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MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 1 
 
 
 
 
 
 
 
L e c t u r a 2 
Roa, A. (1995). Bases teóricas y conceptuales de la 
evaluación en psicología clínica. En: A. 
Roa (dir.). Evaluación en psicología 
Clínica y de la Salud. Madrid:Cepe, p. 25-
71. 
 
 
 
 
 
Introducción .......................................................................................................... 2 
 
UU NN II DD AA DD II II 
 
MM OO DD EE LL OO SS DD EE EE VV AA LL UU AA CC II ÓÓ NN EE NN 
PP SS II CC OO LL OO GG ÍÍ AA CC LL ÍÍ NN II CC AA 
 
CONSIDERACIONES TERMINOLÓGICAS ......................................................... 2 
Psicodiagnóstico............................................................................................... 2 
Medición ........................................................................................................... 3 
Evaluación........................................................................................................ 4 
Valoración ........................................................................................................ 5 
MODELOS DE LA EVALUACIÓN CLÍNICA ......................................................... 5 
Modelo psicométrico......................................................................................... 6 
Modelo psicodinámico ...................................................................................... 6 
Modelo médico-psiquiátrico.............................................................................. 7 
Modelos conductuales...................................................................................... 8 
CONCEPTOS ALTERNATIVOS EN EVALUACIÓN CLÍNICA............................ 10 
Consistencia vs especificidad......................................................................... 10 
Análisis grupal vs individual............................................................................ 11 
Evaluación cualitativa vs cuantitativa ............................................................. 12 
Evaluación tradicional vs conductual.............................................................. 13 
CONCEPTO Y DEFINICIÓN DE LA EVALUACIÓN CLÍNICA ............................ 17 
LA EVALUACIÓN CONDUCTUAL COMO EVALUACIÓN CLÍNICA ...................... 24 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 UNIDAD II. MODELOS DE EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA 
 
 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 2 
 
 
 UNIDAD II. MODELOS DE EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA 
 
 
IINNTTRROODDUUCCCCIIÓÓNN 
En la actualidad, no existe un modelo teórico unitario que oriente cuáles 
deben ser los objetivos, procesos y métodos de la evaluación psicológica 
clínica. De tal manera que el modelo teórico que adopte el evaluador 
será el que marque su forma de ejecución clínica. La adscripción a un 
determinado modelo ayudará al clínico a identificar aquellas variables .o 
hechos que requieren de estudio e investigación, proporcionándole un 
marco contextual dentro del cual pueda integrar la información, y que 
favorezca uná especificación precisa de las relaciones existentes entre 
las variables o hechos objeto de estudio (Kendall y Norton-Ford, 1988). En 
este sentido, la práctica totalidad de las aproximaciones teóricas, 
metodológicás o paradigmáticas de la Psicología han pretendido 
establecer sus propios modelos de evaluación psicológica (Forns, 
Kirchner,y Torres, 1991). Sin embargo, aunque se han propuesto 
múltiples modelos para el estudio de los trastornos psicológicos, que 
abarcan, entre otros, aspectos de tipo cultural, existencial-humanista, 
genético, médico, aprendizaje o psicodinámico, desde un punto de vista 
evaluativo, suelen clasificarse en cuatro modelos diferenciados que serán 
los que desarrollemos aquí: el psicométrico, el psicodinámico, el médico 
psiquiátrico y los denominados modelos conductuales. 
 
Por otro lado, aunque actualmente se tienda a utilizar el término de 
evaluación psicológica clínica, o simplemente evaluación clínica, será 
preciso abordar algunos conceptos y términos como psicodiagnóstico, 
medición, evaluación o valoración, que han estado estrechamente 
relacionados con ella. 
 
Asimismo, existe una serie de conceptos alternativos o dicotomías básicas 
que condicionan el concepto de la evaluación clínica, tales como la 
consistencia vs la especificidad situacional de la conducta, el análisis 
grupal vs individual o el enfoque tradicional vs conductual de la 
evaluación. 
 
Por último, y en base a los aspectos mencionados, intentaremos llegar a 
una definición conceptual de la evaluación psicológica clínica que de razón 
de sus objetivos, procesos y metodología, así como plantear la 
necesaria convergencia de enfoques (psicométrico, conductual y 
biológico-médico), pretendiendo la consecución de una evaluación única, 
sistemática y científica, que resulte de utilidad en la práctica clínica. 
CCOONNSSIIDDEERRAACCIIOONNEESS TTEERRMMIINNOOLLÓÓGGIICCAASS 
 
El objeto y las tareas de la evaluación clínica se han ido perfilando a lo 
largo de la historia de la psicología, y en su desarrollo (incluso 
actualmente en algunos modelos) están muy relacionados con otros 
términos y conceptos que pasamos a revisar a continuación. 
Psicodiagnóstico 
 
El término psicodiagnóstico aparece como una aplicación a la psicología 
del proceso de diagnóstico, palabra procedente del griego diagnostikós 
(distintivo, que permite distinguir), que a su vez deriva de gignosko 
(conocer) y diá (a través de). Por tanto, etimológicamente, el término 
diagnóstico significa discernir y/o conocer reconociendo o atravesando, 
incluyendo un matiz que implica la necesidad de explorar-reconocer 
minuciosamente, para poder conocer (Laín Entralgo, 1970). Aunque 
nada hay en esta definición que oriente su contexto de aplicación, el 
término fue adoptado históricamente, desde la tradición médica 
hipocrática, para referirse a la distinción y clasificación de los pacientes 
en base a los síntomas de su enfermedad. El preciso término de 
psicodiagnóstico aparece en 1921 con la publicación de la obra de 
Rorschach titulada precisamente así, en la que proponía la utilización 
de manchas de tinta para la evaluación de la personalidad. 
Posteriormente, el término fue progresivamente adoptado por los 
psicólogos con una orientación clínica y psicoanalítica, así como por los 
seguidores del modelo médico de la evaluación. De esta manera, el 
psicodiagnóstico fue adquiriendo una serie de connotaciones que, aun 
no estando presentes en su significado etimológico, le han ligado a los 
citados contextos de evaluación. 
 
En este sentido, Pelechano (1988) ha enumerado algunas de estas 
connotaciones del psicodiagnóstico: 
 
a) Parte de una teoría sustancialista en la que el síntoma es 
entendido como signo de una causa subyacente, 
 
 
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 UNIDAD II. MODELOS DE EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA 
 
 
b) Es un tipo de conocimiento a caballo entre la ciencia y la opinión, 
en una cierta suerte de arte, donde el individuo que realiza la 
actividad diagnóstica es una pieza de capital importancia, 
c) Es un tipo de conocimiento que acentúa lo cualitativo frente a lo 
cuantitativo, 
d) Pretende el pronóstico, además dela descripción y la 
clasificación de la conducta, 
e) Se centra en la observación y registro, más que en el tratamiento, 
O está orientado fundamentalmente a conductas patológicas, 
busca el conocimiento de los individuos, más que el de los 
grupos. 
 
Asimismo, Silva (1985) enumera las siguientes características concep-
tuales del psicodiagnóstico: 
 
a) Es un proceso de interacción sujeto-objeto, 
b) La incorporación en este proceso de aspectos psicométricos, 
pero también cualitativos, 
c) La inclusión de los siguientes momentos: evaluación, toma de 
decisiones, establecimiento de planes de cambio y de 
responsabilidades y justificación, 
d) La no adscripción, en principio, a ninguna escuela de 
pensamiento psicológico. Se han de utilizar todo tipo de 
conocimientos válidos, 
e) La inclusión tanto de aspectos negativos como positivos de la 
conducta, la orientación de procedimientos hacia la valoración de 
sujetos individuales (pág. 71). 
 
Es a partir de las polémicas surgidas alrededor del término psicodiag-
nóstico que comienzan a aparecer nuevas denominaciones, siguiendo a 
Silva, en estrecha relación con él, que forman parte de él (o él de 
algunos de ellos, dependiendo de autores), y que constituyen a su vez 
polos dialécticos de su comprensión (Silva, 1985). Tales términos son 
medición, evaluación y valoración. 
 
 
 
Medición 
La medición consiste en la aplicación de reglas para la asignación de 
números a objetos, de forma que representen cantidades o atributos. El 
término reglas indica que los procedimientos para la asignación de 
números deben estar explícitamente formulados (Nunnally, 1970). Así, 
según Murphy y Davidshofer (1988), la medida psicológica es el 
proceso de asignar números (por ejemplo, puntuaciones de tests) a 
personas, de tal manera, que algunos de los atributos de las personas 
que se han medido, sean fielmente reflejados por algunas propiedades 
de los números. Aunque para la evaluación psicológica resulta muy 
importante el determinar tales reglas de asignación, la discusión debe 
centrarse, más bien, en el objeto de la medición psicológica. Así, para 
Eysenck (1971), si bien la medición es esencial para la ciencia, antes de 
poder medir debemos saber qué es lo que queremos medir, siendo que 
los descubrimientos cualitativos deben preceder a la medida cuantitativa. 
Pero, por otro lado, también existen los planteamientos que consideran 
que la medición precede y configura a lo medido (Dimgle, 1976). Éste es 
el sentido en el que debe entenderse la frase atribuida a Binet: la 
inteligencia es lo que mide mi test, donde se trata de la construcción de 
un concepto científico a través de la medición, más que la reproducción de 
uno dado (Silva, 1985). De igual manera, los procedimientos de análisis 
factorial han derivado teorías factoriales sobre medidas previas. 
 
