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5. Ciencias de la Educación y Psicología Ante la predominancia del positivismo lógico, donde se privilegiaba la materialidad y el mundo objetivo, el área de saber abocada al análisis de los fenómenos psíquicos y comportamientos humanos (la Psicología), se encontró con un escenario complejo en términos de su propia definición disciplinar y de su objeto de estudio. También los orígenes de la Psicología se encuentran en las facultades de Filosofía, sin embargo, en sus inicios, el campo estuvo más definido por el saber médico y por su asociación con las ciencias naturales. De allí que Wallerstein (2007) afirma que la Psicología se ha resistido a su encuadre como ciencia social. La propia noción de Psicología (propuesta originalmente por John Stuart Mill) adquirió una orientación experimental y más marcadamente científica en las contribuciones de Wilhelm Wundt (1832-1920). Hobsbwam (2010) afirma que en 1870 la Psicología ya era una disciplina reconocida como tal, al menos en la academia alemana. En este contexto geográfico, a principios del siglo XX, surge la corriente de la Gestalt (o Psicología de la Forma), preocupada por la percepción, la memoria y los procesos del conocimiento, cuyos representantes más reconocidos han sido Max Wertheimer (1880–1943) y Wolfang Köhler (1887-1967), y que propone un desafío a la visión empirista clásica. Al mismo tiempo, en los Estados Unidos, la Psicología adquiriría un carácter funcionalista, a partir de las contribuciones de William James (1842-1910), para quien la vida mental y el comportamiento se podían entender, principalmente, en términos de la adaptación activa al ambiente por parte de la persona. Poco después, cobraría relevancia también la corriente conductista, originada en las propuestas del ruso Ivan Pavlov, cuyo principal representante estadounidense, John B. Watson (1878-1958), enfatizaba que el carácter científico de la Psicología estaba dado por el estudio de los rasgos observables (en particular, la conducta y el habla subvocal), y consideraba la vida mental o los procesos inconscientes como imposibles de ser observados (Morris & Maisto, 2009). La escuela conductista de la Psicología sería dominante en los círculos anglosajones hasta aproximadamente la década de 1960, en particular desde las revisiones propuestas por Burrhus Frederic Skinner (1904- 1990) y su análisis experimental de las conductas humanas a partir del condicionamiento operante (la probabilidad de que una persona aprenda por repetición aquellas conductas que conllevan resultados positivos para sí). El conductismo, su énfasis en la cuantificación y el privilegio de las técnicas experimentales como máxima expresión de cientificidad, se transformaría en un patrón de referencia para otras ciencias sociales de mediados del siglo XX, como ser la Sociología y la Ciencia Política. En los inicios del siglo XX, emergen también las propuestas psicoanalíticas o psicodinámicas de manos de Sigmund Freud (Wallerstein, 2007). La teorización psicoanalítica ha sido (y es) muy fuerte y ha tenido gran influencia en diversos campos del saber, aunque en la Psicología académica de raíz anglosajona ha sido una corriente marcadamente cuestionada. Además de sus estudios sobre la estructuración del aparato psíquico y las funciones del inconsciente, Freud ha aportado diversas reflexiones sobre la conflictividad del individuo inserto en un contexto social en plena transformación, destacándose, por ejemplo, sus obras Psicología de las masas y análisis del Yo (1920) y El porvenir de una ilusión (1927). A partir de estas contribuciones desde la psicología de las masas o desde la psicología de los pueblos (de Wundt), la Psicología desarrolló un campo más típicamente abocado al ámbito de los fenómenos sociales: la Psicología Social. Durante la década de 1930, diversos psicólogos sociales europeos que habían huido del nazismo hacia los Estados Unidos, como Kurt Lewin (1890-1947), se interesaron por los fenómenos de persuasión, la propaganda política de los regímenes autoritarios y los fenómenos de obediencia a la autoridad y conformidad con la norma. Estos estudios dieron mayor sistematicidad a la aplicación del saber psicológico en el ámbito de lo social, donde también se analizan habitualmente aspectos referidos a los liderazgos sociales y políticos, la personalidad autoritaria, el prejuicio o la discriminación entre y hacia grupos sociales, y diversas cuestiones de las dinámicas de la vida cotidiana, como el rumor, los intercambios, la asistencia, o los chistes. Las diferentes ramas y enfoques de la Psicología han tendido a centrar sus discusiones en torno a ejes de interés permanentemente revisitados como son, por ejemplo, el eje persona-situación; es decir, si lo que más pesa a la hora de entender un proceso psíquico son aquellos aspectos disposicionales y relativamente estables de la persona o su inserción en una situación particular; el eje naturaleza-crianza, que recupera la discusión sobre aspectos innatos o adquiridos en los análisis de los comportamientos o el desarrollo de la personalidad; el eje diversidad-universalidad, que se interesa por discernir si los fenómenos psíquicos se dan igual en todas las personas o sólo en algunas de ellas, o bien son diferentes para cada uno/a, entre otros ejes de problematizaciones (Morris & Maisto, 2009). La Psicopedagogía, como un saber con vocación práctica que surge de la interrelación de diversas ramas de la Psicología (psicología evolutiva, psicología del aprendizaje, y psicología cognitiva) con la Sociología, la Didáctica y la Epistemología, ha estado abocada al análisis de los procesos de aprendizaje y a la orientación vocacional de las personas. Entre sus referentes, además de Piaget, se encuentra por ejemplo el ruso Lev Vigotsky (1896-1934) y su perspectiva sociocultural del aprendizaje (abordada por el concepto de "zona de desarrollo próximo") y la relevancia asignada al lenguaje en estos procesos. Las Ciencias de la Educación, por su parte, abarcan al conjunto de perspectivas disciplinares que estudian los fenómenos educativos en sus múltiples aspectos, sea a través de un foco en las condiciones generales de las instituciones educativas en la sociedad, o bien a través de un foco que privilegia las condiciones locales o contextuales de la institución educativa que determinan sus desarrollo. En las últimas décadas, el interés de las Ciencias de la Educación ha ido transformándose: de importarle principalmente las instancias de socialización infantil ha pasado a considerar la socialización a lo largo de todo el ciclo vital de las personas, incluyendo la tercera edad; de focalizar en el aprendizaje integrativo, que supone que la persona interioriza y reproduce las pautas, valores y creencias de una sociedad, se ha comenzado a prestar más relevancia al aprendizaje creativo, lo cual supone una mirada activa del sujeto de aprendizaje en la construcción de la realidad social; a la vez que, de privilegiar las instancias educativas formales y los contenidos explícitos, ha sido crecido el interés en instancias no formales de educación y en los contenidos implícitos o currículum oculto.
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