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84415098-Meditacion-Krishnamurti - Gabriel Aspetia

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Meditación 
J. Krishnamurti
 
 
««MMEEDDIITTAACCIIÓÓNN»» 
-J. KRISNAMURTI- 
 
 No podemos ponernos a meditar: ello tiene que suceder sin uno proponérselo. Si lo 
intentamos, si preguntamos cómo hacerlo, entonces el método no solo nos condicionará más 
adelante, sino también fortalecerá nuestro actual condicionamiento. 
La meditación es realmente la negación de toda la estructura del pensamiento. El 
pensamiento es de índole estructural, razonable o irrazonable, objetivo o malsano, y cuando trata de 
meditar, partiendo de la razón o de un estado contradictorio y neurótico, inevitablemente proyecta 
AQUELLO QUE ES, y tomará su propia estructura como una seria realidad. Es como el creyente que 
medita en su propia creencia; fortalece y santifica aquello que él ha creado por temor. La palabra es 
el cuadro o la imagen cuya idolatría se convierte en el objeto buscado. 
El sonido construye su propia jaula, luego el sonido del pensamiento es de la jaula, y es esta 
palabra y su sonido lo que divide al observador de lo observado. La palabra no es solo una unidad 
del lenguaje, no sólo un sonido, una reminiscencia de algún hecho que desata el movimiento de la 
memoria, del pensamiento. La meditación es la ausencia completa de esa palabra. La raíz del temor 
es el mecanismo de la palabra. 
Llegaba la primavera y en el bosque todo estaba extrañamente apacible. Había pocas hojas 
nuevas, y el cielo no mostraba aún ese intenso azul que viene con el en canto de la primavera. Las 
castañas no habían brotado todavía, pero brotaba en el aire el temprano aroma de la primavera. No 
había casi nadie en esa parte del bosque, y se podía oír pasar los automóviles a la distancia. 
Caminábamos al amanecer y se percibía esa suave sutileza de la primavera temprana. El habla 
estado discutiendo, cuestionando y preguntando qué debía hacer. «Parece tan interminable este 
constante análisis y exámen introspectivo esta vigilancia. He probado tantas cosas: los gurús 
nítidamente rasurados y los gurús barbudos; los diversos sistemas de meditación -Ud conoce el saco 
completo de tretas y todo ello deja a uno más bien con la boca seca, y vacío». 
¿POR QUE NO EMPEZAMOS POR EL OTRO EXTREMO, EL EXTREMO QUE UD. NO CONOCE 
DESDE LA OTRA ORILLA QUE NO NOS ES POSIBLE VER DESDE ÉSTA?. Comience por lo desconocido, 
mas bien que por lo conocido, pues esta constante investigación, análisis, sólo fortalece y 
condiciona más lo conocido. Si la mente viviera partiendo del otro extremo, entonces no existirían 
estos problemas. 
«PERO CÓMO VOY A EMPEZAR DESDE EL OTRO EXTREMO? NO LO SÉ, NO PUEDO VERLO». 
Cuando Ud. pregunta «¿como voy a comenzar desde el otro extremo?» está todavía 
haciendo la pregunta desde este extremo. DE MODO QUE NO PREGUNTE, PERO SALGA, COMIENCE 
DESDE LA OTRA ORILLA, DE LA CUAL NADA SABE; DE LA OTRA DIMENSIÓN QUE EL PENSAMIENTO, 
con su astucia, no puede captar. Permaneció en silencio por algún tiempo, y un faisán pasó volando. 
Se veía brillante en el sol, y desapareció bajo los arbustos. Cuando reapareció un poco más tarde, 
había cuatro o cinco faisanes hembras casi del color de las hojas muertas, y el gran faisán macho se 
erguía majestuosamente entre ellas. 
El estaba tan ocupado que nunca se fijó en el faisán, y cuando se lo señalamos, dijo: «¡Qué 
hermoso!». -que eran meras palabras porque su mente estaba ocupada en el problema de cómo 
empezar con algo que desconocía. Un lagartijo madrugador, largo y verde, descansaba sobre una 
roca dándose un baño de sol. 
 «No sé como voy a empezar desde ese extremo. No entiendo realmente esta vaga 
afirmación, esta aseveración que, por lo menos para mí, no tiene mucho sentido. Yo sólo puedo 
dirigirme hacia lo que conozco». 
Pero, ¿que conoce Ud.? Ud. conoce sólo algo que ya está terminado, que ya pasó. Ud. sólo 
conoce el ayer y nosotros estamos diciendo: 
«EMPIECE DESDE AQUELLO QUE DESCONOCE, Y VIVA PARTIENDO DE ALLÍ». 
Si Ud. dice «¿Cómo puedo yo vivir desde allí?», entonces está Ud. invocando el patrón del ayer. 
Pero si Ud. vive con lo desconocido, está viviendo en libertad, actuando en libertad, y, después de 
todo, eso es amor. Si Ud. dice, «Se lo que es el amor», entonces no sabe lo que es. Seguramente que 
no es un recuerdo, un recuerdo de placer. Como no lo es, entonces viva con aquello que desconoce. 
 «Realmente no se de está hablando. Está empeorando el problema». 
ESTOY PREGUNTANDO ALGO MUY SIMPLE. ESTOY DICIENDO QUE MIENTRAS MÁS AHONDA, 
MAS ENCUENTRA. 
El mismo acto de cavar es el condicionamiento, y con cada palabra se construyen peldaños 
que no conducen a ninguna parte. Ud. quiere que se le hagan nuevas escalinatas, o quiere Ud. 
mismo dar los pasos que conducirán a una dimensión totalmente diferente. Pero como no sabe cuál 
es esa dimensión -de hecho no especulativamente- entonces, cualquier paso que dé o trace solo 
puede conducir a aquello que ya se conoce. De modo que escuche todo esto y empiece por el otro 
extremo, permanezca en silencio y lo descubrirá. 
«PERO NO SÉ COMO MANTENERME EN SILENCIO». 
Ahi está Ud. de nuevo en el «cómo», y no hay final para el como. Todo lo que se conoce 
esta en el lado falso. Si uno sabe, ya está en su propia tumba. EL SER NO ES EL CONOCER. 
El silencio posee muchas cualidades. Existe el silencio entre dos ruidos, el silencio entre dos notas y 
el silencio que se va expandiendo en el intervalo entre dos pensamientos. Hay ese silencio peculiar, 
sereno, penetrante, que emana de un atardecer en el campo; hay el silencio a traves del cual se oye 
el ladrido de un perro a la distancia o el silbido de un tren según va subiendo precipitadamente la 
pendiente; el silencio en una casa donde todo el mundo duerme, y su enfasis peculiar cuando uno se 
despierta a la medianoche y escucha el grito del búho en el valle; y hay ese silencio anterior a la 
respuesta de la hembra del búho. Está el silencio de una vieja casa desierta y el silencio de una 
montaña; y el silencio que comparten dos seres humanos cuando han visto la misma cosa, han 
sentido lo mismo, y han actuado. 
 Esa noche, particularmente en el valle lejano, que mostraban los más viejos montes con sus 
rocas de formas extrañas, el silencio era tan real como la pared que uno tocaba. Y por la ventana se 
contemplaban las brillantes estrellas. No era un silencio que surgiera por generación propia; ni que 
la tierra estuviera tranquila y los aldeanos dormidos, sino que procedía de todas partes -de las 
estrellas distantes, de aquellos montes oscuros y de la propia mente y corazón. Este silencio parecía 
cubrirlo todo, desde el menudo grano de arena en el lecho del rio que solo sabía de agua corriente 
cuando llovía hasta la alta y desparramada higuera y una leve brisa que empezaba a soplar. Existe el 
silencio de la mente que nunca es afectada por ruido alguno, por algun pensamiento o por el soplo 
pasajero de la experiencia. Es este silencio el que es inocente y, por tanto, infinito. Cuando hay 
silencio de esta clase en la mente, la acción surge de él, y esta acción no causa confusión ni 
desdicha. 
 La meditación de una mente que se halla en completo silencio es la bendición que el hombre 
está siempre buscando. En este silencio están todas las cualidades inherentes al silencio mismo. 
La mente meditativa contiene todas las variedades, cambios y movimientos del silencio. Esa 
es la mente de veras religiosa, y el silencio de los dioses es el silencio de la tierra. La mente 
meditativa fluye en este silencio, y es el amor su línea de conducta. En este silencio hay risa y 
bienaventuranza. 
 La meditación es el despertar de la dicha, pertenece a los sentidos y los trasciende. No tiene 
continuidad porque no pertenece al tiempo. La felicidad y el gozo de la relación, el espectáculo de 
una nube que va llevando la tierra consigo, y la luz de la primavera sobre las hojas, producen deleite 
a la vista y a la mente. El pensamiento puede cultivar este deleite y darle duración en el espacio de 
la memoria, pero esa no es la dicha de la meditación, en la cualestá contenida la intensidad de los 
sentidos. Los sentidos deben agudizarse y en ninguna forma debe distorsionarlos el pensamiento ni 
la disciplina de la conformidad y de la moralidad social. 
La libertad de los sentidos no está en su gratificación; la gratificación es el placer del 
pensamiento. El pensamiento es como el humo de un incendio, y la dicha es el incendio sin la nube 
de humo que hace brotar lágrimas a los ojos. El placer es una cosa y la dicha es otra. El placer es la 
esclavitud del pensamiento, y la dicha está más allá y por encima del pensamiento. La base de la 
meditación es la comprensión del pensamiento y del placer con la moralidad de éstos, y la disciplina 
que conforta. La dicha de la meditación radica fuera del tiempo y de la duración; está más allá de 
ambos y, por tanto, es inconmensurable. Su éxtasis no está en el ojo del espectador, ni es una 
experiencia del pensador. 
 El pensamiento no puede tocarla con sus palabras y símbolos ni con la confusión que él 
engendra; no es una palabra que pueda arraigar en el pensamiento y ser moldea da por él. Esta dicha 
emana del completo silencio. 
Una mente meditativa está en silencio. No es el silencio que el pensamiento concibe; es el 
silencio que viene cuando el pensamiento -con todas sus imágenes, palabras y percepciones- ha 
cesado enteramente. Esta mente meditativa es la mente religiosa -religión que no es alcanzada por la 
iglesia, los templos o los salmos. 
La mente religiosa es la explosión del amor. Este amor no conoce la separación. Para él lo 
lejos está cerca. No es el uno o los muchos, sino más bien ese estado de amor en que cesa toda 
división. Como la belleza, no se mide con palabras. Desde este silencio es que únicamente actúa la 
mente meditativa. 
La meditación nunca es rezo. La oración, la súplica, nace de la propia lastima. Ud. reza 
cuando está en dificultad, cuando sufre; pero cuando hay felicidad, alegría, no hay suplica. Esta 
lástima de uno mismo, de la cual está el hombre tan profundamente imbuido, es la raíz de ja 
separación. Aquello que está separado, o se cree a sí mismo separado, buscando siempre 
identificarse con algo que no está separado, solo trae más división y dolor. A causa de esta 
confusión uno clama al cielo, al esposo o a una deidad de la mente. Este clamor puede traer alguna 
respuesta, pero esta respuesta es el eco de la propia lástima, en su separación. 
La repetición de palabras, de oraciones, es autohipnótico, autoinclusivo y destructivo. El 
aislamiento del pensamiento está siempre dentro del campo de lo conocido, y la respuesta a la 
oración es también de lo conocido. 
La meditación es muy distinta de esto. El pensamiento no puede penetrar en este campo; 
aquí no hay separación y por lo tanto, tampoco hay identidad. La meditación funciona abiertamente; 
lo secreto no tiene lugar en ella. Todo está claro; se expone al descubierto; entonces, surge la 
belleza del amor. 
La meditación es el cese de la palabra. Como la palabra es pensamiento, la palabra no 
produce el silencio. La acción que surge del silencio es enteramente distinta de la acción surgida de 
la palabra; la meditación es la liberación de la mente de todos los símbolos, imágenes y recuerdos. 
El acto en que la mente va liberándose de lo conocido, es la meditación. La plegaria va de 
lo conocido a lo conocido; puede que produzca resultados, pero siempre están aún dentro del campo 
de lo conocido -y lo conocido es el conflicto, la miseria y la confusión. 
La meditación es la renuncia total a todo lo -que la mente a acumulado. Lo conocido es el 
observador, y el observador solo ve a través de lo conocido. La imagen pertenece al pasado, y la 
meditación es el cese del pasado. 
En uno de los rincones apartados del césped, estaba sentado un hombre con las piernas 
cruzadas y su bicicleta junto a él. Había cerrado sus ojos, y sus labios se movían. Se había 
mantenido más de una hora y media en esa posición, completamente insensible para el mundo, para 
los transeúntes y para el chillido de los loros. Su cuerpo estaba completamente inmóvil. En sus 
manos tenía un rosario cubierto con un pedazo de tela. Aparte de los labios, sólo se podía ver el 
movimiento de los dedos. Venía a este lugar todos los días al atardecer, y seguramente después del 
trabajo diario. Era más bien pobre, bastante bien nutrido, y siempre venía a ese rincón y se quedaba 
perdido en sí mismo. Si Ud. le hubiera preguntado, le hubiera dicho que estaba meditando, 
repitiendo alguna oración o algún «mantra» -y para él eso era más que suficiente. Estaba solo sobre 
el césped. Detrás de él había un jazmín floreciente; muchas flores caían al suelo, y la belleza del 
momento lo rodeaba. Pero él nunca veía esa belleza, porque se hallaba perdido en la belleza de su 
propia hechura. 
 La meditación no estriba en repetir la palabra ni en pasar por la experiencia de una visión, ni 
en cultivar el silencio. La cuenta del rosario y la palabra, claro que aquietan la mente charlatana, 
pero ello es una forma de autohipnosis. Y tendría el mismo efecto tomar un estupefaciente. 
La meditación no es cosa de estar absorto en -alguna idea o imagen grandiosa; eso solo 
aquieta a uno por un instante, del mismo modo que un niño absorto por un juguete se aquieta por un 
momento. Pero tan pronto cesa el interés por el juguete, comienza de nuevo la inquietud y la 
travesura. 
La meditación no es el acto de seguir un sendero invisible que conduce a una dicha 
imaginaria. La mente que medita está viendo vigilando, escuchando, sin palabras, sin comentarios, 
sin opiniones atenta al movimiento de la vida en todas sus relaciones durante el día. Y por la noche, 
cuando todo el organismo descansa, la mente meditativa no tiene sueños porque ha estado despierta 
todo el día. 
SOLO EL INDOLENTE TIENE SUEÑOS; solo el que se mantiene medio dormido necesita las 
insinuaciones de su propia condición. Pero mientras la mente vigila, escucha el movimiento de la 
vida, tanto el exterior como el interior. Sólo a una mente que así funciona, llega un silencio que no 
es producto del pensamiento. 
No es un silencio que pueda experimentar el observador. Si éste en realidad lo percibe y lo 
reconoce, ya no es silencio. El silencio de la mente meditativa no se halla en las fronteras del 
reconocimiento pues éste silencio no tiene límites. SÓLO HAY SILENCIO: AQUÉL EN QUE CESA EL 
ESPACIO DE LA SEPARACIÓN. 
 
