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La Marcha Patriótica de Vicente López:
Escenario de tensiones
(The Patriotic March written by Vicente López:
Depiction of a historical scene of tension)
Serapio, Carolina
Consejo de Investigación de la Universidad Nacional de Salta, Complejo Universitario San Martín, Av. Bolivia 5150, Salta.
Resumen: La “Marcha patriótica” de Vicente López y Planes, poema inicial de La lira argentina e institucionalizada como Himno Nacional Argentino, puede leerse como una escenificación, tanto de la acción propiamente dicha como de los discursos relativos a ella.
En cuanto a la acción, es imprescindible subdividirla en la referida a la lucha armada contra el imperio español, por un lado, y la acción ideológica emprendida a nivel de dirigencia criolla, por otro.
Esta última, como evidentemente se implementa mediante la producción y difusión de ciertos sentidos, nos lleva a centrarnos en el análisis de los discursos que los canalizan. En este caso, la escenificación que va diseñando el Himno se construye a la luz –o a la sombra, quizás– de variadas tensiones que aluden a:
quién habla: el autor, el enunciador y el agente social. Se escenifican distintos y hasta contradictorios lugares del decir.
a quién se habla: el receptor y el enunciatario. Se escenifican diferentes lugares desde donde escuchar y ver.
qué se escenifica: la “realidad” frente al “deseo”; un hacer transformador que, paradójicamente, se superpone a un estado de conjunción con el objeto ya lograda; una vertiente europea frente a una prehispánica; con respecto a la emergencia de la nación, una posición constructivista (como resultado de un acto de voluntad colectiva) frente a una esencialista (fundada en la preexistencia de una identidad compartida).
Abstract: Originally, it was the introductory poem of La Lira Argentina (Argentine Stanzas). The Patriotic March written by Vicente López y Planes later became the National Anthem of the Argentina Republic. It may be interpreted as a literary depiction of the historic events and background, back in those days, of a Nation-to-be.
The course of action taken in the historical process should not be analyzed without taking into account two main aspects: on the one hand, the armed fight of forces against the Spanish Empire and, on the other hand, the ideological struggle encouraged by the native leaders (criollos).
The latter mentioned aspect involves the type of actions which are essentially carried out to produce and spread out a specific idiosyncrasy. This leads us to focusing on the analysis of the literature where it has been expressed. From this point of view, the Argentine Anthem was inspired by - or it even resulted from – a number of events which created a scene of tension, and are referred to as:
the speakers: the authors of the message and the social agents. Different - and even contradictory – positions were taken as regards the communicating agents.
the listeners: the targets or recipients of the message. Different perspectives to hear and get the message across.
the scene created: “reality” in sharp contrast to “will”; transforming actions paradoxically placed above a sense of belonging; an European side contrasting a pre-Hispanic nature. Regarding the birth of a Nation, a constructivist position results from a massive sense of will, as an essentialist position rises from a former sense of a shared identity.
Palabras clave: Marcha Patriótica; Himno Nacional; Vicente López; Historia; Análisis literario; Escenificación.
Key words: Patriotic March; National Anthem; Vicente López; History; Literary analysis; Depiction.
 
