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Idea General del Yoga 2019 - Tania Iglesias (1)

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UNA IDEA GENERAL ACERCA DEL YOGA 
 
 
 
Presentación y objetivos del apunte 
 
A esta altura, dentro de nuestra cultura occidental, se ha llegado al 
convencimiento de que todo conocimiento es tentativo y provisional. El 
saber, entre otras cosas, es un modo de orientarnos y relacionarnos con 
la realidad. Pero esta relación se va modificando a lo largo de la historia. 
Lo que antes parecía estar firmemente asentado y brindaba un sentido 
de coherencia y orientación, se evidencia luego como incompleto, 
parcial u obsoleto. 
Para muchos de nosotros, quizá en este momento es donde 
comienza el conocimiento intelectual de lo que es el yoga. Tal vez para 
otros, sea simplemente una profundización, un reconocer otras 
dimensiones de esta disciplina con las que no se ha estado en contacto 
todavía. Pero en cualquier caso, sería vano olvidar que este 
conocimiento es siempre tentativo e incompleto. 
En coherencia con esto, es importante observar que una de las 
características más asombrosas de esta disciplina es que se puede 
ahondar indefinidamente en cualquiera de los aspectos que la 
conforman. Tal cual como cuando avanzamos hacia el horizonte, con 
cada paso que damos, éste siempre se extiende un tramo más, así el 
yoga promete una aventura inagotable en la que cada paso es un 
encontrar, cada vez con mayor profundidad, aquello que intuitivamente 
aspira nuestro corazón. 
A esto se suma que, lo que hoy entendemos, quizá de manera muy 
simplificada, como “yoga” sin más, ha tenido una inabordable cantidad 
de maneras de manifestarse. Esto puede comprobarse desde los 
orígenes mismos del yoga, un par de milenios antes de nuestra era – 
cuando todavía la palabra que le da nombre no existía – pasando más 
adelante por las grandes etapas de sistematización, hasta llegar a la 
difusión que está teniendo en nuestros días. Así, la incalculable variedad 
de manifestaciones históricas que ha tenido, hace dificultoso encontrar 
un conocimiento estricto y acabado. No es tarea sencilla encontrar una 
definición conceptual que las abarque a todas y que al mismo tiempo 
no sea excesivamente abstracta, de modo que pueda brindarnos un 
entendimiento claro sobre nuestra disciplina. 
Debido a esta dificultad, lo que haremos en el siguiente apunte es 
señalar ciertas características fundamentales y compartidas de modo 
general por todas sus manifestaciones. Esto permitirá ir creando una idea 
clara pero amplia de lo que es el yoga. En este proceso, buscaremos 
que nuestro conocimiento, y fundamentalmente, nuestra comprensión, 
vayan madurando de manera gradual, con los tiempos que les son 
necesarios. 
 
 
Seis características fundamentales 
 
Como ya hemos mencionado, cuando alguien comienza a 
introducirse en el mundo del yoga es posible que muy pronto perciba 
una variedad inabordable de estilos. Quizá esta multiplicidad genere 
confusión acerca de qué es lo fundamental de esta disciplina. Siendo 
ésta la situación, no es extraño preguntarse: ¿Qué es lo 
que tienen en común aquella persona que realiza una 
actividad casi atlética, sudando abundantemente, 
llevando su cuerpo a posiciones a veces más que 
extravagantes, con aquella otra 
persona que, sentada, parece 
simplemente cantar hasta derramar lágrimas, 
rodeada de objetos devocionales? ¿Cómo es posible 
que manifestaciones tan dispares entre sí y, a veces, 
en apariencia opuestas, lleven el mismo nombre? 
La tradición del yoga tiene una historia que se remonta a varios miles 
de años antes de Cristo. Su antigüedad es tal que algunos investigadores 
mundialmente reconocidos lo han caracterizado como un “fósil 
viviente”. La variedad de sus expresiones es tan amplia y diferente entre 
sí, que a muchos les ha generado la duda de si hay algo en común a 
todas esas manifestaciones, llevando a muchos expertos en el tema a 
intentar destilar la esencia del yoga. 
Por otro lado, si atendemos a los sentidos con que más 
frecuentemente se utiliza la palabra “yoga”, podemos observar que el 
término ha servido para identificar el enorme y diverso conjunto de 
estados de conciencia, valores espirituales, actitudes, preceptos, 
métodos y técnicas que se han ido desplegando en la India durante 
milenios y que, a partir de allí, se ha diseminado a otros lugares del 
mundo. Este es un uso genérico y abarcador que intenta incluir todo 
 2 
fenómeno relacionado, más estrecha o lejanamente, con lo que se 
considera esta disciplina. Pero si lo observamos detenidamente, no nos 
brinda demasiada información como para ayudarnos en una 
caracterización más concreta. 
 Debido a esto – más que intentar encontrar una supuesta esencia 
inmutable, y también evitando extraviarnos en los usos amplios e 
indefinidos del concepto – lo que vamos a llevar a cabo en nuestro 
estudio teórico es señalar ciertas características generalmente 
compartidas por todos los estilos y manifestaciones de lo que se nombra 
como yoga. Claro que la representación conceptual que resulta al 
definir estas características, tiene sus limitaciones. Pero nos permitirá 
ingresar con sencillez y claridad en el entendimiento de nuestra 
disciplina. 
Presentemos de manera general, entonces, cuáles son estos rasgos a 
remarcar, para luego desarrollarlos en detalle. Seis son las características 
que consideramos más importantes para alcanzar un entendimiento 
claro sobre lo que es el yoga. Esto implica comprender el yoga como: 
 
1. Un particular estado de conciencia ampliado, que se 
presenta como la finalidad misma de esta disciplina. 
 
2. Una filosofía de vida, es decir, un sistema coherente de 
ideas, que se articulan con ciertas prácticas, cuyo 
sentido es alcanzar una vida más plena. 
 
