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The Undiscovered Self: Carl Gustav Jung (1958) Traducido al español por Héctor Hugo Canchola Paredes (2020) Capítulo 1: El Problema del individuo en la sociedad moderna. ¿Qué nos depara el futuro? Desde tiempos inmemoriales esta pregunta ha ocupado la mente del hombre, aunque no siempre al mismo grado. Históricamente, es más aguda en tiempos de catástrofes físicas, políticas, económicas o espirituales que los ojos del hombre se tornan con esperanza ansiosa hacia el futuro, y cuando las anticipaciones, utopías y visiones apocalípticas se multiplican. Uno podría pensar, por ejemplo, que las milenarias expectativas de la era Augusta al inicio de la Era Cristiana, o que los cambios del espíritu en el Este acompañados por el fin del primer milenio. Hoy, con el fin del segundo milenio en la puerta, vivimos en una era llena de imágenes apocalípticas de destrucción universal. ¿Cuál es el significado de esta rotura, simbolizada por la “Cortina de Hierro” que divide a la humanidad en dos mitades? ¿Qué será de nuestra civilización, del hombre mismo, si las bombas de hidrógeno comienzan su detonación? O ¿Qué pasaría si la oscuridad espiritual y moral del absolutismo se esparciera por Europa? No tenemos razones para tomar esta amenaza a la ligera. En todas partes del Este, se encuentra minorías subversivas, que refugiadas en nuestro humanitarismo y nuestro sentido de justicia, sostienen listas antorchas incendiarias, con nada que detenga la expansión de sus ideas excepto la razón crítica de un estrato solitario, decentemente inteligente y mentalmente estable de la población. Uno no debería, sin embargo, sobreestimar el espesor de este estrato. Varía de país a país de acuerdo al temperamento nacional. Además, es regionalmente dependiente de la educación pública y está sujeto a perturbadoramente agudos factores de naturaleza política y económica. Tomando los plebiscitos como un criterio, uno podría estimar de manera optimista que su límite se encuentra en un 40 por ciento del electorado. Una mirada más pesimista no estaría injustificada tampoco, ya que el don de la razón y de la reflexión crítica no es una de las mayores peculiaridades del hombre y aún donde existe prueba ser inconstante, mucho más mientras más grandes sean los grupos políticos. Las masas aplastan el insight y la reflexión que aún le son posibles al individuo y esto necesariamente lleva a una tiranía autoritaria y de doctrina apenas el Estado Constitucional sucumba a un pequeño momento de debilidad. Argumentación racional puede llevarse a cabo con cierto grado de éxito solamente mientras la emocionalidad de una situación dada no exceda cierto grado crítico. Si la temperatura afectiva aumenta sobre cierto nivel, la posibilidad de que el raciocinio tenga efecto para y su lugar es ocupado por slogans y fantasías quiméricas (En inglés “wishful chimeric fantasies” fantasías que desean, que anhelan). Es decir que una suerte de posesión colectiva sucede, y rápidamente se desarrolla convirtiéndose en una epidemia psíquica. En este estado, todos los elementos cuya existencia es meramente tolerada como asocial bajo la ley del raciocinio se levantan a la superficie. Estos individuos no son solamente raras curiosidades que se encuentran solamente en prisiones y asilos de lunáticos. Por cada caso de locura manifiesta, bajo mi estimación hay al menos diez casos latentes que rara vez llegan a un punto de quiebre de manera abierta pero cuyas creencias y conducta, en toda su apariencia de normalidad son influenciados por factores por factores mórbidos y perversos inconscientes. Desde luego no hay estadísticas médicas de la frecuencia de psicosis latentes, por razones obvias. Pero aún si su número fuera menor a diez veces por cada psicosis o crimen manifiesto, el pequeño porcentaje de la población que representan es más que compensado por su peculiar peligrosidad. Saben por su propia experiencia el lenguaje de estas condiciones y saben como manejarlas. Sus ideas quiméricas, llenas de resentimiento fanático, apelan a la irracionalidad colectiva y encuentran tierra fértil ahí, pues expresan todos esos motivos y resentimientos que en personas más normales se escoden bajo la capa de la razón e insight. Ellos son por lo tanto a pesar de su pequeño número en comparación con la población entera, peligrosos como fuentes de infección, precisamente porque las personas “normales” poseen solamente un grado limitado de conocimiento propio. La mayoría de la gente confunde el “conocimiento propio” con conocimiento de sus personalidades ego conscientes. Cualquiera que tenga conciencia mínima del ego da por servido que se conoce a si mismo. Pero el ego conoce solamente sus contenidos propios, no el inconsciente y sus contenidos. La gente mide su conocimiento propio por lo que la persona promedio en su entorno social sabe de si mismo, y no de los hechos psíquicos que en su mayoría se encuentran ocultos de ellos. En este aspecto, la psique se comporta como el cuerpo con su estructura fisiológica y anatómica, de la cual la persona promedio conoce muy poco también. Aunque vive en ella y con ella, la mayoría de su totalidad es desconocida al lego, y conocimiento científico especial es necesario para dar conciencia de lo que se conoce del cuerpo, no para hablar de lo que lo que no se conoce, que también existe. Lo que comúnmente es llamado conocimiento propio es entonces un conocimiento muy limitado, la mayoría dependiente de factores sociales de lo que sucede en la psique humana. Entonces uno siempre está combatiendo contra el prejuicio que tal o cual cosa no sucede “en nosotros” o “en nuestra familia” o entre nuestros amigos y conocidos y, por otro lado, uno encuentra asunciones igualmente ilusorias acerca de la presencia dada por hecho sin pruebas de cualidades que meramente sirve para cubrir los verdaderos hechos del caso. En este amplio espectro del inconsciente, que es inmune al criticismo y control consciente, estamos indefensos, abiertos contra todo tipo de influencias e infecciones psíquicas. Como con cualquier otro peligro podemos resguardarnos del riesgo de infección psíquica solamente si sabemos lo que nos ataca y cómo, donde y cuando llegará el ataque. Dado que el conocimiento propio es el conocer los hechos individuales, las teorías ayudan muy poco en este aspecto. Más aún, mientras más una teoría clama tener validación universal, menos capaz es de hacer justicia a los hechos individuales. Cualquier teoría basada en la experiencia es necesariamente estadística; es decir, formula un promedio ideal que exilia todas las excepciones a los puntos extremos de la escala o las reemplaza con una media abstracta. Esta media es bastante válida, aunque no suceda necesariamente en la realidad. A pesar de eso, figura en la teoría como un hecho innegable y fundamental. Las excepciones a cada extremo, aunque son igual de factuales no aparecen en el resultado final pues se cancelan entre sí. Por ejemplo, si determinara el peso de cada piedra en una pila de guijarros y obtuviera un peso promedio de 145 gramos, esto me diría muy poco acerca de la naturaleza real de los guijarros. Cualquiera que pensara que bajo estos hallazgos podría tomar un guijarro de 145 gramos en el primer intento se decepcionaría seriamente. De hecho, lo más probable es que no importando cuanto tiempo buscaran, no encontrarían un guijarro de exactamente 145 gramos. El método estadístico muestra los hechos bajo la luz del promedio ideal pero no nos da una imagen de su realidad empírica. Aunque reflejan un aspecto irrefutable de la realidad, pueden falsificar la verdad real en una forma confusa. Esto es particularmente cierto en teorías basadas en estadísticas. Lo distintivo de los hechos reales es su individualidad. No para hacer un énfasis exagerado, pero uno podría decir que elpanorama real consiste absolutamente de excepciones a la regla y que, en consecuencia, la realidad absoluta tiene predominantemente un carácter de irregularidad. Estas consideraciones deben tenerse en mente siempre que se use una teoría como referente al conocimiento propio. No existe y no puede haber conocimiento propio basado en asunciones teóricas, pues el objeto del conocimiento propio es el individuo, una excepción relativa y un fenómeno irregular. Entonces no es lo regular y lo universal lo que caracteriza al individuo, si no más bien lo único. No hay que entendérsele como una unidad recurrente si no como algo único y singular que en el último análisis no puede ser conocido ni comparado con nada más. Al mismo tiempo, el hombre, como miembro de una especie, puede y debe ser descrito como una unidad estadística, si no sería imposible decir algo general de sí. Para este propósito debe de tomársele como una unidad comparativa. Esto resulta en una antropología o psicología universalmente válidas y en todo caso en una imagen abstracta del hombre como una unidad promedio de la cual todas las características individuales han sido removidas. Sin embargo, son estas características las que son de importancia primordial para entender al hombre. Si quisiera entender al ser humano individual, debo dejar de lado todo conocimiento científico del hombre promedio y descartar todas las teorías para poder adoptar una actitud completamente nueva y sin prejuicios. Solamente puedo aproximarme a la tarea de entender con una mente libre y abierta, mientras que conocimiento del hombre o visión al interior del carácter humano presupone todo tipo de conocimiento acerca de la humanidad en general. Ahora si esto es una cuestión de entender al ser humano como mi igual o el autoconocimiento, debo en ambos casos dejar todas las asunciones teóricas detrás. Dado que el conocimiento científico no sólo disfruta