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1 UNA IDEA GENERAL ACERCA DEL YOGA Presentación y objetivos del apunte A esta altura, dentro de nuestra cultura occidental, se ha llegado al convencimiento de que todo conocimiento es tentativo y provisional. El saber, entre otras cosas, es un modo de orientarnos y relacionarnos con la realidad. Pero esta relación se va modificando a lo largo de la historia. Lo que antes parecía estar firmemente asentado y brindaba un sentido de coherencia y orientación, se evidencia luego como incompleto, parcial u obsoleto. Para muchos de nosotros, quizá en este momento es donde comienza el conocimiento intelectual de lo que es el yoga. Tal vez para otros, sea simplemente una profundización, un reconocer otras dimensiones de esta disciplina con las que no se ha estado en contacto todavía. Pero en cualquier caso, sería vano olvidar que este conocimiento es siempre tentativo e incompleto. En coherencia con esto, es importante observar que una de las características más asombrosas de esta disciplina es que se puede ahondar indefinidamente en cualquiera de los aspectos que la conforman. Tal cual como cuando avanzamos hacia el horizonte, con cada paso que damos, éste siempre se extiende un tramo más, así el yoga promete una aventura inagotable en la que cada paso es un encontrar, cada vez con mayor profundidad, aquello que intuitivamente aspira nuestro corazón. A esto se suma que, lo que hoy entendemos, quizá de manera muy simplificada, como “yoga” sin más, ha tenido una inabordable cantidad de maneras de manifestarse. Esto puede comprobarse desde los orígenes mismos del yoga, un par de milenios antes de nuestra era – cuando todavía la palabra que le da nombre no existía – pasando más adelante por las grandes etapas de sistematización, hasta llegar a la difusión que está teniendo en nuestros días. Así, la incalculable variedad de manifestaciones históricas que ha tenido, hace dificultoso encontrar un conocimiento estricto y acabado. No es tarea sencilla encontrar una definición conceptual que las abarque a todas y que al mismo tiempo no sea excesivamente abstracta, de modo que pueda brindarnos un entendimiento claro sobre nuestra disciplina. Debido a esta dificultad, lo que haremos en el siguiente apunte es señalar ciertas características fundamentales y compartidas de modo general por todas sus manifestaciones. Esto permitirá ir creando una idea clara pero amplia de lo que es el yoga. En este proceso, buscaremos que nuestro conocimiento, y fundamentalmente, nuestra comprensión, vayan madurando de manera gradual, con los tiempos que les son necesarios. Seis características fundamentales Como ya hemos mencionado, cuando alguien comienza a introducirse en el mundo del yoga es posible que muy pronto perciba una variedad inabordable de estilos. Quizá esta multiplicidad genere confusión acerca de qué es lo fundamental de esta disciplina. Siendo ésta la situación, no es extraño preguntarse: ¿Qué es lo que tienen en común aquella persona que realiza una actividad casi atlética, sudando abundantemente, llevando su cuerpo a posiciones a veces más que extravagantes, con aquella otra persona que, sentada, parece simplemente cantar hasta derramar lágrimas, rodeada de objetos devocionales? ¿Cómo es posible que manifestaciones tan dispares entre sí y, a veces, en apariencia opuestas, lleven el mismo nombre? La tradición del yoga tiene una historia que se remonta a varios miles de años antes de Cristo. Su antigüedad es tal que algunos investigadores mundialmente reconocidos lo han caracterizado como un “fósil viviente”. La variedad de sus expresiones es tan amplia y diferente entre sí, que a muchos les ha generado la duda de si hay algo en común a todas esas manifestaciones, llevando a muchos expertos en el tema a intentar destilar la esencia del yoga. Por otro lado, si atendemos a los sentidos con que más frecuentemente se utiliza la palabra “yoga”, podemos observar que el término ha servido para identificar el enorme y diverso conjunto de estados de conciencia, valores espirituales, actitudes, preceptos, métodos y técnicas que se han ido desplegando en la India durante milenios y que, a partir de allí, se ha diseminado a otros lugares del mundo. Este es un uso genérico y abarcador que intenta incluir todo 2 fenómeno relacionado, más estrecha o lejanamente, con lo que se considera esta disciplina. Pero si lo observamos detenidamente, no nos brinda demasiada información como para ayudarnos en una caracterización más concreta. Debido a esto – más que intentar encontrar una supuesta esencia inmutable, y también evitando extraviarnos en los usos amplios e indefinidos del concepto – lo que vamos a llevar a cabo en nuestro estudio teórico es señalar ciertas características generalmente compartidas por todos los estilos y manifestaciones de lo que se nombra como yoga. Claro que la representación conceptual que resulta al definir estas características, tiene sus limitaciones. Pero nos permitirá ingresar con sencillez y claridad en el entendimiento de nuestra disciplina. Presentemos de manera general, entonces, cuáles son estos rasgos a remarcar, para luego desarrollarlos en detalle. Seis son las características que consideramos más importantes para alcanzar un entendimiento claro sobre lo que es el yoga. Esto implica comprender el yoga como: 1. Un particular estado de conciencia ampliado, que se presenta como la finalidad misma de esta disciplina. 