron el costado con un hierro de marcar novillos, porque llevaba tantas horas de estar inmóvil que lo creyeron muerto. Despertó sobresaltado, despotricando en lengua hermética y con los ojos en lágrimas, y dio un par de aletazos que provocaron un remolino de estiércol de gallinero y polvo lunar, y un ventarrón de pánico que no parecía de este mundo. Aunque muchos creyeron que su reacción no había sido de rabia sino de dolor, desde entonces se cuidaron de no molestarlo, porque la mayoría entendió que su pasividad no era la de un héroe en uso de buen retiro sino la de un cataclismo en reposo.
 El padre Gonzaga se enfrentó a la frivolidad de la muchedumbre con fórmulas de inspiración doméstica, mientras le llegaba un juicio terminante sobre la naturaleza del cautivo. Pero el correo de Roma había perdido la noción de la urgencia. El tiempo se les iba en averiguar si el convicto tenía ombligo, si su dialecto tenía algo que ver con el arameo, si podía caber muchas veces en la punta de un alfiler, o si no sería simplemente un noruego con alas. Aquellas cartas de parsimonia habrían ido y venido hasta el fin de los siglos, si un acontecimiento providencial no hubiera puesto término a las tribulaciones del párroco.
 Sucedió que por esos días, entre muchas otras atracciones de las ferias errantes del Caribe, llevaron al pueblo el espectáculo triste de la mujer que se había convertido en araña por desobedecer a sus padres. La entrada para verla no sólo costaba menos que la entrada para ver al ángel, sino que permitían hacerle toda clase de preguntas sobre su absurda condición, y examinarla al derecho y al revés, de modo que nadie pusiera en duda la verdad del horror. Era una tarántula espantosa del tamaño de un carnero y con la cabeza de una doncella triste. Pero lo más desgarrador no era su figura de disparate, sino la sincera aflicción con que contaba los pormenores de su desgracia: siendo casi una niña se había escapado de la casa de sus padres para ir a un baile, y cuando regresaba por el bosque después de haber bailado toda la noche sin permiso, un trueno pavoroso abrió el cielo en dos mitades, y por aquella grieta salió el relámpago de azufre que la convirtió en araña. Su único alimento eran las bolitas de carne molida que las almas caritativas quisieran echarle en la boca. Semejante espectáculo, cargado de tanta verdad humana y de tan temible escarmiento, tenía que derrotar sin proponérselo al de un ángel despectivo que apenas si se dignaba mirar a los mortales. Además los escasos milagros que se le atribuían al ángel revelaban un cierto desorden mental, como el del ciego que no recobró la visión pero le salieron tres dientes nuevos, y el del paralítico que no pudo andar pero estuvo a punto de ganarse la lotería, y el del leproso a quien le nacieron girasoles en las heridas. Aquellos milagros de consolación que más bien parecían entretenimientos de burla, habían quebrantado ya la reputación del ángel cuando la mujer convertida en araña terminó de aniquilarla. Fue así como el padre Gonzaga se curó para siempre del insomnio, y el patio de Pelayo volvió a quedar tan solitario como en los tiempos en que llovió tres días y los cangrejos caminaban por los dormitorios.
 Los dueños de la casa no tuvieron nada que lamentar. Con el dinero recaudado construyeron una mansión de dos plantas, con balcones y jardines, y con sardineles muy altos para que no se metieran los cangrejos del invierno, y con barras de hierro en las ventanas para que no se metieran los ángeles. Pelayo estableció además un criadero de conejos muy cerca del pueblo y renunció para siempre a su mal empleo de alguacil, y Elisenda se compró unas zapatillas satinadas de tacones altos y muchos vestidos de seda tornasol, de los que usaban las señoras más codiciadas en los domingos de aquellos tiempos. El gallinero fue lo único que no mereció atención. Si alguna vez lo lavaron con creolina y quemaron las lágrimas de mirra en su interior, no fue por hacerle honor al ángel, sino por conjurar la pestilencia de muladar que ya andaba como un fantasma por todas partes y estaba volviendo vieja la casa nueva. Al principio, cuando el niño aprendió a caminar, se cuidaron de que no estuviera cerca del gallinero. Pero luego se fueron olvidando del temor y acostumbrándose a la peste, y antes de que el niño mudara los dientes se había metido a jugar dentro del gallinero, cuyas alambradas podridas se caían a pedazos. El ángel no fue menos displicente con él que con el resto de los mortales, pero soportaba las infamias más ingeniosas con una mansedumbre de perro sin ilusiones. Ambos contrajeron la varicela al mismo tiempo. El médico que atendió al niño no resistió la tentación de auscultar al ángel, y encontró tantos soplos en el corazón y tantos ruidos en los riñones, que no le pareció posible que estuviera vivo. Lo que más le asombró, sin embargo, fue la lógica de sus alas. Resultaban tan naturales en aquel organismo completamente humano, que no podía entender por qué no las tenían también los otros hombres.
