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EL REY RODRIGO EN LA LITERATURA 
17. RODRIGO EN EL TEc>\'l'RO ALElMl\N, FRANCÉS E ITALIANO 
(183I -1878). 
Las últiJlllas manifestaóones importantes de la leyenda de Ro-
drigo a;par.eoen , en el teatro alemán, durante la época en que el 
.drama ,JJistórko anduvo de moda. 
'En 1831 1JUb!i.ca J. ·K. Braun von Braum.tJhal una tragedia .. 
Graf Juz.ian (r) . Como su nusmo título pr·eviene, esta obra arran-
-ca ·de la tragedia inglesa ele Landor. J ulian apa1·ece dignificado, 
admimble ·por su austera vi·rtud; tan sólo se quiere servir de lo& 
.moros como un pasajero instrumento de la venganza, que no 
apestarán el aire c1e la patria ni una hora más ele lo necesario (,2). 
También es de Landor e1 .que Siseberto, hijo de Víf.itiza, sea el 
aanante de Julia, la .hija de Julián, y el que ésta se dirija a un 
convento en las últimas es·cenas de la obra. 
Per-o después von B.raunthal . se él!parta de Lanclor 1Jara en-
ca-nrilarse .por las más conocidas roderas de la traclióón, a~cep­
tando la ,traición de Oppas, aludiendo a.J a113JnaJllliento de la 
~cueva de Toledo en una nodhe tormentosa, etc. Pat;a esto leyó· 
a Mariana; por ejemplo, en aquel pána:fo donde Mariana dice 
(r) Graf ft¡/ian, Tra11.1erspiel in fünf Aufzügen, von J. K Bramr 
Ritter v. Braunthal, Berlín, 183r. 
(2) IV, z." Antes, III z.a, Rodrigo dice: 
"Kein Sterblicher in meinem weiten Reiche 
ist mir verhasst wie dieser Julían, 
doch ehren, vahrlich, muss ich ihn, selbst hassend, 
Bewundrung zwingt sein heil'ger Ernst mur ab." 
Al fina.! del acto Ili, Julián r·echaza el nombre de traidor que puede 
darle el mtmdo. 
EL REY RODRIGO EN LA LITERATURA 193 
que gobernaba la Maur:itania Tingi·tana "un conde por nombre 
Requila, lugartiniente, como yo entiendo, del conde don Ju-
lián" (r), hatlló von Braunthal la idea lde l1acer a Requi1a y a 
Julián ccxmpetidor.es por el gobierno de Tánger. Leyó tamb-ién 
la :tragedia; de Ma•ría Rosa Gálvez, la cual le sugirió el incen-
dio f<inal, en que perece la hija ele Julián, y le dió el recurso 
de poner al lado de Rodr·igo un mal co11sejero que le incita a 
desafueros y tonpezas (el mismo Requila en la tragedia aie-
mana; Egerico en la de Rosa Gálvez) (2). 
La flaqueza principal de la tragedia de von Braumtlhal pro-
viene de esta mezcla de fuentes que tanto daña el fondo mismo 
de la ooncepciión de Landor. Julián.no akanza inte~·és bastant'e para 
ser el ver,daderci protag'onista , •como el título ele 1a tragedia rule-
mana lhace Sl1[)0ner y como lo .es en la inglesa; y ·por otm parte, 
Rodrigo puede mudho menos aspirar al •protagonismo : traído 
y llevado por Requila, atormentado y remordido por visiones, 
se muestra des,faHecido, sin ánimos : "O Requila, was ma.dhi:est 
du a.us mir!" (IV, s.a). 
De ningún valor ·literario es el Roderich, "ckama hristárri-
co", 11or vV. Bidawslá (1837) (3), composición informe que, 
a .pesar ,ele su subtítulo, tiene poquísimo de histórica. Aquí Ro-
drigo envenena a \ iViti.za; degüe.Jla lo- nli&n1o a sus . propios cóm-
plices que a sus enemi•gos; rapta a .Ia hija de JuEán, atropellan-
do .todos los obstáculos; es una p.otente fuerza destructora, [Th'Í.s 
que ·ciega, loca e insen6ata: qtú.ere salvar de la ruina al reino 
godo y para ello a11sía 'Co~onarse,' aunque anltes el reino m·ismo 
deba arder en nt1na.s y cubrirse ele cadáveres. Es de advertir 
que d autcir, hallando >todavía estreclho el reinado ele Rodrigo, 
emtPieza su drama con un Consejo del ·reino, pr.esidido 1Jor vVi-
tiza. La .tra•ición aoaba con la esti[·pe ele los godos, y Rodrigo , 
(r) Mariana, Historia, VI, 21. Morales, Coronica, XII 67, habla 
en términos muy distintos de Requila, ciñéndose a lo que dice el Arzobis-
p'o de Toledo. • 
(2) Acaso tomó también de la Gá.lvez la presencia de Pelayo al lado 
de Rodrigo, en la batalla. Pero el encargo que Rodrigo da a Pelayo de 
salvarse de la . derrota para que pueda restaurar la perdida monarquía, 
más parece tomado de la narración inglesa de Trueba, de qtúen sin duda 
procede el nombre de Edeko que von Brauntha.l da a un general godo. 
(3) Roderich der letztt? Konig der Westgoten, Historiches Drama iu 
fiinf Aufziigen, von vVenzes>law Bielawski, RresJlau, I837· 
194 DOLETÍK DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
gritándose el postrero de su raza, s·e arroja al Guadalete y des-
aparece para siempre (r). . 
Ema:nuel Geibel nos da _ya algo más interesante que los dos 
anteriores al tomar nuestra leyenda para es·trenarse en el teatro. 
Geibel es el traductor de seis romances del rey Rodrigo, con 
otros muchos romances, leti"illas y líricas. españolas (r843-r86o), 
autor tamb~én de una Brunhild, tragedia nibelúngica (1858). 
Su trag·edia I<linig Roderich (2•), public.c-u:la en 1844, es un 
desar.rollo escénico de toda la leyenda, sin que falte la cueva 
encantada ·de Toledo, a la que el rey desciende en medio de la 
tormenta y de la osturidad, bus·cando tesoros que neces1ta pa·ra 
Tesisrt:ir a la invasión africana, escena tomada de Abulcácim. En 
esto Geibel se deja influír ;por el arte ele Lope de V·ega, y ado¡p-
ta en ~ran parte el •tipo de cJ.rama hi.stótij.co tan corriente en el 
antiguo teatro e 5¡pañol, t'lcí,piclo en la variación de escenas, poco 
preocupado del desarrollo ele •Cara,cteres. Segím este sj.stema, el 
Rod-rigo de Geibel, al ver la mala s·uerte de sus armas, pasa en 
seguida de la anrt:ligua fr.ivoliclad orgiástica a una aus.tera deci-
sión de arQ·epentimiento. De igual modo J ulián, heroico y fiel, 
rechaza todo arreglo ele paz que le propone Tárik; pem en cuan-
to oye a FJ.or.inda deshonrada, pasa repen1Jinamente al extremo 
opuesto, y llamando a Tárik, a quien acaba ele despedir, le pro-
pone la traición. 
Notemos en este mismo paso de la acción otra muestra ele 
cómo Geibel se preocupa 'má\S de indicar situaciones dramáti-
cas que ele ·clesarmllarlas. Cuando J ulián quiere herir a Florin-
da cleshonracla, se siente sin ánimos para e!Io, al ·contemplar los 
ojos de su hija, pero ésta Ie esfueQ·za: "Me vendaré los ojos 
pa.ra que no .Jos veas" (II, 5."). Esta hase no tiene todo su va-
lor poético sino cuando reco-rdamos la leyencla de Svanihildra 
contada por Saxo Gramático, leyenda en que 1a conmovedora 
belleza de los ojos ele la víctima es tratada más por extenso. 
Los caracteres son débiles. El rey no tiene grandeza ni anm 
(r) Sobre el campo de la derrota el Arzobisp'o de Toledo desposa 
a Teodomiro con Irmengarda, la hija de Ju!ián el Descreído (¡ Julian 
der Unglaubige !), y le envía a Asturias, a . recoger allí los restos del 
pueblo godo (Theodomir = Pdayo !). 
(2) Konig Roderich, eine Tragiidie in fünf Aufzügen, von Em. Gei-
bel. Stuttgart u. Tübingen, 1844. Dedicatoria en verso al rey ·de Pru-
sia Federico Guillermo IV. 
EL REY RODRIGO Ei\ LA LITERATURA I95 
en el soterraño misterioso de Toledo; hasta Oppas es figura 
·más .saliente que éL F lorincla va ganando interés. :tviantiene in-
variable .su amor a Rodrigo, y aun d'espués de despneciada pú-
blicamente por su amante, se wrriesga para evitar que com!bata 
<:on Julián, y cuando éste mata al rey, ella muere junto al ado-
1·ado cadáver, defendiéndolo contra los moros .mbadores del 
botín. 
