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tema sobre la fe_ - bryan garcia godinez

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La fe, respuesta a la Palabra de Dios 
San Pablo escribe en su carta a los Romanos: «La fe nace del mensaje que se escucha, y la escucha 
viene a través de la palabra de Cristo» (Rom 10,17). Resalta dos elementos importantes aquí. Por 
una parte, explica que la fe procede de la escucha de la Palabra de Dios, siempre «con la fuerza del 
Espíritu de Dios» (Rom 15,19). Por otra, aclara el medio por el que la Palabra de Dios llega a los 
oídos humanos: fundamentalmente por medio de aquellos que han sido enviados a proclamar la 
Palabra y a despertar la fe (cf. Rom 10,14s). De ello se deduce que la Palabra de Dios en todos los 
tiempos puede ser proclamada auténticamente solo sobre la base de los apóstoles (cf. Ef 2,20-22) 
y de la sucesión apostólica (cf. 1 Tim 4,6). 
11. Puesto que Jesucristo, la Palabra hecha carne, «es a un tiempo mediador y plenitud de toda la 
revelación»[13], la respuesta que la Palabra busca, es decir, la fe, es asimismo personal. Por medio 
de la fe, los seres humanos se confían totalmente a Dios, en un acto que supone la «sumisión 
total» del intelecto y la voluntad al Dios que se revela[14]. «La obediencia de la fe» (Rom 1,5) es, 
por tanto, algo personal. Por la fe los hombres abren su corazón para recibir el amor de Dios que 
se derrama sobre ellos por medio del don del Espíritu Santo (cf. Rom 5,5); y abundan en 
«esperanza por la fuerza del Espíritu Santo» (Rom 15,13), una esperanza que «no defrauda» 
(Rom 5,5). De este modo, una fe viva puede entenderse como comprensiva tanto de la esperanza 
como del amor. Pablo subraya además, que la fe evocada por la Palabra de Dios reside en el 
corazón y origina una confesión verbal: «si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con 
tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para 
alcanzar la justicia, y con los labios se profesa para alcanzar la salvación» (Rom 10,9s). 
12. La fe, entonces, es experiencia de Dios que implica conocimiento de él, puesto que la 
revelación abre las puertas a la verdad de Dios que nos salva (cf. 2 Tim 2,13) y nos hace libres 
(cf. Jn 8,32). Pablo escribe a los Gálatas que, como creyentes, «habéis conocido a Dios, o, mejor 
dicho, Dios os ha conocido» (Gál 4,9; cf. 1 Jn 4,16). Sin fe, sería imposible profundizar en esta 
verdad, porque es revelada por Dios. La verdad revelada por Dios y aceptada en fe, además, no es 
algo irracional. Al contrario, da lugar al «culto espiritual (logiké latreía)» que según dice Pablo 
conlleva una renovación de la mente (Rom 12,1s). Que Dios existe y es uno, el creador y Señor de 
la historia, puede conocerse con la ayuda de la razón a partir de las obras de la creación, según 
una larga tradición que se encuentra tanto en el Antiguo (cf. Sab 13,1-9) como en el Nuevo 
Testamento (cf. Rom 1,18-23)[15]. Sin embargo, que Dios se ha revelado a sí mismo a través de la 
encarnación, vida, muerte y resurrección de su Hijo para la salvación del mundo (cf. Jn 3,16), y que 
Dios en su vida interior es Padre, Hijo y Espíritu Santo, solo puede conocerse por medio de la fe. 
