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Conducta antisocial

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Behavioral Psychology / Psicología Conductual, Vol. 18, Nº 1, 2010, pp. 57-72727
CONDUCTA ANTISOCIAL, IMPULSIVIDAD Y CREENCIAS 
JUSTIFICATIVAS: ANÁLISIS DE SUS INTERRELACIONES CON LA 
AGRESIÓN PROACTIVA Y REACTIVA EN ADOLESCENTES
José Manuel Andreu, María Elena Peña y Cristina Larroy
Universidad Complutense de Madrid (España)
Resumen
Este estudio analiza las interrelaciones entre creencias justificativas, impulsivi-
dad y conducta antisocial en relación con la agresión proactiva y reactiva. Ambos 
tipos de agresión han sido ampliamente analizados en la infancia, pero en mucha 
menor medida en la adolescencia. Por ello, en este estudio se utilizó una muestra 
de adolescentes compuesta por 320 participantes de ambos sexos para analizar 
las complejas relaciones existentes entre todas estas variables. Los resultados mos-
traron que, tanto en hombres como en mujeres, la agresión proactiva estuvo muy 
relacionada con la conducta antisocial, mientras que la agresión reactiva lo estuvo 
con la impulsividad. Además, a través de un modelo de ecuaciones estructurales, 
se encontró una relación indirecta entre agresión proactiva y conducta antisocial 
mediatizada parcialmente por la presencia de creencias justificativas. Los autores 
concluyen el estudio señalando la importancia de considerar la impulsividad y las 
creencias justificativas como factores de especial interés para comprender el desa-
rrollo de la agresión en adolescentes.
PALABRAS CLAVE: Agresión proactiva y reactiva, conducta antisocial, impulsividad, 
creencias justificativas, adolescentes.
Abstract
This study assessed the relationships between reactive and proactive 
aggression and justification beliefs, impulsivity and antisocial behavior, examined 
characteristically in the context of children but less often studied in adolescents. For 
this reason the current study assessed a sample of 320 adolescents of both sexes 
in order to examine the relationships between reactive and proactive aggression 
and antisocial behavior, impulsivity and normative believes. Results showed that 
Correspondencia: José Manuel Andreu, Dpto. de Psicología Clínica, Universidad Complutense de 
Madrid, Madrid (España). E-mail: jmandreu@psi.ucm.es
Agradecimientos: Esta investigación ha sido financiada por el Ministerio de Ciencia e Innovación 
a través del proyecto de investigación SEJ2007-60303, cuya ayuda agradecen. Los autores agradecen 
en especial la colaboración que nos han prestado todos los adolescentes, profesores, tutores y centros 
educativos participantes.
58 ANDREU, PEÑA Y LARROY
proactive aggression was significantly related to antisocial behavior and normative 
believes, in both sexes, whereas impulsivity showed the highest correlation to 
reactive aggression. Using structural equation modeling, a direct relationship 
was found between aggression and antisocial behavior partially mediated by 
normative beliefs. According to these results, the authors conclude by stressing 
the importance of considering impulsivity and normative beliefs as key factors for 
understanding the development of aggression in adolescents.
KEY WORDS: Proactive and reactive aggression, antisocial behavior, impulsivity, nor-
mative beliefs, adolescents.
Introducción
Comprender la etiología de la agresión durante la infancia y la adolescencia 
constituye un importante ámbito de investigación en la actualidad, dada la rele-
vancia que tiene conocer cuáles son los mecanismos y los procesos psicológicos 
bajo los cuales la agresividad se desarrolla y se mantiene durante este periodo evo-
lutivo. Esta cuestión es también de especial interés, sobre todo, a la hora de elabo-
rar programas dirigidos a la prevención e intervención en aquellas poblaciones de 
adolescentes con mayor riesgo. Desafortunadamente, las conductas agresivas no 
sólo muestran una alta estabilidad a lo largo del tiempo sino que también predicen 
serios problemas de adaptación social durante la adultez (Ackerman, Brown e Izar, 
2003; Lahey, Miller, Schwab-Stone, Goodman, Waldman y Canino, 2000).