Pero, independientemente de que en el proceso de evaluación psicoló-
gica se realicen muy diversos tipos de medición, ése no es su objetivo en 
sí mismo, sino la integración, interpretación y valoración de lo medido en 
una hipótesis explicativa de la conducta del sujeto, teóricamente basada, 
que facilite la descripción, clasificación, explicación y predicción de la 
conducta del sujetoiDe igual manera, términos como mental 
measurement o mental testing, que habían sido prácticamente 
sinónimos de la evaluación psicológica, empezaron a decaer, tanto por 
las insuficiencias y problemas de la medida en psicología, como por el 
rechazo específico que desde los años cincuenta se promovió contra los 
tests mentales, y que culminó en la denominada revuelta anti-test. 
 
En definitiva, la medida psicológica es en la actualidad una parte impor-
tante del proceso de la evaluación clínica, pero en modo alguno puede 
considerarse sinónimo de ella. 
 
 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 4 
 
 
 UNIDAD II. MODELOS DE EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA 
 
 
Evaluación 
El término evaluación surge en los programas OSS para la selección de 
agéntes especiales del ejército norteamericano en la Segunda Guerra 
Mundial. La aparición del primer volumen de Advances in Psychological 
Assessment (McReynolds, 1968), o incluso la obra de Mischel 
Personality Assessment, publicada en ese mismo año, suponen la 
consolidación definitiva del término, que relevará a los anteriores en la 
denominación de la disciplina. 
 
Sin embargo, el término evaluación deberá pasar por algunas etapas_ 
en su desarrollo, hasta poseer las connotaciones que hoy le otorgamos. 
Así, en un primer momento, Pervin (1970) expresa que un procedimiento 
de evaluación es una manera de recopilar información acerca de una 
persona, precisando posteriormente que la evaluación significa la 
observación sistemática de la conducta en condiciones específicas y en 
relación a estímulos específicos (Pervin, 1980). En segundo lugar, la 
evaluación se empieza a considerarse como un proceso complejo no 
establecido, como aparece en la siguiente definición: la evaluación 
psicológica es un proceso variable que depende de la pregunta 
planteada, la persona en cuestión, exigencias temporales y, una 
miríada de. otros factores; y como tal, no puede ser reducida a un 
conjunto de reglas o pasos,(Maloney y Ward, 1976). Una tercera 
definición nos acerca ya a la consideración de la evaluación psicológica 
como proceso establecido de toma de decisiones: la evaluación es pues 
el proceso de recolección de datos sistemáticos, válidos, fiables y 
relevantes en respuesta 'a los problemas presentados por la fuente de 
referencia, y con el propósito de tomar decisiones para o acerca de las 
personas (Lindz, 1981). 
 
Aunque los términos diagnóstico y psicodiagnóstico permanecen aún 
hoy en día en algunas corrientes de la evaluación, la denominación 
evaluación psicológica parece haberlos sustituido, siendo de uso 
mayoritariamente generalizado actualmente. En este sentido, la definición 
globalizadora de McReynolds sigue teniendo vigencia en la actualidad: 
por evaluación psicológica en el más amplio sentido, nosotros 
entendemos el uso sistemático de una variedad de técnicas especiales 
en orden a un mejor conocimiento de un sujeto, grupo; o ecosistema 
dado (McReynolds, 1968). Asimismo', es en este sentido amplio que el 
mismo autor considera cómo la evaluación psicológica puede ser aplicada 
no sólo a la determinación de las diferencias interindividuales, sino 
también al estudio de las interrelaciones entre diferentes variables per-
tenecientes a una misma persona, así como al de los cambios de un 
individuo en el tiempo, a la interacción de dos personas o a la interacción 
de los sujetos con el medio. 
 
Fernández-Ballesteros (1992) define a la evaluación psicológica como 
aquella disciplina de la psicología que se ocupa del estudio científico 
del comportamiento (a los niveles de complejidad necesarios) de un 
sujeto (o un grupo especificado de sujetos) con el fin de describir, 
clasificar, predecir y, en su caso, explicar y controlar tal conducta (pág. 
58). A partir de este tipo de definición, encontramos una evaluación 
psicológica entendida como una disciplina de carácter aplicado, que 
utiliza el método científico, y cuyos objetivos son algo más que el 
diagnóstico y clasificación del individuo, pretendiendo además, la 
planificación de formas de tratamiento y la valoración de sus resultados. 
Por tanto, la evaluación psicológica supera a los objetivos del psico-
diagnóstico y engloba a los tests psicológicos, que quedarían incluidos 
en ella únicamente como una técnica más de la evaluación, pero no 
como un fin en sí mismo. 
 
Por último, Silva (1988) localiza a la evaluación como una realidad deli-
mitada por la teoría y la aplicación. Siguiendo suspalabras: En este 
sentido, la posición que tomo es clara:. la Evaluación Psicológica es, 
esencialmente, una disciplina aplicada de la Psicología científica... Por 
de pronto, baste decir que si una disciplina teórica se define ante todo 
por un objeto de estudio, una disciplina aplicada se define ante todo 
por unos objetivos a alcanzar en relación con ese objeto de estudio 
(pág. 32). Así, a partir del objeto de estudio de la ciencia básica —la 
conducta humana—, los objetivos de la disciplina aplicada que es la 
evaluación psicológica se centrarían en la clasificación (o, en su caso, 
selección), la modificación y la evaluación de cambios referidos a una 
persona individual (o bien a grupos de personas). La definición de las 
características básicas de la evaluación psicológica vendrán dadas por 
la especificación de esos objetivos y por la caracterización del proceso 
de investigación científica empleado para su consecución. 
 
 
 
 
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 UNIDAD II. MODELOS DE EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA 
 
 
Valoración 
 
El término valoración ha sido también objeto de polémica en lo referente 
a su posible carácter de sinónimo de la evaluación psicológica. Según 
Silva (1985), en algunos autores los límites entre este concepto y el de 
evaluación no son siempre claros, dado que ambos términos, al menos 
en castellano, son términos sinónimos, lo que ha dado lugar a múltiples 
confusiones terminológicas. Sin embargo, algunos autores han 
intentado diferenciarlos en su acepción psicológica. Así, Anderson et al. 
(1976) expresan que: 
 
... el término evaluación es frecuentemente usado de 
forma intercambiable con los términos valoración y 
medición. Sin embargo, creemos que el término evaluación 
usado con precisión, tiene un significado más estrecho que 
valoración y más amplio que medición (...) En su 
derivación, el verbo evaluar (to assess) significa «asistir al 
juez», por ello parece apropiado en los estudios de valora-
ción limitar el término evaluación al proceso de 
recopilación de datos y su organización de forma 
interpretable... 
 
Sin embargo, Fernández-Ballesteros (1985),señala que en la actualidad, 
las relaciones de interacción entre la evaluación y el tratamiento hacen 
que el hecho de evaluar posea también las legítimas connotaciones de 
valoración de un determinado tratamiento. Aún así, evaluación y 
valoración hacen referencia a dos momentos distintos en el proceso 
más general de intervención: En este sentido, evaluación se refiere al 
análisis inicial :de comportamientos-problema, las variables que los 
controlan y mantienen, y el establecimiento de relaciones funcionales 
entre ellos; mientras que la valoración hará referencia fundamental al 
juicio sobre la eficacia del tratamiento, aunque también a la verificación 
de las conclusiones o juicio clínico, formuladas previamente durante la 
evaluación., Para Fernández-Ballesteros, la cuestión estriba en la 
especificación de los objetivos conductuales: ... podemos decir que las 
tareas que ha de realizar el valorador (cuando el programa o 
tratamiento que se valora conlleva cambios en concretos comporta-
mientos humanos) y el evaluador son muy semejantes, y que sólo 
varía el objeto del análisis; la evaluación se dirige a un sujeto humano, 
mientras que la valoración se refiere a un programa o intervención. La 
valoración requiere por tanto un diseño de investigación que excede a 
las competencias y conocimientos del evaluados...'.(Fernández-
Bállesterós, 1985, pág. 16). 
 
