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INTERSECCIONES PSI
REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA
Intersecciones Psi
Revista Electrónica
Año 3 – Número 8
Septiembre de 2013
Director general:
Jorge A. Biglieri
 
Director editorial:
Gabriel E. Guralnik
 
Jefa de Redacción:
Victoria Melieni
 
Asistente de Redacción:
Micaela Grandoso
 
Diseño: 
Agustina Valdés
 
Diagramación:
Leonel Matías Corso
Sergio Scotto
Alejandro Zeitlin
Colaboran en este número:
Florencia Baglione
Bruno Bonoris
Osvaldo Delgado
Nora Emilce Elichiry
Cristian Garay
Graciela Giuliano
Tomás Grieco
Leonardo Leibson
Lidia Nicolai
Ediciones Paidós
Rudy
Martín Wainstein
EDITORIAL
PERSPECTIVAS
Psicología Social y Psicología Política
Por Martin Wainstein
Una teoría psicosocial del poder
Por Gabriel Guralnik
Psicoanálisis y política
Por Osvaldo Delgado
VIGENCIA
Silencio hospital. La materialización del biosujeto
Por Bruno Bonoris
ALUMNOS
Pasaje al acto y acto sintomático: breve presentación comparativa
Por Tomás Grieco
INVESTIGACIONES Y EXTENSIÓN
De Horacio Piñero a Bernardo Houssay
Por Graciela Giuliano
LIBROS
Principios de neurociencias para psicólogos
Por Miguel Ángel Álvarez González, Miriam Trápaga Ortega Y Claudia Morales Valiente
Historia y vida cotidiana en educación: Perspectivas interdisciplinarias
Por Nora Emilce Elichiry (Comp.)
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ÍNDICE
Piezas sueltas
Por Jacques-Alain Miller
FICCIÓN
Las raíces
Por Lidia Nicolai
ACTUALIDAD
Sobre la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales (DSM-5)
Por Cristian J. Garay
El DSM-V o el avance de la psiquiatrización de la vida cotidiana. Reflexiones con y desde el psicoanálisis
Por Leonardo Leibson
INVITADOS
Efectos psicosociales de la prisión política en la segunda generación de afectados directos por el Terrorismo de Estado en la 
ciudad de San Luis
Por Florencia Baglione
HUMOR
Nuevas experiencias en terapia de pareja
Por Rudy
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ÍNDICE
INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013
ISSN: 1853-9793 4
EDITORIAL
En estos casi dos años de Intersecciones Psi pretendimos promover el encuentro e intercambio entre las diferentes orientaciones 
teóricas y enfoques prácticos que existen en nuestras carreras de Psicología, Terapia Ocupacional y Musicoterapia. Siempre 
intentamos trasladar esas discusiones a temáticas de relevancia social, debido a que consideramos que es la articulación con 
problemáticas del contexto actual lo que mantiene viva nuestra producción docente, investigativa y de extensión.
Desde diversas tradiciones del pensamiento se ha buscado abordar las relaciones entre la política y la psicología a través 
del estudio de la influencia que ejercen productos humanos tales como los sistemas políticos, los sistemas económicos, el 
mercado y las diversas formas de gobierno sobre las actitudes, valores, creencias y conductas individuales. En este número de 
Intersecciones Psi, presentamos artículos elaborados desde las diferentes perspectivas del Psicoanálisis, la Psicología Política 
y la Psicología Social.
Además, abrimos un debate en torno a la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM), 
publicada recientemente por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA), cuya traducción completa al español se espera 
para 2014, con un posible adelanto de la versión de bolsillo.
El sistema de diagnóstico más difundido en el campo de la salud mental es también el más polémico, siendo múltiples las 
críticas que ha recibido su última revisión. ¿Es un instrumento para la psiquiatrización de la vida cotidiana y medicalización en 
exceso?, ¿o un sistema eficaz para definir claramente un problema clínico en salud mental? Con claridad y precisión, Cristian 
Garay y Leonardo Leibson comparten sus aportes en torno a esta discusión.
Celebramos con ustedes un nuevo número y los invitamos a seguir formando parte de este proyecto, a través de sus 
colaboraciones, lecturas, críticas y difusión.
INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013
ISSN: 1853-9793 5
PERsPEcTIvAs
Psicología social y Psicología Política
Por Martín Wainstein
Problemas de genealogía
Diez años atrás Maritza Montero y Alejandro Dorna recordaban 
un coloquio de la Asociación Francesa de Ciencias Políticas 
y de la Sociedad Francesa de Psicología en el que Serge 
Moscovici sostenía que hablar de Psicología Política y de 
Psicología Social era un pleonasmo, figura retórica que nos 
describe la redundancia. Era como si el pensador francés a 
partir de su afirmación se preguntara ¿Para que diferenciar lo 
que seria lo mismo?
Dada la talla del disertante sorprendió esa superposición o 
equivalencia retórica entre lo “social” y lo “político”. En realidad la 
propuesta del pensador francés ubicaba la discusión en un eje 
entre dos cuestiones: la simultaneidad histórica de su surgimiento 
como temas de estudio y la de cierta interdependencia que 
siempre se mantuvo entre ambas disciplinas.
El debate repetía, casi sin novedad, otro anterior. En su origen, 
la identidad de la Psicología Social fue puesta en duda y 
definida como una zona fronteriza y borrosa entre la Psicología 
y la Sociología o como una disciplina auxiliar de alguna de 
ellas. Aun así, de allí en más se desarrolló haciendo convivir 
dos “tradiciones”, una más psicológica y otra más sociológica, 
poco compatibles entre sí y de resultados dudosos en los 
productos de sus interacciones.
¿Corre la Psicología Política el mismo destino, ser eliminada 
o simplemente reducida a una frontera o disciplina auxiliar 
de la Psicología Social? ¿Es la Psicología Política “hija” de su 
“madre”, la Psicología Social? ¿Son acaso hermanas nacidas 
en los albores del siglo XX como reminiscencias de la Filosofía 
Social y la Filosofía Política? 
Es difícil y posiblemente inútil buscar un ADN que resuelva 
estas genealogías. De todos modos, la historia parece 
ir aclarándose, los tiempos han cambiado y una visión 
“constructivista” del conocimiento asocia estas preguntas 
y discusiones como algo relacionado con los aún vigentes 
estertores de una perspectiva enciclopedista nacida en el 
siglo XVIII. En aquel entonces una clase social ilustrada, la 
burguesía industrial en ascenso, trataba de desplazar el 
absolutismo y los criterios teológicos de autoridad y buscaba 
imponer su saber; un saber “verdadero”, dividido en “campos” 
bien definidos para “educar” a la sociedad en el marco de 
“disciplinas” precisas. La universidad -institucionalización de 
la unidad de lo diverso- era su emblema.
La filosofía de la Ilustración aún persiste en nuestro lenguaje 
y obviamente en muchas de las ideas que circulan entre y a 
través de nosotros. La institucionalización de la ciencia como 
una profesión, la constitución de una burocracia científica 
ilustrada, acantonada en paradigmas que definen conceptos, 
métodos y prácticas válidas, son los elementos constituyentes 
del “cientificismo”, descripto por Kuhn bajo el eufemismo de 
la “ciencia normal”, fuertemente presente en el mundo actual.
En ese universo de ideas modernas, que más allá de su 
vigencia también son cuestionadas -en la actualidad por los 
nuevos vientos de la posmodernidad o el posrenacimiento-, 
todas las disciplinas clásicas sufren inevitablemente una 
crisis de “identidad”. Todas deben resituarse de algún modo 
ante las nociones de incertidumbre, incerteza y versiones del 
mundo ambiguamente complementarias que reemplazaron el 
esquema de objetos simples de verdades únicas.
Todas las disciplinas deben afrontar la “encrucijada” a 
que las desafíen las nuevas ideas de transversalidad, de 
transdisciplina y la pérdida de un “objeto de estudio” a manos 
de un pensamiento más “sistémico”. Un modo de conocer 
que se centra más en cuestiones problemáticas emergentes 
y modos de intervención para resolverlos. Una cienciade la 
complejidad que se permite priorizar la excepción sobre la 
probabilidad, y el acontecimiento sobre la varianza, llevando 
de hecho la cuestión de la complejidad al corazón mismo de 
la ciencia.
Estos vientos traen también noticias de un mundo en el 
que la verosimilitud reemplaza la verdad y las creencias y la 
argumentación a las explicaciones. Un mundo en el que la 
“evidencia”, el sueño cartesiano, se entrecomilla y se reconoce 
como multifacética, temporal-histórica, etnocéntrica, 
consensuada y persistentemente conflictiva.
INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013
ISSN: 1853-9793 6
Problemas de juventud
En este mundo complejo, la joven Psicología Política es, 
históricamente, una de las últimas invitadas a la fiesta de 
las disciplinas de la enciclopedia. De allí posiblemente 
uno de sus principales problemas y también una de sus 
ventajas: su “encrucijada” no cuestiona su identidad, sino 
que es su identidad. Definir su identidad requiere traspasar 
los obstáculos epistemológicos de la psicología clásica 
individualista, arrastrados desde el cartesianismo, tanto como 
los supuestos ideológicos inscriptos en la “razón instrumental” 
del cientificismo moderno.
En lo académico o en la calle, como trabajador formador o en 
su praxis social se le requieren al psicólogo político -como a 
pocos- que sus conceptos, métodos, diagnósticos y modelos 
de intervención faciliten la resolución de los problemas políticos 
contemporáneos. La mayoría de ellos de difícil acceso por 
medio de los métodos tradicionales.
En su gran mayoría refieren estos problemas a cuestiones 
estructurales presentes en la vida política, como las siguientes, 
por citar solo algunas de ellas:
1) Las llamadas crisis de representación política. ¿Son los 
partidos políticos representantes del pueblo? ¿Es la corrupción 
inevitable? ¿Cómo relacionar válidamente la sociedad civil con 
la sociedad política?
2) La inclusión de nuevas formas de participación política y la 
viabilidad de la participación mediante la acción directa en una 
sociedad de masas. ¿Son las organizaciones sociales y las 
tecnologías de comunicación una nueva forma de participación 
política legítima? ¿Surgen de la crisis de representación o 
representan la crisis?
3) El impacto de las nuevas tecnologías, ya sea tanto por su 
poder de manipulación como por el de democratización del 
saber. ¿Cuál es su papel en la construcción de la política 
como espectáculo?
4) ¿Cual es la responsabilidad de la acción política como 
agente ante la vulnerabilidad social, la exclusión-inclusión 
social desde una perspectiva de derechos?, ¿cuál ante la 
diversidad social y la discriminación?
La queja es global. Nunca el mundo ha producido tanta 
riqueza. Sin embargo esa riqueza sigue generando quejas por 
la legitimidad de su apropiación y distribución. La insatisfacción 
ciudadana con la política, en la persona de sus actores, 
los partidos políticos, parece ser un problema recurrente 
de la sociedad actual sin que surjan formulas para atajarla. 
El político profesional que Weber imaginaba profesando su 
vocación como hacedor del Estado ha resultado masivamente 
un fiasco. La crisis económica del 2009 fue leída por sus 
víctimas y aun por sus hacedores como un fracaso de la 
incompetencia de las clases políticas nacionales ante la 
voracidad y la “inteligencia” de los ejecutivos del capitalismo 
financiero internacional. 
Ante las urgencias que estos problemas generan en la vida de 
la gente, el sueño positivista de la neutralidad y la “distancia 
óptima al objeto” de estudio debiera ser entendida como parte 
de esos problemas.
Aportes del construccionismo social a la construcción de 
una identidad para la Psicología Política 
Como resultado de las dificultades, llamada también “crisis”, 
a la que llevaron a la Psicología Social sus dos tradiciones, 
una más psicologista y otra más sociologista, alrededor de 
los años sesenta surgió la perspectiva construccionista. 
Imbuida del pragmatismo, la fenomenología, los estudios 
culturales, los cambios de dirección de la antropología, el 
pensamiento sistémico, la cibernética, la nueva lingüística, 
la retórica y el impacto de la variable tecnológica en la 
posguerra, el construccionismo cuestionó de lleno el “alma” 
de la Psicología: su concepto de mente. Muchos psicólogos 
sociales se hicieron “relativistas”, comenzaron a sospechar de 
los discursos demasiado “ciertos”. 
Los construccionistas no entienden el conocimiento como un 
discurso, una reflexión o el armado de un mapa del mundo 
por parte de un pensador profesional. No es un resultado 
de inducciones o hipótesis generales surgidas del ámbito 
académico. Expresiones como “política”, “representante”, 
“poder”, “imagen”, “lenguaje”, “ciudadano”, “verdad”, 
mediante las cuales se intenta captar la realidad son artefactos 
sociales, resultado de una construcción colectiva situada en 
un territorio y tiempo particulares.
La validez de los conceptos y métodos mediante los cuales 
pensamos no depende de validaciones empíricas, sino 
de validaciones que son resultado de reglas complejas 
que regulan procesos colectivos que incluyen conflictos, 
negociaciones difíciles y consensos apenas equilibrados.
El construccionismo alerta sobre el lenguaje, que es la gran 
posibilidad de la vida humana, pero es también la trampa que 
puede crear las condiciones de una realidad que cuestione la 
supervivencia. Para esta visión, la idea -predominante aún en 
la psicología académica- de una mente individual sometida 
a desequilibrios por las presiones de factores endógenos, 
como los que gobiernan una mítica “personalidad autoritaria”; 
o exógenos, como la “influencia todopoderosa de los medios 
y la propaganda”, soslaya la posibilidad de entender la mente 
como un proceso sistémico, resultado de acciones colectivas 
en las que las representaciones son constructos sociales 
PERsPEcTIvAs
INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013
ISSN: 1853-9793 7
PERsPEcTIvAs
que atraviesan las subjetividades individuales que colaboran 
en su construcción. En esas construcciones la validez es 
también una construcción, un nuevo discurso también 
socialmente construido que asignará criterios de verosimilitud 
particulares desde una inteligibilidad colectiva negociada. 
El construccionismo busca entender como cuestiones tan 
importantes como el mal o el bien o la actividad científica, 
pueden ser banales, es decir construidas en la cotidianeidad 
por personas sencillas cuya responsabilidad se diluye en 
acciones colectivas cuya explicación escapa al presente. 
 