3. Un específico conjunto de técnicas con su respectiva 
aplicación metódica. Haría referencia a los medios 
formales, las reglas que se sugiere poner en práctica. 
 
4. La puesta en práctica de hecho de esas sugerencias 
técnicas, de esas reglas formales, es decir, el 
entrenamiento concreto que lleva adelante el 
practicante. 
 
5. Un proceso de desarrollo interior que se pone en 
marcha como consecuencia de esta práctica 
concreta. 
 
6. Las intenciones o propósitos que están detrás de la serie 
actos que se realiza como parte de esta disciplina. 
 
 
 
 
 
 
La primera de estas características compartidas por la mayoría de los 
estilos es precisamente el significado de la palabra “yoga”. Según su 
etimología, proviene del verbo “yug”, que significa unir. Así, cuando 
decimos “yoga”, estamos hablando de unión. Este sentido tiene una 
importancia capital para la comprensión que intentamos alcanzar. 
 
En efecto, yoga es la búsqueda de esa unión – en términos 
generales, un estado de mayor conciencia y armonía. 
 
Dar mayor especificación conceptual de qué es aquello que está 
unido en ese estado nos llevaría a hablar casi inevitablemente de un tipo 
particular de yoga. Así, cuando se dice que la unión que se busca es la 
del hombre con dios, estamos haciendo referencia a un tipo específico 
de yoga, como cuando decimos también que la unión es entre el alma 
individual y el alma universal estamos haciendo referencia a otro, o 
entre el ser humano y el cosmos, o incluso entre el cuerpo y la mente. 
Al intentar comprender de manera meramente intelectual este 
particular estado que nombramos con la palabra “yoga”, en contraste 
 3 
con la experiencia directa del mismo, hay dos cosas que son necesarias 
tener en cuenta. La primera tiene ver con esas mismas palabras que 
intentan aclarar qué es lo que está unido, como acabamos de 
mencionar. En efecto, para quien ha podido vivenciar el estado de 
unión, se evidencia la limitación del lenguaje conceptual para dar una 
captación real del mismo. Es debido a esa limitación que, en definitiva, 
no tienen una importancia esencial las palabras que intentan expresarlo, 
sino la vivencia misma de unión. El segundo punto a tener en cuenta es 
que ese estado de unión no es algo que deba crearse. Se podría decir 
que es preexistente o anteriora la experiencia de confusión, separación 
y desarmonía que todo ser humano experimenta más leve o 
intensamente, de modo más transitorio o permanente. La misma filosofía 
del yoga nos sugiere despejar las confusiones y desarmonías que nos 
nublan la percepción, de manera que, cuanto más avancemos en ese 
camino, experimentemos por nosotros mismos que lo que permanece en 
el fondo de modo invariable es ese particular estado que mencionamos 
con la palabra “yoga”. Es por esto que ya desde tiempos remotos se ha 
dicho que a través del yoga se llega a conocer la verdadera realidad. 
 
Si comparamos ahora esta primera característica que delineamos, 
con una famosa definición de lo que es el yoga, veremos que vamos por 
buen camino. Dentro de la variada tradición que conforma al yoga 
existen figuras más destacadas y otras que seguramente se han perdido 
en las sombras del olvido. Entre tantas de las figuras que han logrado el 
reconocimiento se cuenta el sabio Vyasa. Alrededor de él se han ido 
tejiendo a lo largo del tiempo muchos mitos y leyendas, al punto de 
desdibujar en gran porcentaje su existencia real y convertirlo en un ícono 
semi-legendario. Esto no obstante, se le adjudica un texto titulado Yoga-
Bhashya, que es, de hecho, un comentario sobre el libro Yoga-Sutra de 
Patanjali. En este escrito Vyasa intenta sintetizar lo que es yoga diciendo: 
yoga es samadhi. 
 
 
 
