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-1(Yor_re Mine) Say you_re Mine - Jenika Snow - Gabo SFl

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Traducción: 
Lady Red Rose 
 
Diseño : 
Fassy MC 
 
 
 
Corrección y Lectura Final: 
Let Me Sleep
 
 
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Índice 
Capítulo 1 
Capítulo 2 
Capítulo 3 
Capítulo 4 
Capítulo 5 
Capítulo 6 
Capítulo 7 
Capítulo 8 
Capítulo 9 
Capítulo 10 
Capítulo 11 
Epílogo 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
7 
 
 
Ella era mía antes que supiera su nombre... 
Félix 
Cuando vi a Maggie por primera vez, supe que seríamos los mejores amigos. La 
quería desesperadamente, la quería en mi vida, y haría cualquier cosa para 
asegurarme que eso sucediera. 
Hasta que Maggie llegó a mi vida no sabía lo que era el amor. 
Ella será mi primera y última. 
Yo seré el único. 
Maggie 
No sabía que podía tener una amistad como la que tengo con Félix. Pero el muro 
de la zona de amigos siempre ha estado en su lugar. Como tengo demasiado miedo 
de cruzarla, prefiero estar en la vida de Félix que empañar la relación que tenemos. 
Ha pasado demasiado tiempo. Ya no tengo miedo de los "qué pasaría si...". Estoy 
lista para admitir lo que siento por él, con o sin consecuencias. 
Félix 
Maggie no sabe hasta dónde llegaré para mantenerla en mi vida, pero lo sabrá, 
porque la sola idea que esté con otra persona no es algo que me entretenga. Ella 
siempre ha sido mía, y es hora que dé un paso adelante y le muestre cuánto la amo. 
Mi devoción por ella llega a lo más profundo de mi alma, y quedarme atrás 
mientras ella vive su vida sin mí a su lado no es en absoluto una opción. 
 
ADVERTENCIA: Esta historia es tan dulce que puede darte un dolor de 
estómago, pero valdrá la pena. Es corta, sucia, y presenta a un héroe y una 
heroína vírgenes que sólo se aman entre sí. Prepárate para enamorarte de este 
devoto héroe que hará todo lo posible por hacer suya a la mujer que ama. 
 
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1 
Félix 
Seis años de edad 
La primera vez que te vi supe que eras mía. 
Cuando entró en la habitación, todo lo que me rodeaba desapareció. Sentí como 
si fuéramos sólo nosotros dos. 
Era la chica más guapa que había visto nunca, aunque su ropa parecía un poco 
demasiado holgada, tenía manchas y también agujeros. 
Sí, era la chica más bonita del mundo. 
Ni siquiera sabía su nombre porque el profesor no la había presentado a la clase 
todavía, pero no me importaba. 
Sabía que quería ser su amigo. 
Sabía que quería que siempre estuviera cerca de mí. 
—Clase, esta es Maggie. Ha venido hasta Ohio desde Colorado. —La profesora 
tocó el hombro de Maggie y nos sonrió—. Quiero que todos hagan que Maggie se 
sienta bienvenida. 
Seguí a Maggie con mi mirada mientras se iba al otro lado de la sala, y finalmente 
se sento detrás de un escritorio vacío. Los otros niños la ignoraron, ocupados 
trabajando en sus pinturas. 
Su cabello era del color del sol, en dos coletas. No podía dejar de mirarla. No 
quería hacerlo. Ella me miró entonces, sus ojos tan grandes, tan azules, me 
recordaban al océano del que acabábamos de aprender. Odiaba que se viera triste, 
que nadie se sentara a su lado para hablar con ella. 
 
 
9 
 
 
 
Tenía que arreglar eso. 
Agarrando mi papel y acuarelas, me acerqué a donde ella estaba sentada. Los 
otros niños me miraban, pero yo sólo me concentraba en Maggie. 
Cuando me senté a su lado, vi que sus ojos se abrieron aún más. 
—Hola, —dije, sonriendo, esperando que ya no tuviera miedo de estar aquí—. Soy 
Félix. 
No dijo nada de inmediato y en su lugar miró los materiales de arte que había 
traído conmigo. 
No podía entender lo que sentía, pero sabía que quería que fuera mi amiga. Quería 
que fuéramos los mejores amigos. 
—Maggie, —dijo en voz baja. Entonces levantó la vista, con sus ojos azules bonitos 
pero aun así asustada. 
— ¿Quieres que seamos amigos? —Yo sonreí. Esperaba que no se riera del diente 
frontal que me faltaba. Lo había perdido y lo había puesto bajo mi almohada para 
el hada de los dientes. Me dieron un dólar entero por él. 
Ella se encogió de hombros y miró hacia la mesa otra vez. 
—Puedes pensarlo, pero soy muy amable y no dejaré que nadie sea malo contigo. 
—Miró hacia arriba otra vez y sonrió. No era una gran sonrisa, pero era una sonrisa 
sólo para mí—. Oye, a ti también te falta un diente. —Señalé mi diente perdido. Ella 
dejó de sonreír, y me sentí mal por decir algo—. ¿Ves? —Sonreí más, señalando el 
gran espacio entre mis dientes—. Perdí el mío hace un par de días. Recibí mucho 
del hada de los dientes. —Ella no dijo nada—. ¿Cuánto recibiste? 
Sacudió la cabeza. —El hada de los dientes no viene a mi casa. 
—¿Por qué no? 
No dijo nada durante mucho tiempo. —Al hada de los dientes no le gusta venir a 
mi casa porque está sucia y mi madre y mi padre se pelean mucho. Nunca ha venido 
a mi casa, ni siquiera cuando mi hermano mayor perdió los dientes. 
Eso no me gustó nada. 
Me miró de nuevo, y la forma en que parecía tan asustada tenía algo dentro de 
mí que me dolía. 
Intenté pensar en lo que podía hacer para que se sintiera mejor, y luego miré el 
papel y las acuarelas que tenía delante. 
 
10 
 
Agarré mi pincel, lo sumergí en el vaso de agua que la maestra había puesto sobre 
la mesa y elegí el color que quería. Sabía que ella me miraba. Podía sentir sus ojos 
sobre mí, y eso me gustaba. 
Cuando terminé, miré fijamente mi dibujo antes de dársela a ella. Maggie extendió 
la mano y la tomó, y durante largos segundos se quedó mirándola fijamente. 
— ¿Esto es para mí? —preguntó. 
Asentí con la cabeza, sintiéndome orgulloso de mí mismo. Lo que sí sabía era que 
estaba manteniendo a Maggie como mía. 
 
Maggie 
DIBUJÓ un corazón rosa en el papel. Aunque estaba un poco torcido, era perfecto. 
Lo había conseguido. Sólo para mí. 
Nunca había tenido a nadie que hiciera algo tan bonito como esto por mí. 
Lo que no sabía era cuánto significaba un corazón en el papel para mí. 
—Tú y yo seremos los mejores amigos, —dijo Félix. 
Quería ser su amiga, pero no encajaba aquí. Mi ropa era vieja, usada, y no tenía 
cosas bonitas como las otras chicas de la clase. Incluso Félix se veía bien, con ropa 
que no tenía manchas, o zapatos con agujeros en los lados. 
— ¿Por qué querrías ser mi amigo? —Pregunté. 
Me miró raro entonces. — ¿Por qué no querría ser tu amigo? 
Me encogí de hombros. —Nadie quiere ser mi amigo. —En mi antigua escuela me 
decían cosas crueles: sucia, pobre, fea. Y entonces Félix extendió su mano y la puso 
sobre la mía. Miré hacia arriba y me fijé en sus ojos verdes. Me recordaban a la 
hierba en verano. 
—Voy a ser tu mejor amigo, Maggie. 
Me gustó cómo dijo mi nombre. 
 
11 
 
—Nunca te dejaré ir. 
Y por alguna razón realmente le creí. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
12 
 
2 
Félix 
Dieciocho años de edad 
Te mantengo cerca. Te mantengo como mía. 
Sabía que Maggie sería mía desde que tenía seis años. Nunca hubo un momento 
después de eso en el que pensara de otra manera. Y ahora, doce años más tarde, 
esa amistad dentro de mí se había hecho más fuerte. 
Amaba a esta chica que me había cambiado tan completamente, tan 
irrevocablemente. 
Durante todos estos años la mantuve cerca. Éramos ella y yo en este mundo, y 
sin ella yo no era nada. Incluso a los dieciocho años, con la graduación a pocas 
semanas, lo sabía. Demonios, lo sabía desde hace mucho tiempo. 
Era mimejor amiga, lo más grande que tenía en mi vida, y la sola idea de perderla, 
que algo ocurriera que nos separara, me llenaba de igual manera de temor y rabia. 
Pero movía cielo y tierra para asegurarme que me quedaba con Maggie, aunque 
eso significara rechazar ofertas de universidades para poder ir a la misma 
universidad comunitaria que ella. 
Porque nada en este mundo importaba si ella no estaba a mi lado. 
Cuando por fin estábamos solos en la mesa de la cafetería, le sonreí. Nunca le 
había dicho cuánto la amaba, pero seguramente ella lo notó. Seguramente ella podía 
ver cuán completamente devoto estaba yo de ella. Aunque no lo hiciera, nada de eso 
importaba. Incluso si no se enterara que estaba desesperadamente enamorado de 
ella, seguiría a su lado. 
En este mundo no había nada más importante que la chica sentada a mi lado. 
 
13 
 
 
Maggie 
Más tarde esa noche 
Félix me conocía mejor que nadie, pero tenía miedo de decirle lo que realmente 
sentía, que lo amaba tanto. 
No me sentía lo suficientemente buena para él, no con mis padres borrachos que 
se peleaban todo el tiempo. 
No con mi hermano que sólo llegó a casa cuando la chica con la que se acostaba 
lo echó. 
Y no cuando no tenía nada que ofrecerle más que la experiencia de una vida 
hogareña de mierda. 
Tienes toda tu vida para ofrecerle. 
—¿Seguro que no quieres que entre? —Félix preguntó. 
Siempre preguntaba. 
Cerré los ojos. —Estoy segura que mis padres se están gritando el uno al otro, y 
no quiero que te sometas a eso. —Tampoco quiero que veas la mierda que hay dentro 
de mi casa, o que mi familia me ignora, haciéndome sentir como si no fuera más que 
una carga. 
Le oculté tanto de mí misma, las partes avergonzadas que me hicieron querer 
gritar lo injusta que era la vida realmente. 
Pero la vida no es injusta. Tengo a Félix. 
Se quedó mirándome, tal vez queriendo pelear conmigo por esto, para insistir en 
que entráramos juntos, pero después de innumerables veces durante los años en 
que le dije que era mejor que no entrara, dejó de empujarme. 
—Bien, —finalmente dijo. Se giró, se puso de cara al parabrisas y se pasó la mano 
por su pelo castaño claro. Cuando me miró de nuevo, me perdí en sus ojos verdes. 
Dios, me encantaba el color de sus ojos. 
 
