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Rick Riordan-3 3 La Corona de Ptolomeo - A

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RICK RIORDAN
LA CORONA DE PTOLOMEO
Percy Jackson/Las crónicas de Kane
SOBRE EL AUTOR
Rick Riordan es el creador la serie Percy Jackson, ganadora del premio a mejor 
vendida, y de las emocionantes series de las Crónicas de Kane y Héroes del 
Olimpo. 
De acuerdo con Rick, la idea para las historias de Percy Jackson fue inspirada 
en su hijo Haley. Pero hay rumores de que el Campamento Mestizo en realidad 
existe, y Rick pasa ahí sus veranos registrando las aventuras de los semidioses 
jóvenes. Algunos creen que, para evitar un pánico masivo entre la población 
mortal, ha jurado por el Río Estigio mantener la historia de Percy Jackson como 
fición. Rick vive en Boston (aparte de sus veranos en la Colina Mestiza) con su 
esposa y susdos hijos.
Para aprender más de él y sus libros, visita: www.rickriordanmythmaster.co.uk
Rick Riordan es el creador la serie Percy Jackson, ganadora del premio a mejor vendida,
y de las emocionantes series de las Cr�nicas de Kane y H�roes del Olimpo. De acuerdo
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Rick vive en Boston (aparte de sus veranos en la Colina Mestiza) con su esposa y sus
dos hijos.
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LA CORONA DE PTOLOMEO
— ¡CARTER! —GRITÉ.
Nada pasó.
A mi lado, recostada contra la pared del viejo fuerte, Annabeth se asomaba 
entre la lluvia, esperando a que adolescentes mágicos cayeran del cielo.
— ¿Lo estás haciendo bien? —me preguntó.
—Vamos¸ no sé. Estoy bastante seguro de que su nombre se pronuncia Carter.
—Intenta tocar ese jeroglífico más veces.
—Eso es estúpido.
—Sólo inténtalo.
Miré fijamente mi mano. No quedaba siquiera un rastro del jeroglífico 
que Carter Kane había dibujado en mi palma casi dos meses atrás. Él me 
había asegurado que la magia no podía desaparecer, pero, con mi suerte, 
accidentalmente la habría limpiado en mis jeans o en algo.
Me toqué la palma. 
—Carter. Hola, Carter. Percy a Carter. Llamando a Carter Kane. Probando, uno, 
dos, tres ¿Está encendido?
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Nada todavía.
Usualmente no entraría en pánico si la caballería fallara en presentarse. 
Annabeth y yo hemos estado en un montón de malas situaciones sin refuerzos. 
Pero usualmente no estábamos varados en la Isla de los Gobernadores en medio 
de un huracán, rodeadas de serpientes mortales que escupen fuego.
(En realidad, he estado rodeado de serpientes mortales que escupen fuego 
antes, pero no unas con alas. Todo empeora cuando tiene alas.)
—De acuerdo. —Annabeth se limpió la lluvia de los ojos, lo cual no ayudó, ya 
que llovía a cantaros. —Sadie no contesta su teléfono. El jeroglífico de Carter no 
funciona. Supongo que tendremos que hacer esto por nuestra cuenta.
—Claro —dije—. ¿Pero qué hacemos?
Me asomé por la esquina. En el otro extremo de una entrada arqueada, se 
extendía un patio de hierba de unos cien metros cuadrados, rodeado de edificios 
de ladrillo rojo. Annabeth me había dicho que este lugar era un fuerte o algo 
de la Guerra Revolucionaria, pero yo no había escuchado los detalles. Nuestro 
problema principal era el tipo que estaba de pie en el centro del lugar haciendo 
un ritual mágico.
Se veía como un Elvis Presley escuálido, pavoneándose de un lado a otro en 
sus ceñidos jeans negros, camisa de vestir celeste y chaqueta de cuero negro. Su 
grasiento peinado en copete parecía inmune a la lluvia y al viento.
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En sus manos sostenía un viejo pergamino, como un mapa del tesoro. 
Mientras caminaba de un lado a otro, lo leía en voz alta, de vez en cuando echaba 
la cabeza hacia atrás y reía. Básicamente, el tipo estaba en un intenso modo de 
locura.
Como si no fuese suficientemente escalofriante, había media docena de 
serpientes aladas volando a su alrededor, escupiendo fuego en la lluvia.
En lo alto, se veían relámpagos. Un trueno sacudió mis muelas.
Annabeth me jaló de regreso.
—Ese debe ser Setne —dijo—. El pergamino del que está leyendo es el Libro 
de Thoth. Cual sea el hechizo que está lanzando, debemos detenerlo.
En este punto probablemente debería retroceder y explicar qué diablos está 
pasando.
El único problema: no estaba seguro de lo que estaba pasando.
Hace un par de meses, peleé con un cocodrilo gigante en Long Island. Un chico 
llamado Carter Kane apareció, dijo que era un hechicero y, procedió a ayudarme 
haciendo explotar cosas con jeroglíficos y transformándose en un radiante 
guerrero gigante con cabeza-de-gallina. Juntos derrotamos al cocodrilo, el cual, 
me explicó Carter, es hijo de Sobek, el dios cocodrilo Egipcio. Carter propuso que 
había una mezcla muy extraña de algo Egipcio-Griego. (Cielos, nunca lo habría 
adivinado.) El escribió un jeroglífico mágico en mi mano y me dijo que lo llamara 
si alguna vez necesitaba ayuda.
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Adelanto rápido al mes pasado: Annabeth se topó con la hermana de Carter, 
Sadie Kane, en el tren a Rockaway. Ellas lucharon con un dios llamado Serapis, 
que tenía un báculo de tres cabezas y un tazón de cereal como sombrero. Más 
tarde, Sadie le dijo a Annabeth que un antiguo hechicero llamado Setne podría 
estar detrás de toda esta locura. Aparentemente este Setne habría vuelto de la 
muerte, agarró un ultra-poderoso pergamino de apuntes de hechicería llamada el 
Libro de Thoth y estaba jugando con magia Egipcia y Griega, esperando encontrar 
la forma de convertirse en un dios. Sadie y Annabeth intercambiaron números y 
acordaron mantenerse en contacto.
Hoy, cuatro semanas después, Annabeth apareció en mi apartamento a las 10 
de la mañana para decirme que tuvo un mal sueño, una visión de su madre.
(Por cierto: su madre es Atenea, la diosa de la sabiduría. Mi padre es Poseidón. 
Somos semidioses griegos. Sólo pensaba que debía mencionarlo, ya sabes, de 
paso.)
Annabeth decidió que, en vez de ir al cine, debíamos pasar nuestro sábado 
yendo a la parte inferior de Manhattan a tomar un Ferry que nos llevara a la Isla 
de los Gobernadores, donde Atenea le dijo que el problema se estaba fabricando.
Tan pronto como llegamos, un huracán anormal golpeó el puerto de Nueva 
York. Todos los mortales evacuaron la Isla de los Gobernadores, dejándonos a 
Annabeth y a mí varados en una antigua fortaleza con el loco Elvis y las serpientes 
mortales.
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¿Tiene sentido para ti?
Tampoco para mí.
—Tu gorra de invisibilidad —dije—. Está funcionando de nuevo ¿cierto? ¿Qué 
te parece si distraigo a Setne mientras te escabulles detrás suyo? Puedes quitarle 
el libro de las manos.
Annabeth frunció el ceño. Incluso con el cabello rubio aplastado a un lado 
de su rostro, se veía bonita. Sus ojos eran del mismo color que las nubes de 
tormenta.
—Se supone que Setne es el hechicero más grande del mundo —dijo—, puede 
que sea capaz de ver a través de la invisibilidad. Además, si corres hacia allá, 
probablemente te ataque con un hechizo. Créeme, la magia egipcia no es algo 
con lo que quieras ser golpeado.
—Lo sé. Una vez, Carter me dio una paliza con un puño azul. Pero a menos de 
que tengas una mejor idea…
Desafortunadamente, ella no ofreció alguna. Sacó su gorra de los Yankees de 
Nueva York de su mochila. 
—Dame un minuto de ventaja. Trata de liquidar a las serpientes voladoras 
primero. Deberían ser un blanco fácil.
—Lo tengo. —Levanté mi lapicero, el cual no suena como un arma 
impresionante, pero se convierte en una espada mágica cuando lo destapo. No, 
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en serio. —¿Una espada de bronce celestial servirá para matarlas?
Annabeth frunció el ceño. 
—Debería. Al menos… mi daga de bronce funcionó con el báculo de Serapis. 
Por supuesto, esa daga estaba hecha de una varita egipcia, entonces…
—Me está doliendo la cabeza. Usualmente cuando me duele la cabeza es 
tiempo de dejarde hablar y atacar algo.
—Bien. Sólo recuerda: nuestra meta principal es tomar ese pergamino. De 
acuerdo con Sadie, Setne puede usarlo para volverse inmortal.
—Entendido. Ningún chico malo se hará inmortal durante mi turno. —La besé, 
porque 1) cuando eres un semidiós que va a la batalla, cada beso puede ser el 
último, y, 2) me gusta besarla—. Ten cuidado.
Ella se puso la gorra de los Yankees y desapareció.
Amaría decirte que fui hacia allá y que maté a las serpientes, que Annabeth 
apuñaló a Elvis por detrás y tomó el pergamino y que nos fuimos felices a casa.
Pensarías que de vez en cuando las cosas saldrían exactamente como las 
habíamos planeado.
Pero noooooo.
Le di a Annabeth unos segundos para que se escabullera en el patio.
Luego destapé mi lapicero, y Contracorriente tomó su verdadera forma, 
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una de espada de bronce celestial de un metro. Corrí al patio y partí la primera 
serpiente en el aire.
Nada dice ¡Hola, vecino! como matar el reptil volador de un chico.
La serpiente no se desintegró como la mayoría de los monstruos contra los 
que he luchado. Sus dos partes sólo cayeron en la hierba mojada. La mitad con 
alas se dejó caer sin rumbo. 
El loco Elvis ni lo notó. Sólo siguió caminando de un lado a otro, absorto en su 
pergamino, así que me adentré en el patio y partí otra serpiente.
La tormenta hacía que ver fuera difícil. Normalmente podía mantenerme seco 
cuando me sumergía en agua, pero la lluvia es más complicada. Me punzaba la 
piel y se metía en mis ojos. 
Un relámpago destelló. Para cuando mi visión se aclaró, dos serpientes me 
bombardeaban a cada lado. Salté hacia atrás justo cuando lanzaron fuego. 
Para tu información, saltar hacia atrás es difícil cuando sujetas una espada. Es 
incluso más difícil cuando el suelo está lodoso. 
En resumen: tropecé y aterricé sobre mi trasero. 
Dispararon llamas sobre mi cabeza. Las dos serpientes me rodeaban 
por encima como si estuvieran muy sorprendidas para atacar de nuevo. 
Probablemente se preguntaban: ¿Ese chico se cayó sobre su trasero a propósito? 
¿Deberíamos reírnos antes de matarlo? ¿Sería cruel?
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Antes de que pudiesen decidir qué hacer, el loco Elvis gritó: 
—¡Déjenlo!
Las serpientes se movieron a toda velocidad para unirse a sus hermanas, que 
estaban orbitando a tres metros sobre el mago. 
Quería levantarme y enfrentar a Setne, pero mi trasero tenía otras ideas. 
Quería quedarse donde estaba y sentir un dolor extremo. Los traseros son así a 
veces. Pueden ser, bueno, traseros. 
