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INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Intersecciones Psi Revista Electrónica Año 3 – Número 8 Septiembre de 2013 Director general: Jorge A. Biglieri Director editorial: Gabriel E. Guralnik Jefa de Redacción: Victoria Melieni Asistente de Redacción: Micaela Grandoso Diseño: Agustina Valdés Diagramación: Leonel Matías Corso Sergio Scotto Alejandro Zeitlin Colaboran en este número: Florencia Baglione Bruno Bonoris Osvaldo Delgado Nora Emilce Elichiry Cristian Garay Graciela Giuliano Tomás Grieco Leonardo Leibson Lidia Nicolai Ediciones Paidós Rudy Martín Wainstein EDITORIAL PERSPECTIVAS Psicología Social y Psicología Política Por Martin Wainstein Una teoría psicosocial del poder Por Gabriel Guralnik Psicoanálisis y política Por Osvaldo Delgado VIGENCIA Silencio hospital. La materialización del biosujeto Por Bruno Bonoris ALUMNOS Pasaje al acto y acto sintomático: breve presentación comparativa Por Tomás Grieco INVESTIGACIONES Y EXTENSIÓN De Horacio Piñero a Bernardo Houssay Por Graciela Giuliano LIBROS Principios de neurociencias para psicólogos Por Miguel Ángel Álvarez González, Miriam Trápaga Ortega Y Claudia Morales Valiente Historia y vida cotidiana en educación: Perspectivas interdisciplinarias Por Nora Emilce Elichiry (Comp.) 4 5 5 8 12 14 14 17 17 20 20 24 24 25 ÍNDICE Piezas sueltas Por Jacques-Alain Miller FICCIÓN Las raíces Por Lidia Nicolai ACTUALIDAD Sobre la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales (DSM-5) Por Cristian J. Garay El DSM-V o el avance de la psiquiatrización de la vida cotidiana. Reflexiones con y desde el psicoanálisis Por Leonardo Leibson INVITADOS Efectos psicosociales de la prisión política en la segunda generación de afectados directos por el Terrorismo de Estado en la ciudad de San Luis Por Florencia Baglione HUMOR Nuevas experiencias en terapia de pareja Por Rudy 27 28 28 29 29 33 37 37 41 41 ÍNDICE INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013 ISSN: 1853-9793 4 EDITORIAL En estos casi dos años de Intersecciones Psi pretendimos promover el encuentro e intercambio entre las diferentes orientaciones teóricas y enfoques prácticos que existen en nuestras carreras de Psicología, Terapia Ocupacional y Musicoterapia. Siempre intentamos trasladar esas discusiones a temáticas de relevancia social, debido a que consideramos que es la articulación con problemáticas del contexto actual lo que mantiene viva nuestra producción docente, investigativa y de extensión. Desde diversas tradiciones del pensamiento se ha buscado abordar las relaciones entre la política y la psicología a través del estudio de la influencia que ejercen productos humanos tales como los sistemas políticos, los sistemas económicos, el mercado y las diversas formas de gobierno sobre las actitudes, valores, creencias y conductas individuales. En este número de Intersecciones Psi, presentamos artículos elaborados desde las diferentes perspectivas del Psicoanálisis, la Psicología Política y la Psicología Social. Además, abrimos un debate en torno a la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM), publicada recientemente por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA), cuya traducción completa al español se espera para 2014, con un posible adelanto de la versión de bolsillo. El sistema de diagnóstico más difundido en el campo de la salud mental es también el más polémico, siendo múltiples las críticas que ha recibido su última revisión. ¿Es un instrumento para la psiquiatrización de la vida cotidiana y medicalización en exceso?, ¿o un sistema eficaz para definir claramente un problema clínico en salud mental? Con claridad y precisión, Cristian Garay y Leonardo Leibson comparten sus aportes en torno a esta discusión. Celebramos con ustedes un nuevo número y los invitamos a seguir formando parte de este proyecto, a través de sus colaboraciones, lecturas, críticas y difusión. INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013 ISSN: 1853-9793 5 PERsPEcTIvAs Psicología social y Psicología Política Por Martín Wainstein Problemas de genealogía Diez años atrás Maritza Montero y Alejandro Dorna recordaban un coloquio de la Asociación Francesa de Ciencias Políticas y de la Sociedad Francesa de Psicología en el que Serge Moscovici sostenía que hablar de Psicología Política y de Psicología Social era un pleonasmo, figura retórica que nos describe la redundancia. Era como si el pensador francés a partir de su afirmación se preguntara ¿Para que diferenciar lo que seria lo mismo? Dada la talla del disertante sorprendió esa superposición o equivalencia retórica entre lo “social” y lo “político”. En realidad la propuesta del pensador francés ubicaba la discusión en un eje entre dos cuestiones: la simultaneidad histórica de su surgimiento como temas de estudio y la de cierta interdependencia que siempre se mantuvo entre ambas disciplinas. El debate repetía, casi sin novedad, otro anterior. En su origen, la identidad de la Psicología Social fue puesta en duda y definida como una zona fronteriza y borrosa entre la Psicología y la Sociología o como una disciplina auxiliar de alguna de ellas. Aun así, de allí en más se desarrolló haciendo convivir dos “tradiciones”, una más psicológica y otra más sociológica, poco compatibles entre sí y de resultados dudosos en los productos de sus interacciones. ¿Corre la Psicología Política el mismo destino, ser eliminada o simplemente reducida a una frontera o disciplina auxiliar de la Psicología Social? ¿Es la Psicología Política “hija” de su “madre”, la Psicología Social? ¿Son acaso hermanas nacidas en los albores del siglo XX como reminiscencias de la Filosofía Social y la Filosofía Política? Es difícil y posiblemente inútil buscar un ADN que resuelva estas genealogías. De todos modos, la historia parece ir aclarándose, los tiempos han cambiado y una visión “constructivista” del conocimiento asocia estas preguntas y discusiones como algo relacionado con los aún vigentes estertores de una perspectiva enciclopedista nacida en el siglo XVIII. En aquel entonces una clase social ilustrada, la burguesía industrial en ascenso, trataba de desplazar el absolutismo y los criterios teológicos de autoridad y buscaba imponer su saber; un saber “verdadero”, dividido en “campos” bien definidos para “educar” a la sociedad en el marco de “disciplinas” precisas. La universidad -institucionalización de la unidad de lo diverso- era su emblema. La filosofía de la Ilustración aún persiste en nuestro lenguaje y obviamente en muchas de las ideas que circulan entre y a través de nosotros. La institucionalización de la ciencia como una profesión, la constitución de una burocracia científica ilustrada, acantonada en paradigmas que definen conceptos, métodos y prácticas válidas, son los elementos constituyentes del “cientificismo”, descripto por Kuhn bajo el eufemismo de la “ciencia normal”, fuertemente presente en el mundo actual. En ese universo de ideas modernas, que más allá de su vigencia también son cuestionadas -en la actualidad por los nuevos vientos de la posmodernidad o el posrenacimiento-, todas las disciplinas clásicas sufren inevitablemente una crisis de “identidad”. Todas deben resituarse de algún modo ante las nociones de incertidumbre, incerteza y versiones del mundo ambiguamente complementarias que reemplazaron el esquema de objetos simples de verdades únicas. Todas las disciplinas deben afrontar la “encrucijada” a que las desafíen las nuevas ideas de transversalidad, de transdisciplina y la pérdida de un “objeto de estudio” a manos de un pensamiento más “sistémico”. Un modo de conocer que se centra más en cuestiones problemáticas emergentes y modos de intervención para resolverlos. Una cienciade la complejidad que se permite priorizar la excepción sobre la probabilidad, y el acontecimiento sobre la varianza, llevando de hecho la cuestión de la complejidad al corazón mismo de la ciencia. Estos vientos traen también noticias de un mundo en el que la verosimilitud reemplaza la verdad y las creencias y la argumentación a las explicaciones. Un mundo en el que la “evidencia”, el sueño cartesiano, se entrecomilla y se reconoce como multifacética, temporal-histórica, etnocéntrica, consensuada y persistentemente conflictiva. INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013 ISSN: 1853-9793 6 Problemas de juventud En este mundo complejo, la joven Psicología Política es, históricamente, una de las últimas invitadas a la fiesta de las disciplinas de la enciclopedia. De allí posiblemente uno de sus principales problemas y también una de sus ventajas: su “encrucijada” no cuestiona su identidad, sino que es su identidad. Definir su identidad requiere traspasar los obstáculos epistemológicos de la psicología clásica individualista, arrastrados desde el cartesianismo, tanto como los supuestos ideológicos inscriptos en la “razón instrumental” del cientificismo moderno. En lo académico o en la calle, como trabajador formador o en su praxis social se le requieren al psicólogo político -como a pocos- que sus conceptos, métodos, diagnósticos y modelos de intervención faciliten la resolución de los problemas políticos contemporáneos. La mayoría de ellos de difícil acceso por medio de los métodos tradicionales. En su gran mayoría refieren estos problemas a cuestiones estructurales presentes en la vida política, como las siguientes, por citar solo algunas de ellas: 1) Las llamadas crisis de representación política. ¿Son los partidos políticos representantes del pueblo? ¿Es la corrupción inevitable? ¿Cómo relacionar válidamente la sociedad civil con la sociedad política? 