de estima universal, si no en los ojos del hombre moderno, cuenta como la única autoridad intelectual y espiritual, el entendimiento del individuo nos obliga a cometer lése majesté (francés, equivaldría a la traición a un monarca) a hacer ojo ciego al conocimiento científico. Este es un sacrificio que no se hace a la ligera, pues una actitud científica no puede liberarse tan fácilmente de su sentido de responsabilidad. Y si el psicólogo es casualmente un médico que quisiera no solamente clasificar a su paciente científicamente si no entenderlo como un ser humano, es amenazado por un conflicto de deberes entre dos actitudes de conocimiento diametralmente opuestas y que se excluyen mutuamente. Este conflicto no puede ser resuelto al elegir solamente una si no en un pensamiento binario: hacer una cosa sin perder de vista la otra. En vista del hecho de este principio, las ventajas positivas del conocimiento funcionan específicamente en detrimento del entendimiento resultando entonces en un juicio paradójico. Juzgando científicamente, el individuo no es nada si no una unidad que se repite a si misma ad infinitum (del latín “indefinidamente” en este caso) y podría ser simplemente designado con una letra del alfabeto. Por otro lado, para entender es un humano único e individual que cuando se le despoja de todas esas conformidades y regularidades tan amadas por el corazón del científico, es el único, supremo y real objeto de investigación. El médico, sobre todas las cosas debe estar al tanto de esta contradicción. Por un lado, está equipado con las verdades estadísticas de su entrenamiento científico y por el otro se enfrenta a la tarea de tratar a una persona enferma, que especialmente en el caso de sufrimiento psíquico requiere entendimiento individual. Mientras más esquematizado sea un tratamiento, más resistencias conjura (de manera justa y entendible) en el paciente, y más se pone en juego la cura. El psicoterapeuta se ve exhortado le guste o no a reconocer la individualidad del paciente como un hecho esencial en la perspectiva y adecuar sus métodos de tratamiento de manera acorde. Hoy en día en el campo de la medicina se reconoce que el deber del médico es el de tratar a la persona enferma y no a una enfermedad abstracta. Este ejemplo en el caso de la medicina es un caso especial del problema de la educación y el entrenamiento en general. La educación científica está basada mayoritariamente en verdades estadísticas y en conocimiento abstracto y por lo tanto imparte una perspectiva poco realista y racional del mundo en el que el individuo, como un fenómeno meramente marginal, no juega ningún papel. El individuo es sin embargo como un datum irracional (en inglés datum: pieza de información o punto inicial de una escala) es el verdadero y auténtico portador de la realidad, el hombre concreto opuesto al hombre irreal e ideal o normal al que los postulados científicos se refieren. Es más, la mayoría de las ciencias naturales intentan representar los resultados de sus investigaciones como si estas hubieran llegado a existir sin la intervención del hombre, de una forma que la colaboración de la psique- un factor indispensable- se mantiene invisible. (Una excepción a esto es la física moderna, que reconocer que lo observado no es independiente del observador.) +Este paréntesis hace alusión al Principio de incertidumbre de Heisenberg+ Así que en este aspecto también, la ciencia muestra una imagen del mundo en la que la psique real del ser humano aparece excluida- la mismísima antítesis de las “humanidades”. Bajo la influencia de las asunciones científicas, no solamente la psique si no el hombre individual y de hecho los eventos individuales de cualquier índole sufren un aplanamiento y un proceso de borrado que distorsiona la perspectiva de realidad dentro de un promedio conceptual. Deberíamos de evitar subestimar el efecto psicológico del individuo en favor de unidades anónimas que se apilan en formaciones masivas. La ciencia nos proporciona en vez de un individuo concreto, el nombre de organizaciones y en el punto más alto la idea abstracta del Estado como un principio de realidad política. La responsabilidad moral del individuo es entonces inevitablemente reemplazada por la política del Estado. (raisón d’etat del francés “una razón puramente política para una acción, especialmente cuando se ve envuelta una pérdida de justicia, transparencia u honestidad) En vez de la diferenciación moral y mental del individuo, obtienes bienestar público y la elevación del estándar de vida. La meta y el significado de la vida individual (que es la única vida real) ya no reposan en el desarrollo individual, si no en la política del Estado, que se aferra al individuo desde el exterior y consiste en la ejecución de una idea abstracta que de manera última tiende a atraer a toda la vida hacia sí misma. El individuo es despojado cada vez más de la decisión moral de como debería vivir su propia vida, y en vez de eso es gobernado, alimentado, y educado como una unidad socia, acomodado en una unidad habitacional apropiada, y entretenido de acuerdo con los estándares que les dan placer y satisfacción a las masas. Los regentes, por su lado son igualmente unidades sociales como los gobernados y son distinguidos únicamente por el hecho de que son voceros de la doctrina del Estado. No necesitan ser personalidades capaces de juicio, si no de ser especialistas que son completamente inútiles fuera de su línea de trabajo. La política del Estado decide que debe ser enseñado y estudiado. La doctrina de Estado aparentemente omnipotente es por su parte manipulada en el nombre de la política de Estado por aquellos que ocupan las posiciones más altas en el gobierno, donde todo el poder se concentra. Quien fuese por elección o por capricho a llegar a una de estas posiciones ya no está en servicio de la autoridad, pues el o ella se vuelve la políticade Estado en si y dentro de los limites de la situación puede proceder a su propia discreción. Luis XIV decía “L’etat c’est moi.” (del francés “El Estado soy yo” frase dicha por el monarca Luis XIV conocido también como “El Grande” o “El Rey Sol” de la era de absolutismo europeo y con el reinado registrado más largo). Él entonces era el único individuo, o en todo caso uno de los pocos individuos que podía usar su individualidad, si supieran como diferenciarse a si mismos de la doctrina de Estado. Ellos son sin embargo mucho más propensos a ser esclavos de sus propias ficciones. Este punto de vista sin considerar otros (en el original “one-sidedness”) siempre es compensado psicológicamente con tendencias subversivas inconscientes. La Rebelión y la esclavitud son correlativos inseparables. Entonces la rivalidad por poder y desconfianza exagerada invaden al organismo entero de píes a cabeza. Más aún, para poder compensar por su deformidad caótica (en el original chaotic formlessness), una masa siempre produce un “Líder”, que de manera casi infalible se vuelve víctima de su propio ego inflado, como muestran numerosos ejemplos históricos. Este desarrollo se vuelve lógicamente inevitable en el momento en que las masas individuales se juntan con otras y se vuelven obsoletas. Aparte de aglomeraciones de grandes masas de gente, uno de los principales factores responsables de comportamiento de rebaño psicológico (en el original mass- mindedness) es el racionalismo científico, que despoja al individuo de sus bases y de su dignidad. Como una unidad social, ha perdido su individualidad y se ha convertido en un mero número abstracto en un buró de estadísticas. Solamente puede jugar el papel de una unidad intercambiable de importancia infinitesimal. Visto de manera racional desde el exterior eso es exactamente lo que es, y desde este punto de vista parece completamente absurdo hablar del valor o significado del individuo. De hecho, uno difícilmente puede imaginar como alguien pudo dotar a la vida humana individual de tanta dignidad cuando en la verdad de lo contrario se ve tan a simple vista como la palma de la mano. Desde este punto de vista, el individuo de verdad es de importancia cada vez más pequeña y cualquiera que deseara disputar esto pronto se encontraría sin argumentos. El hecho de que el individuo sienta que el o los miembros de su familia o sus estimados amigos de su círculo como importantes meramente subraya lo ligeramente cómico y subjetivo de este sentir. Por que ¿Qué son los pocos comparados con diez mil, o con cien mil o peor aún con un millón? Esto recuerda el argumento de un sabio amigo que alguna vez encontré en una gran muchedumbre. Súbitamente exclamó, “Aquí tienes la razón más convincente para no creer en la inmortalidad: todas estas personas quieren ser inmortales.” Mientras más grande sea la muchedumbre, más insignificante se vuelve el individuo. Pero si el individuo, sobrepasado por el sentir de su propia impotencia y pequeñez sintiera que su vida ha perdido su significado- que después de todo no es idéntico al bienestar común y los altos estándares de vida- entonces ya está en camino a esclavitud por el Estado, y sin saberlo ni queriéndolo, se ha vuelto en su creyente. El hombre que solo ve al exterior y se intimida ante los grandes batallones no tiene recurso con que combatir la evidencia de sus sentidos y su raciocinio. Pero eso es justamente lo que ocurre hoy en día: Estamos fascinados y paralizados (en el original over-awed) por verdades estadísticas y números grandes que diariamente dan valor a la nulidad y futilidad de la personalidad individual, dado que no se ve representada ni personificada por ninguna organización masiva. (Nota del traductor: Esto es un poco neutralizado al nacimiento del internet que permite con los foros de opinión y mensajería instantánea encontrar