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bibl ioteca abier ta co l e c c i ón gene r a l l i te ratura Jorge Isaacs y María ante el proceso de secularización en Colombia (1850-1886) Jorge Isaacs y María ante el proceso de secularización en Colombia (1850-1886) Iván Vicente Padilla Chasing 2016 DEPARTAMENTO DE LITERATURA FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Jorge Isaacs y María ante el proceso de secularización en Colombia (1850-1886) Biblioteca Abierta Colección General, serie Literatura © Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de Literatura Primera edición, 2016 ISBN versión impresa: 978-958-775-739-2 © Dirección de Investigación sede Bogotá, 2016 © Editorial Universidad Nacional de Colombia, 2016 © Autor, 2016 Iván Vicente Padilla Chasing Facultad de Ciencias Humanas Comité editorial Ricardo Sánchez Ángel, Decano Melba Libia Cárdenas Beltrán, Vicedecana Académica Marta Zambrano, Vicedecana de Investigación y Extensión Jorge Aurelio Díaz, Director Revista Ideas y Valores Doris Santos, Directora Instituto de Investigación en Educación Carlo Tognato, Director del CES Diseño original de la Colección Biblioteca Abierta Camilo Umaña Preparación editorial Centro Editorial de la Facultad de Ciencias Humanas Camilo Baquero Castellanos, director y coordinador editorial Juan Carlos Villamil, coordinación gráfica Pablo Castro, corrección de estilo y cuidado editorial editorial_fch@unal.edu.co www.humanas.unal.edu.co Bogotá, 2016 Impreso en Colombia Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio, sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales. Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia Padilla Chasing, Iván Vicente, 1958- Jorge Isaacs y María ante el proceso de secularización en Colombia (1850-1886) / Iván Vicente Padilla Chasing. -- Primera edición. -- Bogotá : Universidad Nacional de Colombia (Sede Bogotá). Facultad de Ciencias Humanas. Departamento de Literatura, 2016. 244 páginas. -- (Biblioteca abierta. Literatura ; 441). Incluye referencias bibliográficas e índice de nombres y materias ISBN 978-958-775-739-2. 1. Isaacs, Jorge, 1837-1895 -- La María -- Crítica e interpretación 2. Novela amorosa colombiana 3. Secularización en la literatura 4. Literatura colombiana -- Historia y crítica 5. Religión y literatura 6. Literatura y sociedad 7. Crítica literaria I. Título II. Serie CDD-21 863.86409 / 2016 Contenido Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 PRIMERA PARTE María frente a la tradición romántica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31 María y su lugar en la serie de los idilios amorosos y la novela sentimental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37 María y su lugar en la serie de autobiografías ficcionales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61 María: de “novela nacional” a “novela americana” . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85 SEGUNDA PARTE Sentimiento religioso y ahistoricidad en María: Jorge Isaacs frente a la secularización y laicización en Colombia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .119 El sentimiento religioso en María: ¿cliché romántico o elemento del inconsciente cultural colectivo neogranadino? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .123 María novela suprahistórica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165 Consideraciones finales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205 Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 223 Índice de nombres y materias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235 El amor feliz no tiene historia. Solo existe la novela de amor mortal, es decir, de amor amenazado y condenado por la misma vida. Lo que exalta el lirismo occidental no es el placer de los sentidos ni la paz fecunda de la pareja. No se trata tanto de amor colmado como de la pasión de amor. Y pasión significa sufrimiento. Rougemont, El amor y occidente. 11 Introducción ¿Por qué un libro más sobre María? ¿Se puede decir algo dis- tinto a la tradicional interpretación que la analiza como una novela romántica anclada en el patetismo sentimental, ajena a la historia y a las problemáticas socioculturales de su época? Al escribir estas páginas, he considerado necesario reevaluar, precisamente, las lecturas que, aun cuando la novela de Isaacs haya sido tildada de novela nacional y luego de novela americana, hoy por hoy, se sigue afirmando que se trata de una novela sin compromiso histórico y social. Para muchos críticos la originalidad de María reside en que, por primera vez en la literatura latinoamericana, el ambiente real de la naturaleza americana cobra protagonismo y sirve de marco a un idilio amoroso, razón por la cual se ha afirmado que la idealización del paisaje, del ambiente social y humano, así como el subjetivismo, son sus características románticas más importantes. En la medida que este tipo de lectura la ha deshistorizado, aquí propongo un análisis de corte sociocultural que, al ubicarse más allá de la idea de copia o reflejo, busca entender la axiología estructurante de María en es- trecha relación con otras axiologías de su época: en mi concepto, el encuentro amoroso, las bondades del paraíso, la armónica convivencia humana y la actitud romántica configuradas por Isaacs requieren Iván Vicente Padilla Chasing 12 ser explicadas a la luz de las problemáticas y debates históricos de su momento de concepción y redacción. Si bien es cierto que, en sus aspectos formales y retóricos, la novela de Isaacs responde a las características de la novela romántica y sentimental1, aquí no se trata de reafirmar ni de negar la inscripción de María en la serie de novelas románticas y sentimentales. Volver sobre algunos de esto aspectos implica abandonar el punto de vista estetizante y antihistórico, con el fin de leer estos paradigmas de cara a las problemáticas de una sociedad que para entonces buscaba reformar sus estructuras sociales y mentales, y, al mismo tiempo, definir la conciencia nacional. De igual modo, en la medida que no se puede desconocer la inscripción del idilio de Efraín y María en la serie de novelas románticas y sentimentales, también se trata de exponer algunas diferencias que determinan su originalidad. Por