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© FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE Instituto de Ciencias del Seguro LAS COMPAÑÍAS ASEGURADORAS EN LOS PROCESOS PENAL Y CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO Amaya Arnaiz Serrano © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE FUNDACIÓN MAPFRE no se hace responsable del contenido de esta obra, ni el hecho de publicarla implica conformidad o identificación con la opinión del autor o autores. Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o del editor. © 2008, FUNDACIÓN MAPFRE Carretera de Pozuelo 52 28220 Majadahonda. Madrid www.fundacionmapfre.com/cienciasdelseguro publicaciones.ics@mapfre.com ISBN: 978-84-9844-100-0 Depósito Legal: SE-3066-2008 © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE PRESENTACIÓN Desde 1992 FUNDACIÓN MAPFRE realiza anualmente una convocatoria de becas destinadas a promover estudios monográficos en materia de Riesgo y Seguro, incluyendo áreas temáticas relacionadas específicamente con el seguro iberoamericano. Su objetivo es facilitar apoyo económico para la realización de trabajos de investigación en las áreas antes mencionadas y están dirigidas a titulados universitarios y profesionales del mundo del seguro, de cualquier nacionalidad, que deseen desarrollar programas de investigación. Para la realización de este trabajo, FUNDACIÓN MAPFRE concedió a su autora una Beca de Investigación Riesgo y Seguro. Amaya Arnaiz Serrano es profesora titular interina del área de Derecho Procesal de la Universidad Carlos III de Madrid y doctora por la Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas de dicha universidad. Su tesis doctoral recibió el premio extraordinario de Doctorado en Derecho General. Miembro del Instituto Alonso Martínez de Justicia y Litigación, ha desarrollado estudios de investigación relativos a cooperación jurídica internacional; desarrollo de herramientas de gestión procesal, gestión de calidad aplicada a la administración de justicia y evaluación del Sistema de Defensa de oficio. También cuenta con numerosas publicaciones entre las que destaca la monografía que concretó en su tesis doctoral, Las partes civiles en el proceso penal y la colección de esquemas procesales. © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 1 ÍNDICE ABREVIATURAS ...................................................................................... 5 INTRODUCCIÓN ...................................................................................... 7 Capítulo 1. LEGITIMACIÓN E INTERVENCIÓN DE LAS COMPAÑÍAS ASEGURADORAS EN EL PROCESO PENAL ..................... 9 1. Demandantes civiles en el proceso penal ...................................... 9 1. Legitimación ordinaria .................................................................. 12 Legitimación ordinaria del “perjudicado” y del “ofendido” ..... 12 Legitimación ordinaria de la “familia” y de los “terceros” ....... 18 2. Legitimación extraordinaria ......................................................... 22 Legitimación extraordinaria del Ministerio Fiscal .................. 23 Legitimación extraordinaria por ejercicio de una acción subrogatoria ........................................................................... 25 3. Legitimación extraordinaria de la compañía aseguradora por subrogación en la posición del perjudicado .......................... 32 La posibilidad de ejercicio de la acción subrogatoria por la compañía aseguradora del perjudicado ............................ 33 La imposibilidad de ejercicio de la acción civil por la Aseguradora del responsable criminal y asegurado: la acción de repetición y la dualidad de posiciones procesales ........... 41 2. Legitimación pasiva de las compañías aseguradoras en el proceso penal ................................................................................... 43 1. La responsabilidad directa de las compañías aseguradoras ....... 46 2. La intervención de las compañías aseguradoras en el proceso penal ........................................................................................... 50 La compañía del seguro obligatorio ...................................... 50 La compañía del seguro voluntario ...................................... 56 © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 2 3. El alcance de la responsabilidad de las compañías aseguradoras en el proceso penal ............................................. 58 Excepciones oponibles ........................................................... 58 Límites a la responsablidad de las compañías aseguradoras . 69 4. El derecho de repetición de la compañía aseguradora .............. 70 Capítulo 2. LEGITIMACIÓN E INTERVENCIÓN DE LAS COMPAÑÍAS ASEGURADORAS EN EL PROCESO CONTENCIOSO- ADMINISTRATIVO ................................................................. 73 1. Algunas consideraciones previas ................................................... 73 2. El orden jurisdiccional competente para conocer de las reclamaciones por responsabilidad patrimonial de la Administración Pública y de las aseguradoras implicadas .................................................................. 75 1. La controvertida competencia de la jurisdicción contencioso- administrativa: evolución legal y jurisprudencial ......................... 75 La duplicidad de jurisdicciones consagrada en la Ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado de 1957 . La apuesta del legislador por la unidad jurisdiccional en la Ley 30/1992 ......................................................................... 79 Un paso más a favor de la unidad jurisdiccional en la Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativo de 1998 ........ 82 Una ¿última? cláusula de cierre a favor de la jurisdicción contencioso-administrativa: LO 19/2003 de 1998 ................. 84 2. La intervención de la compañía aseguradora en el proceso contencioso-administrativo .......................................................... 88 3. La extensión de la jurisdicción contencioso-administrativa en relación con los sujetos privados concurrentes en la producción del daño y sus aseguradoras ...................................................... 91 3. Algunas cuestiones controvertidas del sistema ............................... 94 1. La posibilidad de ejercicio de la acción directa contra la aseguradora de la Administración.................................. 94 La naturaleza privada del contrato de seguro entre la Administración Pública y la aseguradora ........................ 94 © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 3 La acción directa como derecho del perjudicado .................. 95 La conveniencia y oportunidad del ejercicio de la acción directa en los casos de responsabilidad patrimonialdel Estado .................................................................................... 98 2. La posibilidad de dirigir las demandas de responsabilidad patrimonial exclusivamente contra los sujetos privados en la vía civil ................................................................................ 100 BIBLIOGRAFÍA ........................................................................................ 103 ÍNDICE SISTEMÁTICO DE JURISPRUDENCIA ..................................... 113 COLECCIÓN “Cuadernos de la Fundación” Instituto de Ciencias del Seguro .............................................................. 131 © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 5 ABREVIATURAS AC Actualidad Civil Ar.C Aranzadi Civil ADC Anuario de Derecho Civil ADPCP Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales Ac.Jdca.Ar Actualidad Jurídica Aranzadi AP Actualidad Penal ATC Auto del Tribunal Constitucional ATS Auto del Tribunal Supremo BIMJ Boletín de Información del Ministerio de Justicia Cc Código Civil CCJC Cuadernos Civitas de Jurisprudencia Civil CCo Código de Comercio CDJ Cuadernos de Derecho Judicial CFM Cuadernos Fundación Mapfre Cp Código Penal CPC Cuadernos de Política Criminal DOCE Diario Oficial de las Comunidades Europeas DS Derecho y Salud DT Disposición Transitoria FGE Fiscalía General del Estado IJ Información Jurídica JD Jueces para la Democracia LCAP Ley de Contratos de las Administraciones Públicas LCS Ley de Contrato de Seguro LEC Ley de Enjuiciamiento Civil LECrim Ley de Enjuiciamiento Criminal LJCA Ley de la Jurisdicción Contencioso-administrativa LOPJ Ley Orgánica del Poder Judicial LOSVSP Ley de Ordenación y Supervisión de los Seguros Privados LOTCu Ley Orgánica del Tribunal de Cuentas LRJAE Ley de Régimen Jurídico de la Administración del Estado LrRBRL Ley Reguladora de las Bases de Régimen Jurídico Local LRCSVM Ley de Responsabilidad Civil y Seguro en la Circulación de Vehículos a Motor LRJ-PAC Ley de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común Núm. Número Núms. Números ONLAE Organismo Nacional de Loterías y Apuestas del Estado RAAP Revista Andaluza de Administración Pública RAP Revista de Administraciones Públicas © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 6 RD Real Decreto RDC Revista de Derecho de la Circulación RDJ Revista de Derecho Judicial RDPC Revista de Derecho Penal y Criminología RDPP Revista de Derecho y Proceso Penal RDPr Revista de Derecho Procesal RDPrC Revista de Derecho Privado y Constitución RDPr.Ib Revista de