Con todo, dado que nos ocupa una evaluación psicológica clínica, 
entendemos que ésta debe abarcar tanto los momentos estrictamente 
evaluativos del pre-tratamiento, como las subsecuentes fases de 
valoración del tratamiento a lo largo de su aplicación, a su finalización, 
e incluso durante un período de seguimiento posterior. 
MMOODDEELLOOSS DDEE LLAA EEVVAALLUUAACCIIÓÓNN CCLLÍÍNNIICCAA 
 
Se revisará en este apartado la caracterización de los principales mode-
los básicos de la evaluación clínica. Siguiendo a Fernández-Ballesteros 
(1992), es conveniente señalar que de la amplia variedad de sistemas 
psicológicos. existentes, la mayoría no ha aportado una versión 
evaluativa. En palabras de la autora: para poder considerar que un 
modelo o teoría psicológica tiene su correspondiente versión 
evaluativa tiene que haber producido desarrollos innovadores en la 
forma de hacer evaluación; es decir, en el qué (variables), cómo, 
(métodos), con qué (técnicas) o dónde (ámbito de aplicación) evaluar 
(Fernández-Ballesteros, 1992, pág. 35). En este sentido, los sistemas 
psicológicos fenomenológicos, con toda su importancia y su influencia, 
no han aportado propiamente un modelo de evaluación, siendo que en 
ocasiones han negado incluso su posibilidad y su necesidad. Ello no 
quiere decir que neguemos su trascendencia en la psicología clínica, 
pero dada la disciplina que nos ocupa no los incluiremos aquí por la 
mencionada razón. 
 
También queremos matizar que cuando en las siguientes líneas se haga 
alución a los niveles de inferencia, nos estaremos refiriendo a los cuatro 
niveles propuestos por Sundberg, Tyler y Taplin (1973) en la 
consideración de las respuestas que un individuo emite ante cualquier 
dispositivo de evaluación, o a la consideración de la respuesta en sí 
misma del sujeto, ante cualquier otra circunstancia. Estos niveles de 
inferencia son: 
 
 
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 UNIDAD II. MODELOS DE EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA 
 
 
NIVEL I: la conducta del sujeto es considerada únicamente como 
muestra del comportamiento del sujeto en la vida real, en las áreas que 
se están evaluando, suponiendo un nivel mínimo de inferencia. 
 
NIVEL II: la conducta evaluada se asocia con otras conductas no 
evaluadas. 
 
NIVEL III: la conducta evaluada es expresión de un constructo hipotético 
de carácter interno, intrapsíquico e inobservable, que se constituye en 
causa de la conducta. 
 
NIVEL IV: la conducta evaluada es explicada éspeculativamente a partir 
de una teoría concreta del psiquismo, siendo que el concepto inferido es 
integrado en una teoría completa. 
 
Se expondrán a continuación las características básicas de los modelos 
de evaluación clínica denominados: psicométrico, psicodinámico, 
médico-psiquiátrico y conductual. 
 
Modelo psicométrico 
 
Históricamente, la evaluación clínica se redujo durante mucho tiempo a la 
medición de la inteligencia y la personalidad. Esas tareas fueron 
realizadas, fundamentalmente, mediante un modelo psicométrico o 
diferencial, que pretendía la correlación estadística de las puntuaciones 
en, los diversos tests como manifestaciones de una serie dé rasgos o 
atributos más o menos estables del sujeto. 
 
Siguiendo a Fernández-Ballesteros (1992), este modelo, que denomina 
del atributo, plantea que la conducta está determinada por variables 
personales u organísmicas, de carácter intrapsíquico o genotípico, que 
no se manifiestan externamente sino a través de ella (la conducta), 
considerada como una variable fenotípica. Así, las relaciones existentes 
entre ambas variables sólo puede ser determinada correlacionalmente. 
 
Este enfoque de la evaluación clínica pretende el análisis de esas varia-
bles intrapsíquicas, dado que se supone su presencia en mayor o menor 
grado en todos los sujetos. Es decir, se supone que todos los sujetos 
puedensituarse en uno u otro punto de diversas dimensiones, 
caracterizadas como rasgos, atributos ó factores; y que mediante su 
estudio puede obtenerse un análisis molecular objetivo, válido y fiable de 
la personalidad. 
 
Mediante la utilización del método correlacional, este modelo emplea 
prioritariamente tests y técnicas de recogida de información con el fin de 
contrastar sus hipótesis previas. Esos tests y técnicas consisten en 
procedimientos tipificados cuya construcción está basada en criterios 
racionales, empíricos o factoriales. Con ellos se trata de medir la posición 
relativa de un sujeto en diversos rasgos, factores, dimensiones o 
entidades nosológicas, siempre en referencia a un grupo normativo. 
 
Las mediciones obtenidas de esa forma son interpretadas con un alto 
nivel de inferencia (nivel III). Es decir, los datos obtenidos se refieren a la 
existencia de un determinado constructo hipotético o estado interno 
(intrapsíquico), con una consideración etiológica que explica la conducta 
del sujeto, la cual es a la vez expresión de su existencia. De esta manera, 
lo que se persigue con este modelo es la explicación y predicción de la 
conducta desadaptada del sujeto. 
Modelo psicodinámico 
 
En este modelo se considera también una determinación interna de la 
conducta; Así, el comportamiento puede explicarse en base a diversas 
construcciones teóricas internas que conformadla estructura de la 
personalidad, junto con distintos mecanismos internos subconscientes, 
siendo que tal conjunción determina a la conducta: De nuevo, la 
manifestación conductual será expresión de la condición interna de la 
persona. Por tanto, en el modelo psicodinámico, las 'variables de interés 
serán los diferentes conceptos psicodinámicos que conforman la 
estructura de la personalidad, desde un punto de vista Molar.,
 
Los métodos y técnicas básicos para conseguir ese objetivo se basan en 
observaciones cualitativas, dentro de un método clínico inductivo. En 
este sentido, la elaboración de sus técnicas ha perseguido el logro de 
procedimientos independientes para verificar las hipótesis 
 
 
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 UNIDAD II. MODELOS DE EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA 
 
 
psicodinámicas, siendo las fundamentales las técnicas proyectivas. 
Según Fernández-Ballesteros (1992), ello ha dado lugar, al menos en 
algunos casos, a la pretensión de verificar la teoría a través de la 
técnica, y viceversa, lo cual lleva a una circularidad, que no puede 
mantenerse en los términos de la ciencia positiva. 
 
La interpretación de los datos de la evaluación se realiza al mayor nivel 
de inferencia (nivel IV), donde se lleva a cabo una explicación especulativa 
acerca de la conducta del sujeto a partir de la teoría psicodinámica del 
psiquismo. 
 
El objetivo de este modelo es la explicación de la conducta del sujeto en 
base a los contenidos y la dinámica de su vida mental. Sin embargo, a 
diferencia del modelo anterior, no facilita la predicción del comportamien-
to, dado que una determinada entidad intrápsíquica puede estar 
condicionando a la vez diversas formas de conducta (que incluso 
pueden ser en algunos casos opuestas). 
 
Sin embargo, el modelo psicodinámico, en tanto que basado en el estu-
dio de la conducta anormal, ha tenido una enorme influencia en el 
ámbito clínico, instaurándose prácticamente como su modelo único de 
evaluación e intervención psicológica durante la primera mitad de 
nuestro siglo. 
Modelo médico-psiquiátrico 
 
El modelo médico-psiquiátrico se basa en la consideración del trastorno 
conductual como una enfermedad mental, que obedece a causas 
internas,' fundamentalmente de carácter biológico. La conducta está 
determinada por condiciones biológicas internas, de las cuales el 
trastorno es un síntoma o un síndrome. El conocimiento. de la etiología 
del trastorno llevará, por tanto, al tipo de tratamiento a emplear. 
 
Este modelo trata de estudiar al paciente, intentando su clasificación en 
función de diversas entidades nosológicas que son consideradas como 
enfermedades mentales, así como la búsqueda de causas biológicas 
subyacentes que respalden la aparición y el mantenimiento de la 
enfermedad. 
 
En su metodología, .el modelo médico-psiquiátrico emplea técnicas 
similares a las del modelo psicométrico, es decir, aplica diversas pruebas 
tipificadas, cuyas puntuaciones son comparadas con normas de 
referencia. 
 
Las interpretaciones derivadas de este modeló alcanzan a los niveles II y 
III, es decir, que la conducta del sujeto expresa la existencia de un 
atributo subyacente, concepto que queda incluido y explicado por una 
teoría completa. 
 
Por lo que se refiere a sus objetivos, la explicación de la conducta lleva a 
un diagnóstico, basado en una etiología específica, que sirve al 
pronóstico y/o predicción de la conducta, así como a su control. Sin 
embargo, dado que en una mayoría de los casos no está establecida 
esa etiología biológica de la enfermedad mental, el objetivo del 
diagnóstico queda reducido únicamente a la descripción y clasificación 
del sujeto corno poseedor de un determinado cuadro clínico. Ello no 
obsta para, que, en determinados trastornos, como por ejemplo los 
psiconeurológicos, la evaluación de la conducta anormal sirva a su 
explicación y oriente su tratamiento. Por ejemplo, este último es el 
enfoque que toma LeónCarrión (1985) en la exposición de su diagnós-
tico clínico en psicología, donde la función de la evaluación es el 
examen del estado mental del sujeto —similar a una exploración 
psicopatológica— con el fin de llegar a un diagnóstico o clasificación, en 
un proceso en el que distingue las siguientes cinco fases: determinación 
de síntomas, a través de la historia clínica y la exploración psicológica, 
empleando pruebas de confirmación o rechazo; determinación de 
síndromes, agrupando los síntomas obtenidos hasta la obtención de un 
cuadro o síndrome; elaboración del diagnóstico, ajustando dicho cuadro 
a una entidad nosológica, obteniendo así la clasificación o diagnóstico; 
elaboración del pronóstico; como discusión del curso que puede tomar 
la enfermedad o cómo puede evolucionar; y, ,por último, la toma de 
decisión terapéutica, o las medidas de tratamiento a aplicar para aliviar 
o solucionar los problemas del paciente. 
 
