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1 2 ¡Apoya al autor comprando sus libros! Este documento fue hecho sin fines de lucro, ni con la intención de perjudicar al Autor (a). Ninguna traductora, correctora o diseñadora del foro recibe a cambio dinero por su participación en cada uno de nuestros trabajos. Todo proyecto realizado por Paradise Books es a fin de complacer al lector y así dar a conocer al autor. Si tienes la posibilidad de adquirir sus libros, hazlo como muestra de tu apoyo. ¡Disfruta de la lectura! 3 STAFF Moderación Bella’ & Tolola Traducción Aleja E Bella' EstherC julii.camii Ms. Lolitha myr62 Niika RRZOE Tolola Walezuca Segundo Corrección, Lectura Final & Diseño Tolola 4 CONTENIDO Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Boy in Luv Sobre las autoras 5 SINOPSIS on de mundos diferentes… pero su deseo de ser amados por quién son de verdad es universal. Langley Vaughn necesita una cita desesperadamente. Pero no cualquier cita. Está buscando una cita para la boda del infierno. No todos los días te obligan a ser parte del séquito de la novia mientras tu primer amor se casa con tu archienemiga... conocida también como tu hermanastra. Toda la situación es una pesadilla, y Langley está cansada y enferma de cumplir órdenes y forzarse a mostrar una sonrisa falsa. Está harta de ser la mala cuando fue ella a la que fue agraviada. Tiene que encontrar una cita que no esté asustado del dinero de su familia y a alguien dispuesto a revolucionar las cosas un poco. Necesita a alguien fuera de su círculo social habitual, alguien listo para ir a la guerra con los adinerados. Necesita a alguien que no se vaya a echar atrás. Alguien dispuesto a jugar el complicado juego de tira y afloja en el que se ha visto involucrada con su familia durante años. Nunca, ni en un millón de años, pensó que se tropezaría con su propio héroe rompecorazones cuando puso su alocado plan en funcionamiento. Iker no sólo se presenta una y otra vez a su lado, sino que también la obliga a luchar por sí misma. Dice que sólo está ahí por el dinero... pero sus acciones hablan mucho más fuerte que sus palabras. Iker Alvarez haría cualquier cosa para conseguir dinero rápido. No cualquier dinero, sino lo suficiente para que su hermano menor entre en la universidad de sus sueños. Gracias a Dios por una niña rica, desesperada y guapa, con demasiado dinero y con el corazón puesto en una estratagema escandalosa. Estar en el lugar adecuado en el momento adecuado podría ser la respuesta a ambas oraciones, y este soldado inteligente nunca ha dejado pasar una oportunidad de oro. S 6 A Iker no le importa venir al rescate de Langley y ser su acompañante.... siempre y cuando el precio sea el adecuado. Sólo que no planeaba que le gustara la rubia de la alta sociedad tanto como le gusta. No está preparado para la atracción que siente hacia ella, junto con su creciente deseo de protegerla de los buitres y villanos que viven bajo el mismo techo. Quiere ser el tipo que la mantenga a salvo y le dé el valor para luchar que obviamente necesita... Pero alguien más, alguien mucho más poderoso e influyente que la acaudalada familia de Langley, tiene el derecho al tiempo de Iker y a su futuro. Sabe que no es el hombre con el que Langley puede contar a largo plazo, pero que lo maldigan si no quiere hacer todo lo que esté en su poder para ser ese hombre. In Luv Duet, #1 7 1 Langley estido rojo. Hecho. Brillo de labios. Hecho. Tacones respetables, sexis, pero no demasiado de stripper. Hecho. ¿Efectivo? Apuesta a que sí. Estaba bastante segura de que este no era el tipo de bar en el que confiaría en entregar mi tarjeta de crédito a alguien para abrir una cuenta. Iba en una misión... tan pronto como saliera de esta casa. —¿Estás segura de que puedes conseguirlos? —preguntó Virginia, haciendo ruido con sus uñas bien cuidadas sobre la mesa de caoba—. ¡Langley! —siseó cuando pasé por el arco que conducía al comedor. Maldita sea. Casi lo había logrado. Durante una fracción de segundo, debatí ignorar a mi madrastra. La libertad estaba a sólo seis metros de distancia. Pero le prometí a papá que sería una hija obediente esta semana, aunque sólo fuera para hacer su vida un poco más fácil, así que miré ansiosamente la puerta principal durante un segundo más y luego me giré hacia el comedor, agarrando las llaves con tanta fuerza que se me clavaron en la palma de la mano. —No te vayas todavía. Tenemos que hablar contigo —ordenó, y luego regresó inmediatamente a su llamada telefónica—. Bien, entiendo que es un cambio de último minuto, pero te estamos pagando mucho dinero para asegurarnos de que consiga lo que quiere, y si son peonías rosas, ¡entonces va a tener peonías rosas! ¿Qué fue eso? ¿El cuarto cambio de flor? ¿El quinto? No tenía ni idea de cuánto le estaban pagando a la organizadora de la boda, pero no era suficiente. —Muévete —dijo Camille detrás de mí. V 8 Me aparté y dejé pasar a mi hermanastra, lo cual era una metáfora de toda nuestra relación... o la falta de una. Los dos estábamos en primer año en el instituto cuando nuestros padres se casaron. Durante ese primer año o así, esperaba que fuéramos amigas o incluso hermanas de verdad. En vez de eso, terminé viviendo al otro lado del pasillo de mi mayor rival. No sólo en calificaciones, o deportes, o en universidades en las que nos aceptaban, sino en todo. Pero esta próxima boda era la guinda de su pastelito... o, mejor dicho... de sus lujosos petit fours franceses. Porque una simple magdalena no valdría para Virginia y Camille. Este fin de semana era lo que mi hermanastra veía como su victoria final. En pocos días, Camille se casaba con mi exnovio. Mi hermanastra tomó asiento en la mesa de cuatro metros de largo, que había sido transformada en el centro de la boda o, como me gusta llamarlo, Área Cero; y hojeó la carpeta de los asientos. Virginia colgó y se frotó las sienes. —Tendrás las peonías, Cammy. —Gracias, mamá. Sé que serán hermosas. —Camille abrazó a Virginia y una punzada de anhelo me apuñaló el estómago. Echaba de menos a mi madre. Habían pasado nueve años desde que el cáncer me la había robado, a nosotros, pero el anhelo y la tristeza no se habían desvanecido. En todo caso, ver lo cercanas que eran Virginia y Camille hacía que la ausencia de mamá resonara mucho más fuerte en la gran casa. —¿Me necesitaban? —le pregunté. Dos pares de ojos color avellana idénticos se entrecerraron hacia mí. Era espeluznante lo mucho que se parecían. —La boda es en una semana, Langley —dijo Virginia. —Sí, lo sé. —Por supuesto que lo sabía. Estaba bastante segura de que todo Colorado Springs y la mitad de Denver lo sabían. —Todavía no nos has dado el nombre de tu acompañante. —Camille señaló el asiento vacío junto al mío en la mesa principal de la carta—. ¿Es el nombre de tu nuevo novio un secreto tan grande? Ni siquiera lo hemos conocido. Sí, eso sería difícil de guardar secreto, ya que actualmente no tenía uno. 9 —¿Puedes culparme por no haberlo traído? —le pregunté con una sonrisa dulce mientras apretaba los dientes posteriores con tanta fuerza que me dolieron. Su falsa sonrisa se desvaneció y dos pares de ojos de desaprobación se entrecerraron. —Langley, honestamente. Pensé que habías superado los celos infantiles. —Virginia suspiró. Me mordí para no decir la primera respuesta que se me ocurrió. Tenía cuatro letras y rimaba con buck1, que era, después de todo, exactamente como planeaba asegurar dicha cita para la boda del Anticristo. —Lo siento, no estoy segura de que pueda venir. Estoy a punto de verle, así que lepreguntaré. —Más bien rogar, suplicar y sobornar. Pero, cueste lo que cueste, iba a conseguir una maldita cita para esta boda. —Falta una semana, ¿y no puede estar seguro de tener tiempo? — preguntó Camille, con su voz goteando desdén. —Bueno, no la vida de todos gira en torno a tu boda. —Me encogí de hombros—. Se lo preguntaré esta noche. Y, honestamente, no veo por qué tengo que traerlo. —Sabía que Camille insistía en que tuviera acompañante simplemente para ponerme en aprietos y hacerme sentir aún más incómoda. Si tuviera novio de verdad no saltaría de alegría ante la oportunidad de presentárselo. Lo más probable es que Camille pensara que había encontrado a alguien mejor que Richard e intentara cambiar a su novio junto con sus flores. Después de todo, en su mundo, la gente y las cosas eran desechables y fácilmente reemplazables. —Porque si no lo haces la mesa no estará equilibrada. —Camille me levantó las cejas como si fuera la humana más estúpida del mundo. Lo cual muy bien podría haberlo sido. Me llevó demasiado tiempo darme cuenta de que estaba maquinando seducir a mi novio. —Sí, y definitivamente no querríamos eso. —Normalmente se me daba mejor mantener el sarcasmo y el resentimiento a raya, pero la locura de la boda se había cobrado su precio últimamente. Virginia ladeó la cabeza, y esperé el rechazo mordaz que usualmente seguía a cualquier tipo de arrebato o acción que ella considerara inapropiada y sin clase. —Señoritas, dejemos que Langley siga con sus planes. Amén, joder… papá al rescate. 1 En el original, ella está pensando en fuck; que rima con buck y significa “follar” o “joder”. 