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POLÍTICAS SOBRE EL URBANISMO SOSTENIBLE EN MEDELLÍN: 
ENTRE LA RESPONSABILIDAD SOCIAL 
Y LA RENTABILIDAD ECONÓMICA 
Por: Luis Alberto Chica Gutiérrez* 
 
RESUMEN: El presente análisis busca caracterizar los desafíos y 
potencialidades políticas y administrativas que tiene la ciudad de Medellín para 
fomentar el desarrollo urbano sostenible como política pública. Con este propósito, se 
describen las transformaciones políticas y administrativas que ha tenido la ciudad en 
las últimas dos décadas para encaminarse a ser una ciudad ambientalmente sostenible. 
En igual dirección se diagnostica la agenda del territorio en temas urbano-ambientales, 
a partir de los lineamientos que se vienen implementando para la construcción de una 
ciudad desde una perspectiva ecológica y sostenible. 
El trabajo se aborda desde una metodología cualitativa de indagación, muy 
especialmente sustentada en la revisión de fuentes primarias y secundarias. Se acude 
para ello a fuentes bibliográficas, informes sobre planeamiento urbano-regional, 
decisiones administrativas locales. 
En el desarrollo del trabajo se aborda la política pública local y regional en 
materia de protección y conservación del medio ambiente, los lineamientos de 
sostenibilidad en el Plan de Ordenamiento Territorial de Medellín y las políticas de 
desarrollo sostenible del territorio y su uso adecuado de acuerdo con la vocación del 
suelo de la ciudad. 
El trabajo concluye que, si bien Medellín ha venido avanzando formal y 
legalmente en constituirse como una ciudad sostenible, estos esfuerzos están 
encaminados a la construcción de una ciudad competitiva en el campo económico, más 
que a preservar su riqueza humana y natural. 
 
* Arquitecto de la Universidad Pontificia Bolivariana. Correo Electrónico: luischica@gmail.com Trabajo 
de grado para optar al título de especialista en Derecho Urbanístico de la Facultad de Derecho y Ciencias 
Políticas de la Universidad de Antioquia. 
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PALABRAS CLAVE: Ciudad sostenible, Sostenibilidad urbana, Urbanismo 
ecosistémico, Vocación del suelo. 
 
 
PRESENTACIÓN 
El mundo moderno, que se consolida en el siglo XVIII con la denominada 
revolución industrial, está intrínsecamente permeado por la idea del desarrollo y el 
progreso, el cual siempre estuvo asociado a la modernización; es decir, a la 
construcción del espacio físico que hiciera más cómodo el habitar de las ciudades. 
Razón meritoria si se piensa en la necesidad de mejoramiento de la calidad de vida de 
las personas; el problema es que éste fue asociado al crecimiento de la economía y, 
entre ellas, al crecimiento de las ciudades, manifestado en sus obras de infraestructura. 
Durante el siglo XX las ciudades se dedicaron a la construcción de carreteras, 
grandes rascacielos, edificaciones monumentales, amplias superficies comerciales, etc. 
En igual medida cientos de automóviles que desfilaban por las amplias avenidas, daban 
la sensación de ser “modernos” y de estar acercándose al ideal de ciudad impuesta por 
los países desarrollados. A tal punto llegó la fiebre por el urbanismo y la noción de 
modernidad, que el mundo campestre, con preponderancia de la naturaleza, alejado del 
ruido y la contaminación, empezó a asumirse bajo el concepto de lo “inculto”, y de lo 
no civilizado. 
Según Rúa, (2014), desde la década de 1960 la emergencia de nuevos actores 
sociales, como los grupos de mujeres, juventudes, afrodescendiente, ambientalistas, 
defensores de derechos humanos, empezarían a poner en tela de juicio los progresos de 
la modernidad, entre ellos los modelos de consumo, la relación con la naturaleza y lo 
construcción de lo urbano. Los movimientos ambientalistas desde los años sesenta, que 
se consolidan en la década posterior, empezaron a mostrarle a la “modernidad” sus 
vergüenzas: alta mortalidad infantil, aumento de la pobreza, inequidad en la 
distribución de la riqueza, baja cobertura y calidad en la educación, precarios sistemas 
de asistencia en salud, arrasamiento de los recursos naturales, entre otros. 
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En igual dirección el mundo de lo urbano, de la “civilidad”, también haría 
visibles sus miserias: aumento de barrios de invasión con hacinamiento crítico, tráfico 
automotor con permanente congestión, aumento de morbimortalidad por alta 
contaminación del aire, deforestación; de allí que estudiosos del tema empezaran a 
preguntarse: “Las ciudades, ¿nuestra mejor esperanza para el futuro?” (Littlejohn-
Carrillo 2018, p. 26). 
De acuerdo con Valencia (2015), son este tipo de circunstancias las que 
empiezan a dar protagonismo a otras visiones de construcción de las ciudades, entre 
ellas las que empezaron a considerar el ecourbanismo, las ciudades verdes y el 
urbanismo sostenible; visiones en las que se evidencian los desafíos de una 
planificación urbana que busque encaminarse hacia el cuidado de lo humano y lo 
natural. 
Son las anteriores circunstancias las que justifican el desarrollo de la propuesta 
Políticas sobre el urbanismo sostenible en Medellín: entre la responsabilidad social y 
la rentabilidad económica, en el que se analiza cómo en la ciudad se vienen 
implementando políticas en materia de ecourbanismo. 
Esta propuesta busca responder a la necesidad sugerida por estudiosos como 
Gómez (2015), de analizar la política pública de la planificación urbana, para el caso, 
la de Medellín, y su relación con la normatividad de ordenamiento territorial y las 
políticas de protección ambiental, desde la óptica del desarrollo sostenible, teniendo en 
cuenta el equilibrio entre el desarrollo económico y social y la protección de los 
recursos naturales, en la que debe jugar un importante papel el principio de racionalidad 
en el uso del espacio urbano. 
El artículo analiza las políticas que sobre urbanismo se vienen implementando 
en Medellín de tal manera que se hable de una ciudad ambientalmente sostenible; las 
que según Gil (2015) son fundamentales a la hora de valorar la construcción de la 
ciudad física y humana, para evidenciar cómo los entes políticos administrativos vienen 
trabajando por la disminución de los impactos negativos del crecimiento acelerado de 
la ciudad. 
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La pregunta que orienta el desarrollo del artículo es: ¿Cuáles son los desafíos y 
potencialidades que tiene la ciudad de Medellín para fomentar el desarrollo urbano 
sostenible en el largo plazo? 
A estas reflexiones se dedica el presente análisis en el que se describen los 
desafíos y potencialidades políticas y administrativas que tiene la ciudad de Medellín 
para fomentar el desarrollo urbano sostenible como política pública. Para ello en el 
trabajo se describen los cambios administrativos y las transformaciones políticas que 
ha tenido Medellín en las últimas dos décadas para encaminarse a ser una ciudad 
sostenible. Además, se presenta un diagnóstico que explica la agenda de Medellín para 
encaminarse a los objetivos de ciudad sostenible y se identifican los lineamientos que 
se vienen implementando en el territorio para la construcción de la ciudad desde una 
perspectiva humana, ecológica y respetuosa de su riqueza natural, histórica y social. 
 