2) La inclusión de nuevas formas de participación política y la viabilidad de la participación mediante la acción directa en una sociedad de masas. ¿Son las organizaciones sociales y las tecnologías de comunicación una nueva forma de participación política legítima? ¿Surgen de la crisis de representación o representan la crisis? 3) El impacto de las nuevas tecnologías, ya sea tanto por su poder de manipulación como por el de democratización del saber. ¿Cuál es su papel en la construcción de la política como espectáculo? 4) ¿Cual es la responsabilidad de la acción política como agente ante la vulnerabilidad social, la exclusión-inclusión social desde una perspectiva de derechos?, ¿cuál ante la diversidad social y la discriminación? La queja es global. Nunca el mundo ha producido tanta riqueza. Sin embargo esa riqueza sigue generando quejas por la legitimidad de su apropiación y distribución. La insatisfacción ciudadana con la política, en la persona de sus actores, los partidos políticos, parece ser un problema recurrente de la sociedad actual sin que surjan formulas para atajarla. El político profesional que Weber imaginaba profesando su vocación como hacedor del Estado ha resultado masivamente un fiasco. La crisis económica del 2009 fue leída por sus víctimas y aun por sus hacedores como un fracaso de la incompetencia de las clases políticas nacionales ante la voracidad y la “inteligencia” de los ejecutivos del capitalismo financiero internacional. Ante las urgencias que estos problemas generan en la vida de la gente, el sueño positivista de la neutralidad y la “distancia óptima al objeto” de estudio debiera ser entendida como parte de esos problemas. Aportes del construccionismo social a la construcción de una identidad para la Psicología Política Como resultado de las dificultades, llamada también “crisis”, a la que llevaron a la Psicología Social sus dos tradiciones, una más psicologista y otra más sociologista, alrededor de los años sesenta surgió la perspectiva construccionista. Imbuida del pragmatismo, la fenomenología, los estudios culturales, los cambios de dirección de la antropología, el pensamiento sistémico, la cibernética, la nueva lingüística, la retórica y el impacto de la variable tecnológica en la posguerra, el construccionismo cuestionó de lleno el “alma” de la Psicología: su concepto de mente. Muchos psicólogos sociales se hicieron “relativistas”, comenzaron a sospechar de los discursos demasiado “ciertos”. Los construccionistas no entienden el conocimiento como un discurso, una reflexión o el armado de un mapa del mundo por parte de un pensador profesional. No es un resultado de inducciones o hipótesis generales surgidas del ámbito académico. Expresiones como “política”, “representante”, “poder”, “imagen”, “lenguaje”, “ciudadano”, “verdad”, mediante las cuales se intenta captar la realidad son artefactos sociales, resultado de una construcción colectiva situada en un territorio y tiempo particulares. La validez de los conceptos y métodos mediante los cuales pensamos no depende de validaciones empíricas, sino de validaciones que son resultado de reglas complejas que regulan procesos colectivos que incluyen conflictos, negociaciones difíciles y consensos apenas equilibrados. El construccionismo alerta sobre el lenguaje, que es la gran posibilidad de la vida humana, pero es también la trampa que puede crear las condiciones de una realidad que cuestione la supervivencia. Para esta visión, la idea -predominante aún en la psicología académica- de una mente individual sometida a desequilibrios por las presiones de factores endógenos, como los que gobiernan una mítica “personalidad autoritaria”; o exógenos, como la “influencia todopoderosa de los medios y la propaganda”, soslaya la posibilidad de entender la mente como un proceso sistémico, resultado de acciones colectivas en las que las representaciones son constructos sociales PERsPEcTIvAs INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013 ISSN: 1853-9793 7 PERsPEcTIvAs que atraviesan las subjetividades individuales que colaboran en su construcción. En esas construcciones la validez es también una construcción, un nuevo discurso también socialmente construido que asignará criterios de verosimilitud particulares desde una inteligibilidad colectiva negociada. El construccionismo busca entender como cuestiones tan importantes como el mal o el bien o la actividad científica, pueden ser banales, es decir construidas en la cotidianeidad por personas sencillas cuya responsabilidad se diluye en acciones colectivas cuya explicación escapa al presente. La juvenil Psicología Política llega en un momento de la historia en que la participación en las decisiones es un quehacer social en el que grandes masas son parte activa y en el que parte fundamental de esa actividad es reclamar ser parte. En que las sociedades reclaman de la ciencia soluciones a los problemas humanos. Ayudan a esto las nuevas tecnologías de la comunicación, que permiten crear y disolver sistemas mentales colectivos, globales, versátiles a una velocidad como nunca se conoció en la historia. Una historia en la que esta rebelión de las masas opaca al sujeto cartesiano de la psicología general y parece requerir la construcción de conceptos y métodos aptos para entender sujetos “sistémicos”. Por ahora los modos de intervención y la práctica profesional del psicólogo político están marcados por una diversidad de enfoques y perspectivas dependientes de escuelas y tradiciones nacionales. Si bien sus métodos aún siguen predominantemente atados al psicoanálisis, las escalas de actitudes y un lugar de observador poco participante, la aparición de una realidad social que se proyecta delante de la realidad de la modernidad con el surgimiento de nuevas formas de participación política durante las endémicas crisis de la región y el cuestionamiento de materiascomo opinión publica y medios, ofrecen en la actualidad de los países latinoamericanos un campo propicio para el desarrollo de una perspectiva construccionista que haga coincidir la construcción de teoría con la construcción de acciones colectivas. INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013 ISSN: 1853-9793 8 Introducción Desde el ángulo psicosocial, el estudio del autoritarismo es casi contemporáneo a los orígenes de la Psicología Política como disciplina (que se suele situar hacia 1930, más allá de autores que se adelantaron notoriamente). De hecho, los regímenes autoritarios (e incluso con aspiraciones totalitarias) crecieron en Europa durante las décadas de 1920 y 1930, y su popularidad forzó a encarar el problema psicosocial subyacente. Entre los trabajos pioneros se destaca “La personalidad autoritaria”, de Theodor Adorno, escrita junto a su grupo de Berkeley (1950). El trabajo de Adorno abrió una amplio campo a estudios escalares, entre los cuales aún hoy los investigadores utilizan escalas como SDO (Social Dominance Orientation) y RWA (Right-Wing Authoritarianism). Sin embargo, trataremos en esta nota sobre una teoría psicosocial del poder que no se apoyó, al momento de su formulación, en este tipo de estudios escalares. Se trata de la teoría formulada, hacia 2006, por Narciso Benbenaste, por entonces titular de Psicología Política de la Facultad de Psicología de la UBA. Tomando conceptos clave de Lev Vygotski y elementos del psiconanálisis, y reformulando la noción de Poder de Weber, Benbenaste concibió un modelo vincular del poder que podría dar cuenta del autoritarismo desde un nuevo punto de vista. La prematura desaparición de Benbenaste, en el año 2010, dejó a su teoría (como ocurre muchas veces en estos casos) con menos adeptos de los que acaso habría merecido. En este trabajo se intenta rescatar su aporte, que fuera utilizado exitosamente en el análisis empírico de un caso histórico, presentado como Tesis de Doctorado en el mismo año de su fallecimiento (Guralnik, 2010). El presente trabajo se propone sintetizar esta nueva teoría, y mostrar sus variables, que permiten un nuevo enfoque para el estudio psicosocial del autoritarismo político. Psicología Política y Personalidad Autoritaria Como ocurre en casi todas las disciplinas, la paternidad de la Psicología Política ha sido discutida. Según Dorna, su fundador es Gustave Le Bon (Dorna, 1993:11). También para Sabucedo y Rodríguez, uno de los precursores es Le Bon, con su obra “La psicología política y la defensa social”, de 1912 (Sabucedo y Rodríguez, 2000:7). Pero, como ellos mismos admiten, Davies afirma, en el clásico manual de Psicología Política de Knutson (1973), que el padre intelectual de la Psicología Política es Harold Lasswell (Sabucedo y Rodríguez, 2000:8). En cualquier caso, “El nombre de Lasswell está asociado ya… al origen de esta disciplina… si bien Deutsch señala explícitamente que se trata del padre fundador norteamericano” (Sabucedo/Rodríguez, 2000:11). Tras las dictaduras fascistas de la década de 1930, la consolidación del estalinismo y la Segunda Guerra Mundial, el estudio de los atributos del autoritarismo se vuelve perentorio. Es entonces (1950) cuando aparece una obra central en el estudio de la aceptación psicosocial del autoritarismo. “La personalidad autoritaria” (Adorno et.al., 1965) abre el camino a estudios escalares, que aún continúan vigentes, como lo muestra la difusión de las escalas SDO y RWA (Jiménez Burillo et.al., 2006). Y cuenta con algo que otras obras no siempre poseen: una explicación psicosocial del autoritarismo político basada en una teoría psicológica (en el caso de Adorno, el psicoanálisis). El poder como atributo y el poder como vínculo En los estudios sobre la personalidad autoritaria parece persistir el concepto weberiano del poder como atributo. Más allá de establecer mediciones en las distintas escalas, el poder parece seguir siendo “la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera sea el fundamento de esa probabilidad” (Weber, 1979:43). Desde una línea distinta, Foucault instala el concepto de un poder que circula, en una estructura reticular que remite a los vínculos sociales. La microfísica del poder foucaultiana sugiere “…no analizar las formas reguladas y legítimas del poder a partir de su centro…, captar en cambio el poder en sus extremidades, en sus terminaciones, ahí donde se hace capilar” (Foucault,1996:30). Esta idea circulatoria del poder lleva, de algún modo, a pensar las relaciones de poder en términos de estructura vincular, y PERsPEcTIvAs Una teoría psicosocial del poder Por Gabriel Guralnik INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013 ISSN: 1853-9793 9 no de mero atributo. En este sentido, se vuelve indispensable tomar en cuenta la Teoría Psicosocial del Poder que Narciso Benbenaste formula en “Psicología de la Sociedad de Mercado” (Benbenaste, 2006) y consolida en “Psicología de los Regímenes Políticos” (Benbenaste, 2009). Es esta teoría la que sintetizaremos, mostrando sus principales fundamentos e identificando las variables que, llegado el caso, permitirían estudios empíricos sobre poblaciones específicas. Psiquismo, mediaciones simbólicas y génesis del Poder Ante todo, Benbenaste sostiene que el psiquismo “se constituye en una matriz de relaciones intersubjetivas”. Por lo tanto, el sentido de la existencia del sujeto es la forma en que se experimenta como ser intersubjetivo: “es la calidad de las mediaciones intersubjetivas en la vida pública el meollo de la calidad de vida de una sociedad”. Se impone aquí, antes de ingresar de lleno en la concepción teórica de Benbenaste, recordar que la idea expresada en el párrafo anterior se encuentra ya, de algún modo, en Vygotski, quien “amplió brillantemente este concepto de mediación en la interacción hombre-ambiente al uso de los signos así como de los utensilios… Vygotski estaba convencido de que la internalización de los sistemas de signos culturalmente elaborados acarreaba transformaciones conductuales y creaba un vínculo entre las formas tempranas y tardías del desarrollo del individuo” (Cole/Scribner,2006:26). Como es sabido, el significante “poder” tiene, en nuestra lengua, una doble acepción: sustantiva y verbal. Benbenaste adopta, por convención, la mayúscula cuando se hace referencia al uso sustantivo, y la minúscula en el uso verbal. Así, hablará del “vínculo Poder” y, en casos particulares, de la relación entre Poder y poder. La definición de Poder de Benbenaste resignifica la noción weberiana: “A diferencia de Max Weber y la forma tradicional de concebirlo, nosotros consideramos que el Poder es un tipo de vínculo; un vínculo entre quien porta la representación de un ‘polo (o función) estructurante’ y quien lo hace en el ‘polo (función) estructurado’. Ambas representaciones son suplementarias” (Benbenaste, 2001:86). Es la articulación de este par con el resto de las variables de la Teoría lo que permite “resignificar desde el conocimiento psicológico –en relación al uso sociológico y de la psicología social habitual– la categoría Poder” (Benbenaste, 2003:78). Y cuanto más determinante es el Poder en una sociedad, sea desde lo formal o desde lo informal, “más pobres son las mediaciones simbólicas entre los sujetos en la vida pública”. Estrictamente hablando, “la génesis del Poder no se halla en un determinado momento histórico; es entonces, epistemológicamente considerada, una categoría que tiene status antropológico”. Para explicar esta génesis, la teoría busca establecer lo que ha permanecido común en el desarrollo humano. Esta “invariante” se encuentra en la situación de indefensión que presenta el ser humano en las primeras etapas desde su nacimiento: “el neonatocarece de la capacidad para simbolizar sus necesidades o pulsiones y, menos aún, para operar sobre la realidad externa”. Esta carencia determinará una estructura, caracterizada por un vínculo en el que el adulto ocupa una posición de “estructurante”, y el niño o niña una posición de “estructurable”. Las tres propiedades del vínculo Poder Profundizando en la génesis del Poder, Benbenaste identifica tres propiedades: a)inmediatismo, dado por “la ineficiencia del recién nacido para simbolizar sus necesidades o impulsos y, por ende, cualquier otro atributo del mundo”, situación que lleva a que, desde la posición estructurante, la madre (o sustituto) se torne representante del mundo simbólico, ayudando a que el recién nacido, a través de su desarrollo ontogenético, vaya madurando como “sujeto capaz de simbolizar sus pulsiones y necesidades”; b) asimetría, pues el neonato (o infante) ocupa el lugar estructurable, y el adulto el estructurante, pero no a la inversa; y c)dualismo, ya que “desde la posición del bebé, el otro, literalmente, lo es todo”, y por ende la ausencia del estructurante desencadena en él angustia, en tanto su presencia lo hace calmar (en otras palabras, la ausencia de estructurante “desestructura” al estructurable). Pasada la etapa de indefensión, la estructura vincular que se estableció en aquel período inicial con el adulto se transforma “en arquetipo de lo que, en el ámbito político-social, llamamos Poder”. En otras palabras, “en todos los seres humanos hay un grado u otro de disposición a ubicarse en el vínculo Poder, sea más en la posición de estructurante o bien de estructurable”. De todos modos, si bien esta disposición a ubicarse en el vínculo Poder es generalizada, “la importancia que adquiera el Poder como modelo vincular para cada individuo dependerá, por un lado, de cuánto perduren en su subjetividad las características infantiles, regresivas, y por otro, de la insuficiencia del desarrollo y la calidad institucional de la sociedad en que le toque vivir”. Desde la posición estructurable, el sentido del Poder es “evitar la angustia que produce el hallarse desestructurado”. Desde la posición estructurante, en cambio, “el sentido primordial del vínculo Poder se realiza a través de la operación psíquica que el Psicoanálisis llama renegación”. En este caso, el sujeto “desconoce la angustia de su limitación como ser deseante –por ende mortal–“, pues coloca inconscientemente a quien ocupa la posición de lo estructurable como “prolongación vital de su anhelo”. Así, el sujeto estructurante “suspende, en la fantasía, su apercepción de finitud, esto es de ser mortal”. Al hablar de sentido primordial –esto es, antropológico– PERsPEcTIvAs INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013 ISSN: 1853-9793 10 desde la posición de estructurante, queda claro que hay sentidos históricos del Poder, que se sobreimprimen al primordial. Entre estos otros sentidos –considerados de vigencia histórica– se destacan dos: el Goce por lo que el otro no tiene y el Goce por emanciparse del trabajo a través del trabajo del otro. Autoridad y autoritarismo Llegamos, aquí, a uno de los nudos de la Teoría: la diferencia, entre el Poder como vínculo autoridad, o bien como vínculo autoritario. Lo que diferenciará a uno de otro es “el grado de mediaciones simbólicas con que se realiza”. Es decir, las características de “la producción simbólica puesta en juego en el vínculo”. Así, a diferencia de lo que postula Weber, para Benbenaste “el vínculo de autoridad no depende centralmente de la legitimidad o legitimación sino de la participación de mediaciones simbólicas entre quienes ocupan la posición de estructurante y la de estructurable respectivamente”. En el vínculo autoridad, “quien ocupa la posición de estructurante lo hace confirmando o ampliando su experiencia de ser responsable… mientras que quien ocupa la posición de estructurable lo hace mejorando su aptitud para la tarea, además de la vivencia, de ambos, de formarse en el respeto”, lo que permite a los sujetos crecer en sus posibilidades simbólicas. En el vínculo autoritario, por el contrario, “el Poder se instaura con escasas mediaciones simbólicas respecto a las posibilidades del momento histórico y de la capacidad de los actores implicados”. Se trata de casos en los que el vínculo “desconoce o degrada las posibilidades conceptuales o de información, normas, leyes o reglas históricamente construidas sin, en cambio, sustituirlas o proponer otras que redunden en una mejora para las posibilidades simbolizantes entre los sujetos”. Como se indicó más arriba, la génesis del Poder se encuentra en la indefensión que marca a todos los seres humanos en su nacimiento. En el vínculo autoridad, la “marca de indefensión” tiende a conjugarse con otro aspecto universal de la condición humana: la potencialidad para simbolizar. En el vínculo autoritario, en cambio, la aptitud para simbolizar se encuentra disminuida, a veces hasta el extremo. En este caso, el empobrecimiento de las mediaciones simbólicas intersubjetivas tiende a exacerbar en el sujeto la “marca de la indefensión”. Esto ocurre tanto para quien ocupa el lugar de estructurable como para quien está en el lugar de estructurante. Se produce, por lo tanto, un crecimiento desmedido de los rasgos propios de la indefensión: inmediatismo, asimetría y dualismo. Desde ambos polos del vínculo el inmediatismo lleva a un aumento, fuera de toda proporción, de “necesidades o impulsos que reclaman perentoriedad”. No se trata sólo –ni principalmente- de necesidades básicas, sino de necesidades que se juegan en el plano de lo simbólico (cuyo empobrecimiento impide, justamente, la mediatización). De igual modo aumentan la asimetría (dependencia mutua, no intercambiable de estructurable y estructurante) y el dualismo (angustia del estructurable si no hay quien ocupe la posición de estructurante, acciones extremas de quien ocupa la posición de estructurante a fin de vincularse con el estructurable). El