 Cuando el niño fue a la escuela, hacía mucho tiempo que el sol y la lluvia habían desbaratado el gallinero. El ángel andaba arrastrándose por acá y por allá como un moribundo sin dueño. Lo sacaban a escobazos de un dormitorio y un momento después lo encontraban en la cocina. Parecía estar en tantos lugares al mismo tiempo, que llegaron a pensar que se desdoblaba, que se repetía a sí mismo por toda la casa, y la exasperada Elisenda gritaba fuera de quicio que era una desgracia vivir en aquel infierno lleno de ángeles. Apenas si podía comer, sus ojos de anticuario se le habían vuelto tan turbios que andaba tropezando con los horcones, y ya no le quedaban sino las cánulas peladas de las últimas plumas. Pelayo le echó encima una manta y le hizo la caridad de dejarlo dormir en el cobertizo, y sólo entonces advirtieron que pasaba la noche con calenturas delirantes en trabalenguas de noruego viejo. Fue esa una de las pocas veces en que se alarmaron, porque pensaban que se iba a morir, y ni siquiera la vecina sabia había podido decirles qué se hacía con los ángeles muertos.
 Sin embargo, no sólo sobrevivió a su peor invierno, sino que pareció mejor con los primeros soles. Se quedó inmóvil muchos días en el rincón más apartado del patio, donde nadie lo viera, y a principios de diciembre empezaron a nacerle en las alas unas plumas grandes y duras, plumas de pajarraco viejo, que más bien parecían un nuevo percance de la decrepitud. Pero él debía conocer la razón de estos cambios, porque se cuidaba muy bien de que nadie los notara, y de que nadie oyera las canciones de navegantes que a veces cantaba bajo las estrellas. Una mañana, Elisenda estaba cortando rebanadas de cebolla para el almuerzo, cuando un viento que parecía de alta mar se metió en la cocina. Entonces se asomó por la ventana, y sorprendió al ángel en las primeras tentativas del vuelo. Eran tan torpes, que abrió con las uñas un surco de arado en las hortalizas y estuvo a punto de desbaratar el cobertizo con aquellos aletazos indignos que resbalaban en la luz y no encontraban asidero en el aire. Pero logró ganar altura. Elisenda exhaló un suspiro de descanso, por ella y por él, cuando lo vio pasar por encima de las últimas casas, sustentándose de cualquier modo con un azarosoaleteo de buitre senil. Siguió viéndolo hasta cuando acabó de cortar la cebolla, y siguió viéndolo hasta cuando ya no era posible que lo pudiera ver, porque entonces ya no era un estorbo en su vida, sino un punto imaginario en el horizonte del mar.
Ahora intenta responder la pregunta que hicimos antes de leer el fragmento haciendo un pequeño análisis literario del mismo. 
Para ayudarte a realizar el análisis de este fragmento que acabas de leer trata de responder primero estas preguntas que te guiarán en tu redacción final:
¿Cómo es el paisaje o el espacio que aparece en el cuento? ¿Qué piensas del personaje del viejo con alas? ¿Aparecen elementos o alusiones míticas en la historia?, ¿cuáles? ¿Hay algún cambio en las reacciones de los personajes hacia el viejo con alas? ¿El viejo sufre alguna transformación?, ¿cuándo esa transformación se produce? ¿Hay elementos mágicos o poco comunes en el cuento? ¿Cuál sería el tema principal? Al final ¿qué explicación le das tú a las alas del viejo?
Atención. Al concluir esta primera parte de la unidad deberás conocer los siguientes aspectos:
- Poder definir con tus palabras qué fue el boom.
- Conocer las novedades de este período en relación con la narrativa latinoamericana anterior.
- Conocer los elementos o tendencias que identifican las narrativas del boom.
