Vista previa del material en texto
El Amor Sana Cómo transformar de forma instantánea tu cuerpo, tu dinero y tus relaciones TATIANA ARIAS Isvara Estados Unidos Isvara LLC Estados Unidos Colombia www.elamorsana.com Copyright @ 2019 por Tatiana Arias Todos los derechos reservados. No se puede reproducir ni utilizar ninguna parte de este libro de ninguna forma ni por ningún medio, ya sea electrónico o mecánico, incluidas fotocopias, grabaciones o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, sin la autorización escrita del editor. Diseño de portada por Paul Yinger, Indianápolis, EE.UU. Diagramación: almadigital S.A.S almadigital2010 @gmail.com Table of Contents Prefacio Introducción 1 ¿Soy Virgen? 2 Me enamoré De Un Abusador 3 Tocándome 4 Mi Primera Vez 5 Esta es Una Historia que no quiero Contar (Pero mi Corazón Sí) 6 Alquimista Del Amor 7 El Amor Sana 8 Cómo Amarte a Ti Mismo 9 Más Allá Del Amor 10 Queridos Hombres 11 Querido Alquimista Notas De AMOR De Tatiana Movimiento de Amor Prefacio Los mejores libros que leo por lo general son los que alguien me pasa. Durante el verano de 2007, recuerdo que mi amiga Liz me dio su copia de Comer, Rezar, Amar de Elizabeth Gilbert y pasé los siguientes días leyéndolo porque no podía parar. Lo mismo aplica para El Amor Sana. Es un libro que no querrás dejar de leer hasta que lo termines, y después querrás empezarlo de nuevo o pasárselo a alguien más. Cuando Tatiana Arias se me acercó por primera vez para escribir este libro, le aconsejé que trabajara con alguien que hablara español. Le dije que solo podía leer y editar sus historias en inglés. Aunque su inglés es muy bueno, el español es su primera lengua y parecía la mejor manera de escribir las historias más sagradas de su corazón. «Quiero trabajar contigo», dijo ella. «Siento que es la decisión correcta». Esa fue la primera vez de muchas que fui testigo de la profunda conexión que tiene Tatiana con su intuición, con lo divino y con esa voz interior. A medida que pasamos más tiempo juntas, noté su compromiso de escuchar y seguir adelante, incluso cuando no tenía sentido para nadie más. ¡Realmente estaba viviendo como si su voz interior importara! (Y sí importa). Siendo una niña pequeña, cuando tenía cinco años, les anunció a sus padres que estaba lista para viajar por el mundo, a lo que ellos respondieron: «No, eres una niña». Fue la primera vez de muchas que al decir lo que pensaba, escuchó la respuesta: «Eso no es posible». Entre las dificultades del idioma, las 4.000 millas que nos separaban, y nuestras ocupadas agendas, hicimos posible, lo que parecía imposible. Por más de un año nos reunimos en Bali, Miami e Indianápolis para trabajar en este libro. Entre muchos vuelos y el vivir juntas en Airbnbs de diferentes ciudades, descubrí que su historia es la historia de muchas de nosotras; pero fue ella quien se atrevió a escribirla. Muchas personas con quienes trabajo para escribir sus historias solo quieren contar el 80% de lo que en ellas sucede. Si vas a compartir tu verdad, ¿por qué no contarla toda? ¿Por qué no dejar que tu verdad y tu voz ocupen su propio espacio? Eso es lo que Tatiana hace con este libro: crea espacio para las historias secretas de su corazón de tal forma que tú también crees espacios para las tuyas. Advertencia: es posible que no puedas dejar de leer una vez que empieces este libro. En El Amor Sana, Tatiana escribe una autobiografía que se siente como si tu mejor amiga te estuviera contando una historia. Ella te lleva por un valiente, provocativo y a veces divertido relato sobre el poder del amor para sanar. Este libro está lleno de esperanza, intuición y una compasión que solo he presenciado en personas que han caminado con su dolor y luego han compartido ese camino para sanar y apoyar a otros. En El Amor Sana, Tatiana trata conceptos de relaciones, sensualidad y abundancia en formas que yo nunca había considerado antes. Ella comparte el dolor que a veces surge al seguir tu corazón, pero también muestra cómo ese dolor puede ser el momento perfecto para la alquimia instantánea. En serio, creo que esta mujer es magia. Incluso me hace pensar en amar de nuevo. Este libro no es fácil de leer, pero es importante hacerlo. Desde el primer capítulo cuando revela cosas que la mayoría de nosotros queremos mantener en secreto, Tatiana se gana tu confianza. Capítulo por capítulo, mientras más es revelado, más es sanado, y ella lo hace con su voz sabia y tierna. Mientras Tatiana hace las paces con el pasado y con ella misma, nos recuerda a todos que podemos hacer lo mismo y transformarnos en un instante. Betsy Blankenbaker Murphy, Autobiografía de un orgasmo www.betsybmurphy.com Introducción Menciono la palabra Dios catorce veces en este libro. Puede que no creas en Dios y está bien. Entonces cree en el AMOR, porque es lo mismo. Simplemente CREE en una fuerza invisible súper poderosa que gana todas las batallas, que está siempre contigo, siempre presente, siempre allí para sostenerte. El AMOR te tomará de la mano y juntos atravesarán tus tiempos más difíciles. El AMOR no significa que tu vida será perfecta y tranquila. Significa que serás guiado. Experimentarás paz y plenitud. Estarás completo. El AMOR es esa pieza faltante que lo reúne todo y conduce a una transformación instantánea de tu cuerpo, dinero y relaciones. Cuando tenía ocho años, decidí que no podía hacer la primera comunión porque tenía un pecado. Estaba avergonzada y confundida, y no podía decir la verdad. Pero yo tenía una solución: fui a donde un sacerdote y me confesé. Y ahora, más de 30 años después, gran parte de este libro es acerca de la única cosa que creía que me convertía en una pecadora: sexo. Entonces me pregunté, si este libro es un llamado de Dios y yo soy solo un canal, ¿por qué hablo de las partes más íntimas de mi vida y de uno de los temas más controversiales dentro de la iglesia y en muchas de nuestras vidas? No conozco la respuesta, pero esto es lo que siempre llega a mí: tal vez es tan controversial que Él quiere que reconozcamos toda nuestra humanidad, y desde ese lugar, podamos reconocer también nuestra divinidad. Si ese es Su deseo, estoy dispuesta a hacerlo. ¿Y tú? Este es un viaje para reclamar tu poder, un viaje de sanación. Pero sobre todo, es un viaje de regreso al amor. No mencionaré ningún nombre y solo referiré algunos años en los que ocurrieron los hechos o la edad que tenía en ese momento. Esto no se trata de mí. Tampoco se trata de que descubras mi vida. Puede que te confundas entre nombres y fechas. Está bien. Solo concéntrate en tu propio viaje y en cómo cada una de las palabras de este escrito se relaciona contigo de alguna manera. Lloré mucho escribiendo este libro. Cada lágrima derramada, ha sanado una parte de mi historia. Mis lágrimas han sanado las historias secretas de mi corazón. Permite que sane las tuyas también. Al leer este libro, espero que te tomes el tiempo de sentir profundamente. Ve despacio, sé testigo de tu alegría y tu dolor, y honra las historias secretas de tu corazón. Dejemos que todas nuestras lágrimas rieguen el suelo de la tierra, donde habitan los árboles y las flores crecen. No más miedo a llorar porque parecemos débiles. No más escondernos, no más silencio. Alquimizar el dolor y sanar son los actos más valientes de la vida. Hazlo. Sé valiente. Mereces vivir de forma ligera, libre, alegre y, sobre todo, mereces amor. En ocasiones ser humano es muy difícil. Olvidamos quiénes somos,sufrimos, nos sentimos solos, nos sentimos vacíos, sentimos que no somos suficientes, tenemos miedo, nos comparamos con otros, tratamos de controlarlo todo y nos quejamos. Olvidamos cuán perfecta, hermosa y divertida puede ser esta vida. Recordemos juntos. La belleza. La perfección. La luz. El amor. Recordemos que todo lo que me pasó a mí, a ti, a nosotros, fue por una razón. Una muy buena razón de sanación en un acto de AMOR profundo, y también como una potente forma de recordar el mayor poder de todos: el AMOR. Cada experiencia nos recuerda lo hermosos y afortunados que somos de estar vivos. Tienes una vida. Ese es tu primer milagro. A medida que leas este libro, recordarás más de tus milagros. Entonces, por ahora, abre tu corazón y empecemos juntos este viaje. Te amo, Tatiana. 