cualquier cosa y cualquier grupo de individuos con aficiones y opiniones afines a la propia fácilmente, a diferencia del pasado análogo que todo se basaba en lo que era tangible al alcance local) Al mismo tiempo, las personalidad que se exhiben en el escenario mundial cuyas voces se escuchan a lo largo y a lo ancho parecen al público sin criterio fluir con los movimientos masivos o en la marea de la opinión pública y por esta razón son aplaudidos o ejecutados. Dado que la sugestión masiva juega el rol predominante aquí, permanece como un punto muerto que su mensaje es propio, por el cual son personalmente responsables, o si meramente funcionan como un megáfono para la opinión colectiva. Bajo esas circunstancias es un pequeño milagro que el juicio individual crezca incierto de si mismo y que la responsabilidad se colectiviza lo más posible, eliminada por el individuo y delegada a un cuerpo corporativo. De esta forma el individuo se vuelve cada vez más una función de la sociedad, lo que a su modo usurpa su función como portador de la vida real, mientras que en hechos reales la sociedad no es más que una idea abstracta como el Estado. Ambos son enfatizados, es decir, se han vuelto autónomos. El Estado en particular se ha convertido en una personalidad cuasi-animada (quasi-animated en el original) de la que todo se espera. En realidad, es solamente un camuflaje de aquellos individuos que saben como manipularle. Entonces el Estado constitucional queda a la deriva en una situación de una primitiva forma de sociedad, como el comunismo de una tribu primitiva donde todos están sujetos al mandato autocrático de un jefe o una oligarquía. Capítulo 2: Religión como un contrapeso a la mente comunal (en el original Mass-mindedness) Para poder liberar la ficción del Estado Soberano – en otras palabras, los caprichos de aquellos que lo manipulan- de toda restricción saludable, todos los movimientos socio-políticos tendientes en esta dirección invariablemente intentan invalidar (en el original cut the ground from under) las ideas de las religiones. Entonces para convertir al individuo en una función del Estado, su dependencia en lo que sea que no sea el Estado debe serle arrebatado. Pero la religión significa dependencia y sumisión a los hechos irracionales de la experiencia. Estos no se refieren directamente a condiciones físicas o sociales, su preocupación es más la actitud psíquica del individuo. Es posible tener una actitud a las condiciones externas de la vida solamente cuando hay un punto de referencia fuera de ellas. Las religiones proveen, o dicen proveer este tipo de perspectiva, y por lo tanto permiten que el individuo ejercite su juicio y su poder de decisión. Construyen algo parecido a una reserva contra la obvia e inevitable fuerza de circunstancias a las que todos están expuestos y viven solamente en el mundo exterior y no tienen ningún cimiento donde pararse excepto lo tangible. (en el original an has no other ground under their feed except the pavement es una continuación del otro paréntesis) Si la realidad estadística es la única realidad, entonces es la autoridad única. Entonces sólo existe una condición, y dado que ninguna condición contraria existe, juicio y decisión no son solamente superfluos si no imposibles. Entonces el individuo está atado a una función de estadísticas y a una función del Estado o a cualquiera que fuera el principio abstracto de orden. Las religiones, sin embargo, enseñan otra autoridad opuesta a la del “mundo”. La doctrina de la dependencia individual a Dios exige su alma tanto como el mundo. Incluso puede que lo absoluto de esta exigencia separe al individuo del mundo de la misma manera que el individuo se separa de si mismo cuando sucumbe a la mentalidad colectiva. Puede rechazar su juicio y su poder de decisión por el bien de la doctrina religiosa tanto como en el colectivismo. Esta es la meta a la que las religionesabiertamente aspiran a menos que busquen un punto medio recíproco con el Estado. Cuando lo hacen prefiero llamarles en vez de “religiones”, “credos”. Un credo da expresión de una creencia colectiva definida, mientras que la palabra religión expresa una relación subjetiva con factores metafísicos y espirituales. (extramundane en el original, “más allá del mundo”) Un credo es una confesión de fe hecha principalmente para el mundo en general y es entonces un hecho terrenal (intramundane en el original, “dentro del mundo, del mundo mismo), mientras que el significado y el propósito de la religión reposa en la relación del individuo con Dios (cristianismo, judaísmo, Islam) o al camino de la salvación y la liberación (Budismo). Desde este hecho básico se derivan todas las éticas, en las que sin la responsabilidad del individuo frente a Dios solo pueden llamarse moralidad convencional. Ya que hay puntos medios con la realidad mundana, los credos se ven a si mismo obligados a crear una codificación progresiva de sus perspectivas, doctrinas y costumbres y haciéndolo se externalizan a si mismas tanto que el elemento religioso auténtico en ellos – la relación viviente dirigida a confrontar un punto extramundano de referencia- ha quedado en el fondo. Las medidas determinantes de valor e importancia de la relación religiosa subjetiva medidas con la doctrina tradicional en mente, y donde no es tan frecuente, como en el protestantismo (nota del traductor: Doctrina Protestante, separación religiosa de la iglesia católica por su burocracia y exuberancia hecha por Martín Lutero. Creando Evangelistas, Adventistas y otras divisiones del Cristianismo.), uno inmediatamente comienza a escuchar pláticas de beatería, sectarismo, excentricidad entre otras tan pronto como alguien afirma que es guiado por la voluntad de Dios. Un credo coincide con lo establecido por la Iglesia o en todo caso, forma una institución pública cuyos miembros incluyen no solamente a los verdaderos creyentes si no a grandes cantidades de personas que solo se pueden describir como “indiferentes” en asuntos de religión y que pertenecen a ella solamente por fuerza de hábito. Aquí la diferencia entre un credo y una religión se vuelve palpable. Ser adherente a un credo entonces no es siempre una cuestión de religión si no más a menudo una social y por lo tanto no hace nada por proveer al individuo de cimientos. Por soporte tiene que depender exclusivamente en su relación con una autoridad que no es de este mundo. El criterio aquí no es simplemente de dar palabras insinceras a un credo, si no el hecho psicológico de que la vida del individuo no es determinada solamente por el ego y sus opiniones o por factores sociales, sino igualmente o mucho más por una autoridad trascendente. No son los principios éticos por más nobles que sean, o los credos por ortodoxos que sean los que crean el cimiento de la libertad y la autonomía del individuo, si no simple y solamente la consciencia empírica, la experiencia incontrovertible de una relación reciproca, e intensamente personal entre el hombre y una autoridad extramundana que actúa como un contrapeso al “mundo” y a su “raciocinio”. Esta formulación no dará satisfacción ni a al hombre de las masas ni al creyente colectivo. Para el primero la política del Estado es el principio supremo de pensamiento y acción. Desde luego este es el propósito para el que fue iluminado, y de manera acorde el hombre de las masas le otorga al individuo el derecho de existir solamente mientras que el individuo sea una función del Estado. El creyente, por otra parte, aunque admite que el Estado tiene una autoridad moral y, de hecho, confiesa la creencia de que no solo el hombre si no el Estado que le domina están sujetos a la supremacía de “Dios” y que, en caso de duda, la decisión suprema será hecha por Dios y no por el Estado. Dado que no presumo de juicios metafísicos, debo dejar como pregunta abierta si el “mundo” (es decir el mundo fenomenológico del hombre) y la naturaleza en general son el “opuesto” de Dios o no. Solamente puedo subrayar el hecho de que la oposición psicológica entre estos planos de experiencia no solamente es mostrada en el Nuevo Testamento si no que se encuentra ejemplificada llanamente en la actitud negativa de los Estados dictadores a la religión y de la Iglesia al ateísmo y el materialismo. Así como el hombre como un ser social no puede a largo plazo existir sin un lazo a la comunidad, el individuo nunca encontrará una justificación real para su existencia y su propia autonomía espiritual y moral, en cualquier parte excepto en el principio extramundano capaz de relativizar la sobrecogedora influencia de factores externos. El individuo no anclado a Dios no puede ofrecer resistencia alguna con sus propios recursos contra las demandas físicas y morales del mundo. Para esto necesita la evidencia de una experiencia interna trascendental que por si misma pueda protegerle de ser sumergido inevitablemente en las masas. Conocimiento meramente intelectual o moral de la puesta en ridículo y la irresponsabilidad moral del hombre de las masas es solamente un reconocimiento negativo y solamente equivale a fluctuar opiniones de la atomización del individuo. Le hace falta la fuerza motivadora de la convicción religiosa, ya que es meramente racional. El Estado dictador tiene una gran ventaja contra la razón burguesa: Tragarse al individuo y a sus fuerzas religiosas. El Estado ha tomado el lugar de Dios; es por eso, que, visto desde este ángulo, las dictaduras socialistas y la esclavitud al Estado son formas de alabanza. Pero la función religiosa no puede ser dislocada y falsificada de esta forma sin generar dudas secretas, que inmediatamente son reprimidas para evitar conflicto contra la tendencia a la mentalidad de masas. El resultado siempre es en estos casos la sobrecompensación