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Luna llena - Rachel Hawthorne - Manu FI

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Lindsey	es	rebelde	e	imprudente,	quizá	porque	siempre	le	han	organizado	la
vida.	Sus	padres	 se	encuentran	entre	 los	miembros	más	poderosos	de	 los
guardianes	 ocultos,	 una	 antigua	 tribu	 de	 licántropos,	 y	 hace	 tiempo	 que
concertaron	el	 compromiso	de	Lindsey	 y	Connor.	 La	próxima	 luna	 llena	 se
acerca,	 y	 entonces	 el	 compromiso	 será	 definitivo.	 No	 habrá	 vuelta	 atrás.
Lindsey	 tendría	 que	 estar	 exultante	 de	 felicidad…	 entonces,	 ¿por	 qué	 no
puede	dejar	de	pensar	en	el	atractivo	e	inquietante	Rafe?
Cuando	la	manada	es	capturada,	ella	y	Rafe	tendrán	que	trabajar	juntos	para
salvarlos.	 Lindsey	 tendrá	 que	 elegir	 entre	 la	 amistad	 y	 el	 amor	 verdadero.
Pero	escuchar	a	su	corazón	puede	tener	consecuencias	terribles.
www.lectulandia.com	-	Página	2
Rachel	Hawthorne
Luna	llena
Los	guardianes	ocultos	-	2
ePub	r1.0
macjaj	09.12.14
www.lectulandia.com	-	Página	3
Título	original:	Full	Moon
Rachel	Hawthorne,	2009
Traducción:	María	Otero	González
Editor	digital:	macjaj
ePub	base	r1.2
www.lectulandia.com	-	Página	4
Para	Brandon,	extraordinario	conocedor	de	lo	paranormal.	Gracias	por	las
sesiones	de	tormenta	de	ideas	en	los	desayunos	y	por	dejarme	intercambiar
ideas	contigo.	¡Eres	genial!	Te	quiere,	mamá.
www.lectulandia.com	-	Página	5
Prólogo
La	luna	llena	se	ha	convertido	en	mi	enemigo.
Estoy	en	una	caverna,	preparándome	para	 la	noche	más	 importante	de	mi	vida.
Hace	unos	días	cumplí	diecisiete	años.	Esta	noche	una	 luna	 llena	adornará	el	cielo.
Cuando	me	coloque	bajo	ella,	la	luz	de	la	luna	me	cubrirá	y	yo,	Lindsey	Lancaster,
me	transformaré…
En	un	lobo.
Soy	 una	 cambiaforma,	 una	 especie	 milenaria	 que	 posee	 la	 capacidad	 de
transformarse	de	forma	humana	a	animal.	El	animal	de	mi	clan	es	el	lobo.
He	estado	esperando	esta	noche	prácticamente	desde	que	tengo	uso	de	razón,	pero
durante	las	últimas	semanas	he	estado	temiendo	su	llegada,	porque	las	cosas	se	han
vuelto	 muy	 complicadas	 y	 ambiguas.	 Mis	 sentimientos,	 mis	 emociones,	 están
confundidos.	Mi	corazón	me	dice	una	cosa	y	mi	cabeza	otra.
Connor	siempre	ha	sido	mi	mejor	amigo.	Nuestras	familias	pasan	todo	el	tiempo
juntas	 en	 el	 mundo	 exterior,	 donde	 todos	 fingimos	 no	 poseer	 esta	 extraordinaria
capacidad,	donde	fingimos	ser	como	los	estáticos,	aquellos	que	no	cambian	de	forma.
Nuestros	padres	están	convencidos	de	que	Connor	y	yo	estamos	hechos	el	uno	para	el
otro.
En	ocasiones	tengo	miedo	de	que	nuestros	padres	nos	hayan	atrapado	a	Connor	y
a	mí	en	sus	sueños	y	que	nosotros	hayamos	creído	que	esos	sueños	son	también	los
nuestros.	Una	noche,	delante	de	todo	el	mundo,	Connor	se	me	declaró.	Me	emocionó
que	tuviera	tan	intensos	sentimientos	por	mí,	porque	yo	creía	sentir	lo	mismo	por	él.
Nuestras	familias	lo	celebraron.	De	acuerdo	con	nuestra	tradición,	se	tatuó	mi	nombre
con	 un	 símbolo	 celta,	 nuestro	 equivalente	 a	 estar	 comprometidos.	 Nuestro	 destino
quedó	sellado.
Pero	 entonces	 Rafe	 regresó	 a	 casa	 este	 verano	 tras	 pasar	 un	 año	 fuera	 en	 la
universidad,	 y	 comencé	 a	 fijarme	 en	 él	 de	 una	manera	 totalmente	 distinta.	Cuando
habla,	su	voz	grave	contiene	cierta	aspereza.	Es	tan	sexi.	No	habla	demasiado,	salvo
cuando	tiene	algo	importante	que	decir,	y,	cuando	lo	hace,	siento	que	me	tiemblan	las
piernas.	Sus	ojos	oscuros	tienen	la	capacidad	de	cautivarme,	de	hacer	que	mi	corazón
retumbe	cual	trueno.	Y	cuando	esa	peligrosa	mirada	se	desvía	hacia	mis	labios,	deseo
fundirme	en	sus	brazos	y	acercar	su	boca	a	la	mía	para	saborear	el	fruto	prohibido.
Tiene	algo	salvaje,	prefiere	vivir	la	vida	al	límite.	Es	el	gran	lobo	feroz	(perdonad
el	 juego	de	palabras).	Y	hay	algo	en	él	que	 llama	a	mi	parte	más	salvaje…	pero	es
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una	llamada	a	la	que	no	puedo	responder.
Connor	es	mi	destino.
Es	dos	 años	mayor	que	yo	y	ya	ha	pasado	por	 su	primera	 transformación.	Esta
noche	me	 ayudará	 a	 experimentar	 la	mía.	Me	 obligo	 a	 pensar	 en	 Connor:	 su	 pelo
rubio;	 sus	ojos	azules;	 sus	muecas,	que	 siempre	me	hacen	 reír.	En	estos	momentos
está	esperando	por	mí,	 esperando	a	compartir	 la	noche	más	 importante	de	mi	vida.
Me	abrazará,	me	ayudará	con	la	 transición,	se	asegurará	de	que	sobreviva.	Después
de	vivir	esa	experiencia	 juntos,	estaremos	profundamente	unidos,	para	siempre.	Así
es	como	se	supone	que	tiene	que	ocurrir.
Observo	mi	reflejo	en	el	espejo.	Mis	ojos	son	de	color	avellana,	aunque	el	color
tiende	a	cambiar	según	mi	estado	de	ánimo.	Esta	noche	son	más	azules	que	verdes	o
marrones.	 Están	 tristes	 cuando	 tendrían	 que	 estar	 llenos	 de	 emoción,	 el	 tipo	 de
emoción	que	una	chica	experimenta	antes	del	baile	de	graduación.
Mis	cabellos	 rubios,	casi	blancos,	caen	por	mis	hombros.	La	capa	de	 terciopelo
blanca	que	llevo	acaricia	mi	piel	desnuda,	y	mi	nerviosismo	se	relaja	cuando	pienso
que	pronto	será	la	luz	de	la	luna	la	que	me	acariciará.	La	luz	de	la	luna	y	Connor.
Me	aparto	del	espejo	y	me	dirijo	a	 la	entrada	de	 la	caverna,	donde	una	cascada
esconde	nuestra	guarida	de	aquellos	que	desconocen	nuestra	existencia.	Avanzo	por
detrás	de	la	cortina	de	agua	y	rodeo	el	lago,	que	pronto	reflejará	la	salida	de	la	luna.
Observo	 que	 Connor	 espera	 pacientemente	 mi	 llegada.	 Lleva	 una	 capa	 negra.
Extiende	 su	mano	y	yo	coloco	mi	palma	contra	 la	 suya.	Sus	dedos	 (tan	 largos,	 tan
firmes)	rodean	los	míos,	que	de	repente	parecen	demasiado	delicados	y	frágiles	por	lo
que	está	a	punto	de	ocurrir.	Connor,	como	si	notara	mi	aprensión,	me	atrae	hacia	sí.
Sentirlo	cerca	me	tranquiliza.	Él	es	el	único.	Siempre	lo	ha	sido.
Se	acerca	hacia	mí	y	roza	sus	labios	contra	los	míos.	Mi	corazón	palpita	ante	la
magnitud	de	lo	que	estamos	a	punto	de	hacer.
Me	 coge	 de	 la	mano	 y	me	 lleva	 hasta	 el	 claro,	 hasta	 la	 luna,	 que	 espera	 para
unirnos	para	siempre.
Tan	solo	espero	no	haberme	equivocado.	De	lo	contrario,	voy	camino	de	cometer
el	error	más	grave	de	mi	vida.
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Se	supone	que	los	sueños	reflejan	nuestros	miedos	ocultos	y	deseos	secretos;	deseos
y	miedos	que	piden	a	gritos	nuestra	atención.	El	sueño	que	tuve	anoche	fue	tan	real
que	incluso	ahora,	con	la	oscuridad	a	punto	de	caer	de	nuevo,	todavía	hace	que	se	me
pongan	los	pelos	de	punta.	Estaba	sentada,	apoyada	contra	una	de	las	paredes	de	la
sala	 del	 Consejo	 donde	 los	 mayores	 y	 los	 guardianes	 ocultos	 (los	 protectores	 de
nuestra	 sociedad)	 debatían	 las	 mejores	 opciones	 para	 garantizar	 nuestra
supervivencia.	 Como	 todavía	 no	 había	 experimentado	 mi	 primera	 transformación,
aún	era	aprendiz	de	guardiana	oculta	y	por	 tanto	no	 se	me	permitía	 sentarme	en	 la
mesa	 redonda	 junto	 a	 los	 demás.	 Pero	 lo	 prefería,	 porque	 así	 podía	 dejar	 que	 mi
mente	vagara	sin	que	nadie	se	percatara	de	que	no	estaba	prestando	atención.
En	mi	sueño	estaba	en	un	claro	con	mi	pareja,	Connor,	y	nos	abrazábamos	con
tanta	fuerza	que	apenas	podíamos	respirar.	La	luna	llena	nos	iluminaba.
Entonces,	 lóbregas	 nubes	 cubrían	 la	 luna	 y	 todo	 se	 volvía	 tenebroso.	 Todavía
abrazada	a	él,	notaba	los	músculos	y	huesos	de	su	cuerpo	contra	mí.	Connor	se	hacía
cada	vez	más	alto	y	ancho.	Mis	dedos	estaban	entrelazados	en	su	pelo,	y	sentía	que
los	mechones	crecían	y	 se	 espesaban.	Connor	me	besaba,	pero	 sus	 labios	eran	más
carnosos.	 El	 beso	 fue	más	 apasionado	 que	 cualquiera	 que	me	 hubiera	 dado	 antes.
Noté	que	el	calor	me	cubría	de	los	pies	a	la	cabeza	y	entonces	supe	cómo	tenía	que
sentirse	 una	 vela	 cuando	 su	 abrasadora	 llama	 la	 derretía.	 Sabía	 que	 tenía	 que
apartarme,	pero	me	agarraba	a	él	como	si	fuera	a	ahogarme	en	un	mar	de	dudas	si	lo
soltaba.
Poco	después,	las	nubes	comenzaban	a	desvanecerse	y	la	luz	de	la	luna	volvía	a
iluminarnos,	solo	que	ya	no	estaba	en	brazos	de	Connor.	Estaba	abrazándome	a	Rafe,
besándolo,	deseando	que	me	tocara…
Me	 revolví	 incómoda	 en	mi	 butaca	 al	 recordar	 lo	 desesperadamente	 que	 había
deseado	a	Rafe.	Era	a	Connor	a	quien	se	suponía	que	tenía	que	desear.	Perome	había
despertado	entre	una	maraña	de	sábanas,	deseosa	de	que	Rafe	volviera	a	acariciarme,
aunque	solo	fuera	en	sueños.
Me	estremecí	de	nuevo.	Entonces	noté	un	codazo	en	las	costillas.
—Estate	 quieta	 ya	—me	 susurró	 Brittany	 Reed.	 Estaba	 sentada	 a	 mi	 lado.	 Al
igual	 que	 yo,	 pronto	 cumpliría	 los	 diecisiete	 y	 experimentaría	 su	 primera
transformación	con	la	próxima	luna	llena.
Conocía	 a	 Brittany	 desde	 la	 guardería.	 Éramos	 amigas,	 pero	 nunca	 me	 había
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sentido	 tan	 unida	 a	 ella	 como	 a	 Kayla,	 a	 quien	 había	 conocido	 el	 verano	 pasado,
cuando	sus	padres	adoptivos	 la	habían	 traído	al	parque	para	que	hiciera	 frente	a	 su
pasado.	 Habíamos	 conectado	 casi	 desde	 el	 primer	 momento	 en	 que	 nos	 vimos.
Habíamos	 estado	 todo	 el	 año	 contándonos	 nuestras	 vidas	 por	 correo	 electrónico,
mensajes	y	llamadas	de	teléfono.
Durante	la	última	luna	llena	ella	había	descubierto	que	era	uno	de	los	nuestros	y
que	Lucas	Wilde	era	su	pareja.	No	podía	imaginarme	lo	aterrador	que	tenía	que	ser
tener	 tan	 poco	 tiempo	 para	 prepararse.	 Nosotros,	 los	 cambiaformas,	 no	 podemos
controlar	la	primera	transformación.	Cuando	la	luna	llena	se	pone,	nuestros	cuerpos
reaccionan	a	su	llamada.	En	esos	momentos,	Kayla	estaba	sentada	en	la	mesa	junto	a
los	demás.
El	solsticio	de	verano,	el	día	más	largo	del	año,	es	por	lo	general	el	momento	en
el	que	el	mayor	número	de	los	nuestros	se	reúne	para	celebrar	nuestra	existencia.	Pero
este	 año	 una	 oscura	 amenaza	 se	 cernía	 sobre	 nosotros	 mientras	 nos	 hallábamos
reunidos	 en	Wolford,	 una	 aldea	 escondida	 en	 lo	más	 recóndito	del	 parque	nacional
(situado	 junto	 a	 la	 frontera	 con	Canadá).	 Lo	 que	 otrora	 había	 sido	 una	 comunidad
llena	de	vida,	 se	 reducía	en	esos	momentos	a	unos	cuantos	edificios	y	a	 la	enorme
mansión	que	era	el	hogar	de	los	mayores	que	nos	gobernaban.	La	residencia	también
alojaba	a	la	mayoría	de	los	nuestros	durante	la	celebración	del	solsticio.