Derecho Procesal Iberoamericana RDPu Revista de Derecho Público RDPv Revista de Derecho Privado REDA Revista Española de Derecho Administrativo REDM Revista Española de Derecho Militar RGD Revista General de Derecho RGDPr Revista General de Derecho Procesal-Iustel RGLJ Revista General de Legislación y Jurisprudencia RGV Reglamento General de Vehículos RIJ Revista de Información Jurídica RJA Repertorio de Jurisprudencia Aranzadi RJE La Ley Revista Jurídica Española La Ley RJC Revista Jurídica de Catalunya RJN Revista Jurídica de Navarra RLJ Revista de Legislación y Jurisprudencia RPJ Revista del Poder Judicial RRCCS Revista de Responsabilidad Civil, Circulación y Seguro RRCSCVM Reglamento sobre la responsabilidad civil y seguro en la circulación de vehículos a motor RVDPA Revista Vasca de Derecho Procesal y Arbitraje SAP Sentencia Audiencia Provincial STSJ Sentencia del Tribunal Superior de Justicia STC Sentencia del Tribunal Constitucional STS Sentencia del Tribunal Supremo STJCE Sentencia del Tribunal de Justicia de la Comunidad Europea TC Tribunal Constitucional TJ Tribunales de Justicia TRLCAP Texto Refundido de la Ley de Contratos de las Administraciones Públicas TS Tribunal Supremo © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 7 INTRODUCCIÓN1 En los últimos años venimos presenciando un aumento considerable de la intervención de las compañías aseguradoras en los procesos judiciales. La tendencia de la sociedad actual a convertir los contratos de seguros en garantías prácticamente universales respecto de cualquier acontecimiento lesivo, ha supuesto la proliferación de la participación de las aseguradoras en todo tipo de procedimientos judiciales. Sin embargo, y pese a lo controvertido y problemático que resulta en ocasiones la participación de estos sujetos en el proceso, esta situación no ha sido atendida debidamente por el legislador. La regulación actual es parca y escasa, habiéndose limitado prácticamente a contemplar la posibilidad de que las compañías aseguradoras se encuentren legitimadas pasivamente para intervenir en todo tipo de procesos. Se encuentra en cambio por definir el alcance y garantías de su intervención, lo que ha provocado no pocos problemas de inseguridad jurídica y de desigualdad en la práctica forense. En el presente trabajo se pretenden abordar algunas de las cuestiones más controvertidas en torno a la legitimación e intervención de las aseguradoras en el proceso penal y en el contencioso-administrativo. El interés que suscitan estos procesos se debe a que en el primero de ellos, y pese a que en él es cada vez mayor el protagonismo de las aseguradoras, su tratamiento procesal no ha obtenido hasta el momento una respuesta satisfactoria, ni en la legislación ni tan siquiera en la jurisprudencia, lo que hace preciso plantearnos la necesidad de una reforma sobre esta materia. En el caso del proceso administrativo una reforma relativamente reciente pretendió poner fin a la polémica cuestión del orden jurisdiccional competente para conocer cuando la pretensión indemnizatoria se dirige contra la aseguradora de la Administración pública. Pese a haber aclarado probablemente la cuestión más controvertida, ha dejado sin respuesta satisfactoria cuestiones tan trascendentes como la posibilidad de demandar ante el orden jurisdiccional civil exclusivamente a la compañía aseguradora de la Administración; o si se puede condenar en el orden jurisdiccional administrativo a la aseguradora de la Administración y/o a los 1 Este trabajo ha sido elaborado en el marco de una Beca de FUNDACIÓN MAPFRE en su Programa de Becas de Investigación Riesgo y Seguro. XIV Convocatoria 2005/2006. © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 8 particulares y sus aseguradores cuando no haya un pronunciamiento condenatorio en relación con la Administración. Estas y otras cuestiones serán abordadas en la segunda parte de este trabajo, comenzando en la primera por el análisis de las relativas a la legitimación e intervención de las aseguradoras en el proceso penal. © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 9 CAPÍTULO 1 LEGITIMACIÓN E INTERVENCIÓN DE LAS COMPAÑÍAS ASEGURADORAS EN EL PROCESO PENAL 1. DEMANDANTES CIVILES EN EL PROCESO PENAL Tradicionalmente en el ámbito del proceso penal la delimitación de su objeto civil ha sido una cuestión tratada singularmente desde el punto de vista de la naturaleza y alcance de los daños resarcibles. En cambio,mucho menor interés parece haber despertado el tema relativo a la legitimación para deducir la acción civil en el procedimiento criminal, la cual no se agota desde luego en el sujeto titular de la pretensión resarcitoria, sino que como comprobaremos alcanza a otros sujetos que exceden y difieren del concepto estricto de perjudicado. La determinación del alcance de la pretensión civil deducible en el proceso penal no cabe duda que resulta de capital importancia, puesto que determinará el objeto del proceso civil acumulado. Pero tan importante como su objeto resulta el reconocimiento y atribución de la legitimación para la introducción de dichas pretensiones de naturaleza privada en el proceso adhesivo. El legislador penal de 1881 cuando contempla la posibilidad de ejercitar de forma conjunta las acciones civiles y penales que pudieran surgir de unos mismos hechos ilícitos —permitiendo así un singular sistema de acumulación heterogénea de acciones en el proceso punitivo—, lo hace no tanto en consideración a unas concretas pretensiones, como en atención a la satisfacción integral de los perjuicios padecidos por un concreto sujeto, aquél que experimenta las consecuencias perjudiciales de un hecho no sólo dañino sino además típico y antijurídico, por tanto delictivo. Luego se trata, en última instancia, de otorgar a determinados sujetos una rápida, efectiva e integral protección2. Por consiguiente, la particular regulación y tratamiento a los que se encuentra sometida la responsabilidad civil cuando ésta proviene de un hecho 2 GÓMEZ ORBANEJA, Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento Criminal de 14 de septiembre de 1882, t. II, Barcelona, 1951, pág. 381, al abordar la cuestión de la acción civil ya puso de relieve la importancia del tema con estas palabras: “[…] se trata no tanto de describir el contenido del daño resarcible como de precisar cuál sea el objeto de protección. En otras palabras: a qué persona o personas corresponde la acción civil”. © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 10 aparentemente delictivo se debe a la existencia de un interés subjetivo especialmente protegido. Por tanto, tan importante como el objeto de la pretensión civil en el proceso penal es la cuestión relativa a la protección subjetiva especial que se pretende dispensar al optar por insertar una acción de naturaleza civil en un proceso penal. La respuesta a este interrogante no se agota en la titularidad activa y pasiva de la obligación, sino que va más allá y precisa de la determinación de la concreta legitimación atribuida para la deducción de este tipo de pretensiones en la causa criminal. Es más, atendiendo a este loable fin es como debiera interpretarse la legitimación para la deducción de la pretensión civil en el proceso penal. Si de lo que se trata es de procurar la satisfacción de los perjuicios sufridos por dichos sujetos del modo más expeditivo posible —pues el fundamento tradicional de la acumulación no ha sido otro que el de la economía procesal en favor sin duda del perjudicado—, debemos preguntarnos si cuando la atribución de legitimación extraordinaria cumple precisamente con esa finalidad no debiera no sólo permitirse sino ampararse y fomentarse por parte del legislador. Cuestión que nos plantearemos a continuación en relación con las compañías aseguradoras. En cuanto al objeto civil en el proceso penal puede decirse que mucho se ha discutido y avanzado en los últimos tiempos. Y prueba de ello es que en la actualidad es comúnmente aceptado tanto por la doctrina como por la jurisprudencia no sólo que la denominada responsabilidad civil ex delicto no es otra cosa que responsabilidad extracontractual, sino que además en el proceso penal se pueden deducir otro tipo de pretensiones de naturaleza civil distintas de la responsabilidad aquiliana, a través de las cuales se pretende la satisfacción integral. Así ocurre, por ejemplo, con las pretensiones de nulidad de acuerdos societarios, de filiación, de reconocimiento de pensiones de alimentos, etc. En cambio, como decimos no parece haber despertado el mismo interés el tema de la legitimación para el ejercicio de la acción civil en el proceso penal. Se trata de una cuestión cuyo análisis no resulta desde luego sencillo; pues, de un lado, la doctrina tradicionalmente ha centrado sus estudios en la determinación de los sujetos pasivos, relegando a un segundo plano las cuestiones relativas a la titularidad activa. Y, de otro, porque esta materia se encuentra regulada de modo disperso y asistemático en nuestro ordenamiento jurídico. De ahí, que para abordar la legitimación activa debamos acudir no sólo a las disposiciones del CP y de la LECRIM sino también a otras normas sustantivas e incluso en ocasiones a la jurisprudencia —que ni siquiera es en esta materia uniforme—, lo que evidencia la falta de sistemática y la ausencia de preocupación por parte del legislador de arrojar algo de claridad sobre estas cuestiones que en la práctica no hacen sino generar, como adelantamos, desigualdad e inseguridad jurídica3. 