1 ¿Soy Virgen? En el colegio me enamoré del amor de mi vida. Los dos teníamos 16 años. Él era alto. Me encantaban sus nalgas. Me encantaban sus dientes. Y siempre olía bien. En mi mente, me casaría con él, haríamos el amor por primera vez y viviríamos felices para siempre. Era un sábado por la noche. Habíamos estado esperando ese momento. Lo habíamos planeado. Y por fin, todo estaba listo. Sus padres habían salido de la ciudad y su casa estaba sola para nosotros dos. Estaba nerviosa. ¿Dolería? ¿Cómo me veía? ¿Le gustaría a él? ¿Y, me gustaría a mí? ¿Qué sonidos tenía que hacer? Esa noche me recogió en su Jeep amarillo. Su carro era único, amarillo como los rayos del sol. No era lujoso pero éramos adolescentes y su auto nos daba libertad. Las ventanas estaban abiertas y su pelo castaño se movía con el viento. Llevaba una camisa azul con rayas blancas. Se veía bien. Siempre se veía bien. Yo tenía puesto un jean pegado muy pegado y mi camiseta roja favorita. Me puse perfume Carolina Herrera. A él le gustaba y a mí también. Manejamos hasta su casa oyendo música. Una de mis canciones favoritas era Right Here Waiting de Richard Marx: Así mismo, se sentía el camino a su casa, como el momento que había estado esperando. La primera vez era muy importante. Al llegar a su casa fuimos directo al cuarto de sus padres. La cama era más grande que la mía, pero al acostarnos, sentí que era dura y un poco incómoda. Empezamos a besarnos de forma apasionada, así como lo había visto en las películas. Yo respiraba muy fuerte y él también. Sus labios eran suaves, su lengua y la mía jugaban. A veces lento, a veces rápido. Siempre amé sus besos. De repente, sus manos bajaron y empezó a quitarme la ropa. Primero desabrochó mis jeans, después me quitó la camiseta. Llegó al brasier y logró quitármelo —una tarea a veces difícil de lograr— Al final yo estaba desnuda. Entonces, él se quitó su ropa. Yo lo miraba feliz y nerviosa, y todavía deseando que la cama fuera un poco más cómoda. El momento había llegado. Él estaba arriba y yo abajo. Me abrió las piernas y lentamente entró en mí. No sentí dolor ni placer. No sentí nada. Quizás no me dolió porque estaba mojada. ¿Se suponía que debería sentirse bien? Empezó a moverse adentro y afuera. Todavía yo no sentía nada, pero decidí hacer sonidos y esperar a que él terminara. Finalmente no se vino y en vez de eso, se detuvo y mirándome a los ojos me dijo: «tú no eres virgen». «¡Soy virgen!» le dije. Allí estaba yo a los 16 años, acabando de hacer el amor por primera vez con el amor de mi vida y él me estaba diciendo que ¡yo no era virgen! Él era el primero, el único con quien yo había estado. Me llevó un tiempo convencerlo. Después de unas horas, acostados en la cama de sus padres, finalmente admitió que había sido muy fácil entrar, así que pensó que yo no era virgen. Me sentí mal. Esa no era la forma como me había imaginado que sería nuestra primera noche juntos. Estaba brava y triste; fingí estar bien, pero no lo estaba. Después de eso hicimos el amor muchas veces, y por muchos años él fue mi primer amante y el amor de mi vida. Entonces empecé a recordar y me pregunté: ¿SOY VIRGEN? 2 Me enamoré De Un Abusador Me enamoré de un abusador. No solo una, sino muchas veces. Me enamoré de la adrenalina, del dolor, y de la persona en quien me estaba convirtiendo después de cada episodio. Pero antes de entrar en detalles, ¿QUÉ ES EL ABUSO? Busqué el significado de la palabra en el diccionario, pero lo que mi corazón sintió durante todos esos años no era lo que allí aparecía. Así que déjame contarte qué es el abuso para mí y quizás puedas identificarte. Existen los «GRANDES ABUSOS», los que pueden verse y sentirse profundamente en el cuerpo, la mente y el corazón. Abuso sexual, abuso físico, abuso sicológico. Y la verdad es que la mayoría de nosotros toleramos muchos de estos abusos; excepto el abuso sexual por amor. ¿En serio? Eso NO ES AMOR. Recuerdo un día en la universidad. Estaba profundamente enamorada, según mi idea del amor en aquella época. Era alta y delgada, con ojos y pelo hermosos. Era alegre y sonreía un montón. Aún lo hago. Llevábamos dos años juntos. Él era el hombre más sexy de mi ciudad —por lo menos para mí—. En mi mente, el primer año había sido perfecto. Nos divertíamos mucho juntos. Solíamos conducir su Mazda 323 verde a lugares escondidos para conversar y besarnos. Cuando me miraba, sus ojos marrones estaban llenos de amor, compasión, y de los sueños que empezábamos a planear juntos. Pero después todo cambió repentinamente. Cuando estábamos juntos empecé a tener esta extraña sensación. No sabía qué era. Hoy reconozco que se llama intuición. Pasó de ser amoroso a ser grosero conmigo. Hacía comentarios negativos sobre mi vida y mis decisiones. Me sentía desconectada de él —o quizá de mí misma— pero quería que la relación funcionara, así que me quedé. Incluso a pesar de su comportamiento y comentarios, pensaba que podríamos volver a ser la misma pareja del primer año. Así que me quedé y esperé en silencio a que él cambiara. Pero después sucedió algo terrible. Era de día y yo estaba descansando en mi apartamento cuando él llegó. Empezamos a hablar pero lo que él me decía no estaba bien. —¿Por qué usas ropa tan ajustada?, decía. —¿a quién tratas de seducir? —Es mi ropa del gimnasio—respondí. —Haré ejercicio más tarde. —Te ves como una puta, dijo. Situaciones así ya habían sucedido antes, pero no lo que pasó después. Su cara se puso roja, estaba alterado y gritándome me acusó de insinuante y seductora. No lo soy y nunca lo he sido. Soy otras cosas pero esas no. De repente fue a mi habitación, abrió mis cajones y sacó toda mi ropa de gimnasio. Yo estaba confundida y asustada, trataba de calmarlo. «No he hecho nada» le dije. «¿Qué haces con mis cosas?». Me acerqué a él. Me empujó y salió del apartamento corriendo con mi ropa de gimnasio. Yo salí corriendo detrás de él. Bajó al estacionamiento y subió a su auto. Como pude fui a la puerta del copiloto y me subí también. Tenía miedo pero tampoco quería perderlo. ¿En qué me había equivocado? Salió a la calle y empezó a conducir como un loco. «Por favor ve más despacio. Para y hablemos.» le dije. Él seguía sin decir nada y manejaba muy rápido, pasándose los semáforos en rojo. Yo temblaba y tenía miedo de un accidente. ¿A dónde se dirigía? Finalmente detuvo el carro al frente de un cesto de basura enorme. Era de color verde. Nunca lo olvidaré. Se bajó del auto y tiró toda mi ropa allí. «¿Qué estás haciendo?», grité desde el auto. «¡Esa ropa es mía! No me miró. Volvió a subirse al auto y empezó a conducir de nuevo. Yo lloraba pensando qué seguiría después.¿Cómo llegué hasta aquí? Cuando llegamos a su apartamento yo estaba en silencio. Pasé las siguientes horas en shock, sin hablar, como si mi voz también hubiera sido tirada a ese cesto de basura. Me acosté en su cama, acurrucada como una niña pequeña abrazándome. Creo que estaba conteniendo algo más que a mí misma, contenía mi rabia, mi confusión y mi dolor. Después de varias horas siendo ignorada, se sentó a mi lado. Puso las manos sobre mi cara y la levantó hacia él. —Te amo —dijo. —Lo siento. Sonreí ligeramente pero permanecí callada. Agaché la cabeza nuevamente sin responderle. Continuó diciendo: «Lo siento, lo siento». Sus palabras hicieron brotar mis lágrimas pero aún no podía hablar. Finalmente dijo las palabras mágicas: «NUNCA MÁS LO VOLVERÉ A HACER.» Esas palabras me devolvieron la voz. —No te preocupes —le dije. —Todo está bien. Te amo. En mi mente de 18 años, yo lo había perdonado. En realidad no. Tenía rabia. Sentía dolor pero había aprendido a hacer silencio. Esta fue solo una de muchas veces. Algunas incluyeron golpes a las puertas y ventanas, o tirar mis joyas a la calle. Otras veces, tenía morados en mis brazos que intentaba ocultar con la ropa. Solo en una ocasión me distraje y mi mejor amigo los vio. Él sabía quién los había ocasionado. Me cubrí los brazos rápidamente. Me preguntó qué había pasado y yo inventé una historia. Hoy en día entiendo que todo eso que pasó, es ABUSO. Pero a esa edad, en ese momento, pensaba que eso era parte del amor. No lo dejé. Él me dejó por una mujer rubia de ojos azules. Antes de que me lo dijera, los vi juntos en su Mazda 323 verde. Después me llamó y me dijo: «Se acabó, estoy con otra persona». Yo todavía lo amaba pero se había ido para siempre. He experimentado muchas clases de abusos en mis relaciones. Algunos físicos que me dejaban adolorida y con marcas en el exterior. Pero la mayoría eran abusos verbales, aquellos que dejan heridas en lugares que no se ven. Esos que te rompen y cierran el corazón palabra a palabra. Esos que entran lentamente hasta que el dolor es insoportable. También estaban los gritos, mensajes de texto y correos electrónicos con insultos que siempre terminaban en grandes peleas. Me volví muy buena defendiéndome. Gritaba más fuerte y decía malas palabras. Aprendí a callarlos. Pero jamás se me ocurrió pensar que todo eso fuera abuso, pensaba que era parte del amor. Con el paso del tiempo me entrené para ser una mujer fuerte. Construí muros a mi alrededor, pero sobre todo, construí muros alrededor de mi corazón. Lentamente se apagaba en mí la idea del amor, pero en el fondo era lo que más quería. Y cada vez que algo sucedía, pretendía como si no pasara nada; pero los muros se hacían más altos y fuertes, como también lo hacía yo. Aprendí a no sentir, de esa forma nadie podría herirme de nuevo. Me volví muy buena haciéndolo, o eso pensaba. No quería sentir el dolor; prefería ignorarlo y seguir adelante. Siempre he tenido esa habilidad de pretender que nada pasa. Mi vida parecía estar bien aunque no se sentía bien. En el fondo yo no me sentía bien. Me enamoré de un abusador. No una sino muchas veces. Y entonces un día entendí que al seguir este patrón, yo me había convertido en mi propia abusadora. Sabía que quería cambiar y experimentar el amor de otra forma. Pero yo no tomé esa decisión. Mi cuerpo lo hizo por mí. Desde muy joven sufrí de hipotiroidismo. No tenía ninguno de los síntomas comunes como cansancio, depresión o aumento de peso, pero sí un pequeño bulto en mi cuello. Así que fui al médico y me diagnosticaron hipotiroidismo de Hashimoto. El doctor me recetó una medicina llamada Levotiroxina y me dijo que si la tomaba todos los días controlaría la mayoría de mis síntomas. Pero yo