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Ballester -Ejercicio Profesional (1997)

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MÓDULO 0503- PSICOLOGÍA TEÓRICA I EL CAMPO GENERAL TEÓRICO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 
 
 
 UNIDAD III. LA FORMACIÓN PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO DE LA SALUD 
 
 
 
 
 
 
 
 
L e c t u r a 1 
 
 
 
 
Ballester, A., R. (1997) Introducción a la 
psicología de la salud. Valencia: 
Promolibro. Cap. 4, pp. 207-241. 
 
LA FORMACIÓN Y EL EJERCICIO PROFESIONAL DEL 
PSICÓLOGO DE LA SALUD .........................................................2 
1. LA FORMACIÓN DE LOS PSICÓLOGOS DE LA SALUD .....2 
1.1 Directrices respecto a las exigencias y los itinerarios 
posibles de formación .............................................................2 
1.2. Instituciones responsables de la formación .....................7 
1.3. La formación del psicólogo de la salud en España..........8 
2. EL EJERCICIO PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO DE LA 
SALUD........................................................................................9 
2.1. Funciones y puestos de trabajo de los psicólogos de la 
salud........................................................................................9 
2.2. Habilidades profesionales técnicas y de carácter social 
deseables en el psicólogo de la salud ..................................12 
2.3. Aspectos éticos en la actividad profesional y en la 
investigación .........................................................................14 
 
 
LL AA FF OO RR MM AA CC II ÓÓ NN YY EE LL EE JJ EE RR CC II CC II OO 
PP RR OO FF EE SS II OO NN AA LL DD EE LL PP SS II CC ÓÓ LL OO GG OO 
DD EE LL AA SS AA LL UU DD 
 
 
UU NN II DD AA DD II II II .. 
 
 
MÓDULO 0503- PSICOLOGÍA TEÓRICA I EL CAMPO GENERAL TEÓRICO DE LA PSICOLOGÍA DE LA SALUD 
 
 
 UNIDAD III. LA FORMACIÓN PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO DE LA SALUD 
LLAA FFOORRMMAACCIIÓÓNN YY EELL EEJJEERRCCIICCIIOO PPRROOFFEESSIIOONNAALL DDEELL 
PPSSIICCÓÓLLOOGGOO DDEE LLAA SSAALLUUDD 
En este capítulo se van a abordar dos cuestiones fundamentales para la 
disciplina que nos ocupa, a saber, la formación que deberían recibir los 
psicólogos de la salud que, a su vez, es la responsable de la calidad de 
los futuros psicólogos; y los aspectos relacionados con su ejercicio 
profesional, del que depende el prestigio de la disciplina y su 
implantación en nuestra sociedad, incluyendo en este apartado las 
funciones que deberían desempeñar, los ámbitos de actuación en los 
que pueden realizar su trabajo, las habilidades que deberían poseer, y 
finalmente, los aspectos éticos más relevantes implicados en su trabajo. 
1. LA FORMACIÓN DE LOS PSICÓLOGOS DE LA SALUD 
Dentro de este epígrafe dedicado a la formación de los psicólogos de la 
salud, se abordará en primer lugar, las directrices derivadas de la Arden 
House Conference respecto a las exigencias y los posibles itinerarios de 
formación, así como las opiniones que, a este respecto, tienen los 
autores de mayor relevancia en este campo; en segundo lugar, se 
tratarán las distintas instituciones que podrían proporcionar tal 
formación, con las ventajas e inconvenientes asociadas a cada una de 
ellas; y finalmente, el estado actual de la formación en Psicología de la 
Salud en nuestro país. 
1.1 Directrices respecto a las exigencias y los itinerarios posibles de formación 
El primer programa de formación en psicología de la salud fue creado en 
1975 en la Universidad de California en San Francisco. La importancia 
de plantearse la formación adecuada que deberían recibir los psicólogos 
de la salud, una de las primeras cuestiones que debe plantearse 
cualquier disciplina en su nacimiento, ya fue expresada por Adler, Cohen 
y Stone (1979) en el primer manual sobre psicología de la salud, como lo 
reflejan sus propias palabras: 
“Puesto que en el pasado no han existido programas de educación 
formal en Psicología de la Salud todos los que actualmente funcionan en 
el campo provienen de alguna de las especializaciones preexistentes. 
Ahora, sin embargo, es importan te considerar el tipo de formación que 
es apropiada para los que serán la siguiente generación de psicólogos 
de la salud” (pág. 583). 
Además, estos autores ya dieron algunas ideas sobre cómo pensaban 
que debería ser esta formación, ideas que después aparecerían 
recogidas Arden House Conference: 
“Si cada uno de los campos de la Psicología es relevante para la 
Psicología de la Salud, entonces necesitamos una formación que adapte 
las teorías y los métodos de esos campos a los requerimientos del 
trabajo en el sistema de salud. La formación postdoctoral puede ser la 
más apropiada como un medio de preparar a los psicólogos ya formados 
en una especialización a utilizar sus habilidades en áreas relacionadas 
con la salud. Los departamentos universitarios pueden facilitar los 
esfuerzos de los estudiantes que deseen llevar a cabo su trabajo de 
investigación sobre un problema de salud, preparándose así para una 
carrera en el sistema de salud y pueden ofrecer cursos y seminarios 
centrados en aspectos relacionados con la salud.” (pág. 584). 
También Olbrisch y Sechrest (1979) recomendaron que las personas 
interesadas en seguir la carrera profesional de psicología de la salud 
deberían recibir cursos relacionados con los contenidos básicos de todas 
las áreas de la psicología, además de algunos de especialización en el 
campo de la salud. Olbrisch, Kurtz y Matarazzo (1981) aconsejaban la 
implantación de programas formales de “residencia” en centros 
sanitarios, programas que fueran específicos para psicólogos de la salud 
y no incardinados dentro de programas destinados a la formación en 
otras áreas como psicología clínica, que era lo más habitual. De hecho, 
en una revisión de Belar, Wilson y llugues (1982) se identificó en los 
Estados Unidos 42 programas que ofrecían formación predoctoral en 
psicología de la salud, de los cuales, sólo 6 eran programas específicos, 
y el 70% eran programas en los que la psicología de la salud se 
enseñaban en el marco de la formación en otras áreas, como psicología 
social, escolar o clínica. El primer programa especializado en psicología 
de la salud fue el programa aplicado en el Centro Médico de Palo Alto 
(Matarazzo y Carmody, 1983). En estos momentos, son 46 los 
programas centrados en psicología de la salud (Belar y Deardorff, 1995). 
Swan, Piccione y Anderson (1980) protagonizaron uno de los primeros 
intentos de trazar sugerencias específicas respecto a la formación de los 
psicólogos de la salud. Sus ideas incluían los siguientes aspectos: 
1. Formación en un programa de doctorado aplicado en psicología, que 
incluya conocimientos de evaluación e intervención comportamental, así 
como principios científicos generales acerca de la conducta humana 
2. Epidemiología 
3. Anatomía, fisiología y Psicofisiología 
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 UNIDAD III. LA FORMACIÓN PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO DE LA SALUD 
 
4. Farmacología, especialmente en las áreas del tratamiento del dolor y 
del estrés 
5. Intervenciones médico-quirúrgicas ante distintas enfermedades 
6. Instrumentación en el área de registro de datos psicofisiológicos y 
técnicas de evaluación 
7. Tratamientos especializados como biofeedback e hipnosis, entre otros 
8. Aspectos clínicos generales respecto a los pacientes médicos, y 
9. Neuropsicología 
 
