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Los Cuerpos de las Mujeres en la Prostitución en la Ciudad de Bogotá, Colombia 
Xochilt Juliana Izquierdo Acosta 
Colombia, 2018 
Globalización y Género: Dimensiones económicas, políticas, culturales y sociales. 
Tensiones, reacciones y propuestas emergentes en América Latina, PRIGEPP 
Profesora Coordinadora: Gloria Bonder 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Índice 
Introducción ……………………………………………………………………3 
1. La globalización capitalista neoliberal ……………………………………...3 
 1.1 La variante del desarrollo ……………………………………………......4 
 1.2. Las mujeres en el entramado global ………………………………….…5 
2. Colombia y sus particularidades ……………………………………………5 
 2.1 Violencia en contexto ……………………………………………………6 
 2.2 La prostitución en Bogotá ……………………………………………….7 
3. Los cuerpos de las mujeres en la prostitución ………………………………8 
 3.1 Perspectiva(s) de género ………………………………………………...9 
Conclusiones …………………………………………………………………10 
Bibliografía …………………………………………………………………...11 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Introducción 
En el mundo actual ya no existen cuerpos aislados, ni puros o estáticos o solo 
tradicionales; cada cuerpo es formado y afectado claramente por sus 
confrontaciones con los procesos globales. Pero aun en un mundo globalizado, 
el cuerpo sigue siendo el medio por el cual el individuo interpreta la realidad y 
vive su vida (Harcourt y Escobar, 2002). 
 
Me he tomado el atrevimiento de intercambiar la palabra lugar de su texto 
original, por la palabra cuerpo en el fragmento anterior. Aspiro a que los autores no 
encontrarán reparo, pues si de algo se trata, es de afianzar el concepto de cuerpo a su 
interpretación como lugar, y así guiar la realización del presente trabajo. 
El cuerpo como lugar, y como lugar de lucha política como veremos más 
adelante, nos abre la posibilidad de hacer una aproximación a la problemática social de 
la prostitución, desde las sujetas mujeres que la ejercen. Teniendo en cuenta los 
principales rasgos de la globalización capitalista neoliberal, el contexto propio de 
Colombia como país, así como algunas reflexiones a partir de las teorías de género, se 
intentará esbozar el panorama al que se ven enfrentadas las mujeres que ejercen como 
prostitutas en la ciudad de Bogotá. Brindar a los cuerpos de las mujeres de centralidad 
dentro del entramado global, es la intención. 
 
1. La globalización capitalista neoliberal 
La globalización de carácter capitalista y neoliberal es un proceso que 
encuentra su forma en las tres últimas décadas del siglo XX y que desde entonces 
constituye nuestra actual fase histórica. Voy a destacar los rasgos de este proceso que 
considero sirven de marco para entender la prostitución como se da hoy día. 
Según Castells (2017), un mundo globalizado conecta lo que tiene valor y 
desconecta lo que considera sin valor; la globalización es entonces una globalización de 
ciertas actividades que involucran a ciertos tipos de población, que se articulan en redes 
gracias a su capacidad tecnológica, institucional y organizativa. Este carácter asimétrico 
de la globalización no solo es base de las desigualdades sociales, sino en concepto del 
autor, el mayor motor de desigualdad en la historia. 
Tras la firma del Consenso de Washington, los centros de poder incitaron a los 
países latinoamericanos a adoptar el modelo económico de desarrollo hegemónico y así 
integrarse al sistema mundial. Sin embargo, una integración real dependía enteramente 
de una relación entre pares, la cual no era tal (Hipertexto PRIGEPP Globalización, 
2018, 2.3). 
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En palabras de Sassen (2007), la globalización de la actividad económica 
contribuyó a la formación de nuevos órdenes institucionales, reformando los 
anteriormente existentes. Nuevos actores globales entraron en escena a negociar un 
lugar antes de autoridad exclusiva de los Estados-nación. Las empresas transnacionales 
entraron a influir en las decisiones estatales. Las antiguas jerarquías territoriales se 
replantearon en función de su estrategia dentro del entramado global, adquiriendo lo 
local una posición de valor. De la mano, se dio forma a lo que la autora denomina 
bordes sistémicos ocultos, que coexisten con el crecimiento de la economía y, que una 
vez cruzados, invisibilizan a quienes, a partir de ese momento, entran a ser parte de los 
expulsados del sistema (Sassen, 2015). 
 