No obstante, la agresión, lejos de ser un concepto unidimensional y unívoco, 
se articula bajo una especie de abanico terminológico compuesto por multitud 
de conceptos bajo la misma acepción terminológica (Ramirez y Andreu, 2006). Ni 
siquiera hay acuerdo en la comunidad científica sobre cuáles son los principales 
tipos de agresión que pueden ser distinguidos para su estudio (Parrott y Giancola, 
2007). Esto explicaría la profusa cantidad de clasificaciones tipológicas de la agre-
sión descritas en esta área de investigación. Por ejemplo, algunos autores utilizan 
en sus tipologías criterios distintivos que tienen que ver con la forma en la que se 
manifiesta socialmente la agresión (p. ej., física o verbalmente, directa o indirecta-
mente). Sin embargo, otros investigadores prefieren clasificar la agresión desde una 
perspectiva funcional por su innegable valor heurístico. Desde esta perspectiva, se 
han distinguido dos tipos de agresión en función de los procesos motivacionales y 
cognitivo-emocionales que subyacen a la conducta agresiva: la agresión “reactiva” 
y la agresión “proactiva” (Dodge, 1991; Dodge y Coie, 1987). 
Por un lado, la denominada agresión “reactiva” engloba aquellas conductas 
agresivas manifestadas bajo la activación de estados afectivos negativos tales 
como la ira, la frustración y la provocación. Este tipo de agresión hostil también 
ha sido considerada como impulsiva al estar emocionalmente activada bajo la ira 
o el enfado. En general, esta agresión se desencadena como una reacción con-
ductual en respuesta a una provocación percibida, ya sea ésta real o imaginaria 
(Barratt, Stanford, Dowdy, Liebman y Kent, 1999; Berkowitz, 1993; Dodge y Coie, 
1987). 
59Conducta antisocial, impulsividad y creencias justificativas 
Por el contrario, la agresión “proactiva” engloba aquellas conductas agresivas 
que se ven motivadas de forma instrumental o planificada bajo el deseo orientado 
hacia la consecución de un fin determinado. Este tipo de agresión es considerada 
como un medio o herramienta que sirve para solucionar problemas interpersonales 
o conflictos sociales e, incluso, como estrategia para obtener una amplia variedad 
de objetivos o beneficios para el agresor (Bandura, 1973; Dodge, 1991; Dodge y 
Coie, 1987; Ramirez y Andreu, 2006).
No obstante, estos dos tipos funcionales de conducta agresiva no son mutua-
mente excluyentes entre sí, dado que diferentes estudios que se han realizado con 
esta tipología heurística han mostrado una correlación típica que varía entre 0,60 
y 0,80 (Dodge y Coie, 1987; Miller y Lynam, 2006; Poulin y Boivin, 2000). Esta 
asociación entre ambos tipos de agresión parece obedecer fundamentalmente a 
que ambas agresiones comparten las mismas formas físicas y verbales de expresión 
social (Dodge, 1991; Fite, Colder, Lochman y Wells, 2007; Little, Brauner, Jones, 
Nock y Hawley, 2003; Poulin y Boivin, 2000). 
Esta distinción motivacional de la agresión ha sido examinada y contrastada 
especialmente en población infantil y la evidencia empírica muestra que la agresión 
reactiva y proactiva representa dos tipos de agresión funcionalmente diferentes en 
cuanto a sus mecanismos motivacionales; lo que constituye una herramienta heurís-
tica de utilidad a la hora de diseccionar la agresión desde un punto de vista cien-
tífico y clínico (Brendgen, Vitaro, Boivin, Dionne y Pérusse, 2006; Fontaine, 2007; 
Polman, Orobio de Castro, Koops, van Boxtel y Merk, 2007). Aún más, la distinción 
funcional entre ambos tipos de agresión es también útil para comprender y analizar 
los procesos psicológicos que se encuentran en el origen de la conducta agresiva; 
dado que ambos tipos de conducta presentan antecedentes, consecuentes y fac-
tores de riesgo diferenciados (Graña, Andreu y Peña, 2001; Miller y Lynam, 2006; 
Polman et al., 2007; Vitaro, Brendgen y Tremblay, 2002). 
Hasta el momento, la investigación nos muestra que la agresión reactiva durante 
la niñez y laadolescencia parece estar asociada a otros problemas de conducta 
como el rechazo por parte de los iguales, la aparición de síntomas exteriorizados, 
bajo autocontrol, baja capacidad de planificación cognitiva, así como también a 
sesgos en el procesamiento de la información social y problemas psicológicos como 
depresión y somatización (Dodge y Coie, 1987; Dodge, Lochman, Harnish, Bates y 
Petit, 1997; Vitaro, Gendreau, Tremblay y Oligny, 1998). Por otro lado, la agresión 
proactiva parece estar fuertemente asociada a la aparición de conductas antisocia-
les y delictivas, trastornos disociales y de conducta, rasgos de personalidad psico-
páticos y sesgos a la hora de evaluar positivamente las consecuencias del uso de la 
agresión (Crick y Dodge, 1996; Raine et al., 2006; Vitaro et al., 2002).