10 —Por supuesto. ¿Nos lo haces saber para mañana? —preguntó Virginia, con su sonrisa suavizándose hasta el grado de "papá está aquí". —Absolutamente —prometí. Mis talones hicieron clic en el vestíbulo de mármol mientras escapaba rápidamente. —Langley —dijo papá en voz baja, siguiéndome. Me volví, con la mano en la manija; su presencia y aprobación eran las únicas cosas que me ataban a esta casa en este momento. —¿Estás bien? —Parecía preocupado. Siempre lo parecía cuando hablábamos. O, mejor dicho, cuando Virginia nos permitía hablar. Suspirando en voz baja, murmuré: —Te dije que haría todo lo posible para que esto saliera bien, y lo haré. No pude ver su mirada cuando dije la descarada mentira. No quería que saliera bien. Y había estado soñando con una cita que ayudara con ese plan desde que me intimidaron a que fuera parte del séquito de la novia. Nunca le mentía a mi padre... a menos que tuviera que ver con su nueva familia. Era una mentirosa consumada cuando se trataba de Virginia y Camille. Mi padre se pasó la mano por su canoso cabello y asintió. —Sé que lo harás. Siempre haces lo correcto. Odio tener que pedírtelo. Odio... —Bajó la voz—. Odio que te hagan pasar por esto. ¿Por qué? ¿Ser forzada a estar al lado de mi hermanastra con un vestido rosa de dama de honor mientras se casa con el primer chico que amé? Tacha eso. ¿El primer chico que pensé que amaba? Pero esa mirada en los ojos cansados de mi padre... Durante un segundo, me sentí mal por mi plan; no sólo por la mentira, sino por las posibles consecuencias de mi engaño. —Lo sé, papi. —Y lo sabía—. Estoy bien. A estas alturas la semana que viene, todo habrá terminado. —Gracias a Dios. —El hombre decía la verdad. Sonreí. —Conduce con cuidado. Y, aunque no me importa si la mesa principal está equilibrada o no, sí estoy emocionado por conocer a este chico. Siempre has sido muy callada respecto a tus relaciones, y no, no te culpo, especialmente considerando dónde nos encontramos en este momento. —Al menos él reconocía este épico espectáculo de mierda. ¿Cómo podía culparme cuando el único chico que había traído a casa terminó en la cama de Camille unos meses después? 11 Solté la manija y envolví con ambos brazos a mi padre. —Te amo. —Debería decirlo más, pero era difícil con Virginia y Camille siempre merodeando, dispuestas a matar cualquier tipo de afecto y ternura entre los dos. —No tanto como yo a ti. Ahora vete de aquí antes de que te haga doblar cisnes de origami o algo así. Lo besé en la mejilla y hui. Diez minutos más tarde, me encontraba sentada en el exterior de un pequeño bar de mala muerte a unos cuantos kilómetros de las paredes cerradas de mi vecindario, agarrando nerviosamente el volante. Pasaba por el lugar más de una vez de camino a la casa de mi padre. Siempre había una multitud alborotada afuera, y con frecuencia autos de policía estacionados en el frente. No era el tipo de bar en el que me aventuraría normalmente, especialmente sola. Pero era el lugar perfecto para encontrar a alguien que estropeara el día perfecto de Camille. De hecho, pasar por este bar tarde una noche fue lo que me dio la idea de traer a casa a alguien que ella absolutamente odiaría tener en todas sus preciosas fotos de boda. Quería traer a alguien que les interesara tanto a los otros huéspedes que hablaran de él y no de lo hermosa que Camille iba con su costoso vestido. Al principio, todo no había sido más que una quimera, pero a medida que la boda se acercaba me imaginaba más y más cómo podía vengarme sutilmente por haber sido engañada y que me mintieran. —Puedes hacerlo. —Me di una charla de ánimo de última hora, tomé mi bolso y me dirigí al bar. Nunca había estado en un lugar como este, y temía que se notara. El portero me miró de arriba a abajo mientras examinaba mi identificación, y luego me dejó atravesar la puerta. Mi corazón palpitaba a tiempo con la música rock a todo volumen que venía de la banda en vivo en el escenario de la esquina. La multitud lo llenaba casi a tope. Dios, ojalá hubiera traído a una de mis amigas. Cualquiera de mis amigas, si fuera honesta conmigo misma. Pero era junio, así que todos mis amigos de la universidad ya se habían ido a casa para el verano, y no podía confiar en nadie que conociera a Camille, lo que excluía a todos los que conocía de la escuela secundaria. No podía cambiar esa realidad, o el patético hecho de que Camille se casara con Richard. Este era mi mundo y tenía que renunciar al control de las cosas que no podía cambiar. Pero sí tenía el control de elegir quién se sentaba a mi lado durante la recepción. Examiné la primera mesa y rápidamente descarté a los chicos sentados allí cuando vi el logo de un campo de golf local en dos de sus polos. 12 Eran exactamente como los chicos con los que fui al instituto, exactamente como el tipo con el que se suponía que tenía que aparecer. Parecían tan fuera de lugar como yo me sentía. No quería que fuera seguro y apropiado. O rico. O que bailara música clásica. Quería a alguien que hiciera que Camille y Virginia desearan que nunca me hubieran forzado a equilibrar su mesa principal, o a llevar ese horrible vestido rosa, o a esperar que celebrara el matrimonio de mi ex con mi horrible hermanastra. ¿Quizás tendría más suerte en la parte de atrás, junto a las mesas de billar? Me encogí cuando miré hacia ellas. Bien, había una línea entre alguien que parecía que podría haber ido a prisión y alguien que realmente había estado en prisión. ¿Esos tipos? Definitivamente del segundo tipo. Quería sacudir las cosas, no caer muerta en una zanja en alguna parte. Tenía las piernas un poco inestables cuando crucé la habitación hacia la larga barra de madera. Tomé el único asiento vacío y pedí un trago, descartando al camarero como una opción viable tan pronto como vi su anillo de bodas. Pero, por el rabillo del ojo, vi al tipo sentado a mi lado. Mierda, sus brazos eran enormes. Y entintados. Como, mucho. No veías ese tipo de tatuaje en los círculos en los que normalmente me movía. No podía verle la cara, ya que se encontraba girado en la dirección opuesta, pero su tenía el cabello muy corto y oscuro. Militar, supongo. No estábamos lejos de Fort Carson,y tenía que haber al menos una docena de soldados aquí. Encontrarse con miembros del ejército era bastante común en esta parte de la ciudad. El camarero deslizó mi martini hacia mí y le di las gracias mientras pagaba. Con suerte, tendría mi decisión tomada antes de necesitar otro trago, o diez. No quería tener que ir a casa de Uber y dejar mi auto aquí durante la noche. Dudaba que siguiera ahí por la mañana si lo hacía. Cambiando mi mirada hacia el otro lado, encontré otra opción posible. Era alto y delgado, con el pelo desgreñado y rizado, tatuajes en el cuello y más de unas cuantas piezas de metal decorándole la cara. Definitivamente lindo de una manera muy "chico malo". Sí. Serviría muy bien. En realidad, también cualquiera de los otros chicos de su trío de bebedores. Le darían a Virginia un ataque al corazón a primera vista, por no mencionar hacer que las fotos de la recepción fueran espectaculares. Bien, a por todas. 13 —Hola —dije, porque pensé que algo más cordial tenía que salir antes de "¿Puedo pagarte para que finjas salir conmigo esta semana?". El tipo se dio la vuelta, examinándome con los ojos y quedándose en mis pechos antes de encontrarse con mi mirada. —Hola —contestó con una sonrisa de satisfacción. —Soy Langley —le ofrecí. —Soy Kyle —respondió... directamente a mis pechos. Cita falsa, me recordé a mí misma. Este tipo puso mi medidor de tipos espeluznantes a un nivel de “sal por patas antes de que te quiera echar crema”. Pero una chica tenía que hacer lo que tenía que hacer cuando se trataba de vengarse de su malvada hermanastra. Este fue probablemente el momento en el que debería encantarlo con una pequeña charla deslumbrante, pero no tenía tiempo para eso, así que me puse manos a la obra. —Esto puede parecer una locura, pero tengo una propuesta de negocios para ti. Resopló. —Oh, cariño, eso es lindo, pero no tengo que pagar por sexo. Mi mandíbula cayó al suelo cuando la vergüenza envió calor directamente a mis mejillas. —No, eso no es... —Sacudí la cabeza—. ¿Crees que soy una prostituta? Se reclinó y evaluó cada centímetro de mí, desde los pies hasta la cabeza. —¿Ese vestido, este bar, y el olor a desesperación? Sí, es exactamente eso. —¿Qué tiene de malo mi vestido? —Miré el pequeño satín rojo que había comprado en Neiman Marcus—. ¿Sabes qué? No importa. ¿En qué demonios estaba pensando? Me levanté del taburete del bar, lo que con mi metro y medio de altura nunca era un movimiento elegante, y mucho menos con este vestido, mientras escapaba, y agarré mi bolso de la barra. Al diablo con esto. Tal vez sólo tendría que rogarle a una de mis amigas que viniera el fin de semana para equilibrar la preciosa mesa de Camille, porque este plan era obviamente la idea más tonta en la historia de las ideas tontas. El imbécil tenía razón en una cosa, la desesperación me estaba haciendo actuar como una loca y temeraria. —¿Adónde vas? —gritó Kyle mientras me dirigía a la puerta. 