13. La «fe» es tanto el acto de creer o confiar como también aquello que se cree o se 
confiesa, fides qua y fides quae, respectivamente. Ambos aspectos trabajan juntos de manera 
inseparable, puesto que la confianza es adhesión a un mensaje con un contenido inteligible, y la 
confesión no puede reducirse a meras palabras vacías, debe surgir del corazón. La fe es al mismo 
tiempo una realidad profundamente personal y eclesial. Al profesar su fe, los cristianos dicen 
tanto «yo creo» como «nosotros creemos». La fe se profesa dentro de la koinonia del Espíritu 
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Santo (cf. 2 Cor 13,13), que une a todos los creyentes con Dios y entre ellos mismos (cf. 1 Jn 1,1-3), 
y que adquiere su última expresión en la Eucaristía (cf. 1 Cor 10,16s). Las profesiones de fe han 
evolucionado dentro de la comunidad de los fieles desde los primeros tiempos. Todos los 
cristianos están llamados a dar testimonio personal de su fe, pero los credos permiten a la Iglesia 
como tal profesar su fe. Esta profesión corresponde a la enseñanza de los apóstoles, la buena 
nueva, sobre la que la Iglesia se sostiene y por medio de la cual se salva (cf. 1 Cor 15,1-11). 
14. «Lo mismo que hubo en el pueblo falsos profetas, también habrá entre vosotros falsos 
maestros que propondrán herejías de perdición» (2 Pe 2,1)[16]. El Nuevo Testamento muestra 
sobradamente que, desde los comienzos de la Iglesia, ciertas personas han propuesto una 
interpretación «herética» de la fe mantenida en común, una interpretación opuesta a la Tradición 
apostólica. En la primera Carta de Juan, la separación de la comunión del amor es un indicador de 
las falsas enseñanzas (1 Jn 2,18s). La herejía, por lo tanto, no solo distorsiona el Evangelio, sino 
que también daña la comunión eclesial. La herejía es «la negación pertinaz, después de recibido el 
bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la 
misma»[17]. Aquellos que son culpables de dicha obstinación en contra de la enseñanza de la 
Iglesia sustituyen la obediencia a la palabra de Dios, la fides qua (el motivo formal de la fe), por su 
propio juicio. La herejía sirve como un recordatorio de que la comunión de la Iglesia puede solo 
asegurarse sobre la base de la fe católica en su integridad, e induce a la Iglesia a una búsqueda aún 
más profunda de la verdad en la comunión. 
15. Es criterio de teología católica tomar la fe de la Iglesia como su fuente, contexto y norma. La 
teología mantiene la fides qua y la fides quae juntas. Expone la enseñanza de los apóstoles, la 
buena nueva sobre Jesucristo «según las Escrituras» (1 Cor 15,3s), como norma y estímulo de la fe 
de la Iglesia. 
3. La teología, comprensión de la fe 
16. El acto de fe, en respuesta a la Palabra de Dios, abre la inteligencia del creyente hacia nuevos 
horizontes. San Pablo escribe: «Pues el Dios que dijo: Brille la luz del seno de las tinieblas ha 
brillado en nuestros corazones, para que resplandezca el conocimiento de la gloria de Dios 
reflejada en el rostro de Cristo» (2 Cor 4,6). A esta luz, la fe contempla el mundo entero de una 
nueva manera; lo ve más verdadero porque, fortalecido por el Espíritu Santo, participa de la 
perspectiva propia de Dios. Por ello San Agustín invita a todo el que busca la verdad, a «creer para 
comprender (crede ut intelligas)»[18]. Nosotros hemos recibido «el Espíritu que viene de Dios», 
dice san Pablo, «para que conozcamos los dones que de Dios recibimos» (1 Cor 2,12). Además, en 
virtud de este don, somos atraídos hacia un conocimiento incluso del mismo Dios, porque «el 
Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios» (1 Cor 2,10). Al enseñar que «tenemos la 
mente de Cristo» (1 Cor 2,16), san Pablo quiere decir que por medio de la gracia de Dios, en cierta 
manera participamos incluso del propio conocimiento que Cristo tiene de su Padre y por ello, en el 
propio autoconocimiento de Dios. 