Con esta definición Vyasa pretende capturar lo que todas las ramas 
del yoga tienen en común y que es lo verdaderamente fundamental del 
mismo. Dentro de los abordajes con un sesgo más tradicional 
encontraremos una y otra vez esta palabra clave: samadhi. Es habitual 
interpretar este concepto como un estado extraordinario de conciencia 
- y por ello mismo relativamente inaccesible - en donde se percibe que 
todo lo que existe conforma una unidad, acompañándose de una 
sensación de plenitud y serenidad. Una porción de esto es cierto, pero 
otra responde a imágenes no del todo fieles. Ciertamente, concebido 
de esa manera, éste no es un estado habitual ni frecuente, pero tenerlo 
como inaccesible, deja fuera de consideración los momentos, para 
nada escasos, en los que gran número de personas ha experimentado 
mayor integración y armonía consigo mismas y con lo que las rodea. 
Como si esto fuera poco, creer que el yoga se reduce a ese estado 
inusual de conciencia, tiende a disminuir la importancia fundamental 
que tiene el proceso continuo de armonización y unificación – cuestión 
que expondremos en breve. 
Se hace necesario estar atentos de no caer en concepciones 
demasiado parciales, considerando que no estaremos haciendo yoga 
mientras no alcancemos a vivenciar en toda su plenitud este estado del 
que hablamos. Como acabamos de mencionar, el yoga considera que 
la integración y la armonía es un estado más fundamental que la 
sensación de separación y conflicto. Es una realidad oculta, pero que ya 
forma parte de nosotros. Por ende accesible a todo el mundo. Debido a 
esto, es posible muy que, aun de forma casual, gran parte de nosotros 
hayamos experimentado, aun con mucha frecuencia, estados de mayor 
plenitud y conciencia: momentos en los cuales la mente parece 
silenciarse y es posible percibir ampliamente nuestro cuerpo y lo que se 
encuentra más allá de este, sumado a una agradable sensación de 
armonía. 
Podríamos decir entonces que samadhi es ese estado extraordinario 
de conciencia. Pero no se reduce a ello. Bastaría para darnos cuenta de 
esto, analizar con sencillez el sentido antiguo de esa palabra clave. 
Proveniente del idioma sánscrito, el lenguaje en el cual están escritos la 
mayoría de los textos de yoga, la palabra “samadhi” está compuesta 
por el prefijo “sam” que significa “con”, sumado a la raíz “dhi”, que tiene 
el sentido de “poner, colocar”. La etimología del término nos sugiere, 
entonces, que es un “poner junto con”, o “colocar junto”. 
Tal cual como hemos visto respecto de la palabra “yoga”, la 
especificación rigurosa de qué es aquello que se “coloca junto”, 
dependerá del andamiaje conceptual que esté a la base del discurso 
 4 
con el cual intenta expresarse esa experiencia fundamental. Algunos lo 
concebirán como la unificación de todos los aspectos que conforman al 
ser humano, otros, como el fundirse del alma individual con el alma 
universal, otros, de otra manera, y así. 
En nuestra formación y en un primer abordaje, nosotros sugerimos 
mantener en lo posible una comprensión amplia del sentido del término 
samadhi, concibiéndolo como “integración”. Ésta última palabra nos 
permite abordar, no sólo el estado final o el objetivo que se busca con el 
yoga, sino además el proceso y los medios a través de los cuales nos 
acercamos al mismo. 
De este modo, si retomamos la tradicional definición del yoga dada 
por Vyasa, entendiendo la palabra “samadhi” según hemos sugerido, 
concluiríamos entonces que el yoga es integración. 
 
En definitiva – resumiendo lo que se hemos dicho hasta ahora – 
desde el punto de vista de la finalidad que se persigue, la primera de las 
características generalmente compartidas, es concebir el yoga como la 
búsqueda de la unión, de la integración. Esto es un estado ampliado de 
conciencia que tiene, esquemáticamente, las siguientes particulares: 
 
1. Inefabilidad: al transcender el funcionamiento habitual de 
la mente esta experiencia se torna incomunicable. Se 
evidencia la limitación de las palabras para representarla. 
 
2. Noética: se acompaña con una sensación de 
incrementada lucidez y profunda comprensión, que no se 
reduce simplemente a lo intelectual. 
 
3. Percepción ampliada del espacio-tiempo y la 
personalidad: las limitaciones espacio-temporales se 
desvanecen y la sensación restrictiva de individualidad se 
disuelve. 
 
4. Apreciación de la naturaleza holística, unitiva e integrada 
del universo, y de la propia unidad con él. 
 
5. Intenso sentimiento positivo, desde el cual se experimenta 
la sensación de perfección del universo. 
 
Hasta aquí hemos hablado sobre la primera de las características 
que nos permiten comenzar a entender qué es el yoga de manera 
general. 
 
