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Los trastornos de la conducta alimentaria Marga Serra Director de la colección: Lluís Pastor Diseño de la colección: Editorial UOC Diseño del libro y de la cubierta: Natàlia Serrano Primera edición en formato digital: octubre 2015 © Marga Serra, del texto © Editorial UOC (Oberta UOC Publishing, SL), de esta edición Rambla del Poblenou, 156, 08018 Barcelona http://www.editorialuoc.com Realización editorial: Oberta UOC Publishing, SL ISBN: 978-84-9064-951-0 Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño general y la cubierta, puede ser copiada, reproducida, almacenada o transmitida de ninguna forma, ni por ningún medio, sea éste eléctrico, químico, mecánico, óptico, grabación, fotocopia, o cualquier otro, sin la previa autorización escrita de los titulares del copyright. http://www.editorialuoc.com Autora Marga Serra Doctora por la Universidad de las Palmas de Gran Canaria y licenciada en Ciencias Biológicas por la Universidad de Barcelona. Postgrado en Dietética y Nutrición por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y Máster en Nutrición humana y calidad de los alimentos por la Universitat de les Illes Balears (UIB). Es miembro de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC). Su actividad docente e investigadora está relacionada principalmente con la Educación Nutricional y los Trastornos del comportamiento alimentario. Forma parte del equipo docente del Máster Universitario, Nutrición y Salud, de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Autora del libro Júlia, aprenc a estimar-me. QUÉ QUIERO SABER Lectora, lector, este libro le interesará si usted quiere saber: Qué son los TCA. Clasificación y criterio diagnóstico Principales factores que pueden provocar un TCA Detección de los TCA Principales tratamientos de los TCA Índice QUÉ QUIERO SABER Capítulo I. ¿QUÉ SON LOS TRASTORNOS DEL COMPORTAMIENTO ALIMENTARIO? Capítulo II. PRINCIPALES TCA 1. Anorexia nerviosa 2. Bulimia nerviosa 3. Trastorno por atracón 4. TCANE Capítulo III. CRITERIOS DIAGNÓSTICOS DE LOS TCA 1. Anorexia nerviosa 1.1. Pautas para el diagnóstico de la anorexia nerviosa 2. Bulimia nerviosa 3. Trastorno por atracón 4. Avoidant/restrictive food intake disorder 5. Trastorno de la conducta alimentaria no especificado (TCANE) 5.1. Criterios diagnósticos de los TCANE 6. Pica 7. Ortorexia 8. Vigorexia 9. Síndrome de ingesta nocturna (comedores nocturnos) Capítulo IV. FACTORES QUE PUEDEN PROVOCAR UN TCA 1. Edad. Sexo. Adolescencia 1.1. ¿Y por qué adolescentes? 2. Factores genéticos 3. Obesidad 4. Factores familiares 5. Ejercicio físico y TCA 6. La influencia de los amigos 7. Personalidad y trastornos asociados 7.1. La baja autoestima 8. Dietas de adelgazamiento 9. La imagen corporal 9.1. Influencias del pasado 9.2. Influencias cercanas 10. Abuso sexual y TCA 11. Maltrato físico 12. El bullying como factor desencadenante de los TCA 13. Factores socioculturales 13.1. Ideales estéticos 13.2. Belleza 13.3. Otras sociedades Capítulo V. DETECCIÓN DE LOS TCA 1. Eating Attitudes Test (EAT-40) (Garner y Garfinkel, 1979) 2. Eating Disorders Inventory (EDI-2) (Garner et al., 1998) 3. Autoconcepto Forma 5 (AF5) (Musitu y García, 1999) 4. Eysenck Personality Inventory (EPI) (Eysenck y Eysenck, 1990) 5. Test Scoff (Sick Control One stone Fat Food) 6. ChEAT (versión infantil del EAT-26; Children Eating Attitudes Test) 7. BULIT (test de bulimia) Capítulo VI. DIAGNÓSTICO DE LOS TCA Capítulo VII. TRATAMIENTO DE LOS TCA 1. Principios generales del tratamiento 2. Áreas básicas de salud 3. Estadios del paciente 4. Hospitales de día 4.1. Criterios de inclusión para el tratamiento de hospital de día 5. La hospitalización 6. Pisos terapéuticos 7. Tratamiento especial para las familias de los enfermos de TCA 8. Tratamientos psicológicos empleados en los TCA (según Lechuga y Gámiz, Trastornos de la Conducta Alimentaria 2, 2005, 142-157) 9. Objetivos terapéuticos 10. Ejemplos de tratamientos psicológicos: psicoterapia de grupo y psicoeducación 10.1. Psicoterapia de grupo 10.2. La psicoeducación en el tratamiento de los TCA 10.2.1. Reestructuración cognitiva 10.2.2. Realización de autorregistros 10.2.3. Autorrefuerzo 10.2.4. Control del estímulo 10.2.5. Control de la respiración BIBLIOGRAFÍA Capítulo I ¿QUÉ SON LOS TRASTORNOS DEL COMPORTAMIENTO ALIMENTARIO? Los TCA (trastornos del comportamiento alimentario) son trastornos mentales caracterizados por un comportamiento patológico frente a la ingesta alimentaria y una obsesión por el control de peso. Los TCA constituyen un problema emergente en las sociedades occidentales. Han alcanzado una especial relevancia en las tres últimas décadas, tanto por su creciente incidencia como por la gravedad de la patología asociada y la resistencia al tratamiento; hoy constituyen la tercera enfermedad crónica entre la población femenina adolescente y juvenil en las sociedades desarrolladas y occidentalizadas. Algunos investigadores la han calificado como epidemia, debido al aumento de su incidencia y prevalencia. Según el Diccionario de la Lengua Española (Espasa-Calpe, 1992), epidemia es una enfermedad que se propaga algún tiempo por un país, acometiendo simultáneamente a un grupo de personas. Una epidemia cuenta con unas vías de difusión, un medio que las propaga y favorece, unos agentes que transmiten la enfermedad y una población susceptible de padecerla. Este tipo de trastornos se caracterizan por una serie de síntomas que derivan de un elevado nivel de insatisfacción corporal juntamente con la existencia de ideas distorsionadas referentes al comer, al peso y a la imagen corporal. Son enfermedades multifactoriales: factores genéticos, familiares y sociales y culturales. Entre los factores personales destacan la baja autoestima, el alto nivel de autoexigencia y de perfeccionismo, miedo a madurar, a crecer. La anorexia, por ejemplo, tiene mayor incidencia y provoca serias alteraciones emocionales y restricciones alimentarias muy severas para perder peso. Entre los factores familiares también debemos mencionar los posibles conflictos, la incomunicación, la autoexigencia sobre el cuerpo y el sobrepeso de la madre. Entre los factores sociales y culturales debemos destacar los modelos sociales que favorecen el culto a un cuerpo delgado, la influencia de la publicidad y de la moda. Otros factores influyen en la precipitación de esta enfermedad, como por ejemplo la práctica de dietas para adelgazar, problemas personales relacionados con el estrés y también otras patologías psiquiátricas asociadas. Por sexo, 9 de cada 10 enfermos son chicas, solamente un 10 % son chicos. Los estudios de seguimiento de la evolución de la enfermedad una vez han transcurrido entre 5 y 12 años desde su inicio indican: alrededor del 50 % de los pacientes están completamente recuperados y normalizados; alrededor de un 25 % mantienen síntomas como alteraciones menstruales, oscilaciones excesivas de peso, etc.; alrededor de un 20 % siguen con el trastorno; alrededor del 5 % mueren; alrededor del 20 % de los enfermos suelen evolucionar hacia la bulimia nerviosa. Estos datos se refieren a pacientes de todas las edades. Cuando estos pacientes son adolescentes, la evolución satisfactoria de la enfermedad aumenta alrededor del 80 %. Esto supone la necesidad de tratar la anorexia y la bulimia cuanto antes y con la máxima intensidad. Por una parte, es preciso conocer con la mayor exactitud posible la frecuencia de los trastornos alimentarios en nuestro país. La epidemiología en la población general es imprescindible para la planificación y provisión de recursos sanitarios. La importancia de la precisión en los estudios epidemiológicos es necesaria para establecer programas preventivos eficaces. Por otra parte, es importante sensibilizara la comunidad educativa del riesgo de los TCA. También es necesario realizar una detección precoz y dar herramientas pedagógicas útiles a los educadores para que realicen una prevención eficaz. Capítulo II PRINCIPALES TCA 1. Anorexia nerviosa El trastorno del comportamiento alimentario más común es la anorexia nerviosa. Se manifiesta con diferentes síntomas, entre ellos destaca la pérdida de peso, generalmente pueden llegar a pesar un 15 % menos de lo que les corresponde. Otro síntoma muy evidente es el miedo irracional a engordar, y a la vez, un deseo obsesivo por adelgazar, todo ello acompañado con dietas severas o ayunos autoimpuestos. Además, existe una distorsión de la imagen corporal, se «ven» gordos a pesar de estar por debajo del peso normal. A veces, esta distorsión es solamente parcial, creen que una parte de su cuerpo es demasiado amplia, o grande. Todo ello va acompañado por una preocupación desmesurada por el peso y la figura, una práctica de ejercicio físico excesiva con la única finalidad de perder peso. En algunos pacientes se observa que no tienen la menstruación durante varios ciclos consecutivos. Les cambia el carácter, se vuelven más irritables, se aíslan de sus amigos y familiares. Durante las comidas, prefieren comer solos y empiezan a restringir algunos alimentos, como por ejemplo los hidratos de carbono, a veces los cárnicos. Pueden llegar a poner en peligro su vida, tal como veremos más adelante. 