considerar que resulta paradójico que se le asigne a una obra literaria el título de nacional y americana, y que, al mismo tiempo, se desconozca aquello que la hizo merecedora de dichos títulos, aquí me he hecho las siguientes preguntas: ¿qué tiene de nacional o de latinoamericano María? ¿Puede una obra de arte verbal obtener estos títulos sin incluir en su repertorio textual elementos identi- tarios, simbólicos, culturales? ¿Puede una novela nacional apelar a los sentimientos de sus eventuales lectores sin incluir aspectos del inconsciente cultural del lugar donde aparece? Asimismo, por considerar que, en un proceso de homogenización y centralización de la cultura, en la apropiación estética de estos fenómenos en parti- cular, por lo general se descontextualizan las tradiciones privándolas de su origen no hegemónico, también me he interrogado sobre la manera cómo se estetizan las diferentes tradiciones raciales y po- pulares en María: ¿qué solución estética le da Isaacs a la mezcla de 1 Me refiero a las siguientes características: relato en primera persona con exaltacióndel yo íntimo y lírico del narrador protagonista; adopción de la forma de memorias o autobiografía ficcional; asunto desarrollado alrededor del amor casto e imposible con dolor, separación y muerte; idilio amoroso enmarcado en un ambiente natural, exuberante e idealizado; fuerte presencia de un sincero sentimiento religioso y del llamado color local; título con el nombre de la protagonista; presencia de fuerzas sobrenaturales, etc. 13 Introducción razas propias de los países americanos? ¿Cómo o qué elementos le permiten a Isaacs convertir una sociedad multicultural en una más o menos monocultural? Para empezar, al tratar de responder estos interrogantes he tenido presente que, para que una obra literaria sea evaluada como un producto homogéneo impregnado de una visión nacional, se necesita que su autor, gracias a su genio creador, aguda sensibilidad, sentido de la observación o sólida conciencia histórica y social, haya digerido la heterogenidad de los aportes culturales de su pueblo o país. No obstante, el hecho de aspirar a explicar las relaciones que establece María con su momento histórico filosófico no quiere decir que busque esclarecer, a la manera de reproducción, programas políticos, apologías políticas, panfletos, reproducción de hechos sociales o conceptualizaciones tipo ensayo que permitan ubicarla en una realidad concreta: en la perspectiva teórico metodológica aquí adoptada, este tipo de análisis está descartado puesto que se parte del principio según el cual no es función de la obra de arte literario auténtica dar cuenta de manera directa de todos estos aspectos. En su condición de novela, en una suerte de evaluación estética del mo- mento histórico, sin pretender convertirse en programa político-social que los colombianos o latinoamericanos de la época hubieran tenido que seguir, en María todos estos aspectos son tratados a través de la ficción. El tono panfletario, programático, no tiene lugar en la novela de Isaacs. Como toda obra de arte verbal, la del autor vallecaucano se impregna de los elementos y problemáticas culturales de su lugar de origen inscribiéndose en una situación dialógica y comunicativa: si además de las esperadas lágrimas, Isaacs logró suscitar diferentes tipos de reacciones e hizo que buena parte de un continente reconociera su esencia cultural en ella, en María esto no se debió al tono de com- promiso social característico de gran parte de la novelística nacional y latinoamericana de la época, sino al alto grado estético logrado en el proceso de escritura. Esto ha llevado a afirmar, hasta convertirse en un lugar común, que, aunque sea escrita en el complejo ambiente de la década del sesenta del siglo xix colombiano, en ella no se vislumbran los pro- blemas de su momento, no se denuncia nada, no se reacciona contra Iván Vicente Padilla Chasing 14 nada. Las lecturas contenidistas y tópicas han hecho de María una novela arquetípicamente romántica, autobiográfica documentada en la vida y en la personalidad de su creador o bien un ejercicio re- tórico histórica y políticamente neutro e indiferente: por lo general, María es leída como una novela centrada en el nostálgico relato del idilio amoroso de una pareja de adolescentes, matizado de cierto color local a través del cual se percibe la sociedad y la vida señorial, la autoridad patriarcal, las costumbres, la esclavitud, la naturaleza, pero raros son los estudios que leen las relaciones con los procesos sociohistóricos colombianos. En algunos casos, para enmarcar la obra en su momento de producción y aparición, los críticos pre- sentan dichas relaciones como algo superpuesto, externo y ajeno a la obra, las enuncian mecánicamente, pero, por falta de un análisis riguroso, no demuestran cómo el objeto artístico permite al lector asir su contenido de verdad. Este tipo de lecturas ha dado lugar a estudios sobre el amor, el erotismo, la esclavitud, el judaísmo, antisemitismo, costumbrismo, patriarcalismo, machismo, la mujer, el exotismo, la relación de la obra de Isaacs con las obras maestras del género, etc., entre otros tantos temas que por el hecho de ser abordados de manera aislada ignoran el valor axiológico y la función de cada uno de ellos en la estructura narrativa de María. A mi modo de ver, seducidos por el tono sentimental y condicionados por las categorías (romántico, costumbrista) utilizadas para abordar esta novela, los autores de dichos estudios no han tratado de descifrar la manera como, al utilizar la retórica romántica, Isaacs neutraliza los debates de su época: no se ha leído cómo, en el proceso de escritura y puesta en forma, nuestro autor opera esta revolución. Así, con la intención de restituirle su historicidad y valor histórico, siguiendo a Adorno, en este ensayo entiendo María como una de esas obras que a través de sus “componentes formales” se “libera de la realidad empírica” (Adorno 1989, 180). A lo largo de estas páginas, si bien he revisado un buen número de estos escritos, en la mayoría de los casos no los he citado, primero, porque tan solo exponen la presencia, por demás obvia, de un tema particular sin aportar de manera signifi- cativa al esclarecimiento de su