______________________________________ 
 
Uno de los mayores problemas en la vida es, sin duda, ver como nuestra mente se deteriora 
y declina conforme envejecemos. Incluso se deteriora, a pesar de ser uno todavía muy joven. Y 
también cuando uno se especializa dentro de cierta línea se pierde la visión global de toda el área 
compleja de la vida. Debe ser un problema muy importante descubrir si de algún modo, es posible 
detener ese deterioro. De esa manera la mente será siempre fresca, joven, clara y decisiva. ¿ES 
POSIBLE, DE ALGÚN MODO, DETENER ESE DECLINAR? 
Esta noche me gustaría entrar en el tema porque, para mí, la meditación es la liberación de la 
mente con respecto a lo conocido. Y entonces surge la pregunta: ¿ES POSIBLE, DE ALGÚN MODO, 
DETENER ESTE PROCESO DE DECADENCIA DEL CEREBRO Y TAMBIÉN DE LA MENTE? O sea la 
decadencia de la entidad total. ¿ES POSIBLE, ADEMÁS, MANTENER LA PARTE FÍSICA, EL CUERPO 
EXTRAORDINARIAMENTE VIVO, ALERTA, ETC.? 
A mí me parece que este es un gran problema y por lo tanto, un gran reto que debemos 
enfrentar. Ahora bien, la investigación de todo esto, no sólo la verbal, sino sobre todo la no verbal, 
este examen, es meditación. Se abusa tanto de esta palabra meditación... Y hay tantos métodos de 
meditación... Si nosotros comprendemos uno solo, comprenderemos todos los sistemas y métodos 
de meditación. Pero el tema central sobre el cual vamos a hablar esta noche, es SI LA MENTE PUEDE 
ALGUNA VEZ REJUVENECERSE A SÍ MISMA. 
 
 
Veremos si la mente puede hacerse fresca, joven y libre de temor. Pero el hecho es que 
existe el deterioro.Al mirarlo y tratar de trasladarlo o trascenderlo o de ir más allá de él, en 
términos de una inclinación personal, ocurre esto: Se convierte en un asunto muy malo. PERO UNO 
HA DE OBSERVARLO COMO SI ESTUVIERA FRENTE A UN ÁRBOL O UNA PUESTA DE SOL. Como si 
mirara la luz que se refleja en el agua, el perfil de una colina azulada... simplemente observándolo... 
Si así observamos el proceso que en realidad está teniendo lugar en cada uno de nosotros, 
entonces iremos avanzando juntos. Pero si Uds. no pueden hacer esto, habrá un vacío y no 
podremos caminar juntos. Aquí se trata del proceso total del vivir y este proceso, como puede 
observarse, está siempre creando una imagen. Imagen acerca de nosotros mismos y acerca de los 
otros, imagen a través de la experiencia y a través del conflicto. Nos damos cuenta de que en cada 
uno hay una imagen de nosotros mismos que cada vez se va haciendo más fuerte y se va 
cristalizando. Ese es el fin de este proceso. ¿Nos damos cuenta de eso? Y si nos damos cuenta. 
¿CUÁL ES LA ENTIDAD QUE SE DA CUENTA DE LA IMAGEN? ¿Comprenden Uds. el problema? ¿ES 
LA IMAGEN DIFERENTE DEL QUE HACE LA IMAGEN? ¿EL QUE HACE LA IMAGEN Y LA IMAGEN, SON 
LA MISMA COSA? A menos que uno no entienda este hecho no podrá quedar claro lo que vamos a 
tratar, comprenden? Percibo que tengo una imagen de mí mismo, soy esto o aquello, un gran 
hombre o un hombre insignificante. Soy alguien, mi nombre es conocido, o no... Uds. conocen esta 
estructura verbal acerca de uno mismo, y la no verbal, inconsciente u oculta. Me doy cuenta pues, 
de que esa imagen existe. Y puedo darme cuenta totalmente y observarla plenamente. Entonces veré 
que esta imagen se está formando de continuo, y el observador que se da cuenta de la imagen se 
siente como diferente de ella. Así sucede y espero que lo estemos explicando claramente, el 
observador se dice a sí mismo que esa imagen es el factor del deterioro. Por lo tanto debe destruir la 
imagen para conseguir un mejor resultado para hacer que la mente sea joven, fresca y todo lo 
demás. El lucha, da explicaciones, justifica, añade y se esfuerza por cambiarla en una imagen mejor. 
Es muy importante comprender como actúan el esfuerzo y la lucha en sus distintas formas, sean 
físicas o psicológicas. La competencia, la ambición, la agresión, la violencia, el orgullo, los 
resentimientos acumulados, etc., son todos factores de deterioro. 
 CUANDO UNO SE DA CUENTA DE QUE EL OBSERVADOR ES EL QUE ELABORA LA IMAGEN, 
ENTONCES TODO EL PROCESO DEL PENSAMIENTO SUFRE TREMENDO CAMBIO. La imagen es, pues, 
lo conocido. Mientras toda la mente, en la cual se combinan el cerebro y el cuerpo, funcione dentro 
del campo de la imagen, ¿Qué pasa? Uno puede ser consciente de ello o no, pero en este campo se 
encontrará siempre el factor del deterioro. ¿Correcto? Por favor, no acepten esto como una idea 
sobre la cual van a pensar cuando vayan a su casa, ya que de todos modos no lo harán. Es aquí que 
estamos haciéndolo, abordando juntos el asunto, por lo tanto Uds. deben comprenderlo ahora. 
Cuando vayan a su casa pueden decir: bien, he tomado notas y lo he entendido, voy a pensar sobre 
el asunto. No tomen notas pues, porque esto no les ayudará en absoluto. Así, surge la pregunta: ¿ES 
POSIBLE VACIAR LA MENTE DE LO QUE CONOCEMOS? ¿Comprenden Uds.? ¿Me estoy explicando 
con claridad? 
 
