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La dinastia Qing - Gabriel Solís

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La dinastía Qing
Dolors Folch Fornesa
P05/87003/00379
La dinastía Qing
Dolors Folch Fornesa
P05/87003/00379
© FUOC • P05/87003/00379 La dinastía Qing
Índice
Introducción................................................................................................. 5
Objetivos ........................................................................................................ 6
1. La creación del estado manchú ........................................................ 7
1.1. Nurhaci .............................................................................................. 7
1.2. Abahai / Hong Taiji ........................................................................... 9
1.3. El final de la dinastía Ming................................................................ 10
2. La conquista de China y la consolidación manchú..................... 11
2.1. La regencia de Dorgon....................................................................... 11
2.2. Shunzhi.............................................................................................. 13
2.3. La regencia de Oboi ........................................................................... 14
2.4. Kangxi................................................................................................ 15
3. El reinado de Kangxi ........................................................................... 19
3.1. La conquista de Asia Central ............................................................. 21
3.2. Relaciones con Europa....................................................................... 22
3.3. La balanza fiscal................................................................................. 23
4. El reinado de Yongzheng ................................................................... 24
4.1. Las relaciones exteriores .................................................................... 24
4.2. Administración y política interna ..................................................... 25
5. El reinado de Qianlong (1735-1796/9) ............................................ 29
5.1. Administración y política .................................................................. 31
Resumen....................................................................................................... 35
Bibliografía................................................................................................. 37
© FUOC • P05/87003/00379 La dinastía Qing
Índice
Introducción................................................................................................. 5
Objetivos ........................................................................................................ 6
1. La creación del estado manchú ........................................................ 7
1.1. Nurhaci .............................................................................................. 7
1.2. Abahai / Hong Taiji ........................................................................... 9
1.3. El final de la dinastía Ming................................................................ 10
2. La conquista de China y la consolidación manchú..................... 11
2.1. La regencia de Dorgon....................................................................... 11
2.2. Shunzhi.............................................................................................. 13
2.3. La regencia de Oboi ........................................................................... 14
2.4. Kangxi................................................................................................ 15
3. El reinado de Kangxi ........................................................................... 19
3.1. La conquista de Asia Central ............................................................. 21
3.2. Relaciones con Europa....................................................................... 22
3.3. La balanza fiscal................................................................................. 23
4. El reinado de Yongzheng ................................................................... 24
4.1. Las relaciones exteriores .................................................................... 24
4.2. Administración y política interna ..................................................... 25
5. El reinado de Qianlong (1735-1796/9) ............................................ 29
5.1. Administración y política .................................................................. 31
Resumen....................................................................................................... 35
Bibliografía................................................................................................. 37
© FUOC • P05/87003/00379 5 La dinastía Qing
Introducción
La crisis interna que afecta a la China de los Ming puso en bandeja la llegada
e invasión de un viejo enemigo del norte, los jürchen o manchúes, que con-
quistaron China en 1644, aprovechando las rebeliones interiores que mina-
ban las fuerzas imperiales, e instauraron una nueva dinastía, la de los Qing. 
La dinastía Qing no sólo destaca por ser de origen extranjero –no era la prime-
ra vez que un pueblo del norte o del centro de Asia dominaba el territorio chi-
no–, sino porque condujo al imperio chino hacia un momento de esplendor
inigualado: el territorio chino se extiende por regiones que nunca habían sido
completamente dominadas por los chinos, hasta el punto de ocupar una su-
perficie mayor que la de la China actual. Además, los manchúes consiguieron
una estabilidad política que llevó a algunos de sus emperadores a disfrutar de
una longevidad extraordinaria ocupando el trono. 
Después de un periodo de dominio, expansión y madurez política y cultural,
la China Qing cae en una gran crisis interna y exterior, que azota gravemente
el imperio chino: varias rebeliones desafían la soberanía de los manchúes, ade-
más de arruinar económicamente y demográficamente un gran número de
provincias; por otra parte, la llegada de las potencias contribuirá poderosa-
mente a que la caída económica, territorial, cultural y política del imperio chi-
no culmine en 1912, con la instauración de la República de China y el
abandono definitivo del sistema imperial en China.
© FUOC • P05/87003/00379 5 La dinastía Qing
Introducción
La crisis interna que afecta a la China de los Ming puso en bandeja la llegada
e invasión de un viejo enemigo del norte, los jürchen o manchúes, que con-
quistaron China en 1644, aprovechando las rebeliones interiores que mina-
ban las fuerzas imperiales, e instauraron una nueva dinastía, la de los Qing. 
La dinastía Qing no sólo destaca por ser de origen extranjero –no era la prime-
ra vez que un pueblo del norte o del centro de Asia dominaba el territorio chi-
no–, sino porque condujo al imperio chino hacia un momento de esplendor
inigualado: el territorio chino se extiende por regiones que nunca habían sido
completamente dominadas por los chinos, hasta el punto de ocupar una su-
perficie mayor que la de la China actual. Además, los manchúes consiguieron
una estabilidad política que llevó a algunos de sus emperadores a disfrutar de
una longevidad extraordinaria ocupando el trono. 
Después de un periodo de dominio, expansión y madurez política y cultural,
la China Qing cae en una gran crisis interna y exterior, que azota gravemente
el imperio chino: varias rebeliones desafían la soberanía de los manchúes, ade-
más de arruinar económicamente y demográficamente un gran número de
provincias; por otra parte, la llegada de las potencias contribuirá poderosa-
mente a que la caída económica, territorial, cultural y política del imperio chi-
no culmine en 1912, con la instauración de la República de China y el
abandono definitivo del sistema imperial en China.
© FUOC • P05/87003/00379 6 La dinastía Qing
Objetivos
Los objetivos que hay que alcanzar con este módulo son:
1. Comprender la importancia de laúltima dinastía imperial china en el glo-
bal de la historia china.
2. Entender los cambios que supuso la instauración de una dinastía manchú
en la organización administrativa, el mundo cultural y las relaciones de
China con el exterior.
3. Captar la génesis de la profunda crisis que afecta a China desde finales del
siglo XVIII y que determina su evolución en el mundo moderno.
© FUOC • P05/87003/00379 6 La dinastía Qing
Objetivos
Los objetivos que hay que alcanzar con este módulo son:
1. Comprender la importancia de la última dinastía imperial china en el glo-
bal de la historia china.
2. Entender los cambios que supuso la instauración de una dinastía manchú
en la organización administrativa, el mundo cultural y las relaciones de
China con el exterior.
3. Captar la génesis de la profunda crisis que afecta a China desde finales del
siglo XVIII y que determina su evolución en el mundo moderno.
© FUOC • P05/87003/00379 7 La dinastía Qing
1. La creación del estado manchú
A los que hoy denominamos manchúes eran mayoritariamente jürchen, em-
parentados, por lo tanto, con quienes en el siglo XIII habían conquistado el
norte de China y habían establecido la dinastía Jin. Por ello, el primer nombre
del estado manchú que crearía Nurhaci (también denominado en algunas
fuentes Nurgaci) a comienzos del XVII sería el de Jin Posteriores. Cuando los Jin
fueron derrotados por los Mongoles en 1234, los jürchen huyeron y se situa-
ron en lo que ahora denominamos Manchuria, y que los chinos conocían por
Dongbei, el Nordeste, desde donde mantuvieron relaciones constantes tanto
con la dinastía Ming de China, como con la dinastía Yi de Corea.
A finales del siglo XVI había tres grandes asentamientos de jürchen, que habla-
ban una lengua de origen altaico, más emparentada con la coreana que con la
china, y compartían unas fuertes creencias chamánicas: los del río Sungari, los
de las montañas Changbaishan, junto a Corea, y los del río Liao, concentrados
en torno a las ciudades chinas de Shenyang y Fushun, pero diseminados tam-
bién por todo el Liaoning y con un modo de vida muy sinizada.
El territorio, en el que abundaban los asentamientos chinos, estaba también
habitado por tribus mongolas. A lo largo del siglo XV, los jürchen, que comer-
ciaban activamente con los chinos proporcionándoles pieles y el muy precia-
do ginseng, empezaron a presionar sobre las fronteras chinas y obtuvieron
múltiples privilegios comerciales que, junto con los que obtenían de los corea-
nos, contribuían a su relativa prosperidad. A esto también se añadía el hecho
de que el territorio era muy grande y ellos no muchos: en el momento de in-
vadir China eran menos de un millón.
1.1. Nurhaci 
En este contexto nació Nurhaci (1559-1626) en una familia noble de las mon-
tañas Changbaishan y se fue imponiendo sobre todas las tribus de los jürchen.
Para cimentar su poder, actuó a menudo como aliado de los Ming y entre 1592
y 1593 ofreció incluso sus ejércitos para combatir contra la invasión de Corea
por parte de Tokugawa Hideyoshi. A mediados de los noventa, empezó a im-
plantar su hegemonía sobre las otras tribus jürchen y despertó las inquietudes
de sus vecinos Ming y Yi. 
En 1597 el embajador Sin Chung-il –enviado por los propios aliados Ming y Yi– dejó un
testimonio vivísimo de la incipiente corte de Nurhaci y asistió literalmente al nacimiento
de la que sería la futura nación manchú. Nurhaci (1559-1626)
© FUOC • P05/87003/00379 7 La dinastía Qing
1. La creación del estado manchú
A los que hoy denominamos manchúes eran mayoritariamente jürchen, em-
parentados, por lo tanto, con quienes en el siglo XIII habían conquistado el
norte de China y habían establecido la dinastía Jin. Por ello, el primer nombre
del estado manchú que crearía Nurhaci (también denominado en algunas
fuentes Nurgaci) a comienzos del XVII sería el de Jin Posteriores. Cuando los Jin
fueron derrotados por los Mongoles en 1234, los jürchen huyeron y se situa-
ron en lo que ahora denominamos Manchuria, y que los chinos conocían por
Dongbei, el Nordeste, desde donde mantuvieron relaciones constantes tanto
con la dinastía Ming de China, como con la dinastía Yi de Corea.
