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1 DISEÑO URBANO 2 - Año: 2011 FA. UCC. Las dos formas de compartir la calle por François Ascher. ¡Ganar la calle! Compartir sin dividir. Editorial SCA. Bs. As. 2010 ¿Qué es una calle? Es una vía en el interior de una aglomeración que sirve, específica o simultáneamente, para atravesar una zona de esta aglomeración, para acceder a lugares situados a lo largo o inmediatamente próximos a esta vía, y para producir espacio colectivo utilizable en diversos tipos de actividad. Una calle asegura, por lo menos, una de las siguientes funciones: tránsito, acceso (distribución) y recepción. Ciertas calles son monofuncionales, como los pasajes de un barrio residencial, las calles rápidas urbanas, los pasajes comerciales. Otras son multifuncionales, como aquellas de la ciudad premoderna, que recibían toda suerte de actividades; la gran calle del burgo, con sus comercios y sus mercaderes; el bulevar urbano, con sus terrazas, sus lugares de recreación y ocio, sus veredas anchas donde se mezclan transeúntes, residentes y comerciantes, o inclusive el parkway, que es una suerte de autopista rodeada de paseos arbolados. La coexistencia de esas funciones casi siempre ha traído problemas, que han dado lugar a soluciones técnicas, organizativas y sociales de toda índole. Los romanos ya habían inventado las veredas, que permitían separar el tránsito de carros, de los peatones. Y de comerciantes y artesanos instalados en la calle que, por cierto, habían instaurado reglamentos de circulación diferencial según las diversas horas del día. En las calles (boueuses) de la Edad Media era el estatuto social o la relación de fuerzas lo que definía quién podía utilizar la parte alta del pavimento y, de esa manera, mantener los pies secos cuando dos personas se cruzaban. La cuestión de la coexistencia de funciones y de usuarios de la calle se planteó siempre, y se plantea hoy más que nunca. LA CALLE DE TODOS LOS FLUJOS La coexistencia de ciudades y el progresivo desarrollo de la división del trabajo engendraron siempre una mayor movilidad de personas, bienes e información, y provocaron un aumento incesante de las necesidades de transporte. Había que transportar más, lo que implicaba mayor lugar para los vehículos, mayor velocidad, o ambas cosas a la vez. Las calles tuvieron, en consecuencia, una tendencia a agrandarse, en especial desde el siglo XVIII. Las veredas se desarrollaron profusamente a partir de principios del siglo XIX, lo que permitió que los peatones pudieran detenerse frente a las vidrieras, una innovación permanente de un comercio que se separaba de los artesanos. Los transportes colectivos urbanos, nacidos también en el siglo XVIII, se dotaron de rieles y, en el siglo XIX, de potentes motores eléctricos. En el mismo momento, se inventaba el ascensor, verdadero transporte vertical, y no tardaron en llegar, en masa, las bicicletas y los automóviles. El lugar ocupado por el tránsito ha jugado un rol progresivamente más importante y la función de circulación primó más y más sobre las de residencia y el desarrollo de actividades. Las veredas se fueron reduciendo. El cruce de las calles se hizo más complicado y peligroso, y a los conflictos entre funciones se sumaron los conflictos entre peatones, carretas y jinetes. Por otra parte, el desarrollo de transportes urbanos más rápidos y pesados ha complicado más el panorama. La igualdad de los ciudadanos en los 2 DISEÑO URBANO 2 - Año: 2011 FA. UCC. espacios públicos hizo crisis, a pesar del establecimiento del código de circulación. Pero esta regulación ha sido, con frecuencia, más formal que efectiva. De hecho, los accidentes de circulación se multiplicaron, primero con los tranvías, que hicieron irrupción en una cultura urbana que no tenía experiencia de transportes mecánicos; luego con los automóviles, cuya velocidad legal en la ciudad podía ser diez veces superior a la del peatón. Las primeras respuestas a esta evolución consistieron en organizar la coexistencia. Los bulevares del siglo XIX en París o el sistema de calles en Barcelona son testigos. Pero fue necesario concebir nuevos espacios para la movilidad. El metro pasó por debajo, el elevated, por encima. Chicago es uno de los ejemplos más interesantes de la calle en varios niveles. Es en este contexto de cambio de escala de las aglomeraciones y del crecimiento de las movilidades que los urbanistas intentaron concebir la calle moderna. Conforme al espíritu de los tiempos, en particular al taylorismo y al principio de la división del trabajo como medio de aumentar el rendimiento, elaboraron soluciones para especializar diversas funciones en el espacio. Primero, la zonificación; es decir, los planes de urbanismo que afectaban cada sector de la ciudad a