- Analizar cuentos del boom y sus características
REFERENCIAS
DOCUMENTAL sobre el boom http://www.youtube.com/watch?v=CduCB4KN9-s
GÁLVEZ ACERO, M., 1984, La novela hispanoamericana del siglo XX. Madrid, Editorial Cincel.
LINDSTROM, Naomi. Twentieth-Century Spanish American Fiction. Austin: U of Texas, 1994.
SÁBATO, E., 1967, El escritor y sus fantasmas. Buenos Aires, Aguilar
SHAW, Donald L. (April, 1994), «Which Was the First Novel of the Boom?», The Modern Language Review 89 (2): 360–371, doi:10.2307/3735239, consultado el 2008-03-29
2.2 NARRATIVA ESPAÑOLA DE POSGUERRA
En el siglo XX, mientras que en América se gestaba y se escribían las obras del Boom, en España el arte y la literatura están regidos por uno de los períodos más oscuros de la historia de este país, la Guerra Civil española.
La Guerra Civil se produjo en España entre los años de 1936 a 1939 y sumió al país en un panorama devastador. Sus consecuencias marcaron la historia posterior de España. En lo demográfico hubo un aumento de la mortalidad y un descenso de la natalidad durante generaciones. En lo material está la destrucción de las ciudades, de la estructura económica y del patrimonio artístico. También en lo intelectual fue el fin de la denominada “Edad de Plata” de las letras y ciencias españolas. Las consecuencias políticas de la guerra fueron la represión y el exilio de los republicanos, condiciones que se perpetuaron mucho más allá de la prolongada posguerra. 
Durante el régimen del general Francisco Franco que duró desde 1939 hasta 1975 diferentes generaciones de escritores fueron influenciados de diferentes formas por este proceso histórico. Estudiaremos ahora las diferentes etapas de lo que se conoce como la narrativa española de posguerra. 
Fig. Imagen de los sobrevivientes de la Guerra Civil española
2.1 LA NARRATIVA ESPAÑOLA DE POSGUERRA
El período conocido como novela o narrativa española de posguerra, se viene aplicando a la narrativa producida en España durante el período comprendido entre 1939 a 1975, desde el año en que finalizó la guerra (1 de abril, 1939) al del fallecimiento del general Francisco Franco (20 de noviembre, 1975). Es muy difícil analizar la narrativa de posguerra en España. La narrativa en esta época siguió un desarrollo autárquico, estando al margen de la propia tradición nacional como también de las corrientes extranjeras. Otros motivos que interfieren son: las diferencias entre las tendencias de los escritores, la censura dentro y fuera de España, la gran cantidad de ismos que conviven este período y el gran número de obras literarias. 
Etapas en las que se divide la narrativa de posguerra
No obstante la gran diversidad, al estudiar la narrativa de este período la podemos clasificar en tres grupos: las novelas existenciales, las sociales y las estructurales. Las primeras, que aparece durante la década de los 40, se ocupaban de la existencia del hombre contemporáneo. Las segundas, creadas en los años 50, se encaminaban hacia el vivir de la colectividad en estados y conflictos que revelan la presencia de una crisis y la urgencia de una solución y finalmente, las escritas durante los años 60, que trataban del conocimiento de las personas mediante la explotación de la estructura de conciencia y de la estructura de todo su contexto social.
Después de los años sesenta y en adelante la narrativa española deja de responder a rasgos comunes y al igual que en América Latina, esa narrativa contemporánea se caracteriza por la variedad de modelos y la multiplicidad de temas.
CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES DE LAS OBRAS EN LAS TRES ETAPAS DE LA LITERATURA DE POSGUERRA
1. NOVELA EXISTENCIAL
Los representantes de la novela existencial vivieron la guerra como adultos. Sus temas se centran respectivamente en la enajenación, el desencanto y la busca de la autenticidad. Las acciones en que van concentrándose sus personajes no suelen formar pasos diseccionados a una meta, sino traspiés, vueltas, equivocaciones, caídas. 
Estas obras muestran todo o que hay de sórdido y terrible, así reflejan con crudeza los aspectos más desagradables, violentos y repulsivos de la España de aquella época. Presentan la cara sórdida y gris de la realidad. Sus personajes son seres inadaptados, solitarios y frustrados que muchas veces buscan, sin éxito, una salida a su desorientación y su vacío existencial.
