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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS LAS ZONAS RESIDENCIALES DE TENOCHTITLAN SEGÚN LAS FUENTES COLONIALES TESIS DE LICENCIATURA QUE PARA OPTAR POR EL GRADO DE LICENCIADO EN HISTORIA POR LA FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO PRESENTA ALEJANDRO ALCÁNTARA GALLEGOS 2006 UNAM – Dirección General de Bibliotecas Tesis Digitales Restricciones de uso DERECHOS RESERVADOS © PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN TOTAL O PARCIAL Todo el material contenido en esta tesis esta protegido por la Ley Federal del Derecho de Autor (LFDA) de los Estados Unidos Mexicanos (México). El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el respectivo titular de los Derechos de Autor. Para Claudia , porque s in su apoyo y comprensión este trabajo jamás hubiera podido terminarse. Para Pila(t) y Mari(t) que, haciendo mucho más de lo que les correspondía, cuidaron con amor mis primeros pasos. Para Juan, sin cuyo apoyo muchas cosas no hubieran sido posibles. Para mis hijos, con la esperanza de un futuro mejor. AGRADECIMIENTOS En la realización de este trabajo hubo personas a las que hoy, cuando dicha obra ve la luz, debo agradecer sin duda el apoyo, consejo, estímulo y colaboración que me dieron. Al Dr. Pablo Escalante Gonzalbo por asesorar este trabajo con amabilidad, compromiso, interés y apoyo, por tener fe en que un día iba a terminarse y por abrir espacios para su difusión. A la Mtra. Emilie Carreón Blaine por revisar exhaustivamente el texto, ofrecerme comentarios sumamente enriquecedores y brindarme su apoyo generoso. Al Dr. Roberto Gallegos Ruiz, al Dr. Blas Castellion, al Lic. Santiago Ávila Sandoval y al Lic. Erik Velázquez por leer mi manuscrito con gran interés y compromiso, dándome su tiempo, sus ideas y su apoyo a pesar de la enorme carga de trabajo que enfrentaban. También deseo expresar mi agradecimiento a la Dra. Concepción Company y a la Dra. Jeannette Reynoso por las sugerencias al proyecto de investigación y por sus generosos ofrecimientos de apoyo que, debido a las circunstancias, me fue imposible aprovechar. Igualmente, a la Lic. Araceli Arredondo por prestarme su equipo de cómputo –en momentos que no tuve uno- para poder continuar este trabajo y por estimular la terminación del mismo. Al Lic. Luis Omar Álvarez Hernández por su apoyo técnico en la parte final de procesamiento y edición del texto y al Ing. Juan Alcántara Gallegos por la elaboración de los planos isométricos que se presentan en el Apéndice. Finalmente, agradezco a la Dirección General y al Consejo Técnico de la Escuela Nacional Preparatoria por haber concedido la licencia laboral que me permitió escribir la versión final de esta obra. A todos ellos, mi reconocimiento y mi más profundo agradecimiento. INDICE INTRODUCCIÓN 1 El desarrollo urbano de Tenochtitlan 3 Delimitación del tema, método y fuentes 8 Territorialidad, patrón de asentamiento y representatividad de los materiales utilizados 14 1. LAS ZONAS RESIDENCIALES SEGÚN LAS DESCRIPCIONES DE TENOCHTITLAN 23 1.1 Las crónicas de la Conquista 26 1.2 Las fuentes indígenas 31 1.3 Las obras coloniales 38 2. LOS PLANOS COLONIALES DE PREDIOS INDÍGENAS 45 2.1 Los planos coloniales de predios indígenas como fuente de estudio 46 2.2 El sistema de medidas en los planos coloniales de predios indígenas 52 2.3 Descripción de los planos coloniales de predios indígenas 59 1) Plano 561 60 2) Planos 568 y 551.1 63 3) Plano 553 68 4) Plano 578 71 5) Plano 555 73 6) Plano 4713 75 7) Plano 642 79 8) Plano 2198 82 9) Plano 2199 85 10) Plano 552 87 11) Plano 563 89 12) Plano 562 93 13) Plano 570 95 14) Plano 2775 97 15) Plano 1239 101 16) Plano 588 103 17) Plano 576 106 18) Plano 1899 109 19) Plano 3054 112 20) Plano 3055 116 21) Plano 4762 118 22) Plano 3164.1 122 23) Plano 2774 125 24) Plano 2531 127 25) Plano de Tozanitlan 129 26) Plano 619 133 27) Plano 632 135 28) Plano 894 139 29) Plano 927 142 3. LAS ZONAS RESIDENCIALES SEGÚN LOS PLANOS COLONIALES DE PREDIOS INDÍGENAS 149 3.1 Tenencia de la tierra y ocupación del suelo 150 3.2 Elementos topográficos en las zonas residenciales 163 Canales 164 Callejones 167 Puentes 171 Chinamperías 173 Altares 174 3.3 Tipología de predios indígenas 177 1) Usos de suelo 178 Predios exclusivamente residenciales 179 Predios con chinampas domésticas 184 Predios con residencia y con áreas de producción o de servicio 189 Predios multiutilizados 192 2) Posesiones vinculadas a los ocupantes del predio 194 3) Diseños constructivos 200 4) Residentes 210 4. PATRÓN DE ASENTAMIENTO EN LAS ZONAS RESIDENCIALES Y ESTRUCTURA DE LOS BARRIOS DE TENOCHTITLAN 220 4.1 Patrón de asentamiento en las zonas residenciales de Tenochtitlan 220 4.2 Patrón de asentamiento y topografía de los barrios 244 4.3 Estructura y organización interna de los barrios de Tenochtitlan 254 CONCLUSIONES 278 BIBLIOGRAFÍA 284 APÉNDICE 299 1 INTRODUCCIÓN A lo largo de las últimas tres décadas la imagen que hemos tenido sobre la ciudad de México-Tenochtitlan, principio y asiento original de la hoy enorme e irreconocible Ciudad de México, ha variado poco y se ha limitado en muchas ocasiones a la descripción de los principales edificios, calzadas y espacios públicos de la antigua urbe; al elogio de sus áreas verdes y de la armoniosa convivencia de los habitantes con el lago, a repetir la ubicación de los barrios tenochcas y tlatelolcas según el Plano de Tenochtitlan elaborado por Antonio Alzate,1 a citar descripciones de cronistas, frailes y conquistadores sobre aspectos distintivos del conjunto urbano y a representar de forma equivocada el verdadero aspecto de la capital mexica, sobre todo en aquéllo que es una cuestión vital para el estudio de la ciudad: las zonas residenciales donde habitaban sus pobladores. En efecto, uno de los aspectos de la sociedad mexica que en los últimos años se ha trabajado poco es el de la conformación que tenían los “barrios” de Tenochtitlan, esos espacios urbanos alejados y escondidos entre los grandes y más importantes edificios de la ciudad, en los que vivían la mayor parte de sus habitantes. De hecho, luego de los excelentes trabajos de Arturo Monzón, Alfonso Caso, 1 El Plano de Tenochtitlan. Corte de los Emperadores Mexicanos es una versión de un plano de laCiudad de México realizado en el siglo XVIII por el alférez Iniesta Bejarano (llamado Plano de la nobilísima Ciudad de México) donde Antonio Alzate marcó en 1789 la ubicación y los límites que tenían en esa época los barrios indígenas de la capital. Ciertamente, Alzate supone que dichos límites y distritos eran los mismos que en 1521, lo cual de hecho no es exacto. Sin embargo, el plano de Alzate representa la fuente más importante –por no decir la única- para estudiar la territorialidad de los barrios de Tenochtitlan. El plano puede verse con detalle en Caso, Alfonso. Los barrios antiguos de Tenochtitlan y Tlatelolco, Apéndice 2. Una reproducción a pequeña escala aparece al final de este trabajo (Anexo 5). 2 Edward Calnek y Sonia Lombardo el tema fue abandonado casi por completo desde los años setenta sin que existieran revisiones o nuevas propuestas sobre el mismo,2 quedando las líneas establecidas por dichos autores como la base para el conocimiento de las zonas residenciales de Tenochtitlan. Sin embargo, las significativas aportaciones de Sonia Lombardo y Alfonso Caso no abordaban en realidad el problema de la estructura misma de dichas zonas, ya que sus trabajos se enfocaron más bien a otros aspectos del asentamiento y de los barrios indígenas. En cambio, Edward Calnek entró en la misma época al fondo del problema -con un respaldo de archivo impresionante- tratando de entender los rasgos específicos de las zonas residenciales de Tenochtitlan y proponiendo incluso un modelo de patrón de asentamiento fundado en la existencia de lo que llamó “barrios chinamperos”,3 al tiempo que Arturo Monzón trataba de aclarar los órdenes territoriales de la ciudad y argumentaba la d i v i s i ó n d e l o s calpulli o “barrios” de Tenochtitlan en tlaxilacaltin,4 introduciendo con ello una confusión –señalada desde entonces por Edward Calnek- que siguieron distintos autores. Por supuesto, antes y después de ellos otros historiadores como Justino 2 Caso, Alfono. Los barrios antiguos de Tenochtitlan y Tlatelolco. México, sobretiro del No. 1, Tomo XV, Memorias de la Academia Mexicana de la Historia, 1956. Lombardo, Sonia. Desarrollo urbano de México-Tenochtitlan según las fuentes históricas. México, Secretaría de Educación Pública / Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1973. Monzón, Arturo. El calpulli en la organización social de los tenochca. México, Instituto Nacional Indigenista, 1983 (la primera versión del trabajo es, por supuesto, anterior a 1970); Calnek, Edward. “Settlement pattern and chinampa agriculture at Tenochtitlan” en American Antiquity. Vol. XXXVII, No. 1, 1972, pp. 104-115; Calnek, Edward. “Conjunto urbano y modelo residencial en Tenochtitlan” en Ensayos sobre el desarrollo urbano de México. México, SEP Setentas, 1974. pp. 11-65; Calnek, Edward. “The Internal Structure of Tenochtitlan” en Eric R. Wolf. The Valley of Mexico. Nuevo México, School of Avanced Research, 1976, pp. 287-302. 3 Calnek, Edward. “Settlement pattern and chinampa agriculture at Tenochtitlan” en American Antiquity. Vol. XXXVII, No. 1, 1972, pp. 104-115. 