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Lo amaba. 
Pero era tan inteligente, tenía ofertas de universidad por el culo, y aquí estaba yo 
con una oferta de universidad comunitaria sobre la mesa. 
Y era esa universidad comunitaria a la que iría porque no quería estar lejos de 
mí. 
¿Cómo me merecía tener a un tipo como Félix en mi vida? 
Pero esa universidad, y el préstamo estudiantil que había solicitado pero que 
mantenía en secreto a todos menos a Félix, era mi boleto de salida. 
Miré por la ventana de la puerta principal, sin querer irme todavía, pero también 
sabiendo que lo necesitaba porque tenía trabajo en el restaurante esta noche. 
—Oye —dijo Félix en voz baja—. ¿Qué tal si voy esta noche cuando todos estén 
dormidos? 
Le eché una mirada, sintiendo que mi corazón saltaba un poco. Hacía tiempo que 
no venía en medio de la noche y me abrazaba mientras dormía. 
—Está bien —dije en voz baja—. Eso estaría muy bien. —Sentir su cuerpo cerca 
del mío, tener sus brazos envueltos alrededor de mí, susurrando que las cosas no 
siempre tienen que ser así. 
—Puedo ver lo infeliz que eres. —Extendió la mano y la tomó—. Sólo unos pocos 
meses más y podremos irnos. —Me dio un apretón de manos tranquilizador—. El 
apartamento estará listo para habitarlo. He estado ahorrando para esto, y no tienes 
que pensar en este lugar si no quieres. 
Me hizo tan feliz que podía llorar, pero no lo haría, no aquí, no cuando se oían los 
gritos de mis padres. 
—Yo soy el afortunado. —Él sonrió—. Todo saldrá bien porque me aseguraré que 
así sea. —Me dio otro apretón de manos. 
Asentí con la cabeza. Él tenía razón. Todo saldría bien. Me aseguraría que 
estuviera bien para los dos también. 
Me senté allí, queriendo admitir lo que sentía, que lo amaba. Lo quería más que 
a mi mejor amigo. Ya era la persona más importante de mi vida, y era el miedo a 
perderlo, a hacer las cosas raras, lo que me hacía mantener la boca cerrada. 
—Ven aquí, —me dijo y me llevó a darle un abrazo. Cerré los ojos y dejé que me 
abrazara—. Pronto seremos tú y yo, sólo tendremos que preocuparnos por la escuela 
y por el otro. —Se retiró, y nos miramos el uno al otro. 
Mi corazón se detuvo por un segundo, y vi la forma en que bajó su mirada a mis 
labios. 
 
15 
 
Bésame. 
Olvidémonos de todo lo demás aparte de este momento. 
Sentí sus dedos apretando suavemente sobre mi cuerpo, y juré que podía oír lo 
rápido que latía mi corazón. 
Y entonces el chillido de mi madre llamando bastardo a mi padre me rodeó en 
esta sensación tóxica. 
Miré por la ventana del lado del pasajero y vi a mi madre abrir la puerta y salir. 
Agitó una botella en su mano pero luego se detuvo y se volvió hacia la casa. En un 
gran movimiento de su brazo, lanzó la botella contra la ventana, el vidrio se rompió. 
—Esta no va a ser tu vida para siempre. 
Asentí con la cabeza después que Félix hablara. 
—Y sabes que eres bienvenida en mi casa, Maggie. 
Me enfrenté a él. Había estado ofreciendo su casa durante años, pero eso no iba 
a ser mi realidad. No lo echaría a él o a su familia. 
—Ya tienes dieciocho años. No tienes que quedarte aquí. 
Lo sabía, pero era lo suficientemente fuerte para terminar estos meses e irme. 
Imponerme a Félix y a su familia porque mi madre y mi padre peleaban como perros 
y gatos no era algo que yo quisiera hacerles. 
Esto es sólo el comienzo. Escribiré mi propia historia muy pronto. 
 
 
Félix 
Déjame abrazarte. 
Cerré silenciosamente la puerta del dormitorio de Maggie y me acerqué 
sigilosamente a ella. Odié arrastrarme como si lo que hice estuviera mal. 
 
16 
 
Ella estaba de lado, mirándome, con una pequeña sonrisa en su rostro. Sabía 
que sus padres eran borrachos, y no quería que me pillaran aquí porque no sabía 
lo locos que podían llegar a estar. 
Aunque a juzgar por el espectáculo que dieron a cualquiera que pasara a verlos, 
sabía que no se lo pensarían dos veces antes de tirarme una botella de cerveza. 
—Hola, —susurré, y ella sonrió más y levantó las mantas para que yo pudiera 
entrar. Cuando me quité los zapatos, me acosté a su lado, sintiendo el calor de su 
cuerpo filtrándose en mí. Ella olía dulce, como algodón de azúcar de vainilla. 
—Hola —me susurró finalmente. Estábamos a sólo unos centímetros el uno del 
otro, nuestra respiración era lenta, incluso. 
Pero mi corazón latía fuerte, rápido. 
Podría haberla besado en el auto. 
Podría haberle dicho lo que sentía. 
Podría haberle dicho lo que quería. 
Envolví a Maggie con mis brazos y la acerqué. Ella se movió un poco hacia abajo 
y apoyó su cabeza en mi pecho. Nos quedamos así durante largos segundos, y supe 
que se quedaría dormida. 
Siempre lo hacía. 
Pero me encantaba, me gustaba poder vigilarla, asegurarme que estuviera segura 
mientras dormía. 
—Está todo listo, —dije suavemente contra su cabello. Mi padre conocía a un tipo 
que nos alquilaría un apartamento barato, y yo lo tome, pensando que resolvería 
cualquier detalle más tarde. Sólo quería salir de aquí con Maggie—. Tengo suficiente 
dinero ahorrado para que nos dure un tiempo de alquiler, y trabajaré para cubrir el 
resto. 
—Yo también tengo dinero ahorrado. No es mucho, pero estoy ayudando, Félix. 
Le pasé la mano por el cabello. Miré a la pared junto a la cama, viendo colgado el 
dibujo que le había hecho hace años, la cinta que lo fijaba a la pared estaba 
descolorida y vieja. Era un testimonio de cuánto tiempo lo había tenido ahí arriba. 
Ese corazón rosa que significaba más hoy que nunca antes. 
—Es viejo y destartalado y no es el primer lugar en el que querría que te quedaras 
—Cerré los ojos, acercándola aún más. 
Se echó hacia atrás y me miró. —Mientras esté contigo, puedo vivir en cualquier 
lugar. 
 
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Eso me dolió el corazón de la mejor manera.No tendríamos mucho dinero, pero eso no importaba. No me importaba nada de 
eso, porque mientras tuviera a Maggie, el mundo estaba bien. 
 
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 3 
Félix 
Un año después 
Tenemos el resto de nuestras vidas. 
Había estado trabajando tanto tiempo que estaba exhausto de todo. Ver a la única 
persona que consumía mis pensamientos, mi corazón, mi alma, y no decirle cómo 
me sentía, me quitaba un pedacito de mí cada día. 
Me senté en el auto, con la calefacción encendida porque hacía más frío, y no me 
iba a congelar las pelotas. Miré fijamente el trabajo de Maggie, odiando que estuviera 
tan nervioso, pero sintiéndome vivo en el mismo sentido. 
Había pensado en ese momento en el auto el año pasado una y otra vez, esa 
escena pasando por mi cabeza como un disco rayado. Pero quería que se repitiera. 
Quería que me consumiera, que echara raíces y no se fuera nunca. 
Tenía tantas ganas de besarla, de rendirme y apretar mi boca contra la de ella. 
Pero no lo hice, y me abstuve de ser cualquier cosa menos su amigo. 
Quería que eso cambiara. 
Durante el último año habían pasado muchas cosas. 
Graduándome de la escuela secundaria. 
Mudarnos de la casa de nuestros padres. 
Me instalé en un apartamento destartalado. 
Empezar la universidad. 
Las cosas no eran como yo quería, no con el lugar donde vivíamos, pero eso era 
porque Maggie merecía algo mejor que lo que yo probablemente podría darle. 
 
19 
 
Me sacaron de mis pensamientos cuando vi que el último cliente se había ido. 
Las luces estaban apagadas, y me senté más derecho. Miré a Maggie a través de la 
ventana. Ni siquiera sabía que yo estaba aquí, esperándola, así que me sentí como 
un verdadero acosador en ese momento. Pero mirarla cuando no sabía que yo 
estaba, ver las expresiones genuinas en su cara, las que no estaban vigiladas porque 
era consciente de todos los que la rodeaban, fue una experiencia honesta. 
Salió, se giró para cerrar la puerta, y yo exploré su entorno. Estaba oscuro, pero 
sólo eran las siete de la tarde. La maldita noche se arrastró como un bastardo 
durante estos meses de invierno. Se giró para mirarme, pero se concentró en su 
bolso mientras lo revisaba. Salí, y estaba a punto de cruzar la calle para ir hacia 
ella cuando oí a alguien silbar y luego llamarla. 
—Te ves bien, cariño. ¿Quieres compañía esta noche? 
Mi cuerpo entero se tensó mientras el mundo parecía ir en cámara lenta en ese 
momento. El tipo que caminaba hacia ella tenía una maldita sonrisa lasciva en su 
cara. Inhaló a través del cigarrillo que tenía entre sus labios, y exhaló una nube de 
humo delante de él. 
Miré a Maggie, pude ver que lo estaba ignorando, pero el pánico estaba en su 
cara. Todo mi cuerpo estaba tenso, mis músculos se tensaban. El instinto de huida 
o de lucha se elevó en mí. 
Pero fue el instinto de lucha el que ganó, obviamente. Nadie jodía a Maggie, no 
sin que yo les hiciera saber exactamente el dolor que sentirían si lo hicieran. 
No dudé en cruzar la calle y ponerme entre Maggie y este imbécil. Por un momento 
vi la sorpresa en su cara, probablemente porque se preguntaba de dónde diablos 
había salido yo. Sabía que no le sorprendía que la defendiera. 
Lo haría hasta mi último aliento. 
El tipo se acercó, se detuvo a unos metros de mí y apartó la colilla. 
—¿Qué, estás tratando de protegerla de mí o algo así? —El tipo se rio—. Sólo 
estaba admirando a una chica guapa—. Trató de mirar a Maggie alrededor de mi 
cuerpo, pero me moví con él. 
—No la mires, joder, —dije en voz baja y claramente peligrosa. Si no podía 
soportar la advertencia que le lanzaba, entonces averiguaría exactamente lo que 
haría, y lo lejos que llegaría para proteger lo que era mío. 
El tipo me miró como si fuera "qué diablos", y di un paso hacia él. Era grande, 
pero podría ser la chaqueta de gran tamaño que llevaba. Incluso si este tipo hubiera 
sido más grande que yo, me habría puesto ruidoso y habría ido al suelo por Maggie. 
Dejemos que se reduzca a eso. Déjame mostrarte lo lejos que llegaré. 
 