2. Bulimia nerviosa Igual que en la anorexia, se caracteriza por que los pacientes tienen una preocupación extrema por el peso y la figura y también distorsión de la imagen corporal. Se manifiesta principalmente por ciclos de atracones repetitivos, seguidos de conductas compensatorias, con la intención de compensar los atracones. Estas conductas pueden ser vómitos, abusos de laxantes, diuréticos o realización de dietas muy estrictas, también en algunos casos estos atracones se alternan con la práctica de un ejercicio físico intenso. Estos atracones se realizan a escondidas, en un corto espacio de tiempo y frecuentemente por la tarde o noche. Durante el atracón, las personas tienen una sensación de pérdida de control, es decir, de no poder parar de comer. Después, sienten un gran remordimiento y un sentimiento de culpa. El aspecto físico es aparentemente saludable, suelen tener un peso normal, en algunos casos sobrepeso, debido a esto se hace difícil la detección precoz. 3. Trastorno por atracón El trastorno por atracón se manifiesta por períodos de voracidad con atracones, con pérdida de control, pero a diferencia de la bulimia, las personas con trastorno por atracón no realizan conductas compensatorias, o sea, no se provocan el vómito ni toman laxantes, pero sí que mayoritariamente realizan dietas muy estrictas, pero recuperan el peso de forma muy rápida. Normalmente estos pacientes tienen sobrepeso u obesidad. En muchas ocasiones son personas que presentan depresión y ansiedad. Más adelante en otro apartado trataremos los criterios diagnósticos para estas enfermedades. 4. TCANE Por último, el TCANE es una denominación que se da a una serie de trastornos del comportamiento alimentario que no cumplen los criterios diagnósticos de la anorexia y bulimia nerviosas. Capítulo III CRITERIOS DIAGNÓSTICOS DE LOS TCA Los trastornos más conocidos son la anorexia y la bulimia, pero existen muchos otros que describiremos a continuación. Para poderlos clasificar contamos con dos guías de clasificación de los trastornos alimentarios: CIE-10 (OMS). La guía de clasificación internacional de enfermedades y problemas de salud (CIE) llevada a cabo por la OMS, que ya va por la décima edición desde que se publicó en 1992 y es utilizada especialmente por los profesionales europeos. DSM-IV-R. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (n.º IV, revisado). Publicado en 2002. Recientemente, se acaba de publicar el DSM-V. 1. Anorexia nerviosa La palabra anorexia viene del griego clásico orexia, «falta de apetito», y del latín nervus, «nervioso». Según su definición, se trata de un trastorno de inapetencia de origen nervioso, lo que no es exacto, puesto que el enfermo de anorexia sí tiene hambre, lo que le ocurre es que su percepción desfigurada y su pánico por la comida lo lleva a no alimentarse. La anorexia nerviosa es un trastorno en el que hay una incapacidad voluntaria severa y prolongada para comer, con una pérdida de peso marcada y un cuadro de síntomas asociados muy particular. «La anorexia nerviosa es un trastorno del comportamiento alimentario caracterizado por una pérdida significativa del peso corporal (superior al 15 %), habitualmente fruto de la decisión voluntaria de adelgazar. El adelgazamiento se consigue suprimiendo o reduciendo el consumo de alimentos, especialmente “los que engordan”, y con cierta frecuencia mediante vómitos autoinducidos, uso indebido de laxantes, ejercicio físico desmesurado, consumo de anorexígenos y diuréticos, etc.». Las características diagnósticas básicas de la anorexia nerviosa según el DSM-IV-R son: rechazo a mantener el peso corporal igual o por encima del valor mínimo normal, considerando la edad y talla; miedo intenso a ganar peso, a convertirse en obeso, incluso estando por debajo del peso normal; alteración de la percepción del peso o la silueta corporal, exageración de su importancia en la autoevaluación o negación del peligro que comporta el bajo peso corporal; en las mujeres pospuberales, presencia de amenorrea (tres ciclos consecutivos). Existen dos tipos: restrictivo y compulsivo/purgativo (presencia de atracones/purgas). Según la actualización del DSM-V, se observan los siguientes cambios: La expresión «rechazo a mantener un peso mínimo...» desaparece, quedando del siguiente modo: restricción de la ingesta energética con relación a los requerimientos que lleva a una significativa pérdida de peso teniendo en cuenta la edad, sexo, etapa de desarrollo y salud física. El peso significativamente bajo se define como un peso que es inferior al mínimo normal o, para niños y adolescentes, menor del mínimamente. El término «rechazo» es eliminado por su imposibilidad de «demostrarlo» y por sus connotaciones negativas en muchos casos al implicar «intención». Con el nuevo texto se enfatizan las conductas más allá de las intenciones. La expresión «temor o miedo a ganar peso» se matiza. En el nuevo texto aparece: intenso temor a ganar peso o convertirse en obeso, o conducta persistente que interfiere con la ganancia de peso, incluso estando con un peso significativamente bajo. Muchos pacientes niegan ese temor (incluso afirman su deseo de «ganar» peso). De nuevo se hace más hincapié en las conductas que en discursos e intenciones. Con relación a la imagen corporal se indica: alteración en el modo en que uno experimenta su peso o forma corporal, inadecuada influencia de dicho peso o forma en la autoevaluación o persistente falta de reconocimiento de la gravedad del actual bajo peso. Otro cambio sustancial es el hecho de que la amenorrea deja de ser un criterio de diagnóstico. Se trataba de un criterio no válido para prepúberes, mujeres posmenopáusicas, mujeres que toman ACO y varones. Es preciso recordar que con independencia de dicho «antiguo» criterio, pacientes con dicho síntoma presentan una peor salud ósea que quienes no lo cumplen. Por último, aunque en muchos casos resulta difícil reconocer claros subtipos (restrictiva-purgativa), se aconseja que se haga para el episodio actual teniendo en cuenta lo acontecido en los últimos tres meses. Texto extraido integramente de Jauregui Loberta (2012). La tasa de mortalidad de la anorexia se sitúaalrededor del 6 % en estudios prospectivos tras unos 10 años de seguimiento, y se debe a la elevada tasa de suicidios y a las complicaciones médicas (Crow et al., 1999; Toro, 2000). 1.1. Pautas para el diagnóstico de la anorexia nerviosa Según el CIE-10, los criterios diagnósticos son: pérdida significativa de peso (índice de masa corporal de menos de 17,5); la pérdida de peso está originada por el propio enfermo (evitación de consumo de «alimentos que engordan») y uno o más de uno de los síntomas siguientes: vómitos autoprovocados, purgas intestinales autoprovocadas, ejercicio excesivo, consumo de fármacos anorexígenos o diuréticos; distorsión de la imagen corporal que consiste en una psicopatología específica caracterizada por la persistencia con el carácter de idea sobrevalorada intrusa, de pavor ante la gordura o la flacidez de las formas corporales, de modo que el enfermo se impone a sí mismo permanecer por debajo de un límite máximo de peso corporal; trastorno endocrino generalizado que afecta al eje hipotalámico-hipofisario-gonadal manifestándose en la mujer como amenorrea y en el varón como una pérdida del interés y de la potencia sexual (una excepción aparente la constituye la persistencia de sangrado vaginal en mujeres anoréxicas que siguen una terapia hormonal de sustitución, por lo general con píldoras contraceptivas). También pueden presentarse concentraciones altas de la hormona del crecimiento cortisol, alteraciones del metabolismo periférico de la hormona tiroidea y anomalías en la secreción de insulina. Si el inicio es anterior a la pubertad, se retrasa la secuencia de sus manifestaciones, o incluso esta se detiene (cesa el crecimiento, en las mujeres no se desarrollan las mamas y hay amenorrea primaria; en los varones persisten los genitales infantiles). Si se produce una recuperación, la pubertad suele completarse, pero la menarquía es tardía. Además, en la clasificación de la CIE-10 se utiliza el término anorexia nerviosa atípica para ser aplicado en aquellos casos que presentan un cuadro clínico característico pero en los que no se detecta uno o más de los criterios diagnósticos de anorexia nerviosa, como amenorrea o pérdida significativa de peso. También se pueden incluir aquí, como señala la OMS, los enfermos que tengan todos los síntomas pero en estado leve. 2. Bulimia nerviosa El término bulimia nerviosa se utilizó a finales del siglo XIX y fue recuperado por Russell en 1979 para describirlo como un cuadro clínico individualizado, aunque lo consideró una variante de la anorexia nerviosa. Sus características diagnósticas básicas consisten en atracones y métodos compensatorios inadecuados para evitar la ganancia de peso, que se producen al menos un promedio de dos veces a la semana durante un período de 3 meses; y en una autoevaluación excesivamente influida por el peso y la silueta corporal. Según el DSM-IV-R los criterios diagnósticos son: presencia de atracones recurrentes; conductas compensatorias inapropiadas, de manera repetida, con el fin de no ganar peso, como provocación del vómito, uso excesivo de laxantes, diuréticos, enemas u otros fármacos, ayuno y ejercicio excesivo; los atracones y las conductas compensatorias inapropiadas tienen lugar, como promedio, al menos dos veces a la semana durante un período de 3 meses; la autoevaluación está exageradamente influida por el peso y la silueta corporales; la alteración no aparece exclusivamente en el transcurso de la anorexia nerviosa. Un atracón se caracteriza por: a) ingesta de alimento en un corto espacio de tiempo (por ejemplo, en un período de 2 horas) en cantidad superior a la que la mayoría de las personas ingerirían en un