4 Monzón, Arturo. Op. Cit., passim 3 Fernández, José Luis de Rojas5 y algunos más han aludido al tema, han presentado su propia interpretación sobre el problema e incluso han esbozado modelos de patrón de asentamiento, pero sin duda son los cuatro autores mencionados arriba quienes con mayor apoyo documental -y con planteamientos que resultaron decisivos para muchos autores- definieron la imagen que se tiene de las zonas residenciales de Tenochtitlan en los últimos 30 años. a) El desarrollo urbano de Tenochtitlan Es evidente que México-Tenochtitlan era, al momento de la Conquista, una de las ciudades6 más importante del Posclásico tardío –más allá 5 Fernández, Justino; Federico Gómez de Orozco y Manuel Toussaint. Planos de la Ciudad de México, siglos XVI y XVII. Estudio h istórico, urbanístico y bibliográfico. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1938. Rojas, José Luis de. México-Tenochtitlan: Economía y Sociedad en el siglo XVI. México: Fondo de Cultura Económica/El Colegio de Michoacán, 1986. 6 El desarrollo cultural que alcanzaron ciertos pueblos mesoamericanos, al menos ya desde el periodo Clásico, puede catalogarse bajo el concepto de “civilización”. Así, desde el año 100 a.C pueden observarse algunas sociedades donde existió ya un Estado, estratificación social, división social del trabajo, sistemas de escritura y, sobre todo, ciudades. La ciudad en Mesoamérica representa, por supuesto, la culminación de un proceso que se inicia entre las aldeas de agricultores del Preclásico y los primeros e incipientes centros de poder que surgen como el núcleo de una región conformada por el intercambio, los vínculos políticos y religiosos, el tributo, las obras hidráulicas para beneficio de la agricultura, y que progresivamente también cuentan con los medios y recursos materiales, humanos, técnicos y con la autoridad suficiente para construir espacios planificados y cada vez más urbanos que funcionen como centros administrativos, políticos y religiosos, pasando por los “centros ceremoniales” y los “primeros centros de poder” en una primera etapa. En el Periodo Clásico se desarrolla por fin el urbanismo completo, si bien aún no en todas las regiones de Mesoamérica, siendo Teotihuacan el caso más desarrollado de un asentamiento urbano en el Altiplano Central. En el Posclásico se ha reconocido el aumento del urbanismo en varias regiones de Mesoamérica y sabemos que en la Cuenca de México existían varios asentamientos que ameritaban el calificativo de “ciudad”; esto es, espacios donde residía una población dedicada fundamentalmente a labores no agrícolas, con viviendas hacinadas en mayor o menor medida, con espacios públicos planificados y urbanizados, con una administración centralizada, con servicios y construcciones que permitían la vida de una población congregada y que actuaban como cabeceras políticas de cierta región o número de poblados. La designación en náhuatl para lo que se ha definido aquí como “ciudad” era altépetl (“cerro y agua”, entendido como principio de territorialidad). Vid. Childe, Gordon. Los orígenes de la civilización, pp. 173-218; Sarmiento, Griselda. “La creación de los primeros centros de poder” en Historia antigua de México Vol. 1, pp. 335-362. 4 de que deba considerarse o no como la capital de un verdadero imperio-7 y por supuesto el centro político hegemónico de la Cuenca de México. Esta situación marcó necesariamente el grado de desarrollo y los alcances del urbanismo8 en Tenochtitlan; primero, porque el tlatocáyotl9 o grupo gobernante tuvo a su disposición fuerza de 7 Para algunos autores (Broda, Conrad, etc.) Tenochtitlan era, al momento de la llegada de los españoles, la capital de un “imperio” que se extendía por varias regiones de Mesoamérica. Dicha interpretación está sustentada en factores como el tributo que llegaba a México proveniente de poblados en lugares tan lejanos como Guerrero, Oaxaca y el Soconusco, en las guerras libradas con purépechas, mixtecos y otros pueblos cercanos y distantes, en el establecimiento de la “Triple Alianza” como medio para lograr la hegemonía política en la Cuenca de México, en su ideología militarista y su política expansionista, en su penetración hasta lugares como Guatemala y Honduras, etc. Otros autores cuestionan ese calificativo considerando que las relaciones de dominio político y económico que los mexicas establecieron de hecho sobre otros pueblos no pueden ser vistas como pruebas y rasgos de un imperio entendido al estilo occidental (López Austin, etc.). En todo caso, lo que interesa destacar aquí es el hecho de que Tenochtitlan y el grupo dirigente que la gobernaba (tlatocáyotl)tuvieron a su disposición el tributo y la fuerza de trabajo necesarios, proveniente de otros pueblos, para urbanizar en gran medida su asentamiento –tal como se consigna en las fuentes que hacen referencia a la construcción de templos, calzadas y otros espacios urbanos por cuenta de pueblos sometidos- al tiempo que lograron la suficiente centralización de las relaciones políticas y económicas de la Cuenca de México para beneficiar y desarrollar las actividades económicas, administrativas y religiosas que eran la base de la vida urbana, de un mercado que permitía el intercambio de productos y de una población nucleada en Tenochtitlan. Tales condiciones, que hicieron de la capital mexica la ciudad más importante del Altiplano Central al momento de la llegada de los españoles, fueron resultado de la indiscutible hegemonía política y económica de Tenochtitlan sobre otros pueblos, llámese a esta relación como se quiera. Vid. Broda, Johana. “La expansión imperial mexica y los sacrificios del Templo Mayor” en Mesoamérica y el centro de México. Una antología, pp. 442-444; Conrad, Geoffrey W y Arthur A. Demarest. Religión e Imperio. Dinámica del expansionismo azteca e inca, p. 18; Davies, Nigel. Los Mexicas: Primeros pasos hacia el imperio, passim; Molins Fábrega, N. El Códice Mendocino y la economía de Tenochtitlan, passim; López Austin, Alfredo. “Organización política en el Altiplano Central de México durante el Posclásico” en Mesoamérica y el centro de México. Una antología, p. 222. 8 “Una estructura urbana es una transformación del paisaje natural desde la escala humana, una transformación de la superficie de la tierra; el reemplazo de la geometría natural por una geometría humana [...], es una construcción de carácter molecular [...] [que] se convierte en uno de los determinantes esenciales de la vida de sus habitantes y de sus interrelaciones [...], es un espacio artificial que permite que el hombre realice en el tiempo todas sus actividades [...].” (Yadeun, Juan. “La diacrosincronía de la estructura urbana del Estado: el caso de Mesoamérica” en Mesoamérica y el centro de México, pp. 119-120). Así, el urbanismo nace en Mesoamérica junto al Estado y requiere de él para desarrollarse. De acuerdo con este autor, el Estado y el urbanismo se forman entre 800 a.C. y 100 d.C., se desarrollan entre 100 a.C. y 650 d.C., se expanden de 850 a 1200 d.C., retroceden y se refundan entre 1150 y 1300 d.C. y se desarrollan de nuevo entre 1300 y 1521 d.C. (Ibidem, pp. 121-122). 9 “Cada centro de población regido por un tlatoani era un tlatocáyotl, en principio un Estado independiente en el que existían dos formas de organización: el gobierno de tipo gentiliciodentro de cada uno de los calpulli, en una sociedad igualitaria en la que los dirigentes eran los ancianos y los jefes designados por elección de 5 trabajo y recursos –provenientes de los pueblos subordinados- para construir distintos espacios y elementos urbanos con los que de otro modo no se hubiera podido contar;10 segundo, porque como centro hegemónico Tenochtitlan centralizó las actividades políticas, económicas, administrativas y religiosas de la Cuenca de México dentro de su espacio, otorgando con ello una significativa complejidad a la vida de la ciudad mayor a la que podían tener otros asentamientos urbanos contemporáneos.11 Igualmente, otro elemento que resultó definitivo para el urbanismo de Tenochtitlan fue su evidente carácter lacustre, algo que compartía en realidad con muchos otros altépetl12 asentados en la ribera o en el interior de los lagos. Debe tenerse muy claro que el suelo mismo donde se edificó Tenochtitlan fue construido –a partir de ciertos islotes naturales preexistentes- a base de chinampas e islotes artificiales, y que su población debió adaptarse y aprender a subsistir en medio del lago, condiciones los miembros del grupo; y el gobierno de tipo estatal, fundado en un grupo gobernante, beneficiario del excedente de producción de los dominados, y despótico hasta el extremo [...]. Al frente del Estado se encontraba el tlatoani, gobernante vitalicio con poder político, judicial, militar y religioso superior al de cualquier otro funcionario del tlatocáyotl, y que era además representante de la divinidad y ejecutor de sus designios. [...] El sistema de alianzas había dividido a los Estados en dos categorías: los tlatocáyotl comunes, en teoría independientes, y los hueytlatocáyotl que, integrando coaliciones de tres o cuatro miembros, dominaban zonas más o menos extensas.” (López Austin, Alfredo. Op. Cit., pp. 215- 221). 