A finales del siglo XVI había tres grandes asentamientos de jürchen, que habla-
ban una lengua de origen altaico, más emparentada con la coreana que con la
china, y compartían unas fuertes creencias chamánicas: los del río Sungari, los
de las montañas Changbaishan, junto a Corea, y los del río Liao, concentrados
en torno a las ciudades chinas de Shenyang y Fushun, pero diseminados tam-
bién por todo el Liaoning y con un modo de vida muy sinizada.
El territorio, en el que abundaban los asentamientos chinos, estaba también
habitado por tribus mongolas. A lo largo del siglo XV, los jürchen, que comer-
ciaban activamente con los chinos proporcionándoles pieles y el muy precia-
do ginseng, empezaron a presionar sobre las fronteras chinas y obtuvieron
múltiples privilegios comerciales que, junto con los que obtenían de los corea-
nos, contribuían a su relativa prosperidad. A esto también se añadía el hecho
de que el territorio era muy grande y ellos no muchos: en el momento de in-
vadir China eran menos de un millón.
1.1. Nurhaci 
En este contexto nació Nurhaci (1559-1626) en una familia noble de las mon-
tañas Changbaishan y se fue imponiendo sobre todas las tribus de los jürchen.
Para cimentar su poder, actuó a menudo como aliado de los Ming y entre 1592
y 1593 ofreció incluso sus ejércitos para combatir contra la invasión de Corea
por parte de Tokugawa Hideyoshi. A mediados de los noventa, empezó a im-
plantar su hegemonía sobre las otras tribus jürchen y despertó las inquietudes
de sus vecinos Ming y Yi. 
En 1597 el embajador Sin Chung-il –enviado por los propios aliados Ming y Yi– dejó un
testimonio vivísimo de la incipiente corte de Nurhaci y asistió literalmente al nacimiento
de la que sería la futura nación manchú. Nurhaci (1559-1626)
© FUOC • P05/87003/00379 8 La dinastía Qing
En 1599, Nurhaci ordenó la creación de una nueva escritura para sustituir a la
jürchen que había sido utilizada hasta entonces: la escritura manchú, que aca-
baría compartiendo oficialidad con el chino, mongol, uigur y tibetano, sería
el vehículo obligatorio de todos los documentos confidenciales de la nueva di-
nastía hasta finales del siglo XIX y proporcionaría a los manchúes un elemento
diferenciador visible.
La necesidad de distribuir constantemente riquezas en forma de regalos lo em-
pujó a atacar Liaoning, donde la presión demográfica y militar de los Ming le
resultaba cada vez más amenazante. En 1618, conquistó Fushun y en 1621,
consiguió tomar Shenyang, una próspera ciudad comercial china sobre el valle
del río Liao, que rebautizó con el nombre de Mukden y donde estableció su
capital. 
Pero las relaciones con sus nuevos súbditos, mayoritariamente chinos, no fue-
ron fáciles: si bien desde el primer momento Nurhaci incorporó a la nueva cor-
te a los supervivientes de la burocracia imperial de Shenyang –imprescindibles
tanto para conducir las relaciones con las cortes Ming y Yi, como para llevar
los registros–, la presión económica que suponía la instalación de toda una po-
blación jürchen en Liaoning, a la que los chinos debían alimentar y propor-
cionar alojamiento, provocó una serie de rebeliones.
El nuevo estado fue organizado en torno a unidades militares denominadas
banderas: las ocho banderas, agrupadas por colores (amarillo, rojo, azul y
blanco, cuatro lisas y cuatro ribeteadas), concentraban cada una a 7.500 hom-
bres y eran tanto unidades militares, como administrativas. Todos los jürchen
pertenecían a una bandera, que en tiempo de paz mantenía un registro, distri-
buía la tierra y organizaba el acceso a la educación, y en tiempo de guerra pro-
porcionaba a los hombres para el ejército.
Banderas manchúes
A finales de la década de los noventa, Nurhaci adoptó el título de kan
de una nueva dinastía, los Jin Posteriores.© FUOC • P05/87003/00379 8 La dinastía Qing
En 1599, Nurhaci ordenó la creación de una nueva escritura para sustituir a la
jürchen que había sido utilizada hasta entonces: la escritura manchú, que aca-
baría compartiendo oficialidad con el chino, mongol, uigur y tibetano, sería
el vehículo obligatorio de todos los documentos confidenciales de la nueva di-
nastía hasta finales del siglo XIX y proporcionaría a los manchúes un elemento
diferenciador visible.
La necesidad de distribuir constantemente riquezas en forma de regalos lo em-
pujó a atacar Liaoning, donde la presión demográfica y militar de los Ming le
resultaba cada vez más amenazante. En 1618, conquistó Fushun y en 1621,
consiguió tomar Shenyang, una próspera ciudad comercial china sobre el valle
del río Liao, que rebautizó con el nombre de Mukden y donde estableció su
capital. 
Pero las relaciones con sus nuevos súbditos, mayoritariamente chinos, no fue-
ron fáciles: si bien desde el primer momento Nurhaci incorporó a la nueva cor-
te a los supervivientes de la burocracia imperial de Shenyang –imprescindibles
tanto para conducir las relaciones con las cortes Ming y Yi, como para llevar
los registros–, la presión económica que suponía la instalación de toda una po-
blación jürchen en Liaoning, a la que los chinos debían alimentar y propor-
cionar alojamiento, provocó una serie de rebeliones.
El nuevo estado fue organizado en torno a unidades militares denominadas
banderas: las ocho banderas, agrupadas por colores (amarillo, rojo, azul y
blanco, cuatro lisas y cuatro ribeteadas), concentraban cada una a 7.500 hom-
bres y eran tanto unidades militares, como administrativas. Todos los jürchen
pertenecían a una bandera, que en tiempo de paz mantenía un registro, distri-
buía la tierra y organizaba el acceso a la educación, y en tiempo de guerra pro-
porcionaba a los hombres para el ejército.
Banderas manchúes
A finales de la década de los noventa, Nurhaci adoptó el título de kan
de una nueva dinastía, los Jin Posteriores. 
© FUOC • P05/87003/00379 9 La dinastía Qing
Nurhaci consiguió unificar las diferentes tribus dotándolas de una organización militar y
administrativa: el sistema de las banderas –qi–, que se inaugura en 1601. Se distinguían por
colores y eran simultáneamente unidades administrativas y militares, organizadas en divi-
siones y compañías, y entregadas a los generales manchúes en propiedad. Cada bandera
debía proporcionar la caballería y las tropas necesarias para las campañas militares y era res-
ponsable de todos los procesos civiles y administrativos que surgieran en su territorio. 
Con la expansión manchú, se fue ampliando el número de banderas; a las interiores,
manchúes, les suceden las exteriores, a las que se iban adaptando los nuevos territorios
conquistados. En 1644 existían ya veinticuatro banderas: ocho manchúes, ocho chinas
y ocho mongolas. Nurhaci aceleró el proceso de sinización rodeándose de consejeros chi-
nos, que adaptaron el modelo organizativo chino al sistema de las banderas. 
La muerte de Nurhaci, en 1626, desencadenó una dura lucha sucesoria entre
sus hijos y sobrinos: al final se impuso su octavo hijo, Abahai (1592-1643), co-
nocido por los chinos como Hong Taiji. 
1.2. Abahai / Hong Taiji 
Mucho más favorable a los chinos que su padre, en 1631 creó un estado a ima-
gen de los Ming, con seis ministerios gestionados por numerosos chinos pero
coronados con una diarquía manchú/china en todos los cargos directivos. De-
cidido a contrarrestar el poder de las grandes facciones tribales y orientado ya
hacia la centralización del estado que caracterizaría a toda la dinastía, introdu-
jo de manera inmediata los exámenes como vía para acceder a la burocracia,
apartándose en esto de lo que habían sido las prácticas de otros pueblos de la
estepa como kitanes y mongoles en sus respectivas dinastías Liao y Yuan.
Los súbditos de la nueva dinastía también fueron organizados en banderas:
cuando en 1634 consiguió imponerse definitivamente a los mongoles –que se-
guían reivindicando la herencia del imperio universal de Gengis Kan–, se aña-
dieron ocho banderas mongoles y en 1642 –a raíz de la defección hacia los
jürchen de múltiples militares chinos– se sumaron ocho banderas chinas.
Los descendientes de las ocho banderas, manchúes, mongolas o chinas, fue-
ron los abanderados, qiren, un estatus hereditario que los convertiría en la elite
del imperio manchú.
Poco antes, en 1635, Hong Taiji había decidido también romper con el pasado
tribal, cambiar el nombre de jürchen por el de manchúes, un término inven-
tado, probablemente de raíz budista tibetana, y sustituir el nombre de dinastía
Jin por el de dinastía Qing, que significa ‘claro’ o ‘puro’. 
Poco antes de la conquista, el nuevo estado tenía ya una estructura mi-
litar y administrativa completa que preservaba identidades étnicas dife-
renciadas, una actitud muy alejada de la fuertemente asimiladora que
había caracterizado a los imperios tradicionales chinos. Las implicacio-
nes de esta diferencia se harán evidentes cuando llegue el momento de
la expansión de los manchúes por Asia. 
Abahai (1592-1643)
Nombre de la dinastía
Qing es la forma abreviada 
de Daqing (Grandes Qing 
o Gran Luz). 
© FUOC • P05/87003/00379 9 La dinastía Qing
Nurhaci consiguió unificar las diferentes tribus dotándolas de una organización militar y
administrativa: el sistema de las banderas –qi–, que se inaugura en 1601. Se distinguían por
colores y eran simultáneamente unidades administrativas y militares, organizadas en divi-
siones y compañías, y entregadas a los generales manchúes en propiedad. Cada bandera
debía proporcionar la caballería y las tropas necesarias para las campañas militares y era res-
ponsable de todos los procesos civiles y administrativos que surgieran en su territorio. 