14 Pasé por delante del gorila y me dirigí a la vuelta de la esquina hacia el estacionamiento, maldiciendo mis Louboutins a cada paso. En este punto, estaba pensando que incluso Craigslist habría sido una mejor opción. ¿En qué estaba pensando, proponerme a un tipo en un bar como si mi vida fuera una comedia romántica en Netflix? —Oye, cariño, ¿por qué tanta prisa? —La voz de Kyle me alcanzó en el mismo momento en que sus dedos se envolvieron alrededor de mi brazo. El pánico congeló el aliento en mis pulmones. Me hizo girar, con una sonrisa de todo menos tranquilizadora. Había algo malo en sus ojos, un duro destello que el oscuro interior del bar no me había permitido ver. Era fácilmente treinta centímetros más alto que yo, más rápido también, especialmente con mis tacones, y el estacionamiento tenía una iluminación de mierda. Ya no era guapo ni una opción viable. Era una amenaza. Esta era más o menos la escena inicial de cada video de autodefensa que me habían mostrado en mi primer año de universidad. Debería haber prestado más atención. —Pensé que tenías una oferta de negocios para mí. —Suéltame. —Intenté arrancar el brazo de su agarre, pero sólo me agarró más fuerte. —Vamos, venga. La noche acaba de empezar. ¿Por qué no vienes conmigo y hablamos de negocios? —Los otros dos tipos con los que había estado sentado aparecieron silenciosamente detrás de él. —¡No! —grité mientras me acercaba. —Vamos, sabemos que te gustará este tipo de transacción —prometió. Le pisé el pie con tanta fuerza como pude con mi tacón y gritó, pero no me soltó. Llevaba unas estúpidas botas militares. ¿Qué estaba...? Un segundo después, un puñetazo se estrelló contra la cara sonriente del imbécil y quedé libre. Mi tacón se rompió al tropezar hacia atrás, cayendo con fuerza sobre el pavimento. —Dijo que no. Fue todo lo que dijo mi salvador, y todo lo que aparentemente necesitaba decir mientras dejaba que sus puños hablaran por él. —¿Qué mierda? —siseó Kyle desde su posición en el suelo, tocándose su torcida y sangrante nariz. Oh, sí, eso estaba definitivamente roto y bien merecido. Bien. 15 —Ella. Dijo. Que. No —repitió mi salvador, dando un paso amenazador hacia Kyle. Uno de los amigos de Kyle atacó, y mi salvador fue directamente hacia el avance, golpeándolo con otro gancho de derecha. Me quedé boquiabierta cuando el tipo nuevo tomó al amigo asqueroso por la garganta y lo tiró al suelo en un movimiento fluido. —¿Eres el siguiente? —le preguntó al tercero, con la mano todavía agarrando el cuello del segundo. Ni siquiera respiraba fuerte, ni sudaba, ni nada. Tan tranquilo como podía estar mientras yo sentía que el corazón se me iba a salir del pecho de un salto. —Nop —dijo el último tipo, retrocediendo con las manos en alto. Mi salvador soltó al segundo idiota y se puso en pie, interponiéndose entre Kyle y yo. —Como te decía, por si no nos oíste a ella o a mí cada vez que te lo dijimos. Ella dijo que no. Kyle y su amigo se pusieron de pie mientras se apoyaban contra el otro y se dirigieron hacia el tercero. El amigo de Kyle cojeaba, y ambos estaban sangrando. —A la mierda, hombre. No vale la pena —murmuró Kyle mientras los tres desaparecían hacia la entrada del bar. Mi salvador se volvió hacia mí y durante un momento me pregunté si había cambiado la sartén por el fuego. Mierda, acababa de poner a dos tipos en el suelo sin sudar y ahora tenía su mirada fija en mí. Seguía en el mismo estacionamiento con mala iluminación... sola y desarmada. ¿Por qué no estaba asustada ahora mismo? Las tenues luces del estacionamiento no hacían mucho para revelar su rostro pero, al agacharse ante mí, donde seguía sentada sobre el asfalto, vi los brazos, sus músculos y, santa mierda, mira toda esa tinta. Era el moreno que estaba sentado a mi lado en el bar. El primero que me llamó la atención, pero no le había visto la cara ya que se alejó de mí. El que califiqué como militar desde el primer momento. —¿Estás bien? —preguntó, todo negocios. Su voz era baja y un poco ronca. Necesitaba que las sombras se movieran para poder verlo bien. Si su cara era la mitad de buena que su voz, el tipo tenía que ser guapo. —Sí. Gracias. Sólo... Gracias. —Me temblaba la voz y también las manos mientras agarraba mi tacón roto. Levanté la mano, estudiando mis dedos temblorosos. —Es la adrenalina. Se te pasará, no te preocupes. Vamos a traerte un poco de café. La tienda de ahí todavía está abierta. —Señaló hacia el otro extremo del estacionamiento. 16 —Está bien. Estoy bien. —Había cero calidez en su voz, y que me llevaran al infierno si iba a escapar de un ataque para reemplazarlo con otro. —Estás temblando, y no está bien —suspiró—. Saca tu teléfono. —¿Qué? —Teléfono. Cuando lo miré fijamente, tomó mi bolso, sacó mi teléfono y me lo dio. —Ábrelo. ¡Mandón! Lo hice, simplemente por pura confusión, y talvez un poco de shock. Al menos podría llamar a la policía si tuviera mi teléfono en la mano. El pensamiento fue efímero cuando de repente me lo quitó, se tomó una selfie con el flash encendido y luego empezó a dar golpecitos con los pulgares. Después de un momento, me lo devolvió. Mirando la imagen, me quedé atónita al ver que su cara era aún mejor que su voz. Hermoso podría no ser una palabra lo suficientemente buena para cubrir todo el oscuro y peligroso contoneo que llevaba. —Mi nombre es Iker. Iker Alvarez. No tengo antecedentes penales. No voy a lastimarte, y acabas de decirle a tus… —miró el teléfono— novecientos cuarenta y dos seguidores de Instagram que vamos a ir a tomar un café por allí. —Señaló de nuevo la tienda. —¿Por qué? —pregunté, con mi voz todavía vergonzosamente temblorosa. ¿Iker? ¿Qué clase de nombre era ese? Uno que nunca había oído antes, pero que se adaptaba a su aspecto distintivo, oscuro y atractivo. —Porque estás pálida como un fantasma. Mi abuela me patearía el trasero si se enterara de que te dejé sentada en el suelo fuera de un bar sucio después de haber estado a punto de ser atacada. Además, tal y como va mi vida, me vendría bien un buen depósito en el banco del karma. —Me devolvió mi teléfono—. ¿Te apuntas? Asentí lentamente, todavía algo aturdida y completamente confundida por el giro que había tomado esta noche. —Bien. —Miró mis tacones—. ¿Puedo? Volví a asentir. Aparentemente, pasé de palabras temblorosas a cero palabras. Su agarre fue suave en mi pie mientras me quitaba el tacón intacto... y luego lo rompía. —Y ahora tienes zapatos planos. Vamos... Lo miré fijamente a él y luego a mis zapatos. ¿Quién diablos era este tipo? 17 Me arqueó una ceja oscura y levantó un poco la barbilla. —Esta es la parte de la historia en la que le dirás a todos tus amigos que me dijiste tu nombre. Parpadeé y tartamudeé: —Oh, Langley Vaughn. —No podía creer el temblor desigual de mi voz. Nunca me ponía lo suficientemente nerviosa, tartamudeaba o sonaba temblorosa. Era una experta en esconder mis emociones. Aparentemente no delante de este extraño. —Está bien, Langley Vaughn. Vamos. Me puse mis zapatos y fui cojeando a la cafetería detrás de él... porque, ¿qué más iba a hacer? Momentos después, me senté frente a él, tomando un café con leche con caramelo. Era realmente impresionante. Y no de una manera razonablemente atractiva. No, el hombre era muy atractivo. Era tal vez un año o dos mayor que yo, con la piel lisa y bronceada, el cabello negro cortado en ese estilo alto y tenso, con los ojos oscuros con pestañas gruesas y rizadas, y sus labios me distrajeron un poco mientras tomaba un trago de la taza con el logotipo en relieve. —¿Lo bebes negro? —pregunté, señalando su café. —La leche y el azúcar no siempre han estado disponibles, así que me acostumbré a beberlo negro. —Sus ojos se encontraron con los míos cuando un silencio incómodo descendió sobre nosotros—. Entonces, ¿qué fue todo eso? Te vi salir rápidamente del bar como si tuvieras el trasero en llamas después de hablar con ese tipo. —Oh, me di cuenta inmediatamente de que era un idiota —admití, orgullosa de que mi voz finalmente hubiera dejado de temblar. —¿Cómo es eso? —No había juicio en sus ojos, sólo curiosidad. ¿Qué demonios? ¿En serio? Ya estaba más que avergonzada de mis acciones. ¿A quién le importaba si se reía de mí en la cafetería? —Me imaginé que podría entrar al bar, encontrar a alguien a quien no le importaría fingir salir conmigo una semana durante la boda de mi hermanastra, y todo saldría bien. —Me reí de mí misma antes de tomar otro sorbo del café con leche. —¿Necesitas a alguien que finja salir contigo? ¿Por qué? —Parecía genuinamente confundido—. ¿No puedes encontrar a alguien con quien salir en una cita de verdad? —Sonaba escéptico. —Puedo encontrar una cita de verdad, pero eso no es lo que necesito ahora mismo. Mi hermanastra se va a casar con mi exnovio en una boda 18 que básicamente ha secuestrado mi vida, y se supone que debo pararme ahí con un vestido elegante y una sonrisa mientras ella retuerce el cuchillo un poco más. Oh, y necesito identificar a mi acompañante para mañana para no desequilibrar la mesa principal. —Mis labios se alzaron con una sonrisa sarcástica mientras citaba última parte con los dedos—. Necesito una cita a la que no le importe arruinar el gran día de otra persona. Alguien que pueda molestar a la gente y causar un poco de espectáculo; esto suena horrible cuando lo digo en voz alta, pero alguien con quien nunca saldría de verdad. —Bien, todo eso es bastante jodido. —Se rio, y el sonido calentó las partes de mí aún entumecidas por lo que casi había ocurrido en ese estacionamiento. También reveló un hoyuelo solitario en su mejilla bronceada. Santo Batman rompecorazones. —No es tan gracioso —argumenté—. Ridículo, lo admito, pero definitivamente no gracioso. —Bien, ¿entonces querías que ese drogadicto te llevara a la boda de tu hermana? —Hermanastra —lo corregí—. Y sí. Quería a alguien que sorprendiera a mi familia. Alguien con quien nunca me imaginarían. Considéralo mi forma personal de venganza. —Supongo que no lo entiendo. Eres una rubia sexy con bonitos ojos azules, que obviamente favorece a la gente del club de campo, si la etiqueta en ese bolso y esos zapatos destrozados son una indicación. Deberías tener tipos haciendo cola alrededor de la manzana buscando ayudarte. No estar buscando los imbéciles en un bar sucio. —No funciona así en mi mundo. Todos los que conozco también conocen a Camille, mi hermanastra, y a Richard, mi ex. Su boda es un gran evento social. Nadie se atrevería a estropear su gran y especial día. Necesito a alguien ajeno. Un extraño. —No me atreví a decir esta parte en voz alta, pero también a alguien que no le temiera tanto al nombre de mi padre como a la influencia de largo alcance y a la conocida ira de Virginia. —Lo entiendo. —Asintió—. Así que tu plan era preguntarle a cualquier tipo. Asentí y me sonrojé un poco ante la verdad. —Planeaba pagarle. No es como si fuera a asumir el placer de mi compañía y cualquier plato de cangrejo que Camille finalmente aceptara servir sería suficiente para que alguien siguiera adelante con mi plan. —¿Cuánto? —preguntó antes de tomar otro trago. —¿Cuánto qué? —Ese hoyuelo y esos ojos oscuros y brillantes me distraían mucho. —¿Cuánto ibas a pagar? Quiero decir, ¿cuánto cuestan las citas falsas en estos días? ¿Es una tarifa por hora, una tarifa diaria, una tarifa plana? 