10 Así por ejemplo, una de las ampliaciones del Templo Mayor fue hecha por la gente de Azcapozalco, Coyoacan, Xochimilco, Cuitláhuac, Mizquic y Texcoco (Tezozómoc, Hernándo Alvarado. Crónica Mexicana, C. 21), la Calzada de Iztapalapa fue construida por Azcapozalco, Coyoacan y Xochimilco (Ibidem, C. 17), el caño del Acuecuéxcatl por Texcoco, Azcapozalco, Coyoacan, Tacuba, Xochimilco y los pueblos chinampanecas (Ibidem, C. 79). El mantenimiento de algunas de estas obras era realizado, sin embargo, por la gente de Tenochtitlan (Ibidem, C. 69). 11 Así por ejemplo podían encontrarse en el Mecado de Tlatelolco y en otros sitios de la ciudad servicios y actividades dirigidos a los visitantes que, por distintas razones, llegaban a Tenochtitlan, tales como vendedores de comida preparada, casas del tlatoani para hospedar a quienes traían los tributos y distintos intermediarios que operaban en los tratos comerciales. Vid. Rojas, José Luis. Op. Cit., pp. 206- 207 y 230-234. 12 Sobre la definición de altépetl véase el tercer apartado de esta Introducción (p. 14). 6 materiales que necesariamente influyeron en la estructura y conformación urbana del asentamiento que por ello incluía canales, puentes, chinampas, embarcaderos, lagunillas y otros elementos resultado de la relación cotidiana con el agua. En este sentido, cabe destacar las actividades agrícolas que, en mayor o menor medida, sabemos tuvieron lugar en Tenochtitlan y que podrían haber sido uno de los pilares económicos del asentamiento original.13 Lo anterior es de suma importancia porque -como ha dicho Erwin W. Palm- Tenochtitlan bien pudo ser un asentamiento altamente urbanizado pero que en su interior exhibía las huellas de su pasado rural;14 es decir, el reflejo de aquella época comprendida entre su fundación (1325 d.C.) y su ascenso como entidad dominante en la política de la Cuenca de México (1427 d.C.) donde, al menos en una primera etapa, Tenochtitlan no pudo ser otra cosa más que un poblado chinampero -como otros que ya existían en los lagos o que los mismos mexicas habían construido previamente- el cual debió adaptarse a las necesidades de un centro urbano y pudo convertirse en una verdadera ciudad cuando la expansión política, militar, administrativa y comercial del tlatocáyotl así lo requirió o lo permitió, pero que en sus orígenes no fue diseñada ex profeso para ello ni tenía las posibilidades para hacerlo.15 Por 13 Véase la Nota 15 14 Palm, Erwin Walter. “Observaciones sobre el plano de Tenochtitlan” en Actas del XXXVII Congreso Internacional de Americanistas, Vol. I, 1968, p. 128 15 Si bien el ascenso político y las transformaciones de la sociedad mexica fueron vertiginosas en el lapso de los casi 200 años que van de la fundación de Tenochtitlan a la situación hegemónica que la ciudad tenía a la llegada de los españoles, las fuentes coinciden en señalar que el desarrollo urbano de la capital mexica tuvo sus momentos decisivos a partir de los gobiernos de Itzcóatl y Moctezuma Ilhuicamina; esto es, luego de la guerra con Azcapozalco en 1427. Antes de ésta, es posible que los mexicashubiesen contado con ciertos recursos tributarios que les habrían permitido urbanizar algunas secciones de Tenochtitlan además del esfuerzo propio de sus habitantes, pero como lo señalan Tezozómoc y Chimalpahin los primeros años de existencia de Tenochtitlan se dedicaron a la construcción de “planchas y cimientos para asiento de la ciudad”, desecación de 7 ello, ciertos espacios de carácter suburbano, y en ocasiones de tipo francamente rural,16 son mencionados por las fuentes –en contra de la concepción idealizada de algunos autores- como elementos que también formaban parte del urbanismo en Tenochtitlan. Un último factor que contribuyó, aunque en menor medida, al desarrollo urbano de la capital mexica fue la integración de Tlatelolco -asentamiento originalmente distinto a Tenochtitlan- en 1473, pues a juzgar por las referencias y planos que permiten visualizar el cuadrante noroeste del asentamiento había más calzadas, caminos, embarcaderos y desviaciones que hacían de la parcialidad de Cuepopan y del Mercado de Tlatelolco el sector probablemente mejor comunicado de la ciudad, tanto al exterior como al interior de la misma. Dicha situación contrastaba con otros rumbos de Tenochtitlan donde las calzadas y los caminos no eran tan frecuentes, lo que refleja sin duda la importancia económica que tenía Tlatelolco, no sólo para la capital mexica sino también para toda la región de los lagos. Así, se justifica plantear que la incorporación de Tlatelolco a Tenochtitlan contribuyó a modelar al menos el cuadrante noroeste del asentamiento imponiendo la necesidad de un énfasis en la construcción de caminos y accesos como parte del desarrollo urbano en dicha sección.17 Con lodazales y construcción de chinampas. Incluso, los Annales de Tlatelolco señalan cómo en 1382, con la primera inundación que sufrió el asentamiento y ya bajo el gobierno de Acamapichtli, muchas chinampas fueron destruidas y sobrevino por ello “un hambre” que afectó a la población. Vid. García Quintana, Josefina y José Rubén Romero Galván. México Tenochtitlan y su problemática lacustre, pp. 58-70; Davies, Nigel. Op. Cit., p. 152; Chimalpahin, Relaciones originales de Chalco Amaquemecan, p. 78 (Tercera Relación); Annales de Tlatelolco, p. 52 16 "Tlatilolco, Yacacolco [...] Aquí es donde realmente se levantaban las arboledas tupidas [...]. Desde aquí es de donde parten nuestras cercas de piedra que van bajando en descenso por el lado donde tenemos nuestros frijolares de frijoles grandes [...]." (Ordenanza del Señor Cuauhtémoc, p. 33 (Lám. 11)) 17 Desde los planos más antiguos de la Ciudad de México, como el atribuido a Cortés, puede verse el mayor número de caminos y calzadas en el cuadrante noroeste del asentamiento, lo mismo que en planos posteriores. Vid. Fernández, 8 todo, plantear las diferencias y semejanzas del urbanismo en Tenochtitlan frente a otras ciudades mesoamericanas requiere un conocimiento más amplio del que tenemos ahora sobre la estructura y características de la capital mexica, y de un análisis comparativo entre distintas urbes mesoamericanas que rebasa por mucho el ámbito de este trabajo. b) Delimitación del tema, método y fuentes En la delimitación del tema y problema de investigación a los que se refiere este trabajo subyace una esquematización –sugerida a partir de la variedad de espacios que las fuentes describen como parte del asentamiento- de los tipos de zonas que, con rasgos semejantes, pueden distinguirse entre todos los componentes del área urbana de Tenochtitlan, los cuales estaban entremezclados y coexistían por todo el asentamiento. Dichos espacios se han clasificado aquí con el siguiente criterio: 1) Zonas Públicas: espacios, edificios, complejos y estructuras diferenciados en el asentamiento por su alto grado de urbanización debida sobre todo a la planificación estratégica del tlatocáyotl para cumplir funciones económicas, administrativas, de gobierno, o bien de infraestructura y comunicación, que eran vitales para el asentamiento y actividades de la población urbana, numerosa y hacinada que residía en la ciudad, pero también para aquella -de carácter flotante- que visitaba Justino; Federico Gómez de Orozco y Manuel Toussaint. Planos de la Ciudad de México, siglos XVI y XVII, passim. 9 Tenochtitlan debido a la centralización de actividades que ésta había generado. Por supuesto, algunos de estos elementos estaban centralizados (en los complejos principales de Tenochtitlan y Tlatelolco) y otros descentralizados (en cada una de las cuatro parcialidades de la ciudad o bien en puntos específicos de ella), si bien es posible que el tlatocáyotl haya mantenido también alguna presencia en los “barrios” de los macehualtin; esto es, en las zonas residenciales. Las obras de infraestructura y comunicación estaban por todos lados y convivían necesariamente con todo tipo de zonas (mercados, plazas, embarcaderos, edificios administrativos, calzadas, almacenes de tributo, acueductos, murallas, etc). 2) Zonas Palaciegas: Conjuntos de casas e instalaciones de recreo de los pipiltin que formaban sectores diferenciados de la ciudad (por ejemplo los que rodeaban el complejo religioso del Templo Mayor) así como las construcciones palaciegas aisladas ubicados en sitios notables o específicos de la ciudad para uso reservado del tlatoani (“casa de las fieras”, etc.), incluyendo en ambos casos los “jardines” que las fuentes señalan como parte de las posesiones de este grupo. Sin embargo, es posible que algunas casas de nobles hayan estado ubicadas individualmente en algunos barrios de macehuales; esto es, dentro de las zonas residenciales populares. 3) Zonas Religiosas: instalaciones y espacios donde se desarrolla tanto el culto público como el reservado a los sacerdotes (templos, plazas, complejos religiosos, casas de sacerdotes, altares públicos, etc.). 