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CUADERNO APRENDIENDO LAS EMOCIONES - 23

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Los	trastornos	de	la	conducta	alimentaria
Marga	Serra
Director	de	la	colección:	Lluís	Pastor
	
	
	
	
Diseño	de	la	colección:	Editorial	UOC
Diseño	del	libro	y	de	la	cubierta:	Natàlia	Serrano
	
Primera	edición	en	formato	digital:	octubre	2015
	
©	Marga	Serra,	del	texto
	
©	Editorial	UOC	(Oberta	UOC	Publishing,	SL),	de	esta	edición
Rambla	del	Poblenou,	156,	08018	Barcelona
http://www.editorialuoc.com
	
Realización	editorial:	Oberta	UOC	Publishing,	SL
ISBN:	978-84-9064-951-0
	
Ninguna	parte	de	 esta	publicación,	 incluido	 el	diseño	 general	 y	 la	 cubierta,	puede	 ser	 copiada,	 reproducida,	 almacenada	 o	 transmitida	de
ninguna	 forma,	 ni	 por	 ningún	 medio,	 sea	 éste	 eléctrico,	 químico,	 mecánico,	 óptico,	 grabación,	 fotocopia,	 o	 cualquier	 otro,	 sin	 la	 previa
autorización	escrita	de	los	titulares	del	copyright.
http://www.editorialuoc.com
Autora
Marga	Serra
Doctora	por	 la	Universidad	de	 las	Palmas	de	Gran	Canaria	 y	 licenciada	en	Ciencias	Biológicas
por	 la	 Universidad	 de	 Barcelona.	 Postgrado	 en	 Dietética	 y	 Nutrición	 por	 la	 Universitat
Autònoma	de	Barcelona	(UAB)	y	Máster	en	Nutrición	humana	y	calidad	de	los	alimentos	por	la
Universitat	 de	 les	 Illes	 Balears	 (UIB).	 Es	 miembro	 de	 la	 Sociedad	 Española	 de	 Nutrición
Comunitaria	(SENC).	Su	actividad	docente	e	investigadora	está	relacionada	principalmente	con	la
Educación	Nutricional	y	los	Trastornos	del	comportamiento	alimentario.	Forma	parte	del	equipo
docente	 del	 Máster	 Universitario,	 Nutrición	 y	 Salud,	 de	 la	 Universitat	 Oberta	 de	 Catalunya
(UOC).	Autora	del	libro	Júlia,	aprenc	a	estimar-me.
QUÉ	QUIERO	SABER
Lectora,	lector,	este	libro	le	interesará	si	usted	quiere	saber:
Qué	son	los	TCA.	Clasificación	y	criterio	diagnóstico
Principales	factores	que	pueden	provocar	un	TCA
Detección	de	los	TCA
Principales	tratamientos	de	los	TCA
Índice
QUÉ	QUIERO	SABER
Capítulo	I.	¿QUÉ	SON	LOS	TRASTORNOS	DEL	COMPORTAMIENTO
ALIMENTARIO?
Capítulo	II.	PRINCIPALES	TCA
1.	Anorexia	nerviosa
2.	Bulimia	nerviosa
3.	Trastorno	por	atracón
4.	TCANE
Capítulo	III.	CRITERIOS	DIAGNÓSTICOS	DE	LOS	TCA
1.	Anorexia	nerviosa
1.1.	Pautas	para	el	diagnóstico	de	la	anorexia	nerviosa
2.	Bulimia	nerviosa
3.	Trastorno	por	atracón
4.	Avoidant/restrictive	food	intake	disorder
5.	Trastorno	de	la	conducta	alimentaria	no	especificado	(TCANE)
5.1.	Criterios	diagnósticos	de	los	TCANE
6.	Pica
7.	Ortorexia
8.	Vigorexia
9.	Síndrome	de	ingesta	nocturna	(comedores	nocturnos)
Capítulo	IV.	FACTORES	QUE	PUEDEN	PROVOCAR	UN	TCA
1.	Edad.	Sexo.	Adolescencia
1.1.	¿Y	por	qué	adolescentes?
2.	Factores	genéticos
3.	Obesidad
4.	Factores	familiares
5.	Ejercicio	físico	y	TCA
6.	La	influencia	de	los	amigos
7.	Personalidad	y	trastornos	asociados
7.1.	La	baja	autoestima
8.	Dietas	de	adelgazamiento
9.	La	imagen	corporal
9.1.	Influencias	del	pasado
9.2.	Influencias	cercanas
10.	Abuso	sexual	y	TCA
11.	Maltrato	físico
12.	El	bullying	como	factor	desencadenante	de	los	TCA
13.	Factores	socioculturales
13.1.	Ideales	estéticos
13.2.	Belleza
13.3.	Otras	sociedades
Capítulo	V.	DETECCIÓN	DE	LOS	TCA
1.	Eating	Attitudes	Test	(EAT-40)	(Garner	y	Garfinkel,	1979)
2.	Eating	Disorders	Inventory	(EDI-2)	(Garner	et	al.,	1998)
3.	Autoconcepto	Forma	5	(AF5)	(Musitu	y	García,	1999)
4.	Eysenck	Personality	Inventory	(EPI)	(Eysenck	y	Eysenck,	1990)
5.	Test	Scoff 	(Sick	Control	One	stone	Fat	Food)
6.	ChEAT	(versión	infantil	del	EAT-26;	Children	Eating	Attitudes	Test)
7.	BULIT	(test	de	bulimia)
Capítulo	VI.	DIAGNÓSTICO	DE	LOS	TCA
Capítulo	VII.	TRATAMIENTO	DE	LOS	TCA
1.	Principios	generales	del	tratamiento
2.	Áreas	básicas	de	salud
3.	Estadios	del	paciente
4.	Hospitales	de	día
4.1.	Criterios	de	inclusión	para	el	tratamiento	de	hospital	de	día
5.	La	hospitalización
6.	Pisos	terapéuticos
7.	Tratamiento	especial	para	las	familias	de	los	enfermos	de	TCA
8.	Tratamientos	psicológicos	empleados	en	los	TCA	(según	Lechuga	y	Gámiz,	Trastornos	de	la
Conducta	Alimentaria	2,	2005,	142-157)
9.	Objetivos	terapéuticos
10.	Ejemplos	de	tratamientos	psicológicos:	psicoterapia	de	grupo	y	psicoeducación
10.1.	Psicoterapia	de	grupo
10.2.	La	psicoeducación	en	el	tratamiento	de	los	TCA
10.2.1.	Reestructuración	cognitiva
10.2.2.	Realización	de	autorregistros
10.2.3.	Autorrefuerzo
10.2.4.	Control	del	estímulo
10.2.5.	Control	de	la	respiración
BIBLIOGRAFÍA
Capítulo	I
¿QUÉ	SON	LOS	TRASTORNOS	DEL
COMPORTAMIENTO	ALIMENTARIO?
Los	TCA	(trastornos	del	comportamiento	alimentario)	son	trastornos	mentales	caracterizados
por	un	comportamiento	patológico	frente	a	la	ingesta	alimentaria	y	una	obsesión	por	el	control
de	peso.
Los	TCA	constituyen	un	problema	emergente	en	las	sociedades	occidentales.	Han	alcanzado
una	especial	relevancia	en	las	tres	últimas	décadas,	tanto	por	su	creciente	incidencia	como	por	la
gravedad	 de	 la	 patología	 asociada	 y	 la	 resistencia	 al	 tratamiento;	 hoy	 constituyen	 la	 tercera
enfermedad	 crónica	 entre	 la	 población	 femenina	 adolescente	 y	 juvenil	 en	 las	 sociedades
desarrolladas	y	occidentalizadas.
Algunos	investigadores	la	han	calificado	como	epidemia,	debido	al	aumento	de	su	incidencia	y
prevalencia.	Según	el	Diccionario	de	la	Lengua	Española	(Espasa-Calpe,	1992),	epidemia	es	una
enfermedad	que	se	propaga	algún	tiempo	por	un	país,	acometiendo	simultáneamente	a	un	grupo
de	personas.	Una	epidemia	cuenta	con	unas	vías	de	difusión,	un	medio	que	las	propaga	y	favorece,
unos	agentes	que	transmiten	la	enfermedad	y	una	población	susceptible	de	padecerla.
Este	tipo	de	trastornos	se	caracterizan	por	una	serie	de	síntomas	que	derivan	de	un	elevado
nivel	de	insatisfacción	corporal	juntamente	con	la	existencia	de	ideas	distorsionadas	referentes	al
comer,	 al	 peso	 y	 a	 la	 imagen	 corporal.	 Son	 enfermedades	 multifactoriales:	 factores	 genéticos,
familiares	y	sociales	y	culturales.
Entre	 los	factores	personales	destacan	 la	baja	autoestima,	el	alto	nivel	de	autoexigencia	y	de
perfeccionismo,	miedo	 a	madurar,	 a	 crecer.	 La	 anorexia,	 por	 ejemplo,	 tiene	mayor	 incidencia	 y
provoca	serias	alteraciones	emocionales	y	restricciones	alimentarias	muy	severas	para	perder	peso.
Entre	 los	 factores	 familiares	 también	 debemos	 mencionar	 los	 posibles	 conflictos,	 la
incomunicación,	la	autoexigencia	sobre	el	cuerpo	y	el	sobrepeso	de	la	madre.
Entre	los	factores	sociales	y	culturales	debemos	destacar	los	modelos	sociales	que	favorecen	el
culto	a	un	cuerpo	delgado,	la	influencia	de	la	publicidad	y	de	la	moda.
Otros	factores	influyen	en	la	precipitación	de	esta	enfermedad,	como	por	ejemplo	la	práctica
de	 dietas	 para	 adelgazar,	 problemas	 personales	 relacionados	 con	 el	 estrés	 y	 también	 otras
patologías	psiquiátricas	asociadas.
Por	sexo,	9	de	cada	10	enfermos	son	chicas,	solamente	un	10	%	son	chicos.	Los	estudios	de
seguimiento	de	la	evolución	de	la	enfermedad	una	vez	han	transcurrido	entre	5	y	12	años	desde
su	 inicio	 indican:	 alrededor	 del	 50	 %	 de	 los	 pacientes	 están	 completamente	 recuperados	 y
normalizados;	 alrededor	 de	 un	 25	 %	 mantienen	 síntomas	 como	 alteraciones	 menstruales,
oscilaciones	excesivas	de	peso,	etc.;	alrededor	de	un	20	%	siguen	con	el	trastorno;	alrededor	del	5
%	mueren;	alrededor	del	20	%	de	los	enfermos	suelen	evolucionar	hacia	la	bulimia	nerviosa.
Estos	 datos	 se	 refieren	 a	 pacientes	 de	 todas	 las	 edades.	 Cuando	 estos	 pacientes	 son
adolescentes,	 la	 evolución	 satisfactoria	 de	 la	 enfermedad	 aumenta	 alrededor	 del	 80	 %.	 Esto
supone	la	necesidad	de	tratar	la	anorexia	y	la	bulimia	cuanto	antes	y	con	la	máxima	intensidad.
Por	 una	 parte,	 es	 preciso	 conocer	 con	 la	 mayor	 exactitud	 posible	 la	 frecuencia	 de	 los
trastornos	 alimentarios	 en	 nuestro	 país.	 La	 epidemiología	 en	 la	 población	 general	 es
imprescindible	 para	 la	 planificación	 y	 provisión	 de	 recursos	 sanitarios.	 La	 importancia	 de	 la
precisión	 en	 los	 estudios	 epidemiológicos	 es	 necesaria	 para	 establecer	 programas	 preventivos
eficaces.
Por	 otra	 parte,	 es	 importante	 sensibilizara	 la	 comunidad	 educativa	 del	 riesgo	de	 los	 TCA.
También	es	necesario	 realizar	una	detección	precoz	y	dar	herramientas	pedagógicas	útiles	a	 los
educadores	para	que	realicen	una	prevención	eficaz.
Capítulo	II
PRINCIPALES	TCA
1.	Anorexia	nerviosa
El	 trastorno	 del	 comportamiento	 alimentario	 más	 común	 es	 la	 anorexia	 nerviosa.	 Se
manifiesta	con	diferentes	síntomas,	entre	ellos	destaca	 la	pérdida	de	peso,	generalmente	pueden
llegar	a	pesar	un	15	%	menos	de	lo	que	les	corresponde.	Otro	síntoma	muy	evidente	es	el	miedo
irracional	 a	 engordar,	 y	 a	 la	 vez,	 un	deseo	obsesivo	por	 adelgazar,	 todo	 ello	 acompañado	 con
dietas	severas	o	ayunos	autoimpuestos.	Además,	existe	una	distorsión	de	 la	 imagen	corporal,	 se
«ven»	gordos	a	pesar	de	estar	por	debajo	del	peso	normal.	A	veces,	esta	distorsión	es	solamente
parcial,	creen	que	una	parte	de	su	cuerpo	es	demasiado	amplia,	o	grande.
Todo	 ello	 va	 acompañado	 por	 una	 preocupación	 desmesurada	 por	 el	 peso	 y	 la	 figura,	 una
práctica	de	ejercicio	físico	excesiva	con	la	única	finalidad	de	perder	peso.
En	 algunos	 pacientes	 se	 observa	 que	 no	 tienen	 la	 menstruación	 durante	 varios	 ciclos
consecutivos.	Les	cambia	el	carácter,	se	vuelven	más	irritables,	se	aíslan	de	sus	amigos	y	familiares.
Durante	las	comidas,	prefieren	comer	solos	y	empiezan	a	restringir	algunos	alimentos,	como
por	ejemplo	los	hidratos	de	carbono,	a	veces	los	cárnicos.
Pueden	llegar	a	poner	en	peligro	su	vida,	tal	como	veremos	más	adelante.
