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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
LAS ZONAS RESIDENCIALES DE 
TENOCHTITLAN SEGÚN LAS 
FUENTES COLONIALES
TESIS DE LICENCIATURA QUE PARA OPTAR POR EL 
GRADO DE LICENCIADO EN HISTORIA POR LA 
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS DE LA 
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO 
PRESENTA
ALEJANDRO ALCÁNTARA GALLEGOS
2006
 
UNAM – Dirección General de Bibliotecas 
Tesis Digitales 
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El uso de imágenes, fragmentos de videos, y demás material que sea 
objeto de protección de los derechos de autor, será exclusivamente para 
fines educativos e informativos y deberá citar la fuente donde la obtuvo 
mencionando el autor o autores. Cualquier uso distinto como el lucro, 
reproducción, edición o modificación, será perseguido y sancionado por el 
respectivo titular de los Derechos de Autor. 
 
 
 
Para Claudia , porque s in su apoyo y 
comprensión este trabajo jamás hubiera 
podido terminarse.
Para Pila(t) y Mari(t) que, haciendo mucho 
más de lo que les correspondía, cuidaron 
con amor mis primeros pasos.
Para Juan, sin cuyo apoyo muchas cosas no 
hubieran sido posibles.
Para mis hijos, con la esperanza de un futuro 
mejor. 
AGRADECIMIENTOS
En la realización de este trabajo hubo personas a las que hoy, cuando 
dicha obra ve la luz, debo agradecer sin duda el apoyo, consejo, 
estímulo y colaboración que me dieron. Al Dr. Pablo Escalante 
Gonzalbo por asesorar este trabajo con amabilidad, compromiso, 
interés y apoyo, por tener fe en que un día iba a terminarse y por 
abrir espacios para su difusión. A la Mtra. Emilie Carreón Blaine por 
revisar exhaustivamente el texto, ofrecerme comentarios sumamente 
enriquecedores y brindarme su apoyo generoso. Al Dr. Roberto Gallegos 
Ruiz, al Dr. Blas Castellion, al Lic. Santiago Ávila Sandoval y al 
Lic. Erik Velázquez por leer mi manuscrito con gran interés y 
compromiso, dándome su tiempo, sus ideas y su apoyo a pesar de la 
enorme carga de trabajo que enfrentaban.
 También deseo expresar mi agradecimiento a la Dra. Concepción 
Company y a la Dra. Jeannette Reynoso por las sugerencias al proyecto 
de investigación y por sus generosos ofrecimientos de apoyo que, 
debido a las circunstancias, me fue imposible aprovechar. Igualmente,
a la Lic. Araceli Arredondo por prestarme su equipo de cómputo –en 
momentos que no tuve uno- para poder continuar este trabajo y por 
estimular la terminación del mismo. Al Lic. Luis Omar Álvarez 
Hernández por su apoyo técnico en la parte final de procesamiento y 
edición del texto y al Ing. Juan Alcántara Gallegos por la 
elaboración de los planos isométricos que se presentan en el 
Apéndice. Finalmente, agradezco a la Dirección General y al Consejo 
Técnico de la Escuela Nacional Preparatoria por haber concedido la 
licencia laboral que me permitió escribir la versión final de esta 
obra. A todos ellos, mi reconocimiento y mi más profundo 
agradecimiento.
INDICE
INTRODUCCIÓN 1
El desarrollo urbano de Tenochtitlan 3
Delimitación del tema, método y fuentes 8
Territorialidad, patrón de asentamiento y representatividad 
 de los materiales utilizados 14
1. LAS ZONAS RESIDENCIALES SEGÚN LAS DESCRIPCIONES DE
 TENOCHTITLAN 23 
1.1 Las crónicas de la Conquista 26
1.2 Las fuentes indígenas 31
1.3 Las obras coloniales 38
2. LOS PLANOS COLONIALES DE PREDIOS INDÍGENAS 45
2.1 Los planos coloniales de predios indígenas como
 fuente de estudio 46
2.2 El sistema de medidas en los planos coloniales
 de predios indígenas 52
2.3 Descripción de los planos coloniales de predios
 indígenas 59
 1) Plano 561 60
 2) Planos 568 y 551.1 63 
 3) Plano 553 68
 4) Plano 578 71
 5) Plano 555 73
 6) Plano 4713 75
 7) Plano 642 79
 8) Plano 2198 82
 9) Plano 2199 85
 10) Plano 552 87
 11) Plano 563 89
 12) Plano 562 93
 13) Plano 570 95
 14) Plano 2775 97
 15) Plano 1239 101
 16) Plano 588 103
 17) Plano 576 106
 18) Plano 1899 109
 19) Plano 3054 112
 20) Plano 3055 116
 21) Plano 4762 118
 22) Plano 3164.1 122
 23) Plano 2774 125
 24) Plano 2531 127
 25) Plano de Tozanitlan 129
 26) Plano 619 133
 27) Plano 632 135
 28) Plano 894 139
 29) Plano 927 142 
3. LAS ZONAS RESIDENCIALES SEGÚN LOS PLANOS COLONIALES
DE PREDIOS INDÍGENAS 149
3.1 Tenencia de la tierra y ocupación del suelo 150
3.2 Elementos topográficos en las zonas residenciales 163
 Canales 164
 Callejones 167
 Puentes 171
 Chinamperías 173
 Altares 174
3.3 Tipología de predios indígenas 177
 1) Usos de suelo 178
 Predios exclusivamente residenciales 179
 Predios con chinampas domésticas 184
 Predios con residencia y con áreas de
 producción o de servicio 189
 Predios multiutilizados 192
 2) Posesiones vinculadas a los ocupantes del predio 194
 3) Diseños constructivos 200
 4) Residentes 210
4. PATRÓN DE ASENTAMIENTO EN LAS ZONAS RESIDENCIALES Y ESTRUCTURA
 DE LOS BARRIOS DE TENOCHTITLAN 220
4.1 Patrón de asentamiento en las zonas residenciales de
 Tenochtitlan 220
4.2 Patrón de asentamiento y topografía de los barrios 244
4.3 Estructura y organización interna de los barrios de
 Tenochtitlan 254
 
CONCLUSIONES 278
BIBLIOGRAFÍA 284
APÉNDICE 299
 
1
INTRODUCCIÓN
A lo largo de las últimas tres décadas la imagen que hemos tenido 
sobre la ciudad de México-Tenochtitlan, principio y asiento original 
de la hoy enorme e irreconocible Ciudad de México, ha variado poco y 
se ha limitado en muchas ocasiones a la descripción de los 
principales edificios, calzadas y espacios públicos de la antigua 
urbe; al elogio de sus áreas verdes y de la armoniosa convivencia de 
los habitantes con el lago, a repetir la ubicación de los barrios 
tenochcas y tlatelolcas según el Plano de Tenochtitlan elaborado por 
Antonio Alzate,1 a citar descripciones de cronistas, frailes y 
conquistadores sobre aspectos distintivos del conjunto urbano y a 
representar de forma equivocada el verdadero aspecto de la capital 
mexica, sobre todo en aquéllo que es una cuestión vital para el 
estudio de la ciudad: las zonas residenciales donde habitaban sus 
pobladores. 
En efecto, uno de los aspectos de la sociedad mexica que en los 
últimos años se ha trabajado poco es el de la conformación que tenían 
los “barrios” de Tenochtitlan, esos espacios urbanos alejados y 
escondidos entre los grandes y más importantes edificios de la 
ciudad, en los que vivían la mayor parte de sus habitantes. De hecho, 
luego de los excelentes trabajos de Arturo Monzón, Alfonso Caso, 
 
1 El Plano de Tenochtitlan. Corte de los Emperadores Mexicanos es una versión de un 
plano de laCiudad de México realizado en el siglo XVIII por el alférez Iniesta 
Bejarano (llamado Plano de la nobilísima Ciudad de México) donde Antonio Alzate 
marcó en 1789 la ubicación y los límites que tenían en esa época los barrios
indígenas de la capital. Ciertamente, Alzate supone que dichos límites y distritos 
eran los mismos que en 1521, lo cual de hecho no es exacto. Sin embargo, el plano 
de Alzate representa la fuente más importante –por no decir la única- para estudiar
la territorialidad de los barrios de Tenochtitlan. El plano puede verse con detalle 
en Caso, Alfonso. Los barrios antiguos de Tenochtitlan y Tlatelolco, Apéndice 2. 
Una reproducción a pequeña escala aparece al final de este trabajo (Anexo 5). 
2
Edward Calnek y Sonia Lombardo el tema fue abandonado casi por 
completo desde los años setenta sin que existieran revisiones o 
nuevas propuestas sobre el mismo,2 quedando las líneas establecidas 
por dichos autores como la base para el conocimiento de las zonas 
residenciales de Tenochtitlan. Sin embargo, las significativas 
aportaciones de Sonia Lombardo y Alfonso Caso no abordaban en 
realidad el problema de la estructura misma de dichas zonas, ya que 
sus trabajos se enfocaron más bien a otros aspectos del asentamiento 
y de los barrios indígenas. En cambio, Edward Calnek entró en la 
misma época al fondo del problema -con un respaldo de archivo 
impresionante- tratando de entender los rasgos específicos de las 
zonas residenciales de Tenochtitlan y proponiendo incluso un modelo 
de patrón de asentamiento fundado en la existencia de lo que llamó 
“barrios chinamperos”,3 al tiempo que Arturo Monzón trataba de 
aclarar los órdenes territoriales de la ciudad y argumentaba la 
d i v i s i ó n d e l o s calpulli o “barrios” de Tenochtitlan en 
tlaxilacaltin,4 introduciendo con ello una confusión –señalada desde 
entonces por Edward Calnek- que siguieron distintos autores. Por 
supuesto, antes y después de ellos otros historiadores como Justino 
 