período de tiempo similar y en las mismas circunstancias; b) sensación de pérdida de control sobre la ingesta del alimento (por ejemplo, sensación de no poder parar de comer o no poder controlar el tipo o la cantidad de comida que se está ingiriendo). Existe dos tipos: purgativo (durante el episodio de bulimia nerviosa, el individuo se provoca regularmente el vómito o usa laxantes, diuréticos o enemas en exceso) y no purgativo (durante el episodio de bulimia nerviosa, el individuo emplea otras conductas compensatorias inapropiadas, como el ayuno o el ejercicio intenso, pero no recurre regularmente a provocarse el vómito ni usa laxantes, diuréticos o enemas en exceso). Se han eliminado los subtipos. El cambio más relevante se centra en la frecuencia de episodios bulímicos para su categorización. El DSM-IV exigía «dos a la semana en los últimos tres meses», pero las características clínicas de quienes tienen menor frecuencia (por ejemplo, «un episodio semanal») son similares. Por ello se reduce dicha frecuencia a «un episodio a la semana en los pasados tres meses». Según la CIE-10, las pautas diagnósticas para la bulimia nerviosa son: preocupación continua por la comida, con deseos irresistibles de comer, de modo que el enfermo termina por sucumbir a ellos, presentándose episodios de polifagia durante los cuales consume grandes cantidades de comida en períodos cortos de tiempo; el enfermo intenta contrarrestar el aumento de peso así producido mediante uno o más de uno de los siguientes métodos: vómitos autoprovocados, abuso de laxantes, períodos intervalares de ayuno, consumo de fármacos tales como supresores del apetito, extractos tiroideos o diuréticos. Cuando la bulimia se presenta en un enfermo diabético, este puede abandonar su tratamiento con insulina. La psicopatología consiste en un miedo morboso a engordar, y el enfermo se fija de forma estricta un dintel de peso muy inferior al que tenía antes de la enfermedad, o al peso óptimo o sano. Con frecuencia, pero no siempre, existen antecedentes previos de anorexia nerviosa con un intervalo entre ambos trastornos de varios meses o años. Este episodio precoz puede manifestarse de una forma florida o por el contrario adoptar una forma menor o larvada, con una moderada pérdida de peso o una fase transitoria de amenorrea. Como en la anorexia, la CIE-10 fija también el diagnóstico de bulimia nerviosa atípica. La mortalidad de enfermas de bulimia es de un 0,38 %. Tras unos 10 años de evolución, la recuperación total se constata en el 50 % de los casos. Alrededor de un 11-20 % siguen cumpliendo criterios diagnósticos de bulimia nerviosa (Keel et al., 1999; Toro, 2000). Una vez superado el trastorno recaen alrededor del 30 %, este riesgo de recaída declina progresivamente trascurridos los 4 primeros años tras la aparición del trastorno (Toro, 2000). 3. Trastorno por atracón El trastorno por atracón se caracteriza por episodios de ingesta compulsiva de forma recurrente. Tiene muchas similitudes con la bulimia nerviosa. La diferencia principal es que la persona que sufre un trastorno por atracón no realiza conductas compensatorias (vómito autoinducido, abuso de laxantes y/o diuréticos, ayunos, ejercicio físico excesivo, etc.). En muchas ocasiones pueden presentar depresiones o síntomas depresivos. Una de las consecuencias más habituales del trastorno por atracón es sufrir sobrepeso u obesidad, con los riesgos que ello conlleva para la salud: diabetes, hipertensión, colesterol, etc. Criterios para diagnosticar trastorno por atracón: presencia de atracones recurrentes; sensación de pérdida de control sobre la ingesta del alimento (por ejemplo, sensación de no poder parar de comer o no poder controlar el tipo o la cantidad de comida que se está ingiriendo); los atracones tienen lugar al menos una vez a la semana durante un período de 3 meses; no existen conductas compensatorias. Este último criterio es el que marca la mayor diferencia entre el trastorno por atracón y la bulimia. Un atracón se caracteriza por ingestade alimento en un corto espacio de tiempo (por ejemplo, en un período de 2 horas) en una cantidad muy superior a la que la mayoría de las personas ingerirían en un período de tiempo similar y en las mismas circunstancias. En un estudio realizado por Abraham (1982) en Sydney, en el que el número de pacientes era 32, se hallaron 12 desencadenantes de la práctica de atracones: 91 % ansiedad, 84 % el hecho de comer algo que puede engordarlos, 78 % estar solos, 78 % ansia de determinadas comidas, 75 % pensar en comidas, 72 % volver a casa (al volver de clase o trabajo o tras estar fuera), 59 % sentirse aburrido y solo, 44 % sentirse hambriento, 44 % tomar alcohol, 25 % salir con alguien del sexo opuesto, 22 % comer fuera, 2 % ir a una fiesta. 4. Avoidant/restrictive food intake disorder En el DSM-V aparece como «nuevo» trastorno. Se trata de un trastorno en que la comida o la ingesta son evitadas hasta el punto de que los requerimientos nutricionales no se cubren con la consiguiente pérdida, importante, de peso. Se observa sobre todo en niños y se considera diferente de la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa. En el DSM-V se define así: alteraciones en la alimentación o la ingesta (que pueden incluir, pero no se limitan a ello, la disminución del interés hacia la comida o comer en general; evitación asociada a las características sensoriales de los alimentos; preocupación creciente hacia las diversas consecuencias o desventajas de comer), manifestaciones que pueden incluir el fracaso o la incapacidad repetida para cubrir las demandas energética y nutricional ideales y las necesidades, que están relacionadas con uno o varios de los siguientes: considerable pérdida de peso (que puede también estar asociada con falta de aumento de peso, o un irregular crecimiento y peso en el caso de los niños); presencia de diferentes deficiencias nutricionales en el paciente; dependencia de alimentación enteral; interferencia o perturbación en el funcionamiento psicológico adecuado. Los siguientes factores también deben ser tomados en consideración: no hay datos que apoyen la falta o escasez de alimentos disponibles, o cualquier otra creencia o práctica cultural que pueda explicarlo (en todo caso, estas creencias/prácticas no son responsables del desarrollo de la enfermedad); las alteraciones en los patrones de alimentación no solo se producen durante los episodios de trastornos como la anorexia o la bulimia, asimismo, no hay pruebas de otros trastornos por los que se vería afectada la forma del cuerpo o el peso; las alteraciones en los patrones de alimentación no se asocian con otros trastornos mentales o médicos (fuente: http://www.dsm5.org/Pages/Default.aspx). 5. Trastorno de la conducta alimentaria no especificado (TCANE) Los trastornos alimentarios subclínicos, parciales, atípicos o no especificados constituyen un problema de importancia creciente, al afectar a entre un 5-10 % de adolescentes (Dancyger y Garfinkel, 1995; Cotufo et al., 1998; Santonastaso et al., 1999). El DSM-IV-R (APA, 2000) incluye dentro de los TCA, junto a la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa, la categoría de trastorno de la conducta alimentaria no especificado (TCANE) para codificar los trastornos que no cumplen los criterios para un trastorno específico de la conducta alimentaria. La adolescencia es una etapa de la vida muy crítica para sufrir un TCA. Hasta un 20 % de adolescentes seleccionados al azar puntúan por encima del punto de corte en cuestionarios que detectan alteraciones en actitudes y comportamientos alimentarios. Por otro lado, según datos publicados, hasta un 33,5 % de chicas adolescentes estudiantes de secundaria se consideran a sí mismas obesas, y un 60 % intentan perder peso. La mayoría de adolescentes que tienen alteraciones de la conducta alimentaria no cumplen todos los criterios diagnósticos. La pérdida de peso, uno de los criterios diagnósticos de la anorexia nerviosa, no está presente necesariamente en adolescentes jóvenes con este desorden en la intensidad que marca el criterio del DSM-IV, o bien el peso está dentro de los límites normales. 