en forma de fanatismo, que se vuelve un arma para destruir hasta las más pequeñas chispas de oposición. La opinión libre es sofocada y la decisión moral suprimida salvajemente, clamando que el fin justifica los medios, no importa que tan terribles sean. (Nota del traductor: Un ejemplo claro es la caza de judíos por el partido Nazi antes y durante la Segunda Guerra Mundial.) La política del Estado se eleva a un credo, el líder del partido se vuelve un semidiós ajeno al bien y al mal, y sus allegados se vuelven en honorables héroes, mártires, apóstoles y misionarios. Solo existe una verdad y aparte de ella ninguna otra. Es sacrosanta e inmune a crítica. Cualquiera que piense diferente es un hereje, que, como sabemos por la historia es amenazado con todo tipo de consecuencias desagradables. Solamente el líder del partido que tiene en sus manos el poder político puede interpretar la doctrina del Estado de manera auténtica, y lo hace totalmente a su conveniencia. Cuando, a través de la dictadura de las masas, el individuo se convierte en “Unidad Social # N” y el Estado es elevado a ser el principio supremo, se espera solamente que la función religiosa también sea tragada en el vórtice. La Religión, siendo la observación cuidadosa y el tomar en cuenta de ciertos factores invisibles e incontrolables, es una actitud instintiva peculiar al hombre, y sus manifestaciones pueden encontrarse a través de toda la historia de la humanidad. Su propósito evidente es de mantener el balance psíquico, porque el hombre natural tiene un igualmente natural “conocimiento” del hecho de que sus funciones conscientes pueden en cualquier momento ser frustradas por los incontrolables acontecimientos tanto del interior como del exterior. Por esta razón siempre ha tenido el cuidado de que cualquier decisión que pudiera tener consecuencias para si mismo y para otros se vuelvan seguras usando medidas de naturaleza religiosa. Se hacen ofrendas a los poderes invisibles,bendiciones formidables son pronunciadas, y todo tipo de ritos solemnes se ejecutan. En todas partes y en todo momento ha habido y habrá rites d’entrée et de sortie (del francés – ritos de entrada y de salida) cuya eficacia mágica es negada y son impugnados como brujería y superstición por los racionalistas incapaces de un insight psicológico. Pero la magia tiene sobre todos un efecto psicológico cuya importancia no debería ser subestimada. La ejecución de una acción “mágica” le da a la persona a la que se dirige un sentimiento de seguridad que es absolutamente esencial para llevar a cabo una decisión, porque una decisión es inevitablemente unilateral y es entonces se le entiende (con justa razón) como un riesgo. Aún un dictador piensa necesario, no solamente acompañar sus actos del Estado con amenazas si no que las llena con todo tipo de solemnidades. Bandas de guerra, banderas, estandartes, desfiles y demostraciones monstruosas no tienen en principio básico ninguna diferencia con procesiones eclesiásticas, o con ruido y fuegos artificiales para espantar demonios. Solamente que, el sugerente desfile del poder del Estado crea un sentir colectivo de seguridad que, a diferencia de las demostraciones religiosas, no le brinda al individuo ninguna protección contra su demonismo interno. Entonces él se aferrará aún más al poder del Estado, a la masa, entregándoseles moral y psíquicamente, poniendo un toque final a su pérdida de potencia social. El Estado, como la Iglesia, demanda entusiasmo, autosacrificio y amor y si la religión requiere o presupone el “temor de Dios”, entonces el dictador de Estado toma especial cuidado a proveer el terror necesario. Cuando el racionalista dirige la mayoría de su ataque contra el efecto mágico del rito generado por la tradición, ha perdido totalmente el punto. El punto esencial, el efecto psicológico, es ignorado, aunque ambos lados lo utilizan para propósitos directamente opuestos. Una situación similar prevalece con respecto a sus respectivas concepciones de la meta. Las metas de la religión – protección contra el mal, reconciliación con Dios, recompensas en el más allá, etc.- se convierten en promesas terrenales de dejar de preocuparse de donde viene el pan diario, justa distribución de bienes materiales, prosperidad universal en el futuro y horas de trabajo más cortas. Que el cumplimiento de estas promesas sea tan lejano como el Paraíso solamente crea otra analogía y subraya el hecho de que las masas han sido convertidas de su meta extramundana a una creencia puramente terrenal, que es elevada con exactamente el mismo fervor religioso y exclusividad que los credos muestran en la otra dirección. De manera que no me repita innecesariamente, no numeraré todos los paralelos entre las creencias terrenales y sobrenaturales, pero me contentaré con enfatizar el hecho de que la función natural que siempre ha existido desde el principio, como la función religiosa no puede ser desechada con el racionalismo ni con el llamado criticismo iluminado. Desde luego que se podría representar los contenidos doctrinales como imposibles y dejarles en ridículo, pero esos métodos pierden de vista e ignoran la función religiosa que forma la base de los credos. La Religión, en el sentido de preocupación por los factores irracionales de la psique y el destino individual reaparece -malignamente distorsionada- en la deificación del Estado y del dictador : Naturam expellas furca tamen usque recurret (Del latín, y no tiene traducción exacta pero equivale a “puedes remover a la Naturaleza con una escoba pero ella siempre regresará”) Los líderes y dictadores, interpretando la situación correctamente, hacen entonces lo mejor que pueden para hacer ignorar el demasiado obvio paralelo de la deificación del César (Nota del traductor : Título de Emperador en tiempos del Imperio Romano) y para esconder el verdadero poder detrás de la ficción del Estado, aunque esto desde luego no altera nada. Como ya he dado a entender, el Estado dictador, además de despojar al individuo de sus derechos, también le quita los cimientos arrebatándole las bases metafóricas de su existencia. La decisión ética del humano individual ya no cuenta- lo único que importa es el ciego movimiento de las masas. Y la mentira de que se ha convertido en un principio operativo de acción política. El Estado ha sacado las conclusiones lógicas de esto, demostrado por la existencia de millones de esclavos del Estado despojados de todos sus derechos. Tanto el Estado dictador como la religión denominacional le ponen especial énfasis a la idea de la comunidad. Este es el ideal básico del “comunismo”, y es hecho tragar a la fuerza a la gente, tanto que ha tenido el efecto opuesto e inspira desconfianza total. La Iglesia, igualmente enfática aparece en el otro lado del ideal comunal, donde la Iglesia es notablemente débil, como en el protestantismo, la esperanza o creencia en una “experiencia comunal” compensa la dolorosa falta de cohesión. Como puede fácilmente verse “comunidad” es una ayuda indispensable en la organización de las masas y es por lo tanto un arma de doble filo. Justo como la adición de cualquier número de ceros nunca creará una unidad (nota del traductor 0 es igual a 00, a 000, a 0000 y a 00000, 1 es mayor.), así el valor de una comunidad depende de la estatura moral y espiritual de los individuos que le forman. Por esta razón uno no puede esperar de una comunidad ningún efecto que pudiera sobrepasar la influencia sugerente del medio ambiente- eso es, un verdadero y fundamental cambio en los individuos, sea para bien o para mal. Estos cambios solo pueden venir del encuentro personal de hombre a hombre, pero nunca de bautismos cristianos comunitarios en masa, que no tocan al hombre interior. La idea comunal funciona sin su huésped ignorando al ser humano individual, que al final afirmará su reclamo. Capítulo 3: La postura Occidental respecto a la cuestión de la Religión. Confrontando este desarrollo en el Siglo veinte de nuestra Era Cristiana, le mundo Occidental se asienta en su herencia de ley Romana, los tesoros de ética Judeocristiana basados en metafísica, y sus ideales e innegables derechos del hombre. De manera ansiosa se pregunta a si misma esta pregunta: ¿Cómo puede este desarrollo llevarse a un punto muerto o ponerse en reversa? Es inútil censurar la dictadura socialista como utópica y condenar sus principios económicos como no razonables, porque, en primer lugar, criticar a Occidente solo sirve para hablar de sí mismo, y sus argumentos solamente son escuchados en este lado de la Cortina de Hierro, y en segundo lugar, cualquier tipo de principio económico puede ponerse en práctica mientras se esté preparado a aceptar los sacrificios que significaría hacerlo. Puedes cargar todo tipo de reformas económicas y sociales que desees, si como Stalin, dejas morir de inanición a tres millones de campesinos y tienes unos cuantos millones de obreros sin sueldo a tu disposición. Un Estado de esta clase no tiene crisis económicas ni sociales que temer. Mientras su poder esté intacto- es decir mientras tenga una armada policial bien alimentada y bien capacitada lista- puede mantener su existencia por un periodo indefinidamente largo y aumentar su poder a un nivel indefinido. De acorde con el exceso de su tasa de población, puede elevar el numero de sus laboreros sin paga casi a voluntad para competir contra sus rivales, sin importar el mercado mundial, que en su mayoría depende de sueldos. Un verdadero peligro sólo puede venir desde el exterior, a través de la amenaza de un ataque militar. Pero este riesgo crece menos cada año, primero porque el potencial de guerra de los estados dictadores aumenta continuamente y también porque Occidente no puedepermitirse despertar el nacionalismo y