ELEMENTOS CONCEPTUALES 
 
Nuevos urbanismos para el mundo de hoy 
Las ciudades latinoamericanas en general presentan una problemática bastante 
similar en cuestiones de crecimiento de sus territorios, es que éste se ha venido 
presentando a través de las conurbaciones o consumo de espacios naturales, es decir 
las ciudades hoy están creciendo a costa del achicamiento de las zonas rurales y/o 
naturales, fenómeno denominado por autores como Valencia (2015) como 
urbanización del espacio rural, lo que ha incrementado la contaminación ambiental, el 
deterioro de los recursos naturales y la precariedad de la calidad de vida de los 
ciudadanos. 
Cabe destacar que al mismo tiempo que los problemas, también aparecen signosde resistencia, presión social y la conciencia ciudadana. El mundo ha venido 
sensibilizándose sobre la necesidad de construir ciudades amigables con el medio 
ambiente, de acuerdo con las políticas y criterios de sostenibilidad urbana, por ello las 
presiones internacionales, muy especialmente de movimientos ambientalistas, han 
terminado por exigir la definición de lineamientos ecosistémicos en los que las 
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ciudades puedan conectarse con sus entornos humanos y naturales, los que en buena 
medida pueden garantizar la mitigación de los daños que a las poblaciones humanas y 
al medio ambiente les viene causando un desarrollo pensado para el crecimiento 
económico, pero no para el desarrollo humano y natural. 
El problema no es sólo el modelo de desarrollo y de construcción de lo urbano, 
es también cultural, pues el ideal que se vende a los ciudadanos es que una persona 
exitosa es aquella que ostenta un consumo desmedido. Mc Donought (2017) afirma 
que es necesario un cambio cultural en las formas de producción urbana y de los 
patrones de consumo de sus habitantes, con el fin de disminuir la presión sobre las 
zonas ambientales; de allí su invitación a introducir cambios en las formas de concebir 
y hacer la vida en las ciudades; resultando fundamental el componente humano y de 
desarrollo sostenible. 
El urbanismo en la actualidad debe asumirse desde una planeación sostenible y 
armónica con el entorno natural, procurando siempre mantener una adecuada calidad 
ambiental para sus pobladores. Por ello la importancia de abordar conceptos como el 
de territorio, no sólo como espacio físico construido, sino como el lugar donde se crea 
y recrea la vida; de allí la necesidad de construir un mundo humanamente más seguro 
y ambientalmente más sano. 
En este sentido es pertinente la sugerencia de la Agenda 2030 para el Desarrollo 
Sostenible de la Naciones Unidas (2015), cuando sugiere que el desafío que tienen las 
sociedades actuales, particularmente el mundo urbano, es la adopción de políticas 
públicas que asuman una planificación urbana apropiada, encaminada al desarrollo 
sostenible, el cual no sólo está relacionado con los perfeccionamientos arquitectónicos 
y las construcciones civiles en los territorios, sino también con la calidad de vida de los 
habitantes de las ciudades. 
Las ciudades que han crecido de manera acelerada y desorganizada, entre ellas 
Medellín, vienen experimentando efectos negativos de situaciones relacionadas con el 
cambio climático, el modelo de explotación de recursos y las prácticas de producción 
y consumo de bienes y servicios de la población. Al respecto, Valencia (2015) afirma 
que buena parte de estos daños ambientales están relacionados con las actividades 
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económicas que se generan en la cotidianidad de la vida urbana. Si bien estos daños al 
entorno ambiental, y también al cultural, son universales, es necesario emprender 
acciones locales, con estrategias innovadoras que puedan ser utilizadas para mitigar los 
daños y promover un desarrollo sostenible integral. 
Por lo anterior, es importante que los gobiernos emprendan lineamientos 
transversales de programas de sostenibilidad; los que deben asumirse, no como 
obstáculos para el “progreso” de las ciudades, sino como componentes integrales de 
los procesos de desarrollo urbano. Por lo mismo, resulta importante avanzar en 
sistemas de generación de energías limpias, sistemas de transporte sostenibles y gestión 
adecuada de residuos, además de intensas campañas pedagógicas para el consumo 
responsable, para tener ciudades menos vulnerables al cambio climático; es la 
necesidad urgente de un conciencia que lleve a los ciudadanos a transformaciones 
culturales en las formas de habitar y apropiar las ciudades, muy especialmente con la 
tarea de disminuir la presión sobre las áreas de valor ambiental y de producción 
agrícola; es el reto de desarrollar propuestas urbanísticas desde un enfoque sostenible, 
que finalmente mejoren la calidad de vida de quienes las habitan. 
El desarrollo sostenible como campo de reflexión ha logrado interrelacionar 
todas las disciplinas del conocimiento en favor de un mundo posible y mejor para todos; 
campo en el que los referentes fundamentales son el territorio natural y el territorio 
construido, no sólo en su acepción de espacio físico, sino como el lugar donde se crea 
y recrea la vida, con todos sus logros y desafíos. 
Hoy las ciudades es necesario construirlas desde una perspectiva ecológica y 
sostenible y con un enfoque sistémico, que llama a asumir las ciudades como un 
entramado de relaciones. 
 