5.1. Criterios diagnósticos de los TCANE Los criterios diagnósticos de los TCANE se reservaron para grupos heterogéneos con TCA que no cumplían estrictamente los criterios diagnósticos ni de anorexia nerviosa ni de bulimia nerviosa, pero no por ello puede ser malinterpretado como trastorno alimentario de menor significancia clínica. También es importante resaltar que el cuadro clínico de los pacientes con TCANE puede ser también grave y necesitar un ingreso hospitalario. Se podrían dividir en dos grandes grupos: los que tienen similitudes con la anorexia nerviosa o la bulimia nerviosa pero que no cumplen todos los criterios diagnósticos, y los que presentan un cuadro clínico muy diferente. Referente al primer grupo, tienen síntomas muy similares al trastorno antes descrito, pero no cumplen todas las características diagnósticas esenciales: se podrían definir como trastornos por debajo del umbral. Entre estos casos podríamos encontrar anorexias que no presentan infrapeso o bulimias cuya frecuencia de atracones no es suficientemente elevada. http://www.dsm5.org/Pages/Default.aspx Raich y otros investigadores de TCA coinciden en que en todas las clasificaciones diagnósticas se hallan las siguientes conductas alimentarias: dietas extremas o ayuno, episodios de sobreingesta o bien una combinación de ambos. En casi todas las descripciones aparece una preocupación por el peso y la figura, percepción alterada del peso y de la imagen corporal, y en todos los trastornos en que predominan los atracones aparece un sentimiento de falta de control sobre la ingesta. Veamos a continuación algunos ejemplos de TCANE; en mujeres se cumplen todos los criterios diagnósticos para la anorexia nerviosa, pero las menstruaciones son regulares; se cumplen todos los criterios diagnósticos para la anorexia nerviosa, excepto que, a pesar de existir una pérdida de peso significativa, el peso del individuo se encuentra dentro de los límites de la normalidad; se cumplen todos los criterios diagnósticos para la bulimia nerviosa, con la excepción de que los atracones y las conductas compensatorias inapropiadas aparecen menos de 2 veces por semana o durante menos de 3 meses; empleo regular de conductas compensatorias inapropiadas. Cabe advertir que en el nuevo DSM-V trastornos como pica y rumiación, incluidos antes como «trastornos de la infancia y adolescencia», se proponen ahora en el capítulo de los TCA. El capítulo de TCANE (EDNOS en su abreviatura inglesa) se propone cambiarlo por FEEDING AND EATING CONDITIONS NOT ELSEWHERE CLASSIFIED, con las siguientes propuestas: anorexia nerviosa atípica: aun con significativa pérdida de peso, este se mantiene normal o incluso por encima de la normalidad; bulimia nerviosa subumbral (de baja frecuencia o limitada duración): episodios bulímicos con frecuencia inferior a una vez a la semana y/o 3 meses; Binge Eating Disorder (BED) subumbral: episodios de atracón con frecuencia inferior a una vez a la semana y/o 3 meses; trastorno purgativo: conductas purgativas recurrentes para influir en el peso o la forma corporal (vómitos provocados, diuréticos, otros fármacos, laxantes, todo ello sin atracones), el autoconcepto está indebidamente influido por la forma corporal o el peso o hay un intenso temor a ganar peso o estar obeso; síndrome de ingesta nocturna (Night Eating Syndrome): episodios recurrentes de ingesta nocturna, en forma de ingesta tras despertarse de noche, o excesivo consumo de alimentos tras la cena. Hay conciencia y recuerdo de la ingesta. Se trata deun trastorno no explicado mejor por alteraciones vigilia/sueño o por normas sociales. Suele asociarse a malestar y afectación en el funcionamiento del paciente. Tampoco se enmarca en el BED, otros trastornos mentales o abuso/dependencia de sustancias, ni en otras enfermedades médicas o efectos de medicamentos. 6. Pica La pica es otro TCA, que se caracteriza por la ingesta de sustancias no consideradas como alimentos. Las sustancias ingeridas pueden variar, entre ellas las más frecuentes son papel, tiza, jabón, pinturas, plantas, algodón, etc. Se considera una conducta inapropiada para el nivel de desarrollo el hecho de llevarse estos productos a la boca a partir de los 18-24 meses. Antes de esta edad, se experimentan estos comportamientos de manera habitual como un modo de exploración, desarrollo madurativo adecuado para conocer el mundo que les rodea. Se desconoce su prevalencia y se presenta igual en ambos sexos. Cuando el trastorno se desarrolla en la adultez, suele asociarse a algún déficit intelectual. Suele verse asociado con enfermedades del espectro autista, el TOC (trastorno obsesivo- compulsivo) o el trastorno por evitación/restricción. La intervención en esta patología debe hacerse rápida y tempranamente para poder remitir el problema lo antes posible. Es evidente que la salud del paciente puede quedar muy dañada debido a las intoxicaciones, infecciones parasitarias, atragantamientos, perforaciones estomacales y obstrucciones intestinales. A continuación se exponen otras patologías que no están todavía incluidas entre los TCA. 7. Ortorexia La ortorexia es un espectro sindrómico poco definido e insuficientemente estudiado que consiste en la preocupación extrema por los alimentos pretendidamente saludables y exentos de contaminantes. Esta entidad puede relacionarse con las preocupaciones obsesivas por la salud, con los temores hipocondríacos a las enfermedades y, en cierto modo, con actitudes culturales ligadas a la dieta y a los alimentos. Es cierto que pueden presentar anomalías restrictivas de la dieta y pérdidas ponderales, pero no se pueden considerar casos atípicos o incompletos de la anorexia nerviosa. 8. Vigorexia Esta entidad se caracteriza por la preocupación excesiva por buscar la perfección corporal a través de ejercicios específicos, lo que supone una gran insatisfacción ante la propia imagen corporal, la práctica de un ejercicio exagerado, las dietas especiales ricas en proteínas y los alimentos especiales, hasta el grado de generar dependencia, así como el consumo de sustancias dopantes, que pueden perjudicar la salud. Se trata de una entidad por el momento poco definida y emparentada con la obsesividad, el perfeccionismo y la dismorfofobia. 9. Síndrome de ingesta nocturna (comedores nocturnos) Los afectados interrumpen el sueño y en esa situación o estado presentan sobreingestas. No está definido si estos cuadros son debidos a un TCA o si se trata de personas afectadas de anomalías primarias del sueño. Capítulo IV FACTORES QUE PUEDEN PROVOCAR UN TCA En este libro se comenta en diferentes apartados que los factores que pueden causar un TCA son multifactoriales, y que en cada uno de los pacientes pueden variar. Hay tres tipos de factores que pueden provocar un TCA: los factores predisponentes, precipitantes y de mantenimiento. Los factores predisponentes son los que se encuentran presentes antes de la aparición del TCA y que aumentan el riesgo de su desarrollo sin hacerlo inevitable. Los factores precipitantes, tal como su nombre indica, inducen a que la enfermedad aparezca. Son los que marcan el inicio de la enfermedad. Muchas veces son los acontecimientos vitales estresantes para la persona. Por último, los factores de mantenimiento son aquellos que actúan una vez ya ha aparecido la enfermedad. Provocan que la/el enferma/o no se cure y, a medida que la enfermedad evoluciona, le resulte cada vez más difícil salir de ella. Los factores predisponentes son: genéticos; edad (13-20 años); sexo femenino; trastorno afectivo; introversión/inestabilidad; nivel social medio-alto; familiares con trastorno afectivo; familiares con adicciones; familiares con trastornos de la ingesta; obesidad materna; ideales estéticos dominantes. Los factores precipitantes son: cambios corporales-emocionales en la adolescencia (físicos, poca aceptación del cuerpo, sexualidad, emociones cambiantes); relaciones grupo-familia; separaciones y pérdidas; rupturas conyugales de los padres; obesidad previa; críticas respecto al cuerpo; enfermedad adelgazante; acontecimientos vitales estresantes; práctica de actividades físicas que exigen estar delgadas. Los factores de mantenimiento son: consecuencias de la malnutrición; interacción familiar; aislamiento social; cogniciones distorsionadas; actividad física excesiva (iatrogenia). A continuación se realizará un análisis más profundo de algunos de los factores que pueden provocar un TCA desde el punto de vista de algunos investigadores expertos. 1. Edad. Sexo. Adolescencia Por lo general, se acepta que la anorexia nerviosa se inicia en el rango de edad comprendido entre los 10 y los 25 años, situándose la edad de inicio más frecuente entre los 13 y los 18 años y siendo poco común en la primera década de la vida o pasada la treintena. La relación entre mujeres y varones viene a ser de 9-10:1, pues casi todos los estudios epidemiológicos constatan que el 90-95 % de los sujetos afectos de algún tipo de TCA son mujeres. Respecto a la bulimia, la investigación epidemiológica es más compleja, debido a la reciente delimitación nosológica del cuadro y a los diferentes resultados que se obtienen según los criterios diagnósticos empleados y el tipo de escalas, cuestionarios, autotest, entrevistas, etc., que se utilicen. Todos los datos apuntan a que es más frecuente en mujeres adolescentes y adultas jóvenes, estando la edad media de aparición alrededor de los 20 años y siendo la proporción mujeres-varones, al igual que en la anorexia nerviosa, de 10:1. Por último, con respecto a la población diana, además del sexo femenino y la raza blanca se han identificado grupos de alto riesgo para los TCA, siendo estos en su mayoría colectivos sometidos a ideales estéticos de delgadez y de lucha continua para mantener el peso, como las gimnastas, modelos, azafatas, bailarinas, actrices, deportistas de élite, etc. 1.1. ¿Y por qué adolescentes? Luis Rojo (1998) define la adolescencia de esta manera: «La adolescencia es un período marcado por importantes cambios físicos y psicológicos. En este período, el grupo de iguales es crucial para el adolescente, necesita sentirse aceptado por él, y en especial, por el grupo del sexo contrario. Finaliza la etapa de la niñez y comienza su desarrollo en el mundo como adulto. Muchos adolescentes proyectan en su cuerpo los problemas e inseguridades que esta etapa vital plantea. El traslado de los conflictos a la corporalidad puede llevarles a sentir sus cuerpos como una envoltura incómoda de llevar y a la búsqueda de soluciones inadecuadas. Las dietas, el moldeado del cuerpo como estrategia para mejorar la valoración de los demás y la propia es, especialmente en la adolescencia, una estrategia arriesgada. Hay quien queda atrapado en ella. Centrado en cambiar y controlar su cuerpo, desatiende otros atributos personales positivos y deja al margen temas que le resultan más angustiosos. El reencuentro consigo mismo, con su auténtico