Puede ser que uno se haya planteado esta pregunta de un modo vago, o con un cierto 
propósito porque uno sufre o tiene ansiedades. Y quizás uno piense que es posible ir más allá de 
todo esto. Incluso uno puede tener vagos indicios de su posibilidad. 
Ahora estamos preguntándolo directamente. Estamos haciendo una pregunta que debe ser 
contestada, lanzando un reto para responder. Este reto no es externo sino interno, psicológico. Y 
vamos a tratar de descubrir si es posible vaciar la mente de lo que conocemos. ESTE VACIAR LA 
MENTE ES LA MEDITACIÓN. Ahora vamos a entrar en este tema y a explicarlo un poco más. Todos 
los pueblos asiáticos están condicionados por esta palabra. Las llamadas personas religiosas y serias 
también están condicionadas. A través de la meditación esperan encontrar algo que está más allá de 
la existencia diaria. Para encontrarlo ellos emplean diversos métodos, muy sutiles o muy crudos, 
como en el zen. Y también tienen el llamado concentración. Este consiste en fijar la mente en una 
idea, pensamiento o símbolo. Y hay también diversas formas de estímulos. Todo esto tiende a 
expandir la conciencia más y más a través de la voluntad, el esfuerzo, la concentración o la de 
terminación a forzar. Y mediante esta expansión de la conciencia uno espera llegar a un estado 
diferente, a una nueva dimensión. O espera llegar a un punto donde la mente consciente no puede 
arribar. También suele uno tomar muchas drogas -que dan de momento, un estimulo tremendo a 
todo el sistema. En esos estados uno experimenta cosas extraordinarias, sea a través del estímulo, la 
concentración, la disciplina, el hambre y el ayuno. 
Si uno ayuna durante varios días, evidentemente, suceden cosas muy peculiares. Y si uno 
toma drogas esto hace que, de momento, su cuerpo sea extraordinariamente sensible, muy sensitivo. 
Ud. ve colores especialmente extraordinarios como nunca antes, y ve las cosas con tanta claridad 
que no hay espacio entre Ud. y la cosa. Todo esto está sucediendo, bajo diversas formas, a través 
del mundo entero. También tenemos la repetición de palabras, y el recitado de oraciones por parte 
de los religiosos para que la mente se calme y aquiete. Pero evidentemente también esto es una 
trampa. Y si Ud. continúa repitiendo se embota y duerme y piensa que la mente está muy tranquila. 
Eso no es meditación. 
Uno debe dejar de lado todas esas cosas. Y aún cuando se haya comprometido con ello hay 
que arrojarlo afuera. Espero que conforme Uds. vayan escuchando lo irán tirando, porque nos 
estamos dirigiendo a algo más profundo que esas invenciones. Uno tiene que dejar todo eso, porque 
cuanto más practique una disciplina, más embotada y mecánica se irá haciendo su mente. Este 
proceso rutinario y mecanizante, en cierto modo, aquieta la mente, pero no es la quietud de la gran 
energía de la comprensión. Vamos pues, a proseguir inquiriendo si es de algún modo posible liberar 
la mente de lo conocido. No solamente de lo conocido que data de mil años, sino también del ayer, 
es decir de la memoria. 
 Esto no quiere decir que me olvide de la calle o del camino de la casa donde vivo, o del 
conocimiento tecnológico. Uno debe saber todo eso, evidentemente, pues es esencial, sino no 
podríamos vivir. Estamos hablando de cosas que están a un nivel más profundo, al nivel profundo 
donde la imagen está siempre activa. La imagen, que es lo conocido, está funcionando 
continuamente. Y estamos hablando de si es posible que la mente se vacíe de esa imagen. Y que se 
vacíe del creador de esa imagen, que es el observador. 
EL VACIARSE DE ESO, DE LO CONOCIDO, ES LA MEDITACIÓN. 
Solamente puedo comprenderlos cuando no tengo ninguna imagen acerca de Uds. como 
sucede cuando nuestra relación es amigable. Si se trata de marido y mujer la relación surge entre la 
imagen que él tiene de ella y la imagen que ella tiene de él. Toda nuestra relación se basa en eso. 
SE VE MUY CLARAMENTE QUE SOLO CUANDO LA IMAGEN, QUE ES CONOCIMIENTO, 
PENSAMIENTO, EMOCIÓN, NO INTERFIERE, UNO PUEDE VER Y COMPRENDER. 
Esto nos ha sucedido a todos nosotros. Ud. está discutiendo, arguyendo, indicando, etc., y de 
repente la mente queda tranquila y exclama: ¡Por Júpiter, ya lo comprendo!. Y este comprender es 
acción, no una idea. ¿Correcto? Así pues, hay un comprender que es acción. Sólo que es acción en 
un sentido diferente de la que nosotros conocemos, la cual es la acción proveniente de la imagen, de 
lo conocido. Nosotros estamos hablando, pues, de una comprensión que es acción y que sólo tiene 
lugar si la mente está completamente quieta. ¿Correcto? Y esta mente quieta y tranquila no se puede 
conseguir por medio deninguna disciplina o de ningún esfuerzo. La meditación es algo que uno 
puede hacer cuando está sentado en el autobús, paseando por la calle, lavando los platos, etc. La 
meditación tampoco tiene nada que ver con la forma de respirar o con ciertas normas que suelen 
darse. No hay en ello nada oculto. El misterio de la vida está más allá de eso, más allá de la imagen 
y la actividad centrada en sí mismo. Se extiende así un amplio campo que jamás puede ser 
descubierto a través de lo conocido. 
EL VACIAR DE LA MENTE SÓLO PUEDE TENER LUGAR DE UN MODO NO VERBAL CUANDO YA NO HAY 
OBSERVADOR NI OBSERVADO. TODO ESTO EXIGE UNA GRAN ATENCIÓN, UN TREMENDO ESTADO DE 
ALERTA QUE NO ES CONCENTRACIÓN. 
ES UN SIMPLE OBSERVAR SIN ELECCIÓN. La elección tiene lugar sólo cuando hay confusión, 
no cuando hay claridad. Así pues, el estado de alerta tiene lugar sólo cuando no hay elección y 
cuando somos conscientes de todas las elecciones conflictivas. Conscientes de los deseos opuestos y 
de los esfuerzos, observando simplemente este movimiento contradictorio. 
Y DÁNDONOS CUENTA QUE EL OBSERVADOR ES LO OBSERVADO. En este proceso no hay 
elección en absoluto, sino, solamente, un observar lo que es. Y esto es totalmente diferente de la 
concentración. El estado de alerta produce un tipo de atención en el cual ya no hay observador ni 
observado. Y este vaciar la mente de todas las experiencias que ella ha tenido es meditación. Pero 
uno solamente puede vaciarse de las experiencias cuando se hace consciente de cada una de ellas. 
Cuando uno ve todo su contenido, sin elección alguna, como resultado, la experiencia se desvanece. 
En consecuencia no queda huella de experiencia como si fuese una herida o algo que 
hubiera que recordar, reconocer o conservar. 
Así pues, LA MEDITACIÓN ES UN PROCESO MUY ARDUO. EXIGE UNA ATENCIÓN INTENSA Y 
SOSTENIDA. Entonces se puede descubrir por si mismo, no es cuestión de experiencia ni tampoco 
un buscar. 
Ocurre cuando la mente está quieta por completo, no por medio de la sugestión o el 
hipnotismo o porque está siguiendo algún método. Cuando la mente está realmente tranquila se 
produce una cualidad y una dimensión diferentes. Ni el pensamiento ni la experiencia jamás la 
pueden imaginar. Entonces uno está más allá de toda búsqueda. Ya no hay más buscar. La mente 
que está llena de luz ya no busca. Es sólo la mente apagada y confusa la que está buscando y espera 
encontrar. Pero lo que ella encuentra es el resultado de su propia confusión. Fíjense, por favor. Si 
Uds. comprenden un solo problema han comprendido todos los problemas. Por eso hay algo 
importante en este plantear preguntas y en las respuestas o explicaciones que se dan. La explicación 
no tiene ningún valor en absoluto. Lo que tiene valor es como hace Ud. la pregunta y lo que espera 
de ella. 
SI UD. ESTÁ ATENTO A LO QUE ESTÁ PREGUNTANDO LO VERÁ SIN NINGUNA DIFICULTAD. 
POR CONSIGUIENTE YA NO HAY MAESTRO. UD. MISMO LO ES TODO: EL MAESTRO Y EL 
DISCÍPULO... EN FIN TODO.Y ESTO DA UNA GRAN LIBERTAD PARA INVESTIGAR. 
 