Ahora bien, la segunda de las características, como hemos 
mencionado anteriormente, es el yoga en tanto filosofía de vida. En 
líneas muy generales, podríamos decir que una filosofía es un sistema de 
pensamiento, un conjunto articulado y coherente de ideas que intenta 
dar cuenta del sentido de la realidad y de la vida humana inserta en 
ella. 
Si bien esta palabra – filosofía – tiene su origen en la Grecia antigua y 
literalmente significa amor por la sabiduría, habría que tener una 
concepción muy estrecha de la misma para no utilizar esta nominación 
respecto de los sistemas de pensamiento de la India, sin ignorar, claro 
está, que existen ciertas notables diferencias, al menos en algunas de sus 
líneas de desarrollo. Entonces, según su nombre y su origen, la filosofía no 
es tanto la acumulación de conocimiento, como sí la búsqueda misma 
del saber. Quien filosofa aprende poco a poco a valorar más el impulso 
por la sabiduría, la inquietud de buscar, el camino mismo de la 
indagación, que la posesión de un saber acabado. 
Esta indagación, en parte, hace uso de lo que a grandes rasgos 
podemos llamar la razón, el pensamiento. Se busca así un 
esclarecimiento de la realidad también a través del lenguaje, de la 
delimitación y el refinamiento de los conceptos. Si bien es cierto que las 
filosofías occidentales, en comparación con la cultura de la India, a ido 
mucho más lejos en esto – en gran cantidad de casos no siempre para 
mejor. Sin embargo, gran parte de la filosofía, aun occidental, no se 
reduce a esta mera indagación a través de la razón. 
Ya desde su mismo origen, en la Grecia antigua, pueden notarse 
desarrollos que conciben a la filosofía no sólo como una búsqueda 
intelectual de la verdad, sino que esa búsqueda sólo alcanza su razón de 
ser cuando le sirve a los seres humanos para vivir mejor. Es en este sentido 
enque se puede hablar de filosofía de vida: una búsqueda del saber, en 
parte, a través de la delimitación, el refinamiento y la articulación 
coherente de los conceptos, para desarrollar un modo de vida más 
óptimo. Para ciertos filósofos esto ha llegado a ser así, a tal punto que 
concebían que todo aquel saber que no contribuye a mejorar la vida, 
carecía de sentido. 
 5 
Según esta concepción, es indudable entonces que el yoga es una 
filosofía de vida por derecho propio. En efecto, sin lugar a dudas la 
disciplina del yoga es un sistema articulado de pensamiento, con su serie 
coherente de supuestos filosóficos, nacido, por una parte, de las 
intuiciones fundamentales de quienes alcanzaron los estados meditativos 
más profundos, por otra parte, de la creación mitológica y poética tanto 
como del refinamiento teórico. Pero el sentido inamovible de esta 
disciplina, ya sean en sus corrientes más prácticas como en las más 
teóricas, es la conquista de la plenitud de la vida humana. En efecto, al 
hablar de la liberación del condicionamiento y el sufrimiento, el 
Svetasvatara Upanishad, un libro ya clásico de la tradición yóguica, nos 
dice rotundamente: “aparte de esto, no existe nada más que merezca 
ser conocido”. 
Es más, aun cuando existan corrientes de la disciplina del yoga que 
no hayan alcanzado una expresión manifiesta en un sistema conceptual 
articulado, sí es posible extraer un modo coherente de concebir la 
realidad y el sentido de la existencia humana – como hemos dicho un 
tanto al pasar – tanto de sus prácticas concretas como de sus mitos y de 
sus creaciones simbólicas. 
Así, el yoga, en tanto filosofía de vida, también implica ciertas 
prácticas o una articulación concreta con lo que se hace 
cotidianamente. Si bien aquí detenemos nuestra exposición, dado que 
esto nos lleva a las siguientes dos características. 
Así, pues, la segunda de las características generalmente 
compartidas, es concebir a esta disciplina como una filosofía de vida por 
derecho propio. 
 
Ahora bien, la palabra “yoga”, además de tener el sentido de “atar 
junto” o “unir” – asociándose esto a un estado de conciencia, tal como 
hemos visto respecto de la primera característica – ha tenido otras 
connotaciones tales como “regla”, “esfuerzo”, “ocupación”, “grupo”, 
“equipo”, “medio”, dependiendo del contexto en el que se ha utilizado. 
De este modo, podemos comprobar que la etimología misma de la 
palabra y sus usos tradicionales nos sugieren entonces que el yoga es 
tanto la unión en cuanto estado, como también, por un lado, las reglas y 
los medios formales para alcanzarlo, y por otro lado, la ocupación y el 
esfuerzo concreto que se dedica a ello. Con esto, ingresamos en el 
entendimiento de lo que llamaremos la tercera y cuarta de las 
características generalmente compartidas. Entre estas dos últimas existe 
una cercanía tal que puede ser dificultoso distinguirlas, generándose la 
confusión de creer que son lo mismo. Para comenzar a diferenciarlas, al 
menos tentativamente, concibamos lo siguiente: 
 
 La tercera de las características hace referencia a los 
aspectos técnicos y metodológicos formales, no de manera 
concreta. Es decir, las reglas, sugerencias técnicas y el 
orden en que se estipula su ejecución, pero no así su 
práctica de hecho. 
 
 La cuarta de las características hace referencia a la 
aplicación de hecho de esas sugerencias técnicas según 
un determinado orden metodológico. Hablamos aquí de la 
ejecución concreta, de la puesta en práctica de esas 
reglas. 
 
La distancia que se traza entre ambas, es la misma que distinguimos 
con facilidad entre, por poner un ejemplo sencillo, la receta de un 
determinado menú y el hecho concreto de ponernos a cocinar ese 
plato. 
Una vez aclarado esto, al menos de manera general, pasemos 
entonces al análisis detallado de la tercera de ellas, es decir, el yoga 
entendido como conjunto de técnicas y la aplicación metódica que lo 
componen como disciplina formal. 
Acabamos de observar que, ya desde los orígenes mismos del yoga, 
la palabra con que se deseaba designar ese particular estado de 
conciencia – que era la finalidad que se buscaba – comenzó a utilizarse 
también para hacer referencia a la serie de sugerencias técnicas a 
través de las cuales intentaba alcanzarse – es decir, los medios. Es por 
sobre todo este sentido de la palabra “yoga” el que tenemos presente 
cuando, en la vida cotidiana, preguntamos como es habitual: “¿qué tipo 
de yoga hacen?”. Es decir, espontáneamente y sin plena conciencia 
preguntamos por cómo se delinea un particular estilo de yoga según las 
técnicas que se ejecutan y el orden metodológico que implican. 
Decimos, entonces, que la tercera de las características compartidas 
por la mayoría de los estilos es el conjunto de técnicas y la aplicación 
metódica que lo componen como disciplina formal. Dos son los 
aspectos, ambos de relevancia, de esta segunda característica del 
yoga: 
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1. Una serie de técnicas: es decir, un conjunto de 
sugerencias para actividades pautadas, la prescripción 
de un accionar relativamente condicionado según 
ciertas reglas que se han especificado. 
 
