Logo Studenta

de la legalidad, de las exigencias legales existentes en la sociedad en un momento determinado y que incumple con ellas para satisfacerse. La ley d...

de la legalidad, de las exigencias legales existentes en la sociedad en un momento determinado y que incumple con ellas para satisfacerse. La ley de unidad y lucha de contrarios conduce al criterio de que la motivación humana constituye la unidad de lo social y lo antisocial. En unos predomina lo social; en otros, lo antisocial (estos son los antisociales) y en otros tienen la misma importancia tanto lo social como lo antisocial, pero en todo ser humano se da la unidad de lo social y lo antisocial. Aún la persona más antisocial tiene que asumir, en forma adaptativa, principios morales y legales para encubrirse, para no ser castigado, precisamente para poder realizar sus acciones antisociales. Esa apariencia de legalidad y moralidad, que le lleva a cumplir con determinadas normas sociales y legales, resulta decisiva en su conducta. Si es totalmente antisocial no puede ajustar su conducta al medio social, es apresado, es castigado y en este caso se manifiesta una conducta patológica por incapacidad de adaptación. Por lo tanto, también en el antisocial se cumple el principio del predominio de lo social significativo, asumido por el sujeto sobre las tendencias inadecuadas a su cumplimiento. Lo que ocurre es que en el antisocial esos principios legales y morales asumidos son mínimos y superficiales, aunque obedecen a motivaciones profundas, surgidas en el decurso de la vida y se explican por ellas. Todo antisocial no patológico ha recibido la influencia bienhechora del amor, ha aprendido a ser querido y a querer y de ahí proviene su capacidad de adaptación al medio, que lo hace un ser relativamente sano psicológicamente. Cuando se habla del predominio de lo social significativo en la motivación humana, nos referimos a los valores y principios morales asumidos, aceptados por el sujeto, quien libre y subjetivamente ha decidido cumplir con ellos. Ciertamente, en el antisocial estos deberes sociales son mínimos, quizás las normas más elementales de convivencia e integración social, pero él cumple con ellos. En la personalidad corrupta, los deberes sociales asumidos tienen un mayor peso e importancia en la regulación de su actividad. Son personas que trabajan y están integradas socialmente; hacen predominar en su conducta los principios morales y legales que han asumido, pero la corrupción altera su comportamiento. Precisamente a través de su cumplimiento relativo con esa integración social, esta persona roba, desvía recursos, incumple con los deberes legales que supuestamente ha asumido. En la personalidad con predominio de lo social, lo antisocial es mínimo, pero existe y actúa. Por desgracia, en la humanidad actual no predominan las personas con una orientación social, sino que la corrupción y la conducta antisocial tienen una gran importancia, quizás preponderante en determinados sectores sociales. El predominio de lo social se da en aquellas personas con una orientación social; el de lo individual, en aquellas con una orientación antisocial, pero el principio del predominio de los deberes sociales asumidos sobre aquellas tendencias inadecuadas a los mismos, en la regulación de la actividad, es una característica universal de la personalidad normal y adulta, tanto en los individuos con una orientación social como en los que tienen una orientación antisocial. La diferencia entre ambos radica en el grado en que asumen los deberes sociales. En la personalidad con orientación social los deberes asumidos son amplios y autónomos; en la personalidad antisocial los deberes asumidos son mínimos y predominantemente adaptativos. Otra cuestión importante es la determinación de la conducta social y antisocial. Existen factores sociales e individuales. Cuando predominan la desigualdad social, la miseria y el desempleo, se favorece la conducta antisocial de sus miembros. Cuando en la educación del niño y del adolescente ha faltado la unidad armónica del afecto, la exigencia y el desarrollo intelectual, se favorece la conducta antisocial. El antisocial de origen social puede ser plenamente equilibrado en lo individual, pues responde a una situación social: la sociedad es la que está enferma y atraviesa una crisis. El antisocial de origen predominantemente individual se acerca más al desequilibrio patológico. Es una incapacidad personal de asumir deberes y cumplir con ellos. En todo antisocial se dan ambos determinantes en diferente proporción, el social y el individual. Importancia fundamental de la regulación consciente de la actividad La regulación de la actividad humana puede dividirse