En mayo de 1983, un grupo formado por más de 50 líderes en 
Psicología de la Salud se reunieron en la Arden House en Harriman, 
Nueva York para discutir acerca de la formación estándar que deberían 
recibir en el futuro los psicólogos de la salud. Los participantes en esta 
reunión, conocida formal mente como la National Working Conference 
on Education and Training in Health Psychology trataron dos grandes 
cuestiones (Boll, 1987): La primera era la naturaleza del programa 
general en psicología que deberían recibir los psicólogos de la salud. La 
segunda era si éstos deberían o no formarse para poder prestar 
serviciossanitarios. En caso afirmativo, si deberían establecer dos 
itinerarios formativos, uno para los que fuesen a prestar servicios 
sanitarios y otro para los investigadores y docentes o profesores 
(Sheridan y Choca, 1991; Brannon y Feist, 1992). 
Con respecto a la primera cuestión, los participantes acordaron que los 
psicólogos de la salud deberían recibir un cuerpo sólido de formación 
general en áreas tales como últimos avances en la investigación y 
diseños experimentales; metodología y análisis estadísticos; bases 
biológicas, cognitivas y sociales de la conducta; y diferencias 
individuales. En definitiva, por lo que se refiere a la primera cuestión 
planteada, en la Conferencia se acordó que los programas que tomaran 
por nombre “Psicología de la salud” deberían incluir conocimientos 
estandarizados sobre psicología general (Boll, 1987). 
Con respecto a la segunda cuestión, los participantes mostraban 
mayores divergencias de opinión. Algunos consideraban que no todos 
los psicólogos de la salud tenían por qué ser profesionales sanitarios, 
por lo que todos los estudiantes no necesitaban ser formados para 
prestar este tipo de servicios (Elliott, 1983). Otros participantes, sin 
embargo, defendían la idea de que los psicólogos de la salud necesitan 
un fuerte bagaje clínico y se basaban en el modelo del 
científico/profesional surgido a partir de la Conferencia de Boulder 
celebrada el año 1949. Más tarde, Istvan y Hatton (1987) examinaron 
con detalle los programas de formación existentes hasta el momento, 
encontrando que cerca de la mitad consideraban que era necesaria la 
formación clínica para crear psicólogos que pudieran prestar servicios 
profesionales. Los autores del informe sugerían la idea de que los 
psicólogos de la salud necesitan recibir una formación que los capacite 
para ejercer como profesionales sanitarios, debido al fuerte incremento 
de empleo en los hospitales, facultades de medicina y facultades de 
ciencias sociales. 
En esta reunión, además, se trató una ligera discrepancia acerca de si 
los psicólogos de la salud necesitaban ser formados, al menos, hasta el 
grado de doctores. Esta polémica ya había sido señalada por Adler, 
Cohen y Stone (1979) unos años antes, junto a un posicionamiento muy 
claro: 
“Algunos psicólogos dudan de la deseabilidad de dirigir programas de 
doctorado de psicólogos en contextos médicos... Expresan su 
preocupación acerca del número escaso de facultades de Psicología... 
Con respecto al número de psicólogos disponibles, hay suficientes 
psicólogos presentes en muchas facultades de Medicina para permitir el 
desarrollo de programas en Psicología de la Salud.” (pág. 584-585). 
En la Conferencia, algunos expertos consideraban que, si los estudios 
de doctorado estaban pensados con el fin de preparar a los estudiantes 
para seguir un proceso continuado de autoformación, entonces una 
formación postdoctoral “formal” podía resultar innecesaria. Además, 
como señala Bishop (1994), algunos participantes en la conferencia 
temían que prolongar excesivamente la formación de los psicólogos de 
la salud, los colocaba en una situación de inferioridad en el mercado 
laboral. Sin embargo, la mayoría recomendaron formación postdoctoral, 
que incluyese al menos, dos años de formación especializada en 
psicología de la salud, después de una licenciatura o graduación en 
psicología general (Belar, 1987; Matarazzo, 1987a). Según los 
participantes en la Conferencia, esta formación debería ser necesaria 
para poder obtener la licencia para ejercer como profesional sanitario, 
idea que también es apoyada por algunos autores europeos (Jansen, 
Methorst y Kerkhof, 1990), pero que todavía aparece poco reflejada en la 
práctica en estos países, en los que la tendencia es a realizar un máster 
aplicado al finalizar la licenciatura, como se aprecia en la revisión 
realizada por Methorst, Jansen y Kerkhof (1990) sobre el panorama 
internacional en la formación del psicólogo de la salud. 
Matarazzo (1987a) y Shendan (1988) defendían el doctorado en 
psicología general enfocándolo hacia la psicología de la salud, que 
incluyese un año predoctoral de residencia. Después, esta formación 
pc
Resaltado
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sería seguida por una residencia postdoctoral de dos años centrada en 
el desarrollo profesional con una orientación más bien amplia respecto a 
los servicios sanitarios, justificando esta orientación por los diferentes 
tipos de pacientes que se puede atender en un hospital general. Además 
se preocuparon en matizar que estos dos años no deberían considerarse 
como un extra deseable, sino como un componente esencial para 
ejercer profesionalmente con licencia en este ámbito (Sheridan y cols., 
1988). Matarazzo recomendaba que cada estudiante en formación 
debería trabajar profesionalmente con distintos tutores o supervisores, 
tanto psicólogos como médicos, con el fin de adquirir una experiencia 
semejante a lo que se iba a encontrar en su futuro profesional. Estos 
supervisores de la formación de los psicólogos deberían reunir algunas 
características que recientemente han sido señaladas por Belar y 
Deardorff (1995): 
1. Competencias especiales en psicología clínica de la salud 
2. Sensibilidad respecto a los aspectos éticos en la supervisión 
3. Claridad y especificación del modelo de supervisión que se va a 
seguir con sus metas y metodología 
4. Disponibilidad respecto al estudiante supervisado 
5. Perspectiva y conocimiento del campo de la psicología clínica de la 
salud 
6. Conocimiento del sistema sanitario 
7. Afiliación a grupos profesionales adecuados 
Finalmente, a pesar de la predicción de que los puestos de trabajo para 
los psicólogos de la salud iban a aumentar rápidamente en los Estados 
Unidos, y probablemente en muchos otros países, casi todos los 
expertos en el campo sugerían que el tiempo de formación no debía 
acortarse y que el nivel debía mantenerse alto. Los psicólogos de la 
salud que hubieran recibido una formación doctoral en el modelo del 
científico/profesional y además, hubieran realizado dos años de 
residencia adicionales serían capaces de desempeñar trabajos muy 
variados relacionados con el campo de la salud (Brannon y Feist, 1992). 
Según Miller (1987), los dos aspectos del modelo del científico-
profesional (Conferencia de Bouder, 1949) son especialmente 
importantes para la Psicología de la Salud, especialmente en sus 
primeras fases de rápido desarrollo. Como el autor ya afirmara 
anteriormente (Miller, 1983): 
“Existe una interacción recíproca y simbiótica entre el laboratorio y la 
clínica. La clínica sugiere y plantea nuevos y significativos problemas 
para su investigación en el laboratorio, y ésta produce nuevos 
conocimientos que proporcionan la base para aplicaciones clínicas 
innovadoras. Los profesionales necesitan una profunda comprensión de 
las técnicas y procedimientos de investigación para ser capaces de 
evaluar críticamente los resultados de los estudios publicados en la 
literatura, con el fin de aprovecharse de los buenos trabajos y no dejarse 
guiar por los trabajos inadecuados. Los clínicos han descubierto que la 
formación en investigación es muy valiosa también para conseguir 
introducirse en los nuevos centros médicos convirtiéndose en asesores 
para sus colegas médicos. Esta formación también es útil en el 
desarrollo y evaluación de nuevos procedimientos. La recogida 
sistemática de datos clínicos por parte del profesional puede ayudarle a 
evaluar sus propias técnicas y refinar su habilidad. En mayor escala, los 
estudios cooperativos de costes-eficacia pueden convencer a los 
administradores, que están cada vez más presionados para frenar la 
rápida escalada en gastos médicos, de que les interesa pagar por los 
servicios de un clínico con formación comportamental” (Miller, 1987, 
pág.5-6). 
Finalmente, concluyeMiller (1987): 
“La formación en investigación de los psicólogos ha sido, y continuará 
siéndolo, una de las mayores fuerzas a la hora de abrir nuevas áreas de 
aplicaciones. Pero, además de asegurar nuevas ideas acerca de 
problemas significativos que surgen del contacto con el fenómeno 
clínico, el psicólogo cuyo interés primario se centra en la investigación 
necesita a menudo algunas de las habilidades y la sensibilidad del 
clínico con el fin de tratar eficazmente a las personas en un centro 
médico” (pág.6). 
Además, parece interesante y pertinente la reflexión de este autor, de 
que con la multitud de cosas que es deseable conocer, existe un peligro 
considerable de diseñar un curriculum para los psicólogos de la salud 
que sea tan amplio como superficial. Según Miller (1987), se puede 
esperar que los licenciados formados en psicología de la salud tengan 
por delante una carrera profesional de al menos 30 o 40 años. Dado que 
en ese tiempo, lo más probable es que se produzcan cambios 
importantes y que resulta difícil anticipar qué tipo de cambios se 
producirán, los estudiantes de psicología de la salud tendrán que estar 
preparados para continuar aprendiendo de su propia disciplina y de otras 
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relacionadas en las próximas décadas. Para conseguirlo, el autor da 
algunos consejos muy concretos: 
- Transmitir a los estudiantes confianza en el aprendizaje por sí mismos 
sin la presencia de un profesor 
- Que los estudiantes dominen la lectura y escritura en lengua inglesa, 
así como conocimientos en matemáticas, biología, ciencias sociales y 
psicología a ser posibles aprendidos en relación con el ámbito de la 
salud 
- Que los estudiantes tengan una comprensión global de cómo la ciencia 
se desarrolla y progresa 
- Que aprendan a juzgar la calidad de una investigación con ejemplos de 
investigaciones en las que se cometieron errores 
- Que tengan a su disposición artículos originales de la literatura que 
ilustren cómo una explicación comúnmente aceptada puede ser rebatida 
- Que conozcan y dispongan de estudios de caso que reflejen la correcta 
e incorrecta aplicación del conocimiento y técnicas psicológicas a casos 
prácticos 
- Que los profesores intenten individualizar al máximo la formación 
teniendo en cuenta las capacidades e intereses de los distintos alumnos. 
En resumen, la formación ideal de los psicólogos de la salud surgida de 
la Arden House Conference, consiste en un primer nivel predoctoral en 
el que el estudiante adquiere una buena base en psicología general y 
metodología de investigación complementada con algunos cursos o 
asignaturas especializados en psicología de la salud, en los que los 
estudiantes tienen la oportunidad de aplicar los principios generales de 
la psicología a aspectos relacionados con el sistema de salud y de 
adquirir habilidades de evaluación e intervención en este tipo de 
problemas. Seguidamente, se recomiendan experiencias de 
“aprendizaje” o prácticas en las que los estudiantes puedan aplicar lo 
que han aprendido a problemas prácticos, lo cual puede llevarse a cabo 
a través de residencias en instituciones que presten servicios sanitarios 
con supervisión de otros psicólogos que trabajen en el centro. Se prevé 
que puedan existir dos itinerarios de formación distintos para los 
estudiantes interesados en ejercer su profesión como investigadores 
básicamente y los que están interesados en la clínica atendiendo 
pacientes. La experiencia de las prácticas tendría un contenido acorde 
con tales intereses. Para los primeros, se trataría de diseñar, dirigir, 
publicar investigaciones y realizar proyectos de investigación con el fin 
de obtener becas o financiación para sus proyectos. Para los segundos, 
se trataría más bien de hacer que se enfrentaran al mayor número de 
situaciones clínicas posible. Finalmente, y en tercer lugar, los 
participantes a la Conferencia en general defendieron la necesidad de 
profundizar todavía más en la formación, a través de dos años de 