Progresivamente, a tenor de los estudios que se han realizado en las últimas 
décadas, se han ido describiendo un amplio conjunto de correlatos empíricos de 
la agresión reactiva y proactiva en población infantil y preadolescente (Calvete, 
2008; Werner y Nixon, 2005). Sin embargo, algunos correlatos psicológicos todavía 
no han sido suficientemente analizados en adolescentes a pesar de su innegable 
importancia ya que tienden a aparecer conjuntamente en aquellos adolescentes 
con mayor riesgo de presentar problemas de comportamiento y adaptación. Estos 
60 ANDREU, PEÑA Y LARROY
correlatos de la agresión escasamente estudiados tienen que ver, fundamental-
mente, con la impulsividad y la conducta antisocial (Miller y Lynam, 2006). Además, 
son también escasos los estudios que han examinado la relación entre ambos tipos 
de agresión y la presencia de creencias justificativas, a pesar de que éste es un 
factor cognitivo especialmente importante ya que parece estar más presente en la 
agresión interpersonal proactiva (Bailey y Ostrov, 2008; Ramirez y Andreu, 2006). Es 
más, diversos estudios indican que, aunque existen multitud de factores implicados 
en el mantenimiento y desencadenamiento de la agresión durante la adolescencia, 
las variables cognitivas, especialmente las creencias justificativas de la agresión y el 
bajo control de los impulsos, desempeñan un papel crucial como factores de riesgo 
(Crick y Dodge, 1996; Huesmann y Guerra, 1997; Vitacco, Neumann, Robertson y 
Durrant, 2002). 
Claro está que además de la importancia de estos correlatos cognitivo-conduc-
tuales, hay que tener en cuenta que la agresión está muy mediatizada por el sexo. 
De hecho, los estudios realizados tanto en España como en otros países muestran 
que los varones manifiestan con mayor frecuencia conductas agresivas que las 
mujeres (Calvete, 2008; Etxebarría, Apodaca, Eceiza, Fuentes y Ortiz, 2003; Lahey 
et al., 2000; Ortega y Monks, 2005; Rescorla, Achenbach, Ivanova, Dumenci y 
Almqvist, 2007). Esto explicaría por qué la conducta agresiva en niñas y adoles-
centes ha recibido mucha menos atención que la de los varones y el hecho de que 
numerosos estudios sobre agresión infantil excluyeran a mujeres (Crick, Ostrov y 
Werner, 2006). 
No obstante, en los últimos años, los estudios realizados sobre la conducta 
agresiva y antisocial en adolescentes se ha incrementado notablemente y muestran 
que, por un lado, se ha dado un aumento general en las tasas de agresión física y 
verbal en mujeres (Leschield, Cummings, Van Brunschot, Cunninghan y Saunders, 
2004; Snyder, Sickmund y Poe-Yamagata, 1996); y por otro lado, que las diferen-
cias de sexo en la agresión no sólo son cuantitativas sino también cualitativas. Por 
ejemplo, diversos estudios han mostrado consistentemente que aunque las mujeres 
presenten menos conductas agresivas físicas, usan otros tipos de agresión relacional 
o indirecta desde la infancia y la adolescencia (Björkqvist, Lagerspetz y Kaukiainen, 
1992; Ortega y Monks, 2005; Richardson y Green, 2003).
Teniendo en cuenta todas estas consideraciones, el presente estudio analiza las 
complejas interrelaciones entre agresión reactiva y proactiva, impulsividad, creencias 
justificativas y conducta antisocial. Dado que muchos estudios sólo se han centrado 
en el análisis de estos tipos de agresión en población infantil y pre-adolecente y que 
es durante la adolescencia cuando algunos tipos de agresión y conducta antisocial 
incrementan de forma considerable (Lahey et al., 2000; White, Bates y Buyske, 
2001), este trabajo utiliza una muestra de adolescentes de ambos sexos. Sobre la 
base de otras investigaciones, hipotetizamos que, además de encontrar una alta 
asociación entre ambos tipos de agresión, la conducta antisocial, la impulsividad y 
las creencias justificativas estarán asociadas diferencialmente con ambos tipos de 
agresión, de modo que es esperable que, tanto en hombres como en mujeres, la 
impulsividad esté altamente asociada a la agresión reactiva, por un lado, y la con-
ducta antisocial y las creencias justificativas lo estén con la agresión proactiva.