2.	Bulimia	nerviosa
Igual	que	en	la	anorexia,	se	caracteriza	por	que	los	pacientes	tienen	una	preocupación	extrema
por	el	peso	y	la	figura	y	también	distorsión	de	la	imagen	corporal.	Se	manifiesta	principalmente
por	 ciclos	 de	 atracones	 repetitivos,	 seguidos	 de	 conductas	 compensatorias,	 con	 la	 intención	 de
compensar	 los	 atracones.	Estas	 conductas	pueden	 ser	 vómitos,	 abusos	de	 laxantes,	 diuréticos	 o
realización	de	dietas	muy	estrictas,	 también	en	algunos	casos	estos	atracones	 se	alternan	con	 la
práctica	de	un	ejercicio	físico	intenso.
Estos	atracones	se	realizan	a	escondidas,	en	un	corto	espacio	de	tiempo	y	frecuentemente	por
la	tarde	o	noche.	Durante	el	atracón,	las	personas	tienen	una	sensación	de	pérdida	de	control,	es
decir,	de	no	poder	parar	de	comer.	Después,	sienten	un	gran	remordimiento	y	un	sentimiento	de
culpa.
El	aspecto	físico	es	aparentemente	saludable,	suelen	tener	un	peso	normal,	en	algunos	casos
sobrepeso,	debido	a	esto	se	hace	difícil	la	detección	precoz.
3.	Trastorno	por	atracón
El	trastorno	por	atracón	se	manifiesta	por	períodos	de	voracidad	con	atracones,	con	pérdida
de	 control,	 pero	 a	diferencia	de	 la	bulimia,	 las	personas	 con	 trastorno	por	 atracón	no	 realizan
conductas	 compensatorias,	 o	 sea,	 no	 se	 provocan	 el	 vómito	 ni	 toman	 laxantes,	 pero	 sí	 que
mayoritariamente	 realizan	 dietas	 muy	 estrictas,	 pero	 recuperan	 el	 peso	 de	 forma	 muy	 rápida.
Normalmente	estos	pacientes	 tienen	sobrepeso	u	obesidad.	En	muchas	ocasiones	 son	personas
que	presentan	depresión	y	ansiedad.
Más	adelante	en	otro	apartado	trataremos	los	criterios	diagnósticos	para	estas	enfermedades.
4.	TCANE
Por	 último,	 el	 TCANE	 es	 una	 denominación	 que	 se	 da	 a	 una	 serie	 de	 trastornos	 del
comportamiento	alimentario	que	no	cumplen	los	criterios	diagnósticos	de	la	anorexia	y	bulimia
nerviosas.
Capítulo	III
CRITERIOS	DIAGNÓSTICOS	DE	LOS	TCA
Los	 trastornos	más	 conocidos	 son	 la	 anorexia	 y	 la	 bulimia,	 pero	 existen	muchos	 otros	 que
describiremos	a	continuación.	Para	poderlos	clasificar	contamos	con	dos	guías	de	clasificación	de
los	trastornos	alimentarios:
CIE-10	(OMS).	La	guía	de	 clasificación	 internacional	 de	 enfermedades	 y	 problemas	de	 salud	 (CIE)
llevada	a	cabo	por	la	OMS,	que	ya	va	por	la	décima	edición	desde	que	se	publicó	en	1992	y
es	utilizada	especialmente	por	los	profesionales	europeos.
DSM-IV-R.	Manual	diagnóstico	y	estadístico	de	los	trastornos	mentales	(n.º	IV,	revisado).	Publicado
en	2002.	Recientemente,	se	acaba	de	publicar	el	DSM-V.
1.	Anorexia	nerviosa
La	 palabra	 anorexia	 viene	 del	 griego	 clásico	 orexia,	 «falta	 de	 apetito»,	 y	 del	 latín	 nervus,
«nervioso».	Según	su	definición,	se	trata	de	un	trastorno	de	inapetencia	de	origen	nervioso,	lo	que
no	 es	 exacto,	 puesto	 que	 el	 enfermo	 de	 anorexia	 sí	 tiene	 hambre,	 lo	 que	 le	 ocurre	 es	 que	 su
percepción	desfigurada	y	su	pánico	por	la	comida	lo	lleva	a	no	alimentarse.
La	 anorexia	 nerviosa	 es	 un	 trastorno	 en	 el	 que	 hay	 una	 incapacidad	 voluntaria	 severa	 y
prolongada	 para	 comer,	 con	 una	 pérdida	 de	 peso	marcada	 y	 un	 cuadro	 de	 síntomas	 asociados
muy	particular.
«La	anorexia	nerviosa	es	un	trastorno	del	comportamiento	alimentario	caracterizado	por	una	pérdida	significativa
del	peso	corporal	(superior	al	15	%),	habitualmente	fruto	de	la	decisión	voluntaria	de	adelgazar.	El	adelgazamiento
se	consigue	suprimiendo	o	 reduciendo	el	 consumo	de	alimentos,	 especialmente	“los	que	engordan”,	 y	 con	cierta
frecuencia	mediante	 vómitos	 autoinducidos,	 uso	 indebido	de	 laxantes,	 ejercicio	 físico	desmesurado,	 consumo	 de
anorexígenos	y	diuréticos,	etc.».
Las	 características	 diagnósticas	 básicas	 de	 la	 anorexia	 nerviosa	 según	 el	 DSM-IV-R	 son:
rechazo	a	mantener	el	peso	corporal	igual	o	por	encima	del	valor	mínimo	normal,	considerando
la	edad	y	talla;	miedo	intenso	a	ganar	peso,	a	convertirse	en	obeso,	incluso	estando	por	debajo	del
peso	 normal;	 alteración	 de	 la	 percepción	 del	 peso	 o	 la	 silueta	 corporal,	 exageración	 de	 su
importancia	en	la	autoevaluación	o	negación	del	peligro	que	comporta	el	bajo	peso	corporal;	en
las	mujeres	pospuberales,	presencia	de	amenorrea	(tres	ciclos	consecutivos).
Existen	dos	tipos:	restrictivo	y	compulsivo/purgativo	(presencia	de	atracones/purgas).	Según
la	actualización	del	DSM-V,	se	observan	los	siguientes	cambios:
La	expresión	«rechazo	a	mantener	un	peso	mínimo...»	desaparece,	quedando	del	siguiente	modo:	 restricción	de	 la
ingesta	energética	con	relación	a	los	requerimientos	que	lleva	a	una	significativa	pérdida	de	peso	teniendo	en	cuenta
la	 edad,	 sexo,	 etapa	 de	 desarrollo	 y	 salud	 física.	El	 peso	 significativamente	 bajo	 se	 define	 como	un	peso	 que	 es
inferior	al	mínimo	normal	o,	para	niños	y	adolescentes,	menor	del	mínimamente.
El	 término	 «rechazo»	 es	 eliminado	por	 su	 imposibilidad	 de	 «demostrarlo»	 y	 por	 sus	 connotaciones	 negativas	 en
muchos	casos	al	implicar	«intención».	Con	el	nuevo	texto	se	enfatizan	las	conductas	más	allá	de	las	intenciones.
La	expresión	«temor	o	miedo	a	ganar	peso»	se	matiza.	En	el	nuevo	texto	aparece:	 intenso	temor	a	ganar	peso	o
convertirse	 en	obeso,	o	 conducta	persistente	que	 interfiere	 con	 la	 ganancia	de	peso,	 incluso	 estando	con	un	peso
significativamente	bajo.
Muchos	pacientes	niegan	ese	temor	(incluso	afirman	su	deseo	de	«ganar»	peso).	De	nuevo	se	hace	más	hincapié	en
las	conductas	que	en	discursos	e	intenciones.
Con	 relación	 a	 la	 imagen	 corporal	 se	 indica:	 alteración	 en	 el	 modo	 en	 que	 uno	 experimenta	 su	 peso	 o	 forma
corporal,	 inadecuada	influencia	de	dicho	peso	o	forma	en	la	autoevaluación	o	persistente	falta	de	reconocimiento
de	la	gravedad	del	actual	bajo	peso.
Otro	 cambio	 sustancial	 es	 el	hecho	de	que	 la	 amenorrea	deja	de	 ser	un	 criterio	de	diagnóstico.	 Se	 trataba	de	un
criterio	 no	 válido	 para	 prepúberes,	 mujeres	 posmenopáusicas,	 mujeres	 que	 toman	 ACO	 y	 varones.	 Es	 preciso
recordar	que	con	independencia	de	dicho	«antiguo»	criterio,	pacientes	con	dicho	síntoma	presentan	una	peor	salud
ósea	 que	 quienes	 no	 lo	 cumplen.	 Por	 último,	 aunque	 en	 muchos	 casos	 resulta	 difícil	 reconocer	 claros	 subtipos
(restrictiva-purgativa),	 se	 aconseja	 que	 se	 haga	 para	 el	 episodio	 actual	 teniendo	 en	 cuenta	 lo	 acontecido	 en	 los
últimos	tres	meses.
Texto	extraido	integramente	de	Jauregui	Loberta	(2012).
La	tasa	de	mortalidad	de	la	anorexia	se	sitúaalrededor	del	6	%	en	estudios	prospectivos	tras
unos	 10	 años	 de	 seguimiento,	 y	 se	 debe	 a	 la	 elevada	 tasa	 de	 suicidios	 y	 a	 las	 complicaciones
médicas	(Crow	et	al.,	1999;	Toro,	2000).
1.1.	Pautas	para	el	diagnóstico	de	la	anorexia	nerviosa
Según	el	CIE-10,	los	criterios	diagnósticos	son:	pérdida	significativa	de	peso	(índice	de	masa
corporal	de	menos	de	17,5);	la	pérdida	de	peso	está	originada	por	el	propio	enfermo	(evitación	de
consumo	de	«alimentos	que	engordan»)	y	uno	o	más	de	uno	de	los	síntomas	siguientes:	vómitos
autoprovocados,	 purgas	 intestinales	 autoprovocadas,	 ejercicio	 excesivo,	 consumo	 de	 fármacos
anorexígenos	o	diuréticos;	distorsión	de	 la	 imagen	corporal	que	consiste	 en	una	psicopatología
específica	caracterizada	por	la	persistencia	con	el	carácter	de	idea	sobrevalorada	intrusa,	de	pavor
ante	 la	gordura	o	 la	flacidez	de	 las	 formas	corporales,	de	modo	que	el	enfermo	se	 impone	a	sí
mismo	 permanecer	 por	 debajo	 de	 un	 límite	 máximo	 de	 peso	 corporal;	 trastorno	 endocrino
generalizado	que	afecta	al	eje	hipotalámico-hipofisario-gonadal	manifestándose	en	la	mujer	como
amenorrea	y	 en	 el	 varón	 como	una	 pérdida	 del	 interés	 y	 de	 la	 potencia	 sexual	 (una	 excepción
aparente	 la	constituye	la	persistencia	de	sangrado	vaginal	en	mujeres	anoréxicas	que	siguen	una
terapia	 hormonal	 de	 sustitución,	 por	 lo	 general	 con	 píldoras	 contraceptivas).	 También	 pueden
presentarse	 concentraciones	 altas	 de	 la	 hormona	 del	 crecimiento	 cortisol,	 alteraciones	 del
metabolismo	periférico	de	la	hormona	tiroidea	y	anomalías	en	la	secreción	de	insulina.
Si	el	inicio	es	anterior	a	la	pubertad,	se	retrasa	la	secuencia	de	sus	manifestaciones,	o	 incluso
esta	se	detiene	(cesa	el	crecimiento,	en	las	mujeres	no	se	desarrollan	las	mamas	y	hay	amenorrea
primaria;	 en	 los	 varones	 persisten	 los	 genitales	 infantiles).	 Si	 se	 produce	 una	 recuperación,	 la
pubertad	suele	completarse,	pero	la	menarquía	es	tardía.
Además,	en	la	clasificación	de	la	CIE-10	se	utiliza	el	término	anorexia	nerviosa	atípica	para	ser
aplicado	en	aquellos	casos	que	presentan	un	cuadro	clínico	característico	pero	en	 los	que	no	se
detecta	uno	o	más	de	los	criterios	diagnósticos	de	anorexia	nerviosa,	como	amenorrea	o	pérdida
significativa	 de	 peso.	También	 se	 pueden	 incluir	 aquí,	 como	 señala	 la	OMS,	 los	 enfermos	 que
tengan	todos	los	síntomas	pero	en	estado	leve.
2.	Bulimia	nerviosa
El	término	bulimia	nerviosa	se	utilizó	a	finales	del	siglo	XIX	y	fue	recuperado	por	Russell	en
1979	para	describirlo	como	un	cuadro	clínico	individualizado,	aunque	lo	consideró	una	variante
de	la	anorexia	nerviosa.
Sus	 características	 diagnósticas	 básicas	 consisten	 en	 atracones	 y	 métodos	 compensatorios
inadecuados	para	evitar	la	ganancia	de	peso,	que	se	producen	al	menos	un	promedio	de	dos	veces
a	la	semana	durante	un	período	de	3	meses;	y	en	una	autoevaluación	excesivamente	influida	por	el
peso	y	la	silueta	corporal.
Según	 el	 DSM-IV-R	 los	 criterios	 diagnósticos	 son:	 presencia	 de	 atracones	 recurrentes;
conductas	compensatorias	 inapropiadas,	de	manera	repetida,	con	el	 fin	de	no	ganar	peso,	como
provocación	del	vómito,	uso	excesivo	de	 laxantes,	diuréticos,	enemas	u	otros	 fármacos,	ayuno	y
ejercicio	excesivo;	los	atracones	y	las	conductas	compensatorias	inapropiadas	tienen	lugar,	como
promedio,	al	menos	dos	veces	a	la	semana	durante	un	período	de	3	meses;	la	autoevaluación	está
exageradamente	 influida	 por	 el	 peso	 y	 la	 silueta	 corporales;	 la	 alteración	 no	 aparece
exclusivamente	en	el	transcurso	de	la	anorexia	nerviosa.