A nadie escapa que la “entonación de nuestro Himno Nacional” ocupa un lugar privilegiado (generalmente de apertura; en ocasiones, de cierre) cada vez que se efectúa el ritual cívico de una conmemoración patriótica, verdadera puesta en escena en la cual todo un repertorio de prácticas simbólicas concurre a la cohesión de una comunidad y de una memoria histórica.
Pero más allá de presentar al Himno como un componente de esta escenificación, advertimos en su interior otra escenificación, de tipo discursivo. Ambas se delimitan y marcan recíprocamente, en un movimiento desde fuera (acto patriótico) hacia dentro (texto del Himno) y viceversa, lo cual mediatiza las significaciones despertadas en los sujetos sociales que participan de la escena ceremonial.
Aun antes de su existencia concreta, a la Marcha Patriótica de Vicente López –posteriormente declarada Himno Nacional Argentino– se le impuso una función religante de inflamación del patriotismo, para favorecer la construcción de un imaginario nacional[1]. Y esta función parece perdurar, claro que con variantes que dependen de las circunstancias socioculturales e históricas[2].
Esta finalidad impuesta por decreto nos lleva a pensar que quizás ningún otro texto manifieste tan claramente la íntima relación existente entre literatura y legitimación desde el poder, y entre literatura y estado. Veamos parte del proceso.
La Marcha Patriótica fue escrita por encargo de la Asamblea General Constituyente, el 6 de marzo de 1813, y aprobada el 11 de mayo de ese año como la “única Marcha Patriótica” en las Provincias Unidas, la cual debía ser cantada, obligatoriamente, en todos los actos públicos.
Ahora bien, éste, que oficialmente es considerado el acto fundacional de lo que ya era una fundación (la de la nación) se inscribe sobre un acto anterior ejecutado por el Primer Triunvirato en 1812, que ya había encargado mediante una comunicación oficial un himno patriótico que debería ser cantado al principio de todos los actos públicos con el objeto de “inflamar al pueblo y regenerar su espíritu”, tarea que recayó en Fray Cayetano Rodríguez[3]. Partimos, entonces, de un borramiento deliberado fruto, quizás, de la lucha por el poder entre facciones enfrentadas de criollos. De modo que el Estado –en realidad, un grupo de poder que necesitaba conformar un estado– legitima abiertamente el discurso literario; discurso que, a su vez, funda y legitima la Nación que se pretende construir. Asistimos, entonces, en esta instancia a una actividad performativa de lo nacional; es decir, a una fundación de la nación modelada mediante la palabra poética y no sólo mediante la acción armada o jurídica[4].
Hugo Achugar[5], al abordar los “Parnasos fundacionales” –entre los que se encuentra la Lira Argentina o Colección de piezas poéticas dadas a luz en Buenos Aires durante la guerra de su Independencia (1824), la cual se abre con la Marcha Patriótica de Vicente López– atribuye a estos textos la función de construir un imaginario nacional que ayudara a consolidar el proyecto de país de la clase dirigente. Susana Poch[6] llega a hablar de una “literatura patriótica propagandística”, necesaria para convencer, conmover y educar.
Y dentro de este panorama, el Himno Argentino fue el primero en el mundo que se formuló desde el poder, bajo una clarísima concepción acerca de su funcionalidad y condiciones de circulación. Dice al respecto Esteban Buch:
(...) por primera vez en la historia moderna, un gobierno fabricaba así, de punta a punta, un himno nacional republicano [...] Al enfrentarse, entre los primeros, al problema que dominará el siglo XIX, la construcción del Estado-Nación, los criollos inauguran una técnica que será pronto empleada en el resto de América Latina...[7]
Tensiones en la Marcha Patriótica
Dijimos anteriormente que la Marcha Patriótica puede leerse como una escenificación, tanto de la acción propiamente dicha como de los discursos relativos a ella. En cuanto a la acción, es necesario subdividirla en la referida a la lucha armada contra el imperio español (y es la que mayor preponderancia adquiere a nivel de referente), por un lado, y la acción ideológica emprendida a nivel de dirigencia criolla, por otro. Esta última, como evidentemente se implementa mediante la producción y difusión de ciertos sentidos, nos lleva a centrarnos en el análisis de los discursos que los canalizan. En este caso, la escenificación que va dibujando el Himno Nacional se construye a laluz –o a la sombra, quizás– de variadas tensiones que aluden a: quién habla, a quién se habla y qué se escenifica. En adelante, intentaremos dilucidar dichas tensiones.
Quién habla y a quién
A pesar de que la crítica ha venido distinguiendo entre autor, enunciador y agente social, interesa aquí interrelacionarlos, dado que en este proceso de “fundación poética” de la nación, los sujetos biográficos inscriptos en la categoría de agente social “constructores de la patria” enuncian desde su lugar de privilegio, lo cual se materializa en sus discursos.
El autor de la letra de la Marcha Patriótica, Vicente López, fue un abogado porteño miembro de la Asamblea General Constituyente del año 13. Desde los 24 años y hasta su muerte formó parte de los grupos de poder político. Fue Secretario del Primer Triunvirato en 1811, Síndico Procurador en 1812, miembro y dos veces Presidente de la Asamblea General Constituyente de 1813, ministro en el gobierno de Pueyrredón, Dorrego y Rosas, miembro del Superior Tribunal de Justicia hasta 1853, y gobernador interino de la provincia de Buenos Aires, entre otros cargos.
Paralelamente a estos desempeños políticos, ocupa un lugar de poder también en la producción cultural; por ejemplo, como integrante de la por él creada Sociedad del Buen Gusto en el Teatro o como poeta que canta loas de ocasión ante ciertos triunfos bélicos. Fue el primero de una familia de intelectuales que marcará gran parte de la cultura letrada argentina durante un siglo, y el fundador de la imagen del “poeta oficial feliz”, “primer modelo idílico de las relaciones entre literatura y política”[8]. Fundador, pero también fundado como leyenda historiográfica[9].
En oposición a esta construcción del prócer López y Planes, el autor de la música de la Marcha, Blas Parera, fue “olvidado” (en términos de Buch). Se trata de un compositor catalán que ya había musicalizado la versión del Himno encargada por el Primer Triunvirato a Fray Cayetano Rodríguez. Aún más: ya había puesto música a otros poemas de inspiración patriótica en ocasiones anteriores. Su historia puede reconstruirse –dada la escasísima información– sólo mediante los recibos de cobro de su trabajo como musicalizador de estas canciones patrióticas. Mientras Vicente López había escrito la letra gratuitamente, Parera cobró hasta por los ensayos.
Estamos entonces ante un trabajador que cobra; ante un español que participó de las versiones anteriores que fueron borradas por la historia oficial; ante un profesor de música empleado en las casas de los criollos adinerados que fundaron la patria... de allí la incomodidad que despierta su figura. Tal vez por eso, en su reemplazo, en el Museo Histórico Nacional, se destaca la figura de Juan Pedro Esnaola, autor del arreglo oficial del Himno (1828), músico oficial del rosismo y completamente argentino. No sólo argentino: también hidalgo y ocupante de un lugar de privilegio en la actividad musical de Buenos Aires.
Estos datos nos permiten centrarnos en la relación entre los discursos y el lugar (social) desde donde son producidos, lo cual remite al concepto de “agente social”, que surge de la consideración del discurso como práctica tendiente a la producción, distribución e imposición de sentidos. El agente social se define a partir del concepto de lugar, entendido como
(...) el conjunto de propiedades eficientes que definen la competencia relativa de un sujeto social dentro de un sistema de relaciones en un momento/espacio dado, en el marco de una trayectoria.[10]
Por tanto, el lugar funda la “capacidad diferenciada de relación” del sujeto social, la cual, a su vez, funda su identidad al ser reconocida esta capacidad por parte de terceros. De modo que el grado de posesión de ciertas propiedades y recursos socialmente valorados ubican al sujeto –y, por supuesto, a su práctica discursiva– en una posición más o menos favorable.
Este sujeto extra-textual produce sus discursos mediante operaciones de selección, jerarquización, enmascaramiento, simulación; en fin, mediante opciones dentro de su marco de posibilidades. Entre estas opciones se encuentra el sujeto de la enunciación, construido en el texto por el agente social.
De modo que intentaremos leer las marcas de la enunciación en la Marcha Patriótica[11], marcas que nos irán remitiendo a la caracterización del sujeto social.
En líneas generales, puede decirse que el contrapunto coro-estrofas organiza una tensión entre, por una parte, un estado de conjunción del sujeto con el objeto de deseo “Libertad” y, por otra, el relato del hacer transformador que tiende a la consecución de dicho objeto.