2. Aplicación metódica: es el orden, progresividad y 
estructura general de puesta en acción de esas mismas 
técnicas. Implica el estudio o consideraciones generales 
sobre el método o procedimiento a seguir. 
 
Según esto, todo aquello que consideramos yoga, en cuanto 
disciplina formal, se compone de una serie variable de sugerencias 
técnicas que se ejecutan de manera metódica. 
Asimismo, esta tercera característica es lo que le da mayor 
especificidad a cada una de las manifestaciones que existen del yoga. 
En efecto, según cuál sea el conjunto de sugerencias técnicas y la 
aplicación metódica que las oriente, estaremos relacionándonos con un 
estilo en particular u otro completamente distinto, al menos en cuanto a 
los medios y al formato externo se refiere. Para que esto que ahora 
mencionamos tome una dimensión concreta sería necesario 
experimentar, o haber experimentado ya, una serie de técnicas, de 
modo que evidencie cómo, técnica y método, es lo que le va 
otorgando determinados matices y formatos externos diferentes a cada 
uno de los estilos. 
En definitiva, desde el punto de vista de los medios formales que se 
utilizan, la tercera de las características generalmente compartidas, es 
concebir el yoga como un determinado conjunto de técnicas y la 
respectiva aplicación metódica que lo caracterizan, según el estilo de 
que se trate. 
 
Hasta aquí hemos hablado del tercer aspecto que nos permite 
continuar delineando de manera general qué es el yoga. Abordemos 
ahora la cuarta de las características. 
Hemos visto que la palabra “yoga” también significaba “ocupación”, 
“esfuerzo”. Además establecimos que estas connotaciones daban lugar 
al entendimiento del yoga, precisamente, como la ocupación y el 
esfuerzo concreto que se dedica a la ejecución de las sugerencias 
técnicas. Así, el mismo significado de la palabra da lugar a la cuarta de 
las características generalmente compartidas, es decir, la aplicación de 
hecho de las técnicas, la puesta en práctica de esas reglas. 
Esta dimensión de lo que concebimos como yoga, tiene una 
importancia fundamental. En efecto, en tanto que es una disciplina 
práctica – aun cuando el estudio teórico tenga una relevancia 
determinante – en el yoga es completamente imprescindible la 
ejecución de hecho, el hacer concreto. 
La tradición yóguica nos ha legado una serie de conceptos que 
establecen la relevancia de esta puesta en práctica. Conceptos tales 
como sadhana, abhyasa, kriya, tapas y anusthana, todos ellos con 
connotaciones levemente diferentes, se solapan entre sí definiendo y 
revelando la importancia que tiene el hacer concreto en esta disciplina. 
Sin entrar en un análisis minucioso de cada uno de estos términos, sí 
evocaremos su sentido más habitual. 
 
 Sadhana literalmente significa “medio de lograr algo”, perocon esta palabra suele nombrarse el conjunto de las 
disposiciones, las acciones y el entrenamiento que implica 
la práctica total. 
 
 Abhyasa suele traducirse, por lo general, como práctica, 
pero hace referencia al esfuerzo, ejercicio o aplicación 
reiterada. 
 
 Kriya significa acción, según el maestro Iyengar, implica una 
ejecución refinada sumada al estudio y la revisión. 
 
 Tapas, literalmente, es calor, ardor. De manera genérica se 
utiliza para nombrar la disciplina o ascesis a la que el 
practicante se aplica. Cabe mencionar que la palabra 
“ascesis” no implica la austeridad en tanto mortificación, 
sino que originalmente significa “entrenamiento”. 
 
 Anusthana hace referencia a una práctica con 
dedicación, devoción o fervor religioso. 
 
En base a lo anterior podemos observar que la experiencia directa, la 
realización de hecho de la práctica, tiene una importancia fundamental. 
A lo largo de toda la tradición y de todas las orientaciones del yoga se 
 7 
insiste en lo mismo: el sólo conocimiento teórico no basta, el mero estar 
enterado intelectualmente dista mucho de hacer realidad en la propia 
vida – con cuerpo y alma – esas enseñanzas. Y esto es lo que importa. Lo 
cual, es necesario aclararlo, no implica el menosprecio de los aspectos 
teóricos. 
En definitiva, desde el punto de vista del yoga en tanto disciplina 
práctica, la cuarta de las características generalmente compartidas, es 
concebir el yoga como la aplicación de hecho de las sugerencias 
técnicas, es decir, la puesta en ejecución concreta de las reglas. 
 