10 4) Zonas de Cultivo: á r e a s d edicadas fundamentalmente a la agricultura pero en las cuales es posible que se desarrollaran también cierta explotación forestal y el aprovechamiento de la fauna y flora asociada (chinamperías, arboledas, etc.). Las chinampas que sabemos existían en las casas de algunos macehuales no se incluyen aquí. 5) Zonas Residenciales: serían propiamente los “barrios” de Tenochtitlan; esto es, los distritos organizados alrededor de un centro comunal donde se encontraban las casas de los macehualtin, asentadas de manera nucleada y con cierto grado de hacinamiento, y donde residía, por tanto, el grueso de la población del altépetl. En dichas zonas existían, sin embargo, chinampas domésticas individuales (es decir, dentro del espacio que poseía cada vecino y no formando conjuntos) así como un complejo administrativo y religioso que formaba el centro comunal del “barrio”. Lo que se pretende definir con semejante clasificación es precisamente el objeto de estudio de este trabajo. En efecto, lo fundamental es dejar claro que la s zonas residenciales sólo representaban secciones de Tenochtitlan que, aunque numerosas y ocupando la mayor parte de la superficie total de la ciudad, no eran toda ella. Por tanto, habremos de estudiar solamente los espacios de la ciudad donde residían básicamente los macehualtin y que, por tratarse del sector más numeroso de la población urbana, habrían constituido el tipo de espacio más abundante en Tenochtitlan. De este modo, planteamos que sus características -como tipo de zona específica- deben ser clarificadas con precisión para establecerlas 11 diferencias, similitudes o contrastes con el resto del asentamiento. Definir los rasgos centrales de las zonas residenciales representa un punto de partida necesario para comprender con mayor precisión diversos aspectos de la sociedad tenochca, sobre todo porque se trata del escenario donde se desarrollaba buena parte de la vida cotidiana de sus integrantes. Así, el problema de estudiar y comprender cómo eran y cómo funcionaban las zonas residenciales de Tenochtitlan, no en abstracto sino en lo que se refiere específicamente a sus características topográficas, al patrón de asentamiento, a su organización comunal interna, al régimen de propiedad, a los tipos de vivienda que podían encontrarse y a las implicaciones que dichas zonas tenían para el conjunto urbano, requiere construir una imagen de los “barrios” de Tenochtitlan que sustente respuestas globales y explícitas a dichas interrogantes, que reconsidere los modelos y trabajos propuestos hasta ahora y que aporte nueva información que permita profundizar en el tema. Por ello, en esta obra se ha desarrollado un análisis selectivo de documentos de archivo –correpondientes a los siglos XVI y XVII en su gran mayoría- que ofrecen información abundante y de primera mano que permite ir más allá de las descripciones generales y poco numerosas que se encuentran en las fuentes tradicionales sobre las características de las zonas residenciales de Tenochtitlan. En particular, se han utilizado documentos del Archivo General de la Nación (AGN) que contienen planos de predios indígenas coloniales correspondientes a las cuatro parcialidades de Tenochtitlan, los cuales -a pesar de ser posteriores a la Conquista- muestran una gran 12 continuidad de los sitios residenciales18 indígenas antes y después de 1521. Los planos de predios indígenas coloniales del AGN son ilustraciones de procesos legales referentes a tratos de compra- venta, testamentos y pleitos de tierras donde se representan sitios residenciales que formaron parte de los barrios indígenas coloniales de la Ciudad de México en épocas a veces tempranas y a veces tardías con respecto a la Conquista, pero que permiten generalmente seguir la evolución de cada propiedad durante cierto periodo de tiempo, en algunos casos desde fechas próximas a 1521. La documentación que los acompaña fue redactada en náhuatl y/o castellano –sin olvidar que en varios planos aparecen también pictogramas prehispánicos (glifos, personajes o medidas) que revelan también información fundamental- cuyo contenido ofrece detalles importantes que permiten la interpretación de los planos y obtener información de sus ocupantes, la topografía aledaña y su ubicación. A diferencia de Edward Calnek, quien presenta una muestra más grande de sitios residenciales -y utiliza de hecho algunos de estos documentos pero sin publicar con detalle la información de los mismos-, se ha preferido seleccionar 32 predios indígenas usando como criterio para dicha selección la condición de que la documentación respectiva incluyera una ilustración que permitiera completar con información gráfica el análisis de los sitios y zonas residenciales de Tenochtitlan así como reconstruir sus características físicas. A partir de ello será posible plantear un modelo de patrón de 18 Entiéndase por “sitio residencial” al terreno, las construcciones y los elementos que conformaban la unidad de residencia de la población en Tenochtitlan, cuyas características pretenden definirse a partir de esta investigación. 13 asentamiento que haya surgido de las evidencias observables en dichos materiales gráficos y también de la reconstrucción de los sitios que representan. Las ilustraciones de los predios seleccionados corresponden a 31 documentos gráficos, 30 de los cuales están clasificados con los números 552, 553, 555, 555.1, 561, 562, 563, 568, 570, 576, 578, 588, 619, 632, 642, 893, 894, 927, 1239, 1899, 2198, 2199, 2531, 2774, 2775, 3054, 3055, 3164.1, 4713 y 4762 del Catálogo de Ilustraciones del Archivo General de la Nación y uno (“Plano de Tozanitlan”) se encuentra sin catalogar en el ramo Bienes Nacionales, volumen 339, expediente 9 del mismo archivo.19 Sin embargo, el análisis de las zonas residenciales de Tenochtitlan requiere, además de los datos que puede brindar un cierto número de materiales gráficos y documentales, complementar dicho estudio con información procedente de las distintas descripciones que tenemos en las fuentes escritas. Tales descripciones permitirán llevar a cabo una interpretación cuidadosa de los planos de predios indígenas del AGN –procedentes, como ya se mencionó, de la época colonial- al funcionar como marco de referencia que permita contextualizarlos en términos de los rasgos que tenía realmente la ciudad al momento de la Conquista, aportando además otros datos que no existen en la información gráfica o documental de archivo. Finalmente, cabe señalar la ausencia de fuentes arqueológicas en este trabajo, las cuáles sólo se emplean mínimamente a pesar del gran provecho que podría resultar de su utilización. Ciertamente se ha privilegiado la información escrita, documental y gráfica por dos razones fundamentales. En primer lugar, la información de carácter 19 Vid. Catálogo de Ilustraciones, Archivo General de la Nación. México, AGN, 1979 14 histórico resulta, sin duda, la más accesible en este momento. Si bien el Programa de Arqueología Urbana del Instituto Nacional de Antropología e Historia ha generado en los últimos años información relevante sobre la época prehispánica, e incluso colonial, de la Ciudad de México, dicha información no ha sido aún suficientemente sistematizada ni difundida. En segundo lugar, el trabajo se abocó al análisis de los materiales señalados por considerar que hacía falta una revisión integral del tema regresando a las fuentes originales, sistematizando la información de archivo, difundiendo la información gráfica disponible e integrando una visión ordenada de la división administrativo-territorial de la ciudad, de la organización comunal, del sistema indígena de medidas, del régimen de propiedad de la tierra y de la vida cotidiana en los “barrios” de Tenochtitlan; problemas todos que requerían fundamentalmente de fuentes históricas y en los que la arqueología no podía aportar datos. Futuros trabajos -donde la información arqueológica sea la base de los materiales de investigación- habrán, sin duda, de completar o corregir los resultados de este trabajo. c) Territorialidad, patrón de asentamiento y representatividad de los materiales utilizados. Por otro lado, resulta necesario definir algunas cuestiones básicas para entrar al análisis de las zonas residenciales de Tenochtitlan y tratar de reconstruir el patrón de asentamiento que imperaba en ellas. La primera de tales cuestiones se refiere a los órdenes territoriales que había en Tenochtitlan, cuestión planteada desde hace mucho tiempo –aunque, como se verá después, con algunos 15 defectos- por Arturo Monzón.20 Tal como lo señala dicho autor, y como se puede verificar en las fuentes indígenas, la denominación usual para los asentamientos humanos del Altiplano Central era la de altépetl.21 Frecuentemente ocurría que muchos altépetl se habían convertido en verdaderas ciudades (si bien los términos no son necesariamente equivalentes)22 como resultado de su desarrollo político y de su expansión, por lo que llegaba a tener tlatoani y se configuraba entonces como un Estado independiente o tlatocáyotl, centro de poder que controlaban una región y a los pueblos asentados en ella. Conforme a esta idea, constantemente se designaba a la capital mexica como “altépetl Tenochtitlan” antes y después de laConquista.23 Ahora bien, cuando un altépetl formaba un asentamiento urbano de gran extensión éste se dividía, aparentemente por razones administrativas, en sectores o distritos que variaban en número y cuyo nombre indígena no está claro. Monzón los nombra campa a partir de una referencia de la Crónica Mexicáyotl, pero esta denominación carece en realidad de contenido y sustento porque se emplea sólo en una expresión indeterminada sin que pretenda reflejar el término con que se nombra un cierto distrito o demarcación.24 Los españoles las llamaron “parcialidades” y, en ocasiones, “barrios grandes”.25 No hay 20 Monzón Arturo, Op. Cit., pp. 53-58 21 Idem 22 Véase la Nota 6 en lo referente a la definición del término “ciudad”. 