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En todo antisocial se dan ambos determinantes en diferente proporción, el social y el individual. Importancia fundamental de la regulación conscien...

En todo antisocial se dan ambos determinantes en diferente proporción, el social y el individual. Importancia fundamental de la regulación consciente de la actividad La regulación de la actividad humana puede dividirse en voluntaria (consciente, premeditada) e involuntaria (impremeditada, impulsiva). Lo típico y predominante en la actividad humana es su regulación consciente, voluntaria, pero también existen motivos inconscientes y acciones impremeditadas e impulsivas. La regulación inductora consciente, el proceso volitivo, la fuerza de voluntad, expresan precisamente esta función de integración y armonización de las exigencias y posibilidades externas, de los requerimientos y estados orgánicos, de todas las necesidades del individuo, en la cual participa como juez y árbitro la conciencia social asimilada y predominante en el sujeto. He aquí la importancia de la motivación no reactiva (adaptativa y autónoma), pues casi siempre va dirigida a realizar esta función integradora de todas las necesidades, en la cual se respeta generalmente el cumplimiento del deber asumido. Frecuentemente los motivos que actúan de manera inconsciente o impulsiva atentan contra la integración armoniosa de todos estos factores, bajo el predominio de los deberes sociales en la regulación inductora de la actividad. Aunque lo anteriormente expuesto es una diferencia típica y característica entre la regulación voluntaria y la involuntaria, no niega que determinados fines conscientes pueden actuar de manera desintegradora y contra los deberes asumidos, así como que determinadas motivaciones superiores e integradoras puedan manifestarse de manera inconsciente e impremeditada. En la persona normal, el conflicto entre lo individual y lo social generalmente no es antagónico, insoluble, pero existe. Con frecuencia el individuo duda entre la satisfacción inmediata y el deber; entre el cumplimiento normal y la autoexigencia de una realización superior; entre el deber social y la estrategia que emplea en las relaciones interpersonales. A menudo sufre frustraciones, privaciones y perspectivas negativas que le quitan la motivación más adecuada al cumplimiento de sus tareas. De igual manera son importantes los conflictos entre las distintas responsabilidades asumidas, así como entre las diferentes tendencias individuales. En forma consciente, volitiva, el individuo debe superar los conflictos y decidir la conducta más apropiada. Es necesario sobreponerse, privar o frustrar las tendencias inadecuadas, buscar la satisfacción armónica de todas las necesidades y cumplir con el deber, en beneficio de su personalidad. Aquí también participa la regulación inconsciente y existen motivos que actúan de manera inconsciente, como tendencias y vivencias emocionales no correlacionadas con el objeto que las produce, ni con la necesidad que expresan, pero aunque así sea, el ser humano toma conciencia de las consecuencias de los actos que estos incitan y, de este modo, son controladas las tendencias desintegradoras que exigen un cumplimiento exagerado de los deberes o un incumplimiento de los mismos. Los motivos inconscientes actúan en íntima unión con los motivos conscientes y a través de la regulación consciente. En la persona normal, la regulación consciente (sobre la base de los motivos morales, de los fines y proyectos asumidos) decide la conducta y no puede ser reducida a una simple máscara de los motivos inconscientes e individuales. La pérdida del equilibrio engendra una reestructuración de los procesos psíquicos y, como consecuencia, de la actividad que ellos regulan. Esta reestructuración ocurre a niveles conscientes e inconscientes, voluntarios e involuntarios. Al nivel consciente se modifica la serie medios-fin, se elaboran nuevos planes o proyectos, se establecen nuevas intenciones. Al nivel parcialmente inconsciente o casi totalmente inconsciente, ocurren cambios en la penetración y transformación recíprocas de los aspectos pasivos y activos de las necesidades. Ambos aspectos, conscientes e inconscientes, se encuentran en íntima penetración recíproca. Pero en la regulación de la actividad los motivos inconscientes actúan a través de la regulación consciente, la cual, en el individuo normal, decide la conducta sobre la base de los principios morales, de las responsabilidades asumidas, del conocimiento de sí mismo y de su medio social. De este modo, guiado por sus principios morales, ideales, proyectos y conocimientos, el ser humano transforma su medio físico y social, sus relaciones con los demás, modela su propia personalidad y su organismo biológico. Esta es una diferencia cualitativa entre la persona normal y la enferma. En la