Setne enrolló el pergamino. Caminó hacia mí, la lluvia se dividía a su alrededor 
como una cortina de cuentas. Sus serpientes aladas lo siguieron, sus llamas 
haciendo columnas de vapor en la tormenta.
—¡Hola, tú! —Setne sonaba tan informal y amigable que sabía que estaba en 
problemas—. Eres un semidiós, supongo.
Me preguntaba cómo Setne sabía eso. Tal vez podía ‘oler’ el aura de un 
semidiós de la forma en que los monstruos griegos podían. O tal vez mis amigos 
bromistas, los hermanos Stoll, me habían escrito SOY UN SEMIDIÓS en la frente 
con un marcador permanente y Annabeth había decidido no decírmelo. Eso 
pasaba ocasionalmente. 
La sonrisa de Setne hizo que su rostro se viera incluso más demacrado. 
Delineador oscuro bordeaba sus ojos, dándole una mirada hambrienta y salvaje. 
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Alrededor de su cuello brillaba una cadena de oro de Ankhs entrelazados y, de su 
oreja izquierda colgaba un adorno que parecía el hueso de un dedo humano. 
—Tú debes ser Setne. —Logré ponerme de pie sin matarme—. ¿Sacaste ese 
traje de una tienda de disfraces?
Setne rió. 
—Mira, no es nada personal, pero estoy un poco ocupado en este momento. 
Les voy a pedir a ti y a tu novia que esperen mientras termino mi encantamiento, 
¿de acuerdo? Una vez que haya convocado la Deshret, podremos charlar.
Traté de verme confundido, la cual es una de mis expresiones más 
convincentes. 
—¿Qué novia? Estoy solo. Además, ¿por qué estás invocando un trapo de 
cocina ?
—Es deshret. —Setne le dio una palmada a su copete—. La corona roja del 
Bajo Egipto. En cuanto a tu novia...
Se giró y señaló detrás de él, gritando algo así como:
—¡Sun-AH!
Jeroglíficos rojos se quemaron en el aire donde Setne señaló: 
 
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Annabeth se hizo visible. En realidad nunca antes la había visto usar su gorra 
de los Yankees, ya que desaparecía cada vez que se la ponía, pero ahí estaba: con 
los ojos abiertos de la sorpresa, atrapada tratando de acercarse sigilosamente a 
Setne. 
Antes de que ella pudiese reaccionar, los brillantes jeroglíficos rojos se 
convirtieron en cuerdas, como látigos de regaliz y arremetieron, envolviéndose 
alrededor de ella, sujetando sus brazos y piernas con tanta fuerza que la hicieron 
caer.
—¡Oye! —grité—. ¡Déjala ir!
El mago sonrió. 
—Magia de invisibilidad. Por favor. He estado usando hechizos de invisibilidad 
desde que las pirámides estaban bajo garantía. Como dije, esto no es nada 
personal, semidioses. Simplemente no puedo prescindir de la energía para 
matarlos... al menos no hasta que la invocación se haya terminado. Espero que lo 
entiendan.
Mi corazón martilleaba. Yo había visto la magia egipcia antes, cuando Carter 
me ayudó a luchar contra el cocodrilo gigante en Long Island, pero no tenía ni 
idea de cómo detenerla, y no podía soportar ver como ésta era utilizada contra 
Annabeth. 
Cargué en contra de Setne. Él sólo hizo un gesto con la mano y murmuró: 
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—Hu-Ai.
Aparecieron más estúpidos jeroglíficos frente a mí.
 
Me caí de cara.
Mi cara no apreció eso. Me entró barro en las fosas nasales y sangre en la boca 
por morderme la lengua. Cuando parpadeé, los jeroglíficos rojos se quemaron en 
el interior de mis párpados.
Gemí. 
—¿Qué ha sido ese hechizo?
—Caída —dijo Setne—. Uno de mis favoritas. No te levantes. Sólo te lastimarás 
más.
—¡Setne! —Annabeth gritó a través de la tormenta—. Escúchame. No te 
puedes convertir en un dios por tu cuenta. No va a funcionar. Sólo vas a destruir…
El rollo de cuerdas mágicas se expandió, cubriendo la boca de Annabeth.
—Aprecio tu preocupación —dijo el mago—. En serio, lo hago. Pero tengo esto 
resuelto. Ese negocio con Serapis... ¿cuando destruiste mi dios híbrido…? Aprendí 
bastante sobre eso. Tomé notas excelentes.
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Annabeth luchó inútilmente.
Quería correr hacia ella, pero tenía la sensación de que acabaría con mi cara 
en el lodo de nuevo. Tendría que jugar inteligentemente... lo cual no era parte de 
mi estilo habitual.
Traté de calmar mi respiración. Me moví hacia un lado, sólo para ver si podía.
—¿Así que nos estabas espiando en la playa Rockaway? —le pregunté a 
Setne—. Cuando Annabeth y Sadie derrotaron a Serapis ¿todo eso era un 
experimento para ti?
—¡Por supuesto! —Setne parecía muy satisfecho consigo mismo—. Anoté los 
encantamientos que Serapis utilizó mientras intentaba levantar su nuevo faro 
de Alejandría. Entonces sólo era cuestión de hacer una remisión de esos a la 
magia más antigua en el Libro de Thoth, y ¡voilà! Encontré el combo exacto de 
hechizos que necesito para convertirme en un dios. Va a ser grandioso. ¡Espera y 
verás!
Abrió el pergamino y comenzó a cantar de nuevo. Sus serpientes aladas iban 
en espiral a través de la lluvia. Cayó un rayo. La tierra retumbó.
A la izquierda de Setne, a unos cuatro metros y medio de mí, la hierba se 
abrió. Un géiser de llamas salió, y las serpientes aladas volaron directamente 
a él. Tierra, fuego, lluvia y las serpientes se arremolinaron en un tornado de 
elementos, se fusionaron y solidificaron en una gran forma: una cobra enrollada 
con una cabeza humana femenina. 
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La capucha del reptil era de dos metros de diámetro. Sus ojos brillaban como 
rubíes. Una lengua bífida brilló entre sus labios, y su cabello oscuro estaba 
trenzado con oro. Descansando sobre su cabeza se encontraba una especie de 
corona, una cosa roja con aspecto de pastillero y un adorno floritura en el frente.
Ahora, personalmente, no soy aficionado a las serpientes enormes, 
especialmente aquellas con cabezashumanas y sombreros estúpidos. Si yo 
hubiese convocado esta cosa, habría lanzado un hechizo para devolverla, súper 
rápido.
Pero Setne enrolló el pergamino, lo guardó en el bolsillo de su chaqueta y 
sonrió. 
—¡Impresionante!
La señora cobra silbó. 
—¿Quién se atreve a convocarme? Soy Uadyet, reina de las cobras, protectora 
del Bajo Egipto, amante eterna de… 
—¡Lo sé! —Setne aplaudió—. ¡Soy un gran fan!
Me arrastré hacia Annabeth. No es que me ayudara mucho que el hechizo 
“caída” tratara de mantenerme fuera de mis pies, pero yo quería estar cerca de 
ella por si algo pasaba con esta eterna reina cobra de lo que sea, bla, bla, bla. 
Tal vez podría, al menos, utilizar a Cortacorriente para cortar esos cables rojos y 
darle a Annabeth una oportunidad de luchar.
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—Oh, esto es tan genial —continuó Setne. Sacó algo de sus jeans… un celular.
La diosa le enseñó los colmillos. Roció a Setne con una nube de niebla verde; 
veneno, supuse; pero él lo repelió como la nariz de un cohete repele el calor.
Seguí arrastrándome hacia Annabeth, quien estaba luchando sin poder hacer 
nada en su capullo rojo de regaliz. Sus ojos resplandecían con frustración. Odiaba 
quedar indefensa más que casi cualquier cosa.
—De acuerdo, ¿en dónde está el icono de la cámara? —Setne hurgó en su 
celular—. Tenemos que tomarnos una foto juntos antes de que te destruya.
—¿Destruirme? —demandó la diosa cobra. Ella se lanzó contra Setne, pero 
una repentina ráfaga de lluvia y viento la empujó hacia atrás.
Ya estaba a tres metros de Annabeth. La hoja de Contracorriente brillaba 
mientras la arrastraba por el barro. 
—Déjame ver. —Setne le dio un golpecito su celular—. Lo lamento, esto 
es nuevo para mí. Soy de la decimonovena dinastía. Ah bien. No. Maldición. 
¿A dónde se fue la pantalla? ¡Ah! ¡Muy bien! ¿Cómo le llama a esto la gente 
moderna... un snappie? —Se inclinó hacia la diosa cobra, sostuvo el teléfono a la 
distancia del brazo y tomó una foto. —¡La tengo!
—¿QUÉ SIGNIFICA ESTO? —rugió Uadyet—. ¿TE ATREVES A TOMARTE UN 
SELFIE CON LA DIOSA COBRA?
—¡Selfie! —dijo el hechicero—. ¡Eso es! Gracias. Y ahora tomaré tu corona y 
consumiré tu esencia. ¡Espero que no te importe!
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—¿QUÉ? —La diosa cobra se enojó y le enseñó los colmillos de nuevo, pero 
la lluvia y el viento la contuvieron como un cinturón de seguridad. Setne gritó 
algo en una mezcla de griego y egipcio antiguo. Algunas de las palabras griegas 
las entendí: alma y atar y, posiblemente, mantequilla (aunque podría estar 
equivocado acerca de la última). La diosa cobra comenzó a retorcerse.
Alcancé a Annabeth justo cuando Setne terminaba el hechizo.
La diosa cobra hizo implosión, con un ruido como el de la pajilla más grande 
del mundo terminándose el batido más grande del mundo. Uadyet fue absorbida 
por su propia corona roja, junto con cuatro serpientes aladas de Setne y un 
círculo de césped de metro y medio de ancho donde Uadyet se había enrollado. 
La corona cayó en el humeante y lodoso cráter.
Setne rió con deleite. 
—¡PERFECTO!
Estaba de acuerdo, si por perfecto se refería a demasiado horrible que me dan 
ganas de vomitar y tengo que sacar a Annabeth de aquí ahora mismo.
Setne trepó a la fosa para recuperar la corona mientras yo empezaba a cortar 
frenéticamente las ataduras de Annabeth. Sólo había conseguido destapar su 
boca antes de que las ataduras sonaran como una bocina de aire.
Mis oídos estallaron. Mi visión se tornó negra.
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Cuando el sonido desapareció y mi vértigo murió, Setne estaba de pie ante 
nosotros, la corona roja en lo alto de su copete.
—Las cuerdas gritan si las cortas —avisó—. Supongo que debí mencionar eso.
Annabeth se retorció, tratando de liberar sus manos. 
—¿Qué... qué le hiciste a la diosa cobra?
—¿Eh? Oh. —Setne dio golpes a la parte frontal de la corona con su dedo—. 
Devoré su esencia. Ahora tengo el poder del Bajo Egipto.
—Tú… ¿devoraste a un dios? —dije.
—¡Sip! —De su chaqueta, sacó el Libro de Thoth y nos lo mostró—. Es 
asombroso el tipo de conocimiento que hay aquí. Ptolomeo el Primero tuvo la 
idea correcta, haciéndose un dios, pero para cuando se hizo rey de Alejandría 
la magia egipcia se había diluido y vuelto débil. Definitivamente no tenía acceso 
a la fuente material primaria como el Libro de Thoth. Con este bebé, ¡estoy 
cocinando con especias! Ahora que tengo la corona del Bajo Egipto… 
—Déjame adivinar —dijo Annabeth—. Irás por la corona de Alto Egipto. 
