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Psicología Institucional (final) (2017) - Maria Victoria Pintos

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EJE 4
De territorios y escenarios.
Psicología Institucional.
“La concepción institucional de la transferencia”. Gregorio Baremblitt.
El institucionalismo es un movimiento y no una disciplina. Esto implica que no es una ciencia, no es un saber instituido, clásico, sino un conjunto de saberes y modos de intervenir que podríamos clasificar de interdisciplinares, transdisciplinares, extra disciplinares (el movimiento institucionalista integra en su parafernalia teórica el saber y el actuar de los colectivos de los grupos y las comunidades que producen por sí mismo el conocimiento, sin apelar a los medios académicos tradicionales).
Podemos decir que el movimiento institucionalista, en el sentido de su génesis histórico-social, incluye en su perímetro el autorreconocimiento a las iniciativas históricas, sociales, colectivas, en la que núcleos de personas y grupos han intentado regirse por sí mismas, dando su propia definición de los problemas (autoanálisis), gerenciando y realizando sus propias soluciones (autogestión).
La génesis del movimiento institucionalista recibe aportes de todas las áreas del conocimiento, proviniendo alguno de ellos de campos científicos específicos. El institucionalismo se nutre del psicoanálisis, de la sociología científica, de la antropología científica, de la lingüística de la semiótica y hasta de la biología molecular y otros campos del conocimiento propiamente científico. El institucionalismo se nutre también del saber político, tanto de la ciencia como de la experiencia política de los colectivos militantes, de lo artístico, del saber instituido en la práctica estética, pictórica, escultórica, poética, literaria, etc. Se nutre del pensamiento filosófico y del mítico, en la medida en que muchos institucionalistas dan un valor especial al pensamiento primitivo de los salvajes. Adoptan estos recursos teóricos, aplicándolos sin reformulación o crítica previa a las doctrinas institucionales como tales.
El institucionalismo, como su propio nombre indica, es un movimiento, una especie de frente en constante transformación, estando compuesto por muchas corrientes y escuelas que presentan algún rasgo en común.
En la participación que correspondió al psicoanálisis en esta tentativa de entender el fenómeno, se partió de formulaciones de Freud, en su obra “Psicología de las masas y análisis del yo”, donde explica que una multitud, una masa, un grupo, se forma porque los sujetos que integran los colectivos proyectan o constituyen en el líder el movimiento de su ideal del yo y se conducen de manera tal de propiciar que el Ideal del Yo, colocado en el conductor, ame a todos por igual.
Esto establece una composición en la estructura libidinal que hace que cada sujeto identificado con su líder, en tanto Ideal del Yo, establezca también una identificación horizontal de un individuo a otro. Así, se forma una especie de organismo psíquico, especie de sujeto ampliado que tiene características propias de cualquier sujeto aislado y otras extraordinarias, muy difícil de verse en un sujeto individual, llamado “normal”. Algunas de esas características son altamente útiles y benéficas, otras indeseables. Se puede decir, en todo caso, que ha habido fenómenos de transferencia no “bipersonal” y si colectiva. Se inscribe en el dispositivo colectivo y adquiere características que no son encontradas en la situación transferencial clásica. Entre las potencialidades positivas está la de que la identidad común adquirida por la transferencia colectiva dará un peculiar sentimiento de poder a la masa, una capacidad de reaccionar en consenso y en armónico acuerdo, una particular disposición para la solidaridad, para sentimientos nobles de fraternidad y comunión, una especial sensación de coraje y algunas manifestaciones de altruismo y renuncia al egoísmo aislado que caracteriza habitualmente a los sujetos aislados.
Claro que la masa también agrega algunas características negativas como, por ejemplo, cierta disminución de la capacidad de funcionar racionalmente, tendencia a la explosividad, a la impulsividad, disminución del juicio crítico, aceptando poco discriminadamente las sugestiones provenientes del líder, cierta tendencia a reaccionar a formas, sonidos, colores y no al contenido conceptual del discurso que les es transmitido.
La mayoría de los psicoanalistas y psicoterapeutas interesados en trabajar con grupos parte de la formulación freudiana de la psicología de las masas. Buena parte de estos psicoanalistas y psicoterapeutas institucionales trabajaron previamente con grupos, sea fuera o dentro de las organizaciones. Observando el fenómeno de colectivización espontánea, todos tratan de entenderlo por medio de la aplicación del esquema freudiano de Psicología de las masas y análisis del Yo. Describieron e intentaron aprovechar lo que se llama transferencia institucional.
Freud ya había sentado las bases para la comprensión del fenómeno, cuando explica que en las masas llamadas estables (a diferencia de las efímeras), el liderazgo podría estar colocado en un individuo o sujeto concreto. Pero podría también estar colocado en una identidad abstracta.
Este liderazgo no ocupado por ningún individuo-sujeto concreto, constituía un lugar que podía perfectamente ser depositario de las mismas transferencias-resistencias psíquicas y rendimientos que ocurrían en las masas artificiales o naturales cuando ese lugar era ocupado por un jefe real.
En términos freudianos, la transferencia se divide en positiva y negativa, a la vez la positiva, se divide en amistosa y erótica, siendo que la erótica y la negativa funcionaban como resistencia, entendida en el sentido en que predominaba la tentativa imaginaria de la repetición de lo mismo. En la transferencia amistosa, existía la posibilidad de repetición diferenciante de experiencias acaecidas antiguamente, siendo que tal repetición podía ser utilizada al servicio del trabajo, de la toma de conciencia, de la tentativa de repetición de lo igual y el impulso para su modificación o transformación. Por eso llamamos a la transferencia amistosa el “motor de la cura”, en la cual se repite lo igual y lo diferente, mientras que en la transferencia erótica y negativa predominaba la repetición de lo igual, no utilizable por el cual se volvía resistencia y se oponía al ejercicio del procedimiento terapéutico. Todas las características de la transferencia freudiana que se acaban de mencionar ocurren también con la institucional. Hay una tentativa de repetición de lo igual que funciona como resistencia provocada, favorecida por las características autoritarias; cerradas, preestablecidas, dominantes, mistificadoras o explotadoras de las organizaciones psiquiátricas, que se establecía entre la transferencia institucional de los usuarios, entendida como resistencia, y la contratransferencia institucional conservadora de toda la Organización, sus agentes, su ideología, etc.; una especie de pacto para la enfermedad; de tal manera que los usuarios repetían su patología provocados, convocados, por la Organización.
Y la organización repetía, en la medida en que encontraba en los usuarios una transferencia erótico-dependiente o negativa, ambas resistenciales, estableciéndose un círculo vicioso, especie de baluarte que conocemos con el nombre de hospitalismo.
Freud planteaba una serie de resultados, aparentemente terapéuticos que son producto de la utilización de la transferencia. Si recordamos que el psicoanálisis era la única disciplina capaz de manejar la transferencia amistosa, no sólo para eliminar síntomas “utilizando” la transferencia, sino también para resolver, disolver, concientizar todas las repeticiones en juego, podría existir la duda de que en esta psicoterapia institucional lo que hace en realidad es un uso benévolo de la transferencia, uso apenas amoroso, fraterno, lo que puede no generar mejores efectos que la unión entre la transferencia y la contratransferencia hostil, que sólo puede generar hostilidad.
Para finalizar, registra apenas la existencia de una corriente institucionalistaultramoderna o posmoderna, rica e interesante, que llama esquizoanálisis, cuyos creadores y difusores son Deleuze y Guattari, que abandonaron el análisis institucional para producir esta nueva disciplina.
Todas las tendencias contemporáneas toman en consideración, en mayor o en menor grado, la teoría psicoanalítica del sujeto psíquico, la existencia del inconsciente y el fenómeno de “poner en acto”, de poner en movimiento, la realidad del inconsciente, la realidad del inconsciente, que es la transferencia que opera como resistencia y a la transferencia que pude ser utilizada al servicio del autoconocimiento, de crecimiento y de cura. Todas reconocen que la transferencia no es desencadenada exclusivamente por un interlocutor puntual y corpóreo, pudiendo efectuarse en grandes conjuntos sociales. Estos conjuntos sociales “fijan” la transferencia a abstractos como la ideología, los valores, las organizaciones, el establecimiento, el fluxograma, el organigrama, etc.
Deleuze y Guattari tal vez sean una excepción, por haber producido, un concepto que es, de cierta manera, sustitutivo de la transferencia institucional o ampliada. Es el concepto de transversalidad. No es fácil de explicar. Consiste en postular la existencia de una capacidad de transferencia en cada dispositivo o agenciamiento social que tal vez pueda tener su antecedente teórico en la transferencia amistosa, así llamada por Freud. Significa un retorno de la diferencia pura, de lo que definen como deseo. No es un deseo narcisista, edípico, repetitivo, insistente, sino un deseo de producción, de libertad, de novedad, que se origina en lo que podría ser la transferencia colectiva permanente de singularidades presubjetivas, que atraviesa todo el campo social y es responsable por las grandes transformaciones históricas revolucionarias, científicas, artísticas, etc.