estudios postdoctorales, también con la posibilidad de proseguir en los 
dos diferentes itinerarios de formación comenta dos anteriormente. 
En cuanto a los contenidos, en la Conferencia de Arden House se 
acordó que la formación de los psicólogos de la salud debería incluir los 
siguientes aspectos (Stone, 1983, pág. 15-17): 
1. Ofrecer dos grandes opciones de formación: científica y profesional 
2 Las instituciones responsables de la formación deberán tener los 
suficientes recursos para asegurarse de que los estudiantes reciben una 
formación global no limitada a una única metodología ni orientación 
teórica 
3 Experiencias y contenidos que enfaticen el papel de diversas 
características (culturales, étnicas, de género, estilo de vida, edad, etc.) 
tanto en los profesionales como en los usuarios del sistema de salud 
4 Combinación de teoría y práctica incluida la participación en alguna 
investigación bajo la dirección de un supervisor 
5. Énfasis en la metodología de investigación, incluyendo métodos 
bioestadísticos, además de los habitualmente usados en psicología 
6. Entrenamiento de habilidades para la colaboración con otros 
profesionales 
7. Énfasis en el impacto del psicólogo de la salud en los pacientes, las 
familias, la institución sanitaria... 
8. Instrucción en aspectos profesionales, éticos y legales. 
9. Instrucción sobre la organización del sistema sanitario y la 
administración sanitaria 
10. Entrenamiento en habilidades de evaluación e intervención 
11. Para los psicólogos de la salud que se dedicarán a tareas clínicas, 
una residencia de al menos un año de duración en un programa 
interdisciplinar llevado a cabo en un centro sanitario, con énfasis tanto 
en aspectos psicológicos como médicos 
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 UNIDAD III. LA FORMACIÓN PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO DE LA SALUD 
12. Los supervisores deberían ser preferentemente psicólogos de la 
salud con una formación adecuada que les permita la práctica 
profesional de la psicología de la salud y ser un modelo de profesional 
científico-aplicado. 
A pesar o además de todo ello, sería conveniente que se dotara a los 
alumnos a lo largo de este proceso con las habilidades necesarias para 
seguir autoformándose en el futuro, con el fin de, así, poder ir 
adaptándose a las demandas cambiantes de la sociedad respecto a 
nuestra disciplina. 
Finalmente, desde mi punto de vista, creo que una formación óptima de 
futuros psicólogos de la salud debe incluir e integrar tanto aspectos que 
pueden resultar más teóricos desde una primera aproximación como 
aspectos más aplicados que pueden dar sus frutos en el buen ejercicio 
profesional. 
Estos aspectos más aplicados, además de incluir los conocimientos 
acerca de los principales problemas de salud tratados y de las 
principales técnicas terapéuticas, están referidos al dominio de las 
habilidades necesarias para aplicar estas técnicas haciendo especial 
énfasis en la necesidad de adaptarlas a las características de quien o 
quienes las reciben. También, se trata, dentro de estos aspectos más 
aplicados, de que el estudiante se forme (no sólo se informe y mucho 
menos se deforme) en las principales actitudes que resultan 
aconsejables si no imprescindibles para el buen ejercicio profesional, 
entre las que cabe destacar las siguientes: 
- Afán investigador y espíritu crítico. Teniendo en cuenta que el 
profesional debe estar en un proceso de continuo reciclaje, tan 
importante como los conocimientos que el estudiante adquiera en 
relación con la Psicología de la Salud lo es el interés y la motivación por 
seguir formándose y por investigar en el campo o área en que vaya 
especializándose con el tiempo. 
Empatía. Como ya defendió Rogers, la empatía constituye una de las 
actitudesclínicas básicas que se traduce en el interés y la capacidad por 
ponerse en el lugar del paciente o cliente, intentando colocarse en su 
mismo campo fenomenológico. La empatía se convierte en una actitud 
aconsejable, necesaria y ética no sólo cuando el psicólogo se enfrenta a 
los distintos tipos de pacientes que pueden necesitar un apoyo 
psicológico (sobre todo en aquellas enfermedades, como el SIDA, que 
generan rechazo entre la población y suelen ir acompañadas de un 
fuerte sentimiento de soledad), sino también cuando el psicólogo entra 
en contacto con “posibles futuros pacientes” en los programas de 
promoción de la salud y prevención de la enfermedad, con el fin de 
entender las razones que les lleva a mantener determinadas conductas 
relacionadas con la salud. 
- Flexibilidad, para aplicar las distintas técnicas a los grupos diana en 
educación para la salud o a los pacientes en el tratamiento psicológico 
ante determinadas enfermedades teniendo siempre en cuenta las 
características personales o del grupo y las circunstancias que 
concurren. El fin último es evitar a toda costa la actuación automatizada 
del psicólogo como un mero aplicador rígido de “recetas”, al estilo de 
una máquina de coca-colas. En educación para la salud y también en la 
clínica, en muchas ocasiones el psicólogo debe saber reajustar su 
estrategia en apenas unos segundos. 
- Tolerancia. La tolerancia debería ser una actitud de uso obligado para 
todo ciudadano, ya que su contraria, la intolerancia es una de las armas 
más peligrosas en la convivencia. Sin embargo, en un psicólogo que va 
a trabajar con personas que se sienten rechazadas, cuando el estigma 
social es más o menos real, ya estemos hablando de un 
drogodependiente, de una prostituta o de una persona con SIDA, esta 
actitud se hace imprescindible y también la transmisión de esta 
tolerancia en cuantos actos educativos participe, siempre que le sea 
posible 
- Actitud de trabajo abierta y de colaboración con otros profesionales de 
la salud: médicos, personal de enfermería... La actitud de colaboración 
con otros profesionales, acorde con el modelo biopsicosocial, también 
implica cierta tolerancia, pero esta vez no hacia los pacientes, sino 
también hacia los propios colegas. Si tenemos en cuenta que el 
psicólogo de la salud ejerce su profesión en una institución sanitaria 
donde los médicos, como consecuencia de su presencia ancestral como 
figuras legitimadas socialmente para sanar a la población, tienen el 
mayor estatus, el psicólogo, que resulta una figura relativamente nueva, 
debe aprender a ser tolerante respecto a algunas actitudes de 
prepotencia médica, lo que no implica que abandone una actitud 
beligerante en cuanto a la inmersión progresiva del psicólogo en nuestro 
sistema de salud. Asimismo, la actitud de tolerancia hacia otros 
profesionales, debe ir acompañada del dominio progresivo de algunos 
conocimientos y términos de mayor relevancia para hacer posible la 
colaboración imprescindible en el ámbito sanitario. Obviamente, el 
psicólogo de la salud no tiene la obligación de ser un especialista en 
medicina. Tampoco el médico tiene porqué especializarse en psicología, 
pc
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 UNIDAD III. LA FORMACIÓN PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO DE LA SALUD 
pero, junto con Cott (1986) parto de la idea de que para comenzar a 
operacionalizar el modelo biopsicosocial es necesario que los distintos 
profesionales de la salud creemos un vocabulario común con el que 
comunicamos, y tengamos una idea general de en qué consiste el 
trabajo de los otros profesionales. No hace falta decir lo conveniente que 
sería que esta misma sensibilidad se extendiera por las Facultades de 
Medicina. 
- Reconocimiento y aceptación de los propios límites. Para finalizar esta 
exposición de las actitudes que considero deseables en un psicólogo de 
la salud, y que por lo tanto, deberían ser tenidas en cuenta a la hora de 
planificar la formación de los futuros profesionales, me parece que una 
de las más importantes es el reconocimiento y aceptación de los propios 
límites, dado que la psicología de la salud, por su objeto de trabajo 
puede enfrentar fácilmente a los profesionales a situaciones, como el 
tratamiento de personas con enfermedades infecciosas, de personas 
que se mueven dentro de un ambiente absolutamente marginal, que han 
cometido algún tipo de delito como es el caso de las agresiones 
sexuales, o simplemente el caso de los enfermos termina les, a las que, 
por una diversidad de motivos, el profesional puede no sentirse capaz de 
ayudar con la mayor eficacia. Ante estas situaciones, al psicólogo de la 
salud y en general, al psicólogo, le honra el reconocer sus limitaciones y 
saber derivar un determinado caso a otro colega. 
1.2. Instituciones responsables de la formación 
Otra cuestión relevante es cuáles serían los lugares o instituciones 
ideales para la formación de los psicólogos de la salud. El autor de este 
libro con cuerda con Singer (1987) en que, dado que no existe un único 
modelo de formación que incluya completamente todo lo que cualquier 
psicólogo de la salud debería conocer, debido a la amplia gama de 
actividades que éstos pueden desempeñar, tampoco necesariamente 
existe una única institución que sea mejor que las demás para formar a 
todos los psicólogos de la salud que la sociedad precisa. Sin duda, 
existe una gran diversidad de instituciones que pueden hacerse 
responsables de esta formación, cada una de las cuales cuenta con sus 
ventajas y desventajas. Kaplan, Sallis y Patterson (1993) señalan como 
las principales instituciones en que un psicólogo de la salud puede 
recibir su formación, los departamentos universitarios, las facultades de 
Medicina y las facultades de Salud Pública. 
Así, la formación en los departamentos universitarios (Rodin y 
Freedman, 1987), la más habitual por el momento, tiene las ventajas de: 
- Reforzar la identificación y la participación de la psicología de la salud 
en la psicología como disciplina, haciendo comprender su naturaleza 
intradisciplinar 
- Facilitar el contacto con otros departamentos de interés como los de 
sociología, etc. 
- Enfatizar, quizás mejor que en ninguna otra institución, la investigación 
básica y la actividad académica, que son puntales muy importantes para 
una futura psicología de la salud 
- La existencia de una financiación estable para los programas, y 
- La movilidad que permite entre los distintos departamentos. 
A cambio, también existen desventajas como: 
- La “compartimentalización” o “departamentalización” de los 
conocimientos 
- La tendencia a seguir pedagogías conservadoras 
- Su ubicación en ocasiones lejos de instituciones sanitarias, y 
- La dependencia o falta de autonomía que provoca no poder 
autofinanciarse y tenerlo que hacer a través de órganos de gobierno o 
entidades privadas. 
La formación en centros académicos médicos (Levin y Swencionis, 
1987) compuestos por una facultad de medicina, su hospital u hospitales 
universitarios y en ocasiones, otros hospitales afiliados, tiene grandes 
ventajas relacionadas sobre todo con: 
- La posibilidad que brinda al estudiante de aprender el vocabulario 
médico 
- Asimilar los elementos de su cultura en la propia identidad profesional 
al compartir las clases con estudiantes de medicina 
- Permitir el aprendizaje del mundo sanitario a través de una residencia 
- Ofrecer una amplia variedad de oportunidades para investigar y para 
colaborar con otros profesionales, y 
- La facilidad para conseguir ayudas económicas, por ejemplo, de labora 
torios que financien trabajos de investigación. 
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 UNIDAD III. LA FORMACIÓN PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO DE LA SALUD 
Sin embargo, el ritmo de trabajo en un centro sanitario y la presión 
asistencial lleva en ocasiones a algunos aspectosnegativos para la 
formación del psicólogo de la salud, como por ejemplo: 
- La rapidez y urgencia del trabajo 
- El recibir presiones para atender pacientes y casos para los que 
todavía no se está suficientemente formado, y 
- La falta de atención a la investigación básica por las intensas 
demandas en la aplicación de los conocimientos, que puede convertir al 
estudiante en un técnico más que en un psicólogo de la salud, por lo 
cual, sería conveniente que el estudiante mantuviera algún contacto 
formativo con un centro académico. 
Finalmente, la formación del psicólogo de la salud puede ser llevada a 
cabo en Escuelas de Salud Pública (Matthews y Siegel, 1987) donde los 
estudiantes pueden beneficiarse especialmente de: 
- La comprensión de la historia de la investigación e intervención en gran 