Siempre	hemos	sido	una	sociedad	secreta.	Incluso	aunque	hayamos	vivido	entre
el	 resto	 de	 la	 gente,	 solo	 revelamos	 nuestro	 verdadero	 yo	 a	 los	 que	 son	 como
nosotros.	Pero	habíamos	descubierto	recientemente	que	el	hermano	mayor	de	Lucas
nos	había	 traicionado	y	 le	había	hablado	de	nuestra	existencia	a	alguien	del	mundo
exterior.	 Ahora	 unos	 científicos	 que	 trabajan	 para	 una	 compañía	 de	 investigación
médica	 llamada	 Bio-Chrome	 estaban	 decididos	 a	 capturarnos	 y	 averiguar	 cómo
éramos	o,	más	importante	todavía,	qué	era	lo	que	hacía	que	nos	transformáramos.
Querían	patentar	nuestra	capacidad,	desarrollarla	y	usarla	para	su	propio	beneficio
económico.	Pero	ser	diseccionados	y	estudiados	no	entraba	en	nuestros	planes	para
esas	vacaciones	de	verano.
Aunque	no	había	ni	 rastro	de	 los	científicos	de	Bio-Chrome	desde	que	Lucas	y
Kayla	 escaparan	 de	 sus	 garras,	 no	 creíamos	 que	 fueran	 a	 renunciar	 tan	 fácilmente.
Estábamos	nerviosos	 porque	podíamos	percibir	 un	 enfrentamiento	 inminente	 (de	 la
misma	manera	que	un	animal	percibe	que	va	a	haber	tormenta).	La	naturaleza	había
hecho	 que	 nos	 adaptáramos	 al	 peligro.	 Ese	 era	 el	 motivo	 por	 el	 que	 no	 habíamos
corrido	la	misma	suerte	que	los	dinosaurios.
Brittany	tenía	razón.	Había	que	mantener	la	calma.	Tenía	que	dejar	de	pensar	en
esa	locura	de	sueño	y	prestar	más	atención	a	lo	que	se	estaba	diciendo	en	la	mesa.	Por
desgracia,	mientras	observaba	a	los	allí	presentes,	mis	ojos	chocaron	con	los	de	Rafe.
Me	estaba	mirando	con	tal	intensidad	que	llegué	a	pensar	que	sabía	de	mi	inquietante
sueño.	Sus	oscuros	ojos	me	miraron	desafiantes,	tentándome	a	correr	el	riesgo	de	que
me	pillaran	mirándolo	en	vez	de	estar	pensando	en	cómo	protegernos	de	Bio-Chrome.
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En	ese	momento	en	particular,	sin	embargo,	no	creía	que	ninguno	de	esos	científicos
fuera	más	peligroso	para	mí	que	Rafe.
Me	estaba	observando	con	determinación.	Casi	podía	sentir	el	roce	de	su	mirada
en	 mi	 piel.	 Sabía	 que	 tenía	 que	 apartar	 la	 vista,	 pero	 no	 quería	 perderme	 aquella
conexión	tan	fuerte.	Nunca	antes	había	sentido	algo	tan	intenso.	Mi	visión	se	volvió
borrosa	y	las	palabras	de	los	demás	comenzaron	a	distorsionarse,	como	si	me	hallara
bajo	 el	 agua.	 Mi	 corazón	 latía	 a	 gran	 velocidad	 en	 un	 segundo	 y	 al	 siguiente	 se
ralentizaba;	estaba	tan	confundido	como	yo.	Quería	ponerme	en	pie	y	caminar	hacia
Rafe.	Quería	salir	corriendo	de	la	habitación.
Rafe	nunca	hablaba	mucho	durante	las	reuniones.	A	decir	verdad,	nunca	hablaba
demasiado.	 Era	 el	 segundo	 de	 Lucas;	 más	 de	 acciones	 que	 de	 palabras.	 Siempre
parecía	que	se	le	había	olvidado	afeitarse,	con	esa	barbita	incipiente	en	la	barbilla.	Su
pelo,	abundante	y	liso,	le	caía	por	los	hombros	y	era	oscuro	como	una	noche	sin	luna.
Sus	 ojos	 eran	 del	 color	 del	 caramelo	 al	 fuego.	 Cuando	 se	 transformaba,	 era
hermoso…	y	letal.
El	verano	pasado	había	visto	a	Rafe	acabar	con	un	puma	cuando	habíamos	estado
reconociendo	el	terreno	antes	de	llevar	a	unos	excursionistas	a	la	zona.	El	puma	había
atacado,	 Rafe	 se	 había	 transformado	 y	 yo	 había	 sido	 testigo	 directo	 de	 lo	 que	 los
nuestros	eran	capaces	cuando	se	sentían	amenazados.	Éramos	agresivos	y	mortales.
Incluso	 en	 su	 forma	 humana,	 Rafe	 me	 aterrorizaba	 con	 todo	 aquel	 poder	 que
sentía	 emanar	 de	 él.	 No	 sabía	 por	 qué	 había	 comenzado	 a	 atraer	 mi	 atención
recientemente,	aunque	«atraer»	era	una	palabra	demasiado	suave.	No	podía	estar	más
de	 cinco	 segundos	 sin	 pensar	 en	 él,	 sin	 mirar	 a	 mi	 alrededor	 para	 ver	 dónde	 se
encontraba.	 Sentía	 por	 él	 una	 curiosidad	 que	 jamás	 antes	 había	 experimentado	 con
ningún	 otro	 chico,	 ni	 siquiera	 con	 Connor.	 Quería	 saber	 qué	 tipo	 de	 películas	 le
gustaban	 y	 qué	 libros	 leía.	 Quería	 cogerle	 el	 iPod	 y	 descubrir	 cuál	 era	 su	música
favorita.	Pero	sobre	todo	quería	saber	qué	se	sentía	estando	entre	sus	brazos,	tal	como
había	ocurrido	en	mi	sueño.	Quería	sentir	el	calor	de	sus	besos.
—Solo	dos	semanas	más	y	podremos	jugar	con	los	mayores	—susurró	Brittany,
rompiendo	 el	 hechizo	 que	 me	 poseía	 y	 haciendo	 que	 sintiera	 una	 punzada	 de
culpabilidad.	¿Había	visto	a	quién	estaba	mirando,	sabía	quién	era	el	«mayor»	que	me
tenía	embelesada?	¿O	es	que	ella	también	había	estado	observando	a	los	de	la	mesa
con	la	esperanza	de	llamar	la	atención	de	alguien?	La	leyenda	decía	que	una	chica	no
podía	sobrevivir	a	la	primera	transformación	si	lo	hacía	sola.
—¿No	tienes	miedo?	—pregunté—.	Ya	sabes,	como	nadie	se	te	ha	declarado	aún.
Tan	 pronto	 como	 lo	 dije,	 me	 reprendí	 a	 mí	 misma.	 Brittany	 probablemente
estuviera	ya	bastante	preocupada	como	para	que	encima	yo	se	lo	recordara.
Pero	Brittany	tan	solo	puso	la	mirada	en	blanco	y	ladeó	la	cabeza,	lo	que	hizo	que
su	trenza	de	pelo	negro	como	el	carbón	le	cayera	por	el	hombro.
—Eso	es	tan	medieval.	No	debería	tener	que	esperar	a	que	un	chico	levantara	el
culo	y	se	me	acercara.	Si	él	es	el	chico	al	que	quiero,	debería	poder	pedírselo	yo.	No
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hay	nada	malo	en	ser	un	poco	hembra	alfa.	Después	de	todo,	estamos	en	el	siglo	XXI.
—Entonces,	¿a	quién	se	lo	pedirías	si	estuviera	permitido?
Vaciló,	 y	 durante	 un	 breve	 segundo	 pensé	 que	 iba	 a	 decirme	 un	 nombre,	 pero
entonces	se	limitó	a	encogerse	de	hombros,	como	si	todavía	no	se	hubiera	decidido.
—Alguien	a	quien	mis	padres	no	me	hubieran	metido	por	los	ojos.
¡Brrr!	Sabía	que	estaba	 refiriéndose	a	que,	en	cierto	modo,	mis	padres	y	 los	de
Connor	habían	provocado	que	estuviéramos	juntos.
—Mis	padres	no	escogieron	a	Connor.
—Despierta.	Vacaciones	 familiares,	 gimnasia,	 fiestas	 de	 cumpleaños…	vuestras
familias	han	hecho	todo	juntas	desde	que	vosotros	dos	nacisteis.
No	podía	rebatirla.	Connor	siempre	había	estado	presente	en	los	momentos	más
importantes	 de	 mi	 vida.	 Tenía	 fotografías	 con	 Connor	 tirándonos	 por	 la	 Torre	 del
Terror	en	Disney	World,haciendo	bodyboard	en	 las	playas	de	Hawái,	esquiando	en
Aspen…	Y	 la	 lista	 seguía	 y	 seguía.	 Habíamos	 pasado	muchos	 veranos	 gritando	 y
riendo	mientras	nos	montábamos	en	todas	las	atracciones	locales	de	los	lugares	a	los
que	 nuestros	 padres	 nos	 llevaban	 de	 vacaciones.	 Recordaba	 lo	 sola	 que	 me	 había
sentido	 durante	 las	 vacaciones	 de	 mi	 decimoquinto	 cumpleaños	 cuando	 él	 había
pasado	su	primer	verano	y	vacaciones	de	 invierno	 trabajando	en	el	parque	nacional
como	serpa	(nuestro	nombre	para	aquellos	que	guían	a	los	excursionistas	al	corazón
del	parque	y	se	aseguran	de	que	no	se	acerquen	a	nuestras	áreas).	Al	verano	siguiente
me	inscribí	en	el	programa	de	los	serpas.
—Siempre	 nos	 lo	 hemos	 pasado	 bien	 juntos	 —le	 dije	 a	 Brittany—.	 Somos
compatibles.
—¿Compatibles?	Parece	como	si	estuvieras	escogiendo	unos	zapatos	que	fueran
con	tu	falda	nueva.	Aceptar	a	tu	pareja	es	probablemente	la	decisión	más	importante
de	tu	vida.
—¿Por	 qué	 estás	 cuestionando	 mi	 elección?	—Y	 ya	 de	 paso	 hacer	 que	 me	 la
cuestione	 yo,	 pensé.	 ¿O	 era	 el	 sueño	 el	 que	 estaba	 provocándome	 esas	 estúpidas
dudas?
—Porque	no	es	justo	para	Connor	si	no	lo	quieres	de	verdad.
—¿Y	desde	 cuándo	 eso	 es	 asunto	 tuyo?	—le	 respondí.	Su	boca	 se	 convirtió	 en
una	línea	recta.	Llevaba	desde	principios	de	verano	dándome	la	lata	con	mi	relación
con	 Connor,	 insinuando	 que	 no	 era	 una	 buena	 novia—.	 Oh,	 Dios	 mío.	 ¿Estás
enamorada	de	él?
Antes	 de	 que	 pudiera	 responder	 (asumiendo	 que	 fuera	 a	 hacerlo,	 claro	 está),
Lucas	Wilde,	nuestro	líder,	se	giró	y	nos	miró.	Tras	su	silenciosa	reprimenda,	apreté
los	 labios,	 asentí	 y	me	 concentré	 en	 lo	 que	 se	 estaba	 discutiendo	 en	 la	mesa.	 Tras
nuestras	 transformaciones,	 Brittany	 y	 yo	 nos	 uniríamos	 a	 ellos	 y	 los	 guardianes
ocultos	alcanzarían	así	la	cifra	de	doce	miembros.	Pero	Kayla,	Lucas,	Connor,	Rafe,
Brittany	y	yo	éramos	un	equipo	de	serpas.	Trabajábamos	juntos	y	nos	adentrábamos
con	 los	 excursionistas	 por	 los	 lugares	 más	 recónditos	 del	 parque.	 Así	 fue	 como
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habíamos	 conocido	 al	 grupo	 de	 Bio-Chrome	 y	 nos	 habíamos	 enterado	 de	 su
verdadero	propósito.
—No	 veo	 que	 haya	 mucho	 que	 podamos	 hacer	 en	 este	 momento	 —estaba
diciendo	Connor.	Experimenté	una	punzada	de	orgullo	por	el	hecho	de	que	no	tuviera
miedo	a	hablar	delante	de	los	tres	mayores	que	estaban	sentados	juntos;	eslabones	de
una	cadena	de	sabiduría	e	historia—.	El	profesor	Keane	y	su	equipo	se	marcharon	del
parque	hace	dos	semanas.	Quizá	hayan	abandonado	la	búsqueda.
El	profesor	Keane	era	el	científico	al	frente	de	Bio-Chrome	y	uno	de	los	cerebros
que	estaban	detrás	de	ese	afán	por	estudiarnos.	El	otro	era	su	hijo,	Mason.
—Pero	 probablemente	 tan	 solo	 se	 estén	 reagrupando.	 No	me	 sorprendería	 que
aparecieran	cualquier	día	de	estos	—dijo	Lucas.
—Yo	pienso	lo	mismo	—dijo	Kayla.
Lucas	le	sonrió	y,	fuera	del	campo	de	visión	de	los	mayores,	le	cogió	la	mano	por
debajo	 la	 mesa.	 Ya	 solo	 aquellos	 cabellos	 pelirrojos	 cayéndole	 por	 los	 hombros
hacían	que	Kayla	destacara	por	encima	del	resto,	pero	la	manera	en	que	resplandecía
cuando	Lucas	la	miraba	hacía	que	su	belleza	resultara	impresionante.
—Creedme,	Mason	está	obsesionado	con	capturar	a	uno	de	nosotros	y	descubrir
la	 clave	 de	 nuestra	 transformación.	 Van	 a	 volver,	 así	 que	 será	 mejor	 que	 estemos
preparados	—prosiguió	Kayla—.	No	va	a	darse	por	vencido.
Al	inicio	del	verano,	Kayla	había	estado	interesada	en	Mason	(quizá	como	posible
novio).	No	hacía	falta	decir	que	ese	interés	había	muerto	cuando	descubrió	que	para
él	 era	 solo	 el	 cebo	 para	 atrapar	 a	 Lucas.	 En	 esos	 momentos	 resultaba	 imposible
imaginarla	con	alguien	que	no	fuera	Lucas.
Wilde,	el	abuelo	de	Lucas,	se	puso	en	pie.
—Permaneceremos	alerta.	Nuestras	vidas	dependen	de	 la	habilidad	y	astucia	de
nuestros	 guardianes	 ocultos.	 Confío	 totalmente	 en	 vuestra	 capacidad	 para
protegernos.	Ahora	es	el	momento	de	celebrar	el	solsticio	de	verano,	pues	muchos	de
los	nuestros	han	venido	hasta	aquí	con	ese	fin.	—Extendió	los	brazos	como	si	fuera	a
abrazarnos	a	todos—.	Olvidad	vuestros	problemas	y	disfrutad	de	la	noche.
—Está	de	broma,	¿no?	—preguntó	Brittany	en	voz	muy	baja.
—Wilde	 no	 conoce	 a	Mason	 ni	 a	 su	 padre.	 No	 comprende	 lo	 verdaderamente
peligrosos	que	son	ni	lo	obsesionados	que	están	—respondí.
—¿Crees	 que	 de	 verdad	 puede	 hacerse?	 ¿Crear	 un	 suero	 que	 provoque	 la
licantropía?