EStta enamorada Florincla, que monta a caballo y rorre a 
1nterponerse entre da-s es;paclas de Rodrigo y ele Julián (IV, 8." 
y V, 5.") nos deja ver que Ge1bel no sólo leía la antigua lite-
ratura española, sino también la tnuy reciente, la Florinda del 
Duque de Rivas ; la orgía inicial del poema español impresionó 
también a Geihel, que en el acto primero de su tragedia d'es-
arrolla una orgía en el palacio ele Tol-edo, aunque con sesgo cli6-
tinto -ele la ~del duque. Por lo demás, Geibel /había leído tam-
bién la Crónica Sarraciua, aunque ele ella saca sólo aspectos 
menos -importantes : J ulián, heroico y encarnizado debelaclor ele 
1os moros en Ce uta, antes ele ·caer en la traición; dolor de F lo·· 
rinda por los daños que caqsa a su patria (I-V, 8."); el nombre 
·de Pelisthes, capitán ele Rodrigo, ·que es el Pelistas rey o go-
bernaclo·r ·de Cór.cloba, según Cot'ral;la confidenta de Flo1·in-
'<la, invocando la antigua ami.stad entre ambas, y otros rasgos 
así. Pero Geibel depende, más que ele ,nacli·e, del relato inglés 
de Trueba; éste le guió en muy principales giros de la acción: 
F lorincla abandonada por el rey y enamo.racla de su cruel e in-
grato seductor; Florinda en el can1po ele batana besa los cles-
1)0jos del muerto rey, y 'encuentra a un robador de botín; Pe-
layo mal co111tento con el lujo y los vicios de la corte. 
La ficción de Geibel arranoa, pues, en gran parte, ele los 
románticos españoles Trueba y Rivas. Se 11alla también influí-
da a)or 'e l antiguo teatro español, ·pero sólo para la movilidad 
de .Ja acción; Geibe!l no revela conocer concretamente El último 
godo de Lo:pe de Vega (r). 
(r) En Geihel dice Julián: 
" ... gleich de m Apostaten, 
dem andern Julian, wi11cl: úe mit Schaudcrn 
mich nennen ... " en· 8.") 
y en el Ultimo godo, II", dice Rodrigo: 
" ... De estos Julianes 
poco bien a Italia vino, 
y lo mismo será agora; 
196 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
1 
La con1edia de Lope no ohra especialmente sobre el teatro 
a lemán sino más tarde, en 1862, en la tra•gedia que A. Pichler 
tituló Rodrigo (1), adoptando la forma española ele es•te nom-
bre para significar mejor su inspiración. Julián en el acto I 
ele P,ichler, presenta a Rodrigo la princesa Suleika, mujer de 
Horeira, el -emir die los beduinos, a la cual él ha hecho prisio-
nea, y el rey se prenda súlbitámente de la cautiva; lo mismo que 
el An11ildo que en la prúmera }o·rnada ele Lope entrega a Rodrigo 
la cautiva Zwra, hija del rey de Argel y amada de Abembúcar. 
Después, s·egún Piohler, el despechado Horeira entra con Muza 
y J uliáU1 en la invasión de España y recobra a Su!.eika (actos IU 
y V), como según Lope (j-ornadas II, III) Abeu.nbúca·r invade 
a España oon Muza y Julián y r·ecobra a Zara. También Piohler 
imita la singular versión que Lope ideó de la aventura de tEgi-
lona y Abdalaziz; pero ignorando el viejo valor tradi-cional de 
esta anécdota, el autor alemán sup11ime su final, que es lo único 
históri·co, la conversión de Abembúcar al cristianismo y su muer-
te violenta, lo cual, -en verdad, no interesaba nada para la leyen-
da de Rodrigo. 
Pichler conocía también la tragedia de Rosa Gálvez, que había 
sido conocida antes por von Braunthal. De ella tomó el ser Cava 
prometJida ele Pela yo; la generosidad de éste que, a pesar ele la 
ofensa .ele Ca"va, ayuda <Siempre a Rodrigo, y el carácter del rey, 
disipado en festines y descuidado de la · guerra. Probablemente 
P.idhler -oono'Ció también al duque de Ri;yas, cuando hace que 
Cava confiese ante Julián su amor al rey y que el padre, a,irado, 
la maldiga y levante el puñal para matarla (II, I .a). 
Rodrigo vuelve a presenta1·, como en Espronceda, rasgos by-
ronianos. Al •comienzo, disoJuto y frívo lo, toma el amor ele Cava 
que és-te Apóstata será, 
s.i ya tiene la ley mora." 
Pero esta comparación la creo espontánea en uno y en otro autor. 
Lope, a su vez, había sido precedido por AlmeJa (véase arriba, pág. 30, 
núm. 7). Y lord Byron, en su Don htan, recuerda también juntos el J u-
lián de Landor y e l Julián Apóstata. Tampoco indica conocimiento de 
Lope el que Geibel, al final de su tragedia, anuncie a Covadonga: el 
arzobispo Urbano, sobre el campo del Guada:lete, unge rey a Pelayo, cu-
yos descendientes ensancharán el reino, donde no se pondrá el sol, y el 
nuevo rey parte para Asturias al grito de "DiÓs con nosotros". En la 
nota penúltima recordamos análogo fin<cl del drama ele Bielawski, que 
no revela •la menor in11uencia ele 'Lo.pe ele Vega. Geibel sigue a Bielaws·ki. 
(I) A'clolf Pichler, Rodrigo, Trauerspiel in 5 Akten. 
EL REY RODRIGO EN LA LITERATURA I97 
como un pasatiempo; mas .después que ésta, sintiéndose despre-
óada, S·e mata., d rey cae en tenaces remordimientos; cada no-
che la sombra de Cava le acosa; en medio del festín, sangrien-
tos fa111tasmas anidan en !SU mente y en vano quiere ahuyentarlos 
con placeres, 
Bringt vVein, doch keine roten mehr! (IV•, 1.•) ; 
llama ansioso a Suleika, y al levantar su velo or·ee ver en eUa el 
rostro de Cava; el espíritu del rey se ·entenebrece e infñerna como 
el de Saúl, y al fin, derrotado y herido de muerte 1JOr la espa-
da de Julián, tiende a Pelayo la diadema real pa.ra •que salve en 
Asrt:urias lrus· reliquias del ejército godo . 
. La producción de teatro aJ.emán más original, la verdadera-
mente importante, es la de Flélix Dahn, Konig Roderich, 1876 (I). 
E l historirudor de los antiguos reyes germanos, que sacó de 
su erudición histórica otros va1·ios a•suntos . poéticos rehtivos a 
la primitiva Germania, buscó en el tema del rey Rodrigo un 
. aspecto .desatendido ha·sta ahora, salvo por H.erculano : e l de la 
interpretél!ción histÓ:riica según la crítica moderna. Dahn penetró 
íntimamente en la tragedia ·política y nacional que se oculta en 
los -relatos de la des•truoción ·de Es,paña, y consiguió, lo. que no 
acertó a hacer .Biielaw.ski ni por asomos, desentrañar, en feEz 
expresión artística, la elegíaca poesía que se encierra ·en las pa-
labras "el último godo". 
Dw1m, ·como historiador, se había aplicado a estudi<!!r las cau-
sas ele ruina que en sí tenía d reino visig.odo: nobleza turbulen-
ta, 'predominio del episcopado, falta de una clase media que se 
pudiese interesaJr pm· la cosa pública, los labradores caídos en 
servidumbre de los señores eclesiásticos o óv~les (2). Como poe-
(r) F. Dahn, K i:inig Roderich, ein Trauerspiel in 5 Aufzügen. En el 
Vonvort de la 1." edic. de r876, dice Dahn que su trag·cdia estaba escri-
ta en r87o, mientras que el conflicto entre la Iglesia y el Estado en Pru-. 
sia no empezó sin'o en r872, y advierte que todo en su obra está sacado 
de la historia visigiótica, donde el regicidio y la rebelión se hallan muy fre-
cuentemente registrados. Después de 1870 sólo modificó su tragedia in-
troduciendo el papel del Rechtswart, en cuyo lugar actuaba antes Pe-
layo. 
(2) F. Dahn, Die K.i:in4ge der Germanen, V, r870, págs. 227-229. En 
las págs. 243 s. se puede ver la abundante bibliografía que Dahn con-
sultó para la historia legendaria de Rodrigo. En el tomo VI critica lar-
gamente la Caída y ruina de Fernández-Guerra; pero no tiene en cuenla 
los trabajos de Dozy 111i del padre Tailhan. 
198 DOLETÍN DE LA REAL ACADE~IIA ESPAÑOLA 
ta, introdujo ·simpli·ficación en estos vari·os motivos, concen-
trando el interés dramático en la colisión entre el epis.copado y 
el trono. Dahn escribía •cuando iba a esta.Uar o yo había esta-
llado en Prusia el conflicto entre el 'Esta·do y 1a Iglesia. 