2. Una filosofía de vida, es decir, un sistema coherente de ideas, que se articulan con ciertas prácticas, cuyo sentido es alcanzar una vida más plena. 3. Un específico conjunto de técnicas con su respectiva aplicación metódica. Haría referencia a los medios formales, las reglas que se sugiere poner en práctica. 4. La puesta en práctica de hecho de esas sugerencias técnicas, de esas reglas formales, es decir, el entrenamiento concreto que lleva adelante el practicante. 5. Un proceso de desarrollo interior que se pone en marcha como consecuencia de esta práctica concreta. 6. Las intenciones o propósitos que están detrás de la serie actos que se realiza como parte de esta disciplina. La primera de estas características compartidas por la mayoría de los estilos es precisamente el significado de la palabra “yoga”. Según su etimología, proviene del verbo “yug”, que significa unir. Así, cuando decimos “yoga”, estamos hablando de unión. Este sentido tiene una importancia capital para la comprensión que intentamos alcanzar. En efecto, yoga es la búsqueda de esa unión – en términos generales, un estado de mayor conciencia y armonía. Dar mayor especificación conceptual de qué es aquello que está unido en ese estado nos llevaría a hablar casi inevitablemente de un tipo particular de yoga. Así, cuando se dice que la unión que se busca es la del hombre con dios, estamos haciendo referencia a un tipo específico de yoga, como cuando decimos también que la unión es entre el alma individual y el alma universal estamos haciendo referencia a otro, o entre el ser humano y el cosmos, o incluso entre el cuerpo y la mente. Al intentar comprender de manera meramente intelectual este particular estado que nombramos con la palabra “yoga”, en contraste 3 con la experiencia directa del mismo, hay dos cosas que son necesarias tener en cuenta. La primera tiene ver con esas mismas palabras que intentan aclarar qué es lo que está unido, como acabamos de mencionar. En efecto, para quien ha podido vivenciar el estado de unión, se evidencia la limitación del lenguaje conceptual para dar una captación real del mismo. Es debido a esa limitación que, en definitiva, no tienen una importancia esencial las palabras que intentan expresarlo, sino la vivencia misma de unión. El segundo punto a tener en cuenta es que ese estado de unión no es algo que deba crearse. Se podría decir que es preexistente o anteriora la experiencia de confusión, separación y desarmonía que todo ser humano experimenta más leve o intensamente, de modo más transitorio o permanente. La misma filosofía del yoga nos sugiere despejar las confusiones y desarmonías que nos nublan la percepción, de manera que, cuanto más avancemos en ese camino, experimentemos por nosotros mismos que lo que permanece en el fondo de modo invariable es ese particular estado que mencionamos con la palabra “yoga”. Es por esto que ya desde tiempos remotos se ha dicho que a través del yoga se llega a conocer la verdadera realidad. Si comparamos ahora esta primera característica que delineamos, con una famosa definición de lo que es el yoga, veremos que vamos por buen camino. Dentro de la variada tradición que conforma al yoga existen figuras más destacadas y otras que seguramente se han perdido en las sombras del olvido. Entre tantas de las figuras que han logrado el reconocimiento se cuenta el sabio Vyasa. Alrededor de él se han ido tejiendo a lo largo del tiempo muchos mitos y leyendas, al punto de desdibujar en gran porcentaje su existencia real y convertirlo en un ícono semi-legendario. Esto no obstante, se le adjudica un texto titulado Yoga- Bhashya, que es, de hecho, un comentario sobre el libro Yoga-Sutra de Patanjali. En este escrito Vyasa intenta sintetizar lo que es yoga diciendo: yoga es samadhi. Con esta definición Vyasa pretende capturar lo que todas las ramas del yoga tienen en común y que es lo verdaderamente fundamental del mismo. Dentro de los abordajes con un sesgo más tradicional encontraremos una y otra vez esta palabra clave: samadhi. Es habitual interpretar este concepto como un estado extraordinario de conciencia - y por ello mismo relativamente inaccesible - en donde se percibe que todo lo que existe conforma una unidad, acompañándose de una sensación de plenitud y serenidad. Una porción de esto es cierto, pero otra responde a imágenes no del todo fieles. Ciertamente, concebido de esa manera, éste no es un estado habitual ni frecuente, pero tenerlo como inaccesible, deja fuera de consideración los momentos, para nada escasos, en los que gran número de personas ha experimentado mayor integración y armonía consigo mismas y con lo que las rodea. Como si esto fuera poco, creer que el yoga se reduce a ese estado inusual de conciencia, tiende a disminuir la importancia fundamental que tiene el proceso continuo de armonización y unificación – cuestión que expondremos en breve. Se hace