2 Caso, Alfono. Los barrios antiguos de Tenochtitlan y Tlatelolco. México, 
sobretiro del No. 1, Tomo XV, Memorias de la Academia Mexicana de la Historia, 
1956. Lombardo, Sonia. Desarrollo urbano de México-Tenochtitlan según las fuentes 
históricas. México, Secretaría de Educación Pública / Instituto Nacional de 
Antropología e Historia, 1973. Monzón, Arturo. El calpulli en la organización 
social de los tenochca. México, Instituto Nacional Indigenista, 1983 (la primera 
versión del trabajo es, por supuesto, anterior a 1970); Calnek, Edward. “Settlement 
pattern and chinampa agriculture at Tenochtitlan” en American Antiquity. Vol. 
XXXVII, No. 1, 1972, pp. 104-115; Calnek, Edward. “Conjunto urbano y modelo 
residencial en Tenochtitlan” en Ensayos sobre el desarrollo urbano de México. 
México, SEP Setentas, 1974. pp. 11-65; Calnek, Edward. “The Internal Structure of 
Tenochtitlan” en Eric R. Wolf. The Valley of Mexico. Nuevo México, School of 
Avanced Research, 1976, pp. 287-302.
3 Calnek, Edward. “Settlement pattern and chinampa agriculture at Tenochtitlan” en 
American Antiquity. Vol. XXXVII, No. 1, 1972, pp. 104-115.
4 Monzón, Arturo. Op. Cit., passim
3
Fernández, José Luis de Rojas5 y algunos más han aludido al tema, han 
presentado su propia interpretación sobre el problema e incluso han 
esbozado modelos de patrón de asentamiento, pero sin duda son los 
cuatro autores mencionados arriba quienes con mayor apoyo documental 
-y con planteamientos que resultaron decisivos para muchos autores-
definieron la imagen que se tiene de las zonas residenciales de 
Tenochtitlan en los últimos 30 años. 
a) El desarrollo urbano de Tenochtitlan 
Es evidente que México-Tenochtitlan era, al momento de la Conquista, 
una de las ciudades6 más importante del Posclásico tardío –más allá 
 
5 Fernández, Justino; Federico Gómez de Orozco y Manuel Toussaint. Planos de la 
Ciudad de México, siglos XVI y XVII. Estudio h istórico, urbanístico y 
bibliográfico. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1938. Rojas, José 
Luis de. México-Tenochtitlan: Economía y Sociedad en el siglo XVI. México: Fondo de 
Cultura Económica/El Colegio de Michoacán, 1986. 
6 El desarrollo cultural que alcanzaron ciertos pueblos mesoamericanos, al menos ya 
desde el periodo Clásico, puede catalogarse bajo el concepto de “civilización”. 
Así, desde el año 100 a.C pueden observarse algunas sociedades donde existió ya un 
Estado, estratificación social, división social del trabajo, sistemas de escritura 
y, sobre todo, ciudades. La ciudad en Mesoamérica representa, por supuesto, la 
culminación de un proceso que se inicia entre las aldeas de agricultores del 
Preclásico y los primeros e incipientes centros de poder que surgen como el núcleo 
de una región conformada por el intercambio, los vínculos políticos y religiosos, 
el tributo, las obras hidráulicas para beneficio de la agricultura, y que 
progresivamente también cuentan con los medios y recursos materiales, humanos, 
técnicos y con la autoridad suficiente para construir espacios planificados y cada 
vez más urbanos que funcionen como centros administrativos, políticos y religiosos, 
pasando por los “centros ceremoniales” y los “primeros centros de poder” en una 
primera etapa. En el Periodo Clásico se desarrolla por fin el urbanismo completo, 
si bien aún no en todas las regiones de Mesoamérica, siendo Teotihuacan el caso más 
desarrollado de un asentamiento urbano en el Altiplano Central. En el Posclásico se 
ha reconocido el aumento del urbanismo en varias regiones de Mesoamérica y sabemos 
que en la Cuenca de México existían varios asentamientos que ameritaban el 
calificativo de “ciudad”; esto es, espacios donde residía una población dedicada 
fundamentalmente a labores no agrícolas, con viviendas hacinadas en mayor o menor 
medida, con espacios públicos planificados y urbanizados, con una administración 
centralizada, con servicios y construcciones que permitían la vida de una población 
congregada y que actuaban como cabeceras políticas de cierta región o número de 
poblados. La designación en náhuatl para lo que se ha definido aquí como “ciudad” 
era altépetl (“cerro y agua”, entendido como principio de territorialidad). Vid. 
Childe, Gordon. Los orígenes de la civilización, pp. 173-218; Sarmiento, Griselda. 
“La creación de los primeros centros de poder” en Historia antigua de México Vol. 
1, pp. 335-362.
4
de que deba considerarse o no como la capital de un verdadero 
imperio-7 y por supuesto el centro político hegemónico de la Cuenca 
de México. Esta situación marcó necesariamente el grado de desarrollo 
y los alcances del urbanismo8 en Tenochtitlan; primero, porque el 
tlatocáyotl9 o grupo gobernante tuvo a su disposición fuerza de 
 
7 Para algunos autores (Broda, Conrad, etc.) Tenochtitlan era, al momento de la 
llegada de los españoles, la capital de un “imperio” que se extendía por varias 
regiones de Mesoamérica. Dicha interpretación está sustentada en factores como el 
tributo que llegaba a México proveniente de poblados en lugares tan lejanos como 
Guerrero, Oaxaca y el Soconusco, en las guerras libradas con purépechas, mixtecos y 
otros pueblos cercanos y distantes, en el establecimiento de la “Triple Alianza” 
como medio para lograr la hegemonía política en la Cuenca de México, en su 
ideología militarista y su política expansionista, en su penetración hasta lugares 
como Guatemala y Honduras, etc. Otros autores cuestionan ese calificativo 
considerando que las relaciones de dominio político y económico que los mexicas 
establecieron de hecho sobre otros pueblos no pueden ser vistas como pruebas y 
rasgos de un imperio entendido al estilo occidental (López Austin, etc.). En todo 
caso, lo que interesa destacar aquí es el hecho de que Tenochtitlan y el grupo 
dirigente que la gobernaba (tlatocáyotl)tuvieron a su disposición el tributo y la 
fuerza de trabajo necesarios, proveniente de otros pueblos, para urbanizar en gran 
medida su asentamiento –tal como se consigna en las fuentes que hacen referencia a 
la construcción de templos, calzadas y otros espacios urbanos por cuenta de pueblos 
sometidos- al tiempo que lograron la suficiente centralización de las relaciones 
políticas y económicas de la Cuenca de México para beneficiar y desarrollar las 
actividades económicas, administrativas y religiosas que eran la base de la vida 
urbana, de un mercado que permitía el intercambio de productos y de una población 
nucleada en Tenochtitlan. Tales condiciones, que hicieron de la capital mexica la 
ciudad más importante del Altiplano Central al momento de la llegada de los 
españoles, fueron resultado de la indiscutible hegemonía política y económica de 
Tenochtitlan sobre otros pueblos, llámese a esta relación como se quiera. Vid. 
Broda, Johana. “La expansión imperial mexica y los sacrificios del Templo Mayor” en 
Mesoamérica y el centro de México. Una antología, pp. 442-444; Conrad, Geoffrey W y 
Arthur A. Demarest. Religión e Imperio. Dinámica del expansionismo azteca e inca, 
p. 18; Davies, Nigel. Los Mexicas: Primeros pasos hacia el imperio, passim; Molins 
Fábrega, N. El Códice Mendocino y la economía de Tenochtitlan, passim; López 
Austin, Alfredo. “Organización política en el Altiplano Central de México durante 
el Posclásico” en Mesoamérica y el centro de México. Una antología, p. 222. 
8 “Una estructura urbana es una transformación del paisaje natural desde la escala 
humana, una transformación de la superficie de la tierra; el reemplazo de la 
geometría natural por una geometría humana [...], es una construcción de carácter 
molecular [...] [que] se convierte en uno de los determinantes esenciales de la 
vida de sus habitantes y de sus interrelaciones [...], es un espacio artificial que 
permite que el hombre realice en el tiempo todas sus actividades [...].” (Yadeun, 
Juan. “La diacrosincronía de la estructura urbana del Estado: el caso de 
Mesoamérica” en Mesoamérica y el centro de México, pp. 119-120). Así, el urbanismo 
nace en Mesoamérica junto al Estado y requiere de él para desarrollarse. De acuerdo 
con este autor, el Estado y el urbanismo se forman entre 800 a.C. y 100 d.C., se 
desarrollan entre 100 a.C. y 650 d.C., se expanden de 850 a 1200 d.C., retroceden y 
se refundan entre 1150 y 1300 d.C. y se desarrollan de nuevo entre 1300 y 1521 d.C. 
(Ibidem, pp. 121-122). 
9 “Cada centro de población regido por un tlatoani era un tlatocáyotl, en principio 
un Estado independiente en el que existían dos formas de organización: el gobierno 
de tipo gentiliciodentro de cada uno de los calpulli, en una sociedad igualitaria 
en la que los dirigentes eran los ancianos y los jefes designados por elección de 
5
trabajo y recursos –provenientes de los pueblos subordinados- para 
construir distintos espacios y elementos urbanos con los que de otro 
modo no se hubiera podido contar;10 segundo, porque como centro 
hegemónico Tenochtitlan centralizó las actividades políticas, 
económicas, administrativas y religiosas de la Cuenca de México 
dentro de su espacio, otorgando con ello una significativa 
complejidad a la vida de la ciudad mayor a la que podían tener otros 
asentamientos urbanos contemporáneos.11 Igualmente, otro elemento que 
resultó definitivo para el urbanismo de Tenochtitlan fue su evidente 
carácter lacustre, algo que compartía en realidad con muchos otros 
altépetl12 asentados en la ribera o en el interior de los lagos. Debe 
tenerse muy claro que el suelo mismo donde se edificó Tenochtitlan 
fue construido –a partir de ciertos islotes naturales preexistentes-
a base de chinampas e islotes artificiales, y que su población debió 
adaptarse y aprender a subsistir en medio del lago, condiciones 
 