Con la expansión manchú, se fue ampliando el número de banderas; a las interiores,
manchúes, les suceden las exteriores, a las que se iban adaptando los nuevos territorios
conquistados. En 1644 existían ya veinticuatro banderas: ocho manchúes, ocho chinas
y ocho mongolas. Nurhaci aceleró el proceso de sinización rodeándose de consejeros chi-
nos, que adaptaron el modelo organizativo chino al sistema de las banderas. 
La muerte de Nurhaci, en 1626, desencadenó una dura lucha sucesoria entre
sus hijos y sobrinos: al final se impuso su octavo hijo, Abahai (1592-1643), co-
nocido por los chinos como Hong Taiji. 
1.2. Abahai / Hong Taiji 
Mucho más favorable a los chinos que su padre, en 1631 creó un estado a ima-
gen de los Ming, con seis ministerios gestionados por numerosos chinos pero
coronados con una diarquía manchú/china en todos los cargos directivos. De-
cidido a contrarrestar el poder de las grandes facciones tribales y orientado ya
hacia la centralización del estado que caracterizaría a toda la dinastía, introdu-
jo de manera inmediata los exámenes como vía para acceder a la burocracia,
apartándose en esto de lo que habían sido las prácticas de otros pueblos de la
estepa como kitanes y mongoles en sus respectivas dinastías Liao y Yuan.
Los súbditos de la nueva dinastía también fueron organizados en banderas:
cuando en 1634 consiguió imponerse definitivamente a los mongoles –que se-
guían reivindicando la herencia del imperio universal de Gengis Kan–, se aña-
dieron ocho banderas mongoles y en 1642 –a raíz de la defección hacia los
jürchen de múltiples militares chinos– se sumaron ocho banderas chinas.
Los descendientes de las ocho banderas, manchúes, mongolas o chinas, fue-
ron los abanderados, qiren, un estatus hereditario que los convertiría en la elite
del imperio manchú.
Poco antes, en 1635, Hong Taiji había decidido también romper con el pasado
tribal, cambiar el nombre de jürchen por el de manchúes, un término inven-
tado, probablemente de raíz budista tibetana, y sustituir el nombre de dinastía
Jin por el de dinastía Qing, que significa ‘claro’ o ‘puro’. 
Poco antes de la conquista, el nuevo estado teníaya una estructura mi-
litar y administrativa completa que preservaba identidades étnicas dife-
renciadas, una actitud muy alejada de la fuertemente asimiladora que
había caracterizado a los imperios tradicionales chinos. Las implicacio-
nes de esta diferencia se harán evidentes cuando llegue el momento de
la expansión de los manchúes por Asia. 
Abahai (1592-1643)
Nombre de la dinastía
Qing es la forma abreviada 
de Daqing (Grandes Qing 
o Gran Luz). 
© FUOC • P05/87003/00379 10 La dinastía Qing
Tenía sin duda la ambición de conquistar China, pero en 1643 murió de en-
fermedad, con lo que dejó el reino a su noveno hijo, un niño de 5 años, el fu-
turo emperador Shunzhi (1638-1661); éste quedaba bajo la regencia de su tío
Dorgon y de su propia madre, la emperatriz Xiaozhuang Wen, descendiente
de Gengis Kan, que perpetuaría la influencia mongol en la corte e iniciaría la
tradición de poder femenino entre bastidores que había de perdurar hasta el
último día de la dinastía.
1.3. El final de la dinastía Ming
Dorgon supo aprovechar el derrumbe de la dinastía Ming, minada por las
grandes rebeliones de Li Zicheng y Zhang Xianzhong. Ciertamente, el paso de
Shanhaiguan, la entrada en China que debían utilizar los manchúes, estaba
guardado por un general chino formidable, Wu Sangui, que cerraba el paso a
Dorgon. Pero cuando Li Zicheng se hizo con el control de Pekín, mientras el
último emperador Ming se ahorcaba en una colina de la Ciudad Prohibida, y
conminó a Wu Sangui a rendirse, éste se hubo de decidir entre Li Zicheng
–cuyas tropas habían saqueado Pekín de modo bárbaro demostrando que Li no
podía controlar su ejército– y los manchúes, que a pesar de su pasado bárbaro,
habían creado un estado similar al de los Ming. Wu se alió con Dorgon, le abrió
el paso de Shanhaiguan y juntos marcharon sobre Pekín.
De momento, sin embargo, controlaban poco más que la capital. La primera
tarea fue la de perseguir y aniquilar a los rebeldes; años después, esto permiti-
ría a los manchúes alegar que habían conquistado Pekín para salvarlo de los
rebeldes más que para tomarlo para los Ming. Li Zicheng huyó a Xi'an y fue
perseguido y asesinado en 1645 en Jiangxi. Zhang Xianzhong duraría un par
de años más, con un régimen de una gran megalomanía y crueldad que se
mantuvo en Chengdu hasta 1647. 
La conquista del resto de China fue larga y en algunos momentos extremada-
mente violenta: las tensiones entre los que se rendían y los que no, dejaron
amargas secuelas en el sur de China que durarían décadas.
El mismo Abahai se proclamó emperador, magnificando sus orígenes
con la genealogía del linaje Aisin Gioro, el clan imperial. 
El nieto de Nurhaci, Shunzhi, fue entronizado con el título de empera-
dor de la nueva dinastía Qing. 
© FUOC • P05/87003/00379 10 La dinastía Qing
Tenía sin duda la ambición de conquistar China, pero en 1643 murió de en-
fermedad, con lo que dejó el reino a su noveno hijo, un niño de 5 años, el fu-
turo emperador Shunzhi (1638-1661); éste quedaba bajo la regencia de su tío
Dorgon y de su propia madre, la emperatriz Xiaozhuang Wen, descendiente
de Gengis Kan, que perpetuaría la influencia mongol en la corte e iniciaría la
tradición de poder femenino entre bastidores que había de perdurar hasta el
último día de la dinastía.
1.3. El final de la dinastía Ming
Dorgon supo aprovechar el derrumbe de la dinastía Ming, minada por las
grandes rebeliones de Li Zicheng y Zhang Xianzhong. Ciertamente, el paso de
Shanhaiguan, la entrada en China que debían utilizar los manchúes, estaba
guardado por un general chino formidable, Wu Sangui, que cerraba el paso a
Dorgon. Pero cuando Li Zicheng se hizo con el control de Pekín, mientras el
último emperador Ming se ahorcaba en una colina de la Ciudad Prohibida, y
conminó a Wu Sangui a rendirse, éste se hubo de decidir entre Li Zicheng
–cuyas tropas habían saqueado Pekín de modo bárbaro demostrando que Li no
podía controlar su ejército– y los manchúes, que a pesar de su pasado bárbaro,
habían creado un estado similar al de los Ming. Wu se alió con Dorgon, le abrió
el paso de Shanhaiguan y juntos marcharon sobre Pekín.
De momento, sin embargo, controlaban poco más que la capital. La primera
tarea fue la de perseguir y aniquilar a los rebeldes; años después, esto permiti-
ría a los manchúes alegar que habían conquistado Pekín para salvarlo de los
rebeldes más que para tomarlo para los Ming. Li Zicheng huyó a Xi'an y fue
perseguido y asesinado en 1645 en Jiangxi. Zhang Xianzhong duraría un par
de años más, con un régimen de una gran megalomanía y crueldad que se
mantuvo en Chengdu hasta 1647. 
La conquista del resto de China fue larga y en algunos momentos extremada-
mente violenta: las tensiones entre los que se rendían y los que no, dejaron
amargas secuelas en el sur de China que durarían décadas.
El mismo Abahai se proclamó emperador, magnificando sus orígenes
con la genealogía del linaje Aisin Gioro, el clan imperial. 
El nieto de Nurhaci, Shunzhi, fue entronizado con el título de empera-
dor de la nueva dinastía Qing. 
© FUOC • P05/87003/00379 11 La dinastía Qing
2. La conquista de China y la consolidación manchú 
Los manchúes debieron contar también con la resistencia decidida de un nú-
mero sensible de letrados: por muy decadentes que fueran los Ming, para la
elite china seguían siendo los Hijos del Cielo y les eran básicamente leales.
Cuando llegaron las noticias del suicidio del último emperador, los centenares
de príncipes Ming que vivían diseminados en palacios por todo el reino o que
habían huido de sus posesiones ante el avance de los manchúes, se convirtie-
ron en los candidatos de las diferentes facciones de la corte; a pesar de su de-
bilidad, los manchúes tardaron diecisiete años en derrotarlos.
Las lealtades se concentraron primero en torno al príncipe Fu, un nieto de
Wanli, que se entronizó emperador en la ciudad de Nanjing, la que había sido
la primera capital de los Ming. Los manchúes avanzaron sobre el Yangzi con
un ejército inicial de 100.000 abanderados, pero no tardaron en duplicar la ci-
fra con batallones chinos que desertaban. La mayor parte de las ciudades se les
rendían, pero Yangzhou, situada en el punto en el que confluyen el Gran Ca-
nal y el Yangzi, resistió y fue saqueada durante diez días con una crueldad te-
rrible, la cual debía servir de ejemplo para el resto de China; según la crónica
de un superviviente, murieron 800.000 personas. Después saquearon Nanjing
y el príncipe Fu fue enviado a Pekín. 
Entre los pretendientes que siguieron proliferando, con bases en Fuzhou y
Guangzhou, el más importante fue el príncipe Gui, que se proclamó empera-
dor en 1646 y después de pasar año y medio deambulando por el Guangxi en-
tre las tribus locales, en 1648 fue reconocido como emperador por un grupo
de funcionarios Ming: su retorno triunfal a Zhaoqing fue acompañado de una
gran masacre de manchúes en Cantón. 
Pero la corte de Gui presentaba todos los defectos de las cortes Ming y las luchas
entre facciones impedían que constituyera un rival importante para los manc-
húes. En 1650 emperador y corte huyeron de Cantón hacia el Guangxi y de allí
hacia Guizhou, Yunnan y, finalmente, Birmania. Hasta allí lo persiguió Wu
Sangui, que, junto con otros militares chinos fieles desde el primer momento,
tenían el encargo de consolidar la presencia manchú en el sur de China; una
vez capturado, se lo llevó a Yunnan, donde lo hizo estrangular junto a su hijo
en 1662, con lo que concluía así con la última resistencia legitimista.