61Conducta antisocial, impulsividad y creencias justificativas 
Método
Participantes
Los participantes en el estudio fueron seleccionados de siete centros educativos 
de la Comunidad de Madrid, tres de ellos concertados-privados y el resto públicos. 
Los adolescentes procedían tanto de centros de educación secundaria como de 
institutos, oscilando su rango de edad desde los 12 a los 17 años de edad (M= 15,2 
años; DT= 1,5). El 48,4% (DT= 1,5). El 48,4% (DT n= 155) eran varones y el 51,6% (n= 165) mujeres. El 
96,9% de los encuestados eran españoles y el 3,1% eran inmigrantes, siendo el 
nivel socio-económico de los participantes medio. La participación de los adolescen-
tes en el estudio fue totalmente voluntaria, así como también el anonimato de las 
respuestas dadas por los adolescentes a los diferentes instrumentos de evaluación. 
El estudio mantuvo a lo largo de su desarrollo un 100% en cuanto a su tasa de 
retención. Es decir, ningún participante rechazó participar en el estudio ni aban-
donó el mismo durante su desarrollo.
Instrumentos
a) “Cuestionario de agresión proactiva-reactiva” (Reactive-Proactive Aggression 
Questionnaire, RPQ; Raine et al., 2006). Ya que la motivación es un elemento 
fundamental para distinguir la agresión reactiva y proactiva, los instrumentos 
de auto-informe como el RPQ presentan una importante ventaja respecto a 
otro tipo de medidas más objetivas, como la observación. Lógicamente, no 
es posible detectar la motivación a través de la observación puesto que los 
motivos que dirigen la conducta no son observables pero sí son accesibles 
para el propio agresor (Raine et al., 2006). El RPQ está compuesto por 23 
ítems (12 proactivos, por ejemplo, “has gritado a otros para aprovecharte de 
ellos”; y 11 reactivos, por ejemplo, “te has enfadado cuando otros te han 
amenazado”), que son puntuados en una escala de frecuencia tipo Likert de 
tres puntos: 0 (nunca), 1 (a veces) y 2 (a menudo). En su adaptación espa-
ñola (Andreu, Peña, Graña y Ramirez, 2009), la consistencia interna (alfa 
de Cronbach) de la escala de agresión reactiva fue de 0,84 y la de agresión 
proactiva de 0,87; siendo la consistencia interna de la escala total de 0,91. 
b) “Escala de conducta antisocial” (ECA; Andreu y Peña, 2008). Para evaluar la 
conducta antisocial en los adolescentes participantes, se midió el número de 
veces que los adolescentes manifestaron actos antisociales durante el último 
año: robos, hurtos, destrucción de propiedades, actos vandálicos, participa-
ción en peleas y agresión contra otras personas con la intención de producir 
daño y uso de armas (navajas o armas de fuego). Este instrumento, com-
puesto por 20 ítems (p. ej.: “¿has robado alguna cartera o bolso?”), con una 
escala de respuesta dicotómica, cubre un amplio rango de actos antisociales 
en función de su tipología, en la misma línea en la que otras escalas de con-
ducta antisocial se han utilizado en nuestro país (Rechea, Barberet, Montañés 
62 ANDREU, PEÑA Y LARROY
y Arroyo, 1995). Dada su estructura unidimensional (Andreu y Peña, 2008), 
la escalatotal mostró una consistencia interna (alfa de Cronbach) de 0,85.
c) “Cuestionario de impulsividad, afán de aventura y empatía” (Impulsiveness, 
Venturesomeness & Empathy Questionnaire, I7; Eysenck y Eysenck, 1991). 
Este cuestionario, adaptado en nuestro país por Martorell y Silva (1991), está 
compuesto por 77 ítems, y las altas puntuaciones, con un rango de puntua-
ción de 0 a 19, indican mayor presencia de cada una de estas características 
de personalidad. En el presente estudio, aunque los participantes contesta-
ron a todos los ítems del instrumento, sólo se utilizó la sub-escala de impul-
sividad. Esta sub-escala, compuesta por 23 ítems (p. ej., “¿sueles pensar las 
cosas antes de hacerlas?) y con una escala de respuesta dicotómica, mostró 
una consistencia interna (alfa de Cronbach) de 0,76. 