Después las pondrás juntas y dominarás al mundo.
Él sonrió. 
—Chica lista. Pero primero tengo que destruirlos a los dos. Nada personal. Es 
sólo que cuando estás haciendo magia híbrida greco-egipcia, he descubierto que 
un poco de sangre semidiós es un gran catalizador. Ahora, si se quedan quietos… 
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Me lancé hacia delante y lo clavé con la espada.
Sorprendentemente, Contracorriente entró directamente en su estómago. 
Rara vez tenía éxito, así que me quedé agachado, pasmado, mi mano 
temblando en la empuñadura.
—Guau. —Setne miró la sangre que salía de su camisa celeste—. Buen trabajo.
—Gracias. —Traté de sacar a Contracorriente, pero parecía atascada—. Así 
que… ya te puedes morir, si no es mucho problema.
Setne sonrió excusándose. 
—Acerca de eso… estoy lejos de morir. A este punto... —palmó la espada—. 
¿Lo entiendes? ¿Este punto? Me temo que lo único que puedes hacer es 
hacerme más fuerte.
Su corona roja empezó a resplandecer.
Por una vez, mis instintos salvaron mi vida. A pesar del hechizo caída con el 
que Setne me había encantado, logré ponerme en pie, tomar a Annabeth y 
arrastrarla tan lejos del hechicero como era posible.
Me dejé caer al suelo en el arco de entrada mientras un rugido enorme 
sacudía el patio. Los árboles fueron arrancados de raíz. Las ventanas se 
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quebraron. Los ladrillos fueron desprendidos de la pared, y todo a la vista se 
precipitó hacia Setne, como si se hubiese convertido en el nuevo eje de gravedad. 
Incluso los lazos mágicos de Annabeth fueron removidos. Me tomó todas mis 
fuerzas el sostenerla con un brazo mientras sujetaba la esquina del edificio con la 
otra mano.
Nubes de escombros giraban alrededor del mago. Madera, piedra y vidrio se 
vaporizaban a medida que iban siendo absorbidos por el cuerpo de Setne.
Una vez que la gravedad hubo regresado a su estado normal, me di cuenta de 
algo importante que había dejado atrás.
Contracorriente no estaba. La herida en el estómago de Setne se había 
cerrado. 
—¡Oye! —Me levanté, me temblaban las piernas—. ¡Te comiste mi espada!
Mi voz sonó estridente, como un niño al que le acaban de robar su dinero 
para el almuerzo. La cosa es, Contracorriente era mi posesión más importante. La 
había tenido por un largo tiempo. Me había visto a través de una gran cantidad 
de rasguños.
Había perdido mi espada anteriormente en algunas ocasiones, pero siempre 
reaparecía en forma de lapicero dentro de mi bolsillo. Tenía la sensación de 
que eso no pasaría esta vez. Contracorriente había sido consumida, succionada 
dentro del cuerpo de Setne junto con los ladrillos, vidrios rotos y un poco de 
metros cúbicos de césped.
24
Setne levantó las palmas. 
—Lo siento por eso. Soy una deidad en crecimiento. Necesito mi nutrición... 
—Inclinó la cabeza como si estuviera escuchando algo en la tormenta—. Percy 
Jackson. Interesante. Y su amiga, Annabeth Chase. Ustedes dos han tenido 
algunas aventuras interesantes. ¡Ustedes me alimentarán demasiado!
Annabeth luchó a sus pies. 
—¿Cómo sabes nuestros nombres?
—Oh, puedes saber mucho de una persona al devorar su más preciada 
posesión. —Setne palmó su estómago—. Ahora si no les importa, de verdad 
necesito consumirlos a ambos. ¡Pero no se preocupen! Su esencia vivirá por 
siempre aquí… cerca de mi, eh, páncreas, creo.
Deslicé mi mano en la de Annabeth. Después de todo lo que habíamos 
pasado, no iba a permitir que nuestras vidas terminaran de esta manera, 
devorados por un dios imitador de Elvis con un sombrero pastillero.
Pensé en mis opciones: ataque directo o retirada estratégica. Queríagolpear 
a Setne directamente en sus ojos delineados, pero si pudiera llevar a Annabeth a 
la costa podríamos saltar en el puerto. Siendo hijo de Poseidón, tendría ventaja 
bajo el agua. Podríamos reagruparnos, tal vez volver con una docena de nuestros 
amigos semidioses y artillería pesada.
25
Antes de que me pudiera decidir, algo, completamente al azar cambió la 
ecuación.
Un camello de tamaño adulto cayó del cielo y le cayó de lleno a Setne, 
aplastándolo.
—¡Sadie! —gritó Annabeth.
Por una fracción de segundo, creí que estaba llamando Sadie al camello. 
Entonces me di cuenta de que Annabeth miraba hacia la tormenta, donde dos 
halcones volaban en espiral sobre el patio.
El camello gruñó y se tiró un pedo, lo que me hizo apreciarlo aún más.
Desafortunadamente no tuvimos tiempo para hacernos amigos. El camello 
abrió los ojos, alarmado y se disolvió en arena. 
Setne salió de la pila de polvo. Su corona torcida. Su chaqueta de cuero negro 
cubierta en pelusa de camello, pero se veía intacto.
—Eso fue descortés. —Miró a los dos halcones que se lanzaron contra él—. No 
tengo tiempo para esta ridiculez.
Justo cuando los pájaros estaban a punto de desgarrarle el rostro, Setne 
desapareció en un torbellino de lluvia.
Los halcones aterrizaron y se transformaron en dos adolescentes humanos. 
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A la derecha estaba mi amigo Carter Kane, luciendo casual en su pijama de 
combate de lino color beige, con una varita curva de color marfil en una mano 
y una espada con hoja de media luna en la otra. En la izquierda estaba una chica 
rubia un poco más joven, quien asumí era su hermana, Sadie. Ella tenía un pijama 
de lino negra, rayitos naranjas en su cabello, un báculo de madera blanco y botas 
de combate salpicadas de barro. 
Físicamente, los dos hermanos lucían para nada iguales. La tez de Carter era 
cobriza, su cabello era negro y rizado. Su ceño pensativo irradiaba seriedad. Por 
el contrario, Sadie era de piel clara con ojos azules y una sonrisa torcida tan llena 
de maldad que yo la habría pasado como un hijo de Hermes en el Campamento 
Mestizo.
Por otra parte, yo tenía cíclopes y tritones de dos colas como hermanos. No 
iba a comentar sobre la falta de semejanza de los niños Kane. 
Annabeth suspiró con alivio 
—Estoy tan contenta de verte. 
Ella le dio a Sadie un gran abrazo.
Carter y yo nos miramos el uno al otro.
—Oye, hombre —dije—. No voy a abrazarte.
—Eso está bien —dijo Carter—. Siento llegar tarde. Esta tormenta estuvo 
arruinando nuestro localizador mágico.
Asentí como si supiera lo que era un localizador mágico. 
27
—Así que este amigo tuyo, Setne… él es una especie de trapo sucio.
Sadie resopló. 
—No sabes ni la mitad. ¿No te dio un útil monólogo de villano? Revela sus 
malvados planes, dice lo que va a hacer a continuación ¿ese tipo de cosas?
—Bueno, él usó ese pergamino, el Libro de Thoth —dije—. Llamó a una diosa 
cobra, devoró su esencia y le robó el sombrero rojo. 
—¡Dios mío! —Sadie miró a Carter—. La corona del Alto Egipto será la 
próxima.
Carter asintió. 
—Y si se las arregla para poner las dos coronas juntas…
—Se volverá inmortal —adivinó Annabeth—. Un dios recién hecho. Luego 
comenzará a aspirar toda la magia griega y egipcia del mundo.
—También robó mi espada —dije—. La quiero de vuelta.
Los tres se quedaron mirándome.
—¿Qué? —dije—. Me gusta mi espada. 
Carter envainó su espada curva Khopesh y su varita en su cinturón. 
—Dinos todo lo que pasó. Con detalles.
Mientras hablábamos, Sadie murmuró algún tipo de hechizo, y la lluvia se 
dobló a nuestro alrededor como si estuviéramos bajo un gigante paraguas 
invisible. Buen truco.
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Annabeth tiene la mejor memoria, así que ella hizo la mayor parte de la 
explicación sobre nuestra pelea con Setne… aunque llamarla una pelea era 
generoso.
Cuando terminó, Carter se arrodilló y trazó algunos jeroglíficos en el barro.
—Si Setne consigue el hedjet, estamos acabados —dijo—. Él formará la 
corona de Ptolomeo y… 
—Espera —dije—. Tengo poca tolerancia para nombres confusos. ¿Me puedes 
explicar que está pasando en, como, palabras normales?
Carter frunció el ceño. 
—El pschent es la doble corona de Egipto. ¿De acuerdo? La mitad inferior es la 
corona roja, la deshret. Representa el Bajo Reino. La mitad superior es la hedjet, 
la corona blanca del Reino Alto.
—Si las usas juntas —añadió Annabeth—, significa que eres el faraón de todo 
Egipto.
—Excepto que en este caso —dijo Sadie—, nuestro feo amigo Setne está 
creando una muy especial pschent… la corona de Ptolomeo. 
—De acuerdo —Seguía sin entenderlo, pero sentía como que al menos debía 
pretender seguirlo—. ¿Pero no era Ptolomeo un tipo griego?
—Si —dijo Carter—. Alejandro Magno conquistó Egipto. Luego de su muerte. 
29
Su general Ptolomeo lo tomó y trató de mezclar la religión griega y la egipcia. 
Se proclamó así mismo dios-rey, como los viejos faraones, pero Ptolomeo iba 
un paso más allá. El usó la combinación de magia griega y egipcia para tratar de 
hacerse inmortal. No funcionó, pero…
—Setne tiene la fórmula perfecta —adiviné—. Ese Libro de Thoth le da alguna 
magia prima.
Sadie me aplaudió. 
—Creo que lo tienes. Setne recreará la corona de Ptolomeo, pero esta vez lo 
hará bien, y se convertirá en dios.
—Lo que es malo —dije.
Annabeth tiró pensativamente de su oreja. 
—Así que… ¿quién era la diosa cobra?
—Uadyet —dijo Carter—. La guardiana de la corona roja.
—¿Y hay un guardia de la corona blanca? —preguntó.
—Nekhbet —La expresión de Carter se tornó agria—, la diosa buitre. Ella no 
me agrada mucho, pero supongo que tenemos que evitar que sea devorada. Ya 
que Setne necesita la corona del Reino Superior, él probablemente irá al sur por 
el siguiente ritual. Es como algo simbólico.
—¿No es usualmente al norte? —pregunté. 
Sadie sonrió. 
—Oh, eso sería muy fácil. En Egipto, arriba es el sur, porque el Nilo corre de 
sur a norte.
30
—Genial —dije—. Así que ¿qué tan lejos al sur estamos hablando?... 
¿Brooklyn? ¿Antártida? 
—No creo que tengamos que ir tan lejos. —Carter se puso de pie y examinó el 
horizonte—. Nuestras sedes están en Brooklyn. ¿Y supongo que Manhattan es el 
centro de los dioses griegos? Hace mucho tiempo, nuestro Tío Amos lo insinuó. 
—Pues, sí —dije—. El Monte Olimpo se cierne sobre el edificio Empire State, 
así que…
—El Monte Olimpo... —Sadie parpadeó—, ...se cierne sobre el… Claro que lo 
hace. ¿Por qué no? Creo que lo que mi hermano está tratando de decir es que 
si Setne quiere establecer una nueva escala de poder, mezclando lo griego y lo 
egipcio…
—El va a encontrar un lugar entre Brooklyn y Manhattan —dijo Annabeth—. 