20 
 
Me quedé mirando al imbécil, mi cuerpo listo, mis manos enroscadas en puños a 
mi lado. Sentí que Maggie se movía detrás de mí, me agarraba la muñeca y la tiraba 
suavemente. 
—Vamos, Félix. 
Yo estaba como una piedra en mi lugar, queriendo que este imbécil hiciera un 
movimiento para que yo pudiera darle una paliza. Pero para mi decepción, sacudió 
la cabeza y se dio la vuelta para alejarse de nosotros. Estuve tentado de empezar 
una pelea y golpearlo, simplemente porque pensó que estaba bien incluso hablar 
con ella. Pero sentí la mano de Maggie en mi muñeca y me mordí la lengua. 
Quería llevarla a casa. Quería que estuviera a salvo. 
—No sé qué estás haciendo aquí, pero me alegro que lo estés, —dijo en voz 
baja. 
Me volví y la miré, queriendo besarla en ese momento. Pero su celular sonó, 
impidiéndome hacer nada. 
Ella respondió la llamada, poniéndose el teléfono en la oreja. —Hola. —Pasó un 
segundo de silencio—. Está bien, —dijo ella y me miró—. Félix está aquí de todos 
modos. —Después de unos momentos colgó—. Era mi aventón diciéndome que le 
había ocurrido algo y que no podía llevarme a casa. 
—Supongo que fue algo bueno que estuviera aquí. —Mi corazón tronaba. Odiaba 
la idea que ella pudiera haber estado aquí sola, ese bastardo yendo más lejos que 
él. 
—Sí, es realmente bueno que estés aquí. —Ella me sonrió y mi corazón tronó aún 
más fuerte. 
—Vamos a casa. —Agarré su mano y entrecrucé mis dedos con los de ella. 
Nunca la dejé ir. 
 
Maggie 
Nos sentamos en el suelo, ya que el sofá de mierda que teníamos no era tan 
cómodo de todos modos. De camino a casa habíamos recogido comida para llevar, 
y la pasta a medio comer se sentaba entre nosotros. 
 
21 
 
No era como si tuviéramos mucho dinero para gastar, pero habíamos derrochado 
esta noche para la cena. Tenía el presentimiento que era porque Félix estaba 
preocupado por mí y quería hacerme sentir mejor. 
Aunque ninguno de los dos tenía veintiún años y no podía comprar alcohol, Félix 
trabajaba con un tipo que le había dado un paquete de seis cervezas baratas por 
ayudarle. Sabía a pis caliente, pero no nos importaba. 
Después de la extraña noche que había pasado, incluso el desagradable sabor de 
esta cerveza aguada sabía bien. 
—¿Estás segura que estás bien? —preguntó otra vez. Esta tenía que ser la quinta 
vez desde que llegamos a casa. 
—Estoy bien, de verdad. —Sonreí, realmente bien—. Quiero decir, ese tipo no me 
molestó, no sólo porque tú estabas allí, sino que sus palabras no me afectaron. —Y 
no lo hicieron, no realmente—. Diablos, a veces escucho cosas peores que eso en el 
trabajo. —Vi la forma en que su mandíbula se tensó, y supe que esa frase lo había 
enojado. 
—¿Qué? —dijo con los dientes apretados—. ¿Los imbéciles te dicen cosas en el 
trabajo? 
Me moví en el suelo, descruzando las piernas y encogiéndome de hombros. 
—Quiero decir, he tenido a alguien que me ha pedido que me vaya a casa con él 
para que pueda...—Aclaré mi garganta—. Ya te lo imaginas. —Esta ráfaga de frío lo 
dejó y fue directo a mí. Estaba mirando la pasta, sintiéndome rara incluso hablando 
de esto. Cuando Félix no dijo nada, levanté la vista. Parecía que quería ir a cazar a 
ese tipo al azar y abofetearlo. 
—Tienes que decirme cuando una mierda como esa ocurre. 
Apoyé mi espalda contra el costado del sofá. —¿Y qué, puedes hacer guardia en 
mi trabajo y darle a cualquier tipo una mirada asesina si me mira de mala manera? 
—Me reí, bromeando con Félix, pero me puse sobria cuando vi que no sonreía. 
—Sí, eso es exactamente lo que haría si tuviera que hacerlo. —Estaba muy serio. 
Sacudí la cabeza. —Félix, no puedes estar a mi lado todo el tiempo. Además, no 
soy la primera persona a la que le pasa esto, y no seré la última. Incluso algunas de 
las mujeres con las que trabajo hablan lascivamente de tipos al azar que entran. 
Sacudió la cabeza y miró hacia abajo. —Haría cualquier cosa para asegurarme 
que estés a salvo,Maggie. 
Escuché la sinceridad de sus palabras, pero también lo vi en sus ojos cuando me 
miró. —Y yo haría lo mismo por ti, aunque eres tan grande y fuerte que no necesitas 
mucha protección. —Sentí que mis mejillas se calentaban. No podía creer que 
acababa de decir eso—. Quiero decir, para eso están los amigos, ¿verdad? 
 
22 
 
Amigos. 
Era eso para mí... y más. Quería algo más profundo, algo que probablemente 
nunca tendría con él. 
Porque soy demasiado gallina para decir algo. Porque arruinar este vínculo que 
tenemos asusta la mierda de amor que tengo. 
No habló durante largos segundos, sólo me miró fijamente, algo en su mente, 
claramente. —Sí, para eso están los amigos, —dijo finalmente, este tono raro en 
su voz. Cuando me sonrió esta vez pude ver que estaba distante. Había algo en su 
mente, pero era obvio que no se iba a abrir conmigo sobre eso. 
Extendió la mano y me puso un mechón de cabello detrás de la oreja, y este 
cosquilleo se asentó sobre mí. —¿Félix? —Le dije antes que pudiera detenerme. Me 
miró a los ojos, y en ese mismo momento quise decirle que estaba enamorada de 
él—. Te amo, —dije en su lugar. 
—Yo también te amo. —Y él me acercó y me dio un abrazo. Estar cerca de él, con 
sus brazos fuertemente envueltos alrededor de mí, hizo que todo pareciera estar 
bien. 
Hizo que todo pareciera como si todo fuera a funcionar. 
 
 
 
 
 
 
 
 
23 
 
4 
Félix 
Es hora de ser honesto. 
No más fingir que esto es lo que quieres. 
Sólo ha pasado una semana desde que la recogí del trabajo y quería 
desesperadamente patearle el culo a ese tipo. Estaba bien, pero sabía que nunca 
superaría los sentimientos posesivos que tenía por ella. 
Empujé esa noche, y ese imbécil, fuera de mi cabeza. No serviría de nada 
ensuciarlo. 
A mis ojos era una reina y merecía ser tratada como tal. Y me aseguraría de 
mantenerla a salvo sin importar lo que pasara. Me aseguraría que siempre estuviera 
protegida hasta mi último aliento. 
Escuché que la puerta principal se abría y cerraba, y mi corazón empezó a latir 
fuerte y rápido. Siempre lo hacía cuando estaba cerca, cuando sabía que volvía a 
casa conmigo. 
Volviendo a casa... a mí. 
Dobló la esquina, concentrándose en lo que estaba tratando de encontrar en su 
bolso. 
—Oye, —dije, y ella saltó. Sonreí. 
Me miró y sonrió. —Me has dado un susto de muerte. 
—Lo siento —dije, pero honestamente me gustó la mirada de sorpresa en su 
rostro. Era real, genuina. Y la sonrisa que me dio después, la que me alivió cuando 
vio que era yo, me hizo jodidamente feliz. 
—¿Cómo fue tu día? —Pregunté y me giré para agarrar el plato de hamburguesas 
que había hecho para la cena. Nuestros presupuestos eran bastante limitados, ya 
que íbamos a la escuela y ambos trabajábamos entre clases. Estiramos el dinero 
que ganamos. Los ahorros que tenía se destinaron al alquiler y a los servicios 
 
24 
 
públicos, pero diablos, no tuve problemas en trabajar horas extras para asegurarme 
que no comiera ramen los siete días de la semana. Y eso es lo que hice. 
Odiaba que Maggie estuviera trabajando. Quería cuidarla completamente, para 
asegurarme que yo era el que la mantenía. Quería que se concentrara en la escuela, 
que no se estresara. Pero mi chica era testaruda, terca a veces, y le gustaba hacer 
las cosas por sí misma. No podía culparla por los mismos rasgos que me gustaban 
de ella. 
—Estuvo bien, aunque no saqué el mejor resultado en mi examen de economía, 
y derramé café por toda mi camisa en el trabajo. —Agarró la parte inferior de su 
camisa blanca y la sacó para que yo pudiera ver la gran mancha marrón. Tuve un 
destello de su vientre en el proceso. Su piel era suave, su estómago plano. La vista 
de su ombligo hizo que mi sangre corriera por mis venas más rápido. 
Tomé la parte posterior de su cabeza, la acerqué imposiblemente, y cerré los ojos 
mientras inhalaba profundamente. 
Ella huele increíble. 
Me dio un abrazo amistoso, pero sólo pensaba en cómo su cuerpo encajaba 
perfectamente con el mío, y en cómo quería hacer mucho más con ella. 
Y eso es todo lo que hizo falta para que mi polla cobrara vida. Demonios, se 
necesitó menos que eso, pero había estado demasiado lejos en el tacto y el olor de 
ella para tratar de calmarme. 
Mierda. 
No quería ser uno de esos tipos, los que no podían controlarse cuando veían a 
una chica guapa. Y aunque no podía evitar que mi cuerpo reaccionara ante Maggie, 
también quería ser respetuoso. 
Pero no se trataba sólo de ver a una chica bonita. Se trataba de Maggie, la única 
chica a la que amaba tanto que me dolía físicamente. A pesar que el hecho de estar 
cerca de ella provocó esta reacción en mí. Siempre lo hizo. 
—¿Cómo te fue el día? —preguntó, con su voz inocente, dulce. 
Joder, mi polla se estaba poniendo más dura a cada segundo. 
Tenía su cuerpo presionado contra el mío, sus pechos contra mi pecho, su 
suavidad contra mi dureza... en más de un sentido. 
No era como si no la abrazara o sostuviera. Lo hice muchas veces, aprecié cada 
momento, pero cuando sentí que mi cuerpo empezaba a reaccionar, me alejé de la 
situación. Demonios, incluso abrazarla mientras dormía en casa de sus padres 
había sido difícil. 
Asustarla con una erección apretada en su vientre no era exactamente lo que 
quería hacerle. 
 
25 
 
Pero luego sentí que se congeló, que su cuerpo se puso firme contra el mío en el 
mismo momento en que entró en contacto con mi furiosa erección. 
Joder. 
Debí haberme alejado en ese mismo momento e inventar alguna excusa. ¿Tal vez 
ella me había sentido antes haciendo estallar la madera? ¿Tal vez sintió mi 
excitación todos estos años cuando la sostuve, pero nunca dijo nada? 
Maggie se apartó un poco, pero aún tenía sus brazos alrededor de mi cuello, aún 
tenía su pecho presionado contra el mío. 
No me moví. 
Ella no se movió. 
Demonios, ni siquiera creo que respiráramos. 
Lo he hecho tan bien todos estos años manteniéndome controlado a su alrededor, 
sin querer poner esta rareza entre nosotros admitiendo mis emociones. Si ella 
sospechaba algo, nunca lo revelaba. O tal vez estaba tan cegado por mi amor por 
ella que no habría sido capaz de decir si ella hubiera sabido algo. 
Me eché hacia atrás, me froté una mano sobre la cabeza y sentí esta extraña 
sensación moverse sobre mí. Todavía me miraba fijamente, y aunque no había 
ningún juicio, ni ninguna incomodidad por su parte, todavía sentía como si el aire 
de la habitación se calentara incómodamente. 
—Creo que me voy a la cama, —dije finalmente, y justo cuando me giré para irme, 
me agarró del brazo. Escenarios sobre ella queriendo "consolarme", queriendo 
decirme que todo estaba bien, pasaron por mi cabeza. No sabía por qué me sentía 
tan extraño en ese momento, pero la furiosa erección que tenía aún no había 
desaparecido. Diablos, sólo pensar en estar presionado contra ella, oler el dulce 
aroma que la rodeaba y sostenerla, me tenía tan necesitado que no podía pensar 
con claridad. 
Sólo necesitaba irme antes de hacer un idiota de mí mismo. 
—Hice la cena. 
—¿No vas a comer conmigo? —Sonaba un poco sorprendida, y me sentí como un 
idiota por querer ir a mi habitación. Pero volviéndome y mostrándole mis pantalones 
que todavía estaban en una tienda de campaña, y tratando de explicarle lo que 
estaba haciendo sobre todo esto, sobre cómo iba a explicarle mis emociones a ella, 
me pesó mucho. No había forma de evitarlo, y no le mentiría, pero ahora mismo 
necesitaba pensar en caliente para arreglar esto y seguir adelante. 
Necesitaba pensar en qué decirle y cómo explicarle que todos estos años había 
estado enamorado de ella. 
 