1.1 La variante del desarrollo 
El discurso del desarrollo abonó desde los años 50 el terreno para las políticas 
neoliberales. El precio del progreso económico (entiéndase pobreza, desigualdad, 
miseria, explotación, opresión, violencia y crisis), valía la pena, si la recompensa era el 
capital, la ciencia y la tecnología (Escobar, 2014). El desarrollismo sirvió para justificar 
las intervenciones de un Nor-Occidente, que venía cargado con todas las respuestas 
universalmente válidas, hacia un Sur, denominado desde ese mismo norte como 
“subdesarrollado” y del “tercer mundo” (Escobar, 2014; Valcárcel, 2002). 
Según Escobar, el análisis crítico del desarrollo se hace oportuno y relevante en 
cuanto a que sigue siendo una importante fuerza social y cultural en América Latina 
(Citado en Hipertexto PRIGEPP Globalización, 2018, 2.6.2). Desde el desarrollismo se 
incorporó a la mujer desde una visión de mujeres improductivas e ignorantes, imagen 
que permitió justificar programas y proyectos de ayuda con visión paternalista; la mujer 
del tercer mundo se vio relegada a la economía doméstica y a actividades de 
subsistencia (Escobar, 2014). 
“La percepción del extranjero como alguien que necesita ayuda” (Escobar, 
2014, p. 53), y que es la base de este discurso, se deriva de la condena al exotismo de la 
que nos habla Valcárcel (2002): Todo aquello que se presenta ajeno, raro, extravagante 
para las costumbres y maneras occidentales, desemboca en una ficción del otro, en una 
mirada que entrará a determinar los marcos desde dónde se concibe y, cuya injerencia 
según Escobar, terminará transformando “el tejido económico, social y cultural” de las 
naciones en foco (2014, p.66). La mujer latinoamericana será dotada de un exotismo 
propio y exuberante que se manifestará a través de sus cuerpos. “Dependientes, eróticas 
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y poseídas por un frenesí sexual”, serán convertidas en objetos ideales para las tareas de 
la industria del sexo (Hipertexto PRIGEPP Globalización, 2018, 3.5.2). 
 
1.2. Las mujeres en el entramado global 
En el marco de un sistema patriarcal, el sometimiento de las mujeres se 
encuentra naturalizado y sostenido por “instituciones políticas, sociales, económicas, 
ideológicas y afectivas que producen y reproducen prácticas cotidianas colectivas y 
personales” en lo público y en lo privado (Carosio, 2017, p. 28). La salida de las 
mujeres al mundo laboral remunerado se da bajo el prejuicio de que las mujeres son 
útiles para ciertas labores y para otras no, así como del sobreentendido de tener que 
seguir desempeñando a la par las tareas de cuidado propias del hogar. “Mal pagas, peor 
alimentadas y sin educación”, las mujeres fueron la mano de obra ideal para el 
capitalismo (Carosio, 2017, p. 30) y la medida de ajuste perfecta para ayudar a contener 
los periodos de crisis (Ahumada, 2010; Vargas, 2003). 
Según la OIT, los procesos de crisis no los viven igual hombres y mujeres, 
pues a estas las afectan variables de tipo social, cultural y económico como son las 
inequidades, el empleo informal y la desprotección social en los sectores pobres y el 
hecho de que las mujeres tienden a perder con mayor facilidad sus trabajos (Citado en 
Hipertexto PRIGEPP Globalización, 2018, 2.6). Se da forma a lo que se ha dado en 
llamar la feminización de la pobreza. 
 
2. Colombia y sus particularidades 
Uno delos aspectos fundamentales para entender esta fase de globalización es 
que las características y efectos diferirán según los contextos, sectores y ámbitos 
sociales en los que se expresen (Hipertexto PRIGEPP Globalización, 2018, 1.5.5). 
En Colombia, se da lo que Sagot Rodríguez (2017, p. 10) describe como 
“matrices de opresión” en donde la opresión patriarcal se entrecruza con la opresión 
racista, heterosexista y clasista, pero también con opresiones producto de la violencia 
social y política propia del país, como el desplazamiento. Así las cosas, el concepto de 
interseccionalidad adquiere relevancia como marco de análisis para cualquier 
problemática social, incluída la prostitución. 
Colombia es un país multicultural que alberga 87 pueblos indígenas, cuatro 
grupos diferenciales de población negra, población Rom y población que se considera 
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sin pertenencia étnica, dentro de la que se cuentan blancos y mestizos, y que para el año 
2005 constituía el 85.94% de la población (DANE, 2007). 
Hoy día, cuenta con una población proyectada1 de casi 50 millones de 
personas, de las cuales 25.228.444 son mujeres. Es decir, la mitad y algo más de la 
población. La tasa de pobreza monetaria en el país en 2017 fue del 26.9% y la de 
pobreza extrema del 7.4%. Las cifras para los hogares con jefatura femenina fueron del 
29.7% en el caso de pobreza y del 8,7% en pobreza extrema. Cuando el jefe de hogar 
era varón, las cifras fueron del 25.5% y del 6,7% respectivamente (DANE, 2018). 
Variables que, por los factores descritos con anterioridad, afectan directamente 
a las mujeres, como lo son el trabajo informal (72.7%), el desempleo de larga duración 
(12%), la falta de acceso a fuente de agua mejorada (8.6%) y las barreras a los servicios 
para cuidado de la primera infancia (8.4%), son tenidas en cuenta mediante la medida 
de pobreza multidimensional2, que en 2017 afectaba al 17% de los colombianos3 
(DANE, 2018). 
 