 
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Ciudades Sustentables 
Según Barton (2008) la sostenibilidad hace referencia a la capacidad de carga, 
asociada a la asimilación de los residuos en la naturaleza y la regulación de la población 
de las especies, lo que permite entender la demanda de recursos naturales y su 
transformación; para el caso de los espacios urbanos la sostenibilidad también 
contempla una relación con la cantidad de personas que pueden habitar un lugar sin 
afectar sus equilibrios naturales, sus relaciones sociales, las prácticas de producción y 
los hábitos de consumo de la población y su productividad, y sin generar un déficit de 
recursos para la sobrevivencia de los habitantes de la ciudad. 
Gil (2012) considera que el verdadero problema de no comprometerse con la 
sostenibilidad es que los problemas ambientales no se pueden negar o evitar, pues ellos 
se hacen evidentes en la cotidianidad de la vida de los ciudadanos, pero el verdadero 
problema radica en la ideología desarrollista ensimismada en acceder a un crecimiento 
económico sin límites, a costa de la alteración de las formas de vida natural y de la 
dignidad y derechos de quienes habitan el territorio. 
La verdadera sostenibilidad del desarrollo urbano, según Gil (2012), debe 
equilibrarse entre 3 componentes del capital como son: 
- Capital humano, que busca potenciar al individuo para que viva su vida con 
dignidad, satisfaciendo sus necesidades personales de ser estar, tener y convivir. 
- Capital artificial, conformado por el ordenamiento y la planificación urbanas, 
que determinan la correlación de fuerzas y oportunidades entre diferentes 
actores de la infraestructura urbana. 
- Capital natural que involucra los recursos renovables y no renovables. 
- Capital cívico e institucional, sirve de cohesionador de los otros tres tipos de 
capital al generar normas legales y legítimos que logren el compromiso de los 
ciudadanos con la vida natural y social como bienes públicos. 
Las presiones internacionales, muy especialmente de los movimientos 
ambientalistas, lograron que en 1987 se construyera el informe Brundtland (ONU, 
1987), también conocido como Nuestro futuro común, en el que por primera vez se 
llama la atención oficialmente y a nivel planetario de la necesidad generar un desarrollo 
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sustentable, entendido como aquel que satisface las necesidades de las presentes 
generaciones sin comprometer las de las futuras. En esta misma dirección es posible 
ubicar la Declaración de Río Sobre Medio Ambiente (1992), en la que se llama la 
atención sobre la necesidad de asumir como postura ética el principio de que los seres 
humanos constituyen el centro de las preocupaciones relacionadas con el desarrollo 
sostenible y el derecho que tienen a una vida saludable y productiva en armonía con la 
naturaleza. Tanto el informe Brundtland como la Declaración de Río reconocen que los 
costos ambientales de la urbanización no pueden ser transferidos a las generaciones 
futuras, por tanto, es importante tener en cuenta el denominado “principio de equidad 
intergeneracional”, es decir se debe garantizar a las futuras generaciones una cantidad 
de bienes, al menos iguales, a los que disponemos hoy (Leff, 2002). 
Pero la sostenibilidad no sólo tiene que ver con aspectos naturales, el mundo 
social, de lo político ycultural también entra en juego. Una ciudad sostenible, por 
ejemplo, requiere del trabajo acucioso de sus gobernantes y dirigentes, de tal manera 
que procuren la mitigación de la pobreza, el cambio de los patrones de consumo y 
producción y la demarcación y protección de sus reservas naturales; además del uso de 
sistemas de energía limpia, transporte sostenible, gestión de residuos, conservación del 
agua. No es sólo el mundo natural el que se debe proteger, las decisiones políticas, los 
modelos de obtención de la riqueza y las formas culturales de relacionarse entre sí y 
con el territorio, dan cuenta de cómo una sociedad está encaminada o no a mantener un 
desarrollo sostenible. 
Es por lo anterior que desde finales de la década de 1990 se formalizó la Ley 
que exige a los territorios construir sus Planes de Ordenamiento Territorial. 
La Ley 388 de 1997, denominada Ley de Desarrollo Territorial, define el 
ordenamiento territorial como: 
Conjunto de acciones político-administrativas y de planificación 
física concertadas, emprendidas por los municipios o distritos o áreas 
metropolitanas, para orientar el desarrollo del territorio bajo su jurisdicción 
y regular la utilización, transformación y ocupación del espacio, de acuerdo 
con las estrategias de desarrollo socioeconómico y en armonía con el medio 
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ambiente y las tradiciones históricas y culturales (Congreso de la República 
de Colombia, 1997). 
 
La sostenibilidad urbana es un concepto variado y puede incluso ser difuso; el 
profesor Luis Aníbal Vélez, al analizar la perspectiva ambiental en el POT de Medellín 
(2015), encuentra que es posible identificar 4 interpretaciones distintas del 
ordenamiento: 
- La Economicista: Asume el desarrollo territorial con la localización espacial de 
las inversiones, generando patrones homogéneos de desarrollo. 
- La Urbanista: Para estos el ordenamiento territorial se enfoca en la regulación 
del uso del suelo, su énfasis está en organizar el espacio. 
- La Ruralista: Asimilan el ordenamiento a las transformaciones físicas del 
espacio para mejorar las condiciones de productividad primaria. 
- La Conservacionista: Vincula el ordenamiento territorial a una planificación del 
espacio que garantice el uso racional de los recursos naturales. 
 