La tragedia ·Comienea su acción cuando, a la muerte de Wi-
tiza, los .obispos dudan entre degi:r al piadoso Juiián o al alta-
nero Rodrigo. Sindredo, metropolitano de Toledo, aboga por 
Rodrigo, a quien ·espera dominar, ex;igiénd!ale que, antes de [·eci-
bit- del metropolitano 1a 10orona; habrá de jurar respeto a los. 
privilegios eclesiásticos. Pero el día de Ja elección, Rodrigo !hace 
abrir tumultuariamente las pu~·tas de la basílica toledana para 
que -entre el pueblo, y por éste, no por los obispos, es elegido rey, 
r·estableoienclo el antiguo derecho gótico, según el oual, aJlí en 
la iglesia es alzado so.bre el escudo, al uso n:lilitar viejo. Los 
obi·spos protestan; pero Rodrigo, no habiendo recibido la coro-
na ·de manos de Siindredo, nada se cree obligado a jurar; lejos. 
ele eso, •convoca 1a asamblea ele los godos 1para que ella restaure 
los decaídos usüs nacionales. En esta poderosa es·cena, final del 
acto primero, dramatiza eficazmente Dahn las pal<tJbras ele la 
Cróniw NI ozárabe de 7 54: "Ruclericus tt~multuose regnum, hor-
tante senatu, invadit. " 
Para da,r a Roclrdgo decisión en su lucha •Con el episco¡)ado, 
Dahn fantas·ea las mocedades del rey, que ni.ng{m otro poeta 
había desenvuelto. El rey mismo las recuerda en un alltercado-
con el metropolitano: los padres de Roclrigü había,n sufrido per-
secución del del'O; su matri1nonio había sido anulado por pa-
rentesco;la madre ·encenracla en un olaust110, y el joven Rodri-
go, rebelde a reoibir órdenes sagradas, había sido vendido como, 
s·iervo en Africa. Allá, encadenado entre esclavos negros, ei 
úni·co ·consuelo de Rodrjgo era embriagar su humiHada ca.beza·. 
con el mguUo de raza, recrearse en los gratos sonidos del glo-
rioso idioma gótico, entonar las gestas de los antiguos héroes 
godo-s en medio de la mudez solemne ele las ardientes noohes del' 
des·ierto. Nacl·ie .se compadeció de él sino una noble muchadha 
goda que le libró de 1a esclavitud, y esa muchacha, Rodrigo, 
ya rey, la vuelve a encontra.r en Toledo; y es Cava, la hija d~­
J ulián ( r). 
Pero la diligente astucia ele Sindredo hahía log¡rado que Cava 
(r) "Doña Cava'' la llama también Dahn, tanto en Die Kon.ige der 
Gennanen como en la tragedia. 
EL REY RODRIGO EN T.1.·\ LITERATURA I99 
toma:se d velo de religiosa; así el metropolitatlio qtliere coger 
de nuevo entre .sus redes a Rodrigo, 1)Ues el r·ey .tentdrá que i·e-
cibir su es¡posa mediante una dis<pensa edesiásüca·, o, si no se 
somete a La .dispensa, Cava no podrá \Ser de él más que una aman-
te sacrílega. 
Rodrigo atropella estos planes, haciendo sacar violentamen-
te del monasterio a Cava, y .Sindreclo, queriendo mantener a 
toda costa la supremacía y los privilegios del poder ecles.i<fustico, 
mira ya como única liberación la inva·sión ele !.os n1!uswlmanes. 
Dahn, para si<mplifi.car las líneas de su cuadro, anr.ibuye al me-
tropolitano de Toledo {censurado ele mal! obispo por la Cróni-
ca M ozá?'abe : "Non ut 1)astor sed ut mercena:rius ") <los rasgos 
histó-ricos del arzobispo ele Sevilla Oppas, tan activo partida-
rio de 1a sumisión a los musulmanes. Y Oppas en la tragedia 
de Dahn pasa a ser personaje ele segunda fila. 
También dramatiza hábj.lmente Dahn la , debilidad del ejér-
ci'to y de las dases sociales godas. Cuando la invasión amenaza, 
Rodrigo pide .reiteradamente a los obi·spos su ayuda para la gue-
rra, ya que una mayoría de hombres son siervos de la iglesia. 
Pero en vano .suplica, en va·no invoca Jos sentimientos de raza 
y de •patria en el co·razón ele Sinclredo, pues éste se niega a ro-
bustecer el ej.ército del tirano .satánico: ni un hon1bre ni un di-
nero le dará { r). Entonces Rodrigo élesgarra el pergamino de 
los .privilegios de Recareclo, sin pensar que en esta fiera luoha 
tiene que quedar vencido. Cua11do sobreviene cl mayor peligro 
de la bataila de Jerez, Sinclreclo publi·ca solemnemente el anatema 
contra el rey conculcador ele los derechos ele la Iglesia, y así 
detien~ ,eJl ímpetu de los guerrews cristianos. La derrota ele los 
•godos se .hace inevitable y Roclfi.go muere, confiando a Pelayo 
la misión ele restaurar las reliquias del pueblo godo en Astu-
rias: "N un mag cler Gotenki:inig ruhig sterben, fo.rt lebt cler 
Goten Reiclh." Cava se mart:a con el puñal de Rodri>go. 
Esta tragedia se funda en documentos históriooiS; de otras 
(I) Todo el acto cuarto es muy animacl:o. En la escena 8." está el 
principal diálogo entre el Rey y el metropolitan'o: 
"RoD. Bist du ein Gote? sprich, bist du e in Mann? 
.SIND. !eh bin ein P1·iester und ich bin ein Christ. 
RoD. Ha:st ldu kein Herz für deines Volkes Ehre? 
SIND. Des Chnisten Ehre ist nur Christi Kreuz. 
RoD. Hast du Kein Herz für Vaterland und Heimat? 
SIND. Des Christen Heimat ist im H immel nur ... " 
200 BOLETÍK DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
obras literarias del oido parece que no ha tomado· nada. Las 
influencias que solbr·e el autor actúan mÓJs directamente no pro-
ceden de la tradición poética de Rodrigo sino de fuera de ella. 
Hay, ciertamente, en la tragedia de Dahn un exceso ele idea 
política; el erudito historiador prevalece a veces sobre el dra-
maturgo; pero en general Dél!hn acierta 01. clesenh·añar grandeza 
poética ele la docta i11terpretación que da a los .dncurmentos au-
ténticos, · y su obra es un buen modelo ele drama histórico, ele 
verdadera .poetización ele la historia. 
·Dentro ele este terreno propio ele un historiógrafo, Dahn 
procede con aJ,go ele esa audacia interpretadora que Hebbel había 
puesto en sus dramas Jegenclarios, aunque oon bwstante menos. 
Verdad es que el mismo Hebbel, al tratar un asunto nacional 
como los Nibelungos, había oreido necesan.·,io limitar abnegada-
mente su propia üniciativa, que n1abía dejado mucho más libre 
respeoto a un asunlbo bíblico como Judit. Pero además, si Dahn 
realliza algo del agigantamiento hebbeliano del 1_)rotagonista, es 
huyendo del maravilloso mundo de la fábula, para encer.rarse en 
un ambiente de realidad históri,ca. 
Dos años después de la de Dahn, aparece nueva tragedia: 
Konig Roderich, de Karl S. Ritter (r878); pero me es desco-
nocida. Creo sea la última ·de la serie que produjo la época del 
drama U1istórico. 
Fuera de A1emania no hai!amos ·en -el teatro extranjero una 
corriente de dramatización de la leyenda de Rodágo; sólo en-
. contramos algunas .obl'as suelta,s de muy ·escaso interés. 
Etigene Scribe tiene un libreto de ópera, Florinde ou les 
maures en Espagne (r85r), cuya acción pasa toda en ·Ceuta. 
Rodrigo, pPimero diSif.razado· de moro en un torneo y luego 
como incógnito ·caballero cristiano, enamo·ra y fuerza a, Fdorin-
da; después, Heno de remordimientos, quiere hacer reit1a a su 
víctima; J ulián también se avergüenza de su traición, pero 
ambos arrepentimientos son ta.rdíos y estériles. La trama es 
muy enredada y la indómrrta fantas.ía de Scribe no hace apenas 
caso de la tradición {r). 
(r) Oettvres completes -de Eugene Scribe de 1' Académie fran<;aise. 
Paris, r876, 3• serie, t. V, págs. 263-3 I2: FlO?'inde Mt les maures en Es-
pagne, opera en quatre actes; musique de S. Thalberg ; Londres, théa-
tre de la Reine, 3 juillet r85r; traduction par M. Edmond Villetarc1, du 
Scenario, mis en vers italiens par M. Giannone. 
EL REY RODRIGO EX LA LITERATURA 20I 
En Italia, Angelo De Gubernatis, cuando apenas tenía vein-
t e años, en I86o, incitado a escribir ·para el teatro, leía "una 
.cróni·ca española" (I), en vi&ta de [a cual se puso a dramatizar 
;ttn Don Rodrigo, último re de' Visigoti. La obra, impresa en C~ie­
ri, pequeña ciudad de Piarnon1:e, con un proemlio de Giovanni 
Prati, fué estrenada sin éxito en Turín, en la p.rdmavera de 
I86r. Inútiles han sido las diligencias que el profesor B. Swn-
visenrt:i ha hedho en mi obsequio para encontrar un ejemplar 
.de este drama (2). 