2.1 Violencia en contexto 
Medidas como la apertura a la desregulación financiera, la flexibilización del 
trabajo, la privatización de las empresas públicas y el desmantelamiento progresivo del 
Estado vinieron acompañadas en América Latina, y Colombia no fue la excepción, con 
el aumento de la brecha entre ricos y pobres, el incremento del poder de las mafias del 
narcotráfico, su penetración tanto en la institucionalidad como en el tejido social, la 
pérdida de confianza en las instituciones y los líderes políticos, el surgimiento de grupos 
paramilitares, y como consecuencia de todo ello, el malestar social y subjetivo de todo 
un país, sumado con un sentimiento de vulnerabilidad e incertidumbre (Hipertexto 
PRIGEPP Globalización, 2018, 2.5). 
El fenómeno de la violencia en Colombia adquirió la cara de narcoviolencia 
durante las dos últimas décadas del siglo XX y la primera del XXI; su punto más álgido 
coincide con la entrada y puesta en práctica de las políticas neoliberales en el país 
(LaRosa y Mejía, 2017). Ahumada (2010) menciona que bajo el doble gobierno de 
 
1 Población proyectada en Colombia con fecha en tiempo real. Consultada en junio de 2018 en 
http://www.dane.gov.co/reloj/ 
2 El Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) se construye con base en cinco dimensiones: condiciones educativas 
del hogar, condiciones de la niñez y la juventud, salud, trabajo, y acceso a los servicios públicos domiciliarios y 
condiciones de la vivienda. Estas 5 dimensiones involucran 15 indicadores, y son considerados pobres los hogares 
que tengan privación en por lo menos el 33% de los indicadores (DANE, 2018). 
3Lamentablemente los porcentajes atribuidos a estas variables no distinguen entre mujeres y varones. 
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Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) se ejecutaron supuestos neoliberales como que el 
crecimiento económico era suficiente para solventar las desigualdades sociales, y que 
este dependía de una mayor inversión privada y extranjera; al tiempo que se reducía el 
gasto público, se incrementaba el gasto militar. La crisis social humanitaria desatada, 
que afectó más drásticamente a mujeres, niños y ancianos, trajo consigo el fenómeno de 
la migración, tanto al extranjero como al interior del país (Ahumada, 2010). En 2006, 
cerca de 20.000 colombianos buscaron asilo en diferentes países del mundo (LaRosa y 
Mejía, 2017). En 2008, cifras no oficiales daban cuenta de 4.6 millones de desplazados 
internos (Ahumada, 2010). 
Un trabajo publicado por la CEPAL (Ibáñez y Velásquez, 2008) sobre 
desplazamiento, dio cuenta de los múltiples obstáculos de discriminación a los que la 
población desplazada se enfrenta en los lugares de recepción, siendo las mujeres y los 
miembros de comunidades indígenas quienes más fuerte los padecen. El trabajo 
aclaraba que la población desplazada no encuentra en las ciudades opciones laborales 
que se acomoden a los conocimientos adquiridos a lo largo de sus vidas, por lo que 
estos acaban insertos en trabajos de mala calidad, que requieren poca experiencia y 
conocimientos, con salarios muy bajos y, en general, dentro del sector informal. La cifra 
de mujeres desplazadas insertas en este sector para la fecha era del 67.3%. Las mujeres 
encuentran cómo generar ingresos como empleadas domésticas, en ventas ambulantes 
y/o en el ejercicio de la prostitución (Ibáñez y Velásquez, 2008). 
 