d) “Escala de creencias normativas sobre la agresión” (Normative Beliefs about 
Aggression Scale, NOBAGS; Huesmann y Guerra, 1997). Las creencias de los 
adolescentes sobre la justificación o aceptabilidad de la agresión fue eva-
luada a través de esta escala que ha sido ampliamente utilizada en el estudio 
de la justificación de la agresión en niños y adolescentes (Baily y Ostrov, 
2008). El formato de esta escala es el siguiente: “Supón que un chico (o 
chica) le dice algo malo a una chica (o chico). ¿Crees que está mal que la 
chica (o chico) le insulte?”. La NOBAGS, traducida al español por Ramirez 
(2003), está compuesta por 20 items dicotómicos que permiten estimar el 
grado de aprobación o justificación de la agresión. Su consistencia interna 
(alfa de Cronbach) de 0,86.
Procedimiento
Una vez seleccionados los centros educativos colaboradores a través de los equi-
pos de orientación de los distintos centros, se procedió a la selección de las aulas. 
Las aulas fueron tomadas como unidad muestral y se eligieron al azar en cada uno 
de los cursos de enseñanza obligatoria y bachillerato. Una vez seleccionadas, el 
tutor del curso y un miembro del equipo de investigación organizaron el calendario 
de las horas disponibles para la evaluación de los participantes en función de la 
disponibilidad de los alumnos o del desarrollo del programa escolar. La aplicación 
de los instrumentos de evaluación se realizó de forma colectiva, estando presentes 
en cada aula dos evaluadores en ausencia de los profesores para evitar así que los 
adolescentes se vieran influidos de alguna manera por su presencia a la hora de 
contestar a los cuestionarios. La duración de la prueba fue de aproximadamente 
50 minutos, pero se dispuso, en los casos en que fue necesario, de 10 minutos 
adicionales. Los cuestionarios se aplicaron en orden contra-balanceado para con-
trolar los posibles efectos contaminadores derivados del cansancio o la fatiga de los 
participantes. 
63Conducta antisocial, impulsividad y creencias justificativas 
Resultados
Coeficientes de correlación de orden cero entre las variables 
Las figuras 1 a 3 representan las correlaciones estimadas a través del coeficiente 
de correlación de Pearson tanto en la muestra total (n= 320) como en las muestras 
de varones (n= 155) y de mujeres (n= 165). Dado el número de correlaciones exa-
minadas, se redujo el nivel de significación a p< 0,01. 
Las correlaciones entre ambos tipos de agresión fueron elevadas y significativas, 
especialmente en el caso de los varones al alcanzar el coeficiente de correlación un 
valor de 0,74 (p< 0,01). Respecto la conducta antisocial, éste fue el correlato que 
mayor correlación mostró con la agresión proactiva, tanto en la muestra total (r= 
0,63), como en las muestras de hombres (r= 0,62) y de mujeres (r= 0,62) y de mujeres (r r= 0,62). No obs-
tante, la conducta antisocial también correlacionó con la agresión reactiva, si bien, 
en menor medida en cada una las muestras analizadas (0,42 y 0,45 en hombres y 
mujeres, respectivamente).
Por otra parte, la impulsividad correlacionó en mayor medida con la agresión 
reactiva (0,43 en hombres y 0,39 en mujeres). Asimismo, correlacionó significativa 
aunque débilmente con la agresión proactiva en la muestra de varones y de mujeres 
(0,31 y 0,21, respectivamente). Finalmente, respecto a las creencias justificativas, 
éstas correlacionaron significativa pero débilmente tanto con la agresión proactiva 
como reactiva en todas las muestras analizadas (por debajo de 0,35).
Figura 1
Correlaciones de orden cero entre agresión reactiva y proactiva y el resto de varia-
bles en la muestra total (n= 320)
Nota: * p< 0,01
64 ANDREU, PEÑA Y LARROY
Figura 2
Correlaciones de orden cero entre agresión reactiva y proactiva y el resto de varia-
bles en la muestra de hombres (n=155)
Nota: *p< 0,01
Figura 3
Correlaciones de orden cero entre agresión reactiva y proactiva y el resto de varia-
bles en la muestra de mujeres (n= 165)
Nota: *p< 0,01
65Conducta antisocial, impulsividad y creencias justificativas 
Análisis de las relaciones estructurales entre agresión reactiva y proactiva y el resto 
de variables
Dado que el análisis de las correlaciones de orden cero a través del coeficiente 
de correlación de Pearson no permite determinar el efecto de los errores de medida,
se utilizó un modelo de ecuaciones estructurales para analizar todas las interrelacio-
nes posibles entre agresión reactiva y proactiva, creencias justificativas, impulsividad 
y conducta antisocial (figura 4). Para ello, se utilizó el programa estadístico AMOS 
7 que permite contrastar modelos teóricos a través de ecuaciones estructurales. El 
método de estimación seleccionado fue el de “mínimos cuadrados no ponderados”
(Unweighted Least Squares, ULS), ya que la distribución de las puntuaciones de 
los ítems no mostró una distribución normal multivariante (coeficiente de Mardia= 
193,41). Este método de estimación permite obtener estimaciones adecuadas de 
los modelos sin el requisito de la distribución normal de las variables utilizadas (Ruiz, 
2000). 