yo, se predice demasiado difícil y doloroso». Los cambios psicológicos que se producen en la adolescencia están íntimamente ligadosa los procesos biológicos que se inician en la pubertad. La adolescencia es a nivel fisiológico el cambio más violento e intenso que produce el ser humano a lo largo de su vida. Estos cambios, tal como hemos comentado, repercuten a nivel físico y a nivel psicológico. A continuación se presentan las condiciones biológicas a las que los adolescentes se ven sometidos. Del cerebro (desde el hipotálamo a la hipófisis) parte una señal hormonal que estimula los ovarios y los testículos, que comienzan a segregar sus respectivas hormonas —estrógenos y progesterona en la mujer y andrógenos en el varón—, lo que a su vez provoca las caracteres sexuales primarios: agrandamiento del pene en el varón y del útero y la vagina en la mujer. Se inicia así el desarrollo sexual que afecta al cuerpo del niño y de la niña, apareciendo los caracteres sexuales secundarios. En el chico: aparece el vello pubiano y axilar; crece la barba; cambia la voz; hay una ligera ginecomastia temporal; comienza a activarse el aparato reproductor; aparece el deseo sexual. En las chicas: hay un desarrollo progresivo de las mamas; aumenta el depósito de grasa en diferentes partes del cuerpo; crece el vello pubiano y axilar; aparecen las menstruaciones y la ovulación; aparece el deseo sexual. También se han de destacar otras diferencias particulares entre los dos sexos: en el varón se desarrolla más la masa muscular y la cintura escapular, en la mujer se desarrolla la pelvis y aumentan los depósitos de grasa en las caderas. Ante este último cambio será muy importante insistir en los aspectos de prevención primaria, que desarrollaremos más adelante. Además de este cambio físico, hemos de tener en cuenta los cambios emocionales a que se ven sometidos. Arminda Aberastury (1980) lo define como la normal anormalidad del adolescente. Efectivamente, esta conmoción emocional está íntimamente ligada al cambio hormonal que se inicia en los púberes. También se van añadiendo las modificaciones que se generan en el ámbito familiar y social. «Las contradicciones, la confusión, la ambivalencia, el sufrimiento y las fricciones con el entorno, así como el entusiasmo, el idealismo, las alegrías y los descubrimientos más sorprendentes, serán por todo esto postas casi ineludibles que determinarán la hoja de ruta del adolescente en este viaje hacia la “creación de sí mismo” con un “cuerpo nuevo” al que todavía debe adaptarse» (Guelar y Crispo, 2000). Otro aspecto que debe destacarse es que en los adolescentes, además de todos los cambios mencionados: físicos, psicológicos, sexuales, se produce un alejamiento de la dependencia familiar y en contrapartida aumentan las relaciones extrafamiliares, que se van forjando marcadas por la inestabilidad y las fluctuaciones. En el entorno social los amigos pasan a ser desde este momento su entorno más deseado. En esta edad se forman nuevos grupos, nuevos ideales y cambios rápidos que rompen en algunos casos drásticamente con la niñez. Los jóvenes ya no se identifican con la familia y sí con el grupo de amigos, y es más, necesitan continuamente su aprobación. Se dejan llevar de los gustos, deseos y maneras de actuar y vestir de los amigos, incluyendo por supuesto una influencia notable en la manera de comportarse. Hay una tendencia a la comparación entre ellos, y el aspecto físico, el peso, la talla de ropa, son elementos básicos de comparación. Estas comparaciones en el aspecto físico pueden ser factores desencadenantes de un TCA. Se trata de datos observados durante la investigación de mi tesis, leyendo muchas de sus agendas-diario, tan características en estas edades. 2. Factores genéticos El estudio de una posible transmisión genética de cualquier característica personal se lleva a cabo mediante diferentes procedimientos: determinación de tasas de prevalencia en árboles genealógicos de probandos y controles. La investigación de los factores biológicos se ha centrado principalmente en los factores genéticos y las alteraciones neurobiológicas. Los estudios realizados en familias muestran una mayor frecuencia de TCA entre los familiares de personas con TCA que entre los controles, con lo cual concluyen que debe haber una vulnerabilidad familiar para estos trastornos. En la Guía de Práctica Clínica sobre Trastornos de la Conducta Alimentaria se explica que los estudios de casos y controles mediante la genética molecular han obtenido asociación positiva entre la presencia de determinados polimorfismos y una mayor vulnerabilidad a padecer anorexia nerviosa. Los más estudiados son el sistema serotoninérgico (5-HT; regula el apetito, la respuesta al estrés, la conducta sexual, la sintomatología obsesiva, el humor, etc.), dopaminérgico y neurotrofinas (especialmente BDNF, NTRK2 y NTRK3). Igualmente positivos han sido los hallazgos en los cromosomas 1, 2 y 13. Sin embargo, estos resultados hasta el momento no son concluyentes. La genética parece explicar entre el 60 y el 70 % de la vulnerabilidad en el caso de la anorexia nerviosa. En el caso de la bulimia nerviosa, la presencia de la susceptibilidad se encuentra en el cromosoma 10. A pesar de las dificultades metodológicas que conlleva realizar estos estudios, la conclusión general es que en las familias de las pacientes anoréxicas aparecen casos de TCA, incluyendo anorexia nerviosa, con significativamente mayor frecuencia que en las familias de controles. Los estudios de pedigríes dan pistas acerca la existencia de factores genéticos en la causalidad de un trastorno, pero por si solos nada prueban. La mayor prevalencia de TCA en familias de pacientes anoréxicos puede ser debida a la trasmisión tanto genética como ambiental familiar. Son los estudios de gemelos y de adoptados los que deben aclarar el enigma (Toro, 2004). 3. Obesidad Podemos considerar que actualmente la obesidad está aumentando. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la obesidad y el sobrepeso han alcanzado caracteres de epidemia a nivel mundial. Más de 1.000 millones de personas adultas tienen sobrepeso y, de ellas, al menos 300 millones son obesas. El Estudio enKid (Serra et al., 2003) en la población infantil y juvenil (2-24 años) sitúa la obesidad en el 13,9 % y el sobrepeso en el 26,3 %. En este grupo de edad la prevalencia de obesidad es superior en varones (15,6 %) que en mujeres (12 %). Las mayores cifras se detectan en la prepubertad y, en concreto, en el grupo de edad de 6 a 12 años, con una prevalencia del 16,1 %. Estudios más recientes, como por ejemplo Aladino (2014), realizado por el Ministerio de Sanidad, revela un aumento de la obesidad infantil en los últimos años. Esto es preocupante, por una parte, porque si no se pone remedio, los niños obesos se convierten en adultos obesos y ya sabemos que la obesidad conlleva muchos problemas de salud. Por otra parte, la obesidad infantil provoca insatisfacción corporal en la niñez y en la adolescencia, y consecuentemente, se pueden desarrollar algunos TCA. Así pues, se debería potenciar ya a temprana edad un estilo de vida saludable, con una alimentación equilibrada y la práctica de ejercicio físico. Previamente, en el estudio realizado por Sánchez-Carracedo et al. (1996) se observó una prevalencia de obesidad en adolescentes de ambos sexos con edades comprendidas entre 15-17 años de un 15 %. Se observó una correlación positiva significativa entre el incremento del IMC (índice de masa corporal) y riesgo de TCA. Algunos investigadores han demostrado en sus trabajos que un porcentaje de mujeres adultas con bulimia nerviosa y mujeres concrisis de sobreingesta ha padecido sobrepeso durante su infancia y adolescencia. Una presión social excesiva sobre el sobrepeso aumenta el riesgo de adopción de regímenes perjudiciales e incluso de desórdenes alimentarios graves. El peso, la dieta y la actividad física están íntimamente relacionados. Muchas preadolescentes y adolescentes se consideran obesas o con sobrepeso y tienen un IMC bajo o normal. Esto lo demuestran algunos estudios realizado por la comunidad científica. Lo más preocupante es que esta autopercepción falsa se está detectando en escolares de enseñanza primaria. Muchos estudios coinciden en que hasta un 45 % de los niños de primaria desean ser más delgados. Esta percepción falsa de obesidad o sobrepeso de niñas y preadolescentes es preocupante. Realmente los modelos estéticos actuales son muy dominantes en todos los rangos de edades y en todas las clases sociales. En países subdesarrollados está más vinculada a las clases sociales más altas. A pesar de ello, el prototipo de belleza actual, de extrema delgadez, se extiende por los medios de comunicación y por internet, y estas imágenes llegan a casi todas las partes del mundo. 