3 En el Derecho comparado no es infrecuente encontrar disposiciones en las que se establece el tratamiento de la legitimación para el ejercicio de la acción civil en el proceso penal. Muestra de ello © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 11 Con carácter general puede decirse que son sujetos activos de la acción civil aquéllos que cuentan a su favor con el derecho a exigir la reparación en el seno del proceso penal, por ser su perjuicio consecuencia directa de los hechos delictivos. Si tenemos presente que el proceso penal es un cauce excepcional para la deducción de las pretensiones de naturaleza privada — pues de otro modo se correría el grave riesgo de desvirtuar su objeto principal—, pudiera pensarse que la legitimación se encontrará reconocida única y exclusivamente a aquellos sujetos que hayan padecido los efectos perjudiciales del hecho delictivo de forma originaria, y cuya pretensión constituya una reparación de naturaleza extracontractual conforme a lo previsto en la ley. Pues bien, en atención a estas circunstancias podría considerarse que sólo los titulares de aquellas concretas pretensiones se encuentran legitimados para promover la acción civil en el proceso penal. Por el contrario, en relación con la legitimación para la deducción de este tipo de pretensiones a través de este cauce nos encontramos ante una sorprendente y, en ocasiones, cuestionable ampliación de los sujetos a los que se atribuye dicha legitimación. Por un lado, a diferencia de lo que sucede en el proceso civil, el Ministerio fiscal podrá ejercitar válidamente la pretensión privada en el proceso penal; pero es que no sólo se le reconoce la posibilidad de intervenir, sino que se le confiere casi su titularidad, hasta tal punto que sólo la renuncia o reserva expresa por parte del perjudicado le impedirá su ejercicio4. De otra parte, existe un amplio abanico de supuestos en los que, unas veces por disposición legal y otras por una interpretación jurisprudencial, se permite la participación en el proceso penal de sujetos que intervendrán en virtud de acciones subrogatorias en el lugar de los perjudicados. Como veremos con mayor detenimiento en las páginas sucesivas, pese a que la ley y algunos autores traten de justificar su intervención atribuyéndoles la condición de «terceros perjudicados», creemos que nos encontramos ante auténticos supuestos de legitimación extraordinaria cuya conveniencia debiera replantearse, tal vez no tanto en cuanto al fondo, pues pudiera ser razonable y hasta conveniente su intervención, pero sí al menos en cuanto a la forma, sobre todo cuando sulegitimación proviene de una más que cuestionable interpretación legal o jurisprudencial. En este momento, en el que se sigue y se tendrá que seguir discutiendo un nuevo texto sobre enjuiciamiento criminal, es preciso suscitar nuevas son los arts. 74 y 76 a 82 del Codice di Procedura penale italiano y los arts. 1 y 2 (este último con veinte reglas entorno a la delimitación de los sujetos legitimados atendiendo a distintos supuestos) del Code de Procedure penale francés. 4 Algún autor ha calificado de modo muy ilustrativo la intervención del Ministerio fiscal ejercitando la acción civil en el proceso penal como de “actor civil público”, términos de difícil conjugación salvo en supuestos tan extraordinarios como el presente, pues la tendencia como puede observarse en la LEC/2000 es la de reducir a la mínima expresión la intervención del Ministerio público en los procesos de naturaleza civil. Vid. MORENO CATENA (dir.), El proceso penal, vol. I, Valencia, 2000, pág. 623. © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 12 cuestiones y posibilidades acerca de la intervención de las compañías aseguradoras en el proceso penal. Es preciso por tanto no sólo averiguar si con el marco legislativo existente puede sostenerse que las aseguradoras se conviertan en actores civiles en el proceso penal —cuestión que tiene dividida no sólo a la doctrina sino también a la jurisprudencia—, sino también si resultaría conveniente que en una futura reforma se contemplase esta posibilidad. 1. La legitimación ordinaria En primer lugar, debemos tratar de precisar el concepto de perjudicado, analizando los distintos sujetos que pueden entenderse comprendidos en él y que, por consiguiente, son los que ostentan la legitimación ordinaria para entablar la pretensión civil en el proceso penal. A sensu contrario la definición de perjudicado nos permitirá rechazar la identificación de otros sujetos con este concepto, evitando interpretaciones forzadas de la ley y, permitiéndonos buscar una encaje legal más acorde con estos otros supuestos de legitimación extraordinaria para el ejercicio de la acción civil en el proceso penal. No cabe duda de que un mismo hecho histórico puede ocasionar daños de signo diverso, de ahí que pueda tener repercusión en distintos sujetos y en distintos grados. Así por ejemplo, pueden verse afectados por el delito no sólo la persona ofendida, sino también aquellos sujetos que sufren un menoscabo patrimonial o moral como consecuencia directa o indirecta del ilícito; v.gr., la familia del ofendido, las compañías aseguradoras, las entidades sanitarias que prestan auxilio o asistencia médica inmediata al agraviado, etc. Sin embargo, y a pesar de que todas ellas puedan tener un justo título para reclamar los daños que hayan sufrido como consecuencia del hecho delictivo, no a todos ellos se les reconocerá la legitimación para entablar en el proceso penal su pretensión civil. Es por ello que distinguiremos brevemente entre los supuestos de legitimación ordinaria —que como veremos son aquellos que coinciden con el concepto más tradicional de perjudicado en sentido amplio—, de aquellos otros que constituyen verdaderos supuestos de legitimación extraordinaria y que, por consiguiente, encuentran su fundamento y reconocimiento en parámetros distintos al del perjudicado. Legitimación ordinaria del «perjudicado» y del «ofendido» En principio, y como parece lógico la legitimación para el ejercicio de la acción civil en el proceso penal corresponderá a aquellos sujetos que tengan interés directo en la reparación o indemnización de los perjuicios originados como consecuencia directa de los hechos enjuiciados penalmente. Luego, la ley atribuye la legitimación ordinaria para el ejercicio de la acción civil en el proceso penal a quien es sujeto pasivo del daño, es decir, al titular del interés © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 13 directa e inmediatamente lesionado por la actuación presuntamente criminal5. No obstante, dado que la posibilidad de deducir la pretensión resarcitoria en el proceso penal persigue una protección subjetiva muy concreta, tanto la LECRIM como el CP, en lugar de limitarse a vincular subjetivamente la pretensión civil a los sujetos de la relación material sobre la que aquélla versa tal y como hace la LECIV tratan de enumerar una serie de sujetos respecto de los cuales se presume que habrán sufrido el perjuicio de forma directa por el hecho constitutivo del delito6. Este tratamiento de la legitimación, en el que se opta por la enumeración de los sujetos presumiblemente perjudicados directos por actuaciones no sólo dañinas, sino también delictivas, debiera, en principio, facilitar el camino para la determinación de la legitimación activa. Sin embargo, no hace sino distraer la atención sobre cuestiones accesorias, pues lo importante para atribuir esta legitimación, como comprobaremos a continuación, no es tanto la condición o cualidad de sujeto activo como el hecho de que el mismo se haya visto afectado directamente por el acontecimiento. Por tanto, e independientemente de la condición del sujeto, la legitimación para entablar la pretensión resarcitoria en el proceso penal debe ser atribuida al titular de la esfera jurídico-privada en que han tenido incidencia las consecuencias perjudiciales del hecho constitutivo de delito, de modo que, con carácter general, podría decirse que ningún otro sujeto que haya podido padecer algún tipo de quebrantamiento patrimonial o moral de forma indirecta o refleja, aun siendo consecuencia de los mismos hechos, podría pretender el resarcimiento de su perjuicio en sede penal. En nuestro ordenamiento jurídico, como ya hemos adelantado, ha sido una constante el establecimiento de la legitimación para el ejercicio de la acción civil a través de una relación de sujetos a los que el legislador considera perjudicados a estos efectos. Lo que desde luego fue siempre un loable esfuerzo por clarificar y delimitar los supuestos de legitimación, pretendiendo dispensar una especial protección a determinados sujetos a través de la acumulación, arroja en nuestros días un balance negativo, puesto que el establecimiento de un catálogo de sujetos diversos a los que puede atribuírseles la condición de perjudicados ha constituido una fuente de interpretaciones dispares acerca de la posición que pueden ocupar en el proceso penal atendiendo a su distinta condición. 