La Meditación 
 
Para comprender la meditación, para investigarla bien a fondo, ante todo debemos comprender la 
palabra y el hecho "meditación", porque casi todos nosotros somos esclavos de las palabras. La palabra 
misma meditación induce en muchas personas cierto estado, cierta sensibilidad, cierta quietud, un 
deseo de lograr esto o aquello. Pero la palabra no es la cosa. La palabra, el símbolo, el nombre, si no se 
comprende totalmente, es algo terrible. Actúa como una barrera, convierte a la mente en una esclava. 
Y lo que nos hace actuar a la mayoría de nosotros, es la reacción a la palabra, al símbolo, porque no 
nos percatamos o somos inconscientes del hecho mismo. 
Llegamos al hecho, a "lo que es", con nuestras opiniones y evaluaciones, con nuestros juicios y 
recuerdos. Y nunca vemos el hecho, "lo que es". Creo que esto debe ser claramente comprendido. 
Para comprender cada experiencia, cada estado de la mente, "lo que es", el hecho real, uno no 
debe ser esclavo de las palabras; y ésa es una de las cosas más difíciles. La palabra, al nombrar el 
hecho, despierta diversos recuerdos; y estos recuerdos hacen impacto sobre el hecho, lo controlan, lo 
moldean, ofrecen una guía al hecho, a "lo que es". Por lo tanto, uno debe estar extraordinariamente 
atento a esta confusión y no generar un conflicto entre la palabra y lo factual, "lo que es". Y ésa es 
tarea muy ardua para una mente; exige precisión, claridad. 
Sin claridad, uno no puede ver las cosas como son. Hay una belleza extraordinaria en ver las 
cosas tal como son, no desde nuestras opiniones, nuestros juicios y recuerdos. Uno tiene que ver el 
árbol tal como es, sin confusión ninguna; de igual manera, tiene que ver el cielo que en un atardecer se 
refleja sobre el agua; simplemente ver, sin verbalizar, sin despertar símbolos, ideas, recuerdos. En eso 
hay una belleza extraordinaria. Y la belleza es esencial. La belleza es la apreciación, la sensibilidad a 
las cosas que a uno lo rodean: la naturaleza, la gente, las ideas. Si no hay sensibilidad, no habrá 
claridad; las dos cosas van juntas, son sinónimos. Esta claridad es esencial si queremos comprender 
qué es la meditación. 
Una mente confusa, atrapada en las ideas, en las experiencias, en todos los impulsos del deseo, 
sólo engendra conflicto. Y una mente que de veras quiera hallarse en un estado de meditación, tiene 
que estar atenta no sólo a la palabra, sino también a la respuesta instintiva de nombrar la experiencia o 
el estado. Y el hecho mismo de nombrar ese estado o esa experiencia --cualquiera que sea, por cruel, 
verdadera o falsa que pueda ser--, sólo fortalece el recuerdo de esa experiencia, con el cual pasamos a 
una nueva experiencia. 
Por favor, si se me permite señalarlo, es muy importante que comprendan de qué estamos 
hablando, porque si no comprenden esto no podrán emprender con quien les habla un viaje por todo 
este problema de la meditación. 
Como dijimos, la meditación es una de las cosas más importantes en la vida, tal vez la más 
importante. Si no hay meditación, no es posible ir más allá de los límites del pensamiento, de la mente 
y el cerebro. Y para investigar este problema de la meditación, desde el principio mismo tenemos que 
echar los cimientos de la virtud. No me refiero a la virtud impuesta por la sociedad, una moralidad 
originada en el temor, la codicia, la envidia, en ciertos premios y castigos. Hablo de la virtud que se 
genera de modo natural, fácil y espontáneo, sin conflicto ni resistencia de ninguna clase, cuando hay 
conocimiento propio. Sin conocimiento propio, hagan lo que hicieren, no es posible el estado de 
meditación. Por "conocimiento propio" entiendo conocer cada pensamiento, cada estado de ánimo, 
cada sentimiento, conocer la actividad de nuestra mente; no hablo de conocer el "yo supremo", el "gran 
yo"; no hay tal cosa, el "yo superior", el Atman, sigue estando dentro del campo del pensamiento. El 
pensamiento es el resultado de nuestro condicionamiento, es la respuesta de nuestra memoria, ya sea 
ancestral o inmediata. Y tratar meramente de meditar sin establecer primero, profunda e 
irrevocablemente, esa virtud que surge a la existencia con el conocimiento propio, es totalmente 
engañoso y absolutamente inútil. 
Por favor, es muy importante que esto sea comprendido por aquellos que son serios, porque si no 
pueden hacerlo, la meditación que practiquen y la vida factual estarán divorciadas, separadas; tan 
ampliamente separadas que, aunque puedan meditar adoptando posturas indefinidamente por el resto 
de sus vidas, no verán más allá de sus narices. Cualquier postura que adopten, cualquier cosa que 
hagan, no tendrá ningún sentido. 
Por lo tanto, la mente que quiera investigar --uso deliberadamente la palabra investigar-- qué es 
la meditación, tiene que echar estos cimientos de la virtud que surge natural y espontáneamente, con 
facilidad y sin esfuerzo alguno, cuando hay conocimiento propio. Y también es importantecomprender 
qué es este conocimiento propio, simplemente estar alerta, sin opción alguna, al "yo", el cual tiene su 
origen en un manojo de recuerdos --enseguida examinaré lo que entiendo por percepción alerta--, sólo 
estar conscientes de él sin ninguna interpretación, observar nada más el movimiento de la mente. Pero 
esa observación se ve impedida cuando uno meramente acumula, a través de la observación, el 
conocimiento de lo que debe hacer y no debe hacer, de lo que debe y no debe realizar; si lo hace así, 
pone fin al proceso vital de ese movimiento de la mente que es el yo. O sea, tengo que observar y ver 
el hecho, lo real, "lo que es". Si lo abordo con una idea, con una opinión --tal como "debo" o "no 
debo", que son respuestas de la memoria--, entonces el movimiento de "lo que es" se ve obstaculizado, 
bloqueado; por lo tanto, no hay un aprender. 
Para observar el movimiento de la brisa en el árbol, uno no puede hacer nada al respecto. La 
brisa se mueve con violencia o con gracia o con belleza. Uno, el observador, no puede controlarla. No 
puede formularla, no puede decir: "La conservaré en mi mente". Está ahí. Puede que uno la recuerde, 
pero si recuerda esa brisa en el árbol la próxima vez que lo mire, no estará mirando el movimiento 
natural de la brisa en el árbol, sino sólo rememorando el movimiento del pasado. Por lo tanto, no estará 
aprendiendo; sólo estará añadiendo a lo que ya conoce. Por eso, en cierto nivel, el conocimiento se 
vuelve un obstáculo para un nivel ulterior. Espero que esto haya quedado muy claro. Porque lo que 
vamos a examinar enseguida exige una mente clara, capaz de mirar, de ver y escuchar, sin que haya 
ningún proceso de reconocimiento. 
Por consiguiente, ante todo uno debe estar muy claro, no confuso. La claridad es esencial. 
Entiendo por claridad ver las cosas como son, ver "lo que es", sin opinión ninguna, ver el movimiento 
de la propia mente, observarlo con diligencia, con atención y minuciosidad, sin ningún propósito, sin 
directiva alguna. El simple observar requiere una claridad asombrosa; de lo contrario, no es posible 
observar. Si uno observa a una hormiga en sus movimientos, realizando todas las actividades que 
realiza, y aborda la observación con los distintos hechos biológicos que conoce acerca de la hormiga, 
ese conocimiento le impide mirar. Así, uno empieza a ver inmediatamente dónde el conocimiento es 
necesario y dónde se vuelve un obstáculo. De este modo, no hay confusión. 
Cuando la mente es clara, precisa, capaz de un razonamiento profundo, fundamental, se halla en 
un estado de negación. La mayoría de nosotros acepta las cosas muy fácilmente, somos tan crédulos 
porque ansiamos consuelo, seguridad, un sentimiento de esperanza, deseamos que alguien nos salve --
Maestros, salvadores, gurúes, rishis. ¡Ustedes ya conocen toda esa mezcolanza!--. Y nosotros 
aceptamos con prontitud y facilidad; y con igual facilidad negamos, según cómo esté el clima de 
nuestra mente. 
De modo que la "claridad" lo es en el sentido de ver las cosas como son dentro de uno mismo. 
Porque uno forma parte del mundo, es el movimiento del mundo. Uno es la expresión externa del 
movimiento que se desarrolla internamente; es como la marea que sale y entra. El mero concentrarse 
en uno mismo, o el observarse como algo separado del mundo, lleva al aislamiento y a todas las 
formas de idiosincrasia, neurosis, miedos aisladores, etc. Pero si uno observa el mundo, si sigue el 
movimiento del mundo y se deja llevar por ese movimiento cuando éste penetra en lo interno, entonces 
no hay división entre uno mismo y el mundo, entonces uno no es un individuo opuesto a lo colectivo. 
Y tiene que existir este sentido de observación, que consiste tanto en observar como en explorar, 
escuchar y estar alerta. Uso la palabra observar en ese sentido. El acto mismo de observación es el acto 
de exploración. Uno no puede explorar si no está libre. Por lo tanto, para explorar, para observar, tiene 
que haber claridad. Para explorar profundamente dentro de sí mismo, cada vez que uno llega a esa 
exploración debe hacerlo como si fuera la primera vez. O sea, uno jamás ha obtenido un resultado, 
jamás ha ascendido por una escalera, y nunca puede decir: "Ahora lo sé". No hay escalera. Y si uno 
llegara a subir, debe bajar de inmediato a fin de que la mente sea sensible en grado sumo para 
observar, vigilar, escuchar. 
Gracias a este observar, escuchar, ver, vigilar, adviene esa belleza extraordinaria de la virtud. No 
hay otra virtud, excepto la que proviene del conocimiento propio. Entonces esa virtud es vital, 
vigorosa, activa, no una cosa muerta que cultivamos. Y ésos han de ser los cimientos. Los cimientos 
para la meditación son la observación, la claridad y la virtud en el sentido en que la entendemos, no en 
el sentido de hacer de la virtud una cosa que debemos cultivar día tras día, lo cual es mera resistencia. 
Entonces, a partir de ahí, podemos ver lo que implican las así llamadas oraciones, la repetición 
de palabras, los mantras, el sentarse en un rincón y tratar de fijar la mente sobre un objeto en 
particular, o sobre una palabra, un símbolo, lo cual implica meditar deliberadamente. Por favor, 
escuchen con mucha atención. Adoptar una postura deliberada o hacer deliberadamente, 
conscientemente, ciertas cosas para meditar, sólo indica que están jugando en el campo de sus propios 
deseos y de su propio condicionamiento; por lo tanto, eso no es meditación. Si uno observa, puede ver 
muy bien que esas personas que meditan tienen toda clase de imágenes: ven a Krishna, a Cristo, a 
Buda, y piensan que han logrado algo. Como un cristiano que ve a Cristo; ese fenómeno es muy 
simple, muy claro: es una proyección de su propio condicionamiento, de sus temores, sus esperanzas, 
su deseo de seguridad. El cristiano ve a Cristo como ustedes [hablaba ante hindúes] verían a Rama o a 
cualquiera que sea su dios predilecto. 
No hay nada notable respecto de estas visiones. Son el producto de nuestro inconsciente, el cual 
ha sido tan condicionado, tan adiestrado en el temor. Cuando nos hallamos un poco quietos, ese 
inconsciente irrumpe con sus imágenes, sus símbolos, sus ideas. Por lo tanto, las visiones, los trances, 
las imágenes e ideas, no tienen absolutamente ningún valor. Es como ocurre con un hombre que repite 
una y otra y otra vez algún mantra o alguna frase o un nombre. Cuando uno repite y repite y repite un 
nombre, es obvio que lo que hace es embotar la mente, volverla estúpida; y, en esa estupidez, la mente 
se aquieta. Para aquietar la mente, lo mismo podría uno tomar una droga --y tales drogas existen--; en 
ese estado de quietud, estando drogado, uno tiene visiones. Esas visiones son, obviamente, el producto 
de nuestra propia sociedad, de nuestra propia cultura, de nuestras esperanzas y nuestros temores; no 
tienen nada que ver con la realidad. 
Lo mismo sucede con las oraciones. El hombre que ora es como aquél que tiene su mano en el 
bolsillo de otro. El hombre de negocios, el político y toda la sociedad competitiva oran por la paz; pero 
lo hacen todo para engendrar guerras, odios y antagonismo. Eso no tiene sentido, carece de 
racionalidad. Nuestra oración es una súplica, pedimos algo que no tenemos derecho a pedir, porque no 
vivimos, porque no somos virtuosos. Queremos algo pacífico, grande, que enriquezca nuestras vidas, 
pero hacemos todo lo opuesto: destruimos, nos volvemos vulgares, mezquinos, estúpidos. 
Las plegarias, las visiones, el sentarse derecho en un rincón respirando de modo correcto, 
haciendo cosas con nuestra mente, todo eso es muy inmaduro, muy infantil; no tiene sentido para un 
hombre que realmente quiera comprender el pleno significado de lo que es la meditación. Un hombre 
así descarta por completo todo esto, ¡aun cuando pudiera perder su empleo! El no recurre 
inmediatamente a un pequeño dios, a fin de obtener un nuevo empleo --ése es el juego que practican 
todos ustedes--. Cuando hay alguna clase de dolor, de perturbación, acudena un templo ¡y se llaman a 
sí mismos religiosos! Todas estas cosas deben ser completa y totalmente descartadas, de modo que ni 
siquiera los toquen. Si han hecho esto, entonces podemos seguir investigando todo este problema de lo 
que es la meditación. 
Tiene que haber observación, claridad, conocimiento propio y, a causa de ello, virtud. La virtud 
es una cosa que florece todo el tiempo en bondad; uno puede haber cometido un error, haber hecho 
algo feo, pero eso se ha terminado; uno se está moviendo, floreciendo en bondad porque se conoce a sí 
mismo. Habiendo echado esos cimientos, es posible dejar de lado las oraciones, el murmurar palabras 
y el adoptar posturas. Entonces puede uno empezar a investigar qué es la experiencia. 
