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EL SONETO DE QUEVEDO «iOH!, FALLEZCAN LOS BLANCOS, LOS POSTREROS» Y SU EDICIÓN POR PARTE DE GONZÁLEZ SALAS. CON UNA REFLEXIÓN ACERCA DE LA ENMIENDA DE TEXTOS PRETENDO en este artículo explicar el complejo soneto "¡Oh!, fallezcan los blancos, los postreros" y comentar la labor de González de Salas como edi-tor de la poesía de Quevedo. Pese a las carencias de sus anotaciones, el esme- ro con que editó los poemas de El Parnaso español invita a extremar la prudencia antes de introducir enmiendas en los mismos. 1. GONZÁLEZ DE SALAS Y SU EDICIÓN DE LA POESÍA QUEVEDIANA Como es sabido, Quevedo proyectaba en los últimos meses de su vida la publi- cación de lo que llamó "Obras de versos" 1 , expresión equivalente a "poesías com- pletas". Aunque la muerte le impidió alcanzar su propósito, su extensa colección poética se imprimió póstumamente en dos libros distanciados en el tiempo, El Parnaso español (1648) y Las tres musas últimas castellanas (167o). En la prepara- ción del primero de esos libros, que marcó la pauta que siguió el segundo, inter- vinieron personas del entorno de Quevedo, cada una con un cometido específico. La iniciativa de publicar los poemas parece haber partido de Pedro Pacheco Girón, miembro, desde diciembre de 1634, "del Consejo de su Majestad en el Supremo de Castilla y de la General Inquisición" ' . El editor fue Pedro Coello, buen conocedor de los libros de Quevedo, pues, como recordó Crosby (1967:230), publicó nueve obras suyas entre 1634 y 165 5· A juzgar por algunas cartas escritas 1 Epistolario completo, págs. 482 y 486, respectivamente. Para otros datos sobre los proyectos literarios de Quevedo en sus últimos meses de vida, véase Jauralde (r987 :2r r-22). ' Con ese tratamiento lo menciona Quevedo en su dedicatoria de Virtud militante, después de haber tachado la prevista para otro destinatario. He comentado algunos pormenores de la misma en Rey (r98po3-04). 332 ALFONSO REY por Quevedo en r 64 5, escritor y editor estaban unidos, también, por una cordial relación personal. Para recuperar poemas perdidos, Coello emprendió algunas diligencias ayudado por Pacheco 3• La impresión la llevó a cabo Diego Díaz de la Carrera, otro personaje familiarizado con los originales de Quevedo, pues también imprimió, en r644, La caída para levantarse y Vida de Marco Bruto y, en r648, Enseñanza entretenida (estas dos últimas obras, "a costa de Pedro Coello"). El supervisor filológico y anotador de El Parnaso español fue González de Salas, a quien encomendó tal tarea Pedro Pacheco, punto de confluencia de iniciativas y esfuerzos. No pueden quedar sin mención el sobrino del poeta, Pedro de Aldrete, que vendió a Coello el manuscrito con las poesías quevedianas \ ni el duque de Medinaceli 5, amigo y protector de Quevedo, de quien cabe conjeturar que se inte- resó por la marcha del proyecto y, tal vez, coadyuvó a su plasmación. Es evidente que la edición de r 648 se fraguó en un reducido grupo de personas cercanas al poeta que, además, también tenían alguna relación entre sí 6. 3 No queda en claro, sin embargo, cómo y quién recobró las poesías. "V. S., señor, con su benigno ánimo y inclinado siempre a favorecer los hombres beneméritos, procuró la restitución de que tan injustamente le habían usurpado, aunque hasta ahora sin algun efecto. Pero por otros medios, con la autoridad grande de V. S., se ha podido conseguir que mucho se repare de aquella ofensa'' escribió Coello al dedicar a Pacheco, f. [,z], Enseñanza entretenida y donairosa moralidad, impresa -como El Parnaso Español- por Díaz de la Carrera en r648. Sobre la relación entre Aldrete y Pacheco, véase Crosby (r967:229-35). Transcribo este pasaje, así como otros textos de la misma época, modernizando su ortografía, puntuación y acentuación. 4 Según el cual Pedro Aldrete, por mediación del agente Juan de Malina, vende a Pedro Coello, "un libro manuscrito intitulado Obras de don Francisco de Quevedo (que son las poéticas de el suso- dicho, que se llaman Las nueve musas), y le doy poder y cesión en bastante forma, en el dicho nom- bre, para que imprima el dicho libro y saque previlegio en su cabeza para su impresión, haciendo todas las que le pareciere". Documento dado a conocer por Crosby (r96T238), cuya transcripción reproduzco. 5 A quien va dedicado El Parnaso español. Coello redactó una nueva dedicatoria para la edición de r6¡o, donde escribió: "Segunda vez, Señor Excelentísimo, busca El Parnaso Español de D . Francisco de Q uevedo Villegas el patrocinio de V.E. [ ... ] A mí, a lo menos, me deberá esta restitu- ción que en su nombre hago, debida al cumplimiento de sus bien reconocidas obligaciones". En su biografía de Quevedo, Tarsia destaca la relación amistosa entre el poeta y el duque de Medinaceli, a quien agradece sus gestiones para hacer "salir a luz algunas obras deste autor, y favoreciendo y ampa- rando a los que concurren con sus nobles deseos de dilatar la fama de don Francisco". Cfr. Vida de Quevedo, pág. 4 7. 6 Interesa reparar en las personas a quienes dedicó González de Salas libros o partes de libros: al duque de Medinaceli, El Parnaso español; a Pedro Pacheco, la primera de las musas, su traducción del Compendio geogrdfico de Pomponio Mela (r644) y De dtplici viventium terra dissertatio parado- xica (r6¡o). También tuvo relación con Díaz de la Carrera, en cuya imprenta se llevó a cabo la ya mencionada traducción del Compendio geogrdfico, réplica de la de Luis Tribal dos de Toledo, casual- mente impresa en r642 en el mismo taller. En la nota 3 he citado otro libro a costa de Coello dedi- cado a Pacheco y, también, impreso por Díaz de la Carrera. EL SONETO DE QUEVEDO «iOH!, FALLEZCAN LOS BLANCOS, LOS POSTRERO S» 333 González de Salas fue, de los aquí mencionados, el más directamente vincula- do con los textos y su preparación para la imprenta. Como responsable filológico de El Parnaso español, su labor se interpone entre Quevedo y los lectores. No es posible editar la poesía de fray Luis de León sin haberse pronunciado previamen- te acerca del papel de Quevedo, ni la de Fernando de Herrera sin haber hecho lo propio con respecto a la del pintor Francisco Pacheco, y otro tanto sucede con González de Salas en relación con El Parnaso español. La experiencia demuestra que las decisiones adoptadas en torno a los textos poéticos quevedianos están mediatizadas por el juicio que cada cual tiene acerca de su editor e ilustrador. Por lo tanto, es mejor adoptar una postura clara acerca de éste que dejarse llevar por intuiciones insuficientemente razonadas, porque éstas terminan convirtiéndose en prejuicios de los que no se llega a tomar conciencia. La actitud más nociva con- siste en carecer de una opinión precisa en torno a González de Salas y, a cambio, en el curso de la interpretación de los poemas quevedianos, atribuirle de cuando en cuando errores o alteraciones como medio de explicar satisfactoriamente algo que no se acierta a resolver de otro modo. Todo indica que González de Salas tuvo un conocimiento de primera mano de la actividad literaria de Quevedo y del proceso de redacción de sus poesías. En las "Prevenciones al lector" de El Parnaso español, después de haber aludido a los ver- sos que tuvo entre sus manos, a la "continua comunicación" y a "nuestra antigua y nunca contenciosa amistad", ofrece algunos comentarios acerca del estilo que- vediano que demuestran una lectura de sus versos 7• En la declaración de la musa primera, Clío, revela las confidencias que le hizo el poeta a propósito de sus odas pindáricas; en la segunda, Polimnia, que don Francisco tradujo la sátira segunda de Persio; en la sexta, Talía, vuelve a recordar su familiaridad con Quevedo 8, sus dotes de conversador y diversas circunstancias relacionadas con su prisión en San Marcos de León. Mención aparte merecen las noticias sobre composiciones teatrales: Por muchos años conferimos los dos en la valiente empresa del traer a nuestro lenguaje alguna de las tragediassuperiores de griegos o latinos, para contemplar, decíamos, aquella acción valerosa del ingenio humano [ ... ] A mí me empeñaba en ese asunto, cuando a su ejecución mis porfías le instaban, y ambos lo emprendimos no una vez sola, desfallecien- do en la dificultad de la perseverancia. Yo, empero, últimamente, después de haber dado 7 Por ejemplo, destaca el rechazo que sintió don Francisco por la "embarazada locución y rui- dosas palabras", en contraste con su interés por "la sentencia" (f. 