5 Tal y como señala GIMENO SENDRA, «La legitimación del Ministerio Fiscal en los procesos de amparo», RJE La Ley, núm. 4793, 1999, t. 3, pág. 1.873: “La única parte originariamente legitimada para la interposición de la pretensión civil es el perjudicado, quien, siendo titular de un derecho subjetivo de carácter disponible, goza de todo poder de disposición sobre la pretensión civil”. 6 DE LLERA SUÁREZ-BÁRCENA (CON CAVANILLAS MÚGICA Y QUINTERO OLIVARES), La responsabilidad civil «ex delicto», Navarra, 2003, pág. 210. © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 14 Mientras que de la lectura conjunta de los arts. 109 y 110 de la LECRIM parece que se encuentran legitimados para ejercitar la acción civil en el proceso penal exclusivamente el ofendido y el perjudicado por el delito, en el art. 113 del CP se hace mención también a sus familiares, así como a terceros perjudicados por los hechos ilícitos. A primera vista pudiera parecer que el CP establece un catálogo de sujetos legitimados para el ejercicio de la acción civil más amplio que el de laLECRIM; sin embargo, esta apariencia es fruto de la imprecisión de los términos empleados por los textos legales para identificar a los distintos sujetos que se encuentran legitimados7. Ni la relación de la LECRIM ni, desde luego, tampoco la del CP resultan satisfactorias, puesto que todos esos sujetos a los que se hace mención sólo podrán entablar una acción resarcitoria en la causa penal en la medida en que resulten perjudicados directos por los hechos; pero, en ningún caso, la legitimación se les podrá entender conferida por la mera condición que ocupan respecto del delito o del agraviado por el mismo. De ahí, que la multiplicidad terminológica de los textos legales, unida a la falta de rigor en su empleo, arroje un resultado escasamente positivo en cuanto a la clarificación de los sujetos legitimados originariamente para el ejercicio de la acción civil en el proceso penal. Esta imprecisión no tendría importancia si no fuese porque no son términos equiparables, y sus posiciones en cuanto a cargas y posibilidades en el proceso pueden diferir sustancialmente8. Por tanto, resulta preceptivo analizar los distintos términos empleados por los textos legales y advertir que todos estos vocablos, pese a ser usados cada vez de forma más prolífera en el ámbito del Derecho procesal, son conceptos referidos al ámbito sustantivo, de ahí que su utilización debiera reservarse para las cuestiones relativas a la legitimación, que es precisamente en donde se pone de relieve la relación entre el derecho sustantivo y el procesal9. 7 La imprecisión terminológica en esta materia ha sido señalada como uno de los defectos más notables en que incurre nuestra LECRIM. Vid. por todos ARAGONESES MARTÍNEZ, «Introducción al régimen procesal de la víctima del delito (II). Derechos, acción penal, ayudas públicas y asistencia», RDPr, 1998, núm. 1, pág. 9. 8 Sobre los problemas que entraña la falta de rigor en la utilización de estos términos vid. ALASTUEY DOBÓN (ET ALII), Las consecuencias jurídicas del delito en el nuevo Código penal español, Valencia, 1996, pág. 485; QUINTERO OLIVARES, Derecho penal. Parte general, Pamplona, 1999, pág. 648 y RODRÍGUEZ DEVESA, «La responsabilidad civil derivada del delito o falta y culpa extracontractual», en Libro homenaje a Jaime Guasp, Granada, 1984, pág. 524. 9 Esta falta de rigor era ya denunciada por DE LAMO RUBIO, «Los sujetos de la responsabilidad civil en el Código penal de 1995», RGD, núm. 637-638, 1997, pág. 12.137, quien, además, advertía de los riesgos que esta asunción de los conceptos de derecho sustantivo conlleva en el ámbito del proceso en el que dichas categorías son inexistentes, cuando afirmaba que: “[…] no es infrecuente observar en la práctica diaria que en bastantes ocasiones se presentan escritos de personación, en el correspondiente proceso penal, en los cuales se indica que se solicita sean tenidos por parte en calidad de perjudicado o de tercero perjudicado. Y lo curioso, es que, también en bastantes ocasiones, dichos escritos son admitidos, y se dicta la correspondiente resolución, teniéndose por parte en ese proceso penal, y en la indicada cualidad”. © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 15 Tanto la LECRIM como el CP utilizan de modo indistinto los vocablos ofendido, agraviado y perjudicado para hacer referencia al sujeto pasivo del delito. No obstante, entre la doctrina y la jurisprudencia existe acuerdo en que se trata de términos que hacen referencia a realidades diversas, pese a la falta de precisión por parte del legislador10. En este sentido, pese a que en la normativa existente no podemos hallar definición alguna sobre qué ha de entenderse por ofendido, se considera de forma unánime que el concepto de ofendido por el delito hace referencia al sujeto titular del interés o derecho protegido por la norma penal 11 . Al término ofendido se entenderán equiparables los de agraviado y sujeto pasivo del delito, que son empleados como sinónimos por el legislador y que, por consiguiente, hacen referencia a la misma realidad12. En cambio, la mención al perjudicado habrá de entenderse realizada a aquel sujeto que sufre un menoscabo patrimonial o moral evaluable económicamente como consecuencia directa del ilícito penal. Por tanto, si el primero encuentra protección jurídica en el Derecho penal, el perjudicado se halla amparado por el Derecho civil, en virtud del principio neminem laedere y en el régimen especial que se prevé tanto en el CP como en la LECRIM para la reparación de los daños producidos como consecuencia del hecho delictivo. Por tanto, nos encontramos ante sujetos amparados por la ley pese a hallarse en situaciones diversas, lo que es independiente de que en ocasiones puedan coincidir en una misma persona ambas cualidades. Estos conceptos no hacen sino evidenciar que el hecho perjudicial y reprochable penalmente puede ser contemplado por el Derecho desde perspectivas jurídicas diferentes13. Atendiendo a la distinción expuesta, resulta que la acumulación de la acción civil a la penal no supone en todo caso la identidad de los elementos subjetivos de las distintas pretensiones, de ahí que no puedan equipararse sin más la condición de agraviado con la de perjudicado. De este modo, aun cuando puede afirmarse que, con carácter general, el ofendido por el delito es también perjudicado y que, el autor del mismo es también responsable civil directo de los daños ocasionados, es frecuente encontrar supuestos en los que el ofendido no es el perjudicado y casos en que el autor del hecho no es responsable civil directo o lo es junto a otros sujetos que no participaron en los acontecimientos. La atribución de legitimación al ofendido por el delito para ejercitar en el proceso penal la acción civil parte del hecho de que el sujeto pasivo del ilícito sufre a su vez daños o perjuicios como consecuencia del 10 Vid. por todos DE LLERA SUÁREZ-BÁRCENA (CON CAVANILLAS MÚGICA Y QUINTERO OLIVARES), La responsabilidad civil «ex delicto», cit., pág. 212. 11 Sobre el concepto de ofendido véase, GIMENO SENDRA, La querella, Barcelona, 1977, pág. 137. 12 QUINTERO OLIVARES (CON TAMARIT SUMALLA), «De la responsabilidad civil derivada de los delitos y faltas de las costas procesales» en Comentarios al nuevo Código penal, Navarra, 2001, pág. 574. 13 De ahí, que para distinguir entre ofendido y perjudicado VÁZQUEZ SOTELO, «El ejercicio de la acción civil en el proceso penal», CDJ, XVIII, 1994, pág. 113, parta del hecho de que “conviene ahora tener clara una distinción entre “delito” y “daño” o, lo que es igual, entre “ofensa” y “daño” […]”. © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 16 mismo, es decir, es por definición perjudicado por el mismo como regla general. No obstante, esto no siempre es así y del mismo modo que hay hechos delictivos que no producen daños, otros los producen en personas distintas al sujeto pasivo del delito. Es precisamente a éstos a quienes en rigor se les debe denominar perjudicados, si bien para ellos el legislador reserva como veremos el término «terceros», con la intención precisamente de distinguirlos del ofendido que es, además, perjudicado por el ilícito. Tanto en el art. 109 de la LECRIM como en el 113 del CP se atribuye legitimación originaria al ofendido para el ejercicio de la pretensión civil en el proceso penal, sobre la base de presumir que el primero de los perjudicados es el propio agraviado por el delito. Ahora bien, la condición de sujeto pasivo del delito no es por sí misma suficiente para poder entablar la pretensión resarcitoria en el proceso penal, sino que lo que realmente le permite adquirir la condición de parte activa respecto de lapretensión civil es el haber padecido directamente el perjuicio ocasionado como consecuencia del delito o falta14. Por tanto, el concepto de perjudicado en sentido estricto debiera reservarse para designar al sujeto que no siendo agraviado por el delito sufre las consecuencias perjudiciales del mismo, es decir, para aquél que en su esfera jurídico patrimonial ha sufrido un menoscabo como consecuencia directa e inmediata del hecho aparentemente constitutivo de delito o falta15. Particularmente, en los supuestos de indemnización por causa de muerte, la delimitación del perjudicado en relación con el ofendido ha entrañado ciertas controversias doctrinales. Tradicionalmente se ha discutido el origen del derecho a la indemnización cuando como consecuencia del evento se ha producido el fallecimiento del ofendido16, y dos son las teorías que se vienen sosteniendo. En primer lugar, algunos mantienen que la legitimación para pretender una indemnización se basa en un derecho iure hereditatis. Desde esta posición sería suficiente, para justificar el derecho a pretender la indemnización, acreditar que se produjo la defunción y que se está en posesión de la condición de heredero del fallecido17. Esta interpretación parte de la base 14 Tal y como pone de relieve DE LLERA SUÁREZ-BÁRCENA (con CAVANILLAS MÚGICA y QUINTERO OLIVARES), La responsabilidad civil «ex delicto», cit., pág. 212: “[…] el ofendido o agraviado no es por ese sólo hecho perjudicado, sino solamente en cuanto resulte dañado civilmente por el hecho delictivo, por ello la referencia al agraviado contenida en el artículo 113 CP es en realidad superflua, ya que en realidad es un perjudicado más, quizá el más frecuente y el primero, pero a veces no va a ser perjudicado” (la cursiva es nuestra). 