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MOVILIZAR Movilizar puede tener que ver con una acción para lograr un objetivo social, aunque también puede relacionarse con el transporte. Tal como indica Richard Sommer en su artículo “Movilidad, infraestructura y sociedad”, no se trata de aspectos incompatibles, pues la movilidad y la justicia social van de la mano, de ahí que al pensar en ciudades más ecológicas tengamos que pensar en la movilidad. El texto de William J. Mitchell explica las posibles formas futuras de transporte: el CityCar se aparca perpendicular a la acera, no en paralelo, lo que significa que caben más vehículos, pero lo más radical es que estos vehículos se inspiran en principios de movilidad bajo demanda y utilizan electricidad generada localmente. Un sistema así redundaría además en una sociedad más igualitaria al hacer más accesible el automóvil a los grupos con menos recursos. En su teoría general, Andrés Duany reconoce las carencias del urbanismo en sus variantes vieja, nueva y del paisaje como modos de privilegiar la diversidad socioeconómica o la biodiversidad de la naturaleza, y sugiere que para que el urbanismo ecológico pueda abrirnos un camino más equitativo hacia el futuro debe reconocer ambas caras de nuestro actual dilema. Movilidad, infraestructura y sociedad Richard Sommer Movilidad urbana sostenible con vehículos eléctricos ligeros William J. Mitchell Movilidad sostenible en acción Federico Parolotto Sostener la ciudad ante la marginalidad avanzada Loïc Wacquant Teoría general del urbanismo ecológico Andrés Duany La ecología política del urbanismo ecológico Paul Robbins El modelo de sistema energético urbano SynCity Niels Schulz, Nilay Shah, David Fisk, James Keirstead, Nouri Samsatli, Aruna Sivakumar, Celine Weber y Ellin Saunders Las ciudades del oro negro: petropaisajes y futuros sostenibles Michael Watts Los campos petrolíferos del delta del Níger Ed Kashi Sobre rasante Rafael Viñoly IINVESTIGACIÓN DE LA GSD Taller Nairobi Jacques Herzog y Pierre de Meuron 8 MOVILIZAR Movilidad, infraestructura y sociedad Richard Sommer Ya existen, o están apareciendo, tecnologías que nos permiten diseñar y construir edificios con muchos menos recursos natu- rales. Sin embargo, aunar arquitectura y urbanismo desde una perspectiva completamente ecológica implica medir el impacto medioambiental, como las emisiones de carbono y el uso de recursos no renovables dentro de un marco de mayor justicia social, teniendo en cuenta las oportunidades económicas y la naturaleza humana. En aquellas sociedades que aspiren a formas modernas de democracia, el aumento de la movilidad –tanto en términos geo- gráficos como socioeconómicos– se ha convertido en un aspecto tan esencial de la emancipación humana como lo fueron en su momento los criterios de las libertades civiles y la representa- ción igualitaria. Conceptos como el de libertad han asumido sig- nificados que basculan entre los ideales de inspiración ilustrada de la sociedad civil y las ideas más románticas e individualistas del potencial humano ilimitado. Al romper con sus lazos, legados y comunidades para mejorar su posición en la vida, la gente moderna muchas veces se ha trasladado a otra parte de la ciu- dad, a otra ciudad e incluso a otro continente. Las figuras emblemáticas del peregrino, el colono y el beatnik estadounidenses vienen definidas en función de su movilidad. Trátese o no de un mito, esta búsqueda ha sido fundamental para entender Estados Unidos como una tierra de oportunida- des. Este andar a la deriva también tiene que ver con el deseo de poseer propiedades, una mentalidad que ha impulsado, tanto literal como figuradamente, la formación de sociedades moder- nas como la estadounidense. Este fenómeno se ha acelerado gracias a las formas mecáni- cas de locomoción y telecomunicación digital. En este contex- to, ¿cómo hemos de juzgar las ideas que muchos medioambien- talistas, urbanistas y arquitectos nos proponen para lograr formas de urbanidad más ecológicas y sostenibles? Parece que existe bastante consenso entre profesionales, activistas y polí- ticos para crear aglomeraciones urbanas más compactas e integradas, con formas de transporte público más eficientes como la mejor garantía contra el inminente Armagedón medioambiental. Los expertos concuerdan en que tales refor- mas no solo reducirían el impacto medioambiental, sino que además incrementarían el potencial de colaboración y sociabi- lidad humanas. El “tren de la libertad” pasando delante de los monumentos de Washington en 1947 4 ¿Pero estamos todos de acuerdo en que el objetivo sería una ciu- dad más compacta y, por ende, con menor movilidad? Hace medio siglo, en su ensayo “The Urban Place and the Non-Place Urban Realm”,1 Melvin Webber sostenía que las expresiones modernas de la urbanidad dependían menos de los lugares tradi- cionales que de las formas de movilidad que facilitaban las tec- nologías modernas de la comunicación y de transporte físico. Los individuos con mayor éxito dentro de las economías avanza- das eran quienes más podían aprovechar las tecnologías del transporte y la comunicación para crear redes sociales y econó- micas más expansivas. Gracias a Internet, la telefonía móvil, los vuelos de bajo coste y (hasta hace poco) los niveles crecientes de “automovilidad”, la relación entre el ser humano y el lugar ¿aca- so no ha sufrido una transformación constante y, en cierto senti- do, emancipadora? Por decirlo de un modo más sencillo, ¿cómo encajar nuestra actual tendencia hacia un urbanismo más ecológico con nues- tra arraigada propensión a la libertad de movimiento y asocia- ción? Más aún, incluso aunque podamos estar de acuerdo en que el cambio total en la organización y los patrones del desarrollo urbano son unos valiosos objetivos sociales y ecológicos, ¿real- mente pensamos que podemos volver a meter al geniecillo indus- trial que es la ciudad moderna (es decir, un sistema altamente disgregado para proveer de infraestructuras y urbanizar tierras) en una lamparita mágica ecológica? ¿Existen otras maneras de entender lo que comportaría el diseño de una ciudad más móvil, democrática y ecológicamente sensata? Los “jinetes de la libertad” del Congreso para la Igualdad Racial después de verse obligados a evacuar un autobús cuando un grupo de blancos apedrearon el vehículo y rajaron las llantas para después incendiarlo (Anniston, Alabama, 1961) 1 Webber, Melvin, “The Urban Place and the Non-Place Urban Realm”, en Webber, Melvin et al. (eds.), Explorations into Urban Structure, University of Pennsylvania Press, Filadelfia, 1964. 5 MOVILIZAR Movilidad urbana sostenible con vehículos eléctricos ligeros William J. Mitchell El típico automóvil estadounidense pesa veinte veces más que su conductor. Una silla cómoda ocupa apenas 0,9 m2, mientras que un coche aparcado ocupa unos 18 m2 de valioso espacio inmobi- liario. Además, el coche está aparcado un 80 % del tiempo, y no solo ocupa espacio que podría estar utilizándose para otras cosas, sino que también cuesta dinero, consume materiales y tie- ne energía incorporada. Aunque los límites de velocidad urbanos generalmente se fijan entre 30 y 50 km/h, el automóvil alcanza una velocidad máxima superior a los 160 km/h. Los viajes urba- nos se miden en kilómetros o fracciones de kilómetro, pero el automóvil tiene una autonomía de 500 kilómetros. Y, por supues- to, hay que echarle gasolina, un recurso no renovable cada vez más escaso que nos llega a través de cadenas de producción que se están volviendo más problemáticas, y emite gases de efecto invernadero por el tubo de escape. No es mi propósito demonizar aquí a los diseñadores o los fabricantes de coches por legarnos tamaña obra de ingeniería sobredimensionada. Hemos llegado a este punto después deun proceso evolutivo de un siglo, que incluye diversos protagonistas y unas complejas raíces económicas, políticas y sociales. Lo que sí quiero exponer aquí es que ya es hora de que se produzca un cam- bio radical. Deberíamos aprovechar este momento de crisis econó- mica, que viene sintiéndose con especial fuerza en la ciudad auto- movilística de Detroit, para reinventar de raíz la movilidad urbana personal. Podemos y debemos crear sistemas que nos proporcio- nen altos niveles de movilidad, al tiempo que reducimos el consu- mo de energía y apoyamos la transición a gran escala hacia fuen- tes de energía más limpias, renovables y locales. Los vehículos ligeros e inteligentes con baterías eléctricas son una parte obvia y esencial de dichos sistemas; la infraestructura para recargarlos es otra. Un tercer aspecto es la integración de los vehículos eléctricos y su infraestructura de recarga en peque- ñas redes eléctricas inteligentes, para mejorar su eficiencia y para que sean más afines a las fuentes renovables, pero intermi- tentes, de energía. La organización de vehículos eléctricos mediante sistemas altamente eficientes de movilidad bajo demanda es un cuarto factor. Por último, es necesario para el buen funcionamiento de tal estrategia contar con un poderoso sistema informático capaz de percibir y medir el estado del sis- tema en todo momento, procesar grandes cantidades de infor- mación en tiempo real, computar respuestas óptimas a las nece- 6 sidades y las condiciones en evolución, y controlar la opera ti- vidad del conjunto. La integración de estos cinco elementos proporcionaría el fun- damento para crear ciudades sostenibles e inteligentes. Se trata- ría del tipo de ciudades que consiguen altos niveles de eficiencia operativa y, sobre todo, de eficiencia energética y reducción del carbono mediante respuestas optimizadas en tiempo real a las demandas cambiantes creadas por las actividades diarias de los ciudadanos y por las variaciones del clima, entre otros