los miembros del grupo; y el gobierno de tipo estatal, fundado en un grupo 
gobernante, beneficiario del excedente de producción de los dominados, y despótico 
hasta el extremo [...]. Al frente del Estado se encontraba el tlatoani, gobernante 
vitalicio con poder político, judicial, militar y religioso superior al de 
cualquier otro funcionario del tlatocáyotl, y que era además representante de la 
divinidad y ejecutor de sus designios. [...] El sistema de alianzas había dividido 
a los Estados en dos categorías: los tlatocáyotl comunes, en teoría independientes, 
y los hueytlatocáyotl que, integrando coaliciones de tres o cuatro miembros, 
dominaban zonas más o menos extensas.” (López Austin, Alfredo. Op. Cit., pp. 215-
221). 
10 Así por ejemplo, una de las ampliaciones del Templo Mayor fue hecha por la gente 
de Azcapozalco, Coyoacan, Xochimilco, Cuitláhuac, Mizquic y Texcoco (Tezozómoc, 
Hernándo Alvarado. Crónica Mexicana, C. 21), la Calzada de Iztapalapa fue 
construida por Azcapozalco, Coyoacan y Xochimilco (Ibidem, C. 17), el caño del 
Acuecuéxcatl por Texcoco, Azcapozalco, Coyoacan, Tacuba, Xochimilco y los pueblos 
chinampanecas (Ibidem, C. 79). El mantenimiento de algunas de estas obras era 
realizado, sin embargo, por la gente de Tenochtitlan (Ibidem, C. 69).
11 Así por ejemplo podían encontrarse en el Mecado de Tlatelolco y en otros sitios 
de la ciudad servicios y actividades dirigidos a los visitantes que, por distintas 
razones, llegaban a Tenochtitlan, tales como vendedores de comida preparada, casas 
del tlatoani para hospedar a quienes traían los tributos y distintos intermediarios 
que operaban en los tratos comerciales. Vid. Rojas, José Luis. Op. Cit., pp. 206-
207 y 230-234.
12 Sobre la definición de altépetl véase el tercer apartado de esta Introducción 
(p. 14).
6
materiales que necesariamente influyeron en la estructura y 
conformación urbana del asentamiento que por ello incluía canales, 
puentes, chinampas, embarcaderos, lagunillas y otros elementos 
resultado de la relación cotidiana con el agua. En este sentido, cabe
destacar las actividades agrícolas que, en mayor o menor medida, 
sabemos tuvieron lugar en Tenochtitlan y que podrían haber sido uno 
de los pilares económicos del asentamiento original.13 Lo anterior es 
de suma importancia porque -como ha dicho Erwin W. Palm- Tenochtitlan 
bien pudo ser un asentamiento altamente urbanizado pero que en su 
interior exhibía las huellas de su pasado rural;14 es decir, el 
reflejo de aquella época comprendida entre su fundación (1325 d.C.) y 
su ascenso como entidad dominante en la política de la Cuenca de 
México (1427 d.C.) donde, al menos en una primera etapa, Tenochtitlan 
no pudo ser otra cosa más que un poblado chinampero -como otros que 
ya existían en los lagos o que los mismos mexicas habían construido 
previamente- el cual debió adaptarse a las necesidades de un centro 
urbano y pudo convertirse en una verdadera ciudad cuando la expansión 
política, militar, administrativa y comercial del tlatocáyotl así lo 
requirió o lo permitió, pero que en sus orígenes no fue diseñada ex 
profeso para ello ni tenía las posibilidades para hacerlo.15 Por 
 
13 Véase la Nota 15
14 Palm, Erwin Walter. “Observaciones sobre el plano de Tenochtitlan” en Actas del 
XXXVII Congreso Internacional de Americanistas, Vol. I, 1968, p. 128 
15 Si bien el ascenso político y las transformaciones de la sociedad mexica fueron 
vertiginosas en el lapso de los casi 200 años que van de la fundación de 
Tenochtitlan a la situación hegemónica que la ciudad tenía a la llegada de los 
españoles, las fuentes coinciden en señalar que el desarrollo urbano de la capital 
mexica tuvo sus momentos decisivos a partir de los gobiernos de Itzcóatl y 
Moctezuma Ilhuicamina; esto es, luego de la guerra con Azcapozalco en 1427. Antes 
de ésta, es posible que los mexicashubiesen contado con ciertos recursos 
tributarios que les habrían permitido urbanizar algunas secciones de Tenochtitlan 
además del esfuerzo propio de sus habitantes, pero como lo señalan Tezozómoc y 
Chimalpahin los primeros años de existencia de Tenochtitlan se dedicaron a la 
construcción de “planchas y cimientos para asiento de la ciudad”, desecación de 
7
ello, ciertos espacios de carácter suburbano, y en ocasiones de tipo 
francamente rural,16 son mencionados por las fuentes –en contra de la 
concepción idealizada de algunos autores- como elementos que también 
formaban parte del urbanismo en Tenochtitlan. Un último factor que 
contribuyó, aunque en menor medida, al desarrollo urbano de la 
capital mexica fue la integración de Tlatelolco -asentamiento 
originalmente distinto a Tenochtitlan- en 1473, pues a juzgar por las 
referencias y planos que permiten visualizar el cuadrante noroeste 
del asentamiento había más calzadas, caminos, embarcaderos y 
desviaciones que hacían de la parcialidad de Cuepopan y del Mercado 
de Tlatelolco el sector probablemente mejor comunicado de la ciudad, 
tanto al exterior como al interior de la misma. Dicha situación 
contrastaba con otros rumbos de Tenochtitlan donde las calzadas y los 
caminos no eran tan frecuentes, lo que refleja sin duda la 
importancia económica que tenía Tlatelolco, no sólo para la capital 
mexica sino también para toda la región de los lagos. Así, se 
justifica plantear que la incorporación de Tlatelolco a Tenochtitlan 
contribuyó a modelar al menos el cuadrante noroeste del asentamiento 
imponiendo la necesidad de un énfasis en la construcción de caminos y 
accesos como parte del desarrollo urbano en dicha sección.17 Con 
 
lodazales y construcción de chinampas. Incluso, los Annales de Tlatelolco señalan 
cómo en 1382, con la primera inundación que sufrió el asentamiento y ya bajo el 
gobierno de Acamapichtli, muchas chinampas fueron destruidas y sobrevino por ello 
“un hambre” que afectó a la población. Vid. García Quintana, Josefina y José Rubén 
Romero Galván. México Tenochtitlan y su problemática lacustre, pp. 58-70; Davies, 
Nigel. Op. Cit., p. 152; Chimalpahin, Relaciones originales de Chalco Amaquemecan, 
p. 78 (Tercera Relación); Annales de Tlatelolco, p. 52
16 "Tlatilolco, Yacacolco [...] Aquí es donde realmente se levantaban las arboledas 
tupidas [...]. Desde aquí es de donde parten nuestras cercas de piedra que van 
bajando en descenso por el lado donde tenemos nuestros frijolares de frijoles 
grandes [...]." (Ordenanza del Señor Cuauhtémoc, p. 33 (Lám. 11))
17 Desde los planos más antiguos de la Ciudad de México, como el atribuido a 
Cortés, puede verse el mayor número de caminos y calzadas en el cuadrante 
noroeste del asentamiento, lo mismo que en planos posteriores. Vid. Fernández, 
8
todo, plantear las diferencias y semejanzas del urbanismo en 
Tenochtitlan frente a otras ciudades mesoamericanas requiere un 
conocimiento más amplio del que tenemos ahora sobre la estructura y 
características de la capital mexica, y de un análisis comparativo 
entre distintas urbes mesoamericanas que rebasa por mucho el ámbito 
de este trabajo. 
b) Delimitación del tema, método y fuentes
En la delimitación del tema y problema de investigación a los que se 
refiere este trabajo subyace una esquematización –sugerida a partir 
de la variedad de espacios que las fuentes describen como parte del 
asentamiento- de los tipos de zonas que, con rasgos semejantes,
pueden distinguirse entre todos los componentes del área urbana de 
Tenochtitlan, los cuales estaban entremezclados y coexistían por todo 
el asentamiento. Dichos espacios se han clasificado aquí con el 
siguiente criterio: 
1) Zonas Públicas: espacios, edificios, complejos y estructuras 
diferenciados en el asentamiento por su alto grado de 
urbanización debida sobre todo a la planificación estratégica del 
tlatocáyotl para cumplir funciones económicas, administrativas, 
de gobierno, o bien de infraestructura y comunicación, que eran 
vitales para el asentamiento y actividades de la población 
urbana, numerosa y hacinada que residía en la ciudad, pero 
también para aquella -de carácter flotante- que visitaba 
 