nunca entendí a qué se debía. Años más tarde, un día hablando de mi tiroides, un amigo me recomendó un doctor, así que pedí una cita con él. Quería respuestas. Quería entender mi cuerpo. Era viernes, 3 de agosto de 2012 a las 8:20 de la mañana. Tenía 35 años. Llegué a tiempo y esperé en la recepción. Era tranquila y hermosa. Llevaba puesto un jean y una blusa de seda. Aunque no me sentía 100% bien, siempre me aseguraba de verme lo mejor posible. «El doctor está listo para verla» me dijo una enfermera y la seguí a un pequeño cuarto. Mi primer pensamiento fue: No me gusta este cuarto. Quizá no debí haber venido. Cuando el doctor entró mi cuerpo se contrajo. Era alto y me pareció intimidante. No quería compartir mi vida personal con un extraño. ¡Además era muy atractivo! —Hola, me dijo. —¿Por qué estás aquí hoy? —Tengo hipotiroidismo —le respondí. He estado medicada por más de 17 años. Un amigo me dijo que quizás usted podría ayudarme. —¿Cuándo empezó? —Quizás cuando tenía 18 —le dije. Lo que hizo a continuación me sorprendió. Empezó a hacer un dibujo para explicarme cómo en mi caso la enfermedad podría estar relacionada con alguna clase de abuso. Dibujó todos los chakras y algo acerca de una relación entre el chakra dos y el cinco. ¿Abuso? Nadie me había sugerido algo así antes. La conversación se centraba en mis síntomas y en qué estaba mal, no en el porqué. ¿Chakras? No sabía mucho al respecto. En realidad no entendía nada de lo me que decía. Nadie me había preguntado si me habían abusado. No me identificaba como una mujer abusada. Solo pensaba que tenía muy mala suerte en el amor. El doctor describió los chakras como centros energéticos del cuerpo, y que si alguno estaba bloqueado debido a un trauma o abuso, podría afectar otras partes del cuerpo. En mi caso estaba sugiriendo que algún abuso sexual probablemente había afectado el chakra dos y esto, a su vez, haber generado un impacto sobre mi garganta y tiroides en el chakra cinco. ¿Qué? Yo no entendía realmente. Y ahí ya estaba muy nerviosa. ¿Qué estaba sugiriendo? El siguió haciéndome más preguntas. —Cómo está tu vida sexual —me preguntó. Mientras que él preguntaba, yo pensaba ¿Qué tiene esto que ver con mi tiroides?, pero respondí: «Muy bien. Me encanta el sexo». Me consideraba buena en la cama… hasta ese día. —¿Cada cuánto te masturbas? —preguntó. Eso me tomó por sorpresa. Quería recordarle que estaba allí debido a mi hipotiroidismo, no para discutir mi vida sexual. Mi cara se puso completamente roja. —¿Masturbarme? Nunca, —le dije. El permaneció en silencio. ¿Dije algo malo? pensé. —¿Tienes orgasmos? —me preguntó. —Claro que sí, —le respondí. —Cuéntame más, —me dijo. ¡Oh por Dios! Ahora mi cara estaba más roja y sentía que mi voz se había desparecido. No quería hablar pero algo en mí confiaba en él. Estaba muy serio esperando mi respuesta. Con una voz muy suave le dije: «a veces tengo orgasmos pero nunca cuando él está dentro de mí». Respiré profundo y continué: «usualmente necesito sexo oral para tenerlos o alguna clase de frotamiento». —¿De verdad disfrutas el sexo? —me preguntó. Lo miré en silencio. Ya en ese momento no sabía la respuesta a esa pregunta. Pensaba que sí, pero ahora estaba confundida. Creo que él quería que yo entendiera que el problema no estaba únicamente en mi tiroides sino que era algo más profundo. —Necesitas sanar tus emociones, —me dijo. —Todo está conectado con la salud de tu cuerpo. Tu tiroides es solo un síntoma de algo más. Necesitas hablar sobre aquello que ocultas o niegas. El día que puedas sanarlo, tu tiroides estará saludable de nuevo. Y no necesitarás tomar más medicamentos. Esto era nuevo y sorprendente para mí. Había tomado medicamentos para balancearmi tiroides por 17 años. Todos los doctores que visité anteriormente me dijeron que aquella condición era irreversible. Decían que debía tomar pastillas para siempre. Después me hizo una pregunta que nadie me había hecho antes: —¿Alguna vez abusaron sexualmente de ti cuando eras niña? Tan pronto me lo preguntó, imágenes de antiguos recuerdos llegaron a mi cabeza. De niña tenía una historia que no quería contar y que no le había contado a nadie. Era mi secreto. Era una historia secreta de mi corazón. Ahora el doctor tenía toda mi atención. Lo entendí entonces. Para sanar mi tiroides necesitaba dejar de callar, necesitaba ir a los lugares y verdades escondidos de mi vida. Mis lágrimas empezaron a salir. Sentí cómo una gran ola de emociones reprimidas, finalmente podían escapar de mi cuerpo. Antes de irme, me dejó tres tareas algo inusuales. Y fue muy claro en decirme que debería hacerlas antes de poder regresar a verlo. Esto fue lo que me dijo: 1. Te tocarás y masturbarás hasta que tengas un orgasmo. 2. Mirarás y explorarás tus partes íntimas. (¿Cómo sabía que jamás lo había hecho?) 3. Te harás el amor. (Esto no tenía idea de cómo hacerlo). —Cuando hayas terminado con tus tareas, regresa a verme, —me dijo. Y salió del consultorio sin más palabras. Cualquier cambio empieza cuando hacemos conciencia. Ese día mi cambio empezó. Ese fue el primer día en que me identifiqué como una mujer abusada, el primer día en que me cuestioné cuál era el verdadero significado del amor, el primer día en que pensé en la sexualidad no para complacer a los hombres sino en lo que significaba para mí, y el primer día en que entendí que mi enfermedad tenía una causa emocional. También fue la primera vez que creí que podría sanarme… no solo física, sino emocionalmente. Esa noche al llegar a mi casa no pude dormir. Tenía mucho por digerir. ¿Había estado en un ciclo de relaciones abusivas por más de veinte años? Todas empezaron de forma mágica y terminaron con dolor y traición. Solía culpar a los hombres. De verdad creía que todas las relaciones eran iguales y cuando era testigo de una relación sana y bonita, pensaba para mis adentros: «eso no es real». Yo estaba equivocada. Los hombres no tenían nada que ver con mis relaciones fallidas. Era yo. ¿Había sido abusada? ¿Había sido amada? ¿Había tenido buen sexo? ¿Era buena en la cama? ¿Había tenido un orgasmo? Empecé a hacer mi tarea. Soy una buena estudiante. Estaba comprometida a sanar mi tiroides. En ese momento, no sabía que aquel viaje transformaría mi vida para siempre. 3 Tocándome ¿Por dónde empiezo? Me pregunté. El doctor no me dio ninguna instrucción. Solo dijo que debía tocarme. Pero, ¿cómo se hace?, ¿qué parte de mí toco? Si ya lo hiciste, esta pregunta puede parecer estúpida. Pero para mí no lo era. Era una pregunta muy seria. Tenía tareas y quería hacerlas. Quería encontrar las respuestas. En ese momento tenía novio. ¿Qué iba a hacer? ¿Le decía o no? Todo esto era tan nuevo para mí que me sentía avergonzada. Así que decidí que sería mi propio viaje. Lo descifraría así como lo he hecho con tantas cosas. Había salido de mi casa a los 16 y desde entonces había vivido casi siempre sola. Tenía un negocio exitoso y había tenido muchos logros. ¡Definitivamente descifraría cómo tocarme! No tengo idea de por qué no lo busqué en Google. Creo que habría sido mucho más fácil, pero sentía vergüenza incluso de tener registrada esa búsqueda en mi computador. Siempre me sentí de mente abierta en cuanto a la sexualidad pero, ¿por qué ahora me daba miedo descubrir mi propio cuerpo? Quería sanar mi tiroides, tenía que intentarlo. Empecé una noche acostada en la cama junto a mi novio, después de que él se había quedado dormido. Lo intenté durante toda una hora, solo con mi mano, me mojé un poco pero no pasó nada. ¿Qué debía sentir? ¿Lo estaba haciendo bien? Me sentí frustrada. ¡Mucho! Como humanos queremos lograrlo todo muy rápido, ojalá que fuera a la primera vez que lo intentamos. No lo logré la primera vez, ni la segunda, ni la siguiente. Finalmente dejé de contar pero nunca dejé de intentar. Lo hacía por lo menos una vez a la semana cada vez que me acordaba. Pero mi mente no se acallaba y no lograba concentrarme en la parte de sentir placer. En vez de enfocarme en tener un orgasmo, empezaba a pensar en listas de cosas que tenía por hacer. Me recordaba a mí misma: Tatiana, enfócate en tu tarea. Y después pensaba que quizá era que lo estaba haciendo mal… ¿Debería estar pasando algo? Otras veces pensaba en mi novio ―—nada sexy—― solo me preguntaba con quién estaría y qué hacía en ese momento. Después de un año entero, sí, leíste bien, un año completo, entre una vida muy ocupada y muchos intentos, ¡lo logré! Finalmente tuve un orgasmo tocándome. Nunca me rendí. Más tarde entendí que concentrar mi mente era tan importante como conocer mi cuerpo. Y por más que disfruté la sensación de felicidad y placer en mi cuerpo, masturbándome, lo que más disfruté fue el viaje de tocarme y conocerme a mí misma. Ese proceso fue hermoso y poderoso. Descubrí lo que me gustaba y lo que no. Finalmente podría explicarles a los hombres cómo y dónde me gustaba que me tocaran. Aquella tarea ―que me tomó un año completar― se volvió algo mucho más profundo. Hasta ahora empezaba a entenderla. No se trataba de sexo o placer. Se trataba de mí, de reconocer mi cuerpo y reconocerme. Era acerca de empezar a sentirme cómoda en mi cuerpo y cuidar la relación más importante de todas: la que tengo conmigo misma, y además, hacerlo de la forma más sagrada. ¿Cómo esperaba tener relaciones sanas con otras personas si