factores exógenos. La bicicleta eléctrica GreenWheel La bicicleta es un vehículo extraordinariamente elegante y efi- ciente, con una huella de carbono mínima, por lo que es lógico que sea el punto de partida para la creación de estos sistemas. (Compárese un carril de bicicletas con una calzada para coches, o a un aparcamiento de bicicletas con otro para coches.) No obs- tante, la bicicleta sufre algunas deficiencias evidentes. No es conveniente usarla con mal clima, y en muchas calles y carrete- ras no tiene un lugar adecuado o seguro para circular. Funciona de maravilla cuando la gente está en forma, pero no es tan acce- sible a los discapacitados físicos, y su manejo puede ser difícil en pendientes y cuando hace calor. Sin embargo, todo esto puede superarse. En primer lugar, la bicicleta es un vehículo económico y hay que utilizarlo cuando el tiempo lo permita. No se espera que sea el único medio de trans- porte personal, sino que forme parte de un ecosistema de vehícu- los energéticamente eficientes y se use donde y cuando tenga sentido hacerlo. El problema con las bicicletas en calles y carreteras existe porque las vías están predominantemente cargadas de vehículos mucho más grandes, rápidos y pesados. Pero esto no es algo GreenWheel: rueda de bicicleta eléctrica y modular 7 MOVILIZAR inmutable. Con la estrategia que aquí propongo, los vehículos serían más pequeños y ligeros, y las calles y carreteras serán más amables para los ciclistas y peatones. Esto no ocurrirá de la noche a la mañana, aunque eventualmente lleguemos a un punto de inflexión. Por último, hoy es posible equipar las bicicletas con sofistica- dos sistemas de asistencia eléctricos, haciendo que sean más útiles y atractivas para mucha más gente. Las bicicletas eléctri- cas no son una idea reciente: en la actualidad se venden anual- mente millones de ellas en China. No obstante, el desarrollo y la convergencia recientes de varias nuevas tecnologías han abierto el campo a algunas poderosas alternativas de diseño. Por ejemplo, la rueda GreenWheel fue desarrollada por el gru- po Smart Cities del MIT Media Laboratory. Se trata de un modelo compacto y modular con sistema de asistencia eléctrico y frena- do regenerativo que, además, contiene baterías de litio. Sus mar- chas se han dispuesto de modo que reducen la masa de giro y no afectan a la dinámica del pedaleo. La rueda GreenWheel es mecánica y eléctricamente autónoma, y puede instalarse en cualquier bicicleta estándar. No requiere el rediseño de la bicicleta, comprar complicados kits de instalación o una bicicleta nueva; basta cambiar la rueda trasera y reempla- zarla con la GreenWheel. Así, la GreenWheel es una forma rápi- da, fácil y económica de actualizar el parque de bicicletas exis- tentes y una oportunidad para mejorar la funcionalidad de los modelos de bicicleta vigentes. El motor eléctrico de la GreenWheel se controla digitalmente, lo que permite una administración precisa de la torsión. Gene- ralmente se hace con un control inalámbrico en el manillar (como el acelerador de una moto), lo que permite al ciclista controlar el motor con una mano sin necesidad de un cable que vaya hasta el buje. Allí donde las normativas locales lo exijan, puede colo- carse el cable y controlar el motor con los pedales. En combinación con el GPS y los sensores, los controladores digitales de la GreenWheel son capaces de gestionar viajes ente- ros. Pueden, por ejemplo, programarse para un nivel constante de esfuerzo físico durante el viaje, bien sea cuesta arriba, cuesta abajo o en llano. El nivel de esfuerzo puede programarse a cero (asistencia eléctrica total, sin pedaleo), a un nivel intermedio cómodo para el ciclista o al nivel necesario para un ejercicio serio (el motor funciona como generador y opone resistencia, como una máquina de ejercicios, al tiempo que se recargan las baterías). GreenWheel no consume mucha electricidad y puede recargar- se fácilmente por la noche con un enchufe estándar. También puede cargarse por inducción en ciertos aparcamientos especial- mente diseñados y, cuando estos se generalicen, las bicicletas GreenWheel serán como cepillos de diente electrónicos: cuando no se usan se están recargando. 8 La introducción de GreenWheel es un primer paso hacia la crea- ción de parques de vehículos para la movilidad personal. Le tec- nología es sencilla, y los costes y riesgos mínimos. Los indivi- duos pueden comprar la GreenWheel para su uso personal, y los empresarios, comerciantes y agencias gubernamentales pueden impulsar su aceptación instalando aparcamientos de recarga en los lugares adecuados. El RoboScooter eléctrico y plegable En muchas ciudades del mundo, los scooters son la forma más extendida para la movilidad personal. No son caros, tienen un mantenimiento sencillo y permiten velocidades más altas y car- gas mayores que las de las bicicletas. Sus exigencias viales y de aparcamiento son mínimas, aunque su huella de carbono es mucho mayor que la de las bicicletas; no necesitan carriles amplios como los coches y pueden aparcarse en lugares donde no cabría un automóvil. Un punto a su contra es que, a diferencia de los vehículos cerrados, no tienen protección contra el clima, de modo que son mejores para climas templados. Su protección en caso de choque es un poco mejor que el de las bicicletas, pero mucho menor que la de un coche. Además, los scooters impulsados con gasolina son una gran fuente de contaminación acústica en las ciudades, contaminación local del aire y emisiones de carbono. Sus puntos a favor los hacen muy populares en países en vías de desarrollo y en ciudades europeas, donde las calles estrechas y la densidad de tráfico no son muy adecuadas para los coches. En Estados Unidos gozan de un uso limitado como formas de transporte personal y en las ciudades con inviernos fríos su uso es básicamente estacional.El RoboScooter, eléctrico y plegable, desarrollado por el grupo Smart Cities, saca el máximo partido de estas ventajas y reduce RoboScooter: scooter eléctrico plegable 9Movilidad urbana sostenible con vehículos eléctricos ligeros MOVILIZAR Comparativa entre el CityCar y los coches convencionales Características del CityCar algunos de sus inconvenientes. Tiene motores eléctricos dentro de las ruedas, baterías de litio y chasis de chapa de aluminio. Para reducir el espacio de aparcamiento al mínimo, una conside- ración clave en los distintos contextos donde los scooters son populares, puede plegarse de forma muy compacta; donde no sea necesario, también existen modelos no plegables. Los RoboScooters sirven como equivalentes funcionales simi- lares a los ciclomotores de gasolina de 50 cc. También son mucho más sencillos (tienen unas 150 partes, en comparación con las 1.000-1.500 de una moto de gasolina), lo que simplifica las cade- nas de suministro y los procesos de ensamblaje, reduce los cos- tes y facilita el mantenimiento. Al igual que las GreenWheels, los RoboScooters pueden recar- garse en aparcamientos. Sus baterías son lo bastante pequeñas como para que sean extraíbles, lo que permite recargarlas en casa y en máquinas dispensadoras de baterías que acepten bate- rías descargadas para reemplazarlas por otras cargadas. El coche eléctrico CityCar El coche eléctrico CityCar, desarrollado por Smart Cities, se diseñó para cumplir de la forma más limpia y económica posible con las exigencias de una movilidad personal con protección cli- mática, climatización y confort, almacenaje seguro y protección contra choques. Pesa unos 400 kg, se aparca en mucho menos espacio que un Smart Car y consume el equivalente de 1,2 a 1,5 litros de gasolina cada 100 kilómetros. Como utiliza baterías, no produce emisiones por el tubo de escape. 10 Primeros prototipos del CityCar La arquitectura del CityCar es radical: no tiene motor central ni tren motriz, sino que se impulsa con cuatro motores eléctri- cos, uno en cada rueda, lo que además facilita un frenado regenerativo y maniobrable, y una suspensión y un control digital independiente que permite maniobrar, como girar sobre su propio eje (giro en O, en lugar de giro en U), moverse lateralmente para aparcar en paralelo o cambiar de carril mirando al frente. Desplazar la propulsión a las esquinas del coche permite ocu- par un espacio de aparcamiento mínimo, y proporciona un acce- so frontal (puesto que no hay motor que se interponga). Esto cambia radicalmente su relación con las calles y las ciudades, porque el CityCar puede aparcarse de cara a la acera en un espa- cio mucho menor que el de un aparcamiento típico y con densi- dades altísimas. Es posible estacionar tres o cuatro CityCars en el espacio de un aparcamiento tradicional. El compartimento delantero del CityCar aloja a los pasajeros y el posterior cuenta con un generoso espacio para el equipaje, bolsas de la compra y objetos en general. Cuando el CityCar se pliega, el compartimento para el equipaje queda bajo y es de fácil acceso. Los CityCars tienen espacio para dos pasajeros, lo que los hace adecuados para la mayor parte de los desplazamientos urbanos. Están diseñados para trayectos intraurbanos relativa- mente cortos entre lugares de recarga de baterías, de acuerdo con la capacidad de las baterías actuales, o las de un futuro próximo. No están diseñados para viajes entre ciudades, para los que existen otras tecnologías más adecuadas. En resumen, los CityCars son más pequeños y sencillos que los automóviles tradicionales y, en principio, mucho más bara- tos de fabricar. La mayor complejidad mecánica se encuentra en las ruedas, que pueden diseñarse con una interfaz estándar con el chasis, y cuyo coste puede reducirse mediante la competencia y la innovación, como sucedió en su momento con los discos duros de los ordenadores personales. Las baterías de litio se