chauvinismo latente Ruso o Chino con un ataque que dirigiera sus acciones constructivas a un canal terriblemente erróneo. Entonces solo queda una posibilidad, y esa es la destrucción del poder desde adentro, que debe dejarse en paz para seguir su propio desarrollo interno. Cualquier apoyo del exterior en el presente tendría poco efecto, dadas las medidas de seguridad existentes y el peligro de reacciones nacionalistas. El Estado absoluto tiene una armada de misionarios fanáticos para hacer su voluntad en asuntos de política extranjera, y estas por si mismas pueden contar con elementos afines que tienen garantizado asilo bajo las leyes y constitución de los Estados Occidentales. Además, las comunas de creyentes, fuertísimas ciertos lugares, debilitan el poder de decisión de los gobiernos Occidentales, mientas que Occidente no tiene oportunidad de ejercer una influencia similar en nuestros rivales, aunque no sería incorrecto pensar que hay cierta cantidad de oposición entre las masas Orientales. Siempre habrá gente recta y amante de la verdad que detesten las mentiras y la tiranía, pero uno no puede juzgar si tienen alguna influencia decisiva en las masas bajo los regímenes policiales. En vista de esta incómoda situación, la pregunta es escuchada una y otra vez en Occidente: ¿Qué podemos hacer para contrarrestar esta amenaza de Oriente? (nota del traductor Poderes dictadores como los de Rusia, Corea y China especialmente durante la época en la que el autor escribe.) Aunque Occidente tiene poder industrial considerable y defensas no despreciables a su comando, no podemos descansar sólo en ello, pues sabemos que aún las armas más grandes y la industria más equipada con su estándar de vida relativamente alto no son suficientes para detener la infección psíquica esparcida por el fanatismo religioso. Occidente desafortunadamente aún no ha despertado al hecho de que nuestro amor al idealismo, a la razón y otras virtudes deseables no es más que humo y espejos, ruido sin sentido. Es un soplo de viento deshecho en la tormenta de la fe religiosa, por más torcida que esté esta. Nos enfrentamos a una situación que no puede ser superada con argumentos racionales o morales pues desboca fuerzas emocionales e ideas engendradas por el espíritu de la época, y sabemos que ello no pude ser influenciado por reflexión racional y mucho menos por exhortación moral. Nos hemos dado cuenta correctamente que el antídoto (en inglés Alexipharmic derivado de la palabra hindú del siglo XVII alexipharmac “un antídoto contra veneno”), debería ser en este caso una fe de la misma potencia de un tipo diferente no materialista, y que la actitud religiosa centrada en ella sería la única defensa efectiva contra el peligro de infección psíquica. Tristemente, la pequeña palabra “debería” que nunca tarda en aparecer en esta conexión, apunta a cierta debilidad, si no la ausencia de este desideratum. (algo que se desea o necesita de manera esencial). No solamente Occidente tiene la falta de una fe unificadora que pudiera bloquear ideologías fanáticas, si no como padre de la filosofía Marxista, hace uso de exactamente las mismas asunciones espirituales, los mismos argumentos y metas. Aunque las Iglesias de Occidente disfrutan total libertad, no significa que estén menos llenas o menos vacías que las de Oriente. Sin embargo, no ejercen ninguna influencia notable en ningún aspecto de la política. La desventaja de un credo como una institución pública es que sirve a dos maestros: Por un lado, deriva su existencia de la relación del hombre con Dios, y por otra parte, le debe lealtad al Estado, al Mundo, en cuya conexión pude apelar a la frase “ Darle al César…” (“Render unto Caesar the things that are the Caesar’s and unto God the things that are God’s” frase de Jésus, Darle al César lo del César y a Dios lo de Dios.) y otras varias admoniciones del Nuevo Testamento. En tiempos anteriores y hasta relativamente reciente, había habla de “Poderes ordenados por Dios” (Romanos 13:1) Hoy en día esta concepción es anticuada. Las Iglesias tienen convicciones colectivas y tradicionales, que en la mayoría de sus allegados ya no se basan en su experiencia interna propia si no en su creencia irreflexiva, que es notoriamente apta a desaparecer apenas uno empiece a pensar en ella. El contenido de las creencias entonces colisiona con el conocimiento, y en la mayoría de los casos la irracionalidad del uno no es rival del raciocinio del otro. Las creencias no son un substituto adecuado para la experiencia interna, y donde esta se ausenta, aun una fe fuerte que viniera milagrosamente como un regalo de la gracia divina desaparecería también como por acto de magia. La gente llama a las verdaderas experiencias religiosas fe, pero no se detienen a pensar que de hecho es un fenómeno secundario que parte de la noción de que algo nos paso primero lo que nos inculcó Πίστις (Pistis, diosa griega personificación de la buena fe, confianza y fiabilidad Se le usa en el Nuevo Testamento como sinónimo de “fe”)- es decir confianza y lealtad. Esta experiencia tiene contenido definido que puede ser interpretado en términos de uno u otro de los credos denominacionales. Pero mientras más aumente esto, más posibilidades de que estos conflictos con el conocimiento empeoren, y en si mismos son inútiles. Es decir, el punto de vista de los credos es arcaico; están llenos de simbología mitológica impresionante que si es tomada literalmente entra en conflicto total con el conocimiento. Sin embargo, si el hecho de que Cristo se levanto de entre los muertos se entiende de manera simbólica y no literal, entonces es capaz de varias interpretaciones que no chocan con el conocimiento y que no le arrebatan significado a lo dicho. La objeción de que entender esto de manera simbólica destruye la esperanza Cristiana de inmortalidad es inválida porque mucho antes de la venida de la Cristiandad la humanidad creía en una vida más allá de la muerte y por lo tanto no tenía ninguna necesidad del evento Pascual como garantía de inmortalidad. El peligro de una mitología entendida de manera excesivamente literal como es enseñada por la Iglesia que será repudiada, encerrada y puesta bajo llave es más grande hoy que nunca. Es tiempo entonces de que la mitología Cristiana sea en vez de destruida, entendida simbólicamente por primera vez. Todavía es muy pronto para decir cuales pueden ser las consecuencias de un reconocimiento general del fatal paralelismo entre una religión Estado de los Marxistas y del Estado religión de la Iglesia. El absolutista clama un Civitas Dei (Ciudad de Dios del latín) representada por el hombre y que blande una semblanza desafortunada a la “divinidad” del Estado, y la conclusión moral a la que llega Ignatius Loyola (nota del traductor: sacerdote creador de los Jesuitas) de la autoridad de la Iglesia (“Los fines santifican los medios” +Nota del autor: es decir que no importa que tan ruines sean las acciones si la Iglesia las hace son santas.) anticipa la mentira como un instrumento político de una forma excesivamente peligrosa. Ambas exigen sublevación sin preguntas a la fe y por lo tanto destruyen la libertad del hombre, una su libertad ante Dios y la otra su libertad frente el Estado, y por lo tanto cavan la tumba del individuo. La frágil existencia del individuo, el portador único de la vida, es amenazada por ambos lados, a pesar de sus respectivas promesas de paraísos materiales y espirituales y ¿Cómo podemos a largo plazo pelear contra la sabiduría proverbial de “Más vale pájaro en mano que ciento volando”? Además de ello, Occidente atesora el mismo Weltanschauung (del alemán: significa “una filosofía o forma de vida específica o visión del mundo de un grupo o individuo.) “científico” y racionalista con su tendencia promediadaestadística y metas materialistas de la religión Estado del bloque Oriental como he explicado antes. Entonces, ¿Que puede ofrecer Occidente con sus abismos políticos y denominacionales al hombre moderno en su tiempo de necesidad? Desafortunadamente nada, excepto una variedad de caminos que llevan todos a la misma meta prácticamente indistinta del ideal Marxista. No requiere ningún esfuerzo especial entender de donde obtiene la ideología Comunista la certeza de sus creencias de que el tiempo está de su lado, y de que el mundo está listo para su conversión. Los hechos hablan un lenguaje que es demasiado claro al respecto. No nos brindará ayuda que Occidente cierre los ojos a esto y que no reconozca su fatal vulnerabilidad. Cualquiera que aprendiera a sublevarse a una creencia absoluta y colectiva, a renunciar a su derecho eterno a la libertad junto al deber de la responsabilidad individual persistirá en esta actitud y fácilmente tendrá la misma credibilidad y falta de crítica a la dirección contraria si una “mejor” creencia le es entregada en su idealismo. ¿Qué sucedió hace no tanto en las naciones europeas? Acusamos a los alemanes de haberlo olvidado perola verdad es que ignoramos si algo similar suceda en otras partes. No sería sorprendente si así fuera, y otra nación civilizada sucumbiera a la infección de una idea unilateral y uniforme. América, que – o quae mutatio rerum! - (del latín y la biblia “Oh, como cambian las cosas”, originalmente dicho a Jesús.)