—No	 lo	 sé.	 Pero	 no	 es	 como	 si	 tuviéramos	 un	 virus	 en	 la	 sangre.	 Es	 algo
genético.	O	se	tiene	el	gen	o	no	se	tiene.
—Sí	—murmuró	Brittany—.	Mala	suerte	para	los	que	no	lo	tienen.
—Al	menos	de	 eso	no	 tenemos	que	preocuparnos.	Pronto	nos	 transformaremos
como	ellos.	—Me	puse	en	pie	y	me	alejé	de	Brittany	cuando	vi	que	Kayla	venía	hacia
mí	con	una	sonrisa	resplandeciente	y	sus	ojos	azules	irradiando	emoción.
—¿Estabais	cotilleando?	Me	he	sentido	desplazada.
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—Nada	importante	—le	dije.
—¿Lo	ves?	Eso	prueba	lo	que	te	he	dicho	—dijo	Brittany.
Se	refería	a	que	no	pensaba	que	yo	hubiera	dedicado	demasiado	tiempo	a	elegir	a
mi	 pareja.	 Estaba	 comenzando	 a	 molestarme.	 Brittany	 tenía	 que	 cambiar	 el	 chip.
Quizá	si	no	estuviera	tan	obsesionada	con	mi	elección,	podría	encontrar	un	chico	para
ella.
—¿Demostrar	 qué?	—preguntó	 Connor	 cuando	 se	 acercó	 a	 mi	 lado.	 Me	 puse
tensa	 al	 pensar	 en	 cómo	 reaccionaría	 a	 la	 acusación	 de	Brittany	 de	 que	 estábamos
juntos	porque	nuestros	padres	así	lo	habían	querido.
Pero	ella	se	limitó	a	decir:
—No	es	nada.
Me	tranquilicé.	No	iba	a	revelar	que	creía	que	mis	sentimientos	hacia	Connor	no
eran	 sinceros.	 No	 quería	 que	 él	 dudara	 de	 ellos	 porque	 sí	 que	 me	 importaba,
independientemente	 de	 lo	 que	 Brittany	 creyera.	 Connor	 y	 yo	 siempre	 habíamos
sabido	que	estábamos	hechos	el	uno	para	el	otro.
Lucas	se	colocó	detrás	de	Kayla	y	la	rodeó	con	su	brazo	para	acercarla	hacia	él,
como	 si	 no	 soportara	 no	 poder	 tocarla.	 ¿Por	 qué	 Connor	 y	 yo	 no	 teníamos	 esa
necesidad	de	estar	juntos	todo	el	tiempo?
Con	cuidado,	eché	un	vistazo	rápido	alrededor	de	la	sala	y	vi	que	Rafe	ya	se	había
ido.	No	me	 sorprendió.	A	menos	que	 estuviéramos	 todos	 trabajando,	 o	 de	 fiesta,	 o
protegiendo	juntos	a	la	manada,	era	un	tipo	solitario.
—¿Preparadas	para	la	fiesta?	—preguntó	Lucas.
—¿Bromeas?	 Es	 mi	 primera	 celebración	 del	 solsticio	 de	 verano.	 Quiero
arreglarme	un	poco	—dijo	Kayla.
La	recorrió	con	la	mirada.
—Creo	que	estás	muy	bien	así.
—Oh,	qué	bonito	—dijo	Brittany	burlona.
Miré	a	Connor.
—Yo	también	voy	a	cambiarme	de	ropa.
—De	acuerdo,	luego	nos	vemos.
¡Qué	diferente	había	sido	su	tono	al	de	Lucas!	Me	dije	a	mí	misma	que	era	porque
Kayla	 y	 Lucas	 acababan	 de	 descubrirse	 el	 uno	 al	 otro,	mientras	 que	 Connor	 y	 yo
habíamos	 estado	 siempre	 juntos.	 Pero,	 a	 pesar	 de	 ello,	 no	 pude	 evitar	 pensar	 que
también	deberíamos	sentir	esa	emoción	cuando	estábamos	a	solas.
—No	 me	 acostumbro	 a	 lo	 grande	 que	 es	 este	 lugar	 —dijo	 Kayla	 mientras
recorríamos	el	pasillo	en	dirección	al	vestíbulo.	Los	chicos	se	habían	quedado	en	la
sala	del	Consejo.	Todo	lo	que	yo	daba	por	sentado	era	nuevo	para	ella.	Me	hacía	ver
las	cosas	con	otros	ojos.
Todas	 las	 paredes	 estaban	 revestidas	 de	 paneles	 de	madera	 oscura.	 El	 suelo	 de
piedra	estaba	desgastado	y	arañado	en	aquellas	zonas	que	habían	pisado	las	garras	de
los	 lobos.	Retratos	 de	 nuestros	 ancestros,	 tanto	 en	 su	 forma	 humana	 como	 animal,
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flanqueaban	las	paredes.
—Todo	 el	 clan	 vivía	 aquí	—dijo	 Brittany.	 Ella	 disfrutaba	 con	 nuestra	 historia,
mientras	que	a	mí,	por	lo	general,	me	daba	un	poco	igual—.	Éramos	autosuficientes.
Entonces	 llegó	 la	 industrialización	 y	 fuimos	 conscientes	 de	 lo	 mucho	 que	 nos
perderíamos	si	seguíamos	aislándonos.
—Así	 que	 nos	 adentramos	 en	 el	 enorme	 ydesconocido	 mundo	 exterior	 —
intervine.
—No	es	tan	malo	—dijo	Brittany.
—Entonces,	 ¿por	 qué	 tenemos	 que	mantener	 en	 secreto	 nuestra	 existencia?	—
pregunté	yo.
—Porque,	cuando	 intentamos	mostrarnos	al	mundo,	nos	 torturaron	y	quemaron,
acusándonos	de	brujería	—respondió	Brittany.
—Sé	que	eso	ocurrió	hace	mucho	tiempo	—dijo	Kayla—,	pero	¿no	pensáis	que	la
gente	es	más	abierta	hoy	en	día?
—¿Cuál	fue	tu	reacción	cuando	te	enteraste	de	que	existíamos?	—le	pregunté.
Se	ruborizó	tanto	que	las	pecas	que	salpicaban	sus	mejillas	desaparecieron.
—Me	quedé	atónita.	Y,	odio	tener	que	admitirlo,	pero	me	horrorizó	descubrir	que
yo	era	uno	de	los	vuestros.	Pero	ahora	que	sé	que	no	somos	hombres	lobo	feroces	y
con	oscuras	 intenciones,	 creo	que	mola	bastante.	Es	 todo	 lo	que	estoy	diciendo.	Si
diéramos	a	 la	gente	una	oportunidad	de	que	viera	cómo	somos	realmente,	creo	que
nos	aceptaría.
—O	quizá	querrían	capturarnos	y	estudiarnos.	Como	Bio-Chrome.
—Pero	si	la	gente	supiera	de	nosotros,	el	gobierno	nos	protegería.
—Nos	protegemos	nosotros	mismos	—dijo	Brittany	con	vehemencia—.	Siempre
lo	hemos	hecho.	Siempre	lo	haremos.
—Tan	solo	creo	que	no	es	una	mala	idea	tener	algo	de	ayuda.
—Esa	decisión	 no	 está	 en	 nuestras	manos	—dije	 cuando	 llegamos	 a	 la	 enorme
escalera	 que	 conducía	 a	 la	 habitación	 que	 estábamos	 compartiendo—.	 Además,
tenemos	 decisiones	 mucho	 más	 importantes	 que	 tomar.	 Como,	 por	 ejemplo,	 qué
vamos	a	ponernos	esta	noche.
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A	diferencia	de	Kayla,	yo	ya	había	asistido	a	muchas	celebraciones	del	solsticio	de
verano.	Se	caracterizaban	por	la	abundante	comida	y	la	música	de	otra	época	que	a
nuestros	 padres	 les	 gustaba	 bailar	 y	 que	 nosotros,	 en	 otras	 circunstancias,	 no
escucharíamos	ni	locos.	Los	de	mi	edad	formábamos	grupos	pequeños	para	charlar	y
evitar	a	los	mayores,	que	por	lo	general	solían	pellizcarnos	los	mofletes	y	recordarnos
lo	monos	que	éramos	de	pequeños.
—¿Qué	me	pongo?	—preguntó	Kayla	mientras	rebuscaba	en	su	pequeño	petate.
—Algo	sexi	—dije	mientras	sacaba	un	top	rojo	de	tirantes.	Las	noches	allí,	tan	al
norte,	eran	bastante	frías,	así	que	tenía	pensado	ponerme	una	cazadora	vaquera	blanca
encima.
Fui	 al	 baño	donde,	 junto	 al	 enorme	 tocador,	Brittany	 se	 estaba	 alisando	el	 pelo
con	 una	 plancha.	 Cuando	 hacíamos	 senderismo	 por	 el	 parque	 solíamos	 llevarlo
recogido	 en	 un	 moño	 o	 trenza;	 lo	 que	 fuera	 necesario	 para	 luego	 tener	 menos
enredones.	Esa	noche,	sin	embargo,	iba	a	dejarme	mi	pelo	rubio	platino	suelto.
Me	acerqué	al	espejo	y	me	puse	rímel.	Mi	piel	tenía	un	bonito	color	por	todo	el
tiempo	que	pasaba	al	aire	libre.	La	emoción	por	la	fiesta	había	hecho	que	mis	ojos	se
volvieran	un	poco	más	verdes.
—¿Hacen	alguna	cosa	rara	durante	esto	del	solsticio	de	verano?	¿Tengo	que	estar
preparada?	Ya	sabéis,	los	chicos	no	se	desnudarán	y	transformarán	a	la	vez,	¿verdad?
—preguntó	Kayla	al	entrar	en	el	baño	con	una	falda	vaquera	y	un	bonito	top	rosa	de
encaje.
—Ojalá	—murmuró	Brittany—.	Me	gustan	más	cuando	se	transforman	en	lobos.
—¿De	veras?	—pregunté	yo.
—Sí.	¿A	ti	no?
Lo	pensé	unos	instantes.	Lo	que	había	dicho	parecía	importante,	aunque	no	sabía
muy	bien	por	qué.	Era	como	si	nos	viera	de	manera	diferente	a	como	nosotros,	 los
cambiaformas,	nos	veíamos.
—No,	a	mí	me	parecen	iguales	independientemente	de	la	forma	en	que	estén.	¿Tú
qué	opinas,	Kayla?
—La	verdad	es	que	no	prefiero	una	a	la	otra.	Lucas	es	Lucas	de	ambas	maneras.
Es	solo	una	forma.
—Exacto	—dije	yo.
—Quizá	no	apreciáis	al	lobo	tanto	como	deberíais	—dijo	Brittany	con	un	deje	de
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aspereza	en	su	voz—.	Me	largo	de	aquí.
Salió	 a	 toda	 prisa	 de	 la	 habitación.	 Kayla	 arqueó	 una	 ceja.	 Yo	 me	 encogí	 de
hombros.
—Está	rara.
Kayla	frunció	el	ceño.
—¿A	veces	no	tienes	la	sensación	de	que	es…?	—Paró	de	hablar.
—¿De	que	es	qué?
—No	 lo	 sé.	 Diferente.	Me	 siento	 conectada	 a	 ti,	 como	 si	 existiera	 un	 vínculo
natural	entre	nosotras,	pero	no	me	siento	así	con	Brittany.
No	me	parecía	bien	admitir	que	a	veces	Brittany	me	daba	malas	vibraciones.
—Quizá	sea	porque	todavía	no	la	conoces	lo	suficiente.
—Supongo	que	sí.
Cuando	Kayla	 estuvo	 preparada,	 salimos	 fuera,	 al	 lugar	 donde	 tendría	 lugar	 la
fiesta.	 Estaban	 friendo	 lentamente	 carne	 de	 vaca	 en	 una	 enorme	 parrilla.	 Había
verduras	 variadas	 y	 postres	 en	 varias	 mesas.	 La	 gente	 iba	 de	 una	 mesa	 a	 otra,
comiendo	y	charlando.
—Es	como	un	pícnic	gigantesco	—dijo	Kayla.
—Supongo	 que	 en	 cierto	 modo	 es	 como	 una	 reunión	 familiar.	 Puede	 que	 no
tengamos	la	misma	sangre,	pero	estamos	unidos	por	una	antigua	maldición.
—¿Crees	de	verdad	que	el	primer	lobo	fue	resultado	de	una	maldición?
—Quizá.
—Lucas	cree	que	llevamos	aquí	desde	el	inicio	de	los	tiempos.
—También	es	una	posibilidad.	Brittany	probablemente	lo	sepa.	Le	encanta	todo	lo
relacionado	con	la	historia	y	esas	cosas.
—¿Qué	 cosas?	 —preguntó	 Connor	 cuando	 Lucas	 y	 él	 se	 unieron	 a	 nosotras.
Connor	me	 cogió	 de	 la	mano.	Hacía	 siglos	 que	 no	 nos	 cogíamos	 de	 la	mano.	Me
pregunté	si	él	 también	se	habría	percatado	de	 la	cercanía	e	 intimidad	entre	Kayla	y
Lucas.	Llevaba	una	camisa	verde	metida	por	dentro	de	unos	vaqueros	oscuros.	Estaba
guapísimo.
—Acerca	de	dónde	venimos	—dije.
—El	 libro	 antiguo	 dice	 que	 siempre	 hemos	 existido	 —dijo	 Lucas	 mientras
rodeaba	la	cintura	de	Kayla	con	su	brazo	y	la	atraía	hacia	sí.
—¿Un	libro	antiguo	que	solo	podemos	leer	nosotros?	—preguntó	Kayla	mientras
lo	miraba	con	adoración.	Resultaba	tan	obvio	que	estaban	hechos	el	uno	para	el	otro.
—Solo	pueden	leerlo	los	mayores.	Se	guarda	en	una	sala	especial.	—Lucas	ladeó
la	cabeza—.	Venga,	vamos	a	la	fiesta.
Me	dispuse	a	ir	con	ellos,	pero	Connor	me	tiró	del	brazo	para	que	me	parara.
—Creo	que	quiere	enseñárselo	él	—dijo—.	Solo.
Su	tono	resultó	de	lo	más	insinuante.
—Oh,	vale.	—No	pude	evitar	sentir	celos.	Kayla	y	Lucas	apenas	podían	soltarse
de	la	mano,	mientras	que	Connor	y	yo	nos	comportábamos	como	colegas	de	toda	la
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vida.
Me	sonrió.
—Estás	muy	guapa.
—¿Quieres	decir	que	habitualmente	no	lo	estoy?	—bromeé.
—Siempre	 estás	 genial.	 Lo	 sabes.	 Es	 una	 de	 las	 razones	 por	 las	 que	 Rafe	 no
puede	dejar	de	mirarte.
Sentí	 que	 se	 me	 hacía	 un	 nudo	 en	 el	 estómago	 y	 me	 pregunté	 si	 se	 habría
percatado	de	que	últimamente	me	costaba	apartar	los	ojos	de	Rafe.