“El análisis institucional”. Rene Lourau.
1. Introducción.
Usted es un asalariado; tiene una familia. Régimen del salario, matrimonio; he ahí dos normas universales. Con el régimen del salario están ligadas las nociones de oficio, fábrica, oficina, huelga, sindicato, con el matrimonio, las de propiedad privada, familia herencia, educación.
Usted es comerciante o agricultor, o ejerce una profesión liberal. La norma denominada “salario” no le concierne directamente; pero le atañe en la medida que tiene empleados a quienes le paga. En cambio, usted se halla inscripto a igual título que el asalariado en el sistema de la familia; pero no en las mismas condiciones materiales e ideológicas, replica la sociología.
Una norma universal, o considerada tal, ya se trate del matrimonio, de la educación, de la medicina, del régimen del salario, de la ganancia o del crédito, es designada institución.
Por último, formas sociales visibles por estar datadas de una organización jurídica y/o material: una empresa, una escuela, un hospital, el sistema industrial, el sistema escolar, el sistema hospitalario de un país, son denominados instituciones. En el lenguaje habitual se emplean sobre todo las expresiones “institución escolar” o “institución religiosa”. En otros contextos se prefiere hablar de una organización, un organismo, una administración, una sociedad, una compañía, una asociación. En los tres casos que hemos enumerando el concepto de institución, no tiene el mismo contenido. Es más exacto decir que, analizando dialécticamente, se descompone en sus tres momentos:
· Universalidad: el cual es el momento de la unidad positiva del concepto. Dentro de este momento el concepto es plenamente verdadero, vale decir, verdadero de manera abstracta y general. Salario, familia, son normas universales de la sociedad.
· Particularidad: expresa la negación del momento precedente. Es así como, nuestras sociedades regidas por el régimen del salario y el matrimonio, un individuo puede no ser asalariado y soltero sin hacerse pasible de sanciones oficiales. Toda verdad general deja de serlo plenamente tan pronto se encarna, se aplica en condiciones particulares, circunstanciales y determinadas, vale decir, dentro del grupo heterogéneo y cambiante de individuos que difieren por su origen social, edad, sexo, status. Por lo que no se debe confundir universalidad con totalidad. Sin embargo, la sociedad funciona, bien o mal, porque las normas universales, o así consideradas, no se encarnan directamente en individuos: pasan por la mediación de formas sociales singulares de modos de organización más o menos adaptadas a una o varias funciones.
· Singularidad: es el momento de la unidad negativa, resultante de la acción de la negatividad sobre la unidad positiva de la norma universal.
A menudo se confunde particularidad con singularidad y se opone artificialmente lo general (lo universal) a lo particular, olvidando que esta oposición es puramente abstracta, que nunca existe en la práctica, sino solamente en la ideología y en la filosofía idealista. Con esto se anula el tercer momento del concepto de institución y, lo que es aún más grave, la acción recíproca de los tres momentos, sin la cual no hay dialéctica.
Otra confusión, consecuencia de la primera, consiste en asimilar las formas sociales singulares a las normas universales, o bien en reducirlas a la mentalidad de los individuos. En el primer caso, estamos frente a la concepción tradicionalista, autoritaria, que ve en el orden establecido una positividad y una verdad intocable. En el segundo caso, se trata del psicologismo o del espiritualismo, según los cuales todos los problemas sociales son imaginarios, y es preferible “cambiar al hombre” antes de pensar en cambiar el orden social.
Dotada de una organización administrativa, de una organización material, o de ambas a la vez, toda forma social se define negativamente con respecto a las otras formas sociales y con respecto al conjunto del sistema social. En efecto, todo ordenamiento instituye una ruptura entre lo que se puede y lo que no se puede hacer dentro de la forma social considerada. Los modelos de acción impuesta, y sancionada y los modos de la acción simplemente deseable constituyen, en el entrecruzamiento y en las contradicciones de una organización singular, un universo diferente de los universos definidos por otros ordenamientos, en otras organizaciones.
Toda forma social posee por consiguiente una unidad, un carácter específico producido por su finalidad oficial (la producción, la gestión, la educación, el control, la ayuda, la protección, etc.), finalidad que, tomada en sí misma y aisladamente, recibe el nombre de función. La finalidad de las empresas industriales es producir. Si se llama “función” a esa finalidad automatizada, ello se debe tan solo a que ese concepto es el que mejor explica la existencia de un sistema social racional, profundamente diferenciado, así como de una división del trabajo “funcional”, donde no solamente cada individuo está en su justo sitio, sino que todos los “órganos” del cuerpo social ocupan su legítimo lugar, prestan servicios irremplazables y ejercen un poder indiscutible.
La sociología de las organizaciones olvida que, si bien toda forma social posee una unidad “funcional”, esa unidad, siguiendo la definición que da Hegel del momento de la singularidad, solo puede ser negativa. La finalidad más “operatoria” de la organización (su función oficial) está ligada a otras finalidades creadas por la existencia de relaciones continuas entre determinada organización y las otras organizaciones con diferente función, así como las relaciones que la primera mantiene con el conjunto del sistema social.
La unidad de una organización consiste, por un lado, en un ordenamiento especifico de las funciones sociales en torno a una función oficialmente privilegiada y, por el otro, en la exclusión oficial en algunas otras funciones, que entonces pasan a ser latentes, accidentales o informales. Desde un punto de vista dialectico, hay que tratar entonces de superar la teoría de la organización, lo cual no significa recusarla ni menospreciarla en modo alguno. Cuando postula una especie de unidadpositiva de la organización definida a partir de sus funciones (con las correcciones que Merton o Parsons imponen al funcionalismo), el positivismo suprime una parte fundamental del objeto de conocimiento: la negatividad que actúa en sistema global y en cada uno de los elementos que lo componen.
La sociología de las organizaciones tiene el mérito de poner de relieve los sistemas de poder y decisión, y de no disimular sus propias orientaciones reformistas modernistas (auto conservadoras, pero también antirrevolucionarias).
Por consiguiente, la unidad de las formas sociales existe sin duda: es la encarnación de una determinada imagen de la totalidad refractada por el conjunto del sistema social. Se trata de una unidad negativa, que afirma una o varias funciones privilegiadas, y que al mismo tiempo contradice otras funciones, otros sistemas de pertenencia y referencia que son privilegiados en otras formas sociales.
La clínica sociológica, la observación sobre el terreno, la encuesta profundizada que se basa en “banco de datos” cuantificados, no responden enteramente al objeto del análisis institucional, porque trabajan sobre datos positivos, sobre hechos perfectamente exteriores al observador o al encuestador. El trabajo de lo negativo, entre los tres momentos del concepto y entre los momentos y la totalidad, indica que no existe un dato positivo (y cuantificable) en estado puro, puesto que la unidad positiva no es más que un momento: el momento de la universalidad.
Por ser totalidades, presentan la negatividad formal que se adhiere a todo hecho social positivo, dado que toda positividad simple e inmediata contiene ya su propia negación. Por ser parciales, es decir, por estar subsumidas en el conjunto de las formas de organización que constituyen el sistema social, pueden entrar en oposición absoluta con el sistema. Tomada entre la negatividad formal y la negatividad absoluta, la organización no puede ser considerada como un hecho social puramente objetivo: una intervención que compromete al observador supone un análisis de este compromiso. El análisis institucional no pretende producir un súper saber clandestino y misterioso, más “verdadero” que los otros saberes fragmentarios. Aspira, simplemente, a producir una nueva relación con el saber, una consciencia del no-saber que determina nuestra acción.
2. Crisis del concepto de institución (capitulo 5).
El institucionalismo durkheimiano, atacado desde la izquierda por el marxismo y desde la derecha por la fenomenología, influye sin embargo en las grandes construcciones sociológicas del siglo XX. Reseñando los usos del concepto de institución, Znaniecki ofrece una idea de la polisemia en que se ahoga el concepto.
Znaniecki parte de la concepción de Spencer, quien yuxtapone el nivel morfológico y el nivel tópico del concepto: grupos sociales y normas universales. Muestra luego cómo completa Durkheim y su escuela la teoría spenceriana en el terreno de la morfología y de la ecología. Expone con cierta rapidez la crítica efectuada por Hauriou. Las concepciones individualistas, biopsicológicas, de la institución se oponen también al objetivismo de Spencer y Durkheim.
La institución como categoría filosófica da lugar a vastas construcciones a priori. Según Znaniecki, el concepto de institución ofrece al filósofo la posibilidad de operar una síntesis de las ciencias sociales, tarea que se hace más difícil “porque el concepto de sociedad, ya no puede servir como centro a cuyo alrededor se pueda efectuar la integración conceptual de las instituciones”.