alojan en el suelo del CityCar, dejan gran cantidad de espacio libre, mantenien el centro de gravedad bajo y facilitan su enfriamiento. Las recargas pueden hacerse con cargadores domésticos u otros instalados en los aparca- mientos de los lugares de trabajo. Más interesante aún sería con- tar con recargas automáticas en los aparcamientos, lo que podría 11Movilidad urbana sostenible con vehículos eléctricos ligeros MOVILIZAR extenderse al principio de recarga utilizado por la GreenWheel y el RoboScooter. Infraestructura de recarga Obviamente, los vehículos propulsados con baterías tienen una autonomía limitada y, dada su densidad relativamente baja de energía, la autonomía tiende a ser bastante menor que la de los vehículos de gasolina. Por lo general, lleva más tiempo recargar las baterías que llenar un depósito con gasolina. Otro problema relacionado es el de la ansiedad que provoca la falta de autono- mía, la preocupación de los conductores por quedarse sin bate- ría. La infraestructura de recarga debe diseñarse con estas con- sideraciones en mente, y las estrategias variarán según el tipo de vehículo. En el caso de GreenWheel y otras bicicletas con motores de asistencia eléctricos, el consumo eléctrico es bajo y los trayec- tos suelen ser cortos, de modo que no es necesario llevar gran cantidad de baterías que tarden mucho en recargarse. En este caso, la ansiedad que provoca la falta de autonomía no es un problema, pues siempre queda la opción de pedalear si uno se queda sin batería. Recargar las GreenWheels por la noche con cargadores económicos estándar combinado con una recarga en aparcamientos bastaría para satisfacer las exigencias de los ciclistas. La GreenWheel permite una forma económica y de bajo riesgo para que las ciudades y las instalaciones eléctricas empiecen a experimentar el uso y la gestión de una infraestruc- tura de recarga de vehículos. Puesto que los RoboScooters son más pesados y sirven para viajes más largos, su infraestructura de recarga sería un poco más sofisticada. No obstante, combinar la recarga en el hogar y el puesto de trabajo con las de los aparcamientos de recarga parecería suficiente. Es imposible pedalear en una moto sin batería ni empujarla demasiado lejos, pero existen baterías extraíbles de emergencia que alivian la ansiedad que provoca la falta de autonomía. Los automóviles que utilizan baterías eléctricas, como el City- Car, representan el mayor reto en términos de infraestructuras de recarga, pues son más grandes y pesados, necesitan mayor aceleración y velocidad y cubren distancias mayores. También es cierto que el tamaño de las baterías y la infraestructura de recarga cuenta con algunas serias desventajas. Una manera tradicional de abordar el tema, como el caso del coche eléctrico deportivo Tesla, consistía en diseñar coches eléc- tricos con una autonomía similar a la de un coche de gasolina, unos 500 km, lo que produce como resultado coches con baterías pesadas y extremadamente caros que no pueden satisfacer las exigencias de una movilidad diaria y económica a gran escala. De este modo se ponen en circulación grandes cantidades de baterías que luego deben reciclarse, y esto significa que, o bien 12 los tiempos de recarga son muy largos, o hay que confiar en car- gadores de alta velocidad muy caros. Otra manera es el intercambio de baterías, una idea muy anti- gua que hoy está resucitando. Un problema importante con el intercambio de baterías grandes y pesadas dentro y fuera de los coches es que requieren de un equipo mecánico complejo y potencialmente poco fiable para lograr su cometido. (No es como el intercambio manual de las baterías de un RoboScooter.) Este sistema de poco sirve para reducir el número de baterías en circu- lación y confía, puede que de un modo un tanto ingenuo, en la idea de que los conductores observarán buenas prácticas en la ges- tión de sus baterías,para que las que están en malas condiciones no se intercambien con conductores desprevenidos. También introduce cuestiones de responsabilidad de los productos. Otra manera de abordar el tema pasa por utilizar vehículos híbridos de gran autonomía, como el Volt de General Motors, así como otros vehículos que reducen la necesidad de contar con una infraestructura de recarga, como los vehículos de gaso- lina con baterías. No obstante, son caros y pesados en compara- ción con los CityCars, siguen dependiendo del petróleo y emiten gases de efecto invernadero. Creo que una alternativa más atractiva consiste en propor- cionar aparcamientos de recarga automáticos en muchos luga- res. Si asumimos que los trayectos urbanos son relativamente cortos y que los vehículos se aparcan el suficiente tiempo entre trayectos como para poder recargarse, esto proporcionaría una mayor autonomía dentro de las áreas urbanas. Esto significa- ría que los conductores ya no tendrían que preocuparse por lle- nar sus depósitos, enchufar sus coches o quedarse sin batería. Esta opción sacaría gran parte del equipo pesado fuera del vehí- culo para alojarlo en una infraestructura fija, de modo que ya no hay que cargar con él. La infraestructura de recarga puede Aparcar los CityCars 13Movilidad urbana sostenible con vehículos eléctricos ligeros MOVILIZAR implementarse gradualmente, comenzando por lugares con una gran demanda y, con el tiempo, llevarse a otros sitios con menor demanda. Esto aumenta el coste total de la infraestructura, puesto que se necesitan más puntos de recarga, y quizá otros más caros para los de alta velocidad. A diferencia de las recargas domésticas por la noche, la responsabilidad de la inversión en infraestructura de recarga recae en el sector público, empresas, comercios y ope- radores de los aparcamientos privados. Incluso, con un modelo de negocios adecuado, podrían ser las compañías eléctricas las que asumieran los costes. Este cambio sería razonable: al fin y al cabo, la inversión pública en infraestructuras de recarga sería análoga a la de las obras públicas –puentes, carreteras y autopistas– que permi- tieron adoptar los automóviles de gasolina a gran escala en las primeras décadas del siglo xx. Permite una vía para que la inversión pública impulse un cambio hacia una economía eco- lógica y limpia. A nivel municipal, la inversión en estructuras de recarga puede suponer una ventaja competitiva para una ciudad. Para los comercios es otra forma de atraer comprado- res, y a los operadores de aparcamientos les permite un valioso servicio adicional. Finalmente, y desde la perspectiva de las compañías eléctricas, la recarga automática y en todas partes permitiría la integración de una gran capacidad de almacenaje para baterías a la red. Integración de los vehículos eléctricos y de las redes eléctricas inteligentes Puesto que la demanda eléctrica fluctúa, el abastecimiento de electricidad debe satisfacer siempre la demanda, y generalmente las redes no cuentan con la capacidad de almacenaje necesaria para amortiguar las caídas en la oferta; equilibrar la carga de las redes eléctricas es un problema ya conocido. Normalmente exis- te un componente de carga base que puede satisfacerse eficaz- mente con generadores permanentes, pero más allá de eso hay una carga fluctuante que solo puede satisfacerse mediante el recurso costoso de mantener una capacidad de reserva en línea, o fuera de ella, según las necesidades. Las fuentes de energía limpias y renovables, pero intermiten- tes, como las placas solares y las turbinas eólicas, exacerban el problema al introducir fluctuaciones descontroladas en el sumi- nistro, pues el sol no siempre brilla ni el viento sopla cuando se necesita electricidad. Sin embargo, el uso a gran escala de vehículos con baterías eléctricas (sobre todo automóviles) junto con un servicio de recar- ga ubicuo y automático, introduce una gran capacidad de alma- cenaje para las baterías en red. En principio, esto puede utilizar- se para mantener la oferta y la demanda en equilibrio. Cuando la carga de la red sea baja y los vehículos tengan que recargarse, 14 podrán transferir electricidad para la recarga desde la red. Inversamente, cuando la carga de la red sea alta y los vehículos tengan acceso a la energía almacenada, podrán transferir ener- gía de vuelta a la red. Esta no es la única ventaja de contar con una red: la capacidad de carga de estas baterías también puede utilizarse para regular la frecuencia y el voltaje, con lo que mejo- raría la calidad del suministro eléctrico. Este tipo de sistema puede gestionarse de manera óptima mediante tarifas dinámicas. Así, cuando la demanda general eléc- trica sea alta, los precios subirán y harán que los vehículos ven- dan energía; e inversamente, cuando la demanda sea baja, los precios caerán y harán que los vehículos la compren. Los vehícu- los inteligentes pueden programarse con estrategias que optimi- cen el consumo de electricidad y que tengan en cuenta sus patro- nes de uso para reducir los costes de energía totales en un determinado período de tiempo. Esto resulta imposible con las antiguas redes eléctricas que aún operan en la mayor parte del planeta, pero es posible con las nuevas redes inteligentes. Estas facilitan información sobre la red de suministro, y permiten una medición mucho más sofisticada en los edificios y en los puntos de recarga, un flujo de electricidad en ambos sentidos (los edificios y los puntos de recarga son puntos de consumo eléctrico, pero pueden ser tam- bién puntos de producción y almacenaje de electricidad) y de la tarifación dinámica que se requeriría para una gestión más efectiva. Esto también permitiría una red que dependa menos de gran- des generadoras centralizadas y más de fuentes descentraliza- das. Los edificios pueden comenzar a integrar paneles solares, turbinas eólicas y los llamados sistemas micro-CHP (que combi- nan calor y energía) de un modo más efectivo. Puede lograrse una gran eficiencia mediante la correcta combinación de redes inteli- gentes, fuentes sostenibles descentralizadas y capacidad de car- ga de las baterías de los vehículos eléctricos. A menudo se objeta que los vehículos eléctricos ligeros y efi- cientes consumen muy poca electricidad, de modo que tienen costes operativos tan marginales que la fluctuación de los pre- cios no es lo suficientemente motivante como para revender energía a las compañías eléctricas. ¿Por qué simplemente acu- mularla para contar con la mayor autonomía posible en cual- quier momento? No obstante, con sistemas de recarga ubicuos, la motivación para acumularla se reduciría. Lo que es más, las pequeñas diferencias de precios multiplicadas por grandes can- tidades de vehículos eléctricos representan cantidades signifi- cativas de dinero, lo que se traduce en que los operadores de los parques de vehículos, como quienes operan los sistemas de movilidad bajo demanda, tendrán una motivación para desarro- llar estrategias de recarga óptimas y que respondan a la fluctua- ción de los precios. 