La juvenil Psicología Política llega en un momento de la historia 
en que la participación en las decisiones es un quehacer 
social en el que grandes masas son parte activa y en el que 
parte fundamental de esa actividad es reclamar ser parte. En 
que las sociedades reclaman de la ciencia soluciones a los 
problemas humanos.
Ayudan a esto las nuevas tecnologías de la comunicación, 
que permiten crear y disolver sistemas mentales colectivos, 
globales, versátiles a una velocidad como nunca se conoció 
en la historia. Una historia en la que esta rebelión de las masas 
opaca al sujeto cartesiano de la psicología general y parece 
requerir la construcción de conceptos y métodos aptos para 
entender sujetos “sistémicos”.
Por ahora los modos de intervención y la práctica profesional 
del psicólogo político están marcados por una diversidad de 
enfoques y perspectivas dependientes de escuelas y tradiciones 
nacionales. Si bien sus métodos aún siguen predominantemente 
atados al psicoanálisis, las escalas de actitudes y un lugar de 
observador poco participante, la aparición de una realidad 
social que se proyecta delante de la realidad de la modernidad 
con el surgimiento de nuevas formas de participación política 
durante las endémicas crisis de la región y el cuestionamiento 
de materiascomo opinión publica y medios, ofrecen en la 
actualidad de los países latinoamericanos un campo propicio 
para el desarrollo de una perspectiva construccionista que 
haga coincidir la construcción de teoría con la construcción de 
acciones colectivas. 
INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013
ISSN: 1853-9793 8
Introducción
Desde el ángulo psicosocial, el estudio del autoritarismo es 
casi contemporáneo a los orígenes de la Psicología Política 
como disciplina (que se suele situar hacia 1930, más allá de 
autores que se adelantaron notoriamente). De hecho, los 
regímenes autoritarios (e incluso con aspiraciones totalitarias) 
crecieron en Europa durante las décadas de 1920 y 1930, 
y su popularidad forzó a encarar el problema psicosocial 
subyacente. Entre los trabajos pioneros se destaca “La 
personalidad autoritaria”, de Theodor Adorno, escrita junto 
a su grupo de Berkeley (1950). El trabajo de Adorno abrió 
una amplio campo a estudios escalares, entre los cuales aún 
hoy los investigadores utilizan escalas como SDO (Social 
Dominance Orientation) y RWA (Right-Wing Authoritarianism). 
Sin embargo, trataremos en esta nota sobre una teoría 
psicosocial del poder que no se apoyó, al momento de su 
formulación, en este tipo de estudios escalares. Se trata de 
la teoría formulada, hacia 2006, por Narciso Benbenaste, 
por entonces titular de Psicología Política de la Facultad 
de Psicología de la UBA. Tomando conceptos clave de Lev 
Vygotski y elementos del psiconanálisis, y reformulando la 
noción de Poder de Weber, Benbenaste concibió un modelo 
vincular del poder que podría dar cuenta del autoritarismo 
desde un nuevo punto de vista. La prematura desaparición 
de Benbenaste, en el año 2010, dejó a su teoría (como ocurre 
muchas veces en estos casos) con menos adeptos de los que 
acaso habría merecido. En este trabajo se intenta rescatar su 
aporte, que fuera utilizado exitosamente en el análisis empírico 
de un caso histórico, presentado como Tesis de Doctorado 
en el mismo año de su fallecimiento (Guralnik, 2010).
El presente trabajo se propone sintetizar esta nueva teoría, y 
mostrar sus variables, que permiten un nuevo enfoque para 
el estudio psicosocial del autoritarismo político.
Psicología Política y Personalidad Autoritaria
Como ocurre en casi todas las disciplinas, la paternidad 
de la Psicología Política ha sido discutida. Según Dorna, 
su fundador es Gustave Le Bon (Dorna, 1993:11). También 
para Sabucedo y Rodríguez, uno de los precursores es Le 
Bon, con su obra “La psicología política y la defensa social”, 
de 1912 (Sabucedo y Rodríguez, 2000:7). Pero, como ellos 
mismos admiten, Davies afirma, en el clásico manual de 
Psicología Política de Knutson (1973), que el padre intelectual 
de la Psicología Política es Harold Lasswell (Sabucedo 
y Rodríguez, 2000:8). En cualquier caso, “El nombre de 
Lasswell está asociado ya… al origen de esta disciplina… si 
bien Deutsch señala explícitamente que se trata del padre 
fundador norteamericano” (Sabucedo/Rodríguez, 2000:11).
Tras las dictaduras fascistas de la década de 1930, la 
consolidación del estalinismo y la Segunda Guerra Mundial, 
el estudio de los atributos del autoritarismo se vuelve 
perentorio. Es entonces (1950) cuando aparece una obra 
central en el estudio de la aceptación psicosocial del 
autoritarismo. “La personalidad autoritaria” (Adorno et.al., 
1965) abre el camino a estudios escalares, que aún continúan 
vigentes, como lo muestra la difusión de las escalas SDO y 
RWA (Jiménez Burillo et.al., 2006). Y cuenta con algo que 
otras obras no siempre poseen: una explicación psicosocial 
del autoritarismo político basada en una teoría psicológica 
(en el caso de Adorno, el psicoanálisis).
El poder como atributo y el poder como vínculo
En los estudios sobre la personalidad autoritaria parece 
persistir el concepto weberiano del poder como atributo. 
Más allá de establecer mediciones en las distintas escalas, 
el poder parece seguir siendo “la probabilidad de imponer 
la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra 
toda resistencia y cualquiera sea el fundamento de esa 
probabilidad” (Weber, 1979:43). Desde una línea distinta, 
Foucault instala el concepto de un poder que circula, en una 
estructura reticular que remite a los vínculos sociales. La 
microfísica del poder foucaultiana sugiere “…no analizar las 
formas reguladas y legítimas del poder a partir de su centro…, 
captar en cambio el poder en sus extremidades, en sus 
terminaciones, ahí donde se hace capilar” (Foucault,1996:30).
Esta idea circulatoria del poder lleva, de algún modo, a pensar 
las relaciones de poder en términos de estructura vincular, y 
PERsPEcTIvAs
Una teoría psicosocial del poder
Por Gabriel Guralnik
INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013
ISSN: 1853-9793 9
no de mero atributo. En este sentido, se vuelve indispensable 
tomar en cuenta la Teoría Psicosocial del Poder que Narciso 
Benbenaste formula en “Psicología de la Sociedad de 
Mercado” (Benbenaste, 2006) y consolida en “Psicología de 
los Regímenes Políticos” (Benbenaste, 2009). Es esta teoría la 
que sintetizaremos, mostrando sus principales fundamentos 
e identificando las variables que, llegado el caso, permitirían 
estudios empíricos sobre poblaciones específicas.
Psiquismo, mediaciones simbólicas y génesis del Poder
Ante todo, Benbenaste sostiene que el psiquismo “se 
constituye en una matriz de relaciones intersubjetivas”. Por 
lo tanto, el sentido de la existencia del sujeto es la forma en 
que se experimenta como ser intersubjetivo: “es la calidad 
de las mediaciones intersubjetivas en la vida pública el 
meollo de la calidad de vida de una sociedad”. Se impone 
aquí, antes de ingresar de lleno en la concepción teórica de 
Benbenaste, recordar que la idea expresada en el párrafo 
anterior se encuentra ya, de algún modo, en Vygotski, quien 
“amplió brillantemente este concepto de mediación en la 
interacción hombre-ambiente al uso de los signos así como 
de los utensilios… Vygotski estaba convencido de que la 
internalización de los sistemas de signos culturalmente 
elaborados acarreaba transformaciones conductuales y 
creaba un vínculo entre las formas tempranas y tardías del 
desarrollo del individuo” (Cole/Scribner,2006:26).
Como es sabido, el significante “poder” tiene, en nuestra 
lengua, una doble acepción: sustantiva y verbal. Benbenaste 
adopta, por convención, la mayúscula cuando se hace 
referencia al uso sustantivo, y la minúscula en el uso verbal. 
Así, hablará del “vínculo Poder” y, en casos particulares, de la 
relación entre Poder y poder.
La definición de Poder de Benbenaste resignifica la noción 
weberiana: “A diferencia de Max Weber y la forma tradicional 
de concebirlo, nosotros consideramos que el Poder es un 
tipo de vínculo; un vínculo entre quien porta la representación 
de un ‘polo (o función) estructurante’ y quien lo hace en el 
‘polo (función) estructurado’. Ambas representaciones son 
suplementarias” (Benbenaste, 2001:86). Es la articulación 
de este par con el resto de las variables de la Teoría lo que 
permite “resignificar desde el conocimiento psicológico –en 
relación al uso sociológico y de la psicología social habitual– 
la categoría Poder” (Benbenaste, 2003:78). Y cuanto más 
determinante es el Poder en una sociedad, sea desde lo 
formal o desde lo informal, “más pobres son las mediaciones 
simbólicas entre los sujetos en la vida pública”.
Estrictamente hablando, “la génesis del Poder no se 
halla en un determinado momento histórico; es entonces, 
epistemológicamente considerada, una categoría que 
tiene status antropológico”. Para explicar esta génesis, la 
teoría busca establecer lo que ha permanecido común en 
el desarrollo humano. Esta “invariante” se encuentra en la 
situación de indefensión que presenta el ser humano en las 
primeras etapas desde su nacimiento: “el neonatocarece de 
la capacidad para simbolizar sus necesidades o pulsiones 
y, menos aún, para operar sobre la realidad externa”. 