ni siquiera la tenía conmigo? No estoy diciendo que todos deberíamos tocarnos (pero si no lo has hecho, deberías intentarlo). En mi caso, fue esta la forma de reconectarme con una parte de mí que había estado perdida durante casi toda mi vida. Me sentí completa y viva cuando me encontré. Ahora entendía por qué no me sentía sexy ni atractiva. No me sentía segura en mi cuerpo. Quería siempre hacer el amor con las luces apagadas, o que no me vieran desnuda. Mientras que yo creía que tenía una buena vida sexual porque mis parejas parecían felices, también creía que ser y actuar sexy era un pecado… ¡qué difícil! Nunca había usado lencería sexy y toda mi ropa interior era color piel, blanca o negra y cubría lo que más pudiera cubrir. Entonces cuando me sentí cómoda en mi piel y con mi orgasmo, decidí preguntarles a mis amigas. Estaba casi segura de que todas habían tenido la misma experiencia. Le pregunté a la primera de ellas. Me miró muy sorprendida. No entendía la pregunta ni de lo que yo le hablaba. Permaneció en silencio por un minuto y después me dijo: —¿Me estás preguntando si me he masturbado? Yo ni siquiera podía decir la palabra en voz alta. —Sí, eso, —le dije. Ella se rió y respondió: —¡claro que sí! Ahora yo estaba sorprendida. —¡¿Qué?! ¿Por qué nunca me contaste? —le pregunté. —No hablamos de esas cosas —dijo. Y era verdad. No hablábamos sobre sexo o placer en lo absoluto. —¿Bueno… y hace cuánto que tú, ya sabes…?— le pregunté. Aún era incapaz de pronunciar la palabra. —Creo que desde el colegio, —respondió sonriendo. Ni siquiera se sentía avergonzada. —¡¿Qué?! ¿Desde el colegio? En ese momento yo estaba descubriendo cuánto tiempo me había perdido de una vida sensual debido a mis valores (sexo = pecado), y la desconexión que había tenido con mi cuerpo y mis emociones. Después de un año de travesía para llegara un orgasmo, me sentía feliz y empoderada, y al mismo tiempo consciente de haberme perdido varios años de felicidad. Esa noche llegué a mi casa y sinceramente pensé que mi amiga era diferente y especial. Ella se había tocado en la adolescencia. Así que decidí buscar otras amigas para preguntarles. Y lo hice. Le hice a cada una de ellas la misma pregunta y TODAS hicieron la misma cara, se rieron, no entendieron nada al principio porque yo todavía no podía decir la palabra… MASTURBARSE. Todas respondieron lo mismo. Yo era la única de mis amigas que había esperado hasta los 35 años para tocarse. No voy a hacer un manual acerca de cómo hacerlo. No te diré si hacerlo rápido o despacio, o qué movimientos funcionan mejor. No voy a explicar cómo funciona el clítoris o de qué forma masajearlo, ni cuáles son los mejores dedos para usar. Tampoco hablaré del punto G y las muchas formas como puedes tener un orgasmo tocándote. Aunque podría hacerlo, porque lo probé todo durante un año entero. En realidad lo que quiero decirte es esto. Aprende a tocarte en lo físico y lo sagrado. No había reconocido que mi cuerpo era sagrado, lo había sido siempre, y lo seguirá siendo. Inténtalo una vez, e intenta nuevamente. Prueba todo hasta que te enamores de ti: de tu olor, tu sabor, tu forma de pensar, de moverte, de tu cuerpo, tu alma, tu esencia. Enamórate por completo de todo lo que eres. Toca todo, siente profundamente y relaciónate contigo, con tu luz y tus sombras. Y hazlo a menudo, muy a menudo. Mi intención para ti, justo ahora leyendo esto, es que decidas tocar absolutamente todo de ti, lo visible y también lo invisible. Ve tan lejos como puedas imaginar, pero ve aún más lejos al día siguiente. Ve más allá de tus límites, ya que no existen límites. Ve y vive tu vida plenamente. Esto va más allá de un orgasmo. Te darás cuenta que al tocar tu cuerpo descubrirás formas de tocar tu alma. Debes experimentarlo. Ten curiosidad sobre tu cuerpo y su potencial y construirás una relación increíble contigo misma en todos los niveles. Soy una mujer, y como mujeres estamos diseñadas para sentir placer. ¿Así que por qué no lo hacemos? ¿Por qué no disfrutamos de cada segundo de nuestras vidas? ¿Por qué no elegimos la felicidad justo ahora? El placer incluye sentir. El placer incluye recibir. El placer incluye libertad. Mi esperanza es que seas libre. Libre de juzgarte. Libre de miedo. Libre de la opinión que otros tengan de ti. Libre de ser tú. Eso es todo lo que importa. Tú. La profunda relación que tengas contigo misma. Querida alma valiente, Tócate para poder tocar a otros. Descúbrete para poder descubrir a otros. Respeta tu cuerpo para así respetar el cuerpo del otro. Y elige tener una relación profunda contigo para que puedas tenerla con otros. 4 Mi Primera Vez ¿Recuerdas tu primera vez? Piensa en eso por unos segundos. Tu primer beso. La primera vez que hiciste el amor. La primera vez que viajaste, o soñaste. ¿Cuál fue tu primera vez? Siempre hay algo especial en las primeras veces. Recuerdo algunas con alegría y otras con gratitud. En algunos casos, esas que hoy recuerdo con gratitud, fueron dolorosas la primera vez. Ya leíste cómo fue la primera vez que hice el amor, y sabes que definitivamente no fue especial. Mi primera tarea estaba terminada. Había completado el 33% de mi trabajo. Me faltaba un gran camino por recorrer, pero estaba comprometida a completarlo. Te conté acerca de tocarme a mí misma hasta que me conecté con mi cuerpo y pude hacerme responsable de mi placer. Pero aún tenía dos tareas por cumplir. Tenía 36 y estaba lista. Ambas iban a ser mi primera vez. Mi segunda tarea, sinceramente, era la más fácil. El doctor me había dicho que mirara y explorara mis partes íntimas. Como mujer, debido a la forma en que nuestro cuerpo está diseñado, se necesita algo de creatividad. Un día en mi casa tomé un espejo de mano y miré mi vagina. Fue una bonita sorpresa. Tenía distintos colores y me sentí bien al respecto. No tenía ninguna referencia con la cual compararme y eso era importante para mí en ese momento. Por primera vez, después de verla, me sentí cómoda, por lo menos con una parte de mi cuerpo. Mientras que escribo esto me doy cuenta que cada vez que me sentí mal con mi cuerpo fue porque me comparé con alguna otra referencia que tenía. Estas eran las mías: Barbies, Princesas de Disney y después, los Ángeles de Victoria Secret. ¿En serio? Mi cuerpo no tiene esa talla, ni forma, ni estructura ósea. Hasta ahora lo entendí. En cuanto a la vagina, no sabía cómo debía verse. Nunca había visto otra. ¡Yo amé la mía! Estaba muy contenta con los resultados de mi tarea. A partir de ese día mi gran pregunta y búsqueda eran: ¿cómo puedo amar mi cuerpo y a mí misma de la misma forma en la que ahora amo mi vagina? Este libro me enseñó una gran lección sobre mi cuerpo y espero te la enseñe a ti también. Si liberara mi mente de todos los «deber ser» de mi cuerpo, estaría feliz con lo que Dios me dio y mi único trabajo sería cuidarlo y esculpirlo hasta el punto de amarlo. Es a mí a quien debo complacer con mi cuerpo y a nadie más, no a las redes sociales, a otros seres humanos, o a la idea del cuerpo perfecto impuesta por la sociedad. Justo ahora estoy en Bali y la mayoría de las personas están en bikini o en vestido de baño. Quería ser flaca, como las modelos de las revistas. Solía ser muy dura conmigo. Pero al escribir esto y al mismo tiempo estar trabajando en la relación con mi cuerpo y la comida, empecé a observar todos los cuerpos. Miraba a los delgados, a otros que se podía ver que hacían ejercicio, algunos con cuerpos como el mío, con curvas y grasa en algunas partes. ¿Qué cuerpo quiero?, me pregunté. Toda mi vida estuve apegada a la idea del cuerpo perfecto sin saber lo que un cuerpo perfecto significaba para mí. Mi punto es que desde adolescente he querido tener un cuerpo delgado, pero siempre he tenido curvas, tetas y culo. Hoy, veinticinco años después, comprendí que yo no quiero un cuerpo delgado, quiero un cuerpo con el que me sienta bien. Me tomó años amar mi voluptuosidad. Hoy en día pienso que es sexy, en realidad, muy sexy. Así que hice una lista de cómo quiero que sea mi cuerpo y aquí está: Primero que todo, quiero que mi cuerpo sea saludable, Que sea fuerte, Que pueda moverse, Que pueda viajar. Quiero que mi cuerpo tenga energía y juntos disfrutemos la vida. Quiero que mi cuerpo se sienta libre y sexy. Nota: Quizás quieras parar aquí y hacer una lista de cómo quieres que sea tu cuerpo. Tómate el tiempo de escucharte y escribe tu propia lista. Ahora, detengámonos en la parte de ser sexy. No sé tú, pero la mayoría de complejos que tenía sobre mi cuerpo se debían a pensar que a alguien más no le gustaría. Así que hice una pequeña investigación. Me refiero a que le pregunté a varios amigos, exnovios, parejas y también a otras mujeres. Y esto fue lo que concluí. ¿Sabías que sentirse sexy es una de las cosas más sexys que puedes hacer? Ser dueña/o de tu propio cuerpo es sexy. Caminar desnuda/o frente a tu pareja con confianza es sexy. Hacer el amor sin pedir perdón por tu cuerpo es sexy. Dejar las luces encendidas y mirar a los ojos a tu pareja es sexy. Ser sexy no depende de cómo se ve tu cuerpo, depende completamente de cómo TE SIENTES con respecto a tu cuerpo. Así que redefinamos la palabra sexy como: amarnos, respetarnos y apreciarnos tanto, que seamos IRRESISTIBLES. No existe tal cosa como un cuerpo lindo o feo. Solo existe un cuerpo