Logo Studenta

El amor sana_ - Adriana Palma Ponce

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

El	Amor	Sana
Cómo	transformar	de	forma	instantánea
tu	cuerpo,	tu	dinero	y	tus	relaciones
TATIANA	ARIAS
Isvara
Estados	Unidos
Isvara	LLC
Estados	Unidos
Colombia
www.elamorsana.com
Copyright	@	2019	por	Tatiana	Arias
Todos	 los	 derechos	 reservados.	 No	 se	 puede	 reproducir	 ni	 utilizar	 ninguna	 parte	 de	 este
libro	 de	 ninguna	 forma	 ni	 por	 ningún	 medio,	 ya	 sea	 electrónico	 o	 mecánico,	 incluidas
fotocopias,	 grabaciones	 o	 cualquier	 sistema	 de	 almacenamiento	 y	 recuperación	 de
información,	sin	la	autorización	escrita	del	editor.
Diseño	de	portada	por	Paul	Yinger,	Indianápolis,	EE.UU.
Diagramación:	almadigital	S.A.S
almadigital2010	@gmail.com
Table	of	Contents
Prefacio
Introducción
1	¿Soy	Virgen?
2	Me	enamoré	De	Un	Abusador
3	Tocándome
4	Mi	Primera	Vez
5	Esta	es	Una	Historia	que	no	quiero	Contar	(Pero	mi	Corazón	Sí)
6	Alquimista	Del	Amor
7	El	Amor	Sana
8	Cómo	Amarte	a	Ti	Mismo
9	Más	Allá	Del	Amor
10	Queridos	Hombres
11	Querido	Alquimista
Notas	De	AMOR	De	Tatiana
Movimiento	de	Amor
Prefacio
Los	mejores	libros	que	leo	por	lo	general	son	los	que	alguien	me	pasa.
Durante	 el	 verano	 de	 2007,	 recuerdo	 que	 mi	 amiga	 Liz	 me	 dio	 su
copia	 de	 Comer,	 Rezar,	 Amar	 de	 Elizabeth	 Gilbert	 y	 pasé	 los
siguientes	 días	 leyéndolo	 porque	 no	 podía	 parar.	 Lo	mismo	 aplica
para	El	Amor	Sana.	Es	un	libro	que	no	querrás	dejar	de	leer	hasta	que
lo	 termines,	 y	 después	 querrás	 empezarlo	 de	 nuevo	 o	 pasárselo	 a
alguien	más.
Cuando	Tatiana	Arias	se	me	acercó	por	primera	vez	para	escribir
este	libro,	le	aconsejé	que	trabajara	con	alguien	que	hablara	español.
Le	dije	que	solo	podía	leer	y	editar	sus	historias	en	inglés.	Aunque	su
inglés	 es	muy	 bueno,	 el	 español	 es	 su	 primera	 lengua	 y	 parecía	 la
mejor	manera	de	 escribir	 las	historias	más	 sagradas	de	 su	 corazón.
«Quiero	 trabajar	 contigo»,	 dijo	 ella.	 «Siento	 que	 es	 la	 decisión
correcta».	 Esa	 fue	 la	 primera	 vez	 de	 muchas	 que	 fui	 testigo	 de	 la
profunda	conexión	que	tiene	Tatiana	con	su	intuición,	con	lo	divino
y	 con	 esa	 voz	 interior.	 A	medida	 que	 pasamos	más	 tiempo	 juntas,
noté	 su	compromiso	de	escuchar	y	 seguir	adelante,	 incluso	cuando
no	tenía	sentido	para	nadie	más.	¡Realmente	estaba	viviendo	como	si
su	voz	interior	importara!	(Y	sí	importa).
Siendo	una	niña	pequeña,	cuando	tenía	cinco	años,	les	anunció	a
sus	padres	que	estaba	 lista	para	viajar	por	el	mundo,	a	 lo	que	ellos
respondieron:	«No,	eres	una	niña».	Fue	la	primera	vez	de	muchas	que
al	 decir	 lo	 que	 pensaba,	 escuchó	 la	 respuesta:	 «Eso	 no	 es	 posible».
Entre	las	dificultades	del	idioma,	las	4.000	millas	que	nos	separaban,
y	 nuestras	 ocupadas	 agendas,	 hicimos	 posible,	 lo	 que	 parecía
imposible.
Por	más	de	un	año	nos	 reunimos	en	Bali,	Miami	e	 Indianápolis
para	 trabajar	en	este	 libro.	Entre	muchos	vuelos	y	el	 vivir	 juntas	en
Airbnbs	de	diferentes	ciudades,	descubrí	que	su	historia	es	la	historia
de	muchas	 de	 nosotras;	 pero	 fue	 ella	 quien	 se	 atrevió	 a	 escribirla.
Muchas	personas	con	quienes	trabajo	para	escribir	sus	historias	solo
quieren	contar	el	80%	de	lo	que	en	ellas	sucede.	Si	vas	a	compartir	tu
verdad,	¿por	qué	no	contarla	toda?	¿Por	qué	no	dejar	que	tu	verdad	y
tu	voz	ocupen	su	propio	espacio?	Eso	es	lo	que	Tatiana	hace	con	este
libro:	 crea	 espacio	 para	 las	 historias	 secretas	 de	 su	 corazón	 de	 tal
forma	que	tú	también	crees	espacios	para	las	tuyas.
Advertencia:	es	posible	que	no	puedas	dejar	de	leer	una	vez	que
empieces	 este	 libro.	 En	 El	 Amor	 Sana,	 Tatiana	 escribe	 una
autobiografía	 que	 se	 siente	 como	 si	 tu	 mejor	 amiga	 te	 estuviera
contando	una	historia.	Ella	 te	 lleva	por	un	valiente,	provocativo	y	a
veces	divertido	relato	sobre	el	poder	del	amor	para	sanar.	Este	 libro
está	 lleno	 de	 esperanza,	 intuición	 y	 una	 compasión	 que	 solo	 he
presenciado	en	personas	que	han	caminado	con	su	dolor	y	luego	han
compartido	ese	camino	para	sanar	y	apoyar	a	otros.
En	 El	 Amor	 Sana,	 Tatiana	 trata	 conceptos	 de	 relaciones,
sensualidad	 y	 abundancia	 en	 formas	 que	 yo	 nunca	 había
considerado	antes.	Ella	comparte	el	dolor	que	a	veces	surge	al	seguir
tu	 corazón,	 pero	 también	 muestra	 cómo	 ese	 dolor	 puede	 ser	 el
momento	perfecto	para	 la	 alquimia	 instantánea.	En	 serio,	 creo	que
esta	mujer	es	magia.	Incluso	me	hace	pensar	en	amar	de	nuevo.
Este	libro	no	es	fácil	de	leer,	pero	es	importante	hacerlo.	Desde	el
primer	 capítulo	 cuando	 revela	 cosas	 que	 la	 mayoría	 de	 nosotros
queremos	 mantener	 en	 secreto,	 Tatiana	 se	 gana	 tu	 confianza.
Capítulo	 por	 capítulo,	mientras	más	 es	 revelado,	más	 es	 sanado,	 y
ella	lo	hace	con	su	voz	sabia	y	tierna.	Mientras	Tatiana	hace	las	paces
con	el	pasado	y	con	ella	misma,	nos	recuerda	a	todos	que	podemos
hacer	lo	mismo	y	transformarnos	en	un	instante.
Betsy	Blankenbaker	Murphy,	Autobiografía	de	un	orgasmo
www.betsybmurphy.com
Introducción
Menciono	la	palabra	Dios	catorce	veces	en	este	 libro.	Puede	que	no
creas	 en	Dios	 y	 está	 bien.	 Entonces	 cree	 en	 el	 AMOR,	porque	 es	 lo
mismo.	 Simplemente	CREE	 en	 una	 fuerza	 invisible	 súper	 poderosa
que	 gana	 todas	 las	 batallas,	 que	 está	 siempre	 contigo,	 siempre
presente,	siempre	allí	para	sostenerte.	El	AMOR	te	tomará	de	la	mano
y	juntos	atravesarán	tus	tiempos	más	difíciles.	El	AMOR	no	significa
que	 tu	 vida	 será	 perfecta	 y	 tranquila.	 Significa	 que	 serás	 guiado.
Experimentarás	 paz	 y	 plenitud.	 Estarás	 completo.	 El	 AMOR	 es	 esa
pieza	 faltante	 que	 lo	 reúne	 todo	 y	 conduce	 a	 una	 transformación
instantánea	de	tu	cuerpo,	dinero	y	relaciones.
Cuando	 tenía	 ocho	 años,	 decidí	 que	no	podía	 hacer	 la	 primera
comunión	 porque	 tenía	 un	 pecado.	 Estaba	 avergonzada	 y
confundida,	y	no	podía	decir	 la	verdad.	Pero	yo	 tenía	una	solución:
fui	 a	 donde	 un	 sacerdote	 y	 me	 confesé.	 Y	 ahora,	 más	 de	 30	 años
después,	gran	parte	de	este	libro	es	acerca	de	la	única	cosa	que	creía
que	me	convertía	en	una	pecadora:	sexo.
Entonces	me	pregunté,	 si	 este	 libro	es	un	 llamado	de	Dios	y	 yo
soy	 solo	 un	 canal,	 ¿por	 qué	 hablo	 de	 las	 partes	más	 íntimas	 de	mi
vida	y	de	uno	de	los	temas	más	controversiales	dentro	de	la	iglesia	y
en	muchas	de	nuestras	vidas?
No	conozco	la	respuesta,	pero	esto	es	lo	que	siempre	llega	a	mí:
tal	 vez	 es	 tan	 controversial	 que	 Él	 quiere	 que	 reconozcamos	 toda
nuestra	humanidad,	y	desde	ese	lugar,	podamos	reconocer	también
nuestra	divinidad.	Si	ese	es	Su	deseo,	estoy	dispuesta	a	hacerlo.	¿Y	tú?
Este	 es	 un	 viaje	 para	 reclamar	 tu	 poder,	 un	 viaje	 de	 sanación.
Pero	 sobre	 todo,	 es	 un	 viaje	 de	 regreso	 al	 amor.	 No	 mencionaré
ningún	nombre	y	solo	referiré	algunos	años	en	los	que	ocurrieron	los
hechos	o	la	edad	que	tenía	en	ese	momento.	Esto	no	se	trata	de	mí.
Tampoco	se	trata	de	que	descubras	mi	vida.	Puede	que	te	confundas
entre	 nombres	 y	 fechas.	 Está	 bien.	 Solo	 concéntrate	 en	 tu	 propio
viaje	y	en	cómo	cada	una	de	las	palabras	de	este	escrito	se	relaciona
contigo	de	alguna	manera.
Lloré	mucho	escribiendo	este	libro.	Cada	lágrima	derramada,	ha
sanado	 una	 parte	 de	 mi	 historia.	 Mis	 lágrimas	 han	 sanado	 las
historias	secretas	de	mi	corazón.	Permite	que	sane	las	tuyas	también.
Al	 leer	 este	 libro,	 espero	 que	 te	 tomes	 el	 tiempo	 de	 sentir
profundamente.	 Ve	 despacio,	 sé	 testigo	 de	 tu	 alegría	 y	 tu	 dolor,	 y
honra	las	historias	secretas	de	tu	corazón.
Dejemos	que	todas	nuestras	lágrimas	rieguen	el	suelo	de	la	tierra,
donde	habitan	los	árboles	y	las	flores	crecen.	No	más	miedo	a	llorar
porque	 parecemos	 débiles.	 No	 más	 escondernos,	 no	 más	 silencio.
Alquimizar	 el	 dolor	 y	 sanar	 son	 los	 actos	más	 valientes	 de	 la	 vida.
Hazlo.	Sé	valiente.	Mereces	vivir	de	forma	ligera,	libre,	alegre	y,	sobre
todo,	mereces	amor.
En	 ocasiones	 ser	 humano	 es	 muy	 difícil.	 Olvidamos	 quiénes
somos,sufrimos,	nos	sentimos	solos,	nos	sentimos	vacíos,	sentimos
que	 no	 somos	 suficientes,	 tenemos	 miedo,	 nos	 comparamos	 con
otros,	tratamos	de	controlarlo	todo	y	nos	quejamos.	Olvidamos	cuán
perfecta,	hermosa	y	divertida	puede	ser	esta	vida.
Recordemos	juntos.
La	belleza.
La	perfección.
La	luz.
El	amor.
Recordemos	que	todo	 lo	que	me	pasó	a	mí,	a	 ti,	a	nosotros,	 fue
por	 una	 razón.	 Una	 muy	 buena	 razón	 de	 sanación	 en	 un	 acto	 de
AMOR	profundo,	y	también	como	una	potente	forma	de	recordar	el
mayor	poder	de	todos:	el	AMOR.
Cada	 experiencia	 nos	 recuerda	 lo	 hermosos	 y	 afortunados	 que
somos	 de	 estar	 vivos.	 Tienes	 una	 vida.	 Ese	 es	 tu	 primer	milagro.	 A
medida	que	leas	este	libro,	recordarás	más	de	tus	milagros.
Entonces,	 por	 ahora,	 abre	 tu	 corazón	 y	 empecemos	 juntos	 este
viaje.
Te	amo,
Tatiana.
1	
¿Soy	Virgen?
En	el	colegio	me	enamoré	del	amor	de	mi	vida.	Los	dos	teníamos	16
años.	 Él	 era	 alto.	 Me	 encantaban	 sus	 nalgas.	 Me	 encantaban	 sus
dientes.	 Y	 siempre	 olía	 bien.	 En	 mi	 mente,	 me	 casaría	 con	 él,
haríamos	el	amor	por	primera	vez	y	viviríamos	felices	para	siempre.
Era	 un	 sábado	 por	 la	 noche.	 Habíamos	 estado	 esperando	 ese
momento.	 Lo	 habíamos	 planeado.	 Y	 por	 fin,	 todo	 estaba	 listo.	 Sus
padres	habían	salido	de	la	ciudad	y	su	casa	estaba	sola	para	nosotros
dos.
Estaba	nerviosa.
¿Dolería?
¿Cómo	me	veía?
¿Le	gustaría	a	él?
¿Y,	me	gustaría	a	mí?
¿Qué	sonidos	tenía	que	hacer?
Esa	 noche	me	 recogió	 en	 su	 Jeep	 amarillo.	 Su	 carro	 era	 único,
amarillo	 como	 los	 rayos	 del	 sol.	 No	 era	 lujoso	 pero	 éramos
adolescentes	 y	 su	 auto	 nos	 daba	 libertad.	 Las	 ventanas	 estaban
abiertas	y	su	pelo	castaño	se	movía	con	el	viento.	Llevaba	una	camisa
azul	con	rayas	blancas.	Se	veía	bien.	Siempre	se	veía	bien.
Yo	tenía	puesto	un	jean	pegado	muy	pegado	y	mi	camiseta	roja
favorita.	Me	puse	 perfume	Carolina	Herrera.	 A	 él	 le	 gustaba	 y	 a	mí
también.
Manejamos	hasta	su	casa	oyendo	música.	Una	de	mis	canciones
favoritas	 era	 Right	 Here	 Waiting	 de	 Richard	 Marx:	 Así	 mismo,	 se
sentía	 el	 camino	 a	 su	 casa,	 como	 el	 momento	 que	 había	 estado
esperando.	La	primera	vez	era	muy	importante.