15 En este sentido, cfr. QUINTERO OLIVARES (CON TAMARIT SUMALLA), «De la responsabilidad civil derivada de los delitos y faltas de las costas procesales» en Comentarios al nuevo Código penal, cit., pág. 574 y SANTOS BRIZ, «La responsabilidad civil “ex delicto”», cit., 1997, págs. 219-220. 16 Sobre la evolución de la jurisprudencia en esta materia puede verse el estudio realizado por RODRIGO DE LA LLAVE, «Algunas cuestiones que suscita la responsabilidad civil “ex delicto” (I)», cit., págs. 33-36. 17 De esta opinión se muestran partidarios entre otros MONTÉS PENADÉS, «Comentarios al Título V De la responsabilidad civil derivada de los delitos y faltas y de las costas», en Comentarios al Código penal de 1995, vol. I, (coor. Vives Antón), Valencia, 1996, pág. 607; DE CASTRO Y BRAVO, «La © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 17 de que la persona fallecida padeció en primera persona el perjuicio y, posteriormente, éste se transmitió vía sucesoria 18 . La segunda de las interpretaciones se fundamenta, precisamente, en el presupuesto contrario al que acabamos de exponer 19 . En la actualidad, la mayoría de la doctrina considera que el derecho a la indemnización se funda en un derecho propio, dado que el hecho del fallecimiento impide, por sí mismo, que en el patrimonio del difunto pueda entrar derecho alguno; de ahí que la indemnización nazca directamente en cabeza de quien es perjudicado y se encuentre en condición de ser acreedor del derecho. Así pues, el perjudicado en los casos de indemnización por muerte tiene un derecho propio y no por vía hereditaria20. Pese a que nuestra jurisprudencia en algún momento se haya mostrado oscilante al respecto21, actualmente está plenamente consolidada la posición a favor del derecho propio 22 que, de otra parte, fue la postura que siempre sostuvo la Sala 1ª del TS23. En cualquier caso, si la especial condición de estos sujetos en relación con el fallecido es lo que hace que en los mismos el legislador pueda presumir el padecimiento de un perjuicio, en la práctica lo indemnización por causa de muerte (Estudio en torno a la jurisprudencia del Tribunal Supremo)», ADC, 1956, t. IX, pág. 846; e YZQUIERDO TOLSADA, Aspectos civiles del nuevo Código penal…, cit., pág. 138. 18 De ahí que, como señalara GÓMEZ ORBANEJA, Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento Criminal, cit., pág. 405, para que “la acción civil se transmita a título hereditario es condición sine qua non que el crédito reparatorio se haya constituido en el patrimonio del cuis”. 19 La opción por una u otra teoría no es una cuestión baladí, pues como señala MORILLAS CUEVA, Teoría de las consecuencias jurídicas del delito, Madrid, 1991, pág. 176: “La cuestión es sumamente importante y no menos discutible. Es importante porque se acepte una u otra aplicación podrán ser beneficiarios una u otras personas, aunque también, a veces, coincidan entre sí familia y herederos. Pero puede ocurrir que los herederos no sean familia o determinados lazos de parentesco incluidos como familia no sean herederos”. 20 Vid. entre otros, DE ZARANDIETA Y MIRABENT, «Aspectos jurídicos del seguro de responsabilidad civil», RDLJ, t. XIX, núm. 187, abril, 1950, pág. 489; NAVAJAS LAPORTE, «Algunas consideraciones...», cit., págs. 627-628; GAZQUEZ SERRANO, «La indemnización por causa de muerte», RRCCS, mayo, 1999, pág. 246 y SAMANES ARA, «La acción civil en los procesos ante el Tribunal del jurado», RVDPA, 1999, núm. 2, pág. 277. 21 Durante algún tiempo la Sala 2ª del TS se mostró favorable a la teoría del iure hereditatis, cfr. las SSTS de 23 de enero de 1948 (RJA 194); de 24 de mayo de 1960 (RJA 2510); de 9 de enero de 1945 (RJA 85) y de 4 de marzo de 1944 (RJA 355). 22 El cambio, en la postura de la Sala 2ª del TS parece que se produjo a partir de la Sentencia de 16 de marzo de 1971 (RJA 943), en la que podía leerse que: “[…] son titulares —de indemnización de perjuicios los perjudicados, que si bien de ordinario son los herederos no es rigurosamente imposible el supuesto de que determinados herederos no resulten perjudicados por la muerte de su causante, siendo distinto el concepto heredencial del de perjudicado por el delito” (la cursiva es nuestra). Cfr. también las SSTS de 19 de diciembre de 1997 (EDE 97/10041); de 17 de enero de 1992 (RJA 228) y de 19 de abril de 1991 (EDE 97/3512), entre otras muchas. 23 Vid. las SSTS de esta misma Sala de 24 de noviembre de 1998 (RJA 9694) y de 26 de enero de 1972 (RJA 120). © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 18 determinante para acreditar su legitimación será la prueba del efectivo menoscabo padecido24. Legitimación ordinaria de la «familia» y de los «terceros» Por su parte en el art. 113 del CP se señala que tanto la reparación de daños materiales como morales comprenderá no sólo los que se hubieren causado al agraviado, sino también los que se hubieren irrogado a sus familiares o a terceros. Este precepto parece distinguir dos nuevos sujetos de la acción civil: los familiares del agraviado y los terceros. Sin embargo, como veremos, ambos conceptos pueden y deben ser reconducidos al de perjudicado. No obstante, si la atribución al ofendido de la condición de perjudicado no presenta especiales dificultades suscita dudas interpretativas la delimitación de los conceptos de familia y de tercero a los efectos de legitimación para el ejercicio de la pretensión civil en el proceso penal. El art. 113 del CP hace también referencia al derecho de los familiares del ofendido por el delito a ser indemnizados. El reconocimiento de legitimación a estos sujetos precisa de al menos dos consideraciones. En primer lugar, cuando atribuye la condición de perjudicado a la familia del ofendido lo está haciendo en relación con los delitos cuyo resultado último es la muertede aquél25. En cualquier otro tipo de delitos en que el propio ofendido pudiese resultar perjudicado, sin fallecer, la familia, pese a poder resultar afectada por los hechos delictivos, lo será de un modo reflejo o indirecto, y no se encontrarían legitimados para el ejercicio de la pretensión resarcitoria. Por tanto, también la familia es perjudicada y legitimada como tal sólo en la medida en que padece el perjuicio de forma directa. En segundo lugar, el empleo del término familia en dicho precepto no puede, en ningún caso, ser utilizado para excluir a aquellos que, no siendo familiares en los delitos contra la vida, puedan haber sufrido un perjuicio directo como consecuencia de la acción delictuosa. El término familia debe por tanto ser interpretado a la luz de la Constitución, considerando que en él tienen cabida tanto las personas que se hallan ligadas por un lazo de parentesco, como aquellas en que el vínculo se establece por cualquier otra relación de afectividad de carácter análogo a la anterior: queda 24 En este sentido se pronuncia la STS de 19 de diciembre de 1997 (EDE 97/10041), en la que se subraya que en cuestión de indemnizaciones es preciso primar “a quien haya sufrido de forma directa y palmaria el detrimento producido por la separación de la persona que constituyera su centro económico o afectivo”. 