'lv) . En el transcurso de esos comentarios literarios desliza una breve semblanza del poeta que debemos suponer basada en el trato personal: "El buen caballero, no se puede negar, de severo ingenio fue, rígido y crudo, aunque en la verdad, y esto es cierto también, no sólo de mitigado veneno, sino casi ninguno" (f. ' F ). 8 Afirmación a la que presta credibilidad Crosby (r966 y r998:2r6). 334 ALFONSO REY principio a la Medea y al Hipólito de nuestro Lucio Séneca y no haberlas proseguido, eligí por más perfecta y regular Las Ti·oyanas del proprio divino filósofo [ ... ] El juicio que hizo de ella nuestro don Francisco sábenlo los que se la oyeron repetir de memoria casi entera, y el lugar que ha alcanzado en la estimación de los estranjeros aseguran los testimonios que de la Ciudad Príncipe nos remitieron los años pasados los eminentísimos cardenales Francisco Barberino y el de Lugo, que a muchos son notorios. Pero si de nuestro poeta no quedó tragedia consumada, valentísimos fragmentos vi yo dignos de veneración summa, y una tragicomedia perfecta ya, y otra menos el acto último, que legítimamente todo a los términos debía conducirse de la musa que ahora adornamos (El Parnaso español, pág. r 83). Quevedo, a su vez, se interesó por los escritos de quien sería su comentarista, a juzgar por sus anotaciones autógrafas en un ejemplar de Nueva idea de la trage- dia antigua ( r 6 3 3) 9 y su actuación como censor del Compendio geogrdfico ( r 644) . Hay suficientes razones para pensar que existió entre los dos amigos, si no afecto personal, una verdadera comunicación intelectual, algo que negó, de modo rotun- do, Astrana Marín: "Don Juan de Vera Tassis, en punto a editor, es la imagen per- fecta de don Jusepe Antonio González de Salas, aquel que llamándose también el mejor amigo de Quevedo mutiló y corrigió torpemente sus poemas al editar El Parnaso español en r648. De ningún documento consta la intimidad de Vera Tassis con Calderón, ni fue mucho mayor la amistad de González de Salas con el gran satírico, que no pasó de superficial conocimiento" 10 • Aunque Tarsia no menciona a González de Salas entre los amigos de don Francisco, debemos suponer que le encomendaron la supervisión e ilustración de la poesía quevediana, precisamente, por su familiaridad con la misma. A diferencia de El Brocense y Herrera, que editaron a Garcilaso cotejando diversos testimonios de los que hoy tenemos noticia, González de Salas se basó en unos originales de Quevedo '' que, además de haberse perdido, constituyen, en muchos casos, testimonios únicos, lo que explica el hecho, ciertamente sorpren- 9 Las transcribe y comenta Sánchez Laílla [ 200 3 b ]. 10 Véase Astrana Marín (J945:XXXVI!HOCXIX). Trató de matizar su postura Riley (1951:183). Cacho (zoo1) se inclina a creer que no hubo amistad entre los dos personajes, acerca de la cual Crosby no tiene dudas (1998:216). Cualquiera que fuese la naturaleza de los sentimientos que se pro- fesaron, es innegable que González de Salas trató muy de cerca a Quevedo y conoció aspectos de su actividad literaria de los que nadie dio noticias. El tratadista fue un testigo excepcional de la labor del poeta. 1 ' Que "yo traté y tuve innumerables veces en mis manos, por nuestra continua comunicación", afirma al comienzo de EL Parnaso español (f. ~ 1). Como González de Salas no hace más precisiones, es imposible saber si la imprenta de Díaz de la Carrera dispuso de autógrafos, apógrafos o idiógra- fos. En líneas generales, la edición de la poesía de Quevedo plantea problemas análogos a los de tan- tos otros escritores del Renacimiento (desde Gil Vicente y Lope de Rueda) cuyas obras editaron pós- tumamente sus allegados, aunque en el caso de EL Parnaso español concurren algunas circunstancias específicas, a los que aludo líneas adelante. EL SONETO DE QUEVEDO «iOH 1, FALLEZCAN LOS BLAN COS, LOS POSTREROS .. 335 dente, de que no haya variantes de numerosísimos versos de El Parnaso Español. De manera excepcional alude González de Salas a la existencia de copias poco autorizadas de algunas composiciones, comentarios que refuerzan la hipótesis de que los poemas quevedianos tuvieron una difusión limitada. Esa misma escasez de copias y versiones discrepantes nos priva de elementos de juicios para rechazar su labor editora. Por otra parte, como el propio González de Salas se adelanta a seña- lar los casos en que manipuló algún poema, merece el beneficio de la duda en todos los demás. En nueve ocasiones confiesa haber completado un poema, o haber sido coautor del mismo, y sólo excepcionalmente alude a discrepancias entre la versión que él dio a la imprenta y las que corrían manuscritas, dando a entender en tales casos que Quevedo, o él mismo por indicación suya, redactó la que sería versión final. No es la suya una edición reconstructiva basada en el cote- jo de fuentes y testimonios que otros puedan contrastar, sino, repitámoslo, una reproducción de originales perdidos a los que sólo él tuvo acceso. Originales muy autorizados, o que él autoriza bajo su palabra, sin conceder margen para rebatir sus afirmaciones ' 2 • González de Salas parece haber centrado sus esfuerzos en las disertaciones pre- liminares, las cuales, concebidas como introducciones a los poemas de su amigo, se ocupan del origen de los distintos géneros y examinan algunas cuestiones gene- rales de estilo y métrica, abarcando también otras más concretas, que van desde la etimología de algunas palabras a la explicación de ciertas figuras retóricas. Esos breves ensayos le permitían, además de mostrar sus convicciones literarias y lucir sus conocimientos eruditos, enaltecer la poesía de su amigo acercándola a mode- los clásicos, como ha señalado Candelas (zoo3). Aunque ese enfoque redujo el peso de lo autóctono en la lírica quevediana, aportó ideas interesantes, bien que matizables, sobre la influencia de la canción pindárica, los epicedios y los elegía- cos latinos. Son también sugestivos sus comentarios relacionando las jácaras y las letrillas con los bailes griegos, y los romances burlescos con los mimos. La poco atractiva sintaxis y la pedantería de algunas páginas no deben ocultar el valor de este estudio de precedentes literarios. La anotación filológica de los poemas, lo primero que busca el lector de hoy, es incompleta y asistemática. Parece la obra de un grammaticus indolente que dejó 12 La edición príncipe de las poesías de Diego Hurtado de Mendoza (161 o) , publicada póstu- mamente, presenta numerosas discrepancias con las copias manuscritas, tal como han puesto de relieve Díaz Larios y Gete Carpio (1990) De la edición, también póstuma, de la poesía de Luis Carrillo y Soto mayor disponemos de dos versiones discrepan tes: la de 161 1, a cargo del hermano del poeta, y la de 1613, debida a un anónimo editor. En el caso de estos dos poetas, las divergencias entre los distintos testimonios proporcionan datos que permiten juzgar la labor de sus respectivos edito- res, circunstancia que no se da en el caso de González de Salas. Para una exposición del problema de la edición de la poesía de Carrillo, véase Navarro Durán (1990). ALFONSO REY casi de lado la vertiente lingüística y sólo se ocupó de las fuentes, tal vez basándo- se en notas del propio Quevedo, como ya se ha señalado '3• No pretendió realizar una labor similar a la de los comentaristas de Garcilaso y Góngora (en ocasiones, algo impertinente y confusa), o a la que él mismo llevó a cabo con la Poéticade Aristóteles y la traducción de Las Troyanas, razón por la cual no aclaró tantos aspec- tos de la lengua poética quevediana que hoy causan quebraderos de cabeza. Tal desidia podría obedecer a que editó a Quevedo por "el superior apremio de man- dármelo ansí quien en mis más difíciles acciones ha de hallar siempre blanda obe- diencia'' '4, obligado a abandonar temporalmente otros trabajos: "Pospuse a esta fatiga luego otras proprias que espera el crítico senado, y de quien yo deseo no poco el desempeño" ' 5• Por mucho que González de Salas apreciase a Quevedo, éste no dejaba de ser para él un poeta en lengua vulgar, con menos rango ante "el crítico senado" que Aristóteles o Petronio, a quienes dedicó tantas horas '6• Ciertamente, no estudió a su amigo con la devoción que a Góngora dedicó Salazar Mardones, capaz de ilustrar un romance durante cuatrocientas páginas. Tal vez Quevedo care- cía de la grauitas suficiente para ser comentado como un clásico. En su ilustración a la Poética de Aristóteles González de Salas afirmó que los gustos literarios cambiaban con los tiempos, pero esa conciencia de su relatividad histórica no le impidió preferir la literatura antigua a la contemporánea. Hoy lamentamos la par- quedad de su labor anotadora, pero hay que entender sus prioridades: le inte- ' 3 Se pueden ver algunos comentarios sobre este aspecto en Rey (r998) y Cacho (wor). ' 4 El Parnaso Español, f. 