I8. LAS ÚLTIMAS PRODUCCIONES DE LA IJEYENDA. 
Agotado el ímpetu romántico, sobr.evienen reacciones de rea-
1ismo y positivismo, que traen gustos muy adversos a la poesía 
leg,endaDia y aun a la histórica en general: de dla se alejaban 
-rápidamente los derroteros de la novela y del teatro. 
Las generaciones inmediatas a la de Zorrilla, las de N úñez 
-de Arce, Echegaray, Pereda o Galdós, no podían pensar ya en 
las viejas tradiciones nacionales. Nuestra 'leyenda, antes avirvada 
por las imagina·ciones más potentes, aJhora halla sólo acogida en 
ingenios oscuros. 
(r) De Gubernatis en su F1:bm, Págine di ricordi, Roma, rgoo, pá-
:ginas 125, · 139, 140 y 148, habla de la composición y representación de 
DMl Rodr·igo. La obra no gns>tó: "ancló a!l fine senza desa.pprovazioni, ma 
.quasi senza app.Jausi ". Contribuyó al fracaso la pnimera actriz que, re-
presentando una móra traidora, apareció en escena con una mejilla pin-
·tada más oscura que la otra, dando mucho que reír al público. 
(2) Dmante los siglos xvu y xvrrr e1 tema de Rodrigo fué muy tra-
tado en Italia. Antes de .Ja tragedia de Pepoli, -indicada en nuestra pá-
:gina r6r, nota, hallamos reseñadas por la Dram.maturgia di Lione Allacci, 
accresci11ta e con-timtata fino all a.nno 1755, Venezia, 1755, las obras si-
.guientes: ll Rodrigo, dramma per musica, d'un solo personag.gio, Ro-
ma, 1677, in I2°, obra de Don Giuseppe Malatesta Garulfi, y nota Allacci 
.que acaso no haya otro drama semejante a éste en que un único actor, 
durante tres actos, rep,resente él sólo todas las escenas.-Roderico, de 
Giov. Batt. Bottalino, Brescia r684, in 8°.-llRoáe1·ico, dramma per mu-
sica, da rappresen'tarsli in Mantova nel teatro di sua a.!tezza serenissima 
1'ann'o r686, Verona, r686, in I2·0 (el autor anónimo antepone un resu-
men histórico de los sucesos, tomado de la Storia. eh Spagna ·de Rogatis, 
vol. I. melodrama insignificante). Hay otra edición en Venezia r687, in 
!2°, y ·se representó también en Bologna en r686 y en Treviso el añ'o 
-s iguiente.-Rode1·ico, dr.amma í)er musica, Flirenze, r6g2, in 8°, obra de-
1os Academici Innominati de Florencia, representado, en el teatro de la 
Yia del Cocomero, al principt> Fernando de Toscana.-Jl Roderico, dram-
:ma pcr musica, Ferrara, I6g6, in fil; anónimo. 
14 
202 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
Eugenio .de Olava-r.ría y Huar.te, en dos de sus Tradiciones· 
de Toledo {r88o) (r), trata de los lugares toledanos que guar-
dan memoria del rey Rodrigo. "El Palacio encantado" suma las-
dos desoripciones del palacio y los dos relatos de la aventura de-
su violación, e&critos por Corral y 'J)Or el falso Abukácim, y 
aun refuerza las maravillas antiguas con nuevas detalle<>; pero 
Rod-rigo "el indiferente, el incrédulo", que .huye de la espa11- -
tosa .ruina del pala·cio, pose-ído "1_)or un terror super-sticioso" ,-
ca1"ece de grandeza '(2). Otra de estas narracion~s, "El Baño · 
de la Cava", se 1·efi-ere é!Jl dlesmoronado torreón que se é!Jiza en la . 
ribera del Tajo al 'Pie del puente de San Martín, y ¡próximo aL 
convento de San Agustín que se dice haber sido antiguo- al-
cázar de lns reyes godos ; F lorinda, loca de dolor y remordimien-
to, murió en ese torreón, mudo testigo del crimen eLe amor; en;_ 
las noches to-rmentosas, los espectros del rey y de la dama sur-
gían sobre el akáizar y sobre el torreón, hasta que un santo er--
mitaño fué a bendeci.r los antiguos baños {3). El autor recuer--
da al oom,ienzo de su ·relato que el 25 de mayo de 1879, aniver-
sario de la rewnqu•ista de Toledo, uno de los más renombrrados-
'J)redicadores -eLe la ciudad del Tajo anatematizaba desde el ;púl--
(I) Madrid, P. Montoya y Compañía. Reseña de F. Liebrecht, en· 
la Zeit. f. rom.. Phil., V, I88I, pág. 139; es mero resumen de las narra- -
ciones reseñadas. 
(2) El incendiado palacio se derrumba, "abriéndose en su lugar an- -
cha sima, en la cual se hundieron sus escombros calcinados"; esa sima 
es la Cueva de H érC1~les. "Podéis verla todavía en el sitio donqe antes-
se encontraba la parroquia de San Cinés de Toledo... Fué cerrada en:o 
1546 por el cardenal S.i,]iceo, por las prácticas y temores susperstici'osos 
a que daba lugar en el pueblo, y abierta en J85I po:r una sociedad de -
jóvenes entusiastas que quisüeron descubrir su verdadero origen y la lim-
piaron ele escombr'os hasta que llegaron a la roca viva". De es te reco- · 
nacimiento habla más detenidamente A. Martín Camero, Historia de 
Toledo, r862, págs. 193 y sigts. describiendo lo descubierto en r&sr como--
"una bóveda de unos 50 pies de largo por 30 de ancho que se levantaba 
sobre tres robustos arc·os, todo de indudable construcción romana"; 
luego Mar-tín Camero, fundado en la ex¡ploración del cardenal Silí-
ceo y en otros ·datos, sostiene la existencia de una gran cueva antigua. 
El mismo Olavarría en otra de sus Tradiciones, titulada La cueva de 
H é1·atles, refiere un cuento de apárecidos, relativo al tesoro que se de-
cía existir en dicha cueva, y a la aventura del muchacho que, andando-
por la -cueva tr-es leguas, fué a salir a1 campo, cerca de Añover. 
(3) Este llamado "baño" es resto de un antigu·o puente. Véase Mar-
tín Gamero, Hist. de Toledo, págs. 628 y s•Lguiente y Conde de Cedilla,.. 
Guia de Toledo. 
EL REY RODRIGO EN LA LITERATURA 203 
/ 
pito Ja memoria de ·la .Cava, sobre la cual llamaba las execracio-
nes de la :tierra y los castigos del óelo. E l tal predicador estaba 
ya muy l1ejos de la benévola .comprensión romántica. 
Un. i nsig·nificante drama musical, Florinda, pm· J . J . Jim.é-
nez Delgado (I88o) (1) , continúa el desarrollo de la leyenda tal 
como el drama de Príncipe y la novela de Juan de Dios Moll'a 
la presenta;ban, sumisvs a la invención de Rosa Gá:lvez de los 
amores de Florinda ·con Pela yo. Hay además- una .reminiscen-
óa de La Calentura, de .Zorrirlla, cuando en medio de la bataJla, 
F loa-inda, disfrazada en hálbi·to de monje, se presenta a:cusadora 
a;nte el rey •que la prirvó del :imor de Pela yo: 
(RoDJUGo.)-Vete.-(FLORINDA.)-N o; óyeme atento: 
el infierno a ti me an;oja 
como débil va la hoja 
arrastrada por el viento ... 
Recuerda ... Por tu [Jasión 
nuestra patria se derrumba. 
- ¡ Calla! - Labraste su tumba 
dentro de mi corazón. 
Virtud y amor -defendí, 
mas ma;ldita llego a ser, 
y tengo horrible placer 
ele verme vengada en ti. 
-Como se v·e, este drama lí·rico no es má·s que último eco de· 
las ficciones 'románticas de cuarenta o cincuenta años antes. 
Todavía ot110 I'ezagado, Florentino. Molina A·costa, estrenÓ· 
en r886 y en un teatro madrileño ele tercer orden, otro drama 
(1) "Flor inda., drama. lírico-histórico en t1·es actos y tm epílogo, en• 
verso, original de don ]. ]. Jiménez Delgado, música del· maestro don 
Miguel Marqués; representado .por primera vez en el Teatro de la Zar-
zuela el 6 de marzo de 188o." Comienza con un canto que entonan la s 
damas en honor el e Roderico y Egilona. F !orinda s·e va a unir a Pelayo; 
ella tiene un sueño fat ídi co en que un águila arrclJata a su amante y .le 
arroja en un mar ele sangre (recuerdo del romance de doña Alela). Pe-
layo avisa a l Rey el peligro que amenaza al reino. Rodrigo odia a Pe-
layo: está enamorado de F lorincla, y pide al judío Natán un nar-
cótico para gozar ele ella, a la vez que destierra a Pelayo. En el festín, 
J ulián t·rueca .las copas del narcótico, y el {mico que lo bebe es el mis-
mo Rodrigo ... La torre encantada es un centro de conjuración .. . Julián. 
huyó a Millaga y cruzó el mar en un f rágil harco de pescadores (recuer-
do del Duque de Rivas ... ) Ju!1án en la batalla hiere a Ftorinda sin co-
nocerla. El epílogo es Covadonga, con la muerte ele don Opas. 