26 
 
 5 
Maggie 
Quería ir a ver a Félix de inmediato, pero esta extraña sensación se desprendía 
de él. 
¿Tal vez se sintió incómodo porque yo había sentido claramente su erección? 
¿Tal vez se sentía avergonzado por ello? 
¿Tal vez se avergonzaba de ello? 
Yo sabía lo suficiente. No era como si pudiera ayudar a su cuerpo a reaccionar. 
Pero otra partede mí quería sentirse cálida y confusa que Félix obviamente me 
deseaba. 
Tenía mi cuerpo presionado junto al suyo. Tal vez fue una reacción natural, algo 
que no pudo evitar. 
Traté de pensar en el pasado cuando me abrazó. No es que haya sentido algo así 
de él, pero ahora que lo pienso, aparte de cuando me abrazaba mientras dormía, 
siempre terminaba los abrazos y se alejaba de mí. ¿Podría haber estado tratando de 
ocultar su excitación? 
Mi corazón latía salvajemente en mi pecho. Estaba sobreanalizando todo esto. 
Necesitaba decirle a Félix que no era gran cosa, aunque lo era, pero de la mejor 
manera. Sabía que me amaba, y yo lo amaba a él. 
Pero estaba enamorada de él, y sólo porque tuvo una erección mientras lo 
abrazaba, y sólo porque sabía que se preocupaba por mí, no significaba que sintiera 
la misma intensidad que yo. 
Pasé mi mano por el espejo del baño lleno de vapor de la ducha que acababa de 
tomar. Me quedé mirando mi reflejo borroso, mi cabello ya comenzaba a enrizarse 
ligeramente por la humedad. Odié que se sintiera tan incómodo por lo que había 
pasado que no había cenado conmigo... la increíble cena que había preparado. Pero 
no iba a dejar pasar esto. No iba a ignorar esto porque él no quería hablar de ello. 
Incluso si estaba avergonzado y el amor que me tenía no estaba al mismo nivel que 
el que yo le tenía, necesitaba que supiera que las cosas estaban bien. 
 
27 
 
Apagué la luz y me dirigí al pasillo. Su habitación estaba enfrente de la mía, la 
última puerta a la izquierda. Aunque habíamos tenido suerte y había dos 
habitaciones en este lugar, no me hubiera importado dormir en la misma cama que 
Félix. No era porque quisiera estar cerca de él en el sentido más físico, aunque 
definitivamente también quería eso. También era porque era mi mejor amigo, y me 
sentía segura y protegida en sus brazos. 
Parada del otro lado de su puerta, estuve tentada de ser audaz y abrirla, hacerle 
saber que las cosas no cambiarían y que necesitaría superar el hecho que las cosas 
no cambiarían. Pero esa no era yo, y si iba a decirle cómo me sentía, lo cual estaba 
contemplando hacer, quería ser amable con esto. 
Pasé mis manos por encima de los pantalones de salón que me había puesto. El 
aire parecía especialmente frío ahora, y sentí mis pezones endurecerse bajo la 
camiseta blanca que llevaba puesta. Estaba nerviosa, aunque intenté decirme a mí 
misma que no había necesidad de estarlo. Era Félix, y pasara lo que pasara, las 
cosas estarían bien... ¿verdad? 
Estoy convirtiendo algo en nada. 
Levanté mi mano y golpeé dos veces. Pasó una segunda vez antes que finalmente 
lo escuchara. 
—Sí, adelante. 
Abrí la puerta y lo vi sentado en su cama, de espaldas a mí, con la parte superior 
del cuerpo desnudo. Pude ver que todavía llevaba sus vaqueros, y mi corazón latía 
más rápido. Me quedé mirando los tatuajes que tenía en sus brazos. Los tenía desde 
antes de mudarnos, sobre todo de amigos de amigos que hacían tratos a cambio de 
su tinta si Félix no tenía dinero para ellos. Había tenido muchas veces que trabajar 
en autos para pagar los tatuajes, pero yo sabía que para él todo había valido la pena. 
No importaba si estaba cubierto de pies a cabeza con ellos o no tenía tinta en la 
piel. 
Lo amaría sin importar lo que pasara. 
Pero también me gustaba mucho mirarlo con las líneas y formas y la historia que 
había escrito en su dura y musculosa forma. 
—Quería asegurarme que estabas bien. —Tragué, mi garganta seca, mi corazón 
latiendo rápido. No sabía si esta situación era el momento adecuado para confesar. 
Podría empeorar mucho las cosas, y ser mucho más incómodo si Félix no 
correspondía a mis sentimientos. 
—Estoy bien, —dijo en voz baja, dándome la espalda. Estaba tan nerviosa. Sabía 
que si le decía que le quería, y que quería que me deseara tanto, podría abrir una 
brecha entre nosotros. 
Tengo miedo. 
 
28 
 
Se levantó de la cama, se pasó una mano por el cabello, y después de unos 
segundos se giró y me miró. Vi la forma en que su cuerpo se tensó, vi el juego de 
músculos bajo su piel. Bajó su mirada por mi cuerpo, y sentí que me estaba tocando. 
Sabía que mis pezones estaban duros, podía sentirlos atravesando el material de mi 
camisa demasiado delgada. 
—Probablemente estés bastante asustada por...—Se aclaró la garganta. 
—Creo que tú estás más asustado por eso que yo. —No nos movimos, no dijimos 
nada más durante largos segundos. Odiaba este extraño silencio. Nunca habíamos 
estado así antes—. Esto parece una tontería, —dije finalmente, haciendo como si no 
me afectara. 
Pero lo es. 
—Pero no lo es, Maggie. —Se detuvo un segundo, mirándome fijamente a los 
ojos—. Es bastante serio, para ser honesto. 
Fruncí las cejas y sacudí la cabeza. —Así que estabas duro. —Me encogí de 
hombros, aunque me robó un rubor—. Estoy segura que pasa todo el tiempo. Es 
natural. 
Él sonrió, pero no parecía que se divirtiera. 
—Quiero decir, odio cómo esa cosa ha hecho que esto sea incómodo ahora. No 
debería ser así con nosotros. —Di un paso más cerca—. Estoy segura que si yo fuera 
un hombre, también me habría puesto duro. —Intenté un poco de humor, pero Félix 
parecía serio. 
Y luego empezó a moverse hacia mí, y la expresión de su cara me hizo apretar la 
garganta. Se detuvo cuando estaba a pocos metros de mí, su gran cuerpo me hacía 
sentir aún más femenina. Tenerlo tan cerca me calentaba tanto que no podía ni 
siquiera respirar. 
—Quiero que seamos como éramos, Félix. —Me tragué el nudo de mi garganta. 
Mis palabras salieron apretadas, y me pregunté si él podría decir lo excitada que 
estaba. 
SACUDIÓ LA CABEZA. —No quiero que volvamos a ser como antes. 
—No lo entiendo, —susurré, aunque si estaba siendo honesta conmigo misma, 
esperaba que él quisiera decir exactamente lo que yo quería. 
 
 
29 
 
Félix 
Sólo di que tú también me amas. 
He esperado toda mi vida por este momento, por las bolas para confesar sobre lo 
que realmente siento por Maggie. Podría haber hecho esto hace mucho tiempo, ser 
un hombre y decirle la verdad, decir al diablo con cualquier repercusión que pudiera 
venir de ello. 
Pero prefiero tener a Maggie como amiga que nada en absoluto. 
Entonces, ¿por qué estoy diciendo algo ahora mismo? ¿Por qué arriesgarse? 
Porque estaba harto de tener que contenerme, de fingir que no había nada más 
que un estrecho vínculo de amistad. Me estaba consumiendo por dentro, y que 
Maggie sintiera mi excitación por ella en toda su dura gloria era justo la patada en 
el culo que necesitaba, supongo. 
Me miró fijamente, con un aspecto tan condenadamente hermoso, tan 
condenadamente inocente. Hizo que pareciera que mi erección presionada contra 
su vientre no la había afectado. Pero sí lo había hecho. Sé que sí. Sólo que no sabía 
si se inclinaba más hacia el lado malo o bueno de todo. 
—Pareces... en conflicto, —dijo, y pude ver lo nerviosa que estaba. No la culpé. 
Probablemente estaba asustada por todo esto. 
¿Estás seguro que quieres hacer esto? 
Sí, lo necesitaba. 
—No quiero que volvamos a como estaban las cosas, —dije otra vez. Vi la emoción 
que se reflejaba en su cara—. Te amo. 
Me sonrió, esa dulce y hermosa sonrisa que iluminó toda la maldita habitación. 
—Yo también te amo. 
—Estoy enamorado de ti, lo he estado desde que tengo memoria. 
Sentí el cambio de aire en la habitación, sentí que se calentaba, luego se enfriaba, 
una y otra vez. Intenté medir sus emociones, lo que podría estar pensando por las 
expresiones de su rostro, pero lo que salió más fuerte fue el shock. 
Di un paso más para acercarme a ella. —Te amo tanto, Maggie. —Me detuve 
cuando estaba a sólo un pie de ella. Inhalé profundamente. Ella olía tan bien—. Y 
por mucho que intente empujarlo, por mucho que intente mantenerlo a nivel de 
amigos... —Sacudí la cabeza—. No puedo. No puedo fingir que soy bueno siendo 
sólo tu amigo. —Extendí la mano y le tomé la mejilla. Me alegré que no se alejara—
 