'r . Todavía es más explícita su dedicatoria a Pacheco de la musa I, Clío: "Cierto es que yo obedecí a V.S. en ayudar a esta acción cuando los desconsuelos de ver usurpadas a don Francisco sus obras poéticas de empresa tan dificultosa más remoto me tenían el pensamien- to. Si algún adorno, pues, fuere para España este Parnaso suyo, en otra edad a los méritos menos esquiva no ignore, quedando aquí ya impreso, que a V. S. deberá legítimamente el beneficio" (pág. 34) . ' 5 Presumiblemente, en r 648 González de Salas estaba centrado en la redacción de De duplici viventium terra dissertatio paradoxica, que se publicó en r65o, un tratado donde defendía su Compendio geográfico (1644) frente a los ataques de Torres Rámila y José Pellicer. La preparación de De duplici le habría impedido volcarse en el El Parnaso Español para el cual, como ha señalado Cacho (zoor:57), no dispuso de más de ocho meses. La prioridad concedida a sus propios libros tal vez explica que González de Salas no llegase a publicar el resto de la poesía quevediana (es decir, Las tres musas últimas) en los seis años siguientes, antes de su muerte acaecida en r654. Astrana Marín (r932:XII) conjetura que al duque de Medinaceli -"a cuya costa corrió la impresión", según asegu- ra-, no le agradó El Parnaso español, circunstancia que habría disuadido a González de Salas de com~letar su tarea editora. ' La reducida nómina de "autores modernos" y de "líricos poetas españoles" que González de Salas menciona en la "Biblioteca" de su Nueva idea de la tragedia antigua deja entrever que valoró discretamente la literatura de sus contemporáneos, mucho menos de lo que hicieron Jiménez Patón o Nicolás Antonio. Y, como señaló Candelas (zoop 53), "no se puede dejar a un lado que la lengua latina de Petronio y su condición canónica supera, dentro del ámbito humanístico, la literatura que- vediana, por muy excelente que ésta pueda parecer a los ojos de un contemporáneo". EL SONETO DE QUEVEDO «iÜH' , FALLEZCAN LOS BLANCOS, LOS POSTREROS» 337 resaban otros escritores más que Quevedo, y de éste, su dimensión clásica por encima de cualquier otra consideración. Entre los hispanistas de nuestros días González de Salas es conocido por su labor en El Parnaso español, pero, induda- blemente, él ambicionaba alcanzar renombre por sus trabajos sobre letras gre- colatinas. Su edición de la poesía de Quevedo ha recibido más de un comentario negati- vo, pero nunca una alternativa convincente, ni en lo que se refiere a la ordena- ción de los poemas '7 ni en cuanto a los textos propiamente dichos. En el mismo siglo XVII empezó a verse rodeada de una aureola desfavorable, probablemente por la confluencia de juicios adversos de naturaleza muy heterogénea. Así, Manuel de Melo se burló de las "pezadas discertas;oens com que introduz, e explica as seis Musas" '8 y Esquilache insinuó que había editado las poesías de Quevedo contra su voluntad '9• La primera es una observación que en nada afecta a la edición en sí, mientras que la segunda no responde a la realidad; sin embargo, reforzándose mutuamente, contribuyeron a fijar una semblanza negativa que ya no se erradicó. En el siglo XVIII Cerdá y Rico juzgó favorablemente la labor de González de Salas, pero en el XIX Merimée (1886:365-67) le formuló varios reproches que hubieran necesitado apoyarse en un análisis más demorado. Menéndez Pelayo y Fernández- Guerra, en su inconclusa edición de la poesía de Quevedo (años 1907-1910), die- ron la espalda a su ordenación en musas y ensayaron una temeraria ordenación cronológica; Astrana Marín habló de su "incalificable labor profanadora'' y llamó "detestable" a El Parnaso español (1932:XII-XIII), tras lo cual procedió a editar capri- chosamente amplias zonas de la poesía quevediana. Luis Rosales, a propósito del soneto "Miré los muros de la patria mía", prodigó severos reproches a González de Salas. Incluso Blecua, que trató de rescatar su labor frente a las críticas de Astrana, lo desautorizó en la práctica: desdeñó su ordenación en musas, creó la inexistente categoría de "Poemas metafísicos", dispersó el libro de silvas, taraceó versiones antiguas y nuevas en el Heráclito cristiano, desdibujó Lágrimas de un penitente y más de una vez prefirió una versión manuscrita sin suficiente funda- mento, faci li tando, en la práctica, otras hipótesis inverificables cuya mejor línea 17 La propuesta de Gareth Walters (1984) de agrupar todos los poemas de las musas cuarta y séptima donde figura una mujer llamada Lisi supone primar un aspecto circunstancial sobre cual- quier otra consideración ecdótica. Y su intento de "combinar el espíritu del Parnaso con la perspec- tiva más global de las ediciones modernas" (pág. 68) entraña el riesgo de situar al mismo nivel tes- timonios de muy desigual valor. 18 Apologos dialogaes, "Hospital das letras'; pág. 369. Añade, seguidamente, que "sendo cerro que escrevi trovas, nao só para dotar as nove Muzas mais a dez, ou doze, se as houvera, elle se cas:ou en perigozo numero". 19 "contra lo que el difunto determina 1 das al papel, lo que dejó al olvido", versos finales del soneto "Comentador de aquel Lucio Romano", editado por Mejía Sánchez y Alberto Ratto (195nGo-61) . ALFONSO REY de defensa consistió en arrojar dudas sobre la rectitud editorial de González de Salas zo. El hecho de que en las dos últimas décadas se hayan publicado diversas ediciones y antologías poéticas mucho más fieles a El Parnaso Español se debe a la creciente convicción de que este libro no está estructurado según el capricho del anotador, sino según el designio del autor. El Parnaso Español es uno de los textos poéticos más seguros del siglo XVII, sin apócrifos ni errores significativos. Tan feliz circunstancia se debe, en parte, a que, como hemos dicho, se confeccionó con papeles de Quevedo, que fueron publica- dos por un editor y un impresor familiarizados con sus escritos, a quienes abaste- ció de unos originales muy fiables González de Salas. Sin su concurso nada habría sido igual". Sean cuales fueren las limitaciones de su labor, rindió un inaprecia- ble servicio a la Literatura Española. z. PERSIO Y QUEVEDO Las reflexiones anteriores son especialmente aplicables a los poemas de Que- vedo inspirados en Persio, con los que González de Salas tuvo un trato muy cer- cano, hasta el punto de que uno de ellos, "Con mudo incienso y grande ofrenda, ¡oh Licas!" fue escrito conjuntamente. Quevedo fue el poeta español del Siglo de Oro más atraído por Aulo Persio (34-62), del que probablemente apreció su afi- nidad alestoicismo, el gusto por la expresión concisa y la intensificación de los aspectos moralizadores de la tradición horaciana. Mostró una marcada preferen- cia por la segunda zz de las seis sátiras de Persio, en la que éste contrapone las ora- zo Es interesante señalar la excepción que supuso la edición de Obras ftstivas, satíricas y serias impresa en Valencia, r882, cuyo responsable, Juan B. Perales, después de respetar la ordenación en nueve musas, agregó una "adición" con poemas de procedencia varia, enriqueciendo el plan edito- rial de r648 y r67o. Cumple, también, romper una lanza a favor de la edición de Florencio Janer, injustamente también ignorada. zr En la edición de Enseñanza entretenida, también impresa en r648 a costa de Coello en la imprenta de Díaz de la Carrera (y con dedicatoria a Pacheco), se imprimen obras que no son de Quevedo, como El perro y la calentura, Casa de locos de amor y el memorial "Católica sacra real majestad", junto con una versión poco segura de "Gobierno superior de Dios y tiranía de Satanás" y las censuradas de Sueños y discursos y El entremetido, la dueña y el soplón. Es un libro misceláneo, sin unidad clara, sin prólogos explicativos ni comentarios, todo lo contrario de lo que ocurre con El Parnaso español. zz La sdtira IIL versos 78-86, fue evocada en La cuna y la sepultura (pág. 8o), y la 1 en el sone- to "¡Oh Jano, cuya espalda la cigüeña''. Diversos aspectos de la influencia de Persio en Quevedo han sido analizados por Rey (1979), Balcells (r98o:q6-77), Schwartz (1986:191 -229) y Rey Sierra (1998). EL SONETO DE QUEVEDO «i0H 1, FALLEZCAN LOS BLANCOS, LOS