sagrado, divino, y al que deahora en adelante cuidaré, valoraré y amaré con locura. Espero que tú también lo hagas. Quién habría pensado que mirar mi vagina y escribir este libro me llevaría a respetar, aceptar y amar mi cuerpo, y por supuesto mi vagina… con ella fue amor a primera vista. ¡Segunda tarea terminada! Pero espera… aún me quedaba una tarea. El paso 3 de la tarea era “hacerme el amor a mí misma”. Esta sería otra primera vez. ¿Cómo y por qué era eso diferente a tener un orgasmo? Me preguntaba esto una y otra vez cada que recordaba que todavía estaba en mi lista de cosas por hacer. Era un viernes por la noche y acababa de salir del gimnasio. Había sudado y tenía el pelo sucio. (Si me conoces sabes que amo que mi pelo se vea bien y después del gimnasio era un desastre). Eran cerca de las 9 p.m. Había tenido una gran semana en el trabajo y estaba feliz de tener la noche libre para mí. ¿Quién se iba a imaginar que sería una noche tan especial? Tan pronto llegué a mi casa me metí a la ducha y por alguna razón no me lavé el pelo. No iba a salir, así que podría esperar hasta el día siguiente. Desde la ducha escuché el timbre de mi teléfono celular. Era un mensaje de texto. En lugar de esperar, sacudí el agua de una de mis manos, la saqué de la ducha, y tomé mi celular que estaba en el mesón. Lo hice con mucho cuidado para mantener mi celular seco. Era él. Sonreí al ver su nombre. Durante muchos años me había parecido atractivo y sexy. Así que el hombre sexy me estaba escribiendo. Un viernes por la noche mientras yo me bañaba. ¿Hola, qué haces? Escribió. Estoy en la ducha. Respondí en el texto. Era verdad. En realidad no pensé nada al escribir el mensaje. ¿En la ducha?… Agregó una cara sonriente. No me imaginé que yo, estando en la ducha, podría ser sexy pero creo que a él lo excitó. Siguió escribiendo mensajes, haciéndome preguntas. Salí de la ducha y me sequé. ¿Qué tienes puesto ahora? Más caritas felices. Mi pijama. Le respondí. ¿Debería haber mentido y decir que tenía puesta mi lencería sexy? Quiero verte, me escribió. ¿Cuál es tu dirección? Sin pensar, le escribí mi dirección. Voy para allá, respondió. De repente, entré en pánico. Estaba nerviosa, asustada y ansiosa. Incluso sintiéndome bien con mi cuerpo tras tener éxito con las primeras dos tareas, lo primero que pensé fue que tenía el pelo sucio y estaba peluda. ¡Muy peluda! ¿Debería volver a la ducha y afeitarme? ¿Debería lavarme el pelo? Pero en menos de dos minutos recordé que esa era yo y así sería como sucedería. Con pelo sucio y peluda. No me cambié de ropa. Lo esperé con mi cola de caballo y mi pijama de siempre. (Aún no tenía ropa interior sexy y menos una pijama sexy). Cuando llegó a mi apartamento, nuestros labios se encontraron. No dijimos ninguna palabra y tampoco fueron necesarias. Lo sentí, jugamos, e hicimos el amor toda la noche. Fue muy distinto a concentrarse en solo tener un orgasmo o en complacerlo. Él estaba allí pero yo me estaba amando y apreciando a mí misma. Disfruté estar en mi cuerpo. Le dije cómo me gustaba que me tocaran. No tenía expectativas, en cambio me entregué a ese momento y me permití a mí y a mi cuerpo ―no solo a él― llevarme a los lugares más hermosos. Fue muy diferente a cualquier otra de mis experiencias pasadas. Sentí amor. Pero no el amor de los cuentos de hadas. Sentí el amor real, aquel que dura para siempre. Mi amor propio. Mi historia de amor. Fue la mejor primera vez de mi vida. Finalmente me había hecho el amor a mí misma. En una noche, sin esperarlo, ¡había completado mi tercera tarea! ¿Puedes creerlo? Ese momento, esa noche, fue uno de los regalos más grandes que me he dado. El regalo de la aceptación, la entrega y el amor. Quisiera decirte que nos volvimos pareja, nos casamos y vivimos felices para siempre. Sí, eso deseé esa noche. Una parte de mí lo quiso, pero jamás lo dije. Me la guardé como otra historia secreta de mi corazón. Una que aún duele hasta el día que escribo esto. He permitido que este libro vaya tan profundo que me he detenido varias veces a llorar. Quizás también tú lo has hecho al recordar tus propias historias. Esa noche, muy dentro de mí, quise hacerle el amor para siempre, casarme con él, tener una niña con sus ojos y mi sonrisa, cuidarlo y amarlo, y también enfurecerme con él cada vez que se acostara con otra mujer porque sabía que eso sucedería, y mi intuición me permitiría saber cuándo lo había hecho. Incluso sabiendo que me dolería y sufriría, una parte de mí quería vivirlo. Solía hacer eso todo el tiempo. Mi sicóloga me decía que yo era codependiente. ¿Qué es eso? Oh, bueno, lee el libro de Melody Beattie porque es muy largo de escribir y la verdad no soy una experta en el tema. Pero para mí significaba una atracción por relaciones tóxicas a las que sin entenderlo bien, me sentía adicta. Pero no todo estaba perdido. También tenía en mí una parte que siempre había creído en otro tipo de amor. Un amor transparente, honesto y libre, aquel en el que nos elegimos nuevamente cada mañana, un amor construido sobre la confianza y no en el miedo. Ese tipo de amor que es tan real que necesitaría pellizcarme y preguntarle: ¿Quién eres? Y él mirándome a los ojos, me respondería: Solo soy un reflejo tuyo y tú eres mi reflejo. Bueno, quizá todo eso fue producto de mi mente controladora y mi ego con su idea de amor perfecto. Pero sabes qué, creo en un amor en donde no estás sufriendo todo el tiempo y por el contrario, estás disfrutando, soñando, creciendo y sonriendo juntos. La verdad es que esa historia de amor con él nunca pasó. Se casó con otra mujer. Lo amo. Todavía lo amo y será aquel con quien hice el amor mientras me hacía el amor a mí misma por primera vez. Mi tarea estaba terminada. Había llegado el momento de volver a ver al doctor. Estaba feliz. Entré a su consultorio con una gran sonrisa. Él supo que había hecho TODAS mis tareas. Suspendí mi medicina de la tiroides y hoy en día solo tomo algunos suplementos homeopáticos. Él tenía razón. Mi enfermedad era mi cuerpo suplicándome que sanara, que cuidara de mí misma, de mi dolor y de las historias secretas de mi corazón. 5 Esta es Una Historia que no quiero Contar (Pero mi Corazón Sí) Secretos, secretos, secretos. ¿Tienes secretos? Yo sí. Hay algunos que son divertidos y los guardas para ti, o para compartirlos con tu mejor amigo. Hay otros de los cuales te avergüenzas… quizás cosas que sucedieron antes y que de pronto hoy elegirías fueran diferentes. Si esos secretos no te lastiman, guárdalos. Pero ¿qué hacer con los secretos que te queman por dentro? Cuando tenía 8 años, tenía uno de esos. Uno que me convertía en pecadora. ¿En serio? ¿Puede una niña de 8 años ser una pecadora? Pues yo me sentía como una. Mi problema con este secreto no era ser una pecadora, era que estaba a punto de hacer mi primera comunión. Mi familia es católica y la primera comunión era importante. Significaba aceptar a Dios en mi vida. Para mi abuela era aún más importante porque era muy católica. Yo la adoraba y mi deseo era ir a misa con ella y comulgar juntas. Era mi mayor sueño a los ocho años. Pero hasta que no hiciera mi primera comunión, mi abuela y yo íbamos a misa juntas y yo la esperaba en la banca mientras ella pasaba a comulgar. Yo me quedaba soñando con el día en que pudiéramos hacerlo juntas. No sé cuál sea tu religión o si tienes una. Pero los católicos deben prepararse para hacer su primera comunión. Al cumplir los ocho había llegado elmomento. Empecé a prepararme. De repente, en medio del proceso, supe que mi sueño no se haría realidad. Tenía un secreto. Tenía un pecado. Me habían besado en la boca, dos hombres. No sabía qué hacer. Necesitaba un plan y decidí hablar con mi mamá. No con mi papá, era una conversación de mujeres. No recuerdo con exactitud lo que le dije, pero recuerdo que NO le conté todo. Una parte de mí se sentía muy avergonzada. Mi mamá no entendió muy bien y me dijo que todo estaba bien. Pero para mí no lo estaba. Era una pecadora. Hasta que un día se me ocurrió una solución. Visitaría a un sacerdote y me confesaría. Se suponía que tenían el poder de perdonar los pecados en nombre de Dios. Y así lo hice. Me confesé. —Me han besado dos hombres, —le susurré en secreto al sacerdote. Y así de fácil mis pecados fueron perdonados y pude hacer mi primera comunión en medio de una hermosa celebración junto a toda mi familia. Ese día mi abuela tenía una gran sonrisa y me dio un gran abrazo. Finalmente tenía a Dios en mi vida y había recibido el sacramento de la eucaristía. Pero mi secreto permanecía conmigo. No conté toda la verdad. A pesar de que mi familia celebraba, me sentí sola y asustada. Tenía miedo de hablar. Pensé que quizás un día mi secreto se iría, simplemente desaparecería. Que no me dolería ni avergonzaría más. Pero no fue así. En vez de eso lo olvidé y lo enterré tan profundo que se había ido para siempre. Desapareció. Hasta el 3 de agosto de 2012 a las 8:20 a.m. Cuando empecé a recordar. Pasé todas las vacaciones de mi infancia en Colombia entre familias y fincas. Amaba montar a caballo, ir al campo, estar en la naturaleza, jugar con mis mejores amigos: los perros y los caballos. Amaba aprender sobre el café, contar cabezas de ganado y cómo pescar. Era una niña muy feliz. Hasta que una noche todo cambió. Tenía cinco años. Estaba oscuro, era