Justino; Federico Gómez de Orozco y Manuel Toussaint. Planos de la Ciudad de 
México, siglos XVI y XVII, passim.
9
Tenochtitlan debido a la centralización de actividades que ésta 
había generado. Por supuesto, algunos de estos elementos estaban 
centralizados (en los complejos principales de Tenochtitlan y 
Tlatelolco) y otros descentralizados (en cada una de las cuatro 
parcialidades de la ciudad o bien en puntos específicos de ella), 
si bien es posible que el tlatocáyotl haya mantenido también 
alguna presencia en los “barrios” de los macehualtin; esto es, en 
las zonas residenciales. Las obras de infraestructura y 
comunicación estaban por todos lados y convivían necesariamente 
con todo tipo de zonas (mercados, plazas, embarcaderos, edificios 
administrativos, calzadas, almacenes de tributo, acueductos, 
murallas, etc). 
2) Zonas Palaciegas: Conjuntos de casas e instalaciones de recreo 
de los pipiltin que formaban sectores diferenciados de la ciudad 
(por ejemplo los que rodeaban el complejo religioso del Templo 
Mayor) así como las construcciones palaciegas aisladas ubicados 
en sitios notables o específicos de la ciudad para uso reservado 
del tlatoani (“casa de las fieras”, etc.), incluyendo en ambos 
casos los “jardines” que las fuentes señalan como parte de las 
posesiones de este grupo. Sin embargo, es posible que algunas 
casas de nobles hayan estado ubicadas individualmente en algunos 
barrios de macehuales; esto es, dentro de las zonas residenciales 
populares. 
3) Zonas Religiosas: instalaciones y espacios donde se desarrolla 
tanto el culto público como el reservado a los sacerdotes 
(templos, plazas, complejos religiosos, casas de sacerdotes, 
altares públicos, etc.).
10
4) Zonas de Cultivo: á r e a s d edicadas fundamentalmente a la 
agricultura pero en las cuales es posible que se desarrollaran 
también cierta explotación forestal y el aprovechamiento de la 
fauna y flora asociada (chinamperías, arboledas, etc.). Las 
chinampas que sabemos existían en las casas de algunos macehuales 
no se incluyen aquí. 
5) Zonas Residenciales: serían propiamente los “barrios” de 
Tenochtitlan; esto es, los distritos organizados alrededor de un 
centro comunal donde se encontraban las casas de los macehualtin, 
asentadas de manera nucleada y con cierto grado de hacinamiento, 
y donde residía, por tanto, el grueso de la población del 
altépetl. En dichas zonas existían, sin embargo, chinampas 
domésticas individuales (es decir, dentro del espacio que poseía 
cada vecino y no formando conjuntos) así como un complejo 
administrativo y religioso que formaba el centro comunal del 
“barrio”.
Lo que se pretende definir con semejante clasificación es 
precisamente el objeto de estudio de este trabajo. En efecto, lo 
fundamental es dejar claro que la s zonas residenciales sólo 
representaban secciones de Tenochtitlan que, aunque numerosas y 
ocupando la mayor parte de la superficie total de la ciudad, no eran 
toda ella. Por tanto, habremos de estudiar solamente los espacios de 
la ciudad donde residían básicamente los macehualtin y que, por 
tratarse del sector más numeroso de la población urbana, habrían 
constituido el tipo de espacio más abundante en Tenochtitlan. De este 
modo, planteamos que sus características -como tipo de zona 
específica- deben ser clarificadas con precisión para establecerlas 
11
diferencias, similitudes o contrastes con el resto del asentamiento. 
Definir los rasgos centrales de las zonas residenciales representa un 
punto de partida necesario para comprender con mayor precisión 
diversos aspectos de la sociedad tenochca, sobre todo porque se trata 
del escenario donde se desarrollaba buena parte de la vida cotidiana 
de sus integrantes. Así, el problema de estudiar y comprender cómo 
eran y cómo funcionaban las zonas residenciales de Tenochtitlan, no 
en abstracto sino en lo que se refiere específicamente a sus 
características topográficas, al patrón de asentamiento, a su 
organización comunal interna, al régimen de propiedad, a los tipos de 
vivienda que podían encontrarse y a las implicaciones que dichas 
zonas tenían para el conjunto urbano, requiere construir una imagen 
de los “barrios” de Tenochtitlan que sustente respuestas globales y 
explícitas a dichas interrogantes, que reconsidere los modelos y 
trabajos propuestos hasta ahora y que aporte nueva información que 
permita profundizar en el tema. 
Por ello, en esta obra se ha desarrollado un análisis selectivo 
de documentos de archivo –correpondientes a los siglos XVI y XVII en 
su gran mayoría- que ofrecen información abundante y de primera mano 
que permite ir más allá de las descripciones generales y poco 
numerosas que se encuentran en las fuentes tradicionales sobre las 
características de las zonas residenciales de Tenochtitlan. En 
particular, se han utilizado documentos del Archivo General de la 
Nación (AGN) que contienen planos de predios indígenas coloniales 
correspondientes a las cuatro parcialidades de Tenochtitlan, los 
cuales -a pesar de ser posteriores a la Conquista- muestran una gran 
12
continuidad de los sitios residenciales18 indígenas antes y después 
de 1521. 
Los planos de predios indígenas coloniales del AGN son 
ilustraciones de procesos legales referentes a tratos de compra-
venta, testamentos y pleitos de tierras donde se representan sitios 
residenciales que formaron parte de los barrios indígenas coloniales 
de la Ciudad de México en épocas a veces tempranas y a veces tardías 
con respecto a la Conquista, pero que permiten generalmente seguir la 
evolución de cada propiedad durante cierto periodo de tiempo, en 
algunos casos desde fechas próximas a 1521. La documentación que los 
acompaña fue redactada en náhuatl y/o castellano –sin olvidar que en 
varios planos aparecen también pictogramas prehispánicos (glifos, 
personajes o medidas) que revelan también información fundamental-
cuyo contenido ofrece detalles importantes que permiten la 
interpretación de los planos y obtener información de sus ocupantes, 
la topografía aledaña y su ubicación. 
A diferencia de Edward Calnek, quien presenta una muestra más 
grande de sitios residenciales -y utiliza de hecho algunos de estos 
documentos pero sin publicar con detalle la información de los 
mismos-, se ha preferido seleccionar 32 predios indígenas usando como 
criterio para dicha selección la condición de que la documentación 
respectiva incluyera una ilustración que permitiera completar con 
información gráfica el análisis de los sitios y zonas residenciales 
de Tenochtitlan así como reconstruir sus características físicas. A 
partir de ello será posible plantear un modelo de patrón de 
 
18 Entiéndase por “sitio residencial” al terreno, las construcciones y los 
elementos que conformaban la unidad de residencia de la población en Tenochtitlan, 
cuyas características pretenden definirse a partir de esta investigación. 
13
asentamiento que haya surgido de las evidencias observables en dichos 
materiales gráficos y también de la reconstrucción de los sitios que 
representan. Las ilustraciones de los predios seleccionados 
corresponden a 31 documentos gráficos, 30 de los cuales están 
clasificados con los números 552, 553, 555, 555.1, 561, 562, 563, 
568, 570, 576, 578, 588, 619, 632, 642, 893, 894, 927, 1239, 1899, 
2198, 2199, 2531, 2774, 2775, 3054, 3055, 3164.1, 4713 y 4762 del 
Catálogo de Ilustraciones del Archivo General de la Nación y uno 
(“Plano de Tozanitlan”) se encuentra sin catalogar en el ramo Bienes 
Nacionales, volumen 339, expediente 9 del mismo archivo.19 Sin 
embargo, el análisis de las zonas residenciales de Tenochtitlan 
requiere, además de los datos que puede brindar un cierto número de
materiales gráficos y documentales, complementar dicho estudio con 
información procedente de las distintas descripciones que tenemos en 
las fuentes escritas. Tales descripciones permitirán llevar a cabo 
una interpretación cuidadosa de los planos de predios indígenas del 
AGN –procedentes, como ya se mencionó, de la época colonial- al 
funcionar como marco de referencia que permita contextualizarlos en 
términos de los rasgos que tenía realmente la ciudad al momento de la 
Conquista, aportando además otros datos que no existen en la 
información gráfica o documental de archivo. 
Finalmente, cabe señalar la ausencia de fuentes arqueológicas en 
este trabajo, las cuáles sólo se emplean mínimamente a pesar del gran 
provecho que podría resultar de su utilización. Ciertamente se ha 
privilegiado la información escrita, documental y gráfica por dos 
razones fundamentales. En primer lugar, la información de carácter 
 
19 Vid. Catálogo de Ilustraciones, Archivo General de la Nación. México, AGN, 1979
14
histórico resulta, sin duda, la más accesible en este momento. Si 
bien el Programa de Arqueología Urbana del Instituto Nacional de 
Antropología e Historia ha generado en los últimos años información 
relevante sobre la época prehispánica, e incluso colonial, de la 
Ciudad de México, dicha información no ha sido aún suficientemente 
sistematizada ni difundida. En segundo lugar, el trabajo se abocó al 
análisis de los materiales señalados por considerar que hacía falta 
una revisión integral del tema regresando a las fuentes originales, 
sistematizando la información de archivo, difundiendo la información 
gráfica disponible e integrando una visión ordenada de la división 
administrativo-territorial de la ciudad, de la organización comunal, 
del sistema indígena de medidas, del régimen de propiedad de la 
tierra y de la vida cotidiana en los “barrios” de Tenochtitlan; 
problemas todos que requerían fundamentalmente de fuentes históricas 
y en los que la arqueología no podía aportar datos. Futuros trabajos 
-donde la información arqueológica sea la base de los materiales de 
investigación- habrán, sin duda, de completar o corregir los 
resultados de este trabajo. 
c) Territorialidad, patrón de asentamiento y representatividad de 
 los materiales utilizados.
 