Como justo aquí, en la isla de los Gobernadores.
—Exacto —dijo Carter—. Él necesitará dirigir el ritual para la segunda corona 
desde el sur de este punto, pero no tiene que ser muy al sur. Si yo fuera él…
—Y estamos contentos de que no lo eres —dije.
—...Me quedaría en la Isla de los Gobernadores. Ahora estamos en el extremo 
norte, así que…
Miré al sur. 
—¿Alguien sabe que está en el otro extremo?
—Nunca he estado ahí —dijo Annabeth—. Pero creo que hay un área para 
picnics.
—Encantador. —Sadie levantó su báculo. La punta se encendió con fuego 
31
blanco—. ¿A alguien le apetece un picnic en la lluvia?
—Setne es peligroso —dijo Annabeth—. No podemos simplemente ir a la 
carga. Necesitamos un plan.
—Ella tiene razón— dijo Carter.
—Como que me gusta lo de ir a la carga —dije—. La velocidad es la esencia, 
¿no?
—Gracias— murmuró Sadie
—Ser inteligente también es la esencia —dijo Annabeth.
—Exacto —dijo Carter—. Tenemos que pensar como atacar.
Sadie puso sus ojos en mí. 
—Justo como me temía. Estos dos juntos… nos van a hacer pensar hasta morir.
Me sentía de la misma manera, pero Annabeth estaba poniendo esa molesta 
mirada de tormenta en sus ojos y, desde que salgo con Annabeth, pienso que es 
mejor sugerir un acuerdo.
—¿Qué tal si planeamos mientras caminamos? —dije—. Podemos cargar hacia 
el sur, como, realmente lento.
—Trato —dijo Carter.
Nos dirigimos por lacarretera de la antigua fortaleza, más allá de algunos 
edificios de ladrillo que podrían haber sido habitaciones de oficiales en sus días. 
Nos abrimos paso a través de una extensión empapada de campos de futbol. 
32
La lluvia seguía cayendo, pero el paraguas mágico de Sadie viajó con nosotros, 
manteniendo lo peor de la tormenta lejos.
Annabeth y Carter compararon notas de la investigación que habían hecho. 
Hablaron de Ptolomeo y la mezcla de magia griega y egipcia.
En cuanto a Sadie, no parecía interesada en la estrategia. Ella saltó de charco 
en charco con sus botas de combate. Tarareaba para sí misma, giraba como 
una niña pequeña y de vez en cuando sacaba cosas al azar fuera de la mochila: 
figuritas de cera de animales, algo de cuerda, un trozo de tiza, una brillante bolsa 
amarilla de dulces.
Ella me recordaba a alguien...
Entonces se me ocurrió. Parecía una versión más joven de Annabeth, pero su 
inquietud e hiperactividad me recordó a... bueno, a mí. Si Annabeth y yo alguna 
vez tuviéramos una hija, ella podría ser muy parecida a Sadie.
Whoa.
No es como si nunca hubiera soñado con niños antes. Quiero decir, cuando 
sales con alguien por más de un año, la idea va a estar en la parte posterior de tu 
mente en algún punto, ¿no? Pero aún así, tengo apenas diecisiete años. No estoy 
33
preparado para pensar demasiado en serio acerca de cosas por el estilo. Además, 
soy un semidiós. En el día a día, estoy ocupado tratando de mantenerme con 
vida.
Sin embargo, mirando a Sadie, podría imaginar que algún día tal vez tendría 
una niña que luciría como Annabeth y actuaría como yo, un pequeño y lindo 
demonio semidiós, pisando los charcos y aplanando monstruos con camellos 
mágicos.
Debo haber estado mirando, porque Sadie me frunció el ceño. 
—¿Qué?
—Nada —dije rápidamente.
Carter me dio un codazo. 
—¿Estabas escuchando?
—Sí. No. ¿Qué? 
Annabeth suspiró. 
—Percy, explicarte cosas a ti es como hablarle a un jerbo.
—Oye, listilla, no empieces conmigo.
—Como sea, sesos de alga. Solo estábamos diciendo que tendremos que 
combinar nuestros ataques.
34
—Combinar nuestros ataques… —palmeé mi bolsillo, pero Riptide no había 
vuelto a aparecer en forma de pluma. No quería admitir lo nervioso que me puso.
Claro, tenía otras habilidades. Podría hacer olas (literalmente) y 
ocasionalmente incluso preparar un buen huracán espumoso. Pero mi espada era 
una gran parte de lo que yo era. Sin ella, me sentía paralizado.
—¿Cómo combinamos ataques?
Carter tenía un brillo travieso en sus ojos que le hacían parecer más como su 
hermana. 
—Usamos la estrategia de Setne contra él. Él está usando magia híbrida… 
griega y egipcia juntas, ¿verdad? Nosotros hacemos lo mismo.
Annabeth asintió. 
—Ataques de estilo griego no funcionarán. Ya viste lo que Setne hizo con 
tu espada. Y Carter está bastante seguro de hechizos egipcios regulares no 
serán suficientes, tampoco. Pero si podemos encontrar una manera de mezclar 
nuestros poderes…
—¿Sabes cómo mezclar nuestros poderes? —pregunté.
Los zapatos de Carter aplastaron el lodo. 
—Bueno... no exactamente.
—Oh, por favor —dijo Sadie—. Eso es fácil. Carter, dale tu varita a Percy.
35
—¿Por qué?
—Solo hazlo, querido hermano. Annabeth, ¿Te acuerdas de cuando luchamos 
contra Serapis? 
—¡Es verdad! —Los ojos de Annabeth se iluminaron—. Agarré la varita de 
Sadie y se convirtió en una daga de bronce celestial, igual a la anterior. Era capaz 
de destruir el ejército de Serapis. Tal vez podamos crear otra arma griega de una 
varita egipcia. Buena idea, Sadie.
—Salud. Ves, yo no necesito pasar horas planeando e investigando para ser 
brillante. Ahora, Carter, por favor. 
Tan pronto como tomé la varita, mi mano se cerró como si me hubiera 
agarrado un cable eléctrico. Espigas de dolor se dispararon por mi brazo. Traté de 
dejar caer la varita, pero no pude. Las lágrimas llenaron mis ojos.
—Por cierto —dijo Sadie—, esto puede doler un poco.
—Gracias —Apreté los dientes—. Un poco tarde la advertencia.
El marfil comenzó a arder. Cuando el humo se disipó y la agonía se calmó, 
en lugar de una varita estaba sosteniendo una espada de bronce celestial que 
definitivamente no era Riptide.
—¿Qué es esto? —pregunté—. Es enorme.
36
Carter silbó por lo bajo. 
—He visto de esas en los museos. Esa es una kopis. 
Sopesé la espada. Como muchas que he intentado, no se sentía bien en mis 
manos. La empuñadura era demasiado pesada para mi muñeca. La hoja de un 
solo filo tenía una curva torpe, como un cuchillo de gancho gigante. Intenté un 
golpe y casi pierdo el equilibrio.
—Ésta no se parece a la tuya, —le dije a Carter. —¿La tuya no se llama kopis? 
—La mía es una khopesh —dijo Carter—. La versión original egipcia. Lo que 
estas sosteniendo es una kopis… un diseño griego adaptado del original egipcio. 
Es la clase de espada que los guerreros de Ptolomeo han utilizado.
Miré a Sadie. 
—¿Está tratando de confundirme? 
—No —dijo alegremente—. Es confuso, sin intentarlo.
Carter se golpeó con la palma de la mano la frente. 
—Eso ni siquiera era confuso. ¿Cómo fue eso..? Olvídalo. Percy, lo importante 
es, ¿puedes luchar con la espada?
Balancee a kopis a través del aire. 
—Siento como que estoy usando un cuchillo de carnicero, pero lo voy a tener 
que hacer. ¿Qué pasa con las armas para ustedes? 
37
Annabeth frotó los dijes de arcilla en su collar, de la forma en que lo hace 
cuando está pensando. Se veía hermosa. Pero estoy divagando.
—Sadie —dijo—, esos hechizos con jeroglíficos que utilizaste en Rockaway 
Beach... ¿cuál hizo la explosión?
—Se llama… bueno, no puedo decir realmente la palabra sin hacerte estallar. 
Espera. —Sadie rebuscó en su mochila. Sacó una hoja de pergamino amarillo, 
un lápiz y un bote de tinta. Supongo que por el lapicero y el papel sería uno no-
egipcio. Se arrodilló, con su mochila como un escritorio improvisado, y garabateó 
en letras normales: HA-DI.
—Ese es un buen hechizo —Carter estuvo de acuerdo—. Les podríamos 
mostrar el jeroglífico para ello, pero a menos que sepan cómo decir las palabras 
de poder…
—No hay necesidad —dijo Annabeth—. ¿La frase significa explotar?
—Más o menos —dijo Sadie.
—¿Puedes escribir el jeroglífico en un rollo sin activar el ka—boom?
—En efecto. El rollo almacenará la magia para más adelante. Si puedes leer 
la palabra desde el pergamino... bueno, eso es incluso mejor. Más ka-boom con 
menos esfuerzo. 
—Bueno —dijo Annabeth—. ¿Tienes otro pedazo de pergamino?
—Annabeth —dije—. ¿Qué estás haciendo? Porque si estás jugando con 
palabras que estallan…
—Relájate —dijo—. Yo sé lo que estoy haciendo. Más o menos.
38
Se arrodilló junto a Sadie, quien le dio una hoja de pergamino.
Annabeth tomó el lápiz y escribió algo en griego antiguo:
Κεραυνóω
Al ser disléxico, tenía suerte si podía reconocer palabras en inglés, pero al ser 
un semidiós, el Griego Antiguo estaba configurado en mi cerebro.
—Ke-rau-noh, —dije—. ¿Explosión?
Annabeth me dedicó una pequeña sonrisa. 
—El término más cercano que se me ocurre. Literalmente significa 
bombardear con relámpagos.
—Oh —dijo Sadie—. Me encanta bombardear cosas con relámpagos.
Carter se quedó viendo el pergamino. 
—¿Piensas que podríamos invocar una palabra del Griego Antiguo de la misma 
manera que lo hacemos con los jeroglíficos?
—Vale la pena intentarlo —dijo Annabeth—. ¿Quién de los dos es mejor con 
ese tipo de magia?
—Sadie —dijo Carter—. Yo soy mejor como mago de combate.
—Modo de pollo gigante —recordé.
39
—Amigo, mi avatar es un guerrero con cabeza de halcón.
—Aún sigo pensando que podrías llegar a un acuerdo publicitario con KFC. 
Podrías ganar mucho dinero.
—Desistan, ustedes dos. —Annabeth le alcanzó el pergamino a Sadie—. 
Carter, hagamos un cambio. Yo tendré tu khopesh, y tú puedes tener mi gorra de 
los Yankees
Ella le lanzó la gorra.
—Por lo general lo mío es el basquetbol, pero… —Carter se puso la gorra y 
desapareció—. Guau, está bien. Soy invisible, ¿verdad?
Sadie aplaudió. 
—Nunca te habías visto mejor,hermanito.
—Que graciosa.
—Si puedes escabullirte hacia Setne —sugirió Annabeth—, podrías tomarlo 
por sorpresa, arrebatarle la corona.
—Pero nos dijiste que Setne pudo verte, incluso cuando eras invisible —dijo 
Carter.