2.1. La regencia de Dorgon 
La resistencia de los Ming del Sur no se alimentó sólo de las lealtades a la di-
nastía destronada: una serie de crueldades, ordenadas por el regente Dorgon,
© FUOC • P05/87003/00379 11 La dinastía Qing
2. La conquista de China y la consolidación manchú 
Los manchúes debieron contar también con la resistencia decidida de un nú-
mero sensible de letrados: por muy decadentes que fueran los Ming, parala
elite china seguían siendo los Hijos del Cielo y les eran básicamente leales.
Cuando llegaron las noticias del suicidio del último emperador, los centenares
de príncipes Ming que vivían diseminados en palacios por todo el reino o que
habían huido de sus posesiones ante el avance de los manchúes, se convirtie-
ron en los candidatos de las diferentes facciones de la corte; a pesar de su de-
bilidad, los manchúes tardaron diecisiete años en derrotarlos.
Las lealtades se concentraron primero en torno al príncipe Fu, un nieto de
Wanli, que se entronizó emperador en la ciudad de Nanjing, la que había sido
la primera capital de los Ming. Los manchúes avanzaron sobre el Yangzi con
un ejército inicial de 100.000 abanderados, pero no tardaron en duplicar la ci-
fra con batallones chinos que desertaban. La mayor parte de las ciudades se les
rendían, pero Yangzhou, situada en el punto en el que confluyen el Gran Ca-
nal y el Yangzi, resistió y fue saqueada durante diez días con una crueldad te-
rrible, la cual debía servir de ejemplo para el resto de China; según la crónica
de un superviviente, murieron 800.000 personas. Después saquearon Nanjing
y el príncipe Fu fue enviado a Pekín. 
Entre los pretendientes que siguieron proliferando, con bases en Fuzhou y
Guangzhou, el más importante fue el príncipe Gui, que se proclamó empera-
dor en 1646 y después de pasar año y medio deambulando por el Guangxi en-
tre las tribus locales, en 1648 fue reconocido como emperador por un grupo
de funcionarios Ming: su retorno triunfal a Zhaoqing fue acompañado de una
gran masacre de manchúes en Cantón. 
Pero la corte de Gui presentaba todos los defectos de las cortes Ming y las luchas
entre facciones impedían que constituyera un rival importante para los manc-
húes. En 1650 emperador y corte huyeron de Cantón hacia el Guangxi y de allí
hacia Guizhou, Yunnan y, finalmente, Birmania. Hasta allí lo persiguió Wu
Sangui, que, junto con otros militares chinos fieles desde el primer momento,
tenían el encargo de consolidar la presencia manchú en el sur de China; una
vez capturado, se lo llevó a Yunnan, donde lo hizo estrangular junto a su hijo
en 1662, con lo que concluía así con la última resistencia legitimista.
2.1. La regencia de Dorgon 
La resistencia de los Ming del Sur no se alimentó sólo de las lealtades a la di-
nastía destronada: una serie de crueldades, ordenadas por el regente Dorgon,
© FUOC • P05/87003/00379 12 La dinastía Qing
atizó esta resistencia. El primer detonante vino cuando Dorgon obligó a los
chinos a peinarse al estilo manchú, afeitándose parte del cráneo y trenzándose
el pelo con una larga coleta, a la manera de la estepa. La orden, de 1644, topó
con una fuerte resistencia y Dorgon la retiró. Pero una vez conquistada Nan-
jing, en 1645, la orden se reimplantó, primero reservada a los militares chinos
–probablemente porque los manchúes necesitaban identificar rápidamente a
sus tropas en el campo de batalla– y extendida después a todos los varones
adultos, esta vez bajo pena de ejecución: los chinos se vieron obligados a elegir
entre conservar la cabeza o el pelo. El decreto de Dorgon –que sin duda busca-
ba preservar la identidad manchú y poner en evidencia la sumisión de los chi-
nos– era todavía más humillante, ya que también les obligaba a vestirse al
estilo manchú: chaqueta ajustada abrochada a la derecha y cuello alto. Algu-
nas ciudades del Yangzi se sublevaron en masa y esto atizó la resistencia de los
Ming del Sur, pero las rivalidades entre los diferentes pretendientes y la falta
de recursos económicos hacían difícil impedir el avance de los manchúes. Dor-
gon prohibió asimismo que las mujeres manchúes se ataran los pies; creó de
este modo una barrera a los matrimonios mixtos. 
Un nuevo descalabro incidiría otra vez en las relaciones entre manchúes y chi-
nos cuando Dorgon decidió ubicar todas las banderas manchúes en el norte
de China prohibiéndoles al mismo tiempo, con el fin de evitar su integración
social, que ejercieran alguna actividad que no fuera la militar: 15 millones de
hectáreas en un radio de 225 km en torno a Pekín pasaron a manos de los
manchúes, mientras los campesinos chinos que las cultivaban quedaban con-
vertidos en esclavos. 
Dos décadas después, al iniciarse el reinado de Kangxi, más de la mitad de las
tierras de Hebei habían sido confiscadas por los manchúes y la población chi-
na, que las había poseído o trabajado, había sido esclavizada; la implantación
manchú en el norte de China abrió una etapa tan desordenada y destructiva
como lo había sido la conquista mongola 400 años antes. Dorgon decretó
también que se vaciara de chinos todo el norte de la capital: en torno al pala-
cio imperial, se instalaron los cuarteles de las banderas y a todos los chinos se
les realojó en el sur de la ciudad. Pekín conservaría hasta el siglo XX esta divi-
sión entre ciudad tártara y ciudad china. A pesar de las tierras concedidas, las
banderas manchúes se empobrecieron a lo largo del siglo XVII porque los chi-
nos esclavizados ideaban todo tipo de soluciones para hacer inefectivo el sis-
tema. Por el contrario, las banderas mongolas, que continuaban en Mongolia,
conservaron mejor la capacidad militar inicial y se convirtieron en los batallo-
nes de elite de las tropas manchúes.
Siguiendo el modelo de estado que había creado Hong Taiji, conservó la es-
tructura básica en seis ministerios del estado Ming y convocó inmediatamente
exámenes de jinshi, primero durante los años 1646, 1647 y 1649 y a partir de
entonces, cada tres años. Sin embargo, el poder de los manchúes sobre la to-
talidad del estado chino era muy débil, especialmente en el sur, donde las leal-
© FUOC • P05/87003/00379 12 La dinastía Qing
atizó esta resistencia. El primer detonante vino cuando Dorgon obligó a los
chinos a peinarse al estilo manchú, afeitándose parte del cráneo y trenzándose
el pelo con una larga coleta, a la manera de la estepa. La orden, de 1644, topó
con una fuerte resistencia y Dorgon la retiró. Pero una vez conquistada Nan-
jing, en 1645, la orden se reimplantó, primero reservada a los militares chinos
–probablemente porque los manchúes necesitaban identificar rápidamente a
sus tropas en el campo de batalla– y extendida después a todos los varones
adultos, esta vez bajo pena de ejecución: los chinos se vieron obligados a elegir
entre conservar la cabeza o el pelo. El decreto de Dorgon –que sin duda busca-
ba preservar la identidad manchú y poner en evidencia la sumisión de los chi-
nos– era todavía más humillante, ya que también les obligaba a vestirse al
estilo manchú: chaqueta ajustada abrochada a la derecha y cuello alto. Algu-
nas ciudades del Yangzi se sublevaron en masa y esto atizó la resistencia de los
Ming del Sur, pero las rivalidades entre los diferentes pretendientes y la falta
de recursos económicos hacían difícil impedir el avance de los manchúes. Dor-
gon prohibió asimismo que las mujeres manchúes se ataran los pies; creó de
este modo una barrera a los matrimonios mixtos. 
Un nuevo descalabro incidiría otra vez en las relaciones entre manchúes y chi-
nos cuando Dorgon decidió ubicar todas las banderas manchúes en el norte
de China prohibiéndoles al mismo tiempo, con el fin de evitar su integración
social, que ejercieran alguna actividad que no fuera la militar: 15 millones de
hectáreas en un radio de 225 km en torno a Pekín pasaron a manos de los
manchúes, mientras los campesinos chinos que las cultivaban quedaban con-
vertidos en esclavos. 
Dos décadas después, al iniciarse el reinado de Kangxi, más de la mitad de las
tierras de Hebei habían sido confiscadas por los manchúes y la población chi-
na, que las había poseído o trabajado, había sido esclavizada; la implantación
manchú en el norte de China abrió una etapa tan desordenada y destructiva
como lo había sido la conquista mongola 400 años antes. Dorgon decretó
también que se vaciara de chinos todo el norte de la capital: en tornoal pala-
cio imperial, se instalaron los cuarteles de las banderas y a todos los chinos se
les realojó en el sur de la ciudad. Pekín conservaría hasta el siglo XX esta divi-
sión entre ciudad tártara y ciudad china. A pesar de las tierras concedidas, las
banderas manchúes se empobrecieron a lo largo del siglo XVII porque los chi-
nos esclavizados ideaban todo tipo de soluciones para hacer inefectivo el sis-
tema. Por el contrario, las banderas mongolas, que continuaban en Mongolia,
conservaron mejor la capacidad militar inicial y se convirtieron en los batallo-
nes de elite de las tropas manchúes.
Siguiendo el modelo de estado que había creado Hong Taiji, conservó la es-
tructura básica en seis ministerios del estado Ming y convocó inmediatamente
exámenes de jinshi, primero durante los años 1646, 1647 y 1649 y a partir de
entonces, cada tres años. Sin embargo, el poder de los manchúes sobre la to-
talidad del estado chino era muy débil, especialmente en el sur, donde las leal-
© FUOC • P05/87003/00379 13 La dinastía Qing
tades a los Ming encontraban todavía eco y donde Dorgon toleró que Wu
Sangui y otros dos generales chinos se establecieran como feudos indepen-
dientes. Los manchúes debían sufrir todavía conmociones de primera magni-
tud que sacudirían los primeros años de Kangxi: la pacificación de China sería
obra de éste.