tarde, había pasado mi hora de ir a dormir. Él me puso sobre la cama. Se bajó los pantalones y empezó a tocar todo mi cuerpo, pero no con las manos. ¿Qué estaba haciendo? Lo miré con mi cara de asombro, intenté hablar. Él puso su dedo en la boca y dijo: «shhhh». Yo estaba muy confundida. Lo conocía de toda mi vida. Era un adulto y los adultos «hacen lo correcto». Él sonrió todo el tiempo. No sé qué cara hacía yo, pero justo ahí, en ese momento, sin saberlo, yo estaba siendo abusada sexualmente. Ese era mi gran secreto. Desde aquel día hasta los 13 años tengo muy pocos recuerdos. Recuerdo el día del nacimiento de mi hermano, el de mi primera comunión y recuerdo el día en el que me llegó mi primer periodo. Este último fue un día muy importante. Estaba en la finca, fui al baño y el papel higiénico tenía sangre. Llamé a mi abuela que vino al baño y me ayudó a poner una toalla higiénica en mi ropa interior. Pero lo que realmente recuerdo, es que ese mismo día me prometí que nunca más volvería a esa finca. Habían pasado ocho años desde que él empezó a tocarme y nunca dejó de hacerlo. Jamás le conté a nadie, pero sabía que era el momento de ponerle fin. Regresé de la finca a mi casa y le dije a mis padres que jamás volvería a ese lugar. No me preguntaron por qué. Me había convertido en una adolescente fuerte y determinada. Y aunque la finca era el escenario de tantos recuerdos lindos de mi infancia, decidí nunca más volver. ¿Cómo sabía que después de que te llega el periodo podría quedar embarazada? No lo sabía. En aquel tiempo no existían las clases de educación sexual y todo cuanto sabía lo había escuchado de mis primos mayores cuando hablaban sin saber que yo estaba ahí. A mis 13 años, detuve mi abuso sexual desde un lugar que solo puedo llamar DIOS o AMOR. Me tomó muchos años más sanar el impacto que ese abuso tuvo en mí. Lo seguía viviendo en mis relaciones abusivas. Esa era la única forma de amor que conocía. Culpé a los hombres y jugué el papel de víctima durante muchos años. Decía cosas como: «todos los hombres son iguales». Estaba equivocada. No todos los hombres son iguales. Había olvidado mi poder de sanar y tomar decisiones diferentes. Había olvidado que tenía el poder de redefinir lo que el amor significaba para mí. Y si tú estás leyendo esto y justo acabas de recordar ese poder, ve y úsalo. No somos las cosas que nos pasan. Somos lo que elegimos SER. Mi viaje de sanación ha sido hermoso, otras veces doloroso, muy doloroso, pero siempre liberador. Recordé cuando estaba lista para recordar. Cada paso ha sido guiado de una forma increíble. Puede que estés pensando que en tu caso no ha sido así. No es cierto. Recuerda que el amor sana y siempre ha estado presente. Solo tienes que verlo y buscar toda la belleza colateral. Confía que cualquier dolor, secreto, o abuso que hayas enterrado, saldrá a la luz cuando estés listo para trabajar con él; pero sobre todo, cuando estés listo a atravesarlo. Porque la única forma de liberarte es atravesándolo. Me tomó 22 años recordarlo, o debería decir, estar lista. Y me tomó hasta este libro para hablarlo públicamente. ¡Qué gran manera de hacerlo! Empecé a escribir este libro en Bali, y un año después lo estoy terminando también en Bali. Mientras escribo este capítulo estoy mirando el océano, es de noche, y el viento sopla con delicadeza sobre cada parte de mí, como si supiera que necesito sacar este secreto y esta historia fuera de mi corazón. Y como si no fuera suficiente, estoy viendo la luna llena sobre un fascinante y profundo cielo azul oscuro. Es la confirmación de un ciclo que cierro justo ahora, en este preciso momento. Aquí estoy. No soy lo que me ha sucedido. Soy AMOR. Hoy, mientras lees esto, conté una historia que mantuve enterrada por más de 35 años, que mi corazón quería contar pero yo tenía miedo de hacerlo. Rezo a Dios y a esta tierra para que mi abuso, el de mi familia y el abuso a las mujeres y hombres que leen este libro, termine aquí. Permite Señor que esto sea cierto hoy y para todas las generaciones por venir. Decidí contar esta historia para que mi historia sane la tuya. De pronto no has sido abusado, pero si has experimentado cualquier dolor profundo también puedes atravesarlo. Nunca buscaré venganza o castigo porque hoy entiendo que mi alma eligió vivir esto, y desde esa perspectiva, fue para mí y para él, uno de los actos de amor más profundos de esta experiencia humana. Aun cuando el abuso pasó, lo que había olvidado era que el AMOR estaba allí presente; ese amor divino, ese amor que sana. He perdonado el acto, a él, y a mí misma. Estoy en paz y agradecida con mi abuso porque me hizo la mujer que soy hoy. Se necesita valor para sanar y atravesar el dolor. Sí. Pero entiende esto, cuando tú sanas, sana tu familia y sana el colectivo. Hoy le digo a su alma, gracias. Te amo. Y sé que puede parecer una locura y no tener sentido si aún no has atravesado y sanado tu dolor. No estoy diciendo que lo sucedido estuvo bien. Nunca lo estará. Nací en 1977 por primera vez. Nací por segunda vez, cuando sané. Esto no es acerca de segundas oportunidades. Es acerca de renacer a una vida increíble. Todo esto se trata del poder del AMOR para hacer ALQUIMIA a tu dolor de tal forma que puedas vivir otra vez. Ese es mi deseo para ti. La vida es hermosa, de eso estoy segura. Y el AMOR SIEMPRE está presente. Nunca lo olvides. Y con el amor de tu lado, es tiempo de sanar, es tiempo de resurgir. Es tiempo de que te des el permiso de atravesar y trascender tus dolores más profundos. Somos AMOR, soloeso, AMOR, y el AMOR SANA. Permite que el AMOR te sane: tu pasado, tu historia y tu vida. Justo ahora permite que el AMOR entre. Permite que el amor sane y llene tus vacíos, tu soledad, tu tristeza. Permite que el amor sane tus secretos, tu vergüenza, tus dudas. Y a partir de este momento… Estás completo Eres hermoso Eres importante Eres suficiente Eres amado Eres AMOR Y yo TE AMO 6 Alquimista Del Amor Por muchos años quise conocer al escritor y conferencista Robin Sharma. Era un sueño extraño porque no había leído ninguno de sus libros. Investigué sobre sus eventos pero eran demasiado caros para mí; ¿casi $9,000 dólares por cinco días? Imposible. Pero como siempre digo: si tu corazón lo soñó es porque ya te pertenece. Así que el 6 de diciembre de 2017 estaba tomando un avión hacia Toronto, Canadá, para asistir al Titan Summit, un evento en vivo de Robin Sharma. Al llegar a la recepción del hotel me entregaron un brochure hermoso, colorido, y muy bien impreso. Era impresionante. El documento presentaba a todos los oradores principales pero solo dos de ellos llamaron mi atención: Robin Sharma y Marianne Williamson. Definitivamente iría a verlos, pero sería otra persona durante el evento quien me daría la mayor lección sobre el amor y el dolor. Su nombre era Nick Yarris. Nunca había escuchado de él, antes de ver su foto y su historia en el folleto. Su vida había sido difícil y su historia dolorosa de leer. Después de haber sido abusado sexualmente de niño, y de haberse vuelto alcohólico y drogadicto, fue sentenciado a cadena perpetua por un asesinato que no cometió. Veintidós años más tarde fue liberado en el 2004. Pensé que debería estar lleno de rabia. Decidí escucharlo hablar. Tenía mucha curiosidad de saber cómo un hombre abordaría semejante dolor e injusticia. Pero después sucedió otra desilusión para él: las autoridades de Toronto le negaron la entrada a Canadá por su «pasado criminal». Nick no pudo llegar al evento. ¿En serio? Ya lo habían declarado inocente. Ahora tenía más curiosidad sobre él y estaba triste por no tener la oportunidad de conocerlo ni escucharlo hablar. Durante tres días disfruté de los momentos más increíbles en el Summit. Cada orador era inspirador y me enamoré de la sabiduría y la humanidad de Robin Sharma. Estuve en primera fila en todas las presentaciones; siempre lo hago en los eventos en vivo. Era un salón con un par de cientos de personas y decidí estar al frente. El último día del evento, el domingo 10 de Diciembre, los organizadores del evento dijeron que Nick haría su charla desde su casa. Para este momento mi curiosidad había disminuido un poco pero de repente, ahí estaba en la pantalla grande frente a mí. Nick era alto, calvo y delgado. Se podía ver en su cara y en su lenguaje corporal que había pasado por muchas cosas, pero todo esto cambió cuando empezó a hablar. Oh Dios, qué corazón y qué gran hombre. Contó su historia de pie, en medio de la sala de su casa. Al principio estaba un poco nervioso, pero muy pronto su amor se hizo visible. Su cara y cuerpo se hicieron suaves. Compartió sus años de enojo, confusión y dolor. Lloré solo de sentir su amor, ternura y amabilidad. Habló durante más de una hora y nunca pude dejar de mirarlo. Y entonces fui testigo de lo que hay al otro lado del dolor. Era AMOR. Al final dijo estas últimas palabras: «¿Por qué le tenemos tanto miedo al dolor si nos hace tan hermosos?» ¿Qué? ¿El dolor nos hace hermosos? Mi mente no podía entenderlo, pero mi corazón empezó a llorar. Quería abrazarlo, pero no podía abrazar la pantalla. Durante días estuve repitiendo esa frase y todo empezó a cambiar. ¿Por qué le tenía tanto miedo al dolor si me hacía tan hermosa? Decidí ir más profundo, a buscar todo el dolor que había enterrado en el