19 —Dio golpecitos con los dedos en el costado de su taza de café y sus cejas se movieron mientras me miraba. —Diez mil dólares. —Me encogí de hombros. Sus manos reaccionaron con un espasmo y, durante un segundo, estaba segura de que estaba a punto de estar cubierta de café, pero lo mantuvo en su boca. —¿Perdón? —preguntó después de tragar. Jugué con el borde de mi taza. —Diez mil dólares —repetí—. Parecía un buen número redondo para convencer a alguien de que aguantara el nivel de mierda de mi familia durante la semana. —¿Cuándo empieza esta semana? Mis ojos se encontraron con los suyos. —El lunes, probablemente. —¿Cuándo es esta boda que se ha apoderado de tu vida? Observé el movimiento de piel tatuada sobre el músculo en sus fuertes antebrazos mientras bajaba su taza a la mesa. —El próximo sábado. Pero está el ensayo y la barbacoa familiar, y pensé que tendría que ir de compras con el tipo a por un esmoquin, así que... Supongo que el lunes. —¿Y dónde es esta boda? —El Broadmoor. —Alias, el club de golf y el resort en el que prácticamente había crecido. El lugar en el que soñaba con casarme. Supongo que Camille también ganó esa. —Mierda. Tu familia está forrada. —Estamos acomodados... —repetí la frase que había oído innumerables veces. —Sí, eso es lo que la gente forrada dice siempre. —Supongoque es verdad. —La gente rica sólo hablaba de lo ricos que eran en compañía de otras personas obviamente ricas—. Es el dinero de mi padre. No el mío. Estoy en el penúltimo año de la universidad de Colorado. Sus ojos se entrecerraron durante un segundo, pero no de forma agresiva. Era más bien una pose de pensamiento. —Una pregunta más —dijo finalmente. —¿De acuerdo? —No sabía que teníamos una entrevista. —¿Lo amabas? ¿Al ex? 20 Tragué, pensando en Richard. Su cabello rubio y ondulado de muñeco Ken, su sonrisa practicada. Su negro y traicionero corazón. —Pensé que lo hacía. Ahora, no estoy segura de si lo amaba honestamente o si mi definición y alcance del amor no eran lo que deberían haber sido. Me miró durante varios tensos y eléctricos segundos. Finalmente rompí la conexión, tomando un sorbo de mi café con leche. La forma en que me miraba me hizo moverme en asiento. Era como si estuviera buscando algo, y sabía que podría encontrarlo si miraba fijamente durante el tiempo suficiente. Como si pudiera ver más allá de cada capa de mi muy… —Está bien, yo lo haré. Ahora era mi turno de casi escupir café con sabor a caramelo por todas partes. Fue difícil, pero lo contuve. —¿Perdón? —Yo lo haré. Irónicamente, tengo la mayor parte de la semana libre. Diez mil dólares, un esmoquin y algo de comida decente. —Se encogió de hombros—. ¿Por qué no? —¿Por qué lo harías? No quiero usar tus propias palabras en tu contra, pero eres increíblemente sexy y no necesitas fingir una cita con nadie —lo dije con más valentía de la que sentía. El calor se deslizó por mi cuello, sin duda dejando mi rostro tan carmesí como mi vestido. Debería estar saltando de alegría, no tratando de convencer a este super guapo héroe de que no me ayudara. Se inclinó hacia adelante, inmovilizándome en mi asiento con esos ojos. —Porque la desesperación toma todas las formas, Langley, no sólo chicas guapas con vestidos rojos que se cuelan en un bar de mierda. Bueno, eso fue un poco siniestro, ¿no? Parpadeé, pensando en ello, pensando en tenerlo toda la semana. De repente, esto parecía más peligroso que llevarme la basura del bar a casa. —¿O no parezco un tipo lo suficientemente malo para ti? —se burló, con la misma sonrisa con la que había iluminado mi Instagram. Mi mirada se dirigió hacia sus tatuajes, los que empezaban justo por encima de sus muñecas y terminaban en algún lugar detrás de sus mangas, y regresó al único hoyuelo que brillaba en su mejilla. —Oh, sí, servirás —dije en voz baja. Más que eso. Era perfecto. —Entonces, Langley Vaughn, oficialmente tienes una cita para la boda del infierno, con el diablo llevando un esmoquin. 21 2 Iker racias a Dios por las chicas lindas con dinero que gastar y sin sentido común. Normalmente no era muy bebedor, pero hoy necesitaba algo para calmarme. Fue pura suerte que entrara en el bar más cercano y barato a la base la misma noche en que esta diva debutante perdida fue en busca de su venganza. Me fijé en ella en cuanto entró en el oscuro y sucio bar. Sobresalía demasiado en el ambiente, y era fácil ver que su única razón para honrar a los clientes con su presencia era porque iba a causar problemas. Parecía nerviosa e insegura. Tenía los ojos muy abiertos y eran inocentes, claramente buscando algo que no podía identificar inmediatamente. Era un conejo que caminaba voluntariamente hacia el centro de una manada de lobos hambrientos, y era sólo cuestión de tiempo antes de que uno de los depredadores que merodeaban por ahí tratara de darle un mordisco. No estaba de humor para hacerme el héroe o para ser su entretenimiento mientras pasaba la noche en los barrios bajos. Podría estar buscando problemas, pero había pasado la mayor parte de mi vida tratando de mantenerme al margen. Así que, cuando la pequeña rubia se sentó en el asiento de al lado del mío en el bar, le di la espalda a propósito. Sentí su mirada como un toque físico cuando se deslizó sobre mí y tuve que luchar contra el impulso de girarme y ver de qué color tenía los ojos, y si el tono del vestido de esa sirena los hacía más vibrantes. Apostaría por azules. Tenía todo eso de la chica de la puerta de al lado. Bueno, siempre y cuando la puerta de al lado estuviera cerca de un campo de golf y un club de campo sólo para miembros. La chica rezumaba dinero, que es por lo que inadvertidamente empecé a prestar atención cuando dijo que tenía una propuesta de negocio para la cabeza metálica ajustada sentada a su otro lado. No quería tener curiosidad sobre nada que tuviera que ver con ella, pero no había manera de evitar el hecho de que todo lo que tenía que ver G 22 con el dinero y una forma rápida de conseguirlo me había quitado casi todo el poder mental disponible en los últimos meses. Una de las becas con las que mi hermano menor contaba para pagar la universidad en el otoño había fracasado, y ahora Gael estaba preocupado por poder asistir a la escuela de sus sueños. Mi hermano menor era veinte veces más listo de lo que yo nunca fui. El chico tenía un potencial sin fin, y estaba destinado a hacer grandes cosas con su vida... siempre y cuando tuviera la oportunidad y el dinero. Estaba obligado y decidido a asegurarme de que tuviera todas las oportunidades posibles de triunfar en la vida. Nunca quise que volviera a las mismas esquinas y a las duras opciones a las que me había tenido que enfrentar yo por mi propio futuro. Mantenía tanto a Gael como a mi abuela, que nos crió a los dos desde que yo tenía quince años. No podía recordar ni un solo día en el que no me hubiera estado esforzando y rompiéndome el culo para cuidar de mi familia, pero la necesidad de conseguir el dinero para cubrir el costo de la beca perdida no era algo a lo que hubiera logrado encontrar una solución rápida. Es decir, hasta que la pequeña rubia entró en el bar. Golpeando con los dedos el costado de mi taza de café que se enfriaba rápidamente, observé cómo Langley se movía nerviosamente bajo mi mirada. Incluso su nombre sonaba caro. Éramos de mundos muy diferentes. Era obvio a primera vista. Ella venía del dinero y la influencia. Yo era de un pequeño pueblo fronterizo en el sur de Texas plagado de crimen, violencia y un montón de malas decisiones. Ni en un millón de años pertenecíamos a la misma mesa, tomando una taza de café casualmente, pero aquí nos encontrábamos. Necesitaba atraparla antes de que se diera cuenta de lo peligroso y descuidado que era su plan de tomar a un extraño al azar sólo para causar un poco de caos. Necesitaba el dinero. Esa era mi conclusión. Empujé el café a un lado y me incliné hacia adelante, cruzando los brazos sobre la mesa frente a mí. Miré sus muy azules ojos mientras se dirigían a los tatuajes que decoraban mis dos antebrazos, y le devolví la sonrisa por la forma en que tragó audiblemente. —Háblame del dinero. —Si pudiera conseguir los diez mil para el final de la semana, todo lo demás me resultaría mucho más fácil. Cuidar de Gael siempre era la prioridad número uno, pero tenía grandes compromisos con el ejército del que también era responsable para seguir adelante. No me tomaba el uniforme a la ligera, ni el deber que venía con él. Como dije, no había un día en el que no me trabajar, por una razón u otra. La joven frente a mí se aclaró la garganta y se recostó en la cabina, haciendo crujir el vinilo y poniendo tanta distancia entre nosotros como podía. Ahora estaba recelosa e indecisa. Ciertamente podría haber usado algunos de esos instintos de auto preservación antes. Tembló un poco con el vestido delgado que llevaba puesto, pero finalmente se encontró con mi mirada. 