Los personajes que ocupan el primer plano en estas novelas, y que pueden agruparse en la categoría de los violentos, los oprimidos o los indecisos, son presentados en situaciones de máxima tensión y extremo límite situando su existencia entre el vacío, la repetición y la inminencia de la muerte. Estas gentes claman, destruyen, violan, asesinan o matan el tiempo, recuerdan y aguardan.
	Camilo José Cela y Trolock (1916) es uno de los nombres más significativos de la novela española actual. La familia de Pascual Duarte, su primera obra (1942), constituye el primer intento de renovación dentro de la línea realista. Quizá sea el tema del determinismo el que rige la novela, no hace falta profundizar mucho para comprender que la miseria, el hambre, la desolación de los pueblos atrasados, el entorno en que vive, es lo que convierte a Pascual Duarte en víctima en lugar de verdugo. No obstante, el naturalismo de las descripciones que se narran en los aspectos más infrahumanos de los personajes, la acerca al tipo de obras que giran en torno de la violencia, no en balde se le adjudica a esta novela el inicio de una variante del realismo: el tremendismo.
2. NOVELA SOCIAL
El existencialismo de las primeras novelas de posguerra evolucionará en la década de los 50 hacia una literatura de denuncia social, hacia el vivir de la colectividad en estados y conflictos que revelan la presencia de una crisis y la urgencia de una solución.
Los escritores de este período, conocido también como generación de medio siglo, han nacido durante la guerra o en el período de posguerra y nunca habían vivido nada diferente a lo que estaban viviendo. Con un deseo de dar testimonio directo a una realidad social e histórica y con la esperanza de que sus obras pudieran contribuir a mejorar las condiciones de vida de las clases más pobres, el realismo social se bifurcará en dos tendencias: el “objetivismo” (novela sin narrador, articulada mediante diálogos),; y el “realismo crítico” (novela más explícita en la crítica). 
	La acción de la mayoría de estas novelas sociales es una “acción pasiva”. Los personajes (pacientes todos, esforzados muchos, comprometidos algunos), más que obrar lo que hacen es moverse y normalmente ni eso, se limitan a estar, a seguir estando: “No pasa nada. Aquí nunca pasa nada” es el “leit motiv” de todas ellas. Sus personajes se dibujan en la penumbrade estados conflictivos y decisiones vacilantes; son estados de pobreza impotente, aburrimiento, decaimiento paulatino o enajenación.
3. NOVELA ESTRUCTURAL
Inaugurada con la publicación de Tiempo de Silencio (1952) de Luis Martín Santos, donde se utilizan la segunda persona narrativa y se diseñan personajes individualizados, dicha novela supondrá un cambio con respecto a la narrativa anterior: a partir de ahora, los escritores empezarán a preocuparse por las técnicas narrativas, surgiendo así la novela experimental. Se tratará de una experimentación formal y tendrá generalmente las siguientes características:
• Argumento de poca importancia, salvo las anécdotas
• Personajes reducidos excepto el protagonista, cuya importancia se resalta con el monólogo interior
• Espacio impreciso y tiempo desordenado, con utilización de flash-backs
• Estructura compleja, con varias historias al mismo tiempo, final abierto, etc.
• Tratamiento del narrador: o bien omnisciente, o no hay (objetivismo), o en 1ª o 2ª persona, y con varios puntos de vista
• Estilo complicado, con sintaxis alterada, lenguaje coloquial y juegos ortográficos y tipográficos
Con el fin del régimen franquista en 1975 y la llegada de la democracia, surgirán diversidad de corrientes y tendencias (por ejemplo: novela histórica, novela intimista o del discurso reflexivo, novela experimental, meta-novela, novela erótica, novela de intriga, novela neorrealista). Esta novela compartirá con la novela contemporánea latinoamericana una gran diversidad de temas y técnicas narrativas y una profusión de autores y obras.
FRAGMENTO
Veremos ahora unos fragmentos de la novela tremendista La familia de Pascual Duarte (1942), de Camilo José Cela. Al final deberás responder unas preguntas.
Pascual Duarte, campesino extremeño hijo de un alcohólico, nos cuenta su vida mientras espera su propia ejecución en la celda de los condenados a muerte. Víctima de una inexorable fatalidad, Pascual Duarte es un ser primitivo y elemental dominado por la violencia, única respuesta que conoce a la traición y al engaño. Pero esa siniestra apariencia no es más que la máscara que oculta su incapacidad para luchar con la maldad de los demás y la desvalida impotencia que alberga en el fondo de su alma.