25 Luego, como pone de relieve DE LLERA SUÁREZ-BÁRCENA (CON CAVANILLAS MÚGICA Y QUINTERO OLIVARES), La responsabilidad civil «ex delicto», cit., pág. 212: “En realidad lo único que caracteriza a los familiares del agraviado respecto de los restantes perjudicados es tanto que los delitos que les atribuyen tal condición son aquéllos que tienen como resultado la muerte de aquél, como que los perjuicios que pueden sufrir derivan de sus concretas relaciones afectivas o de dependencia respecto del agraviado”. © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 19 por tanto excluida toda posibilidad de una lectura restrictiva o limitativa del término26. Pese a que pudiera parecer obvia dicha interpretación, no son pocos los autores que ante el riesgo de que el concepto de perjudicado fuese utilizado en un sentido estricto, han tratado de reconducir a la mención de tercero perjudicado aquellas figuras que no respondían a la concepción tradicional para paliar posibles efectos nocivos27. No obstante lo dicho, la concurrencia de esta condición en un sujeto no es, por sí misma, determinante de perjuicio alguno, luego no le legitima ipso facto para pretender deducir una pretensión civil en el proceso penal. Lo determinante para adquirir la legitimación será de nuevo la consideración de que ha sufrido un perjuicio derivado directamente de los hechos delictivos. La ley lo único que hace es presumir que en la condición en que se hallan de proximidad respecto del agraviado pueden haber padecido un daño resarcible en la vía penal. Por tanto, la condición de familiar no es tampoco por sí misma suficiente para hacerles titulares de la acción civil28. Lo determinante para poder ser considerados perjudicados a estos efectos será la acreditación de haber padecido un perjuicio como consecuencia directa del hecho delictivo. En definitiva, puede concluirse que los familiares no son perjudicados sino cuando sufren un menoscabo que trae causa directa en el hecho objeto del proceso penal. Finalmente, en el art. 113 del CP se señala que tanto la reparación de daños materiales como morales comprenderá también los que se hubieren irrogado a terceros. El legislador en este precepto y frente a la constatación de que pueden existir sujetos perjudicados que no hayan sido agraviados por el delito, trata de identificarlos como «terceros» a efectos del derecho a ser resarcidos en el proceso penal. El término no parece haber sido muy afortunado, pues se ha prestado a lecturas dispares, algunas de ellas incluso abusivas, pese a que se viene considerando que debiera ser interpretado de forma restrictiva. Probablemente, el legislador pretendía hacer hincapié en el hecho de que perjudicados por el hecho constitutivo de delito pueden serlo personas no 26 Prueba de que el legislador no utiliza el término familia con ningún sentido limitador es que en otros de sus preceptos hace referencia a esta condición a través de una enunciación amplia de los sujetos comprendidos en la misma. Así puede leerse en el art. 23 del CP, donde se encuentra prevista la circunstancia mixta de parentesco, que ésta será de aplicación por ser “el agraviado, cónyuge o persona a quien se halle unido de forma estable por análoga relación de afectividad, ascendiente, descendiente o hermano por naturaleza, por adopción o afinidad (...)”. 27 De ahí que pueda leerse en FONT SERRA, (La acción civil…, cit., pág. 29), que la condición de tercero afectado directamente por el delito «sólo puede atribuirse a las personas allegadas a la víctima de un delito de homicidio con vínculos cuasi familiares (…)». Se trata de un esfuerzo, a nuestro juicio, innecesario, pues pocos son ya los que tratarían de hacer valer el concepto de familia en su más tradicional acepción. 28 Según SAMANES ARA, («La acción civil...», cit., pág. 277), para poder alcanzar esta condición de perjudicados deben acreditar “la concurrencia de uno de los tres (o de los tres) factores que determinan la existencia de perjuicio: gastos funerarios, desamparo, daño moral”. En este mismo sentido, vid. las SSTS de 15 de abril de 1988 (RJA 2777) y de 1 de febrero de 1974 (RJA 365). © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 20 ofendidas por el mismo y en este sentido, por tanto, ajenas al delito como tal, de ahí la denominación de terceros29. En cambio, esta terminología en la práctica ha tratado de ser utilizada para sostener la legitimación de sujetos que, si bien pueden haber sufrido un detrimento patrimonial como consecuencia del hecho delictivo y, por consiguiente, ser acreedores de un justo título digno de protección, los daños sufridos no lo son como consecuencia directa e inmediata del hecho enjuiciado, por lo que, pese a haber sufrido un menoscabo económico, no responden al concepto de perjudicado. Por tanto, en principio no debiera legitimárseles para ejercitar su pretensión en el proceso penal, al menos a través de una interpretación forzada y artificiosa del concepto de tercero perjudicado, pues su legitimación en su caso será extraordinaria y responderá a otras consideraciones. Según esto, convenimos con todos aquellos que por tercero entienden aquel que sufre un menoscabo patrimonial o moral como consecuencia directa del hecho constitutivo de delito, pero sin ser ofendido por el mismo ni familiar de éste30. Así pues, el concepto de perjudicado reúne dos características de signo opuesto31: en sentido positivo, tercero es la persona que sufre un perjuicio como consecuencia directa del hecho delictivo; y, en sentido negativo, tercero sería aquél que es perjudicado por el delito pero no ofendido por el mismo, ni tampoco familiar de éste. De esta definición se desprende que el concepto de tercero perjudicado no debiera ser utilizado para legitimar a aquéllos que poseen una acción de repetición o que se encuentran vinculados al perjudicado por una relación contractual que se ha visto afectada por el suceso, pues aun cumpliendo el presupuesto negativo para ser considerados terceros titulares de la acción civil, no reúnen el requisito positivo, ya que el menoscabo que han padecido no es consecuencia directa del hecho delictivo, sino de obligaciones legales (v. gr. deber de prestación de ayuda) o contractuales32. 29 Cfr. RODRIGO DE LA LLAVE, «Algunas cuestionesque suscita la responsabilidad civil “ex delicto” (I)», cit., págs. 30-31. 30 En este sentido, MORENO MONCHOLI, «La responsabilidad civil por culpa extracontractual, y la penal por el delito o falta de daños por imprudencia», RDPv, núm. 400-401, julio-agosto, 1950, t. 34, pág. 754, quien considera que son terceros aquéllos que “sin ser sujetos pasivos del delito en su persona o bienes, les afecta el resultado, por lo que han de ser resarcidos del menoscabo injustamente sufrido […]”. También en la jurisprudencia históricamente se ha venido identificando el término tercero con aquél sujeto que no siendo ofendido por el delito ha sufrido como consecuencia directa del mismo un detrimento económico, entre otras, vid. las SSTS de 12 de junio de 1970; de 10 de marzo de 1964; de 15 de octubre de 1953 y de 21 de febrero de 1953. 31 Estos requisitos de carácter positivo y negativo son los empleados por ALASTUEY DOBÓN, Las consecuencias jurídicas del delito en el nuevo Código penal español…, cit., pág. 486, en su definición de tercero, que se acomoda perfectamente a la doctrina jurisprudencial sobre esta materia. 32 Por todos cfr. QUINTERO OLIVARES (CON TAMARIT SUMALIA), «De la responsabilidad civil derivada de los delitos y faltas…», cit., pág. 574. © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 21 Pese a que los criterios positivo y negativo permiten acotar con cierta precisión el concepto de perjudicado, en la práctica no siempre resultará sencillo determinar el segundo de ellos, es decir, la concreción de cuándo nos hallamos ante un perjuicio que trae causa directa e inmediata en los hechos enjuiciados penalmente. En este sentido, nos parece que la clave para despejar esta cuestión se encuentra en la fundamentación fáctica que precise la pretensión civil, pues como venimos comentando, sólo aquellos menoscabos que se producen como consecuencia directa del acontecer histórico que a su vez puede ser constitutivo de delito o falta tienen, como regla general, cabida en el proceso penal. De ahí que, como acertadamente pone de relieve DE LLERA SUÁREZ-BÁRCENA, cuando aquel que pretende ejercitar una acción civil en el proceso penal «necesita incluir en la fundamentación fáctica de su demanda, además de esos hechos, circunstancias o relaciones jurídicas añadidas, porque el daño o perjuicio sufrido por el mismo no surgen sólo del hecho delictivo sino conjuntamente del mismo y de esos otros hechos o relaciones, se tratará de un tercero perjudicado sólo de manera indirecta o mediata por el hecho delictivo y carecerá en consecuencia de legitimación para deducir en el proceso penal la pretensión civil “ex delicto”. Podrá hablarse entonces de afectados por el hecho delictivo, mas no de perjudicados propiamente»33. Por tanto, a modo de conclusión, puede decirse que la condición de perjudicado es precisamente la que legitima originariamente para ejercitar la acción civil en el proceso penal, y ninguna otra consideración en relación con la afinidad, proximidad o parentesco respecto del perjudicado. De ahí que, insistamos en que no cualquier daño puede legitimar para deducir una pretensión de naturaleza resarcitoria en el proceso penal, sino sólo aquéllos que, como ya dijimos, guardan una relación causa-efecto adecuada para la producción del perjuicio. Nuestro TS ha sentado una doctrina unánime al considerar que para que un sujeto pueda deducir en el proceso penal una pretensión de carácter civil debe acreditar que existe un nexo causal directo entre el acontecimiento criminal y el perjuicio o daño ocasionado34. Este concepto de «tercero» ha sido también acogido por el TS, así en su STS de 29 de julio de 2002 (RJA 6357), relativa al denominado «Caso Banesto», puede leerse que: “La condición de tercero perjudicado no puede predicarse extensivamente, a cualquier persona o entidad, que de manera más o menos indirecta, haya sido afectada por el hecho delictivo. Como ha señalado la doctrina de esta Sala, entre otras la sentencia de 13 de febrero de 1991 (RJ 1991, 1020), terceros sólo son los que han sido directamente perjudicados por el hecho delictivo, y no los titulares de la acción de repetición, ni los que están enlazados con relaciones contractuales que se ven afectadas por el hecho punible, y que, en realidad, no devienen de él sino de la sentencia condenatoria”. En este mismo sentido vid. las SSTS de 4 de julio de 1997 (RJA 5692); de 3 de junio de 1997 (RJA 4561); de 13 de febrero de 1991 (RJA 1020) y el ATS de 18 de junio de 1997 (RJA 4848). Más recientemente, cfr. las SSTS de 14 de diciembre de 1963 (RJA 4988) y de 6 de diciembre de 1963 (RJA 4897). 