- forma la espina política real de Europa Occidental parece inmune por la ruidosa contraposición que adopta, pero realmente es aún más vulnerable que Europa, dado que su sistema educativo está mucho más influenciado por el Weltanschauung científico con sus verdades estadísticas, y su población mixta encuentra difícil crear raíces en un suelo que prácticamente no tiene historia. El tipo de educación histórico y humanístico que se necesita tan desesperadamente lleva a cabo una existencia sin reconocimiento hasta que pruebe su valía. (Nota del traductor: En el original el autor utiliza el término “Cinderella existence” que significa una existencia como la de Cenicienta, despreciada hasta que encuentra su reconocimiento mágico del hada a través del príncipe y la zapatilla de cristal.) Aunque Europa posee este requerimiento, lo usa para su propia destrucción tomando la forma de egoísmos nacionalistas y escepticismo paralizante. Lo común a ambas es la meta colectivista y materialista y ambas carecen de aquella cosa que expresa y posee al hombre por entero, una idea que ponga al ser humano individual en el centro como la medida de todas las cosas. Esta idea por si misma es suficiente para exaltar las más violentas dudas y resistencias de todas partes, uno podría ir tan lejos como afirmar que la devaluación del individuo comparado a los grandes números es la única gran creencia que tiene asentimiento universal y unánime. Seguramente todos decimos que este es el siglo del hombre común, el señor de la tierra, del aire y del agua, y que de sus decisiones pende el destino histórico de las naciones. Esta orgullosa imagen de grandeza humana desafortunadamente es solamente una ilusión y es contrarrestada por una realidad que es muy diferente. En esta realidad el hombre es el esclavo la victima de maquinas que han conquistado el espacio y tiempo para él, es intimidado y puesto en peligro por las técnicas de guerra que supuestamente deberían salvaguardar su existencia física. su libertad moral y espiritual, aunque garantizadas dentro de los limites de la mitad de este mundo, es amenazada con caótica desorientación, y en la otra mitad es completamente destruida. Finalmente agregando comedia a la tragedia este maestro de los elementos, este juez universal abraza en su pecho nociones que destruyen su dignidad como inútil y convierten su autonomía en un absurdo. Todos sus logros y todas sus posesiones no le engrandecen, por el contrario, le hacen más pequeño, justamente demostrado en el destino del trabajador de fábrica bajo el dominio de una “justa” distribución de bienes. Capítulo 4: El entendimiento de si mismo del Individuo Es increíble que el hombre, el inventor, instigador y vehículo de todos estos desarrollos, el originador de todos los juicios y decisiones, aquel que planea el futuro deba hacer de si mismo una quantité négligeable (Del francés cantidad negligible). La contradicción, la paradójica evaluación de la humanidad del hombre mismo, es verdaderamente un asunto extraordinario, y uno solamente puede explicarlo de un origen de una extraordinaria incertidumbre- en otras palabras, el hombre es un enigma para si mismo. Esto es entendible, dado que carece de los métodos de comparación necesarios para el conocimiento propio. Sabe como distinguirse a si mismo de otros animales en puntos de anatomía y fisiología, pero como un ser reflexivo y consciente, dotado de habla, carece de todos los criterios de juicio propio. Es él en el planeta un fenómeno único que no puede comparar con ninguna otra cosa. La posibilidad de comparación y por lo tanto de autoconocimiento solo aparecería si pudiera establecer relaciones con mamíferos cuasi-humanos habitantes de otras estrellas. Hasta entonces, el hombre continuará pareciendo un ermitaño que se conoce su comparación y afinidad con los antropoides, pero que juzgando por las apariencias es extraordinariamente diferente de sus primos respecto a su psique. Es justamente en esta característica más importante de su especie que no puede conocerse a si mismo y por lo tanto se mantiene como un misterio para si mismo. Las diferencias de grado dentro de su propia especie son de poca relevancia comparadas con las posibilidades de autoconocimiento que serían ocasionadas por un encuentro con una criatura de estructura similar pero diferente origen. Nuestra psique, primariamente responsable de todos los cambios históricos traídos por la mano del hombre en la faz del planeta, se mantiene como un rompecabezas sin solución y de una maravilla incomprensible, un objeto de perplejidad permanente- una característica que comparte con todos los secretos de la Naturaleza. Con respecto a ella aún tenemos esperanza de hacer más descubrimientos y encontrar respuestas a las más difíciles preguntas. Pero respecto a la psique y la psicología parece haber una curiosa vacilación. NO es solamente la más joven de las ciencias empíricas, si no que tiene gran dificultad en llegar a alguna parte con su objeto propio. De la misma forma que nuestra perspectiva errónea del sistema solar tuvo que ser liberada del prejuicio por Copérnico (nota del traductor, Astrólogo y matemático italiano del siglo XVI que descubrió que la Tierra gira alrededor del Sol y no viceversa como se creía en la edad medía y fue condenado a morir por ello por la iglesia católica hasta que se retractara ante el Papa, se cuenta que después de su audiencia de disculpas susurró “Y aún así gira alrededor del Sol.”) los más tremendos esfuerzos de una naturaleza revolucionaria fueron necesitados para liberar a la psicología, primero del hechizo de las ideas mitológicas, y entonces de los prejuicios de que la psique es por una parte un mero epifenómeno (Nota del traductor: del inglés Epiphenomenon- Epifenómeno se refiere a un evento secundario que surge de un proceso pero no tiene ninguna influencia en el mismo, término usado en medicina, metafísica y filosofía sobre todo en materias de la consciencia, el cerebro y el alma.)de los procesos bioquímicos del cerebro, o que por otra parte es un asunto completamente recóndito, e inalcanzable. La conexión con el cerebro no prueba en si misma que la psique sea un epifenómeno, una función secundaria casualmente dependiente en procesos bioquímicos. Sin embargo sabemos demasiadobien como la función psíquica puede ser perturbada por procesos verificables en el cerebro, y este hecho es tan impresionante que la naturaleza subsidiaria de la psique parece una inferencia casi inevitable. Los fenómenos de la parapsicología (Nota del traductor: Parapsicología es la no reconocida ciencia del estudio de los fenómenos mentales no explicables por la ciencia psicológica ortodoxa, como pueden ser la telepatía o la hipnosis.) sin embargo, nos advierten a ser cuidadosos pues nos apuntan a la relativización del espacio y tiempo a través de factores psíquicos que ponen duda en nuestra inocente y presurosa explicación de los paralelos entre lo psíquico y lo físico. Para el caso de esta explicación, la gente niega los descubrimientos de la parapsicología totalmente, sea por razones filosóficas o por pereza intelectual. Esto difícilmente puede ser considerado una actitud científicamente responsable, aunque es un escape muy popular de una extraordinaria dificultad intelectual. Para evaluar el fenómeno psíquico tenemos que tomar en cuenta todos los otros fenómenos que le acompañan, y de manera acorde no podemos seguir practicando ninguna psicología que ignore la existencia del inconsciente o de la parapsicología. La estructura y fisiología del cerebro no provee ninguna explicación del proceso psíquico. La psique tiene una naturaleza peculiar que no puede ser reducida a ninguna otra cosa. Como la fisiología, representa un campo de experiencia contenido en sí mismo al que debemos atribuir cierta importancia especial porque sostiene en su interior una de las dos condiciones indispensables para la existencia en si misma, siendo este el fenómeno de la consciencia. Sin la consciencia, hablando prácticamente no habría mundo, pues el mundo existe solo mientras que sea reflejado y expresado conscientemente por una psique. La Consciencia es una condición previa al ser. (en el original “Consciousness is a precondition of being” ) De esta forma la psique es dotada con la dignidad de un principio cósmico, que filosóficamente y en hecho le da una posición igualitaria con el principio del ser físico. El portador de esta consciencia es el individuo, que no produce la psique por su propia voluntad, si no al contrario, es preformado por ella y nutrido en el despertar gradual de la consciencia durante la niñez. Si la psique debe ser tomada con una importancia empírica predominante, también debe serlo el individuo, que es la única manifestación inmediata de la psique. Este hecho debe ser enfatizado expresamente por dos razones. Primero, la psique individual, por su individualidad, es una excepción a la regla estadística y por lo tanto es arrebatada de una de sus características principales cuando es sujeta a una evaluación estadística que la hace menos. Luego, las Iglesias proveen una gran validez a la psique solamente mientras reconozca su dogmas- en otras palabras, cuando la psique se subleva ante la categoría colectiva. En ambos casos la voluntad de la individualidad es interpretada como obstinación egoísta. La Ciencia la devalúa como subjetivismo, y las Iglesias la condenan como herejía y soberbia espiritual. Para el primer cargo no hay que olvidar que a diferencia de otras religiones el Cristianismo sostiene en su núcleo un símbolo que tiene como contenido el camino individual de vida de un hombre, el Hijo del Hombre (NA: Jesús), y que aún más toma este proceso de individuación como a la encarnación y revelación de Dios mismo. Entonces el desarrollo del self adquiere una significancia cuyas implicaciones totales apenas han comenzado a ser apreciadas, pues demasiada atención a lo externo bloquea el camino a la experiencia interna inmediata. Si no fuera porque la autonomía del individuo es un enorme deseo secreto de tantísima gente, este fenómeno difícilmente podría haber sobrevivido a la supresión colectiva de la moral y el espíritu. Todos estos obstáculos hacen más difícil el llegar a una correcta apreciación de la psique