17. Encontrándose en posesión de «la riqueza insondable de Cristo» (Ef 3,8) en virtud de la fe, los 
creyentes buscan conocer cada vez más plenamente aquello en lo que creen, meditándolo en su 
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corazón. Llevados por el Espírituy utilizando todos los recursos de su intelecto, se esfuerzan en 
asimilar el contenido inteligible de la Palabra de Dios de forma que esta puede convertirse en luz y 
alimento para su fe. Piden a Dios poder estar llenos «de un conocimiento perfecto de su voluntad 
con toda sabiduría e inteligencia espiritual» (Col 1,9). Este es el camino de la comprensión de la 
fe (intellectus fidei). Como explica San Agustín, dicho camino deriva del mismo dinamismo de la fe: 
«el que a través de la razón verdadera comprende ahora lo que tan solo creía, es seguro que será 
antepuesto al que todavía desea comprender lo que cree; pero el que ni siquiera desea 
comprender y opina que basta con creer las cosas que se pueden comprender, no sabe aún para 
qué sirve la fe»[19] . Este trabajo de comprensión de la fe contribuye a alimentar la fe y permite 
que esta crezca[20]. Por ello, «la fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu 
humano se eleva hacia la contemplación de la verdad»[21]. El sentido del intellectus fidei es el 
camino que va desde el acto de creer, que es su fuente y principio permanente, a la visión de la 
gloria (la visión beatífica; cf. 1 Jn 3,2), de la que el intellectus fidei es un anticipo. 
18. El intellectus fidei adopta distintas formas en la vida de la Iglesia y en la comunidad de 
creyentes según los diferentes dones del fiel (lectio divina, meditación, predicación, la teología 
como una ciencia, etc.). En sentido estricto, se hace teología cuando el creyente se compromete a 
presentar el contenido del misterio cristiano de una manera racional y científica. La Teología es 
por tanto scientia Dei en tanto que es participación racional de la sabiduría que Dios tiene de sí y 
de todas las cosas. 
19. Es criterio de teología católica que tenga, precisamente como ciencia de fe, «fe que busca 
comprender (fides quaerens intellectum) [22], una dimensión racional. La teología trata de 
comprender lo que la Iglesia cree, por qué lo cree, y qué puede ser conocido sub specie Dei. 
Como scientia Dei, la teologia aspira a comprender de manera racional y sistemati ca la verdad 
salvadora de Dios 
7. [Distorsiones de la fe]. En las sociedades actuales se dan otros fenómenos que dificultan el 
hecho de creer, tal y como lo propone la fe católica. El ateísmo y la relativización del valor de todas 
las religiones avanzan en muchas partes del planeta. El secularismo erosiona la fe, siembra la 
duda, en lugar de abonar la alegría de creer. El auge del paradigma tecnocrático[9] implanta una 
lógica contraria a la fe, que es una relación personal. La reducción emocional de la fe produce una 
creencia subjetiva, normada por el propio sujeto, que se aleja de la lógica objetiva marcada por los 
contenidos de la fe cristiana. La cultura cientificista, ya aludida, tiende a negar la posibilidad de la 
relación personal con Dios y su capacidad de intervenir en la vida personal y la historia. La 
objetividad del credo y la estipulación de condiciones para la celebración de los sacramentos se 
entienden, según una sensibilidad cultural en aumento, como una coacción de la libertad para 
creer según la propia conciencia, manejando una concepción insuficiente de la libertad que se 
pretende defender. Desde este tipo de premisas, se produce un tipo de creencia o un modo de 
creer que no encaja en la concepción cristiana ni correlaciona con la práctica sacramental que la 
Iglesia propone. 
 
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http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/cti_documents/rc_cti_doc_20111129_teologia-oggi_sp.html#_edn20c1
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1. ¿QUÉ ES LA FE? 
La Teología no puede olvidar que su punto de partida es la iniciativa de Dios. W. Beinert lo ha 
dicho con una frase incisiva: EL hombre dice su Teología porque, previamente Dios ha tomado la 
Palabra y ha hablado. De manera que la Teología tiene dos realidades previas: la revelación de 
Dios que toma la iniciativa y la fe por la que el hombre se adhiere a Dios que se revela. La acción 
de Dios es el acontecimiento de la fe objetiva (fides quae) que despertará la fe subjetiva (fides 
qua) de las personas creyentes. 