cruce de las variables La combinación del doble par estructurante/estructuable y autoridad/autoritarismo permite deducir que el vínculo autoritarista no sólo es patrimonio del estructurante, sino que también lo puede ejercer “quien se halla en la posición de estructurable”. Si lo expuesto más arriba ayuda a elucidar la estructura de la Teoría, esta última frase brinda la pista inicial para comprender su dinámica. En efecto, abre el camino para confirmar que, tal como sostiene Foucault, el Poder circula. Y si el Poder circula, hay sujetos que ocupan, alternativamente, la posición deestructurante y la de estructurable. Esto dio lugar al desarrollo de la función variable (Guralnik, 2010), que confirma el carácter circulatorio del vínculo Poder. Esta condición, implícita en la Teoría, permite imbricarla con las categorías que hacen a la microfísica del Poder. Así, el vínculo Poder, tal como lo entiende Benbenaste, es vertebrante para “...no considerar el poder como un fenómeno de dominación –compacto y homogéneo- de un individuo sobre otros, de un grupo sobre otros y de una clase sobre otras. Al contrario, tener bien presente que el poder… debe ser analizado, como algo que circula y funciona…. a través de una organización reticular… el poder no se aplica a los individuos, sino que transita a través de los individuos” (Foucault,1996:31-32). Ya en 2001 Benbenaste había instalado esta articulación entre su concepción del Poder y el carácter circulatorio de la microfísica foucaultiana, al aclarar, explícitamente, que lo que llamaba polo (estructurante, estructurable) podía entenderse también como función. Y, en tanto tal, hemos determinado que responde a once variables, agrupadas en cuatro categorías centrales, tal como se desprende de lo desarrollado en los apartados anteriores. El cruce de estas variables con la tríada estructurante/variable/estructurablepuede dar lugar a interesantes resultados, como se ha mostrado ya en el caso específico de la Alemania Nazi durante el período 1933-1939 (Guralnik, 2010). Quien se interese por la forma en que el vínculo poder opera en la Teoría de Benbenaste puede encontrar allí el análisis a fondo de ese caso histórico, sobre la base del estudio heurístico que toda la documentación disponible a esa fecha permitió desarrollar. Y puede verificar, como se hiciera en ese caso, cómo la teoría utilizada permite dar cuenta del vínculo autoritario en el régimen nazi, tanto desde el estructurante máximo (Hitler) como desde los sujetos pertenecientes a la función variable (la jerarquía nazi, la SA, los líderes locales del Partido) y de los sujetos pertenecientes a la función estructurable (la población alemana en general). En este último caso, fue de particular PERsPEcTIvAs INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013 ISSN: 1853-9793 11 interés la separación entre el núcleo duro de nazis fervientes (como estructurables, es decir, sujetos que no poseían poder político alguno en especial), el grupo (ciertamente mayor) de sujetos que paulatinamente adhirieron al nazismo, y el no siempre tomado en cuenta sector de quienes plantearon distintos tipos de resistencia, no sólo activa (Widerstand), sino también -y en la mayor parte de los casos- pasiva (Resistenz), pero no por ello menos importante en el estudio del vínculo autoritario del que fue, acaso, el régimen más siniestro de la historia moderna en el mundo occidental. Referencias bibliográficas ADORNO, T. et.al. (1965): “La personalidad autoritaria”. Buenos Aires: Proyección. BENBENASTE, N. (2001): “Ciencia, Tecnología y Política”. Buenos Aires: Eudeba. BENBENASTE, N. (2003): “Sobre Ciencia y Tecnología”. Buenos Aires: Ediciones Cooperativas. BENBENASTE, N. (2006): “Psicología de la Sociedad de Mercado”. Buenos Aires: JVE. BENBENASTE, N. (2009): “Psicología de los Regímenes Políticos”. Buenos Aires: JVE. COLE, M. y SCRIBNER, S. (2006): Introducción a El desarrollo de los procesos psicológicos superiores, de Lev Vygotski. Barcelona: Crítica. DORNA, A. (1993): “La Psicología Política: una encrucijada pluridisciplinaria”. En Revista Intercontinental de Psicología y Educación, Vol.6, Nº 1 y 2, pp.9-34. México D.F.: Universidad Intercontinental, Facultad de Psicología. FOUCAULT, M. (1992): “Microfísica del poder”. Madrid: La Piqueta. FOUCAULT, M. (1996): “Genealogía del Racismo”. Buenos Aires: Altamira. GURALNIIK, G. (2010): “Psicología del Autoritarismo enla Alemania Nazi”. Tesis de Doctorado inédita. Buenos Aires: UBA, Facultad de Psicología. Biblioteca. JIMÉNEZ BURILLO, F. et.al. (2006): “Psicología de las relaciones de autoridad y de poder”. Barcelona: UOC. SABUCEDO, J. M. y RODRÍGUEZ, M. (2000): “La construcción social de la Psicología Política”. En Suma Psicológica, Vol.7 Nº 1, pp.1-14. Bogotá: Fundación Universidad Konrad Lorenz, Facultad de Psicología. PERsPEcTIvAs VYGOTSKI, L. (2006): “El desarrollo de los procesos psicológicos superiores”. Barcelona: Crítica. WEBER, M. (1979): “Economía y Sociedad”. México DF: Fondo de Cultura Económica. INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013 ISSN: 1853-9793 12 “Por tanto, el que imagine que es destruido lo que odia, estará gozoso.” Baruch Spinoza (Ética) I Considero que el núcleo mismo de lo que es posible formular como “Política” hoy en día, es a partir de lo que J. A. Miller formula como el del objeto a en el cenit de la civilización contemporánea. Lo que, según mi punto de vista, es la condición para la realización de modalidades de racismo sin necesidad de un argumento ideológico, como lo anticipó Lacan. Esto difiere claramente de las expresiones racistas del siglo XX que poseían enunciados argumentativos en donde se sostenía lo que Badiou, a propósito de esta consideración, llamó “pasión por lo real”. Si el subdesarrollo “es la condición del progreso capitalista”, esto implica claramente que en nuestra actualidad la figura del llamado por Primo Levi “musulmán” se extienda a escala mundial. Esos “musulmanes” son pobres no tanto porque puedan solamente morir de hambre, sino que fundamentalmente viven solamente para comer, a fin de vivir, en el mejor de los casos. El racismo fue posible a partir del Siglo de las Luces, y la discriminación y la segregación, muy anteriores a él. El “instinto desmedido de lucro” ya está formulado claramente en “La Política” de Aristóteles bajo la modalidad de “teniendo el placer necesidad absoluta de una excesiva abundancia, se buscan todos los medios que puedan procurarlas”. En la actualidad, la multiplicidad de amos se expresa también en lo que Milner ha llamado “la política de las cosas”. Las cosas mudas que nombra la indignidad de la exclusión de la decisión, como verdadero acto político. II Sabemos que para Freud no hay en el ser humano desarraigo alguno de la maldad y que la hostilidad inhibida sólo espera las circunstancias para que se presente la oportunidad de lograr su satisfacción. Es más, los hombres dan cuenta de sus intereses para solamente racionalizar, “para poder fundar sus satisfacciones”. Estas satisfacciones dan cuenta que a nivel de estas pasiones, “extranjero” y “enemigo” son una misma cosa, y fundamentan la formulación freudiana de que la humanidad es una gavilla de asesinos. La “oportunidad adecuada” durante el siglo XX fueron las grandes guerras mundiales, el fascismo, el nazismo y el stalinismo. Se necesitaba de las multitudes porque aún funcionaban los S1 en referencia al Ideal. Pero tenemos claro, tal como lo anticipó Freud, que una idea negativa (el odio como plus de goce) puede venir al mismo lugar que un S1, y que la caída del Ideal implica la presencia del “proto-padre” ya sin velos, como retorno en lo real del Nombre del Padre forcluido en lo social. Un racismo sin argumentos ideológicos, que confina a vastos sectores al hambre y la degradación, como un reino entre la vida y la muerte tal como lo formula Agamben. Hoy, el estatuto del objeto en el cenit, crea las coordenadas necesarias a tal fin. Estos “musulmanes” son el residuo mismo del diseño social de nuestra modernidad tardía, tal como lo aborda Bauman. Este estado de las cosas da cuenta suficientemente de la aseveración de Lacan en 1967, cuando denomina a los nazis como meros precursores. El universalismo capitalista articulado a la lógica del para todos que impone la ciencia, implica la producción de “vidas desperdiciadas” tal como lo formula el ya mencionado Bauman. Es posible pensar que los años en que Europa vivió períodos de “paz y prácticas democráticas” fueron posibles, entre PERsPEcTIvAs Psicoanálisis y política Por Osvaldo Delgado INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013 ISSN: 1853-9793 13 otras cuestiones, por la cruel satisfacción del genocidio nazi, pero sus instituciones formales revelan el carácter de frágiles semblantes en el desencadenamiento del odio a las formas democráticas que alojan a los inmigrantes. En América Latina, por su parte, el justo reconocimiento a los pueblos originarios y las luchas emancipadoras no debe expresarse en odio a la democracia misma, como lo formula Rancière. III Freud aborda el complejo del semejante, específicamente en la experiencia hostil. Sabemos que una parte se presenta como cosa (lo inasimilable), mientras que la otra da cuenta de los atributos bueno-malo. Este ordenamiento sostiene la conceptualización del yo-placer originario, que quiere introyectar todo lo bueno y “arrojar de sí todo lo malo”. Lo llamado “subjetivo” es interior, y lo denominado “real” dice Freud que está presente “también ahí afuera”. La clave es el término también. Por lo tanto lo “real” está en el interiortambién. Es un interior-exterior, y por este motivo puede advenir como siniestro. Se trata de la lógica de lounheimlich. Fundamento freudiano del concepto