En apariencia, las concepciones empíricas permiten sustituir el concepto normalista y ciego de la sociedad por el concepto realista de institución. Este es un momento fundamental de la historia del concepto de institución, una inflección de su sistema de referencia llamada a tener vastas repercusiones. En efecto, el nuevo sistema de referencia del concepto de institución tiende a ser el grupo. Znaniecki destaca que, a partir de los trabajos de Park y Burgess, la sociología de las instituciones se refiere a los grupos y ya no solamente a la sociedad o al individuo. La mutación aquí señalada, acompaña entonces al desarrollo de la psicología colectiva o social, entendiendo por ello tanto la microsociología (sociología de los pequeños grupos) como la psicología de las masas. Freud y Moreno, para no citar más que dos teóricos, fundan en esa época, el primero, un “socioanálisis” o psicoanálisis aplicado al campo social; y el segundo, una terapéutica y una teoría social del pequeño grupo.
¿Quiere decir esto que el concepto de institución superará la crisis que lo afecta gracias a un enfoque empírico, clínico o etnográfico de los grupos? ¿Se pasará simultáneamente del institucionalismo doctriniano y a priori a un análisis institucional? ¿La inducción cederá su lugar al análisis de situaciones concretas? Para ello sería necesario que el concepto de grupo no ofreciera las mismas “facilidades” que su competidor, el concepto de institución. En 1947, Znaniecki piensa que “el concepto de grupo social no ha llegado a ser todavía el punto de mira principal de los estudios sobre las instituciones”.
Merton subraya que la función de la variable de interpretación consiste en proporcionar una interpretación provisional en lo que concierne a las actitudes de los soldados. La teoría exige afinar la noción de pertenencia y la de referencia. El término “grupo” es incorrecto -señala Merton- “porque se aplica no solo a grupos, sino también a individuos y a categorías”. De hecho, se aplica a grupos permanentes, morfológicamente observables y también a criterios de pertenencia social, carentes de respaldo morfológico.
La noción de segmentaridad, por el contrario, presenta la ventaja de no confundir objeto real (el estado) y objeto de conocimiento (el sistema social). Se apoya en el postulado según el cual la “sociedad” es un agregado más o menos estable de “sociedades” -categorías y clases sociales- que viven a la vez en complementariedad y en lucha permanente. Otra característica de estas “sociedades” dentro de la sociedad que son los grupos segmentarios, es que existen -a veces conscientemente- por encima de las fronteras nacionales y estatales. La índole transicional y transestatal de algunos grandes grupos segmentarios entra en lucha con las fuerzas centrípetas de todos los Estados: estos grupos segmentarios lejos de formar una nación supranacional, se hallan igualmente en competencia o en lucha: el internacionalismo, el ecumenismo, son dos ejemplos modernos del conflicto y de las contradicciones que menciona Merton, y que no designaremos como conflicto entre la pluralidad y la unidad, sino entre la segmentaridad y transversalidad.
El concepto de institución se renueva, corriendo el riesgo de desaparecer en esta renovación, a partir del momento en que se impone el concepto de grupos. Vemos ahora que relaciones mantiene con otros conceptos; en primer lugar, con los de función y de estructura, muy antiguos en sociología; luego, con los de símbolo y de inconsciente.
La antropología en sentido amplio, es decir, la etnología y la antropología cultural, es el dominio donde se desarrollan estos conceptos. Examinemos en primer lugar el caso de la etnología en el sentido estricto del término.
Malinowski, es uno de los principales teóricos del funcionalismo, y por su crítica de Tótem y Tabú: contra Freud. Según este autor, se operan diferenciaciones a partir de la estructura de la institución familiar. La rivalidad del hijo respecto de su padre es válida para la familia patrilineal de tipo occidental, y no para otros tipos de familia, especialmente para la familia.
Malinowski señalo también la opción teórica que consiste en comprender el concepto de institución en el sistema de referencia de la cultura. En los escritos teóricos redactados al final de su vida, describe las funciones y la estructura de la institución en general apelando a la distinción entre necesidades primarias, “es decir, biológicas”, y necesidades derivadas, “es decir, culturales”.Las necesidades primarias exigen instituciones donde el aparato material, la infraestructura tecnológica, están muy desarrollados. Estado, tribu, familia rural, pero también instituciones culturales o espirituales toda vez que fundamentan su poder y su hegemonía en sus dominios territoriales o inmobiliarios, por ejemplo, la iglesia, son algunos ejemplos.
Malinowski destaca otro elemento en lo que denomina la “estructura de la institución”: a la carta. A la inversa del sustrato material, la carta designa el contenido ideológico de la institución, y la definición de la comunidad da de esta”. Por ejemplo, la carta territorial (de una tribu) “se expresa mediante la mitología del antepasado común mediante la acentuación unilateral de los lazos del parentesco extenso”.
Un tercer elemento: mejor dicho, una pareja de elementos, completa la estructura de la institución según Malinowski: un sistema de normas y un sistema de roles. Sistema de normas: por ejemplo, las leyes, reglamentos, principios morales. Sistemas de roles: por ejemplo, las casas de solteros en las sociedades primitivas, los modelos jerárquicos, etc.
Finalmente, el análisis funcional de la cultura y el análisis estructural de las instituciones, que lo integran, indican que la articulación del concepto de institución con los conceptos de función y de estructura depende estrechamente del contenido que se asigne a los conceptos de cultura y necesidades.
Mauss y Levi Strauss ilustran esta crítica al funcionalismo. El primero puso al segundo en la senda de una antropología social, o “estudio de las instituciones consideradas como sistemas de representaciones”, mientras que la antropología cultural se dedica en cambio al “estudio de técnicas, y eventualmente también de las instituciones consideradas como técnicas al servicio de la vida social”. En esa distinción establecida por Levi-Strauss, se oponen con nitidez dos concepciones de la institución. El tecnicismo y el pragmatismo de Malinowski se contraponen al símbolo de los “sistemas de representaciones”.
Mauss, refiriéndose a las relaciones entre la psicología y la sociología, indica “que solo es posible comunicarse y comunicar entre seres humanos mediante signos y símbolos comunes, permanentes, exteriores a los estados mentales individuales que son si simplemente sucesivos; mediante signos de grupos de estados interpretados luego como realidades.
La dimensión inconsciente de la institución es reconocida aquí con torpeza, pero con fuerza. Levi-Strauss se mostrará permeable a muchas otras ideas esbozadas por Mauss. La noción de estructura se halla virtualmente presente en la visión de Mauss sobre la clasificación de las categorías de cada sociedad.
Levi Strauss ataca por todos los flancos la confusión “realista” mantenida por el funcionalismo entre naturaleza y cultura. Trascendiendo las instituciones que eran el objeto privilegiado de la sociología y de la etnología, trata de perfilar las estructuras inconscientes de todo el sistema. Donde el realismo etnológico veía una institución -por ejemplo, el totemismo-. El tótem sirve para la estructuración de las relaciones sociales; nada tiene que ver con una religión de los animales o las plantas.
El análisis estructural se opone al análisis funcional en que no se basa en una teoría de las necesidades que las instituciones estarían “funcionalmente” encargadas de satisfacer, sino en una “teoría del sistema”, que no es sino la estructura con sus componentes elementales y secundarios.
Declara Levi Strauss: “En el estudio de los problemas de parentesco (y también sin duda en el estudio de otros problemas), el sociólogo se encuentra en una situación formalmente semejante a la del lingüista fonólogo: como los fonemas, los términos de parentesco son elementos de significación; como aquellos, solo adquieren esta significación a condición de integrarse en sistemas; los “sistemas de parentesco”, al igual que los sistemas fonológicos, son elaborados por el espíritu en la etapa del pensamiento inconsciente”.
Los sistemas estudiados por Levi Strauss son sistemas de representaciones; los vínculos de consanguineidad, etc. no existen objetivamente, sino sólo en lo imaginario de los hombres (la etapa del inconsciente).
Aunque Levi Strauss no analiza las instituciones por sí mismas, el análisis de las estructuras elementales del intercambio (de bienes, de mujeres, de palabras) pone de relieve una característica esencial de toda institución, a saber, su ambigüedad: permisiva-represiva, la institución tal como la ve Levi Strauss se presenta, sin duda, como un modelo ideal, pocas veces alcanzado en la historia.
Después de todo, los primitivos transgreden la prohibición del incesto, y aun en las “sociedades sin historia” hay “historias” entre la gente, cuando las instituciones entran en conflicto debido a su heterogeneidad o a que su “estructura” no ha sido interiorizada en el mismo “piso” inconsciente por los diversos miembros en la comunidad.
A la inversa, Levi Strauss plantea el problema apasionante de la institución ausente. En un pasaje referido a la pintura corporal (facial) de las mujeres caduveo, indica cómo resuelven los mbaya la contradicción entre el modelo jerárquico y el modelo social basado en la reciprocidad. No buscan la solución en las “instituciones artificiosas”, susceptibles de sublimar la contradicción existente simbolizándola en alguna práctica ritual. La buscan en el plano de lo fantástico; para el caso, en el plano de artes gráficos de las mujeres caduveo “como la fantasía de una sociedad que busca, con una pasión insaciable, el medio de expresar simbólicamente las instituciones, que podría tener, si sus intereses y sus supersticiones no se lo impidieran”. Y concluye, con cierta complacencia en la que algunos han percibido los rastros de un esteticismo estructuralista.