—No	me	había	dado	cuenta	—mentí.
—Me	alegro	de	que	seas	mía,	de	lo	contrario	me	pondría	celoso	—dijo.
Me	pregunté	si	unos	celillos	no	era	 lo	que	estábamos	necesitando.	Quería	sentir
entre	nosotros	esa	chispa	que	era	tan	obvia	entre	Kayla	y	Lucas.
—Vamos,	 cojamos	 algo	 para	 comer	 —dijo	 Connor,	 que	 todavía	 agarraba	 mi
mano.	Tiró	de	mí	y	echó	a	correr	hacia	la	parrilla.	No	pude	evitar	reír	tontamente	por
su	 entusiasmo.	 ¿Cuántas	 veces	 durante	 todos	 estos	 años	 habíamos	 ido	 corriendo	 a
algún	lado	porque	él	estaba	hambriento?
Tras	 llenar	nuestros	platos	de	 carne	 (que	 estaba	 lo	 suficientemente	hecha	 como
para	que	 la	 sangre	 estuviera	 templada),	Connor	y	yo	nos	 sentamos	bajo	un	árbol	y
empezamos	a	comer	en	un	silencio	amigable.
—¿Soy	yo	o	falta	algo	este	año?	—pregunté	un	rato	después.
—Sí,	falta	algo.	Se	llaman	risas.
Cuando	lo	dijo,	supe	que	tenía	razón.
—¿Crees	 que	 lo	 de	 Bio-Chrome	 va	 a	 ser	 un	 problema?	 —pregunté	 con	 la
esperanza	de	que	respondiera	«no».
—Me	temo	que	sí.	No	creo	que	vayan	a	darse	por	vencidos.	—Paró	de	hablar—.
Pero	 tenemos	 que	 retomar	 nuestros	 asuntos,	 llevar	 a	 los	 excursionistas	 al	 parque,
actuar	 con	 normalidad.	 Tan	 solo	 tenemos	 que	 estar	 alerta,	 porque	 algunos	 de	 los
excursionistas	podrían	ser	espías.
Lo	medité	unos	segundos.
—¿Crees	que	sospechan	que	alguien	más	de	nuestro	grupo	aparte	de	Lucas	es	un
cambiaforma?
—No	sabría	decirte.
—Creo	 que	Mason	 ha	 leído	 demasiados	 cómics.	 Probablemente	 crea	 que	 si	 le
muerde	una	araña	radioactivase	convertirá	en	Spiderman.
Connor	sonrió.
—¿Y	no	es	así?
Le	di	un	golpe	en	el	brazo	en	broma.	A	Connor	le	encantan	los	superhéroes.	Iron
Man	es	su	favorito,	porque	no	tiene	superpoderes.	De	repente	me	pareció	extraño	que
Connor	prefiriera	al	tipo	que,	sin	su	traje	de	metal,	era	tan	normal	como	la	mayoría	de
la	gente.
—¿Te	sientes	a	gusto	siendo	un	cambiaforma?	—solté.
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—La	verdad	es	que	nunca	me	lo	he	planteado.	¿Por	qué?
—Tan	solo	pensaba	en	lo	mucho	que	admiras	a	Iron	Man.	Será	mejor	que	deje	el
psicoanálisis	para	los	profesionales.
—Sin	duda.
Mis	pensamientos	regresaron	de	nuevo	a	Bio-Chrome.
—Quizá	deberíamos	poner	a	un	espía	en	su	campamento.
Connor	se	me	quedó	mirando.
—¿Qué?	—pregunté.	Me	incomodó	la	intensidad	de	su	mirada.
—No	es	mala	idea.
—Estaba	 bromeando.	 Además,	 ¿quién	 estaría	 lo	 suficientemente	 chalado	 como
para	presentarse	voluntario?
—Alguien	que	creyera	que	no	tiene	nada	que	perder.
—Brittany,	quizá	—dije	en	voz	baja.	Le	toqué	la	rodilla—.	Connor,	tú	eres	amigo
de	los	chicos.	¿Por	qué	nadie	muestra	interés	en	ella?
Negó	lentamente	con	la	cabeza.
—¿Quién	demonios	lo	sabe?	Hay	algo	en	Brittany.
Fruncí	el	ceño.
—¿Qué	quieres	decir?
Suspiró,	 cogió	 un	 trozo	 de	 carne	 y	 lo	 masticó	 durante	 un	 buen	 rato,	 como	 si
tuviera	que	digerir	sus	propios	pensamientos.
—Resulta	difícil	de	explicar.	Es	atractiva,	está	en	forma.	Pero	¡cómo	no	lo	va	a
estar,	 si	 corre	 varios	 kilómetros	 antes	 del	 amanecer	 cada	mañana,	 además	de	 todas
esas	flexiones	y	sentadillas	y	pesas!	Siempre	me	ha	resultado	extraño	en	una	chica,
porque	 estamos	 genéticamente	 predispuestos	 a	 estar	 en	 forma.	 Entonces,	 ¿por	 qué
tanto	ejercicio?
—Tú	haces	ejercicio	—le	recordé.
—Sí,	pero	en	los	tíos	es	diferente.	Es	porque	somos	tíos.
—Las	chicas	también	hacen	ejercicio.
—Pero	no	con	la	intensidad	con	la	que	lo	hace	Brittany.
Paró	de	hablar,	como	si	estuviera	buscando	las	palabras	adecuadas.
—Pero	hay	 algo	más.	Te	miro	 a	 ti	 y	 siento	 una	 conexión	profunda	 de	 nuestras
almas.	 De	 lobo	 a	 lobo.	 Incluso	 cuando	 conocí	 a	 Kayla,	 sentí	 ese	 ¡ting!,	 que
significaba	que	era	de	los	nuestros.	Pero	con	Brittany	no	siento	nada.	Es	como	ver	a
algunas	 de	 las	 estáticas	 en	 el	 campus	 de	 la	 universidad	 y	 saber	 que	 no	 son	 como
nosotros.
—Pero	Brittany	sí	es	de	los	nuestros	—insistí.
—Lo	sé.	No	tiene	sentido,	pero	no	soy	el	único	que	siente	vibraciones	estáticas
cuando	está	cerca	de	ella.
—Pero	 no	 puede	 ser	 una	 estática.	 Sus	 padres	 son	 cambiaformas.	—Tenían	 que
serlo.	Conocía	a	su	madre.	Respecto	a	su	padre,	nunca	lo	había	visto.	Hasta	donde	yo
sabía,	 nadie	 lo	 había	 conocido.	 Vivía	 en	 Europa,	 pertenecía	 a	 otro	 clan.	 Siempre
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habían	sido	Brittany	y	su	madre.	Pero,	aun	así,	no	podía	 imaginarme	que	su	madre
pudiera	haberse	 liado	con	un	estático.	Ni	 siquiera	 sabía	 si	 eso	era	posible—.	Tiene
que	tener	algún	tipo	de	mutación	o	algo.	—Negué	con	la	cabeza,	totalmente	aturdida
ante	tal	posibilidad,	y	repetí—:	Es	de	los	nuestros.
—¡Eh,	Connor!	—gritó	uno	de	 los	chicos,	 interrumpiendo	nuestra	conversación
sobre	Brittany.	Tampoco	es	que	creyera	que	hubiese	mucho	más	que	decir	 sobre	el
tema.	 La	 mera	 idea	 de	 que	 ella	 no	 fuera	 una	 cambiaforma	 era	 demasiado	 extraña
incluso	como	para	planteársela	 siquiera.	Hasta	donde	yo	 sabía,	nunca	había	pasado
nada	 parecido—.	 Los	 mayores	 nos	 retan	 a	 un	 partido	 de	 tag	 rugbi.	 Padres	 contra
hijos.	¿Te	apuntas?
—Por	supuesto.
—Nos	vemos	en	el	claro.	—Se	fue	corriendo.
—¿Vas	a	vernos	jugar?	—me	preguntó	Connor.
—Desde	luego	que	sí.
—¿Me	das	un	beso	de	buena	suerte?
Le	regalé	una	sonrisa	que	esperé	que	le	resultara	sexi.
—Ni	que	tuvieras	que	pedírmelo.
Se	acercó	y	me	besó.	Siempre	me	había	sorprendido	lo	cálida	que	era	su	boca,	lo
agradable	y	placentero	que	era	que	me	besara.	Tampoco	es	que	hubiera	tenido	otras
experiencias	para	poder	comparar;	Connor	había	sido	el	primero	y	el	único.
Se	apartó	y	sonrió	de	oreja	a	oreja.
—Quiero	más	de	esto	cuando	haya	acabado	de	patearle	el	culo	a	mi	viejo.
Rompí	a	reír	mientras	él	me	ayudaba	a	ponerme	en	pie.	Recogimos	los	platos	y
nos	dirigimos	hacia	el	claro.	Me	dio	otro	beso	rápido	antes	de	echar	a	correr	hacia	la
zona	 donde	 Lucas	 y	 otros	 guardianes	 ocultos	 estaban	 esperándolo.	 Connor	 era
increíblemente	 grácil	 y	 veloz.	 Me	 encantaba	 ver	 cómo	 se	 movía.	 Era
sorprendentemente	perfecto.
Pensé	en	buscar	a	Kayla	y	a	Brittany	entre	la	gente	que	se	había	congregado	para
ver	el	partido,	pero	no	estaba	de	humor	para	aguantar	el	 síndrome	premenstrual	de
Brittany	o	lo	que	quiera	que	le	estuviera	pasando.	Ni	siquiera	estaba	de	humor	para
oír	 lo	 asquerosamente	 feliz	 que	 era	 Kayla	 ahora	 que	 Lucas	 y	 ella	 se	 habían
encontrado.	Me	 alegraba	 por	 ella,	 pero	 quizá	 también	 estuviera	 algo	 celosa	 de	 que
nunca	hubiera	albergado	dudas	sobre	sus	sentimientos	hacia	Lucas,	mientras	que	 la
incertidumbre	de	mis	sentimientos	hacia	Connor	no	hacía	más	que	atormentarme.
Me	apoyé	contra	un	árbol,	disfrutando	de	su	solidez.	Amo	la	naturaleza.	Me	gusta
todo	 de	 ella,	 me	 consuela	 y	 calma.	 Y	 en	 ese	 momento	 lo	 necesitaba.	 Miré	 a	 mi
alrededor	y	supe	entonces	con	tristeza	que	Connor	tenía	razón.	No	había	tantas	risas
como	otras	veces.	Todos	parecían	conscientes	de	que	nuestro	mundo	estaba	a	punto
de	 cambiar,	 y	 no	 nos	 sentíamos	 muy	 cómodos	 con	 aquellos	 cambios	 que	 no
guardaran	relación	directa	con	nuestros	cuerpos.	Quizá	ese	era	el	motivo	por	el	que
seguíamos	 utilizando	 términos	 como	 «pareja»	 y	 solo	 los	 chicos	 se	 declaraban	 en
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público.	Estábamos	chapados	a	la	antigua,	si	bien	de	un	modo	un	tanto	pintoresco.
La	 oscuridad	 era	 cada	 vez	 mayor,	 así	 que	 encendieron	 unas	 cuantas	 antorchas
para	 aquellos	 de	 nosotros	 que	 todavía	 no	 habíamos	 experimentado	 nuestra	 primera
transformación.	Los	que	sí	podían	transformarse	poseían	la	aguda	visión	nocturna	del
lobo,	 incluso	 aunque	 estuvieran	 en	 forma	 humana.	 Después	 de	 nuestra
transformación	 inicial,	 trasladábamos	 muchas	 de	 nuestras	 capacidades	 a	 nuestra
forma	humana.	 Por	 un	 lado,	 no	 podía	 esperar.	Y,	 por	 otro,	 seguía	 aterrada.	 ¿Cómo
sería?	¿Y	si	cometía	un	error	al	elegir	a	mi	pareja?
—¿Quién	gana?
Mi	corazón	dio	un	brinco	al	escuchar	esa	voz	áspera	y	 familiar	 tan	cerca	de	mi
oreja.	No	conozco	a	nadie	que	se	mueva	con	tanto	sigilo	como	Rafe.	Miré	por	encima
del	hombro,	con	la	esperanza	de	que	no	oyera	el	latido	frenético	de	mi	corazón,	y	le
sonreí	de	manera	distraída.
—Los	hijos,	creo.	¿Cómo	es	que	no	juegas	tú?
Su	 rostro	 adoptó	 una	 expresión	 extraña,	 y	 entonces	 recordé	 que	 su	 padre	 había
muerto.
—Lo	siento.	Lo	he	dicho	sin	pensar…
—No	te	preocupes.	Tampoco	es	que	fuera	una	gran	pérdida	para	el	clan.
—Pero	sí	para	ti.
—No	 demasiado.	 ¿Me	 lo	 parece	 a	mí	 o	 esta	 es	 la	 celebración	 del	 solsticio	 de
verano	más	triste	que	hemos	tenido?
Resultaba	 obvio	 que	 quería	 hablar	 de	 otra	 cosa.	 Su	 padre	 había	 muerto	 en	 un
accidente	 de	 coche	 que	 él	 mismo	 había	 provocado	 al	 ponerse	 al	 volante	 bebido.
Acepté	el	tema	nuevo	con	alivio.
—Oh,	sin	duda	esta	es	la	más	gris	de	todas.
—¿Quieres	escabullirte	un	rato?	Tengo	aquí	la	moto.
Sentí	una	punzada	de	placer	por	el	hecho	de	que	me	lo	hubiera	preguntado,	pero
al	instante	fui	consciente	de	lo	inapropiada	que	era	mi	reacción.
—Gracias,	pero	no	puedo.
Porque	no	podía	quitarme	ese	sueño	de	la	cabeza	o	por	la	manera	en	que	me	había
estado	observando	en	la	reunión.	Y	si	estábamos	los	dos	solos,	en	el	bosque…
Lo	 cierto	 era	 que	 no	 me	 fiaba	 de	 mí	 misma.	 ¿Cedería	 a	 la	 tentación?	 Rafe
despertaba	algo	en	mí,	algo	en	mi	 interior	que	no	comprendía.	Me	hacía	pensar	en
acercarme	e	intimar	más	con	él	(y	Connor	ya	había	reclamado	ese	privilegio	para	sí).
Volví	 la	 vista	 al	 partido	 y	 vi	 que	 Connor	 corría	 y	 cogía	 la	 cinta	 que	 le	 habíapasado	 Lucas.	 Solo	 algunas	 personas	 gritaban	 y	 vitoreaban.	 Era	 como	 si	 todo	 el
mundo	quisiera	asegurarse	de	que	nadie	nos	oyera	en	el	parque,	como	si	hubiéramos
regresado	 a	 la	 más	 estricta	 clandestinidad.	 Tal	 como	 estábamos	 comportándonos,
parecía	que	tuviéramos	miedo	de	nuestra	propia	sombra.