sentido(s) profundo(s), y, segundo, 15 Introducción porque eliminan el “efecto crítico” que la obra tuvo en su momento de aparición (291). Como se sabe, la particularidad de esta novela, y yo diría que de gran parte de sus enigmas, consiste en que, a pesar de proyectar un sentido aristocrático de la vida fundamentado en dogmas tradicionistas y conservadores como la fe católica, la familia, los privilegios de raza y la propiedad de la tierra como cimientos indiscutibles de una sociedad civilizada, fuera declarada la novela americana, en México por ejemplo, por intelectuales de declarada tendencia liberal. La recepción de María en países latinoamericanos de avanzado liberalismo, es decir de mo- dernidad teórica e ideológica, revela algunas de las contradicciones latinoamericanas con respecto a su particular proceso de “modernismo sin modernización”, como lo ha denominado García Canclini en Cul- turas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad (1989, 65-93). Como veremos en las páginas dedicadas a este asunto, en las valoraciones elaboradas en los treinta años siguientes a la publicación de la novela subyace la idea de ver en ella un modelo ético que, al in- culcar valores necesarios para la constitución de una identidad nacional, eventualmente podía resistir los embates del liberalismo, percibido por algunos críticos con características de libertinaje. Este modo de lectura revela que, a pesar de todo, el sentido señorial y aristocrático de la vida del orden colonial sobrevivía y permitía aun a las oligarquías organizar muchos aspectos de la vida social de las jóvenes naciones. En todo caso, por esta razón y por el hecho de parecerse a obras canónicas de la tradición romántica europea, las autoridades literarias de la época hicieron de María la obra cumbre de la literatura colombiana y latinoamericana: la novela de Isaacs se convirtió en ejemplo y motivo de orgullo puesto que en sus páginas se enaltecía la naturaleza americana, las costumbres y valores, y, sobre todo, porque por fin aparecía una novela que colmaba las aspiraciones estéticas locales y ubicaba el genio artístico y la intelectualidad latinoamericana al nivel de la europea. Aun cuando María sigue siendo leída como la conmovedora y triste historia de amor de dos adolescentes o como el relato nostálgico y melancólico de un hombre cuya educación sentimental aparece como poco problemática, en este ensayo he entendido la configuración Iván Vicente Padilla Chasing 16 del amor y de la actitud o experiencia romántica de vida como una forma de expresar una crisis social representada bajo la forma de una crisis personal. En este sentido, he abordado el amor, de acuerdo con Badiou, en su amplio sentido cultural “unido a los acontecimientoshistóricos”, como una fuerza transgresora que se expresa cuando “una propuesta reaccionaria” lo amenaza (2011, 114-118). A mi parecer, la mirada retrospectiva sobre un pasado inmediato y el tono elegiaco del relato, más que el idilio amoroso, convierte en objeto estético una crisis histórica de una sociedad confrontada con la necesidad de modernizar sus estructuras sociales y mentales, y por ende sus valores y modos de vida. No se puede olvidar que el medio siglo xix colombiano, por atenernos al momento de redacción y publicación de la novela de Isaacs, fue un periodo de grandes convulsiones so- ciales: la eliminación de los rezagos coloniales, la institución de los derechos y libertades civiles, la abolición de la esclavitud, la pasajera separación del Estado y la Iglesia, el cambio del modo de producción, las exploraciones del territorio nacional, las iniciativas de moder- nización técnica, las guerras civiles emanadas de un bipartidismos sin precedentes, fueron la constante de este período. Sin embargo, en mi opinión, en María, Isaacs no convierte en objeto estético los hechos sociales o, de manera directa, los debates políticos, sino el problema existencial resultante de esta compleja situación. Una de las hipótesis centrales de este estudio plantea que nuestro autor centra su atención no en los hechos exteriores, sino en los íntimos, razón por la cual recurre a la forma de la autobiografía ficcional y a la retórica romántica para configurar una experiencia romántica de vida: es decir, un problema esencialmente humano. Así, he entendido la actitud evasiva y lírica del protagonista como un gesto deliberado que, a pesar de su apariencia sentimental, expresa una reacción afectiva frente a lo vivido: al igual que otras obras literarias, e incluso entre otras de corte historiográfico de su momento, cuya intención primera fue precisamente asumir una posición crítica frente a su presente e insistir en aquello que sus autores consideraban propio de la cultura neogranadina, como veremos, en María, Isaacs se apropió de algunos elementos de la 17 Introducción identidad nacional, recordando el pasado con el fin de crear una visión de su desarrollo futuro. De igual modo, al escribir estas líneas he pensado en la actualidad de María: ¿se puede seguir diciendo que es la novela nacional? ¿Su calidad de monumento nacional hace obligatorio su estudio en las academias colombianas? Si bien constituye un hito de la literatura colombiana e hispanoamericana, me he preguntado qué tan estu- diada es la novela de Isaacs en nuestros colegios y universidades. Aunque no busco resolver este problema estadístico ni exponerlo aquí en detalle, mi experiencia docente en la Universidad Nacional de Colombia me ha enseñado que, de un tiempo para acá, nuestros estudiantes vienen de sus colegios sin haber leído esta novela y muchos se van con este vacío. Incluso en los cursos dedicados al siglo xix colombiano, María es ignorada o leída de un día para otro, rápidamente resumida y comentada, pero no analizada. Por lo general, por comentarios hechos de paso en cursos panorámicos o por lectura de resúmenes, los estudiantes tienen la idea de que se trata de una novela aburrida y pasada de moda, cuyo idilio amoroso y sus situaciones han perdido validez y, por lo tanto, no comunican nada al lector de hoy en día. En la medida que para muchos leer la obra de Isaacs no ofrece ningún interés, resulta difícil luchar contra estos prejuicios y, ante todo, cuesta mucho motivar a los estudiantes para que