Al	llegar	a	su	casa	fuimos	directo	al	cuarto	de	sus	padres.	La	cama
era	más	grande	que	 la	mía,	pero	al	acostarnos,	sentí	que	era	dura	y
un	poco	incómoda.
Empezamos	a	besarnos	de	forma	apasionada,	así	como	lo	había
visto	en	las	películas.	Yo	respiraba	muy	fuerte	y	él	también.	Sus	labios
eran	suaves,	su	lengua	y	la	mía	jugaban.	A	veces	lento,	a	veces	rápido.
Siempre	amé	sus	besos.	De	repente,	sus	manos	bajaron	y	empezó	a
quitarme	la	ropa.	Primero	desabrochó	mis	jeans,	después	me	quitó	la
camiseta.	 Llegó	 al	 brasier	 y	 logró	 quitármelo	 —una	 tarea	 a	 veces
difícil	de	lograr—	Al	final	yo	estaba	desnuda.	Entonces,	él	se	quitó	su
ropa.	Yo	 lo	miraba	 feliz	y	nerviosa,	y	 todavía	deseando	que	 la	cama
fuera	un	poco	más	cómoda.
El	momento	había	llegado.	Él	estaba	arriba	y	yo	abajo.	Me	abrió
las	 piernas	 y	 lentamente	 entró	 en	mí.	 No	 sentí	 dolor	 ni	 placer.	 No
sentí	nada.	Quizás	no	me	dolió	porque	estaba	mojada.	 ¿Se	 suponía
que	 debería	 sentirse	 bien?	 Empezó	 a	 moverse	 adentro	 y	 afuera.
Todavía	yo	no	sentía	nada,	pero	decidí	hacer	sonidos	y	esperar	a	que
él	 terminara.	 Finalmente	 no	 se	 vino	 y	 en	 vez	 de	 eso,	 se	 detuvo	 y
mirándome	a	los	ojos	me	dijo:	«tú	no	eres	virgen».
«¡Soy	virgen!»	le	dije.
Allí	 estaba	 yo	 a	 los	 16	 años,	 acabando	 de	 hacer	 el	 amor	 por
primera	vez	con	el	amor	de	mi	vida	y	él	me	estaba	diciendo	que	¡yo
no	era	virgen!	Él	era	el	primero,	el	único	con	quien	yo	había	estado.
Me	 llevó	 un	 tiempo	 convencerlo.	 Después	 de	 unas	 horas,
acostados	 en	 la	 cama	de	 sus	 padres,	 finalmente	 admitió	 que	 había
sido	muy	fácil	entrar,	así	que	pensó	que	yo	no	era	virgen.
Me	sentí	mal.	Esa	no	era	la	forma	como	me	había	imaginado	que
sería	nuestra	primera	noche	 juntos.	Estaba	brava	y	 triste;	 fingí	estar
bien,	pero	no	lo	estaba.
Después	 de	 eso	 hicimos	 el	 amor	muchas	 veces,	 y	 por	 muchos
años	él	fue	mi	primer	amante	y	el	amor	de	mi	vida.	Entonces	empecé
a	recordar	y	me	pregunté:	¿SOY	VIRGEN?
2	
Me	enamoré	De	Un
Abusador
Me	enamoré	de	un	abusador.	No	solo	una,	sino	muchas	veces.	Me
enamoré	 de	 la	 adrenalina,	 del	 dolor,	 y	 de	 la	 persona	 en	 quien	me
estaba	convirtiendo	después	de	cada	episodio.	Pero	antes	de	entrar
en	detalles,	¿QUÉ	ES	EL	ABUSO?
Busqué	el	significado	de	la	palabra	en	el	diccionario,	pero	lo	que
mi	corazón	sintió	durante	todos	esos	años	no	era	lo	que	allí	aparecía.
Así	 que	 déjame	 contarte	 qué	 es	 el	 abuso	 para	mí	 y	 quizás	 puedas
identificarte.
Existen	los	«GRANDES	ABUSOS»,	los	que	pueden	verse	y	sentirse
profundamente	 en	 el	 cuerpo,	 la	mente	 y	 el	 corazón.	 Abuso	 sexual,
abuso	 físico,	 abuso	 sicológico.	 Y	 la	 verdad	 es	 que	 la	 mayoría	 de
nosotros	toleramos	muchos	de	estos	abusos;	excepto	el	abuso	sexual
por	amor.	¿En	serio?	Eso	NO	ES	AMOR.
Recuerdo	 un	 día	 en	 la	 universidad.	 Estaba	 profundamente
enamorada,	 según	 mi	 idea	 del	 amor	 en	 aquella	 época.	 Era	 alta	 y
delgada,	con	ojos	y	pelo	hermosos.	Era	alegre	y	sonreía	un	montón.
Aún	lo	hago.	Llevábamos	dos	años	juntos.	Él	era	el	hombre	más	sexy
de	mi	ciudad	—por	lo	menos	para	mí—.	En	mi	mente,	el	primer	año
había	 sido	 perfecto.	 Nos	 divertíamos	 mucho	 juntos.	 Solíamos
conducir	su	Mazda	323	verde	a	lugares	escondidos	para	conversar	y
besarnos.	Cuando	me	miraba,	 sus	 ojos	marrones	 estaban	 llenos	 de
amor,	 compasión,	 y	 de	 los	 sueños	 que	 empezábamos	 a	 planear
juntos.
Pero	después	 todo	 cambió	 repentinamente.	Cuando	estábamos
juntos	empecé	a	tener	esta	extraña	sensación.	No	sabía	qué	era.	Hoy
reconozco	que	se	llama	intuición.	Pasó	de	ser	amoroso	a	ser	grosero
conmigo.	 Hacía	 comentarios	 negativos	 sobre	 mi	 vida	 y	 mis
decisiones.	Me	 sentía	desconectada	de	él	—o	quizá	de	mí	misma—
pero	quería	que	la	relación	funcionara,	así	que	me	quedé.	Incluso	a
pesar	de	su	comportamiento	y	comentarios,	pensaba	que	podríamos
volver	 a	 ser	 la	 misma	 pareja	 del	 primer	 año.	 Así	 que	 me	 quedé	 y
esperé	en	silencio	a	que	él	cambiara.
Pero	 después	 sucedió	 algo	 terrible.	 Era	 de	 día	 y	 yo	 estaba
descansando	 en	 mi	 apartamento	 cuando	 él	 llegó.	 Empezamos	 a
hablar	pero	lo	que	él	me	decía	no	estaba	bien.
—¿Por	 qué	 usas	 ropa	 tan	 ajustada?,	 decía.	—¿a	 quién	 tratas	 de
seducir?
—Es	 mi	 ropa	 del	 gimnasio—respondí.	 —Haré	 ejercicio	 más
tarde.
—Te	ves	como	una	puta,	dijo.
Situaciones	 así	 ya	 habían	 sucedido	 antes,	 pero	 no	 lo	 que	 pasó
después.	Su	cara	se	puso	roja,	estaba	alterado	y	gritándome	me	acusó
de	 insinuante	 y	 seductora.	No	 lo	 soy	 y	 nunca	 lo	 he	 sido.	 Soy	 otras
cosas	pero	esas	no.	De	repente	fue	a	mi	habitación,	abrió	mis	cajones
y	sacó	 toda	mi	 ropa	de	gimnasio.	Yo	estaba	confundida	y	asustada,
trataba	de	calmarlo.
«No	he	hecho	nada»	le	dije.	«¿Qué	haces	con	mis	cosas?».
Me	acerqué	a	 él.	Me	empujó	y	 salió	del	 apartamento	corriendo
con	 mi	 ropa	 de	 gimnasio.	 Yo	 salí	 corriendo	 detrás	 de	 él.	 Bajó	 al
estacionamiento	 y	 subió	 a	 su	 auto.	 Como	 pude	 fui	 a	 la	 puerta	 del
copiloto	y	me	subí	también.
Tenía	miedo	 pero	 tampoco	 quería	 perderlo.	 ¿En	 qué	me	 había
equivocado?
Salió	a	la	calle	y	empezó	a	conducir	como	un	loco.
«Por	 favor	ve	más	despacio.	Para	y	hablemos.»	 le	dije.	Él	 seguía
sin	decir	nada	y	manejaba	muy	rápido,	pasándose	los	semáforos	en
rojo.	Yo	temblaba	y	tenía	miedo	de	un	accidente.	¿A	dónde	se	dirigía?
Finalmente	 detuvo	 el	 carro	 al	 frente	 de	 un	 cesto	 de	 basura
enorme.	Era	de	color	verde.	Nunca	lo	olvidaré.	Se	bajó	del	auto	y	tiró
toda	mi	ropa	allí.
«¿Qué	estás	haciendo?»,	grité	desde	el	auto.	«¡Esa	ropa	es	mía!
No	me	miró.	 Volvió	 a	 subirse	 al	 auto	 y	 empezó	 a	 conducir	 de
nuevo.	Yo	lloraba	pensando	qué	seguiría	después.¿Cómo	llegué	hasta
aquí?	Cuando	llegamos	a	su	apartamento	yo	estaba	en	silencio.	Pasé
las	 siguientes	 horas	 en	 shock,	 sin	 hablar,	 como	 si	 mi	 voz	 también
hubiera	 sido	 tirada	 a	 ese	 cesto	 de	 basura.	 Me	 acosté	 en	 su	 cama,
acurrucada	como	una	niña	pequeña	abrazándome.	Creo	que	estaba
conteniendo	 algo	 más	 que	 a	 mí	 misma,	 contenía	 mi	 rabia,	 mi
confusión	y	mi	dolor.
Después	 de	 varias	 horas	 siendo	 ignorada,	 se	 sentó	 a	 mi	 lado.
Puso	las	manos	sobre	mi	cara	y	la	levantó	hacia	él.
—Te	amo	—dijo.	—Lo	siento.
Sonreí	 ligeramente	 pero	 permanecí	 callada.	 Agaché	 la	 cabeza
nuevamente	sin	responderle.
Continuó	diciendo:	«Lo	siento,	lo	siento».
Sus	 palabras	 hicieron	 brotar	 mis	 lágrimas	 pero	 aún	 no	 podía
hablar.	 Finalmente	 dijo	 las	 palabras	 mágicas:	 «NUNCA	 MÁS	 LO
VOLVERÉ	A	HACER.»
Esas	palabras	me	devolvieron	la	voz.
—No	te	preocupes	—le	dije.	—Todo	está	bien.	Te	amo.
En	mi	mente	de	18	años,	yo	lo	había	perdonado.	En	realidad	no.
Tenía	rabia.	Sentía	dolor	pero	había	aprendido	a	hacer	silencio.
Esta	fue	solo	una	de	muchas	veces.	Algunas	incluyeron	golpes	a
las	puertas	y	ventanas,	o	tirar	mis	 joyas	a	 la	calle.	Otras	veces,	 tenía
morados	 en	mis	 brazos	 que	 intentaba	 ocultar	 con	 la	 ropa.	 Solo	 en
una	ocasión	me	distraje	y	mi	mejor	amigo	los	vio.	Él	sabía	quién	los
había	 ocasionado.	 Me	 cubrí	 los	 brazos	 rápidamente.	 Me	 preguntó
qué	había	pasado	y	yo	inventé	una	historia.	Hoy	en	día	entiendo	que
todo	 eso	 que	 pasó,	 es	 ABUSO.	 Pero	 a	 esa	 edad,	 en	 ese	 momento,
pensaba	que	eso	era	parte	del	amor.	No	lo	dejé.	Él	me	dejó	por	una
mujer	rubia	de	ojos	azules.	Antes	de	que	me	lo	dijera,	los	vi	juntos	en
su	Mazda	323	verde.	Después	me	 llamó	y	me	dijo:	 «Se	acabó,	estoy
con	 otra	 persona».	 Yo	 todavía	 lo	 amaba	 pero	 se	 había	 ido	 para
siempre.
He	 experimentado	muchas	 clases	 de	 abusos	 en	mis	 relaciones.
Algunos	físicos	que	me	dejaban	adolorida	y	con	marcas	en	el	exterior.
Pero	la	mayoría	eran	abusos	verbales,	aquellos	que	dejan	heridas	en
lugares	 que	 no	 se	 ven.	 Esos	 que	 te	 rompen	 y	 cierran	 el	 corazón
palabra	a	palabra.	Esos	que	entran	lentamente	hasta	que	el	dolor	es
insoportable.
También	 estaban	 los	 gritos,	 mensajes	 de	 texto	 y	 correos
electrónicos	con	insultos	que	siempre	terminaban	en	grandes	peleas.
Me	 volví	 muy	 buena	 defendiéndome.	 Gritaba	 más	 fuerte	 y	 decía
malas	palabras.	Aprendí	a	callarlos.	Pero	jamás	se	me	ocurrió	pensar
que	todo	eso	fuera	abuso,	pensaba	que	era	parte	del	amor.
Con	 el	 paso	 del	 tiempo	me	 entrené	 para	 ser	 una	mujer	 fuerte.
Construí	 muros	 a	 mi	 alrededor,	 pero	 sobre	 todo,	 construí	 muros
alrededor	de	mi	 corazón.	 Lentamente	 se	 apagaba	 en	mí	 la	 idea	del
amor,	 pero	 en	 el	 fondo	 era	 lo	 que	más	quería.	 Y	 cada	 vez	que	 algo
sucedía,	pretendía	como	si	no	pasara	nada;	pero	los	muros	se	hacían
más	altos	y	fuertes,	como	también	lo	hacía	yo.	Aprendí	a	no	sentir,	de
esa	 forma	 nadie	 podría	 herirme	 de	 nuevo.	 Me	 volví	 muy	 buena
haciéndolo,	o	eso	pensaba.
No	 quería	 sentir	 el	 dolor;	 prefería	 ignorarlo	 y	 seguir	 adelante.
Siempre	he	tenido	esa	habilidad	de	pretender	que	nada	pasa.	Mi	vida
parecía	 estar	 bien	 aunque	no	 se	 sentía	bien.	 En	 el	 fondo	 yo	no	me
sentía	bien.
Me	 enamoré	 de	 un	 abusador.	 No	 una	 sino	 muchas	 veces.	 Y
entonces	 un	 día	 entendí	 que	 al	 seguir	 este	 patrón,	 yo	 me	 había
convertido	 en	 mi	 propia	 abusadora.	 Sabía	 que	 quería	 cambiar	 y
experimentar	el	 amor	de	otra	 forma.	Pero	yo	no	 tomé	esa	decisión.
Mi	cuerpo	lo	hizo	por	mí.
Desde	muy	 joven	 sufrí	 de	 hipotiroidismo.	No	 tenía	ninguno	de
los	 síntomas	 comunes	 como	 cansancio,	 depresión	 o	 aumento	 de
peso,	pero	sí	un	pequeño	bulto	en	mi	cuello.	Así	que	fui	al	médico	y
me	diagnosticaron	hipotiroidismo	de	Hashimoto.	El	doctor	me	recetó
una	medicina	llamada	Levotiroxina	y	me	dijo	que	si	la	tomaba	todos
los	 días	 controlaría	 la	 mayoría	 de	 mis	 síntomas.	 Pero	 yo	 nunca
entendí	a	qué	se	debía.
Años	más	 tarde,	 un	 día	 hablando	 de	mi	 tiroides,	 un	 amigo	me
recomendó	 un	 doctor,	 así	 que	 pedí	 una	 cita	 con	 él.	 Quería
respuestas.	Quería	entender	mi	cuerpo.