23 En la documentación de los planos de predios indígenas coloniales del Archivo general de la Nación que se presentarán en el segundo capítulo, constantemente aparece esta designación como parte de los textos redactados en náhuatl que se consignan ahí. Véase, por ejemplo, la documentación de los Planos 555 y 2774. 24 De hecho, campa únicamente significa “parte o rumbo”. Sobre este tema, véase la página 246. 25 “[...] a los pueblos llaman altépetl, y esto es en común, pero a las ciudades llaman hueyaltépetl, los cuales pueblos tenían repartidos por parcialidades [...] y 16 elementos por ahora para proponer una salida a este problema pero, cualquiera que haya sido el término correcto, Tenochtitlan estaba dividido –a diferencia de otros altépetl como Tlatelolco que tenía seis- en cuatro de estas parcialidades o “barrios grandes”, los cuales eran conocidos como Moyotlan, Teopan, Atzacoalco y Cuepopan (San Juan, San Pablo, San Sebastián y Santa María –respectivamente- para la época colonial). Dentro de cada una de estas parcialidades, que en el caso de Tenochtitlan se convirtieron en cuadrantes, las fuentes señalan la existencia de otras demarcaciones más pequeñas que fueron llamadas por los españoles “barrios” o “barrios chicos” y que son precisamente aquellas marcadas por Antonio Alzate –como se mencionó anteriormente- en el Plano de Tenochtitlan de 1789. El problema aquí es que el término "barrio" fue usado por los españoles para referirse lo mismo a pequeños poblados dependientes de un centro político que a distintas demarcaciones territoriales y administrativas dentro de una ciudad o pueblo, lo que dificulta la definición concreta del espacio al que hace referencia.26 Para complicar más las cosas, también se hace sinónimo de los términos calpulli y tlaxilacalli que implican cierto nivel de organización gentilicia pero que, según Arturo Monzón, representan dos niveles distintos de organización territorial –uno dentro del otro- al interior de cada campa de Tenochtitlan.27 así estaba ordenado que en cada pueblo, conforme tenía el número y calidad de gente, hubiesen parcialidades [...]. Estas parcialidades estaban repartidas por calpules, que son barrios, [...] y en lugar de calles llaman tlaxilacales [...].” (Torquemada, Monarquía Indiana, L. 14, C. 7). 26 Sobre este punto véase: Gibson, Charles. Los aztecas bajo el dominio español, pp. 35-36, 154-155 y Lira, Andrés. Comunidades indígenas frente a la Ciudad de México: Tenochtitlan y Tlatelolco, sus pueblos y barrios, pp. 19-20 y passim 27 Monzón, Arturo. Op. Cit., pp. 53-58 17 Como la discusión de este problema se realizará en el capítulo y apartado respectivo, baste aquí con establecer un criterio simple pero funcional para los propósitos que persigue esta investigación en torno al término "barrio": gracias al Plano de Antonio Alzate, a la sustitución de templos indígenas por pequeñas iglesias y a las descripciones que ofrecen las fuentes sobre este punto, se puede estar seguro de que las cuatro parcialidades o campa de Tenochtitlan estaban efectivamente subdivididos en demarcaciones territoriales y administrativas que se organizaban alrededor de un centro comunal, dentro de las cuales residía el grueso de la población macehual de la ciudad.28 Así, en adelante se utilizará el término barrio para referirse exclusivamente a l a s demarcaciones territoriale s y administrativas en que se dividían los campa de Tenochtitlan - cuyos nombres, límites y ubicación son, en su mayoría, bien conocidos gracias al multicitado Plano de Tenochtitlan de Antonio Alzate- con el fin de aclarar la relación que tales espacios guardaban con la estructura de las zonas residenciales y con los órdenes territoriales de la ciudad.29 Una segunda consideración que resulta importante hacer es la que tiene que ver con la representatividad de los materiales utilizados en esta investigación. En realidad, la información y los datos obtenidos, al menos en el trabajo de archivo, para realizar esta obra se refieren fundamentalmente a Tenochtitlan y no a Tlatelolco. La razón de esta disparidad es que los materiales gráficos del AGN no 28 Como es sabido muchos de tales centros comunales sobrevivieron como iglesias de barrio en la época colonial, y algunas de ellas todavía existen en el primer cuadro de la Ciudad de México, tales como San Antonio Tomatlán, Santa Ana Atenantitech, Tlaxcoaque, etc. 18 incluyen ejemplos útiles sobre sitios residenciales de aquella parte de la ciudad. Desde luego, no hay razón para pensar que las condiciones del asentamiento hubiesen variado drásticamente de un lugar a otro y por tanto se puede suponer que la estructura interna, las características de las zonas residenciales y el patrón de asentamiento de Tlatelolco eran similares a las de Tenochtitlan, sobre todo cuando los conquistadores y autores posteriores no hacen diferencia en sus descripciones acerca de lo que originalmente fueron dos lugares distintos. Sin embargo, se debe insistir en el hecho de que -por elemental rigor metodológico- sería adecuado corroborar la similitud de las zonas residenciales de Tlatelolco frente a las de Tenochtitlan, una tarea que no forma parte de los objetivos de este trabajo y que limita la validez de sus resultados a la sección del espacio urbano que ocupó Tenochtitlan. Por último, se deben tomar en cuenta las limitaciones propias de todo modelo que pretenda reconstruir las zonas residenciales de Tenochtitlan, comenzando por su carácter necesariamente general y esquemático. Aun cuando sea posible definir sus rasgos centrales y el patrón de asentamiento que subyacía en ellas, es importante recordar que las zonas residenciales estaban en contacto con otro tipo de espacios (áreas de cultivo, instalaciones públicas, lagunas internas, arboledas, etc.) que podrían haber generado variantes en el grado de hacinamiento de los sitios residenciales, en la densidad de población, en la estructura del patrón de asentamiento, en la topografía asociada al mismo, en el tipo de sitios residenciales o incluso en el carácter urbano o suburbano de algunas áreas de la ciudad. De hecho, uno de los problemas centrales en los distintos 19 modelos de patrón de asentamiento que se han propuesto para Tenochtitlan es la rigidez de su diseño y, por ello, la poca congruencia de éste con la información que poseemos sobre la vida cotidiana, las actividades y los espacios públicos y privados de los barrios de la ciudad. Por tal razón, este trabajo surge del desacuerdo con la imagen que los autores vinculados al tema han presentado hasta ahora de las zonas residenciales de Tenochtitlan, por considerarla incongruente con las descripciones topográficas y antropológicas que existen en las fuentes y que pocas veces se han usado como marco de referencia para contextualizarmodelos de patrón de asentamiento, formándolos únicamente sobre la base de ciertos documentos gráficos aislados. Por tal razón, esta investigación parte de la idea –derivada precisamente del tipo de descripciones antes mencionadas- de que las zonas residenciales de Tenochtitlan eran en realidad bastante diversas en su composición y diseño, y que ello implica la necesidad de repensarlas bajo un criterio distinto al paradigma de la planificación urbana y al de un ordenamiento y simetría casi perfectos, tan vital para algunos autores.30 En realidad, la combinación de elementos topográficos –enriquecidos por el medio lacustre- con la variedad de espacios públicos, agrícolas, religiosos y palaciegos que formaban parte del asentamiento debió generar una amplia gama de posibilidades que daban a la ciudad, pero sobre todo a las zonas residenciales, ese carácter diverso que se ha 30 Entre los autores que han tocado el tema se pueden encontrar afirmaciones donde subyace la idea de que el “desorden” en la distribución de las viviendas indígenas era un problema posterior a la Conquista: "[...] las chinampas de los indios que rodeaban la traza española [...] fueron transformándose poco a poco en terreno firme y en barrios desordenados." (Fernández, Justino et al, Planos de la Ciudad de México, pp. 38-39). La idea de una ciudad simétrica se observa también en autores como Gómez Aparicio, Edward Calnek, etc. 20 señalado y que va desde los sitios residenciales con y sin chinampas hasta la existencia de acequias con trazo curvo y de callejones laberínticos en los barrios de Tenochtitlan. Entre los modelos de patrón de asentamiento que se han propuesto para las zonas residenciales de Tenochtitlan destaca, en primer lugar, el de Justino Fernández, Federico Gómez de Orozco y Manuel Toussaint que se basa en el "Plano en Papel de Maguey".31 En este modelo los sitios residenciales son mostrados como chinampas cuadradas completamente separadas por canales, sobre las cuales hay una “casa” que ocupa el veinticinco por ciento de la superficie total de la chinampa mientras que el resto se ocuparía para cultivo. Así, los distintos predios-chinampa están ordenados como una gran cuadrícula y se comunican a través de canales y caminos rectilíneos que se alternan sin alterar en lo