necesario estar atentos de no caer en concepciones demasiado parciales, considerando que no estaremos haciendo yoga mientras no alcancemos a vivenciar en toda su plenitud este estado del que hablamos. Como acabamos de mencionar, el yoga considera que la integración y la armonía es un estado más fundamental que la sensación de separación y conflicto. Es una realidad oculta, pero que ya forma parte de nosotros. Por ende accesible a todo el mundo. Debido a esto, es posible muy que, aun de forma casual, gran parte de nosotros hayamos experimentado, aun con mucha frecuencia, estados de mayor plenitud y conciencia: momentos en los cuales la mente parece silenciarse y es posible percibir ampliamente nuestro cuerpo y lo que se encuentra más allá de este, sumado a una agradable sensación de armonía. Podríamos decir entonces que samadhi es ese estado extraordinario de conciencia. Pero no se reduce a ello. Bastaría para darnos cuenta de esto, analizar con sencillez el sentido antiguo de esa palabra clave. Proveniente del idioma sánscrito, el lenguaje en el cual están escritos la mayoría de los textos de yoga, la palabra “samadhi” está compuesta por el prefijo “sam” que significa “con”, sumado a la raíz “dhi”, que tiene el sentido de “poner, colocar”. La etimología del término nos sugiere, entonces, que es un “poner junto con”, o “colocar junto”. Tal cual como hemos visto respecto de la palabra “yoga”, la especificación rigurosa de qué es aquello que se “coloca junto”, dependerá del andamiaje conceptual que esté a la base del discurso 4 con el cual intenta expresarse esa experiencia fundamental. Algunos lo concebirán como la unificación de todos los aspectos que conforman al ser humano, otros, como el fundirse del alma individual con el alma universal, otros, de otra manera, y así. En nuestra formación y en un primer abordaje, nosotros sugerimos mantener en lo posible una comprensión amplia del sentido del término samadhi, concibiéndolo como “integración”. Ésta última palabra nos permite abordar, no sólo el estado final o el objetivo que se busca con el yoga, sino además el proceso y los medios a través de los cuales nos acercamos al mismo. De este modo, si retomamos la tradicional definición del yoga dada por Vyasa, entendiendo la palabra “samadhi” según hemos sugerido, concluiríamos entonces que el yoga es integración. En definitiva – resumiendo lo que se hemos dicho hasta ahora – desde el punto de vista de la finalidad que se persigue, la primera de las características generalmente compartidas, es concebir el yoga como la búsqueda de la unión, de la integración. Esto es un estado ampliado de conciencia que tiene, esquemáticamente, las siguientes particulares: 1. Inefabilidad: al transcender el funcionamiento habitual de la mente esta experiencia se torna incomunicable. Se evidencia la limitación de las palabras para representarla. 2. Noética: se acompaña con una sensación de incrementada lucidez y profunda comprensión, que no se reduce simplemente a lo intelectual. 3. Percepción ampliada del espacio-tiempo y la personalidad: las limitaciones espacio-temporales se desvanecen y la sensación restrictiva de individualidad se disuelve. 4. Apreciación de la naturaleza holística, unitiva e integrada del universo, y de la propia unidad con él. 5. Intenso sentimiento positivo, desde el cual se experimenta la sensación de perfección del universo. Hasta aquí hemos hablado sobre la primera de las características que nos permiten comenzar a entender qué es el yoga de manera general. Ahora bien, la segunda de las características, como hemos mencionado anteriormente, es el yoga en tanto filosofía de vida. En líneas muy generales, podríamos decir que una filosofía es un sistema de pensamiento, un conjunto articulado y coherente de ideas que intenta dar cuenta del sentido de la realidad y de la vida humana inserta en ella. Si bien esta palabra – filosofía – tiene su origen en la Grecia antigua y literalmente significa amor por la sabiduría, habría que tener una concepción muy estrecha de la misma para no utilizar esta nominación respecto de los sistemas de pensamiento de la India, sin ignorar, claro está, que existen ciertas notables diferencias, al menos en algunas de sus líneas de desarrollo. Entonces, según su nombre y su origen, la filosofía no es tanto la acumulación de conocimiento, como sí la búsqueda misma del saber. Quien filosofa aprende poco a poco a valorar más el impulso por la sabiduría, la inquietud de buscar, el camino mismo de la indagación, que la posesión de un saber acabado. Esta indagación, en parte, hace uso de lo que a grandes rasgos podemos llamar la razón, el pensamiento. Se busca así un esclarecimiento de la realidad también a través del lenguaje, de la delimitación y el refinamiento de los conceptos. Si bien es cierto que las filosofías occidentales, en comparación con la cultura de la India, a ido mucho más lejos en esto – en gran cantidad de casos no siempre para mejor. Sin embargo, gran parte de la filosofía, aun occidental, no se reduce a esta mera indagación a través de la razón. Ya desde su mismo origen, en la Grecia antigua, pueden notarse desarrollos que conciben a la filosofía no sólo como una búsqueda intelectual de la verdad, sino que esa búsqueda sólo alcanza su razón de ser cuando le sirve a los seres humanos para vivir mejor. Es en este sentido enque se puede hablar de filosofía de vida: una búsqueda del saber, en parte, a través de la delimitación, el refinamiento y la articulación coherente de los conceptos, para desarrollar un modo de vida más óptimo. Para ciertos filósofos esto ha llegado a ser así, a tal punto que concebían que todo aquel saber que no contribuye a mejorar la vida, carecía de sentido. 