23 —Nos vemos mañana en el sastre de mi familia. Te daré la primera mitad si te presentas, y la segunda mitad si logras durar durante la recepción. No creo que tengas idea de lo elaborada y ostentosa que puede ser una boda de sociedad.Diablos, no, no lo sabía. Ni siquiera sabía lo que significaba la frase “boda de sociedad”, pero no había habido muchas batallas que hubiera perdido en mi vida, así que dudaba que una boda de lujo fuera a ser una de ellas. Me moví para poder sacar el teléfono del bolsillo trasero. Desbloqueé la pantalla y lo empujé a través de la mesa en su dirección. —Pon tu número. Te enviaré un mensaje para que tengas el mío. Envíame la información de la tienda de esmóquines y allí estaré. Era un hombre de palabra. Una vez que me comprometía a hacer algo, lo hacía todo, especialmente cuando se trataba de dinero. Tímidamente tomó el teléfono y empezó a tocar la pantalla. Me pareció muy lindo la forma en que sus cejas pálidas se fruncieron. Era una chica impresionante, y tenía un aura suave y delicada a su alrededor que me parecía completamente cautivador. Nada en mi vida había sido fácil, y la suavidad de cualquier tipo no era algo con lo que me topara típicamente en mi día a día. Iba a tener que recordarme a mí mismo que Langley Vaughn no era más que un medio para lograr un fin; si no quería enredarme con ella más de lo que ya estaba, eso es. —¿De verdad tienes toda una semana libre para estar a mi entera disposición? ¿No tienes un trabajo o algo de lo que seas responsable? — Empujó mi teléfono hacia el otro lado de la mesa y ladeó la cabeza ligeramente—. No pareces el tipo de hombre que tiene una tonelada de tiempo libre entre las manos. Le sonreí y vi cómo sus ojos se concentraban en el hoyuelo de mi mejilla. —Estoy en el ejército. Así que sí, el Tío Sam decide el primero respecto a mi tiempo, pero esta semana debería estar libre, en su mayor parte. Dame algunas horas específicas para la lista de los eventos que mencionaste antes y haré todo lo que pueda para asegurarme de que no surja nada. Sin embargo, por supuesto que voy a despejar el día de la boda y la recepción. Podemos negociar el precio si por alguna razón no puedo ir a ninguna de las otras cosas para las que me necesitas. Se señaló su propia cabeza, llena de largos cabellos dorados. —Me preguntaba si eras un soldado. El corte de cabello siempre era un deleite. Antes de alistarme, me gustaba llevar el cabello un poco más largo, pero esos días ya no eran un más que un recuerdo borroso. 24 —Sí. Me enlisté el día que cumplí 18 años. Me transfirieron a Fort Carson hace un par de años. Soy originario de un pueblo muy pequeño en el sur de Texas. —Golpeé con mis dedos la mesa y señalé con la cabeza su taza de café—. ¿Quieres que te lo rellene o estás lista para irte? Iba a acompañarla a su auto y a despedirla. No había forma de saber si el tipo con las manos largas y el metal en el rostro regresaría con más refuerzos o no. Por un momento, sólo una fracción de segundo, pareció dudar. No podría querer pasar más tiempo en mi compañía de lo que era absolutamente necesario... ¿o sí? Nah. Eso fue una ilusión. Esta clase de chica no tendría nada que ver con un tipo como yo si tuviera elección. Lo sabía, y no era inteligente dejarme pensar de otra manera. —Podemos irnos. —Miró por la ventana en dirección al bar—. ¿Te importaría volver a mi auto conmigo? Asentí, sin decirle que ese ya era el plan. Era bueno saber que no estaba totalmente perdida cuando se trataba de ser cautelosa. No me importaba ser el menor de los dos males de la especie masculina en este escenario en particular. Le hice señas a la camarera, que parecía cansada,y le pagué el café. Langley protestó inmediatamente, pero le aseguré que pagar por el café estaba dentro de mi presupuesto. Me metí las manos en los bolsillos delanteros de mis vaqueros y reduje la velocidad de mis pasos para que coincidieran con su zancada, mucho más corta. Medía alrededor de un metro ochenta, así que la cima de su cabeza rubia y brillante apenas me llegaba al hombro ahora que le faltaban los tacones de sus zapatos. Agarró su bolso con tanta fuerza que sus nudillos no tuvieron otra opción que ponerse blancos, y su mirada nerviosa se abalanzó sobre cada sombra por la que pasamos. Dio un pequeño paso más cerca de mi lado; los eventos de la noche obviamente aún no han desaparecido por completo, y decidí distraerla hasta que llegáramos a su auto. —¿De qué nivel de destrucción estamos hablando cuando se trata de arruinar el gran día de la hermanastra? ¿Quieres que me oponga? ¿Incendie la iglesia? ¿Intente ligar con la madre del novio? ¿Cuán malas quieres que se pongan las cosas? —No podía permitirme que me arrestaran, pero podía hacer una escena con muy poco esfuerzo si eso era lo que quería. De hecho, sonaba divertido. Hacía mucho tiempo que no se me permitía armar un escándalo y meterme en problemas sin miedo a las repercusiones. Langley soltó un pequeño resoplido e inmediatamente levantó una mano para cubrirse el rostro. 25 —Uh... realmente no tienes que hacer nada más que presentarte. Créeme, eso es suficiente para que Camille y su madre se pongan nerviosas. Hice una pausa y ladeé la cabeza. —¿Porque mi apellido es Alvarez? ¿Realmente era suficiente el hecho de que fuera hispano para volver loca a su familia de sangre azul? ¿No habíamos progresado más como sociedad después de todos estos años? Algunos días no se sentía así, pero no necesitaba que me metieran el recordatorio por la garganta. Si no necesitara tanto el dinero, me habría ido de aquí. Langley se detuvo y rápidamente movió las manos de un lado a otro. —¡No! —Su grito fue suficiente para despertar a toda la ciudad. Di un paso atrás, sorprendido, y sentí que se me abrían los ojos mientras avanzaba hacia mí, inestable con sus zapatos rotos—. No. No tiene nada que ver con tu apellido. Son los tatuajes y el hecho de que nadie en el círculo social de nuestra familia sabe quién eres. Las personas que vienen de familias de dinero tienen prejuicios contra los nuevos. Mi madrastra odiará que haya un extraño sentado en la mesa principal junto a su preciosa hija. Es tan simple como eso. —Se aclaró la garganta—. Mi padre sirvió en el ejército cuando era más joven. Su padre hizo que todos los niños de la familia se enlistaran o hicieran trabajo voluntario para poder acceder a sus fondos fiduciarios. Todas las chicas tuvieron que matricularse en la universidad. No creía que nadie debería tenerlo fácil en la vida. Conoció a mi madre cuando destinado en el extranjero. Mi padre probablemente te adorará. Mientras trataba de entender lo que me estaba diciendo, se quedó boquiabierta cuando de repente perdió el equilibrio y se cayó hacia adelante. La capté reflexivamente, viendo la verdad en sus ojos ahora que tenía el rostro tan cerca del mío. Suspirando, la puse de pie y pasé mis manos por mi corto cabello. —De acuerdo. ¿Qué más había que decir? Empecé a caminar de nuevo, vigilando a Langley para asegurarme de que no se volviera a caer. —Eres tan diferente de mi ex como cualquiera puede serlo, si te sirve de consuelo. —Se aclaró la garganta y jugueteó con su bolso—. Eso también es una ventaja. Era mi turno de resoplar. —Nunca me metería entre hermanas. O hermanastras. No te lías con la familia. Hizo un sonido suave. 26 —No estoy segura de que Camille le diera muchas opciones. Todo lo que tengo ella lo quiere, y normalmente lo consigue. Era así antes de que su madre se casara con mi padre. Por alguna razón, siempre hemos sido rivales. Lograr que Richard le propusiera matrimonio fue su última victoria. Negué la cabeza y murmuré: —Sólo es una victoria para ella si tú quieres quedarte con él, y no parece que lo quisieras. Me miró por debajo de sus largas pestañas y me dio una sonrisa torcida. —No estoy segura de ser lo suficientemente mayor o haber vivido lo suficiente para saber exactamente lo que quiero. Durante un tiempo, sin embargo, pensé que era él. —Se encogió de hombros. —¿Cuántos años tienes? —Debía tener al menos veintiuno años paraentrar en el bar y estar en el tercer año de la universidad, pero parecía más joven. Me volvió a sonreír y se echó el cabello por encima del hombro. —Cumplí veintiuno a principios de año. Mencionó que estaba en el penúltimo año de CC, que era una universidad privada muy conocida, así que la matrícula no era una broma. Había aprendido todo acerca de lo escandaloso que era el costo de la educación superior tan pronto como Gael comenzó a ser colocado en cada clase avanzada que ofrecía la pequeña escuela secundaria de mi ciudad natal. Supe de inmediato que tenía que llevar a cabo una investigación sobre el pago de la universidad basado solamente en su plan de estudios en la escuela secundaria. Todo lo que salía de su boca perfectamente pintada servía como un recordatorio constante de que no teníamos nada en común. —¿Qué estudias en la escuela? —¿Las chicas como ella tenían que planear para el futuro o simplemente desperdiciaban el dinero, sabiendo que todo iba a estar siempre bajo control a largo plazo? —Economía. ¿Qué hacía alguien con un título en economía exactamente? ¿Jugar con dinero? ¿Invertir en más acciones y bonos para enriquecerse? ¿Guardar más dinero para la jubilación? En serio, no podía identificarme con ella. Cada dólar que ganaba ya estaba gastado. Antes de que pudiera pedir más detalles, ella cambió la situación y me dijo: —¿Y tú? ¿Cuánto tiempo llevas en el ejército? Dijiste que te enlistaste cuando cumpliste dieciocho años. Asentí. —Sí. Llevo seis años. Fui a Fort Knox para el entrenamiento básico. Fui destinado a Bragg, y desplegado. Pasé un par de años en Polk, y terminé 27 aquí. Ahora soy Sargento Primero. —Tal vez durante un año más o menos, entonces la lista del Sargento de Primera Clase saldría, y yo había hecho todo lo posible para asegurarme de que mi nombre estuviera en ella. Llegué al límite de mi puntuación de fisioterapia en cada prueba, me adelanté cuando los demás se echaron atrás y dirigí a mi escuadrón desde el