Por otro lado, resulta necesario definir algunas cuestiones básicas 
para entrar al análisis de las zonas residenciales de Tenochtitlan y 
tratar de reconstruir el patrón de asentamiento que imperaba en 
ellas. La primera de tales cuestiones se refiere a los órdenes 
territoriales que había en Tenochtitlan, cuestión planteada desde 
hace mucho tiempo –aunque, como se verá después, con algunos 
15
defectos- por Arturo Monzón.20 Tal como lo señala dicho autor, y como 
se puede verificar en las fuentes indígenas, la denominación usual 
para los asentamientos humanos del Altiplano Central era la de 
altépetl.21 Frecuentemente ocurría que muchos altépetl se habían 
convertido en verdaderas ciudades (si bien los términos no son 
necesariamente equivalentes)22 como resultado de su desarrollo 
político y de su expansión, por lo que llegaba a tener tlatoani y se 
configuraba entonces como un Estado independiente o tlatocáyotl, 
centro de poder que controlaban una región y a los pueblos asentados 
en ella. Conforme a esta idea, constantemente se designaba a la 
capital mexica como “altépetl Tenochtitlan” antes y después de laConquista.23 
Ahora bien, cuando un altépetl formaba un asentamiento urbano de 
gran extensión éste se dividía, aparentemente por razones 
administrativas, en sectores o distritos que variaban en número y 
cuyo nombre indígena no está claro. Monzón los nombra campa a partir 
de una referencia de la Crónica Mexicáyotl, pero esta denominación 
carece en realidad de contenido y sustento porque se emplea sólo en 
una expresión indeterminada sin que pretenda reflejar el término con 
que se nombra un cierto distrito o demarcación.24 Los españoles las 
llamaron “parcialidades” y, en ocasiones, “barrios grandes”.25 No hay 
 
20 Monzón Arturo, Op. Cit., pp. 53-58
21 Idem
22 Véase la Nota 6 en lo referente a la definición del término “ciudad”.
23 En la documentación de los planos de predios indígenas coloniales del Archivo 
general de la Nación que se presentarán en el segundo capítulo, constantemente 
aparece esta designación como parte de los textos redactados en náhuatl que se 
consignan ahí. Véase, por ejemplo, la documentación de los Planos 555 y 2774. 
24 De hecho, campa únicamente significa “parte o rumbo”. Sobre este tema, véase la 
página 246.
25 “[...] a los pueblos llaman altépetl, y esto es en común, pero a las ciudades 
llaman hueyaltépetl, los cuales pueblos tenían repartidos por parcialidades [...] y 
16
elementos por ahora para proponer una salida a este problema pero, 
cualquiera que haya sido el término correcto, Tenochtitlan estaba 
dividido –a diferencia de otros altépetl como Tlatelolco que tenía 
seis- en cuatro de estas parcialidades o “barrios grandes”, los 
cuales eran conocidos como Moyotlan, Teopan, Atzacoalco y Cuepopan 
(San Juan, San Pablo, San Sebastián y Santa María –respectivamente-
para la época colonial). 
Dentro de cada una de estas parcialidades, que en el caso de 
Tenochtitlan se convirtieron en cuadrantes, las fuentes señalan la 
existencia de otras demarcaciones más pequeñas que fueron llamadas 
por los españoles “barrios” o “barrios chicos” y que son precisamente 
aquellas marcadas por Antonio Alzate –como se mencionó anteriormente-
en el Plano de Tenochtitlan de 1789. El problema aquí es que el 
término "barrio" fue usado por los españoles para referirse lo mismo 
a pequeños poblados dependientes de un centro político que a 
distintas demarcaciones territoriales y administrativas dentro de una 
ciudad o pueblo, lo que dificulta la definición concreta del espacio 
al que hace referencia.26 Para complicar más las cosas, también se 
hace sinónimo de los términos calpulli y tlaxilacalli que implican 
cierto nivel de organización gentilicia pero que, según Arturo 
Monzón, representan dos niveles distintos de organización territorial 
–uno dentro del otro- al interior de cada campa de Tenochtitlan.27
 
así estaba ordenado que en cada pueblo, conforme tenía el número y calidad de 
gente, hubiesen parcialidades [...]. Estas parcialidades estaban repartidas por 
calpules, que son barrios, [...] y en lugar de calles llaman tlaxilacales [...].” 
(Torquemada, Monarquía Indiana, L. 14, C. 7).
26 Sobre este punto véase: Gibson, Charles. Los aztecas bajo el dominio español, 
pp. 35-36, 154-155 y Lira, Andrés. Comunidades indígenas frente a la Ciudad de 
México: Tenochtitlan y Tlatelolco, sus pueblos y barrios, pp. 19-20 y passim
27 Monzón, Arturo. Op. Cit., pp. 53-58
17
Como la discusión de este problema se realizará en el capítulo y 
apartado respectivo, baste aquí con establecer un criterio simple 
pero funcional para los propósitos que persigue esta investigación en 
torno al término "barrio": gracias al Plano de Antonio Alzate, a la 
sustitución de templos indígenas por pequeñas iglesias y a las 
descripciones que ofrecen las fuentes sobre este punto, se puede 
estar seguro de que las cuatro parcialidades o campa de Tenochtitlan 
estaban efectivamente subdivididos en demarcaciones territoriales y 
administrativas que se organizaban alrededor de un centro comunal, 
dentro de las cuales residía el grueso de la población macehual de la 
ciudad.28 Así, en adelante se utilizará el término barrio para 
referirse exclusivamente a l a s demarcaciones territoriale s y 
administrativas en que se dividían los campa de Tenochtitlan -
cuyos nombres, límites y ubicación son, en su mayoría, bien conocidos 
gracias al multicitado Plano de Tenochtitlan de Antonio Alzate- con 
el fin de aclarar la relación que tales espacios guardaban con la 
estructura de las zonas residenciales y con los órdenes territoriales 
de la ciudad.29 
Una segunda consideración que resulta importante hacer es la que 
tiene que ver con la representatividad de los materiales utilizados 
en esta investigación. En realidad, la información y los datos 
obtenidos, al menos en el trabajo de archivo, para realizar esta obra 
se refieren fundamentalmente a Tenochtitlan y no a Tlatelolco. La 
razón de esta disparidad es que los materiales gráficos del AGN no 
 
28 Como es sabido muchos de tales centros comunales sobrevivieron como iglesias de 
barrio en la época colonial, y algunas de ellas todavía existen en el primer cuadro 
de la Ciudad de México, tales como San Antonio Tomatlán, Santa Ana Atenantitech, 
Tlaxcoaque, etc.
18
incluyen ejemplos útiles sobre sitios residenciales de aquella parte 
de la ciudad. Desde luego, no hay razón para pensar que las 
condiciones del asentamiento hubiesen variado drásticamente de un 
lugar a otro y por tanto se puede suponer que la estructura interna, 
las características de las zonas residenciales y el patrón de 
asentamiento de Tlatelolco eran similares a las de Tenochtitlan, 
sobre todo cuando los conquistadores y autores posteriores no hacen 
diferencia en sus descripciones acerca de lo que originalmente fueron 
dos lugares distintos. Sin embargo, se debe insistir en el hecho de 
que -por elemental rigor metodológico- sería adecuado corroborar la 
similitud de las zonas residenciales de Tlatelolco frente a las de 
Tenochtitlan, una tarea que no forma parte de los objetivos de este 
trabajo y que limita la validez de sus resultados a la sección del 
espacio urbano que ocupó Tenochtitlan. 
Por último, se deben tomar en cuenta las limitaciones propias de 
todo modelo que pretenda reconstruir las zonas residenciales de 
Tenochtitlan, comenzando por su carácter necesariamente general y 
esquemático. Aun cuando sea posible definir sus rasgos centrales y el 
patrón de asentamiento que subyacía en ellas, es importante recordar 
que las zonas residenciales estaban en contacto con otro tipo de 
espacios (áreas de cultivo, instalaciones públicas, lagunas internas, 
arboledas, etc.) que podrían haber generado variantes en el grado de 
hacinamiento de los sitios residenciales, en la densidad de 
población, en la estructura del patrón de asentamiento, en la 
topografía asociada al mismo, en el tipo de sitios residenciales o 
incluso en el carácter urbano o suburbano de algunas áreas de la 
ciudad. De hecho, uno de los problemas centrales en los distintos 
19
modelos de patrón de asentamiento que se han propuesto para 
Tenochtitlan es la rigidez de su diseño y, por ello, la poca 
congruencia de éste con la información que poseemos sobre la vida 
cotidiana, las actividades y los espacios públicos y privados de los 
barrios de la ciudad. Por tal razón, este trabajo surge del 
desacuerdo con la imagen que los autores vinculados al tema han 
presentado hasta ahora de las zonas residenciales de Tenochtitlan, 
por considerarla incongruente con las descripciones topográficas y 
antropológicas que existen en las fuentes y que pocas veces se han 
usado como marco de referencia para contextualizarmodelos de patrón 
de asentamiento, formándolos únicamente sobre la base de ciertos 
documentos gráficos aislados. Por tal razón, esta investigación parte 
de la idea –derivada precisamente del tipo de descripciones antes 
mencionadas- de que las zonas residenciales de Tenochtitlan eran en 
realidad bastante diversas en su composición y diseño, y que ello 
implica la necesidad de repensarlas bajo un criterio distinto al 
paradigma de la planificación urbana y al de un ordenamiento y 
simetría casi perfectos, tan vital para algunos autores.30 En 
realidad, la combinación de elementos topográficos –enriquecidos por 
el medio lacustre- con la variedad de espacios públicos, agrícolas, 
religiosos y palaciegos que formaban parte del asentamiento debió 
generar una amplia gama de posibilidades que daban a la ciudad, pero 
sobre todo a las zonas residenciales, ese carácter diverso que se ha 
 