des problemas de salud que han azotado a la humanidad 
- Su acercamiento orientado al problema 
- El énfasis en la prevención 
- Un modelo de intervención centrado en el cambio ambiental 
- La consideración como unidad de análisis del grupo, la comunidad o la 
población 
- Su acercamiento interdisciplinar, y 
- Las excelentes oportunidades para investigar. 
Todo ello, a través de una formación que incluye aspectos de 
epidemiología, bioestadística, ciencias de la salud ambiental y 
ocupacional, nutrición, servicios de salud, ciencias comportamentales y 
educación para la salud, y salud familiar y de la población. 
1.3. La formación del psicólogo de la salud en España 
En nuestro país y a nivel de estado todavía no disponemos de un 
programa oficial de la especialidad de psicología de la salud. Otros 
profesionales de la salud, como los médicos o los farmacéuticos vienen 
formándose en España como especialistas desde comienzos de 1970 
mediante un sistema estatal homologado, el sistema de Internos 
Residentes (Reig, 1989). Durante el gobierno de la UCD se planteó y se 
aceptó un programa a nivel estatal para psicólogos internos residentes 
(PIR) realizándose esta primera y única convocatoria en 1977. Más 
tarde, en noviembre de 1981 se presentó un proyecto de ley de 
regulación de la formación de los psicólogos por parte del grupo 
socialista que se encontraba en la oposición, pero no llegó a concretarse 
en ley. Mientras tanto, las comunidades autónomas han intentado suplir 
esta ausencia de programas de especialización, como es el caso de 
Asturias donde la Consejería de Sanidad ha realizado varias 
convocatorias para cubrir el Programa de Formación en Salud Mental 
para postgraduados en psicología; o el caso de Andalucía, Comunidad 
en la que se aprobó en 1986 la creación del programa de Formación 
Postgraduada para psicólogos para la salud mental. Más tarde se han 
llevado a cabo programas en casi todas las comunidades autónomas, 
como el País Vasco, Cantabria, Castilla-León, Cataluña... La duración de 
estos programas suele ser de dos años, tras los cuales se obtiene un 
diploma de capacitación, que no obstante no es reconocido por el 
Ministerio de Educación y Ciencia como titulación de especialista. Sus 
contenidos suelen tener un objetivo prioritario, el de la formación de 
psicólogos clínicos en la red de salud mental pública. 
Desde hace muy pocos años, se dispone de un programa de formación 
postgraduada de especialistas en psicología clínica y un sistema PIR 
(Psicólogos Internos Residentes) que diseña las bases de la formación 
de estos profesionales. Por tanto, la vía de especialización que se apoya 
en la actualidad para el ejercicio profesional de la psicología de la salud 
es a través de la especialidad en psicología clínica y no de la psicología 
de la salud por sí misma, si bien en la definición que se hace de la 
primera se incluyen gran parte de los aspectos que hoy consideramos 
propios de la psicología de la salud (Reig, 1989). 
El programa PIR cuenta con un temario general común para todo el 
Estado Español. Los contenidos teóricos generales se engloban en los 
siguientes temas: 1) Psicología clínica: conceptos generales, 
concepciones teóricas y modelos de atención en salud mental; 2) 
Psicodiagnóstico y Evaluación psicológica en salud mental; 3) 
Psicoterapias y técnicas de intervención psicológica (individual, grupal, 
pareja y familia); 4) Técnicas de intervención psicosocial, institucional y 
comunitaria; 5) Psicopatología infanto-juvenil, de adultos y tercera edad; 
6) Evaluación de programas y servicios de salud mental, y; 7) Psicología 
clínica legal y aspectos jurídico-normativos en salud mental. El programa 
práctico se apoya en rotaciones por distintos dispositivos asistenciales 
de la red pública, entre los cuales se encuentran unidades de salud 
mental, hospital de día, centros de planificación familiar,... 
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 UNIDAD III. LA FORMACIÓN PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO DE LA SALUD 
Paralelamente, se está intentando reformar el Estatuto del Personal 
Sanitario del Instituto Nacional de la Salud. En esta reforma se prevé 
que el psicólogo sea considerado, junto con otros profesionales, 
personal facultativo y sanitario. No obstante, parece que existen una 
serie de inconvenientes por parte del Colegio Oficial de Médicos para 
que este proyecto se apruebe en estos momentos (Reig, 1989). 
A nivel universitario, hay que decir que pocos departamentos 
universitaríos españoles han establecido programas para formar a 
estudiantes en Psicología de la Salud (Rodríguez-Marín, 1991). Aunque 
es probable que la situación cambie en el futuro con la plena 
implantación de los nuevos planes de estudio de las diferentes 
universidades, hasta hace poco no había ninguna enseñanza de 
psicología de la salud a nivel pregraduado. Sin embargo, a nivel de 
postgrado han proliferado los cursos de Psicología de la Salud. Por un 
lado los denominados cursos máster y, por otro lado, cursos de 
postgrado sin esta denominación en muchas universidades como las de 
Granada, Madrid, Santiago de Compostela y UNED. También en 
algunas universidades existen programas de doctorado en Psicología de 
la Salud como la de Alicante, Granada, La Laguna y la Universidad 
Autónoma de Madrid. En otras universidades como la de Valencia 
también ha existido un curso de estas características en períodos 
anteriores. 
Aunque el objetivo de los cursos de doctorado es básicamente la 
dotación de las habilidades básicas para investigar en lo que se 
denomina la “suficiencia investigadora”, cada vez se pone mayor énfasis 
en su relevancia para una posible práctica profesional (Rodríguez-Marín, 
1991). Su estructura es común: dos años para cursar un total de 320 
horas tras las cuales hay que realizar una tesis doctoral. Los contenidos 
suelen coincidir en una primera parte que contiene aspectos 
metodológicos, experimentales y bases biológicas, cognitivas, afectivas 
y sociales de las conductas de salud... y una segunda parte con 
asignaturas acerca de temas más específicos relacionados con la 
Psicología de la Salud. Además, como es lógico, cada programa enfatiza 
unos temas y no otros relacionados con los intereses del departamento 
que los lleva a cabo. 
Para finalizar hay que recordar que la formación en Psicología de la 
Salud no sólo se debería dirigir a profesionales de la Psicología, sino 
también a otros profesionales de la Salud como médicos, enfermeros y 
trabajadores sociales. 
2. EL EJERCICIO PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO DE LA 
SALUD 
Si la Psicología de la Salud es una disciplina científica, también es una 
profesión, y parece importante resaltar ambos hechos, así como los 
aspectos relacionados con el estado actual de la psicología de la salud 
en tanto que ciencia y en tanto que práctica aplicada. Precisamente una 
de las características que definen la psicología de la salud es el gran 
crecimiento que ha experimentado desde su constitución, evidenciado 
no sólo por el número de investigaciones que los psicólogos han llevado 
a cabo en torno a los temas relacionados conla salud, sino también, por 
el aumento en el número de psicólogos que trabajan en los centros 
sanitarios. Concretamente, respecto a este segundo aspecto, hay que 
decir que en el monográfico de Octubre de 1990 del APA Monitor, más 
de 70 anuncios buscaban psicólogos para trabajar en centros de salud, 
frente a los 27 que Altman y Cahn (1987) encontraron como media 
mensual en 1982-1983 (Brannon y Feist, 1992). De los 70, quince 
incluían en la descripción de la persona necesitada el término “psicólogo 
de la salud” y los otros describían un centro o un trabajo que sugería un 
puesto relacionado con la salud, incluyendo facultades de medicina y 
universidades, investigación postdoctoral, residencias predoctorales y 
empleo en hospitales, clínicas, práctica privada, organizaciones de 
promoción de la salud y clínicas del dolor. 
En el presente epígrafe se abordan las cuestiones más importantes 
relacionadas con la profesión de la psicología de la salud: en primer 
lugar, las funciones y puestos de trabajo de los psicólogos de la salud; 
en segundo lugar, las habilidades y el estilo profesional deseables en el 
psicólogo de la salud; y finalmente, los aspectos éticos más relevantes 
que deben impregnar su quehacer profesional. 
2.1. Funciones y puestos de trabajo de los psicólogos de la salud 
El objetivo de que los participantes a la Conferencia de Arden House 
propusieran una formación que combinara la formación científica y las 
habilidades clínicas en la evaluación y la terapia, era que los psicólogos 
de la salud pudieran ocuparse de trabajos necesarios y existentes en las 
distintas instituciones sanitarias: hospitales, clínicas, organizaciones 
para la promoción de la salud y clínicas privadas (Tulkin, 1987). 
Ya desde hace bastante tiempo los psicólogos clínicos han aportado sus 
conocimientos y sus habilidades prácticas al tratamiento y evaluación de 
pacientes en consultas privadas, clínicas y hospitales especializándose 
en los trastornos mentales. Sin embargo, su trabajo en hospitales con 
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 UNIDAD III. LA FORMACIÓN PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO DE LA SALUD 
pacientes aquejados de enfermedades orgánicas es relativamente 
reciente. Y también lo es el tener que introducirse en la dinámica de 
colaboración de los equipos multidisciplinares que son la base de la 
asistencia sanitaria moderna (Tulkin, 1987). 
Una de las primeras declaraciones sobre las actividades propias de los 
psicólogos de la salud se puede encontrar en el capítulo de Adier, Cohen 
y Stone (1979) en el que al hablar de la formación de los psicólogos de 
la salud se afirma: 
“Tales programas en Psicología de la Salud formarían a los estudiantes 
para llevar a cabo todas las principales actividades en las que los 
psicólogos se compro meten: investigación básica y desarrollo de la 
teoría; enseñanza de conocimientos y teoría en cursos introductorios y 
prácticos en Psicología; asesoramiento e investigación aplicada con 
gente y organizaciones... y la aplicación directa de habilidades 
psicológicas a los problemas individuales de los pacientes.” (pp 584). 
Para estos autores, las cuatro grandes actividades en las que se espera 
que los psicólogos de la salud se impliquen son: la investigación, la 
enseñanza, el asesoramiento a otros profesionales y la provisión de 
servicios directos a los pacientes. Los lugares donde probablemente 
encontrarán empleo son: las facultades de Medicina, de Psicología, 
hospitales y clínicas, organizaciones de mantenimiento de la salud, 
centros asesores y práctica privada (Adler, Cohen y Stone, 1979). 
A nivel general y de modo introductorio, hay que decir que las funciones 
de los psicólogos de la salud vienen ya dadas en la propia definición de 
la disciplina, según la cual, éstos se ocuparían de: 
- La investigación acerca de los correlatos etiológicos de la salud y la 
enfermedad 
- La promoción de la salud y la prevención de la enfermedad 
- La formación y el ejercicio profesional 
- La intervención psicológica en la enfermedad, y 
- La mejora de las políticas de salud 
Kaplan, Sallis y Patterson (1993) en su manual clasifican las funciones 
de los psicólogos de la salud en: la asistencia a los pacientes, el trabajo 
comunitario y la enseñanza. 
Por lo que respecta a la actuación de los psicólogos de la salud en los 
centros sanitarios, según Tulkin (1987), por el momento, el modo de 
acceder como tales a la mayoría de estos centros es a través de los 
servicios que podemos ofrecer como psicólogos clínicos. En la medida 
en que las contribuciones de la psicología de la salud se perfilen más 
claramente, los psicólogos de la salud obtendrán un mayor 
reconocimiento y credibilidad y se establecerán descripciones 
específicas para el trabajo de estos profesionales así como 
procedimientos para obtener sus credenciales. Mientras tanto, Tulkin 
(1987) clasifica los servicios prestados por los psicólogos de la salud que 
trabajaban en clínicas y hospitales en varias categorías: 
1) Proporcionar alternativas al tratamiento farmacológico, como por 
ejemplo, el biofeedback como alternativa a los analgésicos para los 
pacientes con cefaleas 
2) Asistencia primaria a los pacientes con enfermedades físicas que 
responden favorablemente a los tratamientos psicológicos, como por 
ejemplo, el dolor crónico y algunos problemas gastrointestinales 