El fundamento y centro de la teología es la revelación de Dios en Jesucristo. Su objetivo particular 
es la inteligencia crítica del contenido de la fe para que la vida creyente pueda ser plenamente 
significativa1. El verdadero acceso a la Revelación sólo se da en la fe, don de Dios y respuesta del 
hombre mismo. Siendo la fe una actitud fundamental del cristiano como virtud teologal hace 
posible en el hombre el acceso a la Palabra y a la Revelación de Dios 
 OBSERVACIONES MUY GENERALES SOBRE LA FE 
Asociamos tan espontáneamente la fe con la religión, que olvidamos fácilmente un hecho mayor: 
antes de ser un fenómeno religioso, la fe es primordialmente un fenómeno antropológico. El ser 
humano es un ser esencialmente creyente, no a nivel religioso, sino a nivel meramente humano. 
Gran parte de su aprendizaje lo realiza creyendo. Muchas de sus firmezas se basan en la fe, más 
que en el saber científico o en la propia experiencia. La fe parece ser un rasgo esencial el ser 
humano y una forma connatural de situarse ante los demás y ante el mundo. Aún el más 
desconfiado de los seres humanos, es un ser esencialmente creyente, que procura comprender. 
La fe no es un simple estado frente a la verdad. No es una simple opinión como forma limitada del 
conocimiento, no es un simple “yo creo”, “yo opino”, equivalente al “no estoy seguro”. Es una 
auténtica relación personal, una forma de relacionarse con otro sujeto. Es un “yo confío en ti”, 
que, sin contar con la evidencia objetiva, adquiere niveles excelsos de firmeza y seguridad. “Yo 
creo en ti”, es una expresión que se acerca más al significado específico de la fe. Tiene dos 
dimensiones complementarias: una es la dimensión específicamente personal, y otra, la dimensión 
cognoscitiva. Ambas son importantes a la hora de preguntarnos si la fe puede ser razonable y 
sensata. La fe es un encuentro personal. Implica una relación de amor, de comunión, de 
comunicación con otra persona. Una persona se autorrevela, desvela su identidad más íntima, se 
manifiesta. El que se autorrevela se dona a sí mismo, de esta manera la revelación y la fe 
desembocan en un diálogo personal, en un encuentro personal. Tanto la autorrevelación como la 
fe tienen su motivación última en el amor, que la forma más perfecta de aproximación entre las 
personas y el camino definitivo hacia el pleno conocimiento del otro y, en cierto sentido, de uno 
mismo. 
Pero la fe tiene también otra dimensión importante: la dimensión cognoscitiva. No sólo 
conocemos al otro por el amor. También podemos encontrar en él una fuente de información, de 
conocimiento seguro. Es un conocimiento que llega a nosotros por la vía de autoridad y por vía de 
fe. El otro se convierte para mí en una “autoridad”, en la que puedo creer y confiar sin miedo a 
equivocarme. Y así la fe no es la negación del conocimiento, sino una posibilidad en el orden 
cognoscitivo, una fuente de información sobre la realidad. 
2. NOCIÓN BÍBLICA. 
La raíz hebrea fundamental que expresa creer: amán, presente sobre todo en la forma ‘hifil’: 
he’emin, significa “ser estable y seguro” y expresada con AMÉN expresa un compromiso solemne, 
preciso e irrevocable, siempre en contexto teológico. De forma similar el verbo griego presente en 
los LXX y en el NT: pisteuein, mantiene el significado hebreo de acto total de la persona que 
describela recta relación con Dios y, por tanto, la esencia de la religión. Como síntesis de la visión 
del Antiguo y del Nuevo Testamento se puede afirmar que la fe es la adhesión total-el AMÉN- del 
hombre a la palabra definitiva y salvadora de Dios. Y en la totalidad humana de este aspecto 
aparecen estos tres aspectos: 
1) el conocimiento y confesión de la acción salvífica de Dios en la historia, 
2) la confianza y sumisión a la palabra de Dios y a sus preceptos, y 
3) la comunión de vida con Dios ahora y a su vez orientada a la escatología. 
Existe, una clara diferencia de acento entre la fe veterotestamentaria y la neotestamentaria, 
puesto que en la primera el aspecto de confianza es el denominante y, en la segunda el aspecto de 
conocimiento y confesión es primordial. Tal diferencia está determinada por la singularidad del 
acontecimiento de Cristo que la define como fe propiamente cristiana. 