frente, lo que me había valido más que unas cuantas medallas para mi uniforme. Se me daba bien recibir órdenes, e incluso mejor darlas, especialmente porque nunca les pedía a mis muchachos que hicieran algo que yo no haría. Mi infancia había sido cualquier cosa menos fácil, así que estaba acostumbrado a vivir en condiciones escasas y brutales. Me había acostumbrado a ser soldado como un pato al agua, aunque alistarme no había sido inicialmente lo que quería, no me arrepentía de ninguna de las decisiones que había tomado para llegar donde me encontraba hoy. EL ejército me daba un propósito y un medio sólido para el fin de cuidar de mi familia. La conversación disminuyó naturalmente cuando llegamos al estacionamiento del bar y al auto de Langley. Esperé mientras ella sacaba las llaves de su bolso, apoyándose en el lado del BMW. Observé cómo se quitaba los altos tacones arruinados, haciendo una mueca de dolor cuando sus pies descalzos golpearon el asfalto. Se giró hacia mí y me miró con seriedad. —Vas a venir mañana, ¿verdad? ¿No fue todo un truco elaborado, o una broma que me estás gastando para hacer que la rubia tonta fuera de lugar se sienta aún más estúpida? —Sonaba tan vulnerable que me hizo algo en el interior. Levanté la barbilla en acuerdo. —Estaré allí y me quedaré mientras tú cumplas con tu parte del trato. Copió mi levantamiento de barbilla, con sus ojos azules lo suficientemente brillantes como para brillar maliciosamente, incluso en el oscuro estacionamiento. —Créeme, vas a ganarte cada centavo de los diez mil. Camille es una pesadilla, y su madre está peor. Me alejé del auto y me encogí de hombros. —Que se atrevan. Si tuviera alguna idea de la pobreza y el sentido opresivo de fatalidad y desastre en el que crecí no pensaría que su familia de clase alta era una amenaza u obstáculo legítimo. Golpeé con los nudillos el techo del auto y le dije que condujera con cuidado. Casi aparté el brazo de su agarre cuando me detuvo y me susurró una frase casi silenciosa: 28 —Gracias por salvarme de ese otro tipo. —El inesperado hormigueo que me recorrió todo el cuerpo al tocarla me tomó totalmente desprevenido. Quería decirle “cuando quieras”, pero sería mentira. La verdad es que nuestros caminos normalmente no se cruzarían, y fue pura coincidencia que hicieran esta noche. No era alguien en quien pudiera confiar más allá de esta semana o de los ceros en el balance de su cuenta bancaria. Me liberé temblando y me dirigí hacia donde había estacionado mi camioneta. Había resuelto un problema urgente. Sin embargo, no había forma de sacudirme la sensación de hundimiento, sólo creé otra con la que sería casi igual de imposible lidiar. 29 3 Langley ómo te va? —le pregunté a Iker sentada en el sofá de cuero suave como la mantequilla hojeando el itinerario cargado que Camille acababa de enviarme por correo electrónico. No había ninguna posibilidad de que me sentara a tomar el té con las damas el miércoles. Especialmente no con la madre de Richard en la lista de invitados. Me presentaría para la barbacoa, el ensayo y la boda real, pero eso era todo. Mi sentido del deber y la autoflagelación acordada terminaban en ese momento. —Espero que este sea el último que me hagas probarme —respondió Iker desde detrás del vestidor con cortinas. —Déjame ver. —Estaba increíble con los dos primeros, pero esos no habían recibido la aprobación de Oliver. El sastre no era nada menos que un perfeccionista, y yo confiaba en su ojo crítico. Iker apartó la cortina y caminó hacia mí con los brazos abiertos. —¿Y bien? —preguntó, girando lentamente. Mmm. Era realmente injusto lo guapo que era. Me las arreglé para cerrar la boca, recé por no haber babeado, y asentí. —Es... bonito —chillé. ¿Cómo demonios había tenido la suerte de encontrarlo? Era lo suficientemente sexy como para hacer que la gente por la calle se girara a mirarlo y empaparles las bragas. Yo misma había visto las pruebas mientras caminábamos entre las multitudes del domingo por la tarde. Definitivamente había girado la mía, que era algo que necesitaba mantener bajo estricto control. Nunca habría conocido a Iker en circunstancias normales, y habría apostado todo el dinero en mi fondo fiduciario a que no estaba cerca de ser su tipo. —Sube allí —ordenó Oliver, señalando el pedestal mientras rodeaba la partición que nos ocultaba del resto de la tienda. —¿C 30 —Creo que este es el indicado —dije mientras Oliver daba un círculo alrededor de Iker, ladeando su cabeza calva de un lado a otro. —Langley Vaughn, he estado vistiendo a tu padre durante los últimos veinte años. Yo te diré si este es el indicado o no. —Me lanzó una mirada que me hizo sentir como si tuviera cinco años otra vez, sentada exactamente en este asiento. Iker se encontró con mi mirada en el espejo y levantó las cejas. Casi resoplé, su expresión era muy divertida. —¿Cómo se siente? —le preguntó Oliver a Iker. —Exactamente igual que los dos últimos. —Bueno, este es de un material de mucha mayor calidad, así que espero que sientas la diferencia —murmuró Oliver, comprobando cómo le quedaba. A mí me parecía que le quedaba genial. La tela se extendía sobre su musculoso cuerpo, acentuando sus anchos hombros y su estrecha cintura. ¿Qué tenía un esmoquin que hacía que un chico ya hermoso fuera aún más sexy? —Es posible que necesites un poco más de espacio en la entrepierna —comentó Oliver, tirando suavemente de los muslos de Iker. —Podría necesitar que retires tu mano de mi entrepierna —sugirió Iker secamente. Fue su turno de recibir la mirada característica de Oliver. —Creo que esto es todo —me dijo Oliver—. Pero es el más caro de los tres, cerca de mil dólares. —Lo llevaremos. Iker subió al podio para mirarme. —Los otros dos estaban bien. No tienes que comprar el más caro para una noche. —No había forma deocultar la exasperación en su tono. Me puse en pie y caminé alrededor de él en el podio, admirando no solo el ajuste sino el hombre. Tenía al nivel de los ojos todas las partes más importantes de él. Debía ser un fanático de las sentadillas, porque su trasero era... —Langley, en serio. Compra uno de los otros. Eso es una tonelada de dinero para gastar en un esmoquin por una sola noche. —Sus ojos me siguieron, pero se quedó quieto, dejándome mirar completamente. Oliver se burló. —Hazme saber lo que decides. —Desapareció en el frente de la tienda. 31 —Cuando estás desplegado y estalla un tiroteo y tienes balas volando por todas partes, ¿qué tipo de armadura usas? —pregunté, haciendo una pausa para mirarlo. —Kevlar. —Sus ojos oscuros se estrecharon. —Y no soñarías con salir sin eso, ¿verdad? —Joder, no. Hará que te maten. —¿Qué pasa con una armadura de menor calidad? ¿Te conformarías con algo que se vea bien y tal vez podría detener la metralla, pero no detendría las balas? —Ladeé la cabeza. —Por supuesto que no, pero esta comparación no está remotamente en el mismo campo de juego. —Lo está —le aseguré—. Nunca has estado donde vamos. Yo nunca he pasado por lo que has pasado. Entonces, si apareciera de repente en medio de un tiroteo en Afganistán, espero que me den la mejor armadura para el trabajo al que estoy a punto de enfrentarme, y eso es lo que es esto. Esos otros esmoquin son bonitos, pero este... —Dejé que mis dedos frotaran ligeramente el material en su muñeca, con cuidado de no rozarle la piel—. Este es a prueba de balas. Se bajó del podio, dejando uno de los gemelos brillantes con los que había empezado a jugar nerviosamente entre mis dedos. —Si quieres que destaque, que llame la atención de una manera que haga obvio que estás agitando una bandera gigante de "jódete", entonces ¿por qué ponerme algo que me ayude a mezclarme? Era demasiado listo y observador. Esas eran preguntas que no quería responder. Porque era hermoso con él. Porque quería verlo con él toda la noche. Porque ir de su brazo me distraería del hecho de que estaba viendo al primer chico que había amado casarme con la primera chica que me había odiado. Demonios, que todavía me odiaba. —Iker, no podrías mezclarte si lo intentas. Créeme. Eres demasiado... —Solté sus gemelos y agité las manos frente a su torso—. Demasiado todo. Además, que vayas más guapo que cualquiera de los otros es mejor que una bandera de "jódete". Es como una pancarta de "jódete" detrás de un avión. O escribir en el cielo un dedo medio gigante el día de su boda. Sus labios se levantaron y sus ojos se entrecerraron de una manera burlona, como si estuviera tratando de entenderme. —¿Qué? —pregunté, jugando nerviosamente con mis manos. Su repentino escrutinio era más que un poco desconcertante. 32 —No eres como nadie que haya conocido—, dijo en voz baja. El tipo tenía una gran cara de póker, porque no tenía ni idea de si eso era bueno u horrible. —Gracias —respondí en su lugar. Él se rio, y el hoyuelo hizo su aparición. Lámelo. Sacudí la cabeza. ¿Por qué demonios haría algo por el estilo? Era un empleado durante la semana, y estaba bastante segura de que calificaba como acoso sexual. Por otra parte, la forma en que acababa de mirarle el trasero y todas las otras partes de él definitivamente cruzaban una línea. —Entonces, ¿podemos salir de aquí? —Sonaba muy esperanzado. —Claro, tan pronto como termine de ajustarte tu traje. —¿Mi qué? —preguntó, levantando las cejas. —¿A menos que tengas uno que te guste? Es para la cena de ensayo. No puedes usar el esmoquin para ambos eventos. Su mandíbula se tensó una vez. Dos veces. El hoyuelo era sexy incluso cuando estaba irritado. —¿Realmente necesito un traje completo para el ensayo? —Esas palabras fueron una mezcla de preguntas y cuasi acusaciones. —Bueno, sí. ¿Qué otra opción hay? —Terminé la pregunta lentamente y me preparé para cualquier respuesta que pudiera dar, claramente incluso esperando que la toga fuera una opción que me arrojaría. —Camisa y corbata —sugirió. —¡Oh, por supuesto! —Abrí mi teléfono para poder enviarle el itinerario por correo electrónico. —Finalmente, algo normal —murmuró. —Los necesitarás debajo del traje, naturalmente. Irías un poco extraño sin ellos. No es que no tengas pecho para sacarlo. He visto tus brazos, y puedo suponer que ese es el status quo de todas las partes. —Agité mi mano frente a su torso. Respiró hondo y centró su atención detrás de mí mientras apretaba las manos. —¿Empezamos? —preguntó Oliver. —¿Diez mil? —susurró Iker para que solo yo pudiera escucharlo. —Sí —respondí, igual de bajo—. Además, toda la ropa la pago yo. ¡Ahora nunca más tendrás que alquilar un esmoquin! —Para todos los eventos de etiqueta a los que voy. —El sarcasmo fue lo suficientemente espeso como para ahogar a un caballo. 