Era	viernes,	3	de	agosto	de	2012	a	las	8:20	de	la	mañana.	Tenía	35
años.	 Llegué	 a	 tiempo	 y	 esperé	 en	 la	 recepción.	 Era	 tranquila	 y
hermosa.	Llevaba	puesto	un	jean	y	una	blusa	de	seda.	Aunque	no	me
sentía	100%	bien,	siempre	me	aseguraba	de	verme	lo	mejor	posible.
«El	doctor	está	listo	para	verla»	me	dijo	una	enfermera	y	la	seguí	a
un	 pequeño	 cuarto.	 Mi	 primer	 pensamiento	 fue:	No	me	 gusta	 este
cuarto.	Quizá	no	debí	haber	venido.
Cuando	 el	 doctor	 entró	 mi	 cuerpo	 se	 contrajo.	 Era	 alto	 y	 me
pareció	 intimidante.	 No	 quería	 compartir	mi	 vida	 personal	 con	 un
extraño.	¡Además	era	muy	atractivo!
—Hola,	me	dijo.	—¿Por	qué	estás	aquí	hoy?
—Tengo	hipotiroidismo	—le	 respondí.	He	estado	medicada	por
más	 de	 17	 años.	 Un	 amigo	 me	 dijo	 que	 quizás	 usted	 podría
ayudarme.
—¿Cuándo	empezó?
—Quizás	cuando	tenía	18	—le	dije.
Lo	que	hizo	a	continuación	me	sorprendió.
Empezó	a	hacer	un	dibujo	para	explicarme	cómo	en	mi	caso	 la
enfermedad	 podría	 estar	 relacionada	 con	 alguna	 clase	 de	 abuso.
Dibujó	todos	los	chakras	y	algo	acerca	de	una	relación	entre	el	chakra
dos	y	el	cinco.
¿Abuso?	Nadie	me	había	sugerido	algo	así	antes.	La	conversación
se	centraba	en	mis	síntomas	y	en	qué	estaba	mal,	no	en	el	porqué.
¿Chakras?	No	sabía	mucho	al	respecto.
En	 realidad	 no	 entendía	 nada	 de	 lo	 me	 que	 decía.	 Nadie	 me
había	preguntado	 si	me	habían	 abusado.	No	me	 identificaba	 como
una	mujer	 abusada.	 Solo	pensaba	que	 tenía	muy	mala	 suerte	 en	 el
amor.
El	 doctor	 describió	 los	 chakras	 como	 centros	 energéticos	 del
cuerpo,	 y	 que	 si	 alguno	 estaba	 bloqueado	 debido	 a	 un	 trauma	 o
abuso,	 podría	 afectar	 otras	 partes	 del	 cuerpo.	 En	 mi	 caso	 estaba
sugiriendo	que	algún	abuso	sexual	probablemente	había	afectado	el
chakra	 dos	 y	 esto,	 a	 su	 vez,	 haber	 generado	 un	 impacto	 sobre	 mi
garganta	y	tiroides	en	el	chakra	cinco.
¿Qué?	Yo	no	entendía	 realmente.	Y	ahí	 ya	estaba	muy	nerviosa.
¿Qué	estaba	sugiriendo?	El	siguió	haciéndome	más	preguntas.
—Cómo	está	tu	vida	sexual	—me	preguntó.
Mientras	que	él	preguntaba,	yo	pensaba	¿Qué	 tiene	esto	que	ver
con	mi	tiroides?,	pero	respondí:	«Muy	bien.	Me	encanta	el	sexo».	Me
consideraba	buena	en	la	cama…	hasta	ese	día.
—¿Cada	cuánto	te	masturbas?	—preguntó.
Eso	 me	 tomó	 por	 sorpresa.	 Quería	 recordarle	 que	 estaba	 allí
debido	a	mi	hipotiroidismo,	no	para	discutir	mi	vida	sexual.	Mi	cara
se	puso	completamente	roja.
—¿Masturbarme?	Nunca,	—le	dije.
El	permaneció	en	silencio.	¿Dije	algo	malo?	pensé.
—¿Tienes	orgasmos?	—me	preguntó.
—Claro	que	sí,	—le	respondí.
—Cuéntame	más,	—me	dijo.
¡Oh	por	Dios!	Ahora	mi	cara	estaba	más	roja	y	sentía	que	mi	voz
se	había	desparecido.	No	quería	hablar	pero	algo	en	mí	confiaba	en
él.	Estaba	muy	serio	esperando	mi	respuesta.	Con	una	voz	muy	suave
le	dije:	«a	veces	tengo	orgasmos	pero	nunca	cuando	él	está	dentro	de
mí».	 Respiré	 profundo	 y	 continué:	 «usualmente	 necesito	 sexo	 oral
para	tenerlos	o	alguna	clase	de	frotamiento».
—¿De	verdad	disfrutas	el	sexo?	—me	preguntó.
Lo	miré	en	silencio.	Ya	en	ese	momento	no	sabía	 la	respuesta	a
esa	 pregunta.	 Pensaba	 que	 sí,	 pero	 ahora	 estaba	 confundida.	 Creo
que	 él	 quería	 que	 yo	 entendiera	 que	 el	 problema	 no	 estaba
únicamente	en	mi	tiroides	sino	que	era	algo	más	profundo.
—Necesitas	 sanar	 tus	 emociones,	 —me	 dijo.	 —Todo	 está
conectado	con	la	salud	de	tu	cuerpo.	Tu	tiroides	es	solo	un	síntoma
de	algo	más.	Necesitas	hablar	sobre	aquello	que	ocultas	o	niegas.	El
día	que	puedas	 sanarlo,	 tu	 tiroides	estará	 saludable	de	nuevo.	Y	no
necesitarás	tomar	más	medicamentos.
Esto	 era	 nuevo	 y	 sorprendente	 para	 mí.	 Había	 tomado
medicamentos	 para	 balancearmi	 tiroides	 por	 17	 años.	 Todos	 los
doctores	que	visité	anteriormente	me	dijeron	que	aquella	condición
era	irreversible.	Decían	que	debía	tomar	pastillas	para	siempre.
Después	me	hizo	una	pregunta	que	nadie	me	había	hecho	antes:
—¿Alguna	vez	abusaron	sexualmente	de	ti	cuando	eras	niña?
Tan	 pronto	 me	 lo	 preguntó,	 imágenes	 de	 antiguos	 recuerdos
llegaron	a	mi	cabeza.	De	niña	tenía	una	historia	que	no	quería	contar
y	que	no	 le	había	contado	a	nadie.	Era	mi	 secreto.	Era	una	historia
secreta	de	mi	corazón.
Ahora	 el	 doctor	 tenía	 toda	 mi	 atención.	 Lo	 entendí	 entonces.
Para	sanar	mi	 tiroides	necesitaba	dejar	de	callar,	necesitaba	 ir	a	 los
lugares	y	verdades	escondidos	de	mi	vida.	Mis	lágrimas	empezaron	a
salir.	Sentí	cómo	una	gran	ola	de	emociones	reprimidas,	 finalmente
podían	escapar	de	mi	cuerpo.
Antes	de	irme,	me	dejó	tres	tareas	algo	inusuales.	Y	fue	muy	claro
en	decirme	que	debería	hacerlas	antes	de	poder	regresar	a	verlo.	Esto
fue	lo	que	me	dijo:
1.	Te	tocarás	y	masturbarás	hasta	que	tengas	un	orgasmo.
2.	Mirarás	y	explorarás	tus	partes	íntimas.	(¿Cómo
sabía	que	jamás	lo	había	hecho?)
3.	Te	harás	el	amor.	(Esto	no	tenía	idea	de	cómo	hacerlo).
—Cuando	hayas	terminado	con	tus	tareas,	regresa	a	verme,	—me
dijo.	Y	salió	del	consultorio	sin	más	palabras.
Cualquier	cambio	empieza	cuando	hacemos	conciencia.	Ese	día
mi	cambio	empezó.
Ese	 fue	 el	 primer	 día	 en	 que	 me	 identifiqué	 como	 una	 mujer
abusada,	 el	 primer	 día	 en	 que	me	 cuestioné	 cuál	 era	 el	 verdadero
significado	del	amor,	el	primer	día	en	que	pensé	en	la	sexualidad	no
para	complacer	a	los	hombres	sino	en	lo	que	significaba	para	mí,	y	el
primer	 día	 en	 que	 entendí	 que	 mi	 enfermedad	 tenía	 una	 causa
emocional.	 También	 fue	 la	 primera	 vez	 que	 creí	 que	 podría
sanarme…	no	solo	física,	sino	emocionalmente.
Esa	noche	al	 llegar	a	mi	casa	no	pude	dormir.	Tenía	mucho	por
digerir.
¿Había	 estado	 en	 un	 ciclo	 de	 relaciones	 abusivas	 por	 más	 de
veinte	 años?	 Todas	 empezaron	 de	 forma	mágica	 y	 terminaron	 con
dolor	 y	 traición.	 Solía	 culpar	 a	 los	 hombres.	 De	 verdad	 creía	 que
todas	las	relaciones	eran	iguales	y	cuando	era	testigo	de	una	relación
sana	y	bonita,	pensaba	para	mis	adentros:	«eso	no	es	real».
Yo	estaba	equivocada.
Los	hombres	no	tenían	nada	que	ver	con	mis	relaciones	fallidas.
Era	yo.
¿Había	sido	abusada?
¿Había	sido	amada?
¿Había	tenido	buen	sexo?
¿Era	buena	en	la	cama?
¿Había	tenido	un	orgasmo?
Empecé	 a	 hacer	 mi	 tarea.	 Soy	 una	 buena	 estudiante.	 Estaba
comprometida	 a	 sanar	mi	 tiroides.	 En	 ese	momento,	 no	 sabía	 que
aquel	viaje	transformaría	mi	vida	para	siempre.
3	
Tocándome
¿Por	 dónde	 empiezo?	Me	 pregunté.	 El	 doctor	 no	me	 dio	 ninguna
instrucción.	Solo	dijo	que	debía	tocarme.	Pero,	¿cómo	se	hace?,	¿qué
parte	 de	 mí	 toco?	 Si	 ya	 lo	 hiciste,	 esta	 pregunta	 puede	 parecer
estúpida.	Pero	para	mí	no	lo	era.	Era	una	pregunta	muy	seria.	Tenía
tareas	y	quería	hacerlas.	Quería	encontrar	las	respuestas.
En	ese	momento	 tenía	novio.	 ¿Qué	 iba	a	hacer?	 ¿Le	decía	o	no?
Todo	esto	era	tan	nuevo	para	mí	que	me	sentía	avergonzada.	Así	que
decidí	que	sería	mi	propio	viaje.	Lo	descifraría	así	como	lo	he	hecho
con	tantas	cosas.	Había	salido	de	mi	casa	a	 los	16	y	desde	entonces
había	 vivido	 casi	 siempre	 sola.	 Tenía	 un	 negocio	 exitoso	 y	 había
tenido	muchos	logros.	¡Definitivamente	descifraría	cómo	tocarme!
No	 tengo	 idea	 de	 por	 qué	 no	 lo	 busqué	 en	 Google.	 Creo	 que
habría	sido	mucho	más	fácil,	pero	sentía	vergüenza	incluso	de	tener
registrada	 esa	 búsqueda	 en	 mi	 computador.	 Siempre	 me	 sentí	 de
mente	 abierta	 en	 cuanto	 a	 la	 sexualidad	 pero,	 ¿por	 qué	 ahora	 me
daba	miedo	 descubrir	mi	 propio	 cuerpo?	 Quería	 sanar	mi	 tiroides,
tenía	que	intentarlo.
Empecé	 una	 noche	 acostada	 en	 la	 cama	 junto	 a	 mi	 novio,
después	 de	 que	 él	 se	 había	 quedado	 dormido.	 Lo	 intenté	 durante
toda	 una	 hora,	 solo	 con	mi	mano,	me	mojé	 un	 poco	 pero	 no	 pasó
nada.	 ¿Qué	 debía	 sentir?	 ¿Lo	 estaba	 haciendo	 bien?	 Me	 sentí
frustrada.	¡Mucho!
Como	 humanos	 queremos	 lograrlo	 todo	muy	 rápido,	 ojalá	 que
fuera	a	la	primera	vez	que	lo	intentamos.	No	lo	logré	la	primera	vez,
ni	la	segunda,	ni	la	siguiente.	Finalmente	dejé	de	contar	pero	nunca
dejé	de	intentar.
Lo	 hacía	 por	 lo	 menos	 una	 vez	 a	 la	 semana	 cada	 vez	 que	 me
acordaba.	Pero	mi	mente	no	se	acallaba	y	no	 lograba	concentrarme
en	 la	 parte	 de	 sentir	 placer.	 En	 vez	 de	 enfocarme	 en	 tener	 un
orgasmo,	empezaba	a	pensar	en	listas	de	cosas	que	tenía	por	hacer.
Me	recordaba	a	mí	misma:	Tatiana,	enfócate	en	 tu	 tarea.	Y	después
pensaba	que	quizá	era	que	 lo	estaba	haciendo	mal…	¿Debería	estar
pasando	 algo?	Otras	 veces	 pensaba	 en	mi	novio	―—nada	 sexy—―
solo	me	preguntaba	con	quién	estaría	y	qué	hacía	en	ese	momento.
Después	de	un	año	entero,	sí,	leíste	bien,	un	año	completo,	entre
una	vida	muy	ocupada	y	muchos	intentos,	¡lo	logré!	Finalmente	tuve
un	orgasmo	tocándome.	Nunca	me	rendí.
Más	tarde	entendí	que	concentrar	mi	mente	era	tan	importante
como	 conocer	 mi	 cuerpo.	 Y	 por	 más	 que	 disfruté	 la	 sensación	 de
felicidad	y	placer	en	mi	cuerpo,	masturbándome,	lo	que	más	disfruté
fue	 el	 viaje	 de	 tocarme	 y	 conocerme	 a	mí	misma.	 Ese	 proceso	 fue
hermoso	 y	 poderoso.	 Descubrí	 lo	 que	 me	 gustaba	 y	 lo	 que	 no.
Finalmente	 podría	 explicarles	 a	 los	 hombres	 cómo	 y	 dónde	 me
gustaba	que	me	tocaran.
Aquella	tarea	―que	me	tomó	un	año	completar―	se	volvió	algo
mucho	más	 profundo.	 Hasta	 ahora	 empezaba	 a	 entenderla.	 No	 se
trataba	de	sexo	o	placer.	Se	trataba	de	mí,	de	reconocer	mi	cuerpo	y
reconocerme.	 Era	 acerca	 de	 empezar	 a	 sentirme	 cómoda	 en	 mi
cuerpo	 y	 cuidar	 la	 relación	más	 importante	 de	 todas:	 la	 que	 tengo
conmigo	misma,	y	además,	hacerlo	de	la	forma	más	sagrada.
¿Cómo	esperaba	 tener	 relaciones	sanas	con	otras	personas	si	ni
siquiera	la	tenía	conmigo?
No	estoy	diciendo	que	todos	deberíamos	tocarnos	(pero	si	no	lo
has	 hecho,	 deberías	 intentarlo).	 En	 mi	 caso,	 fue	 esta	 la	 forma	 de
reconectarme	con	una	parte	de	mí	que	había	estado	perdida	durante
casi	toda	mi	vida.	Me	sentí	completa	y	viva	cuando	me	encontré.