fundamental la distribución reticular de los sitios residenciales. Sobra insistir en el carácter pictográfico y simbólico del Plano en Papel de Maguey que hace sumamente riesgosa una interpretación literal de los rasgos que implicaría para las zonas residenciales -aceptando que se tratara en realidad de una representación de este tipo de lugares-, y que de seguirse al pie de la letra nos daría un patrón de asentamiento extraordinariamente regular (Fig. 51).32 En segundo lugar, está el modelo de Edward Calnek quien, usando principalmente planos y documentos coloniales, define la existencia de "barrios chinamperos" (chinampa districts) en la ciudad, si bien sugiere la existencia de 31 Fernández, Justino, Op. Cit., pp. 58-74. Véase también Calnek, Edward. “The localization of the sixteenth century map called the Maguey Plan” en American Antiquity, Vol. 38, No. 2, Abril, 1973, pp. 190-195 32 Véase la página 226 21 otro tipo de distritos sin chinampas.33 El patrón de asentamiento que plantea es definido como de “imagen espejo”, conformado por hileras de predios que tienen siempre la misma forma y tamaño y están dispuestos a lo largo de un canal –necesariamente recto y perpendicular al eje este-oeste de la ciudad- dedicado exclusivamente al cultivo de chinampas. Los accesos a cada sitio residencial siempre dan a caminos de tierra que deben ser también rectos y paralelos a los canales, repitiéndose el mismo patrón al otro lado del camino sólo que en orden inverso. Así, estas hileras de predios se repiten como líneas paralelas -alternando con canales y caminos- para formar secciones completas de la ciudad (Fig. 52). En el fondo, el ordenamiento tan rígido, repetitivo y esquemático que plantea Edward Calnek parecería tratar de adecuarse –de manera forzada- a los señalamientos de autores como Motolinía y Torquemada que hablan de la sucesión entre caminos y canales a los que correspondían el frente y la “puerta falsa” de cada casa, así como a la traducción –o al menos descripción- del término tlaxilacalli como “hilera de casas”.34 En este trabajo se plantea como hipótesis central que las zonas residenciales de Tenochtitlan estaban formadas en realidad por distintos islotes/vecindarios, integrados por un buen número de predios familiares autónomos -relativamente hacinados, con una gran diversidad en sus características y dispuestos de manera irregular en un patrón de asentamiento básicamente aglutinante y desordenado- que representaban la unidad constitutiva de dichas zonas, rodeados por canales, caminos, chinampas, lagunillas u otros elementos que no 33 Calnek, Edward. “Settlement pattern and chinampa agriculture at Tenochtitlan” en American Antiquity. Vol. XXXVII, No. 1, 1972, pp. 104-115 22 necesariamente daban a estos islotes una forma regular (si bien ello p a r e c e h a b e r o c u r r i d o e n v a r i a s o c a s i o n e s ) . A s í , l o s islotes/vecindarios serían plataformas construidas sobre el lago con formas variadas, mucho más amplias que una chinampa y que una estrecha hilera de sitios residenciales, en los cuales residía el grueso de la población de Tenochtitlan. Aproximarse a ellos es la meta de este trabajo porque, aunque hoy contamos con nuevos y muy significativos elementos para reconocer importantes zonas públicas de lo que fue Tenochtitlan –sobre todo del centro de la misma, gracias a las excavaciones del Templo Mayor y al Programa de Arqueología Urbana del Instituto Nacional de Antropología e Historia-, las zonas residenciales de la antigua ciudad no han merecido la misma atención, a pesar de que ellas fueron el espacio cotidiano donde se desarrollaron la mayor parte de los fenómenos y procesos políticos, sociales, económicos y culturales de la sociedad mexica que tanto se han estudiado, pero que con frecuencia han quedado en cierto nivel de abstracción por no tener claro cómo eran los espacios urbanos donde habitaba la gente que vivió e hizo posible todos estos procesos. 34 Sobre este punto véanse las páginas 41-42 y 227-241 de este trabajo. 23 1. LAS ZONAS RESIDENCIALES SEGÚN LAS DESCRIPCIONES DE TENOCHTITLAN. La primera aproximación al problema de las zonas residenciales de Tenochtitlan consiste en la búsqueda de información en las fuentes escritas que describen cómo era la ciudad antes de la Conquista, ya sea como resultado del primer contacto entre españoles e indios, como memoria indígena conservada en los primeros años del dominio español o como rescate del pasado indígena por autores hispanos ya en plena época colonial. Así, conviene distinguir, de manera general, tres grupos de fuentes que aportan información útil sobre las zonas residenciales de Tenochtitlan: las crónicas de la Conquista (elaboradas por los llamados “soldados cronistas”; esto es, conquistadores que conocieron directamente la ciudad prehispánica y el mundo mesoamericano antes de la destrucción causada por el sitio de Tenochtitlan y los cambios que resultaron del establecimiento del dominio español, si bien algunos de ellos como Bernal Díaz escriben su texto varios años después de la Conquista), las fuentes indígenas (elaboradas por autores indios o bien a partir de testimonios y tradicionesorales indígenas que registran -en los años que siguieron a la Conquista- las características del asentamiento antes de la llegada de los españoles) y las obras coloniales (que, escritas en buena medida por religiosos españoles ya bien entrado el siglo XVI y a lo largo de la época colonial -cuando el dominio español estaba ya bien afianzado al menos en el centro de México-, elaboran compendios de la cultura prehispánica e intentan reconstruir una imagen de Tenochtitlan antes de 1521, para lo cual recuperan, copian y sintetizan fuentes más tempranas sean indígenas, de conquistadores o bien de religiosos. 24 En conjunto, dichos materiales constituyen el registro más importante que se tiene en la actualidad sobre las características que tuvieron los distintos tipos de zonas y espacios dentro de la ciudad.1 A pesar de ello, cabe destacar que las referencias específicas sobre las zonas residenciales de Tenochtitlan son, por lo general, breves y escasas en dichas fuentes. Esta situación se debe - en el caso de las crónicas de la Conquista- a que los españoles pocas veces prestaron atención a los espacios vecinales y domésticos de los macehualtin, los cuales resultaron hasta cierto punto ajenos a las calzadas, canales, palacios, plazas, templos y demás espacios públicos en los que generalmente tuvieron lugar los hechos militares que permitieron la conquista de Tenochtitlan. Por tal motivo, las referencias sobre las zonas residenciales resultan más bien incidentales en este grupo de fuentes, con excepción de algunos pasajes donde se intenta describir la estructura general de la ciudad. E n e l c a s o d e l a s fuentes indígenas tampoco existen descripciones amplias y específicas acerca de las zonas residenciales, las cuales reciben generalmente el tratamiento de lo obvio y común en medio de narraciones que tienden a privilegiar los hechos políticos, genealogías y cronologías así como la descripción de ritos, templos, ceremonias, palacios o guerras. Con todo, los datos dispersos que ofrecen estas fuentes llegan a proporcionar en ocasiones información más relevante acerca de las zonas residenciales de Tenochtitlan que las obras de los soldados cronistas, no sólo porque registran más características sino también porque refieren las relaciones sociales que se desarrollaban en dichos espacios 1 Véase la introducción de este trabajo en lo referente a los tipos de zonas que podían encontrarse en Tenochtitlan. 25 (resultado del conocimiento y vivencia del mundo indígena que tuvieron los autores de tales fuentes). Finalment e , l a s obras coloniales -que representan cierta excepción a la tendencia que se ha venido mostrando- tienen la particularidad de ofrecer descripciones detalladas acerca de las zonas residenciales de la ciudad aun cuando dichos pasajes tampoco sean numerosos. En realidad, el trabajo de rescate de la cultura indígena que intentan los autores de estas obras refleja mayor cuidado y atención para describir los espacios donde residía la población, lo que permite encontrar secciones específicas dedicadas a tratar el tema. Igualmente, destacan en este grupo de fuentes las referencias acerca del estado que guardaban los barrios indígenas de la época colonial así como señalamientos concretos acerca de la continuidad en la topografía, la organización y las características del asentamiento indiano después de la Conquista. Dadas las características que estos tres grupos de fuentes presentan en relación con el problema de investigación que se ha planteado aquí, el presente capítulo está dedicado a rescatar y analizar la información que, sobre las zonas residenciales de Tenochtitlan, ofrecen dichos materiales. Si bien semejante procedimiento sólo ofrecerá por ahora generalidades sobre el tema, los datos obtenidos servirán más adelante para contextualizar el análisis de los materiales gráficos y documentales del Archivo General de la Nación -procedentes de los siglos XVI y XVII- cuya naturaleza permite observar con gran detalle las características de las zonas residenciales indígenas en la Ciudad de México. 