entren en un análisis sistemático del texto. De hecho, en nuestra universidad, el curso “monográfico” de- dicado a Isaacs desapareció hace algún tiempo. En las generaciones más jóvenes la lectura de María y de otras obras de nuestro panteón literario ha sido remplazada por la lectura de obras contemporáneas. Aunque no haya hecho una encuesta rigurosa, antes de incluirla en un “seminario de investigación” para la Carrera de Estudios lite- rarios en 2010, me preocupé por medir el interés y, por supuesto, el conocimiento que los estudiantes tenían de la obra de Isaacs: pude entonces constatar que, en la mayoría de los casos, no se había hecho una lectura metódica que permitiera entender por qué María es el primer monumento de la literatura colombiana, el primer paso en la constitución de un canon nacional. Iván Vicente Padilla Chasing 18 Al hacer estos comentarios, mi intención no es cuestionar la labor de la academia ni la de los académicos, simple y llanamente he tratado de entender un fenómeno, pues, al analizar el recorrido his- tórico de María, observo que se trata de una obra que, en la medida que el proceso de modernidad y modernización avanza en Colombia y Latinoamérica, provoca debates que, dependiendo de los puntos de vista, afirman o cuestionan su canonicidad. Las fechas conmemora- tivas, natalicio del autor, de su muerte, de la publicación de María, se han prestado para este tipo de debates. El estudio de Carlos Rincón, “Sobre la recepción de María en Colombia. Crisis de la lectura repetida y pérdida de autoridad del canon (1938-1968)” (2007), por ejemplo, demuestra que, por el hecho de ser una novela revestida de los arquetipos románticos, una vez superado el Romanticismo (me refiero al movimiento literario identificado con esta etiqueta, no a las actitudes románticas), cada cierto tiempo, por un lado, se reivindica su valor literario y, por otro, se declara su caducidad o ilegibilidad. Desde Rubén Darío en “La novela americana en España” (1898), pasando por Jorge Luis Borges en “Vindicación de María de Jorge Isaacs” (El Hogar Nº 1438, 7 de mayo de 1937), Eduardo Caballero Calderón en “A propósito de Jorge Isaacs. Por qué ya no amamos a María” (El Tiempo, 18 de diciembre de 1938), Baldomero Sanín Cano en “Isaacs” (El Tiempo, 4 de abril de 1937), Max Grillo en “En defensa de María” (Revista de América Nº 6, 1946), los trabajos biográficos elaborados por Luis Carlos Velasco Madriñan, Jorge Isaacs, el caballero de las lágrimas (1942) y Efraín y María. Historia y leyenda (1954), Germán Arciniegas en “Fusilamiento de Jorge Isaacs” (Intermedio, febrero 24, 1957), entre otros, hasta llegar a estudios críticos, especializados, más recientes, se advierte dicho fenómeno como parte inherente al valor estético de María. No es de extrañar entonces que, por el hecho de ser una novela de amor clasificada bajo la desprestigiada etiqueta de novelas sentimentales, en este momento, atravesemos un periodo de esos en que la novela de Isaacs deja de producir placer estético y sus páginas aparezcan ahora como “letra muerta”, sin “poder de seducción” (Rincón 2007, 93). Si bien, debido al paso del tiempo y la modificación de las condiciones sociales, las situaciones y el efecto estético y crítico de 19 Introducción María se han debilitado o perdido, a mi modo de ver, sin desconocer las tensiones que se han dado en Colombia alrededor del canon lite- rario, es preciso leerla como lo que es, como un monumento, como producto de valor histórico, social, artístico, simbólico, como obra de un patrimonio común que comunica un problema existencial del pasado, como evaluación artística de las tradiciones seculares, como monumento cultural que debe permanecer en la memoria. Cualquier intento de desestabilización del canon, por más que se diga que María no es la única obra de nuestro siglo xix o que se considere que ya se ha dicho suficiente, no se puede perder de vista su carácter emblemático. Aunque se trate de una novela de amor o sentimental, género víctima de una serie de prejuicios por el hecho de utilizar del tópico más explotado de la historia de la novela (Lapape 2011, 12-13), María hace parte del patrimonio cultural colombiano. La constitución del campo de la novela en Colombia no puede ser explicado sin tener en cuenta el carácter fundacional de la obra de Isaacs: fundacional no solo en el sentido épico de apropiarse estéti- camente de lonacional, de lo autóctono, sino también en el sentido de instaurar, de manera más evidente, una tradición literaria con motivos, tendencias y clichés. No se debe perder de vista, tal como observa Alfredo Laverde Ospina en Tradición literaria colombiana. Una lectura de Isaacs, Silva, García Márquez y Mutis, que la novela colombiana, posterior a María, de una u otra manera, dialoga con la tradición iniciada por Isaacs. Con razón, Laverde la entiende como el primer monumento del sistema literario colombiano en el cual afloran “las primeras tentativas de autonomización de la literatura colombiana” (Laverde 2008, 17): de su estudio se deduce, aunque no lo diga en estos tér- minos, que todo aspirante a novelista en Colombia, por afinidad u oposición, asume como primer reto superar el carácter mítico e institucional alcanzado por María. Todo nuevo novelista, por lo menos hasta cierto momento de nuestra historia literaria, busca inscribirse de manera compleja, ya sea negando o afirmando, en la brecha abierta por Isaacs. En la historia de la novela colombiana solo dos novelistas han logrado que sus obras, al acumular un inmenso capital simbólico, exhibir su valor literario y ostentar su Iván Vicente Padilla Chasing 20 poder canónico, asuman esta función: Isaacs y García Márquez. En una relación de amor-odio, admiración al padre y deseo de matarlo, estos dos autores han condicionado las dinámicas de la historia de la novela colombiana. Así, obedeciendo a la dialéctica que se establece entre los as- pectos formales y los contenidos en una obra determinada, en este estudio me propongo dos objetivos principales: primero, reevaluar las categorías literarias hasta ahora utilizadas en las valoraciones estéticas y juicios críticos elaborados alrededor de María. Al revisar estas lecturas, entendidas como resultado del “efecto estético” de la obra (Iser 1987), con el fin de reevaluar algunos clichés y lugares co- munes, busco hacer un balance de los modos de lectura configurados por el autor en el proceso creador, rescatando todo aquello que me permite exponer cómo, a través de sus aspectos formales y retóricos, Isaacs configura una actitud crítica frente a debates y problemas de su momento histórico. Segundo, estrechamente relacionado con este primer objetivo, por considerar que en su recorrido María ha sido deshistorizada, desvinculada de los procesos socioculturales colombianos, aspiro a restituirle su historicidad analizando sus arquetipos, su axiología y temas-problemas como algo inmanente al objeto estético escogido por Isaacs (proceso de secularización y laicización en Colombia) y, por supuesto, en relación con las circunstancias sociohistóricas que la generan y permiten descifrar parte de sus enigmas. Tales objetivos me han llevado a buscar apoyo teórico-metodo- lógico en autores que han entendido el fenómeno literario no solo vinculado a la historia de la literatura, sino también en relación con los procesos históricos y socioculturales. Además de Adorno, Mukařovský, Lukács, Macherey, Goldmann e Iser, entre otros que entienden los fenómenos estéticos y artísticos como reacciones his- tóricas que aparecen en situaciones dialógicas igualmente históricas, me he acogido de manera más amplia a la propuesta de Bakhtine, en “El problema del contenido, del material y de la forma en la obra literaria” (1978)2; la de Jacques Dubois en L’institution de la littérature 2 La primera versión es de 1924. Aquí utilizo la edición francesa. 21 Introducción (1978); y a la teoría de los campos de Pierre Bourdieu, planteada parcialmente en “Campo intelectual y proyecto creador” (1966), “Elementos de una teoría sociológica de la percepción artística” (1968), “El mercado de los bienes simbólicos” (1971) y, de manera definitiva, en Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario (1992). Adaptadas a los problemas planteados por la obra de Isaacs y las particularidades de nuestros fenómenos literarios, sus propuestas me permiten explicar el caso de María en relación con la historia de la literatura local y occidental, con los modos de producción de la literatura en el medio siglo xix y con los procesos socioculturales colombianos. Sus propuestas facultan el abordaje de las dos esferas de la pro- ducción literaria: primero, aquella restringida a la cultura letrada, elitista, donde se elabora el código literario dominante y en la cual se reivindica esencialmente el orden estético. Al abordarla, tengo en cuenta que, como en toda nación en constitución, a lo largo del siglo xix, la élite letrada colombiana busca instituir la literatura y organizar su producción, es decir, ponerla en el horizonte cultural de los miembros de la sociedad neogranadina como algo universal y esencial, inculcar su valor presentándola como un producto de la historia nacional, como un saber y como objeto de interés: de aquí que se busque legitimar la escritura literaria imponiendo normas y valores, configurando códigos de lectura, autorizando modelos, censurando otros, desarrollando la identidad lingüística cultural, elaborando la historia de la literatura nacional, imponiéndola como una práctica simbólica a través de la cual afloren los bienes culturales de la nación (Dubois 1983, 19-36)3 y, en últimas, buscando instaurar las instancias mediadoras de la producción literaria para que el campo literario conquiste su autonomía. 3 A lo largo de mi disertación me apoyo en la idea de Dubois según la cual, al llegar a cierto momento del desarrollo histórico y social, al buscar instituir la literatura, los tenedores del poder simbólico crean un sistema socializador o aparato ideológico que permite organizar la producción literaria. Si bien es un apoyo importante en esta disertación, de aquí en adelante me permito no citarlo, pues me atengo al concepto de institución entendido en los términos aquí expuestos. Iván Vicente Padilla Chasing 22 Este último aspecto conduce a la segunda esfera, es decir, a aquella de la producción donde, como observa Bourdieu en Las reglas del arte, las obras literarias se confrontan con la ley del mercado y el valor de cambio, ámbito poco desarrollado en la Colombia que asiste a la publicación de la obra de Isaacs. Así, primero, he considerado pertinente tener en cuenta que María aparece en una sociedad que busca legitimar la literatura como parte de la cultura e institucio- nalizar su valor simbólico y social; y segundo, sin intención hagio- gráfica, tengo en cuenta que su autor, al igual que otros escritores hispanoamericanos del siglo xix, aunque es autor de un buen número de poemas, tres dramas, una novela y un número considerable de ensayos y artículos periodísticos, ante la imposibilidad de vivir de los frutos de su pluma y genio literario, fue comerciante, represen- tante político, militar, periodista, explorador, entre otros oficios que escasamente le permitieron sobrevivir, pues ni los negocios ni las exploraciones aportaron lo que él esperaba. Isaacs adhiere a la práctica literaria aceptando los códigos y principios estéticos im- puestos por la élite letrada, pero materialmente no depende de los beneficios de su trabajo de escritor porque el aspecto económico de la literatura no se había aún desarrollado en Colombia, incluso en Hispanoamérica: su único beneficio fue el de la gloria, el hecho de convertirse en el escritor romántico más reconocido del continente. A estos presupuestos metodológicos se suman otros conceptos- ideas de críticos de la cultura colombiana y latinoamericana en general: de acuerdo con mis objetivos, y por tratarse de autores que se han propuesto entender el complejo proceso de modernización de nuestras naciones, he acudido a la propuesta de Ángel Rama en su libro póstumo La ciudad letrada (1984), el ya citado estudio de Néstor García Canclini, la de Fernando Cruz Kronfly en La tierra que atardece. Ensayo sobre la modernidad y la contemporaneidad (1998) y la de Rubén JaramilloVélez en Colombia la modernidad postergada (primera edición 1994). De Rama me he acogido a la idea general que atraviesa su ensayo: aunque no lo cito en el cuerpo del trabajo, detrás de la idea de “élite letrada”, utilizada de manera recurrente, se lee la idea según la cual, en estos países, lo literario y la cultura letrada en general, estuvieron circunscritos a un proyecto hegemónico y exclu- 23 Introducción yente. El objetivo de este proyecto era imponer su omnipresencia no solo en la escena nacional, sino también en la cultura. No pierdo de vista que en los países latinoamericanos, después de las respectivas independencias, los letrados o ejercitantes de las letras no solo impu- sieron su punto de vista en unas sociedades analfabetas, sino que, de igual manera, procedieron a sacralizar las letras y la literatura bajo los preceptos de la cultura europea en general (1984, 30 y ss). Al referirme a la “élite letrada” tengo presente la problemática relación que Rama observa entre letra o palabra escrita y poder, entre los letrados y las estructuras del poder: esta idea la he adaptado a la situación de los intelectuales del siglo xix colombiano, quienes, en su mayoría hacían parte del aparato administrativo estatal y, de una u otra manera, permanecían ligados a las funciones del poder político y simbólico. Doy los créditos a esta idea precursora de los estudios culturales cuyo origen, por el hecho de haberse integrado al discurso crítico, tiende a hacerse difuso, incluso a perderse. Del estudio de García Canclini retengo el modo de concebir la modernidad latinoamericana; es decir, “más que como una fuerza ajena y dominante, que operaría por sustitución de lo tradicional y lo propio, como los intentos de renovación con que diversos sectores se hacen cargo de la heterogeneidad multitemporal de cada nación” (15). Esta idea la he adecuado a la lectura de la crisis social causada por los modelos de modernidad que buscaban imponer en Colombia los partidos políticos en pugna. De la propuesta de Cruz Kronfly, quien en la línea de García Canclini analiza también el “hibridaje cultural de temporalidades históricas en América Latina”, retengo la idea según la cual, nuestro continente vive una “simultaneidad” de “diferentes dimensiones del tiempo en la cultura”: este fenómeno hace del “sujeto latinoamericano… una especie de suma histórica sin eliminaciones”, un sujeto premoderno, moderno y posmoderno al mismo tiempo (Cruz Kronfly 1998, 15-17). La idea de “suma his- tórica” me permite, en parte, restituirle a la novela de Isaacs su historicidad y entenderla como testimonio del momento en que la clase dominante, problemáticamente, suma aspectos del ideario y de las naciones modernas en una sociedad con muchísimos rezagos de la vida colonial y señorial. En esta óptica inscribo el fenómeno de Iván Vicente Padilla Chasing 24 “La postergación de la experiencia de la modernidad en Colombia” observado por Jaramillo Vélez: esta idea permite asir no solo el caos social producido por la implementación de ideas que obedecían más al “espíritu del siglo” que a la observación de los problemas reales de la situación colombiana de la época (1998, 24-25), sino también exponer el porqué de la configuración de una experiencia romántica de la vida en María. En esta perspectiva se inscriben también mis referencias sobre el romanticismo. Del mismo modo que las anteriores, estas me permiten complementar el trabajo de restitución de la historicidad del idílico y bucólico relato de Isaacs. Por considerar que el contenido ético, axiológico de la obra, determina la escogencia de los elementos com- posicionales (Bakhtine 1978, 36) y condiciona el trabajo de la puesta en forma, he entendido las características románticas de María como algo intencional y deliberado, como algo que va más allá de la copia de un modelo y de la idea de hacer una obra ostentosamente literaria para seducir a una oligarquía letrada deseosa de instituir modelos literarios acorde con sus ideas o a un público ávido de lecturas rosa, sin vínculos con las problemáticas de la época. En este procedimiento, considero al autor como pieza fundamental en el proceso literario, como la primera instancia que, a la hora de escoger el género, sus “formas composicionales”, las orienta axiológicamente y decide el destino literario y las modalidades de lectura de su obra (80). Para sacar la novela de Isaacs del arquetípico marco sentimental en el que la crítica la ha sumergido e integrarla a nuestra historia social y cultural, he considerado necesario apoyarme en autores que perciben el romanticismo como algo más que fórmulas, recetas o arquetipos retóricos. Por tal motivo, me he decidido por autores como Barbéris, Elias y Gusdorf, quienes entienden la experiencia de vida romántica no como una evasión sin causa alguna, sino como el resultado de la evolución de las civilizaciones: según ellos, las acti- tudes románticas y los romanticismos, necesariamente, se relacionan con problemáticas históricas. Para ellos, mientras más complejas se vuelven las sociedades, mientras más opresoras y alienantes, más experimentan los seres humanos la necesidad de escapar de sus marcos sociales y de sí mismos. 25 Introducción Para Pierre Barbéris, dependiendo de la fecha y el momento, se es romántico de múltiples maneras y por causas diversas. Según él, “todo romanticismo se define por la naturaleza de las experiencias vividas y los obstáculos encontrados”, razón por la cual sugiere que para comprender los diferentes romanticismos es preciso esclarecer sus “motivaciones profundas” puesto que se trata de “motivaciones históricas […] nacidas de las relaciones sociales, de la interiorización de su experiencia y de su expresión” (1972, 484)4. De igual modo, en Fondements du savoir romantique, George Gusdorf plantea que es preciso entender que, en general, más que un movimiento estético caracterizado por el lirismo y la exaltación de los sentimientos, el romanticismo es una especie de teología, de antropología, de ciencia, de filosofía de vida, de epistemología de la totalidad, de etimología de la humanidad que produce una verdadera revolución que no solo cambia el sentido y el valor de lo religioso y lo humano, sino, y sobre todo, el espacio interior de cada ser humano (1982a)5. Y, por último, para Norbert Elias, en La sociedad cortesana, es indispensable considerar la “actitud” o “experiencia romántica” no como un estado de ánimo “sin causa