POSTREROS» 339 ciones virtuosas de Macrino a las impías que otros hombres dirigen a los dioses. González de Salas explicó que, mientras él tradujo la sdtira Ill, "volvió nuestro don Francisco en ritmos semejantes la II del mismo Persio, que hoy esconde igual- mente, como tantas otras poesías, mano inicua e in vi diosa" 23 • Esa interesante noti- cia explica la familiaridad de Quevedo con los entresijos de la sdtira 1L percepti- ble en Sueños y discursos, La cuna y la sepultura, el Libro de Job 24 y varios poemas. Conocimiento detallado y atracción duradera, porque se percibe en obras de diversas épocas. Cabe pensar, pues, que Quevedo realizó dos tareas complemen- tarias: como humanista, traduciendo; como poeta, escribiendo versos con fuerte impregnación romana. En la referida sdtira IL que guarda algunas semejanzas con la décima de Juvenal, también del agrado de Quevedo 21 , Persio critica a quienes utilizan las ora- ciones para solicitar riquezas, salud, larga vida o la muerte de personas a quienes heredar. Esa variedad de deseos, vanos unos e inmorales otros, sugirió a Quevedo varios sonetos donde condena la incoherencia o la malicia de unas oraciones que los hombres formulan en voz baja. Tal ocurre con "Porque el azufre sacro no te queme" (creencia en la impunidad de los pecados), "Que los años vuelen tan leves" (demanda de salud por parte del glotón y borracho), "Para comprar los hados más propicios" (petición de riqueza y navegación próspera), "Con mudo incienso y grande ofrenda, ¡oh Licas!" (que muera un familiar a quien heredar). Se trata de poemas que no ofrecen grandes dificultades, a diferencia del soneto "¡Oh! , fallezcan los blancos, los postreros", que figura con el número 66 dentro de Polimnia, segunda musa de El Parnaso español (r648). Lo edité en r992 y 1998 con una anotación que ahora me parece necesitada de algunas precisiones y matiza- ciones. Lo reproduzco y anoto nuevamente, transcribiendo su epígrafe y la decla- ración de González de Salas. Modernizo ortografía, puntuación y acentuación: Ciegas peticiones de los hombres a Dios Este soneto es imitado de Persio en la Sátira 2, y ansí de sentencia dificultosa; y aunque se ayudó en algunas partes para su inteligencia, no basta sin alguna declaración. Representa los injustos votos y pretensiones que se suelen pedir a Dios. Éstos se contienen en los cuar- tetos, en persona de Clito; luego, en el postrero terceto, hace este argumento: Stayo, per- 23 El Parnaso español (pág. 120). 24 El pasaje de Sueños y discul'sos con influencia de Persio y de su motivo de las oraciones im- pías tiene lugar en el Sueño del infierno, fechado en r 6o8. La cuna y la sepultura se imprimió en r 6 34, y La constancia y paciencia del santo Job se terminó hacia r 64 r. 21 Pues inspiró varios poemas donde Quevedo se ocupa de los errados deseos humanos, la suer- te de Sejano o la inestabilidad de la gloria militar. Véase, para otros detalles, Rey (1995:44-45). ALFONSO REY versísimo hombre, si oyera iguales peticiones, exclamara a Dios: "Señor, ¿cómo lo sufres?". No, pues, podrá el mesmo Dios dejar de exclamar a sí proprio, siendo la suma bondad. "¡Oh!, fallezcan los blancos, los postreros años de Clito y, ya que ejercitado, corvo reluzga el diente del arado, brote el surco tesoros y dineros. Los que me apresuré por herederos, parto a mi sucesión anticipado, por deuda de la muerte y del pecado cóbrenlos ya los hados más severos". ¿Por quién tienes a Dios? ¿De esa manera previenes el postrero parasismo? ro ¿A Dios pides insultos, alma fiera? Pues siendo Stayo de maldad abismo clamara a Dios, ¡oh Clito!, si te oyera, ¿y no temes que Dios clame a sí mismo? Las mismas palabras iniciales requieren una elucidación. Por "sentencia difi- cultosa" entiendo 'significado oscuro'; por "declaración", la explicación del signi- ficado del soneto; en cuanto a "se ayudó", interpreto que González de Salas habla de sí mismo en tercera persona 26 , 'ayudé'. Su afirmación de que "se ayudó en algu- nas partes para su inteligencia'' parece una referencia a las cuatro notas que escri- bió al margen especificando la declaración general. Menos probable me parece que esas palabras equivalgan a una manipulación del texto y, en este sentido, debo rectificar la interpretación que hice en 1998 27 • Cuando Quevedo comentó en La constancia de Job los hexámetros 2, 9-23 de Persio dijo que describían "Cuatro diferencias deste género de pecar" (pág. 149ob), reflejando el hecho de que correspondían a distintos personajes y momentos. Su soneto se inspira en algunos de esos hexámetros, a veces reproducidos casi literal- mente, pero al articular sintáctica y semánticamente ideas que en el modelo están 26 Rasgo relativamente frecuente en sus notas explicativas: "Cuidose empero no con felicidad restituirla" (pág. z66); "pareció más acertado pensamiento, con el auxilio acostumbrado, desatarle en silva" (PÁG. 87); "Corrigiose, pues, aquella malicia y adornose donde falto la pulideza'' (pág. 652). 27 Lo hice siguiendo a J. M . Blecua (r969:XV). Para Moya (zoo4:331), esa afirmación de González de Salas "se podría entender de dos maneras: bien que Quevedo al adaptar el texto de Persio [ ... ]lo intentó esclarecer, o bien que la 'ayuda' procede del propio Salas, que de alguna mane- ra manipuló el texto". Según Cacho (zoor:z69), González de Salas parece indicar que hizo "algún cambio en la puntuación". EL SONETO DE QUEVEDO <dOH' , FALLEZCAN LOS BLANCOS , LOS POSTREROS» 341 simplemente yuxtapuestas, las pone al servicio de otra intención. Clito solicita en 1-2la ausencia de vejez (petición que podría, vagamente, inspirarse en Persio 2,41 - 43); en 3-4, que halle un tesoro (traducción casi literal de 2,1 1-13); en 7-8, que la deuda contraída con la muerte la satisfaga el dinero (deseo que tampoco está en el modelo latino), un dinero obtenido, versos 5-6, en una anticipación de la heren- cia (idea presente en varios lugares de la sdtira JI). El verso 9 deriva de Persio 2,1 8, pero el 10 contiene una referencia a la muerte de Clito sin parangón en la fuente latina. Por último, los versos 12-14 siguen muy de cerca a Persio 2, 22-23. Además, varias voces y pasajes ofrecen dificultades. Comentaré, a continua- ción, los que me parecen necesitados de aclaración: 1. Fallezcan. En la Edad Media fallecer significó generalmente'faltar', con diversas acep- ciones, y ese uso no desaparece en el XVI y en el XVII, como ponen de relieve Juan de Valdés y Gonzalo Correas en sus comentarios al refrán "Amigos y mulas fallecen a las duras" ' 8 • Junto a faltar en el sentido de 'acabar' parece haber existido otro, menos habitual, de 'no existir, no aparecer', como en estos versos de Herrera que Lida de Malkiel (1950:360-61) destacó por su carácter arcaizante: "¡Oh cuánto en ti [oh Pompeyo] la dura 1 Suerte se mostró y ajena! 1 Pues falleciendo tierra a tu victoria, 1 La tierra falleció a tu sepultura". Obsérvese que Herrera utiliza dos veces el verbo fallecer en un contexto fúnebre que indu- ce al lector a convertirla, erróneamente, en sinónimo de 'morir', cuando lo que está dicien- do es que 'no llegó a haber tierra', al haber muerto Pompeyo en el mar. Análogamente escribió Juan de Arguijo en el soneto "Este soberbio monte y levantada'': "Mas en tanta ruina mayor gloria 1 no os pudo fallecer, ¡oh celebrados 1 de la antigua Cartago ilustres muros!" ' 9• En mi opinión, esto es lo que ocurre con la plegaria {de apariencia engañosa) de Clito: no solicita la muerte de nadie sino prolongada juventud para sí, 'que falte, que no exista la vejez'. Una petición, por otra parte, habitual en la literatura romana. Cabe recordar aquí el pasaje de Juvenal 10,188-89 que condena el rezo de quien, pallidus a causa de la enfermedad, pide a Júpiter largos años de vida, así como los versos de la sdtira JI de Persio y el soneto quevediano, en ellos inspirado, "Que los años por ti vuelen tan leves" . 2. Clito : Fue el nombre de algunos guerreros y reyes; otro Clito, discípulo de Aristóteles, fue evocado por Quevedo en Discurso de todos los diablos. En este soneto es, simplemente, 2 . ya que: con posible valor temporal: 'Tan pronto como se ponga en uso el arado, haga brotar el surco tesoros' . Véase Keniston, 28.56 y 29.8II. 3· corvo reluzga el diente: en vez del habitual sintagma corvo arado (como en Geórgicas 1,494 o Quijote 1,II) , Quevedo opta por otro que parece menos frecuente, corvo diente ' 8 En Cuervo (1992) se pueden encontrar más datos. '9 El propio Quevedo se sirve de esa misma acepción en el soneto "Lleva Mario el ejército, y a Mario", donde refiere la ausencia de dinero que impidió al general romano organizar a sus tropas: "fatigó su furor el hemisferio 1 y a su discordia falleció el erario". un dechado de orante sacrílego. Como en otros poemas morales, Quevedo se sirve aquí de la onomástica clásica para reforzar la ambientación erudita de sus versos. 