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Discurso-pedagogico-e-infancia--la-formacion-de-una-realidad-sui-generis

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
FACULTAD DE ESTUDIOS SUPERIORES “ARAGÓN” 
PROGRAMA DE DOCTORADO EN PEDAGOGÍA 
 
 
 
 
 
 
DISCURSO PEDAGÓGICO 
E INFANCIA: LA FORMACIÓN DE UNA 
REALIDAD SUI GENERIS 
 
 
 
 
TESIS QUE PARA OBTENER EL GRADO 
DE DOCTOR EN PEDAGOGÍA 
P R E S E N T A 
 
Gerardo Meneses Díaz 
No. Cta. 7808836-4 
 
ASESORA: 
DRA. MARÍA DE LA LUZ TORRES HERNANDEZ 
 
 
 
San Juan de Aragón, México 2008
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UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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Tal como Nietzsche vio en su máxima obra 
un libro para todos y para nadie. 
Este humilde trabajo pertenece a quien lo quiera leer 
y se arme de paciencia. 
Está dedicado a quienes no creen en las dedicatorias. 
A los pedagogos, no obsesivos, de tiempo completo. 
A ti, que sonríes ahora. 
A todos y cada uno de mis seres queridos, 
mi familia cercana e íntima. 
A la infancia y su lucha por los no silencios. 
A los niños. A la risa, a los sueños. 
A la memoria de César Carrizales. 
A nuestros muertos, irremplazables. 
A mis amigos, del rock, de la academia, de la existencia. 
A mis maestros, los verdaderos. 
A todo lo que encierra Lucerna DIOGENIS. 
A los amantes de las causas perdidas. 
Al lado oscuro del corazón y las alas del deseo. 
A The Beatles, réquiem in pace. 
A la Pedagogía y la FES-Aragón. 
A la rebeldía (no fashion). 
A la música. 
Los dioses que comprenden; 
a la diversidad y a todos nosotros. 
 
 
Mi agradecimiento tendría que nombrar toda la tolerancia: 
paciencia, tiempo, distancia, desánimo, militancia en la escritura, 
ausencia, de quienes siempre me apoyan. 
 
 
 
Toda mi gratitud y aprecio a los doctores: 
 
Helí Morales Ascencio, 
Azucena Rodríguez Ousset, 
Juan Manuel Piña Osorio, 
Marco Eduardo Murueta Reyes 
 
y, muy especialmente, a la 
 
Dra. Ma. de la Luz Torres Hernández 
 
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ÍNDICE 
 
 
Página 
 
 
Introducción 1 
 
1. Simpatía por la infancia 1 
2. Precisiones teórico-metodológicas 2 
3. Realidades de la infancia 8 
4. Aproximaciones a un estado de conocimiento de la infancia como realidad 
pedagógica 23 
 
CAPÍTULO I. DEBATE HISTORIOGRÁFICO SOBRE EL CONCEPTO DE INFANCIA 57 
 
CAPÍTULO I. DEBATE HISTOTIOGRÁFICO SOBRE EL CONCEPTO DE INFANCIA 59 
I.1. El sentimiento de la infancia: de la sociabilidad a la escolarización 61 
I.2. La historia de la infancia: una pesadilla de la que aún no hemos logrado despertar 105 
I.3. Los niños olvidados. La mirada de Linda Pollock 113 
I.4. Dialéctica de la sensibilidad hacia la infancia. Las aportaciones de Georges 
Snyders 120 
I.5. Mínima reflexión 130 
 
CAPÍTULO ii. DISCURSO PEDAGÓGICO E INFANCIA 133 
 
CAPÍTULO II. DISCURSO PEDAGÓGICO E INFANCIA 135 
II.1. Del pecado original a la modernidad 141 
II.2. Rousseau, el buen salvaje y la invención del niño 195 
II.3. Otras metáforas de la infancia en el discurso pedagógico 243 
II.4. Crítica de las metáforas racionalistas de la infancia 310 
 
Capítulo III. Voces, imágenes, sujetos 443 
 
CAPÍTULO III. VOCES, IMÁGENES, SUJETOS 445 
III.1. Ensayo de una estética de lo infantil 448 
III.2. La voz del mercado y el kitsch de la infancia 485 
III.3. Para una pedagogía de la otredad 536 
 
Palabras finales y epílogo 599 
 
Palabras finales 601 
Epílogo 607 
 
BIBLIOGRAFÍA Y ANEXOS 611 
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1
INTRODUCCIÓN 
 
La infancia ha sido fijada 
en el revelado de su propia imagen 
 
Eva Giberti 
 
 
1. SIMPATÍA POR LA INFANCIA 
 
 
os niños ríen, lloran, juegan, se asustan, saltan, corren, son. Todo en 
ellos tiene rostro de intensidad, pues en su ser se potencia lo humano; 
son crueles y también lo contrario, son tiernos hasta lo increíble. Son con nosotros 
y son solos, son entre ellos y sin nosotros. Son como nosotros y somos como 
ellos, pero también nos niegan y los negamos, permanentemente. Imitan y crean, 
consumen y destruyen, se atemorizan pero también se arriesgan, se enamoran y 
olvidan. Se hacen adultos a su pesar o no. 
 
La diversidad de infancias es tan inagotable que su comprensión parece 
imposible. Los niños son enigma y transparencia, son paradoja y metáfora, son lo 
que no queremos recordar y también lo que soñamos, son de una complejidad 
estridente, directamente proporcional a lo atrofiado de nuestros sentidos. Los 
creamos a fuerza de arbitrariedades, justo como lo hicieron con nosotros antes de 
que olvidáramos. En ellos nos vemos, aunque también nos negamos a vernos. 
Habitan el lugar inasible de la imaginación, tan poblada de héroes y ficciones 
como de monstruos y bomberos del deseo. 
 
Simpatía por la infancia, es una frase hurtada a la contracultura, lúdica y 
mágica alguna vez, hoy anulada por el peso de los acontecimientos. Los Rolling 
Stones profesaban su herejía a la moral del capitalismo apelando al exotismo de lo 
occidental, representando la otredad negada y “salvaje”: los tambores del 
continente negro, de lujuria y trasgresión afro, simpatía por el diablo, por el pobre 
diablo. Por supuesto, los diablillos transgresores son incluidos en el carnaval que 
celebra la sensualidad musical de los instantes, la espontaneidad juguetona, el 
berrinche ante la finitud de la diversión; la estentórea risotada ante horizontes no 
dibujados ni precisos. 
 
La simpatía por la infancia, por esos locos bajitos, hoy parece herejía. 
Sobre todo porque ha sido reducida a recurso: de la política —no hay político en 
campaña que no cargue y bese a un niño, buscando la aprobación de los 
votantes; para exorcizar nuestra angustia —salvar un matrimonio, tener una razón 
de vivir, a quien cuidar, en quien trascender; blanco de poder —a ella va dirigida 
toda la educación, todas las estrategias de futuro, el relato de nuestra falsas 
epopeyas; y, hasta de biopoder —poderosas maquinarias habrán de administrarlo, 
de intervenir su cuerpo, de acotar su subjetividad. Además, la publicidad usa a la 
L
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2
infancia y se dirige a la infancia; una cesión de voluntad a un otro al que se dice 
amar pero también se le teme —la soberanía individualista, hoy día, inicia por una 
infancia sobreprotegida. La infanciaes el gran silencio. Una perversión surgida de 
nuestra propia infancia y de la de aquellos que nos educaron. Es modernidad y 
pasado, conservadurismo y radicalismo, muerte y vida, metafísica y espacio para 
pretextar pedagogía; es apertura (jecto) y lanzamiento (pro-yecto), es nuestro ser 
y tiempo, pero también sus carcajadas y sus sombras. Bromas y lágrimas, colores 
y globos, obscenidades y asombros, nostalgia y utopía, contracultura y 
postmodernidad, distopía y escenario de guerras; sexualidad escandalosamente 
irredenta. Lo que miran nuestras manos y palpan nuestros ojos: el torbellino de la 
poética. 
 
 
2. PRECISIONES teórico-METODOLÓGICAS 
 
“La ‘invisibilidad’ de la infancia es real, 
y de ahí a desconocer cuál es su situación 
no hay más que un paso: lo que no se conoce 
no es objeto de estudio ni de preocupación, 
ni de prioridad presupuestaria”. 
 
Ignacio de Senillosa 
 
La presente investigación, gira en torno al problema de la construcción 
histórica de una forma de producción social de conocimiento, la referida al 
discurso de la pedagogía. Lo hace sobre la base de problematizar un concepto y 
la realidad que el mismo es capaz de sintetizar: el concepto de infancia. Concepto 
clave de la pedagogía, pero también, concepto poblado de imágenes y de 
enigmas, de adjetivos y metáforas, de discursos y prácticas, de extrañas 
amalgamas que vienen de lejanos tiempos y de relampagueantes sentidos, de 
dispositivos y alianzas.1 
 
Metáfora en sí misma, la infancia condensa tiempos y fuerzas, historias y 
procesos, prácticas e imaginarios, poder y deseo; connota y denota, significa y 
tensa. Es homologación, acompañada siempre de alguna entidad que se pretende 
poseedora de su desciframiento. Pero transparentar lo infantil es imposible, en 
tanto se trata de una idea relacionada con el tiempo, nunca permanece estable, su 
destino es tener dentro de sí la permanente transformación de su sentido, la 
infancia siempre es cambiante: ahora emerge con una fuerza inusitada, mañana 
se anuncia su agonía. 
Basta reconocer que la metáfora se origina teniendo “su base en el tabú”,2 
para afirmar que como concepto y como objeto, como figura o problema, la idea 
 
1 Para una mayor comprensión del tropo o figura retórica llamada metáfora, se recomienda Martínez-Dueñas, 
J. L. La metáfora, Octaedro, Barcelona, España, 1993; también García, J. M. La metáfora de Borges, FCE, 
Madrid, España, 2003. 
2Mercenario, M. “La metáfora como evasión del poder”, en Medina, R. Discurso y persuasión, ENEP-
Acatlán, UNAM, México, 2003. Dice Mercenario: “Si la lengua nos muestra siempre la manera en que una 
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3
de infancia encierra y encubre secretos y revelaciones imbricadas con las 
relaciones y las pasiones humanas más diversas; la historia misma de lo 
humanidad tiene su domicilio en la comprensión de cómo se fue construyendo el 
universo infantil y de cómo este inagotable cosmos ha dejado sus marcas 
poderosas e imborrables en la propia constitución de lo humano. 
 