3) Servicios relacionados con la psicología clínica tradicional, incluyen do 
el tratamiento psicológico auxiliar de pacientes hospitalizados 
4) Ayudar a los enfermos hospitalizados a afrontar problemas y 
procedimientos médicos o a pacientes crónicos a adaptarse a su 
enfermedad 
5) Ayudar a incrementar la adherencia de los pacientes a sus 
tratamientos médicos. 
Belar y Deardorff (1995) enumeran algunas de las actividades propias 
del psicólogo clínico de la salud: 
1. Evaluación de candidatos para la implantación de prótesis de pene, 
fecundación in vitro, transplantes de órganos. 
2. Desensibilización de los miedos producidos por tratamientos médicos 
y dentales, incluido la anestesia, el parto o procedimientos de resonancia 
magnética. 
3. Tratamiento para incrementar el afrontamiento del dolor. 
4. Intervenciones para controlar los síntomas tales como el vómito en la 
quimioterapia, el rascado en la neurodermatitis o la diarrea en el 
síndrome del colon irritable. 
5. Grupos de apoyo para las enfermedades crónicas, rehabilitación 
cardiaca, pacientes seropositivos o familias de enfermos terminales. 
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6. Entrenamiento para superar handicaps físicos después de un trauma, 
reentrenamiento cognitivo después de un infarto... 
7. Programas de cambio conductual para los factores de riesgo tales 
como fumar, peso excesivo y estrés. 
8. Tratamiento de problemas de los equipos médicos tales como el 
burnout, problemas de comunicación y conflictos de role. 
9. Programas de desarrollo de la adherencia de los pacientes. 
10. Consultas para desarrollar programas de promoción de la salud en el 
lugar de trabajo y tratamiento del estrés ocupacional. 
11. Desarrollo de servicios psicosociales para pacientes oncológicos 
12. Evaluaciones neuropsicológicas para el establecimiento de línea 
base, diagnóstico y planificación del tratamiento. 
Además, Tulkin (1987) denuncia y alerta de la existencia de una serie de 
barreras institucionales para la práctica de la psicología de la salud en 
los centros sanitario, que resume en los siguientes puntos: 
1) El psicólogo de la salud pretende ocupar un campo y atender unos 
problemas, que aunque son reconocidos en su existencia por parte de 
los administradores sanitarios, dejan entrever las deficiencias del trabajo 
del personal médico, que al ocuparpuestos de poder en un sistema 
basado en el modelo de enfermedad, tenderá a resistirse a nuestra 
entrada en el campo de la salud 
2) La derivación de casos a los psicólogos de la salud puede cambiar 
dramáticamente el papel de los médicos como “dispensadores de 
curación”, lo que puede afectar seriamente el autoconcepto de la 
profesión médica 
3) Para poder ser eficaces, los psicólogos de la salud deberían formar 
parte de la estructura del sistema sanitario, no sólo físicamente 
trabajando en los centros médicos, sino colaborando con idéntico 
estatus al de los médicos en equipos multidisciplinares 
4) Los psicólogos de la salud precisan conocer los valores que se 
mantienen en el ámbito sanitario, y ser muy cautos ya que, por ahora, 
somos huéspedes en un sistema sanitario dirigido por otros 
profesionales 
5) Con la entrada en el sistema sanitario, nos introducimos en un 
ambiente laboral del que forman parte distintas profesiones: médicos, 
enfermeros, asistentes sociales..., la única concesión que no es posible 
hacer es que la psicología de la salud pierda su estatus como profesión 
autónoma. 
Tulkin (1987) también habla en su trabajo de los servicios de los 
psicólogos de la salud relacionados con la promoción de la salud y la 
prevención de la enfermedad y afirma en relación con estos psicólogos, 
que pueden ser fácilmente contratados por organizaciones que tengan 
por meta la promoción de la salud, programas de prevención en la 
escuela o programas de bienestar en el lugar de trabajo. 
Finalmente, este autor se refiere a la investigación defendiendo la idea 
de que los psicólogos de la salud deben tener algún conocimiento en 
bioquímica y fisiología con el fin de poder contribuir en la investigación 
biomédica básica, como integrantes de equipos de investigación. Las 
aportaciones de la psicología de la salud al conocimiento de la influencia 
entre las variables médicas y psicológicas deben provenir de la: 
Investigación básica de laboratorio (Schneiderman, 1987), para la que 
resulta necesario el bagaje obtenido en la formación como psicólogo en 
general, pero además es necesario complementar esa formación con 
información acerca de las ciencias biomédicas, epidemiología, medicina 
comportamental y bases fisiológicas de la salud y la enfermedad. 
Investigación básica de campo (Adier, Taylor y Wortman, 1987), lo que 
capacita al investigador a aportar un apoyo teórico a algunos de los 
problemas más frecuentes de investigación con los que se encuentra un 
psicólogo de la salud y a refinar las bases teóricas a la luz del feedback 
proporcionado por el ambiente natural en el que se desarrollan las 
conductas, e Investigación aplicada para la que Singer (1987) 
recomienda una formación compuesta por: 1) metodología general; 2) 
contenidos centrales para la psicología de la salud; 3) información 
acerca de las instituciones y organizaciones sanitarias; y 4) habilidades 
para la prestación de servicios psicológicas. Además de estas 
actividades y ámbitos de trabajo, el psicólogo de la salud también tiene 
otros campos de actuación potencial en: 
- El lugar de trabajo (Follick, Abrams, Pinto y Fowler, 1987), considerado 
un lugar en el que los programas de promoción de salud pueden ser 
aplicados idóneamente por su accesibilidad a un amplio segmento de la 
población 
- Su actuación a nivel comunitario, desde una perspectiva ecológica 
(Trickett, 1987) 
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- En el ámbito de la salud pública (Faden, 1987) por lo que respecta a la 
evaluación e intervención en los estilos de vida, los riesgos para la salud 
y la distribución de recursos, y La política sanitaria (DeLeon y 
VandenBos, 1987), que incluye las leyes, normativas, directrices, 
estrategias, prioridades y metas relacionadas con la provisión de 
servicios sanitarios, la dirección de la investigación relacionada con la 
salud, y la formación de profesionales para los organismos locales, 
autonómicos, nacionales e internacionales, cuerpos legislativos, 
fundaciones, asociaciones y otros grupos privados y públicos. 
Finalmente, como un dato importante relacionado con las actividades 
que los psicólogos de la salud ya han estado llevando a cabo en los 
Estados Unidos en la década de los 80, la División 38 de la APA, cuenta 
con dos informes básicamente. Un estudio, realizado en 1983 por 
Altman y Cahn (1987) encontró que el 28% de la División estaba 
empleado en las Universidades, el 25% en centros médicos y el 20% en 
la práctica privada. El segundo, llevado a cabo por Houston (1988), 
mostraba que el 55% de los que respondieron a las encuestas, 
trabajaban en centros educativos. Los sujetos que contestaron en el 
estudio de Altman y Cahn (1987) afirmaron dedicar el 25% de su tiempo 
de trabajo a hacer terapia, el 15% en la investigación, el 10% en 
cuestiones administrativas, el 9% en la docencia y el 9% en labores 
diagnósticas. Los resultados del estudio de Houston (1988) enfatizaban 
más su trabajo clínico, con aproximadamente el 50% de los que 
trabajaban en centros educativos y el 95% de los que desempeñaban su 
actividad laboral en centros sanitarios. Resumiendo, se puede decir que 
los psicólogos de la salud que trabajan en centros educativos suelen 
combinar la enseñanza y la investigación. Los que lo hacen en centros 
médicos pueden enseñar a estudiantes de medicina, dirigir 
investigaciones, llevar a cabo actividades clínicas o alguna combinación 
de estas actividades. Y finalmente, los que ejercen en centros sanitarios 
suelen dedicar prácticamente la mayor parte de su tiempo en labores 
diagnósticas y de terapia, y más bien poco en enseñanza e investigación 
(Brannon y Feist, 1992). 
2.2. Habilidades profesionales técnicas y de carácter social deseables en el 
psicólogo de la salud 
Dentro de las habilidades profesionales aconsejables para el psicólogo 
de la salud, habría que distinguir entre las habilidades de tipo técnico 
necesarias para llevar a cabo algunas de las actividades asignadas a 
estos profesionales, y habilidades de tipo social, aconsejables teniendo 
en cuenta el contexto en que se desarrolla su trabajo. 
Por lo que respecta a las habilidades técnicas, según Tulkin (1987), en 
general, el psicólogo de la salud debería recibir formación en: 
- Conocimientos médicos acerca de trastornos específicos y del sistema 
sanitario 
- Conocimiento de psicología básica y de cuestiones relevantes de 
personalidad y psicopatología relacionadas con la salud 
- Conocimiento de acercamientos biopsicosociales a la evaluación y la 
intervención 
- Experiencia real en la prestación de servicios sanitarios como parte de 
un equipo interdisciplinar, y 
- Comprensión de los métodos de investigación para una evaluación 
continua de la eficacia de los servicios prestados. 
Respecto a las habilidades que serían más útiles para el psicólogo de la 
salud en el ejercicio de su profesión, Tulkin (1987) enfatiza las: 
- Técnicas de tratamiento breve 
- Intervenciones cognitivo-comportamentales 
- Terapia de grupo 
- Habilidades para hacer intervención en crisis y, 
- Conocimientos y habilidades para realizar evaluaciones 
comportamentales y neuropsicológicas. 
Además, tanto Tulkin (1987) como Weiss (1987) proponen que es 
necesario que los psicólogos de la salud que trabajen en centros 
sanitarios aprendan a formar parte de los equipos médicos, ya que el 
asesoramiento a médicos y personal de enfermería constituye una parte 
importante de su trabajo. En general, casi todos los participantes de la 
División 38 de la APA consideran que los psicólogos de la salud deben 
conocer al menos la terminología médica para poderse introducir 
eficazmente en unos centros que hasta ahora han sido dominio de los 
médicos, para poder comunicarse con ellos, y de este modo ser cada 
vez más aceptados en hospitales y clínicas. También, como se ha 
indicado anteriormente,Tulkin (1987) enfatiza la necesidad de que los 
psicólogos de la salud tengan conocimientos sobre bioquímica, fisiología 
y metodología de investigación con el fin de poder contribuir en la 
investigación biomédica básica, como integrantes de equipos de 
investigación. 
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Más recientemente Belar y Deardorff (1995) han destacado la enorme 
heterogeneidad de las actividades en evaluación, intervención y 
asesoramiento. Tanto es así que ningún psicólogo clínico de la salud es 
un experto en todas las áreas posibles de su profesión, debido a la 
diversidad y al volumen de información que engloba esta disciplina. Para 
estos autores, los psicólogos clínicos de la salud utilizan todo el rango de 
técnicas diagnósticas y terapéuticas de que se dispone en Psicología 
Profesional. Sus orientaciones teóricas incluyen pero no se limitan a la 
psicodinámica, comportamental, sistémica, existencial y acercamientos 
derivados del aprendizaje social. Y sus áreas de competencia deberían 
ser, al menos, seis de las siguientes: 
1. Terapias de relajación 
2. Psicoterapia individual breve 
3. Terapia de grupo 
4. Terapia familiar 
5. Habilidades de asesoramiento 
6. Habilidades de coordinación 
7. Evaluación de poblaciones específicas de pacientes 
8. Evaluación neuropsicológica 
9. Técnicas de modificación de conducta 
10 Biofeedback 
11. Hipnosis 
12. Habilidades para la promoción de la salud 
13. Habilidades para el desarrollo de grandes programas de tratamiento 
14. Habilidades para incrementar la motivación y adherencia 
Sin embargo, además del dominio de una serie de técnicas necesarias 
para llevar a cabo la actividad encomendada a los psicólogos de la 
salud, también habría que destacar la necesidad de que los psicólogos 
de la salud que va a trabajar en el contexto médico cuenten con una 
serie de habilidades profesionales de carácter social que facilitarán su 
integración en un contexto dominado por los profesionales médicos 
desde hace muchos siglos. Pérez (1993), basándose en los consejos de 
Belar, Deardorff y Kelly (1987) y Belar y Deardorff (1995) divide estas 
habilidades en, por un lado, las características personales del psicólogo 
y, por otro lado, su estilo profesional. 
Por lo que respecta a las características personales que podrían hacerse 
