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1. ¿Cómo relacionamos la propuesta de las escalas de justicia de Nancy Fraser con el concepto de vulnerabilidad de Judith Butler? ¿Cómo se pueden utilizar estos conceptos para abordar los dilemas éticos al final de la vida? Tanto Judith Butler como Nancy Fraser tienen como objetivo en sus construcciones teóricas enfatizar la noción de autocrítica de la tradición para que pueda proporcionar una movilización real de los individuos como seres que pueden lograr su propia emancipación a través de las luchas sociales. Judith Butler hace uso del concepto de “vulnerabilidad” en relación con la existencia corpórea, que expone a las personas a la pérdida y al duelo. Esta noción, si no la única, es una de las claves de la obra reciente de la autora, que afirma que existimos en el mundo como seres vulnerables los unos a los otros. Este hecho hace referencia a las dimensiones social y política de la vida del sujeto. De este modo, la vulnerabilidad es un modo de relacionalidad. Prestando especial atención a que, como seres vulnerables, todos somos sujetos de violencia, la autora propone una ontología de la vulnerabilidad para cuestionar los marcos de inteligibilidad establecidos mediante un estudio sistemático de su historicidad y modos de operar que justifican el dominio de unos cuerpos sobre otros. Si bien Butler hace una propuesta desde la subjetividad, partiendo de la confluencia de vulnerabilidades como principal reflexión del reconocimiento del otro y como posible progreso de las luchas sociales, Nancy Fraser asocia el reconocimiento de las identidades precarias a la redistribución de la riqueza. Para ella, el reconocimiento está inscrito en la dinámica de las relaciones sociales. Para que se lleve a cabo el reconocimiento de identidades subordinadas históricamente, son necesarias, según la autora, medidas de reparación de las condiciones de existencia de dichas identidades marginadas. Fraser plantea una teoría crítica del reconocimiento como elemento de una justicia tridimensional, haciendo hincapié en el carácter político del mismo. En lugar de la vulnerabilidad, es la dimensión política de la justicia bañada por el poder lo que determina el reconocimiento mutuo. Además, propone ir más allá del marco keynesiano-westfaliano para abarcar al mayor número de individuos que pueden ser sujetos de justicia. Plantea abandonar la creencia de que el principio de territorialidad estatal acoge a todos los sujetos bajo estructuras e instituciones. Esto ya no vale en un mundo globalizado, donde las injusticias son, en muchas ocasiones, producidas por entidades a nivel supra e internacional. De hecho, la injusticia se puede aplicar y se aplica fuera de los límites de aquellos Estados acogidos a un marco keynesiano-westfaliano. Véase el caso de Guantánamo, por ejemplo. He aquí una confluencia entre los planteamientos de Fraser y Butler: es necesario revisar los marcos de reconocimiento vigentes a la vez que también lo es reconocer la vulnerabilidad intrínseca a todos los seres humanos, que se acrecienta junto con el riesgo y las propias carencias del marco keynesiano-westfaliano en situaciones de injusticia. La concepción de vulnerabilidad de Judith Butler no sólo compete al espacio público. Su importancia es transversal y utilizarla como herramienta emancipatoria pasa por superar consideraciones prejuiciosas que la identifican con la debilidad, con algo propio de aquellos que no son los verdaderos agentes políticos de su destino. Es necesario superar la vieja asociación de pasividad con vulnerabilidad, que coloca a las personas en situaciones de toma de decisiones al final de la vida como exclusivamente receptoras de un tratamiento médico. Dichas consideraciones son carentes en materia de justicia, así como de un reconocimiento adecuado de su vulnerabilidad. 2. ¿Por qué es importante tener en cuenta la vulnerabilidad en la toma de decisiones en el contexto de los cuidados paliativos y los dilemas éticos al final de la vida? ¿Cómo se pueden aplicar los principios bioéticos a estos casos? En los discursos populares, la vulnerabilidad suele ser concebida como una condición de dependencia, debilidad, fragilidad o incapacidad que afecta especialmente a determinados grupos de personas. La apreciación del grado en que la vulnerabilidad puede construirse socialmente favorece la comprensión de lo que constituye una buena atención para todas las personas al final de la vida. Nos recuerda que las actitudes y los valores sociales subyacentes pueden dar lugar a la marginación y a la configuración de la práctica profesional en marcos de injusticia. Cuestionar estos supuestos ofrece la oportunidad tanto de informar la práctica como de influir en la política, mejorando así las oportunidades de cuidados paliativos para cualquiera que necesite estos servicios especializados. La toma de decisiones en cuestiones relacionadas con el final de la vida debe implicar a todos los que participan en la prestación de cuidados. Sucede