No hay persona que no haya transitado por la infancia, lo que hay es olvido; 
lo que hay es una compleja historia de forcejeos alrededor del sentido de la 
infancia, realidad que a pesar de ser concebida como menor, no lo es. Por si fuera 
poco, lo que hay es amnesia e invisibilidad de un sujeto sui generis y de los 
procesos de su formación, la del sujeto de la infancia, sujeto pedagógico por 
excelencia, aunque también sujeto de otros múltiples discursos, los de la 
historiografía, de la estética, del amor, del mercado, de la ética, del psicoanálisis, 
del arte, de lo administrable, y de las pedagogías abiertas al enriquecimiento 
transdiscursivo y a las opacidades ligadas a lo indecible. 
 
¿Por qué siendo la infancia un asunto tocado por tantos discursos su 
presencia está obnubilada? 
 
Ésa es la cuestión. Lo infantil es maleable, escurridizo, casi entelequia: es 
todo y nada, es y no es, habla y no. Se trata de una construcción de manufactura 
lenta, diversa, múltiple; parece ser una invención y también parece que se ha 
inventado su invención. La infancia insinúa un horizonte difuso, vacuo, complejo. 
Y, cuando se le mira como una clave para pensar los alcances de la discursividad 
y las prácticas de la construcción de sujetos, o los múltiples sentidos pedagógicos 
que conlleva, se torna una realidad destellante, laberíntica, más aún si se 
reconocen los límites que toda episteme tiene para dar cuenta de lo imposible, de 
aquello que no puede articularse en el lenguaje, de esa infancia perenne que 
descoloca toda voluntad de saber. 
 
Acotados por esa infranqueble frontera, y con el propósito de dar cuenta de 
la complejidad que evoca el concepto de infancia y de sus múltiples articulaciones 
con el conocimiento como praxis social, para efectos del presente trabajo se 
otorga una enorme importancia a la idea de descentralización del sujeto, 
 
sociedad comprende su realidad, entonces en las palabras también subyacen tantos deseos como miedos 
colectivos; y así como existen hechos, momentos u objetos cuya referencia resultaba agradable a la 
comunidad, había otros no deseados, pero que, por otro lado, resultaban ineludibles: las catástrofes 
provocadas por los fenómenos naturales, por ejemplo. Desde esta perspectiva, si bien el hombre no podía 
modificar el poder adverso de la naturaleza, pues ésta se le impone inevitablemente, podía por otra parte 
alterar lo que quedaba en su conciencia de aquélla, a través de su propia facultad denominativa. Se requería, 
pues, de una vía por medio de la cual, si bien se hiciera alusión al objeto sobre el que había recaído el tabú, 
también permitiera la suspensión de algunas de sus características para compensarlas con las de otro u otros 
objetos menos desagradables y que, finalmente, matizaran la idea general de la experiencia en torno de tal 
objeto; surge entonces la metáfora”. 
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4
sugerencia metodológica devenida del pensamiento genealogista, de crítica 
epistémica como la que aquí se intenta.3 
 
Como puntualmente lo explica Popkewitz: 
 
“Al estudio del conocimiento como una práctica social, algo de lo que y 
hemos tratado antes, se le ha dado en llamar ‘descentralización del sujeto’. El 
objetivo de la descentralización del sujeto es el de comprender cómo está 
constituido en un campo en el que se relaciona conocimiento y poder. No se trata 
de eliminar sujetos procurando cambiar sus mundos, sino de dar especificidad 
histórica a los sistemas de ideas que encierran e interiorizan la ‘razón’ y ‘la 
persona razonable’ durante el proceso de buscar alternativas. La descentralización 
del sujeto también nos permite problematizar nuestra relación con los modos 
actuales de razonamiento por medio del examen histórico de cómo está 
constituido un ‘si mismo’ autónomo. Un enfoque de sujeto descentralizado situaría 
la diferencia como la de estudiar la negrura en lugar de los negros, la feminidad en 
lugar de las mujeres, la homosexualidad en lugar de los homosexuales y la 
infancia en lugar de los niños. La descentralización del sujeto consiste, por tanto, 
en centrar la atención sobre los sistemas de ideas como prácticas históricas a 
través de las cuales se hallan construidos los objetos del mundo y se convierten 
en sistemas de acción”.4 
 
A lo largo de las siguientes páginas han de observarse tanto la imperfección 
como la plasticidad de los sistemas de pensamiento referidos a la construcción de 
la infancia en Occidente y su presencia en el discurso pedagógico, sus tendencias 
y regularidades, el peso de los acontecimientos históricos en ellos y viceversa. Se 
intenta un trabajo de investigación de corte epistémico, alrededor de la 
construcción del discurso pedagógico y de las realidades que éste construye, bajoel entendido de que el discurso construye realidad, y ello obliga a atender “la 
construcción de la realidad y la realidad de la construcción”.5 
 
3 Por pensamiento genealogista se entiende aquí una forma particular de estudiar la realidad, adscrita a la 
genealogía, una perspectiva consistente en desmantelar los puntos ciegos y las prácticas de poder que 
imponen sentido. Es una propuesta que tiene en la obra de Michel Foucault a su más sólido representante. Su 
planteamiento “es heredero de los trabajos de Nietzsche, Durkheim y Max Weber. Foucault trata de definir el 
régimen de materialidad de los discursos, es decir, de analizarlos en el interior de todo un entramado de 
relaciones materiales y simbólicas en conexión con prácticas discursivas y no discursivas”. Varela, J. y F. 
Álvarez-Uria. Genealogía y sociología. Materiales para repensar la modernidad, Ediciones El cielo por 
asalto, Buenos Aires, Argentina, 1997, p.44. La bibliografía para ahondar en esta perspectiva es amplia, baste 
mencionar entre la irremplazable: Nietzsche, F. Genealogía de la moral, Alianza, España, 1999. Foucault, M. 
Vigilar y castigar. El nacimiento de la prisión, Siglo XXI, México, 1985. Foucault, M. Genealogía del 
racismo, La piqueta, España, 1997. 
4 Popkewitz, T. S. y M. Brennan. “Reestructuración de la teoría social y política en la educación: Foucault y 
una epistemología social de las prácticas escolares”, en Popkewitz, T. S. (et al.) El desafío de Foucault. 
Discurso, conocimiento y poder en educación, Pomares-corredor, Barcelona, España, p. 25 
5 Durhams, J. y E. Rothenbuhler. “Más allá del temor a las imágenes. La realidad de la construcción”, en 
Veyrat-Masson, I. y D. Dayan (et al.). Espacios públicos en imágenes, Gedisa, Barcelona, España, 1997 
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5
De acuerdo con lo anterior, la óptica de análisis que inspira a la presente 
investigación se interesa por las articulaciones entre el saber y el poder, entre la 
historia, la política y el conocimiento; entre la construcción de discursos y 
prácticas, de sentidos y acciones, de formas de estar en el mundo y de 
legitimarlas; esto es, del ir y venir entre los actos y los saberes, entre las palabras 
y las cosas. Su énfasis está puesto en el acercamiento a los discursos que aluden 
a la idea de infancia, precisamente para tratar de compenetrarse en las coyunturas 
que fueron delineando la diversidad de sentidos que ésta posee. 
 
Es una perspectiva epistémico-metodológica desde la cual se examinan las 
formas en que explícitamente se dice lo infantil en los debates sobre la historia, en 
los planteamientos de grandes pensadores de la pedagogía, en las nuevas 
ordenaciones de sentido que el mundo está experimentando en la actualidad. 
 
Precisamente, es ese el quid de la cuestión, la principal proposición de 
sentido de esta tesis es que la infancia ocupa el vértice o está al centro de al 
menos tres grandes debates: el historiográfico, el pedagógico, el de la condición 
postmoderna y sus apreciaciones ético-estéticas ante la modernidad, como se 
representa en el Esquema1, donde puede apreciarse parte del orden analítico a 
seguir en el presente trabajo. 
 