Ahora	 entendía	 por	 qué	 no	me	 sentía	 sexy	 ni	 atractiva.	 No	me
sentía	 segura	 en	mi	 cuerpo.	 Quería	 siempre	 hacer	 el	 amor	 con	 las
luces	apagadas,	o	que	no	me	vieran	desnuda.	Mientras	que	yo	creía
que	tenía	una	buena	vida	sexual	porque	mis	parejas	parecían	felices,
también	 creía	 que	 ser	 y	 actuar	 sexy	 era	 un	 pecado…	 ¡qué	 difícil!
Nunca	 había	 usado	 lencería	 sexy	 y	 toda	mi	 ropa	 interior	 era	 color
piel,	blanca	o	negra	y	cubría	lo	que	más	pudiera	cubrir.
Entonces	cuando	me	sentí	cómoda	en	mi	piel	y	con	mi	orgasmo,
decidí	 preguntarles	 a	mis	 amigas.	 Estaba	 casi	 segura	 de	 que	 todas
habían	tenido	la	misma	experiencia.
Le	pregunté	a	la	primera	de	ellas.	Me	miró	muy	sorprendida.	No
entendía	 la	 pregunta	 ni	 de	 lo	 que	 yo	 le	 hablaba.	 Permaneció	 en
silencio	por	un	minuto	y	después	me	dijo:
—¿Me	estás	preguntando	si	me	he	masturbado?
Yo	ni	siquiera	podía	decir	la	palabra	en	voz	alta.
—Sí,	eso,	—le	dije.
Ella	se	rió	y	respondió:	—¡claro	que	sí!
Ahora	yo	estaba	sorprendida.
—¡¿Qué?!	¿Por	qué	nunca	me	contaste?	—le	pregunté.
—No	 hablamos	 de	 esas	 cosas	 —dijo.	 Y	 era	 verdad.	 No
hablábamos	sobre	sexo	o	placer	en	lo	absoluto.
—¿Bueno…	y	hace	cuánto	que	tú,	ya	sabes…?—	le	pregunté.	Aún
era	incapaz	de	pronunciar	la	palabra.
—Creo	que	desde	el	colegio,	—respondió	sonriendo.	Ni	siquiera
se	sentía	avergonzada.
—¡¿Qué?!	¿Desde	el	colegio?
En	 ese	 momento	 yo	 estaba	 descubriendo	 cuánto	 tiempo	 me
había	 perdido	 de	 una	 vida	 sensual	 debido	 a	 mis	 valores	 (sexo	 =
pecado),	 y	 la	 desconexión	 que	 había	 tenido	 con	 mi	 cuerpo	 y	 mis
emociones.
Después	 de	 un	 año	 de	 travesía	 para	 llegara	 un	 orgasmo,	 me
sentía	feliz	y	empoderada,	y	al	mismo	tiempo	consciente	de	haberme
perdido	varios	años	de	felicidad.
Esa	noche	 llegué	a	mi	casa	y	sinceramente	pensé	que	mi	amiga
era	diferente	y	especial.	Ella	se	había	 tocado	en	 la	adolescencia.	Así
que	decidí	buscar	otras	amigas	para	preguntarles.	Y	lo	hice.
Le	hice	a	cada	una	de	ellas	la	misma	pregunta	y	TODAS	hicieron
la	misma	cara,	se	rieron,	no	entendieron	nada	al	principio	porque	yo
todavía	no	podía	decir	la	palabra…	MASTURBARSE.
Todas	respondieron	lo	mismo.	Yo	era	la	única	de	mis	amigas	que
había	esperado	hasta	los	35	años	para	tocarse.
No	voy	a	hacer	un	manual	acerca	de	cómo	hacerlo.	No	te	diré	si
hacerlo	rápido	o	despacio,	o	qué	movimientos	funcionan	mejor.	No
voy	a	explicar	cómo	funciona	el	clítoris	o	de	qué	forma	masajearlo,	ni
cuáles	son	los	mejores	dedos	para	usar.	Tampoco	hablaré	del	punto
G	 y	 las	muchas	 formas	 como	 puedes	 tener	 un	 orgasmo	 tocándote.
Aunque	podría	hacerlo,	porque	lo	probé	todo	durante	un	año	entero.
En	realidad	lo	que	quiero	decirte	es	esto.
Aprende	a	tocarte	en	lo	físico	y	lo	sagrado.	No	había	reconocido
que	mi	cuerpo	era	sagrado,	lo	había	sido	siempre,	y	lo	seguirá	siendo.
Inténtalo	una	vez,	e	intenta	nuevamente.	Prueba	todo	hasta	que
te	 enamores	 de	 ti:	 de	 tu	 olor,	 tu	 sabor,	 tu	 forma	 de	 pensar,	 de
moverte,	de	tu	cuerpo,	tu	alma,	tu	esencia.	Enamórate	por	completo
de	 todo	 lo	que	eres.	Toca	 todo,	 siente	profundamente	y	 relaciónate
contigo,	con	tu	luz	y	tus	sombras.	Y	hazlo	a	menudo,	muy	a	menudo.
Mi	 intención	 para	 ti,	 justo	 ahora	 leyendo	 esto,	 es	 que	 decidas
tocar	 absolutamente	 todo	de	 ti,	 lo	 visible	 y	 también	 lo	 invisible.	Ve
tan	 lejos	 como	 puedas	 imaginar,	 pero	 ve	 aún	 más	 lejos	 al	 día
siguiente.	Ve	más	allá	de	 tus	 límites,	ya	que	no	existen	 límites.	Ve	y
vive	tu	vida	plenamente.
Esto	va	más	allá	de	un	orgasmo.	Te	darás	cuenta	que	al	tocar	tu
cuerpo	descubrirás	 formas	de	 tocar	 tu	alma.	Debes	experimentarlo.
Ten	 curiosidad	 sobre	 tu	 cuerpo	 y	 su	 potencial	 y	 construirás	 una
relación	increíble	contigo	misma	en	todos	los	niveles.
Soy	 una	mujer,	 y	 como	mujeres	 estamos	 diseñadas	 para	 sentir
placer.	¿Así	que	por	qué	no	lo	hacemos?	¿Por	qué	no	disfrutamos	de
cada	 segundo	 de	 nuestras	 vidas?	 ¿Por	 qué	 no	 elegimos	 la	 felicidad
justo	 ahora?	 El	 placer	 incluye	 sentir.	 El	 placer	 incluye	 recibir.	 El
placer	incluye	libertad.
Mi	esperanza	es	que	seas	libre.
Libre	de	juzgarte.
Libre	de	miedo.
Libre	de	la	opinión	que	otros	tengan	de	ti.
Libre	de	ser	tú.
Eso	es	todo	lo	que	importa.	Tú.	La	profunda	relación	que	tengas
contigo	misma.
Querida	alma	valiente,
Tócate	para	poder	tocar	a	otros.
Descúbrete	para	poder	descubrir	a	otros.
Respeta	tu	cuerpo	para	así	respetar	el	cuerpo	del	otro.
Y	 elige	 tener	 una	 relación	 profunda	 contigo	 para	 que	 puedas
tenerla	con	otros.
4	
Mi	Primera	Vez
¿Recuerdas	tu	primera	vez?
Piensa	en	eso	por	unos	segundos.
Tu	primer	beso.
La	primera	vez	que	hiciste	el	amor.
La	primera	vez	que	viajaste,	o	soñaste.
¿Cuál	fue	tu	primera	vez?
Siempre	 hay	 algo	 especial	 en	 las	 primeras	 veces.	 Recuerdo
algunas	con	alegría	y	otras	con	gratitud.	En	algunos	casos,	esas	que
hoy	recuerdo	con	gratitud,	fueron	dolorosas	la	primera	vez.	Ya	leíste
cómo	 fue	 la	 primera	 vez	 que	 hice	 el	 amor,	 y	 sabes	 que
definitivamente	no	fue	especial.
Mi	primera	tarea	estaba	terminada.	Había	completado	el	33%	de
mi	 trabajo.	 Me	 faltaba	 un	 gran	 camino	 por	 recorrer,	 pero	 estaba
comprometida	 a	 completarlo.	 Te	 conté	 acerca	 de	 tocarme	 a	 mí
misma	 hasta	 que	 me	 conecté	 con	 mi	 cuerpo	 y	 pude	 hacerme
responsable	 de	 mi	 placer.	 Pero	 aún	 tenía	 dos	 tareas	 por	 cumplir.
Tenía	36	y	estaba	lista.	Ambas	iban	a	ser	mi	primera	vez.
Mi	 segunda	 tarea,	 sinceramente,	 era	 la	más	 fácil.	 El	 doctor	me
había	dicho	que	mirara	y	explorara	mis	partes	íntimas.	Como	mujer,
debido	a	 la	 forma	en	que	nuestro	cuerpo	está	diseñado,	se	necesita
algo	 de	 creatividad.	Un	 día	 en	mi	 casa	 tomé	 un	 espejo	 de	mano	 y
miré	mi	vagina.	Fue	una	bonita	sorpresa.	Tenía	distintos	colores	y	me
sentí	 bien	 al	 respecto.	 No	 tenía	 ninguna	 referencia	 con	 la	 cual
compararme	 y	 eso	 era	 importante	 para	 mí	 en	 ese	 momento.	 Por
primera	vez,	después	de	verla,	me	 sentí	 cómoda,	por	 lo	menos	con
una	parte	de	mi	cuerpo.
Mientras	que	escribo	esto	me	doy	cuenta	que	cada	vez	que	me
sentí	 mal	 con	mi	 cuerpo	 fue	 porque	me	 comparé	 con	 alguna	 otra
referencia	que	tenía.	Estas	eran	las	mías:	Barbies,	Princesas	de	Disney
y	 después,	 los	 Ángeles	 de	 Victoria	 Secret.	 ¿En	 serio?	 Mi	 cuerpo	 no
tiene	esa	talla,	ni	forma,	ni	estructura	ósea.	Hasta	ahora	lo	entendí.
En	cuanto	a	 la	vagina,	no	sabía	cómo	debía	verse.	Nunca	había
visto	otra.	¡Yo	amé	la	mía!	Estaba	muy	contenta	con	los	resultados	de
mi	tarea.
A	 partir	 de	 ese	 día	 mi	 gran	 pregunta	 y	 búsqueda	 eran:	 ¿cómo
puedo	amar	mi	 cuerpo	y	a	mí	misma	de	 la	misma	 forma	en	 la	que
ahora	amo	mi	vagina?	Este	 libro	me	enseñó	una	gran	 lección	sobre
mi	cuerpo	y	espero	te	la	enseñe	a	ti	también.
Si	 liberara	 mi	 mente	 de	 todos	 los	 «deber	 ser»	 de	 mi	 cuerpo,
estaría	feliz	con	lo	que	Dios	me	dio	y	mi	único	trabajo	sería	cuidarlo	y
esculpirlo	hasta	el	punto	de	amarlo.	Es	a	mí	a	quien	debo	complacer
con	mi	 cuerpo	 y	 a	 nadie	más,	 no	 a	 las	 redes	 sociales,	 a	 otros	 seres
humanos,	o	a	la	idea	del	cuerpo	perfecto	impuesta	por	la	sociedad.
Justo	 ahora	 estoy	 en	Bali	 y	 la	mayoría	de	 las	personas	 están	en
bikini	o	en	vestido	de	baño.	Quería	ser	flaca,	como	las	modelos	de	las
revistas.	Solía	ser	muy	dura	conmigo.	Pero	al	escribir	esto	y	al	mismo
tiempo	 estar	 trabajando	 en	 la	 relación	 con	mi	 cuerpo	 y	 la	 comida,
empecé	a	observar	todos	los	cuerpos.	Miraba	a	los	delgados,	a	otros
que	se	podía	ver	que	hacían	ejercicio,	algunos	con	cuerpos	como	el
mío,	con	curvas	y	grasa	en	algunas	partes.	¿Qué	cuerpo	quiero?,	me
pregunté.	Toda	mi	vida	estuve	apegada	a	la	idea	del	cuerpo	perfecto
sin	saber	lo	que	un	cuerpo	perfecto	significaba	para	mí.
Mi	punto	es	que	desde	adolescente	he	querido	 tener	un	cuerpo
delgado,	pero	siempre	he	tenido	curvas,	tetas	y	culo.	Hoy,	veinticinco
años	 después,	 comprendí	 que	 yo	 no	 quiero	 un	 cuerpo	 delgado,
quiero	un	cuerpo	con	el	que	me	sienta	bien.	Me	tomó	años	amar	mi
voluptuosidad.	Hoy	en	día	pienso	que	es	sexy,	en	realidad,	muy	sexy.
Así	que	hice	una	lista	de	cómo	quiero	que	sea	mi	cuerpo	y	aquí
está:
Primero	que	todo,	quiero	que	mi	cuerpo	sea	saludable,
Que	sea	fuerte,
Que	pueda	moverse,
Que	pueda	viajar.
Quiero	que	mi	cuerpo	tenga	energía	y	juntos	disfrutemos	la	vida.
Quiero	que	mi	cuerpo	se	sienta	libre	y	sexy.
Nota:	Quizás	quieras	parar	aquí	y	hacer	una	lista	de	cómo	quieres
que	 sea	 tu	 cuerpo.	 Tómate	 el	 tiempo	 de	 escucharte	 y	 escribe	 tu
propia	lista.
Ahora,	 detengámonos	 en	 la	 parte	 de	 ser	 sexy.	No	 sé	 tú,	 pero	 la
mayoría	de	complejos	que	tenía	sobre	mi	cuerpo	se	debían	a	pensar
que	 a	 alguien	 más	 no	 le	 gustaría.	 Así	 que	 hice	 una	 pequeña
investigación.	Me	refiero	a	que	le	pregunté	a	varios	amigos,	exnovios,
parejas	y	también	a	otras	mujeres.	Y	esto	fue	lo	que	concluí.
¿Sabías	 que	 sentirse	 sexy	 es	 una	 de	 las	 cosas	 más	 sexys	 que
puedes	 hacer?	 Ser	 dueña/o	 de	 tu	 propio	 cuerpo	 es	 sexy.	 Caminar
desnuda/o	frente	a	tu	pareja	con	confianza	es	sexy.	Hacer	el	amor	sin
pedir	 perdón	 por	 tu	 cuerpo	 es	 sexy.	 Dejar	 las	 luces	 encendidas	 y
mirar	a	los	ojos	a	tu	pareja	es	sexy.
Ser	 sexy	 no	 depende	 de	 cómo	 se	 ve	 tu	 cuerpo,	 depende
completamente	de	cómo	TE	SIENTES	con	respecto	a	 tu	cuerpo.	Así
que	 redefinamos	 la	 palabra	 sexy	 como:	 amarnos,	 respetarnos	 y
apreciarnos	tanto,	que	seamos	IRRESISTIBLES.
No	 existe	 tal	 cosa	 como	 un	 cuerpo	 lindo	 o	 feo.	 Solo	 existe	 un
cuerpo	 sagrado,	 divino,	 y	 al	 que	 deahora	 en	 adelante	 cuidaré,
valoraré	y	amaré	con	locura.	Espero	que	tú	también	lo	hagas.