Los dos fragmentos de la novela La familia de Pascual Duarte, que leerás a continuación exponen momentos sórdidos de esta narrativa. Uno de ellos está relacionado con la infancia del personaje Pascual donde habla de su hermano Mario (capítulos 4 y 5), su vida y muerte. En el segundo fragmento, capítulo 19, se narra el asesinato de su madre. En el primero se describe las condiciones infrahumanas de la vida de Pascual y su familia, ya en el segundo el alma atormentada del protagonista hace que mate a su propia madre.
http://superivp.deviantart.com/art/La-Familia-de-Pascual-Duarte-54246742
La familia de Pascual Duarte
Fragmento Capítulos IV y V
Si Mario hubiera tenido sentido cuando dejó este valle de lágrimas, a buen seguro que no se hubiera marchado muy satisfecho de él. Poco vivió entre nosotros; parecía que hubiera olido el parentesco que le esperaba y hubiera preferido sacrificarlo a la compañía de los inocentes en el limbo. ¡Bien sabe Dios que acertó con el camino, y cuántos fueron los sufrimientos que se ahorró al ahorrarse años! Cuando nos abandonó no había cumplido todavía los diez años, que si pocos fueron para lo demasiado que había de sufrir, suficientes debieran de haber sido para llegar a hablar y a andar, cosas ambas que no llegó a conocer; el pobre no pasó de arrastrarse por el suelo como si fuese una culebra y de hacer unos ruiditos con la garganta y con la nariz como si fuese una rata: fue lo único que aprendió. En los primeros años de su vida ya a todos nosotros nos fine dado el conocer que el infeliz, que tonto había nacido, tonto había de morir; tardó año y medio en echar el primer hueso de la boca y cuando lo hizo, tan fuera de su sitio le fine a nacer, que la señora Engracia, que tantas veces fuera nuestra providencia, hubo de tirárselo con un cordel para ver de que no se clavara en la lengua. Hacia los mismos días, y vaya usted a saber si como resultas de la mucha sangre que tragó por lo del diente, la salió un sarampión o sarpullido por el trasero (con perdón) que llegó a ponerle las nalguitas como desolladas y en la carne viva por habérsele mezclado la orina con la pus de las bubas; cuando hubo que curarle lo dolido con vinagre y con sal, la criatura tales lloros se dejaba arrancar que hasta al más duro de corazón hubiera enternecido. Pasó algún tiempo que otro de cierto sosiego, jugando con una botella, que era lo que más le llamaba la atención, o echadito al sol, para que reviviese, en el corral o en la puerta de la calle, y así fue tirando el inocente, unas veces mejor y otras peor, pero ya más tranquilo, hasta que un día -teniendo la criatura cuatro años- la suerte se volvió tan de su contra que, sin haberlo buscado ni deseado, sin a nadie haber molestado y sin haber tentado a Dios, un guarro (con perdón) le comió las dos orejas. Don Raimundo, el boticario, le puso unos polvos amarillitos, de seroformo, y tanta dolor daba el verlo amarillado y sin orejas que todas las vecinas, por llevarle consuelo, le llevaban, las más, un tejeringo los domingos; otras, unas almendras; otras, unas aceitunas en aceite o un poco de chorizo... ¡Pobre Mario, y cómo agradecía, con sus ojos negrillos; los consuelos! Si mal había estado hasta entonces, mucho más mal le aguardaba después de lo del guarro (con perdón); pasábase los días y las noches llorando y aullando como un abandonado, y como la poca paciencia de la madre la agotó cuando más falta le hacía, se pasaba los meses tirado por los suelos, comiendo lo que le echaban, y tan sucio que aun a mí que, ¿para qué mentir?, nunca me lavé demasiado, llegaba a darme repugnancia. Cuando un guarro (con perdón) se le ponía a la vista, cosa que en la provincia pasaba tantas veces al día como no se quisiese, le entraban al hermano unos corajes que se ponía como loco: gritaba con más fuerzas aún que la costumbre, se atosigaba por esconderse detrás de algo, y en la cara y en los ojos un temor se le acusaba que dudo que no lograse parar al mismo Lucifer que a la Tierra subiese.