33 —Nunca está de más tener un armario bien abastecido —dije. —Entonces, un traje —interrumpió Oliver, trayendo muestras—. Necesitamos elegir rápidamente si desea que estén modificados a tiempo. —¡Entonces hagámoslo! Ah, y podría necesitar algunos polos y algunos pantalones casuales también —agregué. —¿Para qué? —La barbacoa, por supuesto. Nuestras miradas se encontraron y la mantuvo, marrón frustrado frente a azul sonriente. —Diez mil —le recordé con una sonrisa brillante. Ya le había dado los primeros cinco mil dólares para asegurarme de que realmente me siguiera a la tienda de ropa formal. Suspiró, luego respondió a mi sonrisa con una suya forzada. —Trae los polos. —Iba a perderlo cuando mencionara los pantalones caqui y los zapatos de vestir. Oh, bien. Todo era justo en el amor y la guerra, y este juego al que estábamos jugando tenía un poco de ambos. —Señorita Vaughn, es bueno verte. ¿Te unirás a tu padre en el campo hoy? —preguntó el portero cuando Iker y yo entramos al club de golf al día siguiente. Tenía que darle crédito, no estaba segura de que fuera a aparecer después de las modificaciones de ayer. Estaba claramente fuera de su elemento, y seguir el juego estaba tomando un esfuerzo de su parte. No se molestó en esconder la sonrisa burlona en su rostro cuando el valet tomó las llaves de mi Beamer. —Oh, no, gracias, Tim. Solo estamos aquí para el almuerzo. — Lecciones para el almuerzo, realmente, pero Tim no necesitaba saber eso. —Excelente. Espero que lo disfruten —terminó con una sonrisa educada hacia los dos cuando nos dejó en el vestíbulo. —No es probable —murmuró Iker, contemplando la amplia escalera que conducía al segundo piso a seis metros por encima de nosotros, la gran chimenea, el área de descanso y las cortinas del piso al techo. Mientras tanto, yo lo contemplé a él. Llevaba un par de pantalones cortos de vestir verde oliva y un polo negro, los cuales había elegido ayer con Oliver. La tela se extendía sobre sus 34 músculos, sumergiéndose en las curvas y huecos de su espalda, pero dejaba los brazos desnudos, donde la tinta cubría el resto de su piel hasta la muñeca. Quería ver más de cerca los diseños porque tenía curiosidad acerca de las cosas lo suficientemente importantes para él que las llevaría en su piel para siempre. —¿Esto es un club de golf? Reprimí mi respuesta instintiva de bueno, sí, y volví a mirar la habitación, tratando de verla a través de sus ojos. La disposición de los asientos frente a la chimenea no era necesariamente tan cómoda como pulida y coordinada. La barandilla brillaba y el techo era como de catedral. —Supongo que es un poco demasiado —admití. —¿Un poco? —Sonaba incrédulo y casi crítico. —Es solo... el club. Es donde aprendí a nadar, tomé clases de tenis en verano, clases de golf durante una sesión muy larga y dolorosa de seis semanas. —Me encogí de hombros. Bajó la mirad a mí con ese escrutinio tranquilo e intenso al que me estaba empezando a acostumbrar. Parecía aparecercada vez que las diferencias entre nuestros mundos se volvían dolorosamente obvias, pero ninguno de nosotros quería llamar más la atención sobre la situación. Era extraño, pero la mirada a menudo me hacía sentir deficiente, de alguna manera. —¿Dónde aprendiste a nadar tú? —le pregunté, guiándolo por el pasillo. —En la YMCA. —Oh, eso es lo mismo. Me miró fijamente. —Bueno, ambos necesitan membresías, ¿verdad? —murmuré. No dignificó eso con una respuesta cuando su mano se extendió por la parte baja de mi espalda, guiándome hacia la derecha de la pasarela cuando pasó un grupo de golfistas. Más de unas pocas cabezas se giraron, mirando a Iker de arriba abajo. —¿Estás segura de que no necesito una camisa de manga larga? — preguntó. —No —le aseguré—. Estás perfecto tal y como estas. Ese maldito hoyuelo hizo otra aparición ante mi comentario. Pasamos por la tienda de golf y luego la extensión de puertas de vidrio que conducían a la terraza con columnas y al verde. 35 —Siento que me van a echar —murmuró Iker. —¿Por los tatuajes? De ninguna manera. No con la cantidad exorbitante de cuotas que mi familia paga por usar las instalaciones. Además, no es como si llevaras vaqueros. Eso definitivamente nos echaría —prometí asintiendo cuando llegamos a la anfitriona del comedor—. Hola, Patricia, ¿cómo va tu día? Su sonrisa era amplia y no titubeó cuando vio a Iker a mi lado. —¡Señorita Vaughn! Mi día va bien, ¿y el suyo? —Maravilloso. Tenemos reserva... —La tengo aquí mismo —nos aseguró—. Si me siguen. Nos condujo a través del comedor, a una mesa que se encontraba al lado de la pared de ventanas de vidrio. —¿Con esto bastará? —Perfecto —le aseguré. Seguíamos en una parte del comedor, pero lo suficientemente apartados para nuestros propósitos. Ella asintió y apareció un camarero, dando un paso adelante para sacarme la silla. —Gracias —le dije mientras me sentaba, antes de que me ayudara a deslizar la silla con ancho respaldo hacia delante. —Lo tengo —le dijo Iker al camarero antes de que pudiera acercarse a su lado, sentándose rápidamente. —Por supuesto, señor —comentó el camarero, parpadeando rápidamente para eliminar su sorpresa—. ¿Puedo comenzar con las bebidas antes de que lleguen sus platos? —Limonada, por favor. Gracias... Michael —terminé después de leer su placa gravada. —Una Coca Cola. Gracias —pidió Iker, estirando el cuello. —No iba a sentarte a ti —le dije; mis labios se arquearon hacia arriba cuando Michael se fue. —Sí, lo descubrí—. Estudió a los golfistas el campo un momento antes de volverse hacia mí—. ¿Platos? —Hice que cambiaran el menú para que tuvieras la experiencia completa de la indulgencia excesiva a la que te enfrentarás esta semana. —¿Estás tratando de entrenarme? —Una ceja oscura se alzó inquisitivamente—. No soy una mascota. Y, la última vez que lo revisé, ya estaba domesticado. ¿Lo sabes bien? —¿Lo siento? —Ajusté la tela de mi vestido de verano para evitar que mis piernas se pegaran a la silla de cuero. 36 —Quieres sorprender a tu familia. Ya hemos cubierto eso. —Se inclinó hacia adelante sobre los codos, reduciendo la distancia entre nosotros. —¿Bien? —No pude evitar inclinarme también, manteniendo las manos cruzadas en mi regazo. —Entonces, ¿por qué entrenarme? ¿Por qué el almuerzo? ¿El club de Golf? Revisé el itinerario y esto no está en él. —De nuevo, era demasiado inteligente, rápido al darse cuenta de cosas que no estaban expuestas explícitamente frente a él. Porque, para empezar, quería volver a verlo; aunque no es que fuera a decir eso. Una cosa era contratar una cita falsa y otra muy distinta que realmente me gustara y que quisiera pasar tiempo con él fuera de las obligaciones monetarias. —Pensé que te gustaría echar un vistazo a en qué te estás metiendo. —Le di la verdad parcial—. Y en cuanto al entrenamiento, hay una gran diferencia entre hacerlos sentir incómodos… —asentí hacia el comedor— y hacerte sentir incómodo a ti. Echó un vistazo a nuestros compañeros de comedor, ninguno interesado en nosotros. —¿Los jeans realmente harían que me echaran? —Regla del club. —Me encogí de hombros. —Ok, Chica del Club de Campo. Enséñame. —Su hoyuelo apareció mientras me sonreía. Me dio un vuelvo el pecho, lo que me recordó respirar. Era diferente a cualquier persona que me hubiera atraído y, sin embargo, me hacía preguntarme cómo demonios había encontrado atractivos a los tipos de Ken. Iker era cien veces más fascinante, y solo lo conocía de unos días. —Codos fuera de la mesa —ordené. Se rio pero lo hizo, moviendo sus antebrazos a los brazos tapizados de la silla. —Demasiado fácil. —¿Oh sí? Veremos cómo te sientes en aproximadamente una hora. — Sonreí. —Desafío aceptado. Comencemos. Los platos comenzaron a llegar y enderecé la espalda, ocho años de cotillón y cursos de etiqueta en marcha. —Este —lo corregí cuando alcanzó su tenedor de ensalada. Tomé el tenedor de camarones de dientes pequeños y lo agité. 