30 
 
. Y por mucho que te quiera en mi vida y te tome comome tengas, tengo que ser 
sincero y honesto conmigo mismo. —La miré a los ojos—. Pero por encima de todo 
tengo que ser sincero y honesto contigo. —Intentaba mantener la calma, actuar con 
calma. No sabía cómo reaccionaría ella una vez que esto se asentara. 
El silencio se extendía, y no podía entender si era un buen tipo de silencio. Ella 
miró hacia abajo, y yo quería desesperadamente saber lo que estaba pensando. 
—Maggie, háblame, —finalmente dije. Sentía la garganta apretada, el corazón 
acelerado—. Sé que esto probablemente te confunde, tal vez incluso te asusta, pero 
no puedo seguir guardándolo. —Levantó la cabeza y me miró entonces. El silencio 
que venía de ella hizo que mi corazón saltara a mi garganta—. Y lo que sentiste 
abajo...—Lo tragué con fuerza—. No quiero que pienses que soy el típico tipo que no 
puede controlarse. —Traté de fingir calma—. Pero el hecho es que cada vez que estás 
cerca, cada vez que dices algo, demonios, cada vez que pienso en ti, mi cuerpo 
simplemente reacciona. 
—Félix. —Dijo mi nombre en voz baja, acercándose un paso más. Ahora 
estábamos a pocos centímetros de distancia. Puso su mano sobre mi pecho, sobre 
mi corazón, y supe lo fuerte que podía sentirlo latiendo. 
Latía por ella. Siempre lo hizo y siempre lo hará. 
—¿Qué pasa, cariño? —No podía dejar de decirle cariño. 
Quería saber qué pensaba ella... desesperadamente. 
—Félix, estoy tan enamorada de ti. 
Y así como así el mundo se detuvo, mi corazón se paró en mi pecho, y joder, los 
malditos planetas se alinearon. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
31 
 
6 
Maggie 
—Dilo otra vez —dijo Félix. 
No podía creer que esto estuviera sucediendo, pero así fue, y no quería dejar pasar 
esta situación entre nosotros. No quería que esta experiencia fuera sólo una cosa 
del "momento". Quería que fuera lo más real que jamás había experimentado... que 
jamás habíamos experimentado. 
—Te amo, Félix. —Tragué, necesitando ser fuerte—. Estoy enamorada de ti, lo he 
estado durante años. 
Cerró los ojos y apoyó su frente en la mía. Durante largos segundos ninguno de 
los dos dijo nada. Luego me acercó y me sostuvo. 
—No tienes ni idea de lo que me hace oírte decir eso. —Sus palabras estaban 
junto a mi oído, susurradas en voz baja, calentadas. 
Sentí su erección presionando mi vientre, y este intenso calor me llenó. Me mojé 
entre las piernas, todo mi cuerpo se iluminó para Félix. Me pasó una mano por la 
espalda, arriba y abajo, despacio y con calma. Pero ese suave toque me hizo algo 
malo, me hizo querer cosas que sólo había soñado con Félix. 
Sabía hacia dónde se dirigía esto, y no iba a tratar de racionalizar que esto podría 
arruinar las cosas entre nosotros. Ya no me permitiría tener miedo, de estar con la 
única persona que me miraba como si yo valiera algo importante. 
—Te amo, Félix, —le dije de nuevo y le oí gemir. 
—Nunca sabrás lo bien que se siente, lo perfecto y correcto que es todo esto para 
mí. 
—Sé exactamente cómo se siente. —Me retiré y le miré a la cara. 
Vi la forma en que Félix me miraba a la boca, podía sentir su necesidad de mí, y 
fue en ese momento cuando me di cuenta que habían pasado tantos años en los 
que podríamos haber estado juntos. 
—Siempre has sido tú para mí, Maggie. Nunca hubo un momento en el que me 
cuestionara cómo me sentía, o pensara que esto no era lo que quería. —Me acarició 
 
32 
 
la mejilla con el pulgar—. Eres la única a la que amo, la única a la que siempre 
amaré. 
Cuando me miró a los ojos, mi corazón saltó a la garganta. No supe qué decir en 
ese momento. En mi cabeza grité para que me besara, me abrazara y me dijera que 
me amaba una y otra vez. 
—¿Entiendes lo que digo, Maggie? —Movió su pulgar a lo largo de mi piel en un 
lento y suave barrido—. He estado enamorado de ti desde antes de saber lo que era. 
Estaba enamorado de ti antes de saber tu nombre, antes que dijeras una sola 
palabra. —La sonrisa que me dio fue dulce, genuina. Sólo para mí—. Sabía que eras 
todo para mí incluso a esa edad tan joven. 
Sentí que las lágrimas me pinchaban en las esquinas de los ojos. 
—No quería decir nada y arruinar lo que teníamos. Supongo que necesitaba una 
patada en el culo para expresar lo que necesitaba decir. —Me besó en el centro de 
la frente—. No quería arruinar lo que teníamos. —Se inclinó de nuevo y cerré los 
ojos. El olor de él era puramente masculino y ligeramente picante. 
—Saber que eres mía, que me quieres también...—Su gran cuerpo se estremeció. 
—Yo tampoco quería decir nada, —admití. 
Esto está sucediendo realmente. 
—Y aunque no me hubieras dicho esas tres palabras, Maggie, me habría quedado 
a tu lado. —Añadió la más mínima presión a mi rostro, quizás mostrándome que 
estaba aquí conmigo. 
Mi corazón estaba en mi garganta. Levanté mis manos y me agarré a sus bíceps. 
Su carne era cálida, suave, y enrosqué mis dedos suavemente en su piel. Félix 
siempre había sido muy fuerte y siempre me había cuidado. 
—Lo que tenemos, lo que compartimos, es tan real como cualquier otra cosa en 
este mundo. —Ahora estaba a la altura de mis ojos—. Eres la cosa más realista de 
mi vida, y no te dejaré ir. 
Me quería como yo lo quería a él, y yo ya no esperaba más, ya no intentaba fingir 
que podía vivir sin él como lo necesitaba desesperadamente. 
—Quédate conmigo, —le susurré. 
Sentí que jugaba con el cabello por mi oreja, y los escalofríos subieron por mi 
columna vertebral. Me había anticipado a esto, estaba emocionada por las 
posibilidades. También sentí que acababa de caer en este agujero negro sin 
posibilidad de encontrar el fondo. 
Pero estaba de acuerdo con eso. 
—Para mí, sólo serás tú, Maggie. 
 
33 
 
Me miró la boca otra vez, y sentí las puntas de sus dedos rozar a lo largo de mi 
cuello. Cada parte de mí estaba en llamas. Abrí la boca y aspiré un aliento. 
Se acercó imposiblemente, pero yo quería que estuviera presionado contra mí, así 
que no se podía negar que estábamos aquí y a punto de hacer esto. 
¿Estamos a punto de hacerlo? 
Debí haberme sentido un poco avergonzada por el sonido que me dejó. Estaba 
necesitada pero también llena de placer. 
Y su polla... no podía ni siquiera respirar. Era tan grande, tan dura. 
Y todo por mí, por mi culpa. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
34 
 
7 
Félix 
Sólo contigo la realidad puede ser tan buena. 
Decir que me sentí como si estuviera soñando fue una subestimación. No sólo mi 
chica me amaba como yo la amaba, sino que podía sentir lo que estaba a punto de 
suceder. Podía sentir su excitación por mí, su necesidad de mí. 
—¿Puedo besarte? —Susurré. 
—No tienes que preguntar nunca. 
Gemí en voz alta, sus palabras me lanzaron al fondo. 
Miré sus labios rosados y llenos y quise perderme en la sensación de nuestras 
bocas apretadas. Quería besarla hasta que no pudiera respirar, jadeando por aire, 
agarrándose a mí para tener estabilidad. 
Quería besarla para que supiera lo que significaba ser devorada por el hombre 
que la amaba. 
Demonios, quería estar tan perdido en ella que ni siquiera recordaba mi nombre. 
Desde el momento en que la vi, sólo había sido ella para mí. 
—Podemos ir tan despacio o tan rápido como quieras. —Levanté mi mano y tomé 
el lado de su cuello, empujando su cabeza ligeramente hacia la mía. Estábamos a 
una pulgada de distancia, compartiendo el mismo aire, el dulce aroma que la 
saturaba llenaba mi cabeza. 
—¿Qué tal si empezamos con que me beses? —Su voz era baja, acalorada. 
No me detuve entonces. Incliné mi cabeza y puse mi boca sobre la de ella. Un 
gemido me fue arrancado al instante. Ella era tan perfecta, tan suave... tan mía. 
Maggie me amaba. 
La única chica por la que moriría me quería. 
 
35 
 
La forma en que jadeaba contra mi boca y me dejaba hacer lo que quería con ella 
me excitaba tanto. No tenía dudas de que correría en mis jeans como un maldito 
adolescente. 
—Agárrate a mí, nena —no podía dejar de decir. 
Ella levantó sus brazos, los enrolló alrededor de mi cuello, y se levantó en los 
dedos delos pies, así que estaba totalmente al ras de mí. No había ningún lugar de 
ella que no pudiera tocar. 
Mi polla se sacudió dentro de mis vaqueros, y yo quería más. 
Necesitaba más de ella. 
La cuerda en mí comenzó a desenredarse, y sabía que si no luchaba con mi 
control, podría perderlo y arruinarlo. No quería ir demasiado rápido, no quería ser 
demasiado rudo con mi pasión. 
Quería asegurarme que se sintiera bien, que estuviera aquí conmigo. 
Me clavó las uñas en la carne de mi espalda, y todo mi cuerpo se volvió más 
apretado, más caliente. 
—Te necesito tanto, —dije y me encontré caminando con ella hacia atrás, hacia 
la cama. 
Enredé mis manos alrededor de su cabello, tirando de las hebras. 
—No te detengas, —Maggie jadeó contra mi boca. 
Volví a gemir. —No tengo ningún maldito plan para hacerlo. 
Le metí la lengua en la boca, y este sonido gutural me abandonó. Utilicé mi otra 
mano para cubrir su espalda, manteniéndola cerca. 
Acaricié mi lengua a lo largo de la suya y la metí más profundamente en mi boca. 
Ella gimió por mí. Me encontré presionando mi polla contra su vientre, la suavidad 
de su estómago contra la dureza de la roca de mi polla, haciendo que mis bolas se 
apretaran con fuerza. 
—No tienes ni idea de cuánto te deseo en este momento. —Me retiré y miré su 
rostro lleno de placer. 
—¿Probablemente tanto como te deseo a ti? 
Mi corazón se acuchilló en mi pecho. 
—Quiero que seas la primera y única, Maggie. —No me avergonzaba ni me 
avergonzaba en lo más mínimo admitir que nunca había tenido sexo. Me había 
reservado para esta chica, para la oportunidad de mostrarle con mi cuerpo lo que 
 
36 
 
significaba para mí. Ninguna otra chica se había comparado con ella, ni siquiera se 
me pasó por la cabeza. Maggie fue así desde el principio. 
Era posesivo con ella, obsesionado con ella, y no había nada en este mundo que 
no hiciera por ella. 
—Déjame mostrarte lo especial que eres para mí. —La miré fijamente a los ojos. 
—Quiero que tú también seas mi primero, Félix. 
Exhalé con fuerza. 
—Seré tu único. —Reclamé su boca de nuevo, la besé y acaricié su lengua con la 
mía—. No soporto pensar en ti con nadie más que conmigo. 
—No quiero a nadie más que a ti, —dijo ella contra mi boca—. Sólo has sido tú. 
Cerré los ojos y gemí. 
La volví a aplastar, le clavé las manos en el cabello y la besé hasta que ambos 
jadeamos por aire. Tenía mis manos a los lados de su cuello, manteniéndola quieta 
mientras la follaba con la boca. 
Ese fue el mejor término que se me ocurrió para la posesión que tomé de su boca. 
Ella se arqueó hacia mí, sus pechos presionando mi pecho, dejándome sentir lo 
duro que estaban sus pezones. Maldición, la quería desnuda, quería su pecho 
desnudo contra el mío. Mi polla se sacudió de nuevo como una hija de puta. 
Me obligué a retroceder y a romper el beso. No quería hacerlo, pero de nuevo este 
momento tenía que hacerse bien. Si no conseguía controlarlo, esto se acabaría antes 
de empezar. 
Maggie se merecía algo mejor que eso. 
Enterrando mi cara en su cuello, inhalé profundamente, intoxicándome por la 
forma en que ella olía. 
—Llévame a la cama, —susurró. 
Estábamos justo al lado del colchón, así que fue bastante fácil meterla en él. 
Cubrí su cuerpo con el mío, queriendo que la ropa que llevaba desapareciera. Me 
eché hacia atrás y apoye mis manos por su cabeza. Mis antebrazos estaban rectos, 
así que la parte superior de mi cuerpo estaba fuera del suyo y nuestros pechos ya 
no se tocaban. Todo lo que hice fue mirarla fijamente. 
Era perfecta. 
Y era mía. 
 