204 BOLETÍN DE LA REAL ACADDHA ESPAÑOLA 
titulado Rodrigo (r), donde también es Pelayo el prometido d.e 
FLorinda, y la acción marcha guiada en todo po~· el novelón de 
Juan ·de Dios Mora. La literatura por entregas de la época ro-
mántica es la lectura .predilecta apropiada de estos autores de 
escasís·ima cultura y ninguna inspiración, únicos entre 1os cuales 
la leyenda ha1la alhora 1ntérpretes . 
. Des¡pués ya no hallamos en ea tea:tro más que una insípida 
rpamdia de ópera española: Florinda o la Cava Baja, de Sal-
vador María Granés (r887) (2), y una ópera en serio·, Florin-
·da, letra de, Angelo Bignotti y de F. Ximénez de Embún (r889-
r892 (3), donde también Pelayo está enamorado de Florind.a, a 
la cual custodia en la cueva de Co'vadonga; pero la dama aho-ra 
no corresponde al héroe, pues está prendada del renegado Munu-
za. No se ·puede dar más inútil des.enfreno en el atropello de 
1os datos tradicionales. 
Po/ último, en el sigJo actuad sólo encuentro una última na-
(r) " Rod1•igo o el último rey godo, drama histórico en un acto y 
e n verso, original de Horentino Malina y Acosta; estrenado con ex-
traordinario ·éxito en el teatro de :M.adricl el 19 de abril de r886." 
La acción se desarrolla toda en el Akázar de Toledo (la acotación 
.düce: "Sall'm gótico del 'tiempo ele los romanos" !) el año 720 ( !). El 
estilo es ·ele lo más ramplón. Pelayo, ante el peligro ele la patria, se re-
-concilia con Roclrig·o : 
" Roo R. ¡ Pela yo, qué estas diciendo ! 
¿·Me perdonáis las ofensas? 
PEL. Ya no queda otro remedio. 
Con que olvidar a Florincla, 
y de otro asunto tratemos. 
(2) "Opera espa.tí.ola ... con g'otas, en un acto y dos cuadros .... rerpre-
sentacla con extraordinario éx·ito en el 'teatro Es·lava, la noche del 1." 
de diciembre ele 1887." Se supone que el alcalde de 'Azuqueca compone 
esta ópera y que la representan unos cómicos de la legua. Florinda, al 
ver partir a Rodrigo para la guerra, recuerda los éxitos teatralesde la 
.época : 
"Ay, ay, ay ... 
parezco un personaje 
de' Echegaray." 
El título de la Cava Baja alude al nombre de una calle de Madrid. 
(3) "Dramm.a lirico in un atto ... música de Edoardo Viscasillas." 
'Barcel:ona, s in año. Texto en itwliano y en español. La ópera termina 
con la muerte de Florinda, herida por un dardo que Munuza arroja al 
1wír. Esta muerte de Florinda en Covadonga, pudiera argüir confuso re-
<euerdo del poema de Southey. 
EL REY RODRIGO EN LA LITERATURA 205 
rracwn legen1daria: La Cueva de Hércules (I904) (r), debida al 
jesuíta aragonés padre Esteban Moreu. El r·elato está ya muy en-
tretejido con recuerdos ]iterarios de Toledo, con citas de trozos 
poéticos y con alusiones a las consabidas "glorias del pasado"; el 
estilo, entreverado ele elevwciÓn TetÓri•Ca y familiarlidad vuugar. 
Com;prencle esta " leyenda" no sólo el episodio de la cueva de Hér-
cules, sino una expedición militar contra los vascos y las bata-
11as de Guaclalete y de Oovadonga. Moreu se inspi1·a en \iVásh-
ington hv-ing para pintau· la aparición de los guardianes de la 
cueva wnte el rey; se inspira twmbién en los romances que fre-
cuentemente inserta; tiene muy presente la novela A maya, de 
Navé!Jr,ro V·iJloslada, de quien copia la traducción de1 apócrifo 
Altobiscaren cantua; pero sobre todo s·e deja guiar por el dra-
ma de Prínoipe, conforme al cual inter·preta realistamente el 
episod·io de la cueva, convirtiendo a ésta en un centro de cons-
•piTador.es, judíos y vitizéli!los . 
. Todavía 1sig·uen en boga las producciones de la época .román-
tica, pero las menos valiosaJS, como la de Príncipe, es deoia·, las 
menos útiles para fecundar la imaginacwn. 
Los úJtimos vei111te años ya nada ofrecen a nuestra conside-
radi·ón. 
La poesía en España no se acuerda ele volver a1 tema ele 
Rodrigo. 1Es fuera de la Península donde se inicia un retorno. 
Jules Lecler.cq, de la Academia Real ele Bélgica, en sus Rimes 
Hérmques (1922), que son una libre y afortunada interpreta-
ción en tercetos franceses de vaTios roman·ces y tradiciones es-
pañoqas, trata La Pénitence du Roi Rodrigue. Respetando los 
principales incidentes del romance "Des·pués que el rey don 
R.oclfigo a Bspaña perdido había", el poeta cambia atrevidam: r 
te el fundamento mismo ele toda la acción ; el ermitaño impo-
ne al -rey aquella horrible penitencia tradicional que sabemos; 
pero no lo hace i1'1spiraclo por el cielo, sino por el .demonio de 
la venganza, según clescubnimos en el último verso : el ermita-
ño es eliiTllismo J uiián, que ~·íe al ver morir al rey víctima de una 
fe ciega y de un arrepentimiento profundo. 
Este respeto a rra exterioridad matedal de la acción, junto 
a un cambio total del espíritu que anima la anécdota, está dentro 
(1) "Leyenda del siglo \' III ", editada en Barcelona, por Gustavo 
Gili, 1904', roS págs, 
206 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA . ESPAÑOLA 
del sistema realista, seguido aquí por tantos, señaladamente por 
Príncipe, que amolda la·s fiociones arcaicas completamente al 
gusto y ·comprelliSiÓn modernos (r). Leolercq, en sus e:JGcelentes 
alejandrinos, alcanza más efecto poético que Príncipe, sin duda; 
pero creo que este sistema es inferior al opuesto que se esfuer-
za, no en allanar el a.r.caísmo hasta el nivel cotidiamo, sino en 
hacer que la imaginación moderna remonte hasta otear y com-
prender el espiritu de la antigüedad, reinc-orporándose a él art:á.-
vicamente. Lo más llano y oompr·ensible a nuestro pensamiento 
diario no ·tiene en verdad las mejores condiciones poéticas. De 
Techazar la arcaica penitencia, pref.erible es transformal'lw, como 
hizo Southey. 
Como ven1JOs, la poesía moderna, que no gusta de la narra-
-ción, es poco propicia para r·eanimar la leyenda. Los es-ca'Sos 
poetas españo1J.es modernos que volvieron a ,].os astmtos tradicio-
nales no se han fijado en la leyenda del r.ey perdido por des-
mesura y por amor, a pesar de ·ser ésta época romántica 1a que, 
·entr,e todas las españolas, llamó más p11o111to 1la atención d'e los 
poetas extranjeros, los más libres de toda ·r.utina tradicionalista. 
Sin duela las dificultades enrtrañadas ei1 un suceso de edad tan 
r.emota, ·difíci~ de compr·end:er y de reconstruír, s·on los prohi-
bitivos candados que cierran la puerta .de este palacio encanta-
do de la invención. Todavía esperamos al a:ntista fuerte en osa-
día que quehrante los cerrojos y penetre en el recinto para re-
velar 1los viejos misterios ima,ginat:ivos a:llí celados rpor Hércules. 
Esto s in duda no suoederá hasta que venga el tiempo en que 
los asuntos' hisrtórioo-s vuelvan a ser gran tema poéti·co. Volve-
Tán acaso entonoes a la poesía, no tanto por su dliVUJlgada anéc-
dota y -su ·co1ür local oomo aJtJ.tes, no 'tanto por su valor humano 
general, sino más bien por su significación de singnlaridad, como 
reconstrucción del alma aPcaica de nuestr-os aJntecesores, en cuya 
(r) Ell señor Leclercq, refiriéndose a su poesía, en carta de 12 fe-
brero 1924, me dice : "Le lecteur fran~ais ne pourra admettre qu'un 
saint ermite impose á un chrétien une mort épouvantable. Mais tout de-
vient naturel quand on fañt de l'ermite le 2omte Julien lui-méme, qui 
a jur.é de se venger. Et c'est ce que j'ai cru pouvoir imaJginer bien que 
cela ne se trouve pas dans les romances du roi Rodrigue du vrrr sie-
cle." El señor Leolercq obra, según parece, pensando en una diferencia 
ele gusto del lector francés respecto del españ'o.l; pero la penitencia er: 
un sepulcro pertenece al legendario cdstiano antiguo de todos los países. 