 
 
 
 
 
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 UNIDAD II. MODELOS DE EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA 
 
 
Modelos conductuales 
 
La Psicología Conductual ha proporcionado diversos modelos para el 
análisis del comportamiento, derivados de sus postulados básicos. En 
algunas ocasiones se han considerado como modelos a los diversos 
planteamientos metodológicos de la evaluación, sin una referencia 
directa a la teoría. Siguiendo a Fernández-Ballesteros (1989), algunos 
de estos planteamientos, como los formulados por Kanfer y Saslow 
(1969) o Goldfried y D'Zurilla (1969), hacen referencia a la forma de 
evaluar la conducta, lo que siendo de especial relevancia, no los 
constituye, en un modelo como tal, considerado como un instrumento 
lógico a través del cual explicar o dar cuenta de una parcela de la 
realidad (Fernández-Ballesteros, 1989, pág..111). Es por ello que se 
expondrán a continuación, siguiendo su aparición cronológica, 
únicamente los modelos teóricos más relevantes para la evaluación 
conductual. 
 
Derivado del desarrollo de la psicología del aprendizaje operante,Skinner (1953) expone su análisis experimental de la conducta. La 
formulación de este modelo es la más simple (E-R). Se trata de que la 
conducta (R), es función de las variables estimulares (E), referidas a 
estímulos elicitadores, reforzantes o discriminativos. Aquí, desde un 
enfoque experimentalista, la evaluación consiste en la observación y 
medida en términos fisicos de la conducta (variable dependiente), así 
como de la manipulación de las variables ambientales (variables 
independientes). La manipulación de los estímulos dará lugar a la 
modificación de la conducta desadaptada. Sólo se evaluará la 
conducta públicamente observable (motora), vista desde un enfoque 
molecular, y referida al momento actual; considerándose únicamente el 
pasado del sujeto en cuanto a su historia de reforzamiento, dado que lo 
que se persigue es establecer un enlace funcional E-R explicado por 
una determinado programa de refuerzo, es decir, cómo se ha 
aprendido y cómo se mantiene la conducta desadaptada. La aplicación 
clínica de este modelo ha sido realizada por Baer, Wolf y Riesley (1968), 
cuya definición programática del análisis conductual aplicado se 
expondrá más adelante. También como una extensión del 
planteamiento operante, el modelo de Lindsley (1964) incluye las 
consecuencias ambientales (C) y la relación de contingencia (K) entre la 
respuesta y la consecuencia, con lo que queda formulado como E-R-K-
C. 
 
El modelo operante de Skinner no toma en cuenta al sujeto sino como 
perceptor pasivo de estímulos y ejecutor de conductas. En su modelo 
no cabe una consideración del organismo como modulador activo de 
esas relaciones funcionales E-R establecidas, ni de la conducta en sí 
misma, que es estrictamente explicada por programas de aprendizaje. 
Es en este sentido, que su modelo de caja negra haya sido criticado 
como poco psicológico. Los demás modelos que expondremos van a 
tomar en cuenta, en diverso grado, a las variables del organismo (0), 
incluyendo las respuestas internas (conductas encubiertas), tanto en 
su papel de conductas a evaluar (variable dependiente), como en su 
función de variable estimular (independiente), y todo ello con el fin 
último de valorar su importancia como factor explicativo de la conducta 
desadaptada. 
 
El modelo E-O-R-K-C, formulado por Kanfer y Phillips (1970), incluye la 
consideración de las variables del organismo (0), referidas a las 
condiciones físicas ampliamente consideradas (genéticas, fisiológicas, 
bioquímicas, neurológicas), así como a las respuestas internas 
(encubiertas) del organismo. Asimismo, tales respuestas encubiertas 
pueden operar como estímulos 'relacionados funcionalmente con la 
conducta. Sin embargo, esta consideración de los eventos internos 
deberá cumplir los mismos requisitos de observación y medida 
aplicables a la conducta manifiesta, quedando rechazado en todo caso 
el recurso a la inferencia acerca de estados subyacentes e hipotéticos 
del organismo para explicar la conducta. 
 
El modelo E-O-R-C, propuesto por Goldfried y Sprafkin (1974), elimina la 
variable contingencia (K), y amplía el ámbito de la variable organismo, no 
referida ya únicamente a la condición biológica, sino incluyendo 
también respuestas de índole cognitiva y subjetiva, tales como 
pensamientos, sentimientos o autoinstrucciones. De esta manera, el 
modelo otorga gran importancia a las variables organísmicas, a las que 
considera como posibles mediadoras en la adquisición y/o el 
mantenimiento de la conducta problema. 
 
 
 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 9 
 
 UNIDAD II. MODELOS DE EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA 
 
 
 
 
 
Por tanto, desde una consideración de la conducta únicamente como 
dependiente de la estimulación externa, pasando por la función de los 
condicionantes biológicos y las respuestas encubiertas, hasta llegar a 
contemplar la influencia causal de éstos en la determinación de la 
conducta, los distintos modelos han ido incluyendo progresivamente 
cada vez más los aspectos cuantitativos y cualitativos de las variables 
del organismo y, lo que es más importante, han ido otorgando una 
importancia cada vez mayor a una consideración molar del organismo, 
tanto en el sentido de su imposibilidad de desligarse de la respuesta 
(Fernández-Ballesteros, 1981), como en el de considerarle dentro de un 
enfoque interactivo que incluye a la personalidad con igual rango que a 
las situaciones, en cuanto que factores causales de la conducta 
desadaptada (Staats, 1963, 1975; Barrios, 1988). 
 
Así, surge la propuesta de Fernández-Ballesteros (1981) de un modelo 
secuencial integrativo de la evaluación conductual (E-R-C), en el que 
interactúan las variables del organismo, conjuntamente con las 
ambientales y la conducta en sí misma, para dar razón de la conducta 
problema. Aquí, los antecedentes y las consecuencias pueden ser tanto 
internos como externos, y las respuestas (cognitivas, motoras y 
fisiológicas) pueden ser a la vez estímulos que funcionen como 
antecedentes o consecuentes, en un modelo formulado como: E –> O 
–> F –> R –> C. 
 
Por otro lado, Staats (1963, 1975) ha propuesto, la integración de la per-
sonalidad dentro de un esquema de evaluación conductual. Según su 
modelo, la conducta vendrá determinada por las condiciones 
ambientales existentes durante la historia de aprendizaje del sujeto, los 
repertorios básicos de conducta adquiridos (RBC), que consisten en el 
bagaje de habilidades y recursos aprendidos por el sujeto a lo largo de 
su vida y a los que se considera la personalidad, y las condiciones 
ambientales presentes que controlan la conducta problema en la 
actualidad. 
 
Tal diversidad de modelos ha llevado a Cone (1986) a expresar que no 
existe una evaluación conductual, sino muchas. Así, Cone expresa 
que pueden existir hasta 32 modelos diferentes de la evaluación 
conductual, en base a diversos criterios de clasificación, tales como su 
aproximación científica (inductiva o deductiva); su enfoque idiográfico o 
nomotético; su objeto de estudio (conductas o rasgos); o su 
consideración de la vertiente ambiental (modelos interactivos o no 
interactivos). En un intento de desbrozar tal diversidad, Cone (1988) 
propone una síntesis en dos aproximaciones a la evaluación 
conductual: 
 
a) Nomotética de rasgo, donde su objeto de estudio son 
determinados rasgos o síndromes (ansiedad, depresión...), 
desarrollando instrumentos para una evaluación deductiva, en la 
que interesan las fuentes de variación intersujeto, y desde la cual, 
los instrumentos se emplean para valorar los efectos de variables 
independientes en la investigación grupal, o bien, para valorar las 
intervenciones aplicadas a sujetos individuales. 
b) idiográfico-conductual, donde su objeto de estudio se centra en 
la selección de conductas específicas, con interés en el 
desarrollo de instrumentos para su evaluación inductiva, y 
estableciendo la adecuación de los mismos en función de la 
variación intraindividual de las puntuaciones. 
 
Pues bien, siguiendo a Silva (1989), no podemos entender aquí sino la 
enésima comparación entre evaluación tradicional y evaluación 
conductual, alternativa que después analizaremos con más detalle. En 
efecto, cuando Cone se refiere a la aproximación nomotética de rasgo, 
está aludiendo prácticamente a lo que se ha denominado modelo 
tradicional de la evaluación; y cuando habla de un enfoque idiográfico-
conductual, está refiriéndose, entonces sí, a un modelo realmente 
conductual. Sin embargo, no se trata aquí de alimentar esa ubicua 
polémica, de la que, por cierto, la mayoría de representantes sensatos de 
ambos bandos se encuentran ya un tanto cansados. De hecho, 
posteriormente, expondremos cómo unavisión actual de la evaluación 
clínica tiende a un modelo unitario en el que ambos planteamientos 
tienen un papel muy relevante. 
 