5 Según esta concepción, es indudable entonces que el yoga es una filosofía de vida por derecho propio. En efecto, sin lugar a dudas la disciplina del yoga es un sistema articulado de pensamiento, con su serie coherente de supuestos filosóficos, nacido, por una parte, de las intuiciones fundamentales de quienes alcanzaron los estados meditativos más profundos, por otra parte, de la creación mitológica y poética tanto como del refinamiento teórico. Pero el sentido inamovible de esta disciplina, ya sean en sus corrientes más prácticas como en las más teóricas, es la conquista de la plenitud de la vida humana. En efecto, al hablar de la liberación del condicionamiento y el sufrimiento, el Svetasvatara Upanishad, un libro ya clásico de la tradición yóguica, nos dice rotundamente: “aparte de esto, no existe nada más que merezca ser conocido”. Es más, aun cuando existan corrientes de la disciplina del yoga que no hayan alcanzado una expresión manifiesta en un sistema conceptual articulado, sí es posible extraer un modo coherente de concebir la realidad y el sentido de la existencia humana – como hemos dicho un tanto al pasar – tanto de sus prácticas concretas como de sus mitos y de sus creaciones simbólicas. Así, el yoga, en tanto filosofía de vida, también implica ciertas prácticas o una articulación concreta con lo que se hace cotidianamente. Si bien aquí detenemos nuestra exposición, dado que esto nos lleva a las siguientes dos características. Así, pues, la segunda de las características generalmente compartidas, es concebir a esta disciplina como una filosofía de vida por derecho propio. Ahora bien, la palabra “yoga”, además de tener el sentido de “atar junto” o “unir” – asociándose esto a un estado de conciencia, tal como hemos visto respecto de la primera característica – ha tenido otras connotaciones tales como “regla”, “esfuerzo”, “ocupación”, “grupo”, “equipo”, “medio”, dependiendo del contexto en el que se ha utilizado. De este modo, podemos comprobar que la etimología misma de la palabra y sus usos tradicionales nos sugieren entonces que el yoga es tanto la unión en cuanto estado, como también, por un lado, las reglas y los medios formales para alcanzarlo, y por otro lado, la ocupación y el esfuerzo concreto que se dedica a ello. Con esto, ingresamos en el entendimiento de lo que llamaremos la tercera y cuarta de las características generalmente compartidas. Entre estas dos últimas existe una cercanía tal que puede ser dificultoso distinguirlas, generándose la confusión de creer que son lo mismo. Para comenzar a diferenciarlas, al menos tentativamente, concibamos lo siguiente: La tercera de las características hace referencia a los aspectos técnicos y metodológicos formales, no de manera concreta. Es decir, las reglas, sugerencias técnicas y el orden en que se estipula su ejecución, pero no así su práctica de hecho. La cuarta de las características hace referencia a la aplicación de hecho de esas sugerencias técnicas según un determinado orden metodológico. Hablamos aquí de la ejecución concreta, de la puesta en práctica de esas reglas. La distancia que se traza entre ambas, es la misma que distinguimos con facilidad entre, por poner un ejemplo sencillo, la receta de un determinado menú y el hecho concreto de ponernos a cocinar ese plato. Una vez aclarado esto, al menos de manera general, pasemos entonces al análisis detallado de la tercera de ellas, es decir, el yoga entendido como conjunto de técnicas y la aplicación metódica que lo componen como disciplina formal. Acabamos de observar que, ya desde los orígenes mismos del yoga, la palabra con que se deseaba designar ese particular estado de conciencia – que era la finalidad que se buscaba – comenzó a utilizarse también para hacer referencia a la serie de sugerencias técnicas a través de las cuales intentaba alcanzarse – es decir, los medios. Es por sobre todo este sentido de la palabra “yoga” el que tenemos presente cuando, en la vida cotidiana, preguntamos como es habitual: “¿qué tipo de yoga hacen?”. Es decir, espontáneamente y sin plena conciencia preguntamos por cómo se delinea un particular estilo de yoga según las técnicas que se ejecutan y el orden metodológico que implican. Decimos, entonces, que la tercera de las características compartidas por la mayoría de los estilos es el conjunto de técnicas y la aplicación metódica que lo componen como disciplina formal. Dos son los aspectos, ambos de relevancia, de esta segunda característica del yoga: 6 1. Una serie de técnicas: es decir, un conjunto de sugerencias para actividades pautadas, la prescripción de un accionar relativamente condicionado según ciertas reglas que se han especificado. 