fondo de mi corazón. Estaba tan profundo que ya ni siquiera lo sentía. Entonces, ¿si lo enterramos tan profundo que ya no lo sentimos, por qué elegiríamos ir allá? En mi corazón había construido una muralla en contra del dolor. Podía sentir el de otros, como Nick, pero no estaba dispuesta a sentir el mío. Entonces, ¿cómo se manifiesta este dolor no expresado? Llorarás por ninguna razón o sentirás rabia sin motivo alguno. De un momento para otro te sientes incompleto o irritado, pero no entiendes por qué, a pesar que todo en tu vida parece estar bien. Puedes tener una vida perfecta o imperfecta pero te sientes infeliz, y entonces te preguntas: ¿Por qué? ¿Por qué si tengo esto y lo otro, aún me siento así? Bueno, de pronto es porque hay algún dolor que necesita salir para hacerte más hermoso. No soy terapeuta, pero he experimentado esto conmigo misma y lo he visto miles de veces en las personas con quienes hablo y trabajo. Me encanta pensar que si aún hay dolor, también hay una historia sin contar en tu corazón. Y, querida alma, no tienes que contarla en voz alta, pero sí debes dejarla salir. AMOR Y DOLOR Descubrí que mientras tuviera miedo de enfrentarme a mis dolores más profundos, también tendría miedo a amar. Qué extraño, especialmente si el amor era lo que más quería. Quería amarme a mí misma. Quería amar a una pareja. Quería SENTIR amor y ser amada. Pero descubrí que cada muralla que había construido para ocultar el dolor, también estaba alejando el amor. Lo hermoso del dolor es que una vez lo has atravesado, se transforma en amor de una forma que no puedo expresar. Tienes que experimentarlo tú mismo. Las personas me preguntan, pero Tatiana, ¿cómo? Te hablaré de eso en el próximo capítulo, aunque antes lee esto: El amor y el dolor están relacionados y es hermoso experimentar amor en todas sus formas. Pero para empezar debes atravesar tus dolores más profundos. Hazlo, sé valiente y amable contigo mismo en el proceso. Como decía Nick Yarris, «tu dolor te hace hermoso». Date el regalo y el permiso de ser hermoso. Puede que seas como yo y te hayas preguntado esto muchas veces: «¿Alguna vez se termina? El dolor a veces es demasiado grande. ¿Alguna vez dejas de sentir dolor?» Tengo 42 años mientras escribo este libro y todavía siento dolor. Un día escuché que no existe una vida sin dolor, así que mi búsqueda hoy en día es experimentar el dolor de la forma más hermosa y fluida posible. Agradecer cada vez que se cruce en mi camino. Creo que ese es el verdadero ejercicio con el dolor. Crecer con el dolor. Sentir el dolor profundamente. Amar el dolor. Agradecer la presencia del dolor. Entender que el dolor está allí por una razón. Y en el momento en que esté lista, dejar ir al dolor y reclamar el amor. Porque al atravesar el dolor e ir más allá de él, vendrá el amor y ocupará su lugar. Pero espera. ¿Por qué le tenemos tanto miedo al dolor si nos hace tan hermosos? Continúa este viaje, termina este libro, y deja que su gracia, magia y amor, revelen los dolores más profundos de tu corazón, porque el amor es el mejor alquimista del dolor. El amor sana. Pero primero, debes atravesar el dolor. Mi mente tiene formas muy extrañas de bloquear aquello con lo que no puede lidiar. Quizás la tuya haga lo mismo. Así que esto fue lo que yo hice, empecé diciéndome a mí misma que estaba lista para recordar, lista para sanar, lista para atravesar mis dolores más profundos. Después dejé de luchar en contra de mi dolor y le permití salir. Lloré mucho, escribí mucho, volví y lloré, lloré muchas veces, pasé mucho tiempo con mi dolor, me senté con él, lo sentí, y buenas noticias… ¡NO MORÍ! ¿Fue fácil? NO ¿Que si lo haría de nuevo? SÍ ¿Existe una forma correcta o incorrecta de hacerlo? NO Este eres tú, tu parte más primitiva sintiendo el dolor, y almismo tiempo, tu parte más sagrada y divina. Ambas coexisten. Permite que lo primitivo y lo divino bailen, y luego, permítele a esta danza de amor ser la alquimista de tu dolor. Para ti puede ser escribir, meditar, ir a terapia, hacer rituales, perdonar a otros y perdonarte a ti mismo, revelar verdades ocultas. Es tu tarea descubrirlo. Para mí, fueron todas y cada una de estas cosas en algún momento, una y otra vez. No encontré un manual para MI TIPO DE DOLOR. Y seguramente tampoco lo encontrarás para el tuyo. Yo era la única que sabía cuán profundo era y que tan doloroso se sentía. Somos guerreros del amor, sabemos cómo hacerlo. No busques en el exterior lo que solo puede ser encontrado en el interior. ¡Tú puedes hacerlo! Yo creo en ti. ¿Pero por qué ir y sentir ese dolor nuevamente, si duele tanto? Déjame contarte qué pasa cuando tienes la valentía de sanar. La vida será más liviana porque el dolor es muy pesado. Se siente extremadamente pesado. Tu corazón se abrirá y nunca parará de abrirse. No hay un límite de qué tan amplio y lejos puede ir tu corazón. ¡Déjalo ir! Experimentarás belleza en todo a tu alrededor. No porque todo sea perfecto, sino porque podrás ver la belleza en cada situación. Eso en realidad es la belleza. Verla en cada cosa. Cuando alquimizas el dolor en amor, descubrirás un poder que va más allá de tu imaginación. Es el poder de sentir, de manifestar, de transformar, de expresar, y el poder de liberarte una y otra vez de todo lo que no es amor. Pero sobre todo, es el poder de amar, de amarte a ti mismo, de amar a otros, y el poder supremo de recordar que eres AMOR y que en cada uno de esos momentos de dolor, el amor estuvo SIEMPRE PRESENTE. AMOR Y PERDÓN Uno de los mejores lugares para encontrarte con tu dolor es en el perdón. Empieza cuando vas a lo más profundo de tu corazón y tu dolor se encuentra con el perdón. Perdonar no es algo que hacemos por los demás, es algo que hacemos por nosotros mismos. Es un acto radical de amor propio. No tenemos que olvidar, pero cuando nos encontramos con nuestro dolor, es nuestro deber perdonar. Te perdono. Te perdono por decirme cosas hirientes, por llamarme fea, por todas las veces que lastimaste mi cuerpo y mi corazón. Te perdono por abandonarme cuando más te necesitaba, por no amarme y por decirme que no era suficiente. Te perdono por todo el dolor, la rabia y la frustración. HOY, me perdono a mí misma. Esta fue mi carta para perdonarme a mí misma. ¿Qué diría la tuya? Querido/a , Te perdono. Te perdono por Te perdono por Te perdono por (Utiliza todo el espacio que necesites) 7 El Amor Sana ¿Qué sigue después de que hayas empezado a ser un alquimista del amor? ¿Cómo sana el amor? Ser una niña para mí fue una experiencia divertida y llena de aventuras. Crecí en Manizales, Colombia, una ciudad hermosa llena de calles empinadas como las que se ven en las fotos de San Francisco. Manizales era el lugar perfecto para montar bicicleta y patines a altas velocidades, y por supuesto, para caerse muchas veces. Y me caí. Me caía por lo menos una vez a la semana. Pero sinceramente, me caía mucho menos que mi hermano. Él era demasiado arriesgado. Yo no. También era mucho más fuerte que yo y casi no lloraba. Yo lloraba siempre. Mi mamá siempre estaba preocupada por las cicatrices que nos quedarían en las rodillas y en las piernas, o donde fuese que nos golpeáramos cuando nos caíamos. Algunas veces era grave (por lo menos para mí) y llegaba a mi casa llorando, con la sangre corriendo por mi pierna con una herida abierta. Pero sin importar que tan grande o pequeña fuera la herida, recuerdo lo que sucedía cada vez que yo llegaba a mi casa. Siempre era lo mismo. Mi mamá se inclinaba para limpiar la herida con alcohol, Isodine, o agua carbonatada. Y si era grave y la herida estaba sucia, la limpiaba aún más profundo. La herida necesitaba estar limpia y lista para el remedio que la sanaría. En aquel momento era cuando sabías realmente qué tan grave era. Cuando estaba abierta y limpia. Tras limpiar la herida y después de muchos gritos de mi parte, mi mamá ponía algo para que sanara. Y entonces llegaba mi parte favorita. Me besaba y me decía: «todo va a estar bien». Descubrí que la mejor forma de permitir que el AMOR sane, proviene de esa experiencia que tuvimos de niños cuando nos caímos y nos lastimamos. Son 3 pasos sencillos. PASO 1: Conciencia y aceptación. PASO 2: Soltar. PASO 3: Permitir que el AMOR entre. PASO 1 CONCIENCIA Y ACEPTACIÓN Reconoce tu dolor, tu rabia, tu frustración. Admite que te duele y no ocultes el dolor. Al aceptar que tienes rabia, o que odias algo o te sientes avergonzado de una parte de tu vida, abres una puerta a la sanación. Dejas de pretender que todo está bien porque sabes que no lo está. Eres consciente que esa herida no ha sanado y acepta que está allí. Y si has bloqueado un suceso o una emoción como me sucedió a mí, debes saber que lo recordarás cuando estés listo para sanar. Nunca vivimos una situación, un dolor o una lección que no podamos afrontar. Tu alma sabrá cuando empezar el proceso. A mí me tomó casi treinta años recordar. Cuando lo sabes y lo recuerdas, tienes que admitir y aceptar que sí sucedió. Este primer paso solo lo puedes dar tú. De pronto será un libro, un amigo o una terapia que de una forma inesperada te ayude a recordar. No podemos sanar aquello que no hemos reconocido y aceptado. Este es el lugar en donde si tu corazón estaba cerrado, empezará a abrirse. Es posible que duela. Sé valiente. Puede que derrames algunas o muchas