342 ALFONSO REY (ejemplos en Ovidio [Amores po,I4] y Persio 1,73). Según López Poza [1984:74], "el mucho uso (ejercitado) le ha dado esa forma". 4· brote el surco tesoros: metáfora construida sobre "O si 1 Sub rastro crepet argenti mihi seria dextro 1 Hercule!" ['Que una jarra llena de plata pueda sonar bajo la azada gracias al favor de Hércules']; Persio 2,1 o- 1 2. En Horacio, Sátiras 2,6, 1 o- 13 existe una plegaria similar. 5· los que: su antecedente es "dineros"; me apresuré: posiblemente en el sentido latino de premo, 'cogí, agarré', acompañado de un dativo ético (y, al mismo tiempo, evocando la acción de 'apresurarse'). Entiendo, pues, 'los dineros que cogí en una herencia anticipada', tal vez propiciando la muerte de quien precedía a Clito en la línea sucesoria. En tal caso existiría otra influencia de Persio: " ... Pupillum" ue "utinam, quem proximus heres 1 Inpello, expungam" (2,12-13). Diego López (1642:43) explicó este fragmento de modo esencialmente similar a lo que proponen los escoliastas modernos: "¡ojalá [ ... ] yo quite al pupilo! Quiere decir: muera aquel que primero que yo es llamado por heredero en el tes- tamento [ ... ] al cual[ ... ] yo, siendo el heredero más cercano después dé!, [ ... ] muevo, sigo, como el agua que la que viene detrás echa a la que va delante y la mueve". González de Salas anota este verso con la indicación "Heredípetas" . Parece una alusión al captador de herencias, como en Satiricón 124, 4: "Certatim omnes heredipetae muneri- bus gratiam Eumolpi sollicitant", figura repetidamente satirizada por Juvenal 1,37-38 o Marcial (por ejemplo, 1 1 ,44; 1 1,67 y 1 1 ,83), el cual, en 1 2,90 describe al captador Marón, que hace votos por la muerte del amigo 30• 6. parto anticipado a mi sucesión: por mi sucesión entiendo 'la acción sucesoria en favor de Clito 31 , adelantada como un parto anticipado. 7· [cóbrenlos] por deuda de la muerte: en mi opinión, C!ito pretende evitar el fin de sus días con el dinero obtenido por los medios anteriormente indicados 32 • Horacio en Carmina 2,18,33-35 y 3,24,1-8 advierte al rico que no detendrá lo inexorable, idea que reaparece en la silva quevediana "Diste crédito a un pino" (vv. 68-72): "Rico, dime si acaso 1 en tus montones de oro 1 tropezará la muerte o tendrá el paso, 1 si añadirá a tu vida tu tesoro 1 un año, un mes, un día, un hora, un punto". En cuanto a la afirmación de que la muerte se lleva también las riquezas, véase el último verso de la citada silva y el penúltimo del soneto "Si no temo perder lo que poseo" ("cobre el puesto la muerte, y el dinero" ) . 30 Aspecto comentado por Sierra de Cózar (1992:448). 31 Una acepción idéntica se encuentra en el soneto "Su mano coronó su cuello ardiente", en el cual Quevedo elogia a Enrique IV porque, entre otros méritos, ''A Fortuna quitó (por no deberla 1 sólo a la sucesión) la monarquía" . 32 En El siglo pitagórico (pág. 291), obra con fuerte impronta quevediana, el miserable de la "transmigración séptima" expone, entre otros muchos, estos elogios del dinero: "perdello es bobería, 1 no dallo, la mejor sabiduría. 1 Y de cualquiera suerte, 1 el que guarda se guarda de la muerte", aña- diendo poco más adelante: "Que mi mayor amigo, no lo ignoro, 1 es el rubio metal, alma de oro, 1 corazón desee siglo, pues desata 1 en vitales espíritus de plata 1 los lazos de la muerte 1 siendo solo 1 dorado emperador de polo a polo". EL SONETO DE QUEVEDO «iOH!, FALLEZCAN LOS BLANCOS, LOS POSTREROS » 343 y del pecado: a la noción clásica de que el hombre debe su vida, Quevedo añade otro matiz: la deuda generada por los pecados. "¡Unión desesperada, pueblos precitos, los que cobrastes en muerte los estipendios del pecado!", dice Lucifer en Discurso de todos los dia- blos, pág. 55 8. En consecuencia, Clito pretende que su dinero le evite la muerte y el sub- siguiente castigo por sus delitos. 8. los hados mds severos: en la Ilíada se menciona a las Ceres "imagen del Destino, que se lleva a cada héroe en el momento de su muerte [ ... ) representadas en forma de seres ala- dos, de color negro, con grandes dientes blancos, horribles", señala Grima! (r982:989), quien añade que en la época clásica tienden a confundirse con Moiras, Parcas y Erinias. El hado quevediano, aunque entroncado con esa tradición, tiene una fisonomía menos pre- cisa. El adjetivo severo con el significado de 'mortífero' se encuentra en otros lugares de Quevedo tales como sus poemas morales "Más escarmientos dan al ponto fiero" y "Con más vergüenza viven Euro y Noto". 9· "De Ioue quid sentis?" indica al margen González de Salas (a quien en el resto de las notas citaré abreviadamente como GS). Se trata de Persio 2,r8. 10. parasismo: "Los accidentes del que está mortal, cuando se traspone, los llamamos vul- garmente parasismos" ( Covarrubias). "Dirás que [la muerte) es dolorosa y llena de congo- xas y parasismos" (La cuna y la sepultura, pág. 58). 11. insultos: 'peticiones que constituyen una ofensa'. 12. Stayo: Persio alude a este personaje que, pese a ser un prototipo de corrupción (tal vez un juez prevaricador), se escandalizaría ante plegarias tan sacrílegas. 13. "Die agedum Staio: «Proh Iuppiter, Iuppiter o bone, clamet»" (GS). Se trata de Persio 2,22. La edición que sigo ofrece diferencias que no afectan a lo esencial: "Pro Iuppiter! O bone, clamet, 1 Iuppiter". 14. "At sese non clamet Iuppiter ipse?"; Persio.2,23. Lo indica, también, GS. Comentados así los versos, se puede proponer la siguiente paráfrasis de los cuartetos: 'No lleguen los blancos y postreros años de Clito (vv. r-z); aparezca un tesoro bajo el arado (vv. 3-4); cobre la muerte, en vez de la vida, dinero (versos 7- 8), el dinero obtenido en una sucesión anticipada (versos 5-6)'. Menos dificultad ofrecen los tercetos, donde el hablante le pregunta a Clito si es así como se pre- para para la muerte (vv. 9-ro), haciéndole ver que incluso un malvado como Stayo se escandalizaría ante tal perfidia, lo mismo que haría Dios (vv. rz-q) . Aunque salta a la vista lo que González de Salas dejó de anotar, no se deben menospreciar sus explicaciones. La declaración inicial ofrece una sinopsis argu- mental, precisa quién era Stayo, advierte que los cuartetos contienen un soliloquio (para el cual la imprenta no proporcionó signos tipográficos como nuestras comi- llas) e indica que en los tercetos se produce un cambio de hablante. Para nosotros 344 ALFONSO REY subsisten puntos oscuros, tales como los significados de fallezcan, me apresuré, por herederos, la determinación del antecedente de los que y la indicación de si en mi sucesión Clito es el causante o el beneficiario. Tal vez González de Salas no enten- dió el poema en todos sus detalles; tal vez no tuvo dudas acerca de los versos sobre los que ahora no nos ponemos de acuerdo, o tal vez, simplemente, no quiso demorarse en realizar el tipo de esfuerzo que él parecía reservar para obras como el Satiricón n. No entraba en sus planes mostrar la novedad de Quevedo con res- pecto a la fuente latina, tarea que incumbe al filólogo de hoy. 3. UNA ENMIENDA A GONZÁLEZ DE SALAS En su edición del Satiricón, González de Salas actuó -siguiendo los criterios filológicos de su tiempo- como lo que hoy llamaríamos un editor crítico: cotejó diferentes testimonios, consideró las lecturas de otros filólogos e incorporó con- jeturas propias 34 • No hizo lo mismo con Quevedo, aunque no sabemos exacta- mente en qué consistió su labor. Probablemente supervisó los originales que iba reuniendo y se cercioró de que la imprenta no cometía errores ni desplazaba los poemas fuera del lugar asignado. Pocas veces, si alguna, se vio en la necesidad de corregir lecturas defectuosas. Sus mayores iniciativas parecen haber consistido en completar algunos poemas inacabados y expurgar otros que le parecieron licen- ciosos, problema que no es objeto del presente estudio. No parece haber ocurrido nada de lo anterior con el soneto "¡Oh!, fallezcan los blancos, los postreros", a juzgar por la falta de declaraciones al respecto. También hay que añadir que no se observa nada anormal en su presentación tipográfica. Ocupa todo el espacio de la página 87, a diferencia de los dos sonetos inmedia- tamente precedentes, que comparten la página 86. Es un claro indicio de que la imprenta había calculado correctamente que la amplitud de la declaración preli- minar de González de Salas sólo permitía albergar un poema. Un asterisco y tres números volados, adecuadamente ubicados, remiten a las correspondientes expli- caciones marginales, lo cual sugiere que González de Salas tuvo un especial cui- dado al preparar este poema para la imprenta. Debo añadir, por último, que todos los ejemplares de la edición príncipe que he podido consultar concuerdan plena- mente entre sí, tanto en el texto como en la composición material. 