30 Entre los autores que han tocado el tema se pueden encontrar afirmaciones donde 
subyace la idea de que el “desorden” en la distribución de las viviendas indígenas 
era un problema posterior a la Conquista: "[...] las chinampas de los indios que 
rodeaban la traza española [...] fueron transformándose poco a poco en terreno 
firme y en barrios desordenados." (Fernández, Justino et al, Planos de la Ciudad de 
México, pp. 38-39). La idea de una ciudad simétrica se observa también en autores 
como Gómez Aparicio, Edward Calnek, etc.
20
señalado y que va desde los sitios residenciales con y sin chinampas 
hasta la existencia de acequias con trazo curvo y de callejones 
laberínticos en los barrios de Tenochtitlan.
Entre los modelos de patrón de asentamiento que se han propuesto 
para las zonas residenciales de Tenochtitlan destaca, en primer 
lugar, el de Justino Fernández, Federico Gómez de Orozco y Manuel 
Toussaint que se basa en el "Plano en Papel de Maguey".31 En este 
modelo los sitios residenciales son mostrados como chinampas 
cuadradas completamente separadas por canales, sobre las cuales hay 
una “casa” que ocupa el veinticinco por ciento de la superficie total 
de la chinampa mientras que el resto se ocuparía para cultivo. Así, 
los distintos predios-chinampa están ordenados como una gran 
cuadrícula y se comunican a través de canales y caminos rectilíneos 
que se alternan sin alterar en lo fundamental la distribución 
reticular de los sitios residenciales. Sobra insistir en el carácter 
pictográfico y simbólico del Plano en Papel de Maguey que hace 
sumamente riesgosa una interpretación literal de los rasgos que 
implicaría para las zonas residenciales -aceptando que se tratara en 
realidad de una representación de este tipo de lugares-, y que de 
seguirse al pie de la letra nos daría un patrón de asentamiento 
extraordinariamente regular (Fig. 51).32 En segundo lugar, está el 
modelo de Edward Calnek quien, usando principalmente planos y 
documentos coloniales, define la existencia de "barrios chinamperos" 
(chinampa districts) en la ciudad, si bien sugiere la existencia de 
 
31 Fernández, Justino, Op. Cit., pp. 58-74. Véase también Calnek, Edward. “The 
localization of the sixteenth century map called the Maguey Plan” en American 
Antiquity, Vol. 38, No. 2, Abril, 1973, pp. 190-195
32 Véase la página 226
21
otro tipo de distritos sin chinampas.33 El patrón de asentamiento que 
plantea es definido como de “imagen espejo”, conformado por hileras 
de predios que tienen siempre la misma forma y tamaño y están 
dispuestos a lo largo de un canal –necesariamente recto y 
perpendicular al eje este-oeste de la ciudad- dedicado exclusivamente 
al cultivo de chinampas. Los accesos a cada sitio residencial siempre 
dan a caminos de tierra que deben ser también rectos y paralelos a 
los canales, repitiéndose el mismo patrón al otro lado del camino 
sólo que en orden inverso. Así, estas hileras de predios se repiten 
como líneas paralelas -alternando con canales y caminos- para formar 
secciones completas de la ciudad (Fig. 52). En el fondo, el 
ordenamiento tan rígido, repetitivo y esquemático que plantea Edward 
Calnek parecería tratar de adecuarse –de manera forzada- a los 
señalamientos de autores como Motolinía y Torquemada que hablan de la 
sucesión entre caminos y canales a los que correspondían el frente y 
la “puerta falsa” de cada casa, así como a la traducción –o al menos 
descripción- del término tlaxilacalli como “hilera de casas”.34
En este trabajo se plantea como hipótesis central que las zonas 
residenciales de Tenochtitlan estaban formadas en realidad por 
distintos islotes/vecindarios, integrados por un buen número de 
predios familiares autónomos -relativamente hacinados, con una gran 
diversidad en sus características y dispuestos de manera irregular en 
un patrón de asentamiento básicamente aglutinante y desordenado- que 
representaban la unidad constitutiva de dichas zonas, rodeados por 
canales, caminos, chinampas, lagunillas u otros elementos que no 
 
33 Calnek, Edward. “Settlement pattern and chinampa agriculture at Tenochtitlan” en 
American Antiquity. Vol. XXXVII, No. 1, 1972, pp. 104-115
22
necesariamente daban a estos islotes una forma regular (si bien ello 
p a r e c e h a b e r o c u r r i d o e n v a r i a s o c a s i o n e s ) . A s í , l o s 
islotes/vecindarios serían plataformas construidas sobre el lago con 
formas variadas, mucho más amplias que una chinampa y que una 
estrecha hilera de sitios residenciales, en los cuales residía el 
grueso de la población de Tenochtitlan. Aproximarse a ellos es la 
meta de este trabajo porque, aunque hoy contamos con nuevos y muy 
significativos elementos para reconocer importantes zonas públicas de 
lo que fue Tenochtitlan –sobre todo del centro de la misma, gracias a 
las excavaciones del Templo Mayor y al Programa de Arqueología Urbana 
del Instituto Nacional de Antropología e Historia-, las zonas 
residenciales de la antigua ciudad no han merecido la misma atención, 
a pesar de que ellas fueron el espacio cotidiano donde se 
desarrollaron la mayor parte de los fenómenos y procesos políticos, 
sociales, económicos y culturales de la sociedad mexica que tanto se 
han estudiado, pero que con frecuencia han quedado en cierto nivel de 
abstracción por no tener claro cómo eran los espacios urbanos donde 
habitaba la gente que vivió e hizo posible todos estos procesos.
 
34 Sobre este punto véanse las páginas 41-42 y 227-241 de este trabajo. 
23
1. LAS ZONAS RESIDENCIALES SEGÚN LAS DESCRIPCIONES
 DE TENOCHTITLAN.
La primera aproximación al problema de las zonas residenciales de 
Tenochtitlan consiste en la búsqueda de información en las fuentes 
escritas que describen cómo era la ciudad antes de la Conquista, ya 
sea como resultado del primer contacto entre españoles e indios, como 
memoria indígena conservada en los primeros años del dominio español 
o como rescate del pasado indígena por autores hispanos ya en plena 
época colonial. 
Así, conviene distinguir, de manera general, tres grupos de 
fuentes que aportan información útil sobre las zonas residenciales de 
Tenochtitlan: las crónicas de la Conquista (elaboradas por los 
llamados “soldados cronistas”; esto es, conquistadores que conocieron 
directamente la ciudad prehispánica y el mundo mesoamericano antes de 
la destrucción causada por el sitio de Tenochtitlan y los cambios que 
resultaron del establecimiento del dominio español, si bien algunos 
de ellos como Bernal Díaz escriben su texto varios años después de la 
Conquista), las fuentes indígenas (elaboradas por autores indios o 
bien a partir de testimonios y tradicionesorales indígenas que 
registran -en los años que siguieron a la Conquista- las 
características del asentamiento antes de la llegada de los 
españoles) y las obras coloniales (que, escritas en buena medida por 
religiosos españoles ya bien entrado el siglo XVI y a lo largo de la 
época colonial -cuando el dominio español estaba ya bien afianzado al 
menos en el centro de México-, elaboran compendios de la cultura 
prehispánica e intentan reconstruir una imagen de Tenochtitlan antes 
de 1521, para lo cual recuperan, copian y sintetizan fuentes más 
tempranas sean indígenas, de conquistadores o bien de religiosos. 
24
En conjunto, dichos materiales constituyen el registro más 
importante que se tiene en la actualidad sobre las características 
que tuvieron los distintos tipos de zonas y espacios dentro de la 
ciudad.1 A pesar de ello, cabe destacar que las referencias 
específicas sobre las zonas residenciales de Tenochtitlan son, por lo 
general, breves y escasas en dichas fuentes. Esta situación se debe -
en el caso de las crónicas de la Conquista- a que los españoles pocas 
veces prestaron atención a los espacios vecinales y domésticos de los 
macehualtin, los cuales resultaron hasta cierto punto ajenos a las 
calzadas, canales, palacios, plazas, templos y demás espacios 
públicos en los que generalmente tuvieron lugar los hechos militares 
que permitieron la conquista de Tenochtitlan. Por tal motivo, las 
referencias sobre las zonas residenciales resultan más bien 
incidentales en este grupo de fuentes, con excepción de algunos 
pasajes donde se intenta describir la estructura general de la 
ciudad. 
E n e l c a s o d e l a s fuentes indígenas tampoco existen 
descripciones amplias y específicas acerca de las zonas 
residenciales, las cuales reciben generalmente el tratamiento de lo 
obvio y común en medio de narraciones que tienden a privilegiar los 
hechos políticos, genealogías y cronologías así como la descripción 
de ritos, templos, ceremonias, palacios o guerras. Con todo, los 
datos dispersos que ofrecen estas fuentes llegan a proporcionar en 
ocasiones información más relevante acerca de las zonas residenciales 
de Tenochtitlan que las obras de los soldados cronistas, no sólo 
porque registran más características sino también porque refieren las 
relaciones sociales que se desarrollaban en dichos espacios 
 
1 Véase la introducción de este trabajo en lo referente a los tipos de zonas que 
podían encontrarse en Tenochtitlan.
25
(resultado del conocimiento y vivencia del mundo indígena que 
tuvieron los autores de tales fuentes). 
Finalment e , l a s obras coloniales -que representan cierta 
excepción a la tendencia que se ha venido mostrando- tienen la 
particularidad de ofrecer descripciones detalladas acerca de las 
zonas residenciales de la ciudad aun cuando dichos pasajes tampoco 
sean numerosos. En realidad, el trabajo de rescate de la cultura 
indígena que intentan los autores de estas obras refleja mayor 
cuidado y atención para describir los espacios donde residía la 
población, lo que permite encontrar secciones específicas dedicadas a 
tratar el tema. Igualmente, destacan en este grupo de fuentes las 
referencias acerca del estado que guardaban los barrios indígenas de 
la época colonial así como señalamientos concretos acerca de la 
continuidad en la topografía, la organización y las características 
del asentamiento indiano después de la Conquista.
Dadas las características que estos tres grupos de fuentes 
presentan en relación con el problema de investigación que se ha 
planteado aquí, el presente capítulo está dedicado a rescatar y 
analizar la información que, sobre las zonas residenciales de 
Tenochtitlan, ofrecen dichos materiales. Si bien semejante 
procedimiento sólo ofrecerá por ahora generalidades sobre el tema, 
los datos obtenidos servirán más adelante para contextualizar el 
análisis de los materiales gráficos y documentales del Archivo 
General de la Nación -procedentes de los siglos XVI y XVII- cuya 
naturaleza permite observar con gran detalle las características de 
las zonas residenciales indígenas en la Ciudad de México.
26
a) Las crónicas de la Conquista.
 