2.2. Shunzhi 
El joven Shunzhi, que asumió el trono a los trece años, era un chico tranquilo
y de poca salud, lo que no le impidió tener más de quince hijos antes de los
23 años, edad en la que murió. Se sentía mucho más próximo a los chinos que
Dorgon y realizó un esfuerzo por aprender chino para no haber de depender
de las traducciones manchúes. De temperamento muy religioso, durante los
primeros años de su reinado manifestó una gran simpatía por el jesuita Adam
Schall, que ya había sido nombrado director de la Oficina de Astronomía Oc-
cidental por Dorgon y al que Shunzhi –a quien durante un par de años, 1656
y 1657, lo visitaría como mínimo una vez al mes y lo trataría de abuelo– nom-
bró primer Maestro de los Misterios Universales y después director de la Ofici-
na Imperial de Astronomía. Probablemente, eran nombramientos destinados
a crear distancias con la nobleza de la corte: en la misma línea, Shunzhi favo-
reció fuertemente a los eunucos. Aunque Schall nunca consiguió convertirlo,
los favores de Shunzhi hicieron crecer el número de conversos cristianos, que
en 1651 eran ya 150.000; no obstante, a partir de 1657, el emperador se inte-
resó vivamente por el budismo e invitó a tres maestros a venir a la corte para
hablar de los temas al tiempo que adquirió él mismo un sobrenombre budista.
El imperio estaba organizado en 18 provincias, 180 prefecturas y 1.500 distri-
tos (xian). La principal autoridad en la provincia era el gobernador general o
virrey, que a menudo tenía a su cargo varias provincias. El último nivel, el de
los distritos, estaba formado por unidades grandes, con una población media
de 200.000 personas, y en cada distrito había pueblos (cun), ciudades (cheng) y
mercados rurales (shi). La administración imperial, que siempre fue de volu-
Dorgon fue el verdadero conquistador manchú de China; aunque no
está claro que tuviera esta intención, las múltiples defecciones chinas
reforzaron su ejército y le hicieron entender la acusada decadencia de
los Ming y lo fácil que sería conquistarlo todo. Dorgon murió en 1650,
a los 39 años, después de un periodo de megalomanía y extravagancias
que llenó el palacio de esclavas concubinas coreanas.
Aunque el suyo fue un reinado breve, con Shunzhi el estado manchú se
dotó de instituciones estables, en gran parte heredadas de los Ming. 
© FUOC • P05/87003/00379 13 La dinastía Qing
tades a los Ming encontraban todavía eco y donde Dorgon toleró que Wu
Sangui y otros dos generales chinos se establecieran como feudos indepen-
dientes. Los manchúes debían sufrir todavía conmociones de primera magni-
tud que sacudirían los primeros años de Kangxi: la pacificación de China sería
obra de éste.
2.2. Shunzhi 
El joven Shunzhi, que asumió el trono a los trece años, era un chico tranquilo
y de poca salud, lo que no le impidió tener más de quince hijos antes de los
23 años, edad en la que murió. Se sentía mucho más próximo a los chinos que
Dorgon y realizó un esfuerzo por aprender chino para no haber de depender
de las traducciones manchúes. De temperamento muy religioso, durante los
primeros años de su reinado manifestó una gran simpatía por el jesuita Adam
Schall, que ya había sido nombrado director de la Oficina de Astronomía Oc-
cidental por Dorgon y al que Shunzhi –a quien durante un par de años, 1656
y 1657, lo visitaría como mínimo una vez al mes y lo trataría de abuelo– nom-
bró primer Maestro de los Misterios Universales y después director de la Ofici-
na Imperial de Astronomía. Probablemente, eran nombramientos destinados
a crear distancias con la nobleza de la corte: en la misma línea, Shunzhi favo-
reció fuertemente a los eunucos. Aunque Schall nunca consiguió convertirlo,
los favores de Shunzhi hicieron crecer el número de conversos cristianos, que
en 1651 eran ya 150.000; no obstante, a partir de 1657, el emperador se inte-
resó vivamente por el budismo e invitó a tres maestros a venir a la corte para
hablar de los temas al tiempo que adquirió él mismo un sobrenombre budista.
El imperio estaba organizado en 18 provincias, 180 prefecturas y 1.500 distri-
tos (xian). La principal autoridad en la provincia era el gobernador general o
virrey, que a menudo tenía a su cargo varias provincias. El último nivel, el de
los distritos, estaba formado por unidades grandes, con una población media
de 200.000 personas, y en cada distrito había pueblos (cun), ciudades (cheng) y
mercados rurales (shi). La administración imperial, que siempre fue de volu-
Dorgon fue el verdadero conquistador manchú de China; aunque no
está claro que tuviera esta intención, las múltiples defecciones chinas
reforzaron su ejército y le hicieron entender la acusada decadencia de
los Ming y lo fácil que sería conquistarlo todo. Dorgon murió en 1650,
a los 39 años, después de un periodo de megalomanía y extravagancias
que llenó el palacio de esclavas concubinas coreanas.
Aunque el suyo fue un reinado breve, con Shunzhi el estado manchú se
dotó de instituciones estables, en gran parte heredadas de los Ming. 
© FUOC • P05/87003/00379 14 La dinastía Qing
men muy reducido, llegaba hasta el nivel de los distritos, donde el último pel-
daño de la autoridad imperial era el fumu guan, funcionario padre y madre. Por
debajo de este nivel, la administración quedaba en manos de la gente del dis-
trito, que realizaba funciones de servicio público permanente, pero no dispo-
nía de paga: por ello tenía derecho a recaudar impuestos por su cuenta, de los
que debía entregar una parte a la administración. La cadena final de transmi-
sión entre el magistrado de distrito y los campesinos de los pueblos eran las
baojia y las lijia, pensadas como un modo barato de hacer llegar el control del
estado hasta abajo de todo.
Las baojia, establecidas en 1644 para mantener el control de la población,
constituían un sistema de responsabilidad mutua en el que todos eran respon-
sables de los delitos cometidos por uno de ellos y todos eran informantes po-
tenciales de los otros. Un bao era un grupo de mil familias, subdivididas en
diez jia, cada una de las cuales controlaba a cien familias. El grupo elegía a su
jefe, el baochang, y éste se encargaba de mantener al día los registros, supervi-
sar reparaciones y proyectos, así como presentar un informe mensual al ma-
gistrado del distrito. Cada familia debía colgar en la puerta una lista de sus
miembros y la baojia ponía el censo al día, vigilaba los movimientos de todos
sus componentes y llevaba a cabo recuentos periódicos de la población local;
para marcharse, se debía indicar adónde se iba y todo recién llegado tenía que
decir de dóndevenía. 
Las lijia se establecieron para completar la función más específica de recaudar
impuestos y organizaban la población en grupos de 110 familias. La lijia en-
tregaba los impuestos al magistrado del distrito y ayudaba a realizar los censos
–que desde 1656 se efectuaban cada 5 años– y a elaborar el Registro Amarillo,
donde constaban todos aquellos que pagaban impuestos. A partir de 1712,
cuando Kangxi congeló el censo para siempre, el trabajo de las lijia derivó ha-
cia la recaudación directa de los impuestos.
Shunzhi murió de viruela en 1661, una enfermedad a la que los pueblos de
Asia Central que se instalaban en China eran muy sensibles. Su heredero, ele-
gido por el hecho de que ya había pasado la viruela y había sobrevivido, tenía
cinco años: se iniciaba pues otro periodo de regencia.
2.3. La regencia de Oboi
La regencia quedó en manos de cuatro regentes, de los que el más poderoso
era Oboi: a diferencia de Shunzhi, los regentes miraban a los chinos con mu-
cha suspicacia. 
Decidido a doblegar la zona del Yangzi y del sudeste, conocida por su simpatía
tanto por los Ming, como por el rebelde Koxinga, que amenazaba a los manc-
© FUOC • P05/87003/00379 14 La dinastía Qing
men muy reducido, llegaba hasta el nivel de los distritos, donde el último pel-
daño de la autoridad imperial era el fumu guan, funcionario padre y madre. Por
debajo de este nivel, la administración quedaba en manos de la gente del dis-
trito, que realizaba funciones de servicio público permanente, pero no dispo-
nía de paga: por ello tenía derecho a recaudar impuestos por su cuenta, de los
que debía entregar una parte a la administración. La cadena final de transmi-
sión entre el magistrado de distrito y los campesinos de los pueblos eran las
baojia y las lijia, pensadas como un modo barato de hacer llegar el control del
estado hasta abajo de todo.
Las baojia, establecidas en 1644 para mantener el control de la población,
constituían un sistema de responsabilidad mutua en el que todos eran respon-
sables de los delitos cometidos por uno de ellos y todos eran informantes po-
tenciales de los otros. Un bao era un grupo de mil familias, subdivididas en
diez jia, cada una de las cuales controlaba a cien familias. El grupo elegía a su
jefe, el baochang, y éste se encargaba de mantener al día los registros, supervi-
sar reparaciones y proyectos, así como presentar un informe mensual al ma-
gistrado del distrito. Cada familia debía colgar en la puerta una lista de sus
miembros y la baojia ponía el censo al día, vigilaba los movimientos de todos
sus componentes y llevaba a cabo recuentos periódicos de la población local;
para marcharse, se debía indicar adónde se iba y todo recién llegado tenía que
decir de dónde venía. 
Las lijia se establecieron para completar la función más específica de recaudar
impuestos y organizaban la población en grupos de 110 familias. La lijia en-
tregaba los impuestos al magistrado del distrito y ayudaba a realizar los censos
–que desde 1656 se efectuaban cada 5 años– y a elaborar el Registro Amarillo,
donde constaban todos aquellos que pagaban impuestos. A partir de 1712,
cuando Kangxi congeló el censo para siempre, el trabajo de las lijia derivó ha-
cia la recaudación directa de los impuestos.