—Sabes	que	van	a	jugar	un	par	de	horas	más	—dijo	Rafe—.	Somos	célebres	por
nuestra	resistencia.	Incluso	los	mayores	son	como	los	conejitos	de	Duracell:	y	duran
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y	duran	y	duran…
—Lo	sé,	pero…
—Vamos,	Lindsey.	Tan	solo	es	una	vuelta	en	moto.	Es	mucho	más	divertido	que
estar	apoyada	contra	un	árbol.
Y	yo	que	pensaba	que	era	hombre	de	pocas	palabras.
Pero	tenía	razón.	Me	moría	del	aburrimiento.	Rafe	y	yo	éramos	amigos.	Podía	ir
con	 él	 y	 no	 hacer	 nada	 que	 implicara	 traicionar	 a	 Connor.	 ¿Podía?	 Seguro	 que	 sí.
Nunca	 he	 querido	 hacer	 daño	 a	 Connor.	 Esa	 era	 una	 de	 las	 razones	 por	 las	 que
ocultaba	muchas	de	las	dudas	que	tenía	acerca	de	nosotros.
—Connor	y	yo…
—Lo	sé	—dijo	 con	cierta	nostalgia—.	Estáis	predestinados.	Él	 tiene	 tu	nombre
tatuado	en	su	hombro	y	todo	eso.
Entrecerré	los	ojos.
—Tú	también	tienes	un	tatuaje.	¿De	quién	es	el	nombre?
Por	 lo	general	un	chico	 se	declaraba	a	 su	pareja	 antes	de	 tatuarse	 en	 la	piel	un
símbolo	que	representara	su	nombre,	pero	Rafe	no	era	de	los	que	seguían	las	reglas.
Nos	habíamos	enterado	hacía	poco	de	que	tenía	un	tatuaje.
—Ven	conmigo	—me	retó—.	Quizá	entonces	te	lo	diga.
—No	voy	a	hacer	nada	que	a	Connor	pudiera	disgustarle.
—No	voy	a	pedírtelo.
Su	voz	tenía	un	deje	de	resignación	que	yo	no	alcanzaba	a	comprender	del	todo.
Me	hizo	preguntarme	una	vez	más	si	él	sentía	hacia	mí	la	misma	fuerza	que	me	atraía
hacia	él.	Además,	no	podía	negar	que	sentía	curiosidad	por	su	tatuaje.
—No	 puedo	 ausentarme	 mucho	 tiempo	—dije	 en	 voz	 baja.	 Cuando	 el	 partido
terminara,	Connor	iría	a	buscarme.	No	quería	darle	ningún	motivo	que	pudiera	poner
en	 duda	 mi	 fidelidad.	 Y	 cuanto	 más	 tiempo	 pasara	 con	 Rafe,	 mayor	 sería	 la
posibilidad	 de	 que	 hiciera	 algo	 indebido.	 Como	 averiguar	 si	 sus	 besos	 eran	 en	 la
realidad	tan	increíbles	como	en	mi	sueño.
—Solo	una	vuelta	rápida.	Nadie	nos	echará	en	falta	—prometió.
Lo	miré	 y	 asentí	 con	 la	 cabeza.	Me	 resultaba	más	 sencillo	 hacer	 cosas	 que	 no
debía	si	no	las	decía	en	voz	alta.
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Con	el	viento	agitando	mis	cabellos	rubios,	que	flotaban	como	si	fueran	de	seda,	me
sentía	libre,	sin	cargas	ni	ataduras.	Abracé	con	más	fuerza	a	Rafe	y	apoyé	mi	mejilla
contra	 su	 espalda	 fuerte	 y	 ancha.	 Llevaba	 las	 luces	 de	 la	moto	 apagadas.	 Era	 una
locura,	sí,	pero	confiaba	en	él,	sabía	que	no	íbamos	a	matarnos	atravesando	el	bosque
a	oscuras	 con	 su	motocicleta.	Tenía	una	visión	nocturna	 excelente,	 incluso	para	un
cambiaforma.
Rompí	a	reír,	sin	más,	simplemente	porque	podía	hacerlo	sin	que	nadie	salvo	Rafe
me	oyera,	y	la	risa	resonó	por	entre	los	árboles	hasta	ascender	a	la	frondosa	cubierta
de	 hojas	 que	 teníamos	 sobre	 nuestras	 cabezas.	Rafe	 rio	 también	 y	 su	 risa	 retumbó
hasta	ahogar	la	mía.	Era	genial	volver	a	oír	risas	de	felicidad.	Odiaba	a	Bio-Chrome
por	habérnoslas	arrebatado,	por	haber	convertido	nuestra	celebración	en	un	velatorio.
Rafe	y	yo	habíamos	crecido	en	Tarrant,	un	pequeño	pueblo	a	la	entrada	del	parque
nacional.	Aunque	era	dos	años	mayor	que	yo,	habíamos	ido	a	 los	mismos	colegios.
Incluso	habíamos	coincidido	en	algunas	clases.	Yo	era	un	lince	con	los	estudios,	él	no
especialmente.	Lo	que	para	mí	era	avanzado,	para	él	era	normal.	Yo	soy	más	de	usar
el	cerebro,	mientras	que	él	usa	más	las	manos.
Un	escalofrío	me	recorrió	todo	el	cuerpo	al	recordar	el	sueño,	la	forma	en	que	sus
manos	habían	acariciado	mi	espalda	y	me	habían	estrechado	contra	él.
Rafe	 es	 conocido	 entre	 los	 chicos	 por	 lo	 mucho	 que	 sabe	 de	 mecánica,	 de
motores.	 Una	 demostración	 de	 su	 destreza	 rugía	 en	 esos	 momentos	 bajo	 nosotros
mientras	 atravesábamos	 un	 terreno	 por	 el	 que	 no	 había	 sendero	 alguno.	 Era	 un
prototipo	 en	 el	 que	 estaba	 trabajando:	 un	 vehículo	 todoterreno	 de	 dos	 ruedas	 que
podría	 abrirse	 camino	 sin	 dificultad	por	 los	 terrenos	 irregulares	 del	 bosque.	Era	un
genio	de	la	mecánica.
Rodeó	 un	 árbol	 y	 nos	 acercamos	 demasiado	 a	 él.	 Lo	 abracé	 con	 más	 fuerza,
negándome	a	gritar,	pero	el	corazón	estaba	a	punto	de	salírseme	del	pecho.	Iba	muy,
muy	deprisa.	Él	rio	de	nuevo,	y	supe	entonces	que	vivía	por	y	para	el	peligro.	No	le
tenía	miedo	a	nada.
Maniobró	con	la	moto	y	se	detuvo	justo	al	borde	de	un	precipicio.	Habría	muerto
del	susto	si	lo	hubiera	visto	pero,	como	tenía	el	rostro	hundido	en	su	espalda,	lo	único
que	veía	era	que	los	árboles	se	sucedían	a	toda	velocidad.
Apagó	el	motor	y	el	silencio	regresó.	Tenía	que	destaponarme	los	oídos,	así	que
fui	a	bajarme	de	la	moto,	pero	lo	que	no	esperaba	era	que	mis	piernas	fueran	a	estar
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temblorosas	como	la	gelatina	tras	el	paseo.	Cuando	estaba	a	punto	de	caerme,	Rafe
me	 detuvo	 agarrándome	 del	 brazo.	 No	 lo	 había	 visto	 venir.	 Eso	 también	 es
consecuencia	del	primer	cambio:	un	sigilo	que	excede	a	lo	humano.	Me	abrazó	y	me
estrechó	 contra	 su	 torso	 para	 sostenerme.	 Sé	 que	 tendría	 que	 haberme	 apartado,
aunque	me	hubiera	caído	al	suelo.	Sabía	que	no	estaba	bien	estar	tan	cerca	de	él,	pero
era	tan	agradable.	¿Por	qué	era	tan	distinto	cuando	Connor	me	abrazaba?
Connor	 era	 un	 guardián	 oculto.	No	 era	 alguien	 con	 quien	 uno	debiera	meterse.
Pero	me	sentía	tan	segura	en	brazos	de	Rafe,	como	si	nada	pudiera	hacerme	daño.
—Dales	un	tiempo	a	tus	piernas	para	que	se	acostumbren	de	nuevo	—dijo	Rafe
en	 voz	 baja.	 Noté	 que	 inhalaba	 mi	 aroma.	 El	 olfato	 es	 uno	 de	 los	 sentidos	 más
desarrollados	 de	 los	 cambiaformas.	 No	 somos	 muy	 de	 perfumes	 o	 fragancias
artificiales.	Las	feromonas,	la	verdadera	esencia	de	una	persona,	es	lo	que	nos	atrae.
—¿Por	 qué	 a	 ti	 no	 te	 fallan	 las	 piernas?	—pregunté.	También	me	pregunté	 por
qué	estaba	sin	aliento	si	no	había	estado	corriendo.	Estar	cerca	de	él	dificultaba	mi
respiración,	 aunque	 sin	 duda	 también	 ayudaba	 la	 vergüenza	 que	 sentía	 por	 no	 ser
capaz	de	mantenerme	en	pie.
—Porque	estoy	acostumbrado	a	montar	en	moto.
Sentí	 su	 embriagador	 aroma.	 Era	 más	 rico,	 más	 potente	 que	 cualquiera	 que
pudiera	 comprarse	 en	 una	 tienda.	 Llevaba	 una	 camiseta	 que	 le	 quedaba	 como	 una
segunda	piel	y	pude	sentir	la	reconfortante	calidez	de	su	cuerpo	filtrarse	a	través	de
ella.	A	pesar	de	que	ese	día	el	sol	había	calentado	la	 tierra	durante	más	 tiempo	que
cualquier	otro	día	del	año,	allí	en	el	parque,	junto	a	la	frontera	con	Canadá,	la	noche
era	fría.
Quería	 permanecer	 acurrucada	 junto	 a	 él	 toda	 la	 noche,	 pero	 había	 demasiadas
razones	 por	 las	 que	 no	 debía	 hacerlo.	 O	 quizá	 solo	 había	 una	 razón,	 pero	 muy
poderosa:	Connor.	Nunca	podría	engañarlo,	y	estaba	haciendo	verdaderos	esfuerzos
para	 convencerme	 a	mí	misma	 de	 que	 estar	 allí	 con	 Rafe	 no	 era	 una	 traición.	 No
había	 hecho	 nada	 de	 lo	 que	 debiera	 avergonzarme.	 ¿Qué	 tenía	 de	malo	montar	 en
moto,	incluso	aunque	fuera	con	un	chico	cañón	que	se	me	había	aparecido	en	sueños
la	noche	anterior?	Uno	no	puede	controlar	sus	sueños,	¿no?
—Ya	estoy	bien	—dije,	apartándolo	de	mí	un	poco.
Sentí	 su	 resistencia	 a	 soltarme	 cuando	 sus	 brazos	 comenzaron	 lentamente	 a
separarse	de	mí.	De	repente	 temí	encontrarme	en	un	 terreno	bastante	más	peligroso
de	lo	que	en	un	principio	había	pensado.	Quizá	yo	fuera	para	Rafe	algo	más	que	una
solución	práctica	a	una	noche	aburrida.
Lo	 rodeé	 y	 caminé	 lentamente	 y	 con	 cuidado	 hasta	 el	 borde	 del	 precipicio,
comprobando	el	suelo	con	el	pie	para	asegurarme	de	que	era	terreno	firme	antes	de
apoyar	 todo	mi	peso.	Había	 crecido	 cerca	de	 aquel	parque.	Había	 sido	mi	patio	de
recreo.	Me	sentía	a	gusto	en	él.	Bajé	lavista	y	solo	pude	ver	el	negro	abismo,	pero
sabía	que	más	árboles	y	arbustos	seguían	a	la	pronunciada	pendiente	que	daba	hasta
el	 valle.	 Solo	 las	 estrellas	 servían	 para	 distinguir	 el	 terreno	 del	 cielo	 nocturno,	 tan
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enorme	que	me	hacía	sentir	increíblemente	insignificante.
Con	silenciosas	pisadas,	Rafe	se	acercó	a	mí.
—Supongo	que	es	demasiado	 tarde	para	pedir	un	deseo	a	 la	primera	estrella	—
dijo	 con	 un	 susurro,	 pero	 su	 voz	 grave	 persistió	 en	 la	 ligera	 brisa	 que	 agitaba	mis
cabellos.
—La	primera	salió	hace	horas.
—¿Cuál	crees	que	fue?
Rafe	 era	 un	 guerrero,	 un	 protector,	 un	 guardián	 oculto.	No	me	 parecía	 de	 esas
personas	que	creen	en	cosas	así.	Pero,	a	pesar	de	ello,	señalé	hacia	arriba.
—Esa	de	allí,	la	que	está	cerca	de	la	cola	de	la	Osa	Mayor.
—Esa	servirá,	deseo…
Rápidamente	coloqué	mis	dedos	sobre	sus	cálidos	labios.
—Si	lo	dices	en	voz	alta,	no	se	cumplirá.
—Puesto	 que	 tiene	 que	 ver	 contigo,	 tampoco	 se	 cumplirá	 de	 todos	 modos,	 a
menos	que	tú	sepas	qué	es.
No	por	vez	primera,	me	arrepentí	de	haberme	marchado	de	la	fiesta,	de	haberme
puesto	yo	misma	en	esa	situación.	Me	encantaba	la	aventura,	pero	en	esos	momentos
me	 estaba	moviendo	 fuera	 de	mi	 zona	de	 seguridad.	Nos	 estábamos	 adentrando	 en
territorio	desconocido,	y	eso	me	resultaba	emocionante	y	aterrador	a	la	vez.
—No	deberías	decir	nada	de	lo	que	luego	te	puedas	arrepentir	—lo	avisé.
—Paso	mucho	tiempo	pensando	en	besarte.
Aquello	no	era	exactamente	 lo	que	quería	oír.	Bueno,	¿a	quién	quiero	engañar?
Toda	chica	desea	que	un	chico	guapo	piense	en	besarla.	El	problema	era	que	no	sabía
cómo	afrontar	la	situación.
—No	 deberías	 —insistí	 con	 severidad,	 intentando	 mantener	 el	 control	 de	 la
situación	aunque	sintiera	que	se	me	escapaba	de	las	manos.
—Tampoco	debería	querer	que	fueras	mi	pareja,	pero	así	es.
Tan	 sombría	 confesión	me	dejó	 aturdida.	Sí,	 nos	mirábamos	de	vez	 en	 cuando,
pero	nunca	había	 insinuado	o	dado	a	entender	que	me	viera	como	algo	más	que	un
mero	miembro	 del	 grupo.	 Sentí	 como	 si	 la	 tierra	 que	 estaba	 pisando	 comenzara	 a
moverse.
—¿Qué	hay	de	esa	chica	cuyo	nombre	llevas	tatuado	en	el	hombro?
El	símbolo	celta	es	siempre	ilegible	e	intrincado,	descifrable	tan	solo	por	el	varón
hasta	que	lo	comparte	con	la	hembra.