de “extimidad”: Precisamente esta es la perspectiva que toma Miller cuando en su curso Extimidad aborda el problema del racismo y su carácter insoluble. La fuente misma del racismo es el odio al propio goce. “Si el Otro está en mi interior en posición de extimidad, es también mi propio odio”. ¿Cómo se llamó este odio en las elaboraciones conceptuales psicoanalíticas más allá del narcisismo de las pequeñas diferencias?: Compulsión a la síntesis yoica. Por este motivo, J. A. Miller tomará de Lacan la formulación “el inconsciente es la política”, en tanto que es lo que une y opone a los hombres entre sí, esto es, el inconsciente obedece al lazo social. En nuestra actualidad nos hallamos con sujetos prácticamente a solas ante la pulsión de muerte, sin mediaciones simbólicas e imaginarias. Se trata, en términos de Zizek, de “…una violencia que uno está tentado de llamar violencia del ello, una violencia que no está basada en razones utilitarias o ideológicas”. Referencias bibliográficas ALEMÁN, J. Lacan, la política en cuestión. Ed. Grama. FREUD, S. De guerra y de muerte. Ed. Amorrortu. FREUD, S. Nuestra actitud hacia la muerte. Ed. Amorrortu. LACAN, J. Seminario 16. Ed. Paidós. MILLER, J. A. Curso Extimidad. Ed. Paidós. PERsPEcTIvAs INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013 ISSN: 1853-9793 14 En el siguiente escrito se relata un caso en el trabajo de interconsulta desde el punto de vista del psicólogo tratante. A partir de la narrativa en primera persona se pretende revisar no sólo los sentimientos y pensamientos del autor, sino también las reflexiones teóricas que surgen a partir del encuentro con la relación médico-paciente en el dispositivo de interconsulta. Con este fin se utilizan las elaboraciones de M. Foucault y J. Butler sobre el biopoder y la producción de subjetividades hasta hace poco inéditas. Siempre pienso en la misma imagen mientras camino por los pasillos del hospital. No recuerdo haberla observado, por lo tanto no puedo confirmar si es producto de mis ensueños diurnos o una representación reprimida que se muestra desfigurada en mi conciencia. El hecho es que siempre me acuerdo de ella: es una mujer joven, de unos treinta años; tiene los ojos exageradamente abiertos y el pelo negro recogido bajo un sombrero blanco con forma de barco de papel. Por último, su boca, que parece a punto de silbar, se cruza cautelosamente con un dedo índice que pide silencio: por favor, cállese. Esta “amena” prohibición parece —por lo menos en primera instancia— justificada. Los hospitales son sitios muy alborotados. El permanente murmullo de los peatones hospitalarios, el semitonal y agudísimo ruido de las ambulancias que vienen y van, el sonido uniforme de los viejos respiradores artificiales, y el gruñir, a veces agonizante, de los enfermos, forman un cuadro, por momentos patético y ensordecedor. Desde esta perspectiva la foto de una bonita enfermera solicitándonos amablemente silencio no debería molestar a nadie. Los enfermos deben descansar, nos dicen, deben permanecer acostados, tranquilos y en silencio. De eso se trata la clínica, la klinike: mantener a los pacientes en su cama, sin que nada ni nadie los fastidie. Sin embargo, esta imagen que ya no descansa en ninguna pared pero que forma parte de nuestras representaciones compartidas me disgusta, me incomoda, me inquieta. ¿Qué nos está pidiendo la enfermera cuando nos convoca al silencio? ¿A quién se lo pide? La imagen se presentifica, la mirada de la joven me interpela y con un efecto pseudoalucinatorio se transforma en un interrogante; es entonces cuando me veo siendo visto y me pregunto qué significa ese “silencio hospital”. El problema no tardó en desplegarse Tenía que ir a visitar a un paciente que se encontraba internado por un carcinoma y que cursaba un episodio depresivo; así lo describía, en una receta pequeña e ilegible, el médico tratante. En principio elegí desconfiar del diagnóstico psicológico por el cual me habían consultado. En verdad, lo hago invariablemente; nominaciones como depresión, ansiedad, psicosis, angustia, etc. suelen ser demasiado vagas y poco significativas a la hora de resolver un problema complejo. No contaba con muchos más datos, exceptuando el nombre, la edad y la cama. Este tipo de situaciones son habituales en el trabajo de interconsulta: información mutilada, mensajes interrumpidos, partes de un rompecabezas que difícilmente podamos llegar a completar. Y si de un puzzle se trata, siempre es bueno comenzar por los márgenes, por las marginalidades. Entré a la sala y observé con detenimiento las dos hileras de camas blancas que se extendían hasta casi perderse de vista. El paisaje era anticuado y sobrio, mejor dicho, austero: estaban los catres con el suero al lado y una pequeña mesa “multiuso”. En el medio de la sala había un gran tablón de madera plastificada donde médicos y enfermeros evolucionaban las historias clínicas, y por último, un viejísimo placar cerrado con candando en donde estaban los fármacos más importantes. El marco del cuadro, es decir, las paredes de la sala, eran de cerámico celeste. Era muy temprano por la mañana y algunos de los pacientes desayunaban té en un vaso descartable y lo acompañaban con galletitas de agua; otros, dormían profundamente o parecían perdidos en sus propios pensamientos, como vIGENcIA silencio hospital. La materialización del biosujeto Por Bruno Bonoris INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013 ISSN: 1853-9793 15 si estuviesen realmente en otro lado. Todos estaban en silencio, el ruido de la sala parecía no importunarlos, no existía comunicación entre ellos pese a su proximidad física. Muchos se encontraban desnudos y no parecía importarles mostrarse de ese modo ante los visitantes, sea cual fuere su género. Pensé que el acostumbramiento a la falta de privacidad había arrebatado el pudor de los pacientes; pensé también que la habituación, la repetición incansable, puede llevárselo todo. Pensé eso y sentí una gran tristeza. Quizá a este sentimiento alguien lo hubiese llamado depresión, por eso no confío en el diagnóstico por telegrama. Luego busqué en los carteles que se encontraban arriba de las camas el número que coincidiera con el de mi paciente, lo encontré y vi a lo lejos un grupo de médicos reunidos alrededor suyo. Me acerqué a ellos pero preferí no interrumpir, ya que estaban realizando el pase de sala. Un hombre mayor, vestido muy elegantemente, se dirigía a los jóvenes médicos y les explicaba con evidente autoridad el padecimiento de ese hombre que se encontraba apenas a unos centímetros. Los residentes escuchaban concentrados al longevo doctor y escribían, como si les estuviera dictando. No notaban mi extranjera presencia, ni la del paciente, que miraba hacia el lado opuesto, respirando con dificultad. Nunca se dirigieron a él, no hubo palabras, ni miradas, ni contacto. El cuerpo tendido del paciente era para ellos una historia clínica, el resultado de un laboratorio, las imágenes de una radiografía, texto muerto. El paciente tampoco se dirigió a ellos. Tuve la extraña sensación de haber reunido en una misma imagen dos escenas que en la realidad se encontraban a kilómetros de distancia, una condensación freudiana de un mal sueño. Pero en verdad no se trataba de un cuerpo invisible, no era un problema perceptivo; era más bien la presencia de un cuerpo vivo pero no vital, un saco de órganos, una entidad insensible, un objeto no humano. Al terminar el discurso, el clínico caminó unos pocos pasos hacia la próxima cama y los jóvenes residentes lo imitaron. El paciente no se inmutó y continuó con la mirada ausente sobre la paredde cerámicos celestes. Yo me detuve por un instante para preguntarme cómo había sido posible la materialización de unos cuerpos sin voz, sin mirada, sin escucha. Comprendí que estos médicos (y probablemente muchos más) trabajaban con sujetos sin historia, sin significaciones, sin sentimientos; sujetos-órgano, biosujetos, cuerpos impensables, abyectos, invivibles, cuerpos que son el límite mismo de la inteligibilidad y el exterior constitutivo de los otros cuerpos (Butler, 2008), el mío y el de los médicos. ¿Cómo había sido posible la naturalización de un contrato así?, ¿por qué los médicos ignoraban al que yacía enfrente suyo?, ¿por qué el paciente no se enfurecía y emprendía una queja radical frente a esa indiferencia?, ¿cómo se había conformado esa relación “silenciosa” entre ambos participantes de la escena? En definitiva: ¿cómo funciona el poder que efectúa la materialización del biosujeto?, ¿se trata de la posesión de un bien por parte de los médicos y a partir del cual ejercen el dominio de los pacientes? No pienso sostener aquí la ridícula idea de que los médicos se han deshumanizado con el paso del tiempo. Atribuirles una falta de sensibilidad clínica y acusarlos de apatía moral sólo obstaculiza la vía hacia una respuesta sensata. Si los médicos ignoran un gran aspecto de la salud de sus pacientes no es porque sean necios, desinteresados o perezosos; simplemente no pueden visibilizar el problema. Al igual que sus pacientes, los médicos son el resultado de prácticas discursivas y perceptivas que los fundan, y que ellos mismos reproducen sin saberlo. En síntesis, los médicos no poseen el poder sobre sus pacientes. El poder no es un atributo capaz de poseerse, no puede ser pensado en términos de sustancia o cualidad; el poder es una forma de relación, y su funcionamiento no tiene un carácter limitante o represivo, es más bien una realidad positiva que, enlazada con el saber, produce subjetividades y dispone de los cuerpos favoreciendo conductas en su potencialidad o virtualidad; no se actúa sobre el otro sino sobre sus acciones (Foucault, 2008). Butler afirma que “no hay