Shunzhi murió de viruela en 1661, una enfermedad a la que los pueblos de
Asia Central que se instalaban en China eran muy sensibles. Su heredero, ele-
gido por el hecho de que ya había pasado la viruela y había sobrevivido, tenía
cinco años: se iniciaba pues otro periodo de regencia.
2.3. La regencia de Oboi
La regencia quedó en manos de cuatro regentes, de los que el más poderoso
era Oboi: a diferencia de Shunzhi, los regentes miraban a los chinos con mu-
cha suspicacia. 
Decidido a doblegar la zona del Yangzi y del sudeste, conocida por su simpatía
tanto por los Ming, como por el rebelde Koxinga, que amenazaba a los manc-
© FUOC • P05/87003/00379 15 La dinastía Qing
húes desde Taiwan, Oboi lanzó una serie de castigos ejemplares sobre la re-
gión, destinados en gran parte a atemorizar a su elite. 
Se aplicaron penas muy severas a los que hacían trampa en los exámenes: en
1657, dado que muchos candidatos copiaban en los exámenes provinciales,
convencidos de que los bárbaros manchúes ni se darían cuenta, Oboi decidió
hacer decapitar a unos cuantos centenares y enviar a miles de ellos como es-
clavos a Manchuria. 
La misma dureza se aplicó contra los que evadían impuestos: el caso más famoso fue el
de Jiangsu de 1661, en el que persiguieron a 13.500 chinos acomodados, en algunos casos
hasta la muerte, por evadir impuestos. 
También redujeron la presencia china en los órganos de gobierno como una
reacción contra la cooperación con los chinos y la aceptación de su cultura,
eliminaron a los eunucos y anularon la colaboración con los extranjeros, ha-
ciendo arrestar a Adam Shall y despidiendo a los budistas. 
En otros campos, Oboi prefiguró actuaciones que se repetirían a lo largo de la
dinastía. Entre 1661 y 1663, furioso por la aparición de una historia de la di-
nastía Ming con algunos pasajes que podían resultar vejatorios para los man-
chúes, hizo desenterrar y quemar el cadáver de su autor mientras todos los
colaboradores y todos los que habían adquirido una copia del libro eran eje-
cutados. 
Los constantes ataques piratas a la costa provocaron una medida insólita que
sembró de desolación todo el litoral: la totalidad de la población costera del
Fujian fue obligada a retirarse 30 km hacia el interior. La miseria y la muerte
se extendieron por las costas del sureste. 
2.4. Kangxi
En 1669, Kangxi, que entonces tenía trece años, consiguió el poder con ayuda
de su poderosa abuela mongola. Oboi moriría en la prisión un año después,
mientras se iniciaba un reinado que duraría sesenta años y llevaría a China al
cenit del poder y la prosperidad.
1) El primer problema de Kangxi fue unificar China: los Ming estaban derro-
tados, pero el sur había quedado en manos de los tres generales chinos a quie-
nes Shunzhi había encargado la conquista, pero que ellos utilizaron para
establecer unas satrapías casi independientes. El hecho era políticamente ina-
sumible y económicamente ruinoso: no sólo se quedaban todos los impuestos
El periodo de regencia de Oboi se caracterizó por un gran autoritarismo
y una dureza feroz contra la cultura china.
Retrato de juventud del emperador Kangxi
© FUOC • P05/87003/00379 15 La dinastía Qing
húes desde Taiwan, Oboi lanzó una serie de castigos ejemplares sobre la re-
gión, destinados en gran parte a atemorizar a su elite. 
Se aplicaron penas muy severas a los que hacían trampa en los exámenes: en
1657, dado que muchos candidatos copiaban en los exámenes provinciales,
convencidos de que los bárbaros manchúes ni se darían cuenta, Oboi decidió
hacer decapitar a unos cuantos centenares y enviar a miles de ellos como es-
clavos a Manchuria. 
La misma dureza se aplicó contra los que evadían impuestos: el caso más famoso fue el
de Jiangsu de 1661, en el que persiguieron a 13.500 chinos acomodados, en algunos casos
hasta la muerte, por evadir impuestos. 
También redujeron la presencia china en los órganos de gobierno como una
reacción contra la cooperación con los chinos y la aceptación de su cultura,
eliminaron a los eunucos y anularon la colaboración con los extranjeros, ha-
ciendo arrestar a Adam Shall y despidiendo a los budistas. 
En otros campos, Oboi prefiguró actuaciones que se repetirían a lo largo de la
dinastía. Entre 1661 y 1663, furioso por la aparición de una historia de la di-
nastía Ming con algunos pasajes que podían resultar vejatorios para los man-
chúes, hizo desenterrar y quemar el cadáver de su autor mientras todos los
colaboradores y todos los que habían adquirido una copia del libro eran eje-
cutados. 
Los constantes ataques piratas a la costa provocaron una medida insólita que
sembró de desolación todo el litoral: la totalidad de la población costera del
Fujianfue obligada a retirarse 30 km hacia el interior. La miseria y la muerte
se extendieron por las costas del sureste. 
2.4. Kangxi
En 1669, Kangxi, que entonces tenía trece años, consiguió el poder con ayuda
de su poderosa abuela mongola. Oboi moriría en la prisión un año después,
mientras se iniciaba un reinado que duraría sesenta años y llevaría a China al
cenit del poder y la prosperidad.
1) El primer problema de Kangxi fue unificar China: los Ming estaban derro-
tados, pero el sur había quedado en manos de los tres generales chinos a quie-
nes Shunzhi había encargado la conquista, pero que ellos utilizaron para
establecer unas satrapías casi independientes. El hecho era políticamente ina-
sumible y económicamente ruinoso: no sólo se quedaban todos los impuestos
El periodo de regencia de Oboi se caracterizó por un gran autoritarismo
y una dureza feroz contra la cultura china.
Retrato de juventud del emperador Kangxi
© FUOC • P05/87003/00379 16 La dinastía Qing
que generaban sus nuevos territorios, sino que recibían sumas millonarias del
estado central para administrarlos. Estas cantidades, entre cinco y seis millo-
nes de taeles en tiempo de Shunzhi, se duplicaron en el reinado de Kangxi,
hasta llegar a constituir un tercio de los ingresos anuales del estado chino. 
• El más poderoso de los tres generales era Wu Sangui, que, desde su feudo
de Yunnan y Guizhou –donde controlaba los monopolios de la sal, de la
minería de cobre, del ginseng y del comercio con el Tíbet–, proclamó a una
nueva dinastía, la Zhou, y se lanzó a la conquista del Hunan; 
• Los otros dos, abanderados chinos que se habían rendido pronto a los man-
chúes, eran Shang Kexi, que controlaba Guangdong y Guangxi, y Geng Ji-
mao, asentado en Fujian; entre los tres controlaban una superficie superior
a la de Francia y España juntas. 
La rebelión, conocida con el nombre de la guerra de los Tres Feudatarios (1673-
1681), estuvo a punto de segregar todo el sur. Sin embargo, la falta de coordi-
nación y las tensiones entre los tres focos rebeldes, la reticencia de los lealistas
Ming a apoyarles, dado que todos ellos habían sido estrechos colaboradores de
los Qing, y la extraordinaria capacidad de decisión del joven Kangxi, junto
con su habilidad para unir a su alrededor a todas las facciones de la corte, aca-
baron dando la victoria a las tropas imperiales: el sur fue plenamente integrado,
pero Hunan, Guangxi, Yunnan y Guizhou siguieron siendo zonas periféricas
durante todo el reinado de Kangxi.
2) Quedaba todavía un problema importante, también en el sur, vinculado
tanto con el lealismo Ming, como con la piratería y con el poblamiento de
Taiwan. Poca gente vivía en la isla a finales de la dinastía Ming, excepto unos
pocos comerciantes de Guangdong y Fujian y unos cuantos piratas chinos y
japoneses. A comienzos del siglo XVII se instalaron los portugueses –que poco
después se retiraron a Macao–, los castellanos –que desde las Filipinas funda-
ron un fuerte en Keelung– y los holandeses –que desde su fuerte de Zeelandia,
en la actual ciudad de Tainan, consiguieron implantarse sobre todos los demás
y establecer un comercio lucrativo entre Indonesia, Taiwan y la costa china. 
Pero la crisis sucesoria de los Ming a los Qing trastornó todo el Mar del Sur; en
este contexto, adquirió mucha importancia la poderosa familia de Zheng Zhi-
long, formada por una extensa red de piratas y comerciantes que controlaban
toda la costa del sureste chino, de Hangzhou a Guangzhou. Los negocios de la
familia, que se extendían también a Nagasaki y Macao, se dirigían desde su
base fortificada de Xiamen hasta Fuzhou, convertida en puerto donde ancla-
ban más de mil barcos de la familia Zheng y desde donde sus tropas de más de
130.000 hombres saqueaban las costas de Zhejiang y Jiangsu; una capilla cris-
tiana, otra budista, los contactos estrechos con los japoneses y una guardia
personal de esclavos negros que habían huido de los portugueses proporcio-
naban un toque internacional a todo el conjunto. 
© FUOC • P05/87003/00379 16 La dinastía Qing
que generaban sus nuevos territorios, sino que recibían sumas millonarias del
estado central para administrarlos. Estas cantidades, entre cinco y seis millo-
nes de taeles en tiempo de Shunzhi, se duplicaron en el reinado de Kangxi,
hasta llegar a constituir un tercio de los ingresos anuales del estado chino. 
• El más poderoso de los tres generales era Wu Sangui, que, desde su feudo
de Yunnan y Guizhou –donde controlaba los monopolios de la sal, de la
minería de cobre, del ginseng y del comercio con el Tíbet–, proclamó a una
nueva dinastía, la Zhou, y se lanzó a la conquista del Hunan; 
• Los otros dos, abanderados chinos que se habían rendido pronto a los man-
chúes, eran Shang Kexi, que controlaba Guangdong y Guangxi, y Geng Ji-
mao, asentado en Fujian; entre los tres controlaban una superficie superior
a la de Francia y España juntas. 