Me acuerdo que un día -era un domingo- en una de esas temblequeras tanto espanto llevaba y tanta rabia dentro, que en su huida le dio por atacar -Dios sabría por qué- al señor Rafael que en casa estaba porque, desde la muerte de mi padre, por ella entraba y salía como por terreno conquistado; no se le ocurriera peor cosa al pobre que morderle en una pierna al viejo, y nunca lo hubiera hecho, porque éste con la otra pierna le arreó tal patada en una de las cicatrices que lo dejó como muerto y sin sentido, manándole una agüilla que me dio por pensar que agotara la sangre. El vejete se reía como si hubiera hecho una hazaña y tal odio le tomé desde aquel día que, por mi gloria le juro, que de no habérselo llevado Dios de mis alcances, me lo hubiera endiñado en cuanto hubiera tenido ocasión para ello.
La criatura se quedó tirada todo lo larga que era, y mi madre -le aseguro que me asusté en aquel momento que la vi tan ruin- no lo cogía y se reía haciéndole el coro al, señor Rafael; a mí, bien lo sabe Dios, no me faltaron voluntades para levantarlo, pero preferí no hacerlo... ¡Si el señor Rafael, en el momento, me hubiera llamado blando, por Dios que lo machaco delante de mí madre!
Me marché hasta las casas por tratar de olvidar; en el camino me encontré a mi hermana -que por entonces andaba por el pueblo-, le conté lo que pasó y tal odio hube de ver en sus ojos que me dio por cavilar en que había de ser mal enemigo; me acordé, no sé por qué sería, del Estirao, y me reía de pensar que alguna vez mi hermana pudiera ponerle aquellos ojos.
Cuando volvimos hasta la casa, pasadas dos horas largas del suceso, el señor Rafael se despedía; Mario seguía tirado en el mismo sitio donde lo dejé, gimiendo por lo bajo, con la boca en la tierra y con la cicatriz más morada y miserableque cómico en cuaresma; mi hermana, que creí que iba a armar el zafarrancho, lo levantó del suelo por ponerlo recostado en la artesa. Aquel día me pareció más hermosa que nunca, con su traje de color azul como el del cielo, y sus aires de madre montaraz ella, que ni lo fuera, ni lo había de ser...
Cuando el señor Rafael acabó por marcharse, mi madre recogió a Mario, lo acunó en el regazo y le estuvo lamiendo la herida toda la noche, como una perra parida a los cachorros; el chiquillo se dejaba querer y sonreía... Se quedó dormidito y en sus labios quedaba aún la señal de que había sonreído. Fue aquella noche, seguramente, la única vez en su vida que le vi sonreír...
V
Pasó después algún tiempo sin que se desgraciara de nuevo, pero, como al que el destino persigue no se libra aunque se esconda debajo de las piedras, día llegó en que, no encontrándolo por lado alguno, fue a aparecer, ahogado, en una tinaja de aceite. Lo encontró mi hermana Rosario. Estaba en la misma postura que una lechuza ladrona a quien hubiera cogido un viento; volcado sobre el borde de la tinaja, con la nariz apoyada sobre el barro del fondo. Cuando lo levantamos, un hilillo de aceite le caía de la boca como una hebra de oro que estuviera devanando con el vientre; el pelo que en vida lo tuviera siempre de la apagada color de la ceniza, le brillaba con unos brillos tan lozanos que daba por pensar que hubiera resucitado al él morir. Tal es todo lo extraño que la muerte de Mario me recuerda...
Mi madre tampoco lloró la muerte de su hijo; secas debiera tener las entrañas una mujer con corazón tan duro que unas lágrimas no le quedaran siquiera para señalar la desgracia de la criatura... De mí puedo decir, y no me avergüenzo de ello, que sí lloré, así como mi hermana Rosario, y que tal odio llegué a cobrar a mi madre, y tan de prisa había de crecerme, que llegué a tener miedo de mí mismo. ¡La mujer que no llora es como la fuente que no mana, que para nada sirve, o como el ave del cielo que no canta, a quien, si Dios quisiera, le caerían las alas, porque a las alimañas falta alguna les hacen!