Quién	habría	 pensado	que	mirar	mi	 vagina	 y	 escribir	 este	 libro
me	llevaría	a	respetar,	aceptar	y	amar	mi	cuerpo,	y	por	supuesto	mi
vagina…	con	ella	fue	amor	a	primera	vista.	¡Segunda	tarea	terminada!
Pero	espera…	aún	me	quedaba	una	 tarea.	El	paso	3	de	 la	 tarea
era	“hacerme	el	amor	a	mí	misma”.
Esta	sería	otra	primera	vez.
¿Cómo	 y	 por	 qué	 era	 eso	 diferente	 a	 tener	 un	 orgasmo?	 Me
preguntaba	 esto	 una	 y	 otra	 vez	 cada	 que	 recordaba	 que	 todavía
estaba	en	mi	lista	de	cosas	por	hacer.
Era	 un	 viernes	 por	 la	 noche	 y	 acababa	 de	 salir	 del	 gimnasio.
Había	 sudado	 y	 tenía	 el	 pelo	 sucio.	 (Si	me	 conoces	 sabes	 que	 amo
que	mi	pelo	se	vea	bien	y	después	del	gimnasio	era	un	desastre).
Eran	 cerca	 de	 las	 9	 p.m.	 Había	 tenido	 una	 gran	 semana	 en	 el
trabajo	y	estaba	feliz	de	tener	la	noche	libre	para	mí.	¿Quién	se	iba	a
imaginar	que	sería	una	noche	tan	especial?
Tan	 pronto	 llegué	 a	 mi	 casa	 me	metí	 a	 la	 ducha	 y	 por	 alguna
razón	no	me	lavé	el	pelo.	No	iba	a	salir,	así	que	podría	esperar	hasta
el	 día	 siguiente.	 Desde	 la	 ducha	 escuché	 el	 timbre	 de	 mi	 teléfono
celular.	Era	un	mensaje	de	texto.	En	lugar	de	esperar,	sacudí	el	agua
de	una	de	mis	manos,	 la	 saqué	de	 la	ducha,	 y	 tomé	mi	 celular	que
estaba	en	el	mesón.	Lo	hice	con	mucho	cuidado	para	mantener	mi
celular	seco.
Era	él.	Sonreí	al	ver	su	nombre.	Durante	muchos	años	me	había
parecido	 atractivo	 y	 sexy.	 Así	 que	 el	 hombre	 sexy	 me	 estaba
escribiendo.	Un	viernes	por	la	noche	mientras	yo	me	bañaba.
¿Hola,	qué	haces?	Escribió.
Estoy	en	la	ducha.	Respondí	en	el	 texto.	Era	verdad.	En	realidad
no	pensé	nada	al	escribir	el	mensaje.
¿En	la	ducha?…	Agregó	una	cara	sonriente.
No	me	imaginé	que	yo,	estando	en	la	ducha,	podría	ser	sexy	pero
creo	que	a	él	lo	excitó.
Siguió	 escribiendo	mensajes,	 haciéndome	 preguntas.	 Salí	 de	 la
ducha	y	me	sequé.
¿Qué	tienes	puesto	ahora?	Más	caritas	felices.
Mi	 pijama.	 Le	 respondí.	 ¿Debería	 haber	 mentido	 y	 decir	 que
tenía	puesta	mi	lencería	sexy?
Quiero	verte,	me	escribió.	¿Cuál	es	tu	dirección?
Sin	pensar,	le	escribí	mi	dirección.
Voy	para	allá,	respondió.
De	repente,	entré	en	pánico.	Estaba	nerviosa,	asustada	y	ansiosa.
Incluso	 sintiéndome	 bien	 con	 mi	 cuerpo	 tras	 tener	 éxito	 con	 las
primeras	dos	tareas,	lo	primero	que	pensé	fue	que	tenía	el	pelo	sucio
y	estaba	peluda.	¡Muy	peluda!	¿Debería	volver	a	la	ducha	y	afeitarme?
¿Debería	lavarme	el	pelo?	Pero	en	menos	de	dos	minutos	recordé	que
esa	era	yo	y	así	sería	como	sucedería.	Con	pelo	sucio	y	peluda.
No	me	 cambié	 de	 ropa.	 Lo	 esperé	 con	mi	 cola	 de	 caballo	 y	mi
pijama	 de	 siempre.	 (Aún	 no	 tenía	 ropa	 interior	 sexy	 y	 menos	 una
pijama	sexy).
Cuando	llegó	a	mi	apartamento,	nuestros	labios	se	encontraron.
No	dijimos	ninguna	palabra	y	 tampoco	 fueron	necesarias.	Lo	 sentí,
jugamos,	 e	 hicimos	 el	 amor	 toda	 la	 noche.	 Fue	 muy	 distinto	 a
concentrarse	en	solo	 tener	un	orgasmo	o	en	complacerlo.	Él	estaba
allí	 pero	 yo	me	 estaba	 amando	 y	 apreciando	 a	mí	misma.	Disfruté
estar	 en	mi	 cuerpo.	 Le	 dije	 cómo	me	 gustaba	 que	me	 tocaran.	 No
tenía	 expectativas,	 en	 cambio	 me	 entregué	 a	 ese	 momento	 y	 me
permití	a	mí	y	a	mi	cuerpo	―no	solo	a	él―	llevarme	a	los	lugares	más
hermosos.
Fue	muy	diferente	a	cualquier	otra	de	mis	experiencias	pasadas.
Sentí	amor.	Pero	no	el	amor	de	 los	cuentos	de	hadas.	Sentí	el	amor
real,	 aquel	 que	 dura	 para	 siempre.	Mi	 amor	 propio.	Mi	 historia	 de
amor.
Fue	la	mejor	primera	vez	de	mi	vida.	Finalmente	me	había	hecho
el	amor	a	mí	misma.	En	una	noche,	sin	esperarlo,	¡había	completado
mi	tercera	tarea!	¿Puedes	creerlo?	Ese	momento,	esa	noche,	fue	uno
de	 los	 regalos	 más	 grandes	 que	 me	 he	 dado.	 El	 regalo	 de	 la
aceptación,	la	entrega	y	el	amor.
Quisiera	decirte	que	nos	volvimos	pareja,	nos	casamos	y	vivimos
felices	 para	 siempre.	 Sí,	 eso	 deseé	 esa	 noche.	 Una	 parte	 de	 mí	 lo
quiso,	pero	jamás	lo	dije.	Me	la	guardé	como	otra	historia	secreta	de
mi	 corazón.	 Una	 que	 aún	 duele	 hasta	 el	 día	 que	 escribo	 esto.	 He
permitido	 que	 este	 libro	 vaya	 tan	 profundo	 que	 me	 he	 detenido
varias	veces	a	 llorar.	Quizás	también	tú	 lo	has	hecho	al	recordar	tus
propias	historias.
Esa	 noche,	 muy	 dentro	 de	 mí,	 quise	 hacerle	 el	 amor	 para
siempre,	 casarme	 con	 él,	 tener	una	niña	 con	 sus	 ojos	 y	mi	 sonrisa,
cuidarlo	 y	 amarlo,	 y	 también	 enfurecerme	 con	 él	 cada	 vez	 que	 se
acostara	 con	 otra	 mujer	 porque	 sabía	 que	 eso	 sucedería,	 y	 mi
intuición	me	permitiría	saber	cuándo	lo	había	hecho.
Incluso	 sabiendo	 que	 me	 dolería	 y	 sufriría,	 una	 parte	 de	 mí
quería	 vivirlo.	 Solía	hacer	eso	 todo	el	 tiempo.	Mi	 sicóloga	me	decía
que	 yo	 era	 codependiente.	 ¿Qué	 es	 eso?	 Oh,	 bueno,	 lee	 el	 libro	 de
Melody	 Beattie	 porque	 es	muy	 largo	 de	 escribir	 y	 la	 verdad	 no	 soy
una	experta	 en	el	 tema.	Pero	para	mí	 significaba	una	atracción	por
relaciones	tóxicas	a	las	que	sin	entenderlo	bien,	me	sentía	adicta.
Pero	no	todo	estaba	perdido.	También	tenía	en	mí	una	parte	que
siempre	 había	 creído	 en	 otro	 tipo	 de	 amor.	Un	 amor	 transparente,
honesto	 y	 libre,	 aquel	 en	 el	 que	 nos	 elegimos	 nuevamente	 cada
mañana,	 un	 amor	 construido	 sobre	 la	 confianza	 y	 no	 en	 el	miedo.
Ese	 tipo	 de	 amor	 que	 es	 tan	 real	 que	 necesitaría	 pellizcarme	 y
preguntarle:	¿Quién	eres?	Y	él	mirándome	a	los	ojos,	me	respondería:
Solo	soy	un	reflejo	tuyo	y	tú	eres	mi	reflejo.
Bueno,	quizá	todo	eso	fue	producto	de	mi	mente	controladora	y
mi	 ego	 con	 su	 idea	 de	 amor	 perfecto.	 Pero	 sabes	 qué,	 creo	 en	 un
amor	en	donde	no	estás	sufriendo	todo	el	tiempo	y	por	el	contrario,
estás	disfrutando,	soñando,	creciendo	y	sonriendo	juntos.
La	verdad	es	que	esa	historia	de	amor	con	él	nunca	pasó.	Se	casó
con	otra	mujer.	Lo	amo.	Todavía	lo	amo	y	será	aquel	con	quien	hice
el	amor	mientras	me	hacía	el	amor	a	mí	misma	por	primera	vez.
Mi	tarea	estaba	terminada.	Había	llegado	el	momento	de	volver	a
ver	 al	 doctor.	 Estaba	 feliz.	 Entré	 a	 su	 consultorio	 con	 una	 gran
sonrisa.	 Él	 supo	 que	 había	 hecho	 TODAS	mis	 tareas.	 Suspendí	 mi
medicina	de	la	tiroides	y	hoy	en	día	solo	tomo	algunos	suplementos
homeopáticos.	 Él	 tenía	 razón.	 Mi	 enfermedad	 era	 mi	 cuerpo
suplicándome	que	sanara,	que	cuidara	de	mí	misma,	de	mi	dolor	y	de
las	historias	secretas	de	mi	corazón.
5	
Esta	es	Una	Historia	que
no	quiero	Contar	(Pero
mi	Corazón	Sí)
Secretos,	secretos,	secretos.
¿Tienes	secretos?	Yo	sí.
Hay	 algunos	 que	 son	 divertidos	 y	 los	 guardas	 para	 ti,	 o	 para
compartirlos	con	tu	mejor	amigo.
Hay	 otros	 de	 los	 cuales	 te	 avergüenzas…	 quizás	 cosas	 que
sucedieron	antes	y	que	de	pronto	hoy	elegirías	 fueran	diferentes.	Si
esos	secretos	no	te	lastiman,	guárdalos.
Pero	¿qué	hacer	con	los	secretos	que	te	queman	por	dentro?
Cuando	tenía	8	años,	tenía	uno	de	esos.	Uno	que	me	convertía	en
pecadora.	 ¿En	 serio?	 ¿Puede	 una	niña	 de	 8	 años	 ser	 una	 pecadora?
Pues	yo	me	sentía	como	una.
Mi	problema	con	este	 secreto	no	era	 ser	una	pecadora,	era	que
estaba	a	punto	de	hacer	mi	primera	comunión.	Mi	familia	es	católica
y	la	primera	comunión	era	importante.	Significaba	aceptar	a	Dios	en
mi	 vida.	 Para	 mi	 abuela	 era	 aún	 más	 importante	 porque	 era	 muy
católica.	Yo	 la	adoraba	y	mi	deseo	era	 ir	a	misa	con	ella	y	comulgar
juntas.	 Era	 mi	 mayor	 sueño	 a	 los	 ocho	 años.	 Pero	 hasta	 que	 no
hiciera	mi	primera	comunión,	mi	abuela	y	yo	íbamos	a	misa	juntas	y
yo	 la	esperaba	en	 la	banca	mientras	ella	pasaba	a	comulgar.	Yo	me
quedaba	soñando	con	el	día	en	que	pudiéramos	hacerlo	juntas.
No	sé	cuál	sea	tu	religión	o	si	tienes	una.	Pero	los	católicos	deben
prepararse	 para	 hacer	 su	 primera	 comunión.	 Al	 cumplir	 los	 ocho
había	 llegado	 elmomento.	 Empecé	 a	 prepararme.	 De	 repente,	 en
medio	del	proceso,	supe	que	mi	sueño	no	se	haría	realidad.
Tenía	un	secreto.
Tenía	un	pecado.
Me	habían	besado	en	la	boca,	dos	hombres.	No	sabía	qué	hacer.
Necesitaba	un	plan	y	decidí	hablar	con	mi	mamá.	No	con	mi	papá,
era	una	conversación	de	mujeres.	No	recuerdo	con	exactitud	lo	que
le	dije,	pero	recuerdo	que	NO	le	conté	todo.	Una	parte	de	mí	se	sentía
muy	avergonzada.
Mi	mamá	no	entendió	muy	bien	y	me	dijo	que	todo	estaba	bien.
Pero	para	mí	no	lo	estaba.	Era	una	pecadora.	Hasta	que	un	día	se	me
ocurrió	 una	 solución.	 Visitaría	 a	 un	 sacerdote	 y	 me	 confesaría.	 Se
suponía	que	tenían	el	poder	de	perdonar	los	pecados	en	nombre	de
Dios.
Y	así	lo	hice.	Me	confesé.
—Me	 han	 besado	 dos	 hombres,	 —le	 susurré	 en	 secreto	 al
sacerdote.	Y	así	de	fácil	mis	pecados	fueron	perdonados	y	pude	hacer
mi	primera	comunión	en	medio	de	una	hermosa	celebración	junto	a
toda	mi	familia.	Ese	día	mi	abuela	tenía	una	gran	sonrisa	y	me	dio	un
gran	abrazo.	Finalmente	 tenía	a	Dios	en	mi	vida	y	había	recibido	el
sacramento	de	la	eucaristía.
Pero	mi	secreto	permanecía	conmigo.	No	conté	toda	la	verdad.	A
pesar	 de	 que	mi	 familia	 celebraba,	me	 sentí	 sola	 y	 asustada.	 Tenía
miedo	 de	 hablar.	 Pensé	 que	 quizás	 un	 día	 mi	 secreto	 se	 iría,
simplemente	desaparecería.	Que	no	me	dolería	ni	avergonzaría	más.
Pero	no	fue	así.	En	vez	de	eso	lo	olvidé	y	lo	enterré	tan	profundo	que
se	había	ido	para	siempre.	Desapareció.	Hasta	el	3	de	agosto	de	2012
a	las	8:20	a.m.	Cuando	empecé	a	recordar.
Pasé	 todas	 las	 vacaciones	 de	 mi	 infancia	 en	 Colombia	 entre
familias	 y	 fincas.	 Amaba	montar	 a	 caballo,	 ir	 al	 campo,	 estar	 en	 la
naturaleza,	 jugar	con	mis	mejores	amigos:	 los	perros	y	 los	caballos.
Amaba	 aprender	 sobre	 el	 café,	 contar	 cabezas	 de	 ganado	 y	 cómo
pescar.	Era	una	niña	muy	feliz.	Hasta	que	una	noche	todo	cambió.