4. Factores familiares La dinámica familiar ha estado implicada no solo en la perpetuación de los trastornos de la conducta alimentaria sino también en su desarrollo. Según los investigadores en este campo existen tres modelos de ambientes diferentes que pueden ser una de las causas de desarrollo de un TCA. Ambiente familiar desestructurado: las familias en las que no existe una estructura estable y segura tienen mayor riesgo de desarrollar un TCA en alguno de los miembros, sobre todo en aquellos que de manera individual tienen más riesgo, como las chicas adolescentes. Ambiente familiar sobreprotector: aquellas familias en las que la comunicación y la dinámica familiar es excesivamente rígida, controladora y exigente pueden influir en el desarrollo de un TCA, sobre todo en aquellos miembros con mayor vulnerabilidad individual, como las chicas adolescentes. Experiencias vitales estresantes: cambios traumáticos en la estructura familiar como, por ejemplo, la muerte de uno de los miembros, la separación traumática de los padres, la inmigración, pueden aumentar la probabilidad de TCA. A veces incluso pueden sumarse diferentes comportamientos familiares. Minuchin, un investigador de TCA, proporcionó aportaciones importantes sobre este tema: el modelo familiar que con frecuencia se encuentra en el entorno de muchas anoréxicas se caracterizaría por la sobreprotección, el alto nivel de aspiraciones, la rigidez, la frecuencia de los conflictos, la tendencia a involucrar al niño en los conflictos parentales y en general un estilo de relación en el que, al no reconocer los límites individuales, los miembros de la familia no pueden desarrollar un sentimiento de autonomía. Ingelmo, en sus publicaciones, nos plantea otro modelo familiar preocupante. El grupo familiar gira en torno a la figura materna y el padre es «inexistente», en todos los aspectos. Como consecuencia, suele delegar en la madre la totalidad de las tareas familiares, centrándose en su trabajo. Para los hijos la figura paterna no es significativa, y todo ello puede desencadenar conductas problemáticas, entre ellas un TCA. Otros estudios, realizados por diferentes investigadores, coinciden en que las familias de pacientes con bulimia nerviosa, en comparación con las de sujetos control, son más conflictivas, desorganizadas, críticas, menos cohesionadas y con menor capacidad para establecer relaciones de confianza y de ayuda entre sus miembros. Otro tipo de influencias son que en el seno familiar se vivan conductas obsesivas relacionadas con las dietas, la apariencia física, etc. Un primer estudio liderado por Leung demostró la existencia de un modelo familiar que relacionaba las relaciones familiares disfuncionales, preocupaciones personales por el peso y la apariencia física y problemas personales por el cuerpo y la autoestima, por un lado, y el desarrollo de síntomas alimentarios y psiquiátricos, por el otro. Intervinieron 918 mujeres con edades comprendidas entre 12 y 17 años. Se debe tener en cuenta que estas adolescentes eran de población no clínica y que las evaluaciones de las características familiares se realizaron a través de las propias adolescentes. Los resultados demuestran que un modelo familiar determinado puede potenciar ciertas vulnerabilidades tanto a sufrir TCA como otros trastornos psiquiátricos a través de dos vías relacionadas entre sí. Una de las vías nos indica que la preocupación familiar por el peso y la apariencia física contribuiría a la insatisfacción corporal de las hijas. Esta insatisfacción daría lugar a síntomas de TCA. Otra de las vías que demuestra este estudio es que una familia disfuncional contribuiría directamente a provocar una autoestima negativa, e indirectamente, esta podría provocar el desarrollo de síntomas de TCA. De todas formas, Steiger y Toro advierten que: «[...] nuestros hallazgos sugieren que debemos ser cuidadosos en inferir cualquier papel causal directo de las influencias familiares en el desarrollo de los TCA, basado en observaciones que constatan correspondencias padres- hija en actitudes alimentarias o en rasgos psicopatológicos. Según estos resultados, tal correspondencia existe, pero resulta inadecuada para explicar un desarrollo de un TCA clínico». La familia también actúa como un factor de mantenimiento. Es muy observable en la familia de las pacientes que sufren un TCA la aparición de preocupación excesiva, ansiedad que conlleva una situación colectiva de estrés, que se va agravando a medida que la enfermedad avanza. El clima que se genera es altamente negativo para la enferma ya que se siente observada, reñida, amenazada, compadecida, sobre todo en la hora de las comidas. 5. Ejercicio físico y TCA Un elevado porcentaje de pacientes que sufren anorexia nerviosa practican actividad física excesiva. En un principio, la mayoría de enfermas deciden la práctica de ejercicio físico como un recurso más para reducir el peso mediante un mayor gasto calórico. Pero se ha observado que una mayoría de las pacientes practicaban más actividad física antes de iniciarse el trastorno, e incluso antes de iniciar una dieta restrictiva. Esto ha llevado a suponer que la actividad física pudiera constituir un factor de riesgo para la anorexia nerviosa. Una vía de explicación ha sido suministrada por la investigación realizada con ratas. Si se coloca una rata en una jaula convencional y se la somete a una dieta hipocalórica, lógicamente el animal irá perdiendo peso, y a medida que adelgaza su actividad física va reduciéndose, aparentemente con el fin de reducir el gasto calórico y compensar la reducción de la ingestión de alimentos. Pero si en la jaula cuenta con una noria o rueda de movimiento, las ratas sometidas a dietas restrictivas tienden a correr por ellas cada vez más de tal manera que tres de cada cuatro mueren exhaustas por el ejercicio. Como las ratas no toman la decisión de adelgazar, se supone que ese curioso comportamiento tiene un carácter instintivo, es decir, biológico. Así pues, los cambios fisiológicos, bioquímicos, que produce la malnutrición parecen promover una actividad física desmedida, compulsiva. Los etólogos señalan que esta actividad corresponde al impulso de buscar comida, impulso que obligaría a las ratas a cambiar de territorio a fin de encontrar un alimento que en el ámbito de la jaula resulta insuficiente para sus necesidades. Pero, además, se ha constatado que esas ratas desnutridas,una vez entregadas a su actividad física desmedida, ven reducido su apetito e ingieren menos comida de la que se les suministra. Así pues, una vez establecida la malnutrición, esta provoca un incremento de la actividad física si hay ocasión de practicarla, y la actividad física suscita una reducción de apetito que, a su vez, dará lugar a un empeoramiento de la malnutrición. Se trata de un círculo vicioso que muy probablemente experimenten los pacientes anoréxicos. En tales circunstancias, no nos puede sorprender que muchos deportistas, especialmente los que se denominan estéticos, puedan incurrir en este tipo de comportamientos. Esto confirmaría que entre un tercio y un cuarto de mujeres que practican ejercicio físico sufran algún trastorno alimentario. 6. La influencia de los amigos Es bien sabido que los adolescentes que se integran en un grupo tienden a parecerse entre sí en muy diversas características, incluyendo atributos y atractivos físicos y sociales. Así lo demostró Paxton en sus investigaciones de una población australiana de chicas que oscilaban en torno a los 15 años de edad. Mediante la técnica de los sociogramas (el sociograma es una técnica de análisis de datos que concentra su atención en la forma en que se establecen los vínculos sociales dentro de un grupo) identificaron 79 grupos de amigas. Encontraron que las amigas de cada grupo compartían niveles similares de preocupación por la imagen corporal, restricciones alimentarias y prácticas de conductas arriesgadas para perder peso. Otros resultados de esta investigación son que las chicas de los grupos con mayor preocupación por el cuerpo y que realizaban más conductas para perder peso hablaban más con sus amigas acerca de perder peso y dietas, comparaban más sus cuerpos y creían que habían recibido más críticas de sus amigas a causa de su peso y su silueta. También creían que sus amigas habían ejercido un papel muy importante en las decisiones de seguir dietas de adelgazamiento y percibían que sus amigas estaban más preocupadas que otras chicas por las dietas y la pérdida de peso. Otras de las conclusiones del equipo de Paxton fue que las chicas miembros de un grupo se parecían más entre sí en IMC, síntomas depresivos y niveles de autoestima. Las críticas en estos grupos de iguales son muy frecuentes. En edades tempranas, niñas de 7 a 9 años ya tienen en cuenta los comentarios de sus amigas y compañeras acerca de la estética corporal y sobre todo suelen grabar en sus mentes las críticas sobre su aspecto físico. Pero es en la adolescencia, especialmente entre las chicas, muy vulnerables a su cambio corporal, cuando se sufrirá con mucha intensidad cualquier comentario negativo que se realice sobre su persona. También la comparación entre iguales provoca que las adolescentes que no llegan a adquirir un cuerpo delgado son en parte rechazadas y criticadas por las propias compañeras. Esta edad de cambio psicológico, hormonal y físico provoca una inseguridad y una baja autoestima que muchas veces puede ser un factor de riesgo de sufrir una anorexia. Otro dato importante a tener en cuenta es que no todas las adolescentes se desarrollan a la vez. La menarquía aparece a veces muy temprana, y esto provoca a las prepúberes un desarrollo «desfasado» respecto a sus iguales. Las características de un «cuerpo de mujer», como por ejemplo crecimiento de los senos, cintura pélvica más amplia, curvas, pequeños depósitos de grasa, hacen que estas niñas se sientan todavía más incomodas con su «cuerpo nuevo» respecto a la mayoría de sus amigas. Les provoca más inseguridad, más insatisfacción corporal y rechazo en algunas ocasiones por parte del colectivo. Son etapas de la vida en las que existe un gran anhelo de seguir los cánones de belleza establecidos por la sociedad. 