Es muy importante comprender qué es la experiencia, porque todos la deseamos. Tenemos las 
experiencias cotidianas: ir a la oficina, disputar, sentirnos celosos, envidiosos, ser brutales, 
competitivos, sexuales. En la vida pasamos por toda clase de experiencias, día tras día, consciente o 
inconscientemente. Vivimos en la superficie de nuestra vida, sin belleza, sin ninguna profundidad, sin 
nada propio que sea original, prístino, puro. Somos seres de segunda mano, siempre citando a otros, 
siguiendo a otros, como cáscaras vacías. Y, naturalmente, queremos más experiencias además de la 
experiencia cotidiana. Buscamos, pues, estas experiencias ya sea por medio de la 
meditación o tomando alguna de las drogas más recientes. El LSD es una de estas drogas recientes; tan 
pronto lo toman, sienten que tienen un "misticismo instantáneo", no que han tomado la droga. [Risas 
del público]. 
Estamos hablando en serio. Ustedes se limitan a reír ante la menor provocación; por lo tanto, no 
son serios, no examinan esto paso a paso, observándose a sí mismos; sólo escuchan las palabras y 
siguen dejándose llevar por las palabras --algo contra lo cual los he prevenido al principio de esta 
plática--. 
Están estas drogas que nos inducen una expansión de la conciencia, que de momento nos tornan 
altamente sensibles. Y en ese estado de sensibilidad intensificada vemos cosas: El árbol adquiere una 
vida asombrosa, es más claro y brillante, contiene una inmensidad. O, si tenemos inclinaciones 
religiosas, en ese estado de sensibilidad acrecentada experimentamos un sentimiento extraordinario de 
paz y luz; no hay diferencia entre uno mismo y la cosa que uno observa: uno es eso, y todo el universo 
es parte de uno mismo. Y anhelamos estas drogas porque deseamos más experiencia, una experiencia 
más amplia y más profunda, confiando en que tal experiencia dará un significado a nuestra vida; de 
este modo, comenzamos a depender. Sin embargo, cuando uno tiene estas experiencias, sigue estando 
dentro del campo del pensamiento, dentro del campo de lo conocido. 
Por consiguiente, ustedes tienen que comprender la experiencia, o sea, la respuesta a un reto, la 
cual se vuelve una reacción; y esa reacción moldea sus pensamientos, sus sentimientos, todo su ser. Y 
así suman más y más experiencias; sólo piensan en tener cada vez más experiencias. Cuanto más 
claros son los recuerdos de esas experiencias, más creen ustedes que conocen, que saben. Pero si lo 
observan, encontrarán que cuanto más conocen, más superficiales se vuelven, más vacuos. Al volverse 
más vacuos desean más experiencias, experiencias más amplias. De modo que tienen que comprender, 
no sólo lo que he dicho anteriormente, sino también esta demanda extraordinaria de experiencias. 
Ahora podemos proseguir. 
Una mente que busca cualquier clase de experiencia, sigue estando dentro del campo del tiempo, 
dentro del campo de lo conocido, de los deseos autoproyectados. Como dije al comienzo, la 
meditación deliberada sólo nos conduce a la ilusión. Sin embargo, tiene que haber meditación. Si 
meditamos deliberadamente, eso nos lleva a distintas formas de autohipnosis, a distintas formas de 
experiencias proyectadas por nuestros propios deseos, por nuestros propios condicionamientos; y esos 
condicionamientos, esos deseos moldean nuestra mente, controlan nuestro pensamiento. Por eso, un 
hombre que de verdad quiera comprender el significado profundo de la meditación, debe comprender 
el significado de la experiencia; además, su mente tiene que estar libre de toda búsqueda. Eso es muy 
difícil. Enseguida voy a examinarlo. 
Habiendo asentado todo esto naturalmente, espontáneamente, fácilmente, como algo básico, 
debemos averiguar qué significa controlar el pensamiento. Porque eso es lo que todos persiguen: 
cuanto más pueden controlar el pensamiento, más creen que han avanzado en la meditación. Para mí, 
cualquier forma de control --físico, psicológico, intelectual, emocional-- es nociva. Por favor, escuchen 
cuidadosamente. No digan: "Entonces haré lo que me plazca". No estoy diciendo eso. El control 
implica subyugación, represión, adaptación, implica moldear el pensamiento conforme a un patrón 
particular, lo cual quiere decir que el patrón es más importante que el descubrimiento de lo verdadero. 
Así, el control en cualquier forma --resistencia, represión o sublimación-- moldea más y más la mente 
conforme al pasado, conforme al condicionamiento en que nos educaron, al condicionamiento de una 
comunidad en particular, y así sucesivamente. 
Es necesario comprender qué es la meditación. Ahora, por favor, escuchen cuidadosamente. No 
sé si alguna vez han hecho esta clase de meditación. Es probable que no, pero ahora van a hacerla 
conmigo. Vamos a emprender el viaje juntos, no verbalmente, sino que recorreremos ese camino desde 
el principio hasta el fin de donde llega la comunicación verbal. Es como llegar juntos hasta la puerta; 
entonces, o bien pasan ustedes por la puerta, o se detienen de este lado. Se detendrán de este lado de la 
puerta si no han hecho todo lo que se ha indicado, no porque lo diga quien les habla, sino porque es 
cuerdo, sano, razonable y soportará todas las pruebas, todos los exámenes. 
De modo que ahora vamos a meditar juntos, no deliberadamente, porque no existe la meditación 
deliberada. Es como dejar la ventana abierta y el aire llega cuando quiere --cualquier cosa que el aire 
traiga, sea como fuere la brisa--. Pero si esperan que las brisas lleguen porque han abierto la ventana, 
éstas jamás llegarán. La ventana tiene que ser abierta por amor, por afecto, desde la libertad, no porque 
uno desee algo. Y ése es el estado de belleza, es el estado de la mente que ve y no exige nada. 
Estar atentos implica un estado extraordinario de la mente --estar atentos a cuanto los rodea, a los 
árboles, al pájaro que canta, al Sol que está detrás de ustedes; estar atentos a los rostros, a las sonrisas; 
estar atentos a la suciedad del camino, a la belleza de la tierra, a la palmera contra el cielo rojo del 
crepúsculo, a la onda sobre el agua--, simplemente estar atentos, sin preferencia alguna. Por favor, 
háganlo mientras prosiguen con esto. Escuchen a esos pájaros, sin nombrarlos, no reconozcan la 
especie, sólo escuchen el sonido. Escuchen los movimientos del propio pensar, no los controlen, no los 
moldeen, no digan: "Esto es bueno, eso es malo". Simplemente, muévanse con ellos. Eso es la 
percepción alerta, en la que no hay opción ni condena ni juicio ni comparación o interpretación; sólo 
observación pura. Eso hace que la mente sea altamente sensible. En el momento en que nombran, han 
retrocedido y la mente se embota, porque eso es lo que acostumbran hacer. 
En ese estado de percepción alerta hay atención, no control ni concentración. Hay atención. O 
sea, escuchan a los pájaros, ven la puesta del Sol, contemplan la quietud de los árboles, oyen pasar los 
automóviles, oyen a quien les habla; y están atentos al significado de las palabras, a sus propios 
pensamientos y sentimientos y al movimiento de esa atención. Están atentos globalmente, sin un 
límite, no sólo de manera consciente, sino también inconscientemente. Lo inconsciente es más 
importante; por lo tanto, tienen que investigar lo inconsciente.No uso la palabra inconsciente desde el punto de vista de la técnica o como un término técnico. 
No la uso en el sentido en que la usan los psicólogos, sino para referirme a aquello de lo que no son 
conscientes. Porque la mayoría de nosotros vive en la superficie de la mente: yendo a la oficina, 
adquiriendo conocimientos o una técnica, disputando, etc. Jamás prestamos atención a la profundidad 
de nuestro ser, la cual es el resultado de nuestra comunidad, del residuo racial, de todo el pasado --no 
sólo el de cada uno de nosotros como ser humano, sino también el del hombre, el de las ansiedades del 
hombre--. Cuando dormimos, todo esto se proyecta en la forma de sueños, y entonces está la 
interpretación de esos sueños. Los sueños se vuelven totalmente innecesarios para un hombre que está 
despierto, alerta, observando, escuchando, consciente, atento. 
Ahora bien, esta atención exige una energía tremenda; no la energía que ustedes han acumulado 
mediante la práctica, el celibato y todas esas cosas; ésa es la energía de la codicia. Yo hablo de la 
energía del conocimiento propio. Gracias a que han echado los cimientos correctos, de ello surge la 
energía que necesitan para estar atentos, energía en la que no hay ningún sentido de concentración. 
La concentración es exclusión; ustedes quieren escuchar esa música [que llega desde una calle 
cercana], y también quieren oír lo que dice quien les habla, de modo que ofrecen resistencia a esa 
música y tratan de escucharlo a él; de esta manera, no prestan realmente atención completa. Una parte 
de su energía se ha ido en resistir a esa música y una parte está tratando de escuchar; por lo tanto, no 
escuchan totalmente, no están atentos. Así que si se concentran, meramente resisten, excluyen. Pero 
una mente que se halla atenta, puede concentrarse y no ser exclusiva. 
De esta atención surge, pues, un cerebro quieto. Las células cerebrales mismas están quietas; no 
aquietadas, no disciplinadas, no forzadas ni condicionadas brutalmente. Pero a causa de que toda esta 
atención ha surgido naturalmente, espontáneamente, con facilidad y sin esfuerzo alguno, las células 
cerebrales no se han falseado, ni se han insensibilizado ni vulgarizado ni embrutecido. Espero que 
estén siguiendo todo esto. A menos que las células cerebrales mismas sean asombrosamente sensibles, 
vitales y alertas, que no estén endurecidas ni golpeadas ni agotadas ni especializadas en un sector 
particular del conocimiento, a menos que sean extraordinariamente sensibles, no pueden estar quietas. 
Por consiguiente, el cerebro debe estar quieto y, no obstante, debe ser sensible a cada reacción, debe 
estar atento a toda la música, a los ruidos, a los pájaros, escuchando estas palabras, contemplando la 
puesta del Sol, sin presión ninguna sin tensiones, sin influencias. El cerebro debe estar muy quieto, 
porque sin quietud, quietud no inducida, no producida artificialmente, no puede haber claridad. 
Y la claridad puede llegar sólo cuando hay espacio. Ustedes tienen espacio en el momento en 
que el cerebro está absolutamente quieto y, no obstante, altamente sensible, no apagado. Por eso es 
muy importante lo que hacen todos los días. El cerebro se halla embrutecido por las circunstancias, por 
la sociedad, por los trabajos que ustedes realizan y por la especialización, brutalmente molido por sus 
treinta o cuarenta años en una oficina --todo eso destruye la extraordinaria sensibilidad del cerebro--. Y 
el cerebro debe estar quieto. A partir de ahí, toda la mente, en la cual está incluido el cerebro, es capaz 
de estar completamente silenciosa. Esa mente silenciosa ya no busca, no espera experiencias; no 
experimenta nada en absoluto. 
Confío en que comprendan todo esto. Tal vez no lo comprenden. No importa, simplemente 
escuchen. No se sientan hipnotizados por mí, sino presten atención a la verdad de esto. Quizás 
entonces, cuando estén caminando por la calle o se encuentren sentados en un autobús o contemplando 
un torrente o un campo sembrado de arroz verde y abundante, esto llegue inadvertidamente, como un 
susurro desde una tierra muy remota. 
Así, la mente queda en completo silencio, sin ninguna forma de presión, de compulsión. Este 
silencio no es algo producido por el pensamiento, porque el pensamiento ha cesado, toda la maquinaria 
del pensamiento ha llegado a su fin. El pensamiento debe terminar; de lo contrario, producirá más 
imágenes, más ideas, más ilusionesŠ más, más y más. Por lo tanto, tienen que comprender toda esta 
maquinaria del pensamiento --no cómo detener el pensar--. Si comprenden toda la maquinaria del 
pensamiento --la cual es la respuesta de la memoria, de la asociación y el reconocimiento, del nombrar, 
comparar y juzgar--, si la comprenden, ésta llega naturalmente a su fin. Cuando la mente está por 
completo silenciosa, entonces, a causa de ese silencio, en ese silencio mismo, hay un movimiento por 
completo diferente. 
Ese movimiento no es un movimiento creado por el pensar, por la sociedad, por lo que ustedes 
han leído o no han leído. Ese movimiento no pertenece al tiempo o a la experiencia, porque no 
contiene experiencia alguna. Para una mente silenciosa no hay experiencias. Una luz que arde 
brillantemente, una luz intensa, no requiere nada más, es luz para sí misma. Ese movimiento no es un 
movimiento en ninguna dirección, porque la dirección implica tiempo. Ese movimiento no tiene causa, 
porque cualquier cosa que tenga una causa produce un efecto y ese efecto se convierte en la causa y así 
sucesivamente: una cadena interminable de causa y efecto. Por lo tanto, no hay en absoluto ni efecto ni 
causa ni motivo ni experiencia. Debido a que está por completo quieta, naturalmente silenciosa, a que 
ustedes han echado los cimientos correctos, la mente se halla relacionada de manera directa con la 
vida, no está divorciada del vivir cotidiano. Si la mente ha llegado hasta ahí, ese movimiento es 
creación. Entonces no hay ansiedad por expresarse, porque una mente en estado decreación puede 
expresarse o no expresarse. Ese estado de la mente que se halla en completo silencio tiene su propio 
movimiento; esa mente se moverá en lo desconocido, en aquello que es innominable. 
Por consiguiente, la meditación que ustedes practican no es la meditación de que estamos 
hablando, la cual existe de lo eterno a lo eterno, porque uno ha echado los cimientos no en el tiempo 
sino en la realidad. 
 