Esta carencia determinará una estructura, caracterizada 
por un vínculo en el que el adulto ocupa una posición de 
“estructurante”, y el niño o niña una posición de “estructurable”.
Las tres propiedades del vínculo Poder
Profundizando en la génesis del Poder, Benbenaste identifica 
tres propiedades: a)inmediatismo, dado por “la ineficiencia del 
recién nacido para simbolizar sus necesidades o impulsos y, 
por ende, cualquier otro atributo del mundo”, situación que lleva 
a que, desde la posición estructurante, la madre (o sustituto) 
se torne representante del mundo simbólico, ayudando a que 
el recién nacido, a través de su desarrollo ontogenético, vaya 
madurando como “sujeto capaz de simbolizar sus pulsiones 
y necesidades”; b) asimetría, pues el neonato (o infante) 
ocupa el lugar estructurable, y el adulto el estructurante, pero 
no a la inversa; y c)dualismo, ya que “desde la posición del 
bebé, el otro, literalmente, lo es todo”, y por ende la ausencia 
del estructurante desencadena en él angustia, en tanto su 
presencia lo hace calmar (en otras palabras, la ausencia de 
estructurante “desestructura” al estructurable).
Pasada la etapa de indefensión, la estructura vincular que se 
estableció en aquel período inicial con el adulto se transforma 
“en arquetipo de lo que, en el ámbito político-social, llamamos 
Poder”. En otras palabras, “en todos los seres humanos 
hay un grado u otro de disposición a ubicarse en el vínculo 
Poder, sea más en la posición de estructurante o bien de 
estructurable”. De todos modos, si bien esta disposición a 
ubicarse en el vínculo Poder es generalizada, “la importancia 
que adquiera el Poder como modelo vincular para cada 
individuo dependerá, por un lado, de cuánto perduren en su 
subjetividad las características infantiles, regresivas, y por 
otro, de la insuficiencia del desarrollo y la calidad institucional 
de la sociedad en que le toque vivir”.
Desde la posición estructurable, el sentido del Poder es “evitar 
la angustia que produce el hallarse desestructurado”. Desde 
la posición estructurante, en cambio, “el sentido primordial 
del vínculo Poder se realiza a través de la operación psíquica 
que el Psicoanálisis llama renegación”. En este caso, el sujeto 
“desconoce la angustia de su limitación como ser deseante 
–por ende mortal–“, pues coloca inconscientemente a quien 
ocupa la posición de lo estructurable como “prolongación 
vital de su anhelo”. Así, el sujeto estructurante “suspende, en 
la fantasía, su apercepción de finitud, esto es de ser mortal”. 
Al hablar de sentido primordial –esto es, antropológico– 
PERsPEcTIvAs
INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013
ISSN: 1853-9793 10
desde la posición de estructurante, queda claro que hay 
sentidos históricos del Poder, que se sobreimprimen al 
primordial. Entre estos otros sentidos –considerados de 
vigencia histórica– se destacan dos: el Goce por lo que el 
otro no tiene y el Goce por emanciparse del trabajo a través 
del trabajo del otro. 
Autoridad y autoritarismo
Llegamos, aquí, a uno de los nudos de la Teoría: la diferencia, 
entre el Poder como vínculo autoridad, o bien como vínculo 
autoritario. Lo que diferenciará a uno de otro es “el grado 
de mediaciones simbólicas con que se realiza”. Es decir, las 
características de “la producción simbólica puesta en juego 
en el vínculo”. Así, a diferencia de lo que postula Weber, para 
Benbenaste “el vínculo de autoridad no depende centralmente 
de la legitimidad o legitimación sino de la participación de 
mediaciones simbólicas entre quienes ocupan la posición de 
estructurante y la de estructurable respectivamente”. En el 
vínculo autoridad, “quien ocupa la posición de estructurante 
lo hace confirmando o ampliando su experiencia de ser 
responsable… mientras que quien ocupa la posición de 
estructurable lo hace mejorando su aptitud para la tarea, 
además de la vivencia, de ambos, de formarse en el respeto”, 
lo que permite a los sujetos crecer en sus posibilidades 
simbólicas. En el vínculo autoritario, por el contrario, “el Poder 
se instaura con escasas mediaciones simbólicas respecto a 
las posibilidades del momento histórico y de la capacidad 
de los actores implicados”. Se trata de casos en los que el 
vínculo “desconoce o degrada las posibilidades conceptuales 
o de información, normas, leyes o reglas históricamente 
construidas sin, en cambio, sustituirlas o proponer otras que 
redunden en una mejora para las posibilidades simbolizantes 
entre los sujetos”.
Como se indicó más arriba, la génesis del Poder se 
encuentra en la indefensión que marca a todos los seres 
humanos en su nacimiento. En el vínculo autoridad, la 
“marca de indefensión” tiende a conjugarse con otro 
aspecto universal de la condición humana: la potencialidad 
para simbolizar. En el vínculo autoritario, en cambio, la 
aptitud para simbolizar se encuentra disminuida, a veces 
hasta el extremo. En este caso, el empobrecimiento de las 
mediaciones simbólicas intersubjetivas tiende a exacerbar 
en el sujeto la “marca de la indefensión”. Esto ocurre tanto 
para quien ocupa el lugar de estructurable como para 
quien está en el lugar de estructurante. Se produce, por lo 
tanto, un crecimiento desmedido de los rasgos propios de 
la indefensión: inmediatismo, asimetría y dualismo. Desde 
ambos polos del vínculo el inmediatismo lleva a un aumento, 
fuera de toda proporción, de “necesidades o impulsos que 
reclaman perentoriedad”. No se trata sólo –ni principalmente- 
de necesidades básicas, sino de necesidades que se juegan 
en el plano de lo simbólico (cuyo empobrecimiento impide, 
justamente, la mediatización). De igual modo aumentan 
la asimetría (dependencia mutua, no intercambiable de 
estructurable y estructurante) y el dualismo (angustia 
del estructurable si no hay quien ocupe la posición de 
estructurante, acciones extremas de quien ocupa la posición 
de estructurante a fin de vincularse con el estructurable).
El cruce de las variables
La combinación del doble par estructurante/estructuable 
y autoridad/autoritarismo permite deducir que el vínculo 
autoritarista no sólo es patrimonio del estructurante, sino que 
también lo puede ejercer “quien se halla en la posición de 
estructurable”. Si lo expuesto más arriba ayuda a elucidar la 
estructura de la Teoría, esta última frase brinda la pista inicial 
para comprender su dinámica. En efecto, abre el camino para 
confirmar que, tal como sostiene Foucault, el Poder circula. Y 
si el Poder circula, hay sujetos que ocupan, alternativamente, 
la posición deestructurante y la de estructurable. Esto dio 
lugar al desarrollo de la función variable (Guralnik, 2010), 
que confirma el carácter circulatorio del vínculo Poder. Esta 
condición, implícita en la Teoría, permite imbricarla con las 
categorías que hacen a la microfísica del Poder. Así, el vínculo 
Poder, tal como lo entiende Benbenaste, es vertebrante para 
“...no considerar el poder como un fenómeno de dominación 
–compacto y homogéneo- de un individuo sobre otros, de un 
grupo sobre otros y de una clase sobre otras. Al contrario, 
tener bien presente que el poder… debe ser analizado, como 
algo que circula y funciona…. a través de una organización 
reticular… el poder no se aplica a los individuos, sino que 
transita a través de los individuos” (Foucault,1996:31-32). 
Ya en 2001 Benbenaste había instalado esta articulación 
entre su concepción del Poder y el carácter circulatorio de 
la microfísica foucaultiana, al aclarar, explícitamente, que 
lo que llamaba polo (estructurante, estructurable) podía 
entenderse también como función. Y, en tanto tal, hemos 
determinado que responde a once variables, agrupadas en 
cuatro categorías centrales, tal como se desprende de lo 
desarrollado en los apartados anteriores. El cruce de estas 
variables con la tríada estructurante/variable/estructurablepuede dar lugar a interesantes resultados, como se ha 
mostrado ya en el caso específico de la Alemania Nazi durante 
el período 1933-1939 (Guralnik, 2010). Quien se interese 
por la forma en que el vínculo poder opera en la Teoría de 
Benbenaste puede encontrar allí el análisis a fondo de ese 
caso histórico, sobre la base del estudio heurístico que toda 
la documentación disponible a esa fecha permitió desarrollar. 
Y puede verificar, como se hiciera en ese caso, cómo la 
teoría utilizada permite dar cuenta del vínculo autoritario en 
el régimen nazi, tanto desde el estructurante máximo (Hitler) 
como desde los sujetos pertenecientes a la función variable 
(la jerarquía nazi, la SA, los líderes locales del Partido) y de los 
sujetos pertenecientes a la función estructurable (la población 
alemana en general). En este último caso, fue de particular 
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interés la separación entre el núcleo duro de nazis fervientes 
(como estructurables, es decir, sujetos que no poseían poder 
político alguno en especial), el grupo (ciertamente mayor) 
de sujetos que paulatinamente adhirieron al nazismo, y el 
no siempre tomado en cuenta sector de quienes plantearon 
distintos tipos de resistencia, no sólo activa (Widerstand), sino 
también -y en la mayor parte de los casos- pasiva (Resistenz), 
pero no por ello menos importante en el estudio del vínculo 
autoritario del que fue, acaso, el régimen más siniestro de la 
historia moderna en el mundo occidental.
 