La rebelión, conocida con el nombre de la guerra de los Tres Feudatarios (1673-
1681), estuvo a punto de segregar todo el sur. Sin embargo, la falta de coordi-
nación y las tensiones entre los tres focos rebeldes, la reticencia de los lealistas
Ming a apoyarles, dado que todos ellos habían sido estrechos colaboradores de
los Qing, y la extraordinaria capacidad de decisión del joven Kangxi, junto
con su habilidad para unir a su alrededor a todas las facciones de la corte, aca-
baron dando la victoria a las tropas imperiales: el sur fue plenamente integrado,
pero Hunan, Guangxi, Yunnan y Guizhou siguieron siendo zonas periféricas
durante todo el reinado de Kangxi.
2) Quedaba todavía un problema importante, también en el sur, vinculado
tanto con el lealismo Ming, como con la piratería y con el poblamiento de
Taiwan. Poca gente vivía en la isla a finales de la dinastía Ming, excepto unos
pocos comerciantes de Guangdong y Fujian y unos cuantos piratas chinos y
japoneses. A comienzos del siglo XVII se instalaron los portugueses –que poco
después se retiraron a Macao–, los castellanos –que desde las Filipinas funda-
ron un fuerte en Keelung– y los holandeses –que desde su fuerte de Zeelandia,
en la actual ciudad de Tainan, consiguieron implantarse sobre todos los demás
y establecer un comercio lucrativo entre Indonesia, Taiwan y la costa china. 
Pero la crisis sucesoria de los Ming a los Qing trastornó todo el Mar del Sur; en
este contexto, adquirió mucha importancia la poderosa familia de Zheng Zhi-
long, formada por una extensa red de piratas y comerciantes que controlaban
toda la costa del sureste chino, de Hangzhou a Guangzhou. Los negocios de la
familia, que se extendían también a Nagasaki y Macao, se dirigían desde su
base fortificada de Xiamen hasta Fuzhou, convertida en puerto donde ancla-
ban más de mil barcos de la familia Zheng y desde donde sus tropas de más de
130.000 hombres saqueaban las costas de Zhejiang y Jiangsu; una capilla cris-
tiana, otra budista, los contactos estrechos con los japoneses y una guardia
personal de esclavos negros que habían huido de los portugueses proporcio-
naban un toque internacional a todo el conjunto. 
© FUOC • P05/87003/00379 17 La dinastía Qing
Los Ming del Sur buscaron la complicidad de la familia Zheng: Zheng Zhilong,
sin embargo, que en aquel momento tenía más poder real que el emperador
Ming, mantuvo una distancia prudente y acabó pasándose a los Qing. No así
su hijo, Zheng Chenggong (1624-62), que declaró su lealtad al príncipe Gui y
recibió a cambio el título oficial con el cual se le conoce, Guoxingye, Koxinga. 
Cuando en 1659 intentó conquistar Nanjing y fracasó estrepitosamente, per-
diendo casi la mitad de su flota, decidió replegarse a Taiwan, de donde, en
1661, sacó a los holandeses de Zeelandia. Fue en gran parte para destruir las
redes de lealtades de la familia Zheng por lo que Oboi tomó la drástica medida
de hacer retroceder a toda la población 30 km tierra adentro. Koxinga murió
de repente en 1662, a los 38 años; primerosu hijo y después su nieto siguieron
regentando desde Taiwan un emporio comercial que explotaba salinas, refine-
rías de azúcar, compañías sederas y atarazanas, atrayendo hacia la isla a más
de 100.000 emigrantes chinos. 
Pero una vez acabada la guerra de los Tres Feudatarios, Kangxi reunió en Fu-
jian una gran flota dirigida por Shi Lang, un ex lugarteniente de Koxinga que
se había rendido a los Qing a finales de los años cincuenta, y que en 1653 con-
siguió acabar con los herederos de Koxinga. Después de discutir largamente si
abandonaban Taiwan o se la quedaban, Kangxi decidió convertirla en una je-
fatura de la provincia de Fujian, para poner una barrera a las pretensiones de
los holandeses, limitando estrictamente la emigración a Taiwan –Taiwan no
se pobló verdaderamente de chinos hasta el siglo XIX. 
El decreto que obligaba a la despoblación de la costa se levantó al caer la familia
Zheng, pero el inmenso proceso de reubicación y reparto de tierras entre la po-
blación que había sido desplazada anteriormente alimentó el enriquecimiento
de los funcionarios de la costa, al tiempo que la reticencia hacia el comercio –al
que veían como una fuente de desorden que diseminaba información sobre las
defensas de China, provocaba la huida de plata del país y favorecía la piratería–
se mantuvo. 
Los Qing nunca fueron capaces de crear un sistema de tasas efectivas sobre el
comercio exterior, como habían hecho otras dinastías anteriores, especial-
mente los Song, y se limitaron a crear cuatro aduanas (en Guangdong, Fujian,
Zhejiang y Jiangsu), que concentraban el tráfico marítimo y cobraban un 20%
a las mercancías extranjeras. La incapacidad para generar formas más comple-
jas les sería nefasta cuando en el siglo XIX entraran de pleno en contacto con
las redes comerciales europeas.
Hijo de madre japonesa y nacido en Nagasaki, Koxinga aprovechó la
enorme riqueza de la familia y las dificultades iniciales de los manchúes
para crear un auténtico imperio en el sureste de China. 
© FUOC • P05/87003/00379 17 La dinastía Qing
Los Ming del Sur buscaron la complicidad de la familia Zheng: Zheng Zhilong,
sin embargo, que en aquel momento tenía más poder real que el emperador
Ming, mantuvo una distancia prudente y acabó pasándose a los Qing. No así
su hijo, Zheng Chenggong (1624-62), que declaró su lealtad al príncipe Gui y
recibió a cambio el título oficial con el cual se le conoce, Guoxingye, Koxinga. 
Cuando en 1659 intentó conquistar Nanjing y fracasó estrepitosamente, per-
diendo casi la mitad de su flota, decidió replegarse a Taiwan, de donde, en
1661, sacó a los holandeses de Zeelandia. Fue en gran parte para destruir las
redes de lealtades de la familia Zheng por lo que Oboi tomó la drástica medida
de hacer retroceder a toda la población 30 km tierra adentro. Koxinga murió
de repente en 1662, a los 38 años; primero su hijo y después su nieto siguieron
regentando desde Taiwan un emporio comercial que explotaba salinas, refine-
rías de azúcar, compañías sederas y atarazanas, atrayendo hacia la isla a más
de 100.000 emigrantes chinos. 
Pero una vez acabada la guerra de los Tres Feudatarios, Kangxi reunió en Fu-
jian una gran flota dirigida por Shi Lang, un ex lugarteniente de Koxinga que
se había rendido a los Qing a finales de los años cincuenta, y que en 1653 con-
siguió acabar con los herederos de Koxinga. Después de discutir largamente si
abandonaban Taiwan o se la quedaban, Kangxi decidió convertirla en una je-
fatura de la provincia de Fujian, para poner una barrera a las pretensiones de
los holandeses, limitando estrictamente la emigración a Taiwan –Taiwan no
se pobló verdaderamente de chinos hasta el siglo XIX. 
El decreto que obligaba a la despoblación de la costa se levantó al caer la familia
Zheng, pero el inmenso proceso de reubicación y reparto de tierras entre la po-
blación que había sido desplazada anteriormente alimentó el enriquecimiento
de los funcionarios de la costa, al tiempo que la reticencia hacia el comercio –al
que veían como una fuente de desorden que diseminaba información sobre las
defensas de China, provocaba la huida de plata del país y favorecía la piratería–
se mantuvo. 
Los Qing nunca fueron capaces de crear un sistema de tasas efectivas sobre el
comercio exterior, como habían hecho otras dinastías anteriores, especial-
mente los Song, y se limitaron a crear cuatro aduanas (en Guangdong, Fujian,
Zhejiang y Jiangsu), que concentraban el tráfico marítimo y cobraban un 20%
a las mercancías extranjeras. La incapacidad para generar formas más comple-
jas les sería nefasta cuando en el siglo XIX entraran de pleno en contacto con
las redes comerciales europeas.
Hijo de madre japonesa y nacido en Nagasaki, Koxinga aprovechó la
enorme riqueza de la familia y las dificultades iniciales de los manchúes
para crear un auténtico imperio en el sureste de China. 
© FUOC • P05/87003/00379 18 La dinastía Qing
El final de los Ming del Sur, la derrota de los Tres Feudatarios en 1681 y
la conquista de Taiwan en 1683 consolidaron la dinastía Qing y las ve-
leidades de restaurar a la dinastía Ming quedaron limitadas a las socie-
dades secretas, donde se mantendrían hasta las postrimerías del siglo
XX. Las clases educadas, sin embargo, alimentaron durante mucho
tiempo una reticencia hacia los manchúes.
© FUOC • P05/87003/00379 18 La dinastía Qing
El final de los Ming del Sur, la derrota de los Tres Feudatarios en 1681 y
la conquista de Taiwan en 1683 consolidaron la dinastía Qing y las ve-
leidades de restaurar a la dinastía Ming quedaron limitadas a las socie-
dades secretas, donde se mantendrían hasta las postrimerías del siglo
XX. Las clases educadas, sin embargo, alimentaron durante mucho
tiempo una reticencia hacia los manchúes.
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3. El reinado de Kangxi
Una vez pacificado el país, Kangxi (1662-1722) se preparó para gobernarlo,
procurando satisfacer tanto a los manchúes, con su capacidad militar y su fir-
meza política, como a los chinos, con su respeto por la cultura tradicional. 