37 
 
—Quiero ir despacio contigo, para hacer que esto dure, pero no sé si puedo, 
cariño. 
Maggie se levantó, y antes que pudiera comprender lo que estaba haciendo, se 
levantó la parte superior y se la pasó por su cabeza. Y entonces yo estaba mirando 
sus pechos. 
—Acércate a mí, —dijo Maggie en voz baja. 
Caminaría sobre carbones encendidos si supiera que eso le alegraría el día. 
Me cortaría mi propio brazo si eso significara que ella estaba a salvo. 
Haría lo que fuera necesario para asegurarme que esta mujer siempre me mirara 
con amor en sus ojos. 
—Te quiero tan cerca de mí como sea posible, Félix. 
Yo estaba con ella un segundo después. —Mierda, nena. —Apoyé mi frente en su 
pecho, escuchando su corazón latiendo justo debajo de la superficie de su piel, 
sintiendo su calor extenderse hacia mí. 
—Probablemente deberíamos desnudarnos completamente, ¿verdad? —Había 
un calor burlón en su voz. 
Contuve mi gemido. Quería estar tan profundo en ella que no hubiera ningún 
lugar en su cuerpo... en su cuerpo que no reclamara como mío. 
Me moví y fui a por el botón de mis vaqueros. Una vez que se desató y se bajó mi 
cremallera, me detuve. — ¿Estás segura de esto? 
Ella asintió instantáneamente. —Nunca he estado más segura de nada en mi 
vida. —Se quitó las bragas y los pantaloncitos, y yo me moví en la cama para 
quitarme los vaqueros y los boxers. Entonces los dos estábamos desnudos, mi 
mirada vagaba sobre ella, y la mirada de Maggie se fijó en mí. 
Me quedé congelado en el lugar mientras miraba la cremosa y perfecta carne que 
la cubría de pies a cabeza. 
Sabía que no había manera que pudiera hacer que esto durara, al menos no por 
mi parte. Estaba tan lejos que me estaba costando todo mi autocontrol para no 
acabar ahora mismo. 
Miré entre sus piernas su coño rosado y húmedo. La paja de vello que cubría su 
montículo estaba recortada, era rubia oscura, y podía ver su clítoris hinchado 
ligeramente sobresaliente. 
Para mí. 
Por mí. 
 
38 
 
Levanté mi mirada sobre su vientre plano, a lo largo de la hendidura de su 
ombligo, y me detuve cuando llegué a sus pechos, del tamaño de un puño. 
Todo en ella es perfección. 
—Te necesito, —dijo, y yo gemí. 
—Oh, mierda, nena. —No quería hacerla esperar, y estoy seguro que yo tampoco 
quería esperar. Los dos necesitábamos tanto esto. 
Por Dios. 
—Nunca tendré suficiente, —admití libremente. No había vergüenza en cómo me 
sentía, en lo que deseaba con esta chica. 
—Quédate conmigo, Félix. Ámame. 
Mi garganta se apretó, mis emociones amenazaban con desbordarse. 
—Necesito ir despacio y con calma, hacerte el amor... 
—Quiero que pierdas el control. Necesito que seas auténtico, que no intentes 
contenerte. —Respiró fuerte y rápido—. Porque ahora mismo así es como me siento, 
Félix. 
Bueno, mierda, podría haber caído de rodillas en ese momento en su admisión. 
Quería que este momento fuera especial y tan condenadamente memorable, pero 
estaba tan lejos de ella. Nunca en mi vida me había sentido como si perdiera el 
control, si sentía que no podía manejar lo que estaba a punto de suceder. 
Pero con Maggie sólo podía pensar en desatar la pasión que había tenido por ella 
durante todos estos años en el más físico de los sentidos. 
Y gracias a Dios que ella estaba ahí conmigo. 
 
 
 
 
 
 
 
 
39 
 
 8 
Maggie 
—Eres tan hermosa —me dijo Félix, con una voz profunda y un poco ruda. 
Miré su cuerpo, todos los músculos duros, la carne dorada y los tatuajes que me 
hacían aflojar las rodillas. 
Pude haberle dicho lo mismo, pero me sentí tonta llamándolo hermoso. Era más 
que eso. Era áspero en los bordes, pero lo suficientemente suave como para llamarlo 
niño bonito. Estaba en forma sin intentarlo obsesivamente. 
Y lo que se apoyaba debajo... 
Tragué con fuerza, este súbito nudo en la garganta. Su polla era enorme, larga y 
gruesa, la corona ligeramente más ancha que el eje. 
—Me miras como si no tuvieras suficiente —dijo, con una voz aún más gutural 
que hace unos segundos. 
—Creo que nunca lo haré, —admití honestamente. 
—Mierda, nena. 
Mi corazón se aceleró en mi pecho. Entonces se agarró la polla, su mano grande 
pero sin empequeñecer en lo más mínimo lo que había entre sus muslos. 
Cada parte de mí se sentía caliente, luego frío, esta ola de emociones y 
sensaciones chocando a través de mí. Y la forma en que me miraba... como si no 
pudiera tener suficiente, como si nunca tuvierasuficiente, tenía un rubor que se 
apoderaba de mí. 
No podía pensar con claridad, pero tampoco necesitaba hacer nada más que 
sentir ahora mismo. 
Íbamos a hacer esto, realmente íbamos a estar finalmente el uno con el otro, y 
sabía que esto me cambiaría para siempre. Esto cambiaría para siempre nuestra 
relación. 
—Te deseo tanto. —Félix dejó su enorme erección y se acercó a mí. Olí su rico y 
embriagador aroma, y dejé que me envolviera. 
 
40 
 
—Creo que ya hemos esperado bastante. —Sí, lo dije, en serio. Estaba tan 
preparada para esto. Levanté mis manos y las pasé por sus brazos, sintiendo sus 
músculos bajo el grupo de piel entintada—. Nunca he estado lista para nada más 
que para estar contigo. —Estaba mojada, tan empapada que se sentía resbaladizo 
entre mis muslos. 
Y todo fue gracias a Félix. 
Todo fue por él. 
Hizo un sonido bajo en lo profundo de su pecho, parte hombre, parte animal 
salvaje. Nuestra respiración se incrementó, y supe sin duda que esto me sacudiría 
hasta la médula. 
Sólo en la mejor de las formas. 
Entonces él estaba sobre mí, su gran cuerpo cubriendo el mío, sus manos sobre 
mi pecho, su boca sobre la mía. Me besó durante largos segundos, metió y sacó la 
lengua de mi boca, me reclamó, haciéndome suya en todos los sentidos. Mis piernas 
se abrieron de par en par para él, y sentí su polla justo en mi coño. Estaba caliente 
y duro. 
—Oh sí, Maggie —gimió contra mi boca—. Puedo sentir lo mojada que estás por 
mí. —Me lamió el labio inferior y no pude contener el gemido que se derramó de mí. 
Movió sus labios sobre mi mandíbula y empezó a chupar en mi punto de pulso 
justo debajo de mi oreja, pasando su lengua a lo largo de mi carne, mordiéndome 
suavemente hasta que se me puso la piel de gallina en todo el cuerpo. Félix se movió 
y su polla se deslizó entre mis pliegues. Lo sentí tenso, y ambos jadeamos. 
—Estás ardiendo por mí. 
—Lo estoy —dije honestamente—. Te necesito. 
Empezó a presionar su erección contra mi coño durante largos segundos mientras 
volvía a trabajar con su boca en la mía. 
—Quiero hacerte sentir bien. —Su voz era tan ronca y profunda. 
—Ya lo haces. —No iba a mentir. 
—¿Quieres que te haga sentir aún mejor? —preguntó justo al lado de mi boca, 
sus labios apenas tocando los míos, su aliento cálido y picante como la canela. 
Estaba más que excitada, no podía ni siquiera pensar con claridad, y mucho 
menos responder. Pero me encontré asintiendo con la cabeza, este sonido 
involuntario me dejó después del hecho. 
Mis manos temblaban, pero me sentí audaz, impregnada de su pasión tanto como 
de la mía. Sentí que el sudor comenzaba a formarse en mis sienes y en el valle entre 
mis pechos. 
 
41 
 
Félix bajó su mirada a mis pechos, y me pregunté si se dio cuenta de lo fuerte 
que respiraba, si podía oírlo. 
—Estás sudando. —Él seguía mirando mi pecho, y yo bajé el mío para ver qué 
estaba mirando. Ya se habían formado gotas de sudor, y antes que pudiera decir 
algo o incluso moverme, Félix estaba hablando de nuevo. 
—Quiero lamerlas, Maggie. —Entonces me miró—. ¿Me dejarías hacer eso, 
cariño? —Se inclinó ligeramente hacia adelante, la parte superior de su cuerpo me 
presionó más hacia la cama—. ¿Te gustaría sentir mi lengua sobre ti, lamiendo esa 
agua salada, como prueba de lo excitaba que estás por mí? 
Un escalofrío se abrió paso por todo mi cuerpo. ¿Quién iba a saber que oír a Félix 
decir que quería lamer mi carne, recogiendo el sudor de mi cuerpo, podía ser tan 
excitante? 
Escuché mi corazón retumbar en mis oídos, lo sentí en mi garganta. 
Asentí con la cabeza, diciéndole sin palabras lo que quería. 
Su mirada se fijó en la mía. Entonces sentí su lengua sobre mí. Cerré los ojos y 
caí completamente de nuevo en la cama. Recogí las sábanas en mis manos, tiré de 
ellas, sintiendo que todo en mí cobraba más vida. Félix lamió un camino entre mis 
pechos, su respiración dura, los ruidos que venían de él gutural. 
—Hasta tu sudor sabe dulce, nena. 
Abrí la boca y aspiré aire, sintiéndome mareada. Pero no se detuvo ahí. Continuó 
lamiendo mi carne, el arco de mi cuello, la curva de mis pechos, y aún más abajo. 
Pasó su lengua por mi vientre, la sumergió en mi ombligo, y me agarró la cintura 
con sus grandes manos, sujetándome, haciéndome soportar este abuso erótico. 
Pero yo quería más. Quería mucho más. 
Y cuando sentí su boca sobre mi coño, su aliento caliente entrando en jadeos 
fuertes y rápidos, enrosqué los dedos de los pies. Pude haberme corrido en ese 
momento, pero estaba ejerciendo mucho control en ese momento. 
—¿Quieres que te ponga la boca encima, Maggie, cariño? 
Sentí las vibraciones de su voz justo en mi clítoris. 
—Sí, Félix. —Levanté la mano y enredé mis manos en su cabello. Estaba lamiendo 
mi raja, arrastrando su lengua hasta mi centro, y luego poniendo su boca sobre mi 
clítoris. Grité mientras el orgasmo que me atravesaba me robaba cada gramo de mi 
cordura. No podía pensar, ni siquiera podía respirar. Le tiré del cabello, 
manteniéndolo contra mí, necesitando su boca justo ahí. 
Incluso cuando mi orgasmo se estremeció a través de mí, movió su boca por mi 
hendidura hasta mi abertura. Allí hundió su lengua, extendiendo mis labios de 
vagina con sus pulgares, y me follo con sus labios y su lengua. 
 