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“Por tanto, el que imagine que es destruido lo que odia, 
estará gozoso.”
Baruch Spinoza
(Ética)
 
I
Considero que el núcleo mismo de lo que es posible 
formular como “Política” hoy en día, es a partir de lo que 
J. A. Miller formula como el del objeto a en el cenit de la 
civilización contemporánea. Lo que, según mi punto de 
vista, es la condición para la realización de modalidades de 
racismo sin necesidad de un argumento ideológico, como 
lo anticipó Lacan.
Esto difiere claramente de las expresiones racistas del siglo 
XX que poseían enunciados argumentativos en donde se 
sostenía lo que Badiou, a propósito de esta consideración, 
llamó “pasión por lo real”.
Si el subdesarrollo “es la condición del progreso capitalista”, 
esto implica claramente que en nuestra actualidad la figura 
del llamado por Primo Levi “musulmán” se extienda a 
escala mundial. Esos “musulmanes” son pobres no tanto 
porque puedan solamente morir de hambre, sino que 
fundamentalmente viven solamente para comer, a fin de 
vivir, en el mejor de los casos.
El racismo fue posible a partir del Siglo de las Luces, y la 
discriminación y la segregación, muy anteriores a él.
El “instinto desmedido de lucro” ya está formulado claramente 
en “La Política” de Aristóteles bajo la modalidad de “teniendo 
el placer necesidad absoluta de una excesiva abundancia, se 
buscan todos los medios que puedan procurarlas”.
En la actualidad, la multiplicidad de amos se expresa también 
en lo que Milner ha llamado “la política de las cosas”. Las 
cosas mudas que nombra la indignidad de la exclusión de la 
decisión, como verdadero acto político. 
 
II
Sabemos que para Freud no hay en el ser humano desarraigo 
alguno de la maldad y que la hostilidad inhibida sólo espera 
las circunstancias para que se presente la oportunidad de 
lograr su satisfacción. Es más, los hombres dan cuenta de 
sus intereses para solamente racionalizar, “para poder fundar 
sus satisfacciones”. Estas satisfacciones dan cuenta que a 
nivel de estas pasiones, “extranjero” y “enemigo” son una 
misma cosa, y fundamentan la formulación freudiana de que 
la humanidad es una gavilla de asesinos.
La “oportunidad adecuada” durante el siglo XX fueron las 
grandes guerras mundiales, el fascismo, el nazismo y el 
stalinismo. Se necesitaba de las multitudes porque aún 
funcionaban los S1 en referencia al Ideal. Pero tenemos claro, 
tal como lo anticipó Freud, que una idea negativa (el odio 
como plus de goce) puede venir al mismo lugar que un S1, y 
que la caída del Ideal implica la presencia del “proto-padre” 
ya sin velos, como retorno en lo real del Nombre del Padre 
forcluido en lo social. 
Un racismo sin argumentos ideológicos, que confina a vastos 
sectores al hambre y la degradación, como un reino entre la 
vida y la muerte tal como lo formula Agamben.
Hoy, el estatuto del objeto en el cenit, crea las coordenadas 
necesarias a tal fin. Estos “musulmanes” son el residuo 
mismo del diseño social de nuestra modernidad tardía, tal 
como lo aborda Bauman.
Este estado de las cosas da cuenta suficientemente de la 
aseveración de Lacan en 1967, cuando denomina a los nazis 
como meros precursores.
El universalismo capitalista articulado a la lógica del para 
todos que impone la ciencia, implica la producción de “vidas 
desperdiciadas” tal como lo formula el ya mencionado Bauman.
Es posible pensar que los años en que Europa vivió períodos 
de “paz y prácticas democráticas” fueron posibles, entre 
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Psicoanálisis y política
Por Osvaldo Delgado
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otras cuestiones, por la cruel satisfacción del genocidio nazi, 
pero sus instituciones formales revelan el carácter de frágiles 
semblantes en el desencadenamiento del odio a las formas 
democráticas que alojan a los inmigrantes.
En América Latina, por su parte, el justo reconocimiento 
a los pueblos originarios y las luchas emancipadoras no 
debe expresarse en odio a la democracia misma, como lo 
formula Rancière.
 
III
Freud aborda el complejo del semejante, específicamente en 
la experiencia hostil.
Sabemos que una parte se presenta como cosa (lo 
inasimilable), mientras que la otra da cuenta de los atributos 
bueno-malo. Este ordenamiento sostiene la conceptualización 
del yo-placer originario, que quiere introyectar todo lo bueno 
y “arrojar de sí todo lo malo”.
Lo llamado “subjetivo” es interior, y lo denominado “real” dice 
Freud que está presente “también ahí afuera”. La clave es 
el término también. Por lo tanto lo “real” está en el interiortambién. Es un interior-exterior, y por este motivo puede 
advenir como siniestro. Se trata de la lógica de lounheimlich.
Fundamento freudiano del concepto de “extimidad”: 
Precisamente esta es la perspectiva que toma Miller cuando 
en su curso Extimidad aborda el problema del racismo y su 
carácter insoluble. La fuente misma del racismo es el odio 
al propio goce. “Si el Otro está en mi interior en posición de 
extimidad, es también mi propio odio”.
¿Cómo se llamó este odio en las elaboraciones conceptuales 
psicoanalíticas más allá del narcisismo de las pequeñas 
diferencias?: Compulsión a la síntesis yoica.
Por este motivo, J. A. Miller tomará de Lacan la formulación 
“el inconsciente es la política”, en tanto que es lo que une 
y opone a los hombres entre sí, esto es, el inconsciente 
obedece al lazo social.
En nuestra actualidad nos hallamos con sujetos 
prácticamente a solas ante la pulsión de muerte, sin 
mediaciones simbólicas e imaginarias. Se trata, en términos 
de Zizek, de “…una violencia que uno está tentado de 
llamar violencia del ello, una violencia que no está basada 
en razones utilitarias o ideológicas”.
 