humana, pero son mínimos comparados con otro notable hecho que merece mención. Esto es la experiencia psiquiátrica común de que la devaluación de la psique y otras resistencias a la iluminación psicológica se basan en gran medida en el miedo- en el miedo, en pánico de los hallazgos que podrían hacerse en el reino del inconsciente. Estos miedos se encuentran no solamente en personas que se aterrorizan de la imagen que nos dio Freud del inconsciente, también les angustia el originador mismo del psicoanálisis, que me confesó que era necesario hacer un dogma de su teoría sexual pues este era la única fortaleza del raciocinio contra una posible “ manifestación de inundaciones negras de ocultismo” en estas palabras Freud expresaba su convicción de que el inconsciente aún refugia muchas cosas que podrían interpretarse como brujería (Nota del traductor aquí usa la palabra occult), como de hecho se ha dado el caso. Estos “vestigios arcaicos”, o formas arquetípicas asentadas en los instintos y dándoles expresión tienen una cualidad sobrenatural (Nota del traductor utiliza numinous) que a menudo causa miedo. Son inextirpables, pues representan las bases primordiales de la psique misma. No pueden ser abarcadas intelectualmente, y cuando uno destruye una manifestación de ellas, reaparecen de forma mutada. Es este miedo a la mente inconsciente que no solamente impide el autoconocimiento si no que es el más grande obstáculo a un más amplio entendimiento y conocimiento de psicología. A menudo el miedo es tan grande que uno es incapaz de admitirlo aún a uno mismo. Esta es una cuestión que cualquier persona religiosa debería considerar muy seriamente, pues podría traerle una respuesta que le ilumine. Una psicología científicamente orientada está atada a actuar de manera abstracta, es decir, se remueve a si misma suficientemente lejos de su objeto que apenas puede verle. Es por eso que los descubrimientos de laboratorio en psicología son para todo propósito práctico marcadamente vacíos de interés y poco esclarecedores. Mientras más el objeto individual domine el campo de visión, más práctica, detallada y vida será la sabiduría derivada de ello. Esto significa que los objetos de investigación también se vuelven cada vez más complicados y la incertidumbre de los factores individuales incremente proporcionalmente a su número, incrementando la posibilidad de error. De manera entendible, la psicología académica está aterrada de este riesgo y prefiere evadir impunidad compleja. Tiene libertad total en las preguntas que le hará a la Naturaleza. La psicología médica esta lejos de esta envidiable posición. En ella el objeto hace la pregunta y no el experimentador. El médico es confrontado con hechos que no son de su elección y que probablemente nunca elegiría si fuera un agente libre. Es la enfermedad del paciente la que brinda las preguntas cruciales- es decir, la Naturaleza experimenta con el médico y espera una respuesta de él. La cualidad única del individuo y de su situación confrontan al médico cara a cara y le demandan una respuesta. Su deber como médico le obliga a enfrentar una situación llena de factores inciertos. En primera instancia aplicará principios basados en experiencia general, pero pronto se dará cuenta que este tipo de principios no expresan adecuadamente los hechos y fracasan al intentar conocer la naturaleza del caso. Mientras más profundamente penetre su entendimiento, más pierden los principios generales su significado. Pero estos principios son los cimientos del conocimiento objetivo y son la regla con la que es medido. Con el crecimiento de lo que el paciente y el médico sienten que es el “entendimiento” la situación se vuelve más y más subjetiva. Lo que inicialmente era una ventaja se vuelve una desventaja peligrosa. La subjetivación (en términos técnicos transferenciay contratransferencia) crean aislamiento del ambiente y limitación social que ninguno desea pero que aparece cuando el entendimiento predomina y ya no está balanceado con el conocimiento. Cuando se profundiza el entendimiento más lejano se vuelve del conocimiento. Un entendimiento ideal de manera final resultaría en que cada quién siguiera la experiencia del otro sin pensar- un estado de pasividad no crítica aunada a la más completa subjetividad y falta de responsabilidad social. El entendimiento llevado a esas alturas es en todo caso imposible, pues requeriría la identificación de dos individuos diferentes. En algún momento la relación alcanza un punto en el que uno de los dos se siente forzado a sacrificar su individualidad propia para ser sacrificada y asimilada por el otro. Esta consecuencia inevitable rompe el entendimiento, pues el entender presupone la preservación de la integridad individual de ambos sujetos. Es entonces aconsejable llevar el entendimiento solamente hasta el punto entre el que el entendimiento y conocimiento se alcanzan pues entender a toda costa es hiriente para ambos sujetos. Este problema se manifiesta siempre que situaciones complejas e individuales intentan ser entendidas o conocidas. Es la labor específica de la psicología proveer este conocimiento y entendimiento. También sería la tarea del ferviente confesor en la cura de almas, si no fuera porque su oficio le obliga a aplicar la medida de su sesgo en el momento crucial. De esta forma el derecho a existir del individuo es recortado por el prejuicio colectivo y a menudo dañado en su área más sensible. El único momento en el que esto no sucede es cuando el símbolo religioso, por sentado, el modelo de la vida de Cristo, es entendido correctamente y sentido por el individuo como adecuado. Que tanto esto es verdadero en la actualidad es algo que dejaré al juicio de otros. En todo caso, el médico muy a menudo debe tratar a pacientes para los cuales las delimitaciones limitantes significan poco o nada. Su profesión entonces le exhorta a tener tan pocas preconcepciones como le sea posible. De manera similar, aunque respete lo metafísico (es decir lo no verificable) tomará cuidado de no darle crédito ni validez universal. Este cuidado es traído debido a que las características individuales de personalidad no deberían ser transformados ni contaminados por intervenciones arbitrarias del exterior. El médico debe entregar esto a influencias ambientales, al desarrollo propio de la persona y – en el sentido más general- al destino y sus designios para bien o para mal. Mucha gente tal vez encuentre este exceso de precaución exagerado. En vista de los hechos, sin embargo, en todo caso hay una multitud de influencias reciprocas que trabajan en el proceso dialéctico entre dos individuos, aún si el proceso se lleva con la más diplomática reserva, el médico responsable evitará agregar factores colectivos innecesarios a los que su paciente ya hubiera sucumbido. Más aún sabe muy bien que predicar aún los más valiosos preceptos solamente provoca la hostilidad abierta del paciente o una resistencia secreta que pone en peligro la meta del tratamiento. La situación psíquica del individuo es tan amenazada hoy en día por la publicidad, propaganda y otras sugerencias o consejos mas o menos bien intencionados que por una vez en su vida el paciente puede recibir una relación en la que no se repitan los nauseantes “deberías ““tienes que” y demás confesiones de impotencia. Contra la embestida del exterior y sus repercusiones en la psique del individuo el médico se ve obligado a jugar el rol de defensor. Temor a que instintos anarquistas se liberen a partir de entonces es una posibilidad que es increíblemente exagerada dado que existen otros mecanismos de defensa tanto en el interior como en el exterior. Sobre todas las cosas, hay que reconocer la cobardía natural de la mayoría de los hombres además de la moral, el buen gusto y, por último, pero no menos importante el código penal. Este miedo no es nada comparado con el enorme esfuerzo que supone a la gente ayudar a tomar raíz a los primeros impulsos de individualidad a su consciencia, más aún el ponerlos en práctica. Y donde estos impulsos han brotado muy impetuosamente y sin reflexión, es la tarea del médico proteger al paciente de su propia torpeza que le lleva a la miopía, cinismo y brutalidad. Como procede la discusión dialéctica. Se alcanza un punto en el que la evaluación de estos impulsos individuales se vuelve necesario. Para ese momento el paciente debería haber adquirido suficiente certeza de juicio que le permita actuar de acuerdo a su propio insight y decisión y no de un mero deseo de copiar las convenciones tradicionales- aún si pudiera estar de acuerdo con la opinión colectiva. A menos que esté plantado en sus propios pies, los valores objetivos le son completamente inútiles pues solo sirven como un substituto a su carácter y a suprimir su individualidad propia. Naturalmente la sociedad tiene el derecho a protegerse a si misma de subjetivismos errantes, pero mientras la sociedad este compuesta de personas no individualizadas, esta completamente a merced de individualistas despiadados. Aunque se forme en tantos grupos y organizaciones como quiera, es justamente esta aglomeración que y la resultante extinción de la personalidad individual que la hace sucumbir tan fácilmente ante el dictador. Un millón de ceros (0) unidos desafortunadamente no equivalen a uno. (1) Al final todo depende de la calidad del individuo, pero el hábito fatal de nuestra era es el de pensar solamente en grandes números y organizaciones en masa, aunque uno pensaría que el mundo ha visto suficiente de lo que una turba bien disciplinada puede hacer en las manos de un singular maniático. (Nota del traductor guiño a Hitler y otros dictadores) Desafortunadamente esta realización parece no haber penetrado muy lejos y nuestra ceguera al respecto es