Tal como lo ilustra el esquema, el concepto de infancia aparece en el marco 
de tres entretejidos debates: 
 
1) El historiográfico o del tiempo, puesto que la infancia ha sido concebida 
como una edad, etapa, tiempo, articulado con un tiempo de mayor espesura: la 
historia, la vida; 2) el pedagógico (o de la formación), en el entendido de concebir 
al discurso pedagógico como un proyecto de formación que tiene en la infancia a 
su sujeto particular por excelencia; 3) el contemporáneo (o de la actualidad), 
referido a la interpretación del presente que, para Occidente, está en franca 
tensión entre modernidad y posmodernidad, con numerosos signos de índole ética 
y estética abiertos a la discusión; debates en medio de los cuales queda inmersa 
la infancia, en su conceptuación, en su existencia concreta, en su cotidianidad, en 
los proyectos que para ella se construyen, en su visibilidad esporádica y en su 
invisibilidad insistente.6 
 
 
6 Puede afirmarse como un rasgo de la modernidad lo que Habermas llama “conciencia en discordia consigo 
misma”, esto es a raíz de la instauración del proyecto histórico que la modernidad representa el presente 
estará en inagotable renovación y crítica. A pesar de ello son de llamar la atención los nuevos rostros que 
están participando en su caracterización: Sistema-mundo, Globalización, Neoliberalismo, Imperio, Sociedad 
de la información, Tardomodernidad, Colonialidad, Sociedad del conocimiento, Posmodernidad, etc. Cfr. 
Habermas, J. El discurso filosófico de la modernidad, Taurus, Madrid, España, 1991. Accorinti, S. De la 
filosofía para niños a la filosofía con tod@s, Lucerna Diogenis, México, 2002. Lander, E. La colonialidad 
del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, CLACSO, Bs. As., 
Argentina, 1993, Hardt, M. y A. Negri. Imperio, Paidós, España, 2002. 
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6
 Desde luego, es un cambiante vértice, abierto a las significaciones que 
construyen los actores sociales, los contextos, el acaecer de los procesos 
histórico-culturales de larga data o de improntas incontenibles, es la historia 
misma de los individuos, los grupos, las luchas, la mismidad y la alteridad, la 
repetición y la diferencia. Y, cuidando toda exageración, en la batalla por las 
concepciones de la infancia parece proyectarse una guerra por el orden social y su 
porvenir. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Esquema 1. Circunscripción del concepto de infancia 
 
Metodológicamente hablando, cabe una precisión más, la convicción de que 
el concepto de infancia requiere ser examinado tanto como abstracción, y también 
con relación a las prácticas y situaciones concretas en las que se objetiva, además 
de lo inasible de su condición existencial. Son dimensiones entreveradas que 
asumen formas específicas, aunque abiertas al contexto en el que se insertan. 
 
No obstante, en este trabajo sólo se apela a la primera dimensión, la 
conceptual, pues el interés central es cómo se fue cimentando el discurso 
pedagógico sobre la plataforma de la construcción simultánea de su sujeto, la 
infancia: sujeto virtual, pretexto, cortina de humo, bastión de la organización 
socioeconómica, blanco de poder, centro ficticio de la conformación de ficciones, 
mosaico inasible, discontinuidad, enigma, pánico. 
 
Complementando lo anterior, y siguiendo a Narodowski, es posible 
encontrar “dos fenómenos complementarios: por un lado, la infancia es la clave de 
la existencia de la pedagogía en tanto discurso; por otro, es imposible comprender 
el proceso de construcción de una infancia moderna sin considerar el discurso 
 
 
 INFANCIA 
 
 
 
 
 
 
 
 DEBATE 
PEDAGÓGICO 
 
DEBATE 
HISTORIOGRÁFICO 
 
 DEBATE 
MODERNIDAD/ 
POSTMODERNIDAD 
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7
pedagógico (y el de la psicología del niño y el de la pediatría) como operador y 
dador de sentidos acerca de la infancia”.7 
 
De ahí el interés de acercarse a las construcciones discursivas de la 
infancia y la pedagogía, desde la idea de los cuidados del alma infantil, sin 
menoscabo de las significaciones de su corporeidad, hasta el momento actual en 
que hay quienes afirman que asistimos a la muerte de la infancia, intrínseca a la 
muerte misma de la pedagogía. 
 
El contenido del presente trabajo se aboca a un esfuerzo de indagación, 
análisis y discusión de los ámbitos que —según el esquema— aproximan una 
visión de las relaciones entre el discurso pedagógico y la infancia. Cada uno de 
estos ámbitos da lugar a un momento de interpretación, en forma de capítulo, 
dentro del cuerpo del trabajo. Esto significa que no se trata de cuestiones 
desligadas, sino, por el contrario, cada una de ellas es partícipe de ladensidad del 
problema en cuestión, la mutua implicación entre infancia y pedagogía, cómo una 
participa de la construcción de la otra, en marcos epocales y geopolíticos. 
 
En ese sentido, el primer capítulo del presente trabajo se centra en el 
debate historiográfico sobre la infancia, a partir de reconocer la relevancia de éste 
en la activación de un pensamiento interesado en ir más allá de los discursos 
hegemónicos acerca de la infancia, enfoques predominantemente psicologistas y 
ahistóricos. El capítulo explora las tesis centrales de pensadores clave de la 
historiografía sobre la infancia: Ariès, De Mausse, Pollock y Snyders, quienes 
desde referentes específicos de teorías de la historia —genealogía, psicogénesis, 
evolucionismo y marxismo, respectivamente— sostienen un acalorado debate 
gracias al cual es posible observar: 1) cómo si bien existen discursos muy 
antiguos sobre la niñez, la sensibilidad hacia lo infantil como objeto de análisis y 
estudio es, más bien, reciente; 2) en toda perspectiva historiográfica sobre la 
infancia subyace una interpretación del devenir humano y un proyecto de sociedad 
a alcanzar. 
 
El segundo capítulo se concentra en lo que da nombre a la presente 
investigación, lo referido a la relación discurso pedagógico e infancia; por 
consiguiente, tiene un papel central dentro del trabajo. Se exploran las coyunturas 
más significativas en el decurso de la mutua afectación entre pedagogía e 
infancia. Se pone énfasis en el pensamiento y aporte de los clásicos de la cultura 
pedagógica y en la marca que traza su concepción de lo infantil. El capítulo 
aventura sus hallazgos siguiendo una ruta que va de la Antigüedad a la condición 
posmoderna o postcolonial del presente. Encuentra ahí un proceso de 
secularización racional que hará que la infancia pase del pecado original a su 
invención moderna, deudora de las metáforas de la Edad de Oro y del buen 
salvaje, hasta entrar en el marco de las metáforas empleadas por los pensadores 
 
7 Narodowski, M. Después de clase. Desencantos y desafíos de la escuela actual, Novedades educativas, 
Argentina, 1999. 
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8
de la escuela nueva —idealizadores de lo infantil—, y de la psicopedagogía como 
discurso de control de los cuerpos infantiles. 
 
No escapa a la exploración del devenir de la pedagogía, el surgimiento de 
perspectivas de la infancia no rendidas a la ciencia o a la modernidad, 
desconfiadas incluso de la pedagogía —como Nietzsche, Freud, Lacan y 
Foucault—, entre inéditas e inasibles, pero alentadoras de formas de resistencia y 
de transgresión a las sujeciones que someten lo infantil. 
 
Precisamente esos discursos dan pauta a un capítulo tercero, de cierre 
momentáneo al trabajo, donde se intenta dar voz a algunos de los tópicos de la 
polémica modernidad (en crisis)-posmodernidad; debate decisivo para las 
transformaciones de la infancia y la comprensión de sus perspectivas en el 
horizonte de la historia y la pedagogía. Específicamente, el capítulo se adentra en 
las tensiones entre el mundo de la estética y el Mercado, finalizando con la 
necesidad de plantear el problema de la alteridad u otredad, como elemento a ser 
tenido en cuenta para una reescritura de la discursividad de la pedagogía y de sus 
sujetos; reescritura donde se resignifiquen las prácticas y las concepciones, 
aunque sea para atisbar lo imposible: el desencuentro entre lo inasible del enigma 
que la experiencia infantil supone y la modelización que de ésta hacen el discurso. 
 
Empero, este interés por lo conceptual y lo discursivo está pensado como 
antesala a la reflexión a propósito de las condiciones de vida de la sociedad 
entera, de las relaciones humanas en general y de lo propio que en ambas 
cuestiones vive la niñez en particular. 
 
Es por ello que a continuación se hará referencia al estado concreto que la 
infancia está enfrentando en el presente y a una suerte de estado del arte del 
problema de investigación aquí bosquejado, puesto que la necesidad de colaborar 
en la reflexión de la realidad de las niñas y los niños sobre el intento de desmontar 
el poder de algunos discursos que participan de la misma, es la finalidad de este 
trabajo y de los muchos que sobre el tema, día con día vienen apareciendo. 
 
 
3. REALIDADES DE LA INFANCIA 
 
“Los niños son víctimas de una sociedad 
que se muestra cada vez más agresiva con ellos, 
pero el tema del abuso y el maltrato a la infancia 
no es prioridad gubernamental, al grado que 
las propias autoridades los practican”. 
 
 Gerardo Albarrán 
 
 
“Barney es un dinosaurio que vive en las cantinas, que fuma marihuana y 
se inyecta cocaína”. 
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9
Así parodia Aaleth el jingle publicitario de un popular programa infantil de la 
televisión. No, no es hijo de narcos, ni vive en una ciudad perdida. Es un niño de 
apenas siete años, que vive en una ciudad cualquiera de este país, un niño para el 
que la letra de esa canción, muy probablemente no tiene el mismo significado que 
para los adultos; canción cuya lírica refleja, el espíritu de la época que, no sólo a 
Aaleth, sino a nuestra infancia completa, les ha tocado en suerte vivir. 
 
Época de narcopoder y de violencia, donde los compases y armonías del 
otrora grillito cantor han quedado desvanecidos por este enrarecido canto que 
nadie sabe dónde surgió, que nadie entiende si fue inventado dolosa o 
circunstancialmente, del que todo mundo ignora si es himno de fiesta, simple 
humor negro o, lo que sería más grave, si busca persuadir, o si, a pesar de no 
buscarlo, induce al consumo de drogas. 
 