Hasta aquí hemos hablado del cuarto de los aspectos que nos 
permiten continuar delineando de manera general qué es el yoga. 
Abordemos ahora la quinta característica que, si bien, no es 
tradicionalmente muy tenida en cuenta, nosotros creemos que es de 
una importancia capital. 
Con mucha frecuencia, en esta disciplina como en tantas otras, se le 
ha dado más importancia a la finalidad que se espera alcanzar, que al 
camino que se va recorriendo. En esta disposición influye una 
característica propiamente humana, por la cual tendemos a valorar, casi 
excluyentemente, tan sólo el lograr los objetivos, sin tener en 
consideración el modo en que se obtienen. En relación con esto, 
Gautama Buda advertía: 
 
Lo importante no es tanto llegar como viajar bien 
 
De esta manera, nosotros queremos marcar la relevancia que tiene 
concebir y experimentar el yoga como un proceso en continuo 
despliegue, en una dimensión más existencial, interior y de vida 
cotidiana. Si bien este aspecto se encuentra en estrecha relación a los 
medios formales que se utilizan en esta disciplina – es decir, el conjunto 
de técnicas – como también a la puesta en práctica de esas reglas, no 
se identifica de ninguna manera con estos elementos. Las técnicas de las 
que se dispone serían el aspecto formal y externo del camino que se 
recorre. La práctica concreta es el esfuerzo y la dedicación que se 
invierte en la ejecución. En cambio, el yoga en tanto proceso, hace 
referencia fundamentalmente a la sucesión de acontecimientos internos 
que experimenta el practicante, sin soslayar, no obstante, sus correlatos 
en el mundo externo. Lo importante, en este caso, es el dinamismo del 
desarrollo interior. 
La dinámica del yoga en tanto proceso interior y existencial, a veces 
dista mucho de las imágenes habituales que hay sobre el mismo, o de las 
expectativas que muchos podemos albergar respecto de esta disciplina. 
Es de lo más frecuente creer que comprometerse con este camino 
conlleva el despliegue de un progreso hacia el bienestar casi 
automático y en tiempos muy breves, alcanzando una meta, después de 
la cual, estará garantizada la permanencia de una armonía total, sin 
intermitencias. 
En la gran mayoría de los casos, el desarrollo interior implica otra 
dinámica, muy diferente a la imagen anterior. Lejos de ser un camino 
despejado, sin interrupciones y lineal entre dos puntos, el comienzo y el 
final, este proceso se representa mejor con la imagen de un camino que 
avanza en espiral, donde son comunes las idas y venidas; donde va 
aconteciendo la disolución de conflictos internos de manera lenta y 
gradual; donde las dudas y las vacilaciones son más que habituales; 
donde es frecuente caer en el autoengaño de que se está 
evolucionando espiritualmente cuando en realidad se está repitiendo un 
formato externo o se continúa en una zona de confort; etc. 
Tal cual lo simplifica Carl Jung – médico psiquiatra, psicólogo y 
también curioso de la espiritualidad de la India: 
 
 Uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo 
conciente la propia oscuridad, un procedimiento, no obstante, 
trabajoso y, por tanto, poco popular. 
 
En relación con esto, uno de los ejemplos típicos de esta dinámica 
interior es la mezcla de confusión y frustración que experimenta una 
enorme cantidad de personas, cuando, de manera real y palpable, 
comienzan a tomar conciencia de sí mismas. La expresión de algunos es 
la siguiente: “¿cómo es posible que empecé a hacer yoga y ahora me 
siento peor?”. Con relación a esto, no son nada escasas las veces 
donde la captación de cierto malestar, lejos de ser un retroceso, implica 
un gran descubrimiento. El suceso real en estas ocasiones, es la toma de 
conciencia de ciertos estados internos que antes permanecían ocultos a 
nosotros mismos, pero que ya estaban allí desde hace tiempo. Esto no es 
sino un caso representativo de aquella imagen tradicional que nos dice 
que nuestra vida se parece a un sueño donde no alcanzamos a percibir 
la realidad. 
En coherencia con la opinión de que la dinámica existencial del 
desarrollo interior tiene sus dificultades, Mariana Caplan, una infatigable 
 8 
buscadora que se ha encargado de investigar las complejidades de una 
genuina espiritualidad, nos comenta lo siguiente: 
 
Observaremos una amplia variedad de procesos, visiones y 
principios que deben atravesar quienes llevan un camino espiritual. Y 
es que, independientemente de la tradición a que se adscriban, son 
muchos los retos a los que deben enfrentarse los aspirantes sinceros, 
entre los cuales cabe destacar la frustración, las crisis curativas, el 
autoengaño, la decepción del sueño de la iluminación y la desilusión 
de los maestros que afirman estar iluminados. Trabajar 
adecuadamente, en este sentido, con el psiquismo y el ego es algo 
muy complejo y que requiere un gran discernimiento. 
 
Con esto que mencionamos no sugerimos de ninguna manera 
representarse que el yoga, en tanto proceso interno, es un camino de 
pesares e insatisfacción, sino simplemente buscamos enriquecer una 
imagen muchas veces simplista o ingenua sobre lo que implica el 
sendero del autoconocimiento y la búsqueda espiritual. Así como 
habitual son los desafíos en el recorrido, así de frecuente es también el 
encuentro de una sensación indescriptible de plenitud y paz interior. La 
gran mayoría de los que emprenden este camino, consideran que el 
desarrollo personal es incalculablemente valioso y benéfico, por más 
dificultades que se deban atravesar. 
Resumiendo, la quinta de las características que buscamos poner de 
relevancia es la concepción del yoga como un proceso, es decir, 
fundamentalmente la sucesión de acontecimientos internos que 
experimenta la persona que emprende un camino espiritual. 
 