cómplices del éxito profesional cabría destacar las de: 
1. Tolerancia a la frustración. En general la práctica de la Psicología de 
la Salud es poco reforzante para el entusiasmo que se invierte en ella si 
se tiene en cuenta que el psicólogo debe introducirse en un ambiente en 
el que la figura del médico es dominante. 
2. Aceptación de la dependencia. Sobre todo en los primeros tiempos de 
interacción con el sistema sanitario el psicólogo de la salud tendrá que 
asumir ciertas dependencias de otras profesiones que llevan tiempo 
trabajando en el contexto sanitario: médicos, personal de enfermería,... 
3. Funcionamiento flexible. El psicólogo de la salud tiene que integrar 
diversos tipos de datos (biológicos, psicológicos y sociales) sin contar 
con una teoría unificada de la conducta que permita englobar todos esos 
datos. En este sentido tendrá que ser flexible en la medida en que tenga 
que operar con modelos locales, dependiendo de cada caso. Además, el 
psicólogo de la salud tiene que convivir con modelos médicos que a 
veces pueden parecer intimidantes por ser presentados de forma más 
precisa de lo que realmente son, a pesar de que los médicos no se 
priven de criticar la inexactitud de los modelos psicológicos. 
4. Acostumbrarse a la enfermedad. Debido al entorno en que se lleva a 
cabo su trabajo, el psicólogo de la salud debe acostumbrarse a convivir 
con pacientes de todo tipo, desde condiciones poco graves hasta 
situaciones terminales, procedimientos médicos aversivos, etc. 
5. Simpatía. Es muy importante tanto por lo que respecta al rapport con 
los pacientes, como por la relación con otros profesionales que suelen 
ver a los psicólogos y psiquiatras como personas raras y excéntricas, 
que el psicólogo de la salud sea activo, asertivo, abierto, agradable, 
práctico, con sentido común, cooperativo, sensible, comunicativo y 
reforzante. 
En lo que respecta al estilo profesional cabría hacer dos categorías: el 
estilo aconsejable en relación a los profesionales, y el estilo aconsejable 
en relación a los pacientes. 
Respecto a la relación con los profesionales, los autores aconsejan: 
1. Ser concreto, práctico y breve en la información, especialmente dada 
la fama que tienen los psiquiatras de ser personas poco prácticas y 
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dadas a informaciones demasiado generales acerca de los motivos de la 
gente basa das en teorías de dudosa validez. 
2. Aceptar los límites del propio conocimiento. El psicólogo debe evitar la 
imagen de un experto general en la conducta humana para lo que puede 
contribuir el pedir ayuda e información cuando sea apropiado, por 
ejemplo, al médico que remite el paciente. 
3. Evitar el fanatismo profesional. A pesar de que resulta positivo el 
entusiasmo en la propia profesión, hay que evitar mostrar a los médicos 
que nuestras técnicas constituyen una panacea. 
4. Cuidar el ego de los médicos. 
5. Estar dispuesto a defender al paciente. No obstante lo dicho anterior 
mente y dada la posición intermedia del psicólogo, a veces éste tendrá 
que tomar parte activa en la defensa del paciente ante el sistema 
sanitario y ante clínicos en particular. 
En la relación con los pacientes sería aconsejable: 
1. Evitar la mimetización con el médico. 
2. Tratar de establecer una relación amigable, basada en el contacto 
personal, la comunicación abierta y la comprensión de los modelos 
explicativos del paciente. 
3. Intentar no psicologizar los síntomas, ya que para muchos pacientes 
que se encuentran en una institución sanitaria resulta muy amenazante 
simplemente la sospecha de que se padece un trastorno mental. Más 
bien habría que enfocar el tema al paciente desde el punto de vista de la 
posibilidad de que exista algún factor psicológico que esté interfiriendo 
en su tratamiento o curación. 
4. Ser razonablemente optimista, esto es, es importante alentar la 
esperanza en los pacientes sometidos a condiciones críticas, aunque 
también lo es ofrecerles una visión realista de su situación y de la 
mejoría que pueden alcanzar a través de la intervención psicológica. 
En definitiva, se trataría de que el psicólogo de la salud, en su ejercicio 
profesional fuese capaz de aplicar una serie de habilidades técnicas que 
son indispensables para llevar a cabo las funciones que le son propias, 
pero además, que su estilo profesional o sus habilidades profesionales 
de tipo social, le ayuden a incardinarse, adaptarse y ser aceptado en un 
contexto tradicional mente dominado por los médicos, que pueden ver 
en la incorporación de los psicólogos al sistema sanitario, una amenaza 
para su prestigio y su poder. 
2.3. Aspectos éticos en la actividad profesional y en la investigación 
En ausencia de una ética natural, de unas normas que guíen nuestro 
comportamiento que nos vengan dadas innatamente desde instancias 
superiores, el ser humano no tiene más remedio que plantearse y decidir 
cuáles son los límites que él mismo se impone a su comportamiento. A 
pesar de que, desde siempre, las distintas sociedades y culturas han 
creado sistemas de normas acordadas o aceptadas por el grupo para 
hacer posible la convivencia, creo que podemos decir que uno de los 
mayores logros de la humanidad ha sido el progreso en la creación de 
códigoscada vez más respetuosos con la libertad y la integridad de los 
seres humanos. Un ejemplo de estos códigos, a un nivel universal, es la 
Declaración de los Derechos Humanos. Otro ejemplo de código, que se 
refiere a un ámbito mucho más restringido, son los códigos 
deontológicos profesionales. 
Concretando en lo que se refiere a nuestra disciplina, creo que el 
comportamiento ético constituye una parte consustancial de la propia 
práctica del psicólogo de la salud, y en general, de cualquier psicólogo y 
profesional sanitario. Con esto se quiere decir que la ética no constituye 
un adorno deseable a la actividad profesional e investigadora, sino que, 
ninguna actividad profesional, es realmente “profesional” si de forma 
intrínseca, no lleva incorpora da la dimensión ética. Y esto todavía es 
más cierto, si cabe, cuando estamos hablando de disciplinas y 
actividades “clínicas”, es decir, basadas en la idea de ayudar a otras 
personas con el fin de aliviar su sufrimiento. 
Lo cierto es que cada vez son más frecuentes las denuncias de 
pacientes a sus psicólogos, como resultado de la interacción del propio 
comportamiento de los últimos y de una mayor conciencia en la 
población sobre los derechos de los usuarios del sistema sanitario. Los 
principales motivos de estas denuncias en los Estados Unidos durante el 
año 1991 fueron las siguientes (Belar y Deardorff, 1995): conducta 
sexual inadecuada del terapeuta (19% de las quejas, 50% del dinero 
gastado en indemnizaciones); tratamiento incorrecto (15% de las quejas, 
13% del dinero en indemnizaciones; evaluación (11% de las quejas, 5% 
de las indemnizaciones; quebranto de la confidencialidad (7% de las 
quejas, 3% de los gastos en indemnizaciones); diagnóstico incorrecto 
(6% de quejas, 6% de gasto); y consecuencias relacionadas con el 
suicidio (6% de quejas, 11% de gastos en indemnizaciones). 
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 UNIDAD III. LA FORMACIÓN PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO DE LA SALUD 
Tanto en la investigación como en la práctica de la profesión, los 
psicólogos americanos han estado interesados desde hace tiempo por el 
tema de la ética profesional. Concretamente, a principios de los años 50 
se llevó a cabo un estudio empírico con el fin de desarrollar el primer 
código deontológico formal. El trabajo dio como resultado la redacción 
de un conjunto de normas que adoptó oficialmente la APA y se publicó 
por vez primera en 1953. En España, en el 1 Congreso del Colegio 
Oficial de Psicólogos celebrado en Madrid en 1984, la Junta de Gobierno 
se comprometió a elaborar un código deontológico para los 
profesionales de la psicología. Tras varios años de trabajo, se aprobó el 
actual Código en marzo de 1993 (Moro, 1996). 
Por lo que respecta concretamente a los psicólogos de la salud, el hecho 
de que éstos se ocupen de personas enfermas que se encuentran en 
una situación de gran vulnerabilidad, entre otros factores, respecto a los 
errores o comportamiento médico, significa que deben ser 
especialmente sensibles respecto a un nuevo abanico de problemas 
éticos y legales. 
En el conocidísimo libro de Stone y cols. (1987), Swencionis y Hall 
(1987) comentan los problemas o cuestiones éticas más relevantes para 
el psicólogo de la salud en torno a los diez principios fundamentales que 
conformaban anteriormente el Código Deontológico de la APA: 
responsabilidad, competencia, estándares morales y legales, 
declaraciones públicas, confidencialidad, bienestar del consumidor, 
relaciones profesionales, técnicas de evaluación, investigación con seres 
humanos y cuidado y uso de los animales. Este Código fue revisado en 
un proceso que duró desde 1986 hasta 1992, año en que se publicaron 
los “Principios Éticos de los Psicólogos y Código de Conducta” por parte 
de la APA. De los seis principios éticos incluidos en esta revisión, Belar y 
Deardorff (1995) comentan en su libro las cuestiones a destacar en torno 
a cinco de ellos, que recogerían los problemas más frecuentes para los 
psicólogos de la salud, así como la guía ante esas situaciones 
conflictivas. 
Según Belar y Deardorff (1995), la práctica de la Psicología Clínica de la 
Salud, debido al tipo de pacientes y a las instituciones en que se lleva a 
cabo comporta aspectos éticos únicos. Eso no significa que no sean 
aplicables los principios éticos y el código de conducta aprobado por los 
colegios profesionales de psicólogos. Estos principios deben ser 
conocidos y aplicados, pero además el psicólogo de la salud debe ser 
especialmente sensible a los problemas más frecuentes con que se 
puede encontrar en su trabajo. 
El estudio más reciente acerca del tipo y la frecuencia de los problemas 
éticos que se suelen dar en la práctica de la Psicología de la Salud es el 
realizado por Pope y Vetter (1992) con los psicólogos pertenecientes a la 
APA. A partir de este estudio se comprobó que los tipos más frecuentes 
de incidentes éticos en los Estados Unidos giraban en torno a los 
siguientes aspectos: 
Confidencialidad (18% de los incidentes), relaciones ambiguas, diádicas 
o conflictivas (17%), recursos y métodos de pago (14%), instituciones 
académicas: enseñanza y formación (8%), psicología forense (5%), 
intervenciones cuestionables o perjudiciales (3%), competencia (3%), 
aspectos médicos (1%) y grabación del tratamiento (1%). 
Belar y Deardorff (1995) comentan las principales cuestiones éticas que 
debe tener en cuenta el psicólogo de la salud en su práctica asistencial, 
siguiendo el esquema de los siguientes principios éticos básicos 
incluidos en el código deontológico aceptado por la APA: a) 
competencia, b) integridad, c) responsabilidad profesional y científica, d) 
respeto por la dignidad y los derechos de las personas y e) preocupación 
por el bienestar de los demás. Más adelante, se comentará algunos 
principios a tener en cuenta, cuando consideramos la ética en la 
investigación. 
a) Competencia 
Respecto a la competencia, estos autores consideran como aspectos 
relevantes para el psicólogo clínico de la salud su deber de mostrar la 
competencia adquirida a partir de su formación, el reconocimiento de los 
límites de la propia competencia, mantener actualizados los propios 
conocimientos, competencia para trabajar con personas de diferentes 
backgrounds, para usar métodos de evaluación y tratamiento 
apropiados, para aplicar pruebas psicológicas computerizadas y para 
reconocer los problemas personales que pueden interferir con la 
práctica. 
Por lo que se refiere al primer aspecto, ya se ha comentado cuáles son 
las directrices surgidas de la conferencia de la Arden House celebrada 
en 1983 respecto a la formación de los psicólogos de la salud. Por lo 
tanto, un psicólogo no debería identificarse como psicólogo de la salud 
de no ser que cumpliera todos los requisitos señalados por los 
participantes en esta conferencia. 
En cuanto al reconocimiento de las limitaciones en la propia 
competencia, los autores remarcan que este aspecto es especialmente 
necesario en los casos de pacientes con trastornos psicológicos en los 
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 UNIDAD III. LA FORMACIÓN PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO DE LA SALUD 
 