Únicamente en el coro se explicita la primera persona en un “nosotros” inclusivo que se muestra en posesión del objeto “laureles”; es decir, la gloria, la libertad, la nación. Nosotros no sólo los poseemos, sino que los “supimos conseguir”. Es decir que se muestra una acción acabada, antes de la existencia concreta de la nación o aún más, paralelamente a la prosecución de las luchas independentistas. Entonces, ¿cómo es que se obtuvo la libertad?: mediante la simple declamación[12]. No obstante, hay que tener presente que no se intentaba “mostrar una realidad”, sino instaurar un imaginario nacional: la libertad funda la Patria.
Cabe además preguntarse si ese “nosotros” realmente incluye a todos. Porque si tenemos en cuenta la citada fórmula revolucionaria, quien consiguió los laureles fue el grupo dirigente. Por otra parte, en las estrofas de la Marcha Patriótica, quienes tienen a su cargo el hacer transformador que posibilita la conjunción con el objeto Libertad son los guerreros.
El contrapunto dado por las estrofas va mostrando la ubicación del enunciador en otros lugares. En la primera de ellas, el sujeto entabla una relación dialógica con el vosotros “mortales”. Por tanto, podría arriesgarse la interpretación de que el yo participa, de alguna manera, del campo de la inmortalidad; no sólo a raíz de esta oposición, sino también porque está en posesión del objeto sagrado “Libertad”. Por otra parte, adopta el imperativo para dirigirse a su interlocutor: “oíd” y “ved”; imperativo que refuerza la hipótesis de que el enunciador se sitúa en una posición superior, de privilegio, desde la cual mira, impulsa, sanciona.
En la quinta estrofa se produce un cambio en la designación y alcances de la segunda persona:
A vosotros se atreve, argentinos,
el orgullo del vil invasor:
vuestros campos ya pisa contando
tantas glorias hollar vencedor.
La posición del enunciador se distancia de los argentinos; ahora es “el otro” que instiga a la lucha porque tiene el poder de hacerlo; poder que deviene de su posicionamiento en un plano superior el cual, a su vez, le permite saber/conocer causas y consecuencias del devenir histórico.
En el resto de la marcha predomina el uso de la tercera persona y, por tanto, otra ubicación del yo enunciador. Esa tercera persona, desde un ángulo omnisciente, nombra a dos actantes colectivos opuestos: la patria naciente (figurada como “los nuevos campeones” y “una nueva gloriosa nación”), frente al Imperio Español (denostado como “los fieros tiranos” y el “León”). Sin embargo, la tercera persona no excluye totalmente al yo de la enunciación, por cuanto en el coro se presentó a sí mismo entre los responsables de la consecución de los laureles simbolizantes de la Nación fundada.
Esta movilidad de la posición del enunciador guarda coherencia con la práctica de un agente social que por un lado oculta y, por otro, pone de relieve ciertas propiedades, siempre desde un lugar de privilegio. Sus estrategias tienden a enfatizar su rol de constructor de la nación desde el orden jurídico y militar, y a participar de la heroización del guerrero aunque no se encuentre en el campo de batalla. Asimismo, como miembro del grupo dirigente, incita, exhorta, mueve a la acción.
Qué se escenifica
También en este caso encontramos tensiones, movimientos, contraposiciones. En una primera instancia, una parte de la Marcha presenta un estado de inmovilidad y de conjunción de los sujetoscon la Libertad, mientras que el resto –la mayoría de los versos– escenifica las acciones emprendidas para su conquista: la lucha armada.
El campo de la Libertad se inscribe en el espacio-tiempo de la eternidad y de lo sagrado: laureles, grito sagrado, rotas cadenas, igualdad, gloria, grandeza, victoria, fama, trono, enfatizan el esplendor de la nueva Patria que se levanta, inmaterial e incontaminada, por lo que se asimila al ámbito religioso[13].
Por su parte, el campo de la Lucha se instala en el tiempo de la historia (por definición, profano), en el que se enfrentan “los nuevos campeones” a “los fieros tiranos”. Los primeros, nombrados además como los “hijos del Inca” –pero animados por el dios Marte[14]–, “los bravos”, “los valientes argentinos”, o “los guerreros”, se construyen desde una “semántica del cuerpo” que los muestra, sinecdóquicamente, como brazos y pechos. Y no en vano: el brazo para luchar y el pecho para sentir[15]. Asimismo, configuran un actante colectivo sin fisuras; entre ellos no hay disenso, puesto que están unidos por el juramento de sostener la libertad.
Contrariamente, sus opositores actúan movidos por los disvalores opresión, tiranía, sed de sangre, envidia, infamia, y se ubican en un plano inferior: el de la animalidad (son fieros, devoran cual fieras, se arrojan con saña, tigres sedientos de sangre, ibérico altivo León[16]). A esto se agrega que descienden más tras el enfrentamiento con los argentinos: terminan rendidos a las plantas de la nación, doblada “su cerviz orgullosa”, tras haberse dado a la fuga[17].
Entonces, es este enfrentamiento en el campo del tiempo de la historia el que promueve el ascenso de los patriotas y el consecuente descenso de sus enemigos. Por tanto, la “Fama”, la “Gloria”, son los puentes que posibilitan la trascendencia del sujeto histórico a ese otro campo: el de la eternidad. Claro que el enunciador no necesita hacerlo; transitar este camino les corresponde a los guerreros anónimos, al “pueblo”.
Este modo de presentar a los tiempos, espacios y actantes colectivos permite pensar en otra fluctuación inscripta en la Marcha, y es la que se produce entre “realidad” y “deseo”. Es sabido que de ningún modo existía en ese entonces –ni existe ahora, por supuesto– una nación homogénea y armónica, por lo que se intentaba construirla, como ya dijimos, también mediante la palabra.
A este respecto, Hugo Achugar sostiene que en los parnasos fundacionales
(...) la posición desde donde enuncia el sujeto (...) es la de quien entiende que “nación” y “realidad” y “nación y verdad histórica” no mantienen una relación necesaria. La construcción poética de la nación debe operar con el olvido selectivo, con la exclusión de la extranjería. Y lo extranjero es todo aquello que pueda perturbar el escenario del nuevo estado. (1997: 22)[18]
Estas consideraciones respecto de la “construcción poética de la nación” nos remiten a las dos corrientes puestas en juego en el pensamiento de la Independencia que señala Shumway[19]: la constructivista, que implica la postura de que una nación podría originarse mediante un acto de voluntad colectiva, y la esencialista, que se sostiene en la convicción de la preexistencia de elementos de orden mítico –los tribalemas o nacionemas– que fundan una identidad colectiva). Aunque Shumway reconoce la primera posición en las intervenciones legislativas de la época y la segunda en la palabra poética, creemos que ambas están presentes en la Marcha Patriótica.
Consideramos que tanto el análisis precedente referido a la escenificación de la lucha armada en el tiempo-espacio profano del devenir histórico, como la exploración acerca de los lugares desde donde se enuncia, fundamentan la lectura de una posición constructivista en el poema. En cuanto a la figuración esencialista, podemos reconocer, con Shumway, la presencia de cinco tribalemas[20]: la fuerza causante de la tribu es de naturaleza metafísica (la Libertad), existe un vínculo entre la tribu y la tierra prometida (la Patria), un linaje compartido (hijos del Inca), una promesa que pone a la colectividad por encima de otros pueblos (la Gloria), y un destino especial compartido.
A partir de los tribalemas “tierra prometida” y “linaje”, es posible leer otra tensión en el texto: la referida a los límites geográficos que demarcan la Nación. Susana Poch señala que sólo dos Himnos de los actualmente vigentes en Hispanoamérica son “sobrevivientes” de la etapa del primer período de las luchas independentistas: el venezolano, de línea americanista, y el argentino, de línea nacional. No obstante esta preeminencia de una propuesta nacionalista, la Marcha de Vicente López inscribe la Patria en la ascendencia incaica y en “América”[21], que se lexicaliza en el texto a partir de México, Quito, Potosí, Caracas, entre otros espacios que se encuentran comprendidos en la expresión “todo el país”.
Entre estos espacios se recortan “las Provincias Unidas del Sud”, delimitadas, en el texto, por la referencia a batallas (San Lorenzo, Suipacha, Salta, la Banda Oriental, entre otras) donde “el brazo argentino triunfó”. Pero estas Provincias necesitan
de un conductor, por lo que Buenos Aires se pone a la frente de los pueblos de la ínclita Unión[22]
Estas fluctuaciones que marcan el recorrido América-Nación-Buenos Aires pueden explicarse mediante las distintas formas que –según Chiaramonte– asumía la identidad colectiva en la época: hispanoamericana, regional y rioplatense; no obstante, permiten también leer el lugar desde donde enuncia el sujeto social: desde el centro de poder (esta vez, geográfico).
Hemos recorrido sujetos, lugares, decires, tensiones… plurales. Y estas pluralidades parecen entrar en tensión con un ritual patriótico que necesita decirse en la univocidad de un sujeto colectivo y único: yo- nosotros, argentinos.
 