Referencias bibliográficas
ALEMÁN, J. Lacan, la política en cuestión. Ed. Grama.
FREUD, S. De guerra y de muerte. Ed. Amorrortu.
FREUD, S. Nuestra actitud hacia la muerte. Ed. Amorrortu.
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En el siguiente escrito se relata un caso en el trabajo de 
interconsulta desde el punto de vista del psicólogo tratante. 
A partir de la narrativa en primera persona se pretende 
revisar no sólo los sentimientos y pensamientos del autor, 
sino también las reflexiones teóricas que surgen a partir del 
encuentro con la relación médico-paciente en el dispositivo 
de interconsulta. Con este fin se utilizan las elaboraciones de 
M. Foucault y J. Butler sobre el biopoder y la producción de 
subjetividades hasta hace poco inéditas.
 
Siempre pienso en la misma imagen mientras camino por los 
pasillos del hospital. No recuerdo haberla observado, por lo 
tanto no puedo confirmar si es producto de mis ensueños 
diurnos o una representación reprimida que se muestra 
desfigurada en mi conciencia. El hecho es que siempre me 
acuerdo de ella: es una mujer joven, de unos treinta años; 
tiene los ojos exageradamente abiertos y el pelo negro 
recogido bajo un sombrero blanco con forma de barco de 
papel. Por último, su boca, que parece a punto de silbar, se 
cruza cautelosamente con un dedo índice que pide silencio: 
por favor, cállese.
Esta “amena” prohibición parece —por lo menos en 
primera instancia— justificada. Los hospitales son sitios 
muy alborotados. El permanente murmullo de los peatones 
hospitalarios, el semitonal y agudísimo ruido de las 
ambulancias que vienen y van, el sonido uniforme de los 
viejos respiradores artificiales, y el gruñir, a veces agonizante, 
de los enfermos, forman un cuadro, por momentos patético y 
ensordecedor. Desde esta perspectiva la foto de una bonita 
enfermera solicitándonos amablemente silencio no debería 
molestar a nadie. Los enfermos deben descansar, nos dicen, 
deben permanecer acostados, tranquilos y en silencio. De 
eso se trata la clínica, la klinike: mantener a los pacientes en 
su cama, sin que nada ni nadie los fastidie. 
Sin embargo, esta imagen que ya no descansa en ninguna 
pared pero que forma parte de nuestras representaciones 
compartidas me disgusta, me incomoda, me inquieta. 
¿Qué nos está pidiendo la enfermera cuando nos convoca 
al silencio? ¿A quién se lo pide? La imagen se presentifica, 
la mirada de la joven me interpela y con un efecto 
pseudoalucinatorio se transforma en un interrogante; es 
entonces cuando me veo siendo visto y me pregunto qué 
significa ese “silencio hospital”.
El problema no tardó en desplegarse
Tenía que ir a visitar a un paciente que se encontraba 
internado por un carcinoma y que cursaba un episodio 
depresivo; así lo describía, en una receta pequeña e ilegible, 
el médico tratante. 
En principio elegí desconfiar del diagnóstico psicológico 
por el cual me habían consultado. En verdad, lo hago 
invariablemente; nominaciones como depresión, ansiedad, 
psicosis, angustia, etc. suelen ser demasiado vagas y poco 
significativas a la hora de resolver un problema complejo. No 
contaba con muchos más datos, exceptuando el nombre, la 
edad y la cama.
Este tipo de situaciones son habituales en el trabajo de 
interconsulta: información mutilada, mensajes interrumpidos, 
partes de un rompecabezas que difícilmente podamos llegar 
a completar. Y si de un puzzle se trata, siempre es bueno 
comenzar por los márgenes, por las marginalidades.
Entré a la sala y observé con detenimiento las dos hileras 
de camas blancas que se extendían hasta casi perderse de 
vista. El paisaje era anticuado y sobrio, mejor dicho, austero: 
estaban los catres con el suero al lado y una pequeña 
mesa “multiuso”. En el medio de la sala había un gran 
tablón de madera plastificada donde médicos y enfermeros 
evolucionaban las historias clínicas, y por último, un viejísimo 
placar cerrado con candando en donde estaban los fármacos 
más importantes. El marco del cuadro, es decir, las paredes 
de la sala, eran de cerámico celeste.
Era muy temprano por la mañana y algunos de los pacientes 
desayunaban té en un vaso descartable y lo acompañaban 
con galletitas de agua; otros, dormían profundamente o 
parecían perdidos en sus propios pensamientos, como 
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silencio hospital. La materialización del biosujeto
Por Bruno Bonoris
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si estuviesen realmente en otro lado. Todos estaban en 
silencio, el ruido de la sala parecía no importunarlos, no 
existía comunicación entre ellos pese a su proximidad física. 
Muchos se encontraban desnudos y no parecía importarles 
mostrarse de ese modo ante los visitantes, sea cual fuere 
su género. Pensé que el acostumbramiento a la falta de 
privacidad había arrebatado el pudor de los pacientes; pensé 
también que la habituación, la repetición incansable, puede 
llevárselo todo. Pensé eso y sentí una gran tristeza. Quizá a 
este sentimiento alguien lo hubiese llamado depresión, por 
eso no confío en el diagnóstico por telegrama.
Luego busqué en los carteles que se encontraban arriba de 
las camas el número que coincidiera con el de mi paciente, 
lo encontré y vi a lo lejos un grupo de médicos reunidos 
alrededor suyo. Me acerqué a ellos pero preferí no interrumpir, 
ya que estaban realizando el pase de sala. Un hombre mayor, 
vestido muy elegantemente, se dirigía a los jóvenes médicos 
y les explicaba con evidente autoridad el padecimiento de 
ese hombre que se encontraba apenas a unos centímetros. 
Los residentes escuchaban concentrados al longevo doctor 
y escribían, como si les estuviera dictando. No notaban mi 
extranjera presencia, ni la del paciente, que miraba hacia el 
lado opuesto, respirando con dificultad. Nunca se dirigieron 
a él, no hubo palabras, ni miradas, ni contacto. El cuerpo 
tendido del paciente era para ellos una historia clínica, el 
resultado de un laboratorio, las imágenes de una radiografía, 
texto muerto. El paciente tampoco se dirigió a ellos. Tuve la 
extraña sensación de haber reunido en una misma imagen 
dos escenas que en la realidad se encontraban a kilómetros 
de distancia, una condensación freudiana de un mal sueño.
Pero en verdad no se trataba de un cuerpo invisible, no era 
un problema perceptivo; era más bien la presencia de un 
cuerpo vivo pero no vital, un saco de órganos, una entidad 
insensible, un objeto no humano. 
Al terminar el discurso, el clínico caminó unos pocos pasos 
hacia la próxima cama y los jóvenes residentes lo imitaron. El 
paciente no se inmutó y continuó con la mirada ausente sobre 
la paredde cerámicos celestes. Yo me detuve por un instante 
para preguntarme cómo había sido posible la materialización 
de unos cuerpos sin voz, sin mirada, sin escucha. Comprendí 
que estos médicos (y probablemente muchos más) trabajaban 
con sujetos sin historia, sin significaciones, sin sentimientos; 
sujetos-órgano, biosujetos, cuerpos impensables, abyectos, 
invivibles, cuerpos que son el límite mismo de la inteligibilidad 
y el exterior constitutivo de los otros cuerpos (Butler, 2008), el 
mío y el de los médicos.
¿Cómo había sido posible la naturalización de un contrato 
así?, ¿por qué los médicos ignoraban al que yacía enfrente 
suyo?, ¿por qué el paciente no se enfurecía y emprendía 
una queja radical frente a esa indiferencia?, ¿cómo se 
había conformado esa relación “silenciosa” entre ambos 
participantes de la escena?
En definitiva: ¿cómo funciona el poder que efectúa la 
materialización del biosujeto?, ¿se trata de la posesión de un 
bien por parte de los médicos y a partir del cual ejercen el 
dominio de los pacientes?
No pienso sostener aquí la ridícula idea de que los médicos 
se han deshumanizado con el paso del tiempo. Atribuirles 
una falta de sensibilidad clínica y acusarlos de apatía moral 
sólo obstaculiza la vía hacia una respuesta sensata. Si los 
médicos ignoran un gran aspecto de la salud de sus pacientes 
no es porque sean necios, desinteresados o perezosos; 
simplemente no pueden visibilizar el problema. Al igual que 
sus pacientes, los médicos son el resultado de prácticas 
discursivas y perceptivas que los fundan, y que ellos mismos 
reproducen sin saberlo.
En síntesis, los médicos no poseen el poder sobre sus 
pacientes. El poder no es un atributo capaz de poseerse, no 
puede ser pensado en términos de sustancia o cualidad; el 
poder es una forma de relación, y su funcionamiento no tiene 
un carácter limitante o represivo, es más bien una realidad 
positiva que, enlazada con el saber, produce subjetividades 
y dispone de los cuerpos favoreciendo conductas en 
su potencialidad o virtualidad; no se actúa sobre el otro 
sino sobre sus acciones (Foucault, 2008). Butler afirma 
que “no hay ningún poder que actúe, sólo hay actuación 
reiterada que se hace poder en virtud de su persistencia e 
inestabilidad” (2008, p.28), la materialidad de los cuerpos 
sólo se construye por medio de la repetición ritualizada 
de normas, a través del poder reiterativo del discurso y de 
prácticas no discursivas para producir los fenómenos que 
regula e impone. “Los cuerpos sólo surgen, sólo perduran, 
sólo viven dentro de las limitaciones productivas de ciertos 
esquemas reguladores en alto grado generalizados” (Butler, 
2008, p.14). Y estas restricciones producen la distinción 
de los cuerpos que importan de los que no importan, los 
inteligibles de los ininteligibles, los de adentro de los de 
afuera, los del centro de los que están en los márgenes, los 
humanos de los inhumanos.
Es que una bacteria o un virus, un hígado o un pulmón, 
o la mismísima piel que pretendidamente lo delimita, no 
es el cuerpo humano. Es organismo, es biología pura, es 
carne (de cañón), es vida reducida al funcionamiento de un 
músculo que bombea sangre o a conexiones sinápticas de 
una red neuronal.
Quizá se trate del paroxismo del biopoder, el ejercicio del 
poder que tiene por objeto la vida biológica del hombre, ese 
“conjunto de mecanismos por medio de los cuales aquello, 
que en la especie humana, constituye sus rasgos biológicos 
fundamentales podrá ser parte de una política” (Foucault, 
2006, p.15). Un “hacer vivir” como fin sin medios, sin 
significaciones y, finalmente, sin padecimiento subjetivo. Un 
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organismo reacciona, responde, pero no habla; y por ello el 
silencio, otra vez el silencio, el mismo que me invadió cuando 
fui testigo de la escena que disparó estas asociaciones.
Pero “los cuerpos nunca acatan enteramente las normas 
mediante las cuales se impone su materialización” 
(Butler, 2008, p.18). En el proceso de producción existen 
posibilidades de rematerialización de los cuerpos. Algunas 
grietas, aperturas, permiten producir nuevas articulaciones 
que resistan a la hegemonía de las leyes reguladoras que 
crean al biosujeto. ¿Será ese mi trabajo como interconsultor 
psicológico? No es eso lo que se me pide, aún así, esta 
parece ser un labor acertada.
Me acerqué a la cama, llamé al paciente por su nombre, 
e interrumpí la perplejidad en la que parecía sumido. 
Puso sus ojos desorbitados sobre mí e hizo un leve gesto 
como aceptando la invitación. Le pregunté por qué estaba 
internado y si sabía su diagnóstico. Me respondió que no 
estaba seguro, que lo estaban estudiando y que los médicos 
le habían realizado muchos exámenes. Le pregunté qué 
tipo de exámenes, pero no supo responderme. Me dijo que 
se sentía incómodo y triste, y que deseaba con urgencia 
regresar a su casa. Me pregunté por qué este hombre no se 
preguntaba lo mismo que yo, cómo podía ser posible que 
no tuviera una rabiosa curiosidad por saber acerca de su 
sufrimiento, y si la tenía, por qué no la manifestaba. Luego 
recordé la habituación, la repetición forzada del las relaciones 
de mutismo y de custodia de la información que constituían 
la dupla médico-paciente (y probablemente muchas más 
duplas y redes de relaciones en múltiples instancias).
Recordé, esta vez voluntariamente, la imagen de la joven 
enfermera que solicitaba silencio, y pensé que era una buena 
idea colgar en las paredes de los hospitales réplicas del 
cuadro “El grito” de Munch. Tal vez el silencio es ese ruido 
mudo que se precipita allí donde el grito produce un abismo 
(Lacan, 2011).
Conversé con el paciente durante media hora. Me contó 
sintéticamente sobre algunos pilares de su vida: su familia, 
su trabajo y su malestar físico. Le dije que era importante 
que hablara con sus médicos, que les preguntase sobre su 
diagnóstico y su enfermedad, si así lo deseaba. También 
le prometí que hablaría con ellos y que les pediría que 
intentaran transmitirle lo más fácilmente posible sobre los 
procedimientos que le realizaban y sobre su pronóstico. 
Luego me fui con el compromiso de retornar en los próximos 
días y con la firme creencia de que los problemas complejos 
a veces pueden tener un principio de solución sencillo. 
Finalmente, al biosujeto, a ese cuerpo desdichado, a ese 
organismo silencioso, se lo embiste con la palabra. Frente al 
silencio hospital, un grito de sentido. Y eso no es suficiente, 
pero es necesario.
 