Sin embargo, ello no significa que una clasificación de los enfoques de 
la evaluación conductual incluya como propia una orientación que fue 
precisamente el revulsivo para el nacimiento de una evaluación 
conductual. No puede aceptarse, de igual forma, que los dos 
acercamientos de Cohe sean interpretados por Bellack y Hersen (1988) 
en términos de que el primero tuviera una mayor relevancia para la 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 10 
 
 
 UNIDAD II. MODELOS DE EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA 
 
 
investigación y el trabajo clínico con adultos, allá donde se utilizaran 
extensamente procedimientos de autoinforme; mientras que el segundo 
se refiriera de forma característica a la actuación clínica e investigadora 
en los problemas infantiles y en problemas especiales (deficiencia 
mental), donde fuera predominante el análisis intensivo de la conducta 
individual. 
 
En suma, por todo ello, no es extraño que Silva se exprese en los si-
guientes términos: En un intento simplificador, Cone crea dos entidades 
que dan la impresión de dejar intocada, entre medio, la realidad 
efectiva de la evaluación conductual (Silva, 1989, pág. 41). En páginas 
posteriores intentaremos dar razón de cuál es esa realidad efectiva. 
 
CCOONNCCEEPPTTOOSS AALLTTEERRNNAATTIIVVOOSS EENN EEVVAALLUUAACCIIÓÓNN CCLLÍÍNNIICCAA 
 
Basadas en los diversos conceptos de conducta, han aparecido algunas 
dicotomías básicas relativas a la evaluación clínica que expondremos 
brevemente a continuación, aunque como se verá, algunas de ellas han 
comenzado a carecer de sentido, cuando lo que se pretende es un 
concepto integrado y unitario de la evaluación clínica. 
Consistencia vs especificidad 
 
La evaluación clínica puede resultar muy diferente en función de que se 
considere a la conducta como algo consistente transituacionalmente o 
bien algo específico de la situación en la que aparece. Desde el primer 
punto de vista (la consistencia de la conducta), los modelos del atributo, 
médico y dinámico han planteado la predicción y/o pseudo explicación 
de la conducta en función de diversas disposiciones, necesidades, 
rasgos, factores y entidades nosológicas a las que han considerado 
como estructuras internas, y que se han constituido durante la vida del 
sujeto (sobre todo en sus etapas tempranas), para dar lugar a la 
personalidad (Fernández-Ballesteros, 1992). Tales entidades internas 
pueden basarse tanto en variables estrictamente orgánicas (biológicas, 
fisiológicas, genéticas), como en la interacción del organismo con su 
medio. Lo importante aquí es que se supone que esas entidades 
internas son estables y determinan a una conducta también estable, 
tanto transtemporal como transituacionalmente. 
 
Por otro lado, el enfoque que considera a la conducta determinada 
fundamentalmente por los estímulos externos plantea que ésta no es 
estable, sino cambiante y específica de la situación ambiental, siendo 
ésta la postura mantenida por los partidarios de un modelo conductual 
radical. 
 
Las críticas y defensas de cada uno de estos planteamientos se han 
producido tradicionalmente en el campo de la Personalidad (Mischel, 
1968; Pervin, 1975). Pero lo más relevante es que, obviamente, la 
adopción de uno u otro planteamiento tendrán consecuencias básicas 
sobre la evaluación. Así, en el primer caso, la evaluación se dirigirá al 
estudio de unas determinadas construcciones internas inferidas, 
teniendo como finalidad la explicación, clasificación y predicción de la 
conducta, y quedando más limitado el ámbito de la modificación de la 
misma, que en muchos casos se reducirá a encontrar unas exigencias 
ambientales adecuadas a la personalidad establecida del sujeto. En el 
segundo, el objeto de estudio serán las variables ambientales, donde 
puede también explicarse y predecirse la conducta —aunque su 
clasificación sea de menor interés—, pero donde el tratamiento de la 
misma es más factible, dado que se tratará de su modificación mediante 
la manipulación controlada de dichas variables ambientales. 
 
En la actualidad, los investigadores tienden a diluir esta controversia, 
proponiendo que ni la conducta es tan estable en todas las situaciones, ni 
es únicamente la situación la que puede explicarla. Sin embargo, no se 
trata de llegar a una solución de compromiso consensuado. En realidad, 
ambos enfoques han dejado sin análisis la participación del sujeto como 
tal en la determinación de su conducta. En un caso, porque el sujeto 
puede ser entendido como un esclavo pasivo y resignado a las cadenas 
de su propia forma de ser; en el otro, porque sería un autómata dirigido 
por la situación. 
 
En este sentido, los denominados modelos interactivos han planteado 
algunos postulados que pueden arrojar luz sobre esta cuestión, como los 
expuestos por Fernández-Ballesteros (1992): 
 
 
 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 11 
 
 
 UNIDAD II. MODELOS DE EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA 
 
 
a) la conducta del sujeto en un determinado momento obedece a la 
interacción entre los factores situacionales presentes y sus 
variables personales (Bandura, 1987; Staats, 1980), 
b) esas variables personales u organísmicas, incluyendo los modos 
de percepción activa del sujeto acerca de la situación, dependen 
del proceso de interacciones entre el organismo y el ambiente a lo 
largo de la vida del sujeto, dependiendo así de su historia de 
aprendizaje (Staats, 1975), 
c) la consistencia o la especificidad de la conducta es una cuestión 
de grado, en función de la preponderancia de los procesos de 
generalización o discriminación habidos a lo largo de su historia 
de aprendizaje, por lo que algunos repertorios de conducta serán 
más estables que otros en función de la situación y del sujeto 
(Mischel, 1990). 
 
En definitiva, la evaluación clínica deberá considerar ambos enfoques, 
dentro de un modelo interaccional, en el que deben incluirse también las 
variables cognitivas, con su valor potencial como moduladores decisivos 
de la conducta. 
Análisis grupal vs individual 
 
De la controversia anterior se deriva la consideración de cuál debe ser la 
perspectiva en el análisis de la conducta del sujeto. Se trata de emplear 
una aproximación a la evaluación basada en el análisis grupal 
(nomotético), o bien, de utilizar un planteamiento basado en el análisis 
individual del caso único (idiográfico). En realidad, nos ocupa una 
disyuntiva que afecta no sólo a la Psicología, sino a las ciencias en 
general. Según Windelband, las ciencias idiográficas se dedican al 
estudio de los fenómenos individuales, mientras que las nomotéticas se 
centran en el descubrimiento de principios generales aplicables a los 
fenómenos objeto de estudio (Fernández-Ballesteros, 1992). En el caso 
de la ciencia psicológica, se trata de una disciplina que pretende la 
obtención de principios generales aplicables a la conducta humana, 
siendo por tanto de carácter plenamente nomotético. En cuanto a la 
evaluación psicológica, como subdisciplina de la psicología, nos 
encontramos con que está basada en la aplicación de principios 
genérales al caso particular. Su objetivo básico es comprobar el 
cumplimiento o no de tales principios en el paciente que acude a la 
consulta con un problema concreto. Es así, que la evaluaciónpsicológica 
clínica es idiográfica en su aplicación y nomotética en sus bases. 
 
Pero en el ámbito clínico conductual es especialmente conveniente 
aunque a raíz de estas afirmaciones pudiera pensarse que se trata de 
una dicotomía resuelta, en la que las ciencias básicas deben ser 
nomotéticas y las ciencias aplicadas deben serlo idiográficas, hay que 
apreciar, siguiendo a Musso (1970), que se trata de una falacia más, en 
lo que podría denominarse bipartidismo científico: 
 
…no existen ciencias que se ocupen de descubrir leyes 
generales dejando de lado el estudio de los casos 
individuales, ni viceversa. (..) En consecuencia, las 
ciencias son idiográficas y nomotéticas; no son idiográficas 
o nomotéticas, como creían Windelband y Rickert (Musso, 
1970, págs. 276-277). 
 
No pueden, por tanto, hacerse descripciones particulares (científicas) 
acerca de un caso, sin una referencia a sus conceptos básicos. En 
realidad, siguiendo las palabras de Eysenck, no puede analizarse un 
caso particular sin concebir la individualidad como perfil o cruce típico 
de dimensiones universales. De tal manera que, de lo que debiera tratar 
la evaluación psicológica clínica, es de la búsqueda de principios 
generales o nomotéticos que puedan utilizarse de forma idiográfica o 
individualizada, dado que las reglas nomotéticas no están exentas de un 
cierto grado de excepción, admitiendo un amplio margen de variabilidad 
idiográfica (Nelson y Hayes, 1981). 
 
La aproximación idiográfica de la evaluación ha sido empleada por los 
modelos clínico-dinámicos, con sus derivaciones psicoanalíticas, así 
como por el modelo fenomenológico-humanístico del psicodiagnóstico, 
siendo que la evaluación conductual también ha seguido 
mayoritariamente este enfoque matizar lo que debe_ entenderse por 
enfoque idiográfico. En primer lugar, siguiendo a Silva (1989) no debe 
confundirse un análisis idiográfico con un análisis idiosincrático (Goldfried, 
1983; Mash, 1985), planteamiento que ha sido empleado por modelos 
fenomenológicos y humanistas, y del que, a duras penas, pueden 
 
 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 12 
 
 
 UNIDAD II. MODELOS DE EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA 
 
 
extraerse ventajas, llegando incluso a dificultar el progreso de la 
evaluación como disciplina. 
 