Es notable que la noción de desarrollo urbano sostenible comprende el 
mejoramiento progresivo de la calidad de vida de las personas de un territorio, en el 
que se interrelacionan elementos sociales, ecológicos, políticos y económicos. 
Es procurando cumplir con las anteriores demandas que el Plan de 
Ordenamiento Territorial de Medellín, POT, el cual entre otras cosas se propone 
mejorar los equipamientos y el espacio público, atender las situaciones relacionadas 
con la ilegalidad de las viviendas, claridad en la definición de suelos rurales para 
producción alimentaria, aumento de la inversión en la gestión del riesgo, ejecución de 
programas de mejoramiento integral de barrios, vinculación de la ciudadanía a para el 
monitoreo y evaluación del POT, a través de veedurías (Consejo de Medellín, 2014). 
La administración actual de la ciudad (2020-2023), se propone igualmente 
fortalecer el POT de la ciudad, para ello se proponen crear subsistemas de servicios 
públicos, patrimonio cultural mueble e inmueble, de movilidad, habitacional, de usos 
del suelo y de planificación complementaria (Plan de desarrollo Medellín futuro, 2020). 
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METODOLOGÍA 
 
El presente trabajo se aborda desde un enfoque cualitativo, con método 
descriptivo. Este tipo de indagaciones buscan analizar las características de una 
situación concreta, para el caso, las políticas sobre urbanismo sostenible que se vienen 
implementando en Medellín y su incidencia en el mejoramiento ambiental de la ciudad. 
Para ello se revisaron variadas fuentes documentales como los libros de texto, artículos 
de revista, informes de investigación, trabajos de grado y la normatividad que en 
Medellín y su área metropolitana se viene produciendo con miras a hacer de ella un 
espacio sostenible. 
 
RESULTADOS 
 
Medellín: una ciudad en crecimiento 
Al caracterizar el crecimiento poblacional de Medellín entre los siglos XX y 
XXI, pueden encontrarse tres momentos bien diferenciados: El primero estuvo 
directamente relacionado con el desarrollo industrial de la ciudad (Velásquez y Berrío, 
2017), en el que cientos de personas y familias fueron convocados por la gran urbe para 
emplearse en las nacientes industrias, proceso que es posible ubicar entre los años 30 
y 40 del siglo XX; fenómeno que no parece haber presentado impactos negativos en la 
ciudad, ya que los recién llegados eran requeridos para dinamizar la naciente industria 
local. El segundo sería el que coincide con el denominado periodo de la Violencia de 
los años 1950, tiempo en el que centenares de familias debieron huir del campo a la 
ciudad para proteger sus vidas de las confrontaciones que el país estaba viviendo entre 
liberales y conservadores; Medellín pasa así de tener 275.000 habitantes en 1950, a 
1.300.000 en 1970 (Zúñiga y Rodríguez, 2017). Y la tercera la sucedida entre las 
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décadas de 1990-2010 en las que el conflicto armado expulsa a millares habitantes de 
los campos que deben instalarse en la capital antioqueña en condición de desplazados. 
Las anteriores exposiciones dan cuenta de una ciudad que ha crecido, no gracias 
al desarrollo y a la necesidad de nuevos pobladores para incorporarse en sus dinámicas 
económicas, sino de poblaciones marginadas, empobrecidas y violentadas que han 
debido huir de sus territorios de origen para improvisarse como habitantes de la ciudad. 
Si bien la ciudad contó con una planeación estatal respecto a cómo debía ser su 
crecimiento, éste solamente se pudo concretar en las zonas que lograron ser 
urbanizadas, muy especialmente las dedicadas a los estratos altos, medios y a los 
trabajadores formalizados para quienes se hicieron proyectos de vivienda obrera; los 
barrios marginales de la ciudad debieron nacer y crecer en medio del abandono estatal. 
Según Uribe (1990) la fundación, poblamiento y construcción de las márgenes de 
Medellín quedó en manos de sus pobladores, quienes en la mayoría de los casos tenían 
la condición de migrantes forzados. 
Estos barrios periféricos estuvieron asociados a la ausencia de un Estado que 
por lo menos regulara la manera de ocupar los barrios de la ciudad, dejando espacios 
públicos suficientes para la integración comunitaria, con infraestructura de servicios 
públicos domiciliarios; esto es lo que autores como Gil (2012), han denominado un 
modelo de urbanismo “invasor”; de allí los problemas sanitarios, los daños al medio 
ambiente, sin contar los propios de la convivencia ciudadana, donde la ausencia del 
Estado terminó por generar poderes alternos que se encargaron de administrar la 
justicia y de regular las relaciones públicas y privadas entre los ciudadanos. 
En las laderas de la ciudad esencialmente se establecieron pobladores 
informales, ya fuera por la ocupación de los terrenos que pudieron ser invadidos o por 
la construcción de sus casas, pues muchos compraron lotes, pero no hubo una 
regulación estatal en las construcciones que aceleradamente entre los años 1980-2010 
se llevaron a cabo. Pero no fueron estos pobladores los que más afectaron el medio 
ambiente de la ciudad; la industria generó beneficios, pero sin una planificación 
adecuada de la ciudad, también trajo sus costos como el reemplazo de espacios 
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naturales por la construcción de grandes factorías, lo que finalmente aceleró los 
elevados niveles de contaminación ambiental que hoy tiene la ciudad. 
La emergencia de los movimientos sociales y particularmente de los pobladores 
urbanos en los años 70 y 80 presionó a las distintas administraciones y al cabildo de la 
cuidad para hacer inversiones significativas, estas parecen no haber estado ala altura 
de las necesidades de los pobladores, con quienes, según la socióloga María Teresa 
Uribe (1990), el Estado ha tenido una deuda histórica y social. 
Si bien, la preocupación de las diferentes administraciones en temas relacionados con 
la ciudad sostenible, se inscribieron en la construcción de viviendas sociales obreras, 
programas de rehabilitación, integración popular y de servicios, erradicación de 
tugurios, control del perímetro y crecimiento urbano, ello siempre se dio como una 
propuesta de los diferentes gobiernos locales que de manera desarticulada y 
desagregada emprendieron programas de corta duración. La construcción de una 
política pública en temas medioambientales y de sostenibilidad solamente se empezaría 
a discutir en la década de los años 90. 
 