Un	atracón	se	caracteriza	por:	a)	ingesta	de	alimento	en	un	corto	espacio	de	tiempo	(por	ejemplo,	en	un	período	de	2	horas)	en
cantidad	superior	a	la	que	la	mayoría	de	las	personas	ingerirían	en	un	período	de	tiempo	similar	y	en	las	mismas	circunstancias;
b)	 sensación	de	pérdida	de	control	 sobre	 la	 ingesta	del	 alimento	 (por	 ejemplo,	 sensación	de	no	poder	parar	de	 comer	o	no
poder	controlar	el	tipo	o	la	cantidad	de	comida	que	se	está	ingiriendo).
Existe	dos	tipos:	purgativo	(durante	el	episodio	de	bulimia	nerviosa,	el	individuo	se	provoca
regularmente	el	vómito	o	usa	laxantes,	diuréticos	o	enemas	en	exceso)	y	no	purgativo	(durante	el
episodio	de	bulimia	nerviosa,	el	individuo	emplea	otras	conductas	compensatorias	 inapropiadas,
como	el	ayuno	o	el	ejercicio	intenso,	pero	no	recurre	regularmente	a	provocarse	el	vómito	ni	usa
laxantes,	diuréticos	o	enemas	en	exceso).	Se	han	eliminado	los	subtipos.
El	 cambio	 más	 relevante	 se	 centra	 en	 la	 frecuencia	 de	 episodios	 bulímicos	 para	 su
categorización.	 El	 DSM-IV	 exigía	 «dos	 a	 la	 semana	 en	 los	 últimos	 tres	 meses»,	 pero	 las
características	clínicas	de	quienes	tienen	menor	frecuencia	(por	ejemplo,	«un	episodio	semanal»)
son	similares.	Por	ello	se	reduce	dicha	frecuencia	a	«un	episodio	a	la	semana	en	los	pasados	tres
meses».
Según	la	CIE-10,	las	pautas	diagnósticas	para	la	bulimia	nerviosa	son:	preocupación	continua
por	la	comida,	con	deseos	irresistibles	de	comer,	de	modo	que	el	enfermo	termina	por	sucumbir
a	ellos,	presentándose	episodios	de	polifagia	durante	 los	cuales	consume	grandes	 cantidades	de
comida	en	períodos	cortos	de	 tiempo;	el	 enfermo	 intenta	contrarrestar	 el	 aumento	de	peso	 así
producido	 mediante	 uno	 o	 más	 de	 uno	 de	 los	 siguientes	 métodos:	 vómitos	 autoprovocados,
abuso	de	 laxantes,	períodos	 intervalares	de	ayuno,	consumo	de	 fármacos	 tales	como	supresores
del	 apetito,	 extractos	 tiroideos	 o	 diuréticos.	 Cuando	 la	 bulimia	 se	 presenta	 en	 un	 enfermo
diabético,	este	puede	abandonar	su	tratamiento	con	insulina.
La	psicopatología	consiste	en	un	miedo	morboso	a	engordar,	 y	el	 enfermo	se	 fija	de	 forma
estricta	un	dintel	de	peso	muy	inferior	al	que	tenía	antes	de	la	enfermedad,	o	al	peso	óptimo	o
sano.	Con	frecuencia,	pero	no	siempre,	existen	antecedentes	previos	de	anorexia	nerviosa	con	un
intervalo	entre	ambos	trastornos	de	varios	meses	o	años.	Este	episodio	precoz	puede	manifestarse
de	una	forma	florida	o	por	el	contrario	adoptar	una	forma	menor	o	larvada,	con	una	moderada
pérdida	de	peso	o	una	fase	transitoria	de	amenorrea.
Como	en	la	anorexia,	la	CIE-10	fija	también	el	diagnóstico	de	bulimia	nerviosa	atípica.
La	mortalidad	de	enfermas	de	bulimia	es	de	un	0,38	%.	Tras	unos	10	años	de	evolución,	 la
recuperación	 total	 se	 constata	 en	 el	 50	 %	 de	 los	 casos.	 Alrededor	 de	 un	 11-20	 %	 siguen
cumpliendo	criterios	diagnósticos	de	bulimia	nerviosa	(Keel	et	al.,	1999;	Toro,	2000).
Una	 vez	 superado	 el	 trastorno	 recaen	 alrededor	 del	 30	 %,	 este	 riesgo	 de	 recaída	 declina
progresivamente	trascurridos	los	4	primeros	años	tras	la	aparición	del	trastorno	(Toro,	2000).
3.	Trastorno	por	atracón
El	 trastorno	 por	 atracón	 se	 caracteriza	 por	 episodios	 de	 ingesta	 compulsiva	 de	 forma
recurrente.	Tiene	muchas	 similitudes	 con	 la	bulimia	nerviosa.	La	diferencia	principal	 es	 que	 la
persona	 que	 sufre	 un	 trastorno	 por	 atracón	 no	 realiza	 conductas	 compensatorias	 (vómito
autoinducido,	abuso	de	laxantes	y/o	diuréticos,	ayunos,	ejercicio	físico	excesivo,	etc.).
En	 muchas	 ocasiones	 pueden	 presentar	 depresiones	 o	 síntomas	 depresivos.	 Una	 de	 las
consecuencias	más	habituales	del	 trastorno	por	atracón	es	sufrir	 sobrepeso	u	obesidad,	con	 los
riesgos	que	ello	conlleva	para	la	salud:	diabetes,	hipertensión,	colesterol,	etc.
Criterios	 para	 diagnosticar	 trastorno	 por	 atracón:	 presencia	 de	 atracones	 recurrentes;
sensación	de	pérdida	de	control	sobre	la	ingesta	del	alimento	(por	ejemplo,	sensación	de	no	poder
parar	de	comer	o	no	poder	controlar	el	tipo	o	la	cantidad	de	comida	que	se	está	ingiriendo);	los
atracones	tienen	lugar	al	menos	una	vez	a	la	semana	durante	un	período	de	3	meses;	no	existen
conductas	 compensatorias.	 Este	 último	 criterio	 es	 el	 que	 marca	 la	 mayor	 diferencia	 entre	 el
trastorno	por	atracón	y	la	bulimia.
Un	atracón	se	caracteriza	por	ingestade	alimento	en	un	corto	espacio	de	tiempo	(por	ejemplo,	en	un	período	de	2	horas)	en
una	 cantidad	muy	 superior	 a	 la	 que	 la	mayoría	 de	 las	 personas	 ingerirían	 en	 un	 período	 de	 tiempo	 similar	 y	 en	 las	mismas
circunstancias.
En	un	estudio	realizado	por	Abraham	(1982)	en	Sydney,	en	el	que	el	número	de	pacientes	era
32,	se	hallaron	12	desencadenantes	de	la	práctica	de	atracones:	91	%	ansiedad,	84	%	el	hecho	de
comer	algo	que	puede	engordarlos,	78	%	estar	solos,	78	%	ansia	de	determinadas	comidas,	75	%
pensar	 en	 comidas,	 72	%	 volver	 a	 casa	 (al	 volver	 de	 clase	 o	 trabajo	 o	 tras	 estar	 fuera),	 59	%
sentirse	aburrido	y	solo,	44	%	sentirse	hambriento,	44	%	tomar	alcohol,	25	%	salir	con	alguien	del
sexo	opuesto,	22	%	comer	fuera,	2	%	ir	a	una	fiesta.
4.	Avoidant/restrictive	food	intake	disorder
En	el	DSM-V	aparece	como	«nuevo»	trastorno.	Se	trata	de	un	trastorno	en	que	la	comida	o	la
ingesta	son	evitadas	hasta	el	punto	de	que	los	requerimientos	nutricionales	no	se	cubren	con	la
consiguiente	 pérdida,	 importante,	 de	 peso.	 Se	 observa	 sobre	 todo	 en	 niños	 y	 se	 considera
diferente	de	la	anorexia	nerviosa	y	la	bulimia	nerviosa.
En	el	DSM-V	se	define	así:	alteraciones	en	 la	alimentación	o	 la	 ingesta	 (que	pueden	 incluir,
pero	no	se	limitan	a	ello,	la	disminución	del	interés	hacia	la	comida	o	comer	en	general;	evitación
asociada	a	las	características	sensoriales	de	los	alimentos;	preocupación	creciente	hacia	las	diversas
consecuencias	 o	 desventajas	 de	 comer),	 manifestaciones	 que	 pueden	 incluir	 el	 fracaso	 o	 la
incapacidad	repetida	para	cubrir	 las	demandas	energética	y	nutricional	 ideales	y	 las	necesidades,
que	 están	 relacionadas	 con	 uno	 o	 varios	 de	 los	 siguientes:	 considerable	 pérdida	 de	 peso	 (que
puede	también	estar	asociada	con	falta	de	aumento	de	peso,	o	un	irregular	crecimiento	y	peso	en
el	caso	de	los	niños);	presencia	de	diferentes	deficiencias	nutricionales	en	el	paciente;	dependencia
de	alimentación	enteral;	interferencia	o	perturbación	en	el	funcionamiento	psicológico	adecuado.
Los	siguientes	factores	también	deben	ser	tomados	en	consideración:	no	hay	datos	que	apoyen
la	falta	o	escasez	de	alimentos	disponibles,	o	cualquier	otra	creencia	o	práctica	cultural	que	pueda
explicarlo	 (en	 todo	 caso,	 estas	 creencias/prácticas	 no	 son	 responsables	 del	 desarrollo	 de	 la
enfermedad);	 las	 alteraciones	 en	 los	patrones	de	 alimentación	no	 solo	 se	producen	durante	 los
episodios	 de	 trastornos	 como	 la	 anorexia	 o	 la	 bulimia,	 asimismo,	 no	 hay	 pruebas	 de	 otros
trastornos	 por	 los	 que	 se	 vería	 afectada	 la	 forma	 del	 cuerpo	 o	 el	 peso;	 las	 alteraciones	 en	 los
patrones	 de	 alimentación	 no	 se	 asocian	 con	 otros	 trastornos	 mentales	 o	 médicos	 (fuente:
http://www.dsm5.org/Pages/Default.aspx).
5.	Trastorno	de	la	conducta	alimentaria	no	especificado
(TCANE)
Los	 trastornos	alimentarios	 subclínicos,	parciales,	 atípicos	o	no	especificados	constituyen	un
problema	 de	 importancia	 creciente,	 al	 afectar	 a	 entre	 un	 5-10	%	 de	 adolescentes	 (Dancyger	 y
Garfinkel,	1995;	Cotufo	et	al.,	1998;	Santonastaso	et	al.,	1999).
El	 DSM-IV-R	 (APA,	 2000)	 incluye	 dentro	 de	 los	 TCA,	 junto	 a	 la	 anorexia	 nerviosa	 y	 la
bulimia	nerviosa,	la	categoría	de	trastorno	de	la	conducta	alimentaria	no	especificado	(TCANE)
para	 codificar	 los	 trastornos	 que	 no	 cumplen	 los	 criterios	 para	 un	 trastorno	 específico	 de	 la
conducta	alimentaria.
La	 adolescencia	 es	una	etapa	de	 la	vida	muy	crítica	para	 sufrir	un	TCA.	Hasta	un	20	%	 de
adolescentes	seleccionados	al	azar	puntúan	por	encima	del	punto	de	corte	en	cuestionarios	que
detectan	 alteraciones	 en	 actitudes	 y	 comportamientos	 alimentarios.	 Por	 otro	 lado,	 según	 datos
publicados,	hasta	un	33,5	%	de	chicas	adolescentes	estudiantes	de	secundaria	se	consideran	a	sí
mismas	obesas,	y	un	60	%	intentan	perder	peso.
La	mayoría	 de	 adolescentes	 que	 tienen	 alteraciones	 de	 la	 conducta	 alimentaria	 no	 cumplen
todos	 los	 criterios	 diagnósticos.	 La	 pérdida	 de	 peso,	 uno	 de	 los	 criterios	 diagnósticos	 de	 la
anorexia	nerviosa,	no	está	presente	necesariamente	en	adolescentes	jóvenes	con	este	desorden	en
la	intensidad	que	marca	el	criterio	del	DSM-IV,	o	bien	el	peso	está	dentro	de	los	límites	normales.
5.1.	Criterios	diagnósticos	de	los	TCANE
Los	criterios	diagnósticos	de	los	TCANE	se	reservaron	para	grupos	heterogéneos	con	TCA
que	no	cumplían	 estrictamente	 los	 criterios	diagnósticos	ni	de	 anorexia	nerviosa	ni	 de	bulimia
nerviosa,	 pero	 no	 por	 ello	 puede	 ser	 malinterpretado	 como	 trastorno	 alimentario	 de	 menor
significancia	 clínica.	También	 es	 importante	 resaltar	 que	 el	 cuadro	 clínico	 de	 los	 pacientes	 con
TCANE	puede	ser	también	grave	y	necesitar	un	ingreso	hospitalario.
Se	podrían	dividir	en	dos	grandes	grupos:	los	que	tienen	similitudes	con	la	anorexia	nerviosa
o	la	bulimia	nerviosa	pero	que	no	cumplen	todos	los	criterios	diagnósticos,	y	 los	que	presentan
un	cuadro	clínico	muy	diferente.
Referente	al	primer	grupo,	tienen	síntomas	muy	similares	al	trastorno	antes	descrito,	pero	no
cumplen	 todas	 las	 características	 diagnósticas	 esenciales:	 se	 podrían	 definir	 como	 trastornos	 por
debajo	del	umbral.	Entre	estos	casos	podríamos	encontrar	anorexias	que	no	presentan	infrapeso	o
bulimias	cuya	frecuencia	de	atracones	no	es	suficientemente	elevada.
http://www.dsm5.org/Pages/Default.aspx
Raich	y	otros	investigadores	de	TCA	coinciden	en	que	en	todas	las	clasificaciones	diagnósticas
se	hallan	las	siguientes	conductas	alimentarias:	dietas	extremas	o	ayuno,	episodios	de	sobreingesta
o	bien	una	combinación	de	ambos.	En	casi	todas	las	descripciones	aparece	una	preocupación	por
el	peso	y	la	figura,	percepción	alterada	del	peso	y	de	la	imagen	corporal,	y	en	todos	los	trastornos
en	que	predominan	los	atracones	aparece	un	sentimiento	de	falta	de	control	sobre	la	ingesta.