42 
 
—Nunca tendré suficiente. Nunca. —Volvió a subir por mi cuerpo, me rodeó la 
garganta con su mano y me besó fuerte y posesivamente. Me probé a mí misma en 
él, un sabor dulce y almizclado que renovó mi calor, me hizo quererlo aquí y ahora. 
A este paso no creí que pudiera caminar derecha mañana, pero qué otra cosa 
podía esperar. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
43 
 
9 
Felix 
Haré que el mundo se arrodille a tus pies. 
Ni siquiera estaba dentro de ella todavía, y ya estaba tratando de no correrme. 
Mis pelotas estaban pegadas a mi cuerpo, y estaba pasando un infierno de tiempo 
manteniéndome en control. 
—Podría correrme ahora mismo, Maggie, —dije honestamente. Quería tanto que 
esto durara. Quería sentir su coño apretando alrededor de mi polla, ordeñándome 
porque quería que mi semen la llenara. Hizo el sonido más caliente. 
Era una necesidad... de quererme. 
—Estoy lista para ti, Félix. Te necesito. 
No podía dejar de quejarme de esas palabras. Pasé mi lengua por su labio inferior, 
queriendo follarla con la boca desesperadamente. Estaba tenso, mis músculos se 
tensaban bajo mi piel. Mi polla estaba muy dura, y sentí mi presemen en la punta. 
Mirando su rostro me mostró que estaba justo en el borde. Sus mejillas eran de este 
hermoso color rosado, y sus pupilas estaban dilatadas. Y sus labios... joder, sus 
labios estaban rojos e hinchados por mis besos. 
Quería que supiera que era toda mía. 
Demonios, quería que todos lo supieran, y que se dieran cuenta que lo que 
teníamos estaba grabado en piedra. 
—No me avergüenzo de admitir que soy posesivo contigo, Maggie, —dije mientras 
la miraba a los ojos—. De hecho, estoy orgulloso de ese hecho. Me encanta saber 
que iría al final del infierno si eso significara que podría tenerte para siempre. 
Empezó a respirar con más fuerza, y deslicé mi mano entre nosotros y pasé mi 
dedo por su rendija. —Porque por más bárbaro que parezca, te poseo como tú me 
posees a mí. —Agarré mi polla, la alineé con su agujero del coño, y me quedé quieto. 
Su coño estaba caliente y empapado para mí. 
—Aunque todavía no estés dentro de mí —dijo sin aliento—, te sientes tan bien. 
 
44 
 
Gemi al escuchar sus palabras. 
Metí mi lengua dentro de su boca, forzándola a tomarlo todo. 
Me cansé de esperar. 
Necesitaba mi polla en su coño ahora. 
—Maggie, nena, —gemí contra su boca, con mis caderas pensando por sí mismas 
y queriendo sumergirme, enterrando mi polla dentro de su apretado y virgen calor—
. Nena, necesito estar dentro de ti. —Pasó su lengua por mi labio, y todo mi cuerpo 
tembló en respuesta—. Extiéndela bien para mí. 
— ¿Me quieres bien abierta? —Ella me estaba tentando. 
—Abre bien los ojos para mí, nena.Dejó escapar una dulce ráfaga de aire, y supe que estaba perdiendo el control. 
Con la punta de mi polla en su entrada, no quería esperar más. 
—Deja de pensar en ello y hazlo. —Se arqueó, presionando sus pechos contra mi 
pecho. 
Empujé mis caderas hacia adelante, metiendo mi polla profundamente en ella. 
Ella gritó de dolor, y yo me maldije por no tener control y por ir despacio. 
—No, estoy bien. No te detengas. 
Su coño estaba tan apretado, tan mojado. Estaba tan caliente, tan preparada 
para mí, que casi me corrí en ese momento. 
—Félix —gimió, echó la cabeza hacia atrás, sus labios se separaron. 
— ¿Estás bien? ¿No te lastimé demasiado? 
Sacudió la cabeza, con los ojos cerrados, el pecho subiendo y bajando 
rápidamente. —No. Estoy bien. Sólo no te detengas. 
—Nunca me detendré, porque eres mía. —Estaba completamente dentro de ella 
ahora, mis pelotas presionadas contra su culo, su coño apretando alrededor de mi 
polla—. Abrázame, méteme tus uñas, hazme daño también. 
Y ella hizo justo eso. 
Siseé, amando el aguijón del dolor. 
—Necesito que te muevas. Necesito que me hagas el amor, que me folles. 
—Maldición, nena. No puedes decirme eso o me correré ahora mismo. —
Empecé a moverme dentro y fuera de ella despacio, suavemente. Mi placer aumentó. 
 
45 
 
La necesidad de mantener la calma, de asegurarme que esto era bueno para ella, 
era difícil de entender. 
Encorvé mis hombros hacia adelante, bajé mi cabeza y reclamé su boca mientras 
la introducía y sacaba. 
Mi polla estaba tan dura que me dolía. 
—¿Te asusta saber que quiero llenarte con mi semilla? ¿Te asusta que quiera 
hacerte oler como yo, que te marque? —Le di un empujón especialmente fuerte. 
Jadeó y se agarró más fuerte, clavando sus uñas más profundamente. 
—No. —Me miró fijamente a los ojos—. Me excita. 
—Mierda, te sientes tan bien. —La sensación de su coño apretando mi polla, y de 
quererlo tanto, me hizo ir más alto que una cometa. 
—Dios, Félix, —exhaló. 
—Sólo yo, nena. 
—Es todo lo que quiero. 
—Quiero estar tan dentro de ti que nada más importe que nosotros dos. 
—Nada más importa, Félix. 
Le sonreí. Ella tenía tanta razón en eso. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
46 
 
 10 
Maggie 
Aquí había dolor. 
Pero el placer superó a cualquier otra cosa. 
—Quédate aquí conmigo, nena, —dijo Félix con una voz profunda, la tensión en 
su cara era evidente, el placer que lo rodeaba. 
—Estoy aquí mismo. 
Se metió despacio y con calma, y juré que estaba conteniendo la respiración. 
El calor comenzó a acumularse dentro de mí, esa incomodidad aún está ahí pero 
no es tan poderosa como lo había sido inicialmente. 
Era grande y grueso, golpeando partes de mí que me tenían los dedos de los pies 
encogidos y el corazón acelerado. 
—Te sientes tan bien. —Cerró los ojos y gimió suavemente, y ese sonido tenía mi 
pulso latiendo justo en mi clítoris—. Tócame, Maggie, —dijo y abrió los ojos—. 
Agárrate a mí mientras te hago el amor. —Se inclinó más cerca de mi boca—. 
Mientras te follo. 
Un escalofrío me atravesó. 
Tenía mis manos en sus bíceps, mis uñas en su carne. Lo quería lo más cerca 
posible. Empezó a salir de mí; luego, justo cuando la punta se alojó en mi cuerpo, 
volvió a empujar hacia adentro, lento y fácil, suave y dulce. 
—No tienes que ser tan gentil, Félix. —Se calmó, y supe que lo había sorprendido. 
Se había metido profundamente, tenía unas cuantas zambullidas duras en mí, pero 
sentí que se estaba conteniendo. Sabía que estaba tratando de ser dulce conmigo—
. Pero lento y fácil es bueno, también. —Sonreí—. Sólo quiero que estés conmigo de 
la manera que quieras. 
Volvió a enterrar su cara en el cuello y lo rodeé con mis brazos. —Me tienes a mí, 
a todo yo, hasta el fin de los tiempos. 
 
47 
 
Empezó a moverse a un ritmo constante, y a medida que los segundos pasaban 
y la intensidad de mi placer aumentaba, me permití sentir. 
Una chispa de placer se estrelló contra mí, y no pude contener mi gemido. 
—¿Así de bien, nena? —preguntó contra mi oído, con su voz sin aliento. 
—Así de bueno, Félix. 
Se empujó hacia dentro y hacia fuera lentamente y giró la cabeza para poder 
apretar su boca contra la mía. 
Esta sensación de estar llena, estirada y consumida era tan monumental que mis 
ojos ruedan hacia atrás en mi cabeza. 
Él era duro donde yo era suave. 
Él era masculino donde yo era femenina. 
Mis músculos internos se apretaron a su alrededor, y él empujó profundo y duro. 
Se sentía tan bien en mí... dentro de mí. 
Félix retrocedió un centímetro. La cabeza bulbosa de su polla estaba preparada 
para mi entrada. Mientras mantenía mi mirada con la suya, se metió profunda y 
duramente una vez más. Me levanté en la cama, gritando en el proceso. Él estaba 
casi fuera de nuevo, y luego fue empujado de nuevo hacia mí. 
Una y otra vez lo hizo, más rápido y un poco más fuerte con cada movimiento. 
Fui a cerrar los ojos, pero este ruido de la parte posterior de su garganta me 
detuvo. 
—Mírame. Mírame a los ojos mientras te tomo, Maggie. —Se inclinó y me besó de 
nuevo—. Te amo mucho. —Me besó una y otra vez—. Tú eres mi vida. 
Se hundió de nuevo en mí. Félix se levantó, sujetó sus manos por mi cabeza, sus 
antebrazos rectos, y miró a lo largo de nuestros cuerpos. Vio cómo hundía su polla 
en mi coño. Juré que escuché un gruñido salir de él. 
—Me calienta tanto ver cómo mi polla se mete en ti. —Su cabeza seguía abatida, 
pero levantó sólo los ojos para mirarme—. Y viendo esa sangre de tú virginidad en 
mi polla...—Se estremeció—. Es la cosa más caliente, Maggie. —Volvió a ver lo que 
pasaba entre nuestros cuerpos... de donde estaba enterrado. 
Hizo esto por largos y placenteros momentos. Pero luego hizo este sonido bajo en 
la parte de atrás de su garganta, me agarró de la cintura y me dio la vuelta. Me 
cubrió la espalda con su pecho. Fue sólo un segundo antes de sentir que se 
interponía entre nosotros y colocaba su polla en mi coño. 
 