En la teoría de Levi Strauss quedan, sin embargo, dos puntos que impiden una aproximación completa del concepto de institución. En primer término -critica que ya se ha hecho-, el estructuralismo tiende a privilegiar la noción de código y a subestimar la noción de contexto o de sistema de referencia. El acoplamiento de los “sistemas” y de los “sistemas de sistemas” evoca individuos (y sociólogos) que descifran hasta el infinito una naturaleza y una cultura que en definitiva nada puede decirnos, salvo que ellas mismas son códigos o criptogramas. En Levi Strauss, la función metalingüística del lenguaje tiende a hacer desaparecer la función referencial.
El segundo punto que suscita problemas en el enfoque estructuralista es la relación entre el nivel de análisis sincrónico y el nivel de análisis diacrónico. Según la expresión utilizada por Levi Strauss, quien abordo esta cuestión en el pensamiento salvaje, es la “lucha constante entre la historia y el sistema”. Tal vez las sociedades primitivas, objetos de estudio del etnólogo, sean privilegiadas para el estructuralista porque son “sin historia” o “sin escritura”; pero el mismo Lévi Strauss comprueba que la historia y la escritura, es decir, la historicidad y las formas de gestión burocráticas propias de Occidente, confluyen a veces, drásticamente, con las sociedades que el etnólogo observa en la inmovilidad sincrónica.
El concepto de institución es criticado tanto en su extensión como en su comprensión. Reconozcamos que la doble crítica de Gurvitch tiene algún fundamento. Gurvitch se equivoca al acusar al concepto mismo, en lugar de cuestionar las teorías o seudoteorías que son las responsables de su mal uso, así como del mal uso de muchos otros conceptos. Decir que el concepto es demasiado estrecho constituye una crítica mejor fundamentada. En efecto, se lo ha utilizado cada vez con mayor frecuencia para designar lo que, siguiendo a otros autores, he llamado lo instituido, la cosa establecida, las normas vigentes, el estado del hecho confundido con el estado de derecho. Por el contrario, se ha ocultado cada vez más lo instituyente, que Gurvitch designa mediante una serie de fórmulas aproximadas, tales como “conductas efervescentes”,“revolucionarias”.
Aquí aparece con claridad la connotación política de las teorías sociológicas. A fuerza de vaciar el concepto de institución de una de sus instancias primitivas (instituir en el sentido de fundar, crear, romper con un orden antiguo y crear uno nuevo), la sociología terminó por identificar la institución con el orden establecido. No es casual que, en el momento en que ese orden aparece ante capas sociales instituyentes como únicamente represivo, la palabra institución parezca designar solo a lo instituido. De este error teórico, que los revolucionarios cometen con frecuencia, es responsable la sociología de los últimos cincuenta años. Uno de los objetivos de este estudio consiste en restituir al concepto de institución su significado dinámico.
Gurvitch no se contenta con denunciar el concepto de institución: critica igualmente las relaciones, a su criterio confusas, que este concepto mantiene con el concepto de estructura. En esta perspectiva, Parsons es el blanco preferido.
En Parsons, la reducción del concepto institución a la instancia de lo instituido es muy notable. Asigna un lugar importante a la noción de institucionalización, pero no lo hace para conferir una significación dinámica al concepto, sino para designar los procesos de integración, de interiorización de las normas o modelos sociales por los individuos. La institucionalización no es la actividad social instituyente desplegada por los miembros de la sociedad, por los usuarios de las instituciones: consiste en la acción integradora de la sociedad, de las instituciones y de la ideología dominante, respecto de los individuos.
Este “esquema conceptual” permite entonces definir el concepto de institución: “en la medida en que un conjunto de estos roles posee un significado estratégico para el sistema social, puede llamarse institución al complejo de reglas que define su comportamiento esperado”. En este sentido -concluye Parsons- las estructuras institucionales son el elemento fundamental dentro de la estructura del sistema social. Ellas constituyen cristalizaciones relativamente estables de las fuerzas del comportamiento, a tal punto que la acción puede regularse de manera, de hacerse compatible con las exigencias funcionales de una sociedad”.
La última observación de Parsons indica los límites de su “estructural-funcionalismo”: de hecho, el análisis en términos de estructuras desemboca en un análisis en términos de función. Las “exigencias funcionales de la sociedad” son el punto ciego de la teoría de la acción: consideradas como un dato, aparecen como las verdaderas instituciones, la cosa instituida, la necesidad natural de la cual derivan “naturalmente” las estructuras institucionales, los sistemas de roles o “roles institucionalizados”.
Gurvitch rechaza entonces el concepto de institución a través de su utilización por la sociología norteamericana. Polisémica, equívoca, problemática: así aparece la institución al finalizar esta revisión de las variaciones del concepto en los diferentes sistemas de referencia donde se lo encuentra utilizado.
· La polisemia: desde la filosofía del derecho hasta los más recientes desarrollos de la sociología, la polisemia del concepto de institución es evidente. Cuando la institución posee un aparato jurídico, la filosofía del derecho se esfuerza -siguiendo siempre a Hegel, pero asimismo en la corriente de la escuela tradicionalista- en sacar a la luz la universalidad de las formas singulares de jurisprudencia y de legislación. Con ello contribuye en gran medida a mitificar el problema de la institución.
Las diversas tendencias sociológicas que ponen la institución en el centro de su pensamiento presentan más o menos las mismas características que la filosofía del derecho. Sin embargo, sociólogos y etnólogos suelen atenerse al momento de la particularidad, valorizado a veces a tal punto que la institución termina por no ser más que una modalidad psicológica: la interiorización de las normas.
El nivel de análisis sincrónico que privilegia a los conceptos de estructura y de función es confrontado con el nivel del análisis histórico. Las instituciones ya no aparecen como invariantes sociales, receptáculos de la racionalidad y del consenso, sino como formas singulares aprendidas en las relaciones de fuerza, las relaciones de clases, las relaciones de producción.
· El equívoco: como se comprende a partir de las observaciones anteriores, el equívoco del concepto institución reside en el hecho de que se designa alternativa o simultáneamente lo instituido o lo instituyente. Para la ideología dominante, formada en gran parte por una vulgarización del derecho y de la filosofía del derecho, la institución es la cosa establecida, lo instituido. En lo que hace a la teoría marxista -que se rebela contra la ideología dominante y el derecho- suele ocurrir lo mismo: esto explica la desconfianza y, por último, el rechazo hacia el concepto de institución, acusado de servir de “fachada”, de “mascara” ideológica a la realidad de las relaciones de producción. Al igual que el signo, la institución no es univoca, salvo en determinadas circunstancias en las que aparece como únicamente permisiva o como únicamente represiva. Por ejemplo: un sindicato no es solamente una burocracia represiva.
· La problemática: el concepto de institución es además problemático; esto significa que la institución casi nunca se ofrece de manera inmediata a la observación, o al estudio inductivo. Presente-ausente, la institución emite mensajes falsos directos mediante su ideología, y mensajes verdaderos en código mediante su tipo de organización. No se confunde con los objetos reales que designa en la ideología corriente o en el vocabulario jurídico-sociológico. Mientras que el etnólogo y el sociólogo generalizan una serie de observaciones para inducir la existencia de tal o cual institución (por ejemplo, la prohibición del incesto, o la Kula, o el potlach), el análisis institucional debe captar la acción social de su dinamismo y, sin prejuzgar acerca del sistema institucional existente, tratar de poner en evidencia donde está la institución existente tratar de poner en evidencia dónde está la institución, es decir, las relaciones entre la racionalidad establecida (reglas, formas sociales, códigos) y los acontecimientos desarrollados, movimientos sociales que se apoya implícita o explícitamente en la racionalidad establecida y/o la cuestionan.
3. Hacia la intervención socioanálitica (capitulo 7)
a. La situación analítica.
La psicoterapia y la pedagogía son los dos sectores más avanzados de la investigación y de la experimentación en análisis institucional. La psicosociología y el psicoanálisis manifiestan ciertas preocupaciones, ciertas direcciones de investigación que convergen con las teorías institucionales de los psiquiatras y pedagogos. 
Hay que tratar de definir las condiciones teóricas de la intervención socioanalítica. En segundo lugar, se intentará delimitar las condiciones prácticas de la intervención socioanalítica. Por condiciones prácticas entendemos, por un lado, todo aquello determina el lugar del analista (individual o colectivo) en la situación de intervención, el estudio del puesto de trabajo analítico; y, por otro lado, la técnica de investigación, es decir, la aplicación concreta de los datos teóricos contenidos en el método.