15Movilidad urbana sostenible con vehículos eléctricos ligeros MOVILIZAR Sistemas de movilidad bajo demanda Los vehículos eléctricos inteligentes –GreenWheels, RoboScoot- ers o CityCars– pueden comercializarse como productos atracti- vos para los consumidores, pero también utilizarse para lanzar nuevos tipos de servicios de movilidad bajo demanda que permi- tan viajar de forma conveniente entre diferentes puntos de las zonas urbanas, ya que permiten frecuencias de uso del vehículo muy altas y amplían la disponibilidad para quienes no puedan, o no quieran, tener sus propios vehículos. Esta categoría de usua- rios incluye visitantes esporádicos, que por lo general no llevan sus vehículos consigo, conductores ocasionales que no amorti- zan el coste de la compra de un vehículo, o quienes no tienen donde aparcaro no quieren tener la responsabilidad ni la carga de tenerlo y mantenerlo. Los sistemas de bicicletas tradicionales (no eléctricas) a gran escala –como Vélib’ en París, Vélov en Lyon, Bícing en Barcelona y Bixi en Montreal– ya han demostrado la viabilidad de este tipo de movilidad. En estos sistemas, los aparcamientos de bicicletas se distribuyen por toda la ciudad de modo que los usuarios nun- ca tengan que caminar demasiado hasta ellos. Para hacer el via- je, el usuario va caminando a un aparcamiento cercano, pasa una tarjeta que le permite desbloquear una bicicleta. Una vez cerca de su destino, busca otro aparcamiento donde dejar la bicicleta y camina lo que sea necesario. La sustitución de vehículos y bicicletas ligeros y eléctricos aumenta la autonomía y utilidad de estos sistemas que están disponibles para mayores cantidades de personas. En el caso de las GreenWheels, se requiere de poca infraestructura adicional, ya que los aparcamientos tradicionales de bicicletas públicas necesitan conexión a la red eléctrica y de datos, y adaptarlas para recargar baterías resultaría bastante fácil. Aparcamientos de recarga automática de CityCars 16 Puesto que la compra de lugares para puntos de recogida y entrega de vehículos provistos de suministro de energía son temas clave para implementar los sistemas de movilidad bajo demanda, tiene sentido comenzar con un sistema relativamente simple y de baja inversión como el GreenWheel, pues sienta las bases para más tarde expandir el sistema para incluir motos o coches. La teoría de ubicación de tiendas sugiere que cuando los pun- tos de recogida y entrega tienen la misma capacidad, deben ser- vir a poblaciones iguales. Esto significa que deben situarse cerca los unos de los otros en zonas de alta densidad demográfica e, inversamente, que los puntos de recogida y entrega pueden espa- ciarse a distancias similares que vienen determinadas por dis- tancias cómodas recorribles a pie que varían según la densidad de población. Una vez establecidos y desplegados los puntos de recogida y entrega, el principal reto de la gestión de los sistemas de movili- dad bajo demanda pasa por mantener el sistema en equilibrio. En la extensión del sistema, la demanda de vehículos, expresada por clientes que buscan recoger o dejar vehículos, varía de un lugar a otro y a través del tiempo. De forma similar varía la ofer- ta de vehículos y aparcamientos, que queda expresada por la cantidad de vehículos disponible en los lugares de recogida. La tarea consiste en mantener un equilibrio entre oferta y demanda, de modo que los consumidores no tengan que esperar tiempos inaceptables para coger o dejar un vehículo, y que la cantidad requerida para conseguir dicho equilibrio sea mínima. La dificultad de este equilibrio depende de la distribución de la demanda en el espacio y el tiempo. Allí donde los puntos de ori- gen y destino se distribuyan aleatoriamente, puede esperarse que el sistema se autoorganice al mantener los vehículos equita- tivamente distribuidos en la zona de servicio; sin embargo, allí donde la demanda sea alta y sesgada –por ejemplo, trayectos mayoritariamente por las mañanas y las tardes–, mantener el sistema en equilibro cuesta dinero y esfuerzo. Una forma de equilibrar el sistema consiste en trasladar los vehículos desocupados allí donde se necesiten (por ejemplo, car- gar bicicletas en una camioneta). Esto puede llevarse a cabo muy temprano por la mañana, para dejar que se vaya desequilibrando durante el día y volverlo a hacer al final de la tarde. Los vehícu- los también pueden trasladarse de manera continua, restable- ciendo el equilibrio parcialmente y a intervalos cortos. En cual- quier caso, el equilibrio resulta más fácil cuando hay reservas de vehículos y de aparcamientos en el sistema que absorban des- equilibrios menores. Otro sistema consiste en explorar las elasticidades tempora- les y las ubicaciones de los trayectos, gestionando la demanda mediante tarifas variables. Con esta estrategia, resulta más caro recoger vehículos en lugares con demanda alta, y más barato 17Movilidad urbana sostenible con vehículos eléctricos ligeros MOVILIZAR devolver el vehículo en aparcamientos con mayor demanda. Las fluctuaciones de los precios modifican los patrones de conducta del consumidor que mantiene la oferta y la demanda en equili- brio, de modo que el coste de equilibrar el sistema ya no implica trasladar vehículos desocupados, sino proveer los incentivos de precio necesarios. Todas estas estrategias requieren del soporte de una sofistica- da red de información, ya sea para el cobro de las tarifas a los consumidores o para monitorizar la distribución de los vehícu- los y aparcamientos del sistema y rastrear las recogidas y entre- gas en tiempo real. El sistema también debe computar estrate- gias óptimas de equilibrio y efectuar ajustes de precio o enviar a las camionetas instrucciones para el traslado y redistribución. Los sistemas de movilidad bajo demanda pueden y deben coexistir con vehículos privados. Mediante el uso de estándares apropiados y de una tecnología de la información adecuada, pue- den compartir aparcamientos e infraestructuras de recarga. Dicho sistema conjunto tiene mayores oportunidades de ser efectivo, satisfacer todos los aspectos de la demanda y facilitar economías de escala tanto en la oferta de vehículos como en el desarrollo de su infraestructura. Computación interna: un sistema nervioso urbano en tiempo real Una tarea fundamental del sistema computacional interno que existe en los sistemas de movilidad eléctrica bajo demanda inte- grados a redes inteligentes consiste en rastrear los recursos (electricidad, vehículos y aparcamientos) en tiempo real. Los medidores inteligentes pueden rastrear el consumo de electrici- dad en edificios y puntos de recarga, así como su retorno de sumi- nistro eléctrico a la red. Las cargas del sistema de movilidad pue- den monitorizarse mediante el registro electrónico de recogidas 4'-11" (1500 mm)8'-2" (2500 mm) 4' -1 1" (1 50 0 m m ) 24'-6" (7567 mm) 8' -0 " (2 43 8 m m ) Folded CityCar vs. conventional 4-door sedan Parking ratio = 3.3 : 1 15'-7" (4445 mm) 5' - 8" (1 72 4 m m ) CityCar (unfolded) CityCar (folded) Comparativa de la densidad de plazas de aparcamiento entre los CityCars y los coches convencionales CityCar (desplegado) CityCar (plegado) 250 cm 150 cm 15 0 cm 24 4 cm 444 cm757 cm 17 2 cm 18 y entregas, y el abastecimiento oscilante de vehículos y aparca- mientos en los puntos de movilidad bajo demanda. La gestión de alto nivel pasa por organizar la oferta de electri- cidad, vehículos y aparcamientos de modo que satisfaga una demanda distribuida desigualmente en el espacio y en el tiempo. Se trata de un complejo problema de gestión de flujo y stock a gran escala. En cualquier momento se puede conocer la carga eléctri- ca depositada en las baterías de los vehículos, los vehículos dis- ponibles en los puntos de recogida y los aparcamientos disponi- bles en los puntos de entrega. Se producen transferencias de electricidad dentro y fuera de las baterías y de los vehículos entre puntos de acceso. Las direcciones, magnitudes y frecuen- cias de estas transferencias son controladas por indicadores de precios que establecen los bucles de retroalimentación en tiem- po real. La idea consiste en regular el sistema de manera óptima mediante dichos bucles. El sistema de movilidad debería poner a disposición del usua- rio, bajo demanda real, un vehículo cargado en un punto de reco- gida donde y cuando lo necesite. Para la empresa de electricidad, el sistema debe conseguir esto de la forma más económica posi- ble y con un mínimo de emisiones de carbono. Para el operador del sistema de movilidad bajo demanda, este debe funcionar con el menor número posible de aparcamientos y vehículos.El