En segundo lugar, el enfoque idiográfico consiste en que la evaluación 
sea programada para cada caso, puesto que las particularidades de cada 
uno de ellos harán necesaria la utilización de dispositivos específicos de 
medición y/o evaluación (Fernández-Ballesteros, 1981). Así, las 
variables relevantes para la evaluación serán los problemas de cada 
individuo, y no variables impuestas externamente (Shapiro, 1985); es 
decir, un diseño de evaluación individualizada, en un proceso que tome 
en 'consideración sus situaciones problemáticas y sus respuestas 
particulares. Es en este sentido, que no se admiten baterías 
preestablecidas en evaluación conductual (Nelson, 1983). De esta 
manera, siguiendo a Silva (1989), las tres particularidades definitorias del 
enfoque idiográfico en evaluación conductual son: 
 
a) el proceso de evaluación y su correspondiente instrumentáción se 
diseñan o eligen para cada caso, siendo una evaluación hecha a 
medida de cada cliente, 
b) las variables que se estudian surgen de la persona misma y de su 
entorno; no le son impuestas desde fuera, tomando en considera-
ción la percepción del propio sujeto evaluado, 
c) se trata de descubrir y explorar el patrón de variables (patrón 
conductual, en este caso) típico y único de cada persona. 
 
Aun cuando estemos de acuerdo con este planteamiento de lo 
ideográfico, no puede mantenerse que éste deba ser exclusivo en la 
evaluación conductual, que requiere también de un enfoque nomotético, 
del cual no. puede prescindir. Se trata de que lo ideográfico no excluye a 
lo nomotético, sino que son dos enfoques complementarios que se 
apoyan y enriquecen mutuamente, cobrando una mayor relevancia 
según el momento del proceso de evaluación (Bellack y Hersen, 1988). 
Por lo demás, en evaluación conductual esto es claro, dado que, en 
último extremo, ¿cómo puede entenderse el análisis funcional de la 
conducta, como tarea central del proceso, sino en base a una serie de 
principios y leyes del aprendizaje, que son de alcance general? O bien, 
desde una perspectiva interaccional, como la que hemos expuesto en el 
apartado anterior, ¿cómo no basar un modelo explicativo acerca de la 
conducta de un sujeto en las leyes que rigen los procesos psicológicos 
en la interacción entre sujeto y medio? (Silva, 1989). 
 
En definitiva, y desde una perspectiva general de la evaluación psicoló-
gica —pero perfectamente aplicable a la evaluación clínica— Fernández-
Ballesteros realiza una síntesis de la controversia ideográfico-
nomotético: 
 
a) Los objetivos de la evaluación son fundamentalmente ideográficos, 
en el sentido de que éstos se centran en el estudio científico del 
comportamiento de un sujeto, 
b) Sin embargo, nuestra disciplina se basa en los hallazgos de una 
disciplina nomotética y, por tanto, en los resultados establecidos 
para los distintos hechos psicológicos (Fernández-Ballesteros, 1992, 
pág. 48). 
Evaluación cualitativa vs cuantitativa 
 
Otra controversia largamente mantenida en el ámbito de la evaluación 
clínica es la que se refiere al empleo de un enfoque cualitativo o clínico de 
la predicción, frente a su aproximación desde un planteamiento 
cuantitativo o estadístico. 
 
Desde el enfoque cualitativo, se pretende un análisis global del individuo, 
empleando como método la observación directa o indirecta del 
comportamiento del sujeto individual (bien en su ambiente natural, bien en 
una situación clínica), centrado en el descubrimiento de sus características 
más idiosincráticas, y todo ello orientado a la descripción, comprensión y 
predicción de su conducta, con el fin de emitir un juicio clínico. Las 
características fundamentales de este enfoque son la libre elección de 
las situaciones de examen, la ponderación de los distintos indicadores y 
la comunicación de resultados. 
 
Por su lado, el enfoque cuantitativo exige la medida de las respuestas 
del sujeto ante situaciones estandarizadas, así como su elaboración 
mecánica (Fernández-Ballesteros, 1992). En este caso, las puntuaciones 
obtenidas, aunque puedan ser interpretadas posteriormente, 
 
 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 13 
 
 
 UNIDAD II. MODELOS DE EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA 
 
 
proporcionan una base objetiva y replicable para otros jueces, acerca del 
comportamiento del sujeto. 
 
Aunque se ha venido proponiendo una superioridad del enfoque 
cuantitativo en la predicción de la conducta (Fernández-Ballesteros, 
1980; Sawyer, 1966; Meehl, 1954), sobre un planteamiento cualitativo, 
considerado como ingenuo o, al contrario, excesivamente dependiente 
de la teoría, hay que mencionar que este hecho también atañe al 
enfoque estadístico en el que, por muy objetivos que sean los 
instrumentos, están también apoyados en una teoría psicológica de 
base. 
 
En la actualidad existe una tendencia a abandonar definitivamente esta 
cuestión. Según Fernández-Ballesteros (1992) puede aceptarse la 
compatibilidad entre ambos planteamientos, basada en que: 
 
a) Se trata de una polémica artificial, dado que la mayoría de los 
evaluadores emplean datos cualitativos y cuantitativos en suevaluación, sobre todo en dependencia de la etapa del proceso en 
que se encuentren. Así, es posible que el evento a evaluar sea 
máximamente cualitativo (atribuciones, sentimientos, imágenes) o 
máximamente cuantificable (cualquier conducta motora); o bien 
que se empleen en los primeros momentos de la evaluación 
técnicas altamente cualitativas (diarios o documentos personales), 
mientras que posteriormente se utilicen procedimientos altamente 
cuantitativos (registros mecánicos). Asimismo, también la 
manipulación de los datos puede ser cualitativa (análisis de 
contenidos), o cuantitativa (proceso estadístico de datos). En 
último extremo, á partir de los datos obtenidos, el evaluador puede 
llevar a cabo combinaciones cualitativas con un alto nivel de 
abstracción; o bien mantenerse en una estricta referencia a los 
datos cuantitativos. Las posibles combinaciones de estas cuatro 
fuentes de variación —evento a evaluar, procedimiento de 
recogida de información, su elaboración y nivel de inferencia—, con 
sus diversos grados, dará lugar a innumerables alternativas, que 
contribuyen a diluir la polémica acerca de la defensa de uno u otro 
extremo; 
b) El acercamiento extremo a lo cualitativo (subjetivismo) tiene en la 
actualidad un mínimo seguimiento, incluso por parte de aquellos 
psicólogos partidarios del análisis clínico. En la actualidad ese 
enfoque es mantenido únicamente por los modelos humanistas y 
fenomenológicos que, por otra parte, no se atienen a los principios 
de la ciencia positiva, rechazando además cualquier evaluación 
normalizada; 
c) Las dificultades en la utilización de tablas actuariales, dado que 
los requerimientos para una predicción estadística pasan por 
disponer de conductas claramente descritas procedentes de los 
mismos instrumentos, establecidas mediante estudios de 
validación y extraídas de poblaciones correspondientes al caso de 
interés. Desafortunadamente, las tablas estadísticas no suelen 
aportar tales garantías (Silva, 1982); 
d) Los avances en la metodología relativa al estudio de caso único 
permiten un mayor rigor y control experimental junto con la 
utilización de datos cualitativos. Asimismo, los avances en el 
diseño de sistemas expertos para el diagnóstico psicológico 
también demuestran la posibilidad de introducir datos cualitativos 
en heurísticos computacionales. 
Evaluación tradicional vs conductual 
 
Desde los trabajos de Goldfried y D'Zurilla (1969) y de Goldfried y Kent 
(1972), hasta la actualidad, los procesos evolutivos sufridos tanto por los 
planteamientos de la evaluación conductual, como por la denominada 
evaluación tradicional, han sido tan variados y determinantes, que las 
clásicas comparaciones entre ambas pueden empezar a parecer 
artificiosas y carentes de contenido. Es un hecho que esa evolución ha 
dado lugar a una progresiva convergencia —más que distanciamiento— 
entre ambos enfoques de la evaluación. Así, como señala Barrios (1988), 
los cambios habidos en el campo de la evaluación conductual, afectando a 
su propia naturaleza y a sus metas, hacen que las comparaciones que se 
han venido realizando desde su aparición tengan cada vez un valor más 
relativo, y que sus límites vayan difuminándose hasta tal punto que para 
algunos autores tales diferencias ya no existan prácticamente en la 
realidad actual de la evaluación clínica. 
 
Sin embargo, esto parece ser más bien una tendencia, a nuestro parecer 
muy positiva, si es que sirve al desarrollo y consolidación de un futuro 
 
 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 14 
 
 
 UNIDAD II. MODELOS DE EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA 
 
 
modelo unitario y sistemático de evaluación clínica. Lamentablemente, hoy 
por hoy, parece que no podemos felicitarnos por la consecución de tal 
objetivo. Por tanto, plantearemos aquí la obligada comparación entre el 
enfoque tradicional y el enfoque conductual de la evaluación, aunque 
intentaremos una exposición orientada a mostrar sus posibles 
acercamientos tanto como sus diferencias polares. 
 