29 de enero de 1964. Madrás, India. 
(Extracto del libro titulado "Dios") 
 
La Meditación según J. Krishnamurti (*) 
 
 Conceptos previos: 
 
La Meditación es una de las cosas más importantes de la vida, si un individuo puede 
descubrir muy profundamente la significación, la necesidad y la importancia que tiene la meditación 
para sí mismo. 
Primero, observemos el cuadro en su totalidad. La mente que no tiene espacio de donde 
observar, no posee la cualidad de percepción. Existiendo el proceso del pensar, no hay observación. 
El cesar del pensamiento es la función peculiar de la meditación. 
Cuando intentáis meditar, vuestra mente divaga constantemente. Es se poco valor apartar 
todos los pensamientos con excepción de uno en particular, procurando concentrarse en ese 
pensamiento escogido. En vez de procurar someter a vuestra voluntad esos pensamientos errantes, 
tornaos conscientes de ellos, profundizad en cada uno de ellos, pensando y sintiendo, observad su 
significado, sea agradable o desagradable. La meditación sólo tiene significado cuando la mente-
corazón está vigilante, descendiendo hasta el fondo de cada pensamiento-sentimiento que surge, 
observándolo sin comparar ni juzgar, sin decir si es correcto o incorrecto, sino simplemente 
observar y acompañar su movimiento, como si nos estuviésemos observando psicológicamente en 
un espejo; esto produce una transformación en la propia estructura interna. Cada pensamiento-
sentimiento que fuera estudiado de esa manera os confiará su significado y así, comprendiendo los 
propios pensamientos repetido y erráticos,se vacía la mente de sus propias formulaciones. Al darse 
cuenta de los propios pensamientos no hay concentración, hay percepción alerta, y de ésta surge la 
atención. En la atención no existe un centro desde el cual se esté actuando. Esto es la esencia de la 
meditación. En la concentración existe un centro desde el cual se está concentrando, o una 
representación mental, o alguna imagen, etc. 
Sin autoconocimiento, sin la percepción del proceso del “yo” en su totalidad, carece de 
realidad la base sobre la que formáis vuestro carácter, el objetivo por el cual lucháis. La meditación 
es la purificación de la mente de todas sus acumulaciones, es vaciar la mente, y, en ese estado de 
vacío, ocurre la “explosión” que nos lanza en lo desconocido. El silencio creado por el pensamiento 
es estancamiento, algo muerto, pero el silencio que viene cuando el pensamiento comprendió su 
propio origen, ese silencio es meditación, en el cual, el meditador está totalmente ausente porque la 
mente se vació. De la meditación surge un inmenso silencio, no un silencio cultivado. El cerebro 
llega a estar extraordinariamente quieto cuando se halla en este proceso de investigación interior; 
cuando hay silencio existe una gran percepción. En este silencio hay un vacío, un vacío que es toda 
energía. 
Sólo cuando está ausente el “yo”, existe la posibilidad de la mente de estar quieta, y por lo 
tanto, apta para comprender, para recibir aquello que es eterno. Pero formar una representación de 
la Eternidad, una idea a su respecto es una autoproyección, una ilusión. La meditación sin patrón 
establecido, sin causa o motivo, sin dirección o propósito es un fenómeno extraordinario. No es 
solamente una tremenda y purificadora explosión sino también una muerte sin retorno. 
Pero la meditación no es para un determinado período, ella debe ser practicada tanto en las 
horas de vigilia como en las de sueño. Cuando dormimos, en virtud de la adecuada vigilancia 
meditativa de las horas de vigilia, puede el pensamiento descender a profundidades grandemente 
significativas. La meditación continua incluso durante el sueño. Cuanto más vigilantes fueran en las 
horas de vigilia, tanto menos soñaremos porque en la autovigilancia de las horas de vigilia, las 
diferentes cámaras de la conciencia van siendo descubiertas y comprendidas, y , en el sueño, hay 
continuación de la vigilancia. las diferentes cámaras de la conciencia van siendo descubiertas. 
De modo que existe una fuente, una causa original de la cual surgen todas las cosas, y esa 
causa original no es el productor de los pensamientos. La meditación consiste en dar con esa causa. 
Este es el camino de la meditación, bienaventurado el que lo descubre. 
 
 
La Práctica: 
 
Ante todo permanezcan así sentados en completa quietud, cómodamente, crucen las piernas, 
muy serenos, relajados; les mostraré. Ahora, miren los árboles, las colinas, la sombra de esas 
colinas, mírenlas, miren la cualidad de su color, obsérvenlas. No me escuchen a mí. Observen y 
vean esos árboles, los árboles amarillentos, el tamarindo, y luego miren las buganvilias. No los 
miren con la mente sino con los ojos. Después de haber mirado todos los colores, la forma del 
suelo, de las colinas, de las rocas, la sombra que proyectan, trasládense entonces de lo externo a lo 
interno y cierren los ojos completamente. Han terminado de mirar las cosas exteriores y ahora, con 
los ojos cerrados, pueden mirar lo que ocurre adentro. Observen lo que ocurra dentro de ustedes, no 
piensen, sólo observen, no muevan los globos oculares, manténgalos muy, muy quietos. Los globos 
oculares tienden a moverse, pero manténganlos quietos, porque ahora no hay nada que ver con 
ellos, ustedes han visto las cosas que los rodean, ahora están viendo lo que ocurre dentro de la 
mente, y para ver lo que ocurre dentro de la mente deben estar muy quietos en lo interno. Y cuando 
hacen esto, ¿saben lo que les sucede? Se vuelven muy sensibles, muy alertas a las cosas externas e 
internas. 
Observen qué hacen los pensamientos sin curso, uno detrás de otro. Así se comienza a 
aprender, a observar. Apenas obsérvenlos no los corrijan; de este modo comenzarán a aprender a 
meditar. Acompañen sus pensamientos y averigüen por qué surgieron, No intenten cambiarlos, 
verifiquen la razón por la que ciertos pensamientos surgen en la mente. Esto es sólo el fundamento. 
Con la quietud mental todo el ser se tranquiliza. 
 