2. Aplicación metódica: es el orden, progresividad y estructura general de puesta en acción de esas mismas técnicas. Implica el estudio o consideraciones generales sobre el método o procedimiento a seguir. Según esto, todo aquello que consideramos yoga, en cuanto disciplina formal, se compone de una serie variable de sugerencias técnicas que se ejecutan de manera metódica. Asimismo, esta tercera característica es lo que le da mayor especificidad a cada una de las manifestaciones que existen del yoga. En efecto, según cuál sea el conjunto de sugerencias técnicas y la aplicación metódica que las oriente, estaremos relacionándonos con un estilo en particular u otro completamente distinto, al menos en cuanto a los medios y al formato externo se refiere. Para que esto que ahora mencionamos tome una dimensión concreta sería necesario experimentar, o haber experimentado ya, una serie de técnicas, de modo que evidencie cómo, técnica y método, es lo que le va otorgando determinados matices y formatos externos diferentes a cada uno de los estilos. En definitiva, desde el punto de vista de los medios formales que se utilizan, la tercera de las características generalmente compartidas, es concebir el yoga como un determinado conjunto de técnicas y la respectiva aplicación metódica que lo caracterizan, según el estilo de que se trate. Hasta aquí hemos hablado del tercer aspecto que nos permite continuar delineando de manera general qué es el yoga. Abordemos ahora la cuarta de las características. Hemos visto que la palabra “yoga” también significaba “ocupación”, “esfuerzo”. Además establecimos que estas connotaciones daban lugar al entendimiento del yoga, precisamente, como la ocupación y el esfuerzo concreto que se dedica a la ejecución de las sugerencias técnicas. Así, el mismo significado de la palabra da lugar a la cuarta de las características generalmente compartidas, es decir, la aplicación de hecho de las técnicas, la puesta en práctica de esas reglas. Esta dimensión de lo que concebimos como yoga, tiene una importancia fundamental. En efecto, en tanto que es una disciplina práctica – aun cuando el estudio teórico tenga una relevancia determinante – en el yoga es completamente imprescindible la ejecución de hecho, el hacer concreto. La tradición yóguica nos ha legado una serie de conceptos que establecen la relevancia de esta puesta en práctica. Conceptos tales como sadhana, abhyasa, kriya, tapas y anusthana, todos ellos con connotaciones levemente diferentes, se solapan entre sí definiendo y revelando la importancia que tiene el hacer concreto en esta disciplina. Sin entrar en un análisis minucioso de cada uno de estos términos, sí evocaremos su sentido más habitual. Sadhana literalmente significa “medio de lograr algo”, perocon esta palabra suele nombrarse el conjunto de las disposiciones, las acciones y el entrenamiento que implica la práctica total. Abhyasa suele traducirse, por lo general, como práctica, pero hace referencia al esfuerzo, ejercicio o aplicación reiterada. Kriya significa acción, según el maestro Iyengar, implica una ejecución refinada sumada al estudio y la revisión. Tapas, literalmente, es calor, ardor. De manera genérica se utiliza para nombrar la disciplina o ascesis a la que el practicante se aplica. Cabe mencionar que la palabra “ascesis” no implica la austeridad en tanto mortificación, sino que originalmente significa “entrenamiento”. Anusthana hace referencia a una práctica con dedicación, devoción o fervor religioso. En base a lo anterior podemos observar que la experiencia directa, la realización de hecho de la práctica, tiene una importancia fundamental. A lo largo de toda la tradición y de todas las orientaciones del yoga se 7 insiste en lo mismo: el sólo conocimiento teórico no basta, el mero estar enterado intelectualmente dista mucho de hacer realidad en la propia vida – con cuerpo y alma – esas enseñanzas. Y esto es lo que importa. Lo cual, es necesario aclararlo, no implica el menosprecio de los aspectos teóricos. En definitiva, desde el punto de vista del yoga en tanto disciplina práctica, la cuarta de las características generalmente compartidas, es concebir el yoga como la aplicación de hecho de las sugerencias técnicas, es decir, la puesta en ejecución concreta de las reglas. Hasta aquí hemos hablado del cuarto de los aspectos que nos permiten continuar delineando de manera general qué es el yoga. Abordemos ahora la quinta característica que, si bien, no es tradicionalmente muy tenida en cuenta, nosotros creemos que es de una importancia capital. Con mucha frecuencia, en esta disciplina como en tantas otras, se le ha dado más importancia a la finalidad que se espera alcanzar, que al camino que se va recorriendo. En esta disposición influye una característica propiamente humana, por la cual tendemos a valorar, casi excluyentemente, tan sólo el lograr los objetivos, sin tener en consideración el modo en que se obtienen. En relación con esto, Gautama Buda advertía: Lo importante no es tanto llegar como viajar bien De esta manera, nosotros queremos marcar la relevancia que tiene concebir y experimentar