Veamos	 a	 continuación	 algunos	 ejemplos	 de	 TCANE;	 en	 mujeres	 se	 cumplen	 todos	 los
criterios	 diagnósticos	 para	 la	 anorexia	 nerviosa,	 pero	 las	 menstruaciones	 son	 regulares;	 se
cumplen	todos	los	criterios	diagnósticos	para	la	anorexia	nerviosa,	excepto	que,	a	pesar	de	existir
una	pérdida	de	peso	significativa,	el	peso	del	 individuo	se	encuentra	dentro	de	 los	 límites	de	 la
normalidad;	 se	 cumplen	 todos	 los	 criterios	 diagnósticos	 para	 la	 bulimia	 nerviosa,	 con	 la
excepción	de	que	los	atracones	y	las	conductas	compensatorias	inapropiadas	aparecen	menos	de	2
veces	 por	 semana	 o	 durante	 menos	 de	 3	 meses;	 empleo	 regular	 de	 conductas	 compensatorias
inapropiadas.
Cabe	 advertir	 que	 en	 el	 nuevo	DSM-V	 trastornos	 como	 pica	 y	 rumiación,	 incluidos	 antes
como	«trastornos	de	la	infancia	y	adolescencia»,	se	proponen	ahora	en	el	capítulo	de	los	TCA.
El	 capítulo	 de	 TCANE	 (EDNOS	 en	 su	 abreviatura	 inglesa)	 se	 propone	 cambiarlo	 por
FEEDING	 AND	 EATING	 CONDITIONS	 NOT	 ELSEWHERE	 CLASSIFIED,	 con	 las
siguientes	 propuestas:	 anorexia	 nerviosa	 atípica:	 aun	 con	 significativa	 pérdida	 de	 peso,	 este	 se
mantiene	normal	o	 incluso	por	 encima	de	 la	normalidad;	bulimia	nerviosa	 subumbral	 (de	baja
frecuencia	o	limitada	duración):	episodios	bulímicos	con	frecuencia	inferior	a	una	vez	a	la	semana
y/o	3	meses;	Binge	Eating	Disorder	(BED)	subumbral:	episodios	de	atracón	con	frecuencia	inferior
a	una	vez	a	 la	 semana	y/o	3	meses;	 trastorno	purgativo:	 conductas	purgativas	 recurrentes	para
influir	en	el	peso	o	la	forma	corporal	(vómitos	provocados,	diuréticos,	otros	fármacos,	 laxantes,
todo	ello	sin	atracones),	el	autoconcepto	está	indebidamente	influido	por	la	forma	corporal	o	el
peso	o	hay	un	 intenso	 temor	 a	 ganar	peso	o	 estar	obeso;	 síndrome	de	 ingesta	 nocturna	 (Night
Eating	Syndrome):	episodios	recurrentes	de	ingesta	nocturna,	en	forma	de	ingesta	tras	despertarse
de	noche,	o	excesivo	consumo	de	alimentos	tras	la	cena.	Hay	conciencia	y	recuerdo	de	la	ingesta.
Se	trata	deun	trastorno	no	explicado	mejor	por	alteraciones	vigilia/sueño	o	por	normas	sociales.
Suele	asociarse	a	malestar	y	afectación	en	el	funcionamiento	del	paciente.	Tampoco	se	enmarca	en
el	BED,	otros	trastornos	mentales	o	abuso/dependencia	de	sustancias,	ni	en	otras	enfermedades
médicas	o	efectos	de	medicamentos.
6.	Pica
La	pica	 es	otro	TCA,	que	 se	 caracteriza	por	 la	 ingesta	de	 sustancias	no	 consideradas	 como
alimentos.	Las	 sustancias	 ingeridas	pueden	variar,	 entre	ellas	 las	más	 frecuentes	 son	papel,	 tiza,
jabón,	pinturas,	plantas,	algodón,	etc.
Se	considera	una	conducta	 inapropiada	para	el	nivel	de	desarrollo	el	hecho	de	 llevarse	estos
productos	 a	 la	 boca	 a	 partir	 de	 los	 18-24	 meses.	 Antes	 de	 esta	 edad,	 se	 experimentan	 estos
comportamientos	 de	 manera	 habitual	 como	 un	 modo	 de	 exploración,	 desarrollo	 madurativo
adecuado	para	conocer	el	mundo	que	les	rodea.
Se	 desconoce	 su	 prevalencia	 y	 se	 presenta	 igual	 en	 ambos	 sexos.	 Cuando	 el	 trastorno	 se
desarrolla	en	la	adultez,	suele	asociarse	a	algún	déficit	intelectual.
Suele	 verse	 asociado	 con	 enfermedades	 del	 espectro	 autista,	 el	 TOC	 (trastorno	 obsesivo-
compulsivo)	o	el	trastorno	por	evitación/restricción.
La	intervención	en	esta	patología	debe	hacerse	rápida	y	tempranamente	para	poder	remitir	el
problema	 lo	 antes	 posible.	 Es	 evidente	 que	 la	 salud	 del	 paciente	 puede	 quedar	 muy	 dañada
debido	a	las	intoxicaciones,	infecciones	parasitarias,	atragantamientos,	perforaciones	estomacales	y
obstrucciones	intestinales.
A	continuación	se	exponen	otras	patologías	que	no	están	todavía	incluidas	entre	los	TCA.
7.	Ortorexia
La	 ortorexia	 es	 un	 espectro	 sindrómico	 poco	 definido	 e	 insuficientemente	 estudiado	 que
consiste	en	la	preocupación	extrema	por	los	alimentos	pretendidamente	saludables	y	exentos	de
contaminantes.	Esta	 entidad	 puede	 relacionarse	 con	 las	 preocupaciones	 obsesivas	 por	 la	 salud,
con	 los	 temores	hipocondríacos	 a	 las	 enfermedades	 y,	 en	 cierto	modo,	 con	 actitudes	 culturales
ligadas	a	 la	dieta	 y	 a	 los	 alimentos.	Es	cierto	que	pueden	presentar	 anomalías	 restrictivas	de	 la
dieta	 y	 pérdidas	 ponderales,	 pero	 no	 se	 pueden	 considerar	 casos	 atípicos	 o	 incompletos	 de	 la
anorexia	nerviosa.
8.	Vigorexia
Esta	entidad	se	caracteriza	por	 la	preocupación	excesiva	por	buscar	 la	perfección	corporal	a
través	 de	 ejercicios	 específicos,	 lo	 que	 supone	 una	 gran	 insatisfacción	 ante	 la	 propia	 imagen
corporal,	 la	 práctica	 de	 un	 ejercicio	 exagerado,	 las	 dietas	 especiales	 ricas	 en	 proteínas	 y	 los
alimentos	especiales,	hasta	el	grado	de	generar	dependencia,	así	como	el	consumo	de	sustancias
dopantes,	que	pueden	perjudicar	la	salud.	Se	trata	de	una	entidad	por	el	momento	poco	definida	y
emparentada	con	la	obsesividad,	el	perfeccionismo	y	la	dismorfofobia.
9.	Síndrome	de	ingesta	nocturna	(comedores	nocturnos)
Los	afectados	 interrumpen	el	sueño	y	en	esa	situación	o	estado	presentan	sobreingestas.	No
está	 definido	 si	 estos	 cuadros	 son	 debidos	 a	 un	 TCA	 o	 si	 se	 trata	 de	 personas	 afectadas	 de
anomalías	primarias	del	sueño.
Capítulo	IV
FACTORES	QUE	PUEDEN	PROVOCAR	UN	TCA
En	este	libro	se	comenta	en	diferentes	apartados	que	los	factores	que	pueden	causar	un	TCA
son	multifactoriales,	y	que	en	cada	uno	de	los	pacientes	pueden	variar.
Hay	 tres	 tipos	 de	 factores	 que	 pueden	 provocar	 un	 TCA:	 los	 factores	 predisponentes,
precipitantes	 y	 de	 mantenimiento.	 Los	 factores	 predisponentes	 son	 los	 que	 se	 encuentran
presentes	antes	de	 la	aparición	del	TCA	y	que	aumentan	el	 riesgo	de	su	desarrollo	 sin	 hacerlo
inevitable.	Los	 factores	precipitantes,	 tal	 como	su	nombre	 indica,	 inducen	a	que	 la	 enfermedad
aparezca.	Son	los	que	marcan	el	inicio	de	la	enfermedad.	Muchas	veces	son	los	acontecimientos
vitales	 estresantes	para	 la	persona.	Por	último,	 los	 factores	de	mantenimiento	 son	 aquellos	que
actúan	 una	 vez	 ya	 ha	 aparecido	 la	 enfermedad.	 Provocan	 que	 la/el	 enferma/o	 no	 se	 cure	 y,	 a
medida	que	la	enfermedad	evoluciona,	le	resulte	cada	vez	más	difícil	salir	de	ella.
Los	 factores	 predisponentes	 son:	 genéticos;	 edad	 (13-20	 años);	 sexo	 femenino;	 trastorno
afectivo;	 introversión/inestabilidad;	 nivel	 social	 medio-alto;	 familiares	 con	 trastorno	 afectivo;
familiares	 con	 adicciones;	 familiares	 con	 trastornos	 de	 la	 ingesta;	 obesidad	 materna;	 ideales
estéticos	dominantes.
Los	 factores	 precipitantes	 son:	 cambios	 corporales-emocionales	 en	 la	 adolescencia	 (físicos,
poca	 aceptación	 del	 cuerpo,	 sexualidad,	 emociones	 cambiantes);	 relaciones	 grupo-familia;
separaciones	y	pérdidas;	 rupturas	conyugales	de	 los	padres;	obesidad	previa;	críticas	 respecto	al
cuerpo;	 enfermedad	 adelgazante;	 acontecimientos	 vitales	 estresantes;	 práctica	 de	 actividades
físicas	que	exigen	estar	delgadas.
Los	 factores	 de	mantenimiento	 son:	 consecuencias	 de	 la	 malnutrición;	 interacción	 familiar;
aislamiento	social;	cogniciones	distorsionadas;	actividad	física	excesiva	(iatrogenia).
A	continuación	se	realizará	un	análisis	más	profundo	de	algunos	de	los	factores	que	pueden
provocar	un	TCA	desde	el	punto	de	vista	de	algunos	investigadores	expertos.
1.	Edad.	Sexo.	Adolescencia
Por	lo	general,	se	acepta	que	la	anorexia	nerviosa	se	inicia	en	el	rango	de	edad	comprendido
entre	los	10	y	los	25	años,	situándose	la	edad	de	inicio	más	frecuente	entre	los	13	y	los	18	años	y
siendo	poco	común	en	la	primera	década	de	la	vida	o	pasada	la	treintena.
La	 relación	 entre	 mujeres	 y	 varones	 viene	 a	 ser	 de	 9-10:1,	 pues	 casi	 todos	 los	 estudios
epidemiológicos	 constatan	 que	 el	 90-95	 %	 de	 los	 sujetos	 afectos	 de	 algún	 tipo	 de	 TCA	 son
mujeres.
Respecto	a	 la	bulimia,	 la	 investigación	epidemiológica	es	más	compleja,	debido	a	 la	 reciente
delimitación	 nosológica	 del	 cuadro	 y	 a	 los	 diferentes	 resultados	 que	 se	 obtienen	 según	 los
criterios	diagnósticos	empleados	y	el	tipo	de	escalas,	cuestionarios,	autotest,	entrevistas,	etc.,	que
se	 utilicen.	Todos	 los	 datos	 apuntan	 a	 que	 es	más	 frecuente	 en	mujeres	 adolescentes	 y	 adultas
jóvenes,	 estando	 la	 edad	media	 de	 aparición	 alrededor	 de	 los	 20	 años	 y	 siendo	 la	 proporción
mujeres-varones,	al	igual	que	en	la	anorexia	nerviosa,	de	10:1.
Por	último,	con	respecto	a	 la	población	diana,	además	del	sexo	femenino	y	 la	raza	blanca	se
han	 identificado	 grupos	 de	 alto	 riesgo	 para	 los	 TCA,	 siendo	 estos	 en	 su	 mayoría	 colectivos
sometidos	 a	 ideales	 estéticos	de	delgadez	y	de	 lucha	 continua	para	mantener	 el	 peso,	 como	 las
gimnastas,	modelos,	azafatas,	bailarinas,	actrices,	deportistas	de	élite,	etc.
1.1.	¿Y	por	qué	adolescentes?
Luis	Rojo	(1998)	define	la	adolescencia	de	esta	manera:
«La	adolescencia	es	un	período	marcado	por	importantes	cambios	físicos	y	psicológicos.	En	este	período,	el	grupo
de	 iguales	 es	 crucial	 para	 el	 adolescente,	 necesita	 sentirse	 aceptado	 por	 él,	 y	 en	 especial,	 por	 el	 grupo	 del	 sexo
contrario.	Finaliza	 la	etapa	de	 la	niñez	 y	 comienza	 su	desarrollo	 en	 el	mundo	como	adulto.	Muchos	 adolescentes
proyectan	en	su	cuerpo	los	problemas	e	inseguridades	que	esta	etapa	vital	plantea.	El	traslado	de	los	conflictos	a	la
corporalidad	 puede	 llevarles	 a	 sentir	 sus	 cuerpos	 como	 una	 envoltura	 incómoda	 de	 llevar	 y	 a	 la	 búsqueda	 de
soluciones	 inadecuadas.	 Las	 dietas,	 el	 moldeado	 del	 cuerpo	 como	 estrategia	 para	 mejorar	 la	 valoración	 de	 los
demás	y	la	propia	es,	especialmente	en	la	adolescencia,	una	estrategia	arriesgada.	Hay	quien	queda	atrapado	en	ella.