26 a) Las crónicas de la Conquista. De los textos escritos por los soldados cronistas las obras de Hernán Cortés, Bernal Díaz, Francisco de Aguilar y el Conquistador Anónimo tienen un valor especial para nuestro tema. En efecto, a diferencia de autores similares las narraciones de estos conquistadores ofrecen observaciones directas sobre los espacios que conformaban la todavía ciudad prehispánica. A continuación se presentan las descripciones que tales crónicas ofrecen sobre las zonas residenciales de Tenochtitlan, justo como evidencia de su conformación. Como es sabido, la construcción de ciudades y pueblos sobre los lagos de la Cuenca de México era una realidad que asombró a los españoles en 1519, ya que el contacto de los asentamientos prehispánicos con el agua es uno de los elementos más recurrentes en sus descripciones. Lo más importante de este hecho es que los conquistadores señalan expresamente que la estructura topográfica del asentamiento -y específicamente de las zonas residenciales- estaba definida por el agua. Así por ejemplo, Bernal Díaz dice: [...] veíamos que cada casa de aquella gran ciudad, y de [...] todas las [...] que estaban pobladas en el agua, de casa a casa no se pasaba sino por unas puentes levadizas que tenían hechas de madera, o en canoas [...]2 Cortés, por su parte, coincide con esta descripción al decir: [...] me ahincaban [...] que por una de tres calles que iban a dar al dicho mercado [de Tlatelolco] entrásemos, [...] yo disimulaba [...] porque para entrar en el mercado había infinitas azoteas y puentes y calzadas rompidas [sic], y en tal manera, que en cada casa por donde habíamos de ir, estaba hecha como isla en medio del agua".3 Finalmente, Francisco de Aguilar también señala la conformación "insular" del asentamiento al escribir: 2 Díaz, Bernal. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, C. 92 3 Cortés, Hernán. Cartas de Relación, pp 143-144 (3a Carta) 27 [...] Tendría aquella ciudad pasadas cien mil casas, y cada una casa era puesta y hecha encima del agua en unas estacadas de palos, y de casa a casa había una viga y no más por donde se mandaban, por manera que cada casa era una fortaleza [...].4 De acuerdo con esta información, las zonas residenciales de Tenochtitlan estaban integradas por islotes artificiales - construidos a partir de las estacadas que señala Aguilar- donde se asentaba la población de la ciudad. Sin embargo, resulta extraña la referencia de que cada casa estuviera fundada por sí sobre el lago y separada de las demás. Cabe destacar que la interpretación puntual de pasajes como éstos ha llevado erróneamente a sugerir una conformación del asentamiento a base de chinampas individuales que formaban una celdilla de sitios residenciales, planteamiento que frecuentemente se apoya en el uso del Plano en Papel de Maguey para probar dicha conformación.5 En realidad, el resto de la información que ofrecen los soldados cronistas indica que había varias casas de por medio entre los canales de la ciudad y que existían de hecho grupos de construcciones contiguas, lo que sugiere más bien que las zonas residenciales estaban integradas por conjuntos de sitios residenciales que ocupaban una misma superficie: Ya que fue de noche, salí con ciertos españoles [del Palacio de Axayácatl], y como los tomé descuidados, ganámosles una calle donde les quemamos más de trescientas casas, y luego volví por otra, ya que allí acudía la gente, y asimismo quemé muchas casas de ella, en especial ciertas azoteas que estaban junto a la fortaleza, de donde nos hacían mucho daño [...].6 [...] mandé a Pedro de Alvaradoque con toda su gente entrase por la parte de un gran barrio que los enemigos tenían, en que habría más 4 Aguilar, Fray Francisco de. Relación breve de la conquista de la Nueva España, pp. 80-81 (5a Jornada) 5 Fernández, Justino, et al. Planos de la Ciudad de México, p. 73. Lo mismo sucede con algunas representaciones gráficas modernas de Tenochtitlan como los murales de Diego Rivera y el que se presenta en la Sala Mexica del Museo Nacional de Antropología. Para comparar distintos enfoques sobre el patrón de asentamiento de Tenochtitlan, véase el cuarto capítulo de este trabajo. 6 Cortés, Hernán. Op. cit., p. 81 (2a. Carta) 28 de mil casas; y yo por la otra parte entré a pie con la gente de nuestro real, porque a caballo no nos podíamos por allí aprovechar. Y fue tan recio el combate nuestro y de nuestros enemigos, que les ganamos todo aquel barrio [...].7 De hecho, Cortés ofrece una descripción bastante precisa sobre la conformación topográfica de una parte de Cuepopan (cuadrante noroeste de Tenochtitlan) que confirma la existencia de amplias superficies de terreno -circunscritas por la red de acequias y caminos de la ciudad- como estructura básica del asentamiento: [...] había tres calles desde lo que teníamos ganado, que iban a dar al mercado [...] y la una de estas tres calles era la principal [...]. Las otras dos calles van desde la calle de Tacuba a dar al mercado, y son más angostas, y de más calzadas y puentes y calles de agua. Y por la más ancha de ellas mandé a dos capitanes [...] [y yo] seguí mi camino para entrar por la otra calle angosta todo lo más que pudiese [...]. [...] [...] guardábamos que por ciertas traviesas de calles los de la ciudad no saliesen a tomar las espaldas a los españoles que habían seguido la calle adelante [...]. Y al punto que yo llegué a aquella puente de agua cuitada ví que los españoles y muchos de nuestros amigos venían puestos en muy grande huida [...]. [...] Y ya con todos nuestros trabajos, plugo a Dios que los que quedamos salimos a la calle de Tacuba, que era muy ancha, [...] los otros dos capitanes que habían entrado por la calle que iba al mercado [...] habían peleado valientemente y ganado [también] muchas albarradas y puentes [...].8 Un esquema basado en esta descripción -que señala explícitamente los canales y calles que atraviesan dos caminos paralelos que iban de la Calzada de Tacuba al Mercado de Tlatelolco- muestra de hecho la existencia de islotes separados por tales elementos, cuyas dimensiones permitían definitivamente alojar a varios sitios residenciales juntos (Fig. 1).9 Dado que el área descrita corresponde 7 Ibidem, p. 158 (3a Carta) 8 Ibidem, pp. 145-147 (3a. Carta) 9 Los tres caminos que describe Cortés corresponden a las actuales calles de República de Brasil (por donde iba la antigua Calzada de Tepeyac que tenía una desviación -en la iglesia de Santa Ana Yacacolco- por donde se llegaba directamente al Mercado de Tlatelolco), República de Chile/Comonfort y Allende (que iban efectivamente de la Calzada de Tacuba hasta el Mercado). En la época colonial, sabemos que dichas calles formaban cruceros con al menos la Acequia del Apartado (República de Perú), la Acequia del Tezontlalli (Rayón/Héroe de Granaditas) y la Acequia de Santa Ana (Matamoros). Como se puede ver en un plano moderno de la Ciudad de México, los espacios que circunscriben tales calles forman áreas más o menos rectangulares a las que probablemente habría que agregar las "traviesas de 29 a barrios de Cuepopan y no está definida en principio por calzadas o zonas públicas importantes, se puede afirmar que la conformación topográfica que presenta dicha área representa un ejemplo importante de la estructura de las zonas residenciales de Tenochtitlan.10 De este modo, resulta claro que la imagen de "islas en medio del agua" que se desprende de las descripciones de los soldados cronistas (como base de la topografía del asentamiento) resulta esencialmente correcta, sólo que aquéllo que definen como una "casa" -válido para las grandes construcciones del centro de la ciudad- debió ser en varias ocasiones un conjunto de sitios residenciales en otras partes del asentamiento.11 Fuera de estas descripciones generales, las crónicas de la Conquista sólo registran algunos detalles aislados de las zonas residenciales de Tenochtitlan. Así por ejemplo, Bernal Díaz sugiere calles" que señala Cortés. Cabe destacar que una imagen similar puede verse en el Plano de la Ciudad de México de Alonso de Santa Cruz, y que en el Plano de Tenochtitlan de Antonio Alzate al menos uno de los espacios señalados en el esquema corresponde con los límites del barrio de Colhuacatonco, precisamente en la parcialidad de Cuepopan (cfr. Marroquí, José María. La Ciudad de México, passim; Caso, Alfonso. "Los barrios antiguos de Tenochtitlan y Tlatelolco" en Memorias de la Academia Mexicana de la Historia, Apéndices; León Portilla, Miguel y Carmen Aguilera. Mapa de México-Tenochtitlan y sus contornos hacia 1550, mapa). 10 En realidad, distintos pasajes escritos por Cortés permiten comprobar la existencia de una retícula formada por caminos y canales en distintos puntos del asentamiento: "y pasé adelante a la calle que va a salir a Tacuba en que había otras seis o siete puentes."(Cortés, Hernán. Op. cit., pp. 142-143) "Son las calles de ella, digo las principales, muy anchas y muy derechas, y algunas de éstas y todas las demás son la mitad de tierra y por la otra mitad es agua, [...] y todas las calles de trecho a trecho están abiertas por do atraviesa el agua de las unas a las otras, y en todas estas aberturas, que algunas son muy anchas, hay sus puentes de muy anchas y grandes vigas [...]." (Ibidem, p. 62). "[...] y ví poca gente por la ciudad, y algunas puertas de las encrucijadas y traviesas de las calles quitadas, que no me pareció bien [...]