En la Biblia la fe aparece, en primer lugar, como una respuesta a una intervención de Dios. Dios se 
revela con gestos y palabras; su pueblo responde creyendo. “La fe es el correlato subjetivo de la 
revelación. La fe equivale a la revelación que ha llegado a sus destinatarios y que, por lo mismo, ha 
alcanzado su meta. Sin fe la revelación deja de ser aquellos que debe y quiere ser: una revelación 
para el hombre”. La revelación tiene, pues, una cierta prioridad lógica sobre la fe. Dios interviene 
primero revelándose. Pero sólo gracias a la fe o a la aceptación de la revelación ésta llega a su 
realización plena. De alguna forma se puede decir que la revelación y la fe son hechos 
simultáneos y complementarios, que se necesitan entre sí para llegar a la plenitud. Dos ejemplos 
son prototipos de esta correlación entre revelación y fe. En primer lugar, cabe estacar la historia 
de Abraham, a quien se considera el “padre de los creyentes” (Rm 4,11) y modelo de la fe (Hb 
11,8-10). “Yahvé dijo a Abraham: vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la 
tierra que yo te mostraré. De ti haré una nación grande y te bendeciré…” (Gen 12,1-2). Esta es la 
manifestación y la revelación de Dios a Abraham. “Marchó, pues, Abraham como se lo había dicho 
Yahvé…” (Gen 12.4). Esta es la respuesta de Abraham. 
Cabe destacar, la historia de Moisés, el caudillo de Israel. Desde la zarza ardiendo, Yahvé se revela 
a Moisés (Ex 3,6-10) y Moisés responde a Dios (Ex 4,20; 5,1). 
Estos relatos bíblicos nos introducen oportunamente en el tema de la fe. Para la literatura bíblica 
la fe tiene un carácter esencialmente personal. La revelación de Dios, por la palabra y por las 
intervenciones históricas, es una manifestación de su intimidad, de su ser más profundo, de sus 
pensamientos y sus caminos más escondidos. De esa forma se “expone” o se manifiesta al 
hombre, le sale al encuentro. Y a esa manifestación personal, sólo se puede responder con una 
actitud personal: la fe. En ella se ejercitan el conocimiento y el amor, los dos rasgos más 
característicos de la persona humana, esos rasgos que imprimen en el ser humano la imagen y 
semejanza divina. La fe es una respuesta de conocimiento y de amor. 
La fe bíblica deja bien clara esta dimensión histórica, existencial, salvífica o soteriológica de la fe. 
La fe de Israel o de la comunidad cristiana no es razonable simplemente por las razones filosóficas 
que la avalan; es razonable por lo que tiene de aporte a la plena realización y a la salvación de la 
humanidad. Por la fe el creyente accede a un nuevo conocimiento de sí mismo y de la historia, del 
sentido y del destino de la historia personal y comunitaria. Aunque este conocimiento carece de la 
evidencia objetiva, tiene la seguridad que proviene de la credibilidad del revelador, a quien 
escuchamos y en quien confiamos plenamente. 
3. TEXTOS BÍBLICOS “TRADICIONALES” EN LA TEOLOGÍA DE LA FE 
La tradición teológica, especialmente medieval, acentuó una serie de textos bíblicos sobre la fe 
con una comprensión que partía del sentido espiritual-alegórico de la Biblia. Nos centramos en 
cuatro de ellos: 
 1 Pe 3,15: “dispuestos siempre a dar respuesta *äπoλoγiaυ] a todo aquel que os pida razón 
*λόγoυ+ de la (fe y) esperanza que hay en vosotros”. La “defensa se convierte en una 
declaración misionera de la esperanza que el núcleo de la fe cristiana”. 1 Pe 4,5 *dar razón+ y 
Rom 14,12 [dar razón] significa dar cuenta de, razón, reflexión racional, resultado de la 
reflexión; u en latín, ratio en el sentido de “explixaión, consideración, motivo y causa”. 