primer reto informático en este caso es la escala del proce- sado de datos: el sistema debe recoger gran cantidad de informa- ción, organizarla en bases de datos y extraer de estas información útil para la gestión, todo ello bajo restricciones de tiempo extre- mas. El segundo reto es el de la optimización: con los datos reco- gidos, el sistema debe computar estrategias óptimas de coste para los recorridos de la electricidad y de los vehículos en un determinado plazo de tiempo. El tercer reto consiste en conse- guir un control disperso. El sistema debe enviar tarifas de pre- Posibilidades que permite el aparcamiento de los CityCars en las calles Typical Manhattan block (86 parking spaces) Figure 9.21 CityCar parking with 8 stations with 12 cars each (96 cars) Typical Manhattan block (86 parking spaces) Figure 9.21 CityCar parking with 8 stations with 12 cars each (96 cars) 19Movilidad urbana sostenible con vehículos eléctricos ligeros MOVILIZAR Figure 6.8 Charging station distribution Labels: Helvetica Neue 55 Roman, 8 pt Helvetical Neue 55 Roman, 6pt (subtext) Gray: K=30 Pantone: Pantone 320 EC C50, M00, Y20, K00 C15, M00, Y05, K00 0 1 5 mi Transit node recharging Roadway recharging Home rechargingUbiquitous parking space recharging Figure 8.66 Taipei MoD Labels: Helvetica Neue 55 Roman, 8 pt Helvetical Neue 55 Roman, 6pt (subtext) Gray: K=30 Pantone: Pantone 320 EC C50, M00, Y20, K00 C15, M00, Y05, K00 0 1 5 mi Subway station MoD station Urbanized area Posible distribución de los distintos tipos de puntos de recarga en Boston Posible distribución de movilidad bajo demanda en distintos puntos de acceso de Taipéi Zona urbanizadaAparcamiento subterráneo Estación de movilidad bajo demanda Nodo de recarga para tránsito Aparcamiento de recarga Recarga en carretera Recarga en casa 20 Propuesta para un sistema de movilidad bajo demanda para el centro histórico de Florencia cios a cientos de miles de edificios y vehículos dispersos en la zona de servicio del sistema. Estos retos no son insalvables, pero sí importantes, y se cuen- ta con muy poca experiencia práctica en la construcción y opera- ción de este tipo de sistemas a gran escala. Conclusión: ciudades inteligentes sostenibles para el siglo xxi Las estrategias aquí descritas logran una integración eficiente de los sistemas energéticos y de movilidad más importantes por el uso de vehículos ligeros y energéticamente eficientes, inteli- gencia ubicua, redes digitales y control en tiempo real. Son tec- nológicamente viables, proporcionan grandes beneficios soste- nibles e inician un proceso de transformación de las ciudades en sistemas más análogos a la aeronáutica y la ingeniería aeroes- pacial modernas, los coches de carreras y las plantas de proce- sado químico; es decir, sistemas sensibles de alto rendimiento que dependen de las capacidades avanzadas de control en tiem- po real. Figure 9.22 Florence MoD Labels: Helvetica Neue 55 Roman, 8 pt Helvetical Neue 55 Roman, 6pt (subtext) Gray: K=30 Pantone: Pantone 320 EC C50, M00, Y20, K00 C15, M00, Y05, K00 0 0.2 1 mi Underground parking garage MoD station City center within the old city wall Civic structure Plaza Green spaceEspacio verdeAparcamiento subterráneo Estación de movilidad bajo demanda Edificio cívico Equipamentos públicos Plaza 21Movilidad urbana sostenible con vehículos eléctricos ligeros MOVILIZAR Movilidad sostenible en acción Federico Parolotto La propagación aparentemente descontrolada del automóvil en todo el mundo está afectando al tejido urbano. Conducir por las periferias de ciudades como Boston, Milán, Trípoli, Mascate y Pekín se ha convertido en una experiencia similar, con edificios desparramados por grandes espacios, demasiado alejados como para incentivar la conectividad peatonal, pero con una densidad insuficiente como para permitir un transporte público efectivo. El crecimiento informal de las ciudades determinado por la accesibilidad del coche –tan claramente descrito en el caso del norte de Italia por Stefano Boeri–1 es un aspecto común a la gran mayoría de las urbanizaciones del mundo, sobre todo en los lla- mados países emergentes. Conducir del centro de Trípoli a Túnez, por ejemplo, es una experiencia que impresiona: el intenso tráfi- co queda limitado por una franja continua de edificios desperdi- gados a lado y lado de la carretera, edificios a los que solo puede accederse con coche y que no estaban ahí hace apenas diez años. Se trata de un fenómeno cada vez más extendido, debido al aumento del parque automovilístico del país. Lo que el visionario libro Transport for a Sustainable Future de John Whitelegg describió como un triste escenario futuro está convirtiéndose en realidad desde hace apenas un par de décadas. Whitelegg sostenía que el coche era un problema que iba más allá de las emisiones de CO2: El automóvil consume ingentes cantidades de energía en su fabri- cación, se utiliza solo un 5 % del tiempo, y cuando está en uso lo ocupan una media de 1,2 personas. Genera enormes problemas en la eliminación de residuos, algo especialmente grave en el caso de los neumáticos, los sistemas de escape y las baterías. Se fabrica y se vende sobre la base de que las ciudades se mueven a menos de 50 km/h, y produce un enorme daño ambiental al contar con autopis- tas, aparcamientos y artefactos que producen aún más coches […]; el transporte motorizado produce graves efectos sobre la salud, Carretera entre Trípoli y Túnez 22 desde los accidentes de tráfico y la pérdida de independencia de los niños, hasta la destrucción de las comunidades como resultado de la construcción de carreteras.2 Whitelegg argumenta que la cultura del transporte privado es un proceso insostenible; cómo nos movemos y cómo conformamos nuestro territorio determina patrones insostenibles de viaje y consumo de energía: Todavía no existe algo parecido a un coche ecológico […]. Los vehícu- los de cero emisiones, cero consumo de combustible y un impacto prácticamente nulo sobre los peatones, los ciclistas y la población de las ciudades podrán ser ecológicos, pero para ello bien podría- mos redescubrir el ir en bicicleta y a pie.3 Mi trabajo siempre se ha centrado en la movilidad sostenible, desde posiciones más tradicionales a otras más radicales. Creo que el patrón de usos, la densidad y distribución de los edificios llevan incorporado un patrón de movilidad, de ahí que mi méto- Sección de la ciudad de Masdar Distancia entre distintos destinos dentro de Masdar Prototipo de tránsito rápido personal (PRT) Parada de PRT Parada de PRT Espacio verde público Parque público School Centro vecinal Lugar de culto Parque de juegos Lugares de trabajo Tiendas 500 m bicicleta 150 m caminatas de 2-3 min Escuela PPararaadda a dde e PRPRTT PPaararaddaa dde e PRPRTT EsEsppacio verde acio verde ppúúblicblicoo PaParrqqueue púpúblicblicoo ScScScScScSScScScSccScScScSccccScScScScSccScccSccScSccScccScScSccScScScScScScSccScccSccccccSccccccccccccScccchohhohohohohohohohohohohohohohohohhhohohohohohohohohohohohohohohoohohohohohoohoohohohhohooohohohohhohohhohhohohhooohhohoooooloooooooooooooooooooooooooooooooooo CCentro vecinentro vecinaall LuLuggar de cultoar de culto PPaarqrqueue dde e jjuueeggosos LLugares ugares dde trae trabbaajjoo TiendaTiendass 550000 mm bibicciicclletaeta 115500 mm ccamamiinatanatass dde e 22--3 3 mminin EsEscuecuellaa 23 MOVILIZAR do haga hincapié en tratar de evitar que los planes determinen modos de urbanización orientados hacia los automóviles o, cuando menos, que reduzcan los efectos del transporte privado. No obstante, a menudo resulta frustrante intentar que los pro- motores y las autoridades locales se salgan de una cultura del automóvil que exige fluidez en el tráfico y rara vez consideranla necesidad de reducir sus emisiones y de generar entornos agra- dables y seguros para peatones y ciclistas. No obstante, está apareciendo una forma nueva de pensar gracias a promotores más informados, que se inclinan por un desarrollo urbano más sostenible, con usos de terrenos mix- tos, conexión con el transporte público y restricciones en el uso del coche. Todo ello tiende a generar “lugares mejores” y, por ende, aumenta las posibilidades de retorno de la inver- sión. En años recientes, he trabajado en diversos proyectos que hacen especial hincapié en la sostenibilidad, como Burnby en Praga, diseñado por Asymptote y CMA; Canal City en Dubái, de KPF; y el más radical de todos, Masdar en Abu Dabi, de Foster + Partners. Actualmente en construcción, Masdar constituye un esfuerzo por crear el primer proyecto del mundo con cero residuos y car- bononeutral. El proyecto fue concebido libre de automóviles des- de un inicio, lo que convierte a Masdar en la primera iniciativa que desarrolla un tejido urbano capaz de albergar a 70.000 per- sonas durante el día sin permitir que los coches circulen. La solución pasa por concentrar los usos de los terrenos dentro un área densa de 1,5 km2. El acceso se efectúa mediante transporte privado, pues Abu Dabi apenas cuenta con transporte público, aunque en el futuro será diferente. Un sistema de tren ligero conecta la ciudad con zonas más residenciales de Al Raha, y más adelante conectará con una conexión subterránea, una flota de autobuses y otros vehículos colectivos. El ambicioso objetivo consiste en lograr que un 40 % del acceso se produzca con trans- porte privado y el resto con transporte público. Si uno llega en transporte privado, puede aparcar en uno de los nueve aparcamientos perimetrales. Si uno vive dentro, se le permitirá llevar el coche hasta la zona “amurallada” de la ciu- dad. Si uno llega en autobús o en otro vehículo colectivo, la para- Ubicación de los aparcamientos de Masdar: el ferrocarril ligero se para dentro de la ciudad; recorridos del PRT bajo la cubierta de los aparcamientos 24 1 Véase: Boeri, Stefano; Lanzani, Arturo y Martini, Edoardo, Il territorio che cambia: ambienti, paesaggi e immagini della regione milanese, Abitare Segesta, Milán, 1993. 