La comparación realizada por, Fernández-Ballesteros (1981) es una de 
las más desarrolladas e integradoras. Resumiremos aquí sucintamente 
su análisis, que implica el establecimiento de criterios comparativos 
conceptuales, metodológicos y prácticos de ambos enfoques. 
 
Desde el punto de vista conceptual se estudian cuatro aspectos, 
referidos a los determinantes de la conducta, las unidades de análisis, 
la dicotomía consistencia vs especificidad y la interpretación de las 
respuestas. 
 
En cuanto a los determinantes de la conducta, la diferencia fundamental 
entre ambos enfoques evaluativos se basa en una determinación 
organísmica o personal, implicando rasgos o atributos internos del 
sujeto, por parte del enfoque tradicional; mientras que el modelo 
conductual plantea que la conducta puede explicarse en función de las 
variables ambientales de la situación en su interacción con el organismo. 
 
En el enfoque tradicional, la conducta posee una determinación 
intrapsíquica, independientemente de que ésta sea de carácter 
estrictamente biológico, como en el modelo médico, o en el 
psicodinámico, donde se alude a características psíquicas inferidas 
(motivos, necesidades, impulsos). En todo caso, se trata del estudio de 
variables de personalidad como determinantes de la actuación del sujeto 
(Goldfried y Kent, 1972). En palabras de Fernández-Ballesteros, dando 
una distinta relevancia y peso a la génesis ambiental y/o biológica de 
los distintos atributos (psicométricos, psicodinámicos, psiquiátricos) 
utilizados en evaluación tradicional, lo que está claro es que en base a 
ellos se realiza la descripción, clasificación y aún explicación del 
comportamiento del sujeto en examen (Fernández-Ballesteros, 1987, 
pág. 68). 
 
Por contra, la evaluación conductual, en su enfoque más radical y pri-
mitivo, se centra en una determinación de la conducta en función de las 
variables ambientales de la situación (C f A). La evolución del conductismo 
y la evidencia empírica acumulada ha dado lugar a la consideración del 
organismo en interacción con las variables ambientales, con una 
formulación C f (O x A), o según Bandura (1978), a un modelo de 
determinismo recíproco, formulado como 
 
 
 
 
 
 
 
donde la conducta (C), el organismo (0) y el ambiente (A) coexisten (y 
se codeterminan) en interdependencia mutua. 
 
Por otro lado, el foco temporal de la evaluación también es un aspecto 
diferencial a considerar. Así, en el enfoque tradicional, la evaluación se 
centra en el ambiente lejano, en la historia pasada del individuo, sobre 
todo en lo referente a los primeros años de la vida, dado que los 
determinantes actuales que explican la conducta (rasgos, conflictos, 
necesidades, defensas) se han configurado a lo largo de la existencia 
del sujeto. En la evaluación conductual lo importante será el estudio de 
las interacciones ambiente-organismo en la actualidad, relativizando la 
historia pasada del individuo que, si bien se considera como período de 
formación de hábitos y repertorios de conducta, al no poder ser 
estudiada con objetividad y, sobre todo, al no poder ser modificada, pasa 
a un segundo plano en el proceso de evaluación. 
 
Por último, aunque ambos enfoques toman en consideración al or-
ganismo, lo hacen de diferente forma. Para la evaluación tradicional, el 
organismo es considerado como una estructura interna establemente 
organizada que cuenta con una serie de atributos, construcciones o 
propiedades que tienen una realidad interna en el sujeto, siendo 
inobservables, y manifestándose en todos los sujetos, aunque con 
diferencias de grado. En el caso de la evaluación conductual, el 
organismo hace referencia a la influenciade los factores biológicos en la 
 
 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 15 
 
 
 UNIDAD II. MODELOS DE EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA 
 
 
conducta, así como a la forma en que determinados repertorios de 
conductas, producto de su historia de aprendizaje y refuerzo, se han 
plasmado en el organismo. 
 
En lo que se refiere a las unidades de análisis, en el modelo tradicional 
se trata de variables del organismo, que son inobservables, siendo 
inferidas a partir de ciertas manifestaciones directas o indirectas de los 
sujetos. Esas unidades son consideradas como tendencias o 
disposiciones teóricas, en base a las cuales actúa el sujeto, y suponen la 
estabilidad y consistencia de la conducta transtemporal y 
transituacionalmente. En la evaluación conductual, las unidades de 
análisis son: las conductas de los sujetos (motoras, fisiológicas y 
cognitivas); las variables ambientales ante las que aparecen dichas 
conductas (situaciones precedentes o consecuentes a la conducta); y las 
variables organísmicas y/o personales (funcionalidad biológica y 
repertorios de habilidades o capacidades de respuesta). En todo caso, 
de la conducta no se infieren atributos internos y, cuando se hace, las 
inferencias tienen un nivel de inducción mínimo. 
 
La controversia consistencia vs especificidad hace referencia a la 
estabilidad de la conducta evaluada, como ya se ha especificado 
anteriormente. En la evaluación tradicional se parte de la premisa básica 
de que la conducta es consistente y estable, causada por las 
dimensiones internas de la personalidad. La teoría clásica de tests 
entiende que no hay lugar a la inconsistencia de la conducta como 
varianza verdadera. Así, si existe inconsistencia en medidas test-retest, 
éstas deberán achacarse al error de medida del instrumento, sin que 
puedan imputarse a la consistencia y estabilidad del atributo evaluado. La 
evaluación conductual considera que la conducta deja de ser estable 
desde el momento en que depende de la situación, o bien de la 
interacción persona-situación. Así, en sentido estricto, la conducta será 
consistente y estable si los estímulos los son, y no en dependencia de 
atributos internos de personalidad. 
 
En cuanto a la consideración de las respuestas, en la evaluación 
tradicional se mantiene que éstas no son sino un signo o indicador de la 
existencia de una disposición o atributo subyacente en la persona. La 
evaluación conductual entiende a la respuesta como una muestra de una 
clase de conductas que se producirán en función de las características 
estimulares del ambiente. 
 
Ya desde un punto de vista metodológico, se plantean cuatro cuestiones 
en base a las cuales pueden compararse ambos enfoques: tipo de 
evaluación, tipo de técnicas, clases de elementos y construcción de los 
instrumentos. 
 
El tipo de evaluación del enfoque tradicional se centra en el análisis de 
las dimensiones o características internas subyacentes, que no se 
pueden observar directamente. Así, las respuestas a un determinado 
test no se encuentran directamente relacionadas con el atributo objeto 
de medida, sino que la relación es indirecta, y los contenidos del test son 
sólo un indicador de una variable subyacente en el individuo. Por su 
parte, el enfoque conductual pretende la evaluación directa de las 
respuestas de interés mediante la observación de conductas motoras o 
fisiológicas (en su caso, a través de aparatos), o bien empleando el 
autoinforme del sujeto sobre conductas específicas (cognitivas, motoras 
o fisiológicas), así como el informe de terceros acerca de la conducta 
motora del sujeto. 
 
En cuanto al tipo de técnica, y hablando en sentido estricto, las diferen-
cias no son debidas tanto al tipo de técnica en sí, sino más bien a su 
forma de utilización (Fernández-Ballesteros, Vizcarro y Márquez, 1981). 
Así, cualquier tipo de técnica podría ser empleada por los evaluadores 
de ambos enfoques. Sin embargo, en la práctica existen algunas 
características específicas en cuanto a las técnicas empleadas por uno u 
otro enfoque de la evaluación. La evaluación tradicional utiliza más 
frecuentemente los tests psicométricos de autoinforme y las técnicas 
proyectivas; mientras que la evaluación conductual emplea 
fundamentalmente la observación (donde debe incluirse la 
autoobservación y el autoregistro) y las técnicas de registro 
psicofisiológico. Los autoinformes, las entrevistas, las escalas de califica-
ción y las observaciones se emplean desde ambos enfoques, 
presentando diferencias no en cuanto a la técnica en sí, sino en lo 
referente al cómo son utilizados y a cuál es su contenido. 
 
Por lo que se refiere a las clases de elementos, y como acabamos de 
expresar, existen diferencias en cuanto a la construcción de los 
 
 
MÓDULO 0515- EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE LA EVALUACIÓN PSICOLÓGICA 16 
 
 
 UNIDAD II. MODELOS DE EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA 
 
 
instrumentos y los elementos que los conforman. Así, la evaluación 
tradicional construye sus instrumentos de autoinforme seleccionando 
una serie de elementos mediante estrategias empíricas, racionales o 
factoriales, en base a su relación con el constructo objeto de medición. 
Dado que se supone un constructo estable a través del tiempo y las 
situaciones, los elementos que constituyen la prueba no hacen referencia 
alguna a la especificidad situacional o de respuesta, y los intrumentos así 
construidos no proporcionan sino alternativas cerradas de respuesta, 
que sólo pueden ser muy generales. La evaluación conductual atiende a 
la especificación de situaciones y respuestas en sus instrumentos de 
autoinforme, al menos como intención declarada, ya que no siempre 
ocurre así; mientras que en los autorregistros se aclaran 
minuciosamente las conductas a observar, así como sus antecedentes y 
consecuentes; y en la observación directa, los diferentes códigos em-
pleados precisan claramente las conductas específicas y las categorías 
a registrar. 
 