un uso particular. Luego, Le Corbusier y la Carta de Atenas consideraron que las calles debían ser dedicadas a la circulación y jerarquizadas según las velocidades. Finalmente, Buchanan puso a punto sistemas nuevos de separación y de articulación entre las diferentes calles especializadas. La concepción de las calles, pero también la concepción de las ciudades ‐dado que la calle hace a la ciudad‐ han estado así cada vez más marcadas por las lógicas de organización de los transportes y, más específicamente, por la maximización de los tráficos. Las ciudades se estructuraron así en función de la física de los fluidos: primero, a partir de grandes ejes que aseguraban los volúmenes más importantes; luego, con ramales secundarios y terciarios para distribuir personas y bienes hacia sus destinos finales. Se trata del mismo modelo que fue usado para las redes sanitarias, para la distribución del gas, del agua, de la electricidad. De hecho, las redes se recubrieron unas a otras, imponiendo un modelo urbano de flujos y redes. Al mismo tiempo, el comercio comenzó a emigrar hacia nuevos lugares, más monofuncionales: primero, los grandes comercios y los pasajes; luego, las galerías y los centros comerciales, con sus calles internas. Finalmente, las calles peatonales del centro urbano destinadas al comercio y al ocio. Los lugares de habitación también se hicieron monofuncionales. Las calles de los barrios residenciales se reservaron cada vez más a la única función de servir los edificios y residencias. Esta dinámica de especialización funcional no se limitó a losbarrios nuevos, sino que operó también sobre las calles existentes, con bastante brutalidad en algunos países, que llegaron a construir autopistas urbanas en el corazón de barrios antiguos. El rápido desarrollo del automóvil individual trajo una ganancia tal de rendimiento en la velocidad, la flexibilidad y la autonomía de los transportes, que se impuso muy rápidamente e hizo que pareciera normal organizar la ciudad a partir de esa circunstancia. LA CRISIS DE LA DOMINACIÓN DEL MODELO FUNCIONAL DE CALLES Pero esta primacía de las funciones de transporte en general, y del automóvil en particular, se encontró progresivamente con nuevos límites. 3 DISEÑO URBANO 2 - Año: 2011 FA. UCC. En primer lugar, los urbanistas y los ingenieros de transporte tuvieron cada vez más dificultades para generar todas las calles que necesitaban los automóviles en las zonas centrales y densas de las ciudades. Aunque en algunos países construyeron autopistas unas sobre otras o excavaron para habilitar estacionamientos subterráneos, debieronenfrentar no sólo obstáculos económicos, sino también sociales: las reacciones de los ciudadanos ante las molestias del tráfico o la destrucción de los patrimonios urbanos. Asimismo, tuvieron cada vez más dificultades para resolver los problemas creados por la multiplicación de los modos de transporte, la diferenciación de velocidades, del discapacitado en silla de ruedas, pasando por el peatón, el patinador, la bicicleta, el ciclomotor eléctrico, el scooter y la moto, el bus, el bus rápido, el tranvía. El modelo de distribución del espacio entró entonces en crisis en ciertas zonas de la aglomeración. En segundo lugar, los comerciantes descubrieron que para aumentar el rendimiento de sus calles peatonales y sus centros comerciales hace falta llevar más público y que, entonces, es necesario rearticular la actividad comercial al tránsito y a los pasantes. Además, gran parte de los clientes son transeúntes que no necesariamente desean visitar un negocio determinado para hacer una compra determinada. Numerosos comercios necesitan así entrar en contacto con flujos de circulación, tentar a los paseantes y, eventualmente, hacer que puedan detenerse. La compra impulsiva es cada vez más importante en un consumo marcado por el crecimiento de productos de ocio y una gama creciente de productos de necesidad. En tercer lugar se agrega el retorno de un imaginario urbano en el cual la urbanidad ‐es decir, la adecuación de un lugar y de sus usos‐ tiende a la mezcla, a la variedad, a lo inesperado, al espectáculo de un espacio compuesto. Hoy, los consumidores no se conforman con abastecerse. Quieren también hacer shopping; es decir, pasear, soñar, ver el espectáculo de la calle, tener la sensación no de estar en la calle, sino de ser la calle. Este imaginario tiene raíces profundas en la historia de la ciudad, que es por excelencia el lugar de encuentro con el “otro”: con gente, con ideas, con objetos, con situaciones que no ofrece el reagrupamiento de los “mismos”. La ciudad brinda dos recursos principales: el gran número, que da la potencia y hace posible toda suerte de economías de escala, y la diferencia, que favorece el descubrimiento de