Melodías Argentinas - Independencia - Himno Nacional Argentino 
Contexto
Se puede advertir en los albores de la Independencia, cómo se fue configurando una literatura encargada de difundir el entusiasmo por la causa revolucionaria, los triunfos obtenidos contra el enemigo, el sentimiento patriótico. Una muestra de ello fue la La lira argentina, primera antología poética editada en 1824 y en la que apareció incluida -en primer lugar- la versión completa de la Marcha Patriótica. Esto da cuenta de que la literatura producida en la década independentista estaba destinada a generar una tarea cívica que tenía que permanecer más allá de los tiempos, configurándose como lugar de la memoria.
Hubo algunos antecedentes a la Marcha que dieron origen al Himno Nacional.
La Gazeta de Buenos Ayres publicó el 15 de noviembre de 1810 un canto patriótico escrito por Esteban de Luca, poema que fue musicalizado, según reza La Gazeta "por un ciudadano de Buenos Ayres". La obra se cantó hasta la adopción de la Canción Patriótica de Vicente López y Planes. En 1812 surgió una segunda canción escrita por Saturnino de la Rosa y musicalizada por Blas Parera.
Estos poemas no colmaron las expectativas de las autoridades, quienes pretendían que un himno fuera acorde a la situación política, las ideas y los sentimientos que circulaban por entonces, en el Río de Plata. En consecuencia,  en 1812, el Triunvirato encargó al franciscano Fray Cayetano Rodríguez la redacción de una composición sencilla para ser adoptada como himno. La obra –musicalizada por Blas Parera- no satisfizo. Finalmente, en 1813, la Asamblea General Constituyente encomendó a Vicente López y Planes la creación de un poema patriótico.
Fueron Vicente López y Planes y Blas Parera, quienes asumieron la responsabilidad histórica, más que literaria, de plasmar letra y música –respectivamente- de la obra que diera origen al Himno Nacional Argentino.
 