De los textos escritos por los soldados cronistas las obras de Hernán 
Cortés, Bernal Díaz, Francisco de Aguilar y el Conquistador Anónimo 
tienen un valor especial para nuestro tema. En efecto, a diferencia 
de autores similares las narraciones de estos conquistadores ofrecen 
observaciones directas sobre los espacios que conformaban la todavía 
ciudad prehispánica. A continuación se presentan las descripciones 
que tales crónicas ofrecen sobre las zonas residenciales de 
Tenochtitlan, justo como evidencia de su conformación.
Como es sabido, la construcción de ciudades y pueblos sobre los 
lagos de la Cuenca de México era una realidad que asombró a los 
españoles en 1519, ya que el contacto de los asentamientos 
prehispánicos con el agua es uno de los elementos más recurrentes en 
sus descripciones. Lo más importante de este hecho es que los 
conquistadores señalan expresamente que la estructura topográfica del 
asentamiento -y específicamente de las zonas residenciales- estaba 
definida por el agua. Así por ejemplo, Bernal Díaz dice: 
[...] veíamos que cada casa de aquella gran ciudad, y de [...] todas 
las [...] que estaban pobladas en el agua, de casa a casa no se 
pasaba sino por unas puentes levadizas que tenían hechas de madera, 
o en canoas [...]2
Cortés, por su parte, coincide con esta descripción al decir:
[...] me ahincaban [...] que por una de tres calles que iban a dar 
al dicho mercado [de Tlatelolco] entrásemos, [...] yo disimulaba 
[...] porque para entrar en el mercado había infinitas azoteas y 
puentes y calzadas rompidas [sic], y en tal manera, que en cada casa 
por donde habíamos de ir, estaba hecha como isla en medio del 
agua".3
Finalmente, Francisco de Aguilar también señala la conformación 
"insular" del asentamiento al escribir:
 
2 Díaz, Bernal. Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, C. 92
3 Cortés, Hernán. Cartas de Relación, pp 143-144 (3a Carta)
27
[...] Tendría aquella ciudad pasadas cien mil casas, y cada una casa 
era puesta y hecha encima del agua en unas estacadas de palos, y de 
casa a casa había una viga y no más por donde se mandaban, por 
manera que cada casa era una fortaleza [...].4
De acuerdo con esta información, las zonas residenciales de 
Tenochtitlan estaban integradas por islotes artificiales -
construidos a partir de las estacadas que señala Aguilar- donde se 
asentaba la población de la ciudad. Sin embargo, resulta extraña la 
referencia de que cada casa estuviera fundada por sí sobre el lago y 
separada de las demás. Cabe destacar que la interpretación puntual de 
pasajes como éstos ha llevado erróneamente a sugerir una conformación 
del asentamiento a base de chinampas individuales que formaban una 
celdilla de sitios residenciales, planteamiento que frecuentemente se 
apoya en el uso del Plano en Papel de Maguey para probar dicha 
conformación.5
En realidad, el resto de la información que ofrecen los soldados 
cronistas indica que había varias casas de por medio entre los 
canales de la ciudad y que existían de hecho grupos de construcciones 
contiguas, lo que sugiere más bien que las zonas residenciales 
estaban integradas por conjuntos de sitios residenciales que ocupaban 
una misma superficie: 
Ya que fue de noche, salí con ciertos españoles [del Palacio de 
Axayácatl], y como los tomé descuidados, ganámosles una calle donde 
les quemamos más de trescientas casas, y luego volví por otra, ya 
que allí acudía la gente, y asimismo quemé muchas casas de ella, en 
especial ciertas azoteas que estaban junto a la fortaleza, de donde 
nos hacían mucho daño [...].6
[...] mandé a Pedro de Alvaradoque con toda su gente entrase por la 
parte de un gran barrio que los enemigos tenían, en que habría más 
 
4 Aguilar, Fray Francisco de. Relación breve de la conquista de la Nueva España, 
pp. 80-81 (5a Jornada)
5 Fernández, Justino, et al. Planos de la Ciudad de México, p. 73. Lo mismo sucede 
con algunas representaciones gráficas modernas de Tenochtitlan como los murales de 
Diego Rivera y el que se presenta en la Sala Mexica del Museo Nacional de 
Antropología. Para comparar distintos enfoques sobre el patrón de asentamiento de 
Tenochtitlan, véase el cuarto capítulo de este trabajo.
6 Cortés, Hernán. Op. cit., p. 81 (2a. Carta)
28
de mil casas; y yo por la otra parte entré a pie con la gente de 
nuestro real, porque a caballo no nos podíamos por allí aprovechar. 
Y fue tan recio el combate nuestro y de nuestros enemigos, que les 
ganamos todo aquel barrio [...].7 
De hecho, Cortés ofrece una descripción bastante precisa sobre la 
conformación topográfica de una parte de Cuepopan (cuadrante noroeste 
de Tenochtitlan) que confirma la existencia de amplias superficies de 
terreno -circunscritas por la red de acequias y caminos de la ciudad-
como estructura básica del asentamiento: 
[...] había tres calles desde lo que teníamos ganado, que iban a dar 
al mercado [...] y la una de estas tres calles era la principal 
[...]. Las otras dos calles van desde la calle de Tacuba a dar al 
mercado, y son más angostas, y de más calzadas y puentes y calles de 
agua. Y por la más ancha de ellas mandé a dos capitanes [...] [y yo] 
seguí mi camino para entrar por la otra calle angosta todo lo más 
que pudiese [...]. 
[...] 
[...] guardábamos que por ciertas traviesas de calles los de la 
ciudad no saliesen a tomar las espaldas a los españoles que habían 
seguido la calle adelante [...]. Y al punto que yo llegué a aquella 
puente de agua cuitada ví que los españoles y muchos de nuestros 
amigos venían puestos en muy grande huida [...].
[...]
Y ya con todos nuestros trabajos, plugo a Dios que los que quedamos 
salimos a la calle de Tacuba, que era muy ancha, [...] los otros dos 
capitanes que habían entrado por la calle que iba al mercado [...] 
habían peleado valientemente y ganado [también] muchas albarradas y 
puentes [...].8
Un esquema basado en esta descripción -que señala explícitamente los 
canales y calles que atraviesan dos caminos paralelos que iban de la 
Calzada de Tacuba al Mercado de Tlatelolco- muestra de hecho la 
existencia de islotes separados por tales elementos, cuyas 
dimensiones permitían definitivamente alojar a varios sitios 
residenciales juntos (Fig. 1).9 Dado que el área descrita corresponde 
 
7 Ibidem, p. 158 (3a Carta)
8 Ibidem, pp. 145-147 (3a. Carta)
9 Los tres caminos que describe Cortés corresponden a las actuales calles de 
República de Brasil (por donde iba la antigua Calzada de Tepeyac que tenía una 
desviación -en la iglesia de Santa Ana Yacacolco- por donde se llegaba directamente 
al Mercado de Tlatelolco), República de Chile/Comonfort y Allende (que iban 
efectivamente de la Calzada de Tacuba hasta el Mercado). En la época colonial, 
sabemos que dichas calles formaban cruceros con al menos la Acequia del Apartado 
(República de Perú), la Acequia del Tezontlalli (Rayón/Héroe de Granaditas) y la 
Acequia de Santa Ana (Matamoros). Como se puede ver en un plano moderno de la 
Ciudad de México, los espacios que circunscriben tales calles forman áreas más o 
menos rectangulares a las que probablemente habría que agregar las "traviesas de 
29
a barrios de Cuepopan y no está definida en principio por calzadas o 
zonas públicas importantes, se puede afirmar que la conformación 
topográfica que presenta dicha área representa un ejemplo importante 
de la estructura de las zonas residenciales de Tenochtitlan.10
De este modo, resulta claro que la imagen de "islas en medio del 
agua" que se desprende de las descripciones de los soldados cronistas 
(como base de la topografía del asentamiento) resulta esencialmente 
correcta, sólo que aquéllo que definen como una "casa" -válido para 
las grandes construcciones del centro de la ciudad- debió ser en 
varias ocasiones un conjunto de sitios residenciales en otras partes 
del asentamiento.11
Fuera de estas descripciones generales, las crónicas de la 
Conquista sólo registran algunos detalles aislados de las zonas 
residenciales de Tenochtitlan. Así por ejemplo, Bernal Díaz sugiere
 
calles" que señala Cortés. Cabe destacar que una imagen similar puede verse en el 
Plano de la Ciudad de México de Alonso de Santa Cruz, y que en el Plano de 
Tenochtitlan de Antonio Alzate al menos uno de los espacios señalados en el esquema 
corresponde con los límites del barrio de Colhuacatonco, precisamente en la 
parcialidad de Cuepopan (cfr. Marroquí, José María. La Ciudad de México, passim; 
Caso, Alfonso. "Los barrios antiguos de Tenochtitlan y Tlatelolco" en Memorias de 
la Academia Mexicana de la Historia, Apéndices; León Portilla, Miguel y Carmen 
Aguilera. Mapa de México-Tenochtitlan y sus contornos hacia 1550, mapa). 
10 En realidad, distintos pasajes escritos por Cortés permiten comprobar la 
existencia de una retícula formada por caminos y canales en distintos puntos del 
asentamiento: "y pasé adelante a la calle que va a salir a Tacuba en que había 
otras seis o siete puentes."(Cortés, Hernán. Op. cit., pp. 142-143) "Son las calles 
de ella, digo las principales, muy anchas y muy derechas, y algunas de éstas y 
todas las demás son la mitad de tierra y por la otra mitad es agua, [...] y todas 
las calles de trecho a trecho están abiertas por do atraviesa el agua de las unas a 
las otras, y en todas estas aberturas, que algunas son muy anchas, hay sus puentes 
de muy anchas y grandes vigas [...]." (Ibidem, p. 62). "[...] y ví poca gente por 
la ciudad, y algunas puertas de las encrucijadas y traviesas de las calles 
quitadas, que no me pareció bien [...]." (ibidem, p. 78) 
11 De acuerdo con la información que se presentará en el siguiente apartado, es 
posible que los conjuntos de sitios residenciales tuvieran accesos restringidos y 
mostraran tal contiguidad que hubiesen dado la apariencia de construcciones 
unitarias. Además, algunos sitios residenciales para los pipiltin -de mayor tamaño 
por supuesto que los de la gente común, pero también más a la vista desde los 
grandes espacios públicos- ocupaban amplias superficies y estaban efectivamente 
rodeados por canales, lo que pudo generar una mezcla de elementos al momento de 
hacer las descripciones sobre el asentamiento: "[...] y quemamos la casa del señor 
de la ciudad [...] que se decía Guatimucin [...] eran muy grandes y fuertes y 
cercadas de agua." (Cortés, Hernán. Op. cit., p. 155 (3a. Carta))
30
 