aquello que no buscamos. El modelo de especialización funcional, tanto en la industria como en el urbanismo, ha aprovechado principalmente los recursos de la cantidad. Pero hoy, en una sociedad cada vez más compleja en la cual la innovación y la creatividad juegan un rol mayor, los nuevos modelos de performance pasan cada vez más por la posibilidad que ofrecen los encuentros no programados, imprevistos, las transferencias aleatorias de ideas y tecnologías. En este contexto, crecen las virtudes de las calles multifuncionales, dado que son lugares de roce, cuando no de confrontación con el otro. Sin embargo, la especialización funcional no ha perdido todo su interés. Continúa, en muchos casos, produciendo economías de escala, y aporta soluciones de alto rendimiento. Ni la calle exclusivamente peatonal ni la autopista están llamadas a desaparecer. Pero están reservadas a situaciones precisas y tienden a combinarse hoy con otras formas de calles. Incluso hacen posible la existencia paralela de calles multifuncionales y multimodales. Así, el soterramiento de grandes infraestructuras de autopistas urbanas como, por ejemplo, en Boston y Saint‐Denis, permitió crear en la 4 DISEÑO URBANO 2 - Año: 2011 FA. UCC. superficie espacios que reconcilian el tránsito, la distribución y actividades varias. LAS CALLES ENTRE SOLUCIONES LOCALES Y APROXIMACIONES SISTÉMICAS Los urbanistas modernos concebían a las calles como elementos jerarquizados y especializados de un vasto sistema urbano, que debía ‐y podía‐ ser gestionado por autoridades públicas con poder. Las técnicas del transporte y del ordenamiento territorial estaban al servicio de una jurisdicción urbana con capacidad de realizar los arbitrajes indispensables, de conciliar los sacrificios y compromisos entre las lógicas de diferente función, las exigencias de distintos modos de transporte, los intereses de los diversos actores, las necesidades de diferentes zonas. Hoy, la extensión espacial de las ciudades, que las hace desbordar los antiguos cuadros institucionales y las transforma en aglomeraciones de comunidades, sumada al desarrollo de la democracia local en la mayor parte de los países, hace más compleja una planificación urbana del conjunto, dado que somete al urbanismo a poderes legítimos más numerosos y debilita la conciencia de los intereses colectivos a una mayor escala. Así, los habitantes de ciertos barrios tienen una tendenciacreciente a protegerse de todas las circulaciones que los atraviesan y que pueden crear molestias o inseguridad. Se sienten amenazados por quienes recorren sus barrios e invadidos por aquellos que “arrebatan” “sus” playas de estacionamiento. De una manera general, la demanda de tranquilidad y de seguridad pesa cada vez más en la concepción y en el reacomodamiento de las calles, dado que los habitantes de un barrio son también los electores, mientras que aquellos que los atraviesan o que trabajan en su seno no lo son. En ese contexto, la calle es objeto de debate. Incluso, deviene objeto de conflictos bastante complejos entre sus diferentes usuarios, lo que requiere la visión de conjunto de los urbanistas. Dos grandes opciones “sistémicas” parecen abrirse hoy. La primera actualiza la lógica de especialización, que podríamos llamar “moderna” o “hiper moderna”. La segunda trata de cuestionar radicalmente esta lógica de especialización e intenta, más bien, actualizar las soluciones premodernas o de la primera modernidad. Por lo tanto, podemos calificarla de postmoderna. La opción hiper moderna es la solución puesta en marcha en una ciudad como Tokio. Allí podemos distinguir tres tipos de especialización de las calles. En primer lugar, están las calles de proximidad, dominadas por la función de distribución residencial. Allí se circula a poca velocidad, la totalidad de los modos de transporte comparten el mismo espacio y las veredas no existen o bien están pintadas en el suelo. Un segundo tipo está definido por calles que funcionan como ejes metropolitanos. Permiten a la aglomeración moverse a gran escala, las velocidades son bastante elevadas y los caudales importantes. La función dominante es la de atravesar. Los peatones y las bicicletas están acantonados en veredas angostas, que comparten más o menos en armonía. Los peatones deben utilizar pasarelas para atravesar, o bien esperar pacientemente los semáforos. En tercer lugar, están las calles de los comerciantes. Tienen características variables, aunque están dominadas por las funciones comerciales, en particular la distribución, y deben permitir el estacionamiento a proximidad. Algunas de estas calles se 5 DISEÑO URBANO 2 - Año: 2011 FA. UCC. verticalizan; es decir, son transferidas a torres de base ancha, suerte de megaestructuras urbanas, con cuasi calles verticales