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PUCP
LIT 103 2020-1 / Fundamentos de lingüística
Mario Montalbetti
Clase 6
Hemos pasado del modelo pentagonal de la Carta VII al modelo triangular de Leyes. Platón realiza un acto de cirugía para simplificar su modelo, amputando dos de los cinco términos originales.
 cosa-misma 			 definición
 
	
definición			 conocimiento 
 nombre		 cosa
 							 nombre			 cosa
Aún así, Platón no explica realmente el mecanismo mismo por el cual estos tres términos se conectan. Podemos suponer que si una definición explicita un objeto único (o una clase de objetos únicos) entonces si un nombre está asociado a dicha definición, entonces dicho nombre designará ese objeto. Pero hay demasiados problemas sueltos todavía. Y esto es lo que Aristóteles quiere solucionar.
Primero, Aristóteles adopta el modelo simplificado de Leyes. Y, sobre él, intentará una explicación de la conexión nombre—cosa. Dicha explicación aparece en la sección (16a 1-9) de su tratado Peri Hermeneias (“Sobre la interpretación”)—cf. lectura “Aristóteles 1”.
Los términos empleados por Aristóteles son ligeramente distintos a los de Platón. En lugar de nombre coloca foné (sonido) y en lugar de definición coloca “afección del alma”. Recuerden que para Aristóteles alma = mente.
				afección-del-alma
		 foné (sonido)		 cosa
Aristóteles admite de entrada que entre nombre (foné) y cosa no hay relación directa, sino que hay un “tercer elemento” que funciona de puente entre ellos. Esa es la “afección-del-alma”. Y, así como definición en Platón equivalía a significado (en el sentido de que se trataba del término intermedio entre nombre y cosa sobre el que caía el trabajo de conectarlos) así también afección del alma equivale a significado (en el mismo sentido).
¿Qué es una afección-del-alma? Las cosas AFECTAN la mente; es decir, las cosas implantan “moldes” en nuestra mente. Piensen en lo siguiente: tenemos un poco de masilla y cogemos una moneda de un sol y la implantamos en ella, la apretamos contra el trozo de masilla. La moneda de un sol es la cosa; la masilla es nuestra mente. Entonces, las cosas dejan sus “moldes” en nuestras mentes, afectan nuestras mentes en este sentido. 
Noten que toda la actividad es de la cosas hacia la mente. La mente es más bien pasiva. Las cosas afectan la mente, moldeándola con sus formas. La mente recibe dicha afectación.
Ahora bien, para distinguir cada una de estas afectaciones, colocamos nombres (foné) asociados a cada una de ellas. A la impresión (afección) de un árbol en nuestra mente le corresponde el nombre “árbol”; a la de un perro, “perro” y así sucesivamente.
Entonces, el proceso se describe sobre el triángulo de la siguiente forma:
				afección-del-alma
		 nombre				 cosa
Si se fijan bien, la consecuencia más importante del modelo de Aristóteles (consecuencia que será crucial para la literatura) es:
NO HAY NOMBRE SIN COSA
 