Capitulo XIX
Estaba todo bien preparado; me pasé largas noches enteras pensando en lo mismo para envalentonarme, para tomar fuerzas; afilé el cuchillo de monte, con su larga y ancha hoja que se parecía a las hojas del maíz, con su canalito que la cruzaba, con sus cachas de nácar que le daban un aire retador. Sólo faltaba entonces emplazar la fecha; y después no titubear, no volverse atrás, llegar hasta el final costase lo que costase, mantener la calma..., y luego herir, herir sin pena, rápidamente, y huir, huir muy lejos, a La Coruña, huir donde nadie pudiera saberlo, donde se me permitiera vivir en paz esperando el olvido de las gentes, el olvido que me dejase volver para empezar a vivir de nuevo.
La conciencia no me remordería; no habría motivo. La conciencia sólo remuerde de las injusticias cometidas: de apalear un niño, de derribar una golondrina... Pero de aquellos actos a los que nos conduce el odio, a los que vamos como adormecidos por una idea que nos obsesiona, no tenemos que arrepentirnos jamás, jamás nos remuerde la conciencia.
Fue el 10 de febrero de 1922. Cuadró en viernes aquel año, el 10 de febrero. El tiempo estaba claro como es ley que ocurriera por el país; el sol se agradecía y en la plaza me parece como recordar que hubo aquel día más niños que nunca jugando a las canicas o a las tabas. Mucho pensé en aquello, pero procuré vencerme y lo conseguí; volverme atrás hubiera sido imposible, hubiera sido fatal para mí, me hubiera conducido a la muerte, quién sabe si al suicidio. Me hubiera acabado por encontrar en el fondo del Guadiana, debajo de las ruedas del tren... No, no era posible cejar, había que continuar adelante, siempre adelante, hasta el fin. Era ya una cuestión de amor propio.
Mi mujer algo debió de notarme.
-¿Qué vas a hacer?
-Nada, ¿por qué?
-No sé; parece como si te encontrase extraño.
-¡Tonterías!
La besé, por tranquilizarla; fue el último beso que le di. ¡Qué lejos de saberlo estaba yo entonces! Si lo hubiera sabido me hubiera estremecido.
-¿Por qué me besas?
Me dejó de una pieza.
-¿Por qué no te voy a besar?
Sus palabras mucho me hicieron pensar. Parecía como si supiera todo lo que iba a ocurrir, como si estuviera ya al cabo de la calle.
El sol se puso por el mismo sitio que todos los días. Vino la noche..., cenamos..., se metieron en la cama... Yo me quedé, como siempre, jugando con el rescoldo del hogar. Hacía ya tiempo que no iba a la taberna de Martinete.
Había llegado la ocasión, la ocasión que tanto tiempo había estado esperando. Había que hacer de tripas corazón, acabar pronto, lo más pronto posible. La noche es corta y en la noche tenía que haber pasado ya todo y tenla que sorprenderme la amanecida a muchas leguas del pueblo.
Estuve escuchando un largo rato. No se oía nada. Fui al cuarto de mi mujer; estaba dormida y la dejé que siguiera durmiendo. Mi madre dormiría también a buen seguro. Volví a la cocina; me descalcé; el suelo estaba frío y las piedras del suelo se me clavaban en la punta del pie. Desenvainé el cuchillo, que brillaba a la llama como un sol.
Allí estaba, echada bajo las sábanas, con su cara muy pegada a la almohada. No tenla más que echarme sobre el cuerpo y acuchillarlo. No se movería, no daría ni un solo grito, no le daría tiempo... Estaba ya al alcance del brazo, profundamente dormida, ajena -¡Dios, qué ajenos están siempre los asesinados a su suerte!- a todo lo que le iba a pasar. Quería decidirme, pero no lo acababa de conseguir; vez hubo ya de tener el brazo levantado, para volver a dejarlo caer otra vez todo a lo largo del cuerpo.
Pensé cerrar los ojos y herir. No podía ser; herir a ciegas es como no herir, es exponerse a herir en el vacío... Había que herir con los ojos bien abiertos, con los cinco sentidos puestos en el golpe. Había que conservar la serenidad, que recobrar la serenidad que parecía ya como si estuviera empezando a perder ante la vista del cuerpo de mi madre... El tiempo pasaba y yo seguía allí, parado, inmóvil como una estatua, sin decidirme a acabar. No me atrevía; después de todo era mi madre, la mujer que me había parido, y a quien sólo por eso había que perdonar. No; no podía perdonarla porque me hubiera parido. Con echarme al mundo no me hizo ningún favor, absolutamente ninguno... No había tiempo que perder. Había que decidirse de una buena vez. Momento llegó a haber en que estaba de pie y como dormido, con el cuchillo en la mano, como la imagen del crimen... Trataba de vencerme, de recuperar mis fuerzas, de concentrarlas. Ardía en deseos de acabar pronto, rápidamente, y de salir corriendo hasta caer rendido, en cualquier lado. Estaba agotándome; llevaba una hora larga al lado de ella, como guardándola, como velando su sueño. ¡Y había ido a matarla, a eliminarla, a quitarle la vida a puñaladas!