33 Comentan las notas de González de Salas sobre el Satiricón López Rueda (197):49) y Moya (199r46o). 34 Analizan diversos aspectos de su labor Díaz y Díaz (199o:CI-CII) y López Rueda (zoon z- 54). EL SONETO DE QUEVEDO «iOH!, FALLEZCAN LOS BLANCOS, LOS POSTREROS» 345 Recientemente Moya del Baño (zoo4: 343) ha propuesto enmendar una pala- br-a que, cambiando radicalmente el segundo endecasílabo, le permite ofrecer una exégesis muy distinta de los ocho primeros versos del soneto. Reproduzco su pri- mer cuarteto: "¡Oh, fallezcan los blancos, los postreros tíos de Clito y, ya que ejercitado corvo reluzga el diente del arado, brote el surco tesoros y dineros! He aquí sus razones: Quevedo no escribió en el soneto "años", sino "tíos"; "tío" es la traducción castellana de patruus. Es, pues, una conjetura facilis a una lectio difficilior [ ... ] González de Salas leyó mal "tíos", que paleográficamente es posible confundir con "años", sobre todo, si se tiene en cuenta que la "t" aparece a principio de verso y sería escrita en un tamaño mayor que las restantes letras y con una forma que fácilmente sugeriría la de una "a"; la tilde de la "i" acentuada la confundiría con la de la "ñ"; el "años" resultante, como afir- maba Salas, hace "la sentencia bastante dificultosa", pero la dificultad proviene del edi- tor que transmitió lo que no escribió Quevedo [ ... ]. Clito desea, pues, que mueran sus tíos, los "blancos", es decir, que ya son viejos, y lo son, de manera especial, desde el punto de vista del "heredero"; los "postreros", es decir, todos, desde el último en la línea de sucesión (pág. 338) . Moya restaura un posible error basándose en la fuente utilizada por Quevedo. De forma análoga, Angelo Poliziano se apoyó en Calímaco para enmendar un pasaje corrupto de Ca tul o 31 , y el Brocense corrigió "huye la polvorosa palestra como siempre ponzoñosa" a "como sierpe" porque así lo indicaba la fuente hora- ciana de ese verso de la Oda ad jlorem Gnidi. La enmienda que propone Moya es la primera importante que se hace a una lección concreta de El Parnaso Español, y parece participar de esa atmósfera, difusa pero real, de desconfianza hacia Gon- zález de Salas. Nótese cuál es el proceso descrito: a) éste cometió el error de trans- cribir "años" en lugar de "tíos"; b) se dio cuenta, después, de que el poema era oscuro; e) utilizó la declaración inicial para aclarar una dificultad causada por él mtsmo. Todo el problema radica en saber si en el verso quevediano existe un error tan meridiano como el del verso 4 5 de la canción garcilasista. Desde el punto de vista 35 Lo señalan de pasada Reynolds y Wilson (r986:zoo). Se trata de 66-48 (Chalybon omne genus pereat), donde Poliziano propuso el nombre propio frente a los incomprensibles celerum, celitum o celorum de los manuscritos. Véase Fordyce (1973:335). ALFONSO REY paleográfico hay que decir que en la impecable caligrafía de Quevedo 36 no es fácil confundir una a con una t, de manera que si González de Salas manejó un autó- grafo de Quevedo, con cuya letra tenía que estar muy familiarizado, difícilmente cometería un desliz como el descrito. También conviene recordar que tíos no lle- vaba tilde en el siglo XVII, como pone de relieve el hecho de que en la undécima edición del DRAE (1869) aún se escribía "tio". La decisión de tildar esta palabra fue fruto de un proceso gradual, en el que confluyeron distintos motivos: la Gramática de la Academia de I 8 So estableció que "si las palabras llanas acaban en dos vocales se tildan si la primera es cerrada y sobre ella carga la pronunciación" (caso de "tío", pero no de "tios"), mientras que la norma académica que prescribe el acento gráfico en hiatos formados por vocal cerrada tónica y abierta átona data de 1952 37 • Cabe añadir que Quevedo no empleó en sus originales la tilde, rasgo poco habitual, por otra parte, en la escritura manual del XVII 38 • En cuanto a la letra ñ hay que decir que si bien en Quevedo tiene un trazado idéntico al de nuestros días, los copistas de la época la dibujaban de modos diversos: como nn, sin nin- gún rasgo superior, con una tilde en forma de pequeño lazo, con un punto enci- ma, con dos puntos o con una especie de coma muy alargada. Si González de Salas no tuvo a la vista un autógrafo sino una copia de algún amanuense, la ñ podría haber tenido las más insospechadas formas, de manera que no hay ninguna segu- ridad de que ofreciese las posibilidades de confusión gráfica a que alude Moya. Como ejemplo de caligrafía quevediana puede servir elautógrafo de Virtud mili- tante, largo texto conservado en una copia excelente; como muestra de caligrafías de copistas, los tres manuscritos del Buscón custodiados en las bibliotecas Lázaro Galdiano, Menéndez Pelayo y Real Academia Española. Sin ir más lejos, en el capítulo tercero (respectivamente, folios z 3Y, 7 y wv) encontramos la siguiente secuencia: "haciendo llamar una vieja de setenta años, tía suya''. Son tres tipos de letra completamente diferentes, ninguna de las cuales arroja similitud gráfica entre las dos palabras. Cumple decir también que no se conoce ninguna lectura errónea en la transmisión del Buscón que afecte a este pasaje o que implique una confu- sión entre años y tíos 39 • 36 Sirvan de muestra los autógrafos de Virtud militante, Las cuatro fantasmas, Providencia de Dios o las cartas del códice Barnuevo, manuscrito 2r 883 de la Biblioteca Nacional. 37 "El encuentro de fuerte átona más débil tónica, o de débil tónica más fuerte átona, no forma diptongo, y la vocal débil llevará a centro ortográfico sea cualquiera la sílaba en que se halle". Cito por Esteve Serrano (r98 2:454). 38 Como se comprueba en los autógrafos de santa Teresa, Lo pe de Vega o Calderón de la Barca que han llegado a nosotros. El uso del acento gráfico se había extendido en la imprenta, pero siguiendo unas pautas muy distintas de las actuales, en su forma y en su función. 39 Huelga aclarar que "tía'' no lleva acento en ninguno de los tres testimonios. EL SONETO DE QUEVEDO «iOH!, FALLEZCAN LOS BLANCOS, LOS POSTREROS, 347 A estas objecciones de carácter paleográfico se suman otras, más profundas, de contenido histórico y cultural. Cuando Persio satiriza las pretensiones sacrí- legas de quienes desean la muerte de familiares tiene en mente, como es lógico, el peculiar derecho sucesorio romano, característico de una unidad familiar muy poco parecida a la española del Barroco, en la que parece estar pensando Quevedo cuando adapta al satírico latino. El término tío no contiene todas las evocaciones jurídicas y culturales que encierra patruus, pues responde a otra rea- lidad legal. En la España del XVII, donde no había opción para los célebres "caza- herencias" de Roma 40 , la muerte de "los tíos" no presuponía la obtención de un legado, como sí podía ocurrir tras el fallecimiento de un patruus o un pupillus. Es ilustrativa la traducción que hizo Quevedo en Sueños y discursos del mismo pasaje que inspira este soneto: "¡Señor, muera mi padre y acabe yo de suceder en su hacienda", "Llevaos a vuestro reino a mi mayor hermano y aseguradme a mí el mayorazgo", "Halle yo una mina debajo de mis pies", "El rey se incline a favorecerme y véame yo cargado de sus favores" (págs. 232-33). Ahí se ve clara- mente en qué términos españoliza Quevedo el fenómeno romano de la antici- pación en la línea sucesoria. Tuvo la oportunidad de traducir patruus o heres por 'tío' y no lo hizo 4 '. Al vocablo tíos tampoco lo avala el conocimiento que tenemos del léxico que- vediano, pues sólo aparece dos veces (una en singular y una en plural) en el inmenso corpus de su poesía, frente a las ciento sesenta y ocho ocurrencias de año 1 años 4 ' . Quevedo parece haber relegado la palabra tío al estilo medio y bajo, al ámbito de lo cotidiano, razón por la cual se documenta algo más, aunque tampo- co mucho, en poemas satíricos y en obras como el Buscón o Discurso de todos los diablos 43 • Con tales antecedentes, podemos pensar que este vocablo no le parecía suficientemente expresivo para el sombrío mundo de Clito, con perfiles algo trá- gicos. Moya destaca en el título de su trabajo la expresión lectio difficilior que, en el contexto de su artículo, da a entender que años fue una trivialización de la más dificil tíos, pero es obvio que esta segunda palabra, tan común como la primera, 40 Más referencias, en Horacio, Sermones 2,5; Marcial, 2, 76 o Juvenal ro, 202. 