En cuanto a la construcción de los instrumentos, no existe un acuerdo 
establecido acerca de las diferencias relativas a los criterios psicométricos 
de calidad de los instrumentos empleados por uno u otro enfoque. La 
polémica más encendida ha estado centrada en la necesidad o no de 
criterios psicométricos en evaluación conductual. En este sentido, se ha 
planteado que la evaluación conductual no necesitaba para sus 
instrumentos otro tipo de validez que la de contenido, dado que el interés 
se centra aquí en las diferencias intra-sujeto (pre-post tratamiento), por 
lo que se requiere únicamente un muestreo válido de la conducta a 
evaluar. Desde el punto de vista de la evaluación tradicional, donde lo 
que interesa es una evaluación de diferencias individuales (inter-sujetos), 
la validez de contenido tiene menos sentido y ha sido menos empleada, 
utilizándose prioritariamente la validez de criterio y la validez de 
constructo. Sin embargo, cada vez cuenta con mayor aceptación el 
planteamiento de los necesarios criterios psicométricos adaptados a la 
evaluación conductual, de los que éste enfoque renegó en sus inicios, 
pero de los que no parece poder prescindir, sobre todo en lo referente a 
la denostada validez de constructo (Silva, 1989). 
 
Para finalizar, Fernández-Ballesteros expone una serie de 
comparaciones prácticas referidas a la evaluación preestablecida vs 
idiográfica, a la evaluación global vs atomizada, a la relación con el 
tratamientoy a los costes de la evaluación. 
 
Por lo que respecta a una evaluación preestablecida vs idiográfica, el 
enfoque tradicional plantea la utilización de una batería de tests, 
programada de antemano, lo que supone un considerable ahorro de 
tiempo y esfuerzo, con las consecuentes ventajas económicas. La 
evaluación conductual emplea un enfoque idiográfico, es decir, la 
evaluación se programa para cada caso, seleccionando las técnicas e 
instrumentos más adecuados en función de las conductas problema y de 
las particularidades del mismo. 
 
La controversia evaluación global vs atomizada, se resuelve teóricamen-
te en la asignación al enfoque tradicional, en general, de una evaluación 
global del sujeto, en la que se explora la estructura de la personalidad en 
base a constructos (extraversión, neuroticismo...), presentes en algún 
grado en todos las personas, mediante la utilización de una batería de 
tests preestablecida y general para todos ellos. El objetivo final es la 
descripción, clasificación, diagnóstico y (en su caso) explicación de la 
conducta en base a tales constructos. En el caso de la evaluación 
conductual, se trata de una evaluación atomizada y dirigida al problema, 
en la que el objetivo fundamental es seleccionar las conductas-problema 
(así como otras relacionadas) y determinar cuáles son las variables 
ambientales e internas que las mantienen. Lo que interesa aquí es la 
evaluación de las conductas-problema, desadaptativas, así como las 
conductas adaptativas del sujeto (habilidades y competencias) a emplear 
como ayuda en el tratamiento. 
 
La evaluación en su relación con el tratamiento es otro de los criterios 
diferenciales de ambos enfoques. La evaluación tradicional mantiene 
una relación infrecuente con el tratamiento que es, además, indirecta y 
puntual. Indirecta, porque es sólo después de una descripción y 
clasificación, que la posible explicación de la conducta podría orientar 
acerca de qué aspectos de la personalidad deberían cambiarse, sin que 
ello quiera decir que se especifiquen las variables precisas a manipular. 
Puntual, porque la evaluación se lleva a cabo en momentos precisos, 
antes y después del tratamiento, y no de forma continuada a lo largo de 
todo el proceso. Por contra, en la evaluación conductual la relación con el 
 
 
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 UNIDAD II. MODELOS DE EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA 
 
 
 
 
 
tratamiento es directa y continua, en una dialéctica permanente y 
autocorrectora en la que la evaluación puede modificar los objetivos, 
indicar nuevas variables a manipular, o incluso desaconsejar una 
determinada técnica de tratamiento. Así, es una evaluación directa 
porque selecciona tanto conductas problema como variables a ma-
nipular, y es continua porque la evaluación se lleva a cabo durante todo 
el proceso de evaluación-tratamiento-seguimiento. 
 
Por lo referente a los costes de la evaluación, el enfoque tradicional 
parece tener, por comparación con el conductual, un menor coste 
económico, de tiempo y personal, dado que, generalmente, se empleará 
una batería preestablecida, aplicada por un sólo psicólogo en la consulta 
profesional. La evaluación conductual supone un coste 
considerablemente más alto, siempre y cuando se realice de forma ideal, 
lo que no siempre ocurre. Así, su enfoque idiográfico, que obliga a una 
planificación específica de la evaluación a la medida del sujeto, incluye 
una observación en situación natural que puede implicar a varios 
observadores, la utilización de aparatos de registro psicofisiológico a 
veces muy costosos, o el esfuerzo personal del pacientey de los 
allegados en la observación y registro de conductas. Todo ello, hace que 
la evaluación conductual sea de un costo más elevado que la evaluación 
de corte tradicional. 
 
Otras comparaciones más recientes de la evaluación tradicional con res-
pecto a la evaluación conductual son las expuestas por Ciminero (1986) 
y Barrios (1988). En una visión de conjunto de tales análisis 
comparativos se toman como criterios distintivos a las metas, de cada 
sistema de evaluación, a sus asunciones básicas (causas de la actuación 
y significado de la misma), y a las aplicaciones (construcción de 
instrumentos, amplitud de la evaluación, programa de evaluación, método 
de evaluación y relación con el tratamiento). 
 
No nos detendremos aquí en la exposición de tales criterios, tanto por su 
extensión, como porque su concepto global es similar al del análisis 
comparativo de Fernández-Ballesteros que acabamos de detallar. Lo 
que sí queremos constatar es que las diferencias entre ambos enfoques 
no son consideradas hoy en día tan drásticamente como lo fueron en el 
pasado. La evolución de ambos planteamientos ha llevado más a una 
confluencia que a una separación, si bien pueden persistir en la actualidad 
algunas diferencias dado que bajo el rótulo de evaluación tradicional 
coexisten varios enfoques (algunos más radicales que otros), ocurriendo 
lo mismo cuando se trata de evaluación conductual (diferentes modelos 
y aproximaciones a la evaluación). 
 
En este sentido, recientemente, Westmeyer (1992) en su artículo titulado 
Behavioral Assessment: A critica/ Appraisal realiza una basada crítica a 
los planteamientos diferenciales de Barrios y Hartmann (1986) acerca 
de la evaluación tradicional vs conductual; así como a las dos grandes 
perspectivas conceptuales (que él prefiere llamar teóricas) propuestas por 
Cone. y Hoier (1986) relativas a la perspectiva cognitiva vs la 
perspectiva conductual radical en la evaluación infantil actual. 
 
En definitiva, como comentaremos al final de este capítulo, considerados 
de forma general, y tanto por razones puramente teóricas como de 
práctica profesional, ambos enfoques (tradicional y conductual) parecen 
condenados a entenderse, en una progresiva confluencia hacia un 
modelo unitario y sistemático de la evaluación clínica. 
CCOONNCCEEPPTTOO YY DDEEFFIINNIICCIIÓÓNN DDEE LLAA EEVVAALLUUAACCIIÓÓNN CCLLÍÍNNIICCAA 
 
No existe un acuerdo plenamente establecido acerca de las 
características definitorias básicas de la evaluación clínica. Las 
diversas definiciones propuestas se centran en expresar una serie de 
contenidos, objetivos y métodos estrechamente ligados a un 
determinado planteamiento teórico de referencia. En general, se habla 
de evaluación clínica como la aplicación de los modelos teóricos y las 
técnicas de la evaluación psicológica al ámbito de la Psicología Clínica. 
Así, Ávila (1992) considera a l a evaluación clínica como: los 
conceptos, modelos, técnicas y actividades que se han derivado de lá 
Evaluación Psicológica para atender a las necesidades, problemas, 
tareas y objetivos evaluativos específicos de los distintos ámbitos de 
aplicación de la Psicología Clínica (pág. 81). Se plantea, por tanto, un 
problema fundamental, como es la existencia de una amplia diversidad 
de evaluaciones clínicas, según la orientación teórica de cada autor o 
de cada evaluador. Si a esto unimos los denominados planteamientos 
clínicos eclécticos, que integran diversos aspectos de cada modelo, 
nos encontramos con una evaluación clínica desdibujada, y 
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 UNIDAD II. MODELOS DE EVALUACIÓN EN PSICOLOGÍA CLÍNICA 
 
 
 
 
 
ciertamente en algún grado caótica, en la que puede hacerse 
extremadamente difícil la comunicación interprofesional

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