el yoga como un proceso en continuo despliegue, en una dimensión más existencial, interior y de vida cotidiana. Si bien este aspecto se encuentra en estrecha relación a los medios formales que se utilizan en esta disciplina – es decir, el conjunto de técnicas – como también a la puesta en práctica de esas reglas, no se identifica de ninguna manera con estos elementos. Las técnicas de las que se dispone serían el aspecto formal y externo del camino que se recorre. La práctica concreta es el esfuerzo y la dedicación que se invierte en la ejecución. En cambio, el yoga en tanto proceso, hace referencia fundamentalmente a la sucesión de acontecimientos internos que experimenta el practicante, sin soslayar, no obstante, sus correlatos en el mundo externo. Lo importante, en este caso, es el dinamismo del desarrollo interior. La dinámica del yoga en tanto proceso interior y existencial, a veces dista mucho de las imágenes habituales que hay sobre el mismo, o de las expectativas que muchos podemos albergar respecto de esta disciplina. Es de lo más frecuente creer que comprometerse con este camino conlleva el despliegue de un progreso hacia el bienestar casi automático y en tiempos muy breves, alcanzando una meta, después de la cual, estará garantizada la permanencia de una armonía total, sin intermitencias. En la gran mayoría de los casos, el desarrollo interior implica otra dinámica, muy diferente a la imagen anterior. Lejos de ser un camino despejado, sin interrupciones y lineal entre dos puntos, el comienzo y el final, este proceso se representa mejor con la imagen de un camino que avanza en espiral, donde son comunes las idas y venidas; donde va aconteciendo la disolución de conflictos internos de manera lenta y gradual; donde las dudas y las vacilaciones son más que habituales; donde es frecuente caer en el autoengaño de que se está evolucionando espiritualmente cuando en realidad se está repitiendo un formato externo o se continúa en una zona de confort; etc. Tal cual lo simplifica Carl Jung – médico psiquiatra, psicólogo y también curioso de la espiritualidad de la India: Uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo conciente la propia oscuridad, un procedimiento, no obstante, trabajoso y, por tanto, poco popular. En relación con esto, uno de los ejemplos típicos de esta dinámica interior es la mezcla de confusión y frustración que experimenta una enorme cantidad de personas, cuando, de manera real y palpable, comienzan a tomar conciencia de sí mismas. La expresión de algunos es la siguiente: “¿cómo es posible que empecé a hacer yoga y ahora me siento peor?”. Con relación a esto, no son nada escasas las veces donde la captación de cierto malestar, lejos de ser un retroceso, implica un gran descubrimiento. El suceso real en estas ocasiones, es la toma de conciencia de ciertos estados internos que antes permanecían ocultos a nosotros mismos, pero que ya estaban allí desde hace tiempo. Esto no es sino un caso representativo de aquella imagen tradicional que nos dice que nuestra vida se parece a un sueño donde no alcanzamos a percibir la realidad. En coherencia con la opinión de que la dinámica existencial del desarrollo interior tiene sus dificultades, Mariana Caplan, una infatigable 8 buscadora que se ha encargado de investigar las complejidades de una genuina espiritualidad, nos comenta lo siguiente: Observaremos una amplia variedad de procesos, visiones y principios que deben atravesar quienes llevan un camino espiritual. Y es que, independientemente de la tradición a que se adscriban, son muchos los retos a los que deben enfrentarse los aspirantes sinceros, entre los cuales cabe destacar la frustración, las crisis curativas, el autoengaño, la decepción del sueño de la iluminación y la desilusión de los maestros que afirman estar iluminados. Trabajar adecuadamente, en este sentido, con el psiquismo y el ego es algo muy complejo y que requiere un gran discernimiento. Con esto que mencionamos no sugerimos de ninguna manera representarse que el yoga, en tanto proceso interno, es un camino de pesares e insatisfacción, sino simplemente buscamos enriquecer una imagen muchas veces simplista o ingenua sobre lo que implica el sendero del autoconocimiento y la búsqueda espiritual. Así como habitual son los desafíos en el recorrido, así de frecuente es también el encuentro de una sensación indescriptible de plenitud y paz interior. La gran mayoría de los que emprenden este camino, consideran que el desarrollo personal es incalculablemente valioso y benéfico, por más dificultades que se deban atravesar. Resumiendo, la quinta de las características que buscamos poner de relevancia es la concepción del yoga como un proceso, es decir, fundamentalmente la sucesión de acontecimientos internos que experimenta la persona que emprende un camino espiritual. Tan sólo nos resta señalar una última característica: nos referimos a la intención desde la cual se llevan adelante la serie de actividades que implica el yoga. Si bien este no es un aspecto exclusivo de nuestra disciplina – sino que, más bien, es una condición propia de toda acción humana – sí tiene una relevancia sobresaliente para