Quizás otra hora llegara ya a pasar. No; definitivamente, no. No podía; era algo superior a mis fuerzas, algo que me revolvía la sangre. Pensé huir. A lo mejor hacía ruido al salir; se despertaría, me reconocería. No, huir tampoco podía; iba indefectiblemente camino de la ruina... No había más solución que golpear sin piedad, rápidamente, para acabar lo más pronto posible. Pero golpear tampoco podía... Estaba metido como en un lodazal donde me fuese hundiendo, poco a poco, sin remedio posible, sin salida posible. El barro me llegaba ya hasta el cuello. Iba a morir ahogado como un gato... Me era completamente imposible matar; estaba como paralítico.
Di la vuelta para marchar. El suelo crujía. Mi madre se revolvió en la cama.
-¿Quién anda ahí?
Entonces sí que ya no había solución. Me abalancé sobre ella y la sujeté. Forcejeó, se escurrió... Momento hubo en que llegó a tenerme cogido por el cuello. Gritaba como una condenada. Luchamos; fue la lucha más tremenda que usted se puede imaginar. Rugíamos como bestias, la baba nos asomaba a la boca... En una de las vueltas vi a mi mujer, blanca como una muerta, parada a la puerta sin atreverse a entrar. Traía un candil enla mano, el candil a cuya luz pude ver la cara de mi madre, morada como un hábito de nazareno... Seguíamos luchando; llegué a tener las vestiduras rasgadas, el pecho al aire. La condenada tenía más fuerzas que un demonio. Tuve que usar de toda mi hombría para tenerla quieta. Quince veces que la sujetara, quince veces que se me había de escurrir. Me arañaba, me daba patadas y puñetazos, me mordía. Hubo un momento en que con la boca me cazó un pezón -el izquierdo- y me lo arrancó de cuajo.
Fue el momento mismo en que pude clavarle la hoja en la garganta...
La sangre corría como desbocada y me golpeó la cara. Estaba caliente como un vientre y sabía lo mismo que la sangre de los corderos.
La solté y salí huyendo. Choqué con mi mujer a la salida; se le apagó el candil. Cogí el campo y corrí, corrí sin descanso, durante horas enteras. El campo estaba fresco y una sensación como de alivio me corrió las venas.
Podía respirar...
Actividad. Responde a las preguntas
Has acabado de leer dos fragmentos de la novela La familia de Pascual Duarte, ahora responde.
1. ¿Qué serie de desgracias van marcando la vida de Mario? 
2. ¿Qué facetas contradictorias de la personalidad de la madre se muestran a propósito de este episodio? 
3. ¿De qué manera influye Don Rafael en el comportamiento de Pascual?
4. ¿Qué relación tiene la muerte de Mario con la estética del tremendismo?
5. ¿De qué manera intenta autoconvencerse de que no sentirá ningún arrepentimiento? ¿Crees que es sincero?
6. La escena del asesinato de la madre es una de las más cruentas de la historia de la literatura española. ¿De qué manera intervienen el azar y la casualidad en el crimen? ¿Qué detalles de la descripción resultan especialmente violentos y desagradables?
7. ¿Qué sensación final se impone en Pascual tras cometer el asesinato?
Atención. Al concluir esta segunda parte de la unidad deberás conocer los siguientes aspectos:
- Conocer el período que abarca la narrativa española de posguerra.
- Conocer las etapas que conforman este período.
- Conocer las características de estas etapas.
- Analizar ejemplos del tremendismo en la obra La familia de Pascual Duarte.
REFERENCIAS
CELA, Camilo José. La familia de pascual Duarte. Barcelona: El Mundo, 2001.
SOBEJANO, Gonzalo. La novela española contemporánea 1940- 1995 (Doce estudios), Madrid: Marenostrum, 2003
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