Figura 4
Estimación de las relaciones entre agresión, creencias justificativas, impulsividad y 
conducta antisocial
Nota: La significación de cada uno de los coeficientes estructurales estandarizados (B), que representan 
las relaciones entre cada variable, viene indicada por un asterisco (*p< 0,05). Los valores entre paréntesis 
representan la variabilidad explicada del constructo.
66 ANDREU, PEÑA Y LARROY
Siguiendo las recomendaciones de Hu y Bentler (1999) para determinar la bon-
dad de ajuste del modelo propuesto, son adecuados los valores superiores a 0,90 
tanto en el denominado “Índice de bondad de ajuste” (Goodness of Fit Index; GFI) 
como en el “Índice ajustado de bondad de ajuste” (Adjusted Goodness of Fit Indexcomo en el “Índice ajustado de bondad de ajuste” (Adjusted Goodness of Fit Indexcomo en el “Índice ajustado de bondad de ajuste” ( , 
AGFI). En el caso del “Error cuadrático medio de aproximación” (Root mean square 
error of approximation, RMSEA) los valores iguales o por debajo de 0,05 indican un 
buen ajuste del modelo (Byrne, 2000). 
Tal y como se observa en la figura 5, los índices obtenidos (GFI= 0,88; AGFI= 
0,68; RMSEA= 0,18) indican una inadecuada bondad de ajuste del modelo pro-
puesto que contempla todas las interrelaciones posibles entre las variables analiza-
das. Consecuentemente, se eliminaron los coeficientes estructurales no significativos 
(p> 0,05), y se procedió de nuevo a contrastar el modelo propuesto mediante el 
programa AMOS 7. Tal y como se observa en el modelo reformulado (véase figura 
5), los índices de bondad de ajuste son muy adecuados (GFI= 0,98; AGFI= 0,93; 
RMSEA= 0,05). En este modelo se observa, por una parte, que la correlación entre 
agresión reactiva y proactiva es de 0,62 y que sólo la agresión reactiva tiene una 
relación significativa con la impulsividad (B= 0,43), mientras que la agresión proac-
tiva la presenta con las creencias justificativas (B= 0,33) y la conducta antisocial (B= 
0,55). 
Figura 5
Estimación a través de los coeficientes estructurales significativos de las relaciones 
entre agresión,creencias justificativas, impulsividad y conducta antisocial
Nota. La significación de cada uno de los coeficientes estructurales estandarizados (B), que representan 
las relaciones entre cada variable, viene indicada por un asterisco (*p< 0,05). Los valores entre paréntesis 
representan la variabilidad explicada del constructo.
67Conducta antisocial, impulsividad y creencias justificativas 
Además de estas relaciones directas, se observó una asociación indirecta entre 
la agresión proactiva, las creencias justificativas y la conducta antisocial (B= 0,33 
y B= 0,22; respectivamente). Para determinar si las creencias justificativas median 
parcial o totalmente la asociación entre agresión proactiva y conducta antisocial, se 
contrastó esta relación con un modelo eliminando la relación directa entre agresión 
proactiva y conducta antisocial. Dado que el estadístico chi-cuadrado fue inferior a 
los niveles requeridos (χ2= 12,6; p= 0,03), se puede afirmar que la asociación entre 
agresión proactiva y conducta antisocial está parcialmente mediada por las creen-
cias justificativas.
Finalmente, este modelo se contrastó en la muestra de hombres y de mujeres 
con objeto de comprobar si el género producía algún tipo de modificación en las 
relaciones estructurales señaladas con anterioridad. Los índices de bondad de ajuste 
obtenidos tanto en la muestra de varones (GFI= 0,93; AGFI= 0,91; RMSEA= 0,04) 
y de mujeres (GFI= 0,96; AGFI= 0,91; RMSEA= 0,05), confirmaron respectivamente 
las mismas relaciones significativas que las descritas en la muestra total. 