Centrado	en	cambiar	y	controlar	su	cuerpo,	desatiende	otros	atributos	personales	positivos	y	deja	al	margen	temas
que	le	resultan	más	angustiosos.	El	reencuentro	consigo	mismo,	con	su	auténtico	yo,	se	predice	demasiado	difícil	y
doloroso».
Los	cambios	psicológicos	que	se	producen	en	la	adolescencia	están	íntimamente	ligadosa	 los
procesos	biológicos	que	se	inician	en	la	pubertad.
La	 adolescencia	 es	 a	 nivel	 fisiológico	 el	 cambio	más	 violento	 e	 intenso	 que	 produce	 el	 ser
humano	 a	 lo	 largo	 de	 su	 vida.	Estos	 cambios,	 tal	 como	 hemos	 comentado,	 repercuten	 a	 nivel
físico	y	a	nivel	psicológico.
A	 continuación	 se	 presentan	 las	 condiciones	 biológicas	 a	 las	 que	 los	 adolescentes	 se	 ven
sometidos.
Del	 cerebro	 (desde	 el	hipotálamo	a	 la	hipófisis)	parte	una	 señal	hormonal	que	 estimula	 los
ovarios	 y	 los	 testículos,	 que	 comienzan	 a	 segregar	 sus	 respectivas	 hormonas	 —estrógenos	 y
progesterona	 en	 la	mujer	 y	 andrógenos	 en	 el	 varón—,	 lo	 que	 a	 su	 vez	 provoca	 las	 caracteres
sexuales	primarios:	agrandamiento	del	pene	en	el	varón	y	del	útero	y	la	vagina	en	la	mujer.
Se	 inicia	 así	 el	desarrollo	 sexual	que	afecta	 al	 cuerpo	del	niño	y	de	 la	niña,	 apareciendo	 los
caracteres	sexuales	secundarios.
En	 el	 chico:	 aparece	 el	 vello	pubiano	 y	 axilar;	 crece	 la	barba;	 cambia	 la	 voz;	hay	una	 ligera
ginecomastia	temporal;	comienza	a	activarse	el	aparato	reproductor;	aparece	el	deseo	sexual.
En	 las	 chicas:	hay	un	desarrollo	progresivo	de	 las	mamas;	 aumenta	 el	 depósito	de	grasa	 en
diferentes	 partes	 del	 cuerpo;	 crece	 el	 vello	 pubiano	 y	 axilar;	 aparecen	 las	menstruaciones	 y	 la
ovulación;	aparece	el	deseo	sexual.
También	se	han	de	destacar	otras	diferencias	particulares	entre	 los	dos	sexos:	en	el	varón	se
desarrolla	 más	 la	 masa	 muscular	 y	 la	 cintura	 escapular,	 en	 la	 mujer	 se	 desarrolla	 la	 pelvis	 y
aumentan	 los	depósitos	de	grasa	 en	 las	 caderas.	Ante	 este	último	cambio	 será	muy	 importante
insistir	en	los	aspectos	de	prevención	primaria,	que	desarrollaremos	más	adelante.
Además	de	este	cambio	físico,	hemos	de	tener	en	cuenta	los	cambios	emocionales	a	que	se	ven
sometidos.
Arminda	Aberastury	(1980)	lo	define	como	la	normal	anormalidad	del	adolescente.	Efectivamente,
esta	 conmoción	 emocional	 está	 íntimamente	 ligada	 al	 cambio	 hormonal	 que	 se	 inicia	 en	 los
púberes.	 También	 se	 van	 añadiendo	 las	modificaciones	 que	 se	 generan	 en	 el	 ámbito	 familiar	 y
social.
«Las	 contradicciones,	 la	 confusión,	 la	 ambivalencia,	 el	 sufrimiento	 y	 las	 fricciones	 con	 el	 entorno,	 así	 como	 el
entusiasmo,	 el	 idealismo,	 las	 alegrías	 y	 los	 descubrimientos	 más	 sorprendentes,	 serán	 por	 todo	 esto	 postas	 casi
ineludibles	que	determinarán	 la	hoja	de	 ruta	del	adolescente	en	este	viaje	hacia	 la	“creación	de	sí	mismo”	con	un
“cuerpo	nuevo”	al	que	todavía	debe	adaptarse»	(Guelar	y	Crispo,	2000).
Otro	 aspecto	 que	debe	destacarse	 es	 que	 en	 los	 adolescentes,	 además	de	 todos	 los	 cambios
mencionados:	físicos,	psicológicos,	sexuales,	se	produce	un	alejamiento	de	la	dependencia	familiar
y	en	contrapartida	aumentan	las	relaciones	extrafamiliares,	que	se	van	forjando	marcadas	por	 la
inestabilidad	y	las	fluctuaciones.	En	el	entorno	social	los	amigos	pasan	a	ser	desde	este	momento
su	 entorno	 más	 deseado.	 En	 esta	 edad	 se	 forman	 nuevos	 grupos,	 nuevos	 ideales	 y	 cambios
rápidos	que	rompen	en	algunos	casos	drásticamente	con	la	niñez.	Los	jóvenes	ya	no	se	identifican
con	la	familia	y	sí	con	el	grupo	de	amigos,	y	es	más,	necesitan	continuamente	su	aprobación.	Se
dejan	 llevar	 de	 los	 gustos,	 deseos	 y	maneras	 de	 actuar	 y	 vestir	 de	 los	 amigos,	 incluyendo	 por
supuesto	 una	 influencia	 notable	 en	 la	 manera	 de	 comportarse.	 Hay	 una	 tendencia	 a	 la
comparación	 entre	 ellos,	 y	 el	 aspecto	 físico,	 el	 peso,	 la	 talla	 de	 ropa,	 son	 elementos	 básicos	 de
comparación.	Estas	comparaciones	en	el	aspecto	físico	pueden	ser	factores	desencadenantes	de	un
TCA.	Se	trata	de	datos	observados	durante	 la	 investigación	de	mi	 tesis,	 leyendo	muchas	de	sus
agendas-diario,	tan	características	en	estas	edades.
2.	Factores	genéticos
El	estudio	de	una	posible	transmisión	genética	de	cualquier	característica	personal	se	 lleva	a
cabo	 mediante	 diferentes	 procedimientos:	 determinación	 de	 tasas	 de	 prevalencia	 en	 árboles
genealógicos	de	probandos	y	controles.
La	 investigación	 de	 los	 factores	 biológicos	 se	 ha	 centrado	 principalmente	 en	 los	 factores
genéticos	y	las	alteraciones	neurobiológicas.
Los	 estudios	 realizados	 en	 familias	 muestran	 una	 mayor	 frecuencia	 de	 TCA	 entre	 los
familiares	de	personas	con	TCA	que	entre	 los	controles,	con	 lo	cual	concluyen	que	debe	haber
una	vulnerabilidad	familiar	para	estos	trastornos.
En	 la	Guía	 de	 Práctica	 Clínica	 sobre	 Trastornos	 de	 la	 Conducta	 Alimentaria	 se	 explica	 que	 los
estudios	 de	 casos	 y	 controles	mediante	 la	 genética	molecular	 han	 obtenido	 asociación	 positiva
entre	la	presencia	de	determinados	polimorfismos	y	una	mayor	vulnerabilidad	a	padecer	anorexia
nerviosa.	Los	más	estudiados	son	el	sistema	serotoninérgico	(5-HT;	regula	el	apetito,	la	respuesta
al	 estrés,	 la	 conducta	 sexual,	 la	 sintomatología	 obsesiva,	 el	 humor,	 etc.),	 dopaminérgico	 y
neurotrofinas	 (especialmente	 BDNF,	 NTRK2	 y	 NTRK3).	 Igualmente	 positivos	 han	 sido	 los
hallazgos	en	los	cromosomas	1,	2	y	13.	Sin	embargo,	estos	resultados	hasta	el	momento	no	son
concluyentes.	La	genética	parece	explicar	entre	el	60	y	el	70	%	de	la	vulnerabilidad	en	el	caso	de	la
anorexia	 nerviosa.	 En	 el	 caso	 de	 la	 bulimia	 nerviosa,	 la	 presencia	 de	 la	 susceptibilidad	 se
encuentra	en	el	cromosoma	10.
A	pesar	de	 las	dificultades	metodológicas	que	conlleva	 realizar	estos	estudios,	 la	 conclusión
general	 es	 que	 en	 las	 familias	 de	 las	 pacientes	 anoréxicas	 aparecen	 casos	 de	 TCA,	 incluyendo
anorexia	nerviosa,	con	significativamente	mayor	frecuencia	que	en	las	familias	de	controles.
Los	estudios	de	pedigríes	dan	pistas	acerca	la	existencia	de	factores	genéticos	en	la	causalidad
de	un	 trastorno,	pero	por	 si	 solos	nada	prueban.	La	mayor	prevalencia	de	TCA	en	 familias	de
pacientes	anoréxicos	puede	ser	debida	a	la	trasmisión	tanto	genética	como	ambiental	familiar.	Son
los	estudios	de	gemelos	y	de	adoptados	los	que	deben	aclarar	el	enigma	(Toro,	2004).
3.	Obesidad
Podemos	 considerar	 que	 actualmente	 la	 obesidad	 está	 aumentando.	 Según	 la	Organización
Mundial	de	 la	Salud	(OMS),	 la	obesidad	y	el	sobrepeso	han	alcanzado	caracteres	de	epidemia	a
nivel	mundial.	Más	de	1.000	millones	de	personas	adultas	tienen	sobrepeso	y,	de	ellas,	al	menos
300	millones	son	obesas.
El	Estudio	 enKid	 (Serra	 et	 al.,	 2003)	 en	 la	 población	 infantil	 y	 juvenil	 (2-24	 años)	 sitúa	 la
obesidad	 en	 el	 13,9	%	 y	 el	 sobrepeso	 en	 el	 26,3	%.	 En	 este	 grupo	 de	 edad	 la	 prevalencia	 de
obesidad	es	superior	en	varones	(15,6	%)	que	en	mujeres	(12	%).
Las	mayores	cifras	se	detectan	en	la	prepubertad	y,	en	concreto,	en	el	grupo	de	edad	de	6	a	12
años,	con	una	prevalencia	del	16,1	%.
Estudios	 más	 recientes,	 como	 por	 ejemplo	 Aladino	 (2014),	 realizado	 por	 el	 Ministerio	 de
Sanidad,	revela	un	aumento	de	la	obesidad	infantil	en	los	últimos	años.	Esto	es	preocupante,	por
una	parte,	porque	si	no	se	pone	remedio,	los	niños	obesos	se	convierten	en	adultos	obesos	y	ya
sabemos	que	la	obesidad	conlleva	muchos	problemas	de	salud.	Por	otra	parte,	la	obesidad	infantil
provoca	insatisfacción	corporal	en	la	niñez	y	en	la	adolescencia,	y	consecuentemente,	se	pueden
desarrollar	 algunos	TCA.	Así	 pues,	 se	 debería	 potenciar	 ya	 a	 temprana	 edad	 un	 estilo	 de	 vida
saludable,	con	una	alimentación	equilibrada	y	la	práctica	de	ejercicio	físico.
Previamente,	 en	 el	 estudio	 realizado	 por	 Sánchez-Carracedo	 et	 al.	 (1996)	 se	 observó	 una
prevalencia	de	obesidad	 en	 adolescentes	de	 ambos	 sexos	 con	 edades	 comprendidas	 entre	15-17
años	de	un	15	%.	Se	observó	una	correlación	positiva	significativa	entre	el	incremento	del	IMC
(índice	de	masa	corporal)	y	riesgo	de	TCA.
Algunos	investigadores	han	demostrado	en	sus	trabajos	que	un	porcentaje	de	mujeres	adultas
con	 bulimia	 nerviosa	 y	 mujeres	 concrisis	 de	 sobreingesta	 ha	 padecido	 sobrepeso	 durante	 su
infancia	y	adolescencia.
Una	presión	social	excesiva	sobre	el	 sobrepeso	aumenta	el	 riesgo	de	adopción	de	regímenes
perjudiciales	 e	 incluso	 de	 desórdenes	 alimentarios	 graves.	El	 peso,	 la	 dieta	 y	 la	 actividad	 física
están	íntimamente	relacionados.
Muchas	preadolescentes	y	adolescentes	se	consideran	obesas	o	con	sobrepeso	y	tienen	un	IMC
bajo	o	normal.	Esto	 lo	demuestran	algunos	estudios	 realizado	por	 la	 comunidad	científica.	 Lo
más	preocupante	es	que	esta	autopercepción	falsa	se	está	detectando	en	escolares	de	enseñanza
primaria.	Muchos	estudios	coinciden	en	que	hasta	un	45	%	de	los	niños	de	primaria	desean	ser
más	delgados.
Esta	 percepción	 falsa	 de	 obesidad	 o	 sobrepeso	 de	 niñas	 y	 preadolescentes	 es	 preocupante.
Realmente	los	modelos	estéticos	actuales	son	muy	dominantes	en	todos	los	rangos	de	edades	y	en
todas	 las	clases	sociales.	En	países	subdesarrollados	está	más	vinculada	a	 las	clases	sociales	más
altas.	A	 pesar	 de	 ello,	 el	 prototipo	 de	 belleza	 actual,	 de	 extrema	 delgadez,	 se	 extiende	 por	 los
medios	de	comunicación	y	por	internet,	y	estas	imágenes	llegan	a	casi	todas	las	partes	del	mundo.
4.	Factores	familiares
La	dinámica	 familiar	ha	estado	 implicada	no	solo	en	 la	perpetuación	de	 los	 trastornos	de	 la
conducta	alimentaria	sino	también	en	su	desarrollo.
Según	 los	 investigadores	 en	 este	 campo	 existen	 tres	 modelos	 de	 ambientes	 diferentes	 que
pueden	ser	una	de	las	causas	de	desarrollo	de	un	TCA.
Ambiente	familiar	desestructurado:	 las	familias	en	 las	que	no	existe	una	estructura	estable	y
segura	 tienen	mayor	 riesgo	de	desarrollar	 un	TCA	en	 alguno	de	 los	miembros,	 sobre	 todo	 en
aquellos	que	de	manera	individual	tienen	más	riesgo,	como	las	chicas	adolescentes.