(*) El texto es una recopilación de varios libros y extractos, y cada frase se ha conservado en 
forma literal. 
 
*************************** 
 
KRISHNAMURTI Y LA MEDITACIÓN 
 
Comentarios de Krishnamurti sobre meditación extractados literalmente de sus libros, 
principalmente de: 
"El estado creativo de la mente", Editorial Kier, 1975, Trad: Pedro Sánchez Hernández, 3ª 
edición 
"Usted es el mundo, Editorial Edhasa, 1983, Trad: Armando Clavier, 2ª edición 
"La libertad primera y última", Editorial Kairós, 1996, Trad: Fundación Krishnamurti 
Latinoamericana, 1ª edición) 
 
Si durante el día está usted alerta, si está atento a todo el movimiento del pensar, a lo que 
usted dice, a sus gestos -cómo se sienta, cómo camina, cómo habla- si está atento a sus respuestas, 
entonces todas las cosas ocultas salen a la luz muy fácilmente. En ese estado de atención lúcida, 
despierta, todo es puesto al descubierto. 
La mayoría de nosotros está inatenta. Darse cuenta de esa inatención, es atención. 
La meditación no es una fragmentación de la vida; no consiste en retirarse a un monasterio o 
encerrarse en una habitación sentándose quietamente por diez minutos o una hora en un intento de 
concentrarse para aprender a meditar, mientras que por el resto del tiempo uno continúa siendo un 
feísimo, desagradable ser humano. 
Para percibir la verdad, uno debe poseer una mente muy aguda, clara y precisa —no una 
mente astuta, torturada, sino una mente capaz de mirar sin distorsión alguna, una mente inocente y 
vulnerable. Tampoco puede percibir la verdad una mente llena de conocimientos; sólo puede 
hacerlo una mente que posee completa capacidad de aprender. Y también es necesario que la mente 
y el cuerpo sean altamente sensibles —con un cuerpo torpe, pesado, cargado de vino y comida, no 
se puede tratar de meditar. Por lo tanto, la mente debe estar muy despierta, sensible e inteligente. 
Las necesidades básicas para descubrir aquello que está mas allá de la medida del 
pensamiento, para descubrir algo que el pensamiento no ha producido son tres: 1) se debe producir 
un estado de altísima sensibilidad e inteligencia en la mente; 2) ésta debe ser capaz de percibir con 
lógica y orden; 3) finalmente, la mente debe estar disciplinada en alto grado. 
Una mente que ve las cosas con total claridad, sin distorsión alguna, sin prejuicios 
personales, ha comprendido el desorden y está libre de él; una mente así es virtuosa, ordenada. Sólo 
una mente muy ordenada puede ser sensible, inteligente. 
Es preciso estar atento al desorden que hay dentro de uno mismo, atento a las 
contradicciones, a las luchas dualísticas, a los deseos opuestos, atento a las actividades ideológicas 
y a su irrealidad. Uno ha de observar "lo que es" sin condenar, sin juzgar, sin evaluar en absoluto. 
La mayor parte del tiempo está uno inatento. Si usted sabe que está inatento, y presta 
atención en el momento de advertir la inatención, entonces ya está atento. 
La percepción alerta, la comprensión, es un estado de la mente de completo silencio, silencio 
en el cual no existe opinión, juicio ni evaluación alguna. Es realmente un escuchar desde el silencio. 
Y es sólo entoces que comprendemos algo en lo cual no está en absoluto envuelto el pensamiento. 
Esa atención, ese silencio, es un estado de meditación. 
Comprender el ahora es un inmenso problema de la meditación —ello es meditación. 
Comprender el pasado totalmente, ver dónde radica su importancia, ver la naturaleza del tiempo, 
todo eso forma parte de la meditación. 
En la meditación existeuna gran belleza. Es una cosa extraordinaria. La meditación, no 
"cómo meditar". 
La meditación es la comprensión de uno mismo y, por lo tanto, significa echar los cimientos 
del orden —que es virtud— en el cual existe esa cualidad de disciplina que no es represión ni 
imitación ni control. Una mente así, se halla, entonce, en un estado de meditación. 
Meditar implica ver muy claramente, y no es posible ver claramente ni estar por completo 
involucrado en lo que uno ve, cuando hay un espacio entre el observador y la cosa observada. 
Cuando no hay pensamiento, cuando no hay información sobre el objeto, cuando no hay agrado ni 
desagrado sino tan sólo atención completa, entonces el espacio desaparece y, por lo tanto, está uno 
en relación completa con esa flor, con ese pájaro que vuela, con la nube o con ese rostro. 
Es sólo la mente inatenta que ha conocido lo que es estar atenta, la que dice: "¿Puedo estar 
atenta todo el tiempo?" A lo que uno debe estar atento, pues, es a la inatención. Estar alerta a la 
inatención, no a cómo mantener la atención. Cuando la mente se da cuenta de la inatención, ya está 
atenta —no hay que hacer nada más. 
La meditación es algo que requiere una formidable base de rectitud, virtud y orden. No se 
trata de algún estado místico o visionario inducido por el pensamiento, sino de algo que adviene 
natural y fácilmente cuando uno ha establecido las bases de una recta conducta. Sin tales bases, la 
meditación se vuelve meramente un escape, una fantasía. De modo que uno ha de asentar esas 
bases; en realidad, esta misma manera de asentar las bases, es la meditación. 
Los meditadores profesionales nos dicen que es necesario ejercer el control. Cuando 
prestamos atención a la mente, vemos que el pensamiento vaga sin rumbo, por lo que tiramos de él 
hacia atrás tratando de sujetarlo; entoces el pensamiento vuelve a descarriarse y nosotros volvemos 
a sujetarlo, Y de ese modo el juego continúa interminablemente. Y si podemos llegar a controlar la 
mente de manera tan completa que ya no divague en absoluto, entonces —se dice— habremos 
alcanzado el más extraordinario de los estados. Pero en realidad, es todo lo contrario: no habremos 
alcanzado absolutamente nada. El control implica resistencia. La concentración es una forma de 
resistencia que consiste en reducir el pensamiento a un punto en particular. Y cuando la mente se 
adiestra para concentrarse por completo en una sola cosa, pierde su elasticidad, su sensibilidad, y se 
vuelve incapaz de captar el campo total de la vida. 
El principio de la meditación es el conocimiento de uno mismo, y esto significa darse cuenta 
de todo movimiento del pensar y del sentir, conocer todas las capas de la conciencia, no sólo las 
superficiales sino las ocultas, las actividades profundas. Para ello, la mente consciente debe estar 
serena, calma, a fin de recibir la proyección del inconsciente. La mente superficial sólo puede lograr 
tranquilidad, paz y serenidad, comprendiendo sus propias actividades, observándolas, dándose 
cuenta de ellas; cuando la mente se da plena cuenta de todas sus actividades, mediante esa 
comprensión se queda en silencio espontáneamente; entonces el inconsciente puede proyectarse y 
aflorar. Cuando la totalidad de la conciencia se ha liberado, sólo entonces está en condiciones de 
recibir lo eterno. 
Entre dos pensamientos hay un periodo de silencio que no está relacionado con el proceso 
del pensamiento. Si observas, verás que ese período de silencio, ese intervalo, no es de tiempo, y el 
descubrimiento de ese intervalo, la total experimentación del mismo, te libera del 
condicionamiento. 
La meditación no es un medio para algo. Descubrir en todos los momentos d ela vida 
cotidiana qué es verdadero y qué es falso, es meditación. La meditación no es algo por cuyo medio 
escapáis. Algo en lo que conseguís visiones y toda clase de grandes emociones. Mas el vigilar todos 
los momentos del día, ver cómo opera vuestro pensamiento, ver funcionar el mecanismo de la 
defensa, ver los temores, las ambiciones, las codicias y envidias, vigilar todo esto, indagarlo todo el 
tiempo, eso es meditación, o parte de la meditación. No tenéis que acudir a nadie para que os diga 
qué es meditación o para que os dé un método. Lo puedo descubrir muy sencillamente vigilándome. 
No me lo tiene que decir otro; lo sé. Queremos llegar muy lejos sin dar el primer paso. Y hallaréis 
que si dáis el primer paso, ese es el último. No hay otro paso. 
KRISHNAMURTI Y LA MEDITACIÓN 
Si durante el día está usted alerta, si está atento a todo el movimiento del pensar, a lo que usted 
dice, a sus gestos -cómo se sienta, cómo camina, cómo habla- si está atento a sus respuestas, entonces 
todas las cosas ocultas salen a la luz muy fácilmente. En ese estado de atención lúcida, despierta, todo 
es puesto al descubierto. 
La mayoría de nosotros está inatenta. Darse cuenta de esa inatención, es atención. 
La meditación no es una fragmentación de la vida; no consiste en retirarse a un monasterio o 
encerrarse en una habitación sentándose quietamente por diez minutos o una hora en un intento de 
concentrarse para aprender a meditar, mientras que por el resto del tiempo uno continúa siendo un 
feísimo, desagradable ser humano. 
Para percibir la verdad, uno debe poseer una mente muy aguda, clara y precisa —no una mente 
astuta, torturada, sino una mente capaz de mirar sin distorsión alguna, una mente inocente y 
vulnerable. Tampoco puede percibir la verdad una mente llena de conocimientos; sólo puede hacerlo 
una mente que posee completa capacidad de aprender. Y también es necesario que la mente y el cuerpo 
sean altamente sensibles —con un cuerpo torpe, pesado, cargado de vino y comida, no se puede tratar 
de meditar. Por lo tanto, la mente debe estar muy despierta, sensible e inteligente. 
Las necesidades básicas para descubrir aquello que está mas allá de la medida del pensamiento, 
para descubrir algo que el pensamiento no ha producido son tres: 1) se debe producir un estado de 
altísima sensibilidad e inteligencia en la mente; 2) ésta debe ser capaz de percibir con lógica y orden; 3) 
finalmente, la mente debe estar disciplinada en alto grado. 
Una mente que ve las cosas con total claridad, sin distorsión alguna, sin prejuicios personales, ha 
comprendido el desorden y está libre de él; una mente así es virtuosa, ordenada. Sólo una mente muy 
ordenada puede ser sensible, inteligente. 
Es preciso estar atento al desorden que hay dentro de uno mismo, atento a las contradicciones, a 
las luchas dualísticas, a los deseos opuestos, atento a las actividades ideológicas y a su irrealidad. Uno 
ha de observar "lo que es" sin condenar, sin juzgar, sin evaluar en absoluto. 
La mayor parte del tiempo está uno inatento. Si usted sabe que está inatento, y presta atención 
en el momento de advertir la inatención, entonces ya está atento. 
La percepción alerta, la comprensión, es un estado de la mente de completo silencio, silencio en el 
cual no existe opinión, juicio ni evaluación alguna. Es realmente un escuchar desde el silencio. Y es sólo 
entonces que comprendemos algo en lo cual no está en absoluto envuelto el pensamiento. Esa atención, 
ese silencio, es un estado de meditación. 
Comprender el ahora es un inmenso problema de la meditación —ello es meditación. 
Comprender el pasado totalmente, ver dónde radica su importancia, ver la naturaleza del tiempo, todo 
eso forma parte de la meditación. 
En la meditación existe una gran belleza. Es una cosa extraordinaria. La meditación, no "cómo 
meditar". 
La meditación es la comprensión de uno mismo y, por lo tanto, significa echar los cimientos del 
orden —que es virtud— en el cual existe esa cualidad de disciplina que no es represión ni imitación ni 
control. Una mente así, se halla, entonces, en un estado de meditación. 
Meditar implica ver muy claramente, y no es posible ver claramente ni estar por completo 
involucrado en lo que uno ve, cuando hay un espacio entre el observador y lacosa observada. Cuando 
no hay pensamiento, cuando no hay información sobre el objeto, cuando no hay agrado ni desagrado 
sino tan sólo atención completa, entonces el espacio desaparece y, por lo tanto, está uno en relación 
completa con esa flor, con ese pájaro que vuela, con la nube o con ese rostro. 
Es sólo la mente inatenta que ha conocido lo que es estar atenta, la que dice: "¿Puedo estar 
atenta todo el tiempo?" A lo que uno debe estar atento, pues, es a la inatención. Estar alerta a la 
inatención, no a cómo mantener la atención. Cuando la mente se da cuenta de la inatención, ya está 
atenta —no hay que hacer nada más. 
La meditación es algo que requiere una formidable base de rectitud, virtud y orden. No se trata 
de algún estado místico o visionario inducido por el pensamiento, sino de algo que adviene natural y 
fácilmente cuando uno ha establecido las bases de una recta conducta. Sin tales bases, la meditación se 
vuelve meramente un escape, una fantasía. De modo que uno ha de asentar esas bases; en realidad, 
esta misma manera de asentar las bases, es la meditación. 
Los meditadores profesionales nos dicen que es necesario ejercer el control. Cuando prestamos 
atención a la mente, vemos que el pensamiento vaga sin rumbo, por lo que tiramos de él hacia atrás 
tratando de sujetarlo; entonces el pensamiento vuelve a descarriarse y nosotros volvemos a sujetarlo, Y 
de ese modo el juego continúa interminablemente. Y si podemos llegar a controlar la mente de manera 
tan completa que ya no divague en absoluto, entonces —se dice— habremos alcanzado el más 
extraordinario de los estados. Pero en realidad, es todo lo contrario: no habremos alcanzado 
absolutamente nada. El control implica resistencia. La concentración es una forma de resistencia que 
consiste en reducir el pensamiento a un punto en particular. Y cuando la mente se adiestra para 
concentrarse por completo en una sola cosa, pierde su elasticidad, su sensibilidad, y se vuelve incapaz 
de captar el campo total de la vida. 
El principio de la meditación es el conocimiento de uno mismo, y esto significa darse cuenta de 
todo movimiento del pensar y del sentir, conocer todas las capas de la conciencia, no sólo las 
superficiales sino las ocultas, las actividades profundas. Para ello, la mente consciente debe estar 
serena, calma, a fin de recibir la proyección del inconsciente. La mente superficial sólo puede lograr 
tranquilidad, paz y serenidad, comprendiendo sus propias actividades, observándolas, dándose cuenta 
de ellas; cuando la mente se da plena cuenta de todas sus actividades, mediante esa comprensión se 
queda en silencio espontáneamente; entonces el inconsciente puede proyectarse y aflorar. Cuando la 
totalidad de la conciencia se ha liberado, sólo entonces está en condiciones de recibir lo eterno. 
Entre dos pensamientos hay un periodo de silencio que no está relacionado con el proceso del 
pensamiento. Si observas, verás que ese período de silencio, ese intervalo, no es de tiempo, y el 
descubrimiento de ese intervalo, la total experimentación del mismo, te libera del condicionamiento. 
La meditación no es un medio para algo. Descubrir en todos los momentos de la vida cotidiana 
qué es verdadero y qué es falso, es meditación. La meditación no es algo por cuyo medio escapáis. Algo 
en lo que conseguís visiones y toda clase de grandes emociones. Mas el vigilar todos los momentos del 
día, ver cómo opera vuestro pensamiento, ver funcionar el mecanismo de la defensa, ver los temores, las 
ambiciones, las codicias y envidias, vigilar todo esto, indagarlo todo el tiempo, eso es meditación, o 
parte de la meditación. No tenéis que acudir a nadie para que os diga qué es meditación o para que os 
dé un método. Lo puedo descubrir muy sencillamente vigilándome. No me lo tiene que decir otro; lo sé. 
Queremos llegar muy lejos sin dar el primer paso. Y hallaréis que si dais el primer paso, ese es el último. 
No hay otro paso. 
Pregunta: ¿Cómo podremos alguna vez empezar de nuevo, según Vd. lo insinúa 
constantemente, si la copa de nuestra experiencia está siempre manchada? ¿Cómo podremos 
olvidar realmente lo que somos? ¿Tendría Vd. la bondad de explicar qué significa el olvido de 
uno mismo? ¿Cómo puedo yo arrojar esa copa que soy? 
 