El análisis institucional engloba por ahora un método de conocimiento inductivo, que se sitúa junto al análisis	 funcional, estructural, y estructural-funcional, y junto a diversos modos de análisis económicos, políticos, etc.; también engloba, más específicamente, un modo de análisis en situación más cercano a la terapia psicoanalítica. En el primer caso, se trata de un análisis de gabinete, inspirado más o menos directamente en intervenciones o investigaciones de campo. En el segundo caso, es una intervención institucional analizada como tal. No separemos el análisis de la intervención, para señalar bien que el sistema de referencia del análisis institucional está determinado estrictamentepor la presencia física de los analistas en cuanto actores sociales en una situación social, y por la presencia material de todo el contexto institucional. ¿Qué es lo que permite constituir una situación analítica?
i. Una hipótesis: mediante un análisis en situación es posible descifrar las relaciones que los grupos y los individuos mantienen con las instituciones. Mas allá de las racionalizaciones ideológicas, jurídicas, sociológicas, económicas o políticas, la dilucidación de estas relaciones pone de relieve que el vínculo social es, ante todo, un acondicionamiento del no saber de los actores respecto a la organización social.
ii. Los instrumentos de análisis: Residen en un conjunto de conceptos articulados como sistema de referencia del análisis institucional:
a. Segmentaridad: La unidad positiva de todo agrupamiento social se apoya en un consenso en una regla exterior al grupo, o en ambos a la vez. El consenso puede ser en el sentido común, el de la solidaridad “mecánica” u “orgánica”, el de la creencia común, etc. El reglamento puede estar más o menos interiorizado o ser vivido como coerción pura, según se trata de un reglamento elaborado por la colectividad o aceptado por ella, o también impuesto por una parte de esa colectividad. En el extremo opuesto a esta visión ideológica, la acentuación de las particularidades de los individuos que componen el agrupamiento produce la negación, a veces absoluta, de la idea misma de la comunidad. La unidad positiva del grupo, de la organización, de la colectividad étnica o política, es destruida por el peso de la negatividad cuando esta última toma la forma del individualismo o del nihilismo, cuando se consideran irreductibles los intereses o las características individuales. Los individuos no deciden en abstracto vivir o trabajar juntos, pero sus sistemas de pertenencia y sus referencias a numerosos agrupamientos actúan de tal modo, que pueden constituirse nuevos agrupamientos, agregándose así a los sistemas de pertenencia y de referencia ya-ahí que al mismo tiempo niegan en diversos grados, puesto que los sistemas de pertenencia y de referencia anteriores entrañan, en general, oposiciones y criterios exclusivos, los cuales, sin embargo, son obligados a fundirse en la multitud de diferencias.
b. Transversalidad: la ideología grupista (en los pequeños grupos) o comunitaria (en las grandes formaciones sociales como el partido, la iglesia, la nación, etc.) tiende a construir la imagen ideal del grupo mono segmentario, de la coherencia absoluta producida por una pertenencia única y omnipotente, que relega al segundo plano las demás. El “grupo” (cualquiera que sea su volumen y su historia) se contempla narcisiticamente en el espejo de la unidad positiva, excluyendo a los desviantes, aterrorizando a aquellos de sus miembros que abrigan tendencias centrífugas, condenando y a veces combatiendo a los individuos y grupos que evolucionan en sus fronteras. Un segundo caso grupo-objeto está constituido, a la inversa, por los agrupamientos que no se reconocen a sí mismos ninguna existencia efectiva, fuera de la que les confiere instituciones o agrupamientos exteriores a los que se asigna la misión de producir las normas indispensables para el grupo-objeto, y de controlar y sancionar el respeto hacia esas normas exteriores. La transversalidad fundamento de la acción instituyente de los agrupamientos, en la medida en que toda acción colectiva exige un enfoque dialectico de la autonomía del agrupamiento y de los límites objetivos de esa autonomía. La transversalidad reside en saber y en él no saber del agrupamiento acerca de su polisegmentaridad. Es la condición indispensable para pasar del grupo-objeto al grupo-sujeto.
c. Distancia institucional: el grupo tipo “secta” mantiene, a fuerza de terror o de autismo, una distancia entre él y la acción de las instituciones; procura eludir el control de estas y desdeña las posibilidades que ellas ofrecen para la acción social. Por el contrario, el grupo tipo opuesto a la secta (digamos, el grupo-objeto B) identifica en demasía su acción, su funcionamiento y hasta su existencia, con la influencia de las instituciones: entre estas y el grupo-objeto A, la distancia pretende ser infinita; entre estas y el grupo-objeto A, la distancia pretende ser nula. Objetivamente, tanto el “proyecto” paranoico del grupo-objeto A como el “proyecto” depresivo del grupo-objeto B manifiestan una aceptación del vacío social, del alejamiento cada vez más considerable con respecto a las bases racionales de la acción. Por último, también debe tenerse en cuenta la subjetividad cuando se trata de las evaluaciones de un “cliente” con respecto a la distancia institucional de los agentes de quienes depende su existencia.
d. Distancia práctica: Max Weber vincula dos hechos fundamentales para la comprensión del análisis institucional: por un lado, el alejamiento creciente con respecto a la base racional de las normas institucionales; por otro, el alejamiento creciente con respecto a las bases racionales de la técnica. Como lo sugiere Malinowski, no hay sin sustrato material: paradójicamente, la antropología cultural confluye aquí con la teoría marxista y la crítica marxista del derecho. El momento de la singularidad del concepto de institución tiene como contenido, no solamente la organización en el sentido de sistema de decisión y de poder, sino también la organización material, el componente tecnológico y el entorno físico. Los dos sectores donde hizo su aparición el análisis institucional están particularmente marcados por la inextricable mezcla entre lo económico y lo simbólico en su sustrato material. La psicoterapia institucional nació de una rebelión contra las técnicas somáticas utilizadas en las terapias tradicionales
e. Implicación institucional: el conjunto de relaciones, conscientes o no, que existen entre el actor y el sistema institucional. La segmentaridad y la transversalidad actúan en el sentido de especificar y modificar las implicaciones de cada uno de ellos, mientras que la ideología procura uniformarlos
f. Implicancia práctica: Indica las relaciones reales que este mantiene con lo que antes se denominó la base material de las instituciones. La implicación institucional y la práctica abarcan muchos niveles. Adoptando los conceptos de Henri Lefebvre aplica “el análisis dimensional”, distinguiremos:
i. La implicación sintagmática: es la implicación inmediata que caracteriza la práctica de los grupos, “la articulación de los datos disponibles para la acción” (Lefebvre). Estos sintagmas sociales, que son los grupos efímeros o permanentes, pequeños o grandes, nos presentan las relaciones interpersonales. La dimensión grupal es importante, pero no se la debe aislar; no constituye el referencial del análisis. En los fenómenos grupales, debe verse la manifestación de la instancia negativa de la institución.
ii. La implicación paradigmática: es la implicación mediatizada por el saber y por el no saber acerca de lo que es posible hacer y pensar.
iii. La implicación simbólica: es la implicación que más se expresa y menos se piensa. Es el lugar donde todos los materiales gracias a los cuales la sociedad se articula dicen, además de su función, otra cosa: la sociedad misma, el vínculo social, el hecho de vivir juntos, entenderse, enfrentarse.
g. La transferencia institucional: este concepto es tomado de la psicoterapia institucional, no significa tanto una especie de colectivización y exposición de la transferencia como una nueva concepción del análisis en cuanto a la intervención institucional, y del analista en cuanto actor social que implanta en una situación social. Decir que la estructura de la organización, y ya no solamente determinado individuo que ocupa un lugar singular dentro de la estructura (el patrón, el médico, el analista), es objeto de transferencia por todas las personas vinculadas con esa organización, significa de hecho reconocer como algo esencial en la vida de la organización la existencia de una implicación diversificada, segúnla clasificación antes propuesta. Mientras el análisis permanece en la etapa de decodificación de las implicaciones paradigmática y sintagmática, el contenido de la transferencia es, sobre todo, el de la demanda o el requerimiento de intervención. La implicación sintagmática apunta al momento de lo imaginario (fantasía del grupo); la implicación pragmática concierne al momento de lo real.
b. La contratransferencia institucional del analista.
El concepto de provocación emocional utilizado en psicología social se aplica al analista, a desviantes o a dirigentes capaces de revelar del grupo a sí mismo mediante una especie de acting-out controlado, que puede ir del cuestionamiento radical a la manipulación afectiva. Tanto el campo de intervención como el campo de análisis de este tipo de provocación son siempre el pequeño grupo. En el caso de la crisis real o potencial desencadenada por la institución del análisis institucional, hablaremos de provocación institucional, en una primera acepción, para designar el desplazamiento de lo instituido por parte de la acción instituyente del analista.
Intervenir, dice el diccionario, es “tomar parte en un debate ya entablado entre otras personas”. El gran problema para el interviniente se llame sociólogo, psicólogo, socioanalista, asesor, experto, etc., reside en comprender que interviene en un sistema de valores y modelos culturales de los clientes, será percibido a la vez como médico y como intruso.
Esto expresa la dificultad que se experimenta para captar el lugar del analista en la división del trabajo. Para que haya situación analítica (seminario o sesión, según se acentúe la formación o la intervención), hace falta, por un lado, una demanda de la organización o de la colectividad-clientes; por otro lado, es necesario que en el mercado haya existencia de analistas y organizaciones	de analistas. La demanda (difusa o precisa) se referirá a determinado tipo de intervención (sociológica, psicológica, económica) y después a determinado método de análisis. Por último, en función de la imagen proporcionada en el mercado, la elección señalará determinado analista o determinado equipo dependiente de una organización de analistas.