Ambiente	familiar	sobreprotector:	aquellas	familias	en	las	que	la	comunicación	y	la	dinámica
familiar	 es	 excesivamente	 rígida,	 controladora	 y	 exigente	pueden	 influir	 en	 el	 desarrollo	 de	 un
TCA,	 sobre	 todo	 en	 aquellos	miembros	 con	mayor	 vulnerabilidad	 individual,	 como	 las	 chicas
adolescentes.
Experiencias	 vitales	 estresantes:	 cambios	 traumáticos	 en	 la	 estructura	 familiar	 como,	 por
ejemplo,	 la	 muerte	 de	 uno	 de	 los	 miembros,	 la	 separación	 traumática	 de	 los	 padres,	 la
inmigración,	pueden	aumentar	la	probabilidad	de	TCA.
A	 veces	 incluso	 pueden	 sumarse	 diferentes	 comportamientos	 familiares.	 Minuchin,	 un
investigador	de	TCA,	proporcionó	aportaciones	importantes	sobre	este	tema:	el	modelo	familiar
que	 con	 frecuencia	 se	 encuentra	 en	 el	 entorno	 de	 muchas	 anoréxicas	 se	 caracterizaría	 por	 la
sobreprotección,	 el	 alto	 nivel	 de	 aspiraciones,	 la	 rigidez,	 la	 frecuencia	 de	 los	 conflictos,	 la
tendencia	a	involucrar	al	niño	en	los	conflictos	parentales	y	en	general	un	estilo	de	relación	en	el
que,	al	no	reconocer	los	límites	individuales,	los	miembros	de	la	familia	no	pueden	desarrollar	un
sentimiento	de	autonomía.
Ingelmo,	 en	 sus	 publicaciones,	 nos	 plantea	 otro	 modelo	 familiar	 preocupante.	 El	 grupo
familiar	gira	en	torno	a	la	figura	materna	y	el	padre	es	«inexistente»,	en	todos	los	aspectos.	Como
consecuencia,	 suele	 delegar	 en	 la	madre	 la	 totalidad	 de	 las	 tareas	 familiares,	 centrándose	 en	 su
trabajo.	 Para	 los	 hijos	 la	 figura	 paterna	 no	 es	 significativa,	 y	 todo	 ello	 puede	 desencadenar
conductas	problemáticas,	entre	ellas	un	TCA.
Otros	 estudios,	 realizados	 por	 diferentes	 investigadores,	 coinciden	 en	 que	 las	 familias	 de
pacientes	con	bulimia	nerviosa,	en	comparación	con	las	de	sujetos	control,	son	más	conflictivas,
desorganizadas,	críticas,	menos	cohesionadas	y	con	menor	capacidad	para	establecer	relaciones	de
confianza	y	de	ayuda	entre	sus	miembros.
Otro	tipo	de	influencias	son	que	en	el	seno	familiar	se	vivan	conductas	obsesivas	relacionadas
con	las	dietas,	la	apariencia	física,	etc.
Un	 primer	 estudio	 liderado	 por	 Leung	 demostró	 la	 existencia	 de	 un	 modelo	 familiar	 que
relacionaba	 las	 relaciones	 familiares	 disfuncionales,	 preocupaciones	 personales	 por	 el	 peso	 y	 la
apariencia	física	y	problemas	personales	por	el	cuerpo	y	la	autoestima,	por	un	lado,	y	el	desarrollo
de	 síntomas	 alimentarios	 y	 psiquiátricos,	 por	 el	 otro.	 Intervinieron	 918	 mujeres	 con	 edades
comprendidas	 entre	 12	 y	 17	 años.	 Se	 debe	 tener	 en	 cuenta	 que	 estas	 adolescentes	 eran	 de
población	no	clínica	y	que	las	evaluaciones	de	las	características	familiares	se	realizaron	a	través
de	 las	 propias	 adolescentes.	 Los	 resultados	 demuestran	 que	 un	 modelo	 familiar	 determinado
puede	potenciar	ciertas	vulnerabilidades	tanto	a	sufrir	TCA	como	otros	trastornos	psiquiátricos	a
través	de	dos	vías	relacionadas	entre	sí.	Una	de	las	vías	nos	indica	que	la	preocupación	familiar
por	 el	 peso	 y	 la	 apariencia	 física	 contribuiría	 a	 la	 insatisfacción	 corporal	 de	 las	 hijas.	 Esta
insatisfacción	daría	lugar	a	síntomas	de	TCA.	Otra	de	las	vías	que	demuestra	este	estudio	es	que
una	 familia	 disfuncional	 contribuiría	 directamente	 a	 provocar	 una	 autoestima	 negativa,	 e
indirectamente,	esta	podría	provocar	el	desarrollo	de	síntomas	de	TCA.
De	todas	formas,	Steiger	y	Toro	advierten	que:
«[...]	 nuestros	 hallazgos	 sugieren	 que	 debemos	 ser	 cuidadosos	 en	 inferir	 cualquier	 papel	 causal	 directo	 de	 las
influencias	familiares	en	el	desarrollo	de	los	TCA,	basado	en	observaciones	que	constatan	correspondencias	padres-
hija	en	actitudes	alimentarias	o	en	rasgos	psicopatológicos.	Según	estos	resultados,	tal	correspondencia	existe,	pero
resulta	inadecuada	para	explicar	un	desarrollo	de	un	TCA	clínico».
La	familia	también	actúa	como	un	factor	de	mantenimiento.	Es	muy	observable	en	la	familia
de	las	pacientes	que	sufren	un	TCA	la	aparición	de	preocupación	excesiva,	ansiedad	que	conlleva
una	 situación	 colectiva	de	 estrés,	 que	 se	 va	 agravando	 a	medida	que	 la	 enfermedad	 avanza.	El
clima	 que	 se	 genera	 es	 altamente	 negativo	 para	 la	 enferma	 ya	 que	 se	 siente	 observada,	 reñida,
amenazada,	compadecida,	sobre	todo	en	la	hora	de	las	comidas.
5.	Ejercicio	físico	y	TCA
Un	 elevado	 porcentaje	 de	 pacientes	 que	 sufren	 anorexia	 nerviosa	 practican	 actividad	 física
excesiva.
En	 un	 principio,	 la	 mayoría	 de	 enfermas	 deciden	 la	 práctica	 de	 ejercicio	 físico	 como	 un
recurso	más	para	reducir	el	peso	mediante	un	mayor	gasto	calórico.	Pero	se	ha	observado	que	una
mayoría	de	las	pacientes	practicaban	más	actividad	física	antes	de	iniciarse	el	trastorno,	e	incluso
antes	 de	 iniciar	 una	 dieta	 restrictiva.	Esto	 ha	 llevado	 a	 suponer	 que	 la	 actividad	 física	 pudiera
constituir	un	factor	de	riesgo	para	la	anorexia	nerviosa.
Una	 vía	 de	 explicación	 ha	 sido	 suministrada	 por	 la	 investigación	 realizada	 con	 ratas.	 Si	 se
coloca	una	rata	en	una	jaula	convencional	y	se	la	somete	a	una	dieta	hipocalórica,	lógicamente	el
animal	 irá	 perdiendo	 peso,	 y	 a	 medida	 que	 adelgaza	 su	 actividad	 física	 va	 reduciéndose,
aparentemente	con	el	fin	de	reducir	el	gasto	calórico	y	compensar	la	reducción	de	la	ingestión	de
alimentos.	Pero	si	en	la	jaula	cuenta	con	una	noria	o	rueda	de	movimiento,	las	ratas	sometidas	a
dietas	restrictivas	tienden	a	correr	por	ellas	cada	vez	más	de	tal	manera	que	tres	de	cada	cuatro
mueren	exhaustas	por	el	ejercicio.	Como	las	ratas	no	toman	la	decisión	de	adelgazar,	se	supone
que	 ese	 curioso	 comportamiento	 tiene	 un	 carácter	 instintivo,	 es	 decir,	 biológico.	 Así	 pues,	 los
cambios	fisiológicos,	bioquímicos,	que	produce	la	malnutrición	parecen	promover	una	actividad
física	desmedida,	compulsiva.	Los	etólogos	señalan	que	esta	actividad	corresponde	al	impulso	de
buscar	 comida,	 impulso	que	obligaría	 a	 las	 ratas	 a	 cambiar	de	 territorio	 a	 fin	 de	 encontrar	 un
alimento	que	en	el	ámbito	de	la	jaula	resulta	insuficiente	para	sus	necesidades.	Pero,	además,	se	ha
constatado	 que	 esas	 ratas	 desnutridas,una	 vez	 entregadas	 a	 su	 actividad	 física	 desmedida,	 ven
reducido	su	apetito	e	ingieren	menos	comida	de	la	que	se	les	suministra.
Así	pues,	una	vez	establecida	la	malnutrición,	esta	provoca	un	incremento	de	la	actividad	física
si	hay	ocasión	de	practicarla,	y	la	actividad	física	suscita	una	reducción	de	apetito	que,	a	su	vez,
dará	lugar	a	un	empeoramiento	de	la	malnutrición.
Se	trata	de	un	círculo	vicioso	que	muy	probablemente	experimenten	los	pacientes	anoréxicos.
En	 tales	circunstancias,	no	nos	puede	sorprender	que	muchos	deportistas,	 especialmente	 los
que	se	denominan	estéticos,	puedan	incurrir	en	este	tipo	de	comportamientos.	Esto	confirmaría
que	entre	un	tercio	y	un	cuarto	de	mujeres	que	practican	ejercicio	físico	sufran	algún	 trastorno
alimentario.
6.	La	influencia	de	los	amigos
Es	bien	sabido	que	los	adolescentes	que	se	integran	en	un	grupo	tienden	a	parecerse	entre	sí
en	muy	diversas	características,	incluyendo	atributos	y	atractivos	físicos	y	sociales.
Así	 lo	 demostró	 Paxton	 en	 sus	 investigaciones	 de	 una	 población	 australiana	 de	 chicas	 que
oscilaban	en	torno	a	los	15	años	de	edad.	Mediante	la	técnica	de	los	sociogramas	(el	 sociograma
es	una	técnica	de	análisis	de	datos	que	concentra	su	atención	en	la	forma	en	que	se	establecen	los
vínculos	 sociales	dentro	de	un	grupo)	 identificaron	79	grupos	de	 amigas.	Encontraron	que	 las
amigas	 de	 cada	 grupo	 compartían	 niveles	 similares	 de	 preocupación	 por	 la	 imagen	 corporal,
restricciones	alimentarias	y	prácticas	de	conductas	arriesgadas	para	perder	peso.
Otros	 resultados	 de	 esta	 investigación	 son	 que	 las	 chicas	 de	 los	 grupos	 con	 mayor
preocupación	por	el	cuerpo	y	que	realizaban	más	conductas	para	perder	peso	hablaban	más	con
sus	 amigas	 acerca	 de	 perder	 peso	 y	 dietas,	 comparaban	 más	 sus	 cuerpos	 y	 creían	 que	 habían
recibido	más	críticas	de	sus	amigas	a	causa	de	su	peso	y	su	silueta.	También	creían	que	sus	amigas
habían	ejercido	un	papel	muy	importante	en	las	decisiones	de	seguir	dietas	de	adelgazamiento	y
percibían	que	sus	amigas	estaban	más	preocupadas	que	otras	chicas	por	las	dietas	y	la	pérdida	de
peso.
Otras	de	las	conclusiones	del	equipo	de	Paxton	fue	que	las	chicas	miembros	de	un	grupo	se
parecían	más	entre	sí	en	IMC,	síntomas	depresivos	y	niveles	de	autoestima.
Las	críticas	en	estos	grupos	de	iguales	son	muy	frecuentes.	En	edades	tempranas,	niñas	de	7	a
9	 años	 ya	 tienen	 en	 cuenta	 los	 comentarios	 de	 sus	 amigas	 y	 compañeras	 acerca	 de	 la	 estética
corporal	y	sobre	todo	suelen	grabar	en	sus	mentes	las	críticas	sobre	su	aspecto	físico.	Pero	es	en	la
adolescencia,	 especialmente	 entre	 las	 chicas,	muy	 vulnerables	 a	 su	 cambio	 corporal,	 cuando	 se
sufrirá	 con	 mucha	 intensidad	 cualquier	 comentario	 negativo	 que	 se	 realice	 sobre	 su	 persona.
También	la	comparación	entre	iguales	provoca	que	las	adolescentes	que	no	llegan	a	adquirir	un
cuerpo	delgado	 son	 en	parte	 rechazadas	 y	 criticadas	por	 las	 propias	 compañeras.	Esta	 edad	de
cambio	 psicológico,	 hormonal	 y	 físico	 provoca	 una	 inseguridad	 y	 una	 baja	 autoestima	 que
muchas	veces	puede	ser	un	factor	de	riesgo	de	sufrir	una	anorexia.	Otro	dato	importante	a	tener
en	cuenta	es	que	no	todas	las	adolescentes	se	desarrollan	a	la	vez.	La	menarquía	aparece	a	veces
muy	temprana,	y	esto	provoca	a	las	prepúberes	un	desarrollo	«desfasado»	respecto	a	sus	 iguales.
Las	características	de	un	«cuerpo	de	mujer»,	como	por	ejemplo	crecimiento	de	los	senos,	cintura
pélvica	más	amplia,	curvas,	pequeños	depósitos	de	grasa,	hacen	que	estas	niñas	se	sientan	todavía
más	 incomodas	 con	 su	 «cuerpo	 nuevo»	 respecto	 a	 la	mayoría	 de	 sus	 amigas.	 Les	 provoca	más
inseguridad,	más	insatisfacción	corporal	y	rechazo	en	algunas	ocasiones	por	parte	del	colectivo.
Son	 etapas	 de	 la	 vida	 en	 las	 que	 existe	 un	 gran	 anhelo	 de	 seguir	 los	 cánones	 de	 belleza
establecidos	por	la	sociedad.