 Is 7,9 “si no creéis, n comprenderéis”: palabras dirigidas a la casa de David que le aseguran la 
estabilidad de la cual depende que tenga confianza en la promesa de Dios. La inteligencia en 
cuanto don tiene la misma certeza que la fe y la percibida por parte del sujeto, la cual al 
basarse en la luz de la razón natural aparece como más cierta “quoad nos”. 
 Heb 11,1: “La fe es fundamento de realidades que se esperan, prueba de realidades que no se 
ven”. La fe se define de forma impersonal en relación con la esperanza, ya que tiende hacia el 
futuro y hacia lo invisible. 
 Rom 12,1: “Les pido, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que se ofrezcan como 
sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Éste debe ser su auténtico culto”. “Sumisión racional” 
y “sumisión conforme a la razón”. El Concilio Vaticano I se refiere a este texto, al tratar de la 
razonabilidad de la fe así: “sin embargo, para que “el homenaje” de nuestra vida fuera 
“conforme a la razón”, quiso Dios que el auxilio interno del Espíritu Santo estuviera 
acompañado de pruebas externas de su revelación”. 
 
4. LA FE RAZONABLE Y SENSATA 
Fundamentar la fe en la autoridad de Dios que se revela, y que no puede engañarse ni engañarnos, 
es válido para los creyentes. Pero a todas las luces supone la fe. La teología fundamental tendrá 
que buscar otras vías de demostración o demostración de la razonabilidad y sensatez de la fe. 
Tendrá que apelar, no la autoridad de Dios que revela, sino la credibilidad de los contenidos de la 
revelación. 
La crítica de la religión ha tenido múltiples versiones en la filosofía y en la cultura moderna y 
contemporánea. Las cuatro más clásicas están representadas por el humanismo ateo, la filosofía 
marxista, el psicoanálisis y el positivismo. Hay detrás de todas esas versiones un denominador 
común: la fe religiosa es una fuga o una renuncia a la propia vocación humana, una enajenación o 
alineación del ser humano, una especie de opio a falsa ilusión o inversión de la realidad. Aunque 
estas versiones de la crítica religiosa se refieren, en principio a la religión general, no debemos 
ignorar que tienen en la mira la fe cristiana. ¿Es posible fundamentar la razonabilidad y sensatez 
de la fe cristiana?, ¿esa crítica de la religión se refiere simplemente a concreciones históricas de la 
fe religiosa y cristiana o se refiere más bien a la naturaleza misma de toda religión, incluida la 
religión cristiana? Estos interrogantes han provocado un viraje desde la apologética clásica, 
reflejada en el Concilio Vaticano I, hacia la moderna teología fundamental, cuyo espíritu se adivina 
ya en el Concilio Vaticano II. El énfasis de la moderna teología fundamental es puesto en 
correlación con la fe religiosa y la vocación trascendente dl ser humano; en la correlación entre la 
fe cristiana y la realización plena el ser humano y de la historia humana. 
5. PERSPECTIVA APOLOGÉTICA 
SAN AGUSTÍN 
En su Epístola ad Consentium sintetiza las relaciones entre la fe y la razón. Muestra la diferencia 
entre si la demanda de dar razón de la fe proviene de un creyente o de un no creyente. En el primer 
caso, se debe procurar “dar razón por la que se pueda ver, si es posible, lo que se presupone antes 
de la fe; en el segundo caso, se debe posibilitar una “inteligencia de la fe” 
 
SANTO TOMÁS DE AQUINO 
Se referirá más ampliamente al texto de 1pe 3,15, en la cual sus tres comentariospresentes en la 
Suma Theologica son significativos de su comprensión de este texto bíblico. En el primero, subraya 
de forma muy austera y densa la función de la razón en la fe de esta forma: “el hombre al creer 
ama la verdad creída y la reflexiona, y acoge tanto como puede, las razones adecuadas que puede 
encontrar”. En el segundo, pone de relieve que las disputas con los infieles tienen la misión de 
“manifestar la verdad” y de “confirmar la fe”. Finalmente, al tratar de la ciencia referida a los que 
deben recibir órdenes sagradas, comenta al citar 1Pe 3,15, que “la razón que debe darse de la fe y 
de la esperanza no debe entenderse como suficiente para probarlas”, sino que basta que “sepan 
manifestar de forma genérica la probabilidad de ambas”. Las expresiones de Santo Tomas sobre 
esta “apología”, entendida como satisfactionem o justificación de la fe, son referentes a las 
“razones adecuadas” que “manifiestan y confirman la fe”, no tanto “probativas” sino ostensivas de 
la “probabilidad” de que no se contradice la razón y, esta sería la tarea propia de la apologética. 