No se necesita ser muy agudo para percibir el desenfado con que la 
canción propone una complicidad entre evasión-diversión como jovial escapatoria, 
como forma de alivio ante el vacío al que la existencia parece condenada en un 
mundo de crisis permanente. Crisis que daña drásticamente a la población en 
general, y hace mella en la población infantil en particular, la que, según cifras 
arrojadas por el censo nacional de 1995, representaba el 38.5% de la población 
total del país, cuya distribución se estimaba en los términos siguientes: 
 
GRUPOS DE EDAD TOTAL HOMBRES MUJERES
TOTAL 35146240 17800933 17345306 
0-4 11 504 487 5 839 734 5 664 753 
5-9 1 918 632 6 041 502 5 877 130 
10-14 11 723131 5 919 697 5 803 423 
 
Esquema 2. Distribución de la población infantil por grupos de edad y sexo, 1995.8 
 
Por hablar simplemente en términos de la economía nacional, en “1989 los 
‘pobres extremos’ representaban el 16% de la población, en 1993 eran, a pesar 
del ‘combate a la pobreza’ del Pronasol, el 31%, y a fines de 1995 e inicios de 
1996 representaban ya ¡el 50 por ciento!”.9 
 
8 Efernod, M. "Los jóvenes en México", en Revista JOVENes, Cuarta época, año 1, N° 1, México, 1996, p. 
13. La fuente consultada por la autora fue el XI Censo General de Población y Vivienda, realizado por el 
INEGI. 
9 Manrique, I. [et al]. La niñez en la crisis, Instituto de investigaciones económicas, Cambio XXI, México, 
1996, p.17. “En México, el Consejo Consultivo del Programa Nacional de Solidaridad informó en 1991 que 
cerca del 40% de la población estaba por debajo de los mínimos nutricionales y que más de la tercera parte 
de las muertes por ese motivo se hubieran evitado con servicios médicos adecuados”. 
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10
De acuerdo con Irma Manrique, “la magnitud del atraso manifiesto desde 
los años ochenta —a los que con razón se les denominan ‘la década perdida’, por 
sus harto conocidas características de profunda recesión e irrefrenable inflación— 
se ha reflejado con crudeza en ese proceso de deterioro tan doloroso que ha 
sufrido la mayor parte de la población mexicana, cuyo efecto se vio potenciado en 
su niñez y otros grupos desvalidos de la sociedad al empeorar sus ya de por sí 
precarias condiciones materialesa causa de ese sesgo represivo en su bienestar, 
y que se expresa en abandono, desnutrición, analfabetismo, abuso sexual, 
explotación y muerte temprana. En México los niños marcados por la pobreza 
desde su misma gestación ya han sido enrolados en ese desafortunado ejército de 
desvalidos”.10 
 
Parafraseando a la autora, infortunadamente las políticas que buscan la 
estabilización y el reajuste económico han resultado inadecuadas y hasta 
contraproducentes, agudizando aún más los problemas al orientar los modelos de 
desarrollo hacia el interés privado, que limita incluso la intervención estatal. Los 
rostros de la marginación y lo que éstos conllevan (desnutrición y falta de 
oportunidades de educación, vivienda y empleo), se han transformado en el mayor 
problema de los países latinoamericanos y de todas las naciones pobres del 
planeta. 
 
Datos más recientes hacen todavía más desalentador el panorama. En 
noviembre de 2006, la Red por Derechos de la Infancia presentó las siguientes 
estadísticas sobre las condiciones de vida en que se encuentra la población menor 
a los 17 años en nuestro país, siendo evidente el deterioro en la atención a sus 
derechos más elementales y los retos que ellos representan: 
 
“Entre ellos que 17.9 millones de menores de 17 años viven en pobreza 
patrimonial y 6.9 con familias cuyos recursos son insuficientes para garantizar su 
alimentación. Más de 2 millones 634 mil niños (dos de cada ocho) de entre 12 y 17 
años forman parte de la población económicamente activa; 40 por ciento no 
reciben remuneración, y 15 por ciento tienen una jornada laboral de más de 48 
horas a la semana. Sumando jornaleros migrantes, el número asciende a 3.5 
millones ‘víctimas de explotación laboral’ […] Persisten además las muertes de 
menores de un año por diversas causas. Tan sólo en 2005, ocurrieron 35 mil, 
apuntó el organismo donde confluyen alrededor de 60 organizaciones no 
gubernamentales en su informe 2006, La infancia cuenta en México. Chiapas, 
Guerrero y Oaxaca tienen tasas de mortalidad infantil en ese rango de edad. Los 
decesos están fundamentalmente relacionados con afecciones originadas en el 
 
10 Ibid, p. 16. Según Manrique, “de esa lacerante realidad dan cuenta clara algunas estadísticas y estudios de 
estudios de esos años para América Latina, al estimar que, de los 570 millones de habitantes que tendrá la 
región en el año 2000, más del 40% serán menores de 14 años [...] El INEGI estimó que en ese año 31% de 
la población de México será de menores de 14 años..”. 1991 que cerca del 40% de la población estaba por 
debajo de los mínimos nutricionales y que más de la tercera parte de las muertes por ese motivo se hubieran 
evitado con servicios médicos adecuados”. años [...] El INEGI estimó que en ese año 31% de la población de 
México será de menores de 14 años…”. 
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11
periodo perinatal. Destacan el síndrome de dificultad respiratoria, aspiración 
neonatal, sepsis bacteriana del recién nacido, anencefalias y prematurez. […] 
Respecto al VIH-sida enfatiza que este país ocupa el tercer lugar en América 
Latina en casos registrados de niños infectados por el virus. Según el Registro 
Nacional de Casos de Sida, en 2004 hubo 2 mil 200. […] Entre 1.6 y 8.5 millones 
de niños son víctimas de la violencia doméstica, lo cual refleja, además de la 
tragedia, la falta de parámetros para medir la problemática. Al menos en 13 
millones de familias (más del total nacional) los pequeños crecen en un entorno de 
violencia”.11 
 
Asimismo, llaman la atención las formas actuales de atender los problemas 
de la niñez. En una nota reciente se dice que en el gobierno actual los 
adolescentes y los niños han pasado de ser víctimas a ser considerados 
peligrosos, haciendo referencia a que se realizaran pruebas antidopaje en niños 
del país.12 
 
El asunto tiene tintes dramáticos, la infancia se ha convertido en la 
población más vulnerable de todos los tiempos. Paradojal cuestión, pues el 
importante pedagogo Edouard Claparède se pronunció porque el siglo XX fuera 
declarado el siglo del niño. Su consigna obedecía a una clara conciencia de las 
precarias condiciones que a la infancia le ha tocado enfrentar a lo largo de la 
historia. Podría presumirse, entonces, que luego de este filantrópico 
pronunciamiento, mejoraría sensiblemente la calidad de vida de la población 
infantil en el mundo. Lamentablemente no ha sido así, pues si bien han existido 
esfuerzos y avances significativos en la atención a los múltiples problemas de la 
niñez, las condiciones siguen siendo preocupantes e incluso se han agravado en 
el caso específico de los países periféricos. A ello hay que añadir que el arranque 
del nuevo milenio ha sido de intolerancia, fundamentalismo, polarización política, 
crisis ecológica y guerra. 
 
Como lo expresa Entrena, y cómo podrá notarse en las siguientes páginas, 
“se suele hablar de la protección de la infancia en situaciones de riesgo, pero en 
realidad toda la infancia, en todo el mundo, está en situación de riesgo, está 
amenazada. En mayor o menor grado, con sutileza o con dramatismo y en 
 
11 Muñoz, A. E. “Revelan crítica situación que enfrenta la infancia en México”, en La Jornada, jueves 23 de 
noviembre de 2006, http://www.jornada.unam.mx/2006/11/23/index.php?section=sociedad&article=047n2soc. 
Nota importante: para una panorámica de estadísticas más recientes sobre las realidades de lo infantil, se 
sugiere consultar los anexos del INEGI, al final del trabajo. 
12 “México, DF, 1 septiembre 07 (CIMAC).- Ninguna niña o niño será objeto de injerencias arbitrarias o ilegales 
en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia ni de ataques ilegales a su honra y a su 
reputación, dice la ONU, pero Felipe Calderón hará exámenes antidoping a las y los alumnos de escuelas, 
como parte de su programa Limpiemos México. Es una solución policíaca a una problemática social, una 
medida grave e inadecuada, que va contra la niñez y la juventud mexicana, advierte Ciudadanos en Apoyo a 
los Derechos Humanos, AC (CADHAC). ‘Se actúa en contra de quienes precisamente son las más evidentes 
víctimas del narcotráfico; las niñas y los niños, quienes pasan de afectados a sospechosos y posibles 
delincuentes’, afirma el organismo”, en Torres, G. Criterios. Periodismo electrónico, 
http://www.criterios.com/modules.php?name=Noticias&file=article&sid=12736 
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12
distintos escenarios, toda la infancia está amenazada en todo el mundo por la 
leucemia social de este comienzo de siglo: la impunidad política y económica que 
empobrece a la inmensa mayoría de la población, que desacredita a las 
democracias que no resuelven los problemas fundamentales de los ciudadanos 
marginados, que concentra el poder en los grandes centros de comunicación 
—impidiendo un auténtico control social sobre los gobiernos— y que destruye las 
reservas ecológicas para el futuro de la humanidad”.13 
 
Institucionalmente hablando, los esfuerzos por incorporar lo infantil en el 
terreno de las convenciones organizacionales del mundo datan de 1913, en que 
nace la idea de una asociación internacional para la protección de los niños. En 
1919 se conforma un Comité de Bienestar Infantil por la Sociedad de las 
Naciones, haciendo que los derechos de los niños ya no sean de observancia 
exclusiva de los estados nacionales. En 1924 se realiza la Declaración de 
Ginebra sobre los derechos de los niños, ratificada diez años más tarde por la 
misma ONU. 
 
En 1945, después de las grandes conflagraciones, se crea el Consejo 
Económico y Social de la ONU, mismo que insiste en revivir la Declaración de 
1924. A raíz de ello, en 1946 se crea la UNICEF, un fondo de las Naciones Unidas 
cuya preocupación fundamental es la infancia. Dos años más tarde es proclamada 
la Declaración de los Derechos Universales del Hombre, en la que tácitamente 
aparecenlos derechos del niño. 
 