Tan sólo nos resta señalar una última característica: nos referimos a la 
intención desde la cual se llevan adelante la serie de actividades que 
implica el yoga. Si bien este no es un aspecto exclusivo de nuestra 
disciplina – sino que, más bien, es una condición propia de toda acción 
humana – sí tiene una relevancia sobresaliente para nosotros. 
La sexta característica, entonces, es la intención, es decir, la 
determinación, conciente o no, de una finalidad o propósito interior por 
el cual se utilizan unos medios específicos o se ejecuta una serie definida 
de acciones. 
Por lo general, es bastante sencillo identificar que al obrar,en 
cualquier esfera de la que se trate, nos movemos orientados por un 
motivo más o menos definido, más o menos conciente. A veces, ese 
propósito está netamente determinado y la persona que lo delinea en su 
interior tiene una conciencia clara del mismo. Otras veces, quizá la 
mayoría, esa intención no llega a ser del todo conciente, o existe una 
motivación más profunda y dominante que no alcanza a ser percibida 
con plena transparencia. 
Es evidente que definida de este manera la intención es parte 
integral del obrar humano, tal como hemos dicho, en cualquier esfera de 
acción que se trate, y no exclusivamente en lo que respecta al yoga. 
Pero sí nos parece cierto que, dentro del horizonte de esta disciplina, 
donde se aspira a la toma de conciencia y la integración armoniosa, 
tiene una relevancia de primer orden su explicitación. 
Para evidenciar esta importancia, es necesario tener presente que el 
yoga plantea que todos, en tanto seres humanos que no hemos 
alcanzado nuestro desarrollo más pleno, estamos condicionados por una 
dinámica interior disfuncional y no conciente. Por decirlo de alguna 
manera, aun cuando podamos experimentar muchas y variadas 
satisfacciones, no nos damos cuenta que vivimos tan sólo un porcentaje 
ínfimo de la plenitud y la vitalidad que está a nuestro alcance. 
Confundiendo o ignorando de manera indefinida, además, un auténtico 
camino de bienestar, con placeres y compensaciones pasajeras que no 
colman totalmente esa búsqueda intuitiva de un sentido más profundo. 
Siendo esta la situación, caemos de manera continua en una dinámica 
mental y emocional que provoca desarmonía y sufrimiento, en nosotros y 
en los otros. 
Por otro lado, es común la ilusión de creer que, por el simple hecho 
de participar de estos ambientes de disciplinas integrales u holísticas, las 
personas “deberían estar espiritualmente evolucionadas”, entendiendo 
por esto algo así como que, no sufren, no experimentan conflictos 
internos y actúan siempre según intenciones “elevadas”. El hecho es que 
la realidad difiere notablemente de esta creencia. Así, por un lado, la 
mayoría de nosotros nos encontramos todavía en el proceso mismo de 
toma de conciencia y armonización de nuestra dinámica interna – 
disfuncional y conflictiva – descubriendo, por lo general, que los 
propósitos profundos según los cuales obramos, no eran tan impecables 
como creíamos, aun cuando no haya existido jamás mala intención. 
Pero además, por otro lado, como en cualquier otra situación humana, 
no son pocos los casos en que, disfrazadas con la apariencia de lo 
espiritual y utilizando en parte sus medios, se han consumado intenciones 
sumamente cuestionables y opuestas a lo que plantea la disciplina 
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yóguica, obrando a través de la manipulación, la tergiversación y 
demás. 
Quizá a más de una persona le parezca que aquí se está exponiendo 
una cuestión de orden moral y que, siempre y cuando no se infrinja 
ninguna ley, ha de resolverse en el ámbito personal y privado. Si bien es 
cierto que este planteamiento participa de esa esfera, no sólo no se 
reduce a ella, sino que además la trasciende. Existe una expresión que 
proviene de la tradición literaria del yoga que es, en sánscrito, 
dvandvatita, traducida generalmente como “más allá del bien y del 
mal”. En no pocas ocasiones esta expresión se ha utilizado como un 
justificativo – por otro lado más que cuestionable – de un obrar no 
integral, orientado casi exclusivamente en propio interés y en detrimento 
de otros. Esta expresión, lejos de significar que “al yoga, en tanto 
disciplina, no le interesa ni le incumbe la moralidad”, tiene más bien el 
sentido de que, cuanto más próximo nos encontramos al estado de 
conciencia al cual el yoga le da su nombre, tanto menos 
experimentamos la moralidad como una normativa o mandato que, 
mediante una sutil represión interna, nos compele a actuar de un modo 
u otro. Lejos de esto, en tal situación existe una trascendencia de esa 
sensación de contraposición entre los deseos que van en una dirección y 
los mandatos morales que apuntan en otra. El yoga en cuanto estado en 
su manifestación más pura, implica la transparencia de la conciencia y 
la impecabilidad de la intención, como una manifestación espontánea 
de ese estado de armonía, conexión y amor. 
En definitiva, la importancia fundamental que reviste el explicitar esta 
sexta característica, es que tengamos presente desde un primer 
momento esta compleja dinámica interior que implica la intención de 
nuestros actos. Intentando no auto-engañarse respecto de lo que 
sugiere el yoga, por el sólo hecho de que no es funcional a nuestros 
deseos. Como tampoco caer en la culpabilización ni el auto-reproche al 
tomar conciencia, como es inevitable en el proceso de desarrollo 
personal, que las intenciones según las cuales obramos no siempre son 
tan puras como lo presenta en un primer momento nuestra mente. 
Todo este planteamiento que implica la sexta característica, es tanto 
más relevante cuanto que, como estamos cursando una formación 
como docentes de yoga, quizá esto nos sitúe en algún momento ante 
otras personas que, con sus esperanzas, potencialidades y fragilidades, 
compartan sus procesos internos con nosotros, a veces atravesando 
procesos emocionales que requieren cierta sensibilidad, discernimiento y 
contención. 
 