 Figura 1. Reconstrucción de una parte de Cuepopan, descrita por Cortés, 
 sobre un plano moderno de la Ciudad de México. Entre la Calzada de Tacuba
 y el centro de Tlatelolco se representan tres acequias que continuaban
 abiertas en la época colonial que, de acuerdo con Alfonso Caso, eran
 límite de algunos barrios de Cuepopan.
la existencia de pequeñas lagunas entre los conjuntos de sitios 
residenciales, señala que las casas de la ciudad tenían azoteas y 
destaca que las construcciones estaban blanqueadas.12 Por su parte, el 
Conquistador Anónimo registra –al igual que lo hacen otros soldados 
cronistas- la existencia de caminos/canales por toda la ciudad, lo 
que permite pensar en el contacto de más de un borde de cada islote 
artificial con el agua.13 En cuanto a las referencias sobre el cultivo 
 
12 "[...] aunque arremetíana los escuadrones para romperlos [...] si los iban 
alcanzando, luego se dejaban caer los mexicanos a su salvo en las acequias y 
lagunas, [...] y además de esto, en algunas casas que les poníamos fuego tardaba en 
quemarse una casa un día entero [...] lo uno, por estar apartadas una de otra y el 
agua en medio, y lo otro, ser de azoteas" (Díaz, Bernal. Op. cit., C. 126) "[...] y 
veíamos en aquellas ciudades cúes y adoratorios a manera de torres y fortalezas, y 
todas blanqueando, que era cosa de admiración, y las casas de azoteas [...]." 
(Ibidem, C. 92) 
13 "Temistitlan Messico tenía y tiene muchas y hermosas calles y anchas, ahora que, 
fuera de dos o tres principales, todas las demás eran la mitad de tierra, como 
enladrillado, y la otra mitad de agua [...]." (Relación de algunas cosas de la 
31
de chinampas en la ciudad, sólo Cortés menciona con cierto detalle su 
existencia, señalando también la presencia de árboles entre los 
sitios residenciales de la ciudad así como en las calles de la 
misma:14
[...] y heles dado tantas libertades [...] que cada día 
[Tenochtitlan] se puebla en mucha cantidad [...] los oficiales de 
artes mecánicas viven por sus jornales [...] y otros de agricultura, 
porque hay ya muchos de ellos que tienen sus huertas, y siembran en 
ellas toda la hortaliza de España.15
Como se puede ver, la información sobre las zonas residenciales 
de Tenochtitlan no es muy abundante en las crónicas de la Conquista, 
pero permite establecer por ahora -con datos de primera mano- un 
modelo tentativo de la estructura general del asentamiento, modelo 
que habrá de confrontarse en lo sucesivo con los elementos que puedan 
aportar otras fuentes. De hecho, el estudio de las zonas 
residenciales de la ciudad requiere analizar problemas distintos al 
de su conformación topográfica, lo que hace necesario revisar otras 
descripciones de Tenochtitlan para encontrar nuevos datos que 
permitan ampliar el conocimiento de dichos espacios.
b) Las fuentes indígenas.
Otro grupo de materiales que ofrece noticias importantes acerca de 
las zonas residenciales de Tenochtitlan son los textos que 
registraron durante los años que siguieron a la Conquista la 
tradición oral, la interpretación de los códices y la memoria de los 
 
Nueva España y de la gran ciudad de Temestitan México, hecha por un gentilhombre 
del señor Fernando Cortés, p. 62) 
14 "[...] salían de noche [los indios] a pescar por entre las casas de la ciudad, y 
andaban [...] buscando la leña e hierbas y raíces que comer." (Ibidem, pp. 154-
155) (3a. Carta)) "[...] por las calles hallábamos roídas las raíces y cortezas de 
los árboles [...]." (Ibidem, p. 157 (3a. Carta))
15 Cortés, Hernán. Op. cit., p. 196 (4a Carta)
32
indígenas vencidos. En dicho grupo están materiales como los Annales 
de Tlatelolco, los textos indígenas elaborados por iniciativa de 
Bernardino de Sahagún, las obras de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, 
Francisco de San Antón Muñón Chimalpahin, Hernando Alvarado Tezozómoc 
y Juan Bautista Pomar, textos todos donde es posible encontrar 
descripciones sobre el tema que interesa aquí. 
Cabe destacar que la información proporcionada por este grupo de 
fuentes resulta en general más detallada que la registrada por las 
crónicas de la Conquista, aunque también sea igual de escasa. Así, 
con las fuentes indígenas vale la pena considerar aspectos de las 
zonas residenciales que no se han mencionado hasta aquí, tratando de 
confrontar, además, la estructura del asentamiento inducida desde la 
información que ofrecen los conquistadores. 
En este sentido, cabe señalar que Ixtlilxóchitl coincide con la 
visión de los soldados cronistas acerca de que las casas de los 
asentamientos prehispánicos de los lagos estaban sobre islotes,16 al 
tiempo que Tezozómoc habla de Cortés "asolando y talando cacerías y 
arboledas, y cegando las acequias en algunas partes" como otro 
indicador de que los sitios residenciales de Tenochtitlan formaban 
conjuntos y no chinampas separadas.17 Otro dato fundamental sobre este 
punto es la descripción que hace Tezozómoc acerca del modo en que 
originalmente se construyeron "planchas" sobre el lago para que se 
asentara la población de Tenochtitlan, descripción que hace evidente 
la estructura topográfica del asentamiento descrita por los 
españoles: 
 
16 "[...] más como los de Iztapalapan tenían sus casas en isletas y dentro del 
agua, no les pudieron sujetar [...]." (Alva Ixtlilxóchitl, Fernando de. Obras 
Históricas, Vol. 1, p. 456)
17 Alvarado Tezozómoc, Fernando. "Fragmentos" en Crónica Mexicana, p. 148
33
[...] [los mexicas] fueron poco a poco haciendo plancha para el 
cimiento y sitio de su ciudad encima del agua, hincando muchas 
estacas, y echando tierra y piedra entre ellas [...] cegando gran 
parte de la laguna con las planchas y cimientos para su ciudad.18
Chimalpahin va más lejos y relata no sólo los métodos sino los 
problemas que debieron afrontar los mexicas:
Con frecuencia venían las gentes de las tierras enjutas a 
observarlos desde los márgenes de la laguna, a ver las lumbres y 
humaredas que hacían para ir resecando los pantanales con sauces 
acuáticos. Y fue a causa de querer enjutar a fuerza de fuego 
aquellos fangales, cuya hazaña anda ahora en cantos, que muchos de 
ellos perecieron en el cieno y fango pantanoso.19
Más allá de la confirmación de que las zonas residenciales de la 
ciudad estaban compuestas por islotes artificiales, algunos pasajes 
del Códice Matritense (una versión de los textos indígenas elaborados 
a instancias de Sahagún) sugieren una distribución cerrada de los 
conjuntos de sitios residenciales en tales islotes: 
[...] los guerreros mexicanos y de todas las casas de los habitantes 
de Quecholan, que están al entrar al mercado, se hizo como un solo 
muro. Sobre las azoteas estaban muchos colocados [...]. Y todas 
aquellas casas de los de Quecholan fueron perforadas por detrás, se 
les hizo un hueco, no grande, para que al ser perseguidos por los de 
a caballo [...] los mexicanos por esos huecos se metieran.20
[...] los mexicanos se pusieron de acuerdo en que no se dejarían 
ver, [...] estaban atisbando por la rendija de las puertas, o en 
huecos de los muros, o en agujerillos [...]. Y esto todo lo hicieron 
los que vivían junto al camino, los que estaban a la vera del 
camino. Los que vivían en las calles interiores no lo hicieron.21
[...] los tenochcas habitantes de Zoquipan emprendieron la fuga 
[...] los guerreros se meten rápidamente entre las casas, por los 
trechos que están entre ellas: limpio queda el camino [...] como si 
fuera región despoblada [...].22
De acuerdo con estas descripciones la parte posterior de los sitios 
residenciales correspondía a los caminos de paso general, formando 
algo similar a un muro continuo -debido a la aparente contigüidad de 
 
18 Alvarado Tezozómoc, Fernando. "Relación del origen de los indios que habitan 
esta Nueva España según sus historias" en Op. cit., pp. 33-34
19 Chimalpahin, Francisco de San Antón Muñon. Relaciones originales de Chalco 
Amaquemecan, pp. 77-78
20 Sahagún, Fray Bernardino de. Historia general de las cosas de la Nueva España, 
L. 12, C. 36 (Versión del texto náhuatl por Ängel Ma. Garibay K.)
21 Ibidem, L. 12, C. 22 (Versión del texto náhuatl por Ängel M. Garibay K.)
22 Ibidem, L. 12, C. 30 (Versión del texto náhuatl por Ängel M. Garibay K.)
34
las casas- que restringía la entrada a los espacios vecinales y 
domésticos de tales sitios.23 Esta disposición cerrada de los sitios 
residenciales –entre los que había también “calles interiores"-
explica la referencia de los conquistadores acerca de que “cada casa 
era una isla” y resulta

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