37 —Eso es demasiado pequeño —argumentó. Arqueé una ceja, y él levantó el tenedor de camarones, gruñendo mientras comenzaba el aperitivo. —De adentro hacia afuera —le instruí con cubiertos—. Rompe cada pedazo de pan antes de untarlo con mantequilla. Eso me hizo ganarme un par de ojos en blanco. En el segundo plato, pensé que iba a renunciar. —¡Está fría! —farfulló volviendo a poner la cuchara en la sopa. —Se supone que debe estarlo —le dije. —Tenedores diminutos. Sopa fría. ¿Qué demonios les pasa a los ricos? —preguntó, sacudiendo la cabeza—. El menudo de mi abuela es mucho mejor que esto. —Codos —le recordé, y él rápidamente los retiró—. Mueve la sopa alejándola de ti, de esa manera no te salpicará la ropa. —Lo demostré. —No es un problema, porque no me voy a comer esa mierda… cosa — se corrigió cuando un caballero mayor nos miró. Me reí, apenas cubriéndolo con mi servilleta. La comida pasó con suspiros frustrados suyos y risas mías. Lo asimiló rápidamente, sus ojos parpadeaban de un lado a otro sobre su lugar, asimilando los detalles. —¿Cómo diablos recuerdas todo eso? —preguntó después de haber terminado—. ¿Cómo puedes disfrutar lo que estás comiendo con todas esas reglas? Firmé mi nombre en la factura que iría directamente a la cuenta de nuestra membresía. —Años de instrucción. Práctica. No se me permitió entrar a un comedor formal, incluso en público en funciones formales, hasta que lo dominé. —Me encogí de hombros. —¿Sopa y todo? —Sopa y todo —confirmé, tratando de recordar—. Creo que tenía nueve años antes de que mis padres lo permitieran. —Estaba tan orgullosa, con la espalda recta sentada en ese asiento, sintiéndome como una adulta. —¿Sabías todo esto a las nueve? —preguntó, levantándose de la mesa. —La mayor parte. Iker despidió al mesero con la mano y sacó mi silla él mismo. —Aprendes increíblemente rápido. —Me puse en pie, alisando mi dobladillo. 38 —Sí —concordó. —Y qué humilde eres —bromeé mientras cruzábamos el comedor. Claro, había miradas, ¿cómo podría no haberlas? Iker era enorme, tatuado y caminaba como un depredador, consciente de todo y de todos los que lo rodeaban—. Perdón por las miradas. Tal vez los tatuajes sean un poco demasiado para esta multitud. Me miró con la piel de entre las cejas fruncidas. Por risa o asombro, no estaba segura. —Me gustan —admití, y el calor me subió por el cuello. Era la maldición de ser rubia y pálida. Era difícil ocultar tus emociones cuando tu propio cuerpo se disparaba como un termómetro en aumento. —¿Crees que son solo los tatuajes? —Su tono era frío como el ártico. Ahora fue mi frente la que se arrugaba mientras caminábamos hacia el vestíbulo del club. —Destacaba demasiado. Demonios, los únicos otros tipos que se parecían a mí en esa habitación llevaban etiquetas con su nombre. Parpadeé. —Está bien —dijo en voz baja—. Sabíaen lo que me estaba metiendo. Voy a ir al baño. ¿Estás bien aquí? Asentí. Por supuesto que estaba bien aquí. Aquí era donde encajaba, casi como un segundo hogar. Un grupo de chicas salió de la tienda, todas sonrisas y bolsas de sus compras. Sus faldas de tenis eran todas del mismo largo. Sus camisas podía haber sido de diferentes colores, pero todas eran polos sin mangas. Las cinco llevaban viseras blancas de Broadmoor con sus altas coletas balanceándose de un lado a otro. Todas eran variaciones de la misma galleta, hechas con el mismo molde. —¡Oh, Dios mío! ¡Langley! Y aparentemente, yo también era una de ellas, solo que vestida con un atuendo diferente hoy. La chica del centro levantó los brazos, bolsas incluidas, y corrió de puntillas hacia mí. —Nessa —le dije a modo de saludo mientras me besaba la mejilla. —¿Dónde has estado? —preguntó, con sus dientes perfectamente alineados más blancos que la nieve. —¿Por ahí? Voy a CC... 39 —¡Te hemos extrañado en los partidos de dobles! —me interrumpió, y las otras Stepfords asintieron, como si hubiera tirado de una cuerda como su maestro de marionetas. —Oh, no he estado jugando mucho. Se le entristeció la cata. —Oh, lo entiendo. A mí tampoco me gustaría andar por aquí si fuera tú. Se me puso la columna rígida. —Quiero decir, ¿cuán horrible es para ti que Richard se case con Camille? ¿Es súper incómodo en casa? Todas se movieron, inclinándose. Los chismes eran tan valiosos como el oro con esta gente. —Está... bien —respondí, sabiendo que si decía algo más, llegaría a Camille antes de que el valet pudiera detener mi auto. Los ojos de Nessa se entrecerraron, decidiendo si creerme o no. —De verdad. Está bien —le di mi sonrisa falsa practicada—. Estoy en la boda y todo. Son una pareja perfecta, y no podría desearles nada más que lo mejor. Al menos esa era la verdad. Ambos eran unos imbéciles que se merecían el uno al otro, y lo mejor de mi parte era un "jódete" gigante en forma de un bombón militar muy tatuado que saldría del baño en cualquier momento. —Pero, aun así, ¿no te irrita un poco? ¡Quiero decir, es tu hermana! —Nessa bajó la voz hasta un susurro escénico. —Hermanastra —la corregí por costumbre. —Y Richard era el mejor partido de nuestra clase. Va a la escuela de derecho y todo, ¿verdad? Maldición, la chica estaba cavando en busca de tierra, pero no iba a darle ni un gránulo de arena. —Todavía es un estudiante de tercer año en la universidad, al igual que el resto de nosotros. —¿Cómo podría alguien de solo veintiún años definirse como el mejor partido? —Sí, claro, ¡pero todos pensamos que serían ustedes dos hasta el fin de los tiempos! Si me ponía más rígida me iba a romper como una ramita quebradiza. ¿Qué tenían las perras que necesitaban hurgar en la herida? ¿Esperaban que ver mi sangre haría que sus propias heridas e inseguridades dolieran un poco menos? 40 —Bueno, gracias a Dios que no duraron, de lo contrario yo me lo habría perdido. —La voz de Iker vino detrás de mí solo un segundo antes de que sus brazos me echaran atrás contra su muy firme pecho, envolviéndose justo debajo de mis senos, con los tatuajes a plena vista a juzgar por sus ojos errantes. Todo mi cuerpo se derritió porque de repente me quedé sin huesos por su toque. Los ojos de Nessa se abrieron y las demás siguieron su ejemplo. Sus miradas se quedaron en sus brazos tatuados y los músculos ondulantes mientras ajustaba su agarre sobre mí. —Oh, mi… —dijo Nessa suavemente—. No eres... —Su mirada se movió hacia mí—. No es de extrañar que hayas sido difícil de ver este verano. La rebelión te queda bien, Langley. Y ciertamente mejor en persona que en tu Instagram. Me tensé. —¿Estás lista para salir de aquí, cariño? —me preguntó él, ignorando a Nessa e inclinándose para que sus labios me rozaran la sien. —Absolutamente. —Se me tensó el pecho. Olía muy bien, como a jabón y una colonia que no pude identificar. —Creo que las veremos en la boda —les dijo Iker mientras tomaba mi mano con la suya, mucho más grande. Me despedí rápidamente mientras nos dirigíamos al valet. —¿Qué pasa? —preguntó mientras el valet corría hacia el auto. —Te miraron y pensaron que te conocían. —Negué con la cabeza. ¿Pero no había hecho yo lo mismo la primera vez que lo vi? Cómo se había puesto en peligro para una extraña en un estacionamiento oscuro. Cómo había dado un paso adelante para ayudar a un extraña. Pensaban que no era más que mi rebelión... pero ¿no era por eso por lo que lo había contratado? ¿No era esa reacción exacta lo que había estado buscando cuando encontré a Iker?— Son todas iguales. Todas. Como muñecas Barbie en la línea de montaje, imposibles de distinguir. Y... —Negué con la cabeza. No me presionó, solo me miró con ojos perceptivos, esperando a que hablara y admitiera la horrible y reflexiva verdad. —Y yo soy una de ellas. —No, no lo eres —dijo en voz baja. —¿Qué te hace decir eso? —Viniste a buscarme. resoplé. 41 —Solo para enojarlos a todos. Él se encogió de hombros. —¿Y qué? Aún así viniste a buscar. No saltaste encima del mejor amigo del idiota, ¿verdad? —¿Qué? —Mi cuello estaba en un ángulo casi imposible para mirarlo. —Idiota. Richard2. Parecía apropiado. No te follaste a su mejor amigo, ¿verdad? Mis labios se separaron. No podía pensar en una instancia en los últimos veintiún años en la que escuché esa palabra obscena en estos sagrados pasillos, pero estaba dispuesta a escucharla nuevamente. O a que fuera usada como un verbo. O ponerla en acción. Lo que fuera. —No, claro que no. Él asintió, luego tomó unos billetes de su billetera mientras el valet le entregaba las llaves de mi auto. —Gracias, hombre. —No hay problema. Hasta pronto, señorita Vaughn. —El valet me abrió la puerta y me deslicé hasta el suave cuero del asiento del pasajero. Iker se abrochó el cinturón y puso el auto en marcha, pero no se movió. —¿Iker? —Lo miré preguntándome cuál era la demora, y un poco desesperada por escapar de este lugar que claramente resaltaba nuestra gran variedad de diferencias. —Esas mujeres son todas idénticas en cierto modo —acordó—. Todo está borroso porque no les importa destacarse. Hay consuelo en la conformidad, lo entiendo. —Tragó saliva y luego se volvió para mirarme—. Pero tú no eres una de ellas. Tal vez de alguna manera lo seas, claro. Todas resaltan con el mismo tono de dinero verde. Pero puedo verte a través del brillo, Langley. La emoción me tensó la garganta. —¿A mí o a mis diez mil? —pregunté, tratando de aligerar el estado de ánimo. —Tú —me aseguró. Esperaba que mi cabello comenzara a volar por la estática que causó de lo eléctrico que sentía el aire a su alrededor. 2 Un apodo común para Richard es “Dick”, que se traduce como imbécil o idiota. 42 —Pero esos diez mil tampoco son tan malos. —Guiñó un ojo y salió disparado, dejando marcas de neumáticos y bocas abiertas frente al campo de golf. 43 4 Iker stás seguro de que vas a poder conseguir el resto del dinero para el fin de semana? —chirrió la voz de Gael a través del altavoz de mi teléfono y me di cuenta de que no quería ilusionarse demasiado. La decepción era algo que ambos conocíamos bien, lo que significaba que vendería mi alma para poder ayudarlo. Sin importar lo que costara. —Te dije que no te preocuparas por eso. ¿Cuándo no he cumplido cuando te prometí algo? —Traté de mantener mi voz ligera, pero mi corazón cayó hasta mi estómago cuando me paré frente a la enorme casa extravagante, escondida en el viejo y rico vecindario de Broadmoor. Sabía que el código postal de Langley venía con una casa grande, pero había subestimado lo grande que era—. Tendré el resto en poco tiempo. Gael suspiró y me lo imaginé sacudiendo la cabeza. Nos parecíamos mucho, aunque él era mucho más amable y gentil que yo. Me gustaba pensar
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