Referencias bibliográficas
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LACAN, J (2011). El Seminario, libro XII: Problemas cruciales para 
el psicoanálisis. Versión electrónica en Lacan Textual Versión 3.1.2
Bruno J. Bonoris. Licenciado en Psicología. Residencia completa en 
Psicología Clínica del Hospital Ramos Mejía. Miembro de Apertura 
Sociedad Psicoanalítica. Maestrando en Facultad de Filosofía y Letras, 
Universidad de Buenos Aires. Docente de Psicopatología Cátedra 
II, Universidad de Buenos Aires. Investigador tesista en el proyecto 
UBACyT: La libertad en psicoanálisis. Su incidencia en la concepción 
de sujeto y la causalidad en la obra de J. Lacan. Consecuencias 
clínicas y éticas. Código SIGEVA: 20020110200143. Desde el 01-07-
2012 hasta30-06-2014. Director del proyecto: Pablo Muñoz
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Resumen
El presente trabajo1 tiene por objeto realizar un estudio 
comparativo entre pasaje al acto y acto sintomático con el 
fin de realizar una suerte de delimitación conceptual que 
permita diferenciar ambos conceptos, en la medida en que 
la fenomenología del acto en cuanto tal puede conducir 
a una confusión entre ambas categorías y en tanto ha de 
tenerse en cuenta que las mismas no corresponden sino a 
una lectura externa que se aplica a un accionar. Para ello, 
tomaremos la tentativa de suicidio del caso freudiano “la 
joven homosexual”, así como el asesinato cometido por 
el filósofo Louis Althusser, quien en 1980 estrangula a su 
mujer en un breve estado de ausencia.
 
El dejarse caer de la joven homosexual
La categoría de acto sintomático no parece gozar 
actualmente de gran difusión dentro de la literatura 
psicoanalítica. Sin embargo, Freud en sus historiales suele 
interpretar el accionar de sus pacientes bajo transferencia 
como “acciones sintomáticas”: tal es el caso de Dora 
dando cuenta de su quehacer onanista cuando, recostada 
en el diván, juguetea con una pequeña cartera. También, 
aunque no propiamente su paciente, es el caso de Hans 
representándose el nacimiento a través del juego con una 
muñeca de goma a la cual abre las piernas para hacer 
caer de entre ellas un pequeño cuchillo que pertenece a su 
madre. Freud (1905) explica que las acciones sintomáticas 
son aquellas realizadas de manera automática, sin ningún 
tipo de reparación en lo que se está llevando a cabo 
pero que expresan finalmente pensamientos e impulsos 
inconscientes. Si tenemos en cuenta la estructura que 
Lacan precisa para el síntoma neurótico, es fácil entonces 
pensar el acto sintomático como un acto que, tomado 
como significante, viene a sustituir otro significante que 
queda entonces elidido, reprimido.
Esta es la postura que toma Freud (y la de Lacan a la 
altura de El Seminario IV) cuando lee el arrojarse de la 
joven homosexual en las vías del tren como una analogía 
del nacimiento. Freud (1920) se refiere a dicho intento de 
suicidio como una acción que realiza tanto un cumplimiento 
de castigo como un cumplimiento de deseo. Sería así un 
acto cargado de simbolismo en tanto viene a realizar el 
niederkommen del parto, como representante del deseo 
de la joven homosexual de recibir un hijo del padre. Es decir 
que la lectura freudiana es la de hacer de este arrojarse 
de la joven homosexual un acto sintomático. Todo su acto 
sería un significante que sustituye a otro significante en lo 
que constituye propiamente una metáfora.
No será ésta, como es sabido, la postura de Lacan a partir 
de El Seminario X (1962-1963). Allí, Lacan anunciará que 
no basta con tomar la analogía del parto para dar cuenta 
de la dimensión del niederkommen, sino que este dejarse 
caer es aquello que da cuenta de la súbita puesta en 
relación del sujeto con lo que él es como objeto a, real, por 
fuera del marco simbólico-imaginario. Lacan dirá entonces 
de la joven homosexual que su acto no es un elemento 
significante, no es una formación del inconsciente como 
afirma Freud, no puede ser explicado desde la perspectiva 
simbólica. El arrojarse a las vías del tren es un pasaje al 
acto, en tanto éste se caracteriza por una identificación 
absoluta del sujeto con el a, al que se reduce, bajo cuya 
forma cae expulsado, rechazado de la escena, por fuera 
de toda elaboración simbólica.
Estructura del acto sintomático en la psicosis
El síntoma psicótico posee una estructura diversa a la 
del síntoma neurótico. El síntoma psicótico no puede ser 
formalizado a partir de la estructura de la metáfora, de 
la sustitución de un significante por otro en una cadena 
articulada. La estructura del síntoma en la psicosis es 
de cadena rota. Es el significante que, forcluido en lo 
simbólico, retorna en lo real. En este sentido, la noción 
de acto sintomático resulta algo más difícil de aprehender 
cuando el asunto en cuestión es el asunto psicótico. El 
hecho de que en el acto sintomático en la psicosis se 
trate del significante retornando en lo real, aproxima acto 
sintomático psicótico y pasaje al acto, en la medida en que 
ALUMNOs
Pasaje al acto y acto sintomático: breve presentación comparativa
Por Tomás Grieco
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en ambos el acento está puesto en el registro de lo real.
La literatura psicoanalítica suele explicar el pasaje al 
acto en la psicosis como tentativa de solución, en tanto 
apunta a modificar algo en relación a la irrupción de goce. 
El pasaje al acto es así concebido como un “tratamiento 
de lo real por lo real”,2 que intenta acotar un goce que, 
retornando bajo la forma del síntoma psicótico, se presenta 
como disruptivo para el sujeto. El pasaje al acto sería aquí 
respuesta frente al síntoma.
Allouch (1992), al referirse al asesinato de Hélène Rytmann 
por parte de su esposo, Louis Althusser, afirma que el acto 
que realiza el filósofo francés de estrangular a su mujer 
tiene, no el estatuto de un pasaje al acto, sino el de un acto 
sintomático sádico.
Hélène es estrangulada en un momento preciso, tal y 
como relata el propio Althusser en su obra testimonial 
El porvenir es largo. Dicho momento es aquel en el cual 
Hélène se encuentra dispuesta a abandonar a su esposo. 
Allouch sostiene que para Althusser la castración femenina 
resultaba en un punto de horror inabordable, punto de 
encuentro con un agujero en lo simbólico que lo dejaría 
en la más absoluta de las indefensiones. Frente a esto, 
Althusser habría elaborado a lo largo de su vida la siguiente 
estrategia: dividir en dos al género femenino, a través de 
lo cual, afirma Allouch, no le habría sido tan grave percibir 
castrada a la mujer que tiene en frente al momento de 
acostarse en la cama, ya que por lo menos, otra mujer, 
aquella que se encontraría más bien a su lado, no lo estaba.
Este recurso que le proporcionaba a Althusser cierto sostén 
para afrontar lo no elaborable de la sexualidad femenina es 
lo que viene a caer en el instante mismo en que Hélène se 
dispone a abandonarlo. Esto en la medida en que, según 
Allouch, a través del abandono de su compañero, Hélène 
habría estado dispuesta a realizar su castración de mujer.
En estas coordenadas es que Allouch ubica el asesinato 
como acto sintomático. Confrontado con lo insoportable 
de la castración femenina, Althusser estrangula a su 
mujer, a quien necesitaba considerar dotada en términos 
fálicos. En este punto de su argumentación, Allouch 
toma un detalle que a Althusser le causó gran impresión 
del asesinato. El filósofo estrangula a su esposa en un 
momento de ausencia, es decir, que no recuerda nada 
del momento mismo del asesinato. Sí recuerda el instante 
inmediatamente posterior, en el que se descubre a sí 
mismo con las manos sobre el cuello de su esposa. Del 
rostro de ella en aquel momento recuerda su mirada, fija y 
perdida, y la punta de su lengua asomando por entre sus 
dientes. La punta de la lengua no es allí para Allouch otra 
cosa que un subrogado del falo.
Así, el acto sintomático de Althusser sería producto del 
retorno en lo real del significante forcluido que dé cuenta de 
qué es una mujer, en la medida en que no hay simbolización 
posible del órgano sexual femenino, y, al hacer surgir del 
cuerpo muerto de Hélène la “lengua-falo”,3 vendría a dar la 
respuesta a una pregunta por la feminidad que nunca llegó 
a ser formulada. Desde esta misma perspectiva, podría 
acaso pensarse como acto sintomático el pavonearse del 
presidente Schreber vestido de mujer frente al espejo. Allí 
también estaría retornando en lo real un significante de la 
mujer, forcluido.
 