De estas comprobaciones triviales, se desprenden conclusiones que contribuyen a establecer la regla fundamental del analista:
I. El analista, cuya función consiste en inmiscuirse en una división del trabajo ya-ahí, instituida entre los miembros de una colectividad-cliente, ve su puesto de trabajo definido en cuanto a su contenido y delimitado en cuanto a sus prerrogativas mediante la demanda de intervención, en el momento en que ésta se convierte en requisito y contrato de intervención. El saber operativo que el analista posee o se le atribuye cumple un papel relativamente débil en el establecimiento de los criterios ergonómicos del análisis. El saber particular del analista no llega a pesar decisivamente en el establecimiento de sus criterios ergonómicos hasta que dicho analista se convierte en empleado permanente de la organización. Desde ese momento, ya no altera (salvo al comienzo) la división del trabajo instituida. Su trabajo queda institucionalizado y entra en relaciones directas con todos los demás puestos de trabajos que coadyuvan a las finalidades de la organización.
II. En el desplazamiento de la división técnica y social del trabajo que el análisis introduce, la mediación más expresiva y, al mismo tiempo, la más oculta, es la relación financiera que establece el analista con la organización-cliente. No es insólito que esta cuestión de los honorarios sea ignorada por una parte del grupo-cliente, y/o considerada como no significante en la intervención. Lo más grave seria, por fin, que el analista mismo descuidara, subestimara o se negara a tener en cuenta este material del análisis o tecnificara el problema reduciéndolo a una discusión cuantitativa sobre las tarifas de las organizaciones competidoras.
III. El análisis es una institución: esto significa que el recurso a los analistas como intervinientes externos, efímeros o periódicos, y pagos, es legitimado por el reconocimiento de cierto consenso y de cierta reglamentación respecto de este intruso, de este provocador institucional que es el analista. La institución del analista en intervención tiene su universalidad; el socioanalista, al igual que el psicosociólogo o el sociólogo de las organizaciones, entra en la categoría general de los “expertos” a quienes se recurre en el nivel de las colectividades (economista, médico del trabajo, etc.). La particularidad del socioanalista y de las profesiones que le son más afines consiste en actuar en un campo de análisis sociológico o psicosociológico. Por último, la singularidad de la institución analítica reside en el hecho de que aquel sólo puede ejercer verdaderamente su actividad en situación de intervención.
IV. Lo que interviene en la situación analítica, lo que se analiza el campo delimitado por la demanda del cliente y por los conceptos del analista, no es una palabra aislada, científicamente legitimada por el saber o los títulos; es, en primer término, la dilucidación de las relaciones establecidas entre los clientes y sus respectivas instituciones, entre los clientes y el analista y, por último, entre el analista y las instituciones. Si bien las dos primeras relaciones conciernen a la transferencia institucional, la tercera no es la única referida al analista. La segunda de estas relaciones también lo alcanza, ya que, si los clientes “transfieren” a él, a su vez “transfiere” a los clientes. Se advierte entonces que la contratransferencia institucional resulta de dilucidar:
a) La respuesta que da el analista a los clientes en función de diferenciadores del “trabajador colectivo” según status, edades, sexo, razas, etc.
b) La respuesta que da el analista a la organización cliente como institución, inscripta en un sistema singular de instituciones.
c) La respuesta que da el analista a las transferencias de su propia organización analítica, o de la organización que “cubre” su equipo desde el punto de vista deontológico y/o desde el punto de vista metodológico e ideológico.
La dilucidación de estas diferentes relaciones transferenciales y contratransferenciales es la que más falta en intervenciones inspiradas por la sociología de las organizaciones y aun, algunas veces, por intervenciones psicosociológicas. En el primer caso, se toma la provocación institucional como un fin en sí, en nombre de cierto irracionalismo y hasta cierto nihilismo.
En el segundo caso, donde la ideología reformista solicita la intervención de manera ciega, no explicitada, la provocación institucional es rechazada en nombre de un racionalismo que, sin embargo, se sabe “limitado” y “subjetivo”. El medio de evitar ambos tipos de errores consiste en adoptar como regla fundamental de la intervención el análisis permanente de la demanda, término en el cual se incluye tanto el requerimiento explícito del staff (cliente como la demanda difusa y contradictoria del grupo-cliente y la demanda implícita del analista. De este modo, el campo de análisis abarca el conjunto de los conceptos propuestos hasta aquí: segmentaridad, transversalidad, distancia institucional, distancia práctica, implicación práctica, implicación sintagmática, implicación paradigmática, implicación simbólica, transferencia institucional y contratrasferencia institucional.
c. El analizador.
Tomemos una organización política fuertemente centralizada. En primer lugar, una dilucidación permanente de la contratransferencia institucional, destinada a esclarecer las implicaciones diversas de los analistas con respecto a la ideología de la organización; en segundo lugar, una escucha particularmente fina de todo lo que concierne, no a los mensajes explícitos del ritualismo ideológico, sino a todos los mensajes en “código”.
A veces, en período de crisis de la organización, el aparato utiliza la función metalingüística que es privilegio de los “responsables” del dogma y de la interpretación. Se trata entoncesde recordar a los miembros de la organización las exigencias más vitales del aparato: a disciplina absoluta adoptada del ejército, la institución más autoritaria y, al mismo tiempo, más agonística.
Se pueden distinguir tres tipos de desviantes, cuya importancia varía según el volumen, la forma y las funciones de la organización. El tipo más habitual es el desviante ideológico, que emite dudas sobre las finalidades y la estrategia general de la organización, intentando agrupar a otros heresiarcas ideológicos. Constituye el segundo tipo del desviante libidinal, que ocupa demasiado lugar en la estructura libidinal del grupo y con su sola presencia, arroja dudas sobre la seriedad de la ideología o de la organización. El tercer tipo es precisamente el desviante organizacional, que ataca de frente (y ya no por intermedio de desacuerdos teóricos o de comportamientos físicos ansiógenos) el punto donde los problemas puramente prácticos y materiales confluyen con las cuestiones teóricas: la organización.
La intervención debería considerar el desviacionamiento organizacional como el más importante, por ser el más temido. Se denominará analizador a lo que permite revelar la estructura de la institución, provocarla, obligarla a hablar. Provocación institucional, acting-out institucional; por el hecho de remitir a sistemas de referencia psicosociológicos (provocación emocional) o psicoanalíticos (acting-out), estas expresiones sugieren tal vez que el análisis institucional menosprecia los elementos patológicos y tiende a querer “manipularlos”. Esta percepción es incorrecta. En efecto, no hay que asimilar el analizador o los analizadores a uno o varios individuos que servirían de “cómplices” del analista. En cambio, es cierto que el acting-out (el “pasaje al acto”) institucional supone un pasaje a la palabra (una provocación, en el sentido primario del término), y por consiguiente exige la mediación de individuos particulares, a quienes su situación en la organización permite alcanzar la singularidad de “provocadores”.
Los individuos “analizadores” casi nunca surgen ex abrupto, como meras encarnaciones de la negatividad. Se manifiestan poco a poco en una relación de oposición y/o complementariedad, como “lideres” competitivos o rivales. Es así como el desviante libidinal no se manifiesta sino en el cuestionamiento difuso y a menudo silencioso de la ideología del grupo-cliente, cuando este último se constituye como grupo-objeto, identificando ideológicamente sus finalidades con la finalidad de la institución o de las instituciones más influyentes en el grupo. Frente al desviante libidinal surge con frecuencia un desviante organizacional que asume el cuestionamiento de la organización de la sesión analítica, del funcionamiento y de la ideología del grupo aquí y ahora, así como del sistema de poder de la organización reproducido de manera inconfesa en el grupo-cliente. La intervención del desviante organizacional como analizador es más racional que afectiva, aunque fácilmente parezca más apasionada. El grupo-objeto se caracteriza por defenderse de los analizadores, reduciendo todos los tipos de desviación a la desviación ideológica.
Conviene señalar que los tres tipos de desviantes o líderes “analizadores de la situación institucional entran en una dialéctica que corresponde a los tres momentos del concepto institución.
· Momento de la universalidad. Desviación ideológica.
· Momento de la particularidad. Desviación libidinal.
· Momento de la singularidad. Desviación organizacional.
¿Cuáles son las relaciones entre liderazgo y desviación? A la dialéctica del líder y del desviante corresponde el hecho de que un líder en función parece reclamar un desviante, el cual es un líder en potencia, en la medida en que uno y otro no hacen más que expresar, en el nivel más visible y dramático, el juego de los diferentes momentos articulados en el concepto de institución.
La presencia simultanea o sucesiva de este tipo de líder o de desviante evoca la importancia que tiene, en el análisis, todo elemento presente-ausente, es decir, que actúe por oposición al elemento presente.