41 Como comentó Lía Schwartz (r986:2rr), las peticiones de que mueran el tío paterno y el pupilo, "suponen la estructura de sociedades en la que el heres podía ser cualquier miembro de la familia agnática que incluía a los individuos que, aunque no estaban ligados por consanguinidad al pater fomilias, había sido legalmente adoptados por él". La citada investigadora señala, a conti- nuación, que la analogía entre las fuentes va acompañada de una acomodación a los contextos históricos. 4 ' Los datos se encuentran en Fernández Mosquera y Azaustre Galiana (r993). 43 En el pequeño relato del avariento de Virtud militante (pág. r69) se menciona dos veces al "sobrino" y no aparece la palabra "tío". ALFONSO REY no ocasionaría el menor problema a un copista o a un componedor. Es, de hecho, tan focilis, que resulta arduo sustituirla por otra que lo sea más 44 • La frase "los blancos, los postreros tíos", posible desde el punto de vista gra- matical, es mucho menos acorde con el usus scribendi de Quevedo que la que figu- ra en la edición príncipe 45 • Recordemos su traducción del Manual de Epicteto (X, vv. 47-48): "Y si los blancos y postreros años 1 por las canas te cuentan desengaños". Hasta donde se me alcanza, Quevedo no adjetiva como blancos a sustantivos del tipo "hombre", "padre", "abuelo", "mujer", etc.; sí lo hace, en cambio, con sus- tantivos asociados a las nociones del tiempo, la vida y la muerte 46 • Si el concepto de usus scribendi debe ser invocada en un supuesto como el que nos ocupa aquí, hay que reconocer que la expresión "los blancos, los postreros años" tiene muchos más argumentos a favor. Tampoco encuentro documentado en la poesía de Quevedo el sintagma "pos- treros tíos" (u otro análogo), siendo, por el contrario, frecuentes "trances postre- ros", "postrer día'', "postreros años" 47, "postrer gemido" "postrer prueba'', "la vez postrera'', "la postrera sombra'' y similares. Cuando existen construcciones meta- fóricas, el adjetivo postrero acompaña a un sustantivo que tiene un significado temporal muy preciso, como ocurre en "de mi edad el postrer trozo", "en el pos- trer invierno sepultada" y otras análogas. En la interpretación de este soneto es crucial la que se dé a fallezcan. Parece prudente pararse a reflexionar sobre su significado antes de dar por sentado que tiene el usual en la lengua de hoy 48 • ¿Prefirió Quevedo el refinado arcaísmo de 44 Por un lado, Moya (2004) utiliza las nociones de lectio focilior y lectio difficilior; por otro, dice que hubo una lectura paleográficamente incorrecta. Los conceptos de lectio focilior y lectio difficilior no se aplican a la mera confusión visual de grafías, sino a cambios motivados por preferencias semán- ticas, estilísticas o culturales. En el caso que nos ocupa, la duplicidad de hipótesis para explicar la génesis de una variante produce, más que el refuerzo de cada una, su mutua anulación. 45 Consultado el CORDE sobre alguno de estos cuatro sintagmas: "blancos tíos", "blanco tío", "tíos blancos", "tío blanco", la respuesta es: "no existen casos". 46 Juntamente con su opuesto, negro. Algunos ejempÍos: "Cerrar podrá mis ojos la postrera sombra 1 que me llevare el blanco día"; "la última hora, negra y fría"; "yace, entre negra sombra y nieve fría"; "mi vida oscura, pobre y turbio río 1 que negro mar con altas ondas bebe"; "blanco ya, del color de la mortaja"; "en negras noches y en los blancos días"; "que ya las blancas horas traen al día". 47 Así ocurre con el soneto "Quitemos al romano ese cuidado", discurso funeral de Aníbal con alguna reminiscencia de Juvenal. 48 Desde la perspectiva del construccionismo lingüístico reconocemos en follecer el valor gené- rico de 'faltar', con particularizaciones como 'morir', 'no existir', 'caer en una falta' y otras; el ámbi- to semántico del verbo, pues, es muy amplio. A su vez, la acepción de 'no existir' abarca varias suba- cepciones dependientes del contexto, englobando 'no comenzar' y 'no acabar'. Éste es el caso de follezcan en el presente soneto, con la particularidad de que el sujeto dela cláusula es una entidad abstracta (los postreros años) con un poseedor humano (de Clito); consecuentemente, la significación de 'no comenzar' se refiere a los postreros años, mientras que la de 'no acabar' se refiere a Clito. No EL SONETO DE QUEVEDO «iOH!, FALLEZCAN LOS BLANCOS, LOS POSTREROS» 349 Herrera o la acepción común que recoge, por ejemplo, Calderón? 49 • En los poe- mas quevedianos se documentan significados insospechados para el lector de hoy, como, por ejemplo, en alma, corazón, patria, valiente, breve, robusta, presumir, destinar y otras palabras de apariencia sencilla. Antes de enmendar un texto que- vediano es necesario cerciorarse de que no se toma por error lo que es, simple- mente, infrecuente, para lo cual conviene explorar las acepciones posibles de una palabra, dada la tendencia de Quevedo a servirse todas las existentes, desde las habituales hasta las recónditas. Por eso, en los versos 9-10, el hablante del soneto hace el siguiente reproche a Clito: "¿De esa manera 1 previenes el postrero parasismo?". No alude en abstracto al incierto día de su muerte, sino a la ceguera con que la afronta en los versos 1 - 2. En Quevedo es constante, a tono con su ideario estoico, la exigencia moral de pre- venir ese momento. Bastará con recordar obras como Las cuatro fantasmas de la vida y La cuna y la sepultura, así como los versos 26-27 de la silva "El metal ani- mado": "La hora irrevocable que dio, llora, 1 prevén la que ha de dar" j O. La interpretación del segundo cuarteto depende en gran medida de que se con- sidere o no que el antecedente de "los que" es el "dineros" del verso inmediatamen- te anterior. Si en Góngora fue habitual el hipérbaton consistente en anteponer el relativo al sustantivo P, Quevedo sintió alergia por el mismo. En un rápido recorri- do por la poesía moral quevediana se observa que el sintagma "los que" tiene siem- pre una nítida relación con un antecedente que lo precede. Tal vez la paráfrasis de Moya está más atenta al mundo latino de Persio que a la sintaxis quevediana: Quevedo traduce el pensamiento y las palabras de Persio con maestría. El ruego malvado e injusto de Clito es: Que se mueran, "cobren los hados más severos", es decir la Parca o la Muerte, "a los que yo me apresuré por herederos", es decir, a aquellos que yo intenté con premura y por todos los medios que se situaran (por herederos, como herederos) detrás de mí -heredero también- en la línea de "recepción de la herencia'' , pero que, sin embargo, se anticiparon -fueron "un parto" que se anticipó o se colocó delante- a mi sucesión[ ... ] "Parto", como partus en latín, puede ser "hijo", "criatura'', y este o estos "par- parece casual que el poeta haya elegido fallecer en lugar de otro verbo con significado más preciso, como arribar o llegar (con que no arriben o con que no lleguen el cómputo silábico sería el mismo), pues parece que la finalidad de la elección consiste, precisamente, en abarcar varias subacepciones a la vez. Hecho, por otra parte, nada infrecuente en Quevedo. Agradezco a Pedro Álvarez de Miranda sus sugerencias sobre este particular. 49 "Que fallezca la hermosura 1 dice una triste canción. 1 No fallezca, no fallezca, vuelva a su primer albor". El gran teatro del mundo, vv. 104 7- 50. jo Alejo de Venegas, en su Agonía del trdnsito de la muerte, capítulo VIII, págs. 1 z6-z7, se ocupa de "la locura que impide la preparación de la muerte". ¡r "las que siempre dará cerúleas señas"; "a las que tanto mar divide playas"; "los que lograr bien no supo Midas metales homicidas" (Soledad primera, vv. 363, 376 y 434, respectivamente). 