lágrimas, lo sé. Pero también sé que el AMOR está esperando por ti. Nunca te abandonó. El AMOR siempre estuvo presente. PASO 2 SOLTAR Es el momento de soltar, dejar ir, de limpiar la herida, es la preparación para que el AMOR entre y tome su lugar. La única razón por la que todavía te duele o aún lloras es porque sigues aferrado a lo que sucedió. Es tiempo de soltar, dejarlo ir y doblegarte. Y al hacerlo, no significa que estés aceptando que el suceso estuvo bien. Nunca lo estará. Pero no es tu labor juzgarlo o calificarlo. Es tu labor liberarte de él y dejarlo ir. Y al igual que el primer paso, solo tú puedes darlo. Puedes soltar y liberarte escribiendo, haciendo rituales, llorando, gritando en la cima de una montaña, o cualquier forma que se sienta bien para ti. Yo hice todo lo anterior. Liberé y dejé ir mi ira, mi odio, mi tristeza, mi frustración, mi dolor, mi abuso. Comprendí que aferrarme a eso me hundía cada vez más en una profunda oscuridad, en un momento eterno de infelicidad donde la vida y las relaciones no funcionaban, y el dinero y mis sueños no llegaban. Y nadie, excepto yo, podía sacarme de ese lugar. Nadie excepto tú puede sacarte de ese lugar. A menudo pedimos ayuda, pero en este paso, nosotros mismos somos los únicos que podemos ayudar. Nos contendrá nuestra espiritualidad, el AMOR, amigos o pareja. Pero solo depende de ti, depende de mí, depende de nosotros. ¡Déjalo ir! Eres un alquimista por naturaleza. Tú sabes cómo hacerlo. Puedes experimentar esta transformación en un instante. Lo que dejes ir liberará el espacio, creará el portal y la apertura. Estarás listo y abierto para recibir. A menudo pedimos buenas relaciones o el amor de nuestras vidas, pero no hemos dejado ir aquella persona que más nos lastimó. A menudo pedimos dinero, pero no hemos transformado nuestra relación con él. A menudo pedimos salud, pero nos aferramos a nuestra enfermedad.DEJA IR el miedo, el dolor, la rabia, la escasez, la vergüenza, la culpa, las experiencias dolorosas del pasado, las cosas que salieron mal. Suelta el apego a esa relación que tú sabes que no está funcionando. Suelta el apego a ese trabajo que no te hace feliz. Suelta el apego al dolor por más insignificante que parezca. Te preguntarás, ¿Cuánto tiempo toma? Y yo te pregunto ¿Hace cuánto está allí? ¿Qué tan profundo es? Verás, una vieja herida es como una herida que se infecta. Tardará un poco más en sanar. Pero sanará. Una herida reciente tomará menos tiempo. Pero también dependerá de su profundidad. Experimentamos nuestra vida y los ejercicios que vivimos en ella en capas o niveles. El dolor tiene capas, el miedo tiene capas, el perdón tiene capas. Sé paciente. Ve capa a capa con cada una de tus heridas. Al principio no sabrás si está funcionando. Sigue adelante, no te detengas. Está funcionando. Todavía trabajo en mis heridas, tanto en las antiguas como en las recientes. Siempre hay otro nivel de perdón y liberación, y con él, otro nivel de plenitud, abundancia, relaciones, amor propio y felicidad. No soy mis heridas. Soy el AMOR que las sana. Y si nadie te ha dicho «Lo siento» por lo que sucedió, lee esto con el corazón, conmigo mirándote a los ojos, sosteniendo tu mano, y hablando en el nombre del AMOR: Siento mucho lo que te sucedió. De verdad lo siento. Léelo una vez más. Siento mucho lo que te sucedió. De verdad lo siento. (Detén la lectura un momento. Siente eso que acabas de leer, déjalo entrar en tu corazón. Camina un poco, respira o cierra los ojos. Todo estará bien). PASO 3 PERMITIR QUE EL AMOR ENTRE Después de tu valentía y trabajo, viene la recompensa, la recompensa más hermosa de todas. En este paso DESCANSAS. CONFÍAS. En este paso permites que el AMOR entre. El AMOR tomará el lugar de tus miedos, tu rabia, tus duelos, tu frustración, el abuso y todo lo que hayas sufrido. Así es como lo haces: dices las siguientes palabras y llamas al AMOR: Permito que el AMOR entre y tome el lugar de mis miedos. Permito que el AMOR entre y tome el lugar de mi relación con el dinero. Permito que el AMOR entre y tome el lugar de mi salud. Permito que el AMOR entre y tome el lugar de __________________. (Completa la frase) Entonces empezarás a vivir una vida por intención y creación, y no basada en tu pasado. Es una práctica diaria. Aquí estoy yo, escribiendo este libro, porque nada tenía sentido para mí y fue así durante mucho tiempo. Hasta que conocí el AMOR. Estoy en mis cuarenta, y sí, el AMOR sana, el AMOR crea, y el AMOR puede transformarlo todo en un instante. Elijo el AMOR, y amarme a mí misma una y otra vez. Todo es acerca de estos tres pasos y el viaje de toda una vida. No vinimos a detenernos en el dolor y guardarlo. Vinimos para crecer, aprender y seguir adelante. Solo debemos recordar hacerlo con amor. Quizás te estarás preguntando, ¿Quién eres tú para escribir este libro? Yo soy Tatiana, la mensajera de una misión que me fue encomendada en el 2006. Así que déjame contarte esa historia. Una mañana tuve una experiencia mística. Y solo hasta este momento, escribiendo este libro, mirando una playa hermosa en el este de Bali, estoy llamando esta experiencia «mística» por primera vez. Estaba en mi apartamento. Lo había acabado de rentar. Dos años antes me había ido a vivir con un hombre maravilloso con la idea de que fuera para siempre. Nunca pensé que esa relación no funcionaría. Pero no funcionó y allí estaba yo en el 2006 sola de nuevo. Ese apartamento era especial. Era el lugar en donde estaba reconstruyendo mi vida. Decoré cada rincón y escogí cuidadosamente el lugar de cada cosa. Mientras lo hacía, sentía que estaba volviendo a armar cada pieza de mí. Era un hermoso loft recién construido. En ese momento sentía más amor por el apartamento que el que sentía por mí misma. Esa mañana llegó uno de mis amigos y me dijo que íbamos a meditar. Definitivamente, NO me gustaba meditar. Me sentía muy ocupada para hacer eso. Me parecía muy difícil hacerlo e imposible de incluir en mi horario. Pero sobre todo, no sabía si eso era algo de Dios. Recuerda que vengo de una familia católica y muy creyente. ¿Qué pensaría mi abuela al respecto? Pero por alguna extraña razón dije que sí. Y de la nada respondí: “hagámoslo YA MISMO”. Otro amigo había llegado, así que éramos tres. Tomamos todos los cojines de mi sofá beige en forma de L, y los pusimos en el suelo para poder acostarnos. Parecía el escenario perfecto. Tan pronto todo estuvo listo uno de mis amigos empezó a guiar la meditación. Al principio mi mente estaba llena de pensamientos, cosas por hacer, y mi agenda del día. El guía de la meditación nos recordaba: «si tienen un pensamiento déjenlo pasar, déjenlo ir». Y así lo hice. De repente ya no podía escuchar su voz. Me encontraba en medio de un enorme desierto. Era la clase de desierto que tiene grietas en el suelo y sin arena. Era un desierto tan grande y plano que no alcanzaba a ver dónde terminaba. ¿Dónde estaba? Y entonces lo vi a ÉL. Estaba muy lejos. Solo podía ver su pelo largo. Yo no lo conocía, pero mi corazón sí. Sentí el impulso de caminar hacia ÉL y a medida que me acercaba, en un momento sin tiempo y espacio, ÉL me llevaba en sus brazos como a una niña. Lo miré y solo me dijo tres palabras. «Ayúdales a Recordar». Era Jesús. Después de eso escuché la voz de mi amigo: «Tati, Tati, estamos aquí». Abrí los ojos y vi a mis dos amigos. Me sostenían las manos. No hablamos mucho. Creo que ninguno de nosotros entendió qué había pasado. No me había ido por mucho tiempo, pero claramente más que ellos. Pero, un momento. ¿En serio Jesús me acababa de hablar? Era católica. Creía en Dios, la Virgen María, todos los santos, el Niño Jesús de Praga. Pero no era usual para mí hablar con Jesús. Y ahora que lo pienso, ¿por qué no le hice todas mis preguntas profundas acerca de la vida? Como una niña que había guardado muchas historias en su corazón, ¡tenía muchas preguntas! Después de la meditación seguí con mi vida como si nada hubiera pasado. Algunas noches me preguntaba qué habría querido decir. No entendía. Me dormía sin respuestas. Y más de una década después, aquí estoy en un lugar muy sagrado de Bali, entendiendo que este libro y en este momento de mi vida es cuando haré lo que ÉL me dijo. Ayudarnos a Recordar. Es tiempo de recordar el AMOR. Es tiempo de recordar que el AMOR sana, crea y transforma en un instante. Es muy simple y a la vez muy poderoso. Todos sabemos cómo hacerlo. Todos fuimos niños que permitimos una vez sanar nuestras heridas en un instante. Sabíamos que todo estaría bien. La mayoría de nosotros hablamos, pensamos y experimentamos el amor. Pero para permitir que el AMOR te sane, debes experimentar el significado completo del AMOR. El AMOR es mucho más que su significado en el diccionario. El AMOR es esa fuerza invisible súper poderosa en la que todos nacemos y morimos. El AMOR es el principio y el fin. Todo empieza y termina en él. El AMOR está siempre presente. El AMOR es infinito. Nunca hay mucho o poco. Simplemente es. El AMOR está en todas partes. En las cosas que ves y en las que no puedes ver. El AMOR lo es todo. Esta es tu verdadera misión. Empieza la conexión con lo más profundo de ti, la divinidad, la maestría. Desconéctate para que puedas conectarte. Mantén tu corazón abierto. Siente, mantente presente, aprecia todo. Llegó el momento de hacer