ningún poder que actúe, sólo hay actuación reiterada que se hace poder en virtud de su persistencia e inestabilidad” (2008, p.28), la materialidad de los cuerpos sólo se construye por medio de la repetición ritualizada de normas, a través del poder reiterativo del discurso y de prácticas no discursivas para producir los fenómenos que regula e impone. “Los cuerpos sólo surgen, sólo perduran, sólo viven dentro de las limitaciones productivas de ciertos esquemas reguladores en alto grado generalizados” (Butler, 2008, p.14). Y estas restricciones producen la distinción de los cuerpos que importan de los que no importan, los inteligibles de los ininteligibles, los de adentro de los de afuera, los del centro de los que están en los márgenes, los humanos de los inhumanos. Es que una bacteria o un virus, un hígado o un pulmón, o la mismísima piel que pretendidamente lo delimita, no es el cuerpo humano. Es organismo, es biología pura, es carne (de cañón), es vida reducida al funcionamiento de un músculo que bombea sangre o a conexiones sinápticas de una red neuronal. Quizá se trate del paroxismo del biopoder, el ejercicio del poder que tiene por objeto la vida biológica del hombre, ese “conjunto de mecanismos por medio de los cuales aquello, que en la especie humana, constituye sus rasgos biológicos fundamentales podrá ser parte de una política” (Foucault, 2006, p.15). Un “hacer vivir” como fin sin medios, sin significaciones y, finalmente, sin padecimiento subjetivo. Un vIGENcIA INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013 ISSN: 1853-9793 16 organismo reacciona, responde, pero no habla; y por ello el silencio, otra vez el silencio, el mismo que me invadió cuando fui testigo de la escena que disparó estas asociaciones. Pero “los cuerpos nunca acatan enteramente las normas mediante las cuales se impone su materialización” (Butler, 2008, p.18). En el proceso de producción existen posibilidades de rematerialización de los cuerpos. Algunas grietas, aperturas, permiten producir nuevas articulaciones que resistan a la hegemonía de las leyes reguladoras que crean al biosujeto. ¿Será ese mi trabajo como interconsultor psicológico? No es eso lo que se me pide, aún así, esta parece ser un labor acertada. Me acerqué a la cama, llamé al paciente por su nombre, e interrumpí la perplejidad en la que parecía sumido. Puso sus ojos desorbitados sobre mí e hizo un leve gesto como aceptando la invitación. Le pregunté por qué estaba internado y si sabía su diagnóstico. Me respondió que no estaba seguro, que lo estaban estudiando y que los médicos le habían realizado muchos exámenes. Le pregunté qué tipo de exámenes, pero no supo responderme. Me dijo que se sentía incómodo y triste, y que deseaba con urgencia regresar a su casa. Me pregunté por qué este hombre no se preguntaba lo mismo que yo, cómo podía ser posible que no tuviera una rabiosa curiosidad por saber acerca de su sufrimiento, y si la tenía, por qué no la manifestaba. Luego recordé la habituación, la repetición forzada del las relaciones de mutismo y de custodia de la información que constituían la dupla médico-paciente (y probablemente muchas más duplas y redes de relaciones en múltiples instancias). Recordé, esta vez voluntariamente, la imagen de la joven enfermera que solicitaba silencio, y pensé que era una buena idea colgar en las paredes de los hospitales réplicas del cuadro “El grito” de Munch. Tal vez el silencio es ese ruido mudo que se precipita allí donde el grito produce un abismo (Lacan, 2011). Conversé con el paciente durante media hora. Me contó sintéticamente sobre algunos pilares de su vida: su familia, su trabajo y su malestar físico. Le dije que era importante que hablara con sus médicos, que les preguntase sobre su diagnóstico y su enfermedad, si así lo deseaba. También le prometí que hablaría con ellos y que les pediría que intentaran transmitirle lo más fácilmente posible sobre los procedimientos que le realizaban y sobre su pronóstico. Luego me fui con el compromiso de retornar en los próximos días y con la firme creencia de que los problemas complejos a veces pueden tener un principio de solución sencillo. Finalmente, al biosujeto, a ese cuerpo desdichado, a ese organismo silencioso, se lo embiste con la palabra. Frente al silencio hospital, un grito de sentido. Y eso no es suficiente, pero es necesario. Referencias bibliográficas BUTLER, J. (2007). El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad. Paidós, Barcelona, España. BUTLER, J. (2008). Cuerpos que importan: sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”. Paidós, Buenos Aires, Argentina. FOUCAULT, M. (2000). Defender la sociedad. Curso en el Collège de France (1975-1976). Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, Argentina. FOUCAULT, M. (2006). Seguridad, territorio, población. Curso en el Collège de France (1977-1978). Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, Argentina. FOUCAULT, M. (2008). Historia de la sexualidad 1: la voluntad de saber. Siglo XXI Editores Argentina, Buenos Aires, Argentina. LACAN, J (2011). El Seminario, libro XII: Problemas cruciales para el psicoanálisis. Versión electrónica en Lacan Textual Versión 3.1.2 Bruno J. Bonoris. Licenciado en Psicología. Residencia completa en Psicología Clínica del Hospital Ramos Mejía. Miembro de Apertura Sociedad Psicoanalítica. Maestrando en Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Docente de Psicopatología Cátedra II, Universidad de Buenos Aires. Investigador tesista en el proyecto UBACyT: La libertad en psicoanálisis. Su incidencia en la concepción de sujeto y la causalidad en la obra de J. Lacan. Consecuencias clínicas y éticas. Código SIGEVA: 20020110200143. Desde el 01-07- 2012 hasta30-06-2014. Director del proyecto: Pablo Muñoz vIGENcIA INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013 ISSN: 1853-9793 17 Resumen El presente trabajo1 tiene por objeto realizar un estudio comparativo entre pasaje al acto y acto sintomático con el fin de realizar una suerte de delimitación conceptual que permita diferenciar ambos conceptos, en la medida en que la fenomenología del acto en cuanto tal puede conducir a una confusión entre ambas categorías y en tanto ha de tenerse en cuenta que las mismas no corresponden sino a una lectura externa que se aplica a un accionar. Para ello, tomaremos la tentativa de suicidio del caso freudiano “la joven homosexual”, así como el asesinato cometido por el filósofo Louis Althusser, quien en 1980 estrangula a su mujer en un breve estado de ausencia. El dejarse caer de la joven homosexual La categoría de acto sintomático no parece gozar actualmente de gran difusión dentro de la literatura psicoanalítica. Sin embargo, Freud en sus historiales suele interpretar el accionar de sus pacientes bajo transferencia como “acciones sintomáticas”: tal es el caso de Dora dando cuenta de su quehacer onanista cuando, recostada en el diván, juguetea con una pequeña cartera. También, aunque no propiamente su paciente, es el caso de Hans representándose el nacimiento a través del juego con una muñeca de goma a la cual abre las piernas para hacer caer de entre ellas un pequeño cuchillo que pertenece a su madre. Freud (1905) explica que las acciones sintomáticas son aquellas realizadas de manera automática, sin ningún tipo de reparación en lo que se está llevando a cabo pero que expresan finalmente pensamientos e impulsos inconscientes. Si tenemos en cuenta la estructura que Lacan precisa para el síntoma neurótico, es fácil entonces pensar el acto sintomático como un acto que, tomado como significante, viene a sustituir otro significante que queda entonces elidido, reprimido. Esta es la postura que toma Freud (y la de Lacan a la altura de El Seminario IV) cuando lee el arrojarse de la joven homosexual en las vías del tren como una analogía del nacimiento. Freud (1920) se refiere a dicho intento de suicidio como una acción que realiza tanto un cumplimiento de castigo como un cumplimiento de deseo. Sería así un acto cargado de simbolismo en tanto viene a realizar el niederkommen del parto, como representante del deseo de la joven homosexual de recibir un hijo del padre. Es decir que la lectura freudiana es la de hacer de este arrojarse de la joven homosexual un acto sintomático. Todo su acto sería un significante que sustituye a otro significante en lo que constituye propiamente una metáfora. No será ésta, como es sabido, la postura de Lacan a partir de El Seminario X (1962-1963). Allí, Lacan anunciará que no basta con tomar la analogía del parto para dar cuenta de la dimensión del niederkommen, sino que este dejarse caer es aquello que da cuenta de la súbita puesta en relación del sujeto con lo que él es como objeto a, real, por fuera del marco simbólico-imaginario. Lacan dirá entonces de la joven homosexual que su acto no es un elemento significante, no es una formación del inconsciente como afirma Freud, no puede ser explicado desde la perspectiva simbólica. El arrojarse a las vías del tren es un pasaje al acto, en tanto éste se caracteriza por una identificación absoluta del sujeto con el a, al que se reduce, bajo cuya forma cae expulsado, rechazado de la escena, por fuera de toda elaboración simbólica. Estructura del acto sintomático en la psicosis El síntoma psicótico posee una estructura diversa a la del síntoma neurótico. El síntoma psicótico no puede ser formalizado a partir de la estructura de la metáfora, de la sustitución de un significante por otro en una cadena articulada. La estructura del síntoma en la psicosis es de cadena rota. Es el significante que, forcluido en lo simbólico, retorna en lo real. En este sentido, la noción de acto sintomático resulta algo más difícil de aprehender cuando el asunto en cuestión