EL REY RODRIGO EX IJA LITERATURA 207 
:intuición el arte halla1:1á proiblemas y perfiles ps,iooJ:ógicos de ma-
yor interés que en la trillada ootid:ianidad ·del espíritu; la his-
toria será guía para introducir al poeta en oscuros. penetrales 
..del alma humana, y a su vez la mlirélida adivinadora de la poesía 
:PUede ser centinela avélit1Zad'a de la historia. 
19. CONCLUSIÓN. 
En la leyenda de Rodrigo hemos encontrado muchos moti-
·vos especiales de interés., compp.rada con lws otras leyendas. he-
roicas españolas. 
Es singular esa Jeyenda, desde luego, po.r no ser de origen 
.. castellano, como la gra,n mayoría. Se parece en esto a la de 
Bernardo del Carpio o a la del abad Juan de Montemayor, pero 
tiene un interés humano más general que ésta,s a causa del hon-
do dramatismo de las :pasiones que maneja y por [a en01rme 
_grandeza his·tór-ica de su catástw•fe. Además tiene un interés 
histórico mucho mayor que ninguna otra, por ser mudhísimo más 
.antigua que todas, ya que remonta a los tiempos visigóticos ; 
sin duda otras leyendas existieron en el s·iglo VIII y en los an-
teriores, pero sólo ésta sobrevivió, mer·ced a esa grandeza ele 
,su ca•tástrofe, cuyo recuerdo siguió disfrutando de actualidad 
.durante los odho 6•iglos de la reconquista. 
De modo que si, por 110 ser cas:tellana, -esta ileyenda perdió al-
;guna parte ele popularidad en los siglos XII y XIII, cuando pri-
varon Ia:s gestas de CastiUa, sin embao.>go, antes y después, ese 
superior interés humano 'e histórico hicieron de ella la leyenda 
-más tratada; en transmitírnoSila trabaja.ron mu1titud de narra-
dopes 1111UtSulmanes tanto del Andalucía como del Oriente; mul-
titud de histol'iógrafos cristianos; multitud de poetas, novelis-
tas y dramaturgos de España, Francia, Inglaterra, Alemania, 
Italia. 
Tan viejisima •leyenda ofrece en su largo desarrollo muy 
.singu1ares asp-ectos. A ,crearla cooperan las tres grandes• civili-
:zaJCiones peninsulare>s : la mozánbe, que ~e da origen al calor 
-del .partidismo visigótico; la árabe, que la exorna con ficciones 
-de gusto oriental, y la de los cristia,nos del Norte, que la recibe 
y refunde cqn tradiciones propias. 
Acogida así en tan van:ios centros culturales, nuestra leyen-
-da nos ilustra mejor que ninguna otra acerca de los fundamen-
-tos primarios de, la tradicionalidad épica. Nace la leyenda en-
:raizada en los grandes intereses y preocupaciopes nacionales, 
208 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMYá ESPAÑOLA 
tan unida a eHosque nace en dos formas diversas, correspon-
dientes a los dos partidos ·hostiles cuya luoha acarreó la pérdi-· 
da de ;España: una forma es la p.ropia del partido rodriguista,. 
otra la del vitizano. Después, cuando con el tiempo estos dos. 
partidos perdieron .su s1gnifica<:ión, la leyenda vino a servir otras 
ideas •e intereses: ·los sacerdotes y cronistas de los reinos dd 
No·rte la aprovecharon para propagar e1 concepto l·eligi.oso de 
que el ·pecado de los pueblos acarrea su ruina, y en consecuen-
cia exageraron la gothorum prepotens jactantia (v .. pág. 35, n.). 
P-or su parte los escritor:es musulmanes vieron en el fulminante 
desastre de Rodrigo un e jemplo alentador para los creyentes, 
uno de los milagrosos triunfos dd islam. Nlinguna obra leyenda. 
nacional obtuvo de este modo la colaboración de la·s dos gran-· 
des civilizaciones del mundo moderno. 
Y esta concurrencia del islam con el cri·stiani,<>mo no se dió> 
tan sólo en ,Jos comienzos de la leyenda. Durante muchos siglos, 
Jos dos pueblos en ' lucha siguieron !hallando valor de actuaEdad 
en el reJlato del rey Rodrigo que -pa:ra los musulmanes explicaba 
uno de Jos mejores acrecimientos del islam, y ,para los cristia-· 
nos el cataclismo li111Ícial de la reconquista. Así que aun en e!L 
siglo XIII la J.e)"enda .se renueva gracias a la sólida erudición. 
árabe del más famoso Arzobispo de Toledo; y todavía en el 
s iglo X IV reci.be su ensanche principal mediante la colaboración 
de un moro y un ·cnistiano que se reúnen IJ?ara traclu·cir la obra 
de un •célebre musulmán cordobés~ oriundo de Persia: el cola-
borador moro, maestre Mahomad, chapurrea en romance el rela-
to ámbe de la "fazienda del rey Rodrigo", mienrtras el clérigo· 
portugués Gil Pér·ez couige la dicci&1 e incorpora a:l conjunto. 
varios elementos ·cristianos. 
Una vez diV'tllgada sól1dament:e, merced a los impulsos po-· 
lírticos y religiosos de ,Jas dos graneles civilizaciooes aludidas; la 
leyenda pudo VJivir más clesinteresapa de todo !.o que no fuese· 
pura idea literaria. Claro es que en las manifestadones primitivas,. 
hoy per·didas, .también habría propósitos literarios al lado de 
los políticos, pero no los conocemos, porque -no interesaban a 
los historiógrafos, los cuales nos .conservan el relato poético-
tan sólo por aquello poco que les parecía histórico. 
La Ieyenda del rey Rodrigo es un resto arqueológico de los: 
tiemjpos visigóil:licos que no dejaron de su ·literahll"a vulgar más. 
muestra que ésta. 
EL REY RODRIGO EN LA .LITERATURA 209 
En su evolución primitiva manifies•ta va-rias contaminaciones 
con otra leyenda de antiquísimo arraigo· en Europa, referida o-ra 
a emperadores t·omanos, ora a 1·eyes germánicos, y que trata del 
rey ultrajador de la esposa de un noble. Sorprendenos analogías 
misteriosas y los .caminos de tales contaminaciones nos son total-
mente :ignorados, pues no conocemos textos españoles de esa le-
yenda euro-pea; ¿pero cuá:nto no hay desconocido e inexplicable 
en los caminos seguidos ¡por una f-icción influyente, aun tratán- ' 
dose ·de obras más tardías y de la mayor fama y notoriedad? 
Evidentes !Son Uas influencias musulmanas sobre Dante, según la 
demostración de Asín, y .sólo en hipótesis s·e 'Pueden sospecha:r 
los caminos de esa influencia. 
Como consecuencia de su extraordinaria ancianidad, la leyen-
da de la pérdida el~ !España floreció en cantos tradicionales mucho 
arP!:es que ilas leyendas otras castellanas, y <Se agotó antes tam-
bién. En el siglo XII daba aún destellos de poesía que ilumina-
ban la ruta de un jugla•r francés peregrino a Compo-stela. Pero. 
por su misma vejez y exoti-smo, el carácter épico de tla •leyen-
da de Rodrigo debía de ser m:uy disonante del tono épico cas-
tellano entonces de moda, asoÍ que a fines del XIII parece que 
el tema del .rey Rodrigc esl(:aba muy abandonado por -los ju-
glares de gesta, y sól.o •en el sigilo siguiente lo renuevan los na-
rrado-r·es en 'I_Yrosa, que componen y arreglan un relato histórico-
novelesco guiados ·por la •histol"ÍDgrafía árabe (v. págs. 62-63). 
En esta forma novelesca la [ey·enda de Rodr-igo tomó un 
final de tono as-oético, en fecundo contraste con los demás ras-
gos de que venía adamada; se recargó de espíritu religioso mu-
cho más intenso y expresirvo que .las leyendas castellanas, y el 
rey pec.:11dor fué sant·ificaclo en una espantosa penitencia de 
grandioso y bárbaro simbolismo. 
Después lluestra deyenda se vistió el ropaje de los 1-ibros de 
caballerías, cosa que las leyendas ca-st<:;llana:s no hicieron, por 
tener entonces muy divulgada otra forma extensa de diverso 
estilo, 1a del cantar de gesta. Y esa reda.cción novelesca, heclha 
por Corral, tuvo una boga extraordinaria en el snglo XVI, cuan-
do .Ja novela caballeresca privé\Jba sobre el gusto púlblico. 
Los temas del -rey Rodr~go entraoron en el romancero tam-
bién con una tDnalidad distinta que ilos demás; tan distil.).ta, que 
los romances del rey Rodrigo .pertenecientes al género tradi-
ci-onal y popular no fueron reconocidos como tales por los crí-
ÜcDS; e1 origen tar.dío -de estos romances, el estar ba,sados en 
210 BOLETÍ.\' DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
el libro de caballerías y no ·en cantares de gesta como los otros 
romances de tema castella,no, les da un tono singular, hijo de 
esa evolución retraswda, que es muy instructiva pa·ra la histortia 
del género. 