48 
 
Con mi cabeza a un lado, su cuerpo presionado contra el mío, y la sensación de 
sus caderas moviéndose de un lado a otro contra mí, sentí que empezaba a subir a 
la superficie de otro orgasmo. 
—Eso es todo, —susurró—. Estás tan caliente y mojada, y tan resbaladiza para 
mí. —Empezó a empujar y sacar de mí más rápido, más fuerte—. Eres mía. —Me 
apartó el cabello del rostro y me lamió la orilla de mi oreja. 
El aroma del sexo y el sudor llenaron la habitación. Los sonidos de nuestra pesada 
respiración nos rodeaban. La pasión entre nosotros era intensa, tan tangible que 
sentí que lamía mi piel como si mil manos me tocaran. 
El sonido de su polla en mí, de él follándome, consumió cada parte de mi ser. Era 
esta sensación erótica y auditiva llena de placer. Sólo me mantuvo sobre mi vientre 
por unos momentos antes de volver a ponerme de espaldas. Me gustaba la forma en 
que tomaba el control, moviéndome como él quería que fuera. 
Hacía calor. 
Miré fijamente a Félix, observando el juego de sus músculos que se agrupaban y 
flexionaban bajo su piel, y no pude evitar pasar mis manos sobre su enorme e 
impresionante forma. 
—¿Dime que te correrás por mí otra vez, nena? —Félix se puso nervioso. 
Yo asentí primero, sin pensar que podría encontrar mi voz. Cerrando los ojos y 
respirando con fuerza, quería que supiera dónde estaba yo ahora. —Sí, me voy a 
correr otra vez. —Y lo hice, tan fuerte, tan ferozmente que supe que rivalizaría con 
el primero. 
—¿Sí, nena? 
Asentí con la cabeza, jadeando al mismo tiempo. 
—Entonces ven por mí, bájate sobre mi polla. Ordéñame, nena. 
Y así como así, lo hice. 
Los músculos de mi coño se apretaron a su alrededor, y él gruñó en respuesta, 
sus caderas golpeando fuertemente contra las mías. 
—Oh, mierda, Maggie. —Cerró los ojos, su mandíbula se apretó con fuerza—. 
Aquí voy. 
Me obligué a mantener los ojos abiertos. Quería verlo correrse por mi culpa. 
Volvió a quejarse con dureza, se agachó contra mí, se vació en mi cuerpo. 
—Te amo tanto. —Se metió profundamente. 
Lo quería tanalto como yo. 
 
49 
 
—Así que... Joder. Bien. —Escuchar sus palabras, y sentir su cuerpo sobre mí, 
dentro de mí, me hizo llegar al clímax de nuevo. No fue tan intenso como los últimos, 
pero fue un control mental y corporal. 
—Eres tan perfecta. —Sus ojos aún estaban cerrados, pero el éxtasis estaba claro 
en su cara. 
Mis músculos internos se apretaron con fuerza, y ambos gemimos. 
—Tú siempre serás mía y yo siempre seré tuyo, —parecía decirse a sí mismo—. 
Oh, mierda, Maggie. Eso es todo. Aprieta mi polla, trabaja para que me corra. 
Sus sucias palabras fueron un acelerador instantáneo en mí. 
Con su enorme cuerpo sobre el mío, sentí que cada músculo duro de él se tensaba 
aún más al llegar a su pico. 
—Sí, —susurré. Estaba enterrado en lo profundo de mí, llenándome, haciéndome 
suya. Después de largos segundos Félix finalmente se relajó encima de mí, su 
enorme y musculosa forma empequeñeciendo la mía, pero haciéndome sentir tan 
cálida y segura. 
Ambos estábamos sudados, nuestra respiración era errática, idéntica. Todo lo 
que quería era quedarme así, estar en nuestra propia burbuja donde nada nos 
tocara. 
—Probablemente te estoy aplastando, nena. —Antes que pudiera protestar, Félix 
se me quitó de encima, pero me mantuvo en su contra. 
—Te quiero tanto —me susurró al oído. 
Sonreí y cerré los ojos, no importaba nada más que este momento. Podría 
haberme quedado así para siempre. 
No había un lugar en mí que no quisiera su tacto, su olor... su todo. 
—Nunca tendré suficiente, —susurró en la coronilla de mi cabeza. 
Me retiré y lo miré. Ya me estaba mirando. La sonrisa que me dio lo hizo sentir 
como si todo estuviera perfectamente alineado, como si todo lo que habíamos 
pasado o pasaríamos, valiera la pena. 
Ha valido la pena. 
—Nadie se comparará nunca contigo, Maggie. Nadie. —Félix se movió en la cama 
y me tomó un lado del rostro. Me acercó y no pude negar que me encantaba que me 
abrazara. Me gustaba todo de él. Me hizo sentir abierta y viva, me hizo sentir que 
había tantas posibilidades en este mundo—. Te quiero como mía, siempre, Maggie. 
Como mi esposa, mi compañera en esta vida, y la madre de mis hijos. 
Mi corazón se estancó totalmente ante sus palabras. 
 
50 
 
—Alma gemela es una palabra demasiado insulsa para lo que siento por ti. 
Levanté mi mano y tomé su mejilla cubierta de barba. Había estado creciendo 
lentamente, y no podía negar que me encantaba. Me hizo sentir especialmente 
femenina. —Y tú eres mío. —Sentí el amor que él me tenía. 
—Tenerte en mi vida...—Cerró los ojos y sacudió ligeramente la cabeza—. Es todo 
lo que siempre he querido. 
—Yo también quiero eso, todo, Félix. —Me aplastó contra él, y me encantó. Me 
encantó la sensación de estar sin aliento. Me encantaba la forma en que su gran 
cuerpo envolvía al mío, haciéndome sentir tan pequeña, tan protegida. 
Fue una lástima que nos haya llevado tanto tiempo llegar aquí. Pero ahora 
estábamos aquí, y eso era todo lo que importaba. 
La vida era demasiado corta para no ir tras lo que querías. 
 
 
 
 
 
 
 
51 
 
11 
Maggie 
Félix me rodeó con su brazo y me tiró con más fuerza contra él. La película que 
estábamos viendo tenía un par de años, el volumen estaba demasiado bajo para que 
pudiéramos oír lo que estaba pasando, pero no me importaba. Sólo estar en sus 
brazos era suficiente para mí. 
Siempre lo había sido y siempre lo sería. 
Ser de Félix era algo que había querido en todos los sentidos desde el momento 
en que supe lo que significaba quererlo. Pero tenía demasiado miedo, y me di cuenta 
que él también lo tenía. 
Miré la parte superior del televisor, el corazón rosa que él había dibujado hace 
tantos años, orgullosamente expuesto en un marco. Era viejo, con los bordes 
deshilachados, desgastado. No tenía un color tan vibrante como antes, pero para mí 
era la posesión más importante y valiosa que tenía. 
Había mirado esa imagen todas las noches desde que me la dio cuando teníamos 
seis años. Había sido mi salvavidas cuando sentí que las cosas se estaban 
desmoronando. Incluso después de todos estos años, seguía mirando ese dibujo y 
sabía que todo estaría bien. 
No necesitaba a mi familia en mi vida, y estaba claro que ellos tampoco me 
necesitaban a mí. Esa situación había quedado atrás, y Félix y yo seguíamos 
adelante. 
Pero ahora nos teníamos el uno al otro en todos los sentidos, y sentía que esto 
era exactamente donde se suponía que estaba mi vida. Puede que no tengamos 
mucho dinero o que vivamos en el mejor lugar, pero nos teníamos el uno al otro, y 
eso era lo que importaba. 
Un día tendríamos todo lo que ambos merecíamos. Tendríamos los títulos por los 
que trabajamos duro, tendríamos nuestro propio lugar al que podríamos llamar 
hogar, pero lo más importante sería que siempre estaríamos al lado del otro. No 
había otra opción para nosotros en ese sentido. 
—¿En qué estás pensando, nena? —Félix preguntó con voz somnolienta. Me moví 
para poder enfrentarlo ahora. El sofá en el que estábamos era pequeño, apenas se 
ajustaba al gran cuerpo de Félix, pero lo habíamos hecho funcionar entre los dos. 
 
52 
 
Tenía su mano en la parte baja de mi espalda, su enorme palma extendida a lo 
largo de mi carne expuesta donde mi camisa subía. Usó su estiramiento para 
asegurarse que no me cayera del borde, pero también sabía que me sostenía porque 
me amaba. 
Podía verlo en sus ojos cada vez que me miraba. 
La sensación de su calor corporal se filtró en mí, y moví mi mano entre nosotros 
para descansar en su pecho desnudo. Llevaba un chandal, su cuerpo muy 
masculino y muy musculoso en exhibición. Decir que me cansé de verlo así, de 
trazar mis dedos sobre los múltiples tatuajes que tenía y los nuevos que seguía 
haciéndose, sería una completa mentira. 
— ¿Qué tienes en mente, cariño? —preguntó suavemente y se movió un poco para 
poder tomar mi cara con su otra mano. 
—Estaba pensando en cuánto te amo. 
Hizo un sonido profundo en su garganta, inclinó mi cabeza hacia atrás y devoró 
mi boca con la suya. Permanecimos así durante largos minutos, nuestras lenguas 
se movían juntas, nuestra respiración se mezclaba como una sola, y el calor en la 
habitación se intensificaba. Cuando se alejó, aspiré una respiración profunda. Sentí 
lo listo que estaba para mí, su erección presionó mi vientre, duro, largo, grueso. 
Pero no hizo ningún movimiento para tener sexo conmigo, para mi decepción. 
En vez de eso, me miró fijamente, con un amor tan tangible en su cara que no 
dudé que haría cualquier cosa por mí. 
Lo mismo que yo haría por él. 
—Eres mi alma gemela, —dijo finalmente—. Haría cualquier cosa por ti, porque 
verte feliz, ver esa sonrisa en tu rostro sólo para mí, hace que todo valga la pena. 
Este hombre tenía una forma de decir las cosas que hacía que mi corazón se 
agitara. 
—Y aunque todo lo que quiero hacer es casarme contigo ahora mismo, hacerte 
mía en todos los sentidos de la palabra, sé que hay mucho que está pasando en 
nuestras vidas. —Levantó mi mano y se la llevó a la boca. Besó cada dedo mientras 
me miraba a los ojos—. Pero debes saber esto: eres mía para siempre. No me iré a 
ningún lado, nena. 
Me acercó, y yo apreté mi cuerpo al ras del suyo. —Bien, porque estás atrapado 
conmigo. —El sonido de su risa era profundo y vibraba contra mi oído. Estar con 
Félix hizo que todo estuviera bien. 
Siempre lo hizo, y yo sabía que siempre lo haría. 
 
 
53 
 
 
 
Félix 
Sólo di que serás mía. 
—¿Necesitas algo? —preguntó desde la cocina. 
—Sólo tú, —respondí. 
Se rio, pero yo sabía que le gustaba oírme decir estas cosas tanto como a mí me 
gustaba decírselas. 
Maggie entró en el salón, pasó junto a mí, y yo la alcancé y la puse en mi regazo. 
Hizo el más dulce de los sonidos. 
La abracé con más fuerza, tirando de ella hacia mí, queriendo protegerla. Nos 
sentamos allí durante largos segundos, esta atmósfera reconfortante y serena nos 
rodeaba. Al menos para mí. Sentí que se estaba distanciando un poco. 
Estaba tranquila, y

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