2.2 La prostitución en Bogotá 
La Secretaría Distrital de la Mujer en su informe de 2015 sobre el fenómeno de 
la prostitución en Bogotá4, reportó que más de la mitad de las personas en ejercicio son 
oriundas de otros municipios de Colombia, exactamente el 53,1%, de las cuales el 
87.7% se declararon víctimas del conflicto armado colombiano (OMEG, 2015). El 
desplazamiento y las migraciones en búsqueda de mejores oportunidades se hacen 
relevantes para abordar esta problemática. 
El panorama es el siguiente: El 94,7 % de las personas entrevistadas, son 
mujeres, lo que lo hace un oficio claramente feminizado. El 49% ingresó a la 
prostitución entre los 18 y 25 años, edades que se consideran de mayor productividad 
laboral. El 84.8% ha intentado dejar la prostitución sin conseguirlo, la mayoría (37,9%) 
 
4 El informe se basa en una muestra de 1995 personas en ejercicio que accedieron a los servicios de la Secretaría a 
través de sus diversos mecanismos, entre septiembre de 2013 y agosto de 2015. 
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manifestando el deseo de un cambio de vida o mejores condiciones para sus hijos. El 
7.3% de las personas en prostitución son afrodescendientes y el 0.9% pertenecen a 
grupos indígenas. El 40,7% manifestó haber sufrido violencia o vulneración de sus 
derechos dentro del ejercicio de la actividad. El 61,5% por violencia física, 28.5% por 
abuso sexual y el 22,4% por abuso policial, siendo estas las tipificaciones más comunes. 
Son las mujeres afro (37.2%), indígenas (77.8%) y transgénero (64%) quienes reportan 
mayor afectación por violencia. Dicen ejercer ante la imposibilidad de otra alternativa 
para la generación de ingresos y el mantenimiento de su familia (OMEG, 2015). Dentro 
de sus conclusiones, el informe va un poco más allá, afirmando: 
(la) acumulación de violencias y vulnerabilidades, en relación con la posición 
subordinada de las mujeres en la estructura social, permite cuestionar 
argumentos comúnmente asociados con el ejercicio de prostitución, como el que 
se trata de una decisión libre, de un contrato entre pares o de una situación a la 
cual se entra o se sale de manera autónoma y voluntaria (OMEG, 2015, p. 44). 
 
Según un informe del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses (Citado 
en OMEG, 2015), de 2004 a 2013 fueron asesinadas en Colombia 238 mujeres en 
ejercicio de prostitución, siendo Bogotá el segundo lugar con el mayor número de casos. 
Los “clientes” fueron identificados como los principalesagresores, seguidos de la pareja 
estable y de la Policía, mientras que el estigma y la discriminación se identificaron 
como los detonantes de la violencia. 
 
3. Los cuerpos de las mujeres en la prostitución 
Según Cabnal (2015), el cuerpo es el territorio a través del cual nos 
relacionamos con el cosmos, la naturaleza y con los demás cuerpos; es nuestro ser y 
estar en el mundo de manera consciente; nuestro espacio significado de vida… acaso el 
único que realmente nos pertenece. “Somos nuestros cuerpos”, dirían Harcourt y 
Escobar (2002), y cada experiencia que vivimos ocurre a través de aquel. 
Siguiendo a Molyneux (Schuster, 2017), la prostitución puede entenderse como 
una manifestación particularmente negativa, dañina y autolimitante, tanto de la 
feminidad como de la masculinidad; una sexualidad que detenta hegemonía sobre otro 
cuerpo, en palabras de Cabnal (2015), es siempre una forma de opresión patriarcal. 
Pero, así como las opresiones se viven a través de los cuerpos, es a través de los cuerpos 
que se experimentan las liberaciones (Cabnal, 2015). 
El cuerpo desde una política de lugar entra entonces a poner de manifiesto lo 
que los discursos y prácticas de expropiación, homogeneización y mercantilización de 
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la actual fase de globalización ha intentado borrar e invisibilizar, y es el carácter y 
potencial político de los cuerpos, como lugares desde donde emergen las luchas 
(Harcourt y Escobar, 2002; Vargas, 2006). En escenarios de guerra como el que 
experimenta Colombia, en el que el cuerpo de las mujeres “es visto y asumido como 
botín de todos los bandos” (Vargas, 2006, p. 326), se hace más que necesario emprender 
lo que Harcourt y Escobar (2002) denominan la lucha política de las mujeres por su 
autonomía y por su integridad, en contra de las violencias y de la opresión sexual, y que 
comienza en el cuerpo como lugar, dentro del ámbito de la injusticia cultural o 
simbólica “arraigada en los patrones sociales de representación, interpretación y 
comunicación”, según Vargas (2003, p. 207). 
 