persona normal existe una integración o armonía entre lo individual y lo social, entre lo reactivo y lo volitivo, en la cual predominan el cumplimiento del deber y el control volitivo consciente. En la persona enferma este equilibrio se pierde. Equilibrio motivacional El equilibrio presupone el desequilibrio y la constante lucha entre ambos. Todo equilibrio es dinámico; es la resultante estable de un torbellino, de un movimiento, que no por ello deja de tener una precisión cualitativa y una determinada estabilidad como características específicas y fundamentales. El equilibrio está indisolublemente unido al desequilibrio, aunque este último no es su rasgo distintivo y predominante. Se define precisamente por una determinada interacción y lucha con el desequilibrio, o sea, por un predominio sobre este. Todo estado de equilibrio incluye y presupone el desequilibrio. El equilibrio de la motivación y de la actividad motivada se caracteriza por una constante pérdida y recuperación parcial o casi completa de dicho equilibrio, o sea, por una constante lucha contra el desequilibrio, como resultado de la cual se obtiene un equilibrio relativamente predominante. De manera constante, el medio social plantea nuevas y mayores exigencias, posibilidades e imposibilidades de satisfacción que alteran totalmente el equilibrio anterior alcanzado. También los requerimientos orgánicos periódicos, el desarrollo y la vitalidad del organismo, así como las enfermedades y la involución orgánicas, alteran este equilibrio. Igualmente ocurre con los resultados insatisfactorios o demasiado satisfactorios de la actividad. Por último, las necesidades pueden actuar de una manera desintegradora y extrema. El individuo puede incumplir con sus deberes y aspiraciones sociales o hacerse indolente con respecto a ellos. Todos estos factores alteran el equilibrio. El proceso motivacional normal consiste en un constante esfuerzo por recuperar, mejorar y asegurar este equilibrio. La actividad del ser humano se encamina en esa dirección. Como resultado de este esfuerzo constante se obtiene normalmente un estado afectivo predominante de satisfacción, una disposición para la lucha y la actividad necesarias y el cumplimiento socialmente aceptable de los deberes que son personalmente significativos y de las metas y proyectos que el sujeto se plantea. in el cual no puede cumplir con sus responsabilidades y proyectos, y solo puede satisfacerse con una adecuada interacción con su medio, por ello, al modificarse esta interacción y su propio organismo, lo cual es en parte un producto de su actividad, y ocurrir que sus esfuerzos reiterados no logran restablecer este equilibrio entre lo externo y lo interno, la motivación arcaica y la superior, lo individual y lo social, van operándose cambios graduales que modifican el nivel superior del psiquismo humano y engendran nuevos proyectos y fines, asumiendo otros deberes e ideales sociales y abandonando los anteriores. Se hace imprescindible asumir aquellos fines, proyectos y deberes que se ajusten o fusionen a los requerimientos externos, biológicos e individuales, de manera que el funcionamiento de la personalidad sea lo más satisfactorio posible. Cuando en el desarrollo de la vida el proyecto y la responsabilidad asumidos entran en conflicto con las exigencias y posibilidades externas y los requerimientos orgánicos e individuales del sujeto, surge un período de crisis que, de mantenerse y agravarse, termina por lo general con un rechazo hacia tales proyectos, responsabilidades e ideales. La fuerza autónoma y predominante del fin, del proyecto y de las necesidades sociales dentro de la personalidad surge, en última instancia, por el hecho de que se ajuste en la mejor manera posible al conjunto de la personalidad, de que se fusione de la manera más armoniosa con las 191 su vez dependen, en definitiva, de su grado de integración a las posibilidades y exigencias externas, a las necesidades y rasgos individuales del ser humano. En este aspecto o relación es necesario apreciar la importancia que tienen en la motivación los determinantes externos (el medio social), los biológicos, los inconscientes, los derivados de la vida anterior y las necesidades individuales. Así, es necesario destacar un conjunto de oposiciones polares que operan en la motivación: lo externo y lo interno, lo biológico y lo social, lo individual y lo social, lo inconsciente y lo consciente, la motivación arcaica que proviene del pasado y la orientación hacia el futuro de la motivación superior, lo específico y lo inespecífico. Si estas oposiciones se convierten en extremas y antagónicas, tarde o temprano sobreviene un período

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Psicología de la Motivação
274 pag.

Avaliação Psicológica Universidad VeracruzanaUniversidad Veracruzana

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