Althusser: ¿acto sintomático o pasaje al acto?
Se trata de preguntarse cómo puede ser leídoel asesinato 
cometido por Louis Althusser. Siendo que, finalmente, 
se trata de lecturas posibles frente a un hecho que en sí 
mismo y en cuanto tal ha sido forcluido. Tantas veces es 
producto de una suerte de deformación profesional del 
psicoanalista el interpretar todo acto como sintomático, 
reinscribiéndolo en el campo del Otro y en su vertiente del 
sentido. Acto pero del analista que borra de un plumazo la 
angustia frente al sin sentido de un real para el cual no hay, 
al menos en principio, palabra posible.
Así como el pasaje al acto de la joven homosexual es leído 
por Freud como un acto sintomático, ¿no cabe preguntarse 
si Jean Allouch está haciendo un acto sintomático de un 
pasaje al acto que, en cuanto tal, no es sino caída de sentido 
frente a lo imposible de lo real? Pregunta que de ninguna 
manera puede ser retórica, tratándose de semejante 
referente en lo que respecta al estudio del pasaje al acto 
en la obra de Lacan. No es el objetivo del presente trabajo 
estudiar las condiciones que llevan a la desestabilización 
del cuadro melancólico en Althusser, pero parece válido al 
menos dejar abierta la pregunta acerca de si el asesinato 
de Hélène Rytmann no constituye un pasaje al acto en 
tanto apunta a acotar algo de un goce que se presenta 
como disruptivo y que es localizado en el Otro, encarnado 
en este caso en la figura de su esposa y que por lo tanto 
conllevó la eliminación de su persona.
Referencias bibliográficas
ALLOUCH, J. (1992): En estos tiempos, Ed. Psicoanalítica de la 
Letra, A.C., México D.F., 1993.
ALTHUSSER, L. (1976): El Porvenir es Largo y Los Hechos, Editora 
Nacional, Madrid, 2002
FREUD, S. (1905): “Fragmento de análisis de un caso de histeria”, 
en Obras Completas Vol. VII,Ed. Amorrortu, Bs. As., 2007.
FREUD, S. (1920): “Sobre la psicogénesis de un caso de 
homosexualidad femenina”, en Obras Completas Vol. XVIII, Ed. 
Amorrortu, Bs. As., 1984.
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GARCÍA, C. D. y TENDLARZ, S. E. (2008): ¿A quién mata el 
asesino?, Ed. Grama, Bs. As., 2008.
LACAN, J. (1959-1960): El Seminario. Libro IV: La relación de 
objeto, Ed. Paidós, Bs. As., 2009.
LACAN, J. (1962-1963): El Seminario. Libro 10: La Angustia, Ed. 
Paidós, Bs. As., 2006.
MUÑOZ, P. D. (2009): La invención lacaniana del pasaje al acto, 
Ed. Manantial, Bs. As.
SOLER, C. (1991): “El trabajo de la psicosis” en Estudios sobre la 
psicosis, Ed. Manantial, Bs. As., 1993.
 