y ramificaciones directas en el metro. La otra opinión, postmoderna, asume en Europa la forma de retorno a la ciudad compacta y multifuncional, con calles tan monofuncionales y multimodales como sea posible. París es un buen ejemplo, con una política que procura hacer coexistir en todas partes todos los modos de transporte, y que concibe los carriles exclusivos comunes a los ómnibus y a las bicicletas, sendas de bicicletas en las grandes avenidas, tranvías en las calzadas de los automóviles, espacios de distribución en los grandes ejes, etcétera. En EstadosUnidos, la opción postmoderna asume formas diferentes en las periferias de las grandes aglomeraciones, llevadas por las teorías del llamado “Nuevo Urbanismo” y por algunos casos célebres como la ciudad de Seaside, en donde fue filmada la película “The Truman Show”. Este “Nuevo Urbanismo”, que intenta renovar la forma y el aspecto del burgo medieval con su gran calle, propone un tipo de ciudad más multifuncional en donde son posibles muchos de los desplazamientos a pie. Sin embargo, ni el caso parisino ni el “Nuevo Urbanismo” son totalmente antagónicos al modelo hiper moderno, cuando analizamos lo que pasa, no ya en la escala de la ciudad central o algunos de sus suburbios, sino en la escala de la aglomeración en su conjunto. Tanto el modelo parisino como el de la aglomeración norteamericana con su nuevo look son posibles, debido a que funcionan hacia el interior de una vasta metrópoli repleta de autopistas urbanas y con trenes regionales frecuentes. Sin estas redes metropolitanas, la escala de proximidad sería incapaz de ofrecer el mercado de trabajo y la base de actividades y de equipamientos que necesitan aquellos que habitan estos subsistemas urbanos Existe toda una gama de soluciones entre esos dos modelos extremos. De hecho, las ciudades son hoy cada vez más heterogéneas, a la imagen de sus poblaciones y modos de vida, complejas y cambiantes, y en una misma metrópoli encontramos “hibridaciones” variadas de estas diversas concepciones. En Boston, se guarda la autopista urbana. Se la entierra para generar en la superficie un espacio dedicado a las velocidades moderadas. En Barcelona, la calle cambia de vocación según las horas del día o de la noche. En Berlín, se sube al tranvía con labicicleta. En Los Angeles, se transforma la tercera calle en peatonaly con terrazas. El análisis de soluciones elegidas en cada lugar para enfrentar los desafíos contemporáneos de la calle exige que no nos contentemos con mirar en el microscopio los detalles del ordenamiento de la calle, sino que tomemos también perspectiva para comprender en qué sistema de movilidades metropolitanas se inscriben estas soluciones. Esto no significa que los detalles no tengan importancia. Por el contrario, son la condición para el buen funcionamiento del sistema. EL URBANISMO, EL ORDENAMIENTO Y LAS TÉCNICAS DE TRANSPORTE Y DE CIRCULACIÓN AL SERVICIO DE LA DISTRIBUCIÓN DE LA CALLE La cuestión de la distribución de la calle, con su doble objetivo de unificar, pero también de separar, se plantea entonces con una agudeza creciente y bajo nuevas formas, por lo menos en parte, dado que cada situación, cada lugar y cada momento deben ser 6 DISEÑO URBANO 2 - Año: 2011 FA. UCC. objeto de soluciones específicas, inscriptas en soluciones a gran escala. Aquí, en un determinado momento podemos hacer coexistir determinadas funciones con determinados medios de transporte. Allá, en otros momentos hace falta, por el contrario, separarlos, mientras que más allá hace falta definir otras líneas de demarcación, otras especies de mezcla, otras formas de yuxtaposición, de reunión, de fusión. En ese contexto, los expertos del urbanismo y de los transportes ven que su rol se modifica: no se habla más de econtrar “la” solución, sino de poner sus competencias al servicio de negociaciones entre los diversos actores, para ayudar a la construcción de compromisos aceptables por el mayor número posible, articulando intereses locales y el funcionamiento del conjunto del sistema urbano. La concepción y la gestión de calles, al devenir una cuestión de sociedades con múltiples facetas culturales, sociales, económicas, ambientales y políticas, dan así nuevas responsabilidades a los técnicos que las diseñan, las equipan y las gestionan, dado que las soluciones prefabricadas, los modelos ideológicos y los dogmas urbanísticos son cada vez menos acertados. Los progresos de la gobernabilidad urbana y la complejidad creciente de las ciudades en movimiento complican, ciertamente, la tarea de los profesionales del urbanismo y de los transportes pero, asimismo, incrementan lo que se espera de ellos y elevan el nivel de tecnicidad de sus intervenciones.
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