Habrá que preguntarse también como se articulan y oponen normas sociales y materialidad en el tiempo de trabajo y fuera de él: dicho de otro modo, cómo la institución “recupera” constantemente las mil evasiones del vínculo social que se producen en la parte más débil de la estructura social, allí donde lo práctico-inerte sólo entra en contacto con la seriedad y donde el trabajador, ergonómicamente definido y controlado, no puede “dialogar” sino con los mensajes fálicos de la maquina y con cadencias impuestas. Las relaciones entre institución e ideología deben ser completadas mediante un estudio de las relaciones entre institución y tecnología.
“Psicología social de las organizaciones”. Schvarstein.
1. ¿Psicología social de o en las organizaciones?
En el libro “el proceso grupal”, E. Pichón Rivière define esta disciplina de variadas maneras:
· Disciplina que aborda la relación entre estructura social y configuración del mundo interno del sujeto y si indignación se centra en la interacción.
· Estudia los vínculos interpersonales y otras formas de interacción.
Es posible definir entonces una psicología social en las organizaciones, cuyo objeto es la indagación de las interacciones entre individuos, en este ámbito especifico y sus efectos sobre la configuración del mundo interno de cada uno de ellos.
Psicología social en las organizaciones es, por lo tanto, pensar en los individuos, producidos por ellas y productores de ellas.
Una piscología social de las organizaciones tiene por objeto, entonces, el estudio de las organizaciones como dominios fenoménicos de interacciones específicas.
2. Organizaciones e instituciones.
I. Las instituciones.
Se definen las instituciones como aquellos cuerpos normativos jurídico-culturales compuestos de ideas, valores, creencias, leyes que determinan las formas de intercambio social.
Así, la sexualidad, vejez, trabajo, salario, tiempo libre, justicia, religión son instituciones universales que se particularizan en cada sociedad y en cada momento histórico.
Lo instituido es aquello que está establecido, el conjunto de normas y valores dominantes, así como el sistema de roles que constituye el sostén de todo orden social.
Por el contrario, para entender la dinámica del cambio social, es necesario reconocer la presencia de una fuerza instituyente, constituida como protesta o negación de lo instituido.
El cambio social resulta de la dialéctica que se establece entre lo instituido y lo instituyente. La fuerza instituyente que triunfa se instituye, y en ese mismo momento, por el simple efecto de su afirmación y consolidación, se transforma en instituido y convoca a su instituyente.
II. Las organizaciones.
Algunas definiciones de organización son:
· “Unidades socialmente construidas para él logra de fines específicos”.
· “Disposición de relaciones entre componentes o individuos que produce una unidad compleja o sistemas, dotado de cualidades desconocidas en el nivel de los componentes o individuos”.
Son establecimientos tales como escuelas, fábricas, hospitales a los cuales se asigna en general una finalidad determinada por una o más de las instituciones.
Las organizaciones están entonces atravesadas por muchas instituciones que determinan “verticalmente” aspectos de las interacciones sociales que allí se establecen. Este es el concepto de atravesamiento.
Las organizaciones son unidades compuestas, definiendo como tales a aquellas en las que nos interesa distinguir sus componentes.
Entre estas partes componentes nos interesan fundamentalmente las interacciones que se establecen entre los sujetos.
Finalmente subraya el carácter de construcción social que presentan las organizaciones. En efecto, las organizaciones, aun en su carácter de establecimiento son lugares “virtuales” que no existen más allá de la percepción que de ellas tiene un observador. Estos valores corresponden a la categoría de preceptos.
Estamos frente a un concepto cultural,convencional, existente a través de la construcción que de él se hace y que, como toda descripción, existe en el lenguaje. Una organización es un conjunto ordenado y estructurado de perceptos, una imagen perceptiva.
III. La relación institución organización.
No se trata de una relación unidireccional, sino de determinación reciproca. Las organizaciones, en un tiempo y en un lugar determinados, materializan el orden social que establecen las instituciones.
Las instituciones atraviesan las organizaciones y los grupos. En este atravesamiento institucional el que permite comprender cómo determinados modos de hacer y de pensar se producen y se reproducen en una sociedad.
La noción de atravesamiento implica la inexistencia de barreras entre instituciones y organizaciones. Esta dimensión vertical impone límites y condiciona la capacidad de la organización de darse sus propias normas, o sea, relativiza su autonomía.
Se llama transversalidad a la existencia de orden horizontal en las organizaciones, posibilitado por la existencia de las propias coherencias internas.
Cuanto mayor sea la identidad-construcción, mayor será la significación de esta transversalidad y más fácil nos será reconocer estar frente a una organización-sujeto.
3. Organizaciones y grupos.
I. Los grupos.
“Un grupo es un conjunto restringido de personas que, ligadas por una constante de tiempo y espacio y articulados por su mutua representación interna, se proponen de forma explícita o implícita una tarea que constituye su finalidad, interactuando a través de complejos mecanismos de asunción y adjudicación de roles” (Pichón Rivère).
Un grupo es un holón, o sea un conjunto de partes que funcionan como parte de un conjunto más amplio. La existencia del grupo se debe a la organización.
Los fenómenos grupales, entonces, no son sólo resultados de la dinámica interna de los grupos, sino que las instituciones que los atraviesan y la organización en la que existen son también determinantes de las relaciones que los constituyen.
De este modo, el “afuera” organizacional y el “adentro” grupal se relativizan y permiten pensar en otra lectura de los acontecimientos grupales, estos son, el develamiento de la trama organizacional que se desarrolla en los procesos grupales.
II. Grupos-objeto y grupos-sujeto en la organización.
Cuando el atravesamiento de la organización sobre el grupo adquiere características absolutas, este último se transforma en una serie, una forma de lo colectivo definida por Sartre, cuya unidad le es exterior, cuyos principios organizadores son extremos.
Este es el grupo-objeto, sobredeterminado por la dimensión vertical de la organización, que puede ser concebido como un mero efector de sus finalidades.
Serie y grupo-objeto no son lo mismo, pero tienden a asemejarse. Este grupo es básicamente reproductor del orden establecido, es una materialización de lo instituido.
En cambio, cuando la dimensión vertical de la organización en el grupo puede añadir una referencia horizontal a sus propias coherencias internas, nos encontramos ante un grupo-sujeto.
Lo que permite caracterizar a un grupo-sujeto es su capacidad instituyente, la posibilidad de modificar y ser modificado por la organización a la que pertenece.
El sujeto podrá exhibir entonces su propia dialéctica, producido-productor, lo que enriquecerá su capacidad de aprendizaje y de adaptación activa a la realidad.
III. La relación grupo-organización.
Según las características de sus integrantes, la organización a la que pertenecen y de la situación por la que atraviesan, los grupos presentarán alternativamente alguna de las siguientes tendencias:
· Tendencia a la autonomía: constituye al grupo en una modalidad auto afirmativa. Lo centra en sus propios procesos de producción. Subordina la relación con la organización a la satisfacción de sus coherencias internas.
· Tendencia a la integración: el grupo considera su quehacer a la luz de la pertenencia de la organización. Tal circunstancia se da no sólo por determinaciones externas, sino finalmente por su propia convicción.
En cuanto a la organización, Foucault, plantea que:
· Se trata de un juego de relaciones desigualitarias y móviles, que no están en mera posición de superestructura, sino que allí, donde actúan, tienen un rol productor.
· Allí donde hay poder, hay resistencias debido a su carácter vincular.
· No hay una sujeción estable. El juego de las relaciones de poder se encuentra modificado por su ejercicio mismo.
· Existe una relación de retroalimentación positiva entre poder y saber.
4. El sujeto
En cuanto al sujeto entra en una organización, le espera allí un rol determinado por ella. Pero entra con una historia personal, familiar y organizacional que condiciona la modalidad de asunción de dicho rol.
Las organizaciones son en esta sociedad fuertemente prescriptivas: sus modos de adjudicación restringen mucho los grados de libertad que los individuos tienen para asumir sus roles de manera diferente de la adjudicada.
Hay además sujetos que, por su historia personal, por sus aprestamientos, son muy permeables a las imposiciones provenientes del mundo externo. Otros, por el contrario, se dejan consciente o inconscientemente muy poco espacio para percibir las señales que provienen de su contexto.
I. Lo disposicional.
Desde la teoría de la enfermedad única (Pichón Rivère) existe en cada sujeto un núcleo básico, siendo las distintas estructuras del sujeto, sanas o patológicas, modos de resolución de dicha situación nuclear.
El modo como desde esta perspectiva un individuo asuma el rol prescripto por la organización dependerá del aquí y ahora organizacional (situación/factor actual) y de la disposición del sujeto (factor disposicional).
Los procesos inconscientes se ubican en el vértice sujeto e impactan sobre la organización, por vía del impacto en otros sujetos o grupos.
Otros enfoques postulan la existencia de un inconsciente organizacional, de una fantasmática que opera de manera inconsciente sobre la conducta del sujeto; en mi enfoque, siguiendo a Pichón Rivère, resulta pertinente admitir el impacto de un inconsciente sobre el de otros sujetos dentro de un grupo, los modos como estos fantasmas interactúan o uno de ellos se impone sobre el resto (resonancia fantasmática) pero refiriendo siempre a procesos inconscientes inscriptos en una trama vincular intersubjetiva.