Ésa es la base para que en 1959 se adopte la Declaración de los 
Derechos de los Niños por la Asamblea General de la ONU, valiosa declaración 
pero carente de fuerza jurídica. 
 
En 1961 se amplía el marco de influencia de la UNICEF, intentando que 
sean puestos en práctica los diferentes esfuerzos de protección a la infancia, sin 
gran éxito. La Asamblea General de la ONU, declara a 1979 el Año Internacional 
del Niño, celebrando los 20 primeros años de la Declaración de 1959. Ello da pie a 
que Polonia, que ya lo había hecho en 1959, formule un proyecto de Convención 
sobre los Derechos del Niño, tarea en la que se empiezan a involucrar también 
organizaciones no gubernamentales (ONG), formando una comisión técnica 
patrocinada y asistida por la UNICEF en 1983. Pero, será hasta 1989 en que se 
apruebe la Convención sobre los Derechos del Niño y entrará en vigor en 20 
países en 1990, para ser ratificada en adelante por más países.14 
 
 
13 Entrena, Ma. S. Niñas esclavas y niños esclavos en nuestro mundo actual, GEU, s/d, 2001, p. 11. El 
texto es un maravilloso testimonio de las realidades más crudas y acuciantes que vive la niñez en el mundo. 
14 Se reconoce a Eglantyne Jebb, impulsora de la Fundación Salvemos a los niños, como la primera 
persona interesada en formular una Declaración sobre los Derechos de los Niños, propuesta en 1923. Ésas 
fueron las bases de inspiración de la Declaración de Ginebra, un año más tarde. Es muy recomendable 
consultar la historia de la aparición de la infancia en el discurso de los organismos políticos internacionales, 
en: www.unicef.org/spanish/crc/crc.htm., y en: www.pj.gov.py/menores/html/tomo_2/tomo2_A02.html. 
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13
Esta larga historia de formalizaciones jurídicas en torno al mundo infantil, 
daría lugar a pensar con optimismo en los avances en materia de protección y de 
diseño de políticas para con la infancia y su calidad de vida. Mas, llama la atención 
cómo es valorada esta cuestión por los especialistas. 
 
Justamente, Ferran Casas dice al respecto: 
 
“Todo el mundo está de acuerdo en que la infancia merece una atención 
especial, y a este hecho lo hemos denominado alto consenso. No parecen existir 
movimientos ideológicamente muy elaborados que se manifiesten en contra de 
este principio (excepto, quizás, aunque no tengan mucha ideología escrita, los 
escuadrones de la muerte en Latinoamérica). Ello se refleja en el hecho de que la 
Convención sobre los Derechos del Niño sea el acuerdo internacional que más 
países han ratificado en toda la historia. Sin embargo, este acuerdo teórico no 
parece estar lógicamente conectado con una responsabilidad colectivo de ser 
preactivos para que las condiciones de vida mejores. En la práctica, parece que 
actuar a favor de la población infantil, o bien corresponde a otros, o bien no es 
prioritario, puede esperar, porque se trata de los aún-no”.15 
 
¿Los aún-no? ¿A qué se refiere Casas con esta afirmación? El propio autor 
deja muy precisa la respuesta al afirmar: 
 
“En nuestra cultura la noción de infancia ha sido mucho más variable a lo 
largo de la historia de lo que nos parece comúnmente. […] Aunque utilizando 
distintos términos, parece que, al menos en las sociedades denominadas 
occidentales, hemos compartido una muy antigua necesidad de diferenciar entre 
dos grandes grupos de miembros de nuestras colectividades: los adultos y los 
menores, percibidos y clasificados como categorías de personas bien 
diferenciadas. Como algunos autores han señalado, el núcleo figurativo de la 
representaciones sociales adultas sobre la infancia parece haberse centrado en la 
idea de los aún no, que en el fondo resulta ser una idea excluyente en relación con 
los del grupo social o categoría al que corresponden los ya-sí…”.16 
 
Esa parece ser la tónica dominante, la creciente preocupación por lo infantil 
a nivel declarativo y su ausencia de consideración a nivel de las prácticas. La 
grandilocuencia de los pronunciamientos de algunos de los funcionarios, de los 
poderosos y la escasez de estudios trascendentes sobre el tema, la necesidad de 
producción de conocimientos sobre el tema y de romper con el que ha sido la 
mayor losa que soporta el alma y el cuerpo, el discurso y los actos referidos a la 
infancia: su uso político. 
 
15 Casas, F. Infancia: perspectivas psicosociales, Paidós, Serie Bienestar y calidad de vida. Psicología, 
psiquiatría, psicoterapia 176, Barcelona, España, 1998, p. 34 
16 Ibid, pp. 32-33. A partir de la perspectiva de las representaciones sociales, Casas plantea un largo listado 
relacionado con la idea de aún-no, como sinónimo de incapacidad de ser, hacer, o entender. Los infantes 
están en condición de: “aún-no adultos, aún-no responsables, aún-no capaces, aún-no competentes, aún-no 
con los mismos derechos, aún no con suficientes conocimientos, aún no fiables, etc. 
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14
En ese tenor, Corona analiza los Congresos Panamericanos del Niño, 
celebrados en América desde 1916, encontrando que los discursos emitidos por 
los Estados participantes, se sustentaron en al menos tres concepciones sobre la 
infancia, desde la que se delineó la intervención sobre la infancia: 
 
a) De 1916 a 1935 predominó una perspectiva evolucionista basada en la 
eugenesia —además del positivismo y del liberalismo—, y con una subyacente 
discriminación hacia la población indígena; 
 
b) desde 1942 hasta los años 70’s prevalecieron discursos preocupados por 
la estabilidad social. “Surge en esta época el término de ‘menores’ para referirse a 
los niños que vivían en una situación irregular o de pobreza, quienes tan sólo por 
pertenecer a sectores sociales marginados o migrantes se consideraban 
propensos a diferentes conductas delictivas. Los Estados acuerdan modificar el 
término de ‘conducta perversa’ por el de ‘conducta antisocial’, asumiendo un papel 
de control y represión socio-penal de la infancia, a través de clínicas de conducta, 
centros de reforma y consejos del niño”;17 y, 
 
c) a raíz de la crisis del llamado Estado benefactor, “los índices de pobreza 
en la población latinoamericana se agudizan a tal grado que durante los congresos 
de los años setenta empieza a analizarse con mayor énfasis la marginación y la 
miseria de los sectores infantiles. En ellos se acepta que el 64 por ciento de la 
población total estaba constituida por pobres e indigentes, de los cuales la cuarta 
parte eran niños menores de seis años. Ante la imposibilidad de cambiar la 
realidad cada vez más difícil de la niñez, empiezan a modificarse las palabras que 
la definen. Se continúa utilizando el término de ‘menor’ para todos aquellos niños y 
jóvenes en desventaja social, pero se acuñan nuevos vocablos, como niñez 
vulnerable, niñez en situación de riesgo o niñez en situación irregular, para 
nombrar aquellos que se encuentran en pobreza extrema”.18 Este momento se 
consolida con la aprobación, en 1989, la Convención de los Derechos del Niño, 
donde la infancia es concebida a partir de la consideración de los niños como 
sujetos sociales y de derecho. 
 
Mas lo que presupondría una nueva era para la niñez no está del todo 
redondeado. ¿Cuál es el estado actual de la infancia en el mundo? Ésa ha sido 
precisamente la interrogante con la que, año con año, organismos internacionales 
como la UNICEF han delineado estrategias de estudio y políticas de acción 
declaradamente orientadas a la comprensión y contención de los problemas de la 
infancia.19 
 
 
17Corona, Y. “Diversidad de infancias. Retos y compromisos” en Tramas. Subjetividad y procesos sociales, 
N° 20, enero/junio, 2003, p. 17 
18 Idem. 
19 Existen los informes anuales publicados por UNICEF de nombre: Estado Mundial de la infancia, son un 
espejo interesante de los acentos en la atención a la niñez en elmundo. 
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15
Es obvio, la tarea es sumamente compleja y está atravesada por múltiples 
intereses y fuerzas en direcciones opuestas. Muchas de las consideraciones de 
esta organización son firmadas por países varios que en los hechos las hacen a 
un lado, cumpliéndolas sólo en parte y oficializando cifras que no coinciden con los 
actos o que no logran aportar pautas para discernir las diferencias entre contextos 
diversos en que se inscribe la realidad de lo infantil y, menos aún, no materializan 
una consistente concepción teórica de lo infantil, quedándose apenas en unos 
datos insuficientes y en una simple definición de la infancia, entendida sólo como 
aquello que no rebasa cierta edad. 
 
Como señala Ferrán Casas: “el esfuerzo más regular y sistemático hecho 
hasta la fecha lo constituyen, sin duda, las recopilaciones de datos realizados por 
la UNICEF para evaluar el Estado Mundial de la Infancia, que se publican 
anualmente. Con todo, este sistema de recogida de datos resulta muy poco 
discriminativo para evaluar las diferencias y los cambios entre los países 
industrializados, dado que casi todos ellos ofrecen tasas de bienestar infantil muy 
próximos entre sí, y con diferencias muy pequeñas de año en año. La propia 
juventud del estudio de la realidad global con indicadores hace que aún no se 
disponga de modelos teóricos suficientemente desarrollados ni consolidados, 
ni a nivel nacional ni internacional…”.20 
 
Aunado a ello, predomina una visión sesgada en la interpretación del 
mundo de la infancia, no necesariamente dolosa, pero sí limitada en cuanto a la 
comprensión de la especificidad de la vida anímica infantil,21 para lo que aún no 
son suficientes los grandes esfuerzos por sistematizar la información en esta 
materia. 
 