Tenía	cinco	años.	Estaba	oscuro,	era	tarde,	había	pasado	mi	hora
de	 ir	 a	 dormir.	 Él	me	puso	 sobre	 la	 cama.	 Se	 bajó	 los	 pantalones	 y
empezó	a	tocar	todo	mi	cuerpo,	pero	no	con	las	manos.	¿Qué	estaba
haciendo?	Lo	miré	con	mi	cara	de	asombro,	 intenté	hablar.	Él	puso
su	dedo	en	la	boca	y	dijo:	«shhhh».
Yo	estaba	muy	confundida.	Lo	conocía	de	 toda	mi	vida.	Era	un
adulto	y	los	adultos	«hacen	lo	correcto».	Él	sonrió	todo	el	tiempo.	No
sé	qué	cara	hacía	yo,	pero	justo	ahí,	en	ese	momento,	sin	saberlo,	yo
estaba	siendo	abusada	sexualmente.	Ese	era	mi	gran	secreto.
Desde	 aquel	 día	 hasta	 los	 13	 años	 tengo	muy	pocos	 recuerdos.
Recuerdo	 el	 día	 del	 nacimiento	 de	 mi	 hermano,	 el	 de	 mi	 primera
comunión	 y	 recuerdo	 el	 día	 en	 el	 que	me	 llegó	mi	 primer	 periodo.
Este	último	fue	un	día	muy	importante.
Estaba	en	 la	 finca,	 fui	al	baño	y	el	papel	higiénico	 tenía	 sangre.
Llamé	a	mi	abuela	que	vino	al	baño	y	me	ayudó	a	poner	una	 toalla
higiénica	en	mi	ropa	interior.	Pero	lo	que	realmente	recuerdo,	es	que
ese	 mismo	 día	 me	 prometí	 que	 nunca	 más	 volvería	 a	 esa	 finca.
Habían	pasado	ocho	años	desde	que	él	 empezó	a	 tocarme	y	nunca
dejó	 de	 hacerlo.	 Jamás	 le	 conté	 a	 nadie,	 pero	 sabía	 que	 era	 el
momento	de	ponerle	fin.
Regresé	 de	 la	 finca	 a	mi	 casa	 y	 le	 dije	 a	mis	 padres	 que	 jamás
volvería	 a	 ese	 lugar.	 No	 me	 preguntaron	 por	 qué.	 Me	 había
convertido	 en	 una	 adolescente	 fuerte	 y	 determinada.	 Y	 aunque	 la
finca	 era	 el	 escenario	 de	 tantos	 recuerdos	 lindos	 de	 mi	 infancia,
decidí	nunca	más	volver.
¿Cómo	 sabía	 que	 después	 de	 que	 te	 llega	 el	 periodo	 podría
quedar	embarazada?
No	lo	sabía.
En	aquel	tiempo	no	existían	las	clases	de	educación	sexual	y	todo
cuanto	 sabía	 lo	 había	 escuchado	 de	 mis	 primos	 mayores	 cuando
hablaban	sin	saber	que	yo	estaba	ahí.
A	mis	13	años,	detuve	mi	abuso	sexual	desde	un	 lugar	que	solo
puedo	 llamar	 DIOS	 o	 AMOR.	Me	 tomó	muchos	 años	más	 sanar	 el
impacto	 que	 ese	 abuso	 tuvo	 en	 mí.	 Lo	 seguía	 viviendo	 en	 mis
relaciones	abusivas.	Esa	era	la	única	forma	de	amor	que	conocía.
Culpé	a	los	hombres	y	jugué	el	papel	de	víctima	durante	muchos
años.	Decía	cosas	como:	«todos	los	hombres	son	iguales».
Estaba	equivocada.	No	todos	los	hombres	son	iguales.
Había	olvidado	mi	poder	de	sanar	y	tomar	decisiones	diferentes.
Había	 olvidado	 que	 tenía	 el	 poder	 de	 redefinir	 lo	 que	 el	 amor
significaba	 para	 mí.	 Y	 si	 tú	 estás	 leyendo	 esto	 y	 justo	 acabas	 de
recordar	ese	poder,	ve	y	úsalo.
No	somos	las	cosas	que	nos	pasan.	Somos	lo	que	elegimos	SER.
Mi	viaje	de	sanación	ha	sido	hermoso,	otras	veces	doloroso,	muy
doloroso,	pero	siempre	liberador.
Recordé	 cuando	 estaba	 lista	 para	 recordar.	 Cada	 paso	 ha	 sido
guiado	de	una	forma	increíble.	Puede	que	estés	pensando	que	en	tu
caso	 no	 ha	 sido	 así.	 No	 es	 cierto.	 Recuerda	 que	 el	 amor	 sana	 y
siempre	 ha	 estado	 presente.	 Solo	 tienes	 que	 verlo	 y	 buscar	 toda	 la
belleza	colateral.
Confía	 que	 cualquier	 dolor,	 secreto,	 o	 abuso	 que	 hayas
enterrado,	saldrá	a	la	luz	cuando	estés	listo	para	trabajar	con	él;	pero
sobre	todo,	cuando	estés	listo	a	atravesarlo.	Porque	la	única	forma	de
liberarte	es	atravesándolo.
Me	 tomó	 22	 años	 recordarlo,	 o	 debería	 decir,	 estar	 lista.	 Y	me
tomó	hasta	este	libro	para	hablarlo	públicamente.	¡Qué	gran	manera
de	hacerlo!
Empecé	 a	 escribir	 este	 libro	 en	Bali,	 y	 un	 año	 después	 lo	 estoy
terminando	 también	 en	 Bali.	 Mientras	 escribo	 este	 capítulo	 estoy
mirando	 el	 océano,	 es	 de	 noche,	 y	 el	 viento	 sopla	 con	 delicadeza
sobre	 cada	 parte	 de	 mí,	 como	 si	 supiera	 que	 necesito	 sacar	 este
secreto	 y	 esta	 historia	 fuera	 de	 mi	 corazón.	 Y	 como	 si	 no	 fuera
suficiente,	estoy	viendo	la	luna	llena	sobre	un	fascinante	y	profundo
cielo	 azul	 oscuro.	 Es	 la	 confirmación	 de	 un	 ciclo	 que	 cierro	 justo
ahora,	en	este	preciso	momento.
Aquí	 estoy.	 No	 soy	 lo	 que	 me	 ha	 sucedido.	 Soy	 AMOR.	 Hoy,
mientras	 lees	 esto,	 conté	 una	 historia	 que	 mantuve	 enterrada	 por
más	de	35	años,	que	mi	corazón	quería	contar	pero	yo	tenía	miedo	de
hacerlo.	 Rezo	 a	 Dios	 y	 a	 esta	 tierra	 para	 que	 mi	 abuso,	 el	 de	 mi
familia	 y	 el	 abuso	 a	 las	 mujeres	 y	 hombres	 que	 leen	 este	 libro,
termine	aquí.	Permite	Señor	que	esto	sea	cierto	hoy	y	para	todas	las
generaciones	por	venir.
Decidí	contar	esta	historia	para	que	mi	historia	sane	la	tuya.	De
pronto	 no	 has	 sido	 abusado,	 pero	 si	 has	 experimentado	 cualquier
dolor	profundo	también	puedes	atravesarlo.
Nunca	buscaré	venganza	o	castigo	porque	hoy	entiendo	que	mi
alma	eligió	vivir	esto,	y	desde	esa	perspectiva,	fue	para	mí	y	para	él,
uno	 de	 los	 actos	 de	 amor	 más	 profundos	 de	 esta	 experiencia
humana.	Aun	cuando	el	abuso	pasó,	lo	que	había	olvidado	era	que	el
AMOR	estaba	allí	presente;	ese	amor	divino,	ese	amor	que	sana.
He	 perdonado	 el	 acto,	 a	 él,	 y	 a	 mí	 misma.	 Estoy	 en	 paz	 y
agradecida	 con	mi	 abuso	porque	me	hizo	 la	mujer	que	 soy	hoy.	 Se
necesita	valor	para	sanar	y	atravesar	el	dolor.	Sí.	Pero	entiende	esto,
cuando	tú	sanas,	sana	tu	familia	y	sana	el	colectivo.
Hoy	 le	digo	a	su	alma,	gracias.	Te	amo.	Y	sé	que	puede	parecer
una	 locura	y	no	 tener	sentido	si	aún	no	has	atravesado	y	sanado	 tu
dolor.	 No	 estoy	 diciendo	 que	 lo	 sucedido	 estuvo	 bien.	 Nunca	 lo
estará.
Nací	 en	 1977	 por	 primera	 vez.	 Nací	 por	 segunda	 vez,	 cuando
sané.	 Esto	 no	 es	 acerca	 de	 segundas	 oportunidades.	 Es	 acerca	 de
renacer	a	una	vida	increíble.	Todo	esto	se	trata	del	poder	del	AMOR
para	hacer	ALQUIMIA	a	 tu	dolor	de	 tal	 forma	que	puedas	vivir	otra
vez.
Ese	es	mi	deseo	para	ti.	La	vida	es	hermosa,	de	eso	estoy	segura.	Y
el	AMOR	SIEMPRE	está	presente.	Nunca	lo	olvides.	Y	con	el	amor	de
tu	lado,	es	tiempo	de	sanar,	es	tiempo	de	resurgir.	Es	tiempo	de	que
te	 des	 el	 permiso	 de	 atravesar	 y	 trascender	 tus	 dolores	 más
profundos.	Somos	AMOR,	soloeso,	AMOR,	y	el	AMOR	SANA.
Permite	que	el	AMOR	te	sane:	tu	pasado,	tu	historia	y	tu	vida.
Justo	ahora	permite	que	el	AMOR	entre.
Permite	 que	 el	 amor	 sane	 y	 llene	 tus	 vacíos,	 tu	 soledad,	 tu
tristeza.	 Permite	 que	 el	 amor	 sane	 tus	 secretos,	 tu	 vergüenza,	 tus
dudas.
Y	a	partir	de	este	momento…
Estás	completo
Eres	hermoso
Eres	importante
Eres	suficiente
Eres	amado
Eres	AMOR
Y	yo	TE	AMO
6	
Alquimista	Del	Amor
Por	muchos	 años	 quise	 conocer	 al	 escritor	 y	 conferencista	 Robin
Sharma.	Era	un	sueño	extraño	porque	no	había	leído	ninguno	de	sus
libros.	Investigué	sobre	sus	eventos	pero	eran	demasiado	caros	para
mí;	 ¿casi	 $9,000	 dólares	 por	 cinco	 días?	 Imposible.	 Pero	 como
siempre	digo:	si	tu	corazón	lo	soñó	es	porque	ya	te	pertenece.
Así	que	el	6	de	diciembre	de	2017	estaba	tomando	un	avión	hacia
Toronto,	Canadá,	para	asistir	al	Titan	Summit,	un	evento	en	vivo	de
Robin	 Sharma.	 Al	 llegar	 a	 la	 recepción	 del	 hotel	me	 entregaron	 un
brochure	hermoso,	colorido,	y	muy	bien	impreso.	Era	impresionante.
El	documento	presentaba	a	todos	los	oradores	principales	pero	solo
dos	 de	 ellos	 llamaron	 mi	 atención:	 Robin	 Sharma	 y	 Marianne
Williamson.	 Definitivamente	 iría	 a	 verlos,	 pero	 sería	 otra	 persona
durante	el	evento	quien	me	daría	la	mayor	lección	sobre	el	amor	y	el
dolor.
Su	nombre	era	Nick	Yarris.	Nunca	había	escuchado	de	él,	antes
de	ver	su	foto	y	su	historia	en	el	folleto.	Su	vida	había	sido	difícil	y	su
historia	 dolorosa	 de	 leer.	 Después	 de	 haber	 sido	 abusado
sexualmente	de	niño,	y	de	haberse	vuelto	alcohólico	y	drogadicto,	fue
sentenciado	 a	 cadena	 perpetua	 por	 un	 asesinato	 que	 no	 cometió.
Veintidós	años	más	tarde	fue	liberado	en	el	2004.	Pensé	que	debería
estar	lleno	de	rabia.
Decidí	escucharlo	hablar.	Tenía	mucha	curiosidad	de	saber	cómo
un	 hombre	 abordaría	 semejante	 dolor	 e	 injusticia.	 Pero	 después
sucedió	otra	desilusión	para	él:	las	autoridades	de	Toronto	le	negaron
la	entrada	a	Canadá	por	su	«pasado	criminal».	Nick	no	pudo	llegar	al
evento.	¿En	serio?	Ya	lo	habían	declarado	inocente.	Ahora	tenía	más
curiosidad	 sobre	 él	 y	 estaba	 triste	 por	 no	 tener	 la	 oportunidad	 de
conocerlo	ni	escucharlo	hablar.
Durante	tres	días	disfruté	de	los	momentos	más	increíbles	en	el
Summit.	Cada	orador	era	inspirador	y	me	enamoré	de	la	sabiduría	y
la	humanidad	de	Robin	Sharma.	Estuve	en	primera	 fila	en	todas	 las
presentaciones;	siempre	lo	hago	en	los	eventos	en	vivo.	Era	un	salón
con	un	par	de	cientos	de	personas	y	decidí	estar	al	frente.
El	 último	 día	 del	 evento,	 el	 domingo	 10	 de	 Diciembre,	 los
organizadores	del	 evento	dijeron	que	Nick	haría	 su	charla	desde	 su
casa.	 Para	 este	momento	mi	 curiosidad	 había	 disminuido	 un	 poco
pero	de	repente,	ahí	estaba	en	la	pantalla	grande	frente	a	mí.	Nick	era
alto,	 calvo	 y	 delgado.	 Se	 podía	 ver	 en	 su	 cara	 y	 en	 su	 lenguaje
corporal	que	había	pasado	por	muchas	cosas,	pero	todo	esto	cambió
cuando	empezó	a	hablar.	Oh	Dios,	qué	corazón	y	qué	gran	hombre.
Contó	su	historia	de	pie,	en	medio	de	la	sala	de	su	casa.	Al	principio
estaba	un	poco	nervioso,	pero	muy	pronto	su	amor	se	hizo	visible.	Su
cara	 y	 cuerpo	 se	 hicieron	 suaves.	 Compartió	 sus	 años	 de	 enojo,
confusión	y	dolor.	Lloré	solo	de	sentir	su	amor,	ternura	y	amabilidad.
Habló	 durante	más	 de	 una	 hora	 y	 nunca	 pude	 dejar	 de	mirarlo.	 Y
entonces	fui	testigo	de	lo	que	hay	al	otro	lado	del	dolor.	Era	AMOR.
Al	 final	 dijo	 estas	 últimas	 palabras:	 «¿Por	 qué	 le	 tenemos	 tanto
miedo	al	dolor	si	nos	hace	tan	hermosos?»
¿Qué?	 ¿El	 dolor	 nos	 hace	 hermosos?	 Mi	 mente	 no	 podía
entenderlo,	pero	mi	corazón	empezó	a	llorar.	Quería	abrazarlo,	pero
no	podía	abrazar	la	pantalla.
Durante	 días	 estuve	 repitiendo	 esa	 frase	 y	 todo	 empezó	 a
cambiar.	 ¿Por	 qué	 le	 tenía	 tanto	 miedo	 al	 dolor	 si	 me	 hacía	 tan
hermosa?	Decidí	 ir	más	profundo,	a	buscar	 todo	el	dolor	que	había
enterrado	en	el	fondo	de	mi	corazón.	Estaba	tan	profundo	que	ya	ni
siquiera	lo	sentía.	Entonces,	¿si	lo	enterramos	tan	profundo	que	ya	no
lo	sentimos,	por	qué	elegiríamos	ir	allá?