	
Vicente López y Planes (1785-1856). 
Vicente López y Planes nació en Buenos Aires en 1785, hijo de padre español y madre porteña. Cursó sus primeros estudios en el Colegio San Carlos y los superiores en la Universidad de Chuquisaca, donde se doctoró en derecho.
Fue oficial del Regimientode Patricios durante las invasiones inglesas y su comportamiento en las jornadas de “la defensa”, le valió un ascenso a capitán. Actuó en el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810. Marchó al Norte como secretario del Jefe del Ejército Auxiliar y fue secretario de Hacienda del Primer Triunvirato y diputado de la Asamblea Constituyente de 1813. Al renunciar Rivadavia en 1827, fue Presidente Provisional de la República por un breve período; fue ministro del gobernador federal Dorrego, y presidente del Tribunal de Justicia bajo el gobierno de Rosas. Asumió la gobernación de Buenos Aires después de la Batalla de Caseros y fue uno de los firmantes del Acuerdo de San Nicolás (1852). Murió en su ciudad natal en 1856, a los 71 años de edad. Sus principales obras fueron El triunfo argentino (extenso poema que festeja la victoria criolla sobre los invasores ingleses) y la Marcha patriótica (1813).
	
Blas Parera (1777-1840). Blas Parera nació en España. Estudió música: era organista, clavecinista, violoncelista, maestro director y concertador de orquesta, compositor y copista de música y docente musical. Luego de finalizar sus estudios musicales en España, en 1797 decidió embarcar en la fragata mercante "Rosario" con rumbo a Buenos Aires, donde se estableció como organista de la Catedral y en los templos de San Ignacio y la Merced, impartiendo al mismo tiempo lecciones de música y canto a familias pertenecientes a la alta sociedad porteña. Entre 1802 y 1803 estuvo en Montevideo, desempeñándose en esa ciudad como organista en la iglesia de San Francisco. En 1803 la empresa del flamante Coliseo de Buenos Aires lo contrató como primer músico, maestro, compositor y director de orquesta, comprometiéndolo como clavecinista o como violoncelista. Finalizado su contrato con el Coliseo, en 1806 y 1807 luchó valientemente para la reconquista y la defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas, actuando en el Tercio de Miñones de Cataluña, conocido también como Batallón de Voluntarios Urbanos Miñones de Cataluña.
Ya en 1810, inspirado en la Revolución de Mayo, Parera había compuesto la música de varios cantos patrióticos. En 1812 escribió Canto a la Memoria de Mariano Moreno. Se le atribuye ser el compositor de El 25 de Mayo, melodrama escrito en 1812 por Luis Ambrosio Morante, relevante comediógrafo rioplatense. Compuso la música del Himno en la casa de Miguel de Luca, padre de Esteban de Luca. Se dice que Blas Parera se inspiró musicalmente tras leerse el poema en casa de Mariquita Sánchez de Thompson.
En el año 1818, diversos documentos señalan su presencia en la ciudad andaluza de Cádiz. Perdidos sus rastros de tierras gaditanas, hacia 1830 se lo ubicó viviendo en Barcelona, donde el catalán pasó sus últimos tiempos como copista de música, profesor de solfeo y canto, y maestro de una pobre parroquia. Murió en 1840.
	