Infortunadamente, sostiene I. de Senillosa, “la tradición ‘adultocéntrica’ en la 
organización de la sociedad impregna todas las valoraciones de la situación de la 
infancia y, en consecuencia, la toma de decisiones sobre ellos y las cosas que los 
afectan. A los niños y niñas se les ha visto con frecuencia como miembros de una 
familia, como alumnos de una escuela, como hijos de un padre y una madre, pero 
raramente como a un grupo social con unas características y unas necesidades 
específicas. Este hecho afecta también a las estadísticas de las que disponemos, 
la ‘invisibilidad’ de la infancia es real, y de ahí a desconocer cuál es su situación 
no hay más que un paso: lo que no se conoce no es objeto de estudio ni de 
preocupación, ni de prioridad presupuestaria”.22 
 
 
20 Casas, F. Op. cit., p. 46 
21 Vida anímica es un concepto de corte hermenéutico, elemental para las llamadas ciencias del espíritu, 
construido por Dilthey para hacer referencia a las formas individuales de vivir emocional y racionalmente el 
mundo. 
22 Senillosa, I. de. El derecho a ser niño, Intermon Documentos, Barcelona, España, 1999, p. 25. El autor 
retoma la idea de perspectiva adultocéntrica de E. Verhellen, por eso la entrecomilla. Es interesante el 
nombre del capítulo donde Senillosa apunta esta idea: “La infancia: base de la pirámide de la pobreza”. 
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16
Justamente, este autor realiza una caracterización de los principales 
problemas que afectan el estado mundial de la infancia. “Algunos podrían 
considerarse relativamente nuevos: tráfico o desaparición de menores, tráfico de 
órganos infantiles, drogadicción infantil, niños de la calle. Otros son, por así 
decirlo, clásicos: prostitución infantil, trabajo infantil, discriminación por razón de 
género, malnutrición, falta de escolarización y abandono escolar, muertes por 
enfermedades que se pueden prevenir”,23 además de problemas como infancia en 
contextos bélicos, inobservancia de derechos básicos, pobreza y marginalidad en 
general, sugeridos por el autor, además de otros como la conversión en sujetos 
del consumo y la colonialidad de sus horizontes de existencia. 
 
En ese sentido, hay evidencias de que la población infantil se va 
convirtiendo en una población amenazada; si no totalmente, dado que muchas 
familias están al cuidado y manutención de sus niños, sí potencial y virtualmente 
en riesgo, en razón de los niños cuya situación es precaria. 
 
Para una visión más aproximada de lo anterior, basta hacer referencia al 
tomo III del colosal trabajo de Manuel Castells La era de la información. 
Economía, sociedad y cultura, donde se expone, en forma por demás 
documentada, cómo la revolución tecno-cibernética ha impactado y puesto en 
tensión la organización del planeta.24 
 
De acuerdo con Castells, a medida que se incrementa el uso político de la 
informática o informacionalismo, el sufrimiento humano lo hace también, a 
consecuencia del aumento de la desigualdad y la exclusión sociales. 
 
Explica el autor que a pesar del incremento en los índices de servicios y 
calidad de vida, las reales condiciones de existencia que enfrentan la mayor parte 
de la población del mundo no se corresponden con los índices triunfalistas del 
proclamado beneficio social. Ello es así, porque la sociedad actual (o en red), 
realiza una sobreposición estratégica, a fin de reactivar el orden capitalista, entre 
el plano del mercado (distribución y consumo) y el de las relaciones de 
producción:25 
 
“Una tendencia particularmente significativa en este contexto es el 
resurgimiento del trabajo infantil remunerado en todo el mundo, en condiciones 
extremas de explotación, indefensión y de abuso, invirtiendo la pauta histórica de 
 
23 Ibid, p. 23 
24 Castells, M. La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Tomo III, Fin de milenio, Siglo 
XXI, México, 2001. 
25 Dice Castells: “al valorar la dinámica del informacionalismo, es necesario establecer una distinción entre 
varios procesos de diferenciación social: por una parte, desigualdad, pobreza y miseria pertenecen a ámbito 
de las relaciones distribución/consumo o de la apropiación diferencial de la riqueza generada por el esfuerzo 
colectivo. Por otra parte, individualización del trabajo, sobreexplotación de los trabajadores, exclusión social e 
integración perversa son características de cuatro procesos respecto a las relaciones de producción”, en Ibid, 
p. 96 
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17
protección social de los niños que existía bajo el último capitalismo industrial, así 
como el estatismo industrial y en las sociedades agrícolas tradicionales”.26 
 
La situación es dramática, pues presagia una transformación en las 
concepciones y prácticas ligadas a las oportunidades que tienen las niñas y los 
niños. 
 
Pero no queda ahí, Castells detalla el negro espectro conformado por la 
voracidad del capitalismo global e informático, generador de una economía de 
integración perversa, aunada a la individualización del trabajo, la sobreexplotación 
y la exclusión social, situaciones condensadas en un cuarto mundo, el que “incluye 
a aquellos sectores de la sociedad, en los países pobres y en los países ricos, que 
no tienen interés para el sistema, ni como productores, ni como consumidores, ni 
como votantes, ni como clientes. Por tanto, pueden ser ignorados, excepto por 
razones humanitarias”.27 
 
Como señala el autor, existen impresionantes testimonios sobre las 
condiciones de sobreexplotación y marginalidad que encara la infancia en la 
sociedad-red: 
 
“En algunos casos, el trabajo infantil está relacionado con actividades 
horribles. Así, en la Kabul, sumida en la pobreza y desgarrada por la guerra, en 
1996, muchos niños participaban, para beneficio de sus familias, en el rentable 
robo y contrabando de huesos humanos. Obtenían los huesos de los cementerios, 
los mezclaban (para disfrazar su origen) con huesos de perros, vacas y caballos, y 
los vendían a los intermediarios para mandarlos a Pakistán, donde eran usados 
para hacer aceite de cocina, jabón, pienso para pollos y botones.Un niño que 
participara en este comercio obtenía unos 12 dólares mensuales, tres veces el 
salario de un funcionario civil en el Afganistán dominado por los talibanes. Un tipo 
particularmente explotador de trabajo infantil es el cautivo. En el informe de 1996 
de la OIT se lee: ‘La esclavitud no ha muerto. Las sociedades se resisten a 
aceptar que aún la albergan, pero, como puede deducirse de los casos informados 
por la OIT, numerosos niños están atrapados en la esclavitud en muchas partes 
del mundo. De todos los niños trabajadores, sin duda éstos son los que se hallan 
en una situación más peligrosa’.”.28 
 
Castells encuentra lo que otros muchos analistas: la liberalización de los 
mercados (neoliberalismo) y la globalización de la economía traen aparejada la 
profundización de la pobreza y de la marginalidad. Se recrudece la necesidad de 
supervivencia a toda costa, siendo los niños en quienes mayormente recaen los 
efectos. Una amalgama de fenómenos lo constatan: abandono escolar, 
subempleo, salarios menores al trabajo infantil en comparación con el trabajo de 
 
26 Ibid, p. 98 
27 Citado por González, J. L. “De la guerra red a la guerra santa” en La musa digital, monográfico, URL: 
http://www.uclm.es/lamusa/paginas/monografico/castells.htm 
28 Castells, M. Op. cit., p. 185. OIT son las siglas de la Organización internacional del trabajo. 
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18
los adultos, ausencia de prestaciones y de garantías mínimas, falta de respeto a 
los derechos de la infancia.29 
 
Pero los efectos no se reducen a lo económico, Castells cita un informe de 
la OIT que subraya la parte más álgida del problema de la supervivencia de la 
infancia y de su calidad de vida, tanto en lo material como en la falta de un trato 
con dignidad humana, el problema de la indefensión en que se encuentra. Dice el 
informe: 
 
“Puesto que los niños no poseen una cualificación irremplazable y con 
frecuencia no son mucho menos costosos que los adultos, parece que una 
importante explicación para contratarlos no es económica. Hay muchas razones 
no monetarias, pero lo más importante es que los niños son menos conscientes de 
sus derechos, menos problemáticos y están más dispuestos a aceptar órdenes y a 
realizar un trabajo monótono sin quejarse, son más fiables, menos proclives al 
robo y es menos probable que se alejen del trabajo. La tasa de absentismo inferior 
de los niños es especialmente valiosa para los empleadores de industrias del 
sector informal donde los trabajadores se emplean día a día eventualmente, por lo 
que ha de encontrarse un contingente completo de trabajadores cada día”.30 
 
Será esa maleabilidad, indefensión y vulnerabilidad de la infancia lo que la 
coloque en un torbellino de riesgos crecientes, todos relacionados con un uso de 
la misma, vinculado a la disminución de sus posibilidades de supervivencia: 
explotación sexual de los niños (pornografía y prostitución, venta de niños), 
drogadicción, uso para trabajo clandestino del narcotráfico y militar, dislocación de 
lo que históricamente ha significado ser niño, etc. Cada uno de estos problemas 
tiene rostros sórdidos y cifras escandalosas. 
 