que el psicólogo debe conocer las distintas alternativas terapéuticas 
tanto psicológicas como médicas disponibles para ese tipo de 
problemas. Por otra parte, dado que como ya se ha señalado, el ámbito 
de intervención de los psicólogos de la salud es tan amplio, es 
prácticamente seguro que estos profesionales se encontrarán en 
multitud de ocasiones ante la necesidad de derivar a un paciente por la 
falta de habilidades para tratarlo, o cuanto menos de recabar información 
de otros profesionales con el fin de saber abordar el caso. 
La actualización de los conocimientos, por su parte, es básica en un 
campo que está evolucionando tan rápidamente como lo está haciendo 
la Psicología de la Salud. Algunasformas de asegurarse en esta línea 
son acudir a congresos, charlas, conferencias, pertenecer a 
organizaciones profesionales o suscribirse a revistas de Psicología de la 
Salud. Como indican los autores se ha dicho que la vida media de los 
conocimientos adquiridos a lo largo de la licenciatura en lo que se refiere 
a la Psicología es de cerca de 10 años. Cuan do hablamos de la 
Psicología de la Salud este plazo puede ser mucho menor debido al alto 
nivel y al rápido desarrollo de la investigación y la actividad clínica en 
este campo. 
Por lo que respecta al trabajo con personas de diferentes bagajes 
socioculturales, todos los psicólogos deben ser conscientes de que las 
diferencias de edad, género, raza, etnia, país de procedencia, religión, 
orientación sexual, incapacidad, idioma o estatus socioeconómico afecta 
de una forma muy significativa a su trabajo. Si todas estas variables 
tienen que ser tomadas en cuenta por cualquier psicólogo, quizás para 
los psicólogos de la salud todavía son más importantes ya que 
probablemente estos profesionales trabajen con poblaciones en las 
cuales estas diferencias estén más marcadas que en las poblaciones 
propias de los psicólogos clínicos tradicionales que atienden problemas 
de salud mental. Además, la comprensión de los modelos explicativos 
acerca de la salud es básica para una intervención efectiva no sólo 
cuando hablamos de grupos de diferente bagaje cultural sino también 
entre las personas que, influidas por sus circunstancias, su historia o 
incluso su propio trabajo tienen una concepción muy particular de las 
causas de las enfermedades y el modo de tratarlas. En este sentido, 
existen muchas concepciones erróneas por parte de los pacientes que a 
menudo se hacen evidentes en la práctica médica y psicológica. Por 
ejemplo, en lo que respecta a las ideas acerca de los tratamientos 
médicos es frecuente encontrar personas que consideran que si una 
píldora es buena, dos o más serán mucho mejor; que si los síntomas 
han desaparecido, las pastillas ya no son necesarias; y que si se 
prolonga el uso de una medicación acaba generándose una 
dependencia de la misma. Kleinman y cols (1977) sugieren los 
siguientes consejos para incorporar el modelo de creencias de un 
paciente en la práctica sanitaria: 1) elicitar el modelo de creencias del 
paciente con preguntas sencillas; 2) formular el modelo del médico en 
términos comprensibles para el paciente; 3) comparar abiertamente los 
modelos para identificar las contradicciones; y 4) ayudar al médico y al 
paciente a participar en una negociación respecto a los modelos 
relacionados con el tratamiento. 
En lo que concierne a la evaluación psicológica con pacientes médicos, 
el psicólogo clínico de la salud debe intentar utilizar los baremos, en 
caso de que existan, extraídos a partir de muestras médicas, por los 
sesgos que se pudieran derivar de la práctica contraria; ser consciente 
de la existencia de diferencias en la interpretación de un test cuando se 
ha aplicado a un población de pacientes con enfermedades físicas en 
comparación con las poblaciones psiquiátricas; comprender el riesgo 
que entraña el uso de los resultados de los tests por parte de 
profesionales sanitarios que no sean psicólogos; cuidar mucho el 
lenguaje utilizado en la interpretación de los tests, que debe ser muy 
claro para evitar la mala interpretación por parte de otros profesionales; 
y, finalmente, velar por los aspectos relacionados con el derecho del 
paciente a ser informado de los resultados del test. Dentro de esta 
enumeración, es muy importante enfatizar, sobre todo, la importancia 
que tiene utilizar un lenguaje muy claro y muy concreto en la 
interpretación de los resultados de las pruebas psicológicas ya que en 
manos de profesionales no psicólogos pueden llevar al grave error de 
pensar que los problemas psicológicos de un paciente explican por 
completo sus síntomas físicos; y no hay que olvidar que las personas 
con ese tipo de problemas psicológicos enferman al menos tanto como 
las que no los tienen. Lo mismo ocurre en el sentido contrario. El 
psicólogo de la salud debe conocer los síntomas psicológicos que se 
derivan de un cuadro médico con el fin de no incurrir en un diagnóstico 
erróneo que lleve a un tratamiento erróneo y por ende, a una práctica 
profesional poco ética. 
Por lo que respecta al uso de pruebas psicológicas computerizadas, el 
psicólogo de la salud debe estar muy alerta avisando al personal médico 
de los peligros que se derivan de la escasa comprensión de los 
resultados cuando no son enmarcados por una explicación dada por el 
psicólogo. Además, existen datos (Cummings, 1985) que demuestran 
que el número de diagnósticos erróneos realizados por los médicos 
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 UNIDAD III. LA FORMACIÓN PROFESIONAL DEL PSICÓLOGO DE LA SALUD 
 