En	mi	corazón	había	construido	una	muralla	en	contra	del	dolor.
Podía	sentir	el	de	otros,	como	Nick,	pero	no	estaba	dispuesta	a	sentir
el	 mío.	 Entonces,	 ¿cómo	 se	 manifiesta	 este	 dolor	 no	 expresado?
Llorarás	por	ninguna	razón	o	sentirás	rabia	sin	motivo	alguno.	De	un
momento	 para	 otro	 te	 sientes	 incompleto	 o	 irritado,	 pero	 no
entiendes	por	qué,	a	pesar	que	todo	en	tu	vida	parece	estar	bien.
Puedes	 tener	 una	 vida	 perfecta	 o	 imperfecta	 pero	 te	 sientes
infeliz,	y	entonces	te	preguntas:	¿Por	qué?	¿Por	qué	si	tengo	esto	y	lo
otro,	aún	me	siento	así?
Bueno,	 de	 pronto	 es	 porque	 hay	 algún	 dolor	 que	 necesita	 salir
para	hacerte	más	hermoso.	No	soy	terapeuta,	pero	he	experimentado
esto	conmigo	misma	y	lo	he	visto	miles	de	veces	en	las	personas	con
quienes	 hablo	 y	 trabajo.	Me	 encanta	 pensar	 que	 si	 aún	 hay	 dolor,
también	hay	una	historia	sin	contar	en	tu	corazón.	Y,	querida	alma,
no	tienes	que	contarla	en	voz	alta,	pero	sí	debes	dejarla	salir.
AMOR	Y	DOLOR
Descubrí	que	mientras	 tuviera	miedo	de	enfrentarme	a	mis	dolores
más	 profundos,	 también	 tendría	 miedo	 a	 amar.	 Qué	 extraño,
especialmente	si	el	amor	era	lo	que	más	quería.
Quería	amarme	a	mí	misma.
Quería	amar	a	una	pareja.
Quería	SENTIR	amor	y	ser	amada.
Pero	 descubrí	 que	 cada	 muralla	 que	 había	 construido	 para
ocultar	 el	 dolor,	 también	 estaba	 alejando	 el	 amor.	 Lo	 hermoso	 del
dolor	es	que	una	vez	lo	has	atravesado,	se	transforma	en	amor	de	una
forma	que	no	puedo	expresar.	Tienes	que	experimentarlo	tú	mismo.
Las	personas	me	preguntan,	pero	Tatiana,	¿cómo?
Te	hablaré	de	eso	en	el	próximo	capítulo,	aunque	antes	lee	esto:
El	amor	y	el	dolor	están	relacionados	y	es	hermoso	experimentar
amor	 en	 todas	 sus	 formas.	 Pero	 para	 empezar	 debes	 atravesar	 tus
dolores	más	profundos.	Hazlo,	 sé	 valiente	y	amable	 contigo	mismo
en	el	proceso.	Como	decía	Nick	Yarris,	 «tu	dolor	 te	hace	hermoso».
Date	el	regalo	y	el	permiso	de	ser	hermoso.
Puede	 que	 seas	 como	 yo	 y	 te	 hayas	 preguntado	 esto	 muchas
veces:	«¿Alguna	vez	se	termina?	El	dolor	a	veces	es	demasiado	grande.
¿Alguna	vez	dejas	de	sentir	dolor?»
Tengo	42	años	mientras	escribo	este	libro	y	todavía	siento	dolor.
Un	día	escuché	que	no	existe	una	vida	sin	dolor,	así	que	mi	búsqueda
hoy	en	día	es	experimentar	el	dolor	de	la	forma	más	hermosa	y	fluida
posible.	Agradecer	cada	vez	que	se	cruce	en	mi	camino.	Creo	que	ese
es	el	verdadero	ejercicio	con	el	dolor.
Crecer	con	el	dolor.
Sentir	el	dolor	profundamente.
Amar	el	dolor.
Agradecer	la	presencia	del	dolor.
Entender	que	el	dolor	está	allí	por	una	razón.
Y	en	el	momento	en	que	esté	lista,	dejar	ir	al	dolor	y	reclamar	el
amor.	Porque	al	atravesar	el	dolor	e	ir	más	allá	de	él,	vendrá	el	amor	y
ocupará	su	lugar.
Pero	espera.	¿Por	qué	le	tenemos	tanto	miedo	al	dolor	si	nos	hace
tan	hermosos?	Continúa	este	viaje,	 termina	este	 libro,	y	deja	que	su
gracia,	 magia	 y	 amor,	 revelen	 los	 dolores	 más	 profundos	 de	 tu
corazón,	 porque	 el	 amor	 es	 el	mejor	alquimista	 del	 dolor.	 El	 amor
sana.	Pero	primero,	debes	atravesar	el	dolor.
Mi	mente	tiene	formas	muy	extrañas	de	bloquear	aquello	con	lo
que	no	puede	lidiar.
Quizás	 la	 tuya	 haga	 lo	mismo.	 Así	 que	 esto	 fue	 lo	 que	 yo	 hice,
empecé	diciéndome	a	mí	misma	que	estaba	lista	para	recordar,	lista
para	sanar,	lista	para	atravesar	mis	dolores	más	profundos.	Después
dejé	de	luchar	en	contra	de	mi	dolor	y	le	permití	salir.	Lloré	mucho,
escribí	mucho,	volví	y	lloré,	lloré	muchas	veces,	pasé	mucho	tiempo
con	 mi	 dolor,	 me	 senté	 con	 él,	 lo	 sentí,	 y	 buenas	 noticias…	 ¡NO
MORÍ!
¿Fue	fácil?	NO
¿Que	si	lo	haría	de	nuevo?	SÍ
¿Existe	una	forma	correcta	o	incorrecta	de	hacerlo?	NO
Este	eres	tú,	tu	parte	más	primitiva	sintiendo	el	dolor,	y	almismo
tiempo,	tu	parte	más	sagrada	y	divina.	Ambas	coexisten.	Permite	que
lo	 primitivo	 y	 lo	 divino	 bailen,	 y	 luego,	 permítele	 a	 esta	 danza	 de
amor	ser	la	alquimista	de	tu	dolor.
Para	 ti	 puede	 ser	 escribir,	 meditar,	 ir	 a	 terapia,	 hacer	 rituales,
perdonar	a	otros	y	perdonarte	a	 ti	mismo,	 revelar	verdades	ocultas.
Es	 tu	 tarea	 descubrirlo.	 Para	mí,	 fueron	 todas	 y	 cada	 una	 de	 estas
cosas	en	algún	momento,	una	y	otra	vez.
No	 encontré	 un	 manual	 para	 MI	 TIPO	 DE	 DOLOR.	 Y
seguramente	 tampoco	 lo	 encontrarás	 para	 el	 tuyo.	 Yo	 era	 la	 única
que	 sabía	 cuán	 profundo	 era	 y	 que	 tan	 doloroso	 se	 sentía.	 Somos
guerreros	 del	 amor,	 sabemos	 cómo	 hacerlo.	 No	 busques	 en	 el
exterior	lo	que	solo	puede	ser	encontrado	en	el	interior.
¡Tú	puedes	hacerlo!	Yo	creo	en	ti.
¿Pero	 por	 qué	 ir	 y	 sentir	 ese	 dolor	 nuevamente,	 si	 duele	 tanto?
Déjame	contarte	qué	pasa	cuando	tienes	la	valentía	de	sanar.
La	vida	será	más	liviana	porque	el	dolor	es	muy	pesado.	Se	siente
extremadamente	pesado.
Tu	corazón	se	abrirá	y	nunca	parará	de	abrirse.	No	hay	un	límite
de	qué	tan	amplio	y	lejos	puede	ir	tu	corazón.	¡Déjalo	ir!
Experimentarás	belleza	en	 todo	a	 tu	alrededor.	No	porque	 todo
sea	perfecto,	sino	porque	podrás	ver	la	belleza	en	cada	situación.	Eso
en	realidad	es	la	belleza.	Verla	en	cada	cosa.
Cuando	alquimizas	 el	dolor	en	amor,	descubrirás	un	poder	que
va	más	allá	de	tu	imaginación.	Es	el	poder	de	sentir,	de	manifestar,	de
transformar,	 de	 expresar,	 y	 el	 poder	 de	 liberarte	 una	 y	 otra	 vez	 de
todo	 lo	 que	 no	 es	 amor.	 Pero	 sobre	 todo,	 es	 el	 poder	 de	 amar,	 de
amarte	a	ti	mismo,	de	amar	a	otros,	y	el	poder	supremo	de	recordar
que	 eres	 AMOR	 y	 que	 en	 cada	 uno	 de	 esos	momentos	 de	 dolor,	 el
amor	estuvo	SIEMPRE	PRESENTE.
AMOR	Y	PERDÓN
Uno	de	los	mejores	lugares	para	encontrarte	con	tu	dolor	es	en	el
perdón.	Empieza	cuando	vas	a	 lo	más	profundo	de	 tu	corazón	y	 tu
dolor	se	encuentra	con	el	perdón.	Perdonar	no	es	algo	que	hacemos
por	los	demás,	es	algo	que	hacemos	por	nosotros	mismos.	Es	un	acto
radical	 de	 amor	 propio.	No	 tenemos	 que	 olvidar,	 pero	 cuando	 nos
encontramos	con	nuestro	dolor,	es	nuestro	deber	perdonar.
Te	perdono.
Te	 perdono	por	 decirme	 cosas	 hirientes,	 por	 llamarme	 fea,	 por
todas	las	veces	que	lastimaste	mi	cuerpo	y	mi	corazón.
Te	perdono	por	abandonarme	cuando	más	te	necesitaba,	por	no
amarme	y	por	decirme	que	no	era	suficiente.
Te	perdono	por	todo	el	dolor,	 la	rabia	y	 la	 frustración.	HOY,	me
perdono	a	mí	misma.
Esta	 fue	 mi	 carta	 para	 perdonarme	 a	 mí	 misma.	 ¿Qué	 diría	 la
tuya?
Querido/a	,
Te	perdono.
Te	perdono	por
Te	perdono	por
Te	perdono	por
(Utiliza	todo	el	espacio	que	necesites)
7	
El	Amor	Sana
¿Qué	sigue	después	de	que	hayas	empezado	a	ser	un	alquimista	del
amor?	¿Cómo	sana	el	amor?
Ser	 una	 niña	 para	 mí	 fue	 una	 experiencia	 divertida	 y	 llena	 de
aventuras.	Crecí	en	Manizales,	Colombia,	una	ciudad	hermosa	llena
de	 calles	 empinadas	 como	 las	 que	 se	 ven	 en	 las	 fotos	 de	 San
Francisco.	 Manizales	 era	 el	 lugar	 perfecto	 para	 montar	 bicicleta	 y
patines	 a	 altas	 velocidades,	 y	 por	 supuesto,	 para	 caerse	 muchas
veces.	 Y	me	 caí.	 Me	 caía	 por	 lo	menos	 una	 vez	 a	 la	 semana.	 Pero
sinceramente,	 me	 caía	 mucho	 menos	 que	 mi	 hermano.	 Él	 era
demasiado	arriesgado.	Yo	no.	También	era	mucho	más	fuerte	que	yo
y	casi	no	lloraba.	Yo	lloraba	siempre.
Mi	mamá	siempre	estaba	preocupada	por	 las	cicatrices	que	nos
quedarían	 en	 las	 rodillas	 y	 en	 las	 piernas,	 o	 donde	 fuese	 que	 nos
golpeáramos	cuando	nos	caíamos.
Algunas	 veces	 era	 grave	 (por	 lo	menos	 para	mí)	 y	 llegaba	 a	mi
casa	llorando,	con	la	sangre	corriendo	por	mi	pierna	con	una	herida
abierta.	Pero	sin	importar	que	tan	grande	o	pequeña	fuera	la	herida,
recuerdo	lo	que	sucedía	cada	vez	que	yo	llegaba	a	mi	casa.	Siempre
era	lo	mismo.
Mi	mamá	se	inclinaba	para	limpiar	la	herida	con	alcohol,	Isodine,
o	 agua	 carbonatada.	 Y	 si	 era	 grave	 y	 la	 herida	 estaba	 sucia,	 la
limpiaba	aún	más	profundo.	La	herida	necesitaba	estar	limpia	y	lista
para	el	remedio	que	la	sanaría.	En	aquel	momento	era	cuando	sabías
realmente	qué	tan	grave	era.	Cuando	estaba	abierta	y	limpia.
Tras	limpiar	la	herida	y	después	de	muchos	gritos	de	mi	parte,	mi
mamá	 ponía	 algo	 para	 que	 sanara.	 Y	 entonces	 llegaba	 mi	 parte
favorita.	Me	besaba	y	me	decía:	«todo	va	a	estar	bien».
Descubrí	 que	 la	 mejor	 forma	 de	 permitir	 que	 el	 AMOR	 sane,
proviene	 de	 esa	 experiencia	 que	 tuvimos	 de	 niños	 cuando	 nos
caímos	y	nos	lastimamos.	Son	3	pasos	sencillos.
PASO	1:	Conciencia	y	aceptación.
PASO	2:	Soltar.
PASO	3:	Permitir	que	el	AMOR	entre.
PASO	1
CONCIENCIA	Y	ACEPTACIÓN
Reconoce	tu	dolor,	tu	rabia,	tu	frustración.	Admite	que	te	duele	y	no
ocultes	 el	 dolor.	 Al	 aceptar	 que	 tienes	 rabia,	 o	 que	 odias	 algo	 o	 te
sientes	 avergonzado	de	una	parte	de	 tu	 vida,	 abres	una	puerta	 a	 la
sanación.	Dejas	de	pretender	que	todo	está	bien	porque	sabes	que	no
lo	 está.	 Eres	 consciente	 que	 esa	 herida	 no	 ha	 sanado	 y	 acepta	 que
está	allí.
Y	si	has	bloqueado	un	suceso	o	una	emoción	como	me	sucedió	a
mí,	 debes	 saber	 que	 lo	 recordarás	 cuando	 estés	 listo	 para	 sanar.
Nunca	 vivimos	 una	 situación,	 un	 dolor	 o	 una	 lección	 que	 no
podamos	afrontar.	Tu	alma	sabrá	cuando	empezar	el	proceso.
A	mí	me	 tomó	 casi	 treinta	 años	 recordar.	Cuando	 lo	 sabes	 y	 lo
recuerdas,	 tienes	 que	 admitir	 y	 aceptar	 que	 sí	 sucedió.	 Este	 primer
paso	solo	lo	puedes	dar	tú.	De	pronto	será	un	libro,	un	amigo	o	una
terapia	que	de	una	forma	inesperada	te	ayude	a	recordar.
No	podemos	sanar	aquello	que	no	hemos	reconocido	y	aceptado.
Este	 es	 el	 lugar	 en	donde	 si	 tu	 corazón	 estaba	 cerrado,	 empezará	 a
abrirse.	 Es	 posible	 que	 duela.	 Sé	 valiente.	 Puede	 que	 derrames
algunas	o	muchas	lágrimas,	lo	sé.	Pero	también	sé	que	el	AMOR	está
esperando	 por	 ti.	 Nunca	 te	 abandonó.	 El	 AMOR	 siempre	 estuvo
presente.