350 ALFONSO REY tos" pueden ser los "hermanos" de Clito, como avalaría otro texto de Quevedo [el pasaje Sueños y discursos antes citado], él hubiese querido que naciesen después de él, y, por tanto, que heredaran a su muerte, la de Clito; pero que, por desgracia, nacieron antes; puede pues, pedir que se muera su hermano o sus hermanos mayores; así se trataría de una per- sonal "adaptación" de pupillus de Persio (págs. 340-41). Ordinariamente el soneto posee una estructura progresiva, y así ocurre en Quevedo, experto en el arte de acumular ideas y frases antes de su resolución final. En la propuesta de Moya se pierde esa voluntad de avance y, en su lugar, aparece un razonamiento discontinuo y con saltos atrás: Clito comienza pidiendo la muerte de sus tíos, expone luego el inocuo deseo de hallar un tesoro y vuelve nue- vamente a desear la muerte de familiares. Tampoco en este aspecto el usus scriben- di de Quevedo avala su hipótesis. Es difícil saber en qué momento compuso Quevedo sus poemas a imitación de Persio, pues, como ha quedado dicho, la influencia de éste no se circunscribe a una determinada etapa de su vida. Tampoco es posible decir si esos poemas fue- ron escritos en una misma época o en varias, si anteriores o posteriores a los frag- mentos prosísticos inspirados también en la sátira JI. Sólo puede afirmarse que el soneto "¡Oh!, fallezcan los blancos, los postreros" resulta peculiar porque sustitu- ye la lista de varias peticiones por la exposición de una sola, abandonando la cons- trucción paratáctica en beneficio de otra hipotáctica, que supedita las distintas plegarias a una idea dominante, al argumento del soneto. Ya se ha señalado líne- as atrás que en Persio prevalece esa construcción laxa, consecuencia de una estruc- tura basada en la contraposición de las oraciones desinteresadas de Macrino con las de quienes rezan en voz baja ocultando sus deseos inmorales. La tendencia a ensartar, y no a articular subordinando, parece, por otra parte, característica de las obras que satirizan las oraciones impías. En lcaromenipo, Menipo escucha las peti- ciones que llegan al cielo: "¡Oh Zeus, que alcance yo el trono!" "¡Oh Zeus, que crezcan mis cebollas y mis ajos!" "¡Oh dioses, que mi padre muera pronto!", repetidamente decían unos y otros: "¡Ojalá herede a mi esposa!" "¡Ojalá resulte inadvertida la conjura que preparo contra mi hermano!" "¡Que gane el pleito!" "¡Concédeme alcanzar la corona en los Juegos Olímpicos!" Entre los navegantes, uno suplicaba que soplara el bóreas, otro el noto; el labrador pedía lluvia, y el batanero sol (págs. 427-28). La misma tendencia a la yuxtaposición de plegarias se observa en Francisco Santos: Repara en aquéllos que van a los templos a pedir; mira aquel pobre hortelano que pide a Dios que crezcan sus ajos y cebollas; mira aquél que quiere heredar, cuán atrevidamente EL SONETO DE QUEVEDO «iOHI , FALLEZCAN LOS BLAN C OS, LOS POSTREROS>> 3 j 1 pide la muerte de su padre, diciendo a Dios que le despene, que se duela de la carga cruel de tantos años [ ... ] Mira aquella casada, con el fervor que pide la muerte de su marido 52 • Hay otro aspecto que debe ser tomado en cuenta: en sus poemas, y, sobre todo, en los morales, Quevedo imita a los clásicos combinando la adaptación literal de uno o más pasajes con su acomodación a un nuevo contexto, de manera que simultáneamente se acerca a su modelo y se aleja de él, en una interesante diná- mica de tradición y originalidad. Cabe pensar que si tradujo, parafraseó y glosó la sátira JI de Persio en diversas obras en prosa, se concedió un mayor margen de libertad cuando compuso poemas. Al ajustar cada matiz de Quevedo a cada palabra de Persio, Moya supedita completamente el soneto a la fuente: si los endecasílabos 3 y 4 proceden de los hexámetros 1 1 y 1 2, los endecasílabos 1 y 2 tienen que derivar del hexámetro 1 o; si Persio escribió ebulliat patrui, Quevedo, "fallezcan los tíos"; si Persio critica la avaricia, "Clito, dominado por la codicia, lo único que pretende es recibir dine- ro", por lo cual "El segundo cuarteto quevediano es igualmente, y como ya se ha visto, casi una «traducción» de Persio" 13 • Este razonamiento hubiera sido correc- to en el caso de la perdida traducción de Quevedo, pero no necesariamente en este soneto, que unas veces sigue literalmente al modelo y otraslo diluye en ideas y matices ajenos al mismo. El conocimiento de la fuente de un poema es fundamental para su compren- sión y puede resultar de gran ayuda a la hora de proponer una enmienda. En este aspecto, los latinistas están llamados a prestar una inapreciable ayuda en la reso- lución de muchos textos del Siglo de Oro español. Pero los datos que proporcio- nan la caligrafía, el léxico, la sintaxis, la cultura del siglo XVII español y las pre- ferencias estilíticas de Quevedo son más poderosos que una conjetura basada en una fuente latina. Pese a su patente ambientación romana -reflejada en anécdotas, personajes y expresiones tomadas de Persio-, el soneto que analizamos está lejos de ser una traducción libre o una paráfrasis, como sí lo era el fragmento de Sueños y discursos recordado páginas atrás. Clito solicita, principalmente, larga vida, petición ausen- te en los versos de Persio más cercanos a este soneto, de manera que la imitación de varios detalles de ese pasaje se pone al servicio de un razonamiento distinto. El deseo de que muera alguien a quien heredar, aspecto central en el texto latino, está meramente insinuado en el segundo cuarteto de Quevedo. Parece evidente que éste quiso llevar a cabo una reelaboración personal de Persio, siguiéndolo unas veces literalmente y otras con más libertad, para, finalmente, agregar al material 12 El rey gallo y discursos de la hormiga, canto VI (pág. 138). 13 Véanse, respectivamente, las páginas 338,334 y 339 del artículo de Moya. ALFONSO REY heredado ideas propias. En otros poemas había hecho algo similar: reproducir muy fielmente rasgos léxicos, metáforas e hipálages del satírico latino para some- terlas a otra intención. El soneto "¡Oh!, fallezcan los blancos, los postreros" resul- ta especialmente engañoso para quien, atento sólo a la fuente, desatienda cuanto no está en ella 54 • González de Salas se percató de la dificultad del poema, pero, en consonancia con su modo de anotar a Quevedo, sólo señaló sus antecedentes literarios, con lo cual no logró explicarlo bien. Es posible, incluso, que no lo hubiese entendido íntegramente. En ello está su carencia, no en la fijación del texto, que me parece correcto. En cierto modo, Moya incide en la misma limitación del amigo de Quevedo: reducirlo todo al cotejo con una fuente que sólo en parte explica el nuevo producto. El conocimiento del modelo es indispensable para la compren- sión de una obra, pero por sí solo no garantiza una buena conjetura, y ésta "si trova, non si cerca'', como observó Avalle (1978:113). Cuando, como sucede con el poema que nos ocupa, sólo existe un testimonio, la corrección ofrece muchos riesgos. "Al parecer, el número de conjeturas atinadas en el campo de la filología clásica no supera el 5 por 100", señaló Alberto Blecua (1983:126). Tal vez el cál- culo peca de pesimista, pero lo cierto es que en el caso de una enmienda ope inge- nii el usus scribendi, noción especialmente rica en el caso de Quevedo, parece un criterio más seguro que el simple cotejo con una fuente 55 • Más allá de la discrepancia interpretativa en torno al soneto "¡Oh, fallezcan los blancos, los postreros", que permite un debate filológico enriquecedor, deseo encaminar mi artículo hacia la justa valoración del editor póstumo de la poesía Quevedo, quien, pese a las carencias de su labor, contribuyó decisivamente a la correcta preservación de numerosos poemas quevedianos inéditos fuera de las páginas de El Parnaso Español. Uno de ellos es el aquí comentado. ALFONSO REY Universidad de Santiago de Compostela 54 Gendreau-Massaloux (1977 :239-43) ha puesto de relieve las libertades que se concede Queve- do en sus traducciones. 55 Volviendo al ejemplo de Garcilaso puede recordarse el verso 27 6 de la égloga JI!: "lugar para mostrar su blanca cara" . Herrera propuso blanda, de acuerdo con Plinio 2, r 8, pero su propuesta no ha recibido aceptación unánime. EL SONETO DE QUEVEDO «iOH!, FALLEZCAN LOS BLANCOS, LOS POSTREROS» 3 53 BIBLIOGRAFÍA Arguijo, Juan de: Obra poética, edición de Stanko Vranich (Madrid, Castalia, 1971). Astrana Marín, Luis: "Introducción general", en Obras completas de don Francisco de Quevedo. Obras en prosa (Madrid, AguiJar, 1932). --: "Introducción general", en Calder6n de la Barca. Obras completas. Dramas (Madrid, AguiJar, 1 94 5) . Avalle, D'Arco Silvia: Principi di critica testuale (Padua, Antenore, 1978 2). 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