Y este aire de origen novellesco lo conservaron taJmbién los 
demás romances del rey RodTigo que después se compusieron 
·en otros estilos; se ejercitaron en fi·cciones más varia.mente hu-
manas que las heroicas, no sólo guerreras y caballerescas, s.ino 
variamente 1Jasionales, risueñas y gentiles o ascéticas y horren-
<las. Esta gran variedad dió un encanto especiwl al 1·omancero 
<le! rey Rodrigo y ilo señaló a la temprana a.dmiración de los 
románticos, al lado del famosísimo romanoero del Cid. 
Con el romall'cero cesan · propiamente los estudios que se han 
hedho sobre Ja leyenda de Rodrigo. De las producciones :posterio-
res sólo a veées se anal!iza alguna obra suelta . Se estima que sólo 
en la Edad Media existió una continuidad trwdicional que puede 
estudiar.se en conjunto, ·pues se piensa •que el autor de la Edad 
Moderna tiene una indifViduaUidad más saliente, y ésta le hace 
i:·Kapaz de abandonarse a una cor.riente tradicional. 
Si.n duda que hay aJlgo de esto, pero nunca rmnto como se 
-cree. La mermr .per.sonalidéLcl de autnr en la Edad Media es, por 
.lo común, una ilusión debida a nuestro menor conociomiento y 
meno•r ·comprensión de esa edad remorta. En aquellas cosas que 
nos son muy extrañas no percibimos los tenues matices, mien-
tras que las ~Jersonas de la familia hallan radj.caJles cüferencias 
entre dos het11Tlc1Jnos gemelos que los ext·raños no •aoiertan a di<Sr 
tingui'r. Y es daro que qas generaciones venideras no percibi-
rán Ia personal:idad ele los autores .de hoy tan saliente y tan múl-
tip~e como nosotros. En suma, lo mismo ·qt~e .la obra de un autor 
medieval, la de un auto11· moderno, por personal que sea, tiene 
mudhísimos elementos de arte co:lectivo, aunque el autor renie-
gue de ellos y aunque .los críti.oos coetáneos no se pr·eocupen de 
descubrirlos. Puede ·ert la producción moderna haber menos Utl!i-
dad de movimientos y de dirección, puede el autor a:spiraJr a ma-
yores iniciaJtiivas, pero, de todos modos, es arrastrado por co-
rrientes más .poderosas que él. Hay, aunque desc-onocida, una 
tradicionalidad modema, que desde ~uego tiene caracteres. muy 
di&tintos de la antigua, pero que es preciso estudiar y anwlizar 
como tal tradidonalidad para veniT a conooer la crea!Ción poéti-
ca •en lo que tiene de fenómeno oolectiv.o. Las observaciones deben 
EL REY RODRIGO EX I..J.\ LITERATURA 2 I I 
ser encamfinadas a descuJbrir la fuerza de unidad que anima un 
conjunto de producciones, tanto como a 'hacer 1-esa.JtaJr la indi-
vidualidad propia de cada autor_ Cierto que en la épo{:a moder-
na nos falta uno ·de ·los principales aspectc:: de la tradioi<malidad: 
a penashallamos obras que vi·va!ll en reiteradas refundidiones de 
-su reda·cción formal. Pero si no rtenemos otbo.-as tradicionales, te-
nemos Ieyenda tradicional, en .!a que se rehunden y reelaboran 
las invenciones; y debemos estudiar en qué modo <la fantasía 
de un autor opera como constreñida por fuerzas que dominan 
-sobre varias generaciones. 
Hemos .podido observa1· desde luego que los inióadores de 
esas corrientes colectivas no son siempre J.o.s autores más· sobre-
swl·i•en!tes, sino a menudo los secundarios, ignorados muchas ve-
<:es. Estüs, por su misma escasa per·sonalidacl, son elementos 
muy aptos ·para recibir y expresar los pensamientos colectivos 
-que se impo111en con fuerza, aun a es~íritus superiores; ·la in-
venoión más llana y corriente s·e abre fácil camino oomo fami-
1iar a todos, es recihida como patrimonio común, res n.ullius a 
que todos se creen con derecho. El duque de Rivas no estPU· 
1)uliza en tómar ficciones clcl oscuro Montengón, s·in rebaj a,rse 
-a ci·tarlo ; de seguro no ;hubiera procedido así fr.ente a Lope 
-de Vega. 
Muchas de las grandes corrientes legendarias ni siquie ra sa-
bemos cuándo y cómo nacen. Tal sucede con ·la santiücación 
de Rodrigo, ficción que domina, sobre todo, las inrvenciones de 
los siglos· X IV a:! xvr. 
Otro jm1x1lso importantís imo en la .leyenda no puede tener 
·más humilde origen: la destartalada inventiva del moris·oo Mi-
guel de Luna imprime duraderas di·recciones que se imponen 
-a un Lope de Vega y a un vValter Scott. Las insípidas üntVen-
ciones del morisco, una vez ganado el éxito inicial gracias a 
-cierta moda dominante, continúan en boga durante dos siglos, 
e j·erciendo una ·curiosísima influencia de valor negativo y de-
-primente. Luna obra como una mala sombra que enferma a quie-
·nes .cobi ja; enteca y debilita la producdión de Lope de Vega 
y ele los autores sucesitVos., y la leyenda decae, hasta qne, des-
acreditado al fin tan per.nicioso ,Jibro, los escritores. vuelven ~os 
-o jos a Corral, ·hallat1do ·en él mejores pos,ibilidades·. 
También conviene r·ecorda~r la tendencia, que se manifies-
t a en el roma·ncero nuevo, de mirar con s~impatía a ila Cava-
2 ·I2 BOLETÍK DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
F lminda, antes ma1decida. Esta téndencia pers,iste mucho, y se 
acentúa ·en el siglo XVIII : Florinda se digni,fica hasta tal punto 
{lUe >Se hace merecedora del amor de Pdayo. Otra vez un autor 
oscuro, olvida:do de todos, como María Rosa Gálvez, es quien. 
imprime esta att1ffilida d irección de unir Ia mujer que causa la 
pérdida de 'España con el h éroe que inicia la reconquista; y 
este nuevo gi:ro tiene una trayectoria especial que no toca a las 
grandes robras del ciclo s'Ü1o a las de segundo orden, a la ele 
Miguel Agu!:>tín Príncipe y a las de otros varios autores de &-
paña y Aiemania. 
Pm este tiempo hemo-s te11-i<do ocasión, otra vez más, de ver 
oomprobacla la humi1dad de origen de muchas ÜJ.movaciones, en 
aquellas que nacen por circunstancias totalmente ajenas ail arte. 
La arpocada timirclez de la censura polítirca qu:e o.primió a Es-
paña en las rpostrimería~ del &iglo xvrrr trajo una duradera des-
viación de la leyenda ele'! úJtimo godo hacia el episodio de Egi-
lmm. 
Tarmbi-én :hemos- podido observar cómo se prepara con dos 
siglos de anl:licin:Jación la corriente de sensibilidad delicada y be-
névola d esarrollada a comienzo8 del sirg.Lo XI X . No le quedó al 
romanticismo sinro inlhibirse de fallalf en el plei to de la culpa-
biJ.iclét!cl ele Rod.rig0 o de Frlot·incla abierrto por el romancero : 
unió a.I ~·ey y a la dama como amantes, redimiéndolios a ambos. 
dentro de una simpatía común en su desgracia, y extendió la 
compasión redentora al ,mismo conde J ulián, que por ciert¿ tam-
bién en el romancero es alguna vez mira-clro con benignidad ma-
nifiesta. 
Asim:Ílsmo es de recordar cómo rla feli,z trans-formación que 
de la penitencia ele R-odrigo hace Southey tiene un precedente 
en el oscurísimo poeta H ernanz DáiVi.la. A cada -paso el desarro-
llo de la leyenda nos trae a cot1>S·i,deración el nihil novum. Toda 
Ílnvención, por má's original que parezca, tiene un antecedente, 
un embrión, donde la novedad se encierra en forma casi imper-
-ceptible antes de abrirrse como fLor vistosa. La má:s atrevida in-
nova'CÍÓn ÜJ.1cliviclual es, por una parte, sin duela, un acto ele ru¡p-
tura con el pasado, mas, por otra parte, es tamlbién un acto 
tradicional y colectivo : nace dentro ele una minbrría para o.po-
nerse a una rmayo-ría ; 1se apoya en una 1:Jraclició:n J'Gsrtr.ürgida, aca-
so O'culta, palfa -romper con una tradición clirvulgacla. 