Castells está muy claro de que a lo largo de la historia ha predominado el 
abuso sobre la población infantil, el maltrato de los propios familiares, la 
subordinación al mundo adulto, la sobreexplotación y la esclavitud incluso. “Pero 
hay algo nuevo en estos albores de la era de la información: existe un vínculo 
sistémico entre las características actuales, incontroladas, del capitalismo 
informacional y la destrucción de las vidas de un gran segmento de los niños del 
mundo. Lo nuevo es que estamos presenciando una inversión dramática de las 
conquistas sociales y los derechos de los niños obtenidos por las reformas 
 
29 Así lo expresa Castells: “La crisis de las economías de subsistencia y el empobrecimiento de grandes 
segmentos de la población, según se ha documentado anteriormente, fuerzan a las familias y a sus hijos a 
todo tipo de estrategias de supervivencia: no hay tiempo para ir a la escuela, la familia necesita tantos 
ingresos como sea posible, y los necesita ahora mismo. Las familias, empujadas por la necesidad, a veces 
ofrecen a sus hijos para el trabajo cautivo o los envían a las calles. Los estudios han determinado la influencia 
de las familias de gran tamaño en el trabajo infantil: cuanto mayor es el número de hijos, más posibilidades 
hay de que se seleccione a unos para ir a la escuela y a otros para ir a las calles”. En Ibid, p. 186 
30 OIT, 1996, p. 19. Citado en Ibid, p. 187. Las cursivas son nuestras. 
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sociales en las sociedades industriales maduras a raíz de la desregulación a gran 
escala y el soslayamiento de los gobiernos por parte de las redes globales”.31 
 
Castells es categórico y con toda razón, pues los elementos que denuncia y 
analiza, hacen pensar en procesos difíciles de revertir para con la infancia y el 
mundo de marginación que la rodea. No sólo hay un presente desastroso, sino 
además un futuro difícil de afrontar, en el que la exclusión tiende a pronunciarse. 
 
En ese sentido, es de primera importancia observar un par de afirmaciones 
que lanza el propio autor. 
 
Primera, cuando luego de explicar los nuevos fenómenos que trastocan a 
la infancia, la familia y la sociedad, advierte: “así, la sociedad red se devora a sí 
misma, a medida que consume/destruye un número suficiente de sus propios 
niños como para perder el sentido de la continuidad de la vida a través de las 
generaciones, negando de este modo el futuro de los humanos como especie 
humana”.32 
 
Conclusión terrible, desánimo palpable: nunca hubo mecanismos más 
sofisticados para arrinconar a los seres humanos hacia el control de sus 
desapariciones. Ello sin contar el peso de los cada vez más extravagantes medios 
de destrucción y manipulación de la vida misma. 
 
Segunda, un punto de tensión en contra del pesimismo, cuando lanza la 
admonición siguiente: 
 
“Hay algo más en la cultura fragmentada de nuestras sociedades que 
contribuye a la destrucción de las vidas de los niños, e incluso la racionaliza. Entre 
ellos mismos se ha difundido lo que Pedrazzini y Sánchez, basándose en su 
trabajo de campo en las calles de Caracas, han denominado ‘la cultura de la 
urgencia’. Es la idea de que no hay futuro ni raíces, sólo el presente. Y el presente 
está compuesto por instantes, de cada instante. Así que la vida ha de vivirse como 
si cada instante fuera el último, sin ninguna referencia más que a la satisfacción 
explosiva de un hiperconsumo individualizado. Este reto constante e intrépido de 
explorar la vida más allá del desamparo presente mantiene en marcha a los niños 
desposeídos: durante un cierto corto espacio de tiempo, hasta que se enfrentan a 
la destrucción total”.33 
 
31 Ibid, p. 192. Castells vuelve a numerar los problemas claves que implican un nuevo rostro a la 
vulnerabilidad de la infancia: 1) desintegración de las sociedades tradicionales a nivel mundial, lo que arroja a 
los niños a los barrios pobres de las megaciudades. 2) Sobreexplotación y esclavitud de la infancia. 3) 
Debilitamiento de las organizaciones que apoyan el derecho de los niños. 
32 Ibid, p. 190 
33 Ibid, p. 194. Agrega Castells: “Y de la parte de la economía, cuando son posibles los mercados globales de 
todo de cualquier lugar a cualquier otro, el impulso último a convertirlo todo en mercancía, el que afecta a 
nuestra propia especie, no parece contradecir la regla más estricta: que la lógica del mercado sea la única 
guía de las relaciones entre la gente, soslayando los valores y las instituciones de la sociedad”. 
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Proposición más compleja, el conservadurismo de parte de cierta 
mentalidad postmoderna hace efecto en las subjetividades sociales, incluidala de 
la infancia. Tácitamente, sin embargo, se insinúa estar abierto a no abandonar el 
anhelo ni la búsqueda de una superación del presente, de un mejor porvenir, lo 
cual se dice fácil, pero es altamente improbable y en eso radica la necesidad de 
afrontar críticamente cualquier expresión de catastrofismo o derrotismo.34 
 
El Estado Mundial de la Infancia publicado en el 2004 por la UNICEF, 
parecía tener una mirada novedosa, aunque tardía, con relación a los informes del 
pasado,35 pues se esforzaba por colocar en el centro de sus preocupaciones las 
dos más álgidas cuestiones de la situación que la enfrenta en la actualidad: la 
exclusión por la pobreza y la exclusión por condición de género. 
 
El estilo de sus planteamientos asumía un tono crítico con relación a los 
errores que los organismos internacionales de atención a la niñez han cometido 
durante, al menos, las últimas dos décadas. Según el documento, “en el decenio 
de 1980, a medida que se tambaleaban los modelos teóricos basados en el 
crecimiento económico, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional 
impulsaron la ejecución de programas de ajuste estructural destinados a reducir el 
gasto público y a dotar de un mayor margen de movimiento a los precios y a los 
incentivos para que éstos pudieran encontrar el nivel que les correspondía en el 
mercado. Con frecuencia, esos ajustes implicaban reducir el gasto en educación, 
en sanidad y en subsidios alimenticios, con lo que se perjudicaba 
desproporcionadamente a los pobres. Los recortes afectaban de un modo 
particularmente severo a las mujeres, puesto que tuvieron que incrementar su 
carga de trabajo, fuera y dentro del hogar, para que sus familias pudieran 
sobrevivir. El ajuste fracasó incluso si se mide según sus propios parámetros, ya 
que prácticamente no se produjo ningún crecimiento”.36 
 
A juicio de los analistas de UNICEF, el mayor equívoco de las políticas 
seguidas por los organismos internacionales fue el partir de la premisa de que los 
ajustes económicos conducirían inevitablemente al desarrollo humano. Lo 
dramático del caso fue, precisamente, descubrir cómo “…los países que 
alcanzaron el mayor crecimiento anual entre 1990 y 2000 fueron los que en 1980 
tuvieron tasas bajas de mortalidad infantil y de pobreza debido a los bajos 
 
34 Existe una buena cantidad de trabajos, páginas web y organismos de protección de la infancia con un muy 
cercano sabor a las conclusiones de Castells. Por mencionar dos muy importantes: Monestier, M. Los niños 
esclavos. El infierno diario de trescientos millones de niños, Alianza, Madrid, España, 1999. También: 
Entrena, Socorro Ma. Niñas esclavas y niños esclavos en nuestro mundo actual, Grupo editorial 
universitario, s/d. Estos trabajos son paradigmáticos en su tono de denuncia, incluso contra los supuestos 
logros de las acciones de avanzada, frecuentemente contradictorias y corruptas. 
35 Cito la versión electrónica: http://www.unicef.org/files/SOWC_04_SP.pdf 
36 Ibid, p. 29. Continúa diciendo el texto: “el crecimiento per cápita de los países en desarrollo se desplomaba 
precisamente al mismo tiempo que se incrementaban de forma extraordinaria los préstamos de ajuste del 
Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Un estudio realizado por el Banco Mundial en 2000 llegó 
a la conclusión de que el crecimiento medio de los ingresos per cápita de un país en desarrollo durante los 
decenios de 1980 y 1990 había sido cero”. 
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ingresos, mientras que las economías que retrocedieron en ese decenio fueron las 
que en 1980 comenzaron a tener tasas altas de mortalidad infantil, de pobreza por 
bajos ingresos, o de ambas”.37 
 
A la luz de la información presentada por UNICEF, se transparentó la 
condición de falta de oportunidades y hasta de abandono a la niñez en general y a 
la femenina en particular. Las cifras son bastante desalentadoras: 
 
“Aproximadamente 135 millones de niños y niñas de edades comprendidas 
entre los 7 y los 18 años no reciben ninguna educación en absoluto, y es un 60% 
más probable (un 16% de niñas frente a un 10% de niños varones) que sean 
niñas, y no niños, quienes formen parte de ese grupo que no recibe una 
educación. Prácticamente todos los niños y niñas que no reciben una educación 
sufren también otras privaciones. Por lo tanto, la dura disparidad en la educación 
que reciben los géneros conduce a su vez a que resulte más probable que sean 
las niñas las que padezcan otros efectos de la pobreza, como la privación de 
alimentos, de agua potable, de saneamientos, de servicios de sanidad, de vivienda 
o de información”.38 
 
Es interesante que el texto de UNICEF haya sido, fundamentalmente, una 
pertinaz declaración de lo que deberá llevarse a cabo para romper con la lógica de 
la marginalidad infantil hasta hoy prevaleciente y alcanzar las metas de lo que 
denominan Proyecto de Desarrollo para el Milenio, relacionadas obviamente con el 
abatimiento de la pobreza y con la obtención de la equidad de género, como forma 
además de enfrentar padecimientos como los de la mortandad y la infección del 
VIH, todo proyectado hacia el año 2015 que, empero, no necesariamente es 
seguro de alcanzar.39 
 
 
37 Ibid, p.30 
38 Ibid, p. 32. Por supuesto el continente africano concentrará la mayor parte de todas y cada una de las 
formas de marginación de la infancia. La situación se agrava a partir de la relación entre marginalidad y 
posibilidades de infección de VIH. Como sostiene el informe en su página 58: “Se calcula que el SIDA ha 
dejado huérfanos a 11 millones de niños y niñas en el África subsahariana 62, y son precisamente esos niños 
a quienes sus familiares más lejanos suelen retirar su apoyo para que vayan a la escuela. Los huérfanos que 
han perdido a sus dos progenitores acuden menos a la escuela. Las niñas salen perdiendo aún más que los 
muchachos debido a que la carga de cuidar de los parientes enfermos recae de un modo desproporcionado 
sobre sus hombros. Las enfermedades relacionadas con el VIH, y la consiguiente pérdida de ingresos, hacen 
que muchas familias no se puedan permitir enviar a los niños a la escuela. El VIH/SIDA también perjudica 
seriamente a las escuelas, que ven cómo muchos de sus maestros enferman o mueren”. 
39 El proyecto Desarrollo para el Milenio traza las siguientes siete estrategias para alcanzar sus propósitos: 
1) Incluir la educación de las niñas como un elemento esencial de las actividades de desarrollo. 2) Fomentar 
un espíritu nacional en favor de la educación de las niñas. 3) No permitir que haya costos educativos de 
ningún tipo; 4) Hay que pensar tanto fuera como dentro del marco educativo 5) Establecer escuelas como 
centros para el desarrollo de la comunidad. 6) Integrar las estrategias. 7) Aumentar la financiación 
internacional para la educación. Además de estas grandes líneas, la iniciativa de UNICEF contempla otras 
acciones de menor alcance pero cuya constancia podría ser insoslayable para afianzar posibilidades para el 
cumplimiento de las metas aquí trazadas. 
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Resulta sintomático que, dada la insistencia por atender la cuestión de 
género, en la edición 2004 el informe dijera muy poco sobre maltrato infantil, 
explotación sexual y laboral de la infancia, mortandad, etc. Aunque es también 
relevante cómo asumió la invisibilidad de algunos de los más cruciales problemas 
del estado actual de la infancia, como renglón al que debe darse prioridad. 
 