alguna”, sino como una reacción frente a transformaciones sociales que, al imponer nuevas formas de organización social y desarrollar administraciones más “totalizadoras”, obligan a los seres humanos a establecer nuevos tipos de interdependencia “cada vez mayores y más diferenciados” (Elias 1996, 288-289)6. Desde este punto de vista, entiendo, primero, 4 Original en francés. La traducción es mía. 5 Me atengo a las tesis generales de este libro. Algunas de estas ideas son inicialmente planteadas en Naissance de la conscience romantique au Siècle des Lumières, tomo vii de la serie de estudios comprendidos bajo el título Les sciences humaines et la pensée occidentale. Luego, estas ideas son ampliamente desarrolladas en Fondements du savoir romantique (1982b) tomo ix, Du néant à Dieu dans le savoir romantique (1983) tomo x, L’homme romantique (1984) tomo xi, Le savoir romantique de la nature (1985) tomo xii. 6 Aunque Elias estudia la actitud o experiencia romántica de los cortesanos del siglo xvii y no la de los románticos propiamente dichos, finales del xviii y primera mitad del xix, sin relacionar este tipo de actitudes con el movimiento conocido como Romanticismo, plantea esta categoría abriendo la posibilidad de utilizarla para explicar momentos de transición o cambios Iván Vicente Padilla Chasing 26 la actitud romántica de Isaacs-Efraín como síntoma de algo que no se tolera, como reacción ante un presente que provoca el repliegue haciala interioridad y, segundo, analizo el refugio en el pasado, en una Arcadia premoderna como la hacienda donde interactúan Efraín y María, como transposición de una problemática histórica en un pasado muy íntimo y feliz. En el plano literario, dichas problemáticas dan lugar a configu- raciones de actitudes románticas en las cuales los personajes que las encarnan experimentan, sufren, actúan por distintas razones, bajo presiones diversas, luchan con armas distintas, con fines igualmente distintos y se rebelan contra objetivos precisos (Barbéris, 484-485). Todo esto desemboca en una reivindicación de la singularidad y la originalidad de cada persona, pero, a diferencia del utilitarismo y pragmatismo burgués, el romántico no busca reivindicar los funda- mentos del individualismo, sino separar “el sujeto empírico flotando en el vacío” para hacer del “yo” una substancia más preocupada por la intensidad de lo vivido y no una máquina o cifra preocupada por la acumulación de riquezas (Gusdorf 1984, 45 y ss.)7. De aquí derivan unos arquetipos literarios recurrentes, fundamentales en la poética romántica, que precisan ser abordados como un fenómeno histórico: por ejemplo, la expresión del Yo8 y los amores desgra- históricos que exigen de los seres humanos un cambio ético, de actitud o de autocoacción. A lo largo de mi disertación lo utilizo en este sentido. Con respecto al romanticismo francés, el más influyente en la Colombia del siglo xix, por lo general, los críticos e historiadores de la literatura francesa, el romanticismo es considerado como una reacción ante la irreligiosidad del siglo xviii y, sobre todo, ante circunstancias sociohistóricas provocadas por la Revolución francesa de 1789, la aparición de una figura como Napoleón y la Restauración de 1830. 7 Esto desemboca en un desarraigo, en una melancolía y en una sensación de angustia que los hombres de la época llaman el mal del siglo. El escritor romántico se siente sobrepasado por una época marcada por el fracaso y la desilusión. Este mal histórico se expresa en la literatura romántica como una angustia metafísica, aburrimiento provocado por la inactividad, significado en la literatura decimonónica como spleen. 8 El romántico se expresa en primera persona: se trata de un Yo que, aunque se muestre preocupado por sí mismo, se descubre solidario y en su actitud aspira a dar cuenta de un sentir común, puesto que se asume inmerso 27 Introducción ciados9, el exotismo de la naturaleza10, el interés por la Historia11, las ensoñaciones, el ensimismamiento, el desarraigo, el misterio y lo sobrenatural12. Gran parte de estos clichés son utilizados en María: en el universo y la sociedad. Esto hace de los “yo (s)” románticos unos “núcleos identitarios” que se conciben como resultado de las circunstancias exteriores (Gusdorf 1984, 60 y ss.). De aquí que se privilegien los géneros como las memorias, diarios o la autobiografía ficcional, es decir, géneros que expresan el deseo del conocimiento de sí mismo. Sin embargo, cuando se trata de textos (en verso o prosa) en los cuales predomina la actitud lírica, el romántico aspira a la universalidad cósmica y a dar cuenta de lo más íntimo de su ser y de sus sentimientos: el registro lírico facilita la exacerbación o exaltación de los sentimientos personales. Así, el discurso romántico se manifiesta como una confidencia: la prueba amorosa, la confrontación con la realidad, la pérdida de los ideales, los momentos deletéreos determinan el intimismo y el tono lírico. El poeta y/o el personaje-narrador romántico, en la novela, por ejemplo, trata de expresar sus sentimientos, sus pensamientos más íntimos, sus gustos personales con la intención de que el lector encuentre en ellos si no sus propios sentimientos, sí algo parecido a los que él siente. Esta fusión plantea problemas al lector, pero, tiene la ventaja de darle a la novela una dimensión social y política. Por lo general, el romántico busca suscitar una reflexión filosófica e histórica ubicando al individuo en la complejidad de sus relaciones con la sociedad: en estos casos, el héroe solitario lucha contra el destino. 9 Ante un mundo poseído de pragmatismo y acosado por el aburrimiento, el amor parece ser el único lugar donde se pueden desarrollar los ideales; sin embargo, el amor romántico termina mal, los amantes son separados por factores sociales, naturales, malentendidos, prejuicios, etc.: siguiendo los modelos míticos de amores imposibles (Tristán e Isolda, por ejemplo), el amor romántico solo es posible en el más allá, después de la muerte. 10 El romántico gusta de las descripciones precisas, casi sociológicas, del paisaje, de lugares lejanos, para darle a la narración un color local y avivar así el misterio y el sentimiento de extrañeza, de alejamiento y de desarraigo. 