2 Whitelegg, John, Transport for a Sustain able Future: The Case for Europe, Wiley, Londres, 1993, pág. 3. 3 Ibíd. da te deja en la planta baja del aparcamiento. Si se accede con un tren ligero, podrá entrarse directamente al centro. El elemento más innovador de Masdar es su sistema de tránsi- to rápido personal (PRT), que consta de vehículos completamente automatizados para acceder a la ciudad desde el aparcamiento y desplazarse por su interior. El sistema representa un verdadero avance en el mundo del transporte. La red, de 38 km de longitud, tendrá una flota de 1.800 vehículos y 87 paradas de pasajeros, además de unas 120 paradas de carga que permiten la distribu- ción generalizada de productos. La tecnología PRT es relativa- mente sencilla y se basa en motores eléctricos que funcionan con baterías de litio. La complejidad radica en el sistema de control del vehículo, que se aloja en su parte inferior, para poder escoger aparcamientos, recorridos, recargas, etc. La estrategia de transporte de Masdar intenta alejarse del sis- tema de transporte tradicional y sustituirlo por un sistema bajo demanda que permita un servicio casi de puerta a puerta: una innovación en el mundo del transporte y puede que un primer paso hacia un futuro mejor. 25Movilidad sostenible en acción MOVILIZAR Sostener la ciudad ante la marginalidad avanzada Loïc Wacquant En su esfuerzo por abordar las formas emergentes de relegación urbana –tan solo para contener sus efectos sociales perturbado- res y sus repercusiones políticas negativas–, las naciones Esta- do se enfrentan a una decisión política con tres alternativas. La que se imponga en la Unión Europea decidirá, en gran medida, el tipo de sociedad supranacional en la que esta vaya a convertirse. La primera opción, que representa una suerte de punto medio inmóvil, consiste en parchear y reestructurar los programas exis- tentes del Estado de bienestar para apoyar o rearmar a la pobla- ción marginada. Así, por ejemplo, podría ampliarse la cobertura médica, reforzar los programas de emergencia como el SAMU (los equipos de “obra social de crisis” franceses para los indigen- tes, que siguen los modelos de los equipos de emergencia médi- cos) mediante la “activación” de programas de asistencia para convertirlos en canales para la capacitación y el empleo, o per- mitir a los destinatarios de los paquetes de asistencia pública que combinen trabajo y asistencia durante un período estableci- do (para acabar con los “agujeros negros de pobreza”), por no mencionar la movilización de las redes de las ONG. Resulta obvio que esta primera solución no está resultando efectiva, o los problemas que presenta la marginalidad avanzada no serían hoy tan acuciantes y su acumulación en los rincones más desposeídos de la ciudad se habría atajado, cuando no inver- tido. Podría incluso decirse que, al verse desprovistas de una filosofía clara y al operar cada vez más a escala subnacional (es decir, a escala regional, municipal o de barrio) y en parte subcon- tratado a las ONG, estas respuestas fragmentarias y provisiona- les a las perturbaciones recurrentes causadas por la polarización urbana desde abajo pueden contribuir a perpetuar la situación a medida que aumenta la cacofonía burocrática y la ineficiencia del Estado, lo que solo puede socavar la legitimidad del enfoque social de la pobreza a largo plazo. La segunda solución, regresiva y represiva, es criminalizar la pobreza mediante la contención punitiva a los pobres, concen- trados en barrios cada vez más aislados y estigmatizados, o bien en las cárceles. Esta es la vía que ha elegido Estados Unidos como secuela de las revueltas de los guetos durante la década de 1960 y como reacción ante la inseguridad generalizada de las dos décadas siguientes.1 No es casual la tremenda expansión de las cárceles y los correccionales estatales de Estados Unidos. La población presa del país se ha cuadriplicado en el último cuarto 26 de siglo y las cárceles han pasado a ser el tercer mayor emplea- dor del país, aun cuando los índices de criminalidad siguen sien- do más o menos constantes. Y ello ha ocurrido coincidiendo jus- tamente con un aumento del desempleo y del empleo precario (temporal), así como con recortes en los servicios públicos y cuando el gueto estaba explotando por las presiones combina- das de la movilización de la población afroamericana, la desin- dustrialización y las políticas públicas de abandono urbano. En efecto, la atrofia del Estado social y la hipertrofia del Estado penal en Estados Unidos son dos transformaciones complemen- tarias y correlativas que participan de la institución de un nuevo gobierno de la miseria. Este último impondría un trabajo pagado deslocalizado como norma de ciudadanía para las clases bajas y proporcionaría un sustituto funcional del gueto como mecanis- mo de control racial. Aunque el celo con el que Estados Unidos abrazó esta “solu- ción” a la polarización social y la escala a que la implementó son realmente excepcionales,2 la tentación de apoyarse en las insti- tuciones policiales, judiciales y penitenciarias para controlar los efectos de la inseguridad social generada por la expansión de la precariedad laboral y el recorte del bienestar social están pre- sentes en toda Europa. Esto puede constatarse con solo observar cuatro aspectos muy arraigados de la evolución penitenciaria en el continente europeo: 1. El espectacular aumento de los índices de encarcelamiento entre la mayoría de los países miembros de la Unión Europea en las últimas dos décadas:3 entre 1983 y 2000, la tasa creció de 70 a 95 convictos porcada 100.000 habitantes en Francia, de 73 a 93 en Italia, de 87 a 124 en Reino Unido, de 28 a 90 en los Países Bajos, de 37 a 114 en España. 2. La enorme representación de inmigrantes no europeos y gente de color entre la población presa, así como traficantes y drogadictos, vagabundos, enfermos mentales y otros desechos del mercado laboral. Así, en 1997, más de un tercio de la pobla- ción encarcelada en Alemania, Bélgica y los Países Bajos, y casi un cuarto en Francia, Italia y Austria (aunque solo comprendían entre un 2 y un 8 % de la población de estos tres países) estaba compuesta de extranjeros. 3. La superpoblación de los centros penitenciarios reduce la detención a su cruda función de almacén de indeseables. En 1997, más de un tercio de las cárceles de Francia y Bélgica y la mitad de las de Italia y España se encontraban en una situación de “superpoblación crítica” (con una cantidad de reos que exce- día en un 20 % su capacidad). La congestión en el confinamiento se traduce en una reducción del espacio habitable y privado, el deterioro de las condiciones sanitarias y médicas, el aumento de la violencia y el suicidio, la falta de ejercicio y programas educa- tivos, y en mayores dificultades para formarse con miras a la reinserción social. 27 MOVILIZAR 4. El endurecimiento generalizado de las políticas penales, que se inclina más abiertamente hacia la incapacitación a expen- sas de la rehabilitación, se guía tácitamente por el principio de “menor elegibilidad”,4 incluso cuando esto contravenga grave- mente los esfuerzos por reducir la reincidencia después de la puesta en libertad. Algunos cambios recientes en el discurso público sobre el desor- den urbano ponen de manifiesto una deriva similar hacia un tra- tamiento penal de la pobreza y de las dislocaciones que, paradó- jicamente, emergen al truncarse las capacidades económicas y sociales del Estado. De ahí que uno se vea tentado a diagnosticar que en Europa se está produciendo una convergencia a la baja en el frente social, que a su vez comportaría una mayor desregula- ción del mercado laboral y la reducción paulatina de las garan- tías colectivas. En consecuencia, cabe esperar una armonización al alza en el frente penal, alimentado por la nueva explosión de la inflación carcelaria en todo el continente.5 Pese a los enormes costes sociales y económicos que implica el confinamiento masivo de los pobres y la población perturbada, el encarcelamiento sigue siendo una alternativa seductora y un recurso temporal para atajar los conflictos urbanos, que cada vez son más, incluso en las sociedades más tolerantes e igualita- rias de los países nórdicos.6 Pero al margen de los grandes obstácu- los políticos y culturales que se interponen en el camino de un encarcelamiento total de la miseria en los Estados europeos socialdemócratas o cristianodemócratas, y al margen también del desafío que supone a los valores cívicos del conjunto de la pobla- ción, la encarcelación punitiva deja intactas las raíces de la nueva marginalidad. Con esto quiero decir que está destinada al fraca- so a largo plazo, lo que apunta a una tercera respuesta progresi- va a la polarización urbana desde abajo: la reconstrucción ofen- siva del Estado social. Según esta alternativa, el Estado adaptaría su estructura y sus políticas a las condiciones económicas emer- gentes, la transformación de las formas de familia y las relacio- nes de género, así como de las nuevas aspiraciones sociales para participar en la vida colectiva.7 Innovaciones radicales como la institución de un “salario ciu- dadano” (ingresos mínimos para todo el mundo, sin restriccio- nes) separarían la subsistencia del trabajo. Es necesario instau- rar una educación gratuita y una capacitación laboral vitalicias, y una garantía de acceso universal a los tres bienes públicos fun- damentales –vivienda, salud y transporte– para ampliar la esfe- ra de los derechos sociales y contener los efectos dañinos de la fragmentación del trabajo remunerado.8 Al fin y al cabo, esta ter- cera opción es la única respuesta viable al reto histórico que la marginalidad avanzada presenta a las sociedades democráticas en el umbral del nuevo milenio. 