—Esa fui yo, —dijo Annabeth—, una griega usando magia griega. Para ti, 
quizás funcione mejor, o al menos de otra manera.
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—Carter, inténtalo —dije—. Lo único que es mejor que un hombre pollo 
gigante es un hombre pollo gigante invisible.
De pronto, el suelo tembló bajo nuestros pies.
Cruzando los campos de fútbol, hacia la costa sur de la isla, un brillo blanco 
iluminó el horizonte.
—Eso no puede ser bueno —dijo Annabeth.
—No —dijo Sadie en acuerdoQ. uizás deberíamos ir un poco más rápido.
Los buitres estaban teniendo una fiesta.
Más allá de una línea de árboles, un campo lodoso se estiraba hacia el borde 
de la isla. En la base de un pequeño faro, unas cuantas mesas se acurrucaban 
como si buscaran refugio. Cruzando el puerto, la Estatua de la Libertad brillaba en 
la tormenta, con nubes pasando a su lado como olas en la proa de un barco.
En medio de las mesas, seis zopilotes negros giraban en la lluvia, rodeando a 
nuestro amigo Setne.
El mago estaba estrenando un nuevo atuendo. Ahora vestía una chaqueta 
roja, supongo que para que haga juego con su corona roja. Sus pantalones de 
seda brillaban en negro y rojo. Sólo para asegurarse de que su aspecto no era 
demasiado discreto, sus mocasines estaban totalmente cubiertos de diamantes 
de imitación.
41
Se agitaba con el Libro de Thoth, entonando una especie de hechizo, de la 
misma manera que lo había hecho en el fuerte.
—Está invocando a Nekhbet —murmuró Sadie—. En serio preferiría no verla 
de nuevo.
—¿Qué clase de nombre es trasero de cuello ? —pregunté.
Sadie rió bajo. 
—Yo la llame así la primera vez que la vi. Pero, la verdad es que ella no es muy 
amable. Poseyó a mi abuela, me persiguió a través de Londres…
—Entonces, ¿cuál es el plan? —preguntó Carter—. ¿Quizás una maniobra de 
flanqueo?
—O podemos intentar una distracción… —dijo Annabeth.
—¡A la carga! —Sadie se precipitó hacia el claro, con su báculo en una mano y 
el pergamino griego en la otra.
Miré a Annabeth. 
—Tu nueva amiga es increíble.
Entonces seguí a Sadie.
Mi plan era bastante simple; correr hacia Setne y matarlo. Incluso con mi 
nueva y más pesada espada, superé a Sadie. Dos cuervos se lanzaron hacia mí. 
Los corté en el aire.
42
Estaba a un metro de Setne, imaginándome la satisfacción de cortarlo por la 
mitad, cuando se giró y se dio cuenta. El mago se desvaneció, y mi espada cortó 
el aire.
Tropecé, sin equilibrio y molesto.
Tres metros hacia mi izquierda, Sadie golpeó a un buitre con su báculo. El ave 
explotó y se convirtió en arena blanca. Annabeth vino corriendo hacia nosotros, 
lanzándome una de esas miradas molestas, como si dijera, si haces que te maten, 
te mataré. Carter, siendo invisible, no estaba en ningún lugar que lo viera.
Con una saeta de fuego blanco, Sadie hizo explotar a otro buitreen el aire. Las 
aves restantes se dispersaron en la tormenta.
Sadie escaneó el campo en busca de Setne. 
—¿Dónde está ese Viejo fastidioso?
El viejo fastidioso apareció justo detrás de ella. Pronunció una sola palabra de 
su pergamino de sorpresas desagradables, y el suelo explotó.
Cuando recobré el sentido, seguía de pie, lo cual era un pequeño milagro. La 
fuerza del hechizo me había empujado lejos de Setne, así que mis zapatos se 
atascaron en el lodo.
43
Miré hacia arriba, pero no podía hallarle el sentido a lo que estaba viendo. 
Alrededor de Setne, la tierra se había fraccionado en un anillo de tres metros 
de diámetro, abierto como una vaina de semillas. Penachos de tierra se habían 
esparcido hacia afuera y estaban congelados en mitad del aire. Zarcillos de arena 
roja se enrollaban alrededor de mis pies y se agitaban contra mi rostro mientras 
se deslizaban en todas las direcciones. Parecía que alguien había detenido el 
tiempo mientras arrojaba lodo rojo desde una ensaladera gigante.
Sadie estaba acostada en el suelo a mi izquierda, sus piernas enterradas bajo 
una sábana de lodo. Ella se resistía pero no podía liberarse. Su báculo estaba 
fuera de alcance. Su pergamino era un trapo lodoso en su mano.
Di un paso hacia ella, pero los espirales de arena me lanzaron hacia atrás.
En algún lugar detrás de mí, Annabeth gritó mi nombre. Volteé y la vi justo 
afuera de la zona de la explosión. Estaba tratando de entrar, pero los zarcillos la 
bloqueaban, moviéndose como brazos de pulpo.
No había señales de Carter. Solo confiaba en que no había quedado atrapado 
en esta estúpida red de tierra flotante.
—¡Setne! —grité.
El mago se limpió las solapas de su chaqueta humeante. 
—En serio deberías dejar de interrumpirme, semidiós. La corona deshret era 
44
originalmente un regalo para los faraones del dios Geb, sabes. ¡Puede defenderse 
sola con una magia de tierra espectacular!
Rechiné mis dientes. Annabeth y yo habíamos peleado no hace mucho contra 
la Madre Tierra Gea. Más magia de tierra era lo último que necesitaba. 
Sadie seguía peleando, sus piernas seguían aun en el lodo. 
—Limpia toda esta tierra vieja. Danos la corona y vete a tu habitación.
Los ojos del mago se iluminaron. 
—Ah, Sadie. Tan encantadora como siempre. ¿Dónde está tu hermano? 
¿Acaso lo incineré por accidente? Me puedes agradecer después. Ahora mismo, 
tengo cosas que hacer.
Nos dio la espalda y continuó con su entonación.
El viento aceleró. La lluvia se arremolinaba a su alrededor. Las líneas flotantes 
de arena se estiraban y cambiaban.
Pude dar un paso hacia adelante, pero era como avanzar a través de cemento 
húmedo. Detrás de mí, Annabeth no estaba teniendo mucha más suerte. Sadie 
zafó una de sus piernas, sin su bota de combate. Comenzó a maldecir peor 
que mi amigo inmortal, el caballo Arión (lo cual es bastante malo), mientras 
recuperaba su bota.
45
El hechizo de Setne se estaba debilitando, pero no lo suficientemente rápido. 
Solo pude dar dos pasos más cuando Setne terminó su encantamiento.
En frente de él, un espectro de oscuridad creció hasta adoptar la forma de 
una majestuosa mujer. Rubís en el cuello de su vestido negro. Brazaletes de oro 
rodeaban sus brazos. Su cara tenía una cualidad intemporal, que había aprendido 
a reconocer. Quería decir; soy una diosa, acéptalo. Por encima de su cabello 
trenzado estaba una corona cónica, y no podía evitar preguntarme porque un ser 
inmortal tan poderoso escogería usar un sombrero con forma de boliche.
—¡Tú! —ella gruñó hacia Setne.
—¡Yo! —él dijo—. Es bueno verte de nuevo Nekhbet. Perdona que no 
tengamos más tiempo para hablar, pero no puedo mantener a estos mortales 
atrapados para siempre. Tendremos que hacer esto breve. El hedjet, por favor.
La diosa buitre abrió sus brazos, que se convirtieron en grandes alas negras. A 
su alrededor, el aire se volvió tan oscuro con humo. 
—No me rindo ante advenedizos como tú. Soy la protectora de la corona, el 
escudo del faraón, la… 
—Sí, sí —dijo Setne—. Pero te has rendido ante advenedizos muchas veces. La 
historia de Egipto es básicamente una lista de los advenedizos ante los que te has 
rendido. Así que dame la corona.
46
No sabía que los buitres podían sisear, pero Nekhbet lo hizo. Humo salió de sus 
alas.
Alrededor de Setne, el hechizo de tierra se rompió. Los zarcillos de arena roja 
se deshicieron, y pude moverme nuevamente. Sadie se levantó con esfuerzo. 
Annabeth corrió a mi lado.
Setne no pareció preocupado por nosotros.
Le ofreció a Nekhbet una reverencia burlona. 
—Muy impresionante, pero mira esto.
No tuvo que leer el pergamino esta vez. Gritó una combinación de palabras 
griegas y egipcias, que reconocí del hechizo que uso en el fuerte.
Miré a Annabeth. Podía decir que estábamos pensando lo mismo. No 
podíamos permitir que Setne consumiera a la diosa.
Sadie levantó su pergamino. 
—Annabeth, tú y Percy, saquen a Nekhbet de aquí. ¡Ahora!
No hubo tiempo para discutir. Annabeth y yo arrastramosa la diosa como 
apoyadores, y la empujamos a través del campo, lejos de Setne.
Detrás de nosotros, Sadie gritó. 
—Ke-ra-noh.
No vi la explosión, pero debió ser impresionante.
47
Annabeth y yo fuimos arrojados hacia adelante. Aterrizamos encima de 
Nekhbet, que graznó en disconformidad. (Por cierto, no recomendaría llenar tu 
almohada con plumas de buitre. No son para nada cómodas.)
Me las arreglé para ponerme de pie. Donde Setne había estado ahora era un 
cráter humeante.
El cabello de Sadie estaba chamuscado en las puntas. Su moño estaba 
deshecho. Sus ojos estaban enormes de la sorpresa. 
―Eso fue brillante. ¿Le di?
―¡Nop! ―Setne apareció a unos cuantos metros de distancia, tropezando un 
poco. Sus ropas estaban ardiendo, pero lucía más aturdido que herido.
Se arrodilló y juntó algo cónico y blanco... La corona de Nekhbet, que se le 
debe haber caído cuando la abordamos.
―Gracias por esto. ―Setne extendió los brazos triunfalmente, la corona 
blanca en una mano, el Libro de Thoth en la otra―. Ahora, ¿dónde estaba? ¡Oh, 
cierto! ¡Consumiéndolos por completo!
Al otro lado del campo, la voz de Carter gritó:
―¡STAHP!
48
Supongo que stahp es en realidad una palabra en Antiguo Egipcio. ¿Quién 
sabía?
Un brillante jeroglífico azul segó a través del aire, cortándole a Setne la mano 
derecha por la muñeca.
 
Setne chilló de dolor. El Libro de Thoth cayó al césped.
A seis metros de mi, Carter apareció fuera de la nada, sosteniendo la gorra 
de Annabeth de los Yankees. No estaba en modo gigante-gallina, pero, ya que 
acababa de salvarnos la vida, no iba a quejarme.
Setne bajó la mirada al Libro de Thoth, todavía en su mano cercenada, pero 
me lancé hacia adelante, empujando la punta de mi nueva espada bajo su nariz
―No lo creo.
El mago gruñó. 
―¡Toma el libro, entonces! ¡Ya no lo necesito!
Se desvaneció en un remolino de oscuridad.
En el suelo detrás de mí, la diosa buitre Nekhbet se revolcó e hizo a un lado a 
Annabeth de un empujón. 
49
―¡Quítate de encima mío!
―Oiga, señora ―Annabeth se levanta―. Estaba tratando de evitar que la 
devoraran. De nada.
La diosa buitre se puso de pie.