extremadamente peligrosa. La gente va alegremente organizando y creyendo en el soberano remedio de la acción de las masas sin la menor consciencia de que las más grandes organizaciones solo pueden ser mantenidas por la grande irresponsabilidad de sus líderes y de sus más baratos slogans. Curiosamente las Iglesias también quieren servirse de la acción de las masas para exorcizar al demonio Beelzebub (Nota del traductor: Belcebú otro nombre de Satán basado en el dios cananeo Baal, conocido como Satán en la cristiandad, pero conocido en demonología como uno de los siete príncipes infernales, también conocido como “el señor de las moscas”.) las mismas Iglesias cuya responsabilidad es la salvación del alma individual. Ellas tampoco parecen haber escuchado nada del axioma (Nota del traductor: del latín , precepto que no requiere comprobación, o dogma) elemental de la psicología de masas, que el individuo se vuelve moralmente y espiritualmente inferior en la masa y por esta misma razón no se ocupan demasiado con su verdadera tarea de ayudar al individuo a alcanzar la metanoia (del griego, una transformación espiritual normalmente a través de la penitencia o conversión a una fe), o renacimiento del espíritu -deo condedente (Nota del latín “por gracia divina” literalmente “concedido por dios”). Desafortunadamente es claro que, si el individuo no está realmente regenerado en espíritu, la sociedad tampoco puede estarlo pues la sociedad es la suma de sus individuos necesitados de redención. Puedo ver entonces simplemente como un delirio cuando las Iglesias intentan amarrar al individuo a una organización social y reducirlo a una condición de responsabilidad disminuida en vez de levantarlo de la adormilada, descerebrada masa y hacerle claro que él es un factor importante, que la salvación del mundo consiste en la salvación del alma individual. Es cierto que los encuentrosde masas celebran estas ideas ante él y buscan impresionarle con el ruido de la sugerencia en masa, con el poco edificante resultado de que cuando la intoxicación se acaba (Nota: Pues efectivamente la religión es el opio de las masas) el hombre de las masas sucumbe rápidamente a otros e incluso más obvios slogans. Su relación individual con Dios sería un efectivo escudo contra estas influencias perniciosas. ¿Alguna vez llamó Cristo a sus discípulos a unírsele en una congregación masiva? ¿Acaso la repartición de pan y pescado de los quinientos le dio algún seguidor que después no gritara “Crucifíquenlo” con el resto cuando aún la roca Pedro mostró signos de duda? (Nota Milagro en el que Jesús multiplicó a partir de un par de panes y pescados suficiente para alimentar al menos a quinientas personas. Pedro literalmente “piedra”, fue conocido como la primera piedra de la iglesia cristiana aún si negó tres veces a cristo por su debilidad.) Y ¿Acaso no son Jesús y Pablo prototipos de aquellos que, confiando en su experiencia interna, tomaron sus propios caminos, ignorando la opinión pública? Este argumento no debería causar que pasemos por alto la realidad de la situación confrontando a la Iglesia. Cuando la Iglesia intenta dar forma a la masa amorfa uniendo individuos en una comunidad de creyentes con ayuda de la sugestión e intenta mantener esta organización junta no solamente está brindando un gran servicio social, pero asegura para el individuo la bendición invaluable de una forma de vida llena de significado. Sin embargo, estos regalos que dan por sentado y confirman ciertas tendencias y no las cambian. Como desafortunadamente lo muestra la experiencia, el hombre interno se mantiene sin cambios por más comunidad que tenga. Su medio ambiente no puede darle como regalo aquello que solamente puede ganar por si mismo con sufrimiento y esfuerzo. Por el contrario, un medio favorable meramente fortalece la tendencia peligrosa de esperar que todo se origine en el exterior- aún esa metamorfosis que la realidad externa no puede proveer, ese cambio profundo del hombre interior, que es aún más urgente en vista del fenómeno de masas de hoy en día y los aún más grandes problemas de incremento poblacional del futuro. Es tiempo de preguntarnos exactamente que estamos juntando en organizaciones de masas y que constituye la naturaleza del ser humano individual, esto es el hombre verdadero y no el hombre estadístico. Esto es difícilmente posible excepto a través de un nuevo proceso de auto nutrición. Todos los movimientos masivos, como uno habría de esperar resbalan con grandísima facilidad en el plano inclinado de los grandes números. Donde hay varios, hay seguridad lo que muchos seguramente toman como verdad; lo que los muchos quieren debe valer la pena, y debe ser necesario y por lo tanto bueno. En el clamor de que en los muchos vive el poder de crear fantasías de deseo a la fuerza. Lo más dulce de todo sin embargo es la gentil e indolora caída al reino de la niñez, dentro del paraíso del cuidado paterno, a una actitud sin preocupaciones y la irresponsabilidad Todo el pensamiento y el cuidado vienen de lo más alto, hay respuestas a todas las preguntas y la necesaria provisión es hecha para todas las necesidades. El estado del sueño infantil del hombre de las masas es tan poco realista que nunca se detiene a pensar quién está pagando por su paraíso. El balance de cuentas se le deja a una autoridad social o política que le da la bienvenida a esta tarea ya que incrementa su poder, y mientras más poder tenga, más inútil y débil se vuelve el individuo. Donde sea que las condiciones sociales de este dipo se desarrollan a gran escala el camino a la tiranía se abre y la libertad del individuo se convierte en esclavitud espiritual y física. Dado que la tiranía es ipso facto (del latín por el propio hecho) inmoral y despiadada, tiene mucha más libertad en la elección de sus métodos que la institución, que aún toma en cuenta al individuo. Si una institución fuera a entrar en conflicto con el Estado organizado, pronto se daría cuenta de la muy real desventaja que le trae su moralidad y por lo tanto se sentiría compelida a usar los mismos métodos que su oponente. De esta forma el mal se esparce casi por necesidad aún cuando pudiera evitarse la infección directa. El peligro de infección es más grande cuando importancia decisiva se le da a grandes números y valores estadísticos, como es el caso en todas partes del mundo Occidental. El poder sofocante de las masas es celebrado frente a nuestros ojos de una forma u otra diariamente en los periódicos, y la insignificancia del individuo echada en cara tanto que pierde la esperanza por completo de ser oído. Los gastados valores de liberté, egalité, fraternité ( del francés Libertad, igualdad y solidaridad se usa como la frase de la República Francesa y de Haití con su origen en la revolución francesa al derrocar con guillotina a los reyes y aristocracia en favor de una república.) no le ayudan en absoluto, dado que solo puede dirigir su súplica a sus verdugos, los voceros de las masas. La resistencia contra la masa organizada solamente puede ser efectuada por aquel hombre que esté tan bien organizado en su individualidad como la masa misma. Entiendo completamente que esta proposición debe ser completamente inentendible al hombre de hoy en día. La útil perspectiva medieval de que el hombre es un microcosmo, un reflejo del gran cosmos en miniatura, hace tiempo que le fue arrebatada, aunque la mera existencia de su psique le dice lo contrario. No está simplemente la imagen del macrocosmos impresa en él como ser psíquico, sino que también crea una imagen para si mismo en una escala cada vez más amplia. Carga esta “correspondencia” cósmica dentro de si mismo por virtud de su consciencia reflexiva por una parte y por la otra gracias a la naturaleza hereditaria, arquetípica de sus instintos, que le atan a su medio ambiente. Pero sus instintos no le atan solamente al macrocosmos, también de cierta forma lo destruyen porque sus deseos le jalan en diferentes direcciones. De esta forma cae en un conflicto continuo consigo mismo y solamente en raras ocasiones logra dar a su vida una meta definitiva- lo que como regla le hace pagar un alto precio por reprimir otras facetas de su naturaleza. Uno a menudo debería preguntarse en estos casis si este tipo de unilateralidad vale la pena en ser forzada, viendo que el estado natural de la psique humana consiste en cierto empuje entre sus componentes y en lo contradictorio de su conducta- esto es en un cierto grado de disociación. El Budismo llama a esto fijación a “diez mil cosas” Este tipo de condición pide orden y síntesis. Así como los movimientos caóticos de la muchedumbre que terminan todas en frustración mutua, movidas en una dirección definida por una voluntad dictadora, así el individuo en su estado disociativo necesita un principio que le ordene y dirija. La conciencia del Ego quisiera dejarse a si misma jugar este rol, pero pasa por alto la existencia de poderosos factores inconscientes que detienen sus intenciones. Si quisiera alcanzar la meta de síntesis, debería primero conocer la naturaleza de estos factores. Debe experimentarlos, o de otra forma debería poseer un símbolo sobrenatural (nota numinous en el original) que les exprese y le conduzca a la síntesis. Un símbolo religioso que envolviera y representara visualmente aquello que busca expresión en el hombre moderno probablemente podría lograr esto; pero nuestra concepción del símbolo Cristiano a la fecha ciertamente no lo han logrado. Por el contrario, esa atemorizante rotura en el mundo atraviesa los dominios del hombre blanco “Cristiano” y nuestro punto de vista Cristiano de la vida se ha demostrado impotente para prevenir el agravamiento de un orden social arcaico
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