es el asunto psicótico. El hecho de que en el acto sintomático en la psicosis se trate del significante retornando en lo real, aproxima acto sintomático psicótico y pasaje al acto, en la medida en que ALUMNOs Pasaje al acto y acto sintomático: breve presentación comparativa Por Tomás Grieco INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013 ISSN: 1853-9793 18 en ambos el acento está puesto en el registro de lo real. La literatura psicoanalítica suele explicar el pasaje al acto en la psicosis como tentativa de solución, en tanto apunta a modificar algo en relación a la irrupción de goce. El pasaje al acto es así concebido como un “tratamiento de lo real por lo real”,2 que intenta acotar un goce que, retornando bajo la forma del síntoma psicótico, se presenta como disruptivo para el sujeto. El pasaje al acto sería aquí respuesta frente al síntoma. Allouch (1992), al referirse al asesinato de Hélène Rytmann por parte de su esposo, Louis Althusser, afirma que el acto que realiza el filósofo francés de estrangular a su mujer tiene, no el estatuto de un pasaje al acto, sino el de un acto sintomático sádico. Hélène es estrangulada en un momento preciso, tal y como relata el propio Althusser en su obra testimonial El porvenir es largo. Dicho momento es aquel en el cual Hélène se encuentra dispuesta a abandonar a su esposo. Allouch sostiene que para Althusser la castración femenina resultaba en un punto de horror inabordable, punto de encuentro con un agujero en lo simbólico que lo dejaría en la más absoluta de las indefensiones. Frente a esto, Althusser habría elaborado a lo largo de su vida la siguiente estrategia: dividir en dos al género femenino, a través de lo cual, afirma Allouch, no le habría sido tan grave percibir castrada a la mujer que tiene en frente al momento de acostarse en la cama, ya que por lo menos, otra mujer, aquella que se encontraría más bien a su lado, no lo estaba. Este recurso que le proporcionaba a Althusser cierto sostén para afrontar lo no elaborable de la sexualidad femenina es lo que viene a caer en el instante mismo en que Hélène se dispone a abandonarlo. Esto en la medida en que, según Allouch, a través del abandono de su compañero, Hélène habría estado dispuesta a realizar su castración de mujer. En estas coordenadas es que Allouch ubica el asesinato como acto sintomático. Confrontado con lo insoportable de la castración femenina, Althusser estrangula a su mujer, a quien necesitaba considerar dotada en términos fálicos. En este punto de su argumentación, Allouch toma un detalle que a Althusser le causó gran impresión del asesinato. El filósofo estrangula a su esposa en un momento de ausencia, es decir, que no recuerda nada del momento mismo del asesinato. Sí recuerda el instante inmediatamente posterior, en el que se descubre a sí mismo con las manos sobre el cuello de su esposa. Del rostro de ella en aquel momento recuerda su mirada, fija y perdida, y la punta de su lengua asomando por entre sus dientes. La punta de la lengua no es allí para Allouch otra cosa que un subrogado del falo. Así, el acto sintomático de Althusser sería producto del retorno en lo real del significante forcluido que dé cuenta de qué es una mujer, en la medida en que no hay simbolización posible del órgano sexual femenino, y, al hacer surgir del cuerpo muerto de Hélène la “lengua-falo”,3 vendría a dar la respuesta a una pregunta por la feminidad que nunca llegó a ser formulada. Desde esta misma perspectiva, podría acaso pensarse como acto sintomático el pavonearse del presidente Schreber vestido de mujer frente al espejo. Allí también estaría retornando en lo real un significante de la mujer, forcluido. Althusser: ¿acto sintomático o pasaje al acto? Se trata de preguntarse cómo puede ser leídoel asesinato cometido por Louis Althusser. Siendo que, finalmente, se trata de lecturas posibles frente a un hecho que en sí mismo y en cuanto tal ha sido forcluido. Tantas veces es producto de una suerte de deformación profesional del psicoanalista el interpretar todo acto como sintomático, reinscribiéndolo en el campo del Otro y en su vertiente del sentido. Acto pero del analista que borra de un plumazo la angustia frente al sin sentido de un real para el cual no hay, al menos en principio, palabra posible. Así como el pasaje al acto de la joven homosexual es leído por Freud como un acto sintomático, ¿no cabe preguntarse si Jean Allouch está haciendo un acto sintomático de un pasaje al acto que, en cuanto tal, no es sino caída de sentido frente a lo imposible de lo real? Pregunta que de ninguna manera puede ser retórica, tratándose de semejante referente en lo que respecta al estudio del pasaje al acto en la obra de Lacan. No es el objetivo del presente trabajo estudiar las condiciones que llevan a la desestabilización del cuadro melancólico en Althusser, pero parece válido al menos dejar abierta la pregunta acerca de si el asesinato de Hélène Rytmann no constituye un pasaje al acto en tanto apunta a acotar algo de un goce que se presenta como disruptivo y que es localizado en el Otro, encarnado en este caso en la figura de su esposa y que por lo tanto conllevó la eliminación de su persona. Referencias bibliográficas ALLOUCH, J. (1992): En estos tiempos, Ed. Psicoanalítica de la Letra, A.C., México D.F., 1993. ALTHUSSER, L. (1976): El Porvenir es Largo y Los Hechos, Editora Nacional, Madrid, 2002 FREUD, S. (1905): “Fragmento de análisis de un caso de histeria”, en Obras Completas Vol. VII,Ed. Amorrortu, Bs. As., 2007. FREUD, S. (1920): “Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina”, en Obras Completas Vol. XVIII, Ed. Amorrortu, Bs. As., 1984. ALUMNOsALUMNOs INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013 ISSN: 1853-9793 19 GARCÍA, C. D. y TENDLARZ, S. E. (2008): ¿A quién mata el asesino?, Ed. Grama, Bs. As., 2008. LACAN, J. (1959-1960): El Seminario. Libro IV: La relación de objeto, Ed. Paidós, Bs. As., 2009. LACAN, J. (1962-1963): El Seminario. Libro 10: La Angustia, Ed. Paidós, Bs. As., 2006. MUÑOZ, P. D. (2009): La invención lacaniana del pasaje al acto, Ed. Manantial, Bs. As. SOLER, C. (1991): “El trabajo de la psicosis” en Estudios sobre la psicosis, Ed. Manantial, Bs. As., 1993. Notas 1 Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación UBACyT (2012-2014): “La libertad en psicoanálisis. Su incidencia en la concepción de sujeto y la causalidad en la obra de J. Lacan. Consecuencias clínicas y éticas”, dirigido por Pablo D. Muñoz. Código SIGEVA: 20020110200143. CTA: Humanidades - Área: Psicología. Especialidad: Psicoanálisis. Acreditado y financiado para el Período: 01-07-2012 al 30-06-2014. Proyecto en el cual el autor participa en calidad de Becario UBACyT (Categoría: Estímulo) con el proyecto (2013-2014): “La responsabilidad del sujeto por el pasaje al acto en Louis Althusser”. 2 Soler, Colette (1991): “El trabajo de la psicosis” en Estudios sobre la psicosis, Ed. Manantial, Bs. As., 1993, pág. 18. 3 Allouch, Jean (1992): En estos tiempos, Ed. Psicoanalítica de la Letra, A.C., México D.F., 1993, pág. 51 ALUMNOsALUMNOs INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013 ISSN: 1853-9793 20 Introducción En el marco del movimiento positivista originado por Augusto Comte, el desarrollo científico-tecnológico de nuestro país asume una corriente innovadora plagada de originalidad sus- tentada en investigaciones revolucionarias, enmarcadas en el avance político, social y económico en el cual se construía la república. El auge del positivismo en la Argentina dio surgimien- to a los primeros laboratorios en el país (Mercante en San Juan, 1891; Piñero en el Nacional Central en 1898, mudado en 1901 a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires), y con ellos a un conjunto de desarrollos teóricos que per- mitieron llevar a la práctica las investigaciones emprendidas en Europa en el laboratorio fundado por Wundt en 1879, en Leipzig, Alemania. La entrada de la psicología experimental temprana en la Argentina recorre un vasto camino donde se aúnan teorías, prácticas, modelos y técnicas que permitieron el desarrollo de nuevas estrategias de abordajes e implementaron novedosas herramientas de evaluación, discriminación y establecimiento de diagnósticos diferenciales, tanto en lo psiquiátrico-psicológico como en lo neuropsicológico. A partir de las investigaciones sobre lesiones cerebrales re- alizadas por el Dr. Horacio G. Piñero, quien introduce instru- mental adecuado como el Pletismógrafo de Lehmann y el Tiempo de Reacción, entre otros instrumentos, se permite establecer qué lesiones originadas en lugares específicos del cerebro producen sistemáticamente la cristalización de de- terminados síntomas. Simultáneamente, los aportes de los estudios cerebrales del Dr. Christofredo Jakob permitieron visualizar localizaciones en las diferentes áreas del complejo neuronal, abriendo caminos para la investigación de estrate- gias específicas con la finalidad de generar tratamientos de rehabilitación en pacientes con este tipo de trastornos. Pres- tigiosos pensadores de la talla de Ameghino, Balvé e Ingenie- ros, entre otros, dieron consistencia a las teorías psicológicas que desarrollaban los primeros estudios sobre sensación y percepción humana en nuestro país. Horacio Piñero, definido por su alumno Bernardo Houssay como “un gran orador, convencido de la gran importancia de la Fisiología como base de las Ciencias Médicas, pero que tenía más tendencia para el estudio de la Psicología”, dirigía sus primeras investigaciones experimentales a través de su cátedra de Fisiología en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, llevando al laboratorio la observación y verificación de los hechos. Estados, sucesos y procesos que mediaban