No parecía tan impresionante sin su corona. Su peinado era una ensalada de 
barro y hierba. Su vestido negro se había convertido en una bata de plumas de 
muda. Ella lucía arrugada y encorvada, con su cuello extendido como... bueno, un 
buitre. Todo lo que necesitaba era un cartel que dijera, VAGABUNDA, CUALQUIER 
COSA AYUDA, y le habría dado mi cambio de repuesto sin dudar. 
―Ustedes niños miserables, ―se quejó―. ¡Yo podía haber destruido a ese 
mago!
―No tanto ―le dije―. Hace unos minutos, vimos a Setne inhalar una diosa 
cobra. Ella era mucho más impresionante que usted.
Los ojos de Nekhbet se estrecharon. 
―¿Uadyet? ¿El aspiró a Uadyet? Dímelo todo.
Carter y Sadie se unieron a nosotros mientras informábamos a la diosa lo que 
había sucedido hasta ahora.
Cuando terminamos, Nejbet se lamentó en indignación: 
50
―¡Esto es inaceptable! Uadyet y yo éramos los símbolos de la unidad en el 
Antiguo Egipto. Éramos veneradas como las Dos Señoras! ¡Ese advenedizo Setne 
ha robado a mi otra señora!
―Bueno, él no te consiguió ―dijo Sadie―. Lo que supongo que es una buena 
cosa.
Nejbet enseñó los dientes, que eran puntiagudos y rojos como una hilera de 
pequeños picos de buitre. 
―Usted Kane. Debería haber sabido que estaría involucrado. Siempre 
curioseando en los asuntos divinos.
―Oh, ¿así que ahora es nuestra culpa? ―Sadie sopesó su báculo―. Escucha 
esto, aliento de buitre... 
―Vamos a manteneros concentrados ―dijo Carter―. Al menos conseguimos 
el Libro de Thoth. Detuvimos a Setne de devorar a Nejbet. Entonces, ¿cuál es el 
siguiente movimiento de Setne, y cómo lo detenemos?
―Tiene ambas partes de la pschent! ―dijo la diosa buitre―. Sin mi esencia, 
la corona blanca no es tan poderosa como lo sería, es cierto, pero aún así es 
suficiente para los propósitos de Setne. Sólo tiene que completar la ceremonia 
de deificación llevando la corona de Ptolomeo. Entonces se convertirá en un 
dios. ¡Odio cuando los mortales se convierten en dioses! Siempre quieren tronos. 
Construyen McPalacios chillones. No respetan las normas en la estancia de los 
dioses.
51
―¿La estancia de los dioses? ―pregunté.
―¡Debemos detenerlo! ―gritó Nejbet.
Sadie, Carter, Annabeth y yo intercambiamos miradas inquietas. Normalmente, 
cuando un dios dice, Debemos detenerlo, significa, Ustedes deben detenerlo 
mientras yo me siento y disfruto de una bebida fría. Pero Nejbet parecía seria 
acerca de unirse a la pandilla.
Eso no me pone menos nervioso. Trato de evitar asociarme con diosas que 
comen animales atropellados. Es uno de mis límites personales.
Carter se arrodilló. Sacó el Libro de Thoth de la mano cortada de Setne. 
―¿Podemos usar el rollo? Tiene una magia poderosa.
―Si eso es cierto, ―dijo Annabeth―, ¿por qué Setne lo dejaría atrás? Pensé 
que era la clave de su inmortalidad.
―Dijo que había terminado con él, ―recordé―. Supongo que, como, pasó la 
prueba, así que tiró sus notas.
Annabeth miró horrorizada. 
―¿Estás loco? ¿Tiras tus notas después de una prueba?
―¿No lo hace todo el mundo, señorita Genia?
―¡Chicos! ―interrumpió Sadie―. Es terriblemente lindo verlos atacarse el 
uno al otro, pero tenemos negocios. ―Se volvió hacia Nejbet―. Ahora, su Alteza 
52
Revuelca Basura, ¿hay una manera de detener a Setne?
Nejbet curvó sus uñas garra. 
―Posiblemente. Todavía no es un dios completo. Pero, sin mi corona, mis 
propios poderes están muy disminuidos.
―¿Qué pasa con el Libro de Thoth? ―preguntó Sadie―. Puede que ya no le 
sirva a Setne, pero nos ayudó a derrotar a Apophis.
Ante la mención de ese nombre, la cara de Nejbet palideció. Tres plumas 
cayeron de su vestido. 
―Por favor, no me recuerden esa batalla. Pero estás en lo correcto. El Libro de 
Thoth contiene un hechizo para encarcelar a los dioses. Se necesitaría una gran 
cantidad de concentración y preparación...
Carter tosió. 
―Supongo que Setne no se quedará alrededor en silencio mientras nos 
preparamos.
―No ―Nejbet estuvo de acuerdo―. Por lo menos tres de ustedes se 
necesitarían para poner una trampa adecuada. Un círculo debe ser dibujado. Una 
cuerda debe estar encantada. La tierra tiene que ser consagrada. Otras partes 
53
del hechizo tendrían que ser improvisadas. No me gusta la magia de Ptolomeo. 
Mezcla poder griego y egipcio es una abominación. Ahora Bien...
―Funciona ―dijo Annabeth―. Carter fue capaz de volverse invisible usando 
mi gorra. El rollo explosivo de Sadie al menos aturdió a Setne.
―Pero vamos a necesitar más ―dijo Sadie.
―Sí... ―La diosa buitre fijó sus ojos en mí como si yo fuera una sabrosa 
zarigüeya muerta en el lado de la carretera―. Uno de ustedes tendrá que luchar 
contra Setne y mantenerlo desequilibrado mientras que los otros preparan la 
trampa. Necesitamos un ataque híbrido muy potente, una abominación que 
incluso Ptolomeo aprobaría.
―¿Por qué me miras? ―pregunté―. No soy abominable.
―Eres un hijo de Poseidón ―señaló la diosa―. Eso sería una combinación de 
lo más inesperada.
―¿Combinación? ¿Qué...?
―Oh, no, no, no. ―Sadie levantó las manos. Lucía horrorizada, y cualquier 
cosa que pueda asustar a esa chica yo no quería saber de ello―. Nejbet, no 
puede hablar en serio. ¿Quieres que un semidiós te hospede? Ni siquiera es un 
mago. ¡Él no tiene la sangre de los faraones! 
Carter hizo una mueca. 
―Ese es su punto, Sadie. Percy no es el tipo habitual de anfitrión. Si la 
vinculación sirve, podía ser muy poderoso.
54
―¡O podría derretirle el cerebro! ―dijo Sadie.
―Espera ―dijo Annabeth―. Prefiero a mi novio con un cerebro sin fundir. ¿De 
qué exactamente estamos hablando aquí?
Carter movió la gorra de los Yankees hacia mí. 
―Nejbet quiere que Percy sea su anfitrión. Esa es una forma en que los dioses 
egipcios mantienen una presencia en el mundo de los mortales. Ellos pueden 
habitar cuerpos mortales.
Mi estómago se revolvió. 
―¿Quieres que ella... ―Señalé a la agotada vieja diosa buitre―...me habite? 
Eso suena... 
Traté de pensar en una palabra que expresar mi completo disgusto sin ofender 
a la diosa. Fallé.
―Nejbet... ―Annabeth se adelantó― ...únete a mí en su lugar. Soy una hija de 
Atenea. Podría ser mejor...
―¡Ridículo! ―La diosa se burló―. Tu mente es demasiado astuta, chica... 
demasiado terca e inteligente. No podría manejarte tan fácilmente.
―¿Manejarme? ―protesté―. Oiga, señora, no soy un Toyota.
―Mi anfitrión necesita un cierto nivel de simplicidad ―continuó la diosa―. 
Percy Jackson es perfecto. Es poderoso, pero su mente no está demasiado llena 
de planes e ideas.
55
―Guau ―dije―. Realmente se siente el amor aquí.
Nejbet se volvió hacia mí. 
―¡No hay tiempo para discutir! Sin un anclaje físico, no puedo permanecer 
en el mundo mortal mucho más tiempo. Si desea impedir que Setne se convierta 
en inmortal, necesita el poder de un dios. Debemos actuar ahora. ¡Juntos, 
triunfaremos! ¡Vamos a festejar sobre el cadáver de ese advenedizo mago!
Tragué saliva. 
―En realidad estoy tratando de recortar los festejos de cadáver.
Carter me dio una mirada de simpatía que sólo me hizo sentir peor.
―Desafortunadamente, Nekhbet tiene razón. Percy, tú eres nuestra mejor 
oportunidad. Sadie y yo no podríamos hospedar a Nejbet incluso si ella quisiera. 
Ya tenemos dioses patronos.
―Quiénes, convenientemente, se han quedado en silencio ―señaló Sadie―. 
Asustados de que sus esencias sean aspiradas, supongo.
Nejbet fijó sus brillantes ojos negros en mí. 
―¿Estás de acuerdo en hospedarme, semidiós?
Podía pensar en un millón de maneras de decir no. La palabra sí simplemente 
no pasaría mis labios. Miré a Annabeth en busca de apoyo, pero ella lucía tan 
alarmada como me sentía.
56
―Yo... no sé, Percy, ―confesó―. Esto está mucho más allá de mí.
De repente, la tormenta se apagó. En el silencio bochornoso misterioso, un 
resplandor rojo iluminó el centro de la isla, como si alguien hubiera iniciado una 
hoguera en las canchas de fútbol.
―Ese sería Setne, ―dijo Nejbet―. Ha comenzado su ascensión a la divinidad. 
¿Cuál es su respuesta, Percy Jackson? Esto sólo funcionará correctamente si 
usted da su consentimiento.
Tomé una respiración profunda. Me dije a mí mismo que hospedar a una 
diosa no podía ser peor que el resto de cosas horribles y extrañas que había 
experimentado en mi carrera semidiós... Además, mis amigos necesitaban mi 
ayuda. Y no quería que ese flaco imitador de Elvis se convirtiera en un dios y 
construyera un McPalacio en mi barrio.
―Muy bien ―dije―. Buitréame.
Nejbet se disolvió en humo negro. Se arremolinó a mi alrededor... llenando mi 
nariz con un olor a alquitrán hirviendo.
¿Cómo era el fusionarse con un dios?
Si deseas todos los detalles, lee mi reseña en Yelp. No tengo ganas de 
repetirlo. Le doy a la experiencia media estrella.
57
Por ahora, digamos que ser poseído por una diosa buitre era aún más 
perturbador de lo que me había imaginado.
Me elevé sobre las ciudades del Antiguo Egipto, rodeando el palacio del 
faraón. Yo era la diosa buitre Nekhbet; protectora del rey, escudo de los fuertes, 
azote de los débiles y moribundos.
También tuve un ardiente deseo de encontrar un bonito cadáver de hiena 
caliente, meter mi cara bien ahí y...
Bueno, básicamente yo no era yo mismo.
Traté de concentrarme en el presente. Me quedé mirando mis zapatos... el 
mismo viejo par de Brooks, cordón amarillo de la izquierda, cordón negro a la 
derecha. Levanté mi brazo de la espada para asegurarse de que todavía podía 
controlar mis músculos.
Relájese, semidiós. La voz de Nejbet habló en mi mente. Déjame tomar el 
control.
―No lo creo ―dije en voz alta. Me sentí aliviado de que mi voz todavía sonaba 
como mi voz―. Lo hacemos juntos o en lo absoluto.
―¿Percy? ―preguntó Annabeth―. ¿Estás bien?