PASO	2
SOLTAR
Es	 el	 momento	 de	 soltar,	 dejar	 ir,	 de	 limpiar	 la	 herida,	 es	 la
preparación	para	que	el	AMOR	entre	y	tome	su	lugar.	La	única	razón
por	la	que	todavía	te	duele	o	aún	lloras	es	porque	sigues	aferrado	a	lo
que	sucedió.	Es	tiempo	de	soltar,	dejarlo	ir	y	doblegarte.	Y	al	hacerlo,
no	significa	que	estés	aceptando	que	el	suceso	estuvo	bien.	Nunca	lo
estará.	Pero	no	es	tu	labor	juzgarlo	o	calificarlo.	Es	tu	labor	liberarte
de	él	y	dejarlo	ir.	Y	al	igual	que	el	primer	paso,	solo	tú	puedes	darlo.
Puedes	soltar	y	liberarte	escribiendo,	haciendo	rituales,	llorando,
gritando	en	la	cima	de	una	montaña,	o	cualquier	forma	que	se	sienta
bien	para	ti.	Yo	hice	todo	lo	anterior.	Liberé	y	dejé	ir	mi	ira,	mi	odio,
mi	 tristeza,	 mi	 frustración,	 mi	 dolor,	 mi	 abuso.	 Comprendí	 que
aferrarme	a	eso	me	hundía	cada	vez	más	en	una	profunda	oscuridad,
en	un	momento	eterno	de	 infelicidad	donde	 la	vida	y	 las	relaciones
no	 funcionaban,	 y	 el	 dinero	 y	 mis	 sueños	 no	 llegaban.	 Y	 nadie,
excepto	 yo,	 podía	 sacarme	 de	 ese	 lugar.	 Nadie	 excepto	 tú	 puede
sacarte	de	ese	lugar.
A	menudo	pedimos	ayuda,	pero	en	este	paso,	nosotros	mismos
somos	 los	 únicos	 que	 podemos	 ayudar.	 Nos	 contendrá	 nuestra
espiritualidad,	 el	 AMOR,	 amigos	 o	 pareja.	 Pero	 solo	 depende	 de	 ti,
depende	de	mí,	depende	de	nosotros.
¡Déjalo	ir!
Eres	 un	 alquimista	 por	 naturaleza.	 Tú	 sabes	 cómo	 hacerlo.
Puedes	experimentar	esta	transformación	en	un	instante.
Lo	que	dejes	 ir	 liberará	el	espacio,	creará	el	portal	y	 la	apertura.
Estarás	listo	y	abierto	para	recibir.
A	 menudo	 pedimos	 buenas	 relaciones	 o	 el	 amor	 de	 nuestras
vidas,	pero	no	hemos	dejado	ir	aquella	persona	que	más	nos	lastimó.
A	menudo	pedimos	dinero,	pero	no	hemos	transformado	nuestra
relación	con	él.
A	 menudo	 pedimos	 salud,	 pero	 nos	 aferramos	 a	 nuestra
enfermedad.DEJA	 IR	 el	miedo,	 el	 dolor,	 la	 rabia,	 la	 escasez,	 la	 vergüenza,	 la
culpa,	 las	 experiencias	dolorosas	del	 pasado,	 las	 cosas	que	 salieron
mal.	 Suelta	 el	 apego	 a	 esa	 relación	 que	 tú	 sabes	 que	 no	 está
funcionando.	Suelta	el	apego	a	ese	trabajo	que	no	te	hace	feliz.	Suelta
el	apego	al	dolor	por	más	insignificante	que	parezca.
Te	 preguntarás,	 ¿Cuánto	 tiempo	 toma?	 Y	 yo	 te	 pregunto	 ¿Hace
cuánto	está	allí?	¿Qué	tan	profundo	es?
Verás,	 una	 vieja	 herida	 es	 como	 una	 herida	 que	 se	 infecta.
Tardará	 un	 poco	 más	 en	 sanar.	 Pero	 sanará.	 Una	 herida	 reciente
tomará	menos	tiempo.	Pero	también	dependerá	de	su	profundidad.
Experimentamos	nuestra	vida	y	los	ejercicios	que	vivimos	en	ella
en	 capas	 o	 niveles.	 El	 dolor	 tiene	 capas,	 el	 miedo	 tiene	 capas,	 el
perdón	tiene	capas.	Sé	paciente.	Ve	capa	a	capa	con	cada	una	de	tus
heridas.	Al	principio	no	 sabrás	 si	 está	 funcionando.	 Sigue	adelante,
no	te	detengas.	Está	funcionando.
Todavía	trabajo	en	mis	heridas,	tanto	en	las	antiguas	como	en	las
recientes.	 Siempre	 hay	 otro	 nivel	 de	 perdón	 y	 liberación,	 y	 con	 él,
otro	 nivel	 de	 plenitud,	 abundancia,	 relaciones,	 amor	 propio	 y
felicidad.	No	soy	mis	heridas.	Soy	el	AMOR	que	las	sana.
Y	si	nadie	te	ha	dicho	«Lo	siento»	por	lo	que	sucedió,	lee	esto	con
el	 corazón,	 conmigo	mirándote	 a	 los	 ojos,	 sosteniendo	 tu	mano,	 y
hablando	en	el	nombre	del	AMOR:	Siento	mucho	lo	que	te	sucedió.
De	verdad	lo	siento.
Léelo	una	vez	más.	Siento	mucho	lo	que	te	sucedió.	De	verdad	lo
siento.
(Detén	 la	 lectura	 un	 momento.	 Siente	 eso	 que	 acabas	 de	 leer,
déjalo	entrar	en	tu	corazón.	Camina	un	poco,	respira	o	cierra	los	ojos.
Todo	estará	bien).
PASO	3
PERMITIR	QUE	EL	AMOR	ENTRE
Después	de	tu	valentía	y	trabajo,	viene	la	recompensa,	la	recompensa
más	hermosa	de	todas.	En	este	paso	DESCANSAS.	CONFÍAS.	En	este
paso	permites	que	 el	AMOR	entre.	El	AMOR	 tomará	 el	 lugar	de	 tus
miedos,	 tu	 rabia,	 tus	 duelos,	 tu	 frustración,	 el	 abuso	 y	 todo	 lo	 que
hayas	sufrido.
Así	 es	 como	 lo	 haces:	 dices	 las	 siguientes	 palabras	 y	 llamas	 al
AMOR:
Permito	que	el	AMOR	entre	y	tome	el	lugar	de	mis	miedos.
Permito	que	el	AMOR	entre	y	tome	el	lugar	de	mi	relación	con	el
dinero.
Permito	que	el	AMOR	entre	y	tome	el	lugar	de	mi	salud.
Permito	 que	 el	 AMOR	 entre	 y	 tome	 el	 lugar	 de
__________________.	(Completa	la	frase)
Entonces	empezarás	a	vivir	una	vida	por	intención	y	creación,	y
no	 basada	 en	 tu	 pasado.	 Es	 una	 práctica	 diaria.	 Aquí	 estoy	 yo,
escribiendo	 este	 libro,	 porque	nada	 tenía	 sentido	 para	mí	 y	 fue	 así
durante	 mucho	 tiempo.	 Hasta	 que	 conocí	 el	 AMOR.	 Estoy	 en	 mis
cuarenta,	 y	 sí,	 el	 AMOR	 sana,	 el	 AMOR	 crea,	 y	 el	 AMOR	 puede
transformarlo	 todo	 en	 un	 instante.	 Elijo	 el	 AMOR,	 y	 amarme	 a	mí
misma	una	y	otra	vez.
Todo	es	acerca	de	estos	tres	pasos	y	el	viaje	de	toda	una	vida.	No
vinimos	 a	detenernos	 en	 el	 dolor	 y	 guardarlo.	 Vinimos	para	 crecer,
aprender	 y	 seguir	 adelante.	 Solo	 debemos	 recordar	 hacerlo	 con
amor.
Quizás	 te	estarás	preguntando,	 ¿Quién	eres	 tú	para	escribir	este
libro?	 Yo	 soy	 Tatiana,	 la	 mensajera	 de	 una	 misión	 que	 me	 fue
encomendada	en	el	2006.	Así	que	déjame	contarte	esa	historia.
Una	 mañana	 tuve	 una	 experiencia	 mística.	 Y	 solo	 hasta	 este
momento,	escribiendo	este	 libro,	mirando	una	playa	hermosa	en	el
este	de	Bali,	 estoy	 llamando	 esta	 experiencia	 «mística»	por	primera
vez.
Estaba	en	mi	apartamento.	Lo	había	acabado	de	rentar.	Dos	años
antes	me	había	ido	a	vivir	con	un	hombre	maravilloso	con	la	idea	de
que	 fuera	 para	 siempre.	 Nunca	 pensé	 que	 esa	 relación	 no
funcionaría.	 Pero	 no	 funcionó	 y	 allí	 estaba	 yo	 en	 el	 2006	 sola	 de
nuevo.
Ese	 apartamento	 era	 especial.	 Era	 el	 lugar	 en	 donde	 estaba
reconstruyendo	 mi	 vida.	 Decoré	 cada	 rincón	 y	 escogí
cuidadosamente	el	lugar	de	cada	cosa.	Mientras	lo	hacía,	sentía	que
estaba	volviendo	a	armar	cada	pieza	de	mí.
Era	 un	 hermoso	 loft	 recién	 construido.	 En	 ese	momento	 sentía
más	amor	por	el	apartamento	que	el	que	sentía	por	mí	misma.	Esa
mañana	 llegó	 uno	 de	mis	 amigos	 y	me	 dijo	 que	 íbamos	 a	meditar.
Definitivamente,	 NO	me	 gustaba	meditar.	Me	 sentía	muy	 ocupada
para	hacer	eso.	Me	parecía	muy	difícil	hacerlo	e	imposible	de	incluir
en	 mi	 horario.	 Pero	 sobre	 todo,	 no	 sabía	 si	 eso	 era	 algo	 de	 Dios.
Recuerda	 que	 vengo	 de	 una	 familia	 católica	 y	muy	 creyente.	 ¿Qué
pensaría	mi	abuela	al	respecto?
Pero	por	alguna	extraña	razón	dije	que	sí.	Y	de	la	nada	respondí:
“hagámoslo	YA	MISMO”.	Otro	amigo	había	 llegado,	así	que	éramos
tres.	Tomamos	todos	los	cojines	de	mi	sofá	beige	en	forma	de	L,	y	los
pusimos	 en	 el	 suelo	 para	 poder	 acostarnos.	 Parecía	 el	 escenario
perfecto.
Tan	pronto	todo	estuvo	listo	uno	de	mis	amigos	empezó	a	guiar
la	meditación.	Al	principio	mi	mente	estaba	 llena	de	pensamientos,
cosas	 por	 hacer,	 y	mi	 agenda	 del	 día.	 El	 guía	 de	 la	meditación	nos
recordaba:	«si	tienen	un	pensamiento	déjenlo	pasar,	déjenlo	ir».	Y	así
lo	hice.
De	 repente	 ya	 no	 podía	 escuchar	 su	 voz.	 Me	 encontraba	 en
medio	 de	 un	 enorme	 desierto.	 Era	 la	 clase	 de	 desierto	 que	 tiene
grietas	en	el	suelo	y	sin	arena.	Era	un	desierto	tan	grande	y	plano	que
no	alcanzaba	a	ver	dónde	terminaba.	¿Dónde	estaba?
Y	 entonces	 lo	 vi	 a	 ÉL.	 Estaba	muy	 lejos.	 Solo	 podía	 ver	 su	 pelo
largo.	 Yo	 no	 lo	 conocía,	 pero	 mi	 corazón	 sí.	 Sentí	 el	 impulso	 de
caminar	hacia	ÉL	y	a	medida	que	me	acercaba,	en	un	momento	sin
tiempo	y	espacio,	ÉL	me	llevaba	en	sus	brazos	como	a	una	niña.
Lo	miré	y	solo	me	dijo	tres	palabras.
«Ayúdales	a	Recordar».
Era	Jesús.
Después	de	eso	escuché	la	voz	de	mi	amigo:	«Tati,	Tati,	estamos
aquí».	Abrí	los	ojos	y	vi	a	mis	dos	amigos.	Me	sostenían	las	manos.	No
hablamos	mucho.	Creo	que	ninguno	de	nosotros	entendió	qué	había
pasado.	No	me	había	 ido	por	mucho	 tiempo,	pero	 claramente	más
que	ellos.
Pero,	 un	momento.	 ¿En	 serio	 Jesús	me	 acababa	 de	 hablar?	 Era
católica.	 Creía	 en	 Dios,	 la	 Virgen	 María,	 todos	 los	 santos,	 el	 Niño
Jesús	de	Praga.	Pero	no	era	usual	para	mí	hablar	con	Jesús.
Y	ahora	que	 lo	pienso,	 ¿por	qué	no	 le	hice	 todas	mis	preguntas
profundas	 acerca	 de	 la	 vida?	 Como	 una	 niña	 que	 había	 guardado
muchas	historias	en	su	corazón,	¡tenía	muchas	preguntas!
Después	 de	 la	 meditación	 seguí	 con	 mi	 vida	 como	 si	 nada
hubiera	pasado.	Algunas	noches	me	preguntaba	qué	habría	querido
decir.	No	entendía.	Me	dormía	sin	respuestas.	Y	más	de	una	década
después,	 aquí	 estoy	 en	 un	 lugar	muy	 sagrado	 de	 Bali,	 entendiendo
que	este	libro	y	en	este	momento	de	mi	vida	es	cuando	haré	lo	que	ÉL
me	dijo.
Ayudarnos	a	Recordar.
Es	 tiempo	 de	 recordar	 el	 AMOR.	 Es	 tiempo	 de	 recordar	 que	 el
AMOR	sana,	crea	y	 transforma	en	un	 instante.	Es	muy	simple	y	a	 la
vez	 muy	 poderoso.	 Todos	 sabemos	 cómo	 hacerlo.	 Todos	 fuimos
niños	que	permitimos	una	vez	sanar	nuestras	heridas	en	un	instante.
Sabíamos	que	todo	estaría	bien.
La	mayoría	de	nosotros	hablamos,	pensamos	y	experimentamos
el	amor.	Pero	para	permitir	que	el	AMOR	te	sane,	debes	experimentar
el	significado	completo	del	AMOR.
El	AMOR	es	mucho	más	que	su	significado	en	el	diccionario.
El	AMOR	es	esa	 fuerza	 invisible	súper	poderosa	en	 la	que	todos
nacemos	y	morimos.
El	AMOR	es	el	principio	y	el	fin.	Todo	empieza	y	termina	en	él.
El	AMOR	está	siempre	presente.
El	AMOR	es	infinito.	Nunca	hay	mucho	o	poco.	Simplemente	es.
El	AMOR	está	en	todas	partes.	En	las	cosas	que	ves	y	en	las	que
no	puedes	ver.
El	AMOR	lo	es	todo.
Esta	 es	 tu	 verdadera	 misión.	 Empieza	 la	 conexión	 con	 lo	 más
profundo	 de	 ti,	 la	 divinidad,	 la	 maestría.	 Desconéctate	 para	 que
puedas	conectarte.
Mantén	tu	corazón	abierto.
Siente,	mantente	presente,	aprecia	todo.
Llegó	el	momento	de	hacer

Más contenidos de este tema