aumenta significativamente en proporción con la cantidad de información 
de la evaluación psicológica interpretada por ellos mismos. 
Finalmente, dentro del principio de la competencia, el reconocimiento de 
que los problemas personales pueden interferir con la práctica clínica es 
fundamental para el psicólogo de la salud. Belar y Deardorff (1995) 
recogen a este respecto, los siguientes deberes por parte del 
profesional: 
a) Los psicólogos deben darse cuenta de que sus problemas personales 
y sus conflictos pueden interferir con su eficacia. De acuerdo con esto, 
deben abstenerse de llevar a cabo una actividad cuando saben que sus 
problemas personales probablemente les llevarán a dañar al paciente, 
cliente, colega, estudiante, participante en una investigación u otras 
personas con las que tenga una relación científica o profesional. 
b) Además los psicólogos tienen la obligación de estar alerta y buscar 
asistencia ante los primeros signos de que padecen problemas 
personales, con el fin de prevenir lo más posible una actuación 
inadecuada. 
c) Cuando los psicólogos sean conscientes de que sus problemas 
persona les interfieren en su actividad profesional deben tomar medidas 
apropiadas tales como buscar asistencia profesional y determinar si 
deberían limitar, suspender o concluir su actividad profesional. 
Además, el psicólogo de la salud puede tener una tendencia a negar el 
impacto de su propio trabajo, que en ocasiones puede ser bastante 
aversivo como en el caso de las unidades de enfermos terminales, en su 
bienestar emocional y tratar con el estrés de una forma destructiva. Por 
ejemplo, Pope, Tabachnick y Keith-Spiegel (1987) encontraron que 
muchos psicólogos bebían alcohol en ocasiones e incluso, un 5.9% 
reconocían hacer sesiones de terapia mientras se encontraban bajo su 
influencia. En el mismo estudio, el 59.6% de los sujetos reconocían 
trabajar menos eficazmente cuando se sentían mal. Por otra parte, 
investigaciones recientes (Skorupa y Agresti, 1993) sugieren que las 
creencias del profesional acerca de si es ético o no ejercer en un estado 
de burnout influyen en los pasos que sigue el profesional cuando se da 
cuenta de que padece problemas personales, como por ejemplo, 
disminuir el número de visitas semanales, etc. El problema es que en los 
lugares en los que los psicólogos de la salud suelen ejercer su profesión 
resulta bastante fácil seguir ejerciendo aunque no se esté en 
condiciones debido a la difusión de la responsabilidad. 
 
b) Integridad 
La cuestión de la integridad se refiere a aspectos tales como la 
imposición de valores propios al paciente, el anuncio de los servicios 
prestados, la clarificación de roles, la evitación de relaciones diádicas 
potencialmente perjudiciales y el atender pacientes que están siendo 
atendidos por otros profesionales. 
Respecto al primer aspecto, la imposición de valores sobre el paciente, 
especialmente importante en el ámbito de la promoción de la salud, el 
psicólogo de la salud debe tener buen cuidado de no imponer criterios 
rígidos sobre las conductas saludables

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