—Dios	mío,	Lindsey,	a	estas	alturas	tendrías	que	saberlo…
Sentí	como	si	me	hubieran	quitado	el	aire	de	repente.
—¿Es	 mi	 nombre?	 ¿Por	 qué	 has	 hecho	 eso?	 Sabías	 que	 Connor	 y	 yo…	 que
estamos…	¿Por	qué	me	has	elegido	a	mí?
—Porque	eres	a	quien	quiero.
Su	voz	sonó	tan	segura,	sin	dudas.	¿Cómo	podía	estar	tan	convencido?
—No…	no	puedes	hablar	en	serio.	Vamos,	Rafe,	sabes	que	estoy	con	Connor.
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—¿Por	qué?	¿Porque	siempre	has	estado	con	él?	¿Y	si	no	es	él?	¿Y	si	él	no	es	tu
verdadero	compañero?
Me	sentó	mal	que	pusiera	voz	a	las	dudas	que	yo	misma	había	estado	teniendo	los
últimos	días.
—Eso	no	es	justo,	Rafe.	¿Por	qué	me	dices	esto	ahora?	¿Por	qué	no	el	año	pasado
antes	de	que	Connor	se	me	declarara?
—Porque	 el	 año	pasado	no	 sabía	que	me	 sentiría	 así.	La	primera	vez	que	 te	 vi
cuando	regresé	de	la	universidad	sentí	como	si	un	árbol	me	hubiera	caído	encima.	He
intentado	 luchar	 contra	 esta…	atracción.	Tienes	 que	 creerlo.	 Pero	 cada	 vez	 es	más
fuerte.
Me	sentía	incómoda.	No	podía	pensar.	No	sabía	qué	decir.
En	aquel	silencio,	me	preguntó:
—¿Has	pensado	alguna	vez	en	besarme?
El	 sueño	 rugió	 en	 mi	 cabeza.	 Claro	 que	 mi	 subconsciente	 había	 pensado	 en
besarlo,	pero	no	iba	a	reconocérselo.
—Estoy	con	Connor	—repetí	con	seriedad.	Había	estado	con	él	desde	que	había
cumplido	los	dieciséis.	Él	era	como	ese	viejo	vestido	que	lo	sigues	llevando	aunque
esté	 deshilachado	 y	 raído	 porque	 te	 lo	 has	 puesto	 durante	 tantos	 años	 que	 se	 ha
amoldado	a	tu	cuerpo	y	te	sienta	como	un	guante.
—Esa	no	es	una	respuesta	—insistió	Rafe.
—No	sería	justo	para	Connor.	—Eso	era	lo	más	cerca	que	iba	a	estar	de	admitir
que,	en	ese	momento,	nada	deseaba	más	que	besar	a	Rafe.
Soltó	un	largo	suspiro.
—¿Por	 qué	 Connor	 no	 es	 un	 imbécil?	 Las	 cosas	 serían	 mucho	 más	 sencillas.
Podría	retarlo	a	un	duelo…
—¡No	te	atrevas!	—le	dije	casi	gritando,	presa	del	pánico.	Éramos	humanos,	sí,
pero	también	bestias,	y	en	nuestro	mundo	un	duelo	no	se	tomaba	a	la	ligera.	Un	duelo
era	a	muerte.
—Entonces,	te	importa	—dijo,	como	si	le	sorprendiera.
—Por	supuesto	que	me	importa.
—Pero	¿lo	quieres?
Sabía	que	se	suponía	que	tenía	que	responder	con	un	sonoro	«sí»,	pero	mis	dudas
volvieron	 a	 emerger.	 Quería	 a	 Connor,	 pero	 ¿el	 amor	 que	 sentía	 por	 él	 era	 lo
suficientemente	profundo?
Miré	 a	 Rafe,	 que	 estaba	 mirando	 al	 cielo,	 como	 si	 esperara	 encontrar	 allí	 mi
respuesta.	 La	 tenue	 luz	 de	 la	 luna	 creciente	 y	 de	 las	 estrellas	 trazaba	 su	 perfil,
revelando	 su	prominente	barbilla	y	el	puente	afilado	de	 su	nariz.	Su	 silueta	era	 tan
poderosa	como	lo	era	él.	Siempre	había	parecido	mayor,	más	fuerte	que	 los	demás.
Quizá	se	debía	a	que	antes	de	ser	serpa	había	 trabajado	en	el	 taller	de	su	padre.	Lo
hacía	hasta	altas	horas	de	la	noche.	Cuando	pasaba	en	coche	por	allí,	a	menudo	veía
luz	en	aquel	viejo	cobertizo.	En	algunas	ocasiones	llegué	a	plantearme	parar	pero,	al
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igual	que	ahora,	no	me	pareció	una	buena	 idea.	Entonces,	 ¿por	qué	había	aceptado
dar	una	vuelta	en	moto	con	él?	¿Para	acallar	mi	espíritu	aventurero?	¿Para	tener	una
última	oportunidad	de	hacer	algo	que	no	debería	hacer?
Los	cambiaformas	trabajamos	en	el	mundo	exterior,	al	igual	que	los	humanos.	Mi
padre	es	abogado;	el	de	Connor	 también.	Ambos	ejercen	 su	profesión	con	bastante
éxito.	Nunca	me	ha	faltado	de	nada;	siempre	he	tenido	todo	lo	que	he	deseado.	Rafe,
sin	embargo,	ha	debido	de	querer	 cosas	que	no	podía	 tener,	 cosas	que	nunca	había
podido	permitirse.	¿Estaba	interesado	en	mí	porque	yo	era	inalcanzable?
En	vez	de	responder	a	su	pregunta,	le	planteé	esa	posibilidad.
—Quizá	 solo	 me	 desees	 porque	 no	 me	 puedes	 tener.	 Lo	 prohibido	 siempre
resultaba	más	atractivo,	¿no?
Se	volvió	para	mirarme	fijamente.
—¿De	veras	crees	que	es	por	eso?
—No	lo	sé.	Quizá.
—Es	 fácil	 de	 averiguar…	 Bésame	 —me	 desafió—.	 Si	 solo	 es	 eso,	 un	 beso
debería	satisfacer	el	hambre	que	siento	por	ti.
—¿Hambre?	Parece	que	fueras	a	devorarme.
—Esa	 palabra	 ni	 siquiera	 alcanza	 a	 describir	 lo	 que	 siento,	 Lindsey.	 Es	 algo
primario.	Es	 como	 si	mi	 lobo	merodeara	 en	mi	 interior,	 a	 la	 espera	 de	que	 el	 tuyo
emerja.
—¿Así	que	solo	se	trata	de	los	lobos?
—No	puedes	separarlo.	No	son	dos	seres	diferentes.	Soy	lobo.	Y	humano.	Pienso
en	ti	todo	el	tiempo,	pienso	en	besarte…	quiero	estar	contigo	durante	tu	primera	luna
llena.
La	 intensidad	 de	 sus	 palabras	 me	 aterrorizó.	 Connor	 era	 divertido.	 Se	 reía	 y
gastaba	bromas.	Rafe	era	serio,	oscuro,	sombrío.
Me	giré	para	mirarlo.
De	repente,	el	 terreno	bajo	mis	pies	cedió.	Grité	y	agité	 los	brazos	al	sentir	que
caía.	Rafe	me	cogió,	pero	era	demasiado	tarde.	No	podía	tirar	de	mí.
Lo	único	que	pudo	hacer	fue	cubrirme	con	su	cuerpo	mientras	los	dos	caíamos	al
negro	abismo.
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4
Para	mi	asombro,	el	aterrizaje	no	fue	ni	mucho	menos	tan	doloroso	como	me	había
esperado.	 Solo	 había	 sentido	 el	 azote	 del	 viento.	 Rafe	 había	 logrado	 girarse	 en	 el
descenso	de	modo	que	había	amortiguado	mi	caída.	Estaba	encima	de	él.	Uno	de	sus
brazos	 me	 agarraba	 con	 fuerza.	 Mi	 rostro	 rozaba	 la	 curva	 de	 su	 cuello	 y	 su
maravilloso	olor	llenó	mis	orificios	nasales.
Rafe,	que	estaba	completamente	inmóvil,	soltó	un	gemido.
—¿Estás	bien?	—pregunté.
—Sí.
Sonó	como	si	le	hubiera	costado	pronunciar	la	palabra	y	pensé	entonces	que	quizá
le	costaba	respirar	conmigo	encima.	Sabía	que	tenía	que	haberme	echado	a	un	lado.
Pero	aun	así	seguí	donde	estaba,	disfrutando	de	la	firmeza	de	su	cuerpo	bajo	el	mío
cuando	sabía	que	no	debía	hacerlo.Si	giraba	la	cabeza	levemente	y	yo	levantaba	un
poco	la	mía,	nuestras	bocas	se	encontrarían	y…
—No	deberías	haber	dicho	todo	lo	que	has	dicho	arriba,	Rafe	—susurré.	Debería
haber	 sido	 una	 reprimenda,	 pero	 mis	 palabras	 sonaron	 más	 melancólicas	 que
contundentes.
—Pensé	que	tenías	que	saberlo.
—Es	demasiado	tarde.
—No,	no	lo	es	—dijo	con	vehemencia—.	No	hasta	la	luna	llena.
No	 podía	 hacerle	 eso	 a	 Connor,	 y	 lo	 que	 fuera	 que	 estuviera	 sintiendo	 hacia
Rafe…	bueno,	quizá	solo	fuera	una	locura	temporal.
—Te	he	visto	mirándome	—dijo—.	Pensé	que	a	 lo	mejor	 sentías	 lo	mismo	que
yo.
—¿La	verdad,	Rafe?	No	 sé	 lo	 que	 siento.	—Aparte	 de	 estar	 asustada,	 no	 iba	 a
admitir	nada	más.
Me	 incorporé	 con	 dificultad	 y	 me	 puse	 en	 cuclillas	 junto	 a	 él.	 Allí	 abajo
estábamos	completamente	a	oscuras,	pero	oí	movimiento,	así	que	supe	que	Rafe	se
había	incorporado	también.	Gimió	de	nuevo.
—¿Seguro	que	estás	bien?	—pregunté.
—Suficientemente	bien.
¿Qué	significaba	eso?	Pero	parecía	enfadado,	así	que	no	insistí.	Su	ego	tenía	que
estar	herido.	Quería	hablarle	de	mi	 sueño,	decirle	que	había	 sentido	 su	presencia	y
que	había	estado	pensando	en	él,	pero	esa	confesión	solo	empeoraría	las	cosas	y	nos
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lo	 pondría	mucho	más	 difícil	 a	 los	 dos.	 Lo	mejor	 era	 olvidar	 que	 esa	 noche	 había
pasado.	Y	la	mejor	manera	de	conseguirlo	era	regresar	a	Wolford	antes	de	que	alguien
nos	echara	en	falta.
—¿Cómo	vamos	a	salir	de	aquí?	—pregunté.
—Yo	puedo	ver.	Te	guiaré.
Me	puse	en	pie.	Él	me	cogió	de	la	mano	y	me	colocó	detrás	de	él.
—Agárrate	a	mi	cinturón.	Así	te	será	más	fácil	seguirme.
—¿No	sería	más	sencillo	si	te	transformaras	en	lobo?
—No	hasta	que	pueda	llevarte	a	un	sitio	donde	haya	algo	de	luz.	Puedes	usar	los
faros	de	mi	moto.
—Lo	que	dices	no	tiene	ningún	sentido.
—Lindsey,	he	caído	mal.	Creo	que	me	he	roto	el	brazo.
—¡Oh,	Dios	mío,	Rafe!	¿Por	qué	no	lo	has	dicho	antes?
—Porque	no	cambiaría	nada	y	no	quería	que	te	preocuparas.
—Dios…	A	veces	eres	tan…	tan	tío.
Se	 echó	 a	 reír,	mientras	 que	 lo	 que	 yo	 quería	 era	 gritar.	 Ahora	 entendía	 aquel
hilillo	de	voz.	Estaba	 intentando	 soportar	 el	dolor.	No	 sabía	 si	 pensar	que	era	muy
dulce	 por	 su	 parte	 no	 querer	 preocuparme	 o	 que	 era	 un	 estúpido	 por	 no	 haberme
pedido	ayuda.	Lo	cierto	era	que	estaba	intentando	protegerme	de	una	manera	un	tanto
extraña.	Intenté	que	mi	voz	sonara	calmada	cuando	dije:
—¿Es	grave?
—Lo	suficiente.	Vas	 a	 tener	que	 sujetarme	el	brazo	un	 rato	después	de	que	me
transforme	y	colocarme	el	hueso.
Una	de	las	ventajas	de	poder	transformarnos	era	el	rápido	rejuvenecimiento	de	las
células.	A	menos	que	recibiéramos	un	golpe	fatal	en	la	cabeza	o	en	el	corazón	o	que
nos	atacaran	con	algo	que	fuera	de	plata,	teníamos	la	capacidad	de	sanar	con	rapidez.
—Deberíamos	hacerlo	antes	de	intentar	trepar	a	la	cima	—le	dije.
—No	vas	a	poder	ver.
Mejor,	porque	tendría	que	quitarse	la	ropa	para	transformarse.
—Tengo	mi	sentido	del	tacto.	¿Qué	brazo	es?
—El	izquierdo.
Genial.	Sabía	que	era	zurdo.	Así	que	iba	a	intentar	subirnos	a	la	cima	con	un	solo
brazo	sano,	y	encima	no	era	su	brazo	más	fuerte.	Rafe	ya	me	había	colocado	la	mano
en	 su	 cinturón,	 así	 que	 desde	 ahí	 podía	 orientarme.	 Le	 saqué	 la	 camiseta	 de	 los
vaqueros	 y	 con	 mucho	 cuidado	 le	 pasé	 las	 manos	 por	 la	 espalda,	 el	 hombro,	 el
brazo…
—¡Dios	mío,	Rafe!	—grité	cuando	mi	mano	se	topó	con	un	bulto	muy	duro	que
tenía	que	ser	el	hueso.	Rafe	tomó	aire.	Sentí	el	olor	metálico	de	la	sangre	y	la	calidez
de	esta	empapándome	los	dedos.	El	hueso	le	había	atravesado	la	piel.
—¿«Creías»	que	te	habías	roto	el	brazo?
—No	quería	preocuparte	—repitió.
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Los	 ojos	 se	 me	 llenaron	 de	 lágrimas.	 Tenía	 que	 dolerle	 mucho.	 Con	 todo	 el
cuidado	que	pude,	le	saqué	la	camiseta	por	la	cabeza	mientras	él	reprimía	un	gemido.
Por	primera	vez	en	varias	semanas	deseé	que	hubiera	luna	llena	para	poder	ver	con
más	 claridad.	 La	 diminuta	 franja	 de	 la	 luna	 y	 las	 pocas	 estrellas	 que	 salpicaban	 el
cielo	 eran	 de	 poca	 ayuda.	 Y	 tampoco	 ayudaba	 que	 estuviéramos	 a	 los	 pies	 del
precipicio,	rodeados	de	arbustos	y	matorrales.