33 La responsabilidad civil «ex delicto», cit., pág. 214. 34 De ahí que en la STS de 13 de febrero de 1991 (RJA 1021) pueda leerse que: “Por otra parte el nexo causal entre el delito y el daño exige una causalidad directa o, como dice la jurisprudencia que los © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 22 2. Legitimación extraordinaria En los últimos tiempos, y pese a la inalterabilidad de las disposiciones de la LECrim sobre esta materia, el reconocimiento de la legitimación para entablar acciones civiles en el proceso penal ha experimentado una importante transformación. Transformación que parece querer ser encubierta tanto por la doctrina como por la jurisprudencia en una interpretación forzada cuanto menos de los términos literales de algunos preceptos. Tal vez la necesidad de no cuestionarse en este momento el fundamento y persistencia del sistema de ejercicio acumulado de acciones en el proceso penal es lo que nos ha conducido a esta situación cada vez más insostenible35. Es preciso plantear con nitidez y claridad si la atribución —ya sea legal o jurisprudencial—, de legitimación extraordinaria a sujetos distintos del perjudicado, es una pretensión legítima y, siendo así, plantear de lege ferenda la reforma del texto procesal penal para evitar no sólo las construcciones jurisprudenciales artificiosas, sino también las situaciones desiguales que se producen todos los días en la práctica de nuestros tribunales. Por tanto, la ampliación de la legitimación para entablar la acción civil en el proceso penal, más allá de la legitimación originaria, debería encontrarse fundamentada en fines idénticos a los que persigue la institución de la acumulación heterogénea de acciones. Por tanto, la legitimación extraordinaria habrá de responder en última instancia a procurar una más integral y eficaz reparación de los sujetos afectados directa e inmediatamente por los hechos delictivos, bien porque faciliten el cobro de indemnizaciones o ayudas, bien daños sean consecuencia «directa y necesaria» del hecho delictivo”. Cfr. también las SSTS de 13 de febrero de 1991 (RJA 1020); de 19 de diciembre de 1967 (RJA 116); de 14 de diciembre de 1963 (RJA 4988) y de 6 de diciembre de 1963 (RJA 4897). 35 Tal y como señala GIMENO SENDRA, («La reforma de la LECrim y la seguridad pública», RGDPr, Iustel, núm. 4, junio, 2004, pág. 8), “[…] también parece conveniente reflexionar sobre los inconvenientes que ocasiona nuestro sistema de acumulación de la acción civil al proceso penal, pues la incorporación de la pretensión civil de resarcimiento a un proceso penal en curso, provoca no pocos problemas de dilación, como consecuencia de la intervención de partes privadas en el proceso penal, a veces de una manera abusiva, ante lo que la práctica forense denomina, con todos mis respectos a esa admirable Comunidad Autónoma, pero asíse les conoce, “las querellas catalanas”, en donde de lo único que se trata es de cobrar un derecho de crédito, disfrazando ese hecho con los elementos de algún tipo penal, normalmente el de estafa”. Aunque pocos son los que se han pronunciado con tanta claridad sobre la necesidad de cuestionar el sistema de ejercicio conjunto de acciones en el proceso penal, lo que al principio parece ser una apuesta por la separación absoluta, termina siendo una postulación únicamente de la separación de la acción civil en los denominados delitos masa, por la complejidad que deriva del enjuiciamiento conjunto (págs. 8 y 9 del texto). No resulta desde luego nada sencillo abogar al día de hoy para la separación absoluta entre la acción civil y penal, pues dicha opción legislativa se malinterpretaría como un paso atrás en la protección de las víctimas de delitos. © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 23 porque se refieran a prestaciones asistenciales consecuencia del hecho perjudicial y delictivo. Legitimación extraordinaria del Ministerio Fiscal El primer supuesto de legitimación extraordinaria que conoce nuestro ordenamiento es precisamente el del reconocimiento al Ministerio fiscal de la posibilidad (derecho-deber) de entablar la acción civil en el proceso penal. La obligación de ejercicio conjunto de la acción civil por el Ministerio fiscal aparece por vez primera en nuestra legislación en el art. 108 de la LECRIM de 1882, donde se establece que el Ministerio público debe entablar conjuntamente con la acción penal la civil, haya o no en el proceso penal acusador particular, salvo que el perjudicado hubiere renunciado o reservado su acción para deducirla en el correspondiente proceso declarativo ordinario 36 . Esta disposición fue gratamente acogida entre la jurisprudencia, pues de esta forma se reforzaba el fundamento para el cual había surgido la institución de la acumulación heterogénea de acciones, es decir, la economía procesal, la resolución en un único proceso de todas las consecuencias derivadas de un mismo hecho, dado que el desconocimiento por parte del perjudicado de sus derechos o su mera inactividad no frustrarían tal fin, ya que el Fiscal ejercitaría sus pretensiones en el seno del proceso penal37. Esta previsión es, curiosamente, la que nos aparta y singulariza respecto de los sistemas de ejercicio conjunto de las acciones penales y civiles provenientes de un hecho delictivo del resto de nuestro entorno cultural y, sin embargo, es la que nos sitúa en la vanguardia de las reformas que se pretenden para los tradicionales sistemas de ejercicio acumulado. En nuestros días el art. 108 de la LECRIM nos sitúa a la cabeza de los sistemas más modernos en protección a las víctimas de los delitos, dado que, en la actualidad, tanto en los sistemas que siguieron fielmente el sistema de acumulación francés, así como desde las instancias internacionales, se aboga por conceder al Ministerio fiscal esta 36 Si nuestro legislador acogió el sistema de acumulación heterogénea de acciones previsto en el art. 3.I del Code d’Instruction Criminelle, basado a su vez en el derecho común italiano, se apartó del mismo así como del resto de legislaciones de Derecho comparado que adoptaron este sistema, obligando al Ministerio público al ejercicio de la acción civil, en lugar de reservar su ejercicio exclusivamente a los perjudicados. Sobre la atribución de forma exclusiva al perjudicado de la legitimación para el ejercicio de la pretensión civil en otros ordenamientos como el italiano, el francés, el belga o el alemán, vid. DELMAS-MARTY (dir.), Procesos penales de Europa, trad. Morenilla Allard, Zaragoza, 2000, págs. 462- 465. 37 Vid. AGUILERA DE PAZ, Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento Criminal, t. I, Madrid, 1923, pág. 562; GÓMEZ ORBANEJA, Comentarios a la ley de Enjuiciamiento Criminal, cit., pág. 580; LANDROVE DÍEZ, Las consecuencias jurídicas del delito, Madrid, 1991, pág. 152; NAVAJAS LAPORTE, «Algunas consideraciones...», cit., pág. 622 y REYES MONTERREAL, Acción y responsabilidad civil derivadas de delitos y faltas, Madrid, 1955, pág. 65. Vid. también a este respecto la STS de 30 de mayo de 1988 (RJA 4105). © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 24 función que ha sido valorada muy positivamente, para la consecución de una protección integral a las víctimas de actuaciones delictivas38. Tradicionalmente la legitimación para el ejercicio de la acción civil por el Ministerio público se ha considerado como una obligación legal, manifestación del principio de legalidad por el que se rige. En cambio, en la actualidad el art. 108 de la LECRIM debe ser reinterpretado a la luz del mandato constitucional contenido en el art. 124, puesto que su actuación ya no se hace a los solos efectos de la defensa de los derechos de los ciudadanos, sino, particularmente, para la satisfacción del interés social que habrá de procurarse ante la jurisdicción39. Su legitimación, por consiguiente, del mismo modo que ocurre con la del ejercicio de la acumulación heterogénea de acciones, ha evolucionado y adoptado nuevos matices que permiten adaptarla a las demandas de los tiempos que corren. Probablemente el principio al que respondió su previsión originaria fue el de evitar las posibles consecuencias desfavorables de la inactividad de la parte, no sólo para ésta sino también para la propia Administración de justicia, que vería frustrada las expectativas depositadas en la institución de la acumulación como fórmula casi magistral para resolver en un solo proceso todas las consecuencias derivadas del mismo, sin necesidad de abrir otro nuevo para el enjuiciamiento de unos mismos hechos40. En nuestros días, no cabe la menor duda de que esta legitimación responde a un interés social, a ese interés por que en el proceso penal se produzca la plena restauración del orden jurídico perturbado por el hecho delictivo, lo que, desde luego, requiere la obtención en la causa de la plena reparación del perjudicado, ya no sólo de un modo rápido, sino también del modo más eficiente posible41 . Luego, el reconocimiento al Fiscal de la posibilidad de 38 Tal y como señala SUBIJANA ZUNZUNEGUI, «Los derechos de las víctimas: su plasmación en el proceso penal», RPJ, núm. 54, 1999, pág. 175, la atribución de legitimación la Ministerio fiscal para ejercitar la acción civil “resulta favorable para la tutela de las víctimas dado que, pueden lograr en el seno de un único proceso la reparación del daño sin precisar del desembolso económico que supone la contratación de profesionales jurídicos —abogado y procurador— necesarios para la promoción jurisdiccional de una pretensión reparadora. Con ello, puede lograrse una tutela rápida económica de los derechos de las víctimas, lo que, al beneficiar generalmente a los sectores de la población menos dotados patrimonialmente, supone una plasmación específica del carácter social del Estado”. En sentido parecido, vid. GÓMEZ DE LIAÑO, El proceso penal y su jurisprudencia, Oviedo, 2002. 