Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
❖ Recorrido histórico de la función docente. Maestros y profesores son los encargados de educar y brindar a sus alumnos las herramientas para desarrollarse en la vida. Estos mismos, son fundamentales en el sistema educativo, es por ello que la formación docente es una pieza clave para el sistema escolar. Pero… ¿Cómo se forma un docente? Para comenzar hay que indagar un poco en la historia. Durante el virreinato y el primer gobierno patrio en 1810, los educadores eran en su mayoría “maestros empíricos” con una “pedagogía espontánea''. El conocimiento que partían era aprendido de modo práctico, en la vida diaria. El cambio de pedagogía en la formación docente docente llegó por intermedio de don Domingo F. Sarmiento hacia 1860, este mismo junto a Juana Manso montaron un complejo sistema de formación de docentes nombrado “normalismo”. Este esquema se sostiene por una red de escuelas de nivel medio denominadas “escuelas normales”; donde los egresados obtienen el título de maestros. El normalismo fue una base del sistema educativo Argentino. La primera escuela normal comenzó a funcionar en 1871 en Entre Ríos y el estado nacional formaba a los docentes. De esta forma, aunque las escuelas primarias dependen de las provincias, logra centralizar las formas de enseñanza. La idea de escuela normal se remonta a la tradición Francesa. La palabra “normal” hace referencia a que debía implantar una norma, un método único que se debía regir el sistema. Esta metodología establece una práctica común para todos los maestros, a diferencia del antiguo sistema de los llamados docentes “espontáneos”. En el mismo edificio de la escuela se completaba la totalidad de la formación, los futuros docentes debían también observar y practicar. El método consistía en que en un aula tomaban clases mientras que en otra practicaban frente a grupos de niños, aquellos eran departamentos de planificación que funcionaban como escuelas oficiales. Domingo F. Sarmiento fué presidente de Argentina entre 1868 y 1874, siguiendo el esquema Francés fundó escuelas normales a lo largo del país, para cumplir con su objetivo contrato maestras estadounidenses para que dirigieran estos nuevos institutos. La mayoría de los alumnos recibían becas de los estados nacionales y provinciales para poder estudiar. Durante su gobierno la formación de docentes fue una prioridad. Sin embargo, Alliaud nos cuenta que, el maestro era al inicio “disciplinador” y que sus modos de enseñanzas para el pueblo significaba “educación antes que instrucción”. Es así que el famoso lema “combatir la ignorancia”, tuvo más que ver con “formar el corazón de la niñez, sugerirle ideas nobles e inspirarlos en hábitos de orden y trabajo”, que con formar hombres instruidos. Hoy es más común la presencia de hombres frente a cursos de enseñanzas, pero tiempo atrás, se propiciaba la enseñanza primaria como una actividad femenina. Esto se debía a que Sarmiento promovía la educación de las mujeres y la creación de escuelas mixtas. A mediados del siglo XIX (1870) la mayoría de mujeres que estudiaban se formaban como maestras en las escuelas normales. La creciente integración de mujeres al sistema educativo terminó de concretarse en 1884 durante la presidencia de Julio A. Roca. Ese año se sancionó la ley 1420 de educación común, sentó las bases del sistema educativo nacional y estableció que la educación debía ser pública, gratuita y obligatoria. Además, fomentaba entre otras cosas,la educación primaria mixta. Hacia 1880, la inmigracion Argentina creció de modo exponencial. Las aulas porteñas se llenaron de extranjeros e hijos de extranjeros. Los normalistas concebían la escuela como la maquinaria ideal de inclusión de las poblaciones nativas e inmigrantes, para así lograr el progreso del país. Agrupaban el progreso a la civilización en oposición a la barbarie. Andrea Alliaud (pág. 4) señala que en el proyecto educativo dominante, transformar a la población supone formar individuos predispuestos a reconocer y respetar “la” cultura. Sin embargo, la apropiación de cultura “escolarizada” no significaba acceder a los saberes o conocimientos relevantes, implicaba más que nada moralización Los normalistas se sentían apóstoles del saber, propulsaban la cultura escrita y el higienismo. Así mismo lo indica Andrea Alliaud (pág. 7 ): “(…) los maestros adquirían la fisonomía de apóstol, mientras su tarea se convertía en misión (...). Esta cualidad salvadora que asume el magisterio en sus orígenes, debe ser considerada en un análisis abarcativo que pretenda dar cuenta del surgimiento y consolidación del grupo magisterial”. El decoro y el buen gusto eran los símbolos más distinguidos. Intentaban acabar con la ignorancia, la sensibilidad y la brusquedad de los sectores populares. Pero también, se oponen al lujo y al derroche de los aristócratas. Alliaud nos lo cuenta así: “Específicamente, la figura del maestro es una creación del Cristianismo. Lo novedoso de este surgimiento está en la definición de la tarea: el maestro prepara para la vida y la salvación. En su carácter de moralizador, el maestro “laico”, conserva intacto el carácter sacro que le dio origen a su oficio”. Uno de los máximos símbolos del normalismo es el guardapolvo blano que se viene usando desde las primeras décadas del siglo XX. Hacia 1990, Jose Maria Ramos Mejia, por ese entonces presidente del consejo nacional de educación dentro de lo que fue el proyecto de partidización escolar impulsó la nacionalización de los docentes. Los nuevos planes de estudio, los actos y rituales de corte nacional Argentina fueron algunas de las herramientas que tenía la escuela como patriotismo. Comenzó a cerrarse el ciclo de extranjeros, iniciado por Sarmiento, y su ejército de maestras norteamericanas. Por lo tanto, según la historia y Alliaud tenemos que: “El maestro legítimo es, en este contexto, aquel que fue formado. El que, por lo tanto, asegura estar provisto de las herramientas necesarias para que la acción pedagógica resulte efectiva”. Pero, más allá de la teoría, ser docente es amar, comprender, tener paciencia y respeto por y hacia el niño. Amar la profesión y dedicarle su tiempo, para así brindar al educando las herramientas necesarias para poder transformar y transformarse. Ser docente es ver la cara de alegría del niño al verte llegar, y sus ganas de aprender en el aula y fuera de ella.
Compartir