7. Personalidad y trastornos asociados Muchos estudios, entre ellos los realizados por Garner en el año 2000, han demostrado que ciertas características psicológicas predisponen a la aparición de los TCA: el perfeccionismo, la rigidez, la escasa empatía, la baja autoestima, los niveles elevados de ansiedad y el retraimiento social. En efecto, el riesgo de padecer un TCA es ocho veces mayor en los niños que tienen una autoestima baja que entre los que tienen una autoestima alta. El perfeccionismo es uno de los rasgos que predominan en la personalidad de los enfermos de TCA. Así lo demuestran diferentes psicólogos. Fairburn, excelente investigadora, citada varias veces en esta publicación, en un estudio sobre factores de riesgo en anorexia nerviosa, determinó la existencia de perfeccionismo en el 61 % de sus pacientes anoréxicas y en el 42 % de las bulímicas. El perfeccionismo es la característica que parece tener una relación más fuerte con la anorexia nerviosa, hasta el punto de estar incluido en los modelos de riesgo. La ansiedad, el neuroticismo y el comportamiento antisocial son también características encontradas por dos investigadores catalanes, Canals y Gual. En sus publicaciones comentan que altos niveles de neuroticismo y bajos niveles de autoestima pueden ser simultáneamente causas y consecuencias de TCA, creando así un mecanismo de feedback positivo que perpetúa el trastorno. Tanto la anorexia como la bulimia nerviosa pueden presentar síntomas o cuadros de depresión, aunque no está claro si la depresión precede al trastorno. En las chicas bulímicas se discuten las características previas de la personalidad, confundiéndose las mismas con las presentes durante el trastorno que, presumiblemente, son consecuencia del mismo. Son frecuentes la impulsividad, baja autoestima, dependencia, hostilidad, labilidad emocional, etc. Algunas de estas características se integran dentro de auténticos trastornos de la personalidad, especialmente el histriónico, el límite y el antisocial (Toro, 2000). La impulsividad puede incluso llevar a la paciente a conductas extremas de consumo excesivo de alcohol, automutilaciones, consumo de drogas, práctica de sexo sin precauciones. Otra característica de la personalidad que se ha demostrado estar asociada a la anorexia es la aleximia. Se manifiesta con una incapacidad para describir e identificar sentimientos, una actividad imaginativa pobre. La autoevaluación negativa. Uno de los criterios diagnósticos del DSM-IV es que la «la autoevaluación está indebidamente influida por la forma y el peso corporales». Fairburn concluyó también en sus estudios que la presencia de autoevaluación negativa junto con el perfeccionismo son las características de personalidad que más significativamente (p < 0,001) diferenciaban a las pacientes anoréxicas de las controles sanas y de otras pacientes psiquiátricas. 7.1. La baja autoestima Muy a menudo los seres vivos reflexionamos sobre nosotros mismos. Las ideas que una persona tiene sobre sí misma configuran su autoconcepto, y la valoración que hace sobre sí misma es la autoestima, es decir, la manera en que nos pensamos, juzgamos y valoramos. Los pensamientos negativos que se generan pueden referirse a lo que uno hace, a lo que uno piensa de sí mismo como persona, y también a lo que uno cree que los demás piensan sobre uno mismo. Un excelente capítulo del libro de C. Perpiñá sobre imagen corporal en los TCA nos ayuda a profundizar sobre las representaciones simbólicas de uno mismo, que podemos desglosar en varias categorías: lo que soy; lo que hago; lo que pienso que soy; lo que los demás dicen de mí; lo que los demás piensan de mí; lo que creo que los demás piensan de mí. Es importante poder analizar estas representaciones una por una, de esta manera se puede observar que a menudo caemos en una trampa en estas valoraciones y que en muchas ocasiones son los orígenesde tener una autoestima baja. «Lo que soy», de hecho, es una abstracción, intervienen muchos factores, nunca sabremos en realidad lo que somos. En muchas ocasiones, nuestro lenguaje interno negativo se equivoca («soy poco atractiva» o soy «una estúpida»). «Lo que hago» está vinculado a lo que soy o lo que pienso que soy. Si cambio lo que hago repercutirá sobre lo que pienso que soy. «Lo que pienso que soy» es la valoración que hago sobre mí mismo. De hecho, es la opinión que tengo sobre mí mismo, en un momento y circunstancias determinadas. «Lo que los demás piensan que soy» tampoco es lo mismo que lo que soy, pueden pensar muchas cosas diferentes, no se puede controlar ni saber. «Lo que los demás dicen que soy» es cuando los demás verbalizan la opinión que tienen de nosotros. Jamás se puede confundir con lo que realmente soy. «Lo que yo creo que los demás piensan de mí» es muy difícil saberlo. No somos adivinos, de hecho, esta representación simbólica es solamente la opinión que yo tengo de la valoración que ellos tienen de mí, puede estar totalmente «manipulada» por mis pensamientos negativos. Pueden existir muchas confusiones con consecuencias muy negativas y dañar nuestra autoestima, hasta el punto de modificar nuestro comportamiento social y sentirnos tristes y deprimidos. La autoestima baja provoca también sentimientos de inseguridad e incapacidad. Invalida a las personas para expresarse libremente y pondrá barreras a una serie de actividades que les hace sentirse inseguras como, por ejemplo, ponerse una ropa determinada, ir a cenar con amigos. Este comportamiento de aislarse del mundo provocará más limitaciones, y sin darse cuenta, caerán en un bucle sin salida. Es importante trabajar todos estos aspectos con los adolescentes, es una edad de cambios, de muchas fragilidades, inseguridades y confusiones, en todos los diferentes aspectos: físicos, psicológicos y sociales. Para poder mejorar estos aspectos sería conveniente analizar, uno por uno, los pensamientos negativos que tienen, ponerlos en duda y someterlos a juicio. A continuación, una vez analizados, encarar la situación con otros pensamientos más positivos. En el apartado de prevención veremos algunas actividades para poder llevar a cabo con ellos. 8. Dietas de adelgazamiento Es el régimen de alimentación formado por reglas estrictas que establecen lo que se debe comer, en qué cantidad y durante cuánto tiempo. Hay dos elementos importantes a tener en cuenta en esta definición: por una parte, las reglas estrictas; y por otra parte, la duración. Referente a las reglas estrictas, suelen producir estados de privación que acaban por provocar el abandono del régimen. Tras romperlas, la persona se siente liberada y come de manera desaforada hasta que vuelve a adoptarlas. Por otra parte, la dieta siempre se realiza en un corto período de tiempo, y esto no es saludable. Sería más interesante realizar una educación de los hábitos alimentarios y enmarcarlos en un estilo de vida saludable. Las dietas sin control y por razones estéticas son peligrosas, deben estar recomendadas por profesionales y siempre dentro del ámbito de la salud. En los últimos años se observa que diferentes sectores de la población se obsesionan por realizar «dietas milagrosas», monótonas, proteinadas, disociadas; muchas de ellas, a la larga, pueden provocar problemas graves de salud. Muchas adolescentes viven en familias dónde más de un miembro está a dieta sin control médico, viviéndose un ambiente enfermizo de culto al cuerpo, donde todos los productos alimentarios que se compran son lights, «sin», «cero», «bajo en». Estos entornos son muy negativos para las jóvenes y tienen más riesgo de sufrir un TCA. Los especialistas recomiendan a los padres y madres de adolescentes que eviten estos comportamientos delante de sus hijos. 9. La imagen corporal Algunos autores como Baile y sus colaboradores. concluyeron en sus trabajos publicados en el año 2002 que la concepción negativa de la imagen corporal, incluyendo las actitudes, los sentimientos y las percepciones acerca del propio peso y figura, es el factor de riesgo modificable más importante para el desarrollo de un TCA, debido a que es una de las consecuencias de la búsqueda de un cuerpo perfecto, condicionada por los modelos estéticos de delgadez. Posteriormente, esta percepción negativa del propio peso corporal fue analizada por Gandarillas et al. en el año 2005, y encontraron que el 36,9 % de las chicas y un 16,7 % de los chicos se perciben con sobrepeso u obesidad, lo que indica que la preocupación por el peso o la figura corporal es muy frecuente en esta población. La imagen corporal es la representación de la imagen que cada cual tiene de sí mismo y también el modo en que uno cree que lo ven los demás. Muchas veces en la adolescencia y mucho más acentuado en algunas personas que sufren un TCA, se equivocan constantemente en la valoración de las dimensiones del cuerpo, la figura se sobredimensiona y algunas adolescentes son incapaces de reconocer su propia delgadez, tal como se ha comentado anteriormente. Existe una reacción negativa hacia su propio cuerpo, distorsionando la imagen, sometiendo al cuerpo a comparaciones imposibles de las que siempre salen perdiendo, falta concordancia entre el peso que marca la báscula y el aspecto percibido, y por último se puede llegar a exagerar defectos de la apariencia totalmente imperceptible por los demás. En otro orden de cosas, relacionado con esta falsa percepción se podría también añadir las distorsiones de la información que el cuerpo nos da sobre el organismo. Por ejemplo, la alteración de la sensación del hambre o la sensación de plenitud, no saber si se come por nervios o aburrimiento o