nosotros. La sexta característica, entonces, es la intención, es decir, la determinación, conciente o no, de una finalidad o propósito interior por el cual se utilizan unos medios específicos o se ejecuta una serie definida de acciones. Por lo general, es bastante sencillo identificar que al obrar,en cualquier esfera de la que se trate, nos movemos orientados por un motivo más o menos definido, más o menos conciente. A veces, ese propósito está netamente determinado y la persona que lo delinea en su interior tiene una conciencia clara del mismo. Otras veces, quizá la mayoría, esa intención no llega a ser del todo conciente, o existe una motivación más profunda y dominante que no alcanza a ser percibida con plena transparencia. Es evidente que definida de este manera la intención es parte integral del obrar humano, tal como hemos dicho, en cualquier esfera de acción que se trate, y no exclusivamente en lo que respecta al yoga. Pero sí nos parece cierto que, dentro del horizonte de esta disciplina, donde se aspira a la toma de conciencia y la integración armoniosa, tiene una relevancia de primer orden su explicitación. Para evidenciar esta importancia, es necesario tener presente que el yoga plantea que todos, en tanto seres humanos que no hemos alcanzado nuestro desarrollo más pleno, estamos condicionados por una dinámica interior disfuncional y no conciente. Por decirlo de alguna manera, aun cuando podamos experimentar muchas y variadas satisfacciones, no nos damos cuenta que vivimos tan sólo un porcentaje ínfimo de la plenitud y la vitalidad que está a nuestro alcance. Confundiendo o ignorando de manera indefinida, además, un auténtico camino de bienestar, con placeres y compensaciones pasajeras que no colman totalmente esa búsqueda intuitiva de un sentido más profundo. Siendo esta la situación, caemos de manera continua en una dinámica mental y emocional que provoca desarmonía y sufrimiento, en nosotros y en los otros. Por otro lado, es común la ilusión de creer que, por el simple hecho de participar de estos ambientes de disciplinas integrales u holísticas, las personas “deberían estar espiritualmente evolucionadas”, entendiendo por esto algo así como que, no sufren, no experimentan conflictos internos y actúan siempre según intenciones “elevadas”. El hecho es que la realidad difiere notablemente de esta creencia. Así, por un lado, la mayoría de nosotros nos encontramos todavía en el proceso mismo de toma de conciencia y armonización de nuestra dinámica interna – disfuncional y conflictiva – descubriendo, por lo general, que los propósitos profundos según los cuales obramos, no eran tan impecables como creíamos, aun cuando no haya existido jamás mala intención. Pero además, por otro lado, como en cualquier otra situación humana, no son pocos los casos en que, disfrazadas con la apariencia de lo espiritual y utilizando en parte sus medios, se han consumado intenciones sumamente cuestionables y opuestas a lo que plantea la disciplina 9 yóguica, obrando a través de la manipulación, la tergiversación y demás. Quizá a más de una persona le parezca que aquí se está exponiendo una cuestión de orden moral y que, siempre y cuando no se infrinja ninguna ley, ha de resolverse en el ámbito personal y privado. Si bien es cierto que este planteamiento participa de esa esfera, no sólo no se reduce a ella, sino que además la trasciende. Existe una expresión que proviene de la tradición literaria del yoga que es, en sánscrito, dvandvatita, traducida generalmente como “más allá del bien y del mal”. En no pocas ocasiones esta expresión se ha utilizado como un justificativo – por otro lado más que cuestionable – de un obrar no integral, orientado casi exclusivamente en propio interés y en detrimento de otros. Esta expresión, lejos de significar que “al yoga, en tanto disciplina, no le interesa ni le incumbe la moralidad”, tiene más bien el sentido de que, cuanto más próximo nos encontramos al estado de conciencia al cual el yoga le da su nombre, tanto menos experimentamos la moralidad como una normativa o mandato que, mediante una sutil represión interna, nos compele a actuar de un modo u otro. Lejos de esto, en tal situación existe una trascendencia de esa sensación de contraposición entre los deseos que van en una dirección y los mandatos morales que apuntan en otra. El yoga en cuanto estado en su manifestación más pura, implica la transparencia de la conciencia y la impecabilidad de la intención, como una manifestación espontánea de ese estado de armonía, conexión y amor. En definitiva, la importancia fundamental que reviste el explicitar esta sexta característica, es que tengamos presente desde un primer momento esta compleja dinámica interior que implica la intención de nuestros actos. Intentando no auto-engañarse respecto de lo que sugiere el yoga, por el sólo hecho de que no es funcional a nuestros deseos. Como tampoco caer en la culpabilización ni el auto-reproche al tomar conciencia, como es inevitable en el proceso de desarrollo personal, que las intenciones según las cuales obramos no siempre son tan puras como lo presenta en un primer momento nuestra mente. Todo este planteamiento que implica