Juan Pedro Esnaola (1808-1878) A partir de la creación musical de Blas Parera, se incorporaron a la canción patria muchos arreglos, algunos de ellos producidos por su propio autor. Pero el más conocido fue el arreglo que realizó el maestro Juan Pedro Esnaola, basándose en antiguos manuscritos de Parera y recuerdos que tenía de la música del Himno oída en su juventud. Esnaola hizo arreglos de armonía e introdujo algunos adornos musicales. En 1944, un decreto del Poder Ejecutivo estableció: “[...] Adóptase como único oficial el texto de la versión musical del Himno Nacional Argentino hecha por el maestro Juan P. Esnaola, y editado en 1860 [...]”. Esta versión de la partitura se encuentra guardada en el Museo Histórico Nacional, en la ciudad de Buenos Aires, integrando el álbum de música de una de sus discípulas, Manuelita Rosas.
 
Hay diferentes versiones respecto de cuándo la Marcha Patriótica fue interpretada por primera vez. Algunos autores plantean que fue leída por primera vez por el poeta Esteban de Luca en una tertulia organizada por Mariquita Sánchez de Thompson. Según otros autores, en esa reunión de gala en casa de Mariquita, todos los asistentes habrían cantado los poemas de López y Planes. Otras fuentes comentan que fue esta dama quien interpretó las primeras estrofas del Himno Nacional Argentino, el 14 de mayo de 1813. Esta última es la versión que quedó instalada como oficial. Para otros estudiosos, el debut de la obra se llevó a cabo el 25 de mayo de 1813 en la Plaza de la Victoria, al pie de la Pirámide de Mayo y fue cantada por los estudiantes de la escuelita del maestro Rufino Sánchez y, ese mismo día por la noche la entonaron los espectadores reunidos en el Coliseo Provisional.
	
Análisis Literario
Marcha Patriótica – Himno Nacional Argentino
Letra: Vicente López y Planes
Música: Blas Parera
 
	Oid ¡mortales! el grito sagrado:
¡Libertad, Libertad, Libertad!
Oid el ruido de rotas cadenas:
Ved en trono a la noble Igualdad.
Se levanta la faz de la tierra
Una nueva y gloriosa Nación:
Coronada su sien de laureles
Y a sus plantas rendido un León
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
De los nuevos campeones los rostros
Marte mismo parece animar;
la grandeza se anida en sus pechos,
A su marcha todo hace temblar.
Se conmueven del Inca las tumbas
Y en sus huesos revive el ardor,
Lo que ve renovando a sus hijos
De la Patria el antiguo esplendor.
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
Pero sierras y muros se sienten
Retumbar con horrible fragor:
Todo el País se conturba por gritos
De venganza, de guerra y furor.
En los fieros tiranos la envidia
Escupió su pestífera hiel, Su estandarte sangriento levantan
Provocando a la lid más cruel.
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
	¡No lo véis sobre Méjico y Quito
Arrojarse con saña tenaz,
Y cuál lloran bañados en sangre
Potosí, Cochabamba y la Paz!
¡No lo véis sobre el triste Caracas
Luto y llantos y muerte esparcir!
¡No lo véis devorando cual fieras
Todo pueblo que logran rendir!
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
A vosotros se atreve ¡Argentinos!
El orgullo del vil invasor,
Vuestros campos ya pisa contando
Tantas glorias hollar vencedor.
 