Un cambio notorio está en el Informe del año posterior, si se observa la 
portada del Estado Mundial de la Infancia 2005: un niño africano cuya mirada es 
la expresión misma de la tristeza. Está solo, no lo rodea adulto alguno, aunque su 
indumentaria está cargada de motivos del mundo cultural adulto al que pertenece. 
Una frase estampa el sentido de la foto: la infancia amenazada. Riesgo mundial. 
 
También deese año, la revista Proceso, uno de los más importantes 
semanarios políticos mexicanos, anunciaba un reportaje inquietante sobre los 
niños que viven en el universo del narcotráfico: niños que no sólo se han 
acostumbrado a pertenecer a una familia dedicada a la siembra, el cuidado y la 
distribución de droga, sino que además sueñan con ser como los jerarcas de ese 
mundo sórdido tan cercano a ellos. La portada también impacta, un niño 
campesino con silueta desafiante, el sombrero, el pantalón de campo, el rifle, la 
disposición de un cuerpo en señal de alerta. Imágenes fuertes, en un tiempo 
donde todo es imagen, donde la violencia física y visual son cotidianas, imágenes 
de infancia. 
 
A eso se refiere también la UNICEF, a las “imágenes de la infancia: niños y 
niñas que escarban en las montañas de basura de Manila, que cargan un AK-47 
en las selvas de la República Democrática del Congo, que se ven forzados a 
prostituirse a la fuerza en las calles de Moscú, que piden para poder comer en Río 
de Janeiro, que han quedado huérfanos a causa del SIDA en Botswana. Son 
imágenes que surgen una y otra vez —vidas diferentes en países distintos, pero 
las mismas imágenes desgarradoras— debido a que millones de niños y niñas 
crecen en los primeros años del siglo XXI en medio de la pobreza, atrapados en 
conflictos armados y huérfanos y vulnerables a causa del VIH/SIDA”.40 
 
Ello sin mencionar a las niñas indígenas, los niños de la drogadicción, la 
infancia de drenaje, y los niños de crímenes, asesinos o asesinados y niños de 
suicidio. Las imágenes de infancia son paradójicas: crueles y contrastantes. Las 
de la publicidad y el consumo son coloridas, festivas y saturadas de 
prosopopeyas; en las de las calles y los espacios de la marginación se confunden. 
 
 
 
 
 
 
40 (loc. cit) 
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4. APROXIMACIONES A UN ESTADO DEL CONOCIMIENTO 
DE LA INFANCIA COMO REALIDAD PEDAGÓGICA 
(SUJETO-OBJETO DE ESTUDIO) 
 
 
Finalmente el discurso pedagógico, 
aunque anclado a la realidad no discursiva, 
puede llegar conformar un objeto 
analíticamente autónomo respecto de ella. 
 
Mariano Narodowski 
 
 
 A pesar de que la presente investigación se aboca a conformar un marco de 
interpretación del objeto de estudio, referido a las relaciones entre la infancia y los 
sentidos que trama la construcción de los discursos pedagógicos, no está de más 
una sucinta panorámica de cómo es que ha venido siendo estudiada esta 
problemática en los últimos tiempos, aclarando que la mayor parte de los trabajos 
de los que a continuación se habla, son explorados y, en su caso, articulados, a la 
exposición en extenso. 
 
Aunque numerosos los investigadores dedicados al estudio los problemas 
de la infancia, pocos son quienes se adentran en el terreno de la construcción 
conceptual de la misma y menos aún quienes la exploran en referencia al discurso 
pedagógico. Sin embargo, cada día aparecen más investigaciones y publicaciones 
sobre el tema, constatando la relevancia del mismo. 
 
Cronológicamente hablando, puede presumirse que el acercamiento a la 
idea de la infancia se catapulta a raíz de los trabajos de Phillipe Ariès, quien bajo 
una perspectiva crítica de la modernidad, examina cómo es que fue apareciendo 
nuestro actual sentimiento hacia la infancia.41 
 
Dicho autor enciende una acalorada polémica dentro del ámbito de la 
historiografía, de la que son partícipes importantes pensadores como DeMausse, 
Pollock y Snyders, quienes tocan más que explícitamente el modo en que la 
construcción social de la idea de infancia se entreteje con la del discurso 
pedagógico. Es tan relevante esta discusión para los fines del presente trabajo 
—en tanto que se examinan nudos implicados en las relaciones entre niños y 
adultos, en instituciones como la familia y la escuela—, que su primer capítulo se 
concentra en el análisis de la misma. 
 
Estos esfuerzos de análisis alrededor de la relación infancia-discurso-poder, 
se conjugan con una serie de trabajos (estudios, investigaciones, teorías, ensayos, 
 
41 Ariès, P. El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, Taurus, Madrid, España, 1987. Es importante 
resaltar que la primera edición de este trabajo fue en . Las referencias complementarias en cuanto al debate 
historiográfico son: DeMause, L. Historia de la infancia, Alianza, Madrid, España, 1994; Pollock, L. Los 
niños olvidados, FCE, México, Snyders, G. No es fácil amar a los niños, Gedisa, 1981. 
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creaciones literarias y culturales) que, pese a su desbordante cantidad, deja ver 
una diversidad de aristas para aproximarse en detalle a la comprensión de qué 
está ocurriendo actualmente con la infancia; pues, indiscutiblemente, resulta ser 
uno de los ámbitos de lo real ampliamente conmocionado por un presente cuyos 
rasgos parecen ser la inestabilidad y la estructuración abierta al caos. 
 
Así, es posible enumerar un conjunto de trabajos que dan testimonio de lo 
que podría ser apenas una puntuación de tópicos entreverados con el objeto de 
estudio de la presente investigación: 
 
Por ejemplo, en 1983 Alberto Merani publica su Historia ideológica de la 
psicología infantil, una importante crítica al reduccionismo característico de los 
discursos cientificistas o idealistas que dicen explicar lo infantil. Se trata de un 
incipiente estudio, más influido por el materialismo histórico que por la perspectiva 
de Ariès. A juicio suyo, la mayor parte de las teorías psicológicas de la infancia, 
padecen miopía ante las condiciones históricas concretas en que viven los 
menores, a un grado tal que toda esa gama de interpretaciones sobre el psiquismo 
infantil puede presumirse “desvinculada del niño concreto y de su realidad también 
concreta”.42 
 
En consecuencia, Merani se pronuncia por una ruptura en el discurso y las 
prácticas relacionadas con la psicología infantil: 
 
“El estudio psicológico del niño debe dejar de ser el análisis de una ‘cosa’ 
para transformarse en núcleo del conocimiento del hombre. Si el proceso de 
humanización queremos comprenderlo según un enfoque genético, materialista y 
dialéctico, el niño debe estar en la raíz del problema. De este modo se invierte la 
clásica postura de la psicología infantil, que de rama digestiva digresiva, de simple 
aplicación en el campo de la edad evolutiva, se vuelve matriz y adquiere valor de 
anclaje en la dialéctica de la evolución del hombre concreto que se desarrolla en 
situaciones concretas”.43 
 
Aunque es inobjetable el aporte que significa la psicología materialista de 
Merani —por su contribución en la generación de un pensamiento crítico 
latinoamericano, y por la difusión de autores como Pavlov o Wallon—, son 
evidentes las marcas de un humanismo moderno que confía en una ciencia 
colocada por encima de la ideología. Aún así, la pormenorizada discusión 
emprendida por el autor, tanto de algunas de las corrientes dominantes de la 
psicología infantil cuanto de sus nexos con el horizonte geopolítico en que 
surgieron o se sostienen, es una gran vía de reflexión para comprender el sentido 
que está adquiriendo la infancia en la actualidad. 
 
Hablando de trabajos más recientes, son de destacarse dos obras de hondo 
significado epistémico (o quizá genealógico); es decir, de reflexión en torno a la 
 
42 Merani, A. Historia ideológica de la psicología infantil, Grijalbo, México, 1983, p. 13 
43 ibid, p. 14. 
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construcción del discurso de la pedagogía a partir de su caracterización de la 
infancia, ambos desde una perspectiva foucaultiana: Arqueología de la escuela, 
de J. Varela y F. Álvarez e Infancia y poder. La conformación de la pedagogía 
moderna, de Mariano Narodowski.44 
 
La obra de Varela y Fernández-Uria apareció publicada en 1991 y realiza 
un agudo ejercicio de recuperación

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