La explicación es clara: si no hay cosa que afecte la mente, no hay nada con lo cual un nombre pueda asociarse!
Esta es la consecuencia que debemos analizar con cuidado para nuestros fines; en particular porque ¿qué ocurre con los nombres de cosas que no existen (“unicornio”, “Batman”, “Aureliano Buendía”,…)? ¿No es sobre ellos que se construye toda la literatura?[footnoteRef:1] [1: Aristóteles tiene, sin duda, una teoría de la ficción (poiesis) firmemente atada a la idea de imitación. En el Capítulo 9 de su Poética, afirma que “no corresponde al poeta decir lo que ha sucedido, sino lo que podría suceder…”, etc.—pero, el nudo del problema que analizamos aquí no se ve afectado por esto. 
] 
Entonces, dos consecuencias importantes del modelo aristotélico:
	1) No hay relación directa nombre---cosa.
	2) No hay nombre sin cosa.
Se sigue de (1) que la tarea del significado, lo que el significado está llamado a hacer, es conectar nombre y cosa. Para eso fue “inventado”, para eso fue propuesto. Ahora hay que ver cómo lo hace.
De (2) se siguen cosas más duras. En Metafísica (libro Gamma, 1005b—1006b: es la lectura “Aristóteles 2”) Aristóteles plantea una serie de cosas fundamentales:
	a) el principio de no contradicción, que él denomina “el principio más firme de todos” que dice que una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo (y en el mismo sentido). Por ejemplo, una mesa no puede existir y no-existir simultáneamente, una silla no puede ser roja y no-roja al mismo tiempo,… Lo interesante es que éste es un principio lingüístico: en el mundo no encontraremos confirmación ni refutación del principio. Es solamente si alguien habla que el principio entra en juego. Es decir, no podemos decir “había un pez que vivía bajo el agua y no vivía bajo el agua…”—porque violamos el principio de no contradicción. PERO: ningún pez va a confirmar ni refutar el principio.[footnoteRef:2] [2: Como sabemos, el poema acoge la contradicción y la trabaja. Mi ejemplo preferido es este haiku admirable de Ikkyu:
	Una barca es y no es.
	Cuando se hunde
	ambas desaparecen.] 
	b) para que el principio de no contradicción funcione es indispensable que los nombres sean unívocos, que designen una sola cosa. Por ejemplo, en el ejemplo del pez, no podemos asumir que “pez” designa dos cosas (una que vive bajo el agua y otra que no)[footnoteRef:3]. Entonces, como dice Aristóteles: “si no significas una sola cosa, no significas ninguna”. Por lo tanto, un nombre “tiene UN significado y UN significado ÚNICO” (mi énfasis). La homonimia debe ser eliminada. Es más, afirma Aristóteles: si no significas UNA SOLA COSA con un nombre, entonces “no dices nada”—y eres “semejante a una planta” (!!). Una planta no dice nada porque no habla, pero quien habla equívocamente (dándole a un mismo término más de un significado) tampoco dice nada por más que enuncie frases. [3: 
 Lo que me recuerda la siguiente broma: “¿Qué es algo y nada?” Respuesta: un pez! [Pero se habrán dado cuenta que el término “nada” es usado equívocamente.]] 
	c) Finalmente, muy al final del texto adjunto, Aristóteles revela la necesidad de esta exigencia anterior: los nombre unívocos al nombrar una cosa, ofrecen al mismo tiempo, la naturaleza de la cosa. Es decir, los nombres unívocos revelan la naturaleza de las cosas que nombran. 
	d) Los tres puntos anteriores combinados + la consecuencia (2) abren una cuestión de gran importancia para nosotros. Si no hay nombre sin cosa entonces términos como “unicornio”, “Batman”, “Aureliano Buendía”, etc. no significan nada en dos sentidos: uno, no designan nada; y dos, no tienen significado porque no son el resultado de una afección del alma. Platón diría, no tienen definición. Pero lo curioso de todo esto es que podemos hablar de unicornios “como si existieran”[footnoteRef:4]. Es más, podemos decir cosas verdaderas o falsas de un unicornio; por ejemplo, “un unicornio tiene tres cachos” es claramente FALSO—así como “Batman es mujer” también lo es. ¿Qué hacemos con todos estos nombres? ¿Decimos que no son nombres porque no designan nada? ¿Qué son? En el mejor de los casos, son cuasi-nombres que no revelan la naturaleza de las cosas que designan (al no designar nada. Digamos que las cosas que no existen no tienen naturaleza.). [4: En Romanos 4, 17 hay un fragmento interesante. En unas versiones (Biblia de Jerusalén) Pablo dice que “Dios llama a las cosas que no son para que sean”; en otras (Biblia de Reyna Valera) Pablo dice que “Dios llama a las cosas que no son como si fuesen”. En cualquiera de los dos casos, de acuerdo a Aristóteles, Dios sería “como una planta” porque no habría dicho nada.] 
Una posibilidad es que el modelo de Aristóteles puede servir para las significaciones que Foucault llamaba primarias y la ficción sería una forma de significación secundaria. No estoy muy convencido de esta posibilidad porque faltaría agregar cómo es que un término de ficción (“unicornio”) adquiere su significado si no refiere a nada.
En suma: “perro” tienen significado porque un perro (o varios)ha(n) afectado nuestras mentes, pero “unicornio” no tiene significado porque nada ha afectado nuestras mentes. Aristóteles dixit.
Apéndice
Una observación especulativa final. La idea de Aristóteles es que los nombres (verdaderos) revelan la esencia de las cosas que designan. Hay un grupo de filósofos llamados Sofistas que forman un grupo sumamente interesante, entre ellos, Gorgias de Leontinos (cf. su Tratado del no ser). La interpretación moderna de estos sofistas (cf. B. Cassin, El efecto sofístico) es que la relación entre nombre y cosa es a la inversa. No son los nombres los que revelan la esencia de las cosas sino las cosas las que revelan la esencia de los nombres (!). Las cosas nos dicen lo que los nombres son. Pero, como ven, esto no soluciona inicialmente la cuestión de la ficción porque si no hay cosas (si no hay cosa-unicornio) cómo es que va a revelar la esencia del nombre. Y aquí es donde entra a tallar el referido Tratado del no ser de Gorgias, porque Gorgias sostiene que no hay diferencia entre el ser y el no ser. El argumento es complejo y no lo veremos aquí. Pero, si tanto lo que es como lo que no es, es, entonces el no-ser de las cosas podría, en principio, revelar la esencia de los nombres que las designan. Así, el no-ser del unicornio podría revelar la esencia del nombre “unicornio”. De qué forma y cómo es algo que merece explorarse.

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