Mirarla era desorientador. La parte ‘Percy’ veía a mi usual impresionante 
novia. La parte ‘Nejbet’ de mí vio a una mujer joven rodeada por un aura 
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poderosa ultravioleta; la marca de un semidiós griego. La visión me llenó 
de desprecio y miedo. (Para el registro: Tengo mi propio miedo saludable 
de Annabeth. Ella me ha pateado el trasero en más de una ocasión. Pero, 
¿desprecio? No tanto. Eso era todo Nejbet.)
―Estoy bien ―le dije―. Estaba hablando con el buitre en mi cabeza.
Carter caminó a mi alrededor, frunciendo el ceño como si yo fuera una 
escultura abstracta. 
―Percy, trata de encontrar un equilibrio. No dejes que se haga cargo, pero no 
luches contra ella, tampoco. Es como correr una carrera de tres piernas. Tienen 
que conseguir un ritmo con su pareja.
―Pero si tienes que elegir ―dijo Sadie― golpéala y mantén el control.
Gruñí. 
―¡Estúpida chica! No me digas... ―Forcé mis labios a cerrarse. El sabor de 
chacal podrido llenó mi boca―. Lo siento, Sadie, ―me las arreglé para decir―. 
Eso Fue Nejbet hablando, no yo.
―Lo sé. ―La expresión de Sadie se tensó―. Me hubiera gustado que tuvieras 
más tiempo para acostumbrarte a hospedar una diosa. Ahora bien...
Otro destello rojo iluminó las copas de los árboles.
―Cuanto antes saquemos esta diosa de mi cabeza, mejor ―dije―. Vamos a 
romperle la cara a Setne.
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Setne realmente no podía decidir sobre su vestuario.
Se pavoneaba alrededor del campo de fútbol con pantalones acampanados 
negros, una camisa con volantes blanca y un abrigo morado brillante; todos los 
cuales se enfrentaban con su corona de color rojo y blanco recién combinada. 
Parecía Prince de una de las viejas portadas de discos de mi mamá, y, a juzgar por 
las luces mágicas que se arremolinan a su alrededor, Setne se estaba preparando 
para la fiesta como si fuera 1999 AC.
Tener una sola mano no parecía molestarle. Agitó el muñón de estilo 
conductor, cantando en griego y egipcio, mientras la niebla se levantaba a sus 
pies. Los estallidos de luz bailaban y se agitaban a su alrededor, como si un millar 
de niños escribieran sus nombres con bengalas.
Yo no entendía lo que estaba viendo, pero Nejbet sí. Al tener su visión, 
reconocí la Duat: la dimensión mágica que existía bajo el reino de los mortales. 
Vi capas de realidad, al igual que los estratos de la jalea multicolor brillante, que 
caían hasta el infinito. En la superficie, donde los mundos mortales e inmortales 
se encontraban, Setne azotaba la Duat en una tormenta, produciendo ondas de 
colores, y plumas blancas y espumosas de humo.
Después de la aventura de Annabeth en Rockaway Beach, ella me dijo lo 
aterrador que era ver la Duat. Se preguntaba si el Duat egipcio estaba de alguna 
60
manera relacionada con el concepto griego de niebla; el velo mágico que evito 
que los mortales reconozcan a los dioses y monstruos.
Con Nejbet en mi mente, supe la respuesta. Por supuesto, la niebla estaba 
relacionada. La niebla era simplemente un nombre griego de la capa superior 
entre los mundos, la capa que Setne ahora estaba triturando.
Debería haber estado aterrorizado. Ver el mundo en todos sus niveles infinitos 
era suficiente para darle vértigo a cualquiera.
Pero yo había sido abandonado en océanos antes. Estaba acostumbrado a 
flotar en las profundidades con capas térmicas sin fin a mi alrededor.
También, Nejbet no era impresionada fácilmente. Ella había visto casi todo a lo 
largo de los milenios. Su mente era tan fría y seca como el viento del desierto de 
noche. Para ella, el mundo de los mortales era un páramo en constante cambio, 
salpicado de los cadáveres de los hombres y sus civilizaciones. Nada duraba. Todo 
eran animales atropellados a punto de ocurrir. En cuanto a la Duat, siempre se 
revolvía, levantando nubes de magia como las llamaradas del sol en el mundo de 
los mortales.
Aún así, ambos estábamos perturbados por cierto hechizo de Setne que rasgó 
a través de la niebla. No sólo la estaba manipulando. Magos hacían eso todo el 
tiempo. Setne estaba minando a cielo abierto la Duat. Dondequiera que diera un 
paso, fracturas irradiaban hacia afuera, cortando a través de las capas de la esfera 
mágica. Su cuerpo succionaba energía desde todas las direcciones,destruyendo 
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los límites entre la Duat y el mundo de los mortales, entre magia griega y la magia 
egipcia; lentamente transformándolo en un ser inmortal. En el proceso, estaba 
rasgando un agujero en el orden cósmico que nunca podría ser cerrado.
Su magia nos empujaba, a Nejbet y a mí, nos impulsaba a renunciar y ser 
absorbidos en su nueva forma gloriosa.
Yo no quería ser absorbido. Tampoco lo quería la diosa buitre. Nuestro 
propósito en común nos ayudó a trabajar juntos.
Me dirigí a través del campo. Sadie y Annabeth se desplegaron a mi derecha. 
Supuse que Carter estaba en algún lugar a mi izquierda, pero se había vuelto 
invisible otra vez, así que no podía estar seguro. El hecho de que no pudiera 
detectarlo, incluso con los sentidos súper buitre de Nekhbet, me dio la esperanza 
de que Setne tampoco lo vería.
Tal vez si mantenía a Setne ocupado, Carter sería capaz de cortar la otra mano 
de Setne. O sus piernas. Puntos de bonificación por la cabeza.
Setne paró de cantar cuando me vio.
―¡Impresionante! ―Sonrió―. Trajiste al buitre contigo. ¡Gracias!
No es la reacción que había estado esperando. Sigo esperando el día en que el 
malo de la película me vea y grite, ¡me rindo! Pero aún no ha sucedido.
―Setne, suelta la corona. ―Levanté mi kopis, que no se sentía pesado con el 
62
poder de Nejbet fluyendo a través de mí―. Ríndete, y es posible que salgas de 
esta con vida. De otra manera...
―¡Oh, muy bien! ¡Muy mortal! Y sus amigos aquí... Déjame adivinar. ¿Tú me 
mantienes ocupado mientras ellos ponen alguna trampa increíble para contener 
al dios recién hecho? 
―Todavía no eres un dios.
Desestimó con la mano el comentario. 
―¿Supongo que Carter está al acecho por aquí también, todo sigiloso e 
invisible? ¡Hola, Carter! 
Si Carter estaba cerca, no respondió. Chico Inteligente.
Setne levantó el muñón de muñeca. 
―Donde quiera que estés, Carter, me quedé impresionado con el hechizo 
corta mano. Tu padre estaría orgulloso. Eso es lo que te importa, ¿no? ¿Hacer 
orgullo a tu padre? Pero piensa en lo que sería posible si te unes a mí. Tengo la 
intención de cambiar las reglas del juego. Podríamos traer a tu padre de vuelta 
a la vida, me refiero a la vida real, no esa horrible media vida tan horrible que 
consiguió en el Inframundo. ¡Cualquier cosa es posible una vez que sea un dios!
Alrededor de la muñeca de Setne, la niebla se acurrucó, consolidándose en 
una nueva mano. 
―¿Qué dices, Carter?
Por encima del mago, el aire brillaba. Un puño azul gigante del tamaño de un 
63
refrigerador apareció sobre la cabeza de Setne y lo tiró al suelo de un golpe como 
un clavo en madera blanda.
―Digo que no. ―Carter apareció a través del campo, la gorra de los Yankees 
de Annabeth en su mano.
Me quedé mirando la corona de Ptolomeo, la única parte de Setne todavía 
visible en la superficie.
―Se suponía que esperaras ―le dije a Carter―. Poner la trampa. Déjenme 
tratar con Setne.
Carter se encogió de hombros. 
―No debió haber mencionado a mi padre.
―Eso no importa ―dijo Annabeth―. ¡Obtén la corona!
Me di cuenta de que tenía razón. Yo habría saltado a la acción, excepto que 
Nejbet y yo teníamos un momento de parálisis. La diosa quería su corona de 
vuelta. Pero le eché un vistazo al misterioso resplandor de la corona, recordé la 
forma en que la diosa de la cobra había sido devorado y decidí que no tocaría esa 
corona sin guantes de látex y tal vez un traje de materiales peligrosos. 
Antes Nejbet y yo pudiéramos resolver nuestras diferencias, la tierra retumbó.
Setne se levantó del suelo como si estuviera en una plataforma elevadora y 
miró a Carter. 
64
―¿Te hago una oferta perfectamente justa, y me golpeas con un puño 
gigante? Tal vez tu padre no estaría orgulloso, después de todo.
El rostro de Carter se desencajó. Todo su cuerpo brillaba con luz azul. Levitó 
lejos de la tierra mientras el avatar de Horus tomaba forma a su alrededor.
Setne no parecía preocupado. Cerró los dedos recién vueltos a crecer en un 
gesto de ven aquí, y el avatar de Carter se hizo añicos. La luz azul se arremolinó 
hacia Setne y fue envuelta en su creciente aura. Carter se derrumbó, inmóvil, 
sobre el suelo mojado.
―¡SETNE! ―gritó Sadie, levantando su báculo―. ¡Por aquí, pequeña 
comadreja!
Ella atacó al mago con un chorro de fuego blanco. Setne lo atrapó con su 
pecho y absorbió la energía.
―Sadie, cariño ―la regañó―. No te enojes. Carter ha sido siempre el 
aburrido. En realidad no quería concederle la vida eterna. Pero, ¿por qué no 
trabajas conmigo, si? ¡Podemos tener un montón de diversión! ¡Desgarrando el 
universo, destruyendo cosas a medida que nuestros ojos se fijan en ellas!
―Eso es... eso no es justo ―dijo Sadie con voz temblorosa―. Tentarme con 
destrucción. 
65
Ella intentó su habitual tono descarado, pero sus ojos se quedaron fijos en 
Carter, que aún no se movía.
Sabía que tenía que hacer algo. Habíamos tenido un plan... Pero no podía 
recordarlo. La diosa buitre en mi cabeza volaba en círculos en piloto automático. 
Incluso Annabeth parecía que estaba luchando para concentrarse. El estar tan 
cerca Setne era como estar al lado de una cascada. Su ruido blanco ahogaba 
todo.
―Sabes ―continuó Setne, como si estuviéramos planeando una fiesta 
juntos―, creo que esta isla será perfecta. ¡Mi palacio irá justo aquí, en el nuevo 
centro del universo!
―Un campo de fútbol fangoso ―señaló Annabeth.
―Oh, vamos, hija de Atenea! Puedes ver las posibilidades. ¡Ese viejo tonto 
Serapis tenía la idea correcta: reunir toda la sabiduría de Grecia y Egipto en un 
solo lugar y utilizar ese poder para gobernar el mundo! Excepto que Serapis no 
tenía mi visión. Voy a consumir los antiguos panteones: Zeus, Osiris, todas esas 
deidades polvorientas. ¿Quién los necesita? Voy a tomar las partes y piezas que 
puedo usar de todos ellos. Voy a ser la cabeza de una nueva raza de dioses. Los 
seres humanos vendrán aquí de todas partes del mundo para hacer ofrendas y 
comprar recuerdos.
―¿Recuerdos? ―dije―. ¿Quieres Inmortalidad para poder vender camisetas?