Discusión
En este artículo se examinan las interrelaciones existentes entre la agresión reac-
tiva y proactiva con las creencias justificativas, la impulsividad y la conducta anti-
social en adolescentes. Los resultados obtenidos muestran que ambos tipos de 
agresión mantienen relaciones diferentes con el resto de las variables tenidas en 
cuenta. El análisis de las correlaciones entre todas estas variables mostró que la 
conducta antisocial está fuertemente asociada con la agresión proactiva tanto en 
la muestra de hombres como de mujeres adolescentes. Estos resultados son consis-
tentes con los obtenidos por otros estudios que señalan que los comportamientos 
antisociales durante la infancia y la adolescencia están fuertemente asociados a 
conductas agresivas instrumentales (Miller y Lynam, 2006; Ramirez y Andreu, 2006; 
Vitaro et al., 1998). Dado que la agresión instrumentalizada está muy asociada 
con la conducta antisocial, es relevante señalar al respecto que la prevención del 
comportamiento antisocial durante la adolescencia debería prestar atención a la 
“desinstrumentalización” de la agresión, de modo que, bajo líneas de intervención 
suficientemente validadas, se eliminen las consecuencias que presenta la agresión 
proactiva; enseñando al adolescente a comportarse de forma alternativa para con-
seguir sus metas y fines sin que se vea motivado a utilizar medios violentos o que 
puedan infringir las normas sociales. 
En cuanto a la impulsividad, éste fue el correlato psicológico más asociado con 
la agresión reactiva u hostil tanto en hombres como en mujeres. En este sentido, tal 
y como también era de esperar, este estudio confirma que la agresión reactiva está 
fuertemente relacionada con problemas o déficit en el autocontrol de las emocio-
nes, de modo que, como señalan estudios previos, la impulsividad jugaría un papel 
central en la distinción entre agresión reactiva y proactiva (Calvete, 2008; Dodge 
et al., 1997). Las relaciones entre impulsividad y agresividad son complejas, aun-
que parece claro que la impulsividad facilita la respuesta agresiva, probablemente 
68 ANDREU, PEÑA Y LARROY
porque la persona impulsiva tiende a responder de forma rápida y precipitada. El 
adolescente impulsivo con marcados sentimientos de irascibilidad hacia su entorno 
sería más propenso a responder de forma reactivamente agresiva, pudiendo recurrir 
incluso a la agresividad física cuando se ve amenazado (Morales, 2007).
En cuanto a las creencias justificativas, éstas correlacionaron de forma débil pero 
significativa con ambos tipos de agresión, aunque ligeramente en mayor medida 
con la agresión proactiva. La falta de una correlación elevada entre este factor 
cognitivo y ambos tipos de agresión fue un resultado inesperado en función de las 
consideraciones teóricas de los modelos del procesamiento de la información social 
que plantean una fuerte asociación entre creencias justificativas y agresión proac-
tiva (Crick y Dodge, 1996; Dodge y Coie, 1987; Dodge et al., 1997). 
Aunque las creencias justificativas han sido muy estudiadas en relación con la 
dimensión formal de la agresión (física vs. verbal), y han sido muy poco estudiadas 
en relación con dimensión motivacional de la agresión (reactiva vs. proactiva), el 
resultado obtenido en nuestro trabajo coincide parcialmente con los obtenidos por 
otros estudios (Andreu, Peña y Graña, 2001; Bailey y Ostrov, 2008). Por ejemplo, 
en el estudio realizado por Peña, Andreu, Graña, Pahlavan y Ramirez (2008), las 
creencias justificativas de la agresión eran más elevadas en aquellas situaciones de 
carácter reactivo —emocional— que proactivo —instrumental—; lo que señalaría 
que las creencias justificativas varían en función del contexto en el que se manifiesta 
conductualmente la agresión. No obstante, dado que estas investigaciones utilizan 
diferentes instrumentos de autoinforme para evaluar las creencias justificativas, la 
interpretación de este resultado subraya la necesidad de profundizar en el análisis 
de las creencias justificativas y su interrelación con ambos tipos de agresión en 
adolescentes. 