Vaivenes en el camino a la construcción de una ciudad sostenible 
Parece ser que la influencia del Informe de Brundtland de 1987 y la Declaración 
de Río de 1992, empiezan a tener eco en la clase dirigente de Medellín, muy 
especialmente en su Concejo y administración Municipal, que para principios de los 
años 90 empieza a tomar en cuenta algunas de las líneas de acción de estos informes. 
En el año 1993 el Plan General de Desarrollo de Medellín incorpora el concepto 
de desarrollo sostenible acuñado en Brundtland y los preceptos referidos en la Cumbre 
de Río sobre medio ambiente y desarrollo sostenible (Concejo de Medellín, 1993). 
Según Gil (2015) este Plan empieza a asumir el ecosistema como un dispositivo de 
convivencia pacífica, que teje una relación armónica entre medio ambiente y sociedad. 
El Plan va más allá y para tornarse efectivo, se empiezan a crear en la ciudad nuevas 
institucionalidades en materia ambiental. 
Para analistas como Velásquez (2015), sería con las administraciones 
independientes de Medellín, correspondientes a los alcaldes de los periodos 2004-2015, 
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que el enfoque del desarrollo urbano ingresa con fuerza en la ciudad, empezándose a 
hablar de una ciudad “incluyente en lo social, distributiva en lo económico, 
democrática en lo político y sostenible en lo ambiental” (Plan de Desarrollo de 
Medellín, 2012-2015, Medellín: Un hogar para la vida”) (Alcaldía de Medellín: 2012). 
Entre las iniciativas de estos periodos se encuentran, por ejemplo, los Proyectos 
Urbanos Integrales (PUI), entre ellos el sistema de transporte público: el metrocable, 
escaleras eléctricas, y corredores peatonales; la recuperación y construcción de 
espacios públicos; la construcción de espacios para el esparcimiento y la cultura como 
la construcción y/o renovación de escuelas, universidades, parques lineales y áreas 
verdes, ludotecas; todos ellos muy especialmente en sectores vulnerables y 
empobrecidos. Tras estas iniciativas, orientadas a revitalizar el espacio público para los 
más pobres, Medellín se ha posicionado a escala global como un modelo en 
infraestructura urbana. 
Algunos de los indicadores que se vienen utilizando para la gestión ambiental 
de la ciudad están relacionados con la energía y CO2, el uso de la tierra y edificios, el 
transporte, la disposición y manejo de desechos, el agua y saneamiento, calidad del aire 
y gobernanza medioambiental (Gil, 2012). 
Buscando ser reconocida como una ciudad sostenible Medellín construye su 
Plan Ambiental de Medellín, PAM, 2007-2019 (Alcaldía de Medellín, 2007), en la que 
define su agenda ambiental Municipal, sustentada en el aprovechamiento responsable 
y endógeno de los recursos naturales y los ecosistemas estratégicos, la producción 
limpia, la gestión integral del riesgo, la calidad del hábitat y equidad territorial, y el 
desarrollo de procesos socioculturales y de gestión ambiental. 
Es claro que distintas administraciones han asumido que la sostenibilidad 
urbana no sólo tiene que ver con el espacio natural, sino también con el humano, de allí 
los esfuerzos por reducir la pobreza y, como lo propone Barton (2008), mejorar la 
equidad intrageneracional e intergeneracional, con el fin de proponer mejoras en un 
sentido amplio de la calidad de vida de las personas. 
Un avance significativo en el camino de su sustentabilidad es que Medellín se 
viene pensando como ciudad región (Área Metropolitana del Valle de Aburrá), por ello 
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la promulgación del Plan Integral de Desarrollo Metropolitano Metrópoli 2008-2020, 
“Hacia la Integración Regional Sostenible”, cuya orientación es la regulación del uso 
del territorio, con proyectos tendientes a contribuir con la conservación de la 
biodiversidad y a la sostenibilidad de bienes y servicios ambientales esenciales para el 
desarrollo sostenible metropolitano, muy especialmente destinado a prevenir la 
expansión no controlada de los distintos municipios. 
En igual dirección el Acuerdo Metropolitano 05 de 2014 declaró la construcción 
sostenible como hecho Metropolitano y estableció como meta la formulación de una 
Política de Construcción Sostenible para el Valle de Aburrá. Por su parte el Acuerdo 
Metropolitano 23 de 2015 adopta la política pública de construcción sostenible en la 
jurisdicción metropolitana del Valle de Aburrá para incorporar criterios de 
sostenibilidad ambiental en la planeación, diseño, construcción y mantenimiento de 
edificaciones, desde los principios de sostenibilidad sistémica, ciclo de vida, 
concertación, corresponsabilidad y transversalidad (UPB, 2015). 
De igual manera el Área Metropolitana adoptó el Plan Metropolitano de Gestión 
del Riesgo de Desastres (Acuerdo Metropolitano N° 22 de 2014), con el que viene 
apoyando a los municipios socios en materia de conocimiento, reducción del riesgo y 
para el manejo de desastres; para ello se crea el Consejo Metropolitano de Gestión del 
Riesgo de Desastres, formalizado en el Acuerdo Metropolitano N° 03 de 2015. Para 
fortalecer la política pública a este respecto se han creado o reestructurado además en 
la región metropolitana en los últimos 4 años el Plan Metropolitano de Gestión del 
Riesgo de Desastres, el Sistema de Alertas Tempranas de Medellín y el Valle de 
Aburrá, SIATA, y el Centro Metropolitano para la respuesta a emergencias, entre otros. 
La política pública del Valle de Aburrá en materia ambiental se complementa 
con la creación del Plan Integral de Gestión de la Calidad del aire del Valle de Aburrá, 
PIGECA, el cual se propone a 2030 implementar estrategias como la Red de Monitoreo 
del Aire, para reducir los niveles de contaminación y mejorar la calidad del aire de la 
región que permita proteger la salud de la población y propiciar un desarrollo sostenible 
(Área Metropolitana, 2014). 
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A la par puede mencionarse dentro de la política pública de declaratoria de 
“Áreas Protegidas”, que son los ecosistemas estratégicos que por contar con una 
riqueza natural, social y cultural permiten generar una educación ambiental de la 
población, desarrollo de iniciativas de investigación en pro de la conservación de la 
biodiversidad para el mejoramiento de las condiciones ambientales de la región. El 
Área Metropolitana cuenta con 7 declaratorias de áreas protegidas: Cerro Nutibara, la 
Asomadera, Piamonte, el humedal Trianón y la Heliodora, y el Parque Natural 
Regional Cerro el Volador. 
Pese a los anteriores esfuerzos, desde todo punto de vista valiosos, en las 
últimas décadas (2000-2020), el enfoque de construcción de ciudad, más que la 
sostenibilidad ambiental, parece centrarse en la creación o recuperación de un espacio 
público innovador. 
Es de la anterior manera como la ciudad centra su inversión en el desarrollo de 
megaproyectos con los que se busca una solución creativa a los problemas sociales y 
ambientales, pero no su erradicación profunda, que como la denomina Valencia (2015), 
es una especie de “modernización ecológica”, que no trasciende hacia un desarrollo 
humano integral que incorpore otras esferas como la política, la social, la cultural y la 
misma ambiental, teniéndose como indicadoresla calidad del aire, la biodiversidad, la 
educación, la salud, la economía, la producción de alimento, entre otros. 
Pese a las buenas noticias relacionadas con la incorporación de lineamientos 
propiamente ambientales en los planes de gobierno de Medellín, son aún precarios los 
logros que evidencien que la ciudad se encamine por el sendero de la sostenibilidad, 
pues los indicadores que se vienen planteando están más ligados a la sostenibilidad 
económica, que a la social o ambiental (Valencia, 2015; Zúñiga y Rodríguez, 2017; 
Littlejohn-Carrillo, 2018). 
 