En conclusión, gracias a haber señalado estas características 
fundamentales, podemos ahora comprender con mayor claridad de 
qué hablamos cuando decimos “yoga”. En efecto, yoga es una filosofía 
de vida que intenta hacer presente el estado de unión a través de la 
práctica concreta de un específico conjunto de técnicas que siguen un 
orden metodológico preciso, según una intención determinada, a través 
de lo cual, se experimenta un particular proceso de desarrollo interno. 
 
 
Dos aspectos fundamentales y complementarios 
 
Dentro de lo que es el despliegue histórico del yoga, algunas 
contribuciones de relevancia provenientes de ramas particulares, han 
modificado la concepción global del mismo. Estas contribuciones, al 
remarcar por su importancia ciertos aspectos fundamentales de la 
realidad, expresándolos de una manera clara y accesible, pasan a ser 
herencia común a toda la tradición. 
Entre estos aportes, podemos mencionar una serie de desarrollos que 
no son exclusivos de una rama particular sino de varias simultáneamente, 
y que parecen estar intentando expresar una realidad común, de 
diferentes maneras. Estos aportes siguen enriqueciendo nuestra 
comprensión de lo que es el yoga, gracias ampliarla y definirla con más 
precisión. 
Puntualmente, nos estamos refiriendo a toda una serie de dualidades 
conceptuales que aparecen a lo largo de la tradición del yoga, como 
decíamos, en ramas diferentes de la misma. Conceptos como Purusha-
Prakriti, Shiva-Shakti, Ha-Tha nos hablan de una dualidad 
complementaria e interrelacionada que parece estar a la base de la 
realidad. Algunos de estos conceptos los estudiaremos con mayor 
profundidad más adelante. Pero en lo que deseamos enfocarnos aquí es 
precisamente en esa dualidad complementaria que sugieren. 
Con el paso del tiempo estos conceptos duales se han cristalizado en 
la necesidad, defendida por la mayoría de las manifestaciones del yoga, 
de trabajar en dos principios fundamentales y complementarios. Nos 
estamos refiriendo, expresado en un lenguaje un poco más actual, al 
desarrollo de la conciencia y la búsqueda del equilibrio energético. 
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El desarrollo de la conciencia intenta lograrse a través del ejercicio 
de la atención, por lo general y con preferencia, hacia la propia 
persona. Esto tiene relación con lo que habitualmente se nombra como 
autoobservación, como mantenerse en la conciencia testigo. 
Cuando decimos “equilibrio de la energía”, en este caso, estamos 
entendiendo energía en un sentido amplio. La búsqueda del equilibrio 
energético no sólo es el intento de alcanzar un estado de mayor 
armonía, sino también el entrenamientoa través de actividades 
pertinentes para lograr eficacia en su consecución y un avance gradual 
hacia el mismo. 
 
 
Entonces, teniendo como base aquellos desarrollos tradicionales que 
hemos mencionado, estos dos aspectos que hemos analizado 
enriquecen nuestra idea general del yoga haciendo evidente que 
también es una búsqueda sistemática del desarrollo de la conciencia y 
del equilibrio energético. 
 
 A partir de aquí, dar mayor especificación sobre lo que es el yoga, 
nos conduciría a describir los rasgos de un estilo particular. Por esto 
mismo, concluiremos aquí nuestro estudio sobre las características que 
son generalmente compartidas por todas sus manifestaciones. A 
continuación, ingresaremos en breves y sencillas caracterizaciones de 
algunos de las sendas más tradicionales de nuestra disciplina. 
 
Interacción didáctica: 
 
1. Intenta recordar cuál era la concepción que tenías del Yoga 
antes de leer el texto. No importa qué tan rigurosa o 
incompleta era. Descríbela muy brevemente. 
 
 
 
2. Sin volver a consultar el texto describe en un par de renglones 
cada una de las seis características. Intenta encontrar palabras 
propias para hacerlo (no sientas la presión de tener que escribir 
algo que sea correcto): 
 
Primera: 
 
Segunda:
 
Tercera: 
 
Cuarta: 
 
Quinta: 
 
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Sexta: 
 
 
3. Según tu comprensión de lo que sugiere el texto, 
busca un par de ejemplos personales que se relacionen, uno 
con el desarrollo o la disminución de la conciencia, otro con la 
armonía o desarmonía de la energía. 
 
 
 
 
 
 
 
4. Desarrolla brevemente tu opinión: ¿crees que el texto ha 
contribuido en algo a enriquecer tu concepción del Yoga? 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Bibliografía: 
 
 
 Caplan, M. Con los ojos bien abiertos, Editorial Kairos. 
 Chaudhuri, H. Yoga integral, Editorial Kairos. 
 Ciarlotti, F. Yoga. Filosofía de vida, Editorial Lea. 
 Feuerstein, G. The Yoga Tradition, Editorial Hohmpress. 
 Hernandez, D. Las claves del Yoga, Editorial Continente. 
 Iyengar, B.K.S. Luz sobre los Yoga-Sutras de Patanjali, Editorial Kairos. 
 Eliade, M. Las técnicas del yoga, Editorial Kairos. 
 Payne, L. y Feuerstein, G. Yoga para Dummies, Editorial Planeta. 
 Walsh, R. y Vaughan, F. (comp.), Más allá del ego, Editorial Kairos.

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