Profundizando en la complejidad de estas interrelaciones, el análisis llevado a 
cabo a través de un modelo de ecuaciones estructurales, que aporta mayor validez 
a los resultados que las correlaciones de Pearson, desveló que el único modelo con 
una adecuada bondad de ajuste fue el que contempló específicamente la agresión 
reactiva como una conducta asociada a la impulsividad, por un lado, y la agresión 
proactiva con las creencias justificativas, por otro. Este modelo mostró la existencia 
de una relación directa entre la agresión proactiva y la conducta antisocial, y una 
relación indirecta entre ambas variables mediada parcialmente por las creencias 
justificativas. La relación directa entre la agresión proactiva y la conducta antisocial 
era esperable según el enfoque teórico del procesamiento de la información de la 
agresión, dado que la conducta antisocial presenta más elementos instrumentales 
y planificados que reactivos o emocionales por lo que, consecuentemente, está 
funcionalmente asociada a la agresión proactiva (Andreu, Ramirez y Raine, 2006; 
Dodge et., 1997; Raine et al., 2006; Ramirez y Andreu, 2006). 
Respecto a la relación indirecta encontrada entre agresión proactiva y conducta 
antisocial bajo el influjo mediador de las creencias justificativas, es importante cen-
trarse en el papel que esta variable desempeña, dado que pone de relieve la impor-
tancia que tienen los factores cognitivos en la comprensión de la conducta agresiva 
(Calvete y Cardeñoso, 2005; Huesmann, 1988; Lochman y Dodge, 1994). Como 
señalan otros autores, la presencia de creencias justificativas en un adolescente 
69Conducta antisocial, impulsividad y creencias justificativas 
impulsivo a la hora de valorar las alternativas y consecuencias de sus conductas en 
una situación de conflicto interpersonal aumentaría la probabilidad de mostrar una 
conducta antisocial, dado que la agresión es vista e interpretada por este adoles-
cente como algo aceptable y justificable en una interacción social (Barnow, Lucht y 
Freyberger, 2005; Calvete, 2008; Carroll, Hemingway, Bower, Ashman, Houghton 
y Durkin, 2006). 
Es pertinente señalar al respecto que este modelo presentó una adecuada bon-
dad de ajuste cuando se contrastaron estas relaciones tanto en varones como en 
mujeres, por lo que, si bien está suficientementeconsolidado que los varones mues-
tran con mayor frecuencia formas de agresión física y verbal más graves que las 
mujeres (Lahey et al., 2000; Ortega y Monks, 2005; Rescorla et al., 2007), esta dife-
renciación parece diluirse cuando se tiene en cuenta la motivación de la agresión ya 
que, tal y como señalan otros estudios, la agresión reactiva y proactiva presentan 
niveles similares en adolescentes; siendo, por otra parte, la agresión reactiva mucho 
más frecuente que la proactiva tanto en hombres como en mujeres (Andreu et al., 
2009). 
Es posible afirmar a la luz de estos resultados que la presencia en un adolescente 
de esquemas cognitivos previos basados en la justificación y aceptabilidad de la 
agresión, conjuntamente con un estilo de conducta impulsivo a la hora de solucio-
nar sus problemas interpersonales, constituye un factor de riesgo de la conducta 
agresiva y antisocial. Dado el carácter modificable de estos esquemas y conductas 
impulsivas, las vías para la prevención y el tratamiento de aquellos adolescentes 
agresivos con problemas de autocontrol y creencias justificativas son especialmente 
prometedoras desde una aproximación cognitivo-conductual (Lochman, Powell, 
Whidby y Fitzgerald, 2006). 
No obstante, hay que señalar que este estudio no está exento de limitaciones. 
Por un lado, debido al uso de instrumentos de autoinforme, la deseabilidad social 
puede suponer un sesgo a la hora de interpretar los correlatos de la agresión. 
Futuras investigaciones deberán incluir otras medidas de la agresión basadas en la 
información procedente de iguales o de profesores. Por otra parte, el presente estu-
dio se ha realizado a través de una metodología transversal y no aporta información 
alguna sobre la causalidad entre todas estas variables. Consecuentemente, no es 
posible determinar si las creencias justificativas son una consecuencia y no una 
causa o factor de riesgo cognitivo de la conducta agresiva y antisocial. Es necesario, 
por lo tanto, que futuros estudios consideren una metodología longitudinal que 
incluya diferentes métodos de medición e informantes para clarificar las complejas 
relaciones entre todas estas variables.
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RECIBIDO: 31 julio de 2008
ACEPTADO: 20 de febrero de 2009
Reproduced with permission of the copyright owner. Further reproduction prohibited without permission.

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