―¡Y bolas de nieve! ―Setne puso una mirada soñadora―. Me encantan las 
66
bolas de nieve. De todos modos, hay espacio para más de un nuevo dios. Sadie 
Kane, serías perfecta. Sé que te encanta romper las reglas. ¡Vamos a romper 
todas ellas! ¡Tus amigos pueden venir también!
Detrás del mago, Carter gimió y comenzó a moverse.
Setne miró con disgusto. 
―¿Aún no estás muerto? Chico duro. Bueno... supongo que podemos incluirlo 
en nuestros planes. Aunque, si lo prefieres, Sadie, sin duda puedo acabar con él.
Sadie dejó escapar un grito gutural. Avanzó, pero Annabeth la agarró del brazo.
―Lucha de forma inteligente ―dijo Annabeth―. No enojada.
―Buen punto, ―dijo Sadie, aunque sus brazos todavía temblaban de rabia―. 
Pero voy a hacer ambas cosas.
Desplegó el Libro de Thoth.
Setne sólo se rió. 
―Sadie querida, sé cómo derrotar todos los hechizos en ese libro.
―No ganarás ―insistió Sadie―. ¡No le quitarás nada más a nadie!
Ella comenzó a cantar. Annabeth levantó la khopesh prestada, lista para 
defenderla.
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―Ah, bueno ―suspiró Setne―. Supongo que entonces quieres esto de 
regreso.
El cuerpo de Setne comenzó a brillar. Gracias a Nekhbet, me di cuenta de lo 
que iba a pasar una fracción de segundo antes de que lo hiciera, lo que nos salvó 
la vida.
Carter estaba luchando por ponerse de pie cuando grité: 
―¡Abajo! 
Cayó como un saco de piedras.
Un anillo de fuego explotó desde Setne.
Descarté mi espada y me lancé delante de las chicas, extendiendo mis brazos 
al estilo portero. Una cáscara de luz púrpura me rodeó, y las llamas rodaron sin 
causar daños sobre las alas translúcidas que ahora se extendía a ambos lados de 
mí. Con mis nuevos accesorios pude proteger a Sadie y Annabeth de lo peor de la 
explosión.
Bajé los brazos. Las alas gigantes se retractaron. Mis pies, flotando justo 
separados de la tierra, ahora estaban encerrados en grandes piernas fantasmales 
con tres largos dedos y garras de un ave.
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Cuando me di cuentade que me movía en el centro de un buitre púrpura 
brillante gigante, mi primer pensamiento fue: Carter nunca dejará de hacerme 
bromas sobre esto.
Mi segundo pensamiento fue: Oh, dioses. Carter.
Sadie le debe haber visto al mismo tiempo que yo. Ella gritó.
El fuego había ennegrecido todo el campo, convirtiendo el barro húmedo 
en arcilla agrietada al instante. La niebla y luces mágicas se habían quemado. 
Mi nueva espada era una línea de bronce humeante yaciendo en el suelo. 
Carter estaba justo donde se había dejado caer, envuelto en humo, su cabello 
chamuscado, con el rostro rojo con ampollas.
Me temí lo peor. Entonces sus dedos se crisparon. Graznó un sonido, como 
‘Gug’, y pude respirar de nuevo.
―Gracias a los dioses ―dijo Annabeth.
Setne sacudió un poco de ceniza de la gabardina de color púrpura. 
―Bueno, le puedes agradecer a los dioses si quieres, pero no será por mucho 
más tiempo. Unos minutos más y la magia que he empezado será irreversible. 
Ahora, Percy, por favor deja caer ese tonto avatar antes de que te lo quite. Y, 
Sadie, te sugiero que me des el Libro de Thoth antes de que te hagas daño. No 
hay hechizo que puedas leer que me haga daño.
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Sadie dio un paso adelante. Su cabello naranja se curveaba alrededor de su 
rostro. Sus ojos se volvieron de acero, dándole un aspecto aún más como una 
joven Annabeth.
―Ningún hechizo que yo pudiera leer, ―Sadie estuvo de acuerdo―. Pero 
tengo amigos.
Le entregó el Libro de Thoth a Annabeth, quien parpadeó sorprendido. 
―Eh... ¿Sadie?
Setne rió.
―¿Qué va a hacer ella? Puede ser inteligente, pero no puede leer Egipto 
Antiguo.
Sadie agarró el antebrazo de Annabeth. 
―Señorita Chase ―dijo formalmente―, tengo una palabra para ti. 
Ella se inclinó y le susurró algo al oído de Annabeth.
El rostro de Annabeth se transformó. Sólo una vez antes le había visto con una 
expresión de asombro puro: cuando vio los palacios de los dioses en el monte 
Olimpo.
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Sadie se volvió hacia mí. 
―Percy... Annabeth tiene trabajo que hacer. Tengo que atender a mi hermano. 
¿Por qué no mantienes a nuestro amigo Setne entretenido?
Annabeth abrió el rollo. Comenzó a leer en voz alta en Antiguo Egipto. 
Brillantes jeroglíficos flotaban fuera del pergamino. Se arremolinaban en el aire 
a su alrededor, mezclándose con palabras griegas como si Annabeth estuviera 
añadiendo su propio comentario al hechizo.
Setne parecía aún más sorprendido que yo. Hizo un ruido ahogado en el fondo 
de su garganta. 
―Eso no es... Espera ahora. ¡No!
Levantó los brazos para lanzar un contrahechizo. Su corona comenzó a brillar.
Me necesitaba mover, pero Nejbet no estaba ayudando. Estaba un poco 
demasiado centrada en Carter, que olía tierno y sabroso.
Ese es débil, murmuró en mi mente. Pronto Muerto. Los débiles deben morir.
La ira me dio la ventaja. Carter Kane era mi amigo. No perdería el tiempo 
mientras mi amigo moría.
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Muévete, le dije a Nekhbet. Y tomé el control del avatar buitre.
Antes de que Setne pudiera terminar de emitir su hechizo, lo agarré en mis 
garras espectrales y lo llevé hacia el cielo.
Bien… vivo y respiro rarezas. Viene en el contrato cuando eres un semidiós. 
Pero todavía hay momentos en los que aún me sorprendo: como cuando vuelo 
dentro de un gigante buitre brillante, agitando mis brazos para mover mis alas 
místicas, sosteniendo a un mago casi inmortal en mis garras… todo para poder 
robarle su sombrero.
Ese sombrero no pensaba salirse, tampoco.
Volé en espiral en la tormenta, sacudiendo a Setne, tratando de tirar la 
corona de su cabeza, pero el amiguete debe haberla pegado a su jopo con súper 
pegamento.
Me atacó con fuego y rayos de luz. Mi exoesqueleto de ave esquivaba los 
ataques, pero, cada vez, el aura púrpura comenzaba a atenuarse y mis alas se 
sentían más pesadas.
—¡Percy Jackson! —dijo Setne retorciéndose en mis garras—. ¡Esto es una 
pérdida de tiempo!
No me molesté en responder. La pelea comenzaba a hacerme mella.
72
En nuestro primer encuentro, Carter me advirtió que la magia podía 
literalmente incendiar a un mago si la usaba demasiado. Supongo que aplica a los 
semidioses también. Cada vez que Setne me atacaba o trataba de zafarse de mis 
garras con su casi-divina fuerza, mi cabeza palpitaba. Mi visión se emborronaba. 
De repente, estaba cubierto en sudor.
Esperaba que Sadie estuviera ayudando a Carter. Esperaba que Annabeth 
estuviera terminando ese súper raro hechizo que estaba haciendo para poder 
atrapar a Setne, porque no podía permanecer en el aire mucho tiempo.
Atravesamos la capa superior de las nubes. Setne dejó de pelear, lo que me 
sorprendió tanto que casi lo dejo caer. El frío comenzó a traspasar mi aura de 
buitre, congelando mi ropa mojada, empapándome hasta los huesos. Era una 
especie de ataque sutil, probando mi debilidad, y supe que no podía dejarle 
hacerlo. Apreté mis patas de buitre más fuerte alrededor del pecho de Setne, 
tratando de aplastarlo.
—Percy, Percy. —Su tono sonaba como si solo fuéramos dos amigos dando 
una vuelta—. ¿No ves que increíble oportunidad es esta? Otra oportunidad. 
Tú sobre todos debería entender eso. Los Olímpicos una vez te ofrecieron su 
regalo más valioso. ¡Te ofrecieron ser un dios! ¿O no? Y tú, adorable idiota, ¡los 
rechazaste! Esta es tu oportunidad de corregir ese error.
Mi aura parpadeó y vaciló como un tubo fluorescente roto. Nejbet, mi 
compañera cerebral, centró su atención en mí.
73
—¿Rechazaste la inmortalidad? —sonó incrédula, ofendida.
Ella escaneó mis recuerdos. Vi mi propio pasado desde su cínico y 
desaprobante punto de vista: Yo, parado en la sala de trono del Monte Olimpo 
luego de la guerra contra los titanes. Zeus me ofreció una recompensa: ser 
un dios. Simplemente lo rechacé. En vez de eso, quería justicia para otros 
semidioses. Quería que los dioses dejaran de ser unos patanes y prestaran 
atención a sus hijos.
Una respuesta estúpida. Un deseo ingenuo. Rechacé el poder. Jamás rechazas 
el poder.
Me esforcé para mantener mi agarre en Setne.
—Nejbet, esos son tus pensamientos, no los mío. Hice la decisión correcta.
—Entonces, eres un tonto —siseó la diosa buitre.
—Sí, hermano —dijo Setne, quien aparentemente podía oírla—. Tengo que 
estar de acuerdo con Nejbet esta vez. Hiciste algo noble. ¿Y qué pasó? ¿Los 
dioses cumplieron sus promesas?
No pude separar los amargos pensamientos de Nejbet de mis sentimientos. 
Claro, me quejo de los dioses todo el tiempo, pero nunca me arrepentí de mi 
decisión de permanecer mortal. Tengo una novia. Una familia. Toda mi vida por 
delante, suponiendo que siga con vida.
74
Bien… tal vez solo es Nejbet en mi cabeza, o Setne jugando conmigo, pero 
comencé a preguntarme si cometí un gran error.
—Te entiendo, chico —La voz de Setne estaba llena de compasión—. Los 
dioses son tu familia. Quieres pensar que ellos son los buenos. Quieres pensar 
que los haces sentir orgullosos. Yo quería eso con mi familia. Mi padre era 
Ramsés el Grande, ya sabes.
Estaba planeando lentamente en círculo ahora, mi ala derecha rozaba las 
nubes de tormenta. La corona de Setne brillaba con más fuerza. Su aura se volvió 
más fría, adormeciendo mis garras y mezclando mis pensamientos. Sabía que 
estaba en problemas, pero no sabía qué hacer.
—Es difícil tener un papá poderoso —continuó Setne—. Ramsés era el faraón, 
por supuesto, así que la mayor parte del tiempo hospedaba al dios Horus. Decir 
que se hizo distante es poco. Seguía pensando: Si hago las decisiones correctas 
y pruebo que soy un buen hijo, eventualmente se dará cuenta de mí. Me tratará 
mejor. Pero la cosa es, que los dioses no se preocupan por los mortales, ni 
siquiera por sus hijos. Mira en la mente de la buitre, si no me crees. Actúa como 
un buen niño, actúa noble… eso solo hará que les sea más fácil a los dioses 
ignorarte. La única manera de conseguir su respeto es plantar cara, ser malo y 
tomar lo que quieres.
75
Nejbet no trató de convencerme de lo contrario. Ella era la diosa protectora 
de los faraones, pero no le importaban

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