KRISHNAMURTI: La renovación es posible solamente si no hay continuidad. Lo que continúa no 
tiene posibilidad de renovarse; lo que termina sí tiene posibilidad de renovación. Aquello que muere 
tiene posibilidad de renacer. Y, cuando decís que sois permanentemente impuros (lo cual es un simple 
aserto verbal), entonces no hay duda de que sólo continuáis. Cuando decís que sois permanentemente 
impuros, ¿se trata de un hecho? ¿Y cómo es posible olvidar lo que somos? No lo podemos. Lo que sí 
podemos es examinar lo que somos; podemos darnos cuenta, sin justificación ni identificación, de lo 
que somos. Daos cuenta de ello, y veréis que se opera una transformación. Pero la dificultad consiste en 
estar pasivamente alerta, sin condenación; sólo entonces hay terminación. Pero si lo único que hacéis es 
identificaros o condenar, entonces impartís continuidad a esa condición especial; y aquello que 
continúa no tiene realidad, no tiene renovación. 
"¿Tendría Vd. la bondad de explicar que significa el olvido de uno mismo?". ¿Acaso no lo sabéis? 
¿No conocéis esos momentos en que uno es dichoso, en que uno está tranquilo, verdaderamente 
sereno? ¿No surge acaso un estado que no implica esfuerzo alguno, en el cual cesa el proceso del 
pensamiento que constituye el "yo"? Mientras exista la autoconciencia, el sentido del "yo", no podrá 
haber olvido de las actividades del "yo". Es obvio que toda acción de la voluntad, del deseo, tiene que 
cultivar y fortalecer el "yo"; y el "yo" es el haz de recuerdos, características e idiosincrasias que 
engendra conflicto. Mientras haya conflicto, tiene que haber conciencia del "yo"; y habiendo conflicto 
nunca puede haber paz, por profundamente oculto que esté dicho conflicto, y sea cual fuere el nivel a 
que se encuentre. 
"¿Cómo puedo yo arrojar esa copa que soy?". ¿Por qué deseáis arrojar la copa? No podéis arrojarla, 
por cierto. Lo único que podéis hacer es conocerla: todos los embrollos, las sutilezas, la extraordinaria 
hondura de uno mismo. Cuando conocéis algo, os libráis de ello; pero el mero hecho de rechazarlo, de 
reprimirlo, de sublimarlo, de traducirlo a diferentes expresiones verbales, no es sin duda comprensión. 
Y sólo comprendiendo una cosa es posible librarse de ella. No podéis comprender cosa alguna si os 
identificáis continuamente con ella. Por lo tanto, sólo hay renovación cuando no hay continuidad. Pero 
la mayoría de nuestras intenciones, propósitos, pensamientos, son en el sentido de continuar. En el 
nombre, en la propiedad, en la virtud, en todas las cosas, luchamos por establecer permanencia, y, por 
lo tanto, continuidad; mas en eso no hay renovación, no hay "creatividad". Ciertamente, la 
"creatividad" sólo surge de instante en instante. 
Pregunta: ¿Querría Vd. explicar en detalle qué es la verdadera meditación? Hay muchos 
sistemas de meditación. ¿Son ellos realmente distintos en el fondo, o sus diferencias se deben a la 
idiosincrasia personal de sus partidarios? 
KRISHNAMURTI: Esta es en verdad una pregunta importante, y si se me permite la insinuación, 
examinémosla entre todos. Porque la meditación tiene gran importancia. Puede ser la puerta del 
verdadero conocimiento propio, y puede abrir la puerta a la realidad; y en el hecho de abrir la puerta y 
experimentar directamente, está la posibilidad de comprender la vida, que es interrelación. La 
meditación —el verdadero tipo de meditación— es esencial. Averigüemos, pues, cual es el tipo 
correcto de meditación; y para averiguar qué es lo verdadero, debemos abordarlo en forma negativa. 
Decir simplemente que ésta o aquélla es la verdadera meditación, os dará tan sólo una norma, que 
adoptaréis y pondréis en práctica; mas ésa no será la verdadera meditación. De modo que, mientras

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