7.	Personalidad	y	trastornos	asociados
Muchos	estudios,	entre	ellos	 los	realizados	por	Garner	en	el	año	2000,	han	demostrado	que
ciertas	características	psicológicas	predisponen	a	 la	 aparición	de	 los	TCA:	el	perfeccionismo,	 la
rigidez,	 la	escasa	empatía,	 la	baja	autoestima,	 los	niveles	elevados	de	 ansiedad	y	 el	 retraimiento
social.
En	 efecto,	 el	 riesgo	 de	 padecer	 un	TCA	 es	 ocho	 veces	mayor	 en	 los	 niños	 que	 tienen	 una
autoestima	baja	que	entre	los	que	tienen	una	autoestima	alta.
El	perfeccionismo	es	uno	de	los	rasgos	que	predominan	en	la	personalidad	de	los	enfermos	de
TCA.	Así	 lo	 demuestran	 diferentes	 psicólogos.	 Fairburn,	 excelente	 investigadora,	 citada	 varias
veces	en	esta	publicación,	en	un	estudio	sobre	factores	de	riesgo	en	anorexia	nerviosa,	determinó
la	 existencia	 de	 perfeccionismo	 en	 el	 61	 %	 de	 sus	 pacientes	 anoréxicas	 y	 en	 el	 42	 %	 de	 las
bulímicas.	El	perfeccionismo	es	la	característica	que	parece	tener	una	relación	más	fuerte	con	la
anorexia	nerviosa,	hasta	el	punto	de	estar	incluido	en	los	modelos	de	riesgo.
La	 ansiedad,	 el	 neuroticismo	 y	 el	 comportamiento	 antisocial	 son	 también	 características
encontradas	por	dos	investigadores	catalanes,	Canals	y	Gual.	En	sus	publicaciones	comentan	que
altos	niveles	de	neuroticismo	y	bajos	niveles	de	autoestima	pueden	ser	simultáneamente	causas	y
consecuencias	de	TCA,	creando	así	un	mecanismo	de	feedback	positivo	que	perpetúa	el	trastorno.
Tanto	 la	 anorexia	 como	 la	 bulimia	 nerviosa	 pueden	 presentar	 síntomas	 o	 cuadros	 de
depresión,	aunque	no	está	claro	si	la	depresión	precede	al	trastorno.
En	 las	 chicas	 bulímicas	 se	 discuten	 las	 características	 previas	 de	 la	 personalidad,
confundiéndose	 las	 mismas	 con	 las	 presentes	 durante	 el	 trastorno	 que,	 presumiblemente,	 son
consecuencia	del	mismo.	Son	frecuentes	la	impulsividad,	baja	autoestima,	dependencia,	hostilidad,
labilidad	 emocional,	 etc.	 Algunas	 de	 estas	 características	 se	 integran	 dentro	 de	 auténticos
trastornos	de	la	personalidad,	especialmente	el	histriónico,	el	límite	y	el	antisocial	(Toro,	2000).
La	impulsividad	puede	incluso	llevar	a	la	paciente	a	conductas	extremas	de	consumo	excesivo
de	alcohol,	automutilaciones,	consumo	de	drogas,	práctica	de	sexo	sin	precauciones.
Otra	característica	de	la	personalidad	que	se	ha	demostrado	estar	asociada	a	la	anorexia	es	 la
aleximia.	 Se	 manifiesta	 con	 una	 incapacidad	 para	 describir	 e	 identificar	 sentimientos,	 una
actividad	imaginativa	pobre.
La	 autoevaluación	 negativa.	 Uno	 de	 los	 criterios	 diagnósticos	 del	 DSM-IV	 es	 que	 la	 «la
autoevaluación	está	indebidamente	influida	por	la	forma	y	el	peso	corporales».	Fairburn	concluyó
también	en	sus	estudios	que	la	presencia	de	autoevaluación	negativa	junto	con	el	perfeccionismo
son	las	características	de	personalidad	que	más	significativamente	(p	<	0,001)	diferenciaban	a	las
pacientes	anoréxicas	de	las	controles	sanas	y	de	otras	pacientes	psiquiátricas.
7.1.	La	baja	autoestima
Muy	 a	 menudo	 los	 seres	 vivos	 reflexionamos	 sobre	 nosotros	 mismos.	 Las	 ideas	 que	 una
persona	tiene	sobre	sí	misma	configuran	su	autoconcepto,	y	la	valoración	que	hace	sobre	sí	misma
es	la	autoestima,	es	decir,	la	manera	en	que	nos	pensamos,	juzgamos	y	valoramos.
Los	pensamientos	negativos	que	se	generan	pueden	referirse	a	lo	que	uno	hace,	a	lo	que	uno
piensa	de	sí	mismo	como	persona,	y	también	a	lo	que	uno	cree	que	los	demás	piensan	sobre	uno
mismo.
Un	excelente	capítulo	del	libro	de	C.	Perpiñá	sobre	imagen	corporal	en	los	TCA	nos	ayuda	a
profundizar	 sobre	 las	 representaciones	 simbólicas	 de	 uno	 mismo,	 que	 podemos	 desglosar	 en
varias	categorías:	lo	que	soy;	lo	que	hago;	lo	que	pienso	que	soy;	lo	que	los	demás	dicen	de	mí;	lo
que	los	demás	piensan	de	mí;	lo	que	creo	que	los	demás	piensan	de	mí.
Es	 importante	 poder	 analizar	 estas	 representaciones	 una	 por	 una,	 de	 esta	manera	 se	 puede
observar	que	a	menudo	caemos	en	una	trampa	en	estas	valoraciones	y	que	en	muchas	ocasiones
son	los	orígenesde	tener	una	autoestima	baja.
«Lo	que	soy»,	de	hecho,	es	una	abstracción,	 intervienen	muchos	factores,	nunca	sabremos	en
realidad	lo	que	somos.	En	muchas	ocasiones,	nuestro	lenguaje	interno	negativo	se	equivoca	(«soy
poco	atractiva»	o	soy	«una	estúpida»).
«Lo	que	hago»	está	vinculado	a	 lo	que	soy	o	 lo	que	pienso	que	soy.	Si	cambio	 lo	que	hago
repercutirá	sobre	lo	que	pienso	que	soy.
«Lo	que	pienso	que	soy»	es	la	valoración	que	hago	sobre	mí	mismo.	De	hecho,	es	la	opinión
que	tengo	sobre	mí	mismo,	en	un	momento	y	circunstancias	determinadas.
«Lo	 que	 los	 demás	 piensan	 que	 soy»	 tampoco	 es	 lo	mismo	 que	 lo	 que	 soy,	 pueden	 pensar
muchas	cosas	diferentes,	no	se	puede	controlar	ni	saber.
«Lo	que	 los	demás	dicen	que	soy»	es	cuando	 los	demás	verbalizan	 la	opinión	que	 tienen	de
nosotros.	Jamás	se	puede	confundir	con	lo	que	realmente	soy.
«Lo	que	yo	creo	que	los	demás	piensan	de	mí»	es	muy	difícil	saberlo.	No	somos	adivinos,	de
hecho,	esta	representación	simbólica	es	solamente	la	opinión	que	yo	tengo	de	la	valoración	que
ellos	tienen	de	mí,	puede	estar	totalmente	«manipulada»	por	mis	pensamientos	negativos.
Pueden	 existir	 muchas	 confusiones	 con	 consecuencias	 muy	 negativas	 y	 dañar	 nuestra
autoestima,	 hasta	 el	 punto	 de	 modificar	 nuestro	 comportamiento	 social	 y	 sentirnos	 tristes	 y
deprimidos.
La	autoestima	baja	provoca	también	sentimientos	de	inseguridad	e	incapacidad.	Invalida	a	las
personas	 para	 expresarse	 libremente	 y	 pondrá	 barreras	 a	 una	 serie	 de	 actividades	 que	 les	 hace
sentirse	inseguras	como,	por	ejemplo,	ponerse	una	ropa	determinada,	ir	a	cenar	con	amigos.	Este
comportamiento	de	aislarse	del	mundo	provocará	más	limitaciones,	y	sin	darse	cuenta,	caerán	en
un	bucle	sin	salida.
Es	importante	trabajar	todos	estos	aspectos	con	los	adolescentes,	es	una	edad	de	cambios,	de
muchas	 fragilidades,	 inseguridades	 y	 confusiones,	 en	 todos	 los	 diferentes	 aspectos:	 físicos,
psicológicos	y	sociales.
Para	poder	mejorar	estos	aspectos	sería	conveniente	analizar,	uno	por	uno,	los	pensamientos
negativos	que	tienen,	ponerlos	en	duda	y	someterlos	a	juicio.	A	continuación,	una	vez	analizados,
encarar	la	situación	con	otros	pensamientos	más	positivos.	En	el	apartado	de	prevención	veremos
algunas	actividades	para	poder	llevar	a	cabo	con	ellos.
8.	Dietas	de	adelgazamiento
Es	 el	 régimen	 de	 alimentación	 formado	 por	 reglas	 estrictas	 que	 establecen	 lo	 que	 se	 debe
comer,	en	qué	cantidad	y	durante	cuánto	tiempo.
Hay	dos	elementos	importantes	a	tener	en	cuenta	en	esta	definición:	por	una	parte,	las	 reglas
estrictas;	y	por	otra	parte,	la	duración.
Referente	a	las	reglas	estrictas,	suelen	producir	estados	de	privación	que	acaban	por	provocar
el	 abandono	 del	 régimen.	 Tras	 romperlas,	 la	 persona	 se	 siente	 liberada	 y	 come	 de	 manera
desaforada	hasta	que	vuelve	a	adoptarlas.	Por	otra	parte,	 la	dieta	siempre	se	realiza	en	un	corto
período	de	 tiempo,	 y	 esto	no	 es	 saludable.	 Sería	más	 interesante	 realizar	 una	 educación	 de	 los
hábitos	alimentarios	y	enmarcarlos	en	un	estilo	de	vida	saludable.
Las	dietas	 sin	 control	 y	por	 razones	 estéticas	 son	peligrosas,	deben	estar	 recomendadas	por
profesionales	 y	 siempre	 dentro	 del	 ámbito	 de	 la	 salud.	 En	 los	 últimos	 años	 se	 observa	 que
diferentes	 sectores	 de	 la	 población	 se	 obsesionan	 por	 realizar	 «dietas	milagrosas»,	 monótonas,
proteinadas,	disociadas;	muchas	de	ellas,	a	la	larga,	pueden	provocar	problemas	graves	de	salud.
Muchas	 adolescentes	 viven	 en	 familias	 dónde	más	 de	 un	miembro	 está	 a	 dieta	 sin	 control
médico,	 viviéndose	 un	 ambiente	 enfermizo	 de	 culto	 al	 cuerpo,	 donde	 todos	 los	 productos
alimentarios	que	se	compran	son	lights,	«sin»,	«cero»,	«bajo	en».	Estos	entornos	son	muy	negativos
para	las	jóvenes	y	tienen	más	riesgo	de	sufrir	un	TCA.	Los	especialistas	recomiendan	a	los	padres
y	madres	de	adolescentes	que	eviten	estos	comportamientos	delante	de	sus	hijos.
9.	La	imagen	corporal
Algunos	autores	como	Baile	y	sus	colaboradores.	concluyeron	en	sus	trabajos	publicados	en	el
año	 2002	 que	 la	 concepción	 negativa	 de	 la	 imagen	 corporal,	 incluyendo	 las	 actitudes,	 los
sentimientos	y	las	percepciones	acerca	del	propio	peso	y	figura,	es	el	factor	de	riesgo	modificable
más	 importante	para	el	desarrollo	de	un	TCA,	debido	a	que	es	una	de	 las	 consecuencias	de	 la
búsqueda	 de	 un	 cuerpo	 perfecto,	 condicionada	 por	 los	 modelos	 estéticos	 de	 delgadez.
Posteriormente,	esta	percepción	negativa	del	propio	peso	corporal	fue	analizada	por	Gandarillas
et	 al.	 en	 el	 año	 2005,	 y	 encontraron	 que	 el	 36,9	%	 de	 las	 chicas	 y	 un	 16,7	%	 de	 los	 chicos	 se
perciben	 con	 sobrepeso	u	obesidad,	 lo	 que	 indica	 que	 la	 preocupación	por	 el	 peso	o	 la	 figura
corporal	es	muy	frecuente	en	esta	población.
La	 imagen	 corporal	 es	 la	 representación	 de	 la	 imagen	 que	 cada	 cual	 tiene	 de	 sí	 mismo	 y
también	el	modo	en	que	uno	cree	que	lo	ven	los	demás.	Muchas	veces	en	la	adolescencia	y	mucho
más	 acentuado	 en	 algunas	 personas	 que	 sufren	 un	 TCA,	 se	 equivocan	 constantemente	 en	 la
valoración	de	las	dimensiones	del	cuerpo,	la	figura	se	sobredimensiona	y	algunas	adolescentes	son
incapaces	de	reconocer	su	propia	delgadez,	tal	como	se	ha	comentado	anteriormente.
Existe	una	reacción	negativa	hacia	su	propio	cuerpo,	distorsionando	la	imagen,	sometiendo	al
cuerpo	a	comparaciones	imposibles	de	las	que	siempre	salen	perdiendo,	falta	concordancia	entre
el	 peso	 que	 marca	 la	 báscula	 y	 el	 aspecto	 percibido,	 y	 por	 último	 se	 puede	 llegar	 a	 exagerar
defectos	de	la	apariencia	totalmente	imperceptible	por	los	demás.
En	otro	orden	de	 cosas,	 relacionado	 con	 esta	 falsa	percepción	 se	podría	 también	 añadir	 las
distorsiones	de	la	información	que	el	cuerpo	nos	da	sobre	el	organismo.	Por	ejemplo,	la	alteración
de	 la	 sensación	 del	 hambre	 o	 la	 sensación	 de	 plenitud,	 no	 saber	 si	 se	 come	 por	 nervios	 o
aburrimiento	 o	 cansancio,	 etc.	 O	 también	 nunca	 tener	 hambre,	 o	 todo	 lo	 contrario,	 siempre
sentirse	lleno.