que, en muchos contextos clínicos, los pacientes no pueden manifestarse libremente, por lo que sus representantes legales o familiares son los que deben asumir las últimas voluntades. Este proceso, a su vez, debe implicar además de aspectos teóricos, un procedimiento bioéticamente adecuado. En lo que compete a las cuestiones éticas dentro de este proceso, el respeto a la autonomía del sujeto es lo que determina la toma de unas u otras decisiones. Si este sujeto puede tomar decisiones de forma libre, su voluntad debe de ser respetada ante todo. En el caso de que la toma de decisiones plena por parte del paciente no pueda ser posible, cabe la posibilidad de consultar su testamento vital. De no existir testamento, se elegirá a un representante que deberá decidir por el paciente, ya sea suponiendo sus voluntades en el caso de su desconocimiento, sabiendo de hecho cuáles son, o teniendo en cuenta la beneficencia del sujeto. Una buena integración de la bioética en los cuidados paliativos y en cualquier situación de toma de decisiones al final de la vida, ha de plasmarse en una comunicación efectiva por parte de los profesionales médicos de las opciones, así como de los detalles de la enfermedad del paciente. El equipo médico debe estar formado para ofrecer una atención proactiva, enfrentarse a conflictos y comprender la voluntad del paciente. Un conflicto que puede surgir a propósito de los cuidados paliativos puede ser el miedo por parte de los familiares de un enfermo o del propio enfermo a que ciertos tratamientos farmacológicos con sedantes aceleren la muerte. Es el deber de los médicos disipar este mito y deliberar con los afectados sin caer en paternalismos que impliquen una violación del principio de autonomía del paciente. Es ético prescribir narcóticos al final de la vida, pero su aplicación ha de pasar por el consentimiento informado del paciente o de su representante, en el caso de que este último no esté capacitado para tomar decisiones de forma libre. 3. ¿Qué argumentos se suelen esgrimir a favor y en contra de la eutanasia? ¿Cómo se pueden aplicar los criterios éticos para evaluar la legalidad y la moralidad de la eutanasia en distintos contextos sociales y culturales? Los dos principales argumentos presentados a favor de la legalización y la práctica de la eutanasia y el suicidio asistido son el alivio del dolor y el sufrimento, así como el respeto de la autonomía y la libertad individuales del paciente. Consideramos que el argumento clave a favor de la eutanasia es el alivio del sufrimiento de una persona que pide acabar con su vida, siempre que se cumplan cuatro condiciones: la afección médica es extremadamente penosa, no es posible un control eficaz del dolor, el paciente lo solicita con conocimiento de causa y un médico está dispuesto a realizar el acto de eutanasia. Los defensores de la eutanasia hablando del derecho a controlar el momento, el lugar y las circunstancias de la propia muerte. El principio de respeto a la autonomía del paciente, afirma que las personas deben poder vivirde acuerdo con sus decisiones autónomas, es decir, libres de coacción, siempre que el ejercicio de este principio no atente contra los derechos de terceros. La potenciación de la autonomía del paciente exige el consentimiento informado previo a cualquier acto médico, así como la voluntad libremente expresada del paciente de no someterse a un determinado tratamiento médico. Hay dos argumentos principales contra la eutanasia: el argumento de la inviolabilidad de la vida humana y el argumento del riesgo de uso indebido y abuso. Un tercer argumento que vale la pena mencionar, que podemos llamar el argumento de la "misión de la medicina", dice que la práctica de la eutanasia es incompatible con la misión primordial de la medicina, que consiste en combatir la enfermedad. Como ética aplicada, la bioética, por su carácter prescriptivo, está orientada a resolver conflictos concretos en diversos contextos. Ha de hacer frente a las consecuencias del encuentro entre culturas distintas en el campo de la medicina, las ciencias de la vida y la tecnología. Esta orientación de la bioética hacia los conflictos culturales es esencial para ampliar su ámbito de actuación, en la medida en que, al incorporar una dimensión intercultural en el tratamiento de los conflictos entre personas o grupos de culturas diferentes, la bioética se convierte en una herramienta esencial para cuestiones que se plantean en el ámbito hospitalario o en el ámbito de las políticas y programas públicos Está bioética de tipo intercultural debe utilizar herramientas para que el proceso de toma de decisiones en contextos de pluralismo cultural no esté impregnado de etnocentrismo y relativismo cultural y fomenten la interculturalidad. Dichas herramientas debieran de estar basadas en la búsqueda de la igualdad entre culturas y en la visión crítica de las distintas culturas, sin caer en un análisis de las mismas desde los propios cánones culturales.
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