Mas los bravos que unidos juraron
Su feliz libertad sostener,
A esos tigres sedientos de sangre
Fuertes pechos sabrán oponer.
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
El valiente argentino a las armas
Corre ardiendo con brío y valor,
El clarín de la guerra cual trueno
En los campos del Sud resonó,
Buenos Aires se pone a la frente
De los pueblos de la ínclita Unión,
Y con brazos robustos desgarran
Al ibérico altivo León.
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
	San José, San Lorenzo, Suipacha,
Ambas Piedras, Salta y Tucumán,
La Colonia y las mismas murallas
Del tirano en la Banda Oriental;
Son letreros eternos que dicen:
Aquí el brazo argentino triunfó
Aquí el fiero opresor de la Patria
Su cerviz orgullosa dobló.
Sean eternos los laureles que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
La victoria al guerrero argentino
Con sus alas brillantes cubrió
Y azorado a su vista el tirano,
Con infamia a la fuga se dió;
Sus banderas, sus armas se rinden
Por trofeos a la Libertad,
Y sobre alas de gloria alza el pueblo
Trono digno a su gran majestad.
Sean eternos los laureles
Que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos
O juremos con gloria morir.
Desde un polo hasta el otro resuena
De la fama el sonoro clarín,
Y de América el nombre enseñando,
Les repite: ¡Mortales! Oid:
¡Ya su trono dignísimo abrieron
Las provincias unidas del Sud!
Y los libres del mundo responden:
¡Al Gran Pueblo Argentino Salud!
 
Nota: los versos destacados en negrita cursiva, constituyen –con otro orden y con la repetición de algunos de ellos-  la versión del Himno  Nacional Argentinoque se canta actualmente.
 
“Marcha Patriótica” -luego llamada “Himno, versión completa”- es el título del poema de Vicente López y Planes, cuyo texto musicalizado por el maestro catalán Blas Parera, fue adoptado como Himno Nacional Argentino por la Soberana Asamblea del Año XIII, cuya resolución decía: “[...] téngase por única marcha nacional, debiendo por lo mismo, ser la que se cante en todos los actos públicos […]”. 11 de mayo de 1813 en la que se adoptó esta decisión, se tomó como la fecha en la que actualmente se conmemora el Día del Himno.
 
Si analizamos la Marcha Patriótica advertimos un cierto argumento: surge una nueva nación a partir de la conquista de su libertad, luego de luchar contra la tiranía y la opresión; de esta manera América vuelve a encontrarse con la tradición indígena, parte de su historia; no obstante los españoles entablan larga guerra para mantener su poder, son derrotados por los patriotas; finalmente, todos los pueblos libres del mundo, saludan regocijados a la nueva patria americana.
 
De acuerdo con su contenido-, la obra puede organizarse en tres partes: La invocación que anuncia el nacimiento de una nueva nación (1ª estrofa); la alusión a luchas, enfrentamientos y batallas que posibilitaron la conquista de la libertad (2ª a 8ª estrofa); y la salutación de los pueblos libres que celebran la presencia de una nueva nación soberana (última estrofa). El coro que se repite después de cada estrofa, constituye el estribillo.
El género de la obra es lírico, su contenido se vincula a la poesía cívica y patriótica.
Los temas principales que se abordan en la canción patria son la emancipación de un pueblo y el restablecimiento de su dignidad; la exaltación del valor y la grandeza de los argentinos. Como asuntos secundarios, pueden captarse las oposiciones libertad frente a tiranía, igualdad frente a desigualdad, heroísmo frente al cruel ensañamiento, victoria frente a la derrota, fraternidad frente al invasor.
 
El personaje central es el pueblo argentino presentado como heroico y valeroso; otros personajes a los que refiere la letra son los soldados del ejército español, quienes -como enemigos- encarnan atributos negativos, sin ninguna objetividad.
 
	
Cuadro de texto: 
Fuente: Vega, Carlos: El Himno Nacional Argentino, Buenos Aires, Eudeba, 1962, p. 47. 
No hay alusión a sectores sociales, sino que se menciona a todo el pueblo argentino como integrante de un grupo más amplio: el pueblo americano. De allí que el poema aluda a diversos lugares de América: México, Quito, Potosí, Cochabamba, La Paz, Caracas, Buenos Aires, expresando la unión americana en la causa emancipadora. También refiere el texto a batallas libradas por los patriotas: San José, San Lorenzo, Suipacha, Las Piedras, Salta, Tucumán.
 