en voluntaria (consciente, premeditada) e involuntaria (impremeditada, impulsiva). Lo típico y predominante en la actividad humana es su regulación consciente, voluntaria, pero también existen motivos inconscientes y acciones impremeditadas e impulsivas. La regulación inductora consciente, el proceso volitivo, la fuerza de voluntad, expresan precisamente esta función de integración y armonización de las exigencias y posibilidades externas, de los requerimientos y estados orgánicos, de todas las necesidades del individuo, en la cual participa como juez y árbitro la conciencia social asimilada y predominante en el sujeto. He aquí la importancia de la motivación no reactiva (adaptativa y autónoma), pues casi siempre va dirigida a realizar esta función integradora de todas las necesidades, en la cual se respeta generalmente el cumplimiento del deber asumido. Frecuentemente los motivos que actúan de manera inconsciente o impulsiva atentan contra la integración armoniosa de todos estos factores, bajo el predominio de los deberes sociales en la regulación inductora de la actividad. Aunque lo anteriormente expuesto es una diferencia típica y característica entre la regulación voluntaria y la involuntaria, no niega que determinados fines conscientes pueden actuar de manera desintegradora y contra los deberes asumidos, así como que determinadas motivaciones superiores e integradoras puedan manifestarse de manera inconsciente e impremeditada. Otra cuestión importante es la determinación de la conducta social y antisocial. Existen factores sociales e individuales. Cuando predominan la desigualdad social, la miseria y el desempleo, se favorece la conducta antisocial de sus miembros. Cuando en la educación del niño y del adolescente ha faltado la unidad armónica del afecto, la exigencia y el desarrollo intelectual, se favorece la conducta antisocial. El antisocial de origen social puede ser plenamente equilibrado en lo individual, pues responde a una situación social: la sociedad es la que está enferma y atraviesa una crisis. El antisocial de origen predominantemente individual se acerca más al desequilibrio patológico. Es una incapacidad personal de asumir deberes y cumplir con ellos. En todo antisocial se dan ambos determinantes en diferente proporción, el social y el individual. Importancia fundamental de la regulación consciente de la actividad La regulación de la actividad humana puede dividirse en voluntaria (consciente, premeditada) e involuntaria (impremeditada, impulsiva). Lo típico y predominante en la actividad humana es su regulación consciente, voluntaria, pero también existen motivos inconscientes y acciones impremeditadas e impulsivas. La regulación inductora consciente, el proceso volitivo, la fuerza de voluntad, expresan precisamente esta función de integración y armonización de las exigencias y posibilidades externas, de los requerimientos y estados orgánicos, de todas las necesidades del individuo, en la cual participa como juez y árbitro la conciencia social asimilada y predominante en el sujeto. He aquí la importancia de la motivación no reactiva (adaptativa y autónoma), pues casi siempre va dirigida a realizar esta función integradora de todas las necesidades, en la cual se respeta generalmente el cumplimiento del deber asumido. Frecuentemente los motivos que actúan de manera inconsciente o impulsiva atentan contra la integración armoniosa de todos estos factores, bajo el predominio de los deberes sociales en la regulación inductora de la actividad. Aunque lo anteriormente expuesto es una diferencia típica y característica entre la regulación voluntaria y la involuntaria, no niega que determinados fines conscientes pueden actuar de manera desintegradora y contra los deberes asumidos, así como que determinadas motivaciones superiores e integradoras puedan manifestarse de manera inconsciente e impremeditada. Otra cuestión importante es la determinación de la conducta social y antisocial. Existen factores sociales e individuales. Cuando predominan la desigualdad social, la miseria y el desempleo, se favorece la conducta antisocial de sus miembros. Cuando en la educación del niño y del adolescente ha faltado la unidad armónica del afecto, la exigencia y el desarrollo intelectual, se favorece la conducta antisocial. El antisocial de origen social puede ser plenamente equilibrado en lo individual, pues responde a una situación social: la sociedad es la que está enferma y atraviesa una crisis. El antisocial de origen predominantemente individual se acerca más al desequilibrio patológico. Es una incapacidad personal de asumir deberes y cumplir con ellos. En todo antisocial se dan ambos determinantes en diferente proporción, el