 
 
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EVOLUCIÓN DE LOS PLANES DE DESARROLLO Y DE ORDENAMIENTO 
TERRITORIAL DE LA CIUDAD 
Para comprender parte de los avances en materia de impulso de Medellín como 
una ciudad ambientalmente sostenible, es importante analizar los planes de desarrollo 
que durante los últimos 20 años se han implementado en la ciudad y cómo ellos asumen 
la sostenibilidad ambiental. 
Plan de desarrollo de Medellín, 2008-2011, Medellín es solidaria y competitiva, 
en su línea 4, denominada Hábitat y medio ambiente para la gente, se esboza la 
preocupación por el buen uso de los recursos y el control de la expansión urbana. El 
informe de gestión de esta administración da cuenta de los siguientes aspectos que se 
tuvieron en cuenta a este respecto (Alcaldía de Medellín: 2011): 
 
- Conservación, protección y uso sostenible de los recursos naturales. 
- Ocupación ordenada del territorio con equipamientos urbanos y rurales 
suficientes y bien distribuidos, priorizando intervenciones integrales en 
aquellas zonas que cuentan con menor dotación e infraestructura. 
- Fortalecimiento de las centralidades existentes y desarrollo de nuevas 
centralidades en la ciudad. 
- Mantenimiento y construcción de infraestructura vial, en la búsqueda de mayor 
integración y cohesión social, desplazamientos más eficientes, rápidos, seguros 
y con mayor calidad. 
- Servicio de transporte ágil, confortable y seguro. 
 
Es un Plan que esencialmente asumió lo sostenible y/o ambiental desde el 
“ordenamiento” urbano relacionado con la ocupación del espacio y la movilidad en la 
ciudad. 
Para el caso del Plan de desarrollo 2012-2015, Medellín un hogar para la vida, 
el componente 5 del plan denominado Vivienda y hábitat: derechos por la vida digna 
y la equidad, aparece ligado a programas de asentamientos humanos, vivienda y 
entorno, usos de la tierra y la conservación y protección de los recursos naturales, las 
17 
 
densidades de la población y la vivienda. Se procura un territorio sostenible, ordenado, 
equitativo e incluyente (Alcaldía de Medellín, 2012). La propuesta plantea la necesidad 
de una ciudad verde, con manejo integral de residuos, buenas prácticas de producción 
y consumo sostenible, y gestión integral del riesgo. 
Para el periodo 2016-2019 el plan de desarrollo Medellín cuenta con vos, se 
hace mayor énfasis en la integración regional del Área Metropolitana, la seguridad, 
movilidad sostenible, intervención en el centro de la ciudad, paisaje y patrimonio. 
Respecto al hábitat, este se concentra en la oferta habitacional para los ciudadanos y el 
reconocimiento de la ruralidad, con el desafío de hacer de Medellín una ciudad verde 
y sostenible. Se incorpora como novedoso en la línea de la sostenibilidad el programa 
de gestión de calidad ambiental y cambio climático. 
Finalmente, el plan de desarrollo Medellín Futuro, 2020-2023, habla sobre un 
desarrollo sostenible para la ciudad, en el cual se incorporan elementos significativos 
como fin de la pobreza, hambre cero, igualdad de género, agua limpia y saneamiento, 
reducción de las desigualdades, producción y consumo responsable. Uno de los 
enfoques del plan es el desarrollo humano sostenible y territorialmente equitativo. 
El Plan Medellín Futuro asume como uno de sus enfoques los Objetivos de 
Desarrollo Sostenible, 2015-2030, impulsada por las Naciones Unidas, por ello la 
actual administración (2020-2023) ha asumido la denominada Agenda Medellín 2030. 
Son notables los avances en las políticas de las distintas administraciones por 
incorporar el enfoque del desarrollo sostenible, visible en las preocupaciones que al 
respecto muestra cada uno de los Planes de Gobierno, de una inquietud por “organizar” 
viviendas, prestación de servicios y espacio público, se va transitando hacia problemas 
más integrales relacionadas con el cambio climático y la sostenibilidad. Pero los planes 
en general demuestran mucha más preocupación por la competitividad para el 
desarrollo económico y por catapultar a Medellín como una ciudad de eventos 
internacionales. 
El reto es que estas políticas sean asumidas por el Concejo de Medellín y por 
las autoridades del Área Metropolitana como política pública de la región 
metropolitana. Se requiere además un componente importante a este respecto es el 
18 
 