Aunque la temática rescata la independencia americana, el estilo de la composición respeta los cánones del neoclasicismo: alusiones a figuras mitológicas, invocaciones solemnes y majestuosas como la que abre el poema en modo imperativo: "oíd", "ved", sin dudas para lograr comunicar fuerza en la lucha. Está escrito en lengua culta, llena de expresiones y frases retóricas, de acuerdo con el gusto neoclásico de la época, de léxico rebuscado ("ibérico altivo león", "cerviz orgullosa", por ejemplo).
 
La grafía original de las palabras -que ha sido modificada en la versión completa que transcribimos- corresponde a la lengua escrita rioplatense de la época: "quál", "imbasor", "yá", "majestad", entre otras.
 
Predominan, por un lado el tono beligerante y combativo, pintando al usurpador mediante tintes exageradamente siniestros: "tigres sedientos de sangre", "vil invasor", "fiero opresor"; por otro, un tono de gloria, triunfal, puesto en la imagen de los patriotas "campeones", "valientes", "bravos". El autor utiliza el nosotros para expresar el espíritu fraternal  y libertario común a todo el pueblo argentino e incluso el americano.
 
Según estudiosos como el crítico español Menéndez y Pelayo,  Vicente López y Planes se habría inspirado en el “Canto Guerrero para los asturianos”, del escritor neoclásico español Gaspar Melchor Jovellanos, influencia que –según este autor- puede advertirse en el ritmo del poema; no así en sus temas y conceptos.
 
El musicólogo argentino Carlos Vega afirma que más cercano es el influjo de la Marsellesa, tanto en la estructura como en el contenido de los versos. Veamos:
	Marsellesa (Himno de Francia)
	Himno Nacional Argentino
	“Liberté, liberté cherie” (Libertad, libertad querida)
	“Libertad, libertad, libertad”
	“l´etandard sanglant est levé”  (el estandarte sangriento se ha levantado)
	”su estandarte sangriento levanta”
	“Tous ces tigres qui, sans pitié” (todos esos tigres que sin piedad)
	“esos tigres sedientos de sangre”
	Fuente : Vega, Carlos: El Himno Nacional Argentino, Buenos Aires, Eudeba, 1962, p. 44-45
 
Este tipo de similitudes, se hallan a lo largo de todo el poema, principalmente en algunos conceptos como que “los días de gloria han llegado”; la lucha “contra la tiranía”; la caracterización como “feroces soldados”, están en ambos himnos.
Sin embargo, y a pesar de algunas influencias de la Marsellesa que se le señalan, el Himno Nacional Argentino tiene un claro y contundente contenido local, expresado en muchos de sus versos:
“A vosotros se atreve Argentinos […”],
“El valiente argentino a las armas […]”,
“La victoria al guerrero argentino […]”
Incluso se hace hincapié en la pertenencia a la patria grande americana:
“[…] Buenos Aires se pone a la frente, de los pueblos de la ínclita Unión […]”,
“Se conmueven del Inca las tumbas […]”
Y de América el nombre enseñando /Les repite: ¡Mortales! Oid:/¡Ya su trono dignísimo abrieron/Las provincias unidas del Sud!”.
La importancia del Himno Nacional -símbolo patrio que ocupa un espacio de privilegio en los rituales cívicos- es la de posibilitar que, cada vez que se lo entona, la memoria histórica de la comunidad se haga presente en el imaginario colectivo.
El 30 de marzo de 1900, un decreto que llevaba la firma del presidente de la Nación, Julio Argentino Roca y de los ministros Felipe Yofre, Luis María Campos, José María Rosa, Martín Rivadavia, Martín García Merou y Emilio Civit dispuso:
"Que, sin producir alteraciones en el texto del Himno Nacional, hay en él estrofas que responden perfectamente al concepto que universalmente tienen las naciones respecto de sus himnos en tiempo de paz y que armonizan con la tranquilidad y la dignidad de millares de españoles que comparten nuestra existencia, las que pueden y deben preferirse para ser cantadas en las festividades oficiales, por cuanto respetan las tradiciones y la ley sin ofensa de nadie, el presidente de la República, en acuerdo de ministros decreta:
Artículo 1°. En las fiestas oficiales o públicas, así como en los colegios y escuelas del Estado, sólo se cantarán la primera y la última cuarteta y coro de la canción nacional sancionada por la Asamblea General el 11 de marzo de 1813".
Desde entonces, sólo se canta una selección de la marcha completa sancionada por la Asamblea del Año XIII. Veamos como quedó conformado el Himno Nacional:
*HIMNO NACIONAL ARGENTINO
Oíd mortales el grito sagrado
Libertad, Libertad, Libertad,
oíd el ruido de rotas cadenas
ved en trono a la noble igualdad.
Ya su trono dignísimo abrieron
las Provincias unidas del Sud,
y los libres del mundo responden
al gran Pueblo Argentino Salud.
Sean eternos los laureles
que supimos conseguir
coronados de gloria vivamos,
o juremos con gloria morir.

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