." (ibidem, p. 78) 11 De acuerdo con la información que se presentará en el siguiente apartado, es posible que los conjuntos de sitios residenciales tuvieran accesos restringidos y mostraran tal contiguidad que hubiesen dado la apariencia de construcciones unitarias. Además, algunos sitios residenciales para los pipiltin -de mayor tamaño por supuesto que los de la gente común, pero también más a la vista desde los grandes espacios públicos- ocupaban amplias superficies y estaban efectivamente rodeados por canales, lo que pudo generar una mezcla de elementos al momento de hacer las descripciones sobre el asentamiento: "[...] y quemamos la casa del señor de la ciudad [...] que se decía Guatimucin [...] eran muy grandes y fuertes y cercadas de agua." (Cortés, Hernán. Op. cit., p. 155 (3a. Carta)) 30 Figura 1. Reconstrucción de una parte de Cuepopan, descrita por Cortés, sobre un plano moderno de la Ciudad de México. Entre la Calzada de Tacuba y el centro de Tlatelolco se representan tres acequias que continuaban abiertas en la época colonial que, de acuerdo con Alfonso Caso, eran límite de algunos barrios de Cuepopan. la existencia de pequeñas lagunas entre los conjuntos de sitios residenciales, señala que las casas de la ciudad tenían azoteas y destaca que las construcciones estaban blanqueadas.12 Por su parte, el Conquistador Anónimo registra –al igual que lo hacen otros soldados cronistas- la existencia de caminos/canales por toda la ciudad, lo que permite pensar en el contacto de más de un borde de cada islote artificial con el agua.13 En cuanto a las referencias sobre el cultivo 12 "[...] aunque arremetíana los escuadrones para romperlos [...] si los iban alcanzando, luego se dejaban caer los mexicanos a su salvo en las acequias y lagunas, [...] y además de esto, en algunas casas que les poníamos fuego tardaba en quemarse una casa un día entero [...] lo uno, por estar apartadas una de otra y el agua en medio, y lo otro, ser de azoteas" (Díaz, Bernal. Op. cit., C. 126) "[...] y veíamos en aquellas ciudades cúes y adoratorios a manera de torres y fortalezas, y todas blanqueando, que era cosa de admiración, y las casas de azoteas [...]." (Ibidem, C. 92) 13 "Temistitlan Messico tenía y tiene muchas y hermosas calles y anchas, ahora que, fuera de dos o tres principales, todas las demás eran la mitad de tierra, como enladrillado, y la otra mitad de agua [...]." (Relación de algunas cosas de la 31 de chinampas en la ciudad, sólo Cortés menciona con cierto detalle su existencia, señalando también la presencia de árboles entre los sitios residenciales de la ciudad así como en las calles de la misma:14 [...] y heles dado tantas libertades [...] que cada día [Tenochtitlan] se puebla en mucha cantidad [...] los oficiales de artes mecánicas viven por sus jornales [...] y otros de agricultura, porque hay ya muchos de ellos que tienen sus huertas, y siembran en ellas toda la hortaliza de España.15 Como se puede ver, la información sobre las zonas residenciales de Tenochtitlan no es muy abundante en las crónicas de la Conquista, pero permite establecer por ahora -con datos de primera mano- un modelo tentativo de la estructura general del asentamiento, modelo que habrá de confrontarse en lo sucesivo con los elementos que puedan aportar otras fuentes. De hecho, el estudio de las zonas residenciales de la ciudad requiere analizar problemas distintos al de su conformación topográfica, lo que hace necesario revisar otras descripciones de Tenochtitlan para encontrar nuevos datos que permitan ampliar el conocimiento de dichos espacios. b) Las fuentes indígenas. Otro grupo de materiales que ofrece noticias importantes acerca de las zonas residenciales de Tenochtitlan son los textos que registraron durante los años que siguieron a la Conquista la tradición oral, la interpretación de los códices y la memoria de los Nueva España y de la gran ciudad de Temestitan México, hecha por un gentilhombre del señor Fernando Cortés, p. 62) 14 "[...] salían de noche [los indios] a pescar por entre las casas de la ciudad, y andaban [...] buscando la leña e hierbas y raíces que comer." (Ibidem, pp. 154- 155) (3a. Carta)) "[...] por las calles hallábamos roídas las raíces y cortezas de los árboles [...]." (Ibidem, p. 157 (3a. Carta)) 15 Cortés, Hernán. Op. cit., p. 196 (4a Carta) 32 indígenas vencidos. En dicho grupo están materiales como los Annales de Tlatelolco, los textos indígenas elaborados por iniciativa de Bernardino de Sahagún, las obras de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Francisco de San Antón Muñón Chimalpahin, Hernando Alvarado Tezozómoc y Juan Bautista Pomar, textos todos donde es posible encontrar descripciones sobre el tema que interesa aquí. Cabe destacar que la información proporcionada por este grupo de fuentes resulta en general más detallada que la registrada por las crónicas de la Conquista, aunque también sea igual de escasa. Así, con las fuentes indígenas vale la pena considerar aspectos de las zonas residenciales que no se han mencionado hasta aquí, tratando de confrontar, además, la estructura del asentamiento inducida desde la información que ofrecen los conquistadores. En este sentido, cabe señalar que Ixtlilxóchitl coincide con la visión de los soldados cronistas acerca de que las casas de los asentamientos prehispánicos de los lagos estaban sobre islotes,16 al tiempo que Tezozómoc habla de Cortés "asolando y talando cacerías y arboledas, y cegando las acequias en algunas partes" como otro indicador de que los sitios residenciales de Tenochtitlan formaban conjuntos y no chinampas separadas.17 Otro dato fundamental sobre este punto es la descripción que hace Tezozómoc acerca del modo en que originalmente se construyeron "planchas" sobre el lago para que se asentara la población de Tenochtitlan, descripción que hace evidente la estructura topográfica del asentamiento descrita por los españoles: 16 "[...] más como los de Iztapalapan tenían sus casas en isletas y dentro del agua, no les pudieron sujetar [...]." (Alva Ixtlilxóchitl, Fernando de. Obras Históricas, Vol. 1, p. 456) 17 Alvarado Tezozómoc, Fernando. "Fragmentos" en Crónica Mexicana, p. 148 33 [...] [los mexicas] fueron poco a poco haciendo plancha para el cimiento y sitio de su ciudad encima del agua, hincando muchas estacas, y echando tierra y piedra entre ellas [...] cegando gran parte de la laguna con las planchas y cimientos para su ciudad.18 Chimalpahin va más lejos y relata no sólo los métodos sino los problemas que debieron afrontar los mexicas: Con frecuencia venían las gentes de las tierras enjutas a observarlos desde los márgenes de la laguna, a ver las lumbres y humaredas que hacían para ir resecando los pantanales con sauces acuáticos. Y fue a causa de querer enjutar a fuerza de fuego aquellos fangales, cuya hazaña anda ahora en cantos, que muchos de ellos perecieron en el cieno y fango pantanoso.19 Más allá de la confirmación de que las zonas residenciales de la ciudad estaban compuestas por islotes artificiales, algunos pasajes del Códice Matritense (una versión de los textos indígenas elaborados a instancias de Sahagún) sugieren una distribución cerrada de los conjuntos de sitios residenciales en tales islotes: [...] los guerreros mexicanos y de todas las casas de los habitantes de Quecholan, que están al entrar al mercado, se hizo como un solo muro. Sobre las azoteas estaban muchos colocados [...]. Y todas aquellas casas de los de Quecholan fueron perforadas por detrás, se les hizo un hueco, no grande, para que al ser perseguidos por los de a caballo [...] los mexicanos por esos huecos se metieran.20 [...] los mexicanos se pusieron de acuerdo en que no se dejarían ver, [...] estaban atisbando por la rendija de las puertas, o en huecos de los muros, o en agujerillos [...]. Y esto todo lo hicieron los que vivían junto al camino, los que estaban a la vera del camino. Los que vivían en las calles interiores no lo hicieron.21 [...] los tenochcas habitantes de Zoquipan emprendieron la fuga [...] los guerreros se meten rápidamente entre las casas, por los trechos que están entre ellas: limpio queda el camino [...] como si fuera región despoblada [...].22 De acuerdo con estas descripciones la parte posterior de los sitios residenciales correspondía a los caminos de paso general, formando algo similar a un muro continuo -debido a la aparente contigüidad de 18 Alvarado Tezozómoc, Fernando. "Relación del origen de los indios que habitan esta Nueva España según sus historias" en Op. cit., pp. 33-34 19 Chimalpahin, Francisco de San Antón Muñon. Relaciones originales de Chalco Amaquemecan, pp. 77-78 20 Sahagún, Fray Bernardino de. Historia general de las cosas de la Nueva España, L. 12, C. 36 (Versión del texto náhuatl por Ängel Ma. Garibay K.) 21 Ibidem, L. 12, C. 22 (Versión del texto náhuatl por Ängel M. Garibay K.) 22 Ibidem, L. 12, C. 30 (Versión del texto náhuatl por Ängel M. Garibay K.) 34 las casas- que restringía la entrada a los espacios vecinales y domésticos de tales sitios.23 Esta disposición cerrada de los sitios residenciales –entre los que había también “calles interiores"- explica la referencia de los conquistadores acerca de que “cada casa era una isla” y resulta
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