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CONSECUENCIAS DE LA UNIÓN HIPOSTÁTICA Diplomado en Teología La comunicación de propiedades El Verbo eterno, único ser necesario y felicísimo, libre de todo sufrimiento, se hace contingente (no necesario), experimenta el sufrimiento y la muerte en la Cruz ¿No es algo inconcebible y contradictorio afirmar de la misma persona que es completamente divina y completamente humana? Interrogantes Si es Dios y hombre, posee sin duda una serie de características opuestas, porque, por un lado, es eterno, incorruptible, inmutable e intemporal, y por otro es temporal, corruptible, mudable y circunscrito, limitado a un espacio. Aunque, los dos aspectos puedan parecer contradictorios, en realidad no lo son. No se trata de una especie de “círculo cuadrado”. El Verbo puede morir en su naturaleza humana, pero eso no significa que se vea privado de su vida divina. Comunicación El Verbo es el sujeto de todas estas propiedades, divinas y humanas, incluso de aquellas que, a primera vista, podrían parecer contradictorias en relación a otras (como “ser inmutable” y “tener una propia historia”). Las propiedades divinas y humanas del Verbo se “comunican” entre ellas. Por ejemplo, podemos decir que “el Eterno ha muerto”. Humanidad El que es eterno no puede morir, pero admite un significado válido: el Eterno es el Verbo de Dios, que ha muerto verdaderamente por nosotros en la carne que ha asumido. Se evidencia la lógica de esta comunicación: las características propias de la divinidad tienen como sujeto al Verbo, y ese mismo sujeto es también el que realiza actos humanos o sufre en su humanidad. Atributos Los atributos de la naturaleza divina y de la naturaleza humana pertenecen realmente a la misma persona, esos mismos atributos están en relación entre ellos. Es lo que se llama la “comunicación de las propiedades” de las naturalezas en la Persona. Elevación de la naturaleza asumida Igual y diverso Esta «comunicación de las propiedades» no se refiere solo a nuestro modo de hablar de Jesús. No es una cuestión meramente lógica o lingüística. Hace de Jesús un ser, a la vez, igual y diverso de los hombres. Posibilidades humanas Jesús viene al mundo para mostrar el rostro de Dios, para dispensar la misericordia del Padre y salvarnos de nuestros pecados. Es una misión singular y exclusiva, que Cristo realiza como hombre, pero que supera con mucho las posibilidades humanas. Riqueza y novedad Cuando Él asume nuestra humanidad, inserta en esta humanidad una riqueza y una novedad de existencia que nosotros no poseemos. Siendo Jesús verdaderamente hombre como nosotros, también es distinto de nosotros. Jesús de Nazaret Jesús, es un hombre de nuestra raza, nacido de mujer en un lugar y en un tiempo determinados, educado como otros niños en una aldea de Palestina, etc. Verdaderamente, Él es semejante a nosotros en todo, y así lo afirma el Nuevo Testamento, pero esa semejanza se realiza con exclusión del pecado (cfr. Hb 4, 15), porque Jesús, a diferencia de nosotros, es totalmente santo y vive completamente inmerso en Dios. Elevación A través de su forma humana concreta de vivir, los hombres pueden percibir su grandeza personal. Es como si el Verbo ejercitara sobre la humanidad que asume una especie de “atracción”, capaz de elevarla a su dignidad personal. Naturaleza que asume El Verbo no modifica la naturaleza humana que asume, ni la cambia sustancialmente, pero de alguna forma la configura consigo mismo Cada elemento de esa naturaleza se perfecciona: el alma se llena de gracia El intelecto obtiene una intuición de Dios; la voluntad se confirma en el bien y se hace impecable; los sentimientos y las pasiones gozan de orden y armonía Salvación El Verbo ha elevado la naturaleza humana a una dignidad sublime (cfr. GS 22) Son cualidades necesarias para que Jesús pueda cumplir en el mundo su misión de salvación Encarnación La Encarnación constituye para el Verbo un abajamiento (…) Al tomar nuestra carne y hacerse uno de nosotros, Él salva la distancia infinita entre Dios y los hombres. Humanidad Una vez en el mundo, se deja humillar y golpear hasta la muerte de Cruz. Él «no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo» (Fil 2, 6). Elevación La encarnación, que es descendimiento desde el punto de vista del Verbo que la realiza, es, en cambio, elevación cuando se considera desde la naturaleza humana asumida. En el lenguaje teológico, este “despojamiento” se conoce con el nombre de “kénosis” del Verbo. Personalización de la naturaleza asumida Persona humana El Verbo no asume una persona humana, sino una naturaleza humana. Esta idea podría dar la impresión de que, en definitiva, Jesús no es un verdadero hombre, puesto que no es persona humana; o que, en todo caso, no es un hombre como nosotros, porque su Persona es divina. II Concilio de Constantinopla (553 d. C.) Dio una respuesta a este problema, que va en la línea de la “personalización”. En nuestro tiempo, el desarrollo de la informática nos ha familiarizado con esta palabra: “personalizar” el escritorio del ordenador o una determinada aplicación informática significa adecuarla a nuestras exigencias, de modo que refleje nuestro modo de ser y de trabajar. Persona Con la Encarnación, el Verbo ha “personalizado” su naturaleza humana y la ha dotado de todo lo que pertenece al ámbito de la Persona. Es verdad que la Iglesia nunca ha querido aplicar la noción de “persona humana” a Cristo, pero eso no significa que Jesús no tenga una verdadera “personalidad” humana. Personalidad La persona indica el sujeto, y el sujeto es, en este caso, solo el Verbo; la personalidad, en cambio, pertenece al ámbito de la naturaleza e indica los rasgos característicos, las propiedades, los hábitos, etc., que confieren a cada individuo su perfil individual y concreto. Hijo de Dios No hay duda de que Jesús posee una riquísima personalidad, fundada sobre los rasgos distintivos que caracterizan su Persona como Hijo de Dios en la Trinidad. Evangelios nos indican con claridad que Jesús se sentía interiormente y se percibía a Sí mismo como Hijo del Padre: el Hijo. Identidad Su vida interior, su espiritualidad, era y es intrínsecamente filial. Jesús tiene, tanto a nivel humano como divino, una identidad fuerte y precisa, una identidad filial. En resumen La naturaleza humana de Cristo no es una realidad incompleta, ni hay nada que la haga defectuosa Por su íntimo contacto con la Persona del Verbo, y por el hecho de que Este la personaliza y la eleva, la naturaleza asumida se enriquece y se hace plena en grado máximo. Concilio Vaticano II Jesús es hombre en un sentido más verdadero y profundo que los demás Cristo constituye la fuente y el vértice de las verdades sobre el hombre (cfr. GS 22)
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