Una	vez	que	le	hube	quitado	la	camiseta,	me	dijo:
—Puedo	encargarme	del	resto.	Siéntate	aquí	y,	cuando	venga,	tendrás	que	buscar
dónde	está	el	hueso	roto	y	colocarlo.
—De	acuerdo.	—Aferrada	a	su	camiseta,	me	dejé	caer	al	suelo	y	me	senté	sobre
las	 piernas.	 Y	 pensar	 que	 solo	 queríamos	 escabullirnos	 un	 rato.	 Probablemente	 ya
estaríamos	de	regreso	si	hubiera	dejado	que	me	besara.
Oí	 el	 crujido	 de	 la	maleza	 cuando	 Rafe	 se	 quitó	 las	 botas	 y	 los	 vaqueros.	 No
quería	 verlo	 desnudo	 ni	 transformándose	 en	 lobo.	 Aunque	 lo	 cierto	 era	 que	 la
transformación	se	produciría	en	un	abrir	y	cerrar	de	ojos,	más	rápidamente	de	lo	que
me	pudiera	imaginar.
Apenas	pude	ver	su	silueta	cuando	se	acercó	a	mí,	ya	como	lobo.	Me	alegró	que
no	hubiera	 luz	 suficiente	 y	 no	poder	 ver	 así	 el	 dolor	 en	 sus	 ojos.	Apoyó	 la	 cabeza
sobre	mi	 regazo.	Con	suavidad	hundí	mis	dedos	en	su	pelaje	y	seguí	 la	 línea	de	su
hombro	hasta	llegar	a	la	pata	delantera	izquierda.
—Sé	que	te	va	a	doler,	y	lo	siento	—dije	mientras	le	colocaba	el	hueso	roto.	Se
puso	tenso,	pero	no	hizo	sonido	alguno.	Incluso	transformado	en	lobo,	tenía	que	ser
un	machote—.	Todo	irá	bien.	—Me	eché	a	reír	con	timidez—.	No	sé	por	qué	estoy
hablando	contigo.	Puedes	leerme	la	mente,	¿no?	Ojalá	pudiera	leer	la	tuya.	O	quizá
no.	Probablemente	ahora	mismo	esté	llena	de	dolor.
Cuando	nos	transformamos,	nos	volvemos	telepáticos.	Es	la	manera	que	tenemos
de	 comunicarnos	 con	 los	 demás	 mientras	 somos	 lobos.	 Además,	 podemos	 leer	 la
mente	de	aquellos	que	no	se	han	transformado.
Rafe	me	lamió	el	brazo,	quizá	para	que	dejara	de	hablar	o	simplemente	para	que
yo	supiera	que	estaba	bien.	Quería	hundir	la	cara	en	su	pelaje	y	llorar.	Sentía	mucho
que	le	hubiera	pasado	eso.	Me	sentía	inútil.	Podía	hacer	tan	poco.	Me	lamió	de	nuevo.
—No	es	justo	—dije—.	No	te	creas	que	no	sé	que	para	los	lobos	eso	es	un	beso.
—Intenté	poner	la	mente	en	blanco	para	que	él	no	supiera	lo	mucho	que	me	gustaba
tenerlo	cerca	de	mí,	incluso	aunque	fuera	en	su	forma	animal.	Me	percaté	de	que	ya
no	 sangraba.	Me	 atreví	 a	 pasar	 el	 pulgar	 por	 lo	 que	 antes	 había	 sido	 piel	 rasgada.
Estaba	lisa,	suave,	había	sanado.	El	músculo	y	el	hueso	probablemente	tardarían	más.
Nuestra	capacidad	de	sanar	era	una	de	las	razones	por	las	que	los	de	Bio-Chrome
estaban	 interesados	 en	 nosotros.	 Pero	 no	 quería	 pensar	 en	 ello.	 Aunque	 intentaba
vaciar	mi	mente	de	pensamientos,	no	podía	evitar	pensar	en	lo	hermoso	que	era	Rafe
como	 lobo.	Ya	 lo	había	visto	antes,	así	que	a	pesar	de	 la	poca	 luz	que	había,	 sabía
cómo	era.	Su	pelaje	 era	 tan	negro	 como	 su	pelo,	 tan	negro	que	visto	desde	 ciertos
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ángulos	parecía	de	un	azul	profundo.	Era	precioso,	el	pelaje	más	precioso	que	había
visto	nunca.
El	pelaje	de	Lucas	era	una	mezcla	de	negro,	blanco,	plata	y	marrón.	Connor,	con
su	cabello	rubio	rojizo,	se	acercaba	más	al	dorado.	Mi	cabello	era	rubio,	casi	blanco.
Me	 pregunté	 cómo	 sería	 cuando	 me	 transformara	 en	 lobo.	 ¿Me	 parecería	 al	 lobo
blanco	ártico?	¿Sería	hermosa?	¿O	no	habría	nada	especial	en	mí?
Ya	tenía	suficiente	con	tener	que	preocuparme	de	mi	pelo,	maquillaje	y	ropa,	de
querer	estar	atractiva,	como	para	empezar	a	preocuparme	de	mi	aspecto	como	lobo…
Rafe	me	acarició	el	brazo	con	el	hocico,	y	entonces	supe	que	me	estaba	diciendo
que	 ya	 no	 tenía	 que	 sostenerle	 más	 la	 pata.	 Le	 acaricié	 el	 cuello	 y	 los	 hombros,
disfrutando	de	cómo	su	pelaje	acariciaba	mis	dedos.
—Sé	que	sanar,	por	no	hablar	de	transformarse,	puede	ser	agotador.	Descansa	un
poco.
Supongo	que	seguía	hablando	en	alto	por	la	costumbre.
Eres	hermoso,	pensé.	Era	algo	que	jamás	diría	en	voz	alta.	Al	igual	que	nunca	le
diría	que	era	guapo	(atractivo,	sexi,	paraser	más	exactos)	cuando	estaba	en	su	forma
humana.
Mis	 pensamientos	 se	 estaban	 desviando	 hacia	 donde	 no	 debían.	 Comencé	 a
tararear	para	mis	adentros	una	canción	de	Nine	Inch	Nails	para	intentar	así	llenar	mi
mente	con	un	ritmo	caótico	que	pudiera	sofocar	todo	lo	demás.
Rafe	se	apartó	de	mí.	Al	instante	sentí	la	ausencia	de	su	calidez	y	del	tacto	de	su
pelaje.	Deseé	llamarlo.	Pero,	en	vez	de	eso,	comencé	a	tararear	en	voz	alta.
Algo	aterrizó	en	mi	regazo.
—Mi	ropa.	Haz	un	fardo	con	ella.	—Se	había	transformado	para	hablarme,	para
que	 supiera	 que	 su	 brazo	 había	 sanado—.	 Después	 agárrate	 a	 mi	 pelaje.	 Soy	más
fuerte	como	lobo.
Cuando	terminé	de	hacer	el	 fardo	con	su	ropa,	me	lo	metí	bajo	el	brazo	y	él	se
transformó	de	nuevo	y	comenzó	a	acariciarme	la	pierna	con	el	hocico.	Lo	agarré	del
pelaje	 y	 dejé	 que	 me	 guiara.	 Íbamos	 muy	 despacio	 porque	 Rafe	 buscaba
protuberancias	que	pudieran	servirme	de	escalones.	Perdí	el	equilibro	un	par	de	veces
y	me	resbalé,	pero	él	siempre	estaba	allí,	empujándome	con	el	hocico,	insistiéndome
sin	palabras	para	que	lo	intentara	de	nuevo.
Finalmente	logramos	subir.	Solté	su	ropa	tan	pronto	como	llegamos	al	borde	del
precipicio.	 Fui	 dando	 tumbos	 hasta	 su	moto;	 sabía	 que	 se	 estaba	 transformando	 y
vistiéndose	detrás	de	mí.	Intenté	no	pensar	en	qué	aspecto	tendría	sin	ropa.
—Eh,	gracias	por	ayudarme	con	mi	hueso	roto.
Sobresaltada,	me	eché	a	reír	y	me	di	la	vuelta.
—Siempre	me	sorprende	lo	silencioso	que	eres.
—Está	en	nuestra	naturaleza	ser	sigilosos.	Nunca	se	sabe	dónde	puede	haber	un
depredador	 listo	 para	 atacarte.	 —Sentí	 su	 mirada	 fija	 en	 mí—.	 Supongo	 que	 no
quieres	llevar	a	la	práctica	mi	teoría	del	beso	antes	de	regresar.
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Más	de	lo	que	me	atrevía	a	reconocer.
—No.	No	es	buen	momento.
—Depende	de	cómo	se	mire.	—Pasó	junto	a	mí,	se	sentó	en	la	moto	y	encendió	el
motor.	También	encendió	las	luces—.	Sube.	Será	mejor	que	regresemos	antes	de	que
noten	nuestra	ausencia.
Mucho	me	temía	que	era	un	poco	tarde	para	eso.	Subí	a	la	moto,	me	pegué	a	él	y
rodeé	su	cintura	con	mis	brazos.
Rafe	ladeó	la	cabeza.
—¿Lindsey?
—¿Sí?
—Yo	también	creo	que	eres	hermosa.
Quitó	el	caballete,	aceleró	y	se	puso	en	marcha	antes	de	que	pudiera	responder.
Mejor,	porque	no	tenía	ni	idea	de	qué	decirle.	Pero	durante	el	camino	de	regreso	a	la
casa	de	nuestros	mayores	no	dejé	de	tararear	en	mi	cabeza	una	alegre	melodía.
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Cuando	llegamos	a	Wolford,	Rafe	introdujo	una	tarjeta	electrónica	en	la	puerta	para
abrirla.	Era	 un	 refuerzo	 reciente	 de	 nuestras	 defensas,	 otra	 prueba	más	 del	 extraño
lugar	que	ocupábamos	en	el	mundo,	a	medio	camino	entre	lo	arcaico	y	lo	moderno.
Se	dirigió	a	una	zona	donde	había	unos	cuantos	 jeeps	y	 todoterrenos	aparcados.
Era	 tarde.	 La	 celebración	 había	 terminado.	 Todo	 estaba	 en	 silencio	 mientras
caminábamos	hacia	la	mansión.
—Entra	—dijo	Rafe	tras	detenerse—.	Será	mejor	que	no	nos	vean	juntos.
—Vale.	—Sería	un	desastre	encontrarme	con	Connor.	¿Cómo	iba	a	explicárselo?
No	podía—.	Esto,	gracias	por	librarme	un	rato	de	tanta	tristeza	y	pesimismo.
—Sí,	y	a	cambio	casi	te	matas.	No	está	mal.
Sonreí.
—Ha	 sido	 culpa	mía.	He	 estado	 en	 este	 parque	 el	 tiempo	 suficiente	 como	para
saber	 que	 no	 debería	 colocarme	 junto	 al	 borde	 de	 un	 precipicio	 —dije,	 aunque
todavía	 me	 sentía	 como	 si	 estuviera	 al	 borde	 de	 uno.	 Metafóricamente	 hablando,
claro—.	¿Has	pensado	en	Brittany?	Ya	sabes,	como	pareja.	Está	disponible.
Rompió	a	reír.
—¿Qué	estás	haciendo?
—Intentando	ofrecerte	alternativas	—respondí	con	sinceridad.
—No	quiero	alternativas.	No	siento	la	misma	avidez	por	Brittany.	No	siento	nada
por	ella	más	allá	de	una	leve	curiosidad	y	una	amistad.	No	me	pregunto	cómo	sería
besarla.	 No	 siento	 la	 necesidad	 de	 acurrucar	 mi	 cuerpo	 junto	 al	 suyo.	 No…	—Se
acercó	 y	 recorrió	 con	 sus	 labios	 el	 contorno	 de	 mi	 rostro,	 inhalando	 mi	 aroma,
haciendo	que	un	escalofrío	me	recorriera	el	cuerpo—.	No	me	gusta	su	fragancia.	No
sueño	con	ella.	Te	quiero	a	ti.
Antes	de	que	pudiera	responder,	se	dio	la	vuelta	y	echó	a	andar.	Mi	corazón	latía
de	manera	irregular	y	tenía	la	boca	seca.	Lo	había	dicho	como	si	no	pensara	darse	por
vencido.	No	sabía	si	sentirme	halagada	o	preocupada.
A	 punto	 estuve	 de	 echar	 a	 correr	 tras	 él.	 Tenía	 que	 intentar	 hacerle	 entrar	 en
razón.	En	vez	de	eso	dejé	que	se	marchara,	negándome	a	reconocer	que	una	pequeña
parte	de	mí	se	alegraba	de	que	hubiera	rechazado	la	posibilidad	de	estar	con	Brittany.
Estaba	hecha	un	lío.
Ya	 dentro	 de	 la	 residencia	 había	 unas	 pocas	 luces	 encendidas,	 pero	 el	 lugar
también	estaba	en	completo	silencio.	Supuse	que	todo	el	mundo	estaría	ya	acostado.
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Me	dirigí	hacia	las	escaleras.
—¿Lindsey?
Casi	se	me	para	el	corazón	al	oír	la	voz	de	Connor.	Me	di	la	vuelta	despacio	y	lo
vi	junto	a	la	entrada	del	salón.	Tragué	saliva	antes	de	decir:
—Hola.
Echó	a	andar	hacia	mí.
—¿Dónde	te	habías	metido?	No	te	encontraba	por	ningún	lado.
Me	encogí	de	hombros.
—Yo…	Todo	el	mundo	estaba	tan	melancólico	y	preocupado	que	quería	estar	sola
un	rato.
Me	observó	con	sus	profundos	ojos	azules	y	durante	unos	instantes	pareció	triste.
Mi	corazón	a	punto	estuvo	de	detenerse	de	nuevo.	Quería	pedirle	perdón	por	haberme
ido	con	Rafe,	pero	temía	que	eso	solo	empeorara	las	cosas.	No	quería	hacer	daño	a
Connor.	Y,	la	verdad,	se	lo	haría,	sin	duda.	Finalmente	asintió.
—Escucha,	 los	 serpas	 van	 a	 regresar	 mañana	 por	 la	 mañana	 a	 la	 entrada	 del
parque	 para	 guiar	 a	 un	 grupo	 de	 girl	 scouts	 que	 nos	 ha	 contratado.	 Pensé	 que
podríamos	ir	con	Lucas.	Ha	traído	su	jeep.
—Estaré	lista.
—De	acuerdo.	Nos	vemos	entonces.