39 Cfr. FLORES PRADA, El Ministerio fiscal en España, Valencia, 1999, pág. 431. 40 Vid. LANDROVE DÍEZ, Las consecuencias civiles..., cit., pág. 152. Vid. también la STS de 30 de mayo de 1988 (RJA 4105). 41 En efecto, tal y como concluye DE LLERA SUÁREZ-BÁRCENA (CON CAVANILLAS MÚGICA Y QUINTERO OLIVARES), La responsabilidad civil «ex delicto», cit., pág. 226: “[…] precisamente el interés social cuya satisfacción jurisdiccional compete al Ministerio fiscal justifica hoy que se halle legitimado en todo caso, como manifestación de una intervención tuitiva de los perjudicados que, unas veces por ignorancia, miedo, falta de recursos económicos ante elposible alto coste de ejercer su defensa o simplemente a la más que centenaria desconfianza a los inconvenientes del proceso, dejan de personarse, y, otras veces, por ser la parte más necesitada de apoyo simplemente”. © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 25 entablar la acción civil junto a la penal constituye el primer supuesto de legitimación extraordinaria. La legitimación extraordinaria por ejercicio de una acción subrogatoria Si bien en principio la legitimación para el ejercicio de la acción civil en el proceso penal se entiende restringida a aquellos sujetos que de modo directo hubiesen sufrido los perjuicios derivados del hecho delictivo, en ocasiones el legislador ha previsto expresamente la posibilidad de que sujetos distintos pudiesen deducir sus pretensiones resarcitorias en la causa en atención, principalmente, a la especial naturaleza del crédito contraído. Esto es lo que sucede con el ejercicio de determinadas acciones de subrogación en consideración a la especial naturaleza de la pretensión, pues con carácter general no cabe el ejercicio por subrogación de la acción civil en el proceso penal. a) Legitimación extraordinaria de la entidad sanitaria por la asistencia sanitaria prestada al perjudicado La segunda de las excepciones a la atribución de legitimación para el ejercicio de la acción civil en el proceso penal a sujetos distintos del perjudicado la encontramos en los supuestos de entidades que prestaron asistencia sanitaria al perjudicado por los hechos delictivos. En estos casos, y pese a que las entidades sanitarias, ya fuesen públicas o privadas, no pueden ser consideradas perjudicadas directas por los hechos delictivos, pues el menoscabo económico que para ellas se deriva no puede entenderse con rigor que provenga de forma directa de los hechos delictivos, el legislador ha considerado oportuno legitimarlas para deducir su pretensión resarcitoria en el proceso penal. Así se desprende expresamente de lo dispuesto en el art. 127.3 del Real Decreto Legislativo 1/1994, de 20 de junio, por el que se aprueba el Texto refundido de la Ley General de la Seguridad Social (en adelante TRLGSS), en concordancia con lo establecido en el art. 83 de la Ley 14/1986, de 25 de abril, General de Sanidad. En el art. 127.3 del TRLGSS se establece que en aquellos supuestos en que la asistencia médica a la víctima de un delito hubiese sido prestada por alguna de las entidades gestoras de la Seguridad Social, es decir, por el Instituto Nacional de la Salud o, en su caso, por alguna Mutua de Accidentes de Trabajo y Enfermedades Profesionales de la Seguridad Social, éstas podrán personarse en el proceso penal —también desde luego en el civil—, para exigir como objeto civil acumulado en el proceso penal el pago de los gastos devengados en concepto de prestaciones sanitarias. En dicho precepto se prevé que a los efectos de deducir la pretensión resarcitoria en el proceso penal se les atribuirá a las entidades gestoras de la Seguridad Social la condición de «terceros perjudicados a los efectos del art. © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 26 104 del Código penal» [en la actualidad art. 113]; sin embargo, esta referencia no sólo resultaría innecesaria, sino que también sería en rigor inexacta. En primer lugar, consideramos que se trata de una atribución inexacta de la condición de tercero perjudicado, pues el daño que se pudiese deparar como consecuencia de los hechos delictivos no proviene de éste directamente, sino de la obligación legal que les obliga a prestar dicha asistencia sanitaria42. Luego, aunque pudiesen contar con un justo título, éste no les facultaría en principio para acudir como actores civiles al proceso penal. De otro, entendemos que es innecesario tratar de encajarlas en el concepto de perjudicado, pues su legitimación extraordinaria deriva propiamente de la previsión legislativa, dado que en el art. 127.3 del TRLGSS no sólo se prevé la acción de subrogación a favor de la entidad gestora de la Seguridad Social, sino que, además, expresamente se les concede legitimación para intervenir y reclamar dicho crédito en el propio proceso penal. Por todo ello, la atribución de la legitimación no exige que se acompañe de la condición de terceros perjudicados, pues esto implica una pura calificación jurídica, bastando con la simple previsión legislativa. Esta legitimación extraordinaria para el ejercicio de la acción civil en el proceso penal se encontraba ya en el art. 53 del Texto refundido de la Ley de Accidentes de Trabajo de 1956, en el que se decía que «la calificación de accidente de trabajo de un hecho no obsta para que puedan ejercitarse por el perjudicado las oportunas acciones civiles y criminales por negligencia o dolo. El asegurador tendrá derecho preferente a recuperar del responsable civil por pleito o causa criminal el importe de las prestaciones satisfechas». Esta previsión era desarrollada por el art. 189 del Reglamento de Accidentes de Trabajo, que establecía que «las entidades aseguradoras tienen plena facultad para que puedan personarse directamente en los procedimientos con todos los derechos que las Leyes de Enjuiciamiento vigentes conceden a los perjudicados». Sobre la base de estos preceptos debía interpretarse la posibilidad de que la Entidad Gestora o Mutua Patronal que hubiese prestado la asistencia sanitaria pudiese deducir su pretensión directamente contra el causante de los hechos delictivos en el procedimiento penal. No obstante, en ocasiones la jurisprudencia se mostraba reacia a que dichas entidades pudiesen deducir pretensiones resarcitorias en el proceso penal, convirtiéndolas en meras espectadores del proceso una vez personadas en el mismo. Esta limitación no tenía ningún sentido, pues la ley establecía un auténtico derecho a mostrarse parte en el proceso penal como actor civil43. 42 También entre la doctrina se ha entendido que el ejercicio de la acción civil por parte de las Entidades Gestoras de la Seguridad Social responde a que las mismas pueden ser consideradas a los efectos del art. 113 del CP como terceros perjudicados. Así, entre otros, NAVAJAS LAPORTE, «Algunas consideraciones...», cit., pág. 629; SAMANES ARA, «La acción civil…», cit., págs. 278-279 e YZQUIERDO TOLSADA, Aspectos civiles del nuevo Código penal..., cit., págs. 141-143. 43 Sobre este particular advertía YZQUIERDO TOLSADA, Aspectos civiles del nuevo Código penal..., cit., pág. 143, que: “[…] si las entidades aseguradoras a las que iba referido el art. 189 del Reglamento de Accidentes de Trabajo, podían personarse en los procedimientos gozando de todos los derechos © FUNDACIÓN MAPFRE Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin el permiso escrito del autor o de FUNDACIÓN MAPFRE 27 Voluntad que quedó patente años más tarde en el art. 97.3 del Texto refundido de la LGSS aprobado por el Decreto 1.065/1974, de 30 de mayo, en el que expresamente se disponía que «para ejercitar el derecho de resarcimiento a que se refiere el párrafo anterior, las Entidades Gestoras que en el mismo se señalan y, en su caso, las Mutuas Patronales o empresarios, tendrán plena facultad para personarse directamente en el procedimiento penal o civil seguido para hacer efectiva la indemnización, así como para promoverlo directamente, considerándose como terceros perjudicados, al efecto del art. 104 del Código penal». En el caso de que la asistencia médica sea prestada por una entidad sanitaria de naturaleza privada con la que el perjudicado tuviese una relación contractual previa, la norma habilitante para poder intervenir en el proceso penal deduciendo la prestación resarcitoria por los gastos sanitarios ocasionados directamente
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