En	 los	 trastornos	 del	 comportamiento	 alimentario,	 la	 preocupación	 por	 la	 apariencia	 física
ocupa	 la	mayor	 parte	 del	 tiempo	de	 las	 enfermas,	 y	 les	 causa	 un	malestar	 enorme.	 Se	 podrían
relacionar	más	con	características	afectivo-cognitivas,	por	ejemplo:	muchas	partes	del	cuerpo	se
someten	a	comparaciones	imposibles,	con	una	amiga	considerada	como	delgada,	una	compañera
de	 clase,	 una	 modelo	 o	 artista.	 Siempre	 se	 saldrá	 perdiendo	 en	 esta	 comparación,	 ya	 que	 los
deseos	de	obtener	los	muslos	de	la	amiga	o	la	cintura	de	la	modelo	nunca	se	cumplen.
También	se	producen	reacciones	negativas	hacia	el	cuerpo,	aborrecimiento,	insatisfacción,	odio
a	 ciertas	 partes	 del	 cuerpo,	 en	 muchas	 ocasiones	 se	 observa	 que	 las	 enfermas	 esconden	 o
disimulan	ciertas	partes	del	cuerpo	con	prendas	o	ropas	mucho	más	grandes.
En	algunos	casos,	en	mayor	o	menor	grado,	la	propia	autoestima	depende	del	peso.	Es	decir,
imaginemos	 una	 adolescente	 que	 gana	 peso;	 automáticamente,	 esta	 adolescente	 se	 sentirá
avergonzada,	 con	 un	 gran	 sentido	 de	 culpabilidad	 y	muy	 frustrada.	 Contrariamente,	 si	 pierde
peso,	a	pesar	de	los	problemas	que	esto	puede	causar	a	su	salud,	se	sentirá	mejor	siguiendo	la	falsa
creencia	que	el	hecho	de	estar	delgada	aumenta	su	autoestima	y	su	integración	en	la	sociedad.
Existe	en	muchos	casos	una	falta	de	correlación	entre	la	imagen	que	tenemos	y	la	sensación	de
autoestima	que	padecemos,	se	puede	dar	el	caso,	como	ocurre	en	los	enfermos	de	TCA,	que	su
enfermedad	 se	 haya	 producido	 por	 falta	 de	 autoestima,	 en	 cambio	 son	 personas	 agraciadas	 y
envidiadas	por	sus	amigos.
Para	poder	entender	este	problema	profundizaremos	sobre	cómo	se	forma	la	imagen	corporal.
Existen	dos	tipos	de	influencias	en	la	formación:	influencias	del	pasado	e	influencias	cercanas.
9.1.	Influencias	del	pasado
Todas	 las	personastenemos	 la	capacidad	de	ser	conscientes	de	nosotros	mismos	y	podemos
hacernos	una	representación	de	nuestra	 imagen	corporal,	además	podemos	tomar	conciencia	de
ella,	a	diferencia	de	los	animales.	Nos	individualiza	como	personas	únicas	que	somos.
La	sociedad,	la	familia,	en	general	todo	nuestro	entorno,	nos	enseñan	a	que	nos	comparemos
con	 algo	 «ideal».	Desde	pequeños,	 este	 aprendizaje	 es	 continuo,	 nos	 enseñan	 cómo	debería	 ser
uno.	 Por	 ejemplo,	 cuando	 valoramos	 si	 nos	 gusta	 un	 jarrón,	 lo	 compararemos	 con	 el	 ideal	 de
jarrón	 que	 hemos	 construido	 durante	 nuestro	 aprendizaje.	 Sin	 darnos	 cuenta,	 también	 lo
aplicamos	al	peso,	a	la	altura,	al	color	de	la	piel,	 incluso	al	estilo	que	marca	la	moda,	como	por
ejemplo	las	zapatillas	para	el	deporte	o	la	marca	del	detergente	que	lava	mejor.
Estamos	muy	manipulados	por	 los	medios	de	comunicación,	es	un	bombardeo	constante	de
imágenes,	 frases,	 situaciones	 donde	 nos	 inculcan	 que	 el	 cuerpo	 extremadamente	 delgado	 es	 el
ideal	de	belleza	para	todas	las	mujeres,	donde	las	curvas	y	redondeces	no	están	valoradas	como
una	 imagen	 corporal	 positiva.	 Justamente	 en	 una	 sociedad	 donde	 la	 forma	 del	 cuerpo	 que
predomina	en	las	mujeres	es	el	de	curvas	y	grandes	constituciones,	típicamente	mediterráneas.
Además	 de	 esta	 grave	 manipulación,	 nos	 hacen	 creer	 que	 esta	 imagen	 corporal	 que	 se
promueve	 es	 la	mejor	 en	 todos	 los	 sentidos,	 nos	 proporciona	 éxito	 social,	 profesional,	 incluso
familiar.
El	 aspecto	 físico	 es	 el	 tema	más	 común	de	 las	 «bromas»	 y,	 en	un	grado	más	 acentuado,	del
mobbing	 que	pueden	 sufrir	muchos	 escolares	 en	 el	 colegio.	Etiquetas	 como	 «barriga	 cervecera»,
«foca»,	«dumbo»,	etc.	O	en	el	ámbito	familiar	«gordi»,	«vaya	pandero»,	etc.
Al	 llegar	a	 la	pubertad,	el	cuerpo	experimenta	muchas	transformaciones	físicas,	psicológicas,
sociales,	el	cuerpo	del	niño	o	de	la	niña	entra	en	una	serie	de	cambios	para	convertirse	en	adulto.
Esta	adolescente	no	entiende	lo	que	le	sucede,	es	más	vulnerable	a	las	emociones:	llora,	ríe,	le
cambia	 el	 humor	 constantemente	 y	 aparecen	múltiples	 inseguridades	 en	 todos	 los	 aspectos.	 Y
cómo	no,	en	su	cuerpo,	recién	estrenado,	en	el	que	se	siente	insegura,	le	preocupa.
La	forma	en	que	se	perciba	y	viva	este	nuevo	aspecto	será	crucial	en	la	formación	de	la	imagen
corporal.	Al	igual	que	en	la	infancia,	el	adolescente	se	compara	con	lo	que	se	considera	«modelo
estético»	incluso	con	mayor	exigencia.
Muchas	personas	dan	gran	importancia	al	aspecto	físico,	incluso	llegan	a	pensar	que	su	valor
como	 persona	 depende	 de	 sus	 características	 físicas.	 Los	 niños	 y	 adolescentes,	 que	 han	 ido
desarrollando	un	sentido	positivo	de	sí	mismos,	son	menos	vulnerables	a	lo	que	«debe	ser	bello»
o	a	los	modelos	estéticos	impuestos	por	la	moda	o	las	inseguridades	que	nos	pueden	provocar	los
otros.
Es	importante,	pues,	que	ante	determinado	aspecto	físico	construyamos	una	imagen	corporal
positiva,	 con	 pensamientos	 positivos	 hacia	 nuestro	 propio	 cuerpo.	 Contrariamente,	 si
continuamente	estamos	preocupados	con	nuestro	aspecto	 físico,	 lo	único	que	vamos	a	 crear	 es
insatisfacción,	 y	 se	 creará	 una	 imagen	 corporal	 negativa.	 Por	 lo	 tanto,	 la	 imagen	 corporal	 que
tenemos	de	nuestro	cuerpo	es	solamente	una	representación	mental	del	mismo.
9.2.	Influencias	cercanas
A	 lo	 largo	de	 la	 vida,	 con	 todas	 las	 vivencias,	 influencias,	 creencias	 y	 valores	 formamos	 un
ideal	 corporal	 estético.	 Según	 nuestra	 personalidad,	 nuestro	 grado	 de	 exigencia,	 nuestra
autoestima	y	autoconcepto,	compararemos	nuestra	imagen	corporal	con	el	ideal	corporal	estético.
También	habrá	situaciones	«de	riesgo»	como,	por	ejemplo,	cuando	llega	el	verano	y	hemos	de	ir	a
la	playa,	 llevar	cierta	ropa	ajustada	o	no,	etc.	Si	nuestra	 imagen	corporal	 se	distancia	mucho	de
este	 ideal	 corporal,	 aparecerá	 un	 dialogo	 interno	 con	 nuestro	 cuerpo	 repleto	 de	 emociones	 y
pensamientos	negativos.	Si	no	logramos	parar	este	círculo	vicioso	cada	vez	se	hará	mayor	y	estos
pensamientos	negativos	realimentarán	la	imagen	corporal	negativa.
Muchas	 veces	 sucede	 que	 si	 las	 vivencias	 sobre	 la	 propia	 imagen	 corporal	 son	 alteradas	 es
posible	que	aparezcan	distorsiones	en	la	apreciación	de	la	valoración	del	tamaño	de	alguna	parte
o	 en	 general	 del	 tamaño	 total	 del	 cuerpo.	 Esta	 falsa	 apreciación	 puede	 provocar	 ansiedad,
insatisfacción	o	 repulsión,	 y	pueden	 aparecer	 intentos	de	 conseguir	 un	 cuerpo	 ideal	 realizando
cualquier	tipo	de	dietas	o	conductas	compensatorias.
Las	 personas	 con	 trastornos	 alimentarios	 tiene	 problemas	 con	 cómo	 representan,	 evalúan,
sienten	 y	 viven	 su	 cuerpo.	 El	 cuerpo	 se	 ha	 convertido	 en	 el	 valor	más	 importante	 que	 tienen
como	personas.
«Están	atrapadas	por	su	pasión,	por	ese	excesivo	apego	emocional	a	un	propósito,	a	una	idea,	o	lo	que	en	términos
psicopatológicos	se	denomina	idea	sobrevalorada	—de	adelgazar—»	(Perpiñá	et	al.,	2000).
Existen	múltiples	factores	que	influyen	en	la	insatisfacción	corporal	pero	los	más	importantes
son	tres,	que	son	los	que	actúan	desde	épocas	muy	tempranas	de	la	vida:	familia,	amigas	y	medios
de	comunicación.	Los	tres	promueven	en	la	inmediatez	del	individuo	el	cuerpo	ideal	representado
socialmente	(Toro,	2004).
Otra	 de	 las	 conclusiones	 más	 importantes	 de	 este	 estudio	 fue	 que	 controlando	 factores
individuales,	 físicos	 y	 psicológicos,	 la	 percepción	 que	 una	 muchacha	 tiene	 de	 las	 opiniones	 y
conductas	de	sus	amigas	relativas	a	la	imagen	corporal	y	a	practicar	dietas	junto	con	la	intensidad
con	 que	 compara	 su	 cuerpo	 con	 el	 de	 otras	 chicas,	 son	 factores	 que	 contribuyen
significativamente	 a	 predecir	 su	 grado	 de	 preocupación	 por	 la	 imagen	 corporal,	 la	 restricción
alimentaria	y	las	conductas	para	perder	peso	de	alto	riesgo.
Para	acabar	este	apartado	sobre	la	imagen	corporal	citaremos	un	resumen	muy	interesante	de
Pruzinsky	 y	 Cash,	 clave	 para	 entender	 las	 características	 de	 la	 imagen	 corporal.	 En	 esta
intervienen:	 percepciones,	 cogniciones,	 emociones,	 está	 determinada	 socialmente,	 está
continuamente	cambiando,	influye	en	la	conducta,	es	una	experiencia	totalmente	subjetiva,	ocurre
en	distintos	estados	de	conciencia.
10.	Abuso	sexual	y	TCA
El	abuso	sexual	tiene	relación	con	algunos	TCA.
El	 equipo	del	 doctor	 Schmidt	 realizó	 una	 revisión	 de	 todo	 lo	 publicado	 sobre	 las	 posibles
relaciones	entre	el	abuso	sexual	y	físico	infantil	y	los	TCA.	Sus	conclusiones	fueron	que	no	todos
los	 estudios	 recogían	 esta	 relación	 entre	 ambos	 factores.	 En	 los	 que	 sí	 que	 la	 encontraron	 se
referían	a	pacientes	con	bulimia	nerviosa	y	no	con	anorexia.
Fairburn	encontró	antecedentes	de	abuso	sexual	 infantil	 en	el	27	%	de	pacientes	anoréxicas
frente	al	11	%	de	controles	sanas,	el	35	%	de	bulímicas	y	el	26	%	de	controles	psiquiátricos.
11.	Maltrato	físico
En	muchos	estudios	 se	ha	observado	que	el	maltrato	 físico	 infantil	 era	un	antecedente	más
frecuente	en	bulimia	nerviosa.
En	un	estudio	realizado	por	el	equipo	de	Fairbun	se	pudo	demostrar	que	los	antecedentes	de
abuso	 físico	 se	 detectaron	 en	 el	 27	%	de	 las	 anoréxicas	 frente	 a	 solo	 un	 9	%	de	 los	 controles
normales.
El	abandono	físico	y	el	abuso	sexual	experimentados	en	la	infancia	quintuplican	el	riesgo	de
sufrir	 un	 TCA.	 Estas	 adversidades	 pueden	 influir	 de	 una	 forma	 significativa	 en	 conductas	 de
riesgo	para	los	TCA	como,	por	ejemplo,	ayunos	prolongados,	regímenes	alimentarios	muy	rígidos,
consumo	de	fármacos	para	adelgazar	e	incurrir	en	el	vómito	provocado.
12.	El	bullying	como	factor	desencadenante	de	los	TCA
El	hecho	de	sufrir	intimidaciones	así	como	burlas	no	referidas	al	cuerpo	o	al	peso	parece	ser
un	 factor	 más	 común	 en	 pacientes	 anoréxicas	 que	 en	 grupos	 control.	 Las	 investigaciones
concluyen	que	una	muchacha	anoréxica	tiene	el	doble	de	probabilidades	de	haber

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