Sabía	 que	 tenía	 que	 haber	 dicho	 algo	 más,	 pero	 la	 culpabilidad	 me	 estaba
matando.	Subí	a	toda	prisa	las	escaleras	y	eché	a	andar	por	el	pasillo,	dejando	atrás
varias	puertas	cerradas.	Doblé	una	esquina	y	me	topé	con	la	visión	de	Kayla	y	Lucas
entrelazados	cual	pretzel.	Se	estaban	besando	delante	de	la	ventana	y	la	tenue	luz	de
la	luna	trazaba	sus	siluetas.	A	juzgar	por	el	calor	que	emanaban,	lo	que	me	extrañaba
era	que	el	cristal	no	se	hubiera	empañado.	Estaban	tan	absortos	el	uno	en	el	otro	que
ni	siquiera	me	habían	oído.
Todo	 lo	 silenciosamente	 que	 pude,	 doblé	 de	 nuevo	 la	 esquina,	 me	 puse	 en
cuclillas	y	me	pegué	contra	la	pared.
Tenía	unas	ganas	terribles	de	llorar.	Rara	vez	lo	hacía,	pero	de	repente	me	sentía
perdida	e	increíblemente	sola.
¿Por	qué	Connor	y	yo	no	nos	habíamos	escabullido	en	un	rincón	para	darnos	un
beso	 fugaz?	 ¿O	 uno	 largo?	 ¿Dónde	 estaba	 nuestra	 pasión?	 ¿Aparecería	 tras	 mi
transformación?	¿Sería	entonces	cuando	no	seríamos	capaces	de	estar	alejados	el	uno
del	otro?
Pensé	en	Rafe	y	en	lo	mucho	que	deseaba	que	me	abrazara,	que	me	tocara,	que
me	besara,	y	en	lo	difícil	que	me	había	resultado	apartarme	de	él	cuando	en	realidad
lo	 que	 quería	 era	 echar	 a	 correr	 tras	 él.	 Pero	 eso	 solo	 era	 deseo,	 ¿no?	 Una	 mera
reacción	 física.	El	 amor	era	más	que	eso.	El	 amor	era	 algo	 interno.	El	 amor	era	 tu
corazón	y	tu	alma.	Era	todo	lo	que	era	importante.	Era…
Mis	 pensamientos	 se	 detuvieron	 bruscamente	 cuando	Lucas	 dobló	 la	 esquina	 y
casi	se	da	de	bruces	conmigo.
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—¡Lindsey!	¡Perdona!
—La	próxima	vez	buscaos	un	hotel	—le	dije	en	broma	mientras	me	ponía	en	pie.
Soltó	 un	 pequeño	 gemido	 de	 vergüenza	 por	 haberlos	 pillado	 en	 tan	 apasionado
abrazo.	 Si	 no	 hubiera	 sido	 por	 la	 oscuridad	 del	 pasillo,	 lo	 habría	 visto	 sonrojarse.
Lucas	era	el	 tipo	más	reservado	que	había	conocido	nunca.	No	tenía	ni	 idea	de	que
estuviera	interesado	en	Kayla	hasta	que	fueron	pareja.
Me	percaté	de	que	me	estaba	mirando	con	detenimiento.	Era	capaz	de	someter	a
alguien	al	tercer	grado	sin	palabras.	Pero	yo	no	estaba	de	humor.
—Buenas	noches	—dije.
Antes	de	poder	dar	un	paso,	sin	embargo,	me	cogió	delbrazo.
—¿Estás	bien?	Pareces…	distraída.
¿Cómo	 reaccionaría	 si	 le	 confesara	 que	 dudaba	 de	 mis	 sentimientos	 hacia
Connor?	Puesto	que	era	amigo	tanto	de	Connor	como	de	Rafe,	¿no	lo	pondría	en	una
situación	complicada?	Supuse	que	cuanta	menos	gente	lo	supiera,	mejor.
—Es	 solo	 que	 acabo	 de	 toparme	 con	 una	 escena	 de	 lo	 más	 explícita.	 Estoy
intentando	no	visualizarla	de	nuevo.	Y	ahora	me	voy	a	la	cama.
Sentí	un	alivio	inmenso	cuando	me	dejó	marchar.	Como	líder	de	nuestra	manada,
Lucas	 consideraba	 su	deber	velar	por	 todos	nosotros,	 pero	yo	no	creía	que	pudiera
ayudarme	con	mi	problema.
Fui	a	la	habitación	que	compartía	con	Kayla	y	Brittany.	Kayla	estaba	sentada	en
la	cama.	Brittany	estaba	haciendo	flexiones	sobre	una	estera.	A	juzgar	por	el	sudor	de
su	frente,	supuse	que	estaba	a	punto	de	llegar	al	centenar	que	hacía	cada	noche.	¿Yo?
Yo	prefería	meterme	en	la	cama	con	un	buen	libro.
—¿Dónde	 has	 estado?	 —preguntó	 Brittany	 con	 la	 respiración	 entrecortada
mientras	intentaba	mantener	su	ritmo.
—¿Dónde	crees?	Con	Connor.
—¿Y	qué	eres	entonces,	la	serpa	invisible?	Porque	ha	estado	buscándote.
Me	tiré	en	la	cama	y	me	quité	las	zapatillas.
—Quería	estar	sola.
Dejó	de	hacer	flexiones	y	comenzó	con	los	estiramientos.
—Entonces,	¿por	qué	no	dices	eso	y	ya	está?
Porque	me	sentía	culpable.
—Quizá	no	me	gusta	que	me	interroguen.
—Solo	ha	sido	una	pregunta.
Comencé	a	mover	los	hombros	para	aliviar	un	poco	la	tensión.
—Lo	siento.	Todo	esto	de	Bio-Chrome	me	tiene	de	los	nervios.	—Miré	a	Kayla,
que	se	estaba	cepillando	su	 largo	cabello	pelirrojo—.	Por	 lo	general,	 la	celebración
del	solsticio	de	verano	es	un	poco	más	festiva.
—La	 verdad	 es	 que	 me	 lo	 he	 pasado	 muy	 bien	—dijo	 resplandeciente—.	 He
hablado	con	 todas	 las	personas	que	conocieron	a	mis	padres.	Mis	padres	adoptivos
son	geniales,	pero	antes	de	este	verano	jamás	había	sentido	que	perteneciera	a	ningún
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sitio.	Pero	aquí	me	siento	como	en	casa.
Los	padres	de	Kayla	habían	sido	asesinados	cuando	ella	era	pequeña	y	había	sido
adoptada	por	una	familia	no	cambiaforma.	Hasta	ese	verano,	ni	siquiera	había	sabido
que	nuestra	especie	existía.	Eso	sí	que	era	que	tu	mundo,	tu	realidad,	se	pusiera	patas
arriba.	No	podía	ni	imaginarme	lo	impactante	que	tenía	que	resultar.
Cogí	la	mochila	de	los	pies	de	la	cama	y	hurgué	hasta	encontrar	unos	pantalones
cortos	 de	 algodón	 y	 una	 camiseta	 de	 tirantes	 para	 dormir.	 Una	 vez	 que	 me	 hube
cambiado	 de	 ropa,	 me	 senté	 con	 las	 piernas	 cruzadas	 en	 la	 cama.	 Brittany	 había
terminado	sus	ejercicios	y	se	disponía	a	acostarse.	Pensé	que	era	un	buen	momento
para	tener	una	charla	de	chicas.
—Kayla…	Los	chicos	nunca	cuentan	cómo	es	la	transformación.	Se	muestran	de
lo	más	reservados.	¿Cómo	es	la	primera	vez?
—Puf,	es	difícil	de	explicar.	—Apoyó	la	espalda	contra	el	cabecero,	cerró	los	ojos
y	entrelazó	los	dedos—.	Es	tan	intenso.	Es	como	si	el	dolor	y	el	placer	se	mezclaran	y
no	 supieras	 qué	 deberías	 estar	 sintiendo	 y,	 entonces,	 ¡bam!,	 notas	 una	 sobrecarga
máxima	y	de	repente	tu	cuerpo	tiene	otra	forma	y	tu	mente	está	más…	más	alerta.	—
Sonrió	y	abrió	los	ojos—.	Es	increíble.
—He	oído	que	es	dolorosísimo	—dijo	Brittany.
Kayla	asintió.
—Lo	es…	si	pasas	por	ello	sola.	Los	chicos	tienen	que	hacerlo,	pero	como	Lucas
estaba	 conmigo,	 me	 mantuvo	 distraída,	 así	 que	 el	 dolor	 fue	 tan	 solo	 una	 leve
molestia.
—¿Crees	que	habría	sido	más	doloroso	si	no	lo	hubieras	amado?	—pregunté.
—No	querría	pasar	por	 algo	así	 con	alguien	a	quien	no	quisiera.	Es	demasiado
personal	y	privado.
No	era	exactamente	lo	que	deseaba	oír.	Quería	a	Connor,	pero	¿era	suficiente	con
eso?	Es	decir,	¿era	ese	tipo	de	amor	sin	el	cual	mi	vida	no	tendría	sentido?
—Pues	 estoy	 bien	 jodida	 —dijo	 Brittany—.	 O	 paso	 por	 ello	 sola,	 con	 la
posibilidad	de	morir	en	el	proceso,	o	paso	por	algo	tan	íntimo	con	alguien	a	quien	no
quiero,	que	me	parece	bastante	peor	y	más	asqueroso	que	pasar	por	ello	sola.
—Alguien	te	reclamará,	Brittany	—insistí.
—¡Solo	 tengo	 dos	 semanas!	 Se	 me	 acaba	 el	 tiempo.	 Además,	 no	 quiero	 a
cualquiera.	Quiero	a	alguien	que	me	mire	de	la	manera	que	Lucas	mira	a	Kayla,	como
si	ella	lo	fuera	todo.
Kayla	se	echó	a	reír.
—¿Lucas	me	mira	así?
—Dios,	 lo	 hace	 todo	 el	 tiempo	—dije.	 Resultaba	 extraño	 ver	 al	 musculoso	 y
silencioso	Lucas	tan	pillado.	Pero,	al	igual	que	todas	las	chicas,	ansiaba	un	chico	que
pensara	que	ella	era	su	destino.	Era	aterrador	y	romántico	a	la	vez.	En	la	mayoría	de
las	 sociedades,	 las	 chicas	 de	 nuestra	 edad	 no	 se	 enamoraban	 tan	 pronto,	 pero	 no
somos	como	la	mayoría	de	las	sociedades.	La	nuestra	está	gobernada	por	el	destino.
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—Tú	lo	miras	igual,	claro	está	—le	dije.
Kayla	volvió	a	reírse.
—Sí,	es	probable.	Estoy	loca	por	él.
—Quizá	 tu	verdadera	pareja	 todavía	no	 se	haya	 fijado	 en	 ti,	Brittany	—le	dije,
intentando	ser	optimista.	Pero	lo	cierto	es	que	era	extraño	que	una	chica	que	estuviera
a	punto	de	transformarse	no	tuviera	a	ningún	chico	interesado	en	ella.
—Sí,	claro.	Y	nos	vamos	a	chocar	en	estas	dos	semanas,	¿no?	Sed	realistas.	Me
voy	a	dormir	—dijo	Brittany	antes	de	apagar	la	lámpara	de	su	mesilla,	dejándonos	en
la	más	absoluta	oscuridad.
Me	 sentía	 mal	 por	 ella,	 pero	 también	 era	 consciente	 de	 que	 no	 quería	 mi
compasión.	Siempre	estaba	intentando	demostrar	lo	fuerte	que	era.
Estaba	demasiado	inquieta	como	para	meterme	bajo	las	mantas	e	intentar	dormir.
Tenía	miedo	de	que	me	estuviera	aguardando	otro	sueño	como	el	que	había	tenido	la
noche	anterior.	Fui	hasta	la	ventana	y	eché	un	vistazo	por	entre	las	cortinas.	Por	algún
motivo,	 aquella	 charla	 acerca	 de	 encontrar	 a	 nuestra	 verdadera	 pareja,	 de	 pasar	 la
primera	 transformación	con	alguien	a	quien	quisieras	de	verdad…	me	había	dejado
con	una	enorme	sensación	de	vacío	y	confusión.	Pasaría	por	ello	con	Connor.	¿Por
qué	no	me	tranquilizaba?
Oí	las	leves	pisadas	de	unos	pies	desnudos.
—¿Estás	bien?	—me	susurró	Kayla	cuando	llegó	hasta	mí.
—Sí	 —dije	 también	 en	 voz	 baja.	 Por	 lo	 general	 Brittany	 tardaba	 poco	 en
dormirse,	 pero	 no	 quería	 correr	 el	 riesgo	 de	 despertarla.	 No	 comprendería	 mi
confusión,	ni	me	ofrecería	consuelo.	Kayla	sí.
—Verás…	una	de	las	cosas	que	ocurren	después	de	la	primera	transformación	es
que	todos	tus	sentidos	se	agudizan	—dijo	Kayla	en	voz	baja.
—Sí,	eso	he	oído.	—Me	pregunté	adónde	quería	llegar.	A	diferencia	de	Kayla,	eso
no	 era	 nuevo	 para	 mí.	 Mis	 padres	 eran	 cambiaformas.	 Había	 crecido	 rodeada	 de
cambiaformas.
—El	olor	 es	 una	de	 las	 cosas	que	mejor	 percibo.	Sabes,	 como	cuando	vas	 a	 tu
restaurante	favorito	y	huele	tan	bien.
—Sí,	claro.
—Bueno,	 pues	 ahora	 es	 como	 si	 pudiera	 percibir	 cada	 olor	 por	 separado.	 No
huelo	la	lasaña.	Huelo	el	tomate	y	el	ajo	y	la	pasta	y	la	mozzarella.	Huelo	cada	uno	de
los	ingredientes.	Cuando	entro	en	una	habitación	llena	de	gente,	huelo	a	todas	y	cada
una	 de	 las	 personas	 allí	 reunidas.	 Como	 ahora.	 Percibo	 levemente	 a	 Connor…	 y
mucho	a	Rafe.
¡Pillada!
—¿Estás	queriendo	decirme	algo?	—pregunté,	molesta	por	su	sentido	del	olfato	y
un	tanto	atemorizada	por	la	posibilidad	de	que	Connor	también	hubiera	olido	a	Rafe
en	mí.	Quizá	ese	fuera	el	motivo	por	el	que	se	había	mostrado	tan	distante	y	por	el
que	no	me	había	llevado	a	un	rincón	para	besarme.
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—Esta	 noche	 has	 estado	 con	 Rafe	 mucho	más	 tiempo	 del	 que	 has	 estado	 con
Connor.	No	es	asunto	mío,	pero	si	necesitas	hablar…	—Puso	la	mano	en	mi	hombro
y	lo	estrechó—.	Eres	mi	mejor	amiga,	estoy	aquí	para	lo	que	necesites.
—No	lo	sé,	Kayla.	No	sé	qué	estoy	sintiendo	en	estos	momentos.	Sé	que	cuando
tienes	tu	primera	transformación	te	unes	más	a	ese	chico…
—Creo	que	esa	unión	tiene	que	existir	antes,	Lindsey.	Sí,	será	más	intensa	cuando
hayas	pasado	por	la	transformación	junto	a	él,	pero	las	emociones	necesitan	un	ancla.
—Connor	es	un	buen	tío.

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