la sexta característica, es tanto más relevante cuanto que, como estamos cursando una formación como docentes de yoga, quizá esto nos sitúe en algún momento ante otras personas que, con sus esperanzas, potencialidades y fragilidades, compartan sus procesos internos con nosotros, a veces atravesando procesos emocionales que requieren cierta sensibilidad, discernimiento y contención. En conclusión, gracias a haber señalado estas características fundamentales, podemos ahora comprender con mayor claridad de qué hablamos cuando decimos “yoga”. En efecto, yoga es una filosofía de vida que intenta hacer presente el estado de unión a través de la práctica concreta de un específico conjunto de técnicas que siguen un orden metodológico preciso, según una intención determinada, a través de lo cual, se experimenta un particular proceso de desarrollo interno. Dos aspectos fundamentales y complementarios Dentro de lo que es el despliegue histórico del yoga, algunas contribuciones de relevancia provenientes de ramas particulares, han modificado la concepción global del mismo. Estas contribuciones, al remarcar por su importancia ciertos aspectos fundamentales de la realidad, expresándolos de una manera clara y accesible, pasan a ser herencia común a toda la tradición. Entre estos aportes, podemos mencionar una serie de desarrollos que no son exclusivos de una rama particular sino de varias simultáneamente, y que parecen estar intentando expresar una realidad común, de diferentes maneras. Estos aportes siguen enriqueciendo nuestra comprensión de lo que es el yoga, gracias ampliarla y definirla con más precisión. Puntualmente, nos estamos refiriendo a toda una serie de dualidades conceptuales que aparecen a lo largo de la tradición del yoga, como decíamos, en ramas diferentes de la misma. Conceptos como Purusha- Prakriti, Shiva-Shakti, Ha-Tha nos hablan de una dualidad complementaria e interrelacionada que parece estar a la base de la realidad. Algunos de estos conceptos los estudiaremos con mayor profundidad más adelante. Pero en lo que deseamos enfocarnos aquí es precisamente en esa dualidad complementaria que sugieren. Con el paso del tiempo estos conceptos duales se han cristalizado en la necesidad, defendida por la mayoría de las manifestaciones del yoga, de trabajar en dos principios fundamentales y complementarios. Nos estamos refiriendo, expresado en un lenguaje un poco más actual, al desarrollo de la conciencia y la búsqueda del equilibrio energético. 10 El desarrollo de la conciencia intenta lograrse a través del ejercicio de la atención, por lo general y con preferencia, hacia la propia persona. Esto tiene relación con lo que habitualmente se nombra como autoobservación, como mantenerse en la conciencia testigo. Cuando decimos “equilibrio de la energía”, en este caso, estamos entendiendo energía en un sentido amplio. La búsqueda del equilibrio energético no sólo es el intento de alcanzar un estado de mayor armonía, sino también el entrenamientoa través de actividades pertinentes para lograr eficacia en su consecución y un avance gradual hacia el mismo. Entonces, teniendo como base aquellos desarrollos tradicionales que hemos mencionado, estos dos aspectos que hemos analizado enriquecen nuestra idea general del yoga haciendo evidente que también es una búsqueda sistemática del desarrollo de la conciencia y del equilibrio energético. A partir de aquí, dar mayor especificación sobre lo que es el yoga, nos conduciría a describir los rasgos de un estilo particular. Por esto mismo, concluiremos aquí nuestro estudio sobre las características que son generalmente compartidas por todas sus manifestaciones. A continuación, ingresaremos en breves y sencillas caracterizaciones de algunos de las sendas más tradicionales de nuestra disciplina. Interacción didáctica: 1. Intenta recordar cuál era la concepción que tenías del Yoga antes de leer el texto. No importa qué tan rigurosa o incompleta era. Descríbela muy brevemente. 2. Sin volver a consultar el texto describe en un par de renglones cada una de las seis características. Intenta encontrar palabras propias para hacerlo (no sientas la presión de tener que escribir algo que sea correcto): Primera: Segunda: Tercera: Cuarta: Quinta: 11 Sexta: 3. Según tu comprensión de lo que sugiere el texto, busca un par de ejemplos personales que se relacionen, uno con el desarrollo o la disminución de la conciencia, otro con la armonía o desarmonía de la energía. 4. Desarrolla brevemente tu opinión: ¿crees que el texto ha contribuido en algo a enriquecer tu concepción del Yoga? Bibliografía: Caplan, M. Con los ojos bien abiertos, Editorial Kairos. Chaudhuri, H. Yoga integral, Editorial Kairos. Ciarlotti, F. Yoga. Filosofía de vida, Editorial Lea. Feuerstein, G. The Yoga Tradition, Editorial Hohmpress. Hernandez, D. Las claves del Yoga, Editorial Continente. Iyengar, B.K.S. Luz sobre los Yoga-Sutras de Patanjali, Editorial Kairos. Eliade, M. Las técnicas del yoga, Editorial Kairos. Payne, L. y Feuerstein, G. Yoga para Dummies, Editorial Planeta. Walsh, R. y Vaughan, F. (comp.), Más allá del ego, Editorial Kairos.
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