11 El romántico ubica la situación narrada o representada en un momento importante de la historia de una nación y privilegia un movimiento social o revolucionario: por lo general privilegia al pueblo y hace de la pasión el motor esencial de la acción. En este sentido, el amor, en cualquiera de sus formas (fraternal, maternal, pasional, patriótico, etc.), se opone a la corrupción del mundo. 12 El romántico gusta del misterio, de lo sobrenatural y de lo fantástico. Estos elementos expresan, en cierta medida, un axiomático rechazo a la explicación racional de las cosas y hacen que el lector vacile entre una explicación realista o sobrenatural de los eventos descritos. Por lo general, Iván Vicente Padilla Chasing 28 Isaacs se inscribe en la tradición de las autobiografías ficcionales de corte sentimental y emplea la tipología romántica para determinar el comportamiento amoroso y social de sus personajes. Con respecto a los presupuestos metodológicos, solo me resta justificar el corte temporal o periodo escogido para exponer el problema tratado. El lapso temporal comprendido entre 1850 y 1886 no tiene nada de gratuito o caprichoso, y obedece a varias razones principales. Primero, debido al modo de composición y corrección de María: en las tres ediciones (1867, 1869, 1878 y para una que no se lleva a cabo, hacia 1890 aproximadamente), Isaacs realiza una serie de correcciones que, a mi parecer, se relacionan con los problemas sociohistóricos y culturales de dicho periodo. Segundo, dicho corte obedece también a la época representada, a las características cro- notópicas del relato: el encuentro amoroso y el idilio se desarrollan hacia 1850, antes de la abolición de la esclavitud, y es de suponer que la persona que narra (Efraín) vive una época posterior (problemática) que da lugar a la rememoración, al tono nostálgico y lírico, entre otros aspectos. Y tercero, en la medida que considero el sentimiento religioso como elemento esencial en la concepción y redacción de María, y lo percibo relacionado con la cuestión religiosa del siglo xix colombiano, en cuanto herramienta metodológica, dicho periodo comprende los momentos extremos de este conflicto: la revolución liberal y la separación del Estado y la Iglesia (Constitución de 1853), el momento en que se declara que la religión oficial de Colombia es la católica (Constitución de 1886) y su reafirmación con la firma del Concordato en 1887. María fue concebida, redactada, publicada y corregida durante este convulso periodo en el que el intento por instaurar un país laico fracasa. este aspecto permite observar que la novela romántica se construye sobre la oposición y la contradicción. En el caso de María, obsérvese, por ahora, que evadiendo la realidad, buscando momentáneamente su Yo, Efraín, en su calidad de narrador, busca expresar sus reacciones recurriendo a elementos sobrenaturales que se oponen a su felicidad, a elementos premonitorios que anuncian la muerte: aves de mal agüero como el diostedé “con su canto triste y monótono” (ix, 26) o simplemente un ave negra que “jalona los momentos cruciales del idilio” (Cristina 2005, 43).29 Introducción Con estos presupuestos, este trabajo se compone, entonces, de dos partes. Para explicar el proceso de escritura de Isaacs e ir más allá de las similitudes y diferencias con la serie de novelas románticas, en la primera parte, intento explicar la manera como nuestro autor se inscribe en ella, poniéndolo en perspectiva con dicha tradición e insistiendo en cómo se posiciona frente a ella y cómo la adapta a las necesidades de su argumento. Este procedimiento permite leer cate- gorías como idilio amoroso, novela de amor o sentimental, romántica o costumbrista, autobiografía ficcional o novela autobiográfica de cara a la originalidad que aporta María en el contexto literario y social colombiano y latinoamericano. Esta primera aproximación a los aspectos formales y axiológicos desemboca en una revisión de las valoraciones estéticas realizadas en los primeros treinta años de vida de esta novela: en este acápite, mi intención es esclarecer un fenómeno, que denomino de “apropiación”, iniciado por María no solo en Colombia, sino también en Latinoamérica. En mi concepto, para restituirle su sentido histórico, resulta inevitable explicar cómo el lírico y nostálgico relato de Isaacs pasa de novela nacional a novela americana. Más anclado en la axiología estructurante de María, a partir del arquetípico sentimiento religioso propio de la retórica romántica, sin caer en la tentación de hacer un estudio temático, en la segunda parte, expongo cómo, a través de él, Isaacs asume una actitud crítica frente a problemáticas de su época y se inscribe en la lógica de los debates de un país que entra o intenta entrar, de manera compleja, en un proceso de modernización administrativa, socioeconómica, técnica y ética. Los argumentos aquí expuestos, así como las rela- ciones que establezco con otros documentos y obras, buscan de- mostrar que la novela de Isaacs es más que un idilio amoroso o un ejercicio retórico absolutamente literario y que, por el contrario, obedeciendo a la naturaleza y al carácter social del discurso ficcional, participa de los grandes debates del proceso de modernización de la sociedad colombiana. Como ya dije, liberado de la idea de reflejo o copia, busco exponer la función narrativa y axiológica de este y otros aspectos, como la esclavitud, por ejemplo, en la estructura profunda de la novela. Iván Vicente Padilla Chasing 30 Antes de entrar en materia, quiero agradecer a María Teresa Cristina cuya investigación sobre Isaacs y el deseo de publicar las Obras completas me han servido no solo de apoyo, sino también de motivación. Sus hallazgos, así como las conversaciones que a lo largo de estos años hemos tenido alrededor de la obra conocida y desconocida del autor de María, han sido de mucha utilidad en esta propuesta de lectura. Asimismo, agradezco los comentarios y recomendaciones de Hélène Pouliquen, coordinadora del “Grupo de estudios de Estética sociológica” del Instituto Caro y Cuervo, y los integrantes de este grupo, Diana Diaconu, Paula Altafulla y Jaime Merchán quienes leyeron los primeros borradores de este escrito.
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