6. APORTACIONES MAGISTERIALES 
CONCILIO DE TRENTO 
Su preocupación no es explicar directamente la fe sino mostrar la relación entre la fe sino mostrar 
la relación entre la fe y la justificación en este contexto ofrece una afirmación central para toda la 
teología de la fe de inspiración agustiniana: “la fe es el principio de la salvación humana”, el 
fundamento y raíz de toda justificación; sin ella es imposible agradar a Dios. 
CONCILIO VATICANO I 
Su preocupación central es la relación entre fe y razón con estas afirmaciones: 
- La fe es definida como “la plena sumisión de la inteligencia y de la voluntad al Dios que 
revela[ DH 3008]. Tal sumisión es conforme con la razón [DH 3009], pero de ninguna 
manera” conclusión necesaria de un razonamiento constringente * DH 3035+, pero que se 
trata de una razón creada por Dios [ DH 3008]. La sumisión plena de la fe, su conformidad 
con la razón y su libertad 
- Los signos externos de la Revelación (milagros y profecías [DH 3009], la Iglesia [DH 
3013s+) manifiestan el acontecimiento de la Revelación y la muestran “creíble”, y son 
normalmente necesarios para que el asentamiento libre de la fe sea “conforme con la 
razón” y “no sea un movimiento ciego del alma” * DH 3010+. 
- El Vaticano I no da una definición de estos signos externos pero las califica precisamente 
como “signos” (y ni pruebas) que muestran el acto de creer como “conforme a la razón” y, 
a su vez, subraya que están “adaptados a toda inteligencia” *DH 3010+. 
- Afirma también “que los milagros pueden ser conocidos con certeza” *DH 3034+ y que 
“con ellos puede probarse correctamente el origen divino de la religión cristiana” * DH 
3034+, ya que la “recta razón demuestra los fundamentos de la fe” * DH 3019+. 
- Define la posibilidad de una prueba de la razón sobre al acontecimiento de la Revelación 
cristiana a través de signos. Se trata de la evidencia de la prudencia de la opción de la fe 
par la cual es suficiente una certeza moral del hecho de la Revelación. El Concilio Vaticano 
I o afirmó que exista una demostración “evidente” del hecho de la Revelación a través de 
los signos. 
- Consideró la situación real y concreta del hombre llamado a la fe no exclusivamente por 
los signos externos sino también por la gracia interna, puesto que “Dios quiso que a las 
ayudas interiores del Espíritu Santo se uniesen también los argumentos externos” * DH 
3009]. 
CONCILIO VATICANO II 
 En DV 5 une a la definición del Vaticano I sobre la fe, como “plena sumisión de la inteligencia 
y la voluntad al Dios revelante” *DH 3008+, la fórmula bíblica: “obediencia de (=que es) la fe”: 
Rom 1,5; 16,26, y para subrayar el compromiso global de la persona y la libertad que 
comporta añade que “el hombre se abandona todo él a Dios libremente”. A su vez afirma que 
es el Espíritu Santo que hace posible que “la inteligencia de la revelación sea siempre más 
profunda” 
Para la Evangelii Nuntiandi n° 22 de Pablo VI el texto de 1ª pe 3,15 es la base para que el 
“evangelio proclamado por el testimonio de vida sea proclamado también con la palabra de vida”. 