social y el individual. Importancia fundamental de la regulación consciente de la actividad La regulación de la actividad humana puede dividirse en voluntaria (consciente, premeditada) e involuntaria (impremeditada, impulsiva). Lo típico y predominante en la actividad humana es su regulación consciente, voluntaria, pero también existen motivos inconscientes y acciones impremeditadas e impulsivas. La regulación inductora consciente, el proceso volitivo, la fuerza de voluntad, expresan precisamente esta función de integración y armonización de las exigencias y posibilidades externas, de los requerimientos y estados orgánicos, de todas las necesidades del individuo, en la cual participa como juez y árbitro la conciencia social asimilada y predominante en el sujeto. He aquí la importancia de la motivación no reactiva (adaptativa y autónoma), pues casi siempre va dirigida a realizar esta función integradora de todas las necesidades, en la cual se respeta generalmente el cumplimiento del deber asumido. Frecuentemente los motivos que actúan de manera inconsciente o impulsiva atentan contra la integración armoniosa de todos estos factores, bajo el predominio de los deberes sociales en la regulación inductora de la actividad. Aunque lo anteriormente expuesto es una diferencia típica y característica entre la regulación voluntaria y la involuntaria, no niega que determinados fines conscientes pueden actuar de manera desintegradora y contra los deberes asumidos, así como que determinadas motivaciones superiores e integradoras puedan manifestarse de manera inconsciente e impremeditada. Otra cuestión importante es la determinación de la conducta social y antisocial. Existen factores sociales e individuales. Cuando predominan la desigualdad social, la miseria y el desempleo, se favorece la conducta antisocial de sus miembros. Cuando en la educación del niño y del adolescente ha faltado la unidad armónica del afecto, la exigencia y el desarrollo intelectual, se favorece la conducta antisocial. El antisocial de origen social puede ser plenamente equilibrado en lo individual, pues responde a una situación social: la sociedad es la que está enferma y atraviesa una crisis. El antisocial de origen predominantemente individual se acerca más al desequilibrio patológico. Es una incapacidad personal de asumir deberes y cumplir con ellos. En todo antisocial se dan ambos determinantes en diferente proporción, el social y el individual. Importancia fundamental de la regulación consciente de la actividad La regulación de la actividad humana puede dividirse en voluntaria (consciente, premeditada) e involuntaria (impremeditada, impulsiva). Lo típico y predominante en la actividad humana es su regulación consciente, voluntaria, pero también existen motivos inconscientes y acciones impremeditadas e impulsivas. La regulación inductora consciente, el proceso volitivo, la fuerza de voluntad, expresan precisamente esta función de integración y armonización de las exigencias y posibilidades externas, de los requerimientos y estados orgánicos, de todas las necesidades del individuo, en la cual participa como juez y árbitro la conciencia social asimilada y predominante en el sujeto. He aquí la importancia de la motivación no reactiva (adaptativa y autónoma), pues casi siempre va dirigida a realizar esta función integradora de todas las necesidades, en la cual se respeta generalmente el cumplimiento del deber asumido. Frecuentemente los motivos que actúan de manera inconsciente o impulsiva atentan contra la integración armoniosa de todos estos factores, bajo el predominio de los deberes sociales en la regulación inductora de la actividad. Aunque lo anteriormente expuesto es una diferencia típica y característica entre la regulación voluntaria y la involuntaria, no niega que determinados fines conscientes pueden actuar de manera desintegradora y contra los deberes asumidos, así como que determinadas motivaciones superiores e integradoras puedan manifestarse de manera inconsciente e impremeditada.

Esta pregunta también está en el material:

Psicología de la Motivação
274 pag.

Avaliação Psicológica Universidad VeracruzanaUniversidad Veracruzana

💡 1 Respuesta

User badge image

Ed IA de Studenta Verified user icon

Lo siento, parece que has copiado y pegado un texto extenso que no parece ser una pregunta. ¿Puedo ayudarte con algo más específico?

0
Dislike0

✏️ Responder

FlechasNegritoItálicoSubrayadaTachadoCitaCódigoLista numeradaLista con viñetasSuscritoSobreDisminuir la sangríaAumentar la sangríaColor de fuenteColor de fondoAlineaciónLimpiarInsertar el linkImagenFórmula

Para escribir su respuesta aquí, Ingresar o Crear una cuenta

User badge image

Otros materiales