La oscuridad que a veces envuelve Ja tradición innovadora 
no debe hacernos dudar de la traclierionaliclad misma. Si Southey 
, EL REY RODRIGO EN L!h LITERATURA 213 
110 conoc10 a Hernanz, pudo conocer más -o menos directamente 
<J<tras manifestaciones, li'ter<lJrias o no, dd mi9111o pensamiento 
-por Hernanz expresado, aunque la existencia de tales mani-
festaciones sea para nosobros i.gnürada. También la novedad 
-por .la que Prínci<pe fué frenéticamente a,plaudido es ·cop-ia in-
dudable de Landor y, sin embargo, no podemos averiguar cómo 
d escritor español oonoció al inglés . As·imi.smo dos grandes es-
critures, Rivas· y Es·pronceda, parece que, por es.cribi1r a la vez 
·el uno en Inglaterra y el otro en España, lhan de ser indepen-
·clientes entJr·e sí; Zor.r.iJ!a es oreído independiente de ellos tam-
bién, y, sin embar·go, ·hall<lJ!Tios que 'Espronceda depende de R.i-
vas y Zor.ri1la depende de Espronceda, lo m-ismo que cada uno 
·de 1os tres se liga tradicionalmente con otros auto.res hasta ahora 
·no teni·do.s en cuenta para explricar la producción de estos poetas 
.rOilTiánticos. Las .sendas que conducen die un autor a otro pueden 
'estwr bo11rosas, y hasta pueden ser di•fíciles de sospechar y aun 
-de comprender, pero no por eso clehemos desconocer :la tradi-
·ción que los une. Las frecuentes po.Jémicas sobre el plag~o sue-
len fundarse en el absoluto desconocimiento de Ja trad·ici<onali-
dad moderna de ciertos temas, o de ~a .gran parte coLecti•va que 
'bay en- toda labor psíquica individual. 
Junto a este sometimiento a la trad-ición, claro es que a cada 
"Paso hemos tenido qrue señalar la inventirva personal en las más 
variadas formas. Gorra.J, ajustándose mucho a ;Jas Jínea.s tradi-
cionales en que venía encuadrada la leyenda, •la innova, sin em-
·barg<;>, hondamente, engrandeciendo los ca;ra:eteres de los .perso-
najes y e:l fundamento é¡pico-trágioo de la acción. Por el con-
·tra:rio, Luna wm¡pe y traspasa toda:s esas líneas del antiguo di-
·bujo, para innova1· todo lo externo, sü1 poner dentro ninguna 
-idea meritoria que informe esos enormes cambios introducidos. 
E'l duque de Rivas renueva poderosísm<lJ!Tient·e la vi-sión de cada 
-escena, d:e por si, más que la est.ructura de ellas o de la trama 
,en general y de los caracteres, aceptando sin reserva .las inven-
·ciones de humildes precu:rso:res. Y así cada uno aporta su modo 
·personal de elabomr la materia oomún. · 
Entre estas inno'Vaciones debemos destacar una muy seña-
lada. En rtodas las .leyendas históricas es común la tendencia que 
tr¡J.ta de wnregir ~a ficción poética ajustándola a la verdad 
'histórica. Pero esta tendencia general se da en la leyenda de 
Rodrigo como otra singularidad máls, que .Ja recomienicla a nues-
·tra atención. La leyenda de Rodrigo fué en tiempos modernos 
2 >I4 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
interpretada a la 1uz de la erudición histórica mucho más afo1"-
tunadamente que ninguna de las otras. Verdad es que en et 
óolo de los Infantes ele Lwra se elaboró una r-estauración muy 
intencionada del ambiente ar-caico de Burgos y de Córdoba; pero-
fué obra ·ele u·n gran poeta, mero aficionado a la historia, el cual 
hizu poc-o más que lo que hi:w Southey en el ciclo de Rodrig-o. 
Mas- en este ódo, después de Southey, el tmbajo de penetraciórr 
arqueo.lógi·ca se Hevó a cabo por dos eminentes literatos, a .Ja vez· 
historiadores de 1)rofesión, Herculanoy Dahn, quienes alhonda-ron-
en lo propiamente histórico, en Jo que concreta y específicamenrt:e· 
distingue la época -remota, para Mear de ello substancia poética; 
no tomaron tan sólo lo histórico p31ra evocar un colm exótiico· 
cualquiera oon que adornar exteriormente una trama que puede 
ser de ·cualquie-r tiempo. El rheoho de un Félix Dahn, docto es-
pecia1ista en la hist-oria de los Teyes germanos, aplicado a in-
terpretrar poéticamente el conflioto lüstóritco en que se hunde el 
úl~imo >godo, no se da en ninguna otra de las leyendas espa--
ñolas. 
Ahora, después de :haber examinado e.J entremezclarse de-
tanta tradición y tanta ,inventiva personal a través de doce si-
gJ.os, ocurre preguntwr qué es lo que !hay de fij.o o permanente 
en ]a fábula •bradióonal repetida e inn-ovada por oentenares de-
autores. 
Desde Juego vemos que el fundamento de unidad de .Ja fá--
bula, en medio a sus incesantes cambios, no estriba oiertamente· 
en los caracteres de los personajes. Rodrigo apar.ece en gran: 
indecisión: v~-cioso sin freno, según los clérigos m!edieval:es; 
magnánimo y heroico lo mismo en el sacriJ.egio que en la pe--
nitencia,. según 'Corral; gentil y apasionado, fatal ej.emplo d~­
caída de príncipes, según el romancero; disolurt:o y orgiá,stico, 
en Rosa Gá1.vez y Rivas; afeminado, en Es,pronoeda ; apocado· 
por el sufrimiento, en Zorrilla; nacionalista e:x:ailtado y teme-
rario, según Félix •Dahn, etc. Florinda ·igualmente cambia en' 
aspeotos muy varios ·de fragilidad, apasionamiento, trai·ción, de·s-
verutura y nobleza; ora odia, ·ora ama a su forzador. Nj siquie-
ra J ulián ,es "-''iempre vengativo hasta el fin, ni siquiera s,iempre-
traidor; su venganza es .impía, infemal, según los más, o digna 
y trági•ca, segnín o-tros. 
1Lo único esencial y permanente en una leyenda, el pt'inci~ 
EL REY RODRIGO EN LA LlTER,\TUl~A 2 f 5 
pio -que la perpetúa y conserva, es la trann form:1 c~ ~L con epi-
sGdios fecundos; la ;:¡_ventura Jramática. apoya·da anchamente 
sobre hondas emociones hum;;nas, capz,z ele captar y retener m. 
fantasía de pueblos y épocas diversas. En las leyendas más per-
fectas, la anécdota o el suceso da al héroe una fisonomía, un. 
•carácter mu.y definido, como pasa en la del Cid y más aún en 
la de don Juan; pero en todo -ca:so lü verdaderamente fundamen-
tal es la aventura, que ;po-r sí s-ola puede 'bastar, oomo sucede 
en la leyenda ·de Rodrigo. -C~am que aun en ésta, la :Süla anéc..: 
dota irmpone siempre cierto sello ·ca-racterístico a los 'Pnsonajes, 
por más que -éstos camb
1
ien; los individuos de una raza se re-
nuevan -con gran var.i·edad de rasgos, pero dentr-o siempre de-
un vago tipo racial. 
Al estudiar esta p-oes•ía tradicional nos hemos fijado muy 
.particula-rmente en la conexión de unas producciones con otras. 
Cada ~obra, tanto ·c-omo por lo que en ·sí misma es, nos interesa 
por su dependencia y relación con ·las demás. Por eso he1110s 
atendido, tanto como. al estilo externo o expresión, a la trama 
poética heredada y rehecha por ca'Cla autor. 
Desde este punto de vis.ta, al lado de las obras mayo-res co-
bran a veces interés. también las menores, como eslabones ne-
cesarios en la ·cadena poética. Las. obms humildes, a veces, sir-
ven no ·sólo para b. historia cultural,, ávida siempre de noticias, 
sino también para la intCI!'pretación estética de la obra excelen-
te, pues integran el caudal de aquellos recuerdos eficaces y es-
timulantes que una. generación recibe y conserva de las ante--
- ri-ores. Lo co1eotivo se nos impone con fuerza, aunque lo des-
estime 1la crítica, entusiastamente enamorada de la potente indi--
vidualidad del ártista. 
Por esto en nuestro ensayo hen>os procurado observa1· algo· 
la complicada mecánica de .lo colectivo y de lo personal en la 
concepción artísti-ca, a través de Jos más difePentes temperamen-
to-s ·individuales que luCihan por la novedad dentro de la tra-
dición. Por esto hermos rco.nsiderado la leyenda como un orga-
nismo vivi-ente, el cual reci·be en sí múltiples impres-iones de los 
diver.sos medios en que !SU vida se desarrolla. De este modo he-
mos procurado 1remontar a un interés superior al de la leyenda 
en sí misma, cual es el de -la leyenda afeotada y sacudida por 
las cor-rientes 'literarias y culturales de las varia!S {jpocas que· 
a:trarviesa. Es ciertaunente espectáculo qu-e merece la más cu-· 
216 BOLETÍ!\' DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
riosa atención el ver las paSiiones de la vida nacional remo1í&i-
ma y las encontradas tendencias artísticas y políticas de mu-
chos siglos e~ejándo~e en una leyenda cuyo largo curso atra-
viesa todo el -campo de la Literatura desde Ios más lejanos tiem-
pns hasta ahora. 
RAMÓN ME~ÉNDEZ PIDAL.

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