28 Este texto es un extracto del artículo “Logics of Urban Polarisation from Below”, publicado en Urban Outcasts: A Compara tive Sociology of Advanced Marginality, Polity Press, Cambridge (Mass.), 2008. 1 Tonry, Michael, Malign Neglect –Race, Crime, and Punishment in America, Oxford University Press, Nueva York, 1995; Wacquant, Loïc, Punishing the Poor: The Neoliberal Government of Social Insecu rity, Duke University Press, Durham/Lon- dres, 2009 (versión castellana: Castigar a los pobres: el gobierno neoliberal de la inseguridad social, Gedisa, Barcelona, 2010). 2 Con 710 reclusos por cada 100.000 habitantes en 2000, Estados Unidos ha pasado a ser el líder mundial en materia de encarcelamientos. Proporcionalmente hablando, recluye entre cinco y doce veces más personas que los países de la Unión Europea (cuando la Unión Europea con- taba quince miembros), aunque esta tenga niveles de criminalidad (sin contar el homi- cidio) similares a los estadounidenses. 3 Las siguientes estadísticas se han tomado de las ediciones del Statistique pénale annuelle du Conseil de l’Europe, publicado por el Consejo de Europa de Estrasburgo durante los años que aquí se tratan. 4 Aplicado a la esfera penal, el criterio de Bentham de “menor elegibilidad” (formu- lado inicialmente en 1796 e introducido durante la hambruna irlandesa de 1840 para individuos que requerían beneficen- cia) estipula que la situación del convicto más favorecido debe siempre ser menos deseable que la del obrero “libre” menos favorecido, para no incitar a los trabajado- res al crimen y a mejorar su condición mediante el encarcelamiento. 5 Wacquant, Loïc, Les Prisons de la misère, Raisons d’Agir, París, 1999 (versión castellana: Cárceles de la miseria, Alianza, Madrid, 2001). 6 Christie, Nils, “Eléments de géographie pénale”, Actes de la recherche en scien ces sociales, núm. 124, setiembre de 1998, págs. 68-74. 7 Esping-Andersen, Gøsta, Why We Need a New Welfare State, Oxford University Press, Oxford, 2002. 8 Parijs, Philippe Van, Real Freedom for All: What (If Anything) Can Justify Capita lism?, Oxford University Press, Oxford, 1995 (versión castellana: Libertad real para todos: qué puede justificar el capitalismo, si hay algo que pueda hacerlo, Paidós, Barce- lona, 1996); Standing, Guy (ed.), Promoting Income Security as a Right: Europe and North America, Anthem, Londres, 2004. 29Sostener la ciudad ante la marginalidad avanzada MOVILIZAR Teoría general del urbanismo ecológico Andrés Duany Las crisis Tres grandes crisis se ciernen sobre nosotros: el cambio climático, el pico del petróleo y la evaporación de la riqueza nacional (tam- bién conocida como el colapso del mercado inmobiliario), y son de tal magnitud que habría que considerarlas permanentes. Puesto que todas ellas son de tendencia bajista, se produce una sensación general de que están interrelacionadas y que tienen una base común, el estilo de vida de la clase media estadounidense: cómo dirigimos nuestras necesidades diarias, cómo habitamos el terri- torio, mercantilizamos los productos inmuebles y aseguramos nuestra alimentación. Este estilo de vida, que ahora se exporta a todo el mundo, es la causa de estas crisis, y si pudiéramos resu- mirlo en una expresión, sería, sin duda, “dispersión suburbana”. Los proyectistas se han visto comprometidos en la reforma, y mientras que una primera generación de respuestas se ha res- tringido a edificios individuales (LEED), ya empieza a desplegar- se la escala urbana (LEED-ND). Ya se ha convenido un nombre para ello: “urbanismo ecológico”, aunque continúa la confusión, puesto que son varios los paradigmas aspirantes al título, entreellos, el “viejo urbanismo”, el ya maduro “nuevo urbanismo” y el naciente “urbanismo del paisaje”. Hay uno más, pero dada la seriedad de la situación, descartamos desde el principio el “urba- nismo irresponsable”. Los contendores El “urbanismo irresponsable” tiene su origen en el texto que Rem Koolhas escribiera sobre Atlanta, texto que se cierra con la frase: “La ciudad está fuera de control; dejadnos ser irresponsables”.1 Desde sus orígenes en la Broadacre City de Frank Lloyd Wright, el paradigma ha ido poco a poco volviéndose más estúpido a lo largo de décadas de endogamia del Urban Land Institute (ULI), hasta llegar a un estado vegetativo en el cuidado del suburbio libertario. Pero todavía no ha muerto. Una de las tareas que el urbanismo ecológico tiene por delante consiste en conservar aquello que el “urbanismo irresponsable” sí hizo bien: ser vendi- ble, relativamente barato y fácil de administrar. Si esto no se consigue, el “urbanismo irresponsable” bien podría volver a sur- gir. Recordemos que la dispersión suburbana es el idiot savant del urbanismo, capaz de despertar las simpatías de Herbert Gans, Robert Venturi y Denise Scott Brown y, hace poco, de los apologistas de las “tipologías sin precedentes”, como si el pro- blema fuese la falta de una estética adecuada. 30 Fue Alex Krieger quien le dio nombre al “viejo urbanismo” al pre- guntarse: ¿pero el “nuevo urbanismo” no es el “viejo urbanismo”? Aunque pueda no ser muy halagador, el nombre me parece más aceptable que el de “urbanismo tradicional”. El “viejo urbanis- mo” está resurgiendo porque cada vez más gente se está perca- tando de que vivir en lugares de alta densidad, caminar e ir en transporte público es el estilo de vida ecológicamente responsa- ble. Se dice que un habitante de Manhattan produce la mitad de la huella ecológica que cualquier otro estadounidense. El dilema es que, técnicamente, esto no encaja con los estándares medioam- bientales vigentes. El Manhattan que conocemos es un ideal inalcanzable que hoy no podría reproducirse por un sinfín de razones, comenzando por los cientos de riachuelos subterráneos entubados que exige este patrón urbano. Y aunque se trata de un éxito medioambiental en lo que se refiere a sus consecuencias secundarias, en sus principios técnicos se trata de un completo desastre medioambiental, pues el “viejo urbanismo” no valora en absoluto la naturaleza, y eso pertenece a tiempos ya pasados. Pese a la pregunta de Alex Krieger, el “nuevo urbanismo” difie- re del “viejo urbanismo” en muchos aspectos, como, por ejemplo, que en el pasado las ciudades solían competir entre sí en condi- ciones de igualdad, mientras que hoy compiten con sus propios suburbios, que disponen de un mayor rango de recursos tipoló- gicos. Técnicamente, el “nuevo urbanismo” se enfrenta a la agili- dad polimorfa del “urbanismo irresponsable”, que fue posible gracias a terrenos y combustibles baratos. El “nuevo urbanismo” mitiga el enorme impacto físico del automóvil, aunque no lo eli- mina. Como forma híbrida, su dilema radica en ser capaz de combinar lo mejor y peor de la ciudad y el suburbio. El “urbanismo del paisaje” también es un híbrido cuyo origen se encuentra en los conceptos formales del diseño de jardines, hoy actualizados con los criterios “ecológicos” de las especies vegeta- les autóctonas, los sistemas hidrológicos naturales y la topología de corredores. Esta innovación del diseño está ofreciendo sus ser- vicios como un emplazamiento para construir, y no solo como su apéndice ornamental, por lo que también echa mano del urbanis- mo. Pero esto es algo que le queda grande, pues el “urbanismo del paisaje” se limita a herramientas que imitan a la naturaleza, y no puede evitar la ruralización hasta en proyectos de alta densidad (la otra cara, de hecho, de la urbanización de baja densidad del “nuevo urbanismo”). Con una preferencia rabiosamente adversa a la definición espacial, en su repertorio no hay nada parecido a una “calle corredor” o una “plaza”. La esfera pública es fundamental- mente terapéutica: caminatas rústicas, devaneos con cultivos comestibles y la comunión con la naturaleza son sustitutos de la actividad social que fomentaban los antiguos lugares urbanos. Hasta el tan cacareado compromiso del “urbanismo del paisaje” con la “infraestructura” no es más que la amortiguación de arte- rias principales, un mejor diseño del aparataje para el agua de 31 escorrentía o la decoración de los aparcamientos con pavimentos porosos. Sin embargo, un paradigma urbano no puede basarse en plantar anécdotas naturales en los espacios residuales entre los edificios. Además, el “urbanismo del paisaje” es propenso a meter- se en camisas de once varas al dotar de camuflaje verde a las lla- madas “tipologías sin precedentes” de las grandes superficies y los parques de oficinas de espacio basura. El desafío ¿Cómo evaluar estos tres aspirantes al título de “urbanismo ecoló- gico” cuando no hay consenso en el nuevo discurso? Una de las vías sería establecer una teoría abstracta que pueda servir de prueba, al tiempo que se juzga por su integridad y la utilidad de su proceso de evaluación. Un protocolo tal debería expresar esa mística de la técnica que respalda la credibilidad en el foro político actual. Sus mediciones deberían basarse en formas reconocibles de procesos naturales, de modo que pueda reclutarse a los medioambientalis- tas como parte de los consultores especialistas, en lugar de dejar que sigan siendo intransigentes partidarios del NIMBY (Not In My Back Yard, literalmente “no en mi patio trasero”). A todo esto debe sumársele que la teoría debería ser lo suficientemente sencilla como para que la administre una burocracia acostumbrada a los protocolos robóticos de la zonificación euclidiana. La teoría ¿Serviría el corte transversal entre lo urbano y lo rural para este reto un tanto abstracto, como lo ha hecho para casos más utilita- rios?2 Dicho corte transversal es una