Notas
1 Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación UBACyT 
(2012-2014): “La libertad en psicoanálisis. Su incidencia en la 
concepción de sujeto y la causalidad en la obra de J. Lacan. 
Consecuencias clínicas y éticas”, dirigido por Pablo D. Muñoz. 
Código SIGEVA: 20020110200143. CTA: Humanidades - Área: 
Psicología. Especialidad: Psicoanálisis. Acreditado y financiado 
para el Período: 01-07-2012 al 30-06-2014. Proyecto en el cual 
el autor participa en calidad de Becario UBACyT (Categoría: 
Estímulo) con el proyecto (2013-2014): “La responsabilidad del 
sujeto por el pasaje al acto en Louis Althusser”.
2 Soler, Colette (1991): “El trabajo de la psicosis” en Estudios 
sobre la psicosis, Ed. Manantial, Bs. As., 1993, pág. 18.
3 Allouch, Jean (1992): En estos tiempos, Ed. Psicoanalítica de la 
Letra, A.C., México D.F., 1993, pág. 51
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Introducción
En el marco del movimiento positivista originado por Augusto 
Comte, el desarrollo científico-tecnológico de nuestro país 
asume una corriente innovadora plagada de originalidad sus-
tentada en investigaciones revolucionarias, enmarcadas en el 
avance político, social y económico en el cual se construía la 
república. El auge del positivismo en la Argentina dio surgimien-
to a los primeros laboratorios en el país (Mercante en San Juan, 
1891; Piñero en el Nacional Central en 1898, mudado en 1901 
a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos 
Aires), y con ellos a un conjunto de desarrollos teóricos que per-
mitieron llevar a la práctica las investigaciones emprendidas en 
Europa en el laboratorio fundado por Wundt en 1879, en Leipzig, 
Alemania. La entrada de la psicología experimental temprana en 
la Argentina recorre un vasto camino donde se aúnan teorías, 
prácticas, modelos y técnicas que permitieron el desarrollo de 
nuevas estrategias de abordajes e implementaron novedosas 
herramientas de evaluación, discriminación y establecimiento de 
diagnósticos diferenciales, tanto en lo psiquiátrico-psicológico 
como en lo neuropsicológico.
A partir de las investigaciones sobre lesiones cerebrales re-
alizadas por el Dr. Horacio G. Piñero, quien introduce instru-
mental adecuado como el Pletismógrafo de Lehmann y el 
Tiempo de Reacción, entre otros instrumentos, se permite 
establecer qué lesiones originadas en lugares específicos del 
cerebro producen sistemáticamente la cristalización de de-
terminados síntomas. Simultáneamente, los aportes de los 
estudios cerebrales del Dr. Christofredo Jakob permitieron 
visualizar localizaciones en las diferentes áreas del complejo 
neuronal, abriendo caminos para la investigación de estrate-
gias específicas con la finalidad de generar tratamientos de 
rehabilitación en pacientes con este tipo de trastornos. Pres-
tigiosos pensadores de la talla de Ameghino, Balvé e Ingenie-
ros, entre otros, dieron consistencia a las teorías psicológicas 
que desarrollaban los primeros estudios sobre sensación y 
percepción humana en nuestro país.
Horacio Piñero, definido por su alumno Bernardo Houssay 
como “un gran orador, convencido de la gran importancia 
de la Fisiología como base de las Ciencias Médicas, pero 
que tenía más tendencia para el estudio de la Psicología”, 
dirigía sus primeras investigaciones experimentales a través 
de su cátedra de Fisiología en la Facultad de Medicina de 
la Universidad de Buenos Aires, llevando al laboratorio la 
observación y verificación de los hechos. Estados, sucesos 
y procesos que mediaban entre la presentación de los es-
tímulos y las respuestas de los sujetos, fueron develándose 
a través de los estudios sobre tiempo de reacción y su me-
diatización a nivel cognitivo o neural, como se los denomi-
naba en esa época siguiendo la teoría de Ramón y Cajal, 
permitiendo establecer afirmaciones teóricas sobre los pro-
cesos mediadores de atención, memoria, discriminación, 
emociones, que interferían en las respuestas ejecutadas 
por los sujetos investigados, aportando los primeros pasos 
para nuevos estudios en el área de la Psicología. Sus lec-
ciones sobre la Fisiología de las secreciones internas inspiró 
a su mejor alumno, el doctor Bernardo Houssay, tanto en 
la elección de su tesis doctoral (Estudios sobre la acción 
de los extractos hipofisarios: ensayos sobre la fisiología del 
lóbulo posterior de la hipófisis) como en el desarrollo de su 
carrera que le valió el premio Nobel de Medicina en 1947 (el 
primero en el país y en Latinoamérica en ser entregado a un 
investigador).
A la luz de los descubrimientos actuales, gracias a los múltiples 
desarrollos, tanto teóricos como técnicos, nos proponemos en 
el presente trabajo dar consistencia y reconocimiento a la im-
pronta fundamental que surge del estudio de reconstrucción y 
recuperación del instrumental que se atesora en el Museo de 
Psicología Experimental Dr. Piñero.
Se propone desentrañar los ideales, valores y desarrollos 
científicos que guiaron los emprendimientos de Piñero y for-
maron nuevas generaciones de prestigiosos científicos, que 
ubicaron a nuestro país como el más codiciado en el mundo, 
llegando a exportar cerebros a toda Europa, integrando en el 
siglo XXI, aquellos primeros instrumentales conservados en 
nuestros museos, comparándolos con la tecnología de punta 
que permite hoy visualizar aquello queregistraban viejos ple-
tismógrafos, kimógrafos, polígrafos o cápsulas inscriptoras 
INvEsTIGAcIONEs Y EXTENsIóN
De Horacio Piñero a Bernardo Houssay
Por Graciela Giuliano
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INvEsTIGAcIONEs Y EXTENsIóN
mecánicas, lo que en la actualidad sería considerado una 
rudimentaria gráfica interpretativa, pero tan eficaz como las 
modernas imágenes de alta complejidad de las tomografías 
o resonancias, que permitieron a finales del siglo XIX y hasta 
mediados del XX, valiosos y fructíferos aportes científicos.
Primeras investigaciones en pletismografía
El avance científico tecnológico hace necesario emprender 
una revisión de aquellos primeros trabajos que se basaron, 
en un principio, en réplicas de experiencias realizadas en los 
laboratorios del mundo, y que tomaron luego nuevas orien-
taciones con ideas verdaderamente originales como la inves-
tigación que aquí mencionamos. En 1904, en el laboratorio 
del doctor Horacio Piñero y bajo su supervisión, Pastor Anar-
gyros, jefe de trabajos prácticos, emprendió una cuidadosa 
investigación utilizando el pletismógrafo de Lehmann que aún 
se preserva en nuestro Museo. Con este instrumental realizó 
su trabajo El pulso cerebral y periférico, durante el sueño y 
durante el trabajo mental. En esta experiencia se introduce el 
concepto de pulso, entendido como la distensión de las pare-
des arteriales, producto de la conmoción ondulatoria que 
produce en el caudal sanguíneo la porción de sangre arro-
jada por cada contracción ventricular del corazón. Definiendo 
así que la dilatación de las arterias y arteriolas de un órgano 
constituyen el pulso total del mismo, que se evidencia por el 
consecuente cambio de volumen, siendo esta gráfica la que 
se registra mediante la Pletismografía. Las hipótesis susten-
tadas por las investigaciones en pletismografía del Dr. Piñero 
se centraban en que la sangre se distribuía de manera dife-
rencial entre la periferia y el centro, entendiendo a éste como 
el sistema nervioso central, por lo tanto, cuando el volumen 
periférico disminuía, daba cuenta de mayor afluencia de san-
gre al cerebro; de esta manera, la pletismografía resultaba 
una medida indirecta del flujo sanguíneo cerebral. La exis-
tencia de individuos con pérdida ósea-craneana congénita, 
aportó datos empíricos a su favor.
Partiendo de la hipótesis de que la cantidad de sangre de un 
organismo se mantiene constante en una unidad de tiempo 
dada, estos cambios de volumen de un órgano son produc-
tos de un reparto diferencial de la misma.
El fenómeno con que contaba la psicología experimental 
de entonces era los cambios de volumen de un órgano, 
y la tecnología que permitía visualizarlo era el registro 
pletismográfico.
La conclusión de la experiencia realizada permitió corroborar 
que el trabajo mental produce una disminución en el volu-
men sanguíneo periférico. El Dr. Piñero llevó a cabo, además, 
múltiples investigaciones con este instrumento en sujetos que 
presentaban pérdida de masa óseo-craneana, observando el 
fenómeno que en estos pacientes, independientemente de 
todo trabajo psíquico y sin causa aparente, se observaba un 
cierre de los vasos de los miembros, sin que la circulación 
cerebral al mismo tiempo se viese modificada.
En los laboratorios de psicología experimental del mundo, 
el uso del pletismógrafo era común; en nuestro país, 
las experiencias realizadas sobre trabajo mental en el 
laboratorio del Dr. Piñero dan cuenta de la actualización de 
las investigaciones llevadas a cabo, así como del profundo 
conocimiento fisiológico sobre el sistema nervioso que 
se poseía, condiciones que permitían no sólo replicar 
experimentos, sino además generar diseños propios e 
interpretar los resultados de forma precisa, adoptando 
posiciones teóricas, que vistas desde la actualidad, indican 
la claridad y consistencia del rumbo entonces tomado. Las 
gráficas pletismográficas que se conservan de entonces, 
permiten observar cómo variaban los registros de acuerdo 
a la tarea asignada (lectura, habla o pensamiento), lo que 
la moderna tecnología actual permite visualizar en una 
tomografía por emisión de positrones (P.E.T.) o en una 
resonancia magnética nuclear (R.M.), mostrando como 
se colorean las áreas activadas en las tres mismas tareas: 
lectura atrás, habla en el medio, pensamiento en el frente.
Reconstrucción y uso del Pletismógrafo de Lehmann
El pletismógrafo fue diseñado para medir las variaciones del 
pulso que se producían en la mano y el antebrazo. Construido 
entre 1880-1885, fue introducido al país por el Dr. Piñero 
hacia 1901 y es original de la Casa Zimmermann, de Leipzig, 
Alemania. Figura en el catálogo de la Casa constructora de 
1903 y se encuentra registrado en los inventarios originales del 
Laboratorio de 1906 y 1944, que se conservan en el Archivo 
Histórico de este Museo, siendo el mismo que utilizara el Dr. 
Anargyros en la investigación anteriormente mencionada.
Dicho instrumental está compuesto por: un cilindro metálico 
revestido en cuero, sujetado a una tabla de madera con un 
apoyabrazo con sujetadores para impedir movimientos invol-
untarios; dicho cilindro es hueco, abierto en uno de sus extre-
mos (para permitir la introducción del antebrazo) y posee una 
pequeña abertura tubular en el otro extremo, la cual permite, 
a través de un sistema de mangueras de goma, comunicarse 
con un frasco de Mariotte que contiene agua. En la parte 
media del cilindro existe una abertura con un tubo de vidrio 
graduado que cumple la función de manómetro, indicando 
las diferencias de presión que se producen en el líquido (pro-
vocadas por el pulso y los cambios de volumen del órgano 
estudiado). El tubo se conecta por medio de una manguera a 
una cápsula inscriptora, que registra la gráfica en un polígrafo; 
la amplia abertura del cilindro está obturada por un guante de 
goma que permite alojar la mano y el antebrazo. Los cam-
bios de volumen conmocionan el agua y ésta desplaza el aire 
contenido que se verifica en la inscripción resultante, la cual 
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es visualizada en el papel que porta un kimógrafo de Baltzer 
(aparato mecánico de relojería a cuerda), el cual hace girar el 
polígrafo (tambor de Marey) sobre el cual se grafica la curva.
Entre los años 1990 y 1997, este aparato fue reconstruido y 
probado, dando como resultado gráficas similares a las que 
se obtuvieron en las investigaciones mencionadas. Para su 
reconstrucción debió recurrirse al reemplazo de piezas que 
faltaban, como el tubo de vidrio que hace las veces de manó-
metro; el sistema de registro, que fue construido con una 
válvula de vacío a la cual se adicionó una aguja inscriptora; 
la estructura tubular de engarce del frasco de Mariotte y el 
sistema neumático comunicante. También debió adaptarse 
un guante de látex especial y fueron reemplazados el apoy-
abrazos y las cintas de cuero sostenedoras del cilindro.
Lamentablemente en la actualidad, debido al desuso y aban-
dono en que se encontraba en la última década y a pesar de 
conservarse alguna de las piezas reemplazadas, su deterioro 
imposibilita su uso, para lo cual se prevé una nueva y de-
finitiva restauración, que permita reeditar aquellas primeras 
experiencias y compararla con nuevas tecnologías.
Pletismografía y técnicas de neuroimagen
Se propone trazar un pequeño paralelo entre estos primeros 
instrumentos mecánicos que posibilitaron a la Psicología Ex-
perimental un vasto campo de investigación y descubrimien-
tos. Estos permitieron inferir que las actividades psicológicas 
superiores, como el pensamiento, la lectura o los cálculos nu-
méricos, generaban curvas diferenciales en los registros ple-
tismográficos, demostrando cómo la ejecución de estas tareas 
variaba la cantidad de sangre que afluía al cerebro, conjunta-
mente con

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