cansancio, etc. O también nunca tener hambre, o todo lo contrario, siempre sentirse lleno. En los trastornos del comportamiento alimentario, la preocupación por la apariencia física ocupa la mayor parte del tiempo de las enfermas, y les causa un malestar enorme. Se podrían relacionar más con características afectivo-cognitivas, por ejemplo: muchas partes del cuerpo se someten a comparaciones imposibles, con una amiga considerada como delgada, una compañera de clase, una modelo o artista. Siempre se saldrá perdiendo en esta comparación, ya que los deseos de obtener los muslos de la amiga o la cintura de la modelo nunca se cumplen. También se producen reacciones negativas hacia el cuerpo, aborrecimiento, insatisfacción, odio a ciertas partes del cuerpo, en muchas ocasiones se observa que las enfermas esconden o disimulan ciertas partes del cuerpo con prendas o ropas mucho más grandes. En algunos casos, en mayor o menor grado, la propia autoestima depende del peso. Es decir, imaginemos una adolescente que gana peso; automáticamente, esta adolescente se sentirá avergonzada, con un gran sentido de culpabilidad y muy frustrada. Contrariamente, si pierde peso, a pesar de los problemas que esto puede causar a su salud, se sentirá mejor siguiendo la falsa creencia que el hecho de estar delgada aumenta su autoestima y su integración en la sociedad. Existe en muchos casos una falta de correlación entre la imagen que tenemos y la sensación de autoestima que padecemos, se puede dar el caso, como ocurre en los enfermos de TCA, que su enfermedad se haya producido por falta de autoestima, en cambio son personas agraciadas y envidiadas por sus amigos. Para poder entender este problema profundizaremos sobre cómo se forma la imagen corporal. Existen dos tipos de influencias en la formación: influencias del pasado e influencias cercanas. 9.1. Influencias del pasado Todas las personastenemos la capacidad de ser conscientes de nosotros mismos y podemos hacernos una representación de nuestra imagen corporal, además podemos tomar conciencia de ella, a diferencia de los animales. Nos individualiza como personas únicas que somos. La sociedad, la familia, en general todo nuestro entorno, nos enseñan a que nos comparemos con algo «ideal». Desde pequeños, este aprendizaje es continuo, nos enseñan cómo debería ser uno. Por ejemplo, cuando valoramos si nos gusta un jarrón, lo compararemos con el ideal de jarrón que hemos construido durante nuestro aprendizaje. Sin darnos cuenta, también lo aplicamos al peso, a la altura, al color de la piel, incluso al estilo que marca la moda, como por ejemplo las zapatillas para el deporte o la marca del detergente que lava mejor. Estamos muy manipulados por los medios de comunicación, es un bombardeo constante de imágenes, frases, situaciones donde nos inculcan que el cuerpo extremadamente delgado es el ideal de belleza para todas las mujeres, donde las curvas y redondeces no están valoradas como una imagen corporal positiva. Justamente en una sociedad donde la forma del cuerpo que predomina en las mujeres es el de curvas y grandes constituciones, típicamente mediterráneas. Además de esta grave manipulación, nos hacen creer que esta imagen corporal que se promueve es la mejor en todos los sentidos, nos proporciona éxito social, profesional, incluso familiar. El aspecto físico es el tema más común de las «bromas» y, en un grado más acentuado, del mobbing que pueden sufrir muchos escolares en el colegio. Etiquetas como «barriga cervecera», «foca», «dumbo», etc. O en el ámbito familiar «gordi», «vaya pandero», etc. Al llegar a la pubertad, el cuerpo experimenta muchas transformaciones físicas, psicológicas, sociales, el cuerpo del niño o de la niña entra en una serie de cambios para convertirse en adulto. Esta adolescente no entiende lo que le sucede, es más vulnerable a las emociones: llora, ríe, le cambia el humor constantemente y aparecen múltiples inseguridades en todos los aspectos. Y cómo no, en su cuerpo, recién estrenado, en el que se siente insegura, le preocupa. La forma en que se perciba y viva este nuevo aspecto será crucial en la formación de la imagen corporal. Al igual que en la infancia, el adolescente se compara con lo que se considera «modelo estético» incluso con mayor exigencia. Muchas personas dan gran importancia al aspecto físico, incluso llegan a pensar que su valor como persona depende de sus características físicas. Los niños y adolescentes, que han ido desarrollando un sentido positivo de sí mismos, son menos vulnerables a lo que «debe ser bello» o a los modelos estéticos impuestos por la moda o las inseguridades que nos pueden provocar los otros. Es importante, pues, que ante determinado aspecto físico construyamos una imagen corporal positiva, con pensamientos positivos hacia nuestro propio cuerpo. Contrariamente, si continuamente estamos preocupados con nuestro aspecto físico, lo único que vamos a crear es insatisfacción, y se creará una imagen corporal negativa. Por lo tanto, la imagen corporal que tenemos de nuestro cuerpo es solamente una representación mental del mismo. 9.2. Influencias cercanas A lo largo de la vida, con todas las vivencias, influencias, creencias y valores formamos un ideal corporal estético. Según nuestra personalidad, nuestro grado de exigencia, nuestra autoestima y autoconcepto, compararemos nuestra imagen corporal con el ideal corporal estético. También habrá situaciones «de riesgo» como, por ejemplo, cuando llega el verano y hemos de ir a la playa, llevar cierta ropa ajustada o no, etc. Si nuestra imagen corporal se distancia mucho de este ideal corporal, aparecerá un dialogo interno con nuestro cuerpo repleto de emociones y pensamientos negativos. Si no logramos parar este círculo vicioso cada vez se hará mayor y estos pensamientos negativos realimentarán la imagen corporal negativa. Muchas veces sucede que si las vivencias sobre la propia imagen corporal son alteradas es posible que aparezcan distorsiones en la apreciación de la valoración del tamaño de alguna parte o en general del tamaño total del cuerpo. Esta falsa apreciación puede provocar ansiedad, insatisfacción o repulsión, y pueden aparecer intentos de conseguir un cuerpo ideal realizando cualquier tipo de dietas o conductas compensatorias. Las personas con trastornos alimentarios tiene problemas con cómo representan, evalúan, sienten y viven su cuerpo. El cuerpo se ha convertido en el valor más importante que tienen como personas. «Están atrapadas por su pasión, por ese excesivo apego emocional a un propósito, a una idea, o lo que en términos psicopatológicos se denomina idea sobrevalorada —de adelgazar—» (Perpiñá et al., 2000). Existen múltiples factores que influyen en la insatisfacción corporal pero los más importantes son tres, que son los que actúan desde épocas muy tempranas de la vida: familia, amigas y medios de comunicación. Los tres promueven en la inmediatez del individuo el cuerpo ideal representado socialmente (Toro, 2004). Otra de las conclusiones más importantes de este estudio fue que controlando factores individuales, físicos y psicológicos, la percepción que una muchacha tiene de las opiniones y conductas de sus amigas relativas a la imagen corporal y a practicar dietas junto con la intensidad con que compara su cuerpo con el de otras chicas, son factores que contribuyen significativamente a predecir su grado de preocupación por la imagen corporal, la restricción alimentaria y las conductas para perder peso de alto riesgo. Para acabar este apartado sobre la imagen corporal citaremos un resumen muy interesante de Pruzinsky y Cash, clave para entender las características de la imagen corporal. En esta intervienen: percepciones, cogniciones, emociones, está determinada socialmente, está continuamente cambiando, influye en la conducta, es una experiencia totalmente subjetiva, ocurre en distintos estados de conciencia. 10. Abuso sexual y TCA El abuso sexual tiene relación con algunos TCA. El equipo del doctor Schmidt realizó una revisión de todo lo publicado sobre las posibles relaciones entre el abuso sexual y físico infantil y los TCA. Sus conclusiones fueron que no todos los estudios recogían esta relación entre ambos factores. En los que sí que la encontraron se referían a pacientes con bulimia nerviosa y no con anorexia. Fairburn encontró antecedentes de abuso sexual infantil en el 27 % de pacientes anoréxicas frente al 11 % de controles sanas, el 35 % de bulímicas y el 26 % de controles psiquiátricos. 11. Maltrato físico En muchos estudios se ha observado que el maltrato físico infantil era un antecedente más frecuente en bulimia nerviosa. En un estudio realizado por el equipo de Fairbun se pudo demostrar que los antecedentes de abuso físico se detectaron en el 27 % de las anoréxicas frente a solo un 9 % de los controles normales. El abandono físico y el abuso sexual experimentados en la infancia quintuplican el riesgo de sufrir un TCA. Estas adversidades pueden influir de una forma significativa en conductas de riesgo para los TCA como, por ejemplo, ayunos prolongados, regímenes alimentarios muy rígidos, consumo de fármacos para adelgazar e incurrir en el vómito provocado. 12. El bullying como factor desencadenante de los TCA El hecho de sufrir intimidaciones así como burlas no referidas al cuerpo o al peso parece ser un factor más común en pacientes anoréxicas que en grupos control. Las investigaciones concluyen que una muchacha anoréxica tiene el doble de probabilidades de haber
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