teoría medioambiental basa- da en la geografía, que abarca desde las zonas silvestres hasta el centro urbano. Al integrar la metodología medioambiental en la gestión de hábitats con los métodos de zonificación para el urba- nismo, el corte transversal descompone la usual evaluación espe- cializada, permitiendo que los medioambientalistas consideren el diseño de los hábitats culturales y que los urbanistas protejan los hábitats naturales. La mezcla de elementos humanos y naturales que crean simbióticamente los hábitats funcionales puede anali- zarse y proyectarse. Hoy es un sistema operativo de software libre disponible para los códigos de zonificación y otros estándares téc- nicos que intentan sustituir el sistema actual de zonificación.3 Se ha demostrado que es un poderoso motor taxonómico para los ele- mentos que integran el urbanismo ecológico, tan dispares entre sí. Puesto que la teoría general propuesta para el urbanismo ecoló- gico debe mediar entre varios mundos, propone como moneda de cambio el concepto de diversidad, que tanto las ciencias naturales como las sociales utilizan. Tanto la actividad biológica como la económica se basan en las transacciones (de elementos químicos y calor, de bienes y servicios). Se diseña una moneda de cambio para esclarecer la evaluación de lo que viene dado a cambio de aquello que se gana. Una transacción es sostenible desde el punto de vista MOVILIZAR 32 físico, económico o político siempre y cuando sea un trato justo. Por ejemplo, el régimen NIMBY nació de la conciencia de que la dispersión suburbana no era un trato justo: la subdivisión de viviendas o un centro comercial era un intercambio bajista con relación a la pérdida de un campo o un bosque. Antes de la disper- sión suburbana, generalmente se consideraba que el desarrollo era Intensidad de elementos del corte transversal VIEJO URBANISMO – PRIVILEGIO DE LA DIVERSIDAD SOCIOECONÓMICAURBANISMO DEL PAISAJE – PRIVILEGIO DE LA DIVERSIDAD NATURAL NUEVO URBANISMO – VALORACIÓN DE LA DIVERSIDAD SOCIOECONÓMICA Y NATURAL URBANISMO SOSTENIBLE – EQUIPARACIÓN DE LA DIVERSIDAD SOCIOECONÓMICA Y NATURAL PR IV AD O CÍ VI CO PÚ BL IC O R U R A L | | | | | | | | | | | | | | | | | | | | | | | | T R A N S E C T O | | | | | | | | | | | | | | | | | | | | | | | | U R B A N O ZONA NATURAL ZONA RURAL ZONA SUBURBANA ZONA URBANA CENTRAL ZONA URBANA CENTRO URBANO MAYOR DENSIDAD MANZANAS MÁS PEQUEÑAS PRINCIPALMENTE DE USO MIXTO EDIFICIOS MÁS GRANDES MENOS ESPACIOS VERDES EDIFICIOS ADOSADOS FACHADAS ALINEADAS ESCALERAS DE ENTRADA Y FRENTES DE TIENDA RETRANQUEOS POCO PROFUNDOS PERFIL URBANO EDIFICIOS DE ALBAÑILERÍA CUBIERTAS PLANAS LETREROS EN EDIFICIOS ANIMALES DOMÉSTICOS CALLES Y CALLEJONES ACERAS ANCHAS MALOS SERVICIOS APARCAMIENTO PROGRAMADO CUNETAS PEQUEÑAS BERMAS ELEVADAS ILUMINACIÓN ARTIFICIAL ÁRBOLES DE CALLE ALINEADOS MAYOR ACEPTACIÓN DEL RUIDO INSTITUCIONES REGIONALES PLAZAS Y PARQUES MENOR DENSIDAD MANZANAS MÁS GRANDES PRINCIPALMENTE RESIDENCIAL EDIFICIOS MÁS PEQUEÑOS MÁS ESPACIOS VERDES EDIFICIOS AISLADOS FACHADAS NO ALINEADAS PRADOS Y PORCHES RETRANQUEOS PROFUNDOS PERFIL DISPERSO EDIFICIOS DE MADERA CUBIERTAS INCLINADAS PEQUEÑOS LETREROS EN PRADOS GANADO CARRETERAS Y CAMINOS SENDEROS ANGOSTOS BUENOS SERVICIOS APARCAMIENTO CASUAL CUNETAS GRANDES ZANJAS ABIERTAS LUZ NOCTURNA GRUPOS DE ÁRBOLES MIXTOS MAYOR SILENCIO LUGARES DE REUNIÓN LOCALES PARQUES Y ESPACIOS VERDES 33Teoría general del urbanismo ecológico MOVILIZAR un intercambio alcista: podía perderse un bosque o una granja, pero el pueblo o la ciudad saldrían ganando. Así fue como se per- dieron los humedales de la península de Charles Town, pero se consideró que la ciudad de Charleston era una compensación jus- ta, cosa que no habría sido aceptable si se hubieran sustituido los humedales por un complejo suburbano, como el que existe cerca de Hilton Head. El corte transversal podría elucidar una teoría general del urbanismo ecológico mediante una ecuación: En cualquier punto del corte transversal entre lo urbano y lo rural, el sumatorio de la densidad de la diversidad social y natu- ral después de la urbanización debe ser aproximadamente igual o mayor a la densidad de la diversidad natural anterior.4 N: ∑ [Ds +Dn] (después) ≈ > N: [DN] (antes), donde: N = un número constante Ds = actividades socioeconómicamente diversas por unidad de tierra tras la urbanización Dn = diversidad de hábitats naturales por unidad de tierra tras la urbanización DN = diversidad de hábitats naturales por unidad de tierra antes de la urbanización Las gráficas de la página anterior representan los paradigmas que compiten por el urbanismo ecológico en función de la ecuación que hemos esgrimido para nuestra teoría general. Con el “viejo urbanismo”, la diversidad social del T6-centro urbano, correcta- mente, superior a la del T3-suburbano. Sin embargo, existe un problema conceptual, pues esta medida asigna aún menor valor al T2-rural, y el T1-natural no tiene valor alguno. El “viejo urbanis- mo” crea valor al generar lugares de trabajo, viviendas, comercio y zonas de ocio, y su diversidad se consigue mediante su proximi- dad orgánica a espacios peatonales sin apenas automóviles. Las consecuencias medioambientales positivas del “viejo urbanismo” son la compacidad, la complejidad, la accesibilidad y la viabilidad del tráfico; las negativas son que la tierra debía desnaturalizarse por la continuidad de redes para convertirse en una mercancía apta para la edificación compacta. El “viejo urbanismo” manifies- ta un excelente rendimiento medioambiental, pero no puede crear- se o extenderse sin eliminar la naturaleza. En cuanto al “urbanismo del paisaje”, su problema es que el T3-suburbano tiene una puntuación superior al del T6-centro urbano, que tiene el peor rendimiento. Este es el resultado de pri- vilegiar de manera absoluta la diversidad natural, que pone de manifiesto serios defectos conceptuales en el paradigma. El “urbanismo del paisaje” no cuenta con mediciones con las que evaluar el tramo urbano del corte transversal, y al utilizar apenas la mitad de las herramientas, no registra la diversidad social del centro urbano, salvo que sea un pavimento o una isla de calor desnaturalizada. Lugares como Londres y Manhattan arrojan 34 huellas medioambientales enormemente negativas, y estos patro- nes urbanos se consideran parte del problema, no de la solución. Mientras tanto, el “nuevo urbanismo” le asigna al T3-suburbano el valor más bajo, pues cuenta con el menor índice de diversidad social y natural (y corrige así la evaluación de los otros dos para- digmas). Con un rango de herramientas que van desde el límite urbano para la conservación de la naturaleza entre T1 y T2, hasta una orientación del tráfico que favorezca la densidad y la diversi- dad social, el “nuevo urbanismo” puede aceptar o rechazar selecti- vamente la naturaleza según la urbanidad relativa a la zona con- creta T. Sin embargo, no puede justificar la persistencia de la casa suburbana unifamiliar, salvo algo impuesto por el mercado, una necesidad lamentable para implementar su agenda mayor en otro tramo del corte transversal. Este defecto impide que el “nuevo urbanismo” se convierta en el paradigma del urbanismo ecológico. El urbanismo ecológico conserva la puntuación “correcta” en materia de diversidad social y natural del “nuevo urbanismo”, pero mejora el rendimiento del T3-suburbano al integrarlo técnicamen- te en el régimen verde. El T3 se rediseña, por definición, para com- pensar su mayor ocupación de tierras y su impacto en el transporte con requerimientos para generar energía, la reutilización de las aguas, el reciclaje y compostaje y la producción de alimentos. Su capacidad de hacerlo coincide con su mayor designación de tierras per cápita. Estas estrategias mitigadoras funcionan mejor con una casa que con edificios urbanos de tipo T5 y T6, con lo que lo subur- bano pasa a convertirse, sin pena ni gloria, en T-3-suburbano. Una teoría general del urbanismo ecológico iguala el rendimiento medioambiental en todo el corte transversal y conserva su elección como parte integral de las políticas de una economía de mercado. Resumen La diversidad social y natural se combinan en distintas frecuen- cias a lo largo del corte transversal entre lo urbano y lo rural. La alta diversidad natural del T1-natural es lo ideal para el “urba- nismo del paisaje”, mientras que la alta diversidad social del T6-centro urbano pauta el mejor momento del “viejo urbanismo”. Sin embargo, estos dos paradigmas monovalentes subestiman las consecuencias positivas de sus contrarios, asignando en el proceso un valor desmesuradamente alto al T3-suburbano. El “nuevo urbanismo” valora tanto la diversidad natural del T1 como la diversidad social del T6, al tiempo que evalúa correcta- mente la puntuación suburbana del T3, que cuenta con los índi- ces más bajos de ambos. Según nuestra teoría general, el urba- nismo ecológico equipara los niveles combinados de diversidad a todas las zonas al crear la esfera de lo suburbano, permitiéndo- le a todos los cortes su justificación ambiental y al mercado el ejercicio de sus preferencias. La ecuación de esta teoría general puede determinar si la transacción a lo urbano puede conside- rarse un intercambio justo ante una pérdida de la naturaleza. 1 Koolhaas, Rem, “Atlanta: A Reading”, en Prat, Ramon (ed.), Atlanta, Actar, Barce- lona, 1996. 2 Véanse: www.transect.org y Duany, Andrés y Brain, David, “Regulating as if Humans Matter”, en Ben-Joseph, Eran y Szold, Terry S. (eds.), Regulating Place: Standards and the Shaping of Urban Ame rica, Routledge, Nueva York, 2005, págs. 293-332. 3 Véase: SmartCode, www.transect.org. Hay unos treinta módulos basados en dicho corte transversal.
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