Su reinado estuvo marcado por un cumplimiento escrupuloso de los deberes
oficiales y por una vida frugal en la corte: Kangxi, un trabajador infatigable
que empezaba su jornada a las cinco de la mañana y acababa a las doce de la
noche, convirtió el vacilante poder de los manchúes en un poderoso estado. 
El estado chino era esencialmente una autocracia y el emperador disponía de
una autoridad absoluta en todas las ramas, ejecutiva, legislativa o judicial. Esta
concentración tan grande de poder confería una gran responsabilidad al em-
perador; Kangxi y Yongzheng estarán a la altura y centralizarán el poder de
manera muy estricta y controlada. 
Además de intervenir en todos los asuntos políticos, militares, legislativos y
judiciales –los emperadores leían diariamente unos cien memoriales proce-
dentes de todos los rincones del imperio y allí escribían comentarios en tinta
roja–, el monarca era también la máxima autoridad religiosa del estado y apro-
baba a todos los grandes líderes religiosos, desde el Dalai lama hasta el duque
Kong, el descendiente de Confucio, y las altas jerarquías taoístas, así como
también ofrecía regularmente sacrificios al Cielo. 
De una curiosidad imparable, Kangxi estaba dispuesto a aprender todo tipo de
cosas de cualquier profesor: matemáticas y astronomía de los jesuitas, que re-
cuperaban el favor de la corte –Ferdinand Verbiest volvería a ocupar el cargo
de astrónomo–, historia china de los tutores chinos, técnicas de caza y de gue-
rra de los manchúes y mongoles.
El largo periodo de paz, su voluntad de reconstruir las áreas devastadas
por la conquista, especialmente el sur, atrayendo a la población con in-
centivos económicos y una política deliberada de bajos impuestos pro-
porcionaron a China medio siglo de prosperidad. 
Decidido a ser emperador de todo el país, Kangxi resolvió suavizar la du-
reza con la que Oboi había tratado alos intelectuales y, conocedor de la
herencia confuciana, entendió la necesidad de reintegrar el estado y la
sociedad. 
Kangxi (1662-1722)
Kangxi…
… fue el primer emperador 
manchú completamente bilin-
güe, capaz de leer los clásicos
© FUOC • P05/87003/00379 19 La dinastía Qing
3. El reinado de Kangxi
Una vez pacificado el país, Kangxi (1662-1722) se preparó para gobernarlo,
procurando satisfacer tanto a los manchúes, con su capacidad militar y su fir-
meza política, como a los chinos, con su respeto por la cultura tradicional. 
Su reinado estuvo marcado por un cumplimiento escrupuloso de los deberes
oficiales y por una vida frugal en la corte: Kangxi, un trabajador infatigable
que empezaba su jornada a las cinco de la mañana y acababa a las doce de la
noche, convirtió el vacilante poder de los manchúes en un poderoso estado. 
El estado chino era esencialmente una autocracia y el emperador disponía de
una autoridad absoluta en todas las ramas, ejecutiva, legislativa o judicial. Esta
concentración tan grande de poder confería una gran responsabilidad al em-
perador; Kangxi y Yongzheng estarán a la altura y centralizarán el poder de
manera muy estricta y controlada. 
Además de intervenir en todos los asuntos políticos, militares, legislativos y
judiciales –los emperadores leían diariamente unos cien memoriales proce-
dentes de todos los rincones del imperio y allí escribían comentarios en tinta
roja–, el monarca era también la máxima autoridad religiosa del estado y apro-
baba a todos los grandes líderes religiosos, desde el Dalai lama hasta el duque
Kong, el descendiente de Confucio, y las altas jerarquías taoístas, así como
también ofrecía regularmente sacrificios al Cielo. 
De una curiosidad imparable, Kangxi estaba dispuesto a aprender todo tipo de
cosas de cualquier profesor: matemáticas y astronomía de los jesuitas, que re-
cuperaban el favor de la corte –Ferdinand Verbiest volvería a ocupar el cargo
de astrónomo–, historia china de los tutores chinos, técnicas de caza y de gue-
rra de los manchúes y mongoles.
El largo periodo de paz, su voluntad de reconstruir las áreas devastadas
por la conquista, especialmente el sur, atrayendo a la población con in-
centivos económicos y una política deliberada de bajos impuestos pro-
porcionaron a China medio siglo de prosperidad. 
Decidido a ser emperador de todo el país, Kangxi resolvió suavizar la du-
reza con la que Oboi había tratado a los intelectuales y, conocedor de la
herencia confuciana, entendió la necesidad de reintegrar el estado y la
sociedad. 
Kangxi (1662-1722)
Kangxi…
… fue el primer emperador 
manchú completamente bilin-
güe, capaz de leer los clásicos
© FUOC • P05/87003/00379 20 La dinastía Qing
No resultaba fácil, ya que Kangxi contaba con una resistencia decidida de la
inteligencia china, visible por ejemplo en la proliferación y difusión de las his-
torias privadas sobre la conquista, como la que describía la masacre de Yang-
zhou en los primeros tiempos de la conquista. Los intelectuales más
destacados le eran hostiles: Gu Yanwu (1613-1682), un intelectual riguroso e
independiente, y Wang Fuzhi (1619-1692), que, leal a los Ming, se retiró de la
vida pública. 
También los pintores expresaban su disconformidad con pinceladas excéntri-
cas y el uso del vacío en sus composiciones, como Shitao o Bada Shanren:
mientras éste se negó a hablar nunca más, Shitao se fue reintegrando poco a
poco en la sociedad. 
Obras de Bada Shanren (pseudónimo de Zhu Da, 1626-1705)
Para resolver el problema de que muchos chinos no se querían presentar a los
exámenes por lealtad a los Ming y para tratar de involucrar a los letrados de la
zona del Yangzi en la administración Qing, Kangxi convocó en 1679 un exa-
men especial –aparte de los exámenes trianuales– para gente de talento espe-
cial: a los que lo pasaron les asignó la atractiva tarea de recopilar la historia de
los Ming. Esta táctica se mantendría durante todo su reinado: con el fin de
atraer a los intelectuales, Kangxi los convocaba constantemente para la redac-
ción de diccionarios –el gran diccionario de Kangxi–, antologías, y enciclope-
dias –la gran enciclopedia en 5.020 volúmenes. 
En esta época dio también una gran importancia a la Academia Hanlin, que,
dirigida por un manchú y un chino, se encargaba de enseñar los clásicos al em-
perador y contaba con una magnífica biblioteca donde se catalogaban tam-
bién todos los memoriales de palacio. 
Inaugurando lo que se convertiría en la gran pasión de su nieto Qianlong,
Kangxi reunió también una colección formidable de pinturas, caligrafías y ce-
rámicas de alta calidad. Se tenía por un gran calígrafo y su escritura se repro-
ducía profusamente por todo el imperio: la posteridad, no obstante, no le ha
reservado un lugar tan preeminente como el que él se adjudicaba. En 1670
emitió el Edicto Sagrado, dieciséis máximas que pretendían ser un resumen de
las virtudes confucianas y que enfatizaban la sumisión jerárquica en las rela-
ciones sociales, la obediencia y el trabajo intenso.
© FUOC • P05/87003/00379 20 La dinastía Qing
No resultaba fácil, ya que Kangxi contaba con una resistencia decidida de la
inteligencia china, visible por ejemplo en la proliferación y difusión de las his-
torias privadas sobre la conquista, como la que describía la masacre de Yang-
zhou en los primeros tiempos de la conquista. Los intelectuales más
destacados le eran hostiles: Gu Yanwu (1613-1682), un intelectual riguroso e
independiente, y Wang Fuzhi (1619-1692), que, leal a los Ming, se retiró de la
vida pública. 
También los pintores expresaban su disconformidad con pinceladas excéntri-
cas y el uso del vacío en sus composiciones, como Shitao o Bada Shanren:
mientras éste se negó a hablar nunca más, Shitao se fue reintegrando poco a
poco en la sociedad. 
Obras de Bada Shanren (pseudónimo de Zhu Da, 1626-1705)
Para resolver el problema de que muchos chinos no se querían presentar a los
exámenes por lealtad a los Ming y para tratar de involucrar a los letrados de la
zona del Yangzi en la administración Qing, Kangxi convocó en 1679 un exa-
men especial –aparte de los exámenes trianuales– para gente de talento espe-
cial: a los que lo pasaron les asignó la atractiva tarea de recopilar la historia de
los Ming. Esta táctica se mantendría durante todo su reinado: con el fin de
atraer a los intelectuales, Kangxi los convocaba constantemente para la redac-
ción de diccionarios –el gran diccionario de Kangxi–, antologías, y enciclope-
dias –la gran enciclopedia en 5.020 volúmenes. 
En esta época dio también una gran importancia a la Academia Hanlin, que,
dirigida por un manchú y un chino, se encargaba de enseñar los clásicos al em-
perador y contaba con una magnífica biblioteca donde se catalogaban tam-
bién todos los memoriales de palacio. 
Inaugurando lo que se convertiría en la gran pasión de su nieto Qianlong,
Kangxi reunió también una colección formidable de pinturas, caligrafías y ce-
rámicas de alta calidad. Se tenía por un gran calígrafo y su escritura se repro-
ducía profusamente por todo el imperio: la posteridad, no obstante, no le ha
reservado un lugar tan preeminente como el que él se adjudicaba. En 1670
emitió el Edicto Sagrado, dieciséis máximas que pretendían ser un resumen de
las virtudes confucianas y que enfatizaban la sumisión jerárquica en las rela-
ciones sociales, la obediencia y el trabajo intenso.
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3.1. La conquista de Asia Central
Manchúes y mongoles estaban fuertemente emparentados: nueve de las hijas
de Hong Taiji se habían casado con príncipes mongoles y el mismo Hong Taiji
se había casado con dos princesas mongolas, una de las cuales fue la madre del
emperador Shunzhi y la abuela enormemente respetada de Kangxi. Los man-
chúes no tardaron en integrar a los mongoles occidentales, tanto a los Chahar,
como a los Khalkha, en las banderas mongolas, desactivando de este modo las
lealtades tribales.

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