3.1 Perspectiva(s) de género 
Haciendo un repaso a las líneas de debate en torno al género que plantea 
Bonder (1998), el género puede ser entendido como una categoría de análisis “de todos 
los procesos y fenómenos sociales”; una categoría que reconoce la diversidad y que se 
basa en la identificación de patrones propios que se articulan en cada contexto. Analizar 
así la prostitución es quizás desprenderse de los marcos que no nos permiten ver la 
violencia naturalizada y cotidiana en su ejercicio y que encuentra su fundamentación en 
aquello que nombra Butler como “expresión del imaginario masculino” (Citado en 
Bonder, 1998). La prostitución, casi que como metáfora para vislumbrar con claridad la 
imagen de la mujer vacía y despojada, dispuesta y en espera a la inscripción masculina, 
que llega para imponerle desde afuera, una identidad fija e inamovible como puta, y una 
valoración social y cultural en el último escaño de la pirámide: descartables y 
desprovistas de derechos. Su heterogeneidad como mujeres se anula, pues de sujetas 
situadas, pasan a constituir todas, una única mercancía, intercambiable y 
homogeneizada, al servicio del placer masculino y bajo la ley de la oferta y la demanda; 
términos que plantea nuestro actual momento histórico. 
Dejar a un lado la concepción sustancialista, siguiendo a Bonder (1998), en la 
que la mujer es vista como única y deshistorizada, es entonces reconocer la prostitución 
como una práctica que, aunque comparte la opresión patriarcal, se manifiesta de distinta 
manera según su intersección con la raza, la etnia, la clase, la orientación sexual, y por 
supuesto, con su momento histórico. Es reconocer también, las múltiples subjetividades 
entrampadas en su ejercicio. 
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Victimizar a las mujeres prostitutas, desde una concepción de género como 
opresión, es negar que las experiencias de aquellas se sitúan “en el plano de la 
resistencia y transgresión de los mandatos culturales” y hegemónicos (Bonder, 1998). 
La capacidad gestora, transgresora y transformadora de las mujeres, de la que da viva 
cuenta la teoría feminista, y la (in)subordinación de género a lo largo de la historia, 
deben iluminarnos el camino a la hora de abordar realidades tan complejas. 
 
Conclusiones 
“La transformación de la realidad presupone la transformación de la mirada” 
(Vargas, 2006). Abordar el contexto histórico actual, es entender que toda práctica está 
regida por componentes tanto globales como locales. Rescatar el valor de lo local, 
rescatar el valor de los cuerpos, es concientizar y hacer visibles las luchas que allí tienen 
lugar. De-construir lo que hasta ahora se ha considerado como normal, dado, inalterable 
y asentado por la tradición, como lo es el ejercicio de la prostitución, es la forma de 
lograrlo. Es necesario ampliar los propios marcos, repasar las miradas del pasado, y así 
reivindicar una problemática tanto desde lo simbólico y la representación, como desde 
las desigualdades sociales y económicas. La concepción de género como constructo 
social y como herramienta potente de análisis, nos puede ayudar en dicha tarea. 
Las cifras suministradas nos llevan a pensar que entre más se entrecruza “lo 
diferente”, mayores los riesgos de ejercer este oficio. Sobresale por su ausencia, la 
necesidad de un censo nacional que dé cuenta de todas las personas en situación de 
prostitución y de las interseccionalidades propias que atraviesan sus identidades. 
Como arista que no hemos tocado en este trabajo, están las mujeres que ejercen 
como prostitutas por propia decisión, teniendo otras posibilidades. ¿Desde dónde se 
expresan estas voces? Sus luchas, sin embargo, no pueden opacar o silenciar las 
realidades ya de por sí silenciadas, expuestas en el presente trabajo. 
Para terminar, un viso de esperanza: Así como la globalización capitalista 
neoliberal conecta y desconecta lo que a su parecer tiene o no valor, deja grietas por las 
cuales se cuelan movimientos antiglobalización, que más que ir en contra de la 
globalidad, proponen otro tipo de relaciones e intercambios más solidarios, menos 
deshumanizados. Debemos creer, y actuar en consecuencia, que existen vías que les 
permiten salir a los expulsados del sistema, y dentro de estos, a las mujeres prostitutas, 
del entrampamiento en el que se encuentran. La utopía nos invita a aspirar a algo más 
que a inscribirnos en los usos y formas que el patriarcado nos impone. 
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