educativo, la ciudad necesita no sólo mejorar la lecto-escritura y las matemáticas, como 
lo piden las pruebas estandarizadas, sino también mejorar su formación en democracia, 
ciudadanía, responsabilidad cívica, cultura y del medioambiente. 
Falta todavía que los planes de gobierno y las políticas públicas de la ciudad 
integren elementos fundamentales, propios de las ciudades sostenibles, como son las 
políticas de reducción de emisiones. 
Los distintos Planes de Ordenamiento Territorial, POT, de Medellín, también 
dan cuenta de estas transiciones. El POT de 1999, se plantea desde una visión de región 
que procura su sostenibilidad, la equidad, la valoración del espacio público y la 
competitividad. Como sus objetivos el POT se propone (Concejo de Medellín, 1999) 
contribuir a consolidar una plataforma metropolitana y regional competitiva, valorar el 
medio natural como elemento estructurante principal del ordenamiento territorial, 
convertir el espacio público en el elemento principal del sistema estructurante urbano, 
racionalizar el uso y ocupación del suelo, fundamentar el desarrollo rural en la 
productividad ambiental protegiendo sus recursos naturales, su paisaje, su producción 
tradicional sostenible y las características de su hábitat e implementar un modelo de 
movilidad soportado en el metro y en sus sistemas complementarios. 
El POT de la ciudad de 2006 se propuso (Concejo de Medellín, 2006) hacer de 
Medellín un territorio líder e innovador para propiciar su productividad y 
competitividad, promover un ordenamiento territorial democrático e incluyente, dar 
prioridad al espacio público (generación, consolidación, mejoramiento y apropiación 
ciudadana) y promover un desarrollo urbano compacto y policéntrico, de tal manera 
que dinamice y revitalice diversas zonas de la ciudad y consolide su sistema de 
centralidades en un contexto metropolitano. 
El POT de 2014, se planteó consolidar un urbanismo ecológico como estrategia 
para la adaptación y mitigación al cambio climático, la equidad territorial, 
revitalización y diversificación económica, construcción colectiva del territorio y 
mejoramiento de las capacidades institucionales. 
Es notable que de la preocupación central por la ocupación del espacio público 
y por la productividad, van entrando en juego preocupaciones propias de las ciudades 
19 
 
sostenibles como lo es el problema del cambio climático, la equidad, la participación 
ciudadana y el fortalecimiento institucional como garante de las normas que protegen 
el derecho a habitar una ciudad ambientalmente sostenible. 
Es problemático, además, que la preocupación por los usos del suelo y del 
espacio público termíneme afectado negativamente a los moradores de barrios 
subnormales y a quienes desarrollan actividades informales en el centro de la ciudad, 
pues como vienen manifestando organizaciones sociales al respecto (Colegas, 2017) 
no se pude hablar de protección del suelo y del medio ambiente si se desprotege a los 
moradores del territorio. 
Existen aún elementos cuya definiciónes precaria en los planes, muy 
especialmente relacionados con el mejoramiento de las condiciones de vida de su 
población, que deben ir más allá de proteger el espacio público, la ocupación del suelo 
y el crecimiento de su Producto Interno Bruto (competitividad); trabajar por mejores 
empleos e ingresos, cualificar el sistema educativo y los servicios sanitarios, 
procurando su asequibilidad (en su disposición), accesibilidad (en sus posibilidades de 
hacerlos efectivos), adaptabilidad (para los contextos diversos de la población) y 
aceptabilidad (en su calidad); deben ser elementos orientadores de los POT de la 
ciudad. 
 
 
DISCUSIÓN DE RESULTADOS 
Las diversas lecturas asumidas para el presente trabajo permitieron evidenciar 
que Medellín se proyectó como una ciudad para el desarrollo, la industria y el comercio, 
pero no para la equidad, la convivencia ciudadana y la sostenibilidad, lo que puede 
explicar sus desajustes sociales que por periodos significativos la han asociado a una 
ciudad excluyente y violenta. 
En la ciudad no hubo un intento por incluir social y políticamente a las 
poblaciones que se han establecido en ella (campesinos, indígenas, afrodescendientes 
y, en la actualidad los migrantes venezolanos), quienes siguen siendo mirados con 
20 
 
desconfianza y hasta con desprecio. La ciudad crece y se desarrolla en un ambiente de 
segregación urbana, vulnerabilidad vital, precariedad cultural y exclusión social. 
Pese a los avances en materia de reflexión teórica y discusión política, la ciudad 
aún mantiene precarias inversiones en algunas de sus Comunas como es el caso de las 
Comunas 1, 2, 3, 8 y 13, que según el Observatorio de Política Pública de Medellín 
(2018), siguen presentando altos niveles de pobreza y deudas históricas con sus 
habitantes; en estas mismas Comunas es justamente donde la presencia estatal es 
precaria, además del desinterés que tradicionalmente las élites han demostrado por los 
sectores que no son un mercado laboral o económico fuerte, lo que ha llevado a una 
expansión de la informalidad económica, muy especialmente visible en el mundo 
laboral, la que finalmente afecta negativamente el hábitat urbano. 
Recuérdese que las facultades de ciencias humanas y sociales se establecen en 
la ciudad de manera masiva sólo desde finales de los años 60 y principios de los 70, 
con los académicos que pondrían a pensar distinto la noción de la planificación urbana, 
donde los elementos del desarrollo sostenible empezarán a tener resonancia sólo en la 
década de los años 80. 
Medellín se viene perfilando como la urbe de los grandes eventos mundiales, 
de los foros internacionales, de los premios alternativos en recuperación, por su 
transformación positiva; el desafío en materia de desarrollo sostenible para Medellín 
es entonces no “morir de éxito” sino orientarse hacia una planificación y gestión urbana 
estratégica con visión integral y a largo plazo, cuyo eje esté primordialmente en mejorar 
la calidad de vida de la población actual y futura. 
En abril del 2014 se celebró en Medellín la 7ª Edición del Foro Urbano Mundial 
de Naciones Unidas, en el que se llegó a la conclusión de que “es insuficiente tener 
ciudades habitables, es necesario buscar ciudades para la vida: zonas urbanas donde las 
personas puedan encontrar espacios para la prosperidad y la innovación con 
oportunidades de acceso a recursos y servicios, fuentes de crecimiento económico y, 
en general, alternativas concretas para lograr una mejor calidad de vida” (Valencia, 
2015). Lo anterior daba cuenta de los procesos en los que venía ingresando la ciudad 
en términos de ser reconocida como una ciudad sostenible. 
21 
 