entre la presentación de los es- tímulos y las respuestas de los sujetos, fueron develándose a través de los estudios sobre tiempo de reacción y su me- diatización a nivel cognitivo o neural, como se los denomi- naba en esa época siguiendo la teoría de Ramón y Cajal, permitiendo establecer afirmaciones teóricas sobre los pro- cesos mediadores de atención, memoria, discriminación, emociones, que interferían en las respuestas ejecutadas por los sujetos investigados, aportando los primeros pasos para nuevos estudios en el área de la Psicología. Sus lec- ciones sobre la Fisiología de las secreciones internas inspiró a su mejor alumno, el doctor Bernardo Houssay, tanto en la elección de su tesis doctoral (Estudios sobre la acción de los extractos hipofisarios: ensayos sobre la fisiología del lóbulo posterior de la hipófisis) como en el desarrollo de su carrera que le valió el premio Nobel de Medicina en 1947 (el primero en el país y en Latinoamérica en ser entregado a un investigador). A la luz de los descubrimientos actuales, gracias a los múltiples desarrollos, tanto teóricos como técnicos, nos proponemos en el presente trabajo dar consistencia y reconocimiento a la im- pronta fundamental que surge del estudio de reconstrucción y recuperación del instrumental que se atesora en el Museo de Psicología Experimental Dr. Piñero. Se propone desentrañar los ideales, valores y desarrollos científicos que guiaron los emprendimientos de Piñero y for- maron nuevas generaciones de prestigiosos científicos, que ubicaron a nuestro país como el más codiciado en el mundo, llegando a exportar cerebros a toda Europa, integrando en el siglo XXI, aquellos primeros instrumentales conservados en nuestros museos, comparándolos con la tecnología de punta que permite hoy visualizar aquello queregistraban viejos ple- tismógrafos, kimógrafos, polígrafos o cápsulas inscriptoras INvEsTIGAcIONEs Y EXTENsIóN De Horacio Piñero a Bernardo Houssay Por Graciela Giuliano INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013 ISSN: 1853-9793 21 INvEsTIGAcIONEs Y EXTENsIóN mecánicas, lo que en la actualidad sería considerado una rudimentaria gráfica interpretativa, pero tan eficaz como las modernas imágenes de alta complejidad de las tomografías o resonancias, que permitieron a finales del siglo XIX y hasta mediados del XX, valiosos y fructíferos aportes científicos. Primeras investigaciones en pletismografía El avance científico tecnológico hace necesario emprender una revisión de aquellos primeros trabajos que se basaron, en un principio, en réplicas de experiencias realizadas en los laboratorios del mundo, y que tomaron luego nuevas orien- taciones con ideas verdaderamente originales como la inves- tigación que aquí mencionamos. En 1904, en el laboratorio del doctor Horacio Piñero y bajo su supervisión, Pastor Anar- gyros, jefe de trabajos prácticos, emprendió una cuidadosa investigación utilizando el pletismógrafo de Lehmann que aún se preserva en nuestro Museo. Con este instrumental realizó su trabajo El pulso cerebral y periférico, durante el sueño y durante el trabajo mental. En esta experiencia se introduce el concepto de pulso, entendido como la distensión de las pare- des arteriales, producto de la conmoción ondulatoria que produce en el caudal sanguíneo la porción de sangre arro- jada por cada contracción ventricular del corazón. Definiendo así que la dilatación de las arterias y arteriolas de un órgano constituyen el pulso total del mismo, que se evidencia por el consecuente cambio de volumen, siendo esta gráfica la que se registra mediante la Pletismografía. Las hipótesis susten- tadas por las investigaciones en pletismografía del Dr. Piñero se centraban en que la sangre se distribuía de manera dife- rencial entre la periferia y el centro, entendiendo a éste como el sistema nervioso central, por lo tanto, cuando el volumen periférico disminuía, daba cuenta de mayor afluencia de san- gre al cerebro; de esta manera, la pletismografía resultaba una medida indirecta del flujo sanguíneo cerebral. La exis- tencia de individuos con pérdida ósea-craneana congénita, aportó datos empíricos a su favor. Partiendo de la hipótesis de que la cantidad de sangre de un organismo se mantiene constante en una unidad de tiempo dada, estos cambios de volumen de un órgano son produc- tos de un reparto diferencial de la misma. El fenómeno con que contaba la psicología experimental de entonces era los cambios de volumen de un órgano, y la tecnología que permitía visualizarlo era el registro pletismográfico. La conclusión de la experiencia realizada permitió corroborar que el trabajo mental produce una disminución en el volu- men sanguíneo periférico. El Dr. Piñero llevó a cabo, además, múltiples investigaciones con este instrumento en sujetos que presentaban pérdida de masa óseo-craneana, observando el fenómeno que en estos pacientes, independientemente de todo trabajo psíquico y sin causa aparente, se observaba un cierre de los vasos de los miembros, sin que la circulación cerebral al mismo tiempo se viese modificada. En los laboratorios de psicología experimental del mundo, el uso del pletismógrafo era común; en nuestro país, las experiencias realizadas sobre trabajo mental en el laboratorio del Dr. Piñero dan cuenta de la actualización de las investigaciones llevadas a cabo, así como del profundo conocimiento fisiológico sobre el sistema nervioso que se poseía, condiciones que permitían no sólo replicar experimentos, sino además generar diseños propios e interpretar los resultados de forma precisa, adoptando posiciones teóricas, que vistas desde la actualidad, indican la claridad y consistencia del rumbo entonces tomado. Las gráficas pletismográficas que se conservan de entonces, permiten observar cómo variaban los registros de acuerdo a la tarea asignada (lectura, habla o pensamiento), lo que la moderna tecnología actual permite visualizar en una tomografía por emisión de positrones (P.E.T.) o en una resonancia magnética nuclear (R.M.), mostrando como se colorean las áreas activadas en las tres mismas tareas: lectura atrás, habla en el medio, pensamiento en el frente. Reconstrucción y uso del Pletismógrafo de Lehmann El pletismógrafo fue diseñado para medir las variaciones del pulso que se producían en la mano y el antebrazo. Construido entre 1880-1885, fue introducido al país por el Dr. Piñero hacia 1901 y es original de la Casa Zimmermann, de Leipzig, Alemania. Figura en el catálogo de la Casa constructora de 1903 y se encuentra registrado en los inventarios originales del Laboratorio de 1906 y 1944, que se conservan en el Archivo Histórico de este Museo, siendo el mismo que utilizara el Dr. Anargyros en la investigación anteriormente mencionada. Dicho instrumental está compuesto por: un cilindro metálico revestido en cuero, sujetado a una tabla de madera con un apoyabrazo con sujetadores para impedir movimientos invol- untarios; dicho cilindro es hueco, abierto en uno de sus extre- mos (para permitir la introducción del antebrazo) y posee una pequeña abertura tubular en el otro extremo, la cual permite, a través de un sistema de mangueras de goma, comunicarse con un frasco de Mariotte que contiene agua. En la parte media del cilindro existe una abertura con un tubo de vidrio graduado que cumple la función de manómetro, indicando las diferencias de presión que se producen en el líquido (pro- vocadas por el pulso y los cambios de volumen del órgano estudiado). El tubo se conecta por medio de una manguera a una cápsula inscriptora, que registra la gráfica en un polígrafo; la amplia abertura del cilindro está obturada por un guante de goma que permite alojar la mano y el antebrazo. Los cam- bios de volumen conmocionan el agua y ésta desplaza el aire contenido que se verifica en la inscripción resultante, la cual INTERSECCIONES PSI REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FACULTAD DE PSICOLOGÍA - UBA Año 3 - Número 8 - Septiembre 2013 ISSN: 1853-9793 22 es visualizada en el papel que porta un kimógrafo de Baltzer (aparato mecánico de relojería a cuerda), el cual hace girar el polígrafo (tambor de Marey) sobre el cual se grafica la curva. Entre los años 1990 y 1997, este aparato fue reconstruido y probado, dando como resultado gráficas similares a las que se obtuvieron en las investigaciones mencionadas. Para su reconstrucción debió recurrirse al reemplazo de piezas que faltaban, como el tubo de vidrio que hace las veces de manó- metro; el sistema de registro, que fue construido con una válvula de vacío a la cual se adicionó una aguja inscriptora; la estructura tubular de engarce del frasco de Mariotte y el sistema neumático comunicante. También debió adaptarse un guante de látex especial y fueron reemplazados el apoy- abrazos y las cintas de cuero sostenedoras del cilindro. Lamentablemente en la actualidad, debido al desuso y aban- dono en que se encontraba en la última década y a pesar de conservarse alguna de las piezas reemplazadas, su deterioro imposibilita su uso, para lo cual se prevé una nueva y de- finitiva restauración, que permita reeditar aquellas primeras experiencias y compararla con nuevas tecnologías. Pletismografía y técnicas de neuroimagen Se propone trazar un pequeño paralelo entre estos primeros instrumentos mecánicos que posibilitaron a la Psicología Ex- perimental un vasto campo de investigación y descubrimien- tos. Estos permitieron inferir que las actividades psicológicas superiores, como el pensamiento, la lectura o los cálculos nu- méricos, generaban curvas diferenciales en los registros ple- tismográficos, demostrando cómo la ejecución de estas tareas variaba la cantidad de sangre que afluía al cerebro, conjunta- mente con
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