La Fides et Ratio al tratar la teología fundamental se refiere a 1pe 3,15 y afirma su carácter propio 
de disciplina que tiene la misión de dar razón de la fe (n° 67). El Papa Juan Pablo II entiende la 
filosofía en un sentido mucho más amplio y conforme a l su origen. La filosofía se pregunta si el 
hombre puede conocer a la verdad, las verdades fundamentales sobre sí mismo, sobre su origen y 
su futuro. Lo propi de la fe cristiana en el mundo de las religiones es que sostiene que nos dice la 
verdad sobre Dios, el mundo y el hombre, y que pretende ser la “religio vera”, la religión de la 
verdad. 
Según el Evangelio de San Juan (14,6) “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, en estas palabras de 
Cristo, está expresado la pretensión fundamental de la fe cristiana. Brota el impulso misionero de 
la fe: sólo si la fe cristiana es verdad, afecta a todos los hombres; si es sólo una variante cultural de 
las experiencias religiosas del hombre, cifradas en símbolos y nunca descifradas, entonces tiene 
que permanecer en su cultura y dejar a las otras en la suya. Esto significa que, la cuestión de la 
verdad es la cuestión esencial de la fe cristiana, y, en este sentido, la fe tiene que ver 
inevitablemente con la filosofía. La encíclica habla de lo que está más allá del ámbito de la fe, pero 
también de lo que está en el centro del mundo de la fe. 
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA 
EL Catecismo DE la Iglesia Castólica menciona: “obedecer (ob-audire) en la fe es someterse 
libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios, la Verdad misma. 
De esta obediencia, Abraham es el modelo que nos propone la Sagrada Escritura. La Virgen María 
es la realización más perfecta de la misma” (n. 144). 
En el número 153 menciona que una de las características de la fe es, que la fe es una gracia: 
“cuando san Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, Jesús le declara que esta 
revelación no le ha venido «de la carne y de la sangre, sino de mi Padre que está en los cielos» (Mt 
16,17; cf. Ga 1,15; Mt 11,25). La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por Él. 
«Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto 
con los auxilios interiores del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos 
del espíritu y concede "a todos gusto en aceptar y creer la verdad"» (DV 5)”. 
http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19651118_dei-verbum_sp.html
El Bautismo es el sacramento de la fe. La fe que se requiere para el Bautismo no es una fe perfecta 
y maura, sino un comienzo que está llamado a desarrollarse (C.I.C n° 1253) 
7. LA IGLESIA ¿PRUEBA DE CREDIBILIDAD DE LA FE CRISTIANA? 
El Concilio Vaticano I (Dei Filius, n. 3.) afirma que la Iglesia, por su maravillosa propagación, por su 
excelsa santidad y su inagotable fecundidad en todo lo que está bien, en virtud de su catololicidad 
y de su inquebrantable indefectibilidad, es una grande y perenne motivo de credibilidad y una 
`prueba irrefutable de su misión divina. 
La Iglesia como motivo de credibilidad es presentado hoy por la eclesiología fundamental sobre en 
términos de testimonio. Es este sentido, la credibilidad de la Iglesia y de la fe cristiana no es algo 
demostrado con argumentos, sino algo a ser demostrado con signos visibles del Reino, con 
prácticas evangélicas, con compromisos históricos que respalden la veracidad y fecundidad de la fe 
cristiana para la plena realización de la humanidad. Un primer signo eclesial se hace hoy urgente 
para que la Iglesia aparezca verdaderamente como un motivo de credibilidad para la fe cristiana es 
la opción por los pobres.Revela en primer lugar la fuerza liberadora de la debilidad, frente a las 
pretensiones impositivas del poder y del dominio político. Revela también gratuidad, que es un 
rasgo esencial de la vida de la fe. Un segundo signo es su compromiso con la justicia y los derechos 
humanos; sólo una Iglesia solidaria pude ser creíble. Un tercer signo es su compromiso por la paz, 
el diálogo y la convivencia democrática; junto con la justicia, el hombre de la paz es hoy el diálogo 
y la convivencia democrática. 
La credibilidad de la Iglesia está siempre enfrentada con el desafío del testimonio. Este es hoy el 
mayor motivo de credibilidad de la fe cristiana.

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