El anterior Foro se inscribe en las políticas ambientalistas y de 
construcción de ciudad sostenible que desde los años 1990 empezaron a 
implementar las distintas administraciones de Medellín, las que se han convertido 
en política pública de la ciudad, procurando un desarrollo limpio en la región; de 
ello dan cuenta proyectos como la construcción de corredores verdes, el tranvía 
y las líneas de Metrocable que hoy funcionan. 
A pesar de que el desarrollo sostenible es la articulación de pilares sociales, 
económicos, políticos y ambientales, su aproximación debe comenzar primero por 
certificar una cierta estabilidad social, donde la seguridad ciudadana tenga un papel 
fundamental. No es posible hablar de auténtico desarrollo si no se produce una mejora 
integral de la calidad de vida y de bienestar en el espacio cotidiano. En este sentido, el 
Estado debe cumplir su rol, que no es otro que garantizar la seguridad y una estabilidad 
que minimice situaciones de conflicto que afectan a la población. 
La sostenibilidad ambiental de la ciudad debe estar centrada en las personas, 
más allá de buscar beneficiar solamente a la inversión privada, el turismo y la imagen 
a nivel global; es fundamental que la ciudad acoja la discusión y el desarrollo de 
políticas para mitigar los altos niveles de contaminación ambiental, los riesgos 
naturales y la desigualdad social. 
Es evidente que Medellín posee un déficit de espacio público en calidad y 
cantidad, el cual, si bien se ha aumentado precariamente en algunas centralidades de la 
ciudad, sigue siendo insuficiente, y más que un espacio verde o amigable con el medio 
ambiente, lo que está creciendo es el amoblamiento urbano donde no predomina lo 
verde (la naturaleza), sino lo gris (el cemento). 
Una ciudad sostenible debe buscar la concentración de las actividades 
económicas, sociales y culturales, es decir hacer más funcionales los espacios ya 
existentes, con el fin de disminuir el gasto de energía, transporte e intercambio de 
recursos; pero también tiene que apostarle a cualificar la presencia institucional, pues 
históricamente la ciudad ha demostrado un desinterés latente en la franja de población 
que está fuera del mercado, lo que la ha llevado a aumentar exponencialmente la 
informalidad, que finalmente lleva a la segregación del hábitat urbano. 
22 
 
La ciudad sostenible se consolida con la atención a su gente, con políticas 
adecuadas de uso de los recursos, entre ellos los naturales y con una clara 
normatización de los usos del suelo, que debe ir más allá de simples normas para que 
haya construcciones sostenibles, pues la sumatoria de edificaciones sostenibles no da 
como resultado una ciudad sostenible. 
 
CONCLUSIONES 
Las indagaciones permitieron encontrar que los intentos por construir la ciudad 
sostenible han estado centrados en una lógica positivista, que prioriza el cumplimiento 
de algunas formalidades, muy especialmente sustentada en la limpieza, el desarrollo 
económico y la ornamentación, mientras que el enfoque del desarrollo humano, que 
debe hacerse evidente en combatir los graves problemas de pobreza o en una política 
pedagógica de ciudad para un consumo responsable, avanza demasiado lento; ello sin 
contar la presencia de condiciones relacionadas con el crimen y la inseguridad, que 
hacen menos vivible la ciudad para sus ciudadanos. Es por lo anterior que hay que 
asumir que la calidad de vida de la ciudad debe estar centrada muy especialmente en la 
calidad de vida de los ciudadanos y en sus interacciones. 
El mundo neoliberal, que privilegia los “buenos negocios” sobre la calidad de 
vida de la gente, está imponiendo un modelo de ciudades, que más que sostenibles, se 
convierten en una estrategia de marketing, basada en la economía de la cultura e 
innovación, lo que finalmente puede propiciar el desplazamiento y relegamiento de los 
problemas propios del territorio, por un crecimiento material para mostrar, pero que no 
refleja la calidad de vida del conjunto de sus ciudadanos. El problema es pues cómo 
llevar a cabo un modelo de desarrollo que abarque todo su territorio y no sólo algunas 
de sus centralidades, que vaya más allá de un modelo capitalista y consumista; una 
ciudad que piensemás en ser sostenible que en ser competitiva. 
Medellín tiene el desafío de asumir su desarrollo no sólo desde un discurso que 
identifica la ciudad como ambientalmente sostenible, como el lugar para proyectos 
urbanos atractivos para la inversión económica global, sino como una estrategia para 
23 
 
mejorar integralmente la calidad de vida de sus ciudadanos, muy especialmente los más 
pobres. 
Medellín requiere de un sistema de planificación que promueva una ocupación 
equilibrada del territorio, de tal manera que los segmentos de menores ingresos no sean 
los más perjudicados y vulnerables a los problemas ambientales, de igual forma se 
requiere de inversión pública en infraestructuras verdes, transporte público bajo en 
carbono y manejo sostenible de los residuos, de tal forma que la ciudad no sea 
exclusivamente un centro para generar riqueza, sino que se destaque también por su 
gestión ambiental y su equidad social; la ciudad necesita una política pública en la que 
el crecimiento económico, la sostenibilidad ambiental y la equidad social tengan la 
misma importancia. 
 
 
 
24 
 
 
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