II. Procesos transferenciales.
La transferencia es la actualización de deseos inconscientes sobre ciertos objetos en el marco de la relación establecida con ellos. Freud descubre que lo que se revive en la transferencia es la relación del sujeto con las figuras parentales.
Los procesos transferenciales inducen al sujeto a adjudicar roles inscriptos en su mundo interno, lo que incide en el modo como a su vez asume sus roles. Es por ello que se dice que toda asunción de roles implica a su vez a adjudicaciones.
EJE I:
Psicología institucional: las instituciones y lo institucional
2
La implicación. Luces y sombras del concepto lourauniano (Acevedo)
La implicación, aclara Loureau, no es ni buena ni mala, simplemente existe. No se trata de eliminarla sino de poder analizarla, y ese es el desafío profesional y ético para todo investigador o analista institucional. El intelectual “implicado” se define al mismo tiempo por la voluntad subjetiva de analizar a fondo las implicaciones de sus pertenencias y referencias institucionales, y por el carácter objetivo de ese conjunto de determinaciones. Estar implicado es admitir finalmente que soy objetivado por lo que pretendo objetivar: fenómenos, acontecimientos, grupos, ideas, etc.
Implicación no es sinónimo de compromiso. “El intelectual implicado” al que se refiere Loureau, no es el “intelectual comprometido” de Sartre, aquel que se define por su adhesión consciente a la doctrina o a una causa. El abstenerse de participar puede, por el contrario, revelar el alto grado de implicación ideológica de aquellos que, fuertemente comprometidos con los mecanismos de la democracia, deciden no obstante renunciar a su derecho al votopor considerar su participación en el acto eleccionario se ha vuelto un juego engañoso. O la implicación institucional de estos otros que, al ser llamados a exponer sus ideas dentro de una organización, optan por negarse, no por desinterés ni por temor a las consecuencias, sino porque sabe que su opinión no tendrá ningún efecto en las decisiones y, por lo tanto, prefieren dejar al descubierto la parodia pseudo-participacionista de la que se pretende hacerlos cómplices.
La implicación no es algo que ofertamos o sustraemos a voluntad, viene con nosotros en tanto sujetos sociohistóricos y políticos, y es activada por el encuentro con el objeto. Lo deseamos o no estamos involucrados intelectual y afectivamente, sujetos a una particular manera de percibir, pensar, sentir en razón de nuestra pertenencia a una determinada familia, a una cierta clase social como miembros de una comunidad religiosa, como partidarios de una corriente política, como profesionales de tal o cual disciplina, y esas implicaciones condicionaran nuestros juicios y nuestras decisiones.
La implicación no es un concepto (como circulo, triangulo, etc.) que tiene un sentido único y fijo, es una noción, y como tal su polisemia es mucho más amplia e imprecisa. Las nociones se caracterizan porque existen de ellas diferentes acepciones según el campo del que provengan, y además su significación varia a lo largo de las épocas. Dice Ardoino: “el problema no es saber cuál es el buen sentido, sino familiarizarse con todos los sentidos, y comprender que la realidad de una noción es extraordinariamente amplia, vasta y que, además, ninguna noción puede ser comprendida o representada aisladamente. Cada término remite a otro gran número de términos con los que está en interacción…” forma parte de una constelación de nociones interrelacionadas.
Revisando entonces las diferentes acepciones del término vemos que el mismo es utilizado en tres campos distintos:
1. El derecho penal: donde se dice que un individuo “está implicado” en un hecho delictivo, es decir, ha sido inculpado por la justicia por transgredir de la ley. En este caso es de destacar que la implicación designa un fenómeno al que el individuo queda pasivamente sometido.
2. El campo lógico matemático: en el cual cuando se dice que un término (A) implica a otro (B), se está señalando que el segundo este contenido en el primero, o que primero conduce al segundo. Se trata de una relación lógica que, por ende, tampoco supone la idea de voluntad.
3. El psicológico: aquí la idea de la implicación es la de aquello por lo que nos sentimos adheridos, arraigados a algo a lo cual no queremos renunciar.
Mientras que Loureau distingue dos grandes categorías de implicaciones, la implicación institucional a la que define como “conjunto de relaciones, conscientes o no, que existen entre el actor y el sistema institucional”, y la implicación práctica que “indica las relaciones reales que este (actor) mantiene con lo que antes se denominó la base material de las instituciones”, Ardoino nos habla de implicación libidinal y de implicación social o institucional”.
La primera estaría dada por la estructura al mismo tiempo racional e inconsciente que, determina su forma de observar al mundo y a los otros, sus comportamientos en relación a esas realidades, y su singular manera de ejercer una práctica. En la segunda categoría, ubica los determinantes culturales en general, y en particular, la clase social de origen.
La sobre implicación aparece en el pensamiento lourauniano ante todo como un efecto, como la fatal consecuencia de la incapacidad de analizar las propias implicaciones. Es la ceguera que lleva al sujeto a una identificación institucional en la que queda alienado a la voluntad de un poder que lo desconoce en su particularidad. El individuo sobre implicado es también un individuo sobreexplotado, explotado en su subjetividad -advierte Lourau- ya que no tiene consciencia del punto en que sus intereses resultan irreductiblemente opuestos a los sistemas para los que trabaja. En ese sentido, la política de la sobre implicación es la política del sobre trabajo que el neoliberalismo impone, brutal o sutilmente, en nuestros días.
Dispositivos institucionales. Democracia y autoritarismo en los dispositivos institucionales. (Kaminsky).
En este texto lo que plantea el autor es señalar algunas cuestiones conceptuales en relación a las instituciones.
· Todo “habla” en las instituciones en la medida en que lo sepamos escuchar. No solo interesa conocer que son las instituciones sino también aquello que creen que son. Este plano de las creencias también forma parte de sus dimensiones junto a sus muros, sus fines, sus producciones, y circulaciones. Lo que son y lo que no son, lo que son y lo que creen ser, lo que son y lo que desean ser. Esto compone la pluralidad de imaginarios que entretejen y confunden con la realidad singular institucional.
· Las instituciones tienen ojos. Los ojos, como los humanos, son las puertas que conducen al alma. Los ojos de las instituciones son los grupos. A través de ellos es posible entrever a los que son objeto de ella y los que son sujetos de la misma. 
El grupo objeto es el grupo sometido y sostiene una jerarquización institucional (su verticalidad). Su acción es aquella que se espera de ellos. Son “hablados” por la institución incluso si cumplen con las expectativas que les caben.
El grupo sujeto es aquel que opera o se propone operar ciertos desprendimientos de lo establecido; pueden abrirse más allá de sus intereses puntuales, aunque no constituya necesariamente un más allá institucional. Aspira a “tomar la palabra” porque el discurso institucional siempre tiene algo que decir. Son los hablantes de la institución.
No se traducen a los mismos como activos o pasivos. No existen los grupos objetos/sujetos puros. Se trata de herramientas para trabajar en la movilidad de lo institucional.
· Los cuerpos instituidos son aquellos que han digerido en sus gestos, las reglas formales e informales de la institución. Existen aquellos que se encuentran más bien hacia la disposición vertical según su organigrama y jerarquía; pero también existen las instituciones que dan lugar a la coexistencia de cuerpos agrupados en grupos horizontales, de relación y comunicación.
Cada institución goza, si se las analiza, de un coeficiente y un umbral de transversalidad determinado. Esto es lo que las hace singulares y difícilmente generalizables. Por eso carece de recetas para la resolución de conflictos y para la promoción de criterios globales y genéricos de participación democrática.
· El analista institucional, como cualquier otro profesional, está implicado a través de un conjunto de relaciones o dispositivos que los vincula estrechamente al sistema institucional que analiza e interviene. En el circuito de las relaciones transferenciales-contra transferenciales institucionales, el analista implicado registra fisuras de lo instituido y, a través de los analizadores o síntomas de la institución puede abrir múltiples caminos de lo instituyente.
· Las instituciones son conjuntos de relaciones que atraviesan y/o confluyen en un mismo espacio. El atravesamiento institucional indica que las relaciones psico-sociales no proceden ni se generan en la institución misma, sino que la entendemos como un ámbito descentrado, excéntrico y un punto de cruce, nudo de articulación de relaciones sociales heterogéneas. Los espacios institucionales están significados, y a la vez se significan por el conjunto de atravesamientos y condensaciones. Lo imaginario (y lo simbólico) es tan constitutivo de lo institucional como las celdas para las cárceles y los chalecos de fuerza en los manicomios. Es, precisamente en el terreno de lo imaginario institucional donde se ponen en juego las violencias y las violencias discursivas.
· Las instituciones de la sociedad argentina son canteras de autoritarismo, y no sólo se habla de las cárceles, los reformatorios, los asilos y los hospicios.
También se apunta hacia aquellos espacios cotidianos

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